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nº 180 marzo 2007 78 >>> ¿De cuántas personas podríamos decir de verdad lo que Cecilia dice de María Ángela? Es que María Ángela era realmente así de especial. La catedral de Juli un domingo de noviembre del 2006: el Obispo termina su homilía con una larga advertencia sobre quienes están excluidos de recibir la comunión: por vivir en pecado, por no estar casados por la Iglesia, por haber cometido adulterio y no haberse confesado, por haberse confesado pero vuelto a pecar… La lista es larga, y los fieles —en su mayoría mujeres y hombres aimaras con sus trajes típicos y algunas mujeres con una guagua en su manta— escuchan inmutables el sermón. No es la primera vez que la Iglesia Católica está luchan- do por sus almas. En la historia eclesiástica, Juli es un lugar emblemático: los afiches anuncian a la pequeña ciudad a orillas del lago Titicaca como “La Roma de las Américas” e invitan a los turistas a visitar sus cuatro templos coloniales. En el siglo XVI los jesuitas ensa- yaron aquí su primera misión de indígenas, el germen de lo que después fueron las reducciones de esa orden de la Chiquitania boliviana y del Paraguay. El hecho Hildegard Willer Periodista PECADOS CARDENALES La Iglesia del sur andino en peligro Estamos entre quienes creen que la labor de la Iglesia Católica del sur andino durante las últimas décadas merece reconocimiento y gratitud. Cómo no sentir admiración por su difusión de una auténtica fe por medio del ejemplo de vida, por su permanente acompañamiento a los más pobres y su defensa de los derechos humanos cuando casi nadie se atrevía a hacerlo. Resultan por eso preocupantes las noticias que llegan acerca de una especie de ofensiva o desmantelamiento contra ese sector de la Iglesia Católica orquestado por los grupos más conservadores de la propia Iglesia. En el siguiente reportaje, la periodista Hildegard Willer describe con hechos esta situación y alerta sobre las posibles consecuencias que podría acarrear.

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nº 180 marzo 200778

>>>

¿De cuántas personas podríamos decir de verdad lo que Cecilia dice de María Ángela? Es que María Ángela era realmente así de especial.

La catedral de Juli un domingo de noviembre del 2006: el Obispo termina su homilía con una larga advertencia sobre quienes están excluidos de recibir la comunión: por vivir en pecado, por no estar casados por la Iglesia, por haber cometido adulterio y no haberse confesado, por haberse confesado pero vuelto a pecar… La lista es larga, y los fieles —en su mayoría mujeres y hombres aimaras con sus

trajes típicos y algunas mujeres con una guagua en su manta— escuchan inmutables el sermón.

No es la primera vez que la Iglesia Católica está luchan-

do por sus almas. En la historia eclesiástica, Juli es un

lugar emblemático: los afiches anuncian a la pequeña

ciudad a orillas del lago Titicaca como “La Roma de las

Américas” e invitan a los turistas a visitar sus cuatro

templos coloniales. En el siglo XVI los jesuitas ensa-

yaron aquí su primera misión de indígenas, el germen

de lo que después fueron las reducciones de esa orden

de la Chiquitania boliviana y del Paraguay. El hecho

Hildegard Willer Periodista

PECADOS CARDENALES

La Iglesia del sur andino en peligro

Estamos entre quienes creen que la labor de la Iglesia Católica del sur andino durante las últimas décadas merece reconocimiento y gratitud. Cómo no sentir admiración por su difusión de una auténtica fe por medio del ejemplo de vida, por su permanente acompañamiento a los más pobres y su defensa de los derechos humanos cuando casi nadie se atrevía a hacerlo.

Resultan por eso preocupantes las noticias que llegan acerca de una especie de ofensiva o desmantelamiento contra ese sector de la Iglesia Católica orquestado por los grupos más conservadores de la propia Iglesia. En el siguiente reportaje, la periodista Hildegard Willer describe con hechos esta situación y alerta sobre las posibles consecuencias que podría acarrear.

Reportaje 79

de promover comunidades indígenas y de oponerse a

su esclavización les valió la expulsión de tierras ame-

ricanas. En cierto sentido, la pelea que empezó en la

Colonia —qué tipo de evangelización hay que dar a los

indígenas— se prolonga hasta hoy.

Casi quinientos años más tarde, en Macusani, un pue-

blo puneño perteneciente a la Prelatura de Ayaviri, las

recién llegadas religiosas de la orden Lumen Dei no se

contentan con advertir colectivamente a la feligresía de

sus pecados. Individualmente preguntan a cada mujer y

hombre del pueblo que se apresta a recibir la comunión

si están casados por la Iglesia y si se han confesado. Si

no pueden decir “sí”, se les manda sumisamente de

vuelta a sus banquillos.

A los campesinos quechuahablantes del lugar la Iglesia

Católica les está mostrando un rostro más bien desco-

nocido. En los últimos cincuenta años ellos estaban

acostumbrados a sacerdotes y laicos que “han luchado

para librar a este pueblo de la opresión, para ponerlo

de pie”. Esas son las palabras del padre Gastón Garatea,

miembro de la congregación de los Sagrados Corazones,

ex integrante de la Comisión de la Verdad y Reconci-

liación (CVR) y presidente de la Mesa de Concertación

para la Lucha Contra la Pobreza. El padre Garatea sabe

de lo que habla: entre sus credenciales figura también

haber sido párroco de Ayaviri.

Ante los ojos de los nuevos obispos de las prelaturas

de Juli y Ayaviri, los monseñores José María Ortega y

Kay Martin Schmalhausen, el padre Garatea sería uno

de tantos agentes pastorales “ideologizados” que están

copando la Iglesia Católica en el sur andino. O por lo

menos un sacerdote que no cumplió con su labor de

evangelización, porque, según ellos, ha enfatizado “los

intereses sociales” demasiado en desmedro del “cuidado

pastoral para las poblaciones indígenas”, como lo ha

reportado la agencia de prensa Aciprensa.

La fama “roja” de la Iglesia del sur andino nació hace

treinta años, en 1977: en una carta pastoral conjunta

los pastores católicos de Sicuani, Ayaviri, Puno, Cusco

y Juli denunciaron la represión de Estado del entonces

gobierno militar. Iracundos, los militares tildaron a

los obispos del sur andino de “rojos” y “comunistas”.

El compromiso de agentes pastorales con la reforma

agraria o con las tomas de tierras por los campesinos era

un clavo en el ojo de muchos sectores poderosos en el

Perú de entonces. Pero su compromiso social y político

Monseñor Kay Martin Schmalhausen, obispo de Ayaviri y miembro del Sodalicio, en su misa de ordenación.

Ald

o Sa

ntos

nº 180 marzo 200780

se fundaba en documentos centrales de la Iglesia: el II

Concilio Vaticano y las Conferencias Episcopales Lati-

noamericanas de Medellín y Puebla, que proclamaban

la “opción preferencial por los pobres”.

La así llamada “Iglesia del sur andino” se caracterizaba,

por un lado, por una pastoral concertada entre varias

jurisdicciones per se autónomas; y, por otro lado, por

un concepto de Iglesia horizontal que buscaba la parti-

cipación de los laicos; por una Iglesia preocupada por la

situación social y política y por el diálogo con la cultura

andina. Para ello contaba con dos instituciones que se

han hecho conocer más allá de sus jurisdicciones: el

Instituto de Pastoral Andina, que editaba, entre otras

publicaciones, la renombrada revista Allpanchis; y un

seminario para la formación conjunta de los futuros

sacerdotes. “Es cierto que en algunos momentos pode-

mos haber cometido imprudencias, pero para nosotros

el evangelio y la política son inseparables”, dice uno de

los sacerdotes protagonistas de estos años. El padre

Garatea también admite cierta politización, “pero la

politización es mucho mayor si no haces nada, si pre-

fieres el estado actual”.

No sabemos si este tipo de pastoral fue del agrado de

Dios; lo que sí es seguro es que no les gustó a algunos

sectores poderosos de la Iglesia peruana y del Vaticano.

Cada vez que uno de los obispos del sur andino tuvo que

presentar su renuncia, Roma lo reemplazó por un pastor

de un talante menos progresista. Así sucedió en el Cusco

en 1984 y en Puno en 1996. El último golpe restaurativo

llegó de imprevisto para las restantes tres prelaturas:

los pastores de Juli y de Ayaviri tuvieron que presentar

sus renuncias por repentinos problemas de salud. Los

dos obispos que fueron nombrados en su reemplazo

provinieron no solo de sectores más conservadores, sino

totalmente opuestos a la línea pastoral hasta entonces

imperante. El obispo de Juli, monseñor José María

Ortega, pertenece a una Hermandad de Sacerdotes afín

al Opus Dei; y monseñor Kai Martin Schmalhausen, de

Ayaviri, es miembro del Sodalicio de Vida Cristiana, el

shooting-star entre los nuevos movimientos de la Iglesia.

Fundado en 1977 por el laico peruano Luis Fernando

Figari como un movimiento para corregir los “errores”

de la Teología de la Liberación, es conocido por su ca-

pacidad para captar jóvenes de las clases medias y altas

con una práctica rígida y conservadora.

Los nuevos lineamientos

El choque entre los dos sectores de la Iglesia del sur

andino era inminente. Más allá de una cuestión de

estilos —uno horizontal, andino, participativo; el

otro más vertical, romano y caritativo—, se trata de

una batalla de contenidos y prioridades. Las primeras

medidas tomadas por los nuevos prelados afectaban

el trabajo conjunto: en el seminario de Chucuito

(Juli) no solo estudiaban los futuros sacerdotes del

lugar: también religiosos y religiosas recibían allí

una formación académica en filosofía y teología. Ya

fue: a partir de ahora, las mujeres —sean religiosas

o laicas— ya no pueden estudiar ni, menos, enseñar

en el seminario.

El Instituto de Pastoral Andina, que tenía como un

referente central de su trabajo el Informe de la CVR, ha

debido suspender sus actividades de capacitación con-

junta y está esperando nuevos lineamientos, así como la

designación de una nueva dirección. Pero en suspenso

no solo está el futuro de un instituto, sino también el

de los derechos humanos como tema de Iglesia. Cuando

Sendero Luminoso realizó sus primeros actos de violen-

cia en el sur andino, los agentes pastorales —sacerdotes,

religiosos y laicos formados— articularon su trabajo en

defensa de la vida y fundaron las vicarías de solidaridad

de Juli, Ayaviri y Sicuani, que sirven hasta hoy de refe-

rencia para cualquier trabajo de derechos humanos en

el sur andino. El Informe de la CVR menciona expresa-

mente la labor eclesial de derechos humanos en el sur

La mayor resistencia al nuevo modelo eclesial del sur andino proviene de un sector que, a pesar de ser muy numeroso, es considerado como secundario en la jerarquía católica: las mujeres, y especialmente las mujeres religiosas.

Reportaje 81

andino y le otorga el mérito de haber impedido mayores actos de violencia. En otras palabras: sin la actuación de la Iglesia, Puno se habría convertido en otro Ayacucho (donde por cierto actuaba, en el mismo periodo, el hoy Cardenal de Lima, con su peculiar concepto de defensa de los derechos humanos).

La importancia de las vicarías de solidaridad no ha terminado con el fin de la violencia terrorista. Aunque el linchamiento de Ilave fue conocido en todo el país, pocos saben que la Vicaría de Solidaridad de Juli y el trabajo de pastoral social permanente de la Iglesia cumplieron un papel decisivo para apaciguar al pueblo y sentar a los contrincantes a una mesa.(ideele preguntó por correo electrónico y por teléfono a monseñor Kay Martin Schmalhausen si él se ratificaba en que estos logros eran indicios de una evangelización fallida. La-mentablemente, no estaba dispuesto a contestarnos.)

Al momento de escribir este artículo, los prelados de

Ayaviri y Juli aún no han dado a conocer sus decisiones

sobre el trabajo de las vicarías. Pero los antecedentes

apuntan a que su valoración por este tipo de trabajo de

derechos humanos no es muy alta. “Vamos a tener que

trabajar el tema de los derechos humanos y de la CVR

sin el respaldo de la Iglesia oficial”, augura el padre Ga-

ratea. Puede que su visión sea algo pesimista: “Eso no va

a suceder”, nos asegura un miembro de la Conferencia

Episcopal Peruana. “No podemos defender el derecho

a la vida antes de nacer y después ya no nos interesa.”

De paso, el Obispo, cuyo nombre preferimos mantener

en reserva, nos cuenta cómo se logró el nombramiento

de dos obispos que en poco tiempo han causado tanto

conflicto. Y que nada ha tenido que ver con teología pero

sí, y mucho, con el poder.

¿Qué dice Benedicto?¿Es que, desde la lejana Roma, Benedicto XVI comparte

la preocupación por que la fe y la moral cristiana se han

perdido en el sur andino como consecuencia de que sus

sacerdotes se han dedicado demasiado a la labor social y

política? Aparentemente sí, ya que el Papa es el respon-

sable de nombrar a sus obispos. Pero a los pocos meses

de los nombramientos en cuestión, la Congregación de

la Fe en Roma dio a conocer que los puntos en disputa

entre la Santa Sede y el teólogo peruano más famoso del

siglo XX, el padre Gustavo Gutiérrez, habían quedado

zanjados. El padre Gutiérrez, a su vez, es considerado

el inspirador del modelo pastoral llevado a cabo en el

sur andino. ¿Qué sucede entonces en Roma? ¿No sabe

una mano lo que hace la otra?

“Aquí estamos ante una desinformación permanente e

intencional, a un nivel muy alto, puesta en marcha por

ciertos sectores de la Iglesia que con ello buscan aumentar

su poder en la Iglesia”, explica un miembro de la Conferen-

cia Episcopal. La estrategia sería simple: si se presentan

los problemas de manera exagerada y tergiversada, y

los responsables de la Santa Sede se lo creen, entonces

aceptan medidas extremas para solucionar la situación.

En lo que se refiere a nuestro caso, si los responsables en

Roma les creen a los que les dicen que en el sur andino

los izquierdistas están a punto de tomar el poder apo-

yados por una fila de sacerdotes y religiosas comunistas

que dejan de bautizar y de celebrar misa por dedicarse

a la política; si les creen que estos son apoyados por

ONG de derechos humanos ultraizquierdistas y además

cercanas al terrorismo, entonces hay que enviar nuevos

“extirpadores de idolatrías” para salvar a la Iglesia. Por

casualidad, estos extirpadores suelen ser los mismos que

han alimentado el diagnóstico. El resultado: la medicina

es más dañina que la enfermedad.

Estos sectores de la Iglesia aprovechan además una pre-

ocupación real de la Iglesia latinoamericana: la seculari-zación, por un lado, y las denominaciones evangélicas, por otro, están avanzando y quitándoles fieles a la Iglesia Católica. En toda América Latina, y también, claro, en el Perú. Según la Conferencia Episcopal Peruana, solo 80 por ciento de los peruanos se consideran hoy cató-licos. Más fácil que analizar las complejas razones que subyacen a esta situación resulta echarle la culpa a unos sectores “ideologizados” (www.sodalicioperu.com), a los curas “rojos” o a la teología “marxista” (www.aciprensa.

com) del padre Gutiérrez.

En mayo se realizará la V Conferencia Episcopal Latinoa-mericana (CELAM) en Aparecida, Brasil. Las Conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979) pusieron en el centro la opción preferencial por los pobres. En Santo Domingo (1992) el tema fue el diálogo con la cultura. ¿Qué hay que esperar de Aparecida? “Me temo que se pueden dar dos frentes: uno que prioriza la acción social de la Iglesia, y el otro que privilegia la identidad eclesial diciendo que demasiada relevancia social difumina la identidad de la

Iglesia”, asegura nuestra fuente episcopal.

Resistencia femeninaLa mayor resistencia al nuevo modelo eclesial del

sur andino proviene de un sector que, a pesar de ser

muy numeroso, es considerado como secundario en

la jerarquía católica: las mujeres, y especialmente las

mujeres religiosas.

nº 180 marzo 200782

La hermana Lucrecia Aliaga, presidenta de la Confe-

rencia de Religiosas y Religiosos (CONFER), dice que

se siente admirada y dolida por los sucesos del sur

andino: “La labor evangelizadora nace de la pasión por

Jesús”, afirma ella. “Es imposible anunciar el evangelio

sin defender los derechos humanos, sin construir la

dignidad de los pueblos.”

En realidad, el conflicto en la Iglesia del sur andino se suma

a otro en el que se ven involucrados los religiosos. En agosto

del año pasado, el cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani,

prohibió a los religiosos la realización de un seminario

teológico de alto nivel. Estaban invitados como ponen-

tes el padre Gustavo Gutiérrez (hoy religioso dominico),

el teólogo español Arnaiz, el monje benedictino Simón

Pedro Arnold y la religiosa teóloga Antonieta Potente. La

CONFER llevó adelante el encuentro, del que participaron

más de ochocientas personas. La agencia de prensa católica

Aciprensa, en manos del movimiento de Vida Cristiana

Sodalicio, hizo escarnio del evento y resaltó los “ataques

contra los nuevos movimientos, espiritualidades y caris-

mas”; además, acusó “duras críticas contra el documento

de preparación [de la V Conferencia del CELAM] por omitir

algunos temas que integran la controvertida agenda de la

Teología Marxista de la Liberación”.

Desde entonces se han abierto heridas y preguntas muy

serias. Con la hermana Lucrecia los religiosos tienen

una lideresa valiente: “No tengo nada que perder”, dice

ella; “mi vida tiene una motivación clara: la opción por

Jesús. Esto me lleva a buscar la comunión eclesial, pero

en la verdad y en la transparencia”.

Entre lo humano y lo divino

A 4 mil metros, en el altiplano puneño se está más

cerca del cielo; tal vez por ello las disputas teológicas

adquieren allí más ardor. Mientras que los obispos de

Juli y Ayaviri advierten a sus fieles para que no cometan

pecados, el padre Garatea está convencido de que el

pecado consiste en los nombramientos que se han hecho

en Ayaviri y Juli: “Hemos luchado cincuenta años para

liberar a este pueblo de la opresión, para ponerlo de pie.

Y ahora llega gente que los llena de nuevos cargos”.

¿Y qué dice el pueblo? Aparentemente, no les hacen

mucho caso a sus nuevos pastores. A pesar de todas

las advertencias, las mujeres y hombres aimaras

acuden a recibir la comunión en el templo de Juli. El

año pasado no solo les tocó un nuevo pastor eclesial;

también han elegido nuevas autoridades municipales.

Mientras Roma nombró pastores que representan una

línea romana in extremis, las autoridades municipales

elegidas pertenecen a la facción indigenista. El Alcalde

elegido de Juli ya anunció que todos los trámites en la

Municipalidad tienen que hacerse en aimara.

Aunque Roma no se los pida, a los nuevos obispos del

sur andino no les quedaría otra que adaptarse a las

costumbres del lugar si quieren ser escuchados.

Runa cristiano del sur andino

En los quinientos años pocos misioneros, sacerdotes, religiosas,

laicos, sí nos han comprendido nuestras maneras de vivir y celebrar

a Dios de la Vida, han valorado y ayudado a conocer a Dios Padre

y Madre de Jesucristo y han sabido inculturar el Evangelio de Jesu-

cristo Resucitado, respetando nuestra Identidad Cultural. Gracias a

ellos hoy día podemos decir somos cristianos, somos seguidores

de Cristo Crucificado y Resucitado en nuestra propia cultura. Hemos

sido acompañados por hermanas y hermanos que han fortalecido

las organizaciones sociales, han despertado conciencias, fortalecido

familias, ayudado a sanar enfermos, han visitado las cárceles, se

han acercado a los más pobres, han enseñado los valores cristianos,

promovieron coordinaciones pastorales: mujeres, niños, jóvenes,

líderes sociales, catequistas rurales.

Testimonio de Clemente Condori, animador cristiano de la Prelatura de Ayaviri

Aimaras católicos dando la bienvenida a su nuevo Obispo.

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