pasado representado o pasado redescubierto...

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1 1 PASADO REPRESENTADO O PASADO REDESCUBIERTO Aproximaciones a la memoria como práctica imaginativa Lady Paola Rojas Peralta Universidad Distrital Francisco José de Caldas Facultad de Educación Maestría en Investigación Social Interdisciplinaria Bogotá D.C., Colombia 2017

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PASADO REPRESENTADO O PASADO REDESCUBIERTO

Aproximaciones a la memoria como práctica imaginativa

Lady Paola Rojas Peralta

Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Facultad de Educación

Maestría en Investigación Social Interdisciplinaria

Bogotá D.C., Colombia

2017

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PASADO REPRESENTADO O PASADO REDESCUBIERTO

Aproximaciones a la memoria como práctica imaginativa

Lady Paola Rojas Peralta

Trabajo de investigación presentado como requisito para optar al título de:

Magister en Investigación Social Interdisciplinaria

Director:

Adrián Perea Acevedo

Doctor en Filosofía

Línea de investigación:

Imaginarios y representaciones

Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Facultad de Educación

Bogotá D.C., Colombia

2017

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A ti

Por el amor, por la compañía

Por las discusiones sobre estos temas

Discusiones que tanto me sirvieron para confundirme más

…para confundirme mejor.

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Agradezco especialmente a…

Gabriel e Inés, por darme tranquilidad y vida

Al profesor Adrián Perea, por su rigurosidad y su sinceridad, por estar siempre dispuesto al diálogo

de saberes y por ser testigo de un manojo de lo que él llamaría: inseguridades ontológicas y

ansiedades metodológicas.

A la Maestría en Investigación Social Interdisciplinaria de la Universidad Distrital Francisco José

de Caldas, por ser un espacio para la reflexión profunda sobre las realidades que construimos y

que nos construyen, que nos atropellan si no las hacemos parte de nuestras preocupaciones.

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RESUMEN

El propósito de lo aquí desarrollado es aportar a la discusión sobre la memoria en torno al

conflicto armado y a la violencia sociopolítica en Colombia, desde la perspectiva del imaginario

social. Esta pretensión tiene que ver con una preocupación epistemológica por comprender la

memoria desde una mirada interdisciplinar. En este sentido, en este trabajo se desarrolla un

esquema teórico y pragmático (en el sentido que contempla tanto ejes teóricos como ejercicios

contextualizados y particulares) que contribuye al abordaje de la siguiente pregunta que parte del

relacionamiento de los tres ejes centrales de la investigación, a saber, la memoria, la historia y la

imaginación: ¿Cómo podría construirse una perspectiva epistemológica de la memoria como

práctica imaginativa, a través de un análisis de las condiciones históricas de emergencia de la idea

memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia?

De este modo, en este trabajo se partió de la realización de un ejercicio hermenéutico

situado, que permitió la construcción de una perspectiva epistemológica dimensionada como un

esfuerzo por visibilizar en primera instancia cómo lo imaginario atraviesa y tiene funciones

específicas en la construcción, producción e imposición de conocimiento sobre la memoria. Esta

visibilización estuvo mediada por cuestionamientos respecto a cómo se ha configurado la memoria

como saber y el saber sobre la memoria en el contexto colombiano y por formulaciones sobre lo

que implica repensar la memoria desde la perspectiva del imaginario social bajo una interpretación

de los planteamientos de Paul Ricoeur sobre temas como la ideología, la utopía, la imaginación, la

ficción, la narrativa, el texto y la acción.

PALABRAS CLAVES:

Memoria, Historia, Imaginación, Ideología, Utopía

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CONTENIDO

INTRODUCCION ............................................................................................................... 7

CAPITULO 1

CONTEXTUALIDAD ........................................................................................................ 13

1.1 Un acercamiento a las formas de producción y uso de la idea de memoria e historia en el contexto

colombiano .............................................................................................................................................. 13

1.1.1. La Memoria ............................................................................................................................... 20

1.1.2. La Historia ................................................................................................................................. 26

1.2 ¿Qué, cómo y porqué de esta investigación? .................................................................................... 29

CAPITULO 2

HISTORICIDAD ............................................................................................................... 40

2.1 Relación entre memoria e historia en términos de referencia ........................................................... 42

2.1.1. Representación del pasado: Énfasis en la memoria .................................................................. 43

2.1.2. Representación del pasado: Énfasis en la historia ..................................................................... 54

2.2. Sobre la relación entre historia y memoria en términos del imaginario social ................................ 62

CAPITULO 3

REFLEXIVIDAD ............................................................................................................... 69

3.1 Ideología como obturación de la imaginación

Una lectura de los abusos de la memoria en su nivel práctico ................................................................ 70

3.2 De la función utópica

Acerca de la imaginación productora y el vínculo analógico ................................................................. 75

CONCLUSIONES .............................................................................................................. 79

DIFICULTADES Y POSIBILIDADES .............................................................................. 88

BIBLIOGRAFIA................................................................................................................ 91

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INTRODUCCION

El presente trabajo surge de la inquietud por articular una comprensión sobre qué es la

memoria y cuál es su relación con la verdad. Este es un cuestionamiento que ha venido adquiriendo

forma a parir de la confluencia entre dos contextos, el primero es un ambiente sociopolítico en el

que desde hace más de 10 años se viene discutiendo desde distintos espacios públicos (academia,

gobierno, organizaciones no gubernamentales), la necesidad de reflexionar sobre el pasado como

requerimiento para comprender las dinámicas de la guerra y la violencia que continúan haciendo

parte de la realidad colombiana; y el segundo es un contexto de disertaciones académicas

potenciadas en la Línea de Imaginarios y Representaciones Sociales de la Maestría en

Investigación Interdisciplinaria de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, y que se

relacionan con la exigencia por repensar categorías como la memoria, la historia, el pasado y la

verdad a la luz de una mirada interdisciplinar que posibilite el posicionamiento de una actitud

crítica, sustentada en un análisis de la forma en que se han articulado los discursos sobre la

memoria, pasando por la comprensión de cuestiones direccionadas a la exploración inicial sobre

cómo se configura una noción de realidad, cómo contribuye dicha noción a la constitución de

ciertas verdades y cómo estas verdades se relacionan con el fortalecimiento de ciertos esquemas

ideológicos.

Se acoge la perspectiva teórica de Paul Ricoeur, según la cual, evidenciar un esquema

ideológico implica dar cuenta de las mediaciones de la imaginación en la configuración de

realidades sociales: como refuerzo de las mismas, es decir, como base de las creencias o como

posibilidad de recrear otros mundos en los que se exploren tanto los límites de la realidad para la

consecución de una buena vida, concebida desde el lugar que se ocupa dentro de una ideología

siempre susceptible a ser interpelada.

Este interés resulta de acercamientos ya realizados a este tema, que permitieron comprender

que la memoria está atravesada por una exigencia de veracidad, en la medida en que refiere a un

pasado real. En el caso colombiano esto se relaciona con el hecho de que la memoria se concibe

desde un contexto jurídico como contribución al esclarecimiento de los acontecimientos históricos

y como medida de satisfacción de a las víctimas del conflicto armado1, por lo que la memoria

1 El Gobierno Nacional, a través del Plan Nacional para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, deberá

realizar las acciones tendientes a restablecer la dignidad de la víctima y difundir la verdad sobre lo sucedido, de

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además se forjase como un saber sobre el pasado, es también objeto de tensiones políticas, En la

medida en que este pasado no existe ya como objeto perceptible, se atraviesa también por el riesgo

o la oportunidad que representa la imaginación como forma de construir alternativas para acceder

a lo inaccesible por vías de la percepción directa, alternativas que pueden mediar entre la falsedad

absoluta respecto a la realidad o la visualización y experimentación de otras posibilidades que

contribuyan al desenmascaramiento de injusticias, manipulaciones, representaciones falsas,

obligaciones construidas, y sobre todo, verdades que no se ajustan con la realidad y que por ende

son engaños.

De este modo, este trabajo parte de la convicción de que la memoria, en tanto que es del

pasado, está mediada por la ficción, pero las ficciones no siempre son perversiones de la realidad,

al contrario, siempre requieren de ella: para fortalecerla o para revertirla. Sin embargo, la memoria

no podría equipararse con dicha realidad, por lo que la verdad es siempre una construcción que

puede funcionar tanto para justificar el poder y sus manipulaciones, como para desenmascararlo y

revertirlo.

Esta es una preocupación de carácter epistemológico que inicia con la pregunta por ¿Cómo

se ha configurado las condiciones de producción y uso de la idea de memoria y de historia en los

discursos históricos sobre el conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia?, este

cuestionamiento se ha delimitado en torno a la posibilidad de construir una serie de acepciones

sobre ¿Cómo podría construirse una perspectiva epistemológica de la memoria como práctica

acuerdo a los objetivos de las entidades que conforman el Sistema Nacional de Atención y Reparación a las Víctimas.

Las medidas de satisfacción serán aquellas acciones que proporcionan bienestar y contribuyen a mitigar el dolor de la

víctima. Las medidas de satisfacción deberán ser interpretadas a mero título enunciativo, lo cual implica que a las

mismas se pueden adicionar otras: a. Reconocimiento público del carácter de víctima, de su dignidad, nombre y honor,

ante la comunidad y el ofensor; b. Efectuar las publicaciones a que haya lugar relacionadas con el literal anterior. c.

Realización de actos conmemorativos; d. Realización de reconocimientos públicos; e. Realización de homenajes

públicos; f. Construcción de monumentos públicos en perspectiva de reparación y reconciliación; g. Apoyo para la

reconstrucción del movimiento y tejido social de las comunidades campesinas, especialmente de las mujeres. h.

Difusión pública y completa del relato de las víctimas sobre el hecho que la victimizó, siempre que no provoque más

daños innecesarios ni genere peligros de seguridad; i. Contribuir en la búsqueda de los desaparecidos y colaborar para

la identificación de cadáveres y su inhumación posterior, según las tradiciones familiares y comunitarias, a través de

las entidades competentes para tal fin; j. Difusión de las disculpas y aceptaciones de responsabilidad hechas por los

victimarios; k. Investigación, juzgamiento y sanción de los responsables de las violaciones de derechos humanos. l.

Reconocimiento público de la responsabilidad de los autores de las violaciones de derechos humanos. (Ley 1448- Ley

de Victimas y Restitución de Tierras, CAPÍTULO IX: Medidas de satisfacción ARTÍCULO 139. MEDIDAS DE

SATISFACCIÓN; 2011; p.64)

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imaginativa, a través de un análisis de las condiciones históricas de emergencia de la idea

memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia?.

Reivindicar la constitución imaginativa de la memoria, es una apuesta que tienen que ver

con la exploración de las ideas, las condiciones de representatividad del pasado y el

posicionamiento de la imaginación como complementaria de la construcción de realidades y de

verdades, con lo que se espera en este trabajo, la materialización de la lectura de una realidad

heterogénea en la que la consecución de la verdad no debería ser tan valorada, y donde se debería

posicionar la comprensión de los fenómenos ideológicos como primer paso para mirar fuera de

ellos. En este orden de ideas, este trabajo tiene como objetivo principal la construcción de una

bases epistemológicas, según las cuales sea posible concebir la memoria como práctica

imaginativa, por medio de un análisis de las condiciones históricas de emergencia de la idea

memoria e historia en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia,

para dar paso a una comprensión de las formas de representación y uso del pasado desde la

dialéctica entre historia y memoria.

Para lograr el objetivo de esta investigación se requeriría de tres labores integradoras: la

primera consiste en realizar una aproximación histórica que permita dar cuenta de los usos teóricos,

políticos y culturales de la idea de memoria ligada a la de conflicto armado y violencia

sociopolítica en Colombia. La segunda tiene que ver con el establecimiento de unos fundamentos

teórico-epistemológicos que estén relacionados con la comprensión de la memoria en el campo de

la imaginación, utilizando los planeamientos de Paul Ricoeur en torno al imaginario social, y la

tercera se relaciona con la construcción de unos fundamentos epistemológicos que posibiliten la

comprensión de la memoria desde su vindicación como práctica imaginativa.

Según lo anterior, la forma en que se encuentra ordenado este documento responde al

abordaje de estas labores en tres momentos, esto no significa que el abordaje se de en el orden

respectivo de las labores enunciadas, ya que estas son labores que se realizan de manera transversal

y tienen incontables puntos de encuentro. Estos tres momentos se dan a modo de explicitación de

los principios de la interdisciplinariedad, lo cuales se conciben como forma de articular el tema de

la memoria con una perspectiva crítica que sobrepase la interpretación desde los lenguajes

disciplinares siempre limitados en cuanto a formas de representación y objetivación que

contemplen la complejidad de los fenómenos sociales; y como forma de organización de lo que

pretende esta investigación: la construcción de una mirada epistemológica sobre la memoria,

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sustentada en la relación entre memoria e historia. En esta medida, los tres capítulos que articulan

entre trabajo, responden a una mirada sobre la contextualidad, la historicidad y la reflexividad

(Serna, 2008).

El primer capítulo denominado “contextualidad”, expone un desarrollo inicial de un campo

problemático amplio que es el de la indagación por las condiciones de producción y uso de idea

de memoria e historia en torno a categorías relacionadas con el conflicto armado interno y la

violencia sociopolítica en Colombia. Esto permitió rastrear algunas ideas predominantes en el

abordaje de este tema, que sirvieron como punto de partida para visibilizar la pertinencia de una

propuesta de la memoria como practica imaginativa y contextualizar este trabajo en un panorama

teórico y epistemológico sustentado en la perspectiva del imaginario social como intersección

entre ideología y utopía retomando los planteamientos de Paul Ricoeur. En este capítulo se parte

de la contextualidad como “la decisión de comprender los objetos, el lenguaje y las

representaciones (…) como entidades que requieren del contexto y del entorno inmediato donde

se afirman las pertinencias de lo interdisciplinario” (Serna, 2008, p.72). Por esta razón, este

capítulo tiene tres momentos: una contextualización de los abordajes del tema de la memoria en el

contexto colombiano, de lo que resulta una tensión entre las formas de representar el pasado que

se han constituido como legítimas en el país, lo cual se contrasta con estudios que surgen y se

fundamentan en esta realidad social, y se finaliza con una explicitación de la opción teórica que se

admite en el trabajo, haciendo claridad sobre su pertinencia. De este modo, se expone una

contextualización en doble vía: con la realidad social y con el lugar epistemológico de enunciación

de la propuesta, según lo cual se incluye el tratamiento del tema de investigación a nivel

metodológico, teórico y conceptual.

El segundo capítulo se denomina “historicidad” y es el capítulo de la exposición de los

resultados de la investigación, que se enmarcan en una posibilidad hermenéutica por revelar las

vicisitudes de la representación del pasado cuando se invoca el papel de la memoria y de la historia,

cuando se confrontan y cuando se complementan. Se denomina historicidad, porque supone la

reconstrucción de un marco interpretativo que se fundamente en los saberes y cuestionamientos

sobre la forma de representar el pasado, que devienen del tratamiento analítico realizado sobre

textos que se conciben como iniciativas de memoria, reflexiones sobre la memoria, contribuciones

a la construcción de memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en

Colombia. Estos textos, para funciones de esta investigación, se pensaron como muestras de la

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memoria ejercida: una memoria que no sólo se constituye como reflexión sobre el pasado y sus

posibilidades representativas, sino que dialoga con su propio ejercicio. Esto va en línea con lo que

plantea el principio de historicidad desde la “decisión de restituir los objetos, el lenguaje y las

representaciones a sus condiciones de producción y uso (…) desde los sustratos profundos que

subyacen al desarrollo disciplinar, indagando lo que distintos autores definen como los

inconscientes del pensamiento científico” (Serna, 2008, p.70-71).

Finalmente, en el tercer capítulo que se denomina “reflexividad”, se ponen unas

consideraciones finales, en la que se articulan las conclusiones del trabajo y se anuncian las bases

para una propuesta en la que se haga “visible al sujeto que se pretende en las posibilidades de la

interdisciplina” (Serna, 2008, p.71), por medio de una invitación a considerar la relación entre

ideología y utopía como practicas imaginativas, relacionando la cuestión del fenómeno ideológico

con aquello que Ricoeur (2013) denominó como los abusos de la memoria ejercida y el fenómeno

utópico como posibilidad crítica, en el sentido en que Ricoeur (2010) lo enuncia:

La única manera de salir del círculo en el cual la ideología nos conduce, es asumir una utopía,

declararla y juzgar la ideología desde este punto de vista. Porque el observador absoluto es

imposible, no puede ser que alguien situado en el proceso mismo quien asuma la responsabilidad

del juicio. (Ricoeur, 2010, p. 231)

La pertinencia académica y social de este la pesquisa que aquí se propone, adquiere sentido

por la existencia de una hipótesis sustentada en el reconocimiento del imaginario social como

posibilidad de comprensión de las realidades sociales y que consiste en que las condiciones

históricas de producción y uso de la idea de memoria en el contexto del conflicto armado y

violencia sociopolítica en Colombia, se encuentran mediadas por prácticas imaginativas2, cuyo

reconocimiento posibilitaría una comprensión de la memoria desde una perspectiva crítica que

ponga en escena los límites y potencialidades que encarnan las comprensiones actuales sobre el

tema. Estos aspectos académicos y políticos se configuran como problema de investigación que

controvierte la utilización sobre-especializada de la memoria como concepto y como práctica,

apelando fragmentaciones conceptuales y políticas, ya que pareciera que las innumerables veces

que la idea de memoria ha sido puesta como base de los discursos sobre lo que ha sucedido en

2 Se hace referencia a prácticas imaginativas, a la ideología y utopía, que se explicarán como constituyentes del

imaginario social más adelante

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Colombia, ha desgastado sus posibilidades de significación, y con ello, ha mantenido las

polarizaciones sociales en un ocultamiento sistemático.

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CAPITULO 1

CONTEXTUALIDAD

1.1 Un acercamiento a las formas de producción y uso de la idea de memoria e historia en el

contexto colombiano

Resulta pertinente en un primer momento, hacer claridad con respecto al lugar de

enunciación en el que surge el presente escrito. Académicamente, se sitúa en disertaciones sobre

el problema de los imaginarios y las representaciones sociales como formas de comprender la

realidad social, que exigen la trascendencia de los límites disciplinares, por lo que su estudio

implica adentrase en los discursos científicos, políticos y culturales denotados como legítimos para

la enunciación de los fenómenos sociales, con el fin de comprender los contextos históricos y

culturales de producción y uso que dotan de sentido al acontecer de dichos fenómenos y a la

posibilidad de comprenderlos desde esfuerzos académicos. Junto con ello, esta reflexión se

desarrolla en un momento histórico en Colombia, en el que sectores académicos, comunitarios y

políticos, empiezan a generar disertaciones en torno al pasado nacional y a la importancia de saldar

cuentas con éste, las cuales se manifiestan en un presente de violencia normalizada, que hace parte

de la cotidianidad y que requiere de comprensiones ligadas al futuro, y a lo que se comunicará y

transmitirá como solución a los problemas pasados. Este momento histórico da cuenta de un

escenario en el que la memoria se empieza a dilucidar como cuestión relevante en lo político, lo

académico y lo cultural (Antequera, 2011; Castillejo, 2010; Girón & Vidales, 2010; Sánchez,

2008).

El propósito de lo aquí desarrollado es aportar a la discusión sobre la memoria en torno al

conflicto armado y a la violencia sociopolítica en Colombia, desde la perspectiva del imaginario

social. Esta pretensión tiene que ver con una preocupación epistemológica por comprender la

memoria desde “la transgresión de los objetos establecidos, la crítica aguda al lenguaje disciplinar

y la apertura de las representaciones” (Serna, 2009, p.70). Esto implica la comprensión de la

memoria reconociendo que sus usos teóricos, políticos y culturales son difusos, que los desarrollos

disciplinares en torno a ésta, han fragmentado su comprensión desde premisas epistemológicas

sustentadas en una división entre objeto y sujeto, por lo que propenden por “una memoria sin

individuos (o sin sujetos o agentes concretos) o unos individuos sin memoria (o sin memorias

fácticas)” (Serna, 2010, p.16) y que la representación de la memoria contempla una mixtura

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compleja entre lenguajes disciplinares y lenguajes de la vida cotidiana: los que se dejan enunciar

y aquellos que permanecen inarticulados o que se abren paso en medio del silencio.

En Colombia, la memoria ha venido siendo problematizada en el marco de escenarios de

debate sobre el pasado que se quiere comunicar y que servirá como puente para negociaciones

sobre las posibilidades de paz en un contexto de conflicto armado y violencia sociopolítica que

sigue vigente pese a varios intentos de negociación entre instituciones gubernamentales y grupos

armados al margen de la ley. Estos escenarios de debate han sido protagonizados por la academia,

movimientos de victimas e instituciones gubernamentales, que en los últimos tiempos, han puesto

sobre la mesa la polisemia conceptual y política de la idea de memoria en relación a la de violencia.

A nivel conceptual se han venido reevaluando y reproduciendo las nociones de “memoria

colectiva” y “memoria histórica”, la primera noción ha estado vinculada a un esfuerzo teórico por

señalar la apertura de la memoria como proceso que tiene una génesis social en lugar de netamente

individual, biológica y programática, por lo que tiene que ver con “la afirmación de la identidad y

la constitución de comunidad” (Antequera, 2011, p. 33). Esto quiere decir que se reconoce que los

individuos no recuerdan solos sino en relación a instituciones culturales y políticas, y a

transformaciones en el tiempo y el espacio. Por su parte, la noción de “memoria histórica” denota

una preocupación por “develar el asunto de la memoria como ejercicio político y jurídico”

(Antequera, 2011, p. 35), aquí, las relaciones sociales que dinamizan la memoria se conciben como

relaciones de poder, que convierten a la memoria en una plataforma de exigencias y de debates

políticos que pueden trascender a lo público como lugar en el que se construyen significados sobre

una nación.

Entonces, se puede decir que en la noción de memoria colectiva priman los sentidos sobre

el pasado en relación a ciertos acontecimientos experimentados de manera conjunta, por lo que no

se constituyen en el grueso de la sociedad sino en grupos determinados vinculados por experiencias

compartidas, mientras que la concepción de memoria histórica da cuenta de esfuerzos

vehiculizados por intereses políticos de construir iniciativas públicas de reconocimiento de lo

sucedido de una manera más amplia. Al respecto, Castillejo (2010) afirma que “en Colombia

hemos pasado de la “memoria como espectro” (cuando la pregunta por el recuerdo era evadida

oficialmente) a los “espectros de la memoria” en donde el pasado violento gravita fantasmalmente

como un coro de voces casi imperceptibles” (p.23). De este modo, se evidencia que la polisemia

de la memoria también acontece en términos culturales y políticos: una cosa es la memoria de las

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víctimas y otra la de los esfuerzos oficiales por convertir en públicos ciertos significados sobre el

pasado de una nación en la que empiezan a ser importantes las reflexiones sobre hechos

victimizantes que constituyen el pasado nacional.

El tránsito que enuncia Castillejo (2010) da cuenta de un contexto sociopolítico en el que

la memoria empieza a ser comprendida como un eslabón importante en la reconstrucción histórico-

cultural del conflicto armado colombiano. Esta importancia empieza a configurarse oficialmente

(desde el contexto gubernamental) en Colombia, gracias a que:

En el año 2002 se emprendió un proceso de desmovilización de los grupos paramilitares, como

parte de la política de seguridad democrática del gobierno del presidente Álvaro Uribe. De un lado,

el prontuario criminal de estos grupos suscitó una atención concreta desde innumerables sectores

a nivel nacional e internacional, basada en el acumulado de tratamiento de periodos represivos y

de exterminio donde la memoria como “deber” ocupa ya un lugar insalvable, y que implicó un

proceso de intervención en el curso de propuestas iniciales de impunidad hacia un marco jurídico

de justicia transicional sin transición” (Antequera, 2011, p.23).

Este contexto marca el inicio de una serie de preocupaciones polarizadas acerca del pasado

en torno al conflicto armado colombiano, según las cuales, se crea una narración generalizada que

caracteriza al terrorismo como explicación del origen del conflicto armado colombiano, esta

generalización se da a causa de la doctrina antiterrorista formulada e impulsada por Estados Unidos

después del 11 de septiembre de 2001, fecha en la que acontece el atentado a las torres gemelas.

(Antequera, 2011). Al respecto de este fenómeno, Castillejo (2010) afirma:

Entre los múltiples conflictos que han emergido en los últimos años en este país (cuando se miran

diversas formaciones sociales con intereses en estas discusiones), la re-nominación y la re-

definición oficial de la historia colombiana salta a la vista: el cambio repentino, profiláctico,

políticamente aséptico, de la estructura semántica de acción que implica la mutación del “conflicto

armado” como principio explicativo de la violencia en “terrorismo” y toda una serie de conceptos

asociados como “grupo ilegal organizado al margen de la ley” (p. 31).

Según lo anterior, el estallido de reflexiones y propuestas en torno a la construcción de una

narrativa histórica del conflicto armado colombiano, se hace evidente aproximadamente desde el

año 2006, tiempo en cual acontece la reelección del expresidente Álvaro Uribe Vélez y con ello,

se vislumbran las primeras consecuencias de la Ley 975 de 2005 o Ley de Justicia y Paz,3

3 “Antes del 2002 las leyes que regularon el desarme y la desmovilización de los grupos armados ilegales fueron la

ley 418 de 1997, prorrogada por la ley 548 de 1999 y posteriormente, por la 782 del 2002 que modifica las anteriores.

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“encargada de administrar la reincorporación de miembros de grupos armados organizados al

margen de la ley”4. Junto a esta ley, surge la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación

(CNRR) y como parte de esta institución, nace el Grupo de Memoria Histórica (GMH), el cual

inicia con sus actividades en el año 2007 con objetivo central de:

Diseñar, elaborar y divulgar una narrativa sobre el conflicto armado interno que identifique “las

razones para el surgimiento y la evolución de los grupos armados ilegales”, así como las distintas

verdades y memorias de la violencia, con un enfoque diferenciado y una opción preferencial por

las voces de las víctimas que han sido suprimidas o silenciadas.5

El GMH como área de la CNRR, inaugura la reconstrucción de la memoria histórica en

Colombia desde la institucionalidad gubernamental, retomando el testimonio de las víctimas como

fuente privilegiada, pues parte de la concepción de la memoria como un mecanismo de

empoderamiento de las mismas, cuyas voces han sido suprimidas de la historia nacional en pro de

la perpetuación de la impunidad (GMH, 2008). Sin embargo, el GMH emprende sus actividades

en el marco de una ley que tiene como protagonistas a los victimarios y que promueve la

prolongación de la fragmentación histórica entre víctimas y victimarios, entre distintos grupos de

víctimas, y entre éstas y la sociedad no afectada directamente. Con respecto a este hito, marcado

por la conformación de la CNRR en torno a los procesos de memoria en Colombia (desde la

institucionalidad gubernamental), Castillejo (2010) realiza una reflexión muy ilustrativa:

En Colombia, particularmente, pensar el pasado ha sido un fenómeno reciente, lo cual no quiere

decir que antes no haya habido reflexiones al respecto. Las décadas de reclamos históricos que

organizaciones especificas –como sobrevivientes del exterminio de la unión patriótica o, más en

Esta última solo contemplaba la amnistía y el indulto para delitos políticos y conexos, cometidos por los miembros de

la organización ilegal. Por lo tanto, y de acuerdo con los tratados internacionales suscritos por Colombia, era necesaria

una nueva ley que facilitara la reincorporación individual o colectiva a la vida civil de criminales, políticos o no, que

estuvieran implicados en crímenes de lesa humanidad, y que, al mismo tiempo, garantizara los derechos de las víctimas

sin someter al “perdón y el olvido” las graves violaciones a los derechos humanos, crímenes de guerra y delitos contra

el Derecho Internacional Humanitario por ellos cometidos. Esas razones orientaron la aprobación de la Ley 975 del

25 de junio del 2005, conocida como Ley de Justicia y Paz por parte del Congreso de la República” (CMH, 2012,

P.36). Bajo la Ley de Justicia y Paz se decretan unos derechos de las víctimas frente a la administración de la justicia,

como parte de éstos, se encuentra el “derecho a la verdad”, dentro del cual se encuentra “Deber de Memoria y

Conservación de Archivos”, éste consiste en un deber del Estado por preservar la Memoria Histórica y además,

también hace parte del “derecho a la reparación”, en la cual se ubica a la memoria histórica como parte integral de la

reparación simbólica, según la cual se enuncia la no repetición de los hechos victimizantes. 4 Diario Oficial 45.980, Julio 25 de 2005. Citado por Castillejo, A (2010, p.30). 5 Fragmento tomado de la página del grupo Memoria histórica, en el apartado de –objetivos-.

http://www.memoriahistorica-cnrr.org.co/s-quienes/sub-objetivos/

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general, quienes constituyen al Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE)- han

elaborado, revelan el silencio estructural en el que diversos sucesos aún están sumidos. En

Colombia, esta relativa preocupación oficial por el pasado, en el que las leyes relacionadas

producen víctimas “certificadas” y “oficializadas” y en este sentido un interés limitado en el tema,

se debe a la creación de la CNRR y la institucionalización en Colombia de tecnologías globales de

transición política. (p.29)

A partir del año 2011, con la sanción de Ley de Victimas y Restitución de Tierras6, se abre

paso a otra etapa de la construcción de la memoria histórica del conflicto armado en Colombia.

Con la terminación de las funciones (relacionadas con la construcción de memoria histórica) de la

CNRR en el 2012, el GMH hace una transición hacia el Centro de Memoria Histórica (CMH)7, el

cual se constituye como materialización de las “medidas de satisfacción” decretadas en la Ley de

Victimas y Restitución de Tierras. También se inicia la construcción del Centro de Memoria Paz

y Reconciliación de la Secretaria de Gobierno de Bogotá D.C, y terminado el 2012 se publican

tres informes acerca del proceso de Justicia y Paz8. Además, en el marco de esta ley, se reivindica

el concepto de justicia transicional, pasando de indicar la ausencia de conflicto armado -como se

notaba en el ambiente político durante ejecución de la Ley de Justicia y Paz- a señalar la necesidad

de construir instrumentos que posibiliten la terminación del mismo9. Éste es un panorama

6 Congreso de la Republica. Diario Oficial No. 48.096 de 10 de junio de 2011. Ley 1448 de 2011 “por la cual se dictan

medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras

disposiciones”. 7 El CMH tiene cinco funciones principales: A. Diseñar, implementar y administrar un Museo de la Memoria. B.

Integrar un archivo sobre el desarrollo del conflicto y las violaciones a los derechos humanos que en desarrollo del

mismo se han producido. C. Impulsar y promover investigación en perspectiva de contribución a la reconstrucción de

la verdad histórica, asignándole la tarea de diseñar e implementar un Programa de Derechos Humanos y Memoria,

cuya primera etapa está en marcha contando al efecto con el acumulado de experiencias, aprendizajes, metodologías

y resultados del GMH. D. La reconstrucción de las memorias de aproximadamente 24.680 ex - miembros de las

autodefensas que se incorporaron a los Acuerdos de Contribución a la Verdad histórica y la Reparación y se

comprometieron con las víctimas y el Estado a aportar su verdad, a cambio de beneficios que para ellos definirán los

respectivos jueces. E. Apoyar al GMH para que éste culmine con la tarea encomendada a través de la Ley 975 de

2005, Ley de Justicia y Paz, de entregar un informe sobre la evolución y desarrollo de los grupos armados organizados

al margen de la ley que ha operado en el país. Ver: ¿Qué es el Centro de Memoria Histórica? En:

http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/index.php/somos-gmh/ique-es-el-centro-de-memoria-historica 8 El primer de estos informes, se denomina: “justicia y paz: ¿verdad judicial o verdad histórica?” y los otros dos, hacen

parte del proyecto: "Análisis socio jurídico de las versiones libres de los desmovilizados en los procesos de justicia y

paz. Una contribución a la realización del derecho a la verdad histórica y al cumplimiento del deber de memoria del

Estado y la sociedad" y se denominan: “Justicia y Paz, tierras y territorios en las versiones de los paramilitares” y

“Ley de Justicia y Paz, los silencios y los olvidos de la verdad” 9 Artículo 8o. Justicia transicional. Entiéndase por justicia transicional los diferentes procesos y mecanismos judiciales

o extrajudiciales asociados con los intentos de la sociedad por garantizar que los responsables de las violaciones

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renovado para la construcción de memoria historia en Colombia, no solo por el cambio en el

concepto de justicia transicional, sino por la emergencia de distintas memorias que aparecen de

manera más definida y además la configuración de la imagen de la víctima desde un lugar jurídico

en el que se le reconoce como sujeto a quien se hace necesario reivindicar sus derechos desde una

perspectiva “integral” que contemple los aspectos de “verdad, justicia y reparación”10.

En la actualidad, se experimenta otra etapa sustentada en el desarrollo de un proceso de

paz; desde el año 2012, se han efectuado una serie de diálogos encaminados a la construcción de

unos acuerdos que tienen como propósito la “terminación del conflicto armado y la construcción

de una paz estable y duradera” los cuales fueron construidos principalmente por el sector

gubernamental, algunos representantes del sector académico y de movimientos de víctimas, y las

Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) Estos acuerdos

fueron sometidos a voto de la sociedad civil mediante plebiscito, el 2 de octubre de 2016, fecha en

la cual ganó el “NO” como fruto de una campaña política en la que se enfrentaron sectores de la

sociedad que expusieron sus motivaciones éticas y políticas en contra de algunos de los puntos

negociados en los acuerdos11. Como fruto de estos diálogos, se publicó en Febrero de 2015 un

documento titulado “Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia”, elaborado

por la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV). Esta comisión estuvo conformada

por expertos y relatores designados por representantes del gobierno y delegados de las FARC –

EP, con el objetivo de “producir un informe sobre los orígenes y las múltiples causas del conflicto,

contempladas en el artículo 3o de la presente Ley, rindan cuentas de sus actos, se satisfagan los derechos a la justicia,

la verdad y la reparación integral a las víctimas, se lleven a cabo las reformas institucionales necesarias para la no

repetición de los hechos y la desarticulación de las estructuras armadas ilegales, con el fin último de lograr la

reconciliación nacional y la paz duradera y sostenible. Ver:

http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/ley/2011/ley_1448_2011.html 10 Esto, acogiendo el conjunto de principios actualizado para la protección y la promoción de los Derechos Humanos

mediante la lucha contra la impunidad Ver: Comisión de Derechos Humanos. 8 de Febrero de 2005. Doc. ONU

E/CN.4/2005/102/Add.1. En:

http://www.coljuristas.org/documentos/libros_e_informes/principios_sobre_impunidad_y_reparaciones.pdf. Citado

por Antequera (2011). 11 Este es un tema de gran envergadura cultural y política que plantea nuevos cuestionamientos y que merece una

análisis completo que no encuentra un lugar central en este trabajo, ya que éste encarna una problematización sobre

la memoria como asunto ético - político que exige señalar los límites de una mirada coyuntural sustentada en el análisis

de los acontecimientos, y el proceso de paz con todo lo que conlleva es precisamente un acontecimiento, cuya

contemplación es necesaria en tanto lugar para la significación de un proceso histórico, pero no temáticamente

determinante en el asunto de la memoria en el contexto de conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia,

por esta razón en la presente pesquisa, este asunto ocupa un lugar enunciado con el fin de contextualizar, pero no un

asunto central.

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los principales factores y condiciones que han facilitado o contribuido a su persistencia, y los

efectos e impactos más notorios del mismo sobre la población” (CHCV, 2015, p.2). Esto da cuenta

de la existencia de un contexto en el que las iniciativas por construir una narrativa que dé sentido

al pasado violento del país se vislumbran como un requerimiento para la superación del conflicto

armado nacional y como un escenario en el que la existencia de versiones divergentes pero

complementarias se hace visible.

Después de haber realizado este recorrido, se puede concluir preliminarmente, que la sobre-

especialización de la memoria como concepto y como práctica social y política según las

connotaciones de “colectiva” e “histórica” (sin mencionar otras acepciones disciplinares como

“memoria social”, “memoria individual”, “memoria de los pueblos”) ha constituido una

fragmentación en torno a lo que significa y/o puede llegar a significar el acto de reflexionar sobre

el pasado: por una parte los sujetos que recuerdan y por otro, los recuerdos susceptibles a ser

convertidos en experiencias compartidas a través de instrumentos comunicativos que se configuran

mediados por la necesidad de explicar el presente de una nación, que pese a todas las vicisitudes

de su historia, debe optar por la selección de ciertos episodios, ciertos acontecimientos y con ello,

de ciertos personajes que permitan la comprensión del presente a la luz de lo que ha sucedido.

Desde allí, se configura una segunda fragmentación entre los sujetos que tienen legitimidad para

hacer/tener memoria y aquellos que no.

Este es un primer acercamiento a lo que se podría denominar como una lucha entre diversas

epistemologías de la memoria que se aproximan a la crítica y al reconocimiento de las lógicas

disciplinares y políticamente hegemónicas que han primado en la comprensión de la memoria

ligada al conflicto armado y la violencia política en Colombia. Es importante reconocer que este

ha sido un recorrido corto y meta-teórico que no ha profundizado sobre las condiciones de

producción y uso de dichas epistemologías y que apenas ha dejado enunciado un campo

problemático amplio: cómo se configuran las condiciones de producción y uso de la idea de

memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia.

Con la pretensión de explorar el campo de problematización dentro del cual se ubican

aproximaciones históricas, culturales, políticas y epistemológicas de la memoria como fenómeno

social, a continuación se realiza una exploración de diversas posturas epistemológicas,

metodológicas y conceptuales que han sido retomadas en algunos estudios de autores Colombianos

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sobre la memoria desde las ciencias sociales y humanas12. En esta exploración se abordan dos

categorías principales, la primera tiene que ver con las perspectivas metodológicas y

epistemológicas según las que se ha abordado la idea de memoria, y la segunda, es referente a la

idea de historia y/o adopción de determinadas perspectivas históricas que se puedan entrever en

los estudios sobre la memoria.

1.1.1. La Memoria13

Algo que se evidencia como generalidad en los estudios revisados, es que la memoria es

concebida desde sus usos políticos, como posibilidad reivindicación de ciertos sectores de la

sociedad, de la historia y con ello, de ciertos sujetos y de acontecimientos determinados. En este

sentido, Morales, L (2014) realiza un acercamiento comprensivo a las experiencias narradas de

hijos e hijas de padres que fueron asesinados y/o desaparecidos, que son considerados casos de

violencia e impunidad por parte del Estado, abordando al mismo tiempo, tres sucesos: la Toma del

Palacio de Justicia, el asesinato y exterminio de líderes, miembros y simpatizantes de la Unión

Patriótica y el asesinato de candidatos presidenciales en la década de finales de los ochenta en

Colombia. Esto, con el fin de describir, revelar y expresar por medio de un documento audiovisual,

los relatos, imágenes y experiencias de la violencia política que marcaron el relato de los sujetos

de su investigación, en la segunda mitad de los años ochenta en Colombia. En este estudio, la

elección de esta población estuvo direccionada por el concepto de “Emprendedores de la memoria”

retomado de Elisabeth Jelin, para referirse a personas comprometidas con la necesidad de vindicar

y resignificar el pasado a la luz de un presente que solicita esclarecimientos, pues se parte de la

12 La búsqueda y selección de los documentos se realizó teniendo en cuenta que debían ser publicados en los diez

últimos años (2005-2015), tiempo en el que se enmarcan los esfuerzos gubernamentales por reflexionar sobre el pasado

“violento” del país, ya que acontece la puesta en funcionamiento de aparatos socio-jurídicos soportados en la Ley 975

de 2005 o Ley de Justicia y Paz, a partir de la cual se conforma la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación

(CNRR) y a partir de ésta el Grupo de Memoria Histórica (GMH); y la Ley 745 de 2011 o Ley de Victimas y

Restitución de Tierras. Estos documentos representan resultados de investigación en nivel de maestría e

investigaciones realizadas a nivel institucional desde los sectores público y privado. Luego se realizó el análisis de la

información obtenida, a través del cual se determinó y extrajo la información más sobresaliente de los documentos

seleccionados teniendo en cuenta las categorías enunciadas anteriormente.

13 En esta categoría se explora cómo se ha producido o construido conocimiento sobre la memoria en torno al conflicto

armado y la violencia sociopolítica en Colombia, y cómo se ha puesto a circular dicho conocimiento en los contextos

académicos, culturales y políticos. En este sentido, se examinan las definiciones de memoria, las estrategias

metodológicas y el tratamiento que se da a las fuentes utilizadas por los diversos investigadores, apelando a la

enunciación de generalidades encontradas en los textos y contrastando sus particularidades.

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lucha contra el olvido y el silenciamiento sistemático e impuesto por lógicas del poder

hegemónicas.

La puesta en escena de los emprendedores de memoria como fuentes, da cuenta de una

elección metodológica que permite entrever aspectos epistemológicos sustentados en la

construcción de conocimiento sobre la memoria desde el reconocimiento de su relación con los

usos políticos de la misma, aspecto que queda ilustrados por Rubio, G (2013) en la siguiente cita:

En el estudio del pasado reciente, la separación entre pasado y presente se vuelve más difusa y tanto

el investigador como el recuerdo (objeto de investigación) están situados en un contexto mediado

por “intereses prácticos” que contextualizan las significaciones en el marco de los discursos sobre

el pasado reciente como una producción social del presente que exige una definición de sus alcances

ético-políticos. Cuando se estudia el pasado reciente, el rol del historiador no queda circunscrito al

de un observador analítico neutral, más aun cuando el evento abordado es un crimen contra la

humanidad. (p. 65, 66)

Esta es una elección que también retoma Antequera (2011) en su investigación sobre las

políticas de la memoria en el contexto de conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia,

quien asume de manera clara “una posición política comprometida, necesaria más allá del capricho

personal” (Antequera, p.21). Al respecto, este autor afirma que:

La fundación de un punto de vista político asume el hecho de que hacer/tener memoria es mucho

más que evocar el pasado tal y como fue en realidad, y que los intereses y las relaciones en el

presente son la marca que determina su desarrollo (…) de esta manera, las políticas de la memoria

emergen como escenario de dotación de sentido en constante transformación, determinado por las

interacciones sociales como interacciones de poder. (Antequera, 2012, p. 35)

Antequera, J (2011) construye una propuesta metodológica, centrada también en los

emprendedores de memoria, concebidos como actores que se encuentran ubicados en escenarios

públicos en los que se empieza a dar cuenta de políticas de la memoria que encarnan una lucha no

manifiesta entre el relato hegemónico y las resistencias a dicho relato, expresadas, según

Antequera, J (2011) en las críticas elaboradas por los emprendedores de memoria que él entrevistó

en su proceso investigativo, los cuales fueron Iván Cepeda Castro, vocero destacado del

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) y parlamentario representante a la

discusión de la Ley de Víctimas; Gonzalo Sánchez, director del Centro Memoria Histórica y

Camilo González Posso, director del Centro de Memoria Bicentenario: Memoria, Paz y

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Reconciliación que se construye en el país desde la iniciativa local del gobierno de la ciudad de

Bogotá D.C. (2007-2011).

Por otro lado, la investigación realizada por Acevedo (2012) parte del contexto

autobiográfico como vinculación con las formas en que se producen, circulan, disputan y

posicionan las prácticas de la memoria de las víctimas en la cultura política del país. De esta

manera se da por descartada una posible neutralidad del investigador, al igual que en los trabajos

de Morales, L (2014) y Antequera (2011), en los que queda manifiesta la necesidad de asumir una

postura ético-política al momento de estudiar la memoria ligada a los conceptos de violencia

política y conflicto armado en Colombia, sin dejar de lado la rigurosidad científica.

En la investigación realizada por Acevedo (2012), se comprenden las memorias de las

víctimas como memorias aisladas que no han sido públicas ni oficiales y que han sido marginadas

por las memorias pertenecientes a la historia oficial, fruto de las verdades de las élites de gobierno.

A partir de esto, el autor, propone el concepto de memorias sub/alternas como memorias que “están

o no a la espera de ser escuchadas o reconocidas más allá de su localidad, a la expectativa o no de

ser un día sujetos de la historia” (Acevedo, 2012, p. 100). Al respecto, este autor muestra que estas

memorias han descartado el escenario gubernativo como campo lucha y que han rechazado el

silencio como forma de relacionarse con un pasado que sobrepasa las barreras de lo local. Esta es

una investigación en la que los discursos de las víctimas develan que en la forma en que ellas

asumen y elaboran sus experiencias pasadas, existen claves que dan cuenta del porqué las

comunidades subsisten al aparente exterminio simbólico.

Acevedo (2012) retoma la cultura política del país como escenario de su pesquisa,

definiendo este concepto como “el ámbito de las prácticas y de las instituciones, conformadas a

partir de la totalidad de la realidad social y que, históricamente, llegan a ser consideradas como

apropiadamente políticas […] (Escobar 2001, 26 citado en Acevedo, 2012, p. 53)”. En esta

medida, se puede entender que en el trabajo de Acevedo (2012) también se opta por la

reivindicación de unas memorias: las memoria de las víctimas, en un contexto político que las

invisibiliza y que propende por la supresión de las mismas.

En una línea similar con respecto al lugar de las memorias de las víctimas, pero desde un

lugar epistemológico distinto, centrado en los usos políticos de la memoria a partir de su

posibilidad estratégica para la transformación de la cultura política del País, se encuentra la

investigación realizada por González (2015), este autor analiza los usos estratégicos de los

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dispositivos construidos para comunicar la memoria colectiva de un grupo, en este caso, las

galerías de la memoria diseñadas por el MOVICE Capitulo Colombia. Esta es una postura centrada

en la exploración de los recursos emocionales y morales que se ponen juego cuando se trata de

posibilitar reflexiones sobre el pasado, con el fin de generar transformaciones en la cultura política

de la sociedad. En esta investigación, se analiza cómo a través de la experiencia de ver y percibir

una galería, se genera un diálogo entre los espectadores (que pueden ser o no ser víctimas) y las

víctimas. En este trabajo se retoma el concepto de cultura política para comprender la memoria

como fruto de estrategias comunicativas y como plataforma de exigencias de visibilidad de las

víctimas, lo cual da cuenta del funcionamiento de la acción colectiva de victimas organizadas. Lo

particular de este estudio con respecto a los otros mencionados, es que se centra en los dispositivos

de transmisión de la memoria, más que en los relatos de sujetos determinados, y más que

reivindicar una posición socio-cultural o un relato específico, reivindica unos usos políticos de la

memoria como dispositivo comunicativo y la concepción de la memoria como algo que se

transmite y que fundamenta una identidad colectiva.

En cuanto a la perspectiva epistemológica retomada por los autores, se puede afirmar que

los autores no enuncian de manera explícita las características que tiene el conocimiento que se

produce desde sus intervenciones en términos científicos, pero sí dan relevancia a la necesidad de

asumir un punto de vista político como condición del estudio sobre la memoria en el contexto ya

enunciado, este punto de vista se concibe desde la necesidad de incluir otro tipo de voces y de

concepciones para enriquecer y problematizar, lo que podría concebirse como una versión oficial

de la historia. Ligado esto, en los estudios revisados, principalmente en los de Antequera (2011),

Acevedo (2011) y Morales (2014), se enuncia un dilema epistemológico que tiene que ver con la

relación entre memoria e historia como formas de representar el pasado, cuyos límites y alcances

son difusos. Rubio (2013) define este dilema de manera muy acertada cuando afirma que uno de

los campos problemáticos en el estudio de la historia reciente es:

La relación con el estatuto epistemológico del recuerdo, su presentación como historia oral,

expresada por alguien que narra y su consideración a la vez como fuente documental, que sitúa a la

memoria en una función reconstructiva de los eventos del pasado y con una capacidad

interpretativa. (p. 165).

En Antequera (2011), se evidencia el reconocimiento específico de la memoria histórica

como “relato que confiere sentido a un periodo” (p.58), por lo que debe transitar del recuerdo por

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experiencia directa de los acontecimientos a la construcción de sentidos con base en

acontecimientos determinados, por parte de la sociedad en general. Este autor retoma la tesis de

Gómez Müller sobre la memoria como articulación entre relatos y verdad factual, para

sobrepasarla, proponiendo como eje de su investigación, la preocupación por “el riesgo del uso

político del pasado funcional a la dominación, y la pregunta acerca de la suficiencia de la

articulación entre memoria y verdad factual con dicho postulado” (p. 63).

Por su parte, Acevedo (2012), hace referencia a la forma en que los escenarios de la

memoria histórica como asunto público que sobrepasa lo regional, invisibilizan la postura de

memorias antagónicas, y cuando las reconocen, se limitan un revisionismo histórico que cosifica,

agrupa y divide a las víctimas.

Morales (2014), apela a la vindicación de la transmisión de la memoria, desde la

exploración del impacto del arte, el cine, las celebraciones públicas y los museos como un “desafío

para re-escribir la historia latinoamericana de una manera incluyente, multicultural y plural” (p.

65). Desde esta mirada, este autor realiza una crítica a la memoria como archivo, por medio de la

visibilización de formas alternativas y más efectivas en términos de transmisión de la memoria

histórica desde miradas antagónicas que permean desde los medios de comunicación a través de

series de televisión, documentales y producciones cinematográficas de alta difusión, hasta obras

de teatros, performances y puestas en escena construidas por sectores de víctimas y por artistas

comunitarios.

A nivel metodológico, se evidencia que las investigaciones revisadas abordan diversos

acercamientos a la memoria como problema científico susceptible a ser investigado desde las

ciencias sociales (estudios culturales y políticos), a partir de un enfoque cualitativo a través de

métodos como la realización de entrevistas a profundidad y análisis narrativo de relatos en el caso

de Morales (2014) quien además elabora un capítulo de su tesis por medio de un documento

audiovisual, pues el objetivo principal de su trabajo se sitúa en “comprender, para describir, revelar

y expresar por medio de un documento audiovisual, los relatos, imágenes y experiencias de la

violencia política” (p. 23). Este trabajo aborda la memoria desde su diversidad de expresiones

narrativas, textuales y visuales. Desde esta mirada se explora un mecanismo de comunicación del

pasado que va más allá de los testimonios y las biografías y que apuesta a la exploración de

registros visuales, documentales y teatrales. González (2015), también recurre al estudio de la

memoria retomando sus registros audiovisuales, en este caso, las galerías y pendones construidos

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por el MOVICE Capitulo Colombia, y utiliza estos insumos visuales como medio para provocar

narraciones relacionadas con dichas imágenes, con el fin de argumentar la siguiente tesis, que este

autor expone de manera explícita:

Las galerías de la memoria y demás actos públicos planeados por el Capítulo Bogotá del

Movimiento Nacional de Víctimas de Crimen de Estado -MOVICE, recurren a mecanismos

emocionales, morales y cognitivos que buscan modificar la cultura política de quienes los observan,

apelando a emociones y sensibilidades ampliamente difundidas en el común de las personas, para

luego introducir ideas y significados de mayor complejidad, que hacen parte del marco de acción

colectiva construido por el movimiento. (p. 30)

Por su parte, Antequera (2011), desarrolla un análisis de discursos a través de una matriz

de consenso de posturas políticas respecto a la implementación de políticas de la memoria en el

país, con el fin de mostrar el escenario de debate “que se inaugura con las políticas emergentes de

memoria, así como las contradicciones que debemos reconocer como sociedad entre lo que se nos

dice aisladamente, y lo que aquí se muestra que debemos articular” (p. 40). Finalmente, Acevedo

(2012) propone y pone en práctica de lo que denomina como un “trabajo interdiscursivo de lo

concreto”, que describe como una apuesta metodológica personal que está a mitad de camino entre

el análisis del discurso y la genealogía, en tanto que supera el análisis textual de los documentos y

pone en juego otras relaciones, prácticas y sentidos.

Después de hacer este recorrido por algunas investigaciones que problematizan el rol

científico, cultural y político de la memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia

sociopolítica en Colombia, se evidencia que las éstas se problematizan principalmente sobre el uso

de la memoria desde sus fines estratégicos, a partir de los cuales se reproducen formas de

concebirla que no necesariamente pasan por un ejercicio crítico que permita comprender y develar

las implicaciones culturales y políticas que trae consigo ciertas concepciones de la memoria y

determinadas formas de poner a circular en el mundo de la vida y la cultura política, sentidos sobre

el pasado.

Se podría decir que las problematizaciones sobre la memoria en el marco del conflicto

armado y la violencia política en Colombia han tendido a centrarse en uno de los siguientes

aspectos: 1. En los contenidos de lo memorable, cuando se estudian casos emblemáticos o casos

emergentes que develan las implicaciones del olvido provocado por la selección desmesurada de

lo que legítimamente debe ser recordado. Implicaciones que se caracterizan desde la continuidad

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de las expresiones violentas de los ejercicios políticos en el país y la necesidad de reconocer relatos

alternos al relato selectivo promulgado por la historia oficial. 2. En las formas en que se produce

y reproduce lo memorable desde una perspectiva que apunta a la develación de las estrategias de

políticas que hacen de la memoria un espectro de lo que debe ser recordado y olvidado por las

sociedades, cuando se estudian los procesos generales de dotación de sentido del pasado en

determinadas coyunturas que tienen que ver con el establecimiento de políticas de la memoria

desde la construcción y delimitación de regímenes de lo memorable.

1.1.2. La Historia

Respecto al concepto de historia, se puede entrever que en los estudios revisados, no se ha

optado por una postura que reflexione sobre la relación entre historia y memoria desde una relación

dialéctica, sino que se ha apelado de manera privilegiada a ignorar en el análisis la relación que

hay entre estos dos lugares de representación del pasado, a subyugar la una a la otra, o a resaltar

la polarización entre ambas. A continuación se abordan algunos acercamientos que se realizan en

estos estudios respecto a la historia.

Acevedo (2012), visibiliza un tejido de relaciones que existen entre olvido, memoria,

historia y pasado, apelando a aportes teóricos de autores como Maurice Halbwach, desde los cuales

traza el puente para comprender la memoria como una construcción colectiva y visibiliza una

crítica de la memoria como construcción subjetiva desde la afirmación de que la historia es una “a

lo sumo memoria histórica, una parte de la memoria colectiva caracterizada por narrar los eventos

y sucesos en la línea de tiempo de una nación bajo criterios de legitimación políticos y académicos”

(Acevedo, 2012, p. 46). Desde este planteamiento, se realiza una distinción entre “historia

positiva” e “historia crítica”, la primera se caracteriza por su pretensión de objetividad, desde la

cual se propende por la presentación de los hechos sin denotar juicios de valor sobre los mismos.

Mientras tanto, la perspectiva crítica de la historia, entrevé la necesidad de asumir los hechos como

resultado de relaciones de poder, por lo que incluso, la selección de materiales del pasado que

efectúa el historiador para su ejercicio, están atravesados por intereses políticos particulares que

contribuyen en la definición de lo que debe ser enunciado como memorable y de lo que debe pasar

al olvido.

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Para Acevedo (2012), la historia se concibe en el marco de los procesos de investigación,

como “meditación sobre la constitución de las narrativas oficiales y no oficiales, sobre la verdad

y la mentira, sobre lo plausible a ser recordado como olvidado” (p. 49), es decir, la historia en el

marco de la investigación es, o por lo menos debe apelar a un ejercicio crítico en el que se pongan

en escena todas las caras de la memoria: los héroes y los sub/alternos, los vencedores y los

perdedores, los que sufren en su cuerpo las consecuencias de los hechos y aquellos que acceden a

los hechos el pasado por medio de las narrativas de los otros.

Desde una perspectiva conceptual muy similar, Antequera (2011) incurre en el concepto

de historia, a través de la enunciación de la distancia epistemológica que existe entre memoria e

historia, a través de la problematización sobre la memoria colectiva, la cual ha sido comprendida

desde dos perspectivas generales. Por una parte, como memoria compartida por sujetos y/o grupos

sociales que tienen una relación con acontecimientos determinados por medio de la experiencia

directa y circunstancial, por lo que aquellos sujetos que no pertenecen a dichos grupos “solo les

queda la posibilidad de conocer el pasado a través de la historia, que se encargaría de permitir el

conocimiento de lo ocurrido con una distancia objetiva” (Antequera, 2011, p.34). Por otro lado, la

memoria colectiva también ha sido reivindicada como una “propiedad extendida, más allá de los

grupos comprometidos directamente con vulneraciones a derechos humanos” (Antequera, 2011,

p. 34), especialmente en los casos de acontecimientos relevantes en la historia de ciertas

sociedades, como aquellos que tienen que ver con el ejercicio de la violencia política.

Antequera (2011) afirma que a partir de estas discusiones se ha constituido el concepto de

“memoria histórica”, que podría definirse como “memoria prestada de los acontecimientos del

pasado que el sujeto no ha experimentado personalmente, y a la que llega por medio de documentos

de diverso tipo” (Aguilar, 2000, p. 44, citada en Antequera, 2011, p. 36). Para Antequera (2011)

la memoria histórica implica el ejercicio político de recuperación de la “capacidad de articulación

histórica” (p. 37) en las víctimas y la sociedad en general. Así pues, se podría concluir que para

Antequera (2011), la historia es un insumo de la memoria que propende por una verdad siempre

debatible, sobre la cual se construyen sentidos sobre el pasado en el terreno del presente, sentidos

que siempre -aunque no exclusivamente- van mediados por las relaciones de poder y por los relatos

hegemónicos.

Por otra parte, en los estudios de Morales (2014) y González (2015), no se evidencia una

problematización específica en torno al concepto de historia, aunque sí se puede entrever un uso

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de este concepto relacionado con la oficialidad de las versiones que se reconstruyen sobre los

acontecimientos del pasado, es decir, tiene que ver con los hechos y relatos emblemáticos que se

transmiten para dar cuenta de versiones y sujetos que tienen la legitimidad para ser recordados a

través de recursos documentales y monumentales. También, se puede evidenciar en estos dos

estudios, la selección de un periodo de tiempo y de unos sujetos determinados, para su pesquisa,

Morales (2014) retoma los años 80 y la experiencia de sujetos que en ese tiempo eran niños y

vivieron los impactos de la violencia política sobre algunos de sus familiares, y que en la actualidad

forman parte del MOVICE, y González (2015), aunque no selecciona un periodo de tiempo,

también recurre a la selección de unos usos de la memoria desde dispositivos comunicativos

construidos por el MOVICE.

Luego de realizar este corto y demostrativo abordaje, se evidencia que las referencias a lo

histórico en relación a la memoria, tienden a configurar la historia como el lugar público y objetivo

de la relación representativa con el pasado. La historia es un lugar público en tanto su propósito es

preservar una interpretación de los acontecimientos del pasado, denotados como significativos

para la comprensión del devenir de una sociedad en relación a su significación en el presente y a

su articulación con el futuro: estos dos últimos procedimientos se realizan comandados por la

memoria. En este sentido, se puede decir que la historia se visibiliza como un lugar y un insumo

pedagógico que se alimenta de la memoria de algunos (los testigos de los acontecimientos) para

alimentar la memoria de otros (quienes no experimentaron los acontecimientos pero necesitan

conocerlos para ubicarse como parte de una sociedad determinada).

Así, la historia se concibe como un área de la memoria que de manera paralela contribuye

a su configuración según unos requerimientos del presente que se denotan como sustentadores de

una versión hegemónica, pues la historia, en tanto construcción humana, es siempre selectiva y

dicha selección depende de quienes tienen el poder para recolectar los testimonios y manipularlos

según sus intereses. En el caso Colombiano, partiendo de los estudios revisados, los intereses de

quienes tienen el poder siempre han apelado al ocultamiento del lugar de las víctimas o su

significación desde la pasividad, al posicionamiento de algunos acontecimientos por encima de

otros, y a la satanización de algunos victimarios como han sido las guerrillas o ejércitos de

izquierda. Por ello, los estudios sobre la memoria han optado por el énfasis en el lugar de las

víctimas y de manera muy específica pero reiterativa de los “emprendedores de memoria”, que son

sujetos comprometidos con la puesta en escena pública de los relatos-otros o desconocidos sobre

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los acontecimientos emblemáticos, o con la exposición testimonial de acontecimientos

desconocidos para el grueso de la sociedad. En este sentido, el ejercicio de la memoria es casi que

un alegato contra lo que la historia ha negado. Esto demuestra que la memoria nunca se concibe

como un ejercicio perverso que también puede contribuir a la negación de algunos denotados como

otros.

La explicitación de la relación compleja y problemática entre memoria e historia, dado un

ensalzamiento de la memoria como forma de articular el pasado que va de la mano con la justicia

social y política, que aboga por el lugar de aquellos fantasmas históricos que fueron víctimas de

los procesos de selección de la historia, se presenta como un aspecto poco explorado, cuyo examen

podría contribuir a las discusiones tan frecuentemente enunciadas como aporías cuando se habla

de la relación que existe entre verdad jurídica y memoria, entre memoria y testimonio, entre

recuerdo y olvido, e incluso, entre memoria histórica y memoria colectiva, como entre tradición e

imaginación cuando se hace referencia a una historia descriptiva y anclada al pasado, y una

memoria que dota de sentido a lo sucedido, manteniendo necesariamente una perspectiva de futuro.

1.2 ¿Qué, cómo y porqué de esta investigación?

Hasta el momento se ha realizado un acercamiento a cómo se configuran las condiciones

de producción y uso de la idea de memoria en el contexto del conflicto armado y violencia

sociopolítica en Colombia. Sin embargo, este es un cuestionamiento amplio que se debe delimitar

en razón de la búsqueda de una aproximación teleológica en torno al abordaje de la siguiente

pregunta, que parte del relacionamiento de los tres ejes centrales de la investigación, a saber, la

memoria, la historia y la imaginación: ¿Cómo podría construirse una perspectiva epistemológica

de la memoria como práctica imaginativa, a través de un análisis de las condiciones históricas de

emergencia de la idea memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en

Colombia?

La pertinencia académica y social de este cuestionamiento adquiere sentido por la

existencia de una hipótesis, o mejor, de un presentimiento sustentado en el reconocimiento del

imaginario social como posibilidad de comprensión de las realidades sociales y que consiste en

que las condiciones históricas de producción y uso de la idea de memoria en el contexto del

conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia, se encuentran mediadas por prácticas

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imaginativas14, cuyo reconocimiento posibilitaría una comprensión de la memoria desde una

perspectiva crítica, que ponga en escena los límites que encarnan las comprensiones actuales sobre

el tema. Estos aspectos académicos y políticos se configuran como problema de investigación que

controvierte la utilización sobre-especializada de la memoria como concepto y como práctica,

apelando a fragmentaciones conceptuales y políticas, ya que se ha podido evidenciar hasta aquí,

que las innumerables veces que la idea de memoria ha sido puesta como base de los discursos

sobre lo que ha sucedido en Colombia, ha desgastado sus posibilidades de significación, y con

ello, ha mantenido las polarizaciones sociales en un ocultamiento sistemático.

Luego del ejercicio de contextualización que se ha realizado hasta el momento con el

propósito de comprender cómo se ha configurado la idea de memoria con base en disertaciones

políticas y académicas sobre ésta en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica

en Colombia, apelando a la revisión de documentos y estudios situados en esta realidad, se

pudieron rastrear algunas ideas que justifican el abordaje del problema desde la perspectiva del

imaginario social. Estas ideas son, en primer lugar, la consideración de la memoria como

reivindicación de lo que la historia ha negado y junto a esto, la noción de la memoria como

posibilidad de esclarecimiento de los acontecimientos históricos que han sido sometidos al

ocultamiento y la negación sistemática. Aparece también, el conflicto entre memoria colectiva e

historia oficial, es decir, entre la interpretación que hacen de los acontecimientos quienes los

experimentaron, y aquella que hace quienes escriben dicha interpretación por tercerización y

tratamiento de los testimonios, y finalmente, la idea de la necesidad de reivindicar los relatos de

las víctimas cuando se hace referencia a acontecimientos vinculados a la violencia enunciada como

fundadora de sociedades que por ende se inscribe en las identidades colectivas.

En estas ideas se puede entrever una relación entre memoria e historia mediada por dos

aspectos problemáticos: el primero es un requerimiento de controversia de los ejercicios

ideologizados que configuran la manipulación de los recursos históricos a manos de las

motivaciones de quienes tienen un lugar dominante, por medio de la reivindicación del lugar

histórico y del testimonio de aquellos actores que han ocupado el lugar de los dominados. El

segundo deriva en una delegación a la memoria, de las funciones de interpretación del presente y

proyección del futuro con base en la remembranza de los acontecimientos del pasado, para lo cual,

14 Se hace referencia a prácticas imaginativas, a la ideología y utopía, que se explicarán como constituyentes del

imaginario social más adelante

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se requiere del análisis y revisión de la producción de ejercicios históricos de recolección y

selección de información, testimonios y demás huellas del pasado que habitan en los territorios y

que tienen allí sus interpretaciones propias -memoria colectiva-, es decir, se ha apelado a la

asignación de “la función de sentido histórico en la creación, la permanencia y la trasformación de

las estructuras sociales vigentes a la memoria colectiva” (Serna, Oviedo y Bravo, 2010, 150)

A partir de la ilustración de estos aspectos problemáticos, se evidencia la necesidad de

comprender la relación entre memoria e historia a la luz de su concordancia con el fenómeno

ideológico, pero apelando a una distancia respecto a los desastres que ha dejado la ideología

hegemónica en la conciencia histórica a razón a las ideas y representaciones que se configuran en

torno al conflicto armado y a la violencia sociopolítica en Colombia, pues según esta perspectiva

se podría correr el riesgo de perpetuar la división de los sujetos, los espacios y los tiempos según

los niveles de afectación, las posibilidades de experimentación y la cercanía de los relatos con una

verdad enunciada como única.

En relación con lo anterior, se acoge la perspectiva de Paul Ricoeur respecto al imaginario

social como entrecruzamiento necesario entre ideología y utopía. Desde esta perspectiva, el

imaginario social no está anclado a una realidad universal, pues los discursos son singulares y

posibilitan la construcción de “cuasimundos” (Ricoeur, 2010) que pueden ser concebidos como

otros mundos que no son iguales -aunque deriven- del mundo circunstancial de los hechos y de las

percepciones normalmente catalogadas como reales y verdaderas. Se podría decir que la ontología

del imaginario según Ricoeur (2010) está centrada en la experimentación de posibilidades y en el

lenguaje que articula lo imaginado. Este autor afirma que un paso decisivo para dar cuenta del

imaginario social, es reflexionar sobre “las condiciones de posibilidad de la experiencia histórica

en general. La imaginación está implicada allí en la medida en que el campo histórico de la

experiencia tiene (…) constitución analógica” (p. 208), la cual tiene que ver con la identificación

con otros que preceden, suceden o acompañan el curso histórico de los sujetos, es decir, con la

constitución de cierta “identidad narrativa” (Ricoeur, 2010, p. 360) que solo es accesible a través

de “un cierto número de prácticas imaginativas, tales como la utopía y la ideología” (Ricoeur,

2010, p. 211). De esta manera, el imaginario social tiene dos funciones esenciales: el refuerzo de

lo real que se logra a través de la ideología y el escape de lo real que se obtiene por medio de la

utopía.

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Para Ricoeur (2010) las dos funciones del imaginario enunciadas anteriormente se

correlacionan según tres fases o niveles que alternan de lo positivo a lo patológico. En cuanto a la

ideología, su fase positiva tiene que ver con su función de integración social, mientras que su fase

negativa está en su función del disimulo que consiste en el fortalecimiento y repetición del vínculo

social en situaciones posteriores al hecho y en su función como instrumento de legitimación de un

sistema dado de autoridad. Al respecto, Ricoeur (2010) advierte que la función de disimulo

prevalece sobre la de integración cuando las representaciones ideológicas son coaptadas por el

sistema de autoridad de una sociedad, pues hay más en la pretensión que viene de la autoridad que

en la creencia que va hacia ésta. Por otro lado, la utopía se concibe como el proyecto imaginario

de otra sociedad, de otra realidad. Su fase positiva está en su función de subversión social en la

que el papel de la imaginación es el de cuestionar la institucionalidad, y con esto, poner en juego

los sistemas de autoridad. Mientras que en su fase patológica, la realidad se somete al sueño.

De manera paralela y transversal a las funciones ya enunciadas, tanto en la ideología como

en la utopía, tiene lugar una función relacionada con el poder: la ideología legitima un poder dado,

mientras que la utopía pone a circular en el imaginario posibilidades de poderes alternativos que

ponen en cuestión la eficiencia cultural de los poderes hegemónicos y dominantes sostenidos

ideológicamente. La función de integración de la ideología en tanto promotora de la convicción de

los acontecimientos fundadores de una sociedad como constitutivos de la memoria social (Ricoeur,

2010), requiere de una comprensión de las bases sobre las que se fundamentan dichos

acontecimientos, lo cual implica un movimiento crítico hacia la imaginación de aquello que

trasciende e incluso -aunque no necesariamente- controvierte el orden social, este movimiento es

función de la utopía.

Se podría afirmar que desde esta perspectiva, un imaginario social no funciona únicamente

como ideología, sino que requiere de un movimiento crítico posibilitado por la utopía. Sin

embargo, la función ideológica del imaginario permite comprender que éste tiene que ver con la

legitimación de ciertos poderes que se pretenden instaurar y sedimentar en las lógicas culturales

como autoridad y que esta sedimentación es labor del imaginario social.

Ya habiendo visibilizado los peligros que puede correr el estudio de la memoria ligado al

fenómeno ideológico y a su denotado vehículo comunicativo: la historia, y junto a ella, la

imaginación como forma por excelencia de experimentar un pasado que no se vivió pero que debe

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recordarse porque fundamenta el devenir de una sociedad, se retoma una tesis de Ricoeur que

guiará el transcurrir de este trabajo investigativo:

Para poder soñar con otro lugar es necesario haber ya conquistado, mediante una interpretación

siempre nueva de las tradiciones de las que procedemos, algo así como una identidad narrativa.

Pero, por otra parte, las ideologías en las cuales esta identidad se disimula, reclaman una conciencia

capaz de contemplarse a sí misma sin vacilar, a partir de ningún lugar”. (Ricoeur, 2010, 360)

Partiendo de esta sentencia de que no hay lugar no ideológico que pueda socavar la

construcción de una memoria no ideologizada y no ideologizante, este trabajo pretende ser un

esfuerzo por señalar los límites de algunos esquemas representativos sobre la memoria que se han

constituido en el contexto del conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia, y a partir

de esto, hacer visibles algunas posibilidades críticas que permitan su compresión desde una

perspectiva sustentada en la relación entre memoria, historia e imaginación.

Así pues, el problema que se plantea esta investigación tiene que ver con las formas en que

se produce el conocimiento sobre la memoria, es decir, es un problema epistemológico, cuyo

carácter propositivo está situado en la comprensión de la memoria desde la perspectiva del

imaginario social. En este punto es preciso aclarar que el imaginario social se concibe en esta

investigación como una perspectiva para abordar el tema de la memoria desde un lugar crítico, no

puede confundirse con un aspecto temático u objetual15, lo que se pretende es comprender los

recorridos de la memoria como practica social, política y cultural, desde una perspectiva que

posibilite la crítica a los lugares ideológicos que se puedan rastrear en las conceptualizaciones

sobre la memoria y la historia en textos que se construyeron como comprensiones del conflicto

armado interno y la violencia sociopolítica en Colombia.

En relación a lo anterior, los objetos de análisis en este trabajo son textos, y su uso se

explica desde la propuesta de Ricoeur (2010) en torno a la autonomía semántica del texto con

respecto al habla, lo cual dota al primero de una dimensión ontológica particular en la que se

privilegia el papel del lenguaje como productor de sentidos sobre la realidad. Desde esta

perspectiva, es posible dar cuenta del funcionamiento de un imaginario social a través de la

interpretación de textos, concibiendo el texto como “discurso fijado por la escritura” (Ricoeur,

2010, p. 127), y se parte de la “función narrativa” que posibilita que un texto se convierta en relato

15 Pues no se busca dar cuenta de los imaginarios sociales que han surgido en torno a las practicas históricas y de la

memoria en Colombia

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por medio del reconocimiento de su carácter temporal lo cual es posible a través de la visibilización

de una constitución verbal sustentada en la “composición de la trama” o intriga (Ricoeur, 2010, p.

191).

Esta es una noción que Ricoeur retoma de Aristóteles, quien la usa para hacer referencia a

la manera en que se estructuran textos literarios, y que tiene que ver con el hecho de que una

narración consta de una secuencia singular de sucesos, estados mentales y acontecimientos en los

participan seres humanos como personajes o actores. Estos componentes no poseen significado

propio ya que éste viene dado por el lugar que ocupan en la configuración global de la totalidad

de la secuencia, ésta es su trama. En palabras de Ricoeur (2010) “la trama es la unidad inteligible

que compone las circunstancias, los fines y los medios, las iniciativas y las consecuencias queridas

o no queridas” (p. 192). Respecto a la memoria en su relación con la historia y la constitución de

la identidad tanto a nivel individual como colectivo, la trama tiene que ver con la función de

selección del relato, en tanto, modela la identidad de los actores y establece los contornos de la

acción (Ricoeur, 2013).

De esta manera, Ricoeur cuestiona la inconmensurabilidad entre relato e historia,

afirmando que esta distinción parte del desconocimiento del “carácter inteligible que la trama

confiere al relato” (2010, p.192), con esto se advierte que la historia tiene un carácter narrativo,

por lo que existen relaciones entre la explicación histórica y la comprensión narrativa, y entre el

mundo real y la imaginación productora característica de la ficción.

El análisis que se realizó para fines de esta investigación, consistió en la segregación de los

textos en categorías organizativas que contemplaron la existencia del sentido del texto

comprendido como su estructura, es decir, el orden de sus componentes (que fue un orden

intencional, en tanto que los textos se seleccionaron en torno a una referencia textual, se podría

entender este ejercicio como la construcción de un texto nuevo, con una trama construida

apropósito del interés de la investigación en torno a las categorías de análisis: la memoria y la

historia; esto es válido en tanto que este es un ejercicio de interpretación y según Ricoeur (2010)

la interpretación tiene que ver con la actualización del mundo del texto por medio de la lectura) y

la referencia que en los textos históricos es connotada como el mundo circunstancial, es decir, en

el que ocurrieron realmente los acontecimientos, que para fines de este ejercicio investigativo, se

concibe como un elemento más de la narración. Esto, ya que se reconoce el fondo temporal de la

experiencia humana -accesible por medio de textos e inteligible en la trama- como la referencia

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común entre historia y ficción, denotados comúnmente como géneros opuestos (Ricoeur, 2010).

Al respecto Ricoeur afirma que esta referencia común no niega la asimetría entre “lo real histórico

y lo irreal ficcional” (p. 20), sino que permite comprender el entrecruzamiento entre ambas

modalidades, que parte de la reafirmación de que el mundo de los textos tiene relación con el

mundo real en tanto que lo rehacen.

Es de aclarar que aquí se contempla la posibilidad de desvanecimiento de límites entre la

historia y la ficción, en tanto se consideran géneros narrativos que comparten una referencia y

cuyas formas de organización son similares dada su exigencia de esquematismo. Se contempla el

análisis de textos históricos develando su carácter narrativo, con el fin de establecer una distancia

crítica respecto a la pretensión de veracidad de la historia y poder dar cuenta de una relación

dialéctica entre dicha pretensión de veracidad y la pretensión de fidelidad de la memoria con el

acontecimiento histórico. Al respecto, Ricoeur (2010) plantea la necesidad de comprender los

textos de la historia a la luz su configuración narrativa, en tanto que:

Directa o indirectamente, la historia es historia de hombres que son portadores, agentes y victimas

de fuerzas, instituciones, funciones, y estructuras en los que están insertos. En última instancia, la

historia no puede romper completamente con el relato, porque no puede desligarse de la acción que

implica agentes, fines, circunstancias, interacciones y resultados queridos y no queridos. Ahora

bien, la trama es precisamente la unidad narrativa básica que ordena estos ingredientes

heterogéneos en una totalidad inteligible. (Ricoeur, 2010, p. 19)

Entonces, la relación entre historia y ficción tiene su punto de encuentro en que lo que se

describe e interpreta en los textos de historia es el pasado, por lo que el historiador, a decir, de

Ricoeur (2010) “configura tramas que los documentos autorizan o prohíben pero nunca contienen.

En este sentido, la historia combina la coherencia narrativa y la conformidad con los documentos.

Este vínculo complejo permite caracterizar el estatuto de la historia como interpretación” (p. 21).

La construcción de los textos históricos, entonces, se encuentra mediada por la imaginación, en

tanto que el pasado, como se ha visto, no podría ser descrito sino construido. Así, el ejercicio

hermenéutico que se acoge en este trabajo, tiene que ver con Ricoeur plantea como el

reconocimiento de la relación dialéctica entre explicar y comprender, que define de la siguiente

manera “entiendo por comprensión la capacidad de continuar en uno mismo la labor de

estructuración del texto, y por explicación la operación de segundo grado incorporada en esta labor

de estructuración que el lector acompaña” (p. 35).

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Teniendo en cuenta esta relación que se plantea desde la perspectiva ricoeriana entre la

narración histórica y la narración de ficción, sustentada en la imaginación como posibilidad critica

para concebir que la rigurosidad de los textos históricos tiene que ver con la función de lo que

Ricoeur define como “imaginación productora”, la cual posee la capacidad de producir nuevas

relaciones esquematizantes16 que contribuyen con la creación de un mundo creíble, “habitable” y

lógico que contribuye a la comprensión de la realidad, pero también a la configuración de un estado

de “no compromiso” con el mundo real, en el cual se ensayan nuevas ideas y nuevas formas de

estar en el mundo (Ricoeur, 2010).

En este punto, Ricoeur realiza un tránsito del mundo del texto al mundo de la acción17, el

cual parte del hecho de que se reconoce en los símbolos una potencia de creación, de producción

de sentido, a lo que denomina “innovación semántica”, la cual implica una capacidad “heurística”

referente a un poder de descubrimiento o invención de rasgos inéditos de la realidad, una cierta

producción de verdad que se fundamenta en el esquematismo de imaginación, en una imaginación

siempre sustentada en reglas que se basan en su capacidad para “redescribir” la realidad18. Aquí se

empieza a dilucidar la relación que hay entre ficción y utopía como posibilidad de partir de lo

enunciado como real para poder imaginar otros lugares en forma de contra versión o subversión.

Este autor retoma la noción de metáfora, que comporta la innovación de los significados

originarios. La metáfora es un enunciado que constituye una predicación no pertinente en relación

con la referencia habitual de los términos y que genera así una nueva referencia, pero también un

nuevo sentido, que se torna impertinente respecto del sentido literal. Para Ricoeur (2010), en dicha

impertinencia se funda una nueva pertinencia soportada en la semejanza, entendida como la

16 Lo esquematizante en Ricoeur, tiene que ver -retomando a Kant- con la posibilidad de relacionar una imagen con

un concepto. Se podría concebir como una posibilidad metodológica para producir relaciones de similitud por medio

de la producción de imágenes. 17 Este tránsito es de interés en este trabajo, ya que se opta por la compresión de la memoria como una práctica que se

intenta comprender por medio de textos 18 Con el fin de argumentar el tránsito de la esfera del discurso a la esfera de la acción, Ricoeur (2010) hace referencia

a que la ficción encarna una paradoja: “la anulación de la percepción condiciona un aumento de nuestra visión de las

cosas” (p. 205), esta paradoja da cuenta del principio de “aumento icónico”, bajo el cual, se “rehace” la realidad. Este

aumento icónico se logra mediante la estructura narrativa, en tanto que ésta aporta esquematismo, que en el caso del

relato (que como ya se explicó cuando se habló de la relación entre historia y narración) tiene como referente a la

acción. Dada esta compleja relación entre ficción, relato y función narrativa, se podría afirmar que la función de la

historia mediada por una estructura narrativa, tienen como resultado no solo la re-descripción (partiendo de una

pretensión descriptiva), sino también la proyección, donde se pone en juego los desenlaces deseados y no deseados de

la acción.

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supresión de la “distancia lógica entre campos semánticos hasta el momento alejados” (p. 209)

esta supresión provoca un conflicto semántico que es el sentido de la metáfora. Para Ricoeur, la

metáfora redescribe la realidad en razón de que descubre nuevas cosas, por lo que se concibe como

un modo de enunciación que sobrepasa el cuasimundo de los textos y que tiene que ver con las

formas de la acción. Ricoeur (2010) plantea que la imaginación está relacionada con el uso

metafórico del lenguaje, a partir de lo cual, ésta se define como la capacidad de captar la semejanza

que funda la nueva pertinencia semántica, “una manera de interpretar la pertinencia en la falta de

pertinencia” (p. 212). Ricoeur parte de este planteamiento sobre la “innovación semántica” dotada

de fuerza referencial como condición de la imaginación en la esfera del discurso, con el fin de

generalizarla a la esfera de la acción.

Ricoeur (2010) hace mención a una “referencia de segundo grado” (p. 204), propia del

discurso poético, que “permite que aparezca nuestra pertenencia profunda al mundo de la vida,

que se manifieste el vínculo ontológico de nuestro ser con los otros seres y con el ser” (p. 204). En

este sentido, el momento de la comprensión en el ejercicio hermenéutico, seria enunciado como

"índice ya no metodológico sino propiamente validante de la verdad de la relación ontológica de

pertenencia de nuestro ser a los seres y al Ser"19. Esto se relaciona con lo que Ricoeur (2010)

denomina “las condiciones de posibilidad de la experiencia histórica general” (p. 208). Esto, en

tanto que la relación entre historia e imaginación se da por la existencia de una temporalidad de

orden superior que se configura en la base de un principio analógico (es decir, que posibilita el

reconocimiento de que los otros pueden tener una construcción analógica como la que tengo yo)

y que consiste en que:

Hay un campo histórico de experiencia porque mi campo temporal está ligado a oro campo temporal

mediante lo que se ha denominado una relación de acoplamiento (Paarung), según la cual, un flujo

temporal puede acompañar a otro flujo. Es más, este acoplamiento solo parece un corte en un flujo

englobante en cuyo seno cada uno de nosotros no solo tiene contemporáneos, sino también

predecesores y sucesores. (Ricoeur, 2010, p. 209)

Retomando lo que se abordado hasta el momento en términos epistemológicos, en esta

investigación se construyó una posibilidad metodológica sustentada en la realización de un análisis

de textos que contemplara un panorama explicativo en el plano de la visibilización del sentido y

la estructura de los mismos, y el panorama comprensivo, en tanto que los textos se revisaron y

19 "Explicar y comprender. Texto. acción e historia" p. 92.

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analizaron no sólo en función de su estructura, sino a una actualización posibilitada por la

reorganización del texto según categorías de análisis que se dividieron en dos tipos: conceptuales

y de la configuración narrativa. Las categorías conceptuales fueron: memoria e historia, respecto

a estas categorías se identificaron las referencias en las que se hacía alusión a estos conceptos. Las

categorías de la configuración narrativa fueron construidas en relación a la visibilización de la

relación existente entre historia y memoria, mediadas por las construcciones propias de la ficción20.

Los textos seleccionados para el análisis fueron tres textos históricos presentados a modo de

informes21 por instituciones gubernamentales y no gubernamentales, fueron publicados entre los

años 2014 y 2015, y surgieron como esfuerzos por dotar de sentido al pasado colombiano en torno

a acontecimientos ligados al conflicto armado interno y la violencia sociopolítica en Colombia a

la luz de interpretaciones diversas e incluso contradictorias.

20 Estas categorías fueron las siguientes:

1. Acción: el lugar narrativo en el que aparecen actores como narradores o como sujetos del relato, los motivos y las

intenciones en el plano de la motivación (cuando se enuncian aspectos que tienen que ver a la agentividad propia del

actor y la visibilización de su mundo interior) o de la causalidad (cuando las acciones direccionadas por un agente se

narran a manera de acontecimientos inevitables o apelando a su uso como argumento), y finalmente, dentro de esta

categoría, se ubican las aspiraciones, expectativas y deseos de los agentes, a modo de acepciones al futuro y a las

proyecciones posibilitadas por un movimiento dado en la narración que denote algo que podría para y no ha sucedido.

2. Historia: En esta categoría se rastrearon enunciados referentes a la historia en el sentido de la explicación histórica

a modo de fenómeno físico, desde la cual se rastrearon acepciones a premisas referidas a la descripción de condiciones

iniciales con otras que afirman la existencia de una regularidad o ley general que fundamenta la explicación.

3. Ficción: bajo esta categoría, se organizaron aquellos enunciados en los que se podían evidenciar alguno de los

siguientes movimientos: 1. Una re-descripción metafórica de la realidad, en el sentido de fundación de una relación

de pertinencia sobre una impertinencia semántica original, en la que se evidenciara la enunciación de valores

sensoriales y estéticos relativos a aquello que él hace el mundo resulte habitable (es decir, que se dan como explicación

a las desviaciones a la norma) 2. La utilización de la mímesis como forma de describir acontecimientos como si fueran

experimentaciones empíricas de la realidad, aquí se establecen similitudes de manera tácita, no como en los enunciados

metafóricos, en los que se establece una relación abierta que puede dar lugar a múltiples construcciones de sentido. 21 1. Informe ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, preparado por el Centro de Memoria Histórica en

2013. Este documento da cuenta de 50 años de conflicto armado en Colombia, revelando sus consecuencias e impactos

sobre la población civil. 2. Paz sin Crímenes de Estado, Memoria y propuestas de las víctimas, es un documento

publicado en el año 2013, que recoge memorias de la violencia estatal en Colombia y propuestas de las víctimas para

una paz duradera. La Coordinación de investigación estuvo a cargo de Javier Giraldo y SJ Federico Andreu Guzmán

y participaron organizaciones como el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado Coordinación

Colombia Europa Estados Unidos Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes) Familiares

Colombia Fundación Nidya Erika Bautista. 3. Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia, que

la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas publica en el 2015. Este informe nace de un acuerdo entre los

representantes del Gobierno Nacional y los delegados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, adoptado

por la Mesa de Diálogos de La Habana. La Comisión fue conformada por doce expertos y dos relatores, con la misión

de producir un informe sobre los orígenes y las múltiples causas del conflicto, los principales factores y condiciones

que han facilitado o contribuido a su persistencia, y los efectos e impactos más notorios del mismo sobre la población.

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Cabe hacer mención de que la presentación de los resultados de esta investigación, a la cual

se dedican los siguientes dos capítulos, se organiza mediante un aspecto teórico relacionado con

los usos y abusos de la memoria (Ricoeur, 2013). Este direccionamiento se realizó ya que esta es

una aproximación que se realiza Ricoeur a la memoria como ejercicio metódico, práctico y ético

político, atravesado por las posibilidades del fenómeno ideológico como integración, justificación-

disimulo y distorsión. Este el primer paso en el ejercicio de distanciamiento que aquí se propone

para visibilizar las posibilidades críticas potenciadas por la consideración de lo utópico.

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CAPITULO 2

HISTORICIDAD

En el capítulo anterior se realizó un abordaje al cuestionamiento por cómo se han

configurado las condiciones de producción y uso de la idea de memoria, partiendo de la revisión

de los conceptos sobre la memoria y la historia que se han construido en estudios académicos

situados en la realidad colombiana y que se interpelan respecto a las formas de representación del

pasado ligado al conflicto armado y a la violencia sociopolítica en el país. Esto permitió rastrear

algunas ideas predominantes en el abordaje de este tema, que sirvieron como punto de partida para

visibilizar la pertinencia de una propuesta de la memoria como practica imaginativa y

contextualizar este trabajo en un panorama teórico y epistemológico sustentado en la perspectiva

del imaginario social como intersección entre ideología y utopía retomando los planteamientos de

Paul Ricoeur. Este primer acercamiento contribuyó a la fundamentación de las siguientes los

requerimientos de esta propuesta:

A nivel epistemológico, se evidencia la necesidad de hacer visible la mediación de la

imaginación en los procesos de la historia y de la memoria, y la posibilidad de hacerlo por medio

de la compresión de textos históricos presentados a modo de contribuciones a la memoria del

conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia. Esto se hace posible por medio del

rastreo y comprensión de la referencia de los textos, ya que retomando a Ricoeur (2010, 2013), lo

común entre memoria e historia es que refieren al pasado, en este sentido, las preguntas que

guiarán el tratamiento de los textos son ¿A qué se refieren los textos cuando hablan de memoria?,

¿A qué se refieren cuando hablan de historia? ¿Cómo se relaciona el tratamiento del concepto de

historia con el de memoria? Esta es una alternativa para pensar la representación del pasado como

un ejercicio que requiere tanto de la concepción de que no existen verdades absolutas por lo que

la representación del pasado implica siempre un rehacer de la realidad, como de la exigencia de

un distanciamiento constante que permita que cualquier versión sea validada por documentos,

testimonios y diversos aportes históricos que propendan por la re-descripción de los

acontecimientos históricos.

A nivel metodológico, se reconoce la necesidad de elaborar un ejercicio hermenéutico

entendido desde la relación dialéctica entre explicación y comprensión, por medio de re-lectura de

algunos textos presentados a modo de informes, que fueron concebidos como ejercicios de

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memoria, de reflexión sobre la memoria y de exigencia de una reflexión sobre el pasado y sobre

la historia ya escrita, estos informes son el informe ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y

dignidad (Resumen ejecutivo) el cual fue presentado por el Centro de Memoria Histórica en el año

2013, el informe Paz sin Crímenes de Estado, Memoria y propuestas de las víctimas publicado en

el año 2013 por el MOVICE (Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado) en

conjunto de organizaciones no gubernamentales dentro de las que se encontraban principalmente

asociaciones de víctimas de Estado y representantes de las mismas, y el informe Contribución al

entendimiento del conflicto armado en Colombia, escrito por la Comisión Histórica del Conflicto

y sus Víctimas, el cual fue publicado en el año 2015.

Dadas las convicciones epistemológicas enunciadas anteriormente, este ejercicio

hermenéutico está fundamentado en la visibilización y comprensión de la referencia en los textos,

la cual alterna entre el mundo circunstancial de los hechos y el fondo temporal de la experiencia

que enmarca el relato de dichos acontecimientos históricos. En este caso, esta referencia se hizo

accesible por medio de la desarticulación de los textos según su referencia textual a categorías

conceptuales: memoria e historia, y su reorganización según categorías denominadas de la trama

narrativa, las cuales fueron construidas en pro de hacer visibles las mediaciones de la imaginación.

A nivel ético-político, se hizo evidente la necesidad de comprender que tanto la memoria

como la historia, no refieren al pasado en el mismo sentido que las descripciones empíricas de la

realidad, que el fenómeno ideológico no se sustenta únicamente en las pretensiones de

manipulación y justificación del poder, y que la utopía, en tanto forma de imaginar modos distintos

de existencia social y de relacionamiento con las representaciones de la realidad que sustentan el

orden social, es necesaria en todo ejercicio crítico, pues si no se contempla la existencia de lo que

aún no ha pasado por la experimentación, nunca se va hacer visible el orden de la vida que ya no

puede seguir porque atenta contra la humanidad en sus diversas expresiones. Un atentado de este

tipo se acerca a lo que ha sucedido en Colombia: la violencia fundadora rutinizada ha ocultado los

quiebres y hendiduras que permiten pensar en otras realidades. A partir de esto, ha de

comprenderse porqué los estudios sobre la memoria tienen una generalidad relacionada con la

visibilización de la memoria como mártir de un fenómeno ideológico malévolo y perverso, pues

debe sufrir sus desmanes y aprender a convivir con ellos cuando por fuerza de la tradición se

convierten en creencia.

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A nivel ontológico, sale a relucir el cuestionamiento sobre las formas de constitución de la

memoria a la luz de la referencia común entre historia y ficción (concibiendo la ficción como el

peligro de todo relato que pretenda referir al pasado en términos de verdad o fidelidad). Por esto,

se optó por la comprensión de estos hallazgos con la pretensión de dotar de historicidad al

cuestionamiento por cómo se han configurado los usos y abusos de la memoria en el contexto del

conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia, partiendo de los planteamientos de

Ricoeur (2013) en torno a la memoria ejercida, con el fin de hacer un tránsito de análisis de la

referencia común como el fondo temporal de la experiencia fijada en los textos y organizada por

estrategias retóricas, a una posibilidad centrada en la experimentación mediante la imaginación,

en la existencia del vínculo histórico que nos une con los otros y que constituye la base de la

experiencia histórica general y por ende de la constitución de comunidades narrativas (Ricoeur,

2010)

Estas posibilidades argumentativas desde lo metodológico, epistemológico, ontológico y

ético-político se desarrollarán en el presente capitulo por medio del abordaje de la relación entre

memoria e historia por medio de la indagación por el tema de la representación del pasado como

la referencia común entre historia y memoria.

2.1 Relación entre memoria e historia en términos de referencia

En este apartado se realizará una articulación de las acepciones a las que refieren los

informes revisados cuando se habla de memoria y de historia ¿Qué se entiende por memoria e

historia?, ¿A qué hace referencia la representación cuando se discuten los temas/conceptos de la

memoria y de la historia? ¿Qué actores aparecen y qué lugar ocupan en dichas referencias? Estas

son preguntas que señalan las posibilidades reflexivas que se articulan en el texto que sucede a

continuación. La respuesta a estas preguntas no se da de manera organizada ni a manera de

comparativa entre lo que refieren los informes. Como ya se enunció, este texto es una articulación,

es decir, un ejercicio de compresión que transcurre a propósito de una lectura analítica. Lo más

interesante de esta construcción no son las afirmaciones, sino la explicitación de aquello a lo que

refieren los textos sobre la memoria y la historia, y las preguntas o provocaciones que se pudieron

generar en torno a la relación entre memoria e historia.

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En línea con lo anterior, se encontrará una serie de ideas que no tienen un orden específico

y cuya intención es realizar un abordaje de los elementos que constituyen las preguntas

anteriormente enunciadas, a saber, la memoria, la historia, los actores y el tratamientos del pasado,

en un desarrollo paulatino de articulaciones teóricas que permitan dar paso a un segundo momento

de este capítulo, en el que aparece un posicionamiento teórico más evidente respecto a la

representación del pasado, por ende, es de aclarar que en este apartado no queda nada concluido,

ya que se construyó como el lugar para la exposición de un espectro de ideas susceptibles a ser

interpretadas y organizadas en proposiciones conclusivas y cuestionadoras que se desarrollarán en

un segundo momento de este capítulo.

Este apartado tiene dos partes definidas por el énfasis que se da en los textos que se han

anunciado como los sujetos de esta investigación, a cada una de las categorías conceptuales como

base para la representación del pasado, se hace referencia entonces, al énfasis en la memoria y al

énfasis en la historia.

2.1.1. Representación del pasado: Énfasis en la memoria

En el informe ¡Basta Ya! del CMH, se hace referencia a que las memorias se caracterizan

por su heterogeneidad, pero conservan su similitud en tanto que tienen la potencialidad de

contribuir al esclarecimiento de los hechos históricos, en este sentido la memoria se concibe como

un medio para la atribución de responsabilidades que no debe atenuar las implicaciones jurídicas

y políticas de los actos cometidos. En este uso discursivo, los actores principales son las víctimas

concebidas como agentes que reclaman justicia y por ende, son quienes dotan a la memoria de una

responsabilidad en el sentido de contribución a la justicia. Se plantea que la relación entre memoria

y verdad no es una relación de dependencia, ya que se enuncia que ésta ha dado como resultado la

conformación de un “escalafón oprobioso” (CMH, 2013, p. 13), por lo que la atribución de

responsabilidades de la que se puede dar cuenta a través de los ejercicios de memoria, no se puede

asimilar a la exigencia de justicia particular que cada una de las víctimas reclama a sus victimarios

de manera particular.

El CMH posiciona su ejercicio histórico desde la construcción de una narrativa histórica o

de un relato histórico como forma de hacer claridad respecto a la no aceptación de los textos

históricos convertidos en fuentes de la verdad y construidos con pretensiones de verdad absoluta.

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En este sentido, se instaura una distancia entre los ejercicios de la memoria como representación

pública del pasado (un pasado que experimentaron algunos y que otros deben reconocer como

parte de su identidad) y los textos judiciales, resaltando los impactos que estos deben tener en el

marco de la justicia ordinaria, como la imputación de cargos y penas por delitos consagrados en el

marco de decretos, normas, constituciones y demás representaciones de lo jurídico.

La memoria, para el Centro de Memoria Histórica contribuye al esclarecimiento de los

acontecimientos históricos, pero no remplaza la exigencia de reconstrucción de los hechos a nivel

particular como ejercicio que contribuya en primera instancia a la reparación de las víctimas en su

particularidad. Esto invita a pensar que aunque el ejercicio de la memoria parta de la pretensión de

visibilizar la diferencia como parte de una posibilidad democratizadora, siempre corre el peligro

de recaer en la masificación de significaciones y en la eventualidad de convertirse en una creencia

más o menos generalizada del lugar de los actores y sus afecciones en el pasado; o también podría

pensarse que el no relacionar la memoria con la reconstrucción de los acontecimientos históricos

de manera particular, da cuenta de una necesidad por visibilizar aquello que une a una sociedad

con temporalidades fragmentadas y desconocidas, atribuyendo características singulares, pero en

búsqueda de unos comunes que no tienen que ver tanto con lo experimentado de manera individual,

sino las posibilidades de re-experimentar de manera colectiva, por lo que las afecciones

particulares pasan a ser responsabilidad de la justicia ordinaria. Cabe preguntarse ¿Cuáles son los

límites de la representación del pasado en el campo de lo público cuando se habla de las afecciones

particulares? Y ¿Qué precauciones debe tener el historiador en cuanto a estos límites?

Respecto a la relación entre memoria y justicia, en el Informe Paz Sin Crímenes de Estado,

que es un informe elaborado por organizaciones de víctimas de crímenes de Estado, se evidencia

una postura según la cual se concibe la memoria histórica como insumo de la historia, cuyo deber

ser apunta a la contribución a los ejercicios históricos y judiciales, en este informe, aunque se

rescata el lugar de las víctimas como sujetos históricamente negados, la acción se imputa al Estado

como agente de garantía de condiciones que posibiliten la reparación integral según los preceptos

de verdad, justicia y reparación, este actor también aparece como poseedor de información

histórica contenida en los archivos, los expedientes judiciales clasificados y el acceso a algunos

testimonios que no queda documentado o que no pudieron documentarse dada la poca habilitación

de espacios para que los testimonios y las versiones de las víctimas y demás afectados pudieran

hacerse públicos. En línea con lo anterior, parecen tres ideas concatenadas de la memoria: se

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alimenta de los documentos, es insumo para el esclarecimiento de los hechos a nivel judicial y es

un producto comunicativo.

Por su parte, en el informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, se

connota la memoria como recuerdo que se abre paso como forma de entender la realidad, en el

sentido de lo que sucedió deja lecciones que se subsumen en la repetición, por lo que cuando

aparece ligado a un fenómeno de violencia, la memoria se centra en la venganza. Esta acepción de

la memoria parece como una referencia en tono argumentativo cuando se está hablando de hechos

históricos, específicamente, la época de la Violencia bipartidista, definida como hito según el cual

se dio lugar sustentado un orden de representaciones polarizadas y fragmentadas, que se ha

instaurado bajo la idea de la venganza y de la respuesta a las acciones de humillación impartida

que sólo tienen lugar desde la repetición de la violencia. Este tipo de enunciados respecto a

acontecimientos históricos específicos, es una expresión de la representación del pasado en función

de la comprensión de las identidades colectivas por medio del reconocimiento, que en este caso se

da a modo de exposición de las implicaciones negativas de los acontecimientos fundadores, que

son definidos por Ricoeur (2010) como acontecimientos que aparecen ligados a la necesidad que

tienen los grupos de representarse a sí mismos, lo cual fundamenta la función de integración de la

ideología.

Estos acontecimientos fundadores contribuyen a una “domesticación de la memoria”

(Ricoeur, 2010, p. 283) en la medida en que la ideología tiene la potencialidad que prolongar los

actos fundadores a modo de representación, convirtiéndolos en una imagen idealizada a través de

la cual un grupo representa su existencia, lo cual refuerza su código interpretativo (la capacidad

que tiene la ideología para posicionar una visión de conjunto de la historia de un grupo y su

universo simbólico e identitario). Este refuerzo se expresa a modo ritualizaciones y estereotipos

que provocan un “orden de denominaciones correctas” (Ricoeur, 2010, p. 284). Este es el carácter

dòxico de la ideología, que hace de ésta un refuerzo de la autoridad en el que su función ya no es

únicamente generar una posibilidad de comprensión intersubjetiva como modo de relacionarse con

los otros, sino que empieza a desarrollar su función de disimulo y distorsión, según la cual sirve a

la interpretación y justificación de los sistemas de autoridad que tienden a exigir mayor creencia

que la que hay comúnmente en los grupos. En este punto, afirma Ricoeur (2010) que el código

interpretativo que ha forjado la ideología se convierte en algo en lo cual los hombres piensan, más

que en un simple contenido del pensamiento, ante esto, la opción de la acción social, es la

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reproducción que provoca que todo lo nuevo se ajuste a los esquemas interpretativos ya

sedimentados por la función ideológica en este nivel de disimulo y distorsión, y que aquello que

no se ajuste sea percibido desde la intolerancia “cuando lo nuevo amenaza la posibilidad de

reconocimiento y reencuentro de un grupo” (Ricoeur, 2010, p. 285). El peligro de este nivel de

reproducción de las representaciones según los acontecimientos fundadores, es que inmoviliza,

atrapa la memoria en la memorización y cierra las puertas de la rememoración, se obturan las

posibilidades reflexivas y se opaca el campo de interpretación de posibilidades otras. Es de

entenderse porqué se liga el impacto de los acontecimientos fundadores a la repetición de la

violencia, ya que “lo que celebramos con el nombre de acontecimientos fundadores son

esencialmente actos violentos legitimados después por un estado de derecho precario, y luego por

su antigüedad misma” (Ricoeur, 2013, p.108).

Al respecto, Wills (2015) expone, en el ensayo que hace parte del informe de la Comisión

Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV), que las memorias, en tanto construcciones de

grupos que se identifican según sus intenciones políticas, son esquemáticas en la medida en que

producen marcos interpretativos; los grupos constituyen sus memorias y así como los grupos son

heterogéneos, sus memorias también, incluso pueden subvertir las unas a las otras en el panorama

de los contenidos, sin embargo, las estructuras parecen mantenerse, pues en un contexto de guerra,

las memorias recurren a la fundación de la imagen de un enemigo.

De este modo, en el informe de la CHCV, Sergio De Zubiría Samper afirma que una

memoria “no manipulada” se debe fundar sobre la evaluación y valoración de dichas épocas y

acontecimientos históricos enunciados como fundacionales, que en el caso colombiano tienen que

ver también con algunas polarizaciones entre las que se encuentran la imagen del insurgente como

enemigo interno según las acepciones políticas de sindicalismo, comunismo, socialismo y

terrorismo. Javier Giraldo también hace referencia a este tema, afirmando que la memoria del

enemigo se utiliza como instrumento de guerra cuando se envilece su memoria para demostrar que

su destrucción provoca triunfo, en este caso, el enemigo es connotado como un actor cuya figura

es utilizada con el fin de perpetrar la guerra y de justificar su mantenimiento. Ante esto, Javier

Giraldo enuncia la necesidad de transformar el clima en el que se está configurando el proceso de

paz, enunciándolo como un clima de guerras explicitas y mantenidas en el que el triunfo sigue

siendo la motivación política.

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En el informe ¡Basta Ya!, también se evidencia una apuesta por parte de los investigadores,

de que la memoria y la historia, puestas a dialogar en este ejercicio que ellos denominan como de

narración histórica o relato general de los acontecimientos históricos22 considerados como la

referencia del discurso histórico que pasa por procesos de interpretación académica, se ve afectada

por procesos de selección, una selección que puede llegar a ser arbitraria y que se define en relación

a los intereses de quienes fijan el discurso histórico por medio de la escritura. Respecto a esta

característica selectiva de los ejercicios de representación del pasado, se evidencia en el informe

¡Basta Ya!, una exposición a modo de denuncia de que aquello que se recuerda en el contexto de

la sociedad en general (concebida como el conjunto de aquellos actores que no contienen en su

cuerpo las huellas directas de los acontecimientos históricos y por ello acceden a los mismos por

medio de instrumentos comunicativos diseñados por las instituciones culturales) es por excelencia

aquello que se hace visible en medios de comunicación, lo cual queda en la memoria porque

contienen la narración de acontecimientos que suelen caracterizarse por el horror que causan y por

su magnitud:

Mapiripán, El Salado, Segovia, Naya, Honduras, La Chinita y La Rochela son algunos de los

nombres que están grabados en la memoria de los colombianos por las grandes matanzas que allí

ocurrieron. Estas expediciones nefastas llenaron los titulares de prensa y horrorizaron al país y al

mundo por los métodos crueles empleados y por el alto número de víctimas que generaron. Sin

embargo, la gran mayoría de las masacres (75%) que el Grupo de Memoria Histórica logró

documentar tuvieron cuatro, cinco o seis víctimas, y quedaron en el anonimato. Al ser frecuentes y

menos espectaculares fueron rápidamente olvidadas, pues no tuvieron el despliegue mediático de

las otras. (p. 27)

Respecto a uso de los medios de comunicación como artefactos de reproducción de la

memoria, Darío Fajardo, expone en el marco del informe de la Comisión Histórica del Conflicto

y sus Víctimas, que la memoria también puede servir de refuerzo de los efectos de la guerra, ya

que en la memoria que construyen por estos medios, “se provoca un retorno al pasado doloroso no

para sanarlo sino para mantenerlo vivo” (Franco, R Citado en Fajardo, 2015, p. 386)

22 El acontecimiento histórico es el referente del discurso histórico, lo que ocurrió en el pasado. El hecho histórico, en

cambio, es su reconstrucción proposicional. De esta manera, si uno quisiera ser preciso al hablar debería decir: “el

hecho de que esto aconteció”. El filósofo caracteriza esta distinción del siguiente modo: “el hecho en cuanto ‘la cosa

dicha’, el qué del discurso histórico, del acontecimiento en cuanto ‘la cosa de la que se habla’, el ‘a propósito de qué’

es el discurso histórico” (Ricœur 2004, p. 234 citado en Lythgoe, E; 2014; p. 84).

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Los procesos de representación del pasado provocan tanto la rememoración como el olvido

y también transitan por el lugar de la memorización, que en palabras de Ricoeur tiene que ver con

las “maneras de aprender que tienen como objeto saberes, destrezas, posibilidades de hacer, de tal

modo que permanezcan disponibles para hacer su efectuación fácil” (Ricoeur, 2013, p. 84). Este

proceso de memorización es aquel que provoca que los hechos históricos y su carga simbólica

queden inscritos en la memoria pese a su distancia temporal y espacial con el acontecimiento, este

procedimiento es metódico y esquematizante, y por ello mismo tiene la potencialidad de fraguarse

un lugar casi que de manera imperceptible en las prácticas sociales. Dado al peligro de

ocultamiento y supresión de actores y de acontecimientos que supone esta labor selectiva, en el

informe ¡Basta Ya! se vindica el lugar de dos actores: las víctimas, como sujetos que han

experimentado situaciones de horror extremo en condiciones de indefensión y humillación

absoluta, y su forma de enfrentase a ella ha sido la memoria, la resistencia y la solidaridad (CMH,

2013); y la sociedad colombiana en su conjunto, que debe lidiar con las afectaciones dejadas por

la guerra para poder mirar hacia el futuro. La visualización del futuro aparece ligada sobre todo a

la sociedad en general, es decir, a la responsabilidad de la memoria como ejercicio que tienen que

ver con la conciencia histórica de una sociedad.

Las víctimas tienen el lugar de sujetos que respaldan la fidelidad de la narración de los

hechos históricos como testigos de los mismos, su memoria individual representa las posibilidades

de rememoración más fiables, por lo que en el informe Basta Ya, se realiza un movimiento entre

las memorias individuales de las víctimas y sus familiares, y la forma en que éstas memorias

adquieren un lugar en las memorias colectivas de los territorios en los que habitan y en los que en

muchas ocasiones sucedieron los acontecimientos, pero también se enuncia que la memoria tiene

lugar cuando el pasado se dota de sentidos, y para que esto suceda debe transitar del espacio

privado de significación y constituirse como como espacio público que contribuya al

esclarecimiento histórico de los hechos y la generación de un sentimiento de no repetición en la

sociedad general. De este modo, el tránsito de la memoria individual a la colectiva como lugar de

fundamentación de sentido histórico de las comunidades y de una nación, requiere de un ejercicio

de reconstrucción de las huellas a modo de artefactos que las materialicen y posibiliten su

comunicación, uno de estos artefactos son los monumentos que “honran la memoria de las

víctimas”. Los actos de reconstrucción de memoria como las conmemoraciones y peregrinaciones,

se enuncian como actos de resistencia civil y como forma de asumir la violencia sufrida por las

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víctimas, que restituyen la dignidad vulnerada. Así, el materializar y hacer públicas las huellas

posibilita el reconocimiento del otro desconocido y las características de su experiencia,

presentadas a modo de dolor y de resistencia. Los monumentos son nuevas huellas que representan

lo ausente y ocupan el lugar del testimonio que ya no se pueden provocar, las víctimas potencian

el recuerdo en las comunidades, recuerdo que se convierte en huellas y que subsiste por las huellas:

La imagen de este hombre sentado día tras día en el parque de Trujillo, Valle, quedó en el recuerdo

de la comunidad como testimonio del sufrimiento irreparable que causa la violencia. Por eso las

diez personas que murieron de pena moral, después de la masacre de Trujillo, se incluyen entre sus

víctimas y están reconocidas como tal en el Parque Monumento que honra su memoria. (p. 74)

Respecto a los usos de la memoria, el CMH (2013) tiene una posición centrada en que ésta

transita entre su posibilidad democratizadora sustentada en el reconocimiento y puesta en escena

de distintas versiones sobre los acontecimientos históricos y la posibilidad de hegemonización e

invisibilización de algunas versiones y personajes. La memoria se liga a la democracia en línea a

dos condiciones: la expresión de su diversidad y su relación con el futuro, en ese sentido es que el

CMH (2013) hace referencia a la memoria histórica como un campo de tensiones, por lo que

visibilizar las tensiones de la memoria dada su potencialidad de ser ejercida por distintos actores

y a través de distintos medios, es un requerimiento dentro de los ejercicios de memoria en el

contexto del conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia. La posibilidad

democratizadora de la memoria va ligada a la contemplación de la memoria de las víctimas, pues

se parte de su invisibilización sistemática en la historia del conflicto armado en Colombia, lo cual

ha resultado en la existencia de una sociedad fracturada. Esto se relaciona con el hecho de que los

relatos fundadores han operado bajo un ocultamiento del lugar de las víctimas y de los procesos

sociales y políticos en los que se ha fundamentado dicho conflicto, por lo que la incorporación de

la memoria de las víctimas de manera protagónica, se configura como condición de la memoria

como posibilidad democratizadora.

De manera muy similar, Sergio de Zubiría en su aporte para el informe de la Comisión

Histórica del Conflicto y sus Víctimas, plantea que en un contexto de negociación política como

el que atravesó Colombia en los últimos años, es necesaria la consideración de la memoria como

construcción plural, ya que la memoria se abre paso en el pensamiento histórico dada la necesidad

de reconocer que la interpretación de la historia no es única. Aquí también se reconoce el lugar de

las víctimas como actores que vienen adquiriendo centralidad y visibilidad en los relatos históricos.

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Esto apunta a una necesidad de provocar una reflexión política constante y consensuada sobre el

conflicto armado vigente, apelando a la transgresión de los mitos fundacionales, ya que estos

ocupan el lugar de referencia de la historia, una referencia que concluye en las polarizaciones (De

Zubiría, 2015).

Se puede evidenciar la idea de que existe una memoria fracturada en la que las victimas

poseen una verdad sustentada en lo vivido, la verdad de lo vivido que debe ser transmitida a

quienes no la conocen ni comprenden porque no la han experimentado. Aparecen las víctimas

como personajes narrados en función de su afectación directa en tanto dueñas de los recuerdos de

sus experiencias fruto de afecciones de acontecimientos de la guerra. Siguiendo a Ricoeur (2000)

serían ellas quienes contienen en su testimonio y su capacidad de testimoniar sobre los

acontecimientos, el acercamiento más fiel (en tanto potenciador de formas de recordar) a lo

sucedido en tanto que la afección en el caso de estos personajes, transitó por su cuerpo y dejó su

huella para la posteridad. Al respecto, el CMH (2013) enuncia diversas formas de asumir las

afecciones de la guerra por parte de las víctimas y sus familiares:

Hay personas cuyas memorias se quedan confinadas al ámbito privado. Hay otras que hacen de la

memoria una militancia, convertida a menudo en resistencia. Hay quienes, en respuesta al agravio,

acuden a la memoria como una propuesta de transformación de la realidad. Pero hay quienes se

anclan en memorias sin futuro, aquellas que toman la forma extrema de la venganza, que en un

escenario de odios colectivos acumulados equivale a negar la controversia y la posibilidad de

coexistir con el adversario. Significan la negación radical de la democracia. (CMH, 2013, p.20)

Según lo anterior, Ricoeur realiza, retomando a Aristóteles, la diferenciación entre mneme

y anamnesis. El primero apela al recuerdo como afección, que implica una dependencia entre el

agente y conciencia de la impronta que deja el pasado en su cuerpo, mientras que la anamnesis

sugiere una búsqueda activa implica un trabajo de los sujetos por representar el pasado, aquí existe

una distancia entre el acontecimiento y su necesidad de representarlo. Esta última da cuenta de la

operación de rememoración en tanto “retorno a la conciencia despierta de un acontecimiento

reconocido como que tuvo lugar antes del momento en que esta declara que lo percibió, conoció y

experimentó” (Ricoeur, 2013, p. 82). La rememoración como trabajo puede dar lugar a diversas

prácticas de la memoria que contribuyan tanto a la función ideológica como disimulo cuando

aparece sustentada en el odio y la repetición de lo acontecido en términos de violencia y venganza.

Este es un lugar que sólo aparece superable cuando se contempla la proyección en el futuro: he

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aquí una primera pista del requerimiento de imaginación que implica la práctica de la memoria

que exige un movimiento utópico a un lugar y a un tiempo no experimentado, como requerimiento

para visibilizar la diferencia que es constituyente a toda sociedad, pero que no es aceptada

normalmente, ya que la democracia no es algo que se valore por encima de la violencia y de la

estratificación según regularidades demostradas por la historia. Esto es lo que pone sobre la mesa

el CMH (2013) cuando hace referencia a la necesidad de una memoria democratizada.

En este mismo sentido, el CMH (2013) clasifica las prácticas de la memoria y con ello,

clasifica a los actores que promueven estas prácticas, haciendo referencia a memorias confinadas

a lo privado, memorias que se convierten en militancia en pro de la resistencia a un orden

establecido en el que se niega su existencia, memorias como transformación de realidades y

memorias vengativas sin futuro. De este modo, la memoria, aunque hace referencia al pasado, en

la práctica se fundamenta como un modo de habitar el presente y de fundamentar relaciones con

el futuro, no con respecto a acontecimientos del presente y del futuro, sino más bien como una

práctica de búsqueda de sentido que sitúa a los sujetos fuera del pasado (in-experimentable),

respecto a los recuerdos que llegan de él (re-experimentables y re-elaborados). Por ello, aunque el

acontecimiento no cambia, el sentido que fomenta sí; cambia para los sujetos particulares y para

las comunidades cuando se mueven de temporalidades dado el flujo inevitable de la experiencia

histórica.

En este tono, el CMH (2013) en su informe ¡Basta Ya! moviliza la idea de que la memoria

tiene la potencialidad de configurarse como resistencia a la historia de la violencia y como factor

que posibilita una nueva conciencia del pasado. Esta potencialidad se vuelve efectiva cuando la

afirmación de las diferencias como denuncia ante la violencia, se logra por medio de la generación

de cierta identidad alterna a la hegemónica, una identidad que se construye en colectivo a modo

de “campo de tensiones” en el que la diversidad reclama y posiciona su existencia. Así, en este

informe también se plantea que el ejercicio de la memoria debe contemplar la existencia de actores

que no pueden ser configurados como víctimas o como victimarios, así, aparece la sociedad como

actor que debe participar también de las reflexiones sobre las secuelas de una violencia dinamizada

en el conflicto armado colombiano. Esto demuestra que el CMH (2013) propende por la

construcción de un relato que contemple la complejidad del pasado, haciendo una crítica

manifiesta a los reduccionismos históricos que terminan en la polarización de los actores en

función del mantenimiento de la dualidad entre el bien y mal. Sin embargo, no se puede negar que

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siendo un relato sobre la violencia del conflicto armado en Colombia, se defiende en énfasis en la

visibilización de los testimonios de las víctimas. Así, aparecen modalidades de actores distintas;

la sociedad enunciada como víctima y principalmente como participe de las confrontaciones en

tanto ha resguardado el silencio y el ocultamiento, y la figura dual de los buenos y los villanos,

como tipologías de los actores de la historia, ante lo cual aparece la memoria como lugar donde se

hacen visibles otros actores, esta es otra forma en la memoria se resiste a una historia partidaria de

las dualidades.

Hay un actor que va apareciendo de manera progresiva en el informe ¡Basta Ya! cuando se

habla de la memoria como categoría conceptual, este es el Estado, el cual aparece cuando se

enuncian memorias que plantean desafíos éticos y humanos respecto a lo que la guerra representa

para los pueblos, especialmente, cuando hace referencia a la complicidad entre agentes del estado

y actores armados al margen de la ley. Se exponen memorias que denuncian el abandono del

Estado, poniendo en escena la ausencia de su funcionalidad como protector y garante de los

derechos. El Estado aparece como actor sin agencia que se caracteriza por su omisión. Finalmente,

se recalca la existencia de ciertos actores que en el momento de los hechos, contribuyeron a unir

comunidades, a ayudar a los otros, a resistir ante el ocultamiento de la sistematicidad de la

violencia, y especialmente, a dialogar con los victimarios y los actores armados en pro de cambiar

la voluntad de los mismos, estos actores son concebidos como “héroes anónimos (…) quienes

están del lugar de las víctimas, que fueron en su momento actores de resistencia civil desde lo

micro de la vida cotidiana” (CMH, 2013, p. 82).

En este informe aparece un uso recurrente de testimonios, los cuales configuran la memoria

como un entramado de posibilidades narrativas, en las que aparecen personajes cuyo accionar, en

el caso de las víctimas, es la narración misma; los actores armados, por su parte, aparecen en los

relatos de las víctimas como representados en su condición humana, con lo que se da agencia a la

violencia y se posibilita la atribución de responsabilidades a sujetos particulares (CMH, 2013), en

este sentido, los victimarios adquieren agencia en los relatos de las víctimas, por lo que se enuncia

como intención de las víctimas, el dotar de humanidad a los actores armados. Esto puede ir en

contraposición, o mejor, servir de resistencia a la conocida idea sobre la legitimación de la guerra,

según la cual, se deshumaniza a la víctima con el fin de causarle daño sin implicaciones éticas, con

el fin de justificar la violencia ejercida contra ellas. En este informe, este fenómeno se enuncia

como parte de las “memorias de la estigmatización” (CMH, 2013), las cuales son fuente de

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justificación de los actos violentos hacia ciertos sectores, sujetos, cuerpos, territorios y roles

sociales, quienes son hacedores de estas memorias son los victimarios, que implementan el estigma

del otro como enemigo con el fin de “violentar la identidad de la gente” (CMH, 2013, p. 78). Así,

La historia se define como algo que se configura junto a la identidad, por lo que el reconocimiento

de la historia de las minorías estigmatizadas, aporta a la superación de dicha estigmatización y al

fortalecimiento de las identidades locales y nacionales, estas últimas consideradas desde el respeto

a identidades diversas.

Los testimonios se utilizan con el fin de conjugar la existencia de dos mundos; el mundo

circunstancial en el que se produjeron los acontecimientos históricos y el de los sentimientos. Esto

se realiza por medio de la ubicación de testimonios que exponen los impactos que la violencia ha

dejado en las posibilidades de rememoración, las cuales tienden a la repetición incesante en la

memoria y la asunción de lo sucedido como si continuara sucediendo, como si la ausencia del

cuerpo físico se consolara en el recuerdo del mismo. Muchos de los testimonios son

representaciones del horror (CMH, 2013), de aquello que una vez más se define desde su lugar

experimentable por las víctimas. Los testimonios se utilizan en tono argumentativo como

ejemplificación de aquello que se recuerda cuando las experiencias están atravesadas por la guerra,

por ejemplo, las memorias del dolor y las memorias de las despedidas. Estos se configuran como

representaciones testimoniales de acontecimientos que invitan a que el lector se ubique en el lugar

de los narradores y que proponen una cercanía entre los sucesos de la vida cotidiana de cualquier

persona y la forma en que estos sucesos se resignifican con la violencia. Por ejemplo, la narración

de una víctima que relata cómo fue el último adiós con su ser querido, el énfasis se pone en la

despedida no en el horror ni en los actos de violencia física que se denuncian como un uso morboso

empleado normalmente por los medios de comunicación:

Nos fuimos para una finca cuando empezó ese carro blanco a recoger a la gente. Vi que llevaban a

mi hijo encapuchado, todo tapado. Cuando él me vio me hizo así con la mano [gesto de despedida].

Yo traté de irme detrás, pero me dijeron que no me fuera porque me pateaban. Él venía todo

aporreado, y yo dije: “Me van a matar a mi muchacho”. Me fui para adentro y no me volví a acordar

de nada. Ahí fue que yo desperté en el hospital”. (Testimonio de Madre superviviente de Trujillo,

Valle) (CMH, 2013, p. 74)

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2.1.2. Representación del pasado: Énfasis en la historia

En el informe ¡Basta Ya!, aparecen algunas acepciones a la historia en las que es definida

como sustrato de las experiencias colectivas que se interiorizan como modos de ser de las

sociedades, por lo que la historia da cuenta de una serie de acontecimientos que se repiten y que

fundamentan maneras de relacionarse. En este sentido, se denota la historia de la violencia como

la historia que en parte ha definido lo que es la sociedad colombiana y que encuentra su flanqueo

ante el ejercicio de la memoria: “Colombia tiene una larga historia de violencia, pero también una

renovada capacidad de resistencia a ella, una de cuyas más notorias manifestaciones en las últimas

dos décadas ha sido la creciente movilización por la memoria.” (CMH, 2013, p.20). De este modo,

la memoria como ejercicio es resistencia a la historia, en este punto se encuentra una similitud

entre la historia y aquello que Ricoeur (2013) llama la memoria-hábito, como aquella memoria

que se incorpora a la vivencia del presente a modo de repetición sin conciencia, esta es una

memoria aprendida fruto de la memorización que se sustenta en la evocación más que en la

búsqueda del recuerdo característica de la rememoración.

La historia como saber sobre el pasado que pasa por procesos de aprendizaje, se evidencia

también en las acepciones a la producción y reconocimiento de informes de esclarecimiento

histórico como labor para la construcción de memoria. Este aspecto aparece a modo de

recomendaciones de Centro de Memoria Histórica para la materialización de la memoria como

medidas de reparación simbólica23, la necesidad de:

Promover e implementar programas y campañas de tipo pedagógico y comunicativo que propendan

por superar la estigmatización de grupos y comunidades étnicas, reconociendo su historia, su

identidad y sus aportes a la identidad de Colombia como una nación pluriétnica y pluricultural (…)

Integrar en sus programas y acciones los informes de esclarecimiento histórico producidos por el

Grupo de Memoria Histórica, el Centro Nacional de Memoria Histórica, organizaciones no

gubernamentales, centros de pensamiento y academia, en los currículos, proyectos pedagógicos,

manuales y libros de historia y ciencias sociales. (CMH, 2013, p.90)

23 ARTÍCULO 141. REPARACIÓN SIMBÓLICA. Se entiende por reparación simbólica toda prestación realizada a

favor de las víctimas o de la comunidad en general que tienda a asegurar la preservación de la memoria histórica, la

no repetición de los hechos victimizantes, la aceptación pública de los hechos, la solicitud de perdón público y el

restablecimiento de la dignidad de las víctimas. (Ley de Victimas y Restitución de Tierras 1448; 2011; p. 65)

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En el Informe Paz Sin Crímenes de Estado del MOVICE, aparecen varias referencias al

concepto de historia o acepciones a la misma, varias de éstas corresponden a datos estadísticos

acompañadas de interpretaciones que responden al hecho de que cuando se agotan los términos de

las fuentes históricas, se acude a la dimensión de los sentimientos y las emociones, esto se

evidencia, por ejemplo cuando se connota de "espeluznante" una cifra de se considera disminuida

en relación a lo sucedido. Esto invita a ampliar el margen de interpretación para lo que significan

dichas cifras, ampliarlo de manera intencionada según lo que se quiere demostrar: incluso en el

mejor de los casos no deja de ser malo. En este informe se plantean algunas recomendaciones para

la construcción de memoria histórica en el país, que sugieren la necesidad de:

Desclasificar, organizar y preservar la totalidad de los documentos reservados del Estado,

especialmente los archivos de inteligencia relacionados con las violaciones de derechos humanos,

crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra, para que hagan parte de los materiales

de consulta para la memoria nacional sobre las víctimas y sirvan de insumo a los procesos

judiciales; y establecer un Registro Nacional de la Memoria, administrado de manera conjunta por

el Archivo General de la Nación y las organizaciones de víctimas y de defensores de derechos

humanos. (MOVICE, 2013, p. 243)

Por otra parte, en el informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, se

denota un énfasis en las referencias a la historia por encima de la memoria. Es de aclarar que este

informe está conformado por distintos ensayos y dos relatorías de distintos autores, con

procedencias e intereses académicos y políticos particulares, lo cual es una advertencia para el

lector del informe. Sin embargo, para fines de este trabajo se dio un tratamiento igual a todas las

referencias, no se trató de indagar por las intenciones del autor, sino por la articulación del texto y

sus contenidos en torno a las categorías de memoria e historia, a continuación se expondrán algunas

de las acepciones a la historia que se realizan en este informe.

Las rupturas históricas se enuncian como acontecimientos que marcan la existencia de un

antes y un después que normalmente se presentan a modo de actos fundadores, la afirmación del

antes y el después se reconoce dado que existe una sensación en la sociedad de que cambiaron

algunas cosas, a lo que Pecaut (2015) alega la necesidad de re-direccionar la mirada no sólo a lo

que señala la existencia de una ruptura histórica, sino también aquellas cosas que se mantienen.

En este mismo sentido de la historia como lo que se mantiene y lo que señala un cambio o una

transformación, Moncayo (2015) afirma que la historia de Colombia también ha sido una historia

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de las resistencias, las cuales anuncia como “rupturas a la normalidad” (p.114), refiriéndose

principalmente a la injerencia de la violencia como característica de dichas rupturas:

En Colombia, como en toda sociedad capitalista, hay un conflicto derivado de la esencia misma del

sistema imperante, y siempre han existido resistencias. Pero, lo que es muy propio de la historia

colombiana, es que esas resistencias, casi que desde siempre, han transitado por la ruptura de la

“normalidad”, tanto de manera individual como colectiva, bajo modalidades cambiantes de

organización y presencia. Es la historia bien conocida y sufrida de las violencias, documentada y

analizada en estudios académicos. (Moncayo, 2015, p. 114)

Sin embargo, la historia no sólo se limita al rastreo de los actos fundadores, sino que

también se enmarca en la necesidad y permanencia de los debates sobre los orígenes y causas de

los fenómenos sociales, en este sentido, se realiza una crítica a la concepción de historia como

construcción académica que se posiciona desde lugar de enunciación de verdades, aunque se

expresa que la historia oficial en el marco de lo político sí se caracteriza por su carácter de verdad

única. Aparecen en este informe acepciones que sugieren que un relato histórico general, e incluso,

la adopción de una perspectiva histórica en relación a los acontecimientos ligados al conflicto

armado en Colombia es casi imposible, ya que el conflicto continúa, hace parte del presente:

(…) en gran medida nos estamos refiriendo a una “historia del presente”, dado que todavía persiste

la violencia política en el país. ¿Si todavía siguen vivos los debates en torno a la significación, por

ejemplo, de las guerras de independencia, cómo pensar que pudiera haber consensos totales sobre

procesos históricos en curso? (Pecaut, D en Pizarro, 2015, p.5)

Según esta referencia, pareciera que la perspectiva histórica sólo se logra cuando los hechos

significan aspectos de un pasado que no retorna de forma experimentable, por lo que la

significación constante limita las posibilidades de llegar a consensos históricos. De este modo, la

historia se hace inteligible a través de periodos de tiempo que son caracterizados y organizados

por historiadores y expertos. En el caso de la historia del conflicto Colombiano, se pueden

identificar algunos periodos caracterizados por la emergencia de acontecimientos que hacen pensar

en que la historia cambió de alguna forma, sin embargo, en la historia nacional no existe un

consenso total en cuánto a qué acontecimientos son los más significativos y marcan el inicio del

conflicto armado. Al respecto, Pizarro (2015), uno de los relatores del informe de la Comisión,

afirma lo siguiente:

En los ensayos presentados hay quienes consideran necesario remontarse hacia el pasado remoto

para esclarecer los factores que han incidido en los diversos períodos de violencia que ha sufrido el

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país, incluido, el reciente13. Otros consideran que, si bien la violencia actual refleja lejanas

resonancias del pasado, sus actores y sus dinámicas se pueden estudiar tomando solamente en

consideración un período histórico más restringido. Este fue el caso de Francisco Gutiérrez,

Gustavo Duncan, Jorge Giraldo y Vicente Torrijos quienes, sin desconocer el valor de una amplia

mirada histórica -de la cual hacen referencias a menudo- prefirieron centrar sus interpretaciones en

el período posterior al Frente Nacional. Daniel Pécaut escogió un camino intermedio, al comenzar

su análisis mediante el estudio de los factores que, según su perspectiva, incidieron durante la

República Liberal en la Violencia de los años cincuenta y su impacto posterior en la historia

contemporánea del país. Darío Fajardo, Alfredo Molano, Sergio de Zubiría y Javier Giraldo

comienzan sus relatos con el surgimiento de los conflictos agrarios en los años veinte. (Pizarro,

2015, p. 7)

En este informe aparecen algunas maneras de hacer referencia a la historia, respecto a las

cuales se retorna a la idea de que la historia es un ejercicio de selección de acontecimientos que de

cierto modo caracterizan lo que sucede en una sociedad, por lo que sugiere y evidencia la división

en periodos o coyunturas, lo cual implica la caracterización de factores que responden a algunas

confluencias entorno a la causas e impactos de hechos determinados y de fenómenos sociales

específicos. Por ejemplo, en el informe se enuncia la transformación de las motivaciones políticas

como índice de un cambio posibilitado por un hecho determinado: la guerra fría. En estas

caracterizaciones históricas, aparecen algunos usos metafóricos, por ejemplo aparece la metáfora

de la lucha como forma de re-describir una realidad basada en la manifestación de la confrontación

en términos de representaciones basadas en la polarización política y cultural del ideal de la

sociedad. Este tipo de re-descripciones aparecen ligadas a la interpretación de acontecimientos

fundadores que se enuncian como hechos fundamentales para comprender el origen el conflicto

armado, se mencionan algunos como el desescalamiento del sectarismo bipartidista y el impacto

de la Revolución Cubana (Pizarro, 2015).

La historia también aparece como el ejercicio de caracterizar y organizar el discurso, a

través del rastreo y visibilización de sus particularidades en relación a fenómenos similares que

acontecieron en contextos distintos, por ejemplo, la constitución de guerrillas liberales antes y en

mayor medida que de guerrillas comunistas. Se recurre a la enunciación de condiciones iniciales

singulares, como la Revolución Cubana, hecho que aconteció luego de que en Colombia ya

existieran las guerrillas liberales, que da lugar a regularidades históricas como a la ordenación de

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las guerrillas luego la Revolución Cubaba, ya cual inspira a las colombianas en ciertos personales

y en luchas determinadas.

Así, lo histórico se concibe también desde la visibilización y comprensión de aquello que

caracteriza a modo de “rasgos” a las sociedades en términos económicos, políticos y culturales, en

este caso, a la colombiana. Esta es una reflexión que Moncayo (2015) expone como la construcción

de una “verdad” sobre el conflicto armado colombiano que se ajuste a la “realidad socioeconómica

del orden vigente” (p.29), según esta idea, una perspectiva histórica homogeniza y dicha

homogenización tiene que ver con el hecho de que implica revisar en retrospectiva cuáles son y

cómo se configuraron las identidades, pues pese a la existencia de diferencias evidentes entre los

sujetos que hacen parte de una nación como la colombiana, existen coyunturas que se configuran

a la par del advenimiento de ideas sobre cómo se debe vivir como parte de una sociedad: la

democracia, la participación y la igualdad son algunos paradigmas de la vida que está bien vivir y

que son fruto de construcciones históricas que llegan a los sujetos en forma de historias idealizadas

de cómo estaría bien vivir. De este modo, la historia no sólo homogeniza en el discurso, sino que

se convierte en un modo de asumir la vida y de leer la realidad, es decir, la historia tiene la

capacidad de homogenizar los códigos interpretativos en el sentido en que refiere a la realidad

misma. Esta perspectiva reluce en la siguiente acepción de Moncayo (2015)

Colombia, como las restantes sociedades contemporáneas, no es una realidad cuasinatural,

intemporal y ahistórica, sino una sociedad que adquirió una identidad nacional, en un territorio

determinado, con un cierto tipo de organización de sus relaciones (…) El advenimiento de ese

nuevo orden no hizo tabla rasa de lo preexistente, sino que incorporó en forma heterogénea la

colonialidad, arrojando como resulta una modernidad sui géneris, signada por la heterogeneidad.

(...). En efecto, en los pueblos nacionales que así surgieron, no se eliminaron ni se subsumieron las

múltiples diferencias de orden étnico y cultural existentes, las cuales de manera paulatina fueron

asumiendo la forma de la integración simbólica propia de las comunidades nacionales como

realidades insoslayables, que se han ido acumulando y reproduciendo. Ese proceso no ocurrió por

decisión voluntaria de los integrantes de los colectivos humanos, sino como resultado de un

complejo proceso histórico. (p.29)

El comprender que la historia se sedimenta en prácticas que caracterizan el suceder de

ciertas identidades, está ligado a la idea de la historia como creencia según la cual, la creencia se

sobrepone ocultando la historia en el sentido de construcción discursiva, ya que la creencia está

fundamentada en prácticas concretas (Serna, 2010). Mientras que la historia como discurso se fija

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en los textos y en prácticas investigativas elaboradas por agentes externos a los acontecimientos

históricos, la historia como creencia se fija en los cuerpos, afirma Serna (2010) retomando a

Bourdieu. Esto tiene cierta similitud a la distinción que hace Ricoeur (2010) entre los procesos de

la memoria en tanto representación del pasado, los cuales son la rememoración y memorización,

mientras la rememoración implica acción, la memorización implica repetición y evocación

estática, por lo que cabría preguntarse ¿la historia como texto provoca principalmente repetición?

y en este sentido ¿la repetición en tanto fundadora de hábitos, conlleva al camino del tránsito del

texto a la acción bajo la configuración de una acción particularmente enajenada?. Al respecto de

estos cuestionamientos, Ricoeur plantea que la historia es tanto texto como acción, en tanto que

ambos se relacionan dialécticamente en relación a sus referencias, el texto refiere a la acción,

mientras que la acción refiere a la realidad del mundo circunstancial, mundo que pretende ser

trasmutado en los textos históricos. Se hace comprensible ahora porqué se enuncia la historia como

un proceso que pasa por encima de las voluntades humanas, ya que la creencia supera e incluso

devasta las voluntades humanas cuando juega su rol de justificadora de la autoridad. En esta

medida, en tanto que la historia hace parte de las dinámicas concretas de la realidad social, hay

sucesos y acontecimientos que "se escurren en la historia" y que ponen de manifiesto una contra-

versión al orden social vigente (Giraldo, 2015, p. 27). Al respecto Serna (2010) expone una

relación ilustrativa entre memoria e historia cuando confluyen en la creencia:

La historia hecha creencia es, por un lado, la consumación de la eficacia social dela razón histórica,

que, encarnada en creencia, nunca se presenta como producto de razón histórica alguna. No

obstante, los modos diferenciados de realización de esta creencia, que es razón histórica denegada,

lleva que la historia como creencia no aparece dela misma manera para todos los agentes sociales.

(…) Perol ello no acaba la creencia, si es que tal cosa pudiera suceder, sino que permite que la

creencia se erija en historia; es decir, sea exteriorizada. Es aquí, en esta exteriorización (aparente)

de la creencia, que en verdad n es sin su proyección por vía e las representaciones, que irrumpe la

memoria. La memoria no es otra cosa que creencia hecha historia.

Aparece la metáfora de la huella comparar y denotar esquemas que perduran y que fueron

fruto de procesos históricos, se enuncian sucesos que han dejado huellas en las estructuras sociales

y que por lo tanto dan cuenta de procesos de configuración histórica. Como lugar de lo histórico

se pone de manifiesto la existencia de consecuencias de los acontecimientos o de las características

que comparten dichos acontecimientos pese a que hayan sucedido en momentos y espacios

distintos. Un ejemplo de esto es la enunciación la existencia de una de cultura de los “odios

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heredados” según la cual se reflexiona sobre el hecho de que la guerra también tiene razones en

cuanto a la imposición de ciertas motivaciones. También se expone la historia de las relaciones

políticas, haciendo referencia a la historia de las relaciones internacionales como fuente para

comprender la dinámica del conflicto armado colombiano, específicamente caracterizado como un

conflicto sustentado en la contrainsurgencia, “una contrainsurgencia no propiamente nativa, sino

definida por actores diferentes a lo nacionales" (Moncayo, 2015, p. 27). Esto invita a pensar en

que los acontecimientos fundadores también pueden ser réplicas de lo que acontece en otros

espacios y momentos históricos, no son actos siempre nuevos en un inicio, sino que se pueden

configurar como la continuidad de esquemas ideológicos ya codificados y sedimentados en otras

culturas. El fenómeno ideológico como réplica de códigos simbólicos y de formas correctas de

representar y enunciar la realidad que se convierten en hábitos, creencias sedimentadas y

memorizadas no atravesadas por el reconocimiento profundo de los acontecimientos que posibilita

la necesidad de buscar en el cimento de las creencias la vinculación propia con las mismas, es algo

que puede suceder desde el inicio, desde la constitución misma del acto fundador.

Esta confluencia entre historia y creencia que se puede denotar en la utilización del término

y en sus interpretaciones, aparece como un aspecto que requiere de una mirada sobre las formas

en que la historia como discurso refiere a falsedades, es decir, cuando su carácter veritativo se

encuentra en peligro. Al respecto afirma Estrada (2015)

La historia se falsifica cuando no se realizan ejercicios juiciosos de revisión histórica. Por ejemplo,

se enuncia una falsación de la historia del conflicto armado en Colombia: "se aproximan

explicaciones sobre el surgimiento y la expansión paramilitar como respuesta a excesos guerrilleros

o a disputas por los recursos que genera el negocio de la cocaína". (p. 39)

En esta misma perspectiva de sospecha sobre los ejercicios históricos, aparece la

caracterización de lo "inédito en la historia" desde el análisis sobre porqué algunos sucesos y

acontecimientos se definen como excepcionales, a partir de donde se enuncia la contemplación de

la configuración histórica desde el reconocimiento de la pluralidad como paso necesario para la

"solución política reflexiva" del conflicto armado interno (De Zubiría, 2015, p.12). Desde allí, se

concibe la interpretación de la historia o la lectura crítica sobre estudios históricos como distinta a

la historiografía. En línea con lo anterior, se afirma que la historiografía descontextualizada según

la cual se ha considerado el origen del conflicto armado colombiano según teorías del conflicto

que apelan a otros lugares, tiempos y realidades, es consecuencia de doctrinas y causa el

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mantenimiento de las mismas. Un ejemplo es la relación que se propone entre el surgimiento de

los movimientos guerrilleros y sucesos internacionales como la unión soviética, la revolución

cubana y el comunismo chino (Estrada, J, 2015). Se denuncia, entonces, la existencia de teorías

del conflicto que se usan como marco interpretativo para la comprensión de la historia del

conflicto que termina por anular la historicidad propia del caso colombiano, ante lo cual “es

imperativo involucrar la historicidad de la formación socioeconómica, los elementos políticos,

sociales, culturales e ideológicos que intervienen en la configuración de un orden social al cual le

es inherente el antagonismo y el conflicto social” (Estrada, 2015, p. 54).

En línea con esta idea de identificación de lo inédito de la historia, se enuncian la

contemplación de un análisis diferencial de la historia del conflicto armado colombiano, la

incursión del lugar jurídico y social de las víctimas como sujetos activos en el marco del conflicto

armado, el reconocimiento de perspectivas académicas como insumo para la comprensión del

origen, causas e impactos del conflicto armado interno, como aspectos excepcionales en la historia

del conflicto armado colombiano. En esta misma línea, se devela la existencia de una historia no

crítica (De Zubiría, 2015), que parte de la elaboración de tendencias con el propósito de legitimar

posturas y que no contempla las particularidades históricas, para lo cual es necesario retornar sobre

los relatos históricos de manera crítica, reconociendo el lugar de las víctimas, ya que se ha

empezado a visibilizar en los últimos tiempos su lugar transitado por situaciones de guerra que

expresan la particularidad del conflicto armado colombiano.

Avanzar en el entendimiento complejo del conflicto constituye un imperativo, si se considera que

por los rasgos que asume el debate político actual se está frente a tendencias de análisis que a través

de los recursos del revisionismo histórico o de la llamada historia contrafáctica pretenden falsificar

o reelaborar en forma grosera tendencias, momentos y hechos del proceso histórico, con el

propósito de fundamentar y legitimar posturas que desvirtúan la naturaleza social y el carácter

histórico del conflicto colombiano. (Estrada, 2015, p. 3)

En el informe Paz sin crímenes de Estado, se denota también un énfasis a acepciones a la

historia por encima que a la memoria, este informe tiene un tono más a modo de denuncia y se

encarga de señalar que la historia del conflicto armado en Colombia ha estado mediada por la

impunidad, en este sentido, se señalan de manera recurrente aspectos jurídicos que tienen que ver

con la garantía y protección de derechos que debe enmarcar la acción del Estado, y se advierte de

un repertorio de prácticas de guerra que evidencian el abondo, culpabilidad del Estado y el lugar

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de los victimarios como agentes de guerra. Como forma de abordar el panorama histórico, se

enuncian regularidades en las prácticas, las cuales indican regularidades en los motivos, por

ejemplo se hace referencia a las masacres como método para la ejemplificación de lo que puede

sufrir alguien que actué fuera de la norma. Esto puede enunciarse como una estrategia discursiva

que consiste en hacer visible la sistematicidad de una práctica con agentividad como forma de

denuncia.

En este informe se enuncian distintas modalidades de la violencia y se demuestra cómo sus

cifras y los datos históricos en las que aparecen, son ambiguos, por lo que aparece una regularidad

sustentada en la invisibilización o rastreo aislado de prácticas sistemáticas de la violencia como

las torturas, las desapariciones forzadas y la violencia sexual. También se define la existencia de

periodos de la historia nacional que se caracterizan por el acontecimiento de ciertos sucesos o

ciertos motivos, por ejemplo, la aniquilación de adversario como lo que caracteriza el periodo de

la Violencia en Colombia. Respecto a acontecimientos violentos de este tipo, se recurre en este

informe a la vinculación de la narración de los acontecimientos a modo de referencias sustraídas

de textos históricos, testimonios y prensa, con el mundo de los sentimientos y emociones como

camino para generar un puente interpretativo para comunicar que el horror difícilmente se describe

con veracidad y sólo es perceptible en su magnitud cuando se experimenta. Por ejemplo, se utilizan

referencias con la que se pudiera interpretar que cuando el horror se describe, es tan abrumador

que se asimila a la ficción, como cuando se define un acontecimiento violento como "monstruoso":

La policía política inicia su intervención con vejámenes, golpes e insultos; después roba, incendia

y asesinar; a la postre viola, estupra y remata en actos nefandos. Primero actúa en forma reservada,

posteriormente afrenta a sus víctimas ante progenitores, hermanos y aun menores de edad. A poco

andar violenta chiquillas de ocho y menos años hasta matarlas (…) Más adelante se registra el caso

monstruoso de violaciones colectivas cuando una sola mujer es arrojada a la tropa con abierta

incitación al delito por algunos oficiales psíquicamente lesionados (…) Solo quién ha recorrido las

comarcas, sabe cuán macabro y abismal es este aspecto de la tragedia. (Fals Borda en MOVICE,

2013, p.174)

2.2. Sobre la relación entre historia y memoria en términos del imaginario social

Para poder comprender la relación entre historia y memoria en términos del imaginario

social, que en línea con lo que se ha venido trabajando, tiene su lugar en la indagación sobre qué

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y cómo acontece la representación del pasado, es imperativo ubicar esta discusión en aquello que

son los abusos de la memoria desde una perspectiva general. Ricoeur (2013) realiza un abordaje

sobre la memoria en que logra el posicionamiento de un enfoque pragmático de la misma, según

la idea inicial de que “acordarse no es solo recibir una imagen del pasado, es también buscarla”

(Ricoeur, 2013, p. 81), desde esta mirada, se posicionan dos operaciones de la memoria que se

complementan; una ligada a lo cognitivo y otra a lo práctico, que se dimensionan desde el concepto

de rememoración, el cual funciona según el procedimiento cognitivo del reconocimiento que

implica la posibilidad de lograr ver de nuevo lo vivido en el pasado, tener una imagen de eso que

ya se experimentó, este es un procedimiento mediado por la imaginación concebida en un primer

momento, desde su capacidad reproductora, como la posibilidad de hacer presente lo ausente

brindando una imagen-representación de lo acontecido. Aquí se da cuenta del carácter esquemático

de la imaginación concebida como esa posibilidad metodológica según la cual es posible establecer

una relación entre una idea y un concepto (Ricoeur, 2010). Sin embargo, la rememoración no se

concibe únicamente desde la evocación de lo ausente, por lo que la construcción de imágenes es

sólo un momento que puede ligarse tanto a un uso activo (rememoración) como a un uso pasivo

(memorización). El procedimiento de rememoración, entonces, va en contravía al procedimiento

de memorización, el cual tiene que ver con la construcción y practica de maneras de aprender

saberes, destrezas, posibilidades de hacer que sean estables y estén disponibles para ser efectivas

(Ricoeur, 2013, p. 93).

El desencuentro entre rememoración y memorización radica en que en el primer

procedimiento, la característica es la consideración de que existe un “antes” cuya representación

es posible, pero también se sabe que este antes ya aconteció y por ende requiere de un trabajo de

búsqueda validado por el reconocimiento que implica la sensación de “ya visto”. De manera

contraria, en el procedimiento de memorización la temporalidad se anula, ya que se privilegia la

repetición del pasado a modo de aprendizaje, de hábito, se repite por la necesidad de reproducir lo

aprendido. El esfuerzo de rememoración exige el refuerzo de lo real posibilitado por el

reconocimiento, una exigencia de fiabilidad entre la imagen de ese pasado y lo que en realidad

aconteció, a esto se hace referencia cuando se enuncia la pretensión de fidelidad de la memoria:

El hecho importante es que los dos enfoques, cognitivo y pragmático se superponen en la operación

de la rememoración; el reconocimiento, que corona la búsqueda conseguida, designa la cara

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cognitiva de la rememoración, mitras que el esfuerzo y trabajo se inscriben en el campo practico.

(Ricœur 2013, p. 81)

Así, el recuerdo deviene de una potencialidad imaginativa por representar un lugar que ya

no existe en el presente, pero que puede correr el peligro de remitir a la ficción, por ende, se hace

relieve en el mantenimiento de la relación con lo anterior, incluso si para ello se debiera acudir al

poder legitimador de la creencia. Lo que interesa de estos dos procedimientos de la memoria para

fines de este trabajo, es que a partir de ejercicio hermenéutico realizado, devino la idea de que la

historia como ejercicio y como creencia tiene un lugar privilegiado desde las posibilidades de

memorización, y de ahí su oposición o subyugación con la memoria como ejercicio que implica

un volver a vivir y a significar el pasado, teniendo como requerimiento de fidelidad, la relación

con el tiempo y la distancia temporal. Sin embargo esta es una idea que no se fundamenta solo en

este aspecto de la imaginación en función de representar el pasado a nivel cognitivo, sino también

y especialmente a nivel práctico, ya que la historia y la memoria -como se evidenció en el apartado

anterior- tienen un punto de encuentro en necesidad de representar las afectaciones del conflicto

armado y la violencia sociopolítica, para lo cual es de vital importancia la recuperación de la voz

de las víctimas y los testigos de los acontecimientos, que son quienes tienen el poder de rememorar

y de brindar la bases narrativas para que dicho recuerdo se convierta de una imagen / texto

susceptible a ser puesta a circular en el contexto de lo público.

Este acto encierra diferentes riesgos que se sustentan en la característica que tiene el pasado

de poder representarse en un presente, en el cual se anhela conocer el saber que dicho pasado

encarna y que se ha difuminado por el paso del tiempo y por la distancia espacial, por medio de la

historia y la memoria concebidos desde la posibilidad de poder hacer: “el historiador se propone

“hacer historia”, como cada uno de nosotros intenta “hacer memoria”. La confrontación entre

memoria e historia tendrá lugar esencialmente en el plano de estas dos operaciones indivisamente

cognitivas y prácticas” (Ricoeur, 2013, p. 82).

Cuando la memoria se concibe como práctica, se enuncian las características e

implicaciones de su uso, al respecto Ricoeur (2013) afirma que cuando se contempla el uso,

también se debe visibilizar el riesgo de abuso: mucha o muy poca memoria. La existencia de

“mucha memoria” refiere al posicionamiento de técnicas de memorización que mediatizan las

representaciones del pasado bajo la reproducción no reflexiva, donde se valora la capacidad de

almacenar información pero no de comprender cómo se configuraron dichos aprendizajes a lo

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largo del tiempo, en este procedimiento, el olvido se prohíbe al tiempo en que se descuida el

acontecimiento que dio paso a la lección que se busca memorizar, en este caso, el exceso de

representación como vivencia del presente representa un peligro para el requerimiento de fidelidad

de la memoria. Esto sucede ya que mientras más se esquematice la producción de imágenes como

representación del pasado mayor es el riesgo de una representación ficcionalizada que se asuma

como verdad o de un desgaste de las posibilidades significativas del pasado, caracterizadas por la

inercia de hábito. La existencia de “muy poca memoria” direcciona a un uso abusivo de la misma,

según el cual la reconstrucción y representación mediatizada y publicitada del pasado se ve

fraguada por la necesidad de selección de ciertos acontecimientos y ciertos personajes. Aquí el

olvido no sólo se valora sino que se convierte en un exigencia y en una estrategia.

Decir que ficción puede configurarse como verdad o dar paso a la contemplación de otra

realidad posible, sucede dada la fuerza heurística de la ficción que se da como fruto de una

intención de re-descripción, y que da lugar a una relación entre verdad y explicación que dota a la

ficción de una “capacidad de abrir y desplegar nuevas dimensiones de realidad, gracias a la

suspensión de nuestra creencia en una descripción anterior” (Ricoeur, 2010, p. 204). De este modo,

la imaginación como mediación de los ejercicios de la memoria pueden alternar entre lo que

Ricoeur (2010) llamaría como un tránsito entre un eje noético, cuyas variaciones son reguladas

por los grados de creencia, de un lado, la conciencia crítica nula según la cual la imagen se

confunde con la realidad y del otro lado, la distancia critica en la que la imaginación se visualiza

como instrumento para la crítica de lo real (Ricoeur, 2010, p. 200). En este último aparece la

posibilidad de contemplar la alteridad que se realiza en el fenómeno utópico.

Esto es relevante en este trabajo, ya que en el análisis realizado, se denota la existencia de

una fragmentación entre el ejercicio de la historia y de la memoria, en el que por un lado, se

denuncia una historia que tiende a la justificación de la memorización, que posibilita que la historia

se convierta en creencia y en tradición de manera casi imperceptible. Por lo que la reconstrucción

histórica desde una mirada crítica se equipara al rastreo de las teorías históricas que se convirtieron

en creencia, de qué modo y según qué interés políticos sucedió este tránsito. Por otro lado, se

conciben los ejercicios de memoria que refieren al enaltecimiento de la rememoración sustentada

en la objetivación de las huellas dejadas por la afectaciones (lo cual se realiza como fruto del

ejercicio histórico). Por lo que se infiere que la memoria sigue siendo un sustrato de ejercicio

histórico: la historia se alimenta de la capacidad de rememoración de unos sujetos denegados

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históricamente, por lo que adquiere un papel político al denunciar la invisibilización de algunas

memorias: las de las víctimas. Estas memorias se regulan y se convierten en productos

comunicativos, de los cuales se denuncia (de nuevo) su capacidad selectiva, aspecto que pareciera

inevitable dada la ontología misma de la memoria en tanto representación de un pasado que ya no

se puede experimentar en términos de la percepción, sino en términos de la imaginación, que

tomando a Ricoeur (2010), se define como:

Un libre juego con las posibilidades en un estado de no compromiso respecto al mundo de la

percepción o de la acción. En este estado de no compromiso, ensayamos ideas nuevas, valores

nuevos, nuevas maneras de estar en el mundo. Pero este sentido común atribuido al concepto de

imaginación no es plenamente reconocido mientras no se vincule la fecundidad de la imaginación

con la del lenguaje, tal y como es ejemplificada por el proceso metafórico. Pues olvidamos entonces

la siguiente verdad: solo vemos imágenes si primero las entendemos. (p.203)

He aquí, la relación entre rememoración y memorización como lugares de la memoria

mediados por la imaginación; en la memorización, la imaginación produce imágenes que se

reproducen a modo de verdad, en la rememoración se busca en el entendimiento de las imágenes

¿cómo lograr este entendimiento cuando no se ha sido víctima, cuando las afectaciones no han

transitado por el cuerpo?, la respuesta a esta pregunta se puede dar desde la disertación

anteriormente citada que Ricoeur (2010) realiza sobre la imaginación: cuando se concibe el papel

de la imaginación como lugar de experimentación de posibilidades diversas en un estado de no

compromiso con la percepción, cuando se vincula la imaginación y el lenguaje. Esa

experimentación de posibilidades diversas permite determinar una distancia respecto a la ideología

en la que se refuerza la realidad, incluso cuando esa realidad es manipulada en función del poder

y la autoridad, pero también permite entender que una posición radicalmente reactiva a esta

ideología puede conducir a la instauración de un nuevo poder peor que el que se revocó.

En el apartado anterior, se evidenció que otro aspecto que relaciona a la memoria y la

historia en el sentido de la representación del pasado, es la idea de historia como creencia que se

ha sedimentado en la forma de concebir la realidad: lo que primero pasa por el discurso histórico

y luego se convierte en creencia. Esto se evidencia en acepciones según las cuales se entiende que

la historia genera cierta conciencia sobre el pasado que hace mella sobre las prácticas del presente.

En el caso colombiano, se evidencia una conciencia polarizada sustentada en coyunturas

entendidas a modo de acontecimientos fundadores que han reproducido la imagen del enemigo

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según diferentes preceptos: acontecimientos importados de otros contextos, acontecimientos

excluyentes contados a modo de reforzamiento de la dualidad entre buenos y villanos, vencedores

y vencidos, triunfos logrados y derrotas merecidas, estas son las características dela historia oficial

que se conjuga a modo de conmemoraciones, a la que se resiste por medio de la memoria, la cual

posibilita una nueva conciencia del pasado en la medida en que visibiliza el papel de actores

silenciados. Junto a esto, se articula la existencia de otro eje problemático que es el enaltecimiento

de la afectación y de la posibilidad de rememoración.

Hasta el momento se ha realizado un análisis de aquellos elementos que se evidencian como

mediaciones en la relación entre memoria e historia que se pudieron evidenciar en el ejercicio

hermenéutico realizado con los informes. Estos elementos tienen que ver con un enaltecimiento

de la rememoración como lugar de la afectación y como posibilidad de acceder a cierta fidelidad

con el acontecimiento histórico; y la identificación de la creencia como un lugar de confrontación

entre la historia y la memoria, en el que la primera se fragua un lugar en el refuerzo de la realidad

como instrumento de un fenómeno ideológico en su nivel justificador y la segunda actúa o debería

actuar como resistencia a dicho fenómeno. Estos dos elementos se complementan en el sentido en

que el enaltecimiento de la afectación, en el caso colombiano, se evidencia como un enaltecimiento

del lugar histórico de las víctimas; pero también se contradicen, ya que la materialización histórica

de las afectaciones termina en la conmemoración de imágenes que traducen en el presente y para

los otros -no afectados-, las huellas de la afectación, como ya se ha visto, este proceso de hacer

pública la memoria de las víctimas en términos de reconstrucción de las huellas, puede correr el

riesgo de una sobreestimación de los lugares y las imágenes que termine en un descuido del

acontecimiento (Ricoeur, 2013, p. 92).

En línea con lo anterior, se encuentran dos aspectos de la representación del pasado. En el

primero se pone en evidencia que la memoria caracterizada por su cualidad temporal, tienen la

posibilidad de garantizar que el acontecimiento ocurrió, pero no puede garantizar que exista una

adecuación entre la comunicación de la afectación y el acontecimiento. Esto, ya que la imaginación

media tanto el acto de memorización como el de rememoración. En relación al segundo aspecto,

aparece el rol de historiador (concebido para fines de este trabajo como cualquier sujeto o

institución que construya objetivaciones sobre las reflexiones sobre el pasado), quien para dar

cuenta de los acontecimientos del pasado, recurre necesariamente a la narración de los hechos

históricos. De este modo, el ejercicio de la historia tiene esa potencialidad crítica por contrastar las

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representaciones del pasado con aquello que direccione a la exploración de las afectaciones: los

testimonios y las huellas físicas. Así, la distancia temporal no debe ser concebida como un riesgo

sino como una posibilidad crítica, ya que es una distancia que no se puede acortar ni desconocer,

por lo que toda representación del pasado no es una copia del pasado, sino que toma el lugar el

pasado (Ricoeur, 2013).

Lo anterior no quiere decir que la historia sea ficción, ya que como se ha visto, la historia

como ejercicio crítico, rastrea y contrasta las posibilidades de la rememoración que implican la

exigencia de la realidad y de un compromiso por parte del investigador de que los componentes

de la narración que configuran la articulación textual del hecho histórico, en realidad hayan

existido en el pasado. Se hace preciso ahora preguntarse ¿Cómo mediar entre este compromiso de

fidelidad con el hecho histórico (que posibilita el momento del reconocimiento) y el estado de no

compromiso con el mundo de la percepción característico dela imaginación como plataforma para

ensayar posibilidades?, ¿Cómo lidiar con la sospecha de falsedad de ejercicio histórico, cuando se

define como un ejercicio mediado por la inscripción de elementos retóricos e imaginativos, así

como juicios morales y de valor, además de contemplar la distancia inevitable entre el

acontecimiento y la representación histórica?, y ¿Cómo hacer frente al riesgo de que las

representaciones del pasado, ya sean futo de la rememoración o de la re-descripción histórica,

puedan llegar a ser utilizadas y manipuladas?. Estas preguntas se abordan en el siguiente capítulo,

en el cual se aborda el tema de los abusos de la memoria identificados en los textos analizados.

Cabe aclarar que estos abusos se infieren a modo de consenso entre las interpretaciones y

vinculaciones narrativas que los constituyen, de lo cual también dependió su caracterización como

abusos de la memoria ejercida, ya que las referencias de los textos se relacionaron con lo planteado

por Ricoeur (2013) en este tipo de abusos, los cuales están relacionados principalmente con el uso

de la memoria para revertir los problemas de la identidad cuando la identidad se configura como

servidora de la ideología como justificación. Finalmente, se busca mostrar la relación dialéctica

entre memoria e historia teniendo como referente el papel de la utopía.

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CAPITULO 3

REFLEXIVIDAD

Después de haber realizado el anterior ejercicio de reconstrucción conceptual atravesado

por la historicidad propia de los textos analizados y según la pretensión de dar cuenta de los

cuestionamientos sobre qué se entiende por memoria e historia y a qué hace referencia la

representación cuando se discuten estos temas, pasando por la enunciación de los actores que

aparecen en dichas referencias junto al lugar que ocupan en ellas, se busca en este capítulo dar

cuenta de una organización de lo obtenido a modo de conclusiones que de manera paralela,

posibiliten explicitar el carácter propositivo de esta investigación, la cual aparte de exponer una

comprensión teórica sustentada en una metodología situada, se entendió como un ejercicio creativo

de reflexión histórica que permitió el diálogo entre textos históricos, concepciones y un lugar

teórico caracterizado por su aspecto conciliador, como es la perspectiva de Paul Ricoeur.

Esto se realizará en dos momentos, en el primero se señala una la relación entre historia y

memoria desde una obturación de la imaginación según la perspectiva de los abusos de la memoria

natural -cuando se hace referencia a la rememoración- en su nivel práctico: “la memoria

manipulada” (Ricoeur, 2013), y en el segundo, se hace una aproximación a la relación entre historia

y memoria a partir de la imaginación vinculada con el carácter positivo del fenómeno utópico.

Estos dos momentos responden respectivamente a cuestionamientos sobre el fenómeno ideológico

en su nivel de justificación del poder y sobre el fenómeno utópico posibilidad para la imaginación

de otros mundos. Esta aproximación responde a la necesidad de ubicarse primero en el lugar

ideológico para poder mantener abierto el campo de lo posible, conservando la distancia entre la

esperanza y la tradición (Ricoeur, 2010, p. 359).

Como prevención para los lectores, es preciso aclarar que los textos analizados se

entendieron como contribuciones a la comprensión histórica del conflicto armado y de la violencia

sociopolítica en Colombia, pero no son textos descriptivos ni tienen la intensión de serlo, son textos

interpretativos que aportan a la memoria como repertorio de interpretaciones heterogéneas sobre

los acontecimientos y los hechos históricos (por lo que se configuran como textos históricos, pero

también como reflexiones sobre la historia, y podrían ser considerados como contribuciones a la

memoria y reflexiones sobre la memoria), y la mirada analítica sobre ellos estuvo puesta en la

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función de la imaginación en los modos de representación más que en los contenidos de la

imaginación.

3.1 Ideología como obturación de la imaginación

Una lectura de los abusos de la memoria en su nivel práctico

En el primer capítulo se estableció como provocación discursiva, la idea de que en las

reflexiones sobre la memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en

Colombia, se evidenciaba la necesidad de comprender la relación entre memoria e historia a la luz

de su concordancia con el fenómeno ideológico, pero apelando a una distancia respecto a los

desastres que ha dejado la ideología hegemónica en la conciencia histórica a razón a las ideas y

representaciones que se configuran en torno al conflicto armado y a la violencia sociopolítica en

Colombia. A partir de esta precaución, en este aparado que buscar realizar una consideración

conclusiva, respecto a las formas en que se evidenció que la relación entre memoria e historia, se

encuentra mediada por la obturación de la imaginación cuando la representación del pasado se da

en función del fortalecimiento del fenómeno ideológico como justificación. Para esto, se realizará

un abordaje general de lo que Ricoeur (2013) expone bajo la acepción de abusos de la memoria,

para luego explicitar la relación entre éstos y lo evidenciado en los textos analizados.

Ricoeur (2013) realiza un abordaje de los abusos de la memoria ejercida, en el que

diferencia una tipología de tres abusos: a nivel patológico señala los de la memoria impedida, a

nivel práctico enuncia los de la memoria manipulada y a nivel ético-político establece los de la

memoria convocada abusivamente o de la memoria obligada. Sin negar que todos los abusos sirven

para un análisis del tema que aquí se viene abordando, a saber, la relación sobre memoria e historia

en un contexto sociopolítico en el que ya se ha evidenciado la existencia de historias hegemónicas

y memorias contaminadas por las historias hegemónicas, por lo que son memorias en constante

estado de tensión respecto a la forma de representar el pasado y a la cualidad de las conciencias

históricas que provocan, en este trabajo se retoman específicamente los abusos de la memoria

manipulada, ya que son los que tienen una relación más evidente con el fenómeno ideológico, el

cual, según Ricoeur (2013) es opaco en un doble sentido: siempre permanece oculto y es complejo

dada su operación en tres niveles, el de la distorsión, el de la legitimación del sistema de poder, y

el de la integración al mundo común por medio de la construcción y mantenimiento de sistemas

simbólicos inmanentes a la acción. Según estos tres niveles, la ideología tiene la característica de

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que siempre gira en torno al poder, ya que posibilita el requerimiento de legitimidad a una

autoridad dada, que tiene respuesta en términos de creencia.

En este orden de ideas, la memoria manipulada tiene lugar cuando se moviliza la memoria

al servicio de la búsqueda, requerimiento o reivindicación de la identidad (Ricoeur, 2013). Hay

que recordar que identidad tiene que ver con el fenómeno ideológico en su función positiva de dar

lugar a un grupo y de movilizar su acción, esta es una función que es frágil en la medida en que su

reivindicación y la expresión pública de sus actos fundadores se den mediadas por el fenómeno

ideológico. Esto sucede, afirma Ricoeur (2013), ya que la identidad tiene una un carácter temporal

que la lleva a una evaluación del presente y a una proyección del futuro, este carácter puede ser

opacado por la ideología que exige una estabilidad en el tiempo, un mantenimiento de sí en el

tiempo. También ocurre que cuando la identidad se convierte en un instrumento de la ideología, la

alteridad se concibe como amenaza, y cuando el otro se siente como una amenaza, los

acontecimientos que posibilitan su permanencia y estabilidad, suelen recurrir a la violencia, según

esta idea, es que Ricoeur (2013) hace referencia a un herencia de la violencia fundadora legitimada

por un Estado de derecho precario, y luego por su antigüedad misma (p. 108).

Esto va en línea con la idea que se evidenció en el análisis de los informes, según la cual,

la memoria de los enemigos se envilece para provocar la satisfacción del triunfo y con ello

justificar la aniquilación, por lo que la memoria del otro, materializada por esquemas valorativos,

puede convertirse en un arma de guerra, así como en una bandera de resistencia cuando se

enaltecen y ponen en escena las memorias de las víctimas. Tal vez la única forma de mediar con

esto que parece un destino fatal, es la construcción de conciencias históricas mediadas por la

evaluación de sus propios esquemas de alteridad y las respuestas que tienen para ellos, ya que si

la alteridad se concibe como amenaza o como insoportable, siempre es indicador de que se está

ubicado en un lugar ideológico que está exigiendo más creencia de la que podría obtener si se

sustentara en la trasparencia.

Ricoeur (2013) anuncia que la ideología y la memoria, también se relacionan según

mediaciones simbólicas de la acción que tienen que ver con la constitución de una identidad

narrativa, pues a través de la función narrativa se define la identidad de los personajes al tiempo

en se delimita la acción, por lo que cuando un acontecimiento histórico se convierte en un hecho

histórico, siempre se corre el riesgo de estar dando lugar a un relato impuesto, Ricoeur (2013)

afirma que éste es el instrumento privilegiado de la dominación en el sentido en que produce

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seducción e intimidación. En este sentido, se denuncia la existencia de una memoria impuesta,

equipada de una historia oficial autorizada que se aprende y celebra públicamente, esto indica un

pacto entre rememoración, memorización y conmemoración (Ricoeur, 2013, p. 110).

Ya habiendo realizado este corto recorrido conceptual sobre la forma en que se entiende la

relación entre memoria e historia en función del fenómeno ideológico, se expone ahora, la forma

en que éstos se evidencian en el caso de los resultados obtenidos de esta investigación.

En un primer momento, se hace visible que cuando se conjuga historia y memoria, aparece

la noción de creencia, como sedimentación de los significados impuestos a partir de hechos

históricos definidos como lecciones del pasado, heridas del pasado y fracturas del pasado. En

relación con esta idea, la historia es definida y organizada según las lecciones que dejó, y los

acontecimientos que marcaron el ambiente social, económico y político que se afirma que se

experimentó en algunas épocas o coyunturas. La historia así narrada se define como lugar de

posicionamiento de poderes que se instauran en el sentido común como poderes legítimos. En el

caso colombiano el poder no ha sido sólo uno, por lo que hay una lucha constante de historias que

buscan posicionarse en la memoria de aquellos que no han pasado necesariamente por afectaciones

históricas que se puedan considerar como acontecimientos fundadores de la historia común. Estos

acontecimientos en el caso colombiano se evidencian como cambiantes con el tiempo, este es un

cambio que se relaciona con trasformaciones sociales, pues pareciera que cada vez que sucede un

acontecimiento que cambie en algo a la sociedad que lo incuba o que lo recibe y reproduce, aparece

un acontecimiento fundador que merece su permanecía en la memoria colectiva.

Sin embargo, en el caso colombiano también existen memorias alternas, que no disputan

su lugar como legítimas y que por ende terminan ocultas o siendo objetivo de supresión, el

ocultamiento de estas memorias dificulta su enunciación en términos de la historia, ya que

normalmente no son evidentes desde afuera, de estas memorias apenas se infiere su existencia, ya

que objetivarlas desde la historia sería correr el riesgo de enunciarlas desde una configuración

narrativa de la que ellas no quieren ser parte.

En relación a lo anterior, en Colombia se vive una coyuntura caracterizada por la

emergencia de memorias que permanecían ocultas y silenciadas: las memorias de las víctimas, que

empiezan a ser consideradas como relevantes para la historia del país, por lo que han empezado a

enunciarse en contextos públicos, acontecimientos que no dejan de ser violentos pero que son

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narrados ahora desde las voces de las víctimas, de quienes su experiencia se concibe a partir del

dolor provocado por victimarios que adquieren varias formas y que nunca son anónimos.

Las victimas pasan a ser visibles en la historia desde un lugar que se espera que no disputa

con ningún otro, sino que se visibilice como una oportunidad para conocer otra esfera de la historia

nacional, por lo que se reviste de carácter crítico. Teniendo en cuenta lo anterior, la memoria en

Colombia en tanto categoría emergente con el posicionamiento de las víctimas en el panorama

político, se concibe como un ejercicio crítico al que no todos pueden acceder por que siguen presos

de una historia que se ha instaurado a modo de creencia sustentada en la memorización de ciertos

acontecimientos que se siguen enunciando como fundadores y que aún no incluyen la memoria de

las víctimas que se ha venido posicionando en los últimos tiempos, esta inclusión se enuncia en

los textos, a futuro, como una expectativa. En línea con la idea de que la memoria y la historia son

del pasado, tal vez esa sea la explicación de que los actos fundadores no se lean de manera común

desde el lugar de las víctimas. Pero también hay que decir que pareciera que el mismo carácter de

la memoria de las víctimas como lugar común, no permitiera que sean comprendidas desde la

superposición a otros lugares históricos, ya que esto implicaría su funcionamiento en pro de una

identidad dada, y con esto, su operación bajo la justificación de una autoridad.

En línea con lo anterior, en los textos se evidencian la narración del lugar de diversos

actores cuando se habla de memoria o de historia. Estos actores son el Estado, cuyo rol alterna

entre su agentividad y su pasividad, pues se enuncia su rol activo desde la denuncia de su

complicidad con los victimarios (por ende victimario o presunto victimario) y su carácter de

poseedor de información histórica a modo de archivos judiciales, pero sobre todo, aparece como

un actor pasivo caracterizado por su negligencia y por sus acciones pronunciadas en términos de

expectativas, de lo que se esperaría de él en términos de garantía de derechos. Por otro lado,

aparecen las víctimas, que son caracterizadas según el espectro de las consecuencias de las

afectaciones de la guerra, por lo que sale a relucir su carácter diverso y su heterogeneidad, pero su

lugar común desde el olvido que las ha sepultado en un lugar relegado de la historia oficial como

aquella que todos conocen como fundadora de la nación. También aparece la sociedad en general,

que se configura como un agente caracterizado por ser coautor del silencio dado su desinterés por

la construcción de memoria, por lo que su acción se narra en futuro, a modo de expectativas sobre

la construcción de conciencia histórica en la que éste actor pueda narrarse en relación a la

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multiplicidad de versiones y relatos que se han configurado sobre el origen y consecuencias del

conflicto armado en Colombia.

Estos actores son los que aparecen con mayor fuerza cuando se hace referencia a la

memoria o a la historia en los textos analizados, y como se da cuenta, no se recurre a un

antagonismo necesario para enunciarlos, esto, ya que en estos textos los antagonismos y las

polaridades entre actores fueron identificados para a caracterizar algunas coyunturas o épocas

históricas, con el fin de rastrear algunas de estas polarizaciones que se mantienen a modo de

creencia o de marco interpretativo de la realidad (como la búsqueda constante de buenos y malos,

de victoriosos y humillados) que no se quieren seguir posicionando pero que se deben reconocer

para visibilizarlos.

En línea con lo expuesto hasta el momento, la ideología requiere de la imaginación

reproductora para crear imágenes a modo de verdades y ponerlas a circular en el contexto de lo

común, esto tiene que ver con el hecho de que sólo se fortalece la creencia y se reconocen las cosas

como parte de la cotidianidad, si se relacionan con lo que ya conocemos, y la imaginación, en tanto

esquematizante, tiene la capacidad de producir imágenes asociadas a conceptos bajo estructuras

que ya son familiares. Como se ha visto, en el caso colombiano ha sucedido que lo familiar se ha

consolidado desde la naturalización de ciertas violencias sustentadas en las polarizaciones sociales,

en este sentido, la ideología no obtura a la imaginación como tal, sino a la imaginación productora

que posibilita la concepción profunda de la alteridad.

Ahora bien, ante la pregunta por cómo hacer frente al riesgo casi inevitable del abuso de la

memoria por vías de la manipulación ideológica, es importante hacer uso de algunas

consideraciones, la primera es que la memoria, en tanto que está ligada al acontecimiento histórico

entendido como lo que sucedió realmente en el pasado que es susceptible a ser representado, debe

asumirse como una posibilidad de rehacer lo que aconteció sin que esto se confunda con una verdad

o con una falsedad. Se podría decir que cuando se presume una verdad sobre el pasado con la

intensión de persuadir al otro sobre ésta, se está haciendo desde un lugar ideológico que busca

legitimar una autoridad. La segunda consideración, es que en la medida en que la memoria refiere

al acontecimiento histórico, opera como una forma de refuerzo de la realidad (función del

fenómeno ideológico), por lo que “es incapaz de “distanciarse” del pasado para explicitar la

ideología que está en la base de su vínculo con el pasado” (Lythgoe, 2014, p.84). Sin embargo,

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aunque la memoria no se puede distanciar del pasado, sí puede realizar un movimiento crítico que

implique contemplar otro lugar como posibilidad, para así hacer visible el lugar ideológico.

Al respecto de lo anterior, Ricoeur (2013) afirma que un detractor de la ideología sería

capaz de dar una descripción sin interpretación en términos de significaciones de valor o norma

de la praxis humana. Siguiendo esta idea, aquí se planteará una alternativa respecto a una

posibilidad utópica que se arraigue en la experiencia pero que no se sustente como detractora a

una ideología dada o como anunciadora de un lugar no ideológico, ésta tiene que ver con el carácter

productor de la imaginación, bajo el cual se constituye el vínculo analógico como base de la

experiencia histórica general, lugar para la compresión y reconocimiento de la alteridad. Esto se

aclarará con mayor detenimiento (pero no completamente, valga la advertencia, ya que son más

los cuestionamientos que las certezas respecto a este punto) en el siguiente aparatado.

3.2 De la función utópica

Acerca de la imaginación productora y el vínculo analógico

La relación que se establece entre historia y memoria como representaciones del pasado,

en el caso de la memoria referente al acontecimiento histórico como condición para el refuerzo de

lo real, y en el caso de la historia al hecho histórico como posibilidad de articulación del discurso

histórico, es compleja en tanto que refieren al pasado y no pueden negarlo o abandonarlo. Esto

puede ser concebido como una imposibilidad para la realización de lo imaginativo en tanto

ubicación en un lugar de no compromiso con la realidad circunstancial, especialmente, cuando se

trata del sufragio de lo ideológico, ya que también apelando al pasado, aparece la idea de que éste

es determinado y por ende no puede ser cambiado.

Sin embargo, sucede que cuando el acontecimiento se narra por quien guarda en su cuerpo

las marcas de la afectación directa y cuando dicho acontecimiento se articula en un discurso

histórico orientado por la labor de un historiador (que puede ser cualquier sujeto o colectividad

con la necesidad o voluntad por fijar un discurso histórico sustentado en las huellas que dejan los

acontecimientos), ya hay distintas mediaciones de la imaginación productora, empezando por el

acto de rememoración inicial sustentado en el acontecimiento, ya que el afectado debe transitar

por un trabajo de memoria que le posibilite llegar al reconocimiento de ese pasado para poder

narrarlo. Como ya se ha afirmado, esta rememoración es acción en tanto requiere de búsqueda, y

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toda búsqueda implica un tránsito de un lugar a otro o de un tiempo a otro (incluso de una realidad

a otra), y todo transito está sometido a transformaciones.

De este modo, aunque el pasado ya aconteció “el sentido de lo que pasó no está fijado de

una vez por todas” (Ricoeur, 1999, p. 48-49). Esto se evidencia de manera muy clara en el ejercicio

histórico, ya que lo que hace el historiador es precisamente transitar del testimonio al texto

histórico o cualquier otra forma de fijación, bajo las que se propende por la construcción de un

sentido, esto sucede, así el interés del historiador sea puramente descriptivo. En este sentido, el

sentido del pasado es reinterpretación del pasado, y tanto la rememoración como la fijación del

recuerdo se dan como formas de búsqueda y de construcción de sentido. Así pues, el rol del

historiador y del testigo como “intérpretes del pasado” se articula en la labor de configuración

narrativa, por medio de la cual se dota de sentido al pasado.

Se podría afirmar que tanto el historiador como el testigo, realizan un trabajo de memoria,

un esfuerzo. En el caso del testigo, este trabajo culmina en el reconocimiento que sólo él puede

lograr de lo que vivió, lo cual implica reubicarse en el pasado, asimilarlo como parte de su

temporalidad y de la temporalidad que comparte con otros, para poder tener la voluntad de hacer

pública su versión. Mientras tanto, en el caso del historiador, su trabajo consiste en la búsqueda de

las huellas y debería sustentarse también en la sospecha respecto a las mismas y a las cargas

ideológicas que las soportan, este trabajo se direcciona a la provocación del reconocimiento por

parte de los receptores del discurso histórico. En este caso, el reconocimiento ya no se da como

posibilidad del acontecimiento histórico como fragmento de la realidad perceptible, sino que se da

ligada al acontecimiento como componente de la narración, que alineado con otros componentes

se constituye como una articulación inteligible, es decir, provocadora de sentido.

Como se vio en el apartado anterior, la constitución narrativa de la representación del

pasado es tanto crisis como oportunidad, pues los relatos no son inocentes, al respecto, Bruner, J

(2013) afirma que los relatos “siempre tienen un mensaje, la mayor de las veces tan bien oculto

que ni siquiera el narrador sabe qué interés persigue” (p. 18). En este sentido, la posibilidad de

selección que caracteriza la distancia temporal de toda representación del pasado, puede dar lugar

a un engaño que no deviene exclusivamente del carácter narrativo de la articulación del pasado a

través de la representación, sino de sus usos, de este modo es comprensible ahora porqué se ha

instaurado la idea de que la memoria en el caso colombiano se ha configurado como liberadora en

la medida en que contiene resistencias de voces ocultas y desconocidas, pero también puede llegar

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a considerarse como una articulación sospechosa, y aquí, otra preocupación, la sospecha también

se puede modelar e imponer.

Sin embargo, ya habiendo expuesto el primer paso del movimiento crítico que implica

situarse en el lugar ideológico para poder visibilizar un lugar distinto, que sería lo mismo que

visibilizar la realidad y situase en un espacio de no compromiso con la misma, ahora se pretenden

brindar algunas posibilidades para visibilizar el lugar no ideológico respecto a la memoria y a la

historia como enclaves para la representación del pasado, los cuales se proponen en el sentido de

la visibilización, en el ejercicio histórico, de los límites de la representación cuando refiere a las

afectaciones para romper con los esquemas de verdad histórica y para que de esta manera el trabajo

de la memoria no consista, a modo de cacería de brujas, en la identificación de testimonios falsos,

sino más bien en la utilización de testimonios de manera tal que contribuyan al descubrimiento de

la referencia primordial, concebida por Ricoeur (2010), como la referencia temporal que

fundamenta la experiencia histórica general, y está sustentada en el reconocimiento ya no delos

acontecimientos históricos, o de los acontecimientos narrativos alineados a un discurso históricos,

sino el reconocimiento profundo de los otros como parte de nuestra historia común, esto sucede

cuando potenciamos la narración en la vida cotidiana, manteniendo el ánimo en las posibilidades

críticas potenciadas por la imaginación productora, al respecto Ricoeur (2010) afirma que:

La posibilidad de una experiencia histórica en general reside en nuestra capacidad de permanecer

expuestos a los efectos de la historia; y permaneceremos expuestos a los efectos de la historia en la

medida en que seamos capaces de ensanchar nuestra capacidad de ser afectados por esa misma

historia: la imaginación es el secreto de esta capacidad. (p. 2010)

Si la imaginación es el secreto de esta capacidad, que en términos éticos - políticos podría

definirse como una evocación por la tolerancia a la alteridad, se podría decir, que también es un

requerimiento para toda crítica. No hace falta que se enseñe a ser crítico, sino que potencie un

movimiento que permita el reconocimiento de que todo está atravesado por la imaginación, sólo

que normalmente se le utiliza como refuerzo de lo real. Al respecto, Ricoeur (2010) hace referencia

a la innovación semánticas desde el uso metafórico del leguaje como ejemplo máximo de

implicación de esta imaginación productora y creativa que hace que el desequilibrio molesto entre

tradición e innovación que ocasiona la subversión en términos políticos, sea más soportable y tenga

más sentido, ya que parte de lo conocido y lo familiar. He aquí una explicación (metafórica) de la

función de la metáfora en la vida cotidiana:

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La narrativa requiere amortiguadores que protejan al oyente o al lector de los terrores de potencia

ilimitada. Amortiguadores del tipo de escudo reflector de Perseo, que impide que él sea

transformado en piedra como sucedería si mirase directamente a Medusa. Finalmente él le apunta

con el espejo con su escudo y le corta la cabeza con un golpe bien asestado. Las metáforas de la

literatura son el espejo de Perseo: lo salvan (y nos salvan) del impacto seco del terror a lo posible.

(Bruner, 2013, p. 77-78)

Tal vez, sea necesario que los textos de historia apelen más a la enunciación metafórica,

con el fin de dar lugar a memorias y a creencias más dispuestas a lo posible; todavía quedan dudas

respecto a la relación problemática que esto pueda ocasionar con la referencia directa que la

memoria tiene respecto al pasado. En este punto, el Centro de Memoria Histórica muestra una

posibilidad muy enriquecedora, ya que cumple con dos requisitos: siempre anuncia su lugar

interpretativo como agente de la representación histórica y apela por un uso de los testimonios

que invita a explorar el mundo de los sentimientos y las emociones, este no es un uso

ejemplarizante ni argumentativo, sino que demuestra que es posible un diálogo con las víctimas a

través del texto. De este modo, se entiende que la selección es un requerimiento de todo testimonio

fijado, pero puede realizarse en función de la potenciación de cierta innovación semántica que

posibilite la ubicación en otro lugar. También se evidenció que en los tres textos, habían

enunciados metafóricos que apelaban al “horror”, a lo “monstruoso” y al “abandono” para

connotar los efectos de la guerra. Entonces, tal vez no sea suficiente con la utilización de las

redescripciones metafóricas, sino con aceptar su uso y su función de manera explícita como parte

de los ejercicios de representación del pasado.

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CONCLUSIONES

Con el fin de no repetir los elementos que se han expuesto en los capítulos anteriores, para

este capítulo se ha optado metodológicamente por hacer referencias, cuando sea necesario, a las

secciones donde previamente ya se haya expuesto la idea en este trabajo de grado. Las referencias

se harán indicando la página y sección donde éstas se encuentren. El orden de este apartado se da

con el fin de hacer visible la forma en que se abordó el problema planteado, a saber, ¿Cómo podría

construirse una perspectiva epistemológica de la memoria como práctica imaginativa, a través de

un análisis de las condiciones históricas de emergencia de la idea memoria en el contexto del

conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia?

En primer lugar, es preciso aclarar que para fines de este trabajo, una perspectiva

epistemológica se concibe como una articulación de acepciones que devienen de la comprensión

por cómo se construye el conocimiento, en este caso, sobre la memoria. Por esta razón, se optó por

conjugar tres aspectos que tienen que ver con las formas en que se ha configurado la memoria

como saber y el saber sobre la memoria, y de manera paralela se da cuenta de la relación que se

presenta entre estas formas de construcción de saberes con la perspectiva del imaginario social.

Estos aspectos son: los principios de la investigación social interdisciplinaria -contextualidad,

historicidad, reflexividad (Serna, 2008)-, la perspectiva filosófica de Paul Ricoeur en torno al

imaginario social y necesidad de comprender los lenguajes de producción y uso del conocimiento

sobre la memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia.

De este modo, en este trabajo se partió de la realización de un ejercicio hermenéutico

situado, que permitió la construcción de una perspectiva epistemológica, no en el sentido de

delimitación sobre qué características debe tener el conocimiento sobre la memoria desde la

perspectiva del imaginario social, más bien, se trató de un esfuerzo por visibilizar en primera

instancia cómo lo imaginario atraviesa y tiene funciones específicas en la construcción, producción

e imposición de conocimiento sobre la memoria. Visibilización que necesariamente estuvo

atravesada por cuestionamientos respecto a cómo se ha configurado la memoria como saber y el

saber sobre la memoria en el contexto colombiano y por formulaciones sobre lo que implica

repensar la memoria desde la perspectiva del imaginario social bajo una interpretación de los

planteamientos e Paul Ricoeur sobre temas como la ideología, la utopía, la imaginación, la ficción,

la narrativa, el texto y la acción.

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En línea con lo anterior, estas conclusiones se presentan a modo de recapitulación de

aspectos teóricos y contextuales, ambos situados, que surgieron como requerimientos y

posibilidades para la comprensión de la memoria desde una perspectiva centrada en el imaginario

social, y que constituyen una perspectiva epistemológica en cuanto a la reflexión sobre la memoria

como saber, y a la organización de dicha reflexión en el marco de los principios de la

interdisciplina.

A nivel de la contextualidad, materializada por medio de un ejercicio de exploración de las

posibilidades y la pertinencia del problema planteado en dos vías: las formas en que la memoria

ha venido siendo concebida y abordada en el contexto académico; y la exposición de la perspectiva

ricoeriana respecto al imaginario social como intersección entre lo ideológico y lo utópico, y la

cuestión del sentido y la referencia en el ejercicio hermenéutico como forma de dialogar con las

fijaciones de la realidad, se pueden pudieron evidenciar los siguientes aspectos que dan cuenta de

unas ideas iniciales sobre la memoria y la forma en que éstas implican mediaciones visibilizadas

y no visibilizadas a cerca de la imaginación en el abordaje de la memoria. Es preciso aclarar que

fruto de la revisión de documentos académicos sobre la memoria y también desdelos

planteamientos que el mismo Ricoeur (1999, 2013) realiza sobre la memoria, se evidenció que las

reflexiones sobre la memoria, estaban atravesadas por reflexiones sobre el pasado, y en toda

reflexión sobre el pasado, aparece también el tema de la historia, por esta razón, la memoria y la

historia se configuraron como las categorías principales de esta investigación:

Las problematizaciones sobre la memoria en el marco del conflicto armado y la violencia

política en Colombia han tendido a centrarse en uno de los siguientes aspectos: 1. En los

contenidos de lo memorable, cuando se estudian casos emblemáticos o casos emergentes

que develan las implicaciones del olvido provocado por la selección desmesurada de lo que

legítimamente debe ser recordado. Implicaciones que se caracterizan desde la continuidad

de las expresiones violentas de los ejercicios políticos en el país y la necesidad de reconocer

relatos alternos al relato selectivo promulgado por la historia oficial. 2. En las formas en

que se produce y reproduce lo memorable desde una perspectiva que apunta a la develación

de las estrategias de políticas que hacen de la memoria un espectro de lo que debe ser

recordado y olvidado por las sociedades, cuando se estudian los procesos generales de

dotación de sentido del paso en determinadas coyunturas que tienen que ver con el

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establecimiento de políticas de la memoria desde la construcción y delimitación de

regímenes de lo memorable. (Apartado: La memoria. Pg. 23)

Las referencias a lo histórico en relación a la memoria, tienden a configurar la historia

como el lugar público y objetivo de la relación representativa con el pasado. La historia es

un lugar público en tanto su propósito es preservar una interpretación de los

acontecimientos del pasado, denotados como significativos para la comprensión del

devenir de una sociedad en relación a su significación en el presente y a su articulación con

el futuro: estos dos últimos procedimientos se realizan comandados por la memoria. En

este sentido, se puede decir que la historia se visibiliza como un lugar y un insumo

pedagógico que se alimenta de la memoria de algunos (los testigos de los acontecimientos)

para alimentar la memoria de otros (quienes no experimentaron los acontecimientos pero

necesitan conocerlos para ubicarse como parte de una sociedad determinada). Así, la

historia se concibe como un área de la memoria que de manera paralela contribuye a su

configuración según unos requerimientos del presente que se denotan como sustentadores

de una versión hegemónica, pues la historia, en tanto construcción humana, es siempre

selectiva y dicha selección depende de quienes tienen el poder para recolectar los

testimonios y manipularlos según sus intereses. En el caso Colombiano, partiendo de los

estudios revisados, los intereses de quienes tienen el poder siempre han apelado al

ocultamiento del lugar de las víctimas o su significación desde la pasividad, al

posicionamiento de algunos acontecimientos por encima de otros, y a la satanización de

algunos victimarios como han sido las guerrillas o ejércitos de izquierda. Por ello, los

estudios sobre la memoria han optado por el énfasis en el lugar de las víctimas y de manera

muy específica pero reiterativa de los “emprendedores de memoria”, que son sujetos

comprometidos con la puesta en escena pública de los relatos-otros o desconocidos sobre

los acontecimientos emblemáticos, o con la exposición testimonial de acontecimientos

desconocidos para el grueso de la sociedad. En este sentido, el ejercicio de la memoria es

casi que un alegato contra lo que la historia ha negado. Esto demuestra que la memoria

nunca se concibe como un ejercicio perverso que también puede contribuir a la negación

de algunos denotados como otros. (Apartado: La Historia. Pg.26)

En relación a las dos interpretaciones anteriormente enunciadas sobre la memoria y la

historia, se concibe que existen algunas ideas generales en las investigaciones, sobre

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aquello que es la memoria y su relación con la historia, de ahí resulta una relación entre

memoria e historia mediada por dos aspectos problemáticos: el primero es un

requerimiento de controversia de los ejercicios ideologizados que configuran la

manipulación de los recursos históricos a manos de las motivaciones de quienes tienen un

lugar dominante, por medio de la reivindicación del lugar histórico y del testimonio de

aquellos actores que han ocupado el lugar de los dominados. El segundo deriva en una

delegación a la memoria, de las funciones de interpretación del presente y proyección del

futuro con base en la remembranza de los acontecimientos del pasado, para lo cual se

requiere del análisis y revisión de la producción de ejercicios históricos de recolección y

selección de información, testimonios y demás huellas del pasado que habitan en los

territorios y que tienen allí sus interpretaciones propias. A partir de la ilustración de estos

aspectos problemáticos, se evidencia la necesidad de comprender la relación entre memoria

e historia a la luz de su concordancia con el fenómeno ideológico, pero apelando a una

distancia respecto a los desastres que ha dejado la ideología hegemónica en la conciencia

histórica a razón a las ideas y representaciones que se configuran en torno al conflicto

armado y a la violencia sociopolítica en Colombia, pues según esta perspectiva se corre

con el riesgo de perpetuar la división de los sujetos, los espacios y los tiempos según los

niveles de afectación, las posibilidades de experimentación y la cercanía de los relatos con

una verdad enunciada como única. (Apartado: ¿Qué, Por qué y Cómo de esta

investigación? Pg.28-29)

A nivel de la historicidad, que consistió en la articulación de las referencias a la historia y la

memoria en textos presentados como informes relacionados con los ejercicios de memoria en el

país en el contexto de configuración política de procesos de paz, en el que empiezan a ser visibles

aportes desde diferentes sectores, comprensiones históricas sobre el origen y los efectos del

conflicto armado colombiano. Por esta razón, estos informes pueden considerarse como

representaciones del pasado. De este ejercicio se pueden señalar las siguientes conclusiones:

En el análisis realizado, se denota la existencia de una fragmentación entre el ejercicio de

la historia y de la memoria, en el que por un lado, se denuncia una historia que tiende a la

justificación de la memorización, que posibilita que la historia se convierta en creencia y

en tradición de manera casi imperceptible. Por lo que la reconstrucción histórica desde una

mirada crítica se equipara al rastreo de las teorías históricas que se convirtieron en creencia,

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de qué modo y según qué interés políticos sucedió este tránsito. Por otro lado, se conciben

los ejercicios de memoria que refieren al enaltecimiento de la rememoración sustentada en

la objetivación de las huellas dejadas por la afectaciones (lo cual se realiza como fruto del

ejercicio histórico). Por lo que se infiere que la memoria sigue siendo un sustrato de

ejercicio histórico: la historia se alimenta de la capacidad de rememoración de unos sujetos

denegados históricamente, por lo que adquiere un papel político al denunciar la

invisibilización de algunas memorias: las de las víctimas. Estas memorias se regulan y se

convierten en productos comunicativos, de los cuales se denuncia (de nuevo) su capacidad

selectiva, aspecto que pareciera inevitable dada la ontología misma de la memoria en tanto

representación de un pasado que ya no se puede experimentar en términos de la percepción.

(Apartado: Sobre la relación entre historia y memoria en términos del imaginario social.

Pg. 63-64)

Otro aspecto que relaciona a la memoria y la historia en el sentido de la representación del

pasado, es la idea de historia como creencia que se ha sedimentado en la forma de concebir

la realidad: lo que primero pasa por el discurso histórico y luego se convierte en creencia.

Esto se evidencia en acepciones según las cuales se entiende que la historia genera cierta

conciencia sobre el pasado que hace mella sobre las prácticas del presente. En el caso

colombiano, se evidencia una conciencia polarizada sustentada en coyunturas entendidas a

modo de acontecimientos fundadores que han reproducido la imagen del enemigo según

diferentes preceptos: acontecimientos importados de otros contextos, acontecimientos

excluyentes contados a modo de reforzamiento de la dualidad entre buenos y villanos,

vencedores y vencidos, triunfos logrados y derrotas merecidas, estas son las características

dela historia oficial que se conjuga a modo de conmemoraciones, a la que se resiste por

medio de la memoria, la cual posibilita una nueva conciencia del pasado en la medida en

que visibiliza el papel de actores silenciados. Junto a esto, se articula la existencia de otro

eje problemático que es el enaltecimiento de la afectación y de la posibilidad de

rememoración. (Apartado: Sobre la relación entre historia y memoria en términos del

imaginario social. Pg. 65)

En relación a las dos ideas expuestas anteriormente, se hace visible, lo que podría

enunciarse como uno de los aspectos más importantes en la consideración de la memoria

como practica imaginativa, este es la relación entre rememoración y memorización. En la

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memorización, la imaginación produce imágenes que se reproducen a modo de verdad, en

la rememoración se busca en el entendimiento de las imágenes ¿cómo lograr este

entendimiento cuando no se ha sido víctima, cuando las afectaciones no han transitado por

el cuerpo?, la respuesta a esta pregunta se puede dar desde la disertación anteriormente

citada: cuando se concibe el papel de la imaginación como lugar de experimentación de

posibilidades diversas en un estado de no compromiso con la percepción (Apartado: Sobre

la relación entre historia y memoria en términos del imaginario social. Pg. 65). En este

orden se encuentran dos aspectos de la representación del pasado. En el primero se pone

en evidencia que la memoria caracterizada por su cualidad temporal, tienen la posibilidad

de garantizar que el acontecimiento ocurrió, pero no puede garantizar que exista una

adecuación entre la comunicación de la afectación y el acontecimiento. Esto, ya que la

imaginación media tanto el acto de memorización como el de rememoración. En relación

al segundo aspecto, aparece el rol de historiador (concebido para fines de este trabajo como

cualquier sujeto o institución que construya objetivaciones sobre las reflexiones sobre el

pasado), quien para dar cuenta de los acontecimientos del pasado, recurre necesariamente

a la narración de los hechos históricos. De este modo, el ejercicio de la historia tiene esa

potencialidad crítica por contrastar las representaciones del pasado con aquello que

direccione a la exploración de las afectaciones: los testimonios y las huellas físicas. Así, la

distancia temporal no debe ser concebida como un riesgo sino como una posibilidad crítica,

ya que es una distancia que no se puede acortar ni desconocer, por lo que toda

representación del pasado no es una copia del pasado, sino que toma el lugar el pasado

(Ricoeur, 2015) (Apartado: Sobre la relación entre historia y memoria en términos del

imaginario social. Pg. 65)

Finalmente, respecto a nivel de la reflexividad, se realizó un doble movimiento: ubicación en el

fenómeno ideológico, para visibilizar algunas posibilidades desde lo utópico. Esto permitió la

visibilización de las siguientes conclusiones, en las cuales se expone, aparte de una lectura de los

hallazgos obtenidos desde el lente de la dialéctica ideología-utopía, una serie de cuestionamientos

que plantea desafíos y provocaciones.

Respecto a la ubicación en fenómeno ideológico:

Se interpretó que la memoria del otro, materializada por esquemas valorativos, puede

convertirse en un arma de guerra, así como en una bandera de resistencia cuando se

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enaltecen y ponen en escena las memorias de las víctimas. Tal vez la única forma de mediar

con esto que parece un destino fatal, es la construcción de conciencias históricas mediadas

por la evaluación de sus propios esquemas de alteridad y las respuestas que tienen para

ellos, ya que si la alteridad se concibe como amenaza o como insoportable, siempre es

indicador de que se está ubicado en un lugar ideológico que está exigiendo más creencia

de la que podría obtener si se sustentara en la trasparencia (Apartado: Ideología como

obturación de a imaginación Una lectura de los abusos de la memoria a nivel práctico. Pg.

69).

Se hizo visible que cuando se conjuga historia y memoria, aparece la noción de creencia,

como sedimentación de los significados impuestos a partir de hechos históricos definidos

como lecciones del pasado, heridas del pasado y fracturas del pasado. La historia así

narrada se define como lugar de posicionamiento de poderes que se instauran en el sentido

común como poderes legítimos. En el caso colombiano el poder no ha sido sólo uno, por

lo que hay una lucha constante de historias que buscan posicionarse en la memoria de

aquellos que no han pasado necesariamente por afectaciones históricas que se puedan

considerar como acontecimientos fundadores de la historia común. Estos acontecimientos

en el caso colombiano se evidencian como cambiantes con el tiempo, este es un cambio

que se relaciona con trasformaciones sociales, pues pareciera que cada vez que sucede un

acontecimiento que cambie en algo a la sociedad que lo incuba o que lo recibe y reproduce,

aparece un acontecimiento fundador que merece su permanecía en la memoria colectiva

(Apartado: Ideología como obturación de a imaginación Una lectura de los abusos de la

memoria a nivel práctico. Pg. 70).Cabe preguntarse también. Por las memorias alternas,

que no disputan su lugar como legítimas y que por ende terminan ocultas o siendo objetivo

de supresión, el ocultamiento de estas memorias dificulta su enunciación en términos de la

historia, ya que normalmente no son evidentes desde afuera, de estas memorias apenas se

infiere su existencia, ya que objetivarlas desde la historia sería correr el riesgo de

enunciarlas desde una configuración narrativa de la que ellas no quieren ser parte.

La memoria en Colombia en tanto categoría emergente con el posicionamiento de las

víctimas en el panorama político, se concibe como un ejercicio crítico al que no todos

pueden acceder por que siguen presos de una historia que se ha instaurado a modo de

creencia sustentada en la memorización de ciertos acontecimientos que se siguen

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enunciando como fundadores y que aún no incluyen la memoria de las víctimas que se ha

venido posicionando en los últimos tiempos, esta inclusión se enuncia en los textos, a

futuro, como una expectativa. En línea con la idea de que la memoria y la historia son del

pasado, tal vez esa sea la explicación de que los actos fundadores no se lean de manera

común desde el lugar de las víctimas. Pero también hay que decir que pareciera que el

mismo carácter de la memoria de las víctimas como lugar común, no permitiera que sean

comprendidas desde la superposición a otros lugares históricos, ya que esto implicaría su

funcionamiento en pro de una identidad dada, y con esto, su operación bajo la justificación

de una autoridad. la ideología requiere de la imaginación reproductora para crear imágenes

a modo de verdades y ponerlas a circular en el contexto de lo común, esto tiene que ver

con el hecho de que sólo se fortalece la creencia y se reconocen las cosas como parte de la

cotidianidad, si se relacionan con lo que ya conocemos, y la imaginación, en tanto

esquematizante, tiene la capacidad de producir imágenes asociadas a conceptos bajo

estructuras que ya son familiares. Como se ha visto, en el caso colombiano ha sucedido

que lo familiar se ha consolidado desde la naturalización de ciertas violencias sustentadas

en las polarizaciones sociales, en este sentido, la ideología no obtura a la imaginación como

tal, sino a la imaginación productora que posibilita la concepción profunda de la alteridad

(Apartado: Ideología como obturación de a imaginación Una lectura de los abusos de la

memoria a nivel práctico. Pg. 69).

Respecto a la posibilidad de ubicación en el fenómeno utópico:

Se definió el reconocimiento como camino para la comprensión de la complementariedad

entre ideología y utopía, partiendo de la idea de que el sentido del pasado es

reinterpretación del pasado, y tanto la rememoración como la fijación del recuerdo se dan

como formas de búsqueda y de construcción de sentido. Así pues, el rol del historiador y

del testigo como “intérpretes del pasado” se articula en la labor de configuración narrativa,

por medio de la cual se dota de sentido al pasado. Se podría afirmar que tanto el historiador

como el testigo, realizan un trabajo de memoria, un esfuerzo. En el caso del testigo, este

trabajo culmina en el reconocimiento que sólo él puede lograr de lo que vivió, lo cual

implica reubicarse en el pasado, asimilarlo como parte de su temporalidad y de la

temporalidad que comparte con otros, para poder tener la voluntad de hacer pública su

versión. Mientras tanto, en el caso del historiador, su trabajo consiste en la búsqueda de las

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huellas y debería sustentarse también en la sospecha respecto a las mismas y a las cargas

ideológicas que las soportan, este trabajo se direcciona a la provocación del reconocimiento

por parte de los receptores del discurso histórico. En este caso, el reconocimiento ya no se

da como posibilidad del acontecimiento histórico como fragmento de la realidad

perceptible, sino que se da ligada al acontecimiento como componente de la narración, que

alineado con otros componentes se constituye como una articulación inteligible, es decir,

provocadora de sentido (Apartado: De la función utópica Acerca de la imaginación

productora y el vínculo analógico. Pg.74).

En cuanto a la visibilización del lugar no ideológico respecto a la memoria y a la historia

como enclaves para la representación del pasado, se partió de la enunciación, en el ejercicio

histórico, de los límites de la representación cuando refiere a las afectaciones, para romper

con los esquemas de verdad histórica y para que de esta manera el trabajo de la memoria

no consista, a modo de cacería de brujas, en la identificación de testimonios falsos, sino

más bien en la utilización de testimonios de manera tal que contribuyan al descubrimiento

de la referencia primordial, concebida por Ricoeur (2010), como la referencia temporal que

fundamenta la experiencia histórica general, y está sustentada en el reconocimiento ya no

delos acontecimientos históricos, o de los acontecimientos narrativos alineados a un

discurso histórico, sino el reconocimiento profundo de los otros como parte de nuestra

historia común. Esto sucede cuando se potencia la narración en la vida cotidiana,

manteniendo el ánimo en las posibilidades críticas potenciadas por la imaginación

productora (Apartado: De la función utópica Acerca de la imaginación productora y el

vínculo analógico. Pg.75).

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DIFICULTADES Y POSIBILIDADES

En este apartado final me voy a permitir hablar en primera persona (siempre existe el miedo

a hacerlo cuando se trata de documentos formales), y lo hago porque este trabajo trajo dificultades

relacionadas con mi posibilidad de comprender las vicisitudes de una teoría tan compleja como la

de Ricoeur (aun creo que me falta mucho por entender y comprendo que algunas interpretaciones

podrían parecer erradas), por ejemplo, creo que este trabajo se queda corto en cuanto al

relacionamiento de aspectos problemáticos de dos libros con tantos encuentros pero con tantas

particularidades como lo son del texto a la acción y la memoria, la historia y el olvido, también

creo que el tema del vínculo analógico requiriere de su comprensión bajo una rigurosidad mayor

donde se contemple desde dilemas éticos, morales y políticos que fueron apenas enunciados en

este trabajo, sobre todo cuando se habla de una realidad social y cultural sustentada en la violencia.

Todas estas fueron dificultades que tuve que sopesar y que respondí con la limitación de mi

problema en un carácter principalmente epistemológico centrado en el funcionamiento de la

imaginación.

Estas fueron apenas algunas dificultades que junto a los azares de la vida cotidiana, el paso

inevitable del tiempo y los múltiples cuestionamientos que la teoría de Paul Ricoeur provoca no

sólo como una teoría para la ciencia, sino también como una teoría para la vida, que invita a

sentirnos desesperanzados por la fuerza de la ideología y decididamente encaminados a abrir las

puertas del entrenamiento creativo para hacer visibles posibilidades otras, lugares otros, no lugares

e imposibilidades.

Este camino fue un trayecto de avances y retrocesos, ambos importantes, que me invitaron

a pensar en el poder de los esquemas simbólicos y en la forma de contemplar su riqueza. Por ende,

la posibilidad más grande que veo en los desarrollos que aquí se exponen, las voy a dejar implícitas

por medio de la fijación de la siguiente anécdota:

En el año 2012, fui a una peregrinación en conmemoración de las víctimas de la Masacre de

Trujillo, esta era una conmemoración especial porque se iban a instaurar unas placas que

funcionarían a modo de cartografía de la memoria, indicando qué había acontecido en cada

sitio del casco urbano de este pueblo. Sucedieron muchas cosas en la peregrinación, pero

recuerdo especialmente dos: la primera sucedió en cuanto me bajé de la flota después de casi

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ocho largas horas de viaje y lo primero que vi fue una camioneta Willys, fue una sorpresa, lo

último que esperaba ver en ese pueblo era un Willys, ya que una de las colectividades que

asesinaron de manera sistemática en esta masacre fue a los motoristas que manejaban este tipo

de carros que funcionaban para llevar y traer encomiendas y personas. Recuerdo que pensé que

era extraño: si de verdad hubiesen asesinado a los motoristas, ya nadie se atrevería a manejar

esos carros. Pero luego entendí lo que pasaba, cuando sucedió el segundo acontecimiento.

En medio del parque central, apareció una mujer vestida de negro, ella no decía nada, sólo

tenía una expresión de dolor absoluto y caminaba lentamente oprimiendo una bolsa llena de

agua que tenía en sus manos, el agua iba cayendo, la bolsa se iba achicando y ella iba

avanzando. Su destino era un árbol que estaba en la mitad del parque, y que estaba adornado

por muchas bolsas de agua que caían colgando como si fueran pendientes. Ella se acercó al

árbol y con un alfiler fue expulsando el agua de cada una de las bolsas. Para mí todo era

silencio en ese momento, estaba confundida.

Cuando ella se alejó del parqué, leí en el folleto que dieron al desayuno, que se trataba de un

performance denominado “La Llorona”. Yo crecí escuchando a mis padres hablar de La

Llorona, escuché diversas versiones de la leyenda, me asusté con algunas y me reí con otras, lo

cierto es que nunca creí que fuera real. Resulta que este día, en Trujillo – Valle, entendí que la

llorona –esa que paseaba por las calles de Tamalameque, de Neiva, de Silvania, buscando a sus

hijos perdidos porque se fueron con extraños, porque fueron asesinados cortando leña en los

bosques o porque fueron atrapados cuando estaban trabajando o jugando cuando ya era muy de

noche- ¡sí existió!, fue víctima de la guerra en Colombia, y yo no había creído en su historia, e

incluso, me había reído de ella.

Pongo esta anécdota como explicación contrafáctica, porque para mí, expresa la posibilidad

de comprenderse como parte de un flujo histórico que compartimos con otros más allá de la

experiencia física, y que tiene que ver con esa sensación de que estamos conectados por que nos

narramos los unos a los otros, y en ese ejercicio que es parte real, parte ficcional, nos constituimos

como colectivo, como grupo, como seres en el mundo; y con esto, debemos un poco a los otros y

los otros a nosotros. Estoy convencida de que cuando esto se reconoce, las posibilidades de

invisibilización, de violencia ante la alteridad, de olvido sínico y de silencio inconsciente, son

menos.

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Yo entendí esto, ese día en Trujillo, y me sentí en deuda con una parte de mi misma que

configura a esa otredad, y hasta ahora encuentro la forma de explicarlo bajo los preceptos teóricos

de Paul Ricoeur, y localizándome en una realidad que exige pensar en el otro que nos constituye

y en la forma en que constituimos a los otros. Cuando entendemos eso, somos más responsables

de nuestras acciones y de nuestras reflexiones, porque descubrimos la base del movimiento crítico.

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