política efímera

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Política efímera Eduard Moreno En pocos días se levantaran de nuevo las carpas “impolutas” de ese circo llamado democracia. Las gentes del común –sí, esos como usted y como yo- van y vienen rumoreando las intrigas que se desataran en las urnas. Los medios de comunicación hacen sus respectivos llamados de guerra. En Bogotá, los días pasan entre el bochorno de las tardes, el silbido frenético de los ronquidos de los autos y el frío matinal que cala en los huesos y nubla la mirada. En los cerros orientales, mojados por la bruma de la madrugada, bajan apresurados los sueños de progreso y ahorro. Los sueños de viernes festivos, descansos de fútbol y caminatas desconcertantes en esos centros comerciales tan ajenos. En los trancones que caminan a empujones por las arterias de una ciudad de nadie, los carros se polarizan en una odiosa tentativa de verdad. Las calcomanías de azul agua marina, que dicen votar por Peñalosa, se aposan en las camionetas ultimo modelo que, desde la sabana, intentan atravesar la ciudad. Entre tanto, metidos en algún vehículo amarillo, que además van sólo a donde les conviene, algún taxista experto diserta sobre lo que debería pasar con esa Bogotá que dice conocer. – ¡Que Clara no!, Esa es una guerrillera igual que Petro-; -Que Pardo tiene algo que no convence-; - Que Peñalosa quiere arreglar los problemas que él mismo dejo desde su administración-; -Que Pachito es un bruto-. Los comentarios van y vienen. Las campañas se acusan mutuamente. Los antiguos enemigos se unen con la esperanza de recuperar algo que simplemente no se puede recuperar, porque no es una propiedad privada –o, ¿sí?-. En cuanto el circo ultima sus detalles, y los saltimbanquis preparan sus últimas maromas, la rutina de una ciudad que nació envejecida continua marcando los ritmos inamovibles de miles de sujetos. El campo político sigue haciendo sus apuestas y juegos de fuerza. La derecha radical avanza con slogans temerarios y enjuiciadores, la derecha en el poder quiere despejar una autopista hacia el nobel de paz y el centro simplemente es un remedo de indecisión. En medio de

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En pocos días se levantaran de nuevo las carpas “impolutas” de ese circo llamado democracia. Las gentes del común –sí, esos como usted y como yo- van y vienen rumoreando las intrigas que se desataran en las urnas. Los medios de comunicación hacen sus respectivos llamados de guerra.

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Page 1: Política Efímera

Política efímera

Eduard Moreno

En pocos días se levantaran de nuevo las carpas “impolutas” de ese circo llamado democracia. Las gentes del común –sí, esos como usted y como yo- van y vienen rumoreando las intrigas que se desataran en las urnas. Los medios de comunicación hacen sus respectivos llamados de guerra. En Bogotá, los días pasan entre el bochorno de las tardes, el silbido frenético de los ronquidos de los autos y el frío matinal que cala en los huesos y nubla la mirada. En los cerros orientales, mojados por la bruma de la madrugada, bajan apresurados los sueños de progreso y ahorro. Los sueños de viernes festivos, descansos de fútbol y caminatas desconcertantes en esos centros comerciales tan ajenos. En los trancones que caminan a empujones por las arterias de una ciudad de nadie, los carros se polarizan en una odiosa tentativa de verdad. Las calcomanías de azul agua marina, que dicen votar por Peñalosa, se aposan en las camionetas ultimo modelo que, desde la sabana, intentan atravesar la ciudad. Entre tanto, metidos en algún vehículo amarillo, que además van sólo a donde les conviene, algún taxista experto diserta sobre lo que debería pasar con esa Bogotá que dice conocer. – ¡Que Clara no!, Esa es una guerrillera igual que Petro-; -Que Pardo tiene algo que no convence-; -Que Peñalosa quiere arreglar los problemas que él mismo dejo desde su administración-; -Que Pachito es un bruto-. Los comentarios van y vienen. Las campañas se acusan mutuamente. Los antiguos enemigos se unen con la esperanza de recuperar algo que simplemente no se puede recuperar, porque no es una propiedad privada –o, ¿sí?-. En cuanto el circo ultima sus detalles, y los saltimbanquis preparan sus últimas maromas, la rutina de una ciudad que nació envejecida continua marcando los ritmos inamovibles de miles de sujetos. El campo político sigue haciendo sus apuestas y juegos de fuerza. La derecha radical avanza con slogans temerarios y enjuiciadores, la derecha en el poder quiere despejar una autopista hacia el nobel de paz y el centro simplemente es un remedo de indecisión. En medio de ese tire y afloje político, la izquierda se parapeta en consignas y esperanzas. La difusa izquierda política lucha para no perder el poder decisorio en Bogotá y la izquierda radical sueña con un ejercicio de no repetición que marque sus destinos, como ocurrió hace casi treinta años. ¿Y los sueños que bajan de los cerros? ¿Qué pasa con los transeúntes invisibles que juegan a opinar y hacer política? Nada. El próximo 26 de octubre, el sol se levantará igual y el frío llamará a las puertas de las gentes del cerro y de la sabana. La vida marcará de nuevo los ritmos y la supervivencia hilará su fina seda. Los viernes serán la tranquilidad malsana de la cerveza, el ruido estrambótico del vallenato o reggaetón y por fin la libertad de no estar en el trabajo. Los fines de semana seguirán siendo de fútbol y los centros comerciales se seguirán llenando de incautos admiradores. De repente todo queda más claro. El ruido del circo se aleja, pero deja el sinsabor de su visita. La mujer barbuda y el hombre cohete se quedan entre nosotros y nos recuerda que el círculo vicioso se repetirá. –Pero, ¡animo!, conmemoremos que estamos en el país más feliz del mundo-