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Estudios Públicos, 35 DOCUMENTO CARLOS VERDUGO. Profesor titular del Instituto de Estudios Humanísticos, Uni- versidad de Valparaíso. Master of Arts, Washington University. Candidato Doctor en Filosofía, Washington University. Profesor del Programa Magister Artium en Filosofía de la Ciencia, Universidad de Santiago. S SELECCION DE ESCRITOS SOCIO-POLITICOS DE KARL POPPER Carlos Verdugo ir Karl Popper, nacido en Viena en 1902, vive actualmente en Inglaterra, país del cual es hoy ciudadano. Es considerado por muchos intelectuales como el más importante e influyente filósofo de la Ciencia de este siglo. Ostenta catorce Doctorados Honorarios, concedidos por univer- sidades de EE.UU., Inglaterra, Alemania, Austria, Nueva Zelandia y Canadá. Por otra parte, es miembro de doce Academias de reconocido prestigio in- ternacional. Sus obras se han traducido a veintidós idiomas. Como ha acontecido con los grandes filósofos en el pasado, si bien Popper no se considera a sí mismo un filósofo político, sus contribuciones en este ámbito han sido de primera magnitud. Su obra más destacada en filosofía social y política es La Sociedad Abierta y sus Enemigos., publica- da en dos volúmenes en inglés en 1945. La decisión final de escribirla, nos dice el autor, la tomó el día en que se enteró de la invasión de Austria por las fuerzas de Hitler. El profundo impacto que produjo esta obra no tardó en manifestarse. Bertrand Russell la juzgó como “una obra de primerísima im- portancia... que debe ser leída por su magistral crítica de los enemigos de la democracia, antiguos y modernos. Su ataque a Platón está, en mi opinión, ampliamente justificado... su análisis de Hegel es mortífero... Marx es diseca- do con igual penetración, y se le otorga su debida parte de responsabilidad

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Filosofía política en Karl Popper

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  • Estudios Pblicos, 35

    DOCUMENTO

    CARLOS VERDUGO. Profesor titular del Instituto de Estudios Humansticos, Uni-versidad de Valparaso. Master of Arts, Washington University. Candidato Doctor enFilosofa, Washington University. Profesor del Programa Magister Artium en Filosofade la Ciencia, Universidad de Santiago.

    S

    SELECCION DE ESCRITOS SOCIO-POLITICOSDE KARL POPPER

    Carlos Verdugo

    ir Karl Popper, nacido en Viena en 1902, vive actualmente enInglaterra, pas del cual es hoy ciudadano. Es considerado por muchosintelectuales como el ms importante e influyente filsofo de la Ciencia deeste siglo. Ostenta catorce Doctorados Honorarios, concedidos por univer-sidades de EE.UU., Inglaterra, Alemania, Austria, Nueva Zelandia y Canad.Por otra parte, es miembro de doce Academias de reconocido prestigio in-ternacional. Sus obras se han traducido a veintids idiomas.

    Como ha acontecido con los grandes filsofos en el pasado, si bienPopper no se considera a s mismo un filsofo poltico, sus contribucionesen este mbito han sido de primera magnitud. Su obra ms destacada enfilosofa social y poltica es La Sociedad Abierta y sus Enemigos., publica-da en dos volmenes en ingls en 1945. La decisin final de escribirla, nosdice el autor, la tom el da en que se enter de la invasin de Austria porlas fuerzas de Hitler. El profundo impacto que produjo esta obra no tard enmanifestarse. Bertrand Russell la juzg como una obra de primersima im-portancia... que debe ser leda por su magistral crtica de los enemigos de lademocracia, antiguos y modernos. Su ataque a Platn est, en mi opinin,ampliamente justificado... su anlisis de Hegel es mortfero... Marx es diseca-do con igual penetracin, y se le otorga su debida parte de responsabilidad

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    por los infortunios modernos... el libro es una vigorosa defensa de la demo-cracia....

    Por otro lado, Isaas Berlin en su biografa de Marx sostiene que LaSociedad Abierta y sus Enemigos (que se abreviara a partir de ahora comoLa Sociedad Abierta) puede considerarse la crtica ms escrupulosa yformidable que haya hecho escritor vivo alguno de las doctrinas filosficase histricas del marxismo.

    Reacciones similares provoc la aparicin en ingls en 1957 del libroLa Miseria del Historicismo (que ser abreviado a partir de ahora como LaMiseria). Su origen se remonta a un ensayo ledo primero, en forma privada,en Bruselas en 1936 y ms tarde en el seminario que realizaba Hayek en laLondon School of Economics and Political Sciencie de la Universidad deLondres. Arthur Koestler elogi con creces esta obra al decir que, probable-mente, sera el nico libro publicado en ese ao que iba a sobrevivir este siglo.

    Si bien La Miseria fue publicado como libro con posterioridad a laedicin de La Sociedad Abierta, la verdad es que esta ltima, en palabrasde Popper, es una consecuencia realmente no intencional de su decisinen 1938 de publicar La Miseria. En todo caso, Popper considera que ambasobras representan su contribucin a la Segunda Guerra Mundial. Convenci-do de que el problema de la libertad se agudizara debido a la crecienteinfluencia del marxismo y del compromiso de ste con tendencias a la pla-nificacin en gran escala, Popper intent con estas contribuciones la de-fensa de la libertad y la democracia liberal amenazadas, a su juicio, por lasconcepciones autoritarias y totalitarias no slo marxistas sino tambin decorte fascista.

    La filosofa socio-poltica de Popper, expuesta no slo en los librosmencionados anteriormente sino tambin en la obra Conjeturas y Refutacio-nes: El Desarrollo del Conocimiento Cientfico (publicada en ingls en1963), est ntimamente ligada y, de hecho, tiene su origen en la teora delconocimiento desarrollada en primer lugar por Popper, en su clebre libro LaLgica de la Investigacin Cientfica (publicado en ingls en 1959).

    En esta obra Popper propuso una tesis sobre el modo como se acre-cienta y desarrolla el conocimiento humano en general. Segn ella, todonuestro conocimiento, sea o no de carcter cientfico, tiene lugar medianteun proceso de ensayo y eliminacin del error. De esta manera la visingeneral de la ciencia que se despliega en La Lgica de la InvestigacinCientfica es, ms o menos, la siguiente:

    El cientfico se enfrenta o selecciona un problema interesante o im-portante. A continuacin propone una solucin tentativa o conjetural en laforma de una hiptesis o de una teora cientfica. El prximo paso consiste

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    en criticar la o la hiptesis lo mejor que se pueda, esto es, se intenta refutar-la a travs de las contrastaciones o controles ms severos que se puedandisear. Si la hiptesis o teora resiste y sobrevive estos serios y rigurososintentos de refutacin o falsacin, ella es considerada como exitosa y acep-tada provisoriamente. Segn Popper, ninguna teora puede ser consideradaalguna vez como establecida o verificada en forma concluyente y definitiva.Por otro lado, si la teora es refutada se buscan nuevas soluciones o conje-turas, esto es, nuevas hiptesis, las cuales a su vez son criticadas, etc. Enotras palabras la ciencia es posible y se desarrolla gracias al mtodo deconjeturas y refutaciones. La diferencia fundamental entre el conocimientocomn y aquel de carcter cientfico consiste en que este ltimo se intentaconsciente y planificador detectar nuestros errores con el fin de eliminarlos.Para Popper, todo el conocimiento humano y las ciencias son conjeturas.Somos falibles y nuestra ciencia tambin lo es. No hay certeza en el conoci-miento humano. El mtodo de conjeturas y refutaciones, llamado tambinmtodo crtico, es el instrumento principal del crecimiento cientfico.

    En La Sociedad Abierta, Popper muestra que el mtodo crtico pue-de ser concebido en trminos ms generales como la as llamada actitudcrtica o racional. All argumenta que los trminos razn y razonabilidadpueden ser aplicados adecuadamente a la condicin de estar abiertos a lacrtica, a la disposicin a ser criticados o autocriticarnos. Adems, sostieneque esta actitud debe ser aplicada a todos los mbitos, tanto tericos comoprcticos. As, por ejemplo, en el campo de la poltica siempre podemoscometer errores, pero en este campo tambin podemos aprender de ellos. Enpoltica la actitud racional, es decir, la prontitud para detectar nuestros erro-res y aprender de ellos, tambin puede y debe tener aplicacin. En estembito, el mtodo de aprender de nuestros errores es un mtodo basadotanto e la libre discusin como en la plena posibilidad, protegida por la ley,de criticar las acciones y medidas tomadas por las autoridades de gobierno.Por ello, como veremos luego, la actitud racional basada en una teora delconocimiento falibilista, se opone siempre a todo tipo de autoritarismo tantode tipo epistemolgico como poltico.

    Todo lo anterior explica por qu Popper ha bautizado su posicinfilosfica bajo el nombre de Racionalismo Crtico.

    Un racionalista crtico se compromete con algo ms que una meraposicin terica abstracta o con una determinada teora del conocimiento: secompromete con una forma o estilo de vida. En otras palabras, el RacionalismoCrtico implica ciertas consecuencias de carcter tico, social y poltico.

    Tal como lo muestra el ttulo de su obra fundamental en filosofapoltica, Popper indica que un racionalista crtico abogar necesariamente por

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    una sociedad abierta. En trminos generales, ella consiste en una sociedadpluralista en la cual es posible tener, expresar y abogar por distintas posicio-nes con respecto a qu tipo de sociedad se debe buscar, a los fines de ella y alos medios para obtenerla (excepto el uso de medios violentos). En unasociedad abierta no slo es legtimo, sino deseable, que los ciudadanospuedan proponer soluciones diferentes a los distintos y numerosos proble-mas que surge al interior de ella. La sociedad propugnada por Popper esaquella donde toda persona es, en principio, libre para evaluar y criticar lassoluciones y medidas propuestas por otros ciudadanos, especialmente aque-llas formuladas por los gobernantes. Esto ltimo permite que las decisionesgubernamentales puedan modificarse a la luz de la crtica pacfica y racional.

    En una entrevista que se le hiciera a Karl Popper en la revista inglesaEncounter (Vol. 38 N 5, mayo de 1972), y que llevaba por ttulo Sobre laRazn y la Sociedad Abierta, Popper cita dos rasgos caractersticos de unasociedad abierta. En primer lugar, no slo debe ser posible el debate libre, yen especial la discusin sobre la conveniencia o inconveniencia de las deci-siones gubernamentales, sino que este debate sea capaz de ejercer unainfluencia real en la poltica. En segundo lugar, deben existir institucionesdestinadas a proteger la libertad, as como tambin a los ciudadanos mspobres y dbiles. En una sociedad abierta el Estado no slo debe amparar alos ciudadanos de toda violencia fsica, sino tambin del abuso que puedaejercerse mediante la fuerza econmica. Para esto ltimo, se debe disearinstituciones sociopolticas que protejan a los ms dbiles, desde el puntode vista econmico, de los ms fuertes y poderosos.

    En esta misma entrevista, Popper seala enfticamente la relevanciafundamental que tiene, para la apertura de una sociedad, la existencia garan-tizada de la libertad de la palabra o de prensa, as como la existencia de unaoposicin poltica influyente y racional.

    En sntesis, la sociedad abierta de Popper no es sino una sociedadorganizada democrticamente, esto es de acuerdo con la caracterizacinque ha hecho este autor de la democracia, una sociedad en la cual esposible que los gobernantes sean reemplazados peridicamente y sin nece-sidad de recurrir a la violencia.

    La virtud ms grande de la democracia consiste, para Popper, en queella posibilita la libre discusin racional o crtica y la influencia de talesdiscusiones en la poltica.

    Como es fcil de notar, Popper le otorga extrema importancia a lalibertad en su sentido ms amplio. Esto lo lleva a oponerse decididamente atoda forma de autoritarismo o totalitarismo, ya que impiden la posibilidad deuna crtica libre, pilar fundamental de una sociedad abierta. De hecho, en la

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    Introduccin a La Sociedad Abierta, el autor nos dice que uno de losobjetivos ms importantes de este libro es no slo contribuir a comprenderlas tendencias totalitarias, as como el atractivo que ellas han ejercido a lolargo de la historia, sino contribuir efectivamente a su eliminacin. Paralograr esto es necesario atacar una de las filosofas ms poderosa que esta-ra a la base del totalitarismo: el historicismo.

    Es esta doctrina la que constituye un obstculo decisivo para poderaplicar los mtodos crticos y racionales de la ciencia a la reconstruccinsocial democrtica. El trmino historicismo es usado por Popper para de-signar toda posicin, doctrina o filosofa social, que asevere que el objetofundamental de las ciencias sociales es la prediccin histrica, especialmen-te profecas histricas a largo plazo. Estas ltimas seran posibles medianteel descubrimiento de los ritmos o patrones, de las leyes o tenden-cias que estara a la base de la evolucin histrica.

    El carcter extremadamente pernicioso que le asigna Popper a lasdoctrinas historicistas, puede apreciarse recordando la dedicatoria de suobra La Miseria del Historicismo; sta reza as: En memoria de los inconta-bles hombres y mujeres de todos los credos, naciones o razas que cayeronvctimas de la creencia fascista y comunista en las Leyes Inexorables delDestino Histrico.

    El desarrollo histrico de las tesis historicistas y la determinacin dealgunos momentos culminantes en este desenvolvimiento es realizado porPopper en La Sociedad Abierta. All sostiene que el historicismo y algunasdoctrinas afines tiene entre sus principales exponentes a Platn, Hegel yMarx.

    Una adecuada exposicin del pensamiento poltico de Sir Karl Pop-per requiere examinar una serie de otros importantes temas discutidos poreste notable filsofo en las obras antes mencionadas y en otras publicacio-nes menores. Entre otros problemas tratados por Popper, se pueden nom-brar: su visin sobre una ingeniera social racional; el rechazo a la ingenierasocial utpica, la defensa de una ingeniera social gradual, parcial, o frag-mentada, su tratamiento de las paradojas de la libertad, de la tolerancia y dela democracia, etc.

    Estos ltimos problemas nombrados aparecern expuestos en la se-leccin que sigue. Slo de esta manera podremos obtener una comprensinms amplia y profunda del pensamiento social y poltico de Sir Karl Popper.

    La presente seleccin se ha visto notablemente facilitada por la exce-lente recopilacin de textos sobre la filosofa de Karl Popper realizada porDavid Miller, quien fuera ayudante investigador y actualmente importanteexpositor y crtico de Popper. El Dr. Miller es el editor de A Pocket Popper

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    (Fontana Paperbacks, Oxford, 1983). Nuestra seleccin incluye mayormentetextos tomados de La Sociedad Abierta y sus Enemigos, publicado porPaids, Buenos Aires, 1981, traducida por Eduardo Loedel; La Miseria delHistoricismo, publicada por Taurus, Madrid, 1961, traducida por PedroSchwartz; y finalmente Conjeturas y Refutaciones: El Desarrollo del Cono-cimiento Cientfico, publicado por Paids, Buenos Aires, 1983, traduccio-nes de Nstor Mguez y Rafael Grasa.

    Se han ordenado los textos de modo tal que se muestre de la mejorforma posible el despliegue de la filosofa poltica de Popper.

    Las tres divisiones principales corresponden a los ttulos de las tresobras de Popper en las cuales se encuentra expuestas las tesis polticas deeste autor. Las fechas entre parntesis se refieren al ao de publicacin deuna parte o de la totalidad de esos libros. En general, los ttulos de lassubdivisiones coinciden con aquellos de los textos originales.

    Con el fin de facilitar la lectura posterior de las obras mismas proce-deremos a sealar las desviaciones ms importantes de nuestras titulacio-nes con respecto al material original. La primera subdivisin El Problemadel Mtodo en las Ciencias Sociales, corresponde a la Introduccin de LaMiseria del Historicismo. La subdivisin octava La Crtica al Marxismo,est tomada del captulo 13 de La Sociedad Abierta y sus Enemigos. Encuanto a la novena, ella corresponde a las secciones I a la IV del captulo 17de la obra La Sociedad Abierta, y en nuestra seleccin aparece bajo elttulo de La Teora Marxista del Estado. En cuanto a la dcima subdivisintitulada Marxismo y Democracia, ella recoge el material del captulo 19, deLa Sociedad Abierta. La subdivisin II corresponde a las secciones III y IVdel captulo 17 de Conjeturas y Refutaciones: El Desarrollo del Conoci-miento Cientfico.

    Debido a los lmites de esta seleccin se ha omitido aquel material delos textos originales estimado prescindible. Han desaparecido, tambin, to-das las notas que, en el caso de La Sociedad Abierta, constituyen unvalioso material.

    I. LA MISERIA DEL HISTORICISMO(1936)

    1. El Problema del Mtodo en las Ciencias Sociales

    El inters cientfico por las cuestiones sociales y polticas no esmenos antiguo que el inters cientfico por la cosmologa y la fsica; y hubo

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    periodos en la antigedad (estoy pensando en la teora poltica de Platn yen la coleccin de constituciones de Aristteles) en los que poda parecerque la ciencia de la sociedad iba a avanzar ms que la ciencia de la naturale-za. Pero con Galileo y Newton la Fsica hizo avances inesperados, sobrepa-sando de lejos a todas las otras ciencias; y desde el tiempo de Pasteur, elGalileo de la biologa, las ciencias biolgicas han avanzado tanto. Pero lasciencias sociales no parecen haber encontrado an su Galileo.

    Dadas estas circunstancias, los estudiosos que trabajan en una uotra de las ciencias sociales se preocupan grandemente por problemas demtodo; y gran parte de su discusin es llevada adelante con la miradapuesta en los mtodos de las ciencias ms florecientes, especialmente laFsica. Un intento consciente de copiar el mtodo experimental de la Fsicafue, por ejemplo, el que llev, en la generacin de Wundt, a una reforma dela sicologa; de la misma forma que, desde Mill, ha habido repetidos inten-tos de reformar a lo largo de lneas parecidas el mtodo de las cienciassociales. En el campo de la sicologa puede que estas reformas hayan tenidoalgn xito, a pesar de muchas desilusiones. Pero en las ciencias socialestericas, fuera de la economa, poca cosa, excepto desilusiones, ha nacidode estos intentos. Cuando se discutieron estos fracasos, pronto fue plan-teada la cuestin de si los mtodos de la Fsica eran en realidad aplicables alas ciencias sociales. No era quiz la creencia obstinada en su aplicabilidadla responsable de la muy deplorada situacin de estos estudios?

    La pregunta sugiere una sencilla forma de clasificar las escuelas quese interesan por los mtodos de las ciencias menos afortunadas. Segn suopinin sobre la aplicabilidad de los mtodos de la Fsica, podemos clasifi-car a estas escuelas en pronaturalistas o antinaturalistas; rotulndolas depronaturalistas o positivistas si estn en favor de la aplicacin de losmtodos de la Fsica a las ciencias sociales, y de antinaturalistas o nega-tivistas si se oponen al uso de estos mtodos.

    El que un estudioso del mtodo sostenga doctrinas antinaturalistaso pronaturalistas, o que adopte una teora que combine ambas clases dedoctrinas, depender, sobre todo, de sus opiniones sobre el carcter de laciencia en cuestin y el del objeto de sta. Pero la actitud que adoptetambin depender de su punto de vista sobre el mtodo de la Fsica. Creoque es este ltimo punto el ms importante de todos. Y pienso que lasequivocaciones decisivas en la mayora de las discusiones metodolgicasnacen de algunos malentendidos muy corrientes del mtodo de la Fsica. Enparticular, al parecer nacen de una mala observacin de la forma lgica desus teoras, de los mtodos para experimentarlas y de la funcin lgica de lainterpretacin y del experimento. Sostengo que estos malentendidos tienen

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    serias consecuencias; intentar justificar lo que postulo en las partes III yIV de este estudio. Ah intentar mostrar que argumentos y doctrinas distin-tos y, aun, a veces contradictorios, tanto antinaturalistas como pronatura-listas, estn de hecho basados en una interpretacin indebida de los mto-dos de la Fsica. En las partes I y II, sin embargo, me limitar a la explicacinde ciertas doctrinas antinaturalistas y pronaturalistas que forman parte deun punto de vista caracterstico, en el cual se combinan las dos clases dedoctrinas.

    A este punto de vista, que me propongo explicar primero y slo mstarde criticar, lo llamo historicismo. Es frecuente encontrarlo en las discu-siones sobre el mtodo de las ciencias sociales; y se usa a menudo sinreflexin crtica o incluso se da por sentado. Lo que quiero designar porhistoricismo ser explicado extensamente en este estudio. Basta aqu de-cir que entiendo por historicismo un punto de vista sobre las cienciassociales que supone que la prediccin histrica es el fin principal destas,y que supone que este fi es alcanzable por medio del descubrimientode los ritmos o los modelos, de las leyes o las tendencias queyacen bajo la evolucin de la historia. Como estoy convencido de que estasdoctrinas metodolgicas historicistas son responsables, en el fondo, delestado poco satisfactorio de las ciencias sociales tericas (diferentes a lateora econmica), mi presentacin de estas doctrinas no es ciertamenteimparcial; pero he intentado seriamente plantear el historicismo de formaconvincente para justificar mi consiguiente crtica. He intentado presentarlocomo una filosofa muy meditada y bien trabada. Y no he dudado en cons-truir argumentos en su favor que, en mi conocimiento, nunca han sido pro-puestos por los historicistas mismos. Espero que de esta forma haya conse-guido montar una posicin que realmente justifique el ataque. En otraspalabras, he intentado perfeccionar una teora que ha sido propuesta a me-nudo, pero quiz nunca en forma perfectamente desarrollada. Esta es larazn por la que he escogido deliberadamente el rtulo poco familiar dehistoricismo. Con su introduccin espero evitar discusiones meramenteverbales, porque nadie, espero, sentir la tentacin de discutir sobre si cual-quiera de los argumentos aqu examinados pertenecen o no real, propia oesencialmente al historicismo, o lo que la palabra historicismo real, propiao esencialmente significa.

    2. Leyes Histricas

    Hemos visto que la sociologa es historia terica para el historicista.Las predicciones cientficas de la sociologa tienen que estar basadas en

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    leyes, y puesto que so predicciones histricas, de cambios sociales, tienenque estar fundamentadas en leyes histricas.

    Pero, al mismo tiempo, el historicista sostiene que el mtodo de ge-neralizacin es inaplicable a la ciencia social y que no debemos suponer quelas uniformidades de la vida social sean invariablemente vlidas a travs delespacio y del tiempo, ya que normalmente se aplican slo a ciertos periodosculturales o histricos. Por tanto, las leyes sociales si es que existen ver-daderas leyes sociales tienen que tener una estructura algo diferente de lade las generalizaciones ordinarias, basadas en uniformidades. Las verdade-ras leyes sociales tendran que ser generalmente vlidas. Pero esto slopuede significar que valen para toda la historia humana, cubriendo todossus periodos en vez de slo alguno de ellos. Pero no puede haber uniformi-dades sociales que valgan ms all de un periodo. Por tanto, las nicasleyes universalmente vlidas de la sociedad tienen que ser leyes que esla-bonen periodos sucesivos. Tienen que ser leyes del desarrollo histricoque determinen la transicin de un periodo a otro. Esto es lo que quieredecir el historicista al afirmar que las nicas leyes verdaderas de la sociolo-ga son las leyes histricas.

    3. Profeca Histrica contra Ingeniera Social

    Como se ha indicado, estas leyes histricas (si es que pueden serdescubiertas) permitirn la prediccin de acontecimientos incluso muy dis-tantes, aunque no con minuciosa exactitud de detalle. As, la doctrina deque las verdaderas leyes sociolgicas son leyes histricas (una doctrinaprincipalmente derivada de la limitada validez de las uniformidades sociales)conduce otra vez, con independencia de todo intento de emulara la astrono-ma, a la idea de predicciones a gran escala, y hace de ella una idea msconcreta, pues muestra que estas predicciones tienen el carcter de profe-cas histricas.

    La sociologa se convierte as, para el historicista, en un intento deresolver el viejo problema de predecir el futuro; no tanto el futuro del indivi-duo como el de los grupos y el de la raza humana. Es la ciencia de las cosaspor venir, de los desarrollos futuros. Si tuviese xito el intento de proporcio-narnos una preciencia poltica con validez cientfica, la sociologa adquiriraun grandsimo valor para los polticos, especialmente para aquellos cuyavisin se extiende ms all de las exigencias del presente, para los polticoscon sentido del destino histrico. Algunos historicistas, es verdad, se con-tentan con predecir slo las prximas etapas del peregrinar humano e inclu-

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    so stas en trminos muy cautelosos. Pero una idea es comn a todos ellos:que el estudio sociolgico debera ayudar a revelar el futuro poltico y que,por tanto, se convirtiese en el principal instrumento de una poltica prcticade miras amplias.

    Desde el punto de vista del valor pragmtico de la ciencia, la impor-tancia de las predicciones cientficas es suficientemente clara. No se hasabido ver, sin embargo, que en materia cientfica se pueden distinguir dosclases de predicciones, y por tanto, dos clases de formas de ser prctico.Podemos predecir: a) la llegada de un tifn, una prediccin que puede serdel mayor valor prctico, porque quiz permita que la gente tome refugio atiempo; pero tambin podemos predecir, b) que si un cierto refugio ha deresistir un tifn, debe estar construido de una cierta manera, por ejemplo,con contrafuertes de hormign armado en su parte norte.

    Estas dos clases de predicciones son claramente muy diferentes,aunque ambas sean importantes y colmen sueos muy antiguos. En uncaso se nos avisa un acontecimiento que no podemos hacer nada paraprevenir. Llamar a esta clase de prediccin una profeca. Su valor prcticoconsiste en que se nos advierte del hecho predicho, de tal forma que poda-mos evitarlo o enfrentarnos con l preparados (posiblemente con la ayudade predicciones de la otra clase).

    Opuestas a stas son las predicciones de la otra clase que podemosdescribir como predicciones tecnolgicas, ya que las predicciones de estaclase forman una de las bases de la ingeniera. Son, por as decirlo, los pasosconstructivos que se nos invita a dar, si queremos conseguir determinadosresultados. La mayor parte de la fsica (casi toda ella, aparte de la astronomay la meteorologa) hace predicciones de tal forma que, consideradas desde unpunto de vista prctico, pueden ser descritas como predicciones tecnolgi-cas. La distincin entre estas dos clases de predicciones coincide aproxima-damente con la mayor o menor importancia del papel jugado por los experi-mentos intentados y proyectados, como opuestos a la mera observacinpaciente, en la ciencia en cuestin. Las ciencias experimentales tpicas soncapaces de hacer predicciones tecnolgicas, mientras que las que empleanprincipalmente observaciones no experimentales hacen profecas.

    No quiero que se interprete esto en el sentido de que todas lasciencias, o incluso todas las predicciones cientficas, son fundamentalmenteprcticas que son necesariamente o profticas o tecnolgicas y no puedenser otra cosa. Slo quiero llamar la atencin sobre la distincin entre estasdos clases de predicciones y las ciencias que a ellas corresponden. Alescoger los trminos proftico y tecnolgico, es indudable que quieroaludir a una caracterstica que muestra cundo se les mira desde un punto de

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    vista pragmtico; pero con el uso de esta terminologa no deseo significar queeste punto de vista sea necesariamente superior a cualquier otro, ni que lacuriosidad cientfica est limitada a profecas de importancia pragmtica y apredicciones de carcter tecnolgico. Si consideramos la astronoma, porejemplo, tenemos que admitir que sus hallazgos son de inters principalmenteterico, aunque no carezcan de valor desde un punto de vista pragmtico;pero como profecas son todos ellos semejantes a las profecas de lameteorologa, cuyo valor para las actividades prcticas es obvio.

    Vale la pena fijarse en que esta diferencia entre el carcter proftico yel ingenieril de las ciencias no corresponde a la diferencia entre prediccio-nes a largo y a corto plazo. Aunque la mayora de las predicciones deingeniera son a corto plazo, tambin hay predicciones tcnicas a largoplazo; por ejemplo, respecto del tiempo de vida de un motor. De igual forma,las predicciones de la astronoma pueden ser tanto a largo como a cortoplazo, y la mayora de las predicciones meteorolgicas son comparativamen-te a corto plazo.

    La diferencia entre estos dos fines prcticos hacer profeca y haceringeniera y la correspondiente diferencia de estructura entre teoras cient-ficas encaminadas a estos dos fines, es, como se ver despus, uno de lospuntos importantes de nuestro anlisis metodolgico. Por el momento sloquiero destacar que los historicistas, muy consecuentes con su creencia deque los experimentos sociolgicos son intiles e imposibles, defienden laprofeca histrica la profeca de desarrollos sociales, polticos e institucio-nales contra la ingeniera social, como el fin prctico de las ciencias socia-les. La idea de ingeniera social, el planear y construir instituciones, con elfin quiz de parar o controlar o acelerar acontecimientos sociales pendienteso inminentes, parece posible a algunos historicistas. Para otros, esto serauna empresa casi imposible o una que pasa por alto el hecho de que laplanificacin poltica, como toda actividad social, tiene que doblegarse alimperio superior de las fuerzas histricas.

    4. La Teora del Desarrollo Histrico

    Estas consideraciones nos han llevado al corazn mismo del cuerpode doctrina, para el que propongo el nombre de historicismo, y justificanla eleccin de este rtulo. La ciencia social no es nada ms que historia: staes la tesis. No, sin embargo, historia en el sentido tradicional de mera crni-ca de hechos histricos. La clase de historia con la que los historicistasquieren identificar la sociologa no mira slo hacia atrs, al pasado, sino

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    tambin hacia adelante, al futuro. Es el estudio de las fuerzas que operansobre el desarrollo social y, sobre todo, el estudio de las leyes de ste. Portanto, se la podra describir como teora histrica o como historia terica, yaque slo leyes sociales universalmente vlidas ha sido reconocidas comoleyes histricas. Tienen que ser leyes de proceso, de cambio, de desarrollo;no las seudo-leyes de aparentes constancias o uniformidades. Segn loshistoricistas, los socilogos tiene n que intentar formarse una idea generalde las tendencias amplias, segn las cuales cambia la estructura social.Pero adems de esto, deberan intentar comprender las causas de este pro-ceso, el funcionamiento de las fuerzas responsables del cambio. Deberanintentar formular alguna hiptesis sobre las tendencias generales que seesconden bajo el desarrollo social, de tal forma que los hombres puedanprepararse para los cambios futuros y acomodarse a ellos por medio deprofecas deducidas de estas leyes.

    La nocin que tiene el historicista de la sociologa puede aclararsean ms si se ahonda en la distincin que he trazado entre las dos diferen-tes clases de pronstico y la distincin, relacionada con sta, entra las dosclases de ciencia. En oposicin a la metodologa historicista, podramosconcebir una metodologa cuyo fin fuese una ciencia social tecnolgica.Una metodologa de esta clase conducira a un estudio de las leyes genera-les de la vida social, cuyo fin sera descubrir todos aquellos hechos quedebiera tomar en cuenta todo el que quisiera reformar las instituciones so-ciales. No hay duda de que estos hechos existen. Conocemos, por ejemplo,muchas utopas que son impracticables slo porque no los han tomadosuficientemente en cuenta. El fin de la metodologa tecnolgica que estamosconsiderando sera el de proporcionar medios de evitar construccionesirreales de esa clase. Sera antihistoricista, pero de ninguna forma antihist-rica. La experiencia histrica le servira de fuente de informacin de la mayorimportancia. Pero, en vez de intentar encontrar leyes del desarrollo social,buscara las leyes u otras uniformidades (aunque stas, dice el historicista,no existen) que imponen limitaciones a la construccin de institucionessociales.

    Adems de redargir de la forma ya discutida, tiene el historicistaotra manera de discutir la posibilidad y utilidad de una tecnologa social deesta clase. Supongamos, podra decir, que el ingeniero social haya desarro-llado un plan para una nueva estructura social, apoyada en la clase desociologa que usted propugna. Suponemos que este plan a la vez prcticoy realista, en el sentido de que no entra en conflicto con los hechos y leyesconocidos de la vida social, e incluso suponemos que el plan est apoyadopor otro igualmente practicable para cambiar la sociedad de como es ahora a

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    como debe ser en la nueva estructura. An as, los argumentos historicistaspueden demostrar que un plan de esta clase no merecera ser consideradoseriamente. A pesar de todo, continuara siendo un sueo utpico e irreal,precisamente porque no toma en cuenta las leyes del desarrollo histrico.Las revoluciones sociales no las traen los planes racionales, sino las fuerzassociales, como, por ejemplo, conflictos de intereses. La vieja idea del pode-roso filsofo rey que pondra en prctica algunos planes cuidadosamentepensados, era un cuento de hadas inventado en inters de la aristocraciaterrateniente. El equivalente democrtico de este cuento de hadas es lasupersticin de que gente de buena voluntad en nmero suficiente puedeser persuadida por argumentos racionales a tomar parte en acciones planea-das. La historia muestra que la realidad social es muy diferente. El curso deldesarrollo histrico no es nunca moldeado por construcciones tericas, porexcelentes que sean, aunque estos proyectos puedan indudablemente ejer-cer alguna influencia junto con muchos otros factores menos racionales (oincluso totalmente irracionales). Incluso cuando un plan racional de estaclase coincida con los intereses de grupos poderosos, nunca ser realizadode la forma en que fue concebido, a pesar de que la lucha por su realizacinse convertira en uno de los factores centrales del proceso histrico. Elresultado en la prctica ser siempre muy diferente de la construccin racio-nal. Siempre ser la resultante de una constelacin momentnea de fuerzasen conflicto. Adems, en ninguna circunstancia podr convertirse el resul-tado de una planificacin racional en una estructura estable, porque la ba-lanza de fuerzas no tiene ms remedio que cambiar. Toda ingeniera social,por mucho que se enorgullezca de su realismo y de su carcter cientfico,est condenada a quedarse en un sueo utpico.

    Hasta ahora, continuara el historicista, los argumentos se han dirigi-do contra la posibilidad prctica de la ingeniera social basada en algunaciencia social terica y no contra la idea misma de una ciencia de esta clase.Sin embargo, pueden fcilmente extenderse hasta probar la imposibilidad decualquiera ciencia social terica de tipo tecnolgico. Hemos visto que lasempresas ingenieriles prcticas estn condenadas al fracaso por razn dehechos y leyes sociolgicos muy importantes. Pero esto implica no sloque una empresa de esta clase no tiene valor prctico, sino tambin que espoco firme tericamente, ya que pasa por alto las nicas leyes socialesimportantes: las leyes del desarrollo. La ciencia sobre la cual supuesta-mente reposaba tambin debi pasar por alto estas leyes, porque de otraforma nunca hubiese ofrecido una base para construcciones tan poco rea-listas. Cualquiera ciencia social que no ensee la imposibilidad de construc-ciones racionales sociales est totalmente ciega ante los hechos ms impor-

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    tantes de la vida social y ha debido pasar por algo las nicas leyes de realvalidez y real importancia. Las ciencias sociales que intenten proporcionaruna base para la ingeniera social no pueden, por tanto, ser una descripcinverdadera de los hechos sociales. So imposibles en s mismas.

    El historicista sostendr que, aparte de esta crtica decisiva, hayotras razones para atacar a las sociologas tcnicas. Una razn es, por ejem-plo, que olvidan ciertos aspectos del desarrollo social, como es la aparicinde la novedad. La idea de que podemos construir racionalmente estructurassociales nuevas sobre una base cientfica implica que podemos traer al mun-do un nuevo periodo social ms o menos precisamente de la forma en que lohemos planeado. Sin embargo, si el plan est basado en una ciencia quecubre los hechos sociales, no puede dar cuenta de rasgos intrnsecamentenuevos, sino slo de novedades de arreglo o combinacin (Vase la Sec-cin N 3). Pero sabemos que un nuevo periodo tendr su novedad intrnse-ca: un argumento que hace ftil toda planificacin detallada y falsa, todaciencia sobre la cual se base esta planificacin.

    Estas consideraciones historicistas pueden ser aplicadas a todas lasciencias sociales, incluida la economa. La economa, por tanto, no puededarnos ninguna informacin valiosa respecto de reforma social. Slo unaseudoeconoma puede intentar ofrecer una base para una planificacin eco-nmica racional. La economa verdaderamente cientfica puede slo revelarlas fuerzas rectoras del desarrollo econmico a travs de los distintos perio-dos histricos. Quiz nos ayuda a prever los rasgos generales de futurosperiodos, pero no puede ayudarnos a desarrollar y a poner en operacinningn plan detallado para ningn periodo nuevo. Lo que vale para otrasciencias sociales tiene que valer para la economa. Su fin ltimo slo puedeser el poner al descubierto la ley econmica que rige el movimiento de lasociedad humana (Marx).

    5. El Punto de Vista Tecnolgico en Sociologa

    Aunque en este estudio mi tema sea el historicismo, una doctrinasobre el mtodo con la que no estoy de acuerdo, ms que aquellos mtodosque, en mi opinin, han tenido xito, y cuyo desarrollo ms profundo y msconsciente recomiendo, ser til tratar primero brevemente de los mtodosms afortunados, para revelar al lector mis preferencias y a aclarar el puntode vista que yace bajo mi crtica. Por razones de conveniencia, pondr aestos mtodos el rtulo de tecnologa fragmentaria.

    La expresin tecnologa social (y an ms la expresin ingeniera

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    social, que se introducir en la seccin prxima), provocar, sin duda, sos-pechas, y repeler a ciertas personas porque les recuerda los modelossociales de los planificadores colectivistas, o quiz, incluso, la de los tec-ncratas. Me doy cuenta de este peligro, y por eso he aadido la palabrafragmentaria, no slo para evitar asociaciones de ideas poco deseables,sino tambin para expresar mi opinin de que el mtodo de composturasparciales (como a veces se le llama), combinado con el anlisis crtico, es elprincipal camino para conseguir resultados prcticos tanto en las cienciassociales como en las naturales. Las ciencias sociales se han desarrollado engran medida a travs de la crtica de las propuestas de mejoras sociales, oms precisamente a travs de determinados intentos de descubrir si ciertaaccin econmica o poltica tendera o no a producir un resultado esperadoo deseado. A este punto de vista, al que se podra llamar clsico, es al queme refiero cuando hablo del punto de vista tecnolgico sobre la cienciasocial o cuando hablo de la tecnologa social fragmentaria.

    Los problemas tecnolgicos en el campo de la ciencia social puedenser de carcter pblico o privado. Por ejemplo, las investigaciones de latcnica de la administracin de empresas, o de los efectos de una mejora delas condiciones de trabajo sobre la produccin, pertenecen al primer grupo.La investigacin de los efectos de una reforma penitenciaria, o de un segurode enfermedad universal, o de la estabilizacin de precios por medio detribunales, o de la introduccin de nuevos aranceles, etc., sobre, digamos, laigualacin de ingresos, pertenecen al segundo grupo: y a ste pertenecentambin algunas de las cuestiones prcticas ms urgentes de hoy en da,como la posibilidad de controlar los ciclos econmicos; o la cuestin de sila planificacin centralizada, en el sentido de direccin estatal de la pro-duccin es compatible con un control democrtico de la administracin, o lacuestin de cmo exportar la democracia al Oriente Medio.

    Este nfasis sobre el punto de vista tecnolgico-prctico no signifi-ca que cualquiera de los problemas tericos que puedan surgir de esteanlisis de los problemas prcticos tengan que ser excluidos. Por el contra-rio, una de mis afirmaciones principales es que el punto de vista tecnolgicoser seguramente fructfero, precisamente porque har surgir problemas sig-nificativos de carcter puramente terico. Pero, adems de ayudarnos en latarea fundamental de seleccionar problemas, el punto de vista tecnolgicoimpone una disciplina sobre nuestras inclinaciones especulativas (que es-pecialmente en el campo de la sociologa propiamente dicha estn expuestasa conducirnos a las regiones de la metafsica), pues nos fuerzan a someternuestras teoras a criterios definidos, como, por ejemplo, criterios de clari-dad y posibilidad de experimentacin. Mi argumento relativo al punto de

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    vista tecnolgico, quiz quede ms claro si digo que la sociologa en parti-cular (y quiz, incluso, las ciencias sociales en general) debiera buscar nosu Newton o su Darwin, sino ms bien su Galileo o su Pasteur.

    Todo esto, y mi anterior referencia a una analoga entre los mtodosde las ciencias naturales y las sociales, provocar probablemente la mismaoposicin que la eleccin de trminos tales como tecnologa social e in-geniera social (y esto a pesar de la importante limitacin expresada por lapalabra fragmentaria). Por eso mejor ser que afirme que aprecio plena-mente la importancia de la lucha contra un naturalismo metodolgico dog-mtico o cientificismo (para usar el trmino del profesor Hayek). Sin em-bargo, no veo por qu no vamos a poder hacer uso de esta analoga dondesea fructfera, aunque reconozcamos que ha sido grandemente falseada ymuy mal empleada en ciertos sectores. Adems, difcilmente podemos ofre-cer un argumento ms fuerte contra estos naturalistas dogmticos queaquel que les demuestre que algunos de los mtodos que atacan son, fun-damentalmente, los mismos usados en las ciencias naturales.

    Una objecin que a primera vista se puede hacer contra lo que llama-mos el punto de vista tecnolgico es que implica la adopcin de una actitudactivista frente al orden social (Vase la Seccin N 1) y, por tanto, que estexpuesto a crear en nosotros un prejuicio contra la actitud anti-intervencio-nista o pasivista: la actitud de que si no estamos satisfechos de las condi-ciones sociales o econmicas existentes es porque no entendemos ni cmofuncionar ni por qu una intervencin activa slo podra empeorar las co-sas. Ahora bien, tengo que admitir que no siento simpata por esta actitudpasivista, y que incluso sostengo que una poltica de anti-intervencionis-mo universal es insostenible, aunque no sea ms que por razones puramen-te lgicas, ya que sus partidarios o tendrn ms remedio que recomendaruna intervencin poltica encaminada a impedir la intervencin. A pesar deesto, el punto de vista tecnolgico como tal es neutro en esta materia (comociertamente debe ser), y de ninguna forma incompatible con el anti-interven-cionismo. Por el contrario, creo que el anti-intervencionismo implica un pun-to de vista tecnolgico. Porque el afirmar que el intervencionismo empeoralas cosas es decir que ciertas acciones polticas no iban a tener ciertosefectos, a saber no los efectos deseados; y es unas de las tareas mscaractersticas de toda tecnologa el destacar lo que no puede ser llevado acabo.

    Vale la pena considerar este punto ms detalladamente. Como hemostrado en otra parte, toda ley natural puede expresarse con la afirmacinde que tal y talcosa o puede ocurrir; es decir, por una frase en forma derefrn: No se puede coger agua en un cesto. Por ejemplo, la ley de la

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    conservacin de la energa puede ser expresada por: No se puede construiruna mquina de movimiento continuo; y la de la entropa, por: No sepuede construir una mquina eficaz en un ciento por ciento. Esta manerade formular las leyes naturales destaca sus consecuencias tecnolgicas ypuede, por tanto, llamarse la forma tecnolgica de una ley natural. Si ahoraconsideramos el anti-intervencionismo a la luz de todo esto, vemos inmedia-tamente que puede perfectamente ser expresado por una frase e la formasiguiente: No se pueden conseguir tales y tales resultados, o, quiz, Nose pueden conseguir tales y tales fines, sin tales y tales efectos concomi-tantes. Pero esto muestra que el anti-intervencionismo puede calificarsecomo una doctrina tpicamente tecnolgica.

    No es, claro est, la nica en el reino de las ciencias sociales. Por elcontrario, lo significativo de nuestro anlisis consiste en el hecho de quellamemos la atencin hacia una semejanza realmente fundamental entre lasciencias sociales y las naturales. Me refiero a la existencia de leyes o hipte-sis sociolgicas, que son anlogas a las leyes o hiptesis de las cienciasnaturales. Ya que la existencia de tales leyes o hiptesis sociolgicas (dis-tintas de las llamadas leyes histricas) ha sido a menudo discutida, voy adar ahora unos cuantos ejemplos: No se pueden introducir aranceles sobreproductos agrcolas y al mismo tiempo reducir el costo de vida. No sepueden organizar, en una sociedad industrial, grupos de presin de consu-midores con la misma eficacia con la que pueden organizar ciertos gruposde presin de productores. No puede haber una sociedad centralmenteplanificada con un sistema de precios que cumpla las principales funcionesde los precios de libre competencia. No puede haber pleno empleo sininflacin. Otro grupo de ejemplos puede tomarse del reino de los poderespolticos: No se puede introducir una reforma poltica sin causar algunasrepercusiones que son indeseables desde el punto de vista de los fines quese quieren conseguir (por tanto, cuidado con ellas). No se puede introdu-cir una reforma poltica sin reforzar las fuerzas opuestas a ella en un gradoaproximadamente proporcional al alcance de la reforma. (Esto puede decir-se que es el corolario tcnico de siempre existen intereses en favor delstatu quo). No se puede hacer una revolucin sin causar una reaccin.A estos ejemplos se pueden aadir dos ms, que se puedan llamar la Leyde las Revoluciones de Platn (del Octavo Libro de la Repblica) y la Leyde la corrupcin de Lord Acton, respectivamente: No se puede hacer unarevolucin con xito si la clase rectora no est debilitada por disensionesinternas o por una derrota en la guerra. No se puede dar a un hombrepoder sobre otros hombres sin tentarle a que abuse de l, una tentacin queaumenta aproximadamente con la cantidad de poder detentado y que muy

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    pocos son capaces de resistir. Con esto no se presupone nada en cuanto ala fuerza de las pruebas a nuestra disposicin en favor de estas hiptesis,cuya formulacin puede sin duda ser grandemente mejorada. Son meramen-te ejemplos de la clase de proposiciones que una tecnologa fragmentariaintentara discutir y verificar.

    6. Ingeniera Fragmentaria contra Ingeniera Utpica

    A pesar de las censurables asociaciones mentales que nacen deltrmino ingeniera, usar la expresin ingeniera social fragmentaria paradescribir las aplicaciones prcticas de los resultados de la tecnologa frag-mentaria. El trmino es til, ya que es necesario uno que incluya a lasactividades sociales, tanto privadas como pblicas, que, para conseguiralgn fin o meta, utilice conscientemente todos los conocimientos tecnol-gicos disponibles. La ingeniera social fragmentaria se parece a la ingenierafsica, que considera que los fines estn fuera del campo de la tecnologa.(Todo lo que la tecnologa puede decir sobre fines es si son compatiblesentre s o realizables). En esto difiere del historicismo, que considera a losfines de las actividades humanas como dependientes de las fuerzas histri-cas y, por tanto, dentro de su campo.

    De la misma forma que la tarea principal del ingeniero fsico consisteen proyectar mquinas y remodelarlas y ponerlas en funcionamiento, la ta-rea del ingeniero social fragmentario consiste en proyectar institucionessociales y reconstruir y manejar aquellas que ya existen. La expresin insti-tucin social se usa aqu en un sentido muy amplio, que incluye cuerposde carcter tanto pblico como privado. As, la usar para describir unaempresa, sea sta una pequea tienda o una compaa de seguros, y de lamisma forma una escuela, o un sistema educativo, o una fuerza de polica,o una iglesia, o un tribunal. El ingeniero o tcnico fragmentario reconoceque slo una minora de instituciones sociales son proyectadas conscien-temente, mientras que la gran mayora slo han nacido como el resulta-do impremeditado de las acciones humanas. Pero por muy fuertemente quele impresione este importante hecho, como tecnlogo o como ingeniero, lascontemplar desde un punto de vista funcional o instrumental. Las vercomo medios para ciertos fines, o como algo transformable para ser puestoal servicio de ciertos fines como mquinas ms que como organismos. Estono significa, naturalmente, que pasar por alto las fundamentales diferen-cias entre instituciones o instrumentos fsicos. Por el contrario, el tecnlogodeber estudiar diferencias tanto como semejanzas, expresando sus resulta-

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    dos en forma de hiptesis, y, en efecto, no es difcil en forma tecnolgicahiptesis sobre instituciones, como se muestra en el siguiente ejemplo: Nose pueden construir instituciones infalibles, esto es, aquellas cuyo funcio-namiento no dependa ampliamente de personas: las instituciones, en el me-jor de los casos, pueden reducir la incertidumbre del elemento personal,ayudando a los que trabajan por los fines para los cuales se proyectaron,sobre cuya iniciativa y conocimiento personales depende principalmente elxito de stas. (Las instituciones son como fortalezas: tienen que estar bienconstruidas y adems propiamente guarnecidas de gente).

    El punto de vista caracterstico del ingeniero fragmentario es ste.Aunque quiz abrigue algn ideal concerniente a la sociedad como un todosu bienestar general quiz no cree en el mtodo de rehacerla totalmente.Cualesquiera que sean sus fines, intenta llevarlos a cabo con pequeosajustes y reajustes que pueden mejorarse continuamente. Sus fines puedenser de diversas clases, por ejemplo: la acumulacin de riqueza y poder porparte de ciertos individuos o de ciertos grupos; o la distribucin de la riquezay del poder; o la proteccin de ciertos derechos de individuos o grupos, etc.Por tanto, el ingeniero social pblico o poltico puede tener las ms diversasinclinaciones, tanto totalitarias como liberales. (Ejemplos de programas libera-les de gran alcance, de reformas fragmentarias han sido dados por W. Lipp-man, bajo el ttulo de El Programa del Liberalismo). El ingeniero fragmentariosabe, como Scrates, cun poco sabe. Sabe que slo podemos aprender denuestros errores. Por tanto, avanzar paso a paso, comparando cuidadosa-mente los resultados esperados con los conseguidos, y siempre alerta ante lasinevitables consecuencias indeseadas de cualquier reforma; y evitar el co-menzar reformas de tal complejidad y alcance que le hagan imposible desen-maraar causas y efectos, y saber lo que en realidad est haciendo.

    Este mtodo de composturas parciales no concuerda con el tempe-ramento poltico de muchos activistas. Su programa, que tambin ha sidodescrito como un programa de ingeniera social, puede ser llamado deingeniera utpica u holstica.

    La ingeniera social utpica u holstica, como opuesta a la ingenierasocial fragmentaria, nunca tiene un carcter privado, sino slo pblico.Busca remodelar a toda la sociedad de acuerdo con un determinado plano modelo; busca apoderarse de las posiciones claves y extender el poderdel Estado... hasta que el Estado se identifique casi totalmente con la socie-dad, y busca, adems, controlar desde esas posiciones claves las fuer-zas histricas que moldean el futuro de la sociedad en desarrollo: ya seadeteniendo ese desarrollo, ya previendo su curso y ajustando la sociedaden concordancia con l.

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    Se podra poner en duda, quiz, el que los puntos de vista holstico yfragmentario aqu descritos sean fundamentalmente diferentes, consideran-do que no hemos puesto lmites al alcance de la actitud fragmentaria. Segnaqu se entiende esta actitud, una reforma constitucional, por ejemplo, caeenteramente dentro de su campo; tampoco excluir el que una serie de refor-mas fragmentarias puedan estar inspiradas por una sola tendencia general;por ejemplo, una tendencia hacia una mayor igualacin de ingresos. De estaforma los mtodos fragmentarios pueden llevara modificaciones en lo quenormalmente se denomina la estructura de clases de la sociedad. Es quese diferencian en algo, se podra preguntar, estas formas de ingeniera frag-mentaria de tipo ms ambicioso y la actitud holstica u utpica? y estapregunta puede ser an ms pertinente cuando consideramos que, al inten-tar la estimacin de las probables consecuencias de alguna reforma proyec-tada, el tecnlogo fragmentario tiene que evaluar los efectos de cualquiermedida sobre la totalidad de la sociedad.

    Al contestar a esta pregunta no intentar dibujar una lnea de demar-cacin precisa entre los dos mtodos, sino que procurar destacar el puntode vista tan diferente desde el cual el tecnlogo holista y el fragmentarioconsideran la tarea de reformar la sociedad. Los holistas rechazan la actitudfragmentaria como demasiado modesta. Pero este rechazar no est de acuer-do con lo que hacen en la prctica, porque en lo pragmtico siempre serefugian en una aplicacin irreflexiva y chapucera, aunque ambiciosa y des-piadada, de lo que es esencialmente un mtodo fragmentario sin su carctercauto y autocrtico. La razn es que en la prctica el mtodo holstico resul-ta imposible; cuanto ms grandes sean los cambios holsticos intentados,mayores sern sus repercusiones no intencionadas y en gran parte inespe-radas, forzando al ingeniero holstico a recurrir a la improvisacin fragmen-taria. De hecho este recurso es ms caracterstico de la planificacin centra-lizada o colectivista que de la ms modesta y cuidadosa intervencinfragmentaria: y continuamente conduce al ingeniero a hacer cosas que notena intencin de hacer; es decir, lleva al notorio fenmeno de la planifica-cin no planeada. As la diferencia entre la ingeniera utpica y la fragmen-taria resulta en la prctica ser, no tanto de escala y alcance, como de pre-ocupacin y apercibimiento ante sorpresas inevitables. Se podra tambindecir que en la prctica los dos mtodos difieren en otras cosas que enescala y alcance al contrario de lo que tendramos que esperarnos si com-paramos las dos doctrinas sobre los mtodos apropiados que una es verda-dera, mientras que la otra es falsa y expuesta a provocar equivocacionesque son al tiempo evitables y graves. De los dos mtodos sostengo queuno es posible, mientras que el otro simplemente no existe: es imposible.

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    Una de las diferencias entre la actitud utpica u holstica y la actitudfragmentaria podra ser expuesta de esta forma: mientras que el ingenierofragmentario puede atacar su problema con perfecta disponibilidad en cuan-to al alcance de la reforma, el holista no puede hacer esto, pues ha decididode antemano que una reconstruccin completa es posible y necesaria. Estehecho tiene profundas consecuencias: Crea en el utpico un prejuicio con-tra ciertas hiptesis sociolgicas que expresan los lmites de todo controlinstitucional; por ejemplo, la mencionada ms arriba en esta seccin, la queexpresa la incertidumbre debida al elemento personal, al factor humano.Pero al rechazar a priori tales hiptesis, la posicin utpica viola los princi-pios del mtodo cientfico. De otra parte, los problemas conectados con laincertidumbre del factor humano tienen que forzar al utpico, le guste o no,a intentar controlar el factor humano por medio de instituciones y extendersu programa de tal forma que abarque no slo la transformacin de la socie-dad, segn lo planeado, sino tambin la transformacin del hombre. Elproblema poltico, por tato, es organizar los impulsos humanos de tal formaque dirijan su energa a los puntos estratgicos adecuados y piloten el totalproceso de desarrollo en la direccin deseada. El utopista bien intenciona-do parece no advertir que este programa implica una admisin de fracasoaun antes de ser puesto en prctica. Porque sustituye su exigencia de queconstruyamos una nueva sociedad que permita a hombres y mujeres el viviren ella, por la exigencia de que moldeemos a estos hombres y mujerespara que encajen en su nueva sociedad. Esto claramente hace desaparecertoda posibilidad de poner a prueba el xito o fracaso de la nueva sociedad.Porque los que no gustan de vivir en ella, slo demuestran por este hechoque an no son aptos para vivir e ella; que sus impulsos humanos necesi-tan ser organizados ms an. Pero sin la posibilidad de experimentar,cualquier afirmacin de que se est usando un mtodo cientfico queda sinbase. La actitud holstica es incompatible con una actitud verdaderamentecientfica. Aunque la ingeniera utpica no sea uno de los temas principalesde este estudio, hay dos razones por las que se la examinar junto con elhistoricismo en las tres secciones siguientes. Primera, porque es hoy, bajoel nombre de planificacin colectivista (o centralizada), una doctrina muy demoda que hay que distinguir claramente de la tecnologa fragmentaria yde la ingeniera fragmentaria. Segunda, porque el utopismo no slo separece al historicismo en su hostilidad contra la actitud fragmentaria, sinoque tambin ala frecuentemente sus fuerzas con la ideologa historicista.

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    II. LA SOCIEDAD ABIERTA Y SUS ENEMIGOS(1945)

    7. El Problema Fundamental de la Poltica

    A mi juicio, Platn promovi una seria y duradera confusin en lafilosofa poltica al expresar el problema de la poltica bajo la forma Quindebe gobernar?, o bien La voluntad de quin ha de ser suprema?, etc.Esta confusin es anloga a la que cre en el campo de la filosofa moralcon su identificacin analizada en el captulo anterior del colectivismo yel altruismo. Es evidente que una vez formulada la pregunta quin debegobernar?, resulta difcil evitar las respuestas de este tipo: el mejor, elms sabio, el gobernante nato, aquel que domina el arte de gobernar(o tambin, quiz, La Voluntad General, La Raza Superior, Los ObrerosIndustriales, o El Pueblo). Pero cualquiera de estas respuestas, por con-vincente que pueda parecer pues quin habra de sostener el principioopuesto, es decir, el gobierno del peor, o el ms ignorante o el esclavonato? es, como tratar de demostrar, completamente intil.

    En primer trmino, estas respuestas tienden a convencernos de queentraan la resolucin de algn problema fundamental de la teora poltica.Pero si a sta la enfocamos desde otro ngulo, hallamos que, lejos de resol-ver alguno de los problemas fundamentales, lo nico que hemos hecho essaltar por encima de ellos, al atribuirle una importancia fundamental al pro-blema de Quin debe gobernar? En efecto, aun aquellos que comparteneste supuesto de Platn, admiten que los gobernantes polticos no siempreson lo bastante buenos o sabios (es innecesario detenernos a precisarel significado exacto de estos trminos)y que no es nada fcil establecer ungobierno en cuya bondad y sabidura pueda confiarse sin temor. Si acepta-mos esto debemos preguntarnos, entonces, por qu el pensamiento polti-co no encara desde el comienzo la posibilidad de un gobierno malo y laconveniencia de prepararnos para soportar a los malos gobernantes, en elcaso de que falten los mejores? Pero esto nos conduce a un nuevo enfoquedel problema de la poltica, pues no obliga a reemplazar la pregunta:Quin debe gobernar? con la nueva pregunta: En qu forma podemosorganizar las instituciones polticas a fin de que los gobernantes malos oincapaces no pueda ocasionar demasiado dao?

    Quienes creen que la primera pregunta es fundamental, suponen t-citamente que el poder poltico se halla esencialmente libre de control.As, suponen que alguien detenta el poder, ya se trate de un individuo o deun cuerpo colectivo como, por ejemplo, una clase social. Y suponen tam-

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    bin que aquel que detenta el poder puede hacer prcticamente lo que se leantoja y, en particular, fortalecer dicho poder, acercndose as al poderilimitado o incontrolado. Descuentan, asimismo, que el poder poltico es, enesencia, soberano. Partiendo de esta base, el nico problema de importanciaser, entonces, el de Quin debe ser el soberano?

    Aqu le daremos a esta tesis el nombre de teora de la soberana(incontrolada), sin aludir con l, en particular, a ninguna de las diversasteoras de la soberana sostenidas por autores tales como Bodin, Rousseauo Hegel, sino a la suposicin ms general de que el poder poltico es prcti-camente absoluto o a las posiciones que pretenden que as lo sea, junto conla consecuencia de que el principal problema que queda por resolver es, eneste caso, el de poner el poder en las mejores manos. Platn adopta estateora de la soberana en forma tcita y desde su poca pasa a desempearun importante papel en el campo de la poltica. Tambin la adoptan implcita-mente aquellos escritores modernos que creen, por ejemplo, que el principalproblema estriba en la cuestin: Quines deben mandar, los capitalistas olos trabajadores?

    Sin entrar en una crtica detallada del tema, sealar, sin embargo,que pueden formularse serias objeciones contra la aceptacin apresurada eimplcita de esta teora. Cualesquiera sean sus mritos especulativos, trta-se, por cierto, de una suposicin nada realista. Ningn poder poltico haestado nunca libre de todo control y mientras los hombres sigan siendohombres (mientras no se haya materializado Un mundo mejor), no podrdarse el poder poltico absoluto e ilimitado. Mientras un solo hombre nopueda acumular el suficiente podero fsico en sus manos para dominar atodos los dems, deber depender de sus auxiliares. Aun el tirano mspoderoso depende de su polica secreta, de sus secuaces y de sus verdu-gos. Esta dependencia significa que su poder, por grande que sea, no esincontrolado y que, por consiguiente, debe efectuar concesiones, equili-brando las fuerzas de los grupos antagnicos. Esto significa que existenotras fuerzas polticas, otros poderes aparte del suyo y que slo puedeejercer su mando utilizando y pacificando estas otras fuerzas. Lo cual de-muestra que an los casos extremos de soberana no poseen nunca el carc-ter de una soberana completamente pura. Jams puede darse en la prcticael caso de que la voluntad o el inters de un hombre (o, si esto fueraposible, la voluntad o el inters de un grupo) alcance su objetivo directa-mente, sin ceder algn terreno a fin de ganar para s las fuerzas que nopuede someter. Y en un nmero abrumador de casos, las limitaciones depoder poltico, van todava mucho ms lejos.

    Insisto en esos puntos empricos, no porque desee utilizarlos como

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    argumento, sino tan slo para evitar objeciones infundadas. Nuestra tesises que toda teora de la soberana omite la consideracin de un problemamucho ms fundamental, esto es, de si debemos o no esforzarnos por lograrel control institucional de los gobernantes mediante el equilibrio de susfacultades con otras facultades ajenas a los mismos. Lo menos que pode-mos hacer es prestar cuidadosa atencin a esta teora del control y elequilibrio. Las nicas objeciones que cabe hacer a esta concepcin son;(a) que dicho control es prcticamente imposible y (b) que resulta esencial-mente inconcebible, puesto que el poder poltico es fundamentalmente so-berano. A mi juicio los hechos refutan estas dos objeciones de carcterdogmtico y, junto con ellas, toda una serie de importantes concepciones(por ejemplo, la teora de que la nica alternativa a la dictadura de una clasees la de otra clase).

    Para plantear la cuestin del control institucional de los gobernantesbasta con suponer que los gobiernos no siempre son buenos o sabios. Sinembargo, puesto que me he referido a los hechos histricos, creo conve-niente confesar que me siento inclinado a darle mayor amplitud a esta supo-sicin. En efecto, me inclino a creer que rara vez se han mostrado los gober-nantes por encima del trmino medio, ya sea moral o intelectualmente, y s,frecuentemente, por debajo de ste. Y tambin me parece razonable adoptaren poltica el principio de que debemos siempre prepararnos para lo peoraunque tratemos, al mismo tiempo, de obtener lo mejor. Me parece simple-mente rayano en la locura basar todos nuestros esfuerzos polticos en lafrgil esperanza de que habremos de contar con gobernantes excelentes osiquiera capaces. Sin embargo, pese a la fuerza de mi conviccin en estesentido, debo insistir en que mi crtica a la teora de la soberana o dependede esas opiniones de carcter personal.

    Aparte de ellas y aparte de los argumentos empricos mencionadosms arriba contra la teora general de la soberana, existe tambin cierto tipode argumento lgico a nuestra disposicin para demostrar la inconsecuen-cia de cualquiera de las formas particulares de esta teora: dicho con msprecisin, puede drsele al argumento lgico formas diferentes, aunque an-logas, para combatir la teora de que deben ser los ms sabios quienesgobiernen, o bien de que deben serlo los mejores, las leyes, la mayora, etc.Una forma particular de este argumento lgico se dirige contra cierta ver-sin demasiado ingenua del liberalismo, de la democracia y del principio deque debe gobernar la mayora; dicha forma es bastante semejante a la cono-cida Paradoja de la libertad, utilizada por primera vez y con gran xito,porPlatn. En su crtica de la democracia y en su explicacin del surgimiento dela tirana, Platn expone implcitamente la siguiente cuestin: qu pasa si la

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    voluntad del pueblo no es gobernarse a s mismo sino cederle el mando a untirano? El hombre libre sugiere Platn puede ejercer su absoluta libertad,desafiando primero, a las leyes, y, luego, a la propia libertad, auspiciando eladvenimiento de un tirano. No se trata aqu, en modo alguno, de una posibi-lidad remota, sino de un hecho repetido infinidad de veces en el curso de lahistoria; y cada vez que se ha producido, ha colocado en una insosteniblesituacin intelectual a todos aquellos demcratas que adoptan, como baseltima de su credo poltico, el principio del gobierno de la mayora u otraforma similar del principio de la soberana. Por un lado, el principio por ellosadoptado les exige que se opongan a cualquier gobierno menos al de lamayora, y, por lo tanto, tambin al nuevo tirano. Pero por el otro, el mismoprincipio les exige que acepten cualquier decisin tomada por la mayora y,de este modo, tambin el gobierno del nuevo tirano. La inconsecuencia desu teora les obliga, naturalmente, a paralizar su accin. Aquellos demcra-tas que exigimos el control institucional de los gobernantes por parte de losgobernados, en especial el derecho de terminar con cualquier gobierno porun voto de la mayora, debemos fundamentar estas exigencias sobre unabase mejor que la que puede ofrecernos la contradictoria teora de la sobera-na (en la prxima seccin de este mismo captulo veremos que esto esposible).

    Como ya vimos, Platn estuvo muy cerca de descubrir las paradojasde la libertad y de la democracia. Pero lo que Platn y sus sucesores pasa-ron por alto fue que todas las dems formas de la teora de la soberana danlugar a las mismas contradicciones. Todas las teoras de la soberana sonparadjicas. Por ejemplo, supongamos que hayamos escogido como la for-ma ideal de gobierno, del ms sabio o el mejor. Pues bien: el mssabio puede hallar en su sabidura que no es l sino el mejor quien debegobernar, y el mejor, a su vez, puede encontrar en su bondad que es lamayora la que debe gobernar. Cabe sealar que aun aquella forma de lateora de la soberana que exige el Imperio de la Ley es pasible de estamisma objecin. En realidad, esta dificultad ya haba sido advertida hacemucho tiempo, como lo demuestra la siguiente observacin de Herclito;La ley puede exigir, tambin, que sea obedecida la voluntad de Un SoloHombre.

    Sintetizando, diremos que la teora de la soberana se asienta sobreuna base sumamente dbil, tato emprica como lgicamente. Lo menos queha de exigirse es que no se la adopte sin antes examinar cuidadosamenteotras posibilidades.

    En realidad, no es difcil demostrar la posibilidad de desarrollar unateora del control democrtico que est libre de la paradoja de la soberana.

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    La teora a que nos referimos no procede de la doctrina de la bondad ojusticia intrnsecas del gobierno de la mayora, sino ms bien de la afirma-cin de la ruindad de la tirana; o, con ms precisin, reposa en la decisin,o en la adopcin de la propuesta, de evitar y resistir a la tirana.

    En efecto, podemos distinguir dos tipos principales de gobiernos. Elprimero, consiste en aquellos de los cuales podemos librarnos sin derrama-miento de sangre, por ejemplo, por medio de elecciones generales. Estosignifica que las instituciones sociales nos proporcionan los medios ade-cuados para que los gobernantes puedan ser desalojados por los goberna-dos, y las tradiciones sociales garantizan que estas instituciones no seanfcilmente destruidas por aquellos que detentan el poder. El segundo tipoconsiste en aquellos de los cuales los gobernados slo pueden librarse pormedio de una revolucin, lo cual equivale a decir que, en la mayora de loscasos, no pueden librarse en absoluto. Se nos ocurre que el trmino demo-cracia podra servir a manera de rtulo conciso para designar el primer tipode gobierno, en tanto que el trmino tirana o dictadura podra reservar-se para el segundo, pues ello estara en estrecha correspondencia con lausanza tradicional. Sin embargo, se quiere dejar bien en claro que ningunaparte de nuestro razonamiento depende en absoluto de la eleccin de estosrtulos y que, en caso de que alguien quisiera invertir esta convencin(como suele hacerse en la actualidad), nos limitaremos simplemente a decirque nos declaramos en favor de lo que ese alguien denomina tirana y encontra de lo que llama democracia, rehusndonos siempre a realizar cual-quier tentativa por juzgarla inoperante de descubrir lo que la democra-cia significa real o esencialmente; por ejemplo, tratando de traducir eltrmino a la frmula el gobierno del pueblo. (En efecto, si bien el pueblopuede influir sobre los actos de sus gobernantes mediante la facultad dearrojarlos del poder, nunca se gobierna a s mismo, en un sentido concreto oprctico.

    Si, tal como hemos sugerido, hacemos uso de los dos rtulos pro-puestos, entonces podremos considerar que el principio de la poltica demo-crtica consiste en la decisin de crear, desarrollar y proteger experienciaslo servira para demostrarle que no existe en la realidad ningn mtodoperfecto para evitar la tirana. Pero esto no tendr por qu debilitar su deci-sin de combatirla ni demostrar tampoco que su teora es inconsistente.

    Volviendo a Platn, hallamos que con su insistencia en el problemade quienes deben gobernar, dio por sentada, tcitamente, la teora generalde la soberana. Se elimina de este modo, si siquiera plantearlo, el problemadel control institucional de los gobernantes y del equilibrio institucional desus facultades. El mayor inters se desplaza, as, de las instituciones hacia

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    las personas, de modo que el problema ms urgente es el de seleccionar alos jefes naturales y adiestrarlos para el mando.

    En razn de este hecho, hay quienes creen que en la teora platnicael bienestar del Estado constituye, en ltima instancia, una cuestin tica yespiritual, dependiente de las personas y de la responsabilidad personal,ms que del establecimiento de instituciones impersonales. A mi juicio, estaconcepcin del platonismo es superficial. Todos los regmenes polticos alargo plazo son institucionales. Y de esta verdad no se escapa ni el mismoPlatn. El principio del conductor o lder no reemplaza los problemas institu-cionales por problemas de personas, sino que crea, tan slo, nuevos proble-mas institucionales. Como no tardaremos en ver, llega incluso a cargar a lasinstituciones con una tarea que supera con mucho lo que cabe esperar,razonablemente de una simple institucin, esto es, con la tarea de seleccio-nar a los futuros conductores. Sera un error, por consiguiente, considerarque la diferencia que media entre la teora del equilibrio y la teora de lasoberana corresponde a la que separa al institucionalismo del personalis-mo. El principio platnico de la conduccin se halla a considerable distanciadel personalismo puro, puesto que involucra el funcionamiento de ciertasinstituciones; en realidad podra decirse, incluso, que el personalismo puroes completamente imposible. No obstante, debemos apresurarnos a decir,asimismo, que tampoco es posible el institucionalismo puro. El estableci-miento de instituciones no slo involucra importantes decisiones persona-les, sino que hasta el funcionamiento de las mejores instituciones, como lasdestinadas al control y equilibrio democrticos, habr de depender siempreen grado considerable de las personas involucradas por las mismas. Lasinstituciones son como las naves, deben hallarse bien ideadas y tripuladas.

    Esta distincin entre el elemento personal y el institucional en unasituacin social dada es un punto frecuentemente olvidado por los crticosde la democracia. En su gran mayora, se declaran insatisfechos con lasinstituciones democrticas porque encuentran que stas no bastan necesa-riamente para impedir que un Estado o una poltica caigan por debajo dedeterminados patrones morales o exigencias polticas. Pero estos crticosyerran al dirigir su ataque: no se dan cuenta de lo que cabe esperar de lasinstituciones democrticas ni de lo que cabra esperar de su supresin. Lademocracia (utilizando este rtulo en el sentido especificado anteriormente),suministra el marco institucional para la reforma de las instituciones polti-cas. As, hace posible la reforma de las instituciones sin el empleo de laviolencia y permite, de este modo, el uso de la razn en la ideacin de lasnuevas instituciones y en el reajuste de las antiguas. Lo que no puedesuministrar es la razn. La cuestin de los patrones intelectuales y morales

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    de sus ciudadanos es, e gran medida, un problema personal. (A mi juicio laidea de que este problema puede ser resuelto, a su vez, por medio de uncontrol institucional eugensico y educativo es errada; ms adelante darlas razones que abonan este parecer). Constituye una actitud completamen-te equivocada culpar a la democracia por los defectos polticos de un Esta-do democrtico. Ms bien deberamos culparnos a nosotros mismos, esdecir, a los ciudadanos del Estado democrtico. En un Estado no-democrti-co, la nica manera de alcanzar cualquier reforma razonable consiste en elderrocamiento violento del gobierno y la introduccin de un sistema demo-crtico. Aquellos que critican la democracia sobre una base moral pasapor alto la diferencia que media entre los problemas personales y los institu-cionales. Es a nosotros a quienes corresponde mejorar las realidades quenos rodean. Las instituciones democrticas no pueden perfeccionarse por smismas. El problema de mejorarlas ser siempre un problema ms de perso-nas que de instituciones. Pero si deseamos efectuar progresos, deberemosdejar claramente establecido qu instituciones deseamos mejorar.

    8. La Crtica al Marxismo:El Determinismo Sociolgico de Marx

    Siempre ha formado parte de la estrategia de la rebelin contra lalibertad sacar partido de los sentimientos sin desperdiciar las propias ener-gas e vanos esfuerzos para destruirlos. Las ideas ms caras a los humani-taristas frecuentemente han sido proclamadas a voz en cuello por sus mor-tales enemigos, quienes, de este modo, entraron disfrazados de amigos alcampo humanitarista, provocando la desunin y confusin ms completas.La estratagema ha tenido, generalmente, un gran xito, como lo muestra elhecho de que muchos humanitaristas autnticos reverencian la idea platni-ca de la justicia, la idea medieval del autoritarismo cristiano, la idea deRousseau de la voluntad general o las ideas de Fichte y Hegel de lalibertad nacional. No obstante, este mtodo de asaltar, dividir y confundirel campo humanitarista, estructurando una quinta columna intelectual, engran parte inconsciente y, por lo tanto, doblemente eficaz, alcanz su mayorxito slo despus que el hegelianismo se hubo establecido como base deun movimiento verdaderamente humanitarista, a saber, el marxismo, la formams pura, ms desarrollada y ms peligrosa del historicismo, de todas lasque hemos examinado hasta ahora.

    Resulta tentador explayarse sobre las grandes similitudes que existeentre el marxismo, el ala izquierda hegeliana, y su contraparte fascista. Sin

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    embargo, sera profundamente injusto pasar por alto la diferencia que lassepara. Pese a que su origen intelectual es casi idntico, no puede dudarsedel impulso humanitario que mueve al marxismo. Adems, en franco con-traste con los hegelianos del ala derecha, Marx realiz una honesta tentativade aplicar los mtodos racionales a los problemas ms urgentes de la vidasocial. El valor de esa tentativa no es menoscabado por el hecho de que engran medida no haya tenido xito, segn trataremos de demostrar. La cien-cia progresa mediante el mtodo de la prueba y el error. Marx prob, y sibien err en sus principales conceptos, no prob en vano. Su labor sirvipara abrir los ojos y aguzar la vista de muchas maneras. Ya resulta inconce-bible, por ejemplo, un regreso a la ciencia social anterior a Marx, y es mucholo que todos los autores modernos le deben a ste, aun cuando no lo sepan.Esto vale especialmente para aquellos que no estn de acuerdo con susteoras, como en mi caso, no obstante lo cual admito abiertamente que mitratamiento de Platn y Hegel, por ejemplo, lleva el sello inconfundible desu influencia.

    No se puede hacer justicia a Marx sin reconocer su sinceridad. Suamplitud de criterio, su sentido de los hechos, su desconfianza de las meraspalabras y, en particular, de la verbosidad moralizante, le convirtieron enuno de los luchadores universales de mayor influencia contra la hipocresay el farisesmo. Marx se sinti movido por el ardiente deseo de ayudar a losoprimidos y tuvo plena conciencia de la necesidad de ponerse a prueba noslo en las palabras sino tambin en los hechos. Dotado principalmente detalento terico, dedic ingentes esfuerzos a forjar lo que l supona lasarmas cientficas con que se podra luchar para mejorar la suerte de la granmayora de los hombres. A mi juicio, la sinceridad en la bsqueda de laverdad y su honestidad intelectual lo distinguen netamente de muchos desus discpulos (si bien no escap por completo, desgraciadamente, a lainfluencia corruptora de una educacin impregnada por la atmsfera de ladialctica hegeliana, destructora de toda inteligencia (segn Schopen-hauer). El inters de Marx por la ciencia y la filosofa sociales era, fundamen-talmente, de carcter prctico. Slo vio en el conocimiento un medio apro-piado para promover el progreso del hombre.

    Por qu, entonces, atacar a Marx? Pese a todos sus mritos, Marxfue, a mi entender, un falso profeta. Profetiz sobre el curso de la historia ysus profecas no resultaron ciertas. Sin embargo, no es sta mi principalacusacin. Mucho ms importante es que haya conducido por la sendaequivocada a docenas de poderosas mentalidades, convencindolas de quela profeca histrica era el mtodo cientfico indicado para la resolucin delos problemas sociales. Marx es responsable de la devastadora influencia

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    del mtodo del pensamiento historicista en las filas de quienes desean de-fender la causa de la sociedad abierta.

    Pero, es cierto que el marxismo sea una expresin pura del histori-cismo? No hay cierto grado de tecnologa social en el marxismo? El hechode que Rusia haya realizado audaces y a veces exitosos experimentos en elcampo de la ingeniera social ha llevado a muchos a la conclusin de que elmarxismo, como ciencia o credo que sirve de base a la experiencia rusa, debeser una especie de tecnologa social o, por lo menos, favorable a su prcti-ca. Sin embargo, nadie que conozca un poco acerca de la historia del marxis-mo puede cometer este error. El marxismo es una teora puramente histrica,una teora que aspira a predecir el curso futuro de las evoluciones econmi-cas y, en especial, de las revoluciones. Como tal, no proporcion ciertamen-te la base de la poltica del partido comunista ruso despus de su adveni-miento al poder poltico. Puesto que Marx haba prohibido, prcticamente,toda tecnologa social a la que acusaba de utpica sus discpulos rusosse encontraron, en un principio, totalmente desprevenidos y faltos de pre-paracin para acometer las grandes empresas necesarias en el campo de laingeniera social. Como no tard en comprender Lenin, de poco o nadaserva la ayuda que poda prestar el marxismo en los problemas de la econo-ma prctica. No conozco a ningn socialista que se haya ocupado deestos problemas, expres Lenin, despus de su advenimiento al poder;nada de esto se hallaba escrito en los textos bolchequives, o en los de losmencheviques. Tras un periodo de infructuosa experimentacin, el llamadoperiodo de la batalla comunista, Lenin decidi adoptar ciertas medidasque significaban, en realidad, una regresin limitada y pasajera a la empresaprivada. La llamada N.E.P. (Nueva Poltica Econmica) y los experimentosposteriores planes quinquenales, etc. no tienen absolutamente nada quever con las teoras del socialismo cientfico sustentadas en otro tiempo porMarx y Engels. No es posible apreciar cabalmente ni la situacin peculiar enque se encontr Lenin antes de introducir el N.E.P., ni sus conquistas, sin ladebida consideracin de este punto. Las vastas investigaciones econmi-cas de Marx no rozaron siquiera los problemas de una poltica econmicaconstructiva, por ejemplo, la planificacin econmica. Como admite Lenin,difcilmente haya una palabra sobre la economa del socialismo en laobra de Marx, aparte de esos intiles lemas como el de dar a cada unosegn su capacidad y a cada uno de acuerdo con su necesidad. La raznestriba en que la investigacin econmica de Marx se halla completamentesupeditada a su profetizar histrico. Pero cabe decir ms an. Marx destaccon vehemencia la oposicin existente entre el mtodo puramente historicis-ta y toda tentativa de realizar un anlisis econmico en funcin de una

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    planificacin racional. Marx acus a los intentos de este tipo de utpicos eilcitos. En consecuencia, los marxistas ni siquiera estudiaron lo que losllamados economistas burgueses haban logrado en este campo. Por sueducacin, se hallaba todava menos preparados para la obra constructivaque los propios economistas burgueses.

    Marx crey ver su misin especfica en la liberacin del socialismode su trasfondo sentimental, moralista y visionario. El socialismo deba pa-sar de la etapa utpica a la cientfica; deba basarse en el mtodo cientficode la causa y el efecto y en la prediccin cientfica. Y puesto que suponaque la prediccin en el campo de la sociedad deba ser la misma que laprofeca histrica, el socialismo cientfico habra de basarse en el estudio delas causas y efectos histricos y, finalmente, en la profeca de su propioadvenimiento.

    Los marxistas, cuando encuentran que sus teoras son blanco deataques, se retira a menudo a la posicin de que el marxismo no es, primor-dialmente, tanto una doctrina como un mtodo. Afirman, as, que aun en elcaso de que alguna parte particular de las doctrinas de Marx o de algunosde sus discpulos fuera superada, su mtodo seguira siendo inexpugnable.A mi entender, es perfectamente correcto insistir en que el marxismo consti-tuye, fundamentalmente, un mtodo. Pero ya no es tan correcto creer que,como mtodo, haya de estar a salvo de todo ataque. El hecho es, simple-mente, que todo aquel que quiera juzgar al marxismo deber considerarlo ycriticarlo como mtodo, es decir, que tendr que medirlo con sus patronesmetodolgicos. As, deber preguntarse si es un mtodo fructfero o estril,es decir, si es o no capaz de estimular la labor de la ciencia. De este modo,los patrones mediante los cuales debemos juzgar el mtodo marxista, son denaturaleza prctica. Al describir al marxismo como la forma pura del histori-cismo creo haber dejado bien sentado que, a mi juicio, el mtodo marxistaes, en verdad, sumamente pobre.

    Marx mismo hubiera estado de acuerdo con este enfoque prctico dela crtica de su mtodo, pues fue l uno de los primeros filsofos en desarro-llar las concepciones denominadas, ms tarde, pragmticas. Marx se vioconducido a esa posicin, creo yo, por su convencimiento de que el polticoprctico, con lo cual debe entenderse, por supuesto, el poltico socialista,necesitaba urgentemente un fundamento cientfico. La ciencia, pensabaMarx, debe producir resultados prcticos. Miremos siempre los frutos, lasconsecuencias prcticas de una teora! Ellos nos habla, incluso, de su es-tructura cientfica. Una teora o una ciencia que no produce resultados prc-ticos se limita a interpretar, tan slo, el mundo en que vivimos; sin embargo,puede y debe hacer ms, debe transformar al mundo. Los filsofos

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    escribi Marx en los albores de su carrera slo han interpretado al mundode diversas maneras; lo importante, sin embargo, es cambiarlo. Fue quizesta actitud pragmtica la que le hizo anticipar la importante teora metodo-lgica de los pragmatistas posteriores, de que la tarea ms caracterstica dela ciencia o est en adquirir conocimientos sobre hechos pretritos, sino enpredecir el futuro.

    Esta insistencia en la prediccin cientfica descubrimiento metodo-lgico de gran importancia y significacin para el progreso no llev aMarx, desgraciadamente, por el buen camino. En efecto, el argumento plau-sible de que la ciencia puede predecir el futuro slo si el futuro se hallapredeterminado si el futuro, por as decirlo, se halla presente en el pasado,incrustado en ste lo condujo a sustentar la falsa creencia de que unmtodo rigurosamente cientfico debe basarse en un determinismo rgido.Las inexorables leyes de la naturaleza y del desarrollo histrico de Marx,revelan ntidamente la influencia de la atmsfera laplaciana y de los materia-listas franceses. Pero actualmente podemos decir que la creencia de que lostrminos cientfico y determinista son, si no sinnimos, al menos miem-bros de una pareja inseparable, es una de las tantas supersticiones de otrostiempos que todava no ha caducado completamente. Puesto que nuestrointers se centra principalmente en las cuestiones de mtodo, debemos feli-citarnos de que al examinar el aspecto metodolgico sea totalmente innece-sario embarcarse en una polmica con respecto al problema metafsico deldeterminismo. En efecto, cualquiera fuera el resultado de esas controversiasmetafsicas, como, por ejemplo, la relacin entre la teora de los quanta y ellibre albedro hay, sin embargo, algo seguro. No existe ningn tipo dedeterminismo, ya sea que se lo exprese como el principio de la uniformidadde la naturaleza o como la ley de la causacin universal, que pueda seguirsiendo considerado un supuesto necesario del mtodo cientfico; en efecto,la fsica, la ms adelantada de todas las ciencias, nos ha demostrado, noslo que puede arreglarse sin semejantes supuestos sino tambin que hastacierto punto, hay hechos que los contradicen. No puede decirse, por consi-guiente, que el mtodo cientfico favorezca la adopcin del determinismoestricto. La ciencia puede ser rigurosamente cientfica sin necesidad de estesupuesto. Claro que no cabe culpar a Marx de haber sostenido lo contrario,cuando los mejores hombres de ciencia de su poca adoptaron idnticaactitud.

    Cabe advertir que no fue tanto la doctrina abstracta, terica, deldeterminismo lo que desvi a Marx del buen camino, sino ms bien la in-fluencia prctica de esta doctrina sobre su visin del mtodo cientfico,sobre su visin de los objetivos y posibilidades de una ciencia social. La

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    idea abstracta de las causas que determinan las evoluciones socialeses, como tal, perfectamente inofensiva mientras no conduzca al historicis-mo. Y, en verdad, no hay ninguna razn para que esta idea haya de inducir-nos a adoptar una actitud historicista hacia las instituciones sociales, enextrao contraste con la actitud evidentemente tecnolgica asumida portodo el mundo y, en particular, por los deterministas, hacia el maquinismomecnico o elctrico. No hay ninguna razn para que creamos que, entretodas las ciencias, ha de ser la ciencia social la nica capaz de realizar elviejo sueo de poder revelar lo que el futuro nos reserva. Esta creencia en laadivinacin cientfica no se basa solamente entre el concepto de la predi-leccin cientfica, tal como la conocemos en el campo de la fsica o de laastronoma, y las profecas histricas en gran escala, que nos anticipan engrandes lneas las tendencias principales del futuro desarrollo de la socie-dad. Estos dos tipos de prediccin son sumamente diferentes (como hetratado de demostrar en otra parte), y el carcter cientfico del primero noconstituye argumento alguno en favor del carcter cientfico del segundo.

    La concepcin historicista de Marx de los objetivos de la cienciasocial trastorn profundamente el pragmatismo que originalmente lo habainducido a insistir sobre la funcin predictiva de la ciencia. Ella lo oblig amodificar su idea original de que la ciencia poda y deba transformar elmundo. En efecto, si haba de existir una ciencia social y, en consecuencia,el profetizar histrico, el curso principal de la historia deba hallarse prede-terminado y ni la buena voluntad ni la razn tendran facultades suficientespara alterarlo. Todo lo que nos quedaba por hacer, dentro del radio de unainterferencia razonable, era asegurarnos, mediante la profeca histrica, culsera el curso de este desarrollo. Cuando una sociedad ha descubierto expresa Marx en su obra El Capital la ley natural que determina su pro-pio movimiento... aun entonces no puede ni superponer las fases naturalesde su evolucin, ni desecharlas de un plumazo. Pero s puede hacer esto:abreviar y disminuir los dolores del nacimiento. He ah, pues, las ideas quellevaron a Marx a acusar de utopistas a todos aquellos que mirasen lasinstituciones sociales con los ojos del ingeniero social, considerndolassujetas a la razn y voluntad humanas, y como parte de una esfera suscepti-ble de ser planificada racionalmente. Para Marx, estos utopistas intenta-ban vanamente guiar con sus frgiles manos humanas la colosal nave de lasociedad contra las corrientes y tormentas naturales de la historia. Todo loque un hombre de ciencia poda hacer en este caso, pensaba Marx, erapr