pensando
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Segundo cuento de la serie "La puerta gris"TRANSCRIPT
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Pensando
A mis amigos
amino rápido. Son más de las siete de la noche.
Me detengo un momento y miro a mí alrededor.
Nadie. La calle está desierta, es tranquilizante y
terrorífico a la vez. Es domingo después de un
partido de la selección, es natural que todo esté así, de-
sierto, sin ningún alma a la vista. Voy rápido igual, no quie-
ro encontrarme con un buen amigo y salir calato.
La ciudad sabe ser bulliciosa, insoportable, sobre todo las
calles del centro, pero hoy curiosamente están silenciosas,
unos cuantos pasan a mi lado, ancianos saliendo de una
iglesia evangelista seguro. Pienso en un cigarro pero no
hay ninguna tienda abierta cerca. De aquí, en la calle Mel-
gar, se tiene una vista magnifica hacia el pequeño horizon-
te que crece en el fondo. Son las siete pero no parece, y
no es verano. Son las siete y todavía sigue el atardecer,
todavía las nubes grisnaranja en el cielo, todavía el sol
muriendo por la luna.
Recuerdo haber pasado muchas veces por aquí, el mismo
día; futbol con mis primos y luego a casa, aunque ya más
de noche, y no recuerdo que todo sea tan tranquilo. Uff.
C
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Ni mucho menos que, a pesar de no haber jugado, me
sienta tan cansado y tan tonto. Tomo a la derecha por
Jerusalén y antes de llegar a la primera esquina me deten-
go. Allí es donde la vi la ultima vez, si, pero eso ya tanto
tiempo que no vale la pena, ya todo está olvidado, ya no
me duele nada igual. Sonrío. Qué diferencia, carros, autos,
poca gente, pero ya no estoy tan solo, no me siento tan
solo. Cruzo la calle y bajo lento ahora por Ayacucho. Me
gusta esta calle. Siempre, cada vez que tuve que caminar
de noche por aquí, me sentí despreocupado, porque
siempre falta ya poco para llegar a tomar la combi para mi
casa. Un alivio. Me da tiempo para pensar en lo que hice
hoy, y en lo de toda la semana. La huelga en la universidad
me ahorró dinero y parece que tiempo.
Ya es de noche ahora. Las luces de los postes, de los au-
tos. Hay gente en la esquina de Santa Catalina, algunos en
parejas, otros celular en mano, y solo un pata en polo
mira a todos lados, choro, toma la cartera de una flaca y
corre, la adrenalina ayuda mucho, nadie hace nada por
seguirlo ni mucho menos confortar a la flaca, que solo
sube a una combi y se va, ya fue, para qué denunciar, para
que perder tiempo si quizás no tenía muchas cosas, si
seguro no es el único robo que se dará hoy. Esta parte de
la ciudad me causa más curiosidad siempre. Es una de las
más concurridas, zona turística, casonas viejas que parece
que solo les queda un terremoto en su vida y que además
sirven de hospedaje para turistas, vendedoras de anticu-
chos en cada esquina, librerías de libros viejos, restauran-
tes sucios en donde alguna vez comí y, lo más bonito se-
guro, empedrada. Me gusta agachar la cabeza y caminar
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viendo esos bloques que forman la pista por donde pasan
a diario carros y gente, y donde nunca he visto un acci-
dente, como sería un accidente en esta calle. Sonrío.
La tienda de antes de llegar al puente Grau está abierta
como siempre. Entro y espero diez minutos para comprar
un par de cigarros. Como siempre. Llego al puente y es-
pero mi carro. Esta parte de la ciudad es la que me da más
curiosidad. Es como si aquí se juntara todo lo curioso de
Arequipa. En medio vendedores de DVDs bamba con los
últimos estrenos: Los Vengadores y Hombres de Negro 3.
Cuantas veces les compré películas. Tienen de todo: do-
cumentales, películas de acción, anime, series y, lo mejor
para algunos, pornografía caleta. Por otro lado, en una de
las esquinas un policía, seguro esperando que pase algún
tonto para sacarle sus cinco luquitas para la gaseosa. Cerca
mío un puesto de periódicos sin periódicos, “ya solo tengo
dulces causita”, si, ya ya, así no más. Y por el otro lo mejor,
los ricos anticuchos de todo precio y de toda carne: co-
razón, pollo, salchichas. Gracias a Dios no tengo hambre.
Pienso que no debería estar aquí ahora, pienso que para
qué fui de nuevo a “jugar futbol”, si igual no jugamos, pien-
so que mejor debería estar estudiando los cursos para no
jalar ninguno y probar una beca, pienso que mejor debería
estar durmiendo. Pero qué más da. Subo a una combi,
creo que oí bien, va para mi casa, espero. Está casi vacía,
entonces no va para mi casa, pero igual me siento, que me
lleve donde sea, solo quiero tiempo para pesar. Pensar.
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Último asiento atrás. Desde este lugar la ciudad se ve de
otra manera. Triste, melancoliza y, como pocas veces,
apagada. La gente me parece que está igual. Pienso en
Mariela. Ella también se veía triste la última vez. Debí pre-
guntarle, decirle algo, pero no pude o no quise. En defini-
tiva soy de los que se rinden rápido, de lo que prefieren
dejar pasar las cosas. ¿Pero si tanto me gusta, porque no
le dije algo? Ni idea. Ya no estoy para esas cosas, necesito
algo más serio, no quiero jugar con nadie ni que jueguen
conmigo. Que maduro. A veces quisiera aceptar que soy
inmaduro, pero prefiero lo contrario. Hay momentos para
todo. “Plaza las Américas, Alto Libertad”, al menos la combi
pasa por allí, de ahí puedo tomar otro carro. Son ideas
mías, además no creo que yo a ella, ya deja de pensar en
eso, recuerda lo que dijimos. Si claro. De pronto un
montón de gente sube, Son muchos, me levanto y atrope-
llo hacia la puerta. ¿Dónde estoy? Bajo, bajo. Ni idea don-
de estoy, a caminar, pero despacio.
En mi vida había estado por acá. Busco otra tienda para
otros Luckys, aspiro profundo, que frio, se parece a mi
cuarto en estas épocas. El estomago me pide algo de co-
mer y le compro unos chicles a la tía de la esquina, parece
que en definitiva todos están tristes hoy. Mejor pensar en
el pasado, mejor pensar en mejores tiempos. Vienen a mi
mente unas de Calamaro, como me gustan, “si te veo en el
fondo de mis ojos, no me pidas que no sea un inconsciente, si
no dejo de quererte”, todas dan con el momento, “un porri-
to”. Mejor recordar libros, historias, pensar en sí, pero
como, mañana sí, claro si se termina la huelga. Hay pocas
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luces. Como me arden los ojos, como se me olvidan los
lentes, y ni idea a donde voy, ni idea que hacer.
Ni idea que más ideas para escribir en un cuento. Antes se
me ocurrían muchas, antes estaba un poco mejor, antes
tenía en quien inspirarme, a quien dedicarle poemitas, a
quien cantarle una canción. Ahora solo tengo un cigarro
en la mano y no se a donde voy.