populismo militar y etnicidad en los andes

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  • 7/25/2019 Populismo militar y etnicidad en los Andes

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    Mndez G., Cecilia. Populismo militar y etnicidad en los Andes. Presentacin del dossier. En publicacion:Iconos, Revista de Ciencias Sociales no. 26. FLACSO, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, SedeQuito. Septiembre 200. pp. !"#!. $S%&' !"(0#!2)(

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    Cuanto ms pesada es la carga de lo concreto,ms probable es que sea eludido por la teora

    Michel-Rolph Trouillot,Silencing the Past, 1995

    L a idea de este dossier surgi de mane-ra casi accidental, cuando atrada porlos desarrollos polticos que llevaronunos aos atrs a los militares ecuatorianos aforjar una alianza con el movimiento indge-na -o a los indgenas a aliarse con los milita-res, como quiera vrsele- particip comonica ponente no ecuatorianista en el congre-

    so de ecuatorianistas de LASA (Asociacin deEstudios Latinoamericanos) llevado a cabo enQuito en junio del 2004. Mi ponencia con-sista en los esbozos de un proyecto en ciernessobre la relacin histrica entre el ejrcito y elcampesinado en el Per, que justifiqu con-textualizndolos en una discusin sobrepopulismos militares en los Andes y los even-tos recientes en Ecuador. Ms que buscaroyentes vena a aprender in situde la percep-cin ecuatoriana sobre su propio proceso y en

    bsqueda de interlocutores.Mi inters por el tema militar y su cone-

    xin con lo tnico estaba motivado, en loinmediato, por el deseo de entender la emer-gencia en el Peru del llamado movimientoetnocacerista, un movimiento ultra-nacio-nalista que nacido en los cuarteles se proyec-taba como el embanderado del campesinado

    y los indgenas peruanos y especialmente delos miles de reservistas de origen abrumado-ramente andino que combatieron contraSendero Luminoso, y en menor proporcincontra el Ecuador, y a quienes tanto el Estadocomo los partidos polticos parecan haberabandonado. El llamado etnocacerismo era, acomienzos de la dcada del 2000, cuandosurgi, un movimiento ms bien marginal yno era tomado suficientemente en serio por lamayor parte de analistas sociales peruanos,debido en parte a su prdica violentista, suenfrentamiento visceral contra quienes ellosllamaban los blancos o criollos y sus pos-

    turas xenfobas, anti-norteamericanas, anti-chilenas y hasta antisemitas. El etnocacerismopropona, en efecto, la superioridad de laraza cobriza -trmino eufemstico que ellosusaban en lugar de indio- sobre cualquierotra. Mezcla de indigenismo telrico de lostreinta y cuarenta, marxismo anti-imperialis-ta de los setenta y nacionalismo militar, hayquienes no sin razn lo llegaron a considerarcomo una suerte de fascismo andino. El lderdel movimiento, el ex-oficial del ejrc i t o

    Antauro Humala (hoy preso tras el sangrien-to asalto a un puesto policial) lleg a decir,por ejemplo, que reimpondra la pena demuerte y fusilara los blanquitos de lasCasuarinas (un barrio de clase alta de Lima)de ser necesario.

    Ms all de este lado extremo, obviamen-te preocupante, lo que me interesaba del

    Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 26, Quito, septiembre 2006, pp. 13-16 Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Acadmica de Ecuador.

    ISSN: 1390-1249

    Populismo militar y etnicidad en los Andes

    Presentacin del dossier

    Cecilia Mndez G.

    Universidad de California en Santa Brbara

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    fenmeno etnocacerista era, por un lado, queun movimiento poltico surgido en el ejrcitopredicara de modo tan central un nacionalis-mo indigenista e incasta lo cual, salvando las

    distancias, no poda sino traer reminiscenciasdel gobierno del General Juan Ve l a s c oAlvarado (Per, 1968-75), anatematizado portirios y troyanos y an insuficientementeestudiado, pese a haber marcado poca. Porotro lado, llamaba la atencin que el etnoca-cerismo hubiera empezado a canalizar los sen-timientos de frustracin de una parte signifi-cativa de la poblacin que se senta margina-da por el racismo anti-indgena y anti-negroque impregna la sociedad peruana, el cual se

    vea agravado por la falta de oportunidadeseconmicas y laborales en un contexto devoceado crecimiento econmico. Se trataba,en efecto, del primer movimiento poltico enel Per post-velasquista en asumir una postu-ra abiertamente crtica frente al racismo anti-indgena y frente a las polticas neoliberales,que en otras partes del continente ya habanempezado a ser cuestionadas. De este modo,desprovisto de sus ingredientes violentistas,militaristas y xenfobos, el etnocacerismopareca enarbolar banderas que los movi-mientos indgenas y populares en otras partesdel continente ya haban hecho suyas. Ladiferencia es que mientras en pases comoEcuador y Bolivia y el resto de AmricaLatina los movimientos indgenas surgan debases civiles y movimientos populares y sindi-cales de base, en el Per el movimiento pro-indgena que alcanzara el mayor impactotena races, bases e ideologa militares. Por

    qu en el Per un partido de militares disi-dentes y ex-soldados asumi el papel que ennuestros vecinos andinos tuvo el movimientoindgena, el mismo que en el Per permane-ce, si bien no polticamente inexistente, cuan-do menos tenue en comparacin?

    Con esta pregunta vine al congreso deQuito en junio del 2004 y mis esperanzas de

    encontrar interlocutores no fueron defrauda-das. Fue en este contexto que me reencontrcon Eduardo Kingman, amigo de un tiempoatrs que acababa ser nombrado director de la

    revista conos. De una conversacin casual,como surgen a veces las mejores cosas que nossuceden, surgi la propuesta que hoy presen-tamos a manera de este dossier.

    El estudio de los militares reviste unai m p o rtancia cardinal en la sociedad latinoa-mericana. No nos referimos slo a su impac-to en la poltica, el ms obvio y el ms estu-diado, sino en la vida cotidiana y nuestrasocializacin: los desfiles marciales por fiestaspatrias, los himnos nacionales, el saludo a la

    bandera, monumentos pblicos consagrandoguerras y hroes militares a veces con mayo rf recuencia que civiles, marcan el paso de laidentidad nacional. El tema, sin embargo,hasta hace poco, ha sido raramente abord a d odesde una perspectiva sociocultural. Las his-torias militares han sido o bien historias ins-titucionales hechas por sus propios miem-b ros con escasa crtica,1 o bien estudios dedenuncia por parte de las ciencias sociales:los militares como re p re s o res del pueblo, vio-l a d o res de los derechos humanos y brazod e recho de la oligarqua. Estos estere o t i p o sno dejan de tener una dosis de ve rdad; sed e r i van principalmente de los re g m e n e sm i l i t a res ms estudiados por las cienciaspolticas: las dictaduras militares del ConoSur (Argentina, Chile, Brasil) y, en menor

    Cecilia Mndez G.

    1 Por su puesto existen excepciones y una de ellas en elcaso del Peru es el ex-oficial Vctor Villanueva, aquien se deben numerosos trabajos de corte sociolgi-

    co y de tono muchas veces autocrtico sobre el ejrci-to peruano. Vase, por ejemplo, Vctor Villanueva,Ej rcito Pe ruano: Del Caudillaje An rquico alMilitarismo Reformista (Lima: Editorial Juan MejaBaca, 1973); Nueva Mentalidad Militar en el Per?,3 edicin (Lima: Editorial Juan Meja Baca, 1969);100Aos del ejrcito peruano. Frustraciones y cambios(Lima: Editorial Juan Meja Baca, 1972); ElMilitarismo en el Per (Lima: Impresa Grfica T.Scheuch, 1962).

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    medida, de Amrica Central en el contextode la Guerra Fra.

    Sin embargo, los regmenes militares hanadoptado no pocas veces tambin posturas

    crticas frente a las oligarquas nativas y alimperio estadounidense y, sin romper con elautoritarismo y mesianismo inherentes lasinstituciones militares modernas, han inten-tado forjar alianzas con sectores populares,principalmente campesinos. Esto ha sidoespecialmente acentuado en la zona andina,donde a diferencia del Cono Sur las pobla-ciones indgenas y no blancas han sido mayo-ritarias. La Bolivia del siglo XX destaca comoejemplo por antonomasia de este fenmeno:

    Pinsese en los llamados militares socialistasde la post-guerra del Chaco en la dcada deltreinta, en el general Gualberto Villarroel queen los aos cuarenta convoca el primer con-greso indgena, y en el llamado pacto militar-campesino del general Barrientos durante lossesenta. O pinsese en el gobierno del generalVelasco en el Per, que lleva a cabo una de lasreformas agrarias ms radicales del continen-te y, horrorizando a la oligarqua costea,convierte al quechua en lengua oficial y aTpac Amaru II en icono omnipresente delgobierno revolucionario de las fuerzas arma-das. Pinsese en los acercamientos entremilitares e indgenas en el Ecuador de los queda cuenta Cecilia Ortiz en este dossier.Pinsese en el fenmeno Chvez enVenezuela. Ms recientemente, y nuevamenteen Bolivia, un gobernante civil como EvoMorales, que alguna vez fuera soldado, vieneincentivando -como parte de la refundacin

    de la repblica de Bolivia- un nuevo pacto-militar-campesino, aunque -a decir suyo- estavez sera hegemonizado por los indgenas yno por caudillos populistas uniformados. 2

    Con motivo de la instalacin de la Asamblea

    Constituyente en la ciudad de Sucre el pasa-do 6 de agosto 32 pueblos indgenas desfila-ron delante del pre s i d e n t e pre v i a m e n t eentrenados por las fuerzas armadas, por ini-

    ciativa del propio Evo Morales.3

    Motivados por estos desarrollos ms omenos recientes, y por la necesidad de supe-rar el enfoque dicotmico sobre los militaresque predomin en la Guerra Fra, el propsi-to de este dossier es observar desde una pers-pectiva histrica e interdisciplinaria las ins-tancias en que los militares buscaron estable-cer acercamientos y alianzas con sectore spopulares, principalmente campesinos y tni-camente menos favo recidos en Bolivia,

    Ecuador y Per. Dada la fuerte composicinindgena de estos pases, no es de extraar quelos militares en tanto agentes gobernantes (opotencialmente gobernantes) se hayan vistoen la situacin de querer incorporar a estaspoblaciones en sus proyectos polticos, conms razn en el siglo XIX en que la polticapasaba por la guerra y su escenario por anto-nomasia era el mundo rural. Este acerca-miento como sugieren los trabajos deIrurozqui para Bolivia y Mndez y Millonespara el Per, no fue siempre altruista y tuvo,ms bien, muchas veces, un carcter instru-mental. Sin embargo, contrariamente a lasusuales explicaciones que enfatizan nica-mente la participacin forzada o manipuladadel campesinado en los proyectos nacionales(y nacionalistas) de los uniformados -la tesisde los campesinos como carne de can- lospobladores rurales a veces promovieron losacercamientos con los militares y en otras

    supieron sacar ventaja de estas alianzas, aveces asumiendo y otras cuestionando los dis-cursos nacionalistas, liberales, desarrollistas, oindigenistas, formulados por los uniforma-dos, segn el caso y el periodo.

    15CONOS 26, 2006, pp. 13-16

    Populismo militar y etnicidad en los Andes

    2 Citado en Pablo Stefanoni, Arranca en Bolivia laConstituyente, Pgina/12, Buenos Aires, 6 de agostodel 2006.

    3 Pablo Stefanoni, comunicacin personal, 12 deAgosto del 2006, y Arranca en Bolivia la Constitu-yente Pgina/12, Buenos Aires, 6 de agosto de2006.

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    Cecilia Mndez G.

    En un ngulo ms cultural y antropolgi-co, el dossier invita a reflexionar sobre lasdiferencias existentes en cuanto a tradicin,composicin demogrfica e ideologa en las

    diferentes ramas de las fuerzas armadas: ejr-cito, aviacin y marina. El dossier enfatiza elestudio del ejrcito, sobre todo, en los artcu-los sobre el Per. Lourdes Hurtado analiza elproceso de cholificacin o democratizacintnica y social del ejrcito peruano a partir dela segunda mitad del siglo XX, sealando cla-ramente sus lmites. Los tortuosos caminosde la creacin de un hroe del ejrcito, elmariscal peruano Andrs Avelino Cceres ysu apropiacin ambigua tanto por el Estado y

    el propio ejrcito como por grupos subversi-vos como el etnocacerismo, es materia delensayo de Ivn Millones.

    Finalmente, en una arista tal vez ms afna los temas de la ciencia politica, aunquedesde una perspectiva ms bien histrica, eldossier invita a repensar la usual asociacine n t re democracia con gobiernos civiles yautoritarismo con gobiernos militares quemuchas veces se da por sentada. Esto, parti-cularmente en los artculos de No rth yMndez, sobre Ecuador y Per respectiva-mente. Ellas constatan, irnicamente, que hasido a veces durante gobiernos militares o decorte autoritario cuando se han realizadomayores esfuerzos de incorporacin de lasmasas rurales a los beneficios del Estado y laciudadana e inversamente ha sido durante

    gobiernos civiles cuando ha habido mayore xclusin de estas poblaciones -al menosdurante el siglo XX para Ecuador y desdefines del siglo XIX en el Peru-. Esto en nin-

    guna manera niega los marcos autoritarios enlos que pudieron llevarse a cabo estos proyec-tos. Lo que invita es a aceptar la posibilidadde que los procesos democratizadores en losocial puedan haberse producido dentro demarcos polticamente no democrticos y queello no merma su impacto.

    Por ltimo, el militarismo pesa tanto en laformacin de la nacionalidad en los paseslatinoamericanos -desde los uniformes y des-files escolares hasta los monumentos que pue-

    blan nuestras calles- que resulta extrao queno existan ms estudios del nacionalismodesde un ngulo militar. Esto se debe quiz alo que el historiador haitiano Michel-RolphTrouillot denomin el peso de lo concreto.Trouillot escribi: Cuanto ms pesada es lacarga de lo concreto, ms probable es que seaeludido por la teora. 4 Esperamos que estedossier sirva no slo como una contribucinemprica sino tambin como un aliciente apensar el tema militar con menos prejuicios ydesde ngulos tericos ms complejos.

    4 Mi c h e l - Rolph Trouillot, 1995, Silencing the Past, Powe rand the Production of Hi s t o ry, Beacon Press Books,Boston, p. 22: The heavier the burden of the con-c rete, the more likely is it to be bypassed by theory .