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Profundizando y Madurando Nuestra fe Tema No. 4 Jesús, sacramento del Padre

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Profundizando y Madurando Nuestra fe

Tema No. 4

Jesús, sacramento del Padre

OBJETIVOS:

• 1.- Ayudar a los participantes a discernir el lugar de Dios en la persona y en la sociedad.

• 2.- Que los participantes puedan descubrir las características fundamentales de Dios

• 3.- Conducir a los participantes a captar que nadie fuera de la Iglesia de Cristo puede conocer la Trinidad.

• 4.- Ayudar a crear conciencia de que la fe en Dios acarrea compromiso.

Charla No. 1

El lugar de Dios en la persona y en la sociedad

Un mundo de increencia:A los cristianos de hoy nos toca vivir en un mundo en el

que muchos hombres han desplazado a Dios de su vida y viven como si Dios no existiera; bastantes incluso niegan explícitamente su existencia. La increencia, la indiferencia, el ateísmo, nos rodean y acechan nuestra vida de fe. Y no se trata solo de posturas individuales, sino de un fenómeno social amplio y difuso que condiciona la visión del mundo, el modo de entender la vida, los criterios de valor, los comportamientos, la convivencia, etc.; en una palabra, la cultura de nuestra sociedad.

Como este fenómeno nos afecta también a los creyentes, que vivimos en la misma sociedad y respiramos los mismos aires que todos, necesitamos replantearnos los fundamentos de nuestro creer y esperar, para afianzarlos y poder dar razón de ellos a todos los que nos rodean.

Para ayudarnos en este replanteamiento, analizaremos en primer lugar las características más relevantes de la cultura contemporánea. En un segundo momento, intentaremos descubrir los desafíos y retos que esta cultura plantea a la fe cristiana. Y, por último, procuraremos determinar las exigencias que se deducen de todo esto para nuestro modo de vivir la fe en estas circunstancias.

Una civilización científico-técnica:Un rasgo relevante de nuestra cultura es el espíritu

científico, fruto de las grandes conquistas de las ciencias positivas en el último siglo. De ellas arrancan innumerables avances técnicos y tecnológicos que, no solo han modificado nuestro modo de vivir, sino que llegan a determinar la concepción que el hombre tiene de si mismo.

No se pueden negar los bienes que la ciencia y la técnica han aportado y aportan a la persona y a la sociedad. -

Pero, aún reconociendo tales bienes, es preciso reconocer también ciertos riesgos: que el hombre se embriague con sus conquistas, se fascine ante ellas y piense que es “como Dios” excluyendo por tanto, a un Dios trascendente.

El hombre puede llegar a absolutizar la ciencia y la técnica, y acabar, o bien por excluir la fe como innecesaria (Si la ciencia lo explica todo ¿Para que sirve la fe?), o bien por crear un antagonismo entre la ciencia y la fe, como mundos diferentes y hasta enemigos. O también por vivir en un permanente dualismo (Recurrimos a la ciencia para todo, y a la fe solo en lo que nos resulta incomprensible y misterioso)

Una civilización del consumo y el bienestar:Los avances de la ciencia y de la técnica han traído

consigo en el mundo occidental una gran expansión económica cuyo resultado ha sido la sociedad del bienestar que, a su vez,

Ha traído un espíritu desmedido de consumo: se procura un exceso de bienes y se crean falsas necesidades; la producción tiende a convertirse en un fin en sí misma, lo superfluo se convierte en necesario y el hombre se convierte en consumidor

El espíritu consumista acaba generando en el hombre un ansia insaciable por tener y poseer, se siente desgraciado si tiene menos que los demás y acaba siendo insolidario, porque olvida a los más pobres y contribuye indirectamente a su explotación. Este materialismo le lleva fatalmente a vivir como si Dios no existiera y a procurar sacar el máximo provecho de la vida prescindiendo prácticamente de Dios.

Una sociedad que busca y desea libertad:La libertad es una cualidad inalienable de la persona, el

primero de los derechos fundamentales del hombre, porque Dios nos ha hecho libres. La libertad es condición necesaria -

Para que toda persona o grupo social desarrolle y alcance su proyecto personal. Ser persona equivale a ser libre y a conquistar la propia libertad.

Porque la libertad es don y tarea, no resulta fácil. Unida al bienestar material puede llevar al individualismo por el que nos aislamos y despreocupamos de los demás, y también a la realización del impulso inmediato.

Muchos, además, entienden la libertad como algo absoluto y sin límites, piensan que cualquier cosa atenta contra ella. Por ello consideran que la libertad es incompatible con la existencia de Dios, porque pone límites a la libertad del hombre.

Una sociedad pluralista:En la sociedad actual coexisten diferentes modos de

concebir la vida y de organizar el mundo. Esta situación no es

Mala en sí misma, pero hay que reconocer que puede afectar negativamente a la fe y a la vida de los cristianos, por cuanto tiende a privatizar la vida religiosa, es decir, a reducirla al ámbito de lo privado, hacerla irrelevante en lo social y, finalmente, negarle toda proyección pública, con la excusa de que la fe cristiana es una visión entre tantas y acusándola de querer imponerse sobre las demás.

Además, el pluralismo, al relativizar los modos de pensar, acaba desconfiando de cualquier ideología que intente ofrecer una visión del mundo y de la propia sociedad. La consecuencia más inmediata de esto es que el hombre experimenta un vacío de sentido y una honda sensación de desamparo. Entonces, cada uno tiende a construir su propia visión del mundo y su propio código ético y moral, dando como consecuencia, una consciencia fragmentada e individualista y negando algo universal válido para todos.

Oscurecimiento de Dios y del sentido del hombre:El primer reto que se le presenta a la fe cristiana es que,

para el hombre de hoy, Dios ya no resulta fácil de encontrar porque la mentalidad científico-técnica parece relegarle a la periferia.

Antes de buscar explicaciones en la religión, se buscan en la ciencia, de modo que Dios y su misterio son cada vez menos misterio y acaban por ser innecesarios y hasta superfluos

No es extraño pues que la increencia y la indiferencia religiosa afecten un gran número de personas. Incluso para muchos bautizados, el hecho y la práctica religiosa han perdido o van perdiendo significación y relevancia vital. Para muchas personas, la fe cristiana es incapaz de dar respuesta a sus necesidades, inquietudes e interrogantes más vitales.

El oscurecimiento de Dios produce el oscurecimiento del hombre dada la ausencia de convicciones sobre su ser y --

Realidad más profundos. Y si el hombre no sabe lo que es, tampoco encuentra motivos para valorar y respetar a sus semejantes.

Organizar el mundo sin Dios, conduce fatalmente a organizarlo contra el hombre, por lo que el humanismo sin Dios se convierte en un humanismo inhumano.

Nueva sensibilidad por el hombre y retorno a lo sagrado:La sensibilidad por los derechos humanos aparece y

crece con fuerza, los derechos de las minorías son cada vez más promovidos y respetados, hay un aumento de solidaridad social de los ricos hacia los pobres y se extiende el voluntariado social. Todos estos hechos alegran nuestra conciencia cristiana que sabe que el camino del hombre es el auténtico camino hacia Dios.

Se descubre también una mayor solicitud de valores religiosos que den sentido a la vida; en el corazón de muchos -

De nuestros contemporáneos brotan anhelos por encontrar respuestas más válidas, con mayor sentido y fundamento que los modelos actualmente en vigencia.

Pero esta búsqueda de lo religioso irrumpe muchas veces por el camino equivocado dando lugar a la religión sin Dios, al desarrollo de las sectas, y al auge de todo tipo de superstición y magia y conduciendo a los fundamentalismos religiosos.

Por eso los creyentes nos sentimos impulsados por el amor de Cristo a llevar la luz de Dios a los que no le conocen o lo rechazan y a desarrollar todo el dinamismo de la caridad para que el mundo sea más Reino de Dios y casa del hombre.

Los cristianos estamos llamados a ser la “sal de la tierra” y la “luz del mundo”, llamados a transformar el mundo en Reino de Dios, haciéndolo desde dentro del mismo mundo y su historia.

Charla No. 2

“El Dios que nos revela Jesucristo”

El Dios de Jesucristo:A Dios nadie lo ha visto jamás, y es Jesucristo quien nos

revela quien y como es Dios (Jn.1, 18), quien ve a Jesús, ve al Padre (Jn. 14, 9), Jesucristo es imagen del Dios invisible (Col. 1, 15). Dios se ha hecho patente y presente entre los hombres en la persona y en la obra de Jesús de Nazaret.

El Dios que se revela en Jesús es el Dios de la solidaridad con el hombre, porque efectivamente, eso fue la vida de Jesús: un camino de incesante solidaridad con el hombre, y en especial, con los más necesitados.

Dios es amor desbordante y misericordioso:Jesús nos hace ver que lo que es bondad de verdad,

solo se da en Dios (Mc. 10, 18) y que la bondad humana de los padres no es nada comparada con la bondad de Dios (Mt. 7, 11

Dios no es un ser que exista en abstracto, fuera del tiempo, él es amor y compasión para el hombre. Dios es el -

“Padre misericordioso” ya vislumbrado en el Antiguo Testamento como el Dios clemente y compasivo (Sal. 103, 1-8)Es un Dios cercano, humano que no necesita los ritos ni manifestaciones externas, carentes de amor fraterno.

Dios es Buena Noticia y alegría:Dios viene a ofrecernos la Buena Noticia del Reino, de

una felicidad plena, universal y compartida. Pero para acogerla se requiere un cambio de orientación de nuestra existencia: la Conversión.

Todo el mensaje de Jesús es transmitir la Buena Noticia como fuente de alegría. Acoger esa Buena Noticia es la fuente de la libertad personal y de la verdadera alegría (Mt. 13, 44-46)

Para Jesús Dios mismo es alegría, amor compartido con la humanidad, sobre todo con la humanidad pecadora y despreciada

Dios no es pasivo, él actúa:Jesús con su acción liberadora nos revela a un Dios que

“trabaja” (Jn. 5, 17), por esto, el Espíritu que guía y mueve a Jesús le conduce a realizar una obra de liberación, pero no de venganza; y esta acción liberadora de todo tipo de dolor y explotación es el signo fehaciente de su identidad: los ciegos ven, los cojos andan y a los pobres se les anuncia una Buena Noticia (Lc. 11, 20).

Por tanto, el Dios de Jesús es un Dios de relación, no el que esta en un altar para que lo veneremos, sino el que muestra su amor y misericordia al hombre: “he visto el dolor de mi pueblo y voy a liberarle” (Ex. 3, 7-10).

Esta relación activa de Dios con el mundo, es de hecho, el Reino de Dios, tantas veces mencionado. “Dios es para los hombres, y no los hombres para Dios”

Dios no hace distinción de personas:Dios no pide cuentas, no pone condiciones para hacer el

bien, como se ve al perdonar y curar al paralítico, que no le dice ni le pide nada a Jesús (Mc. 2, 1-12). El Padre amoroso del hijo pródigo no esta para largas confesiones de su hijo y lo abraza efusivamente sin esperar nada de él (Lc. 15, 20-22).

El problema está en nosotros porque no podemos decir que acogemos el perdón y el amor, si nosotros no amamos y perdonamos, ¿Cómo va a entrar el sol si las ventanas están cerradas?. Es que Dios es todo magnanimidad, hace salir el sol sobre buenos y malos. Es más, rompe con los criterios y valores dominantes: Su amor es un elemento universal y partidario a favor del pobre y del débil (Mt. 11, 4-5), sin que por ello deje de extender su amor a todo el género humano.

Dios no es moralizante:La medida del amor de Dios no es la respuesta al

cumplimiento minucioso y exacto de la ley o de la norma, sino que su bondad y gratuidad, que no es arbitrariedad, como lo muestra el dueño de la viña que paga igual a los que han trabajado poco, como a los que han trabajado a lo largo de toda la jornada (Mt. 20, 1-15). El mira con bondad a la mujer sorprendida en adulterio y no premia la aparente fidelidad de los acusadores (Jn. 8, 1-11).

El Dios que Jesús nos revela, es un Dios sensible a la fe de la gente como en el caso del paralítico que lo llevan superando todas las dificultades (Mc. 2, 5) o ante la mujer con hemorroísa (Mc. 5, 34) Incluso no tiene en consideración si uno es o no del pueblo elegido como en el caso del Centurión que intercede por su criado (Mt. 8, 10)

Dios no es ritualista:Dios no dirige nuestra mirada al cielo, sino a la Tierra, es

decir, no se complace con una religiosidad de palabras y actos desconectados de la vida y por esto, no se trata de decir “Señor, Señor” sino de hacer su voluntad de bien para la humanidad (Mt. 7, 21-23).

De aquí que antes de hacer ofrendas a Dios, hay que ver como están las relaciones humanas de cada uno. Todo el mundo del culto y de los ritos, puede tener un valor como expresión, o como medio de alimentar una vida espiritual, pero no es algo que valga por si mismo.

Por eso Jesús relativiza mucho los rituales y el culto y siempre pone por delante de ellos el amor y la compasión a nuestros semejantes (Mc. 2, 23-27; Lc. 13, 10-16)

En definitiva, el Dios revelado por Jesús, es el Dios de la vida, que ha enviado a su Hijo, para que la gente tenga vida y -

La tengan en abundancia (Jn. 10, 10). Para revelarnos a este Dios de la vida, Jesús se salta las normas y se enfrenta con la oposición del poder que quiere defender una falsa justicia y sus intereses.

“Yo os pregunto, si en sábado es lícito hacer el bien en lugar del mal, salvar una vida en vez de destruirla y mirando a todos ellos le dijo al enfermo: extiende tu mano, el lo hizo y quedó restablecida su mano, ellos se ofuscaron y deliberaron entre sí que le harían a Jesús” (Lc. 6, 9-11)

La revelación mas singular de Jesús es que todos somos hijos de Dios, porque nos ha dado su Espíritu, es decir, nos ha dado su propia vida; y con su vida nos ha dado su amor, somos por tanto, de la misma familia de Dios. (1Jn. 4, 9; Rom. 6, 23)

Charla No. 3

La revelación de Dios como Trinidad

El Dios Trino:La Trinidad es la característica mas distintiva del

cristianismo. Al decir que Dios es uno y trino, estamos diciendo algo muy importante para la comprensión de nuestro Dios. En la visión de la Trinidad se sintetiza todo lo que hemos venido diciendo sobre Dios, quitando la imagen de un Dios individualista y solitario, por la de un Dios de la vida, relacional, comunitario.

Podemos concebir la Trinidad como una familia originaria que realiza en plenitud el misterio del amor y encuentro entre personas. En esa familia solo existe una esencia, un solo corazón y una sola alma, porque cada miembro entrega a los demás todo lo que tiene. De esa forma, todos viven en amor y encuentro mutuo, en proceso de generosidad, de acogida y filiación que culmina en existencia compartida.

Las tres personas divinas:Al Dios que esta por encima de nosotros y que es

nuestro origen lo llamamos “Padre”; Al Dios que esta con nosotros y se hace compañero de camino lo llamamos “Hijo”; y al Dios que habita en nuestro interior como entusiasmo y creatividad lo llamamos “Espíritu Santo”. Como se ve, no se trata de tres Dioses, sino del mismo y único Dios-comunión que actúa en nosotros y nos acoge en sus relaciones.

Dios es Padre y nos ama infinitamente, se preocupa continuamente por nosotros. No quiere que vivamos en el miedo, sino en la confianza de hijos queridos. Dios nos creo para hacernos hijos suyos, para atarnos a su corazón de Padre por toda la eternidad.

Dios es Hijo. Jesucristo es el Hijo de Dios que se hizo hombre para poder revelarnos y realizar el plan de amor del Padre. En el rostro de Cristo vemos reflejado el rostro de Dios.

Dios es “Espíritu Santo”, es el espíritu de familia el Espíritu de Unión. El Padre se entrega al Hijo, y el Hijo al Padre con una intensidad tan grande que de ello brota otra persona: El Espíritu Santo.

La Trinidad, fuente de fraternidad:La Trinidad es fuente de fraternidad, la vida cristiana es

vida de fraternidad, de hermanos libres y maduros que, uniéndose en la Iglesia por amor de Dios, intentan amarse mutuamente.

La comunión con el hermano realiza el sueño y la utopía de la fraternidad universal, que no es otra cosa que el proyecto de Jesús, por el cual asumió su pasión y muerte, y para el cual, Dios lo resucitó y se encuentra al frente del pueblo cristificado que es la Iglesia.

La Trinidad para el Cristiano:La revelación no se da por razón de sí misma, sino para

nuestra salvación. Lo mismo se puede decir respecto del misterio de la Trinidad. Para nosotros los cristianos es fundamento vivo del acercamiento a Dios y relación viva del hombre con Dios.

Se trata de la unión del bautizado con el Dios trino, de entregarse y unirse a él. A la luz del misterio de la Trinidad reconocemos que Dios en sí es comunión, encuentro personal y acercamiento al hombre, para incorporarlo a la vida de Dios.

El dogma trinitario nos muestra que el Dios cristiano, es en lo más profundo de su ser, vida y amor. Dios vive en comunión y hace de ella un don, que da fundamento a la comunión con los hombres. El que es en sí mismo vida y amor, lo quiere ser también para nosotros. Su vida y su amor son su felicidad, a la que quiere también incorporarnos.

El hecho de que la vida divina sea comunión en el amor permite comprender, desde la fe, que Dios revele también ese amor hacia afuera, en la creación del mundo y del hombre y en la redención.

No significa esto que la obra creadora y la de la redención hayan tenido que realizarse necesariamente. Si Dios es vida ya en sí, es más comprensible para nosotros que busque y tenga una relación viva con el mundo. De esta manera se hace también comprensible que haya dispuesto, amorosamente, la participación del hombre en la vida divina.

El dogma de la Trinidad nos dice que Dios no vive en sublime soledad, sino en diálogo. El Dios Uno tiene una existencia dialógica, o mejor dicho: trialógica. Dado que en Sí, Dios es comunidad, ha creado también al hombre a imagen suya, como un ser ordenado a la vida con los demás.

A la luz de la Trinidad, reconocemos que la persona como tal no es una mónada cerrada que se realiza en ser un yo aislado, sino que es también una referencia espiritual hacia un nosotros, en el que encuentra su superación última.

La persona depende de la sociedad, del mismo modo que ésta, a su vez, vive de la persona. Cuanto más se abre hacia una relación con el otro, tanto más se enriquece la persona íntimamente. La ordenación mutua entre persona y comunidad está prefigurada en el misterio de la Trinidad.

De ahí recibe también su relevancia la relación de individuo y comunidad en la Iglesia. La trinidad marca la existencia eclesial como existencia de un pueblo, de una comunidad, en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Trinidad y Encarnación:En el misterio Trinitario se ilumina el misterio de la

encarnación, que, a su vez, desde el punto de vista de nuestro -

Conocimiento, es el punto decisivo en el desarrollo de la doctrina de la Trinidad. En la humanidad glorificada del Resucitado ha sido admitida la naturaleza humana en la vida trinitaria de Dios, del mismo modo que el misterio de la encarnación, el mismo Dios asumió la vida humana. Todo el que participa por la gracia en la vida gloriosa de Cristo, participa también, misteriosamente en la relación del Hijo con el Padre.

Pero esta realidad, lleva consigo también una llamada, que es una invitación a la santidad. El indicativo del ser se convierte en el imperativo del deber ser.

Quienes procuran seguir al Hijo, deben, en todas sus consecuencias, comportarse como hijos de Dios, esto supone ante todo, la obediencia como expresión del amor, ya que este alcanza su perfección, no en el puro afecto o sentimiento, sino en las obras de caridad con el hermano.

El camino hacia el Padre:El creyente sabe que debe recorrer el camino hacia el

Padre a través de Cristo, bajo la guía e iluminación del Espíritu Santo.

La respuesta de fe a la revelación de las tres personas divinas, es la oración al Padre por el Hijo y en el Espíritu de ambos.

Tenemos que reconocer la importancia del misterio de la Trinidad para la salvación del hombre; Si Jesús no es más que un hombre bueno y santo que ha fracasado, o un profeta enviado por Dios, entonces el misterio de la Trinidad resulta superfluo.

Y del mismo modo, la desaparición de este misterio deja sin sentido la preexistencia de Jesús y su condición divina. Ante la tendencia de ver a Jesús como un hombre común y corriente o de imaginar al Espíritu Santo como un poder de Dios, solo saldría ganando la interpretación racionalista de la fe.

Charla No. 4

El compromiso que implica llamar a Dios “Padre Nuestro”

“Abba”, Padre Bueno:La invocación de la divinidad como Padre, se puede

rastrear en varias culturas y civilizaciones del Antiguo Oriente, y en el mimo pueblo Judío. Sin constituir la forma más común de referirse a Dios, podemos encontrar varios ejemplos en el Antiguo Testamento.

Sin embargo, las palabras de Jesús encierran una novedad radical, que desconcierta a sus contemporáneos. Para hablar con Dios Jesús utiliza el término arameo “Abba” que usaban los niños pequeños para llamar a su Padre.

Con esta forma de comunicarse Jesús revela un rostro desconocido de Dios. El Dios lejano que está en los cielos, se hace cercano y compañero, en la figura del Padre bondadoso que espera, acompaña, protege y busca el bienestar de sus hijos. (Lc. 15, 11 ss).

Jesús recurre al lenguaje común del pueblo, para hablar de Dios. El hebreo estaba reservado para el culto, y el arameo -

Lo hablaba el pueblo. De esta manera nos enseña que no lo encontramos al margen de la vida, sino en medio de ella, a nuestro lado, como un Padre que sufre y se desvela por sus hijos. Jesús que llama a Dios “papá”, nos invita a repetir con el sus palabras, y a demostrarlo con nuestras vidas y obras como lo hizo Jesús.

Ser hijo y poder llamar a Dios Papá es un gran honor y una muy seria responsabilidad. La Iglesia desde sus orígenes entendió así esta enseñanza de Jesús y se cuidó mucho de no banalizar el sentido del Padre Nuestro

Esta era la oración de los cristianos, de los hijos, de los que seguían a Jesús, participando y construyendo el Reino. La oración de los que se habían convertido mediante el bautismo y habían optado por la vida de Dios. Al decir Padre Nuestro Jesús nos invita a participar de su filiación y nos muestra a Dios como Padre Bueno.

Rezar el Padrenuestro:Siempre que rezamos el Padrenuestro, aunque lo

recemos cada uno por nuestro lado, decimos “Padre nuestro” y no “Padre mío”.

Al decir Padre “nuestro” reconocemos que Dios a pasado a ser nuestro Dios, el Dios que ha firmado una alianza de amor con nosotros “Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”, es la fórmula que en el Antiguo Testamento Dios utiliza para expresar la especial relación con nosotros.

Decir Padre Nuestro nos une a Toda la Iglesia, a toda la comunidad de bautizados. “La multitud de los creyentes no tenía mas que un solo corazón y una sola alma” (Hech. 4, 32). La Iglesia, la comunidad cristiana, es la familia donde podemos de verdad llamar a dios “Padre. “No puede tener a Dios por Padre, quien no tiene a la Iglesia por Madre, decían los Padres de la Iglesia.

Decir Padre Nuestro es un compromiso a salid de nuestro individualismo y abrirnos a nuestros hermanos, por eso no podemos rezar el Padrenuestro, sin llevar ante Dios a todos nuestros hermanos, por los que el Padre entregó a su Hijo único.

El amor de Dios no tiene fronteras y nuestra relación con los demás tampoco debiera tenerlas, pedimos por todos los hombres, por todos lo que no le conocen aún, para que se cumpla el deseo profundo de Dios, “que todos estén reunidos en la unidad” (Jn. 11, 52).

Dios Padre que habita en el Cielo:El Cielo es una expresión bíblica simbólica que no

significa un lugar, el cielo no es ese sitio donde Dios se ha refugiado para alejarse de nosotros, ni mucho menos; Por cielo la Biblia entiende la majestad misma de Dios, su soberanía inmensa, que hace que no pueda ser manipulado por los hombres. El cielo simboliza el Reinado de Dios.

¿Y dónde reina Dios? ¿Dónde puede vivir Dios? ¿Dónde está ese cielo? En realidad Dios vive en el corazón de los que lo aman. “Al que me ama, mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él” (Jn. 14, 23), en el corazón de los que habita y se pasea.

Cuando rezamos, levantamos los ojos al Cielo y con este gesto no queremos decir que dios habite en las nubes, queremos más bien manifestar nuestro convencimiento de que hay que enderezar los ojos del corazón hacia Dios y cambiar nuestra forma de ver las cosas, para verla como Dios las ve.

El cielo es el reinado absoluto de Dios, nuestra verdadera patria. Los creyentes tenemos la firme esperanza de que el cielo es la meta de nuestro camino en la Tierra.

Los cristianos están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan su vida en la Tierra, pero son ciudadanos del Cielo.

La venida del Reino:Cuando oramos al Padre, pedimos que llegue a

nosotros su Reino de justicia, nos confiamos en sus manos para que este mundo, de pecado, injusticia y opresión, donde muchos conocen la muerte temprana de la enfermedad, la desnutrición, el desempleo y la falta de vivienda, cambie y brille en un “Nuevo cielo y una nueva Tierra”.

Pedimos que el Dios de la vida y la justicia sea reconocido en la Tierra, para que deje de haber exclusión y desigualdad, que el Reinado de Dios irrumpa en la historia y que contra todo desaliento y angustia, Dios reine en la Tierra como en el Cielo.