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PERFIL DEL SACERDOTE PASTOR Material para la reflexión y la oración “Apacentad la grey de Dios que os está encomendada... siendo modelos de la grey” (2 Pe 5,2) Diócesis de Huelva PDE - 2010/2014 El ser y actuar del párroco

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PERFILDEL

SACERDOTE PASTOR

Material para la reflexióny la oración

“Apacentad la grey de Dios que os está encomendada...siendo modelos de la grey” (2 Pe 5,2)

Diócesis de Huelva

PDE - 2010/2014El

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PERFIL DEL

SACERDOTE PASTOR

Material para la reflexióny la oración

“Apacentad la grey de Dios que os está encomendada...siendo modelos de la grey” (2 Pe 5,2)

Diócesis de Huelva

Edita: Obispado de Huelva Servicio de Publicaciones, diciembre de 2011. Avda. Manuel Siurot, 31. 21002 HUELVAISSN: 1887 - 8970D.L.: H. 5. 1958.

INDICE

SIGLAS DE LOS DOCUMENTOS…………………………………………............................4

PRESENTACIÓN DEL MATERIAL………………………………………................................5

INTRODUCCION: Pastores según Cristo Pastor….................................................7

TEMA I: PASTOR DE UNA COMUNIDAD ECLESIAL: El sacerdote, ministro de, en y por la Iglesia...............................11 CUESTIONARIO…………………………………………………........................19

TEMA II: PASTOR DE UNA COMUNIDAD DE FE: Hombre de fe, creyente de lo que celebra, testigo de lo que anuncia..…..............................................................21 CUESTIONARIO………………………………...............................................30

TEMA III: PASTOR DE UNA COMUNIDAD QUE CELEBRA LA FE: Ministro del culto para gloria de Dios y santifi cación de los hombres..........................................................31 CUESTIONARIO………………………………………….................................49

TEMA IV: PASTOR DE UNA COMUNIDAD ENCARNADA: El sacerdote, tomado de entre los hombres y a favor de los hombres.....................................................................51 CUESTIONARIO………………………………………………...........................61

TEMA V: PASTOR DE UNA COMUNIDAD SACERDOTAL: Consagrado para servir al sacerdocio común de los fi eles................................................................................................63 CUESTIONARIO……………………………………………………....................73

TEMA VI: PASTOR DE UNA COMUNIDAD DIOCESANA: Colaborador necesario del ministerio episcopal....…................75 CUESTIONARIO………………………………………………......................…86

TEMA VII: PASTOR DE UNA COMUNIDAD MISIONERA: Pastor y testigo evangelizador por obra y vida.........................87 CUESTIONARIO………………………………………………….................…100

TEMA VIII: PASTOR DE UNA COMUNIDAD DE TALLA HUMANA: El sacerdote, hombre entre los hombres, con entraña de “humanidad”….......................................................101 CUESTIONARIO…………………………………………………....................110

SIGLAS DE LOS DOCUMENTOS

AA Apostolicam Actuositatem. Decreto del Vaticano II (1965).CIC Catecismo de la Iglesia Católica, (1992).CC La Catequesis de la comunidad, Madrid, CEE [EDICE], 1983.CD Christus Dominus, Decreto del Vaticano II (1965).CFL Christifi deles Laici, Exhortación apostólica de Juan Pablo II:, (1988).CDC Código de Derecho Canónico (1983).CT Catechesi Tradendae, Exhortación de Juan Pablo II (1979).DCE Deus Caritas Est, Carta Encíclica de Benedito XVI (2005).DD Dies Domini, Carta Apostólica de Juan Pablo II (1998).DGC Directorio General para la Catequesis, Cong. para el Culto Divino (1997).DMVP Directorio para el Ministerio y la Vida de los Presbíteros, de la Cong. para el Clero (1994).DV Dei Verbum, Constitución del Vaticano II (1965).EE Ecclesia de Eucharistia, Carta Encíclica de Juan Pablo II (2003).EHH Evangelización y Hombre de hoy, Congreso, EDICE, Madrid, 1986.EN Evangelii Nuntiandi, Exhortación Apostólica de Pablo VI (1975).ES Ecclesiam suam, Encíclica de Pablo VI (1964). FC Familiaris consortio, Exhortación Apost. de Juan Pablo II (1981).GS Gaudium et Spes, Constitución Pastoral del Vaticano II (1965).IMPI Identidad Misionera del Presbítero en la Iglesia, Cong. para el Clero (2010)LG Lumen Gentium, Constitución del Vaticano II: (1964).NMI Novo Millennio Ineunte, Carta Apostólica de Juan Pablo II (2001).PDE Plan Diocesano de Evangelización-2010-14. Diócesis de Huelva, 2010. PDV Pastores dabo bobis, Exhortación Apostólica de Juan Pablo II, (1992).PE Parroquia Evangelizadora, Congreso, EDICE, Madrid, 1989.PF Porta Fidei, Carta Apostólica de Benedicto XVI (2011)PMP El Presbítero, Maestro de la Palabra, Ministro de los Sacramentos y Guía de la Comunidad, Cong. para el Clero (1994).PO Presbyterorum Ordinis, Decreto del Vaticano II: (1965).PPP Perfi l Pastoral de la Parroquia, Diócesis de Huelva, 2010.PPGCP El Presbítero, Pastor y Guía de la Comunidad Parroquial, Instrucción de la Congregación para el Clero (2001).RM Redemptoris Missio, Carta Encíclica de Juan Pablo II (1991).SC Sacrosanctum Concilium, Constitución del Vaticano II: (1963).SyE El Sacerdote y la Educación, Orientaciones pastorales de la CEEC (1987).SCtatis Sacramentum Caritatis, Exhortación Apostólica de Benedito XVI (2007).VD Verbum Domini, Exhortación Apostólica de Benedicto XVI (2010).

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Por exigencia del Plan Diocesano de Evangelización (PDE), se elaboró un material de formación titulado “Perfil Pastoral de la Parroquia”. Con él se pretende crear una imagen más autentica y veraz de la parroquia. Es un material cuyos destinatarios son los fieles de la parroquia y, de manera especial, quienes se sienten más comprometidos como agentes de pastoral. En correlación con dicho material, hoy ofrecemos uno nuevo, titulado “Perfil del Sacerdote Pastor”. Son destinatarios de este material, principalmente, los sacerdotes; y su objetivo es destacar los rasgos del sacerdote como pastor, que guía y sirve al pueblo de Dios. No cabe duda que entre las muchas dimensiones, por las que se puede definir la figura del sacerdote, la de “pastor” es la fundamental y esencial, porque su “vocación” y “misión” se ordenan al servicio pastoral del pueblo de Dios. De ahí que sean destinarios directos los sacerdotes que están al frente y sirve a la comunidad parroquial. La Diócesis, en esta nueva etapa del Plan Diocesano de Evangelización, cuyo objetivo general es “renovar la parroquia”, necesita de los presbíteros como agentes cualificados para dicha renovación. En efecto, “la renovación de la Parroquia está condicionada, en una gran parte, por el sacerdote que la “pastorea”. Su vida y su ejercicio ministerial son determinantes para la vida parroquial”1. La relación parroquia-pastor es tan grande que, difícilmente, podemos hablar del perfil de la primera, si no se conoce el perfil del pastor que la sirve, y a la inversa. De ahí que siga afirmando el PDE: “Para una “·revitalización espiritual y pastoral de la parroquia”, es una exigencia básica la “revitalización” de su pastor”2

.

El presente trabajo consta de una Introducción y ocho temas, correlativos a los ocho temas sobre la parroquia recogidos en el “Perfil Pastoral de la Parroquia”. En su contenido, resaltamos aquellos rasgos más significativos que caracterizan al sacerdote -fundamentalmente al párroco- en cuanto “pastor” de la comunidad. Recordemos que el objetivo primero del PDE -referido al sacerdote- es “profundizar en su condición de pastor”. Por eso, con este material formativo se pretende ofrecer a los sacerdotes una reflexión que les 1 PDE, p. 28. 2 Ibíd.

PRESENTACIÓN DEL MATERIAL

~ 6 ~

ayude a la renovación de su vida y misión pastoral, y sea ésta ejercida con ánimo y alegría en la esperanza.

Se recomienda a todos los sacerdotes que acojan este material como un instrumento de formación. Puede servir como lectura y reflexión personal y privada, así como material para la oración y formación en reuniones arciprestales o formación permanente. El sacerdote es consciente que “la formación permanente es una exigencia intrínseca del don y del ministerio sacramental recibido”3

Confiamos el trabajo y sus frutos al Cura de Ars, Juan Mª Vianney, patrón de los Párrocos, y al nuevo Doctor de la Iglesia, S. Juan de Ávila, patrón del Clero español. Sus vidas y sus doctrinas nos estimulan a “armonizar la vida como ministro con la santidad del ministerio confiado”

, y, por eso, ha de ocupar un lugar adecuado y suficiente en su vida sacerdotal. Este material es una aportación a tal demanda de formación. Si se le acoge con apertura de corazón y de mente, aportará, sin duda, pautas y sugerencias para enriquecer la espiritualidad sacerdotal, fundamentar la consagración sacramental y fortalecer la misión pastoral.

4

.

Huelva, noviembre, 2011

Baldomero Rodríguez Carrasco Vicario General de la Diócesis de Huelva

3 PDV, 70. 4 Cfr. BENEDICTO XVI, Carta en el Año Sacerdotal (2009).

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1. El presente trabajo, “Perfil del sacerdote pastor”, tiene como objetivo centrar la atención –reflexión y oración- sobre la figura del sacerdote en su misión de “pastor” al frente del pueblo de Dios. Su actividad, proveniente de su condición de sacerdote, no es una actividad cualquiera, sino que es una actividad pastoral. La imagen bíblica del pastor perfila el quehacer del sacerdote, y determina su identidad como “ministro”, “guía” y “servidor” del pueblo. De ahí que “sólo al presbítero, después del Obispo, se puede atribuir de manera propia y unívoca el término «pastor», y esto en virtud del ministerio sacerdotal recibido con la ordenación”5

2. El profeta Jeremías, en su diatriba al pueblo de Israel, le hace un anuncio de esperanza, a la vez que una denuncia contra los malos pastores. En cuanto a la buena nueva que anuncia, dice: ”Os pondré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y de prudencia“ (Jr 3,15). Es la respuesta de la Alianza. El amor de Dios cristaliza en salvar al pueblo de su dispersión y, para ello, le promete “pastores” que nunca lo abandonen. Juan Pablo II, refiriéndose a este texto, dice: “Con estas palabras del profeta Jeremías, Dios promete a su pueblo no dejarlo nunca privado de pastores que lo congreguen y lo guíen”

. Esta “exclusividad” pone de manifiesto la trascendencia de la función de pastor y su importancia como ejercicio ministerial. La identidad de pastor es un eje transversal que ha de estar presente en las distintas funciones ministeriales del sacerdote como guía espiritual, liturgo, predicador, catequista, ministro de los sacramentos, etc. La condición de “pastor” se fundamenta en la esencialidad del sacramento del Orden por el que es “consagrado” para la “misión”, y ésta se realiza a través de las distintas funciones pastorales al servicio del pueblo de Dios. El Papa, desde la introducción misma de “Pastores dabo vobis”, hace mención, entre otros, a tres textos clásicos que iluminan el origen, naturaleza y misión de quien está, como pastor, al frente del pueblo de Dios: El profeta Jeremías (Jr 3,15; 23,4), la parábola-alegoría del Buen Pastor (Jn 10, 1 ss) y la Carta de S. Pedro (1Pe 5,1-5). Veamos brevemente cada uno de estos textos y la iluminación que proyectan sobre el ministerio pastoral del sacerdote.

6

5 DMVP, 19.

. Es la garantía profética de la

6 PDV, 1.

INTRODUCCIÓN Pastores según Cristo Pastor

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fidelidad de Dios en guiar y proteger a su Pueblo. Pero no se puede echar en olvido que el profeta, dirigiéndose a los pastores, hace también una denuncia en estos términos:“¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos! (Jr 23,1). ¡Dura y firme amenaza! Está claro que, si el amor de Dios es grande, salvando a su pueblo de la dispersión, grande es la amenaza de Dios a los malos pastores: “Mirad que voy a pasar revista por vuestra malas obras” (Jr 23,2). En definitiva, el profeta nos adelanta que el Pueblo de Dios nunca quedará privado de pastores, y que éstos han de responder a la promesa que Dios hace a su pueblo: “Pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas y asustadas” (Jr 23,4); de lo contario, la maldición de Dios caerá sobre los pastores que, abandonando su función de unidad y atención a las “ovejas”, no son fieles a la misión que Dios les da. Con este texto, el profeta ha perfilado el proyecto de Dios sobre su pueblo y la misión de los pastores que han de guiarlo según la Alianza.

3. El cumplimiento pleno del anuncio profético tiene lugar en Cristo, el Pastor por antonomasia. Dice Juan Pablo II: “La Iglesia, pueblo de Dios, experimenta siempre el cumplimiento de este anuncio profético…Sabe que Jesucristo mismo es el cumplimiento vivo, supremo y definitivo de la promesa de Dios: “yo soy el buen pastor””7. Desde esta clave, se entiende que el ministerio pastoral del sacerdote se encuadra, igualmente, en este cumplimiento del anuncio profético, ya que “los presbíteros ejercen el oficio de Cristo, Cabeza y Pastor”8

7 Ibíd.

. Por eso, es obligado reproducir el hermoso texto en el que Cristo se proclama “Buen Pastor”, y en el que se describen las actitudes del mismo: 'Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, escapa abandonando las ovejas, y el lobo las arrebata y dispersa; y es que a un asalariado, no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen” (Jn 10, 11-14). Este breve pasaje es el espejo en el que ha de mirarse el sacerdote en el ejercicio de su ministerio. No cabe un ejercicio ministerial de “buen pastor”, si no conlleva donación total a favor del pueblo al que pastorea; si no hay una identidad con las “ovejas” a las que sirve, conociéndolas y amándolas; si no permanece firme y fiel frente a los peligros que acechan a la comunidad; si no huye de la tentación del “asalariado!”, que se preocupa sólo de su propio interés, etc. Al poner

8 PO, 6.

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Jesús en comparación el “buen pastor” y el “asalariado”, resalta y sublima la grandeza del primero, a la vez que pone en guardia frente a la infidelidad y cobardía del segundo. Jesús, Buen Pastor, es, por tanto, el referente obligado para el sacerdote en su ejercicio pastoral. S. Agustín acentúa esta identificación con Cristo Pastor diciendo: ”Que todos se identifiquen con el único pastor y hagan oír la única voz del pastor, para que la oigan las ovejas y sigan al único pastor, y no a éste no aquél, sino al único”9

4. Además de los textos anteriores, el mensaje de Jesús sobre el “buen pastor” es recogido y, catequéticamente, expuesto en la Primera Carta de S. Pedro, quien, dirigiéndose a los presbíteros, les exhorta: “pastoread el rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, mirad por él, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con entrega generosa, no como déspotas con quienes os ha tocado en suerte, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño” (1Pe 5, 2-3). Es un texto breve en su extensión, pero interpelante en su contenido. Efectivamente, la carta perfila unos rasgos muy significativos y de gran valor para el pastor de la comunidad, esto es: asumir conscientemente la misión de pastor; ejercerlo con voluntad y buena gana; actuar, por encima de todo interés personal, con generosidad, amabilidad y cordialidad; y, como resumen, ser “modelo” para los fieles de la comunidad. No cabe duda que el “buen pastor”, que nos presenta Jesús, es la imagen ideal del sacerdote como guía de su comunidad. Así lo ha entendido la Carta de S. Pedro y, de ahí, que sea firme en concretar las exigencias éticas y pastorales del presbítero.

. En definitiva, el texto del Buen Pastor debiera ser un pasaje a meditar con frecuencia por el sacerdote. Cabría repetir con el Deuteronomio: “Queden en tu corazón estas palabras… serán como una insignia entre tus ojos” (Dt 6,6-8).

5. Concluimos esta reflexión introductoria, recordando que el objetivo de este trabajo es la “contemplación del sacerdote en su misión de pastor”. Efectivamente, el sacerdote ha de interiorizar por la meditación y la oración esa imagen de “buen pastor” al que está llamado por el sacramento del Orden. La misión pastoral de ser guía, al frente de la comunidad, exige asumir la “misión”, no sólo con responsabilidad y sentido ético, sino con profundo sentido de alegría y fidelidad al Buen Pastor. S. Gregorio Magno se lamentaba, no de la falta de sacerdotes, sino de la falta de cumplimiento de los deberes del ministerio presbiteral. Así lo afirmaba:

9 Cfr. Oficio de Lectura, IV, viernes de la semana XXV del tiempo ordinario.

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“Mirad cómo el mundo está lleno de sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un trabajador para la mies del Señor; porque hemos recibido el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con los deberes de este ministerio”10

. No basta con ser “sacerdote”, es fundamental ser “pastor”. El Beato M. González escribió en la capilla del seminario de Málaga, teniendo como referente la imagen del Buen Pastor, la siguiente oración: “Pastor bueno, haznos buenos pastores prontos a dar la vida por las ovejas” ¡Ojala sea ésta la oración frecuente del sacerdote! Todo el trabajo siguiente no tiene otra finalidad que destacar distintas facetas del sacerdote en cuanto pastor de una comunidad, principalmente, la parroquia.

10 Cfr. Oficio de Lectura, sábado de la XXVII semana del tiempo ordinario.

CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

a. ¿Ha sido objeto de mediación y oración la misión y función de “pastor” que corresponde al ministerio sacerdotal?

b. ¿Has meditado los textos bíblicos que hemos comentado, y has revisado tu ministerio sacerdotal a la luz de ellos?

c. ¿Es Jesús, el Buen Pastor, un referente de tu misión pastoral, llevado a la oración y al examen de conciencia?

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ESQUEMA DEL TEMA I INTRODUCCIÓN: La parroquia, presencia visible de la Iglesia ECLESIALIDAD DEL MINISTERIO SACERDOTAL

El sacerdote, hombre de Iglesia Exigencias de la identidad eclesial del sacerdote.

SACERDOTE PARA EL SERVICIO PASTORAL DE LA COMUNIDAD Fundamento del servicio ministerial del sacerdote Autoridad ministerial y servicio Disponibilidad para el servicio El celibato como disponibilidad para la misión.

INTRODUCCIÓN: La parroquia, presencia visible de la Iglesia11

6. El primera tema que se recoge en el “Perfil Pastoral de la Parroquia” es que ésta es una “comunidad eclesial”. Con ello se quiere expresar, por una parte, que la parroquia es una realidad comunitaria y, por otra, que es presencia de la Iglesia. Son, pues, dos rasgos fundamentales los que destacamos de la parroquia: el comunitario y el eclesial; aunque el segundo encierra el primero, no siempre el primero expresa lo eclesial. A la luz de este principio básico y general de la eclesialidad de la parroquia, pretendemos destacar el perfil del sacerdote como “pastor” de la misma, ya que su razón de ser es la de guiar al pueblo de Dios y presidir la asamblea la Eucaristía, que es el “centro de la congregación de los fieles que preside el presbítero”12

11 Remitimos al tema 1 del Documento “Perfil Pastoral de la Parroquia” (Huelva, 2010).

. Se trata, por tanto, de una reflexión dirigida al sacerdote que realiza su ministerio en y para la comunidad. Aunque, desde el punto de vista teológico, todo sacerdote por misión sirve a la Iglesia universal, desde el punto de vista pastoral, quienes mejor significan este servicio a la comunidad eclesial es el pastor de una parroquia, porque ésta –la parroquia- es la “expresión más visible e

12 PO, 5

I. PASTOR DE UNA COMUNIDAD ECLESIAL El sacerdote, ministro de, en y para la Iglesia

~ 12 ~

inmediata” de la Iglesia13

. Resaltamos a continuación algunos aspectos del sacerdote como servidor de la Iglesia en la comunidad.

ECLESIALIDAD DEL MINISTERIO SACERDOTAL El sacerdote, hombre de Iglesia

7. Es obligado incluir en el perfil del sacerdote su dimensión de hombre de Iglesia. No es extraño destacar esta faceta por la trascendencia que tiene para su ministerio. Es verdad que por el bautismo quedó incorporado a la Iglesia, enriqueciendo el número de los hijos de Dios. No es éste, sin embargo, el fundamento y origen de la eclesialidad de su ministerio, sino el sacramento del Orden, que recibe de la Iglesia; y, por ésta, es puesto como pastor y guía del Pueblo de Dios. La relación del sacerdote con la Iglesia se enraíza en la identidad del sacerdote con Cristo, cabeza de la Iglesia. ”A través del ministerio de Cristo, el sacerdote, ejercitando su múltiple ministerio, está insertado también en el misterio de la Iglesia”14. Ser “hombre de Iglesia”, por tanto, significa vivir el sacerdocio en la claves y dimensiones en que lo vive la Iglesia, e imbuirse en el misterio mismo de la Iglesia. El sacerdocio, que es un “misterio”, sólo es comprensible y explicable desde el “misterio” mismo de la Iglesia. En la medida que el presbítero se sumerge en las profundidades de su sacerdocio, en esa misma medida aflora el misterio de la Iglesia. Y, a la inversa, al descubrir en profundidad el misterio de la Iglesia, necesariamente se descubre que el sacerdocio, como misterio y ministerio, es una dimensión de la misma. Con razón “Pastores dabo vobis” dice “que no se deba pensar en el sacerdocio ordenado como si fuese anterior a la Iglesia, porque está totalmente al servicio de la misma; pero tampoco como si fuera posterior a la comunidad eclesial, como si ésta pudiera concebirse como constituida ya sin este sacerdocio”15

8. Cuando se afirma que el sacerdote es “hombre de Iglesia”, se está subrayando que su ser y su actuar hay que enmarcarlos en las coordenadas eclesiales. Ser sacerdote –como ser cristiano- es una “confesión” de ser Iglesia, aunque tal “confesión”, en el sacerdote, goza de la especificidad de ser pastor y guía de la comunidad eclesial. La relación

.

13 Cfr. CFL 26. 14 DMVP, 12. 15 PDV, 16.

~ 13 ~

Sacerdocio-Iglesia es de profunda identidad. Afirma Juan Pablo II: “La dimensión eclesial pertenece a la naturaleza del sacerdocio ordenado. Está totalmente al servicio de la Iglesia, de forma que la comunidad eclesial tiene absolutamente necesidad del sacerdocio ministerial para que Cristo, cabeza y pastor, esté presente en ella”16. La eclesialidad, pues, del sacerdote configura todo su ministerio, que es servicio –como veremos- al pueblo de Dios, de ahí que: “El sacerdote, en cuanto representa a Cristo cabeza, pastor y esposo de la Iglesia, se sitúa no sólo «en la Iglesia», sino también «al frente de la Iglesia»”17

Exigencias de la identidad eclesial del sacerdote.

. El sacerdote es miembro de la Iglesia y pastor de la comunidad eclesial.

9. La identidad del sacerdocio con Iglesia conlleva unas exigencias espirituales y pastorales de suma importancia, que se irá desgranando a lo largo del tema. Con todo, subrayamos tres rasgos que han de ser transversales en el ejercicio del ministerio sacerdotal: a) Sentido de pertenencia a la Iglesia. No es una banalidad destacar este rasgo, porque es frecuente la tentación de vivir el ministerio presbiteral como un “oficio” del que el sacerdote se cree “autónomo”. Redescubrir, por tanto, la pertenencia a la Iglesia significa encuadrar el ministerio sacerdotal en el misterio de la Iglesia. Desde esta pertenencia, el sacerdote ha de sentirse siempre y en cada momento “llamado”, “vocacionado”, “elegido” por y para la Iglesia. “Los presbíteros son, en la Iglesia y para la Iglesia, una representación sacramental de Jesucristo cabeza y pastor”.18 Por tanto, la relación y pertenencia del sacerdote con la Iglesia es la que Cristo mantiene hasta el punto que “se entregó a sí mismo por ella” (cfr. Ef. 5, 26); b) Sintonía con la Iglesia. El sacerdote ejerce un ministerio eclesial en nombre de Cristo y para el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Compartir los mismos sentimientos de la Iglesia significa identificarse con ella, llevarla en el interior y en el pensamiento, conocer sus gozos y alegrías, aceptar sus debilidades y pecados, reconocerse entre sus pecadores, ser testigo de su presencia salvífica en el mundo, etc. El sacerdote, a ejemplo de Cristo, cabeza y esposo de la Iglesia19

16 JUAN PABLO II, Discurso a la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Clero (23-11-2001).

, participa del amor “esponsal” de Cristo;

17 PDV, 16. 18 PDV, 15. 19 Cfr. PDV, 16.

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de ahí que “el sacerdote debe amar a la Iglesia como Cristo la ha amado, consagrando a ella todas sus energías y donándose con caridad pastoral hasta dar cotidianamente la propia vida”20

SACERDOTE PARA EL SERVICIO PASTORAL DE LA COMUNIDAD

; c) Defender a la Iglesia. No se trata de una actitud beligerante y apologética, sino de asumir la actitud de “parresía” en un contexto de secularismo en el que, por principio, la Iglesia, signo de la presencia de la fe y de Dios en el mundo, es rechazada y desprestigiada desde la intolerancia. Ciertamente, esta “persecución” forma parte del camino de la cruz, pero también el sacerdote, que ejerce la función de guía y pastor del pueblo, ha de ser ejemplarizante en levantar la voz profética, denunciando los pecados estructurales de la sociedad y proclamando los signos y gestos de salvación de la Iglesia. S. Pablo es un ejemplo cuando afirma: “no nos acobardamos; al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante”(2Co 4,1-2). El silencio del sacerdote, debiendo hablar, es una complicidad y una cobardía de su ministerio sacerdotal que es, por naturaleza, eclesial.

Fundamento del servicio ministerial del sacerdote

10. La función ministerial del sacerdote, como “pastor” y “guía” del pueblo de Dios, tiene su fundamento en la “consagración” por la cual “se configura con Cristo sacerdote, de suerte que pueda obrar como en persona de Cristo cabeza”21. En efecto, por el sacramento del Orden, “el ordenado se transforma en la Iglesia y para la Iglesia en imagen real, viva y transparente de Cristo sacerdote: «una representación sacramental de Jesucristo Cabeza y pastor»”22. El Catecismo de la Iglesia Católica, por su parte, lo explicita con estas palabras: “En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo”23. Es de gran trascendencia, pues, resaltar la configuración del sacerdote con Cristo en su función y misión de “cabeza” del cuerpo, que es la Iglesia. Esta función “capital” conlleva una estrecha relación del sacerdote con el pueblo y con el servicio a éste, porque su tarea no es otra que la de ejercer el “oficio de Cristo, Cabeza y Pastor”24

20 DMVP, 13; cfr. Ef 5,32.

.

21 PO, 2. 22 DMVP, 2 23 CIC, 1548 24 PO, 5

~ 15 ~

11. El ejercicio de “pastor”, “guía” y “presidencia” de la comunidad responde a la “capitalidad”, que es propia del sacerdote por su configuración con Cristo “Cabeza y Pastor”. Claro está, la “capitalidad ministerial” ha de entenderse en clave de servicio. Bien elocuente es, al respecto, la carta a los Hebreos: “«Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios» (Heb 5, 1). Esta relación de “elección” en “favor de los hombres” es la esencia del ministerio presbiteral. Olvidar o descuidar esta connotación de servicio es desnaturalizar la “consagración” recibida por el Orden. La identidad del ministerio pastoral del sacerdote nace y se fundamenta en el sacramento del Orden por el cual asume la tarea de “representar sacramentalmente” a Cristo Sacerdote. Consecuentemente, “actuando “in persona Christi Capitis”, el presbítero llega a ser ministro de las acciones salvíficas esenciales; transmite las verdades necesarias para la salvación y apacienta el Pueblo de Dios, conduciéndolo hacia la santidad”25

Autoridad ministerial y servicio

. En definitiva, el sacerdote, por razón del Orden, realiza un servicio ministerial.

12. El Decreto “Presbyterorum ordinis” dice que ”el mismo Señor constituyó a algunos ministros, que ostentando la potestad sagrada en la sociedad de los fieles, tuvieran el poder sagrado del Orden para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados y desempeñaran públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres…”26. La presente cita conciliar plantea la cuestión sobre el sentido de la autoridad ministerial. Nadie duda que el sacerdote, en medio de la sociedad, goza de “autoridad”, aunque no siempre sea ejercida de conformidad con el ministerio; es muy tentador querer convertir la “autoridad sacramental” en “autoridad social”, en autoritarismo y en poder. El Concilio ilumina esta realidad afirmando que para “ejercer este ministerio, como para cumplir las restantes funciones de presbítero, se les confiere potestad espiritual, que ciertamente se da para edificación”27. ¿Edificar qué y cómo? El mismo Concilio señala, a continuación, cuál ha de ser el perfil del “pastor” que con “autoridad” sirve a la comunidad: “Ahora bien, para la edificación de la Iglesia, los presbíteros han de tratar con todos, a ejemplo del Señor, con eximia humanidad.”28

25 DMVP, 7

. Merece un subrayado especial tres

26 PO, 1. 27 PO, 6. 28 Ibíd.

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expresiones de la cita: se trata de edificar la Iglesia, que es el Pueblo de Dios a cuyo servicio ha sido puesto el sacerdote. Y la “edificación de la Iglesia” exige dos actitudes pastorales claves: apertura a todos y trato humanitario. No es superficial que el Concilio baje a detallar estos dos rasgos, que se contraponen a toda conducta “autoritaria”.

13. Toda autoridad, que nace de la “religión” –en sentido amplio-, es muy proclive a convertirse en “autoritarismo”, convirtiendo la razón de “pastor” en razón de “jefe”, y la de “servir” en “ser servido”. El Papa, dirigiéndose a los sacerdotes de Roma, les aclara el verdadero sentido del servicio sacerdotal: “Y servir significa no hacer lo que yo me propongo, lo que me resultaría más atractivo; servir significa dejarme imponer la carga del Señor, el yugo del Señor; servir significa no proceder según mis preferencias, según mis prioridades, sino dejarme realmente “tomar en servicio” por el otro”29. Todos somos conscientes de las críticas que, a veces, recaen sobre los sacerdotes, motivadas por sus actitudes despóticas y displicentes en relación a los que sirven. La experiencia pone de manifiesto que existe la tentación de “ejercer el propio ministerio tiranizando a la grey (cfr.Lc 22, 24-27; P 5, 1-4)”30

Disponibilidad para el servicio

. El paradigma para entender la “autoridad” ministerial como servicio está en las palabras y ejemplo de Jesús: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos” (Mc 10, 42-44). Esta advertencia de Jesús debe llevar al sacerdote –servidor por misión- a una reflexión pastoral de su conducta, porque, muchas veces, está envuelta en autosuficiencia, altivez y despotismo. Ante estas posibles actitudes, el lavatorio de los pies, por parte de Jesús, es un buen referente: “os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn 13, 15).

14. La práctica pastoral del sacerdote –como se ha dicho- es un “servicio” al pueblo de Dios. De una u otra forma, más o menos explícitamente, todo sacerdote realiza su función ministerial en clave eclesial, esto es, al servicio de la comunidad. ¿Qué otro sentido tienen, si no, el anuncio de la

29 BENEDICTO XVI, A los párrocos y sacerdotes de Roma (10-3-11). 30 DMVP, 16.

~ 17 ~

Palabra y la celebración de los Sacramentos? Sin embargo, no basta con que el sacerdote realice dicha tarea como simple “ejecutor” de la misma, sino que ha de tomar conciencia de ella, porque de esta toma de conciencia se deriva la disponibilidad para el servicio. La “disponibilidad” es la actitud básica y previa para el servicio. Un servicio realizado de forma puntual y coyuntural es fácil y no encierra mayor compromiso. Lo importante es consolidar la actitud de la disponibilidad, capaz de sustentar una conducta servicial como estilo de vida. Se trata, pues, de que el sacerdote descubra y asuma su dimensión ministerial.

15. El ejercicio pastoral de cada día puede adormecer la conciencia y, en consecuencia, realizar el ministerio mecánicamente. Una terapia espiritual ante tal posible riesgo es que el sacerdote se concientice y revitalice su condición de “ministro”. El “olvido” de tal condición ministerial es un riesgo al que el sacerdote está expuesto en una sociedad “descristianizada” como la actual. El Papa, ante el “desierto espiritual” que aflige a la humanidad, advierte a los sacerdotes: “¿Cómo no temer que puedan asechar también a la vida de los sacerdotes? Por eso, es indispensable volver siempre de nuevo a la raíz de nuestro sacerdocio”31. De ahí que el sacerdote tome conciencia de que es “pastor” del pueblo de Dios y evoque espiritualmente los orígenes del ministerio recibido por la “imposición de las manos” (cfr. 1Tm 4,13). Juan Pablo II invita a “que el sacerdote renueve continuamente y profundice cada vez más en la conciencia de ser ministro de Jesucristo, en virtud de la consagración sacramental y de la configuración con él, cabeza y pastor de la Iglesia”32

. La función “ministerial” es función de servicio, tarea imposible de realizar, si no es desde una interior disponibilidad, que supere toda dificultad y excusa para la misión. Difícilmente, se puede tomar una postura de servicio en la pastoral, si el ministerio no es percibido como “don”. La gratuidad de lo recibido invita a la gratuidad de los que se da: “Dad gratis lo que habéis recibido gratis” (Mt 10,8). Ser “ministro” es, pues, ser servidor. No tiene sentido el sacerdocio, si no es para “servir”, y esto no es posible si no lo sustenta una actitud de “disponibilidad” .

31 BENEDICTO XVI, Encuentro con Clero de Roma (13/5/05) 32 PDV. 25

~ 18 ~

El celibato como disponibilidad para la misión.

16. Es coherente traer a colación el celibato por su relación con el servicio pastoral. Efectivamente, el celibato, entre otros valores, encierra el valor de la disponibilidad interior y exterior para el servicio. San Pablo, desde su experiencia de consagración y dedicación plena al ministerio, lo valora “como un bien” (cfr. 1Co 7,25). Vivir el celibato como disponibilidad obliga a superar toda actitud posesiva –vg. dinero, bienestar, posesiones, etc-, y a vivir la libertad respecto a toda dependencia que impida dedicación al servicio del Reino. “Esta disponibilidad -afirma el Papa-, que es don del Espíritu Santo, es la que inspira la decisión de vivir el celibato por el Reino de los cielos, el desprendimiento de los bienes de la tierra, la austeridad de vida y la obediencia sincera y sin disimulo”33

17. Además de su dimensión escatológica, el celibato es una forma de “consagración” que posibilita la disponibilidad para la misión pastoral. De este modo –dice el Concilio- los presbíteros “proclaman ante los hombres que quieren dedicarse indivisamente a la misión que se le ha confiado”

. Sería un engaño espiritual y pastoral valorar el celibato como exclusivamente referido a la sexualidad. La “consagración” y la “misión” requieren un corazón libre, un espíritu disponible y una actitud de servicio.

34. A la luz de lo dicho, es fundamental, y pastoralmente necesario, que el sacerdote revise su compromiso por el celibato, también, desde esta perspectiva de servicio a la comunidad. Toda actitud en el sacerdote que dificulte la disponibilidad está enturbiando el pleno sentido del celibato y entorpeciendo la función ministerial. Por el celibato, dice el Papa, “no nos consagramos al individualismo o a una vida aislada”35; consecuentemente, el sacerdote debe “ponerse verdaderamente al servicio del Señor con la totalidad del propio ser y estar así mismo totalmente disponible a disposición de los hombres”36

. Es evidente, pues, la relación teológica y pastoral entre celibato y disponibilidad para el servicio.

33 BENEDICTO XVI, Homilía a los seminaristas en Madrid (20-8-11). 34 LG, 16. 35 BENEDICTO XVI, Vísperas con sacerdotes (Austria 9/9/07) 36 BENEDICTO XVI, Encuentro con Clero de Bolzano (6/8/08)

~ 19 ~

CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

a) ¿Te sientes “hombre de Iglesia”, esto es: • Vives en comunión con el Magisterio, conociendo y

asumiendo la doctrina conciliar, la doctrina social de la Iglesia y los últimos documentos pontificios?

• Estas abierto –en sintonía y colaboración- a las necesidades, problemas e inquietudes pastorales de la Iglesia universal?

b) ¿Asumes en tu ejercicio pastoral una postura “ministerial”, esto es,

de servicio o, por el contrario, prevalecen actitudes despóticas, arbitrarias, subjetivas, en contraposición al ejemplo de Jesús en el lavatorio de los pies?

c) ¿Llevas a la oración y al examen de conciencia tu actitud de

“disponibilidad” como exigencia del “don” del sacerdocio y expresión de la opción por el celibato?

~ 20 ~

EL PÁRROCO, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO

“El párroco es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de fieles laicos, conforme a la norma del derecho (c. 519). “El párroco está obligado a procurar que la palabra de Dios se anuncie en su integridad a quienes viven en la parroquia; cuide por tanto de que los fieles laicos sean adoctrinados en las verdades de la fe, sobre todo mediante la homilía, que ha de hacerse los domingos y fiestas de precepto, y la formación catequética…” (c. 528. § 1). “Esfuércese el párroco para que la santísima Eucaristía sea el centro de la comunidad parroquial de fieles; trabaje para que los fieles se alimenten con la celebración piadosa de los sacramentos, de modo peculiar con la recepción frecuente de la santísima Eucaristía y de la penitencia…” (c. 528. § 2). “Para cumplir diligentemente su función pastoral, procure el párroco conocer a los fieles que se le encomiendan; para ello, visitará las familias, participando de modo particular en las preocupaciones, angustias y dolor de los fieles por el fallecimiento de seres queridos, consolándoles en el Señor y corrigiéndoles prudentemente si se apartan de la buena conducta; ha de ayudar con pródiga caridad a los enfermos, especialmente a los moribundos, fortaleciéndoles solícitamente con la administración de los sacramentos y encomendando su alma a Dios; debe dedicarse con particular diligencia a los pobres, a los afligidos, a quienes se encuentran solos, a los emigrantes o que sufren especiales dificultades; y ha de poner también los medios para que los cónyuges y padres sean ayudados en el cumplimiento de sus propios deberes y se fomente la vida cristiana en el seno de las familias (c 529 § 1). “Reconozca y promueva el párroco la función propia que compete a los fieles laicos en la misión de la Iglesia, fomentando sus asociaciones para fines religiosos. Coopere con el Obispo propio y con el presbiterio diocesano, esforzándose también para que los fieles vivan la comunión parroquial y se sientan a la vez miembros de la diócesis y de la Iglesia universal, y tomen parte en las iniciativas que miren a fomentar esa comunión y la consoliden” (c 529 § 2).

~ 21 ~

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad de fe y educadora de la fe37

18. La parroquia es definida, también, como una “comunidad de fe”. Pero, cuando afirmamos que “la parroquia es también una “Comunidad de fe”, estamos incluyendo en su naturaleza, al menos, dos rasgos esenciales: primero, que se trata de una comunidad de fieles, esto es, una comunidad cristiana …. y, segundo, que la parroquia tiene como tarea evangelizadora el transmitir y educar la fe de sus miembros, porque ella es el “ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe”

38

37 Remitimos al tema 1 del Documento “Perfil Pastoral de la Parroquia” (Huelva, 2010).

. Por tanto, el sacerdote, pastor que sirve y guía a la comunidad cristiana, debe tomar conciencia de que el factor constitutivo de la comunidad a la que sirve es la fe, y ésta es también el factor constitutivo del ministerio pastoral que realiza. De ahí que centremos nuestra atención en resaltar que, quien es pastor de una comunidad de fe, es, de manera especial y específica,

38 DGC 257.

ESQUEMA DEL TEMA II

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad de fe y educadora de la fe EL SACERDOTE, TESTIGO DE FE PARA LA COMUNIDAD

El sacerdote, cristiano entre cristianos: Redescubrir el Bautismo. Testigo creíble como “hombre creyente” y “hombre de Dios”. Creyente de lo que celebra.

EDUCADOR DE LA FE Función educadora del sacerdote Catequista responsable de la catequesis parroquial

MAESTRO DE LA PALABRA Servidor de la Palabra Oyente de la Palabra Evangelizador por la Palabra

II. PASTOR DE UNA COMUNIDAD DE FE Hombre de fe, creyente de lo que celebra,

testigo de lo que anuncia

~ 22 ~

hombre de fe. Destacamos, pues, a continuación, diferentes rasgos que caracterizan el perfil del sacerdote en cuanto pastor de una comunidad cristiana.

EL SACERDOTE, TESTIGO DE FE PARA LA COMUNIDAD

El sacerdote, cristiano entre cristianos: redescubrir el bautismo.

19. En verdad, el sacerdote antes que nada es un “fiel”, un cristiano”, un “bautizado, y, desde esta vocación bautismal, el sacerdote, parafraseando a S. Agustín, puede decir a la comunidad a la que sirve: “Para vosotros soy “pastor”, con vosotros soy cristiano”39. El sacerdote comparte con la comunidad cristiana el mismo credo: “Un Señor, una fe, un bautismo” (Ef 4,5), y la misma “vocación” a la santidad”40. Afirma Juan Pablo II: “Esta vocación se fundamenta en el bautismo, que caracteriza al presbítero como un “fiel” (Christifideles), como un hermano entre hermanos, inserto y unido al pueblo de Dios, con el gozo de compartir los dones de la salvación”41

20. La vida sacerdotal se engrandece en la medida que se profundiza la fe bautismal. Consecuentemente, una meta espiritual del sacerdote ha de ser la de revisar su condición de creyente, de hombre de fe, de bautizado. Pudiera parecer extraño exigir al sacerdote que redescubra el bautismo; sin embargo, es la base y fundamento de la misma especificidad del ministerio sacerdotal. El Concilio afirma que “el sacerdocio de los presbíteros supone, ciertamente la iniciación cristiana”

.Por el Bautismo –vocación primera en la vida cristiana- el sacerdote –como todo bautizado- queda integrado a la Iglesia, goza de la paternidad-filiación divina y participa del sacerdocio común. Por el sacramento del Orden –vocación segunda- el sacerdote participa del sacerdocio ministerial, actuando en la “persona de Cristo Cabeza”. ¿Cómo vivir en plenitud la vocación segunda, si la primera queda diluida en su identidad? ¿Cómo ejercer el servicio ministerial, si como cristiano el sacerdote no vive un compromiso existencial?

42

39 Cfr. PDV, 20

. ¿Se trata sólo de un requisito jurídico y canónico para poder recibir el sacramento del Orden? Aunque así fuera, los sacramentos de la iniciación cristiana han de impregnar de plenitud la vida del sacerdote que, ante que tal, es

40 Cfr. LG, 41 41 PDV, 20. 42 PO, 2.

~ 23 ~

“cristiano”. Vivir la especificidad del ministerio presbiteral conlleva la exigencia de vivir la especificad de la vida cristiana, que nace en el Bautismo y alcanza su plenitud con los otros sacramentos de la iniciación cristiana. Quien es animador e impulsor de la iniciación cristiana de sus fieles ha de ser un testigo de la misma.

Testigo creíble como “hombre creyente” y “hombre de Dios”

21. La fe, por su propia naturaleza, ha de ser testimoniada. Con más razón, si cabe, el pastor de una comunidad de fe ha de ser para dicha comunidad un testigo de fe en Cristo. El sacerdote, que sirve a una parroquia, es muy consciente de que ésta, teológicamente, es una “comunidad cristiana”, pero también sabe que, pastoralmente, es una comunidad debilitada en la fe por la falta de evangelización. El ambiente de secularización ha tocado de tal manera los fundamentos mismos de la fe del pueblo cristiano que “grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe”43. Este diagnóstico reclama de su pastor el testimonio personal de fe. Es bien sabido que la revitalización y renovación de la parroquia esta condicionada, en una gran parte, por el sacerdote que la pastorea. Su vida y su ejercicio ministerial son determinantes para la vida parroquial”44

22. El sacerdote ha de vivir la fe desde una doble condición: como bautizado y, en cuanto tal, miembro de una comunidad; y como consagrado por el Orden y, por tanto, pastor de la misma. Los fieles de la parroquia tienen derecho a contemplar en su pastor a un hombre de Dios, a un “guía espiritual”, cuya misión no es otra, en síntesis, que llevar los hombres a Dios. Efectivamente, el “sacerdote es ante todo, hombre de Dios y su tarea básica es acercar los hombres a Dios, vincularlos a Él, acompañarles en el camino de su búsqueda, saber despertar la tendencia más honda del corazón humano, la de ser “buscador de Dios”

. El ser cristiano “con” y “entre” los cristianos es una interpelación para el sacerdote a vivir el don de la fe como un compromiso ejemplarizante. El ministerio pastoral impele al sacerdote, por una parte, a compartir con los demás cristianos el vivir “arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2,7); y, por otra, a seguir el consejo de S. Pablo a Timoteo: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor Jesucristo” (2Tm, 1,8).

45

43 RM, 34

. De ahí que, por el testimonio, sea un referente de “hombre creyente”, un guia espiritual,

44 PDE, p.28 45 SyE, 88, cfr. CT, 57

~ 24 ~

cuya vida sea reflejo del seguimiento a Jesucristo. La fe del sacerdote, su compromiso de “creyente” ha de manifiestarse y expresarse en actitudes pastorales. Así lo explicita el Papa: “Yo pienso que lo más importante es que los fieles puedan ver que este sacerdote no desempeña sólo un «oficio», haciendo horas de trabajo, y luego está libre y vive sólo para sí mismo, sino que es un hombre apasionado de Cristo, que lleva dentro el fuego del amor de Cristo”46. Viene al caso el testimonio de D. Manuel González quien afirma: “El sacerdote no tiene horas de sacerdocio, como el empleado las tiene de oficina. Es sacerdote de día y de noche, en casa y en la calle, en sus bromas y en sus seriedades, entre sus feligreses y entre sus amigos, en sus negocios y en sus obras de celo. En una palabra, no es un hombre y un sacerdote, es esto: un hombre sacerdote”47

Creyente de lo que celebra.

. El testimonio del trabajo y dedicación al ministerio es lo suficientemente elocuente para ser ejemplarizante como “hombre de Dios”. Por otra parte, las palabras de Santiago: “…la fe sin obra es un cadáver” (St 2,26), han de tener una resonancia especial en quien es rector, guía y pactor de una comunidad de fieles.

23. El ejercicio ministerial, por otra parte, reclama del sacerdote una vivencia profunda de fe, porque la condición de “ministro” responde a una “consagración” y a una “misión”48, dimensiones que sólo tienen sentido y fundamento en la fe. El sacerdote ha de ser creyente de lo que celebra, incluyendo en esta afirmación un fuerte aldabonazo a la conciencia y una seria interpelación al examen sobre el ejercicio ministerial. No se puede olvidar que el ámbito de su actividad pastoral está caracterizado por el “misterio”, por lo trascendente, por lo sagrado. La centralidad de la celebración, que realiza “en nombre de Cristo Cabeza”49

46 BEDICTO XVI, Dialogo con los sacerdotes (10/6/2010).

, es el misterio pascual. Tal misterio reclama una profunda fe en el celebrante. De ahí que la fe en el sacerdote, por muy elemental y básica que sea, no se pueda dar por supuesta. Hay que redescubrirla, profundizarla, personalizarla, comprometerse con ella.

47 M.GONZÁLEZ, Obras Completa, T II, p. 32. 48 Cfr. PO, 2 49 Ibíd.

~ 25 ~

24. La fe, cuando se hace vida, abre las puertas al Espíritu, quien ilumina y llena de gozo toda la existencia y el ministerio. Por el contrario, el debilitamiento de la fe en el ejercicio pastoral lleva al sacerdote a actuar ministerialmente como simple “profesional”, si es que no sucumbe en una sombría existencia abocada a la desilusión y al pesimismo. Es evidente que todo el ejercicio ministerial del presbítero se sustenta en la fe. Cuando el sacerdote, en la celebración de la Eucaristía, se dirige a la comunidad, anunciando: “Este es el sacramento de nuestra fe”, ¿desde qué actitud de fe el sacerdote proclama ese misterio? Tal proclamación ¿no está exigiendo que el ministro actualice su propio acto de fe? De no ser así, el sacerdote interviene más como un “actor” que como “ministro” al que corresponde ejercer “el oficio de Cristo, Cabeza y Pastor”50

EL SACERDOTE, EDUCADOR DE LA FE

. Por tanto, todo ejercicio ministerial reclama una consciente actualización y renovación de la fe. La condición humana del sacerdote está expuesta a la tentación, a la duda, a la perplejidad, etc., y, como los apóstoles, deberá orar, diciendo: “Señor, auméntanos la fe”? (Lc 17,5). Sólo con una fe viva y adulta cabe comprender y vivir los misterios de la salvación, que el sacerdote celebra, actualiza y administra por el ministerio presbiteral.

Función educadora del sacerdote en la celebración. 25. La parroquia constituye “un espacio comunitario muy adecuado para que el

ministerio de la Palabra ejercido en ella sea, al mismo tiempo, enseñanza, educación y experiencia vital”51. Estas dimensiones del ministerio de la Palabra, que se realizan en la comunidad parroquial, convierten a su pastor en “educador de la fe”. Su misión pastoral y educadora se concreta en conducir a cada uno de los fieles a su plenitud cristiana52

50 Cfr. PO, 6.

, de la que él debiera ser testigo, como hemos dicho. Toda celebración del culto, en general, y de los sacramentos, en particular, encierran un valor catequético y, por tanto, educativo, que el sacerdote ha de saber desarrollar como celebrante: “De poco aprovecharán las ceremonias, por

51 DGC, 257; cfr. PDE, 14. 52 Cfr. PO, 6.

~ 26 ~

bellas que fueren…, si no se ordenan a educar a los hombres para que alcancen la madurez cristiana”53

26. El ejercicio ministerial de pastor y liturgo es, fundamentalmente, “educativo”, faceta que radica en la misma naturaleza ontológica y simbólica del gesto sacramental o cultual. Ahora bien, el ministro del culto, de la Palabra o de los Sacramentos, es educador y maestro no de su “enseñanza”, sino de un mensaje y de un acontecimiento que le han sido dados en razón de su “consagración para la misión”

.

54. Desentrañar y aflorar, pues, la significación simbólica y sacramental de la celebración es una labor educativo-catequética ineludible del pastor de una comunidad. El perfil, por tanto, del sacerdote como educador de la fe es connatural al ejercicio ministerial; así lo demanda la comunidad a la que sirve. Mal servicio pastoral haría el sacerdote a la educación de la fe de la comunidad, si pierde la perspectiva catequética que toda celebración encierra. Se estaría acrecentando la pasividad celebrativa de la comunidad, muy contraria a la participación “consciente, activa y fructuosa” que el Concilio pide para los fieles55. El sacerdote, además, debe descubrir que el “gustar” y “saborear” la dimensión mistérica de la celebración es una fuente de vida, de gracia y de sabiduría para su vida espiritual. En efecto, “los presbíteros conseguirán de manera propia la santidad ejerciendo sincera e incansablemente sus ministerios en el Espíritu de Cristo”56

Catequista responsable de la catequesis parroquial

.

27. Mención especial merece la responsabilidad educadora del sacerdote en relación a la catequesis, que es de por sí. “una acción educativa” que afecta a toda la comunidad57

53 PO, 6.

. Consecuentemente, el pastor de esa comunidad ha de asumir responsablemente la función de catequista y formador de catequistas, desde su propia función de guía de la comunidad. El Directorio General de Catequesis resalta este deber de los sacerdotes, afirmando que “los presbíteros fomentan la vocación y tarea de

54 PDV, 24. 55 Cfr. SC, 11. 56 PO, 13. 57 Cfr. DGC, 220.

~ 27 ~

los catequistas, ayudándoles a realizar una función que brota del Bautismo y se ejerce en virtud de una misión que la Iglesia les confía”58. Nada más lejos de la responsabilidad pastoral del sacerdote que relegar la actividad catequética a los catequistas, abandonándolos a su suerte, sin apoyo humano ni pastoral, cuando es al párroco a quien por naturaleza y misión le corresponde “fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y, como “catequista de catequistas”, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos”59. La confianza, que el sacerdote pone en los catequistas y en la función que realizan, es fundamental, y es de agradecer; pero, a veces, tal “confianza”, más que un reconocimiento humano y pastoral, es el “escape” para desentenderse de una responsabilidad que le compete como pastor. La asistencia y acompañamiento son tareas ineludibles del sacerdote. En el Plan Diocesano de Evangelización (PDE) se dice respecto al párroco: “Asumir la misión de pastor y guía de la comunidad, realizando las siguientes tareas: animar la labor de los agentes pastorales; coordinar las distintas actividades, y hacerse presente en la vida apostólica de la parroquia”60

MAESTRO DE LA PALABRA

. Sin la presencia pastoral del sacerdote, los agentes pastorales se convierten más en “ejecutores”, que en miembros de una comunidad que evangeliza.

Servidor de la Palabra.

28. El ministerio de la Palabra forma parte del “tria munera” de la que es partícipe el sacerdote, ya que, en razón de su consagración sacramental, “participa de la autoridad con la que Cristo mismo enseña, santifica y rige su Cuerpo”61. Explicitamente afirma el Papa en “Pastores dabo vobis”: “En una palabra, los presbíteros existen y actúan para el anuncio del evangelio al mundo y para la edificación de la Iglesia, personificando a Cristo, cabeza y pastor, y en su nombre”62

58 DGC, 224.

. Como pastor, pues, de una comunidad, el ejercicio del ministerio de la Palabra alcanza una importancia sigular en cuanto que su proclamanción es esencial para suscitar la fe y/o alimentarla. Es necesario evocar, al respecto, las palabras

59 DGC, 225. 60 PDE, Ob1-act.1. 61 PO, 2; cfr. PDV, 21. 62 PDV, 15; cfr. VD, 80.

~ 28 ~

de S. Pablo: “La fe nace del mensaje que se escucha y la escucha viene a través del mensaje de Cristo” (Rm 10,17). La fe, por tanto, de la comunidad está condicionada, en su despertar y en su crecimiento, por el ejercicio ministerial del sacerdote en “predicar” la Palabra. “El Pueblo de Dios se reúne, ante todo, por la palabra de Dios vivo, que con todo derecho hay que esperar de la boca de los sacerdotes”63

Oyente de la Palabra.

. La trascendencia de esta misión y la correlación fe-palabra interpelan al sacerdote y, en cierta manera, le “acusan” en la medida que no le da respuesta evangelizadora adecuada a la falta de fe de nuestro pueblo. El deficit de evangelización de muchos bautizados, que integran nuestra comunidad parroquial, reclama, por parte del pastor, una toma de conciencia de tal situación y una toma de postura en coherencia con la misma.

29. La primera exigencia, respecto a dicha toma de postura ante el ministerio de la Palabra, es la de ser “oyente de la Palabra”. La carta Apostólica NMI dice. “Alimentarnos de la Palabra para ser “servidor de la palabra” en el compromiso de la evangelización, es indudablemente una prioridad para la Iglesia al comienzo del nuevo milenio” 64. Nos movemos en la misma línea que antes decíamos del sacerdote “hombre de fe”. No se trata de una afirmación supérflua, sino que forma parte de la razón de ser de la misión profética, que exige a quien goza de tal ministerio que “antes de ser trasnmisor de la Palabra…tiene que ser oyente de la Palabra”65. ¿Cómo podría hablar de Dios quien no vive de Dios? ¿Cómo podría ser profeta de la Buena Nueva quien no ha experimentado su “novedad”? La comunidad, que “escucha” por mediación de su pastor el mensaje de la Palabra de Dios, se sentirá interpelada por dicha Palabra, si el anuncio le viene de un testigo y no de un simple maestro de sabiduría humana66, ya que la “Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio”67

63 PO, 4.

. El oyente de la Palabra es interpelado por la misma Palabra y, en cuanto tal, está llamado a darle una respuesta personal. La predicación, no avalada por una interiorización de la Palabra predicada, corre el peligro de ser una siembra en el “camino”, sin posibilidad de

64 NMI, 40. 65 VD, 79. 66 Cfr. EN, 41. 67 EN. 21.

~ 29 ~

crecer. “Por eso, el serdote mismo debe ser el primero en culivar una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios”68. El pastor de la comunidad no puede olvidar ni descuidar que “la santidad misma de los presbíteros contribuye en gran manera al ejercicio frutusoso del propio ministerio”69, en concreto, del ministerio de la Palabra. La no respuesta de los fieles a la Palabra proclamada es, en última instancia, de su responsabilidad; pero, no por eso, el sacerdote puede descuidar su responsabilidad como “oyente de la Palabra”: “Para ser eficaz, la predicación delos ministros requiere estar firmemente fundada sobre su espíritu deoración filial:”sit orator, antequam dictor””70

Evangelizador por la Palabra

.

30. Quien es pastor de una comunidad cristiana, pero insuficientemente evangelizada, ha de asumir la evangelización como una tarea pastoral prioritaria que ha de tener como objetivo: despertar la fe, fortalecer la fe, profundizar la fe de la comunidad. Y como tareas específicas para tales objetivos: Anunciar el kerigma, proyectar procesos catequéticos de inspiración catecuimenal y garantizar la formación permente teológico-biblica 71. El perfil del pastor, que evangeliza por la palabra, ha de poner toda su atención en centralizar el anuncio en el kerigma, esto es, en la esencia del mensaje cristiano. Afirma la E.N.: “No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre,, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios” 72

31. Con el fin de garantizar una tarea evangelizadora por la palabra, es fundamental ejercer una cooordinación sobre el mensaje que se transmite en los actos de culto, v.g.: novenas, quinarios, trinduos, etc. Se trata de prever y programar un proyecto de predicación que dé respuesta evangelizadora a las necesidades formativas de la comunidad.

. Esta dimensión evangelizadora de la predicación ha de ser una prioridad en el ministerio profético del sacedote. En este sentido, toda predicación programada en la parroquia debiera realizarse con este esquema evangelizador.

68 VD, 80; cfr. VD, 79. 69 PO, 12 70 PMP, p.34 71 Cfr. PPP, 12. 72 EN, 22.

~ 30 ~

El sacerdote, pastor de la comunidad cristiana, ha de tener muy presente el siguiente planteamiento del Concilio: “En las regiones o núcleos no cristianos, los hombres son atraídos a la fe y a los sacramentos de la salvación por el mensaje evangélico; pero en la comunidad cristiana, atendiendo, sobre todo, a aquellos que comprenden o creen poco lo que celebran, se requiere la predicación de la palabra para el ministerio de los sacramentos, puesto que son sacramentos de fe, que procede de la palabra y de ella se nutre”73. La dimensión, pues, evangelizadora de la Palabra anunciada ha de tener en cuenta a unos destinatarios poco iniciados en la fe. En síntesis, el sacerdote “es ministro de la palabra evangelizadora, que invita a todos a la conversión y a la santidad; ministro de la palabra cultual, que ensalza la grandeza de Dios y da gracias por su misericordia; es ministro de la palabra sacramental, que es fuente eficaz de gracia”74

.

73 PO, 4 74 PPGCP, 9

CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

a) ¿Eres, entre los fieles de tu comunidad, un testigo “creíble” por

tu vida cristiana?

b) Como pastor y guía espiritual de tu comunidad, ¿eres un ejemplo como “hombre de Dios” y creyente de los misterios que celebras o, más bien celebra como un “actor”?

c) ¿Asumes con responsabilidad pastoral la catequesis parroquial, así como la tarea de promover y formar catequistas y coordinar su labor?

d) ¿Qué valor pastoral, evangelizador y catequético das a la

predicación en tu parroquia? ¿Te preocupas de que haya un proyecto de anuncio y de predicación?

~ 31 ~

ESQUEMA DEL TEMA III

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad “celebrante” de la fe MISIÓN ESPECÍFICA DEL SACERDOTE EN LA CELEBRACIÓN DE LA FE

Ministro de la celebración litúrgica. Imbuido por el Misterio que celebra. Con talante trascendente y ministerial

CENTRALIDAD DE LA EUCARISTÍA EN EL DÍA DEL SEÑOR El sacerdote pastor que convoca y preside la Eucaristía en el Día del Señor.

Responsabilidad pastoral del párroco. El sacerdote, ministro de la Palabra en la celebración LOS SACRAMENTOS EN LA VIDA DE LA PARROQUIA

Los sacramentos de la Iniciación Cristiana: reflexión e intervención pastoral. Ministro de la reconciliación sacramental. Ministro “sanador” por la unción.

Al servicio de la pastoral matrimonial y familiar. Actitudes pastorales de coherencia y flexibilidad en la administración sacramental.

ACCIÓN PASTORAL Y PIEDAD DEL PUEBLO CRISTIANO El párroco, educador de la piedad del pueblo. Pedagogía de la evangelización. Meta evangelizadora: cuidado y vigilancia.

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad “celebrante” de la fe75

32. La comunidad cristiana es por propia naturaleza una comunidad que celebra la fe. Por el Bautismo todos los fieles, que integran la comunidad, participan del sacerdocio de Cristo y, de ahí, que toda ella sea, en cierta manera, “ministro celebrante”, o como dice el Catecismo, “toda la asamblea es "liturgo", cada cual según su función, pero en "la unidad del Espíritu" que actúa en todos”76

75 Remitimos al Tema 3 del Documento “Perfil Pastoral de la Parroquia” (Huelva, 2010).

. En otro lugar afirma también el

76 CIC, 1144

III. PASTOR DE UNA COMUNIDAD QUE CELEBRA LA FE Ministro del culto para gloria de Dios

y santificación de los hombres

~ 32 ~

Catecismo:“Es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza quien celebra”77. Esta dimensión comunitaria del sujeto de la celebración no significa identidad de funciones en los miembros de la comunidad, sino que queda bien definido el rol litúrgico del sacerdote y de los fieles. Ya S. Pablo sale al frente, diciendo que "todos los miembros no tienen la misma función" (Rm 12,4). En efecto: “Algunos son llamados por Dios en y por la Iglesia a un servicio especial de la comunidad. Estos servidores son escogidos y consagrados por el sacramento del Orden, por el cual el Espíritu Santo los hace aptos para actuar en representación de Cristo-Cabeza para el servicio de todos los miembros de la Iglesia”78. El sacerdote, pues, en la “comunidad celebrante”, realiza un oficio especial de “presidencia”, puesto que el “ministro ordenado es como el "icono" de Cristo Sacerdote”79

. El sacerdote, actuando “en persona de Cristo Cabeza”, preside los actos sacramentales. Destacamos pues, algunos de los rasgos que lo caracterizan como pastor y ministro del culto.

MISIÓN ESPECÍFICA DEL SACERDOTE EN LA CELEBRACIÓN DE LA FE

Ministro de la celebración litúrgica.

33. “Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia”80. La afirmación conciliar pone de manifiesto no sólo la excelencia del acto celebrativo, en sí mismo considerado, sino también la “excelencia” del ministerio de quien realiza tal acción litúrgica. El sacerdote ejerce la misma función sacerdotal que Cristo Sacerdote. De hecho, los sacerdotes, por el carácter sacramental, “quedan configurados con Cristo sacerdote, de suerte que puedan obrar como en persona de Cristo cabeza”81

77 CIC, 1140

. Esta reflexión nos lleva a una exigencia, que se hace más obligada y necesaria cuanto más difuminada está en el sacerdote la conciencia de ser ministro celebrante de la acción litúrgica. Hemos de reconocer que el mismo proceso de secularización, que afecta al interior de la Iglesia, debilita la espiritualidad sacerdotal y, consecuentemente, la acción litúrgica puede quedar reducida a simple acto ritual por la inercia de la costumbre.

78 CIC, 1142; cfr PO 2 y 15. 79 CIC, 1142 80 SC 7. 81 PO, 7; cfr. LG, 10

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Reconocer que la celebración litúrgica es la “acción sagrada por excelencia”, está resaltando igualmente –como hemos dicho- la “excelencia” del ministerio del presbítero, consagrado para tal misión. En efecto, el mismo Señor, “de entre los fieles instituyó a algunos por ministros, que en la sociedad de los creyentes poseyeran la sagrada potestad del orden para ofrecer sacrificios y perdonar los pecados, y desempeñaran públicamente el oficio sacerdotal por los hombres en nombre de Cristo”82

El “misterio”, núcleo de la celebración.

. Es verdad que esta “excelencia” ministerial no es de poder humano o social, sino de servicio santificador.

34. El sacerdote, que preside la acción litúrgica, ha de imbuirse en las profundidades del misterio que se celebra. Cada celebración es un “kairós”, que envuelve al celebrante. “El «misterio» requiere ser vivido por el presbítero. Por esto exige gran vigilancia y viva conciencia”83.Tal vivencia no es posible, si el sacerdote no penetra en el contenido de los signos, gestos, palabras y función ministerial. No deja de ser curioso que el Concilio, desde la solemnidad del Decreto “Sacrosanctum Concilium”, sugiera la necesidad de ayudar a los sacerdotes para que lleguen a “comprender cada vez más plenamente lo que realizan en las funciones sagradas, a vivir la vida litúrgica y comunicarla a los fieles a ellos encomendados”84. Este sencillo y breve mensaje conlleva tres obligaciones: a) “comprender” lo que celebra. Es una llamada de atención ante el peligro de celebrar con una actitud de superficialidad, ritualista, sin fundamento teológico, con desconocimiento de la dimensión simbólica, sacramental y mistérica de lo que celebra. Sería, realmente, grave celebrar con esta actitud; por eso, el Concilio impele a que haya una preparación litúrgica, sobre todo, en los ministros de la celebración85

82 PO, 2

. b) “vivir la vida litúrgica”. No basta con una preparación teológico-litúrgica, sino que la celebración ha de ser vivida, que el sacerdote se identifique con el misterio que celebra, que la función ministerial, de verdad, sea un actuar “en persona de Cristo Sacerdote”. Pretende evitar el peligro de convertir la acción litúrgica en un acto social, en una representación “teatral”. Exige, pues, una actitud profunda de fe. c) “comunicarla a los fieles” es la

83 PDV, 25 84 SC, 18 85 Cfr. SC, 17.

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responsabilidad que le confiere el ser pastor y guía de la comunidad, porque también los fieles son “celebrantes” que deben “comprender” y “vivir” lo que celebran, de forma que “participen en ella consciente, activa y fructuosamente”86

Con talante trascendente y ministerial

.

35. La “dignidad” celebrativa con la que debe actuar el sacerdote no es una cuestión de estética, aunque también puede haberla, sino que se trata de un “hacer” cultual y sacramental, que tiene como referencia la gloria de Dios y la santificación de los hombres. Efectivamente, la celebración litúrgica, que realiza el sacerdote, es considerada como “el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo”87, a través del cual “Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados”88. La naturaleza de la acción litúrgica, “por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra redención”89, necesariamente impone al celebrante un talante trascendente y ministerial en coherencia con la representación que ostenta y los fines salvíficos que pretende. En este sentido, y como ya se ha dicho, es esencial “que el sacerdote renueve continuamente y profundice cada vez más la conciencia de ser ministro de Jesucristo”90. La condición de “ministro”, que actúa “in-persona Christi Capitis”, obliga al sacerdote a revestirse moralmente de la persona a la que representa. El sacerdote celebrante ha de superar el orden de la realidad inmediata, trascenderla, para realizar la función sacerdotal de Cristo Sacerdote. De ahí que “la disposición creyente del ministro deberá ir siempre acompañada de una excelente calidad de la celebración, bajo el aspecto litúrgico y ceremonial, no en busca del espectáculo…”91

36. Es fundamental que el contexto celebrativo ayude a vivir la dimensión trascendente y mistérica del culto. El papa afirma que “para la comunidad es imprescindible el testimonio del sacerdote orante, que proclama la trascendencia y se sumerge en el misterio de Dios”

.

92

86 SC 11.

. Sin embargo, la realidad es que, a veces, el sacerdote descuida en la celebración los

87 SC, 7 88 Ibíd. 89 SC,2. 90 PDV, 25 91 DMVP, p.45. 92 BENEDICTO XVI, Visita A.L. con los obispos de México (23-9-05)

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elementos más básicos de toda acción sagrada, esto es: silencio interior, respeto a la comunidad, invitación a la trascendencia, contemplación del misterio, participación de los fieles, etc. El celebrante es “puente” entre el “misterio”, que celebra, y la comunidad celebrante; más aún, es dispensador del misterio o, como dice S. Pablo: “administradores de los misterios de Dios” (1 Cor 4,1). Urge, pues, que el sacerdote reflexione sobre su “modus celebrandi”. En el PDE se recoge como actividad la siguiente: “Revisar las celebraciones litúrgicas, centrando la reflexión, fundamentalmente, en la figura del presidente (gestos, espiritualidad, dignidad, actitud ante el misterio, en definitiva, el “ars celebrandi”) y su repercusión ante la comunidad”93. No se puede olvidar que “la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza”94. Merece, por tanto, que el sacerdote alcance una mayor conciencia del ministerio litúrgico, porque “es fundamental la ejemplaridad del sacerdote celebrante: Celebrar bien constituye una primera e importante catequesis sobre el santo Sacrificio”95. Y, por el contrario: “El que celebra mal, manifiesta la debilidad de su fe y no educa a los demás en la fe”96

CENTRALIDAD DE LA EUCARISTÍA EN EL DÍA DEL SEÑOR

.

El sacerdote pastor que convoca y preside la Eucaristía en el Día del Señor.

37. Todo análisis sociorreligioso -también en nuestra diócesis- resalta que, siendo la misa dominical la celebración litúrgica más significativa de la vida cristiana, sin embargo, es reducido el porcentaje de los que asisten y participan en ella; y lo que áun preocupa más, es que tal conducta responde a una pérdida de conciencia de la esencia de la fe, que es celebrar el misterio pascual comunitariamente y en el Dia del Señor. No hay proporción entre el valor teológico, que encierra la participación en la Eucaristía dominical, y el valor pastoral que, a veces, se le da en la parroquia. De ahí que sea lógica la llamada de atención que hace el Concilio: “Hay que trabajar para que florezca el sentido comunitario parroquial sobre todo en la celebración común de la Misa dominical”97

93 PDE, Obj4-act 8.

.

94 SC, 10. 95 PPM, p.47 96 DMVP, 49. 97 SC 42; cfr. NMI 35.

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Juan Pablo II ratifica tal prioridad de la participación en la Eucaristía como centro del domingo, diciendo: “Es un deber irrenunciable, que se ha de vivir no sólo para cumplir un precepto, sino como necesidad de una vida cristiana verdaderamente consciente y coherente”98. Y, siguiendo la misma línea del Magisterio, Benedicto XVI decía, en Parecida (Brasil), al Episcopado Latinoamericano: “De aquí la necesidad de dar prioridad, en los programas pastorales, a la valorización de la Misa dominical. Hemos de motivar a los cristianos para que participen en ella activamente y, si es posible, mejor con la familia”99.Todos los fieles que integran la comunidad parroquial han de sentirse convocados para celebrar la Eucaristía dominical, “para que la participación en la Eucaristía sea, para cada bautizado, el centro del domingo”100. Es verdad que la asistencia a la Eucaristía ha estado fundamentada y motivada más por el “precepto” que por su valor intrínseco y esencial para la vida cristiana. De ahí que el Papa se haga el siguiente planteamiento: “¿Qué es lo esencial? Lo esencial es nunca dejar pasar un domingo sin un encuentro con Cristo resucitado en la Eucaristía; esto no es una caga añadida, sino que es luz para toda la semana”101. Hacia ese descubrimiento ha de orientar el sacerdote la formación cristiana. Ya el Concilio se hacía eco de esta esencialidad al afirmar: “procuren los párrocos que la celebración del sacrificio eucarístico sea centro y culminación de toda la vida de la comunidad cristiana”102

Responsabilidad pastoral del párroco.

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38. Esta urgencia por descubrir el valor de la misa en el Día del Señor, y la consecuente necesidad de formar e iniciar a los fieles en ella, interpela la función y misión del sacerdote pastor. A él le corresponde afrontar responsablemente esta laguna pastoral en la práctica cristiana de la comunidad parroquial. Es una tarea urgente que los cristianos descubran el acontecimiento pascual semanal, que es el domingo, máxime, cuando es “la sinaxis eucarística el centro de toda la asamblea de los fieles que preside el presbítero”103

98 NMI, 36.

. Varias son, pues, las exigencias pastorales: a) La primera es que el sacerdote tome conciencia de que la Eucaristía

99 BENEDICTO XVI, Al Episcopado Latinoamericano (Parecida 13/5/2007). 100 NMI, 36. 101 BENEDICTO XVI, en “Ecclesia” ( 1/6/11), p. 35. 102 CD, 30. 103 PO, 5.

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dominical es el momento y la celebración en los que mejor se expresa y realiza, por una parte, la función sacerdotal ministerial del sacerdote -que celebra “en persona de Cristo cabeza104“-, y, por otra, el sacerdocio común los fieles -quienes por el bautismo “concurren a la ofrenda de la Eucaristía”105; b) La Eucaristía es la convocatoria a vivir la unidad y comunión eclesial de la comunidad cristiana, de la que el sacerdote es pastor y guía. La comunidad parroquial, a veces, está caracterizada por grupos enclaustrados, tensiones pastorales, protagonismos excluyentes, etc. Ante esta realidad, la celebración de la Eucaristía, expresión de la unidad, ha de ejercer una función claramente catequética y educadora de la comunión de todos y entre todos los que integran la comunidad. Afirma Juan Pablo II: “La Eucaristía dominical, congregando semanalmente a los cristianos como familia de Dios en torno a la mesa de la Palabra y del Pan de vida, es también el antídoto más natural contra la dispersión”106; c) Urge, por tanto, un replanteamiento pastoral en las parroquias para que la eucaristía dominical ocupe el lugar central del domingo y sea, realmente, expresión del encuentro de los cristianos, ya que “el domingo es la fiesta primordial, que debe inculcarse a la piedad de los fieles”107

39. Una demanda pastoral es que el párroco y sus colaboradores parroquiales revisen cuál es la realidad de la misa dominical y den respuesta a las exigencias litúrgicas básicas, para que “los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente”

.

108. Es importante destacar cómo el Papa, entre las prioridades pastorales del sacerdote, señala como primera el “hacer posible y presente la Eucaristía, sobre todo la dominical, en la medida de lo posible, para todos”109

104 PO,2 ; cf. LG, 10

. Lógicamente, en la hipótesis de haber varias celebraciones, por exigencia pastoral, ha de priorizar una de ellas -la que mejor exprese la presencia de toda la comunidad-, garantizando una mayor participación de los fieles en la liturgia de la palabra, en los cantos, moniciones, ofrendas, etc. Este intento renovador es una tarea dura y difícil por el ambiente secularizado y por cuanto hemos dicho de relajación en la conciencia y práctica de la misa dominical. Sin embargo, es un reto que impone a los párrocos una tarea de nueva evangelización.

105 LG, 10. 106 NMI 36. 107 SC 106; cfr. DD nº 31 ss. 108 SC, 11. 109 BEMEDICTO XVI, Encuentro con sacerdotes en Roma (10-6-10).

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El sacerdote, ministro de la Palabra en la celebración.

40. De una importancia sigular en la celebración del Día del Señor es la “homilía”. Siempre se ha reconocido el valor teológco, litúrgico y pastoral de la homilía, aunque no siempre se le ha prestado la atención que dicha importancia exige. Dice el Concilio: “Se recomienda encarecidamente, como parte de la misma liturgia, la homilía….Más aún, en las Misas que se celebran los domingos y fiertas de precepto con asistencia del pueblo, nunca se omita..”110.Tras poner de relieve la necesidad e importancia de la homilía, queda patente la responsabilidad del párroco. Son muy elocuentes, al respecto, las palabras del Papa: “Se requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado; que se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y pasión”111. Subrayamos dos expresiones: “convicción” y “pasión”, que hacen referencia a la “mente” y al “corazón”. Por una parte, para que haya “convencimiento” de lo que se predica es necesario que la Palabra anunciada cale tan profundamente en el yo del sacerdote, que su mente quede iluminada por ella y su voluntad se adhiera con firmeza y seguridad. Se trata de la Palabra de Dios que envuelve y trasnforma toda la persona. Y, por otra parte, la predicación debe realizarse con la pasión del corazón. El sacerdote ha de sentirse sujeto “destinatario” de la misma Palabra que anuncia, impactado por su mensaje, “herido” en sus entrañas, porque la Palabra es para él, antes que para nadie, una palabra “viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; que penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos;…”(Hb 4,12). El predicador -afirma el Papa- tiene que ser el primero en dejarse interpelar por la palabra de Dios que anuncia”112

41. Es lamentable la opinión que existe en bastantes fieles sobre la pobreza de muchas homilías. La gravedad del hecho queda de manifiesto, cuando el Papa, citando al Sínodo sobre la Palabra, baja hasta concretar cómo preparar la homilía. Interpela a los sacerdotes con estas preguntas: “¿Qué dicen las lecturas proclamadas? ¿Qué me dicen a mí

.

110 SC, 52. 111 VD, 59. 112 Ibíd.

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personalmente? ¿Qué debo decir a la comunidad, teniendo en cuenta su situación concreta?113

LOS SACRAMENTOS EN LA VIDA DE LA PARROQUIA

. El Papa da las claves para que el sacerdote sea auténtico “ministro de la Palabra en la celebración”: fidelidad al mensaje que se proclama, en contraposición a la arbitrariedad de la propia doctrina; fidelidad a la propia coherencia, porque el predicador es testigo y no “vocero” de la Palabra; fidelidad al destinatario, porque se trata de una Palabra que ilumima y salva a todo el hombre. Esta descripción de cómo ha de ser la homilía y toda predicación de la Palabra define con rigor el perfil del sacerdote como pastor de una comunidad que participa en la “mesa de la Palabra y en la mesa del Pan”.

Los sacramentos de la Iniciación Cristiana: reflexión e intervención pastoral.

42. Hemos dicho, anteriormente, que toda la comunidad es “celebrante”. Afirma el Catecismo: “La Iglesia celebra los sacramentos como comunidad sacerdotal estructurada por el sacerdocio bautismal y el de los ministros ordenados.114. En esta comunidad sacerdotal, el presbítero realiza una función de servicio especial, derivada del sacramento del Orden. Sigue afirmando el Catecismo: “El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio bautismal”115. Por tanto, el ministerio pastoral del sacerdote tiene una proyección salvífica en la celebración de los sacramentos que “están íntimamente trabados con la sagrada Eucaristía”116. Especial relieve alcanzan en la vida sacramental de la parroquia los sacramentos de la iniciación cristiana, puesto que: “Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana”117

113 Ibíd.

. Es verdad que son muchas las vicisitudes y experiencias pastorales que ha sufrido la estructura de dichos sacramentos. Sin embargo, sea cual sea la opción pastoral que a nivel diocesano se tome, lo importante es que el sacerdote afronte la celebración de los sacramentos con la seriedad pastoral que requieren. Sabemos que las circunstancias y motivaciones sociales empañan la celebración de tales sacramentos, pero esta misma realidad, y

114 CIC, nº 1132 115 CIC, 1120 116 PO, 5. 117 CIC, 1212

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por esa misma razón, se le exige al sacerdote que, para no dejarse atrapar por tal ambiente, afronte con paciencia, con sentido misionero y en coordinación con los compañeros la tarea evangelizadora que la pastoral sacramental está reclamando.

43. El párroco ha de tomar una postura de presencia y preocupación pastoral sobre la preparación y celebración de tales sacramentos. En cuanto al Bautismo, ¿qué relación existe entre preparación básica y su celebración? ¿No es verdad que su celebración, a veces, parece más un trámite burocrático que un “acontecimiento” sacramental? Se ha divulgado de tal manera la celebración sin la preparación previa suficiente, que ésta ha quedado reducida a una gestión burocrática de “anotar los datos” requeridos. Urge una reflexión más seria al respecto. En cuanto a la Eucaristía, todos somos conscientes del peso social que recae sobre su celebración. Sin negar ni restar gravedad a dicho problema, también hemos de ser conscientes que el sacerdote no puede brillar por su ausencia, sino que ha de hacerse presente como pastor y educador de la fe en el proceso catequético de los que se preparan al sacramento. Ya dijimos que relegar la responsabilidad pastoral presbiteral, descargando su peso en los catequistas, es una forma de “dejación” ministerial. En cuanto a la Confirmación, sabemos que hay una ruptura entre la primera Comunión y la Confirmación. Esto exige una intervención catequética continuada para descubrir y poner de manifiesto la unidad de los tres sacramentos Con razón, el Papa se pregunta si “en nuestras comunidades cristianas se percibe de manera suficiente el estrecho vínculo que hay entre el bautismo, la Confirmación y la Eucaristía”118

. Las distintas y contradictorias actuaciones de los sacerdotes respeto a la celebración de estos sacramentos de la iniciación cristiana se deben, entre otras razones, a la falta suficiente de orientaciones pastorales, pero, también, a la arbitrariedad con que se actúa pastoralmente al margen de la unidad arciprestal o diocesana. En este sentido, la preocupación del pastor ha de explicitarse en asumir y programar el proceso catequético de iniciación cristiana, sobre todo la iniciación a la Eucaristía e iniciación a la Confirmación, como un proceso dinámico y continuado, independientemente de si se sigue el criterio teológico –Confirmación-Eucaristía-, o el criterio pastoral asentado –Eucaristía-Confirmación-.

118 S.Ctatis, 17.

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Ministro de la reconciliación sacramental.

44. Iniciamos el párrafo con estas palabras del Papa: “El ministerio de la Reconciliación es una acto de curación extraordinario, que el hombre necesita para estar sano”119 Dada esta importancia, no podemos echar en olvido el sacramento de la Reconciliación. Somos conscientes del abandono que ya sufre, tanto por parte de los fieles, que descuidan su acercamiento a este sacramento, como por parte del sacerdote, que se ausenta con bastante frecuencia del confesionario. Posiblemente no cabe establecer una relación de causa-efecto entre ambas conductas; pero, ciertamente, el desinterés de los fieles por el sacramento se hace “hábito” en la medida que el sacerdote no hace uso del confesionario como el “altar” de la reconciliación. Esta constatación lleva a exclamar el Papa: “Queridos sacerdotes: No dejéis de hacer el debido sitio al ejercicio del ministerio de la penitencia en el confesionario”120.Y ante el mismo problema de crisis del sacramento, decía Juan Pablo II: “¡No debemos rendirnos, queridos hermanos sacerdotes, ante la crisis contemporánea!”121. El perfil del sacerdote pastor se desdibuja en la medida que el ministerio de la reconciliación, que es de los menos afectados por la presión social, queda fuera del quehacer ordinario de la pastoral ministerial. Por el contrario, siendo administrador de la misericordia, del perdón y del amor de Dios al hombre, es cuando el sacerdote ejerce la función de buen pastor. El Plan Diocesano de Evangelización, consciente de esta “despreocupación” pastoral por el sacramento de la Reconciliación, recoge como actividad: “Recuperar la valoración y práctica del sacramento de la Penitencia, destacando ante los fieles su dimensión sanadora y de reconciliación, y ofertándoles espacio y tiempo adecuados para su ejercicio”122

Ministro “sanador” por la unción.

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45. Parecida situación pastoral a la del sacramento de la Reconciliación es la que sufre el sacramento de la Unión de enfermos. La parábola del “buen samaritano” termina con una invitación imperativa de Jesús: “Anda y haz tu lo mismo” (Lc 10, 37). Este ejercicio pastoral caracteriza la misión

119 BENEDICTO XVI, Encuentro con sacerdotes en Italia (24/7/07) 120 BENEDICTO XVI, Discurso al Curso de Penitenciaría Apostólica (25-3-2011), en “Ecclesia” (2011), p. 597. 121 NMI, 37. 122 PDE, Ob4-act. 5.

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sanadora que el Orden confiere al sacerdote. Recordemos las palabras de Santiago: “¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá…”(St, 5, 14-15). El consejo e invitación del Apóstol no pueden ser, pastoralmente, más consoladores para el enfermo y para el sacerdote, que tiene esta misión. Nadie duda, que la pastoral con enfermos necesita una mayor atención en la parroquia. Precisamente, el Plan Diocesano de Evangelización contempla esta revisión: “Atender pastoralmente a los fieles impedidos, visitándolos y ofreciéndoles el servicio sacramental de la Penitencia, la Eucaristía y Unción de enfermos”123. Esta exigencia pastoral constituye, pues, un signo del amor misericordioso de Dios al hombre ante su debilidad. Es la práctica más significativa de Cristo en su vida pública: “La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (cf Mt 4,24) son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" (Lc 7,16) y de que el Reino de Dios está muy cerca”124

Al servicio de la pastoral matrimonial y familiar.

. Tal servicio sacramental a los enfermos es, ciertamente, un gran signo de credibilidad para el ministerio presbiteral, porque en tal ministerio se cumplen las palabras de Jesús: "Estuve enfermo y me visitasteis" (Mt 25,36).

46. En este contexto del servicio sacramental, que el párroco lleva a cabo en su comunidad, no queremos pasar por alto la trascendencia que tiene la pastoral con los matrimonios y las familias. Éste es un campo que, como otros de la pastoral sacramental, ha estado desasistido o, al menos, no lo suficientemente atendido; han predominado la rutina y la costumbre. Sin embargo, cada día se descubre con más claridad su importancia eclesial125. Afirma el Papa: “El bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del matrimonio, y de la familia fundada en él, es demasiado grande como para no preocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico”126

123 PDE, Ob4-act. 6.

. El sacerdote, pues, ha de implicarse seriamente en esta pastoral, porque afecta sobremanera a su condición ministerial y de pastor: “Como hombre de Dios, ejerce de modo pleno el propio ministerio,

124 CIC., nº 1503. 125 Cfr. GS, 47. 126 SCtatis, 29.

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buscando a los fieles, visitando a las familias, participando en sus necesidades, en sus alegrías;…fomentando el crecimiento de la vida cristiana en las familias”127

47. En verdad, el trabajo pastoral con matrimonios y familias es tan amplio y complejo que el sacerdote ha de preparase para ello. Su misión queda perfilado, básicamente, en el siguiente texto conciliar: “Pertenece a los sacerdotes, debidamente preparados en el tema de la familia, fomentar la vocación de los esposos en la vida conyugal y familiar con distintos medios pastorales, con la predicación de la palabra de Dios, con el culto litúrgico y otras ayudas espirituales; fortalecerlos humana y pacientemente en las dificultades y confortarlos en la caridad para que formen familias realmente espléndidas”

.

128. La pastoral familiar tiene su precedente en la pastoral con los novios y con los matrimonios. En la vida parroquial, lo más frecuente ha consistido en cumplir con la disciplina canónica de preparar a los novios –cursillos prematrimoniales-; muy poco frecuente ha sido el completar tal preparación con una “pastoral del seguimiento”. El Papa advierte de ello a los sacerdotes, diciéndoles: “No basta la preparación, pues las grandes crisis vienen después. Por eso, es muy importante el acompañamiento durante los primeros diez años de matrimonio. En la parroquia no sólo hay que promover los cursos de preparación, sino también la comunión en el camino que viene después: acompañarse y ayudarse recíprocamente. Los sacerdotes, y también las familias que ya han hecho esas experiencias, que conocen esos sufrimientos, esas tentaciones, deben ayudarles en sus momentos de crisis”129

48. El sacerdote pastor ha de establecer entre sus prioridades la “pastoral familiar”, entre otras razones, porque la familia cristiana se convierte en un “frente” de evangelización capital para y en la parroquia. En efecto, es un agente de evangelización al interior de ella misma, con cada uno de sus miembros

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130; lo es con las otras familias cristianas, o en proceso de formación cristiana, ejerciendo con ellas una labor apostólica y catequética131

127 PPGCP, 22.

; su presencia en el proyecto catequético de la iniciación cristiana de los hijos es fundamental; y, por supuesto, como enlace entre la parroquia y la escuela, sobre todo, propugnando los valores educativos

128 GS, 52. 129 BENEDICTO XVI, Encuentro con sacerdotes (24-7-07). 130 Cfr. FC, 71 131 Cfr. Ibíd.

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cristianos y la enseñanza religiosa escolar. Por eso: “La Iglesia cuenta con los hogares cristianos, llamándolos a ser un verdadero sujeto de evangelización y apostolado e invitándolos a tomar conciencia de su valiosa misión en el mundo”132. La familia cristiana, en cuanto “Iglesia doméstica”133, es un núcleo y plataforma de irradiación de fe. Ahora bien, toda esta riqueza apostólica, que ofrece la familia cristiana, exige que el párroco le dé la centralidad que merece en la programación pastoral. Así lo afirma Juan Pablo II: “Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia”134. En definitiva, la pastoral parroquial debe tener muy en cuenta la pastoral familiar y cuanto con ella relaciona. El Plan Diocesano de Evangelización recoge como actividad la siguiente: “Prestar atención pastoral a la familia -“cuna de la Iglesia”-, promoviendo la creación de Equipo de Pastoral Familiar que, a su vez, promoverá la evangelización de la familia”135

Actitudes de coherencia y flexibilidad en la administración sacramental.

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49. Dada la experiencia de conflicto, vivido, a veces, por el sacerdote en la praxis pastoral de los sacramentos, merece una reflexión sobre ella. Ser ministro de los sacramentos significa servir a la fe del pueblo, ser administrador de los misterios de la salvación. Partiendo del debilitación de la fe y de la secularización reinante en el ambiente, el sacerdote, pastor y guía espiritual de la comunidad, se encuentra, a veces, con el dilema de cómo, cuándo y a quién administrar los sacramentos. Desde esta posición dilemática, hay que ejercer el ministerio, conjugando pastoralmente la coherencia y la flexibilidad. Por supuesto, “los sacramentos son naturalmente sacramentos de la fe, y donde no hubiera ningún elemento de fe…ya no sería sacramento de fe”136

132 BENEDICTO XVI, Mensaje a los Obispos responsables de la Pastoral Familiar (Bogotá 28-3-11), en “Ecclesia” (2011), p. 602.

. Este principio fundamental de la teología, expresado tan sencillamente por el Papa, nos da la clave de la coherencia en el servicio ministerial. El verdadero dilema, sin embargo, se da al tener que discernir sobre el fundamento de fe de quienes solicitan los sacramentos. ¿Cabe establecer un criterio externo

133 Cfr. LG, 11. 134 FC, 70. 135 PDE, Obj-2-act-3. 136 BENEDICTO XVI, Diálogo con el Clero de Bolzano (6-8-2008).

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para dilucidar sobre una actitud interna, como es la fe? Teniendo en cuenta que la fe tiene que reflejarse en obras (cfr. St.2,17), cabría tal criterio. Pero aún así, ¿puede el sacerdote convertirse en juez absoluto para determinar el criterio decisorio en su comunidad? El Papa, a quien se le plantea esa misma dificultad, referida en concreto a la primera comunión, da una respuesta pastoral: “Sin embargo, por otra parte, si vemos que hay una llamita de deseo de la comunión en la Iglesia, un deseo también de estos niños que quieren entrar en comunión con Jesús, me parece que conviene ser condescendiente”137

50. Hemos de reconocer que no es fácil dar una respuesta pastoral puntual y definitiva, pero tampoco sería pastoral dejar en nebulosa un interrogante que preocupa a todo pastor, que ha de servir sacramentalmente a su pueblo. Con todo, sí cabría establecer algunas pautas que orienten el quehacer pastoral del párroco: a) Los sacramentos son por y para el hombre; se trata de un derecho inviolable, ciertamente, si se dan las condiciones adecuadas. b) Seguir criterios pastorales previstos por la Iglesia o por normativa diocesana; se evita así la arbitrariedad y se garantiza la unidad pastoral. c) Prestar una acogida en clave evangelizadora, esto es, comprensión, respeto, anuncio, explicación catequética, etc. d) Flexibilidad versus rigorismo: se trata de que el sacerdote se manifieste y actúe como pastor, no como “profesional”, como padre, no como “empleado”, etc. Con estas pautas, el perfil del sacerdote, ministro de los sacramentos, responderá con más fidelidad al modelo de Jesús, comprensivo y misericordioso, de los evangelios. El Papa, consciente de que, a veces, los sacramentos se solicitan por razones sociales, da su consejo, afirmando que hay que actuar catequéticamente, para que “el deseo mas bien social” se convierta y amplíe en “deseo religioso”

. Esta respuesta del Papa es la clave de flexibilidad con la que el sacerdote ha de actuar.

138

.

137 Ibíd. 138 Cfr. BENEDICTO XVI, Diálogo con el Clero de Bolzano (6-8-2008).

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ACCIÓN PASTORAL Y PIEDAD DEL PUEBLO CRISTIANO El párroco, educador de la piedad del pueblo

51. La piedad popular ocupa un lugar relevante, cuantitativa y pastoralmente, en el marco de la vida parroquial. El Concilio es bien claro y preciso al afirmar que “la participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual; de ahí que recomiende “encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano”139. El sacerdote, por tanto, ha de asumir también su función ministerial sobre este campo de la piedad del pueblo. Hay que reconocer que la piedad popular es, pastoralmente, una realidad compleja por sus múltiples expresiones y manifestaciones religiosas, vividas con profunda carga afectiva y no siempre fundamentadas en auténtica fe cristiana. “Por consiguiente –dice el Papa-, la fe tiene que ser la fuente principal de la piedad popular, para que ésta no se reduzca a una simple expresión cultural de una determinada región”140

Pedagogía de la evangelización.

. Es comprensible que la intervención pastoral resulte tarea difícil. La experiencia de los sacerdotes es muy variada y contradictoria. Existe un doble riesgo ante el cual hemos de estar vigilantes: por una parte, está el riesgo de dejarse arrastrar por la corriente del influjo ambiental, que la religiosidad popular impone, sin ninguna actitud pastoral crítica; y, por otra, el riesgo de atrincherarse pastoralmente, dando de lado a los problemas que requieren respuesta evangelizadora. Pensamos que la verdadera actitud del pastor ante esta demanda pastoral es la de ser “educador”. Si esta función le corresponde siempre por la misma naturaleza del ministerio, en este campo la ha de ejercer con mayor fuerza e interés.

52. La “Evangelii nuntiandi” reconoce tal dificultad pastoral, cuando afirma que la “religiosidad popular…tiene ciertamente sus límites…Se queda frecuentemente a un nivel de manifestaciones cultuales, sin llegar a una verdadera adhesión de fe”141

139 SC, 12

. El párroco tiene que ser consciente de las “limitaciones” que encierra, pero, igualmente, ha de tomar postura en la línea que sigue afirmando la EN: “Pero cuando está bien orientada, sobre

140 BENEDICTO XVI, Discurso a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina (8-4-2011), en “Ecclesia”, 14/5/2011, p. 732-733. 141 EN, 48

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todo mediante una pedagogía de evangelización, contiene muchos valores”142. Precisamente el sexto objetivo del PDE pretende “descubrir dichos valores, orientar pastoralmente sus expresiones y manifestaciones”143. La función educadora del sacerdote, en este ámbito de la pastoral, por tratarse de una cuestión difícil, es urgente y fudamental afrontarla. El cauce metodológico del quehacer educativo, según la EN, es la “pedagogía de evangelización” que, entre otros aspectos, supone: partir de la realidad, asumir las contradicciones pastorales que conlleva, discernir los fundamentos religiosos, y explicitar el anuncio cristiano que ilumine la “sed de Dios”, que puede haber en tales manifestaciones. Más concretamente, el Papa define el perfil del sacerdote, pastor que ha de afrontar la ralidad de la “piedad popular”, con este mensaje: “Ante todo hay que ser sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables, estar dispuestos a ayudarla a superar sus riesgos de desviación”144

Meta evangelizadora: cuidado y vigilancia.

. Es una respuesta equilibrada, pero no, por eso, menos comprometida.

53. El sacerdote ha de tener muy claro cual es el fin pastoral que pretende alcanzar con la tarea educativa y evangelizadora que debe llevar a cabo respecto la “piedad popular”. Si se parte de la experiencia, bastante generalizada, de que entre religiosidad y fe se da una profunda separación, la meta pastoral ha de consistir en superar esta disyuntiva, para que se dé el paso a la fe y se llegue a “un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo”145. Con gran sentido pastoral, el Papa Juan Pablo II decía, en El Rocío, que “desligar la manifestación de religiosidad popular de las raíces evangélicas de la fe…sería traicionar su verdadera esencia”146

142 Ibíd.

. La piedad popular, con toda la carga sentimental y cultural con que, a veces, viene revestida, es una plataforma propedéutica para el proceso de evangelización. Pero esta dinámica pastoral depende fundamentalmente del párroco que atiende la comunidad cristiana. El mismo Juan Pablo II proponía a los Obispos del Sur que mantuvieran una actitud de “cuidado” y “vigilancia “a fin de que los

143 Cfr. PDE, p. 57 144 EN, 48. 145 Ibíd. 146 JUAN PABLO II, Discurso en El Rocío (Huelva), el 14/6/93).

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elementos menos perfectos se vayan progresivamente purificando y los fieles puedan llegar a una fe auténtica y una plenitud de vida en Cristo”147. La postura educativa, pues, del sacerdote en el ámbito de la piedad popular ha de ser la de un paciente educador, quien, asumiendo la complejidad de la realidad y con una incansable pedagogía de evangelización, anuncia a Cristo al que ha de converger la conversión de los corazones. En definitiva, se trata -como afirma el Papa- de “iluminar" estos gestos, "purificar" esta tradición, para que se convierta en vida actual de la Iglesia”148

54. Benedicto XVI nos ofrece una síntesis muy lúcida y clarificadora de cómo actuar pastoralmente ante el fenómeno de la piedad popular. Dice así: “No se puede negar, sin embargo, que existen ciertas formas desviadas de religiosidad popular que, lejos de fomentar una participación activa en la Iglesia, crean más bien confusión y pueden favorecer una práctica religiosa meramente exterior y desvinculada de una fe bien arraigada e interiormente viva…La piedad puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo. Sin embargo, excluirla es completamente erróneo. A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre. Ciertamente, la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio, y hace que nosotros mismos nos integremos plenamente en el Pueblo de Dios”

.

149

147 JUAN PABLO II, Discurso a los Obispos del Sur, en Visita “Ad Límina” (El 30-1-82).

. El sacerdote no puede pasar por alto este mensaje que tanta luz ofrece a la pastoral. Subrayamos algunos aspectos fundamentales de la cita: Posibilidad de que la piedad popular se desvirtúe; grave error pastoral si se margina o excluye; para mucha gente es el único enganche con lo religioso y la fe; urge, por tanto, una acción pastoral de purificación; y, por último, es obligada la estrategia pastoral de integración del sacerdote en el Pueblo de Dios. De todas formas, la claridad doctrinal, aunque ilumina la acción pastoral, no siempre anula la dificultad que conlleva. De ello ha de ser consciente el sacerdote pastor.

148 BENEDICTO XVI, Encuentro con sacerdotes de Roma (22/2/07). 149 BENEDICTO XVI, Discurso a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina (8-4-2011), en “Ecclesia”, 14/5/2011, p. 732-733

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CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

a) La Actividad cultual –Eucaristía, sacramentos y piedad popular- constituye la mayor parte de tu ministerio pastoral. ¿Te preparas, suficientemente, para ser administrador de los misterios de la salvación? Esto es: • ¿Vives la Eucaristía y los Sacramentos como “acciones de

Cristo” para salvación del hombre? • ¿Pone de tu parte para revisar y dignificar la Eucaristía en el Día

del Señor? • ¿Te preocupas por revalorizar la praxis sacramental de la

Reconciliación y Unción de enfermos? ¿Qué haces para ello?

b) La Palabra anunciada –homilía y predicación- ¿es una fuente de interiorización y espiritualidad para ti antes de ser proclamada a los demás? ¿Te preparas suficientemente para tal ejercicio ministerial?

c) ¿Qué atención pastoral ofreces a la educación del pueblo en sus ejercicios de piedad popular? Sin educación, es difícil el paso de de una fe religiosa a una fe cristiana.

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SAN CARLOS BORROMEO A LOS SACERDOTES

“¿Estás dedicado a la predicación y a la enseñanza? Estudia y ocúpate en todo lo necesario para el recto ejercicio de este cargo; procura antes que todo predicar con tu vida y costumbres, no sea que, al ver que una cosa es lo que dices y otra lo que haces, se burlen de tus palabras meneando la cabeza.

¿Ejerces la cura de almas? No por ello olvides la cura de ti mismo, ni te entregues tan pródigamente a los demás que no quede para ti nada de ti mismo; porque es necesario, ciertamente, que te acuerdes de las almas a cuyo frente estás, pero no de manera que te olvides de ti.

Sabedlo, hermanos, nada es tan necesario para los clérigos como la oración; ella debe preceder, acompañar y seguir nuestras acciones: «Salmodiaré –dice el Señor- y entenderé». Si administras los sacramentos, hermano, medita lo que hace; si celebras la misa, medita lo que ofreces; si salmodias en el coro, medita a quién hablas y qué es lo que hablas; si diriges las almas, medita con qué sangre han sido lavadas, y así todo lo que hagáis, que sea con amor;…”.

(Oficio de Lectura en su festividad, 4 de noviembre).

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ESQUEMA DEL TEMA IV

INTRODUCCIÓN: La parroquia, “injertada en la sociedad humana”. EL SACERDOTE, INTEGRADO EN LA COMUNIDAD A LA QUE SIRVE

El sacerdote del pueblo y para el pueblo. Con “sensibilidad humana” ante el sufrimiento de los demás. Amor preferencial por los pobres. APÓSTOL DE LA CARIDAD Promotor de cáritas parroquial. Pastoral con enfermos. EL SACERDOTE, TESTIGO DE SENCILLEZ DE VIDA ANTE LA COMUNIDAD Encarnado al estilo del Buen Pastor. El sí, pero no de su presencia en el mundo. Estilo de vida pobre.

INTRODUCCIÓN: La parroquia, “injertada en la sociedad humana” 150

55. Sintetizamos la dimensión histórica y encarnada de la parroquia, afirmando con Juan Pablo II que es “la última localización de la Iglesia…la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas”151. En esta breve descripción se pone de manifiesto la dimensión de “encarnación” que la comunidad parroquial tiene en el contexto social, histórico, cultural y geográfico en el que se sitúa. Sigue afirmando el Papa: “Si la parroquia es la Iglesia que se encuentra entre las casas de los hombres, ella vive y obra entonces profundamente injertada en la sociedad humana e íntimamente solidaria con sus aspiraciones y dramas”152

150 Remitimos al Tema 4 del Documento “Perfil Pastoral de la Parroquia” (Huelva, 2010).

. Nada más lejos, pues, de la

151 CFL, 26. 152 CFL, 27.

IV. PASTOR DE UNA COMUNIDAD ENCARNADA El sacerdote, tomado de entre los hombres

y a favor de los hombres

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realidad que considerar la parroquia como un gueto, que se aísla de su entono, o una torre defensiva, que se impermeabiliza del latir humano –gozoso o triste- de las gentes. Por tanto, la presencia de la parroquia entre las gentes, no es “una presencia simplemente geográfica, sino social, compartiendo la historia humana de los que la integran y de quienes son alejados o se sienten fuera de ella”153

. Podemos, pues, hablar con razón que la parroquia es una “comunidad encarnada”, y, a partir de ahí, podemos dibujar el perfil del sacerdote que es pastor y servidor en ella y de ella.

EL SACERDOTE, INTEGRADO EN LA COMUNIDAD A LA QUE SIRVE El sacerdote del pueblo y para el pueblo.

56. El sacerdote, pastor de una comunidad de fieles, no puede, en manera alguna, olvidar sus raíces de pertenencia al pueblo del que ha sido elegido para servirlo. Descubrir la relación existente entre “origen”, “elección” y “misión” es fundamental para la toma de conciencia del que “el sacerdote no es para sí es para todos”154 El Concilio, fundamentado en Hebr 5,1, afronta esta cuestión, afirmando: “Los presbíteros, tomados de entre los hombres y constituidos en favor de los hombres….conviven, como hermanos, con los otros hombres” 155. El mismo Decreto sigue insistiendo que los presbíteros “son en realidad segregados, en cierto modo, en el seno del Pueblo de Dios; pero no para estar separados ni del pueblo mismo ni de hombre alguno”156

153 PPP, 25.

. La primera exigencia, pues, del sacerdote, pastor de una comunidad, es asumir su condición de miembro de esa comunidad, compartiendo con ella todo cuanto ella es. Consecuentemente, el párroco ha de huir de toda conducta de pastor “contratado” o de simple “asalariado” (cfr. Jn 10,12), para que afloren los rasgos y virtudes del “buen pastor”, que “camina delante de las ovejas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz” (cfr. Jn 10,4). Afirma, en este, sentido, el Papa: “El párroco, a pesar de las nuevas situaciones y las nuevas formas de responsabilidad, no debe perder la cercanía con la gente; debe ser realmente el pastor de esa grey que le ha encomendado el

154 BENEDICTO XVI, La alegría de ser sacerdote, en “Ecclesia”, 31-10-09, p.29 155 PO, 3. 156 Ibíd.

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Señor” 157. Esta advertencia y llamada de atención pastoral del Papa alerta al párroco del peligro de la “burocratización” de la pastoral. El encuentro personal, el compartir con la gente sus inquietudes, el escucharle y atenderle, etc. son facetas del servicio pastoral. Así de rotundo se expresa el Papa: “Servid a todos; estad a su disposición en las parroquias y en los confesionarios; acompañad a los nuevos movimientos y asociaciones; sostened a las familias; no descuidéis la relación con los jóvenes; acordaos de los pobres y los abandonados”158

Con “sensibilidad humana” ante el sufrimiento de los demás.

. De esta presencia encarnada del sacerdote se derivan, como es lógico, otros aspectos que seguiremos viendo.

57. Una presencia encarnada impone al sacerdote que tenga, por una parte, una actitud de apertura de corazón y de mente para conocer la realidad pastoral de su comunidad; y, por otra, que sea, de manera especial, sensible al sufrimiento de aquellos que viven cualquier experiencia de debilidad humana. El sacerdote ha de ser profundamente “humano”. Juan Pablo II dice que “la carta a los Hebreos subraya claramente la “humanidad” del ministro de Dios”159. Efectivamente, ¿no es esta “humanidad” la que se afirma de Cristo, Sumo Sacerdote, cuando dice: “no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades”? (Hebr 4,15). Esta actitud de “empatía” con la debilidad de los hombres no es un rasgo que se resalta por razones sociales o coyunturales, sino que pertenece a la misma naturaleza de la “consagración” y de la “misión” del pastor, porque difícilmente “podrían servir a los hombres si permanecieran extraños a su vida y a sus condiciones”160. El Papa, en diálogo con los sacerdotes, les dice que “es preciso conocer a las ovejas, tener relaciones humanas con las personas que nos ha sido encomendadas, mantener un contacto humano y no perder la humanidad, porque Dios se hizo hombre y así confirmó todas las dimensiones de nuestro ser humano”161

157 BENEDICTO XVI, Encuentro con sacerdotes de Italia (24/7/07).

158 BENEDICTO XVI, Discurso al Clero de Varsovia ( 25/5/06) 159 PDV, 5 160 PO, 3. 161 BENEDICTO XVI, Encuentro con sacerdotes de Italia (24/7/07)

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58. El Concilio inicia la Constitución “Gaudium et spes”, destacando que la Iglesia “se siente intima y realmente solidaria del género humano y de su historia162. Nadie duda que de la consagración y de la misión del sacerdote se deriva esta actitud de solidaridad con el que sufre. Sin embargo, el resaltarla, pastoralmente, se debe a la necesidad de fortalecer la conciencia y dinamizar el espíritu ante el riesgo y tentación de la “huida” de la cruz, que supone la empatía con el sufrimiento de los demás. Sólo con el apoyo en la fe podrá el sacerdote asumir su compromiso con los que sufren. En efecto, el sacerdote “está llamado a ser siempre un auténtico buscador de Dios, permaneciendo al mismo tiempo cercano a las preocupaciones de los hombres”163. No se puede perder de vista que el sacerdote está sometido a la misma influencia ambiental del “hedonismo”, “sensualismo” y “consumismo”, que caracterizan una sociedad materialista, y, por tanto, ha de estar vigilante para mantener una actitud de acogida, compasión, comprensión y misericordia con la debilidad humana; en definitiva, “los presbíteros deben vivir con todos con exquisita delicadeza, a ejemplo del Señor”164. Más explícitamente y con una claridad pastoral excelente nos dice “Pastores dabo vobis”: “En el trato con los hombres y en la vida de cada día, el sacerdote debe acrecentar y profundizar aquella sensibilidad humana que le permite comprender las necesidades y acoger los ruegos, intuir las preguntas no expresadas, compartir las esperanzas y expectativas, las alegrías y los trabajos de la vida ordinaria; ser capaz de encontrar a todos y dialogar con todos”165

Amor preferencial por los pobres.

. ¿Qué otro sentido tiene el texto paulino cuando dice: “Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran” (Rm 12, 15)?.

59. Un aspecto particularidad de lo dicho anteriormente es la preocupación y amor por los pobres. Evangelizar a los pobres define la misión de Cristo como Ungido: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres…”(Lc 4,18). La evangelización de los pobres conlleva la peculiaridad de amarlos y de ayudarles a salir de su pobreza, ya que “liberación humana” y “anuncio de la Buena Nueva” no son realidades separadas o independientes; el fundamento de esta conexión está en que “el hombre que hay que

162 GS 1. 163 SCtatis, 80 164 PO, 6 165 PDV 72.

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evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos”166. El sacerdote, evangelizador por antonomasia, ha de reavivar su amor preferencial por los pobres, que no supone “exclusión” de nadie de la comunidad, pero, ciertamente, mucho menos debe suponer “exclusión” de los pobres. Siendo éste un principio que afecta a todo cristiano, el pastor, que guía una comunidad, ha de sentir esta llamada con una insistencia especial, como afirma el Concilio: “Aunque se deban a todos, los presbíteros tienen encomendados a sí de una manera especial a los pobres y a los más débiles, a quienes el Señor prefiere, y cuya evangelización se da como prueba de la obra mesiánica.”167

60. Es conveniente alertar del posible riesgo de marginar de la vida parroquial a los pobres, en su sentido amplio, que, ya de por sí, son los más marginados de la sociedad. Somos conscientes de la limitación humana del sacerdote frente a la pobreza de tantos fieles que sufren la indigencia. La impotencia es tal que crea desazón espiritual. Con todo, una postura pastoral de gran calado espiritual es que el sacerdote examine con frecuencia cuál es su actitud relacional con los pobres, para así integrar en la propia “caridad pastoral” la preocupación prioritaria por ellos, sobre todo, “haciendo propia la experiencia humana de dolor en sus múltiples manifestaciones, desde la indigencia a la enfermedad, de la marginación a la ignorancia, a la soledad, a las pobrezas materiales y morales”

.

168. Con estas palabras, el Papa no escatima ni disimula el compromiso que debe asumir el sacerdote en relación a los pobres. Sabemos que el sacerdote no puede dar respuesta efectiva a todas las necesidades demandadas por los pobres, pero, no por eso, ha de desentenderse de ellos. Así lo ratifica también el Código: “…debe dedicarse con particular diligencia a los pobres, a los afligidos, a quienes se encuentran solos, a los emigrantes o que sufren especiales dificultades”169

.

166 EN, 31. 167 PO, 7. 168 PDV ,72 169 CIC, c. 529.1.

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APÓSTOL DE LA CARIDAD Promotor de cáritas parroquial.

61. El sacerdote es por ministerio un “apóstol de la caridad”, o como dice el Papa: “Es un hombre de caridad, vivida y realizada”170 . La caridad, como expresión del amor de Dios al hombre, es una tarea apostólica que incube de lleno a toda la Iglesia: “La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra”171. Esta incumbencia atañe de manera especial al sacerdote, que es “pastor” y ejerce la “presidencia” de la comunidad. De su competencia es organizar la pastoral parroquial, dando prioridad a la pastoral caritativa, cuya expresión institucional es la “caritas parroquial”. El sacerdote debe valorar su prioridad, asumiendo el compromiso de reorganizarla como estructura que garantiza la acogida y atención a los pobres, ya que “el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario”172.Es verdad que la “organización” no puede ahogar el espíritu de libertad, porque el “amor” no está encorsetado en cánones, sino que fluye como derivación del amor con que Dios nos ha amado primero (cfr. 1 Jn 4,10). De ahí que, por encima de cualquier estructura, la “caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación”173

62. Reconocida la importancia del compromiso personal e individual por la actividad caritativa, no, por eso, hay que renunciar a la actividad caritativa institucional. Hay que contar con una estructura básica y elemental de “caritas parroquial”. A través de ella, la comunidad encauza su asistencia y promoción de los pobres. En este sentido, el rol del sacerdote es fundamental. A él le corresponde, por una parte, crear, fortalecer, dinamizar la “caritas parroquial”; y, por otra, no despreocuparse de ella como si se tratase de una actividad ajena a la parroquia. El sacerdote es el motor de cáritas. Su respaldo de pastor es garantía de la prioridad que la caridad debe tener en la parroquia. Una parroquia renovada pide una organización caritativa revitalizada y, para ello, el párroco es el responsable. El papa destaca como una de las prioridades del ser

.

170 BENEDICTO XVI, Encuentro con Clero de Roma (22-2-07 171 DCE, 22. 172 DCE, 20. 173 DCE, 31.

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sacerdote, además de la Eucaristía y la Palabra, la ”caritas”. Dice así: “El tercer punto es la “caritas”, el amor de Cristo: estar presentes para los que sufren, para los pequeños, para los niños, para las personas que pasan dificultades, para los marginados; hacer realmente presente el amor del Buen Pastor”174

Pastoral de la salud.

. Es irrenunciable el compromiso del sacerdote en este sentido.

63. La pastoral de la salud, siendo una derivación de la pastoral caritativa, encierra unas connotaciones específicas que el sacerdote debe cuidar y promover en la parroquia. El enfermo está integrado en la parroquia y es miembro de ella. De ahí que no es sólo sujeto paciente de la atención pastoral, sino sujeto activo de evangelización: “Toda iniciativa pastoral de y con los enfermos ha de tener presente que ellos mismos son agentes de evangelización”175

64. El sacerdote ha de ser sensible a esta dimensión de la pastoral de la salud. La condición de “pastor” obliga al párroco, por una parte, a desplegar todas las fuerzas y estrategias pastorales a favor de una pastoral organizada de la salud; y, por otra, hacerse presente en la visita personalizada a los enfermos. Afirmaba Juan Pablo II: “Debe prestarse una adecuada atención a los enfermos que están en su propia casa….Los párrocos y todos los agentes pastorales han de procurar que nunca les falte la consoladora presencia del Señor a través de la Palabra de Dios y los Sacramentos”

. La campaña de la Pastoral de la salud de 2003 decía: “Los enfermos en la parroquia. Una prioridad”. De ello ha de ser muy consciente el párroco. Formar un equipo de voluntarios, que constituya la base estructural de una acción pastoral organizada, es el primer paso para que la parroquia asuma y se sienta responsable de proyectar su amor caritativo con quienes sienten la debilidad y el dolor como parte de su existencia.

176

174 BENEDICTO XVI, Diálogo con sacerdotes de Roma (10-6-10)

. Ante esta exigencia, como estrategia pastoral, es bueno contar con voluntarios –como hemos dicho- que asuman como “ministerio” la visita a los enfermos; pero el sacerdote no debe relegar su responsabilidad y función paternal, ejerciendo la labor samaritana que por ministerio compete al pastor.

175 Mensaje de los Obispo de la Comisión Episcopal de Pastoral (11-2-2003) 176 JUAN PABLO II, Mensaje de la XI Jornada Mundial del Enfermo- 11-2-2003

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EL SACERDOTE, TESTIGO DE SENCILLEZ DE VIDA ANTE LA COMUNIDAD Encarnado al estilo de Buen Pastor.

65. En el contexto de una parroquia como “comunidad encarnada”, esto es, integrada entre las gentes, abierta a sus necesidades y solidaria con sus problemas, el sacerdote, su pastor, no puede estar ajeno a esa misma “encarnación”. El párroco es pastor de una comunidad histórica, concreta, formada por hombres y mujeres que viven en un determinado contexto social, caracterizada por una cultura, estructurada por relaciones de amistad y vecindad, y significada por símbolos, ritos y fiestas sociales y religiosas. El sacerdote, que sirve a una comunidad, en cierta manera, se identifica con ella, comparte sus penas y alegrías, conoce sus gozos y sinsabores. Al menos, ese debiera ser el perfil del pastor no “asalariado” de la comunidad. “Este “hacerse todo a todos” -dice el Papa- se manifiesta en la cercanía diaria, en la atención a toda persona y familia”177. Muchas veces, sin embargo, los rasgos de este perfil quedan muy difuminados en la vida real de los sacerdotes. Lamentablemente, en no pocas ocasiones, la figura del párroco aparece tan desencarnada que su presencia en la comunidad se asemeja más a un “profesional” –cumplidor de unos determinados deberes- que a un pastor, cuya misión trasciende la sociología, y se inspira y fundamenta en el Evangelio. Ya dijimos en la Introducción que el referente del sacerdote, el espejo en el que ha de mirarse, es la imagen del Buen Pastor. Así lo afirma PDV: “Por tanto, los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo una transparencia suya en medio del rebaño que les ha sido confiado”178

El sí, pero no, de su presencia en el mundo.

. Esta exigencia de “sacerdote encarnado”, al estilo del Buen Pastor, condiciona, necesariamente, el perfil del párroco, y de ello ha de ser muy consciente el presbítero que pastorea una comunidad..

66. El sacerdote ha de saber conjugar el ser “segregado”, pero no “separado” del pueblo al que sirve. Así dice el Concilio: “Los presbíteros del Nuevo Testamento, por su vocación y su ordenación, son segregados en cierta manera en el seno del Pueblo de Dios, no de forma que se

177 BENEDICTO XVI , Encuentro con Clero de Roma (13-5-05) 178 PDV, 15.

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separen de él, ni de hombre alguno…179. Esta paradoja existencial impone al sacerdote pastor una “presencia” entre los hombres, compartiendo su historia, pero movido y fundamentado en criterios evangélicos. Discernir esta conducta es una responsabilidad de los sacerdotes a la hora de configurar sus vidas como pastores del pueblo al que sirven: “Su mismo ministerio –afirma el Concilio- les exige de una forma especial que no se conformen a este mundo; pero, al mismo tiempo, requiere que vivan en este mundo entre los hombres y, como buenos pastores, conozcan a sus ovejas…”180

67. El sacerdote, que es guía de una comunidad, debe testimoniar ante ella que los criterios que motivan su estilo de vida y su conducta tienen como referente el seguimiento radical a Jesucristo y la opción por el Reino. Ya hemos dicho que el ministerio del sacerdote deriva de la “consagración” y “misión” que ha recibido por el Orden. En esta sacramentalidad radica el “ser” y “deber ser” del sacerdote. Por tanto, el estilo de vida ha de responder a los criterios que impone la consagración y la misión. Desde esta perspectiva, ¿pueden caracterizar a un pastor de la comunidad las actitudes de poder, de presunción humana, de apariencia social, de orgullo intelectual, de despotismo con los demás, etc.? ¿No han de caracterizarle, más bien, las actitudes de servicio, generosidad, sencillez en el trato, cercanía, austeridad en el uso de las cosas, amabilidad, comprensión, etc? Estos son los criterios evangélicos que han de regir la vida del sacerdote. Ni el modo de ser ni el modo de comportarse deben separar al sacerdote de los hombres y muchos menos de aquello que más lo pueden necesitar. Por eso, “eviten los presbíteros, y también los Obispos, todo aquello que de algún modo pudiera alejar a los pobres, apartando, más que los otros discípulos de Cristo, toda especie de vanidad”

. Estas connotaciones aplicadas al sacerdote requieren una breve reflexión.

181

Estilo de vida sencillo y pobre.

.

68. Es obligado, en este sentido, hacer mención a la vida de sencillez y pobreza del sacerdote como distintivos de una vida consagrada a la evangelización. “Contemplando a Cristo –dice el Papa- vivid una vida

179 Cfr. PO, 3 180 Ibíd. 181 PO, 17

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modesta, solidaria con los fieles a quienes sois enviados”182. Nada más contrario a la vida y misión del sacerdote que ser y ofrecer la imagen de “cobrador de impuestos”, a través del ejercicio ministerial. Es de sobra sabido que los sacerdotes necesitan de los medios necesarios para su subsistencia183, pero han de estar en guardia para que “no tengan como negocio el oficio eclesiástico ni empleen las ganancias que de él provengan para aumentar la hacienda familiar propia”184

69. La sencillez y pobreza de la vida sacerdotal son un signo de libertad para el ministerio, frente a las ataduras que provienen de las preocupaciones materiales; son una expresión de disponibilidad, frente a la comodidad que conlleva el excesivo bienestar social; son un testimonio de confianza en la Providencia, frente a la seguridad humana basada en los propios medios; etc. Si el mensaje de providencia de Jesús: “No andéis agobiados pensando qué vais a comer…Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todos eso”, es para todos, ¿qué significación especial no debe tener para el sacerdote, consagrado para el Reino? “En verdad, difícilmente el sacerdote podrá ser verdadero servidor y ministro de sus hermanos si está excesivamente preocupado por su comodidad y por un bienestar excesivo”

. Más que el hecho de “enriquecimiento” del sacerdote a través del ministerio –cosa no probable-, es la imagen de “comercialización” que se puede dar a los fieles de la comunidad. Hay que reconocer que esta imagen del sacerdote es relativamente frecuente, lo cual es de lamentar.

185

. El perfil interesado y mercantilista del sacerdote no sólo es contrario a la espiritualidad sacerdotal, sino que es, también, el que más escandaliza a los fieles. De ahí que sea un “handicap” para el ministerio pastoral la “imagen” que el sacerdote pueda dar de poder, presunción, riqueza, tanto en sus manifestaciones y formas externas, como en los medios y recursos humanos y materiales de los que dispone. Ser sencillo y pobre son rasgos de quien actúa en nombre del que “siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9).

182 BENEDICTO XVI, Encuentro con el Clero de Varsovia (25-5-06) 183 Cfr. PO, 17; 184 PO, 17 185 DMVP, 67.

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CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

a) El sacerdote, tomado de entre los hombres y en favor de los hombres, del pueblo y para el pueblo. Por tanto: • ¿Vives cercano a la gente y en comunicación con ella o eres

un ausente de la comunidad? • ¿Estar atento a las circunstancias de dolor y sufrimiento que

pesan sobre los individuos y familias de tu parroquia? • ¿Son los pobres una preocupación y atención pastoral de tu

ministerio? b) Tres son las principales áreas de la pastoral: Eucaristía,

Palabra y Caridad. Respecto a esta última: ¿tienes organizados -los promueves, apoyas y desarrollas- los servicios de Caritas parroquial y Pastoral de la salud?

c) Tu imagen de sacerdote –apariencia, actitudes en las

relaciones, recursos humanos que utilizas, vida de bienestar, etc.- ¿responde a un estilo de sencillez y pobreza o, más bien, expresa ostentación y riqueza?

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LA IGLESIA, COMUNIDAD EVANGELIZADORA. PRESBITEROS Y LAICOS CORRESPONSABLES

“La sociedad en la que vivimos pide hoy a los presbíteros desarrollar nuestro ministerio con unas notas constitutivas que nos parecen prioritarias: • Hermanos y acompañantes cercanos desde el profundo respeto a cada uno de los

bautizados y a la acción del Espíritu en sus vidas. • Animadores que sostengamos y orientemos en la vivencia y la celebración de la fe

y en el discernimiento evangélico del compromiso. • Acompañantes que se dejan interpelar por las vidas de las personas que

acompañamos y del mundo en el que vivimos. • Sacerdotes verdaderamente “seculares”, que miremos al mundo sin miedos, viviendo

el compromiso por la justicia y la dignidad de todos, especialmente de los últimos. • Hemos de saber vivir la fraternidad y la afectividad centradas en la comunidad. • Hemos de servir a la comunión eclesial, ayudando a desarrollar la dimensión

diocesana y la comunión con el episcopado. • Hemos de ayudar a los laicos a hacer lectura creyente de sus vidas y de la historia. Como conclusión de nuestra reflexión, nos planteamos los siguientes retos para que la Iglesia siga creciendo como comunidad evangelizadora: 1. Promover comunidades vivas, fraternas y corresponsables que favorecerán el

desarrollo de un laico maduro. 2. Tener una visión positiva del mundo, que promueva una esperanza auténtica,

asumiendo lo positivo de la sociedad. 3. Ser testigos de Jesús convencidos, con capacidad de actualización en los

métodos pastorales que faciliten la llegada del mensaje a las personas. 4. Dar pasos hacia una parroquia y una Iglesia más misionera, superando la pastoral

y los métodos de cristiandad y apostando por una pastoral de misión que nos permitan llegar a los alejados de la fe y a los pobres y crucificados de hoy en día.

5. Promover el trabajo en equipo de los presbíteros en la tarea pastoral y favorecer el trabajo corresponsable entre presbíteros y laicos”.

COMUNICADO FINAL del XVI Encuentro General Sacerdocio y Acción Católica: “La Iglesia Comunidad Evangelizadora. Sacerdotes y laicos corresponsables”

(6 y 7 de abril de 2010).

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ESQUEMA DEL TEMA V

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad sacerdotal EL SACERDOCIO MINISTERIAL…

Elegido “ministro” para una misión específica. Actúa en la “persona de Cristo cabeza”.

….AL SERVICIO DEL SACERDOCIO COMÚN DE LOS FIELES El sacerdote, servidor y mediador.

Abierto a la corresponsabilidad de los fieles. Saber delegar en colaboradores. COLABORACIÓN COLEGIADA E INSTITUCIONAL DE LA COMUNIDAD Consejo Pastoral Parroquial. Consejo para Asuntos Económicos.

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad sacerdotal186

70. Destacar que tanto el sacerdote como los fieles de la parroquia participan del mismo sacerdocio de Cristo es fundamental para descubrir el rol sacerdotal que el presbítero y los fieles han de ejercer, respectivamente, en dicha comunidad. Es muy claro y elocuente el texto conciliar: “El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordena, sin embargo, el uno para el otro, pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo”187

186 Remitimos al tema 5 del Documento “Perfil Pastoral de la Parroquia” (Huelva, 2010).

. La conciencia de que el “Sacerdocio de Cristo” es participado, a su manera, tanto por el bautismo como por el sacramento del Orden, llevará a sacerdote y a fieles a integrase en la comunidad parroquial con sentido de comunión, de colaboración y de servicio compartido. De ahí que la “distinción entre sacerdocio común y sacerdocio ministerial, lejos de llevar a la separación o a la división entre los miembros de la comunidad cristiana, armoniza y

187 LG, 10

V. PASTOR DE UNA COMUNIDAD SACERDOTAL Consagrado para servir al sacerdocio común de los fieles

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unifica la vida de la Iglesia”188. Es, por tanto, una prioridad pastoral asentar en la conciencia de todos los miembros de la parroquia el principio de que constituyen una “comunidad sacerdotal”. El Catecismo de la Iglesia Católica lo sintetiza con este texto: “La Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por el bautismo, todos los fieles participan del sacerdocio de Cristo. Esta participación se llama "sacerdocio común de los fieles". A partir de este sacerdocio y al servicio del mismo existe otra participación en la misión de Cristo: la del ministerio conferido por el sacramento del Orden, cuya tarea es servir en nombre y en la representación de Cristo–Cabeza en medio de la comunidad”189

. Esta conciencia de “comunidad sacerdotal” es el punto de partida para definir el perfil del sacerdote como pastor de la misma.

EL SACERDOCIO MINISTERIAL… Elegido “ministro” para una misión específica.

71. El principio paulino de que “en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros cumplen la misma misión” (Rm 12, 4) pone de manifiesto la diversidad de funciones en el organismo eclesial y, en particular, la especificidad del sacerdocio ministerial. Tal “especificidad” consiste en que el Señor, porque así le ha parecido bien, “de entre los mismos fieles instituyó a algunos por ministros, que en la sociedad de los creyentes poseyeran la sagrada potestad del orden para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñaran públicamente el oficio sacerdotal por los hombres en nombre de Cristo”190

188 DMVP, 18.

. En tan sencillo texto se recoge toda la teología del sacerdocio ministerial: El sacerdote es elegido de “entre los mismos fieles”, por tanto, pertenece al mismo pueblo de Dios; es constituido como “ministro”, de ahí su carácter mediador y servicial a la comunidad; revestido con la “potestad de orden”, responde a un sacramento específico para un servicio específico; con la misión de “ofrecer sacrificios y perdonar los pecados”, tareas sacramentales propias del ministerio sacerdotal; con un “oficio sacerdotal” ejercido en nombre de Cristo; y, por último, se pone de

189 CIC, 1591 190 PO, 2

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manifiesto el carácter púbico del oficio sacerdotal en favor de de los hombres.

72. El sacerdote ejerce un ministerio, no en nombre propio, sino en nombre de Cristo, y para el servicio de los hombres. Este perfil teológico exige que el sacerdote interiorice que él, en la comunidad, es un miembro de la misma con una misión de servicio, que responde no a un impulso humano de filantropía, sino a una “elección” y a un “envío”, es decir, el sacerdocio ministerial “es fruto de una elección, de una vocación específica”191

Actúa en la “persona de Cristo cabeza”.

por parte del Señor (cfr. Lc 6,13). Debe desaparecer, por tanto, toda relación del sacerdote con la comunidad caracterizada por el “ordeno y mando” o por los sentimientos de que la parroquia es un “propiedad privada”, o, sencillamente, situarse el sacerdote en una posición de “gerente”, nombrado por el obispo, para atender una determinada parcela de la diócesis. Tales posturas, que, a veces, repuntan en el ejercicio sacerdotal, están muy lejos de responder a la naturaleza sacramental del ministerio para el servicio.

73. A la luz de lo dicho, cabe preguntarse: ¿en qué consiste ese “servicio ministerial” del sacerdote? Sabemos que entre el sacerdocio común y el ministerial existe una diferencia esencial y no sólo de grado192 ¿Cuál es, entonces, el rasgo específico? ¿Cuál es la identidad del sacerdote? El aspecto significativo del sacerdote ministerial en el contexto de la comunidad sacerdotal está en su función “capital” por participación de Cristo Cabeza, en razón del carácter sacramental del Orden. En efecto, por él los sacerdotes “quedan sellados con un carácter particular, y así se configuran con Cristo sacerdote, de suerte que puedan obrar como en persona de Cristo cabeza”193

191 PPGCP, 6

. Esta “capitalidad” significa “presidencia” de la comunidad, que en nada supone privilegio o supremacía de poder humano. La comunidad no es un cuerpo amorfo, sino que se estructura armónicamente y, en cuanto tal, el sacerdote le da unidad y, a la vez, es guía que la precede y la conduce a ejemplo de Cristo el Buen Pastor: “Los presbíteros, que ejercen el oficio de Cristo, Cabeza y Pastor, según su parte de autoridad, reúnen, en nombre del Obispo, la familia de Dios, como

192 Cfr. LG, 10 193 PO, 2; cfr. PPGCP, 6

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una fraternidad de un solo ánimo, y por Cristo, en el Espíritu, la conducen a Dios Padre”194. El sacerdocio común de los fieles también participa del único sacerdocio de Cristo, pero no les hace partícipes de la función “capital” que Cristo ejerce en el cuerpo místico de la Iglesia. Esta “capitalidad”, que corresponde al sacerdocio ministerial, confiere al sacerdote la autoridad para la misión pastoral específica de servicio a la comunidad: “Actuando “in persona Christi Capitis”, el presbítero llega a ser el ministro de las acciones salvíficas esenciales, transmite las verdades necesarias para la salvación y apacienta al Pueblo de Dios, conduciéndolo hacia la santidad”195

74. El sacerdote, ante la función “capital” de actuar en la persona de Cristo, necesariamente ha de sentirse interpelado. Por una parte, porque ha de “configurarse” con Cristo, en cuya representación ejerce el ministerio. Deberá decir, constantemente, en el oficio sacerdotal: “Mi yo es el de Cristo en la misión salvífica”. La identidad sacerdotal está en la continuidad ministerial de Cristo, realizada por el sacerdote. Dice Juan Pablo II: “La vida y el ministerio del sacerdote son continuación de la vida y de la acción del mismo Cristo”. Esta es nuestra identidad, nuestra verdadera dignidad, la fuente de nuestra alegría, la certeza de nuestra vida”

.

196. Por otra parte, la interpelación le viene al sacerdote por cuanto ha de ser “cabeza” de unidad y de comunión en la comunidad. Si el sacerdote no ejerce el principio de unidad, la comunidad quedará desestructura y no será expresión de la unidad y comunión eclesial. Dicha unidad la realiza el sacerdote, fundamentalmente, en la celebración de la Eucaristía, ya que “ninguna comunidad cristiana se edifica si no tienen como raíz y quicio la celebración de la Sagrada Eucaristía”197

194 PO, 6.

. Pero el sacerdote, además, y por exigencia derivada de la Eucaristía, debe ser constructor de unidad de la comunidad en sus diversas y variadas actividades pastorales, de lo contrario, estaría relegando la responsabilidad que, por ejercicio de “capitalidad”, le corresponde. Por tanto, el “actuar en la persona de Cristo Cabeza” -especificidad del ministerio sacerdotal- se opone radicalmente a todo individualismo, a todo subjetivismo y a todo particularismo en el ejercicio ministerial, porque, si “dentro de la Iglesia es el hombre de la

195 DMVP, 7. 196 PDV, 18. 197 PO, 6.

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comunión, el presbítero debe ser, en su relación con todos los hombres, el hombre de la misión y del diálogo”198

…AL SERVICIO DEL SACERDOCIO COMÚN DE LOS FIELES

.

El sacerdote, servidor y mediador.

75. Se ha puedo de manifiesto anteriormente, una y otra vez, el carácter de servicio que tiene el “sacerdocio ministerial”. ¿Cuál es el destinatario de este servicio sacerdotal? Sin duda que es la comunidad. Aunque el “sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico se ordenan el uno para el otro”, sin embargo, la función “capital” de la que goza el sacerdocio ministerial le convierte en servidor por antonomasia. Efectivamente, “el sacerdocio ministerial, en virtud de la sagrada potestad que posee, forma y dirige el pueblo sacerdotal, efectúa el sacrificio eucarístico en la persona de Cristo y lo ofrece en nombre de todo el pueblo a Dios”199. Se trata, pues, de un servicio sacramental y espiritual en cuanto que los sacerdotes realizan una mediación salvífica: por una parte, son para la comunidad “administradores de los misterios de Dios” (1 Cor 4,1); y, por otra, representan a la comunidad, ofreciendo en su nombre, la Eucaristía, culto de alabanza y sacrificio ofrecido al Padre200. El sacerdocio, pues, es imprescindible e insustituible para la comunidad cristiana201. El servicio pastoral -su naturaleza y sus características- hace que sea específico del sacerdote y, por tanto, necesario para el pueblo de Dios. La aportación del sacerdote a la comunidad no es otra que acercar Dios al hombre y el hombre a Dios: Dice el Papa: “Los fieles esperan de los sacerdotes solamente una cosa: que sean especialistas en promover el encuentro del hombre con Dios”202

Abierto a la corresponsabilidad de los fieles.

. Este es el servicio y la mediación sacramental que el sacerdote realiza en razón de su ministerio.

76. Además de este servicio sacramental al Pueblo de Dios, el sacerdote ha de tener en cuenta que la comunidad cristiana, en razón del sacerdocio bautismal, no sólo tiene derecho a la “participación plena, consciente y

198 PDV, 18 199 LG, 10. 200 Cfr. Ibíd.. 201 Cfr. BENEDICTO XVI, Diálogo con el Clero de Bolzano (6/8/2008). 202 BENEDICTO XVI, Encuentro con el Clero en Varsovia (25-5-06).

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activa en las celebraciones litúrgicas”203, sino que es también corresponsable de la organización pastoral de la parroquia. Corresponde al sacerdote pastor despertar la conciencia y favorecer la participación de los miembros de la comunidad en la dinámica pastoral de la misma. En este sentido, el Papa da un gran paso en cuanto a la doctrina de la colaboración de los laicos en la actividad de la Iglesia. Dice concretamente: “Es necesario mejorar los planes pastorales para que, respetando las vocaciones y las funciones de los consagrados y de los laicos, se promueva gradualmente la corresponsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios. Esto exige un cambio de mentalidad, en particular por lo que respecta a los laicos, pasando de considerarlos "colaboradores" del clero a reconocerlos realmente como "corresponsables" del ser y actuar de la Iglesia, favoreciendo la consolidación de un laicado maduro y comprometido”204

77. La presencia participativa de la comunidad en la actividad parroquial cristaliza en una pluralidad de servicios. Juan Pablo II los destaca, exigiéndoles a los pastores que los promueva: “Los pastores, por tanto, han de reconocer y promover los ministerios, oficios y funciones de los fieles laicos, que tienen su fundamento sacramental en el Bautismo y en la Confirmación, y para muchos de ellos, además en el matrimonio”

. El Bautismo eleva la participación de los laicos a la “dignidad” de “corresponsable” en la actividad de la parroquia. Esta misión no siempre ha sido reconocida ni en la doctrina ni en la praxis pastoral. De ahí que el Papa señale como exigencia previa el “cambio de mentalidad”.

205. El fundamento teológico de la colaboración y corresponsabilidad de los miembros de la comunidad en la actividad de la parroquia está muy claro. Ahora bien, hay que clarificar, también, que la “corresponsabilidad” no significa identidad de funciones entre el presbítero y el fiel cristiano. Por tanto, el “ejercicio ministerial”, que nace y se fundamenta en el Bautismo, no confiere función de “capitalidad”, como hemos dicho del sacerdote, que la tiene en razón del sacramento del Orden. Lo aclara el Papa, diciendo que “el ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor. En realidad, no es la tarea lo que constituye el ministerio, sino la ordenación sacramental”206

203 SC, 13.

. Esta observación quiere hacer frente al riesgo de un posible “clericalismo” de los laicos, queriendo ocupar la función

204 BENEDICTO XVI, Discurso en Asamblea Eclesial de la Diócesis de Roma (26/5/09). 205 CFL, 23 206 CFL, 23.

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del sacerdote; pero también el sacerdote corre el riesgo de devaluar la especificidad de sus funciones y servicios en la comunidad. Hay que reconocer, con todo, que hoy “se dan todas las condiciones para superar el peligro tanto de la “clericalización” de los laicos como de la “secularización” de los ministros sagrados” 207

Saber delegar en colaboradores.

.

78. Como consecuencia de lo dicho anteriormente, es lógico resaltar algo tan sencillo y elemental como es que el sacerdote sepa buscar colaboradores y, con confianza, descargue en ellos funciones no solo específicas de los “ministerios laicales”, sino, también, de carácter administrativo y organizativo de la comunidad. “En las circunstancias actuales, los fieles laicos pueden y deben prestar una gran ayuda al crecimiento de una autentica comunión eclesial en sus respectivas parroquias, y en el dar nueva vida al afán misionero dirigido hacia los no creyentes y hacia los mismos creyentes que han abandonado o limitado la práctica de la vida cristiana”208. Esta apertura a la colaboración y a la participación de los distintos miembros de la comunidad en la gestión y evangelización de la parroquia es una forma de ejercer el sacerdote su “capitalidad” al servicio a la comunidad, sin menoscabo de su responsabilidad. La colaboración, la corresponsabilidad y el compartir tareas son expresiones de la eclesialidad. Afirma el Papa: “Esta conciencia de ser Iglesia, común a todos los bautizados, no disminuye la responsabilidad de los párrocos. Precisamente a vosotros, queridos párrocos, os corresponde promover el crecimiento espiritual y apostólico de quienes ya son asiduos y están comprometidos en las parroquias: ellos son el núcleo de la comunidad que se convertirá en fermento para los demás”209

207 PPGCP, 7

. Esta función motivadora, que debe lleva a cabo el párroco, es la clave para afirmar su condición de “pastor”, que anima, estimula y promueve la participación de la comunidad. Para ello es necesario concienciarse que los demás también saben, pueden y deben asumir competencias. Así lo reconoce el Papa: “El párroco no se debe limitara ser coordinador de organismos. Más bien, debe delegar de diferentes maneras…Debe tener en su mano los hilos esenciales, contando luego con

208 CFL, 27 209 BENEDICTO XVI, Discurso en Asamblea Eclesial de la Diócesis de Roma (26/5/09).

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colaboradores”210. El imperativo de este mensaje pone de manifiesto que el ser o el sentirse absoluto contraviene el perfil del sacerdote “pastor” La convicción del Papa, en este sentido, tan clara y firme que en otro memento afirma que el sacerdote debe “saber delegar, llamar a las personas a colaborar”211. El Concilio explicita de tal manera que el sacerdote debe descentralizar el quehacer pastoral y confiar en los laicos, que afirma: “Por su parte, los sagrados Pastores reconozcan y promueva la dignidad y responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Recurran gustosamente a su prudente consejo, encomiéndeles con confianza cargos en servicio de la Iglesia y denles libertad y oportunidad para actuar; más aún, anímenles incluso a emprender obras por propia iniciativa”212

79. En la medida que los miembros de la comunidad son incorporados a tareas que les son propias, no sólo prestan un servicio por exigencia de su pertenecía “social” a la comunidad, sino que, además, descubren y valoran su condición de bautizados, que les hace miembros activos de la Iglesia. El sacerdote, por su parte, hace posible que sea una realidad – no sólo un principio- la “comunidad sacerdotal” de la que todos -sacerdotes y fieles- son corresponsables. Así lo afirma el Concilio: “…los presbíteros son hermanos entre sus hermanos, como miembros de un solo Cuerpo de Cristo, cuya edificación ha sido encomendada a todos”

.

213. Entre las muchas formas y cauces de participación que existen para que los fieles colaboren con el sacerdote en las tareas pastorales de la comunidad, merecen destacar dos, de carácter institucional, que, además, son recomendadas por el Código, fundamentado en la doctrina conciliar214, esto es: El Consejo Pastoral Parroquial y el Consejo de Asuntos Económicos. Citamos, de nuevo, al Papa con este texto tan lúcido: “Ya no es sólo el párroco quien debe vivificar todo, sino que, dado que todos formamos la parroquia, todos debemos colaborar y ayudar, a fin de que el párroco no quede aislado como coordinador. Debe ser realmente un pastor, con la ayuda de colaboradores en los trabajos comunes que se realizan en la vida parroquial”215

210 BENEDICTO XVI, Encuentro con párrocos ´(24-7-07)

. Una concreción de este compromiso compartido en la pastoral, lo recoge el Plan Diocesano de Evangelización

211 BENEDICTO XVI, Dialogo con sacerdotes, ( 6-8-08). 212 LG, 37; cfr. PO, 9. 213 PO, 9. 214 Cfr. CD, 27; PO, 7. 215 BENEDICTO XVI, Encuentro con sacerdotes (24-7-07)

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en la siguiente actividad, que se ha de llevar a cabo en las parroquias: “Garantizar la corresponsabilidad pastoral del sacerdote y de la comunidad, creando o revitalizando el Consejo Pastoral Parroquial y el de Economía, motivando la participación de los laicos en sus funciones propias y promoviendo los ministerios laicales”216

COLABORACIÓN COLEGIADA E INSTITUCIONAL DE LA COMUNIDAD

Consejo Pastoral Parroquial.

80. En cuanto al Consejo Pastoral, se dice en el Código: “Si es oportuno, a juicio del Obispo diocesano, oído el consejo presbiteral, se constituirá en cada parroquia un consejo pastoral, que preside el párroco y en el cual los fieles…presten su colaboración para el fomento de la actividad pastoral”217. El Código deja a discreción del Obispo el que se establezca dicho Consejo en la parroquia, condición que está más que resuelta por cuanto es normativa diocesana218. ¡Cómo no valorar su importancia, dadas la naturaleza y finalidad del mimo Consejo! Subrayamos el valor participativo de los fieles al afirmar que con su pertenencia a él “presten su colaboración para el fomento de la actividad pastoral”. Aunque es bien sabido que se trata de un Consejo de carácter consultivo219

Consejo para Asuntos Económicos.

, a pesar de todo, existe cierta resistencia en los sacerdotes para su creación y puesta en marcha. Si es necesaria la “conversión” en los fieles para que descubran su condición de corresponsables en el ser y actuar de la comunidad cristiana, igualmente, es necesaria la conversión del sacerdote para que tome conciencia de que su condición de pastor y guía de la comunidad parroquial le convierte en motor e impulsor de la colaboración de todos, y no en “acumulador” de funciones.

81. En cuanto a la creación del Consejo de Asuntos Económicos, el Código pasa de la simple discreción del Obispo a una exigencia disciplinar. Afirma con expresión imperativa: “En toda parroquia ha de haber un consejo de asuntos económicos que se rige, además de por el derecho

216 PDE, Ob.1-act. 5. 217 CDC, c.536.&1; cfr. CFL, 27. 218 Cfr. Estatutos de Consejos Pastorales Parroquiales, en BOB de Huelva nº 255 (mayo- junio 1985) págs. 1-19. 219 Cfr. CDC, c.536 &2.

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universal, por las normas que haya establecido el Obispo diocesano, y en el cual los fieles, elegidos según esas normas, prestan su ayuda al párroco en la administración de los bienes de la parroquia”220. Si para los Consejos Pastorales se constata cierta “resistencia” en los párrocos, más es la que se da a la hora de crear el Consejo de Asuntos Económicos. Está claro que, además de ser una exigencia de la misma naturaleza participativa de los fieles, es un cauce de de ayuda y colaboración para el sacerdote. El texto citado es muy explicito en resaltar la “ayuda al párroco en la administración de los bienes de la parroquia”. Exceptuando los casos –ciertamente muy concretos- en los que el sacerdote por dejadez, por cierto abandono de su responsabilidad como párroco o, simplemente, por considerar ineficaz su creación, la ausencia de los “consejos” en las parroquias se debe, en la mayoría de las veces, a la dificultad de encontrar colaboradores para tal servicio, o al deseo de organizarlo con tanta perfección que resulta, prácticamente, imposible. Por eso, es obligado sugerir que lo importante es, no sólo prestar una ayuda al párroco, sino ofrecer un cauce de participación, que sea, además, signo comunitario de que la parroquia es una comunidad sacerdotal, “cuya edificación ha sido encomendada a todos”221

220 CDC, c.537.

, porque todos son corresponsables en el servicio pastoral. El “perfeccionismo” por querer crear una estructura compleja será siempre un obstáculo para dar el paso a contar, al menos, con una colaboración básica, que, desde la sencillez, sea realmente “ayuda” al sacerdote y “signo” de corresponsabilidad parroquial y comunitaria.

221 PO, 9.

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CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

a) ¿Sientes y vives la responsabilidad de actuar en la “persona de Cristo Cabeza”, esto es: • ¿Asumes la actividad pastoral como un “ministerio” al servicio de la comunidad? • ¿Qué sentido das a la “capitalidad”, a la “presidencia” en la comunidad? ¿De privilegio, de ordeno y mando, de poder o, como debiera ser, de disponibilidad, mediación, servicio? • ¿Te sientes “configurado” con Cristo o, al menos, intentas configurarte con Él, cuyo lugar ocupas, representándole en el ejercicio del ministerio sacerdotal?

b) ¿Valoras la colaboración que pueden prestar los distintos

miembros de la comunidad y les das opción a que participen en la organización pastoral de la parroquia?

c) ¿Tienes instituidos en tu parroquia los Consejos de Pastoral y

de Asuntos Económicos como cauces de participación de la comunidad y expresión de la corresponsabilidad?

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MENSAJES DE BENEDICTO XVI A LOS SACERDOTES

Fraternidad sacerdotal

“Es necesario para todos nosotros que se dejen las divisiones estériles, los desacuerdos y los prejuicios, y que escuchemos juntos la voz del Espíritu que guía a la Iglesia hacia un futuro de esperanza. Cada uno de nosotros sabe la importancia que ha tenido en la propia vida la fraternidad sacerdotal; esta no es solamente algo precioso que tenemos, sino también un recurso inmenso para la renovación de sacerdocio y de crecimiento de nueva vocaciones” (16-4-08).

El Presbiterio

“Es importante tener a su alrededor la realidad del presbiterio, de la comunidad de sacerdotes que se ayudan, que están juntos siguiendo un camino común, con solidaridad en la fe común. También esto me parece importante porque, si los jóvenes ven sacerdotes muy aislados, tristes, cansados, piensan: si este es mi futuro, no podré resistir. Se debe crear realmente esta comunión de vida que convenza a los jóvenes: «sí, este puede ser un futuro también para mí, así se puede vivir» (25-7-05).

Comunión presbiteral

“Los sacerdotes, aunque tal vez viven geográficamente más lejos unos de otros, son una verdadera comunidad de hermanos, que deben sostenerse y ayudarse mutuamente. Esta comunión entre los sacerdotes hoy es muy importante. Precisamente para no caer en el aislamiento, en la soledad con sus tristezas, es importante encontrarnos con regularidad” (6-8-08).

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ESQUEMA DEL TEMA VI

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad diocesana. RELACIÓN DE COLABORACIÓN SACERDOTE-OBISPO

El sacerdote, cooperador del Obispo diocesano. Resistencia a la cooperación. Colaboración desde la comunión.

Colaboración por parte del Obispo. RELACIÓN SACERDOTE-PRESBITERIO DIOCESANO El sacerdote, miembro del único presbiterio diocesano. Comunión con el presbiterio por razón sacramental. Comunión con el presbiterio por razón pastoral. FRATERNIDAD DE LOS SACERDOTES ENTRE SI Fraternidad sacerdotal por razón sacramental. Fraternidad y compromiso de ayuda en la necesidad. La espiritualidad, alma de la fraternidad. EL SACERDOTE, AGENTE PASTORAL DE LA IGLESIA DIOCESANA Integrado en el proyecto pastoral diocesano. Diocesaneidad del prebítero. Unidad presbiteral, signo de credibilidad.

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad diocesana222

.

82. La relación parroquia-diócesis aparece con claridad en el siguiente texto conciliar: “Como no le es posible al Obispo, siempre y en todas partes, presidir personalmente en su Iglesia a toda su grey, debe por necesidad erigir diversas comunidades de fieles. Entre ellas sobresalen las parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las veces del Obispo..”223

222 Remitimos al Tema 6 del Documento “Perfil Pastoral de la Parroquia” (Huelva, 2010).

. Subrayamos los siguientes aspectos: se trata de una “parcela” de la Diócesis, por tanto no es una comunidad independiente; dicha parcela se visualiza y concreta por unos límites locales, que la

223 SC, 42

VI. PASTOR DE UNA COMUNIDAD DIOCESANA El párroco, colaborador necesario del ministerio episcopal

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distingue de la “parroquia personal”; está regida por un pastor, que nombra el Obispo y hace sus veces. El Código de Derecho Canónico dibuja el perfil de la parroquia en relación a la Diócesis de esta manera: “La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio”224

. La parroquia, pues, es una comunidad diocesana, cuyo pastor, el párroco, la rige en representación del Obispo, pastor de la Diócesis. El perfil, por tanto, del párroco es el de ser cooperador del Obispo.

RELACIÓN DE COLABORACIÓN SACERDOTE-OBISPO El sacerdote, cooperador del Obispo diocesano.

83. La misma definición de parroquia, anteriormente expuesta, dibuja al párroco como un pastor“ que hace las veces del Obispo”. La relación que se deriva de esta función ministerial es de “dependencia pastoral”225, puesto que la responsabilidad de la parroquia, en cuanto parcela de la Diócesis, es del Obispo diocesano. Esta relación es una constante en la teología del Presbiterado. El Concilio destaca claramente la colaboración especial de los párrocos con el Obispo. Referido a ellos, dice que los “cooperadores de manera principal del Obispo son los párrocos, a quienes, bajo la autoridad del mismo, se les encomienda, como pastores propios, la cura de almas en una parte determinada de la Diócesis”226. El perfil del párroco, pues, no puede entenderse si no es en relación al Obispo. El fundamento, sin embargo, de tal relación de cooperación radica en que los presbíteros “participan y ejercen, juntamente con el Obispo, el sacerdocio único de Cristo, y, por ende, quedan constituidos próvidos cooperadores del Orden episcopal”227

224 CDC, c. 515 & 1.

. Es importante destacar la dimensión sacramental del Orden como origen y principio de la cooperación con el Obispo. No se trata de una razón sociológica - estructural, organizativa o de acuerdo consensuado-, sino que pertenece a la identidad misma del presbiterado. Así lo ratifica la “Presbyterorum ordinis”: “Los Obispos, por el don del Espíritu Santo, que se ha dado a los presbíteros en la Sagrada Ordenación, los tienen como necesarios

225 Cf. CIC, 1564 226 CD, 30. 227 CD, 28.

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colaboradores y consejeros en el ministerio y función de enseñar, de santificar y de apacentar la grey de Dios”228. En este texto se subraya, además, que la cooperación de los presbíteros con el Obispo se realiza en las tareas esenciales del ministerio pastoral: “enseñar, “santificar” y “apacentar” el Pueblo de Dios. De esta relación sacramental se deriva la exigencia moral de unidad, fidelidad y obediencia en la colaboración con el Obispo. En este sentido, sigue afirmando el Concilio, dirigiéndose a los sacerdotes: “Estén, pues, unidos a su Obispo con sincera caridad y obediencia. Esta obediencia sacerdotal, ungida de espíritu de cooperación, se funda especialmente en la participación misma del ministerio episcopal que se confiere a los presbíteros por el Sacramento del Orden y por la misión canónica”229

Resistencia a la cooperación.

.

84. La claridad teológica del Magisterio, en cuanto a la relación de cooperación

del sacerdote con el Obispo, no siempre encuentra efectividad en el ejercicio ordinario del ministerio pastoral. A veces aflora una cierta resistencia a la colaboración sincera y abierta con el Pastor de la Diócesis. Entre las posibles causas que motivan tal postura, destacamos dos: a) la pérdida de conciencia del sacramento del Orden, por el cual es investido sacerdote de la Iglesia. Partiendo del consejo de Pablo a Timoteo: “Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos”230, traemos a colación la pregunta que formuló el Obispo al conferir el Orden del Presbiterado: “¿Estáis dispuestos a desempeñar siempre el ministerio sacerdotal en el grado de presbítero como buenos colaboradores del orden episcopal…?”231

228 PO, 7

. Esta toma de conciencia es fundamental para que la cooperación no sea una carga moral y pastoral, sino una dimensión de la naturaleza misma del sacramento; b) Por otra parte, está el enfriamiento espiritual, que lleva a que dicha colaboración se debilite y hasta se rompa, actuando el sacerdote como “autónomo” en la tarea pastoral de la Diócesis. Las motivaciones que sustentan la cooperación pastoral pertenecen al orden de lo espiritual. Es fácil comprender, entonces, que, si la vida del espíritu flaquea, se desmorona el sentido y fundamento en la exigencia de colaboración. La respuesta lógica

229 Ibíd. 230 2Tim 1,6. 231 Ritual de Órdenes, nº 15

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a tal situación está en una revitalización de la espiritualidad sacerdotal, que lleve al sacerdote a redescubrir el ministerio, esto es, a que “renueve continuamente y profundice cada vez más la “conciencia de ser ministro de Jesucristo”, en virtud de la consagración sacramental y de la configuración con él, cabeza y pastor de la Iglesia”232

Colaboración desde la comunión.

. Estas posibles causas de la ruptura que, a veces, se da en la colaboración con el Obispo, reclaman una revisión espiritual a fondo.

85. El perfil del sacerdote “colaborador” y “cooperador” con el Obispo debe configurase desde la naturaleza misma del sacramento ministerial. La esencia de la cooperación del sacerdote con el Obispo consiste en mantener un estilo de vida de “comunión” con el Pastor diocesano, con quien participa del mismo y único Sacerdocio de Cristo, y de quien recibe los poderes en el ejercicio ministerial: “El ministerio de los presbíteros es, ante todo, comunión y colaboración responsable y necesaria con el ministerio del obispo”233

Colaboración por parte del Obispo.

. Cualquier conducta de ruptura de la comunión y cooperación del presbítero con el Obispo es un rompimiento de la “comunión eclesial”. El fundamento sacramental de la comunión es tan fuerte -teológica y espiritualmente- que desplaza cualquier excusa de carácter humano para justificar actitudes de independencia, enfrentamiento o disidencia con el Obispo de quien el sacerdote es colaborador. Claro está, también el Obispo debe facilitar esta comunión de colaboración.

86. En esta búsqueda del perfil del sacerdote, como cooperador del Obispo, no quisiéramos pasar por alto que esta relación de cooperación tiene, por parte del Obispo, unas connotaciones de no poca importancia. Sin querer profundizar en la figura del Obispo, sí es importante resaltar y valorar los rasgos que deben caracterizarle en su relación con los sacerdotes. El Concilio impera a los Obispos que “tengan a los presbíteros como hermanos y amigos suyos” 234, “como hijos y amigos”235

232 PDV, 25.

; y, en otro momento, resalta el sentido de familia del presbiterio, “cuyo padre es el

233 PDV, 17. 234 PO, 7. 235 LG, 28.

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Obispo”236. Esta dimensión de “amistad”, “fraternidad” y “paternidad”, que el Obispo debe mantener con los presbíteros, condiciona, sin duda alguna, la actitud relacional y la respuesta de colaboración del sacerdote al Obispo. Dice el Papa dirigiéndose a los Obispos: “Tenéis que dedicar los mejores desvelos y energías a los sacerdotes. Por eso os aliento a estar siempre cerca de cada uno, a mantener con ellos una relación de amistad sacerdotal, al estilo del Buen Pastor”237. La importancia de esta atención del Obispo a sus sacerdotes queda manifiesta en las veces que el Papa lo resalta. De nuevo se dirige a los Obispo: “El espíritu de comunión lleva a prestar una atención especial a vuestros sacerdotes. Ellos, colaboradores inmediatos del ministerio episcopal, han de ser los primeros destinatarios de vuestro cuidado pastoral, tratándolos con cercanía y fraterna amistad”238

RELACIÓN SACERDOTE-PRESBITERIO DIOCESANO

. Esta relación de fraternidad es fundamental para la realización personal en el ministerio. El factor humano, en una relación interpersonal, condiciona o determina la actitud de reciprocidad. Reconocemos, pues, que la disponibilidad del sacerdote para colaborar con el Obispo -que, ciertamente, se fundamenta en el sacramento-, necesita experimentar la cercanía y la amistad de aquel con quien ha de colaborar.

Comunión con el presbiterio por razón sacramental.

87. Si importante es el sentido de comunión que el sacerdote ha de mantener con el Obispo, de no menos importancia es la comunión entre los presbíteros y, por tanto, la integración en comunión de cada sacerdote en el Presbiterio. La doctrina del Magisterio es bien clara al respecto. Ningún texto como el conciliar para definir la unidad del presbiterio diocesano, cuando afirma que los presbíteros, por razón del Orden, “forman un solo presbiterio en la diócesis a cuyo servicio se consagran bajo el Obispo propio”239

236 CD, 28.

. Subrayamos la fuerza que, en su brevedad, encierra el texto: unión entre los presbíteros, de naturaleza fraternal, fundamentada en el sacramento, dando origen a un solo presbiterio. No se trata de una “agrupación” o “asociación”, que por principio consensuado los presbíteros acuerdan la “comunión presbiteral”, sino que su origen y fundamento son

237 BENEDICTO XVI, Visita “A. Limina”. de los Obispos de México (23-9-05). 238 BENEDICTO XVI, Visita “A. Limina” de los Obispos de Venezuela (8/5/09). 239 PO, 8

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de carácter sacramental y, por tanto, de naturaleza ontológica con el ser sacerdote. Sólo una actitud orgullosa o una ignorancia inculpable puede explicar posibles conductas de desarraigo o desconexión –si no de enfrentamiento- del sacerdote respecto al conjunto del Presbiterio. El Papa sale al frente de estos posibles enfrentamientos: “Es necesario para todos nosotros que se dejen las divisiones estériles, los desacuerdos y los prejuicios, y que escuchemos juntos la voz del Espíritu que guía a la Iglesia hacia un futuro de esperanza. Cada uno de nosotros sabe la importancia que ha tenido en la propia vida la fraternidad sacerdotal”240

Comunión con el presbiterio por razón pastoral.

. La advertencia del Papa da respuesta a una experiencia que, a veces, está presente en la relación entre sacerdotes, experiencia que rompe la comunión con el presbiterio.

88. La exigencia de la comunión presbiteral, además de su fundamentación sacramental y teológica –como hemos dicho-, lo es también por razón pastoral. El sacerdote en su ejercicio pastoral no está solo; su integración en el presbiterio le incorpora también en el quehacer pastoral, que nace de la misión. Dice el Papa: “Ningún sacerdote está solo; formamos un presbiterio, y cada uno, sólo puede prestar su servicio en esta comunión con el obispo”241. La misión recibida es una y única, aunque se manifiesta en pluralidad de formas. Así lo afirma el Concilio: “Aunque se entreguen a diversos menesteres, ejercen, sin embargo, un solo ministerio sacerdotal”242. Es clave para la unidad del presbiterio que se dé en el sacerdote una actitud básica de no aislamiento ni de autonomía absoluta en el campo pastoral, por muy efectiva que pudiera parecer la propia actividad, porque tales conductas romperían los lazos de comunión con el resto del presbiterio, impedirían la unidad de acción y restarían eficacia a la labor conjunta. Por tanto, “ningún presbítero puede cumplir cabalmente su misión aislada o individualmente, sino tan sólo uniendo sus fuerzas con otros presbíteros…”243

240 BENEDICTO XVI, Respuesta a los Obispos de EEUU (16-4-08)

. La dimensión comunitaria del sacerdocio ministerial es un rasgo constitutivo del mismo, y toda forma o manifestación de “despego” o de desconexión con el resto del presbiterio diocesano, sólo puede deberse a razones humanas, sociales o personales, pero no a

241 BENEDICTO XVI, Con el Clero de Bolzano (6-8-80) 242 PO, 8. 243 PO, 7.

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razones teológicas o eclesiales. Así lo afirma Juan Pablo II: “El ministerio ordenado tiene una radical forma comunitaria y puede ser ejercido sólo como una tarea colectiva”244

FRATERNIDAD DE LOS SACERDOTES ENTRE SI

. ¡Cuánto hay que avanzar aún en este camino de “colegialidad” entre los presbíteros!

Fraternidad sacerdotal por razón sacramental.

89. La fraternidad, como la colegialidad presbiteral, nace y tiene su origen en la misma gracia sacramental. En efecto: “Los presbíteros, constituidos por la ordenación en el orden del presbiterado, se unen todos entre sí por íntima fraternidad sacramental”245.Existe, pues, un fundamento para la fraternidad más allá de la base bautismal. El sacramento del Orden crea lazos de hermandad que se explicitan en el compartir un mismo ministerio, un mismo presbiterio, una misma tarea apostólica, y bajo la guía y autoridad de un mismo pastor y “padre”, el Obispo. Sigue afirmando el Decreto “Presbyterorum ordinis”: “Así, pues, cada uno está unido con los restantes miembros de esta agrupación sacerdotal por especiales lazos de caridad apostólica, ministerio y fraternidad”246. Tres son, pues, los vínculos que unen a los sacerdotes entre sí, según el Concilio: la caridad pastoral, el ministerio y la fraternidad. Cada uno de estos vínculos resalta la unidad del presbiterio, que tiene su origen en la “consagración” y en la “misión”, recibidas por el sacramento del Orden. En concreto, la fraternidad sacerdotal resalta el sentido de familia que ha de darse en el presbiterio. Éste no es un simple “colectivo” que tiene una misma misión, sino que, además de la amistad, los sacerdotes constituyen “una unidad, que puede considerarse como verdadera familia, en la que los vínculos no proceden de la carne o de la sangre, sino de la gracia del Orden”247

244 PDV, 17.

. Esta dimensión familiar del presbiterio es una faceta poco desarrollada por los sacerdotes; más aflora la unidad en razón del ministerio que por exigencia de la fraternidad. Lógicamente, al descuidarse este rasgo fundamental de la vida presbiteral, miramos al otro presbítero más como un “compañero” que como un “hermano”.

245 PO, 8. 246 Ibíd. 247 DMVP, 24.

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Fraternidad y compromiso de ayuda en la necesidad.

90. La fraternidad sacerdotal, de ser sincera, conlleva, entre otras, las siguientes exigencias: vivir el sacerdocio en clave de solidaridad, participar en los trabajos comunes, compartir recursos y bienes materiales, tratar al otro como hermano, estar atento a sus necesidades, manifestar disponibilidad para el servicio ante la solicitud de ayuda de otros sacerdotes, preocuparse con solicitud por las debilidades y limitaciones humanas, etc. Se trata, en definitiva, de crear un estilo de vida por el que los sacerdotes vivan y testimonien el perfil de “hermano”, más que de compañero. La “Lumen Gentium”, tras afirmar que los “presbíteros todos se unen entre sí en íntima fraternidad”, explicita cuál debe ser el compromiso que impone tal fraternidad, esto es: “debe manifestarse en espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritual como material, tanto pastoral como personal, en las reuniones, en la comunión de vida de trabajo y de caridad”248. La Constitución conciliar da tal importancia a esta “ayuda mutua” entre los sacerdotes que ofrece un detallado elenco de relaciones fraternales, esto es: comprensión y ayuda generacional entre mayores y jóvenes; ser hospitalarios; preocuparse, sobre todo, por los que están enfermos, afligidos, demasiado recargados de trabajos, aislados,…; compartir espacios y momentos de descanso; ante los peligros de la soledad, fomentar alguna especie de vida común donde sea posible, mesa común o, al menos, frecuentes y periódicas reuniones….. “Finalmente, por razón de la misma comunión en el sacerdocio, siéntanse los presbíteros especialmente obligados para con aquellos que se encuentran en alguna dificultad; ayúdenles oportunamente como hermanos y aconséjenles discretamente si es necesario. Manifiesten siempre caridad fraterna y magnanimidad para con lo que erraron en algo, pidan por ellos insistentemente a Dios y muéstrense en realidad como hermanos y amigos”249

. Este cuadro de posibles y necesarias conductas de fraternidad sacerdotal es de tal riqueza y, a la vez, tan interpelante, que obliga al sacerdote a replantearse muy a fondo cómo vive la fraternidad sacerdotal, qué prioridad ocupa en su vida, en qué medida se configura con ella, etc.

248 LG, 28. 249 PO, 8.

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La espiritualidad, alma de la fraternidad.

91. Un estilo de vida, a este nivel de fraternidad, no es fácil llevarlo a la práctica, si no lo respalda una vida espiritual seria en el sacerdote. La espiritualidad es alma de la fraternidad. Cuando en la vida ordinaria se constata resistencia para prestar una colaboración pastoral o una atención a una necesidad humana del “hermano” sacerdote, es porque el motor de la fe y de la vida espiritual está en “ralentí” o “parado”. La experiencia, en este sentido, obliga a preguntarnos: ¿No es verdad que, a veces, deja mucho que desear la falta de solidaridad fraterna al interior del mismo presbiterio? La relación fraterna entre los presbíteros es un indicador de la espiritualidad. Claro está, dicha espiritualidad sacerdotal demanda una conversión del corazón, de manera que haga efectivo el “favorecer la comunión fraterna dando y recibiendo de sacerdote a sacerdote el calor de la amistad, de la asistencia afectuosa, de la comprensión, de la corrección fraterna”250

EL SACERDOTE, AGENTE PASTORAL DE LA IGLESIA DIOCESANA

. Fortalecer, pues, la espiritualidad sacerdotal es una necesidad en orden a sostener y dinamizar la fraternidad y la unidad entre los presbíteros.

Integrado en el proyecto pastoral diocesano.

92. El perfil del sacerdote cooperador del Obispo, que forma un solo presbiterio, cuyo lazo de comunión es la fraternidad sacramental, se completa con la integración en la pastoral diocesana. Dice el Papa: ”Es necesario que esta comunión entre los sacerdotes y con el propio Obispo…se traduzca en diversas formas concretas de fraternidad sacerdotal efectiva y afectiva” 251

250 DMVP, 27.

. Una de las formas efectivas de cooperación con el Obispo es asumir como propio el proyecto pastoral diocesano, integrándose con responsabilidad en su realización desde su parcela particular, la parroquia. Nada más contrario a la naturaleza de “pastor de una comunidad”, a la que sirve en nombre del Obispo, que desentenderse de las orientaciones y lineas pastorales programadas por el Obispo para toda la Diócesis. Esta comunión efectiva, colaborando activamente en la pastoral diocesana, tiene su origen y fundamento “en la

251 BENEDICTO XVI, Carta convocatoria del Año sacerdotal (16-6-2009)

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participación misma del ministerio episcopal”252. Desde esta perspectiva sacramental, parcipada por el sacerdote, “es fácil constatar la necesidad de evitar toda forma de subjetivismo en el ejercicio de su ministerio, y de ahdherirse corresponsablemente a los programas pastorales”253

Diocesaneidad del prebítero.

. En este sentido, hay que lamentar conductas pastorales en clara falta de sintonía con el quehacer diocesano. Como ya se ha dicho en este trabajo, con tales posturas individulaistas se corre el riesgo de convertir la parroquia en una “fortaleza” que aísla al sacerdote y a la comunidad de la integración en la Iglesia diocesana.

93. El ejercicio de cooperación en las tareas comunes es signo de comunión con la Iglesia diocesana. La integración en la pastoral de la Diócesis manifiesta más explicitamente la “diocesaneidad” del sacerdote. Pastoralmente, es fundamental descubrir y vivir esta diocesaneidad. “Es necesario –afirma la PDV- que el scerdote tenga la conciencia de que su “estar en una Iglesia particular”constituye, por su propia naturaleza, un elemento calificativo para vivir una espiritualidad cristiana”254. Se trata, pues, de un enriquecimiento espiritual y pastoral. Efectivamente, la Diócesis ofrece al prebítero la riqueza de la eclesialidad y de la faternidad. La pertenencia a la Diócesis, vivida en un estilo de comunión eclesial, garantiza la dimensión relacional del sacerdote con su Obispo, la dimensión colegial de los presbiteros entre sí, y la función de servicio a la Iglesia particular. Sigue afirmando PDV: “Por eso el prebítero encuentra, precisamente en su pertenencia y dedicación a la Iglesia particular, una fuente de significados, de criterios de discernimiento y de acción que configura tanto su misión patoral como su vida espiritual”255

94. Nada más lejos de una integración espiritual y pastoral en la diócesis que el aislamiento en los cortos límites de la comunidad parroquial. Ésta es expresión de la Iglesia en la medida que se abre con su pastor tanto a la Diócesis como a la Iglesia universal. El pastor, que rige una comunidad parroquial, no puede perder de vista la amplitud de la Iglesia diocesana, de la que es parte, ni mucho menos de la Iglesia universal. La acción pastoral

.

252 PO, 7. 253 DMVP, 24 254 PDV, 31. 255 Ibíd.

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comunitaria es por naturaleza “misionera” y, en cuanto tal, trasciende los horizontes de los limites parroquiales. De ahí que, “para cultivar debidamente el espíritu de comunidad, ese espíritu ha de abarcar no sólo la Iglesia local, sino también la Iglesia universal”256

Unidad presbiteral, signo de credibilidad.

. La diocesaneidad, pues, despierta y revitaliza el espíritu “misionero” del sacerdote, superando el “localismo” geográfico y el subjetivismo pastoral.

95. El Concilio señala como signos de la unidad presbiteral la imposición de manos en la ordenación de nuevos presbíteros y la concelebración de la Eucaristía, de “donde se sigue –afirma la PO- que todos y cada uno de los presbíteros se unen con sus hermanos por el vínculo de la caridad, de la oración y de la total cooperación, y de esta forma se manifiesta la unidad con que Cristo quiso que fueran consumados para que conozca el mundo que el Hijo fue enviado por el Padre”257. Es significativo que se evoque en este texto conciliar la “oración sacerdotal” de Jesús, esto es, el ruego del Señor al Padre para que sus discípulos sean “uno” y, por el testimonio de esa unidad, el mundo alcance conocer a Cristo como el Enviado258.Somos conscientes de que no faltan críticas de los fieles por la falta de unidad entre los sacerdotes, tanto en el plano pastoral como en el relacional. De ahí que la fraternidad sacerdotal no es sólo una cuestión interna del presbiterio, sino que es también un signo de credibilidad para el pueblo cristiano y para la sociedad, en general. Con razón afirma el Papa: “Es importante tener a su alrededor la realidad del presbiterio, de la comunidad de sacerdotes que se ayudan, que están juntos siguiendo un camino común, con solidaridad en la fe común”259

. El Papa destaca la importancia de estar unidos, de caminar juntos, de vivir la solidaridad. Una vida sacerdotal con estas actitudes, ciertamente, es un testimonio de credibilidad.

256 PO, 6; PDV, 32. 257 PO, 8. 258 Cfr. Jn 17, 23. 259 BENEDICTO XVI, Con el Clero de Aosta ( 25-7-05)

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CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

a) Tu actitud en relación con el Pastor de la Diócesis, ¿es de sincera caridad, cooperación y obediencia?

b) En relación con el Presbiterio diocesano: • ¿Colaboras a favor de la comunión y unidad presbiteral? • ¿Participas en los encuentros y actividades programados para el

Presbiterio o, por el contrario, te destacas por la pasividad y la ausencia? • ¿Vives la fraternidad sacerdotal como una exigencia sacramental

del Orden y como compromiso de ayuda y solidaridad con los hermanos sacerdotes?

c) ¿Vives, desde el puno de vista personal y parroquial, la integración y la cooperación en las actividades pastorales diocesanas?

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ESQUEMA DEL TEMA VII

INTRODUCCIÓN: La Parroquia, comunidad misionera. ACTITUDES DEL SACERDOTE EN UNA PASTORAL DE MISIÓN

Actitud de conocimiento y discernimiento sobre la realidad de fe de su comunidad. Actitud de acogida a quienes se acercan y buscan alsaerdote. Actitud de búsqueda de los “alejados”.

FUNCIONES DEL PASTOR EN UN CONTEXTO DE NUEVA EVANGELIZACIÓN Valorar la nueva evangelización como respuesta pastoral. Asumir la nueva evangelización como respuesta misionera para la parroquia. Aceptar el reto de la propia responsabilidad como evangelizador. Optar por el anuncio explícito del kerigma como prioridad en una pastoral de misión.

EL PASTOR, TESTIGO EVANGELIZADOR POR OBRA Y VIDA Testigo ejemplarizante. Testigo interpelante.

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad misionera260

96. Con la expresión “comunidad misionera” queremos indicar dos facetas de la parroquia. Por una parte, afirmamos que ella es sujeto de la evangelización, siendo su tarea pastoral la de evangelizar desde la “pastoral de misión” en contraposición a una pastoral de “conservación”. Y, por otra parte, también se afirma que es una comunidad en “estado de misión” y, consecuentemente, ella, la misma comunidad, es objeto y destinataria de dicha pastoral de misión. Ya el Congreso sobre “La Parroquia evangelizadora” (1988), afirmaba que “el reto más importante al que se enfrenta hoy la mayoría de las parroquias es

260 Remitimos al Tema 7 del Documento “Perfil Pastoral de la Parroquia” (Huelva, 2010).

VII. PASTOR DE UNA COMUNIDAD MISIONERA El sacerdote, pastor y testigo evangelizador por obra y vida

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el paso de una pastoral de cristiandad a una pastoral de misión"261. Esta rotunda afirmación encontraría un respaldo en la palabras del Papa Juan Pablo II en la “Redemptoris missio” (1991), quien reconocía que “grupos de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia”262. Y precediendo a estas dos afirmaciones, la “Evangelii nuntiandi” alertaba del duro diagnóstico -hoy comúnmente aceptado-, al afirmar que “toda una muchedumbre, hoy día muy numerosa, de bautizados que, en gran medida, no han renegado formalmente de su bautismo, pero están totalmente al margen del mismo y no lo viven”263

. El Magisterio, pues, ha sido muy claro en reconocer el déficit de evangelización que sufren muchas comunidades cristianas. Desde esta perspectiva, es lógico que el sacerdote, que preside una comunidad en estado de misión, se encuentre con el reto personal de asumir su función de “pastor” en clave de pastoral misionera, como veremos.

ACTITUDES DEL PASTOR EN UNA PASTORAL DE MISIÓN Actitud de conocimiento y discernimiento sobre la realidad de fe de su comunidad.

97. Es una característica y, a la vez, una exigencia, que el pastor conozca la realidad del entorno en el que el vive su comunidad y, sobre todo, conozca la vida de fe de su grey. Tal “conocimiento” es lo que caracteriza a Jesús en su misión evangelizadora: “Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen” (Jn 10, 14). Se trata de un conocimiento pastoral, que no es, simplemente, un conocimiento sociológico; lo que importa es ser consciente de la situación de misión, esto es, saber valorar las causas y las consecuencias que tal diagnóstico conlleva. El Papa, reflexionando sobre el cristianismo que se está dibujando socialmente, afirma: “Es un cristianismo de escasa densidad institucional, con poco bagaje racional, menos aún dogmático, y con poca estabilidad. Este fenómeno mundial nos pone a todos ante la pregunta: ¿Qué nos transmite, positiva y negativamente, esta nueva forma de cristianismo?264

261 PE Concl. 17.

. Estas palabras del Papa ponen de manifiesto la importancia y necesidad

262 RM, 33. 263 EN 56. 264 BENEDICTO XVI, Discurso a los representantes de la Iglesia Evangélica Alemana (23-9-11).

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de afrontar la realidad de fe, discernir sobre ella, tomar postura. Ciertamente, para ello se necesita un impulso interior que supere toda pasividad y desaliento ante las dificultades, porque aceptar la realidad sin esperanza de transformarla es caer en un pesimismo inerte. De ahí que se requiera en el sacerdote pastor una apertura de mente y capacidad crítica para discernir las luces y las sombras que envuelven a los fieles de la comunidad. Sin este “discernimiento”, el pastor puede, por una parte, no alcanzar a descubrir las verdaderas necesidades pastorales que la comunidad demanda, y, por otra, no ofrecer el alimento adecuado.

98. El contexto histórico en el que se sitúa la comunidad parroquial hace que sobre ella influyan, fuertemente, los fenómenos culturales de la secularización. Y ante ellos, el sacerdote ha de moverse con la verdadera inquietud del “buen pastor”. Dice “Pastores dabo vobis”: “Ciertamente la vida y el ministerio del sacerdote deben también «adaptarse a cada época y a cada ambiente de vida... Por ello, por nuestra parte debemos procurar abrirnos, en la medida de lo posible, a la iluminación superior del Espíritu Santo, para descubrir las orientaciones de la sociedad moderna, reconocer las necesidades espirituales más profundas, determinar las tareas concretas más importantes, los métodos pastorales que habrá que adoptar, y así responder de manera adecuada a las esperanzas humanas»265. Esta apertura y conocimiento de la realidad, -que propugna el Papa- no es una simple coyuntura social, sino una exigencia pastoral que dimana del ministerio presbiteral. Si el servicio ministerial se ordena al “hombre”, necesariamente el sacerdote ha de comprender a éste en su integridad personal y social, e interesarse pastoralmente por él, porque todos los hombres y todo el hombre son los destinatarios de la evangelización. Afirma el Papa: “Como sacerdotes estamos a disposición de todos: de quienes conocen a Dios de cerca y de aquellos para los que él es el Desconocido”266

Actitud de acogida a quienes se acercan a la parroquia.

.. Sin conocimiento y discernimiento de la realidad, la actividad pastoral pierde su capacidad de respuesta evangelizadora.

99. Partimos del hecho de que “el contacto más inmediato de la Iglesia con la gente tiene lugar normalmente en el ámbito de las parroquias”267

265 PDV, 5.

. Sin

266 BENEDICTO XVI (Ecclesia ,2-9/1/10, p.31). 267 PPGCP, 30

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embargo, la situación de misión, que afecta a las parroquias, se caracteriza, entre otros aspectos, por la indiferencia de muchos bautizados ante la fe y ante la misma Iglesia, rayando, a veces, esta indiferencia en actitudes y conductas claramente agresivas. A pesar de todo, la realidad es que son bastantes las personas que se acercan a la parroquia por distintos motivos. En consecuencia, tales personas, en su acercamiento, deben encontrar una respuesta pastoral. “La experiencia nos dice que la parroquia es un centro de confluencia de muchas gentes, motivadas por distintas razones: unos serán realmente “alejados”, otros frecuentarán la práctica religiosa; unos, irán buscando respuesta a necesidades físicas; otros, a necesidades administrativas; etc. Este acercarse a la comunidad parroquial no puede ser considerado de poca trascendencia, sino que sus demandantes son sujetos merecedores de una Buena Nueva, y ésta cristaliza en la respuesta pastoral de la “acogida”268

100. Existe, ciertamente, el peligro de “la burocratización, el fucionalismo, el democraticismo, o la planificación que atiende más a la gestión que a la pastoral”

. De ahí que en este encuentro, aún motivado por razones de interés personal, es donde el pastor ha de manifestarse acogedor, de forma que el mismo encuentro sea, de por sí, un acto evangelizador. Las actitudes contrarias a la “acogida” (v.g. pasividad en la escucha, desinterés por el problema o cuestión solicitada, altivez en la respuesta, etc.) son formas que no sólo no despiertan interrogantes favorables a la fe, sino que profundizan y enraízan más fuertemente la indiferencia hacia lo religioso. En este caso, el sacerdote, cuya función de pastor debiera ser de respeto y afabilidad, se comporta como un “funcionario”, que cumple con la materialidad del servicio prestado, cuando su consagración y misión reclaman una actitud distinta: la de la cercanía.

269. Como antídoto a tal peligro, el Papa nos da una respuesta: “El párroco, a pesar de las nuevas situaciones y las nuevas formas de responsabilidad, no debe perder la cercanía con la gente; debe ser realmente el pastor de esa grey que le ha encomendado el Señor”270

268 PPP, 45.

. La cercanía conlleva el conocimiento, el aprecio, la preocupación y sintonía con la realidad de los fieles. De ahí que el párroco, como pastor que es, debe esforzarse “en conocer a los fieles confiados a su cura, evitando caer en el peligro del funcionalismo: no es un funcionario que cumple un papel y

269 PPGCP, 29. 270 BENEDICTO XVI, Encuentro con sacerdotes (24/7/2007).

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ofrece servicios a los que lo solicitan”271. Este peligro de convertir un sacerdocio en un ejercicio funcionarial, es lo que preocupa al Papa y, de ahí, que ponga sobre aviso a los Obispos, diciéndoles que “deben tratar de lograr que el párroco siga siendo pastor y no se convierta en un burócrata sagrado”272

Actitud de búsqueda de los “alejados”.

. La parroquia, como ámbito de acogida, no puede confundirse con un simple “despacho” administrativo. Y esta no confusión no depende ni del espacio ni del contenido de lo que en él se sirva, sino de la actitud del sacerdote en su relación con los que a él se acercan.

101. En la misión y función del pastor, está el preocuparse y atender también a quienes son “alejados”, en consonancia con la postura de Jesús: “Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer” (Jn 10,16). Sin profundizar ahora en el complejo concepto de “alejados” (muy bien podría entenderse por tales quienes no tienen fe, quienes la tienen olvidada o quienes son poco practicantes), basta saber que el sacerdote pastor ha de salir en busca de quienes están desconectados de la comunidad parroquial. “Un sacerdote, un pastor de almas debe preocuparse ante todo por los que creen y viven con la Iglesia…sin embargo, como dice el Señor, también debemos salir siempre de nuevo “a los caminos y cercados” para llevar la invitación de Dios a su banquete también a los hombres que hasta ahora no han oído hablar para nada de él o no han sido tocados interiormente por él”273

102. La afirmación “salir del templo” no significa necesariamente evangelizar sólo a los no creyentes, sino que supone, también, realizar un encuentro pastoral con quienes, por circunstancias especiales, no participan en la vida cristiana de la comunidad. Muy explícito y clarificador es el siguiente texto dirigido a los párrocos: “Como hombre de Dios, ejerce de modo pleno el propio ministerio, buscando a los fieles, visitando a las familias, participando en sus necesidades, en sus alegrías; corrige con prudencia,

. Queda de manifiesto el carácter “misionero” del pastor, que no se conforma con la actividad cultual al interior del templo, sino que es consciente de que fuera de él hay, también, una actividad evangelizadora que realizar, porque es un terreno de misión.

271 PPGCP, 22. 272 BENEDICTO XVI, Encuentro con sacerdotes (24/7/2007). 273 BENEDICTO XVI, Ordenación sacerdotal en S. Pedro (7-5-2006).

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cuida de los ancianos, de los débiles, de los abandonados, de los enfermos, y se entrega a los moribundos; dedica particular atención a los pobres y a los afligidos; se esfuerza en la conversión de los pecadores, de cuantos están en el error, y ayuda a cada uno a cumplir con su propio deber, fomentando el crecimiento de la vida cristiana en las familias”274

103. Sea cual sea la situación, el pastor ha de manifestarse “buscador” de quienes quiere evangelizar. Bien precisa y contundente es la Constitución conciliar, cuando afirma: “Acuérdese que con su conducta de todos los días y con su solicitud muestran a fieles e infieles, a católicos y no católicos, la imagen del verdadero ministerio sacerdotal y pastoral y que deben, ante la faz de todos, dar testimonio de verdad y de vida, y que como buenos pastores deben buscar también (cfr. Lc 15,4-7) a aquellos que, bautizados en la Iglesia católica, han abandonado, sin embargo, ya sea la práctica de los sacramentos, ya sea incluso la fe”

. Sentirse, pues, pastor de los “alejados” es una función ministerial que convierte al sacerdote en “misionero”, que lleva la Buena Nueva a quienes no la han conocido -no creyentes-; o han perdido la fe y, por tanto, sus vidas responden prácticamente a “no creyentes; o la mantienen, al menos, como factor sociológico y, por tanto, no ha perdido todo contacto con la praxis cristiana; o presentan un fe debilitada, pero que buscan y necesitan reencontrarse con ella.

275. Los alejados – los “de lejos” y los “de cerca”- son igualmente destinatarios de la “búsqueda”, propia de pastoral misionera. Es muy posible que el trabajo pastoral ordinario impida al presbítero descubrir y asumir su dimensión misionera con los alejados, que es connatural al ministerio: “En primer lugar, para ser un verdadero misionero en el interior de la grey misma de la Iglesia, dadas las exigencias actuales, es esencial e indispensable que el presbítero se decida, muy conscientemente y con determinación, no sólo acoger y evangelizar a quienes lo buscan, sea en la parroquia u otras partes, sino también a “levantarse e ir” en busca sobre todo de los bautizados que, por motivos diversos, no viven su pertenencia a la comunidad eclesial, pero también de quienes poco o nada conocen de Jesucristo”276

274 PPGCP, 22.

. Queda, pues, claro quiénes son “alejados”, esto es: bautizados, cuya fe está debilitada o perdida; y no creyentes, a quienes no les ha llegado el mensaje de Jesús o que se han desvinculado de una vida

275 LG, 28 276 IMPI, apdo. 3.3

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sacramental. En consecuencia, el sacerdote es un evangelizador cuya misión consiste en “salir e ir” a la búsqueda de tales “alejados.

FUNCIONES DEL PASTOR EN UN CONTEXTO DE NUEVA EVANGELIZACIÓN Valorar la nueva evangelización como respuesta pastoral.

104. La nueva evangelización fue proclamada por Juan Pablo II al dirigirse a los Obispos del CELAN en Haití (1983). Con tal mensaje lanzaba el grito en favor de un “compromiso no de reevangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión”277. La importancia y urgencia de la misma, aún hoy, queda de manifiesto con los últimos gestos que, al respecto, ha tenido el Papa Benedicto XVI. Por una parte, está la creación del “Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización”278; y, por otra, dedicar la próxima Asamblea Plenaria de Sínodo de los Obispos (2012) al tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”279. Esta toma de posición pastoral sobre la nueva evangelización -casi a los treinta años de la proclamación que hizo Juan Pablo II- es una clara demostración de que el ambiente de descristianización no ha remitido y de que ha de imponerse el coraje evangelizador como tarea pastoral en la Iglesia. “En efecto, una buena parte de nuestros católicos bautizados no participa ordinariamente, o a veces en absoluto, en la vida de nuestras comunidades eclesiales. Y esto…porque no han sido suficientemente evangelizados o porque no han encontrado a nadie que les haya dado testimonio de la belleza de la vida cristiana”280

105. Valorar la opción de la “nueva evangelización” es una exigencia que deriva de una realidad pastoral concreta: un pueblo de bautizados, pero no evangelizados. “Tantos hermanos –dice el Papa- están bautizados, pero no suficientemente evangelizados”

.

281

277 JUAN PABLO II, Alocución a los Obispos del CELAM, Haití, 9-3-1983.

Las mismas “Lineamenta” para el Sínodo advierten de las dificultades que han de afrontarse y de la valentía con que ha de acometerse la nueva evangelización: “Ante semejantes cambios es natural que la primera reacción sea el turbamiento y el

278 Carta Apostólica “Ubicunque et semper” (21-9-2010) 279 Cfr.Lineamenta Sínodo 2012, 1. 280 IMPI, apdo. 3.3. 281 VD, 96.

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miedo, en cuanto nos enfrentamos con transformaciones que interrogan nuestra identidad y nuestra fe hasta las raíces…sabiendo superar el nivel emotivo de juicio defensivo y de miedo, para comprender objetivamente los signos de lo nuevo, junto a los desafíos y a las fragilidades…”282

Asumir la nueva evangelización como respuesta pastoral para la parroquia.

. Ante este escenario pastoral de “falta de evangelización” en las comunidades, aún, consideradas “cristianas”, la nueva evangelización es la respuesta pastoral adecuada, y, en ella, el sacerdote juega un rol de primera responsabilidad. La valoración que hace el Magisterio de la nueva evangelización para toda la Iglesia, interpela a los sacerdotes, sobre todo, a los que son pastores de comunidades que se caracterizan por este déficit de evangelización.

106. Tal propuesta programática de la nueva evangelización necesariamente condiciona la pastoral misionera y, por supuesto, el rol del sacerdote como evangelizador. Se abre un nuevo campo pastoral, una nueva etapa y un nuevo modo de concebir la evangelización. El mismo Papa, Benedicto XVI, ha dicho últimamente: “Naturalmente, la fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente”283. Surge, pues, una pregunta: ¿Se ha avanzado, desde aquella década de los ochentas, en esta nueva dirección evangelizadora? El punto de partida para el anuncio de Juan Pablo II fue el reconocimiento de un sociedad “cristiana” descristianizada, secularizada, con pérdida del sentido vivo de la fe y de la pertenencia a la Iglesia284. Nuestra situación actual ¿no presenta la misma configuración de descristianización? Últimamente, el Papa se cuestionaba la realidad de fe de nuestro pueblo “cristiano”. Decía: “Nosotros –el pueblo de Dios- ¿acaso no nos hemos convertido en un pueblo de incredulidad y de lejanía de Dios? ¿No es verdad que el Occidente, que los países centrales del cristianismo están cansados de su fe, aburridos de su propia historia y cultura, ya no quieren conocer la fe en Jesucristo?”285

107. La respuesta positiva a estas preguntas nos lleva a asumir la nueva evangelización como una necesidad a la que aún no se le ha dado la

.

282 LINEAMENTA para el Sínodo 2012, 7 283 BENEDICTO XVI, Discurso a los representantes de la Iglesia Evangélica Alemana (23-9-11). 284 Cfr. RM, 33. 285 BENEDICTO XVI, Misa Crismal (21/4/11)

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respuesta debida y, lógicamente, se presenta como un reto para la Iglesia. Y lo es, en efecto. Así lo recoge los Lineamenta del Sínodo (2012): “La nueva evangelización es lo contrario a la autosuficiencia y al repliegue sobre sí mismo, a la mentalidad del ”status quo” y a una concepción pastoral que retiene suficiente continuar a hacer las cosas como siempre han sido hechas”286. Esta dinámica renovadora, que sugiere el documento de trabajo para el Sínodo, exige que el sacerdote asuma la nueva evangelización como una opción pastoral para renovar la vida de la parroquia. No se trata de simple “estrategia”, sino de una respuesta pastoral a una situación comunitaria que languidece en la fe o se distancia de ella. Por eso, “la nueva evangelización representa ante todo una reacción maternal de la Iglesia ante el debilitamiento de la fe y el oscurecimiento de las exigencias morales de la vida cristiana en la conciencia de tantos hijos suyos” 287

Aceptar el reto de la propia responsabilidad como evangelizador.

. No basta, por tanto, con sólo valorar la importancia de la nueva evangelización, sino que se exige asumirla como medida pastoral necesaria y urgente.

108. El sacerdote, que al frente de una comunidad descubre la necesidad de aplicar una pastoral de misión, necesariamente ha de sentirse sujeto responsable de afrontar tal dinamismo pastoral. El ser pastor le convierte en evangelizador, sobre todo, de una comunidad llamada a descubrir la fe. No puede olvidar lo que afirma Juan Pablo II: “Por la evangelización la Iglesia es construida y plasmada como comunidad de fe; más precisamente, como comunidad de una fe confesada en la adhesión a la Palabra de Dios, celebrada en los sacramentos, vivida en la caridad como alma de la existencia moral cristiana”288. La falta de conciencia de esta exigencia evangelizadora lleva a ejercer una pastoral de conservación, sin que la nueva evangelización haga mella en el proceso de redescubrimiento de la fe. El reto que supone la nueva evangelización afecta muy directa y principalmente a los sacerdotes. En efecto: “Los primeros responsables de esta nueva evangelización del tercer milenio son los presbíteros”289

286 LINEAMENTA para el Sínodo 2012, nº 10.

.

287 PMP, p. 18 288 CFL, 33. 289 DMVP, Introducción.

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109. El sacerdote no puede esquivar su competencia y responsabilidad en la tarea evangelizadora, sobre todo, de su comunidad. Como hemos dicho en otro lugar, el peligro de dejarse llevar por la comodidad y por “costumbre” en el ejercicio ministerial, le impide desarrollar inquietudes pastorales que son necesarias y fundamentales para una actividad evangelizadora. El nuevo “ardor”, los nuevos “métodos” y la nueva “expresión” –dimensiones de la nueva evangelización- exigen un espíritu evangelizador nuevo, una actitud pastoral renovada y, por supuesto, una espiritualidad que impulse a tal dinamismo pastoral. “Por eso, la llamada a la nueva evangelización es, sobre todo, una llamada a la conversión”…En un contexto así, el sacerdote debe sobre todo reavivar su fe, su esperanza y su amor sincero al “Señor…En la nueva evangelización, el sacerdote está llamado a ser heraldo de la esperanza”290. Aceptar con coraje y valentía el reto que la nueva evangelización supone, sitúa al sacerdote frente a sí mismo, ante la propia exigencia de conversión que conlleva el ser evangelizador: “El Evangelio mismo muestra que el ser misionero requiere ser discípulo”291

Optar por el anuncio explícito del kerigma como prioridad pastoral de misión.

.

110. Reconocida la responsabilidad del sacerdote en cuanto a valorar la nueva evangelización, asumirla como tarea y aceptarla como reto, el compromiso que se impone es el de anunciar el kerigma. Una situación de misión, que demanda una respuesta de nueva evangelización, obliga a que el sacerdote revise su opción pastoral. El Congreso sobre “Evangelización y hombre de hoy” abre un horizonte al sentido de la pastoral que corresponde a una realidad de misión: “En nuestra situación histórica es urgente pasar de una pastoral de conservación a una pastoral de misión”292. Esta afirmación, que tanto compromete al sacerdote en su ministerio, pudiera parecer novedosa y atrevida en los ochenta. Sin embargo, la fuerza de la realidad se ha impuesto y es el Papa el que afirma: “La Iglesia no puede limitarse en modo alguno a una pastoral de <mantenimiento> para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial”293

290 DMVP, 35.

. Ahora bien, la pastoral misionera exige un replanteamiento del ministerio profético, priorizando el primer anuncio explícito. Éste

291 IMPI, apdo. 3.1. 292 EHH, Concl. 17. 293 VD, 95.

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se concreta en “ir a buscar a nuestros bautizados y también a los no bautizados, para anunciarles, de nuevo o por primera vez, el kerigma, es decir, el primer anuncio de la persona de Jesucristo, muerto en la cruz y resucitado para nuestra salvación, y su Reino, y así conducirlos a un encuentro personal con Él”294. Esta opción pastoral plantea varios interrogantes: ¿Qué anuncio se debe hacer? ¿Qué mensaje transmitir? ¿Qué Palabra de Dios predicar?, etc. Son cuestiones que, ahora, no van dirigidas directamente al cómo hacerlo, sino al contenido que ha de ser objeto del anuncio y de la predicación. Sabemos que la práctica de los primeros Apóstoles centraba el mensaje en la muerte y resurrección de Cristo, por las que somos salvados y, por tanto, somos interpelados a la conversión295

111. Después de siglos, llevando a cabo una larga y profunda formación en la doctrina cristiana, el ambiente de “racionalismo” y “secularización” de la modernidad han ido borrando y difuminado tal formación, calando su influencia hasta las raíces mismas de la fe, de manera que ha sido necesario y urgente proclamar una “nueva evangelización”. El Papa, que es consciente de tal situación, plantea a los sacerdotes una opción pastoral, o estrategia evangelizadora, fundamentada en la búsqueda de lo esencial. Dice a los sacerdotes: “Debemos pensar siempre: ¿qué es lo esencial?, aunque luego puede ser diverso el punto donde se puede conectar el kerigma, el contexto, el modo de actuar. Pero la cuestión debe ser siempre: ¿Qué es lo esencial? ¿Qué es preciso descubrir? ¿Qué quisiera dar? Aquí repito lo de siempre: lo esencial es Dios. Si no hablamos de Dios, si no se descubre a Dios, nos quedamos siempre en las cosas secundarias. Por tanto, me parece fundamental que al menos se plantee la pregunta: ¿Existe Dios? ¿Cómo podría vivir sin Dios? ¿Dios es en verdad una realidad importante para mí?”

. Estos mínimos elementos –el kerigma- son los aspectos que deben sustentar todo el mensaje de la nueva evangelización.

296

294 IMPI, apdo. 3.3.

. Estas cuestiones no son simples recursos retóricos, sino que encierran toda una “pedagogía de la fe”. Dirigidos estos interrogantes a los sacerdotes, les plantea un examen de conciencia de cómo y qué debe ocupar el centro del anuncio en nuestra situación de nueva evangelización. De ahí que se diga en las “Lineamenta” para el Sínodo de 2012: “Nueva evangelización quiere decir tener la

295 Cfr. Hch 2, 12 ss. 296 BENEDICTO XVI, Diálogo con el Clero de Roma (7/2/ 2008)

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audacia de formular la pregunta acerca de Dios al interno de estos problemas…”297

112. El sacerdote, ante estos interrogantes tan profundos, radicales y novedosos del Papa, no puede quedar indiferente ante su tarea de anunciar el evangelio, sea cual sea la forma como lo quiera realizar. Se le impone un replanteamiento del quehacer pastoral, al menos, en su dimensión profética. Ya la “Evangelii nuntiandi” dibujaba el ministerio sacerdotal en clave evangelizadora: “Lo que constituye la singularidad de nuestro servicio sacerdotal, lo que da unidad profunda a la infinidad de tareas que nos solicitan a lo largo de la jornada y de la vida, lo que confiere a nuestras actividades una nota específica, es precisamente esta finalidad presente en toda acción nuestra: "anunciar el Evangelio de Dios"

.

298

EL PASTOR, TESTIGO EVANGELIZADOR POR OBRA Y VIDA

. Con esta conciencia apostólica se plantea S. Pablo su misión: “Ay de mi si no anuncio el Evangelio” (1Co 9,16). ¿Cuál es, entonces, y en qué consiste el replanteamiento profético que la nueva evangelización impone a los presbíteros? Sencillamente en que hay que revisar los esquemas de predicación, los contenidos de las catequesis, los cursos y ciclos deformación, el mensaje homilético, etc. para que aflore la esencialidad del primer anuncio y se borre todo adorno y folclorismo que impiden que la Palabra de Dios actúe con eficacia.

Testimonio ejemplarizante.

113. El ejemplo que el pastor ha de dar a los fieles de su comunidad y a todos, en general, es el cauce evangelizador más eficaz, sobre todo, en un ambiente en el que las “palabras” son demasiadas y poco eficientes. Ante este tema, es obligado evocar el conocido texto de Pablo VI:"El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan.., o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio"299

297 Lineamenta, 7

. En el proceso de secularismo, que va aflorando en nuestra sociedad con una influencia secularizadora al interior de la misma Iglesia, el ejemplo es el lenguaje misionero más eficaz y evangélico. El pastor de una comunidad no puede ser guía de la misma, si no la precede con el

298 EN, 68. 299 EN, 41

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ejemplo que responda al de Cristo Buen Pastor. Quizás, con demasiada frecuencia, el sacerdote hace dejación de sus deberes ministeriales, ofreciendo una “estampa” desilusionante para los fieles. A veces, la preocupación pastoral del sacerdote se centra más en “cumplimiento disciplinar” del ministerio, olvidando la fuerza evangelizadora de las obras y del testimonio. La ejemplaridad es una exigencia natural del que realiza la función de “guía”, “maestro”, “pastor” de la comunidad. La fuerza magisterial de Jesús en su relación con los discípulos queda bien expuesta en el “aprended de mi” (Mt, 11,29) y en “os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros también vosotros lo hagáis” (Jn13, 15). La admiración de la gente ante las obras de Jesús les lleva a exclamar: “Este habla con autoridad” (cfr. Mt 21, 23 ss). Hay que reconocer, sin embargo, que, dada la condición humana, el sacerdote pueda, quizás, constituirse en “modelo” a imitar; pero sus obras sí deben ser ejemplarizantes, porque en las obras radica el carácter misionero del pastor y guía de la comunidad. El mismo Jesús, ante la incredulidad de los judíos en su persona, recurre a las obras como fuerza testimonial irrefutable. Dice Jesús: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras” (Jn 11, 37).

Testimonio interpelante.

114. El testimonio, en tanto es ejemplarizante, es, también, “interpelante”. Efectivamente, el sacerdote ha de ser testigo que despierta interrogante, esto es: su ser y actuar, su vida entera, se convierten en un lenguaje comprensible para el hombre secularizado, porque le interpela. Decía bellamente Pablo VI en la EN: “La Buena Nueva debe ser proclamada en primer lugar, mediante el testimonio…A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros? Pues bien, este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva. Hay en ello un gesto inicial de evangelización”300

300 EN 21

. Ante este mensaje tan claro y directo, es obligado preguntarse: ¿Se plantea el sacerdote, hoy, si su vida sacerdotal es un interrogante valido para facilitar la evangelización? Es éste un nuevo reto que todo pastor, ante

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una comunidad desnortada, desorientada o alejada de la fe, debe asumir y afrontar con sentido de esperanza, propia de la nueva evangelización301

115. Una vida sacerdotal, vacía de entusiasmo e ilusión, oscurece la tarea evangelizadora. Queramos o no, el sacerdote es punto de mira de toda la comunidad de la que es guía y pastor. Su actuar, condicionado, ciertamente, por la condición humana, es un espejo de referencia para los fieles. De ahí que el pastor debe ser exigente consigo mismo en una doble dirección: respondiendo éticamente a su condición de “ministro” de la comunidad; y respondiendo, también, a la exigencia de ser un referente de ejemplaridad para los fieles. La E.N. alienta al sacerdote en su misión y su función evangelizadora con este mensaje: “Conservemos, pues, el fervor espiritual. Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo…con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo.”

.

302

301 Cfr. DMVP, 35 302 EN, 80.

CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

a) ¿Responde tu perfil de pastor a las actitudes que deben caracterizar al evangelizador, esto es: actitud de “acogida” afable y fraternal; actitud de “búsqueda” a quienes viven lejos de la comunidad parroquial?

b) ¿Estás dando pasos desde una pastoral de conservación a una

pastoral de misión? Señala algunos, en el caso de que los estés dando. c) ¿Consideras que tu vida sacerdotal y tus obras pastorales son

un testimonio evangelizador? Examina si tu testimonio, objetivamente, es ejemplarizante e interpelante.

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INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad “humana”, integrada por hombres y mujeres303

.

116. La parroquia es una comunidad humana, integrada por personas concretas, hombres y mujeres, y, por tanto, con toda la carga de valores y contravalores que conlleva todo grupo social. La fe es, ciertamente, el factor fundante de la comunidad parroquial, pero “además de la fe, que es el factor específico, dicha “comunidad” se caracteriza también por los rasgos propios de un grupo humano. Queramos o no, los factores psicoafectivos, emocionales, sociales, etc. están presentes en las relaciones de la vida parroquial. De ahí que la dimensión teológico- espiritual de la parroquia en nada se contrapone con los rasgos propios

303 Remitimos al Tema 8 del documento “Perfil Pastoral de la Parroquia” (Huelva 2010), nº 46-53.

ESQUEMA DEL TEMA VIII

INTRODUCCIÓN: La parroquia, comunidad “humana”. DIMENSIÓN HUMANA DEL SACERDOTE PASTOR

El rostro humano del sacerdote en el ejercicio pastoral. La “condición humana”, soporte del don del sacerdocio La formación en valores humanos, una exigencia del ministerio. EL SACERDOTE, FACTOR DE UNIDAD Y DE COMUNIÓN EN LAS RELACIONES HUMANAS Constructor de unidad y de comunión eclesial. Valorar las “pequeñas comunidades”. Promover la formación de grupos con talante comunitario.

VIII. PASTOR DE UNA COMUNIDAD DE TALLA HUMANA El sacerdote, hombre entre los hombres,

con entraña de “humanidad”

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de la dimensión humana de todo grupo”304 . El factor humano, pues, es un condicionante que configura la comunidad parroquial, siendo, por tanto, un aspecto que el sacerdote pastor ha de tener en cuenta en la actividad pastoral y en la revitalización de la parroquia. “Al definir la parroquia como “comunidad de talla humana”, estamos resaltando y valorando, como definitorio de la misma, su perfil antropológico y social, la cercanía de los miembros entre sí, la fluidez en la comunicación, la aceptación o rechazo entre sus integrantes, etc. Desde esta perspectiva de parroquia, el sacerdote ha de cultivar su dimensión humana, esto es, su condición de “hombre” por la que es llamado y elegido para ser puente entre Dios y los hombres. El Papa, comentando la Carta a los Hebreros, dice que “para ser realmente mediador entre Dios y el hombre, el sacerdote debe ser hombre”305

. De ahí la importancia de centrar la atención en este tema sobre los valores humanos del sacerdote.

DIMENSIÓN HUMANA DEL SACERDOTE PASTOR

El rostro humano del sacerdote en el ejercicio pastoral.

117. Hemos visto que la parroquia de “talla humana” ofrece un perfil, cuyos rasgos más definitorios son los que fundamentan y configuran las relaciones humanas y sociales de la comunidad. Lógicamente, es obligado descubrir también el perfil humano del sacerdote que rige la parroquia. Como ya se ha dicho, el sacerdote debe conjugar la condición de “segregado” con la de “no separado” de la vida de los hombres306

304 PPP, 46.

. Esta encarnación, que como pastor de la comunidad debe llevar a cabo, le impone también vivir “entre” y “para” los hombres y mujeres de su “grey”, sin olvidar su función de “guía” de la comunidad. El Decreto conciliar “Presbyterorum ordinis” afronta con realismo la difícil situación que pesa sobre el sacerdote al tener que estar en el mundo, pero no ser del mundo. “Para lograr tal fin –afirma el Concilio- mucho ayudan las virtudes que con razón se aprecian en el trato humano, como son la bondad de corazón, la sinceridad, la fortaleza de alma y la constancia, la asidua preocupación de la justicia, la urbanidad y otras cualidades que recomienda el Apóstol Pablo cuando escribe "Pensad en cuánto hay de verdadero, de puro, de justo, de

305 BENEDICTO XVI, Encuentro con el Clero de Roma (18/2/2010). 306 Cfr. PO, 3

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santo, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza (Fil., 4,8)”307

118. Al resaltar las virtudes humanas de carácter social, que el Concilio asigna al sacerdote, aflora a la mente, con cierto dolor, las veces que el sacerdote, llevado por actitudes abusivas de poder y de autoridad, ha mantenido conductas displicentes con quienes se han acercado a él. El “rostro humano” del sacerdote es el soporte básico de una postura evangelizadora con los fieles. El lamento de algunos feligreses, cuando se acercan al sacerdote, buscando una respuesta a su necesidad, no proviene tanto por no alcanzar lo que buscaban o deseaban, cuanto por el trato de falta de “humanidad” recibido. Esta experiencia, aunque no generalizada, sí es real y, por tanto, debe ser objeto de examen para recuperar los “modales” humanos y sociales que corresponden a una “pastor”. S. Pablo escribe a Tito sobre la conducta que debe adornar al obispo y presbítero: “Ha de ser hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso, dueño de sí” (Tit 1, 8). Estas recomendaciones hablan claramente de la dimensión humana del sacerdote en su relación con los fieles a los que sirve. El Papa resalta esta relación de humanidad con quienes se acerca al sacerdote. Dice así: “Por tanto, es preciso conocer a las ovejas, tener relaciones humanas con las personas que nos han sido encomendadas, mantener un contacto humano y no perder la humanidad, porque Dios se hizo hombre y así confirmó todas las dimensiones de nuestro ser humano”

. Este perfil humano, dibujado por el Concilio, es de suma importancia para el ejercicio ministerial de pastor.

308

La “condición humana”, soporte del don del sacerdocio

. El rostro humano del sacerdote, en el ejercicio de su ministerio, es, pues, una dimensión de la misma naturaleza sacerdotal.

119. La “humanidad” del sacerdote hace referencia a un estilo de conducta caracterizado por los valores humanos de la comprensión, la cercanía, la escucha, la sintonía con el dolor del otro, etc. El Papa lo sintetiza diciendo: “La carta a los Hebreos subraya nuestra humanidad de un modo sorprendente, porque dice: debe ser una persona con “compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza”…”309

307 PO, 3.

.

308 BENEDICTO XVI, Encuentro con los párrocos de las Diócesis de Belluno-Feltre y Treviso (24/7/2007). 309 BENEDICTO XVI, Encuentro con el Clero de Roma (18/2/2010).

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El sacerdote, porque es humano y vive también las experiencias de la fragilidad de la condición humana, está en disposición de acercarse al otro con actitud comprensiva y de misericordia. Esta toma de conciencia obliga al sacerdote a valorar la propia condición humana como una dimensión teologal que fundamenta el sacramento del Orden. El ser “hombre” es la mediación necesaria para el ejercicio ministerial de ser “puente” entre Dios y los hombres. Por el sacramento del Orden, el sacerdote es consagrado, en su condición de “hombre”, para el servicio a los hombres. No se trata de una “opción” de carácter filantrópico, que hace el sacerdote, sino de una “elección” de Dios a la que el sacerdote aporta su “humanidad”. “Nadie –dice el Papa- se hace sacerdote por sí mismo; sólo Dios puede entrar en mi vida y tomarme en sus manos…Debemos volver siempre al Sacramento, volver a este don en el cual Dios me da todo lo que yo no podría dar nunca: la participación, la comunión con el ser divino, con el sacerdocio de Cristo”310. Ahora bien, el soporte de este “don” del sacerdocio es el “hombre”. El sacerdote nunca podrá desprenderse de su condición humana. Más aún, el sujeto sacerdotal –el hombre ordenado- exige que sea revalorizado en su integridad para mejor servir al ministerio encomendado. El Papa, en el comentario que hace de la Carta a los Hebreos, afirma “que el sacerdote debe ser hombre. Hombre en todos los sentidos, es decir, debe vivir una verdadera humanidad, un verdadero humanismo”311. Cabe decir del sacerdote cuanto el Concilio afirma de la Iglesia: “Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” 312, palabras que tuvieron un referente en las de Pablo VI: “Todo lo que es humano nos pertenece”313

La formación en valores humanos, una exigencia del ministerio.

.

120. Reconocida la importancia de “lo humano” para el ejercicio ministerial del sacerdote como pastor de una comunidad, es obligado que hagamos una referencia a la necesidad de cultivar y educar los valores humanos que han de adornar al sacerdote. El mismo Concilio, partiendo de la inevitable presencia de los sacerdotes en el mundo, les dice: “Por la amigable y fraternal convivencia entre sí y con los demás hombres, pueden aprender los presbíteros a cultivar los valores humanos y estimar como dones de

310 BENEDICTO XVI, Encuentro con el Clero de Roma (18/2/2010). 311 Ibíd. 312 GS, 1. 313 ES, 91.

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Dios los bienes creados”314. Efectivamente, la educación de los valores humanos es una exigencia que debe adornar a todo “líder” y, por supuesto, al que tiene por misión pastorear la comunidad. El Papa explicita esta necesidad de los valores humanos en el sacerdote, afirmando que “debe tener una educación, una formación humana, virtudes humanas; debe desarrollar su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos, sus afectos; debe ser realmente hombre, hombre según la voluntad del Creador, del Redentor….Humano es ser generoso, es ser bueno, es ser hombre de justicia, de prudencia verdadera, de sabiduría”315

121. Es normal que los valores del espíritu gocen de prioridad en la vida espiritual del presbítero; así lo exigen tanto la propia santidad del sacerdote como el ejercicio ministerial. Ahora bien, de no menos exigencia pastoral y ministerial es, también, la “formación humana” de la que venimos hablando. Afirma PDV: “El presbítero, llamado a ser «imagen viva» de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, debe procurar reflejar en sí mismo, en la medida de lo posible, aquella perfección humana que brilla en el Hijo de Dios hecho hombre y que se transparenta con singular eficacia en sus actitudes hacia los demás, tal como nos las presentan los evangelistas”

. Se trata de un programa de vida que ha de tener muy presente el sacerdote.

316. En esta cita, el Papa Juan Pablo II valora la “perfección humana” que debe alcanzar el sacerdote en el contexto de la misión y función de “pastor”, que le corresponde al actuar en la persona de Cristo “Cabeza y Pastor”. La “humanidad” del sacerdote está, pues, en estrecha relación con el ministerio. Sigue afirmando PDV: “Por esto la formación humana del sacerdote expresa una particular importancia en relación con los destinatarios de su misión: precisamente para que su ministerio sea humanamente lo más creíble y aceptable, es necesario que el sacerdote plasme su personalidad humana de manera que sirva de puente y no de obstáculo a los demás en el encuentro con Jesucristo Redentor del hombre”317

122. La formación y educación del sacerdote en los valores humanos es una exigencia pastoral básica para el ejercicio ministerial. En este sentido, sigue afirmando PDV: “Por tanto, no sólo para una justa y necesaria

.

314 PO, 17 315 BENEDICTO XVI, Encuentro con el Clero de Roma (18/2/2010). 316 PDV, 43 317 Ibíd.

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maduración y realización de sí mismo, sino también con vistas a su ministerio, los futuros presbíteros deben cultivar una serie de cualidades humanas necesarias para la formación de personalidades equilibradas, sólidas y libres, capaces de llevar el peso de las responsabilidades pastorales. Se hace así necesaria la educación a amar la verdad, la lealtad, el respeto por la persona, el sentido de la justicia, la fidelidad a la palabra dada, la verdadera compasión, la coherencia y, en particular, el equilibrio de juicio y de comportamiento”318. Aunque esta cita hace referencia a la formación de los futuros candidatos al sacerdocio, su mensaje es de aplicación directa al sacerdote en activo. Esta reflexión nos lleva a evocar conductas sacerdotales, cuyos rasgos contravienen todos los visos de una verdadera educación. Cuando la relación pastoral del sacerdote pastor adolece de actitudes y conductas sociales, el ministerio se resiente en su eficacia. El Papa tiene en cuenta que la naturaleza humana –también la del sacerdote- está herida por el pecado, y de ahí que afirme, refiriéndose a él: “Por tanto, salir, con la ayuda de Cristo, de este ofuscamiento de nuestra naturaleza para alcanzar el verdadero ser humano a imagen de Dios, es un proceso de vida que debe comenzar en la formación al sacerdocio, pero que después debe realizarse y continuar en toda nuestra vida”319

EL SACERDOTE, FACTOR DE UNIDAD Y DE COMUNIÓN EN LAS RELACIONES HUMANAS

. También el ámbito de lo humano es objeto de conversión.

Constructor de unidad y de comunión eclesial.

123. Una de las tareas que compete al sacerdote, como “pastor”, es la de construir la unidad y la comunión de la comunidad a la que sirve. “Los presbíteros –afirma el Concilio- que ejercen el oficio de Cristo Cabeza y Pastor, según su parte de autoridad, reúnen en nombre del Obispo, la familia de Dios, como una fraternidad de un solo ánimo”320. Es una tarea prioritaria de la misión pastoral el “hacer comunidad”, “hacer Iglesia”, crear lazos de unidad, estimular la fraternidad, fundamentar la eclesiología de comunión321

318 Ibíd.

. “Ser responsables del don de la comunión significa, antes que nada, estar decididos a vencer toda tentación de división y de

319 BENEDICTO XVI, Encuentro con el Clero de Roma (18/2/2010). 320 PO , 6 321 Cfr. LG, 4.

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contraposición que insidie la vida y el empeño apostólico de los cristianos”322

124. El sacerdote ha de estar sobre aviso ante las posibles tensiones, enfrentamientos y divisiones que puedan aflorar en el interior de la comunidad parroquial, para garantizar una interrelación grupal fundada en la comunión eclesial. Es, pues, una tarea prioritaria el “promover una espiritualidad de comunión”

. Es de lamentar que siga siendo realidad la “queja” de S. Pablo: ¡"Yo soy de Pablo", "yo en cambio de Apolo", "yo de Cefas", "yo de Cristo"! ¿Está acaso dividido Cristo?» (1 Co 1, 12-13). Si de la parroquia se afirma que es “comunidad de comunidades”, “familia de familias”, corresponde al sacerdote el crear la urdimbre que favorezca esta comunión entre los miembros y grupos de la parroquia y de la Iglesia, en general.

323. Claro está, para ser constructor de comunión, es necesario que el sacerdote tenga “actitud de comunión”. Nada más contrario a este fin que las posturas absolutistas, de ordeno y mando y de “caciquismo” pastoral. Bien claro y rotundo es, al respecto, el texto de PDV: “De particular importancia es la capacidad de relacionarse con los demás, elemento verdaderamente esencial para quien ha sido llamado a ser responsable de una comunidad y «hombre de comunión». Esto exige que el sacerdote no sea arrogante ni polémico, sino afable, hospitalario, sincero en sus palabras y en su corazón, prudente y discreto, generoso y disponible para el servicio, capaz de ofrecer personalmente y de suscitar en todos relaciones leales y fraternas, dispuesto a comprender, perdonar y consolar”324

Valorar las “pequeñas comunidades”.

. La claridad del Magisterio en señalar este elenco de cualidades humanas, que deben encarnarse en quien tiene la misión de crear “comunidad”, pone de relieve su trascendencia y la necesidad de estar revestido de ellas.

125. La realidad sociorreligiosa de la Iglesia, caracterizada hoy, entre otros rasgos, por la escasez de clero, obliga a que el ejercicio de párroco soporte un peso pastoral, a veces, sobrehumano, bien porque se encuentra sólo, atendiendo una comunidad de gran población, bien porque debe prestar el servicio en varias parroquias, si éstas son de pequeña

322 CFL, 31 323 NMI 43. 324 PDV, 43

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población. En uno y oro caso, el sacerdote vive el agobio pastoral por su impotencia para dar respuesta a las demandas de los fieles. En este sentido afirma el Papa: “Soy perfectamente consciente de que hoy en día es muy difícil se párroco, también y sobre todo en los países de cristiandad antigua; son cada vez más extensas las parroquias, las unidades pastorales…Es imposible conocer a todos, es imposible cumplir todas las tareas que uno se esperaría de un párroco”325. Esta constatación realista de la vida sacerdotal en las parroquias fue ya objeto de preocupación en el Sínodo sobre los laicos (1987). Juan Pablo II decía al respecto: “Por su parte, los Padres sinodales han considerado atentamente la situación actual de muchas parroquias, solicitando una decidida renovación de las mismas”326. Se aducía como causa de tal dificultad, entre otras, a la falta de “ministros ordenados”. El párroco es sabedor, por propia experiencia, de esta realidad. La relación pastor-comunidad es, la mayoría de las veces, un relación superficial, estereotipada, vacía de calor humano y de afecto; es una relación “funcional”, que se convierte en “funcionarial”. Ante este fenómeno desbordante pastoralmente, Juan Pablo II, con el fin de que las “parroquias sean verdaderas comunidades cristianas”, ofrece como propuesta pastoral: la “adaptación de las estructuras parroquiales”; la “participación de los laicos en las responsabilidades pastorales”; y “las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas comunidades vivas”327

126. El Papa, con la anterior cita, abre un horizonte a la revitalización de la parroquia en la medida que estimula a los párrocos a tener en cuenta tres líneas de actuación: a) Renovar estructuras parroquiales, que propicie la comunicación personal y la interrelación de personas y grupos. Para ello es básico contar con una organización y organigrama de la parroquia en el que estén bien ramificadas las actividades, las funciones, las responsabilidades, etc. b) Incorporar a los laicos, de forma que no sea el párroco el “absoluto” de la pastoral. Ya se ha dicho que la tarea pastoral de la parroquia es de toda la “comunidad sacerdotal”, participando cada uno según su vocación. c) Valorar las “comunidades eclesiales”, que facilitan la relación humana y también la comunicación de fe. Esta específica medida pastoral es una alternativa a una parroquia desestructurada bien por falta de organización, bien por amplitud de la

.

325 BENEDICTO XVI, Encuentro internacional de sacerdotes en Roma (10/6/1010). 326 PDV, 26. 327 Cfr. CFL, 26

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misma. Ante esta realidad, el sacerdote debe ser el “impulsor” y “dinamizador” de la renovación y, como se ha dicho anteriormente, el factor de la unidad y comunión en la parroquia. En la E.N, ya se hacía eco Pablo VI de la necesidad de una mayor “humanización” en las relaciones al interior de la comunidad parroquial, asumiendo y formando pequeñas comunidades. Refiriéndose a las “comunidades de bases”, explicaba la razón de ser de las mismas, señalando dos motivos de su origen: “nacen de la necesidad de vivir todavía con más intensidad la vida de la Iglesia; o del deseo y de la búsqueda de una dimensión más humana que difícilmente pueden ofrecer las comunidades eclesiales más grandes, sobre todo en las metrópolis urbanas contemporáneas que favorecen a la vez la vida de masa y el anonimato”328

Promover la formación de grupos con talante comunitario.

. Tales razones siguen teniendo hoy una gran validez y actualidad.

127. Una consecuencia de los anteriores principios es la necesidad pastoral de fomentar el dinamismo comunitario al interior de la comunidad parroquial. Nadie duda que en el fundamento y origen de las pequeñas comunidades están, por una parte, la búsqueda de vivir una experiencia de Iglesia más directa y existencial que la que ofrece la gran comunidad; y, por otra, vivir, igualmente, la experiencia de la cercanía, del calor humano, de la comunicación. Se conjugan, pues, la dimensión espiritual y la dimensión humana, la dimensión teológica y la antropológica. Desde estas claves, pues, el sacerdote, que es párroco, sobre todo, en comunidades de amplia población, debe plantearse el enriquecer la vida parroquial con la formación de distintas “comunidades” que, manteniendo la unidad de la comunión eclesial, cada una pueda crecer en la fe, formarse y vivir la dimensión apostólica y evangelizadora que le sea más adecuada. La parroquia presenta una gran pluralidad de grupos y asociaciones que requieren ser cohesionados como grupo humano y eclesial. No se trata de forzar un “grupo humano” no deseado; sería contraproducente pastoralmente; sino de ofertar una estructura y dinámica grupal en la que se valore la reflexión sobre la Palabra de Dios, la oración compartida, el intercambio de experiencias, el trabajo en común y en coordinación con los otros grupos de la parroquia, etc.329

328 EN, 58.

.

329 Cfr. EN, 58.

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128. Las asociaciones, hermandades, movimientos, etc., que están canónicamente establecidos en la parroquia, requieren y necesitan una inyección de eclesialidad que los revitalice. De esta manera, la parroquia será una “comunidades de comunidades”. Juan Pablo II resalta la fuerza evangelizadora de estas pequeñas comunidades, afirmando: “Dentro de algunas parroquias, sobre todo si son extensas y dispersas, las pequeñas comunidades eclesiales presentes pueden ser una ayuda notable en la formación de los cristianos, pudiendo hacer más capilar e incisiva la conciencia y la experiencia de la comunión y de la misión eclesial”330. Una parroquia revitalizada requiere que su estructura interna facilite la formación de pequeñas comunidades para que, por una parte, sean posibles el encuentro y la relación personal; y, por otra, para que la fe sea más personalizada y comunitaria. El sacerdote debe procurar que la parroquia sea verdaderamente una “comunidad”, una “familia”: “El revitalizar la parroquia tiene como finalidad hacer de ella una “familia” en la que las relaciones interpersonales, fundamentales en la fe, cristalicen en actitudes de fraternidad, de respeto a la diversidad, de acogida a los alejados, de compartir los gozos y las penas del grupo, etc.”331

. Esto será posible si se dan las características de una comunidad de talla humana.

330 CFL, 61. 331 PPP, 52.

CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

a) ¿Es objeto de tu atención y preocupación el ser y actuar, en relación a los demás, con talante de “humanidad”, esto es: afabilidad, respeto, comprensión, cercanía, etc?

b) ¿Eres “factor” de unidad y de comunión en la comunidad parroquia o, más bien, eres causa de tensión y divisiones por mantener posturas altivas e intransigentes?

c) ¿Valoras y promueves la creación de grupos y pequeñas comunidades para que, tanto las relaciones humanas como la vivencia de la fe, sean más personales y vitales?

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