perspectivas integradoras del siglo xxi
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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN
INSTITUTO UNIVERSITARIO DE LA FRONTERA “IUFRONT”
SAN CRISTOBAL
Perspectivas Integradoras del Siglo XXI
Nombre: Moises Bugar CI:25.376.082
SAN CRISTOBAL Agosto – 2015
Las relaciones de poder marcan nuestra existencia. Pero el poder tal como lo conocemos está cambiando: se debilita, pasa de unos protagonistas a otros cada vez con mayor celeridad. Y eso tiene inmensas consecuencias. ¿Se ha preguntado qué tienen en común el calentamiento global, las crisis financieras y las masacres en el Medio Oriente? El poder es cada vez más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder. El poder está cambiando de manos: de grandes ejércitos disciplinados a caóticas bandas de insurgentes; de gigantescas corporaciones a agiles emprendedores; de los palacios presidenciales a las plazas públicas. Pero también está cambiando en sí mismo: cada vez es más difícil de ejercer y más fácil de perder. El resultado, como afirma Moises Naim, es que los líderes actuales tienen menos poder que sus antecesores, y que el potencial para que ocurran cambios repentinos y radicales sea mayor que nunca. En El fin del poder, Naim describe la lucha entre los grandes actores antes dominantes y los nuevos micro poderes que ahora les desafían en todos los ámbitos de la actividad humana. La energía iconoclasta de los micro poderes puede derrocar dictadores, acabar con los monopolios y abrir nuevas e increíbles oportunidades, pero también puede conducir al caos y la parálisis. A partir de estudios nuevos y provocadores y de su experiencia en asuntos internacionales, Naim explica como el fin del poder está remodelando el mundo en que vivimos. ¿Qué tienen en común el calentamiento global, las crisis financieras y las masacres en Siria? Que nadie tiene el poder de detenerlas. Esta edición especial de Efecto Naím se enfoca en el poder y en cómo hoy es cada vez más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder.
Vladímir Putin es el líder más poderoso del mundo. Por ahora. ¿Pero cuán
duradero es el enorme poder que hoy concentra? No mucho. La economía rusa,
que no iba bien desde antes del conflicto con Ucrania, se ha debilitado aún más
debido a las severas sanciones impuestas por Estados Unidos y Europa. El valor
del rublo ha caído a su mínimo histórico, la fuga de capitales es enorme (74.000
millones de dólares tan solo en el primer semestre), la inversión se ha detenido y
la actividad económica se contrajo. El Kremlin ha debido echar mano de los
fondos de pensiones para mantener a flote grandes empresas cuyas finanzas han
colapsado al perder acceso a los mercados financieros internacionales. La
producción de petróleo ha disminuido y las nuevas inversiones de las que
depende la producción futura se han parado. Por otro lado, el machismo bélico de
Putin le ha dado nueva vida y mayor protagonismo a una organización que él
detesta y que estaba en vías de extinción: la OTAN. Y esta semana se confirmó el
fracaso de Putin en detener el acercamiento de Ucrania a la Unión Europea,
después de que el Parlamento de Kiev y la Eurocámara ratificaran un acuerdo de
asociación. Putin seguirá siendo un líder importante y sus actuaciones tendrán
consecuencias mundiales. Después de todo, preside autocráticamente uno de los
países más grandes del mundo y su nacionalismo lo ha hecho muy popular entre
los rusos. Pero su estrategia económica, sus relaciones internacionales y su
política doméstica son insostenibles.
2. Obama fracasó. La popularidad de Obama es la mitad de la de Putin. La
renuencia del presidente norteamericano a intervenir militarmente, de manera
mucho más agresiva, en Siria, Ucrania o contra el Estado Islámico le ha valido
severas críticas. Su fracaso a la hora de lograr el apoyo del Congreso para
aprobar leyes indispensables ha expandido la idea de que Obama es un novato
que no sabe manejar el poder o que EE UU ya no es una superpotencia, o no
sabe actuar como tal.
Esta afirmación se debe a que se tiende a sobreestimar el poder de EE UU. Y a la
creencia de que basta con que la Casa Blanca decida intervenir para que los
problemas se arreglen o se mitiguen. Esto nunca fue cierto, aunque antes el
presidente norteamericano gozaba de un mayor grado de libertad que ahora. Pero
el mundo ha cambiado, y el poder ya no es lo que era. Incluso el presidente de EE
UU tiene menos poder que el que tenían sus predecesores. Desde esta
perspectiva, Obama se ha manejado mucho mejor de lo que le conceden quienes
creen que su cargo confiere poderes casi sobrehumanos.
3. China es la próxima superpotencia del planeta. Es inevitable que dentro de
unos años China tenga la economía más grande del mundo. Sus fuerzas armadas
también están creciendo rápidamente, así como su protagonismo internacional. Su
influencia en África, América Latina y sus vecinos asiáticos es indudable. La
capacidad del Gobierno chino para construir grandes infraestructuras es también
incuestionable y su éxito económico y social es fenomenal. Esto hace que muchos
supongan que China será la nueva potencia hegemónica del siglo XXI. Yo no lo
creo. Sabemos que existen dos Chinas: una industrializada, moderna, la de los
rascacielos, la globalización y gran dinamismo económico. Pero también sabemos
que hay una China muy pobre y con enormes necesidades insatisfechas de
vivienda, salud, educación, agua, electricidad, etc. El ingreso del 48% de la
población que vive en esta China más pobre y rural es un tercio de lo que ganan
sus compatriotas en las ciudades. Sorprende, además, que, a pesar de sus éxitos,
el Gobierno muestre gran inseguridad. Gasta más en seguridad interna que en
defensa externa, por ejemplo. Un tercio del territorio chino, Tíbet y Xinjiang, vive
en una crónica ebullición política a la que Pekín responde con fuerte represión y
permanente intervención militar. Y los esfuerzos gubernamentales por controlar la
información, censurar Internet y limitar el intercambio de ideas son legendarios.
Este ambiente inhibe la innovación, ingrediente indispensable para que un país
tenga éxito.
Es obvio que China tendrá cada vez más peso en la economía y la política del
mundo. Pero no será la potencia dominante.