paul veyne como se escribe la historia

Download Paul Veyne Como Se Escribe La Historia

If you can't read please download the document

Upload: ziepelbrum

Post on 04-Jul-2015

5.140 views

Category:

Documents


32 download

DESCRIPTION

Paul Veyne Como se escribe la historia España Alianza 1984

TRANSCRIPT

Capitulo I . Un relato verfdico y nada m i s Capitulo Capitulo Capitulo Gpitulo

..............

2. Todo es histbrico, luego la historia no existe ...

7. Ni hechos ni geometral: tramas . . . . . . . . . . . . . . 4. Por pura curiosidad por lo especlfico . . . . . . . . . 5. Una actividad intelmtual .....................Lo comprensidn

13 20 3342

5565

PAKEIT.

..............................

Capit1110 6. Comprender la trarna

..........................................

67

Capftulo 7. Teorias, modelos, conceptos Capitulo 8. Causalidad y retrodicci6nQ Editions du Seuil, 1971

........................

Capitulu 9. La acci6n no tiene su origen en la conciencia Capitulo 11. I n sublunar y las ciencias humanas

80 97 119139

@ Ed cast. Alianza Edlrorial, S, A,, Madrid, 1984 > 6 1 1 e Milin, 38: B 200 M) 45 ISBN: 83-20G240.1-7 Ucp6~1ta legal: M. 31 659.1984 (;ompuesro en Ferninda Ciudad. 5. L. 1rnpre.t) e n l.avcl. Los Llanos. nave 6 Humanes (Madrid) Prlnrcd in S p a ~ n

Capitulo 10. La ampliaci6n del cuestionario . . . . . . . . . . . . Capitulo 12. Historia, sociologia e historia integral . . . . . .

......... 155179199

Foucoui/ revoluciono lo Historia

........................7

iQu& es la historia? A juzgar por lo que h a b i t u h e n t e o h o s , parece indispensable volver a planteat la cuesti6n. *En nuesrro siglo la historia ha comprendido que su verdadera tarea era ex~1icar.naEse fen6meno no es explicable Gcamente me&ante la sociologia; l n o nos permitiria la explicaci6n hist6rica dar cuenta de 61 con mLs acierto?~ ~ E la historia una ciencia? iDrbate a s inhtil! {No es convenience acaso la colaboraci6n de todos 10s investigadores y la h i c a fecunda?,, irtDcbc debcarst: el historiador a elaborar teorias?, -No. No es ese tipo de historia el que hacen 10s historiadorm; en el rnejor de 10s cams es el que creen hacer, o d que se l s ha convencido e que lamenten no hacer. No es vano el debate sobre el caricter cientifico de la historin, porque sciewiau no es un vocablo noble, sin0 un termino riguruso y la experiencia dernuestra que la indiferencia por las palabras suelc ir unida a la confusi6n en las ideas sobre Ia cosa ~nisma.La historia carece de metodo; pedid, si no, que os lo muestren. La historia no cxplica absolutamente nada, si es que la palabra explicar tiene a l g h sentido; en cuanto a 10 que en historia se llama tcorias, habrd quc rstudiarlo con mlis detenirniento. Entenda'monos. No basta con afirmar una vez mas que la histor i a habla r rey solamente se relacionaba con el poder en JeJ c31idad de corrtribuyenres o delincuentes; hablaremos mis Lien de Ios trnbajos v Jos dias ciel hombre del cornlin y, aunque pueda dedic:lrse u n breve capitulo a esbzar la vida cultural, 10s h~srorladores hibiles hablarin sobre todo de 10s almanaques, 10s libros de cuentas de 10s buhoneros y las cuartetas morales de Pibrac *. Pero, (y la relip16n? Omir~rla,cuando se habla del siglo XVI seria grave. Sin embargo, hernos de decidirnos por descrlbir las lineas intermedias de l a vida c o t ~ d ~ a nde la Cpoca o sus cumbres afectivas, intensas y a breves a la vez. 0 rnejor dicho. (contaremos lo que el siglo XVI tiene en c o r n h con 10s demis siplos, o sus diferencias con respecto al anrerior y a1 siguiente?

Rurckhardt. Balzac comenz6 p r hacer competencia a1 estado civil y, mis tarde, 10s historiadores Ie hicieron la competencia a Balzac, que les habia reprochado en el pr610go de 1842 a u i a Comedia H u m a n a ~que descuidaran la historia de las costumbres. Los historiadores cornenzaron por rellenar 10s huecos mis visibles, describiendo 10s aspectos estadisticos de la wolucibn demografica y econ6mica. A mismo tiernpo, descubrieron las rnentalldades y 10s valores; se 1 dreron cuenta de que, alin mAs interesante que dar detalles sobre la locura en la rel1gi6n gricga o 10s bosques en la Edad Media, era hacer comprender ccimo veian 10s de Ia tpoca la locura o 10s bosques, puesro que 170 existe una forma 6nica de verlos y cada 6poca tiene la suya. La experiencia profesional ha demostrado que la d e s cripci6n de esas visiones ofreua al investigador un material rico y sutil, a la medida de sus deseos. Y, sin embargo, todavia estarnos lejos de saber conceptualizar todas las pequerias percepciones que integran el a'mbito de Ias vivencias. En el Journal d'un bourgeois de Park, fechado en marzo de 1414, pueden leerse piiginas tan i d i e sincrisicas, que pueden considerarse corno la alegoria misma de la historia universal: aEn esa kpoca, 10s nifios cantaban d atardecer, cuando iban a buscar el vino o la mostaza:Votre c.n o lo IOU%, commkre, V o h e c.n. a to toux, la toux.

ji~orabien, cuanto m5s se amplfa ante nuestros ojos el horiwnte a~nntccimientos,tanto mis indefimido se nos prescnta. Todo constituye la vida cotidiana de todos 10s hombres, incluso ,.ic solarnente podrla descubrir un virtuoso del diario fntimo, es ,r.,~. ,Icrecho nna pieza a cobrar por el historiador, pues no se ve b ~ c i cn quC otra rcgi6n podria reflejarse la historicidad si no es en l la vitla diaria. Esto no quiere decir en absoluto que la historia deba convertirsc en historia de lo cotidiarlo y que la historia diplomktica de Luis XIV sea sustituida por la descripci6n de las emociorles del pueblo parisino cuando el rey entraba solemnemente en la ciudad, o qrre la historia de Ia tknica de 10s transportes se vea reemplazada por una fenornenologia del espacio y de sus intermediaries, sino sirnplemente que un acontecirniento s61o se conoce a traves de las hueIlas que deb, y que cualquier hecho de Ia vida cotidiana es una huella de algljn arontccimiento (tanto si estai ya catalogado o si duerme todavia en el bosque de )o que no es a6n acontecimiento). Esta es 13 leccirin que nos ha ensefiado la historiografia desde Voltaire o%-

(Cornadre, c6mo te tose eI El c. c6mo te tose y tose.)

C.

--

brat,

dc Qrrafmins contemonr prkeples el enseignements, de ins~iraci6n estoica y crisrhna. (N.del T )autor

*

Goy de Faur, scrior de l'ibrac, msgistrado, diplomdtim y poeta de Pi-

En efecto, plugo n Dios que se abatiese sabre el rnundo un ma1 aire cofrurnpido que hizo que mis de den mil personas en Paris dejaran de beber, de comer y de dormir. La enfermedad producia una tos tan fuerte, que ya no se cantaba en ]as misas mayores. Nadie moria de ella, pero era muy dificil curarse.)> Quien solamente vea el lado gracioso de este relato, no tiene nada que hacer como hisroriador ; estas pocas h e a s constituyen un uhecho social total,, digno de Mauss. Quien haya Icido a Pierre Goubert reconoced en ellas d estado demogrifico norma1 dc las poblaciones preindusuiales, en las que con frecuencia las endemias veraniegas eran seguidas por epidemias de las que se asombraban de no morir, y que s acep e taban con la misma resignaci6n que tenernos ahora ante 10s accidentrs de carretera, aun cuando aqutllas causaran nluchas m6s muertes. Quien haya leido a Philippe Arik reconoceri en el lenguaje procaz de esos rnozalbetes 10s efectos de un siste~nade educaci6n prerrusaniano (pero tambiCn puede suceder que haya leido a Kardiner y que crea en la personalidad de base...). Pmo, (par quC enviar a l a

- Ld

--

- -

A

+

_ -

_

--

Pad Veyne

Como sc e x r ~ b ela hstoria

--

--

--

-

29

Gas a comprar precisamente vino y mosraza? Sin duda 10s dembs prdtlcros no sc iban a buscar a Ia tienda, sino que ~rocediandc lagranja, se habian preparado en casa (corn0 el pan), o se cumpaban por la maiiana en algun mercado de hortakas. Ahi esth la economia, la ciudad y sus tierras, la aureola del cconomista Von Thunen.. . Quedaria rodavia por estudiar esa republics iniantil que parecr tencr sus cos~umbres propias, sus franquicias, sus boras. Admiremos, a1 menos corno filologos, la forma original de su cancibn, con sus dos niveles de rrperici6n, y sus burias en segunda persona. Cualquicra que se haya lnteresado por las solidaridades, 10s pseudoparearescos y 10s parentcscos fkgidos, admirari todas las connotaciones de la ~ a l a b r aacornadre)); quien haya leido a Van Gemep apreciarh el sabor de esta obra foJk10rica. Los lecrores de Bras sc encontrarh en terreno conocido en esas misas mayores que sirven de marco a un aconcecimienro. Renunciamos a hacer ningin comentario sobre ese .

-

,_ -

---

_

_

_

_

_

_

_

I

. _

_

-

.-

Paul Veyne

bre con ~ o d oesto? Podemos ertar tranquilos: el hombre no deja de serIo por enlregarse a la contemplacidn, sigue corniendo, votando profesando sanas doctrlnas. No hay peligro dc que el vicio, no siempre Irnpune, de la pura curiosidad llegue a ser tan contagioso corn0 el celo por mantener valores tan indispensables.Lor dos principios de la historioljrojia

SI esto rs asi. la evolucicjn milenaris del conocirniento hlst6rico parece acornpasarse a la aparlci6n de dos principios, cada uno de 10s cuales ha supuesto un glro decisive. EI primero, que data dc 10s griegos, conslste en pensar que la historia es conocimiento desinteresado, y no colecciones de recuerdos naoonales o dlnasticos; el segundo, qur ha rerrninado por aceptarse en nuestrar &as, es quc todo acontecim~entoes digno de la h~storia.Ambos princlpios se derivan el uno del otro; SI estudiamos el pasado por simple curioridad, el conocrmiento se centrari en lo especifico, ya que no tiene ninguna razon para preferir una individualidad a otra. Desde ese momenro Y tan pronto como el historiador dispongn de 10s concepros y las categoiias necesarios para pensarlo, todo orden de hecho sc convierte en su presa: habra' una historia econdmica o religiosa desde el punto y hora en que se tengan 10s medios para corlcebir 10s hechos -~on6micosy religiosos. Por otra parte, es probable que la aparici6n de la historia t~ no haya prducido todavia todor sus dectos. esti Ilamada, sin .!uda, a trandormar 13 estructuraci6n actual de Ias ciencias hu:'.anas y a provocar, en particular, la crisis de la sociologia, como hemm de ver a1 final de este lihm, cuesti6n que, por lo menos, pademos plantear inmediatamente. Dado que todo hecho es hist6ric0, podemos acotor el c a m p de 10s acontecimientos con entera libertad. ?Pot q u t entonces se Ie sigue acotando con tanta frecuencia de acuerdo con las cmrdenadas tradiciondes de erpacio y tiempo --chistoria de Franciau o eel siglo XVIIS-, atendiendo a las siogularidades mis que a la5 espccificidades? (Par qu6 son todavia tan raros Iibros titulados uEl mesianismo rwoIucionario a uaI

v&s de 1s historia),, aLas jerarquias sociales desde 1450 hasta nae* tros &as en Francia, China, el Tibrc y la URSSP o aGuerra y paz entre las naciones,, por paraftasear 10s titulos de tres libros recientes? (No re tratarh de una supemivencir del apego originai a la singularidad dc lor acontecimientos y a1 pasado naciond? (Par quC slgue predom~nandoesta forma cronolbgica de acota, que parece como si continuara la tradici6n de las cr6nicas reales y de 10s anales nacionales? Pero la historia 110 es esa especie de biogafia dinktica o national. Podemos ir m8s lejos: el tiempo no es esencial en la historia, como tampoco lo es esa indivldualidad de 10s acon~ecimientos que sufre muy a su pesar. Cualquiera .a quien de verdad le @ste conocerv y quiera comprender la especificidad de 10s derechos no uenc especial inter& en mntcmplar cdmo a rrdcnde detris de 8, sm inrerm+6c. el m a j o t u w mpiz que le une s sus anrepasadas Im galas. d o oemsira un b m c ! a p & ckmp para mnrempkr cbmo s desarrolla una u m a cualquiera. Si, por el conuario, sie guiendo a Piguy, mantenemor que la hltoriografh cs umernoriax y no- ainrcripcibna, y que el historiador, de la misma ram carnal, espmtual, temporal y eterna que sus antepasador, debe limitarse simplemente a cvocarlos y a invocarios,. en ese caso no 5610 condenaremos a Langlois y a Seignobos, sino a toda la historiografia seria desde Tucidides. Esxdeplorable que, desde PCguy a Sein un Zeir y a Sanre, la fundada critica del ciencifisrno en historia haya s w i d ~ de trampolin a todos 10s anti-intelectualismos. A decir verdad, no vemos c6mo la exigencia de Piguy podria traducirse en actos, ni culrl seda su resultado en histori~~rafia. historia no es el pasado La de la sraza*. Como tan profundamente seiiala CrocelO, puede pareccr paradbjico negar el tiempo en historin, pero no es mmos c i u t o sue el concepto de tiempo no le es indispensable a1 histariador, qur $610 necesita el de proceso inteligible (nosornos diriarnos el de trama). Ahora Lien, e nfimero de estos procesos es indefinido, pues l es el pmramicnto quien 10s fija, 10 cud e s d en conrradicci6n con la sucesi6n cronol6gica que discurre por un Gnico carnino, No es sobre el tiempo, del pitecintropo hasta nuestros dias, sobre lo que versa la historia; el tiempo hist6rico es linicamente el medio en el que se desenvuelven con entera Libertad las tramas. (En qui se mnlo B. G-. Tbiorie el Hi~toitedc I'bi~torio~rapbie, uad. Dufour, h , 1968, pig. 206. Del misrno m d o , escribe iusrsmcntc J. Rabek, la pgrafia. digax lo que se dip, no es la ciencia del es~acio,es la ciencia de las rcgiones (quc para el gdgrafo son to que las tramas para el historiador). El citicter espadal de la rcgi6n cs evidenre, pero no ezcscial: saber. que tal ciudad este a1 no:tc de tat otra no----. cs gcogrdja, como mpoco w historla sber que Luis XI11 va antes que Luis XIV.

sicuac16n singular, 10 cual hacc in6tiles ]as wtdadcr dernssiado gcaetales de1 kleya fr I, dc Romilly ha tesaltado con especial intensidad esre punto capital (parcicularmente olvldado pot Jaeger), oponicndo la historia de Tucidides a la quc p~ercndesemr dc gufa a l hombres de acci6n (Polibio, Maquiavelo). a mlrmo rnodo. se& una c6lebre f n u , Platdn M i b i d la Repibfica pan mcjorcs a las ciudadcr y Arisl6tdcs, en cambia, cscribi6 la Politico pare hscer t m t h mciot.

I

vcrriria una historiografia qrie Iograra liberarse de 10s i d t h o s restos de Ia singularidad, que son Ias unidades dc cspacio y dc tiernp, para entrcgarse por entero y exclusivamente a ! unidad yue consa riruye la rrama? De esto precisamente vamos a matar a lo largo deeste

Iibro.

Escribir historia es una actividad inrelectual. Hay que recont, cer, sin embargo, que esta afirmaci6n no es boy universalmente compartida, y estl mis genera!izada la idea de que la hist~rio~rafia, por su fundamento o por sus fines, no es un conocimiento corno 10s demds. El hombre, por estar inmerso en la historicidad, parece tener por la historia un inter& especial y su relad6n con el conocimiento hist6rico es mis estrecha que con cualquier otro saber; el objeto v el sujeto del conocimiento son en este caso dificilmente separables. Nuestra visi6n d d pasado expresari nuestra sitllaci6n actual y. a1 describir nuestra historia, cuya posibilidad depende de Ia ternpordidad del Dasein, hunde sus raices en la esencia mds profunda del hombre. Tambitn se afirma que la idea de hombre ha sufrido en a nuestra & p ~ una mutaci6n radical: Ia idea de un hombre eterno ha sido sustituida pot la de un ser puramente hist6rico. En pocas palabras, w r r e como si, en la frase ula historia es conocida por un set que, a su vez, se encuentra en la historia,, se produjera un cortocircuito entre Ia primera y la segunda proposici6n, por incluir ambas la palabra historia, El conocimienro histdrico seria intdectuaf s61o a medlas; rendria algo radicaImente subjetivo, dependiente, en parte, dc la conciencia o de la existencia. Por extentlidas que e s t h , todas estas ideas nos parecen falsas o, mejor dichc, una exageraci6n de algunas verdades bast ante menos espectaculares. No hay aeonciencia hist6ricau ni ade la his to ria^ y bastard suprimir la palabra55

--

--

-

-

-

-

36

Paul Vryne

conciencia, referida al conocimienro hist6rjc0, para qtie se disipe tanta confusi6n.

T conciencia no se ocupu de la historiir oLa cor:riencia espontinea no recoge la idea dr historia, que exige una elaboracidn inrclectull. El conocimiento del ~a'sadono es t ~ n daro irlrnediato, la historia constituye un imbito en el que no puede haher intuici6n, sino Gaicarnen~ereconstrucc16n, y en el que la certidumbre racional es sustiruida por un saber f4ctico coy0 origen es ajcno a la conciencia. Toda lo que esta lilrirna sabe es que el tiempo pasa; si un Dosein contempIa un aparador antiguo, podri decir que es un rnueble usado, que es viejo, r n i s viejo que 61 mismo; pero, a1 revis de lo clue pretende Weidegger, no decir que el snueble cs c, o con la inrerpretaci6n de la Revolucicin Francesa como toma del p d e r or la burguesia? Hablm de explicaci6n es decir dernasiado o demasiado poco.a Ex-?Iiccn~ tiene

sin que falre el inapreciable azar que cambia el mrso de las cosas

(Blum ipnoraba la recuperaciljn econ6mica d e 1937, porque en lasestadisticas aparecia corno una depresi6n coyuntural). Kesi~ltadific~limaginar que pueda existir un Iibro titulado uManual de sintesis hist6ricau o ctMetodologia de la historian (no decimos de ula criticas). En caso de existir, se trataria d e un compendia de demografia, de ciencia politica, o de sociologia, no de otra cosa. Porque, primero, . H a b r i que suponer, no obstante, que sus principios eran racionales o, a1 menos, que conocemos su manera de ser irracionales.. . En cambio, si ignoramos sus fines, la introspeccibn nunca nos p e r m i t ~ r iconocerlos, o nos dari u n falso conocirniento de eIlos; es una prueba o rontrario que ningiin fin humano p e d e ~ o r ~ r e n d e r n oNada me p r e c e r i ma's comprensible q u e comprobar s. que Nayole6n trat6 de ganar todas las batallas rlue libr6, pero supongamos quc tengo noticia de una extraha civilizaci6n (imaginaria, por supuesto, per0 no m i s extraiia que muchas otras civilizaciones o que la nuestra) e n Ia que 1.1 costumbre es que, cuando un general se enfrcnta a1 enemrgo, haga todo lo posible por perder la batalla; tras unos momentos dc desconcierto, ripidamente dare con una h i p 6 tesis explicativa (aesto pucde explicarse en alguna medida corno una especie de potlarch; cn cualquier caso, seguranlente hay una explicaci6n humanarnente cornprensiblen). E n lugar de aplicar a esa civilizaci6n la ley de . Asi, pucs, la 6nica virtud de la comprensi6n consiste en rnostrarnos eI sesgo bajo el cual toda conducta nos parecera' explicable y trivial, pero no nos permite indicar c u d es la explicaci6n acertada entre varias mi5 o menos triviales'. D e hecho, si dejamos de dar a la palabra >, y a centrar sus trabajos hist6ricos en el proletariado en Iugar de hacerlo en el tercer estado, declarando que este enfoque es ei mis ucientlficoe. Si nos cefiimos a la primera formulaci6n del problema, la puramente cpisternoI6gica, a mi parecer, cabe distinguir en ella cuatro aspectos, siendo el cuarto de cUos tan delicado q u e de&care!nos a tl lo que queda del presente capitulo. 1) *El hisroriador no puede j ~ g a r . sAsi es por definici6n, pues la historia consiste en decir 10 que ha sucedido y no en juzgar plat6nicarnente si lo que ha ocurrido esra' bien o mal. aLns atmienses hicieron esto y la Liga del Peloponeso hizo aquello.* Agregar que hicieron ma1 no aportaria nada nuevo y se saldrla del tema. La cosa es ran evidente que si en un libro de historia encontramos pasajes en 10s que se elogie o censure, harrmos abstracci6n de ellos, o rnejor dicho, es algo tan anodino que en otras ocasiones resultatfa artificial evirar esos pirrafos y no decir que 10s aztaas o 10s naais cran crueles. En resumen, no se trata mas que de una cuesti6n de estilo. Por lo tanto, a1 escribir una historia militar, pur ejemplo, si estudiamos ]as maniobras militares de un genera1 y constatamos que hizo

disparate tras disparate, daria lo rnismo que nos IimitPramos a hacer un relaro lriamente objetivo, o quc, mis caritativamente, califidramos sus hechos de disparates '. Curno la historia se ocupa de lo que ha sido, y no de lo que hubiera debido ser, es completamcnte indiferenre a1 terrible y eterno problema d e 10s juicios de valor, es decir, a la vieja cuestihn dde saber si la virtud es conocimienro y si puede haber una ciencia de 10s fines: ~ p o d e m o sdemostrar un fin sin basarnos en otro posterior? (No descanss acaso todo fin cn un puro querer que ni siquicra esti obligado a ser coherente consigo mismo o a desear su propia supervivencia? (No se puede polemizar sobre 10s fines 13lt~mosen mayor medida que sobrr gusros o colores, y n o porque scan fines o valores, sino precisamente porque son dtimos; se los quiere o no se 10s quiere, y nada mis.)

...Son

jlricios dc valor en estilo indirect0

2 ) rEl historiador no puede prescindir de 10s juicios d e valor., Por supuesto; del mismo mod0 que no se puede escribir una novcia en la que 10s valores no desempe6en n i n g h papel en las acciones de 10s personajes. Pero esos valores no son 10s del historiador o 10s deI novelists, son 10s de su heroe. EI problema de 10s juicios d e valor en historia no se pIantea entre 10s juicios de hecho y 10s juicios de valor; estriba e n tener que hablar de 10s juicios de valor en estilo indirecto. Volvamos a nuestro torpe general. Lo linico que Ie importa a1 historiador es saber si lo que 61 tiene por disparates, lo eran tambiCn para sus conternporbneos: tesas maniobras eran absurdas segiin 10s criterios de 10s estados mayores d e la Cpoca o, par el contrario, no desmerecian en nada de la ciencia estratPgica de su tiempo? De la respuesta qur s d6, depended la renonstrucci6n que hagamos de e sus reflexiones y de sus fines. No podemos reprochar a Pornpeyo que no haya leido a Clausewitz. Por lo tanto, el historiador se limitars a constatar que en esa kpwa se pensaba de tal o cuaI manera, y podri agregar, en todo caso, que nosotros pensarnos d e forma distinta. L o importante consiste en no confundir 10s dos puntos de vista, corno se hace a1 afirmar que hay que ccjuzgar* a Ios hombres d c otras Cpocas de acuerdo con 10s valores de su tiempo, lo cual esLeo Strauss, Droit ndurel ef Histoire, trad. Nathan y Dampierre, Plon, 1914 y 1769, cap. 2.

'

omo st. cs~rlbela hi,mr~a

127

canrradicrorio. Lo liniro que podemos haccr es, o bien juzgar a parno rir dc nucstros va1orL.a ( : ~ ~ I I I ~ U C es h a la misidn del hiscoriador), o Licri reicrir la n1allcr;l en clue 10s contemporineos de la ipoca que sc describe jilzgaban, a habrian juzgado, a partir de sus propios va,lorcs. 3 ) Pero las cosas no son tan simples. Nuestro general, como acabamos de exponer, ha decidido actuar a partir de principios estrategicos que en su Ppoca se consideraban v&lidos, lo cual no quiere decir que rales principios, que no eran adecuados, no hayan sido objcrivamente la causa de su derrota. N o podemas explicar esa d e rrora sin emitir sobre lo que es, o parece scr, un juicio de valor, que es mhs bien la apreciaci6n de una diferencia: para c ~ m p r e n d e r esa derrota, d i r i ei hisroriador, hay que saber que la esrrategia de aquel tiempo no era igual que la nuesrra. Decir que Pompeyo fue dcrrorado en Farsalia porque su estrategia era la que era, es enunci;,r (In sim!~lclicc.ho, como 10 scrin decir quc fue vencido porque no tcr~ia :\viaciSn. Dc esrn forma, el hisloriador emite tres tipos d e q':~rcntesjuicir>s de valor: reiicrc cuiles cran 10s valores de la 6poca; esplica las coi~ductasa partir de esos valores, y aiiade que eran difcrentes 3 10s nuestros. Pero nunca dice que no fueran adecuados que hayamos renido raz6n en desecharlos. Exponer el sistema d e valores de otras ipocas cs hacer la historia de 10s valores, pero explicar una detrora o la atrocidad que supone el sacrificio de un niiio por ignorancia d e 10s verdaderos principios estratigicos o morales, es tarnbikn un juicio de hecho; equivale a decir que la navegacibn anterior al siglo XTV se explica porque no se conocia la br6jula o , lo que es lo mismo, por las particularidades de una navegaci6n que se guiaba por las estrellas. Consignar la diferencia que pueda haber entre unos valores y 10s nucstros no equivale a juzgarlos. Es cierto que las actividadcs que se desarrollan en carnpos como la moral, el arte, el derecho, etc., csrecen de sentido si no se les incluye dentro dcl context0 de una normatividad, y que nos encontranos nlii ante ~ n a situaci6n d e hecho: en cualquier Ppoca, por ejemplo, 10s hombres ban distinguido entre un act0 acorde a lo ley y una acci6n vioIcnta. Pero cl I~istoriadorse contenta con relatar sus juicios normatj~os como si se tratara de bechos, sin pretender confirmarios o rerhazarlos. La cdistinci6n entre juicios d e valor propiamente dichos y 10s juicios de valor qtje refiere el historiador, es muy importante para ncrsotros. Leo Srrauss, en su magnifico libro sobre Droit nattirrl el Histoire, riene clnramente presente que la existencia de una filosofia del derccho seria absurda si no implicara una referencia a un arquctipo de verdad, mis a114 de las distintas formas histdricas que v3 adoptando el derecho. El antihistoricismo de este autor nos

recuerda el de Husscrl en El origen de la geometria o en La jilosofio como rierrcia riguru.rrr: la labor del ge6rnetra seria absurda, s i no exis~iera una geometria p ~ r e ~ r n i mis alli del psicologismo y del s s~iologismo.N o es posible poner esto en duda. Hay que afiadir, sin embargo, que la actitud del historiador no es la misma que la del fil6solo o la del gebrrletra. EI historiado< dice Leo Strauss, ticne que formular juicios de valor si quicrt- escribir historia, aunque tendriamos que decir m i s bien que tiene qr~ereferir juicios de valor, sin entrar a juzgarlos. La presencia de un modelo de verdad en aly n o s campos d e la actividad humana basta para justificar a1 fildsofo que recurre a dicha presencia y trata d e saber c~:;il cs esa verdad. E l historiador se Iimita a constatar $a presencia d e ;,;i.lo de conceptos trascendentales en el hombre. Esos conceptos traxc c . ~ ~ d e n rales dan a la filosofia o a la geomerria ---o a la historia quc :.osce su arquetipo de vetdad-.- u r ~ a fisonomia particular, de la que c ! historiador, a la hora de escribir la historia de esas disciplinas, n o Ilrrcde prescindir para comprender lo que han querido hacer 10s que las cultivaron. En consecuencia, podernos estar enterarnente de acuerdo con el principio de Weber de que el historiador nunca emite juicios de valor en nombre propio, Queriendo poner en contradicci6n a Weber consigo mismo, Strauss escribe lo siguiente: ,. Es un hecho probado que el centeno, desconocido por 10s rornanos, estaba ampiiamente difundido en eI c a m p franc6 a partir de Ja Alra Edad Media. Sin embargo, 10s campesinos del siglo xvrr~se negaron a suprimir el barbecho, cerrando el paso con ello a la revoluci6n apricola. L,a r a d n de esta disparidad es muy simple: usustituir el trigo y ia cebada por el centeno no afectaba para nada a1 sistema social en el que estaba inserta la vida c m p e s i n a . ~El pequelio campesino no era sensible a la idea de incrementar Ias fuerzas productivas de la naci6n. Tampoco sentia gran inter& por la perspectiva, a!go menos lejana, d e aumentar su propia produccidn o, a1 rnenos, la parte de 6sta que destinaba a la venta, porque sentia que d metcgdu era algo misterioso, que entrahaba un peligo. Su principal preocupac~onconsistia, m b bien, en conservar lo mhs intacta posible su ' * l r i , ~ a de vida traditional. La creencia m i s extendida era que su * c estaba unida a1 mantenimiento de las antiguas servidurnbres +rvas que, a su vez, exigian el barbecho

".

cr Scrgneurs en Russie u r n L {rn du .Wl1 sr~clp, de structures agrazrer rr de mentdifis kcanomiques, Instituro de Estudios k l a v o s . 1963, p6g. 180. P. Laslett. k Monde que nous ovons perdu, phg. 155. " M. Bloch, Les Caracfdres orrgrmrrx de I'hstorre rurdc f r a n ~ a ~ s A. cce, lin. 1956, pig. 21."

M. Confmo, Dornarncs

Tomaremos el segundo ejemplo de la industria. Se ha c o m p r e bad0 '\~le la resistencia que oponen 10s obreros industriales a 10s cmbios que la direcci6n impone para modificar 10s rnetodos de mabajo es un comportamiento de grupo: el rendimiento d e un obrero que acaba de integrarse en un grupo, disrninuye hasta ponerse a la misma altura que el de 10s dernis miembros, para n o rebasar la norma fijada in~plicitamentepor el propio grupo e impuesta tdcitamente a todos sus miembros. En efecto. un obrero cuvo rendinliento sea demasiado elevado, puede ser el pretext0 para que la direcciirn aumente las cadencias de todos; el problema que se le plantea al grupo es frenarlas, hasta producir la cantidad justa, por encima de la cuat s corre el riesgo de percibit menos por unidad. Se zrata de un proe blema econ6mico rnuy complejo, debido al gran nrirnero de variables que hay que integrar, pero que 10s obreros de un mismo taller logran resolver intuitivamente bastante bien, frenando la producci6n por la tarde, si se dan cuenta q u e han trabajado demasiado por la mafiana, y viceversa. T m t o por sus medios como por sus fines este tipo de mtina tiene un alto grado de racionalidad. Como el comportarniento rutinario, a1 igual sin duda que todo tip0 d e conducta, responde m k a razones ocultas que a1 hibito, hab1-6 que resistirse a la tentaci6n d e reducir Ia pluralidad de conducta a cierto habitus general, que seria como una segunda naturaleza y que daria lugar a una especie de caracteriologia Ilist6rica: el noble, el burgu6, se&n Sombart. Pero no existe tal unidad d e caricter; ei que la antitesis de la mentalidad aristocritica sea la mentalidad racional del beneficio es pura psicologia conventional. Del hecho de que la nobIaa acostumbre a ser esplhdida en algunos aspectos, no se sigue que no pueda rnostrarse Bvida de ganancias en otros. Hay grandes seiiores que son muy corteses, salvo cuando se trata de dinero, y ambiaosos banqueros que se comportan, ademis, como mecenas. Nuestros valores entran en contradicci6n, se@n el carnpo de actividad de donde procedan, porque son la crprernisa mayor, que Ia 16nica invertida d e las iustificaciones deduce de nuestras ct~nductas. " Ahora bien, estas diferentes conductas nos vienen irnpuestas por instintos, tradiciones, intereses y ptaxiologias que no tienen raz6n alguna para formar un sisterna coherente. En consecuencia, podemos creer, a fa V ~ Z , que Apolo profetiza y que su profeta es vendido a 10s persas, o desear uel Paraiso, per0 lo rnris tarde posible*. Tal vez un prestarnista hind6 tenga a h una metdidad un poco ccprimitiva~,l5

c:v.ies

fIuman Reii~tions, I , 1948, dondc sc hada la relaa6n dc ellos. " Cantra la mentalidad como bobitus general, v& d doecucrdo dc M. Confino. Domaher st Seigneurs en Kurrir, pdg. 257.

Rdato 10s hechos de x y n d a mano, por no same acccsible la rtvistn

ns s?aL

:--!zze+n~, problhmes prycho-sociologiques, wad. al franc& de Dunod, 1964.a

E! capirulo I11 de la obra de Jean M i n sobrerip , .

La MPfhode de

I'histoire, trad.

Mcznard [Publicaciones de la Facultad de Lttras dc Argel, 1941), un gran . ...ro que sigue mereciendo la pena consultar atentamcnrc, sc tituls e c h o,ran dc

cxacritud 1m lugarcs comunes o dbricas de la historia*. La usistunLDroyssen consiste asimisrno en un cuadro de topoi: la5 razas, 10s o b -7: humanm, la familia, el pueblo, el idiorna, lo sagrado (Histmik, pQs. 194Vbase tarnbik la lista dc njbricas (a ls quc se denomina intcligentea x::-rire avariablesm) que clabura,S. N. Eixnsradt al find dc su voluminosa obra ?'he political rysrems of Empires, Glencoe, Free Press, 1967, pigs. 376-383. (El libro constituye un estudio dc historia mmpamda de la Administraci6n. d que s califica de sanilisis sociol6yico~: su objctivo es promover una usociologia t histdrica~.)En rcslidad. hay pocas i d a s tan Jtiles y ran dcsdeiiadas cum0 la de la scric dc categorias gcnerdw quc constituyc una cspbcic dc rcpcnorio oricnrado a facilitar la invenci6n: ya Vico se quejaba dc quc cn su Cpoca 10s hisroriadom y 10s Fdhfos politicos desdeiiaban la teoria de las categorfas gencraltr para prcstar atcnci6n exclusivamentc a la critica. En relaci6n con un fenac;micnto dc In tcorfa dc las catcgork gencrala en el c a m p dc L s cicnc~as a

Liirs de cmina figuran en 10s irlventarios heredirarios, y la ropa dc !.,i ~ o b r e s ropa de segunda mano, lo mismo que en nuestra soera

!::d el cochc popular es un coche de segunda mano)" Referirse ::lni>nuestro de cada &a no es una metonimia. Por lo general, .;,;asigue el oficio de su padre. Hay tal ausencia de cualquier pers; : ~ i v ade progreso que esas souedadcs creen que el mundo es adulclue esti wabado, y que viven en la v e j a deI universe. El Gobierno central, a pesar de su autoritarismo, carece de poder: tan pronto se deja ntrLs la capital, sus decisiones chocan con la resistencia pasiva de la poblaci6n (el C,'ddigo Teodoriano cs m6s bien una obra de ernperadores ideologos que proclaman ideales en una cspecie de cricicIicas que de emperaciorcs dCbiles quc prornulgan infitiles ukases). La productividad marginal es menos importante que la productividad media" La vida religiosa, cultural y cientifica, se articula a menudo en secras, fieles a una ortodoxia in verba m~gistri (por ejemplo, en China y en la filosofia helenistica). Una gran proprcibn d e 10s rccursos procede de la agricultura y el n6cleo del poder se concentra generalmente en 10s propietarios de la tierta. 1.a vida e c o n h i c a responde a criterios de autoridad mis bien que d e racionalidad, y el termicniente es primordialrnentc un jefe que impnrte 6rdcnes a susiil:

' Viase un pasaie de Adam Smith que puede despettar el inter& de cudquler arque6loyo que encuentre vestigios de mobiliario en una casa: .Las casas, 10s nuebles y 10s ~rajes de 10s ricos, a1 cabo de a l g h t i e m p , pasan a ser ut~!irados pot Ias clases medias y bajas dc la poblacidn, que puedrn pcrmitirsc adquirirlos cuando la clase superior esth harta dc usarlos. A enrrar cn las I casas, 110s enconcrarnos frecuencenlenre con muebles ercclentes. aunque anticuados, que re hallan en perfecto esndo de uso, y que no han sido fabricados para aquellos que 10s utilizan* (Rschesse des Notions, trad. Garnicr-Blanqui, "01. I, pig. 435. . n e1 cantexto, Smith se refiere a mansiones nobles que se ! = han dividido en apartamenros en Jos quc viven aiembros de las c l a s s PO. pulares ). C i m o se sabc, la productividad media cs d rcndimicnto medio por unidad de pruducci6n, y la produccividad marginal, la productividad de la irltirna unidad de produccidn que sigue nvaliendo Is p n a * producir. Cuando la tknira es etrasada y la producci6n rcsuka insuficiente para stendcr l a necesidades fun darn en talc^, la subsistencia de la comunidad necerita incluso d d productor que sr,halla cn pear situaci6n, y no cs posible prescindit d e 61. eunque su rendimicnto sca muy inferior d medio;, d equiIibrio no viene dcrcrminado por el limitc inferior, y es d rendimienro rncdio el que dctermina 10s precios y 10s salaries, llcgando a darse el caso de que un productor quc no pu&_vivir de su crabajo, per0 cuya actividad es imprewindiblc para la exisrencia de la cornunidad, sea mantenido acudiendo a otros mrsos: Cf. K. WickscU, Lectures on p o l ~ t i c d economy, cd Robbins, Routledge y Kegan Paul, 1967, vol. I, p6gins 1.13; N. Gcorgescu.Roegen, L Science Econornique, ses probUmrs ef ses dillirulris, trad. Hostand, Dunod, 1970, pdgs. 262 y 268; J. UUrno, ~Recherches sur l i q u ilibrc cconamiqucr, en h n a i e s de I'Institui Hcnri Poincad, tomo VIII, fa. 1, pdgs. 6 7 y 39-40.

hombres en el trabajo. EI hecho de estar excluido de la vida p6blica o vivir al rnargen dc la sociedad facilita sensiblemenre la inmersi6n en la vida econ6mica (es el caso de 10s emigrantes, 10s berejes, 10s miembros dc grupos ajerios a Ia cornunidad, 10s judios y 10s Lbertos griegos y romanos). En contrapartida, otros topoi tienen menor incidencia de lo que cabria pensar. Por ejelnplo, no es posible determinar a priori el volumen de la poblaci6n (junto a bormigueros hummos, Ia Italia rornana contaba con siete millones de habitantes, ttprox~madamente),ni la existencia y la importancis de grandes ciudades, ni la intensidad de 10s intercambios interregionales (muy importantes en la China moderna y , sin duda, en el Imperio Romano). A veces, el nivel d e vida es alto (el del Africa y el Asia romanas debe haber sido similar a1 d e nuestro siglo xv~~r),pesar de la ina existencia de instituciones que podria pensarse que son imprescindibles en una economia desarrollada, como 10s instrumentos de cridiro, o a1 menos la letra d e cambio. Tampoco cabe excluir la posibilidad de que se d un p a d o considerable de alfabetizacibn de la E blac16n (como en Jap6n antes de 10s Meiji). Esas sociedades no son rsencialrnente esthticas, y la moviiidad social puede tcner una importancia inesperada y adopt= formas sorprcndentcs, pasando por la esclavirud (Roma, el Imperio Turco). El fatalism0 y la laudafio temporis mti pueden ir unidos a la convicci6n individual de que cualquiera pucde mejorar de posici6n gracias a su espfritu de empresa; la npobreza e s t a b l e ~de tales sociedades hsce que nadie se avergiience de su posici6n social, pero no impide que todos intenten ascender. Su vida politica es a veces tan agitada como la de sociedades m i s prbsperas, per0 10s conflictos no se reducen siempre a lochas entre clases econ6micamente diferenciadas; con mayor frecuencia, se trata de simples rivalidades cara a la consecuci6n del poder entre grupos andogos (dos ejircitos, dos clanes aristocriticos, dos provincias), La agitaci6n d o p t a formas inesperadas: 10s apocalipsis y 10s falsos oricuIos ocupan eI lugar de 10s panffetos y de las consignas, y a menudo, convictos (Pugatchev) o simples aventureros sublevan a las masas, hacikndose pasar por un emperador o por el hijo de un ernperador a 10s que aqu6llos creian muertos: tal es el caso del afalso Demetrio,,, que s repite en Roma, con el falso Nerdn, asi e como en Rusia y e n China, y que reclamaria un estudio de historia comparada.. .

La elaboraci6n de series de categorias generales de ese tip0 no constituye un rnero ejercicio acad6mico: no se trata de forrnar un

,icrt;:jn de un colectivo d e cien millones de personas a una nueva'ci;g:od ESr~mos ante un problema de la sociologia d e la conversi6n. que y;t se han formado cierta idea 10s misioneros a parrir del

siglo xva; es posible, por consiguiente, pensar que un historiador cornience estabieciendo una teoria de las categorias generales ( o una sociologia, o una historia comparada, si se prefiere! de la conversi6n en rnasa, y, a partir de ella, intenra mediante un cjercicio de im* ginacidn, la retrodiccidn de la historia antigua del cristianismo.

La llrcha contra

la dpiica de

Ias fuenter

Asi pues, lo que confiere su unidad a 10s distintos aspectos de la historia no acontecimental es su lucha contra la 6ptica impuesta p r las iuentes. La Escucla de Ins Anales ha dado lugar, por urla partc, a estudios de historin de 10s rnodos de pensar, de 10s valores, y , por otra, a obras de sociolagia histbrica. {QuC parentesco puede existir entre obras a primera vista tan heterbgeneas? entre la curva de la evoluci6n de 10s precios en la Baja Provenza en d siglo XVI y un estudio sobre la percepci6n de la temporalidad en esa tpoca? La unidad de esas distintas i n ~ e s t i ~ a c i o n e s viene dada por la configuraci6n d e la documentaci6n: la curva de 10s precios y la percepci6n del tiernpo de las gentes del siglo XVI tienen de co&n el hecho d e que 6stos no eran conscientes n i de la una ni de la otra, v de que aquellos bistoriadores que se limiten a ver el siglo XVI con 10s ojos de 10s que vivieron en 41 no l o g r a r h alcanzar mayor grad0 de conciencla que ellos. Cuando Ia historia haya acabado por sustraerse a la cjptica de las fuentes, cuando la preocupaci6n por explicar todos los fen6menos a 10s que se refiere ( n ~ q u Pera, por consiguiente, un v a l i d o ? ~ )se haya convertido en un mecanismo reflejo, 10s manuales de historia serin rnuy diferentes a 10s de hay: describirrin detenidamente las a e s t r u c t ~ i r a sde una concreta monarqula del Antiguo Regimen, nos ~~ explicara'n que era un valido, por qu& razones y de q u t forrna se hacia la guerra, y hartin much0 menos hincapiC en las guerras de I.uis XTV y en la caida de 10s validos del joven Luis XIII. Pues la historia, ademls de ser una Iucha por la verdad, es una lucha contra nuestrs tendencia a pensar que todo cae de su peso. El dmbito en el que se desarrolla esta Iucha es el de la teoria de Ias categorias generales: 10s inventarios de lugares comunes se arnplian y perfeccionan a 10 largo d e las generaciones de historiadores, y Psta es la raz6n de que no sea posible hacer de historiador improvisado, d e la rnisrna forma que no es ~ o s i b l ehacer de oradur improvisado. Es necesario

saber cuiles son 10s problemas que hay que plantease, y cudes 10s que estdn superado$; no se pueden cscribir obras de historia politica, social o religlosa contando corno h i c o bagaje con las oplniones respetabtes, rcalistas o progresistas quc cada cual ~ u e d a tencr acerca de esas materias. Hay nntiguallas que es precis0 descartar, corno la psicologia de 10s pueblos o el recurso a1 espiritu national, y sobre todo, es necesario adquirlr una m d t i t u d de ideas: n o es posible escribit la h~storlad e una civilizaci6n antigua contando hicarnente con una cultura humanista. Aunque la historia c a r m a d e mitodo (y por ello quepa la posihilidad de bacer de historiador improvisado), dispone de una teoria de Ias categorias eenerales (y pot eso no es aconsejable hacer dt historiador ~mprovisado). EI riesgo d e la historia es su aparente y engaiiosa facilidad, A nadie se le ocurre hacer de fisico improvisado, porque todos s a k n que se requiere una formaci6n maternht~ca; pero la necesidad que el historiador tienc d e poseer experiencia hist6rica no es menor, aunque no sea tan Hamariva. La linica d~ferenciaestriba en que, si sus conocimientos en ese Bmbito son insuficicntes, las consecuencias s e r h rnenos espectaculares, y no responderan a la Iey del todo o nada: la obra hisr6rica tendrs defectos (un anacronismo conceptual inconsciente, abstracciones n o acukadas, falta d e anaisis de determinados residuos acontecimentales) y sobre todo carencias. Pecari m i s por lo q u e ha dcjado d e plantearse que por lo que afirma. E n efecto, la dificultad de la historiografia esrriba ma's bien en hallar 1~ preguntas que en encontrar respuestas a ellas. El fisico es camo Edipo: es la esfinge quien pregunta, y 11 quien debe dar la respuesta acertada. En cambio, el historiador 5 es corno Parsifal: el Grial estk ahi, delante de 61, ante sus ojos, per0 d l o le perteneced si se le ocurre plantear la pregunta. Para que el bistoriador pueda dar respuesta a sus intecrogantes, In existcncia de documentos es condicibn necesaria, pero no suficiente: es posible relatar prolfjamente cuanto ocurri6 el 14 d e julio, el 20 d e junio y el 10 de agosto sin que entre en juego el rnecanismo explicativo y sin aclarar que el hecho de que la Revoluci6n adopte la forma de ajornadasn n o es algo natural, sin0 que obedece necesariamente a deterrninadas causas. Si tomando al pie de la letra este ejempIo trivia1 el lector se siente tentado a pensar que el progreso de la teoda de las categorias generales es un inlitil ejercicio de redaccidn, habria que recordale que I-Ierodoto y Tucidides disponfan d e la totalidad de 10s hechos necesarios para fundar una historia social o religiosa (incluida la comparaci6n heuristics con 10s puebIos birbaros) y que, sin embargo, n o lo hicieron. Se nos objetari que careclan de 10s uinstrumentos intelectualesn para esa tarea; pero eso es precisamente lo que intentamos decir.

,

--

-

--

---

-- .-

Paul Vcync

El objerivo liItimo del esfueno de conceptualizaa6n es facilitar a rravis del discurso a1 lector profano todos 10s datos que le perniran rcconsrruir el acontecimiento en su totalidad, induidos su urono* y su ctatm6sfera*. En efecto, iniciahente, cualquier hecho quc ocurre en una civihaci6n que nos es ajena, consta, a nuestro J I I I C ~ O de dos partes: una se puede leer explicitamente en 10s deal, mentos y en nuesrros manuales, en tanto que la otra es.un aura de fa que el especialista se i~npregna en contact0 con 10s documentos, pero que no es capaz de traducir a palabras (de ahi que se diga quc 10s documentos son inagotables); la famitiaridad con ese aura disungue a1 especialista dcl prafano y permite a1 primeto denunciar el anacronismo o el desconmimiento del modo de pensar de la en tanto que el rjltimo, que se avcnmra a reconstruir un acontecimiento a partir del texto literal de 10s manuales, lo reconsm y e ma1 porque le falta una pieza fundamental del rompetahas.El progreso del conocimiento his~dricczEl h i c o progreso que cabe a1 mnocimiento hist6rico es la am3liac16n de jos repertorios de lugares comunes: la historia no podr6 lunca darnos ma's lecciones de las que ya nos da, pero puede seguir nuJtiplicando 10s interrogantes. Es una disciplina decididamente na.ratlva y se limita a relatarnos lo que hizo AIcibiades y lo que le xurri6. Lejos de abocar a una dencia o a una tipologia, corrobora ma y orra v a que el honlbre es un material dBctil sobre el que no s s posible emitir un julcio permanente. La historia no e mis capaz toy qrle en sus origenes de decirnos de qu6 forma se articulan lo con6mico y lo social, e incluso es menos capaz que en la 6poca de llontesquleu de afirmar que, dado el acontecimiento A, se ptoduirB indefectiblemente cI acontecimiento 3 Por consiguiente, a 1s . ora Je evduar la obra de un historiador, son mucho m8s impormtes Ia riqude sus ideas o su capacidad para captar 10s matices ue su conccpci6n de Ia historia: carece dc importancia que el histo::i3cr crea o no en la intervenci6n de la Providencia en Ia historia, . ' 7 astucia de la raz6n, ni que conciba la historia mmo una teo7 etiologia o una hermenPutica. Un Tucidides judio o cris. 1 .. -:era sido capaz de revestir un relato admirable de una t e e (,cua, sin que p r ello se resintiera la mmprensi6n de la a su vez, el inter& puramente hist6rico de la mayorfa de f ic.cufias de la historia es escaso. Con el curso del relato hist6rico ccde como con Ia verdad de las tragedias: uno y otra admiten pocas dificaciones. En lo fundamental, el modo de relatar un aconteci-

.. .

J

miento no difiere en un autor moderno respecto d e Hemdoto o Fmissart. Para hablar con mayor exactitud, la tinica diferencia quc 10s s~glos ban creado entre esos autores, radica mis quc en lo que dicen en lo que pretenden o no pretenden decir. Basta comparar a1 respecto la historia de David del Libro de Samuel y la de Renan. El relato biblico y el contenido en la Historia del pueblo de Issoel son bastante diferentes, pero inmediatamate puede advertirse que la m6s espectacular de las diferencias no decta a1 fondo e jnteresa mhs a1 fi1610go que a1 historiador; afecta a1 arte narrativo, a la concepcidn de1 relato, a las convenciones, a la elecci6n de 10s giras, a la riquea del vocabulario; se Jebe, en una palabra, a la evoluci6n de las formas, a esas eaones de la moda tan imperiosas quc un traje pasado de moda constiruye el simbolo mAs grlfico del paso del tiempo y que Ia extensihn de un texto griego o de la Epoca de Luis XIV que podrian atribuirse a1 siglo xrx pocas veces excede de algunas Lineas, aunque su contenido no haya cnveiecido en modo alguno. Advertimos qui. es lo esencial si prescindirnos d e esas diferencias, a fin de cuentas insignificantes, a pesar de ser tan llamativas (pues condicionan la vida Iiteraria e intelectual, en la que el factor de modernidad reviste gran importancia), y que siguen resistitindose a ser conceptuaIizadas por la filologia y la historia del arte, asi como de IS fiIosofIas de la histotia de Samuel y de Renan --que implican, respectivarnente, la admisi6n o la negaci6n de lo sobrenatural y de la explicaci6n teolbgica de la historia-, dejar~doasimismo de lado el asentido* quc puede atribuirse a la historia de David, s e ~ n se interprete en funci6n del nacionalismo judio, de la Resurrecabn, etcdtera. A fiide cuentas, las diferencias de fondo obedecen a dos causas: una visi6n histrjrica mis o menos profunda, y eI hecho de que algunas cosas que para el historiador judo son evidentes no lo Sean para el moderno. La riqueza de ideas del histoi-iador antiguo no es excesiva, y cuando David abandona Hebr6n y elige como capital Jebus, la futura Jerusaldn, no e capaz de plantearse todo lo que acierta a s ver Renan: uNo.resulta fhcil decir qu-5 es lo -que decidi6 a David a abandonar Hebr6n, que gozaba de derechos tan antiguos y evidentes, eligiendo una aldea insipificante como Jebus. Es probable que pensara que Hebr6n era demasiado judaica, y no quisiera herir la SUScepribilidad de las dern6s tribus, sobre todo la de l tribu de Renjaa min. I-Iacia falta una ciudad nueva, que careciera de tradici6n.s Y, 16gicamente, como el acontecimiento es diferencia y su cornprensi6n es fruto de la cornparaci6n, el historiador iudio no reparara en determinados aspectos que, en cambio, no escapan a la atcna6n de un exmnjero, ni puede escribir, como Renan: uDesde luego, una gran

,.-t;,:!;ai hubiera rcsultado inc6moda, dado el emplazamiento de jebus;IIcio las grandes ciudadcs no encajaban en las preferencias ni en la

.

.

LO SUBLUNAR Y LAS CIENCIAS HUMANAS

ncritud de aquellos pueblos, que buscaban ciudadelas cuya defensa fur& fici1:m Nacuralmerite, el historiador antiguo no podia disponer de esa cacegoria general de las capitales. Cuando decirnos que Renan, a rravCs del rclato biblico, ha descubierto la vcrdadera figma de David, no queremos decir que 10s rrlCrodos de sinresis hayan expericlentado progresos y que nuestra forrna de explicar 10s reyes y los pueblos haga adquirido carhcter cientifico, sin0 que Renan ha sido capaz, de url lado, de expresar lo que 10s israelitas pasaban pot alto por resultarles demasiado evidente, y de otro, de plantearse interroganres en 10s que el hisroriador antiguo, dotadu de menot agudez plftica, no habia reparado. Prescindo, ya que no es el tema de la Dresenre obra, dc la difcrencia de mayor envergadura, que guarda relacicjn can la critica (en su forrna prirnaria y siempre mod6lica de :ririca biblical. Si liacemos abstraccihn de la critica, de las ideas .ilosrj;ficas y teol6gicas --que tienen escasa importancia desde el )unto de vista tCcnice- y de las modas filol6gicas e i d ~ d 6 ~ i c ay , s 10s atenemos a1 plano de la sintesis histbrica, el abismo que separa 11 SomwI y a Rer~anes el mismo que separa Ias relatos que harian le un mismo acontecimiento un nativo y un viajero, de un lado, y ?-hombre rorriente v el periodista politico, de otro: ese abisrno esrjba en la distinta riqueza de sus repertories de ideas.

Pero, tpor qu6 no seria posible elevar la historia a la altura de la5 ciencias cuando 10s hechos integrados en etla y en nuestra vida esta'n sujetos a las ciencias y a sus leyes? Porque en la historia hay leyes (un cuerpo que cae en el relato dc un historiador lo hace, por supuesto, de acuerdo con la ley de Galileo), pero no son rus leyes. El desarrollo de la Cuarta Cruzada no esti dererminado por una ley en mayor medlda que lo esti lo que sucede en mi despacbo, donde la luz solar cae en Bngulo cada vcz m6s oblicuo, el calor que despide el radiador tiende a estabilizarse de tal forrna que la suma de las derivadas parciales de segundo orden es iglial a cero, y el filament0 de la bombilla se hace incandescente. Un eievado n6mero de leyes fisicas y astron6micas que, sin embargo, no bastan para explicar un simple acontecimiento: a la caida de una tarde de invierno, he subido la calefacci6n central y he encmdido la la'rnpara de mi despacho. Las leyes y 10s acontecimientos hist6ricos no coinciden y la categorizacidn de 10s objetos segrin lo vivido n o cs la rnisrna que la de 10s objetos abstractos de la ciencia. El resultado es que, aun cuando la ciencia hubiera lIegado a la cumbre de su perfecci6n, no seria maneiable, y no se podria en la pra'ctica recomponer la historia con ella. Resulta asimisrno que, por muy perfeccionada que estuviese, 10s objetos de la ciencia no serian Ios nuestros, y seguiriamos refiriindonos a 10 vivido y escribiendo la histotia tal coma lo hacemos ahora. Y ello, no por una cierta apetencia de caIor hurnano; ya hemos visto que la historia no se interesa pot lo singular ni pot 10s vatores, sin0 que

7 ,s>-

-

-

---

-

----

-

----

Paul Vepne marginal, tomando corn0 objetos 10s modelos cuya consrrucciSn describe '. Constituye un discurso rlguroso a1 que 10s hechos obedecen formalmenre denrro de 10s limites de su abstraccicin y coincide, sobre todo, con In real en el caso de Ins c u e r p s celestes, planetas o coheres, aunque este caso privilegiado entrafta el riesgo de hacernos olvidar un tanto que, la mayor parte de las veces, la teoria cientifica se mantiene a nivel rehrico, que explica lo real en'mayor medida de la que permite manejarlo, y que la tCcnica supera ampliarnente a la ciencia, la cual a su vez la dcsborda no menos ampliamente en otros extremas. La oposicidn entre lo sublunar y lo formal, entre la descripci6n y la formalizaci6r1, sigue siendo el criterio para juzgar a una ciencia autintica, que no consiste cn un programa de investigaci6n: no se programan 10s descubrimientos, que permiten, sin embargo. saber de qut lado puede esperarse ver abrirse paso a la inspiraci6n, y de quC lado e s t h las vias sin salida, especialmente las de vanpardia. Ahora bien, 10s hechos que obedecen a un modelo nurlca s e r h 10s que inrrresen a historiador y ah; esti el quid de la cuesti6n La 1 historia que se escribe y, antes de ello, la que se vive, esti compuesta de naciones, de cruzadas, de cIases sociales, del Islam y del Mediterrineo: todas ellas nociones de la experiencia que bastan para actuar y padecer, p r o que no son ideas de la raz6n. Por el contrario, aqueIlas ideas que pueden ser ordenadas por una ciencia del hombre formando modelos rigurosos son ajenes a esa experiencia: estrategia de 10s minimos, riesgo e incertidumbre, equilibria de la cornpetencia, 6ptimo de Pareto, transitividad de las elecciones. Pues si el mundo, tal como lo ven nuestros ojos, tuviera el rigor de las ecuaciones, Ia ciencia no seria otra cosa que esa visi6n. Ahora bien, como 10s hombres nunca dejarin de ver el mundo con 10s ojos que 10 ven ahora, las disciplinas hist6rico-fllos6ficas, que se atienen deliberadamente a lo vivido, rnantendrhn siempre su raz6n de ser. Asi pues, la imposibibdad de una historia cientifica no se debe a1 ser del hornrno histon'cur, sin0 solamente a las condiciones limitadoras del conocer. Si la fisica fuera simple estilizacibn de la totalidad sensible, corno cuando especulaba sobre el Calor, lo Seco y el Fuego, todo lo que se dice ahora de Ia falta de objetividad de la historia podria volverse a decir de 10s objetos fisicos. El pesimismo ontol6gico se reduce por lo tanto a un simple peimisrno gnoseo16gico: el que la historia de 10s hisroriadores no pueda ser una ciencia, no quiirc decir quc sea imposible una ciencia de la vivenciaV., por ejemplo, J. Ullma, k P m d e scientifique modcrne, Flammarion, z 1958, caplrulos I y 2; id. aLcs mncepts dc la physique^ en la col. Encyde pedie dc la Pitiadc. hgique et C o n ~ i ~ r e n scirntijique, p&. 701. ce

trara de com~render desdeiia lo anecd6tico. Si pudiera convertirse y en clencia, lo vivido no seria para ella mis que una antcdota, pero en la prictica esa conversi6n es imposible y lo vivido conserva la densldad que le es propia. l'ero tai s1tuaci6n no es exclusiva de la historia: la ciencia no expIica la naturaleza en rnayor medjda que explica la historla. No da mas cuenta de un accidente de coche o de un chaparr6n en Antia . bes, un doming0 de frbrero, que de la Cuarta Cruzada. 1 ciencia fisica, o humana, explica cierios aspectos, cunformados a la medida de 5us leyes, las maIes abstrae de 10s acontecimientos naturales o h~stciricos,y un especiatista en histaria natural no tendria merlos raze nes que un hisroriador para quejarse de ella. Las esquen~atizaciones iniriales de la ciencia y de lo vivido son tan diferentes que es muy difica establecer una conexi6n entre ellas. L s limites de nuestra facuItad de CQnOCer son tan estrechos, Ias mndiciones en quc se puede ejercer tan difkiles, que ambos t i p de categorias se excluyen mriruamente. y no se puede hacer ciencia de 10 sublunar a menos que se renuncie a lo sublunar sustituyendo el arco iris pot 10s quanta p la ~ o e s i ade Baudelaire por una teoria del lcnguaje poCtico como jcrarquia de fuerzas con una convexidad 6ptima. Sdlo en la infinitud del tiempo se uniran arnbas categorizaciones, cuando se recurra a la quimica, y no a1 cocinero, para conseguir un plato con un determinado saber. Para que la historia pudiera elevarse a la categoria de ciencia, seria precis0 que ista se correspondiera con el mundo de lo vivido (si bien con un caricter mis cientifico y en uaa versi6n en cierto modo modernizada) y que no constituyera una ruptura con la inmediatez, bastando escarbar un poco en 10 vivido para encontrar la ley subyacente. Vamos a mostrar por lo tanto en qu6 la historia no es una ciencia, aunque, corno si existe la ciencia del hombre, hcmos de vet tambiin qut relaciones puede haber entre ella y la historia, para lo cual ser& precis0 en primer lugar adoptar una postura sobre la siruacibn actual de las ciencias humanas.

Si las categorizaciones cientifica y sublunar no coinciden, se debeno consiste en describjr lo que existc, sino en descu-tortes oculros quc, a diferer~ciade 10s crbjetos sublunares, fun- con todo rigor; mas all; de lo vivido, busca lo formal. La ,. ., ilo estiliza rluestro mundo, pero construye modelus a partir ; nos da sus f6rmulas, la del 6xido carb6nico o la de la utilidad I:13 ciencia

1I

I

.

- i i ; l ' , pero se ve ficilmente a quk precio: lo que tenemos por :::l!,re considerar como un acontecimiento estallaria convirti6n-

una rniriada de abstracciones diferentes. Pot ello, la idea de cicntificamente Iir revoJuci6n de 1917 o la obra de Balzac ~ r s a ! t a tan poco cientifica y descakllada como la idea de expIicar (-icntiiicarnertre el departamenro de Loir-et-Cher, y ello no porque 10s hechos humanos scan tocalidades (10s hechos fisicos tarnbiCn lo sor., para el caso), sino porque la ciencia nu conoce m6s que sus propios hechos.f.:, . : n : .,,.,,,I: .... ...! ,.cdi.

SituaciAti acfuol rfe las ciencias h~rnunas

Solarnente en el campo del conocimiento se oponen entre si lo sublunar y lo cicntifico, lo vivido y lo formal. La distinci6n que hacia Arist6teles enrre las dos regiones del ser (la que se encuentra mas al!P del circulo de la Luna y la que esti mis ac6) st. traslad6 a1 clrden del conocer cuando naci6 la ciencia rnoderna y Gaiileo dernostr6 que lo suhl~tnattenia sus leyes ocultas y que la Luna y el Sol crnn cuerpos semcjantes a 1s Ticrra, que tenfan sus imperfeccioncs *rnateriales*, sus manchas y sus montaiias. De ello resulta en primer s lugar que e posible una ciencia del hombre y que las objeciones que a veces se le forrnulan todavia (tra, per0 no es el motor que hace avanzar e iceberg; lo linico l ocurrc es q u e esd par debajo de la IInea de visibilidad, y se lica de la misma manera que el resto de1 iceberg. Lo linico qse Foucaul~ a 10s historiadores es: rse p u d c seguir erpliirrdo listorla como se ha cxplicado siempre, per0 cuidado: si se mira nidamente, hrciendo abstraccib de 10s tdpicor, w adviertc que m i s q ~ explicar de lo que re pcnsaba; hay formas extratias que e pasado inadvertidas*. ihora b i n , si el historiador x ocupa, no ae lo quc hace la gente, de lo que dice, habrri de seguir el mismo m4tado; la palabra

-

disrvrso nos vicne con la misrna inmediatez para designar lo quc se dice qut: la palabra nprlctica,, para designar lo que se hace. Foucault no revela ningGn discnrso misterioso, distinto del que todos ofmos: solo nos invita A observar exactamerlte lo que se dice, Y esa observaciOn demuestra que en el dmbito de b que se dice hay prejuicios, resistencla, salicntes y entrantes inesperados, de 10s que 10s hablantes no son conscientes cn absoluto, Dicho de otra forma, hay bajo el discurso consciente una gramitica, determinada por las pricticas y las gramiticas vecinas, que revela una observacicjn atenta clel discuso, si se quitan 10s amplios ropajes llamados Ciencia, Filosofia, etc. Asirnismo, el principe cree que gobierna, que reina; en realidad, adrninisrra corrier~tes,mima a niiios, o guia un rebafio. Se ve, pues, lo que no e el discurso; ni sembtica, ni ideologia, ni s nada implicito. Lejos de invicarnos a juzgar las cosas a partir de las palabras, Foucault muestra, por el contrario, que las palabras nos engaiian, quc nos hacen creer en la existencia de cosas, de objetos naturales, gobernados o Esrado, cuando esas cosas no son sino consecuencia de las ~riicticasc~rres~ondientes, pues la semhtica es la mcarnaci6n de la ilusi6n idealisra. El discurso tampoco es ideologia; casi podria decirse que, por el contrario, es lo que se dice realmente, sin que la sepan 10s hablantes: 6 t o s creen hablar amplia y libremcnte cuando, sin saberlo, dicen cosas limitadas, sujetas a una gram6t1ca incongruente. En cambio, la ideologia es mucho ma's libre y amplia, y tiene motivo para scrlo: es racionditacirin, idealizacibn: es un amplio ropaje. El principe quiere y cree hacer todo lo que hace falta, dada la situaci6n; en realidad, se cornporta sin saberlo como duefio de un lago lleno de yeces, y la ideologia lo engrandece haciendo de 61 un Buen Pastor. Por arimo, el discurso o su grarnktica oculta no son nada implicitamente; no e s t b Mgicmente contenidos en lo que se dice o se hace, ni son su axioma o su presupuesto, p o r la simple raz6n de que lo que se dice o se hace tiene una gramitica de1 azar y no una gramitica 16gica, coherente, perfects. Son 10s a m res de la historia, 10s salientes y entrantes de las ~ricticas prbximas y de sus transformaciones 10s que hacen que la grama'tica poIitica de una & p a consisra en mirnar n ~ o o en administrar corrientes: s no es una R a d n que ediiique un sisterna coherente. La historia no es la utopia: las politkas no desarrollan sistemiticamente grandes principios (10s cortes episternol6gicos, que han llamado mhs la ni atr11ci6n del p6blico; Ia Icrura s61o existe como objeto en y pot una prictica, pero esa rnisrna prictica no es la locura. Esa idea ha hecho p n e r el grito en el cielo; sin embargo, la idea de que la lwura n o existe es pura y simplemente positivists: la de una I ~ r en si es 1a que es puramente mctdisica, aunque a

sea familiar a1 sentido comun. Y, sin embargo ... Si dijera que alguien que come carnc hurnana la come de manera muy real, es evidente que lendria raz6n; pero tambikn tendria razGn a1 afir~narque ese comedor sdlo serd canibal para un cootexto cultural, para una yra'ctica que avaloran, objetiva ese modo d e nurrici6n encontr-dndolo birbaro o, por el contraria, sagrado, y, en cualquier caso, haciendo algo de 61; en prdcticas pr6ximas, por otra parle, el mismo coinedor n o se objetivard corno canibal: tiene dos brazos y una capacidad de trnbajo, tiene un rey, y se le objetiva como miembro del pueblo nifio o como aninral del rebafio. MZs adelanre nos omparernos de ese tip0 de problemas, que hizo ya furor en 10s circulos parisinos de la orilla izquierda del Sena all6 por el siglo XIV. El dar ese paso decisivo, la negaci6n del objeto natural, & su estatura filos6fica a la obra de Foucault, en la medida en yue yo pueda ser juez en esa materia. Una frase como alas actitudes con respecto a lor locos han variado consicierablernente a lo largo de la historia, es metafisica; es verbal representarse urla lmura que aexistiria materialmenren fuera de una forrna que la informe como locura; todo lo mis existen m e llculas nerviosas dispuestas de cierta manera, frases o gesros de 10s que un obsewador procedente de Sirio comprobaria que son difercntes dc 10s de otros seres humanos, a su v a distintos entre si. Pero 10 que existe aquf no es nada mds que formas naturales, trayectorias en el espacio, estructuras rnoleculares o bebaviour: son ma~eriu una locura que no existe atin en esa fase. En resumidas de cuentas, lo que ofrece resistencia en esa pol6mica es quc, con demasiada frecuencia, creyendo discutir sobre el problema de la existencia material o formal de la locura, se piensa en otro problema, miis cornprornctido: {se tiene razdn a1 informar como Jocura la materia d e locura, o deberi renunciarse a un racionalisrno de la salud mental? Decir que la l w r a no existe, no es afirmar que 10s locos son vfctimas de un prejuicio, ni tampoco ncgarlo: el sentido de la proposici6n es diferente; no afirma ni niega tarnpoco que hubiera que excluir a 10s locos, ni que la locura exista porque la produce la sociedad, ni que sea rnodificada su positividad por la actitud de las distintas sociedades hacia ella, ni que las distintas sociedades hayan conceptuaIizado la locura de formas muy diversas; la proposici6n no niepa tampoco que la l m l r a tenga una materia brhoviourirla y tal vez otg8nica. Pero. aun cuando la locura tuviera esa materia, sep i r i a sin ser locura. Un sillar no se convierte en piedra angular o en tizBn rnBs que en el momento en que m p a su lugar en una estructura. La nepaci6n de la locura no se sit~iaen el plano de las actitudes ante el objeto, sin0 en el de su objetivaci6n; no significa

,

,

._ .

..

-

-

--

-

. - --

-

.'

22-1

Paul Vcyric

qile no haya rngs loco que aquel al que se considera loco, sin0 que en U R plan0 q u c no es el de la conciencia, es necesaria cierta prictics para que hava un solo objeto, *el locon, para juzgarlo en conciencia o para quc la s c ~ i e d a dpueda avolver loco^. Negar la objerividnd de la locura es cuestibn de distancjanliento hist6rico g no dc aalxrtura a 10s demis,,; la modificaci6n de la forma de tratat y de jJcnsar a 10s locos es una cosa y la desaparid6n dc la objetivaciOr~ eel ~ C K O ~ otra, que no depende de nuestra intencidn por re\~olues cionaria que sea, sino que supone evidentemenre una metamorfosis de Ins pdcticas en mya escala la palabra crrevoluci6n, se reduce a un intcnro desvaido. Los animales no tienen m& existencia que 10s locos, Y sc 10s puede tratar bien o mal; pero para que el animal c~npiccea ~ e r d c r objetivaci6n, hacen falta por lo menos las p d c su ticas de un iglri de esquimales, durante e1 largo suefio invernal, en la simbiosis d e !os hombres y 10s perros que mezclan su calor. Pero en veinticinco siglos d e historia las snciedades han objetivado de forrnan tan distintas c1 fenlimeno llamado dementia, locura o sinrazbn, que no tcnemos derecho a presupner que detrds de ella se ocrilra u n objero natural, p eslB ma's que fundado el dudar d e la racioniilidad d e la salud mental. Bor otra parte, es mliy cierto que la sociedad pu+de volver loco y sin duda tenemos ejemplos de eHo: per" la frase @lalocura no existerr no se refiere a ese t i p d e casos. A pesar de lo que se repite o insinfia, esa frase de fil6sof0, cuyo sentido habrian comprendido instantdneamence Jos maestros parisinos del sigh xrv 6 , no traduce las opciones n i las obsesiones de su autor. ciemplo, el mncstro Escoto, auror del rratado Re rerum prinripio, arr. I, schol. 4: aEs prcriso saber al efccto que la materia es en acto pero que no es cl acto de nada (moteria P S I in actu, zed nulliur esl ncfus); la rnareria es en aclo porque es alga mis bieu que nada (ezt poddarn in acru, a// c 9 r i res yuoedum cxkro nihil), una rcalizaci6n de Dios, una creaci6n acabaJa. Sin embargo, no es el acto de nada, aunqnc s610 sea porque sirve d e fund a m e n t ~a todas las acrr~alizacionesw Icn les Opera de Duns hcoro. edici6n Wadding, vol. 111, pig. 38 B). A c a b d c traducir en tCrnbinas escotistas, por pura diversi6n, lo que tal vez sea el problern:~fandamcntal dc la historia -filomfia seg6n Foucault-: si sc trascicnde la problcmdtica del ma:erialisrno marxista a la que se atienen muchos historiadorcs Is; bicn un fil6sofo suficientemenre formado no podria, a rncnos dc sue s t trace dc una sconviccidnn, tomarlo en serio durance mucho ricrnw), serh prcciw negar la rcaiidad rranshistdrica dc 10s objetos naturaIcs, clcjando nr, ohsrante a esos objetos la suficienrc realidad objctiva para que siwn sicnrlo ohictos de explicaci6n y no fantasmas rubjetivos que snlamcnrc rc pucdan dcscrihir; cs prcciso quc 10s objetos naruralcs no cltistan y que la historia siga sicndo una rcalidad cxplicable. Para Duns Escoto, por lo tanto, la marcria no cs ni un cr~tede raz5n ni una rcalidad fisicamcnte separable. Para Foucauit (qilc lcv6 a Nietzsche cn 1954-1955 si no me faUa la memoria), una primera forma de resolvcr el problcma fuc la fenornenologfa: para Husserl las~ 1 1 1 -('11,

' Pur

Si un lector deduce triunfalrnente de todo esro que la locura si existe, salvo taI vez en el reino de la especulaci6n, y que siempre lo habia creido asi, es asunto suyo. Para Foucault, conlo para Duns Scoto, la materia de la locura (behaviorrr, microbiolngia nerviosa) existe realmente, pero no como locura; no cstar loco m i s que rnaterialmente, cs precisamcnte no estarlo todavia. Hace falta que un hombre sea objetivado corno loco para que e1 refercnte prediscursivo aparezca retrospecrivarnente corno materia dc In locrtra; en efecto, i p o r qu6 el behouiour y las ct!lulas nerviosas, y no Ias huellas digitales? Seria, pues, equivocado acusar a ese pensador, que Cree que la materia es en acto, de ser un idealista (en el sentido vulgar de la palabra). Cuando he enseiiado a Foucault estas piginas, me dijo m6s o menos: sPersonalrnence, no he escrito nunca la Iocurn no exisfc, pero se puede escribir; en efecto, para la fenomenologia, la locura existe, pero n o es una cosa; por el contrario, es preciso decir que la locura no existe, pero que no por ello deja de ser alpop. Tncluso puede decirse que no existe nada en la historia, puesto que en ella todo depende de todo, como se veri, es decir que las casas s61o tienen existencia material: una existencis sin rostro aGn no objetivado. Por ejernplo, el que la sexualidad sea prictica y