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  • CUNTO TRABAJO MUJER!

  • CUNTO TRABAJO MUJER! EL GNERO Y LAS RELACIONES LABORALES

    CLAVES PARA TODOSCOLECCIN DIRIGIDA POR JOS NUN

    LAURA PAUTASSI

    CAPITAL INTELECTUALC i

  • Director Jos NunEditor general Jorge SigalEdicin Luis GrussCoordinacin Cecilia RodriguezCorreccin Mariana SantngeloDiagramacin Vernica FeinmannIlustracin Miguel RepProduccin Nstor Mazzei

    Derechos exclusivos de la edicin en castellano reservados para todo el mundo: 2007, Laura Pautassi 2007, Capital Intelectual

    Francisco Acua de Figueroa 459 (1180) Buenos Aires, ArgentinaTelfono: (+54 11) 4866-18811edicin: 4.000 ejemplares

    Impreso en Talleres Grficos Nuevo Offset, Viel 1444, Cap. Fed., en septiembre de 2007. Distribuye en Cap. Fed. y GBA: Vaccaro, Snchez y Ca. S.A. Distribuye en interior y exterior: D.I.S.A. Queda hecho el depsito que prev la ley 11.723. Impreso en Argentina. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicacin puede ser reproducida sin permiso escrito del editor.

    Pedidos en Argentina: [email protected] desde el exterior: [email protected]

    CAPITAL INTELECTUALC iTAMBIN PRODUCE:Le Monde diplomatique, edicin Cono Sur Fem, femenina y singularMir Quin Vino, Vinos y Gastronoma Pasin Celeste y Blanca Estacin CienciaFundadores de la Izquierda Latinoamericana

    Escrbanos a [email protected]

    NDICEIntroduccin 11

    Captulo unoSexo y gnero 21

    Captulo dosEl trabajo reproductivo 41

    Captulo tresEl empleo femenino 51

    Captulo cuatroTrabajo y familia 85

    Conclusiones 97

    La autora 101

    Pautassi, LauraCunto trabajo mujer!: el gnero y las relaciones laborales 1a ed., Buenos Aires, Capital Intelectual, 2007104 p., 20x14 cm. (Claves para todos, dirigida por Jos Nun, N 76)ISBN 978-987-614-036-2 1. Sociologa del Trabajo. I. Ttulo

    306.36CDD

  • A Julia y Emilia, en la esperanza de que crezcancon mejores relaciones sociales de gnero.A Cande, Nico, Beln y Luchi por lo mismo.

    A Negra y Rosa (in memoriam) por su cuidado.A Jaco y Kiki, por los mircoles y mucho ms.

    Y por supuesto a Alejandro.

  • Cunto trabajo mujer! Frecuentemente esta frase aparece en eldiscurso de las mujeres; en su vida cotidiana, en el reconocimientode sus pares y algunas veces, las menos, en los otros integran-tes del grupo familiar. Sin embargo, poco se sabe de la dimensinque ocupa el trabajo femenino, no slo para las propias mujeressino claramente por el aporte que significa para la humanidad.

    Y aqu resulta til interrogarnos si efectivamente podemoshablar de un aporte diferenciado del trabajo. Es decir, existen dife-rencias entre la labor que realiza una mujer y la que realiza un varn?Hay un solo tipo de trabajo?

    Esta pregunta no es ingenua ya que en las ltimas dcadashemos sido testigos de numerosos cambios en torno al mundo deltrabajo remunerado, que es el que es ms visible. As podemossealar con certeza que ha cambiado la composicin de la fuerzade trabajo, en tanto no slo se han incorporado ms mujeres, sinoque hay ms trabajadores de otros pases y de otras etnias; las per-sonas permanecen ms tiempo en su trabajo y se jubilan ms tarde;

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    INTRODUCCIN

  • aument de forma sostenida en los aos noventa, a un ritmo simi-lar al de los ochenta, mientras que la de los varones se estanc, locual trajo como resultado que la distancia de participacin entrestos y las mujeres se redujo considerablemente.

    Esta incorporacin al mercado de empleo remunerado estuvoacompaada por el aumento de oportunidades de puestos paralas mujeres en mbitos donde antes no estaban presentes (parti-cularmente en el sector financiero, en el turismo, en la agroin-dustria, en la industria manufacturera de exportacin, entre otros),o, a partir del aumento de mujeres con ttulo universitario, entrminos de cantidad y diversidad de profesiones.

    Otra caracterstica de la insercin femenina en el mercado deempleo remunerado es que la misma se ha polarizado, dandocuenta de una alta segmentacin y desigualdad, que se ha con-centrado en puestos altos, destinados a mujeres profesionales ode niveles tcnicos altamente especializados, y en puestos de bajonivel, que requieren semi calificacin, o directamente sin requi-sitos de calificacin. Estos ltimos son los preponderantes, y sig-nifica que solamente un grupo minoritario se inserta en empleosdel mbito pblico o del sector privado; mientras que una granparte de las mujeres lo hace en ocupaciones de baja productividad,inestables y con escasa o nula proteccin social.

    El punto central a considerar es si efectivamente estas opor-tunidades se ofrecen, al igual que en las dems ocupaciones, encondiciones de igualdad para varones y mujeres. Es decir, quecada vez ms mujeres se incorporen al trabajo remunerado no sig-nifica que lo hagan a los mejores trabajos; en general reciben ingre-sos ms bajos o no estn protegidas por un contrato de trabajoformal, no gozando entonces de la proteccin legal. Asimismo,transitan ms significativamente por la subocupacin, esto es,se encuentran empleadas en puestos donde se trabaja menosde 35 horas semanales, aun cuando desearan trabajar ms, pero

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    se han transformado las formas industriales de produccin, altiempo que se ha incorporado nueva y diversa tecnologa.

    Tambin se han reformado las regulaciones y leyes labora-les, y se ha diversificado y concentrado el capital; todas caracte-rsticas que encontramos en los pases capitalistas modernos. Enla mayora de los casos, tanto en los pases centrales como en Am-rica latina, estas transformaciones se han producido conjuntamentecon el crecimiento del desempleo, con ciclos econmicos osci-lantes y con la denominada nueva cuestin social que ya no resultatan nueva: la exclusin de importantes grupos y sectores de lapoblacin de las oportunidades para desenvolverse en sociedad.

    Estas situaciones muestran de qu manera los cambios pro-ducidos sobre los sistemas productivos y el mercado laboral con-llevan situaciones de mayor inseguridad para varones y mujeres;el empleo se torn menos estable, los ingresos ms esquivos,su distribucin ms desigual y las redes de seguridad proporcio-nadas en torno al empleo (contar con una cobertura de salud orealizar aportes para el sistema de previsin social) disminuyerono en muchos casos desaparecieron. Ms personas quedaron fuerade la posibilidad de mantener su empleo y muchas otras todavano han podido conseguir uno, con la consiguiente y alarmantesituacin de pobreza e indigencia que implica no disponer de ingre-sos y dems efectos asociados.

    Es en el marco de estas transformaciones que las mujeresingresaron masivamente al mercado de empleo remunerado. Enel caso de Latinoamrica, este fenmeno comienza a mediadosde los ochenta para posicionarse fuertemente como uno de losprincipales hechos que produjeron un cambio de agenda en la regin.De esta forma, la tasa de participacin econmica femeninaque mide la proporcin de mujeres que ya tienen ocupacin enel mercado y de aquellas que no tenindolo lo buscan activamente(desocupadas), en relacin con la poblacin femenina total

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  • stas y otras situaciones, que muchas veces alcanzan la dis-paridad y otras resultan directamente discriminatorias, constituyenel objeto de este libro. Si bien el empleo remunerado es central enla conformacin del trabajo, constituye slo una de sus manifesta-ciones, ya que trabajo no slo es aquel realizado y vinculado a losmbitos productivos y remunerados, sino que tambin debe con-siderarse como tal todo aquello que garantice la reproduccin social.

    Precisando: entendemos por trabajo remunerado a toda aque-lla actividad que se conoce como ocupacin o empleo y que seencuentra sometida a las condiciones del mercado.

    1Es el mercado

    de trabajo (por medio de la oferta y la demanda) el que define lasituacin de las personas frente al empleo remunerado, su capa-cidad de percibir ingresos por esa fuente, la posibilidad de acce-der a la seguridad social, la capacidad tributaria de las personas ylas condiciones para la distribucin de recursos al interior del hogarentre los miembros de la familia.

    A su vez, son numerosos los aspectos que confluyen para per-mitir la insercin de los individuos dentro del mercado de empleoremunerado: primero, los modos en que dividen las tareas de res-ponsabilidad comn, lo que tcnicamente se conoce como la divi-sin sexual del trabajo dentro y fuera del hogar. Esto es, quinse encarga del cuidado de los y las nias, de las compras de ali-mentos, del pago de servicios. En segundo lugar, el nivel y controlde los recursos del hogar, que incluye tanto los ingresos mone-tarios, quin es el/la perceptor/a de los mismos y de qu manerase utilizan y distribuyen, pero tambin otro tipo de recursos comorecursos humanos, tecnolgicos, etc. En tercer lugar, la existenciade bienes y servicios reproductivos al alcance del hogar y de pres-

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    esas horas no estn disponibles. Mucho menos se toma en con-sideracin cmo las mujeres distribuyen su tiempo entre el tra-bajo productivo y las responsabilidades familiares, las que hansido atribuidas en forma exclusiva a ellas.

    Al ritmo de los cambios mencionados la vida privada (y con ellolas elecciones personales) tambin se ha transformado. Aquelloque hasta los aos setenta se consideraba como la regla: confor-mar familias nucleares (integradas por madre, padre e hijos), hoydista de ser la pauta de organizacin, en tanto las personas handiversificado las formas de organizacin de la conyugalidad, se hanexpandido considerablemente los hogares monoparentales, muchosde ellos bajo responsabilidad de mujeres (conocidos como hoga-res de jefatura femenina), y han aumentado los hogares confor-mados por parejas homosexuales, constituyendo la heterogenei-dad en las elecciones de vida un rasgo comn en nuestros das.

    A pesar de estos cambios, la organizacin del cuidado de losmiembros de cada hogar, sean descendientes o ascendientes, pocoha cambiado, en tanto sigue estando a cargo de las mujeres. A suvez, la atencin de los adultos mayores en el hogar se torna mscompleja an debido al deterioro de los sistemas de seguridadsocial, en donde la cobertura de las necesidades de la vejez yano queda bajo la responsabilidad de dicho sistema, sino que recaedirectamente sobre las familias, impactando directamente en elpresupuesto familiar como tambin en la distribucin deltiempo destinado al cuidado de dichas personas. Situaciones simi-lares se presentan con los menores, en donde la prdida de cober-tura y de calidad educativa, entre otras situaciones, repercute enel cuidado y organizacin familiar. En rigor, la divisin sexual deltrabajo en el interior del hogar, y de las responsabilidades fami-liares en general, es el espacio donde los procesos de cambioestn ocurriendo ms lentamente, o en muchos casos, donde nadaha cambiado y todo se ha complejizado.

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    1. El debate conceptual al respecto se encuentra ampliamente desarrollado enBorderas, Cristina; Carrasco, Cristina y Alemany, Carmen (1994), Las Mujeres y elTrabajo. Rupturas Conceptuales, Madrid, Icaria Editorial.

  • vado el hogar qued para las mujeres, sin que las mismas pudie-ran dar cuenta de su eleccin al respecto.

    En rigor, el problema en considerar la amplitud de manifesta-ciones que comprende el trabajo radica en el hecho de que eltrabajo reproductivo o de cuidado de los miembros del grupo fami-liar permaneci oculto a lo largo de la historia de la humanidad,situacin que llev a que no se produjera su reconocimiento comotal. De esta forma, se han tenido que realizar esfuerzos impor-tantes para su contabilizacin estadstica, como tambin se haavanzado en algunos pases en la incorporacin del trabajo repro-ductivo no remunerado en las cuentas nacionales y en el cmputode la poblacin activa. Sin embargo, y tal como analizar a lo largodel libro, todava resulta necesario avanzar en un efectivo reco-nocimiento de este tipo de labor, no solamente a los efectos de suvisibilidad estadstica sino principalmente en torno a su (re)distri-bucin. O en otros trminos, que no siga estando exclusivamentebajo responsabilidad de las mujeres sin que tal asignacin seacuestionada o al menos revisada.

    A qu responde esta falta de reconocimiento del trabajo repro-ductivo? Por qu se asocia necesariamente el trabajo realizadoen el mbito domstico con las mujeres? La respuesta hay quebuscarla en una estructura de poder asimtrica que asigna valo-res diferenciales a cada uno de los sexos y por ende estructura unsistema de relaciones de poder conforme a ello.

    Esto es lo que conocemos como discriminacin por gnero.Pero, gnero refiere al poder? Efectivamente, ya que las dife-rencias biolgicas entre mujeres y varones por s solas no pro-vocan determinados comportamientos. Aquello que produce untratamiento diferencial entre ambos sexos es la concepcin acercade las capacidades y potencialidades de uno y otro sexo, deva-luando las de uno y sobrevaluando las de otros, o simplementeasignndoles competencias a unos y negndoselas a otros. Este

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    taciones relacionadas con el cuidado de sus miembros, situacinque permite u obstaculiza, segn el caso, de manera significa-tiva el ingreso al empleo remunerado. Esto significa que no es lomismo contar con una red de proteccin del cuidado de nios,conformada con guarderas, salas maternales, jardines y un sis-tema educativo de calidad y accesible a toda la poblacin, queresolver en forma artesanal este cuidado para poder asistir allugar de trabajo. Un ltimo aspecto determinante del ingreso alempleo lo constituyen las caractersticas del mercado de trabajoasociadas a (o determinadas por) el ambiente econmico.

    Por otra parte, el trabajo reproductivo comprende todas aque-llas actividades no remuneradas realizadas en el hogar y que podranser realizadas por alguna persona distinta de aquella que habi-tualmente lo realiza en su calidad de miembro de la familia. Estetrabajo, que histricamente ha permanecido invisible y devaluado,se denomina trabajo reproductivo por la similitud que tienen estasactividades con las tareas destinadas a garantizar la reproduccinsocial, que comprenden desde la tareas especficas vinculadas a lamaternidad, los cuidados que se les imparten a los miembros delgrupo familiar a lo largo del ciclo de vida, el cuidado de enfermosy todo lo vinculado con las personas adultas mayores.

    Tambin se considera como trabajo el tiempo propio desti-nado a los otros sin recibir remuneracin y que no incluye a losfamiliares directos. Se trata del trabajo voluntario, que suele com-prender actividades filantrpicas, religiosas, agentes sanitarias oel trabajo poltico no remunerado.

    A su vez, estas categoras empleo remunerado o trabajo pro-ductivo y el trabajo realizado en el mbito del hogar o reproduc-tivo se diferencian claramente a partir del desarrollo de las eco-nomas capitalistas industriales, que estimularon una divisin entrela esfera de lo pblico (el mercado) y la esfera de lo privado (elhogar). Eso significa que todo aquello que cay en el mbito pri-

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  • No basta saber qu hacen y qu tienen las mujeres y los varo-nes de un grupo social determinado, sino que resulta imprescin-dible comprender el significado de esta divisin, las formas en queculturalmente se legitima, las vivencias que produce y las identi-dades que construye. Por ello el anlisis comprende dimensionesque aluden tanto al trasfondo cultural de las relaciones de gnerocomo a su carcter poltico. Transformar dichas relaciones signi-fica cuestionar y replantear poderes, tanto en la vida cotidianacomo en las esferas ms amplias de la sociedad.

    Durante siglos la diferencia sexual fue utilizada como el fun-damento para que mujeres y varones tuviramos destinos pornaturaleza diferenciados, necesidades y habilidades dispares.As, la desigualdad social, poltica y econmica de las mujeresen relacin con los hombres se justific como resultado inevita-ble de su asimetra sexual

    3.

    En consecuencia, resulta comn encontrar un uso imprecisoy muchas veces una confusin entre los conceptos de sexo y degnero. Afinando estas diferencias iniciamos este libro, paraluego avanzar en el anlisis del trabajo reproductivo y su necesi-dad de visibilizacin, y ms tarde detenernos en las caractersti-cas de empleo remunerado desde un enfoque de gnero. Un puntocentral en el abordaje refiere a las condiciones en que uno y otrosexo se desempean en los mbitos productivos y reproductivos,

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    tratamiento se tradujo histricamente en diversas asimetras enlos derechos, en el acceso a recursos, al poder y en los compor-tamientos sociales y econmicos.

    Estos comportamientos econmicos y sociales diferenciados,esperados dentro de determinado patrn cultural, reafirman ladesigualdad que produce esta estructura de poder y reproducen,a su vez, la estructuracin econmica desigual, con claras conse-cuencias tanto en trminos de empleo remunerado como en elingreso, en el sistema productivo y en los mercados. Las fronte-ras entre lo pblico (las relaciones econmicas, el mercado, etc.)y lo privado (el mbito domstico) se refuerzan o resignifican deacuerdo a los contextos. A su vez, las relaciones de gnero estruc-turan la economa, pero tambin la divisin sexual del trabajo alinterior del hogar, reforzando las asimetras sealadas.

    Pero qu define el gnero? El gnero como categora delcampo de las ciencias sociales es una de las contribuciones teri-cas ms significativas del feminismo contemporneo. El conceptode gnero define aquello que ya formaba parte de la vida cotidianay da lugar a una amplia produccin de teoras e investigacionesque reconstruyen las historias de las diversas formas de ser mujery de ser varn. Este marco terico indito promovi un conjuntode ideas, metodologas y tcnicas que permitieron cuestionar yanalizar las formas en que los grupos sociales han construido yasignado papeles para las mujeres y para los varones, las activi-dades que desarrollan, los espacios que habitan, los rasgos que losdefinen y el poder que detentan. En conjunto, estas ideas y tcni-cas proponen una nueva mirada a la realidad, denominada pers-pectiva de gnero, que permite desentraar aquellos aspectos quede otra manera permaneceran invisibles

    2.

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    2. Si bien el gnero en los primeros aos se utiliz para enfrentar el determinismobiolgico, en la actualidad el concepto ocupa un lugar central en los debates sobre

    lenguaje, literatura, historia, arte, educacin, poltica, sociologa, psicologa, cien-cia, medicina, geografa, hbitat, derecho, trabajo y economa. En las ciencias socia-les, la temtica de gnero ha sido convalidada, en los ltimos treinta aos, comoconocimiento vlido, y con entidad propia, posteriormente se incorpora en laeconoma y es an ms reciente en las ciencias duras. Benera, Lourdes (1994),Towards a Greater integration of Gender in Economics, Salt Lake, Ponencia pre-sentada en Second Meeting on Gender, Adjustment and Macroeconomic Models,junio 25-26, 1994 (mimeo).3. Lamas, Marta (2002), Cuerpo: diferencia sexual y gnero, Mxico, Taurus.

  • El concepto de sexo remite a las diferencias anatmicas y fisiol-gicas entre la mujer y el varn, esto es, hembra y macho en la espe-cie humana. Gnero refiere, por su parte, a la construccin socialdesigual basada en la existencia de jerarquas entre ambos sexosy las consiguientes relaciones de poder asimtricas que se gene-ran a partir de la misma.

    Esta diferenciacin no es slo conceptual sino que tiene efec-tos polticos, econmicos, sociales y culturales. Es decir: el gnerorefiere a todos aquellos atributos y relaciones sociales cambian-tes el sexo, por el contrario, es esttico; alude a lo que una socie-dad asigna a lo femenino y a lo masculino. La perspectiva degnero busca separar la idea de mujer o de varn para evi-denciar las mltiples posiciones que las personas pueden ocupar

    4.

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    analizando las causas que producen estas diferencias y en quforma afectan a mujeres y a varones. Por ltimo sugiero algunosaspectos que resultan pasibles de ser modificados y que favore-ceran la promocin de mejores relaciones entre mujeres y varo-nes, al mismo tiempo que contribuiran eficazmente a una mayoreficiencia econmica y productiva.

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    CAPTULO UNOSEXO Y GNERO

    4. De hecho, cuestiona seriamente la utilizacin del concepto de hombre, que alser utilizado como genrico de humanidad invisibiliza las diferencias constitutivasde mujeres y varones.

  • nido de ser mujer no es obligatorio y no est naturalmentedeterminado sino estructurado desde la historia y las relacionesde poder, y por lo tanto es modificable.

    Aceptar que el sujeto no est dado, sino que es construido ensistemas de significados y representaciones culturales, implicaaceptar que cada persona est encarnada en un cuerpo sexuado,que adoptar caractersticas propias de cada etapa del ciclo vital,las que a su vez se caracterizarn por rasgos biolgicos y por cons-trucciones genricas. De esta forma, el ciclo vital adoptar carac-tersticas especficas de la niez, de la adolescencia, la adultez y lasenectud, las que sern diferenciadas si se trata de un nio o unania, una joven o un joven, una mujer o un hombre maduro. Deesta forma se desarrolla un proceso por el cual se relaciona a laspersonas con una serie de caractersticas, de expectativas y de opor-tunidades particulares (dependiendo de su sexo biolgico) as comola apropiacin que cada persona hace de stas (identificacin).

    En uno y otro sentido, la sexualidad biolgica se va trans-formando en productos de la actividad humana. Tal como sealaMarta Lamas (2002): lo invariable no es el sexo sino la diferen-cia sexual. Por lo mismo, y sin dejar de lado los intersexos entrelos cuales las personas hermafroditas plantean en la actualidaddemandas respecto de su integridad fsica, asumir la duplicidadbiolgica bsica del sujeto nos permite reconocer el significadoy la especificidad de la diferencia sexual. De all que existan nume-rosas y complejas interrelaciones e interacciones humanas dondelo biolgico, lo psquico y lo social se entrelazan.

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    PBLICO Y PRIVADOAl ser el concepto de gnero una categora terica-analtica, suaplicacin es estratgica para comprender la falta de equidad en

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    Registrando las diferentes formas en que mujeres y varonesson percibidos por un entorno estructurado por la diferencia sexual,se puede conceptualizar al gnero como el conjunto de ideas, repre-sentaciones, prcticas y prescripciones sociales que una culturadesarrolla desde la diferencia anatmica entre los sexos, para sim-bolizar y construir socialmente lo que le es propio de los varones(masculino) y lo que le es propio de las mujeres (lo femenino)

    5.

    El gnero, como categora terica-analtica, abarca el conjuntode caractersticas, expectativas y oportunidades que un gruposocial asigna a las personas, y que stas asumen como propio,basndose en las caractersticas biolgicas de su sexo. El gnerode una persona es, esencialmente, una construccin social nonatural que vara de un grupo social a otro y de una poca a otra,y es construido a travs de procesos de comunicacin y por mediode manejos de poder que, a su vez, se transmiten de manerasdiversas y sutiles durante los procesos de crianza y educacin.

    De all que a lo largo de la historia, las mltiples y diversasdemandas de las mujeres por sus derechos, espacios y necesida-des, si bien han tenido tiempos discontinuos de visibilidad y movi-lizacin, dejaron en claro una idea que no slo sintetiza este reco-rrido sino que abri un nuevo horizonte: los modos de ser mujery de ser varn son una construccin social histrica, y, por lo tanto,cambiante y diferente en cada grupo social.

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    La construccin de esta nocin, que hoy parece elemental yobvia, requiri el derrumbamiento de la creencia de que las dife-rencias entre mujeres y varones eran naturales y que era inamo-vible lo propio de cada sexo. El hecho genrico es dinmico ydialctico. El ser mujer o ser varn se transforma, aun dentro deun tipo de organizacin genrico dado; de este modo, el conte-

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    5. Lamas, Marta (2002), op. cit.6. Tal como sintetiz Simone de Beauvouir en su magistral obra El segundo sexode 1949: Mujer no se nace sino se hace. 7. Lamas, Marta (2002), op.cit.

  • Las sociedades modernas industrializadas, consolidadas espe-cialmente luego de la Segunda Guerra Mundial, se caracterizaronpor una creciente intervencin del Estado en numerosos aspectosde la vida social, que, entre otros efectos, llev a la necesidad dereorganizar la divisin sexual del trabajo.

    La organizacin democrtica del Estado se combin con eldesarrollo de un tipo especial de arreglo institucional denominadoEstado de bienestar, caracterizado, a grandes rasgos, por dos aspec-tos fundamentales: la intervencin en la economa y el desarrollode diversas instituciones sociales que ofrecan prestaciones socia-les para toda la ciudadana, en reas como educacin, salud,vivienda, seguridad social, y que garantizaron de esta forma elejercicio de un nuevo tipo de derechos, los denominados dere-chos sociales. Entre ellos, el primer derecho social que goz dereconocimiento normativo fue el derecho al trabajo.

    Concordantemente, en materia econmica se consolidaronformas de produccin capitalista organizadas a partir de la deno-minada sociedad salarial, la cual trajo aparejado un modo deorganizacin econmica y social cuyo eje fue la relacin capital-trabajo. As, se desarrollaron instituciones sociales y econmicasque adquirieron particularidades especficas segn los contextosnacionales y regionales, y que fueron en paralelo con los procesosde industrializacin, urbanizacin y desarrollo de la ciudadana.

    Especficamente en Amrica latina se dio un menor nivel deasalarizacin que en las economas centrales, con un dbil desa-rrollo de las instituciones protectivas de los trabajadores/as y la

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    reas que histricamente se consideraron como neutrales: pol-ticas pblicas, macroeconoma, empleo, regulaciones laborales,polticas sociales, y por consiguiente en la naturaleza y dinmicade la transformacin de la economa y de las sociedades.

    La importancia de analizar el vnculo existente entre el Estadoy las relaciones de gnero puso en evidencia el papel estatal noslo en la produccin y reproduccin de relaciones de gnero sinotambin en su transformacin. La divisin entre lo masculino y lofemenino representa una diferencia entre lo pblico y lo pri-vado, dejando para el primero lo productivo y para el segundolo reproductivo. As, la poltica es el mundo de lo pblico y delpoder por excelencia, correspondiendo casi exclusivamente almbito masculino; por su parte, el mbito reproductivo, lo pri-vado, fue asignado a las mujeres.

    Las actividades pblicas tales como la participacin poltica, eltrabajo productivo remunerado, la creacin cientfica y cultural se con-virtieron en las actividades sociales ms valoradas; en cambio, lodomstico, tanto trabajo reproductivo como social, fue concebidocomo una actividad secundaria y poco valorada, particularmenteen trminos de recursos, sean econmicos, simblicos y de poder.

    En la medida en que las actividades con ms recursos y msvaloradas las pblicas fueron apropiadas por los varones, stospudieron organizar un sistema de poder asimtrico de control sobrelas mujeres. Es decir, la exclusin de las mujeres no fue casual yse fortaleci a la luz del determinismo biolgico, esto es, convali-daron la idea de que el aumento de participacin poltica y social delas mujeres tal como haban proclamado las mujeres durante laRevolucin Francesa significaba oponerse al orden natural.

    8

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    8. En 1791, Olympia de Gouges escribe la Declaracin de los Derechos de la Mujery la Ciudadana, rplica de la Declaracin de los Derechos del Hombre y del Ciu-dadano de 1790, motivo por el cual dos aos despus fue condenada a la guillo-

    tina. En 1792, la inglesa Mary Wollstonecraft public el libro Vindicacin de losderechos de la mujer, considerado uno de los manifiestos feministas ms radica-les de la historia. La obra estaba inspirada en la idea de que la mujer no slo existepara el placer masculino y en la propuesta de que la mujer recibiera el mismotratamiento que el hombre en cuanto a la educacin, los derechos polticos y eltrabajo, adems de ser juzgada con los mismos patrones morales.

  • en trminos de tornar invisibles las diferencias entre varones ymujeres, posibilit la incorporacin de las mujeres al escenariopoltico y por lo tanto pblico, esta incorporacin no se produjoen trminos de igualdad material, por lo que resulta necesariorediscutir el alcance de la ciudadana y avanzar en una nueva con-cepcin del Estado democrtico.

    Aqu cabe abrir un parntesis. Cuando nos referimos a la igual-dad debe diferenciarse la acepcin de igualdad formal de la mate-rial. En el caso de la primera, que se ha conseguido tras impor-tantes luchas hacia fines del siglo XX y que se identifica con laexigencia jurdico-poltica de igualdad ante la ley, consiste en otor-gar igual status legal a varones y mujeres, o lo que es lo mismo,el reconocimiento como sujetos de derecho en igualdad de con-diciones y la consiguiente garanta de equiparacin de trato enla legislacin y la aplicacin del derecho.

    ste no es un tema menor; tal como fue expuesto, desde lapolis griega hasta la actualidad, alcanzar la igualdad en la consi-deracin de mujeres y varones ha significado un largo y reidoproceso de luchas y reivindicaciones, en tanto las mujeres no tuvie-ron el mismo reconocimiento de sus derechos que los varones.En el caso argentino, tras la reforma constitucional de 1994, muje-res y varones gozamos de igualdad absoluta formal.

    Sin embargo, no es suficiente incluir una nocin formal deigualdad limitada y exigir criterios de distincin objetivos y razo-nables; tampoco prohibir diferencias de trato irrazonables, capri-chosas o arbitrarias. Resulta necesario garantizar la llamadaigualdad material o estructural. La misma parte del reconoci-miento de que ciertos sectores de la poblacin no gozan de todoslos valores y medios para desarrollarse como personas y paraparticipar en pleno en la organizacin econmica, poltica ysocial; esto requiere de la adopcin de medidas especiales deequiparacin.

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    conformacin de sociedades fragmentadas que posean, por unlado, un sector asalariado cubierto en sus contingencias sociales(salud, previsin social, accidentes de trabajo, asignaciones fami-liares) por esquemas de proteccin basados en la relacin de tra-bajo, y por el otro, un amplio sector de poblacin con empleos debaja calidad, sin proteccin social y sin resguardo de sus derechos.

    En todos los casos, se puede identificar un elemento comnen la consolidacin de las sociedades, tanto en las economas cen-trales como en las menos desarrolladas: la vinculacin del Estadocon las familias, que pasa a constituirse en el elemento centralcuando no el nico de nexo entre el Estado y las mujeres. Esdecir, la forma de estructuracin del Estado moderno no fue ajenaal desarrollo de mecanismos de dominacin patriarcal que exis-ten en la sociedad y que producen formas determinadas de dis-criminacin de las mujeres.

    Si bien la consolidacin de los derechos de la ciudadana quetrajo aparejada el siglo XX, tanto para hombres y mujeres, pro-dujo una ruptura entre la concepcin autoritaria patriarcal de lafamilia y su relacin con el Estado, a partir del reconocimientode que todos los individuos que forman parte de una sociedad sonsujetos de derecho ciudadanos y ciudadanas, quedaron sesgosy mecanismos discriminatorios para con las mujeres.

    El feminismo contemporneo retom el debate y cuestionfuertemente a la democracia por dejar de lado el mbito pri-vado, como tambin haber promovido, bajo una supuesta igual-dad ciudadana, la invisibilizacin de las mujeres. El lema que iden-tific a los movimientos feministas en Amrica latina fue lopersonal es poltico, promoviendo la modificacin en el mbitolegislativo y estatal del status de la mujer, y por ende en las rela-ciones sociales, familiares y laborales.

    La reflexin poltica y las evidencias empricas sobre la demo-cracia dejaron en claro que, si bien la ciudadana, con sus lmites

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  • Si bien estos aspectos y otros ms se analizarn en profun-didad en el captulo tercero, cabe destacar que es responsabilidaddel Estado no slo garantizar el derecho a la no discriminacin,sino avanzar en la creacin de las condiciones necesarias para ellogro de la igualdad real de oportunidades. Y aqu cabe pregun-tarse si el Estado puede ser neutral ante estas situaciones queimponen a varones y mujeres distintas consideraciones que tie-nen efectos jurdicos, sociales y econmicos diferentes.

    ENTRE LA CEGUERA Y LA NEUTRALIDADLos debates en torno a la relacin entre gnero y Estado comen-zaron en el marco de la discusin sobre la supuesta neutralidadestatal respecto del diseo de polticas pblicas, y la posicin con-traria que sostiene que el Estado promueve ciertos intereses defi-nidos por el papel que juega en una sociedad capitalista y patriar-cal. Esta discusin promovi una importante produccin cientficadesde el feminismo y la teora poltica sobre las relaciones entregnero y Estado.

    El Estado ha sido una de las instituciones ms cuestionadas porel feminismo por producir y reproducir la discriminacin de gneroal considerar que el poder no se ubica solamente en el espaciopblico y en el sistema poltico, sino que tambin existe en el mbitoprivado y la familia. Este cuestionamiento fue acompaado por unaimportante produccin terica, respaldada en investigaciones emp-ricas, referida a las acciones e intervenciones del Estado o deorganizaciones de la sociedad civil que tienen como destinatarias alas mujeres y que constituyen insumos importantes para visibilizarla no neutralidad en trminos de gnero, como tambin las situa-ciones de discriminacin y de desigualdad por el mismo.

    La idea de neutralidad se asocia a aquellos abordajes y/ointervenciones que buscan dejar intacta la distribucin de los

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    Ello implica la necesidad de un trato diferenciado cuando,debido a las circunstancias que afectan a un grupo desaventajado,la identidad de trato suponga coartar o empeorar el acceso a unservicio o bien el ejercicio de un derecho. Esto significa que sebusca concretar el principio de igualdad a travs del acceso efec-tivo a los bienes y servicios que demanda el desarrollo en la socie-dad en que se viva, que incluya sin duda el ejercicio de derechosindividuales, civiles, polticos y sociales, sin distincin de sexo,raza, etnia o religin.

    En relacin con nuestra preocupacin, el mbito del trabajo,las mujeres generalmente sufren situaciones de discriminacinvinculadas con su sexo, su situacin matrimonial o sus respon-sabilidades familiares, que afectan directamente la garanta deigualdad. Al ser situaciones discriminatorias, las mismas obede-cen en general a generalizaciones sobre las caractersticas o capa-cidades de las mujeres, o a supuestos mitos que sostienen quela maternidad acarrea mayores costos laborales para el emplea-dor, o tambin procesos discriminatorios respecto de la raza, elorigen tnico, la edad y la invalidez, entre otros, que redundan enla desvalorizacin y segregacin de grupos de trabajadores a pues-tos de trabajo con condiciones laborales menos favorables yque por ende van en contra del principio de igualdad material.

    El foco en la igualdad material cobra importancia, a su vez, porel hecho de que en la mayora de los casos los mecanismos queatentan contra la igualdad de oportunidades y de trato en el empleono operan como mecanismos formalmente instituidos, sino comoun conjunto de expectativas recprocas que se constituyen en pau-tas de accin invisibles que determinan la conducta tanto de losempleadores como de los y las trabajadores/as dependientes. Unode estos mecanismos es la discriminacin salarial, o el pago desalarios menores a las mujeres; y el otro, la desigualdad en el trato,tanto en el acceso como durante la relacin laboral.

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  • las polticas sino en abstraerlas del contexto social de sus vidas.9En

    la prctica se traduce en que muchos de estos programas se dise-an incluyendo una ventanilla mujer o un componente mujerque nada dice acerca de las relaciones de poder construidas y lasasimetras implcitas. Por otro lado, significa no comprender quelas relaciones de gnero son dinmicas y susceptibles de trans-formarse por la interaccin humana. Precisamente, adoptar unaperspectiva de gnero implica no seguir produciendo y promoviendopolticas, instituciones y marcos regulatorios que se ajusten al sis-tema sino que lo transformen.

    Esta idea de dinamismo en las relaciones sociales es clave alos efectos de considerar el trabajo, tanto aquel que se realiza comoactividad productiva como el trabajo no remunerado. Por qu?Precisamente porque esta estructura de poder asimtrica, queotorga distintas valoraciones al ser mujer y ser varn, otorgadiferente valor al trabajo femenino y al masculino. Esto es lo quese conoce como oportunidades diferenciales por sexo.

    UNA MISMA CAPACIDADExisten oportunidades diferenciales cuando la demanda de manode obra discrimina en el mercado de trabajo, aplicando en el nivelmicro requisitos diferentes a los de capacitacin o adecuacin tc-nica para el desempeo de un puesto de trabajo o una funcin. Esdecir, existe discriminacin cuando las posibilidades y las condi-ciones de empleo son desiguales para grupos de oferentes igual-mente productivos (varn y mujer). O en otros trminos, cuandodos personas, varn y mujer, con iguales capacidades, niveleducativo alcanzado y potencialidades de desarrollarse en el mbito

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    recursos y responsabilidades, tanto en el mbito pblico comoprivado. Por ende, aplicar la perspectiva de gnero y de relacio-nes sociales de gnero posibilita desarticular y hacer visibles lasrelaciones de poder existentes y dejar en evidencia que sonilegtimas en trminos de igualdad. Sin embargo, dichos avan-ces se han traducido en menor medida en el diseo, formula-cin e implementacin de polticas pblicas en general y deempleo en particular, entre otras razones, por la persistencia deuna tradicin arraigada en los decisores polticos e institucio-nales sobre esta supuesta neutralidad del gnero en las polti-cas pblicas.

    Digo supuesta en tanto claramente el Estado no es ni puedeser neutral en considerar la diferente situacin y posicin que ocu-pan mujeres y varones en la sociedad. Entre otras razones porquees un actor con intereses propios y con capacidad para actuar aut-nomamente, porque sus polticas tienen impactos en las relacio-nes de gnero, clase social, etnia, etc., y porque adems repro-duce las condiciones de desigualdad. Por lo mismo, dentro deesquemas interpretativos crea nuevos significados y es un sitio deproduccin cultural y discursiva en donde las relaciones de gnerose configuran, re-significan y re-codifican

    La elaboracin de las polticas es un marco en el que concer-tan y/o se enfrentan fuerzas polticas. Cada rea de poltica cons-tituye una arena de lucha que tiene su propia composicin: acto-res, procesos polticos, hegemonas. Las interacciones entre losactores implican conflicto, disputas, negociaciones. De all se explicala neutralidad en trminos de gnero como una decisinracional de invisibilizar a las mujeres y los impactos diferencia-les que la poltica tiene para uno u otro sexo.

    A su vez, la mayora de los programas y polticas se diseancomo ciegos al gnero. En estos casos, la ceguera al gnero delas polticas surge no tanto de ignorar a las mujeres en el diseo de

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    9. Kabeer, Naila (1998), Realidades trastocadas. Las jerarquas de gnero en el pen-samiento sobre el desarrollo, Mxico, Editorial Paids, PUEG.

  • nios (pediatra) o la mayor fuerza fsica de los varones para latraumatologa a una estructura de poder, plasmada en este casoespecfico en el denominado modelo mdico hegemnico, dondelos varones conservan ciertas especializaciones en forma cuasiexclusiva, las que no casualmente son las mejor remuneradas yms prestigiosas, orientando a las mujeres hacia las ms deva-luadas econmica y socialmente, y que a la vez demandan unamayor dedicacin por parte de las profesionales de la salud.

    A su vez, las modalidades de produccin del servicio en saludse insertan en el funcionamiento de los mercados laborales, endonde las condiciones actuales de empleo estn determinadas porel orden simblico (representaciones sociales sobre la salud), porlas interacciones entre los actores involucrados y por el marcolegal institucional.

    Esta configuracin se puede ver claramente en los sectores desalud provinciales, los que tras los procesos de transferencia deefectores de salud (desde puestos sanitarios y centros de salud ahospitales de alta complejidad) de nivel nacional a las provinciastienen a su cargo la provisin de salud a nivel local y por ende tam-bin son responsables por el personal del sector. En un estudio decaso realizado en la provincia de Crdoba

    10, se visualiza, a partir

    de datos del ao 2004, cmo se ha configurado esta situacin,ya que las trabajadoras mujeres se concentran predominante-mente en cargos y funciones asociados a cuidados maternales(enfermera, auxiliares de enfermera, trabajadoras sociales, psi-copedagogas), a pesar de ser mayora en el sector salud (el 65 porciento de los ocupados en el sector son mujeres).

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    del empleo remunerado no reciben un tratamiento igual, tantoal momento de ingresar al empleo como a lo largo de toda sutrayectoria laboral.

    Dos figuras describen esta situacin. El fenmeno conocidocomo techo de cristal en el extremo superior de la estructura ocu-pacional alude a las dificultades de las mujeres para prosperar ensus carreras o superar determinados umbrales ocupacionales. Elpiso pegajoso en los espacios inferiores se refiere, por su parte,a la concentracin de las mujeres en puestos de trabajo de poca cali-ficacin y movilidad, con bajas remuneraciones y escaso acceso ala capacitacin laboral. Ambos fenmenos se cruzan por la dispo-nibilidad sesgada de tiempo que tienen las mujeres para desen-volverse en los mbitos productivos; esto es, tienen menos tiempopara vender y ms ocupaciones y responsabilidades que aten-der, particularmente en el mbito de sus relaciones familiares.

    Esta situacin se explica en gran medida por el sistema devalores imperante (dominante) y por los patrones de comporta-miento de los procesos productivos: por cada progreso numricode las mujeres en alguna disciplina acadmica, sector profesionalo en distintos oficios, la sociedad dominada por varones inventa,bajo el pretexto de imperativos econmicos o simblicos, nuevosmedios para mantener la divisin sexual del trabajo y del saber.

    Un ejemplo claro al respecto lo constituyen las especializa-ciones en la medicina, en donde se concentra y promueve elingreso de mujeres a aquellas vinculadas con lo reproductivo,como el caso de la pediatra, la clnica mdica o la ginecologa,y se desestimula la eleccin de especializaciones que se con-sideran tpicamente masculinas, como la traumatologa, la ciru-ga, la urologa, entre otras.

    Los argumentos a favor o en contra de la presencia de muje-res responden a pesar de las argumentaciones de corte biologi-cista que sealan cierta dotacin natural de las mujeres para los

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    10. Burijovich, Jacinta y Pautassi, Laura (2006), Reforma sectorial, descentraliza-cin y empleo en salud en Crdoba, en Rico, M. y Marco, F. (coord.), Mujer yempleo. La reforma de la salud y la salud de la reforma en Argentina, Buenos Aires,CEPAL y Siglo XXI editores; pp. 235-279.

  • por ciento de las enfermeras, el 85 por ciento de las fisioterapeu-tas y el 82,6 por ciento de las odontlogas son mujeres. Entre losprofesionales mdicos slo el 54 por ciento son mujeres. Entre lasautoridades la distribucin se acerca al 50 por ciento.

    Es decir, en una y otra jurisdiccin (provincia y municipio) exis-ten situaciones que dan cuenta de un tratamiento diferenciadoentre varones y mujeres, que se manifiesta en fenmenos de segre-gacin vertical (baja o nula presencia de mujeres en puestos jerr-quicos y de conduccin).

    Si bien en el caso del municipio la segregacin ocupacionalvertical es menor que en la provincia, se constata mayor segrega-cin horizontal, en donde las mujeres son mayora (72,3 por ciento)en el primer nivel de atencin (Atencin Primaria en Salud), que secondice a su vez con las prestaciones de salud directamente diri-gidas a la poblacin de menores recursos, y en donde la conjun-cin que se presenta para las profesionales es doblemente des-gastante: no se valoriza el primer nivel de atencin en lo que implicaestratgicamente para el bienestar de la poblacin y no hay unreconocimiento de las profesionales que lo ejercen, a lo que sesuma que las propias mdicas ante la situacin de necesidad delos grupos que atienden terminan maternalizando su rol profe-sional y sumando as desgaste. Es decir, no se reconoce en toda sumagnitud el tipo de tarea que realizan como tampoco el tipo de ser-vicio de salud al que pertenecen.

    Los ejemplos expuestos dan cuenta de como el sistema devalores imperante, que asume ciertas caractersticas como feme-ninas y otras como masculinas y a partir de all estructura lademanda de trabajo y por ende condiciona su oferta, se traduceno slo en desventajas econmicas y polticas para las mujereseconmicamente activas, a las que se les niega un desarrollo plenode sus capacidades individuales, sino tambin para la sociedad ensu conjunto, que se perjudica por el desarrollo recortado del sec-

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    A su vez, en el sector pblico provincial es posible observarsituaciones de segregacin vertical para con las mujeres (que esla diferencia entre los potenciales aspirantes a puestos de con-duccin y quienes efectivamente ocupan dichos cargos). De estaforma se comprueba que las mujeres, a pesar de ser mayora enel sector salud provincial, acceden en menor medida a los car-gos de conduccin, tanto en aquellos cargos de conduccin pol-tica como de conduccin tcnica.

    CUADRO UNO

    Distribucin de los cargos ocupados en el sector salud de la provincia

    de Crdoba, en 2004, por sexo y en porcentaje.

    Tipo de Cargo Mujeres Hombres

    Cantidad de cargos % Cantidad de cargos %

    Jefe de Departamento 0 0 4 100

    Jefe de Servicio 8 25 24 75

    Jefe de Divisin 7 87,5 1 12,5

    Jefe de Seccin 26 47,3 29 52,7

    Supervisin 126 75,4 41 24,6

    Operativo 5.457 68,7 2.481 31,3

    Residentes 342 80,1 85 19,9

    Fuente: Burijovich, Jacinta y Pautassi, Laura (2006), op. cit, en base a datos dela Direccin de Recursos Humanos, Ministerio de Salud de la provincia deCrdoba, 2004.

    En el caso del municipio de la ciudad de Crdoba (municipio capi-tal), cuando se analiza la distribucin del personal por sexo es posi-ble constatar tambin el fenmeno de segregacin ocupacional:el 100 por ciento de las trabajadoras sociales, de las nutricionistasy de las fonoaudilogas, el 95,2 por ciento de las psiclogas, el 88

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  • como responsabilidad exclusiva de las mujeres, una suerte dedestino asociado a la potencialidad reproductiva de las mujeres,sean madres o no.

    Tal como fue anticipado, el sistema capitalista ha ido gene-rando una separacin entre las esferas pblica y privada a partirdel establecimiento de instituciones, organizaciones sociales, nor-mas, pautas culturales e infraestructura separadas que distinguenel trabajo asalariado del trabajo de reproduccin no remunerado.Esta separacin favoreci el ocultamiento de la vinculacin entre losdiferentes tipos de trabajo y los distintos procesos, o la interrelacinentre uno y otro. Antes de analizar el trabajo reproductivo, es tilconsiderar brevemente qu se entiende por discriminacin y cmose diferencia de la desigualdad

    DISCRIMINACINUna vez aceptado que la igualdad formal reconocida por las leyesno significaba haber alcanzado la igualdad sustancial entre lossexos, la mxima tratar igual a lo que es igual y tratar distinto alo que es distinto constituy una bandera de las reivindicacionesfeministas de la segunda mitad del siglo XX. Asimismo, y tal comofue sealado, la igualdad constituye uno de los conceptos msdebatidos y conflictivos de la historia contempornea, querecin qued plasmado con efectos jurdicos internacionales enel art. 1 de la Declaracin Universal de Derechos Humanos, apro-bada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1948, queseala: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dig-nidad y derechos, y dotados como estn de razn y conciencia,deben comprometerse fraternalmente los unos con los otros. Deesta forma, y luego reforzada por otros instrumentos internacio-nales, puede sealarse que a partir de esta Declaracin surge, enel mbito jurdico internacional, la igualdad ante la ley como obli-

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    tor femenino de la poblacin. Y all se visualiza la importancia querevisten las demandas en torno a las reivindicaciones de gnero,que buscan activamente alcanzar un objetivo tico-poltico que esla equidad social y de gnero. Sin duda que estas situaciones seaplican a los distintos mbitos profesionales y productivos, y noson competencia exclusiva del sector salud.

    Si bien este concepto de oportunidades diferenciales se hausado principalmente para describir el comportamiento de laoferta y demanda laboral en el mercado de empleo remunerado,que se encuentra invadido por estructuras genricas, de igualforma se puede utilizar para el trabajo reproductivo o de cuidado.Precisando: la reproduccin social se vincula directamente con lareproduccin de la fuerza de trabajo, es decir, con la manutencindiaria de los trabajadores y trabajadoras, junto con su educaciny capacitacin.

    Uno de los aportes principales de la perspectiva de gnero,y dentro de ella de la corriente del feminismo econmico, es pre-cisamente poner en evidencia que la dotacin de fuerza de tra-bajo que se ocupa en los empleos slo es posible porque existeuna dotacin de fuerza de trabajo que asume gratuita e invisi-blemente la responsabilidad del cuidado cotidiano de la fuerzade trabajo presente, pasada y futura. Es decir, el ingreso y per-manencia en el empleo estn garantizados gracias al trabajo noremunerado de las mujeres, quienes sostienen a diario y consu esfuerzo a quienes desempean un trabajo productivo, ade-ms de los hijos o de sus ascendientes en condiciones de enfer-medad o dependencia.

    Por ello es importante considerar que adems de la estruc-tura genrica presente en los mercados de empleo remunerados,que otorgan diferentes oportunidades a personas igualmenteproductivas, se oscurece el valor y carcter social del trabajo dereproduccin de las personas. Al mismo tiempo que se lo atribuye

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  • Estipula las condiciones relativas al derecho al trabajo por partede las mujeres tanto desde el punto de vista de la demanda deempleo procesos de seleccin, criterios acerca de la remunera-cin, la seguridad social, la proteccin de la salud y de la mater-nidad, como desde la mirada de la oferta y la ampliacin de laautonoma de las trabajadoras vinculadas a la eleccin del tra-bajo o profesin, la formacin profesional. Tambin deja sentadoque las mujeres tendrn derecho a prestaciones familiares conindependencia de su estado civil (Art. 13).

    Igualmente, la CEDAW explicita que los derechos de las tra-bajadoras deben ser protegidos de potenciales discriminacionesoriginadas por matrimonio y/o maternidad. Establece claramenteque los Estados deben tomar medidas adecuadas para prohibiry sancionar este tipo de prcticas discriminatorias, a la vez quedeben proteger la maternidad a travs de licencias pagas, pre-vencin de ejecutar trabajos que puedan perjudicar a la traba-jadora durante el embarazo, prestacin de servicios de cuidadoinfantil y otras medidas que permitan combinar las responsabili-dades laborales y familiares de los padres (y no slo de las madres).

    En 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptun Protocolo Facultativo a la Convencin sobre la Eliminacin deTodas las Formas de Discriminacin contra la Mujer. Este instru-mento, que fue ratificado recientemente (marzo de 2007) por Argen-tina, coloca a la CEDAW en igualdad de condiciones respecto de otrosinstrumentos internacionales al establecer procedimientos paralas denuncias al Comit para la Eliminacin de la Discriminacin con-tra la Mujer, as como para las investigaciones sobre violaciones gra-ves o sistemticas cometidas por un Estado parte y que pudieran seriniciadas por el Comit. De tal modo, el mismo refuerza los meca-nismos internacionales de control y seguimiento de la CEDAW, y ala vez permite fortalecer el conocimiento y la aplicacin de suspostulados por parte de personas, grupos de personas y Estados.

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    gacin de cada Estado miembro de las Naciones Unidas para conlas personas que se encuentran bajo su jurisdiccin.

    Por ende, el principio de igualdad, al menos formal, se com-plementa con una clusula de exclusin de toda discriminacin.El primer instrumento internacional que define y delimita el alcancede esta ltima es la Convencin Internacional contra la Discrimi-nacin de la Mujer (CEDAW), aprobada en 1979, que entr en vigen-cia durante la Dcada de la Mujer de las Naciones Unidas (1975-1985) como respuesta a la evidencia de prcticas discriminatoriascontra las mujeres, fueran stas voluntarias o producto de un ordensocial determinado. Tambin explicita ciertas pautas para la incor-poracin de las mujeres a los procesos de desarrollo econmico ysocial en igualdad de condiciones con los varones. As, su nfasisse ubica en la regulacin de las relaciones entre varones y muje-res en el mundo de lo pblico, y desde esta visin propone pau-tas para la igualdad en la esfera econmica en general y en la delempleo en particular.

    La nocin de discriminacin, segn la CEDAW, supone todadistincin, exclusin o restriccin basada en el sexo que tenga porobjeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento,goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estadocivil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de losderechos humanos y las libertades fundamentales en las esferaspoltica, econmica, social, cultural, civil o en cualquier otra esfera(Art. 1, CEDAW).

    Por lo tanto, esta Convencin, a diferencia de otros tratadosde derechos humanos, no se erige como neutral en trminos degnero sino que promueve la creacin de medidas de accin afir-mativa para aumentar las oportunidades de participacin econ-mica, social, cultural, civil y poltica de las mujeres. Es una Con-vencin redactada para regular relaciones de las mujeres con elEstado y con la comunidad.

    38 LAURA PAUTASSI

  • ...la mujer tiene un legado de responsabilidades en la provisinde cuidados que debera hacerla sospechar del principio de cadauno por s mismo.

    Nancy Folbre

    La dimensin del cuidado y del trabajo de reproduccin alcanza ysupera muchas veces las previsiones de las personas. Este trabajofue histricamente ocultado y todava hoy (pese a los esfuerzospor darlo a conocer

    11, cuantificarlo e incorporarlo en las cuentas

    nacionales) no es asumido en toda su magnitud, tanto en trmi-nos de las tareas que contiene como de las responsabilidades,

    CUNTO TRABAJO MUJER! 41

    Por lo mismo, debe recordarse que no solamente la CEDAWaborda cuestiones de discriminacin, sino que todos los instru-mentos jurdicos internacionales contemplan la igualdad y la equi-dad en el tratamiento de varones y mujeres. A su vez, ratificar untratado o pacto de derechos humanos no tiene como nico objetoservir de complemento a la parte dogmtica de la Constitucin deun Estado, sino que, necesariamente, implica condicionar elejercicio de todo el poder pblico, incluido el que ejerce el PoderJudicial, al pleno respeto y garanta de estos instrumentos.

    Dada la jerarqua constitucional otorgada a los tratados dederechos humanos, como la que otorga la Constitucin Argentinatras su reforma en 1994, su violacin constituye no slo un supuestode responsabilidad internacional del Estado sino, tambin, la vio-lacin de la Constitucin misma. En el plano interno, la no apli-cacin de estos tratados por parte de los tribunales nacionalessupondra la adopcin de decisiones arbitrarias, por prescindir dela consideracin de normas de rango constitucional.

    Los tribunales internos son quienes tienen a su cargo velar porel pleno respeto y garanta de todas las obligaciones internacio-nales asumidas por los distintos pases en materia de derechoshumanos por parte de los poderes del Estado.

    Sin lugar a dudas, este andamiaje jurdico-poltico necesitade acciones y polticas que claramente incorporen la igualdad yque no resulten discriminatorias, situaciones que en el mbitodel trabajo (productivo y reproductivo) no se encuentran todavagarantizadas en los hechos. En lo que sigue se podr visualizar conms detalle.

    40 LAURA PAUTASSI

    CAPTULO DOSEL TRABAJO REPRODUCTIVO

    11. Ya en 1995 el Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de Naciones Uni-das para el Desarrollo (PNUD) dedic el volumen a la necesidad de visibilizar, cuan-tificar y valorar el trabajo no remunerado realizado por las mujeres. Estableci queel aporte por trabajo reproductivo al Producto Bruto Mundial alcanza los 16 billonesde dlares (http://hdr.undp.org/reports/global/1995/en/).

  • La reproduccin de la fuerza de trabajo se relaciona con el man-tenimiento cotidiano de los trabajadores/as y futuros trabajado-res/as junto con su educacin y capacitacin y es el que ms seasimila al trabajo domstico. El concepto de reproduccin humana se aplica especficamentea la crianza de los nios/as y la lactancia.

    Unos y otros conceptos se encuentran relacionados; sinembargo, las disposiciones que abordan la problemtica del cui-dado pueden ser agrupadas en dos instancias:1. normas y polticas vinculadas a organizar el cuidado de losmiembros del hogar y personas bajo responsabilidad de las tra-bajadoras asalariadas, 2. polticas sociales dirigidas a la proteccin de los propios cui-dados, por caso, sistema educativo para nios y jvenes, sistemade salud para las personas de la tercera edad, programas de saludmaterno-infantiles, entre otros.

    En ambos casos, desde la normativa y la lgica de tratamiento,no se observa que el cuidado en todas sus dimensiones sea con-siderado el eje de la regulacin y de las polticas, sino que preci-samente es calificado como herramienta para la insercin de lamujer en el empleo remunerado, con total prescindencia de la res-ponsabilidad paterna, o como parte de programas asistencialesen la esfera de ministerios sectoriales. Esto es, se lo consideravinculado con o en relacin con pero no existe, salvo excep-ciones, un tratamiento del tema de manera autnoma y en todasu amplitud y complejidad.

    Se han producido importantes avances en esta direccin a par-tir del desarrollo de la economa del cuidado, incluyendoespecficamente en este espacio al conjunto de actividades, bie-nes y servicios necesarios para la reproduccin social y coti-diana de mujeres y varones, especialmente a partir de vincularlocon el desarrollo econmico de los pases y las relaciones socia-

    CUNTO TRABAJO MUJER! 43

    pero tambin y muy especialmente de su valor social. Pero, a qullamamos trabajo reproductivo?

    El trabajo reproductivo comprende todas aquellas actividadesno remuneradas del hogar que podran ser realizadas por algunaotra persona que aquella que lo realiza (miembro del hogar) o quepodran adquirirse si existiera un mercado para ellas.

    Se distingue de esta manera de las tareas de cuidado personalque cada persona realiza por s misma (alimentarse, higienizarse) yactividades recreativas que no pueden delegarse (ir al teatro, pasear).Por ejemplo: las tareas del ama de casa, el cuidado de los adultosmayores miembros de la familia, la educacin de los hijos.

    Sin embargo, tanto la bibliografa que aborda este tema comolas evidencias empricas revelan que esta relacin entre empleoremunerado y trabajo reproductivo no es tan lineal

    12. En primer

    lugar, existe una vasta produccin terica, dentro de lo que seconoce como el debate del trabajo domstico, que atribuye diver-sas acepciones al trmino produccin. En sentido general, pro-duccin significa la creacin de valores de uso (bienes y servicios)para ser vendidos en el mercado o consumidos directamente, sinque resulte relevante el contexto social e institucional en el cualtiene lugar. El trabajo reproductivo es considerado como pro-duccin en tanto crea bienes y servicios para el consumo directode los miembros del hogar.

    El concepto reproduccin tambin se utiliza con diversas con-notaciones: Bajo la figura de reproduccin social se hace referencia a las con-diciones ideolgicas y materiales que sostienen un sistema social.

    42 LAURA PAUTASSI

    12. Sigo aqu lo desarrollado por Rodrguez Enrquez, Corina (2005), Economa delcuidado y Poltica Econmica. Una aproximacin a sus interrelaciones, Santiagode Chile, Unidad Mujer y Desarrollo, CEPAL, y Pautassi, Laura (2007), El cuidadocomo cuestin social desde el enfoque de derechos, Serie Mujer y Desarrollo, N87, Santiago de Chile, CEPAL.

  • En este ltimo caso, se debe destacar que debido al sistemade gnero imperante no sera del todo correcto decir que son lasfamilias las responsables del cuidado de la infancia o de losadultos mayores, sino que directamente les corresponde a lasmujeres en tanto trabajadoras no remuneradas.

    14

    Los componentes del cuidado refieren a su vez a la disponi-bilidad de tiempo para cuidar, dinero para cuidar, y servicios decuidado infantil.

    15Si bien estos elementos abarcan a las polticas

    pblicas ms all de lo referido a la legislacin laboral y a los pri-meros meses del ciclo de vida, muestran las formas en que se arti-culan las licencias por maternidad y paternidad, los subsidios otor-gados por nacimiento o adopcin de hijos y la reglamentacin deguarderas y salas cuna contiguas a los establecimientos en losque trabajan los padres y madres.

    El modo en que se estructuren estos tres elementos ofrecealternativas que, en cierto sentido, favorecen la consolidacin dedistintos modelos de provisin y de cuidado en la dinmica de lasrelaciones de gnero dentro de las familias. Y el papel del Estado,tanto en la definicin de polticas orientadas al cuidado infantil,como en la regulacin de relaciones laborales entre el mercadoy los miembros varones y mujeres de las familias, tal como fuesealado, lejos est de ser neutral.

    As, en la legislacin laboral, que solamente protege a las tra-bajadoras y los trabajadores asalariados formales que gozan deproteccin legal (contrato de trabajo registrado), el primero de losejes destacados, relacionado con el tiempo para cuidar, searticula con el segundo, referido a la disposicin de recursos eco-

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    les de gnero. Asimismo, esta nueva disciplina nuclea al conjuntode las actividades socialmente tiles que no son monetariamenteremuneradas, pero que tambin crean bienes y servicios para elconsumo directo de los miembros del hogar.

    Cada vez es mayor el consenso en torno a que todas las tareasde cuidado, crianza y actividades domsticas en general, desa-rrolladas al interior de los hogares, constituyen un trabajo gene-rador de valor, pasible de ser medido. Y una forma de medirlo esa travs de las denominadas encuestas de uso de tiempo, que pau-latinamente se van incorporando en algunos pases de la regin.

    13

    Sin embargo, quienes se dedican al cuidado al interior de sushogares an aparecen en las estadsticas como poblacin econmi-camente inactiva, razn por la cual las cuentas nacionales no con-templan todava el aporte de este trabajo, y, lo ms importante, elmismo sigue siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres.

    La economa del cuidado alude tambin a la distribucin delos servicios de cuidado, incluyendo tanto su prestacin comosu recepcin. Los receptores pueden ser tanto personas depen-dientes ancianas, enfermas e infantes, como ocupadas en elmercado laboral.

    Debe quedar en claro que el trabajo de cuidado no se realizanicamente al interior de los hogares ni slo de manera no remu-nerada. Cuatro son los prestadores que a lo largo de la historiahan impartido acciones de cuidado: i) las familias; ii) las institu-ciones de la sociedad civil (iglesia, voluntariado, fundaciones), iii)el Estado, y iv) el mercado.

    44 LAURA PAUTASSI

    13. Estas encuestas miden la duracin de tareas y actividades cotidianas que desa-rrollan las personas, tanto en su vida social como en el mbito del hogar y de lasinstituciones. Incorporan como categora central el concepto de uso del tiempo,dando cuenta de manera precisa cmo se organiza y estructura el tiempo a nivelsocial e individual. Al respecto, CEPAL (2006), Gua de asistencia tcnica para laproduccin y el uso de indicadores de gnero, Santiago de Chile, CEPAL.

    14. Rico, Mara Nieves (2005), Apuntes sobre economa del cuidado, Santiago deChile, Unidad Mujer y Desarrollo (mimeo).15. Ellingstaeter, Anne Lise (1999), Dual Breadwinners between State and Market,en Crompton, Rosemary (ed.), Restructuring gender relations and employment. TheDecline of the Male Breadwinner, Oxford - New York, Oxford University Press.

  • adopcin a los padres por diez das hbiles. En Chile se especi-fica claramente que en caso de fallecimiento de la madre, tantola licencia como la proteccin contra el despido se traslada alpadre. A su vez otorga a la madre o al padre (segn decisin dela primera) licencias extraordinarias durante el primer ao de vidadel nio, vlida para aquellos casos en que el beb presente unaenfermedad grave.

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    Pese a la flexibilidad sealada en el texto de la ley, se observaque estas licencias en escasas oportunidades son tomadas porel padre, resignificando una pauta cultural en relacin con el cui-dado. En otros trminos, en Chile existe la posibilidad de que lostrabajadores varones formales se tomen una licencia durante elprimer ao de vida del beb y sin embargo slo la toman las muje-res, lo cual alerta sobre la necesidad de rediscutir, al interior dela pareja como a nivel social, sobre las responsabilidades de cui-dado que le corresponden a ambos miembros de la pareja.

    Si en relacin con las licencias se conjugan las dimensionesde tiempo y dinero para cuidar, anteriormente sealadas, las guar-deras o salas cuna dan cuenta de la tercera de estas estrategias,referidas a los servicios de cuidado infantil para hijos de trabaja-dores o trabajadoras. En este sentido, la reglamentacin sobreespacios destinados a tal fin, y vinculados con el lugar del empleo,es sumamente variable en cada uno de los pases de la regin,pero en su gran mayora el criterio utilizado por la normativa com-promete a los empleadores a disponer de salas de cuidado infan-til en funcin del nmero de empleadas mujeres que ocupe.

    En Argentina, el art. 179 de la Ley de Contrato de Trabajoimpone a los empleadores la habilitacin de salas maternales yguarderas en funcin del nmero de trabajadoras ocupadas. Esteartculo nunca fue reglamentado. Por Ley 11.317 se estableci

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    nmicos que posibiliten ocupar el tiempo de los adultos en el cui-dado del nio o nia recin nacido, de un enfermo o de unadulto mayor. En esto tiempo y dinero consisten, principalmente,las licencias que se otorgan a las mujeres trabajadoras en ocasindel nacimiento o adopcin de un hijo (en caso de Argentina, la licen-cia por maternidad es de 90 das, 45 das anteriores al parto y 45posteriores), plazos que van variando considerablemente en losdiversos pases de la regin pero que en la mayora de los casosno son menores a doce semanas. En cambio resulta notoria la dife-rencia para los varones, a quienes slo les corresponde entredos y tres das despus de producido el nacimiento, sin la posibi-lidad de contar con ms tiempo para el cuidado del recin nacido.

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    Mucho ms notoria es la diferencia que se produce entre asa-lariados formales protegidos y los trabajadores informales que nogozan de proteccin alguna, quedando la licencia por maternidadcomo las dems licencias durante el ciclo de vida de los hijos ylas hijas librada al poder de negociacin con el empleador, quienincumple con la normativa laboral al no registrar a estos trabaja-dores, con lo cual es altamente improbable que acceda a garan-tizar este tipo de medidas.

    NUEVAS INICIATIVASA la fecha se han presentado numerosas iniciativas en Amricalatina, muchas de las cuales ya se han convertido en leyes, endonde se extiende entre diez y veinte das la licencia parental. EnArgentina han tomado esta iniciativa algunos municipios, comoel de Rosario y Morn, extendiendo la licencia por nacimiento o

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    16. Sigo aqu lo desarrollado en Pautassi, Laura, Eleonor Faur y Natalia Gherardi(2004), Legislacin laboral en seis pases latinoamericanos. Lmites y omisionespara una mayor equidad, Serie Mujer y Desarrollo, N 56, Santiago de Chile, CEPAL.

    17. Pautassi, L., Faur, E. y Gherardi, N., op. cit.

  • As, la heterogeneidad de situaciones que se encuentran en lospases en relacin con el cuidado de los nios ms pequeos, ode los adultos mayores, sumada a la relativamente baja propor-cin de mujeres cuyo trabajo se encuentra regulado por la legis-lacin, debido a su insercin en el trabajo informal, contribuye aque las familias encuentren nuevas dificultades para el cuidadode los menores y sin duda de los adultos mayores en el contextosignado por la retraccin del Estado en diversos sectores sociales.

    En rigor, tal como fue analizado, el modelo de polticassociales desarrolladas por los Estados de bienestar en la regin,con caractersticas especficas, se sustentaba en la conformacinde familias que suponan a varones proveedores y mujeresamas de casa, en las cuales la atencin de los nios y nias erasostenida por el trabajo domstico femenino. Tal sistema era pro-movido a travs de transferencias de ingresos va el programa deasignaciones familiares o por va de los seguros sociales, dondeel modelo del asalariado corresponda al varn, y a travs de suinsercin en el empleo formal, los miembros de su familia con-taban con sistemas de salud y seguridad social. De hecho, elmodelo econmico keynesiano se basaba en el supuesto del plenoempleo masculino, no habindose considerado la insercin dela mujer en el mercado de empleo.

    En forma complementaria, en muchos pases existan polti-cas universales en las reas de salud y educacin. Dicho contextose ha transformando significativamente a la luz de las polticas dereformas de las ltimas dcadas, sin embargo, el reconocimientolegal de las mujeres como trabajadoras se refuerza con su consi-deracin como cuidadoras casi exclusivas de sus hijos e hijas.

    Tal como sostiene Rodrguez Enrquez (2005), se evidencia enla regin una ausencia absoluta de una poltica pblica de cuidado,cuya resolucin vara significativamente por clases sociales. Asu vez, se asume desde los gobiernos que el cuidado es una res-

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    un cupo de 50 trabajadoras mayores de 18 aos para que rigierala obligacin de instalar salas maternales y guarderas. Sinembargo, ambas disposiciones no han sido reglamentadas y noactan coordinadamente, al tiempo que no se ha desarrollado nin-gn sistema que garantice a la madre y al padre el cuidado delos nios mientras dura la jornada de trabajo. Algunos convenioscolectivos de trabajo reconocen el derecho al uso de una guar-dera o una compensacin econmica cuando stas no existieran.

    Reglamentar la infraestructura del cuidado en funcin de lastrabajadoras mujeres no slo presupone que ser la trabajadoramadre quien concurrir al lugar de trabajo con su hijo o hija, sinoque adems la prctica empresaria no contrata a ms que el nmerode trabajadoras inmediatamente anterior para eludir la carga extraque supone hacer frente a una sala de cuidado infantil. En el casode Argentina sera hasta 49 mujeres.

    Es decir, a pesar de la heterogeneidad de las legislaciones,prima un criterio que condice con las relaciones sociales de gneroimperantes en sociedades que construyen capacidades diferen-ciales en varones y mujeres para el cuidado de los nios peque-os y de los adultos mayores. En este ltimo caso, es aun ms visi-ble que en trminos de regulaciones en el mbito del trabajo nohaya ninguna disposicin al respecto, solamente la cobertura anteesta contingencia del trabajador asalariado a travs del sistemaprevisional, que a partir de su deceso se transmite por va heredi-taria a la/el cnyuge (dependiendo de las regulaciones de cadapas) y en un monto menor al percibido como haber previsionalpor parte del trabajador asalariado.

    No se encuentra legislada la posibilidad de que los trabaja-dores y trabajadoras deban asumir responsabilidades de cuidadode sus progenitores. Slo en caso de muerte, tanto de padrescomo de suegros, se establece una licencia, entre uno y dos dasde acuerdo con los pases.

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  • El trabajo femenino est considerado un recurso natural, fcil-mente disponible como el agua y el aire.

    Mara Mies

    El empleo remunerado, en tanto actividad que se ha desarrolladodesde tiempos remotos, ocupa un lugar fundamental en cuantodetermina no slo el bienestar material sino tambin el bienestarpsquico de las personas, al mismo tiempo que constituye un ele-mento central para la integracin social. A su vez, el empleo explicala posicin que ocupan mujeres y varones dentro de la sociedad,representa un espacio clave para comprender la relacin pblico-privado y establece espacios de prestigio y reconocimiento social.

    Sin lugar a dudas el trabajo remunerado es uno de los facto-res centrales en la constitucin de la identidad de una persona, enla diferenciacin entre varones y mujeres y en la construccin delas relaciones sociales y econmicas de gnero en base a jerar-quas claramente identificables. Por ende, las formas en que cada

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    ponsabilidad fundamentalmente de los hogares, y que la provi-sin pblica es simplemente un complemento para aquellos hoga-res que no pueden resolverlo por s mismos. En consecuencia,existe una tendencia a la focalizacin de estos servicios en la pobla-cin que ms los necesita, en diferentes formatos (subsidios amadres solas con hijos e hijas menores, subsidio a la provisinprivada de servicios de cuidado, entre otros).

    Ahora bien, cmo se insertan las mujeres en el mercado deempleo remunerado?Cmo operan especficamente las situa-ciones de segregacin y discriminacin sealadas?La discrimi-nacin opera nicamente en el mbito de la legislacin laboral oexisten prcticas empresariales que tambin las producen? Inten-tar aproximar respuestas y evidencia emprica a estos interrogantesconforma el objetivo del prximo captulo.

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    CAPTULO TRESEL EMPLEO FEMENINO

  • A pesar de este imaginario, indudablemente el empleo esta-blece una fuente de seguridad para las mujeres, al punto tal quetrabajar remuneradamente constituye uno de los pocos factoresprotectores de la violencia que se ejerce en contra de las muje-res en el mbito domstico (familiar). Tambin opera como unode los condicionantes clave del aumento de la autonoma perso-nal y econmica de las mujeres en los procesos de adopcin dedecisiones al interior de las familias y la principal causa de salidadel mbito privado e ingreso al mundo pblico.

    La falta de autonoma econmica de las mujeres por carenciade ingresos propios es un factor de riesgo que predispone a lapobreza, tal como lo demuestran numerosos estudios que se rea-lizan en toda la regin.

    19Sin embargo, gracias al trabajo de las

    mujeres la pobreza en Amrica latina disminuye en casi diez pun-tos, a pesar de que stas ganan un salario menor al de los varo-nes por igual tipo de tarea, incluso las que cuentan con mayor niveleducativo.

    Ahora bien, a pesar de los significantes que tiene el trabajoproductivo para la mujer, se puede sostener que el trabajo de lamujer es fcilmente disponible? La respuesta es afirmativa y paraello basta con analizar la historia reciente. Cabe destacar que eltrabajo de la mujer incluye el trabajo productivo pero tambinel trabajo reproductivo, que, tal como fue expuesto, demanda elmayor tiempo de las mujeres, dando lugar al fenmeno que seconoce como doble jornada (la productiva y la reproductiva),ambas en un mismo espacio temporal.

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    sociedad organiza y considera al trabajo remunerado y al repro-ductivo caracterizan sus valores.

    Tal como expuse anteriormente, el ingreso de las mujeres almercado de empleo remunerado

    18y las trayectorias que en l

    desempea son diferentes respecto de los varones. Y estasdiferencias adquieren a su vez diversas formas, las que muchasveces contemplan slo especificidades genricas y otras alcanzanla discriminacin.

    Sin duda que el significado del trabajo para uno y otro sexoes diferente. Para las mujeres, en tanto su ingreso al trabajo remu-nerado es tardo en relacin con los varones, adquiere una cen-tralidad que incluye la percepcin de ingresos pero especialmenteel desarrollo de la autoestima, la autorrealizacin y el fortaleci-miento de las relaciones de confianza y sociabilidad.

    El empleo no slo procura ingresos sino vnculos sociales. Msall de su importancia econmica tiene un enorme significado sim-blico, ya que para muchas mujeres el acceso al trabajo es un pasoimportante en un proceso ms amplio de autonoma y ejerciciode derechos ciudadanos, al mismo tiempo que tiene un carcteremancipatorio de los imperativos de la tradicin y la religin, losque constituyen trabas que afectan adversamente sus opcionesde vida. Dentro del componente social, histricamente a los hom-bres se los exhorta a trabajar para atender a sus familias, mien-tras que a las mujeres se las acusa de abandonar a esa mismafamilia por un salario complementario. Los hombres entran enla carrera, las mujeres por el contrario desertan del hogar.

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    18. El concepto de mercado de empleo en lugar del ms habitual de mercadode trabajo resulta ms preciso ya que considera que todo aquello que se ofrecey demanda en este mercado es slo una expresin parcial del trabajo, aquel queadopta la forma mercantil. Es decir, el concepto de empleo no refiere a ningunacategora laboral particular, sino a todas las formas que el trabajo adopta en suexpresin mercantil.

    19. Aproximadamente la mitad de las mujeres mayores de 15 aos en Amricalatina no tiene ingresos propios y el nmero de hogares monoparentales enca-bezados por mujeres se ha incrementado, mientras que los varones ocupadosen el trabajo no remunerado son una minora, CEPAL (2004), Entender la pobrezadesde la perspectiva de gnero, Serie Mujer y Desarrollo, N 52, Santiago de Chile,CEPAL.

  • Esta situacin se condijo con un especial arreglo institucionaldesarrollado en Argentina durante los aos 40 conocido como Estadode bienestar, el que se caracteriz por ser un hbrido institucionalentre los modelos adoptados contemporneamente en los paseseuropeos, principalmente en Alemania e Italia, adaptado a ciertascaractersticas locales y que sent las bases de conformacin duranteel primer y segundo gobierno de Juan Domingo Pern (1946-1955).

    En el caso argentino, prevaleci la dinmica propia de rgi-men de tipo corporativo-meritocrtico, pero con un discurso detipo universalista y con una visin paternalista con respectoa la mujer. De esta forma, el empleo result un medio para con-seguir un ingreso pero tambin el principal instrumento para acce-der a la mayora de los derechos sociales. As, las condicionesde acceso al mercado de empleo fueron determinando a su vezlas posibilidades de acceso a la proteccin social, que fueron con-centradas por los varones, quedando las mujeres ligadas a partirde su vnculo con el trabajador protegido.

    Dos factores motivaron sobre todo la baja asalarizacin de lasmujeres en estos aos: i) el supuesto de pleno empleo masculino,que no promovi la incorporacin de mujeres en los espacios pro-ductivos, excepto en el sector servicios o en algunos empleos con-siderados como tpicamente femeninos

    21; y ii) la concepcin

    acerca de la mujer y de la familia que empapaba al Estado de bie-nestar y que se reforzaba por el hecho de que los sistemas de edu-cacin y salud de tipo universal fomentaban la educacin parael hogar; adems, la maternidad y los nios/as quedaban cubier-tos por el sistema hospitalario de acceso gratuito.

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    MIRADA HISTRICAEn Argentina, la participacin femenina en el mercado de empleode fines del siglo XIX mostraba una integracin entre mercado deempleo remunerado, trabajo domiciliario o de pequeas empre-sas familiares, sin una clara diferenciacin entre funciones doms-ticas y extradomsticas. Posteriormente, la industrializacin con-centr mano de obra masculina, y las migraciones destruyeronlas antiguas formas de produccin, alejando a las mujeres delmundo productivo. Claramente, el modelo de industrializacin porsustitucin de importaciones de la dcada de 1940 considerabaun supuesto de pleno empleo como masculino. Es decir, no sepens en la insercin de la mujer en el mercado de empleo urbanoy por ende no hubo polticas en esa direccin.

    En el censo del ao 1947 se registra este cambio, pues la par-ticipacin femenina en el mercado de trabajo fue slo del 23 porciento, mientras que en 1895 haba sido del 43 por ciento. A su vez,el trabajo femenino se fue diversificando y los consiguientesprocesos de urbanizacin captaron a las mujeres especialmenteen el sector servicios. Con estas transformaciones se empieza adiferenciar el trabajo femenino asalariado del trabajo doms-tico no remunerado, concentrndose el 59 por ciento de la manode obra femenina en el sector servicios, con un importante pesodel trabajo en servicio domstico (la mayora inmigrantes), mien-tras que el resto muestra cierto nivel de calificacin: empleadas dela administracin pblica, docentes y profesionales universitarias.El ttulo de maestra egresada de las escuelas normales significun ascenso social importante, al mismo tiempo que implic unproceso incipiente de asalarizacin femenina.

    20

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    20. Bianchi, Susana (1993), Las mujeres en el peronismo (Argentina 1945-1955),en Duby, G. y Perrot, M. (comp.), Historia de las mujeres. El siglo XX, la nuevamujer, Tomo 10, Madrid, Taurus, pp. 313-323.

    21. La tipificacin de las ocupaciones como femeninas depende de los contextos,pero suele reflejarse en la alta participacin de las mujeres en el sector terciario deservicios, fundamentalmente en actividades que en cierto sentido reproducenlas tareas reproductivas (en el rea de educacin, en servicios de salud, en servi-cios personales y en el propio empleo domstico).

  • Este modelo, sobre el cual ejerci influencia la iglesia catlica,busc desde el gobierno institucionalizar el papel de la mujer comomadre y protectora del hogar, que se identifica con la fami-lia, y a sta como clula bsica de la sociedad. Esta concepcintambin impregn el estilo de participacin social, poltica y sindi-cal de la mujer, que tradicionalmente se desenvolvi bajo pautasde relacin paternalistas.

    En lo esencial, los principios sobre los que se construy la rela-cin entre la situacin de la mujer y las instituciones del Estado debienestar argentino no se modificaron mayormente hasta los aosochenta. Este escenario resulta particularmente llamativo cuandose observa que, dentro del contexto latinoamericano, Argentinase ubica entre aquellos pases con mayor grado de avance en mate-ria de escolarizacin, profesionalizacin y participacin de la mujeren el mercado de trabajo.

    CAPACITACIN PROFESIONALA fines de 1960 comienza en Argentina un proceso de capacitacinprofesional de las mujeres, incentivadas por mltiples actividadesy planificaciones que intentan adaptar los ttulos a los empleos. En1974 se sanciona la Ley de Contrato de Trabajo (20.744), que si bienposee un texto que recin fue ordenado en 1976 por el Decreto390, regula los principios inherentes al contrato de trabajo individualy comprende nicamente a los trabajadores en relacin de depen-dencia, con excepcin de los dependientes de la administracin pblicanacional, provincial y municipal, los trabajadores del servicio doms-tico y del sector agrario que se rigen por estatutos especiales

    23.

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    A su vez, las mujeres casadas se encontraban protegidas porel sistema de seguridad social, siempre y cuando estuviesen legal-mente vinculadas (matrimonio) con un trabajador asalariado. Estoimplicaba tener un seguro de salud a travs del sistema de obrassociales o percibir la pensin por viudez en caso de fallecimientodel marido, pero en ningn caso le correspondan los beneficiospor ttulo propio sino por un derecho derivado de su matrimoniolegal con un asalariado. Para las dems mujeres (solteras, solte-ras con hijos/as, unidas), en tanto no hubiesen ingresado al mer-cado de trabajo, la tendencia predominante consisti en la falta deprestaciones, quedando el acceso al sistema de salud reducido alhospital pblico, y en el caso de la previsin social, al sistema depensiones no contributivas.

    En la prctica, debido a que los principales seguros sociales(previsin, obras sociales, asignaciones familiares) cubran a lostrabajadores (principalmente varones), se produjo en Argentinauna diferenciacin de hecho y de derecho para con las mujeres.La situacin puede resumirse de la siguiente manera: por un lado,se otorgaban las mejores coberturas para mujeres casadas conmaridos protegidos por seguros sociales, y por el otro, se encon-traban las mujeres casadas con maridos desprotegidos o lasmujeres solas. En este ltimo caso, y dada la falta de serviciossociales, como tambin la mayor inestabilidad del trabajo del varnjefe de hogar, se verifica una mayor proporcin de mujeres tra-bajadoras, principalmente como empleadas en servicio domstico,trabajadoras rurales sin remuneracin y, posteriormente, trabaja-doras del sector informal urbano

    22.

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    22. Este sector abarca aquellas actividades de baja productividad, generalmentesin regulacin econmica ni laboral, que se concentran en unidades productivaspequeas o en cuentapropistas o trabajadores familiares no remunerados.

    23. En la administracin pblica existen trabajadores que se rigen por rgimen pro-pio y trabajadores que se encuentran alcanzados por la LCT (si se ha celebrado unconvenio colectivo de trabajo).

  • Bajo este marco legal, se registra en la dcada de 1980 unaumento sostenido en la participacin econmica de la mujer,que se extiende aun ms a inicios de los aos noventa, motivadoespecialmente por la situacin de crisis y de cada del ingresofamiliar. Se produce de esta forma una ruptura del modelo devarn como principal proveedor del hogar, pasando ambos cn-yuges en los hogares nucleares a ser perceptores de ingresos,o en otros casos, quedando el varn desocupado y asumiendola mujer la jefatura del hogar, con el consiguiente cambio de rolesentre ambos.

    Cabe destacar que la insercin que se origin por aquellosaos fue en el marco de los procesos de ajuste y reformas estruc-turales que se aplicaron en la mayora de los pases de Am-rica latina desde la dcada del ochenta, los cuales configuraronescenarios diferentes de desenvolvimiento de las relaciones socia-les. Desde entonces, la conjuncin de profundas transformacio-nes econmicas, tasas de crecimiento ms altas al inicio de lasreformas con bruscos descensos en numerosos pases, con pro-cesos de privatizaciones y apertura ms acelerados, junto conreformas tributarias, flexibilizacin laboral, acompaadas porseveras restricciones a la red de seguridad en el trabajo y delas instituciones sociales, vaticinaban un mejoramiento en losindicadores laborales, al tiempo que reduciran los niveles depobreza y de desempleo.

    Contrario a los diagnsticos y vaticinios, la moderada recu-peracin econmica regional no produjo la esperada generacindel empleo productivo, aun ms, la tasa de desempleo abierta enlos pases se ha ubicado en cifras elevadas, con picos inditosen la mayora de ellos, al tiempo que se deterioraron las condi-ciones de empleo en las actividades formales y aument la pre-carizacin del trabajo y la pauperizacin.

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    El texto legal incorpora su propia visin en relacin con lamujer trabajadora, al poner en un ttulo especial Ttulo VII Tra-bajo de mujeres y de menores (artculos 172 a 186 de la LCT) unparticular nfasis en la proteccin de la maternidad al considerara las mujeres y a los menores como grupos especiales de tra-bajadores, dando cuenta de un supuesto que se tradujo jurdi-camente en que no estaba prevista la plena incorporacin de lamujer en el empleo.

    La Ley de Contrato de Trabajo consagra en su artculo 172 elprincipio de no discriminacin al sealar que la mujer