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EL PENSAMIENTO MILITAR DE FIDEL. MAGISTERIO DE UN JEFE GUERRILLERO José Enrique Nieto Sánchez

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EL PENSAMIENTO MILITAR DE FIDEL. MAGISTERIO DE

UN JEFE GUERRILLERO

José Enrique Nieto Sánchez

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Edición y corrección: Liset Ravelo Romero

© José Enrique Nieto Sánchez, 2017

© Editorial Feijóo, 2017

ISBN: 978-959-312-290-0

Editorial Samuel Feijóo, Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Carretera a

Camajuaní, km 5 ½, Santa Clara, Villa Clara, Cuba. CP 54830

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Prólogo

La partida física del Comandante en Jefe Fidel Castro ocurrió cuando ya se

había iniciado este ensayo. A partir de ese momento, fue proseguido con el

líder histórico de la Revolución Cubana siempre en presente. Así lo siente

nuestro pueblo: la presencia viva de Fidel.

Fidel se reinserta en la Historia Universal como un paradigma de

integridad humana y de ejemplo supremo para todos sus semejantes. La

reinserción responde a que era antes de su partida física ese paradigma y

ese ejemplo. Solo que su ausencia corporal le da una nueva dimensión a su

estatura moral y ética.

Estar a la altura del reto que significa actuar como lo haría Fidel, se

convierte en que tal comportamiento se hará inevitablemente necesario en el

aparentemente callado quehacer del día a día, en la actuación cotidiana ante

las disímiles situaciones de todos los días.

Tomemos cada párrafo de su brillante definición de Revolución, del 1ro

de mayo del año 2000. Se trata de responder como lo haría Fidel ante cada

circunstancia. En primer lugar, frente a las poderosas fuerzas dominantes

internas y externas (dentro y fuera del país) que cada día también tratan, y

seguirán tratando (solo que a partir de ahora con la interpretación que ese

enemigo interno y externo haga del deceso del Jefe de la Revolución) de

destruir la obra revolucionaria y restaurar el capitalismo en Cuba.

El enemigo interno (no es un secreto) reside ante todo, de forma

concreta, en las distintas expresiones de corrupción que se manifiestan en la

cotidianidad. El enemigo externo, se expresa en las nuevas maneras que

emplea el imperialismo, vale decir el gran capital, para sobre todo socavarnos

desde adentro con el objetivo de reimplantar el capitalismo en nuestra

sociedad. El enemigo interno responde al externo y, diga lo que diga, aspira a

igual restauración.

Solo las nuevas generaciones podrán asegurar en el futuro mediato y

a largo plazo la preservación de los principios de la Revolución Cubana,

como único proceso desde los fundadores de la Nación y desde el inicio de

nuestra primera Guerra de independencia con Céspedes a la cabeza.

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Para ello, la comunicación con esas nuevas generaciones tendrá que

estar siempre desprovista de formalismos, y en cambio presidida por la

mayor transparencia y frescura. Sobre todo, a partir del ejemplo personal de

todos los que queramos influir positivamente en el futuro de las generaciones

llamadas a preservar las conquistas por las que, han muerto tantos

compatriotas, representantes en cada etapa de lo más puro y abnegado del

pueblo cubano.

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Introducción

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz es el más alto exponente del

pensamiento militar cubano. En este reconocimiento se tiene en cuenta que

sus ideas tuvieron el extraordinario mérito de conjugar, en la previsión teórica

y de manera brillante en la práctica, las mejores concepciones acerca de la

guerra popular y revolucionaria, en nuestro país y en el mundo.

Los fundamentos de la lucha armada que hizo posible alcanzar la

independencia nacional de Cuba en los años cincuenta del siglo XX, tuvieron

como base el pensamiento y la acción de lo más representativo de nuestros

patriotas del siglo XIX, desde Carlos Manuel de Céspedes hasta José Martí,

transitando por Máximo Gómez, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo y Calixto

García, entre otros destacados exponentes del Ejército Libertador, así como

la experiencia acumulada en nuestras contiendas independentistas de aquel

siglo.

Este legado fue genialmente interpretado por Fidel para sustentar y

librar victoriosamente nuestra Guerra de Liberación Nacional, que derrocó a

la tiranía de Batista a pesar del casi ilimitado respaldo militar y en recursos de

todo tipo que le proporcionó a la dictadura el gobierno imperialista de los

Estados Unidos.

Además, en la idea de Fidel, y su conducción de esta última etapa de

lucha, estuvo presente una novedosa sistematización del arte militar

universal, adaptando a las condiciones de Cuba los aportes de las contiendas

revolucionarias y de liberación de otros pueblos.

Esta etapa (la Guerra de Liberación Nacional), que aseguró la

independencia y soberanía de Cuba, comenzó con la gesta del Moncada, el

26 de julio de 1953, y culminó con el triunfo revolucionario de enero de 1959,

después de la guerra protagonizada por el Ejército Rebelde con el respaldo

de la lucha clandestina y el apoyo del pueblo. Se inició como guerra de

guerrillas y concluyó de hecho como guerra de posiciones, hasta la decisiva

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Batalla de Santa Clara y la entrada del Ejército Revolucionario en Santiago

de Cuba.

En esta lucha tuvo particular importancia la experiencia de la Guerra

Civil Española. También fue significativa la apreciación que hizo la dirección

revolucionaria de la lucha heroica de Augusto César Sandino y su pequeño

ejército guerrillero en Centroamérica, de la Revolución Mexicana y de los

movimientos populares frustrados o aplastados por las oligarquías pro

imperialistas de Latinoamérica.

La organización, preparación y realización de la lucha contra la

dictadura batistiana no dejó de valorar el intento insurgente en nuestro país,

liderado por Antonio Guiteras en la década de los años treinta del siglo XX.

Después de la victoria de la Revolución Cubana, el pensamiento militar

del Comandante en Jefe ha presidido el desarrollo de la Doctrina militar de la

Revolución durante la lucha de nuestro pueblo contra las agresiones

imperialistas en el transcurso de casi seis décadas, en el cumplimiento de las

misiones internacionalistas para ayudar a otros pueblos a liberarse de la

opresión, el saqueo del imperialismo y el neocolonialismo, y en la concepción

de Guerra de Todo el Pueblo (GTP).

De hecho, toda la bibliografía vinculada a la preparación en el plano

militar editada en nuestro país a partir del triunfo revolucionario del 1ro de

enero de 1959, así como la extensa obra bibliográfica asociada a la Defensa

Nacional y la Seguridad Nacional desde la toma del poder por la Revolución,

ha estado presidida por el pensamiento militar de Fidel.

Este pensamiento del Comandante Fidel Castro, y su concepción de la

lucha revolucionaria, ha determinado que el desarrollo de la Doctrina militar

cubana haya sido constante y progresivo, tanto en el contexto nacional como

en la amplia colaboración internacionalista de nuestra Patria. En cada

momento, impregnó a esta doctrina de la flexibilidad necesaria para tomar en

cuenta toda nueva situación y cada contexto particular.

Toda la experiencia anterior a la Guerra de Liberación Nacional, tal

como la mencionada brevemente en párrafos anteriores de esta Introducción,

fue aprovechada por las que llegaron a convertirse, en perfeccionamiento

ininterrumpido, en las concepciones de cómo hacer esta contienda liberadora

comandada por Fidel, y también en la consolidación de los fundamentos de la

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lucha clandestina que fue apoyo, y en buena parte soporte, de la guerra en

las montañas.

Así, puede afirmarse que Fidel aplicó magistralmente a la guerra

contra la tiranía en las montañas y en el llano, la experiencia acumulada en la

lucha de los pueblos contra sus opresores.

Puede decirse que tales concepciones y fundamentos comenzaron a

fraguarse desde antes del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de

Céspedes el 26 de julio de 1953, continuaron madurando en el llamado

Presidio Modelo de Isla de Pinos, y posteriormente en el exilio en México,

antes y después de los preparativos finales para la expedición del Granma.

Siempre bajo la guía de Fidel, en pensamiento y acción, y con la impronta de

su conducción y elaboración teórica.

De tal manera, tras la victoria en enero del 59 de la etapa

insurreccional, y en todas las siguientes etapas de la construcción

revolucionaria y socialista, continuó el desarrollo y perfeccionamiento de la

Doctrina militar cubana.

En los meses finales de la década de los años setenta del pasado siglo

XX, en particular ante el conjuro de las amenazas del gobierno de Ronald

Reagan en Estados Unidos, se acentuó el despliegue teórico, apoyado en la

práctica revolucionaria de los años y etapas anteriores, del proceso que

condujo a la concepción estratégica de Guerra de Todo el Pueblo (GTP),

cuya idea central recae precisamente en el Comandante en Jefe de la

Revolución.

La concepción de la GTP significó un momento culminante de la

Doctrina militar de la nación. Agrupó un conjunto integral de direcciones

estratégicas, que involucraron a todas las armas de las Fuerzas Armadas

Revolucionarias, a toda la estructura del Ministerio del Interior, a las

estructuras organizativas de la producción, y a la economía nacional en

general, en función del presumible estado de guerra. En suma, la

estructuración del sistema defensivo territorial destinado al aseguramiento de

la Defensa Nacional y la Seguridad Nacional en su más completa

integralidad, para preservar la independencia y soberanía de Cuba como

premisa de la continuidad de la obra revolucionaria.

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En 1980 se crearon las Milicias de Tropas Territoriales (MTT), como

herederas y continuadoras, a un nivel conceptual a tono con las nuevas

exigencias defensivas, de las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR),

que en la década de los años 60 del mismo siglo XX tuvieron una

participación muy destacada en la Lucha contra Bandidos, la Batalla de

Girón, la Crisis de Octubre, y otros momentos de especial significación en la

lucha contra el imperialismo y la reacción internacional.

Tanto la concepción de GTP, como en sus momentos respectivos la

creación y empleo de las MNR y las MTT, fueron frutos en primer lugar del

pensamiento militar de Fidel.

En los siguientes apartados de este ensayo, se pretende interpretar los

orígenes de esta Doctrina militar, destacar su relación y expresión conceptual

y práctica en el pensamiento militar del Comandante en Jefe Fidel Castro, así

como las implicaciones del pensamiento militar del líder de la Revolución

Cubana en la propia Doctrina militar de nuestro país.

En apartados subsiguientes el propósito es poner el énfasis mayor en

el pensamiento del Comandante en Jefe como sobresaliente Jefe de la

guerra de guerrillas.

Es también un importante objetivo del ensayo resaltar el sentido e

impacto pedagógico vinculado a Fidel como conductor revolucionario, y

destacar la ética inmaculada de su pensamiento y acción.

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2. Pensamiento militar del Comandante en Jefe. Doctrina militar

de la Revolución cubana

La concepción estratégica de Guerra de Todo el Pueblo significó el comienzo

de una nueva etapa de la Doctrina militar de la Revolución cubana. El

término «nueva etapa» tiene el siguiente enlace histórico: su cimiento radica

en toda la experiencia combativa anterior de la propia Revolución como

proceso único desde el inicio de la primera contienda independentista en

nuestra Patria. Y también incluye el aporte de otros pueblos en la lucha

contra sus respectivos opresores.

El obligado corolario consiste en que este cimiento se afinca en el

legado combativo del cual se nutrió creadoramente la Revolución, lo cual está

dado por la incorporación, en el tiempo de cada nueva época, de la sucesiva

experiencia de lucha contra toda forma de opresión, tanto de nuestras

generaciones de combatientes, como de otros pueblos en el devenir de la

historia universal.

Desde las primeras amenazas imperialistas, la dirección de la

Revolución concibió la guerra de resistencia contando únicamente con

armamento de infantería, sobre la base de su distribución en los montes y la

realización de la lucha guerrillera. En efecto: «[…] Cuando las primeras

amenazas del imperialismo se hicieron, cuando no teníamos casi nada,

teníamos pensado qué forma de lucha podíamos adoptar y nuestras primeras

armas fueron armas de infantería que pensábamos distribuir en los montes y

teníamos pensado realizar una lucha guerrillera contra los invasores. […]

nosotros tenemos que tener dos ejércitos, un ejército regular y un ejército

guerrillero» (1, p. 95).

La Doctrina militar cubana comprende de hecho dos formas de hacer

la guerra: regular e irregular; la organización de las fuerzas para la lucha de

posiciones y la lucha guerrillera (p. 95), en una larga contienda de desgaste y

resistencia, sin otra disyuntiva final que la victoria sobre los invasores (p. 96).

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Se trata de combatir en cada rincón, sin frentes definidos, puesto que

el frente estará en cada lugar y punto en que esté el enemigo (p. 98). El

último párrafo de esta cita de Fidel expresa el genuino sentido de ubicuidad

del frente, que es un principio esencial de la concepción estratégica de GTP.

La Guerra de Todo el Pueblo en su más completo despliegue está

concebida para hacer frente a la agresión militar directa del más poderoso

ejército imperialista del mundo. Implica la decisión de combatir hasta las

últimas consecuencias la invasión al territorio nacional, incluyendo el

supuesto caso extremo de ocupación total por ese enemigo. Excluye el

término rendición en cualquier circunstancia, por grave que esta última pueda

ser.

Obviamente, esta decisión de combatir todo el tiempo necesario, por

largo que fuera, requiere la incorporación de todo el pueblo. Esto implica

también que, conceptualmente dicho, el enemigo podría llegar a ocupar todo

el país, pero no podría conquistarlo jamás. Significa la decisión de hacer

realidad, en última instancia, la afirmación del Lugarteniente General del

Ejército Libertador Antonio Maceo: «Quien intente apoderarse de Cuba,

recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la

contienda».

Por eso, la rendición está abolida de la terminología de la Doctrina

militar cubana. De hecho, una expresión de ello en el plano cívico-

revolucionario fue la decisión de no ceder en la posición independentista y

socialista de nuestro país al derrumbarse el campo socialista europeo como

«efecto dominó» tras el desplome de la Unión Soviética.

Esta decisión, apoyada de inmediato por toda la dirección de la

Revolución y por la gran mayoría del pueblo cubano, tuvo en primerísimo

lugar la autoría de su Comandante en Jefe.

Así, de modo claro e inconfundible en las palabras de Fidel, la

concepción estratégica de Guerra de Todo el Pueblo sustenta «[…] la idea de

que la defensa militar del país, en el terreno del combate y todo lo que

asegura y apoya el combate en cualquier variante de agresión: bloqueo,

guerra de desgaste, invasión, ocupación parcial o total del territorio (es) junto

a las Fuerzas Armadas tarea de todo el pueblo y, por tanto, todo el pueblo

(debe) estar organizado y preparado para esa lucha» (pp.100-101).

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La preparación de todo el pueblo para la defensa se dirige a enfrentar

la agresión armada directa del principal enemigo: el imperialismo

norteamericano, que dispone del mayor poder militar, tecnológico y

económico de la historia, y obtener la victoria con esfuerzos y medios

propios.

A partir del triunfo de enero de 1959, la dirección de la Revolución

previó la necesidad de entrenar militarmente al pueblo para enfrentar las

agresiones imperialistas. El Comandante en Jefe Fidel Castro expresó que si

la realidad de estar tan cerca de tan poderoso y tan criminal vecino nos había

obligado a ser todos soldados, debíamos en efecto ser soldados, igual que

trabajadores y estudiantes (p. 32).

Consecuentemente, en sus aspectos básicos, el Ministerio de las

Fuerzas Armadas refrenda que la concepción estratégica de GTP sintetiza la

decisión de dar una solución de masas al problema de la defensa del país (2,

p. 9).

De lo anterior se entiende la coherencia de que una amplia parte de la

bibliografía promovida por el Ministerio de las FAR se haya dedicado a la

exposición y análisis de las contiendas libradas en diferentes épocas por los

pueblos contra las diferentes formas de agresión imperialista, colonialista y

de conquista territorial.

Estas guerras contra pueblos de prácticamente todas las latitudes han

sido llevadas a cabo a través de la historia de la humanidad por regímenes

opresores, con la pretensión de sojuzgar al resto del mundo, o a una parte

del resto del mundo.

El objetivo de estos regímenes ha sido imponer su afán de conquista,

a costa de cercenar la libertad e independencia de pueblos y naciones, en

interés del ansia desmedida de poder y de los designios del gran capital.

Estas son las bases de las guerras desatadas por quienes han querido

erigirse contra esos mismos pueblos y países a lo largo de la historia del

género humano.

La Doctrina militar de la Revolución cubana ha atravesado diferentes

etapas en la historia nacional. Cada una de estas etapas determinó las

peculiaridades del desarrollo de esta concepción doctrinaria en

correspondencia con la época y el medio sociopolítico predominante dentro y

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fuera de Cuba, así como con las necesidades y objetivos de la defensa de los

legítimos intereses del pueblo cubano, interpretados por lo más preclaro,

honorable y patriótico de nuestras sucesivas generaciones.

En el caso de Cuba, tuvimos siempre el siguiente privilegio: el honor y

las virtudes formados en esas mismas generaciones que protagonizaron

cada contienda independentista y empeño libertario las llevó a hacer suyas,

implícita o explícitamente, la vocación expresada en su momento por el

Apóstol José Martí de que Patria es Humanidad, con toda la carga

trascendental que encierran esas tres palabras.

El alto sentido del honor y las virtudes que sembraron los fundadores

de la Nación, y cuya transmisión de generación a generación estuvo a cargo

de los mejores representantes de cada una, han determinado que la Patria

supere cada etapa crucial de su historia, y se supere a sí misma en ese

tránsito.

Nuestra Doctrina militar tuvo un renovado impulso, peculiarmente

integrador y abarcador, en los finales de la década de los años setenta del

siglo XX, como respuesta a la política especialmente agresiva del gobierno

imperialista de Ronald Reagan contra nuestro país. Con ese impulso fue

formalmente estructurada y comenzó su vertiginoso desarrollo la concepción

estratégica de Guerra de Todo el Pueblo.

Toda la evidencia disponible permite aseverar que esta concepción

había nacido con el triunfo revolucionario de enero de 1959. Y no es atrevido

decir que el embrión de esta concepción se gestó en los años de estudiante

universitario de Fidel Castro, cuando comenzó a delinear su formación a

partir del golpe de estado de Batista, y profundizó gradualmente esa

formación en los preparativos del Moncada y a partir del Moncada. Esta

concepción nació y se desarrolló a partir de Fidel y su pensamiento de

combatiente revolucionario.

En el contexto de la Guerra de Todo el Pueblo, en los inicios de los

años ochenta del siglo XX se había desarrollado un amplio conjunto de ideas,

las que abarcaban los niveles estratégico, operacional y táctico. En este

último nivel, las diferentes categorías de tropas tenían ya muy bien definidos

los conceptos fundamentales, los postulados teóricos y los principios que

rigen su actuación.

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Sobre esta base conceptual, teórica y de principios, estaba

completamente precisada la organización, designación y misiones de

unidades y pequeñas unidades en cada categoría de tropas. Igual definición

fundamentaba el combate de cada categoría, así como su preparación,

realización, particularidades, especificidades y aseguramientos.

Se contaba con una muy buena descripción y estudio multifacético del

enemigo principal, asegurando con ello un principio básico de la ciencia

militar. Y como resultaba, y resulta lógico, dada toda la experiencia e historia

combativa propia y de alcance global, estaba excelentemente estudiada y

concebida la guerra irregular contra el enemigo. Obviamente, toda esta

conceptualización se complementa al instrumentar integralmente todo tipo de

aseguramiento combativo y logístico.

La experiencia acumulada, propia y global, identifica junto al conjunto

de rasgos característicos del combate, en particular en el plano táctico,

algunos de especial significación, particularmente para los pueblos que tienen

que defenderse de la agresión de regímenes opresores y militarmente

poderosos.

Entre estos están: a) el empleo de todo tipo de medios de destrucción;

b) la lucha contra grandes cantidades de tropas enemigas y sus diferentes

medios técnicos de combate, los que en general son de tecnología avanzada;

c) las cualidades ético-político-morales, patrióticas y combativas de los

combatientes, adecuadamente preparados para la lucha; d) la actuación

combativa de forma independiente según las circunstancias (especialmente

por pequeñas unidades y grupos de combate); e) la movilidad que deben

tener las unidades, pequeñas unidades y grupos de combate, para poder

cumplir las misiones asignadas en la lucha contra un enemigo poderoso.

Obviamente, estas peculiaridades que caracterizan el combate, hay

que asumirlas en plena coherencia con el carácter popular que, como otro

importante rasgo característico, tiene que estar presente en una contienda

que abarca a todo el pueblo cubano.

Asimismo, en nuestras condiciones, y también como resultado de la

experiencia, en la Guerra de Todo el Pueblo la totalidad de los principios del

combate, que en nuestra Doctrina militar están cabalmente identificados,

tienen la mayor importancia, y su sistematización práctica los vinculan a

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todos los demás en términos de las situaciones específicas, pero en una

ligazón conceptual rigurosamente lógica.

No obstante, sin menoscabar de ninguna manera ninguno de estos

principios del combate, aquí se enfatizan algunos, en función del posterior

destaque de la ya mencionada experiencia acumulada, la que ha sido tomada

en cuenta por el Comandante en Jefe de la Revolución, y observada con rigor

en la preparación y actuación combativa propia, quiere decir, al interior de

nuestras diferentes categorías de tropas y de nuestro sistema defensivo

territorial en su conjunto.

En este sentido, se mencionan los siguientes principios del combate: la

cooperación, la sorpresa (con el empleo de la astucia militar), la actividad y

tenacidad, la ininterrupción (que se relaciona con la actividad y tenacidad en

el combate, en interés de no dar tregua al enemigo ni permitirle la posibilidad

de reorganizarse después de comenzada la acción) y el aseguramiento

multilateral.

En los fundamentos del combate de las distintas categorías de tropas,

ya asumidos desde la primera versión de la Guerra de Todo el Pueblo,

consolidados en el permanente desarrollo de esta concepción estratégica, y

con completa vigencia en la actualidad, existen determinados principios que

son a la vez conceptos fundamentales. Ellos están implícitos en todos los

principios del combate en su permanente interrelación: se trata de los

principios de desgaste del enemigo y resistencia frente a este.

Estos principios se relacionan con las acciones de golpe y maniobra

de nuestras fuerzas de modo que se asegure la vinculación permanente y

sistemática entre los principios del combate. En particular los referidos

anteriormente, implícitos en la interrelación de los principios de actividad y

tenacidad, y de ininterrupción de las acciones.

3. Aporte de la lucha armada de los aborígenes

En este apartado el análisis se centra en la contribución conceptual,

explicitada en una u otra ocasión o contexto, o implícita en la propia esencia

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de nuestra Doctrina militar, de la lucha armada de los aborígenes de América

contra todo intento de opresión a lo largo de la historia de este hemisferio.

En la Doctrina militar de Cuba, el pensamiento del Comandante en

Jefe Fidel Castro ha tenido la mayor relevancia en todos los órdenes. En el

pensamiento militar de Fidel está presente la toma en consideración, como

parte del legado combativo universal, de esa lucha armada de todas las

etnias de los aborígenes americanos.

Como expresión del pensamiento del Jefe de la Revolución, para la

Doctrina militar cubana la lucha de los aborígenes del hemisferio occidental

contra la conquista de sus territorios, la depredación de sus recursos y la

opresión de sus pueblos autóctonos, es originaria. Y la lucha de los

aborígenes de Cuba es especialmente originaria.

De manera muchas veces explícita, y siempre implícita, el

pensamiento de Fidel acerca del aporte de las etnias de lo que hoy son las

Américas en el enfrentamiento a los conquistadores europeos, y también a

muchos de sus descendientes, de modo especial en la América del Norte, es

factible percibirlo en la totalidad de nuestra Doctrina militar. Es por ello que el

ensayo se detiene en la contribución que le hacen los indígenas originarios

de esta región del planeta.

La Doctrina militar de la Revolución Cubana tiene sus raíces en la

lucha de nuestros aborígenes contra la invasión de la isla de Cuba por las

huestes de la corona española, la cual ocurrió en los inicios de la conquista

de América.

Un rasgo que identificó en todas partes la lucha armada de los

aborígenes de América, fue la enorme desproporción de medios de combate

entre los indígenas y los colonizadores o invasores de los territorios de las

etnias y tribus autóctonas.

De otro lado, las diferencias en el nivel de desarrollo de los pueblos

aborígenes en la organización militar derivada de la estratificación social de

cada uno y en las formas de lucha que habían adoptado antes del inicio de la

conquista emprendida por los europeos, como consecuencia de la misma

estructura de sus sociedades, así como en la propia génesis de cada

sociedad, determinó el estilo de cada pueblo de hacer la guerra a los

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invasores, el apoyo que recibió de otras etnias o tribus y la capacidad de

resistencia frente al agresor foráneo.

En la lucha de los aborígenes cubanos contra los colonizadores

españoles, después de la rebelión de Hatuey y su dramático final, el cacique

taíno Guamá dirigió durante diez años, entre 1522 y 1532, una tenaz guerra

de resistencia, caracterizada por procedimientos irregulares, donde la

movilidad de los grupos de combatientes indígenas y el empleo de

estratagemas desempeñaron un importante papel.

La lucha de los aborígenes cubanos contra los españoles solo terminó

con la virtual extinción de la población nativa. Los colonizadores pudieron

imponerse enfrentando siempre su resistencia, para lograr la conquista y

ocupación de la isla. La tenaz lucha de resistencia de los indios cubanos se

caracterizó por diferentes formas, entre las cuales estuvo la lucha armada,

con una duración de más de treinta años.

«[…] los conquistadores llevaron a cabo su operación de invasión,

ocupación y conquista, contra la resistencia de los aborígenes, manifestada

esta última de múltiples formas, incluyendo la lucha armada, que duró más de

treinta años y que no cesó sino con el exterminio casi total de nuestros

aborígenes» (21, p. 7). Es defendible el criterio de que «[…] no fue la

desfavorable correlación de fuerzas en contra de los indo cubanos ni la

abolición de las encomiendas decretadas en 1542 […] lo que puso fin a su

viril decisión de resistir y luchar, sino su virtual extinción» (p. 24).

Los taínos, quienes habitaban en toda la Isla, hicieron frente a los

españoles durante el siglo que estos necesitaron para completar

prácticamente el aniquilamiento de nuestros aborígenes (22, p. 11).

Tal parece que hubieran compartido la manera de pensar de Maceo y

Fidel, con cientos de años de antelación. Los taínos, una de las etnias de

nuestros aborígenes, estaban representados en toda la extensión de Cuba.

De hecho, los taínos emplearon diferentes formas de lucha. Si en 1492 la

población aborigen de Cuba era de alrededor de 100 000 habitantes, en 1540

no excedía los 5 000.

La resistencia armada indígena durante más de 30 años se distinguió

por los siguientes aspectos:

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- Empleo de armas muy rudimentarias en comparación con otras etnias

de América. Se enfrentaron a una abrumadora superioridad en

fuerzas, medios, experiencia combativa y organización militar de los

españoles.

- Realización de emboscadas y golpes, con inmediata salida del

combate, aprovechamiento del terreno y de la noche.

- Uso de la exploración en interés de organizar las acciones combativas.

- Frecuente actuación formando grupos relativamente pequeños.

Guamá empleó grupos no mayores de 50 hombres.

- El concepto de las comunicaciones que tenían los indígenas era

simple, así como el ejercicio del mando, pero presumiblemente con un

aseguramiento eficaz.

- Hostigamiento dirigido contra la vitalidad de la fuerza enemiga.

Acciones para quitarle medios de combate y avituallamiento.

Como factores de gran peso en contra de nuestros aborígenes se

pueden mencionar: el desconocimiento de las fortalezas y debilidades del

armamento, de la táctica y de la organización de los colonizadores, así como

la falta de unidad y escasa cooperación de los propios aborígenes.

El método de incendiar los asentamientos de los conquistadores se

convirtió en una práctica usual de los aborígenes cubanos, evidentemente

como parte de su concepción del hostigamiento al enemigo y del deterioro de

sus condiciones de vida, entre otros objetivos (23, p. 20). De hecho, atacaban

de manera sistemática la base de sustentación económica de los

colonizadores (p. 25).

Para los indios cubanos la idea de proveerse del armamento y

recursos del enemigo no era diferente de la de los guerrilleros de otras

latitudes y épocas. Como expresión de ello estaba la captura y empleo de

armamento punzante y cortante de los españoles (p. 23) y de sus

abastecimientos. (Ver también 21, pp.10-25).

Cabe interpretar que la experiencia combativa de otros pueblos

aborígenes del hemisferio occidental contra la conquista de sus territorios

originarios, también dejó un legado que fue asimilado, de forma más o menos

directa, por la Doctrina militar de la Revolución Cubana.

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Un recuento somero de esa experiencia, y de las características de

esas luchas contra el colonialismo, puede ser resumido en sus elementos

generales, a favor o en contra de esos pueblos.

En la civilización maya, el adiestramiento militar comenzaba en la

adolescencia, casi en la niñez. Sin embargo, el ascenso de la casta militar en

Yucatán, en el siglo X, la lucha por el poder entre cacicazgos, la desunión

interna y las rivalidades de una civilización que a la llegada de los españoles

estaba ya en decadencia, minaron la cohesión necesaria y, por extensión, la

capacidad combativa del pueblo maya. Estos acontecimientos explican la

pobre resistencia ofrecida ante los conquistadores en esa región de la

América Central.

Pero los mayas alcanzaron conocimientos no superados por ningún

otro pueblo americano autóctono. La cultura maya asombra por el alcance

que tuvo la aplicación de sus conocimientos en arquitectura, escultórica,

construcción de viales, escritura, matemática y astronomía. Todo ello, a pesar

de una tecnología que no incluyó el empleo del hierro u otros metales, ni

instrumentos de precisión. La civilización maya mereció el calificativo de «[…]

pueblo indígena más brillante del planeta» (24, «Los mayas», p. 7).

No hay duda de que este hecho influyó en su concepción y trayectoria

guerrera, la cual tuvo como características las siguientes:

- El aprendizaje de artes marciales en la formación de sus jóvenes,

mediante una forma práctica de instrucción, fue un factor positivo en el

potencial combativo maya.

- Dado el desarrollo alcanzado por la cultura maya, sus medios de

combate se caracterizaron por un determinado potencial, que se

acentuaba como resultado de la preparación para la guerra de sus

hombres en edad de combatir, que eran soldados en su casi totalidad.

- Como medios de combate, los mayas emplearon lanzas largas y

filosas, arcos, flechas, escudos de madera y cubiertas protectoras, así

como espadas de madera provistas de hojas de obsidiana, cortantes

como navajas.

- Establecieron una sólida organización militar, apoyada en una rigurosa

estructura jerárquica. Sus conceptos tácticos descansaban en la

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coordinación de grupos, estructurados según sus medios de combate

(pp.128-129).

- En comparación, el armamento de los guerreros mayas tenía, dentro

de sus limitaciones, mayor potencia que el de los aborígenes cubanos.

- Un factor importante que condicionó su idea de la lucha armada fue el

siguiente: su método de guerra principal era el ataque directo,

acostumbrados a la lucha entre ciudades y cacicazgos, en sociedades

divididas en clases, donde se pretendía imponer la superioridad

numérica de los clanes. Frente a los españoles, esta tradición de lucha

fue una desventaja.

- Empero, emplearon la emboscada como forma de lucha irregular, con

apoyo en la sorpresa, así como la exploración. Pero no habían

desarrollado la capacidad de aprovechar las debilidades tácticas del

enemigo con el fin de oponer la astucia a su superioridad.

Su historia transmite la experiencia positiva de la educación militar y el

adiestramiento, con base en la formación práctica de los jóvenes miembros

de su organización social «[…] los hombres mayas también eran soldados.

Sus armas siempre se conservaban en la casa listas para ser usadas en

cualquier momento. Todo aquel que estuviera en condiciones de luchar debía

adiestrarse para la guerra». (p.126).

El militarismo del pueblo azteca se expresó en la conquista de

territorios y pueblos vecinos: sojuzgó 371 tribus y poblados en el territorio de

lo que hoy es México. De hecho, todos los aztecas eran guerreros, sin

excepción.

Los aztecas disponían de hondas, arcos y flechas de buena calidad.

Tenían «[...] muchas hondas y piedras rollizas hechas a mano […]» (24 «Los

aztecas», p. 16). Sus lanzas estaban rematadas con puntas de obsidiana

(materia volcánica negra) con filos muy cortantes. Utilizaban escudos y

también espadas con bordes afilados de obsidiana. Sus implementos de

guerra se completaban con armaduras y cascos. Debe añadirse que la

jabalina (lanza) se arrojaba con lanzaderas, las que le imprimían un gran

impulso.

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Los aztecas eran agricultores-guerreros. Sus dos grupos más

importantes de guerreros fueron los Caballeros Jaguares y los Caballeros

Águilas.

El empleo combinado de sus armas era, igual que en los mayas,

haciendo entrar coordinadamente en combate a los distintos grupos. Su

método de guerra consistía en batallas cortas (de pocos días) e impetuosas.

Los españoles, en la época en que decidieron emprender la conquista de

aquel territorio, además de arcabuces, ballestas, espadas y caballos,

disponían de cañones.

De manera diferente a los mayas, los aztecas tuvieron que partir del

gradual empuje de minorías, cuantitativamente hablando, para la conquista y

la expansión de sus territorios a expensas de otras tribus, inicialmente más

numerosas, a las cuales llegaron a dominar.

Es por ello que en su historia hay antecedentes de lucha en

inferioridad de condiciones, lo que sin duda formó tradiciones combativas que

de alguna manera se reflejaron en la resistencia tenaz que opusieron a la

maquinaria militar española.

Sin embargo, el hecho de haber llegado a ser un reino de enorme

poderío, fue delineando una concepción militar de asentamientos y defensa

frontal de los territorios dominados, que también se expresó en la lucha

contra las fuerzas de Hernán Cortés.

Tampoco fue significativo el apoyo que tuvieron los aztecas en

territorios habitados por otras tribus, las cuales habían sido sojuzgadas por

ellos en el pasado. De hecho, estas tribus se desentendieron de la lucha

contra los españoles. Es razonable presumir que estos dos últimos factores

facilitaron a la larga la conquista española del territorio azteca.

Los guerreros incas conformaron un ejército conquistador que sometió

a muchas otras tribus a su imperio, el cual alcanzó enormes proporciones en

1450. Se acostumbraron a imponer su superioridad y a lograr casi

invariablemente la victoria a estilo semejante a otros ejércitos de conquista de

la antigüedad.

Los incas conocían y elaboraban los metales. Disponían de hachas

con cabezas de piedra y de bronce. Sus guerreros portaban además eficaces

lanzas y sólidos escudos. Al igual que otras tribus de América, usaban

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hondas, mazas y macanas de madera. En su caso, tenían espadas de

madera provistas de cuchillos.

De modo semejante a aztecas y mayas, utilizaban armaduras

acolchadas con algodón que, sin embargo, eran notablemente resistentes.

Todos los miembros de la tribu eran a la vez agricultores y soldados, y su

formación guerrera empezaba desde muy temprano.

Es sorprendente de qué manera se desplomó el imperio incaico. En

1532 fue realizada la asombrosa captura del Inca Atahualpa por Francisco

Pizarro, contando este jefe español con solo 167 hombres y un cañón.

Atahualpa estaba acompañado por 5 000 guerreros. Increíblemente fueron

masacrados 3 000 indígenas en Cajamarca, sin ofrecer resistencia.

Atahualpa disponía de 40 000 guerreros y cinco millones de indios

contra menos de 200 españoles (24 «Los incas», p. 145). En 33 minutos se

consumó literalmente el aniquilamiento de la fuerza que rodeaba a Atahualpa

y, de hecho, la destrucción de la cultura incaica. La relación en Cajamarca

era de más de 25 a 1 a favor de los incas. De habérselo propuesto, los indios

hubieran podido despedazar a los 167 soldados de Pizarro antes de que el

cañón hiciera un segundo disparo.

Sin duda, los españoles aprovecharon a su favor la guerra civil que

dividió al imperio de los incas, como consecuencia de la lucha por el poder

entre Atahualpa y su hermano Huáscar. La falta de unidad minó al ejército

incaico, y el drama de Cajamarca fue, en no poca medida, una expresión

palpable de su desmoralización.

Antes de asegurar la conquista de lo que fue aquel imperio, los

españoles tuvieron que enfrentar la resistencia de los incas. Túpac Amaru

dirigió la lucha hasta su captura en 1571. Túpac Amaru II (José Gabriel

Túpac Amaru) asumió el liderazgo de la rebelión en 1780, la cual tuvo un

carácter tenaz y logró un gran alcance político, social y territorial, pero fue

derrotada en año y medio. El final sobrevino en 1781.

La rebelión de José Gabriel Túpac Amaru se convirtió en una

imponente sublevación indígena contra el poder colonial, que abarcó

enormes territorios de la América del Sur. Las dos comarcas de mayor

importancia en la rebelión liderada por Túpac Amaru fueron, por orden, el

Cuzco y La Paz (25, t. 1, p. 247), pero llegó a tener manifestaciones que

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incluyeron acciones combativas en territorio de la actual República Argentina

(Jujuy, Salta) (25, t. 2, Cap. 24).

En el armamento rebelde había armas de fuego. Según una

investigación ordenada por la autoridad real de España, estas armas fueron

arrebatadas a los españoles o construidas por los propios indígenas. El

ejército al mando de Túpac Amaru llegó a ser muy numeroso. En su

composición contaba con fuerzas de infantería y de caballería, armadas con

fusiles.

Muchos de sus guerreros eran mestizos. El alzamiento fue secundado

por cientos de jefes indígenas, entre los que se destacó Tomás Catari en el

inicio de la rebelión (25, t.1, Cap.12, 13). En contra de quienes trataron de

acusar al cacique inca de querer hacer una guerra contra los blancos, la

historia confirma de manera irrebatible los empeños de Túpac Amaru para

lograr la adhesión a la causa anticolonialista de los españoles americanos

(criollos) (25, t. 2, Cap.19).

La represión del alzamiento, por parte de las autoridades coloniales,

fue despiadada y estuvo plagada de tormentos físicos aplicados a los

esclavos indígenas que se sublevaron.

La sociedad colonial en la época de la rebelión de Túpac Amaru era un

régimen de castas. Esta estratificación social se vio delimitada con mayor

precisión en los territorios de los antiguos imperios autóctonos (México, Perú,

Bolivia) (25, t.1, p. 315). Los blancos españoles (europeos o americanos:

criollos) formaban la casta superior. Tenían la hegemonía política, económica

y social, y eran en el campo los señores feudales.

Tanto los mestizos (de indio y blanco) como los indios, eran explotados

y discriminados. La opresión y saqueo que pesaba sobre los indios se

caracterizaban por especial severidad y oprobio. La explotación de los

indígenas en los yacimientos mineros sudamericanos alcanzó la categoría de

verdadero genocidio. Esta situación tuvo su máximo nivel en los años que

antecedieron a la sublevación que encabezó Túpac Amaru en 1780 (25, t.1,

Cap.10).

La rebelión de Túpac Amaru fue la culminación de un largo período de

preparación previa, que abarcó prácticamente diez años, y que demuestra su

notable capacidad como conspirador y organizador (25, t.1, pp. 341-343).

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El inicio de la sublevación, en noviembre de 1780, presenta dos

elementos importantes: 1) La coordinación, evidentemente planificada, con

otros caudillos indígenas. 2) El rápido control que establecieron los indios en

distintas provincias y la gran extensión del territorio donde impusieron su

dominio en pocas semanas. Al comienzo, el estallido rebelde tuvo su mayor

impacto en la región que tenía a Potosí como epicentro, en el virreinato del

Plata.

Es importante destacar que el nombre de Túpac Amaru «[...] se

convirtió en el símbolo por excelencia de rebeldía contra el régimen español y

aun de rebeldía americana en general». (p. 391). El alcance político y social

que se proponía esta sublevación, la convirtió en el más relevante

movimiento precursor de la independencia de Hispanoamérica (pp. 418-419).

Aunque Túpac Amaru fue respaldado por la mayoría abrumadora de los jefes

indígenas, los españoles, en fin de cuentas, pudieron aplastar su rebelión

únicamente por el apoyo de las huestes encabezadas por tres caciques (p.

399).

Desde el punto de vista militar, es necesario destacar las siguientes

peculiaridades de la rebelión liderada por Túpac Amaru:

- Comenzó simultáneamente en un teatro de operaciones muy extenso

de los virreinatos del Perú y de Buenos Aires, lo que demuestra su

cuidadosa preparación. Según testimonios, abarcó 24 provincias,

desde el Cuzco, Perú, hasta la frontera de Tucumán, en la Argentina.

- El ataque indígena a centros de importancia estratégica y el cierre de

pasos e intercepción de comunicaciones entre poblaciones y territorios

en los comienzos de la rebelión. Es significativo el sitio y asedio de

ciudades en el transcurso de la lucha armada, entre ellas, Sorata (que

fue conquistada por las huestes de Túpac Amaru) y La Paz.

- Sin embargo, faltó decisión para atacar y muy posiblemente ocupar el

Cuzco, capital del antiguo imperio incaico, en las primeras semanas de

alzamiento, cuando la ciudad no tenía suficiente protección militar (25,

t. 2, p. 522).

- Eficiente aseguramiento logístico en regiones bajo control indígena y

donde se daban las acciones combativas, así como en su retaguardia.

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- Producción de armas y su captura a los españoles por diferentes vías

y procedimientos. Pero los rebeldes no tuvieron suficientes armas de

fuego, lo que limitó sus posibilidades combativas frente a la enorme

ventaja de las fuerzas coloniales.

- Aprovechamiento de las condiciones geográficas, tal como provocar

inundaciones para entorpecer los movimientos y acciones del enemigo

o para conquistar una ciudad sitiada.

- Tienen especial significado: a) El empleo de posiciones ventajosas en

el terreno para la realización de acciones sorpresivas; b) la ejecución

de sabotajes y las acciones de guerrillas contra efectivos y vías de

comunicación en la retaguardia española; c) el heroísmo, arrojo y

tenacidad de los combatientes indígenas en las acciones ofensivas y

defensivas.

- El mando indígena se apoyó en una cadena jerárquica que recorría las

diferentes estructuras de combate y de aseguramiento. Pero esto no

aseguró una disciplina eficaz en las legiones de indios combatientes,

la mayoría transformados repentinamente en guerreros, lo que muchas

veces impidió aprovechar la superioridad numérica rebelde.

Esto ocurrió a pesar del heroísmo que mostraron en sentido general

(25, t.1, p. 447). Los indios de la época de José Gabriel Túpac Amaru, bajo el

dominio colonial, no eran los de tiempos del imperio inca, quienes como se

ha dicho eran agricultores soldados, cuya preparación para la guerra

comenzaba en la adolescencia.

De hecho, la combinación de la insuficiencia de armas y la

inconsistencia de su organización militar, expresada en la indisciplina, restó

posibilidades a las fuerzas rebeldes, las cuales demostraron ser capaces de

equilibrar, en no pocas ocasiones, la escasez de armamento con su

superioridad numérica, ingeniosidad y astucia.

La comparación entre ambos bandos, en términos de armas y otros

medios de combate, puede resumirse de la manera siguiente:

- Fuerzas españolas: cuantiosas cantidades de fusiles, mosquetes,

bayonetas caladas, sables, caballería, cañones (apoyados por indios

serviles con lanzas, hondas y macanas).

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- Fuerzas rebeldes: mosquetes, lanzas, hondas, garrotes y macanas,

sables, caballos, algunos fusiles y pistolas de la época. En general, a

las exiguas cantidades de armas de fuego había que añadir su

deficiente manejo por parte de muchos indígenas. Los indios contaron

incluso con algunos cañones, accionados principalmente por

españoles incorporados a sus fuerzas.

En la batalla decisiva, marzo de 1781, Túpac Amaru aprovechó las

condiciones del terreno con un sistema de trincheras y obstáculos capaz de

resistir el ataque de la caballería enemiga, de tal manera que sus posiciones

resultaron inexpugnables. Su derrota ocurrió en abril. Fue determinada por la

falta absoluta de avituallamiento para las fuerzas directamente a su mando y

de forraje para sus caballos.

Túpac Amaru disponía de una caballería de 4 000 efectivos. La fuerza

organizada por los españoles para el ataque a las huestes que lo

acompañaban directamente en marzo de 1781, excedía los 17 000 hombres,

divididos en cinco columnas (p. 485). Es significativo que estaba compuesta

en su gran mayoría por indios.

El ejército de Túpac Amaru, objetivo de la operación, superaba los 7

000 hombres. De acuerdo con algunos testimonios, aumentó sus fuerzas

hasta 14 000 efectivos, aunque otros ratifican la cantidad de 7 000.

Para un movimiento rebelde que en sentido general dominaba todavía

un enorme territorio, todo parece indicar que hubo falta de previsión para el

aseguramiento logístico, y desde el punto de vista táctico una excesiva

concentración de fuerzas en una región comparativamente reducida (el cerro

de Tinta y Sangarará, próximo al Cuzco).

Esto complicó los problemas de abastecimiento de una fuerza tan

numerosa sometida a cerco, pero que además no fue adecuadamente

fraccionada para el empleo de formas irregulares de lucha en las acciones de

resistencia y en la ulterior rotura del cerco.

De otro lado, de nuevo la indisciplina contribuyó al desenlace fatal que

tuvo allí la defensa rebelde. Por otra parte, la traición determinó la captura de

Túpac Amaru, lo cual posibilitó su posterior eliminación física, con inaudita

exhibición de crueldad y barbarie de las autoridades coloniales.

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La forma en que los indios reorganizaron sus fuerzas después del

apresamiento de Túpac Amaru y el denuedo con que fueron capaces de

combatir, demuestran las reales posibilidades de continuar la rebelión.

Además, el movimiento rebelde todavía controlaba una extensa parte del sur

del Perú y un vasto territorio de la Bolivia actual (p. 492).

A pesar del innegable arrojo que mostraron los indígenas en el

combate, ocurrió que su insuficiente capacidad para desarrollar la lucha

irregular y las acciones de guerrilla como método fundamental para continuar

la sublevación, fueron factores de gran importancia que contribuyeron a la

posterior extinción del movimiento rebelde.

En el transcurso de la sublevación, los rebeldes dispusieron de

grandes contingentes de guerreros. Esto les permitió sitiar durante meses

importantes ciudades. En los sitios de Perno y de Sorata participaron,

respectivamente, 12 000 y 20 000 indios, mientras que en el asedio a La Paz

intervinieron alrededor de 40 000. Como elemento de comparación es útil

decir que la defensa española de Sorata descansó principalmente en 18

compañías de 40 hombres cada una: 720 efectivos en total.

Pero el armamento rebelde siempre fue muy inferior al de los realistas.

Fue particularmente contrastante la escasez de armas de fuego en manos de

los indios. Por añadidura, una buena parte de las que tenían, en especial las

piezas de artillería, eran manejadas con intencionada ineficacia por

españoles americanos y a veces europeos, en actitudes de solapada traición,

o por soldados españoles capturados por los indios y encargados de accionar

los pocos cañones con que contaban.

En momentos culminantes, la traición y también la inconsistencia de

algunos jefes indígenas, golpearon duramente al movimiento rebelde

después de la muerte de Túpac Amaru. Tampoco pudo contar la rebelión

liderada por el cacique inca con la cabal identificación ni con el genuino

apoyo de los criollos.

Pero, sin duda, aquel gran levantamiento contra la colonización

hispana sentó las bases, con su extraordinaria influencia y extensión, para la

ulterior lucha independentista en la América del Sur. Existe todo el derecho

de calificar la rebelión de Túpac Amaru de 1780 como «[...] el más importante

movimiento precursor de la libertad americana.» (25, t. 2, p. 748).

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Entre los aborígenes de América, las naciones y tribus de América del

Norte enfrentaron el mayor poderío militar en su lucha de resistencia. Puede

afirmarse también que en ninguna otra parte hubo tal cantidad de jefes

capaces de conducir esa lucha.

Las acciones de guerra de los indios norteamericanos comenzaron

más tarde que en los demás territorios del hemisferio. Se iniciaron a

principios del siglo XVII, contra las tropas inglesas. En 1782, fuerzas

independentistas norteamericanas, que libraban la guerra contra la corona

británica, volvieron sus armas contra tribus indígenas para sacarlas de sus

tierras, y ocasionaron una brutal matanza.

En el primer cuarto del siglo XVII, la tribu de los powhatans, en Virginia,

se alzó con su armamento rústico contra los colonizadores ingleses. Las

armas de fuego inglesas redujeron a menos de 1 000 los 8 000 powhatans,

quienes fueron los pioneros de la defensa de los territorios heredados de los

antepasados indígenas en la América del Norte. Ante tal exterminio no hace

falta decir que los ingleses no respetaron a mujeres ni a niños.

Durante años, los colonizadores empujaron, cada vez más hacia el

oeste, a los pueblos indígenas que habitaban los territorios delimitados al

este por el océano Atlántico. Y durante años los indios ofrecieron resistencia

a ser despojados de sus tierras.

En 1675, durante la llamada «guerra del rey Felipe», los

conquistadores impusieron su superioridad militar y emprendieron una

campaña particularmente sangrienta contra la población autóctona, mediante

la cual expulsaron a los indios del territorio de Nueva Inglaterra.

En ese año, la confederación india creada en esos territorios se vio en

la necesidad de emprender la guerra para salvar a las tribus de la extinción

(26, p. 6), por lo que atacaron a 52 colonias y destruyeron 12 de ellas. Tras

varios meses de enfrentamientos, los colonizadores impusieron su poder de

fuego y exterminaron casi por completo a los indígenas.

En los siguientes dos siglos, los invasores prosiguieron internándose

en Norteamérica, ocupando cada vez más tierras, destruyendo brutalmente

tribus y naciones autóctonas y enfrentando también la heroica resistencia

indígena. En esa implacable expansión hacia el oeste, ya constituidos en

República Federal, los Estados Unidos arremetieron contra los primeros

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pobladores de su país, sustituyendo a los colonizadores ingleses en la

depredación de pueblos y territorios.

Los descendientes de europeos iniciaron sus campañas de rapiña

contra los indios desde antes de independizarse de Inglaterra, con la vista

puesta en los intereses económicos de la futura clase dominante de la nueva

república. El empleo de la fuerza para quitarles la tierra a los aborígenes fue

una práctica usual del ejército de la Unión, la cual se incrementó

progresivamente a partir de la independencia. Las campañas expansionistas

de William H. Harrison y Andrew Jackson dejaron claro el propósito de

apropiarse de los territorios indígenas, a costa del exterminio de la población

autóctona, si esto se considerara necesario.

Harrison impuso la ventaja material para vencer la heroica resistencia

india, que terminó con la muerte en combate de Tecumseh, de los shawnees,

en el transcurso de la guerra de 1812 (27, p.12). Tecumseh había organizado

una gran confederación con tribus del medio oeste y el sur, para defender sus

territorios.

Por su parte, Jackson aniquiló por esa misma época a miles de indios

de diferentes tribus, en el sur del país. A pesar del empuje de las tropas de

Jackson, los indígenas del sur mantuvieron durante años la resistencia a la

expansión federal.

Así, en la lucha por su independencia a lo largo del siglo XIX, los

aborígenes norteamericanos enfrentaron el enorme poder del ejército de los

Estados Unidos y escribieron una historia cuyo carácter glorioso se ha

reafirmado con el paso del tiempo. Los nombres de los jefes aborígenes y la

legendaria epopeya que protagonizaron sus tribus y pueblos, merecen ser

recordados, con toda justicia, como suprema expresión de heroísmo entre

todos los norteamericanos.

La lucha de resistencia de los aborígenes de Norteamérica tuvo

características únicas en el orden militar, que la hacen particularmente

interesante. A diferencia de otros territorios, se dio allí la frecuente unión de

tribus para hacer la guerra a los invasores. Las tribus del oeste mostraron

especial tenacidad. Su empleo de los caballos como medios de combate les

daba una gran movilidad. Las tribus del suroeste y del lejano oeste, menos

numerosas, se distinguieron especialmente por realizar la guerra de

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guerrillas. En particular, los apaches se destacaron en este tipo de lucha, que

duró un cuarto de siglo, a partir de los años 60 del siglo XIX, en Arizona y

Nuevo México.

Los apaches emplearon grupos pequeños, principalmente armados

con arcos y flechas. Las puntas triangulares de cuarzo afilado de las flechas,

impulsadas mediante muescas dentadas, se clavaban como si fueran balas

cónicas. La superioridad en armamento y técnica del enemigo, unida a otros

factores, determinaron a la postre la extinción de la resistencia apache,

sostenida desde Cochise hasta Jerónimo con sus variantes tácticas.

En su guerra de guerrillas, llegó a ser prácticamente imposible vencer

a los apaches cuando combatían en los territorios abruptos de Arizona y

Nuevo México. También contaron con la alternativa, llevada muchas veces a

la práctica, de replegarse hacia territorio de México, donde disponían de

plazas fuertes, principalmente en la Sierra Madre.

El aislamiento, las penurias, la reducción progresiva de armas de

fuego y municiones, así como las enfermedades, fueron factores que pesaron

en la extinción de la lucha de guerrillas de los apaches, que culminó de hecho

con la rendición final de Goyathlay (Jerónimo), su último jefe.

Las tribus siouxs, las de mayor número y poder entre las del oeste

(incluyendo sus ramificaciones), dieron jefes de notable capacidad militar,

quienes hicieron resistencia a las tropas federales en la segunda mitad del

siglo XIX y adoptaron métodos de lucha irregular para contrarrestar el enorme

volumen de fuego, los cuantiosos recursos y los procedimientos tácticos del

ejército de la Unión.

La guerra de guerrillas de 1866, llevada a cabo por Nube Roja y sus

oglalas en la región del Powder contra fuerzas en movimiento y, en general,

el fuerte hostigamiento a que fueron sometidas las tropas en ese territorio por

parte de diferentes tribus, fueron expresión de una regla que, de hecho, no

tiene excepciones. Para el ejército federal se cumplía entonces una ley

inevitable para los invasores de cualquier país: la necesidad de salir de sus

fortalezas o convertirse en los virtuales prisioneros del país que pretenden

conquistar. Las fuerzas de ocupación tienen que moverse, y es en ese

momento que son más vulnerables.

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Al igual que los aborígenes de Centro y Suramérica, los indios del

norte emplearon las lanzas y las flechas como armas básicas. Pero muchas

tribus aprendieron a manejar bien los rifles y fusiles que arrebataron a los

colonizadores y al ejército.

Con la combinación de su armamento y la movilidad de sus guerreros

a caballo o a pie, hostigaban los flancos de las columnas enemigas o

atacaban las posiciones y cuarteles del ejército, así como a las caravanas o

asentamientos de los colonizadores, quienes estaban armados o contaban

con protección militar.

Los jinetes indios disparaban con efectividad las armas de fuego de

infantería, flechas y lanzas desde sus caballos en plena carrera, lo que les

daba peculiares posibilidades combativas. Una expresión de sus habilidades

en el empleo de las armas de fuego es la eficacia alcanzada por sus

francotiradores.

Un ejemplo de táctica indígena mediante el empleo de sus caballos fue

el enfrentamiento a la caballería del General Crook en la batalla del Rosebud,

región de las Little Big Horns, en junio de 1876 (26, p. 303). Manteniendo a

sus jinetes en continuo movimiento, Caballo Loco cubrió de flanco al enemigo

y atacó sus puntos débiles.

Como resultado, los siouxs llevaron a los soldados a combates

fragmentados. Con apoyo en su movilidad, los indios combinaron el repliegue

momentáneo con el hostigamiento y furiosos golpes a la fuerza enemiga,

desconcertada por el vertiginoso ritmo que imprimieron a la acción.

Los guerreros de las diferentes tribus desarrollaron habilidades para

aprovechar las ventajas del terreno, de manera especial cuando este era

abrupto. Los propios invasores admitieron que los indios defendieron sus

montañas y cañones con heroísmo ejemplar durante muchos años. Muchas

tribus organizaban la defensa de sus asentamientos con empleo de anillos

defensivos, cuya capacidad de respuesta aumentaba de afuera hacia

adentro.

Muchas veces esas posiciones eran prácticamente inexpugnables.

Desde el punto de vista ingeniero, las tribus fortificaban sus posiciones con

aprovechamiento de las condiciones del terreno (fisuras rocosas, cuevas,

grietas, gargantas, barrancos, etc.). Por otra parte: «Manteniéndose

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protegidos, los guerreros modocs corrían de un extremo a otro del frente para

crear una ilusión de superioridad numérica.» (p. 239). En general, este

enunciado puede aplicarse a las acciones combativas de uno u otro carácter

que realizaban las diferentes tribus.

Los indios usaron procedimientos que hoy incluimos en las

modalidades de lucha irregular, como la división en grupos reducidos para

acciones ofensivas de pequeño alcance y para la realización de repliegues.

Emplearon el enmascaramiento personal, según las necesidades tácticas.

Exploraban de manera eficiente, incluida la retaguardia enemiga. Mostraron

habilidad en la organización y realización de emboscadas. Utilizaron

inteligentemente la pólvora, de manera particular en la elaboración de

cartuchos.

Habían alcanzado, antes de la colonización, un desarrollo social menor

que mayas, aztecas e incas. Por ello, en las guerras entre tribus rivales, no

se habituaron a atacar edificaciones ni ciudades fortificadas. Este hecho se

reflejó desfavorablemente en sus conceptos tácticos para emprender

acciones contra los fuertes del ejército, lo cual se sumaba a la superioridad

en medios de combate de las unidades militares, que incluían cañones y

morteros.

En el asalto al Fuerte Ridgely, en Minnesota (1862), dirigido por

Cuervo Pequeño, de los santee siouxs, los indios no tomaron debidamente

en cuenta el poder de fuego de los cañones y morteros que defendían el

fuerte. Tampoco valoraron la decisión y capacidad de resistencia de los

soldados.

El primer ataque se realizó con 400 hombres y en el segundo se

duplicó esa cantidad. Por una parte la artillería, empleada también en tiro

directo, y de otro lado el coraje mostrado por los 150 soldados que

defendieron el fuerte, a lo que hay que agregar el manejo eficaz de sus

armas de infantería, obligó a los indios a desistir del asalto, después de sufrir

cuantiosas bajas.

Debe reconocerse sin embargo que, especialmente en el segundo

ataque, los indios emplearon procedimientos propios de la lucha irregular

para confundir a los soldados y para aproximarse al fuerte, aprovechando las

posibilidades del terreno colindante y enmascarándose adecuadamente.

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Cabe señalar incidentalmente que, en parte por los mismos

antecedentes de lucha entre tribus con diferentes condiciones de vida y

poblaciones desiguales en número, los indios del norte exhibieron un especial

olfato para organizar y realizar acciones irregulares y hacer la guerra de

guerrillas.

Muchos ejemplos de las habilidades tácticas de los indios confirman la

capacidad de sus jefes, la cual tuvo expresión en su idea del engaño y la

estratagema.

Precisamente, el engaño y la estratagema de Pájaro Pateador sacó a

los soldados federales en 1870 del Fuerte Richardson, Texas, llevándolos a

una escaramuza frontal, a la vez que este jefe indígena maniobraba con dos

columnas de kiowas para atacar los flancos y la retaguardia del enemigo.

El resultado fue un brillante triunfo de los indios después de ocho

horas de combate, evidentemente apoyado en la movilidad y la astucia (pp.

263-264). Este es un ejemplo de la capacidad de los jefes indígenas para

extraer lecciones de las derrotas.

No les tomó mucho tiempo aprender que, por lo general, los fuertes del

ejército tenían suficiente capacidad defensiva para que su captura,

asumiendo que se lograse, cobrara el precio de enormes pérdidas en vidas a

los guerreros participantes en el asalto. Luego, tendrían que engañar a los

soldados para que salieran de sus fortalezas y conducirlos a lugares donde el

ataque tuviera posibilidades de éxito.

Fueron la astucia y el engaño, junto a la movilidad y la maniobra, los

factores que llevaron al ejército a la trampa de Peno Creek en 1866. Los

indios contaban con algunos fusiles, pero sobre todo con flechas, cuchillos y

lanzas. Recurrieron también a la lucha cuerpo a cuerpo para aniquilar un

centenar de soldados (pp.142-144).

A finales de 1890, la matanza de aborígenes realizada por el ejército

federal en Wounded Knee Creek, puso fin a la larga guerra de resistencia

indígena. En el orden militar, fue el resultado del creciente poderío del

ejército, provisto de armas que se habían modernizado varias veces en 200

años, y de la reducción de la población india, diezmada por la guerra y por la

pérdida de los más elementales recursos para la vida.

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La comparación de las guerras de resistencia indígena con otras

contiendas populares destaca una semejanza conceptual de lucha, salvando

las diferencias determinadas por el cambiante carácter del armamento y la

técnica, los conceptos estratégicos y tácticos que se corresponden con el

desarrollo militar de las distintas épocas, las condiciones geográficas y

sociales, etc.

Ello confirma la idea general en relación con la concepción de la GTP,

así como de la preparación en nuestro país para la eventualidad de una

agresión imperialista directa que determine la necesidad de desarrollarla, en

correspondencia con la Doctrina militar cubana.

Ratifica igualmente el énfasis en la preparación de nuestras tropas

para la lucha irregular y, en este contexto, para el empleo de procedimientos

no convencionales y propios de la guerra de guerrillas.

4. El método irregular de lucha

El desarrollo de la Doctrina militar de la Revolución responde

predominantemente a la experiencia legada por las guerras de independencia

nacional del siglo XIX. La estrategia y la táctica del Ejército Mambí fueron de

modo muy significativo el pilar sobre el que se levantaron las ideas para la

organización y conducción de la Guerra de Liberación Nacional contra la

tiranía de Batista, con cuya victoria revolucionaria se alcanzó la soberanía

que fue frustrada por la intervención norteamericana en la contienda de 1895,

cuando las tropas cubanas ya habían logrado en el terreno el triunfo definitivo

frente al ejército colonialista hispano.

En el plano ideológico y patriótico, esas contiendas independentistas

de la nación cubana fueron a su vez el cimiento moral del enfrentamiento a la

tiranía batistiana, tanto en las montañas como en el llano, y significaron el

compromiso de alcanzar en esta nueva etapa de lucha la independencia y

soberanía nacional que los mambises del siglo precedente no pudieron

lograr.

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Es por esto que la dirección revolucionaria identificó desde el primer

momento a nuestra Guerra de Liberación Nacional y a la lucha clandestina

contra el batistato con la continuación de las guerras independentistas del

mambisado, e identificó también al Ejército Rebelde con el Ejército Mambí.

Por la misma razón, nuestra Revolución reconoce una sola contienda

por la genuina independencia y soberanía de la Patria, desde el

levantamiento de Céspedes en 1868 hasta el triunfo revolucionario del 1ro de

enero de 1959.

No podía ser de otra manera. El Comandante en Jefe de la Revolución

defendió siempre el concepto de que la Revolución en Cuba es una sola,

cuya continuidad histórica se inició con el llamado a la primera guerra

independentista, hecho en 1868 con el alzamiento en Yara dirigido por Carlos

Manuel de Céspedes, proseguida con la vibrante respuesta contenida en la

Protesta de Baraguá, protagonizada por Antonio Maceo y quienes lo

secundaron en un acto de suprema dignidad patriótica ante el tristemente

bochornoso Pacto del Zanjón, reanudada en la preparación y realización de

la Guerra Necesaria con José Martí como abnegado impulsor y aglutinador

de viejos y nuevos mambises, y culminada en el plano insurreccional con el

triunfo de la Guerra de Liberación Nacional, con Fidel Castro como

Comandante y líder de los mambises del siglo XX.

En el desarrollo del pensamiento militar cubano está también presente

el aporte de la lucha independentista de los pueblos de la América del Sur,

regida por el pensamiento y la acción de Simón Bolívar, así como las

experiencias acumuladas en las guerras populares, antiimperialistas y

anticolonialistas libradas en diversas regiones del mundo, tales como la

Guerra Civil Española y la Guerra de Vietnam, pasando por la lucha armada

de la Revolución China, la lucha irregular de las guerrillas que combatieron a

las fuerzas nazi fascistas en los países ocupados total o parcialmente por el

fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, el conflicto provocado por la

agresión yanqui al pueblo coreano y la guerra de liberación de Argelia.

De manera especial ha contribuido a esta doctrina la ayuda

internacionalista de nuestro país a la liberación de diferentes pueblos

africanos, en el plano de la lucha armada. No debe dejarse de mencionar,

asimismo, la experiencia de movimientos guerrilleros latinoamericanos, como

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los organizados y dirigidos por Augusto César Sandino en Centroamérica y el

Comandante Ernesto Che Guevara en Bolivia.

En años más recientes, el pensamiento militar cubano se siguió

enriqueciendo con las experiencias asociadas a las agresiones imperialistas

contra Yugoslavia, Afganistán e Irak y, por supuesto, con las que se derivan

de la coyuntura enfrentada por nuestra propia nación a partir de la caída del

campo socialista europeo y la desaparición de la Unión Soviética, en las

condiciones de nuevas variantes de las amenazas del imperialismo

norteamericano contra la Revolución.

Muchas de estas experiencias, en particular las que ponen de relieve

la necesidad de preparar a todo el pueblo para hacer frente a las agresiones

externas de enemigos poderosos, junto a la decisión patriótica y cívica de

defender la Patria, así como la disposición de invertir en ello el tiempo que

sea necesario para derrotar a tal enemigo, están plasmadas en nuestra

concepción estratégica de Guerra de Todo el Pueblo, y recogidas en la cita

de Fidel anteriormente expresada en cuanto todas las variantes posibles de

agresión.

De igual manera, se concibe en esta concepción la necesidad de que

todo el pueblo, en unión con sus Fuerzas Armadas, que en nuestro país son

el propio pueblo uniformado, se organice y entrene sistemáticamente para

defender simultáneamente y sin interrupción cada palmo de territorio cubano

hasta derrotar a las tropas agresoras y expulsarlas, una vez que se inicie la

agresión.

Se trata de entrenar al pueblo para todas las contingencias. De

prepararlo para cualquier eventualidad por gigantesca que pueda ser en el

plano de las fuerzas y los medios empleados por el enemigo, por más

poderoso que este sea.

El mensaje es bien claro en nuestra Doctrina militar y en la

concepción de GTP. Ante cualquier nueva circunstancia o formas de

agresión, incluyendo por supuesto todas los tipos de guerra no convencional,

además de prepararse ideológica y materialmente para vencer al enemigo en

cualquiera de estos tipos de guerra, ni el pueblo ni sus Fuerzas Armadas

pueden descuidar la preparación sistemática y profunda para la lucha armada

regular e irregular, en ningún momento ni coyuntura, por lejos que parezca

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estar la lucha armada, supuestamente desplazada por las formas no

convencionales de hacer la guerra.

Por el contrario. No descuidar la preparación combativa de todo el

pueblo se revierte en mantener y consolidar los valores revolucionarios,

patrióticos, éticos, morales y cívicos de los cubanos de todas las

generaciones, en cualquier nueva circunstancia e intentos de penetración

ideológico-cultural, tecnológica, o de cualquier otro carácter.

En este sentido, el legado del Comandante en Jefe Fidel Castro se

sintetiza en su ya citada expresión de que si la realidad de estar tan cerca de

tan poderoso y criminal vecino (Estados Unidos) nos había obligado a ser

todos soldados, debíamos en efecto ser soldados, igual que trabajadores y

estudiantes.

La vigencia, permanente hoy y en el futuro previsible de este legado,

implica poner en tiempo presente los verbos haber y deber de la cita anterior.

No caben dudas de que ese carácter de actualidad para cualquier tiempo

está en el sentido que le dio Fidel.

No por casualidad esta síntesis está enunciada, ya entrañablemente,

en la simbólica trilogía conceptual de la organización juvenil partidista de

Cuba: Estudio. Trabajo. Fusil, la cual desde los primeros momentos del

triunfo revolucionario del Primero de Enero se hizo extensiva a todo el pueblo

cubano.

Las previsiones de Fidel han sido corroboradas por la historia de los

últimos 65 años. Más de medio siglo, si se toma como inicio el año 1952,

cuando comenzó la lucha contra la más reciente tiranía en nuestro país. Esto

se puede reafirmar hoy con la certeza de la realidad que se ha vivido.

La necesidad de este aseguramiento combativo tan generalizador y

vigente, se debe a la preparación que exige una posible y nunca descartable

confrontación de gran envergadura contra el principal enemigo de la

Revolución: el imperialismo norteamericano, que cuenta con el mayor poder

militar, tecnológico y económico de la historia.

Responde asimismo al objetivo de que nuestro país pueda, con sus

propios esfuerzos y medios, enfrentar con éxito la agresión militar directa de

un enemigo numéricamente y tecnológicamente superior y, como resultado

de la lucha, obtener la victoria.

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Está en correspondencia con el objetivo de acentuar el efecto

disuasivo del nivel de respuesta del país, el cual además asegure un elevado

costo al agresor, la imposibilidad de imponer su voluntad y, en cambio, haga

posible nuestra victoria cualquiera que sea la amplitud y extensión de la

agresión.

La brillante dialéctica del pensamiento militar del Comandante en Jefe

resulta impresionante en su capacidad de interpretar y aplicar a la defensa

armada, en unas condiciones dadas, los conceptos esenciales que

determinaron el éxito en otras circunstancias.

El concepto de ubicuidad del frente está, como hemos visto, en los

fundamentos de la Doctrina militar cubana y en la base de la concepción de

GTP.

Este concepto aparece también como piedra angular de la Doctrina

militar vietnamita: «[…] la guerra sin frente ni retaguardia, donde no hay

líneas de fuego y los campos de combate están en todas partes» (3, p. 94), lo

que en la práctica significa que el enemigo, a pesar de su potencial, resulta

dividido, de hecho cercado y atacado desde todas las direcciones, en todo

momento y en cada lugar.

Esta idea de lucha supone, en el arte militar vietnamita, la interrelación

de sus tres categorías de tropas, cuyo análogo, en nuestras condiciones,

incluye a las fuerzas regulares de tierra, aire y mar, las Milicias de Tropas

Territoriales, las unidades del Ministerio del Interior y las Brigadas de

Producción y Defensa, encargadas de cumplir misiones en el contexto del

Sistema Defensivo Territorial del país (2, p.11 y ss.).

Aquí se muestra de nuevo el alcance a través del tiempo del

pensamiento de Fidel. Para la continuidad de acciones combativas en

cualquier lugar en que esté presente el enemigo, de día o de noche, en sus

líneas de avance, sus puntos de desembarco aéreo o naval, su itinerario de

patrullas o convoyes, golpeándolo desde cualquier dirección y en cualquier

momento, es determinante la preparación desde tiempo de paz de una gran

masa de combatientes, que se adiestren para la lucha regular y de manera

especial para la guerra irregular en su sentido más integral. Combatientes

que se preparen para el cumplimiento de misiones y la realización de

acciones combativas en condiciones de independencia táctica.

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En esa preparación masiva están incluidas, obviamente, todas las

estructuras y categorías de tropas que constituyen las fuerzas de la nación

para librar la GTP. Y también todos los hombres y mujeres capaces de

empuñar un arma, y a la vez mantener la producción y el respaldo logístico

de tiempos de guerra.

Como fue destacado con anterioridad, tan pronto el imperialismo

norteamericano hizo las primeras amenazas contra la Revolución triunfante

en Cuba, la Dirección revolucionaria pensó hacer la guerra para resistir tal

agresión aunque dispusiera solo de armas de infantería. A tal efecto, Fidel

estaba decidido a distribuir ese armamento en las montañas, y reeditar la

guerra de guerrillas contra los presuntos invasores, aunque esto significara

enfrentar todo el poderío militar de los Estados Unidos.

Esta idea tiene su base en el pensamiento militar de Fidel, que

interpretó exactamente las lecciones de la historia. En particular la nuestra,

así como la de otros pueblos que han enfrentado agresiones imperialistas y

colonialistas.

En primer lugar, esta idea expresa las cualidades, la valentía, la

decisión y la confianza de un genuino líder nacional.

Cualidades patrióticas, éticas y morales para no abandonar jamás al

pueblo que lo siguió en la lucha confiando en su dirección, y ser consecuente

con los héroes que lo acompañaron y lo mártires que ofrendaron sus vidas en

la contienda liberadora.

Valentía para defender la independencia y soberanía nacional que

fueron alcanzadas con inmensos sacrificios.

Decisión de defender esas conquistas hasta las últimas

consecuencias, con la disposición de hacer valer las históricas palabras de

Maceo.

Confianza en el pueblo que lo acompañaría hasta el final, hasta el

punto de lograr la victoria definitiva para la Patria y para la Humanidad.

Toda esta historia gloriosa enseña la necesidad de acentuar la

preparación para la lucha irregular.

Los procedimientos tácticos de la guerra de guerrillas se corresponden

con la concepción estratégica de continuo hostigamiento del enemigo.

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Mediante golpes rápidos y sorpresivos, que deben caracterizarse por

una cuidadosa preparación y por la audacia en su ejecución, las guerrillas

atacan formaciones en movimiento, instalaciones y depósitos, tienden

emboscadas a patrullas y convoyes.

Desarticulan las líneas y medios de comunicación, con el objetivo de

desgastar al enemigo, oponerle resistencia en los centros vitales, causarle las

mayores bajas y pérdidas de todo tipo, destruir su aseguramiento logístico,

entorpecer continuamente su actividad y apropiarse de armas, medios y

suministros.

Las guerrillas se apoyan en su movilidad, fraccionamiento y

dislocación en grupos pequeños. La experiencia combativa propia y de otras

latitudes sostiene este inviolable proceder táctico. Consecuentemente, está

esencialmente expresado en nuestros principios de combate. Por ello, en

páginas anteriores lo hemos enfatizado.

Como también fue mencionado anteriormente, el hecho de que en

nuestra Doctrina militar se haya concebido hacer tanto la lucha armada

regular como la irregular para combatir en cada metro cuadrado de territorio

nacional una agresión en gran escala de las fuerzas armadas

estadounidenses, deja implícito asumir una amplia y profunda preparación del

pueblo cubano en general, y de sus distintas categorías de tropas, para llevar

a cabo ambas formar de realizar la guerra.

Se trata de prepararse para el combate frontal, y para la guerra de

desgaste y resistencia en las más diversas condiciones y circunstancias. El

único resultado tendrá que ser, en un plazo de tiempo mayor o menor, el

triunfo definitivo frente a las fuerzas invasoras de nuestra amada Patria.

En el camino, el empleo de la guerra de posiciones en condiciones

muy especiales, de la guerra de guerrillas, de las más diversas formas

irregulares de lucha, y de la lucha clandestina en los territorios que llegue a

ocupar temporalmente el enemigo.

Como igualmente fue expuesto en otros párrafos, el combate en cada

lugar del país, en cualquier momento y de manera simultánea, significa que

no habrá frentes definidos en la contienda. El frente, en todo caso, lo define el

propio enemigo. En consecuencia, estará donde quiera que esté el enemigo.

A la misma vez en cada sitio, y, al menos por nuestra parte, mediante uno u

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otro método de hacer la guerra. Con este intencionado grado de detalle se

enuncia aquí una vez más qué significa la ubicuidad del frente en el contexto

de la Guerra de Todo el Pueblo.

La concepción estratégica de GTP, y de su sistema íntegro de

conceptos, entraña una toma de posición vital de la nación cubana que se

encierra en una sola palabra: consecuencia. Esta significa: consecuencia con

la historia nacional, con sus tradiciones y legados más íntimos y firmes, con

el pueblo cubano y los mejores exponentes de sus sucesivas generaciones,

con sus héroes y mártires de todos los tiempos.

Significa igualmente cuan consecuentes han sido los más preclaros y

genuinos conductores de nuestro pueblo. Consecuentes en su accionar con

la moral, la ética, el honor, el patriotismo y la condición verticalmente

revolucionaria que irradian esos mismos conductores de la nación.

Esa consecuencia explica también por qué la Patria ha tenido

conductores que, en representación de todos los demás líderes que en cada

época y etapa de la historia nacional han tenido las mismas cualidades que

ellos, y en representación de la dignidad del pueblo cubano, alcanzaron

estatura, proyección y reconocimiento que los convirtió en líderes de la

Humanidad. Como ejemplos de ese alcance universal, tenemos a José Martí,

Fidel Castro y Ernesto Guevara.

Como principal ideólogo y constructor de la Doctrina militar de Cuba,

Fidel supo encarnar el pensamiento y la ejecutoria de Martí y del Che. Y

también de Céspedes, Maceo, Gómez, y una larga pléyade de patriotas y

revolucionarios que con justicia pueden ser considerados como conductores

del género humano. La concepción de GTP es un alto exponente de la

Doctrina militar, que sintetiza el honor de esta nación.

El concepto de ubicuidad del frente no está determinado únicamente

por la disponibilidad de combatientes y medios con capacidad para golpear,

hostigar, desgastar u ofrecer resistencia al enemigo cuya presencia sea

temporal o con diferentes grados de estabilidad. La ubicuidad se asocia

también a la movilidad.

Esta relación tiene tanto sentido operativo como táctico. Afirma la

necesidad de preparar a las unidades de combate para la realización de

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acciones determinadas por esta cualidad, lo mismo en términos de la acción

dada, que en función de los desplazamientos de un escenario a otro.

Esta interrelación fue un principio de la estrategia guerrillera del

Ejército Rebelde desde el inicio de nuestra Guerra de Liberación Nacional. Es

este el sentido de reconocer que «El golpeteo debe ser constante. Al soldado

enemigo que esté en un lugar de operaciones no se le debe dejar dormir […].

Debe darse en todo momento la impresión de que un cerco completo rodea al

adversario; en las zonas boscosas y quebradas, durante todo el día, en las

zonas llanas o fácilmente permeables por patrullas adversarias, durante la

noche. Para hacer todo esto, es necesario [...] el conocimiento perfecto del

terreno» (4, p. 40).

En el orden táctico, la movilidad fue la característica básica de la

guerrilla, tanto en una acción dada como en el desplazamiento para dejar su

escenario. «Característica fundamental de una guerrilla es la movilidad, lo

que le permite estar en pocos minutos lejos del teatro específico de la acción

y en pocas horas lejos de la región de la misma, […]; que le permite cambiar

constantemente de frente y evitar cualquier tipo de cerco» (p. 43).

Según la experiencia rebelde, en las condiciones que impone un

terreno desfavorable (relativamente poco accidentado, desprovisto de

bosques, de fácil comunicación), «[…] la movilidad de este tipo de guerrillas

debe ser extraordinaria, el golpe dado, con preferencia nocturno, debe ser

sumamente rápido, explosivo casi, y la retirada no solamente veloz sino que

debe la guerrilla moverse hacia lugares distintos al de su origen, lo más lejos

posible de la acción, considerando siempre que no haya una posibilidad de

guarecerse en un lugar inaccesible a las fuerzas represivas» (p. 55).

La Doctrina militar de la Revolución, heredera del pensamiento flexible

y dialéctico de su máximo jefe, toma en cuenta, en un orden táctico más

actual, el carácter de los más recientes conflictos militares, provocados por

las agresiones imperialistas en diversas regiones del planeta, donde se

corrobora que la efectividad de las acciones de desgaste de las pequeñas

unidades contra los agresores tiene su fundamento, entre otras exigencias,

en la agilidad y movilidad, en particular de grupos de combate atípicos, en

correspondencia con los objetivos de las acciones y el carácter del terreno.

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La invasión anglo norteamericana de Irak en 2003 y la lucha de la

resistencia iraquí contra la ocupación extranjera de su país es una importante

experiencia en relación con el empleo de formaciones de combatientes

significativamente pequeñas para la ejecución de diversas acciones,

actuando como verdaderos grupos guerrilleros.

Operando con grupos muy reducidos que actuaron como guerrillas de

ciudad, los insurgentes repitieron la emboscada como acción combativa de

primer orden en terreno ocupado por el enemigo, incluida muy especialmente

su variante urbana, dados los principales teatros de acción militar.

En varias ciudades iraquíes se hicieron sentir grupos pequeños

atacando sorpresivamente con armas ligeras, emergiendo desde callejuelas o

disparando desde techos, para desaparecer después (5, p. 4). En la

preparación de estas emboscadas callejeras, el conocimiento y selección del

terreno se basó en el estudio de la red urbana. Precisamente, las

posibilidades de las ciudades cubanas en la GTP es cuestión de estudio

permanente en interés de la Defensa Nacional.

La resistencia iraquí en las ciudades empleó morteros y lanzacohetes

de manera no convencional, así como francotiradores en composición de

grupos de ataque y apoyo durante la realización de emboscadas callejeras.

Esas acciones de lucha irregular urbana pusieron de manifiesto la

movilidad y eficiencia combativa de grupos muy reducidos que, sin embargo,

fueron capaces de ocasionar no pocas bajas a fuerzas incomparablemente

superiores en número, armas y medios modernos de combate.

Consecuentemente con estas experiencias, la GTP reconoce y

reafirma la importancia, en el contexto del combate defensivo territorial, de la

realización de acciones rápidas, así como de la maniobra encubierta entre

lugares diferentes, en interés del ataque sorpresivo y la posterior salida

rápida del combate.

Sistemáticamente, nuestro país se prepara para el empleo no

convencional de armas y otros medios de que disponen nuestras fuerzas,

cuya eficacia se hizo evidente en las acciones de la resistencia iraquí contra

la presencia militar extranjera.

La Doctrina militar cubana, expresión del pensamiento de Fidel, así

como de la experiencia acumulada en nuestra Guerra de Liberación Nacional,

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en las misiones internacionalistas de nuestras unidades de combate y en la

lucha de los pueblos agredidos por el imperialismo, el fascismo y el

colonialismo, está plasmada en indicaciones metodológicas y de organización

de los mandos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Sitúa en primer plano la preparación para el empleo de la

obstaculización, el trabajo con las minas, explosivos, trampas y armas

rudimentarias, de manera particular en relación con procedimientos no

convencionales y formas irregulares de lucha.

Se presta atención detallada a la exploración, con énfasis en el

enmascaramiento y los movimientos de día y de noche. A la protección

contra armas de exterminio en masa y medios incendiarios y a la preparación

ingeniera de los combatientes. A la rigurosa preparación de tiro contra

diferentes medios y en circunstancias distintas, que incluye asimismo la

preparación de francotiradores.

Retomando la experiencia iraquí en condiciones particulares, se ratifica

en su generalidad de lucha irregular la que, en otras circunstancias, aportó la

guerra de liberación en Cuba desde finales de 1956 hasta su culminación en

los albores de 1959.

No tiene por qué sorprender que esto sea así. La explicación radica en

la cosmovisión de Fidel como guerrillero y en su singularidad y capacidad

para transmitir ideas y enseñanzas como principal maestro e instructor del

Ejército Rebelde. Es por ello que el universo combativo en la guerra contra la

tiranía se ve reflejado, de un modo u otro, en métodos de lucha llevados al

escenario de la acción militar antes y después del intervalo temporal en que

se desarrolló aquella.

Nuestra contienda liberadora condujo a la conclusión de que, para

hacer la guerra en terrenos desfavorables, el número de hombres de una

guerrilla para acciones de este carácter no debe ser superior a diez o quince:

«Es de enorme importancia considerar siempre las limitaciones de número en

cuanto a la integración de un solo cuerpo combativo; diez, doce, quince

hombres pueden esconderse en cualquier lugar y al mismo tiempo oponer al

enemigo una resistencia poderosa y apoyarse mutuamente; cuatro o cinco

quizá sería un número muy pequeño, pero cuando el número pasa de diez

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las posibilidades de que el enemigo los localice, en su campamento de origen

o en alguna marcha, son mucho mayores». (4, p. 57).

Y en lo que se puede considerar otro principio válido para la GTP en la

lucha armada irregular, y en particular la guerra de guerrillas: «Otra

característica fundamental del soldado guerrillero es su flexibilidad para

adaptarse a todas las circunstancias y convertir en favorables todos los

accidentes de la acción. Frente a la rigidez de los métodos clásicos de

guerrear, el guerrillero inventa su propia táctica en cada momento de la lucha

y sorprende constantemente al enemigo» (p. 45).

En cuanto al empleo del armamento y otros medios de combate en

correspondencia con las condiciones de la guerra, se puede tomar de nuevo

como ejemplo la acción de las guerrillas en terreno desfavorable.

Como fue destacado en párrafos anteriores, según la experiencia de

nuestra Guerra de Liberación en esas condiciones no favorables del terreno,

la acción tiene que ser muy rápida y necesariamente muy efectiva, y las

armas que se requieren, así como su empleo, imponen exigencias diferentes

a las de un terreno favorable.

«[…] es preferible tener la mayor cantidad de automáticas; en los

ataques nocturnos la puntería no es un factor determinante sino la

concentración de fuego; cuanto más armas automáticas tiren a menor

distancia, más posibilidades hay de que el enemigo sea aniquilado» (p. 56).

Así, en relación con la eficacia de las minas y otros artefactos

explosivos en la lucha irregular. «[…] las explosiones de las minas en los

caminos y la destrucción de puentes, son factores de mucha importancia

[…]» (p. 56). Asimismo, hay armas que usualmente no se consideran parte

del armamento de guerra; sin embargo, fueron eficaces en determinadas

acciones de nuestra guerra de guerrillas.

Una de ellas es la escopeta de caza. «En vehículos descubiertos y

muy cargados de hombres [...], e incluso en vehículos cubiertos que no

tengan defensas especiales [...], la escopeta es un arma tremenda. Una

escopeta cargada con balines es de la mayor efectividad» (p. 56).

En la experiencia del Ejército Rebelde durante la guerra contra la

tiranía de Batista, se puso de manifiesto la eficacia de un arma como la

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bazooka, cuyo transporte y manejo resultó fácil en las condiciones de

movilidad que requería la lucha irregular.

Como otro ejemplo, cercano siempre por la trascendencia del

acontecimiento a que se refiere, y además exacto como elemento del

combate en sentido general, puede citarse al Comandante del Ejército

Rebelde Pedro Miret, en relación con la preparación del asalto al Cuartel

Moncada: «Nos dimos a la tarea de suplir la desventaja de las armas con un

entrenamiento muy riguroso [...] se logró que el rifle 22 se convirtiera en un

arma mortífera en manos de los compañeros que fueron al Moncada [...].

Eso demuestra que muchas veces no hay que descansar tanto en el

arma como en el conocimiento que se tenga de ella». (7, 1ra. Parte, p. 92).

En el inicio de 1870, las tropas de Maceo, moviéndose incesantemente

en interés de la resistencia mambisa en las regiones de Santiago de Cuba y

Guantánamo, golpearon al ejército español sin permitirle descanso. Debido a

esas acciones, los españoles no pudieron desalojar al Ejército Libertador de

las posiciones que defendían, aunque emplearon a sus mejores tropas,

incluyendo las de Martínez Campos. «Maceo inauguraba el año 1870 con su

ya habitual movilidad, atacando incesantemente a los soldados españoles, no

dejándoles un momento de reposo» (29, t.1, p. 55).

Como quedó expresado en un espacio anterior de nuestro análisis, la

interrelación movilidad-hostigamiento fue un principio de la estrategia

guerrillera del Ejército Rebelde en la Guerra de Liberación Nacional, para lo

cual el empleo de las condiciones nocturnas y el conocimiento del teatro de

operaciones fueron factores principales. La idea era lograr el efecto de acoso

permanente al ejército de la tiranía, golpeándolo material y psicológicamente.

En su obra que es todo un clásico: La Guerra de Guerrillas, el

Comandante Ernesto Guevara la desarrolló exhaustivamente. Páginas atrás,

citamos párrafos que lo ejemplifican. No es ocioso reiterar que el enemigo no

debe sentir un minuto de descanso donde quiera que esté operando.

En el contexto de una posible invasión foránea a nuestro país, el

enemigo tendrá que experimentar que no le es posible desplazarse por el

territorio que ha invadido. El soldado enemigo deberá constatar que,

paradójicamente en su condición de agresor, se siente prisionero en sus

bases y cuarteles, y que allí también es objeto de permanente hostigamiento.

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Este efecto anonadante, psicológica y materialmente destructor, forma

parte de todos los niveles de decisión de nuestras tropas en el marco de la

GTP. Como lo enfatiza el Comandante Guevara en la obra mencionada, el

enemigo debe tener la impresión de estar siempre agobiantemente cercado.

Lo que ayer fue válido para las tropas de la tiranía de Batista, mañana tendría

que serlo también para la potencia que pretendiera doblegarnos.

En otros espacios de este ensayo hemos abordado el concepto de

movilidad como una importante característica que tiene diferentes empleos

en el combate. Es igualmente necesaria en la guerra regular y en las formas

irregulares de lucha armada. En la concepción de GTP ocupa un rol esencial.

Lo mismo en el contexto general de la Doctrina militar cubana desde el

comienzo de su elaboración.

En su tratado de la Guerra de Guerrillas, como se vio desde los

primeros apartados de nuestro estudio, el Comandante Guevara fue

justamente reiterativo en relación con esta variante de concebir las acciones

combativas. La movilidad permite golpear al enemigo donde menos lo espera

y su vulnerabilidad es mayor. Se emplea para evitar las desventajas y dejar

de lado posibles acciones en que el éxito resulta incierto.

Como destacamos en otra cita del Comandante Guevara, la movilidad

sirve para desplazarse a gran distancia del lugar escogido para una acción

después de realizarla y para evadir un cerco tendido por el enemigo.

Permite asimismo accionar con rapidez en condiciones desfavorables

del terreno, tanto a partir del mejor momento para dar el golpe y de su

relampagueante contundencia, como en el inmediato desplazamiento muy

rápido después de la acción, hasta quedar fuera del alcance de una tropa con

mayor fuerza y medios, o se haya alcanzado una zona inaccesible para

cualquier dispositivo de combate o eventualmente de represión del propio

enemigo.

La experiencia de nuestra Guerra de Liberación Nacional es el mejor

respaldo a la exactitud de estas apreciaciones de uno de sus jefes más

brillantes.

Cuando Bolívar redactó su proclama de julio (1813), disponía de un

ejército de 1 600 hombres, mientras las fuerzas de Monteverde sumaban 16

000.

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Al hacer pública su proclama, Bolívar disponía directamente de solo

800 hombres. «Haciéndole frente había por lo menos 5 000 españoles y

rudos llaneros, adiestrados por oficiales españoles; pero esos no eran sino la

vanguardia del ejército de Monteverde» (30, t.1, pp.147-148). En la Campaña

Admirable «[…] la falta de masa tenía que ser sustituida por el movimiento,

que le permitía estar en todas partes» (p.153).

Bolívar decidió compensar la inferioridad numérica con la movilidad.

Sus efectivos daban la impresión de estar en todas partes. De esta manera

asestaba golpes, sin permitir al enemigo concentrar sus fuerzas y pasar a la

ofensiva. Este fue el rasgo más característico de las derrotas realistas en la

llamada Campaña Admirable del Libertador.

En adición a lo anterior, la lucha armada del pueblo vietnamita contra

las potencias que invadieron su territorio en diferentes épocas, en especial la

guerra contra la agresión de Estados Unidos, reafirma también el significado

de la movilidad para golpear al enemigo en todas partes. Aquí la base residía

en tres categorías de tropas y su coordinación.

Las Fuerzas Armadas Populares se estructuraron en correspondencia

con tres categorías de tropas, partiendo de que para hacer una guerra del

pueblo es imprescindible incorporar efectivamente a todo el pueblo (3, p. 33).

Esos tres tipos de tropas son: las tropas regulares (o principales), las tropas

regionales y las milicias guerrilleras y de autodefensa. (p. 40)

Respecto a la movilidad de las fuerzas, la experiencia de la guerra de

resistencia contra el Japón en China condujo a la estrategia de una guerra de

gran capacidad de movimientos en amplios teatros de la acción militar, en

lugar de una guerra de posiciones. De hecho, su línea estratégica se centró

fundamentalmente en la guerra de guerrillas, con la perspectiva de derivar

hacia la guerra de movimientos y no de posiciones.

Toda esta concepción se dirigió en lo estratégico a vencer a un

enemigo superior en fuerzas y medios. Operacional y tácticamente, significa

el empleo de fuerzas reducidas para lograr la victoria mediante la

combinación de fraccionar o dispersar al enemigo y fijarlo en los centros

principales, propiciando los golpes de las fuerzas regulares populares.

Los relativamente más recientes conflictos militares evidencian la

efectividad de acciones de desgaste de las pequeñas unidades (P/U) que,

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entre otras exigencias, se basan en la agilidad y movilidad, en particular de

grupos de combate atípicos, de acuerdo con los objetivos de las acciones y el

carácter del terreno. Estas experiencias muestran la importancia de adiestrar

a las P/U para la maniobra encubierta, en interés del ataque sorpresivo y la

posterior salida rápida del combate.

El engaño y la estratagema son instrumentos de un principio del

combate de la mayor importancia en la lucha irregular: la sorpresa. No solo

en este método de lucha la sorpresa es básica para llevar a cabo las

acciones combativas. El estudio de las guerras de los siglos XVIII y XIX

condujo al postulado de que sin la sorpresa no se concibe la superioridad en

el punto decisivo, siendo además un principio independiente, por su efecto

moral.

Así, en relación con el concepto de superioridad numérica, clásicos del

arte militar del siglo XIX definieron la superioridad relativa como «la

concentración hábil de fuerzas superiores en el punto decisivo». (9, p.165)

Con el propósito de vincular la superioridad relativa con la sorpresa y,

a la vez, darle a esta última carácter independiente, se hace hincapié en que

«El esfuerzo general por lograr una superioridad relativa […] es seguido de

otro esfuerzo que, en consecuencia debe ser igualmente general en su

naturaleza: este es la sorpresa del enemigo. […] la sorpresa se convierte en

el medio para lograr la superioridad numérica; pero también debe ser

considerada en sí misma como un principio independiente, a causa de su

efecto moral». (p.166)

En nuestra Doctrina militar, la preparación para la GTP establece,

como una sistematización derivada de la práctica, que la sorpresa

caracteriza, por ejemplo, el combate de las Milicias de Tropas Territoriales

(MTT) desde su fundación.

De tal manera: «Los principios del combate para las pequeñas

unidades (de MTT) […] son las directrices fundamentales para la

organización y realización del combate». Entre ellos está la sorpresa, que

«[…] permite tomar al enemigo de forma inesperada, causarle pérdidas

sensibles, provocar el pánico, paralizar su voluntad y crear las condiciones

favorables para la victoria, incluso sobre fuerzas superiores. […] se logra

empleando […] la astucia militar, […] con la realización de acciones rápidas,

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ocultas y decididas […] observando estrictamente las medidas de

enmascaramiento, […] es incompatible con todo tipo de patrón […]» (35,

p.17-19).

La actividad creadora que conduce al empleo de la astucia militar para

lograrla, requiere formar aptitudes para ello en los jefes de P/U. Igual sucede

con la formación de habilidades y hábitos en los combatientes para realizar

acciones rápidas, ocultas y decididas en que esté la sorpresa, así como en la

aplicación de nuevos conceptos y procedimientos durante el desgaste del

enemigo y la resistencia armada frente al mismo.

El Comandante Fidel Castro no hizo reparos en la exigencia llevada al

detalle, minuciosidad típica de su pensamiento desde la preparación del

asalto al Moncada, en la preparación para hacer la guerra a la tiranía en las

montañas orientales, la organización de la travesía del Granma, y el

entrenamiento previo a la entrada en combate de los nuevos guerrilleros que

en cada ocasión se incorporaban al Ejército Rebelde.

Como es conocido, igual apego a los detalles caracterizó al Jefe de la

Revolución en el transcurso de su ejecutoria política y gubernamental. Por

supuesto, también en la concepción de la lucha armada. Contra la tiranía de

Batista, en la Batalla de Girón, contra el apartheid en África, y en cualquier

circunstancia.

Es obvia la importancia del adiestramiento, siempre que sea posible,

en los lugares de potencial cumplimiento de misiones en el combate

defensivo territorial (CDT), que involucra a todo un sistema conceptual

enmarcado en la concepción estratégica de GTP, derivada directamente del

pensamiento militar de Fidel. En particular, es igualmente importante el

conocimiento del escenario que se prevé para la acción militar y, en general,

del previsto teatro de operaciones militares.

Son suficientes, entre muchos, dos ejemplos de nuestra historia. Si se

enmarca en las tipicidades de la guerra de guerrillas, se corresponde con el

principio de que el guerrillero escoge el lugar de la acción. Impone al enemigo

el escenario de la lucha. Un hecho emblemático fue el combate del Infierno

de Palma Mocha, en enero de 1957.

El grupo guerrillero que realizó la emboscada fue de 30 integrantes. Su

armamento consistió en fusiles semiautomáticos y de manipulación manual, y

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tres subametralladoras Thompson. La fuerza enemiga era de alrededor de

300 efectivos, provistos de moderno armamento de infantería, con la cual era

posible organizar el cerco de la guerrilla. El escenario de la emboscada fue

estudiado en detalle. La acción rebelde tuvo una duración de unos 30

minutos. Las seis bajas enemigas pertenecían a una tropa bien entrenada y

equipada para la lucha antiguerrillera en las montañas, que contó con

asesoramiento de especialistas norteamericanos. Como resultado militar

principal fue liquidada la vanguardia de una importante agrupación en

marcha.

Ver al respecto las conclusiones del Comandante Raúl Castro en su

Diario de Campaña, refiriéndose al combate (emboscada) del Infierno de

Palma Mocha (Llanos del Infierno): croquis, 22 de enero de 1957, 12 M (10,

p. 2) «[…] fuimos recorriendo […] toda la zona en que pensábamos tener un

encuentro, pero ahora estábamos preparando el terreno a nuestro gusto» (p.

3).

Ver asimismo el relato de la acción de Los Llanos del Infierno que

hicieron los Comandantes Ernesto Che Guevara y Raúl Castro Ruz (11, p.

203 y ss.).

El conocimiento de la topografía del terreno por parte de los españoles

en la zona de San Luís, Pinar del Río, les permitió evadir la exploración

insurrecta en enero de 1896 y atacar el campamento mambí de Tirado. Solo

el genio táctico del General Maceo hizo posible, con su sentido de la

maniobra y la organización rápida y acertada de la emboscada, que las

fuerzas cubanas no sufrieran una cantidad grande de bajas, en un combate

cuyo volumen de fuego fue comparable al de las batallas de Peralejo o

Calimete: «[…] el General Maceo ordenó […] que las patrullas exploradoras

practicaran reconocimientos por las vegas cercanas y camino de San Luís.

Pero los españoles, conocedores de la topografía del terreno y de la clase de

rival que tenían enfrente, lograron acercarse sin ser hostilizados y, en los

momentos que los cubanos comenzaban la marcha, atacaron con […]

denuedo y muy bien dirigidos sobre el campamento de Tirado» (29, t. 3, p.

48).

Desde la Guerra de los Diez Años, el Ejército Libertador asimiló las

formas de lucha armada popular, adaptando a las condiciones propias el

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método irregular empleado por el pueblo español contra la ocupación

napoleónica y por los patriotas de Hispanoamérica contra el ejército español.

Así: «El aprovechamiento eficiente del medio, adverso a los soldados

europeos, pasó a formar parte […] de la concepción de lucha del Ejército

Libertador […] el soldado mambí supo convertir en poderosos aliados, a

veces más mortíferos y eficaces que el armamento que poseía, a la campiña

agreste, el monte espeso […] las montañas y cuevas […] y otros elementos

propios del medio cubano» (31, p. 385). El Ejército Rebelde heredó ese

legado, con la incorporación de la experiencia posterior.

En el apartado siguiente se hará un análisis de la experiencia aportada

por las emboscadas a la Doctrina militar de la Revolución Cubana. De

hecho, en el que aquí concluye, dedicado al método irregular de lucha

armada, se hizo una incursión en esta acción combativa.

En efecto, la emboscada es una modalidad del combate de especial

importancia en la lucha irregular. Así lo fue en la guerra de guerrillas librada

en las montañas durante la Guerra de Liberación Nacional. Precisamente, en

esta contienda liberadora dirigida por el Comandante en Jefe Fidel Castro, se

hicieron muchos aportes en el contexto de esta acción a nuestra Doctrina

militar.

Pero además, la Guerra de Liberación Nacional fue un ejemplo

admirable de cómo la experiencia combativa anterior acumulada por la

Humanidad resultó incorporada creativamente a una contienda bélica, de

manera especial en el marco de esta forma de hacer la guerra.

Si el empleo brillante de la táctica típica de la guerra de guerrillas

distinguió a nuestras contiendas independentistas del siglo XIX, de manera

determinante gracias a las virtudes del General Máximo Gómez como jefe

militar y formador de oficiales y soldados, no fue menor la creatividad del

Ejército Rebelde en la incorporación de aquella experiencia, en la adaptación

de la misma a las muy diferentes condiciones de todo tipo imperantes en la

Cuba de pleno siglo XX durante la Guerra de Liberación Nacional, y en los

nuevos aportes hechos al método irregular de lucha armada.

El mérito mayor corresponde al Comandante Fidel Castro, a cuyo

pensamiento militar integral y magisterio guerrillero en particular está

dedicado este ensayo.

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5. Aporte de la experiencia de las emboscadas

En las guerras, la emboscada es una acción combativa fundamental. Lo es

especialmente en la lucha armada de los pueblos para enfrentar la

superioridad en fuerzas y medios de las potencias agresoras, así como en las

contiendas de liberación contra regímenes opresores.

La histórica Batalla de Santo Domingo, librada entre el 28 y 30 de junio

de 1958, en plena ofensiva del ejército de la tiranía contra el bastión rebelde

de la Sierra Maestra, comenzó de hecho con una emboscada de contención

realizada por efectivos rebeldes, la cual devino en una emboscada de

aniquilamiento como resultado de acciones combativas que permitieron la

captura de armamento. Estas armas sirvieron para reforzar a los propios

combatientes involucrados e introducir nuevas fuerzas en las filas de la

guerrilla.

Al decir del Comandante en Jefe Fidel Castro —quien dirigió a las

fuerzas rebeldes participantes— respecto a la transformación dinámica de las

acciones, y su comparación con el curso de la guerra hasta esos instantes, la

jornada fue «el primer golpe anonadante asestado al enemigo».

Esta emboscada fue un brillante ejemplo de flexibilidad táctica. «[…] se

convirtió en una demoledora emboscada de aniquilamiento, por efecto de la

propia dinámica de las acciones combativas y la intervención del

Comandante en Jefe, quien supo aprovechar oportuna y certeramente las

nuevas condiciones creadas, dirigiendo el combate desde un lugar cercano a

la loma del Sabicú.» (8, p. 76).

El estudio de las emboscadas permite apreciar que el éxito al llevarlas

a cabo depende, en el orden de la preparación del personal: a) del

adiestramiento para desplazarse hacia el lugar de la acción; b) el

acondicionamiento de las posiciones de combate y la ubicación en éstas de

los combatientes con enmascaramiento adecuado; c) la disciplina asociada a

la acción; d) la organización del sistema de fuego vinculado a la ubicación de

obstáculos de uno u otro carácter; e) los movimientos durante el combate y

los desplazamientos en el repliegue por grupos. A lo anterior puede añadirse

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la preparación para organizar y realizar el mando, la cooperación y los

aseguramientos.

El Comandante en Jefe comprendió la necesidad de esta preparación

desde antes del desembarco del Granma. Es más, para Fidel la preparación

de los combatientes que asaltaron el Moncada y las acciones asociadas a los

acontecimientos de aquel 26 de julio fue siempre una ocupación de primer

orden, la cual se llevó a cabo con el mayor rigor posible, con las inevitables

limitaciones de aquella etapa: en armas y otros medios de combate, el

aseguramiento de la seguridad de los futuros asaltantes y del secreto en que

había que realizar ese adiestramiento en el marco de la vigilancia de los

órganos de inteligencia de la tiranía y de la presencia de su aparato

represivo, etc.

Con la misma preocupación de Fidel, se hizo en México la preparación

de los expedicionarios del Granma, también con limitaciones análogas en

muchos aspectos a las que existían en Cuba en 1953, antes del Moncada.

Por esa comprensión del máximo jefe del Ejército Rebelde, los nuevos

combatientes que accedían a la Sierra Maestra eran incorporados a un

riguroso entrenamiento físico y militar antes de permitírseles entrar en

combate.

Puede afirmarse que la experiencia combativa acumulada antes de

cada uno de estos acontecimientos históricos fue tomada en consideración

por Fidel. Esta manera de actuar es parte del pensamiento militar del Jefe de

la Revolución. Prueba de ello es la concepción de Guerra de Todo el Pueblo

que fue objeto importante del apartado anterior.

La descripción de la experiencia combativa previamente acumulada y

su vínculo con la práctica en los acontecimientos que ocupan este estudio,

respaldan la afirmación de esta importante vertiente del pensamiento militar

del Comandante Fidel Castro: tomar en cuenta siempre toda la historia

combativa anterior y emplearla en las nuevas circunstancias.

En lo que sigue, se continúa fundamentando el vínculo del

pensamiento de Fidel con esta historia mediante el destaque de lo ocurrido

en contiendas anteriores, y de sus puntos de contacto con las acciones y

acontecimientos en los que el magisterio y la influencia del jefe de la

Revolución han estado presentes.

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El ataque a convoyes fue un procedimiento frecuente del Ejército

Mambí durante las guerras de independencia del siglo XIX. Su efectividad se

basa, ayer y hoy, en la necesidad de desplazamiento de cualquier fuerza

militar ocupante de un país. Mucho más cerca en el tiempo, fue un hecho

también habitual en la lucha de resistencia de los insurgentes iraquíes contra

la invasión norteamericana.

Se trata de acciones que requieren el empleo de emboscadas como

forma combativa principal. En la batalla del potrero de Las Guásimas

—marzo de 1874— organizada y dirigida por Máximo Gómez, se combinaron

la caballería y la infantería mambisas para cubrir la salida y el flanco

izquierdo del famoso carril.

La maniobra de caballería dio lugar a una gran emboscada a lo largo

del propio carril. En esta emboscada de características muy peculiares, el

desplazamiento y los movimientos precisos crearon las condiciones para que

la sorpresa, el engaño y la estratagema se conjugaran en un golpe

demoledor. En la intervención de la caballería el fundamento del éxito fue el

mismo, expresado en la carga cubana que destrozó a la caballería española

dentro del carril de Las Guásimas, como se le conoce en la historia de la

Guerra de los Diez Años.

Las condiciones para el éxito de una emboscada, vinculadas arriba

con la preparación de los combatientes, se aprecian también en Las

Guásimas en la organización del sistema de fuego, la maniobra con éste y su

combinación con la maniobra de fuerzas, entre otros aspectos.

A pesar de que un contingente de 4 000 soldados españoles se

hallaba ya en Las Guásimas de Machado, al suroeste de la ciudad de

Camagüey, el General Gómez desplegó su infantería cubriendo la salida del

carril y emboscada en el flanco izquierdo, realizando los movimientos sin

delatar su presencia.

Movimientos de este carácter en la organización de una emboscada,

así como los realizados a ambos lados de la salida del carril de Las

Guásimas por la infantería oriental en el transcurso de la acción, requieren

una cuidadosa ejercitación previa, tanto en el plano físico y militar como en el

de una adecuada preparación conceptual y de estado anímico (Ver la

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descripción en 32, t. 1, 3ra. Conferencia, pp.125-140. Ver también: 33,

pp.149-151).

Se entiende que en esta acción tan peculiar, el adiestramiento de la

caballería incluye la interacción jinete-bestia como un elemento compuesto

en el que se han adquirido habilidades específicas y que la mecánica en el

manejo del machete tiene elementos cuya elaboración se apoya en el

adiestramiento paralelo, que no depende de un combate dado.

En la primera etapa de la ofensiva del ejército de Batista contra el

baluarte de la Sierra Maestra, verano de 1958, las columnas enemigas en

marcha fueron hostigadas de manera continua, sufriendo numerosas bajas,

con lo que comenzó su desgaste físico y moral. La forma principal de las

acciones rebeldes consistió en emboscadas de hostigamiento, seguidas en

menor medida por las de contención. Las condiciones del terreno, de profusa

vegetación y muchas pendientes, posibilitó la sorpresa.

En esa etapa, el Ejército Rebelde tenía menos de 300 hombres con

armas de combate, para enfrentar una ofensiva en la que intervenían 10 000

soldados con armamento moderno y apoyados por tanques, artillería, medios

aéreos y navales. En estas circunstancias, las emboscadas eran la mejor

forma para impedir y entorpecer los desplazamientos de las principales

fuerzas enemigas. El Ejército Rebelde aseguró el carácter sorpresivo de las

emboscadas para lograr el objetivo de desgastar paulatinamente a la tropa de

la tiranía (8, pp. 67-68).

La dinámica de estas emboscadas apoya la exigencia y rigor en la

preparación del personal, que caracteriza al pensamiento militar de Fidel, y a

su magisterio como jefe guerrillero. Ejemplo de ello son las acciones de las

fuerzas de Guillermo García y Vitalio Acuña para golpear reiteradamente al

Batallón 11 de la tiranía, y las realizadas contra el Batallón 18 por los

pequeños grupos de Ramón Paz y Andrés Cuevas, en condiciones de

maniobra con fuerzas reducidas, en terreno de pre montaña, con farallones y

otras pendientes abruptas, además de vegetación abundante y tupida (pp.68-

69).

Durante la segunda etapa de la ofensiva, la acción conocida como el

combate de Meriño, realizada por fuerzas al mando directo del Comandante

en Jefe Fidel Castro, comenzó también con una emboscada que se

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caracterizó por una cuidadosa preparación, vinculada a conocimientos y

habilidades que deben adquirirse en un adiestramiento exigente (p.79). Lo

mismo puede decirse de la maniobra de los efectivos rebeldes que apoyaron

la acción, los cuales hostilizaron al Batallón 19, que cayó en la emboscada,

desplazándose por su retaguardia.

En la lucha de los aborígenes cubanos, la realización de emboscadas

fue una acción de empleo muy frecuente. Pese al enorme obstáculo que

significó la abismal desproporción de un armamento muy rudimentario frente

al de los españoles, los indocubanos fueron capaces de realizar efectivas

emboscadas y golpes súbitos, seguidos de la salida rápida del combate, con

aprovechamiento de las cualidades tácticas del terreno y de las condiciones

nocturnas.

Hatuey «[…] y sus hombres emplearon procedimientos de lucha, que

hoy llamaríamos irregulares, tales como emboscadas y golpes súbitos,

seguidos de una rápida salida del combate […]» (21, p.13).

En la América del Norte, los indios siouxs, cheyennes y arapahos

hostigaron a las columnas del ejército federal en la región de las Black Hills,

territorio del río Powder, aprovechando condiciones del terreno relativamente

ventajosas. Su efectividad se apoyó, ante todo, en la habilidad para

desplazarse, organizar la acción y sorprender al enemigo.

Las tropas federales que invadieron la región del río Powder, tuvieron

que soportar el acoso de las tribus, que defendían sus tierras ancestrales,

mediante procedimientos irregulares de lucha. (26, pp.111-126). Durante el

verano de 1866, los oglalas de Nube Roja desataron una intensa guerra de

guerrillas en el territorio del río Powder. Llovían los ataques sorpresivos a

caravanas de colonizadores o militares. Las patrullas del ejército caían en

emboscadas bien organizadas. Los soldados que salían del fuerte a talar

troncos eran hostigados constantemente. Los indios ahuyentaban los

caballos y mulos del ejército (p.139 y ss).

Con igual apoyo en la movilidad, las posibilidades del escenario, la

organización y la sorpresa, diversas tribus emplearon las emboscadas para

golpear al ejército en las Big Horns a lo largo de 1866.

Las estratagemas indígenas condujeron a las tropas a no pocas

trampas mortales. La estratagema de Caballo Loco y otros señuelos oglalas,

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el 21 de diciembre de 1866, recuerda por su audacia y método la del carril de

Las Guásimas de nuestra Guerra de los Diez Años. De hecho, la emboscada

del 21 de diciembre, en el valle de Peno Creek, tuvo una gran connotación,

conocida como la Batalla de las Cien Muertes.

En la guerra irregular de resistencia dirigida por Augusto César

Sandino en Nicaragua, desde finales de 1926 hasta avanzada la década de

los años treinta, el pequeño ejército popular empleó el engaño y la

estratagema, con la emboscada como acción combativa fundamental.

Sandino comenzó la lucha armada con no más de 150 hombres,

organizados en los meses finales de 1926. Con un innato talento táctico,

preparó a sus guerrilleros para aprovechar las peculiaridades geográficas del

teatro de operaciones y las posibilidades del terreno (escenario de la acción

combativa), llevadas al detalle.

Su reducido ejército supo explotar eficazmente el enmascaramiento,

las posiciones de combate y las trampas (previamente bien preparadas) a

partir de las ventajas del propio terreno. (34, t.1, p. 213 y ss).

Su táctica se basó en el absoluto conocimiento del terreno en las

Segovias. Los guerrilleros se convirtieron en virtuales dueños de la selva, las

montañas y los cursos de agua (p. 250). Golpeando, replegándose,

hostigando y diezmando al enemigo, la guerrilla aparecía cuando menos se le

esperaba para esfumarse después, haciéndose imbatible. Con empleo de

grupos muy reducidos, desaparecían después de la acción, dispersándose

hacia puntos previamente escogidos.

En un espacio anterior fue analizado el empleo de las emboscadas por

la insurgencia iraquí contra las tropas de los Estados Unidos que invadieron a

aquel país del Medio Oriente. Allí nos detuvimos en el procedimiento de esas

guerrillas urbanas para hostigar y causar bajas a las unidades de la primera

potencia militar del planeta. Destacamos entonces el empleo por los

insurgentes de grupos de combate muy pequeños, así como de la movilidad,

la sorpresa y el conocimiento de la ciudad para golpear sensiblemente a

fuerzas muy superiores en armas y otros medios de combate.

En nuestra Guerra de Liberación Nacional, es significativo cómo fueron

acondicionadas, con cuidadosa anticipación, las posiciones de combate y las

comunicaciones entre estas para la emboscada organizada por el mando

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rebelde en el llamado Infierno de Palma Mocha, en los comienzos de la lucha

armada en las montañas contra la tiranía batistiana, a finales de enero de

1957.

Al respecto: «El combate de los Llanos del Infierno fue una típica

emboscada guerrillera, brillantemente concebida y ejecutada por Fidel. Se

cumplieron en él varios axiomas de la lucha guerrillera: causar bajas al

enemigo sin sufrir bajas propias, sostener el encuentro en el terreno escogido

y preparado al efecto, desvincular rápidamente el contacto mediante una

retirada organizada». (10, p. 3, notas del Diario de Campaña de Raúl Castro;

p. 4, notas del Diario de Campaña de Ernesto Che Guevara, Ver p. 5).

En la elección del lugar apropiado, así como en la preparación y

ejecución de las emboscadas, nuestra Guerra de Liberación Nacional

(diciembre de 1956 a enero de 1959) demuestra de manera especial cómo

influye el entrenamiento para desplazarse, acondicionar y ocupar las

posiciones, así como para la formación de sólidos hábitos de la disciplina,

imprescindible en acciones de este tipo.

6. Otras consideraciones en la visión de Fidel

El estudio del magisterio del Comandante Fidel Castro como jefe guerrillero

transita obviamente por su concepción de la lucha armada irregular, por

cuanto este fue el método predominante de combate del Ejército Rebelde en

la Guerra de Liberación Nacional, y en particular fue el método de lucha

fundamental, y casi único, en las acciones combativas desarrolladas en las

montañas.

Por otra parte no puede negarse que hay principios de la guerra que

son válidos en cualquier forma de lucha, sea irregular o regular. De modo que

un estudio integral de la concepción del Comandante en Jefe de hacer la

guerra debe tomar en cuenta esos principios, toda vez que la experiencia

combativa anterior en la lucha de los pueblos contra diferentes formas de

agresión y opresión caracterizó siempre esa concepción de Fidel.

Un análisis a fondo permite confirmar en principio que la cosmovisión

militar del jefe de la Revolución se nutre, en efecto, de casi toda la historia de

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los conflictos bélicos y, de manera especial, de la lucha armada de los

pueblos atacados y con sus territorios invadidos por grandes potencias.

No debe extrañar entonces que, de modo directo o implícito, los

clásicos de la guerra se vean expresados en un sentido u otro en la

interpretación de Fidel de la conducción de las acciones de combate, en su

plan de batalla y su percepción estratégica y operacional de toda una

contienda.

Por esto mismo, es frecuente que no pocos aspectos concretos del

tratamiento de las guerras por los clásicos de la materia permitan una lectura

igualmente particular del reflejo estrictamente militar, ético y humanista que

es resultado de la propia interpretación fidelista aludida en el párrafo anterior.

De acuerdo con este punto de vista, a continuación se mantiene el

énfasis en el método irregular de lucha, sin pasar por alto algunos principios

más generales, los cuales el Comandante Fidel llevó a la práctica en un

entorno temporal que supera las cinco décadas.

El estudio de los conflictos bélicos ha conducido a la afirmación de que

la primera variable de la cual depende el éxito en el campo de batalla sigue

siendo el poder de fuego (28, p. 111), logrado sobre la base de un

determinado desarrollo tecnológico. Aunque el orden jerárquico de esta

referencia parece situar en tercer lugar la calidad de los combatientes, la

propia experiencia histórica da derecho a darle el primero, tomando en

cuenta tanto la formación para el método adecuado de lucha como las

convicciones, motivaciones, disciplina y las facultades volitivas.

A su vez, un postulado clásico de la ciencia militar afirma que la

tercera acción recíproca entre los contendientes en una guerra conduce al

máximo despliegue de las fuerzas (9, pp.14-16).

En ello se entiende que la aspiración a derrotar al adversario exige

regular el esfuerzo propio de acuerdo con la fuerza de resistencia del

enemigo, la cual, según este criterio, es el resultado de dos factores

inseparables: la magnitud de los medios de que dispone y la fuerza de

voluntad que lo distingue, que depende del motivo que lo impulsa a combatir.

La regulación de esfuerzos se basa en la apreciación del poder de resistencia

del oponente, a fin de intensificar las acciones para lograr la ventaja, u

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obtener el máximo posible si los medios propios no fueran suficientes para

asegurar esa ventaja.

Al tomar en cuenta la primera variable (según el autor citado en el

antepenúltimo párrafo) y ponderarla con la tercera acción recíproca del

párrafo penúltimo, se aprecia lo siguiente: a) En una agresión imperialista

contra Cuba que conduzca a la ocupación parcial del país por las fuerzas

enemigas, mediante el pleno despliegue de su poderío militar, el empleo de

nuestro poder de fuego estará determinado por la situación dada, en el

contexto de la concepción estratégica de GTP; b) La fuerza de voluntad

estará siempre a nuestro favor, por las motivaciones que tendríamos para

combatir al agresor; c) La magnitud de medios, en términos cuantitativos,

estaría a favor del enemigo.

En el tratamiento clásico de la ciencia militar se considera que, en la

práctica, la llamada tercera acción recíproca no llegará a alcanzar en el orden

estratégico el extremo que representa el esfuerzo máximo de los adversarios,

y una expresión de ello es la no puesta en juego, al mismo tiempo, de la

totalidad de los recursos disponibles.

Esto responde a la propia naturaleza de los recursos de las fuerzas

contendientes y al empleo de esos recursos, entre los que están las fuerzas

militares y el país con su superficie y población (p.18).

Si aseguramos nuestra premisa esencial de la ubicuidad del frente en

cada región ocupada por el enemigo o que los invasores pretendan ocupar,

estos tendrían que dividir sus fuerzas de tal modo que sería imposible que

pudieran imponer la superioridad numérica en cada punto o teatro de

operaciones.

En el interés de este análisis, el criterio de superioridad numérica debe

entenderse como el resultado de la integración de fuerzas vivas, de los

medios de combate y la logística de esas fuerzas, dependiente de su calidad

y categoría. De todos modos, en cualquier época, la superioridad numérica

es solo uno de los factores que producen la victoria (p.162). En determinadas

circunstancias, el bando que cuenta con ella puede lograr poco o

comparativamente nada a expensas de este factor.

Las dos primeras acciones recíprocas, según la cita que se trae a

colación, se enuncian de la manera siguiente: a) El uso ilimitado de la fuerza;

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b) El propósito es desarmar al enemigo (pp.14-16). En la primera acción, el

autor de la obra que se cita, evidentemente no toma en cuenta la moral y la

ética, generalmente vinculada a la justeza de la idea que se defiende. Para

Fidel, esta moral siempre ocupó un orden preponderante. Entre otras muchas

cualidades, por esta confianza en los valores que pueden desplegar los seres

humanos, Fidel es también el líder que es.

De otro lado, el empleo adecuado de armas y otros medios, la

organización del sistema de fuego, la utilización de obstáculos explosivos y

no explosivos, además de la elección del lugar de la acción y el momento de

realizarla, pueden significar en la práctica la superioridad relativa; si no

numérica, sí el equivalente a esta.

Cabe añadir, de acuerdo con la experiencia de nuestra Guerra de

Liberación, que otros factores también determinan el éxito, en condiciones de

inferioridad numérica: la audacia para enfrentar al enemigo con una fuerza

pequeña durante un tiempo limitado, la habilidad en los movimientos, la

osadía en el ataque repentino y el golpe sorpresivo.

Según puede apreciarse en la discusión que hicimos en el apartado

anterior, en nuestra Guerra de Liberación Nacional la victoria rebelde contra

la ofensiva de verano de 1958 se caracterizó, entre otros aspectos, por:

eficaz empleo del terreno y de grupos reducidos, con apoyo en la noche, la

sorpresa y la estratagema; utilización de métodos combinados de lucha, con

predominio de las acciones de guerrilla; hostigamiento constante mediante

acciones de corta duración y gran movilidad, principalmente durante la

primera etapa; superior moral de combate de los rebeldes como factor

decisivo de la victoria; defensa firme de sectores claves para la estabilidad de

la defensa rebelde, como expresión del concepto de resistencia.

La victoria culminó con una contraofensiva incontenible, hasta la

expulsión del enemigo del territorio que pudo ocupar temporalmente.

La victoria del Ejército Rebelde en el verano de 1958 es una

contundente expresión de las potencialidades de la lucha irregular, cuando se

actúa en correspondencia con sus principios.

Según hemos reiterado en el análisis llevado a cabo, en la guerra de

guerrillas es imprescindible el hostigamiento al enemigo como norma

permanente en el plano estratégico, y en consecuencia en los que podemos

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considerar, con las variantes de la lucha guerrillera, sus niveles operacional y,

por supuesto, táctico.

Hemos enfatizado que esta concepción se caracteriza por la movilidad,

la audacia, la organización hasta el detalle. Igualmente que estas habilidades

requieren de una sólida preparación. Hemos destacado también cómo el

Comandante en Jefe sostuvo invariablemente la regla de asegurar la mayor

preparación posible para las nuevas incorporaciones de combatientes a la

Sierra Maestra a lo largo de la guerra contra la tiranía.

Asimismo, frecuentemente hemos destacado la lucha armada del

pueblo de Vietnam contra los ocupantes extranjeros de su país. La historia

combativa vietnamita demuestra de igual modo la importancia de la guerra de

guerrillas en los territorios que se encuentren temporalmente en poder del

enemigo y de la organización de las bases guerrilleras en la retaguardia

enemiga.

Igualmente reafirma el peso de las áreas rurales montañosas como

plataforma estratégica de enorme importancia. Considera la interacción del

método irregular de hacer la guerra y la lucha regular. Así, en el arte militar

vietnamita un postulado afirma que «[...] la realización y combinación

estrecha de la guerra de guerrillas y la regular son el contenido fundamental

del arte de movilizar el país» (3, p. 92).

En su pensamiento militar, el Comandante en Jefe Fidel Castro se

movió indistintamente entre el análisis y la síntesis. En su tránsito de lo

general a lo particular y viceversa, Fidel interrelacionó el engaño, la

estratagema y la sorpresa en la lucha guerrillera y en la concepción

estratégica de Guerra de Todo el Pueblo como todo un maestro del arte

militar.

El Comandante Fidel observó siempre, como norma inviolable, la

preparación rigurosa de las acciones, en cualquier escenario y nivel de la

actuación militar. E impregnó esa forma de proceder en los cuadros bajo su

mando.

El resultado se ha expresado en la actividad creadora que conduce al

empleo de la astucia militar para lograrla. Esto requiere formar aptitudes para

ello en los jefes de los distintos niveles del escalón de mando, e igual sucede

con la formación de habilidades y hábitos en los combatientes para realizar

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acciones rápidas, ocultas y decididas en que esté la sorpresa; en la

aplicación de nuevos conceptos y procedimientos durante el desgaste del

enemigo.

La formación de habilidades y hábitos es también imprescindible para

realizar la resistencia armada frente al propio enemigo en la GTP, así como

para asegurar la aplicación práctica de los conceptos que rigen el combate

defensivo territorial.

Fidel ha sido un maestro igualmente en la incorporación a su

pensamiento militar de la experiencia combativa históricamente acumulada,

lo cual alcanzó en él una brillantez especial, como resultado de su

extraordinario talento para el arte de la guerra y de hacer la Revolución.

Como también hemos destacado aquí, su pensamiento militar rebasa

los límites de la lucha irregular y, en relación con el enfrentamiento de los

pueblos a la agresión de las potencias colonialistas e imperialistas y al gran

capital, alcanza una magnitud universal.

7. Conclusiones parciales sobre la lucha irregular

El análisis realizado permite corroborar la incorporación a la Doctrina militar

de la Revolución cubana de la experiencia combativa legada por

generaciones de luchadores dentro y fuera de Cuba, en el marco del método

irregular de la lucha armada. Esta experiencia forma parte de nuestra

Doctrina militar en las distintas variantes de la lucha irregular.

Las tipicidades de la lucha de guerrillas, incorporadas a nuestra

Doctrina militar desde diferentes experiencias, con las variantes y

adaptaciones que se corresponden con cada momento histórico, cada estado

del desarrollo tecnológico y con las posibilidades de lucha, derivadas de esta

experiencia incorporada, formaron parte de nuestra Guerra de Liberación

Nacional.

En la etapa histórica en que se libró esta última contienda por la

independencia y soberanía de Cuba, como culminación de las guerras

independentistas del siglo XIX cubano desde el Grito de Yara, el aporte

principal lo hicieron esas propias contiendas independentistas.

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El Comandante Fidel Castro fue el artífice de los ajustes estratégicos,

operativos y tácticos implementados en la Guerra de Liberación Nacional, en

correspondencia con el enfoque conceptual determinado por las nuevas

condiciones sociopolíticas nacionales, el desarrollo técnico militar, el

desarrollo técnico-económico-industrial y las condiciones internacionales

interactuantes con la realidad cubana de entonces.

Formaron parte de esas condiciones externas la coyuntura política

interamericana, la situación global predominante, el desarrollo del sistema

capitalista, las formaciones económicas y sociales existentes en aquella

etapa histórica, el desarrollo del imperialismo y del gran capital expoliador,

etc., en la comparación de una época concreta anterior con la época de

aquella contienda.

El Comandante Fidel Castro fue también el generador principal de la

Guerra de Liberación Nacional y de la lucha clandestina contra la tiranía de

Batista, con la implementación en esta respuesta a la dictadura de la

experiencia previa acumulada en el contexto cubano en las luchas sociales

durante la pseudo república y, en particular, a partir del golpe de estado que

instaló a Batista en el poder, además de los aportes de la lucha armada de

las anteriores generaciones de cubanos y de los conflictos bélicos de otras

latitudes librados hasta el inicio del enfrentamiento a la tiranía batistiana.

En la concepción estratégica de Guerra de Todo el Pueblo, que es

parte de la Doctrina militar cubana, tienen similar importancia las formas

regulares e irregulares de lucha armada. Es por lo tanto imprescindible la

preparación para ambas formas de hacer la guerra.

Este reconocimiento no es óbice para que, en interés de la misma

concepción de GTP, contextualizada en el combate defensivo territorial con la

participación de todos sus elementos componentes, la experiencia combativa

histórica incorporada a nuestra Doctrina militar permita inferir las siguientes

consideraciones:

Si las circunstancias lo determinaran, la preparación para la lucha

irregular, incluyendo particularidades de la guerra de guerrillas típica,

propiciaría la eventual derivación hacia formas de lucha regular.

El método irregular en una u otra variante, y la lucha en guerrillas de

manera particular, dotan al combatiente de aptitudes especiales para el

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movimiento táctico, el empleo de las posibilidades favorables de todo género,

el aprovechamiento óptimo de los medios de combate, la iniciativa en

condiciones de desventaja material, la consecuencia con principios del

combate, entre ellos la sorpresa, mediante el empleo de la astucia, el engaño

y la estratagema.

Todo ello ahorra vidas de combatientes. No es casual que brillantes

jefes guerrilleros, no formados en academias militares, se transformaran con

rapidez en estrategas sobresalientes de cualquier método de lucha, en la

práctica y la teoría. En Cuba tenemos no pocos exponentes de esa realidad,

y como paradigmas, a Fidel y a Raúl.

En cambio, en el devenir de la historia de la humanidad, las guerras

convencionales se han caracterizado por enormes bajas, muchas veces

debidas al empecinamiento en el combate frontal. Los ejemplos de las

campañas napoleónicas y de la Guerra de Secesión en los Estados Unidos,

tomados como extremos cruentos, son ilustrativos en ese sentido.

En el centro de estas consideraciones está el propio desarrollo de

nuestra Doctrina militar, a partir del pensamiento del Comandante en Jefe

Fidel Castro.

Entre otras vertientes de rigor en el análisis, apego a los detalles por

mínimos que pudieran parecer, consecuente estudio del pensamiento y

probable decisión del enemigo, así como de la planificación y cumplimiento

de las acciones propias tomando en cuenta todas las variantes posibles, el

pensamiento militar del Comandante Fidel Castro se caracterizó siempre por

la exigencia en la preparación de los combatientes.

Su sentido de la importancia suprema del ser humano se expresó en

cada momento en esa preocupación. Además de por el aseguramiento en el

éxito de las acciones, por el máximo cuidado posible de la integridad física de

los combatientes, que una sólida preparación para las acciones combativas

puede preservar en relación directa con el rigor de ese mismo adiestramiento.

Dada la exquisita sensibilidad humana de Fidel, puede asegurarse que

esta preocupación por los hombres a su mando, y por la persona en sentido

general, ha tenido para él aún más importancia que la victoria militar en sí

misma.

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Es también por esto, que el Comandante en Jefe ha sido tan exigente

en la preparación rigurosa, con el mayor cuidado de todos los detalles, del

enorme conjunto de componentes que significa la concepción estratégica de

Guerra de Todo el Pueblo.

8. Lucha armada y clandestina en las ciudades. Lucha irregular en

el entorno urbano

La concepción estratégica de Guerra de Todo el Pueblo incluye la defensa de

nuestras ciudades y centros urbanos. En el contexto del combate defensivo

territorial (CDT), nuestras fuerzas defenderán las ciudades y poblaciones del

país con la participación de todos sus dispositivos y con la decisión de hacer

pagar muy caro a los invasores de la Patria la intención de ocuparla.

En particular, las urbes de significativa importancia política, social y

económica serían defendidas a ultranza en esta concepción. En las ciudades

emblemáticas, su simbolismo político y patriótico son factores que también

determinan la decisión de defenderlas hasta las últimas consecuencias. Hay

igualmente centros urbanos que, por su carácter estratégico general, entran

también en esta categoría defensiva.

Dadas las contingencias de la guerra en las condiciones que impone la

alternativa de GTP, puede ser necesario un repliegue táctico que interese el

casco urbano en una población determinada, con el propósito de reagrupar

fuerzas y medios con el fin de recuperar ulteriormente el lugar objeto de ese

repliegue, a partir del cual se pasará a hostigar al enemigo desde el entorno

circundante sin darle reposo, y a la permanente resistencia vinculada a la

población urbana de que se trate con el objetivo de recuperar cuanto antes la

ciudad involucrada.

En todos los casos, en una población urbana que caiga temporalmente

bajo el control, mayor o menor, del enemigo, se estructurará de inmediato la

lucha clandestina, la cual no se detendrá hasta el aniquilamiento o la

expulsión de los invasores con el concurso de todas las fuerzas disponibles.

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Esta proyección conceptual es consecuente y coherente con la no

existencia del término rendición en la Doctrina militar de la Revolución

Cubana. Se corresponde con la decisión irrenunciable de que incluso en el

caso extremo de que determinada zona del país llegue a ser ocupada por el

enemigo, la fuerza invasora tendrá que experimentar que, aun ocupándola,

no habrá conquistado jamás ese lugar.

El hostigamiento y la resistencia permanentes harán que el enemigo

se sienta prisionero en la localidad que pudo ocupar. Sentirá la dura realidad

de que salir de sus enclaves, campamentos o cuarteles eventuales, significa

un riesgo mortal para sus tropas.

En pocas palabras: en relación con una localidad o zona dada, puede

ocurrir, según las circunstancias, un repliegue momentáneo o temporal de

nuestros combatientes; un repliegue táctico u operacional, nunca estratégico.

Pero ese repliegue excluye la posibilidad de rendición. En el peor caso,

puede producirse una ocupación momentánea enemiga, pero nunca la

conquista.

Este es el más completo sentido de invulnerabilidad en nuestra

Doctrina militar , aun en presencia de la más adversa circunstancia temporal.

Es natural entonces que toda la experiencia combativa de la historia

militar interna y externa, en relación con la lucha armada y clandestina en los

centros urbanos, sea susceptible de incorporación, adaptación, modificación

y nuevas variantes, de acuerdo con las circunstancias que estén presentes

en las condiciones de guerra contra la Nación cubana, en la

conceptualización de nuestra Doctrina militar.

En este estudio, cabe obviamente pasar revista a esa experiencia

combativa, de manera especial la vinculada a la lucha de los pueblos contra

quienes han pretendido sojuzgarlos.

Es conocido que la defensa de los centros urbanos adquiere cada vez

mayor peso. Su importancia se acentúa en la medida en que las ciudades, en

particular las de mayor magnitud, concentran los principales componentes de

los órganos de dirección política, las más relevantes instituciones científicas,

el diseño y control del desarrollo tecnológico, el mayor volumen de la

producción industrial y, como tendencia creciente en la actualidad, el más

elevado porcentaje poblacional.

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La importancia de las ciudades queda expuesta también en las

contiendas bélicas del siglo XX y, de manera significativa, en las más

recientes agresiones del imperialismo. El enfrentamiento popular a estas

últimas reafirma la efectividad de las formas irregulares de lucha y de las

nuevas concepciones vinculadas a las acciones defensivas en el medio

urbano.

Esto último impone, entre otras cuestiones, una orientación específica

a la preparación de los cuadros de mando de las pequeñas unidades (P/U).

Sin descuidar la preparación para la lucha armada regular, se trata de

tampoco descuidar el adiestramiento para emplear el método irregular de

lucha aplicado al combate en las ciudades.

Las condiciones de las ciudades dan determinadas ventajas a quienes

emplean armamento ligero o de baja tecnología en su defensa, como

generalmente ocurre a las fuerzas populares. Este balance favorable se

acentúa si la defensa se basa en el método irregular de lucha. Las potencias

agresoras dependen de una compleja tecnología que alcanza la máxima

eficacia en espacios abiertos, pero sus posibilidades se reducen

notablemente en la intrincada configuración urbana.

Es un hecho comprobado que «[...] los defensores con pobre

tecnología disfrutan de diferentes ventajas sobre los atacantes en las áreas

urbanas, en particular, cuando combaten con métodos irregulares en su

territorio.» (36, p. 5). Asimismo, «[...] la tecnología militar estadounidense

diseñada para la guerra en gran escala en áreas abiertas [...] asociada con el

largo alcance y la movilidad, está significativamente limitada en el combate

urbano». (ídem).

La necesidad de preparar a los cuadros de mando de las P/U para

dirigir acciones en composición de grupos reducidos en las condiciones de la

ciudad, así como al personal para ello, tiene un ejemplo relativamente

reciente en la lucha de la resistencia iraquí contra la ocupación extranjera de

su país, ocurrida en 2003.

Esta necesidad se ve mayor cuando se toma en cuenta una muestra

amplia de la experiencia combativa, caracterizada tanto por su importancia

histórica como por la diversidad de época, de circunstancias y de condiciones

de lucha.

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En la guerra contra las tropas de Estados Unidos en Irak, en lo que fue

una versión urbana de guerra de guerrillas, estos grupos pequeños se

distinguieron por asestar golpes súbitos a patrullas y convoyes, con un

elevado costo en bajas y la caída de la moral del enemigo.

Los insurgentes iraquíes mostraron habilidades en el uso no

convencional de lanzacohetes, lanzagranadas y morteros. Es apreciable su

empleo de francotiradores en emboscadas callejeras, tanto en grupos de

ataque como de apoyo.

Ejemplo de ello fue el alzamiento chiíta en varias ciudades iraquíes,

ocurrido en abril de 2004, cuando la resistencia combinó diferentes medios

de combate, diversificando el fuego de morteros y atacando mediante grupos

pequeños con armamento ligero. El conocimiento del escenario y de las vías

de acceso facilitó la sorpresa a los insurgentes, así como su movilidad en la

ejecución de las acciones.

Después de la ocupación imperialista de su territorio, la resistencia

iraquí pudo controlar temporalmente centros urbanos de importancia, pese a

su enorme desventaja en medios de combate y poder de fuego, la cual

contrarrestó con la aplicación de distintas variantes de la lucha de guerrillas.

La lucha irregular en las ciudades tuvo el peso principal en las más de

3 000 bajas fatales norteamericanas, reportadas en los primeros días de

2007.

El empleo por la resistencia de diferentes medios explosivos, mediante

distintos procedimientos, confirma que las minas son el arma de los pobres,

con el significado que los combatientes revolucionarios dan a esta expresión.

Esto ratifica la necesidad del adiestramiento para el uso de estos medios en

el combate defensivo urbano.

Si se trata de flexibilidad y versatilidad en la combinación del

armamento ligero por parte de grupos reducidos, vinculada a procedimientos

irregulares, además de la experiencia iraquí cabe mencionar a los grupos de

combate de los rebeldes chechenos, en el conflicto armado de 1994 a 1996.

Estos grupos de combate se subdividían en células de tres a cuatro

hombres, que combinaban el fuego de lanzacohetes, ametralladora y

francotirador de manera tan atípica como efectiva.

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«Los procedimientos tácticos de las fuerzas irregulares chechenas

eran simples pero efectivos. Su ventaja fundamental era el conocimiento

excelente de la ciudad y el armamento ligero (armas automáticas,

lanzagranadas, lanzacohetes y granadas antitanque), lo que les permitía

maniobrar fácil y rápidamente.» (p.19).

También se vio la viabilidad de una combinación y un vínculo análogo

al empleado por los rebeldes chechenos en las acciones de combatientes

somalíes contra fuerzas de operaciones especiales de EE.UU. en

Mogadiscio, en 1993. Se demostró que con la lucha irregular, apoyada en el

conocimiento del terreno, la movilidad, el engaño y la estratagema, junto al

empleo hábil y no convencional de armamento ligero, es posible compensar

la superioridad tecnológica enemiga, que fue muy desproporcionada allí.

En la medida de las posibilidades, es lógico que en la preparación de

tiro se tome en cuenta que en las áreas urbanas el fuego se realiza de un

edificio a otro, siguiendo la dirección de las calles y atravesando plazoletas y

parques.

De manera peculiar, se hace sorpresivamente y a corta distancia.

Asimismo, el sistema de fuego en la defensa de la ciudad incluye el fuego

contra el enemigo aéreo, con empleo del armamento de infantería contra

medios aéreos que vuelan a bajas y muy bajas alturas, en las condiciones

particulares del entorno urbano.

Las experiencias descritas en los párrafos anteriores corroboran la

importancia de la instrucción práctica de los procedimientos irregulares en

acciones defensivas de este carácter, la habilidad en los movimientos y

desplazamientos para ello, el adiestramiento en el empleo de métodos y

recursos básicos para engañar y confundir al enemigo, en todas las

categorías de tropas y formaciones de cualquier tipo cuya participación en el

combate defensivo territorial esté prevista en la concepción de GTP.

La resistencia del pueblo y las fuerzas armadas soviéticas contra la

agresión fascista tuvo una de sus más altas expresiones en la Batalla de

Leningrado. En la cuna de la revolución proletaria, los combatientes y la

población resistieron al enemigo y al hambre durante 900 días.

A la importancia política, ideológica y cultural de Leningrado se

sumaba su condición de gran centro industrial y portuario. Su caída y

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ocupación tendría un invaluable significado moral, estratégico y político para

el mando nazi. Le permitiría recuperar en buena parte su credibilidad como

potencia, después de numerosos fracasos en el frente oriental.

Además, la pérdida de la ciudad tendría consecuencias muy severas

para el mando soviético y comprometería su situación estratégica hasta un

alcance difícil de predecir. Esto explica que los nazis no escatimaran el

empleo masivo de sus diferentes categorías de tropas con el objetivo de

ocupar Leningrado.

«El mando nazi había empeñado una gran cantidad de tropas: la

Agrupación Norte bajo el mando del Mariscal de Campo von Leeb, con el

propósito de ocupar las repúblicas del Báltico y Leningrado. En julio y agosto

de 1941, von Leeb había logrado capturar una porción sustancial de territorio

alrededor de Leningrado.» (Traducción) (37, pp. 416-417).

El alto mando soviético decidió defender la ciudad hasta las últimas

consecuencias. En el Consejo Militar del Frente la voluntad de la defensa a

ultranza de Leningrado fue unánime: «La discusión finalizó con la expresión

unánime de decidirse a defender Leningrado hasta la última gota de sangre.»

(Traducción) (p. 418).

Las posibilidades de la lucha irregular a cargo de destacamentos

guerrilleros en la defensa de Leningrado, frente a una agresión de tal

envergadura y carácter, fue reconocida por el mando.

En septiembre de 1941, entre las medidas para asegurar la defensa,

fue previsto el cumplimiento de nuevas misiones combativas asignadas a las

guerrillas soviéticas al sur de Leningrado.

Estas misiones fueron asignadas de manera simultánea a las

encomendadas, por ejemplo, al Octavo Ejército en interés de continuar

golpeando a las tropas nazis en flanco y retaguardia, para alejarlas de la

ciudad, o al 54 Ejército, respecto a la coordinación de acciones con unidades

del Frente en un sector dado.

Incidentalmente, en vista de la necesidad de incorporar hombres en

septiembre del 41 para enfrentar las embestidas de las tropas hitlerianas

contra Leningrado, el mando soviético recomendó a la jefatura encargada de

defender la ciudad que acudiera a varios establecimientos de educación

superior, en tácito reconocimiento de las posibilidades de los estudiantes. En

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conversación telegráfica con Zhukov, de septiembre 14, Shaposhnikov le dijo:

«Pienso que Ud. todavía encontrará gente y brazos [¿armas?] en su propio

patio interior y en varios establecimientos de educación superior.»

(Traducción) (p. 427). La efectividad de las guerrillas durante esta batalla

estuvo en correspondencia con esa confianza.

Lo que significa la lucha en los accesos de las ciudades se reitera en

la batalla por la liberación de Belgrado (1944), que fue lograda después de

reñidos combates, mediante fuerzas combinadas del Ejército Rojo y del

Ejército de Liberación Popular de Yugoslavia (ELPY). A esta victoria

contribuyeron las acciones libradas al sudeste de la ciudad, gracias en gran

parte a las guerrillas soviéticas. El ELPY apeló también a la lucha irregular en

el marco de estos combates.

En 1944, las fuerzas combinadas del Ejército Rojo y del Ejército de

Liberación Popular de Yugoslavia (ELPY) emprendieron la batalla por la

liberación de Belgrado de la ocupación fascista, la cual fue lograda después

de muy duros combates. En la derrota nazi pesó notablemente la

imposibilidad de sacar de la ciudad una agrupación de más de 20 000

efectivos, por lo que no pudieron dirigirla hacia el sudeste y el sur de la

capital.

Este hecho contribuyó a que las fuerzas soviéticas y del ELPY, que

venían sosteniendo violentas acciones combativas contra las tropas

alemanas en los accesos del sudeste, aislaran y atenazaran al enemigo, para

aniquilarlo después, abriendo el camino a la victoria.

La experiencia histórica reitera la efectividad de la lucha irregular en

los accesos a las áreas urbanas, como en el caso anteriormente citado de las

guerrillas soviéticas en las inmediaciones de Leningrado.

La importancia de la preparación práctica, desde tiempo de paz, de

amplias capas de potenciales combatientes, tiene un contraejemplo en la

Francia invadida por las tropas nazis.

La Resistencia francesa no tuvo la posibilidad de entrenarse antes de

la guerra. Su adiestramiento se desarrolló en plena lucha armada contra los

invasores, y esta realidad costó muchas bajas que la preparación previa pudo

evitar.

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Pero la capacidad potencial de la Resistencia se hizo palpable en el

hecho de que en dos días de insurrección masiva, las milicias de la

Resistencia controlaban las tres cuartas partes de París (agosto de 1944).

Este es otro ejemplo de lo que pueden hacer las milicias en el combate en

áreas urbanas. De hecho, los destacamentos de la Resistencia liberaron por

sí solos a la capital francesa.

La Resistencia disponía, avanzado 1944, de medio millón de hombres,

con el empleo de los cuales liberó muchas ciudades además de París,

incluyendo Marsella, Lyon y otras de gran importancia. En realidad, casi la

mitad de Francia fue liberada sin depender de las tropas de Estados Unidos y

Gran Bretaña.

La defensa de las ciudades en la guerra desatada por la agresión

fascista en 1939, se caracterizó por una peculiar combinación de métodos

convencionales e irregulares de lucha. Para enfrentar a los tanques, se

organizaron escuadras que emplearon granadas antitanque y cócteles

Molotov (botellas incendiarias), las que actuaban en composición de

unidades de infantería. El empleo de francotiradores fue un recurso cotidiano

en los escenarios urbanos.

Hay ejemplos de eficacia al respecto: en Stalingrado, los

francotiradores de una división de fusileros liquidaron a más de 3 000

soldados y oficiales hitlerianos en tres meses. No es por gusto que

actualmente se reconozca el empleo de francotiradores como factor de

importancia en la planificación y ejecución de las operaciones urbanas, por su

efectividad tanto para las fuerzas atacantes como para las que defienden la

ciudad.

«Un importante papel desempeñó el fuego de los francotiradores; por

ejemplo, en Stalingrado, los francotiradores de la 284 División de Fusileros,

en tres meses aniquilaron a 3116 soldados y oficiales alemanes.» (36, p.13).

En el contexto de una defensa firme, se mezclaban golpes súbitos,

contraataques con pocas fuerzas pero impetuosos e inesperados, asaltos,

emboscadas y acciones de mayor o menor envergadura en la retaguardia

enemiga. Frecuentemente estas acciones eran realizadas con fuerzas

reducidas y de gran movilidad, con el empleo de minas y cargas explosivas

junto a medios de fuego ligeros.

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Si en sentido general la preparación para el CDT lleva implícito el

adiestramiento para actuar en condiciones de independencia táctica, esto

último tiene una connotación muy particular en la defensa de las ciudades. La

propia dinámica de las acciones, en el escenario cambiante de calles y

edificios, conduce a combates y enfrentamientos que, de hecho, se hacen

independientes en los niveles de escuadra o pelotón.

Por lo general, en la defensa de ciudades en la Segunda guerra

mundial «El carácter accidentado y complejo del entorno urbano determinaba

la necesidad de formar y emplear destacamentos y grupos de asalto para

acciones independientes». (p.14). En estas condiciones tienen lugar múltiples

combates, muy localizados, lo que determina que la descentralización del

mando se traduzca, en efecto, en la independencia táctica de las P/U.

Aunque por lo diverso del armamento ligero y otros medios que

pueden emplearse con gran efectividad, el carácter de estas acciones

requiere una preparación práctica integral. Siempre es posible realizar con

aparente realismo el conjunto de movimientos asociados a la acción, así

como los desplazamientos de la P/U en un escenario apropiado. Los

requisitos indispensables son la discusión y repetición de la dinámica según

sea necesario, y el lugar con las características urbanas de la situación

planteada.

Esto es consecuente con la idea del proceso único de preparación

militar, mediante etapas que articulan con coherencia.

La perspectiva de acciones independientes exige la atención al

adiestramiento de los jefes de P/U para ejercer el mando en estas

condiciones, para las diferentes categorías de tropas involucradas en el CDT,

y también para las formaciones que eventualmente pueden involucrarse de

acuerdo con la concepción de la Guerra de Todo el Pueblo.

La preocupación permanente del Comandante Fidel Castro por la

preparación rigurosa de los combatientes, según todos sus pronunciamientos

a lo largo de muchos años, se hacen extensivas a todas las circunstancias y

posibilidades. Obviamente, incluyen a la totalidad de los potenciales

combatientes en el marco de la GTP, desde tiempos de paz.

La descomposición de acciones en lo que parece el tramado

cambiante delineado por la urdimbre irregular del medio urbano, que

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caracterizó la defensa de las ciudades en la Segunda guerra mundial, es una

regla del combate en este contexto. «Debido a esta fragmentación inevitable,

la efectividad combativa depende grandemente de la calidad del mando en

los niveles más bajos, por ejemplo, de batallón e inferiores.» (p. 28).

Asimismo, «En el interior de la ciudad, las acciones constituían un

conjunto de combates y encuentros aislados, lo que condicionaba la

importancia de las acciones independientes de pequeñas unidades

reducidas. En determinados momentos, las acciones independientes y la

iniciativa de soldados y pequeñas unidades aisladas tenían una importancia

decisiva». (p. 28).

Mantiene vigencia en muchos aspectos el estilo de las fuerzas de

operaciones especiales del enemigo durante la Segunda Guerra Mundial, en

interés de la conquista de las ciudades.

La posibilidad de desembarcos aéreos de estas fuerzas en los accesos

a las áreas urbanas plantea una particular dinámica a la preparación de las

fuerzas de cualquier tipo que defenderán los centros urbanos.

Otra perspectiva del adiestramiento desde tiempo de paz de las P/U de

unidades de reserva y milicias para la siempre potencial contingencia de GTP

se vincula a su actuación, junto a P/U de nuestras tropas especiales, en la

profundidad de órdenes combativos y la retaguardia del enemigo, para

desgastar a las fuerzas que intenten el cerco y bloqueo de las ciudades en el

marco de una agresión militar a Cuba.

De hecho, los batallones de MTT de designación general, en la

concepción estratégica de GTP, tienen prevista la preparación para realizar

acciones de desgaste del enemigo en los accesos a las ciudades, para lo

cual pueden ser agregados a medianas unidades en la defensa de áreas

urbanas.

Según la idea del empleo combativo de estos batallones de

designación general, sus P/U deben prepararse para realizar acciones

rápidas y sorpresivas, con una diversidad que incluye, entre otras,

emboscadas, incursiones y acciones ofensivas de limitado alcance. Entre sus

características están la salida rápida del combate y el empleo de formas

irregulares de lucha.

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En las acciones combativas en áreas urbanas, en cooperación con

unidades regulares de diferentes armas y tropas especiales, las MTT y

Brigadas de Producción y Defensa pueden luchar contra el enemigo

desembarcado, interceptar su avance y participar en la defensa firme de

objetivos importantes.

La historia de los conflictos bélicos muestra que estas previsiones

están ampliamente justificadas.

La importancia de las acciones combativas en los accesos a las

ciudades tiene el mismo peso para todas las fuerzas contendientes. En la

preparación de la Operación de Berlín que hizo el mando soviético a

principios de abril de 1945, se prestó particular atención a las probables

acciones de la defensa nazi fascista en la retaguardia de las tropas

soviéticas, en interés de entorpecer y contener la maniobra para el avance

soviético hacia la ciudad capital del Tercer Reich desde sus accesos lejanos.

La lucha en la retaguardia enemiga y dentro de una ciudad ocupada

por el enemigo tiene otro aspecto. Una cuestión de orden psicológico

consiste en la preparación del personal para resistir las tensiones, cargas

físicas y emocionales que ella comporta. La preparación militar como un

proceso ininterrumpido, facilita consolidar esta capacidad.

En la Batalla de Madrid durante la Guerra Civil Española, las Milicias

Populares constituyeron el 85 % de las fuerzas con capacidad de combate.

Sobre ellas recayó el peso principal y fueron las que obtuvieron la victoria.

Es interesante el concepto que el mando republicano asoció a las

denominadas compañías de acero, que participaron en la defensa de la

capital, con apoyo en la movilidad y en la lucha de guerrillas.

Compañías de acero: «[…] unidades de asalto para acciones

ofensivas, de ataque sorpresivo, con alta movilidad y elevada preparación

táctica y técnica. [...] métodos de lucha principales [...] lucha de guerrillas, el

combate cuerpo a cuerpo y la técnica de penetración.» (p. 9).

La Batalla de Madrid y la guerra en Irak, enriquecen los métodos de

lucha contra los tanques en condiciones urbanas. Destaca en Irak el empleo

de lanzacohetes, lanzagranadas e incluso morteros. Otras experiencias del

combate en este entorno contra tanques y otros medios blindados ratifican la

eficacia de los cócteles Molotov.

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En la lucha popular durante la Batalla de Madrid, actuaron compañías

antitanques concebidas como «cazadores de tanques con experiencia

combativa. Recibían preparación diferenciada que incluía lanzamiento de

granadas y cargas explosivas contra tanques» (p. 9).

La Batalla de Madrid y otras experiencias de la defensa de las

ciudades, indican la necesidad de familiarizar a los combatientes, durante su

preparación militar habitual, con las fortificaciones propias del combate en los

centros urbanos.

Otro tanto puede decirse del adiestramiento de las P/U de exploración

y la preparación individual del explorador para la observación y la exploración

en interés del combate defensivo en áreas urbanas. Por otra parte, el

entrenamiento sistemático desde tiempo de paz permite formar y consolidar

hábitos y habilidades para el cumplimiento de estas misiones.

En sentido general, en la preparación para la defensa de una ciudad o

población tiene especial importancia la familiarización de los combatientes

con cada barrio, sus edificaciones, patios y calles, en lo que será el escenario

de las acciones de su P/U. El conocimiento de sus barrios fue una gran

ventaja para los madrileños en la batalla de la capital española, en defensa

de la República. De hecho, ese conocimiento permite la diversificación de la

lucha irregular en las ciudades.

El empleo de procedimientos irregulares en la ciudad tiene variadas

formas de expresión. Desde variantes tradicionales hasta las experiencias

más recientes: 1) La lucha clandestina con base en las catacumbas de

Odessa, durante dos años y medio, causó más de 5 000 bajas a los

ocupantes hitlerianos en la Guerra Patria de la URSS. 2) Las fuerzas

invasoras de EE. UU., sufrieron cerca de 1 000 muertos en Irak entre marzo

de 2003 y agosto de 2004, en gran parte por la lucha irregular de la

resistencia iraquí en las ciudades. Al finalizar 2006, llegaron a 3 000 bajas

mortales.

En la Guerra de Independencia de España contra las tropas de

Napoleón (1808-1814), las ciudades opusieron a los invasores una

resistencia tenaz. El sitio de Zaragoza fue resistido cerca de seis meses.

Pocas veces se vio tal empeño individual en la defensa de una ciudad.

Fue tan masivo, homogéneo y encarnizado, que el costo en vidas que tuvo

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que pagar el ejército francés para ocupar Zaragoza convirtió en revés de

incalculables consecuencias lo que técnicamente se definía como victoria.

«Después de haber penetrado en la ciudad, los franceses tuvieron [...]

que establecer el sitio a cada casa [...]» (p.18). La lucha irregular, los

procedimientos de una peculiar guerra de guerrillas, desempeñaron el rol

principal en la resistencia de los patriotas españoles.

En 1519, Tenochtitlán tenía más de 60 000 casas y alrededor de 600

000 habitantes. Los muchachos del clan recibían lecciones sobre el uso del

arco, la flecha y la lanza. Antes de que pudiera ser tomada por los españoles,

los aztecas defendieron su capital casa por casa.

En Tenochtitlán, la capital azteca, veinte clanes formaban la tribu en

1519, cuando los primeros españoles llegaron a la ciudad. La resistencia

azteca se prolongó durante dos años, hasta agosto de 1521. Terminó con la

destrucción total de Tenochtitlán, mediante la abrumadora superioridad en

medios de combate de los conquistadores, conducidos por Hernán Cortés.

Virtualmente se hizo necesario el exterminio de los guerreros aztecas.

Además de la abismal diferencia material, el exterminio de los

guerreros aztecas fue facilitado porque estos no emplearon, de hecho, lo que

actualmente identificamos como procedimientos irregulares de lucha.

En síntesis, la experiencia combativa demuestra que la preparación

para la defensa de las ciudades depende en gran medida de la realización

práctica de los movimientos inherentes a una acción concreta y los

desplazamientos de las P/U y grupos de combate en las condiciones urbanas

y suburbanas.

La preparación de tiro, por su parte, tiene que prestar atención a las

peculiaridades del fuego en este entorno. Lo mismo ocurre con el

adiestramiento para el empleo de minas, obstáculos y trampas de todo tipo.

Con una u otra variante en el tratamiento de los contenidos de la

preparación táctica, la experiencia pone en primer plano la formación de

francotiradores y expertos tiradores, la preparación para organizar el fuego en

las acciones urbanas, la maniobra con el fuego de las P/U y grupos de

combate en la defensa de objetivos, las pequeñas acciones ofensivas,

emboscadas y movimientos para la lucha de desgaste y resistencia,

caracterizada por la sorpresa y la movilidad.

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La experiencia de la defensa de las ciudades corrobora la

imposibilidad de soslayar la intervención de la infantería si se pretende su

ocupación. «El combate de Mogadiscio demostró una vez más que, para la

lucha en la ciudad y la ocupación de objetivos, el atacante está obligado a

emplear la infantería, y aunque lo hiciera con el apoyo de blindados, de la

aviación, o de ambos, tendrá que exponer sus fuerzas y medios al fuego

directo y a corta distancia de sus oponentes.» (p.17).

La necesidad inevitable de emplear la infantería, que debe aceptar

toda fuerza agresora que se proponga conquistar una ciudad, condiciona los

procedimientos que se adecuen a la preparación táctica de los defensores.

Según la experiencia de la defensa de las ciudades, las áreas urbanas,

que ofrecen ventajas para los defensores al disminuir a su vez las ventajas

cuantitativas en fuerzas y medios de los atacantes, dan mejores resultados

cuando aquellos aplican métodos irregulares de lucha.

Con frecuencia en este estudio hemos hecho referencia a la lucha de

la insurgencia iraquí contra los invasores norteamericanos de este país árabe

medio oriental. La población de Irak tuvo que enfrentar la invasión y

ocupación de gran parte de su territorio, en un pasado bastante reciente,

llevada a cabo por fuerzas élites del Departamento de Defensa de los

Estados Unidos. Renombrados miembros del cuerpo de generales del

Pentágono dirigieron esa invasión y las operaciones que sus tropas

desarrollaron en suelo iraquí.

Sin embargo, pese a su enorme desventaja en medios de combate y

tecnología de apoyo, recursos logísticos y de inteligencia, los insurgentes que

protagonizaron la resistencia contra la principal potencia militar del mundo

lograron asombrosos resultados en materia de efectivos muertos y heridos,

así como en la destrucción de medios de todo tipo de los agresores

imperialistas.

Independientemente de que la resistencia no tuvo de hecho otra

opción que utilizar métodos de lucha irregular, los resultados que logró en las

ciudades contra fuerzas tan superiores en efectivos y medios de combate, no

dejan lugar a dudas sobre la efectividad de las formas irregulares,

especialmente en el caso del combate urbano.

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Un procedimiento tradicional de los ejércitos convencionales en este

entorno: el empleo de grupos combinados de armas y aseguramientos para

cumplir sus misiones, aportó resultados también positivos a la resistencia en

la escala de su lucha irregular, pese a estar acotada por la escasez de armas

y otros medios en comparación con el potencial de los agresores.

En efecto, en el estudio de la defensa de las ciudades se aprecia como

una de las experiencias más significativas que la infantería se refuerza con

unidades de armas y aseguramientos, siendo usual la creación de grupos

combinados para el cumplimiento de las misiones.

Tan es así, que en la propia defensa de los centros urbanos de nuestro

país, concretamente en determinadas unidades de milicias, se ha tomado en

cuenta el empleo, en las unidades de designación general y territorial de las

Milicias de Tropas Territoriales (MTT), de «[…] grupos móviles en transportes

ligeros equipados con ametralladoras, fusiles de francotirador, lanzacohetes

AT, granadas de mano y medios de comunicación (plantas de radio, radios

portátiles) […]. Pueden dotarse con minas y medios explosivos» (p. 40).

La forma en que la insurgencia iraquí combinó sus efectivos, armas y

recursos, con apoyo en la movilidad y conocimiento del terreno, según un

análisis parcial de ocho meses de acciones combativas, le permitió controlar

y defender con tenacidad importantes centros y sectores urbanos, a pesar del

gigantesco despliegue de fuerzas de los invasores.

El empleo efectivo del armamento ligero de baja tecnología en la

ciudad, en condiciones que limitan las ventajas tecnológicas del enemigo, se

puso igualmente de manifiesto en el cuadro general tan desfavorable en que

tuvo que combatir la resistencia iraquí.

De tal modo, la insurgencia empleó y combinó con éxito, en acciones

de diverso carácter, fusiles automáticos, ametralladoras livianas,

lanzacohetes (particularmente del tipo RPG), lanzagranadas y morteros,

dando a las tres últimas armas un uso muchas veces nada convencional,

además de granadas de mano, minas y otros explosivos.

La experiencia de Irak corrobora la necesidad de enfatizar la

preparación para combatir en la ciudad, desde tiempo de paz, de jefes de

compañía, pelotón y escuadra, dado que en la lucha urbana el combate se

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fragmenta por P/U independientes, lo cual requiere la eficacia de muchos

jefes en el ejercicio del mando.

El empleo en las ciudades de grupos muy reducidos de combatientes

por parte de la resistencia en Irak, en diversas acciones combativas, resultó

de gran peso en las bajas ocasionadas a los invasores, en la destrucción de

medios de combate y de elementos de infraestructura, y en la desarticulación

táctica de las fuerzas enemigas.

Como hemos reiterado en toda la extensión de este estudio, la

Doctrina militar cubana se ha nutrido de la experiencia combativa acumulada

en diferentes épocas y latitudes. Con el Comandante en Jefe Fidel Castro

como artífice y conductor principal, ha adaptado y renovado esa experiencia

de acuerdo con las necesidades defensivas de nuestra Patria, y para su

empleo en la desinteresada y noble ayuda internacionalista de Cuba a otros

pueblos del Tercer Mundo, agredidos por el imperialismo, el colonialismo

rampante y el neocolonialismo, con los agresores siempre al servicio del gran

capital.

En el plano concreto de la lucha armada en las ciudades, como en

cualquier otro escenario, la preparación desde tiempo de paz para hacer

frente a las eventuales agresiones de enemigos tan poderosos militar,

tecnológica y económicamente, es fundamental. En el contexto nacional, esa

preparación se enmarca en la concepción estratégica de Guerra de Todo el

Pueblo.

Resumiendo la coherencia de la preparación táctica con la movilidad y

otros aspectos, así como la coherencia de la preparación para actuar en

condiciones de independencia táctica, en relación con la lucha armada en el

medio urbano, que ha sido destacada en este apartado, se expresa la

siguiente apreciación:

Los aspectos que identifican la movilidad de las P/U y grupos de

combate durante el desgaste, en sí mismos evidencian las posibilidades de la

alternativa de preparación táctica que se expone en este estudio.

Cuestiones como la capacidad de movimiento para aproximarse al

objetivo y alejarse rápidamente después de realizar la acción, cambiar de

escenario, evadir la persecución y evitar ser cercado por el enemigo,

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requieren una preparación que es consistente con los métodos que se

enfatizan.

Como se ha visto, en la defensa de las áreas urbanas es inevitable la

fragmentación de las acciones combativas en combates y encuentros

aislados, en los que el protagonismo queda a cargo de P/U, generalmente

reducidas, mediante acciones independientes que elevan la responsabilidad

individual de sus jefes y la importancia de la iniciativa de la P/U y de cada

combatiente de manera estrictamente individual.

En particular, el mando del Batallón no podrá influir de manera estable,

en la generalidad de las ocasiones, sobre sus P/U. Como consecuencia, en

las acciones de desgaste, los jefes de esas P/U y grupos de combate tendrán

que actuar con la operatividad que requiere semejante grado de

independencia.

A su vez, los combatientes tendrán que captar la idea de la acción y

realizarla con iniciativa y creatividad, en el contexto de posibles giros

inesperados en el desarrollo del combate.

Es evidente también la coherencia de la metódica de preparación en

que se hace hincapié aquí con la formación de cualidades para el dominio de

los procedimientos que permiten realizar o dirigir la lucha en estas

condiciones de independencia táctica.

9. Rasgos aportados por la experiencia anterior a la concepción y

desarrollo de la Guerra de Liberación Nacional

Con la intención de sistematizar los rasgos que aportó el conjunto de

referencias citado en los apartados anteriores a la concepción y desarrollo de

la Guerra de Liberación Nacional, se sintetiza lo siguiente:

a) La idea de extender la lucha armada a todo el país, cuyo antecedente

principal viene de nuestras guerras de independencia. En la guerra

contra la tiranía batistiana esta extensión se llevó a cabo mediante el

desplazamiento de las columnas invasoras «Ciro Redondo» y

«Antonio Maceo», al mando de los Comandantes Ernesto Guevara y

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Camilo Cienfuegos, desde la Sierra Maestra hasta la provincia de Las

Villas. Una vez en Las Villas, ambas columnas iniciaron y desarrollaron

las operaciones contra la tiranía, las cuales fueron extendiéndose y

ampliándose en número de combatientes progresivamente.

La idea del Comandante en Jefe Fidel Castro de llevar las tropas

rebeldes hasta la región occidental de Cuba se hizo efectiva con la

victoria en la decisiva Batalla de Santa Clara.

En la decisión de la jefatura rebelde de extender y ampliar las

operaciones de la lucha guerrillera estaba implícito el concepto de

ubicuidad del frente en su mayor expresión posible.

b) La creación del ejército guerrillero y la organización de la lucha

clandestina sobre una base popular que incluyó a amplias capas de la

sociedad (campesinos, obreros, profesionales, estudiantes,

trabajadores intelectuales).

c) Los antecedentes de mayor importancia en la idea general de cómo

combinar la lucha armada irregular con la lucha clandestina provienen

de nuestras propias guerras de independencia nacional, así como de

la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial (en particular, la

Guerra Patria de la Unión Soviética y la lucha de la Resistencia en

Francia contra la ocupación hitleriana).

d) La idea de dirección unificada del movimiento revolucionario, con su

más alto nivel de decisión localizado en el mando guerrillero, al que se

subordinó la lucha clandestina en los distintos escenarios de la acción

insurgente.

Esta decisión tiene un antecedente de gran importancia en la primera

guerra de independencia nacional del siglo XIX: la Guerra de los Diez

Años. Aquella contienda iniciada en Yara el 10 de octubre de 1868 con

Carlos Manuel de Céspedes como impulsor principal, demostró cuánta

razón asistía al Padre de la Patria cuando defendió la subordinación

de la estructura civil de la República en Armas al mando militar de la

contienda.

El Pacto del Zanjón fue el bochornoso ocaso de nuestra primera

guerra independentista. Afortunadamente, la Protesta de Baraguá, con

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Antonio Maceo al frente, dignificó al Ejército Libertador en aquellos

aciagos momentos.

e) El empleo de la audacia e iniciativa como elementos que caracterizan

la lucha armada, además de la lucha revolucionaria en sentido

general.

f) El empleo de la sorpresa como principio generalizado en las acciones

(con la astucia, el engaño y la estratagema como sus componentes

principales).

En este orden de la lucha armada, en nuestro país se hicieron muchos

aportes en términos de la adecuación de principios del combate a las

condiciones nacionales en todos los aspectos: geográficos, históricos,

éticos, tradiciones autóctonas, temperamento nacional, entorno social,

disponibilidad de armas y otros medios de combate, disponibilidades

logísticas, posibilidades en el empleo de la cooperación y las

comunicaciones, etc.

El aporte personal de Fidel en ello fue extraordinario y determinante. El

Comandante en Jefe se mostró en la organización y desarrollo de la

guerra en las montañas como un estratega y táctico a la vez, con una

altura muy difícil de alcanzar por los más brillantes jefes militares de

todos los tiempos, cualquiera que haya sido su formación académica

anterior.

Atreviéndonos a hacer valoraciones que pueden involucrar a muchos

conductores de las luchas independentistas de América, en la

combinación de estratega y táctico en el hemisferio occidental, quizás

el exponente más parecido haya sido el Generalísimo Máximo Gómez.

g) El empleo no convencional del armamento y el aprovechamiento de las

condiciones tácticas del terreno en correspondencia con el método de

lucha.

h) La incorporación de forma creativa de la movilidad, tomando en cuenta

las experiencias de nuestras guerras de independencia nacional, de la

contienda liberadora de Bolívar en América del Sur y de la generalidad

de las guerras irregulares contra las potencias imperialistas y

colonialistas.

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i) La combinación de la guerra de guerrillas y la regular se expresó en el

carácter de la Guerra de Liberación en su etapa final, en que diversas

acciones rebeldes adquirieron una fisonomía que se acercaba en

algunos aspectos tácticos al combate de posiciones en el sentido

clásico.

j) El reconocimiento de la ideología, la moral, la ética, las convicciones

políticas y las motivaciones como factores y cualidades decisivos en la

lucha, y de que la calidad de los combatientes (entendida como la

integración de los factores cualitativos mencionados) es la variable

principal que determina la victoria en la guerra.

k) La clara percepción del empleo óptimo de los medios de combate, el

conocimiento del enemigo y de su concepción estratégica, operacional

y táctica, como elementos primordiales para conducir la guerra en

esos mismos niveles.

l) El empleo de la emboscada como acción combativa principal en la

guerra de guerrillas, en relación con la cual el mando rebelde hizo

aportes importantes en su adaptación a las condiciones topográficas

de las montañas cubanas y de los sistemas montañosos cubanos en

sentido general.

En este contexto se distingue la aplicación de manera creativa del

principio de escoger el lugar de la acción, imponiendo al enemigo el

escenario de la lucha a partir del conocimiento cabal del terreno, así

como la realización del desplazamiento y el combate en condiciones

nocturnas.

m) El concepto de cooperación entre las fuerzas que intervienen en la

lucha armada irregular fue entendido de tal manera por la jefatura

rebelde que, sobre la base de la experiencia precedente, le introdujo

elementos dinámicos que permitieron una elevada eficacia con el

empleo de muy pocas fuerzas y medios, multiplicados prácticamente

mediante la movilidad, la precisión y la astucia.

n) Asimismo, el mando rebelde convirtió en paradigma la habilidad para

extraer el máximo de grupos de combate muy reducidos y la

realización de acciones contra fuerzas enemigas en movimiento.

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10. Derrota de la ofensiva de verano: proeza del Ejército Rebelde

diseñada por el pensamiento militar de su Jefe

La ofensiva del ejército de la tiranía contra el territorio rebelde de la Sierra

Maestra fue resistida con trescientos fusiles, manejados por otros tantos

guerrilleros, de los cuales, en principio, sesenta estaban muy mal armados, al

extremo de que apenas se podían emplear (1, p.133).

Aparte de que este hecho significó una cantidad minúscula de

combatientes para enfrentar a cien veces más soldados de infantería con

amplio apoyo de artillería, medios blindados, aviación e incluso fuerzas

navales, la propia estructura de defensa de la guerrilla en cada lugar se

fundamentó en la movilidad y el empleo de pequeños grupos de combate.

En la Guerra de Liberación Nacional, el empleo efectivo de grupos muy

reducidos en las condiciones de la lucha irregular y aprovechando las

posibilidades del terreno y las que se derivan de la aplicación adecuada de

esta forma de lucha, permite considerar al Ejército Rebelde como paradigma

de procedimientos de este carácter.

Entre muchos ejemplos posibles, hay dos que resultan emblemáticos,

destacados por el Comandante en Jefe Fidel Castro en relación con la propia

ofensiva del ejército de Batista, para la cual la tiranía movilizó diez mil

hombres, al referirse a momentos difíciles para los combatientes

revolucionarios: «La ofensiva duró 70 días [...] al cabo de 30 días, [...]

nosotros con patrullas muy adelantadas le empezábamos a resistir. Por

ejemplo, Angelito Verdecia resistió durante tres días en Las Mercedes, y lo

que tenía eran dos escuadras». (7, 2da. Parte, p. 257).

En otro pasaje de aquellos días, ante el avance de una columna

enemiga «[...] que trató de salir en la retaguardia de la desembocadura de La

Plata [...] donde teníamos el hospital [...] Paz con una escuadra [...] le tomó la

delantera [...] y le resistió e impidió que se metiera allí [...] el papel de Paz ese

día fue muy importante. Y lo hizo con siete hombres [...] por aquellos caminos

siete hombres pueden hacer una buena resistencia, porque ellos van por el

firme de la montaña, y ayudados por el bosque, una gente que se atrinchera

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y soporta el bombardeo de los morteros [...] y todo, resiste y resistió». (pp.

257-258).

Quedó demostrado que la guerrilla no necesitaba más de cuarenta

combatientes para liquidar un batallón en movimiento. Además, el ejército

guerrillero aprendió a lograr el máximo provecho combativo de las acciones

que podían realizar tanto un hombre, como una escuadra, pelotón o

compañía (1, p.135).

En la contraofensiva rebelde, la cual condujo a la derrota del ejército

de la tiranía en su campaña contra el bastión guerrillero de la Sierra Maestra

en el verano de 1958, desempeñó un relevante papel el empleo de acciones

ofensivas de pequeña envergadura, ejecutadas en las condiciones de lucha

irregular contra fuerzas muy superiores en número y medios.

La contraofensiva rebelde se caracterizó por el empleo de la

inteligencia, astucia, audacia y tenacidad para vencer la superioridad

numérica enemiga y «[...] anular o disminuir la superioridad tecnológica del

armamento» (8, Prólogo, p.10).

La ofensiva fue rechazada, y a partir de entonces, el Ejército Rebelde

desarrolló, incluida la invasión al centro del país, la campaña que lo condujo a

la victoria total, en pocos meses, contra fuerzas que contaban con cerca de

ochenta mil efectivos dotados de moderno armamento y otros medios de

combate, y disponían de cuantiosos recursos de todo género para la guerra.

La derrota de la ofensiva de verano fue «[...] la victoria más importante

de nuestra guerra de liberación [...]» (p. 10). Como justamente se ha

expresado, esta victoria representó el viraje cualitativo de la guerra a favor

del Ejército Rebelde, lo que implicó la iniciativa estratégica para las armas de

la Revolución en todo el resto de la contienda.

Como otra muestra del empleo de las mejores lecciones de nuestra

historia combativa, el mando rebelde organizó la invasión de las columnas

dirigidas por el Che y Camilo, atravesando los llanos de Camagüey, las

cuales repitieron la proeza de Gómez y Maceo durante las contiendas

independentistas del siglo XIX.

En forma sistematizada, la victoria rebelde contra la ofensiva de

verano de 1958 se caracterizó por:

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a) Eficaz empleo de grupos reducidos de combatientes, con apoyo en la

noche, la sorpresa y la estratagema.

b) Hábil empleo del terreno y las fortificaciones.

c) Utilización de métodos combinados de lucha, con predominio de las

acciones de guerrilla.

d) Hostigamiento constante mediante acciones de corta duración y gran

movilidad, principalmente durante la primera etapa de los 75 días de

lucha.

e) Incremento gradual de las emboscadas de contención al aproximarse

las tropas enemigas al bastión rebelde de la Sierra.

f) La defensa firme de sectores claves para la estabilidad de la defensa

rebelde.

g) Desarrollo gradual de acciones ofensivas en la medida del incremento

de armas y otros medios ocupados al enemigo, con el consiguiente

aumento del poder de fuego rebelde y de sus efectivos habilitados

para el combate.

h) Contraofensiva indetenible hasta la expulsión del enemigo del territorio

que pudo ocupar temporalmente.

i) Superior moral de combate de los rebeldes como factor decisivo de la

victoria.

En cuanto a los resultados numéricos de la ofensiva de verano, fueron

lanzados diez mil efectivos contra la Sierra Maestra. El ejército de la tiranía

tuvo más de mil bajas. Como resultado de las armas arrebatadas al enemigo,

las fuerzas rebeldes casi triplicaron la cantidad de hombres armados, en

relación con los que tenían al inicio de la ofensiva (p.12).

El Ejército Rebelde enfrentó la ofensiva con apenas trescientos

combatientes frente a esos diez mil soldados, los cuales fueron apoyados con

tanques, artillería, aviación e incluso unidades de superficie (fuerza naval)

provistas de medios artilleros.

De hecho, se cumplió la afirmación reiterada por Fidel de que las

armas las tiene el enemigo (es ese el principal arsenal de la guerrilla): el

armamento quitado a las tropas de Batista hizo posible que, al terminar la

primera Batalla de Santo Domingo, el Ejército Rebelde incrementara la

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cantidad de hombres con armas de combate hasta más de trescientos

sesenta.

La concepción del Comandante en Jefe para rechazar la ofensiva de

verano de 1958 contra la Sierra Maestra es un peculiar ejemplo de la táctica y

la estrategia en interés de la resistencia, en las condiciones de la guerra de

guerrillas.

La idea del Jefe puede resumirse de la manera siguiente:

a) Preparación de posiciones para la defensa escalonada en las vías de

acceso a los baluartes de la guerrilla, incluyendo el acondicionamiento

del terreno para la protección de las tropas del fuego aéreo y de

artillería.

b) Defensa de cada posición, intensificando la resistencia en profundidad.

c) De no poder mantener la posición, hacer el repliegue hacia la

profundidad, el cual fue combinado generalmente con el desgaste,

mediante el hostigamiento y la contención de la fuerza enemiga. En la

dinámica de esta combinación, causar la mayor cantidad posible de

bajas, así como capturar armas y municiones, lo que la guerrilla logró

con notable frecuencia.

d) Ocupación de nuevas posiciones, creando condiciones a través del

desgaste y la resistencia para el contraataque.

e) Pese a la superioridad numérica del enemigo, realización de cercos

para aislar a importantes unidades, aprovechando de manera óptima

las condiciones del terreno, con el propósito principal de impedir la

llegada de refuerzos y golpear a estas mismas fuerzas de auxilio.

El procedimiento para el desgaste paulatino era la emboscada contra

fuerzas en movimiento, seguida de una retirada rápida (p. 43). En ocasiones

en que dispuso de una superioridad propia temporal, el mando rebelde

empleó la sorpresa para atacar puestos enemigos aislados, con el objetivo de

capturar medios de combate y aseguramiento logístico, con posterior

alejamiento del escenario de la acción.

En la defensa del bastión rebelde se dio entonces un paradigma de

combinación de la lucha irregular y la resistencia en las posiciones de mayor

valor estratégico, con apoyo en las condiciones favorables del terreno

montañoso, con la peculiaridad de:

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a) Fraccionamiento de la guerrilla cuando el enemigo reunía fuerzas para

pasar a la ofensiva, y ocupación del territorio que el enemigo

abandonaba al concentrarse.

b) Concentración de fuerzas guerrilleras y defensa de posiciones de

importancia estratégica.

c) Previsión de la posibilidad de invasión de todo el territorio por parte del

enemigo, «[...] si el enemigo logra invadir todo el territorio, cada

pelotón debe convertirse en guerrilla y combatir [...] hasta hacerlo salir

de nuevo» (p. 44). Un emblemático anticipo, en escala territorial, de la

concepción de GTP.

11. La emboscada en el pensamiento militar de Fidel

El engaño y la estratagema son instrumentos de uno de los principios del

combate de mayor importancia en la lucha irregular: la sorpresa. No solo en

este método de lucha la sorpresa es una directriz fundamental para la

organización y realización de las acciones combativas. El estudio de las

contiendas bélicas de los siglos XVIII y XIX condujo a la afirmación de que sin

la sorpresa no es concebible la superioridad en el punto decisivo (9, p.166).

El pensamiento militar del Comandante en Jefe determinó la aplicación de

este principio desde las primeras acciones de las fuerzas rebeldes en la

Sierra Maestra.

El análisis hecho con antelación en el decurso de este trabajo, y el

conjunto de citas incluidos en partes anteriores asociados al principio

combativo de la sorpresa, de manera particular en la guerra de guerillas, han

matizado la descripción y valoración del empleo de este muy importante

principio en nuestra Guerra de Liberación Nacional. Igualmente debe haberse

hecho evidente que la sorpresa es un recurso de aplicación en todo tipo de

guerra.

En la Guerra de Liberación, caracterizada precisamente por la lucha

guerrillera, el principio de la sorpresa, con sus indispensables componentes

del engaño y la estratagema, resultaron objeto en esta, nuestra última

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contienda de independencia nacional, de especial tratamiento en la

realización de emboscadas.

Como también ha sido explicitado, y siempre quedó implícito en este

ensayo, la concepción de la emboscada en el Comandante en Jefe de la

Revolución, en el contexto de la insurrección armada contra la tiranía de

Batista, lleva en sí significativos aportes en el método irregular de lucha en

relación con la puesta en práctica de esta acción combativa en conflictos

bélicos anteriores.

Con el propósito de sintetizar aquí la idea de la emboscada en el

pensamiento de Fidel, empecemos identificando una cualidad del máximo de

efectividad en esta forma del combate que fue una absoluta constante de la

lucha armada del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra: escoger el lugar de

la acción para la ejecución de la emboscada.

En efecto, esta selección fue virtualmente invariable en las montañas

orientales en toda la guerra. Pero además, en la generalidad de las

emboscadas que fueron el resultado de una planificación y análisis cuidadoso

previo, el sitio escogido puede calificarse como el mejor posible.

El lugar óptimo para una emboscada debe significar, si esta se lleva a

cabo con la observación de sus demás reglas, causar la mayor cantidad

posible de bajas al enemigo sorprendido en ella, requisar importantes

cantidades de armas, municiones y otros medios de combate y

avituallamiento del adversario y, en dependencia del tipo y objetivo de la

emboscada, capturar la mayor cantidad posible de soldados de la fuerza

atacada.

Es por la optimización de lo expresado en el párrafo precedente que

en la Sierra Maestra se cumplió en gran medida la sentencia de que las

armas de la guerrilla las tiene y provee el enemigo. Es por ello también que,

en una muy alta proporción, las emboscadas contribuyeran al triunfo

justamente impactante del Ejército Rebelde sobre la ofensiva del verano de

1958, emprendida por la tiranía contra el bastión de la insurgencia armada en

la serranía oriental.

Es por la misma razón que se generalizara tanto entre los soldados de

Batista la certidumbre de que la guerrilla liberaba a muchos de los prisioneros

que hacía, lo que provocaba una reacción de tendencia favorable para la

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Revolución entre los propios soldados enemigos, especialmente entre los

más jóvenes y de extracción social más humilde.

Como resultado directo de la idea de Fidel, o de la influencia del

magisterio guerrillero de Fidel en sus subordinados, siempre que hubo la

ocasión, el lugar escogido para la emboscada era preparado con completo

rigor conceptual y cuidado práctico para su realización. La planificación era

completa. La selección para la ubicación del personal y de las armas, de

acuerdo con las propiedades de estas últimas, eran impecables.

En la efectividad de las emboscadas rebeldes estaba igualmente el

reflejo del rigor con el cual eran preparados los nuevos refuerzos que

llegaban a las montañas antes de entrar en combate. En partes anteriores de

este estudio hemos reiterado la permanente preocupación y exigencia del

Comandante en Jefe por ese entrenamiento previo.

Con frecuencia también, y como otro aporte importante en el empleo

de las emboscadas, la guerrilla se las arregló para cercar a la fuerza

enemiga, a pesar de la enorme diferencia en hombres, armas y recursos en

general, la que favorecía por completo al ejército de la tiranía. En este plano,

desempeñó un muy importante papel el riguroso empleo de otras reglas y

principios generales de la lucha armada irregular, tales como la actuación

táctica para lograr el fraccionamiento de la fuerza enemiga.

Otro aporte novedoso en aquella etapa fue el empleo inusual de armas

mediante asignarles funciones para las cuales no estaban concebidas. En un

espacio anterior citamos el uso de la escopeta para diezmar al enemigo en la

ejecución de emboscadas y otras acciones de la guerrilla.

Es muy significativo además la rapidez y precisión en el desarrollo de

las emboscadas, así como la movilidad de maniobra y desplazamiento con

que el Ejército Rebelde las llevaba a la práctica. Asimismo, la disciplina y

rigor en el cumplimiento de las misiones a cargo de los grupos de apoyo y

complemento respecto a la fuerza principal encargada de su ejecución.

Tal como hemos puesto de relieve en nuestro estudio, la historiografía

de los conflictos armados hace manifiesto el carácter principal de las

emboscadas como acción combativa. Enfatizamos de igual modo la

significación especial del empleo de la emboscada en la guerra de los

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pueblos ante la gigantesca desproporción en fuerzas y medios de todo tipo

que el usual poderío de los agresores les ha permitido emplear.

En este sentido, hicimos uso de una importante cita que traemos otra

vez, en referencia a las luchas populares de liberación contra los gobiernos

opresores de una u otra naturaleza: «[...] la situación más característica de la

lucha guerrillera: la emboscada sobre una tropa en marcha» (10, p.1).

Es decir, en la idea de Fidel que pone de manifiesto su reflexión

basada en el estudio de las guerras provocadas por la agresión de las

potencias militares para adueñarse de naciones y sojuzgar pueblos, las

emboscadas bien concebidas y preparadas con el mayor rigor en los detalles,

rinden los mejores resultados contra las fuerzas y medios del agresor que ha

hollado el suelo que pretende conquistar, cuando esas fuerzas y medios

están en marcha.

En esas circunstancias, unas y otros son relativamente más

vulnerables, por cuanto su protección presenta relativamente más fisuras que

en otras muchas condiciones asociadas a la contienda.

El análisis del desarrollo de la ofensiva de verano de las fuerzas

militares de la tiranía de Batista contra la Sierra Maestra, derrotadas por el

Ejército Rebelde pese a su abrumadora superioridad en medios de combate y

tropas involucradas, es coherente con los resultados cuya descripción ha sido

abordada en este estudio en términos fundamentales de los diferentes

niveles de decisión, y cuyos resultados cuantitativos más impactantes han

sido expuestos, desde el punto de vista de la reflexión del Comandante en

Jefe expresada en el párrafo anterior.

Sin exageraciones de cualquier índole puede decirse que Fidel

interpretó como ningún antecesor del hemisferio occidental las muy disímiles

variantes de la emboscada, en virtud de las cuales el potencial inmanente en

esta forma del combate permite dar resultados que pudieran calificarse de

espectaculares en el plano noticioso.

En la sobriedad propia del análisis estrictamente militar de los hechos,

el Comandante en Jefe Fidel Castro es un ejemplo singular, en capacidad de

apreciación e inteligencia, para la preparación y ejecución de la estructura

combativa que define la emboscada.

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La valoración cuantitativa de los resultados de la ofensiva de verano,

expuesta en el apartado inmediato anterior, se corresponde con lo dicho en

los dos párrafos precedentes: diez mil efectivos de la tiranía contra

trescientos combatientes rebeldes, quienes a pesar de tal desproporción

fueron capaces de causarle al enemigo más de la décima parte en bajas

respecto a la cantidad total lanzada con el objetivo principal de aniquilar el

bastión insurgente de la Sierra Maestra.

A las tropas atacantes hay que agregarles el enorme apoyo en los más

modernos (para la época) medios terrestres de combate, así como aéreos y

hasta navales, abastecidos por la mayor potencia militar del planeta: el

gobierno de los Estados Unidos.

En el apartado que antecede también fue descrita la idea de Fidel para

enfrentar la ofensiva. Quedó expresada igualmente su aparentemente

dramática pero exactamente real afirmación de que las armas de la guerrilla

las tiene el enemigo. El propio enemigo es el primer abastecedor de armas

del destacamento guerrillero.

Es emblemático el hecho también destacado en este ensayo de que la

Batalla de Santo Domingo, ocurrida en el marco de la ofensiva del ejército de

la tiranía en el verano de 1958, se iniciara precisamente con una emboscada

de contención a cargo de combatientes rebeldes, y se transformara en una

emboscada de aniquilamiento, en el contexto de acciones que aportaron una

importante dotación de armas, las que a su vez reforzaron a los efectivos del

Ejército Rebelde participantes en la batalla, y posibilitaron introducir a otros

combatientes.

Fue descrito de igual modo el empleo de la emboscada en el combate

de Meriño bajo el mando directo de Fidel, en la segunda etapa de la ofensiva.

En el pensamiento militar del Comandante en Jefe de la Revolución

Cubana, la concepción de la emboscada deviene en un paradigma para las

futuras legiones de combatientes contra los opresores de pueblos y naciones.

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12. La precisión y el detalle en el pensamiento de un jefe

Según hemos repetido, el Comandante en Jefe ha tenido siempre la cualidad

de no descuidar ningún aspecto, ni siquiera un solo detalle, desde el nivel

estratégico hasta lo más mínimo de una acción combativa.

Un ejemplo concreto puede ser el reconocimiento y estudio del terreno

para futuras operaciones de guerrillas y emboscadas. En este sentido: «[...]

La intención del jefe rebelde (Fidel) es precisamente explorar las

posibilidades que puede ofrecer parte de la Sierra para la acción futura de la

guerrilla» (14, p.1).

Más adelante: «[...] Fidel no ha querido cruzar directamente en busca

de la falda norte de la loma, sino dar un rodeo para seguir conociendo nuevos

rincones de la Sierra» (p. 5).

Se trata de asegurar una de las grandes ventajas de quienes

defienden un territorio frente a cualquier fuerza invasora: el conocimiento del

terreno. Esta apreciación, que es válida para la preparación militar cualquiera

que sea el carácter de las posibles acciones, es por supuesto igualmente

aplicable, y de manera particularmente enfática, al entrenamiento para la

lucha irregular. «[...] el guerrillero debe tener un conocimiento cabal del

terreno que pisa, sus trillos de acceso y escape, posibilidades de maniobrar

con rapidez, apoyo del pueblo, naturalmente, y lugares donde esconderse»

(4, p. 34).

Lo anterior encierra tal significado, que puede decirse que es la

fortaleza táctica principal para que un grupo muy pequeño de guerrilleros

pueda derrotar a una unidad enemiga integrada por fuerzas y medios muy

superiores, e incluso defender de manera inexpugnable una posición

determinada: «Es que las posiciones defendidas por los soldados guerrilleros,

cuando se ha podido hacer un estudio cabal del terreno, son inexpugnables.

No se cuenta cuántos soldados atacan sino cuántos soldados pueden

defenderla, y una vez establecido ese número se defiende contra un batallón

y casi siempre, por no decir siempre, con éxito» (p. 45).

Es especialmente significativa la preocupación del Comandante Fidel

Castro en relación con los servicios de inteligencia de la guerrilla: «Poco a

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poco, la guerrilla ha ido creando en los lugares por donde pasa una eficiente

red de colaboradores e informantes. Fidel [...] prefiere [...] mantener un ritmo

más lento en la marcha hacia el corazón de la Sierra —aun corriendo riesgos

mayores— con tal de asegurar la necesaria retaguardia campesina, que

habrá de desempeñar un papel crucial en una lucha de las características de

la que ahora se inicia» (13, p. 3). Observación: el 2 de enero de 1957, la

columna guerrillera contaba con 24 combatientes.

La importancia de las marchas para el adiestramiento de los

guerrilleros fue identificada por el Comandante en Jefe como un

indispensable factor de preparación física, de enorme significación en el

proceso de formar y foguear a los combatientes del Ejército Rebelde para las

muy duras condiciones en que habría que realizar la Guerra de Liberación

Nacional.

Al llegar a las montañas el refuerzo procedente de Manzanillo, a

finales de marzo de 1957, Fidel consideró que antes de someter a los nuevos

guerrilleros a la prueba que representa un combate, convenía iniciar su

formación en los rigores y dificultades de la vida en guerrilla, y en el

enfrentamiento a los retos que imponía moverse en abruptos y elevados

relieves como los de la Sierra Maestra.

En consecuencia, el contingente rebelde se desplazó durante semanas

por las elevaciones de la Sierra, avanzando hacia sus zonas más agrestes.

Para el jefe guerrillero, las caminatas tenían, por una parte, el carácter

de un necesario entrenamiento tanto físico como psicológico y, de otro lado,

constituían una necesidad de conocimiento de lo que sería el teatro de

operaciones del Ejército Rebelde en los meses siguientes y de seguridad del

destacamento guerrillero, que no debía permanecer más tiempo del

imprescindible en un mismo lugar en aquella primera etapa de la guerra.

A mediados de abril, el destacamento ya había realizado largas

marchas por el firme y las estribaciones de la Sierra, conociendo el terreno en

sus accidentes, ríos y topografía, en constante fogueo y entrenamiento (15, p.

6).

La realidad de la guerra dio la razón a Fidel. Con conocimiento de

causa, reflexionó el Comandante Ernesto Che Guevara: «[...] un hombre

puede caminar durante horas de la noche entre treinta y cincuenta kilómetros

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[...]. Siempre es preferible, en estos casos, actuar de noche, en el mayor

silencio posible antes y después de realizar la acción y se deben elegir las

primeras horas nocturnas [...] habrá veces que las horas de la madrugada

serán mejores. Nunca conviene habituar al enemigo a una forma determinada

de guerra; hay que variar constantemente los lugares y las horas de

operación y las horas de hacerlo también» (4, pp. 55-56).

La precisión y el detalle en el pensamiento de Fidel como jefe

guerrillero se pusieron de manifiesto también en el plano al que se refieren

estos párrafos y citas. Y desde estos puntos de vista, se evidencia asimismo

su conocimiento de las guerras en los duros años de la lucha armada en las

montañas orientales.

Puede considerarse que las marchas de un contingente militar, las

cuales son de hecho un traslado de una ubicación a otra, se subordinan a

dos condiciones de carácter fundamental: la movilidad de las tropas y el rigor

o precisión del movimiento de traslado.

La primera condición exige que el desplazamiento se realice sin

deterioro inútil o injustificado de las fuerzas. La segunda, que en sí está muy

vinculada con la primera, de modo que casi pudiera verse como un corolario

de aquélla, se refiere a la ejecución correcta e inobjetable de los movimientos

de la fuerza viva, el armamento y los medios de combate, en

correspondencia con la estrategia concebida y el plan táctico previsto.

El cumplimiento de estas dos condiciones se hace más complejo y

difícil cuanto mayor sea el contingente o la agrupación militar que se traslada,

pero ambas pueden aplicarse en esencia a cualquier fuerza que pueda

definirse como tal en términos de operatividad o efectividad combativa.

De manera prácticamente absoluta es aceptable afirmar que en tanto

más pequeña sea una tropa en número de efectivos y menos complejo el

equipamiento a mover, la facilidad y la precisión para la realización de la

marcha serán proporcionalmente mayores, siempre que se actúe de manera

consecuente en relación con esta idea del movimiento de la fuerza.

Sin embargo, por cierta que en general pueda ser la anterior

afirmación, en las condiciones de la guerra regular muchas veces la

estrategia y la táctica requieren el desplazamiento de fuerzas relativamente

grandes.

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En esas circunstancias la división de las tropas para la marcha se

subordina en primer lugar al plan de combate, aunque resulta lógico hacer

esta división para facilitar el movimiento, siempre que ello no comprometa

dicho plan.

En la guerra de guerrillas, la conveniencia de dividir las fuerzas para

las marchas se hace relativamente más marcada, entre otros factores por

razones de seguridad. Precisamente por esto, es frecuente que la guerrilla

tenga que desplazarse grandes distancias, lo cual requiere adecuada

preparación física.

Pero también por la misma razón, la precisión en los movimientos,

generalmente ocultos y sin dar pistas al enemigo o llamar su atención,

requiere preparación táctica previa, control del sistema nervioso, y también

preparación física motora.

Por otra parte, un destacamento guerrillero relativamente numeroso

que deba efectuar una marcha, puede valorar hacerlo de manera dividida por

itinerarios diferentes aunque aproximadamente paralelos. Esto es

particularmente conveniente en terreno desfavorable para la guerrilla. Lo

fundamental es que se escojan adecuadamente la ruta para la marcha y las

horas que propicien el movimiento más protegido y oculto, así como que se

asegure la cooperación entre las columnas, pequeñas unidades o grupos de

combatientes.

En otro orden, si se trata de acceder al teatro de operaciones en que

se espera librar un combate, y hay que asegurar la presencia a tiempo de

una fuerza determinada, la marcha deberá generalmente utilizar atajos de

peores condiciones, si resulta necesario. En la práctica, casi siempre es así.

De manera particular en el marco de la guerra irregular, la elección de

los peores caminos es muchas veces cuestión de seguridad, aunque no se

espere un encuentro.

En términos generales, un principio básico del arte de la guerra, que la

historia de los conflictos armados de cualquier naturaleza ha corroborado,

postula que siempre que exista la posibilidad de un encuentro, las tropas

deben organizarse para una marcha de tal manera que cada agrupación de

fuerzas o unidades en que se haya dividido la propia marcha, si tal división se

ha efectuado, esté en capacidad de librar un encuentro independiente.

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Cabe decir que en el caso de la guerra irregular, la experiencia

acumulada, la cual fue ampliamente ratificada en la segunda mitad del siglo

XX, en condiciones muy diferentes a las de siglos anteriores, indica que

también las pequeñas unidades y grupos de guerrillas que se organizan para

una marcha, deben hacerlo de modo que, en general, puedan realizar un

encuentro análogamente independiente.

El empleo práctico de esta experiencia combativa, tanto en relación

con el desplazamiento de las tropas de la tiranía, como en el plano de los

movimientos de la propia guerrilla, también fueron factores que contribuyeron

a librar la Guerra de Liberación Nacional y alcanzar a la vez la victoria contra

la tiranía en un tiempo relativamente corto, pese a una enorme diferencia en

fuerzas y medios a favor de la dictadura.

Ello se debió en primer lugar a la certera conducción de la lucha

armada contra la tiranía de Batista y el cuantioso apoyo que le proporcionó el

gobierno imperialista de Estados Unidos. Es decir, se debió en primer lugar a

la conducción de la guerra por el Comandante Jefe de la Revolución.

Al terminar la guerra, el Ejército Rebelde no contaba con más de tres

mil hombres sobre las armas (1, p.135). Pocas veces en la historia de las

guerras un ejército alcanzó la victoria con una correlación tan desfavorable.

En este resultado tuvo un gran peso el apoyo combativo de la lucha

clandestina. Asimismo fue altamente significativa la cooperación práctica y el

respaldo moral de la población en cada territorio del país. En estos dos

últimos grandes factores fue determinante la estrategia y la política de la

dirección revolucionaria.

13. La ética del Ejército Rebelde

Un comportamiento de genuino sentido humano que el Comandante en Jefe

inculcó en el Ejército Rebelde fue el respeto por la integridad física y moral

del adversario. Jamás un prisionero fue vejado ni humillado. La vida del

soldado enemigo que se rendía era una cuestión de honor para el

combatiente rebelde. Los médicos rebeldes atendían a los prisioneros

heridos y enfermos con tanto o más cuidado que tratándose de los

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combatientes propios, y las escasas medicinas disponibles se distribuían con

equidad entre unos y otros.

Esa ética se convirtió en emblema y orgullo de la Revolución Cubana,

y fue extendida a los nuevos campos de batalla en seis décadas de

enfrentamiento al imperialismo, dentro y fuera de nuestro país.

Entre la multitud casi incontable de ejemplos que demuestran el

cumplimiento de este código, vale recordar que durante la contraofensiva del

Ejército Rebelde en julio de 1958, después de la histórica Batalla de El Jigüe,

fueron entregados a la Cruz Roja Internacional 253 prisioneros, (8, p.105)

entre ellos varios heridos, quienes recibieron con admirable rigor profesional

la atención médica que fue posible dentro de las limitaciones de las fuerzas

revolucionarias, que enfrentaban entonces el peso que significaba la

concentración de las mejores tropas de la tiranía contra la Sierra Maestra.

En la travesía del yate Granma que trajo a las costas de la porción sur

occidental de la antigua provincia de Oriente a los 82 expedicionarios que,

con Fidel al frente, viajaron apretujados en una embarcación diseñada para

no más de 12 a 14 personas, para iniciar la Guerra de Liberación Nacional, y

cumplir la voluntad inconclusa de los mambises, se pusieron de manifiesto

diferentes expresiones de las concepciones éticas del Comandante en Jefe,

las que fueron transmitidas al entonces naciente Ejército Rebelde.

Esta ética impregnó en lo adelante toda la lucha contra la tiranía

batistiana, tanto en las montañas como en la clandestinidad del llano, marcó

desde su nacimiento a las Fuerzas Armadas Revolucionarias y, desde que

surgió como institución, al Ministerio del Interior, y acompañó a todas las

acciones de defensa nacional e internacionalistas de la Revolución Cubana.

Como expresión de esta misma ética, descuella el cumplimiento de la

promesa de Fidel de alcanzar la libertad o el martirologio en el año 1956, vale

decir, a partir del arribo de la expedición libertadora a las costas cubanas.

En esta ética está la decisión de Fidel de arrostrar todos los riesgos y

peligros de sus compañeros de lucha.

Está también la decisión de enfrentar con espíritu de victoria todas las

contingencias desfavorables que pudieran encontrarse en el camino que

conduce al triunfo por la justicia y el alcance de la libertad, así como la

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verdadera independencia y soberanía de la Patria, como parte integrante de

la humanidad en correspondencia con la definición martiana.

Otra expresión de la ética fidelista, trasladada al Ejército Rebelde,

aconteció durante la travesía del yate Granma desde México con los 82

combatientes que iniciarían la guerra de guerrillas en la Sierra Maestra, con

motivo de la tempestad que retrasó y puso en peligro de naufragar al

Granma, y provocó la caída accidental al mar embravecido de uno de los

expedicionarios: Roque, ex teniente de la Marina de Guerra.

Mostrando con hechos la disposición de arriesgar lo que fuera

necesario por uno solo de los hijos de la Patria, tuvo lugar la decisión de Fidel

de no continuar el viaje sin antes rescatar al expedicionario que cayó al mar

en medio de la tormenta, arrostrando el peligro de retrasar la llegada del yate

a la costa sur del oriente cubano, y de hacer frente a cualquier consecuencia

de esa demora, o a cualquier nuevo riesgo vinculado a la tardanza en llegar

al destino previsto, o que tuviera relación con la tempestad, con su efecto en

el yate o con el oleaje marino.

Ya desde los preparativos y el entrenamiento de los expedicionarios en

México, antes de que pudiera zarpar el Granma hacia Cuba, Fidel había

mostrado la misma preocupación por sus compañeros y la decisión de no

abandonar a ninguno. Del relato del Che «Una revolución que comienza»,

que ejemplifica esta actitud del Jefe de la Revolución, reproducimos

parcialmente un relativamente largo parlamento que destaca con hechos su

manera de proceder:

[…] también cayó en poder de la policía nuestro rancho, situado

en las afueras de la ciudad de México y fuimos todos a la cárcel.

[…]. Hubo quienes estuvieron en prisión cincuenta y siete días

[…], con la amenaza perenne de la extradición sobre nuestras

cabezas […]. Pero, en ningún momento perdimos nuestra

confianza personal en Fidel Castro. Y es que Fidel tuvo algunos

gestos que, casi podríamos decir, comprometían su actitud

revolucionaria en pro de la amistad. […] le expuse

específicamente mi caso: un extranjero, ilegal en México, con

toda una serie de cargos encima. Le dije que no debía de

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manera alguna, pararse por mí la revolución, y que podía

dejarme; que yo comprendía la situación y que trataría de ir a

pelear desde donde me lo mandaran y que el único esfuerzo

debía hacerse para que me enviaran a un país cercano y no a la

Argentina. […] recuerdo la respuesta tajante de Fidel: «Yo no te

abandono». Y así fue, porque hubo que distraer tiempo y dinero

preciosos para sacarnos de la cárcel mexicana. Esas actitudes

personales de Fidel con la gente que aprecia son la clave del

fanatismo que crea a su alrededor, donde se suma a una

adhesión de principios, una adhesión personal, que hace de este

Ejército Rebelde un bloque indivisible. (40, «Pasajes de la Guerra

Revolucionaria», t. I, pp.193-194).

A lo largo de los años, cada vez que fue necesario, esta manera de

expresar la ética de una Nación se ha hecho presente. Sobran, si quisieran

mencionarse, ejemplos de ello.

El encuentro de los hermanos Fidel y Raúl Castro en Cinco Palmas fue

una muestra de esta ética. Puede entenderse que el simbolismo de Cinco

Palmas expresa el compromiso de los asaltantes de los cuarteles Moncada y

Carlos Manuel de Céspedes con los expedicionarios del Granma, y con el

pueblo de Cuba al que Fidel prometió la libertad o el martirologio en 1956,

con el inicio de la guerra contra la tiranía en la serranía oriental.

Esta expresión de ética significa no abandonar jamás la lucha ni dejar

a su suerte a quienes confiaron en los líderes principales de la rebelión frente

al tirano, y lo que representaba el régimen de Batista, con el imperialismo

detrás de su aparente protagonismo del zarpazo golpista del 10 de marzo de

1952.

El optimismo de Fidel ante el encuentro de Cinco Palmas implica otra

expresión de ética. Tiene el significado de que, al comprometer en la lucha a

los que dieron el paso al frente y se enrolaron en el Granma, se les estaba

diciendo que, con el aporte de todos los patriotas de vanguardia, solo podía

esperarse la victoria, y el inmediato y progresivo cumplimiento del programa

del Moncada.

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Este fue otro mensaje ético que incorporó a su código de actuación el

Ejército Rebelde, así como la lucha clandestina contra la satrapía entreguista

batistiana, y se convirtió en divisa de la Revolución en los tiempos por venir.

El optimismo realista de Fidel quedó plasmado en la histórica

resistencia de la Revolución Cubana ante agresiones de todo tipo. El devenir

de los tiempos ha confirmado la certeza del pensamiento positivo del jefe de

la Revolución. Queda constatado en cada nueva victoria en el ya largo

transcurso del proceso revolucionario cubano.

En un especial hito histórico, nuestra Patria no fue arrastrada por el

derrumbe de la Unión Soviética y del campo socialista europeo. El

protagonismo de este nuevo Baraguá corresponde a Fidel. Y detrás de él, al

Partido Comunista cubano que no se apartó del pueblo, ni cayó en las

condenables contradicciones de los partidos rectores en los países que

sucumbieron en aquella debacle político social.

La ética de Fidel, encarnando aquella misma eticidad del Moncada, el

Granma y el Ejército Rebelde, se hizo manifiesta ante el desplome del

denominado «socialismo real». Esta vez, de nuevo, ante el pueblo de Cuba.

La nación no claudicaría de conjunto con el desastre de Europa del

Este. No tendría cabida otro Zanjón. Por el contrario, la Dirección de la

Revolución no renunciaría, bajo ninguna circunstancia o dificultad de

cualquier género, a la independencia y soberanía de la Patria, ni a la justicia

social para el pueblo que abrazó la obra revolucionaria.

De otro lado, en su perspectiva del pueblo cubano, la decisión fidelista

en cada coyuntura trascendental expresa su inagotable fe en este pueblo.

Implica también la confianza en el amplio componente popular de nuestra

ciudadanía. En la dualidad dirección revolucionaria-pueblo revolucionario, es

expresión de la Revolución de los humildes, por los humildes y para los

humildes, como tantas veces Fidel definió a la Revolución Cubana.

El 18 de diciembre de 1956, a solo dos semanas del desembarco del

Granma con su carga patriótica de 82 hombres, se reunieron en Cinco

Palmas, Sierra Maestra, Fidel, Raúl, y un exiguo grupo de combatientes

hasta totalizar 12. De momento, a esa cantidad se reducía el Ejército Rebelde

bajo el mando de su jefe y fundador. Por añadidura, disponían de solo siete

fusiles. Es decir, menos de uno por soldado.

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La declaración de Fidel en aquel momento: «Ahora sí ganamos la

guerra», enuncia la ética, la confianza y el respeto solo propios de los

verdaderos conductores de pueblos. Palabras parecidas pronunció otro

símbolo del patriotismo y la entereza de la única e indivisible Revolución

Cubana. Ellas fueron dichas por el legendario Mayor General del Ejército

Libertador Ignacio Agramonte a la altura de la terminación de la sexta

centuria del siglo XIX.

Ahora en la Sierra Maestra, otro abogado y jefe del nuevo Ejército

Mambí, levantaba la antorcha del Bayardo camagüeyano para no perderla

nunca más.

Al visionario Fidel Castro no lo arredraba el colosal aparato militar y

represivo de la tiranía, cuyo abastecimiento en medios de combate, de apoyo

y logísticos era el más moderno de la época. El suministrador era la primera

potencia militar y económica de la Tierra. El gobierno imperialista de Estados

Unidos estaba decidido a mantener en un puño al continente que

consideraba su traspatio latinoamericano, en el apogeo de la guerra fría.

A Fidel no lo amilanaba tampoco el hecho de que la tiranía disponía de

más de ochenta mil soldados en su Ejército. Pero en su certidumbre de ganar

la guerra no hablaba un iluso y exaltado guerrero enfrentando a molinos de

viento.

Hablaba un soldado patriota y revolucionario convencido del potencial

que reside en las lecciones de la historia latinoamericana y universal, del

poder de las ideas más nobles y justas encarnadas en el género humano, y

de las capacidades de esos mismos hombres y mujeres para vencer todos

los obstáculos en la defensa y victoria de esas ideas.

Fidel ha sido un Quijote. Pero como tantos conductores de pueblo, un

Quijote en el sentido vertical del calificativo, lleno de la dignidad, rectitud,

honor y nobleza humanos que quiso transmitir Cervantes en su obra inmortal.

El Ejército Rebelde hizo suyo el mensaje de Cinco Palmas, y se

dispuso a batirse hasta la victoria final. La lucha clandestina también lo

incorporó a su riesgoso quehacer. Y poco más de dos años después, se

alcanzó el triunfo del Primero de Enero de 1959 tras épica contienda, y se

inició la construcción de la nueva sociedad. El conductor de la guerra y de la

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Revolución tuvo toda la razón el 18 de diciembre del 56 en el encuentro de

los doce hombres en aquel punto de la Sierra.

Faltando un día para que se cumpliera el primer mes del pequeño —

numéricamente dicho— reagrupamiento en Cinco Palmas, fue llevada a cabo

la primera ofensiva rebelde contra el ejército de la tiranía. Además de las

razones estratégicas y las posibilidades tácticas de esa primera acción que

implicaba un ataque, ella puede interpretarse en el plano ético como una

expresión de respeto a la Nación.

La jefatura del Ejército Rebelde quiso demostrar cuanto antes las

mentiras propaladas por el régimen de Batista en relación con la expedición

rebelde y su máximo líder, y para ello empleó la primera posibilidad real de

una acción militar ofensiva.

El objetivo seleccionado por el Comandante Fidel Castro para

desvirtuar las falsedades de los voceros de la dictadura, y a la vez mostrar la

vitalidad de la guerrilla, fue el pequeño cuartel ubicado cerca del reducido

estuario del río La Plata. El 17 de enero de 1957, el grupo rebelde dirigido por

Fidel atacó el cuartel en horas de la madrugada. En la acción participaron 22

combatientes del naciente Ejército Rebelde (casi el doble de los que se

habían reunido en Cinco Palmas). En solo media hora se consumó la

rendición de los soldados del cuartel. No hubo bajas de la parte rebelde. El

ejército de la tiranía sufrió siete bajas, distribuidas entre dos pérdidas fatales

y cinco heridos.

El Comandante Fidel decidió liberar a la tropa del cuartel rendido,

previa atención a los heridos. Quedó expresada en esa primera acción

ofensiva la ética que acompañaría en toda la guerra al Ejército Rebelde.

Además de esa actitud totalmente distinta a la brutal represión que tipificó

siempre a los jenízaros de la tiranía, el ataque al cuartel de La Plata sirvió

para mostrar la falsedad de la liquidación de los rebeldes desembarcados en

la costa sur de Oriente, repetida por el régimen una y otra vez, la mentira de

la muerte de Fidel, igualmente propalada, y para hacer visible la vitalidad de

la fuerza guerrillera.

Ya en los días previos al ataque al cuartel de La Plata, los rebeldes

habían aumentado significativamente su armamento en comparación con los

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siete fusiles de Cinco Palmas. Además de triplicar estas armas, el aumento

implicaba mayor poder de fuego.

Este incremento residía en cuatro armas automáticas: dos

ametralladoras Thompson y dos pistolas ametralladoras, y en el potencial de

precisión aportado por casi una decena de fusiles con mirilla telescópica, de

acuerdo con la descripción del combate de La Plata hecha por el

Comandante Ernesto Guevara (p. 208).

Con las armas y municiones requisadas en el cuartel, el arsenal

rebelde tuvo un nuevo aumento. Como un símbolo de la primera acción

ofensiva del Ejército Rebelde, en ella se hizo realidad el postulado de Fidel

de que el primer proveedor de armas de la guerrilla sería el ejército de

Batista. Este aserto se cumpliría reiteradamente en el transcurso de la Guerra

de Liberación Nacional.

En su libro Ese Sol del Mundo Moral, que según la definición del

enfoque temático del propio autor no responde a una indagación filosófica,

sino a un conjunto de reflexiones orientadas «con ánimo empírico» a captar

«la progresiva concepción de la justicia, y las batallas por su realización en la

historia cubana» (19, Prólogo, p. 5), Cintio Vitier invoca la ética de Fidel.

El autor de esta obra, de conocida filiación martiana, le adjudica una

connotación ética al «primer acto de Fidel Castro contra el golpe de estado

de Batista» (p. 180), que consistió en denunciar la traición perpetrada

mediante ese cuartelazo, en un escrito dirigido al Tribunal de Urgencia de La

Habana en su condición de abogado, transcurridos pocos días del golpe.

Citando a Vitier, el entonces joven letrado Fidel Castro tomó como

base el Código de Defensa Social de la época para acusar a Batista de haber

cometido delitos cuya sanción correspondiente era de más de 100 años de

cárcel.

En el mismo documento de denuncia, Fidel expresó textualmente las

palabras que Vitier reproduce en su libro, las cuales citamos seguidamente:

«Sin una concepción nueva del Estado, de la sociedad y del ordenamiento

jurídico, basados en hondos principios históricos y filosóficos, no habrá

revolución generadora del Derecho» (p. 180).

En esta cita de Fidel es clara la alusión a las limitaciones de la

Constitución vigente en Cuba en ocasión del golpe militar de marzo de 1952

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que instaló a Batista en el poder y su apelación a principios de carácter

histórico y también filosófico en aras de una revolución, evidentemente social,

que la convierta en fuente del Derecho.

Todo ello con independencia de la acusación a Batista de haber

violado el Código de Defensa Social vigente con acciones ilegales, para las

que el propio código establecía la sanción mencionada.

En pocas palabras: Fidel dejaba claro que el golpe de estado era un

vulgar zarpazo al orden institucional, y de ninguna manera una revolución

justamente generadora de Derechos.

La misma denuncia contra Batista es coherente con el posterior

alegato de defensa de Fidel conocido como La historia me absolverá, en

ocasión del juicio por los acontecimientos del Moncada, alegato que

constituyó el programa de la Revolución que sucedería al derrocamiento del

tirano. Esa coherencia quedó expresada con las siguientes palabras del jefe

del asalto al Moncada, también citadas por Vitier:

«Si frente a esa serie de delitos flagrantes y confesos de traición y

sedición no se le juzga y castiga, ¿cómo podrá después ese tribunal juzgar a

un ciudadano cualquiera por sedición o rebeldía contra ese régimen ilegal

producto de la traición impune?» (p. 180). El subrayado es nuestro.

Queremos destacar que el empleo de ese término por Fidel Castro,

abogado con civismo y hombre de honor, dejaba constancia desde los

primeros momentos del golpe de estado, gestado en los cuarteles con el

apoyo del gobierno norteamericano, del derecho de rebelarse contra la

traición anticonstitucional de Batista, llevada a cabo con los objetivos de

asegurar la permanencia del status quo pseudo republicano en la sociedad

cubana y proteger los intereses imperialistas en nuestro país.

Según lo interpreta el autor citado, «A la fuerza bruta se oponía el

Derecho, el cual fue violado (constitucionalmente) por un senador de la

República (el ya exdictador de Cuba había sido elegido para el Senado de la

pseudo república en el proceso electoral general anterior al golpe de estado)

que, como tal, debía fidelidad a la Constitución y a las leyes […]» (p.181).

A esto puede agregarse que Batista, al momento del cuartelazo, era

candidato a la presidencia por el partido fundado por él mismo para las

elecciones nacionales a realizarse el 1ro de junio de ese propio año 1952. Es

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decir, este senador y aspirante a la presidencia pudo esperar el proceso

eleccionario que supuestamente determinaría su nominación presidencial.

Pero Batista, y el gobierno de Estados Unidos, conocían que en esas

elecciones del 52 el triunfo seguro era para el candidato a la presidencia por

el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) fundado por Eduardo Chibás, quien

en agosto de 1951 se había hecho un disparo ante los micrófonos de una

radioemisora de alcance nacional, con el propósito de suicidarse en un gesto

que este honesto líder político denominó «el último aldabonazo» dirigido a la

conciencia cívica del pueblo de Cuba.

El riguroso sentido de vergüenza política de Chibás lo llevó a tan

drástica decisión. El líder del Partido Ortodoxo había acusado de

malversación de fondos públicos al Ministro de Educación del espurio

gobierno de turno, José Manuel Alemán. Aunque la corrupción del ministro

Alemán era ampliamente conocida por la población, junto al latrocinio

gubernamental imperante en la Cuba de entonces, Chibás no pudo demostrar

documentalmente el robo descarado del ministro en la tesorería de la pseudo

república.

A la luz de todos estaba el tren de vida que llevaba el ministro, muy por

encima del sueldo que le correspondía como tal. A la vista estaban también

las infinitas carencias del sector educacional como resultado del robo de su

presupuesto.

Pero en el marco de las falsedades documentales que enmascaraban

el robo generalizado, en las que intervenía la corrupción extendida a todos

los organismos de gobierno, Chibás no pudo llevar a la radio la prueba, en

documentos de valor judicial, de la fraudulenta y amañada corrupción del

ministro Alemán. Ese hecho determinó su decisión de, con el disparo fatal,

dar su postrer aldabonazo en la conciencia del pueblo.

Chibás no murió de inmediato en el estudio de radio en que

desarrollaba su programa habitual de los domingos a las ocho de la noche.

Pero después de unos pocos días, falleció el 16 de agosto. El disparo que se

hizo aquel domingo en la emisora le había interesado órganos vitales, y no

sobrevivió a sus efectos. La muerte del líder de la ortodoxia conmovió al

pueblo cubano. Su dramática desaparición física estremeció a una

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ciudadanía que había reconocido en él a un dirigente de absoluta honradez y

de extraordinaria valentía personal y política.

Desde que fundó el Partido Ortodoxo, Chibás lo encauzó en una

cruzada política y moral por el adecentamiento de toda la estructura de poder

en el país y de las instituciones ligadas a ese poder gubernamental, en un

contexto de máximo deterioro de la moral y la honestidad en los estamentos

de gobierno a todos los niveles, y de máxima podredumbre ética y cívica que

salpicaba a no pocas instancias de la sociedad, intoxicadas por el latrocinio,

el peculado, la violencia mafiosa, el abandono de las clases humildes, el

abuso de todo tipo contra los desposeídos, la desidia, la vanidad de las

clases socialmente dominantes, y la injusticia inmanente en las gigantescas

diferencias económico sociales existentes en la Cuba de mediados del siglo

XX.

Dominándolo todo, los intereses imperialistas en los más diversos

planos de la economía, de la propiedad de la tierra, de las industrias

principales y de los consorcios fundamentales (electricidad, telefonía, sistema

bancario, etc.).

La consigna de Chibás: «vergüenza contra dinero», y su ingente

actuación por la decencia en todos los campos, le habían ganado el apoyo de

la gran mayoría del pueblo y de una parte también significativamente

mayoritaria de la juventud.

De modo que, aunque Chibás había muerto, al producirse el zarpazo

(como certeramente lo calificó Fidel) del 10 de marzo, el Partido Ortodoxo

conservaba suficiente prestigio en la sociedad cubana como para tener la

seguridad del triunfo de su candidato, el Profesor universitario Roberto

Agramonte, en las elecciones presidenciales de 1952.

La corruptela política, de la cual Batista era un claro representante, con

el gravamen de haber protagonizado en la década de los años 30 del siglo XX

la traición pro imperialista al gobierno que sucedió a la tiranía de Gerardo

Machado, y encabezado su primera dictadura desde la jefatura del Ejército,

en la que, entre otros crímenes, fue el responsable principal del asesinato del

gran revolucionario y patriota Antonio Guiteras, seguía viendo con temor la

inminente victoria ortodoxa en las elecciones del 1ro de junio.

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Por su parte, es evidente que los círculos del poder en Estados Unidos

se habían tomado muy en serio el peligro que significaba Chibás para sus

intereses en Cuba, y obviamente ese riesgo lo hacía extensivo al Partido

fundado por él.

En el Partido Ortodoxo quedaba gente de prestigio en la población de

nuestro país. En particular, jóvenes que por su verticalidad cívica y trayectoria

social se habían ganado una elevada autoridad moral. Entre ellos estaba el

propio Fidel, quien ya descollaba entre los cuadros jóvenes del Partido del

Pueblo Cubano. Una alta cuota de ortodoxos estuvo entre los asaltantes del

Moncada menos de dos años después de la desaparición física de Chibás.

Así que tanto el imperialismo, como su pieza de siempre Fulgencio

Batista, tenían suficientes razones para tratar de impedir el triunfo ortodoxo

en las presidenciales del 52.

Es perfectamente lógico asumir que la combinación de los intereses

estadounidenses en Cuba, que eran cuantiosos, y las ambiciones de Batista,

que eran muchas, junto a su presunción de que por la vía electoral de

ninguna manera llegaría otra vez a la presidencia, influyeron decisivamente

en la decisión de violentar la situación, y fraguar el golpe de estado.

Los acontecimientos ocurridos a lo largo de la tiranía inaugurada con el

cuartelazo del 10 de marzo confirman la lógica asumida. La tozudez y los

crímenes horrendos de la tiranía, así como el costoso apoyo total del

imperialismo al régimen batistiano, así lo atestiguan.

Retornando a las reflexiones de Cintio Vitier, coincidimos con este

consecuente martiano e intelectual de elevadas ideas cuando expresa, en

referencia a la denuncia de Fidel contra el golpista Fulgencio Batista con

inmediatez a su zarpazo anti cívico, presentada ante el Tribunal de Urgencia

habanero, que el joven y prometedor abogado, intachable ex presidente de la

Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y futuro jefe del asalto al

Moncada, Fidel Castro, en el reclamo de castigo contra el violador de la

Constitución de 1940 no respondía a una simple consideración teórica.

Vitier califica la denuncia de acto efectivo: «porque, al pedir el castigo

merecido, establecía el fundamento legal de la futura rebelión armada contra

un hecho que no generaba ningún derecho» (p. 181).

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En palabras de Fidel, el autor del libro que estamos citando escribe

que el golpe de estado «constituía una realidad trágica, absurda, sin lógica,

sin normas, sin sentido, sin gloria ni decoro, sin justicia».

En la interpretación de Vitier: «Cada uno de estos calificativos

(enunciados por Fidel) correspondía a todo el proceso de la seudorrepública

posmachadista […]. Lo que empezaba a fundamentarse en aquella denuncia

era una nueva “lógica” histórica y ética. Pero esa nueva lógica exigía una

ruptura y un nuevo comienzo que a su vez reanudara, actualizándolas, las

tradiciones de “gloria” del 68, el 95, y el 30». (p. 181).

En los días anteriores al asalto al Moncada, los próximos asaltantes de

la segunda fortaleza militar detentada por la tiranía de Batista conocieron en

detalles el Manifiesto del Moncada, elaborado por la Dirección del movimiento

revolucionario liderado por Fidel.

Es este Manifiesto una declaración de ética cívica y patriótica, y una

invocación a la historia nacional, basada en lo más puro de sus tradiciones de

lucha independentista y conceptos morales heredados de los fundadores de

nuestra nacionalidad.

En esta nueva versión del Manifiesto de Montecristi se invoca «el

espíritu nacional», para llamar a los noveles forjadores de la independencia

de Cuba a «proseguir la revolución inacabada que iniciara Céspedes en

1868, continuó Martí en 1895, y actualizaron Guiteras y Chibás en la época

republicana» (p. 181).

Esta revolución no concluida es identificada como la Revolución «de

Céspedes, de Agramonte […] de Maceo […] de Martí […] de Mella y de

Guiteras, de Trejo y de Chibás». (p. 181). Para ello se convoca a reiniciar la

guerra independentista, en una etapa definitiva de la única Revolución

Cubana.

El Manifiesto del Moncada fue redactado por uno de los jóvenes

asaltantes del cuartel santiaguero el 26 de Julio de 1953, el poeta Raúl

Gómez García, caído gloriosamente en la acción, «en acuerdo y orden de

Fidel y en nombre de la Generación del Centenario» del natalicio del Apóstol

José Martí (pp.181-182).

En otra cita del Manifiesto del Moncada, el autor referenciado recoge lo

siguiente: «La Revolución declara que no persigue odio ni sangre inútil […] La

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Revolución declara su amor y su confianza en la virtud, el honor y el decoro

del hombre» (p.182).

La ética patriótica y humanista, el espíritu nacional invocado en el

Manifiesto del Moncada, y la propia acción hidalgamente justiciera del asalto

al cuartel, fueron valores transmitidos al Ejército Rebelde e incorporados a la

lucha armada revolucionaria contra la tiranía, así como a los principios de la

Revolución triunfante el 1ro de Enero de 1959.

Estos valores han presidido el noble y valiente batallar del pueblo

cubano en la resistencia frente al poder imperial y el gran capital que han

tratado de destruir la única Revolución Cubana, en la construcción socialista

en nuestro país y en la colaboración internacionalista de Cuba en el mundo.

«La grandeza y el sacrificio» de los asaltantes del Moncada «no

estaría solo en la hazaña, por el momento trunca, y en la forma como

arrostraron la represión, la tortura y la muerte (o la vida, los que

sobrevivieron), sino también en los principios de moralidad revolucionaria,

esencialmente martianos, con que se lanzaron a la lucha.» (p. 182).

Los valores, que incluyen el desprendimiento y entrega de los

asaltantes del Moncada, incorporados a nuestro histórico y digno combate

por la Patria y por la Humanidad, han tenido como transmisor principal al Jefe

de la Revolución. El mensaje ético de Fidel ha estado presente en cada

expresión de esta larga y ya inmortal contienda.

La prédica a partir del ejemplo personal fue consustancial con el

Comandante en Jefe desde el inicio de su vida como patriota y

revolucionario. De ahí su inmensa autoridad moral para reclamar cualquier

noble sacrificio. «Los hechos demostrarían, en el combate del Moncada y en

la posterior campaña de la Sierra Maestra, que estos principios, enraizados

en la tradición cubana y tanto más admirables si se considera la enorme

desproporción de fuerzas y los métodos brutales de la tiranía, no eran simple

retórica». (pp. 182-183)

Y como un valor más, el optimismo de Fidel, válido para no perder la fe

en el triunfo de las mejores ideas de que es capaz el género humano. Las

palabras de Fidel a su grupo de asaltantes del Moncada, son todo un símbolo

para todos los tiempos:

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Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos, pero

de todas maneras […] este movimiento triunfará. Si vencen, se hará

más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá

de ejemplo al pueblo de Cuba, para tomar la bandera y seguir adelante.

[…] ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol, como en el 68 y en el 95, aquí

en Oriente damos el primer grito de Libertad o Muerte! (p.185).

Ante el ejemplo de la Protesta de Baraguá, como respuesta de Antonio

Maceo y sus seguidores a la claudicación incuestionable y el entreguismo

inmanente en el Pacto del Zanjón, el llamado de Fidel al pueblo cubano

entraña otra expresión de ética cívica y patriótica: ¡Cuba será un eterno

Baraguá!

Este ensayo no podía pasar por alto un apartado para resaltar la ética

sembrada por el Comandante en Jefe de la Revolución en el Ejército Rebelde

y en toda nuestra lucha independentista, libertaria y por el alcance de la plena

justicia para la Patria y para la Humanidad. Esta siembra de ética, para toda

actitud y actuación, es el mayor legado educativo de Fidel.

14. El magisterio de Fidel

Si se relaciona el magisterio de Fidel como jefe guerrillero y conductor del

pueblo con las leyes y los principios generales pedagógicos, no es difícil

encontrar su expresión en prácticamente todos.

Para poner de relieve uno de esos principios: entre la prédica y la

práctica del Jefe de la Revolución hay un vínculo indisoluble, el cual se

muestra de casi infinitas maneras, y como educador lo ubica en la definición

de Maestro que se debe a José de la Luz y Caballero.

En el plano de la Pedagogía Militar, Fidel pertenece a la estirpe de

quienes la Historia reconoce como jefes que en la acción personal,

individualizada, tanto educan como instruyen a sus subordinados, de acuerdo

con las dos dimensiones de un único proceder.

Su innato sentido pedagógico no es instintivo por cuanto es

cabalmente consciente. Ese entendimiento deviene maestría pedagógica por

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cuanto agrupa un conjunto de componentes de naturaleza social, los cuales

se suman para dar tal resultado magistral. Los por tantos que integran el

magisterio del Jefe de la Revolución Cubana pueden ser enunciados como

sigue:

- Conjuga con impecable coherencia la ideología política, los principios

éticos que la sustentan y el patriotismo.

- Sus objetivos identifican con precisión completa las necesidades del

cuerpo social y la vía para darles solución, mediante la interpretación y

la acción de quienes sienten y padecen esas carencias en términos de

verdadera justicia.

- Confía en las virtudes presentes y latentes en quienes certeramente

identifica como pueblo y las hace aflorar en el proceso de

transformación de la sociedad.

- Une inobjetablemente la teoría y la práctica en el análisis reflexivo de

las acciones inherentes al proceso y en las transformaciones objetivas

y subjetivas que están involucradas.

Como jefe guerrillero su aula es el escenario de la acción armada y

clandestina. En esencia todo el país. Su escuela es la propia sociedad. La

guerra popular deviene forma necesaria para transformarla. Pero es también

medio de transformación. En Fidel, el fin a alcanzar solo justifica que el medio

para lograrlo esté a la altura ética que el mismo fin entraña.

En el fundamento teórico-militar de la Pedagogía Militar Cubana

(PMC), se destaca la identificación que hace el Comandante en Jefe Fidel

Castro del factor espiritual, con los términos de conciencia, convicciones,

espíritu revolucionario, moral, motivaciones, ideas, razón, voluntad y

disposición, entre otros.

Según este fundamento, el factor espiritual es el primer factor de

victoria, que hace posible imponerse al enemigo en virtud de la fuerza de la

inteligencia y de las cualidades e ideas que lo constituyen, frente a las

fuerzas y medios de mayor desarrollo tecnológico en que se apoya el propio

enemigo.

Entonces, la pedagogía de Fidel reside en las cualidades morales y

volitivas, convicciones y concepciones que se distinguen en este factor

espiritual, que incluyen:

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- La conciencia respecto a los fines e ideales de lucha en cuanto al

significado ético-moral de los mismos en el plano de su justeza y

necesidad social y espiritual, en coherente armonía e identificación.

- Las convicciones morales y de confianza en las ideas para llevar a

cabo la lucha y lograr la victoria.

- El sentido de la dignidad, la disciplina y de la ética del combatiente

cubano, la valentía y la voluntad para vencer en las peores

condiciones. (Ver 20, pp. 35-37, y la cita que hace esta referencia en

p. 37).

La Pedagogía Militar Cubana está indeleblemente marcada por el

pensamiento del Comandante en Jefe, en particular por su pensamiento

militar, y por la integralidad de su definición de Revolución, del 1ro de Mayo

del año 2000.

La pedagogía del Comandante Fidel tiene su base en los fundadores

de la Nación cubana. El Comandante en Jefe ha sido un alumno excelente de

aquellos fundadores. Puede en efecto vincularse el estado de disposición

personal y de capacidad volitiva identificado por Fidel en el factor espiritual,

decisivo en el combate, con el concepto de moral, que incluye la ética pero va

más allá, abarcando al conjunto de valores que conforman la Virtud, tal como

fue percibida y estructurada por los fundadores de nuestra Nación,

simbolizados en Varela y Luz Caballero.

El magisterio del Jefe de la Revolución tiene un significado aún más

profundo. Su interpretación del factor espiritual lo vincula de hecho con su rol

como estadista y gobernante. El factor principal de victoria en el terreno de

las armas lo percibió en todo el ámbito social. Su ejecutoria en este contexto

y su legado ideológico así lo confirman.

Análogamente, el factor espiritual es el decisivo en todos los campos

del quehacer humano. Es el que ha presidido siempre las mejores acciones

en términos de Justicia y Virtud protagonizadas por el ser humano a lo largo

de la historia. No tienen que caber dudas de que Fidel lo percibió así.

Cuando el factor espiritual no se ha desplegado a plenitud, las mejores

intenciones de la obra humana se han visto limitadas en el alcance que las

mejores voluntades quisieron darle. Así, según el grado de inconsecuencia, la

obra humana ha quedado inconclusa. Y cuando lo inconsecuente cruzó el

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punto de no retorno respecto a los objetivos fundamentales, terminó

desplomándose.

El factor material siempre ha sido incompleto cuando se trata de

grandes propósitos. Si se obvia o se golpea el factor espiritual, el ser humano

pierde a su mejor aliado, de manera parcial, o totalmente en caso extremo.

En la vida de nuestro Comandante en Jefe se halla una infinitud de

ejemplos del significado que esto tiene para él. Citemos uno solo, que ha sido

una constante en su ejecutoria como conductor y guía: la voluntad llevada a

la práctica de compartir con otros pueblos lo que se tiene, no lo que sobra;

que además por todo lo que ha tenido que enfrentar Cuba desde el triunfo de

su Revolución, no nos ha sobrado nada.

El factor material, por sí solo, desprovisto de la virtud y las fuerzas

morales, puede conducir, y fácilmente conduce, al pragmatismo

deshumanizado o pseudo humanizado, al hedonismo, al egoísmo y a la falta

o ausencia de nobleza y solidaridad.

El factor espiritual, por el contrario, puede domeñar el fatalismo de

cualquier naturaleza. Por ejemplo, el fatalismo economicista, y someter a las

leyes económicas a la prevalencia de la ética y la moral en su significación a

favor del Bien y la Justicia.

Para los fundadores de nuestra nacionalidad, la Virtud cimentada en

valores es indispensable para conformar cabalmente el concepto de Patria, y

hacerlo realidad en la práctica. Conforme con este punto de vista, el Apóstol

de la independencia nacional, José Martí, lo resumió en tres palabras que

hemos repetido anteriormente: Patria es Humanidad.

Martí interpretó coherentemente el mensaje de los fundadores de la

nacionalidad cubana. Y el hecho de que la visión martiana forma parte de los

fundamentos y principios de la Revolución Cubana como proceso continuo

desde Céspedes hasta Fidel, ha sido cimiento decisivo de las fortalezas que

distinguen a nuestra Revolución de otros procesos revolucionarios, las que

determinaron que en horas de definiciones prevalecieran esos fundamentos y

principios.

Y es ese factor espiritual, ese legado espiritual enraizado en las bases

de nuestra nacionalidad, el que ha prevalecido en los momentos cruciales de

la Historia Nacional, y el que tendrá que prevalecer sobre el factor

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estrictamente o básicamente material para preservar en los tiempos por venir

los principios esenciales que caracterizan y definen la Revolución Cubana, y

con ella la Patria y la misma Nación en su significado de integridad cívico-

moral.

La Revolución triunfante en Cuba ha enfrentado la situación más difícil

y compleja en la historia de nuestra Patria a partir de su arribo al poder. Fidel

como conductor de este largo proceso ha sido sin duda alguna el mejor

discípulo martiano.

Fidel ha sido consecuente siempre con los ideales de la generación

que él mismo bautizó como la generación del centenario de Martí, los cuales

rigieron la lucha contra la tiranía de Batista, y ha actuado con la misma

consecuencia en su pensamiento y acción con todas las sucesivas

generaciones de compatriotas. Esa consecuencia a toda prueba de Fidel es

su mejor legado.

Pero el Comandante Fidel Castro asimiló a su vez el legado de lo más

representativo de las generaciones anteriores a la suya.

Esto significa la incorporación a su pensamiento de lo más positivo y

edificante de la historia nacional y la historia universal en el plano de las

ideas y de la práctica, sobre la base rectora de la ética, la moral, las virtudes

ciudadanas, humanistas y justicieras que se derivan de la nobleza de los

principios ético-morales que se sustentan.

Significan el honor, la dignidad y la actuación irreprochable, individual y

en colectivo de los seres humanos.

El magisterio fidelista se expresa también en la coherencia y

transparencia entre palabras y hechos. Predicar con el ejemplo personal.

Tomando como ejemplos, entre otros muchos posibles, la conexión de

Fidel con otros dos patriotas ejemplares de nuestras luchas independentistas,

en el marco del desprendimiento y la renuncia a las reales y posibles

condiciones materiales, ante el deber de hacer el bien a sus semejantes y

enfrentar el mal, tienen cabida las siguientes preguntas cuyas respuestas se

dejan a la reflexión:

¿Qué factores determinaron que Céspedes, hacendado y propietario

de esclavos, diera a estos la libertad, y lo pusiera todo en función de la

independencia nacional? ¿Qué factores determinaron que Agramonte, de

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familia pudiente y con un brillante futuro profesional, renunciara a esa

perspectiva para combatir por la libertad de la Patria? ¿Qué factores

determinaron que Fidel, de familia acomodada y con un igualmente brillante

futuro profesional, renunciara también a ese potencial personal y familiar para

enfrentarse a la tiranía y se impusiera la misión de combatir por el rescate de

la independencia y soberanía de la Patria, con la visión internacionalista

martiana?

Armando Hart Dávalos (39) escribió: «En los momentos que estamos

viviendo, nosotros, los que venimos del siglo XX, tenemos la responsabilidad

de hacer que las nuevas generaciones conozcan e interioricen la historia de

Cuba desde los tiempos forjadores de la nación hasta los procesos más

recientes, que juntos hemos compartido».

Agregó: «Para mantener en alto la bandera del Socialismo es

necesario investigar, estudiar y promover la tradición nacional cubana y en

especial el pensamiento de José Martí y de su principal discípulo Fidel

Castro».

Hoy, el principal discípulo de Martí es el Maestro primero de las

actuales y futuras generaciones de cubanos.

Una expresión práctica del magisterio de Fidel, entre otras muchas que

podríamos poner de ejemplos, es el tratamiento que le dio al resultado de la

Huelga Revolucionaria del 9 de abril de 1958. Es importante analizar este

hecho, acontecido en pleno desarrollo de la guerra de guerrillas en la Sierra

Maestra, porque en el mismo se conjugan un conjunto de elementos y puntos

de vista que ponen de manifiesto la integralidad de este magisterio, y

permiten interpretar que el desempeño magistral del Comandante en Jefe, en

el plano militar, va más allá que su excelencia como jefe guerrillero.

Decimos esto, porque como gobernante de una nación, como estadista

de proyección mundial, como revolucionario íntegro y prolífico, y como rector

ideológico de multitudes, generador internacionalista de ideas y de acciones

de gran alcance y efectos multifacéticos, la excelencia de Fidel es

ampliamente reconocida.

Estudiar la obra del Comandante Fidel Castro en el orden de su

proyección integral, rebasa con mucho las posibilidades de cualquier

vertiente literaria. Obviamente, tal estudio está fuera de este ensayo, tanto

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por su estructura y enfoque temático, como por sus objetivos dirigidos a

destacar el pensamiento militar del líder histórico de la Revolución Cubana.

Luego, en este punto pretendemos llamar la atención respecto a que el

jefe guerrillero se muestra a la vez, en relación con la huelga de abril,

además de como excelente Comandante Jefe de una guerra de guerrillas,

excelente como conductor de la Guerra de Liberación Nacional en todo su

alcance y en el plano de sus diferentes niveles de decisión, y también como

analista igualmente excelente de las particularidades del clandestinaje,

haciendo abstracción de su simultaneidad con la conducción de

destacamentos de lucha guerrillera.

La Huelga Revolucionaria del 9 de abril fue organizada por el

Movimiento 26 de Julio con el objetivo de acercar en el tiempo el desplome

de la tiranía de Batista, ahorrando vidas de combatientes contra la dictadura y

sufrimientos al pueblo cubano. Los organizadores de la huelga,

particularmente en los detalles de su realización en las diferentes regiones

del país, enfrentaban los escollos e inconvenientes de la lucha clandestina,

entre ellos la necesidad de evitar la fuga de información sobre los

preparativos de un evento de gran alcance. Además de los riesgos de

filtraciones que pudieran llegar al aparato de inteligencia del régimen, estaba

el peligro que significaba el feroz sistema represivo del tirano.

Todo lo anterior influyó en que, en no poca medida, la preparación de

la huelga se concentrara al interior del clandestinaje, sin tener la suficiente

convocatoria hacia quienes en definitiva tendrían que participar prácticamente

en su ejecución: los trabajadores de los centros laborales que tendrían que

paralizar su actividad en muy diversas actividades.

Al comenzar el paro, el movimiento huelguístico se concentró en

determinadas localidades. No hubo una respuesta lo suficientemente

extendida ni con la necesaria uniformidad. En La Habana y en Santa Clara,

además de otros lugares, los acontecimientos determinaron la pérdida de

valiosos militantes clandestinos en el proceso de desencadenamiento de la

huelga.

Por su significación práctica, la ciudad de Sagua la Grande, en la

antigua provincia de Las Villas, tuvo la mayor connotación. La ciudad llegó a

estar durante largas horas bajo el control revolucionario en partes

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importantes del casco urbano. De hecho, en Sagua se reeditó, en menor

extensión urbana, el alzamiento de Cienfuegos ocurrido en septiembre de

1957, menos de un año antes. La extensión territorial fue algo menor que en

Cienfuegos, pero el heroísmo de los defensores del control insurgente en la

ciudad fue el mismo.

La insuficiente homogeneidad de la huelga determinó que el ejército de

la tiranía concentrara fuerzas y medios sobre Sagua. Sin dejar de combatir,

los revolucionarios tuvieron que replegarse hacia las zonas colindantes. Con

el empleo de la fuerza aérea, una importante parte de los combatientes del

Movimiento 26 de Julio fueron aniquilados en Monte Lucas, fuera de la zona

urbana. Las pérdidas en vidas entre quienes protagonizaron la proeza de

Sagua la Grande fueron cuantiosas. La gran mayoría, como sucedió a lo

largo de la lucha contra la tiranía, estuvo integrada por jóvenes.

Antes del inicio de la huelga, en la zona de Quemado de Güines y

Rancho Veloz, próxima a Sagua, la fuerza guerrillera al mando del

Comandante Víctor Bordón apoyó el inminente paro con el ataque a

instalaciones militares del régimen. Se registraron también otras expresiones

de apoyo a los huelguistas en distintos lugares.

Desde las inmediaciones de Santiago de Cuba, fue atacado el cuartel

de Puerto Boniato en las primeras horas del mismo 9 de abril con el objetivo

de respaldar la huelga.

Pero lo cierto es que la Huelga del 9 de abril no logró los resultados

que se esperaban.

Después del triunfo de la Revolución, el Comandante en Jefe Fidel

Castro rindió un conmovedor homenaje a los héroes y mártires del

alzamiento en Sagua la Grande.

En el lugar conocido como Alto de Mompié, se llevó a cabo el 3 de

mayo de 1958 la reunión que analizó, desde las filas de la Revolución, el

resultado de la Huelga del 9 de abril. Se trata de una zona de la Sierra

Maestra que alcanzó fama con ese nombre. El nombre del lugar trascendió

porque Fidel lo denominó así, ya alzado en la Sierra. El motivo fue que al

llegar los rebeldes a ese punto, tan temprano como en el mismo diciembre de

1956 en que se produjo el desembarco del Granma, solo había una casa,

cuya cabeza de familia era el campesino Osvaldo Mompié, quien se

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convertiría en colaborador del Ejército Rebelde en la Guerra de Liberación

Nacional (41, p. 5).

La reunión para analizar las causas del fracaso de la huelga fue

presidida por el Comandante Jefe de la Revolución. A modo de sistematizar

las conclusiones de la reunión, se relacionan los siguientes elementos:

- Falta de suficiente preparación en el Llano para organizar y desarrollar

la huelga, lo que determinó una limitación determinante: la no

incorporación de otros sectores políticos a los comités de huelga más

allá del Movimiento 26 de Julio en la clandestinidad. Esta importante

falla organizativa ocurrió a pesar de orientaciones anteriores del propio

Fidel con un llamado a la unidad, y la declaración del Frente Obrero

Nacional (FON) como el organismo obrero para la dirección del paro

(p. 4). Estas indicaciones del Jefe de la Revolución fueron circuladas

en todas las provincias, pero no así en La Habana (p. 4).

- La no consideración del rol activo que debía tener la clase obrera en el

movimiento huelguístico, así como insuficiencia en las comunicaciones

en interés de la propia huelga.

- Además de subestimar al movimiento obrero, la emisión incorrecta de

informaciones y el tratamiento igualmente equivocado de la

interrelación política con otras organizaciones que se oponían a la

tiranía de Batista, con el propósito de relegarlas a un plano secundario

detrás del Movimiento 26 de Julio (p. 4).

- Deterioro de la organización obrera auspiciada por el Movimiento 26

de Julio, como reflejo de no priorizar la unidad en el frente político anti

batistiano, así como de muestras de sectarismo en la relación con el

Partido Socialista Popular (PSP) que ya se había ido aproximando a la

línea insurreccional para combatir a la tiranía.

- La idea subyacente en la Dirección del Llano (organización clandestina

del Movimiento 26 de Julio) de que mediante la huelga era factible

hacerse del poder en las ciudades. Esta idea condujo a la perspectiva

errónea de tomar la ciudad de La Habana por las milicias del

Movimiento, sin sopesar acertadamente el potencial de la tiranía en la

capital.

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- La idea equivocada de ver en las milicias del Llano una tropa paralela

y no complementaria de la que operaba en la Sierra, aunque las

milicias no habían adquirido la preparación militar, física ni mental en

el plano combativo que justificara tal criterio, y sin haber sido objeto

del mismo proceso de selección que el Ejército Rebelde en cuanto a

rigor (p. 4).

- La evidencia de que persistían, a lo largo del proceso de organización

de la huelga, algunas incomprensiones y recelos, ya advertidas por el

mando de la Sierra, que aunque tuvieran carácter involuntario, incidían

en factores de descoordinación, y afectaban el reconocimiento de la

necesaria subordinación de las milicias del Llano a las fuerzas

guerrilleras serranas. Este cuadro no convenía a la dirección de las

acciones militares de la Revolución. Existe razón para entender que se

reflejó también en una incorrecta perspectiva de la organización y

puesta en práctica del paro huelguístico de abril bajo la dirección del

Llano.

El fracaso de la Huelga Revolucionaria de abril alentó a la tiranía, y al

imperialismo que la respaldaba, para lanzar la ofensiva militar del verano de

ese año contra el bastión rebelde de la Sierra Maestra, cuyo rechazo y

derrota fueron objeto de descripción y análisis en apartados anteriores.

Los acuerdos principales adoptados a consecuencia del análisis en el

Alto de Mompié pusieron de manifisto el magisterio integral de Fidel, que

quisimos resaltar mediante el manejo que el Jefe de la Revolución le dio a los

resultados de la huelga.

Estos acuerdos estuvieron dirigidos a fortalecer la unidad de todos los

revolucionarios para derrocar a la tiranía. Fidel fue designado Comandante

en Jefe de la Revolución. Resultó reestructurada la Dirección Nacional del

Movimiento 26 de Julio. Al frente de toda la dirección política y militar de la

Revolución quedó nombrado Fidel. Esto incluía la Secretaría General del

Movimiento y la comandancia de todas las fuerzas, entre ellas las Milicias.

(41, pp. 3-5).

Como bien se destaca en las conclusiones del trabajo que se cita, en

la reunión del Alto de Mompié quedaron ratificados la autoridad y el prestigio

de Fidel como líder del Movimiento y de la lucha armada contra la tiranía.

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Fue además una magistral lección de cómo analizar crítica y

transparentemente los problemas y errores mediante su «planteamiento

crudo, […] razonamiento lógico y exhaustivo y la concepción amplia de las

soluciones» (pp. 3-5).

Como experiencia de la huelga de abril, la derrota de la tiranía en solo

ocho meses más con la extensión de la guerra a toda la Nación, tuvo el

amplio apoyo del pueblo, el cual incluyó la realización de una exitosa huelga

nacional, como colofón de la Batalla y liberación de Santa Clara, y las tomas

revolucionarias de Santiago de Cuba y La Habana con el mismo respaldo

popular.

15. Alcance global del pensamiento militar de Fidel

El énfasis mayor en los apartados anteriores se ha puesto en el

magisterio del Comandante en Jefe Fidel Castro como conductor de la guerra

de guerrillas. Pero en la concepción estratégica de Guerra de Todo el Pueblo

se pone de manifiesto el alcance amplio y global de su pensamiento militar.

El carácter multifacético del pensamiento militar de Fidel, más allá de

su reconocimiento unánime como jefe guerrillero, se puso de relieve de

manera impresionante en su idea estratégica y táctica para enfrentar y

derrotar la invasión mercenaria de Playa Girón y Playa Larga.

Aquí se mostró como un estratega de la guerra convencional en las

muy peculiares circunstancias de esa épica batalla.

E igualmente se mostró como un relevante artífice del empleo

operativo y táctico de las tropas, a fin de lograr la victoria en menos de 72

horas y echar por tierra el plan enemigo de asegurar la cabeza de playa que

le sirviera de argumento para reclamar la invasión generalizada a nuestro

país auspiciada por la Organización de Estados Americanos (OEA).

En la ayuda militar internacionalista de Cuba a otras naciones

atacadas por el imperialismo, en particular del continente africano, y de

manera muy especial en Angola, está presente el brillante alcance general de

ese pensamiento.

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En el caso de Angola vale destacar dos hechos muy significativos en

este sentido: la conducción por Fidel de la participación militar cubana en la

contienda contra la agresión sudafricana, inclusive desde Cuba con

impecable maestría y precisión, y el hecho de que esa conducción se llevó a

cabo, de manera principal, en el contexto de la guerra de posiciones y no de

la lucha de guerrillas, aunque esa participación militar tuvo también

expresiones dentro del método irregular de lucha armada.

Si se entra en los detalles de los párrafos anteriores, se llega

inevitablemente a concluir que, en el marco general de la lucha armada y de

las acciones militares de cualquier carácter, el magisterio de Fidel hace

aportes de especial significación.

También es así en el plano de la teoría del arte militar, lo cual

podemos corroborar en el siguiente análisis.

A modo de ejemplo, tomemos el voluminoso tratado De la Guerra,

escrito por Karl von Clausewitz, que se convirtió justamente en un clásico de

la literatura militar pese a las insuficiencias y otros defectos que pueden

atribuírsele.

De hecho, ya lo hemos abordado en partes precedentes de este

ensayo. En particular, en relación con el método irregular de lucha armada.

Karl von Clausewitz prestó servicios siendo muy joven en la Academia

de Oficiales de Berlín, con alrededor de 30 años de edad participó en la

reorganización del ejército de Prusia, estuvo en el ejército ruso a los 32 años

en la campaña contra Napoleón, de nuevo en el ejército prusiano se

distinguió en la batalla de Waterloo, desde los 38 años fue director de la

Escuela General de Guerra de Prusia, y alcanzó prestigio por su experiencia

práctica y teórica en las guerras napoleónicas.

Escribió muchos libros históricos y estudios sobre el arte militar. Su

obra más conocida: De la Guerra, tuvo gran influencia en el pensamiento

militar de los siglos XIX y XX. Y sigue siendo de especial utilidad para quienes

se desempeñan en el estudio de este campo del conocimiento humano.

En la primera parte de esta obra (9, pp. 14, 16), el autor expone las

que considera acciones recíprocas de la guerra. En nuestro estudio del

pensamiento militar del Comandante en Jefe ya hemos hecho alusión a esta

reciprocidad en las contiendas bélicas.

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La primera de estas acciones recíprocas, al definir la guerra como un

acto de violencia, enuncia que «no hay límite a la manifestación de esta

violencia» en el sentido de que «cada adversario impone su ley al otro y esto

redunda en una acción recíproca que, teóricamente, debe llegar a sus últimas

consecuencias […] primera acción recíproca […] y el primer extremo».

En un apartado anterior de este trabajo fue descrito cómo Fidel inculcó

en el Ejército Rebelde el respeto por la integridad física y moral del

adversario. Esta fue una regla invariable y siempre de estricta observancia

bajo la conducción de Fidel. Fue parte de su magisterio en cada momento y

etapa de lucha. Este reclamo mantuvo vigencia plena en ocasiones

anteriores y posteriores a la lucha en las montañas orientales. Por ejemplo,

en el escenario africano y en la batalla de Girón. En estos escenarios

predominó el método regular de lucha armada.

Consecuentemente, Fidel introduce un límite ético al «primer extremo»

enunciado por von Clausewitz en su primera acción recíproca de la guerra.

Esa ética no es tomada en cuenta por este renombrado autor. Pero esa ética

está generalmente vinculada a la justeza de la idea que se defiende. El

lugarteniente general del Ejército Libertador Antonio Maceo es otro ejemplo

proverbial de ese mismo apego a la ética y al honor en el ejercicio de la lucha

armada.

La segunda acción recíproca de la guerra (segundo extremo) según la

definición de von Clausewitz (respecto al propósito de desarme aplicado a

ambos bandos contendientes) nos lleva a la importancia de la preparación

ideológica y patriótica para asegurar la erradicación perenne, en cualquier

tiempo posterior, del término rendición de la terminología militar cubana.

Fidel postuló que ese término está abolido en nuestra Doctrina militar.

Este principio, que no debe confundirse con el repliegue táctico ocasional, le

da una connotación ético-moral-patriótica propia a nuestro comportamiento

en la lucha armada, en todos los niveles de actuación (táctico, operacional,

estratégico), de manera cabal.

La tercera acción recíproca enunciada por el autor de la obra clásica

De la Guerra: máximo despliegue de las fuerzas, en el caso potencial de GTP

contra el invasor imperialista conduce a interpretaciones que se derivan de

las previsiones del Comandante en Jefe Fidel Castro: 1) Como ya expusimos

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anteriormente, la fuerza de voluntad debe estar a nuestro favor; 2) la

magnitud de medios de combate estaría significativamente a favor del

enemigo invasor, lo cual también destacamos en otra parte del ensayo.

Luego: a) En proporción también significativa debemos imponer la

lucha armada irregular; b) debemos asegurar la ubicuidad del frente en todo

el escenario nacional; c) en la práctica, debemos garantizar la proliferación de

acciones con alto grado de independencia; d) como mientras exista el

imperialismo, estará latente la potencialidad de ser agredidos; como estilo

permanente debemos estar siempre preparados para poner en práctica la

GTP.

Pero como en la GTP se define el empleo de ambos métodos de

lucha: regular e irregular, en el primero de ellos son igualmente válidas las

previsiones de Fidel. Así fue llevado a la práctica en Girón y en Angola.

El propio von Clausewitz tiene sus apreciaciones sobre las

modificaciones prácticas de estas acciones recíprocas (pp. 16-17). Pero en

todo caso, las derivaciones del pensamiento militar de Fidel aportan una

interpretación consecuente de nuestra forma de proceder ante la hipótesis de

sus enunciados.

En esencia, en lo que se puede estar de acuerdo en cuanto a lo

expresado por dicho autor (modificaciones en la práctica), es que no se

pueden absolutizar las tres acciones recíprocas en cuestión.

Los capítulos X, XI y XII (pp. 306-318) (Segunda parte, Libro V) de

esta obra de von Clausewitz están dedicados a las marchas, como acciones

dinámicas para el tránsito de los contingentes militares.

El pensamiento militar de Fidel hace también aportes sustanciales de

amplio alcance en este marco. Y su experiencia práctica durante la Guerra de

Liberación Nacional sirvió positivamente en la colaboración militar

internacionalista de Cuba, y está presente en la proyección y ejecución de la

preparación combativa de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias y del

sistema defensivo de los diferentes territorios del país.

Con anterioridad, también en este ensayo se hizo un análisis de la

precisión rigurosa y la observación de los detalles en el pensamiento militar

de Fidel. Como parte de estas cualidades, se abordó en el apartado

correspondiente la importancia conferida por el Comandante en Jefe a las

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marchas para la preparación física y el adiestramiento general de los

guerrilleros, en función de la integralidad de esta categoría de combatiente.

Veamos ahora más detalladamente cómo el pensamiento militar de

Fidel se articula y aporta a este componente dinámico de la actividad

guerrillera.

En el capítulo X de este Libro V de la obra de von Clausewitz que

estamos aludiendo, se enfatiza que la primera condición fundamental que

cumplen las marchas de las tropas, en interés general del tránsito más o

menos extenso entre posiciones, es la movilidad del contingente militar. La

segunda condición es la precisión en los movimientos.

El autor no demora en argumentar que cuanto más pequeña sea la

cantidad de elementos en una columna, «mayor será la facilidad y precisión

con la que pueda efectuar la marcha» (p. 306).

En el significado esencial del análisis realizado antes en nuestro

estudio, está la razón del apego de Fidel, desde la preparación inicial del

guerrillero recién llegado, a estas condiciones. En efecto: el entrenamiento

físico y psicológico que se adquiere en las marchas, aseguran la movilidad de

la guerrilla y la precisión en los movimientos. Esto es válido para las marchas

en sí mismas y para cualquier otra acción guerrillera.

Realizadas en el escenario adecuado, vale decir, en lo que potencial o

coyunturalmente será el teatro de operaciones, la precisión se traduce en

seguridad y el conocimiento del terreno deviene en movilidad, precisión y la

propia seguridad de la guerrilla, entre otras múltiples lecturas e

interpretaciones de este par de condicionantes.

Por otra parte, en el Ejército Rebelde la cantidad de componentes del

destacamento guerrillero, para la generalidad de los traslados en terreno

enemigo, y siempre que fuera conveniente en cualquier terreno, se hacía en

la cuantía estrictamente necesaria para garantizar la mayor movilidad,

precisión y seguridad posibles.

Von Clausewitz enfatiza (p. 307) que el alcance en las marchas del

punto en que se espera librar una batalla (según el escenario escogido que

se impondría al enemigo) debe hacerse si es necesario mediante «atravesar

atajos en las peores condiciones».

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En nuestra Guerra de Liberación Nacional, el Comandante en Jefe del

Ejército Rebelde asumió como regla que en la lucha armada irregular la

elección de los peores caminos es muchas veces cuestión de seguridad,

aunque no se espere un encuentro, y para ello preparó al destacamento

guerrillero desde el inicio de la contienda en la Sierra Maestra, en la

concepción y ejecución del entrenamiento.

Asimismo, Fidel adaptó a las condiciones de la guerra irregular en las

montañas el que von Clausewitz consideró «un principio fundamental del arte

moderno de la guerra» (p. 307) «[…] organizar las columnas de tal modo que

[…] las tropas que componen cada columna sean capaces de un encuentro

independiente».

La observación de este principio en las montañas orientales (extendido

después a las columnas invasoras que crearon sus bases de operaciones en

la región central de Cuba) se siguió en la planificación, organización y

ejecución práctica de las marchas tácticas, con la inclusión de más de una

variante combativa. Esta idea del Comandante en Jefe fue inculcada desde la

primera etapa en la concepción de la guerra contra la tiranía de Batista.

Aunque, en las variantes generales de una guerra, von Clausewitz

postuló que «un cuerpo (destacamento armado) pequeño podrá […] marchar

por un camino (con mayor facilidad de movimiento) y, si ha de avanzar en

varias líneas, encontrará fácilmente caminos cercanos unos a los otros que

respondan a sus necesidades» (p. 308), agregando a seguidas que «el

peligro de esta división […] está en razón inversa a su necesidad (es decir)

cuanto más pequeñas son las partes, con más prontitud serán capaces de

prestarse ayuda […]; cuanto más grandes sean, más se las podrá dejar

libradas a sí mismas», el Comandante Fidel Castro supo aprovechar

eficazmente la compatibilidad prevista por von Clausewitz en la combinación

de rapidez de movimiento y precisión en la concentración de las fuerzas.

Esta capacidad de mando la demostró Fidel, tanto en la lucha armada

en el escenario de la Sierra Maestra durante la Guerra de Liberación

Nacional, como en su conducción estratégica, e incluso operativa, de

importantes acciones en la guerra anti-apartheid en Angola, contra las

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fuerzas agresoras sudafricanas, incluyendo su relevante dirección personal

de la batalla decisoria de Cuito Cuanavale.

En el presente ensayo, se hizo referencia en partes diferentes a que el

pensamiento militar de Fidel está expresado en la concepción estratégica de

Guerra de Todo el Pueblo, dentro de la Doctrina militar de la Revolución

cubana. En efecto, esta concepción tiene en gran medida la paternidad del

Comandante en Jefe, y en ello se muestra la amplitud y globalidad de este

pensamiento.

Así, se puede advertir en este más reciente contexto conceptual —la

Guerra de Todo el Pueblo— cuya potencialidad eventual no podrá ser

desconocida mientras exista el imperialismo, como lo demuestra la historia

nacional, latinoamericana y también universal, que el introducir (como

alternativa) la variante de subdividir la marcha táctica en grupos pequeños,

tiene también la ventaja de facilitar una mayor participación en acciones

combativas de las diferentes categorías de tropas, así como una mayor

diversidad con la participación de todas las fuerzas y armas.

Otra enseñanza del Comandante Fidel, aplicable a toda jornada de

preparación para la supervivencia en función del adiestramiento de cualquier

categoría de tropas para la Guerra de Todo el Pueblo, cuyo diseño fue

concebido en lo esencial, y principalmente, por el propio Comandante de Jefe

de la Revolución, es la importancia de que esas jornadas de supervivencia se

hagan con una carga dada, transportada individualmente por los

combatientes.

Dado el carácter de lucha irregular que tendrían muchas acciones en

la GTP, el movimiento de los efectivos con cargas significativas sobre sí debe

combinarse en muchas sesiones de entrenamiento con los movimientos

tácticos característicos de esta modalidad de la lucha armada.

Consecuentemente con esta perspectiva, en las marchas de preparación es

conveniente escoger itinerarios más seguros tácticamente, aunque sean más

difíciles, actuando como si se estuviera en situación real de guerra. Esta

lógica, que es usual para nuestras tropas regulares, debe enfatizarse

igualmente en la preparación de reservistas y milicianos.

En el legado de Fidel de prepararse para cualquier contingencia está

presente la ejercitación, en las marchas y las acciones introducidas en ellas,

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como en las demás formas de adiestramiento, del cálculo y distribución del

tiempo lo más próximo previsible a la realidad de la guerra. Por eso mismo,

Fidel fue tan rigurosamente previsor en la preparación previa para el

movimiento en caminos con condiciones desfavorables y, en particular, en

terreno montañoso, desde los primeros momentos de la lucha en la Sierra

Maestra.

En la preocupación de Fidel por los detalles de la lucha armada están

implícitos otros postulados que muestran cuán estudioso fue el Comandante

en Jefe desde mucho antes de desembarcar del Granma en la costa sur de

Oriente al frente de la heroica expedición de 82 hombres para iniciar la guerra

en las montañas, y cuánta cultura militar fue capaz de asimilar con la vista

puesta en la misión que se impuso desde el golpe de estado que instaló en el

poder al tirano Batista el 10 de marzo de 1952.

Como ejemplos de aplicación en nuestra Doctrina militar , a partir de

los capítulos dedicados a las marchas en la obra clásica citada de von

Clausewitz, pueden citarse los siguientes: a) determinar la carga

indispensable en las marchas, en la vida en campaña y en las propias

acciones combativas; b) familiarizarse con estos cálculos en el entrenamiento

práctico, el desarrollo de habilidades y la formación consecuente de hábitos

en los combatientes; c) dado el carácter formador que tienen las marchas,

elevar el nivel de exigencia en su realización, acercarse en ellas a la realidad

de la guerra, y adiestrarse para esa realidad en condiciones tanto generales,

como específicas, combativas y de apoyo combativo. Una vez iniciada la

marcha, preferiblemente no interrumpirla por la lluvia u otras situaciones

análogas.

En la parte final del capítulo XII de la obra citada (p. 318), von

Clausewitz se refiere a la campaña bélica de Blücher, en 1813, (que toma

también como clásica), en Silesia y Sajonia, distinguida más por numerosos

movimientos «de un lado a otro» que por una larga marcha, presumiblemente

golpeada con pérdidas en efectivos, después de ocho semanas, de dos

quintos del total inicial de 40 mil hombres.

Como conclusión del capítulo, el autor expresa: «Debemos esperar

[…] un gran desgaste de nuestras propias fuerzas si hemos de realizar una

guerra llena de movimientos; debemos disponer el resto de nuestro plan de

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acuerdo con ello y, por encima de todas las cosas, los refuerzos que han de

prepararse».

Salvando las distancias de épocas, armas y otros medios de combate,

de apoyo combativo, logístico, etc., así como las intenciones de una y otra

parte, es de destacar el concepto de ubicuidad del frente de nuestras fuerzas

en defensa de la integridad nacional, el concepto de la guerra de desgaste al

enemigo invasor, y el concepto de la guerra de resistencia por nuestra parte,

en toda la extensión del territorio cubano. Igualmente, la previsión nuestra de

preparación y aseguramiento de reservas y refuerzos, que son conceptos

básicos y previsiones esenciales de la concepción estratégica de Guerra de

Todo el Pueblo, cuya conceptualización tiene, en primerísimo lugar, la

paternidad y autoría del Comandante en Jefe Fidel Castro.

16. Una expresión palpable del desarrollo de la Doctrina militar

cubana

En el informe de resumen del Ejercicio Estratégico Bastión 2004,

ejercicio defensivo realizado en el país entre el 13 y el 19 de diciembre de

2004, fue enfatizado el que, de hecho, constituyó su objetivo general

principal: la aplicación del principio de que evitar la guerra equivale a ganarla,

pero para ganarla evitándola es necesario prepararse adecuadamente.

Ya en ocasión anterior, el General de Ejército Raúl Castro había

expresado exactamente: «Para nosotros evitar la guerra equivale a ganarla,

pero para ganarla evitándola, hay que derramar ríos de sudor, que es

preferible a ríos de sangre», reafirmando esta idea en ocasión del homenaje

por los aniversarios de la caída en combate de Antonio Maceo y Panchito

Gómez Toro y de la Operación Tributo, el 7 de diciembre de 2004.

En el resumen del ejercicio, el Comandante en Jefe Fidel Castro

destacó que en nuestro país, el legado de la guerra de liberación, la lucha

clandestina, la batalla de Girón, la crisis de octubre de 1962, la lucha contra

bandidos y las misiones internacionalistas, se conservó y se ha ido

transmitiendo a los nuevos combatientes.

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El General de Ejército Raúl Castro recordó que en 1965 Estados

Unidos desplegó más de medio millón de soldados en Vietnam. Hizo la

precisión de que el mando norteamericano asesoró al ejército títere de

Vietnam del Sur, el cual dispuso hasta de un millón de hombres en el

transcurso de la guerra, en la década de los 60 del siglo XX. Asimismo, el

entonces Ministro de las FAR mencionó el total de ciento cincuenta mil

efectivos militares norteamericanos empantanados en Irak, enfatizando la

derrota y el fracaso imperialista en ambos países.

Raúl dijo entonces que el Bastión se realiza para que el imperialismo

no cometa los errores de Vietnam e Irak, «[…] para que no subestimen a

nuestro pueblo, que tiene mucha más unidad y por lo tanto más poderío que

el propio Irak».

En esencia, de nuevo la idea central de un pueblo de soldados,

además de trabajadores y estudiantes.

El Comandante en Jefe, al referirse a la eventualidad de un ataque

directo contra nuestro país, para el cual debemos estar perfectamente

preparados, expresó que sería una batalla que empezaría en los mares y no

terminaría mientras hubiera en Cuba un solo hombre en pie y un solo fusil en

manos de un cubano.

Esta convicción generaliza la idea esencial de la estrategia militar

cubana desde la primera batalla en el Moncada. Resumida en las palabras de

Fidel: «cuando la Revolución no tenía más que doce hombres para combatir,

mantuvo enhiesta la bandera de la rebeldía, la que enseñó al pueblo que se

podía pelear y se podía vencer».

El arte militar cubano, expresión del pensamiento militar del Jefe de la

Revolución, está plasmado en la concepción estratégica de Guerra de Todo

el Pueblo y se desarrolla sobre la base de la experiencia combativa de

nuestro pueblo, de sus Fuerzas Armadas Revolucionarias y mediante el

trabajo científico militar en las propias FAR. El magisterio del Comandante en

Jefe está indisolublemente enraizado en ese desarrollo.

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Bibliografía referenciada

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12) Guevara, Ernesto (2001): Pasajes de la Guerra Revolucionaria. Cuba

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La Habana.

27) El Águila contra el Cóndor. Colectivo de autores. Ediciones Verde Olivo.

Ciudad de La Habana, 1999.

28) Las Guerras del Capital. De Sarajevo a Iraq. Heinz Dieterich. Editorial de

Ciencias Sociales. La Habana. 2003.

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29) José L. Franco (1973): Antonio Maceo. Apuntes para una Historia de su

Vida. Hombre y Época, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973.

30) Frank, Waldo (1969): Bolívar. Nacimiento de un Mundo, 2 tomos, Instituto

del Libro, La Habana.

31) Colectivo de autores (2004): Historia Militar de Cuba, tomo 2 (1868-1878).

Centro de Estudios Militares de las FAR, Ediciones Verde Olivo.

32) Figueredo, Fernando (1969): La Revolución de Yara, Instituto del Libro,

La Habana.

33) Tosté Ballart, Gilberto (1973): Reeve, el inglesito, Editorial de Ciencias

Sociales, Instituto Cubano del Libro, La Habana.

34) Selser, Gregorio: Sandino. General de Hombres Libres, Ediciones

Especiales IV y V, tomos I y II, Imprenta Nacional de Cuba, La Habana.

35) MINFAR (1984): Manual para los Jefes de las Pequeñas Unidades de las

Milicias de Tropas Territoriales, Editora Militar, La Habana.

36) MINFAR (2003): Estudio sobre las Experiencias de la Defensa de las

Ciudades, Centro de Estudios Militares. Limitado.

37) Reminiscences and Reflections. Vol. 1. Marshall of the Soviet Union G.

Zhukov, Editorial Progreso, Moscú, 1985. Traducción al inglés.

38) London, Artur G. (1965): España, España..., Editorial Artia Praha,

Checoslovaquia.

39) Hart Dávalos, Armando (2015): «Martí y Fidel siempre en el

pensamiento», Periódico Juventud Rebelde, 19 de julio.

40) Guevara, Ernesto: Obras 1957-1967, 2 tomos, Colección Nuestra

América, Casa de las Américas, La Habana.

41) Infante Urivazo, Enzo (2013): «La Reunión de Alto de Mompié el 3 de

Mayo de 1958. De la profunda discrepancia salió fortalecida la unidad de la

Revolución», Periódico Granma. 3 de mayo de 2013.

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Contenido 1. Introducción ................................................................................................. 5

2. Pensamiento militar del Comandante en Jefe. Doctrina militar de la

Revolución cubana .......................................................................................... 9

3. Aporte de la lucha armada de los aborígenes ........................................... 14

4. El método irregular de lucha ...................................................................... 33

5. Aporte de la experiencia de las emboscadas ............................................ 52

6. Otras consideraciones en la visión de Fidel ............................................... 58

7. Conclusiones parciales sobre la lucha irregular ......................................... 63

8. Lucha armada y clandestina en las ciudades. Lucha irregular en el entorno

urbano ............................................................................................................ 66

9. Rasgos aportados por la experiencia anterior a la concepción y desarrollo

de la Guerra de Liberación Nacional .............................................................. 82

10. Derrota de la ofensiva de verano: proeza del Ejército Rebelde diseñada

por el pensamiento militar de su Jefe ............................................................ 86

11. La emboscada en el pensamiento militar de Fidel ................................... 90

12. La precisión y el detalle en el pensamiento de un Jefe ............................ 95

13. La ética del Ejército Rebelde ................................................................... 99

14. El magisterio de Fidel ............................................................................ 113

15. Alcance global del pensamiento militar de Fidel .................................... 123

16. Una expresión palpable del desarrollo de la Doctrina militar cubana .... 131

Bibliografía referenciada .............................................................................. 133