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Page 1: Poder y Verdad, el análisis de discurso propuesto por Foucault

Poder y verdad:

el análisis del discurso propuesto por Foucault

Duván Duque

Lingüística

UPF

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1. Introducción

Las investigaciones de Michel Foucault son de una heterogeneidad impresionante. Estas se ocupan de áreas tan diversas como la política, la medicina, la economía, la filosofía, la psicología, la ética y la lingüística, entre otras. Sin embargo, esta aparente multiplicidad se articula alrededor de una propuesta clara y continua: su propuesta para una metodología de análisis del discurso. Esta metodología fue explicada por el propio Foucault en varios de sus escritos y cursos. La intención del presente trabajo es dibujar las líneas generales de esta propuesta, utilizando como base la lección inaugural pronunciada por Foucault en el Collège de France el 2 de diciembre de 1970, y proporcionar algunos ejemplos de los estudios en los que Foucault aplicó su metodología de análisis del discurso. Hacia el final nos centraremos en los últimos cursos pronunciados por Foucault, cursos en los cuales su análisis se desplaza hacia la ética en la Antigüedad, para intentar situarlos dentro de la misma propuesta y obtener así un panorama más completo de su pensamiento, de su forma de ver la conexión entre las relaciones de poder y la creación y delimitación de discursos, verdades y sujetos de conocimiento. Nuestro propósito es explicar, de acuerdo con el pensamiento de Foucault, que la verdad no es universal. La verdad es un producto de las relaciones de poder.

2. La hipótesis de Foucault

Yo supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad.1

En estos términos plantea Foucault su hipótesis en su lección inaugural. A estas funciones se corresponden diferentes procedimientos de control y delimitación de discursos. A saber, y respectivamente, los ejercidos desde el exterior, también denominados por Foucault como de ‘exclusión’, los ejercidos desde el interior, por medio de los cuales los discursos mismos ejercen su propio control, y los que se imponen a los sujetos que hablan.

2.1. Sistemas de exclusión

El primer grupo, el de los sistemas de exclusión, es subdivido a su vez en tres grupos por Foucault: el de la prohibición, el de la separación entre razón y locura y rechazo de esta última, y el de la oposición entre lo verdadero y lo falso. Estos sistemas de exclusión se ejercen desde el exterior y, como veremos, conciernen a la parte del discurso que pone en juego el poder y el deseo.

1 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 11.

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2.1.1 Lo prohibido

La prohibición limita explícitamente los discursos que pueden ser pronunciados o producidos. Todos conocemos diferentes instituciones o convenciones que de alguna forma nos prohíben hablar de determinadas cosas en determinadas situaciones. Según Foucault, existen tres tipos de prohibiciones que interactúan entre ellas para crear una ‘compleja malla’: “tabú del objeto, ritual de la circunstancia, derecho exclusivo o privilegiado del sujeto que habla.”2 La sexualidad y la política serían las áreas en las que esta malla ejercería más prohibiciones. Es en estas situaciones en las que el individuo encuentra más cosas que no puede decir por una u otra razón, ya sean imposiciones explícitas como en el caso de leyes específicas o bien implícitas como en el caso de ciertas convenciones sociales. Estas prohibiciones sobre el discurso revelan su vinculación con el poder y el deseo.

El discurso –el psicoanálisis nos lo ha demostrado– no es simplemente lo que manifiesta (o encubre) el deseo; es también lo que es el objeto del deseo […] esto la historia no deja de enseñárnoslo- el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse.3

2.1.2 Razón y locura

El segundo principio de exclusión es el que consiste en la separación entre razón y locura y el rechazo de esta última. Desde principios de la Edad Media el discurso pronunciado por el ‘loco’ no tiene la misma validez que el de una persona considerada ‘cuerda’ o ‘normal’. Si bien es precisamente por sus palabras por lo que se le ha reconocido, una vez escuchadas para separarlo del resto sus palabras pierden valor, no existen. Puede que muchas cosas al respecto hayan cambiado desde la Edad Media hasta nuestros días, pero esta claro que la separación entre razón y locura sigue existiendo, y probablemente ahora por medio de formas más institucionalizadas. Si bien el médico o el psicoanalista escuchan el discurso del loco, este acto no se hace para liberar estas palabras y darles cabida en el mundo, sino para estudiarlas y analizarlas para luego controlarlas o, en lo posible, ‘curar’ al que las pronuncia acabando con ellas, acabar con este “discurso que está investido por el deseo, y que se supone –para mayor su exaltación o para su mayor angustia- cargado de terribles poderes.”4

2.1.3 Lo verdadero y lo falso

La oposición entre lo verdadero y lo falso sería, para Foucault, el tercer principio de exclusión. Esta afirmación podría parecer más problemática y menos obvia que las dos primeras. Tanto la prohibición como la separación entre razón y

2 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 12. 3 Ibid. 4 Ibid., p. 14.

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locura son arbitrarias, modificables, institucionales y violentas. ¿Pueden situarse al mismo nivel de la oposición entre lo verdadero y lo falso? Para Foucault sí. Este es uno de los puntos determinantes de su pensamiento. La voluntad de verdad y de saber ha sido modificada constantemente a lo largo de la historia, ha tenido un soporte institucional (pedagogía, sistema de libros, bibliotecas, laboratorios, etc.), y ha ejercido un poder de coacción sobre los discursos. Es esta una de las investigaciones que más interesan a Foucault. De hecho, su trabajo se ha resumido en ocasiones como un intento por establecer una historia de la verdad.

Es precisamente este el sistema de exclusión más importante, ya que de alguna manera determina los otros dos. Sin embargo, es del que menos se habla. ¿Por qué ocurre esto? Es probable que la razón esté en el paso al logos llevado a cabo por los griegos. Antes de Sócrates o Platón el discurso verdadero era aquel que respondía al deseo o era pronunciado por el que ejercía el poder. Con el paso al logos la verdad pasó a estar en el discurso mismo, en lo que se dice y no en quien lo dice. Es así como en la nueva voluntad de verdad, en la nueva voluntad de pronunciar ese discurso verdadero lo que está en juego es el deseo y el poder.

El discurso verdadero […] no puede reconocer la voluntad de verdad que le atraviesa; y la voluntad, esa que se nos ha impuesto desde hace mucho tiempo, es de tal manera que la verdad que quiere no puede no enmascararla.

Así no aparece ante nuestros ojos más que una verdad que sería riqueza, fecundidad, fuerza suave e insidiosamente universal. E ignoramos por el contrario la voluntad de verdad, como prodigiosa maquinaria destinada a excluir.5

Es precisamente desenmascarar esta noción de verdad la tarea que se propone Foucault a lo largo de su vida. En su libro Las Palabras y las Cosas demuestra cómo la voluntad de verdad y los objetos de conocimiento han cambiado de manera significativa varias veces a partir de la Edad Media, tanto en la economía como en la biología y en la lingüística. Nuestra noción de verdad o de objetos de conocimiento son muy diferentes de los de un hombre del medioevo o del Renacimiento. Si esto es así, ¿cómo puede ser esta verdad universal? La verdad es un producto de las relaciones de poder, no una verdad revelada sobre el mundo físico.

En este sentido Foucault se aproxima, como él mismo lo dice, a la filosofía de Nietzsche. Para ellos, el conocimiento no es conocimiento sobre el mundo físico. El discurso no revela ninguna verdad sobre este mundo. El conocimiento es algo inventado. Su manera de ordenar las cosas es algo propio al pensamiento humano y completamente ajeno al caos del mundo. Cuando nombramos una mesa, ¿estamos realmente hablando de ese objeto físico? ¿No estamos, con el solo acto de ponerle un nombre, negando toda su realidad física y dándole lugar únicamente en el mundo de los discursos, en el mundo del pensamiento, en el universo de la abstracción?

5 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. de Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 20.

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Foucault elabora su cercanía con Nietzsche en lo referente a la relación entre conocimiento, sujeto y mundo en la primera de cinco conferencias pronunciadas en Río de Janeiro en 1973. Para empezar decide citar un fragmento de Nietzsche:

Tomaré como punto de partida un texto de Nietzsche fechado en 1873 y publicado póstumamente. El texto dice: «En algún punto perdido del universo, cuyo resplandor se extiende a innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que unos animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquél el instante más mentiroso y arrogante de la historia universal.»6

De este fragmento se desprenden, para Foucault, dos cosas: que el conocimiento no es algo inscrito en la naturaleza humana sino que, por el contrario, es un invento, y que el conocimiento no tiene ninguna relación con el mundo. El conocimiento sería entonces un producto de la lucha entre los instintos, una manera más para imponerse sobre los otros, y no tendría ninguna relación, lazo o semejanza con el mundo a conocer (lo cual supone una ruptura con una de las nociones fundamentales de la filosofía occidental: la coincidencia entre las condiciones de experiencia y el objeto de experiencia, la relación de continuidad entre las cosas a conocer y el conocimiento). El conocimiento establece un orden ficticio al caos de la realidad. En palabras de Foucault,

A menudo dice Nietzsche que el conocimiento no tiene relaciones de afinidad con el mundo a conocer. Citaré tan sólo un texto de La Gaya Ciencia (parágrafo 109):

«Por su carácter el mundo se parece a un caos eterno; ello no se debe a la ausencia de necesidad, sino a la ausencia de orden, de encadenamiento, de formas, de belleza y de sabiduría». El mundo no busca en absoluto imitar al hombre, ignora toda ley. Abstengámonos de decir que existen leyes en la naturaleza. El conocimiento ha de luchar contra un mundo sin orden, sin encadenamiento, sin formas, sin belleza, sin sabiduría, sin armonía, sin ley. El conocimiento se relaciona con un mundo como éste y no hay nada en él que lo habilite a conocer ese mundo, ni es natural a la naturaleza ser conocida.7

Si aceptamos todo esto como cierto, es necesario que aceptemos también la arbitrariedad de la verdad. Si no hay cosa tal como una verdad sobre el mundo físico, ¿quién fabrica esa verdad de los discursos? Es precisamente esto lo que será el objeto de estudio de Foucault, y es partiendo de esto que debemos entender su propuesta. Para llegar al conocimiento no debemos llevar a cabo la contemplación filosófica, la observación de un mundo que nos revelará su orden. Ese orden solo tiene lugar en el pensamiento humano, y es un orden que es impuesto por una red de instituciones en nuestra sociedad. Es en estos mecanismos, como veremos, en los que debemos buscar la voluntad de verdad.

si quisiésemos saber qué cosa es el conocimiento no hemos de aproximarnos a él desde 6 Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas, consultado en : www.uacj.mx/DINNOVA/Documents/SABERES_Verano2011/foucault.pdf, p. 5. 7 Ibid.,p, 9.

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la forma de vida, de existencia de ascetismo característica del filósofo. Para saber qué es, para conocerlo realmente, para aprehenderlo en su raíz, en su fabricación, debemos aproximarnos a él no como filósofos sino como políticos, debemos comprender cuáles son las relaciones de lucha y de poder. Solamente en esas relaciones de lucha y poder, en la manera como las cosas entre sí se oponen, en la manera como se odian entre sí los hombres, luchan, procuran dominarse unos a otros, quieren ejercer relaciones de poder unos sobre otros, comprendemos en qué consiste el conocimiento.8

2.2 Procedimientos internos Además de estos sistemas de exclusión existen una serie de procedimientos internos que también actúan en el control y la delimitación de los discursos. Si en el caso de los sistemas de exclusión lo concerniente era la parte del discurso que pone en juego el poder y el deseo, con los procedimientos internos del discurso la intención es controlar el acontecimiento aleatorio. Estos procedimientos pueden dividirse entre el comentario, el autor y las disciplinas.

2.2.1 El comentario

Para empezar examinemos como el comentario puede entenderse como una manera de controlar la aleatoriedad de los discursos. Es probable que en toda sociedad exista una serie de discursos que se repitan a lo largo de generaciones, que “están en el origen de un cierto número de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ellos”,9 y otro conjunto de discursos que desaparecen en el mismo instante en que son pronunciados. Puede sospecharse que existe, por lo tanto, una ‘nivelación’ de discursos, una jerarquía. Al comentar un texto se pretende decir algo que de alguna manera estaba ya presente en el texto original pero que no se había dicho, casi como desvelar algo nuevo sobre lo ya dicho. De esta manera, “El comentario conjura el azar del discurso al tenerlo en cuenta: permite decir otra cosa aparte del texto mismo, pero con la condición de que sea ese mismo texto el que se diga”10

Esta forma de ver el comentario tiene mucho que ver con la forma en la que Foucault analiza la influencia del discurso en los individuos, como un cierto condicionamiento. Nuestra forma de ver el mundo, de ordenar conceptos, ha sido determinada por los discursos que hemos recibido desde que nacimos. En un debate entre Foucault y Chomsky en el cual este último se refería a condiciones innatas positivas del ser humano como posible base para una sociedad liberada de la opresión, Foucault respondía que cualquier concepto, por positivo que sea, es producto del condicionamiento de los sistemas de opresión de los cuales esa sociedad utópica se estaría liberando. Es así como el individuo está encerrado en ese mismo círculo del 8 Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas, consultado en : www.uacj.mx/DINNOVA/Documents/SABERES_Verano2011/foucault.pdf, p. 11. 9 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 21. 10 Ibid., p. 24.

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comentario, al solo ser posible para él formar nuevas ideas y conceptos a partir de ideas y conceptos previos. En su prefacio a Las Palabras y las Cosas, Foucault nos dice, tras haberse reído por el orden, a nuestro parecer absurdo, de una enumeración en un cuento de Borges, para luego reflexionar sobre la posible arbitrariedad de nuestro propio orden lógico de las cosas, que

En el asombro de esta taxonomía, lo que se ve de golpe, lo que, por medio del apólogo, se nos muestra como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestro: la imposibilidad de pensar esto. […] no existe, ni aún para la más ingenua de las experiencias, ninguna semejanza, ninguna distinción que no sea resultado de una operación precisa y de la aplicación de un criterio previo. […] Los códigos fundamentales de una cultura, los que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus valores, la jerarquía de sus prácticas, fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá.11

¿Está encerrado el sujeto en este círculo por siempre? ¿Es imposible escapar de la opresión de las relaciones de poder? Es probable que sea esta la razón por la que Foucault se haya concentrado en estudios de ética en sus últimos años, pero de eso hablaremos más adelante.

2.2.2 El autor

El autor, por su parte, puede ser también considerado como un principio de ‘enrarecimiento’ del discurso. El autor actúa como el principio que agrupa diferentes discursos en uno solo. Es considerado unidad y origen de las significaciones de sus discursos, es su foco de coherencia. En determinadas épocas y en determinados campos el autor puede ser considerado como indicador de veracidad (la importancia atribuida al autor puede crecer o disminuir con el tiempo: si en el campo científico ha disminuido considerablemente desde la Edad Media en el literario ha ocurrido todo lo contrario). El autor constituye en sí un solo discurso, y cualquier cambio en alguno de sus discursos (ya sean escritos o incluso actos de su vida) puede tener un efecto sobre el resto del conjunto. Resumiendo, en palabras de Foucault:

El comentario limitaba el azar del discurso por medio del juego de una identidad que tendría la forma de la repetición y de lo mismo. El principio de autor limita este mismo azar por el juego de una identidad que tiene la forma de la individualidad y del yo.12

2.2.3 Las disciplinas

El tercer y último procedimiento interno del que habla Foucault es el llevado a cabo por las disciplinas. Las disciplinas proporcionan un ámbito de objetos, un conjunto de reglas, a partir de las cuales cualquiera que quiera pueda construir nuevos enunciados. Las disciplinas reconocen las proposiciones verdaderas y falsas en el

11 Foucault, Michel, 1991 (1968), Las Palabras y las Cosas, trad. de Elsa Cecilia Frost, Madrid, Siglo XXI, p 3-5. 12 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. de Alberto González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 26.

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interior de sus límites, pero rechaza cualquier proposición que no se enmarque dentro de sus límites establecidos. En otras palabras, para que una proposición sea aceptada como verdadera en una disciplina, primero debe cumplir con fuertes exigencias. “La disciplina es un principio de control de la producción del discurso. Ella le fija sus límites por el juego de una identidad que tiene la forma de una reactualización permanente de las reglas.”13

Si bien el autor, el comentario y la disciplina son comúnmente considerados como principios de proliferación y creación de discursos, es necesario reconocer en ellos también sus principios de coacción, su manera de actuar como formas de control y limitación de los discursos. Control y generación están, como veremos, no solo en estos principios sino en toda la propuesta de Foucault, íntimamente relacionados, hasta el punto en que su separación se hace imposible. Los mecanismos de control de discursos son también entidades de creación de discursos.

2.3 Sistemas de restricción: Los sujetos que hablan

El tercer grupo de procedimientos que permite el control de los discursos actúa sobre los sujetos que hablan, imponiéndoles un conjunto de reglas, determinando así las condiciones de utilización de los discursos al no permitir de esta forma el acceso de cualquier sujeto a estos. Para llegar a un discurso será necesario cumplir con unas reglas, y estas serán diferentes y más o menos estrictas dependiendo de las regiones en las que se encuentren los discursos.

La primera de estas formas, la más visible y superficial de estos sistemas de restricción es la del ritual, el cual “define la cualificación que deben tener los individuos que hablan […] define los gestos, los comportamientos las circunstancias, y todo el conjunto de signos que deben acompañar el discurso”14. Foucault ubica aquí los discursos jurídicos, los religiosos, los terapéuticos y los políticos. Discursos, todos estos, en los cuales cierto ritual es necesario para que la persona pueda pronunciarlos.

Las ‘sociedades de discurso’ constituyen una segunda forma de estos sistemas de restricción. En ellas un discurso o conjunto de discursos está disponible únicamente a un determinado grupo de personas. De esta manera los discursos pueden circular solamente en un espacio cerrado, distribuyéndolos solo mediante reglas estrictas. Si bien esta forma puede parecernos arcaica y casi inexistente en nuestra sociedad, Foucault apunta que, por ejemplo, el acto de escribir tal y como está institucionalizado actualmente se comporta de una manera bastante similar. De esta manera, podríamos considerar a los escritores como una especie de ‘sociedad de discurso’ ya que para tener su mismo estatus es necesario cumplir con unos requisitos bastante exclusivos.

13 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. de Alberto González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 30. 14 Ibid., p. 33.

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Con un planteamiento a primera vista inverso a las ‘sociedades de discurso’ encontramos los grupos doctrinales, en los cuales se ofrece un discurso a cualquiera que quiera formar parte del grupo doctrinal. Sin embargo, cuando estas doctrinas vinculan a un individuo a su discurso o enunciación, al mismo tiempo le prohíben cualquier otra enunciación, sometiendo así al sujeto a su discurso. “La doctrina efectúa una doble sumisión: la de los sujetos que hablan a los discursos, y la de los discursos al grupo […] de los individuos que hablan.”15

Por último, encontramos una cuarta forma de los sistemas de restricción: la adecuación social. Los sistemas educativos limitan explícitamente el conjunto de discursos a los cuales tendrá acceso el sujeto. Cualquier sistema educativo permite ciertos objetos de conocimiento e impide otros. “Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican.”16

Es importante destacar que estos sistemas de restricción no actúan como sistemas aislados y que su separación en estas cuatro formas no deja de ser bastante abstracta. Debemos pensarlos como instituciones y entidades que restringen al sujeto en varias de estas formas. Son formas que se cruzan y mezclan constantemente, se vinculan unas con otras.

3. La propuesta de Foucault

Una vez establecida la anterior hipótesis, ¿cómo debe procederse para analizar los discursos entendidos de esta manera? La filosofía, para Foucault, se ha encargado de reforzar estos procedimientos de control y delimitación del discurso, enmascarándolo por medio de una verdad idealizada establecida como ley del discurso y acompañándolo de una ética del conocimiento que promete la verdad del mundo al solo poder de pensarlo. Además, desde la Grecia Antigua se ha considerado el discurso como un reflejo transparente del pensamiento, simplemente como una forma de revestir el pensamiento por medio de signos. De esta manera se ha situado al discurso en el orden del significante, como un discurso universal que refleja el pensamiento y por medio del cual se puede hablar del mundo. Esta concepción esconde, para Foucault, la realidad propia del discurso. El discurso, como ya hemos visto, no significa nada sobre el mundo (y como veremos tampoco es el reflejo intacto del pensamiento), y por lo tanto debe ser estudiado como un sistema liberado del ámbito de la representación, en un movimiento similar al llevado a cabo por Saussure, pero esta vez no en la esfera de la proposición sino en la del discurso. Para analizarlo en sus verdaderas condiciones, Foucault propone tres decisiones: “poner en duda

15 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 37. 16 Ibid., p. 37.

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nuestra voluntad de verdad; restituir al discurso su carácter de acontecimiento; levantar finalmente la soberanía del significante.”17

Es en estas líneas en las que Foucault pretende llevar a cabo su trabajo. Para esto, afirma, son necesarias ciertas exigencias de método, agrupadas en cuatro principios: un principio de acontecimiento, un principio de discontinuidad, un principio de especificad y un principio de exterioridad.

El principio de trastrocamiento reconocerá el aspecto negativo de aquellas figuras en las que normalmente se cree que está la fuente abundante de los discursos, tales como el autor, la disciplina y la voluntad de verdad, que normalmente se consideran como figuras que juegan una función puramente positiva en la creación de discursos, reconociéndolas así como figuras cuya función también consiste en la delimitación y el ‘enrarecimiento’ de los discursos.

Una vez encontradas estás figuras y revelado su aspecto negativo al levantar la ilusión de su papel puramente creador, ¿encontraremos debajo de ellas a un discurso continuo ininterrumpido al no ser ya limitado por ninguna figura? Es importante que se entienda que esto no es lo que Foucault dice o pretende encontrar. Por el hecho de aceptar que existen ciertos procedimientos de control y delimitación de los discursos no se está hablando de la existencia, bajo estos, de un discurso reprimido esperando a ser liberado por nosotros. Es aquí donde actúa el principio de discontinuidad, según el cual los discursos deben ser “tratados como prácticas discontinuas que se cruzan, a veces se yuxtaponen, pero que también se ignoran o se excluyen.”18

Para dejar de entender el discurso como esa forma de lectura del mundo, como esa vía por medio de la cual podemos conocer el mundo, como si el mundo fuera nuestro cómplice que nos muestra una cara descifrable, es necesario un principio de especificad. No hay significaciones previas, no hay ‘providencia prediscursiva’, “es necesario concebir el discurso como una violencia que hacemos a las cosas, en todo caso como una práctica que les imponemos; es en esta práctica donde los acontecimientos del discurso encuentran el principio de su regularidad.”19

Por último, el principio o regla de la exterioridad, exige que al analizar un discurso no se vaya a su interior, como intentando desvelar su significación profunda, sino que, por el contrario, se vaya hacia el exterior, hacia sus condiciones de posibilidad, hacia los mecanismos que lo generaron y al mismo tiempo lo delimitaron.

De esta manera, pueden resumirse estos principios en cuatro nociones (“la del acontecimiento, la de la serie, la de la regularidad y la de la condición de posibilidad”20) que se oponen a otras cuatro que, según Foucault, han dominado la 17 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 43. 18 Ibid., p.44. 19 Ibid. 20 Ibid., p.45.

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historia tradicional de las ideas (“significación, originalidad, unidad, creación”21). Es este el cambio que propone Foucault en la manera de hacer historia de las ideas, tomando los discursos como “series regulares y distintas de acontecimientos”22, y no como discursos que representan algo de otro orden.

Foucault propone dos conjuntos de análisis: el conjunto crítico y el genealógico. El primero utilizaría el principio de trastocamiento, encontrando las formas de exclusión, de delimitación y de apropiación, mostrando de qué manera se han formado. Este conjunto estudiaría como se han formado y delimitado los discursos en el interior de esos procedimientos. El genealógico, por su parte, estudiaría cómo se han formado los discursos en sí, ya sea en el interior o en el exterior de estos sistemas de control. Es evidente que estos dos conjuntos no se pueden llevar a cabo por separado, pues probablemente cualquier campo requiera un estudio tanto crítico como genealógico.

Es en esta doble concepción en la que debemos entender los estudios de Foucault, y no como en su versión caricaturizada y negativa. No hay unos métodos de represión que actúan sobre un discurso de significación ‘verdadera’. Estos sistemas de control son al mismo tiempo generadores y restrictivos. Es solo gracias a ellos que existen, ya sea en su interior o exterior, los discursos. En palabras de Foucault,

el análisis del discurso así entendido no revela la universalidad de un sentido, saca a relucir el juego de la rareza impuesta con un poder fundamental de afirmación. Rareza y afirmación, rareza, finalmente, de la afirmación, y no generosidad continua del sentido, ni monarquía del significante.23

Este análisis del discurso podría entenderse, como ya se ha sugerido antes, como un estructuralismo aplicado al discurso. De la manera en que, según lo manifiesta Foucault en Las Palabras y las Cosas, Saussure liberaría el lenguaje de la representación, podríamos entender la propuesta de Foucault como la liberación del discurso de su ámbito representativo, para así poder estudiar el sistema en sus condiciones reales. Sin embargo, Foucault nunca recibiría bien este término para definir su trabajo, aunque de alguna manera él mismo acepta su proximidad, como lo afirmó en su lección inaugural tras exponer su metodología: “Y ahora, que los que tienen lagunas de vocabulario digan —quizás porque les suena bien— que se trata de estructuralismo.”24 Él mismo se sitúa también cercano a aquellos estudios que consideran el discurso no sólo como hecho lingüístico sino también como actuación,

21 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 45. 22Ibid., p. 49. 23Ibid., p. 57 24Ibid., p. 57

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como un juego “estratégico y polémico.”25 Con el discurso es precisamente con lo que se lucha, se domina, se actúa y se reacciona.

4. La verdad y las formas jurídicas

Las conferencias pronunciadas por Foucault en Río de Janeiro entre el 21 y el 25 de mayo de 1973 nos proporcionan un ejemplo de la manera en la cuál Foucault aplicaba esta metodología a algún área determinada. Las conferencias llevan por título La verdad y las formas jurídicas, y son la explicación de una investigación llevada a cabo por Foucault para encontrar cómo las prácticas judiciales han definido tipos de subjetividad, formas de saber y por lo tanto nuevas formas de verdad a lo largo de la historia. Su intención es demostrar cómo pueden las prácticas sociales hacer que aparezcan nuevas formas de verdad, algo así como una historia de la verdad a partir de los efectos de las prácticas jurídicas. Su propósito es también así demostrar cómo, y esto no es más que la reiteración de lo que ya hemos afirmado anteriormente,

las condiciones políticas y económicas de existencia no son un velo o un obstáculo para el sujeto de conocimiento sino aquello a través de lo cual se forman los sujetos de conocimiento y, en consecuencia, las relaciones de verdad. Sólo puede haber ciertos tipos de sujetos de conocimiento, órdenes de verdad, dominios de saber, a partir de condiciones políticas, que son como el suelo en que se forman el sujeto, los dominios de saber y las relaciones con la verdad. Una historia de la verdad será posible para nosotros sólo si nos desembarazamos de estos grandes temas del sujeto de conocimiento, al mismo tiempo originario y absoluto, utilizando eventualmente el modelo nietzscheano.26

Foucault empieza por analizar Edipo Rey como un resumen de la historia del derecho griego. Para él, Edipo Rey representa el proceso por medio del cual la verdad dejó de estar unida al poder y por lo tanto el derecho de juzgar y de decir la verdad fue entregado al pueblo, quienes ahora podrían juzgar a sus gobernantes. Edipo sería el tirano que por saber demasiado nada sabía. Su astucia era conocida por todos pero al final fueron los demás los que poseían la verdad (el adivino y el pastor). Ese pastor simbolizaría el pueblo que puede poseer la verdad y por lo tanto contestar al tirano e incluso juzgarlo. Esta es la historia de la conquista de la democracia griega, que durante un proceso de cinco o seis siglos quitó la verdad de las manos del poder para garantizar la supervivencia de la sociedad.

Este proceso hizo necesarias varias formas culturales características de la sociedad griega: formas racionales de la prueba y la demostración (filosofía, sistemas racionales, sistemas científicos). Estas formas fueron necesarias una vez la verdad no estaba asociada al poder porque ahora sería necesario regular cómo se produce la

25 Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas, consultado en : www.uacj.mx/DINNOVA/Documents/SABERES_Verano2011/foucault.pdf, p. 4. 26 Ibid., 13.

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verdad, en qué condiciones, qué reglas han de aplicarse, qué formas han de observarse. Además de esto, se hace necesario algún mecanismo por medio del cual se puede convencer a los demás de una verdad, un arte de persuadir (la retórica). En tercer lugar se desarrolla un nuevo conocimiento por medio de los testimonios, los recuerdos o la indagación (conocimiento desarrollado por historiadores como Herodoto, naturalistas, botánicos y geógrafos, y convertido por Aristóteles en un saber enciclopédico). Resumiendo, en palabras de Foucault,

En consecuencia, en Grecia se produjo una especie de gran revolución que al cabo de una serie de luchas y cuestionamientos políticos dio como resultado, la elaboración de una determinada forma de descubrimiento judicial, jurídico, de la verdad, el cual constituye la matriz, el modelo o punto de partida para una serie de otros saberes —filosóficos, retóricos y empíricos— que pudieron desarrollarse y que caracterizan al pensamiento griego.27

La indagación quedó oculta después de la caída del Imperio Romano durante varios siglos. En las sociedades germánicas los conflictos y los litigios se resuelven por medio de luchas y transacciones sin la intervención de un tercer individuo sobre los dos adversarios. Sin esta intervención no se hace necesaria la indagación por saber quién miente ya que no hay nadie buscando la verdad. Esta misma estructura de lucha o prueba era la que encontrábamos en el derecho griego arcaico, tal y como lo demuestra la épica de Homero. Con la caída del Imperio Romano cae también el derecho romano, y por lo tanto en la sociedad feudal del medioevo encontramos un sistema cercano al derecho germánico, donde la indagación y la búsqueda de la verdad son inexistentes, ya que para resolver un litigio se recurría más a una prueba de fuerza que de verdad.

A partir del siglo XII veremos una transformación en el derecho de la Europa feudal que resucitará a la indagación. Sin embargo, es importante que se entienda este proceso no como una evolución lógica de un racionalismo sino como un cambio que fue producto de un cambio político determinado. Después de siglo de pleitos y luchas que enriquecieron a unos cuantos, hasta llegar a la primera monarquía en el siglo XII, rápidamente estos cuantos vieron la necesidad y la oportunidad (al haber reunido una considerable cantidad de armas y riqueza, y por lo tanto poder), de controlar los pleitos, de imponerse sobre los otros como un poder externo. Es así como surge la figura de un rey que se considerará afectado por cualquier infracción, y en cuya representación actuara un ‘procurador’. Este procurador debe recurrir a la indagación (proceso mediante el cual se descubre la verdad haciendo preguntas a diferentes personas) para descubrir la verdad y determinar quién es el culpable de algún crimen.

Esta forma de descubrir la verdad se difundió en dominios no vinculados al ejercicio del poder, creando nuevas formas de conocimientos y acabando con otras. La geografía, la astronomía el conocimiento de los climas, la técnica de viaje e incluso la medicina, la botánica y la zoología aplicaron de una manera u otra la 27 Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas, consultado en : www.uacj.mx/DINNOVA/Documents/SABERES_Verano2011/foucault.pdf, p. 27.

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indagación para llegar a la verdad sobre sus objetos de conocimiento. En cambio, saberes como el de la alquimia, basados no en la indagación sino en la prueba y la lucha de opuestos, que respondían precisamente a los modelos judiciales de la prueba de la Europa feudal anterior, o también instituciones como la universidad medieval, en la cual el saber era transmitido por medio de luchas como la disputatio, donde no se apelaba a testigos de verdad sino a testigos de fuerza y autoridad, o bien desaparecerían o experimentarían una crisis que los obligaría a cambiar sus formas. Es así como vemos que, en palabras de Foucault,

La indagación es precisamente una forma política, de gestión, de ejercicio del poder que, por medio de la institución judicial pasó a ser, en la cultura occidental, una manera de autentificar la verdad, de adquirir cosas que habrán de ser consideradas como verdaderas y de transmitirlas. La indagación es una forma de saber-poder y es el análisis de este tipo de formas lo que nos conducirá al análisis más estricto de las relaciones que existen entre los conflictos de conocimiento y las determinaciones económico-políticas.28

A continuación Foucault nos sitúa a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, en el momento en el que, para él, se constituye la sociedad disciplinaria (nuestra sociedad). La nueva distribución espacial y social de la riqueza industrial y agrícola hizo que fueran necesarios nuevos controles. Para que el sistema funcione es necesario que la mayor cantidad posible de los sujetos de la sociedad empleen una gran cantidad de tiempo tanto en la producción como en el consumo. La penalidad del siglo XIX se ve mucho más interesada en el “control y la reforma psicológica y moral de las actitudes y el comportamiento de los individuos”29, en el control de sus futuros comportamientos, que en la “defensa general de la sociedad”30 con la búsqueda de la verdad sobre un acontecimiento del pasado para castigar un crimen.

Esta sociedad necesitó un nuevo tipo de saber diferente al de la indagación o la prueba,

un saber de vigilancia, de examen, organizado alrededor de la norma por el control de los individuos durante toda su existencia. Esta es la base del poder, la forma del saber-poder que dará lugar ya no a grandes ciencias de observación como en el caso de la indagación sino a lo que hoy conocemos como ciencias humanas: Psiquiatría, Psicología, Sociología, etcétera.31

Vemos así como los saberes y las verdades de nuestra época están íntimamente relacionados con estructuras de poder determinadas. La arbitrariedad de los objetos de conocimiento no es algo que sólo podamos encontrar en el pasado. Un análisis como este nos hace reflexionar sobre la arbitrariedad de nuestras propias formas de conocimiento, de nuestra idea de sujeto (a la vez sujeto conocedor y objeto 28 Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas, consultado en : www.uacj.mx/DINNOVA/Documents/SABERES_Verano2011/foucault.pdf, p. 38. 29Ibid., 42. 30 Ibid., 42. 31 Ibid., 44.

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de conocimiento). Para Foucault el carácter sumamente antropológico de nuestra época, la amplitud de nuestras ciencias humanas, tienen una estrecha relación, o mejor, están siempre por debajo y determinadas por los sistemas de poder y de producción actuales.

Cada estructura de poder hace necesaria un cierto tipo de forma de establecer la verdad, de objetos y formas de conocimiento. La prueba, la indagación y el examen proporcionaron a tres sociedades distintas sus vías necesarias para llegar a la verdad. Tenemos aquí, resumido en rasgos muy generales, un ejemplo de cómo aplica su metodología Foucault a un área determinada. Los distintos saberes y discursos de cada época han sido analizados no como significaciones sobre su mundo físico sino más bien como producto de determinadas estructuras de poder. Se ha puesto en duda nuestra voluntad de verdad al revelar su propia arbitrariedad, se ha restituido al discurso su carácter de acontecimiento, y se ha levantado la soberanía del significante.

5. Vivir en la verdad

Una vez aceptada la idea de la imposibilidad de formas de verdad y de conocimiento sin la coacción por parte de unos poderes, ¿tiene el individuo alguna manera de escapar? ¿Puede el sujeto buscar la verdad por si mismo? Desde su nacimiento el sujeto se ve envuelto por un entramado de instituciones que le proporcionan los discursos que le servirán de base para su idea de verdad y discursos futuros. Aceptar estos discursos como verdades universales, sin cuestionar las condiciones que han posibilitado su creación, es lo más cómodo, lo más natural. Lo cómodo es encontrarse del otro lado de la lucha, en el lugar donde el orden parece universal y eterno. Foucault ilustra este proceso al comienzo de su lección inaugural en el Collége de France:

El deseo dice: «No querría tener que entrar yo mismo en este orden azaroso del discurso; no querría tener relación con cuanto hay en él de tajante y decisivo; querría que me rodeara como una transparencia apacible, profunda, indefinidamente abierta, en la que otros responderían a mi espera, y de la que brotarían las verdades, una a una; yo no tendría más que dejarme arrastrar, en él y por él, como algo abandonado, flotante y dichoso». Y la institución responde: «No hay por qué tener miedo de empezar; todos estamos aquí para mostrarte que el discurso está en el orden de las leyes, que desde hace mucho tiempo se vela por su aparición; que se le ha preparado un lugar que le honra pero que le desarma, y que, si consigue algún poder, es de nosotros y únicamente de nosotros de quien lo obtiene».32

¿Es posible salir de esta transparencia apacible y profunda? ¿Puede el sujeto escapar a estas estructuras de control y crear nuevas formas de verdad? ¿Existen

32 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 9-10.

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espacios de creación de discurso en el exterior de estas formas de control? Es probablemente hacia esta dirección a la que apuntan los últimos trabajos de Foucault.

En sus conferencias en la Universidad de California en el otoño de 1983 (un año antes de su muerte), Foucault se centró en el concepto de la parresía en la Grecia Clásica. La parresía era una forma de decir la verdad que cumplía con unas características específicas: el hablante era absolutamente franco (no había ninguna diferencia entre lo dicho y lo pensado), el acto constituía cierto riesgo para el hablante, y, por lo general, el discurso consistía en una crítica hacia un superior. En la mayoría de los casos la palabra era usada en aquellos casos en los que algún ciudadano proclamaba una verdad a un gobernante, una verdad que de alguna manera se oponía a la verdad del poder.

Foucault estudia el desarrollo de esta noción a lo largo de la historia de la Grecia Antigua. La parresía fue, en un principio, considerada como un derecho y un deber de todo ciudadano, cuya relación con la democracia era positiva. Se constituyó, en un principio, como una de las formas de verdad propia de los hombres en aquel proceso de traspaso de la verdad de los dioses a los hombres. Sin embargo, rápidamente esta noción se problematizó. ¿Quién tiene derecho a usar la parresía? ¿Es positivo que todos los ciudadanos puedan oponer sus verdades a las del poder?

Se hicieron necesarios mecanismos por medio de los cuales identificar al verdadero parresiastes. De esta manera la parresía se acercó al ámbito de la ética. Sin embargo, al restringirse así el uso de la parresía solo a aquellas personas calificadas como verdaderos parresiastes, la noción tuvo que alejarse de la democracia, pues según la lógica democrática todos deberían poder hacer uso de ella (lo cual se mostró como problemático desde muy temprano, tomando así la palabra connotaciones negativas relacionadas con el hablar sin control y la falta de dirección en el gobierno).

En el ámbito de la ética, por el contrario, la parresía tuvo una larga tradición. A Foucault le interesa en especial el caso de los cínicos porque son ellos los que llevaron el concepto hasta los extremos. La noción se elaboró para convertirse en una práctica del cuidado de si mismo, una cierta estética de la existencia mediante la cual se busca una coincidencia entre los actos de una persona y su discurso, así como una cierta transparencia de esa persona (al no tener ningún acto que esconder). Esta estética de la existencia, en la forma en la que la desarrollaron los cínicos, guarda una relación con la enunciación de la verdad, ya que para ellos la divulgación de la verdad más esencial (ciertamente no la verdad de las formas de poder), del escándalo de la verdad, era la forma de vida ideal. En palabras de Foucault,

What is manifested in Cynicism is life as the immediate, striking, and unrestrained presence of the truth. Or again: truth as discipline, ascesis, and bareness of life. The true life as life of truth. From its emergence in the fourth century in the Hellenistic period until at least the end of the Roman Empire, and—I would like to show—long after, Cynicism practiced the scandal of the truth in and through one’s life. This is the

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kernel of Cynicism; practicing the scandal of the truth in and through one’s life. And this is why it seems to me that with Cynicism we have a quite remarkable point which deserves some attention if we want to study the history of truth and the history of the relations of truth and the subject. This is the justification for why I would now like to dwell for a while on this question of Cynicism.33

Los cínicos, a diferencia de la mayoría de las diferentes corrientes de pensamiento, no poseían ninguna doctrina sólida y extensa. Su doctrina consistía, en su mayor parte, en ejemplos de vidas de cínicos célebres. El más celebre de los cínicos fue Diógenes. Su vida nos proporciona un marco para entender en lo que consiste esta estética de la experiencia. La mayor parte de la filosofía tradicional proclama perseguir la noción de una vida abierta a los demás, sin nada que esconder. Sin embargo, esta noción casi siempre se desarrolla por medio de un fiel seguimiento de las imposiciones sociales, dejando así nada que esconder porque todo lo que se hace es aceptado. Los cínicos, por su parte, en lugar de caer en la obediencia y de seguir la verdad impuesta, hacen su vida pública haciendo públicas también las verdades más esenciales. Diógenes dormía y comía en público, pero también se masturbaba y defecaba en público. Sus prácticas consistían también en una cierta ridiculización de las convenciones sociales (tales como ponerse una corona de laureles sin haber sido laureado en ninguna competencia). Vemos aquí la importancia de la desobediencia en esta estética de la existencia, en esta forma de parresía.

Sin embargo, ¿es esta la verdad última? ¿Es la animalidad la verdad que descubrimos al levantar las imposiciones de verdad de las relaciones de poder? Foucault no parece decir esto, o por lo menos esto no parece interesarle, pues lo que quiere rescatar de la doctrina cínica es esta forma de desobediencia y de cuestionamiento de las verdades impuestas por instituciones de poder.

Foucault rastrea esta actitud cínica y la encuentra en diferentes áreas en diferentes épocas de la historia de occidente. En su último curso en el Collège de France, titulado El coraje de la verdad, hace un breve repaso por lo que podría considerar como la historia del cinismo en el pensamiento occidental. Se tratan de hipótesis, según él, poco desarrolladas, cosa que puede sugerirnos que era en esta dirección en la que apuntaban los posibles estudios planeados por Foucault para el futuro.

Resumiendo mucho lo dicho por Foucault, la propuesta de forma de vida de los cínicos, esa búsqueda por ‘vivir en la verdad’, en el escándalo de la verdad, podríamos encontrarla tanto en las prácticas de ascetismo de los cristianos del medioevo, como en los movimientos revolucionarios del siglo XIX, como también en el arte del siglo XIX y XX. En las primeras encontramos, de alguna manera, esa búsqueda de verdad en el desapego a lo material y en la reducción a lo más básico, unida a cierto rechazo de las instituciones sociales. En la militancia revolucionaria 33 Foucault, Michel, 2011, The Courage of the Truth, Palgrave Macmillan, Houndmills, p. 173.

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vemos una clara desobediencia y lucha en contra de los sistemas opresores y las verdades impuestas, así como la manifestación del discurso a través de los actos (por su concordancia con ellos). En el arte encontramos también esta unidad entre actos y discurso en la vida del artista como la conocemos desde finales del siglo XVIII, y también es evidente aquí, especialmente en el siglo XX, la enorme desobediencia del arte y su capacidad por romper con todas las verdades preestablecidas continuamente. Además, en el arte contemporáneo también vemos la práctica cínica de la verdad como lo más básico; su interés no está ya en la ornamentación de la representación, sino en la irrupción de lo que está debajo, lo que no tiene posibilidad de expresión, lo que la verdad de los sistemas de poder niega.

Se debe siempre tener en mente, al leer estas conferencias de Foucault, que para él no hay una verdad esperando a ser liberada (por lo menos ninguna que pueda entrar en el ámbito discursivo). Cualquier verdad es producto de un criterio previo impuesto por una necesidad de una relación de poder. Con estos estudios de ética, del cuidado de sí mismo y la estética de la existencia, más que sugerir las maneras de encontrar una verdad última Foucault sugiere las maneras en las cuales esos poderes (limitadores pero también creadores de verdad) pueden ser desvelados, destapados, desenmascarados. Es probable que al hacerlo podamos configurar nuevas formas de saber, nuevos objetos de conocimiento, pero en el proceso lo que estaremos estableciendo, realmente, son nuevas relaciones de poder. Poder y verdad son indisociables, la segunda necesita al primero para su existencia.

6. Conclusión

Hemos visto como, en el pensamiento de Foucault, los discursos no revelan ninguna verdad sobre el mundo, sino que son un producto de las relaciones de poder, una construcción llevada a cabo por diferentes sistemas dentro de la sociedad. Hemos visto que estos sistemas pueden ser divididos en sistemas de exclusión, sistemas internos a los propios discursos, y sistemas de control de los sujetos que elaboran o tienen acceso a los discursos. Se ha expuesto que, por tanto, el análisis del discurso entendido por Foucault debe tener en cuenta esta realidad de los discursos, debe primero identificar los mecanismos por medio de los cuales se ha ejercido el control de los discursos, y debe analizar los discursos buscando precisamente la manera en la que estos diferentes sistemas los han hecho posibles. Cualquier verdad, cualquier objeto de conocimiento, cualquier tipo de sujeto, son producto de estos mecanismos.

Se han tomado también diferentes ejemplos de la trayectoria de Foucault para ver cómo él mismo ha aplicado esta metodología. Nos hemos centrado, sobre todo, en el análisis hecho por Foucault de la relación entre las formas jurídicas y diferentes verdades y maneras de llegar a la verdad a lo largo de la historia. Un sistema jurídico fundamentado en la lucha de opuestos, como en el derecho germánico o el griego arcaico, estableció en ambos casos la prueba como mecanismo para solucionar los

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conflictos. Con el fortalecimiento de los poderes, tanto en la Grecia clásica como en la Edad Media, con su creación de un tercer actor encargado de establecer la verdad y exigir un castigo, se hizo necesario un mecanismo fundamentado en la indagación para encontrar la verdad. Por último, con la creación del sistema capitalista y la sociedad de consumo se hace necesario el control de los individuos, no de sus acciones del pasado sino de sus virtualidades futuras, y para esto se crea el examen como nuevo mecanismo para establecer la verdad. Prueba, indagación y examen se expandieron, en los tres casos, a las otras áreas de conocimiento de su tiempo. La relación entre el poder y la verdad, entre las formas jurídicas (en este caso) y los objetos de conocimiento es evidente.

Una vez aceptado que toda verdad es producto de diferentes mecanismos de control, ¿tiene alguna opción el individuo? ¿puede escapar al control? Para intentar responder a esto hemos hecho un breve repaso a las últimas investigaciones de Foucault. Su interés por la historia de la ética, en especial por las noción de parresía y su posterior desarrollo en grupos como los cínicos, revelan el interés de Foucault por encontrar la historia de la búsqueda de la verdad desde la reacción, desde el individuo y no desde el poder. Sin embargo, no debe entenderse esta como una búsqueda de una verdad real y escondida. El individuo no puede más que desenmascarar la ficción de las verdades que le son impuestas, identificar las instituciones que las generan, y tal vez cambiar las relaciones de poder para generar nuevas verdades. La relación entre verdad y poder es necesaria.

Para Foucault, al analizar los discursos debemos: “poner en duda nuestra voluntad de verdad; restituir al discurso su carácter de acontecimiento; levantar finalmente la soberanía del significante.”34

34 Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets, p. 43.

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7. Bibliografía

Foucault, Michel, 1980, El orden del discurso, trad. Alberto de González Troyano, Barcelona, Tusquets.

Foucault, Michel, 1991 (1968), Las Palabras y las Cosas, trad. de Elsa Cecilia Frost, Madrid, Siglo XXI, p 3-5.

Foucault, Michel, 2004, Discurso y verdad en la antigua Grecia, Barcelona, Paidos.

Foucault, Michel, 2011, The Courage of the Truth, Houndmills, Palgrave Macmillan.

Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas, consultado en : www.uacj.mx/DINNOVA/Documents/SABERES_Verano2011/foucault.pdf