poética posmoderna
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Esbozo para una poética posmoderna: una lectura desde Heidegger en torno a
la noción del habla y su alteración en “Simulacro” de David Huerta.
Nancy García Gallegos
Introducción.
Incurable se publica en 1987 con el apoyo de la beca John Simon Guggenheim Memorial
Foundation. El poemario está dividido en nueve <<capítulos>>, escrito en versículos que
entran en el dominio de la prosa poética. Indudablemente Incurable se presenta como toda
una provocación a la tradición poética mexicana que descansa en la integridad del verso, ya
que dentro de sus páginas puede apreciarse el ejercicio de una compleja escritura que
establece conexiones intertextuales evidentes, pasando por distintos discursos. Respecto a
lo anterior, Thorpe Running, en su ensayo “Incurable de David Huerta: una solución para
la poesía de la posmodernidad” expresa lo siguiente:
Esta obra cita e imita a un sinnúmero de poetas anteriores, con lo cual establece la
poesía como un campo de perpetua interacción textual y, además, el texto
literalmente incorpora las teorías literarias y filosóficas de los pensadores más
influyentes de la época postmodernista (1990: 59)
Concordando con Running, Incurable se presenta como un juego de enunciación dialéctica,
una propuesta de lenguaje poético posmoderno mediante el cual Huerta expone una serie de
reflexiones en torno al lenguaje, la escritura y la poesía. Desde una mirada impresionista se
aprecian estas reflexiones –lenguaje, poesía y escritura– diseminadas en el poemario:
El SÍ Mismo hurga en la escritura, en las escena, el texto de sus
errancias: quiere fundar una ciudad. (14)
fragmentario, el lenguaje no siempre
se recompone al escribir,
sino que escenifica su otra manera de despertar, en pedazos, sí,
pero en la errancia de lo que determina
como sustancia modificada para la transgresiva salud de la
escritura (35)
Obviamente esto no es poesía ... No deseas escribir sino estos
renglones, una
constelación de rayas a través de los cuerpos en la ascendente
y enorme luz del tiempo. (349)
Como parte de las reflexiones anteriormente mencionadas, la implicación crítica en
Incurable evidencia la condición del sujeto posmoderno en un deambular el mundo en el
que la poesía y el lenguaje aparecen fracturados por la emergencia caótica del ser:
el caos recto donde mi soledad es la persistente
raíz del enigma y la columna de toda transparencia. (326)
La cita anterior ejemplifica el estado del ser posmoderno: una plataforma caótica sobre la
que camina el sujeto, seguro solamente de su soledad y de la imposibilidad de
comunicación con el otro.
En esta propuesta de lectura se aborda “Simulacro”, primer capítulo de Incurable,
con el objetivo de identificar y analizar el ejercicio de una poética que altera el habla en el
devenir del texto. Para conformar tal valoración es indispensable señalar que el presente
trabajo se instala primero en la captación del habla entendida según Martin Heidegger,
misma que, como ya se verá, es sometida a un ejercicio de trastocación por parte de Huerta
en el poema. Lo anterior conlleva a la formulación de la hipótesis que este ensayo sostiene:
la alteración del habla en “Simulacro” introduce al yo lírico en la posmodernidad del
lenguaje poético.
Heidegger en “El habla” dilucida acerca de lo que ésta es:
Reflexionar acerca del habla requiere entonces adentrarse en el hablar del habla para
establecer nuestra morada en ella, esto es, en su hablar, no en el nuestro. Sólo de este modo
podemos llegar al ámbito dentro del cual puede darse o no darse que desde ella misma el
habla nos confíe su esencia (1990: 2)
La perspectiva heideggeriana sobre el habla manifiesta una doble articulación: por un lado,
refiere la concepción de que el habla es en y por sí misma, “El habla habla”; por el otro,
invita al sujeto a despojarse de la idea de que por medio del habla propia se puede indagar
sobre el habla. Si lo que se quiere es decodificar el misterio del habla es necesario sentir
que en ella se construye “nuestra morada”. En cuanto a la esencia del habla, Heidegger
señala que “el habla no es ni expresión ni actividad del hombre. El habla habla” (1990: 6) y
con ello expresa que la unidad fundamental de la esencia del habla, lo hablado del habla, es
el poema: “Lo hablado puro es el poema” (1990: 4). Así, si hablar es antes que nada
escuchar y la esencia del habla está en el poema, entonces se puede llegar a oír lo que el
poema habla: “En el hablar del poema habla la imaginación poética. Lo hablado del poema
es lo que el poema exterioriza desde sí mismo en el decir” (1990: 6). Conviene hacer un
breve paréntesis para preguntarse qué es lo que “Simulacro” exterioriza desde sí mismo?
¿Lo hablado puro de “Simulacro” puede llegar a plantear un giro que altera su propio
hablar? Según Heidegger, en el proceso de captación de lo hablado en el poema convergen
elementos indispensables: la Diferencia y el silencio. Por una parte, la Diferencia es lo que
media entre las cosas y el mundo:
“La Diferencia lleva a término el mundo en su <<mundear>>, lleva a término las cosas en
su <<cosear>>. Llevándolos así a su término, los lleva el uno hacia el otro. […] La
Diferencia, en tanto que Medio, media el mundo y las cosas a su esencia, esto es, a esta
relación mutua cuya unidad lleva a término” ” (1990: 10).
En un primer instante, la Diferencia tiene el efecto de un doble apaciguamiento; por una
parte apacigua a la cosa para que ésta funcione en el mundo –cosear– y, por otra, apacigua
al mundo para que éste encuentre en la cosa “su suficiencia” –mundear–. Este efecto de
doble apaciguamiento implica la idea de una invocación: “La Diferencia es lo que invoca.
Reúne a ambos [mundo y cosa] a partir de sí misma” (1990: 14a). La invocación ocurre en
el silencio, por eso para Heidegger la Diferencia es el silencio y la invocación de la
Diferencia es el son del silencio. En resumen, el habla es el son del silencio pues “se
despliega como el advenimiento de la Diferencia para mundo y cosa” (Heidegger, 1990:
14b). En “Simulacro” este ejercicio dialéctico, si bien sigue el ciclo que plantea Heidegger,
también propone una discontinuidad en la que el yo poético altera el habla al cuestionarla
como certeza efectiva de la relación del mundo con la cosa. Esta estrategia conduce al yo
imaginario a esa emergencia del lenguaje que es la posmodernidad . Así es como el poeta
desarrolla una poética de alteración.
La alteración del habla en “Simulacro”.
La primera manifestación del habla en este capítulo aparece permeada por la idea de un
pulso que la antecede, pero ese pulso es una Babel hambrienta y deteriorada de una entidad
no especificada:
El surtidor de las cosas está en el color o distancia de las
palabras,
un fulgor o un gemido, un sentir paralelo que moja los labios o
el pulso del que habla o escribe:
honda Babel de superficies infinitesimales, ardiente de realidad
y perforada por el desgaste que es su manera (21)
Un primer indicio de alteración del habla se asienta en la cita anterior. Si bien, en las
primeras cuatro estrofas se infiere cierto apaciguamiento de las cosas dada la concordancia
entre “El surtidor de las cosas” y éstas –recuérdese que en la concepción del habla la
Diferencia tiene un doble efecto apaciguador: en la cosa y en el mundo–; en las últimas dos
estrofas el apaciguamiento del mundo no es posible debido a la presencia de la “honda
Babel” que altera la función de la Diferencia, es decir, que no permite que el mundo
encuentre en la cosa su suficiencia –su mundear–. La irrupción del proceso del doble
apaciguamiento se ve alterado; en este sentido, el habla no alcanza su culminación plena
porque hay un desvío multiplicado en “superficies infinitesimales”. Conviene señalar que la
carga simbólica de la palabra Babel en los versos anteriores implica un estado de confusión
a causa de la multiplicidad imperante y es precisamente esta “honda Babel” es la que
impide el mundear del mundo. Un segundo indicio que sugiere la alteración del haba se
instala en la siguiente imagen:
Hablo en ti, directamente, por mis intersticios.
La nervadura de las frases es el cimiento de las distancias, desde
el aquí donde nos oscurecemos hablando (23)
Heidegger explica que el habla es “aquello que otorga morada a la esencia de los
mortales” (1990: 2) y para que eso ocurra es necesario un desplazamiento del habla del ser
hacia el hablar del habla. En la cita anterior el desplazamiento ocurre de ser a ser, no de ser
al habla. Esta impostura del yo poético detona un efecto contrario al habla, pues lejos de
brindar morada establece un aquí en el que los mortales, mediante la acción de hablar,
terminan oscurecidos. La idea de una morada para la esencia de los mortales se ve afectada;
aunque el aquí enunciado por Huerta puede operar como esa morada heideggeriana, ésta
resulta ser oscura, alimentada por “el cimiento de las distancias”. En otro intento que desvía
el concepto heideggeriano del haba, Huerta propone al ser que habla no ya como aquel que
busca o anhela la armonía dentro de la Cuaternidad1, sino que lo reviste con la figura de un
mercader que comercia con la carencia:
El que habla vende una pobreza y trueca en el sistema de sus
proferimientos
una percepción por un disimulo (34)
¿De qué forma puede haber armonía si quien habla desordena la intención del habla,
propagándola como un producto de consumo? Ciertamente, este giro se contrapone al uso
del habla tal como lo expone Heidegger porque mientras “el que habla” convierte esta
acción en “un poema olvidado y agotado por el desgaste y del cual apenas ya se deja oír
invocación alguna” (Heidegger, 1990: 15). De cierta manera, el presunto comerciante que
protagoniza la imagen poética aquí citada, al hacer uso del habla para vender “una pobreza”
está impidiendo la invocación, por consiguiente, el habla no invoca, el son del silencio, que
es la esencia del habla, se desgasta, deja de producir la intención mediadora. En resumen,
se puede afirmar que se construye la intención de alterar el habla, pues en primer lugar su
doble función apaciguante aparece mutilada como se observa en el primer ejemplo que aquí
se ha explicado; en segundo lugar, en “Simulacro” el habla ya no promete una morada, sino
un aquí en el que los mortales se oscurecen y por último se manifiesta un desgaste que
1 Según Heidegger la Cuaternidad está conformada por el cielo y la tierra, los mortales y los divinos.
impide la invocación como función natural del habla, degradándola a un “disimulo”. Hasta
aquí se cuenta con lo que en este ensayo se comprende como el primer elemento del que
Huerta echa mano para introducir al yo poético a la posmodernidad del lenguaje poético.
Para reforzar la hipótesis que este trabajo plantea es conveniente detenerse a analizar el
vocablo simulacro, al ser esta palabra la que da nombre al capítulo, el campo de
interpretación puede llegar a ser extenso, por eso es oportuno señalar que para efectos de
este análisis, el término simulacro es entendido desde la perspectiva propuesta por Jean
Baudrillard en Cultura y simulacro:
espacio cuya curvatura ya no es la de lo real, ni de la verdad […] la simulación se abre,
pues, con la liquidación de todos los referentes –peor aún: con su resurrección artificial en
los sistemas de signos […] No se trata ya de una suplantación de lo real por los signos de lo
real” (Baudrillard, 1978: 7)
Lo que Baudrillard explica es que el simulacro intenta un ajuste de la realidad con su
espacio de simulación. Este espacio produce una hiperrealidad, de ahí la extinción de
referentes reales, objetivos. Bajo este precedente “Simulacro”, de Huerta, encarna, en el
contexto poético, esa “resurrección artificial en los sistemas de signos”. “Simulacro” no es
ese juego de reflexión de espejos en que el referente existe como punto central de la
realidad que puede direccionarse en torno a su propio reflejo y descansar sobre el sistema
de signos que supone la escritura, sino que incuba la intención de un espacio en el que lo
que se habla adquiere la compleja piel de la simulación como artimaña articulatoria del
lenguaje y, por consiguiente, del mundo:
¿Cómo sentir el juego de tu vuelo, tu anatomía que fluye entre los
objetos maltratados,
tu percepción que registra el mundo como lo que es, la mancha
en el espejo, el simulacro? (10)
El mundo no es siquiera el reflejo en el espejo, ha quedado reducido a mancha sin referente
alguno que el simulacro mismo. En el capítulo aquí analizado, el espejo ya no reproduce la
fantasía del juego imaginario del reflejo; el espejo se ha ensuciado con el simulacro de la
esencia del mundo:
El espejo está manchado por una silueta proteica,
por un sedimento que simula ser la Naturaleza: puntos o
manchas, el espejo es el filo del simulacro,
su arma encendida, su mecanismo pétreo. (21)
Frente al simulacro del mundo, el yo poético manifiesta el correlativo que lo complementa:
el simulacro del alma y con ello acentúa el carácter hiperrealista del poema:
y el envoltorio del simulacro del alma se desvanece con un asma
meticulosa (23)
“Simulacro” anula los referentes del mundo y del alma, los traslada a la hiperrealidad de la
simulación; de esta manera, Huerta, al tiempo que edifica el discurso del simulacro en torno
a los referentes anteriores, también construye una apelación que va del yo lírico a la poesía
misma:
El texto es el sumario de tu duración: índex capitulado con
maniaca precisión: Residua, Puerta de Vidrio, Simulacro.
Dado lo anterior, se reconoce la configuración del texto como el simulacro mismo de la
escritura, una especie de residuo que no intenta lo real, permaneciendo en el campo de la
acción simulatoria del lenguaje. La repercusión de este constructo “mancha” el habla, la
poesía se convierte en un tú sin voz y la escritura ya no simboliza la concordancia entre el
lenguaje y la expresión de la libertad, como lo plantea Jean- Paul Sartre en ¿Qué es la
literatura? (1967). En “Simulacro”, la escritura no alcanza a salir del espacio de
simulación, es más bien arrastrada hacia la anulación de sí misma:
En el peso de todo simulacro asoma el naufragio de cualquier
escritura dispuesta a convertirse en su propia hoguera.
si no se juega la verdad sólo se juega el contrasentido, porque
más allá sólo está la estadística tenue del simulacro (47)
Lo que Huerta intenta decir en el fragmento anterior es que después del simulacro ya no
queda nada más que la estela del simulacro mismo, es decir, que la esperanza del retorno a
una realidad en la que la escritura vuelva a proyectarse como la manifestación de un
lenguaje auténtico queda sepultado por el peso del simulacro que la contiene. La escritura
queda atrapada en la trampa de la posmodernidad: el simulacro.
Pero ¿qué se entiende en este análisis por posmodernidad? El término que mejor se
adapta a las circunstancias de esta disertación es el propuesto por Jean François Lyotard:
Lo posmodermo sería aquello que alega lo impresentable en lo moderno y en la presentación misma; aquello que se niega a la consolación de las formas bellas, al consenso de un gusto que permitiría experimentar en común la nostalgia de lo imposible; aquello que indaga por presentaciones nuevas, no para gozar de ellas sino para hacer sentir mejor que hay algo que es impresentable. Un artista, un escritor posmoderno, están en la situación de un filósofo: el texto que escriben, la obra que llevan a cabo, en principio, no están gobernados por reglas ya establecidas, y no pueden ser juzgados por medio de un juicio determinante, por la aplicación a este texto, a esta obra, de categorías conocidas. Estas reglas y estas categorías son lo que la obra o el texto investigan. El artista y el escritor trabajan sin reglas y para establecer las reglas de aquello que habrá sido hecho. De ahí que la obra y el texto tengan las propiedades del acontecimiento; de ahí también que lleguen demasiado tarde para su autor, o, lo que viene a ser lo mismo, que su puesta en obra comience siempre demasiado pronto. (1987: 25)
La cita anterior conlleva una serie de implicaciones que estructuran la idea de
posmodernidad como un estado del pensamiento: “«Posmoderno» indica simplemente un
estado de ánimo o mejor, de pensamiento. Podría decirse que se trata de un cambio en
relación con el problema del sentido” (Lyotard, 1992: 1) y este preciso estado se alimenta
de la caída de los metarrelatos2 y de la segregación del sujeto que enfilaba su destino a
partir de la promesa de la modernidad, en consecuencia, el sujeto posmoderno ya no
encuentra su destino en el horizonte de expectación creado por la modernidad. El yo
poético que Huerta construye en “Simulacro” cuenta con las características elementales del
2 En La posmodernidad (explicada a los niños) Lyotard especifica señala:
Los “metarrelatos” a que se refiere La condición posmoderna son aquellos que han marcado la
modernidad: emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación progresiva o
catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado enel capitalismo), enriquecimiento de toda la
humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista (Lyotard, 1987: 29)
hombre posmoderno: es un yo inmerso en el desajuste que provoca la multitud y que mira
con cierta desilusión los efectos alienantes de la tecnociencia:
Un sistema de máquinas horrendas invaden el almacén,
un corte aquí, nueve allá: hervir de hombres, el cancerbero de la
historia hila con sus ladridos la camisa de los atormentados,
caen los siglos como pedruscos en lo negro de la medida,
en la ceguera de la totalidad: mundos lineales, tejidos al olor
de una cercanía, de una multiplicidad” (13)
El yo poético de “Simulacro” enuncia juicios sobre el mundo en los que el estado de su
pensamiento se traslada a la crítica posmoderna que derriba la eficacia del positivismo
histórico que hasta la modernidad aún parecía ser el eje central para la emancipación del
hombre:
países petrificados en un contrasentido de avance y fluvialidad,
confederaciones deseantes que enganchan el mundo momentáneo
a la ceniza de los siglos, pálidas reuniones rotas por la
desfigurada cirugía de la historia
y sintetizadas en los trémulos rasgos del ahora o nunca (15)
“Simulacro” es el paisaje mediante el cual se comprueba que el yo poético camina el
espacio del la posmodernidad:
disimulada multitud que frecuenta los parques y dispone los
cargamentos del yo deseante bajo una línea desconocida e
imprevista de disolución y multiplicación del Sí Mismo (26)
El texto también se perfila como la analogía poética que describe el estado del sujeto
posmoderno justo al final del texto, lo que sugiere que el malestar de la posmodernidad,
lejos de finalizar, enfatiza el estado apabullante y desconcertador que sufre el sujeto:
Quedo a la deriva,
en medio de las inagotables reparaciones del simulacro, nivelado
en el monstruo que no cesa y se le opone (48)
Los pasajes anteriores avalan la hipótesis que este ensayo ha venido enunciando; como ya
se ha visto, Huerta escenifica la posmodernidad mediante una serie de estrategias que
enmarcan el estado posmoderno. Presenta “Simulacro” como un poema de largo aliento
sostenido en el versículo, introduce una serie de alusiones directas en torno a las teorías
postmodernistas (Derrida, Lacan, Deleuze) en el discurso poético, altera el concepto
heideggeriano del habla, y es de mediante la unión de los elementos anteriores que
introduce al yo poético en el estado de pensamiento que es la posmodernidad.
Bibliografía.
Baudrillard, J. 1978. Cultura y simulacro. Barcelona: Kairós.
Heidegger, M. 1990. “El habla”. Barcelona: Ediciones del Serbal.
Huerta, D. 1987. Incurable. México: Editorial Era.
Lyotard, J. 1987. La posmodernidad explicada a los niños). Barcelona: Gedisa.
________ . Qué es lo posmoderno. Revista Zona Erógena [en línea]. 1992, no. 12, [fecha de consulta: 26 de mayo de 2015]. Disponible en: http://www.mercaba.org/SANLUIS/Filosofia/autores/Contemporánea/Lyotard/Qué%20es%20lo%20posmoderno.pdf .
Running, T. “Incurable de David Huerta: una solución para la poesía de la posmodernidad”. Revista Iberoamericana [en línea]. Enero-marzo, 1990, vol. LVI, núm. 150 [fecha de consulta: 25 de mayo de 2015]. Disponible en: http://revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/article/view/4675 .