perplejas clases medias · 2018-01-15 · en juego no solo el crecimiento económico, ... en los...

LA REVISTA DEL FOMENTINVIERNO 2017——Nº 2154

PERPLEJAS CLASES MEDIAS

Panorama¿PARA QUÉ

INTELECTUALES? ---César Antonio Molina

y Manuel Arias Maldonado

DossierESCENAS

DE LA CLASE MEDIA

---Almudena Blasco Vallés

Temas de mañanaEL MISTERIO DE LA RADIO

---Josep Cuní

CULTURA ADOLESCENTE DEL SIGLO XXI

---Gregorio Luri

Artes&Co.LA CHICA DEL TREN

--Gustavo Martín Garzo

Doc

umen

to p

ublic

itario

Rafa Nadal & Marc López(pareja de tenistas)

Compromiso Empresas es ofrecerte todo lo que tu empresa necesita y necesitará en un solo acuerdo y por escrito. Como un plan personalizado de financiación creado por especialis-tas en gestión del circulante junto a tu gestor. Para que tomar una decisión sea mucho más sencillo. Te ayudará a ahorrar tiempo y gestiones, y te facilitará recursos necesarios para que tu empresa pueda crecer cuando lo necesites. Este es nuestro compromiso. Aunque en realidad, son muchos más. Descúbrelos en bancosabadell.com/compromisoempresas

3

NOTAS DEL PRESIDENTE

—— Lo que convierte a los individuos en clase media es que estos quieran serlo. Así lo apunta Joseba Louzao Villar en la crónica “No hay futuro sin clases medias” cuando se refiere al siglo XIX con una exigua clase media en España que a duras penas alcanzaba el 5% de la población. Los artesanos no quisieron entonces formar parte de este grupo integrado por funcionarios públicos, maestros, médicos, ingenieros o caseros. Mucho han cambiado las cosas y hoy alrededor del 42% de la población es clase media y seguirá subiendo con el fuerte crecimiento de las economías emergentes. Ahora el propósito ya no es tanto la voluntad de pertenecer o no a la clase media, como recuerda Louzao, sino de salvarla, defenderla y promoverla. En ella reside no solo el progreso económico y la igualdad de oportunidades, sino también la cohesión social y hasta la paz.

La clase media como centro de equilibrio y estabilidad no puede sucumbir al paradigma digital y tecnológico que empobrece la oferta laboral y los salarios. Solo la universidad y la formación son el muro de contención que blinda a la tradicional clase media —perplejas clases medias, en plural, como destaca la portada— de un veloz proceso de cambio del sistema productivo.

“Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables”, afirmaba Adam Smith. Un nivel de desigualdad extremo no es compatible con una sociedad próspera. A nivel mundial la desigualdad ha tendido a reducirse, aunque en algunos países —como EEUU— la tendencia a aumentar es muy notoria. En esta partida está en juego no solo el crecimiento económico, sino también la distribución del crédito o el auge del populismo.

Joaquim Gay de Montellà Presidente de Foment del Treball

3

En Gas Natural Fenosa cerca de 20.000 profesionales trabajan cada día para atender las necesidades energéticas de hogares, industr ias y comercios, con la visión de mejorar constantemente nuestros productos y servicios. Hoy estamos presentes en más de 30 países y damos servicio a más de 22 millones de clientes en todo el mundo que ya han podido comprobar que, para nosotros, ellos son el centro de todo lo que hacemos.

Porque lo importante no es loque dices, es lo que haces.

www.gasnaturalfenosa.com

Compromiso significa estar cerca de nuestros más de 22 millones de clientes en todo el mundo.

F_Rev_Foment_(210x260+5)_ES.indd 1 30/11/17 17:18

EDITORIAL

5

—— La primera pregunta es si existen intelectuales ya más allá del siglo XX. Y ¿para qué sirven? Es una vieja his-toria y concierne a los vínculos entre ideas y sociedad. Un intelectual es alguien que trata con ideas. Sustancialmen-te, su PIB son las ideas. ¿Hablamos de ideas en su integri-dad o ideas adaptadas a la política o a las formas sociales? Lo que sabemos es que las ideologías pueden desembocar en el Gulag o en el Holocausto, dos extremos totalitarios en los que el rol del intelectual va más allá de la emulación del consejero áulico –consejero del príncipe– o de la pre-sencia del bufón. ¿Ante quién son responsables los inte-lectuales por las sucesivas contaminaciones ideológicas? Es la pregunta que César Antonio Molina y Manuel Arias Maldonado responden para los lectores de .

Denostadas por sus valores sin presunto glamur y baqueteadas por la crisis económica, las clases medias no dejan de ser el fundamento de las sociedades abiertas y de toda dinámica de prosperidad. En presentamos un dossier sobre cómo sobreviven las clases medias en un mundo globalizado y en plena desintermediación de los roles sociales. ¿Qué relación tiene un cuadro flamenco de escena doméstica con la novela victoriana o con Galdós y la clase media de hoy? Joseba Louzao traza un perfil actual de las clases medias, Almudena Blasco ahonda en la presencia de la clase media en la historia de la pintura y Ponç Puigdevall analiza la refracción de la clase media en

las novelas de ahora y de siempre. Sabemos que el futuro comenzó

anteayer y que va a cambiar pasado ma-ñana. Para el bloque “Temas de mañana” el futuro nunca ha estado escrito de una vez para siempre. El profesor Joan Tu-gores analiza, a los doscientos años de los Principios de David Ricardo, lo que va de entonces a la economía venidera. Josep Cuní, comunicador de primer or-den, valora la radio del futuro y Gregorio Luris escribe sobre la era adolescente.

En su “Carta desde Buenos Aires”, Carmen de Carlos describe la atmósfera peronista. También entrevistamos al director del Museo Picasso, Emmanuel Guigon. Tras las secciones de Arte&Co, el novelista Gustavo Martín Garzo, hom-bre de literatura íntegra y sutil, ocupa el espacio “De autor”.

LA

RE

VIS

TA D

EL

FO

ME

NT

INV

IER

NO

2017——

Nº 2154

LA REVISTA DEL FOMENTINVIERNO 2017——Nº 2154

PE

RP

LEJA

S CLA

SES M

ED

IAS

PERPLEJAS CLASES MEDIAS

Panorama¿PARA QUÉ

INTELECTUALES? ---César Antonio Molina

y Manuel Arias Maldonado

DossierESCENAS

DE LA CLASE MEDIA

---Almudena Blasco Vallés

Temas de mañanaEL MISTERIO DE LA RADIO

---Josep Cuní


---Gregorio Luri

Artes&Co.LA CHICA DEL TREN

--Gustavo Martín Garzo

01 F14 Cover ESP.indd 1 01/12/17 09:37

Esta revista ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

Con la colaboración de:

Edita Foment del Treball

Editora ejecutiva Ana Aguirre

Dirección Valentí Puig

Realización

Contacto [email protected]ón: Talleres Gráficos Soler, SA

Depósito legal: B–17853–2014ISSN: 2385-7080

se edita en castellano y catalánValentí Puig, director

Disponible en:

Foment del Treball no se hace responsable de las opiniones vertidas por los colaboradores en sus artículos. ©Foment del Treball. Reservados todos los derechos. Prohibida su reproducción, edición o transmisión total o parcial por cualquier medio y en cualquier soporte sin la autorización escrita de Foment del Treball.

PVP: 10 euros.

Coordinación Sergio Escartín

Diseño Llorenç Perelló

Get

ty Im

ages

EL CONSORCI DE LA ZONA FRANCA

100 AÑOS HACIENDO CRECER

BARCELONA

Desde su creación, en 1916, el Consorci ha evolucionado

con Barcelona, pionero en la dinamización de la economía

y constante en su compromiso social.

www.elconsorci.es

SEDE CORPORATIVA

BANC DE SANG

TORRE TELEFÓNICA

NEXUS I

MEDIA-TIC

PANORAMA ——

ARTES&Co. ——

DOSSIER —— TEMAS DE MAÑANA ——

64 Entrevista Emmanuel Guigon: maneras de ver a Picasso / 68 Comunicación El replicante que somos / 70 Literatura El silencio roto de Elena Fortún / 72 Revolución audiovisual Libertad en serie / 74 Estilos Barcelona, fin de siglo / 76 Geografías Stormont / 78 De autor La chica del tren

Sumario

10 El ocaso de la élite cultural 16 Los intelectuales en la era digital 20 Intelectuales del siglo XXI

26 No hay futuro sin clases medias 32 Escenas de la clase media36 Nostalgia del confort

42 El misterio de la radio46 Cultura adolescente del siglo XXI50 200 años de los ‘Principios’ de Ricardo: comercio y distribución

CARTA DESDE ——

56 Buenos Aires posperonista

10 4624

7

—Entre la Ilustración y el caso Dreyfus, los intelectuales iniciaron su andadura pública, hasta llegar a la eclosión hiperideológica del siglo XX

y a una redefinición de nuevo siglo en la brecha entre el ‘reality show’ y la reflexión sobre cómo gestionar sociedades complejas. En , dos

intelectuales como César Antonio Molina y Manuel Arias Maldonado, concernidos por la vida pública y voces de distintas generaciones,

coinciden en apostar por la figura de un intelectual comprometido, sobre todo, consigo mismo. Suele decirse que Adam Smith nunca dirigió una

empresa o que Karl Marx no fue el inventor del Gulag, pero las ideas tienen consecuencias y formularlas es una responsabilidad obligada en

el mundo en que vivimos. Hay de todo en la historia de la intelectualidad europea y, por supuesto, también en España. Nuevos tiempos, nuevos

intelectuales, mayores responsabilidades éticas.

¿Para qué intelectuales?

9

10 El ocaso de la élite cultural

por César Antonio Molina

16 Los intelectuales en la era digital

por Manuel Arias Maldonado

20 Intelectuales del siglo XXIpor Valentí Puig

—— ¿Qué son hoy las élites cultura-les a las que se pretende destruir por los populismos? Son un am-plio pero siempre escaso y muy heterogéneo grupo y categoría de escritores, filósofos, músicos, artistas y también científicos o profesionales humanistas en gene-ral dedicados al conocimiento, al pensar, al investigar y al expresar sus puntos de vista al margen de los grupos políticos, religiosos o sociales preponderantes. Son, en realidad, un contrapoder. Los in-telectuales contemporáneos, en la inmensa mayoría de los casos, son laicos, agnósticos, aconfesionales,

indiferentes a los asuntos religio-sos de carácter institucional, no así a los espirituales. Pero las élites culturales, como antes lo fueron los sacerdotes, predican su verdad: que, sobre todo, está dirigida a la defensa de la libertad y todo lo que ella representa. No proclaman supuestas verdades ficcionaliza-das, sino realidades necesarias para el desarrollo y la mejor convi-vencia de los seres humanos. A las élites culturales se les ha persegui-do y mucho, pero también se les ha escuchado. Hoy, en este tiempo de cambios tan profundos, están siendo ahogadas por los medios

de comunicación audiovisuales y las nuevas redes sociales nacidas a la sombra de la revolución tecno-lógica a la que estamos asistiendo. De todas formas, aunque muy menguadas, todavía siguen te-niendo prestigio y visibilidad entre las capas más influyentes de la sociedad. Pero nada parecido, por ejemplo, a la influencia que en otro tiempo algunos miembros de la élite cultural como Ortega tuvieron durante los años veinte-treinta-cuarenta del pasado siglo.

EL TRABAJO INTELECTUAL. Max Weber calificó como una profesión

El ocaso de la élite culturalLA DEFENSA DE LA VERDAD-LIBERTAD HA CONDUCIDO A UN BUEN PUÑADO DE PROTAGONISTAS A

LA MISANTROPÍA, ES DECIR, A LA POBREZA, A LA SOLEDAD, AL MONÓLOGO O A SU ESCISIÓN DENTRO DEL CUERPO SOCIAL. POR ESO AL INTELECTUAL, SE LE HA CALIFICADO DE ASOCIAL, INDÓCIL, RARO O

COMPLEJO. SOLEDAD ES SABIDURÍA. LA VERDAD NUNCA HA SIDO UN FÁCIL BIEN SOCIAL

por César Antonio Molina

10

INTELECTUALES

a todo el trabajo intelectual. Gram-sci veía en las élites culturales a una especie de políticos y tecnócratas. Los intelectuales —quizás el com-ponente esencial de estas élites culturales— para Ortega eran los mejores especialistas en diferentes materias. Julien Benda habló de su traición, como si fueran clérigos herejes. Brecht ensalzó los castigos que sufren quienes se dedican a difundir la verdad. Y en The socio-logical imagination, Charles Wright retornó a la teoría de Weber: el intelectual como trabajador del pensamiento. De “inteligencia so-cialmente independiente” hablaba

Karl Mannheim en su libro Ideología y utopía (1929). Mannheim tomaba dicho concepto de Weber y fue blanco de las críticas por, precisa-mente, teorizar sobre la figura del intelectual independiente. Las élites culturales, también por lo general, no tienen partido, no se mantienen agrupadas y sus componentes tienden al individualismo radical. Derrida y Foucault acusaron a la sociedad de ser la culpable de esconder la verdad. Para los dos filósofos franceses toda organi-zación humana era represiva y el lenguaje un elemento configurador de esa alienación. Y añadían que las

organizaciones y asociaciones ge-neralmente acababan al servicio de quien ostenta el poder y le servían para orientar a la opinión pública. Las élites culturales, a pesar de lo anteriormente expresado, están unidas a su sociedad y mediatiza-das por ellas positivamente, o en el menor de los casos negativamente. El intelectual que surge de las élites culturales es directa o indirecta-mente cómplice activo o pasivo de su tiempo, y lo sirve de una manera real y anacrónica. No toda nuestra cultura debe ir sincronizada con la actualidad, con el presente y el futuro tal y como lo profetizan y

11

La verdad nunca ha sido un fácil bien social. La sociedad a veces ha sido una trama de falsificaciones, hipocresías y cinismos

consentidos. Ser honesto fue siempre una difícil tarea

tratan de imponerlo los fanáticos del progreso. También es impres-cindible que existan gentes libera-das de estas cargas y entregadas a las meditaciones intemporales.

La sociedad nunca fue, en nin-guna época, demasiado generosa con sus élites culturales. Pocas veces las recompensó, incluso hoy en día. Pero, sin embargo, las ha combatido, perseguido, re-prendido, censurado, silenciado e, incluso, ajusticiado colectiva o individualmente, esto más a me-nudo, de manera ignominiosa. La defensa de la verdad-libertad ha conducido a un buen puñado de protagonistas a la misantropía, es decir, a la pobreza, a la soledad, al abandono, a la meditación, al mo-nólogo o a su escisión dentro del cuerpo social. Por eso al intelec-tual, despreciativamente, se le ha calificado de asocial, indócil, raro o complejo. Soledad es sabiduría. La verdad nunca ha sido un fácil bien social. La sociedad a veces ha sido una trama de falsificaciones, hipocresías y cinismos consenti-dos. Ser honesto fue siempre una difícil tarea. El individuo tiende hacia la sociedad, pero otras veces se ha alejado de la misma porque le imposibilitaba su desarrollo. El misántropo critica con sus actos a la sociedad, necesita la verdad y la claridad. La misantropía es una autodefensa de la sociedad. Y la sociedad también se defiende de él marginándolo. Soportar la soledad es la mayor prueba para un crea-dor porque se demuestra a sí mis-mo que puede ser valioso, en pri-mer lugar, y luego, un ejemplo para los demás. Rousseau reivindicó el primitivismo feliz del ser humano antes de ser culturizado y civiliza-do. La joven pareja protagonista de El misántropo de Molière padece

la pasión que los arroja fuera de la moral establecida. La sociedad apaga su verdad. Los intelectuales no se contraponen a la sociedad, sino que son críticos con ella.

POLÍTICOS, APOLÍTICOS Y ANTI-POLÍTICOS. Según la clasificación de W. H. Auden, los intelectuales podrían ser políticos, apolíticos y antipolíticos. El político integrado en la sociedad y aceptado rápida-mente por ella. El apolítico evita los conflictos y sigue su camino sin interesarle el mundo que le rodea. Y el antipolítico está en conflicto con los valores más representati-vos. No todos los componentes de las élites culturales fueron compla-cientes con ellas mismas. Kierkee-gard fue feroz con la prensa, fue creyente, reformista e inconformis-ta con la filosofía. El filósofo danés fue un individualista moralista. Baudelaire odió a su clase burgue-sa y Tolstoi a la suya aristócrata.

Los escritores a veces han esta-do a uno u otro lado de la frontera que separa derecha e izquierda pero, por lo general, han sido críti-cos independientes, una especie de anarquistas controlados. E incluso perteneciendo a una u otra ideolo-gía han sido críticos con ellas. De Heidegger sabemos que fue muy de derechas y Gorki de izquierdas, pero otros muchos solo expresaron sus convicciones sin preocuparse de qué lado podían caer: Camus, Orwell, Koestler, Milosz, Nabokov… En los tiempos que vivieron, sus es-critos tuvieron una influencia social. Hoy la élite cultural sucumbe ante las desbocadas redes sociales que ya no es son derechas ni de izquier-das sino meros consumidores. Hoy en día las funciones de un intelec-tual son las mismas que siempre, solo que su recepción es distinta y

también su influencia. Hoy los inte-lectuales están siendo sustituidos por las redes sociales. Las redes sociales también han sustituido a la opinión pública cualificada. Todas ruidosas voces disonantes que impiden escuchar opiniones sensatas. El intelectual ya no es político, antipolítico o apolítico sino todo y nada a la vez. O incluso un impostor como Zizek. No le hace falta ser misántropo pues la misan-tropía ya es connatural, obligatoria y generalizada. La fachada estética, el exterior, está más considerado que los buenos comportamientos morales y políticos. También el intelectual ha dejado de redactar grandes tratados y se dedica ahora fundamentalmente a la interpreta-ción filológica de textos anteriores. Ya no hay grandes volúmenes para explicar el mundo, sino pequeñas reflexiones sobre la vida cotidiana. El pasado y su legado cada vez se alejan más de lo contemporá-neo y el futuro a nadie le interesa mientras todo sea presente, en-tretenible, irreflexivo, gratificante y accesible. Ya no hay una cultura de élite capaz de explicar el mun-do porque las nuevas tecnologías facilitan su anestésica ignorancia. Lo popular, el kitsch, la cultura de masas es un totum revolutum sin selección ni clasificación. Ser culto es ya algo peligroso, siempre lo fue, pero antes incluso los mayores verdugos tenían algún “respeto”. El pensamiento débil que propuso Vattimo hace ya décadas, hoy sería un pensamiento fuerte, según ha ido evolucionando la sociedad del siglo XXI. La cultura y la educación han sido globalmente machacadas y comercializadas. ¿Qué queda de la universidad? Cada vez más, se parece a un centro comercial de ocio. Educar para entretener no

INTELECTUALES

12

para enseñar, reflexionar, ilustrar. Los alumnos como clientes. Y la razón siempre la tiene el cliente. Los profesores son los animadores de un concurso de televisión. Pro-yecciones, conexiones con internet, toda una divulgación visual que omite la retórica, la buena retórica, la memoria y el pensamiento. En medio de este magma a los popu-lismos como el nuestro, solo le que-da alentar el odio y la destrucción de las infraestructuras educativas y culturales consideradas como fábricas de seres humanos muertos que ellos resucitarán en la agitación social de la pobreza intelectual totalitaria a donde nos quieres lle-var. Hoy en día a los intelectuales la sociedad los ha convertido en mi-sántropos y ni siquiera se preocupa de sus profecías. No inquietan, no perturban, ya no molestan pues están confinados en el zoológico de la antropología social.

LA CULTURA COMO ESPECTÁCU-LO. La cultura reducida a industria, consumo, espectáculo. Arte, emo-ciones, pensamientos, sueños con-vertidos en materias primas luego transformadas y producidas en serie para satisfacción de las masas. Comunicación, entretenimiento, espectáculo, publicidad. Falsifica-ción y banalidad. La alta cultura se tambalea y cada vez tiene una menor presencia. La educación es cada vez peor, desprestigiada, abandonada y con escasa influen-cia. Los intelectuales, al principio, combatieron ardorosamente contra todos estos males, pero luego fue-ron capturados y domesticados. En las redes de los mass media cultivaron sus vanidades: ampliar su público, ser más populares, incre-

mentar la influencia. Antes los inte-lectuales eran incomprendidos pero socialmente respetados, defendían la verdad aún a riesgo de perderse a sí mismos. Hoy han transigido y se han convertido de pensadores en comunicadores. Las tecnologías han sido un enemigo implacable. La crítica, la autoridad, la jerarquía prácticamente han desaparecido. Vivimos en el caos igualitario de la mediocridad. Ya apenas hay pensa-miento crítico, y el permitido sobre-vive en un gueto. De incompren-didos, de fracasados, de solitarios por defender la verdad, muchos intelectuales han preferido el éxito, el ser reconocidos mediáticamente rebajando su discurso. Se malven-dió el valor de la calidad frente a la comunicación. Conciliación entre la élite y la masa, entre los elegidos y la industria. La lentitud, gravedad y paciencia fue sustituida por la velo-cidad, el consumo, el dinero, y otras posibilidades más complacientes. Y la lectura, el saber y el conocimien-to, cada vez más relegados. Casi ruptura entre libro y lector, entre silencio y complicidad. El lector co-menta, interpreta, juzga, responde. Hoy la cultura en la cual nos forma-mos está siendo atacada. Resistirá como siempre, pero el furibundo ataque tecnológico es terriblemen-te mortal. Muchos intelectuales se han pasado al enemigo amparan-do y justificando aquello que dijo Adorno “estar de parte de la propia degradación”. Yo, como Steiner, me considero un intelectual, por el simple hecho de que sigo leyendo libros y subrayándolos y anotándo-los a lápiz.

César Antonio Molina es escritor y exministro de Cultura

De incomprendidos, de fracasados, de solitarios por defender la verdad, muchos intelectuales han preferido el éxito, el ser

reconocidos mediáticamente rebajando su discurso

15

INTELECTUALES

—— “No se encarcela a Voltaire”, dijo con solemnidad el general De Gau-lle cuando algunos sectores de la opinión pública francesa reclamaron que se actuara penalmente contra el filósofo Jean-Paul Sartre, quien ha-bía llamado a la insumisión general contra el gobierno en plena guerra de Argelia. Atribuyendo a Sartre los galones de Voltaire, emblema de la libertad de pensamiento en el país del pensamiento, el presidente francés estaba reconociendo la for-midable ascendencia del intelectual público nacido durante la Ilustra-ción. Tal vez fuera el momento más glorioso en la trayectoria de esta figura singular: aunque el intelectual está lejos de haber desaparecido, es impensable que una escena así pudiera tener lugar en nuestros días. ¡Ni siquiera en Francia! Ahora que la digitalización está transformando la esfera pública, hábitat natural del intelectual público, es buen momen-to para reflexionar sobre su trayec-toria histórica. Y elucidar de paso la función que cumple, si es que aún cumple alguna, en nuestras atribula-das democracias liberales.

INTELECTUALES PÚBLICOS. Por supuesto, siempre ha habido pensa-dores con impacto público: filósofos, profetas, oráculos. ¿Acaso no fue Sócrates condenado a muerte por corromper a la juventud ateniense con sus opiniones? La comunicación de ideas es un aspecto central de las sociedades humanas y es por ello natural que quienes las producen ejerzan especial influencia sobre ellas. Pero no todas las formas de organización social atribuyen el

Los intelectuales en la era digitalLA FIGURA DEL INTELECTUAL SOLO PODRÁ EMERGER ALLÍ DONDE SE CONSAGRE LA

PRIMACÍA DE LA RAZÓN Y SE CREEN LAS CONDICIONES PARA SU LIBRE EJERCICIO. AHORA LOS MEDIOS DE MASAS EMPOBRECEN EL LENGUAJE PÚBLICO. CON EL DESARROLLO DE

INTERNET PASAMOS A LA AUTOCOMUNICACIÓN DE MASAS, QUE SE CARACTERIZA POR UN PLURALISMO CACOFÓNICO DONDE LAS JERARQUÍAS SE DESDIBUJAN

mismo papel a las ideas ni a quienes las producen: durante siglos, su cir-culación se restringió en nombre de la religión sobre la que se fundaba la legitimidad del poder político. Y lo mismo hicieron, ya en plena mo-dernidad, los regímenes totalitarios donde no existía más verdad que la establecida por el poder. Es verdad que incluso en las sociedades cerra-das hay pensadores, héroes capaces de desarrollar su actividad de la mejor manera posible en las peores condiciones imaginables. Pero no hay intelectuales públicos: para eso hace falta una sociedad liberal que haga del intercambio de ideas un motor de progreso material y mo-ral. En otras palabras, la figura del intelectual solo podrá emerger allí donde se consagre la primacía de la razón y se creen las condiciones para su libre ejercicio.

De ahí que el homme de lettres propiamente dicho aparezca con la Ilustración, ese amplio movimiento cultural y político que introdujo a las sociedades europeas en la modernidad a golpe de tratado filosófico. Protagonista de los sa-lones prerrevolucionarios donde la burguesía empieza a discutir los asuntos públicos, el hombre de le-tras adquirirá un valor especial por su superior criterio, llamado como estaba —conforme a la metáfora central de la época— a “iluminar” a sus conciudadanos mediante el uso de la razón. En ningún sitio queda eso más claro que en la Rusia zaris-ta, donde el puñado de pensadores que luchaba por modernizar el país recibirá el significativo nombre de intelligentsia. Según el ideal ilustra-

por Manuel Arias Maldonado

do, el público del intelectual está formado por personas que desean formarse una opinión sobre los asuntos colectivos, para así emitir juicios y votos razonados antes que viscerales. En ese contexto, el intelectual ejerce de guía: interpreta los hechos políticos, contribuye a la reflexión moral, señala el cami-no más recto hacia el futuro. Allí donde reina la razón, pues, el inte-lectual es su príncipe. Ocurre que si la esfera pública es o debería ser aquel espacio donde se ejerce res-ponsablemente la razón, originaria-mente solo podían participar en ella los ciudadanos educados: aquellos capaces de leer, reflexionar, debatir. Se trataba de una esfera pública más aristocrática que democrática.

Pero la falta de refinamiento de las mayorías no era el único cri-terio que limitaba el perímetro de la opinión pública en las primeras democracias liberales. Téngase en cuenta que la comunicación depen-de de los instrumentos disponibles en cada momento histórico: no es lo mismo tener que desplazarse a la plaza pública que tenerla a un clic de distancia. La tecnología es determinante: no es casualidad que la invención de la imprenta coinci-da con los inicios de la Revolución Científica, que los primeros periódi-cos nazcan con la Ilustración, o que la democracia de masas se apoye en la radio, primero, y la televisión, después. Así las cosas, la concep-ción aristocrática de la opinión pú-blica irá diluyéndose conforme las sociedades liberales se democra-ticen: las enciclopedias filosóficas excluyen, la radiotelevisión integra.

16

INTELECTUALES

‘MASS MEDIA’. A cambio, los me-dios de masas traerán consigo un empobrecimiento del lenguaje pú-blico, que se hace inevitablemente menos sofisticado y más sensacio-nalista. Ese proceso culmina con el desarrollo de Internet, que no en vano produce una novedad revo-lucionaria: todos los ciudadanos se convierten en potenciales emisores de mensajes y la estructura vertical de la comunicación deja paso a una organización más horizontal. Pasamos así a la autocomunica-ción de masas, que se caracteriza por un pluralismo cacofónico don-de las jerarquías se desdibujan. Sigue habiendo periódicos, radios, televisiones; en buena medida, los medios tradicionales siguen proporcionando el tema sobre el que gira la conversación en las redes sociales. Pero no es menos cierto que la esfera pública se ha fragmentado y que la influencia de los grandes medios, sometidos a la competencia brutal de un mercado sobreabundante, se ha debilitado. Y en ese contexto, tampoco el intelectual es el que era.

Recapitulemos: la figura del intelectual nace con la democra-cia liberal y cobra vuelo gracias la confianza moderna en la razón y el desarrollo en la tecnología de las comunicaciones. Es un pensador que habla para el público: que lo ilumina mediante contenidos de razón que permiten a los ciuda-danos orientarse en un mundo complejo. De aquí se deduce que su éxito —o sea, su capacidad de influencia— depende de que se mantengan las condiciones que hi-cieron posible su aparición. Y que esas condiciones hayan cambiado en las últimas décadas explica el declive, relativo más que absoluto, del intelectual tradicional.

Por una parte, la fe en la razón con mayúsculas se ha debilitado: el fracaso de las grandes utopías,

incluida la epifanía liberal del fin de la historia anunciada tras el derrumbe del comunismo, nos ha hecho más humildes. Resulta que la historia no es el camino rectilí-neo hacia lo mejor cuyo itinerario racional podía ser descifrado por la clase intelectual. Y tampoco los errores de ésta durante el exigente siglo XX han pasado desapercibi-dos: quienes apoyaron el comu-nismo soviético, como hiciera el mismo Sartre, contribuyeron sin quererlo al desprestigio del pen-samiento. De ahí que el intelectual se haya convertido en algo más modesto, a saber: un productor de significados que, mediante sus conceptualizaciones e interpreta-ciones, nos ayuda a comprender al ser humano y su realidad social, ampliando la imaginación moral de su época. Pero no hablamos de un Hegel, sino de alguien que, a diferencia del erudito solitario o el académico hiperespecializado, se dirige al público. Y que, al hacerlo, intenta elevarlo: no confundamos al intelectual con el entertainment o tertuliano.

LA SOCIEDAD DIGITAL. Sucede que la digitalización de la esfera pública ha creado una nueva eco-nomía de la atención que perjudica al intelectual tradicional. Por decir-lo en términos gráficos, éste ha-bría perdido la poltrona de la que disfrutaba durante el reinado de los grandes medios de masas. Hoy el público se nos presenta más fragmentado que nunca: distraído, no sabe a quién escuchar, tal es la cantidad de voces que reclaman su atención. Y la conversación pú-blica en la era digital ha cambiado: está más polarizada, otorga más protagonismo a quienes exageran o provocan, prima los contenidos emocionales sobre los racionales. En conjunto, no puede decirse que sea un marco propicio para el in-

telectual clásico, acostumbrado a matizar ante una audiencia capaz de leer entre líneas. Su público sigue existiendo, pero su tamaño parece haberse reducido: se en-cuentra en los márgenes y no en el centro.

En una esfera pública de esta naturaleza, caracterizada por la competencia brutal entre medios y la desatención creciente del público, dos son las tentaciones asaltan al intelectual público. Una, convertirse en partisano: en alguien que renuncia a pensar por sí mis-mo y pone su figura al servicio de una causa, ideología o tribu moral. Otra, rendirse a la mundanidad para convertirse en esclavo del pú-blico, pensando solo por y para él, pendiente del efecto que causará en la audiencia aquello que quiera decir. En ambos casos, el intelec-tual habrá renunciado a ejercer la actividad que justifica su existen-cia, consistente en tomar distancia para así pensar libremente y con-tribuir a que la sociedad de la que forma parte sea más libre, justa o próspera. Atención: eso no signifi-ca que el intelectual haya de exigir forzosamente la transformación del mundo a tiempo completo, como demandaba Marx en su undécima tesis sobre Feuerbach. ¡Ya apostilló Odo Marquard que ahora nos toca conservarlo! Habrá de ser, en todo caso, leal a su tarea. Y la desempe-ñará con paciencia y honestidad, sin recurrir a atajos ideológicos o mercantiles, no importa cuán po-cos sean quienes estén dispuestos a escucharle. Solo así, dirigiéndose conscientemente a las minorías en la era de las mayorías, podrá el vie-jo intelectual mantener su influen-cia en la nueva sociedad digital.

Manuel Arias Maldonado es profesor titular de ciencia política de la Universidad de Málaga. Su último libro publicado es ‘Environment and Society. Socionatural Relations in the Anthropocene’

INTELECTUALES

18

Intelectuales del siglo XXIENTRE LA REFLEXIÓN RESPONSABLE Y EL ‘STAR SYSTEM’ MEDIÁTICO EL INTELECTUAL PISA

LAS ARENAS MOVEDIZAS DEL SIGLO XXI. EN EL MUNDO DE LAS IMPRESORAS 2D Y DEL ‘BITCOIN’, LA CONFRONTACIÓN ENTRE CONCEPCIONES DE LA SOCIEDAD Y DEL HOMBRE AÚN REQUIERE DE ESTRATEGIAS INTELECTUALES. PUESTO QUE LAS IDEAS SIGUEN IMPORTANDO

A PESAR DEL GRAN PLACEBO, LA COLISIÓN ES CONSTANTE, MIENTRAS LOS DESPOJOS MEDIÁTICOS GENERAN MITOS Y ANESTESIAS EN CONTRA

por Valentí Puig

Plató del programa de análisis político ‘Meet the Press’ del canal estadounidense NBC [Foto de William B. Plowman/NBC via Getty Images]

20

INTELECTUALES

—— Reconstruir la credibilidad de la figura del intelectual en el siglo XXI pasa probablemente por remontar-se a la independencia de espíritu que representa Erasmo y dejar de lado, aunque sin olvidarlos, los las-tres ideológicos que emergen en el siglo XIX, culminan en el siglo XX y no pocas veces llevaron a la tenta-ción totalitaria. Hoy los intelectua-les públicos —o sus sucedáneos— opinan en radio y en televisión, en

las páginas editoriales de la prensa diaria, en las redes sociales. Existe el poder mediático que se sustenta en los medios de comunicación de masas, un nuevo modelo que, dada la expansión del sistema au-diovisual y las redes y el efecto viral de las redes sociales, da renombre popular a esos intelectuales que hacen pública su opinión y llegan a convertirse en celebridades, miem-bros del star system. Acaban por ser alguien no por lo que piensan sino porque aparecen en televisión.

Entre la sociedad del conoci-miento y el panorama 2.0, emerge una comunidad mediática y cibe-respacial en la que la capilaridad, las prioridades e incluso los sujetos van a ser distintos. Las ideas hoy se pueden transmitir por fibra óptica, están online o en la pantalla del móvil y se difunden por los canales de la televisión global. Es la época del comentario en tiempo real, ya sea en televisión o en la radio. La eclosión primera de un aconteci-miento conlleva la formulación de opiniones inmediatas. La interpre-tación de las imágenes al instante conlleva la posibilidad de errores in-mensos. Los consumidores no eva-lúan directamente si lo que dice el intelectual público es verdad sino si el intelectual público es persuasivo. En los platós, el uso de la retórica adecuada —a menudo agresiva— es un fundamento del éxito pero no de la credibilidad.

CHOQUE DE IDEAS. En el mundo de las impresoras 3D y del bitcoin, la confrontación entre concepcio-nes de la sociedad y del hombre aún requiere de estrategias intelec-tuales. Puesto que las ideas siguen importando a pesar del gran place-bo, la colisión es constante, mien-tras los despojos mediáticos gene-ran mitos y anestesias en contra. En realidad, el choque de las ideas sigue siendo uno de los momentos de la verdad. La cultura de nuestros días, tan refractaria —o al menos ajena— a los fundamentos de la alta cultura, es fragmentaria per se y

se autocongratula de tal fragmen-tación, como quienes componen —o descomponen— el mash up. El paradigma de esa cultural frag-mentaria ha sido la deconstrucción, cuya matriz es a su vez la postmo-dernidad relativista que reniega del pasado en común y sostiene la imposibilidad de las virtudes públi-cas. Presenciamos como un alud de irracionalidad va cambiando el pai-saje y contrarrestarlo va a generar mucha melancolía porque —como dijo Popper— ningún argumento racional tendrá un efecto racio-nal en un hombre que no quiere adoptar una actitud racional. Lo prueban las argumentaciones de los populismos de todo signo. Tal vez sea una ingenuidad pensar que las ideas pueden sobreponerse a la sondeomanía o que los debates racionales alcancen a predominar sobre la trivialización o el trending topic, valiéndose del contraste con valores como la armonía, la conti-nuidad, la belleza o la cultura como vida simbólica.

Entre intelectuales todavía existe una cierta desazón a la hora de adentrarse en un siglo nuevo sin saber demasiado dónde está la derecha y dónde está la izquierda, como actitudes de alternancia y talantes políticos más allá de la desintegración de las ideologías. La perplejidad se transparenta en términos mediáticos, con salidas de escape como el new age o el esoterismo, por ejemplo. Incluso así, lo cierto es que existen distintas maneras de concebir la libertad y la justicia, distintas prioridades entre la igualdad o la libertad, concep-ciones antagónicas de la familia, modos antitéticos de desarrollar el sistema educativo, desafíos fron-tales de la bioética, actitudes muy desiguales ante la globalización, discrepancias respecto al libre mer-cado y las fronteras de internet, in-terpretaciones distintas de las tasas de natalidad, versiones contrapues-tas sobre los efectos de una u otra concepción de la fiscalidad. Impor-ta mucho una idea de Europa.

21

CONTRA LAS UTOPÍAS. En el cele-brado Intelectuales públicos, el juez Richard Posner considera que los intelectuales son generalistas más que especialistas: el intelectual apli-ca ideas generales —ideologías, en el peor de los casos— a asuntos de interés público, en una dinámica de arriba abajo, teorizando sobre los abusos, corrupciones o injusticias que ha descubierto. Eso le diferen-cia del periodista que concentra sus afanes en la información. Se insistió mucho en que el intelectual siem-pre tiene que estar contra el poder, como si fuera fácilmente creíble que el poder se equivoca siempre y el intelectual acierta en todas las oca-siones. Peculiar dogma en un mun-do en el que, muy al contrario, los intelectuales se han alineado casi a ciegas con el poder derivado del te-rror de una revolución. Un caso tan paradigmático como anacrónico es Noam Chomsky considerado, según una famosa encuesta, el intelectual más insigne de nuestro tiempo. Legatario de la sumisión ideológica, entre otras cosas Chomsky ha ne-gado el genocidio perpetrado por los jemeres rojos en Camboya y se adaptado de forma ambivalente a las tesis que propugnan el revisio-nismo del holocausto judío. Otro caso es el de Marta Haernencker, ahora defensora de los populismos autoritarios que sacan provecho de la fatiga democrática. Pudiera lograr la clonación ideológica del chavismo, apocalipsis de la ruina venezolana. Haernecker detesta la noción de la política como arte de lo posible. Está, en definitiva, por la utopía, por el hombre nuevo.

Por su parte, Albert Camus sos-tuvo que toda falsa idea siempre termina en derramamiento de san-gre, pero que siempre es la sangre de los otros. Eso explica que nues-tros filósofos se sientan tan a gusto

Es humano que la fidelidad a unas ideas se entrelace con la entrega a las personas que las representan. Ahora bien, cuanto más incondicional es esa entrega más se asemeja a los efectos del poder definidos por Acton: el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente

para decir no importa qué. Camus sabía hasta qué punto el mito de la revolución, de la ruptura, de la tras-gresión, unido a cierta fascinación por la violencia de las masas, fue la viagra que los intelectuales de su tiempo necesitaban. En no pocos casos, el intelectual cortesano ha frecuentado los pasillos del poder y los camuflajes de la verdad relati-vizada. Es humano que la fidelidad a unas ideas se entrelace con la entrega a las personas que las re-presentan. Ahora bien, cuanto más incondicional es esa entrega más se asemeja a los efectos del poder definidos por Acton: el poder co-rrompe, el poder absoluto corrom-pe absolutamente. Aunque también hay quien dice que la ausencia de poder corrompe, y la ausencia total de poder corrompe totalmente. Arthur Schlesinger, por otra parte cortesano eminente del Camelot kennediano, aportó una reflexión clarificadora: “Los problemas siem-pre nos atormentarán porque los problemas importantes son insolu-bles: por eso son importantes. Lo bueno procede de la lucha continua por intentar resolverlos, y por la vana esperanza de su solución”.

De hecho, desde su institucio-nalización con el caso Dreyfus, el intelectual nunca fue un creador de ideas: más bien un reproductor, un activista, un propagador, un intermediario por lo general predis-puesto al servicio del poder, espe-cialmente el gran poder que fueron los partidos comunistas que eran el Príncipe por antonomasia. Son muchas las tentaciones del intelec-tual pero las que fueron del siglo XX pueden seguir resumiéndose en una: el totalitarismo. Así lo conside-ró Raymond Aron en El opio de los intelectuales y prácticamente nadie se lo ha perdonado. A principios del siglo XXI, la tentación es frivolizar,

negar la posibilidad de grandes relatos histórico-morales, contribuir al relativismo. En su peor inercia, lo que queda del intelectual se pone a disposición del arte de simplificar, de la gestualidad mediática, del homo videns.

UNA COMUNIDAD REFLEXIVA. Ahora mismo presenciamos tránsi-tos súbitos entre el desarraigo moral que reniega de los valores occiden-tales y se convierte sin matices a la causa coránica. El intelectual que tuvo su tribuna en el mundo catódi-co europeo de repente se postra en la mezquita. Toda ingeniería social —sea utopista, teocrática o nacio-nalista— suscita apasionadas adhe-siones intelectuales por contraste con el cotejo permanente entre los ideales libres y justos con la finitud y la imperfección. Queda mucho por explorar con el escáner del pen-samiento aplicado a la difusión o la agitación política. Hoy sabemos que el instinto igualitario le pudo a la pasión de la libertad. Entre otras cosas, el dogma marxista daba mu-chas facilidades para explicarlo todo y llegar con el alma pura al paraíso del proletariado. Ciertamente: es más fácil de comprender —como decía Hayek— un orden “construido” que un orden “espontáneo”. En rea-lidad, esos agentes del igualitarismo —conspicuos buscadores de renta— laboran todos los días para que la cultura del monopolio no se convier-ta en cultura de la competencia. Por el contrario, un gran potencial inte-lectivo y el tejido de la comunidad reflexiva son sistemas complejos que se alimentan de contradicción y asimetría y eso es lo que permite adaptarse constantemente a las secuencias de orden y desorden, de crisis y reequilibrio. Veamos como el ejemplo intelectual de Erasmo vale en la cuarta revolución industrial.

INTELECTUALES

22

Alfred Dreyfus, despojado del rango militar. Dibuix de

Henri Meyer (1844–1899)

[Foto de Wikimedia.org]

23

1. Promoción válida del 2 de octubre al 31 de diciembre de 2017 incluidos. Podrá participar en la presente promoción exclusivamente aquella persona que se adhiera mediante la firma del correspondiente Boletín de Adhesión. Están incluidos todos los planes de pensiones individuales a excepción de los Santander Monetario y Santander Renta Fija 0-3. Son planes de pensiones cuyo promotor y comercializador sea Banco Santander S.A., entidad gestora: Santander Pensiones EGFP S.A. y entidad depositaria: Santander Securities Services, S.A. Solo serán válidos los traspasos procedentes de entidades ajenas al Grupo Santander y siempre que la movilización sea efectiva antes del 31 de marzo de 2018, por un importe mínimo de 5.000 euros, así como las aportaciones extraordinarias que realice en su plan de pensiones. Para importes desde 5.000 euros y hasta 19.999 euros, la bonificación será del 1%; para importes desde 20.000 euros y hasta 29.999 euros la bonificación será 2%, para importes superiores a 30.000 euros la bonificación será del 3%, todas estas bonificaciones están condicionadas a un periodo de permanencia de 60 meses. Para obtener La bonificación del 4% por importes superiores a 30.000 euros la bonificación está condicionada a 84 meses de permanencia y previa aprobación individualizada por parte de Banco Santander. En el supuesto de tener derecho a la bonificación adicional por pertenecer al Mundo 1I2I3, el Banco depositará las acciones en la cuenta de valores asociada a la Cuenta 1I2I3 y repercutirá al cliente el ingreso a cuenta del IRPF correspondiente a las acciones entregadas que quedará adeudado en la cuenta. Penalización por incumplimiento: en el caso de que el cliente traspase a otra entidad o disponga de los derechos consolidados de sus planes antes de cumplir el plazo de permanencia, se le aplicará una penalización proporcional a los días incumplidos. El cálculo de la penalización se hará prorrateando el importe total bonificado entre los días de permanencia exigidos multiplicado por el número de días de incumplimiento. Más información en su oficina y consultando las bases de la Promoción y listado completo de planes incluidos en la promoción en www.bancosantander.es.Puedes consultar el documento de datos fundamentales de cada uno de los planes de pensiones Santander en www.santanderassetmanagement.es2. Hasta agotar existencias (16.000 unidades).

La ciencia dice que cada vez vamos a vivir más años y con más salud.Con más ganas de hacer cosas y con más amigos para disfrutarlas.

La 4ª edad es vivirmás años y vivirlos mejor.

Trae tu Plan de Pensiones al Santander y te damos hasta un 4% del dinero quetraspases1. Así, puedes empezar a disfrutarlo mientras ahorras para tu 4ª edad.

El nivel de riesgo de los Planes en una escala del 1 al 7, varía del 3 al 6.La categoría “1” no significa que la inversión esté libre de riesgo.

Menos riesgoMenor rendimiento

Información exigida por la OM ECC/2316/2015: Planes de pensionesEl nivel de riesgo y las alertas de liquidez de cada plan está detallado en el documento de datos fundamentales consultable en la ficha detallada de cada uno de los planes, en www.santanderassetmanagement.es

El cobro de la prestación o el ejercicio del derecho de rescate sólo es posible en caso de acaecimiento de alguna de las contingencias o supuestos excepcionales de liquidez regulados en la normativa de planes y fondos de pensiones.

El valor de los derechos de movilización, de las prestaciones y de los supuestos excepcionales de liquidez depende del valor de mercado de los activos del fondo de pensiones y puede provocar pérdidas relevantes.

Mayor riesgoMayor rendimiento

Perplejas clases medias

—En las sociedades avanzadas el ascensor social –instrumento forjado por la meritocracia– ha ido nivelando la diferencia entre clases

sociales, aunque con la crisis del 2008 nuevas desigualdades hayan aparecido en el panorama. Es uno de los motivos para la perplejidad

de las clases medias. Aun así, las clases medias son fundamentales para la estabilidad y el progreso del mundo occidental, al tiempo

que aparece una clase media global nutrida por el crecimiento de los países emergentes. Es el caso de la nueva China. Aparecida

originariamente entre la clase terrateniente y la clase trabajadora, la clase media es decisiva en la consolidación de las democracias,

consecuente con el sufragio universal y, en la Europa de posguerra, sustento de los consensos sobre el Estado del Bienestar. Para , los

profesores Joseba Louzao y Almudena Blasco junto al escritor Ponç Puigdevall escrutan las viejas y nuevas incertidumbres de la clase media.

25

32 Escenas de la clase media

por Almudena Blasco

36 Nostalgia

del confortpor Ponç Puigdevall

26 No hay futuro sin

clases mediaspor Joseba Louzao

26

—— La clase media no fue un tema recurrente en el debate público internacional hasta que compren-dimos la dimensión del colapso financiero y económico iniciado por la quiebra de Lehman Brothers. Desde entonces ha crecido el núme-ro de expertos que le prestan aten-ción. Y no son pocos los que se han encargado de vociferar a los cuatro puntos cardinales que la clase me-dia ha muerto, o que está a punto de hacerlo. Hay quien no llega a tanto, aunque sí se subraya la lista de in-numerables problemas a los que se enfrenta la clase media. Christine Lagarde ha advertido en numerosas ocasiones de la profunda “crisis de las clases medias en las economías avanzadas” y de la necesidad de en-contrar soluciones para paliar sus efectos. Como directora del Fondo Monetario Internacional sostenía hace unos meses que el desencanto ante el futuro, la falta de trabajo, un escaso crecimiento de las econo-mías implicadas, la creciente des-igualdad y la falta de transparencia habían alimentado el declive de la clase media.

CLASE MEDIA Y CRISIS DEL 2008. Un informe hecho público por el think tank Pew Research Center remarcaba que en algunos países europeos, como era el caso de España, Alemania o Finlandia, la clase media había sido una de las principales damnificadas de la

crisis económica. Según este estu-dio, la clase media española, que había representado casi al 70% de los hogares a inicios de la década de los noventa, se había reducido en siete puntos porcentuales en 2013. E, incluso, se podrían rebajar estos cálculos. Una monografía de la Fundación BBVA y del Institu-to Valenciano de Investigaciones Económicas establecía que la clase media es el 52% de la población española. Según esta investigación, más de tres millones de españoles habían sido desplazados de la zona media de la distribución de la renta. Pero el fenómeno también traspasa las fronteras europeas. La clase media norteamericana se ha visto afectada con dureza, y es uno de los aspectos claves del debate público en los Estados Unidos. De hecho, la Administración Obama se vio obligada a crear un grupo de tra-bajo, en el que participaron varias agencias federales para responder a los problemas de la clase media. Los frutos no fueron los esperados y, en la actualidad, el presidente Trump sigue prometiendo un enorme re-corte tributario que permita aliviar la situación de la clase media.

DEFINICIÓN AMBIGUA. ¿Pero de qué hablamos cuando decimos clase media? Quizá deberíamos co-menzar utilizando el plural, como es habitual en el uso francés, por la extremada diversidad de este grupo

CLASES MEDIAS

NO HAY FUTURO SIN CLASES MEDIAS

La crisis del 2008 ha dañado gravemente la hegemonía de las clases medias en Europa o los Estados Unidos pero al mismo tiempo los

expertos calculan, en términos globales, que alrededor del 42% de la población mundial es clase media, con un total de unos 3.200 millones de personas y que, salvo imprevistos fatídicos, en unos años superará el 50% de la población mundial. El crecimiento de las clases medias en los países

emergentes alcanza ya una magnitud global

por Joseba Louzao Villar

27

Urbanismo de clase media en San Antonio (Texas)

[Fotos de David Sucsy/ Getty Images]

28

CLASES MEDIAS

social. Y es que, a pesar de los cen-tenares de definiciones propuestas por sociólogos, economistas o his-toriadores, aún no acotamos ade-cuadamente el concepto. El objeto, por tanto, es frágil y complejo. ¿Qué tienen en común las clases medias? Hay quien da preferencia a los ingresos económicos, otros al con-sumo y hay quien se concentra en precisar los rasgos de una identidad sociocultural. Probablemente todos tengan algo de razón porque estas dimensiones se encuentran inte-rrelacionadas y son inseparables. Al final, la mayoría de los expertos eligen el camino fácil y ambivalen-te: la clase media sería aquella que se encuentra entre las clases altas y las bajas.

En España, se considera que la clase media está formada por profe-sionales exitosos, pasando por fun-cionarios, pequeños empresarios o trabajadores de contrato fijo en fábricas. Tanto es así que “el todos somos clase media” se convirtió en un adagio común, aunque hoy se encuentra en horas bajas. Lo mis-mo sucedería si recorriéramos el resto de la eurozona. De esta forma, se favorece una identidad fuerte pero demasiado genérica y frágil, de la que es imposible sonsacar un denominador común. Hay autores como Branko Milanovic que creen que no se puede hablar de una clase media global, dadas las fuertes va-riaciones regionales y nacionales. Y es que, sin salir de Europa, la dife-rencia salarial entre los miembros de este grupo es de hasta 30.000 euros en las rentas medias. De poner el acento en el campo de los ingresos, caeremos en una defini-ción demasiado mecánica y difusa. El fenómeno no es nuevo. A lo largo del siglo XIX, cuando aún se habla-ba de una pequeña y media burgue-sía, los artesanos eran un ejemplo paradigmático. Por capacidad de ascenso y propiedad deberían ha-ber encajado en la clase media que, en la España de entonces, era un escaso 5% conformado por funcio-narios públicos, maestros, médicos,

ingenieros o caseros. Sin embargo, los artesanos no quisieron pertene-cer al club porque lo que convierte a los individuos en clase media es que estos quieran serlo. Las clases medias existen como grupo en un nivel de representación que cree compartir una forma de ver el mun-do e interpretar la realidad, aunque sepamos que la diversidad de este grupo hace imposible delimitar objetivamente cuáles son estos va-lores, actitudes y estilo de vida. La autoidentificación, por tanto, será la principal clave interpretativa, si bien se trata de una definición de

una consistencia un tanto líquida.

LOGROS DE LAS CLASES MEDIAS. El mundo tal y como lo conocemos es una consecuencia del ascenso de las clases medias, un fenómeno que refutaba las ensoña-ciones de Karl Marx sobre su desa-parición temprana. Como señaló el historiador Jürgen Kocka, la clase media asumió el control la cultura burguesa y así pudo abanderar la lucha por estos ideales. Lo que en un tiempo no fueron más que privi-legios al alcance de las élites —como el derecho al sufragio, la educación

29

sociopolítico. El primer impulso para el fortalecimiento de una clase media amplia fue el desarrollismo franquista, por lo que estuvo a re-molque de las transformaciones que se habían iniciado décadas antes en los países del entorno. La llegada de la democracia impulsó realmente la construcción del Es-tado de Bienestar español, mien-tras la clase media emergente se miraba en el espejo europeo. Esta consolidación se produjo cuando ya se estaban sintiendo los primeros problemas graves del sistema en el resto del continente. No es difícil, por tanto, enlazar la fragilidad que se constata en la actualidad de la clase media española con las limita-ciones de esta evolución tardía.

A pesar de los profetas de cala-midades, para muchos especialistas el futuro será de las clases medias o no será. Uno de las mayores autori-dades en este campo de estudio, el economista Homi Kharas, ha calcu-lado que actualmente alrededor del 42% de la población mundial podría ser caracterizada como clase media. En términos globales estaríamos hablando de unos 3.200 millones de personas. Pero el crecimiento no se ha estancado. Al contrario, y siem-pre según la prospectiva de Kharas, en unos años llegará a superar el 50% de la población mundial. La principal razón de este avance será el crecimiento de las clases medias en los países en desarrollo, lo que ya tendrá un carácter global. De hecho, mientras el crecimiento anual en países europeos se sitúa en un mí-nimo 0,5%, en lugares como China o India se está creciendo al 6%. No cabe duda de que esta nueva clase media se convertirá en un agente transcendental de cambio social de las próximas décadas.

INCERTIDUMBRES DE LA CLASE MEDIA. Otros estudiosos no son tan optimistas. En Se acabó la clase media (2014), Tyler Cowen considera que nos encaminamos a una depauperización social y económica como consecuencia del

o el consumo— se universalizaron, especialmente durante la edad de oro de la clase media, lo que cono-cemos como los treinta años glorio-sos. Por esta razón, Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi han defendido que el fin de la clase media sería la puntilla de la estabilidad social y política que esta representa.

Tras los devastadores efectos de la Segunda Guerra Mundial, las cla-ses medias construyeron el consen-so demoliberal de la posguerra has-ta la crisis del petróleo. El contexto era favorable como consecuencia del crecimiento demográfico o las

políticas del Estado del Bienestar, con el desarrollo de las pensiones, el seguro de desempleo, la sanidad o la educación pública. La mayoría de los trabajadores se convirtieron en propietarios en aquellos días, po-dían viajar durante las vacaciones y, lo que no era poco, consumir. En palabras de Tony Judt, el Estado de Bienestar fue el creador de la clase media y este grupo será su principal beneficiario y valedor. Pero la crisis golpeó con fuerza en los años seten-ta y se inició un lento retroceso.

En España, el proceso fue dis-tinto por su particular contexto

Mercado de San Miguel, Madrid

[Fotos de Getty Images]

30

CLASES MEDIAS

impacto tecnológico. Cowen calcula que existirá un 10-20% de hogares donde se vivirá con holgura y un 80% que tendrán que luchar por su subsistencia. Desde esta perspecti-va, parece que la revolución digital que estamos viviendo será devas-tadora para los intereses de la clase media. Aunque haya voces discor-dantes, algunos autores cifran en un 50% la destrucción de puestos de trabajos a un corto y medio plazo como consecuencia del desarrollo de una tecnología que es disruptiva. De nuevo, la clase media aparece en el centro de la diana como la principal protagonista de la crisis. El tecnopesimismo tiene muchas bazas a su favor, pero se olvida de otras dimensiones centrales como la existencia de una regulación la-

boral, que nos ayudará a paliar los efectos negativos que este proceso conlleva.

Con todo, es demasiado teme-rario anunciar la muerte de la clase media. No morirá, pero se tendrá que transformar para responder a los retos que le envía el mundo glo-balizado. Para Moisés Naím, uno de los principales conflictos del futuro se jugará en el campo de las expec-tativas frustradas, tanto de las cla-ses medias que declinan en los paí-ses ricos como las que crecen en los países pobres. Y es que la clase me-dia en Europa no va a desaparecer. De hecho, ha sobrellevado la crisis mucho mejor que las clases más bajas, que han sido las principales víctimas de este letargo económico. La clase media tendrá que resolver

antes, eso sí, la crisis de identidad en la que está sumida. Los sueños de antaño se han demostrado qui-meras. De ahí que el optimismo de los años dorados haya devenido en una sensación común de vulnera-bilidad y desconfianza. La cuestión es cómo canalizar estos problemas a través de programas reformistas que mejoren la salud de nuestras instituciones políticas, ayuden a atenuar las desigualdades sociales y den respuesta a las principales inquietudes de unas clases medias que, hasta la fecha, siempre han sido la garantía de la estabilidad democrática frente al riesgo de la polarización.

Joseba Louzao Villas es historiador y profesor en el Centro Universitario Cardenal Cisneros (Universidad de Alcalá de Henares)

Zona comercial de la ciudad de Hong Kong [Fotos de Getty Images]

ProduccióNacional de Dansa

L’estol,de Roser LópezEspinosa

Many, de Thomas Noone

Més informació sobre la gira per Catalunya a:cultura.gencat.cat/PNDansa

Ros

er L

opez

©A

lfre

d M

auve

Gira per Catalunya

MERCAT DE LES FLORSBarcelona de 28 /09 a 01/10/2017

TEATRE PRINCIPAL D’OLOTOlot. 20/10/2017

TEATRE FORTUNY Reus. 21/10/2017

TEATRE MONUMENTALMataró. 28/10/2017

TEATRE KURSAALManresa. 03/11/2017

TEATRE L’ATLÀNTIDAVic. 04/11/2017

TEATRE DE LA LLOTJALleida. 10/11/2017

ATRIUM VILADECANSViladecans. 11/11/2017

TEATRE JOVENTUT L’Hospitalet de Llobre-gat. 17/11/2017

TEATRE PRINCIPALVilanova i la Geltrú. 18/11/2017

TEATRE ZORRILLABadalona. 02/12/2017

TEATRE AUDITORIFELIP PEDRELLTortosa. 16/12/2017

TEATRE-AUDITORISANT CUGATSant Cugat del Vallès. 20/01/2018

TEATRE ALEGRIATerrassa. 21/01/2018

TEATRE JOSEP MARIA DE SAGARRASanta Coloma deGramenet. 26/01/2018

TEATRE MUNICIPALDE GIRONAGirona. 09/02/2018

TEATRE AUDITORIDE GRANOLLERSGranollers. 11/02/2018

TEATRE PRINCIPALSabadell . 18/02/2018

ProduccióICEC Institut Català de les Empreses CulturalsDepartament de Cultura de la Generalitat de Catalunya

Coordinació i producció executiva

Viu la dansa a Catalunya

C

M

Y

CM

MY

CY

CMY

K

171107_Anuncis PND _ F LA REVISTA DEL FOMENT.pdf 11 7/11/17 12:47

32

—— George Eliot escudriñó entre la clase media de una localidad pro-vinciana de Inglaterra a mediados del siglo XIX los rasgos de una ca-tegoría social capaz de transformar la experiencia en conocimiento. Así se hizo Middlemarch, una novela donde la moral práctica fundamen-ta un estilo de vida que reemplaza la estética de las clases elevadas o la crítica social del proletariado por las relaciones humanas. Cada unidad familiar es la lección del otro, cada una es el deber del otro. Por eso domina el “qué dirán” los vecinos, los amigos, los familiares en una constante dramatización de lo que debe, y no debe, hacerse. Cuando se dice que una escritora como George Eliot captó ese estilo de vida, es porque se reconoce que supo moverse mejor que nadie en-tre la clase media.

Sin embargo, la clase media se había perfilado mucho antes que todo eso; lo había hecho durante las primeras décadas del siglo XVII, y no fue en una novela sino en la pin-tura, más fielmente en la pintura holandesa: Vermeer, Adriaen van Ostade, Gabriel Metsu, Richard Brackenbourgh o Pieter de Hooch se dedicaron a plasmar en sus lien-zos los valores que al fin y al cabo definen el modo de vivir entre la clase media. Desde la importancia de la esfera doméstica, entendida como un “hogar”, representación arquitectónica de la familia, hasta la descripción de escenas cotidianas que dan sentido a esa forma de ser propia de la clase media, reuniones en el comedor, vitalidad de las fies-tas, aniversarios, bodas, bautizos,

personas que forman un grupo humano, con alegrías y penas, momentos de expansión y de reco-gimiento, que se rodean de objetos sencillos, prácticos: describirlos es un elogio de lo cotidiano, escribió Tzvetan Todorov. Entre todos ellos me gusta la pintura de Jan Steen, La fiesta de San Nicolás, c. 1663-65, no por su gran calidad artística sino por su capacidad para expresar la lucha humana en esta clase social con un gesto que lo sintetiza todo: la alegría que muestra una niña abrazada a la muñeca que le ha de-jado San Nicolás.

EMERGE LA SENSIBILIDAD. A mediados del siglo XVIII, la cultura de la sensibilidad, forjada para las clases altas en las novelas de Ri-chardson, se convierte en tema de discusión entre la clase media: los jóvenes la aceptaron, los mayores no. Se trataba de adaptarse a los cambios surgidos del desarrollo económico provocado por la Revo-lución Industrial y por la difusión de los ideales de la Ilustración refe-ridos a la necesidad de que la edu-cación llegara a ese sector social. La sensibilidad hizo que se interesaran por tener viviendas confortables, por comprar objetos decorativos que cuestionaban la tradicional austeridad y, por tanto, de llenar las habitaciones de cuadros, porcela-nas, muebles sin utilidad práctica. En las pinturas de Chardin, Jean Baptiste Greuze, los hermanos Le Nain, William Hogar o Jan Joseph Horemans es fácil encontrar entre la clase media un carrillón, un sécré-taire, libros, cuadernos de escritura,

bandejas de plata, y otros objetos que definen la verdadera naturale-za de sus decisiones de estos años. Pero eso les impide reconocer su distancia respecto a las clases su-periores. La más importante es que su orden social descansa en el tra-bajo, articulado en una división de género indiscutible: el hombre sale de casa para trabajar y mantener el sistema familiar; la mujer perma-nece en casa para velar por el orden doméstico: las mañanas para fregar, hacer las camas y preparar la comi-da; las tardes para coser, limpiar los objetos y recibir alguna visita, así un día y otro día. Ese ritmo de vida solo se interrumpe por una fiesta, por un aniversario, por un suceso inesperado, ya sea feliz por el anun-cio de un compromiso o triste por la muerte de un ser querido.

Como si se tratase de un bistu-rí, el ambiente revolucionario del último tercio del siglo XVIII disec-ciona las contradicciones entre la clase media. Era el momento para alcanzar el mundo de las clases altas, muy cuestionadas por su de-seo de mantener el Rococó, pero no encontraron en la acción política el impulso para cambiar los valores; lo único que vieron fue la adscripción a su mundo de familias campesi-nas que acudían a la ciudad para mejorar sus condiciones de vida mostrando disposición a situarse entre la clase media. En el taller de Jacques Louis David, hacia 1819 se realiza una pintura que me parece muy pertinente: Gerard, membre de la Assamblée Nationale en 1789 et sa famille. Este conjunto familiar expresa los círculos obsesivos del

ARTE Y CLASE MEDIA

ESCENAS DE LA CLASE MEDIALa clase media se perfila durante las primeras décadas del siglo XVII, más fielmente en

la pintura holandesa. Vermeer o Pieter de Hooch plasman en sus cuadros los valores que definen el modo de vivir entre la clase media. Luego, según transcurren los cambios y las revoluciones la clase media protagoniza capítulos esenciales en la historia de la pintura

por Almudena Blasco Vallés

33

‘La fiesta de San Nicolás’, pintado entre 1665 y 1668 por

Jan Steen, refleja la lucha e identidad de la clase media

[Fotos de Rijksmuseum]

34

ARTE Y CLASE MEDIA

ascenso social promovido por la política francesa antes y después del Terror, a la vez que la propuesta de que en el final de ese camino de ascenso está la inserción entre la clase media. La Revolución Fran-cesa logró que los trabajos liberales altamente remunerados (abogados, médicos, artistas, ingenieros, fun-cionarios) se insertaran entre la clase media; entre todos hicieron posible unos barrios acomodados, en los que era fácil tomar concien-cia acerca de su papel social basado en el orden y en la ley; como entre los aristócratas que pensaban que su mundo ya no eran unas memo-rias de ultratumba, y aún era el linaje, el patrimonio y los apellidos, en suma, la sangre.

REVOLUCIONES Y BURGUE-SÍA. A mediados del siglo XIX la vida entre la clase media cambió, aunque está por saber si fue efecto de las revoluciones de 1830 o 1848; más bien parece que fue la aceptación de los valores procedentes de la burgue-sía. Se rompió un equilibrio basado en la austeridad, el trabajo y el aho-rro, para asumir imprudentemente la sugerencia de una vida basada en el dinero prestado, en el crédito. Este cambio creó un conflicto, pues empezó a ser habitual que algunos miembros de la clase media comen-zaran a “vivir por encima de sus posi-bilidades”, mientras que otros nunca quisieron formar parte de la moral burguesa del dinero. El conflicto se describió en obras relevantes de la literatura como Madame Bovary, de Flaubert; Emma, una mujer atrapa-da en las costumbres de provincia, pero también en el deseo de vivir por medio de pagarés que jamás podría rembolsar, en conflicto con quienes,

La Revolución Francesa logró que los trabajos liberales altamente remunerados se insertaran entre la clase media; entre todos hicieron

posible unos barrios acomodados, en los que era fácil tomar conciencia acerca de su papel social basado en el orden y en la ley

Almudena Blasco Vallés es ‘maître de conférences’ en la École Polytechnique de París y comisaria de exposiciones

como el doctor Bovary, aceptan su forma de vida de horizontes limita-dos. El bovarismo de Renée Girard cuestiona la moral tranquila, ordena-da, del universo doméstico en el que se basaba la clase media. La fantasía era una aspiración a vivir una vida diferente y, por lo tanto, desclasada, que tiene un trágico final.

El realismo también alcanzó la pintura de la mano de unos artistas comprometidos en arrancar los prejuicios de la clase media: Cou-bert, Millais, David Wilkie, Joseph Clarke, Francis Williams Edmons, August Egg, Valeriano Bécquer. De este último me gusta mucho La fa-milia, de hacia 1865, porque descri-be los lugares comunes habituales entre la clase media: lo que piensa ella en su silencio, lo que expresa él con su gesto; todo eso es experien-cia humana, acceso al conocimiento de que en ese espacio se gesta una vida llena de confusa melancolía.

LA CONDICIÓN DE LA MU-JER. Era evidente que entre la clase media se sintió muy fuerte-mente el debate sobre la condición femenina. Fue necesario mucho arte para estructurar a las mujeres que preferían el “desclasamiento” formando parte de la sociedad del trabajo: institutrices, enfermeras, oficinistas, maestras de escuela, y otros oficios que el capitalismo libe-ral decidió que eran para ellas. Pero, en todo caso, el momento favoreció el sufragismo y la emancipación femenina, cuyos efectos más decisi-vos, por ser los más duraderos, afec-taron a las mujeres que vivían entre la clase media. Veamos el revelador cuadro de William H. Snape, The Cottage Home, de 1891. Es una des-cripción estilizada, incluso intelec-

tual, pero llena de intención para observar qué sucedía a finales de siglo entre la clase media. El esce-nario de la acción no puede estar mejor elegido: la niña escuchando la lectura de un hombre, probable-mente el abuelo, una chaise longue floreada, un reloj de pared, los mu-ros llenos de pósteres, una hoja de periódico, recreaciones infantiles, un cuadro que evoca lejanamente a los prerrafaelitas, el retrato ajado de la reina Victoria. Y geranios en las ventanas. Es la perfecta descrip-ción de la privacy de los que vivían entre la clase media, en la cual fue fácil introducir el interiorismo que proponía William Morris, y que alcanza su descripción más acabada en la pintura de Éduard Vuillard.

Para ver cómo se vivió el desper-tar del siglo XX entre la clase media se pueden ver algunas pinturas de John Clarke, pero la que prefiero con mucho es A Bloomsbury Family de William Orpen (1907). Se trata de una descripción perfecta de cómo se ha transformado entre la clase media un estilo de vida que arranca del elogio a lo cotidiano de los pintores holandeses y culmina en la aceptación prudente, temero-sa, de las grandes innovaciones van-guardistas, reflejadas incluso en los vestidos femeninos inspirados en los diseños de Coco Chanel. Tal es la razón de los gritos de alerta que Orpen nos lanza: hay que volver a saber lo que es bueno y lo que no es, antes de que llegue la Gran Guerra y lo que siguió. Entre la clase media no era solo una curiosidad, era una necesidad de supervivencia.

35

El cuadro ‘A Bloomsbury Family’ de William Orpen (1907)

describe el despertar del siglo XX entre la clase media

[Fotos de Antonia Reevea/Scottish Modern Arts Association]

36

——En Los Mandible Lionel Shriver narra los efectos de una futura ruina financiera sobre varias generaciones de una familia de la clase media de los Estados Unidos entre los años 2029 y 2047: el dólar deja de ser la moneda patrón, Rusia y China do-minan el mundo, y el muro de Río Grande impide que los estadouni-denses crucen la frontera de México. Los Mandible ya no pueden pagar la residencia de sus ancianos, deben compartir un piso en Brooklyn, una lechuga cuesta veinte dólares, el aceite de oliva es un producto de lujo, y la generación más joven debe aprender a sobrevivir de manera autodidacta, con un sentido del humor muy negro y aplicando una alta dosis imaginativa a la economía particular. Menos satírica, a Por último, el amor, Margaret Atwood crea un matrimonio joven de la costa noroeste que tiene que vivir en su coche por la recesión económica, las violaciones y los robos de órganos no son los peores infortunios que aso-

lan la región, y el sueño de recuperar el sentido de la vida y la protección contra sus males les puede llevar a aceptar el trabajo y el hogar para siempre que anuncia Consilience, una urbanización diseñada según la estética y los principios de los subur-bios puritanos de la América blanca de los años cincuenta: Doris Day es la imagen a imitar. Más apocalípti-co, en La carretera el presente que describe Cormac McCarthy es un bosque calcinado lleno de cenizas, el único horizonte es una carretera inerte donde el sueño del bienestar ya no existe, y la sola pregunta que se puede plantear es cómo proteger la familia cuando ya no hay nada para proteger. En estas tres recientes distopías, testimonios de las tenden-cias y los fenómenos del presente llevados a extremos más negativos, McCarthy, Atwood y Shriver reflejan las preocupaciones y los temores del momento en que se escriben. “El fu-turo ya está aquí, lo que pasa es que no está distribuido equitativamen-

LITERATURA Y CLASE MEDIA

NOSTALGIA DEL CONFORTUna de las consecuencias del choque del futuro puede ser descubrir que la clase media solo existe

como clase social ficticia. Es un impacto del siglo XXI y más aún si lo proyectamos en un horizonte de décadas. Esto rompe vínculos tradicionales entre la novela y las clases medias. Es una mutación

por Ponç Puigdevall

te”, dijo en 2003 William Gibson, el gran autor de ciencia ficción que ha ido derivando hacia una narrativa ambientada en el presente y en las relaciones íntimas que se mantienen con la tecnología.

QUIMERAS INALCANZABLES. Queda ya muy lejos la aguda e iróni-ca radiografía de la sociedad de con-sumo de los años sesenta, de la mis-tificación del confort, de los placeres ofrecidos por un mundo que propo-ne múltiples espejismos de quime-ras inalcanzables, que Georges Perec trazó en Las cosas: a pesar del tra-bajo precario que tenían, a pesar de vivir en un apartamento diminuto e incómodo, Jérôme y Sylvie disponen de suficiente ilusión para caer en la irresistible tentación de soñar que algún día serán ricos y disfrutarán de la opulencia y los refinamientos que ven en los escaparates de las tiendas de París. Al fin y al cabo, era otro modo de fijar la insatisfacción vital de la clase media y la aspiración de

38

LITERATURA Y CLASE MEDIA

los valores burgueses que Flaubert ya había esbozado en La educación sentimental —“hay tres partidos, los que tienen, los que no tienen y los que tratan de tener”— o en Mada-me Bovary: si Emma se endeuda de aquella forma suicida con el comer-ciante usurero de su pueblo es por-que no tiene a su alcance los grandes almacenes que Émile Zola convierte en el protagonista de El Paraíso de las Damas, la primera novela donde aparece un nuevo concepto de venta que revoluciona el comercio, causa convulsión social, y afecta de mane-ra directa a la gente que acudía en busca de un producto deseado que ni siquiera había imaginado que nece-sitaba vehementemente: los vende-dores y los clientes están satisfechos de habitar en una nueva tierra de las promesas llenas de productos fres-cos. Pero el trabajo es agotador y la vida personal se resiente: “No eran ya todos ellos sino engranajes que arrastraba consigo la máquina en marcha, obligándolos a abdicar de su personalidad, limitándose a sumar fuerzas en un anodino y poderoso falansterio. Solo cuando salían de allí, recuperaban una existencia individual y se encendía en ellos la brusca llamarada de sus pasiones”. Pero en Ilusiones perdidas Balzac ya advierte que el triunfo social de al-guien de provincias en los núcleos de la metrópoli es tan dificultoso que es posible que solo encuentre la ruina, y Dickens, en Grandes esperanzas, alerta de las sorpresas desagradables que surgen cuando solo se topa con la “gran realidad”: es lo mismo que le ocurre a Ramón Villaamil, el buró-crata madrileño de Miau, gran nove-la de Pérez Galdós, a quien expulsan de su despacho cuando solo le faltan dos meses para jubilarse y la crisis de orgullo lo empuja hacia la locura y el suicidio.

REPARTIDORES DE PIZZAS. Más pragmáticos, quizá porque las fluctuaciones económicas de la realidad argentina los dota de una alta capacidad instintiva de su-pervivencia, la pareja de jubilados

de Flores, de César Aira —uno de los cirujanos más precisos de los tics de la clase media de hoy—, se convierten en unos repartidores de pizzas a lo largo de la noche: la única ilusión y la sola esperanza es que los ejércitos de la noche no les roben. Los jubilados de Aira descubren que cualquier estadio de la decadencia conlleva nuevas formas de frustra-ción y de infelicidad. Es lo primero que se nota durante la lectura de En la soledad de un cielo muerto, de Laury Leite, el relato de la travesía de un personaje por las ruinas que el progreso ha dejado tras de sí: André, un mexicano que vive en Madrid, tiene una tienda, una novia y una casa, pero la crisis económica del 2007 interrumpe el curso habitual de los hechos y la vida que llevaba se desmorona. Pierde la tienda, pierde la casa y, cuando empieza a escasear el dinero, la relación con su novia se deteriora: la crisis colectiva se transforma en un tipo de crisis exis-tencial y el protagonista, de repen-te, se encuentra completamente perdido y desorientado. Y entonces es lícito recordar que el filósofo Byung-Chul Han dice que, en la sociedad de la vigilancia de Fou-cault, los marginados eran los locos y los criminales y que ahora lo son la gente con trastornos de ansiedad y con depresiones. Es una de las con-secuencias de descubrir que la clase media solo existe como clase social ficticia, una especulación que Belén Gopegui se ha encargado de eviden-ciar cada una de sus novelas antica-pitalistas: en Quédate este día y esta noche conmigo el protagonista, Ma-teo, ya no cree que haya que cumplir ningún contrato social, la disciplina laboral es una pérdida de tiempo, y, como el progreso individual es un imposible, no ve que sea ninguna locura considerar que la colocación de una bomba casera en la sede de Google pueda arreglar alguna injus-ticia. Es otra manera de llevar a la práctica el diagnóstico de Ricardo Piglia: “El anarquismo individualis-ta de Tolstoi es una respuesta extre-ma a la mentalidad capitalista, pero

también a la teoría de la violencia revolucionaria de Lenin”. Menos combativos y más resignados, los protagonistas de las novelas de Mar-ta Rojals —Primavera, estiu, etcètera y L’altra—, o de los cuentos de Jordi Nopca —Puja a casa—, constatan que no les hacía falta estudiar tanto para hacer cola en las oficinas del paro, para perderse en los laberin-tos de las ciudades, para someterse a los hilos de una realidad que los mueve desde la sombra, prisioneros de una extrañeza que los cala en las zonas más íntimas de su privacidad, y sin la opción de comprobar la validez del recuerdo de la experien-cia de sus antepasados: ya se han acostumbrado a vivir al borde de la intemperie, a buscar pisos baratos, y a conformarse con un trabajo que dure un poco más que el anterior.

PADRES E HIJOS. Si Jérôme y Sylvie huyeran de las páginas de Las cosas, y pudieran leer el último libro de Roberto Saviano, La banda de los niños, regresarían a su apartamento diminuto con la firme voluntad de no salir nunca más a la calle: habrían constatado que los adolescentes de Nápoles ya no leen libros, que se educan con YouTube y PornHub, que desprecian a los padres porque son unos simples trabajadores que cobran un sueldo escaso, y que ad-miran q los terroristas de Estado Islámico porque no tienen miedo a morir ni ningún remordimiento a la hora de matar: en la novela/crónica de Roberto Saviano ser adulto ya no es crear una familia y educar a unos hijos, sino satisfacer de inmediato, al precio que sea, cualquier deseo por-que la única certeza es la seguridad de que el mañana no existe. “Amigo, enemigo, vida o muerte, todo es lo mismo”, dice uno de los personajes de Saviano, y, evidentemente, con este panorama de expectativas, la tranquilidad vital que perseguía la clase media no parece tener muchas garantías para la supervivencia.

Ponç Puigdevall es crítico de libros y novelista

2011

15,3

2012

16,9

2013

17,7

2014

18,6

2015

19,7

2016

21,2

Decididamente personal.

Únete al bancoque cada año da más y más créditoa las empresas.Otra buena razón para venir a conocernos.

Inversión Crediticia Empresas (miles de millones de €). Fuente: Bankinter.

210x260 Foment.pdf 1 28/11/17 11:56

41

46 Cultura adolescente

del siglo XXIpor Gregorio Luri

50 200 años de los ‘Principios’ de

Ricardo: comercio y distribuciónpor Joan Tugores Ques

42 El misterio de la radiopor Josep Cuní

Temas de mañana

—Desde los orígenes de la mitología griega hasta las tesis científicas sobre el Big Bang, prever el futuro ha sido uno de los empeños

esenciales del ser humano, a menudo con errores costosos pero también con aciertos fructíferos. Número tras número, en el bloque “Temas de mañana”, la revista indaga desde perspectivas múltiples

las posibilidades de una previsión de lo venidero. Joan Tugores escribe sobre lo que va del pensamiento económico de David Ricardo a un mundo digitalizado. Josep Cuní analiza las opciones de la nueva

radio, sus inercias y nuevos potenciales y, sobre todo, sus nuevas audiencias. Sociológicamente, estamos hablando, según Gregorio

Luri, de un futuro adolescente para el que la madurez y la vida adulta son algo cada vez más remoto e inalcanzable, como un reflejo

microcósmico de un mundo en no pocos aspectos ya extinguido.

—— La radio es una superviviente. Ha superado todos los embates con éxito y acumula victorias sin más ostentación que su fuerza inalterable. Su secreto es no haberse resignado y haber sabido sacar partido del viento de cola para mantener su velocidad de crucero. No se lo han puesto fácil. La aparición de la televisión primero y del vídeo después provocó que algunos empezaran a entonar unos responsos afortunadamente frustrados. La irrupción del transistor y la reducción progresiva de su tamaño le ayudó tanto como la facilidad para que los oyentes tomaran la palabra. El tiempo los convirtió, además, en corresponsales extraordina-rios y complementarios. “Allí donde haya un telé-fono cerca de la noticia, allí estará la radio”, coreá-bamos sus profesionales mientras que la televisión necesitaba de un despliegue técnico tan ampuloso que cuando llegaba ya solo podía mostrar el esce-nario de una información envejecida. Y el móvil se encargó de ampliar el potencial de acción de la radio e hizo desaparecer las distancias. Es el mismo instrumento que hoy, gracias a un simple auricular minúsculo, permite escuchar el objeto de nuestro deseo mientras nos desplazamos. Detalle no me-nor en una sociedad altamente movilizada que ha ido convirtiendo la radio en sinónimo de garantía y fidelidad hasta el extremo de llevarla puesta.

MUTACIÓN DIGITAL. Sucede, no obstante, que el desarrollo imparable de los avances digitales ofrece ya las mismas facilidades para el audio que para el vídeo. Eso ha supuesto la equiparación de la radio con la televisión en lo que a posibilidades técnicas se refiere. Cada vez son más los reporteros que mandan indistintamente sus crónicas a través del mismo móvil con el que las han grabado o las emiten en directo. Y lo hacen para cualquiera de las empresas de su cadena porque ya no se distingue entre medios más allá de su lenguaje ya obligada-mente visual. Además, las imágenes conseguidas de cualquier acontecimiento solapan el trabajo de los profesionales con la afición de los espectadores. La figura del operador de cámara se está despla-zando a procedimientos más sofisticados y que

requieren de una mayor preparación. Una prueba evidente de ello la ha dado recientemente la BBC al adquirir un lote de más de mil equipos móviles para repartirlos entre sus periodistas. Se impulsa así lo que técnicamente se conoce como mojo (mo-bile journalism). Lo más parecido a lo que hacía-mos con la ayuda del casete unos decenios atrás. La autogestión en directo. Vemos, pues, cómo la distancia que parecía insalvable entre radio y televisión por razones técnicas prácticamente no existe. No obstante, y a diferencia de los momentos históricos en los que se daba la radio por muerta y esta reaccionaba gracias a la ayuda de la inventiva y las mejoras operativas, la práctica equiparación de facilidades no solo no supone recuperar aquel temor, sino que además potencia la esperanza en su futuro. Las razones son diversas. Por un lado, la capacidad de adaptación del medio a la sociedad a la que la radio sirve y se dirige. La permeabilidad de su lenguaje y la espontaneidad de su expresión es una de sus garantías y de sus activos en alza. Lejos del envaramiento añejo que ponía distancia entre emisor y receptor, las voces de hoy responden a una naturalidad que cualquiera puede hacer suya. La empatía potencia la cercanía y esta refleja la vivencia personal de cualquiera de nosotros.

MENSAJEROS DE SÍ MISMOS. La permanen-te participación de los oyentes convertidos a su vez en mensajeros de sí mismos o de la colectividad que asuman, la capacidad de reacción inmediata a cualquier hecho, acción u opinión, la asunción del feed-back como un acto normal por usual, la rup-tura de moldes que alejan los prejuicios mientras reflejan la diversidad fruto de la lógica pluralidad… son hoy unos valores inquebrantables que el poder no puede soslayar. Al contrario, está obligado a escuchar y a responder si quiere permanecer. A actuar. Por supuesto que las redes sociales tam-bién tienen que ver con todo esto. Tanto, que su promoción por los medios audiovisuales ha sido directamente proporcional a su éxito intergenera-cional incuestionable. Así, el futuro de la radio está también en las manos de estas nuevas vías de co-

por Josep Cuní

EL MISTERIO DE LA RADIORevivimos viejas historias de la radio que sobreviven a la mutación ‘online’ porque internet, como

concepto, marca un futuro con fragmentación de las audiencias radiofónicas. Nuevos cálculos algorítmicos facilitaran la recepción a partir de las opciones individuales más solicitadas, con

contenidos más dirigidos para una recepción más selectiva y una inmediatez participativa

42 42

EL FUTURO DE LA RADIO

municación. Su capacidad de interacción, la mejo-ra de su calidad técnica, el desarrollo progresivo de su potencial ya permiten hacer radio y escucharla. Todo a la vez. Están apareciendo aplicaciones que así lo demuestran y que grandes cadenas informa-tivas están adquiriendo para sumarlas a su oferta mientras intentan neutralizar su competencia. Mejor muestra, imposible. Internet, como concep-to, marca el futuro. Y como tal, el aumento de la fragmentación de la audiencia a favor de los gustos mucho más reducidos consecuencia de los cálculos algorítmicos que facilitarán la recepción a partir de las opciones individuales más solicitadas. Eso es, a contenidos más dirigidos para una recepción más selectiva. En este sentido, la radio musical se verá más influida que la informativa, obligada esta por la fuerza de la inmediatez a ser mucho más parti-cipativa.

Ese futuro depende de la evolución de la radio online. De que pueda ser escuchada también en el automóvil cuando la red o cualquier otro avance así lo faciliten. Una mirada a la evaluación de la audiencia que el EGM hace tres veces al año ya demuestra que el consumo radiofónico solo en el vehículo ha ido aumentando lenta pero implaca-blemente. Así, por ejemplo, los oyentes de radio generalista que lo admiten, en diez años han pasa-do del 22% en toda España y el 28% en Cataluña (2007) al 34% y 40%, respectivamente (2017). En las emisoras musicales, el salto se aprecia aún mejor: del 37% al 56% sin distinción ni límites geográficos en la misma década. Ampliemos el abanico y allí donde dice “automóvil” digamos “recepción movilizada” para percatarnos, asimis-mo, de que el consumo radiofónico en los hogares no para de bajar. Ya solo un 35% escucha emisoras musicales en casa. Los estudios no detallan la com-petencia de Spotify, pero se percibe por la reacción de las emisoras promocionando a sus discjockeys sintetizados en DJ y reconvertirlos actualmente en auténticas estrellas prescriptoras de gustos y tendencias que salen de los estudios para estar presentes en festivales y espectáculos que les pro-yectan a la gloria juvenil. Evidentemente, todo ello se retransmite a través de streaming por la web de la emisora que ya comparte su esencia radiofónica con una complementaria dimensión televisiva. Las distancias se acortan pero el éxito se prolonga.

FIEBRE “ON THE GO”. La radio generalista, hoy ya puramente informativa, seguirá potencian-do sus directos que le obligarán a depender aún más de la inmediatez. La recuperación del momen-to perdido en los podcasts jugará a la vez la carta

del “archivo” y los comentarios complementarios facilitarán el análisis enriquecedor de lo sucedido a modo de contexto imprescindible. Lo importan-te de la narración se jugará en el terreno del “por qué” y el “cómo” ha sucedido y no en un “qué” desvanecido en el mismo momento que ha saltado la noticia. Es la fuerza del impacto emocional, de la necesidad de estar conectado con la actualidad permanentemente, de no sufrir la sensación de desconocimiento ni desconexión que ya convier-ten hoy buena parte de esa inmediatez en pasado. Solo el directo entendido como la retransmisión instantánea de lo que se está produciendo (alocu-ción, rueda de prensa, etc.) se entenderá como ese elemento soluble del que no podemos prescindir.

La información febril de estos últimos meses es la demostración palpable del fenómeno que, a su vez, nos convierte en la primera generación desin-formada por exceso a diferencia de nuestros ante-pasados, que lo eran por defecto. Un hecho consta-table que se ayudará del “on the go” para aparecer como un sector libre que actuará sin concesiones ni convenciones. Todo ello se entenderá como una simple explicación de la verdad sin matices y del concepto sin ambages. Asumiremos con mayor convicción si cabe que vivimos al instante y que ese instante diverso y plural nos lo cuenta un medio, la radio, que nació como un misterio y que seguirá inmersa en él porque el misterio nunca muere.

Todo ello necesitará de otros métodos de segui-miento, valoración y evaluación. Un nuevo modelo de audiometría que ya está en ciernes. Se tratará de lo que una empresa mexicana está aplicando en su país y que tiene en periodo de pruebas entre nosotros: un dispositivo en el móvil para saber qué emisora se escucha vía aplicaciones. Un elemento hoy revolucionario pero acorde con los tiempos de nuevos usos y costumbres prácticas derivadas de los gustos a la carta que conllevarán mucha más interactividad, que será fruto de una mayor fragmentación y dispersión que, en consecuencia, aumentará la competitividad pero limitará la com-petencia al reducir empresas. Claro que todo esto quedará determinado por los avances científicos que nos advierten que, en treinta años y una vez descifrado el código que revelará el equivalente del genoma, se podrá prever la reacción del cerebro. Hasta 85.000 millones de neuronas disparándose y conectándose entre sí para generar ideas, recuer-dos, emociones, imaginaciones y comportamientos. Visto lo cual, cualquier aproximación actual al futuro puede quedar obsoleta antes de imaginarlo.

Josep Cuní es periodista

44

EL FUTURO DE LA RADIO

—— El sociólogo estadounidense James Coleman fue el primero en darse cuenta, en los años cincuenta del siglo pasado, de la emergencia de la adolescencia como un nuevo grupo cultural situado entre la infancia y el mundo adulto. Si adolescentes ha habido siempre, la cultura ado-lescente era un fenómeno nuevo. Su aparición había sido facilitada por la universalización de la educación y la sub-siguiente transferencia de responsabilidad de las familias a la escuela. Esta había sido concebida como la gran palan-ca del cambio social, porque permitiría dar una educación universal a toda la juventud y superar así los límites cul-turales de las familias. Sin embargo, Coleman constataba que los adolescentes se mostraban más interesados por su popularidad que por su formación intelectual.

La escuela nació para facilitar el paso de la condición de hijo a la de ciudadano, pero los escolares vivían inmer-sos en una cultura parcialmente clausurada en sí misma que era reticente a los modelos adultos, mientras aceptaba acríticamente sus modelos generacionales. La nueva “so-ciedad de adolescentes” era culturalmente independiente. Poseía su lenguaje, su moda, su música, sus medios de comunicación y sus modelos de comportamiento, que a menudo se definían en oposición a los de sus padres. Y todo ello estaba reforzado publicitariamente, porque la cultura adolescente estaba dando lugar a un nuevo merca-do con un gran potencial consumidor.

ADOLESCENTES DE TREINTA AÑOS. “Vivimos —escribía Coleman en 1959— una paradoja peculiar: en nuestra compleja sociedad industrial hay cada vez más cosas que aprender, y la educación formal es cada vez más importante para abrir oportunidades vitales; pero lo que hemos hecho ha sido crear una gran cultura de adolescen-tes que muestra poco interés en la educación mientras se siente subyugada por cosas que tienen poco que ver con la escuela”. Es obvio que Coleman no dijo la última palabra sobre la adolescencia. Hoy somos testigos de una ampliación de sus fronteras. Por abajo, parece haber fagocitado a la pubertad y, por arriba, todos hemos visto adolescentes de —seamos caritativos— treinta años. Las niñas de 10 años quieren ropa sexi y los jóvenes de 30, ropa

adolescente. Los niños quieren anticipar su adolescencia y los adolescentes postergar su vida adulta. El 25% de los televidentes de canales infantiles en los Estados Unidos son adultos.

Hoy aquellos adolescentes nos parecen bastante inge-nuos. El 70% no fumaba, el 80% no consumía alcohol. A Coleman no se le ocurrió preguntar si consumían drogas o practicaban sexo seguro. Según un estudio de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, alrededor del 47% de las chicas y del 43% de los chicos de 16 años reconoce haber-se emborrachado al menos una vez en el último año. El inicio del consumo de alcohol se sitúa en los 13,7 años. Un adolescente medio maneja hoy el doble de dinero —en términos reales— que uno del tiempo de Coleman. Hay niñas que al llegar a la pubertad comienzan a soñar con operaciones de cirugía estética.

A medida que la sociedad se ha vuelto más compleja, se ha ido agrandando la distancia entre los intereses es-pontáneos del niño y las demandas de conocimiento del mundo adulto pero como, al mismo tiempo, cada vez ala-bamos más la espontaneidad, comenzamos a temer que el adolescente llegue a erigirse en el modelo de conducta de nuestras sociedades. ¿No es cierto que rasgos psicológicos que se consideraban propios de la adolescencia, como la confusión, la vacilación constante, los imprevisibles cam-bios de humor, la incomodidad con la propia imagen, etcé-tera, han dejado de ser específicamente adolescentes?

SIN AFRONTAR EL FUTURO. Nuestros adolescentes viven en un mundo en el que el sentido de la posibilidad crece continuamente a expensas del sentido de la realidad. No puede ser de otra manera porque tiran en direcciones opuestas. Aquello de “Sé realista, pide lo imposible” ha dejado de ser un eslogan para convertirse en un prejuicio. Si antiguamente a los adolescentes se les hacía vivir de-terminados rituales de paso para entrar en la vida adulta, ahora no está muy claro que tengamos bien definida una vida adulta que ofrecerles. De hecho, lo que continuamen-te les estamos aconsejando es que no se amolden, que sean adaptables. En las escuelas se les dice que saber cosas es menos importante que saber operar sobre cosas. Si tradi-

por Gregorio Luri


En las escuelas se dice a los adolescentes que saber cosas es menos importante que saber operar sobre cosas. Si tradicionalmente el conocimiento era la forma intelectual del cuidado

del alma por su capacidad para proporcionarle experiencias de orden, hoy animamos a convivir con el desorden de lo efímero

46 46

ADULTOS DEL MAÑANA

cionalmente el conocimiento era la forma intelectual del cuidado del alma por su capacidad para proporcionarle experiencias de orden, hoy animamos a convivir con el desorden de lo efímero.

Sorprendentemente, una sociedad que ha hecho de la autonomía y del sentido crítico los ejes de la religión laica del presente, es capaz de comulgar con ruedas de molino y acepta como un dogma inapelable que lo único que sabemos del futuro es su indefinición y, por tanto, que debemos preparar a las nuevas generaciones para hacer frente de manera dúctil a la ductilidad del porve-nir, ya que, como repetimos machaconamente, trabaja-rán en actividades que no se han inventado todavía con herramientas que aún no hemos diseñado, resolviendo problemas que aún no tenemos.

El primero que dijo esto fue un pedagogo laboris-ta, Peter Mauger, en 1966, es decir, hace 51 años. “Los adultos de mañana”, aseguraba, “se enfrentarán con problemas cuya naturaleza hoy no nos podemos ni ima-ginar. Deberán vérselas con trabajos que aún no han sido inventados”. La idea la recogieron Bill Clinton, en 1996, y su secretario de educación, Richard Riley, en 2004: “Los trabajos más solicitadas en 2010 todavía no existen. Los trabajadores del futuro inmediato utilizarán tecnologías que aún no han sido inventadas para resolver problemas que ni siquiera sospechamos hoy que serán problemas mañana”. Podría mostrar cientos de afirmaciones simi-lares pronunciadas en los entornos más serios por perso-nas supuestamente competentes. Añadiré solamente la advertencia del Foro Económico Mundial de Davos del año pasado, que en su informe The Future of Jobs insistía en que “el 65% de los niños que entran hoy en la escuela primaria acabarán trabajando en trabajos de tipo entera-mente nuevo, que no existen todavía”.

En definitiva, nuestro consejo a los adolescentes es: “Be water, my friend”, sé amorfo, no vivas constreñido por límites, sé adaptable. Pero los adultos a los que se re-ferían Mauger, Clinton y Riley somos nosotros y algunos incluso ya nos hemos jubilado. Así que si queremos saber cuáles serán las habilidades del futuro, aprendamos de los más competentes del presente, los que ya se enfren-tan con éxito a problemas nuevos, con herramientas nuevas. Descubriremos en ellos las siguientes caracte-rísticas: 1. Dominio de la atención, que posiblemente sea el nuevo cociente intelectual. 2. Una formación con-sistente que les permite ser hábiles. 3. Capacidad para generar confianza y mantenerse fieles a la palabra dada. 4. Capacidad para introducir un tiempo de reflexión entre la aparición de un deseo y la respuesta, para así

organizar la acción. Esto es lo que llamamos pensamiento estratégico. Suelo defender el derecho del niño a estar frustrado, pensando en el derecho que tiene un pastelero de no comerse los ingredientes mientras está haciendo un pastel. 5. Voluntad de no ser solo moderno, es decir, de disponer de una perspectiva amplia sobre el presente que vaya más allá de lo inmediato. Sin darnos cuenta, hemos asistido a una profunda mutación del significado de lo moderno. Lo hodierno ya no se refiere a una situa-ción cronológica en la línea del tiempo, sino a una posi-ción en la escala de valores. Lo moderno se ha cargado axiológicamente, hasta el punto de que nadie se enfada si le dices que está equivocado, pero conviene no decirle que está anticuado. El moderno no se siente partícipe de una tradición, sino que vive en la fascinación de la con-tinua inminencia de lo nuevo, convencido de que ser es ser mejorable. Hoy lo que incrementa el valor de alguien es su adquisición de la última prótesis antropológica —el último aparato tecnológico— que aumente su conciencia de lo posible.

“JUST GOOGLE IT”. Lo que se conoce como 21st cen-tury skills es un espejismo. Ni los conocimientos, ni la memoria, ni las viejas virtudes intelectuales han perdido valor. Lo que se ha desvalorizado es la información bruta, pero se ha revalorizado la información rigurosamente filtrada. Eso de “Just Google It” es una falacia, como lo es fomentar una creatividad sin conocimientos. Para re-solver un problema creativamente lo primero que hace falta es conocer bien el problema. Precisamente porque lo nuevo no para de crecer, es esencial poseer una buena base de conocimientos para poder integrar la novedad en un relato. No conozco a nadie que no quisiera tener más memoria de la que tiene, ni a nadie bien informado sobre la importancia de la memoria a largo término que frivolice con la desmemoria. ¿Es que la creatividad, la innovación, el pensamiento crítico eran irrelevantes en el pasado? ¿No es ridículo pretender aprender con rigor prescindiendo de los codos? ¿Se puede pensar bien sin disciplina intelectual? Quizás uno de los secretos mejor guardados del mundo adulto sea que, en realidad, hay pocos adultos aunque haya muchos que aparenten serlo. Pero no podemos abandonar a los adolescentes a su suerte diciéndoles que a su edad nosotros hacíamos lo mismo que ellos, porque no estamos para ofrecerles modelos de vida adolescente, sino de vida adulta, que es la vida que cada uno nos tenemos que construir.

Nuestro consejo a los adolescentes es: “Be water, my friend”, sé amorfo, no vivas constreñido por límites, sé adaptable

Gregorio Luri es pedagogo y filósofo

48

ADULTOS DEL MAÑANA

—— En 1817 se publicó una de las obras más clásicas —ello implica habitualmente ser mucho más ci-tada que leída— en economía: los Principios de economía política y tributación de David Ricardo. El capítulo séptimo contiene la pri-mera formulación del argumento de las ventajas comparativas como explicación de los beneficios del co-mercio internacional que, dos siglos después, se continúa explicando en todas las facultades de economía del mundo. En esta era de globalización, los defensores de las ganancias de eficiencia derivadas de unos merca-dos abiertos a menudo toman como referencia inicial esta explicación de hace dos siglos. Otro mensaje de Ricardo es, como destaca desde los primeros párrafos del prólogo del libro, el papel primordial que tiene entre los objetos de estudio de la economía política la cuestión de cómo se distribuye la riqueza gene-rada por la cooperación de los facto-res de producción entre sí. Comercio y distribución constituyen, pues,

dos dimensiones tan centrales como vinculadas. En un mundo como el actual, donde las fricciones genera-das por los problemas de desigual-dad están a la orden del día e incluso sirven de caldo de cultivo a plantea-mientos contrarios al comercio y la globalización, tiene plena vigencia rememorar los mensajes del finan-ciero, economista y parlamentario británico David Ricardo.

PRODUCCIÓN Y DISTRIBU-CIÓN. Uno de los éxitos de los Prin-cipios de Ricardo y que a primera vista podría parecer dudoso pero implica un reconocimiento excep-cional, es que se convirtieron en la referencia de la economía política contra la que disparaban los plan-teamientos que se querían presentar como alternativos. Así lo hicieron los marginalistas desde 1870 y tam-bién de manera destacada John M. Keynes: Ricardo es el primer autor que aparece mencionado en la Teo-ría general (1936), en la que formula los planteamientos keynesianos

por Joan Tugores Ques

200 AÑOS DE LOS ‘PRINCIPIOS’

DE RICARDO: COMERCIO Y DISTRIBUCIÓN

En un mundo donde las fricciones generadas por los problemas de desigualdad incluso dan lugar a planteamientos contrarios al comercio y la globalización, tiene plena vigencia rememorar las lecciones del financiero,

economista y parlamentario británico David Ricardo. Su presentación del comercio internacional como un “juego de suma positiva” es un

argumento poderoso en favor de un sistema comercial abierto

como contrapuestos a la “teoría que culminó en Ricardo” y que, siguien-do a Marx, califica de “economía clásica”. Pero incluso con esta ten-dencia —demasiado frecuente— de simplificar al adversario para revalo-rizar las posiciones propias, Keynes reconoce que hay que distinguir entre la “tradición ricardiana” y las formulaciones originales de Ricardo, con especial énfasis en el punto cen-tral de la inseparabilidad entre los aspectos de producción y distribu-ción. Keynes se refiere a una carta de Ricardo a Malthus —un intercambio epistolar que aún hoy merece ser leído— de octubre de 1820 en el que Ricardo insiste en que “el verdadero objeto de la ciencia [económica]” es el de las “porciones relativas”.

De hecho, los Principios publica-dos en 1817 tuvieron como a instiga-dor principal James Mill —padre de

50 50

ECONOMÍA

John Stuart Mill—, que instó a Ricar-do a ampliar un opúsculo publicado en 1815 y conocido habitualmente como Ensayo sobre el beneficio, con un título completo que hacía refe-rencia a los efectos de un bajo precio de los cereales en los beneficios y, en general, en la distribución de la renta entre propietarios de la tierra, asalariados e industriales. En 1815, fue el detonante de muchas polémi-cas la discusión y la aprobación de las leyes de cereales (corn laws), que introdujeron un grado importante de proteccionismo y penalizaron las importaciones de cereales más baratos que competían con lo que se producía en Gran Bretaña. Los debates evidenciaron que detrás de las posiciones contrapuestas entre defensores del libre comercio y par-tidarios del proteccionismo había intereses no solo económicos sino también sociopolíticos y de “modelo de sociedad”. En el texto de 1815 Ricardo criticaba con vehemencia un proteccionismo que beneficiaba a los terratenientes británicos: “La-mento muchísimo que se permita a los intereses de una clase determi-nada de la sociedad impedir el pro-greso de la riqueza y la población del país”. Ricardo apostaba por el motor de progreso que significaba la inno-vación tecnológica de la Revolución Industrial, y destacaba la importan-cia de contar con recursos suficien-tes para ir financiando esta nueva dinámica, y esto se podía conseguir más fácilmente con unas importa-ciones sin restricciones de cereales

Los beneficios más notables del comercio internacional están relacionados con la posibilidad de rebajar los precios de los productos que consumen básicamente los sectores

más modestos de la sociedad, principalmente los asalariados, ya que de esta manera contribuyen a mantener el poder

adquisitivo de los salarios

baratos que —en abaratar los gas-tos de alimentación que entonces significaban una parte mucho más sustancial que ahora de la “cesta de la compra”— contuvieran los costes salariales y permitieran unas ganan-cias industriales que, adecuadamen-te reinvertidas, fueran avanzando en la modernización de la economía y la sociedad. En el trasfondo de los debates sobre libre comercio o pro-teccionismo había, pues, una pugna sociopolítica entre la tradicional aristocracia terrateniente y la emer-gente burguesía industrial.

SISTEMA UNIVERSAL DE CO-MERCIO. La argumentación de Ricardo en favor de la apertura comercial contenía aspectos de formulaciones generales y otras más específicas. Entre las declaraciones más ampu-losas, consta una aplicación de los principios de la “mano invisible” de Adam Smith en el comercio: “bajo un sistema de comercio perfectamente libre” que cada país busque su propio interés “se conecta admi-rablemente con el bien universal del conjunto...” difunde el beneficio general y vincula “la sociedad uni-versal de naciones en todo el mundo civilizado”, según leemos en el ca-pítulo séptimo de los Principios. En un nivel más concreto, en los textos de Ricardo abundan comparacio-nes entre los efectos positivos del progreso tecnológico y del comercio internacional. De hecho, se trata de

los dos mecanismos presentados como los más potentes para superar la famosa y temida tendencia a los rendimientos decrecientes sobre todo en la explotación de tierras para cultivar productos alimenti-cios.

Menos conocida es la idea de Ricardo de que los beneficios más notables del comercio internacional están relacionados con la posibili-dad de rebajar los precios de los pro-ductos que consumen básicamente los sectores más modestos de la sociedad, principalmente los asalariados, ya que de esta manera contribuyen a mantener el poder ad-quisitivo de los salarios (los salarios reales) con modestas varia-ciones de los salarios nominales, y el consi-guiente efecto positivo

52

ECONOMÍA

Joan Tugores Ques es catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona

en los beneficios industriales. En un mundo como el de las últimas déca-das en que la modesta evolución —incluso el estancamiento de algunos indicadores— salarial ha sido objeto de controversia, y en el que el papel de las “importaciones baratas” pro-cedentes a menudo de economías asiáticas ha permitido mantener algunos estándares de poder adqui-sitivo, la argumentación de hace dos siglos de Ricardo mantiene una re-novada vigencia. Precisamente, una

de las polémicas de los últimos tiempos es si los efectos del

comercio internacional han sido pro-poor —incremen-

tando el poder adquisi-tivo de los segmentos de menor renta— o si los efectos deseados por Ricardo no se han producido, con los

análisis de resultados

contrapuestos. En todo caso, un aspecto destacable de las formula-ciones ricardianas es que las ganan-cias del comercio internacional se buscan inicialmente por la vía de las importaciones baratas, y no tanto —o al menos no principalmente o exclusivamente— por la vía de las facilidades para exportar. De hecho, algunas formulaciones recientes que destacan a menudo que las importa-ciones baratas y eficientes facilitan las posteriores exportaciones, al convertirse en más competitivas en las industrias, ya encajarían con los planteamientos de Ricardo. El papel de las “importaciones como motor de exportaciones” contribuye a disi-par alguna contraposición maniquea entre exportaciones e importacio-nes que a menudo escuchamos y que amenaza con desembocar en rebro-tes de tentaciones mercantilistas o proteccionistas.

VENTAJAS COMPARATIVAS. La famosa teoría de las ventajas comparativas como explicación de por qué a los países les conviene más especializarse y comerciar

que intentar ser autosuficientes o autárquicos tiene un punto

delicado, en el que entra en acción en situaciones en las que no hay un país más efi-

ciente que el otro en cada bien, sino que un país

puede tener mayor productividad en

un amplio grupo de sectores. A principios

del siglo XIX la asime-tría entre una Inglaterra

que estaba haciendo la Revolución Industrial y

otros países que no habían llegado a ella hacía que

fuera más eficiente producir en Inglaterra prácticamente

cualquier producto. ¿Cerra-ba ello el camino a la posi-

bilidad de un comercio internacional en el

que todos los participantes salieran ganando? La gran aportación ana-lítica de Ricardo fue demostrar que incluso en este caso salía a cuenta para todos los participantes —y para el conjunto de la economía interna-cional— que el país más productivo se especializara en el producto con el que disponía de un margen de ventaja superior —ventaja compara-tiva— y dejaba al país más atrasado la especialización en otro producto en el que la diferencia de nivel tecnoló-gico no fuera tan importante. A raíz de este argumento surge el ejemplo clásico que formula la recomenda-ción de que Inglaterra se dedicara a los textiles y dejara a Portugal la producción de los vinos. Una im-plicación de esta formulación es su carácter “políticamente correcto”: incluso los países con más bajo nivel tecnológico tienen un lugar en las pautas de división internacional del trabajo. La presentación del comer-cio internacional como un “juego de suma positiva” en el que todos los participantes pueden ganar —a pesar de sus asimetrías— se ha convertido en uno de los argumentos poderosos en favor de un sistema comercial abierto, en clara contraposición a las formulaciones que ven en el comercio internacional un mecanis-mo de explotación o “intercambio desigual”. Pero hay que recordar que los aspectos distributivos son —ade-más de las ganancias de eficiencia— centrales en los planteamientos de Ricardo. Más allá de los temas de comercio y distribución, en la terce-ra edición de los Principios, en 1821, Ricardo introdujo un nuevo capítulo sobre “la cuestión de la maquinaria”: expresaba algunas dudas sobre si los beneficios de la creciente implanta-ción de máquinas llegaría a todos los segmentos de la sociedad. Un tema que también, casi dos siglos después, vuelve a tener una notable vigencia.

53

BUENOS AIRES

54

Carta desde Buenos Aires

—En un recorrido optimista por los nuevos mundos las ciudades acaban siendo siempre el gran eje de dinámicas de prosperidad e innovación. Tras el prolongado colapso peronista, Buenos Aires recupera sus plenas capacidades y sobrepasa los cauces de toda ideología de planificación.

Así lo cuenta para la periodista Carmen de Carlos, suma conocedora tanto de Iberoamérica como de Buenos Aires, donde reside desde hace años. La capital argentina está a punto para el gran ‘reset’ de las ciudades creativas que constelan el progreso en un mundo global. Ciudades

como Buenos Aires son el escenario para la aparición todavía incipiente de nuevos sistemas institucionales que

respondan tanto a la sociedad del conocimiento como a las nuevas formas de convivencia en comunidad. Mientras

tanto, Jorge Luis Borges pasa como en un sueño ante los ventanales de La Biela.

55

—— El latido de Buenos Aires se ha instalado en un ritmo más sosegado que el de la década previa. Las pasiones desbordadas que trajo el kirchnerismo están en franca retirada al baúl de los recuerdos. La ciudad, en esa línea de gradualismo, palabra fetiche con la de equipo del macrismo, recupera el sosiego, la libre cir-culación y los espacios culturales sin el sello, antes obligado, de la ideología como tarjeta de entrada.

Buenos Aires dejó, en buena medida, de ser la capital de los piqueteros que se atra-vesaban impunes —y a diario—, en sus prin-cipales arterías. El hábito hecho costumbre

y asumido como un fenómeno natural del peronismo, entendido a la manera de Kirch-ner (Néstor) y Fernández (Cristina), empieza, poco a poco, a formar parte, como sus expo-nentes, del pasado más reciente.

El cambio de esta Argentina que quiere ser nueva y arrastra el pesado lastre de lo viejo también tiene que ver con eso, con po-der caminar o subir a un autobús (colectivo) sin tener que sortear esas manifestaciones de pobres, pagados por el Estado, que pasaron a formar parte del paisaje turístico porteño. Hoy el camino es otro y el destino, con mucho esfuerzo, más tiempo y una dosis superior de

por Carmen de Carlos

BUENOS AIRES POSPERONISTA

Las pasiones desbordadas que trajo el kirchnerismo están en franca retirada al baúl de los recuerdos. Buenos Aires dejó de ser la capital de los piqueteros que a diario se atravesaban impunes en sus principales arterías. Los espacios siguen pero cambian y

los precios, al sincerarse la economía con este Gobierno, no tocan tierra. Todo se mueve en Buenos Aires

Fachada del edificio del Centro Cultural Kirchner en Buenos Aires

56

CARTA DESDE BUENOS AIRES

El mítico Café Tortoni, el café más antiguo de la ciudad, situado en el barrio de San Nicolás

fortuna, puede ser mejor. Algunas muestras sobre cómo se hacen ahora las cosas sor-prenden. El CCK —Centro Cultural Kirch-ner— es un buen ejemplo. Este edificio, una mole enorme restaurada sin medir en gastos, conserva el nombre del expresidente que, como su viuda, hizo del rencor una bandera partidista en la democracia argentina. Sím-bolo y emblema del kirchnerismo, la actual Administración ha sido capaz de hacer suyo el CCK, darle el máximo esplendor y lograrlo sin reparar en el significado de unas siglas que, más pronto que tarde, pocos recordarán o mencionarán lo que significan. Conocer este bloque majestuoso, que un día fue la sede del Correo Central argentino, es una sugerencia de obligado cumplimiento.

La sala sinfónica, conocida como la Ba-llena Azul, hace gala permanente de una programación sólida y armoniosa. Lejos queda la audiencia castrista/kirchnerista que vociferaba, en clave de barricada, mientras un envejecido Silvio Rodríguez se hacía sombra a sí mismo en la presentación de su libro Por todo espacio, por este tiempo.

Soplan nuevos vientos y en estos días —hasta el mes de mayo— la joya de la corona cultural del CCK es un regalo para la vista. “Les Visitants”, la gran exposición de fotogra-

fía de la Fundación Cartier, se extiende a lo largo de dos plantas completas con imágenes de una treintena de artistas. Su curador, Gui-llermo Kuitca, puede presumir —aunque no lo hace— de ser el pintor más internacional de la Argentina de hoy. La pincelada de color —negro—, la nota discordante de este edificio o monumento post mortem de un político al que, ironías de la historia, le importaba un bledo la cultura, la pone la eterna sombra de la corrupción sobre los millones que costó su remodelación. En otros rincones porteños dos viejas glorias recuperan lozanía. El Teatro General San Martín, pulmón histórico de la escena porteña, volvió a abrir sus puertas en simultáneo con el Teatro Cervantes, protago-nista de una obra eterna —de ladrillo— cuyos andamios amenazaron, durante años, con pa-sar a formar parte para siempre de su facha-da. Clásicos entre los clásicos, en ambas salas se ofrecen obras vibrantes y en muchos casos, sin prejuicios, levantan el telón para compa-ñías y directores alternativos consagrados en circuitos de culto.

Buenos Aires, con peronismo o sin él, se mantiene imbatible como la capital del teatro en América Latina. En ese espacio de poder propio, legítimo y reconocido, aventurarse en el terreno de las salas de Villa Crespo, el ba-

Get

ty Im

ages

57

rrio que crece con intención de hacer sombra a Palermo, no es un desafío de alto riesgo. Por el contrario, más bien moderado dado la ca-lidad de la cartelera alternativa. Y, por cierto, de sus galerías.

Metidos en el mundo del arte, que viene a ser lo mismo que dar forma, sonora, plástica o concreta a fantasías y pesadillas del ser hu-mano, hay cosas que no cambian. La calle Co-rrientes, con sus teatros y espectáculos, man-tiene la tradición de sus libreros de no echar el cierre hasta la medianoche. Ejemplares viejos, nuevos, folletines o pasquines, títulos descata-logados o colecciones de diarios y suplementos de publicaciones de Argentina o de cualquier otro país siguen amontonados en las “vidrie-ras” a pie de calle. El atractivo al caer el día persiste, pero en la búsqueda de lo selecto y lo nuevo hay que enfilar en otra dirección.

En Palermo Hollywood, el barrio rebau-tizado así hace unos años, Eterna Cadencia, editorial y librería, va por delante con la calidad por principio. Aquí se entiende el tiempo como parte del placer de la lectura.

La receta propia incorpora satisfacer el doble apetito del hambre de lectura —y del otro— al ofrecer un menú de almuerzo para estómagos y paladares con buen gusto pero sin pretensiones. En la calle Thames, Libros del Pasaje es otro espacio de referencia. Con ambiente intelectual —pero no plomizo ni nostálgico—, es uno de los elegidos con mayor frecuencia para presentaciones de nuevos títulos. En ambas librerías se pueden descubrir algunos de César Aira (Coronel Pringles, 1949), el narrador surrealista que lleva acumuladas más de cien novelas bre-ves. También de la joven Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978), premiada a granel, dentro y fuera de Argentina, por su estilo del absurdo kafkiano en cuentos y novelas. Y entre estas novelistas de última hornada hay que incluir a Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), especialista en relatos de terror, muy a lo british y miembro de lo que se ha dado en llamar la nueva narrativa argenti-na. Metidos en harinas de las letras locales pero con otra experiencia, nunca es tarde

Buenos Aires, con peronismo o sin él, se mantiene imbatible como la capital del teatro en América Latina

58


Imagen panorámica del Palacio del Congreso de la

Nación Argentina [Fotografía de Henrik Dolle

/Getty Images]

59

para leer los Daños materiales, el último de Matilde Sánchez. La autora, argentina de nacimiento e hija de catalanes, deslumbró al gran Carlos Fuentes con esa pieza litera-ria, un tajo amargo, sin piedad —con media sonrisa, vertical y horizontal—, en los senti-mientos de una mujer despechada.

Todo se mueve en Buenos Aires. Los es-pacios siguen pero cambian y los precios, al sincerarse la economía con este Gobierno, no tocan tierra. Se quedan por las nubes con una inflación que supera el veinte por ciento, la mitad del año anterior, pero digerirla es un trago amargo y doloroso, en especial para las clases medias. Las de arriba tienen bolsillos amplios y las de abajo siguen, en buena me-dida, bajo la protección del paraguas de una lluvia de subsidios estatales.

Entre el ayer y el mañana, esta gran ciu-dad, como Argentina, intenta subirse al tren de las tecnologías. Inspirada en Tokio, Sin-gapur, Londres o Barcelona, ha instalado un millar de sensores para medir las variables medioambientales, turísticas y de transporte.

Un ejemplo ilustra el sentido de esta medida: si aumenta la humedad y la temperatura, los valores advertirán la llegada de más mosqui-tos. Entonces, habrá que fumigar y evitar la plaga habitual de estos insectos que arruina-ban, en el verano austral, el placer de disfrutar de un café en cualquiera de las terrazas de Puerto Madero, Recoleta, Belgrano, Palermo o en los extensos parques que oxigenan la capi-tal argentina. Buenos Aires es, prácticamente, la ciudad del wifi gratis, un privilegio pocas ve-ces visto en otras urbes. Hay registradas más de 40 millones de líneas de telefonía móvil, en una población que apenas supera los 44 millo-nes de habitantes. Los argentinos en general y los porteños en particular entienden el celular como una prolongación de su cuerpo, son reconocidos tuiteros y amantes de Instagram y Facebook —en cabeza con Chile en uso de redes sociales—. Si sabes esto es fácil imaginar la alegría que sintieron al recibir este año la noticia de que, por fin, podían comprar un iPhone. El modelo llegó a las tiendas gracias a la “gradual” flexibilización de las importacio-

nes, bloqueadas en la etapa anterior. Los smarphone, con o sin manzana mordi-

da, vienen muy bien para patearse la ciudad. El mapa interactivo de CABA —Ciudad Autó-noma de Buenos Aires— es una herramienta de primera mano para buscar el camino más corto que te lleve, por citar una debilidad mía, al remodelado Planetario, donde la ro-bótica con humanoide incluido —Galibot, el androide— estrena temporada de verano en diciembre. La app te marca el rumbo de las bicesendas, el camino para llegar andando, en coche, en autobús o en subte —el metro—. Lo único que le falta a esta aplicación es saber los horarios de visita del Teatro Colón o la Casa Rosada, escalas imprescindibles.

La sede del Ejecutivo, adecentada por dentro el pasado año, se encuentra en plena remodelación de sus alrededores. En la parte posterior se construye un helipuerto para el presidente, exactamente en la misma expla-nada donde Cristina Fernández, a sugerencia de Hugo Chávez, ordenó desalojar la estatua de Cristóbal Colón, recién instalada en el Ae-roparque, frente al río. En lugar de Colón, la expresidenta colocó una escultura, bastante tosca, de la indígena Juana Azurduy. Regalo de Evo Morales, ahora se encuentra pegada al CCK.

No arrasar con lo anterior, adaptarlo a otros espacios o buscar contextos nuevos es, con todos los matices imaginables, lo que se percibe en Buenos Aires. El espejo en el que se mira —aunque no se encuentre— la Argen-

tina, tiene también sus rincones de miseria recuperados. Similar a lo que hizo Río de Ja-neiro con las favelas, en CABA —Ciudad Autó-noma de Buenos Aires— las villas se desarro-llan, asfaltan y mejoran con dignidad. La 31, a los pies de Recoleta, bajo la autopista y frente a la estación de Retiro, tiene ya su circuito tu-rístico de restaurantes. Las Palmeras se hizo famoso con la llegada de políticos de Cam-biemos —la coalición de Gobierno— pero son unos cuantos los locales que dan almuerzos y cenas a lo largo de varias cuadras bautizadas o conocidas como polo gastronómico informal. Los sabores peruanos, paraguayos, bolivia-nos y criollos responden a la nacionalidad de los vecinos. No es lo mismo que reservar en Tegui -—entre los diez mejores de América Latina—; Elena, de diseño con gran calidad, o Nuestro Deseo, algo más que una parrilla, en el Hotel Four Seasons. Tampoco se le parece al placer de estar en Casa Cavia, pero para los curiosos de la marginalidad venida a menos, tiene su atractivo. Al fin y al cabo, también eso es Buenos Aires.

Carmen de Carlos es corresponsal del diario ‘ABC’ en Buenos Aires y editora general de sudamericahoy.com

Una de las antiguas cafeterías del barrio

de San Telmo [Fotografía de Dolphin

Photo/Getty Images]

La calle Caminito es la más emblemática del barrio de La Boca [Fotografía de Getty Images]

60


Interior de la impresionante libreria El Ateneo, situada en un antiguo teatro del barrio

de La Recoleta [Fotografía de Getty Images]

1/ Las habitaciones dentro de los aeropuertos permiten dormir lo

más cerca posible de la puerta de embarque del avión. Los pasajeros que tienen un vuelo a primera hora de la mañana las escogen por ser la opción que evita madrugones. El segundo uso que tienen estas habitaciones es el shower at arrival, servicio para los viajeros que pasan toda la noche en el avión y que, antes de dirigirse a su ciudad de destino, prefieren asearse y desayunar en el propio aeropuerto.

2/ Paso rápido por el filtro de seguridad. El tiempo

es oro, pero en el aeropuerto existen trámites de seguridad que, inevitablemente, implican colas y tiempo de espera. De ahí que cada vez más exista la posibilidad de usar servicios como el fast track o el priority lane, diferentes nombres para un mismo beneficio: minimizar el tiempo de espera en el paso por el arco de seguridad.

¿Qué servicios valora el pasajero de negocios en el aeropuerto?Aunque cada vez estemos más acostumbrados a volar y la tecnología avance para ofrecer un servicio más ágil, no es ningún secreto que los trámites que supone coger un avión, sobre todo por viajes de negocios, no son del agrado de nadie. Este contexto es el que explica el aumento de la demanda de los servicios para hacer el paso por el aeropuerto lo más cómodo posible para los pasajeros de negocios.Las particularidades de cada viaje hacen que cada pasajero tenga unas necesidades diferentes, según el motivo, el destino, los acompañantes e incluso la franja horaria. Aquí recogemos los 5 servicios más valorados por los pasajeros de negocios en su paso:

3/ Salas VIP. El espacio perfecto para relajarse, descansar, comer

algo o incluso aprovechar el tiempo antes de embarcar para trabajar.

4/ La figura del asistente personal en aeropuertos es

un servicio cada vez más extendido entre la dirección corporativa, que los aeropuertos han adaptado a su entorno para ofrecer discreción, atención personalizada, optimización del tiempo y, en definitiva, mejor calidad de viaje.

5/ Salas de reuniones dentro del aeropuerto. Permiten al

pasajero de negocios aprovechar al máximo el tiempo. Desde despachos para una o dos personas hasta amplios espacios para grandes eventos con todos los servicios añadidos que se precisen.

Premium Traveller (www.premium-traveller.com/es) ofrece todos estos beneficios a los pasajeros que, ya sea por ocio o por negocio, quieren que su paso por el aeropuerto se lo más cómodo y agradable posible.Además, Premium Traveller es miembro de la asociación de prestadores de servicios vip de aeropuertos de Europa, la World Airports` VIP Forum.

22

63

Artes&Co.64 Entrevista

Emmanuel Guigon: maneras de ver a Picasso por Sergi Doria

68 Comunicación El replicante que somos

por Jacobo Zabalo

70 Literatura El silencio roto de Elena Fortún

por Elvira Huelbes

72 Revolución audiovisual Libertad en serie

por Ana Nuño

74 Estilos Barcelona, fin de siglo

por José Bernardo San Juan

76 Geografías Stormont

por Iñigo Gurruchaga

78 De autor La chica del tren

por Gustavo Martín Garzo

EMMANUEL GUIGON: MANERAS DE VER A PICASSO

Dirigir el Museo Picasso podría parecer, a ojo de buen cubero, tarea fácil. El malagueño universal es un imán. Colas de turistas en la gótica y umbría calle Montcada. Inmediata resonancia mediática de cada exposición temporal. Al conductor de esa nave repleta de obras geniales se le piden más cosas que mantener el piloto

automático. ¿Qué más se puede exponer, explicar, aportar sobre Picasso? He aquí el detalle

——Emmanuel Guigon (Besançon, 1959) asumió la dirección del Museo Picasso en febrero del 2017 y a los pocos meses aplicó su manera de ver la gestión cultural. Enjuto, dinámico y ameno conversador, este doctor en Historia del Arte Contemporáneo de la Sor-bona ha cambiado el piloto automático por los golpes de timón que amplían las geografías picassianas. “Hay que acabar con la idea de que este es un museo para turistas, hemos de atraer también a la gente de aquí. Y eso se consigue con exposiciones temporales atrac-tivas y transversales”. La primera decisión: ampliar horarios y abrir los lunes en los meses de verano. Re-sultado: dos mil quinientas personas más cada lunes. La apertura de los lunes se aplicará definitivamente entre el 1 de marzo y el 30 de septiembre de 2018, acompasada con un palpitante ritmo expositivo.v

Recientemente, el museo de la calle Montcada ha superado en cien mil los visitantes respecto al 2016, con cuatro exposiciones temporales simultáneas: “1917. Picasso en Barcelona”; “El taller compartido de Picasso, Fín, Vilató y Xavier”; “Lucien Clergue, veintisiete encuentros con Picasso” y “Arthur Cravan. Maintenant?”.

En 1917, Barcelona se enriquecía gracias a la neu-tralidad española en la Primera Guerra Mundial. Los mecenas brindaban con champán. Y Picasso se vino para aquí con su primera esposa, Olga Khokhlova. Estuvo seis meses, de junio a noviembre, acompañan-do el debut de los ballets rusos de Diáguilev y disfru-tando del espumoso bullicio. Guigon nos muestra las fotos que inmortalizaron el reencuentro del malague-ño con su ciudad adoptiva: en el Tibidabo, en la Ram-bla, asomado al paseo de Colón. Una factura del hotel Balneario Oriental de Coma-ruga evoca una escapada a la playa el 14 de julio de hace un siglo. Son 25,75 pesetas desglosadas en los siguientes conceptos: 5 por el traslado en tartana, 12 por el alojamiento de aquel día en el hotel y 8,75 por gastos extraordinarios.

Después de pasear la mirada por los lienzos barce-loneses de aquel 1917 —el paseo Colón desde el balcón con la bandera española, Olga con mantilla en su si-llón y el conocido Arlequín— constatamos la filosofía

“guigoniana” sobre lo que debe ser un museo en el siglo XXI: “Además de conservar el patrimonio, res-taurar e incorporar obra, debe potenciar su función científica: colaborar con las universidades en tesis doctorales y estudios, reforzar el centro de investi-gación. Trabajar, mediante programas de creación propia: en 2018 lanzaremos los Quaderns Picasso. Plantear un diálogo radical con la cultura el siglo XXI a propósito de Picasso: sobre él o contra él”. Y todo eso sin olvidar la apertura a nuevos segmentos de público: “El museo debe convertirse en un actor cul-tural local, y no solo en un lugar que se visita”, insiste el director.

Guigon viene de una familia culta, entre Francia y Suiza. En su casa había una buena biblioteca y mien-tras se aficionaba al arte, la literatura y la poesía, su padre ponía discos de Charlie Parker y Thelonious Monk. El primer cuadro de Picasso lo admiró con solo diez años en la exposición del Palacio de los Papas de Avignon. Tres lustros más tarde —hacia 1985, ya doc-torado—, vivió año y medio en Barcelona y se pateó más de una vez la calle Montcada aliñando la pasión por las vanguardias artísticas con las sabias acotacio-nes de Rafael Santos Torroella y J.V. Foix o la inmer-sión en la obra de Torres García. Más que picassiano, Guigon se confiesa bretoniano: “A raíz mis estudios sobre el arte del ensamblaje y el collage, el encuentro con Picasso era inevitable: escribí una historia del co-llage en España y, claro está, ahí estaba él”, comenta.

Guigon se acomoda con aire pensativo en una silla de mimbre ante Las Meninas cubistas. Otro ani-versario: se cumplen sesenta años de la fascinante exploración velazqueña desplegada en 58 piezas: “A la muerte de su amigo Sabartés, Picasso la donó a Barcelona para su propio museo”, apunta. Nos planteamos una pregunta puñetera. En la memoria, el despiadado comentario de John Berger en Fama y soledad de Picasso acerca del cuadro: “Lo vacía de su propio contenido y luego es incapaz de encontrar ningún otro para el suyo. Queda en ejercicio técnico. De haber alguna furia o pasión implícitas, será la del artista condenado a pintar sin tener nada que decir…”.

texto Sergi Doria — fotografías Flaminia Pelazzi

65

ENTREVISTA

Más que las visiones subjetivas y estancas, el director del Picasso se interesa por todas las maneras de mirar el arte: la transversalidad, las nuevas tecnologías, el diálogo permanente con otras disciplinas creativas.

Como teoría programática siempre queda bien, pero ¿algún ejemplo práctico? El 2018 será el primer año cien por cien Guigon en la dirección del museo. Por ejemplo, una exposición acerca de Picasso y la cocina con vocación multidisciplinaria: “Nunca se ha abordado la relación del pintor con la gastronomía, un asunto que recorre toda su obra desde que compu-so el menú de Els Quatre Gats. Picasso comía poco y trabajaba mucho. La cocina le interesaba como espa-cio. Pintó bodegones cubistas como Le Bouilloncube, utensilios de cocina; habló de la comida en textos que se anticiparon a Ionesco o Beckett; ilustró los Alcools de Apollinaire; plasmó una relación erótica con los alimentos: participó de cenas de homenaje a sus ami-gos; dibujó sobre naipes en la brasserie Le Catalan”.

¿Con qué pieza se quedaría si tuviera que salir despavorido del museo? Guigon esboza el gesto de quien no se sorprende. “Si no se destruyen, que eso no tiene remedio, las obras de arte nunca desapare-cen, siempre acaban en algún lugar porque tienen valor económico”, advierte. “Yo me quedaría con una pintura de formación, Ciencia y caridad; ese óleo bar-celonés de 1897 será restaurado en París el próximo año y contará con un estudio, los bocetos de la obra y las fotografías que publicó Paris Match a finales de los sesenta”.

En otra de las salas del museo, nos vamos a topar con Arthur Cravan, aquel poeta-boxeador que busca-ba la aventura en el ring y aseguraba ser el sobrino de Óscar Wilde. Cravan combatió contra Jack Johnson el 23 de abril de 1916 y cató la lona en el sexto asalto. A Picasso le fascinaba el boxeo: lo demuestran sus poses pugilísticas en algunas fotos y las entradas de com-bates que se han conservado. Guigon comisarió esta exposición para decirnos que el boxeo, con sus dosis de lucha, espectáculo, fuerza y valentía constituía para Picasso una “metáfora de la creación”. ¡Segun-dos fuera! Imaginamos al pintor en calzón corto; el taller a modo de ring: cada pincelada, un asalto, cada obra un combate. Que la inspiración nos sorprenda trabajando, dicen que dejó dicho.

Sergi Doria es periodista cultural y autor de la novela ‘No digas que me conoces’

A Picasso le fascinaba el boxeo: lo demuestran sus poses pugilísticas en algunas fotos y las

entradas de combates que se han conservado

67

ENTREVISTA

——La antigüedad griega relegaba la fijación por escrito de ideas a un lejano segundo plano, siendo el debate y la ex-posición pública garantes mucho más fiables de la verdad. Sin disimular su malestar refiere Platón la problemática inherente a la escritura, que en lugar de funcionar como “fármaco de la memoria” no haría sino promover el olvido y la incapacidad para pensar, a través de la adopción de un discurso que no es ya de nadie y así —en ausencia de su ver-dadero autor— puede significar cualquier otra cosa. Esta advertencia, vertida en el Fedón, se demostraría justificada con el paso de los siglos. Durante la Edad Media, glosas o comentarios —que buscaban amplificar el sentido, si bien en un contexto distinto— eran incluidos inadvertidamente en los textos duplicados a mano, como formando parte del original.

Además de promover exponencialmente la difusión de textos, la imprenta de Gutenberg permitió minimizar errores y favorecer el florecimiento de la conciencia crítica,

la atención a los condicionantes del lector que significa su lectura. El libre vuelo de las ideas, característico de la Mo-dernidad, es correlativo al consumo de libros que encum-bró, más allá de lo imaginable, al Quijote. Avellaneda quiso aprovecharse del tirón editorial con su copia apócrifa, pero propició la redacción de una segunda parte gloriosa por Cervantes en 1615, quien selló su genialidad al inaugurar lo que posmodernamente conocemos como metaficción: ficción dentro de la ficción, que convierte a los lectores del libro en personajes. La industria de los mundos posibles resulta exitosa por la actualización de una realidad impen-sable, que afecta como si existiera de veras.

Si en los teatros barrocos se realizaba el sueño, dilu-yendo subjetivamente las fronteras entre realidad y apa-riencia, Galileo y Descartes, por su lado, quisieron objetivar el sentido de lo real mediante nociones apriorísticas. La confluencia en la misma época de La vida es sueño (1635) y El discurso del método (1637) no es en absoluto casual.

COMUNICACIÓN

68

EL REPLICANTE QUE SOMOSDe Gutenberg al robot, la dimensión irreal de creaciones y criaturas artificiales, a veces contraria al sentido

común, logra materializar la realidad inconfesable de impulsos atávicos también en el caso de la cibernética, cuya ensoñación pragmática entretiene y confunde

por Jacobo Zabalo

Jacobo Zabalo es doctor en Humanidades. Imparte clases de filosofía en la Universidad Pompeu Fabra y colabora con varios medios en los que publica artículos sobre música y estética

Fotograma de ‘Blade Runner 2046’

[Foto de Alcon Entertainment, LLC]

Inmersos en una misma cosmovisión, literatos y científicos emprenden caminos divergentes. La escisión sobreabunda más allá de la Ilustración, a lo largo de un Romanticismo que da pie a nuevas especulaciones. En la época de un geist (espíritu) máximamente racional para Hegel, proliferan asimismo espectros y criaturas de la noche, que la obra de Hoffmann atiza de forma exquisita. Célebre es la recrea-ción de Olimpia, mujer a priori bellísima, que desquiciará al protagonista de El hombre de la arena (1816) una vez des-cubra que humanamente no existe pero sí como máquina, hecha de engranajes y resortes.

Descartes había advertido ya la confusión sensorial que puede provocar un autómata. A escala anímica, la realidad del ser diseñado artificialmente sumirá también en el abismo del sinsentido al protagonista de Metropolis, quien sorprende a (la que cree que es) su amada en actitudes poco decorosas. Fritz Lang concibe en 1927 el primer replicante de la cinematografía, y su impacto visual e influencia per-duran hasta hoy, arraigados en la noción romántica de Dop-pelgänger. Esa “otra” —inolvidable Brigitte Helm, que re-presenta tanto a la María pacifista como a su suplantadora, promotora de una exaltación violenta y erótica— no hace sino dar un paso más en la tenebrosa senda de la transfor-mación del Dr. Jekyll en un “decorticado” Mr. Hyde (1886).

Westworld es el nombre del parque temático en que se explicita, precisamente, la liberación de lo instintivo —Eros y Tánatos—. En la homónima serie televisiva se confiere sentimientos e inteligencia a las criaturas artificiales con

quien el visitante interactúa, aparentemente en un mismo plano de realidad. Bajo el pretexto de la ficción, como si él fuera un personaje más, se deja llevar impulsivamente, actúa sin consecuencias morales ni repercusiones legales. Antes de que surja la demanda, se encuentra a mano el producto. En un sentido similar, quizá la más novedosa aportación de Blade runner 2046 resida en la realidad de Joy: criatura enviada para ofrecer virtualmente aquello que, sin apenas ser consciente, el cliente desea. De ahí su permanente mutación en “otras”, que son siempre ella misma (no siendo, en realidad, nadie).

El artificio de la reduplicación que originalmente de-nunciaba Platón cree encontrar en el hipertrofiado desarro-llo científico un campo abierto a la realización personal. Se trata de la enésima ficción, que acaba dando un golpe letal al optimismo humanista. Recientemente hemos podido leer un artículo preguntándose por la propiedad intelectual de las melodías creadas por robots, y otro subrayando cómo en cierto país un humanoide goza de más derechos que parte de la población. Mientras esto sucede, la comunicación entre seres humanos, el intercambio amigable o agonístico en busca de definiciones universales o argumentos con-vincentes, se diluye —en palabras del replicante-poeta más conocido hasta la fecha— “como lágrimas en la lluvia”.

69

——Se produce un abismo casi inevitable de melancolía cuando se anda desempolvando papeles donde alguien, alguna vez, hubo dejado algo escrito. Leer esas líneas y lo que se cobija entre ellas, lo que no se dice, tan elocuente como las mismas palabras que sí llegaron a escribirse, produce una identificación rara, una rara conniven-cia que se añade a la sensación de tiempo perdido, de tiempo que acaso ya sea imposible recobrar. La vida, supongo. Encarnación Aragoneses (Madrid, 1886-1952), más conocida como Elena Fortún, fue una escritora con un talento inusual para habitar en la piel de los niños, hablar como ellos, sentir como ellos. Y así, de manera escamoteada, solo se sabe de ella como la creadora de Celia, Cuchifritín y Matonkikí. Una escritora de niños lo que, en España, todavía hoy, equivale a no tener pase al parnaso de los escritores de verdad, los que escriben para adultos. Pero Elena Fortún no escribía para imbé-ciles, escribía de niños, que es harina de otro costal. Para Nuria Capdevila, investigadora del legado de Fortún, además, Celia no es solo un cuento de niños: “Celia es la historia de España, es la memoria de la generación de mis abuelas y de muchas de mis maestras”.

Después de muchos años de su muerte, hay quien está recuperando el legado de una autora que, curiosa-mente, tuvo éxito en su tiempo, una vez vencidos obs-táculos de muy variada factura. La editorial sevillana Renacimiento ha creado la Biblioteca Elena Fortún, dirigida por las doctoras Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga, en la que se anuncian más títulos recuperados. A Capdevila y Fraga se debe un libro im-portante, El camino es nuestro (2014), sobre inéditos de Fortún y de su admirada Matilde Ras, escritora y precursora en España de estudios de grafología. El li-bro da cuenta de su activismo feminista y social, de su lucha por abolir la prostitución, en los años veinte, en una España cateta, ignorante y analfabeta. Fue socia del Lyceum Club Femenino, un desafío al patriarcado, en palabras de la doctora Capdevila, fundado en 1926 y disuelto con la guerra, en 1939, cuando Elena se exilia en Argentina.

De su vida se sabe poco, aunque Marisol Dorao, su biógrafa, reunió datos interesantes en Los mil sueños de Elena Fortún (1999). Se sabe, por ejemplo, que la pequeña Encarnación era desde sus primeros años una niña “rara”, ajena a los asuntos que debían interesar a las aprendices de mujeres, esas cosas de la feminidad y la compostura, desde la manera de sentarse hasta las aficiones que debía tener y las que no. Su encarnación literaria, Celia, es también una niña “rara”, lo que le procuró gran éxito —¿por qué sería?— en el público infantil de la época. Sirva una frase salida de la pluma de Fortún, para dar una idea de lo en serio que se tomaba a los niños: “Siempre que el alma o el entendimiento se abisman en una visión inefable o en una indevanable maraña de misterio, siempre que el espíritu inmoviliza al cuerpo por estar demasiado absorto en su propio afán, hay una persona mayor que dice presuntuosamente: «Este chiquillo se está durmiendo»”.

La reciente publicación de Oculto sendero (2017), novela fuertemente autobiográfica, ha iluminado al-gunos aspectos que la escritora tenía protegidos para protegerse a sí misma, hasta el punto de pedir a su gran amiga y amante, Inés Field, que quemara el manuscrito a su muerte. Por suerte, como le pasó a Franz Kafka, su mejor amiga desobedeció el deseo de la moribunda. También se encuentran claves de su vida y sus senti-mientos en las cartas que intercambió con Carmen La-foret: De corazón y alma, publicadas asimismo en 2017, libro en el que, entre otras cosas, se intuyen las causas que llevaron al silencio a Carmen Laforet tras su éxito con Nada (1945), que mereció el Premio Nadal. Elena Fortún se atrevió tarde, dicen, a desvelar su aversión por el amor masculino y su aprecio por la delicadeza y sensibilidad amorosa femeninas. Pero Encarnación Aragoneses había nacido hace 131 años; a ver quién es el valiente que hubiera salido a gritarle al mundo su “rare-za” por aquel entonces.

Elvira Huelbes es periodista

70

EL SILENCIO ROTO DE ELENA FORTÚN

Elena Fortún fue una escritora con un talento inusual para habitar en la piel de los niños, hablar como ellos, sentir como ellos. Creó personajes inolvidables, como Celia, Cuchifritín y Matonkikí. Pero Elena

Fortún no escribía para imbéciles, escribía de niños, lo cual es muy distinto. Recientes biografías y estudios revelan ahora la personalidad de la escritora, su complejidad, su choque con el mundo precario

de la posguerra y su experiencia del exilio

por Elvira Huelbes

LITERATURA

Ilustración Fernando Vicente

71

——Los tres pilares que hace medio si-glo sostenían el imperio comercial es-tadounidense —la venta al detalle de productos de almacén, la fabricación y venta de automóviles, la industria cinematográfica— han sido o están siendo radicalmente transformados por Silicon Valley. Las consecuencias son de toda índole, desde la definición de nuevos nichos de consumo en el mercado hasta el abandono de viejos modelos de distribución. Piénsese en lo que Amazon ha supuesto para los Woolworth’s y Sears, o lo que supondrá la irrupción del vehículo autónomo desarrollado por Waymo, empresa de Google. ¿Y Hollywood?

La aplicación cada vez más intensiva de las CGI —las imágenes generadas por ordenador—, y la aún tentativa pero creciente utilización de algorit-mos para la producción de elementos argumentales, desde storylines hasta secuencias guionizadas, augura, tal vez distópicamente, una industria cinematográfica capaz de prescindir algún día de su componente más glamuroso, pero también ocasional-mente menos dócil y muy oneroso —las temperamentales stars—, y de los siempre reivindicativos e incon-formes guionistas. Esto aún está por verse, aunque ya hay algún indicio de lo que se avecina en ese frente. Así

de Peter Cushing, resucitado veinte años después de muerto y puesto a deambular por una de las innúmeras franquicias de Star Wars.

De lo que no cabe duda es del efecto combinado de un viejo forma-to —la serie televisiva— y las nuevas plataformas de distribución de pro-ductos digitales, que en algunos casos también irrumpen como productoras de contenidos. Hace apenas cuatro años, aunque ya parece medio siglo, Netflix, hasta entonces consagra-da al streaming en tarifa plana de productos audiovisuales de canales de televisión convencionales o por cable, produjo su primera serie, bajo

REVOLUCIÓN AUDIOVISUAL

72

LIBERTAD EN SERIEPuede hablarse de una revolución que afecta a toda la cadena de la industria cinematográfica y televisiva, desde la concepción y la escritura hasta la distribución y el consumo. El espectador es cada vez más libre de escoger o

desechar contenidos. La aplicación cada vez más intensiva de las imágenes generadas por ordenador se suma a la aún tentativa pero creciente utilización de algoritmos para la producción de elementos argumentales

por Ana Nuño

Ana Nuño es escritora

Los protagonistas de la exitosa serie

The Wire [Foto HBO]

73

la batuta además de un reconocido director de Hollywood: la House of Cards de David Fincher. El éxito de esta serie, remake de la homónima británica de 1990, se mide en Emmys —con 56 nominaciones en 2016— y sin duda se añade a la larga lista de las que configuran lo que algunos llaman la tercera edad de oro de la televisión estadounidense, con jalones previos como The Wire, The Sopranos o Brea-king Bad, pero también se explica por la innovación absoluta que supuso su distribución no serializada. En efecto, Netflix, que actualmente invierte más de 6 billones de dólares anuales en desarrollo de contenidos, aplicó por primera vez en House of Cards la fór-mula que ha repetido desde entonces con todas sus producciones, desdeO-range is the New Black hasta Narcos o Daredevil: el estreno simultáneo de todos los capítulos de cada nueva temporada, con lo que esta empresa ha potenciado la fórmula del binge-watching, sesiones maratonianas de visionado de productos seriados

antes practicadas por una minoría adicta a determinadas series que era capaz de ver o volver a ver tempora-das enteras en formato DVD. Según un reciente estudio, actualmente casi las dos terceras partes de los adoles-centes estadounidenses realizan al menos dos veces al mes maratones de series de cinco horas seguidas. Y a tenor de mi propia experiencia, su-pongo que no pocos adultos también son capaces de sucumbir a este culpa-ble placer.

A Netflix se han sumado Amazon y Hulu como productores de conte-nidos audiovisuales, por lo general de buena calidad cinemática. Como la producción de las viejas cadenas de televisión —convencionales o de cable o satélite— ha seguido su mar-cha imparable, el actual panorama es de plétora, cuando no de inflación: cuando acabe, este año habrá ofre-cido un total de 500 series en todos los géneros, lo que supone un incre-mento de un 40% respecto del 2015. También hay efectos apreciables

sobre las modalidades de escritura. Al desaparecer casi del todo el consumo serial, la estructura narrativa de algu-nas series incorpora el factor binge o maratoniano, y lo hace en detrimento de uno de los grandes logros de series como Los Soprano o The Wire, que las emparentaba con el gran cine o in-cluso la novela: la integridad y cohe-rencia del conjunto como resultado de la lenta maduración de situaciones y personajes. En todos los casos, sin embargo, puede hablarse de una re-volución que afecta a toda la cadena de la industria, desde la concepción y la escritura hasta la distribución y el consumo. El espectador es cada vez más libre de escoger o desechar con-tenidos, y hay creadores que comien-zan a producir series independientes, como la pequeña joya de Louis CK, Horace and Pete. Indudablemente, frente a lo política y nacionalmente correcto, toda nueva libertad es bien-venida.

74

——En el fin de siglo, a los ojos de la prensa, Madrid y Barcelona se veían como esa familia política de la que se recela, pero que irremisiblemente com-partirá mesa con nosotros el día de Navidad. Para el cronista madrileño, Barcelona se lleva la palma en clave de modernidad: se encontraba a mitad de camino entre Europa —o sea, París— y el resto de España; Rubén Darío, que confesaba haber tenido “días gratos y días malos” en Barcelona, la describe como “riente, alegre, bulliciosa, moderna, quizá un tanto afrancesada y por lo tanto graciosa y llena de elegancia”. En un gesto muy significativo, no duda en celebrar que el “malogrado poeta” Equileo Eche-varría —un “mozo gentil, que murió de tristeza y de miseria”— visitara Barcelona “para que siquiera lograse el consuelo de morir después de haber visto Europa”. Galdós admiraba los tranvías americanos y los ferrocarriles de tracción de vapor y la conside-raba a la “vanguardia del liberalismo y de las ideas progresivas”.

A la vez, en La Última Moda —publicación chic del momento, impresa en Madrid— se observaba que en París las damas asistían al Teatro de la Ópe-ra sin sombrero. Y hacía notar que “en el Liceo de Barcelona son muchas las señoras que asisten así”. Ya, unas semanas antes, a su regreso de Francia, al director de esta revista le había sorprendido “el exquisito gusto con que visten en su mayoría las señoras y señoritas de esa población”. Menos come-dido, Darío no se preocupa tanto por la moda como por hacer constar que en Barcelona “sus hijos son naturales y simples, llenos de la vivaz sangre que les da su tierra fecunda; sus mujeres, de firmes pechos opulentos, de ojos magníficos, de ricas cabelleras, de flancaos potentes”.

Pero Madrid era otra cosa. La prensa nos habla “de su sabrosa pereza, de sus capas y de sus cafés”. La capital, dice el nicaragüense, “produce poco y se lo come todo”. No tenía el vigor industrial de Barce-lona o Bilbao, pero a cambio, se subraya en El Álbum Ibero Americano, “está convertida en una constante feria”. Se da una suerte de contradicción generali-zada que lleva a tantos periodistas a sorprenderse

por la Rambla, por las obras del Eixample, por sus hoteles majestuosos… pero a preferir la vida de un relajado provincianismo madrileño. Que les lleva a visitar admirados la Exposición Universal o a comprar en las farmacias el agua de Caldes de Mala-vella o Vichy Catalán y a no apreciar la modernidad —hierro y cristales— de la Estación Central de Ma-drid. Don Juan Valera, diplomático y cosmopolita, escribe desde Bruselas, que está “más que harto de diplomacia: sueño con la vida de Madrid”. Galdós era también uno de ellos y aunque había hecho de la capital su casa, encontraba a esta más cerrada que Barcelona, “la ciudad espléndida que ha de ser, dentro de poco, una de las más bellas de este conti-nente”. El autor canario se hospedaba en el Hotel Continental de plaza de Cataluña y le halagaba la acogida franca de sus gentes, “su frescura risueña y la sonrisa hospitalaria”; hasta la proverbial “racane-ría” imputada a ese pueblo él la atribuía a su carác-ter “morigerado y sobrio”.

Frente a todo esto —y junto a ataques furibun-dos— aparece en la mayor parte de las publicaciones la mano tendida, que es signo del esfuerzo por caer-se bien. Desde Barcelona hay un afán por recibir al castellano que llegaba asustado. Se lo decía, en clave cómica, Eduard Coca y Vallmajor a Menéndez Pelayo —a quien llama amablemente Marcel·lí—, en unas coplillas: “Haga, si es servido, el obsequio / de explicar a la gente de allí / cómo se trata en Cataluña / a los que vienen de Madrid”. Mucho más solemne —y sobrecogedor en su vigencia— es el brindis de Jaume Serra, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, a Menéndez Pelayo y otros intelec-tuales. Lo recoge la prensa de unos años después. El escenario, el fastuoso salón de fiestas del Hotel Ritz de Barcelona: “Levanto mi copa por la inteligencia castellana, por vuestra cultura y porque todos sen-timos el anhelo de asociarnos, en este momento de nueva idealidad europea, en una unión mejor”.

José Bernardo San Juan es profesor de literatura en la Universidad Rey Juan Carlos. Es autor de ‘Críticos y Periodistas: historia esencial de la crítica literaria en la prensa’

ESTILOS

Entre dos siglos, Madrid y Barcelona eran un cruce de miradas, con complicidades y distancias. El canario Pérez Galdós, por ejemplo, aunque instalado en Madrid, la consideraba más cerrada

que Barcelona, “la ciudad espléndida que ha de ser, dentro de poco, una de las más bellas de este continente”. Alaba la acogida franca de sus gentes, “su frescura risueña y la sonrisa hospitalaria”; incluso

la proverbial “racanería” imputada a los catalanes la atribuía a su carácter “morigerado y sobrio”

por José Bernardo San Juan

BARCELONA, FIN DE SIGLO

Imagen de la Rambla a finales

del siglo XIX[Foto de Roger Viollet

Collection/Getty Images]

75

——El clima oceánico dio a la isla de Irlanda una economía de patata y de avena, de pasto para vacuno y porcino. En el nordeste crecía el lino, que de la mano de inmigrantes hugonotes fue la primera fuente de riqueza industrial de la región. No había minería local de carbón o hierro, pero los directivos del puerto de Belfast construyeron en 1853 un astillero con maquinaria para mol-dear y perforar planchas metálicas, cuando comenzaba la construcción de barcos con casco de hierro y ace-ro. Edward Harland lo compró con el respaldo financiero de Gustavus Schwabe, empresario de Hamburgo nacido en una familia judía forzada a convertirse al luteranismo y afinca-

GEOGRAFÍAS

76

STORMONTStormont ha sido sinónimo de gobierno del Ulster. Se inauguró en 1932. De tono neoclásico y majestuoso, el

pórtico es sostenido por seis columnas, tantas como los condados de Irlanda del Norte. Britannia eleva su tridente sobre el frontón. En el exterior declama una estatua de Edward Carson, el gran líder dublinés del unionismo. Para unos, emblema de autonomía con hegemonía protestante y para otros de desunión, Stormont vive ahora entre la

desavenencia y el consenso frágil

por Iñigo Gurruchaga

do en Inglaterra tras casarse con una mujer de Wirral. Recomendó a su sobrino, Wilhelm Wolff, como asis-tente personal de Harland. Las dos grúas de su empresa, Harland and Wolff, son hoy estructuras emblemá-ticas de la ciudad. Gustavus Schwabe respaldó también la creación en Liverpool de la Oceanic Steam Na-vigation Company, exigiendo a sus socios que adquiriesen sus barcos al astillero de su sobrino. Llevaron en sus vapores para el transporte de pasajeros a Nueva York el nombre y la enseña de la White Star Line, que adquirieron tras la quiebra de la compañía pionera en el comercio de oro de Australia.

Harland y Wolff fueron dipu-

tados del Partido Conservador y Unionista en el Parlamento de Gran Bretaña e Irlanda, opuestos ambos a los pactos del Partido Liberal con el Partido Parlamentario Irlandés para crear un autogobierno de la isla. Harland falleció antes de que el más célebre transatlántico de su firma, el Titanic, se hundiera tras chocar con un iceberg en 1910. Wolff murió un año después, sin conocer el inminente desgarro irlandés. Tras la ruptura constitucional y en un tiempo de violencia, el Parlamento de Irlanda del Norte fue inaugurado por el rey Jorge V en junio de 1921. Se reunió en el Ayuntamiento de Belfast y, tras un receso de tres me-ses, el primer ministro, James Craig,

Iñigo Gurruchaga es corresponsal de Vocento en el Reino Unido

Imagen del edificio Stormont, en Belfast

[Foto J. Kennedy/iStockphoto]

77

anunció a los diputados que había llegado a un acuerdo para comprar la finca de Stormont, ocho kilóme-tros al este de la ciudad, donde un reverendo anglicano casado con una rica heredera había construido una mansión con nombre y almenas de castillo.

A pesar de la lejanía del solar y de las advertencias de Robert Lynn, di-putado por Belfast Oeste y editor del periódico Northern Whig, para que “no imaginemos que somos mayores de lo que somos”, porque “la provin-cia tiene un poco más de población que la ciudad de Glasgow”, Craig quería tres edificios: parlamento, ministerios y tribunales. La crisis de 1929 los dejó en uno, que se describe desde entonces en plural, Parlia-ment Buildings. Los unionistas en-contraron arquitecto en Liverpool. Muy cerca de la sede de White Star Line, Arnold Thorney había diseña-do la de la autoridad portuaria, una de las tres joyas arquitectónicas en la ribera del Mersey. Las otras son los edificios de la naviera Cunard y de la aseguradora Royal Liver. A los lazos entre Belfast y Liverpool,

Thorney añadía una virtud: su edifi-cio de 1907 se parece al neobarroco ayuntamiento de Belfast, construido en 1906. Stormont, sinécdoque aho-ra del gobierno regional, se inauguró en 1932. El ecléctico Thorney optó por lo neoclásico. El pórtico es soste-nido por seis columnas, tantas como los condados de Irlanda del Norte. La piedra de Portland da resplan-dor a la majestuosidad del empeño. Britannia eleva su tridente sobre el frontón. En el exterior declama una estatua de Edward Carson, líder du-blinés del unionismo, que aún vivía. En la escalera del espléndido Grand Hall posaba la efigie del fallecido James Craig.

Las desventuras posteriores de la provincia se ilustran con un inci-dente ocurrido tras la inauguración. Fue la compra del cuadro El rey Wi-lliam llegando a Irlanda, del flamen-co Peter van der Meulen, para ador-nar el vestíbulo. Un diputado criticó a Craig porque sobre la estampa del King Billy, que batió en 1690 a tropas presuntamente católicas del rey James en la batalla de Boyne, comparece sentado en una nube el

papa Inocencio XI bendiciendo la expedición, y junto al monarca de la dinastía Orange y su caballo hay un cura franciscano con un rosario. Craig se defendió diciendo que él era el más firme defensor de aquel “parlamento protestante para la gente protestante”. Testarudo en su enojo, el diputado conspiró con dos escoceses de la Liga Protestante, que arrojaron pintura roja a la figu-ra del Papa y rasgaron con un cuchi-llo el rosario, o la cabeza del caballo, según versiones divergentes. Los escoceses fueron multados. El cua-dro fue retirado. Historiadores con-temporáneos creen que el paisaje no es de Irlanda, que el retratado no es William, que el cuadro no es de Van der Meulen. En este tiempo de relativa paz, cuelga ahora en un pasillo, frente a la oficina del presi-dente de la Asamblea autonómica. No se reúne desde enero porque los partidos, que han de compartir obligatoriamente el Ejecutivo, no se entienden.

—— La escena tiene lugar en un tren. Regreso a Valladolid de noche, y al otro lado del pasi-llo, dos asientos por delante del mío, hay una chica viendo una película en su ordenador. Es muy joven y tiene aspecto de estudiante. Me fijo en la pequeña pantalla y no tardo en dar-me cuenta de que se trata de El último tango en París, la película de Bernardo Bertolucci. El descubrimiento me devuelve a un tiempo ya remoto de mi pasado, cuando vi esa misma película por primera vez. Debía de tener más o menos la edad de la chica del tren y la vi en un cine de Londres. Fue en uno de mis prime-ros viajes fuera de Espa-ña. Se solían aprovechar esos viajes para ver las películas que entonces estaban prohibidas en nuestro país, y El último tango en París fue una de las más soli-citadas. La película de Bertolucci se inspira en esas historias del mun-do del mito en que los amantes deben guardar el secreto de sus nombres para seguir encontrándose. El nombre remite a la identi-dad, al ser social, y los amantes pertenecen al reino de la noche, de todo lo que está abajo: el sexo, las pa-siones, los sueños. Por eso deben ignorar sus nombres si quieren alcanzar lo que promete el deseo.

Sin embargo, la chica del tren no parecía especialmente conmovida por la historia de

Bertolucci, ya que prefería escribir y recibir mensajes en su teléfono antes que permane-cer atenta a lo que pasaba en la pantalla.Unos días después, vi en mi casa la película de Ber-tolucci y me decepcionó. La película que tanto me había impresionado en mi juventud había envejecido fatalmente, y me consolé pensan-do que tal vez la chica del tren se hubiera dado

cuenta de lo tramposa que era y que eso justificara la atención dispersa que la

había dispensado durante el viaje.Se lo comenté a un amigo

que me dijo que la actitud de la chica era común entre los

jóvenes de hoy, y que él mismo había comproba-do cómo en las sesiones de cine de la cátedra de nuestra ciudad, con la que había colaborado este verano, las pan-tallitas iluminadas de los móviles salpicaban constantemente la os-curidad de la sala mien-

tras se proyectaban las películas del curso. Pero

¿qué es el cine sin esa atención que solo una sala

oscura, separada del resto del mundo, puede proporcio-

narnos? Esas salas se parecen al piso donde los amantes de la

película de Bertolucci se encuentran. Debes olvidar quién eres, tu nombre, tu pro-fesión, tus preocupaciones, todo lo que eres fuera de aquí, se nos dice cuando se apaga la luz, solo así podrás hacer tuyos los dones ina-sibles de los sueños.

78

DE AUTOR

La chica del trenGustavo Martín Garzo

Foto

del a

utor

por G

abrie

l Vill

amil

perplejas clases medias · 2018-01-15 · en juego no solo el crecimiento económico, ... en los...

Documents