pinturas con cuento 2011-14

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Pinturas con cuento Cuentos con pinturas, pinturas y cuentos que acompañan a las fotografías. Pinturas (y dibujos digitales) con su cuento y su historia, significados y motivaciones. Se incluyen fotografías que a veces explican y otras sólo acompañan al dibujo, al cuento o a los dos. VOG vortizg.com

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Selección de entradas de mi blog Pinturas con cuento: pintura, texto y fotografía. Cosas de Quesada, Granada, Marbella y generales

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Pinturas con cuento

Cuentos con pinturas, pinturas y cuentos que acompañan a las fotografías.Pinturas (y dibujos digitales) con su cuento y su historia, significados ymotivaciones. Se incluyen fotografías que a veces explican y otras sólo

acompañan al dibujo, al cuento o a los dos.

VOGvortizg.com

Page 2: Pinturas con cuento  2011-14

indice

¡Viva París! Introducción primera 1

Introducción segunda 3

El Talgo de Granada en Chamartín 4

Tejas 6

Sierra de Quesada en invierno 8

Tetuán 10

Montes con almendros 12

La Telefónica desde Vázquez de Mella 14

El Estrecho 16

La Concha 19

Las garzas de Medusa 21

La cafetería del Talgo 24

Grillo cojo 26

Ribera del Benabola 28

Iconografía de la Virgen de Tíscar 30

El sol desaparece sobre Baeza 34

Montes de Muza y Tarik 36

El otoño en el chopo de la alberca 39

El sol de la mañana en el pinar de Juanar 42

Puerto Banús sin barcos 44

El pasado no es Historia, es Geografía 47

Los últimos rayos del sol de febrero 50

Las tardes del verano 52

El Cambio en Ancha de la Virgen 56

Los dedos del amanecer en Puerto Ausín 61

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La Frontera en los Picones del Puerto de Tíscar 64

Paseo de invierno con perros por la playa 68

Olivas 71

NATO OGI 74

Adios a la luna en la Vega 78

Cosas de cuando Madrid 84

Nuevo otoño con Mulhacén en el horizonte 89

Buscando galaxias lejanas 92

Perfil de la Sierra de Quesada 96

Cara norte de la Sierra de las Nieves 98

Batalla naval a escala 1:1 102

Nuevas tardes de verano y reivindicación de sus frutos 106

Las mañanas, las noches y el paso de los años 110

Extranjero en su propia tierra:olivo y mimosa 113

Lluvia de lunas (Perseidas lunares) 118

El cielo se cae sobre nuestras cervezas 122

Marbella desde una barca, en la distancia 125

Postal de Quesada. Vista parcial 129

Antes llovía más 134

Parra, pino y peral 137

Llueven billetes. 143

Antenas y repetidores 146

Luci camino del Cerro del Sol 150

Paseos de atardecer por la playa. Autorretratro con Lobo 153

Adiós 157

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Pinturas con cuento. Pág. 1

¡Viva París! Introducción primera

Fragmentos de la conferencia de Federico García Lorca "Teoría y juego del duende"(1933). Habla de una actuación de Pastora Pavón, La Niña de los Peines. En miopinión, es una sentencia definitiva sobre cualquier tipo de creación artística, a laque sitúa en un mundo distinto y ajeno al de las formas y las técnicas.

"Una vez, la "cantaora" andaluza Pastora Pavón, La Niña de los Peines, sombríogenio hispánico, equivalente en capacidad de fantasía a Goya o a Rafael el Gallo,cantaba en una tabernilla de Cádiz. Jugaba con su voz de sombra, con su voz deestaño fundido, con su voz cubierta de musgo, y se la enredaba en la cabellera o lamojaba en manzanilla o la perdía por unos jarales oscuros y lejanísimos. Pero nada;era inútil. Los oyentes permanecían callados. (...) Pastora Pavón terminó de cantaren medio del silencio. Solo, y con sarcasmo, un hombre pequeñito, de esoshombrines bailarines que salen, de pronto, de las botellas de aguardiente, dijo convoz muy baja: "¡Viva París!", como diciendo: "Aquí no nos importan las facultades, nila técnica, ni la maestría. Nos importa otra cosa".

Entonces La Niña de los Peines se levantó como una loca, tronchada igual que unallorona medieval, y se bebió de un trago un gran vaso de cazalla como fuego, y sesentó a cantar sin voz, sin aliento, sin matices, con la garganta abrasada, pero... conduende. Había logrado matar todo el andamiaje de la canción para dejar paso aun duende furioso y abrasador, amigo de vientos cargados de arena, que hacíaque los oyentes se rasgaran los trajes casi con el mismo ritmo con que se los rompenlos negros antillanos del rito lucumí, apelotonados ante la imagen de Santa Bárbara.

La Niña de los Peines tuvo que desgarrar su voz porque sabía que la estaba oyendogente exquisita que no pedía formas, sino tuétano de formas, música pura con elcuerpo sucinto para poder mantenerse en el aire. Se tuvo que empobrecer defacultades y de seguridades; es decir, tuvo que alejar a su musa y quedarsedesamparada, que su duende viniera y se dignara luchar a brazo partido. ¡Y cómocantó! Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre digna por su dolor y susinceridad, y se abría como una mano de diez dedos por los pies clavados, perollenos de borrasca, de un Cristo de Juan de Juni."

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Es lo mismo que ya había dicho San Juan de la Cruz:

Por toda la hermosuranunca yo me perderé,sino por un no sé qué

que se alcança por ventura.

Pastora Pavón, Niña de los Peines

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Pinturas con cuento. Pág. 3

Introducción segunda

Nunca he tenido TALENTO SOCIAL.

Ni

para venderme ni para relacionarme ni para nada fuera de la barra del bar

(pequeña y conocida).

Cuando

pude no me esforcé por buscarlo (aprenderlo), o no pude o no quise o no lo

trabajé lo suficiente. Estaría en otras cosas (y rara vez en dos de ellas a la

vez).

Nunca

(habrá quien no lo crea ¿o sí?) dominé el arte del manejo social (en realidad,

un poco hurón).

Ahora

(siendo ya una especie de pre-retirado)

sería tontería intentarlo. Oirían mi voz

sin escucharla, sin levantar la mirada para mirarme a la cara (eso que ganan).

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El Talgo de Granada en Chamartín jueves, 24 de marzo de 2011

El Talgo de Granada en Chamartín. 2002. Óleo sobre lienzo. 55x46

Desde el 2000 al 2006 pasábamos más o menos un fin de semana en Madrid y otroen Granada. La vuelta el domingo por la tarde en autobús era un coñazo. Sobretodo para mí que como es norma me meaba continuamente y tenía queaguantarme y esperar a la parada en Almuradiel. Algunas veces llegaba parareventar. Por eso, de cuando en cuando me volvía en el tren. Aunque tardaba seishoras y media tenía dos ventajas: la fila de asientos individuales permitía ir enventanilla sin el agobio de que alguien fuera a tu lado, se durmiera y lo aplastara auno. La segunda ventaja era que tenía servicio y podía mear cuanto y cuandoquisiera. Aprovechaba además el viaje para leer (en el tren leí por ej. la biografía deChavela Vargas) y cuando al cabo de las horas el culo ya dolía, me levantaba aechar una cerveza (o dos) en la cafetería y de tapa una lata individual deaceitunas rellenas. Hasta que Continental puso el autobús VIP con servicio, concatering y sin paradas (sólo cinco horas menos cuarto) el tren fue la mejorcombinación. La más cómoda.

Dada mi concepción germánica (sin germanofilia) de la puntualidad, llegaba a laestación media hora antes que aprovechaba fumando ducados sin parar y

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paseando, el andén arriba, el andén abajo, para compensar la inmediata sentadade horas.

Por aquel entonces empezaba yo a utilizar el pc para hacer dibujos, bocetos y así.Utilizaba Paint y el ratón, que con el pulso que tengo no es cosa de pocomérito. Conservo algunos borradores probando colores, fondos, etc.

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Tejas jueves, 24 de marzo de 2011

Tejas. 2001. Óleo sobre lienzo. 60x46

Mi casa en Ancha de la Virgen era un tercero. La mayoría de las casas del barrioeran, son, de dos plantas. Quedaba por tanto la mía por encima de las vecinas. Y seveía desde los balcones un paisaje de tejados, miradores, antenas de televisión,antiguos postes abandonados de tendido eléctrico y telefónico... Los plátanos delCampillo y el torreón de Bibatuabín cerraban el horizonte. Como corresponde albarrio, todo se veía un poco viejo y decadente.

Y en los tejados y en todos los rincones, muchas palomas y algún gato. Era muyentretenido verlas palomas pelearse, aparearse, poner huevos en los canalones.Estaba uno en su balcón, en una de esas tardes achicharrantes de verano, al pocode irse el sol, espiando y observando a las palomas como si uno fuera uno de esosque hacen reportajes de vida salvaje para la segunda cadena. Lo mismo o muyparecido, pero en casa de uno con cerveza fresquita y sin leones.

Pongo aquí una foto que hice la madrugada de un día de diciembre de 2004,preparándome para ir a trabajar mientras fuera caía aguanieve. Tejas, antenas,viejos tendidos... Lo que decía antes.

Para la pintura de hoy partí de la foto de un tejado, Ancha de la Virgen esquina SanJacinto. Sobre esa misma hice luego alguna prueba de color: Posteriormente hiceun primer boceto en Paint. A la mitad del trabajo una foto digital del estado de lapintura que volvía a retocar para probar colores. Me doy cuenta que esto que yo

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hacía era de una gran modernidad o modernura. Lástima que nadie más que yosabe que ya lo hacía allá por el año 2001. Y como no lo patenté...

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Sierra de Quesada en invierno domingo, 27 de marzo de 2011

Sierra de Quesada en invierno. Óleo y acrílico sobre lienzo. 61x46. 2009

La tarde de nochebuena de 2008, recién llegado de Granada, me subí a la azoteacon la cámara. Aunque con tanta construcción cada vez se ve menos paisaje aunse podía, puede, disfrutar de buenas vistas. Hacía una tarde casi "como las deantes", de olor a lumbre y a humedad fría y con una luz mortecina que acentuabatodos los matices invernales. Aprovechando el zoom y como me gustaban loscolores y la tarde, hice unas cuantas fotografías, casi buscando ya con el encuadrela composición definitiva de una pintura. En este caso salió casi tal cual. Sinnecesidad de borradores previos, pintando directamente con el objetivo de lacámara.

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Mirando a través de la cámara me llamó la atención la silueta de los pinos sobre elfondo blanco. Los pinos de las zonas altas de la sierra. Creo que, son, de la especiesalgareño o negral ("Pinus Nigra"). En los rincones más apartados donde están losmás viejos tienen formas espectaculares, con troncos grandes y rectos y ramas quetienden a la horizontalidad. Como digo, desde el objetivo de la cámara los veíaperfectamente destacando sobre el fondo de nieve. Llevé su recuerdo a lacomposición para que, al igual que lo hacían aquella tarde de nochebuena,mandaran en ella los pinos y la nieve. Sólo falta el humo de las lumbres.

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Tetuán martes, 29 de marzo de 2011

Puerta de la Medina de Tetuán. Cera y óleo sobre cartulina. 65x51. 1993

(Texto escrito en la imagen: "Vista de una puerta de la Medina de Tetuán con ungran angular. Diciembre, mediodía y llueve")

En diciembre de 1992 fuimos por primera vez a Tetuán a ver a Juan F. Ochoa. A raízde aquella visita, empecé a buscar y leer todo lo que encontraba sobre Marruecos,el Protectorado y las guerras consecuentes. Y por supuesto, toda clase de literaturasobre el tema: Desde "Diario de un Testigo de la Guerra de África" a la "Forja de un

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Rebelde". También alguna que otra extravagancia como "Papeles de la Guerra deMarruecos" del Sr. Franco y alguna rareza, como "Geografía de Marruecos yposesiones españolas de África" de 1920. Este. libro de texto en la Academia deInfantería de Toledo, lo compré usado por dos hermanos de apellido Pavía¿parientes del General? que pusieron en él sus firmas, su compañía y sección, y leañadieron subrayados, notas, etc. ¿Moriría alguno de ellos en alguno de los lugaresque estudiaron en el libro?

El caso es que fuí yo quien setenta años después casi se queda para siempre en lacapital del Protectorado. Y no por culpa del disparo de algún cabileño, seguidor deAbdelkrim o esbirro del Raisuni, sino por culpa de una tortilla de patatas y de unainstalación chapucera y suicida que hizo Juan en la hornilla de gas de la cocina.Con razón la asistenta le sisaba el aceite de oliva: se jugaba la vida a diario!!!

La vista en cuestión procede del paseo que dimos el sábado por la mañana deaquel fin de semana. La compuse utilizando un par de fotos convenientementerecicladas y recreadas por mis propios recuerdos. En esos recuerdos dominaba la luzinvernal y el cielo cerrado y oscuro encima de casas blanquísimas. Creo que fue delo último que hice con cera y óleo. Por cambios radicales en mi vida no volví a pintarnada o casi nada hasta el 2001.

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Montes con almendros domingo, 3 de abril de 2011

Montes con almendros. Oleo y acrílico sobre lienzo. 65x50. 2011.

A finales de noviembre, camino de Marbella y al pasar Casabermeja, donde laautovía entra enroscándose con el río en el barranco del Guadalmedina, me dícuenta de que por allí ya estaban en flor los almendros. Blancos y rosasalternándose por los paredones de los montes. Las muchas lluvias del inviernohabían convertido el paisaje, de natural reseco, en otro húmedo y verde. Enseguidame di cuenta de que tenía que hacer algo con eso. El tráfico y la falta deapartaderos me impidieron parar y hacer unas fotos con las que fijar el recuerdo.

Cuando llegué, a falta de imagen apunté las palabras que me pudieran ayudarmás tarde a recordar: Pino, encina, algarrobo. Rojo, ocre, tierra húmeda. Hierbamojada, flores blancas y flores rosadas. Cielo blanco, azul claro muy difuminadomanchado en alguna parte de gris.

Por esas web busqué fotos de la zona pero todas eran de verano o de primavera,muy verdes pero sin almendros en flor o muy áridas, amarillas con apenas algunahoja con algo de verde.Y estaban tomadas desde lugares altos, sin esa honduraque se ve junto al río, desde la autovía agobiada por paredones de tierra queimpiden cualquier horizonte excepto el vertical. De manera que tuve que hacer las

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cosas como antes, con un lápiz y un papel (que no conservo). Luego a Paint paralos sucesivos borradores. Aquí pongo alguno. El resultado, el que veis arriba.

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La Telefónica desde Vázquez de Mella martes, 5 de abril de 2011

Plaza de Váquez de Mella. Óleo. 65x50. 2002

Muchos sábados bajábamos en el autobús 27 hasta Cibeles. Dábamos un paseohaciendo hora para la cena y recalábamos en el bar XXX, en la calle Clavel, paratomar una o dos cervezas. Ese sitio me gustaba porque tenía mesas enlos ventanales y se podía ver pasar a la gente, a los guiris con una guía en la manobuscando donde cenar paella, a los taxistas encabronados con los cochesaparcados en doble fila que complicaban el tráfico y cosas así. Se podía disfrutartranquilamente del transcurrir de la vida sin levantarse de la silla. Una afición a laque los antiguos sin televisión eran grandes aficionados, especialmente las tardes ynoches de verano en los pueblos.

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Desde allí, camino del restaurante, había que cruzar la Plaza de Vázquez de Mella.No tenía ni tiene mucho de especial pues por mucho que la remocen y le haganhoteles caros, no pierde el aspecto de solar sin edificar, donde cada fachada es desu padre y de su madre, casas pensadas para calles estrechas donde no se las venunca juntas y de frente.

Pero lo bueno es que por una esquina se asoma la Telefónica, edifico que siempreme atrae y más en aquel año en el que descubrí las andanzas de Arturo Bareadurante la Guerra. Ese primer rascacielos lleno de reporteros como los que vemosahora en los telediarios y convertido en observatorio, continuamentebombardeado, del frente de la Casa de Campo.

Por la noche el reflejo de la luz de la calle, el reloj iluminado en rojo y las balizasaéreas del remate, le dan un toque de torre de catedral tecnológica y laica sigloXX. Su vista desde esta plaza tiene la gracia de ser una perspectiva de costado,casi de espaldas, distinta a las habituales. Por eso y por otros muchos recuerdos, megusta.

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El Estrecho jueves, 7 de abril de 2011

Atardecer en el Estrecho. Óleo y acrílico sobre lienzo. 2009. 55x46.

Las pocas cuantas veces que he cruzado el Estrecho ha sido en invierno y de noche.En una de esas ocasiones había tan mala mar y dentro del barco era taninsoportable el ambiente por el olor a vomitonas recocido en la calefacción, quehice el viaje fuera, en cubierta. Fuera a pesar del viento, de la lluvia, de la oscuridadque salpicaba espuma por todos lados en una noche absolutamente negra. Demanera que la imagen que guardo del interior del Estrecho, sin necesidad de añadirimaginación, es la de mar tenebroso, el fin del mundo que marcó Hércules con suscolumnas para que nadie tuviera duda de que más adelante, ni se podía ni debíapasar.

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Monte de Muza

Desde fuera del propio Estrecho, desde fuera de sus aguas, las ocasiones han tenidomás luz y menos mareo. No procede aquí glosar la cosa del cruce de civilizaciones,de los abismos culturales y de las migraciones de pájaros y personas. Y no lo haré,claro. Porque lo que me atrae de este Bósforo rural antípoda de aquel urbano, es eltrasiego interminable de barcos de todos los tamaños y pelajes: petroleros,submarinos y portaviones, cargueros, ferris y pesqueros ordenados en fila,guardando su derecha en la angosta travesía. Me atrae la orilla vista desde la otra yaquella desde esta, las Columnas avisando de los abismos, el monte de Tarik y elmonte de Muza, Ceuta y Gibraltar intercambiados...

Tánger y Ceuta

Desde aquí (también desde allí) se ven tan claramente las casas, las piedras, loslugares del contrario, que imagino que en las varias guerras pasadas, en la deODonnell marchando contra Tetuán o en la del Protectorado, se podrían distinguir´desde los miradores de aquí las batallas y las explosiones. Podrían distinguir lasluchas aquellos que no cruzaban y se quedaban tras la barrera. Como podríandistinguirlas desde los barcos, cruzando, los soldados de S.M. Los que volvieron y losque a la fuerza para siempre se quedaron.

Varias calles de Quesada tenían o tienen, no se ya, nombre de muertos locales enMarruecos. Ignoro, claro, si alguno de ellos cruzó por aquí. Si así fuera, el olos difuntos ilustres, con calle a su pesar, estarían recién salidos del pueblo del quejamás habían salido. Pobres y con hambre, seguramente mareados, verían el humode las bombas desde el mareo de la travesía y las vomitonas. Pobre gentecruzando a la tierra de gente pobre y con hambre para morir sin saber porqué. Elproblema que tienen los muertos al servicio de S.M. es que no se pueden cagar enlos de S.M. porque ellos ya lo están y los muertos no cagan. Y los demás nunca noshemos preocupado de hacerlo en su nombre.

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Columnas de Hércules

Retomo el hilo que me voy. A levante de Gibraltar siempre hay muchos barcoscomo aparcados. Desconozco la razón. Imagino que lo hacen por ahorrar las tasasde puerto o algo así de poco recorrido poético (aunque sí paisajístico). La vista quetraigo hoy es un atardecer en el Estrecho con el sol arrastrándose por el agua y lasbandas de niebla a media altura cruzando de un mar al otro. No recuerdo biendesde donde la vi. Puede que desde la carretera de Ronda a través del tele de lacámara. O puede que la imaginara juntando jirones de memoria, devarios momentos y de varios miradores. No lo se. Pero me da igual. Porque vista,soñada o imaginada la imagen es real y se la dedico a mis paisanos difuntos quemurieron en guerras absurdas defendiendo a S.M. y a los que pagaron con la placade una calle. Las placas de las calles, que se sepa, nunca quitaron hambre.

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La Concha domingo, 10 de abril de 2011

Concha. Óleo y acrílico sobre lienzo. 65x54. 2010.Pintar algo de Marbella y pintar la Concha no es muy original. Es como ser deQuesada y pintar una Virgen de Tíscar (que también lo he hecho) Digamos que esuna obviedad tal, que la haces y la Posteridad inmediatamente te borra de su lista yse olvida de ti. Evidentemente para siempre jamás. Es tan poco original que hastaen un restaurante obsoleto y destartalado cerca de casa le tienen hecha unavidriera. Paseando a los perros por su trasera, entre mierda y mierda, le hice una fotocon el móvil. Aquí la pongo.

Vidriera de la Concha

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Pero a pesar de todo lo dicho, lo cierto es que desde que empecé a tener unarelación más cercana con Marbella, siempre la tengo delante: Paseando por laplaya, en la terraza, en el Lago de las Tortugas, de día y de noche, al ir y al volver.Igual que la Virgen de Tiscar en Quesada pero sin cofradía.

Se ve desde todas partes y eso es porque desde arriba se ven todas esas partes. Nolo he visto pero me lo han contado y lo he visto en fotografías ajenas. A pesar de miinterés por subir creo que hay un paso delicado en la senda y como tengo un pocode vértigo me da miedo. He tenido pesadillas tremendas de que se me caían losperros por el despeñadero. Como si puestos a imaginar no fuera cien veces másfácil que rodaramos mi barriga y yo.

Aunque a la Concha no, al pico Juanar sí he subido y como las vistas deben serrelativamente parecidas, traigo aquí un par de ellas.

Esta imagen de la Concha que cuelgo hoy es de la cara suroeste. Cuando caen latarde y el sol, se descubre una composición de formas piramidales, unas de luz yotras de sombra, que se agrupan en pirámides de superior nivel hasta formar la granpirámide que es la Concha. Una compleja estructura aunque parezca una sencillamontaña a la que apenas se mira.

N.B. 3 años después, sí conseguí, por fin, llegar a la Concha

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Las Garzas de Medusa lunes, 11 de abril de 2011

Garzas de Medusa I. Excel-Paint. 2011

Garzas de Medusa II. Excel-Paint-Photoshop. 2011

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A unos cien metros de la playa y a otros quinientos de Puerto Banús, en ladesembocadura del río Verde del que toma nombre, hay una villa romana siglos I-III.Está escondida en medio de casas, apartamentos, hoteles y urbanizaciones,ignorada y dejada de lado por la circundante ostentación y exceso y por losvistantes de la ostentación y del exceso ajeno que pasean por las cercanias. Ninacionales ni guiris ni locales reparan en su existencia.

Al parecer, la villa era la vivienda de los señoritos de una inmediata factoría desalazones. La parte industrial estaría entre la villa y el mar. En la pequeña zonaresidencial los mosaicos son muy escasos en color. Las teselas son blancas o grisesen su mayoría. Lo que ahora nos parece cosa obvia e irrelevante, la disponibilidadde todo tipo de colores en todos los soportes imaginables, no ha sido siempre así.Cada color suponía un problema técnico, comercial y un coste a menudo muyelevado. La policromía era cosa de ricos o de muy ricos. Cuanto más color másbilletes (por eso nunca son grises)

Mosaico de Medusa

El mosaico más conocido de la villa es el de Medusa. Rodean a la gorgona patos,flores, garzas y copas. La primera versión que hice de las garzas del mosaico fuepara un óleo. Elegí a esta pareja de entra las cuatro que tiene el mosaico no porotra razón sino por ser la que mejor se veía en la foto que hice. Hace unas semanassaqué a los pájaros del lienzo y los llevé a Excel donde les fui creando alrededor unmosaico curvo e irregular, añadiendo, borrando y cambiando formas y geometrías.

Cuando quedé conforme trasladé la plantilla a Paint. En un lateral hice recuadroscon toda la gama de grises que iba a utilizar y los numeré para no confundirme. Fuicolocando las teselas de una en una, copiando los colores del recuadrocorrespondiente y remarcando cada una de ellas con el color inmediatamentesuperior.

Aquí procede una reflexión sobre la explotación del trabajo: si yo en mi casa,sentado, parando cuando quería y manejando únicamente el ratón acabé harto,que no pasarían aquellas pobres gentes arrastradas por los suelos, teniendoque recortar cada tesela con toscos instrumentos, para luego colocarla, fijarla,etc. En fin, una explotación.

Cuando terminé, me di a las reflexiones anteriores sobre el color, sus costes y susdificultades. Para acreditar la abundacia que en estos tiempos felices nosinunda, se me ocurrió la colorida variante que podeis ver . Aunque a mi el hacerlame costó poco o nada, hubiera sido en aquellos tiempos el pasmo de los

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pobres productores que elaboraban el garum. Y no solo de ellos sino que tambiénel de sus probos amos, los dueños de los mosaicos, pues viendo el mío sepercatarían de que no hay color en la comparación y comprenderían que los suyos,en realidad, no dejan de ser un quiero y no puedo. Es frecuente por los alrededores.

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La cafetería del TALGO miércoles, 20 de abril de 2011

Atardecer desde el tren. Óleo sobre lienzo. 61x50. 2002

Los viajes en tren Madrid-Granada tenían el inconveniente de la duración, más deseis horas, pero también tenían sus cosas buenas. Como el poder levantarse, estirarlas piernas, tomar un café y fumar un ducados tras otro. Ya lo he contado antes.Mientras viajaba, corría por las ventanillas el paisaje y las ruedas metálicasgolpeaban rítmicamente sobre los raíles. Poco antes de llegar a Linares-Baeza melevantaba para hacer un descanso un tomar algo. En Linares-Baeza cambiaban lalocomotora eléctrica por otra de gasoil, más apropiada a la montaraz vía de laparte final del trayecto.

Según la época del año cambiaba la luz de la tarde. En cada viaje anochecía enun sitio distinto. Los días de invierno apenas pasado Aranjuez. Los días de veranocerca de Larva, entre los espartizales y los pinares extraviados en barrancosresecos, desnudos, salpicados de sal. Me atraía el tren y sin necesidad de ir yodentro. Muchas tardes, en el cortijo de Lacra, con calor y avispas, subía a la albercavieja para verlo pasar a lo lejos, al otro lado del Guadiana Menor. La cámara digitalde la que disponía por aquel entonces no tenía teleobjetivo y por eso una vez se meocurrió sustituirlo por el siguiente método chapucero: coloqué los prismáticos de mipadre delante del objetivo aguantándolos con una mano mientras con la otrasujetaba la cámara y disparaba. Salió alguna foto de milagro, mala y borrosa y con

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unos inoportunos cables de tendido eléctrico por medio. Pero aunque mala tiene laluz y el color de esas tardes de verano perdiéndose el sol tras Sierra Mágina. Yademás conseguí que el TALGO se viera, o intuyera, como una raya brillante, fugazestrella de la tarde de agosto. Una raya renqueante que se arrastraba por lascuestas retorciéndose en las curvas de la vieja y bastante abandonada vía.

El TALGO en Larva desde laalberca de lacra

Fuera de los extremos de invierno y verano, lo normal era que el café en lacafetería del tren entre Madrid y Granada coincidiera con el atardecer. De pie, meapoyaba en la barra auxiliar pegada a la ventana, fumaba, removía el café ymiraba abstraído como el campo manchego, cerca ya de Sierra Morena, pasabaveloz y corría en dirección contraria. Moría el sol y las sombras se alargabansubrayando con un trazo largo los pocos árboles, olivos y encinas, del paisaje. Losmontes se diluían en el horizonte. Si era otoño las hojas de las viñas formaban unbosque infinito y bajo que se deshacía en rojos y dorados. Si era en primavera, lostrigos ya adultos pero aún brillantes y húmedos, se alternaban con viñas reciénbrotadas, salpicadas de verdes recién paridos.

Intenté algunas veces fotografiar estas cosas de las que hablo pero los reflejos delcristal impedían el empeño. Alguna foto de las que hice quedó graciosa, comoaquella de los prismáticos, pues al mismo tiempo que el reflejo la arruinaba meacreditaba como su autor en una especie de autorretrato involuntario.

De estas tardes de tren regresando a Granada, de su recuerdo durante el resto dela semana, surgió la idea que traigo hoy. Como ya era normal en aquella época, latrabajé primero con Paint y luego la estudié y probé hasta conseguir la versión quefinalmente llevé al lienzo. Creo que no quedó mal.

El campo, la cafetería y yo.

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Grillo cojo lunes, 25 de abril de 2011

Grillo cojo en los dompedros. Cera y óleo sobre papel. 65x50. 1990

Una tarde de verano andaba yo con mi Pentax recién estrenada haciendo fotos. Enaquellos veranos Lacra se llenaba de dompedros. Tan prolíficos que casi no dejabancrecer otras plantas. Andaba yo haciéndoles fotos “experimentales y artísticas”,comprobando si estaban cerrados de día y abiertos de noche, si se estabanrealmente cuidando de que no los cortara quien los cortaría, cuando vi un grillo. Eraun grillo cojo. Resultaba conmovedor verlo aferrarse a las ramas y pasar de una aotra con alguna dificultad. Pero no resultaba triste.

Le hice una foto y de la foto nació la pintura (que por cierto, ya me doy perfectacuenta de que el aceite del óleo manchó el papel blanco. Entonces no se notabay en esas edades no piensa uno en como van a quedar las cosas veinte añosdespués.) No conservo o no encuentro las fotos de aquella tarde.

Pero pintarlo fue sólo una excusa para buscarle compañía a lo que le escribí al grilloque andaba cojeando por los dompedros:

Un grillo cojo en los dompedros,

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un grillo disminuido asomado al vacío.Un grillo aferrado a unas hojas

y debajo,desenfocados,

insondables abismosnada espectaculares, cotidianos.

Un grillo cojo.Un grillo verde.Un grillo rojo,disminuido,

tullido,impedido,perdido.

Un grillo rojo cojo,atacado,acosado,

nunca derrotado.Un grillo.

Cojo.

Es un grillo que no manda,ni con el calor ni con el frío progresa.

Un grillo sin triunfo.Acapara dolor y ánimo en sus entrañas.

Todos los que están lo quieren hacer leña.

Es un grillo cojo.Pero que anda.

Granada, noviembre del 90.

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Ribera del Benabola lunes, 2 de mayo de 2011

Río Benabola. Óleo sobre lienzo. 73x60. 2011

El río Benabola es casi siempre un regato medio seco. Cuando llueve lo hace conmucha intensidad de manera que su cauce se vuelve torrencial. Los patos,galápagos, ranas, alguna garcilla y demás vecinos salen a disfrutarlo las pocasveces que, entre un exceso y otro, está tranquilo. Se tumban al sol encima dealguna piedra, nadan, corretean, buscan que comer. En las orillas y en el pequeñodescampado hay mimosas, plátanos de sombra, acebuches, cañas, algún pino ymuchas hierbas y zarzales. También una planta que no se como se llama y que esuna rara mezcla de palma y de higuera (con el tiempo supe que se llama ricino).

La ribera va cambiando con las meses. Lo hace más por las mudanzas de luz de lasestaciones que por las propias de las plantas que más o menos, siempre están igual.Todo el año hay amarillos, ocres, verdes claros, oscuros, brillantes y mates, verdesazulados, verdes plomo, verdes negros, ordenados caóticamente, entremezclados.Lo que va cambiando es la luz.

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No es que sea especialmente bonito el Benabola ni más llamativo que otros muchosarroyos, barrancos o ríos, pero está frente a mi terraza. Lo veo cuando salgo a regarlas macetas, cuando salgo a mirar si llueve o si relampaguea, hace sol, calor o frío.En las noches de verano cenamos a la vista de nuestra selva doméstica de enfrente.Cuando no pasan coches el croar de las ranas se impone al silencio de la noche. Eninvierno, en el no invierno de aquí, las orillas se saturan de colores nuevos, húmedos ybrillantes. Por las mañanas, al amanecer, el sol se abre paso entre las ramas ydeslumbra a las gotas de rocío. Por las tardes, al anochecer, la luna nace por lamisma parte que lo hizo el sol y hace juegos de luz y sombra con los troncos y lashojas.

De tanto mirar al río y de tan continuo verlo me es ya familiar, de la casa. Por eso lohe pintado. No he pintado el agua pero he pintado las plantas de la ribera.Seguramente que esta no sea más y sí sea bastante menos que otras riberasfamosas, pero es la que hay enfrente de mi terraza. Y aunque tampoco produzcavinos de especial calidad sí se los encuentra de muchos y variados tipos, de todoslos precios, colores y sabores. Solo es cuestión de comprarlos.

Pongo aquí alguna foto del río, de la ribera, de los vecinos y de la luna. El vino ya lohe dicho: en el supermercado frontero.

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Iconografía de la Virgen de Tíscar sábado, 14 de mayo de 2011

Virgen de Tíscar. Cera y óleo sobre papel. 65x50. 1990

Cuando un primo mío armado de caña y cigala decía aquello de “Dios no existepero la Virgen de Tíscar sí”, estaba expresando una verdad fácilmente contrastableal menos por lo que toca a la Virgen. Y es que se la puede ver en cualquiera de susnumerosas procesiones, en Tíscar y en Quesada. Se la puede ver también en lasmiles de estampas, fotografías enmarcadas, grabados más o menos antiguos,medallas, estadales y recuerdos de quincalla: navajas, mecheros, dedales, cajasmetálicas de plástico que sirven para nada y cosas por el estilo. Lo de Dios es por elcontrario bastante opinable y ahí no entro.

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Principios s. XX

La imagen más difundida en estas representaciones es un fotomontaje con la Virgenen el cielo y abajo una vista de Tíscar, la clásica, desde la carretera por encima delVadillo. Es una Virgen voladora que a los habituados no nos sorprende pero que alos neófitos quizás si.

No siempre ha sido esta la norma. En los grabados antiguos y en las primerasfotografías la Virgen no volaba y apenas se acompañaba de algún ángel. Fue trasla Guerra cuando, después de un primer momento de indefinición en el que laVirgen Nueva intentó imitar a la Antigua, adquiere personalidad propia y comienzaa volar. Pongo aquí algunas reproducciones que reconstruyen la historia. Podemosapreciar como en los tiempos modernos los iconos han vuelto a la estampa clásica,sin vuelos, abandonando esa muy antigua tradición de casi cincuenta años. Eso sí,ahora se añade a la estampa, como detalle moderno y rompedor, un giro decuarto de perfil.

Años 50, 60 y 70

La cosa de las tradiciones tiene estas paradojas. Que a pesar de ser modernaslloramos su desaparición como si fueran, que lo son, ejemplo y muestra del pasadoque se nos va. Hace ya un tiempo, en la Lonja y el día de la Traída, con la Virgenencabezando al público extasiado, se entretuvieron en quemar un bonito castillo defuegos artificiales amenizado con fondo musical de 2001(Sí lo de Odisea en elespacio). Faltó que apareciera un ovni con don S. Kubrick a los mandos paracompletar tan pío espectáculo. Pues seguro que si como temo se han venido

Años 40

Tiempos modernos

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repitiendo estos años parecidas escenas, se habrá constituido finalmente encostumbre antigua hasta el punto que en ese día, esperemos próximo, en el cualfelizmente se suprima, llorarán por las esquinas y en la revista de las ferias losinevitables defensores de las nuevas costumbres y tradiciones locales de toda lavida.

La Virgen que encabeza la pinté en 1990 en el mes de enero. En plena ola de frío,cuando vivía en Agustina de Aragón en una casa perfectamente climatizada y conuna magnífica calefacción en verano y aire acondicionado en invierno. La Virgen lacopié de un grabado antiguo, 1904, que no recuerdo de donde saqué ni dondeestá. Es uno de esos grabados de la Virgen un poco infantiles e ingenuos que hansobrevivido en cortijos y rincones perdidos. A cera y a lápiz le añadí el Santuario talcomo era moda hasta esos años noventa y también le puse un par de ángeles,chico y grande. Para darle más vuelo a la estampa, claro.

Cabecera de un folio de la Posguerra

Completo el estudio iconográfico, mediante el que acredito suficientemente misconocimientos de Historia del Arte, con un retrato de la Posguerra en el queobservamos una Virgen “comentada”. Y también adjunto la fotografía de uno deesos grabados perdidos en lugares olvidados de los que hablaba antes. Está bienacompañado: cartones de ducados, botellín del Alcázar, banderines de finoQuinta, botellería de anís, "coñada" y güisqui nacional, servilletas enrolladas en unvaso de caña de cerveza… Obsérvese abajo a la derecha un cartel (puro

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marketing de vanguardia en aquella época y lugar) anunciando ricas raciones dequeso. Por cosas del encuadre (la fotografía no era digital y se disparaba sólo unavez) nos quedamos sin saber el precio de tan acreditado plato.

Bar de la esquina de la Plaza. Noche de la Fiesta de Tíscar. 1987

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El sol desaparece sobre Baeza miércoles, 18 de mayo de 2011

Puesta de sol en Baeza. Óleo sobre lienzo. 55x46. 2001

Recuerdo que hace ya demasiados años era costumbre en las tardes de veranosubir al bar del Mirador para ver la puesta de sol. El espectáculo era, sigue siendo,bastante espectacular como suele ocurrir en casi cualquier sitio donde haya unhorizonte a poniente y un sol muriendo. En esas tardes bochornosas las calimasbrillan con tonos violentos y calientes. La luz redonda y enorme del sol tiemblarompiendo la geometría perfecta de su figura. Mientras la temperatura de la luzelimina los matices y deja sólo la pura idea de fuego apagándose.

Entonces, en aquellos años, las sillas y las mesas eran de esas de tijera, de madera,creo recordar que pintadas en verde. Los botellines de cerveza de aquellos chatosdel Alcázar con el Castillo de Jaén serigrafiado en blanco. La tapa, garbanzostostados o cosas parecidas, antípodas de cualquier sofisticación o exceso actual.Nada mas irse el sol empezaba a oscurecer y desde el río subían olores de huertarecién regada, de tamo y paja trillada. Por la carretera aquella tan modesta deentonces subían por pares los faros de los coches que llegaban al pueblo, de los"lanrover" que volvían del campo. Por la parte de la Sierra apenas luces o ninguna, aveces un punto lejano y tenue de alguien bajando del Chorro. Desde el interior delbar se escapaba el sonido metálico y chillón de Radio Jaén, del cante y de lacopla.

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No recuerdo si el sol se ponía exactamente encima de Baeza (imagino que no).Pero el resplandor del cielo descansaba sobre el perfil oscuro y casi horizontal de laLoma. En un extremo la silueta negra de la catedral de Baeza conquistaba laescena a pesar de su pequeñez. En mi recuerdo (imagino que recreado), el solsiempre desaparecía guiándose por la flecha de la torre.

Hace muchísimos años que no subo por allí al caer la tarde en verano. No he subidopor muchas razones entre las que no es la menor que ahora las tardes sonmuchísimo más calurosas o eso me parece a mí. Hoy en día a esas horas elambiente es sofocante. Mi cuñado Salva dice que se debe a que ya no riegan lascalles al atardecer. Yo creo que también influye el riego del campo y de las huertasque se hace por goteo y no a manta como entonces. Este es desde luego undebate que merecería tiempo y abundancia de opiniones y que, por supuesto,requeriría que llenaran bastantes veces.

Aunque la Loma, la catedral y el sol siguen en su sitio yo no he vuelto por allí. Desdeel mirador nuevo que han hecho en la carretera de Huesa, encima de Toaires, lavista es parecida. No es necesario volver a los escenarios de juventud.

En el 2001 pinté una primera versión de este ocaso resaltando la silueta de la torre ytambién las casas de Baeza, Úbeda y Torreperogil y además, la luna levantándoseen el otro plato de la balanza. Hace un par de semanas hice una segunda versión,ya muy moderna y digital, donde el dibujo no es más que lo que rodea y acompañaal sol y a la catedral de Baeza. Será melancolía o como dice mi prima Rosi, labúsqueda irreflexiva de lo que sabemos que ya no encontraremos nunca: elpasado.

Puesta de sol en Baeza. Excel, Paint, Photoshop. 2011

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Montes de Muza y de Tarik jueves, 26 de mayo de 2011

Estrecho y San Pedro de Alcántara. Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x54. 2011

En el comedor de un barco, camino de Túnez, una tal Consuelito natural de unpueblo de Almería y vecina de Badalona, recostaba sus bien despachadas tetasen la mesa mientras golpeaba el plato con el tenedor y hacía mohines de asco. Nocomía nada y no paraba de hablar mientras nos ilustraba sobre la próxima escaladel barco: África, según ella, es todo lo que queda por debajo de Melilla. Y lo sabíabien porque había estado una vez allí en la jura de bandera de un sobrino. Fuidiscreto y no la corregí pero ganas me entraron porque, como cualquiera menosella sabe, África es todo lo queda por debajo del Estrecho. El Estrecho es un puentesin tablero y con una inmensa luz donde África empieza y termina, según se vaya ose venga. Es la frontera entre dos orillas que se ven la una desde la otra, es todasesas cosas de cruce de caminos, encrucijada de culturas y demás versos deestantería de hipermercado que vendrían muy a pelo poner aquí pero que ahorro aldistinguido y que doy por puestas, leídas y aplaudidas.

Lo que está menos dicho es que en el Estrecho acaba o empieza, también según se

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vaya o se venga, el mar de Alborán, que es como un estrecho muy ancho ylargo. Al otro lado de Alborán, casi siempre invisible salvo que la nitidez del día leobligue a salir de su escondite, está Marruecos, África, Berbería o el Moro que detodas las formas se llama. Entre que son pocas las ocasiones en las que aparece yque son aun mas escasas las personas que vigilan el horizonte, muy poca gente escapaz de interpretar lo que ve y saber, si lo ve, que es la otra costa. Menos gentesaun saben que para verla no hace falta acercarse a la parte estrecha de Alborán yque desde las mismas sierras de Granada también se asoma por el horizonte.

Africa desde el Haza del Lino (II)

La noticia de que el otro lado del mar es visible desde Granada la oí comocomentario perdido dentro de alguna conversación. Se dijo como algo accesoriopero que a mí me pareció relevante y sugerente. Imaginé que ver África desdeGranada sería cosa tan extraordinaria como lo sería ver lo que hay al otro lado deun muro sin necesidad de saltarlo.

Algún tiempo después de la anterior conversación, leyendo el Viaje a la Alpujarra dePedro A. de Alarcón encontré nuevas y más precisas noticias, aunque quizás unpoco exageradas. Decía Pedro Antonio que al espectador que mira desde laContraviesa, el mar le parece que queda por encima del horizonte. Decía tambiénque en los días claros se ve África. El efecto óptico por el cual hay que levantar lavista para ver el mar lo pude comprobar pronto y efectivamente, lo parece.Imagino que se debe a la curvatura de la Tierra y a que la observación se hacedesde una posición a la vez muy elevada y muy cercana a la costa. Menos suertetuve para confirmar la segunda parte de la información, la de África. Por más que lointentaba nunca lo lograba. Supongo que el accitano estuvo por allí poco tiempo,que tampoco tuvo suerte y que en realidad escribió lo que le contaron.

Como siempre ocurre en estas historias, cuando ya tenía perdida la esperanza yabandonado el anhelo, tras una mañana de escasa visibilidad, en un atardecer deinvierno, al volver en coche a Granada y a la altura del Haza del Lino, de improviso,me topé con África. Digo que Pedro Antonio no vio nada porque si lo hubieracontemplado no lo hubiera contado así de pasada, como cosa de menor cuantía.Porque cuando se ve, el mar de Alborán deja de serlo y se transforma en lamaqueta del mar, un charco sembrado de rayas brillantes que son los barcos quevan y que vienen de Gibraltar. Enfrente, arriba, la costa africana está tan próximaque la fantasía crea espejismos de pueblos y aduares y sus luces bailando en lassombras. El Estrecho allá perdido, al fondo de la escena entre los brillos del solponiente. Queda el mar de Alborán empequeñecido, pero como cosa de otromundo, grandiosa en su nueva pequeña escala. Al menos así lo recuerdo. Las

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fotografías que hice en aquella ocasión no fueron ninguna maravilla (pero es lo quehay) y por eso aquí pongo un par de ellas con exclusivo fin probatorio. No hacen enabsoluto justicia a la fugaz aparición que se escapó enseguida, corriendo con la luzde la tarde.

Jebel Musa desde Nueva Andalucía

Desde que llegué a Marbella me llamó la atención, ya al principio, que para ver lalínea de Marruecos no hacía falta subir altas montañas, que incluso desde lamisma playa se consigue ver. La cercanía permite observar más y mejores detalles.Pero estos nuevos detalles le quitan poesía, sueño y gracia (algo parecido a lo queocurre con determinadas fotografías de índole sexual). Por eso y para compensar eldefecto, el horizonte se completa con la presencia de las dos columnas aquellasque puso Hércules para señalar el inicio de las tinieblas habitadas por monstruos. Losmontes de Tarik y Muza. El Jebel Musa allí y el Jebel Tarik aquí. Y no es chica lacompensación. Pongo aquí una buena foto que no es mía pero que reproduzco porcortesía del autor, en la que se ven las Columnas no de frente como es costumbresino de norte a sur, más o menos, desde los Reales de Estepona.

Para hacer las fotografías de África el mejor momento es el amanecer y elatardecer, cuando el sol sale o se pone, cuando aumenta el contraste y se silueteael horizonte. Partiendo de las decenas de fotos que tengo, hice la vista que pongohoy aquí. Se aprecian en primer lugar las ventanas iluminadas de San PedroAlcántara y se adivina, arriba a la derecha, como el sol desaparece detrás deGibraltar escapando de la noche. Imagino, conociéndome, que no será la últimavez que haga algo, pintado o fotografiado, sobre este tema.

Sierras de Tetuán desde la playa

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El otoño en el chopo de la alberca lunes, 6 de junio de 2011

El otoño en el chopo de la alberca. Acrílico y óleo. 65x50. 2011

El otoño en el chopo de la alberca llega tarde, bien entrado noviembre. Llega tardey se junta con el invierno de manera que no es raro que las hojas muertas caiganencima de las primeras nieves. Pero lo frecuente es que caigan unas sobre otras enel rincón del jardincillo debajo del chopo. En la humedad de la umbría las hojas seamontonan y se van deshaciendo. El chopo viejo lo podaron a media alturaporque cada vez tenía más ramas secas que se empezaban a desmoronar. Aunqueno ha vuelto a ser lo que fue rejuveneció y sigue siendo el que manda en su rincón.Todavía sobresale a cualquier vecino.

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El otoño en el chopo de la alberca llega tarde, bien entrado noviembre. Llega tardey se junta con el invierno de manera que no es raro que las hojas muertas caiganencima de las primeras nieves. Pero lo frecuente es que caigan unas sobre otras enel rincón del jardincillo debajo del chopo. En la humedad de la umbría las hojas seamontonan y se van deshaciendo. El chopo viejo lo podaron a media alturaporque cada vez tenía más ramas secas que se empezaban a desmoronar. Aunqueno ha vuelto a ser lo que fue rejuveneció y sigue siendo el que manda en su rincón.Todavía sobresale a cualquier vecino.

Hojas en la nieve

Otras hojas caen dentro de la alberca y se amontonan flotando. Según que hayamucha o poca, el agua refleja el cielo o refleja el fondo verdoso. En cualquierade esos dos reflejos nadan las hojas que no encontraron el camino de tierra firme:renegridas las que murieron hace mucho, rojas y ocres las siguientes, amarillas ynaranjas las recién caídas, algunas verdes, de un verde suave y apagado quedesentona del resto de las náufragas.

El otoño de las aceitunas es morado brillante, azul casi negro, granate profundo. Losvientos de octubre tiran algunas que manchan los suelos entremezclándose conpiedras, hierbas y algunos musgos alimentados por los rocíos y las escarchas. Elotoño llega con el humo de las lumbres de las primeras cuadrillas trabajando en losolivares.

El chopo viejo asomándose a la alberca

Desde la alberca, por debajo del chopo viejo se ve Larva. Se ven olivares que bajanhasta el Guadiana Menor, retorcido en lo hondo de su llano, protegido porparedones rojizos y oxidados, por ramblas de sal, por barrancos pardos, verdosos.Algunas nubes se enredan en Sierra Mágina mientras los aviones no paran de pintarrayas de tiza en el cielo. Es grande el horizonte, muy grande. Pero lo es más el chopo

Hojas en la alberca

Aceitunas acabando noviembre

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viejo. A pesar de estar cortado, manco, mutilado. Y no es casualidad que entre susramas y sus brillos dorados de otoño haga un hueco al Mulhacén y a las nieves, a lospicos y laderas de su corte. Son dos vértices de primer orden de la red geodésicavital. De la mía.

El Mulhacén desde la alberca de Lacra

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El sol de la mañana en el pinar de Juanar sábado, 11 de junio de 2011

Mañana en el pinar de Juanar. Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x50. 2011

Todas las lunas tienen su cara oculta. Da igual que sean lunas de invierno o deverano, de lunes que de domingo, de las de antes o de las de ahora. Y lo normal esque todas las personas, todas las cosas y lugares tengan también su cara oculta, sucara poco conocida, a veces olvidada, a veces incluso escondida. En las personases cosa de sobra sabida y muy aprovechada por la literatura y por el cine. En lascosas también se da el fenómeno. Por ejemplo, los electrodomésticos tienen uninterior misterioso que sólo los iniciados conocen. Con los lugares ocurreexactamente igual, que tienen partes desconocidas que solo conocen los del lugar,circunstancia que aprovechan las guías y los artículos de viajes poniendo adisposición de profanos lo que se supone es privativo de expertos parroquianos.

Juanar, en las alturas de Sierra Blanca, es uno de esos sitios reservados a los másestrictos conocedores. Y no porque sea sitio poco conocido pues es muyfrecuentado por paseantes y senderistas. Pero por muchos que sean los visitantessiempre serán pocos comparándolos con las muchedumbres viajeras quefrecuentan las playas de un poco mas abajo. Para llegar allí hay que dar un rodeogrande pasando al otro lado del muro invisible que separa la delantera de latrasera. Una vez cruzado, volveremos sobre nuestros pasos y sin dejar de subir poruna carretera estrecha, llegaremos al filo mismo de la Sierra, donde la pendiente sedespeña por los barrancos hasta el mar.

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Marbella desde el mirador y pinar

Abajo, como no podía ser menos, hay de todo lo que tiene que haber en la costa:gente que lleva en la frente las gotas de sudor del descanso, aromas de ostentaciónsobreactuada y rincones llenos de plantas exóticas venidas de todas las partes delmundo. Los pocos almendros y olivos que quedan parecen ser ellos, entre tantoforastero, los auténticos extraños y los que están fuera de lugar. Arriba por elcontrario, son los pinos y los chaparros, las encinas, los tomillos y los romeros los quesiguen mandando. Abajo nunca hace frío, arriba a veces nieva y la luz, el color, lasplantas, los pájaros y el clima son de interior, pero de un interior con vistas al mar.

Tan apacible, tranquilo y aislado es este rincón que, según creo, el general DeGaulle escribió parte de sus memorias en el hotel-refugio del lugar. Aunque por otraparte, en otro sitio he leído que las escribió en el parador-castillo de Jaén, quetambién es un mundo diferente en las alturas desde el que se ve el mundo real alláen lo hondo. No se cual de las dos versiones será la verdadera. Quizá lo sean las dosy fuera en los dos sitios, sucesivamente, donde se dedicó a justificar su vida porescrito. Si no hubiera muerto dejando la escritura a medio escribir, puede quehubiera continuado de altura en altura hasta parecerse a Isabel la Católica, queno hay pueblo por donde no pasara y casa donde no durmiera. De cama en camatan virtuosa señora, de parador en parador el general jubilado por preguntar.

La vista de hoy nace en una mañana de mayo, muy temprano. En un día laborable,con Luci y con Lobo corriendo el camino arriba y el camino abajo. El sol, todavíabajo, llegaba paralelo al suelo y al atravesar el pinar se cruzaba perpendicular conlos troncos y se entrelazaba con ellos como si estuvieran haciendo punto con lanasviejas reaprovechadas y mezcladas: pardas, grises, oscuras azuladas y verdosas enla urdimbre y otras brillantes, amarillas y naranjas, verdes y azules claro en la trama.

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Puerto Banús sin barcos viernes, 17 de junio de 2011

Puerto Banús sin barcos. Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x50.2011

Tarde de enero

La playa cuando está en todo lo suyo es en invierno. Me gusta pasear por la orilla sinsudar, con buena temperatura, sin gente o con poca y la poca tranquila. Me gustade la playa el mantra sin fin del mar yendo y viniendo, las olas que golpean, seretiran y vuelven a golpear la arena. La playa en invierno es como la lumbre de unachimenea, que captura la atención sin necesidad de hacer nada, sin que ocurranada más que el pasar del tiempo y el baile de las llamas, nada más que algúncrujido de la madera ardiendo, que alguna chispa subiendo inopinadamentecomo una estrella fugaz vertical. Delante de las lumbres y delante de los mareslos cuerpos pasan en su sopor a un segundo plano y dejan que la imaginación y elpensamiento se liberen y trabajen. Y no son necesariamente trabajos ypensamientos productivos. Suelen ser imaginaciones y pensamientos efímeros, comola chispa, como la espuma de una ola rota en la arena.

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Lobo y Luci corriendopor la escollera

Con la playa llena de gente revolcándose en la arena, con el calor y con el sol defuego, con los niños del prójimo jugando a la pelota, son complicados losmisticismos. Los colores y las luces en verano simplemente no existen, sólo hay cielosy mares blanquecinos y luces cegadoras que acaban con cualquier detalle, concualquier matiz. Pero en invierno sí. En invierno me gusta dar un paseo hasta la playaal caer la tarde. La tranquilidad es casi absoluta, salvo que a Lobo le de porperseguir gaviotas, palomas o cualquier pájaro que se haya atrevidoa provocarlo poniendo pata en tierra delante de él.

La playa de la que hablo aquí no es el arquetipo de playa idílica, que tampocoharía falta, aunque no deja de tener sus cosas. Tiene luces y contraluces en lapuesta de sol, tiene la silueta de Gibraltar, a gente pescando con las cañas puestasde pie en las piedras de la escollera. Tiene un par de faros y algún barco lejos en elhorizonte que podemos imaginar de pesca que trajera ricos boquerones y puntillitashasta algún chiringuito imaginario, donde lo esperaríamos con una caña bientirada, con su espuma y con todo lo que tiene que tener una caña. Así, abstraídosen estos pensamientos y ensoñaciones dejamos la ostentación y los excesosaparatosos propios del lugar, guardados a buen recaudo, al otro lado de losedificios, detrás de las ventanas iluminadas con brillos dorados. Brillos que son reflejosdel sol agonizante, que a su vez se reflejan en el agua y forman un puzzle temblónde espejos luminosos. Espejos temblones que nadan sobre un fondo azul que aestas horas ha viajado casi hasta el negro. A esta s horas apenas queda nadie, sólola oscuridad que avanza como niebla desde el mar y el agua que golpea la arena,que retrocede, se recupera y vuelve a golpear. El cielo cubre la tarde con colorescalientes y pelusas de nubes rojizas que el viento sostiene en el aire como si fuerancolas de cometas.

De uno de aquellos atardeceres es la vista de hoy. Cuando terminé de pintarla, enmi terraza aunque sin puntillitas ni boquerones, me tomé una cerveza. Quizás fueraalguna mas de una.

Faro del espigón

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Reflejos de sol

Detalle del sol

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El pasado no es Historia, es Geografía viernes, 24 de junio de 2011

Cortijo viejo. Excel, Paint, Photoshop. 65x50. 2011

El pasado no es cosa de la Historia. Lo sería si se midiese como tiempo pero eso noes lo correcto. Lo suyo es hacerlo como una cosa que ocupa un sitio en algunaparte.

Quienes caen en el error de medirlo como tiempo suelen dar por bueno que elpasado se repite y siempre vuelve. En este error cae la historiografía pero también laeconomía que no es más que historia entreverada de sociología a la que se leañade contabilidad y números (y la pretensión de que sus predicciones soncientíficas, creíbles y que por eso valen dineros). Pero el pasado nunca vuelve. Si amenudo nos topamos con él no es porque vuelva de ningún sitio. Es porque siempreha estado ahí, a veces escondido, a veces perdido en el fondo en un cajón, aveces tapado, sumergido, enterrado por tierra, por agua o por olvido.

Estas ideas de pensamiento elevado que, como las matemáticas, tampoco se medan bien, las explico mejor con un ejemplo traído de la cartografía. Y es el quesigue.

En la primera edición de la hoja 949 del Mapa Topográfico Nacional 1:50.000 de1932, en Lacra, a la altura de la actual carretera de Huesa, se nombra el lugar como"Cortijos de Lacra o de Rivera". En la segunda edición de 1992, sobre datos de 1988,

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el mismo sitio es "Lacra". En 2003 se hace la primera edición del Mapa 1:25.000.Como el espacio en el papel es mayor, se pueden escribir más topónimos. Así enesta zona de uno pasan a tres: "Lacra" referido al pago, "Acra" como entidad depoblación menor (?) y además un "Cortijo de Antonio Alférez". En la tercera edicióndel 1:50.000 desaparecen los topónimos de la primera y segunda edición y secopian los de la hoja 949-1 del 1.25.000: "Acra" y "Cjo. de Antonio Alférez".

El único realmente nuevo es el del tal Antonio. Pero, ¿se sabe quien era este AntonioAlférez? Si. Era mi tatarabuelo y murió no se exactamente cuando pero en el últimocuarto del siglo XIX. Cuando mi bisabuela Juliana se casó en 1900, llevaba yamuchos años de huérfana de padre y madre. Esto lo se con seguridad.

2ª edición 1992

1ª edición Hoja 949-1 del Mapa Topográfico1:25.000. 2004

De la mano de lo más nuevo, moderno llega lo antiguo, lo casi absolutamenteolvidado. ¿Pero, porqué aparece el nombre de mi tatarabuelo más de cien añosdespués de su muerte en los mapas del I.G.N.? Pues no porque él (lo que fue, elpasado) vuelva de ningún sitio, que si lo hubiera hecho el susto hubiera sido demuerte ya que ni las bisnietas ni los tataranietos lo conocimos y hubiéramosreaccionado cada uno según nuestro ser: corriendo, gritando, negando laevidencia… La razón de esta aparición hay que buscarla en otra cosa y aquí vienemi teoría.

Sin duda los datos para esta hoja topográfica se recogieron mucho antes de 1932.De hecho, la hoja colindante 828 tiene su primera edición en 1902. Ya que hicieronel gasto del desplazamiento los cartógrafos seguramente recogieron todos lostopónimos y todas las referencias que pudieron, aunque no cupieran en el papel del

1ª edición Hoja 949 MapaTopográfico 1:50.000. 1932.

3ª edición Hoja 949 2004

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mapa para el que trabajaban. Se seleccionaron unos para publicarlos y otros sedesecharon. Pero no se tiraron sino que se guardaron en una carpeta "ad hoc" en lacaja del expediente de la Hoja 949 que se archivaría en los sótanos del geográficoinstituto.

Pasaron los años y llegó el Mapa 1:25.000, que como su propio nombre numéricoindica, tiene cuatro veces más espacio que el 1:50.000, espacio para escribirnombres. Se necesitaban topónimos para rellenar. Y o era verano y no tuvieronganas de pasar calor o no hubo presupuesto para nuevos viajes o lo que fuera, queno lo se, pero el caso es que mandaron al archivo a por las carpetas viejas delexpediente original y encontraron todo lo que en su tiempo se apuntó pero no seimprimió. Como eran cartógrafos y no registradores, les trajo sin cuidado a nombrede quien se emitía actualmente el recibo de la contribución o si las personas citadasvivían o no vivían: coinciden nombre y coordenadas, ¡suficiente!

Queda pues claro que nadie regresó de ningún sitio, que simplemente un papel quesiempre estuvo en una carpeta fue el que nuevamente vio la luz del día paraparticipar, con todos sus años a cuestas, en la más moderna y actual versióncartográfica del lugar. Y esa es la clave. El papel, el pasado, no regresó de ningúnsitio, sino que siempre estuvo allí, en la caja de un expediente antiguo guardada enlo hondo de un archivo. Y eso es Geografía porque no es el Cuando, es el Dónde dela cosa: antes estaba en el sótano, ahora está en el mapa.

De ese cortijo del ejemplo, de su fachada norte casi tan arruinada como el resto deledificio, traigo la estampa de hoy hecha con Excel, Paint y Excel. Por cierto, en estecortijo viejo de Lacra hay otro ejemplo de pasado que reaparece, de pasadoredescubierto. Y es que cuando hacia 2006 levantaron la carretera para reformarla,a menos de diez metros del cortijo encontraron tumbas y muros islámicos, anteriorespor tanto a 1231. Habían estado archivados casi ochocientos años y fueremoviendo tierras para la obra que volvieran de su entierro. Pero siempre habíanestado ahí, ocultos pero ahí. Y seguramente debajo del propio cortijo, ahora viejo,también vive o muere alguien que seguro que algún día volverá a la luz yseguramente por alguna obra, pública o privada... Geografía, no Historia. Aunquesiempre habrá algún polemista que me discuta y diga que no hay Cuando sinDonde ni Donde sin Cuando y cosas así profundas. Salvo si se presenta alrededor deuna mesa con su vino y con sus tapas no entraré al debate.

Superposición de lugareñosMuros y tumbas deshabitadas al otro lado de lacarretera.

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Los últimos rayos del sol de febrero viernes, 1 de julio de 2011

Atardecer de febrero. Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x50. 2011

Paseando con los perros entre las olivas una tarde de febrero, me llamaronla atención los rayos de sol del atardecer. Serpenteaban por el sueloarrastrándose entre el laberinto de troncos, de hojas, de ramas, depiedras. Hice bastantes fotografías pero no busqué ni las cosas ni lasformas sino las luces, los pedazos de suelo incendiados de verdesy amarillos, dorados y brillantes, junto a pedazos de penumbras grises yazules.

En estos días primeros del verano, de los primeros calores insoportables,de siestas de fuego y noches en vela, se recuerdan con gusto los buenosratos del invierno, los paseos agradables sin calor ni sudor, las tardes (noches)de vino, de tapas fuertes y cenas con lumbre.

Se recuerdan con gusto y casi con ansiedad se desea su regreso. Igual queen los hielos negros de enero se añoran las noches claras de verano, ahoraocurre otro tanto con el aire fresco y limpio del invierno:

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Los últimos rayos del sol de febrero

se arrastran por el olivar,rozan el suelo y levantanchispas de luz en las hierbas,en las piedras.

Los últimos rayos del sol de febrero corren,saltan, chocan y muerencontra la corteza áspera y durade los pies retorcidos de las olivas.

Ya no queda sol ni paisaje,apenas un perfil azulpor Sierra Mágina,apenas una línea brillante y clara en el horizonte.

Es febrero y todavía hace frío.

En las sombras de los rincones el barro húmedoy el aroma de la leña y de la lumbre.Un avión parpadea con luces blancas y rojasSobrevolando el humo de la chimenea.

Es de noche y aun es invierno.

Un hilo de luz se escapapor la rendija de la contraventana,salta la luna en los cerrosy se despeña por los barrancos.

Cuando sea mañana,los nuevos rayos del amanecerabrirán del revés las cicatricesque hoy dejó, en su huída, tatuadas el sol en el suelo.

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Las tardes del verano domingo, 17 de julio de 2011

Sierra Mágina. Excel, Paint. 2011

En la playa hay gaviotas que se pasan el día riendo y alborotando. En Granadapalomas que lo ensucian todo y que se pelean como fieras. Y en Lacra, hay avispas.

Avispa de Lacra

Las mañanas temprano antes de que salga la gente y el sol, las gaviotas ríenagarradas a las antenas de televisión. Con solo dar un salto y dos aleteos ya estánvolando y a veces en la soledad de la calle pasan tan cerca de mi cabeza que damiedo (he descubierto que lo hacen porque protegen un nido que tienen en lacasa abandona). Vuelan sin dejar de reírse, imagino que de mi. ¿Podría espantarlas

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con el sombrero de paja si intentaran atacarme como se sabe que pasó en aquellafamosa película? No lo se. Pero descontando la dicha película nunca he oído quehayan atacado a nadie (un experto ornitólogo me confirma que, fuera del cine, nohay noticias de semejantes ataques). Sí he visto, por el contrario, como un cernícalolas atacaba a ellas, pero esa es otra historia que quizás cuente otro día.

Bicho junto a la la piscina

Las palomas además de crueles son bastante asquerosillas. Viven y se pelean en loshuecos de los tejados y en los canalones de las casas viejas. Se cagan por todaspartes, sobre todo en los balcones y en las ventanas y dicen que transmiten muchasenfermedades (pero nunca he oído que alguien haya enfermado por su culpa).Quizás esta falta de contagio se deba a que normalmente solo tienen relacionessexuales entre ellas y a que nunca han comerciado con su cuerpo (que se sepa).

Bicho dentro de la piscina (en primavera)

En Lacra hay avispas. Y pican. Esto no me lo tiene que contar nadie porque estamisma semana me ha picado una. Pican y molestan, estorban, tensionan las tardesque intentan ser plácidas bajo la parra, obligando a una permanente alertaantiaérea. Chillan las sirenas sin parar.

Además de avispas hay otros muchos bichos de distintas calidades y peligrosidades;de cuatro, de seis y de ocho patas o de ninguna; "salamanquesas", mosquitos, grillosy arañas, moscas y tábanos, sapos y culebras reales. Pero entre tanta variedad depeligros, con diferencia los más dañinos y molestos son las avispas.

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Bicho delante de la piscina

Las avispas encabezan los inconvenientes de las tardes de verano en el cortijo deLacra. Las avispas, las moscas cansinas, los pájaros y sus ruidos, el calor y el excesode luz que no siempre consigue frenar la parra, dificultan la concentración,dificultan la cosa del arte y casi cualquier otra actividad de tipo intelectual. La faltade concentración se materializa en la imposibilidad de pensar en algo más que enel presente más absolutamente rabioso. Los bichos y demás inconvenientes borranel pasado y el futuro. Sólo dejan pensar en el ahora. Pero los escasos segundos quedura el ahora son un lugar tan pequeño que apenas caben en él las ideas ysensaciones, los recuerdos e intenciones. Es imposible pensar, es imposible cualquiercosa que no sea revolcarse en la mezcla de estrés, calor y pereza.

Hace años que en las tardes de verano de Lacra intento pintar una cosa muysencilla: la pared encalada reflejándose en la superficie azul de la piscina y el cielosin color del mediodía de verano reflejándose en el fondo bailón del agua. Es muysencillo. Solo son dos tramas de elipses (la una encima, la otra debajo)entrecruzando su balanceo y salpicadas con destellos blancos, plata y azules variosmás o menos pálidos, mas o menos claros, mas o menos fugaces y furtivos. Variasveces lo intenté. En todas fracasé. No por mi culpa, por la de los bichos.

Bicha

La luz de hierro del mediodía de verano es la misma luz sobreexpuesta que usan enel cine para subrayar las escenas de carácter imaginario o soñado. Mientrasbombardean las avispas, Radio Úbeda emite sus anuncios locales. Hoy tocacompetencia de funerarias: una se anuncia como la suya de Vd., desde siempre yla otra resulta que tiene el único horno de la comarca. Como en esta guerra quieromantenerme, aun, neutral, abandono el campo para darme un baño y abrir unalata de cerveza. Siempre acompañado por las avispas, por el calor, por el fuegoque se cuela entre las ramas del chopo reflejándose en sus hojas, deslumbrando ybrillando. Aviones militares de hélice, moscas saltando de pierna en pierna,

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chicharras y noticias (hoy del frente portugués) en la radio. Suda la lata de cerveza.Las avispas, el aullido de las sirenas anunciando ataques aéreos, me fuerzan a ser unrefugiado en el campamento del presente donde nunca se piensa y nunca, porfalta de espacio, se recuerda o imagina nada.

Bicho caprichoso

Ya digo, un año tras otro lo intento en vano. Por eso no pongo aquí nada de lopintado en este o en cualquier otro verano. Porque nunca son lo que quería. Seguiréintentándolo en vano, espero. Y cuando vuelva a equivocarme les echaremosnuevamente la culpa a los bichos porque siempre la tienen. Cuando hay a mano unfrigorífico con cerveza fría, la culpa siempre es de los bichos.

Para compensar la censura de los trabajos estivales fallidos he puesto aquí un dibujoliviano del atardecer en Sierra Mágina. Es algo muy neutro y para nadacomprometido o arriesgado. Los dibujos son como las personas que siendo de esacalidad nadie los rechaza y todos cuentan con ellos.

Pelea de bichos

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El Cambio en Ancha de la Virgen viernes, 5 de agosto de 2011

Rincón de Ancha de la Virgen. Óleo sobre lienzo. 35x41. Sin fecha.

(Esta entrada va dedicada a mis compañeros. A mis amigos y por supuesto quetambién a mis enemigos. A todos los tendré presentes en unas y otras oraciones.)

En este verano tremendo en el que de armisticio en armisticio tantas cosas estándesapareciendo, en el que casi todas están cambiando y en el que el resto va porel mismo camino. Cuando la ansiedad ante lo porvenir crece conforme los días sehacen mas cortos, traigo esté rincón nocturno de mi antigua casa de la calle Ancha

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de la Virgen. La luz de la estampa es una lámpara verde con pie dorado, el humodel cigarro es azul y los reflejos de la bombilla sacan chispas del teclado, del ratón ydel cristal del monitor.

Noche de lluvia en Ancha de la Virgen. Óleo sobre lienzo. 65x50. 2002

Me mudé a esa casa en 1997. Era un edificio viejo, completamente reformado, alque se entraba por un patio con fuente, columnas de piedra y zapatas de madera.Una casa con seis ventanales grandes, de tamaño antiguo. Desde ellos se veía elpaisaje urbano de tejados viejos, de viejos tendidos eléctricos abandonados, deviejos canalones donde criaban las palomas, de viejos miradores donde los gatosesperaban todas las mañanas al sol, de viejos comercios en liquidación, de viejosplátanos de sombra gigantes que desde el Campillo se levantaban por encima delas casas y del torreón de Bibataubín.

En ese barrio viejo, céntrico y humilde, todo estaba cambiando. En las casasantiguas los inmigrantes pobres ocupaban los pisos de los viejos pobres que morían,o que se iban, o que los echaban. En las casas nuevas se asentaban nuevosvecinos, en general modernos y poco pobres (salvo los estudiantes, caninos desdeque los inventaron). El barrio de toda la vida mudaba a uno nuevo en el que no solohabían cambiado los acentos, también las lenguas. Lenguas ricas de jóvenesviajeros ávidos de la cultura del lugar, de sus fiestas y de sus refrescos. Lenguaspobres amontonadas en las casas más dejadas y que tenían, tienen, la exclusiva

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pretensión de comer. Cada día el barrio era menos lo que fue y era más lo queestaba empezando a ser: una cosa distinta.

Tejados, cables y antenas, palomas, Bibataubíny los plátanos del Campillo.

Llegué allí cuando el cambio estaba empezando. Me fui cuando ya era evidente. Ydurante esos años yo cambiaba y me movía a la vez que el barrio. Cosas chicas ygrandes me pasaron que fueron etiquetadas de buenas o malas, alguna incluso detremenda. Por cada cosa sucedida había un movimiento asociado, un cambio. Yno había relación directa ni necesaria entre la calidad de la cosa y la del cambio.Una mala cosa podía provocar un cambio bueno y viceversa. Esta nocorrelación se ve clara con el tiempo. Pero, mientras llega ese tiempo y como elpresente tiene un brillo tan cegador, nos deslumbra y no vemos nada y nadacomprendemos. Hasta que conseguimos perder de vista el presente, noconseguimos fotografías del mundo exterior mas o menos enfocadas y con laexposición correcta,

Viene a cuento esta historia porque en estos tiempos de mudanzas, apariciones ydesapariciones, ando por ahí de asesor de templanzas y fortalecedor de espíritus,ando predicando las bondades del cambio y de cómo es posible aprovecharlopara conseguir un bien aunque provenga de un mal: hacer del vicio virtud. Voy porahí contando que los cambios son como las olas de las playas, que si estás atento ysaltas cuando llegan son divertidas pero que si las ignoras te revuelcan de malamanera.

De sobra se que esto así dicho tiene su parte de exagerado, que hay cambios de losque difícilmente se podría sacar algo bueno. P. Ej., si a uno le meten una bala en lacabeza se produce un cambio inmediato del que pueden sacar algo bueno losherederos, el sicario, el tratante de armas que vendió la suya al sicario y el bancosuizo donde el tratante introdujo el dinero en los circuitos financieros de la genteblanca, cívica y trabajadora. Pero de mala manera el muerto podría ver algopositivo en el cambio, salvo que muriera por no morir.

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Mi rincón de Ancha de la Virgen

De manera que, efectivamente, hay algo de exageración. Pero también haymucho de verdad. Y lo cuento con tanto entusiasmo que resulta creíble y es unacreencia que poco daño puede hacer a nadie y que sí puede servir a alguien paranadar en medio de las tribulaciones de estos tiempos tan recios.

Recuerdo con cariño aquella casa de la calle Ancha de la Virgen. Recuerdo quienera yo y como era cuando llegué y también lo recuerdo para cuando me fui.Llegaron las olas gordas y me puse a saltar de forma admirable y lo negro se hizoblanco: me casé, deje de fumar, me compré unas botas de montaña, me aficionéal blanco Valdeorras y al Rueda, etc. Por eso recuerdo con cariño aquella casa detechos altos a la que se entraba por un patio con fuente, columnas de piedra yzapatas de madera. Aquellos balcones desde los que se veían tejas y tejados,cables arracimados de mala manera en paredes descuidadas, gatos peleonesandando de teja en teja, viejas regando los geranios, modernos atronando alvecindario con su música de modernos, andinos y subsaharianos con su mercancíaal hombro escondiéndose por las esquinas de los municipales que batían la Carrera,beatas volviendo de misa, algún turista despistado...

Recuerdo con cariño aquellos balcones en los que muchas noches terminaba midía fumando, apoyado en la baranda mientras pensaba en mis propios asuntos,mientras miraba sin ver las gotas de lluvia en los charcos donde se reflejaban lasfarolas.

Recuerdo bien que las mañanas claras de buen tiempo, por las ventanas llegabanhasta mi rincón, el que pinto en el cuadro, los ruidos de un mundo que nunca separa. Los ruidos ahogados de cuando en cuando por los maullidos de los gatosindigentes peleándose en algún tejado abandonado.

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Nieva en la farola de enfrente

De mañana

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Los dedos del amanecer en Puerto Ausín martes, 16 de agosto de 2011

Dedos del amanecer en Puerto Ausín. Photoshop. 65x50.2011

Los dedos del amanecer tocan los muros del cortijo de El Puerto. Son muros detapial, desconchados, manchados por el agua y la sequía. Muros negros de verdínseco, con cincuenta revocos que la humedad y el sol han rajado. Muros cien vecesblanqueados y hoy, tristes, viejos y perdidos, apenas salpicados por restos de cal.

Los dedos del amanecer recién nacido saltan la vertiente por Puerto Ausín y sederraman como una avenida de agua incontrolada. Ruedan las olivas abajo, seatropellan y chocan con las lindes, con los pinchos, con las cañas de las hierbassecas. Corren y alborotan bajando por los barrancos hasta dar en GuadianaMenor. Saltan a la otra orilla y en las cuestas de enfrente salpican espartizales,pinares, olivares y campos yermos hasta romper contra las piedras más altas deSierra Mágina. Y como las olas, golpean y retroceden.

En los veranos de Lacra, cuando el calor dificulta otras excursiones, suelo subir hastaPuerto Ausín para hacer piernas y no perder la costumbre de andar. Tiene cosasbuenas este paseo y no es la menor que por el carril no pasan coches nunca o casinunca y los perros pueden ir sueltos disfrutando a su aire.

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La noche se va por Mágina

Hay que salir con la fresca, cuando apenas hay luz, antes de que el sol hagaimpracticables los caminos. Por suerte, la pendiente va a contrapelo del solnaciente y los rayos pasan por encima de las cabezas creando una cueva desombra que aguantará el fresco todavía unos minutos.

Conforme aumenta la claridad el paisaje se esconde detrás de la calima.Desaparecen primero el Mulhacén y toda su corte, luego Úbeda y la Loma. Parabastante antes del mediodía apenas se distinguirá el esquema borroso de SierraMágina y los campos que bajan hasta Guadiana.

La cueva de sombra al subir

Cuando la luz violenta y blanca de los días del verano ha borrando todo horizonte,se pierden los planos largos y medios que en esta época solo son visibles en el albay al atardecer. Visibles, pero no como paisajes naturales sino como decoradosartificiosos pintados en colores excesivos e irreales.

Cuando la luz violenta y blanca de los días del verano ha borrando todo horizonte,se pierden los planos largos y medios que en esta época solo son visibles en el albay al atardecer. Visibles, pero no como paisajes naturales sino como decoradosartificiosos pintados en colores excesivos e irreales.

La subida hasta Puerto Ausín es más o menos de unos cuatro kilómetros y de unoscuatrocientos metros de desnivel: una hora. Al pasar por el cortijo de El Puerto nosalcanzan los primeros rayos del sol que avanzan sigilosos a ras de suelo. Oculto trasla calima queda el gran escenario del Guadiana Menor y su mundo, sólo quedarecrearse en los primeros planos, tan pequeños, tan poco valorados: el aroma de latierra deshidratada que se prepara para un nuevo infierno de calor, los almendrosque, tras cumplir con sus obligaciones productivas, empiezan a perder las hojas olas propias almendras que, ya en su sazón, empiezan a desprenderse de la piel de

Abajo, el Guadiana Menor y Collejares

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melocotón juvenil y verde de cundo fueron allozas… Nada mas que planos cortos:las uvas tintas en la parra, los cardos y los pinchos dorados, las hierbas amarillas ytambién, claro está, las estudiadas formas y los trabajados colores que puedenencontrarse en las paredes del cortijo cuando se las enfoca en modo macro.

La imagen de hoy es el dibujo de una fotografía figurada en la que los dedos delamanecer rebotan contra los muros desconchados y deslumbran el objetivo de lasupuesta cámara. He tenido que pintarlo con algo de imaginación y embusteporque, como bien se ve en la foto adjunta, las paredes en cuestión se orientan alocaso y a estas horas de la mañana el sol ni les roza la piel. Por eso he tenido quepintar el momento, porque con el cristal de la lente malamente hubiera podidoconseguir un reflejo de sol. ¿Es irreal el resultado? Puede, porque no deja de ser uninvento. Pero los inventos, sin embargo, una vez paridos ya existen y son tan realescomo cualquier otra cosa existente, real o imaginaria.

Para cuando el sol empiece a calentar, ya estaremos bajando los perrillos y yo.Hace un par de horas veíamos como los dedos del amanecer expulsaban a lanoche detrás de las crestas de Mágina. Ahora están resucitando a las chicharras yespantando a las sombras. Si fuera invierno los dedos del amanecer arañarían laescarcha. Pero hoy no, hoy ya hace demasiado calor y el sol brilla con fuerza en lastrampas de tela de no se que bicho que vive en la madreselva. Imposible el hielo.

El sol arrastrándose por el suelo El sol derramándose por losolivares

Las paredes en sombra del cortijo de El Puerto

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La Frontera en los Picones del Puerto de Tíscarjueves, 25 de agosto de 2011

Atardecer en Los Picones. Photoshop. 65x50. 2011

Son Los Picones del Puerto de Tíscar la frontera natural que separa a los antiguosreinos de Granada y de Jaén, aunque la línea administrativa queda unos kilómetrosmás abajo, pasado Pozo Alcon. Deja esta raya a un lado las tierras del Guadalquivircon su monocultivo de olivar y sus paisajes suaves y al otro las tierras altas deGranada, de relieve arisco, despobladas de personas y plantas. Dicho mástécnicamente, por Los Picones pasa la línea que parte a un lado la depresión delGuadalquivir y al otro lo que ahora se llama Altiplano Granadino, la parte bética yla penibética. Son tierras muy diferentes no tanto en lo humano aunque sí en lofísico. La divisoria arranca en Tarifa y se difumina y desnaturaliza al pasar la Sierra deSegura.

Además de frontera natural, esta lo fue también política y cultural durante casitrescientos años: al sur el Reino de Granada subido a sus montes y al norte laAndalucía de campiña que conquistó Fernando III. De aquellos tiempos recios yantiguos surgió la parte del Romancero que más me gusta, la de los romancesmoriscos y de frontera. Son historias de caballeros moros y cristianos haciéndoseguerras, ofensas y cautiverios sin tener nunca que trabajar: andan todo el día poresas sierras de peñas y riscas, de castillos y atalayas, entre pinos y tomillos y romeros,asaltando y defendiendo altos muros roqueros, quemando y robando las cosechas

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de las gentes de los otros.

El escudo de la Atalaya del Puerto de Tíscar

Los primeros tratos con estos señores los tuve por mediación de FLOR NUEVADE ROMANCES VIEJOS de don Menéndez Pidal. Ya el propio título predisponea caer en el encanto de la épica y del romanticismo, en el olor viejo delpapel de las novelas antiguas que cuentan hazañas heroicas locales y en elcolor perdido de los muros derrumbados, de mampuesto y de tapial, que seesconden entre los zarzales de rincones olvidados. Cuento entre mis episodiosfavoritos el romance de Abenamar, aquel gran felón y traidor que,disimulando sus malas artes en el tintineo de las campanillas de la canción,terminó pasando hasta por bueno. También me gusta el de la pérdida deAlhama del que parece que hay o había versión en Portugal: ”Ay minhaAlfama”. Y quizás entre los mejores y más dramáticos, aquél de “Álora, labien cercada” donde le hicieron gran traición al Adelantado Mayor, tangrande que lo mataron. Con el tiempo descubrí que más allá de donRamón también había romances. Alguno que incluso acabó siendo de mipredilección como aquel del cerco de Baeza o aquel otro que empieza“Caballeros de Moclín, peones de Colomera…”

Tanto leí estos episodios y tan seguido que de no ser por mi trasfondo fuertementeburgués que lo impidió, se me hubiera secado el seso y andaría hoy en grandescabalgadas a lomos de coche por esas carreteras de las sierras en busca dehidalgos moros. Pero resulta que además de mi parte conservadora se me cruzó SanJuan de la Cruz y de inmediato cambié a Reduán y a los suyos por otros versos. Poraquellos que dicen “por toda la hermosura nunca yo me perderé, sino por un no sequé que se alcança por ventura”. Y frecuenté nuevos lugares y dejé de frecuentaraquellos que frecuentaba.Que yo sepa no existe romance que corra por las sierras de Quesada y Tíscar.Novela histórica romántica del diecinueve sí, pero romance no. Y aun sin romances,Los Picones son la pura idea de frontera, son una fina membrana que pasando porel filo de las piedras separa las vertientes. La del norte es la de los horizontes abiertos,la de las olas de olivar que avanzan por los llanos y que suben y bajan por los cerros,que solo acaban cuando acaba el horizonte. La del sur es la de los barrancos y lasramblas, la de los suelos altos y desnudos donde apenas vive algún almendrohelado a la sombra del techo de nieve en el que está enterrado, dicen, el sultánMuley Hacén. Pongo abajo fotografías que así lo acreditan.

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También, y como se sabe, desde los Picones se ve la torre del Castillo de Tíscar y seve desde arriba y a lo lejos Quesada en la otra parte. Se ve pero en los días clarostambién se oyen las voces de la gente, los coches y los ruidos que salen del caserío.La relativa lejanía es la bastante para desenfocar las formas y borrar lo detalles demanera que hoy, como siempre, solo se ve una mancha blanca compuesta porfachadas punteadas de ventanas. En su coronación, la torre de la iglesia. Se vendesde aquí las mismas cosas que se veían y que fueron hace ya muchos años.

Al norte, Quesada

Se ven las aceras llenas de sillas con gente que mira y que sólo alguna vez habla yse ven los camiones cargados de paja renqueando por las cuestas de una carreteracasi vacía. Aprovechan la gente y los camiones la fresca de la noche. Y es verdadtambién que se ven mis recuerdos desde esta atalaya, especialmente los días conviento norte que son los mas transparentes.

Como se ve, los Picones son también la frontera que separa el presente del pasado.Que separa, pero que a la vez junta como toda frontera: permite ver los dos ladoscon solo girar la vista: a un lado se ve uno, el otro al otro lado.

Cada vez que puedome acerco a los Picones. Es un paseo muy agradable. Las hojas afiladas de los pinosamplifican y modulan el sonido del viento. En el cielo peñas y buitres, en el suelotodas las hierbas de olor y los surcos secos de regatos espontáneos que dejaron enel carril las últimas tormentas. Es un paseo agradable que me gusta hacer siempreque puedo, con el viento frío del invierno y con la luz templada del verano alcaer la tarde. Me gusta asomarme al filo de piedra y mirar aquel pasado que solodesde aquí se puede volver a ver y verlo mezclado con el presente local del queya no formo parte.

Al sur, Tíscar y la Sierra de Baza

Al norte, olivares Al sur, barrancos pelados

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El sol cuando acaban los días de julio se va rasando el suelo y mancha de doradoel cristal de mi cámara digital. Eso es lo que hoy he pintado.

De “Álora la bien cercada”

“Entre almena y almena - quedado se había un moricocon una ballesta armada - y en ella puesto un cuadrillo.

En altas voces decía, - que la gente lo había oído:¡ Tregua, tregua, Adelantado, -por tuyo se da el castillo!

Alza la visera arriba, - por ver el que tal le dijo,asestárale a la frente, - salido le ha al colodrillo.Sacóle Pablo de rienda, - y de mano Jacobillo,

estos dos que había criado- en su casa desde chicos.Lleváronle a los maestros - por ver si será guarido.A las primeras palabras, - el testamento les dijo"

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Paseo de invierno con perros por la playamartes, 6 de septiembre de 2011

Playa de Cabopino en invierno. Photoshop. 65x50. 2011

Invierno, playa de Cabopino. Los fondos arenosos revueltos por las corrientes sereflejan en la superficie cuarteada del mar que el viento mueve rítmicamente,como los engranajes de un móvil. Ese mismo viento a empujones arrastra las nubespor el cielo y salpica de humedad las plantas al borde de las dunas.

Torre Ladrones Los nuevos colores del mar

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El mar, sin moverse, nunca se para y menos aún en días embravecidos como este.Reflejos amarillentos y verdosos pelean por mantenerse a flote y luces medio tristes ymedio brillantes llegan por levante. Las olas martillean con monotonía de cante defragua. El temporal arranca arenas y algas de los suelos y las lleva a la superficie, lashunde y las vuelve a levantar cambiando los colores convencionales de la estampa:desaparecen los azules sustituidos por ocres verdosos, detrás de los remolinos deespuma las luces de bombilla antigua, medio brillantes y medio tristes, tiñen deamarillo el horizonte.

Una zódiac abandonada. Está rota y tiene un pie en el agua y el otro en la arena.No parece de recreo, parece más bien de trabajo. Pero está demasiado vacía parahaber transportado personas, dentro no quedan restos de cosas de pobre. Tienetoda la pinta de que los viajeros han sido cosas. Si el transporte hubieran sidopersonas ya las habrían alcanzado porque corren mucho menos que el humo y elaroma de las cosas y aquí no se aprecia indicio alguno de éxito policial. Quienfuese, cruzó el mar de noche y desembarcó disimulando en medio de la oscuridad.Eso si, no olvidó el motor que dicen que es lo más caro. Pero han sido cosas las queha viajado en esta zódiac.

Palmeras desconcertadas

Y aunque han sido cosas y no personas, encajarían aquí unas cuantas reflexiones yexcursiones verbales sobre los viajes de quien se ve obligado a cruzar este u otromar. Sería apropiado decir que hay quien cruza el mar varias veces y en sentidocontrario y que hay quien no lo hace nunca ni sale de su pueblo. Y se podríacontinuar diciendo que hay quien tiene la suerte de cruzarlo en un día de calma yquien se ve zarandeado por el temporal en una noche negra. También, que hayquien lleva mucha cosa encima y quien no lleva nada, quien va solo y quien va conmuchos, quien tiene que correr al desembarcar y quien es adulado al pisar el suelo,quien es devuelto al llegar y quien alcanza una nueva vida.

Si estuviéramos en un bar con cerveza o vino delante, con tapas y buen público,iríamos subiendo el tono de la conversación hasta alcanzar registros de innegablehondura: que todos, al fin, hacemos alguna vez un viaje aunque sea solo uno, quelos viajes de las cosas no tienen ninguna poesía porque se rigen por las normas delcomercio (lo cual espero demostrar alguna vez que no es cierto) y otrasprofundidades filosóficas de similar tenor. Tanto más airosas y deslumbrantes cuantomejor o más repetido sea el vino y menos prudentes sean los contertulios.

Pero lo cierto es que no estamos en ninguna taberna, que el viento es frío y que solose escucha la métrica cansina de las olas, ABC, ABC, ABC…

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Reflejo de luz furtiva

Pasear por la playa en invierno es como sentarse delante de una chimenea (creoque ya lo he dicho otras veces). La vista se pierde mirando a ninguna parte y elpensamiento se deja llevar por el ritmo de las llamas y de las olas. En la orilla, lamelancolía se vuelve hacia el horizonte buscando cosas perdidas, cosas pasadas, loque no volverá. Hoy, es invierno.

¿Y dónde están los perros en el paseo? Pues eso, que no paran. No me hacen niputo caso. Los llamo para que hagan una bonita estampa en la foto y se van a laparte contraria. No dejan de moverse, siempre por donde ellos quieren. Si salen enalguna imagen será porque pasan delante del objetivo, no por otra cosa. Esa es larazón de que no haya podido sacarlos en el dibujo. Están muy consentidos.

Mirando al horizonte a las olas, a la lumbre

Las plantas de las dunas

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Olivas domingo, 18 de septiembre de 2011

Olivas. Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x50. 2011

Seguro que alguna vez en algún sitio de la provincia, alguien ha pedido en un barolivas y le han contestado que ellos son taberneros y no tratantes de fincas. Y es quecomo cualquiera sabe, en Jaén, fuera parece que no, la oliva es un árbol y no esotra cosa.

Olivas

La oliva es el árbol y su fruto es el billete. Recién salido de la flor es verde y se suele

Olivar

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conocer como aceituna. Al avanzar en su desarrollo se oscurece y alcanza en susestadios finales tonos azulones y morados decididamente oscuros. Con los primeroshielos del invierno ya está completamente formado. El individuo adulto, de brillantescolores y cintas de reflejos plateados, dedica su corta vida a reproducirse. A talefecto despliega una elaborada ceremonia nupcial, muy vistosa y admirada añotras año por incontables aficionados. Así, refiriéndose a este cortejo se dice: “Dinerollama a dinero” pues también es conocido el fruto por ese nombre.

Respecto a los suelos que habita la oliva los hay de una amplia gama ya que es unárbol sufrido que se adapta a casi cualquier circunstancia. A veces los suelos sonrojos como ocurre en Vilches y Arquillos, por ejemplo. Cito estos lugaresexpresamente porque se me viene el recuerdo de cuando en mis tiempos deestudiante cruzaba con mi hermano por allí, camino de Quesada o de vuelta aMadrid, en un seiscientos pintado a brocha.

Más suelos: en Quesada y alrededores son blancos, pero siempre que no sea denoche y sin luna porque entonces son negros. En las noches de luna llena cambiana un azul muy tenue, plata brillante claro.

Los campos y paisajes donde viven pueden ser llanos, los menos, quebrados oalomados, de horizontes abiertos que se pierden en sierras de varias provincias ocerrados por algún cerro que abusa del primer plano. Los aires que cubren estospaisajes a veces son opacos, por la niebla o por las lumbres de los aceituneros, y aveces son completamente transparentes como es el caso después de un temporal oen los días de viento norte.

Las olivas se disponen en el terreno de muy distintas maneras: a su aire, guerrilleras yanarcoides, que se colocan donde quieren sin sujetarse a regla alguna o bien sonabsolutamente disciplinadas, agrupadas en formaciones perfectas y severamentereguladas.

Las olivas son todas distintas, por su entorno y por ellas mismas. Por ellas también,pues hay quien dice que tienen su propio temperamento y que por eso en un mismosuelo, clima y dueño las hay reservadas y las hay vigorosas, las hay exuberantes y lashay enfermizas, duras y blandas. Pero siendo absolutamente distintas, de unaindividualidad casi absoluta, todas juntas, estén donde estén, sea de día o sea denoche, todas juntas son un olivar. No es esta chica lección en estos tiempos y es demucho provecho para determinados colectivos amenazados, incluso para casitodos.

Salta una liebre cuando aun no ha salido el sol por entre los troncos, que ya eranviejos para la gente vieja, en el Olivar Viejo. Amanece con brillos verde suave, brillosgris con verde, verde claro, verde oscuro apagado. Se pierde la liebre en cuatrosaltos ribazo arriba. Al otro lado del barranco el solano vuela entre las hojas, las agitay las entrechoca haciéndolas sonar con un zumbido sordo y apagado que sube ybaja, que va y que viene.

Hay una enorme cantidad de tipos y variedades de oliva. Casi cada lugar tiene lasuya y se distinguen por el tamaño y por el valor facial del fruto, por su porte, etc.No obstante, todas las variedades conocidas se pueden agrupar en dos grandes

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familias: olivas propias y olivas ajenas. Se diferencian porque el fruto de estasúltimas no es comestible ni se puede abonar en cuenta.

Olivar viejo

Finalmente, se hace preciso hablar de la muerte de las olivas, porque también lesllega su San Martín. Mueren en las chimeneas dando calor, olor y color al vino y a lamecedora, a la tapa de queso y al pan. Sus quejidos agónicos, las chispas quesaltan y los crujidos de las ascuas, no son atendidas por el pensamiento que, envigilia, duerme.

Muerte de la oliva

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NATO OGI jueves, 13 de octubre de 2011

Vermú con soldadito de Pavía sin pimiento. Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x50. 2011

(Para los que no lo pillen: significa OTAN NO)

De la taberna en cuestión me gusta y no hay porqué disimularlo, el vermú. Es debarril, con su chorrito de ginebra, hecho con sifón de sifón, en vaso ancho y recio. Larodaja de limón corta el exceso de colores morados y granates de la bebida.Morados y granates que se extienden por los azulejos multicolores del zócalo, por elsuelo y la barra cuadrada, por la luz que atraviesa los vidrios de las lámparas. Todoes magenta y carmesí. Al menos así me lo parece en la memoria cuando lo pienso.

Y seguramente que parecerían muy distintos si los pudiéramos poner el uno junto alotro, pero este bar se parece a otro bar que hay (o había) en la otra esquina delmar. Aquel también es (o era) céntrico pero a la vez también como de barrio. Sonuno y otro de públicos tan distintos que se ofendería ambos con la mutuacomparación. El uno es más nocturno, el otro más de mañana, el uno más de ordeny el otro más de buscar un rato de desorden de todos los sentidos. Pero los doscomo un poco de pueblo, de parroquianos, de costumbres fijas: los unos que cadamañana vuelven, contentos de poder continuar volviendo un día más, los otros quevuelven cada noche buscando, en su deseo, empezar otra noche más. No

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recuerdo bien los colores de aquel de allí. Creo recordarlos mas bien oscuros perono puedo asegurarlo, porque mas que con colores está, o estaba, adornado conpoca iluminación. Poca iluminación y en mi memoria demasiadas copas,demasiado gin tonic y demasiado ouzo.

La luz que entra desde la calle

Las tapas del local de aquí, genuino templo de la malafollá granaina, son corrientes.Dan mucha fritura, pescada y pescadilla, boquerones. También un bacalao o símilbarato, que en lugar de con pimiento rojo remata con aceitunas el uniforme delRegimiento de Pavía. Por la puerta entra siempre una luz quizás demasiado brillante,que es cosa extraña en un barrio viejo de calles oscuras, rectas pero estrechas.

Hace unas semanas, paseando con los perros, se me vino a la cabeza aquel bardonde entre tanto ouzo aprendí a decir con perfecto acento lo de NATO ogi. Y se

Batalla de conversaciones y vasos

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me vino a la cabeza el anuncio de la vieja del yogur. Esa que al parecer con suinmerecida y excesiva pensión ha puesto en peligro a este mundo y a parte delpróximo. Ha sido la cosa esa del efecto mariposa que se inició no se sabe bien siporque compró algo para los nietos o porque se compró una bragas nuevas (¿paraque querrá unas bragas nuevas una vieja?). No se sabe bien que fue pero desdeentonces todo ha sido un sin vivir.

Vermú con símil de soldaditos de pavía

La nuestra de aquí es taberna y también de barrio, pero de barrio antiguo, delcentro. Sin diseño ninguno pero de una cuidada decoración: faroles de la tierra,toneles para el granel, banderas y bufandas de la cosa del fútbol, una reproducciónen cerámica de la iglesia de las Angustias absolutamente desproporcionada y fuerade lugar que oculta o adorna los grifos de cerveza... Y no hay música ambiente, solola batalla de vasos, platos y conversaciones y el vozarrón del oficiante llamando avoces a los bebedores para que acudan a la barra a recoger las tapas (si sonraciones, es decir de pago, las acerca él mismo todo servicial y solícito para mayorcomodidad del dispendioso cliente).

Como decía antes, los pobres son tremendos y nos van a llevar a otra guerramundial. Gastan sin tino. Aquí y allí las viejas consumistas gastan por encima de susposibilidades, tocan a cinco médicos gratis por barba (es frecuente que las viejastengan barba o que al menos se la pongan postiza para dar besos) y emplean todosu afán en comprar de todo, siempre que esté muy por encima de sus posibilidades.La que nos han montado estas viejas pobres. Se merecen todo lo malo que les pase.

En esas iba con mi paseo y mis pensamientos cuando los perros, gente sensata, merazonaron que alguien que en su invitación de boda puso la caricatura que ledibujaron en una servilleta de papel de aquel bar (que está, o estaba, enfrente dela iglesia de San Dionisio Areopagita, en la barrio de Kolonaki), en conciencia, nopuede tener mas que una opinión sobre este asunto: NATO OGI.

Y que llenen.

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Caricatura que nos hicieron 10 años antes de la boda. El calvo soy yo.

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Adiós de la luna en la Vega sábado, 22 de octubre de 2011

Adiós de la luna en la Vega. Photoshop. 65x50. 2011

La cosa del software libre y los excesos morales.

De la cosa del software libre había oído hablar pero no era asunto que me hubierapreocupado demasiado y tampoco entendía muy bien de que iba la cosa. Así fuehasta que este verano pasado, en los desayunos del trabajo, Dani se dedicó adarme la tabarra con el tema intentando evangelizarme: que si me mandaba elenlace de no se que programa guay, que si no se que blog de un conocido suyodonde te podías descargar no se cuantas cosas asombrosamente útiles yasombrosamente gratuitas. No entendía yo muy bien de que iba la cosa, perocomo tengo casta, entraba al trapo con bravura y rebatía y discutía como si supierade qué.

No me corté a la hora de sacarle inconvenientes al asunto. Hasta que una mañanallevé la crítica al terreno místico-religioso para atacar de paso a los creyentes decierta marca cara (gente muy fundamentalista que tiene por dios a un peromordido). Pues no se me ocurrió nada peor que preguntarle si acaso estábamoshablando no de herramientas funcionales sino de herramientas ideológicas. Me dijoque efectivamente, que de eso se trataba. Y ya se acabó para siempre la discusión.El software libre es cosa de ideología. De ideología libre.

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Maiz y cipreses con las primeras luces

Al llegar la primavera, en mis paseos con los perros los sábados por la mañana, evitolas zonas de pinos porque con la primavera también llega la procesionaria, bichomaligno y asqueroso capaz de dejar sin lengua o de matar a cualquier perro.Cambio los pinos por un recorrido en la Vega de unos diez kilómetros: carril biciparalelo a la circunvalación, seguido hasta llegar al río Beiro, luego por su riberaderecha hasta dar en Genil y ya desde allí, río arriba entre bicicletas, corredores ycaminantes por placer o por salud. En verano mantengo el mismo itinerario porquees corto y puede uno estar en casa a cubierto antes de que apriete la calor.

Persiguiendo a la luna por el carril bici de la circunvalación

Son hermosas las primeras luces de la mañana en la Vega. No misteriosas como lasde invierno. Estas son hermosas, claras, vivas, definidas. Sazonan de brillo los maizalesverdes y las siembras. Por un rato hacen azul el cielo que más tarde el calorblanqueará. En la vega quedan por aquí y por allí algunos secaderos de

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tabaco y quedan algunos cortijos con sus almeces y sus cipreses, cortijos blancoscomo corresponde, de puertas y ventanas pintadas en verde. Los camposencharcados, que se riegan a estas horas para aprovechar la fresca, se llenan depájaros chicos y de otros más grandes como garzas y garcillas. Todos picotean en elbarro. Como hay feria en algún pueblo cercano y están tirando cohetes. En elrecuerdo, lugar muy dado al libre albedrío, es fácil olvidar el ruido sordo de loscoches, de los negocios de excavadoras y camiones cementeros, de la fábrica deleches... Por eso, los olvido.

Hay en mi recuerdo otra vista de la Vega, también de este verano pero recogidacomo una hora o así antes que la anterior, en la frontera entre la noche y elamanecer. No es vista de paseo sino de día laborable, de café cortado con lechefría en la cafetería del trabajo. Empieza esta vista con muchas luces, con las de losfaroles de la autovía, con las del tráfico que corre porque llega tarde, con las dealgún avión que se acerca al aeropuerto, con las de las ventanas abiertas de losque se levantan, con las de los ventanales donde alguien ya limpia. Y más cerca,casi a la altura del café, explota en ondas el reflejo de la iluminación del techo en labarra de metálica. Y en el horizonte oscuro tintinean las luces de los pueblos con elbailen que bailan las luces de los pueblos lejanos en los paisajes de campo sinciudad.

Otra de la luna, con Sierra Elvira, en la circunvalación

Se va la luna de la Vega y los colores despiertan lentamente. Los árboles sontodavía sombras mas o menos oscuras, todavía oscuros los secaderos, los cortijos, lanave abandonada de una iglesia evangélica y la nave sin abandonar de laempresa de seguridad. Ya han pasado unos cuantos minutos, cuando les llega latenue claridad que asoma en el cielo, se desperezan las formas: chopos, cipreses,olivos, sauces, algún palomar. Un poco por encima del horizonte, gris, debajo de losprimeros azules de la mañana, una franja rosa difusa hace de aurora boreal dejuguete en clima mediterráneo. Dura poco la estampa. Casi lo poco que dura micortado con leche fría. Para cuando lo he acabado el sol ya está quemando laspiedras de Sierra Elvira.

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Y este fue el planteamiento. Tenía que pintar la Vega de mañana, la Vegaamaneciendo o ambas a la vez. Y hacerlo con software libre que es cosa deideología libre. Tenía que hacerlo aunque no entendiera bien los términos deldebate. Era obligatorio, porque cada quien debe saber intuitivamente cual es sumanifestación. Como los pájaros que vuelve a su colonia después de pescar, debeidentificar su pancarta entre miles de nidos, aunque esté escrita en chino. Es unaexigencia moral. Eso era, es, el uso del software libre.

Me bajé varios programas (alguno con alguna basura incorporada). Me rompí lacabeza intuyendo su manejo (las ayudas no dejan de ser como los manuales decualquier máquina, algo que sólo sirve, si es que sirve, para calzar muebles). Meagobié porque en vez de hacer lo que quería hacer tenía que buscar la tecla conla que hacerlo o averiguar incluso si se podía hacer. Perdía la paciencia y volvía alsoftware capitalista. Me daba cargo de conciencia y volvía a intentarlo. Y así variassemanas, inclinándome a un lado y al otro, como los chopos movidos por latormenta.

En paralelo ya había empezado la acumulación de bocetos. Uno tras otro. En esteuna luz tal, que al día siguiente cambiaba por otra cual. En ese lo reducía todo aunas esquemáticas y simbólicas manchas de color. En aquel ponía árboles, sierras ycampos reconocibles. Un proceso trabajoso en el que nunca se identifica confacilidad el recto camino. Deben pasar a veces días hasta saber si tienes que volveral último cruce y retomar el desvío que ayer creías que no llevaba a ninguna parte.Y mientras, la pelea con la cosa libre. Una tarde y de improviso, despejé las dudas yrecorrí de un tirón el camino que buscaba. Lo malo fue que lo hice con el métodofácil y desclasado, con software capitalista, pirata pero capitalista.

Cortijo con secadero de tabaco

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Un boceto de por la mañana

Fue un final de raro sabor, contento con el fruto, triste con el arado. Quería untriunfo a la vez artístico y político pero no fui capaz de alcanzar ambos. Mala cosa,malos sentimientos por no haber luchado en primera línea de fuego, por refugiarmenada menos que en la retaguardia enemiga (retaguardia pirata pero enemiga entodo caso).

Un boceto de al amanecer

Bueno. Después de un día viene otro y luego otro más. En algún momento y enmitad de alguna discusión conmigo mismo reparé que si bien los excesos suelen serbuenos, los morales no lo son y que las virtudes heroicas son para los santos, lo queno es el caso. No recuerdo si fue durante algún cortado con leche fría o algúnpaseo con los perros (ya por el Llano de la Perdiz). No recuerdo ahora donde, perome perdoné. Aunque sin agobios, lo intentaré de nuevo. Pero ese día, me perdoné.

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La Sierra, la Vega y el río Beiro encauzado como una acequia medio seca

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Cosas de cuando Madrid domingo, 6 de noviembre de 2011

Gran Vía. Excel-Paint. 65x50. 2001

He cambiado a carpetas más visibles de la memoria algunas cosas que hice aprincipios de los años dosmiles y aquí las pongo.

La primera de ellas es de los inicios de mis experimentos digitales, cuandoempezaba a manejar Excel para las líneas y Paint para los colores. En aquelmomento le presté poca atención a lo que me parecía nada más que pruebas oborradores. Con el tiempo le fui tomando gusto y algo de ciencia a usar el ratón yahora es la parte gorda de las cosas que hago. El dibujo es una vista de la Gran

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Vía desde Callao, desde la esquina donde estaba la cafetería Manila. Bueno, másque de la calle es de la Telefónica y más precisamente del reloj que hay debajo dela torre repleta (que estaba) de antenas que remata el edificio: el reloj iluminado derojo con una cara a cada uno de los lados, la suciedad del aire provoca que losatardeceres despejados de invierno el cielo hacia levante tome un color rosadouniforme, paradojas urbanas.

La Telefónica fue bandera republicana en el frente del Manzanares y por esopadeció bombardeos despiadados. Hoy sigue resistiendo y por las noches su relojrojo de cuatro caras encabeza la defensa. No hay cañoneo pero sigue habiendofrente.

Nudo Supersur. Óleo sobre lienzo. 60x45.2001

El segundo dibujo es una vista más o menos imaginaria de Madrid desde el nudoSupersur. Así se llamaba antes, no se ahora si mantiene el nombre.

Su historia:

Después de muchos años estando bien en Granada y cuando daba por sentadoque Madrid sólo volvería a existir en forma de fin de semana, de andén de tren oenlace de aeropuerto, volví a tener allí zapatillas y cepillo de dientes. Más o menos

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cada dos fines de semana cogía el autobús, el de las 4 de la tarde, que llegaba a laEstación Sur sobre las nueve menos cuarto. Según la época del año la llegada eraen noche cerrada, anocheciendo o con sol.

Donde la nueva (que tiene ya unos años) carretera de Andalucía se cruza con la M-40aparecen, de pronto, las siluetas de los edificios más altos (entonces). Más omenos por allí pasa el AVE. Un poco más adelante a la izquierda se abre el huecodel Manzanares y se distingue (o lo he soñado) la Sierra y la cúpula de San Franciscoel Grande.

No se ve todo esto a la vez, incluso hay cosas que están en la pintura y que soninvisibles desde allí, como el luminoso de Iberia en la avenida de América. La ideafue pintar la sensación, en esquema, de estar entrando en Madrid y para esorecorté trozos de recuerdos de distintas horas, de varios lugares, de cosas sueltas.Recuerdos mezclados en el lienzo a conveniencia. Una especie de Frankesteinhecho de partes, espero no sea tan feo este mío.

Plaza de Chueca. Óleo sobre lienzo.65x54. 2002

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La tercera cosa que traigo son balcones de casas y entre los balcones una boca demetro.

Siempre he sido muy adelantadillo para algunas cosas y ya por entonces usabafotos para plantear las composiciones. Las juntaba y las retorcía para luego pintarlascon Excel (se agrupan en un solo objeto todas las líneas que has hecho, se borranlas fotos que han servido de guía y ya está el dibujo para llevarlo al lienzo). Estaimagen de balcones es de la plaza de Chueca mirando hacia Gravina. Un paisajeurbano vacío de gente como los de Antonio López, aunque en mi caso no a causade alguna razón talentosa o intención simbólica sino simplemente porque no sedibujar y quitando el público me quito un problema. Por el contrario puedo presumirde que el plano del metro lo pinté de memoria o de oído y sin embargo se puedecomprobar como los colores de las líneas son correctos y el trazado razonable.

¿Que decir de este sitio? Pues que no hay tanto que decir pues para mí ha sido másbien un lugar de paso. Agradable, pero de paso. Y es que no es fácil encontrarmesa en las terrazas ni tampoco tiene bares a los que fuera demasiado aficionado(con la excepción de los vermús de la taberna que hace esquina con la calle deSan Gregorio). Es decir, una plaza agradable, de paso entre alguna calle de sualrededor y alguna otra en el otro alrededor del otro lado. Desde un bar hasta otrobar, bares de los que sí fui aficionado. No voy a decir marcas.

Se de sobra que hoy en mi entorno más inmediato y laboral hay muchos y muchasque por razones que no vienen al caso, ven en Madrid un demonio, una amenaza,lo temen y lo odian. Y no seré yo quién valore el valor que cada cual le da a suspropios problemas. Lo que para uno es chico para otro es grande. Los problemas deuno nunca son pequeños y siempre lo parecen aquellos del prójimo.

Pero es inevitable que estas incertidumbres y temores me traigan el recuerdo decomo hace casi treinta años para mi fue el viaje contrario, de Madrid a Granada,de estudiar Paleografía a trabajar en una Caja de Ahorros. También lo viví como unterrible fin del mundo del que, entonces, me parecía imposible salir. No puedo dejarde ver ese pueblo como algo propio y cercano, el escenario de muchos ycontinuados recuerdos, de muchos días y años pasados. No es este lugar parademasiados detalles explicativos pero lo que para otros es lo negro y lodesconocido para mi no lo es. ¿Volveré de nuevo? Quien sabe, yo ya no aseguronada.

Una aclaración sobre las fotos, que se que alguna es impresentable. Me refiero a ladela Gran Vía. Pero hay un porqué porque si un sábado al atardecer vas por Callaoy ves la luna llena a la altura del reloj de la Telefónica y el cielo uniformementerosado de fondo ¿que haces? Pues sacar lo que lleves a mano (el móvil) y haceruna foto (y todo el mundo recordará que fotos hacían los teléfonos en 2001) aunquesolo sirva como apunte del natural. Y por cierto, se puede comprobar que el rosadouniforme únicamente aparece en la parte inferior del cielo, el resto tiene tonosazules. Pero las cosas no son como son. Son como se recuerdan.

La otra foto especialmente mala es la de un bar. Pero en este caso del vicio nace su

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virtud. Se ve tan poco, es tan esquemática que en lugar de la foto de un bar es lafoto del alma de un bar. O mejor, del alma de mis bares favoritos. Me gustabasentarme en una mesa junto a los ventanales y "ver pasar a la gente". Comoantiguamente mis mayores en mi pueblo. Pero con una o varias cervezas.

Gran Vía desde un móvil

Café XXX

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Nuevo otoño con Mulhacén en el horizontemartes, 29 de noviembre de 2011

Nuevo otoño con Mulhacén. Photoshop. 92x65. 2011

El Mulhacén en otoño, sobresaliendo al chopo de la alberca

Se ha hecho de rogar pero por fin ha llegado el otoño nuevo, el de este año. Alotoño le da miedo el calor y la sequía y hasta que no se ha cerrado el verano de unportazo y no ha empezado a llover, ha estado escondido al otro lado del mar,esperando su momento.

Desde agosto estuve pendiente de su llegada, noche tras noche. Lo esperaba en laterraza de un bar de la calle Mulhacén, entreteniendo la ansiedad de la espera conuna caña que va y con otras que también vienen. En agosto las hojas también secaen pero no por muerte natural, se caen asfixiadas, empapadas en sudor,jadeando y muertas de sed ¿cuando acabarán estas noches y estos bochornos?

Tengo la suerte de poder esperar al otoño aquí sentado, bebiendo, comiendo,comentando y a veces pontificando, mirando de reojo calle abajo por siapareciera. Ya tiene que llegar ¿porqué tarda tanto este año?

Volviendo a Granada un domingo en el coche y todavía con el aire acondicionadopuesto, me di cuenta de que la luz de las tarde de otoño, porque ya era su tiempo,intentaba asomarse por las choperas. Pero al oler el olor a paja y a hierba seca, elolor de tarde de agosto (aunque fuera octubre en su final), la luz de las tarde deotoño se asustaba y corría a esconderse en la cuneta al otro lado de la carretera,

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corría cerro arriba desesperada buscando refugio en las riscas de las cumbres desdelas que a veces se ve el mar.

Ya pasado el otoño, el Mulhacén y Sierra Nevadadesde la alberca del cortijo de Lacra

Hace semanas que no es verano pero que sigue abierta la terraza del bar de lacalle Mulhacén. El poco aire que corre es caliente y áspero. Por las tardes a su horaya es de noche, como debe ser, pero todavía nadie ha visto al otoño nuevo.

Empecé a pensar el dibujo digital de hoy en aquellas tardes bochornosas del finaldel verano, buscando con la imaginación alivio a los calores. Lo pensé tirando defotografías y de recuerdos, añorando los mosaicos cubistas de hojas secas a los piesdel chopo de la alberca. Recuperando del trastero de la memoria el frío y lahumedad del atardecer. Echando mano de las ciento cincuenta, o más, fotografíasque debo llevar hechas de la silueta del Mulhacén en el horizonte rojo de Lacra, alatardecer, cuando ya se va el año. Eran tantos los registros, digitales y de recuerdo,almacenados que no hacía falta que llegara el nuevo otoño para que pudierasentirlo y pudiera pintarlo. Y así lo hice.

Pero de repente, cuando ya no lo esperábamos, los árboles ardieron en amarillos ydorados por orden de especie, de altitud y de umbría. Día a día las granadas sehicieron más dulces y se juntaron con las primeras naranjas. Crecieron las nochesocupando casi todo el tiempo de las tardes y llovió, el aire se volvió azul y la tierraparda, húmeda y verde. Llegó el nuevo otoño de siempre. Para entonces ya teníaacabado el dibujo y no le había tenido que pedir a él nada. Tenía preparadas hastalas fotos de acompañamiento y explicación visual. Por oficio y años pude sacartodo adelante, yo solo. Y mejor así porque cada vez, año, fin de verano, desconfíomás del otoño de siempre, soporto menos sus caprichos de viejo: se presentacuando quiere y cuando le da, casi antes de empezar, acaba.

Contrafuerte de la alberca y hojasdel chopo en el suelo

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Otoño en la terraza del barde la calle Mulhacén II

Rama del chopo de la alberca

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Buscando galaxias lejanas miércoles, 4 de enero de 2012

Supernova agonizando. Cera, acrílico y óleo sobre lienzo. 73x50. 2012

Una serie de las de divulgación, en la segunda cadena, explicaba la cosa deluniverso, de cómo los astrónomos fueron encontrando rincones cada vez máslejanos y de como iban mejorando y haciendo cada vez más caras y potentes lasmáquinas de buscar. Echaban la serie por las noches, a la hora de cenar y larepetían al día siguiente a la hora de comer. Con tanta facilidad que daban si meperdía detalle no era por culpa de la explicación sino de la comprensión.

Las cosas del universo, las nebulosas, los púlsares, los cuásares, los agujeros negros ylas galaxias. Cosas todas ellas bastante más lejanas que las estrellas y los planetasdel cielo que se pueden ver con los ojos sin precisar aumento. En mitad de lasexplicaciones de la serie salían los maestros científicos mirando por telescopiostremendos. El arte tiene mucho de culto a lo accesorio y es lo contrario a la filosofía.Por eso, me fijé fue en que no miraban poniendo el ojo en el extremo chico deltelescopio. Explicaba la voz que llegaron a ser tan grandes que en lugar de conlentes los tuvieron que hacer con espejos y en lugar de apuntar arrimando el ojo a lalente inferior miraban por pequeños canutos perpendiculares al cañón principal.Con el tiempo terminaron usando pantallas auxiliares y se cargaron toda la graciade la escena: mirar en una televisión podía hacerlo cualquiera, en su casa y sin

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necesidad de subir a semejantes montañas y lugares donde están los observatorios.Desde que empezaron a usar los nuevos sistemas y procedimientos recogieronimágenes absolutamente feas y además, absolutamente incomprensibles. Nadaque ver con aquellas otras tan espectaculares, a todo color, que tanto circulan decorreo en correo en presentaciones que suelen llevar textos pomposos y vacíos deltipo “que pequeños somos”.

Las imágenes de las tecnologías sofisticadas deben ser magníficos instrumentos deexploración. Las segundas, las de los correos coñazo, seguramente estáncoloreadas y filtradas, hechas exclusivamente para disfrute del público. Ni las unas nilas otras son de fácil comprensión pero las segundas, las bonitas, son preciosas ytienen formas, colores y hasta texturas que les dan vida independiente de susignificado, no necesitan más explicación que la propia imagen.

Para ilustrar pongo algunas fotos que he bajado de páginas de divulgaciónastronómica y que evidentemente no son mías. Están elegidas en función del gustovisual que provocan, exclusivamente.

Nebulosa Choque de galaxias

GalaxiasRemanente de supernova

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La segunda parte es en la tierra, no en el cielo.

Una tarde aburrida de principios de invierno, cuando ya quedaba poca luz, mepuse a jugar con la cámara de fotos. Tiene mi cámara una pantalla giratoria que sesepara del cuerpo, de manera que se puede ver sin doblar el cuello la escena queestá noventa grados a un lado. Algo similar al canuto chico de los telescopiosgigantes de la serie.

El sol ya se iba por el horizonte en los picos de Mágina. En su ida se arrastraba por elsuelo y se colaba por los huecos de las plantas que movía el viento, haciendoreflejos intermitentes como señales. Aburrido, miraba la pantalla de la cámara en laque aparecían figuras irreconocibles, brillos, luces difusas, colores sobrexpuestos ysubexpuestos, resplandores y sombras. Una mezcla confusa y extraña de aspectoirreal pero muy llamativa. Aburrido, miraba y disparaba (en las digitales es gratis)llevaba a tope el zoom, apuntaba al chopo y al naranjo amargo. En estasmanipulaciones hechas sin pensar se perdía la relación entre lo visto en la pantallay el objeto real reflejado. Un pequeño desplazamiento de la lente suponía que elencuadre se moviera varios metros y que con eso se perdiera toda referencia y nose supiera adonde ni a qué apuntaba la cámara. O sea, algo similar al canutochico de los telescopios de la serie. En los grandes telescopios también es, dicen,una de las tareas más dificultosas identificar la parte del cielo que se estáenfocando (o enfocar a una parte determinada). Tan complicado es que paraconseguirlo necesitan de extraordinarios sistemas tridimensionales de coordenadascelestes (pero no las hay para el jardín del cortijo de Lacra).

El resultado de esa tarde de disparos fotográficos automáticos o mejor,inconscientes, son las imágenes que pongo a continuación. Los paralelismos con lascelestiales son evidentes, al menos a mí me lo parece así.

La pintura de hoy relaciona y hace pasar una cosa por la otra.

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Y como siempre un “porúltimo”: ¿Por qué la pintura se llama Supernova? Puesporque anduve buscando términos astronómicos y como los quería usar vacíos deconcepto, como pura forma sonora, no necesité de las definiciones y me pudequedar con cualquiera. Y supernova, daba igual lo que fuera, es nombre bonitomezcla de ciencia ficción y colores pop. Después de su elección descubrí (perodespués)que supernova es una estrella agotada que en su muerte explotadesapareciendo en un inmenso fogonazo cósmico: nuevamente una cosaparecida en el cielo y en el jardín variando apenas la escala: el otoño (cuando yohacía las fotografías) era la explosión dorada y extremadamente brillante del añoque se está muriendo. Hasta las naranjas del naranjo amargo alcanzan su sazón decolor en esos días antes de caer, muertas, al suelo.

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Perfil de la Sierra de Quesada jueves, 19 de enero de 2012

Perfil de la Sierra de Quesada. Acrílico y óleo. 65x50. 2011

Hay poco que decir aquí. El Perfil de la Sierra de Quesada. Uno de mis perfiles denación, el de levante, en Quesada. El otro, el de poniente, es el Cerro de laMagdalena, extraña mezcla de cementerio, restos argáricos y antenas de televisióny telefonía, lo más viejo y lo más nuevo. Pero a poniente la Sierra ni es vieja ni esnueva. Siendo siempre, en cada estación de cada año se hace nueva.

Un perfil es una línea elástica que se deforma y cambia según se vea desde unpoco más abajo o desde un poco más arriba, más a la derecha o más a laizquierda. Según el sitio desde el que se mire cambia. Pero aún cambiando, siguesiendo reconocible. Reconocible para quien lo conoce, para quien ha construidotodo o parte del recuerdo de su vida con ese perfil.

Un perfil y un paisaje son cosas distintas. El paisaje es un espacio compuesto porárboles, montañas, valles, regadíos y secanos, mares y cielos. Un perfil, por elcontrario, es el icono que sirve de símbolo a una vida, o a un trozo de una vida.Del perfil de levante en Quesada podría decir muchas cosas. Decir el nombre decada una de sus líneas y a cada una ponerle una historia. Son ya tantas cosas lasque viven bajo este perfil que es difícil, ahora, escoger alguna. Son tan antiguasestas cosas que, fuera de las más remotas, empieza a ser difícil recordarlas. Es tanta

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la gente que viene, que va, que fueron, que empiezan a ser más las lágrimas que laspalabras.

Creciendo bajo el Perfil

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Cara norte de la Sierra de las Nieves domingo, 19 de febrero de 2012

Troncos de encinas dando al norte en la Sierra de las Nieves. Óleo y acrílico sobre lienzo. 65x50. 2012

Pinsapos en la niebla. Sierra de las Nieves escondida detrás de la niebla en uninvierno seco. Colores verdes y amarillos brillantes, en la parte que da al norte, deltronco de las encinas.

El pasado dos de enero, día de la Toma de Granada, tras muchas ocasionesperdidas en dudas y perezas me arranqué y subí a la Sierra de las Nieves. Abajo enla playa hacía un día estupendo, sin viento, con mucho sol. Al igual que en elromance la mar estaba en calma y seguramente la luna estuvo crecida la nocheanterior. Subí a la Sierra de las Nieves buscando ver, tocar y fotografiar pinsapos enlibertad. Árboles, abetos, de extraño aspecto que se refugian en los rincones másprofundos de las sierras de esta parte del mar de Alborán. Árboles de rarezalegendaria, que se prodigan poco, y que poseen la aureola y el prestigio de losmitos escondidos apenas entrevistos.

Iba en busca de pinsapos en libertad. Aunque abajo el día amanecióespléndido, arriba la niebla mezclada con gotas de humedad y un poco de frío gris,tapaba los relieves, las crestas, las más altas sierras. El paisaje disimulado y

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escondido, unido a la compaña que me acompañaba (poco montañera y no merefiero, a los perros, que sí lo son) a lo que se añadió por mi parte una evaluaciónapresurada y errónea del estado de la pista (sin asfaltar pero razonablementebuena) convirtió lo que se pensó como excursión en un simple paseo. Y fue motivotambién de que el itinerario que debía internarse adentro se quedara en la cubiertamás superficial del lugar.

Este invierno ha llovido poco y ha nevado menos, han sido escasas las nubes. Ya esmala suerte que en año tan escaso me encontrara un día así, nublado, con niebla.Si hubiera estado claro aún desde las afueras hubiera alcanzado a ver los picos másaltos, los hubiera fotografiado y hubiera podido ver aunque fuera desde lejos,algún pinsapo, razón última que me movía.

El paseo corto y epidérmico se adentraba en un bosque de encinas bastante bienconservado, denso y al que la poca luz gris de la niebla le daba su punto misteriosocubriendo de oscuridad las espesuras más protegidas. Por la parte de los troncos yde las ramas que daba al norte, por esa misma parte en los matorrales y enlas piedras, las humedades de los inviernos criaban musgos y líquenes: abrigos detexturas suaves o duras pero de colores brillantes, esmeraldas, amarillos, griseschillones, pardos encendidos.

Pocos pinsapos en este rincón, apenas alguno recién nacido por inseminaciónartificial, protegido de los bichos por un corralillo de palos y alambre. Alguno queotro un poco más crecido pero todavía juvenil y con espinillas, la voz del aire entresus ramas soltando gallos. Pocos pinsapos por allí, pero las encinas se amontonabany a cada paso aparecía otra con el tronco recubierto mas espectacularmente quecualquiera de las que había tres pasos atrás. Las humildes encinas, olvidadas yeclipsadas por la fama de los abetos, gritaban y gesticulaban con sus coloresllamando la atención del caminante, como los perros desesperados en la perrerascuando intuyen que alguien se acerca a las jaulas para adoptar. Y yo sin hacerlescaso porque en este momento todavía andaba buscando a los otros.

Vista norte-sur del encinarDetalle del norte

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Pinsapos en la niebla

Casi acabando el paseo, culminando su trayecto circular, cuando ya no loesperaba, por fin entre las niebla ví algunos pinsapos de los de verdad. Estabanlejos. Como son muy recelosos, a la menor señal de peligro escapan y se escondenen los pedregales más cerrados, en los pechos más escarpados. Escapan al menorruido, al más pequeño olor y sólo vuelven a confiar y salir a los claros del montecuando se recupera el silencio y la calma. Acallando las pulsaciones y latidosacelerados, gastando todo el sigilo del que fui capaz, conseguí verlos a lo lejos,entre la niebla. Me pegué al suelo y casi sin moverme, dando la cara al viento paraque no descubrieran mi rastro, los fotografié. Apenas se distinguen los detalles perolas siluetas no defraudaban nada, siluetas elegantes y esbeltas, sobresaliendo atodo árbol, a toda planta, gigantes verticales camuflados en la niebla.

Pinsapos en la niebla II

Me arrepiento de no haber avanzado un poco más, de no haber subido unoscuantos kilómetros más. Que pena no me hubiera acercado lo suficiente paradistinguir sus piñas, las agujas rollizas de sus hojas. Tendrá que ser otro día.

Los pinsapos de linaje noble y antiguo acaparan toda la atención del caminante. Ysin embargo en esta parte de la Sierra son las encinas, pobres y discretas, carne dechimenea, de horno de asadero, las que juntándose por miles y millones las unas alas otras hacen legión y todas las legiones juntas hacen bosque. Habitan muy pordebajo de los vértices afilados de los pinsapos y allí abajo los troncos de las encinas

Pinsapos en la niebla III

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se visten de carnaval. Por la cara que da al norte adornan sus disfraces conpenachos de plumas, con telas de texturas suntuosas y colores extravagantes,brillantes, preciosos.

Norte en las ramas I

No ha llovido mucho este invierno, nubes hemos tenido las precisas, peroprecisamente ese día la niebla tuvo que esconder los picos y las rocas de la Sierra.Esa cancela de niebla que cerraba el horizonte y que impedía mirar arriba es la queconsiguió que me fijara en la inmensa manifestación de encinas a mi alrededor.

Como no pude ver el perfil de la Sierra de las Nieves he pintado su cara nortebuscándola en el tronco vivo de las ignoradas encinas.

La poca nieve de este año

Norte en las ramas II

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Batalla naval a escala 1:1 jueves, 22 de marzo de 2012

Primer plano de la playa de San Pedro de Alcántara.Óleo y acrílico sobre lienzo. 65x54. 2012

Distintas vistas a distinta escala de la guerra en la playa.

Un mar azul, a veces verde, a veces gris. Arena, a veces dorada que cuando estámojada es oscura y cuando está seca es clara si es realmente arena y no piedra.Esta es la visión que de los ejércitos enfrentados en la playa tienen los generales, losmariscales, los jefes en sus despachos. Arte de la guerra. Antes estaba muy de modacitar a Clausewitz. Más tarde el prusiano se sustituyó por un chino del que norecuerdo el nombre. Del uno y del otro se sacaban ideas y citas de gran astucia,paradigmas de las cosas bien pensadas. Pese a su origen guerrero teníansorprendentes aplicaciones en la vida diaria.

Los generales y los mariscales planean sus estrategias en mapas de escalasvariables, digamos que de 1:25.000 a 1:400.000. Escalas variables pero que encualquier caso obligan a ver las cosas a gran distancia. Tanta que aunque esas

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cosas están representadas en el mapa, ya no son ellas sino sólo los símbolos y signosque las representan. Sobre estos mapas militares se usa pintar frentes, masas demaniobra, líneas de defensa, flechas de colores que van, que avanzan pero queluego se retuercen y vuelven (eso suele significar que han perdido). Flechas que vanperseguidas por otras de otro color (eso hay que entenderlo como que los queestán en la primera flecha van corriendo como locos, o sea, que huyen). Podríaparecer que debajo de los signos y dibujos no hay ni vive nadie. Los generales ymariscales lo creen, o fingen creerlo así.

Vista la batalla de este cuento a la escala de los mapas de estrategia, sólo existendos colores, bandos, zonas o países. El uno es el mar con su agua y el otro la tierracon su arena. La tierra está siempre en sus trincheras defendiendo la posición y elmar está siempre al ataque, siempre intentando desembarcar y consolidar unacabeza de puente para después saltar al interior de la retaguardia enemiga. Es lainacabable batalla en la que nunca (o casi nunca) hay un claro vencedor: las olasmueven la arena, la empujan, la retuercen, arrastran piedras, consiguen mover elfrente unos metros aquí pero los pierden allá. Una y otra vez. Vista a las escalasreferidas esta batalla es hermosa. Vistas a esas escalas sin sangre las demás batallastambién suelen serlo. De una parte la superficie del mar hecha de piezas móviles decolores cambiantes que se mecen como un mecano articulado, piezas con brillos yreflejos que aparecen y desaparecen aquí o allá sin orden aparente. De la otraparte la tierra con sus defensas de piedra y arena, sus retaguardias de dunas yplantas ahogadas en sal. El mar y la tierra, a esta escala, son inmensos y ocupantodo el horizonte.

Pero al igual que por encima de estos mapas los hay a mucha mayor escala, los haytambién a otras pequeñas, inferiores, incluso, a 1:1. Al igual que quien mira uncontinente entero no ve los animales que lo habitan y que quien mira a un animalno suele distinguir los átomos que componen su cuerpo, de la misma manera quienmira un mapa de una escala equis, ignora y no distingue lo que sucede en lasescalas inferiores. En lo que toca a este cuento, si prescindimos de los mapasmilitares o de sus secuelas turísticas e inventamos otros a escala 1:1 (un centímetroen el mapa es un centímetro en la realidad), distinguiremos nuevos mundos depiedras y espumas, de burbujas efímeras y granos de arena. La pintura de hoy secorresponde con el fragmento de uno de estos mapas.

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A esta minúscula escala vemos a los individuos que componen los ejércitos del mary del agua. Antes sólo distinguíamos masas, ahora vemos caras. Ahora vemosburbujas de espuma que en grandes formaciones blancas gritan para espantar almiedo cuando pisan tierra. Pelean con fuerza imparable, desbordan y arrollan lasdefensas con que se topan, saltan y empujan a las piedras, mueven las guijas,inundan las arenas. Conforme se internan la resistencia crece pero ellas siguenavanzando, cada vez con mayor gasto. La fuerza, la energía explosiva con la quesaltaron desde su ola se agota poco a poco. Van internándose en la llanura resecay conforme se adentran, de la primitiva fuerza apenas queda más que fiereza yvalor desesperado. Exhaustas, las vanguardias quedan clavadas y fijas al terreno.Inmóviles, las burbujas empiezan a morir por millares y por millones, absorbidas porlas enardecidas masas de arena que ahora ven cerca el desquite. Unas pocasaguantan y resisten pero no pueden evitar el pánico y la desbandada es yainevitable. Filas blancas de espuma se retiran en completo desorden dejando atrásmoribundas pompas de agua rematadas por el sol, el viento y la arena.

Después de la batalla queda un paisaje de gravas y chinas arrancadas de su sitio,de brazos y piernas de algas destrozadas (son refugiados civiles que huyen de losfondos que las mareas arrasan). Campo de batalla sembrado de granos de arenaque se amontonan desde un límite al otro de la mirada. Todavía los cadáveres dealgunas piedras muestran restos de sus uniformes de vivos colores. Brillos del SolMarte. La espuma y la arena han mezclado sus sangres. Clavada en el suelo, lacaña de un pescador. Las gaviotas carroñeras picotean lo que queda de dosejércitos valientes y mientras, dos perrillos chicos corretean y juegan ajenos a lainmensa muerte que pisan sus patas. Todo acabó. Pero no hay tiempo paracelebrar victorias. Allá lejos rompe una nueva ola y espumas de refresco de nuevoparecen poder con todo.

En las guerras vistas desde los mapas a grandes escalas que usan los generales,siempre se salvan la Historia, la Patria, la Causa o la temporada turística. Conesfuerzo de todos siempre se supera la crisis y el Mundo sigue vivo, el aire brilla y elsol calienta. El único inconveniente del éxito es que precisamente seas tú uno de loshéroes muertos. Eso tiene poca gracia. Que todo se salve menos tú. Por esto, no porotra cosa, los mapas militares nunca son a escala 1:1 o menor, para que no salganlos cadáveres, para que los ojos no vean y así el corazón no sienta.

Cuerpo a Cuerpo

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La retirada

Los colores de los uniformes, soldados muertos

Un nuevo ataque

Huellas de perrillos Cadáveres de algas

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Nuevas tardes de verano y reivindicación de sus frutoslunes, 2 de abril de 2012

La tarde en la piscina. Óleo y acrílico sobre lienzo. 73x60. 2011

Piscina de Lacra. Óleo sobre lienzo. 60x50. 2002

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Los recuerdos guardados en un cajón se sacan, se miran, se enseñan y se vuelven aguardar. Unos se guardan simplemente dejándolos en el cajón, otros dentro de unacaja, algunos muy delicados se envuelven en una tela o cuando menos en unabolsa de plástico. Hay quien tiene la costumbre de secarlos entre las hojas de unlibro que, cuando años después se hojea, deja caer al suelo losrecuerdos olvidados, aplastados en dos dimensiones.

Los recuerdos van envejeciendo cada uno a su manera. Algunos como el vino tintopierden color, otros como el blanco lo ganan y los hay también como el rosado quecon el tiempo se estropean. Los recuerdos, de cuando en cuando, se sacan, semiran, se enseñan y se vuelven a guardar. En cada ocasión se ven de una maneradistinta y producen una emoción diferente. Las maneras y las emociones seadhieren a él formando sucesivas capas y estratos de la memoria. Es por estaestratigrafía sedimentaria que los recuerdos se mueven y cambian. Cuanto más serecuerdan más cambian.

A todo lo dicho se suma que el pasar de los años hace que cambien la forma ytamaño de los recuerdos de manera que las aristas se suavizan, los huecos serellenan y los llenos se vacían. A veces el disgusto se vuelve gozo y en otras se borransólo los berrinches (es lo que pasa cuando es inminente la llegada de la vejez y elrecuerdo en cuestión se asocia a tiempos de piel más tersa). Quiero decir que entodo esto interviene también la manipulación interesada y el auto-engaño o ambosdos.

Ocaso de sol

Hay un momento en las tardes de verano, justo cuando empiezan a irse lasavispas pero aún no han llegado los mosquitos, después del ocaso de sol y antesdel orto de luna, en que el aire solano que sube del Guadiana chico, cesa.Dejan de escucharse los pájaros, no se mueve una hoja. Pareciera como si elmotor de las horas se hubiera parado. Es entonces cuando la luz en fuga sesatura de colores irreales. Es entonces cuando se hace invisible la calima yamaina el fuego inodoro, incoloro, de la tarde. Cuando despiertan los aromasdulzones de las hierbas secas y los tamos: detrás de alguna de las primerassombras alguien está regando y la tierra mojada reparte esencias azules por elolivar que se esconde entre las medias luces. A esta hora, en este momento, enla tregua del viento, en el relevo de tarde y noche, nada se mueve, nada grita.El silencio y la calma serían totales si no fuera por el rugido de las hélices de unavión militar volando y por el crujido de las hojas y de los tallos que quiebran lossaltos del gato (está cazando bichos en el interior de la madreselva).

Orto de luna

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En una entrada de hace meses (Las tardes del verano) me refería a un momento delas tardes de verano en Lacra que si bien es temporalmente vecino del momentosuso mentado, es por muchos conceptos su antípoda. Es ese otro la media tarde delcalor, de la luz blanca requemada, de las plagas de bichos. Hacía entoncesespecial mención a las avispas, tábanos y moscas. Contaba en dicha entrada queal intentar pintar una idea o cosa me salía otra distinta a la buscada,produciéndome la frustración consiguiente. Identificaba el origen del problema enque por culpa del calor y de los bichos no era posible la concentración. Por todoello renegaba de las pinturas pintadas en aquellas tardes y anunciaba que lasquitaba de la circulación, que en su lugar ponía un dibujo digital, liviano, de SierraMágina, para salir del paso. Todo eso ya lo he contado antes.

Las pinturas, recuerdo de aquellas tardes de verano, las tengo guardadas en elcajón escondido de las paredes de mi dormitorio en el cortijo de Lacra. Mi madrecree que las tengo allí por no querer que alguien las vea y las quiera llevar. Sesorprendería si supiera que están allí dejadas, abandonadas, porque en su díarenegué de ellas, de las avispas, del calor, de los tábanos y de las demásdesgracias.

De cuando en cuando aparezco por allí y me las encuentro debidamentecolgadas. Cada vez que enciendo la bombilla saco los recuerdos del cajón. Encimade la pintura ha caído polvo y han caído nuevas miradas que la cubren de capasnuevas. Guardadas en el arca de las paredes del dormitorio, solas y a oscuras casisiempre, han evolucionado. Una, vino blanco, ha cogido color. Otra, tinto, lo haperdido. Creo que ninguna es rosado.

Masas de colorla calma

Bicho cazando bichos

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Han cambiado las pinturas porque ha cambiado el recuerdo de aquellas tardes deverano. Ha crecido y envejecido, ha dejado atrás los tábanos, el sudor y las moscasimplacables. Han muerto las avispas, han muerto los malos bichos y han dejadocadáveres huecos pegados al envés de las hojas de oliva. Al encender la luz de lahabitación el recuerdo se deslumbra y se asusta. Hay que manejarlo con cuidadoporque es extremadamente frágil y se cuartea con facilidad. Ya tiene una esquinadoblada, hacia la parte de abajo le han salido unas manchas oscuras de hongosmicroscópicos que la humedad ha criado.

Realmente no se si es que el recuerdo ha ido cambiando hasta convertirse en esteotro tranquilo y sereno del momento en el que la tarde se va y la noche viene. No sesi ha cambiado o si al ir desapareciendo aquél viejo ha ocupado este su hueco estenuevo. No lo se. Pero ha pasado y donde estaba el uno ahora está el otro. Elefecto ha sido inmediato, han quedado reivindicados los frutos de aquellos veranos.Existe vida más allá (un rato después) de las avispas, de los tábanos y de lasmoscas.

Avión militar de hélice

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Las mañanas, la noches y el paso de los años.domingo, 6 de mayo de 2012

Brillo del rocío en la hierba y chopo sin hojas en un contraluz de mañana de invierno. Óleo y acrílico sobre lienzo.65x50. 2012

Hace años, muchos (tenía yo pelo entonces), en mi entorno las noches tenían unenorme prestigio. Todo buen, o mal, estudiante estudiaba de noche y el que sinnecesidad se acostaba antes de las doce o era por algo o era por raro. Los díasempezaban en la noche porque en la mañana empezaba el tiempo de descansar.En aquellas noches, las de verano especialmente interminables, había tiempo paracasi todo. Todo o casi todo sucedía de noche, todo lo que podía tener algúninterés. Como a casi todos a mi me gustaban las noches, aquellas noches deverano, noches calurosas y tranquilas, noches silenciosas con muy pocos ruidosentonces.

Recuerdo que como todos mis parejos en edad, me reía de la gente mayor quellegaba al trabajo mucho antes de lo que debía solo por el gusto de leer elperiódico y de no hablar con el compañero de al lado (por el gusto de que notaraque no le hablaba simplemente por el gusto de no hacerlo).

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Sol de la mañana

Como sucede en todos los cuentos, pasaron los años y ahora cada día de cadaaño madrugo más, cada noche me acuesto antes. Y me gustan las mañanas. Antesprefería el atardecer y ahora el amanecer sereno y silencioso (como el de aquellasnoches antiguas de verano), el amanecer de claridad creciente que a la par quedisuelve las sombras perfila las formas con colores saturados. El fresco de lasmañanas del verano y el color radicalmente azul de las mañanas de invierno antesde salir el sol. Me gusta la luna cuando corre a esconderse por el oeste y laescarcha que brilla en la hierba al contraluz de los rayos rasantes del amanecer. Megusta oír como se pone lentamente en movimiento la maquinaria del mundo.

Me siento bien de madrugada, optimista y sereno en mayor grado que durante elresto de las horas. Llego al trabajo mucho antes de lo debido simplemente parasentarme delante de la pantalla a ojear noticias.

Identificar el amanecer con el nacimiento del sol y con la vida, hacerlo delanochecer con su muerte y con la muerte, es un lugar tan común que llevahaciéndose miles de años. Esta identificación tan antigua es a la vez tan común nopor ser cosa poética ni malamente literaria sino, creo yo, que por ser biológica yancestralmente animal, por influir en los biorritmos. A causa del sustrato físico-químico no resulta sorprendente que cuantos más años más alivio produzca elamanecer, pues no es otra cosa que otro día más que tenemos por delante. Tienetoda la lógica que cuando se es joven, cuando la vida parece eterna, guste jugarcon la noche (muerte), con el veneno de la serpiente y con el filo de la navaja:nada puede pasar cuando nunca se va a morir. Pero esta forma de ver las horascambia conforme la vida poco a poco va dejando de ser eterna y la muerte

Amanecer y burbuja

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poco a poco deja de ser una historia ajena y lejana. Con los años, el amanecer sevive con el alivio de una prórroga, cada mañana es un día más por delante y cadanoche un día que ya pasó (y que hemos perdido).

Brillo de la hierba

Creo que queda claro, poco hay que añadir, quizás que también conforme pasanlos años me gustan más los árboles. Me gustan sobre todo los árboles crecidos y nopor grandes sino por añosos. Los que ahora ya son veteranos son los únicos árbolesantiguos que voy a conocer pues ya no queda tiempo para que otros crezcan yenvejezcan. Por eso me enferma que arda un árbol o que lo corten o que lo maten.Cuando en mis paseos de primera hora por el campo veo a un lado del caminobrotes de pino o de encina o veo cualquier cría de cualquier otro árbol, sederraman unas gotas de melancolía: crecerán y, seguramente, se harán grandespero ni mis perros ni yo los veremos así. Esta concepción de los árboles como tesorono renovable desde el punto de vista del tiempo, es lo que me ha hecho adquirir lacostumbre de pintar árboles.

El primer sol de la mañana

Muy de mañana

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Extranjero en su propia tierra: olivo y mimosa.domingo, 20 de mayho de 2012

Olivo acosado por una mimosa en flor. Photoshop. 65x50. 2012

La Mimosa, acacia azulada, acacia saligna o acacia cyanophylla, es una plantaleguminosa de origen australiano considerada aquí como especie invasora y granenemiga de las especies autóctonas. Importada para trabajar en el ornato deparques y jardines, ha saltado las lujosas tapias y hoy coloniza descampados,solares sin vender ni edificar, márgenes de carretera y cualquier otro espaciodisponible. Su capacidad para fijar el nitrógeno atmosférico, común a todas lasleguminosas, le permite colonizar suelos pobres y despoblados siendo esta una delas razones de su gran expansión, (dicen que) descontrolada. Al final del inviernoflorece en tonos amarillos intensos. Sus hojas aparentes no son tales pues en realidadse trata de tallos aplastados que se llaman filodios.

En 1956, recién indultado el Régimen por el Mundo Libre, la fuerza aérea gringa hizoel primer mapa fotográfico aéreo de la Península (o el segundo, porque creo que losaliados nazis del aliado del Mundo Libre hicieron el auténtico primero, no se sicompleto, hacia 1940). Se le conoce como Vuelo Americano y hace unos añosque la Junta de Andalucía publicó la parte que le toca. En la foto de ese vuelocorrespondiente a la ribera del río Benabolá, donde hoy está el campo de golf LasBrisas, se observa una plantación de árboles. La escasa calidad de la imagen enblanco y negro dificulta la identificación del cultivo pero el color oscuro (que

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parece corresponder con un verde intenso) y lo apretado de la plantación (con losárboles casi tocándose los unos a los otros) induce a pensar que se trata denaranjos. Apoya esta versión el dato de que, efectivamente, en la zona seproducían naranjas que se exportaban envueltas en papel de seda estampado conla marca "Colonia del Ángel. Productores de frutas cítricas", el dibujo reconociblede la Concha y una plantación de naranjos.

La oliva y la mimosa

Por aquellos años no existían allí edificios fuera de algún cortijo suelto. Hoy, esradicalmente distinto y lo raro es encontrar un metro sin ladrillo. Aprovechandonuestros paseos, los perros y yo vamos rastreando rincones con la intención deidentificar entre los jardines, entre las casas, las tapias y los solares baldíos, algúnresto de aquellos años exclusivamente agrícolas. En una de esas y abriendo huecoen la valla vegetal del dicho campo de golf, llegamos a descubrir que lofotografiado por los americanos no eran naranjos sino olivos. Quedan algunos, conel mismo marco y disposición, formando bosquecillos en mitad de la hierba. Laprueba indubitable se consigue mediante la comparación de las ortofotos de 1956 y2004: los árboles que se ven por el agujero son los mismos que ya existían en esaprimera fecha y son, basta con mirarlos por el hueco de la cerca vegetal, olivos.Resulta sorprendente pero en aquel rincón, entonces remoto y lejano, vecinocercano de África, existía ya entonces una plantación casi intensiva, muy moderna.Cultivos entonces sorprendentes y modernos, muy distintos de los tradicionalesolivares extensivos de secano. Explotación avanzada nacida a su vez de unatradición industrial metalúrgica desparecida y absolutamente discordante con loque hoy es la comarca entera.

Las cosas han cambiado y mucho. Calles, edificios, jardines (que no huertos),apartamentos, centros comerciales y academias de español para extranjeros seadueñan con avaricia desenfrenada del espacio. Como reservas indias, algunosrincones junto al río Benabolá mantienen suspiros de vida no salvaje pero sí natural.

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Llegaron las mimosas a la Costa para trabajar como plantas ornamentales en losjardines de las casas ricas que los nuevos tiempos estaban levantando por todaspartes. Un trabajo poco cualificado consistente en florecer en marzo, hacer masaverde durante el resto del año y poco más. Ayudadas por el viento (que no es deninguna parte) acabaron por saltar las cercas y comenzaron a colonizar los suelospobres que ninguna planta autóctona quería (ya hemos contado su capacidad defijar nitrógeno atmosférico). Tanto se extendieron, que a día de hoy marzo y abril sonmeses absolutamente amarillos en las cunetas, en los descampados y en algúnjardín olvidado (ya, por asilvestradas y comunes, no se cotizan en las lujosasmansiones). Paisajes saturados de amarillo desplazan a los paisajes de coloreslocales durante el final del invierno y el principio de la primavera.

Mimosa en flor

Enfrente de mi terraza, en la ribera del Benabolá sobrevive uno de esos pocosrincones libres y abiertos. Algún chopo, algunos pinos, muchas zarzas. Todo muyracial. También grandes eucaliptos (estos ya forasteros) y mimosas, muchas muchasmimosas. Por eso la primera primavera es también tremendamente amarilla, todaplagada de mimosas en flor. Entre ellas y las zarzas de la orilla sobrevive un olivosolitario y abandonado que apenas ha empezado a mover la savia. Está comoacobardado entre tanto amarillo. Un olivo hoy abandonado que seguramenteformaba parte de aquella plantación modelo guardada en la memoria del VueloAmericano de 1956. Fue la vanguardia tecnológica del olivar hoy malvive extranjeraen su propia tierra rodeada de infieles. No sigamos. No hace falta aclarar másadónde nos lleva este camino. Pero, aunque ignoremos los posibles matices políticosdel asunto, no podremos evitar toparnos con su triste estampa de olivoabandonado, acobardado y asfixiado. Las fotografías que adjunto dan fe de suestado.

El olivo es un árbol humilde, trabajador y sufrido, resistente a la sequía y a los malospropietarios. Tiene muchas virtudes y algún que otro defecto. Por ejemplo, esbastante huraño y no soporta la cercanía de otros árboles, de cualquier otra plantaque sea algo más que una hierba... Le tiene pánico a los vecinos. Cuando un olivarse abandona de inmediato sus habitantes se encojen, se acobardan de tal maneraque hasta una simple zarza les puede. El olivar abandonado en muy poco tiempo

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se disuelve y desaparece. Cualquiera que haya salido un poco al monte lo ha vistoalguna vez.

Mimosas, olivas, pinos, eucaliptos

Pocos años después del Vuelo Americano la zona sufrió una inaudita mareaconstructiva. Las casas y los jardines sustituyeron a los cultivos. Tantos jardines carosnacieron que las plantas autóctonas fueron incapaces de llenarlos, incapaces deaportar el toque exótico que necesitaba algo tan exótico por aquí como los jardinescon césped. Se importaron toda clase de extravagancias.

En esta guerra, perdida de antemano, los olivos casi desaparecieron. Hoy hay quebuscar sus restos con métodos de prospección arqueológica vegetal. Pero quiendesplazó y aniquiló a los olivos fue el P.G.O.U. Fue la especulación quien acabó conel campo, fue el dinero quien abandonó almendros, olivos y viñas comoabandonan los amos crueles a los perros viejos. ¿Que culpa tiene de esto lamimosa? Seamos serios. A los olivos primero los diezmó la construcción y luegosu carácter huraño les hizo retraerse aún más. No supieron o pudieron adaptarse alos pequeños huecos vegetales, superpoblados de plantas venidas de todas laspartes. Pero esta situación la provocó el P.G.O.U. no la provocaron esas nuevasplantas. Con los olivos de la costa acabó el abandono y el dinero.

Por mi parte sólo me queda añadir que yo las cosas ya las conocí cambiadas, comoson ahora. La mezcla de ahora me parece lo natural. No añoro pasados tiempossupuestamente mejores. Y siempre me han gustado las fronteras. Y bien está que asísea.

Más mezclas

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Un mes después, las mimosas sin flor. La oliva a punto de florecer

(ha llegado mayo, las mimosas ya no son amarillas que son masas verdes de filodiosy ramas sin flor. El olivo acosado y perdido, que parecía asustado y sin futuro, se estácuajando de flor. Flor pequeña y trabajadora, productora de aceituna y aceite, hijade Grecia y Roma. Es tanta la flor que su color sin lujo destaca sobre la mimosadesnuda, sobre el pino y el eucalipto. ¡Árbol admirable! Como los perros lame lamano que le pega, esa mano que lo dejó abandonado. Esa misma mano que,ahora, culpa a la mimosa.)

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Lluvia de lunas (Perseidas lunares) miércoles, 13 de junio de 2012

lluvia de lunas sobre el cerro Vítar y silueta de oliva de sombra. Photoshop, Paint. 65x50. 2012

Se acerca el chubasco. El cielo se dobla y retuerce encima de nosotros. Prontocaerán las primeras lunas, gotas de luz seca empapando la noche, gotas de luna,aguanieve de estrellas.

Las lunas son como la Virgen, es una aunque luego cada pueblo tenga la suya.Incluso algunos, si son grandes, tienen dos o más. De ambas.

Cada pueblo tiene su luna predilecta porque hay muchas de ellas donde escoger.Además de las cuatro que hacen cada una de las fases, hay muchas otras. Las haytempranas que llegan en plena tarde bastante antes de que lo haga la noche.También tardías y perezosas, que remolonean con descuido sin salir hasta que lassorprende el sol del nuevo día. Hay lunas grandes y gordas, bien cenadas y lustrosas,que casi no pueden levantarse del suelo y arrastran la barriga redonda y dorada porel horizonte. Las hay pequeñas y muy brillantes, que vuelan y saltan con agilidad enlo más alto de la noche. Las hay fugitivas, que escapan con sigilo escabulléndoseentre las negruras por el barranco abajo. Y poderosas, que amanecen sentadas en

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los tejados de sus cortijos desde donde dominan los valles y campiñas que lespertenecen. Hay lunas pescadoras que viven de los peces del mar y las haylabradoras que aran surcos de luz entre las camadas de olivares. Hay lunasforasteras que asoman su melancolía a las cunetas de las carreteras y las hayfamiliares, que cada mañana dan los buenos días a las calles que se desperezan.Las hay de invierno y las hay de verano, las hay de todas clases, formas, colores yolores. Hay tantas y tan variadas que cada pueblo tiene la suya de igual maneraque tiene la suya cada hora, cada noche, a veces también cada día. Hay muchasy muy distintas aunque, como la Virgen, todas sean una.

luna, lucero y chopo

Ni dos ni tres veces han sido las que a principios de agosto he querido ver llorar aSan Lorenzo. Y siempre con poco éxito, no lo voy a negar, pues apenas heconseguido ver alguna lágrima suelta pero nunca, ni por asomo, esas barraquerasque cuentan que han visto los que saben del cielo. Una vez me invitaron a ver lloraral Santo en una casa de las afueras. Casa bien situada y suficientemente lejana dela civilización lumínica urbana. Me dieron de cenar y de beber y luego unatumbona para tenderme y ver el espectáculo con comodidad. Era una noche deagosto en la que no se movía una hoja y... me quedé dormido. Porque yendo a porestrellas encontré paz y como me gustó, me quedé con ella.

luna y oliva

luna camuflándose en las luces de la noche llena

luna entre las nubes y lospinares de la sierra

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luna remolona de la mañana

Algunas veces no he tenido ni la oportunidad ni las ganas de salir al campo en lasfechas oportunas. En otras también pocas lágrimas encontré aunque ahora norecuerde la razón del fracaso. Pero no siempre ha sido así, alguna vez he rozado eléxito. Hará como un par de veranos la cosa empezó bien. Era el sitio y el momentoindicado cuando, de pronto, cayó una lágrima y luego otra. Parecía que searrancaba por fin a llover. Y cuando ya tocaba con las manos el premio tantasveces buscado, entonces, por detrás del cerro Vítar, asustada no se si por mis pasoso por los pasos nerviosos de los perros, levantó el vuelo una luna menguante quecasi de inmediato se escondió en lo más espeso de las siluetas del campo. Fueapenas un suspiro. Sus alas apenas rompieron el silencio durante unos fugacesinstantes pero fueron lo bastante. Hubo luz y ya no hubo estrellas. Sólo ese vueloimprevisto y corto fue el recuerdo de aquella noche. Buscando estrellas me topécon lunas.

luna artificial de exterior luna artificial de interior

¿Sol o luna? Silueta de oliva movida porel aire y detrás una luna

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Me he topado con pocas estrellas fugaces pero con muchas lunas. Las he vistosaltar, volar y esconderse y he coleccionado sus luces, las sombras que fabrican susluces. Es por todo ello que he pintado una lluvia de lunas. Son lunas perseidas estasporque son lunas de verano. Porque yendo a por lágrimas me encontré con ellas.Son lunas de mi pueblo (cada pueblo tiene la suya y en el caso del mío, varias) Esuna tormenta lunar de verano sobre el cerro Vítar.

Son muchas, aunque como las vírgenes todas sean una, pero aunque sean una elque sabe de lunas a cada una por su nombre la conoce.

lunas artificiales de barra de bar

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El cielo se cae sobre nuestras cervezasdomingo, 15 de julio de 2012

Árbol de la calle Mulhacén al final del invierno. Acrílico y óleo sobre lienzo. 50x65. 2012

En la terraza de un bar de la calle Mulhacén, en Granada. Mediodía de domingo enun invierno menguante. El sol crecerá en unas pocas semanas y será sol deprimavera, pero ahora es todavía un crío y se esconde entre las cornisas y por lostejados, cruza la calle a la carrera mirando a cada lado en cada esquina. Cuandoel sol sea mayor y fuerte, en verano, no tendrá rival ni enemigo que con él puedapero ahora es todavía un niño, indefenso y débil y recela de todo y de todos. Sonlos últimos días del invierno y las yemas del árbol han empezado a parir hojas perodesde aquí, desde la mesa en la terraza del bar, apenas se distingue algún

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movimiento en las ramas, sólo se alcanza a ver un árbol desnudo en la mañanaclara de febrero.

Este invierno ha sido como el otoño. El año pinta como el pasado e incluso peor.Ando con los de mi cofradía todo el día procesionando la Gran Vía arriba la GranVía abajo. Y tanta caminata, tanta reivindicación, cansa (físicamente). Cansa, esverdad, pero también lo es que hace tiempo que aprendí que toda movilizacióntiene su recompensa. Y la tiene no porque más tarde o más pronto se alcancen losfines buscados (lamentablemente parece que no van por ahí la cosas ahora) sinoporque en su final, la caminata se riega con una cerveza y con una conversación. Ocon dos o tres o más cervezas y dos o tres o mas conversaciones.

El árbol en febrero y el árbol unas semanas después

Una vez más hoy domingo hemos corrido la Gran Vía y antes de volver a nuestraiglesia, como el día está tibio y claro, nos hemos sentado en la terraza del bar quehay en la calle Mulhacén esquina con la mía. El sol infantil que antes decía, se vaconfiando conforme avanza la mañana y ahora juega y alborota aprendiendo suoficio como todos los cachorros, jugando a deslumbrar y a cegar. Juega a saltarhaciendo brillos y destellos, desde las ramas del árbol hasta la farola. Revoloteatropezando torpemente con los cristales de las ventanas. Y mientras juega el sol, delcielo blanco de la mañana de febrero caen gotas de luz que salpican la piel, lamesa, las aceras, los pasos de cebra... Gotas de sol juegan picoteando la copa decerveza y persiguiéndose en el rocío del cristal, en el dorado de la cerveza.

Ha sido este un momento, un rato feliz en un invierno triste. Hemos hablado de todo,de comida y de sexo, de fotografía y de imprenta, de noticias de lo que ha venido yde temores por lo que vendrá. También, claro, de la reivindicación. Con el alcoholy con tanta conversación los brillos y los destellos han aprovechado para hacernosnidos de golondrina en los ojos. Una mirada que estaba aburrida corre a unirse a losalborotos del sol niño, que se dedica a molestar con sus gritos a las sombras, a lasviejas luces frías de los caracierzos de las calles transversales. Tropel de voces,algarabía de luces. La humedad heredada de las pasadas escarchas apura sushoras en la penumbra de los rincones. Otra caña. Otro trago amarillo y blanco.Amargo y frío. Otra palabra, otro argumento, otra tapa, otra risa, otro comentario,otro chisme, otro trago amarillo y blanco, amargo y frío.

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Caña y cañas

Lo malo de los momentos (felices) es que apenas duran un instante, que sonpequeños y que ocupan poco espacio. Por el contrario, su recuerdo es grande, seestira como un chicle y puede alargarse tanto que no tenga fin. Por eso es que lavida es en su mayor parte pasado envuelto en una fina capa de presente. El futurono está en ella porque es lo que no existe, lo que ni siquiera se sabe si vendrá.Efectivamente, la vida es casi en su totalidad pasado y el pasado no es otra cosaque la acumulación de antiguos presentes. La vida es como los troncos de losárboles, anillos que se van superponiendo protegidos por la piel, corteza.

Son, estas, reflexiones profundas y de mucho juego (especialmente para alguienque estudió la carrera del pasado) pero ahora me resulta imposible seguirdesarrollándolas porque he vuelto a mandar que llenen. Y hemos vuelto a la luzlánguida de un invierno triste en el que el mundo se está hundiendo mientrasnosotros charlamos, bebemos, reivindicamos, discutimos, reímos, amamos… Hemandado que llenen mientras el sol crío sigue jugando a reflejarse en el plástico dela mesa y a molestarnos con sus reflejos. Un aire frío, duendecillo viejo de enero,escapa con pasos nerviosos resguardándose bajo los balcones, muy pegado a lapared. El cielo es blanco. Mediodía de un domingo de febrero. Estamos en la terrazade un bar de la calle Abul Hasan Ali Ben Saad, Muley Hasan o Muley Hacén, sultánde Granada y sultán de la red geodésica. El solecillo juega, nosotros bebemos,hablamos. Y mientras, el cielo se está cayendo sobre nuestras cervezas.

Calle Mulhacén y el sol escondiéndose en las ramas del árbol

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Marbella vista desde una barca, en la distancia.domingo, 26 de agosto de 2012

Marbella desde una barca. Photoshop. 65x50. 2012

Marbella vista desde una barca, en la distancia. Por la parte de poniente los reflejosagonizantes y saturados del sol que se va. Por la parte de levante las sombras queempujan a las luces del día. Esta pintura digital es un plano general con pocosdetalles y que además de pocos han quedado algo movidos, seguramente por elvaivén de la barca entre las olas. Pocos y poco definidos pero los bastantes paraque se pueda distinguir la Concha, el hueco de Istán y del pantano, el pico deJuanar y alguna cosa más del esqueleto de este paisaje. Es una selección personalde huesos sin más causa y justificación que el propio gusto y gana.

Siempre he visto Marbella en la distancia. Llegué tarde a este mundo que tan amenudo no entiendo (y no sólo por cuestión de idioma que, a veces, también).Llegué tarde y poco relacionado. Mi natural huraño y a menudo retraído, en elsentido de persona que se refugia en lugar sagrado o de asilo, ha hecho poco onada por aumentar la relación y por acercarme al entorno. Vivo en el extrarradiomental y social, aislado como un naufrago urbano.

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Amanecer

Manejarse desde una barca mar adentro supone, como cualquier otra manera deestar, abrazar unos pros y contras perdiendo los pros y contras de los "estares "desechados. Todos ellos tienen sus partes malas y sus partes buenas. En mi caso,entre las cosas que gano creo que no es la menor la libertad y licencia pararecoger, sin más criterio que el propio gusto, las partes, los trozos, los momentos y lasluces del entorno que me gustan hasta obtener una combinación propia, individualy caprichosa. Una mezcla de la que se derivan costumbres y hábitos específicos yque es bastante ajena y lejana a la que parece que se ha establecido comoconsenso (sospecho cada vez con más fundamento que ese consenso es menoscomún y generalizado de lo que imaginaba).

Desde cualquier mirador que esté a una cierta altura es corriente avistar grandespetroleros y grandes cargueros retacados de contenedores que van y que vienendel Estrecho, medio escondidos en la humedad del aire mar adentro (¿se le podríallamar a esta humedad calima marina? ¿cómo se llama la neblina de vapor y salque borra el horizonte los días de calor, los días en los que el viento lleva ciertadirección, en los que tiene determinada procedencia?) Uno tras otro se cruzanenormes y lejanos, silenciosos, siguiendo en el mar de Alborán una senda de aguapor la que como hormigas de acero gigantes portean la carga a la espalda, en lapanza su tesoro. Desde los más altos miradores de las sierras y montes se les veaparecer de improviso, por detrás de las crestas y las peñas, saliendo de entre lasagujas de los pinos más veteranos, avanzando, sudando cada paso, arrastrando lospies y la espalda doblada…

Barcos desde Juanar

Atardecer

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Ya comprendo que existe un guión muy famoso, muy vendido, del que se hanhecho incontables ediciones y miles de reimpresiones, que explica como son lascosas existentes aquí. Que guía a las gentes ciegas por el laberinto confuso de lascosas apenas imaginadas. También comprendo que con los anterioresconviven otros guiones más minoritarios que se componen de vida y recuerdos, deolores de antes, de miedos y temores del pasado. Que son relatos individuales ydistintos pero de tronco común y de párrafos compartidos. Los comprendo a todospero a todos ellos soy ajeno. Al convencional porque no, a los otros porque en estepunto no tengo yo pasado. Por mucho que busque y coleccione fotos antiguas oprocure estudiar pasados arqueológicos, mosaicos desaparecidos, restos perdidosde un antes entre los muros y los jardines, yo aquí (por una vez puedo decirlo) notengo pasado.

He ilustrado con algunas fotos los muchos momentos y tiempos que me gustan. Perohoy me he acordado de la lluvia. Me gusta Marbella cuando llueve. Cuando lluevelas nubes vienen del mar, intentan avanzar tierra adentro pero se quedanbloqueadas en las peñas de la Concha. Cuando llueve lo hace hasta que las nubesse deshacen, hasta que se licuan por las torrenteras y los barrancos de vuelta al mar,arrastrando tierra, piedras, ramas y algo de suciedad. En cada temporal que vienedel Estrecho llueve durante varios días seguidos y lo hace con una regularidad ypersistencia impropias de esta orilla del continente. Llueve y truena y la mañanatiene el mismo color que la tarde. Sólo hay día, no hay horas. Grises húmedos en lasparedes blancas, no es un paisaje mojado es el mundo empapado. Los faros de loscoches hacen en los suelos encharcados mosaicos con fugaces teselas de luz quese mueven, oscilan y desaparecen. Llueve y no se escucha más que el torrente degotas cayendo del tejado: Niebla gris, suelo gris, las plantas son grises, rayas de plataen los fondos oscuros de la imagen.

Cuando llueve llueve tanto que los regatos medio secos de los veranos bajanbaladrones, arrastrando cañas y rugiendo como si fueran grandes ríos desbordados,espanto de orillas y riberas.

Una gota se junta con otras gotas en el cristal de la ventana y cae zigzagueando

Pertinaz lluvia

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como rayo transparente sin trueno. Se enciende un relámpago en la lámpara deltecho y huye la penumbra mojada y gris. No hay mañana ni tarde ni luz de una o deotra, no hay horas , sólo día igual cuando empieza que cuando acaba.

Llueve. Llueve y el agua lo aplasta todo. Una hoja muerta del árbol de los oloresmojados baila en el hueco de la escalera, aroma triste que recuerda vagamente aotros de inviernos ya olvidados.

Cuando llega la noche, aunque artificial, se hace la luz y desaparece el colorsombrío, ceniza mojada, de la tarde y de la mañana.

Llueve y la lluvia dibuja círculos nerviosos en las baldosas de la terraza. Apenas porun momento se abren las nubes y dejan ver como chorrea el agua por las paredesde la Concha. De las piedras y los ladrillos rezuman gotas. El cielo se cierra concandados de agua y niebla.

Llueve. No para de llover. Llueve con una canción monótona de una sola nota.Llueve. Escalofrío. Huele. Atardecer y amanecer mojado. El Mundo siempre semueve, excepto cuando estos temporales llegan por el Estrecho.

Después del temporal

Pescando frente a San Pedro

Tormenta

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Postal de Quesada. Vista parcial. lunes, diez de septiembre de 2012

Postal de Quesada con luna llena. Photoshop. 65x50. 2012

En las tarjetas postales era frecuente que en la descripción, junto al nombre delpueblo o ciudad, se añadiera “vista parcial”. Pongo como ejemplo dos estampasviejas sobre las que se escribió a mano y con letra muy redonda “Quesada. Vistaparcial” y “Quesada. Vista parcial del jardín”.

Aclarar en el título que una postal es una vista parcial resulta de una inutilidadgrande porque las postales siempre lo son. Hasta las que se llaman vista general sonen realidad una vista parcial. Las fotografías sólo tienen dos dimensiones y reflejan elpunto de vista desde donde se hacen. Son siempre la imagen de uno de los ladosde la cosa, de una parte de ella, nunca son el todo. En las postales y en todas lasdemás cosas las vistas siempre son parciales. Sólo los fanáticos piensan otra cosa.

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La primera postal de Quesada que yo recuerdo sería de finales de los años sesentao de muy primeros de los setenta, por ahí. Era una vista primaveral del pueblo con lasierra al fondo, hecha más o menos desde el puente segundo. El verde propio de laestación, la impresión poco definida y de color sobresaturado, le daban unaspecto de paisaje atlántico absolutamente impropio e irreal. Un paisaje casiprotestante.

Hoy en día, en plena orgía digital, cuando hay tantas imágenes como palabras hayy cuando casi valen lo mismo de poco las unas y las otras, algo tan simple como lafoto de un pueblo puede no parecernos gran cosa, incluso puede parecernosnada. Entonces, cuando sólo abundaban las palabras pero no las imágenes, sí loparecía. Y mucho. Chocaba y sorprendía que una tarjeta postal en color, algoentonces casi exclusivo de las capitales de provincia, pueblos grandes y rincones deespecial relevancia turística, se hubiese dedicado a cosa tan perdida y pocorelevante como el pueblo de uno: tan propio y doméstico, tan fuera del mundoexterior que sólo a los directamente concernidos nos podía interesar. Que laplacenta materna justificase una postal a todo color resultaba muy chocante. Y máschocante aún que se pusiera a la venta, a disposición del turismo, como si enQuesada por entonces hubiera turismo…

Recuerdo percibir aquella postal como una señal débil pero cierta de que tambiénmi pueblo se movía. Nada comparable a como se movía y progresaba a velocidadpasmosa el mundo de fuera, pero se movía. A paso de tortuga, claro, como semueve el tiempo en la infancia, pero Quesada se movía. Y no era ese el únicoindicio. Empezó por entonces a circular un tríptico turístico editado en alemán por el

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Ministerio de Información y Turismo del señor Fraga. Tenía su correspondiente Virgende Tíscar en lugar preferente (se conoce que para sorprender a los luteranos…) yuna foto del ayuntamiento viejo hoy reliquia arqueo-fotográfica porque tardaronnada en demolerlo.

Pero no quedaba ahí el progreso. Si las postales y los trípticos asombraban, lascontadísimas ocasiones en las que Quesada salía en el blanco y negro de latelevisión provocaban el pasmo definitivo. Años y años quedaron tan grandessucesos en la memoria y en las conversaciones. Recuerdo sobre todo aquella vezque salió Quesada en la serie “Los Ríos”. Al parecer motivó un famoso telegramainstitucional a la institución de un pueblo cercano (me da igual que el telegramaexistiera o que fuera sólo un buen chascarrillo del autor). Definitivamente algo semovía en Quesada. Porque además de las postales, de los trípticos y de losdocumentales con telegrama, el movimiento se tocaba y pisaba en algunas calles,de las más principales, en las que se estaba sustituyendo el empedrado basto depiedras gordas por un moderno piso de fino y suave cemento. Nuevo suelo queinmediatamente quedaba personalizado por gatos, perros y otros bichos. Antes deque fraguara, cuando todavía estaba blando, dejábamos concienzudamentenuestras huellas en el cemento.

De aquella postal de la que hablo sólo tengo el recuerdo. La he buscado enpáginas y colecciones web sin resultado. Sí he localizado la gemela que se hizo yque, no podía ser de otro modo, era una vista de Tíscar. Es de la misma factura quela otra, igual de verde y saturada de color. Sirva aquí la una para recordar a la otra.

La postal gemela

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Las postales, además de la vista parcial de un espacio son también la vista parcialde un momento. Pero lo son de momentos muy rebuscados y compuestos, demomentos públicos pensados desde la cuna para ser vistos por todos. No tienenmucha vida las postales, la verdad. Sirven apenas para conocer el escenario dondesuceden o han sucedido las cosas. Sirven para comprobar si aquel edificio estabatodavía o ya lo habían demolido (lo frecuente en Quesada), si los pinos hoy crecidosya estaban plantados o no. Para eso sí pero para recordar la vida, no. No erahabitual fotografiar la vida. Tampoco había mucha de ella en las fotografíasprivadas pues, hasta la revolución digital con su abaratamiento de costes, lo normalera reservar el gasto para las fotografías familiares y los viajes (en los que seintentaba imitar, con menos medios y más gasto, el arte profesional de los fotógrafosde postal). No se hacían fotos en las que se viera la vida. Entre otras cosas porque sialguien lo intentaba, como era cosa tan rara la fotografía, la vida se paraba yquedaba quieta para salir bien con lo que dejaba de ser vida.

Son escasas las imágenes en las que se ven gentes ajenas a la foto, dedicadas a suspropios asuntos. De Quesada y de cualquier otro pueblo más que escasas casiinexistentes. Aunque alguna hay que circula por páginas especializadas en las quela gente cuelga sus recuerdos. Algunas he visto en esas páginas, magníficasy totalmente casuales que casi huelen como olía el Jardín y la Explanada enverano, cuando regaban al caer la tarde y pasaban las bodas en comitiva de a doscamino de la iglesia.

Yo también hice alguna de estas fotos digamos costumbristas. Traigo de muestraesta de la Explanada en una tarde lluviosa de diciembre del ochenta y siete. La hicedesde el balcón de mi tío Carlos y mi tía Carola, tomando café junto a mipadre creo recordar que en visita de enfermos.

Explanada

En fin. Hace ya muchos años que paseo poco por el interior de Quesada, que memuevo más bien por su periferia. No hago estampas desde dentro pero sí las hagodesde fuera, del pueblo visto desde la sierra, desde el campo, desde ángulos raros ydesde todas las distancias. Busco perspectivas curiosas, sorprendentes, insólitas. Oeso creía yo que eran las que conseguía, porque junto a la revolución digital, llegóel senderismo, el biciclismo y el montañismo. El trasiego y el bullicio son continuoshasta en las veredas más perdidas. Hay gente por todos sitios. Hay genteencaramándose a las más altas peñas, encontrando los más secretos rincones.Gente fotografiando desde lugares inverosímiles. En cualquiera de las aplicacionesque juntan cartografía y fotografía se pueden encontrar por cientos sus frutos. Lasperspectivas que yo pensaba raras e incluso extravagantes han quedado en

Foto con vida. Vaho en los cristales de la puertadel Marisol

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corrientes y demasiado vistas. Hasta en las cosas más propias y reservadas como esel pueblo de uno, he quedado rebasado y al nivel de un vulgar aficionado.

Para consolarme he puesto arriba una postal que de este verano y que aunque esdigital no es fotografía sino pintura. Representa una noche de luna llena. No seríacapaz de asegurar si representa el recuerdo de una noche concreta o por elcontrario es el recuerdo de cualquier noche o incluso, el de todas las noches a lavez de luna llena sobre la Atalaya. Da igual.

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Antes llovía más miércoles, 26 de septiembre de 2012

Ginkgos y chopos en el parque FGL una tarde lluviosa de noviembre.Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x50. 2011

Antes, hace apenas dos años, llovía más, hacía menos calor y cuando decía denevar, nevaba.

Antes era mejor la fruta, eran más sabrosos los tomates y los melocotones, hasta lospepinos lo eran. El otoño era otoño, había primavera, el verano era verano y nofuego, el invierno era invierno con escarcha y con hielo.

Hace apenas dos años existían los convenios y el futuro estaba arriba y no abajo,apenas se hablaba de los alemanes, nadie hablaba de lo que iba a ser de nosotros.Antes había tormentas en septiembre, llovía en octubre y noviembre y con lasprimeras torrenteras de frío llegaba diciembre. Ahora parece que ya no.

Estas son reflexiones de supermercado o barra de bar, tranquilamentecontradecibles con la opinión contraria que tanto vale, esa que niega aquello deque en cualquier tiempo pasado lloviera más (idea despachada bajo la marcablanca de las viejas ideas de progreso ilimitado).

Lo cierto es que se suele percibir el pasado como algo bueno que se ha perdido(ahí, por ejemplo, el milenarismo). Quizás porque con el tiempo se tiende a olvidar lo

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malo y a magnificar lo bueno. Quizás también porque conforme pasan los años eltiempo corre más y va dejando cada vez más espacio detrás y menos delante:antes llovía más porque se añoran las cosas de cuando había poco vivido y muchopor vivir.

Lluvia a izquierdas y lluvia a derechas

Si lo miramos desde el punto de vista del progreso sin fin, nadie negaría que conrespecto al pasado esta vida de ahora es mucho más confortable. Existe, porejemplo, el paracetamol que no es chica cosa en muchas ocasiones. Y no solo eso,las nuestras eran, hasta ahora, de las escasas generaciones que no habíanconocido una guerra y ahora cuando la están conociendo es guerra sin sangre nivísceras, etérea, virtual, financiera, que se maneja a base de conceptos quecompran y venden futuros. Algo que si no fuera tan atroz rozaría lo poético. Peropodríamos, alguien podría, replicar que la resistencia al dolor es mucho menor yque hoy te matan sin morir, te paralizan con un índice o una cotización y hasta quete mueres estás sufriendo que te han matado. En fin, no se...

Antes nevaba más

Discutir si antes llovía más o menos es conversación de velatorio, propia de esosmomentos en los que gente casi desconocida tiene que convivir un buen rato sintener que compartir o que decirse. Es conversación pareja a esa otra de que nosomos nada, de que cuando mejor estaba el pobre, cuando por fin hubierapodido disfrutar, llega una enfermedad o una guerra financiera y de un día paraotro le cambia la vida, se la destroza, la altera radicalmente. Trata esta segundaconversación de los grandes cataclismos de la historia (con esos sucesos se gananla vida la Historia y sus trabajadores). El común suele ignorar, u olvidar, que losgrandes cataclismos son como los grandes temporales, que tardan más o menospero que siempre vuelven, o llegan, llevándose el polvo de ese verano que nos

Tormenta

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parecía ya eterno. Normalmente los que lo ignoran son los que al final se mojan.

De hace dos años, de una tarde lluviosa de noviembre 2010 en los aledaños de laHuerta de San Vicente, poblado de ginkgos, wasingtonias y otras rarezas modernas,es la pintura de arriba. Aquella tarde sí que llovía.

Aclaración final. Hoy ha empezado a llover. Pero eso no quita que antes, hace dosaños, llovía más de lo que parece que va a llover este año (ojalá me equivoque).

Tarde-noche de lluvia vista desde mi bar favorito (uno de ellos)

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Parra, pino y peral lunes, 15 de octubre de 2012

Parra, pino y peral. Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x50. 2012

Mañana de fuego, tarde de incendio. Neolítico y pintura fosforescente.La mañana había empezado suave y agradable pero el horizonte gaseoso y

difuminado por la calima anunciaba un mediodía de fuego.

Me había levantado al alba para marcar las lindes conflictivas y los árboles queviven salidos de de la formación. Con estas marcas se registran las irregularidadescatastrales que en un lugar tan antiguo como el pago de Lacra son la normaancestral. Y digo lo de un lugar tan antiguo, sin entrar en mayores alardes eruditosde historia local, porque cuando hicieron los hoyos para poner plantones, justoalrededor de la casa, encontré en los montones de tierra pequeños pero muchosfragmentos romanos de "terra sigillata" y de cerámica decorada a peine, estilo quese supone muy ibero. Las discusiones, los disgustos, las peleas por árboles,descolocados o no, por turnos de agua para el riego y por cosas así, se hansucedido desde entonces (desde antiguamente) con la misma regularidad con laque llegan las noches largas en junio y las noches cortas en diciembre. Ese“antiguamente” no se queda en época clásica pues desde que se inventó laagricultura y con ella las lindes y los riegos, ya se discutía de esos asuntos por aquí.Algo más recientemente, en el siglo XVI, las ordenanzas excluían este pago de lajurisdicción general del alcalde de las acequias, mandando que se siguiera en él eluso que desde antiguo se seguía. Mi madrugón estaba, pues,

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sobradamente justificado. Las marcas de pintura fosforescente en los troncos de lasolivas no eran otra cosa que una consecuencia pura y dura de la revoluciónneolítica, madre de linderos y parcelas, trimestre de primer curso intermedio entre elpaleolítico y las distintas edades metálicas protohistóricas. Aquel neolítico que tanpoco estudié en los primeros meses de 1978, lo revivía ahora con un bote de espraytreinta y tantos años después (miles de años después).

-no haré aquí erudición como arriba he prometido y no hablaré de la calzada queproveniente de Basti y Acci, pasando por Céal y camino de Túgia y Cástulo cruzabaestos términos. No hablaré de la alberca de Aguas Calientes similar a la de FuenteGrande en Alfacar, ni de la necrópolis de muertos enterrados cara a levante queencontraron en el último arreglo de la carretera, ni siquiera del fuste semienterradoque en el cortijo viejo servía de "majaero" de esparto. No hablaré de tantas otrascosas interesantes y curiosas que aquí estarían de más pero que no lo estarían enuna tarde oscura de invierno, con vino, frente a la lumbre.

"Sigillata" y cerámica decorada a peine encontrada en los plantones de Lacra

Sigo con el marcaje y la delimitación territorial. Antes de llegar al olivar viejo se habíaacabado el bote de pintura. Como eso fue justo cuando empezaba a pegar el sol,aproveché y di por acabada la "peoná". Sin pintura y con calor lo único razonableera sentarse a la sombra, tomar un café, pensar en nada, sufrir moscas y tábanos ymirar sin ver los brillos y destellos que saltaban empujados por el viento entre lashojas del techo vegetal. Eso hice.

En el rincón de la mesa y las tumbonas y las sillas que sirvió de refugio contra el calory la falta de pintura, hay un peral que trasplantó mi padre hace ya muchorescatándolo de un bancal de secano donde malvivía. Aunque hubo quien dijo queno saldría adelante y que no valía un duro, el "peralillo" se aferró con rabia y corajea su nueva vida y tierra y hoy florece cada año. Cada año da peras repartidas enarmoniosa aparcería natural entre bichos y humanos. Este peral es un ejemplo desuperación personal muy valioso en tiempos de turbación.

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Peralillo

Allí, en el dicho rincón, viven también tres generaciones de parra (en la pintura sólovemos a la abuela de ellas porque es la más fotogénica, pero hay además hijas ynietas). La sombra que dan las parras es, digamos, medianeja, regular por irregular.Y es que ningún año están al cien por cien de su rendimiento potencial. Unas vecesporque el granizo temprano agujerea las hojas, otras por un ataque de hongos maldefendido y en algún caso, sospecho, que por error o experimento fitosanitariofallido e inconfesado. Es su sombra irregular y "arroalada", es un damero de piezasclaras y oscuras que se desplazan con el sol, de manera que te duermes con la caraa resguardo y al despertarte la recuperas abrasada. Tampoco las uvas que danestas parras son buenas. No le gustan más que a las avispas. Y sin embargo, aúncon todos estos defectos, las parras no dejan de ser otro ejemplo edificante puesson una familia unida que salta por encima de las diferencias generacionales y queunida trabaja en producir uvas y sombras, aunque sean regulares y malas.

Tres generaciones de parra

Reflejos y destellos Más reflejos y destellos

Hojas del peralillo

Las parras

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De todos los árboles y plantas de porte que hay en el rincón son los más altos dospinos nuevos. Paradójico que los más jóvenes sean los más crecidos. Es algo asícomo esas generaciones jóvenes de ahora que ahítas de leche y pasteles sonmayores que sus padres y mucho más que sus abuelos. Con estos pinos no hacefalta buscar más para encontrar moraleja o ejemplo a imitar. Acreditan, por sihiciera falta prueba, que quien come mejor crece más, que quien puede levantapeso y que la igualdad de oportunidades es algo muy relativo. Sigo. A estospinos precozmente altos y para que no siguieran creciendo, mi padre les cortó lasguías. Decía que de esta manera crecerían a lo ancho y darían más sombra. Decíatambién o principalmente, que no llegarían a sobresalir lo bastante para serdetectados por los satélites en las ortofotos. De esta manera siempre se los podríacortar sin trámite o permiso de ente alguno, a voluntad y sin engorros administrativos(otra cosa es para qué querría cortar unos pinos ya criados y que a nadie ni a nadaestorban. Imagino que se trata de una suerte de individualismo anarcoide y ruralque seguro que viene también del neolítico).

Pino

Juntos, todos los árboles de este rincón sí que consiguen formar un hueco de sombraagradable, un refugio que protege del fuego que en forma de viento solano seadueña de cada mañana de verano. Un hueco y un rincón refrescado por el azulde la piscina-alberca y por las gotas de rocío artificial en la lata de cerveza (unalibélula disfrazada de azul patrulla siempre arriba y abajo las hondas azules delagua. A tanta velocidad corre que sólo el azar puede retratarla).

Conforme andaba la mañana se amontonaba más y más calor, arrastrado desde elcielo desbordado de sol. Aquella primera hora casi al alba, cuando con la frescamarcaba las olivas con pintura fosforescente, no parecía ya cosa del hoy sino delayer. Y entre el calor, los brillos, los reflejos y las aguas de baño y de boca, porencima de las plantas bajas y por debajo de las altas (entre medias) a la altura delas latas de cerveza, se veía entre los olivares borrosos y entre la luz blanca delmediodía, una plantación moderna de placas fotovoltaicas. Habiendo empezadocomo he empezado con la cosa de la antigüedad, con la cerámica ibera y romanay con la revolución neolítica, estas hileras de árboles metálicos podrían haber dadopié a muchas y muy acertadas reflexiones sobre el tiempo y la historia, sobre laevolución del mundo. Podían haber dado pié al ejemplo de que hace no tantosaños aquí no había ni luz eléctrica. Pero hoy ya no va a ser. Porque hacedemasiado calor y es hora de comer y luego de siesta.

Pino visto desde la tumbona

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Libélula azul

(posterior)A la tarde, con la modorra del sueño recién dejado, volví al rincón de las parras, alos pinos y al peral. Aflojaba ya el sol camino del horizonte pero el fuego delmediodía parecía haberse vuelto incendio: cielos rojos, humos grises, olor aquemado… Sin duda otro incendio acababa con árboles que yo ya no podría verde nuevo crecidos. Mi padre regaba los arriates entre "terra sigillata", vasosdecorados a peine y olivares viejos. Le comenté la desgracia y sin volverse a mirarme sacó del error: “Estarán quemando rastrojos, aunque esté prohibido. Si fuera unincendio ya estarían revoloteando los helicópteros”.

El supuesto incendio de aquella tarde

Y así acabó el día, con sencillez, con poco dramatismo y ninguna grandiosidad, sinposibilidad de oda al incendio de nuestro mundo ni a la pérdida irreparable depaisajes centenarios: no era más que la normalidad de algún otro individualistaanarcoide rural venido directamente del neolítico (¿o esta rebeldía será más bienpaleolítica y nómada?)

Plantación de placas fotovoltaicas

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La mesa debajo de la parra cuando sale el sol.50x65. Photoshop. 2012.

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Llueven billetes. jueves, 15 de noviembre de 2012

Llueven billetes.Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x50. 2012

Están lloviendo billetes. Billetes de mil, de quinientos, de cien. Billetes verdes,morados, amarillos. Llueve (sea por cuando no lo hace).

Los recuerdos viejos se van seleccionando y escogiendo con los años. Algunospocos de ellos quedan para el resto de la vida como paradigma de momentossimilares, ilustración de sucesos parecidos, chascarrillo de situaciones recurrentes. Porejemplo, siempre que llueve y lo hace sin destrozo recuerdo a tita Trini cuando, encasa de mi abuela una tarde de final de verano, veía llover y hacerlo bien. La luz deldía se había vuelto gris y azul, mi abuela cosía ajena y distraída pensando en suspropias cosas mientras tita Trini miraba como caía la lluvia y al verla caer daba saltosy levantaba los brazos como si bailara: “Están lloviendo billetes” repetía eufórica.Porque, efectivamente, el agua buena de septiembre y octubre es remedio depronóstico para que engorde la aceituna (quizás sea por estas cosas y porrecuerdos como este por lo que mi programa favorito es El Tiempo).

Viene esta historia a cuento por la estampa de hoy. Un acrílico-óleo que representala próxima cosecha doblando las ramas de la oliva, en la tarde empapada de undía de octubre en el que caían billetes de punta. Una tarde en que la luz sin brillo

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(lámpara de bajo consumo) chorreaba por las hojas, por los troncos y por los frutos ylos saturaba de lluvia y color.

Caen

Lloviendo billetes,gotean las hojas, rezuman las aceitunas.

El agua es cuerno (o vaso o caña) de la abundancia.Aceitunas verdes como billetes de mil.

Billetes colgados de las olivas.Tiempo y campo de otoño encogido por la humedad y el frío,

palpitando con la esperanza de nuevas y mayores abundancias.Una baba verde y brillante abriga los cuerpos de las plantas.

Llueven billetes, se despeña la lluvia por los aleros.La niebla sube y baja cortando el paisaje a distintas alturas y en dos dimensiones.

Perfiles y relieves escondidos, por un momento sorprendidos,fantasmas de las curvas de nivel que viven en el subsuelo abstracto de los planos.

Un golpe de aire y una muchedumbre de gotas cae desde las ramas salpicándonosla cara.

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En el otoño, cuando todo parece que se está acabando y muriendo, crece yengorda la nueva cosecha. Si llueve. Si llueve, bajo la luz triste que alumbra consuavidad, nace el anuncio de un buen año que traerá, Dios y el precio del aceitemediante, nuevas y ansiadas prosperidades.

No se lo que llueve en otros sitios cuando llueve (en las capitales creo que sólo caeagua. La que luego se utiliza en las cisternas) pero en Quesada (y en casi todos lospueblos), cuando llueve a tiempo y bien, llueven billetes.

Fajo de billetes

Llueve Ahora parece que aprieta

Billetes de mil

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Antenas y repetidores martes, 5 de febrero de 2013

Antenas y repetidores. Photoshop. 65x50 cm. 2013.

Repetidores y antenas en la siesta de una tarde de diciembre en el Jardín deQuesada. El cerro de la Magdalena está tan encima del pueblo y el sol del inviernoes tan raso que, un par de horas antes de lo que es norma, desapareceprematuramente, detrás del perfil casi vertical del horizonte. Antes de tiempo,cuando todavía en algún bar se escuchan gritos destemplados y se ven gestosexagerados, teatralizados por los vapores del alcohol. Este ocaso a destiempo deja,abajo, penumbras frías y húmedas con olor a lumbre y arriba, cielosblancos, planos y pálidos.

Empiezan pronto y son largas las noches de diciembre. Se rinde pronto el sol y losrincones escondidos crían barrillo de escarcha, una marea de hielo que cada tarde-noche las ruedas de los coches reparten por las calles. Tiene prisa el sol porlargarse pero como vuela tan bajo, antes de escapar dispara algunos rayos quebajan las cuestas arrastrándose las cuestas abajo. Paralelos a las pendientesconsiguen entrar por las ventanas, deslumbrar a los que duermen la siesta en lamesa camilla. Rayos que encienden algunas hojas de los olmos. Algunas de laspocas y mortecinas que aguantan. Los restos del otoño que hace poco fue.

Es la dialéctica de las luces y las sombras en las tardes de diciembre. Un eclipse solarsin luna. Volutas, a veces luminosas y a veces escondidas en el gris y el azul, salende las chimeneas y de los cigarros de los que fuman en la puerta del bar. Refulgen

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las antenas y los perfiles de metal. El sol que se va hiere con bajonazos de luz labarriga umbría del Jardín.

Repetidores

Es tan alto el perfil de nuestro horizonte, tan encima se asoma, que cuandobuscaron lugar para el repetidor de televisión lo colgaron allí. Durante un larguísimoprincipio sólo estaba el repetidor de la televisión que había: un poste débil ydesvalido, el más débil relámpago de la menor tormenta era bastante paraasustarlo y dejarlo sin habla. Hoy no hay uno, hay un bosque de palos de hierro quegobiernan toda clase de aparatos de distintos materiales y funciones. Nunca seapagan, bien porque son más fuertes o bien porque los relámpagos, ahora, son másdébiles. Y como el macho y la hembra de un enchufe, los tejados y los aleros estánsalpicados de antenas y receptores, bosques electrónicos que jamás salen en lasfotos, ni en los videos, ni en las pinturas ni en las demás representaciones ideales derealidades imaginadas, realidades maquilladas. Entonces, en aquel larguísimoprincipio antiguo, eran formas cuadradas y pinchosas de alambre, abiertas debrazos para alcanzar las palabras y los grises que lanzaba el repetidor único. Hoy sonde formas compactas, más pequeñas, sin pinchos ni puntas, de puntas y bordesplastificados. Tampoco salen en postales ni estampas y viven desterradas de losrecuerdos, más o menos sinceros, de acariciados pasados…

Antenas

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Como de sobra es sabido, el cementerio está en el centro del semicírculoque, desde todo lo alto del horizonte rocoso, se despeña cerro abajo. Tiene muchode solemne y de dramático este rincón. Es de imaginar que hay un fuerte eco perosólo e imaginar porque nadie grita allí y es difícil comprobarlo. Es un espacio dondeni los grajos alborotan, donde no alcanzan las voces que aquí, en este mundo, salendel bar.

(Silencio frío y azul bajo el cielo blanco de diciembre. Brillos amarillos eléctricos en lasramas y en las hojas de los árboles, neones naturales sobre el fondo verde y negrode las sombras.)

Estando los repetidores emitiendo desde el cementerio y estando las antenas yreceptores recibiendo aquí abajo, encima de nuestros tejados, podría ser apropiadoy venir a pelo imaginar mensajes del más allá, conversaciones sobrenaturales,presencias, cosas de esas… Pero parece quizás demasiado obvio. Quizásdemasiado fácil incluso para la escorrentía de palabras tormentosas en la largatarde del bar.

(En verano el perfil del Cerro poca o ninguna sombra aporta aunque de nadavaldrían pues el fuego vertical rebota en el suelo salpicando hasta los rincones másabrigados. Caen llamas perfectamente perpendiculares al suelo ajenas a las brisasinexistentes. No se mueve una hoja. En verano el sol se va cuando quiere, sin humosni verdines, jaleado por los chillidos de vencejos, golondrinas y aviones.)Es verdad, es demasiado obvio, resobado lugar común, eso de las conversacionesexotéricas de antenas y repetidores. Entiendo que merezca chanzas y chirigotas.Comprendo que, al oírlas, las gotas de risa salpiquen de reflejos chillones vasos yplatos en las largas tardes del bar. Me hago cargo. Pero lo cierto es que cada díamás gente sube y cada día menos nos queda.

(En verano el sol se va cuando quiere pero hoy es diciembre y los gorriones seagarran con fuerza a las ramas ateridas. Vuela un vaho helado que riza los charcos.En el bar han encendido las luces. Gritos y voces destempladas. El vapor de losúltimos alcoholes se junta con el vientecillo helado que rebosa por las esquinas yque cuaja en un barrillo oscuro con olor a jamila. No hay sol y el cielo es de nieve)

Tardes blancas

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Siestas de mesa camilla

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Luci camino del cerro del Sol domingo, 15 de junio de 2014

Amanece en la Dehesa del Generalife. Photoshop. 65 x 50 cm. 2014

Casi no es aun de día (desde luego no ha salido todavía el sol aunque sí que está,porque se le ve reflejado en el filo del cielo de levante, encima de la Sierra) y conesta luz azul y fresca del amanecer ya estamos de caminata por la Dehesa delGeneralife Lobo, Luci y yo.

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Es demasiado temprano y sólo los viejos y los suicidas andamos por aquí a estashoras. Los suicidas porque si en su desgracia triunfan, allí están inmoviles al alba y losviejos porque cada vez mas nos gusta aprovechar estas horas primeras en las que elmundo sale de la oscuridad con un nuevo día por delante, entero.

Cuando amanece parece que existe el futuro y una nueva vida. Por eso me gustamadrugar.

En estas excursiones siempre nos gana Luci. Tan tímida, tan miedosa, revive cuandodejamos la calle y pisamos la tierra y el campo. Salta y corre, va y viene, ríe, chilla yladra: es una perrilla que no parece ella, que la han cambiado.

El brillo del horizonte se ilumina reventón, ya se oye como el sol se acerca (en nadasaltará por encima del Veleta), ya estamos dando al barranco por donde va elDarro. Es heroico y famoso el paisaje: con el fondo difuso de la Vega y los montesque la cercan, las casas y cosas de Granada: el Palace, el alminar almohade deSan Juan de los Reyes y el zirí de San José, la casa del Almirante de Aragón, losbalcones y los altos miradores, el vía crucis y las cruces devocionales camino delSacromonte, la ermita del Santo Sepulcro, las antenas militares, la cerca de DonGonzalo y las cuevas, San Miguel en el Aceituno y un tren en la estación (desde aquíno distingo si llega o si sale). En el poniente del amanecer el cielo se estratifica enbandas azules, grises, rosas y de luz clara.

Es, como digo, un paisaje muy nombrado y comercialmente potente este delamanecer en la Dehesa del Generalife. Pero en realidad no son estas vistas las quepinto, que no hace falta porque estarán siempre ahí. Los que no estaremos somosnosotros y por eso aquí a quien retrato es a Luci y a nuestro nuevo día por delante.

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(Tan retraída y triste con la gente cuando salimos al campo es otra y salta y corre, serevuelca en los olores del suelo y en el barro de los charcos, va y viene, ríe, chilla yladra: es una perrilla feliz y por eso sale aquí, en el borde del barranco, junto a laAlberca Rota, desde donde se escucha el Darro y martillos de fraguas imaginariasen las discotecas del camino del Monte.

N.B. Lobo no sale aquí porque ya salió en un autorretrato de atardecer en la playajunto al río Guadaiza (donde a falta de día por delante soñamos con estrellas decolores).

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Paseos de atardecer por la playa. Autorretrato con Lobo.domingo, 3 de agosto de 2014

Autorretrato en la playa con Lobo. Óleo y acrílico sobre lienzo. 65 x 50 cm 2014

No me gusta la playa en temporada. No me gusta el calor ni el gentío ni la luzincolora de las tardes de verano. Por eso mis paseos de playa son de invierno o deotoño o de primavera temprana. Tengo dos perros. A Luci le disgusta enormementeel tráfico de vehículos y el tránsito de humanos, especialmente de humanos niños.Sólo le gusta correr por el campo, por la sierra, por los olivares y los pinares. Enámbitos urbanos pone el freno y se niega a salir. Para llegar a la orilla del mar hayque cruzar calles, carreteras, la A-7. Por eso no me acompaña. Los paseos de playaal atardecer, a veces al amanecer (tiene la misma luz pero volteadahorizontalmente, el sol en levante) los hacemos Lobo y yo, solos. Lobo es untodoterreno al que le dan igual los ruidos, los coches y los críos, sólo le interesan losolores y las discusiones con los otros perros. Yo creo que es feliz paseando conmigo.Al menos me lo parece así.

En algún sitio he leído –alguna lectura barata de Internet seguramente- que elobjetivo del Expresionismo alemán fue potenciar el impacto emocionaldistorsionando y exagerando los temas. Representar las emociones sin preocuparsede la realidad externa, sino de la naturaleza interna y de las impresiones. La fuerzapsicológica y expresiva se plasma a través de los colores fuertes y puros, las formasretorcidas y la composición agresiva. No importa ni la luz ni la perspectiva, que sealtera intencionadamente. No lo he entrecomillado porque he adaptado alguna

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cosa y porque no tomé referencia de la cita. Esto es la misma cosa que ya mehabía encontrado antes en la conocida historia que García Lorca cuenta dePastora Pavón, Niña de los Peines. Cuenta que un "hombre pequeñito, de esoshombrines bailarines que salen, de pronto, de las botellas de aguardiente, dijo convoz muy baja: "¡Viva París! como diciendo: <<Aquí no nos importan las facultades, nila técnica, ni la maestría. NOS IMPORTA OTRA COSA>>". Dicho de mejor y mashermosa forma que lo dicen las frases de arriba, es la pura idea de expresionismo (elflamenco tiene una mitad cubista y otra expresionista). Lo traigo a cuento paraquitarle a Expresionismo el apellido alemán que es algo que hace muy pocoromano en estos tiempos.

Lobo mirando sus propias estrellas en su cielo

Mis paseos de atardecer -a veces de amanecer- por la playa, cuando no estemporada alta, son paseos expresionistas. Lo son porque están armados con luz aveces contrastada a veces difuminada, acompañados por el sonido mecánico delas olas y sazonados con el movimiento rítmico de las teselas que forman elhorizonte de alta mar (las nubes corren perseguidas a duras penas por el sol viejoque se va, a veces por el sol niño del amanecer). Estas entradas sensoriales sólo sonla cápsula que protege sin provocar alteración lo que realmente importa: lasensoñaciones, reflexiones, fabulaciones, planes de deseo, disección deoportunidades perdidas, errores auto-explicados, sueños eternos nunca cumplidos...Lo que voy pensando mientras camino o de otra manera dicho, los trabajos de lacabeza autónoma del cuerpo que anda defendida por las cosas del atardecer, aveces por el amanecer. Le he preguntado a Lobo si a él también le ocurre lo mismopero no me ha contestado, me ha mirado con melancolía y ternura, con un puntode preocupación.

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El sol despidiéndose en las ventanas

Camino de la playa sobre la A-7

Este de hoy es un autorretrato paseando por la playa al atardecer, con Lobo a milado. El sol se arrastra por los suelos exagerando y alargando las sombras. Las lucesson rojas y calientes, aunque sea invierno. Las olas golpean sin parar la fragua dearena y detrás del mar las primeras luces se encienden en las ventanas y en lascalles, oscurecen las primeras sombras en las sierras. Es un autorretrato en la playade piedras donde desemboca el río Guadaiza, en San Pedro Alcántara, debajo deLa Concha y de Sierra Blanca. Las estrellas del cielo a estas horas no se ven peroaquí las pinto porque representan los trabajos de mi cabeza, mis sensaciones,ilusiones y preocupaciones. Algunas no son mías son de Lobo.

Resumo y acabo. Ahora resulta que como me ha pasado en tantas ocasiones soyun vanguardista de hace CIEN AÑOS. Cien años después he descubierto aquellosdescubrimientos de entonces. Paseando con Lobo por la playa, casi cien añosdespués he comprendido aquello del ¡Viva París! Soy un auténtico vanguardista delpasado.

Cuando he intentado explicarle todo esto a Lobo, me ha mirado con ojillos de penapero enseguida ha vuelto a sus propias estrellas, a los excesos de comida, losladridos a los mirlos negros, a oler las esquinas, a intercambiar gruñidos con los perros

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de marca con los que se cruza…

La tarde va pasando y cuando se encienden las farolas y ya sólo queda oscuridadparadójicamente desaparecen las estrellas. Volvemos a casa y a la nada poéticarealidad.

Por cierto que aquella otra cosa a la que se refería el hombrecillo del aguardientees la misma de la que hablaba Juan de la Cruz: "Por toda la hermosura nunca yo meperderé sino por UN NO SE QUÉ que se alcanza por ventura". Lo digo por lo dequitarle fuerza al apellido alemán.

Se va apagando el día

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Adiós

Esta es una selección de entradas que resume los años 2011 a 2014 del blog Pinturascon cuento. Cuando lo inicié buscaba mezclar pintura, texto y fotografía.Relacionar sus contenidos intentando que el resultado fuera algo distinto eindependiente a la suma de las partes. Creo que ya no lo voy a continuar. Voy aempezar otro que llamaré Mulhacén, donde haré cosas parecidas, o no. Ya no meatará el título obligándome a incluir siempre los tres elementos. En cada caso iréhaciendo lo que me de la gana.

Lo que aquí acaba ha crecido en unos años complicados y duros. En lo exterior, loque llamamos la Crisis ha cambiado radicalmente y en pocos años el mundo en elque vivíamos, derribado cosas que parecían eternas. Creo, no obstante, que lasgrandes mudanzas están aún por llegar. Lo creo no por quedar como tremendovaticinador de desgracias, sino porque sería la primera vez que un cataclismo deesta magnitud no se transforma en crisis social y política más o menos traumática.Hay demasiada gente desesperada. No soy optimista. Estamos en el otoño de 1935,ilusionados y eufóricos tras asistir al mitin de D. Manuel Azaña en el campo deComillas, pero sin sospechar lo que nos va a traer el nuevo año.

Los cambios del exterior han tenido, como no puede ser de otra manera, reflejointerior, en lo personal. Por ahora parece que no demasiado para mal. Ya veremos.Lo que sí tengo claro es que el tópico de que hay que cambiar de valores y disfrutarcon lo pequeño de cada momento y ser más bueno y querer más y mejor, es ciertoo conveniente que lo sea. Porque no sabemos lo que viene (nunca se ha sabido).

Y ya está. En la selección faltan algunas entradas, faltan algunas fotos, pero creoque está lo principal y más significativo. A quien le guste, me alegro de que lodisfrute y a quien no, que no se queje porque poco le ha costado.

Este blog no hubiera sido posible sin Ramón, que tanto me ha regañado y sin Lobo yLuci con quien he compartido cientos de kilómetros de excursiones y reflexiones.Mientras escribía y pintaba ellos siempre estaban detrás. En lo bueno y en lo malo.

vortizg.comGranada,Quesada, Marbellaseptiembre de 2014