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Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Tom LATHROP. ¿Por qué don Quijote descubre una nueva edi... - ¿Por qué don Quijote descubre una nueva edición de Avellaneda en Barcelona? TomLathrop UNIVERSITY OF DELAW ARE EN 1605, A LA EDAD de 58 años, publicó Cervantes su Don Quijote. El libro fue un bestseller instantáneo. Tan popular era que mientras los cajeros estaban deshaciendo la primera edición, se necesitaba una segunda impresión. Había cuatro ediciones más en aquel mismo año. Dado este éxito tremendo, se pensaría que Cervantes se pondría a escribir una segunda parte de su obra en seguida, pero no lo hizo, y después de algunos años, parecía que no lo iba a hacer nunca. ¿Por qué parecía que Cervantes no lo iba a hacer? Primero, la estructura del libro indica que era ya una obra completa. Estaba escrito en cuatro partes, imitando al célebre Amadís de Gaula, completo en cuatro partes. Segundo, la portada del Quijote de 1605 dice sencillamente El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, y no anuncia que era solamente el primero de dos tomos. Lo menciono porque el primer libro de Cervantes, La Galatea, en contraste, advierte en la portada que es sólo la primera parte. 1 Tercero, al final del libro, el lector aprende, probablemente con consternación, que una tal segunda parte del Quijote era imposible porque, como dice el texto en cuanto a más aventuras, que el autor: «no ha podido hallar noticia de ellas, a lo menos por escrituras auténticas. Sólo la fama ha guardado en las memorias de la Mancha, que don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron». 2 Las esperanzas de los que anhelaron una continuación de la obra de Cervantes disminuían cada año. Entretanto, Cervantes desviaba su atención a otros proyectos literarios. El mismo Cervantes aumentó la duda de una segunda parte en la última frase del Quijote, que es un reto sutil, un desafío a otro autor a que continuara las aventuras de don Quijote. Es un verso del Orlando Furioso de Ariosto, que dice: Forsi altro cantera con miglior plectro, <tal vez otro cantará con mejor plectrm o <pluma>, como lo interpretó Cervantes más tarde. Puesto que Cervantes no había publicado su propia segunda parte, puesto que desafió a otra persona---cualquier persona-a que continuara las aventuras, y puesto que tanto tiempo 1 Primera Parte de la Galatea, dividida en seis libros. Véase la pág. xlix de la edición de Schevill (Madrid, 1914). 2 Véase mi edición, p. 415, línea 21 (Newark, Delaware: Cervantes & Co., 2001). 335 t- Centro Virtual Cervantes

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¿Por qué don Quijote descubre una nueva edición de Avellaneda en Barcelona?

TomLathrop UNIVERSITY OF DELA W ARE

EN 1605, A LA EDAD de 58 años, publicó Cervantes su Don Quijote. El libro fue un bestseller instantáneo. Tan popular era que mientras los cajeros estaban deshaciendo la primera edición, se necesitaba una segunda impresión. Había cuatro ediciones más en aquel mismo año. Dado este éxito tremendo, se pensaría que Cervantes se pondría a escribir una segunda parte de su obra en seguida, pero no lo hizo, y después de algunos años, parecía que no lo iba a hacer nunca.

¿Por qué parecía que Cervantes no lo iba a hacer? Primero, la estructura del libro indica que era ya una obra completa. Estaba escrito en cuatro partes, imitando al célebre Amadís de Gaula, completo en cuatro partes. Segundo, la portada del Quijote de 1605 dice sencillamente El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, y no anuncia que era solamente el primero de dos tomos. Lo menciono porque el primer libro de Cervantes, La Galatea, en contraste, advierte en la portada que es sólo la primera parte. 1 Tercero, al final del libro, el lector aprende, probablemente con consternación, que una tal segunda parte del Quijote era imposible porque, como dice el texto en cuanto a más aventuras, que el autor: «no ha podido hallar noticia de ellas, a lo menos por escrituras auténticas. Sólo la fama ha guardado en las memorias de la Mancha, que don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron».2 Las esperanzas de los que anhelaron una continuación de la obra de Cervantes disminuían cada año. Entretanto, Cervantes desviaba su atención a otros proyectos literarios.

El mismo Cervantes aumentó la duda de una segunda parte en la última frase del Quijote, que es un reto sutil, un desafío a otro autor a que continuara las aventuras de don Quijote. Es un verso del Orlando Furioso de Ariosto, que dice: Forsi altro cantera con miglior plectro, <tal vez otro cantará con mejor plectrm o <pluma>, como lo interpretó Cervantes más tarde.

Puesto que Cervantes no había publicado su propia segunda parte, puesto que desafió a otra persona---cualquier persona-a que continuara las aventuras, y puesto que tanto tiempo

1 Primera Parte de la Galatea, dividida en seis libros. Véase la pág. xlix de la edición de Schevill (Madrid, 1914).

2 Véase mi edición, p. 415, línea 21 (Newark, Delaware: Cervantes & Co., 2001).

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había pasado, un cierto Alonso Femández de Avellaneda-en toda inocencia-aceptó el desafio y escribió su propia continuación en la imprenta de un tal Felipe Roberto en Tarragona, según se lee en la portada del libro. En este libro-¿qué cosa más natu-ral?-manda a don Quijote a Zaragoza para participar en las justas, copiando el itinerario del Quijote de 1605.

En el mismo año 1614---y ¿quién lo habría sospechado?-Cervantes estaba a1 punto de terminar su propia continuación del Quijote cuando se publicó la segunda parte de Avellaneda. Cervantes se enojó-no solamente porque el libro de Avellaneda apareció antes de que apareciera el suyo, sino porque Avellaneda carecía de la inventiva de Cervantes y no entendía remotamente las sutilezas psicológicas de nuestro don Quijote y nuestro Sancho Panza. Cervantes estaba enfadado también a causa de varios insultos que Avellaneda le había soltado.

Puesto que todavía no había terminado su propia segunda parte, Cervantes, armado con su pluma, tenía un medio conveniente para desacreditar y aun conquistar a su enemigo. Lo que me gustaría hacer aquí es trazar algo de lo que hizo, para que se pueda ver cómo desarrolló su método para destruir tanto a Avellaneda como a sus personajes, y para que se pueda ver lo ridículo que sería, al parecer, después de la destrucción de Avellaneda, crear una segunda edición del falso Quijote impresa en Barcelona.

En el capítulo 59 de la segunda parte, un cierto don Jerónimo y un don Diego llegan a la venta donde se hospeda don Quijote, el cual oye a don Diego sugerir que se lea otro capítulo de la Segunda parte de don Quijote de la Mancha.3 Esta información sorprendente le interesa mucho a don Quijote. Pero cuando descubre que don Quijote ya no está enamorado de su Dulcinea (porque así era el caso en Avellaneda), se enfurece y anuncia que él mismo es don Quijote y que siempre está muy enamorado de Dulcinea Los dos hombres parecen darse cuenta instintivamente que nuestro don Quijote en efecto es el verdadero y que el don Quijote descrito en el libro que tienen en las manos tiene que ser un ente ficticio a quien simplemente se le dio el nombre de la persona que ahora está en su presencia.

El resultado de estas noticias extraordinarias es que don Quijote decide evitar Zaragoza, porque el otro había ido allí-cambia su ruta y va a Barcelona para que no pueda ser confundido con su enemigo ficticio. ¿Pero por qué Barcelona? ¿Por qué no Cuenca o Teruel? Porque Barcelona era una parte necesaria en el plan de Cervantes.

Pasan dos capítulos antes de tener más noticias del falso don Quijote. Cuando don Quijote entra en Barcelona, le dan la bienvenida, diciéndole: <<Bien sea venido, digo, el valeroso don Quijote de la Mancha, no el falso, no el ficticio, no el apócrifo, que en falsas historias estos días nos han mostrado» (11, 61).

Lo que pasa después es muy extraño--y he aquí la cuestión que tengo que explicar. En el capítulo sesenta y tres, don Quijote está paseándose por las calles de Barcelona y topa con una imprenta de libros. Uno de los libros que están componiendo es la Segunda parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Don Quijote lo reconoce y lo acepta sin más

3 En efecto, el libro de Avellaneda se llama Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Cervantes varía el título de la obra de su rival varias veces.

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ni más. Más tarde, en el capítulo 70, cuando Altisidora resucita de su fingida muerte, dice haber

visto jugar a la pelota a ciertos diablos cerca de los portales del infierno. Pero en vez de usar pelotas, usaban libros. Uno de los tomos con que jugaban era novísimo, es decir, nunca leído, y cuando le dieron un papirotazo con la pala de fuego, se esparcieron las hojas. «Dijo un diablo a otro <Mirad qué libro es ése.> Y el diablo le respondió, <Ésta es la Segunda parte de la historia de don Quijote de la Mancha, no compuesta por Cide Hamete, su primer autor, sino por un aragonés, que él dice ser natural de Tordesillas.> <Quitádmele de ahí,> respondió el otro diablo, <y metedle en los abismos del infierno, no le vean más mis ojos.> <¿Tan malo es?> respondió otro. <Tan malo,> replicó el primero, <que si de propósito yo mismo me pusiera a hacerle peor, no acertara.»

Pero es en el capítulo setenta y dos donde Cervantes por lo visto decide cómo resolver la cuestión de Avellaneda y es un golpe de verdad brillante. En aquel capítulo, don Quijote, el nuestro, conoce en una venta a don Álvaro Tarfe--el personaje más importante en la obra de Avellaneda después de los dos principales. Cuando don Quijote le pregunta si es el mismo que aparece en un libro, don Álvaro dice: «El mismo soy ... y el tal don Quijote, sujeto principal de la tal historia, fue grandísimo amigo mío ... »

De modo que el enfoque de Cervantes ha cambiado. Hasta ahora sospechamos desde que oímos mencionar la segunda parte de Avellaneda que era una obra de ficción, que el don Quijote y el Sancho que aparecen allí eran personas en un libro, no más, mientras que nuestro don Quijote y nuestro Sancho eran personas reales (todo esto, naturalmente, dentro de la ficción de Cervantes). Pero ahora que don Álvaro Tarfe entra en el libro de Cervantes y dice que conoce a un tal don Quijote, lo que estamos obligados a creer es que realmente hubo otro don Quijote y otro Sancho vagando por España, exactamente como Avellaneda había descrito, y que de verdad fueron a Zaragoza para las justas. El don Quijote y el Sancho de Avellaneda así se han convertido en personas reales dentro de la misma obra de Cervantes. Don Álvaro finalmente firma un documento diciendo que el don Quijote que él conocía era no más que un embustero.

Después de destruir a Avellaneda y su obra, Cervantes ahora va a volver a cambiar los personajes de Avellaneda en personajes ficticios. Al preparar don Quijote su testamento, suplica «que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe». Disparates significa, naturalmente, ficción.

De modo que, si Cervantes quería destruir a Avellaneda, ¿por qué haría que se publicara una segunda edición de la obra impresa en Barcelona tan pronto después de la primera? Se sabe que pocas semanas después de la publicación de la primera edición del Quijote de Cervantes, se necesitaba otra impresión. La aparición de una segunda edición de Avellaneda sólo dentro de algunos meses parece atestiguar una popularidad increíble de la obra, y sabemos que, en la vida real, era tan popular que su segunda edición no se imprimió sino 118 años más tarde. En este mismo período la obra de Cervantes gozó de 37 ediciones. Durante muchos años, aun algunas décadas, yo no pude entender por qué Cervantes habría realzado

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a su enemigo con una segunda edición. Pero ahora sí lo entiendo, en gran parte por haber ido don Quijote a Barcelona y no a otra ciudad.

Se recordará que don Quijote decidió ir a Barcelona precisamente en el capítulo 59, que fue exactamente cuando oyó por vez primera que había una continuación falsa de sus andanzas. Cervantes engendró un plan en este capítulo para mandar a Don Quijote a Barcelona, e hízo que viera una segunda edición de Avellaneda mientras estaba allí. Tenía que tener una buena razón para crear esta absurda segunda edición de Avellaneda. Tenía que saber algo de antemano. Y ¿qué es lo que sabía? Pues Cervantes era un tremendo lector, un estudiante de literatura, un bibliófilo. Me parece que Cervantes---como mucha gente-podía distinguir las obras impresas en una imprenta de las impresas en otra porque cada casa tenía su propio estilo, su propia tipografia, sus propias mayúsculas y otras decoraciones. Fue a base de la tipografía, por ejemplo, que Homero Serís descubrió que Juan de la Cuesta, el impresor que imprimió el Quijote, cuando preparaba la segunda impresión del Quijote de 1605, y teniendo mucha prisa, tuvo que mandar hacer la composición de lo que faltaba en la Imprenta Real.4 Serís simplemente reconoció el estilo tipográfico de la Imprenta Real.

El mismo Don Quijote hojeó el libro por un par de minutos, no más, en el capítulo 59, pero Cervantes lo estudió cuidadosamente. Al hacerlo, se habría fijado en las semejanzas en tipografía, decoraciones, y estilo, no con los libros de Felipe Roberto de Tarragona---el que se anuncia en la portada que es el impresor del libro-sino con los de Sebastián de Cormellas de Barcelona, como el olvidadísimo Francisco Vindel hizo notar en 19375• Cervantes habrá conocido bien los libros de esta imprenta puesto que Cormellas había hecho ediciones de La Araucana, de Guzmán de Alfarache, y viarias obras de Lope de Vega, Arcadia, El Peregrino, y varios tomos de sus comedias.

Dónde se imprimió el Quijote de Avellaneda, no lo descubrí yo-lo descubrió Vindel. Lo que sí descubrí fue que Cervantes estaba jugando un pequeño juego. Estaba diciendo algo así como, y cito: «Yo sé perfectamente bien que el libro de Avellaneda no se imprimió en Tarragona por Felipe Roberto, por mucho que se insista en ello en la portada, sino por Cormellas en Barcelona. De modo que haré ir a mi don Quijote a Barcelona donde descubrirá allí al verdadero impresor del libro de Avellaneda. Mi creación de una segunda edición del libro de mi enemigo parecerá un gran misterio por el momento-y posiblemente por varios siglos. Será mi secreto, pero no se lo voy a revelar a nadie, y será un gran misterio hasta que algún investigador perito lo descubra y se lo explique a todo el mundo». Pues bien, yo soy aquel investigador perito que mencionó Cervantes, y ahora todo el mundo sabe su secreto.

4 Véase Homero Serís, La colección cervantina de la Sociedad Hispánica de América (Urbana: University ofillinois Press, 1918), págs. 16 ff.

5 Francisco Vindel, La verdad sobre el «Falso Quijote», Barcelona: Antigua librería Babra, 1937.

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