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Pensar la libertad a la luz de las guerras y revoluciones del siglo XX: Raymond Aron nicolas baverez* T AL como pre di jo Nietzsche, el siglo XX ha sido una época de «grandes guerras en nombre de las ideolo- gías». El siglo XX ha supuesto también el suicidio de Europa, que ha pasado de ser una civ il ización universal a ser un mero objeto de rivalidad entre las superpotencias de la guerra fría, para convertirse luego en una provincia del imperio ameri- cano. En el siglo X, Europa inventó la libertad moderna. En el siglo XX, inició conflictos mundiales y totalitarismos de los que fue también víctima y que provocaron una destrucción sin precedentes, anulando a la vez su poderío, su unidad y su identidad. En cuanto al siglo XXI, Europa lo encara con la tentación de salir definitivamente de la historia, acumu- lando un vacío demográfico, ya que perderá 54 millones de habitantes de aquí a 2050; un vacío estratégico, al debilitarse la garantía de seguridad americana y carecer de una defensa europea creíble; un vacío democrá- tico, con la crisis del proceso constitucional; un vacío económico, bajo el fuego cruzado del liderazgo nuevamente hallado por los EE.UU. y la recuperación acelerada de Asia –con China e India a la cabeza– y, en un futuro, quizás de Rusia y de Brasil y, por último, un vacío científico y tecnológico. Como ya subrayaba Bernanos, «más que estar socavada por fuerzas antagónicas, a Europa la aspira el vacío». Hoy en día, la historia del siglo XX se ha cumplido: todo el mundo sabe que empezó con el entusiasmo infundado de la movilización general de 1914 y se cerró con el triunfo ambiguo de 1989, con la caída cuadernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ] 75 * Nicolas Baverez es abogado, economista e historiador. Su último libro publicado es La France qui tombe.

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Pensar la libertad a la luz de las guerras y revoluciones

del siglo XX: Raymond Aro n

nicolas baverez*

TA L como pre di jo Niet z sche, el siglo

X X ha sido una época de «gra ndes

g uerras en nom bre de las ide olo-

g í as». El siglo X X ha s upues to

ta m bién el suicidio de Eu ropa, que ha pasado de ser una civ il izaci ó n

u n iversal a ser un mero objeto de riva l idad ent re las sup erp otenci as de la

guerra fría, para convertirse luego en una provincia del imperio ameri-

cano. En el siglo X, Europa inventó la libertad moderna. En el siglo XX,

i n ició conf l ictos mu ndi a les y tota l i ta ri s mos de los que fue ta m bién víct i ma

y que provocaron una destrucción sin precedentes, anulando a la vez su

p o der í o, su unidad y su ident idad. En cua nto al siglo X XI, Eu ropa lo

enca ra con la tentación de salir def i n i t iva mente de la histori a, acu mu-

la ndo un vacío demog r á f ico, ya que perderá 54 mil lones de habi ta ntes de

aquí a 2050; un vacío estratégico, al debilitarse la garantía de seguridad

americana y carecer de una defensa europea creíble; un vacío democrá-

t ico, con la crisis del pro ceso con s t i tuciona l; un vacío econ ó m ico, bajo el

fue go cruzado del lideraz go nueva mente ha l lado por los EE. U U. y la

recup eración acelerada de Asia –con Ch i na e India a la cab e za– y, en

un futuro, quizás de Rusia y de Brasil y, por último, un vacío científico

y tec nol ó g ico. Como ya subra yaba Berna nos, «más que es tar so ca vada

por fuerzas antagónicas, a Europa la aspira el vacío».

Hoy en día, la historia del siglo X X se ha cu mpl ido: to do el mu ndo

sabe que empezó con el entus i as mo infu ndado de la mov il izaci ó n

general de 1914 y se cerró con el tri u nfo ambi g uo de 19 8 9, con la ca í da

cuadernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ] 75

* Nicolas Baverez es abogado, economista e historiador. Su último libro publicado es La France qui tombe.

del mu ro de Berlín y el hu ndi m iento de la Unión Sov i é t ica. Pero aún

no se ha esc ri to des de un pu nto de vista intelectual. Au nque el cic lo

h i s t ó rico se ha ya cerrado, la interpretación pros i g ue más allá de la

ru i na de las ide olog í as. Lejos de hab er conc l u ido el deb ate, la revol u-

ción de ter ciop elo de 1989 perm i te entablar una ref lexión crítica sobre

la lucha a muerte ent re la demo c racia liberal y las formas riva les, que,

como objet ivo com ú n, se han propues to des t ru i rla, indep endiente-

mente del imp erat ivo cate g ó rico de com b atir los tota l i ta ri s mos.

P resa de la euforia provo cada por la ca í da pac í f ica del imp erio

sov i é t ico, la última década del siglo X X, en Occidente, y esp eci a l men-

te en Eu ropa, se ha colo cado bajo el signo de las utop í as sobre el fina l

de la histori a, de la pol í t ica, de la violenci a, de los cic los econ ó m icos y

del trab ajo. En el momento mismo en que la historia acelerab a, cua n-

do una nueva gran tra n sformación tras to caba la demo c raci a, el capi ta-

l i s mo y el sistema ge op ol í t ico, los ci udada nos de las demo c raci as se

d u rm ieron. Has ta el desp ertar brutal de pri ncipios de los años 2000,

con el encadena rse de la ca í da de la bol sa, de los atentados terrori s tas

del 11 de sept iem bre de 2001 y de los esc á nda los fina ncieros en casca-

da, des de Enron has ta Pa rma lat. De ahí la neces idad de ref lex ionar de

nuevo sobre los ma r cos y las condiciones de la libertad pol í t ica, de la

re g u lación econ ó m ica y so ci a l, de la guerra y de la paz.

La violencia hip erb ó l ica del siglo X X, como la del nuevo cic lo de

g uerras en cadena inici ado por los atentados del 11 de sept iem bre de

2 0 01, hace que un análisis o un ju icio sose gados res u l ten muy impro-

b ables. A fa l ta de la verdad, se ha de aspi ra r, al menos, a la objet iv idad.

En es te sent ido, es dif í cil ignorar el pen sa m iento y la obra de

Ra y mond Aron, que resumía en es tos térm i nos la ambición y la forma

de pro ce der del cono ci m iento histórico, tal como él los conceb í a: «No

pretendo hab er alca nzado la objet iv idad, lo que pretendo es que la vía

de la impa r ci a l idad pase por el méto do, cu yas fases son: relato, análi-

s i s, interpretación y crítica » .

Hay por lo menos tres razones pa ra le g i t i mar el recu rso a

Ra y mond Aron. La pri mera es que la historia del siglo X X ha serv ido

de hilo cond uctor pa ra su pen sa m iento y su obra, que él definía de la

s i g u iente ma nera: «Mient ras leía apas ionada mente a He gel, Ma rx y

Max Web er a oril las del Ri n, concebí el proyecto que lue go hice mío,

n i c o l a s b a v e r e z

76 cuader nos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ]

p en sar en la Hi s toria mient ras se iba haciendo, asumir sus serv id u m-

bres con to da la lucidez pos i ble, descifrar su signif icado sin olv ida r

nu nca que ese signif icado ni está insc ri to en los hechos, ni está deter-

m i nado de antema no». La se g u nda es que su ju icio se ha revelado con

con s ta ncia excep ciona l mente se g u ro, has ta va lerle la ca l if icaci ó n, por

pa rte de Claude Lévi-St rauss de «profesor de higiene intelectual». La

ter cera es que el ent ra mado de su pen sa m iento, la cla ve ana l í t ica que le

p ermitió desco dif icar el conf l icto ent re la demo c racia y los tota l i ta ri s-

mos, y que ex puso en 19 3 8, en su tesis I nt r o d uc ción a la fil osofía de la his-

tori a, sigue siendo no sólo un momento deci s ivo en la historia de la filo-

sofía fra ncesa, como ha pues to de rel ieve Ge orges Ca ng u il hem, sino

ta m bién una cla ve ef icaz pa ra entender el mu ndo del siglo X XI y pa ra

actuar sobre él.

Pa rece igua l mente op ortu no inspi ra rse en el méto do histórico de

Ra y mond Aron pa ra ex plora r, a la luz de su pen sa m iento, el des t i no de

la libertad en el siglo X X, pero ta m bién la historia de los pri meros años

del siglo X XI. Pro ce deré, por con s i g u iente, en cuat ro fases: Relato,

A n á l i s i s, Interpretación y Crítica.

I . RE LAT O

Para Aron, la historia era una dialéctica que enfrenta en un orden siem-

pre aleatorio y recompuesto, la acción humana y la necesidad, el drama

y el proceso histórico. Por un lado, la dinámica de la sociedad industrial

y del mercado, de la democracia y de la igualdad; por otro, la acción de

los héroes, ya sean hombres de acción o de pensamiento. De Gaulle no

tenía razón al afirmar que «tras las victorias de Alejandro está siempre

A ri s t ó teles». Siguiendo a To c quev il le en su interpretación de la

Revolución Francesa, y a Elie Halév y, en su análisis de la aparición de

las tiranías modernas a partir de la organización del entusiasmo gene-

rado por el primer conflicto mundial, Aron elabora una historia filosó-

fica, que mezcla estrechamente la reflexión y la lucha política, en la que

el acontecimiento se remite y confronta permanentemente con las

representaciones colectivas que moldean las opiniones y subyacen a los

movimientos populares. Entre estas, en el siglo XX el primer puesto lo

cuadernos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ] 77

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

ocupa el marxismo y, en los comienzos del siglo XXI, domina la cober-

tura sombría del fundamentalismo religioso.

A . L A D I N Á M I C A H I S T Ó R I C A: L A T R I N I D A D T R Á G I C A D E G U E R R A S , R E V O L U C I O N E S Y C R I S I S

El destino del siglo XX se urde en torno a tres formas históricas que

interactúan entre ellas: las guerras mundiales, las revoluciones, las cri-

sis económicas.

1) La guerra es primordial en la historia del siglo XX en sus dos formas,

de guerra entre estados y de guerra civil. En este sentido, el cata-

clismo de 1914-1918, como lo ha afirmado François Furet, sigue sien-

do la matriz del siglo. Ilustra la totalidad del ciclo histórico, que va

desde 1914 hasta 1989, como un día siniestro y sangriento, hecho de

combates, de trincheras y de bombardeos masivos, de columnas de

refugiados y de cohortes de deportados, de cámaras de gas y de

campos de concentración.

Se ha ap ortado trágica mente la demos t ración del ca r á cter ambi-

va lente del desa rrol lo de la civ il ización mer ca nt il y del ava nce de

los cono ci m ientos, que abren nuevos ca mp os del sab er y de los

i nter ca m bios, al tiempo que des mu l t ipl ican las fuerzas de des t ruc-

ción de que di sp onen los hom bres. En el siglo X X, la última pa labra

se le ha dejado por fin a la libertad, en un momento en que nadie se

esp eraba ya ningún desen lace pa ra la lucha secu lar entablada ent re

la demo c racia y el tota l i ta ri s mo. La so cie dad ind us t rial y las técni-

cas de pro d uc ción de masas conf i a ron a los tene dores de la

Mach t p ol i t ik me dios de opres i ó n, de terror y de env ileci m iento sin

prece dentes; pero las demo c raci as han demos t rado tener una res i s-

tencia inesp erada, graci as al pap el cla ve de los Es tados Un idos,

cu ya intervención se puso de ma n if ies to en las tres guerras mu n-

di a les: en 1917, frente a los Imp erios cent ra les, en 1941 frente a las

fuerzas del Eje y, más ta rde, des de 1945 has ta 19 8 9, frente la Un i ó n

S ov i é t ica.

2) La guerra generó e inspiró ideologías revolucionarias, que volvie-

ron su violencia en contra de las democracias, la civilización y la

libertad burguesa, erigiendo la guerra interior y exterior en princi-

n i c o l a s b a v e r e z

78 cuader nos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ]

pio de gobierno. La revolución bolchevique de 1917, llevada a cabo

en nombre de la igualdad y del internacionalismo, estalló al confluir

la sucesión de derrotas militares sufridas por Rusia contra Japón y

luego contra Alemania, el comienzo del despegue económico y el

arcaísmo de las estructuras económicas y sociales. Las revoluciones

fascistas y nazis, llevadas a cabo en nombre de la desigualdad de los

hombres y de las razas, así como del nacionalismo a ultranza, nacie-

ron al cruzarse el resentimiento de los pueblos vencidos tanto por el

tratado de Versalles como por la miseria social que supuso la crisis

de los años 1930.

La única excep ción es la revol ución de 1989 de los pueblos de la

Eu ropa cent ral y orienta l, que, ju nto con las de 1789 y 184 8, perte-

nece al ex i g uo número de revol uciones llevadas a cabo por y pa ra

la libertad. Por ot ra pa rte, es instruct ivo y descorazonador, con s-

tatar que las demo c raci as eu rop eas, cu ya resp on sabil idad en el

desencadena m iento de las dos pri meras guerras mu ndi a les, as í

como de las revol uciones que con s t i tu yen su corola rio, es gra ve y

di recta, no han ten ido ningún pap el en el desen lace de la guerra

fría ni de la liberación de los pueblos del imp erio sov i é t ico. Los

que han di ri g ido la reu n if icación pol í t ica del cont i nente bajo la

b a ndera de la OTAN –con excep ción única mente de Alema n i a,

de dicada a su propia reu n if icación– han sido los Es tados Un idos;

la Unión sólo se ha ampl i ado en un se g u ndo momento y no sin

t remendas dif icu l tades, que siguen pendientes hoy en día, ya se

t rate del pro ceso de deci s i ó n, de las pol í t icas comu nes o del pre-

s upues to.

3 ) Por último, en to do el siglo X X ha pesado much í s i mo la inf l uenci a

de tres gra ndes crisis econ ó m icas. La pri mera se pro d u jo al final de

la guerra, en 1918 - 1920, con el hu ndi m iento de la re g u lación libera l

del siglo XIX, bajo la presión de las secuelas fina ncieras del pri mer

conf l icto mu ndi a l: la inf laci ó n, los déficits y las deudas públ icas

han sido el telón de fondo de las so cie dades demo c r á t icas dura nte

t res cua rtas pa rtes del siglo. La gran def lación de los años 1930, la

c risis del con s u mo y de la pro d uc ción en masa deja ron sin trab ajo,

en 19 31, a 16 mil lones de personas en los Es tados Un idos, en

A lemania y en el Rei no Un ido; la situación sólo fina l izó con el

cua dernos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ] 79

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

adven i m iento de la economía de guerra. La es ta nf lación causada

p or los cho ques pet roleros de los años 1970, me z c la la aceleraci ó n

de la inf lación con la ra lent ización del creci m iento, debido a una

escasez de la oferta y de la inversión ligada a los cos tes sa la ri a les, lo

que ocas iona unos 40 mil lones de pa rados en los pa í ses de la

O C DE. Fi na l izará en los años 1990, con el des ma ntela m iento de

las econom í as cerradas y ad m i n i s t radas y la apa rición de un nuevo

pa radi g ma econ ó m ico, con s t i tu ido por la internaciona l izaci ó n, la

des re g u laci ó n, la revol ución de las tec nolog í as de la información y

de las biotec nolog í as y el res u rgir de un capi ta l i s mo empresa rial de

t ipo schu mp eteri a no.

B . E L H É R O E : E L E S P E C TA D O R C O M P R O M E T I D O

La vida de Raymond Aron, nacido en 1905, en vísperas de la Gran

Guerra, y muerto en 1983, en plena última crisis de la guerra fría, vincu-

lada a la implantación de los euromisiles, se ciñe estrechamente a los

contornos de ese siglo sacudido y entregado a las guerras, a las revolu-

ciones y a las crisis.

1) Raymond Aron nació en una familia de origen judío, oriunda de

Lorena, perfecta mente inte g rada, profu nda mente pat ri ó t ica y

republicana. Se consolidó rápidamente como un producto ejemplar

del sistema escolar y universitario de la III República, que le llevó

del liceo Condorcet a la Escuela Normal Superior y más tarde a la

cátedra de filosofía. No obstante, impregnado de la filosofía del

Iluminismo, discípulo de Brunschvicg educado en el culto a Platón

y a Kant, nada le predisponía a entender la caída de Europa y del

mundo en la violencia y en el terror masivo.

2) La personalidad y el pensamiento de Aron se forjaron en el fuego de

la historia a medida que esta se iba haciendo, bajo el choque de la

agonía de la República de Weimar y de la irresistible conquista del

poder por parte de Hitler. La doble ruptura de Aron con el socialis-

mo y el pacifismo de su juventud se produjo entre 1930 y 1933, en

Alemania, a donde se había trasladado para, por un lado, perfeccio-

nar su vocación de filósofo y, por otro, protestar contra el naciona-

n i c ol a s b a v e r e z

80 cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ]

lismo estrecho que impregnaba Francia. La visión concreta de la

ascensión del nazismo, pero también la revelación del pensamiento

de Max Weber, en el que se inspirará para elaborar su concepción

de la acción y del juicio, al tiempo que recusaba su visión de una

«guerra de Dioses inexpiable», trastocó a Aron y contribuyó a trans-

formar al brillante universitario y futuro profesor en uno de los

pocos franceses que tenían la c ompetencia y la experiencia necesa-

rias para entender el nuevo y siniestro panorama que se anunciaba

en la Europa de los años 1930.

3 ) Con la Se g u nda Guerra Mu ndi a l, se pro d u jo una nueva serie de

ruptu ras. Des t i nado en un pues to mete orol ó g ico situado en el eje

de la brecha alema na de las Ardenas, Aron sufrió de lleno el cho-

que de la derrota y del desas t re, au nque log ro sa lvar a sus hom bres

de caer pri s ioneros. Tras hab er ten ido cono ci m iento del lla ma-

m iento del 18 de ju n io a través de su mu jer, decidió unirse al gene-

ral De Gau l le en Lond res, em b a r ca ndo el 24 de ju n io de 1940 con

u na división polaca. Des t i tu ido por ser judío de su ca rgo en la

Un ivers idad, vio cómo des t ruían sus libros, tras hab er sido inc l u i-

do en la lista Ot to. Lle gado el día de la Liberaci ó n, descubri ó

f i na l mente el horror de la sol ución fina l, a la que se ref iere en

es tos térm i nos en el Spect ateur engag é: «Nadie que sea judío pue de

decir de forma def i n i t iva que ha as u m ido, que ha aceptado. Lo

ú n ico que pue do deci r, como tes t i mon io persona l, es que, des de

entonces, me con s idero a mí mismo como un sup erv iv iente mima-

do por la suerte » .

4) La guerra fría marcó una nueva quiebra en la vida de Raymond

Aron quien, debido a su compromiso anticomunista, y, además, a su

respaldo al RPF, se vio sometido a un auténtico exilio interior. Aron

quedó totalmente marginado de la Uni versidad y de la intelectuali-

dad, que se sumaron masivamente a la causa comunista. Las amis-

tades o las complicidades con gente de la Escuela Normal, y la pri-

mera de todas la c omplicidad que mantenía con Sartre, no resistie-

ron la prueba de la guerra fría. Tras el episodio del RPF, y más con-

cretamente a partir de 1958, los g aullistas le pusieron en el índice,

por ser demasiado crítico con la V República, y aún más con su fun-

dador, sobre todo en c uanto al a specto diplomático. Su aislamiento

cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ] 81

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

fue a la vez un sufrimiento y una suerte: sumado a su postura de

espectador comprometido, le dio una libertad y una independencia

de criterio únicas en la Francia de la posguerra.

A través de estas rupturas y estas pruebas, se abre paso la fidelidad

de Aron a una decisión existencial e intelectual tomada a orillas del

Rhin: ir planteándose la política y la historia a medida que se van pro-

duciendo. Y ahora ha llegado el momento del análisis.

I I . ANÁLISIS

El pensamiento de Aron se inscribe en la tradición francesa del libera-

lismo político, ilustrado por Montesquieu, Constant, Tocqueville, Elie

Halévy. Es a la vez realista, probabilista, dialéctico. Realista porque

rechaza todo principio trascendente o todo moralismo abstracto, inten-

tando entender a los actores lo más cerca posible de sus decisiones.

Probabilista porque recusa toda forma de determinismo y no estudia

únicamente la historia que se ha cumplido, sino todo el abanico de lo

posible. Dialéctico porque rechaza cualquier maniqueísmo para asumir

la complejidad y la incertidumbre.

A . L O S E L E M E N T O S D E L A C L AV E D E L E C T U R A D E A R O N

Para actuar sobre la historia, hay que comprenderla. Y, para compren-

derla, hay que pensar en ella partiendo de una clave conceptual. El sis-

tema explicativo puesto en práctica por Raymond Aron, forjado duran-

te el período entre las dos guerras, confirmado en Londres ante la prue-

ba del comentario estratégico y político del segundo conflicto mundial,

se despliega en tres dimensiones y c ubre dos antagonismos fundamen-

tales: la democracia y el totalitarismo; la nación y el imperio.

1 . E L S I S T E M A I N T E R N A C I O N A L , L O S E S TA D O S , L A S S O C I E D A D E S

A ron se pla ntea el sistema ge op ol í t ico del siglo X X a pa rtir de las cate-

gor í as clásicas, es tablecidas en la Il us t raci ó n: op os ición ent re el es ta-

n i c o l a s b a v e r e z

82 cuader nos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ]

do civ il que preva lece dent ro de las naciones y el es tado natu ral que

i mp era en la ju ng la de la vida internaciona l; fu nción eje del Es tado,

que es a la vez ga ra nte de la paz civ il interior y de la se g u ridad exte-

rior. Su pen sa m iento art icu la tres pla nos, que interactúan perma nen-

temente: el sistema internaciona l, ma r cado por el orden bi na rio de la

g uerra fr í a, por un lado, blo queado por la relación nuc lear ent re las

dos sup erp otenci as y, por ot ro, cruel mente div idido ent re las dos for-

mas riva les de so cie dad ind us t rial –forma liberal de las demo c raci as,

forma tota l i ta ria del sov iet i s mo–; los Es tados, here deros de la histori a

y cont i nuadores de cu l tu ras irre d uct i bles, compi t iendo perma nente-

mente pa ra extender su dom i n io terri torial y su inf l uencia pol í t ica; las

so cie dades, at ri bu ladas por las ten s iones de la civ il ización ind us t ri a l

( a ntagon i s mo ent re libertades pol í t icas y des i g ua ldades so ci a les en las

demo c raci as, fracasos de la pla n if icación cent ra l izada y de los mo de-

los alternat ivos en el mer cado en el es te y en el sur), pero ta m bién por

la ema ncipación creciente de los actores econ ó m icos y so ci a les frente

a sistemas públ icos de decisión que, en la última y deci s iva década del

s i g lo, desem b o ca r á n, por un lado, en la descomp os ición del imp erio

sov i é t ico y, por ot ro, en el res u rg i m iento de una re g u lación liberal de

las so cie dades demo c r á t icas.

2 . D E M O C R A C I A Y T O TA L I TA R I S M O

Algunos han querido asimilar a Aron con los teóricos de la convergen-

cia entre el este y el oeste, debido a sus trabajos comparativos sobre la

sociedad industrial. Craso error, pues lo político no sólo conserva en su

pensamiento una autonomía frente a lo económico y lo social, sino un

carácter primario.

La democracia y el totalitarismo configuran los términos de la alter-

nativa abierta por el avance de la igualdad en las sociedades democráti-

cas, cuyas dos caras han sido exploradas por Tocqueville y Marx. Estas

dos formas políticas no responden a una esencia; remiten a un proceso

histórico, al cruce de guerras, revoluciones y crisis del siglo XX.

De ahí un enfo que crítico que no tiene intención de pla ntear a

priori la natu ra le za filos ó f ica de los re g í menes suso dichos, al cont ra-

cuadernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ] 83

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

rio que la ma nera de pro ce der de Ha n nah Arendt a prop ó s i to del tota-

l i ta ri s mo, sino, siguiendo a Montesqu ieu, de sepa rar sus pri ncipios

– p or lo demás heterog é ne os– del es tudio compa rado de su formaci ó n,

de su fu nciona m iento y de su evol uci ó n. Según Aron, el tota l i ta ri s mo

no se def i ne «ni única mente por la supresión de las instituciones repre-

sentat ivas, ni por el poder absol uto de un equ ipo o de un hom bre». De

ahí el recu rso a conceptos múltiples, que con s t i tu yen ot ros ta ntos

enfo ques y ot ros ta ntos ca m bios del fen ó meno tota l i ta rio, sobre to do al

h ilo de la historia de la URSS: «tira n í as mo dernas» y «maqu i a vel i s-

mos» dura nte los años 1930, insistiendo en la op os ición frontal a las

demo c raci as; «rel i g iones secu la res» en los años 1940 y 1950, haciendo

h i ncapié en la me z c la de fe y de terror que ga ra nt iza su cohes i ó n; «tota-

l i ta ri s mo», pa ra des i g nar su alteridad radical frente a las demo c raci as

en la so ciología de las so cie dades ind us t ri a les; «ide o c racia» en el últi-

mo cic lo de ex pansión del imp erio sov i é t ico, dura nte la se g u nda mitad

de los años 197 0 .

La originalidad de Aron reside en combinar una visión clara de la

lucha a muerte entre la democracia y el totalitarismo que estructura la

historia del siglo con un análisis de sus distintas facetas y de sus evolu-

ciones. Este reconocimiento de la complejidad histórica, incluso dentro

del fenómeno totalitario, es indispensable para entender el desenlace

del conflicto, en 1989, con el desmoronamiento político de la URSS.

3 . N A C I O N E S E I M P E R I O S

El tercer antagonismo fundamental en torno al cual se desarrolla la his-

toria del siglo XX es la oposición entre las naciones y los imperios.

Las tres guerras mundiales han terminado con tres grandes olas de

descomposición de construcciones imperiales: desmembramiento de

los imperios centrales en 1918; desmantelamiento del Reich hitleriano y

de la esfera de coprosperidad japonesa en 1945, seguidos por los impe-

rios coloniales europeos (inglés, francés, belga, holandés, etc.); des-

moronamiento del imperio interior y exterior soviético a partir de 1989,

acompañado por el de la ex-Yugoslavia. Cada uno de estos choques se ha

traducido en el florecimiento de nuevos Estados-naciones.

n i c o l a s b a v e r e z

84 cua der nos de pe nsamiento pol í tico [ núm. 2 ]

Sin embargo, el triunfo de la forma política del Estado-nación sigue

siendo ambiguo: para empezar, subsisten imperios, a la cabeza de los

cuales están China e India (donde vive cerca del 40% de la población

mundial); luego, en los tres conflictos mundiales, la decisión ha sido

cosa de los Estados Unidos, que constituyen el único ejemplo de demo-

cracia imperial; y, por último, la forma política del Estado-nación se ha

vuelto a poner en tela de juicio por parte de la globalización y de las nue-

vas tecnologías, que favorecen su elusión por abajo (actores económi-

cos y sociales, entidades locales) y por arriba (construcciones conti-

nentales, entre las cuales la Unión Europea nos ofrece el ejemplo más

logrado, embrión de una sociedad internacional en la que se crea un

derecho planetario en el campo penal –Tribunales penales de La Haya

y Arusha, Tribunal penal internacional, acciones entabladas contra el

general Pinochet–, en el ámbito humanitario –derecho de ingerencia–,

en el campo medioambiental –protocolos de Río y de Tokyo–.

El Es tado- nación ha sido, des de el siglo X V III, la forma pol í t ica en

la que se han desa rrol lado el sent i m iento demo c r á t ico, la economía de

mer cado y el víncu lo so cial. Se ha af i rmado ta m bién como eje de las

relaciones internaciona les. Frente a éste, las con s t ruc ciones mu l t i na-

ciona les se han orga n izado en torno a la ambición imp eri a l, indi so ci a-

ble del ejer cicio de la coac ci ó n, cua ndo no del terror. To da la apues ta

de la con s t ruc ción eu rop ea con s i s te en intentar imag i nar y poner en

pr á ct ica instituciones le g í t i mas y ef icaces, pa ra log rar una con s t ruc-

ción mu l t i nacional a esca la de to do un cont i nente que se base en la

l i b ertad de los indiv id uos, de los pueblos y de las naciones, y no en su

enajenación o en su dom i n io. De ahí la perma nente y dif í cil yuxtap o-

s ición de una lógica comu n i ta ria y de una lógica naciona l, de pol í t icas

comu nes y de una comp etencia ent re los Es tados, así como ent re los

s i s temas econ ó m icos y so ci a les.

B . F I L O S O F Í A D E L A H I S T O R I A Y M O R A L D E L A A C C I Ó N

La clave de lectura elaborada por Raymond Aron descansa sobre tres

pilares: una filosofía del hombre en la historia, una definición liberal de

la libertad, su apuesta a favor de la razón.

cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ] 85

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

1 . U N A F I L O S O F Í A D E L H O M B R E E N L A H I S T O R I A

La filosofía de la historia de Aron se pue de resumir con una fórmu-

la, ext ra í da de su tes i s, I nt r o d uc ción a la fil osofía de la Hi stori a: «El

hom bre está en la histori a, el hom bre es histórico; el hom bre es una

h i s tori a » .

La primera consecuencia de este postulado es de índole epistemoló-

gica, con la crítica del positivismo. Aron abre la epistemología de la sos-

pecha en las ciencias sociales, al afirmar que no hay ninguna verdad

absoluta, sino verdades parciales. Al mismo tiempo, rehúsa ceder al

relativismo a bsoluto, que, al disolver a su vez los valores y la historia,

abre el camino al totalitarismo.

La segunda conclusión es filosófica, con una concepción existen-

cialista de la condición humana. Mediante la búsqueda del conocimien-

to y el compromiso, el hombre puede superar su historicidad; el ejerci-

cio de su libertad le permite apartarse de la contingencia para acceder a

una parte de universalidad.

2 . U N A D E F I N I C I Ó N L I B E R A L D E L A L I B E R TA D

Desde el momento en que Aron rechaza toda forma de Providencia, lo

mismo si se encarna en los mitos que en las tradiciones, en la religión o

en las ideologías, las raíces de la libertad hay que buscarlas en la políti-

ca y en la historia.

Pa ra Aron, la libertad es algo que nu nca se da, sino que hay que con-

qu i s tar siempre, fr á g il con s t ruc ción que se fu nda sobre to do en la vol u n-

tad de los ci udada nos, au nque ta m bién en la sol idez de las instituciones.

La libertad viene pri mero; pero es una pri macía histórica que exc l u ye

to da trascendenci a. Es el pro d ucto sing u lar de la Eu ropa de las Luces,

prog res iva mente reforzada por la prueba de los conf l ictos ent re las

naciones y los imp erios, las demo c raci as y los tota l i ta ri s mos. Por con s i-

g u iente, se desprende de la ac ción cont i ngente en la historia y no de una

neces idad o de una ley por la que se ri ja el desa rrol lo de la hu ma n idad.

La libertad moderna es, a la vez, plural y heterogénea: plural por-

que yuxtapone principios y derechos diferentes: derechos burgueses

n i c ol a s b a v e r e z

86 cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ]

nacidos de la Ilustración; derechos ciudadanos nacidos de los avances

del sufragio universal; derechos sociales forjados, por un lado, al hilo de

las crisis y de los cambios del capitalismo y, por otro, de los conflictos

laborales y de la instauración de los Estados-providencia. De ahí la

paradoja de una gran vulnerabilidad, que se deriva de la falta de un prin-

cipio unitario y trascendente, y de una fuerza insospechada, que ha per-

mitido a las democracias sustentarse en la divergencia de intereses y en

las contradicciones de las pasiones que las atraviesan para poder sobre-

vivir, al final del siglo XX, a las guerras, a las revoluciones y a las crisis

que no pudieron con ellas.

De la primacía de la historia se deriva la primacía de la política.

Aron se inscribe sin ambigüedad en la tradición del liberalismo político

francés, distinto del utilitarismo. El mercado resulta del universo de los

medios y no de los fines. Constituye uno de los componentes necesa-

rios, pero no suficientes, de la libertad moderna y no debería consti-

tuirse en un principio organizativo. Así pues, Aron se une a Karl

Popper en la voluntad de «proteger la libertad contra sus propios fanáti-

cos», reservando un puesto eminente al Estado y a las instituciones,

ante las críticas libertarias o marxistas que se les dirigen.

3 . U N A A P U E S TA A FA V O R D E L A R A Z Ó N

La última di mensión de la libertad es mora l, una apues ta pasca l i a na a

fa vor de la ex i s tencia de una razón que le da un sent ido al comprom i-

so en la historia y que fu nda menta el hecho de que to da la hu ma n i-

dad, más allá de la divers idad de los pueblos, de sus cu l tu ras e histo-

ri as, compa rte alg u nos va lores comu nes. La ex i s tencia de es ta raz ó n

ni se demues t ra ni se pos tu la, se descubre en el mov i m iento mismo de

la ac ci ó n.

Es te horizonte ma r ca los límites del sistema de pen sa m iento aron i a no,

que recono ce, reserva, inc l uso ad m i ra la pos i bil idad de un acto de fe,

esp eci a l mente rel i g ioso, sin ac ce der a él. En Aron hay huel la de una

inquietud y de una expectativa metafísica, que se manifiesta sobre todo,

como demues t ra Gas ton Fessa rd (1980), en su sol ida rie dad con el des t i no

del pueblo judío y en su vínculo afectivo y moral con Israel. Es forzoso

cuadernos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ] 87

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

recono cer, no obs ta nte, que la reiv i ndicación plena y total de su juda í s mo

p or pa rte de Aron se insc ribía en dos pri ncipios firmemente es tableci-

dos: por un lado, el rechazo de cua l qu ier ad hesión de índole mística o

de pertenencia a una historia sobrenatural; por otra, el rechazo de cual-

qu ier forma de doble naciona l idad, en virtud de la re g la republ ica na se g ú n

la cual «cada uno de nosotros tiene una Patria y una religión, pero nadie

puede tener dos Patrias».

De esta forma, Aron no renuncia a la existencia de valores comunes

en la humanidad, cuyo anclaje no está en la metafísica sino en la historia

y cuyo fundamento reside en la política.

II I . INTERPRETA C I Ó N

¿ Qué ex pl icación pue de dársele a la preco cidad y a la jus te za de cri-

terio de Aron con resp ecto a la historia del siglo X X? Las tomas de

p os ición de la ma yoría de los intelectua les de su generación y de la

generación anterior mues t ran ta m bién un rechazo del determ i n i s mo.

A ron se definía como un hom bre compromet ido en un momento de la

h i s toria de la filosof í a, de los intelectua les, de la nación fra ncesa. Su

s i ng u la ridad da fe de la libertad y de lo radical de su des t i no intelec-

tual y de la elec ción de sus comprom i sos. Y es jus ta mente ahí, con-

forme a las tesis por él desa rrol ladas en la Int ro d uc ción a la filosof í a

de la histori a, donde su pen sa m iento trasciende las determ i naciones

so ciol ó g icas y la cont i ngencia histórica de las ide olog í as de la época

pa ra ac ce der a una pa rte de etern idad.

A . U N A T R AY E C T O R I A O R I G I N A L E N U N A G E N E R A C I Ó N D E I N T E L E C T U A L E S

El pensamiento de Aron rompe con la generación de sus maestros,

Alain y Brunschvicg, como con la de sus contemporáneos, Malraux,

Simone Weil o Sartre.

A lain y Bru n sch v ic g, amigos y condi sc í pu los de Elie Ha l é vy en la

Escuela Normal en los años 1890, ma r ca ron los dos polos de la filoso-

fía fra ncesa de ent re g uerras. El ka nt i s mo de Bru n sch v icg dom i nab a

n i c o l a s b a v e r e z

88 cua dernos de pe nsamiento pol í tico [ núm. 2 ]

en la Sorb ona, mient ras que Alain ex ploraba las vías de un pen sa-

m iento crítico del ci udada no cont ra to dos los poderes. Sus sistemas

de pen sa m iento, sin em b a rgo, coi nciden en su incapacidad de toma r

en cuenta la rea l idad del mu ndo y, en esp eci a l, el vuelco del sistema

p ol í t ico de ent re g uerras. El cient if i s mo de Bru n sch v icg excluía del i-

b erada mente la pol í t ica de su ca mp o, traza ndo una línea de div i s i ó n

i nfra nqueable ent re el universo noble de la metaf í s ica, ámbi to de

elec ción de la ref lexión sabia y de la raz ó n, y el ca r á cter prosa ico de la

h i s tori a, donde se daba libre cu rso de forma anárqu ica a las pas iones

hu ma nas. Ala i n, por el cont ra rio, se sentía un pen sador pol í t ico, que

pri maba como objeto de sus inves t i gaciones los pri ncipios por los que

habían de re g i rse las relaciones del ci udada no con el poder. Pero el

i ntento de basar la libertad sobre una di s ta ncia y una desconf i a nza

p erma nentes con resp ecto a cua l qu ier forma de instituci ó n, y sobre

to do la mil i ta r, demostró ser un ca l lejón sin sa l ida: Alain elevaba al

ra ngo de pri ncipios filos ó f icos las formas de fu nciona m iento de una

Rep ú bl ica radica l, a fin de cuentas decadente; su crítica de las insti-

tuciones cont ri buía a alimentar el ant ipa rla menta ri s mo y la crisis del

r é g i men que ponía como mo delo; sobre to do, su pacif i s mo represen-

taba un cont rasent ido histórico absol uto frente a las crecientes ame-

nazas tota l i ta ri as.

Ma l raux, alejado del comu n i s mo, y Simone Weil, alejada del pacif i s-

mo de Ala i n, entendieron que la ma yor baza del pen sa m iento en el siglo

X X era de natu ra le za pol í t ica y que se jugaba en térm i nos de rechazo del

tota l i ta ri s mo. Sus respues tas al terror y su res i s tencia se def i nen en tér-

m i nos pu ra mente indiv id ua les. Pa ra Ma l raux, el hom bre conqu i s ta su

l i b ertad me di a nte su reb elión sol i ta ria cont ra el des t i no y lue go sumán-

dose a una ep op eya histórica que se enca rna en un hom bre, en es te caso

el general De Gau l le, héroe de la causa de la libertad. Pa ra Simone Weil,

la pol í t ica se vive como una pasión mística, bajo el signo del sac rif icio.

Es tas formas de comprom i so, basadas en el liri s mo o en el acto de fe, no

dejan de tener sus riesgos: Ma l raux se aventuró en la ca ma radería con el

comu n i s mo antes de ir a pa rar en el gau l l i s mo, y Simone Weil se ext ra-

vió en el pacif i s mo inte g ral antes de convert i rse al ant ih i t leri s mo.

La op os ición más fuerte se pro d u jo ent re Aron y Sa rt re, cu yo ca ra

a ca ra simbol iza el dra m á t ico enfrenta m iento ent re la demo c racia y el

cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ] 89

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

tota l i ta ri s mo. Ambos son fil ó sofos de la libertad, basada en el com-

prom i so pol í t ico. Pero ese comprom i so en Aron se sitúa bajo el signo

de la razón crítica, mient ras que en Sa rt re se ubica bajo el de la vio-

lenci a. El corazón de la concep ción sa rt ri a na de la libertad se ex p one

en L ' E t re et le néant y, sobre to do, en La cri t i que de la ra i son di a lect i que,

que se esfuerza por sup erar la ant i nomia ent re la ex i s tencia de una

l i b ertad hu ma na y el pos tu lado ma rx i s ta de un sent ido de la histori a.

La concienci a, libre por su esenci a, sólo pue de log rar su libertad aten-

ta ndo cont ra la ajena, por con s i g u iente alien á ndose. Única mente la

reb elión colect iva le perm i te libera rse de su serv id u m bre, insc ri bi é n-

dose en un des t i no colect ivo ag l ut i nado por el ejer cicio del terror. La

reb elión indiv id ual y la violencia colect iva son, por con s i g u iente, a un

t iempo instru mento de la libertad y motor de la histori a. Es te fu nda-

mento terrori s ta que se le da a la libertad se acer ca al ana rqu i s mo, ale-

j á ndose ta nto del ma rx i s mo como del libera l i s mo. Impl ica tres riesgos

i mp orta ntes. Pa ra emp e za r, la libertad radical de la conciencia jus t if i-

ca cua l qu ier elec ci ó n, inc l u idas las derivas tota l i ta ri as, como demues-

t ra el propio Sa rt re. Lue go, la frag mentación de la conciencia en una

s ucesión de insta ntes indep endientes supri me to da forma de resp on-

sabil idad. Por último, la ap ología de la violencia se af i rma como un

cont rasent ido histórico absol uto, en un siglo ca racterizado por su

ca r á cter mort í fero.

Al pos i t iv i s mo ka nt i a no, Aron op one el relat iv i s mo que ro dea la

ac ción y la sabiduría de los hom bres; al pacif i s mo de Ala i n, el ca r á cter trá-

g ico de la histori a; al mistici s mo de Simone Weil o de Ma l raux, así como

a la te ología terrori s ta de Sa rt re, el trab ajo met ó dico de la razón crítica y

la reforma paciente de las instituciones y de las so cie dades demo c r á t icas.

B . U N A P O S T U R A I N T E L E C T U A L: E L C O M P R O M I S O C R Í T I C O C O N T R A L A R E B E L I Ó N

Frente a las ideologías del siglo XX, que han mezclado la fe y el terror, la

utopía y la exaltación de la rebelión, Aron permaneció fiel a la postura

del compromiso crítico, cuyos fundamentos teóricos había definido en

su tesis. También se distingue del utilitarismo, que postula una regula-

ción espontánea de la economía y de la sociedad.

n i c ol a s b a v e r e z

90 cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ]

A las diferentes doctrinas que reclaman para sí un sentido o un fin

de la historia, Aron opone la idea de un poder ciudadano, construido

por los hombres que «hacen su historia, aunque no sepan qué historia

están haciendo». La defensa de la libertad y la perennidad de la demo-

cracia nunca son algo adquirido, sino que los ciudadanos las asumen a

partir, por un lado, de una historia y de una cultura que moldean las cos-

tumbres políticas y, por otro, de las instituciones de que se dotan.

De el lo se desprende la autonomía de lo pol í t ico con resp ecto a las

es t ructu ras econ ó m icas y so ci a les o a los ca m bios técnicos. Ta m bi é n

se deriva de el lo una di so ci ación ent re el universo del poder y el del

cono ci m iento, la búsque da de la verdad y el arte del gobierno de los

hom bres: la libertad pol í t ica no pue de insta la rse de forma duradera

sin hacer referencia a un ideal de virtud y de verdad; pero ese ideal se

de g rada en tota l i ta ri s mo des de el momento que un pa rt ido, una fac-

ci ó n, un Es tado o un pueblo pretende enca rnar la verdad o la virtud.

El pl u ra l i s mo pol í t ico es indi so ci able del recono ci m iento del ca r á c-

ter limitado de la raz ó n, incompleto de los cono ci m ientos, compa rt i-

do el poder.

C . U N P A T R I O T I S M O A B I E RT O A L O U N I V E R S A L

El cosmopolitismo de Aron, uno de los poquísimos intelectuales fran-

ceses que ha ten ido aut é nt ica inf l uencia internacional –des de los

Estados Unidos hasta las sociedades del imperio soviético– tiene como

corolario un profundo patriotismo, a través de una concepción abierta

de la nacionalidad. Ella está anclada en la esperanza de una vocación

común de la humanidad y en la existencia de una razón que transciende

la diversidad de los sistemas políticos, de las culturas, de las civilizacio-

nes y de las religiones.

Raymond Aron respetaba la fe religiosa y le reconocía un lugar emi-

nente en la historia de los hombres, aun sin acceder a ella. Por un lado,

su apuesta a favor de la existencia de una razón común para la humani-

dad se apartaba de cualquier forma de Providencia o de reconocimien-

to de una historia sagrada. Por otro, Aron permaneció fiel tanto al

patriotismo francés como a la solidaridad con el pueblo judío.

cua dernos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ] 91

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

Naturalmente, el judaísmo está presente en la obra de Aron a través

de su interés por la historia del pueblo judío y por Israel, nación por la

cual admitía sentir un afecto especial, lo cual no le impide analizarla a

partir de las categorías clásicas, filosóficas, políticas e históricas. La

herencia del judaísmo, sin embargo, es más amplia y se expresa por lo

menos de tres formas en la manera de ser y de pensar de Aron: por la

existencia de una duda sistemática frente a sí mismo, de la que las

Memorias proporcionan una ilustración abundante; por no hacerse ilu-

siones sobre el salvajismo de los hombres ni sobre la existencia de un

límite al odio y la violencia que puedan llegar a sentir; por el rechazo a

renunciar tanto a la existencia de valores universales cuanto a la espe-

ranza en un mundo más pacífico, libre y próspero.

I V. CRÍT ICA

Desde el momento que la libertad no es una esencia, sino una historia,

no puede uno dejar de interrogarse sobre la perennidad del pensamien-

to de Aron, aunque el contexto geopolítico el que ha presidido su ela-

boración haya desaparecido. La libertad del siglo XXI no se puede defi-

nir en relación con las guerras, las revoluciones y las crisis del siglo XX.

La violencia, las pasiones extremistas, los desequilibrios económicos y

las tensiones sociales están muy lejos de haber desaparecido. Pero su

naturaleza cambia, al compás de los cambios de la democracia, del capi-

talismo y del sistema internacional. Y las categorías conceptuales utili-

zadas o discutidas por Aron –el Estado-nación y el imperio, la separa-

ción entre orden nacional e internacional, la disuasión nuclear, la socie-

dad industrial, las ideologías de la raza y de la clase…– se someten a un

nuevo cuestionamiento, a veces radical, bajo la presión del caos geopo-

lítico, de la globalización, de la diseminación y de la proliferación de los

riesgos, de la revolución científica y tecnológica.

Al elegir su planteamiento de la historia del siglo XX, ¿se encontra-

ría Aron en una situación inestable frente a un mundo post-ideológico,

a una economía globalizada, a una sociedad postindustrial? ¿Al elegir

plantearse la sociedad industrial, se vería superado por la sociedad de la

información? En realidad, no hay nada de eso. Ya que, si se ha clausu-

n i c o l a s b a v e r e z

92 cua der nos de pensa mient o pol í tico [ núm. 2 ]

rado el contexto histórico del siglo XX, estructurado en el período de

entre guerras, la exploración realizada por Aron de las antinomias de la

libertad moderna y los principios por él propuestos para responder a

ello siguen siendo perfectamente actuales.

A . L A G R A N T R A N S F O R M A C I Ó N

Cuat ro gra ndes fuerzas, que impl ican riesgos pa ra la libertad, moldean el

mu ndo del siglo X XI, y ex i gen un comprom i so act ivo de las demo c raci as.

• La geopolítica del caos se inscribe en el cruce del desmoronamien-

to de las ideologías del siglo XX, que ha provocado un relanzamien-

to agresivo de las identidades étnicas, nacionales y sobre todo reli-

giosas y de la aparición del terrorismo masivo como un actor autó-

nomo. De ahí la combinación de amenazas que se derivan de las

ambiciones de poder (China, India, Pakistán, Rusia…), de los con-

f l ictos lo ca les con un fuerte potencial de internaciona l izaci ó n

(Oriente Próximo, Balcanes, Cáucaso, guerra civil argelina…), del

terrorismo, de las armas de destrucción masiva. De ahí que el

Estado ya no sea tan sólo una amenaza por su omnipotencia, como

acaeció con el fenómeno totalitario del siglo XX, sino también por su

decadencia, con la multiplicación de zonas grises controladas por

los grupos terroristas, criminales y mafiosos, cuyo símbolo nos ha

ofrecido el Afganistán de los talibanes. Se imponen dos observacio-

nes: primero, que únicamente los Estados Unidos, y en menor

medida el Reino Unido, han reestructurado su estrategia y su diplo-

macia esforzándose por responder a estos cambios radicales; segun-

do, que el espacio integrado de Schengen está más cerca de innu-

merables focos importantes de instabilidad que los Estados Unidos.

• La globalización no es un proceso lineal, sino dialéctico, en el que

se cruzan las fuerzas de integración y las fuerzas centrífugas. La

ampliación de los mercados, especialmente con la entrada acelerada

en la producción y en el consumo masivo de China y de India, –es

decir, 1,3 y 1,1 millares de millones de personas, respectivamente–,

la rapidez y la complejidad crecientes de las operaciones económi-

cas multiplican las posibilidades de desarrollo, pero también de

cuadernos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ] 93

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

ajustes brutales, de las que ha sido una buena muestra la crisis asiá-

tica de 1997. La interdependencia de las economías y de las socieda-

des va al unísono con la vuelta del proteccionismo y la guerra mone-

taria, como han demostrado los Estados Unidos con el Farm Act

(que ha previsto 190 mil millones de dólares de subvenciones adi-

cionales para sus explotaciones agrícolas), la mejora de los derechos

sobre el acero o sobre el textil asiático, la devaluación competitiva

del dólar en un 40% contra el euro y en un 20% contra el yen desde

2002. El capitalismo desregulado implica un gran potencial de cre-

cimiento, sólidamente anclado en las ventajas de productividad de

la revolución de las tecnologías de la información, al tiempo que

genera burbujas especulativas repetitivas (acciones, obligaciones,

inmobiliario…) y que aumenta las posibilidades de choques regio-

nales o globales, como se demostró al principio de los años 2000.

Por consiguiente, la economía abierta puede sufrir dos tipos de cri-

sis: choques locales, que sólo pueden gestionar los mercados, como

sucedió con la bancarrota del fondo LTCM o con la violenta rece-

sión en Asia de 1997, con el crack ruso de 1998 o el mini-choque

petrolero de 2000; crisis globales que implican una dimensión sis-

témica e imponen la intervención de los poderes públicos, como

sucedió a principios de los años 2000 con la secuencia de la mayor

quiebra de los mercados de acciones de la historia del capitalismo

(una caída del 65% durante tres años), de las consecuencias de los

atentados del 11 de septiembre de 2001, y luego los escándalos finan-

cieros en cadena, desde Enron hasta Parmalat. La movilización por

parte de los Estados Unidos de todo tipo de instrumentos de inter-

vención de la política económica (paso de un excedente presupues-

tario del 2% a un déficit del 5% del PIB, reducción de los tipos de

interés de un 6,5% a un 1%, devaluación del dólar, ayuda a los secto-

res en dificultades e inversiones públicas masivas en investigación,

de unos 120 mil millones de dólares al año…) ha sido la que única-

mente ha permitido poner a raya la amenaza de una nueva gran

deflación mundial, comparable a la de los años 1930.

• El número, la complejidad, la imbricación y la velocidad de las acti-

vidades humanas exponen permanentemente a las sociedades con-

temporáneas a la amenaza de riesgos cuya característica es la de

n i c o l a s b a v e r e z

94 cua der nos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ]

rehuir las fronteras nacionales y ser difícilmente previsibles y rever-

sibles. Así sucede, por ejemplo, desde el punto de vista demográfi-

co, con el creciente aumento de la inmigración, en el aspecto estra-

tégico, con el terrorismo masivo, en el sanitario (crisis de las vacas

locas, SRAS, virus Ébola), en cuanto al medio ambiente y al clima

(recuérdese las 15.000 víctimas de la canícula durante el verano de

2003 en Francia, la multiplicación de las inundaciones, de los seís-

mos y de las catástrofes naturales), en el aspecto industrial (Bhopal,

Chernobil, AZF-Toulouse), en el social, con la marginación de

ciertas regiones (como África o una parte del mundo arábigo-

musulmán) y la exclusión que se deriva de la presión conjunta de las

exigencias de productividad de la economía de servicios con un alto

valor añadido y de la llegada masiva de nuevos productores –enca-

bezados por China, que acabará imponiéndose como la manufactu-

ra del planeta en el horizonte del siglo XXI–. Estos riesgos, por su

naturaleza y por su amplitud, se les escapan por ahora a los merca-

dos así como a los Estados, incluyendo a la hiperpotencia america-

na, que se limita a una acción puramente nacional en la lucha contra

el terrorismo.

• La última transformación se debe a la revolución de las tecnologías

de la información y de las ciencias de la vida. En el siglo XX, la cien-

cia dominante fue la física, que permitió al hombre la pretensión de

ser dueño y señor de la naturaleza. El siglo XXI será el de la biología,

que verá al hombre en condiciones de convertirse en amo y señor de

su propia naturaleza. Con todos los daños o agresiones potenciales,

que no serán menores para la naturaleza humana de lo que lo fueron

para la naturaleza durante el siglo XX. De ahí la necesidad de elegir

y dar se reglas éticas, que dependen necesariamente de la decisión

política y que sólo tendrán un verdadero alcance si su dimensión lle-

gase a ser internacional, es decir, planetaria.

Contrariamente a las ilusiones de la década de 1990, la del 2000

permite subrayar que la libertad nunca está dada, sino que hay que

construirla, que no es nada adquirido, sino que hay que conquistarla, a

fuerza de voluntad y de imaginación, de trabajo y de convicción. Ahora

bien, frente a la dinámica del caos, el retroceso de las instituciones y de

las reglas comunes por ahora, como en los años 1930, va en paralelo con

cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ] 95

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

la división de las democracias y con la renovación de las críticas radica-

les de la libertad política y del capitalismo, a través de los llamados

movimientos antiglobalización.

B . L A N E C E S A R I A R E F U N D A C I Ó N D E O C C I D E N T E

La fractura de las democracias occidentales constituye sin duda un

gran riesgo para la libertad en el siglo XXI. Por un lado, los Estados

Unidos, traumatizados por los atentados del 11 de septiembre de 2001,

han primado una respuesta a la vez puramente militar y puramente

nacional, que les sitúa en una situación muy difícil en Irak (con el ries-

go de que confluyan el nacionalismo árabe y el terrorismo islámico), y

les ha llevado a liberarse tanto de los marcos multilaterales como de las

re g las del Es tado de derecho (en el ca mpo de pri s ioneros de

Guantánamo). Con resultados modestos en cuanto a la lucha contra el

terrorismo, pero con un profundo deterioro de su imagen en el mundo.

Por otro, la Unión Europea se ha dividido, por no decir disuelto, con

una total inexistencia militar y diplomática, la explosión sucesiva del

pacto de estabilidad y del proceso constitucional. En total, la actividad

sigue extendiéndose e imperando de forma endémica en el espacio que

deja abierto, por un lado, la disociación de la razón política y de los

medios del poder y, por otro, la fractura de Occidente.

De ahí la neces idad de refu ndar Occidente en el triple pla no de

los va lores, de las instituciones y de los hom bres, a semeja nza de lo

que hizo la generación de posg uerra tras la se g u nda guerra mu ndi a l,

que supo resp onder a la amenaza sov i é t ica y, a la ve z, poner las bases

pa ra un orden internacional del mu ndo libre. Des de el pu nto de vista

de los va lores, es op ortu no recordar que el pl u ra l i s mo de la libertad

es perfecta mente compat i ble con la orga n ización de una sol ida rie dad

p ol í t ica y es t rat é g ica act iva pa ra hacer frente a las amenazas. En

cua nto a las instituciones, las formas de co op eración que se adapten

a la so cie dad y a la economía abiertas están por inventa r, ya se trate

de lucha cont ra el terrori s mo, de la gestión de los cho ques y los ries-

gos de la glob a l izaci ó n, de la prevención de riesgos glob a les, como

ta m bién de la def i n ición de las re g las en lo to ca nte al comprom i so de

n i c ol a s b a v e r e z

96 cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ]

las fuerzas armadas, el gobierno de las empresas, los pri ncipios téc-

n icos, ju r í dicos, contables apl icables a las gra ndes re des de tra n sp or-

te de informaciones, de bienes, de capi ta les y de personas que es t ruc-

tu ran nues t ro mu ndo. Pero la prioridad sigue siendo res tablecer a

to dos los niveles la conf i a nza ent re los hom bres, pues no ha va ri ado

lo que ya di jo Peric les, que «son los hom bres y no las pie d ras los que

conf i g u ran las aut é nt icas mu ra l las de las ci udades». Antes que ser

u na comu n idad es t rat é g ica o una comu n idad de intereses, Occidente

se def i ne por su concep ción y su resp eto del hom bre, en el que se

b asan su unidad y su futu ro.

La constitución de un nuevo vínculo atlántico en defensa de la liber-

tad tiene que ver nacer previamente una Europa política, que se defina

en términos de objetivos y de proyectos y no sólo en términos de pro-

cedimientos y de presupuestos. Raymond Aron había abogado por la

Europa decadente, con unos acentos que ahora suenan extrañamente

actuales, por cómo contrasta su inmovilismo con la rapidez de las trans-

formaciones en América del Norte y en Asia. Para colmar el déficit

democrático, la Unión ha de afirmar su identidad, delimitar claramente

sus competencias frente a los Estados, dotarse de un proceso de deci-

sión legítimo y eficiente. Para colmar el déficit de crecimiento y de

empleo, ha de volver a plantearse cómo gobernar Eurolandia y, sobre

todo, acometer sin más demora las reformas estructurales que Francia

y Alemania –por lo menos hasta el inicio de la A genda 2010– han apla-

zado a placer. Para colmar el vacío de seguridad, es conveniente articu-

lar junto con los Estados Unidos un sistema de seguridad europeo que

asuma la responsabilidad de la defensa operativa del territorio de la

Unión, el control de sus aledaños y fronteras, el mantenimiento de la

paz en los cuasi-protectorados balcánicos.

C . L A L I B E R TA D P O L Í T I C A E N E L S I G L O X X I

La originalidad y la fuerza de Aron residen en un pensamiento que se

reivindica y se asume como plenamente liberal y plenamente político,

mientras que los liberales a menudo subestiman el pe so de la política o

denuncian su poder excesivo y, por su parte, los pensadores políticos

cuadernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ] 97

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

siguen desconfiando ante una lógica liberal reducida equivocadamente

a los mecanismos de mercado. Ahora bien, una de las claves del siglo

XXI consiste precisamente en imaginar un nuevo liberalismo y en

inventar instituciones capaces de tomar en cuenta la herencia democrá-

tica de los Estados-naciones, esbozando al tiempo una sociedad inter-

nacional, europea o mundial, de adoptar la renovación de una regula-

ción económica por parte de los mercados, de captar las oportunidades

de paz que se abren por el final de los bloqueos, al tiempo que frenan,

mediante el uso combinado de la fuerza armada y de la pedagogía polí-

tica, la dinámica del enfrentamiento entre las democracias y el mundo

arábigo-musulmán y, de forma más amplia, el resurgir agresivo de las

reivindicaciones de identidad, étnicas o religiosas.

Cuanto más avancen el individualismo y el mercado, más urgente

será la necesidad de instituciones legítimas y eficaces, de lo contrario

veremos multiplicarse la anomia de los individuos, la atomización de las

sociedades, las agresiones a la competencia, las tentaciones guerreras.

Lejos de desembocar en el final de lo político, el siglo XXI se estrena

bajo el signo de una fuerte expectativa tendente a afirmar los valores y

crear los marcos idóneos para la nueva jugada mundial. Para ello, sigue

siendo oportuno no ceder a las ilusiones económicas o tecnológicas,

que postulan una estabilidad fundamental de las sociedades democráti-

cas y de los intercambios. En esta empresa, Aron sigue siendo un guía

inestimable, que demuestra que la democracia se basa en la tensión

entre fuerzas que en cualquier momento pueden arrebatarla, que los

mercados se crean con una racionalidad limit ada, que el control de las

pulsiones violentas depende de una película de civilización extremada-

mente fina y que cualquier choque puede ser suficiente para arrancarla.

La libertad en el siglo XXI será de derecho humano, y no divino. De

ahí la urgencia de replantear la representación política más allá del

Estado-nación, la regulación de la economía abierta, la creación del

vínculo social, las condiciones para mantener la paz. De ahí la necesi-

dad de transformar los principios en capacidad de acción política, las

visiones programáticas en reformas concretas. Esta exigencia es per-

manente en Aron, siempre pendiente de articular el cielo de las ideas,

las limitaciones de la realidad, el principio de responsabilidad, esta exi-

gencia es permanente.

n i c o l a s b a v e r e z

98 cuader nos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ]

La actua l idad última del pen sa m iento de Aron res ide en su con-

cep ción de una libertad al ma rgen de cua l qu ier forma de Prov idenci a,

ta nto si es ta se enca rna en la figura de un Dios, de un mona r ca o de

u na ide olog í a. Ahora bien, es ta libertad ya se ma n if ies ta en to da su

complejidad, abri é ndoles a los hom bres una capacidad de actuar y de

sab er cada vez ma yor, pero crea ndo ta m bién nuevas fuentes de

i nqu ietud y de frus t raci ó n.

La condición histórica del hombre es, más que nunca, dialéctica.

Liberado de las ideologías, se encuentra en un cara a cara angustiado

consigo mismo, frente a la responsabilidad de tener que darse reglas,

tentado por la utopía o las pasiones violentas. Aun siendo cada vez más

poderoso, está cada vez más amenazado por el avance de la ciencia, ya

se trate de controlar su evolución, inmediatamente después de la que ha

adquirido sobre la naturaleza, o de amenazas que pueden nacer de las

tecnologías de la información. Cada vez más individualista, se concibe

y sitúa cada vez más en relación con la humanidad. Cada vez más viejo

y rico, se siente cada vez más vulnerable. Cada vez menos aislado, se

siente cada vez más solo. De ahí un sentimiento de desposeimiento en

términos de identidad, de acción, de responsabilidad, f rente a proble-

mas y sistemas cuya complejidad desafía al entendimiento, que alimen-

ta derivas extremistas.

La historia universal ha empezado realmente con la caída del muro

de Berlín: el 80% de los 6 mil millones de personas viven la misma his-

toria; producen en un mismo sistema, en el que están en situación de

competencia; se intercambian de forma instantánea las mismas infor-

maciones. Pero, pese a ello, sus ambiciones siguen rivalizando, sus cul-

turas, sus creencias y sus distintas religiones son irreductibles. Cuanto

más se afirma la dimensión universal de la humanidad, más se anuncian

las resistencias y las fuerzas extremistas obtienen más energía presta de

la negación de los valores comunes.

En un momento en que la democracia encara nuevas amenazas, en

que la guerra vuelve a incorporarse a la vida cotidiana de los ciudada-

nos, ¿cómo no sorprenderse del carácter profético que tiene la conclu-

sión de la conferencia pronunciada en 1960 ante la Sociedad de Amigos

de la Universidad hebrea de Jerusalén, sobre el Amanecer de la historia

universal: «Los hombres nunca han tenido tantos motivos para no

cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ] 99

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

matarse entre ellos. Nunca han tenido tantos motivos para sentirse aso-

ciados en una única y misma empresa. No saco de ello la conclusión de

que la era de la historia universal será pacífica. Sabemos que el hombre

es un ser razonable, pero ¿lo son los hombres?»

La libertad no se puede disociar de la búsqueda de la verdad, inclu-

so incompleta, ni del reconocimiento del poder de la razón, incluso par-

cial. Sólo progresa proporcionalmente al compromiso de los ciudadanos

y a la solidez de las instituciones de las que estos se dotan para que

pueda vivir y esté protegida. La política liberal es tan sólo el esfuerzo

paciente para transformar una colección de seres razonables en una

comunidad libre, justamente por ser razonables. Es la definición misma

de la hoja de ruta que han de seguir las democracias en la primera mitad

del siglo XXI.

Lo contingente y lo universal

S i g u iendo las huel las del libera l i s mo pol í t ico fra nc é s, Ra y mond Aron

ha elab orado los va lores y las instituciones de la libertad mo derna

frente a las ide olog í as del siglo X X. Su pen sa m iento impl ica una pa rte

de cont i ngenci a, ligada al contexto histórico del enfrenta m iento ent re

la demo c racia y los tota l i ta ri s mos, pero ta m bién ac ce de a la universa-

l idad, insc ri bi é ndose en la lucha de los hom bres pa ra refrenar la vio-

lencia y la tiranía me di a nte el ejer cicio de la razón crítica, una lucha

que vuelve a es tar en el cent ro de los pri meros años del siglo X XI.

A ron es un fil ó sofo de la Escuela Norma l, formado por la Sorb ona de

la Rep ú bl ica radical en la di scipl i na ka nt i a na, dura nte la situaci ó n

som bría de la Gran Guerra: nada le pre di sp onía a convert i rse en el

a na l i s ta pol í t ico más fecu ndo y lúcido ent re to dos los intelectua les

fra nceses del siglo. Sin em b a rgo, su indep endencia y su ap ertu ra

i nternaciona l, su pos tu ra de esp ectador compromet ido y su filosof í a

de la historia le han perm i t ido libera rse de los determ i n i s mos de to da

í ndole pa ra ofrecer una visión del siglo X X que res i s te al tiempo y que

le sitúa ent re las gra ndes figuras del libera l i s mo pol í t ico. De la misma

forma, cada generación podrá recu rrir a su pen sa m iento pa ra intenta r

forjar los conceptos y los méto dos que le perm i tan intentar pla ntear la

n i c o l a s b a v e r e z

100 cua dernos de pensamiento pol í tico [ núm. 2 ]

h i s toria y tener peso en el la y, con secuentemente, actua l izar los tér-

m i nos de la libertad pa ra defenderla mejor.

Pat riota y cos mop ol i ta, republ ica no y libera l, intelectual y ci uda-

da no, Aron es un contemp or á neo imp orta nte pa ra poder entender la

complejidad de las gra ndes tra n sformaciones del mu ndo tras la guerra

fr í a, ta nto si se trata de la di a l é ct ica de la demo c racia –ent re univer-

sa l ización y balca n ización de la ci udadanía–, de la di a l é ct ica de la

g lob a l ización –ent re interdep endenci as y exc l usión–, de la di a l é ct ica

de la violencia –ent re una paz de nuevo imp os i ble y una guerra mucho

menos improb able–. Lejos del pes i m i s mo que a veces se le at ri bu ye,

A ron pract ica el opt i m i s mo de la vol u ntad y nos inv i ta a un triple acto

de fe: en la di n á m ica de la libertad pol í t ica; en la capacidad de los ci u-

dada nos y de las demo c raci as pa ra ga ra nt izar su defen sa com ú n; en la

p os i bil idad de que Eu ropa y los Eu rop e os den un gran paso pa ra

tomar las riendas de su des t i no y la pa rte que les corresp onde en la

i nvención y en la sa lvag ua rda de su libertad en la so cie dad y en la eco-

nomía abiertas del siglo X XI.

cuadernos de pensa miento pol í tico [ núm. 2 ] 101

p e n s a r l a l i b e r t a d a l a l u z d e l a s g u e r r a s . . .

F e s s a rd, Gaston (1980): La philosophie historique de Raymond Aro n, Julliard, Paris.

B I B L I O G R A F Í A