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El pintor de Batallas no existe. En realidad es un dialogo sobre la vida y la muerte que utiliza como
excusa el relato y la interpelación. El mural no es un mural como tal, no es simplemente el recorrido
por miles de imágenes e historias sobre la guerra, sino que también es un relato sobre la propia
muerte y la reflexión sobre la muerte anunciada, quizás muy similar (guardando las proporciones y
las distancias de estilo y literarias) al relato de Julio Verne (Tribulaciones de un chino en China)
donde la cercanía de la muerte hace reflexionar sobre la vida misma, pero curiosamente en El
Pintor de Batallas no es simplemente con la muerte que se aproxima, sino que es la excusa para
mostrar que la vida del pintor/fotógrafo no es nada más que una vuelta hacia la muerte expresada en
los campos de batalla y retratadas por la cámara y la pérdida de la capacidad de asombrarse o de
impactarse frente a la tragedia de la guerra.
Es interesante la posición de Markovich, quién como juez sobre la vida de Faulques lo insta a
meditar sobre el impacto de su trabajo. Pero a mi paracer, Markovich es una extensión del mismo
Faulques, quién se conmina a reflexionar sobre la propia naturaleza de su trabajo y de sus acciones
sobre la guerra: ¿era necesario actuar impasiblemente frente a las atrocidades de la guerra? O aún
¿puede un ser humano ser neutro frente a las masacres y a la muerte? ¿es acaso el mural la forma de
expiación del fotógrafo? Lo más trágico es que el mural es la representación de una condición del
hombre, animal finalmente y es que su vida ha girado muchas veces entorno al caos y la necesidad
de justificarse o de pedir perdón, por sentir culpa frente a la inamovilidad del mismo ser. El relato
de Pérez-Reverte es una dualidad entre dos antagonistas, como si ambos fueran disimiles, pero que
en el fondo se complementan, se buscan y se necesitan.
En el fondo, apreciamos claramente que la representación
Siguiendo la propuesta de Levinas dos antagonistas se enfrentan
partiendo del hecho de que un “Yo” subordina a “Otro,” y éste tiene la responsabilidad
de procurar el bien del otro. Sin embargo, para Derrida la noción de alteridad de
Levinas es idealista y por lo tanto, no es factible porque según él la alteridad está
siempre aunada a la violencia. Derrida expone que todos somos el “Otro” de otro
individuo y estamos a merced de emociones negativas que nos inducen a la violencia
contra nuestro semejante. Propone que en el juego de las representaciones, y en el
caso del texto se podría decir que éstas son las interacciones entre Faulques e Ivo,
siempre habrá una interrogante central, o punto de origen, que no será respondida
hasta el final.
Magister en Historia
Alejandro Ancalao R.