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Política ambiental en situaciones de complejidad S. Funtowicz Joint Research Centre de la Comisión Europea, Ispra (Italia) J. Ravetz RMC Ltd., Londres (Inglaterra) Las políticas ambientales deben gestionar una realidad a menudo definida en términos meramente científicos, a pesar de que esa realidad se compone de incertidumbres y valores humanos que el análisis científico no contempla. La ciencia normal, por lo tanto, topa con serias dificultades para proponer soluciones a los problemas a los que se enfrenta la política ambiental. ¿Es la ciencia inútil? No, es insuficiente, y lejos de renunciar a la sistemática del estudio científico, la ciencia postnormal supone una ayuda para dotar de un enfoque nuevo a las estrategias de resolución de problemas. El medio ambiente, en relación con la política, es un campo especialmente estimulante. Existen innumerables detalles que afectan a muchos problemas concretos y que requieren análisis y gestiones diferenciadas. Además, no deben pasarse por alto las amplias cuestiones estratégicas que deben servir de base al trabajo normativo, como por ejemplo, los aspectos relacionados con la sostenibilidad. Hay que recordar que nada se puede realizar con un total aislamiento, pues las cuestiones están interrelacionadas, los problemas se extienden a diferentes niveles de espacio y tiempo y las incertidumbres de cualquier clase y de diferente grado de dificultad afectan tanto a los datos como a las teorías. Esta situación es nueva para los legisladores. Por un lado, el medio ambiente se encuentra en el ámbito de la ciencia: los fenómenos de interés pertenecen al mundo de la naturaleza. Por otro lado, los métodos de investigación son totalmente diferentes de aquellos concebidos para la ciencia occidental tradicional, que tuvo que conquistar y controlar la naturaleza. Ahora tenemos que gestionar nuestro entorno, adaptarnos a él y establecer algunas correcciones. Sabemos

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Política ambiental en situaciones de complejidad

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Page 1: Política ambiental en situaciones de complejidad  S. Funtowicz

Política ambiental en situaciones de complejidad S. Funtowicz Joint Research Centre de la Comisión Europea, Ispra (Italia)

J. Ravetz RMC Ltd., Londres (Inglaterra)

Las políticas ambientales deben gestionar una realidad a menudo definida en términos meramente científicos, a pesar de que esa realidad se compone de incertidumbres y valores humanos que el análisis científico no contempla. La ciencia normal, por lo tanto, topa con serias dificultades para proponer soluciones a los problemas a los que se enfrenta la política ambiental. ¿Es la ciencia inútil? No, es insuficiente, y lejos de renunciar a la sistemática del estudio científico, la ciencia postnormal supone una ayuda para dotar de un enfoque nuevo a las estrategias de resolución de problemas.  

El medio ambiente, en relación con la política, es un campo especialmente estimulante. Existen innumerables detalles que afectan a muchos problemas concretos y que requieren análisis y gestiones diferenciadas. Además, no deben pasarse por alto las amplias cuestiones estratégicas que deben servir de base al trabajo normativo, como por ejemplo, los aspectos relacionados con la sostenibilidad. Hay que recordar que nada se puede realizar con un total aislamiento, pues las cuestiones están interrelacionadas, los problemas se extienden a diferentes niveles de espacio y tiempo y las incertidumbres de cualquier clase y de diferente grado de dificultad afectan tanto a los datos como a las teorías.

Esta situación es nueva para los legisladores. Por un lado, el medio ambiente se encuentra en el ámbito de la ciencia: los fenómenos de interés pertenecen al mundo de la naturaleza. Por otro lado, los métodos de investigación son totalmente diferentes de aquellos concebidos para la ciencia occidental tradicional, que tuvo que conquistar y controlar la naturaleza. Ahora tenemos que gestionar nuestro entorno, adaptarnos a él y establecer algunas correcciones. Sabemos que no somos -y que realmente nunca hemos sido- «los amos y poseedores de la Naturaleza» que Descartes imaginaba cuando describía nuestra función en el mundo (Descartes, 1638).

Para ocuparnos de estos nuevos objetivos necesitamos nuevas herramientas intelectuales. Una imagen de la realidad que reduce los fenómenos complejos a elementos sencillos y atómicos puede ser muy efectiva para la experimentación controlada y la construcción de la teoría abstracta, pero no es el enfoque más conveniente para las tareas de la política medioambiental actual. El pensamiento

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científico busca regularidad, simplicidad y certidumbre en los fenómenos y en las intervenciones, pero estos factores pueden reprimir la comprensión de los problemas y pueden dificultarnos la visión de los métodos apropiados para solucionarlos.  A continuación presentaremos y explicaremos varios conceptos que pueden aportar elementos de un marco que nos ayudará a entender los problemas medioambientales. Son conceptos nuevos y todavía se están desarrollando. No existe ninguna ortodoxia que afecte a su contenido o a las condiciones de su aplicación.

El primer concepto que trataremos será el de complejidad, que es el concepto principal y que hace referencia a la estructura y a las propiedades de los fenómenos y a los problemas de la política medioambiental. Los sistemas complejos no sólo son complicados; por su naturaleza, implican una pluralidad de perspectivas legítimas y de muchos puntos que no son del todo verificables, con lo cual se crean muchas incertidumbres. Por este motivo, las metodologías de la ciencia tradicional, basadas en experimentos de laboratorio, son poco adecuadas para este nuevo contexto.

La metodología más general para solucionar problemas complejos relacionados con la ciencia es la ciencia postnormal (Funtowicz y Ravetz 1993, 1997a), que se centra en unos aspectos de la solución de problemas que no se acostumbran a tratar en la práctica científica habitual: la incertidumbre y el exceso de valores. Además, este tipo de ciencia aporta razones coherentes sobre la necesidad de que se participe más en los procesos de la política científica, sobre todo teniendo en cuenta las nuevas tareas de garantía de calidad en estas áreas problemáticas.

Complejidad

Es muy probable que cualquier persona que intente comprender los problemas del medio ambiente quede desconcertada al ver la cantidad de problemas existente, su variedad y su complicación. La tentación natural es intentar reducir estos problemas, convertirlos en elementos más sencillos y manejables, como si se tratara de modelos matemáticos y simulaciones de ordenador. Al fin y al cabo, éste ha sido el método más satisfactorio de la ciencia y la tecnología occidental hasta nuestros días. Pero los problemas medioambientales tienen unas características concretas, por lo que los métodos reduccionistas no logran los éxitos deseados. Con el término complejidad queremos hacer referencia a estos problemas.

La complejidad es una propiedad que tienen ciertos tipos de sistemas; de hecho, se establece una distinción entre sistemas simples y sistemas complejos. Los sistemas simples se pueden observar (en la teoría o en la práctica) mediante un análisis simple, lineal y determinista. Así son las explicaciones científicas clásicas, sobre todo aquellas de los campos que disfrutan de un gran prestigio, como la

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física matemática. A veces este tipo de sistema necesita más variables para ser explicado o controlado de las que, sencillamente, se pueden utilizar en la teoría. Cuando esto ocurre, el cometido requiere otros métodos y el sistema se complica. La distinción entre ciencia e ingeniería -ésta última acaece cuando están en juego más de media docena de variables- es un buen ejemplo de la distinción entre sistemas simples y complejos.

Con la auténtica complejidad, debemos afrontar distintos fenómenos. Hay muchas definiciones de complejidad -todas con puntos en común- que derivan de las diversas áreas de la práctica científica con sistemas ecológicos, organismos, instituciones sociales o simulaciones artificiales de cualquiera de estos ejemplos. En este artículo utilizamos una visión más general de este concepto. En primer lugar, pensamos en un sistema -conjunto de elementos y subsistemas- definido por sus relaciones dentro de una especie de jerarquía o jerarquías. Esta jerarquía puede ser de inclusión o de escala, como en el caso de un ecosistema con (pongamos por caso) una laguna, un arroyo, la cuenca y la región, a un nivel ascendente. O puede ser una jerarquía de función, como en un organismo con diferentes órganos. Una especie y cada uno de sus miembros forman un sistema con jerarquías de inclusión y de función. Los sistemas medioambientales pueden incluir también subsistemas humanos e institucionales, que a su vez son sistemas. Este tipo de sistema es muy especial, se le denomina reflexivo. Además, en estos sistemas, los elementos tienen fines propios, que pueden conseguir de modo independiente o, incluso, oponiéndose a las funciones asignadas por la jerarquía (Funtowicz y Ravetz 1997b).

En primer lugar un sistema es un constructo intelectual que algunos humanos han impuesto a un conjunto de fenómenos y a sus explicaciones. A veces es necesario dejar al observador fuera del sistema, pero en los casos de sistemas con componentes humanos e institucionales, esto es contraproducente. Así pues, en sistemas medioambientales,  el observador y el analista están arraigados en sus propios sistemas sociales, geográficos y cognitivos. Desde un punto de vista político, una de las propiedades más básicas de los sistemas complejos analizados y observados se puede denominar «la teoría del elefante», con lo que se quiere hacer referencia a la fábula india que trata de cinco hombres ciegos que, tocando la pata de un elefante, intentan adivinar de que objeto se trata. Cada uno de ellos concibe el objeto según su propio proceso parcial de formación de imágenes. Después se permite que un observador desconocido vea el todo, no sólo una parte, y él es el único que ve que es un elefante. Esta parábola nos recuerda que los observadores y analistas de un sistema complejo operan con ciertos criterios de selección de fenómenos, estableciendo unas prioridades, y con unos valores y obligaciones intrínsecos. De hecho, esta selección en la observación y el análisis no es puramente subjetiva o arbitraria, pero lo que es obvio es que ninguno de los aspectos estudiados, individualmente, puede englobar todo el sistema. Al observar el proceso como un todo, nos podríamos preguntar si la conciencia de estas limitaciones existentes es inherente a la

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comprensión personal sistemática o si está excluida. De todos modos, en ausencia de esta conciencia, disponemos de unos conocimientos técnicos un poco anticuados y cuando el análisis se enriquece con estos conocimientos, obtenemos la ciencia postnormal.

Podemos explicar este concepto de un modo más sistemático, basándonos en dos propiedades clave de los sistemas complejos. Una de estas propiedades es la presencia de incertidumbres importantes e irreductibles de varios tipos en los análisis. La otra es la multiplicidad de perspectivas legítimas en cualquier problema. Por lo que se refiere a la incertidumbre, tenemos una especie de «efecto Heisenberg», donde los actos de observación y de análisis forman parte de la actividad del sistema que se está estudiando, y por tanto, lo influyen de varios modos. En sistemas sociales reflexivos es muy conocido, se refiere al riesgo moral, a las profecías autorrealizables y al pánico colectivo. Pero existe otra causa de incertidumbre muy característica de los sistemas complejos. Una causa que deriva del hecho de que cualquier análisis (de hecho, cualquier observación) tiene que tratar con un sistema artificial, normalmente truncado. Los conceptos que engloban la información existente sólo coincidirán accidentalmente con los límites y estructuras que son importantes para un problema político dado. Por eso las estadísticas sociales y medioambientales están disponibles normalmente (si existen) en agregados creados por los gobiernos, que tienen otras cosas en la cabeza. Los datos se han de someter a una interpretación, a una manipulación para que sean pertinentes para el problema que tienen entre manos. Además de las obvias y técnicas incertidumbres que comporta la recogida de datos, la información presentará unas incertidumbres estructurales aún más profundas, unas incertidumbres que no se podrán confrontar con el análisis cuantitativo, que de hecho puede ser decisivo para la calidad de la información presentada.

Un análisis similar nos lleva a la conclusión de que no existe una única perspectiva privilegiada de un sistema. Los criterios de selección de datos, un truncamiento de los modelos y la formación de conceptos teóricos están cargados de valores y los valores son aquellos insertados en el sistema societal o institucional en el que se ha desarrollado la ciencia. No se trata de proclamar el relativismo o la anarquía. Más bien se quiere recordar que el proceso de decisión sobre políticas medioambientales tiene que incluir el diálogo entre los que presentan un interés por el problema y los que se comprometen a solucionarlo. También se sugiere que el proceso hacia una decisión puede ser tan importante como los detalles de la decisión que finalmente se toma.

Como ejemplo de esta pluralidad de perspectivas, podemos imaginar a un grupo de personas mirando la ladera de una montaña. Una de estas personas ve un tipo concreto de bosque; otra se fija en una excavación arqueológica; otra, en un barrio periférico en construcción y otra descubre un problema de urbanismo. Cada

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persona utiliza su formación para evaluar lo que ve, en relación con su trabajo. Sus percepciones están condicionadas por una variedad de estructuras cognitivas e institucionales, con elementos explícitos y tácitos. En un proceso político, sus diferentes visiones podrían acabar en conflicto e, incluso, algunos interesados podrían llegar a negar la legitimidad de los compromisos y la validez de la percepción de los demás. Cada persona percibe su propio elefante, por así decirlo. La responsabilidad del supervisor es ver los sistemas parciales desde una perspectiva más amplia y encontrar alguna coincidencia entre todos ellos, para que se produzca un acuerdo o como mínimo una aquiescencia en una política. Para aquellos que tienen una tarea integradora, es útil comprender que esta diversidad y los posibles conflictos que surjan no son accidentes desafortunados que se puedan eliminar con una ciencia natural o social mejorada: son unos rasgos inherentes al carácter del sistema complejo, como la ladera de la montaña.

Estas dos propiedades clave de sistemas complejos -la incertidumbre radical y la pluralidad de perspectivas legítimas- ayudan a definir el programa. Demuestran por qué la política medioambiental no se puede formar alrededor del camino lineal idealizado de la acumulación de datos para después aplicarle el conocimiento científico. En realidad, la formación política está inmersa en un subsistema que a su vez forma parte de un sistema complejo global del que el problema medioambiental es otra parte.

Ciencia postnormal como puente entre los sistemas complejos y la política ambiental

La idea de una ciencia que sea postnormal comporta una cierta paradoja y posiblemente un aire de misterio. Por normalidad entendemos dos cosas. Una es la idea de una ciencia de investigación que consiste normalmente en resolver enigmas dentro de un paradigma incontestable e indiscutible, ésta es la teoría de T.S. Kuhn (Kuhn 1962). La otra es la presunción de que la política medioambiental todavía es normal, de modo que la rutina de los expertos para resolver problemas proporciona una base adecuada de conocimiento para las decisiones políticas. Obviamente, los investigadores y los expertos tienen que realizar una rutina de trabajo con problemas a pequeña escala; la cuestión es cómo establecen el marco de estudio, quién lo establece y con qué grado de conciencia del proceso. En una situación normal, hablando de ciencia o política, el proceso se realiza en gran parte de modo implícito y es aceptado inconscientemente por aquellos que quieren formar parte de él. La gran lección de los últimos años es que esto ya no es válido. Es lo que se podría denominar «rechazo  de la espléndida narrativa» postmoderna o política verde, que nos parece bien siempre que se haga fuera de nuestro ámbito. Sean cuales sean las causas, no podemos continuar asumiendo la presencia de este tipo de normalidad del proceso político, sobre todo en relación con el medio ambiente.

Lo que nos lleva a la ciencia postnormal es que en las ciencias que dependen de

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los resultados en relación con los debates medioambientales, normalmente los hechos son inciertos, los valores son discutibles, los intereses son importantes y las decisiones, urgentes.

Alguien puede decir que estos aspectos no se tendrían que englobar bajo el paraguas de la ciencia, pero la respuesta podría ser que estos problemas están en todas partes y que cuando se hace referencia a la ciencia (como tiene que ser), las condiciones son todo menos normales. La distinción de hechos científicos objetivos duros y juicios valorizadores subjetivos suaves se ha invertido. Muy a menudo tenemos que tomar decisiones políticas duras cuando las aportaciones científicas con las que contamos son irremediablemente sencillas. La diferencia entre las antiguas y las nuevas condiciones se puede observar en las dificultades actuales de la aproximación económica clásica a la política medioambiental. Tradicionalmente, la economía intentaba mostrar cómo los objetivos sociales se podían alcanzar mejor mediante mecanismos que funcionaban automáticamente en un sistema esencialmente sencillo. La metáfora de la «mano invisible» de Adam Smith comportaba la idea de que la interferencia de la conciencia en los trabajos del sistema económico no haría ningún bien, sino todo lo contrario, mucho daño; y esta visión se ha mantenido hasta nuestros días. Ahora bien, para alcanzar la sostenibilidad, los mecanismos automáticos son claramente insuficientes. Incluso cuando se utilizan más los mecanismos de fijación de precios que el control para poner en práctica las políticas económicas, los precios los tiene que fijar, conscientemente, una agencia, que se convierte en una mano controladora sumamente visible. Si los hechos externos son inciertos e irreversibles, no pueden haber precios ecológicamente correctos en los mercados actuales (con estructuras de derechos de propiedad adecuadas) o en los mercados ficticios (mediante una valoración de contingentes o de otras técnicas económicas). En el mejor de los casos un sistema de toma de decisiones puede establecer los precios ecológicamente corregidos. Así pues, están en juego las hipótesis, las teorías, las visiones y los prejuicios de los agentes que fijan las políticas, y a veces todo ello es bastante visible de cara al público. Y el público también se da cuenta de las visiones opuestas y contrastadas en el terreno político, todas ellas plausibles y que no admiten refutación. He aquí un sistema social y teniendo presente los términos mencionados anteriormente, es realmente un sistema complejo, reflexivamente complejo.

El principio de calidad

En estos contextos de complejidad, existe un nuevo papel para la ciencia natural. Los hechos que se enseñan en los libros de texto continúan siendo necesarios, pero ya no son suficientes porque hacen referencia a una versión estandarizada del mundo natural, una visión a menudo relacionada con las condiciones artificialmente puras y estables de un experimento de laboratorio. El mundo real, con la interacción que mantenemos para obtener la sostenibilidad, no se parece demasiado a la situación del laboratorio. Aquellos que se han convertido en expertos acreditados por medio de unos estudios académicos tienen un

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conocimiento muy valioso de estos problemas prácticos. Pero posiblemente también se tendrán que recuperarse de los prejuicios adquiridos inconscientemente durante su aprendizaje. Al contrario de la impresión transmitida por los libros de texto, en la práctica muchos problemas tienen más de una respuesta plausible y muchos no tienen ninguna.

Además, en el mundo artificial de la formación académica, es completamente inconcebible que los problemas se puedan abordar y solucionar de un modo que no sea mediante los conocimientos acreditados de los expertos. Generalmente, los sistemas de gestión de problemas medioambientales que no se estudian desde el punto de vista científico y que no se pueden explicar con principios científicos son descartados como producto de la tradición ciega o de la causalidad. Y cuando personas sin titulación académica intentan participar en los procesos de innovación, evaluación o decisión, sus esfuerzos son vistos con menosprecio o desconfianza. Estas actitudes no surgen de la malevolencia; son el resultado inevitable de una formación científica que presupone y adoctrina sobre la presunción de que todos los problemas son sencillos y científicos y que se tienen que resolver con la analogía del libro de texto.

Pero cuando la analogía del libro de texto falla, la ciencia -en el contexto de la política- debe convertirse en ciencia postnormal. Cuando los hechos son inciertos, los valores discutibles, los intereses fuertes y las decisiones urgentes, el principio orientativo tradicional de la ciencia de investigación y el principio de consecución de la verdad o, como mínimo, del conocimiento objetivo se han de modificar sustancialmente. En las condiciones postnormales, estos conceptos pueden ser un lujo, incluso una irrelevancia. En la Ciencia postnormal el principio orientativo es mucho más fuerte: el principio de calidad.

Se podría argumentar que la calidad siempre ha sido el principio efectivo en la ciencia de investigación práctica, pero en realidad, la filosofía e ideología dominante de la ciencia a menudo la han olvidado. Para la ciencia postnormal, la calidad es crucial y hace más referencia al proceso que al producto. Los círculos políticos se percatan cada vez más de que en problemas medioambientales complejos donde faltan buenas soluciones y se necesita el soporte de todos los interesados, la calidad del proceso de toma de decisiones es absolutamente crítica para que la decisión obtenga buenos resultados. Este nuevo modo de ver las cosas se refiere tanto al aspecto científico de la toma de decisiones como a cualquier otro aspecto que resulte procedente.

Ciencia con valores

La ciencia postnormal se puede relacionar con las estrategias complementarias más tradicionales mediante un diagrama (ver figura 1). En este diagrama se pueden observar dos ejes: incertidumbres de los sistemas e intereses de la

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decisión. Cuando su importancia es mínima, nos encontramos en el terreno de la ciencia segura y normal, donde la competencia es completamente efectiva. Cuando aumenta la importancia de uno de esos ejes, la aplicación de las técnicas rutinarias ya no es suficiente; en dichos casos, se necesita habilidad, criterio y, a veces, valentía. Hoy en día esto se denomina asesoramiento profesional, teniendo presente los ejemplos del cirujano o del ingeniero superior. La sociedad moderna ha dependido de los ejércitos de científicos aplicados, que han hecho avanzar las fronteras del conocimiento y de la técnica; los profesionales, por su parte, han representado un papel aristocrático, como innovadores o como guardianes. Siempre ha habido problemas que la ciencia no ha podido resolver. De hecho, el gran hito alcanzado por nuestra civilización ha sido domesticar la naturaleza de muchos modos diferentes. Gracias a esto, para un sinnúmero de personas la vida es más segura, más útil y más cómoda de lo que se podía haber imaginado en los primeros tiempos. Pero ahora nos damos cuenta de que la conquista de la naturaleza no ha acabado. Al enfrentarnos con la naturaleza en su estado reactivo, encontramos incertidumbres extremas en nuestra comprensión de sus sistemas complejos, unas incertidumbres que no se solventarán con el mero desarrollo de las bases de datos o con la potencia informática. Y teniendo en cuenta que estamos todos implicados en la gestión de los recursos del mundo natural para nuestro provecho personal y social, cualquier política de cambio está obligada a afectar a nuestros intereses. Por ese motivo, en cualquier estrategia de resolución de problemas, los intereses de la decisión de los diversos interesados también se deben tener en cuenta.

Ésa es la razón por la que el diagrama tiene dos dimensiones y esto es una innovación para las descripciones de ciencia, asumida tradicionalmente por estar exenta de valores. Pero en cualquier problema real de gestión del medio ambiente, ambas dimensiones son inseparables. Si las conclusiones no están totalmente determinadas por los hechos científicos, los valores del agente condicionan las interferencias (naturalmente y legítimamente). Ésta es una parte necesaria de la práctica de la investigación; todas las pruebas estadísticas tienen valores incorporados, y esto se observa, por ejemplo, en la elección de límites confidenciales numéricos y la gestión de datos aislados que exigen unos juicios que a veces se pueden aproximar a la ciencia postnormal en su complejidad. Si los intereses son muy altos (como cuando una institución es amenazada seriamente por una política), entonces una política defensiva exigirá desafiar cada paso del argumento científico, aunque las incertidumbres de los sistemas sean realmente poco importantes.

Estas tácticas son sólo incorrectas cuando las llevan a cabo, en secreto, científicos que se presentan como jueces imparciales cuando de hecho son abogados comprometidos con una causa. Ahora hay muchas iniciativas -que no dejan de aumentar en número y en importancia- para incluir círculos más amplios de personas en la toma de decisiones y en la ejecución de los problemas medioambientales.

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Con la contribución de todos los interesados en casos de ciencia postnormal no es que se persiga únicamente una más amplia participación democrática. En este caso los problemas son muy diferentes de los de la ciencia de investigación, la práctica profesional o el desarrollo industrial. Cada uno de ellos tiene sus propios sistemas para asegurar la calidad de los productos de su trabajo, ya sean los colegas del ámbito, las asociaciones profesionales de evaluación o el mercado. Para estos nuevos problemas, la calidad depende del diálogo abierto entre todas las partes afectadas. Esto es lo que se denomina comunidad del ámbito, que no sólo se compone de personas con acreditación institucional, sino de todas aquellas con deseo de participar en la resolución del problema. Fuera de contexto, dicha propuesta puede parecer que implica una dilución de la autoridad de la ciencia y que nos lleva al terreno de la política. Pero no estamos aquí para hablar de las áreas tradicionales de investigación y del desarrollo industrial, sino para hablar de aquellas áreas donde los problemas de calidad son cruciales y los mecanismos tradicionales de garantía de calidad son claramente inadecuados. Como este contexto de ciencia tiene relación con la política, en el hecho de que se amplíe el ámbito de debate fuera de los círculos tradicionales -en la extensión de dicha comunidad del ámbito- se puede observar cierta analogía con tiempos pasados, cuando se hicieron concesiones en otros terrenos; cuando se permitió, por ejemplo, que los trabajadores formaran sindicatos y cuando las mujeres pudieron votar. En todos estos casos, había profecías negativas que no se cumplieron. En lo relativo a la formación de una política medioambiental en condiciones de complejidad, es difícil imaginar una alternativa viable a la extensión de los miembros de las comunidades del ámbito. Ya se están creando agrupaciones de este tipo, cada vez más, y esto ocurre cuando las autoridades no ven otra salida o cuando saben que ninguna política puede triunfar sin una amplia base de consenso. Entre estos grupos se encuentran los jurados populares, los grupos de atención, las conferencias de consenso o cualquier otro grupo con otro de los muchos nombres que se les ha dado. Tanto la denominación como la forma y las competencias son extremadamente variadas. Pero todos tienen un elemento importante en común: garantizan la calidad de las propuestas políticas, incluyendo un elemento científico, basándose en cualquier ciencia que puedan dominar durante el periodo de preparación, y todos sus veredictos tienen un grado de fuerza moral y por tanto, de influencia política.

Soluciones reales a problemas reales

Juntamente con esta función evaluadora y reguladora de las comunidades del ámbito, está surgiendo otra función, una función más profundamente involucrada en el proceso político. Especialmente a nivel local, se ha visto, reiteradamente, que la gente, con la práctica, no sólo se ocupa del medio ambiente sino que encuentra modos ingeniosos y creativos  -parcialmente tecnológicos- para su mejora. La calidad no radica únicamente en la verificación sino también en la creación, porque la gente puede imaginar soluciones y reformular problemas con

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métodos que los expertos acreditados, con la mejor intención del mundo, no encuentran normales.

Nadie puede garantizar que el restablecimiento de la calidad dentro de las comunidades del ámbito se realizará fácilmente y sin errores. Pero en el proceso de extensión de las comunidades del ámbito por medio del enfoque de la ciencia postnormal, podemos observar una vía abierta, tanto para la ciencia como para los problemas complejos del medio ambiente.

La Comisión real sobre contaminación del medio ambiente del Reino Unido ha creado recientemente una especie de manual para la práctica de la ciencia postnormal. En el informe 21, sobre el establecimiento de normas medioambientales, se realizan unas observaciones y recomendaciones que reflejan un nuevo punto de vista. Así pues, sobre la incertidumbre, se dice: 9.49:  No se ha concebido ningún método satisfactorio para medir el riesgo para el medio natural, ni tan siquiera un principio, y aún menos se ha definido la escala de riesgos que se podría considerar tolerable

. En lo referente a los valores, tenemos lo siguiente: 9.74:  Cuando las normas medioambientales están fijadas o se han emitido juicios sobre los problemas medioambientales, las decisiones tienen que comportar la comprensión de los valores de las personas [...]; En cuanto a la extensión de las comunidades de pares: 9.74 (continuación): Las formas tradicionales de consulta, aunque han proporcionado puntos de vista útiles, no son un método adecuado para articular los valores; Y para la pluralidad de perspectivas legítimas: 9.76: Una exploración más rigurosa y más amplia de los valores de las personas requiere una discusión y un debate para permitir que se considere una variedad de puntos de vista y de perspectivas y que se desarrollen valores individuales.  [(Comisión Real sobre Contaminación Ambiental del Reino Unido 1998) Capítulo 9 - Conclusiones].

Conclusión

La inadecuación del enfoque tradicional de la ciencia normal se ha mostrado reveladora en la dramática claridad del episodio de las vacas locas. Durante años los investigadores y asesores acreditados aseguraron al gobierno británico que el riesgo de transmisión infecciosa a los humanos era casi inexistente. No dieron importancia a los intereses implicados en la política oficial, para la cual la alarma pública y los gastos del gobierno eran los aspectos prioritarios. Después se confirmó la existencia de enfermos infectados y durante un breve periodo de tiempo el gobierno admitió que una epidemia de enfermedad degenerativa era un riesgo no cuantificable. La situación se descontroló y el rechazo de los

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consumidores no sólo amenazó la carne de vaca británica sino seguramente toda la industria cárnica europea. Teniendo en cuenta la situación, se tuvo que tomar una dura decisión sobre el ganado que se tenía que sacrificar. Pero se partía de una base muy frágil: simples estimaciones sobre el número de cabezas de ganado que se tenían que sacrificar para tranquilizar a los consumidores de carne. A su vez, los detractores independientes -a los que se había tratado con bastante dureza- fueron admitidos en el debate. Sin desear de ningún modo unas consecuencias como estas, el Ministerio Británico de Agricultura, Ganadería y Pesca creó una situación de extrema incertidumbre, en la que se desconocían los intereses reinantes y en la que se legitimaba la ampliación de la comunidad con derecho a opinar.

El enfoque de la ciencia postnormal no se ha de entender como un ataque a los expertos acreditados sino más bien como una ayuda. El mundo de la ciencia normal en el que fueron formados, tiene su lugar dentro de un estudio científico del medio ambiente, pero es necesario que se complemente con una conciencia de la naturaleza postnormal de los problemas con los que nos enfrentamos. La gestión de sistemas naturales complejos como si fueran meros ejercicios científicos nos ha llevado a la actual situación, donde se combinan triunfos y peligros. Estamos presenciando la emergencia de un nuevo enfoque en lo referente a las estrategias de resolución de problemas.  En este enfoque la función de la ciencia continúa siendo fundamental, pero entra dentro de un contexto que tiene en cuenta las incertidumbres de los sistemas naturales y la relevancia de los valores humanos. •

Bibliografía

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