¿por qué lo hizo? la traición de judas

13

Click here to load reader

Upload: luis-asencio-camacho

Post on 08-Aug-2015

28 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

¿Quién fue Judas Iscariote? Un vistazo al más infame traidor en la historia, según el Evangelio. Este escrito es parte de un manuscrito inédito tentativamente intitulad...o 'La cántiga del hipócrita'.

TRANSCRIPT

Page 1: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

Luis Asencio Camacho

¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS1

La traición de Judas, según la describen los Evangelios, es inexplicable.

—Schweitzer, La búsqueda del Jesús / histórico

La traición de Judas no fue casual.

—Borges, «Tres versiones de Judas» El hombre, en esencia, nunca desea ma-tarse…

—Berdyaev, Sobre el suicidio

a vida, muerte y propósito de Judas Iscariote fue, es y seguirá siendo tema predilecto de argumentos. ¿Estaba predestinado? ¿Dios lo quiso así (entiéndase reservarle la perdición) desde el comienzo? Si no hubiese sido él, ¿quién? ¿Habría obtenido el perdón de Jesús si se lo hubiese pedido? ¿Fue vergüenza lo que

le impidió ir a pedirlo? Las interrogantes son infinitas. Lo único que te-nemos claro es que después de entregar a Jesús y ver la gravedad del asunto sintió remordimiento; pero de que haya sido una compunción verdadera, las mismas Escrituras discrepan.2

1. Este ensayo conforma un fragmento de mi manuscrito inédito La cántiga del hipócrita: la tragedia de Judas Iscariote según los evangelios canónicos y apócrifos y otros escritos seudológicos (2012). Se permite citar siempre y cuando se acredite al autor.

2. Dios no perdona al impenitente, ya sea que el pecador obre a sabiendas (He-breos 10:26-27) o que la maldad sea parte inseparable de él (Jeremías 13:23). Para unos, Judas es simplemente imperdonable (Juan 17:12), aunque no existe un consenso que explique si por falta de oportunidad o por impeni-tente. Algunas escuelas sentencian igualmente a Adán y Eva, a quienes, por cuenta de su desobediencia adrede, Dios no les presentó la oportunidad de arrepentirse (Génesis 3:16-24) como hará con otros a lo largo de la Biblia (p. ej., Exequiel 33:11; Isaías 55:7; etc.). Otros impenitentes son Satanás y quienes obran como él (1 Juan 3:8; Apocalipsis 12:12), los ángeles rebeldes, Caín, Balaam y Coré (Judas 6, 11).

L

Page 2: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

2

En lo que constituye la tercera escena más memorable de La Pasión del Cristo (2004),3 la muerte de Judas, el director Mel Gibson recurre a la tradición para rellenar el hueco que dejan los evangelios entre la entrega de Jesús a las autoridades y la muerte de Judas. Es de mañana y vemos que Judas ha presenciado la resolución de referirle el caso de Jesús a Poncio Pilato. Asqueado y sobrecogido por la infamia de su acción, Judas frota sus labios sobre una columna hasta raérselos; después sale a la ca-lle, donde unos niños demonios lo atosigan hasta las afueras de la ciu-dad, donde llega ante un árbol a cuyo pie yace un asno muerto que pare-ce mirarle y burlarse de él. Judas parece reconocerse en lo macabro del

3. Después de la flagelación y la crucifixión. Todavía encuentro gente que se confiesa incapaz de ver allende la escena de la flagelación. Ciertamente la escena impacta y conmueve, les digo, pero lo que vemos en La Pasión ape-nas se acerca a lo que fue la realidad que registra el historiador cristiano Eu-sebio de Cesárea tocante la ejecución de varios cristianos en Esmirna: «Pues se dice que los espectadores quedaron atónitos al verlos lacerados por los azotes hasta las venas y las arterias, de modo que todo lo que está dentro del cuerpo, tanto entrañas como miembros, quedaron expuestos» (Historia de la Iglesia 4:11, 15; cf. McDowell, 221). Merecedoras de su espacio, veamos al-gunas visiones modernas y detalladas de lo que enfrentaría cualquier perso-na condenada a muerte bajo el sistema legal romano. Comenzando con la flagelación, esta era un preliminar legal para toda ejecución romana y solo mujeres, senadores y soldados (excepto desertores) estaban exentos de ella. Aunque también se usaban varas, el instrumento usual era el flagelo, un lá-tigo corto compuesto de varias tiras de cuero trenzado y ensartado con bolas de hierro y pedazos de hueso. El condenado era desnudado y atado a un pos-te, manos arriba. Las Escrituras -diciendo lo necesario- omiten los detalles de la flagelación de Jesús,* pero a base de los relatos de historiadores como Josefo, Tácito, Plinio el Joven, Suetonio, Talo, Flegón y Luciano, entre otros, es posible reconstruirla e inferir que sufrió 39 azotes como mínimo, confor-me a la ley judía, quedando en un estado de hipotensión o de hipovolemia. La crucifixión, por su parte, una práctica persa introducida por Alejandro Magno en Egipto y Cartago y más tarde adoptada y perfeccionada por los romanos como técnica de tortura para esclavos, extranjeros, revolucionarios y criminales, simbolizó hasta el siglo IV de nuestra era la forma más humi-llante de morir. Tanto la forma de la cruz como la disposición del crucificado (si completamente desnudo o no, o el uso de sogas o clavos) dependían de costumbres regionales.† Tras la flagelación, el condenado cargaba el patíbu-lo (se cree que en algunos casos la cruz completa) hasta el lugar de ejecu-ción; allí se tendía y era descoyuntado y dado a beber vinagre con propieda-des analgésicas antes de alzársele. Si era necesario acelerar la muerte, se le fracturaban las piernas debajo de la rodilla y el crucificado moría por asfixia. El consenso médico actual supone que una muerte por crucifixión debió in-cluir choques hipovolémicos, agotamiento y fallos cardíacos.

* Remitiéndonos, no obstante, a las profecías isaíacas (52:14) obtenemos la imagen de un hombre desfigurado como nunca antes visto.

† Toda vez que las Escrituras no especifican el tipo de cruz usada para Je-sús, algunas sectas se acogen a la traducción literal de «madero» e interpre-tan que solo se usó un poste sin patíbulo. Hallazgos arqueológicos favore-cen, sin embargo, el uso de una cruz en forma de T, conocida como tau y que era además de poca altura.

Page 3: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

3

cadáver y se ahorca con el mismo pedazo de cuerda vieja que le sirviese de bozal al animal. Ciertamente la escena conmueve el ánima, si mira-mos más allá de la acción y vemos a un ser humano en desgracia. (Con-moverse ante el mal o daño de un semejante, sea amigo o enemigo, es tan humano como el instinto de conservación; es parte de lo que nos hace a imagen y semejanza de Dios.)

Emoción parecida es la del Judas de Jesucristo Superestrella cuando, al saberse utilizado por un propósito de autoría superior que no enten-día, se deshace llorando amargamente y repitiendo, «¡Me mataste, me mataste!». Ninguna otra escena es más conmovedora.4

Pero fuera de todo, ¿cómo es que no podemos evitar preguntarnos la razón para Judas hacer lo que hizo? No el mero hecho de entregar a Je-sús, sino el no buscar perdón. La respuesta más simple («por bien del Sacrificio Mayor conforme a la profecía»)5 bastaría en el mejor de los mundos; pero no vivimos en él, ya dije. Por tanto, sobran los argumentos que buscan dar otra explicación, como la tergiversación6 o un intento de impedir que Jesús cayese en manos de los romanos.7 Otra favorita entre los estudiosos es la del levantamiento del pueblo en pos de su Mesías.8

4. No que desmerite el padecimiento de Jesús; después de todo, el Hijo de Dios no puede morir.

5. Mateo 26:47; Marcos 14:43; Lucas 22:47; y Juan 18:5. 6. Por ejemplo, el postulado de que las famosas 30 monedas como pago a Judas

por entregar a Jesús es un pasaje introducido por falsificadores anónimos a fin de justificar Zacarías 11:12, pues no tiene sentido que si de otro modo un esclavo valía eso (Éxodo 21:32), ¿por qué habría también el Hijo de Dios? Sostiene el periodista español Pepe Rodríguez en sus controvertibles Menti-ras fundamentales de la Iglesia católica (1997):

Para justificar la ejecución de Jesús, que no era más que un fracaso de su misión a los ojos del mundo, se comenzó a propagar que era nece-sario que el nazareno muriese «según la Escritura», eso es que su cru-cifixión había sido prevista desde la noche de los tiempos por los pla-nes de Dios y que los textos bíblicos así lo demostraban. (Véase el ca-pítulo «Jesús, el mesías prometido, o cómo ganar credibilidad forzan-do el sentido de versículos proféticos del Antiguo Testamento», 107-10.)

7. Como sugiere Max Dimont, la inimitable autoridad en temas judíos, en su libro God, Jews and History (1962). Dimont simplemente ve muchas discre-pancias en el recuento de la Pasión, comenzando con el arresto de Jesús de noche cuando las leyes judiciales judías prohibían los arrestos nocturnos; celebraciones de juicios pasado el atardecer la víspera del sábado o de un festival; reuniones del Sanedrín fuera de la Cámara de las Rocas Cortadas, mucho menos en la casa de un sumo sacerdote; arrestos iniciados por el Sa-nedrín; y, por último, acusaciones sin la previa confirmación de dos testigos. Nos pregunta:

¿No parece más probable que Jesús fuese arrestado por los judíos para protegérsele de los romanos (que nunca tuvieron compunción alguna para crucificar a un judío más o menos), que este arresto preventivo fue en vano y que los romanos le demandaron a los judíos entregarles a Jesús para castigarlo? Hay evidencia en los mismos Evangelios para semejante teoría* (142-43).

Page 4: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

4

No han sido pocos los cautivados por el romanticismo de este último ejemplo. Entre los ejemplos más célebres y polémicos podemos citar a Nikos Kazantzakis y su novela La última tentación de Cristo (1959),9 que relata la historia del zelote Judas enviado para asesinar a Jesús, otrora un carpintero nazareno agobiado por voces que le dicen que es el elegido de Dios. Judas acaba no solo convirtiéndose en discípulo de Jesús, sino en su mejor amigo y confidente, justamente la razón por la que Jesús le confiará la misión de traicionarlo. En la no menos controvertible versión fílmica de 1988 a cargo de Martin Scorsese, Judas es un sicario con la encomienda de matar a Jesús, pero que al percatarse de que este es el Mesías, intenta convencerlo para que lidere la revuelta contra los roma-nos. Jesús le responde que su mensaje es de amor y Judas se une al mi-nisterio, convirtiéndose en su mejor seguidor y confidente, si bien le ad-vierte lo que pasará si no lucha por la revolución.

La precitada ópera Jesucristo Superestrella sigue la misma línea de un Judas como mejor amigo y confidente de un Jesús incierto de su misión y, al igual que en La tentación, el fin de Judas es lograr convencer a Jesús de asumir su mesiado (en su estricto sentido de héroe político), liberan-do a Israel.10

(Viene de la página anterior) * Como a muchos otros estudiosos, a Dimont también le cuesta aceptar que un hombre tan sanguinario como Poncio Pila-to se interesase en el bienestar de un judío, cuando ese mismo pueblo le causó un serio incidente con el propio emperador Tiberio por cuenta de unos escudos que colgase el procurador en el palacio de Herodes. Véase también Werner Keller, The Bible as History (1982), 385-86.

8. El concepto original del Mashiaj, el ungido de Dios que habría de restaurar el reino de Israel y regir con justicia sobre toda la humanidad, combinaba el ideal de un rey davídico con la tradición sacerdotal mosaica, por lo que el pueblo no estuvo listo para aceptar a un servidor sufrido (irónicamente, la tercera característica, oculta en el libro de Isaías [53]) como aparentaba Je-sús, el hijo de un carpintero de Nazaret. No es de sorprender que un siglo después de Jesús se aceptase con brazos abiertos a un soldado, Barcokebas (var. Bar Kosebá, Bar Kochba, Bar Kojba), como el esperado Mesías. Lo poco que se conoce sobre este singular personaje apodado «el mesías a caballo» proviene de unas cartas halladas en la zona del mar Muerto (1948) que lo describen como autócrata, irascible e impío. (Se le atribuye haber dicho en una ocasión, «Señor, no nos ayudes, pero tampoco nos lo estropees».) Se cree que su nombre original en hebreo fue Simeón bar Kokeba (hijo de la es-trella), si bien algunos sugieren que pudo haber sido bar Kozhiva (hijo de la mentira). En el año 132 inició una revuelta que habría de durar tres años y lograr importantes victorias sobre Roma pese al medio millón de judíos muertos en el proceso. El movimiento contó con el apoyo de un prestigioso rabino llamado Aqibá ben Josef, responsable de investir a Barcokebas con el mesiado. Barcokebas murió en agosto de 135, cuando los romanos, bajo el general Julio Severo, retomaron la ofensiva. Véanse Dimont, 112-14; y Ke-ller, 416, 424.

9. No su obra maestra, mas sí la más polémica. Kazantzakis, más célebre por Zorba el griego (1946) y Cristo de nuevo crucificado (1954), solía decir que to-do hombre «es un hombre Dios, carne y espíritu».

10 . Si bien las Escrituras refieren que Judas buscaba hacer lo suyo a espaldas del pueblo (Lucas 22:6).

Page 5: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

5

En lo que atañe a nuestra literatura hispanoamericana, contamos en ese selecto grupo a luminarias como Jorge Luis Borges, Juan Bosch y Marco Denevi, por mencionar algunos.

Al propio Borges, como bien él mismo dice al comienzo de su cuento «Tres versiones de Judas» (1944) con relación a su protagonista, Nils Runeberg, Dante le habría destinado un sepulcro de fuego —cuentista vanguardista o no. Borges se vale genialmente de Runeberg, un asceta sueco, para dar rienda suelta a posibles elucubraciones tanto suyas como de otros en torno al enigma del duodécimo discípulo. Dios pudo bien haberle deparado a Runeberg un tiempo arcaico, mas sin embargo le de-paró el siglo XX y una ciudad universitaria a fin de que el hombre pudie-se explicarle, mediante una tesis, al resto del mundo el proceder de Ju-das. Rechazado y atacado por los teólogos, al final habrá ofrecido diver-sas versiones: (1) que para corresponder al inmenso sacrificio de Dios al hacerse carne (dejar Su morada celestial y, por ende, Su omnipotencia), era necesario que un hombre representante de la humanidad, hiciese un sacrificio conforme; y que Judas Iscariote, el único entre los apóstoles que percibió la secreta divinidad de Jesús en su momento, era ese hom-bre;11 (2) que Judas simplemente seguía el precepto cristiano de odiarse a sí mismo, llegando incluso a renunciar al reino de los cielos por creerse indigno de ser bueno; y (3) revelando que Dios se hizo totalmente hom-bre, propenso hasta la infamia, a fin de poder salvarnos; y que si bien pudo haber elegido un destino como esos «que traman la perpleja red de la historia», como Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús, eligió un ínfimo destino: Judas.

Bosch, por ejemplo, dedicó un ensayo que llamó Judas Iscariote, el calumniado (1955) a redimir la figura de Judas, aduciendo que este fue una víctima histórica de la creencia cristiana.12

En su colección de cuentos de 1965, Falsificaciones, Denevi, por otro lado, nos deleita con dos microrrelatos que, aunque separados por otros y por milenios de licencia poética, revelan otros motivos para la traición. En «El Maestro traicionado», Jesús y sus discípulos celebran su última cena, cuando uno de ellos dice que todos aman al Maestro. Este respon-de que no es así, pues había uno que lo envidiaba y que lo vendería por treinta monedas. Entonces cada uno en su turno responde saber de quién habla Jesús; todos, excepto uno que se mantiene en silencio. En vista de que cada uno aduce conocer la identidad del disidente, acuerdan gritar su nombre a la cuenta de tres. El discípulo en la esquina, que en todo momento permaneció callado, al ver que cada uno gritó un nombre

11. Un pensamiento gnóstico. Lo más impresionante de todo es que Borges pro-fetizó la esencia del así llamado Evangelio de Judas. Téngase en cuenta que el códice Tchacos no fue descubierto hasta finales de los años setenta, sin mencionar que la publicación del seudo-evangelio fue en 2006.

12. «La figura moral de Judas —escribe— es un misterio sordo, sin ecos, tan pro-fundo como el silencio de los siglos y tan amargo como su triste sombra de condenado para la eternidad» (177; en la edición de 1982, pág. 139). El pen-samiento no difiere de ese de Chatelion Counet, discutido en el capítulo an-terior (i.e. «Judas el hombre»).

Page 6: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

6

diferente —ninguno el suyo—, se levanta y sale a la calle, libre de remor-dimientos, a consumar su traición.

En «Los fracasados», descubrimos que Judas regresa a su casa para anunciarle a su esposa el cumplimiento de su cometido, mismo encarga-do por ella. Mientras le cuenta cuánto le dieron por su acción y soporta los insultos de «inútil» de su mujer, oye una algarada en la calle. La mu-jer, pensando que vienen a felicitarlos y a nombrarlos reyes, sale rápi-damente, regresando casi inmediatamente para sentarse a lloriquear, con las lacónicas palabras a flor de labios: «Ha resucitado». Judas, arre-pentido, sale y se ahorca.

Pero suficiente con las artes dramáticas y la literatura. ¿Qué nos re-fiere la historia misma? Lo más cercano a una versión contemporánea sería esa que refiere Ignacio, reputado discípulo de Juan, obispo de An-tioquía y uno de los padres Apostólicos de la Iglesia, cuando le achaca a Satanás toda la culpa de las acciones de Judas, como indica en el capítulo aptamente titulado «La malignidad y locura de Satanás» en su Epístola a los filipenses:

Ciertamente antes de que la cruz fuese erigida, Satanás estuvo ansioso de que así fuese; y «fraguó» [para este fin] «en los hijos de la desobediencia». Fraguó en Judas, en los fariseos, en los saduceos, en los viejos, en los jó-venes y en los sacerdotes. Pero cuando ya se hacía justo para erigirla, se perturbó e infundió arrepentimiento en el traidor y le señaló una cuerda con la cual se ahorcase, y le enseñó a [morir por] estrangulación.13 Orígenes, el exegeta bíblico que hasta se castró para evadir la tenta-

ción,14 también concluye que Judas actuó por posesión satánica, proce-diendo conforme a tal naturaleza y sin poderle resistirle,15 hasta que Je-sús fue traicionado y entregado. Hasta entonces Satanás estuvo en él, y una vez Judas recuperó sus facultades, sintió arrepentimiento; tal vez su intención fue ir ante Jesús, que iba a morir, «y así unirse a Él con su alma desnuda, para poder alcanzar la misericordia mediante su confesión y oraciones».16 El simple hecho de arrepentirse lo convirtió en mártir, dic-taría el donatista Petiliano de Cirta, obispo de Constantina, por lo que Agustín de Hipona lo condenará de apóstata.17

13. Philip Schaff, The Apostolic Fathers with Justin Martyr and Irenaeus (1867), 187-88.

14. Según registra Eusebio. Orígenes creía hasta en la posible redención de los ángeles caídos, lo que, llanamente hablando, constituye una herejía. Cf. Ju-das 6.

15. Cf. Efesios 6:11-13. 16. Cf. John Donne, Biathanatos 5:7. Según Donne, Orígenes fundamenta su

teoría del arrepentimiento de Judas en una malinterpretación de Mateo 27:3, donde el pasaje «viendo que era condenado» no habla de Jesús, sino de Judas, porque, primeramente, Jesús no había sido condenado aun.

17. «Tenemos testimonios innumerables tanto sobre la mezcla de los malos con los buenos en la misma participación en los sacramentos, cual Judas, malo desde el principio, entre los once buenos…» (Carta a los católicos sobre la secta donatista 14:35).

Page 7: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

7

La búsqueda de apologías fue implacable, sobra decir, con argumen-tos cada vez más afines a las del así llamado Evangelio de Judas: Judas, por una distorsión histórica, es llamado traidor cuando no fue más que un negociador en un convenio secreto.18 Para Juan Calvino, considerado como el mayor exegeta de la Reforma, la acción de Judas era lo de menos, siendo lo verdaderamente importante el hecho de que el discípulo reunió los tres grados de arrepentimiento: contrición, confesión y satis-facción. Toda elección a la gracia, decía, es dada por el Espíritu Santo; incluso la condenación de los réprobos según la justicia de Dios.19

Remitiéndonos al someramente ya discutido período de la primera búsqueda del Jesús histórico, vemos motivos más identificables y simpa-tizantes con la naturaleza humana. Paulus, por ejemplo, en su humani-zación de Judas, reflexiona, como explica Schweitzer:

¿Cómo Judas vino a ser el traidor? Creía en el mesiado de Jesús y quería forzarlo a declararse así. Ocasionar Su arresto le pareció a Judas el mejor medio de excitar al pueblo a tomar Su bando abiertamente. Pero la serie de eventos fue demasiado rápida para él. Debido a las festividades, la no-ticia del arresto se esparció con lentitud. En la noche, mientras la gente dormía los efectos de la cena de Pascua, Jesús fue condenado; en la ma-ñana, antes de que despertasen bien, estaba siendo llevado apresurada-mente para ser crucificado. Entonces a Judas le sobrecogió la desespera-

ción y fue y se ahorcó.20 Hase no pensó diferente al retratarlo como una víctima de su en-

torno y de sus pasiones: Un personaje puramente intelectual, mundano e inescrupuloso, [que] deseaba obligar al vacilante Mesías a fundar Su reino en la violencia po-pular… Es posible que Judas, en su terrible ceguera, tomase las últimas palabras que Jesús le dirigiese, «Lo que vas a hacer, hazlo más pronto», como un consentimiento a su plan.21

18. Sobre tales premisas, véase, p. ej., Hugh J. Schonfield, El complot de la Pas-cua (1965).

19. Esto justificaría las muchas ejecuciones de disidentes ordenadas por el mis-mo Calvino; entre ellas la del teólogo y médico español Miguel Servet en 1553 por negar la Trinidad y por sus teorías sobre el sistema circulatorio pulmonar.

20. Schweitzer, 56. 21. Citado en Schweitzer, 61 (cf. Strauss, 2: 686). Tanto Paulus como Hase, en-

tre tantos otros, apoyaron la presunción de que Judas actuó por el bien del pueblo, esperanzado en la llegada del profetizado Mesías como líder políti-co. En la década de 1950, el teólogo alemán Martin Noth proveyó un intere-sante y objetivo cuadro del ambiente general de la época de Jesús:

La expectativa de los antiguos profetas judíos centrada en un futuro rey mesiánico se había desarrollado durante el largo período de do-minio extranjero en la esperanza de un libertador político; y mientras mayor fuese el resentimiento del gobierno romano para con el país, mayor era la imagen de un conquistador mesiánico que vendría a des-truir al odiado poder extranjero. Medido con estas normas, Jesús de

Page 8: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

8

* * * Un contemporáneo de ambos, Hermann Olshausen, un teólogo pro-

fesando en la Universidad de Erlangen, fiel a su vocación, optó por la impenitencia:

Mas obrar para el reino de Dios era el mismísimo llamado de los primeros discípulos. De ahí que fuese necesario separar a toda persona que no so-portase la prueba, por su propio bien y el de la Iglesia que crecía. Proba-blemente el Señor también designó en esta ocasión operar en la mente de Judas Iscariote. Habría sido una victoria de la verdad si este hubiese teni-do el candor de retirarse, pues su permanencia con el Señor era induda-blemente una falsedad.22 Todavía otro importante contribuidor de la época fue Augustus

Neander, quien identificó cuando menos tres posibles motivos: avaricia, visiones del mesiado de Jesús, y una hostilidad gradual hacia Jesús a raíz del regaño en Betania23 —todas las cuales acabó descartando a falta de una respuesta satisfactoria.24

Tanto el pensar de Paulus como el de Hase (e implícitamente el de Olshausen) sacan a colación otro interesante/intrigante/inquietante in-tríngulis tocante a la muerte de Judas. ¿Por qué suicidarse? Judas no pu-do haber sido un saduceo, como han sugerido algunos; la paradoja sería inconcebible. En todo caso, fue un zelote. Es como tal que pudo haber visto en su repentina vergüenza el deseo de borrar todo recuerdo de su vil y estúpido acto; es decir, mientras viviese, recordaría.

Las Escrituras, lamentablemente, nada nos dicen en cuanto a miedos por represalias como tuvo Caín,25 como tampoco si Judas sabía lo que le esperaba si se quitaba la vida.26 La condena del suicidio como pecado

Nazaret no podría ser el Mesías que esperaban… Pero si Jesús de Na-zaret no era el Mesías, «el Cristo», debía por tanto ser un impostor. Y si era un fraude y un impostor, por la seguridad y la paz de la vida re-ligiosa de Jerusalén había que deshacerse de él… El hecho de que Je-sús, durante su juicio, declarase ser el Mesías y, por tanto, conforme a las enseñanzas del Antiguo Testamento, el Hijo de Dios, fue base su-ficiente para condenarlo a muerte por blasfemia crasa (citado en Ke-ller, 384). En la supuesta versión eslava de los escritos de Josefo hay un pasaje au-

sente en el original griego que describe la reacción de los judíos al ver a Je-sús realizar milagros: «Cuando vieron su habilidad para hacer cualquier cosa que desease con solo una palabra, le dijeron que querían que entrase en la ciudad, destruyese las tropas romanas y a Pilato, y se hiciese a sí mismo rey; pero él no prestó atención» (4:16-17, citado en Mead, 107; y en Hassner, 12).

22. Biblical Commentary on the Gospels 3 (1860), 325. 23. Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9; y Juan 12:1-8. 24. Das Leben Jesu Christi, in seinem geschichtliclien Zusammenhange und seiner

geschichtlichen Entwickelung (La vida de Jesucristo, en su conexión histórica y desarrollo histórico) (1837).

25. Génesis 4:14. 26. Ciertamente si bien las Escrituras relatan ciertos casos entendibles como

suicidios por cuestión de honor —Abimelec (Jueces 9:54); Sansón (Jueces

Page 9: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

9

imperdonable es una sentencia agustina,27 esto es, del siglo IV, por lo que cualquiera que haya sido el concepto que tuvo Judas en su momento debió derivar de las filosofías platónicas o otras escuelas grecorromanas, que, en su mayoría, exhortaban al suicidio antes que vivir en la deshon-ra.28

En los tiempos de la Primera búsqueda, el padre del estudio del sui-cidio, Émile Durkheim, habría analizado y diagnosticado a Judas como un individuo con falta de integración en la sociedad.29 De lleno en el si-glo XX, en las postrimerías de la Segunda búsqueda, tal vez habría halla-do refugio en la posibilidad de sufrir depresión clínica, como el biblista estadounidense Mayer I. Gruber sugiere ocurrió con Caín cuando Dios le rechazó su sacrificio.30 Un poco más tarde, a finales de siglo, habría ha-llado redención, al menos ante ojos humanos, especialmente gracias al excelente artículo de Caroline Whelan sobre el suicidio en el mundo an-tiguo, con énfasis en el de Judas:

16:29-30); Saúl y su escudero (1 Samuel 31:4-5); Ahitofel (2 Samuel 17:23); y Zimri (1 Reyes 16:18)—, no emiten una sentencia al respecto. (Algunas es-cuelas, incluso, malinterpretando Tito 2:11-15, ven en la muerte de Jesús un suicidio.) Jesús llamó a Judas hijo de perdición y sentenció que mejor le ha-bría sido a quien lo entregase no haber nacido; ¿pero qué certeza tenemos tocante a qué se refería? ¿Al acto de entregar a Jesús a gentiles (acto que, en la Halajá, convertía a Judas en un máser [moser]) o al haber muerto en peca-do, como apóstata?

27. La ciudad de Dios 1:17 y 27. Sobre Judas específicamente, 1:20: «Cuando Judas se ahorcó, aumentó en vez de expiar el crimen de aquella maldita trai-ción, toda vez que al desesperarse de la misericordia de Dios, aunque se arrepintió al morir, no se dio lugar a un arrepentimiento de salvación» (cf. Sermón a los fieles de la Iglesia de Cesárea 352:3.8). Antes de Agustín hubo innumerables casos de cristianos que optaron por quitarse la vida a fin de no seguir pecando o cuando los paganos les negaban una muerte de mártires. Gran parte de las sociedades y religiones actuales censura y condena el sui-cidio.

28. Entre las opuestas al suicidio destacan los peripatéticos y pitagorianos. En-tre las que lo favorecían, solo en ciertas ocasiones, destacan los estoicos, los cínicos y los epicúreos. Sea cual haya sido la filosofía emulada, Judas cayó en la cuenta de que se había convertido en un máser —ofensa castigable con la horca—, y ejecutó la pena por mano propia.

29. Durkheim, en su estudio El suicidio (1897), describió el fenómeno como un acto social que no debía ser visto como una afrenta a Dios, a la sociedad o al resto de la humanidad. Para él, cada miembro de la sociedad tenía dos di-mensiones —integración (cómo se asimila el individuo con la sociedad) y re-gulación (cómo sigue las reglas de ella)—; y podía estar sujeto a cuatro tipos de suicidio: anómico, altruista, egoísta y fatalista. En general, los estudios de Durkheim tienen hoy la misma validez que los de Freud.

30. Véanse, de Gruber, los artículos «The Tragedy of Cain and Abel: A Case of Depression» (1978) y «Was Cain Angry or Depressed?» (1980); así como de Nathan S. Kline, From Sad to Glad (1974); y de John Kaltner, Steven McKen-zie y Joel Kilpatrick, el capítulo «Was Cain Clinically Depressed?», The Un-censored Bible (2008). Para la historia original, véase Génesis 4:1-7.

Page 10: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

10

Tal vez el suicidio de Judas se acerque más al suicidio de las mujeres por mala conducta en que sirven como un acto de expiación y un intento de restaurar el honor individual. Esto lo apoya su explícita confesión ([Ma-teo] 27:4). De ser así, entonces el motivo de Mateo al registrar la muerte de Judas como un suicidio se torna claro. Él ha transferido la culpa por la muerte de Jesús de Judas a aquellos responsables en última instancia: los principales sacerdotes y ancianos. Ellos ignoran la confesión de Judas y su gesto de expiación y, por tanto, quedan culpables… El suicidio de Judas claramente le da un final honorable. Al redimirlo de este modo, Mateo despeja la posibilidad de que la culpa por la muerte de Cristo quede sobre

Judas y la pone firmemente sobre los líderes judíos.31 Albert Schweitzer, quien estableciese su reputación como teólogo

con La búsqueda del Jesús histórico32 en 1906 (cerrando el período de la Primera búsqueda), destaca como uno de los pocos que siguieron un compromiso serio. Sin ofrecer descripciones físicas que desvirtuasen su obra, toda vez que la fundamentó en la escatología,33 reflexiona:

Tanto, sin embargo, es cierto: el pueblo no se hizo más consciente del mesiado de Jesús por el grito del ciego que por las protestas de los ende-moniados. La entrada en Jerusalén no fue una ovación mesiánica. Todo lo que a la historia le respecta es que este hecho se debe admitir unánime-mente. Excepto Jesús y los discípulos, nadie conocía el secreto de Su me-siado aun en esos días en Jerusalén. Pero el sumo sacerdote de pronto se mostró en posesión de él. ¿Cómo? Por la traición de Judas. Por ciento cin-cuenta años se ha discutido históricamente la pregunta de por qué Judas traicionó a su Maestro… El traicionero acto de Judas no pudo haber con-sistido en informarle al Sanedrín dónde podían encontrar y arrestar a Je-sús adecuadamente. Ellos pudieron haber adquirido esa información de forma más barata poniendo espías a vigilar a Jesús. Pero Marcos dice ex-presamente que Judas, cuando traicionó a Jesús, aun no sabía de una oportunidad favorable para el arresto, pero la buscaba. Marcos 14:10: «Y Judas Iscariote, uno de los doce, fue ante los principales sacerdotes para entregárselo. Y cuando le oyeron, se alegraron, y prometieron darle dine-ro. Y él buscaba oportunidad para traicionarle». En la traición, por tanto, hubo dos puntos, uno general y uno especial: el hecho general por el cual les dio a Jesús y el compromiso de alertarles de la siguiente oportunidad para poder arrestarlo discretamente, sin publicidad. La traición por la cual trajo a su Maestro a la muerte, en consecuencia de lo cual los gobernantes decidieron el arresto, sabiendo su causa segura en todo caso, fue la trai-ción del secreto mesiánico. Jesús murió porque dos de Sus discípulos rompieron Su mandato de silencio: Pedro al revelar el secreto del mesiado

31. Whelan, 521-22. Todavía otra teoría de finales de la primera década del nue-vo milenio diagnostica a Judas con desorden de personalidad. Véase al res-pecto Ivan Rogers, Judas Iscariot: Revisited and Restored (2008), 105.

32. Geschichte der Leben-Jesu Forschung. 33. Definir escatología presenta no serios pero molestosos problemas. El DRAE

lo define como el conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida des-pués de la muerte. Para los eruditos, por otro lado, tradicionalmente define el fin del universo espacio-temporal. En el caso de Schweitzer, como sostie-nen algunos, parece referirse al clímax de la historia de Israel, involucrando un final espacio-temporal.

Page 11: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

11

a los doce en Cesárea de Filipo; Judas Iscariote al comunicárselo al sumo sacerdote.34 Pero la dificultad fue que Judas era el único testigo. Por lo tanto, la traición era inútil por lo que al juicio respecta a menos que Jesús admitiese el cargo. Así que procuraron asegurar Su condena en otros pies [legales], y solo cuando estos intentos fracasaron el sumo sacerdote puso, en la forma de una pregunta, el cargo en apoyo de aquello para lo que no necesitaba testigos.35 En fin, como hemos visto hasta el momento, intentar explicar el por

qué de la traición de Judas -sin mencionar su muerte- es y siempre será otra empresa estéril. Siempre se hallará justificación aun cuando no se pueda explicar verdaderamente por qué. La mejor respuesta a esta falta de compromiso la ofrece tal vez el mismo John Donne en su apologética obra en prosa Biathanatos (publicada en 1644 por lo controvertible de su naturaleza):36

34. «Por el momento Jesús le recomendó a su partida guardar silencio en cuanto a esta promoción; pero quizás, el traidor de Judas, no satisfecho con el oficio de tesorero, no mantuvo el secreto». Con tales palabras el filósofo materia-lista franco-alemán Paul Henri Thiry, barón de Holbach, justifica objetiva-mente la traición de Judas en su análisis racionalista, Ecce homo! (1827; cf. ed. 1977, 140). Interesantemente, leemos más adelante una postura algo di-ferente, aun para un ardiente crítico del cristianismo:

Algunos cristianos herejes han estimado mucho a Judas Iscariote, manteniendo que, sin él, el misterio de la redención no se habría lo-grado —una idea que no carece de razón. Ciertamente, ¿por qué cul-par a un hombre que, al vender a su maestro, fue solamente el ins-trumento de salvación del universo y ejecutor de los mandatos de Dios mismo? Estos herejes tienen también un evangelio del cual ha-cen a Judas autor, S. Ireneo, lib. 1. Contra Hæres. 35 (251-52n).

35. Schweitzer, 394. Cabe comparar con estas palabras el sentir del prolífico teólogo inglés John Mackinnon Robertson, quien siempre juzgó de ficticio el relato de la traición. Acota en su tratado de 1917, The Jesus Problem (conti-nuación de ese de 1916, The Historical Jesus), que le parece más que innece-sario que Judas tuviese que señalar a alguien tan notorio y cuyos movimien-tos no eran secretos. Continúa: «Judas es demostrablemente una figura tar-día en la leyenda del evangelio, surgida del posterior drama del misterio, no del rito sobre el cual se construyó» (40; cf. The Historical Jesus, 60-61). A las palabras de Robertson caben todavía comparárseles con las de su homólogo Richard Husband en su análisis de 1916 de la legalidad del juicio de Jesús, The Prosecution of Jesus:

Por este acto de traición Judas será por siempre recordado como el más despreciable de los traidores. Tampoco se siente uno gentilmen-te dispuesto hacia el empleador de un traidor. Sin embargo, es uno de los reconocidos métodos para ganar información en todos los siste-mas penales. La jurisprudencia hebrea veía con desprecio al traidor y no permitía que tal persona prestase evidencia en una corte de leyes. Pero no parece haber prueba derivable del Talmud que el empleo del espía o del traidor en el descubrimiento de un supuesto criminal o en el aseguramiento de información sobre él fuese prohibido por ley (98).

36. Un clérigo en derechura, Donne —célebre por el verso epítome de universa-lidad humana, «Ninguna persona es una isla»— afirmaba en la susodicha obra

Page 12: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

12

[M]uy a menudo sucede que algún padre de gran reputación y autoridad en su tiempo, agarra y se traga alguna posible interpretación de la Escri-tura […] y aquellos que triunfan prefieren disfrutar de su ingenio en vez de irritarlo, pues a veces somos reacios a cambiar o dejar fuera una piedra falsa por cuenta de su buena colocación. Por estos medios, creo […] mu-chas otras cosas… llegaron a tener circulación no por una evidencia en el

texto, sino porque esa acepción era la más útil y aplicable.37

Bibliografía

Dimont, Max I., God, Jews and History (1962; Nueva York: Mentor, 1994). Gruber, Mayer I., «The Tragedy of Cain and Abel: A Case of Depression», Jewish

Quarterly Review 79 (1978): 89-97. (Disponible también en Gruber, The Motherhood of God and Other Studies [Atlanta: Scholars Press, 1992], 121-31, South Florida Studies in the History of Judaism 57.)

---, «Was Cain Angry or Depressed? Background of a Biblical Murder», Biblical Archaeology Society 6.6 (1980): 35-36.

Hassner, Ron E., «The Trial and Crucifixion of Jesus: A Modest Proposal», Theory and Decision 54 (2003): 1-32.

Holbach, Baron d’, Ecce Homo! or, A Critical Inquiry into the History of Jesus of Nazareth: Being a Rational Analysis of the Gospels (1827; Nueva York: Gordon Press, 1977).

Husband, Richard W., The Prosecution of Jesus: Its Date, History and Legality (Princeton: Princeton UP, 1916).

Keller, Warner, The Bible as History, 2a ed. rev. (trad. William Neil) (1955; Nueva York: Bantam Books, 1982).

Mead, G. R. S., Gnostic John the Baptizer: Selections from the Mandæan John-Book, Together with Studies on John and Christian Origins, the Slavonic Josephus’ Ac-count of John and Jesus and the Fourth Gospel Proem (Londres: Watkins, 1924).

Robertson, John M., The Historical Jesus: A Survey of Positions (Londres: Watts & Co., 1916).

que el suicidio no constituía un pecado, así como que el de Judas no debía añadirse a sus culpas, pues, para empezar, las mismas Escrituras no lo dicen así. Basta, de hecho, con remitirnos a Tito 2:11-15. para constatarlo. (Cabe, no obstante, remitirnos al resto de las cartas paulinas para constatar el de-seo del cristiano de servir a los demás aun cuando se sufre en carne propia y la muerte pueda antojarse como la vía más fácil.) Por otra parte, mientras que pueda que el suicidio de Judas sea perdonable, su traición no lo es, pues ya sobre él caía la sentencia de Jesús para aquél que lo entregase (Mateo 26:24; Marcos 14:21; Lucas 22:22; y Juan 17:12), lo cual, a su vez, plantea una nueva cuestión tocante a la pérdida de su salvación una persona genui-namente convertida. Tanto para Jacobo Arminio, el teólogo holandés opues-to al calvinismo estricto, como para sus seguidores, era posible, en tanto que para Calvino y los suyos, no —el primer grupo interpretando a la perso-na descrita en, por ejemplo, Hebreos 6:4-6 como una auténticamente rege-nerada mas caída en la desgracia, y el otro, una persona que solo tuvo un le-ve vistazo a la experiencia salvadora.

37. Apartado 5:7.

Page 13: ¿Por qué lo hizo? La traición de Judas

LUIS ASENCIO CAMACHO — ¿POR QUÉ LO HIZO? LA TRAICIÓN DE JUDAS

13

---, The Jesus Problem: A Restatement of the Myth Theory (Londres: Watts & Co., 1917).

Rogers, Ivan, Judas Iscariot: Revisited and Restored—Discovering Grace in an Unlikely Place (Xulon Press, 2008).

Schaff, Philip, The Apostolic Fathers with Justin Martyr and Irenaeus (1867; Grand Rapids: Christian Classics Ethereal Library, 2001). (Disponible también en línea: <http://www.ccel.org/ccel/schaff/anf01.html>).

Schweitzer, Albert, The Quest of the Historical Jesus: A Critical Study of Its Pro-gress from Reimarus to Wrede, 2a ed. (trad. W. Montgomery), (Londres: Adam and Charles Black, 1911).

Stratton, Kate, «Many Resolutions, No Solutions: Viewing the Johannine Betray-al through a Deconstructivist Lens», Glossolalia 3.2 (2011): 208-19.

Strauss, David F., The Life of Jesus, Critically Examined (trad. Marian Evans) (Nue-va York: Calvin Blanchard, 1860), 2 vols.

Whelan, Caroline F., «Suicide in the Ancient World: A Re-Examination of Mat-thew 27:3-10», Laval théologique et philosophique 49.3 (1993): 505-22.

© 2013, Luis Asencio Camacho