pecados cardenales · 2018-02-22 · ciudad a orillas del lago titicaca como “la roma de las ......
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nº 180 marzo 200778
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¿De cuántas personas podríamos decir de verdad lo que Cecilia dice de María Ángela? Es que María Ángela era realmente así de especial.
La catedral de Juli un domingo de noviembre del 2006: el Obispo termina su homilía con una larga advertencia sobre quienes están excluidos de recibir la comunión: por vivir en pecado, por no estar casados por la Iglesia, por haber cometido adulterio y no haberse confesado, por haberse confesado pero vuelto a pecar… La lista es larga, y los fieles —en su mayoría mujeres y hombres aimaras con sus
trajes típicos y algunas mujeres con una guagua en su manta— escuchan inmutables el sermón.
No es la primera vez que la Iglesia Católica está luchan-
do por sus almas. En la historia eclesiástica, Juli es un
lugar emblemático: los afiches anuncian a la pequeña
ciudad a orillas del lago Titicaca como “La Roma de las
Américas” e invitan a los turistas a visitar sus cuatro
templos coloniales. En el siglo XVI los jesuitas ensa-
yaron aquí su primera misión de indígenas, el germen
de lo que después fueron las reducciones de esa orden
de la Chiquitania boliviana y del Paraguay. El hecho
Hildegard Willer Periodista
PECADOS CARDENALES
La Iglesia del sur andino en peligro
Estamos entre quienes creen que la labor de la Iglesia Católica del sur andino durante las últimas décadas merece reconocimiento y gratitud. Cómo no sentir admiración por su difusión de una auténtica fe por medio del ejemplo de vida, por su permanente acompañamiento a los más pobres y su defensa de los derechos humanos cuando casi nadie se atrevía a hacerlo.
Resultan por eso preocupantes las noticias que llegan acerca de una especie de ofensiva o desmantelamiento contra ese sector de la Iglesia Católica orquestado por los grupos más conservadores de la propia Iglesia. En el siguiente reportaje, la periodista Hildegard Willer describe con hechos esta situación y alerta sobre las posibles consecuencias que podría acarrear.
Reportaje 79
de promover comunidades indígenas y de oponerse a
su esclavización les valió la expulsión de tierras ame-
ricanas. En cierto sentido, la pelea que empezó en la
Colonia —qué tipo de evangelización hay que dar a los
indígenas— se prolonga hasta hoy.
Casi quinientos años más tarde, en Macusani, un pue-
blo puneño perteneciente a la Prelatura de Ayaviri, las
recién llegadas religiosas de la orden Lumen Dei no se
contentan con advertir colectivamente a la feligresía de
sus pecados. Individualmente preguntan a cada mujer y
hombre del pueblo que se apresta a recibir la comunión
si están casados por la Iglesia y si se han confesado. Si
no pueden decir “sí”, se les manda sumisamente de
vuelta a sus banquillos.
A los campesinos quechuahablantes del lugar la Iglesia
Católica les está mostrando un rostro más bien desco-
nocido. En los últimos cincuenta años ellos estaban
acostumbrados a sacerdotes y laicos que “han luchado
para librar a este pueblo de la opresión, para ponerlo
de pie”. Esas son las palabras del padre Gastón Garatea,
miembro de la congregación de los Sagrados Corazones,
ex integrante de la Comisión de la Verdad y Reconci-
liación (CVR) y presidente de la Mesa de Concertación
para la Lucha Contra la Pobreza. El padre Garatea sabe
de lo que habla: entre sus credenciales figura también
haber sido párroco de Ayaviri.
Ante los ojos de los nuevos obispos de las prelaturas
de Juli y Ayaviri, los monseñores José María Ortega y
Kay Martin Schmalhausen, el padre Garatea sería uno
de tantos agentes pastorales “ideologizados” que están
copando la Iglesia Católica en el sur andino. O por lo
menos un sacerdote que no cumplió con su labor de
evangelización, porque, según ellos, ha enfatizado “los
intereses sociales” demasiado en desmedro del “cuidado
pastoral para las poblaciones indígenas”, como lo ha
reportado la agencia de prensa Aciprensa.
La fama “roja” de la Iglesia del sur andino nació hace
treinta años, en 1977: en una carta pastoral conjunta
los pastores católicos de Sicuani, Ayaviri, Puno, Cusco
y Juli denunciaron la represión de Estado del entonces
gobierno militar. Iracundos, los militares tildaron a
los obispos del sur andino de “rojos” y “comunistas”.
El compromiso de agentes pastorales con la reforma
agraria o con las tomas de tierras por los campesinos era
un clavo en el ojo de muchos sectores poderosos en el
Perú de entonces. Pero su compromiso social y político
Monseñor Kay Martin Schmalhausen, obispo de Ayaviri y miembro del Sodalicio, en su misa de ordenación.
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se fundaba en documentos centrales de la Iglesia: el II
Concilio Vaticano y las Conferencias Episcopales Lati-
noamericanas de Medellín y Puebla, que proclamaban
la “opción preferencial por los pobres”.
La así llamada “Iglesia del sur andino” se caracterizaba,
por un lado, por una pastoral concertada entre varias
jurisdicciones per se autónomas; y, por otro lado, por
un concepto de Iglesia horizontal que buscaba la parti-
cipación de los laicos; por una Iglesia preocupada por la
situación social y política y por el diálogo con la cultura
andina. Para ello contaba con dos instituciones que se
han hecho conocer más allá de sus jurisdicciones: el
Instituto de Pastoral Andina, que editaba, entre otras
publicaciones, la renombrada revista Allpanchis; y un
seminario para la formación conjunta de los futuros
sacerdotes. “Es cierto que en algunos momentos pode-
mos haber cometido imprudencias, pero para nosotros
el evangelio y la política son inseparables”, dice uno de
los sacerdotes protagonistas de estos años. El padre
Garatea también admite cierta politización, “pero la
politización es mucho mayor si no haces nada, si pre-
fieres el estado actual”.
No sabemos si este tipo de pastoral fue del agrado de
Dios; lo que sí es seguro es que no les gustó a algunos
sectores poderosos de la Iglesia peruana y del Vaticano.
Cada vez que uno de los obispos del sur andino tuvo que
presentar su renuncia, Roma lo reemplazó por un pastor
de un talante menos progresista. Así sucedió en el Cusco
en 1984 y en Puno en 1996. El último golpe restaurativo
llegó de imprevisto para las restantes tres prelaturas:
los pastores de Juli y de Ayaviri tuvieron que presentar
sus renuncias por repentinos problemas de salud. Los
dos obispos que fueron nombrados en su reemplazo
provinieron no solo de sectores más conservadores, sino
totalmente opuestos a la línea pastoral hasta entonces
imperante. El obispo de Juli, monseñor José María
Ortega, pertenece a una Hermandad de Sacerdotes afín
al Opus Dei; y monseñor Kai Martin Schmalhausen, de
Ayaviri, es miembro del Sodalicio de Vida Cristiana, el
shooting-star entre los nuevos movimientos de la Iglesia.
Fundado en 1977 por el laico peruano Luis Fernando
Figari como un movimiento para corregir los “errores”
de la Teología de la Liberación, es conocido por su ca-
pacidad para captar jóvenes de las clases medias y altas
con una práctica rígida y conservadora.
Los nuevos lineamientos
El choque entre los dos sectores de la Iglesia del sur
andino era inminente. Más allá de una cuestión de
estilos —uno horizontal, andino, participativo; el
otro más vertical, romano y caritativo—, se trata de
una batalla de contenidos y prioridades. Las primeras
medidas tomadas por los nuevos prelados afectaban
el trabajo conjunto: en el seminario de Chucuito
(Juli) no solo estudiaban los futuros sacerdotes del
lugar: también religiosos y religiosas recibían allí
una formación académica en filosofía y teología. Ya
fue: a partir de ahora, las mujeres —sean religiosas
o laicas— ya no pueden estudiar ni, menos, enseñar
en el seminario.
El Instituto de Pastoral Andina, que tenía como un
referente central de su trabajo el Informe de la CVR, ha
debido suspender sus actividades de capacitación con-
junta y está esperando nuevos lineamientos, así como la
designación de una nueva dirección. Pero en suspenso
no solo está el futuro de un instituto, sino también el
de los derechos humanos como tema de Iglesia. Cuando
Sendero Luminoso realizó sus primeros actos de violen-
cia en el sur andino, los agentes pastorales —sacerdotes,
religiosos y laicos formados— articularon su trabajo en
defensa de la vida y fundaron las vicarías de solidaridad
de Juli, Ayaviri y Sicuani, que sirven hasta hoy de refe-
rencia para cualquier trabajo de derechos humanos en
el sur andino. El Informe de la CVR menciona expresa-
mente la labor eclesial de derechos humanos en el sur
La mayor resistencia al nuevo modelo eclesial del sur andino proviene de un sector que, a pesar de ser muy numeroso, es considerado como secundario en la jerarquía católica: las mujeres, y especialmente las mujeres religiosas.
Reportaje 81
andino y le otorga el mérito de haber impedido mayores actos de violencia. En otras palabras: sin la actuación de la Iglesia, Puno se habría convertido en otro Ayacucho (donde por cierto actuaba, en el mismo periodo, el hoy Cardenal de Lima, con su peculiar concepto de defensa de los derechos humanos).
La importancia de las vicarías de solidaridad no ha terminado con el fin de la violencia terrorista. Aunque el linchamiento de Ilave fue conocido en todo el país, pocos saben que la Vicaría de Solidaridad de Juli y el trabajo de pastoral social permanente de la Iglesia cumplieron un papel decisivo para apaciguar al pueblo y sentar a los contrincantes a una mesa.(ideele preguntó por correo electrónico y por teléfono a monseñor Kay Martin Schmalhausen si él se ratificaba en que estos logros eran indicios de una evangelización fallida. La-mentablemente, no estaba dispuesto a contestarnos.)
Al momento de escribir este artículo, los prelados de
Ayaviri y Juli aún no han dado a conocer sus decisiones
sobre el trabajo de las vicarías. Pero los antecedentes
apuntan a que su valoración por este tipo de trabajo de
derechos humanos no es muy alta. “Vamos a tener que
trabajar el tema de los derechos humanos y de la CVR
sin el respaldo de la Iglesia oficial”, augura el padre Ga-
ratea. Puede que su visión sea algo pesimista: “Eso no va
a suceder”, nos asegura un miembro de la Conferencia
Episcopal Peruana. “No podemos defender el derecho
a la vida antes de nacer y después ya no nos interesa.”
De paso, el Obispo, cuyo nombre preferimos mantener
en reserva, nos cuenta cómo se logró el nombramiento
de dos obispos que en poco tiempo han causado tanto
conflicto. Y que nada ha tenido que ver con teología pero
sí, y mucho, con el poder.
¿Qué dice Benedicto?¿Es que, desde la lejana Roma, Benedicto XVI comparte
la preocupación por que la fe y la moral cristiana se han
perdido en el sur andino como consecuencia de que sus
sacerdotes se han dedicado demasiado a la labor social y
política? Aparentemente sí, ya que el Papa es el respon-
sable de nombrar a sus obispos. Pero a los pocos meses
de los nombramientos en cuestión, la Congregación de
la Fe en Roma dio a conocer que los puntos en disputa
entre la Santa Sede y el teólogo peruano más famoso del
siglo XX, el padre Gustavo Gutiérrez, habían quedado
zanjados. El padre Gutiérrez, a su vez, es considerado
el inspirador del modelo pastoral llevado a cabo en el
sur andino. ¿Qué sucede entonces en Roma? ¿No sabe
una mano lo que hace la otra?
“Aquí estamos ante una desinformación permanente e
intencional, a un nivel muy alto, puesta en marcha por
ciertos sectores de la Iglesia que con ello buscan aumentar
su poder en la Iglesia”, explica un miembro de la Conferen-
cia Episcopal. La estrategia sería simple: si se presentan
los problemas de manera exagerada y tergiversada, y
los responsables de la Santa Sede se lo creen, entonces
aceptan medidas extremas para solucionar la situación.
En lo que se refiere a nuestro caso, si los responsables en
Roma les creen a los que les dicen que en el sur andino
los izquierdistas están a punto de tomar el poder apo-
yados por una fila de sacerdotes y religiosas comunistas
que dejan de bautizar y de celebrar misa por dedicarse
a la política; si les creen que estos son apoyados por
ONG de derechos humanos ultraizquierdistas y además
cercanas al terrorismo, entonces hay que enviar nuevos
“extirpadores de idolatrías” para salvar a la Iglesia. Por
casualidad, estos extirpadores suelen ser los mismos que
han alimentado el diagnóstico. El resultado: la medicina
es más dañina que la enfermedad.
Estos sectores de la Iglesia aprovechan además una pre-
ocupación real de la Iglesia latinoamericana: la seculari-zación, por un lado, y las denominaciones evangélicas, por otro, están avanzando y quitándoles fieles a la Iglesia Católica. En toda América Latina, y también, claro, en el Perú. Según la Conferencia Episcopal Peruana, solo 80 por ciento de los peruanos se consideran hoy cató-licos. Más fácil que analizar las complejas razones que subyacen a esta situación resulta echarle la culpa a unos sectores “ideologizados” (www.sodalicioperu.com), a los curas “rojos” o a la teología “marxista” (www.aciprensa.
com) del padre Gutiérrez.
En mayo se realizará la V Conferencia Episcopal Latinoa-mericana (CELAM) en Aparecida, Brasil. Las Conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979) pusieron en el centro la opción preferencial por los pobres. En Santo Domingo (1992) el tema fue el diálogo con la cultura. ¿Qué hay que esperar de Aparecida? “Me temo que se pueden dar dos frentes: uno que prioriza la acción social de la Iglesia, y el otro que privilegia la identidad eclesial diciendo que demasiada relevancia social difumina la identidad de la
Iglesia”, asegura nuestra fuente episcopal.
Resistencia femeninaLa mayor resistencia al nuevo modelo eclesial del
sur andino proviene de un sector que, a pesar de ser
muy numeroso, es considerado como secundario en
la jerarquía católica: las mujeres, y especialmente las
mujeres religiosas.
nº 180 marzo 200782
La hermana Lucrecia Aliaga, presidenta de la Confe-
rencia de Religiosas y Religiosos (CONFER), dice que
se siente admirada y dolida por los sucesos del sur
andino: “La labor evangelizadora nace de la pasión por
Jesús”, afirma ella. “Es imposible anunciar el evangelio
sin defender los derechos humanos, sin construir la
dignidad de los pueblos.”
En realidad, el conflicto en la Iglesia del sur andino se suma
a otro en el que se ven involucrados los religiosos. En agosto
del año pasado, el cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani,
prohibió a los religiosos la realización de un seminario
teológico de alto nivel. Estaban invitados como ponen-
tes el padre Gustavo Gutiérrez (hoy religioso dominico),
el teólogo español Arnaiz, el monje benedictino Simón
Pedro Arnold y la religiosa teóloga Antonieta Potente. La
CONFER llevó adelante el encuentro, del que participaron
más de ochocientas personas. La agencia de prensa católica
Aciprensa, en manos del movimiento de Vida Cristiana
Sodalicio, hizo escarnio del evento y resaltó los “ataques
contra los nuevos movimientos, espiritualidades y caris-
mas”; además, acusó “duras críticas contra el documento
de preparación [de la V Conferencia del CELAM] por omitir
algunos temas que integran la controvertida agenda de la
Teología Marxista de la Liberación”.
Desde entonces se han abierto heridas y preguntas muy
serias. Con la hermana Lucrecia los religiosos tienen
una lideresa valiente: “No tengo nada que perder”, dice
ella; “mi vida tiene una motivación clara: la opción por
Jesús. Esto me lleva a buscar la comunión eclesial, pero
en la verdad y en la transparencia”.
Entre lo humano y lo divino
A 4 mil metros, en el altiplano puneño se está más
cerca del cielo; tal vez por ello las disputas teológicas
adquieren allí más ardor. Mientras que los obispos de
Juli y Ayaviri advierten a sus fieles para que no cometan
pecados, el padre Garatea está convencido de que el
pecado consiste en los nombramientos que se han hecho
en Ayaviri y Juli: “Hemos luchado cincuenta años para
liberar a este pueblo de la opresión, para ponerlo de pie.
Y ahora llega gente que los llena de nuevos cargos”.
¿Y qué dice el pueblo? Aparentemente, no les hacen
mucho caso a sus nuevos pastores. A pesar de todas
las advertencias, las mujeres y hombres aimaras
acuden a recibir la comunión en el templo de Juli. El
año pasado no solo les tocó un nuevo pastor eclesial;
también han elegido nuevas autoridades municipales.
Mientras Roma nombró pastores que representan una
línea romana in extremis, las autoridades municipales
elegidas pertenecen a la facción indigenista. El Alcalde
elegido de Juli ya anunció que todos los trámites en la
Municipalidad tienen que hacerse en aimara.
Aunque Roma no se los pida, a los nuevos obispos del
sur andino no les quedaría otra que adaptarse a las
costumbres del lugar si quieren ser escuchados.
Runa cristiano del sur andino
En los quinientos años pocos misioneros, sacerdotes, religiosas,
laicos, sí nos han comprendido nuestras maneras de vivir y celebrar
a Dios de la Vida, han valorado y ayudado a conocer a Dios Padre
y Madre de Jesucristo y han sabido inculturar el Evangelio de Jesu-
cristo Resucitado, respetando nuestra Identidad Cultural. Gracias a
ellos hoy día podemos decir somos cristianos, somos seguidores
de Cristo Crucificado y Resucitado en nuestra propia cultura. Hemos
sido acompañados por hermanas y hermanos que han fortalecido
las organizaciones sociales, han despertado conciencias, fortalecido
familias, ayudado a sanar enfermos, han visitado las cárceles, se
han acercado a los más pobres, han enseñado los valores cristianos,
promovieron coordinaciones pastorales: mujeres, niños, jóvenes,
líderes sociales, catequistas rurales.
Testimonio de Clemente Condori, animador cristiano de la Prelatura de Ayaviri
Aimaras católicos dando la bienvenida a su nuevo Obispo.
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