pasado representado o pasado redescubierto...
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PASADO REPRESENTADO O PASADO REDESCUBIERTO
Aproximaciones a la memoria como práctica imaginativa
Lady Paola Rojas Peralta
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Facultad de Educación
Maestría en Investigación Social Interdisciplinaria
Bogotá D.C., Colombia
2017
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PASADO REPRESENTADO O PASADO REDESCUBIERTO
Aproximaciones a la memoria como práctica imaginativa
Lady Paola Rojas Peralta
Trabajo de investigación presentado como requisito para optar al título de:
Magister en Investigación Social Interdisciplinaria
Director:
Adrián Perea Acevedo
Doctor en Filosofía
Línea de investigación:
Imaginarios y representaciones
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Facultad de Educación
Bogotá D.C., Colombia
2017
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A ti
Por el amor, por la compañía
Por las discusiones sobre estos temas
Discusiones que tanto me sirvieron para confundirme más
…para confundirme mejor.
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Agradezco especialmente a…
Gabriel e Inés, por darme tranquilidad y vida
Al profesor Adrián Perea, por su rigurosidad y su sinceridad, por estar siempre dispuesto al diálogo
de saberes y por ser testigo de un manojo de lo que él llamaría: inseguridades ontológicas y
ansiedades metodológicas.
A la Maestría en Investigación Social Interdisciplinaria de la Universidad Distrital Francisco José
de Caldas, por ser un espacio para la reflexión profunda sobre las realidades que construimos y
que nos construyen, que nos atropellan si no las hacemos parte de nuestras preocupaciones.
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RESUMEN
El propósito de lo aquí desarrollado es aportar a la discusión sobre la memoria en torno al
conflicto armado y a la violencia sociopolítica en Colombia, desde la perspectiva del imaginario
social. Esta pretensión tiene que ver con una preocupación epistemológica por comprender la
memoria desde una mirada interdisciplinar. En este sentido, en este trabajo se desarrolla un
esquema teórico y pragmático (en el sentido que contempla tanto ejes teóricos como ejercicios
contextualizados y particulares) que contribuye al abordaje de la siguiente pregunta que parte del
relacionamiento de los tres ejes centrales de la investigación, a saber, la memoria, la historia y la
imaginación: ¿Cómo podría construirse una perspectiva epistemológica de la memoria como
práctica imaginativa, a través de un análisis de las condiciones históricas de emergencia de la idea
memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia?
De este modo, en este trabajo se partió de la realización de un ejercicio hermenéutico
situado, que permitió la construcción de una perspectiva epistemológica dimensionada como un
esfuerzo por visibilizar en primera instancia cómo lo imaginario atraviesa y tiene funciones
específicas en la construcción, producción e imposición de conocimiento sobre la memoria. Esta
visibilización estuvo mediada por cuestionamientos respecto a cómo se ha configurado la memoria
como saber y el saber sobre la memoria en el contexto colombiano y por formulaciones sobre lo
que implica repensar la memoria desde la perspectiva del imaginario social bajo una interpretación
de los planteamientos de Paul Ricoeur sobre temas como la ideología, la utopía, la imaginación, la
ficción, la narrativa, el texto y la acción.
PALABRAS CLAVES:
Memoria, Historia, Imaginación, Ideología, Utopía
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CONTENIDO
INTRODUCCION ............................................................................................................... 7
CAPITULO 1
CONTEXTUALIDAD ........................................................................................................ 13
1.1 Un acercamiento a las formas de producción y uso de la idea de memoria e historia en el contexto
colombiano .............................................................................................................................................. 13
1.1.1. La Memoria ............................................................................................................................... 20
1.1.2. La Historia ................................................................................................................................. 26
1.2 ¿Qué, cómo y porqué de esta investigación? .................................................................................... 29
CAPITULO 2
HISTORICIDAD ............................................................................................................... 40
2.1 Relación entre memoria e historia en términos de referencia ........................................................... 42
2.1.1. Representación del pasado: Énfasis en la memoria .................................................................. 43
2.1.2. Representación del pasado: Énfasis en la historia ..................................................................... 54
2.2. Sobre la relación entre historia y memoria en términos del imaginario social ................................ 62
CAPITULO 3
REFLEXIVIDAD ............................................................................................................... 69
3.1 Ideología como obturación de la imaginación
Una lectura de los abusos de la memoria en su nivel práctico ................................................................ 70
3.2 De la función utópica
Acerca de la imaginación productora y el vínculo analógico ................................................................. 75
CONCLUSIONES .............................................................................................................. 79
DIFICULTADES Y POSIBILIDADES .............................................................................. 88
BIBLIOGRAFIA................................................................................................................ 91
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INTRODUCCION
El presente trabajo surge de la inquietud por articular una comprensión sobre qué es la
memoria y cuál es su relación con la verdad. Este es un cuestionamiento que ha venido adquiriendo
forma a parir de la confluencia entre dos contextos, el primero es un ambiente sociopolítico en el
que desde hace más de 10 años se viene discutiendo desde distintos espacios públicos (academia,
gobierno, organizaciones no gubernamentales), la necesidad de reflexionar sobre el pasado como
requerimiento para comprender las dinámicas de la guerra y la violencia que continúan haciendo
parte de la realidad colombiana; y el segundo es un contexto de disertaciones académicas
potenciadas en la Línea de Imaginarios y Representaciones Sociales de la Maestría en
Investigación Interdisciplinaria de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, y que se
relacionan con la exigencia por repensar categorías como la memoria, la historia, el pasado y la
verdad a la luz de una mirada interdisciplinar que posibilite el posicionamiento de una actitud
crítica, sustentada en un análisis de la forma en que se han articulado los discursos sobre la
memoria, pasando por la comprensión de cuestiones direccionadas a la exploración inicial sobre
cómo se configura una noción de realidad, cómo contribuye dicha noción a la constitución de
ciertas verdades y cómo estas verdades se relacionan con el fortalecimiento de ciertos esquemas
ideológicos.
Se acoge la perspectiva teórica de Paul Ricoeur, según la cual, evidenciar un esquema
ideológico implica dar cuenta de las mediaciones de la imaginación en la configuración de
realidades sociales: como refuerzo de las mismas, es decir, como base de las creencias o como
posibilidad de recrear otros mundos en los que se exploren tanto los límites de la realidad para la
consecución de una buena vida, concebida desde el lugar que se ocupa dentro de una ideología
siempre susceptible a ser interpelada.
Este interés resulta de acercamientos ya realizados a este tema, que permitieron comprender
que la memoria está atravesada por una exigencia de veracidad, en la medida en que refiere a un
pasado real. En el caso colombiano esto se relaciona con el hecho de que la memoria se concibe
desde un contexto jurídico como contribución al esclarecimiento de los acontecimientos históricos
y como medida de satisfacción de a las víctimas del conflicto armado1, por lo que la memoria
1 El Gobierno Nacional, a través del Plan Nacional para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, deberá
realizar las acciones tendientes a restablecer la dignidad de la víctima y difundir la verdad sobre lo sucedido, de
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además se forjase como un saber sobre el pasado, es también objeto de tensiones políticas, En la
medida en que este pasado no existe ya como objeto perceptible, se atraviesa también por el riesgo
o la oportunidad que representa la imaginación como forma de construir alternativas para acceder
a lo inaccesible por vías de la percepción directa, alternativas que pueden mediar entre la falsedad
absoluta respecto a la realidad o la visualización y experimentación de otras posibilidades que
contribuyan al desenmascaramiento de injusticias, manipulaciones, representaciones falsas,
obligaciones construidas, y sobre todo, verdades que no se ajustan con la realidad y que por ende
son engaños.
De este modo, este trabajo parte de la convicción de que la memoria, en tanto que es del
pasado, está mediada por la ficción, pero las ficciones no siempre son perversiones de la realidad,
al contrario, siempre requieren de ella: para fortalecerla o para revertirla. Sin embargo, la memoria
no podría equipararse con dicha realidad, por lo que la verdad es siempre una construcción que
puede funcionar tanto para justificar el poder y sus manipulaciones, como para desenmascararlo y
revertirlo.
Esta es una preocupación de carácter epistemológico que inicia con la pregunta por ¿Cómo
se ha configurado las condiciones de producción y uso de la idea de memoria y de historia en los
discursos históricos sobre el conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia?, este
cuestionamiento se ha delimitado en torno a la posibilidad de construir una serie de acepciones
sobre ¿Cómo podría construirse una perspectiva epistemológica de la memoria como práctica
acuerdo a los objetivos de las entidades que conforman el Sistema Nacional de Atención y Reparación a las Víctimas.
Las medidas de satisfacción serán aquellas acciones que proporcionan bienestar y contribuyen a mitigar el dolor de la
víctima. Las medidas de satisfacción deberán ser interpretadas a mero título enunciativo, lo cual implica que a las
mismas se pueden adicionar otras: a. Reconocimiento público del carácter de víctima, de su dignidad, nombre y honor,
ante la comunidad y el ofensor; b. Efectuar las publicaciones a que haya lugar relacionadas con el literal anterior. c.
Realización de actos conmemorativos; d. Realización de reconocimientos públicos; e. Realización de homenajes
públicos; f. Construcción de monumentos públicos en perspectiva de reparación y reconciliación; g. Apoyo para la
reconstrucción del movimiento y tejido social de las comunidades campesinas, especialmente de las mujeres. h.
Difusión pública y completa del relato de las víctimas sobre el hecho que la victimizó, siempre que no provoque más
daños innecesarios ni genere peligros de seguridad; i. Contribuir en la búsqueda de los desaparecidos y colaborar para
la identificación de cadáveres y su inhumación posterior, según las tradiciones familiares y comunitarias, a través de
las entidades competentes para tal fin; j. Difusión de las disculpas y aceptaciones de responsabilidad hechas por los
victimarios; k. Investigación, juzgamiento y sanción de los responsables de las violaciones de derechos humanos. l.
Reconocimiento público de la responsabilidad de los autores de las violaciones de derechos humanos. (Ley 1448- Ley
de Victimas y Restitución de Tierras, CAPÍTULO IX: Medidas de satisfacción ARTÍCULO 139. MEDIDAS DE
SATISFACCIÓN; 2011; p.64)
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imaginativa, a través de un análisis de las condiciones históricas de emergencia de la idea
memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia?.
Reivindicar la constitución imaginativa de la memoria, es una apuesta que tienen que ver
con la exploración de las ideas, las condiciones de representatividad del pasado y el
posicionamiento de la imaginación como complementaria de la construcción de realidades y de
verdades, con lo que se espera en este trabajo, la materialización de la lectura de una realidad
heterogénea en la que la consecución de la verdad no debería ser tan valorada, y donde se debería
posicionar la comprensión de los fenómenos ideológicos como primer paso para mirar fuera de
ellos. En este orden de ideas, este trabajo tiene como objetivo principal la construcción de una
bases epistemológicas, según las cuales sea posible concebir la memoria como práctica
imaginativa, por medio de un análisis de las condiciones históricas de emergencia de la idea
memoria e historia en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia,
para dar paso a una comprensión de las formas de representación y uso del pasado desde la
dialéctica entre historia y memoria.
Para lograr el objetivo de esta investigación se requeriría de tres labores integradoras: la
primera consiste en realizar una aproximación histórica que permita dar cuenta de los usos teóricos,
políticos y culturales de la idea de memoria ligada a la de conflicto armado y violencia
sociopolítica en Colombia. La segunda tiene que ver con el establecimiento de unos fundamentos
teórico-epistemológicos que estén relacionados con la comprensión de la memoria en el campo de
la imaginación, utilizando los planeamientos de Paul Ricoeur en torno al imaginario social, y la
tercera se relaciona con la construcción de unos fundamentos epistemológicos que posibiliten la
comprensión de la memoria desde su vindicación como práctica imaginativa.
Según lo anterior, la forma en que se encuentra ordenado este documento responde al
abordaje de estas labores en tres momentos, esto no significa que el abordaje se de en el orden
respectivo de las labores enunciadas, ya que estas son labores que se realizan de manera transversal
y tienen incontables puntos de encuentro. Estos tres momentos se dan a modo de explicitación de
los principios de la interdisciplinariedad, lo cuales se conciben como forma de articular el tema de
la memoria con una perspectiva crítica que sobrepase la interpretación desde los lenguajes
disciplinares siempre limitados en cuanto a formas de representación y objetivación que
contemplen la complejidad de los fenómenos sociales; y como forma de organización de lo que
pretende esta investigación: la construcción de una mirada epistemológica sobre la memoria,
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sustentada en la relación entre memoria e historia. En esta medida, los tres capítulos que articulan
entre trabajo, responden a una mirada sobre la contextualidad, la historicidad y la reflexividad
(Serna, 2008).
El primer capítulo denominado “contextualidad”, expone un desarrollo inicial de un campo
problemático amplio que es el de la indagación por las condiciones de producción y uso de idea
de memoria e historia en torno a categorías relacionadas con el conflicto armado interno y la
violencia sociopolítica en Colombia. Esto permitió rastrear algunas ideas predominantes en el
abordaje de este tema, que sirvieron como punto de partida para visibilizar la pertinencia de una
propuesta de la memoria como practica imaginativa y contextualizar este trabajo en un panorama
teórico y epistemológico sustentado en la perspectiva del imaginario social como intersección
entre ideología y utopía retomando los planteamientos de Paul Ricoeur. En este capítulo se parte
de la contextualidad como “la decisión de comprender los objetos, el lenguaje y las
representaciones (…) como entidades que requieren del contexto y del entorno inmediato donde
se afirman las pertinencias de lo interdisciplinario” (Serna, 2008, p.72). Por esta razón, este
capítulo tiene tres momentos: una contextualización de los abordajes del tema de la memoria en el
contexto colombiano, de lo que resulta una tensión entre las formas de representar el pasado que
se han constituido como legítimas en el país, lo cual se contrasta con estudios que surgen y se
fundamentan en esta realidad social, y se finaliza con una explicitación de la opción teórica que se
admite en el trabajo, haciendo claridad sobre su pertinencia. De este modo, se expone una
contextualización en doble vía: con la realidad social y con el lugar epistemológico de enunciación
de la propuesta, según lo cual se incluye el tratamiento del tema de investigación a nivel
metodológico, teórico y conceptual.
El segundo capítulo se denomina “historicidad” y es el capítulo de la exposición de los
resultados de la investigación, que se enmarcan en una posibilidad hermenéutica por revelar las
vicisitudes de la representación del pasado cuando se invoca el papel de la memoria y de la historia,
cuando se confrontan y cuando se complementan. Se denomina historicidad, porque supone la
reconstrucción de un marco interpretativo que se fundamente en los saberes y cuestionamientos
sobre la forma de representar el pasado, que devienen del tratamiento analítico realizado sobre
textos que se conciben como iniciativas de memoria, reflexiones sobre la memoria, contribuciones
a la construcción de memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en
Colombia. Estos textos, para funciones de esta investigación, se pensaron como muestras de la
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memoria ejercida: una memoria que no sólo se constituye como reflexión sobre el pasado y sus
posibilidades representativas, sino que dialoga con su propio ejercicio. Esto va en línea con lo que
plantea el principio de historicidad desde la “decisión de restituir los objetos, el lenguaje y las
representaciones a sus condiciones de producción y uso (…) desde los sustratos profundos que
subyacen al desarrollo disciplinar, indagando lo que distintos autores definen como los
inconscientes del pensamiento científico” (Serna, 2008, p.70-71).
Finalmente, en el tercer capítulo que se denomina “reflexividad”, se ponen unas
consideraciones finales, en la que se articulan las conclusiones del trabajo y se anuncian las bases
para una propuesta en la que se haga “visible al sujeto que se pretende en las posibilidades de la
interdisciplina” (Serna, 2008, p.71), por medio de una invitación a considerar la relación entre
ideología y utopía como practicas imaginativas, relacionando la cuestión del fenómeno ideológico
con aquello que Ricoeur (2013) denominó como los abusos de la memoria ejercida y el fenómeno
utópico como posibilidad crítica, en el sentido en que Ricoeur (2010) lo enuncia:
La única manera de salir del círculo en el cual la ideología nos conduce, es asumir una utopía,
declararla y juzgar la ideología desde este punto de vista. Porque el observador absoluto es
imposible, no puede ser que alguien situado en el proceso mismo quien asuma la responsabilidad
del juicio. (Ricoeur, 2010, p. 231)
La pertinencia académica y social de este la pesquisa que aquí se propone, adquiere sentido
por la existencia de una hipótesis sustentada en el reconocimiento del imaginario social como
posibilidad de comprensión de las realidades sociales y que consiste en que las condiciones
históricas de producción y uso de la idea de memoria en el contexto del conflicto armado y
violencia sociopolítica en Colombia, se encuentran mediadas por prácticas imaginativas2, cuyo
reconocimiento posibilitaría una comprensión de la memoria desde una perspectiva crítica que
ponga en escena los límites y potencialidades que encarnan las comprensiones actuales sobre el
tema. Estos aspectos académicos y políticos se configuran como problema de investigación que
controvierte la utilización sobre-especializada de la memoria como concepto y como práctica,
apelando fragmentaciones conceptuales y políticas, ya que pareciera que las innumerables veces
que la idea de memoria ha sido puesta como base de los discursos sobre lo que ha sucedido en
2 Se hace referencia a prácticas imaginativas, a la ideología y utopía, que se explicarán como constituyentes del
imaginario social más adelante
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Colombia, ha desgastado sus posibilidades de significación, y con ello, ha mantenido las
polarizaciones sociales en un ocultamiento sistemático.
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CAPITULO 1
CONTEXTUALIDAD
1.1 Un acercamiento a las formas de producción y uso de la idea de memoria e historia en el
contexto colombiano
Resulta pertinente en un primer momento, hacer claridad con respecto al lugar de
enunciación en el que surge el presente escrito. Académicamente, se sitúa en disertaciones sobre
el problema de los imaginarios y las representaciones sociales como formas de comprender la
realidad social, que exigen la trascendencia de los límites disciplinares, por lo que su estudio
implica adentrase en los discursos científicos, políticos y culturales denotados como legítimos para
la enunciación de los fenómenos sociales, con el fin de comprender los contextos históricos y
culturales de producción y uso que dotan de sentido al acontecer de dichos fenómenos y a la
posibilidad de comprenderlos desde esfuerzos académicos. Junto con ello, esta reflexión se
desarrolla en un momento histórico en Colombia, en el que sectores académicos, comunitarios y
políticos, empiezan a generar disertaciones en torno al pasado nacional y a la importancia de saldar
cuentas con éste, las cuales se manifiestan en un presente de violencia normalizada, que hace parte
de la cotidianidad y que requiere de comprensiones ligadas al futuro, y a lo que se comunicará y
transmitirá como solución a los problemas pasados. Este momento histórico da cuenta de un
escenario en el que la memoria se empieza a dilucidar como cuestión relevante en lo político, lo
académico y lo cultural (Antequera, 2011; Castillejo, 2010; Girón & Vidales, 2010; Sánchez,
2008).
El propósito de lo aquí desarrollado es aportar a la discusión sobre la memoria en torno al
conflicto armado y a la violencia sociopolítica en Colombia, desde la perspectiva del imaginario
social. Esta pretensión tiene que ver con una preocupación epistemológica por comprender la
memoria desde “la transgresión de los objetos establecidos, la crítica aguda al lenguaje disciplinar
y la apertura de las representaciones” (Serna, 2009, p.70). Esto implica la comprensión de la
memoria reconociendo que sus usos teóricos, políticos y culturales son difusos, que los desarrollos
disciplinares en torno a ésta, han fragmentado su comprensión desde premisas epistemológicas
sustentadas en una división entre objeto y sujeto, por lo que propenden por “una memoria sin
individuos (o sin sujetos o agentes concretos) o unos individuos sin memoria (o sin memorias
fácticas)” (Serna, 2010, p.16) y que la representación de la memoria contempla una mixtura
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compleja entre lenguajes disciplinares y lenguajes de la vida cotidiana: los que se dejan enunciar
y aquellos que permanecen inarticulados o que se abren paso en medio del silencio.
En Colombia, la memoria ha venido siendo problematizada en el marco de escenarios de
debate sobre el pasado que se quiere comunicar y que servirá como puente para negociaciones
sobre las posibilidades de paz en un contexto de conflicto armado y violencia sociopolítica que
sigue vigente pese a varios intentos de negociación entre instituciones gubernamentales y grupos
armados al margen de la ley. Estos escenarios de debate han sido protagonizados por la academia,
movimientos de victimas e instituciones gubernamentales, que en los últimos tiempos, han puesto
sobre la mesa la polisemia conceptual y política de la idea de memoria en relación a la de violencia.
A nivel conceptual se han venido reevaluando y reproduciendo las nociones de “memoria
colectiva” y “memoria histórica”, la primera noción ha estado vinculada a un esfuerzo teórico por
señalar la apertura de la memoria como proceso que tiene una génesis social en lugar de netamente
individual, biológica y programática, por lo que tiene que ver con “la afirmación de la identidad y
la constitución de comunidad” (Antequera, 2011, p. 33). Esto quiere decir que se reconoce que los
individuos no recuerdan solos sino en relación a instituciones culturales y políticas, y a
transformaciones en el tiempo y el espacio. Por su parte, la noción de “memoria histórica” denota
una preocupación por “develar el asunto de la memoria como ejercicio político y jurídico”
(Antequera, 2011, p. 35), aquí, las relaciones sociales que dinamizan la memoria se conciben como
relaciones de poder, que convierten a la memoria en una plataforma de exigencias y de debates
políticos que pueden trascender a lo público como lugar en el que se construyen significados sobre
una nación.
Entonces, se puede decir que en la noción de memoria colectiva priman los sentidos sobre
el pasado en relación a ciertos acontecimientos experimentados de manera conjunta, por lo que no
se constituyen en el grueso de la sociedad sino en grupos determinados vinculados por experiencias
compartidas, mientras que la concepción de memoria histórica da cuenta de esfuerzos
vehiculizados por intereses políticos de construir iniciativas públicas de reconocimiento de lo
sucedido de una manera más amplia. Al respecto, Castillejo (2010) afirma que “en Colombia
hemos pasado de la “memoria como espectro” (cuando la pregunta por el recuerdo era evadida
oficialmente) a los “espectros de la memoria” en donde el pasado violento gravita fantasmalmente
como un coro de voces casi imperceptibles” (p.23). De este modo, se evidencia que la polisemia
de la memoria también acontece en términos culturales y políticos: una cosa es la memoria de las
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víctimas y otra la de los esfuerzos oficiales por convertir en públicos ciertos significados sobre el
pasado de una nación en la que empiezan a ser importantes las reflexiones sobre hechos
victimizantes que constituyen el pasado nacional.
El tránsito que enuncia Castillejo (2010) da cuenta de un contexto sociopolítico en el que
la memoria empieza a ser comprendida como un eslabón importante en la reconstrucción histórico-
cultural del conflicto armado colombiano. Esta importancia empieza a configurarse oficialmente
(desde el contexto gubernamental) en Colombia, gracias a que:
En el año 2002 se emprendió un proceso de desmovilización de los grupos paramilitares, como
parte de la política de seguridad democrática del gobierno del presidente Álvaro Uribe. De un lado,
el prontuario criminal de estos grupos suscitó una atención concreta desde innumerables sectores
a nivel nacional e internacional, basada en el acumulado de tratamiento de periodos represivos y
de exterminio donde la memoria como “deber” ocupa ya un lugar insalvable, y que implicó un
proceso de intervención en el curso de propuestas iniciales de impunidad hacia un marco jurídico
de justicia transicional sin transición” (Antequera, 2011, p.23).
Este contexto marca el inicio de una serie de preocupaciones polarizadas acerca del pasado
en torno al conflicto armado colombiano, según las cuales, se crea una narración generalizada que
caracteriza al terrorismo como explicación del origen del conflicto armado colombiano, esta
generalización se da a causa de la doctrina antiterrorista formulada e impulsada por Estados Unidos
después del 11 de septiembre de 2001, fecha en la que acontece el atentado a las torres gemelas.
(Antequera, 2011). Al respecto de este fenómeno, Castillejo (2010) afirma:
Entre los múltiples conflictos que han emergido en los últimos años en este país (cuando se miran
diversas formaciones sociales con intereses en estas discusiones), la re-nominación y la re-
definición oficial de la historia colombiana salta a la vista: el cambio repentino, profiláctico,
políticamente aséptico, de la estructura semántica de acción que implica la mutación del “conflicto
armado” como principio explicativo de la violencia en “terrorismo” y toda una serie de conceptos
asociados como “grupo ilegal organizado al margen de la ley” (p. 31).
Según lo anterior, el estallido de reflexiones y propuestas en torno a la construcción de una
narrativa histórica del conflicto armado colombiano, se hace evidente aproximadamente desde el
año 2006, tiempo en cual acontece la reelección del expresidente Álvaro Uribe Vélez y con ello,
se vislumbran las primeras consecuencias de la Ley 975 de 2005 o Ley de Justicia y Paz,3
3 “Antes del 2002 las leyes que regularon el desarme y la desmovilización de los grupos armados ilegales fueron la
ley 418 de 1997, prorrogada por la ley 548 de 1999 y posteriormente, por la 782 del 2002 que modifica las anteriores.
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“encargada de administrar la reincorporación de miembros de grupos armados organizados al
margen de la ley”4. Junto a esta ley, surge la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación
(CNRR) y como parte de esta institución, nace el Grupo de Memoria Histórica (GMH), el cual
inicia con sus actividades en el año 2007 con objetivo central de:
Diseñar, elaborar y divulgar una narrativa sobre el conflicto armado interno que identifique “las
razones para el surgimiento y la evolución de los grupos armados ilegales”, así como las distintas
verdades y memorias de la violencia, con un enfoque diferenciado y una opción preferencial por
las voces de las víctimas que han sido suprimidas o silenciadas.5
El GMH como área de la CNRR, inaugura la reconstrucción de la memoria histórica en
Colombia desde la institucionalidad gubernamental, retomando el testimonio de las víctimas como
fuente privilegiada, pues parte de la concepción de la memoria como un mecanismo de
empoderamiento de las mismas, cuyas voces han sido suprimidas de la historia nacional en pro de
la perpetuación de la impunidad (GMH, 2008). Sin embargo, el GMH emprende sus actividades
en el marco de una ley que tiene como protagonistas a los victimarios y que promueve la
prolongación de la fragmentación histórica entre víctimas y victimarios, entre distintos grupos de
víctimas, y entre éstas y la sociedad no afectada directamente. Con respecto a este hito, marcado
por la conformación de la CNRR en torno a los procesos de memoria en Colombia (desde la
institucionalidad gubernamental), Castillejo (2010) realiza una reflexión muy ilustrativa:
En Colombia, particularmente, pensar el pasado ha sido un fenómeno reciente, lo cual no quiere
decir que antes no haya habido reflexiones al respecto. Las décadas de reclamos históricos que
organizaciones especificas –como sobrevivientes del exterminio de la unión patriótica o, más en
Esta última solo contemplaba la amnistía y el indulto para delitos políticos y conexos, cometidos por los miembros de
la organización ilegal. Por lo tanto, y de acuerdo con los tratados internacionales suscritos por Colombia, era necesaria
una nueva ley que facilitara la reincorporación individual o colectiva a la vida civil de criminales, políticos o no, que
estuvieran implicados en crímenes de lesa humanidad, y que, al mismo tiempo, garantizara los derechos de las víctimas
sin someter al “perdón y el olvido” las graves violaciones a los derechos humanos, crímenes de guerra y delitos contra
el Derecho Internacional Humanitario por ellos cometidos. Esas razones orientaron la aprobación de la Ley 975 del
25 de junio del 2005, conocida como Ley de Justicia y Paz por parte del Congreso de la República” (CMH, 2012,
P.36). Bajo la Ley de Justicia y Paz se decretan unos derechos de las víctimas frente a la administración de la justicia,
como parte de éstos, se encuentra el “derecho a la verdad”, dentro del cual se encuentra “Deber de Memoria y
Conservación de Archivos”, éste consiste en un deber del Estado por preservar la Memoria Histórica y además,
también hace parte del “derecho a la reparación”, en la cual se ubica a la memoria histórica como parte integral de la
reparación simbólica, según la cual se enuncia la no repetición de los hechos victimizantes. 4 Diario Oficial 45.980, Julio 25 de 2005. Citado por Castillejo, A (2010, p.30). 5 Fragmento tomado de la página del grupo Memoria histórica, en el apartado de –objetivos-.
http://www.memoriahistorica-cnrr.org.co/s-quienes/sub-objetivos/
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general, quienes constituyen al Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE)- han
elaborado, revelan el silencio estructural en el que diversos sucesos aún están sumidos. En
Colombia, esta relativa preocupación oficial por el pasado, en el que las leyes relacionadas
producen víctimas “certificadas” y “oficializadas” y en este sentido un interés limitado en el tema,
se debe a la creación de la CNRR y la institucionalización en Colombia de tecnologías globales de
transición política. (p.29)
A partir del año 2011, con la sanción de Ley de Victimas y Restitución de Tierras6, se abre
paso a otra etapa de la construcción de la memoria histórica del conflicto armado en Colombia.
Con la terminación de las funciones (relacionadas con la construcción de memoria histórica) de la
CNRR en el 2012, el GMH hace una transición hacia el Centro de Memoria Histórica (CMH)7, el
cual se constituye como materialización de las “medidas de satisfacción” decretadas en la Ley de
Victimas y Restitución de Tierras. También se inicia la construcción del Centro de Memoria Paz
y Reconciliación de la Secretaria de Gobierno de Bogotá D.C, y terminado el 2012 se publican
tres informes acerca del proceso de Justicia y Paz8. Además, en el marco de esta ley, se reivindica
el concepto de justicia transicional, pasando de indicar la ausencia de conflicto armado -como se
notaba en el ambiente político durante ejecución de la Ley de Justicia y Paz- a señalar la necesidad
de construir instrumentos que posibiliten la terminación del mismo9. Éste es un panorama
6 Congreso de la Republica. Diario Oficial No. 48.096 de 10 de junio de 2011. Ley 1448 de 2011 “por la cual se dictan
medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras
disposiciones”. 7 El CMH tiene cinco funciones principales: A. Diseñar, implementar y administrar un Museo de la Memoria. B.
Integrar un archivo sobre el desarrollo del conflicto y las violaciones a los derechos humanos que en desarrollo del
mismo se han producido. C. Impulsar y promover investigación en perspectiva de contribución a la reconstrucción de
la verdad histórica, asignándole la tarea de diseñar e implementar un Programa de Derechos Humanos y Memoria,
cuya primera etapa está en marcha contando al efecto con el acumulado de experiencias, aprendizajes, metodologías
y resultados del GMH. D. La reconstrucción de las memorias de aproximadamente 24.680 ex - miembros de las
autodefensas que se incorporaron a los Acuerdos de Contribución a la Verdad histórica y la Reparación y se
comprometieron con las víctimas y el Estado a aportar su verdad, a cambio de beneficios que para ellos definirán los
respectivos jueces. E. Apoyar al GMH para que éste culmine con la tarea encomendada a través de la Ley 975 de
2005, Ley de Justicia y Paz, de entregar un informe sobre la evolución y desarrollo de los grupos armados organizados
al margen de la ley que ha operado en el país. Ver: ¿Qué es el Centro de Memoria Histórica? En:
http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/index.php/somos-gmh/ique-es-el-centro-de-memoria-historica 8 El primer de estos informes, se denomina: “justicia y paz: ¿verdad judicial o verdad histórica?” y los otros dos, hacen
parte del proyecto: "Análisis socio jurídico de las versiones libres de los desmovilizados en los procesos de justicia y
paz. Una contribución a la realización del derecho a la verdad histórica y al cumplimiento del deber de memoria del
Estado y la sociedad" y se denominan: “Justicia y Paz, tierras y territorios en las versiones de los paramilitares” y
“Ley de Justicia y Paz, los silencios y los olvidos de la verdad” 9 Artículo 8o. Justicia transicional. Entiéndase por justicia transicional los diferentes procesos y mecanismos judiciales
o extrajudiciales asociados con los intentos de la sociedad por garantizar que los responsables de las violaciones
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renovado para la construcción de memoria historia en Colombia, no solo por el cambio en el
concepto de justicia transicional, sino por la emergencia de distintas memorias que aparecen de
manera más definida y además la configuración de la imagen de la víctima desde un lugar jurídico
en el que se le reconoce como sujeto a quien se hace necesario reivindicar sus derechos desde una
perspectiva “integral” que contemple los aspectos de “verdad, justicia y reparación”10.
En la actualidad, se experimenta otra etapa sustentada en el desarrollo de un proceso de
paz; desde el año 2012, se han efectuado una serie de diálogos encaminados a la construcción de
unos acuerdos que tienen como propósito la “terminación del conflicto armado y la construcción
de una paz estable y duradera” los cuales fueron construidos principalmente por el sector
gubernamental, algunos representantes del sector académico y de movimientos de víctimas, y las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) Estos acuerdos
fueron sometidos a voto de la sociedad civil mediante plebiscito, el 2 de octubre de 2016, fecha en
la cual ganó el “NO” como fruto de una campaña política en la que se enfrentaron sectores de la
sociedad que expusieron sus motivaciones éticas y políticas en contra de algunos de los puntos
negociados en los acuerdos11. Como fruto de estos diálogos, se publicó en Febrero de 2015 un
documento titulado “Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia”, elaborado
por la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV). Esta comisión estuvo conformada
por expertos y relatores designados por representantes del gobierno y delegados de las FARC –
EP, con el objetivo de “producir un informe sobre los orígenes y las múltiples causas del conflicto,
contempladas en el artículo 3o de la presente Ley, rindan cuentas de sus actos, se satisfagan los derechos a la justicia,
la verdad y la reparación integral a las víctimas, se lleven a cabo las reformas institucionales necesarias para la no
repetición de los hechos y la desarticulación de las estructuras armadas ilegales, con el fin último de lograr la
reconciliación nacional y la paz duradera y sostenible. Ver:
http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/ley/2011/ley_1448_2011.html 10 Esto, acogiendo el conjunto de principios actualizado para la protección y la promoción de los Derechos Humanos
mediante la lucha contra la impunidad Ver: Comisión de Derechos Humanos. 8 de Febrero de 2005. Doc. ONU
E/CN.4/2005/102/Add.1. En:
http://www.coljuristas.org/documentos/libros_e_informes/principios_sobre_impunidad_y_reparaciones.pdf. Citado
por Antequera (2011). 11 Este es un tema de gran envergadura cultural y política que plantea nuevos cuestionamientos y que merece una
análisis completo que no encuentra un lugar central en este trabajo, ya que éste encarna una problematización sobre
la memoria como asunto ético - político que exige señalar los límites de una mirada coyuntural sustentada en el análisis
de los acontecimientos, y el proceso de paz con todo lo que conlleva es precisamente un acontecimiento, cuya
contemplación es necesaria en tanto lugar para la significación de un proceso histórico, pero no temáticamente
determinante en el asunto de la memoria en el contexto de conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia,
por esta razón en la presente pesquisa, este asunto ocupa un lugar enunciado con el fin de contextualizar, pero no un
asunto central.
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los principales factores y condiciones que han facilitado o contribuido a su persistencia, y los
efectos e impactos más notorios del mismo sobre la población” (CHCV, 2015, p.2). Esto da cuenta
de la existencia de un contexto en el que las iniciativas por construir una narrativa que dé sentido
al pasado violento del país se vislumbran como un requerimiento para la superación del conflicto
armado nacional y como un escenario en el que la existencia de versiones divergentes pero
complementarias se hace visible.
Después de haber realizado este recorrido, se puede concluir preliminarmente, que la sobre-
especialización de la memoria como concepto y como práctica social y política según las
connotaciones de “colectiva” e “histórica” (sin mencionar otras acepciones disciplinares como
“memoria social”, “memoria individual”, “memoria de los pueblos”) ha constituido una
fragmentación en torno a lo que significa y/o puede llegar a significar el acto de reflexionar sobre
el pasado: por una parte los sujetos que recuerdan y por otro, los recuerdos susceptibles a ser
convertidos en experiencias compartidas a través de instrumentos comunicativos que se configuran
mediados por la necesidad de explicar el presente de una nación, que pese a todas las vicisitudes
de su historia, debe optar por la selección de ciertos episodios, ciertos acontecimientos y con ello,
de ciertos personajes que permitan la comprensión del presente a la luz de lo que ha sucedido.
Desde allí, se configura una segunda fragmentación entre los sujetos que tienen legitimidad para
hacer/tener memoria y aquellos que no.
Este es un primer acercamiento a lo que se podría denominar como una lucha entre diversas
epistemologías de la memoria que se aproximan a la crítica y al reconocimiento de las lógicas
disciplinares y políticamente hegemónicas que han primado en la comprensión de la memoria
ligada al conflicto armado y la violencia política en Colombia. Es importante reconocer que este
ha sido un recorrido corto y meta-teórico que no ha profundizado sobre las condiciones de
producción y uso de dichas epistemologías y que apenas ha dejado enunciado un campo
problemático amplio: cómo se configuran las condiciones de producción y uso de la idea de
memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia.
Con la pretensión de explorar el campo de problematización dentro del cual se ubican
aproximaciones históricas, culturales, políticas y epistemológicas de la memoria como fenómeno
social, a continuación se realiza una exploración de diversas posturas epistemológicas,
metodológicas y conceptuales que han sido retomadas en algunos estudios de autores Colombianos
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sobre la memoria desde las ciencias sociales y humanas12. En esta exploración se abordan dos
categorías principales, la primera tiene que ver con las perspectivas metodológicas y
epistemológicas según las que se ha abordado la idea de memoria, y la segunda, es referente a la
idea de historia y/o adopción de determinadas perspectivas históricas que se puedan entrever en
los estudios sobre la memoria.
1.1.1. La Memoria13
Algo que se evidencia como generalidad en los estudios revisados, es que la memoria es
concebida desde sus usos políticos, como posibilidad reivindicación de ciertos sectores de la
sociedad, de la historia y con ello, de ciertos sujetos y de acontecimientos determinados. En este
sentido, Morales, L (2014) realiza un acercamiento comprensivo a las experiencias narradas de
hijos e hijas de padres que fueron asesinados y/o desaparecidos, que son considerados casos de
violencia e impunidad por parte del Estado, abordando al mismo tiempo, tres sucesos: la Toma del
Palacio de Justicia, el asesinato y exterminio de líderes, miembros y simpatizantes de la Unión
Patriótica y el asesinato de candidatos presidenciales en la década de finales de los ochenta en
Colombia. Esto, con el fin de describir, revelar y expresar por medio de un documento audiovisual,
los relatos, imágenes y experiencias de la violencia política que marcaron el relato de los sujetos
de su investigación, en la segunda mitad de los años ochenta en Colombia. En este estudio, la
elección de esta población estuvo direccionada por el concepto de “Emprendedores de la memoria”
retomado de Elisabeth Jelin, para referirse a personas comprometidas con la necesidad de vindicar
y resignificar el pasado a la luz de un presente que solicita esclarecimientos, pues se parte de la
12 La búsqueda y selección de los documentos se realizó teniendo en cuenta que debían ser publicados en los diez
últimos años (2005-2015), tiempo en el que se enmarcan los esfuerzos gubernamentales por reflexionar sobre el pasado
“violento” del país, ya que acontece la puesta en funcionamiento de aparatos socio-jurídicos soportados en la Ley 975
de 2005 o Ley de Justicia y Paz, a partir de la cual se conforma la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación
(CNRR) y a partir de ésta el Grupo de Memoria Histórica (GMH); y la Ley 745 de 2011 o Ley de Victimas y
Restitución de Tierras. Estos documentos representan resultados de investigación en nivel de maestría e
investigaciones realizadas a nivel institucional desde los sectores público y privado. Luego se realizó el análisis de la
información obtenida, a través del cual se determinó y extrajo la información más sobresaliente de los documentos
seleccionados teniendo en cuenta las categorías enunciadas anteriormente.
13 En esta categoría se explora cómo se ha producido o construido conocimiento sobre la memoria en torno al conflicto
armado y la violencia sociopolítica en Colombia, y cómo se ha puesto a circular dicho conocimiento en los contextos
académicos, culturales y políticos. En este sentido, se examinan las definiciones de memoria, las estrategias
metodológicas y el tratamiento que se da a las fuentes utilizadas por los diversos investigadores, apelando a la
enunciación de generalidades encontradas en los textos y contrastando sus particularidades.
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lucha contra el olvido y el silenciamiento sistemático e impuesto por lógicas del poder
hegemónicas.
La puesta en escena de los emprendedores de memoria como fuentes, da cuenta de una
elección metodológica que permite entrever aspectos epistemológicos sustentados en la
construcción de conocimiento sobre la memoria desde el reconocimiento de su relación con los
usos políticos de la misma, aspecto que queda ilustrados por Rubio, G (2013) en la siguiente cita:
En el estudio del pasado reciente, la separación entre pasado y presente se vuelve más difusa y tanto
el investigador como el recuerdo (objeto de investigación) están situados en un contexto mediado
por “intereses prácticos” que contextualizan las significaciones en el marco de los discursos sobre
el pasado reciente como una producción social del presente que exige una definición de sus alcances
ético-políticos. Cuando se estudia el pasado reciente, el rol del historiador no queda circunscrito al
de un observador analítico neutral, más aun cuando el evento abordado es un crimen contra la
humanidad. (p. 65, 66)
Esta es una elección que también retoma Antequera (2011) en su investigación sobre las
políticas de la memoria en el contexto de conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia,
quien asume de manera clara “una posición política comprometida, necesaria más allá del capricho
personal” (Antequera, p.21). Al respecto, este autor afirma que:
La fundación de un punto de vista político asume el hecho de que hacer/tener memoria es mucho
más que evocar el pasado tal y como fue en realidad, y que los intereses y las relaciones en el
presente son la marca que determina su desarrollo (…) de esta manera, las políticas de la memoria
emergen como escenario de dotación de sentido en constante transformación, determinado por las
interacciones sociales como interacciones de poder. (Antequera, 2012, p. 35)
Antequera, J (2011) construye una propuesta metodológica, centrada también en los
emprendedores de memoria, concebidos como actores que se encuentran ubicados en escenarios
públicos en los que se empieza a dar cuenta de políticas de la memoria que encarnan una lucha no
manifiesta entre el relato hegemónico y las resistencias a dicho relato, expresadas, según
Antequera, J (2011) en las críticas elaboradas por los emprendedores de memoria que él entrevistó
en su proceso investigativo, los cuales fueron Iván Cepeda Castro, vocero destacado del
Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) y parlamentario representante a la
discusión de la Ley de Víctimas; Gonzalo Sánchez, director del Centro Memoria Histórica y
Camilo González Posso, director del Centro de Memoria Bicentenario: Memoria, Paz y
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Reconciliación que se construye en el país desde la iniciativa local del gobierno de la ciudad de
Bogotá D.C. (2007-2011).
Por otro lado, la investigación realizada por Acevedo (2012) parte del contexto
autobiográfico como vinculación con las formas en que se producen, circulan, disputan y
posicionan las prácticas de la memoria de las víctimas en la cultura política del país. De esta
manera se da por descartada una posible neutralidad del investigador, al igual que en los trabajos
de Morales, L (2014) y Antequera (2011), en los que queda manifiesta la necesidad de asumir una
postura ético-política al momento de estudiar la memoria ligada a los conceptos de violencia
política y conflicto armado en Colombia, sin dejar de lado la rigurosidad científica.
En la investigación realizada por Acevedo (2012), se comprenden las memorias de las
víctimas como memorias aisladas que no han sido públicas ni oficiales y que han sido marginadas
por las memorias pertenecientes a la historia oficial, fruto de las verdades de las élites de gobierno.
A partir de esto, el autor, propone el concepto de memorias sub/alternas como memorias que “están
o no a la espera de ser escuchadas o reconocidas más allá de su localidad, a la expectativa o no de
ser un día sujetos de la historia” (Acevedo, 2012, p. 100). Al respecto, este autor muestra que estas
memorias han descartado el escenario gubernativo como campo lucha y que han rechazado el
silencio como forma de relacionarse con un pasado que sobrepasa las barreras de lo local. Esta es
una investigación en la que los discursos de las víctimas develan que en la forma en que ellas
asumen y elaboran sus experiencias pasadas, existen claves que dan cuenta del porqué las
comunidades subsisten al aparente exterminio simbólico.
Acevedo (2012) retoma la cultura política del país como escenario de su pesquisa,
definiendo este concepto como “el ámbito de las prácticas y de las instituciones, conformadas a
partir de la totalidad de la realidad social y que, históricamente, llegan a ser consideradas como
apropiadamente políticas […] (Escobar 2001, 26 citado en Acevedo, 2012, p. 53)”. En esta
medida, se puede entender que en el trabajo de Acevedo (2012) también se opta por la
reivindicación de unas memorias: las memoria de las víctimas, en un contexto político que las
invisibiliza y que propende por la supresión de las mismas.
En una línea similar con respecto al lugar de las memorias de las víctimas, pero desde un
lugar epistemológico distinto, centrado en los usos políticos de la memoria a partir de su
posibilidad estratégica para la transformación de la cultura política del País, se encuentra la
investigación realizada por González (2015), este autor analiza los usos estratégicos de los
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dispositivos construidos para comunicar la memoria colectiva de un grupo, en este caso, las
galerías de la memoria diseñadas por el MOVICE Capitulo Colombia. Esta es una postura centrada
en la exploración de los recursos emocionales y morales que se ponen juego cuando se trata de
posibilitar reflexiones sobre el pasado, con el fin de generar transformaciones en la cultura política
de la sociedad. En esta investigación, se analiza cómo a través de la experiencia de ver y percibir
una galería, se genera un diálogo entre los espectadores (que pueden ser o no ser víctimas) y las
víctimas. En este trabajo se retoma el concepto de cultura política para comprender la memoria
como fruto de estrategias comunicativas y como plataforma de exigencias de visibilidad de las
víctimas, lo cual da cuenta del funcionamiento de la acción colectiva de victimas organizadas. Lo
particular de este estudio con respecto a los otros mencionados, es que se centra en los dispositivos
de transmisión de la memoria, más que en los relatos de sujetos determinados, y más que
reivindicar una posición socio-cultural o un relato específico, reivindica unos usos políticos de la
memoria como dispositivo comunicativo y la concepción de la memoria como algo que se
transmite y que fundamenta una identidad colectiva.
En cuanto a la perspectiva epistemológica retomada por los autores, se puede afirmar que
los autores no enuncian de manera explícita las características que tiene el conocimiento que se
produce desde sus intervenciones en términos científicos, pero sí dan relevancia a la necesidad de
asumir un punto de vista político como condición del estudio sobre la memoria en el contexto ya
enunciado, este punto de vista se concibe desde la necesidad de incluir otro tipo de voces y de
concepciones para enriquecer y problematizar, lo que podría concebirse como una versión oficial
de la historia. Ligado esto, en los estudios revisados, principalmente en los de Antequera (2011),
Acevedo (2011) y Morales (2014), se enuncia un dilema epistemológico que tiene que ver con la
relación entre memoria e historia como formas de representar el pasado, cuyos límites y alcances
son difusos. Rubio (2013) define este dilema de manera muy acertada cuando afirma que uno de
los campos problemáticos en el estudio de la historia reciente es:
La relación con el estatuto epistemológico del recuerdo, su presentación como historia oral,
expresada por alguien que narra y su consideración a la vez como fuente documental, que sitúa a la
memoria en una función reconstructiva de los eventos del pasado y con una capacidad
interpretativa. (p. 165).
En Antequera (2011), se evidencia el reconocimiento específico de la memoria histórica
como “relato que confiere sentido a un periodo” (p.58), por lo que debe transitar del recuerdo por
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experiencia directa de los acontecimientos a la construcción de sentidos con base en
acontecimientos determinados, por parte de la sociedad en general. Este autor retoma la tesis de
Gómez Müller sobre la memoria como articulación entre relatos y verdad factual, para
sobrepasarla, proponiendo como eje de su investigación, la preocupación por “el riesgo del uso
político del pasado funcional a la dominación, y la pregunta acerca de la suficiencia de la
articulación entre memoria y verdad factual con dicho postulado” (p. 63).
Por su parte, Acevedo (2012), hace referencia a la forma en que los escenarios de la
memoria histórica como asunto público que sobrepasa lo regional, invisibilizan la postura de
memorias antagónicas, y cuando las reconocen, se limitan un revisionismo histórico que cosifica,
agrupa y divide a las víctimas.
Morales (2014), apela a la vindicación de la transmisión de la memoria, desde la
exploración del impacto del arte, el cine, las celebraciones públicas y los museos como un “desafío
para re-escribir la historia latinoamericana de una manera incluyente, multicultural y plural” (p.
65). Desde esta mirada, este autor realiza una crítica a la memoria como archivo, por medio de la
visibilización de formas alternativas y más efectivas en términos de transmisión de la memoria
histórica desde miradas antagónicas que permean desde los medios de comunicación a través de
series de televisión, documentales y producciones cinematográficas de alta difusión, hasta obras
de teatros, performances y puestas en escena construidas por sectores de víctimas y por artistas
comunitarios.
A nivel metodológico, se evidencia que las investigaciones revisadas abordan diversos
acercamientos a la memoria como problema científico susceptible a ser investigado desde las
ciencias sociales (estudios culturales y políticos), a partir de un enfoque cualitativo a través de
métodos como la realización de entrevistas a profundidad y análisis narrativo de relatos en el caso
de Morales (2014) quien además elabora un capítulo de su tesis por medio de un documento
audiovisual, pues el objetivo principal de su trabajo se sitúa en “comprender, para describir, revelar
y expresar por medio de un documento audiovisual, los relatos, imágenes y experiencias de la
violencia política” (p. 23). Este trabajo aborda la memoria desde su diversidad de expresiones
narrativas, textuales y visuales. Desde esta mirada se explora un mecanismo de comunicación del
pasado que va más allá de los testimonios y las biografías y que apuesta a la exploración de
registros visuales, documentales y teatrales. González (2015), también recurre al estudio de la
memoria retomando sus registros audiovisuales, en este caso, las galerías y pendones construidos
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por el MOVICE Capitulo Colombia, y utiliza estos insumos visuales como medio para provocar
narraciones relacionadas con dichas imágenes, con el fin de argumentar la siguiente tesis, que este
autor expone de manera explícita:
Las galerías de la memoria y demás actos públicos planeados por el Capítulo Bogotá del
Movimiento Nacional de Víctimas de Crimen de Estado -MOVICE, recurren a mecanismos
emocionales, morales y cognitivos que buscan modificar la cultura política de quienes los observan,
apelando a emociones y sensibilidades ampliamente difundidas en el común de las personas, para
luego introducir ideas y significados de mayor complejidad, que hacen parte del marco de acción
colectiva construido por el movimiento. (p. 30)
Por su parte, Antequera (2011), desarrolla un análisis de discursos a través de una matriz
de consenso de posturas políticas respecto a la implementación de políticas de la memoria en el
país, con el fin de mostrar el escenario de debate “que se inaugura con las políticas emergentes de
memoria, así como las contradicciones que debemos reconocer como sociedad entre lo que se nos
dice aisladamente, y lo que aquí se muestra que debemos articular” (p. 40). Finalmente, Acevedo
(2012) propone y pone en práctica de lo que denomina como un “trabajo interdiscursivo de lo
concreto”, que describe como una apuesta metodológica personal que está a mitad de camino entre
el análisis del discurso y la genealogía, en tanto que supera el análisis textual de los documentos y
pone en juego otras relaciones, prácticas y sentidos.
Después de hacer este recorrido por algunas investigaciones que problematizan el rol
científico, cultural y político de la memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia
sociopolítica en Colombia, se evidencia que las éstas se problematizan principalmente sobre el uso
de la memoria desde sus fines estratégicos, a partir de los cuales se reproducen formas de
concebirla que no necesariamente pasan por un ejercicio crítico que permita comprender y develar
las implicaciones culturales y políticas que trae consigo ciertas concepciones de la memoria y
determinadas formas de poner a circular en el mundo de la vida y la cultura política, sentidos sobre
el pasado.
Se podría decir que las problematizaciones sobre la memoria en el marco del conflicto
armado y la violencia política en Colombia han tendido a centrarse en uno de los siguientes
aspectos: 1. En los contenidos de lo memorable, cuando se estudian casos emblemáticos o casos
emergentes que develan las implicaciones del olvido provocado por la selección desmesurada de
lo que legítimamente debe ser recordado. Implicaciones que se caracterizan desde la continuidad
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de las expresiones violentas de los ejercicios políticos en el país y la necesidad de reconocer relatos
alternos al relato selectivo promulgado por la historia oficial. 2. En las formas en que se produce
y reproduce lo memorable desde una perspectiva que apunta a la develación de las estrategias de
políticas que hacen de la memoria un espectro de lo que debe ser recordado y olvidado por las
sociedades, cuando se estudian los procesos generales de dotación de sentido del pasado en
determinadas coyunturas que tienen que ver con el establecimiento de políticas de la memoria
desde la construcción y delimitación de regímenes de lo memorable.
1.1.2. La Historia
Respecto al concepto de historia, se puede entrever que en los estudios revisados, no se ha
optado por una postura que reflexione sobre la relación entre historia y memoria desde una relación
dialéctica, sino que se ha apelado de manera privilegiada a ignorar en el análisis la relación que
hay entre estos dos lugares de representación del pasado, a subyugar la una a la otra, o a resaltar
la polarización entre ambas. A continuación se abordan algunos acercamientos que se realizan en
estos estudios respecto a la historia.
Acevedo (2012), visibiliza un tejido de relaciones que existen entre olvido, memoria,
historia y pasado, apelando a aportes teóricos de autores como Maurice Halbwach, desde los cuales
traza el puente para comprender la memoria como una construcción colectiva y visibiliza una
crítica de la memoria como construcción subjetiva desde la afirmación de que la historia es una “a
lo sumo memoria histórica, una parte de la memoria colectiva caracterizada por narrar los eventos
y sucesos en la línea de tiempo de una nación bajo criterios de legitimación políticos y académicos”
(Acevedo, 2012, p. 46). Desde este planteamiento, se realiza una distinción entre “historia
positiva” e “historia crítica”, la primera se caracteriza por su pretensión de objetividad, desde la
cual se propende por la presentación de los hechos sin denotar juicios de valor sobre los mismos.
Mientras tanto, la perspectiva crítica de la historia, entrevé la necesidad de asumir los hechos como
resultado de relaciones de poder, por lo que incluso, la selección de materiales del pasado que
efectúa el historiador para su ejercicio, están atravesados por intereses políticos particulares que
contribuyen en la definición de lo que debe ser enunciado como memorable y de lo que debe pasar
al olvido.
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Para Acevedo (2012), la historia se concibe en el marco de los procesos de investigación,
como “meditación sobre la constitución de las narrativas oficiales y no oficiales, sobre la verdad
y la mentira, sobre lo plausible a ser recordado como olvidado” (p. 49), es decir, la historia en el
marco de la investigación es, o por lo menos debe apelar a un ejercicio crítico en el que se pongan
en escena todas las caras de la memoria: los héroes y los sub/alternos, los vencedores y los
perdedores, los que sufren en su cuerpo las consecuencias de los hechos y aquellos que acceden a
los hechos el pasado por medio de las narrativas de los otros.
Desde una perspectiva conceptual muy similar, Antequera (2011) incurre en el concepto
de historia, a través de la enunciación de la distancia epistemológica que existe entre memoria e
historia, a través de la problematización sobre la memoria colectiva, la cual ha sido comprendida
desde dos perspectivas generales. Por una parte, como memoria compartida por sujetos y/o grupos
sociales que tienen una relación con acontecimientos determinados por medio de la experiencia
directa y circunstancial, por lo que aquellos sujetos que no pertenecen a dichos grupos “solo les
queda la posibilidad de conocer el pasado a través de la historia, que se encargaría de permitir el
conocimiento de lo ocurrido con una distancia objetiva” (Antequera, 2011, p.34). Por otro lado, la
memoria colectiva también ha sido reivindicada como una “propiedad extendida, más allá de los
grupos comprometidos directamente con vulneraciones a derechos humanos” (Antequera, 2011,
p. 34), especialmente en los casos de acontecimientos relevantes en la historia de ciertas
sociedades, como aquellos que tienen que ver con el ejercicio de la violencia política.
Antequera (2011) afirma que a partir de estas discusiones se ha constituido el concepto de
“memoria histórica”, que podría definirse como “memoria prestada de los acontecimientos del
pasado que el sujeto no ha experimentado personalmente, y a la que llega por medio de documentos
de diverso tipo” (Aguilar, 2000, p. 44, citada en Antequera, 2011, p. 36). Para Antequera (2011)
la memoria histórica implica el ejercicio político de recuperación de la “capacidad de articulación
histórica” (p. 37) en las víctimas y la sociedad en general. Así pues, se podría concluir que para
Antequera (2011), la historia es un insumo de la memoria que propende por una verdad siempre
debatible, sobre la cual se construyen sentidos sobre el pasado en el terreno del presente, sentidos
que siempre -aunque no exclusivamente- van mediados por las relaciones de poder y por los relatos
hegemónicos.
Por otra parte, en los estudios de Morales (2014) y González (2015), no se evidencia una
problematización específica en torno al concepto de historia, aunque sí se puede entrever un uso
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de este concepto relacionado con la oficialidad de las versiones que se reconstruyen sobre los
acontecimientos del pasado, es decir, tiene que ver con los hechos y relatos emblemáticos que se
transmiten para dar cuenta de versiones y sujetos que tienen la legitimidad para ser recordados a
través de recursos documentales y monumentales. También, se puede evidenciar en estos dos
estudios, la selección de un periodo de tiempo y de unos sujetos determinados, para su pesquisa,
Morales (2014) retoma los años 80 y la experiencia de sujetos que en ese tiempo eran niños y
vivieron los impactos de la violencia política sobre algunos de sus familiares, y que en la actualidad
forman parte del MOVICE, y González (2015), aunque no selecciona un periodo de tiempo,
también recurre a la selección de unos usos de la memoria desde dispositivos comunicativos
construidos por el MOVICE.
Luego de realizar este corto y demostrativo abordaje, se evidencia que las referencias a lo
histórico en relación a la memoria, tienden a configurar la historia como el lugar público y objetivo
de la relación representativa con el pasado. La historia es un lugar público en tanto su propósito es
preservar una interpretación de los acontecimientos del pasado, denotados como significativos
para la comprensión del devenir de una sociedad en relación a su significación en el presente y a
su articulación con el futuro: estos dos últimos procedimientos se realizan comandados por la
memoria. En este sentido, se puede decir que la historia se visibiliza como un lugar y un insumo
pedagógico que se alimenta de la memoria de algunos (los testigos de los acontecimientos) para
alimentar la memoria de otros (quienes no experimentaron los acontecimientos pero necesitan
conocerlos para ubicarse como parte de una sociedad determinada).
Así, la historia se concibe como un área de la memoria que de manera paralela contribuye
a su configuración según unos requerimientos del presente que se denotan como sustentadores de
una versión hegemónica, pues la historia, en tanto construcción humana, es siempre selectiva y
dicha selección depende de quienes tienen el poder para recolectar los testimonios y manipularlos
según sus intereses. En el caso Colombiano, partiendo de los estudios revisados, los intereses de
quienes tienen el poder siempre han apelado al ocultamiento del lugar de las víctimas o su
significación desde la pasividad, al posicionamiento de algunos acontecimientos por encima de
otros, y a la satanización de algunos victimarios como han sido las guerrillas o ejércitos de
izquierda. Por ello, los estudios sobre la memoria han optado por el énfasis en el lugar de las
víctimas y de manera muy específica pero reiterativa de los “emprendedores de memoria”, que son
sujetos comprometidos con la puesta en escena pública de los relatos-otros o desconocidos sobre
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los acontecimientos emblemáticos, o con la exposición testimonial de acontecimientos
desconocidos para el grueso de la sociedad. En este sentido, el ejercicio de la memoria es casi que
un alegato contra lo que la historia ha negado. Esto demuestra que la memoria nunca se concibe
como un ejercicio perverso que también puede contribuir a la negación de algunos denotados como
otros.
La explicitación de la relación compleja y problemática entre memoria e historia, dado un
ensalzamiento de la memoria como forma de articular el pasado que va de la mano con la justicia
social y política, que aboga por el lugar de aquellos fantasmas históricos que fueron víctimas de
los procesos de selección de la historia, se presenta como un aspecto poco explorado, cuyo examen
podría contribuir a las discusiones tan frecuentemente enunciadas como aporías cuando se habla
de la relación que existe entre verdad jurídica y memoria, entre memoria y testimonio, entre
recuerdo y olvido, e incluso, entre memoria histórica y memoria colectiva, como entre tradición e
imaginación cuando se hace referencia a una historia descriptiva y anclada al pasado, y una
memoria que dota de sentido a lo sucedido, manteniendo necesariamente una perspectiva de futuro.
1.2 ¿Qué, cómo y porqué de esta investigación?
Hasta el momento se ha realizado un acercamiento a cómo se configuran las condiciones
de producción y uso de la idea de memoria en el contexto del conflicto armado y violencia
sociopolítica en Colombia. Sin embargo, este es un cuestionamiento amplio que se debe delimitar
en razón de la búsqueda de una aproximación teleológica en torno al abordaje de la siguiente
pregunta, que parte del relacionamiento de los tres ejes centrales de la investigación, a saber, la
memoria, la historia y la imaginación: ¿Cómo podría construirse una perspectiva epistemológica
de la memoria como práctica imaginativa, a través de un análisis de las condiciones históricas de
emergencia de la idea memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en
Colombia?
La pertinencia académica y social de este cuestionamiento adquiere sentido por la
existencia de una hipótesis, o mejor, de un presentimiento sustentado en el reconocimiento del
imaginario social como posibilidad de comprensión de las realidades sociales y que consiste en
que las condiciones históricas de producción y uso de la idea de memoria en el contexto del
conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia, se encuentran mediadas por prácticas
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imaginativas14, cuyo reconocimiento posibilitaría una comprensión de la memoria desde una
perspectiva crítica, que ponga en escena los límites que encarnan las comprensiones actuales sobre
el tema. Estos aspectos académicos y políticos se configuran como problema de investigación que
controvierte la utilización sobre-especializada de la memoria como concepto y como práctica,
apelando a fragmentaciones conceptuales y políticas, ya que se ha podido evidenciar hasta aquí,
que las innumerables veces que la idea de memoria ha sido puesta como base de los discursos
sobre lo que ha sucedido en Colombia, ha desgastado sus posibilidades de significación, y con
ello, ha mantenido las polarizaciones sociales en un ocultamiento sistemático.
Luego del ejercicio de contextualización que se ha realizado hasta el momento con el
propósito de comprender cómo se ha configurado la idea de memoria con base en disertaciones
políticas y académicas sobre ésta en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica
en Colombia, apelando a la revisión de documentos y estudios situados en esta realidad, se
pudieron rastrear algunas ideas que justifican el abordaje del problema desde la perspectiva del
imaginario social. Estas ideas son, en primer lugar, la consideración de la memoria como
reivindicación de lo que la historia ha negado y junto a esto, la noción de la memoria como
posibilidad de esclarecimiento de los acontecimientos históricos que han sido sometidos al
ocultamiento y la negación sistemática. Aparece también, el conflicto entre memoria colectiva e
historia oficial, es decir, entre la interpretación que hacen de los acontecimientos quienes los
experimentaron, y aquella que hace quienes escriben dicha interpretación por tercerización y
tratamiento de los testimonios, y finalmente, la idea de la necesidad de reivindicar los relatos de
las víctimas cuando se hace referencia a acontecimientos vinculados a la violencia enunciada como
fundadora de sociedades que por ende se inscribe en las identidades colectivas.
En estas ideas se puede entrever una relación entre memoria e historia mediada por dos
aspectos problemáticos: el primero es un requerimiento de controversia de los ejercicios
ideologizados que configuran la manipulación de los recursos históricos a manos de las
motivaciones de quienes tienen un lugar dominante, por medio de la reivindicación del lugar
histórico y del testimonio de aquellos actores que han ocupado el lugar de los dominados. El
segundo deriva en una delegación a la memoria, de las funciones de interpretación del presente y
proyección del futuro con base en la remembranza de los acontecimientos del pasado, para lo cual,
14 Se hace referencia a prácticas imaginativas, a la ideología y utopía, que se explicarán como constituyentes del
imaginario social más adelante
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se requiere del análisis y revisión de la producción de ejercicios históricos de recolección y
selección de información, testimonios y demás huellas del pasado que habitan en los territorios y
que tienen allí sus interpretaciones propias -memoria colectiva-, es decir, se ha apelado a la
asignación de “la función de sentido histórico en la creación, la permanencia y la trasformación de
las estructuras sociales vigentes a la memoria colectiva” (Serna, Oviedo y Bravo, 2010, 150)
A partir de la ilustración de estos aspectos problemáticos, se evidencia la necesidad de
comprender la relación entre memoria e historia a la luz de su concordancia con el fenómeno
ideológico, pero apelando a una distancia respecto a los desastres que ha dejado la ideología
hegemónica en la conciencia histórica a razón a las ideas y representaciones que se configuran en
torno al conflicto armado y a la violencia sociopolítica en Colombia, pues según esta perspectiva
se podría correr el riesgo de perpetuar la división de los sujetos, los espacios y los tiempos según
los niveles de afectación, las posibilidades de experimentación y la cercanía de los relatos con una
verdad enunciada como única.
En relación con lo anterior, se acoge la perspectiva de Paul Ricoeur respecto al imaginario
social como entrecruzamiento necesario entre ideología y utopía. Desde esta perspectiva, el
imaginario social no está anclado a una realidad universal, pues los discursos son singulares y
posibilitan la construcción de “cuasimundos” (Ricoeur, 2010) que pueden ser concebidos como
otros mundos que no son iguales -aunque deriven- del mundo circunstancial de los hechos y de las
percepciones normalmente catalogadas como reales y verdaderas. Se podría decir que la ontología
del imaginario según Ricoeur (2010) está centrada en la experimentación de posibilidades y en el
lenguaje que articula lo imaginado. Este autor afirma que un paso decisivo para dar cuenta del
imaginario social, es reflexionar sobre “las condiciones de posibilidad de la experiencia histórica
en general. La imaginación está implicada allí en la medida en que el campo histórico de la
experiencia tiene (…) constitución analógica” (p. 208), la cual tiene que ver con la identificación
con otros que preceden, suceden o acompañan el curso histórico de los sujetos, es decir, con la
constitución de cierta “identidad narrativa” (Ricoeur, 2010, p. 360) que solo es accesible a través
de “un cierto número de prácticas imaginativas, tales como la utopía y la ideología” (Ricoeur,
2010, p. 211). De esta manera, el imaginario social tiene dos funciones esenciales: el refuerzo de
lo real que se logra a través de la ideología y el escape de lo real que se obtiene por medio de la
utopía.
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Para Ricoeur (2010) las dos funciones del imaginario enunciadas anteriormente se
correlacionan según tres fases o niveles que alternan de lo positivo a lo patológico. En cuanto a la
ideología, su fase positiva tiene que ver con su función de integración social, mientras que su fase
negativa está en su función del disimulo que consiste en el fortalecimiento y repetición del vínculo
social en situaciones posteriores al hecho y en su función como instrumento de legitimación de un
sistema dado de autoridad. Al respecto, Ricoeur (2010) advierte que la función de disimulo
prevalece sobre la de integración cuando las representaciones ideológicas son coaptadas por el
sistema de autoridad de una sociedad, pues hay más en la pretensión que viene de la autoridad que
en la creencia que va hacia ésta. Por otro lado, la utopía se concibe como el proyecto imaginario
de otra sociedad, de otra realidad. Su fase positiva está en su función de subversión social en la
que el papel de la imaginación es el de cuestionar la institucionalidad, y con esto, poner en juego
los sistemas de autoridad. Mientras que en su fase patológica, la realidad se somete al sueño.
De manera paralela y transversal a las funciones ya enunciadas, tanto en la ideología como
en la utopía, tiene lugar una función relacionada con el poder: la ideología legitima un poder dado,
mientras que la utopía pone a circular en el imaginario posibilidades de poderes alternativos que
ponen en cuestión la eficiencia cultural de los poderes hegemónicos y dominantes sostenidos
ideológicamente. La función de integración de la ideología en tanto promotora de la convicción de
los acontecimientos fundadores de una sociedad como constitutivos de la memoria social (Ricoeur,
2010), requiere de una comprensión de las bases sobre las que se fundamentan dichos
acontecimientos, lo cual implica un movimiento crítico hacia la imaginación de aquello que
trasciende e incluso -aunque no necesariamente- controvierte el orden social, este movimiento es
función de la utopía.
Se podría afirmar que desde esta perspectiva, un imaginario social no funciona únicamente
como ideología, sino que requiere de un movimiento crítico posibilitado por la utopía. Sin
embargo, la función ideológica del imaginario permite comprender que éste tiene que ver con la
legitimación de ciertos poderes que se pretenden instaurar y sedimentar en las lógicas culturales
como autoridad y que esta sedimentación es labor del imaginario social.
Ya habiendo visibilizado los peligros que puede correr el estudio de la memoria ligado al
fenómeno ideológico y a su denotado vehículo comunicativo: la historia, y junto a ella, la
imaginación como forma por excelencia de experimentar un pasado que no se vivió pero que debe
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recordarse porque fundamenta el devenir de una sociedad, se retoma una tesis de Ricoeur que
guiará el transcurrir de este trabajo investigativo:
Para poder soñar con otro lugar es necesario haber ya conquistado, mediante una interpretación
siempre nueva de las tradiciones de las que procedemos, algo así como una identidad narrativa.
Pero, por otra parte, las ideologías en las cuales esta identidad se disimula, reclaman una conciencia
capaz de contemplarse a sí misma sin vacilar, a partir de ningún lugar”. (Ricoeur, 2010, 360)
Partiendo de esta sentencia de que no hay lugar no ideológico que pueda socavar la
construcción de una memoria no ideologizada y no ideologizante, este trabajo pretende ser un
esfuerzo por señalar los límites de algunos esquemas representativos sobre la memoria que se han
constituido en el contexto del conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia, y a partir
de esto, hacer visibles algunas posibilidades críticas que permitan su compresión desde una
perspectiva sustentada en la relación entre memoria, historia e imaginación.
Así pues, el problema que se plantea esta investigación tiene que ver con las formas en que
se produce el conocimiento sobre la memoria, es decir, es un problema epistemológico, cuyo
carácter propositivo está situado en la comprensión de la memoria desde la perspectiva del
imaginario social. En este punto es preciso aclarar que el imaginario social se concibe en esta
investigación como una perspectiva para abordar el tema de la memoria desde un lugar crítico, no
puede confundirse con un aspecto temático u objetual15, lo que se pretende es comprender los
recorridos de la memoria como practica social, política y cultural, desde una perspectiva que
posibilite la crítica a los lugares ideológicos que se puedan rastrear en las conceptualizaciones
sobre la memoria y la historia en textos que se construyeron como comprensiones del conflicto
armado interno y la violencia sociopolítica en Colombia.
En relación a lo anterior, los objetos de análisis en este trabajo son textos, y su uso se
explica desde la propuesta de Ricoeur (2010) en torno a la autonomía semántica del texto con
respecto al habla, lo cual dota al primero de una dimensión ontológica particular en la que se
privilegia el papel del lenguaje como productor de sentidos sobre la realidad. Desde esta
perspectiva, es posible dar cuenta del funcionamiento de un imaginario social a través de la
interpretación de textos, concibiendo el texto como “discurso fijado por la escritura” (Ricoeur,
2010, p. 127), y se parte de la “función narrativa” que posibilita que un texto se convierta en relato
15 Pues no se busca dar cuenta de los imaginarios sociales que han surgido en torno a las practicas históricas y de la
memoria en Colombia
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por medio del reconocimiento de su carácter temporal lo cual es posible a través de la visibilización
de una constitución verbal sustentada en la “composición de la trama” o intriga (Ricoeur, 2010, p.
191).
Esta es una noción que Ricoeur retoma de Aristóteles, quien la usa para hacer referencia a
la manera en que se estructuran textos literarios, y que tiene que ver con el hecho de que una
narración consta de una secuencia singular de sucesos, estados mentales y acontecimientos en los
participan seres humanos como personajes o actores. Estos componentes no poseen significado
propio ya que éste viene dado por el lugar que ocupan en la configuración global de la totalidad
de la secuencia, ésta es su trama. En palabras de Ricoeur (2010) “la trama es la unidad inteligible
que compone las circunstancias, los fines y los medios, las iniciativas y las consecuencias queridas
o no queridas” (p. 192). Respecto a la memoria en su relación con la historia y la constitución de
la identidad tanto a nivel individual como colectivo, la trama tiene que ver con la función de
selección del relato, en tanto, modela la identidad de los actores y establece los contornos de la
acción (Ricoeur, 2013).
De esta manera, Ricoeur cuestiona la inconmensurabilidad entre relato e historia,
afirmando que esta distinción parte del desconocimiento del “carácter inteligible que la trama
confiere al relato” (2010, p.192), con esto se advierte que la historia tiene un carácter narrativo,
por lo que existen relaciones entre la explicación histórica y la comprensión narrativa, y entre el
mundo real y la imaginación productora característica de la ficción.
El análisis que se realizó para fines de esta investigación, consistió en la segregación de los
textos en categorías organizativas que contemplaron la existencia del sentido del texto
comprendido como su estructura, es decir, el orden de sus componentes (que fue un orden
intencional, en tanto que los textos se seleccionaron en torno a una referencia textual, se podría
entender este ejercicio como la construcción de un texto nuevo, con una trama construida
apropósito del interés de la investigación en torno a las categorías de análisis: la memoria y la
historia; esto es válido en tanto que este es un ejercicio de interpretación y según Ricoeur (2010)
la interpretación tiene que ver con la actualización del mundo del texto por medio de la lectura) y
la referencia que en los textos históricos es connotada como el mundo circunstancial, es decir, en
el que ocurrieron realmente los acontecimientos, que para fines de este ejercicio investigativo, se
concibe como un elemento más de la narración. Esto, ya que se reconoce el fondo temporal de la
experiencia humana -accesible por medio de textos e inteligible en la trama- como la referencia
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común entre historia y ficción, denotados comúnmente como géneros opuestos (Ricoeur, 2010).
Al respecto Ricoeur afirma que esta referencia común no niega la asimetría entre “lo real histórico
y lo irreal ficcional” (p. 20), sino que permite comprender el entrecruzamiento entre ambas
modalidades, que parte de la reafirmación de que el mundo de los textos tiene relación con el
mundo real en tanto que lo rehacen.
Es de aclarar que aquí se contempla la posibilidad de desvanecimiento de límites entre la
historia y la ficción, en tanto se consideran géneros narrativos que comparten una referencia y
cuyas formas de organización son similares dada su exigencia de esquematismo. Se contempla el
análisis de textos históricos develando su carácter narrativo, con el fin de establecer una distancia
crítica respecto a la pretensión de veracidad de la historia y poder dar cuenta de una relación
dialéctica entre dicha pretensión de veracidad y la pretensión de fidelidad de la memoria con el
acontecimiento histórico. Al respecto, Ricoeur (2010) plantea la necesidad de comprender los
textos de la historia a la luz su configuración narrativa, en tanto que:
Directa o indirectamente, la historia es historia de hombres que son portadores, agentes y victimas
de fuerzas, instituciones, funciones, y estructuras en los que están insertos. En última instancia, la
historia no puede romper completamente con el relato, porque no puede desligarse de la acción que
implica agentes, fines, circunstancias, interacciones y resultados queridos y no queridos. Ahora
bien, la trama es precisamente la unidad narrativa básica que ordena estos ingredientes
heterogéneos en una totalidad inteligible. (Ricoeur, 2010, p. 19)
Entonces, la relación entre historia y ficción tiene su punto de encuentro en que lo que se
describe e interpreta en los textos de historia es el pasado, por lo que el historiador, a decir, de
Ricoeur (2010) “configura tramas que los documentos autorizan o prohíben pero nunca contienen.
En este sentido, la historia combina la coherencia narrativa y la conformidad con los documentos.
Este vínculo complejo permite caracterizar el estatuto de la historia como interpretación” (p. 21).
La construcción de los textos históricos, entonces, se encuentra mediada por la imaginación, en
tanto que el pasado, como se ha visto, no podría ser descrito sino construido. Así, el ejercicio
hermenéutico que se acoge en este trabajo, tiene que ver con Ricoeur plantea como el
reconocimiento de la relación dialéctica entre explicar y comprender, que define de la siguiente
manera “entiendo por comprensión la capacidad de continuar en uno mismo la labor de
estructuración del texto, y por explicación la operación de segundo grado incorporada en esta labor
de estructuración que el lector acompaña” (p. 35).
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Teniendo en cuenta esta relación que se plantea desde la perspectiva ricoeriana entre la
narración histórica y la narración de ficción, sustentada en la imaginación como posibilidad critica
para concebir que la rigurosidad de los textos históricos tiene que ver con la función de lo que
Ricoeur define como “imaginación productora”, la cual posee la capacidad de producir nuevas
relaciones esquematizantes16 que contribuyen con la creación de un mundo creíble, “habitable” y
lógico que contribuye a la comprensión de la realidad, pero también a la configuración de un estado
de “no compromiso” con el mundo real, en el cual se ensayan nuevas ideas y nuevas formas de
estar en el mundo (Ricoeur, 2010).
En este punto, Ricoeur realiza un tránsito del mundo del texto al mundo de la acción17, el
cual parte del hecho de que se reconoce en los símbolos una potencia de creación, de producción
de sentido, a lo que denomina “innovación semántica”, la cual implica una capacidad “heurística”
referente a un poder de descubrimiento o invención de rasgos inéditos de la realidad, una cierta
producción de verdad que se fundamenta en el esquematismo de imaginación, en una imaginación
siempre sustentada en reglas que se basan en su capacidad para “redescribir” la realidad18. Aquí se
empieza a dilucidar la relación que hay entre ficción y utopía como posibilidad de partir de lo
enunciado como real para poder imaginar otros lugares en forma de contra versión o subversión.
Este autor retoma la noción de metáfora, que comporta la innovación de los significados
originarios. La metáfora es un enunciado que constituye una predicación no pertinente en relación
con la referencia habitual de los términos y que genera así una nueva referencia, pero también un
nuevo sentido, que se torna impertinente respecto del sentido literal. Para Ricoeur (2010), en dicha
impertinencia se funda una nueva pertinencia soportada en la semejanza, entendida como la
16 Lo esquematizante en Ricoeur, tiene que ver -retomando a Kant- con la posibilidad de relacionar una imagen con
un concepto. Se podría concebir como una posibilidad metodológica para producir relaciones de similitud por medio
de la producción de imágenes. 17 Este tránsito es de interés en este trabajo, ya que se opta por la compresión de la memoria como una práctica que se
intenta comprender por medio de textos 18 Con el fin de argumentar el tránsito de la esfera del discurso a la esfera de la acción, Ricoeur (2010) hace referencia
a que la ficción encarna una paradoja: “la anulación de la percepción condiciona un aumento de nuestra visión de las
cosas” (p. 205), esta paradoja da cuenta del principio de “aumento icónico”, bajo el cual, se “rehace” la realidad. Este
aumento icónico se logra mediante la estructura narrativa, en tanto que ésta aporta esquematismo, que en el caso del
relato (que como ya se explicó cuando se habló de la relación entre historia y narración) tiene como referente a la
acción. Dada esta compleja relación entre ficción, relato y función narrativa, se podría afirmar que la función de la
historia mediada por una estructura narrativa, tienen como resultado no solo la re-descripción (partiendo de una
pretensión descriptiva), sino también la proyección, donde se pone en juego los desenlaces deseados y no deseados de
la acción.
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supresión de la “distancia lógica entre campos semánticos hasta el momento alejados” (p. 209)
esta supresión provoca un conflicto semántico que es el sentido de la metáfora. Para Ricoeur, la
metáfora redescribe la realidad en razón de que descubre nuevas cosas, por lo que se concibe como
un modo de enunciación que sobrepasa el cuasimundo de los textos y que tiene que ver con las
formas de la acción. Ricoeur (2010) plantea que la imaginación está relacionada con el uso
metafórico del lenguaje, a partir de lo cual, ésta se define como la capacidad de captar la semejanza
que funda la nueva pertinencia semántica, “una manera de interpretar la pertinencia en la falta de
pertinencia” (p. 212). Ricoeur parte de este planteamiento sobre la “innovación semántica” dotada
de fuerza referencial como condición de la imaginación en la esfera del discurso, con el fin de
generalizarla a la esfera de la acción.
Ricoeur (2010) hace mención a una “referencia de segundo grado” (p. 204), propia del
discurso poético, que “permite que aparezca nuestra pertenencia profunda al mundo de la vida,
que se manifieste el vínculo ontológico de nuestro ser con los otros seres y con el ser” (p. 204). En
este sentido, el momento de la comprensión en el ejercicio hermenéutico, seria enunciado como
"índice ya no metodológico sino propiamente validante de la verdad de la relación ontológica de
pertenencia de nuestro ser a los seres y al Ser"19. Esto se relaciona con lo que Ricoeur (2010)
denomina “las condiciones de posibilidad de la experiencia histórica general” (p. 208). Esto, en
tanto que la relación entre historia e imaginación se da por la existencia de una temporalidad de
orden superior que se configura en la base de un principio analógico (es decir, que posibilita el
reconocimiento de que los otros pueden tener una construcción analógica como la que tengo yo)
y que consiste en que:
Hay un campo histórico de experiencia porque mi campo temporal está ligado a oro campo temporal
mediante lo que se ha denominado una relación de acoplamiento (Paarung), según la cual, un flujo
temporal puede acompañar a otro flujo. Es más, este acoplamiento solo parece un corte en un flujo
englobante en cuyo seno cada uno de nosotros no solo tiene contemporáneos, sino también
predecesores y sucesores. (Ricoeur, 2010, p. 209)
Retomando lo que se abordado hasta el momento en términos epistemológicos, en esta
investigación se construyó una posibilidad metodológica sustentada en la realización de un análisis
de textos que contemplara un panorama explicativo en el plano de la visibilización del sentido y
la estructura de los mismos, y el panorama comprensivo, en tanto que los textos se revisaron y
19 "Explicar y comprender. Texto. acción e historia" p. 92.
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analizaron no sólo en función de su estructura, sino a una actualización posibilitada por la
reorganización del texto según categorías de análisis que se dividieron en dos tipos: conceptuales
y de la configuración narrativa. Las categorías conceptuales fueron: memoria e historia, respecto
a estas categorías se identificaron las referencias en las que se hacía alusión a estos conceptos. Las
categorías de la configuración narrativa fueron construidas en relación a la visibilización de la
relación existente entre historia y memoria, mediadas por las construcciones propias de la ficción20.
Los textos seleccionados para el análisis fueron tres textos históricos presentados a modo de
informes21 por instituciones gubernamentales y no gubernamentales, fueron publicados entre los
años 2014 y 2015, y surgieron como esfuerzos por dotar de sentido al pasado colombiano en torno
a acontecimientos ligados al conflicto armado interno y la violencia sociopolítica en Colombia a
la luz de interpretaciones diversas e incluso contradictorias.
20 Estas categorías fueron las siguientes:
1. Acción: el lugar narrativo en el que aparecen actores como narradores o como sujetos del relato, los motivos y las
intenciones en el plano de la motivación (cuando se enuncian aspectos que tienen que ver a la agentividad propia del
actor y la visibilización de su mundo interior) o de la causalidad (cuando las acciones direccionadas por un agente se
narran a manera de acontecimientos inevitables o apelando a su uso como argumento), y finalmente, dentro de esta
categoría, se ubican las aspiraciones, expectativas y deseos de los agentes, a modo de acepciones al futuro y a las
proyecciones posibilitadas por un movimiento dado en la narración que denote algo que podría para y no ha sucedido.
2. Historia: En esta categoría se rastrearon enunciados referentes a la historia en el sentido de la explicación histórica
a modo de fenómeno físico, desde la cual se rastrearon acepciones a premisas referidas a la descripción de condiciones
iniciales con otras que afirman la existencia de una regularidad o ley general que fundamenta la explicación.
3. Ficción: bajo esta categoría, se organizaron aquellos enunciados en los que se podían evidenciar alguno de los
siguientes movimientos: 1. Una re-descripción metafórica de la realidad, en el sentido de fundación de una relación
de pertinencia sobre una impertinencia semántica original, en la que se evidenciara la enunciación de valores
sensoriales y estéticos relativos a aquello que él hace el mundo resulte habitable (es decir, que se dan como explicación
a las desviaciones a la norma) 2. La utilización de la mímesis como forma de describir acontecimientos como si fueran
experimentaciones empíricas de la realidad, aquí se establecen similitudes de manera tácita, no como en los enunciados
metafóricos, en los que se establece una relación abierta que puede dar lugar a múltiples construcciones de sentido. 21 1. Informe ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, preparado por el Centro de Memoria Histórica en
2013. Este documento da cuenta de 50 años de conflicto armado en Colombia, revelando sus consecuencias e impactos
sobre la población civil. 2. Paz sin Crímenes de Estado, Memoria y propuestas de las víctimas, es un documento
publicado en el año 2013, que recoge memorias de la violencia estatal en Colombia y propuestas de las víctimas para
una paz duradera. La Coordinación de investigación estuvo a cargo de Javier Giraldo y SJ Federico Andreu Guzmán
y participaron organizaciones como el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado Coordinación
Colombia Europa Estados Unidos Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes) Familiares
Colombia Fundación Nidya Erika Bautista. 3. Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia, que
la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas publica en el 2015. Este informe nace de un acuerdo entre los
representantes del Gobierno Nacional y los delegados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, adoptado
por la Mesa de Diálogos de La Habana. La Comisión fue conformada por doce expertos y dos relatores, con la misión
de producir un informe sobre los orígenes y las múltiples causas del conflicto, los principales factores y condiciones
que han facilitado o contribuido a su persistencia, y los efectos e impactos más notorios del mismo sobre la población.
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Cabe hacer mención de que la presentación de los resultados de esta investigación, a la cual
se dedican los siguientes dos capítulos, se organiza mediante un aspecto teórico relacionado con
los usos y abusos de la memoria (Ricoeur, 2013). Este direccionamiento se realizó ya que esta es
una aproximación que se realiza Ricoeur a la memoria como ejercicio metódico, práctico y ético
político, atravesado por las posibilidades del fenómeno ideológico como integración, justificación-
disimulo y distorsión. Este el primer paso en el ejercicio de distanciamiento que aquí se propone
para visibilizar las posibilidades críticas potenciadas por la consideración de lo utópico.
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CAPITULO 2
HISTORICIDAD
En el capítulo anterior se realizó un abordaje al cuestionamiento por cómo se han
configurado las condiciones de producción y uso de la idea de memoria, partiendo de la revisión
de los conceptos sobre la memoria y la historia que se han construido en estudios académicos
situados en la realidad colombiana y que se interpelan respecto a las formas de representación del
pasado ligado al conflicto armado y a la violencia sociopolítica en el país. Esto permitió rastrear
algunas ideas predominantes en el abordaje de este tema, que sirvieron como punto de partida para
visibilizar la pertinencia de una propuesta de la memoria como practica imaginativa y
contextualizar este trabajo en un panorama teórico y epistemológico sustentado en la perspectiva
del imaginario social como intersección entre ideología y utopía retomando los planteamientos de
Paul Ricoeur. Este primer acercamiento contribuyó a la fundamentación de las siguientes los
requerimientos de esta propuesta:
A nivel epistemológico, se evidencia la necesidad de hacer visible la mediación de la
imaginación en los procesos de la historia y de la memoria, y la posibilidad de hacerlo por medio
de la compresión de textos históricos presentados a modo de contribuciones a la memoria del
conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia. Esto se hace posible por medio del
rastreo y comprensión de la referencia de los textos, ya que retomando a Ricoeur (2010, 2013), lo
común entre memoria e historia es que refieren al pasado, en este sentido, las preguntas que
guiarán el tratamiento de los textos son ¿A qué se refieren los textos cuando hablan de memoria?,
¿A qué se refieren cuando hablan de historia? ¿Cómo se relaciona el tratamiento del concepto de
historia con el de memoria? Esta es una alternativa para pensar la representación del pasado como
un ejercicio que requiere tanto de la concepción de que no existen verdades absolutas por lo que
la representación del pasado implica siempre un rehacer de la realidad, como de la exigencia de
un distanciamiento constante que permita que cualquier versión sea validada por documentos,
testimonios y diversos aportes históricos que propendan por la re-descripción de los
acontecimientos históricos.
A nivel metodológico, se reconoce la necesidad de elaborar un ejercicio hermenéutico
entendido desde la relación dialéctica entre explicación y comprensión, por medio de re-lectura de
algunos textos presentados a modo de informes, que fueron concebidos como ejercicios de
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memoria, de reflexión sobre la memoria y de exigencia de una reflexión sobre el pasado y sobre
la historia ya escrita, estos informes son el informe ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y
dignidad (Resumen ejecutivo) el cual fue presentado por el Centro de Memoria Histórica en el año
2013, el informe Paz sin Crímenes de Estado, Memoria y propuestas de las víctimas publicado en
el año 2013 por el MOVICE (Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado) en
conjunto de organizaciones no gubernamentales dentro de las que se encontraban principalmente
asociaciones de víctimas de Estado y representantes de las mismas, y el informe Contribución al
entendimiento del conflicto armado en Colombia, escrito por la Comisión Histórica del Conflicto
y sus Víctimas, el cual fue publicado en el año 2015.
Dadas las convicciones epistemológicas enunciadas anteriormente, este ejercicio
hermenéutico está fundamentado en la visibilización y comprensión de la referencia en los textos,
la cual alterna entre el mundo circunstancial de los hechos y el fondo temporal de la experiencia
que enmarca el relato de dichos acontecimientos históricos. En este caso, esta referencia se hizo
accesible por medio de la desarticulación de los textos según su referencia textual a categorías
conceptuales: memoria e historia, y su reorganización según categorías denominadas de la trama
narrativa, las cuales fueron construidas en pro de hacer visibles las mediaciones de la imaginación.
A nivel ético-político, se hizo evidente la necesidad de comprender que tanto la memoria
como la historia, no refieren al pasado en el mismo sentido que las descripciones empíricas de la
realidad, que el fenómeno ideológico no se sustenta únicamente en las pretensiones de
manipulación y justificación del poder, y que la utopía, en tanto forma de imaginar modos distintos
de existencia social y de relacionamiento con las representaciones de la realidad que sustentan el
orden social, es necesaria en todo ejercicio crítico, pues si no se contempla la existencia de lo que
aún no ha pasado por la experimentación, nunca se va hacer visible el orden de la vida que ya no
puede seguir porque atenta contra la humanidad en sus diversas expresiones. Un atentado de este
tipo se acerca a lo que ha sucedido en Colombia: la violencia fundadora rutinizada ha ocultado los
quiebres y hendiduras que permiten pensar en otras realidades. A partir de esto, ha de
comprenderse porqué los estudios sobre la memoria tienen una generalidad relacionada con la
visibilización de la memoria como mártir de un fenómeno ideológico malévolo y perverso, pues
debe sufrir sus desmanes y aprender a convivir con ellos cuando por fuerza de la tradición se
convierten en creencia.
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A nivel ontológico, sale a relucir el cuestionamiento sobre las formas de constitución de la
memoria a la luz de la referencia común entre historia y ficción (concibiendo la ficción como el
peligro de todo relato que pretenda referir al pasado en términos de verdad o fidelidad). Por esto,
se optó por la comprensión de estos hallazgos con la pretensión de dotar de historicidad al
cuestionamiento por cómo se han configurado los usos y abusos de la memoria en el contexto del
conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia, partiendo de los planteamientos de
Ricoeur (2013) en torno a la memoria ejercida, con el fin de hacer un tránsito de análisis de la
referencia común como el fondo temporal de la experiencia fijada en los textos y organizada por
estrategias retóricas, a una posibilidad centrada en la experimentación mediante la imaginación,
en la existencia del vínculo histórico que nos une con los otros y que constituye la base de la
experiencia histórica general y por ende de la constitución de comunidades narrativas (Ricoeur,
2010)
Estas posibilidades argumentativas desde lo metodológico, epistemológico, ontológico y
ético-político se desarrollarán en el presente capitulo por medio del abordaje de la relación entre
memoria e historia por medio de la indagación por el tema de la representación del pasado como
la referencia común entre historia y memoria.
2.1 Relación entre memoria e historia en términos de referencia
En este apartado se realizará una articulación de las acepciones a las que refieren los
informes revisados cuando se habla de memoria y de historia ¿Qué se entiende por memoria e
historia?, ¿A qué hace referencia la representación cuando se discuten los temas/conceptos de la
memoria y de la historia? ¿Qué actores aparecen y qué lugar ocupan en dichas referencias? Estas
son preguntas que señalan las posibilidades reflexivas que se articulan en el texto que sucede a
continuación. La respuesta a estas preguntas no se da de manera organizada ni a manera de
comparativa entre lo que refieren los informes. Como ya se enunció, este texto es una articulación,
es decir, un ejercicio de compresión que transcurre a propósito de una lectura analítica. Lo más
interesante de esta construcción no son las afirmaciones, sino la explicitación de aquello a lo que
refieren los textos sobre la memoria y la historia, y las preguntas o provocaciones que se pudieron
generar en torno a la relación entre memoria e historia.
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En línea con lo anterior, se encontrará una serie de ideas que no tienen un orden específico
y cuya intención es realizar un abordaje de los elementos que constituyen las preguntas
anteriormente enunciadas, a saber, la memoria, la historia, los actores y el tratamientos del pasado,
en un desarrollo paulatino de articulaciones teóricas que permitan dar paso a un segundo momento
de este capítulo, en el que aparece un posicionamiento teórico más evidente respecto a la
representación del pasado, por ende, es de aclarar que en este apartado no queda nada concluido,
ya que se construyó como el lugar para la exposición de un espectro de ideas susceptibles a ser
interpretadas y organizadas en proposiciones conclusivas y cuestionadoras que se desarrollarán en
un segundo momento de este capítulo.
Este apartado tiene dos partes definidas por el énfasis que se da en los textos que se han
anunciado como los sujetos de esta investigación, a cada una de las categorías conceptuales como
base para la representación del pasado, se hace referencia entonces, al énfasis en la memoria y al
énfasis en la historia.
2.1.1. Representación del pasado: Énfasis en la memoria
En el informe ¡Basta Ya! del CMH, se hace referencia a que las memorias se caracterizan
por su heterogeneidad, pero conservan su similitud en tanto que tienen la potencialidad de
contribuir al esclarecimiento de los hechos históricos, en este sentido la memoria se concibe como
un medio para la atribución de responsabilidades que no debe atenuar las implicaciones jurídicas
y políticas de los actos cometidos. En este uso discursivo, los actores principales son las víctimas
concebidas como agentes que reclaman justicia y por ende, son quienes dotan a la memoria de una
responsabilidad en el sentido de contribución a la justicia. Se plantea que la relación entre memoria
y verdad no es una relación de dependencia, ya que se enuncia que ésta ha dado como resultado la
conformación de un “escalafón oprobioso” (CMH, 2013, p. 13), por lo que la atribución de
responsabilidades de la que se puede dar cuenta a través de los ejercicios de memoria, no se puede
asimilar a la exigencia de justicia particular que cada una de las víctimas reclama a sus victimarios
de manera particular.
El CMH posiciona su ejercicio histórico desde la construcción de una narrativa histórica o
de un relato histórico como forma de hacer claridad respecto a la no aceptación de los textos
históricos convertidos en fuentes de la verdad y construidos con pretensiones de verdad absoluta.
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En este sentido, se instaura una distancia entre los ejercicios de la memoria como representación
pública del pasado (un pasado que experimentaron algunos y que otros deben reconocer como
parte de su identidad) y los textos judiciales, resaltando los impactos que estos deben tener en el
marco de la justicia ordinaria, como la imputación de cargos y penas por delitos consagrados en el
marco de decretos, normas, constituciones y demás representaciones de lo jurídico.
La memoria, para el Centro de Memoria Histórica contribuye al esclarecimiento de los
acontecimientos históricos, pero no remplaza la exigencia de reconstrucción de los hechos a nivel
particular como ejercicio que contribuya en primera instancia a la reparación de las víctimas en su
particularidad. Esto invita a pensar que aunque el ejercicio de la memoria parta de la pretensión de
visibilizar la diferencia como parte de una posibilidad democratizadora, siempre corre el peligro
de recaer en la masificación de significaciones y en la eventualidad de convertirse en una creencia
más o menos generalizada del lugar de los actores y sus afecciones en el pasado; o también podría
pensarse que el no relacionar la memoria con la reconstrucción de los acontecimientos históricos
de manera particular, da cuenta de una necesidad por visibilizar aquello que une a una sociedad
con temporalidades fragmentadas y desconocidas, atribuyendo características singulares, pero en
búsqueda de unos comunes que no tienen que ver tanto con lo experimentado de manera individual,
sino las posibilidades de re-experimentar de manera colectiva, por lo que las afecciones
particulares pasan a ser responsabilidad de la justicia ordinaria. Cabe preguntarse ¿Cuáles son los
límites de la representación del pasado en el campo de lo público cuando se habla de las afecciones
particulares? Y ¿Qué precauciones debe tener el historiador en cuanto a estos límites?
Respecto a la relación entre memoria y justicia, en el Informe Paz Sin Crímenes de Estado,
que es un informe elaborado por organizaciones de víctimas de crímenes de Estado, se evidencia
una postura según la cual se concibe la memoria histórica como insumo de la historia, cuyo deber
ser apunta a la contribución a los ejercicios históricos y judiciales, en este informe, aunque se
rescata el lugar de las víctimas como sujetos históricamente negados, la acción se imputa al Estado
como agente de garantía de condiciones que posibiliten la reparación integral según los preceptos
de verdad, justicia y reparación, este actor también aparece como poseedor de información
histórica contenida en los archivos, los expedientes judiciales clasificados y el acceso a algunos
testimonios que no queda documentado o que no pudieron documentarse dada la poca habilitación
de espacios para que los testimonios y las versiones de las víctimas y demás afectados pudieran
hacerse públicos. En línea con lo anterior, parecen tres ideas concatenadas de la memoria: se
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alimenta de los documentos, es insumo para el esclarecimiento de los hechos a nivel judicial y es
un producto comunicativo.
Por su parte, en el informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, se
connota la memoria como recuerdo que se abre paso como forma de entender la realidad, en el
sentido de lo que sucedió deja lecciones que se subsumen en la repetición, por lo que cuando
aparece ligado a un fenómeno de violencia, la memoria se centra en la venganza. Esta acepción de
la memoria parece como una referencia en tono argumentativo cuando se está hablando de hechos
históricos, específicamente, la época de la Violencia bipartidista, definida como hito según el cual
se dio lugar sustentado un orden de representaciones polarizadas y fragmentadas, que se ha
instaurado bajo la idea de la venganza y de la respuesta a las acciones de humillación impartida
que sólo tienen lugar desde la repetición de la violencia. Este tipo de enunciados respecto a
acontecimientos históricos específicos, es una expresión de la representación del pasado en función
de la comprensión de las identidades colectivas por medio del reconocimiento, que en este caso se
da a modo de exposición de las implicaciones negativas de los acontecimientos fundadores, que
son definidos por Ricoeur (2010) como acontecimientos que aparecen ligados a la necesidad que
tienen los grupos de representarse a sí mismos, lo cual fundamenta la función de integración de la
ideología.
Estos acontecimientos fundadores contribuyen a una “domesticación de la memoria”
(Ricoeur, 2010, p. 283) en la medida en que la ideología tiene la potencialidad que prolongar los
actos fundadores a modo de representación, convirtiéndolos en una imagen idealizada a través de
la cual un grupo representa su existencia, lo cual refuerza su código interpretativo (la capacidad
que tiene la ideología para posicionar una visión de conjunto de la historia de un grupo y su
universo simbólico e identitario). Este refuerzo se expresa a modo ritualizaciones y estereotipos
que provocan un “orden de denominaciones correctas” (Ricoeur, 2010, p. 284). Este es el carácter
dòxico de la ideología, que hace de ésta un refuerzo de la autoridad en el que su función ya no es
únicamente generar una posibilidad de comprensión intersubjetiva como modo de relacionarse con
los otros, sino que empieza a desarrollar su función de disimulo y distorsión, según la cual sirve a
la interpretación y justificación de los sistemas de autoridad que tienden a exigir mayor creencia
que la que hay comúnmente en los grupos. En este punto, afirma Ricoeur (2010) que el código
interpretativo que ha forjado la ideología se convierte en algo en lo cual los hombres piensan, más
que en un simple contenido del pensamiento, ante esto, la opción de la acción social, es la
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reproducción que provoca que todo lo nuevo se ajuste a los esquemas interpretativos ya
sedimentados por la función ideológica en este nivel de disimulo y distorsión, y que aquello que
no se ajuste sea percibido desde la intolerancia “cuando lo nuevo amenaza la posibilidad de
reconocimiento y reencuentro de un grupo” (Ricoeur, 2010, p. 285). El peligro de este nivel de
reproducción de las representaciones según los acontecimientos fundadores, es que inmoviliza,
atrapa la memoria en la memorización y cierra las puertas de la rememoración, se obturan las
posibilidades reflexivas y se opaca el campo de interpretación de posibilidades otras. Es de
entenderse porqué se liga el impacto de los acontecimientos fundadores a la repetición de la
violencia, ya que “lo que celebramos con el nombre de acontecimientos fundadores son
esencialmente actos violentos legitimados después por un estado de derecho precario, y luego por
su antigüedad misma” (Ricoeur, 2013, p.108).
Al respecto, Wills (2015) expone, en el ensayo que hace parte del informe de la Comisión
Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV), que las memorias, en tanto construcciones de
grupos que se identifican según sus intenciones políticas, son esquemáticas en la medida en que
producen marcos interpretativos; los grupos constituyen sus memorias y así como los grupos son
heterogéneos, sus memorias también, incluso pueden subvertir las unas a las otras en el panorama
de los contenidos, sin embargo, las estructuras parecen mantenerse, pues en un contexto de guerra,
las memorias recurren a la fundación de la imagen de un enemigo.
De este modo, en el informe de la CHCV, Sergio De Zubiría Samper afirma que una
memoria “no manipulada” se debe fundar sobre la evaluación y valoración de dichas épocas y
acontecimientos históricos enunciados como fundacionales, que en el caso colombiano tienen que
ver también con algunas polarizaciones entre las que se encuentran la imagen del insurgente como
enemigo interno según las acepciones políticas de sindicalismo, comunismo, socialismo y
terrorismo. Javier Giraldo también hace referencia a este tema, afirmando que la memoria del
enemigo se utiliza como instrumento de guerra cuando se envilece su memoria para demostrar que
su destrucción provoca triunfo, en este caso, el enemigo es connotado como un actor cuya figura
es utilizada con el fin de perpetrar la guerra y de justificar su mantenimiento. Ante esto, Javier
Giraldo enuncia la necesidad de transformar el clima en el que se está configurando el proceso de
paz, enunciándolo como un clima de guerras explicitas y mantenidas en el que el triunfo sigue
siendo la motivación política.
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En el informe ¡Basta Ya!, también se evidencia una apuesta por parte de los investigadores,
de que la memoria y la historia, puestas a dialogar en este ejercicio que ellos denominan como de
narración histórica o relato general de los acontecimientos históricos22 considerados como la
referencia del discurso histórico que pasa por procesos de interpretación académica, se ve afectada
por procesos de selección, una selección que puede llegar a ser arbitraria y que se define en relación
a los intereses de quienes fijan el discurso histórico por medio de la escritura. Respecto a esta
característica selectiva de los ejercicios de representación del pasado, se evidencia en el informe
¡Basta Ya!, una exposición a modo de denuncia de que aquello que se recuerda en el contexto de
la sociedad en general (concebida como el conjunto de aquellos actores que no contienen en su
cuerpo las huellas directas de los acontecimientos históricos y por ello acceden a los mismos por
medio de instrumentos comunicativos diseñados por las instituciones culturales) es por excelencia
aquello que se hace visible en medios de comunicación, lo cual queda en la memoria porque
contienen la narración de acontecimientos que suelen caracterizarse por el horror que causan y por
su magnitud:
Mapiripán, El Salado, Segovia, Naya, Honduras, La Chinita y La Rochela son algunos de los
nombres que están grabados en la memoria de los colombianos por las grandes matanzas que allí
ocurrieron. Estas expediciones nefastas llenaron los titulares de prensa y horrorizaron al país y al
mundo por los métodos crueles empleados y por el alto número de víctimas que generaron. Sin
embargo, la gran mayoría de las masacres (75%) que el Grupo de Memoria Histórica logró
documentar tuvieron cuatro, cinco o seis víctimas, y quedaron en el anonimato. Al ser frecuentes y
menos espectaculares fueron rápidamente olvidadas, pues no tuvieron el despliegue mediático de
las otras. (p. 27)
Respecto a uso de los medios de comunicación como artefactos de reproducción de la
memoria, Darío Fajardo, expone en el marco del informe de la Comisión Histórica del Conflicto
y sus Víctimas, que la memoria también puede servir de refuerzo de los efectos de la guerra, ya
que en la memoria que construyen por estos medios, “se provoca un retorno al pasado doloroso no
para sanarlo sino para mantenerlo vivo” (Franco, R Citado en Fajardo, 2015, p. 386)
22 El acontecimiento histórico es el referente del discurso histórico, lo que ocurrió en el pasado. El hecho histórico, en
cambio, es su reconstrucción proposicional. De esta manera, si uno quisiera ser preciso al hablar debería decir: “el
hecho de que esto aconteció”. El filósofo caracteriza esta distinción del siguiente modo: “el hecho en cuanto ‘la cosa
dicha’, el qué del discurso histórico, del acontecimiento en cuanto ‘la cosa de la que se habla’, el ‘a propósito de qué’
es el discurso histórico” (Ricœur 2004, p. 234 citado en Lythgoe, E; 2014; p. 84).
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Los procesos de representación del pasado provocan tanto la rememoración como el olvido
y también transitan por el lugar de la memorización, que en palabras de Ricoeur tiene que ver con
las “maneras de aprender que tienen como objeto saberes, destrezas, posibilidades de hacer, de tal
modo que permanezcan disponibles para hacer su efectuación fácil” (Ricoeur, 2013, p. 84). Este
proceso de memorización es aquel que provoca que los hechos históricos y su carga simbólica
queden inscritos en la memoria pese a su distancia temporal y espacial con el acontecimiento, este
procedimiento es metódico y esquematizante, y por ello mismo tiene la potencialidad de fraguarse
un lugar casi que de manera imperceptible en las prácticas sociales. Dado al peligro de
ocultamiento y supresión de actores y de acontecimientos que supone esta labor selectiva, en el
informe ¡Basta Ya! se vindica el lugar de dos actores: las víctimas, como sujetos que han
experimentado situaciones de horror extremo en condiciones de indefensión y humillación
absoluta, y su forma de enfrentase a ella ha sido la memoria, la resistencia y la solidaridad (CMH,
2013); y la sociedad colombiana en su conjunto, que debe lidiar con las afectaciones dejadas por
la guerra para poder mirar hacia el futuro. La visualización del futuro aparece ligada sobre todo a
la sociedad en general, es decir, a la responsabilidad de la memoria como ejercicio que tienen que
ver con la conciencia histórica de una sociedad.
Las víctimas tienen el lugar de sujetos que respaldan la fidelidad de la narración de los
hechos históricos como testigos de los mismos, su memoria individual representa las posibilidades
de rememoración más fiables, por lo que en el informe Basta Ya, se realiza un movimiento entre
las memorias individuales de las víctimas y sus familiares, y la forma en que éstas memorias
adquieren un lugar en las memorias colectivas de los territorios en los que habitan y en los que en
muchas ocasiones sucedieron los acontecimientos, pero también se enuncia que la memoria tiene
lugar cuando el pasado se dota de sentidos, y para que esto suceda debe transitar del espacio
privado de significación y constituirse como como espacio público que contribuya al
esclarecimiento histórico de los hechos y la generación de un sentimiento de no repetición en la
sociedad general. De este modo, el tránsito de la memoria individual a la colectiva como lugar de
fundamentación de sentido histórico de las comunidades y de una nación, requiere de un ejercicio
de reconstrucción de las huellas a modo de artefactos que las materialicen y posibiliten su
comunicación, uno de estos artefactos son los monumentos que “honran la memoria de las
víctimas”. Los actos de reconstrucción de memoria como las conmemoraciones y peregrinaciones,
se enuncian como actos de resistencia civil y como forma de asumir la violencia sufrida por las
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víctimas, que restituyen la dignidad vulnerada. Así, el materializar y hacer públicas las huellas
posibilita el reconocimiento del otro desconocido y las características de su experiencia,
presentadas a modo de dolor y de resistencia. Los monumentos son nuevas huellas que representan
lo ausente y ocupan el lugar del testimonio que ya no se pueden provocar, las víctimas potencian
el recuerdo en las comunidades, recuerdo que se convierte en huellas y que subsiste por las huellas:
La imagen de este hombre sentado día tras día en el parque de Trujillo, Valle, quedó en el recuerdo
de la comunidad como testimonio del sufrimiento irreparable que causa la violencia. Por eso las
diez personas que murieron de pena moral, después de la masacre de Trujillo, se incluyen entre sus
víctimas y están reconocidas como tal en el Parque Monumento que honra su memoria. (p. 74)
Respecto a los usos de la memoria, el CMH (2013) tiene una posición centrada en que ésta
transita entre su posibilidad democratizadora sustentada en el reconocimiento y puesta en escena
de distintas versiones sobre los acontecimientos históricos y la posibilidad de hegemonización e
invisibilización de algunas versiones y personajes. La memoria se liga a la democracia en línea a
dos condiciones: la expresión de su diversidad y su relación con el futuro, en ese sentido es que el
CMH (2013) hace referencia a la memoria histórica como un campo de tensiones, por lo que
visibilizar las tensiones de la memoria dada su potencialidad de ser ejercida por distintos actores
y a través de distintos medios, es un requerimiento dentro de los ejercicios de memoria en el
contexto del conflicto armado y violencia sociopolítica en Colombia. La posibilidad
democratizadora de la memoria va ligada a la contemplación de la memoria de las víctimas, pues
se parte de su invisibilización sistemática en la historia del conflicto armado en Colombia, lo cual
ha resultado en la existencia de una sociedad fracturada. Esto se relaciona con el hecho de que los
relatos fundadores han operado bajo un ocultamiento del lugar de las víctimas y de los procesos
sociales y políticos en los que se ha fundamentado dicho conflicto, por lo que la incorporación de
la memoria de las víctimas de manera protagónica, se configura como condición de la memoria
como posibilidad democratizadora.
De manera muy similar, Sergio de Zubiría en su aporte para el informe de la Comisión
Histórica del Conflicto y sus Víctimas, plantea que en un contexto de negociación política como
el que atravesó Colombia en los últimos años, es necesaria la consideración de la memoria como
construcción plural, ya que la memoria se abre paso en el pensamiento histórico dada la necesidad
de reconocer que la interpretación de la historia no es única. Aquí también se reconoce el lugar de
las víctimas como actores que vienen adquiriendo centralidad y visibilidad en los relatos históricos.
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Esto apunta a una necesidad de provocar una reflexión política constante y consensuada sobre el
conflicto armado vigente, apelando a la transgresión de los mitos fundacionales, ya que estos
ocupan el lugar de referencia de la historia, una referencia que concluye en las polarizaciones (De
Zubiría, 2015).
Se puede evidenciar la idea de que existe una memoria fracturada en la que las victimas
poseen una verdad sustentada en lo vivido, la verdad de lo vivido que debe ser transmitida a
quienes no la conocen ni comprenden porque no la han experimentado. Aparecen las víctimas
como personajes narrados en función de su afectación directa en tanto dueñas de los recuerdos de
sus experiencias fruto de afecciones de acontecimientos de la guerra. Siguiendo a Ricoeur (2000)
serían ellas quienes contienen en su testimonio y su capacidad de testimoniar sobre los
acontecimientos, el acercamiento más fiel (en tanto potenciador de formas de recordar) a lo
sucedido en tanto que la afección en el caso de estos personajes, transitó por su cuerpo y dejó su
huella para la posteridad. Al respecto, el CMH (2013) enuncia diversas formas de asumir las
afecciones de la guerra por parte de las víctimas y sus familiares:
Hay personas cuyas memorias se quedan confinadas al ámbito privado. Hay otras que hacen de la
memoria una militancia, convertida a menudo en resistencia. Hay quienes, en respuesta al agravio,
acuden a la memoria como una propuesta de transformación de la realidad. Pero hay quienes se
anclan en memorias sin futuro, aquellas que toman la forma extrema de la venganza, que en un
escenario de odios colectivos acumulados equivale a negar la controversia y la posibilidad de
coexistir con el adversario. Significan la negación radical de la democracia. (CMH, 2013, p.20)
Según lo anterior, Ricoeur realiza, retomando a Aristóteles, la diferenciación entre mneme
y anamnesis. El primero apela al recuerdo como afección, que implica una dependencia entre el
agente y conciencia de la impronta que deja el pasado en su cuerpo, mientras que la anamnesis
sugiere una búsqueda activa implica un trabajo de los sujetos por representar el pasado, aquí existe
una distancia entre el acontecimiento y su necesidad de representarlo. Esta última da cuenta de la
operación de rememoración en tanto “retorno a la conciencia despierta de un acontecimiento
reconocido como que tuvo lugar antes del momento en que esta declara que lo percibió, conoció y
experimentó” (Ricoeur, 2013, p. 82). La rememoración como trabajo puede dar lugar a diversas
prácticas de la memoria que contribuyan tanto a la función ideológica como disimulo cuando
aparece sustentada en el odio y la repetición de lo acontecido en términos de violencia y venganza.
Este es un lugar que sólo aparece superable cuando se contempla la proyección en el futuro: he
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aquí una primera pista del requerimiento de imaginación que implica la práctica de la memoria
que exige un movimiento utópico a un lugar y a un tiempo no experimentado, como requerimiento
para visibilizar la diferencia que es constituyente a toda sociedad, pero que no es aceptada
normalmente, ya que la democracia no es algo que se valore por encima de la violencia y de la
estratificación según regularidades demostradas por la historia. Esto es lo que pone sobre la mesa
el CMH (2013) cuando hace referencia a la necesidad de una memoria democratizada.
En este mismo sentido, el CMH (2013) clasifica las prácticas de la memoria y con ello,
clasifica a los actores que promueven estas prácticas, haciendo referencia a memorias confinadas
a lo privado, memorias que se convierten en militancia en pro de la resistencia a un orden
establecido en el que se niega su existencia, memorias como transformación de realidades y
memorias vengativas sin futuro. De este modo, la memoria, aunque hace referencia al pasado, en
la práctica se fundamenta como un modo de habitar el presente y de fundamentar relaciones con
el futuro, no con respecto a acontecimientos del presente y del futuro, sino más bien como una
práctica de búsqueda de sentido que sitúa a los sujetos fuera del pasado (in-experimentable),
respecto a los recuerdos que llegan de él (re-experimentables y re-elaborados). Por ello, aunque el
acontecimiento no cambia, el sentido que fomenta sí; cambia para los sujetos particulares y para
las comunidades cuando se mueven de temporalidades dado el flujo inevitable de la experiencia
histórica.
En este tono, el CMH (2013) en su informe ¡Basta Ya! moviliza la idea de que la memoria
tiene la potencialidad de configurarse como resistencia a la historia de la violencia y como factor
que posibilita una nueva conciencia del pasado. Esta potencialidad se vuelve efectiva cuando la
afirmación de las diferencias como denuncia ante la violencia, se logra por medio de la generación
de cierta identidad alterna a la hegemónica, una identidad que se construye en colectivo a modo
de “campo de tensiones” en el que la diversidad reclama y posiciona su existencia. Así, en este
informe también se plantea que el ejercicio de la memoria debe contemplar la existencia de actores
que no pueden ser configurados como víctimas o como victimarios, así, aparece la sociedad como
actor que debe participar también de las reflexiones sobre las secuelas de una violencia dinamizada
en el conflicto armado colombiano. Esto demuestra que el CMH (2013) propende por la
construcción de un relato que contemple la complejidad del pasado, haciendo una crítica
manifiesta a los reduccionismos históricos que terminan en la polarización de los actores en
función del mantenimiento de la dualidad entre el bien y mal. Sin embargo, no se puede negar que
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siendo un relato sobre la violencia del conflicto armado en Colombia, se defiende en énfasis en la
visibilización de los testimonios de las víctimas. Así, aparecen modalidades de actores distintas;
la sociedad enunciada como víctima y principalmente como participe de las confrontaciones en
tanto ha resguardado el silencio y el ocultamiento, y la figura dual de los buenos y los villanos,
como tipologías de los actores de la historia, ante lo cual aparece la memoria como lugar donde se
hacen visibles otros actores, esta es otra forma en la memoria se resiste a una historia partidaria de
las dualidades.
Hay un actor que va apareciendo de manera progresiva en el informe ¡Basta Ya! cuando se
habla de la memoria como categoría conceptual, este es el Estado, el cual aparece cuando se
enuncian memorias que plantean desafíos éticos y humanos respecto a lo que la guerra representa
para los pueblos, especialmente, cuando hace referencia a la complicidad entre agentes del estado
y actores armados al margen de la ley. Se exponen memorias que denuncian el abandono del
Estado, poniendo en escena la ausencia de su funcionalidad como protector y garante de los
derechos. El Estado aparece como actor sin agencia que se caracteriza por su omisión. Finalmente,
se recalca la existencia de ciertos actores que en el momento de los hechos, contribuyeron a unir
comunidades, a ayudar a los otros, a resistir ante el ocultamiento de la sistematicidad de la
violencia, y especialmente, a dialogar con los victimarios y los actores armados en pro de cambiar
la voluntad de los mismos, estos actores son concebidos como “héroes anónimos (…) quienes
están del lugar de las víctimas, que fueron en su momento actores de resistencia civil desde lo
micro de la vida cotidiana” (CMH, 2013, p. 82).
En este informe aparece un uso recurrente de testimonios, los cuales configuran la memoria
como un entramado de posibilidades narrativas, en las que aparecen personajes cuyo accionar, en
el caso de las víctimas, es la narración misma; los actores armados, por su parte, aparecen en los
relatos de las víctimas como representados en su condición humana, con lo que se da agencia a la
violencia y se posibilita la atribución de responsabilidades a sujetos particulares (CMH, 2013), en
este sentido, los victimarios adquieren agencia en los relatos de las víctimas, por lo que se enuncia
como intención de las víctimas, el dotar de humanidad a los actores armados. Esto puede ir en
contraposición, o mejor, servir de resistencia a la conocida idea sobre la legitimación de la guerra,
según la cual, se deshumaniza a la víctima con el fin de causarle daño sin implicaciones éticas, con
el fin de justificar la violencia ejercida contra ellas. En este informe, este fenómeno se enuncia
como parte de las “memorias de la estigmatización” (CMH, 2013), las cuales son fuente de
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justificación de los actos violentos hacia ciertos sectores, sujetos, cuerpos, territorios y roles
sociales, quienes son hacedores de estas memorias son los victimarios, que implementan el estigma
del otro como enemigo con el fin de “violentar la identidad de la gente” (CMH, 2013, p. 78). Así,
La historia se define como algo que se configura junto a la identidad, por lo que el reconocimiento
de la historia de las minorías estigmatizadas, aporta a la superación de dicha estigmatización y al
fortalecimiento de las identidades locales y nacionales, estas últimas consideradas desde el respeto
a identidades diversas.
Los testimonios se utilizan con el fin de conjugar la existencia de dos mundos; el mundo
circunstancial en el que se produjeron los acontecimientos históricos y el de los sentimientos. Esto
se realiza por medio de la ubicación de testimonios que exponen los impactos que la violencia ha
dejado en las posibilidades de rememoración, las cuales tienden a la repetición incesante en la
memoria y la asunción de lo sucedido como si continuara sucediendo, como si la ausencia del
cuerpo físico se consolara en el recuerdo del mismo. Muchos de los testimonios son
representaciones del horror (CMH, 2013), de aquello que una vez más se define desde su lugar
experimentable por las víctimas. Los testimonios se utilizan en tono argumentativo como
ejemplificación de aquello que se recuerda cuando las experiencias están atravesadas por la guerra,
por ejemplo, las memorias del dolor y las memorias de las despedidas. Estos se configuran como
representaciones testimoniales de acontecimientos que invitan a que el lector se ubique en el lugar
de los narradores y que proponen una cercanía entre los sucesos de la vida cotidiana de cualquier
persona y la forma en que estos sucesos se resignifican con la violencia. Por ejemplo, la narración
de una víctima que relata cómo fue el último adiós con su ser querido, el énfasis se pone en la
despedida no en el horror ni en los actos de violencia física que se denuncian como un uso morboso
empleado normalmente por los medios de comunicación:
Nos fuimos para una finca cuando empezó ese carro blanco a recoger a la gente. Vi que llevaban a
mi hijo encapuchado, todo tapado. Cuando él me vio me hizo así con la mano [gesto de despedida].
Yo traté de irme detrás, pero me dijeron que no me fuera porque me pateaban. Él venía todo
aporreado, y yo dije: “Me van a matar a mi muchacho”. Me fui para adentro y no me volví a acordar
de nada. Ahí fue que yo desperté en el hospital”. (Testimonio de Madre superviviente de Trujillo,
Valle) (CMH, 2013, p. 74)
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2.1.2. Representación del pasado: Énfasis en la historia
En el informe ¡Basta Ya!, aparecen algunas acepciones a la historia en las que es definida
como sustrato de las experiencias colectivas que se interiorizan como modos de ser de las
sociedades, por lo que la historia da cuenta de una serie de acontecimientos que se repiten y que
fundamentan maneras de relacionarse. En este sentido, se denota la historia de la violencia como
la historia que en parte ha definido lo que es la sociedad colombiana y que encuentra su flanqueo
ante el ejercicio de la memoria: “Colombia tiene una larga historia de violencia, pero también una
renovada capacidad de resistencia a ella, una de cuyas más notorias manifestaciones en las últimas
dos décadas ha sido la creciente movilización por la memoria.” (CMH, 2013, p.20). De este modo,
la memoria como ejercicio es resistencia a la historia, en este punto se encuentra una similitud
entre la historia y aquello que Ricoeur (2013) llama la memoria-hábito, como aquella memoria
que se incorpora a la vivencia del presente a modo de repetición sin conciencia, esta es una
memoria aprendida fruto de la memorización que se sustenta en la evocación más que en la
búsqueda del recuerdo característica de la rememoración.
La historia como saber sobre el pasado que pasa por procesos de aprendizaje, se evidencia
también en las acepciones a la producción y reconocimiento de informes de esclarecimiento
histórico como labor para la construcción de memoria. Este aspecto aparece a modo de
recomendaciones de Centro de Memoria Histórica para la materialización de la memoria como
medidas de reparación simbólica23, la necesidad de:
Promover e implementar programas y campañas de tipo pedagógico y comunicativo que propendan
por superar la estigmatización de grupos y comunidades étnicas, reconociendo su historia, su
identidad y sus aportes a la identidad de Colombia como una nación pluriétnica y pluricultural (…)
Integrar en sus programas y acciones los informes de esclarecimiento histórico producidos por el
Grupo de Memoria Histórica, el Centro Nacional de Memoria Histórica, organizaciones no
gubernamentales, centros de pensamiento y academia, en los currículos, proyectos pedagógicos,
manuales y libros de historia y ciencias sociales. (CMH, 2013, p.90)
23 ARTÍCULO 141. REPARACIÓN SIMBÓLICA. Se entiende por reparación simbólica toda prestación realizada a
favor de las víctimas o de la comunidad en general que tienda a asegurar la preservación de la memoria histórica, la
no repetición de los hechos victimizantes, la aceptación pública de los hechos, la solicitud de perdón público y el
restablecimiento de la dignidad de las víctimas. (Ley de Victimas y Restitución de Tierras 1448; 2011; p. 65)
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En el Informe Paz Sin Crímenes de Estado del MOVICE, aparecen varias referencias al
concepto de historia o acepciones a la misma, varias de éstas corresponden a datos estadísticos
acompañadas de interpretaciones que responden al hecho de que cuando se agotan los términos de
las fuentes históricas, se acude a la dimensión de los sentimientos y las emociones, esto se
evidencia, por ejemplo cuando se connota de "espeluznante" una cifra de se considera disminuida
en relación a lo sucedido. Esto invita a ampliar el margen de interpretación para lo que significan
dichas cifras, ampliarlo de manera intencionada según lo que se quiere demostrar: incluso en el
mejor de los casos no deja de ser malo. En este informe se plantean algunas recomendaciones para
la construcción de memoria histórica en el país, que sugieren la necesidad de:
Desclasificar, organizar y preservar la totalidad de los documentos reservados del Estado,
especialmente los archivos de inteligencia relacionados con las violaciones de derechos humanos,
crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra, para que hagan parte de los materiales
de consulta para la memoria nacional sobre las víctimas y sirvan de insumo a los procesos
judiciales; y establecer un Registro Nacional de la Memoria, administrado de manera conjunta por
el Archivo General de la Nación y las organizaciones de víctimas y de defensores de derechos
humanos. (MOVICE, 2013, p. 243)
Por otra parte, en el informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, se
denota un énfasis en las referencias a la historia por encima de la memoria. Es de aclarar que este
informe está conformado por distintos ensayos y dos relatorías de distintos autores, con
procedencias e intereses académicos y políticos particulares, lo cual es una advertencia para el
lector del informe. Sin embargo, para fines de este trabajo se dio un tratamiento igual a todas las
referencias, no se trató de indagar por las intenciones del autor, sino por la articulación del texto y
sus contenidos en torno a las categorías de memoria e historia, a continuación se expondrán algunas
de las acepciones a la historia que se realizan en este informe.
Las rupturas históricas se enuncian como acontecimientos que marcan la existencia de un
antes y un después que normalmente se presentan a modo de actos fundadores, la afirmación del
antes y el después se reconoce dado que existe una sensación en la sociedad de que cambiaron
algunas cosas, a lo que Pecaut (2015) alega la necesidad de re-direccionar la mirada no sólo a lo
que señala la existencia de una ruptura histórica, sino también aquellas cosas que se mantienen.
En este mismo sentido de la historia como lo que se mantiene y lo que señala un cambio o una
transformación, Moncayo (2015) afirma que la historia de Colombia también ha sido una historia
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de las resistencias, las cuales anuncia como “rupturas a la normalidad” (p.114), refiriéndose
principalmente a la injerencia de la violencia como característica de dichas rupturas:
En Colombia, como en toda sociedad capitalista, hay un conflicto derivado de la esencia misma del
sistema imperante, y siempre han existido resistencias. Pero, lo que es muy propio de la historia
colombiana, es que esas resistencias, casi que desde siempre, han transitado por la ruptura de la
“normalidad”, tanto de manera individual como colectiva, bajo modalidades cambiantes de
organización y presencia. Es la historia bien conocida y sufrida de las violencias, documentada y
analizada en estudios académicos. (Moncayo, 2015, p. 114)
Sin embargo, la historia no sólo se limita al rastreo de los actos fundadores, sino que
también se enmarca en la necesidad y permanencia de los debates sobre los orígenes y causas de
los fenómenos sociales, en este sentido, se realiza una crítica a la concepción de historia como
construcción académica que se posiciona desde lugar de enunciación de verdades, aunque se
expresa que la historia oficial en el marco de lo político sí se caracteriza por su carácter de verdad
única. Aparecen en este informe acepciones que sugieren que un relato histórico general, e incluso,
la adopción de una perspectiva histórica en relación a los acontecimientos ligados al conflicto
armado en Colombia es casi imposible, ya que el conflicto continúa, hace parte del presente:
(…) en gran medida nos estamos refiriendo a una “historia del presente”, dado que todavía persiste
la violencia política en el país. ¿Si todavía siguen vivos los debates en torno a la significación, por
ejemplo, de las guerras de independencia, cómo pensar que pudiera haber consensos totales sobre
procesos históricos en curso? (Pecaut, D en Pizarro, 2015, p.5)
Según esta referencia, pareciera que la perspectiva histórica sólo se logra cuando los hechos
significan aspectos de un pasado que no retorna de forma experimentable, por lo que la
significación constante limita las posibilidades de llegar a consensos históricos. De este modo, la
historia se hace inteligible a través de periodos de tiempo que son caracterizados y organizados
por historiadores y expertos. En el caso de la historia del conflicto Colombiano, se pueden
identificar algunos periodos caracterizados por la emergencia de acontecimientos que hacen pensar
en que la historia cambió de alguna forma, sin embargo, en la historia nacional no existe un
consenso total en cuánto a qué acontecimientos son los más significativos y marcan el inicio del
conflicto armado. Al respecto, Pizarro (2015), uno de los relatores del informe de la Comisión,
afirma lo siguiente:
En los ensayos presentados hay quienes consideran necesario remontarse hacia el pasado remoto
para esclarecer los factores que han incidido en los diversos períodos de violencia que ha sufrido el
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país, incluido, el reciente13. Otros consideran que, si bien la violencia actual refleja lejanas
resonancias del pasado, sus actores y sus dinámicas se pueden estudiar tomando solamente en
consideración un período histórico más restringido. Este fue el caso de Francisco Gutiérrez,
Gustavo Duncan, Jorge Giraldo y Vicente Torrijos quienes, sin desconocer el valor de una amplia
mirada histórica -de la cual hacen referencias a menudo- prefirieron centrar sus interpretaciones en
el período posterior al Frente Nacional. Daniel Pécaut escogió un camino intermedio, al comenzar
su análisis mediante el estudio de los factores que, según su perspectiva, incidieron durante la
República Liberal en la Violencia de los años cincuenta y su impacto posterior en la historia
contemporánea del país. Darío Fajardo, Alfredo Molano, Sergio de Zubiría y Javier Giraldo
comienzan sus relatos con el surgimiento de los conflictos agrarios en los años veinte. (Pizarro,
2015, p. 7)
En este informe aparecen algunas maneras de hacer referencia a la historia, respecto a las
cuales se retorna a la idea de que la historia es un ejercicio de selección de acontecimientos que de
cierto modo caracterizan lo que sucede en una sociedad, por lo que sugiere y evidencia la división
en periodos o coyunturas, lo cual implica la caracterización de factores que responden a algunas
confluencias entorno a la causas e impactos de hechos determinados y de fenómenos sociales
específicos. Por ejemplo, en el informe se enuncia la transformación de las motivaciones políticas
como índice de un cambio posibilitado por un hecho determinado: la guerra fría. En estas
caracterizaciones históricas, aparecen algunos usos metafóricos, por ejemplo aparece la metáfora
de la lucha como forma de re-describir una realidad basada en la manifestación de la confrontación
en términos de representaciones basadas en la polarización política y cultural del ideal de la
sociedad. Este tipo de re-descripciones aparecen ligadas a la interpretación de acontecimientos
fundadores que se enuncian como hechos fundamentales para comprender el origen el conflicto
armado, se mencionan algunos como el desescalamiento del sectarismo bipartidista y el impacto
de la Revolución Cubana (Pizarro, 2015).
La historia también aparece como el ejercicio de caracterizar y organizar el discurso, a
través del rastreo y visibilización de sus particularidades en relación a fenómenos similares que
acontecieron en contextos distintos, por ejemplo, la constitución de guerrillas liberales antes y en
mayor medida que de guerrillas comunistas. Se recurre a la enunciación de condiciones iniciales
singulares, como la Revolución Cubana, hecho que aconteció luego de que en Colombia ya
existieran las guerrillas liberales, que da lugar a regularidades históricas como a la ordenación de
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las guerrillas luego la Revolución Cubaba, ya cual inspira a las colombianas en ciertos personales
y en luchas determinadas.
Así, lo histórico se concibe también desde la visibilización y comprensión de aquello que
caracteriza a modo de “rasgos” a las sociedades en términos económicos, políticos y culturales, en
este caso, a la colombiana. Esta es una reflexión que Moncayo (2015) expone como la construcción
de una “verdad” sobre el conflicto armado colombiano que se ajuste a la “realidad socioeconómica
del orden vigente” (p.29), según esta idea, una perspectiva histórica homogeniza y dicha
homogenización tiene que ver con el hecho de que implica revisar en retrospectiva cuáles son y
cómo se configuraron las identidades, pues pese a la existencia de diferencias evidentes entre los
sujetos que hacen parte de una nación como la colombiana, existen coyunturas que se configuran
a la par del advenimiento de ideas sobre cómo se debe vivir como parte de una sociedad: la
democracia, la participación y la igualdad son algunos paradigmas de la vida que está bien vivir y
que son fruto de construcciones históricas que llegan a los sujetos en forma de historias idealizadas
de cómo estaría bien vivir. De este modo, la historia no sólo homogeniza en el discurso, sino que
se convierte en un modo de asumir la vida y de leer la realidad, es decir, la historia tiene la
capacidad de homogenizar los códigos interpretativos en el sentido en que refiere a la realidad
misma. Esta perspectiva reluce en la siguiente acepción de Moncayo (2015)
Colombia, como las restantes sociedades contemporáneas, no es una realidad cuasinatural,
intemporal y ahistórica, sino una sociedad que adquirió una identidad nacional, en un territorio
determinado, con un cierto tipo de organización de sus relaciones (…) El advenimiento de ese
nuevo orden no hizo tabla rasa de lo preexistente, sino que incorporó en forma heterogénea la
colonialidad, arrojando como resulta una modernidad sui géneris, signada por la heterogeneidad.
(...). En efecto, en los pueblos nacionales que así surgieron, no se eliminaron ni se subsumieron las
múltiples diferencias de orden étnico y cultural existentes, las cuales de manera paulatina fueron
asumiendo la forma de la integración simbólica propia de las comunidades nacionales como
realidades insoslayables, que se han ido acumulando y reproduciendo. Ese proceso no ocurrió por
decisión voluntaria de los integrantes de los colectivos humanos, sino como resultado de un
complejo proceso histórico. (p.29)
El comprender que la historia se sedimenta en prácticas que caracterizan el suceder de
ciertas identidades, está ligado a la idea de la historia como creencia según la cual, la creencia se
sobrepone ocultando la historia en el sentido de construcción discursiva, ya que la creencia está
fundamentada en prácticas concretas (Serna, 2010). Mientras que la historia como discurso se fija
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en los textos y en prácticas investigativas elaboradas por agentes externos a los acontecimientos
históricos, la historia como creencia se fija en los cuerpos, afirma Serna (2010) retomando a
Bourdieu. Esto tiene cierta similitud a la distinción que hace Ricoeur (2010) entre los procesos de
la memoria en tanto representación del pasado, los cuales son la rememoración y memorización,
mientras la rememoración implica acción, la memorización implica repetición y evocación
estática, por lo que cabría preguntarse ¿la historia como texto provoca principalmente repetición?
y en este sentido ¿la repetición en tanto fundadora de hábitos, conlleva al camino del tránsito del
texto a la acción bajo la configuración de una acción particularmente enajenada?. Al respecto de
estos cuestionamientos, Ricoeur plantea que la historia es tanto texto como acción, en tanto que
ambos se relacionan dialécticamente en relación a sus referencias, el texto refiere a la acción,
mientras que la acción refiere a la realidad del mundo circunstancial, mundo que pretende ser
trasmutado en los textos históricos. Se hace comprensible ahora porqué se enuncia la historia como
un proceso que pasa por encima de las voluntades humanas, ya que la creencia supera e incluso
devasta las voluntades humanas cuando juega su rol de justificadora de la autoridad. En esta
medida, en tanto que la historia hace parte de las dinámicas concretas de la realidad social, hay
sucesos y acontecimientos que "se escurren en la historia" y que ponen de manifiesto una contra-
versión al orden social vigente (Giraldo, 2015, p. 27). Al respecto Serna (2010) expone una
relación ilustrativa entre memoria e historia cuando confluyen en la creencia:
La historia hecha creencia es, por un lado, la consumación de la eficacia social dela razón histórica,
que, encarnada en creencia, nunca se presenta como producto de razón histórica alguna. No
obstante, los modos diferenciados de realización de esta creencia, que es razón histórica denegada,
lleva que la historia como creencia no aparece dela misma manera para todos los agentes sociales.
(…) Perol ello no acaba la creencia, si es que tal cosa pudiera suceder, sino que permite que la
creencia se erija en historia; es decir, sea exteriorizada. Es aquí, en esta exteriorización (aparente)
de la creencia, que en verdad n es sin su proyección por vía e las representaciones, que irrumpe la
memoria. La memoria no es otra cosa que creencia hecha historia.
Aparece la metáfora de la huella comparar y denotar esquemas que perduran y que fueron
fruto de procesos históricos, se enuncian sucesos que han dejado huellas en las estructuras sociales
y que por lo tanto dan cuenta de procesos de configuración histórica. Como lugar de lo histórico
se pone de manifiesto la existencia de consecuencias de los acontecimientos o de las características
que comparten dichos acontecimientos pese a que hayan sucedido en momentos y espacios
distintos. Un ejemplo de esto es la enunciación la existencia de una de cultura de los “odios
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heredados” según la cual se reflexiona sobre el hecho de que la guerra también tiene razones en
cuanto a la imposición de ciertas motivaciones. También se expone la historia de las relaciones
políticas, haciendo referencia a la historia de las relaciones internacionales como fuente para
comprender la dinámica del conflicto armado colombiano, específicamente caracterizado como un
conflicto sustentado en la contrainsurgencia, “una contrainsurgencia no propiamente nativa, sino
definida por actores diferentes a lo nacionales" (Moncayo, 2015, p. 27). Esto invita a pensar en
que los acontecimientos fundadores también pueden ser réplicas de lo que acontece en otros
espacios y momentos históricos, no son actos siempre nuevos en un inicio, sino que se pueden
configurar como la continuidad de esquemas ideológicos ya codificados y sedimentados en otras
culturas. El fenómeno ideológico como réplica de códigos simbólicos y de formas correctas de
representar y enunciar la realidad que se convierten en hábitos, creencias sedimentadas y
memorizadas no atravesadas por el reconocimiento profundo de los acontecimientos que posibilita
la necesidad de buscar en el cimento de las creencias la vinculación propia con las mismas, es algo
que puede suceder desde el inicio, desde la constitución misma del acto fundador.
Esta confluencia entre historia y creencia que se puede denotar en la utilización del término
y en sus interpretaciones, aparece como un aspecto que requiere de una mirada sobre las formas
en que la historia como discurso refiere a falsedades, es decir, cuando su carácter veritativo se
encuentra en peligro. Al respecto afirma Estrada (2015)
La historia se falsifica cuando no se realizan ejercicios juiciosos de revisión histórica. Por ejemplo,
se enuncia una falsación de la historia del conflicto armado en Colombia: "se aproximan
explicaciones sobre el surgimiento y la expansión paramilitar como respuesta a excesos guerrilleros
o a disputas por los recursos que genera el negocio de la cocaína". (p. 39)
En esta misma perspectiva de sospecha sobre los ejercicios históricos, aparece la
caracterización de lo "inédito en la historia" desde el análisis sobre porqué algunos sucesos y
acontecimientos se definen como excepcionales, a partir de donde se enuncia la contemplación de
la configuración histórica desde el reconocimiento de la pluralidad como paso necesario para la
"solución política reflexiva" del conflicto armado interno (De Zubiría, 2015, p.12). Desde allí, se
concibe la interpretación de la historia o la lectura crítica sobre estudios históricos como distinta a
la historiografía. En línea con lo anterior, se afirma que la historiografía descontextualizada según
la cual se ha considerado el origen del conflicto armado colombiano según teorías del conflicto
que apelan a otros lugares, tiempos y realidades, es consecuencia de doctrinas y causa el
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mantenimiento de las mismas. Un ejemplo es la relación que se propone entre el surgimiento de
los movimientos guerrilleros y sucesos internacionales como la unión soviética, la revolución
cubana y el comunismo chino (Estrada, J, 2015). Se denuncia, entonces, la existencia de teorías
del conflicto que se usan como marco interpretativo para la comprensión de la historia del
conflicto que termina por anular la historicidad propia del caso colombiano, ante lo cual “es
imperativo involucrar la historicidad de la formación socioeconómica, los elementos políticos,
sociales, culturales e ideológicos que intervienen en la configuración de un orden social al cual le
es inherente el antagonismo y el conflicto social” (Estrada, 2015, p. 54).
En línea con esta idea de identificación de lo inédito de la historia, se enuncian la
contemplación de un análisis diferencial de la historia del conflicto armado colombiano, la
incursión del lugar jurídico y social de las víctimas como sujetos activos en el marco del conflicto
armado, el reconocimiento de perspectivas académicas como insumo para la comprensión del
origen, causas e impactos del conflicto armado interno, como aspectos excepcionales en la historia
del conflicto armado colombiano. En esta misma línea, se devela la existencia de una historia no
crítica (De Zubiría, 2015), que parte de la elaboración de tendencias con el propósito de legitimar
posturas y que no contempla las particularidades históricas, para lo cual es necesario retornar sobre
los relatos históricos de manera crítica, reconociendo el lugar de las víctimas, ya que se ha
empezado a visibilizar en los últimos tiempos su lugar transitado por situaciones de guerra que
expresan la particularidad del conflicto armado colombiano.
Avanzar en el entendimiento complejo del conflicto constituye un imperativo, si se considera que
por los rasgos que asume el debate político actual se está frente a tendencias de análisis que a través
de los recursos del revisionismo histórico o de la llamada historia contrafáctica pretenden falsificar
o reelaborar en forma grosera tendencias, momentos y hechos del proceso histórico, con el
propósito de fundamentar y legitimar posturas que desvirtúan la naturaleza social y el carácter
histórico del conflicto colombiano. (Estrada, 2015, p. 3)
En el informe Paz sin crímenes de Estado, se denota también un énfasis a acepciones a la
historia por encima que a la memoria, este informe tiene un tono más a modo de denuncia y se
encarga de señalar que la historia del conflicto armado en Colombia ha estado mediada por la
impunidad, en este sentido, se señalan de manera recurrente aspectos jurídicos que tienen que ver
con la garantía y protección de derechos que debe enmarcar la acción del Estado, y se advierte de
un repertorio de prácticas de guerra que evidencian el abondo, culpabilidad del Estado y el lugar
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de los victimarios como agentes de guerra. Como forma de abordar el panorama histórico, se
enuncian regularidades en las prácticas, las cuales indican regularidades en los motivos, por
ejemplo se hace referencia a las masacres como método para la ejemplificación de lo que puede
sufrir alguien que actué fuera de la norma. Esto puede enunciarse como una estrategia discursiva
que consiste en hacer visible la sistematicidad de una práctica con agentividad como forma de
denuncia.
En este informe se enuncian distintas modalidades de la violencia y se demuestra cómo sus
cifras y los datos históricos en las que aparecen, son ambiguos, por lo que aparece una regularidad
sustentada en la invisibilización o rastreo aislado de prácticas sistemáticas de la violencia como
las torturas, las desapariciones forzadas y la violencia sexual. También se define la existencia de
periodos de la historia nacional que se caracterizan por el acontecimiento de ciertos sucesos o
ciertos motivos, por ejemplo, la aniquilación de adversario como lo que caracteriza el periodo de
la Violencia en Colombia. Respecto a acontecimientos violentos de este tipo, se recurre en este
informe a la vinculación de la narración de los acontecimientos a modo de referencias sustraídas
de textos históricos, testimonios y prensa, con el mundo de los sentimientos y emociones como
camino para generar un puente interpretativo para comunicar que el horror difícilmente se describe
con veracidad y sólo es perceptible en su magnitud cuando se experimenta. Por ejemplo, se utilizan
referencias con la que se pudiera interpretar que cuando el horror se describe, es tan abrumador
que se asimila a la ficción, como cuando se define un acontecimiento violento como "monstruoso":
La policía política inicia su intervención con vejámenes, golpes e insultos; después roba, incendia
y asesinar; a la postre viola, estupra y remata en actos nefandos. Primero actúa en forma reservada,
posteriormente afrenta a sus víctimas ante progenitores, hermanos y aun menores de edad. A poco
andar violenta chiquillas de ocho y menos años hasta matarlas (…) Más adelante se registra el caso
monstruoso de violaciones colectivas cuando una sola mujer es arrojada a la tropa con abierta
incitación al delito por algunos oficiales psíquicamente lesionados (…) Solo quién ha recorrido las
comarcas, sabe cuán macabro y abismal es este aspecto de la tragedia. (Fals Borda en MOVICE,
2013, p.174)
2.2. Sobre la relación entre historia y memoria en términos del imaginario social
Para poder comprender la relación entre historia y memoria en términos del imaginario
social, que en línea con lo que se ha venido trabajando, tiene su lugar en la indagación sobre qué
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y cómo acontece la representación del pasado, es imperativo ubicar esta discusión en aquello que
son los abusos de la memoria desde una perspectiva general. Ricoeur (2013) realiza un abordaje
sobre la memoria en que logra el posicionamiento de un enfoque pragmático de la misma, según
la idea inicial de que “acordarse no es solo recibir una imagen del pasado, es también buscarla”
(Ricoeur, 2013, p. 81), desde esta mirada, se posicionan dos operaciones de la memoria que se
complementan; una ligada a lo cognitivo y otra a lo práctico, que se dimensionan desde el concepto
de rememoración, el cual funciona según el procedimiento cognitivo del reconocimiento que
implica la posibilidad de lograr ver de nuevo lo vivido en el pasado, tener una imagen de eso que
ya se experimentó, este es un procedimiento mediado por la imaginación concebida en un primer
momento, desde su capacidad reproductora, como la posibilidad de hacer presente lo ausente
brindando una imagen-representación de lo acontecido. Aquí se da cuenta del carácter esquemático
de la imaginación concebida como esa posibilidad metodológica según la cual es posible establecer
una relación entre una idea y un concepto (Ricoeur, 2010). Sin embargo, la rememoración no se
concibe únicamente desde la evocación de lo ausente, por lo que la construcción de imágenes es
sólo un momento que puede ligarse tanto a un uso activo (rememoración) como a un uso pasivo
(memorización). El procedimiento de rememoración, entonces, va en contravía al procedimiento
de memorización, el cual tiene que ver con la construcción y practica de maneras de aprender
saberes, destrezas, posibilidades de hacer que sean estables y estén disponibles para ser efectivas
(Ricoeur, 2013, p. 93).
El desencuentro entre rememoración y memorización radica en que en el primer
procedimiento, la característica es la consideración de que existe un “antes” cuya representación
es posible, pero también se sabe que este antes ya aconteció y por ende requiere de un trabajo de
búsqueda validado por el reconocimiento que implica la sensación de “ya visto”. De manera
contraria, en el procedimiento de memorización la temporalidad se anula, ya que se privilegia la
repetición del pasado a modo de aprendizaje, de hábito, se repite por la necesidad de reproducir lo
aprendido. El esfuerzo de rememoración exige el refuerzo de lo real posibilitado por el
reconocimiento, una exigencia de fiabilidad entre la imagen de ese pasado y lo que en realidad
aconteció, a esto se hace referencia cuando se enuncia la pretensión de fidelidad de la memoria:
El hecho importante es que los dos enfoques, cognitivo y pragmático se superponen en la operación
de la rememoración; el reconocimiento, que corona la búsqueda conseguida, designa la cara
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cognitiva de la rememoración, mitras que el esfuerzo y trabajo se inscriben en el campo practico.
(Ricœur 2013, p. 81)
Así, el recuerdo deviene de una potencialidad imaginativa por representar un lugar que ya
no existe en el presente, pero que puede correr el peligro de remitir a la ficción, por ende, se hace
relieve en el mantenimiento de la relación con lo anterior, incluso si para ello se debiera acudir al
poder legitimador de la creencia. Lo que interesa de estos dos procedimientos de la memoria para
fines de este trabajo, es que a partir de ejercicio hermenéutico realizado, devino la idea de que la
historia como ejercicio y como creencia tiene un lugar privilegiado desde las posibilidades de
memorización, y de ahí su oposición o subyugación con la memoria como ejercicio que implica
un volver a vivir y a significar el pasado, teniendo como requerimiento de fidelidad, la relación
con el tiempo y la distancia temporal. Sin embargo esta es una idea que no se fundamenta solo en
este aspecto de la imaginación en función de representar el pasado a nivel cognitivo, sino también
y especialmente a nivel práctico, ya que la historia y la memoria -como se evidenció en el apartado
anterior- tienen un punto de encuentro en necesidad de representar las afectaciones del conflicto
armado y la violencia sociopolítica, para lo cual es de vital importancia la recuperación de la voz
de las víctimas y los testigos de los acontecimientos, que son quienes tienen el poder de rememorar
y de brindar la bases narrativas para que dicho recuerdo se convierta de una imagen / texto
susceptible a ser puesta a circular en el contexto de lo público.
Este acto encierra diferentes riesgos que se sustentan en la característica que tiene el pasado
de poder representarse en un presente, en el cual se anhela conocer el saber que dicho pasado
encarna y que se ha difuminado por el paso del tiempo y por la distancia espacial, por medio de la
historia y la memoria concebidos desde la posibilidad de poder hacer: “el historiador se propone
“hacer historia”, como cada uno de nosotros intenta “hacer memoria”. La confrontación entre
memoria e historia tendrá lugar esencialmente en el plano de estas dos operaciones indivisamente
cognitivas y prácticas” (Ricoeur, 2013, p. 82).
Cuando la memoria se concibe como práctica, se enuncian las características e
implicaciones de su uso, al respecto Ricoeur (2013) afirma que cuando se contempla el uso,
también se debe visibilizar el riesgo de abuso: mucha o muy poca memoria. La existencia de
“mucha memoria” refiere al posicionamiento de técnicas de memorización que mediatizan las
representaciones del pasado bajo la reproducción no reflexiva, donde se valora la capacidad de
almacenar información pero no de comprender cómo se configuraron dichos aprendizajes a lo
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largo del tiempo, en este procedimiento, el olvido se prohíbe al tiempo en que se descuida el
acontecimiento que dio paso a la lección que se busca memorizar, en este caso, el exceso de
representación como vivencia del presente representa un peligro para el requerimiento de fidelidad
de la memoria. Esto sucede ya que mientras más se esquematice la producción de imágenes como
representación del pasado mayor es el riesgo de una representación ficcionalizada que se asuma
como verdad o de un desgaste de las posibilidades significativas del pasado, caracterizadas por la
inercia de hábito. La existencia de “muy poca memoria” direcciona a un uso abusivo de la misma,
según el cual la reconstrucción y representación mediatizada y publicitada del pasado se ve
fraguada por la necesidad de selección de ciertos acontecimientos y ciertos personajes. Aquí el
olvido no sólo se valora sino que se convierte en un exigencia y en una estrategia.
Decir que ficción puede configurarse como verdad o dar paso a la contemplación de otra
realidad posible, sucede dada la fuerza heurística de la ficción que se da como fruto de una
intención de re-descripción, y que da lugar a una relación entre verdad y explicación que dota a la
ficción de una “capacidad de abrir y desplegar nuevas dimensiones de realidad, gracias a la
suspensión de nuestra creencia en una descripción anterior” (Ricoeur, 2010, p. 204). De este modo,
la imaginación como mediación de los ejercicios de la memoria pueden alternar entre lo que
Ricoeur (2010) llamaría como un tránsito entre un eje noético, cuyas variaciones son reguladas
por los grados de creencia, de un lado, la conciencia crítica nula según la cual la imagen se
confunde con la realidad y del otro lado, la distancia critica en la que la imaginación se visualiza
como instrumento para la crítica de lo real (Ricoeur, 2010, p. 200). En este último aparece la
posibilidad de contemplar la alteridad que se realiza en el fenómeno utópico.
Esto es relevante en este trabajo, ya que en el análisis realizado, se denota la existencia de
una fragmentación entre el ejercicio de la historia y de la memoria, en el que por un lado, se
denuncia una historia que tiende a la justificación de la memorización, que posibilita que la historia
se convierta en creencia y en tradición de manera casi imperceptible. Por lo que la reconstrucción
histórica desde una mirada crítica se equipara al rastreo de las teorías históricas que se convirtieron
en creencia, de qué modo y según qué interés políticos sucedió este tránsito. Por otro lado, se
conciben los ejercicios de memoria que refieren al enaltecimiento de la rememoración sustentada
en la objetivación de las huellas dejadas por la afectaciones (lo cual se realiza como fruto del
ejercicio histórico). Por lo que se infiere que la memoria sigue siendo un sustrato de ejercicio
histórico: la historia se alimenta de la capacidad de rememoración de unos sujetos denegados
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históricamente, por lo que adquiere un papel político al denunciar la invisibilización de algunas
memorias: las de las víctimas. Estas memorias se regulan y se convierten en productos
comunicativos, de los cuales se denuncia (de nuevo) su capacidad selectiva, aspecto que pareciera
inevitable dada la ontología misma de la memoria en tanto representación de un pasado que ya no
se puede experimentar en términos de la percepción, sino en términos de la imaginación, que
tomando a Ricoeur (2010), se define como:
Un libre juego con las posibilidades en un estado de no compromiso respecto al mundo de la
percepción o de la acción. En este estado de no compromiso, ensayamos ideas nuevas, valores
nuevos, nuevas maneras de estar en el mundo. Pero este sentido común atribuido al concepto de
imaginación no es plenamente reconocido mientras no se vincule la fecundidad de la imaginación
con la del lenguaje, tal y como es ejemplificada por el proceso metafórico. Pues olvidamos entonces
la siguiente verdad: solo vemos imágenes si primero las entendemos. (p.203)
He aquí, la relación entre rememoración y memorización como lugares de la memoria
mediados por la imaginación; en la memorización, la imaginación produce imágenes que se
reproducen a modo de verdad, en la rememoración se busca en el entendimiento de las imágenes
¿cómo lograr este entendimiento cuando no se ha sido víctima, cuando las afectaciones no han
transitado por el cuerpo?, la respuesta a esta pregunta se puede dar desde la disertación
anteriormente citada que Ricoeur (2010) realiza sobre la imaginación: cuando se concibe el papel
de la imaginación como lugar de experimentación de posibilidades diversas en un estado de no
compromiso con la percepción, cuando se vincula la imaginación y el lenguaje. Esa
experimentación de posibilidades diversas permite determinar una distancia respecto a la ideología
en la que se refuerza la realidad, incluso cuando esa realidad es manipulada en función del poder
y la autoridad, pero también permite entender que una posición radicalmente reactiva a esta
ideología puede conducir a la instauración de un nuevo poder peor que el que se revocó.
En el apartado anterior, se evidenció que otro aspecto que relaciona a la memoria y la
historia en el sentido de la representación del pasado, es la idea de historia como creencia que se
ha sedimentado en la forma de concebir la realidad: lo que primero pasa por el discurso histórico
y luego se convierte en creencia. Esto se evidencia en acepciones según las cuales se entiende que
la historia genera cierta conciencia sobre el pasado que hace mella sobre las prácticas del presente.
En el caso colombiano, se evidencia una conciencia polarizada sustentada en coyunturas
entendidas a modo de acontecimientos fundadores que han reproducido la imagen del enemigo
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según diferentes preceptos: acontecimientos importados de otros contextos, acontecimientos
excluyentes contados a modo de reforzamiento de la dualidad entre buenos y villanos, vencedores
y vencidos, triunfos logrados y derrotas merecidas, estas son las características dela historia oficial
que se conjuga a modo de conmemoraciones, a la que se resiste por medio de la memoria, la cual
posibilita una nueva conciencia del pasado en la medida en que visibiliza el papel de actores
silenciados. Junto a esto, se articula la existencia de otro eje problemático que es el enaltecimiento
de la afectación y de la posibilidad de rememoración.
Hasta el momento se ha realizado un análisis de aquellos elementos que se evidencian como
mediaciones en la relación entre memoria e historia que se pudieron evidenciar en el ejercicio
hermenéutico realizado con los informes. Estos elementos tienen que ver con un enaltecimiento
de la rememoración como lugar de la afectación y como posibilidad de acceder a cierta fidelidad
con el acontecimiento histórico; y la identificación de la creencia como un lugar de confrontación
entre la historia y la memoria, en el que la primera se fragua un lugar en el refuerzo de la realidad
como instrumento de un fenómeno ideológico en su nivel justificador y la segunda actúa o debería
actuar como resistencia a dicho fenómeno. Estos dos elementos se complementan en el sentido en
que el enaltecimiento de la afectación, en el caso colombiano, se evidencia como un enaltecimiento
del lugar histórico de las víctimas; pero también se contradicen, ya que la materialización histórica
de las afectaciones termina en la conmemoración de imágenes que traducen en el presente y para
los otros -no afectados-, las huellas de la afectación, como ya se ha visto, este proceso de hacer
pública la memoria de las víctimas en términos de reconstrucción de las huellas, puede correr el
riesgo de una sobreestimación de los lugares y las imágenes que termine en un descuido del
acontecimiento (Ricoeur, 2013, p. 92).
En línea con lo anterior, se encuentran dos aspectos de la representación del pasado. En el
primero se pone en evidencia que la memoria caracterizada por su cualidad temporal, tienen la
posibilidad de garantizar que el acontecimiento ocurrió, pero no puede garantizar que exista una
adecuación entre la comunicación de la afectación y el acontecimiento. Esto, ya que la imaginación
media tanto el acto de memorización como el de rememoración. En relación al segundo aspecto,
aparece el rol de historiador (concebido para fines de este trabajo como cualquier sujeto o
institución que construya objetivaciones sobre las reflexiones sobre el pasado), quien para dar
cuenta de los acontecimientos del pasado, recurre necesariamente a la narración de los hechos
históricos. De este modo, el ejercicio de la historia tiene esa potencialidad crítica por contrastar las
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representaciones del pasado con aquello que direccione a la exploración de las afectaciones: los
testimonios y las huellas físicas. Así, la distancia temporal no debe ser concebida como un riesgo
sino como una posibilidad crítica, ya que es una distancia que no se puede acortar ni desconocer,
por lo que toda representación del pasado no es una copia del pasado, sino que toma el lugar el
pasado (Ricoeur, 2013).
Lo anterior no quiere decir que la historia sea ficción, ya que como se ha visto, la historia
como ejercicio crítico, rastrea y contrasta las posibilidades de la rememoración que implican la
exigencia de la realidad y de un compromiso por parte del investigador de que los componentes
de la narración que configuran la articulación textual del hecho histórico, en realidad hayan
existido en el pasado. Se hace preciso ahora preguntarse ¿Cómo mediar entre este compromiso de
fidelidad con el hecho histórico (que posibilita el momento del reconocimiento) y el estado de no
compromiso con el mundo de la percepción característico dela imaginación como plataforma para
ensayar posibilidades?, ¿Cómo lidiar con la sospecha de falsedad de ejercicio histórico, cuando se
define como un ejercicio mediado por la inscripción de elementos retóricos e imaginativos, así
como juicios morales y de valor, además de contemplar la distancia inevitable entre el
acontecimiento y la representación histórica?, y ¿Cómo hacer frente al riesgo de que las
representaciones del pasado, ya sean futo de la rememoración o de la re-descripción histórica,
puedan llegar a ser utilizadas y manipuladas?. Estas preguntas se abordan en el siguiente capítulo,
en el cual se aborda el tema de los abusos de la memoria identificados en los textos analizados.
Cabe aclarar que estos abusos se infieren a modo de consenso entre las interpretaciones y
vinculaciones narrativas que los constituyen, de lo cual también dependió su caracterización como
abusos de la memoria ejercida, ya que las referencias de los textos se relacionaron con lo planteado
por Ricoeur (2013) en este tipo de abusos, los cuales están relacionados principalmente con el uso
de la memoria para revertir los problemas de la identidad cuando la identidad se configura como
servidora de la ideología como justificación. Finalmente, se busca mostrar la relación dialéctica
entre memoria e historia teniendo como referente el papel de la utopía.
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CAPITULO 3
REFLEXIVIDAD
Después de haber realizado el anterior ejercicio de reconstrucción conceptual atravesado
por la historicidad propia de los textos analizados y según la pretensión de dar cuenta de los
cuestionamientos sobre qué se entiende por memoria e historia y a qué hace referencia la
representación cuando se discuten estos temas, pasando por la enunciación de los actores que
aparecen en dichas referencias junto al lugar que ocupan en ellas, se busca en este capítulo dar
cuenta de una organización de lo obtenido a modo de conclusiones que de manera paralela,
posibiliten explicitar el carácter propositivo de esta investigación, la cual aparte de exponer una
comprensión teórica sustentada en una metodología situada, se entendió como un ejercicio creativo
de reflexión histórica que permitió el diálogo entre textos históricos, concepciones y un lugar
teórico caracterizado por su aspecto conciliador, como es la perspectiva de Paul Ricoeur.
Esto se realizará en dos momentos, en el primero se señala una la relación entre historia y
memoria desde una obturación de la imaginación según la perspectiva de los abusos de la memoria
natural -cuando se hace referencia a la rememoración- en su nivel práctico: “la memoria
manipulada” (Ricoeur, 2013), y en el segundo, se hace una aproximación a la relación entre historia
y memoria a partir de la imaginación vinculada con el carácter positivo del fenómeno utópico.
Estos dos momentos responden respectivamente a cuestionamientos sobre el fenómeno ideológico
en su nivel de justificación del poder y sobre el fenómeno utópico posibilidad para la imaginación
de otros mundos. Esta aproximación responde a la necesidad de ubicarse primero en el lugar
ideológico para poder mantener abierto el campo de lo posible, conservando la distancia entre la
esperanza y la tradición (Ricoeur, 2010, p. 359).
Como prevención para los lectores, es preciso aclarar que los textos analizados se
entendieron como contribuciones a la comprensión histórica del conflicto armado y de la violencia
sociopolítica en Colombia, pero no son textos descriptivos ni tienen la intensión de serlo, son textos
interpretativos que aportan a la memoria como repertorio de interpretaciones heterogéneas sobre
los acontecimientos y los hechos históricos (por lo que se configuran como textos históricos, pero
también como reflexiones sobre la historia, y podrían ser considerados como contribuciones a la
memoria y reflexiones sobre la memoria), y la mirada analítica sobre ellos estuvo puesta en la
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función de la imaginación en los modos de representación más que en los contenidos de la
imaginación.
3.1 Ideología como obturación de la imaginación
Una lectura de los abusos de la memoria en su nivel práctico
En el primer capítulo se estableció como provocación discursiva, la idea de que en las
reflexiones sobre la memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en
Colombia, se evidenciaba la necesidad de comprender la relación entre memoria e historia a la luz
de su concordancia con el fenómeno ideológico, pero apelando a una distancia respecto a los
desastres que ha dejado la ideología hegemónica en la conciencia histórica a razón a las ideas y
representaciones que se configuran en torno al conflicto armado y a la violencia sociopolítica en
Colombia. A partir de esta precaución, en este aparado que buscar realizar una consideración
conclusiva, respecto a las formas en que se evidenció que la relación entre memoria e historia, se
encuentra mediada por la obturación de la imaginación cuando la representación del pasado se da
en función del fortalecimiento del fenómeno ideológico como justificación. Para esto, se realizará
un abordaje general de lo que Ricoeur (2013) expone bajo la acepción de abusos de la memoria,
para luego explicitar la relación entre éstos y lo evidenciado en los textos analizados.
Ricoeur (2013) realiza un abordaje de los abusos de la memoria ejercida, en el que
diferencia una tipología de tres abusos: a nivel patológico señala los de la memoria impedida, a
nivel práctico enuncia los de la memoria manipulada y a nivel ético-político establece los de la
memoria convocada abusivamente o de la memoria obligada. Sin negar que todos los abusos sirven
para un análisis del tema que aquí se viene abordando, a saber, la relación sobre memoria e historia
en un contexto sociopolítico en el que ya se ha evidenciado la existencia de historias hegemónicas
y memorias contaminadas por las historias hegemónicas, por lo que son memorias en constante
estado de tensión respecto a la forma de representar el pasado y a la cualidad de las conciencias
históricas que provocan, en este trabajo se retoman específicamente los abusos de la memoria
manipulada, ya que son los que tienen una relación más evidente con el fenómeno ideológico, el
cual, según Ricoeur (2013) es opaco en un doble sentido: siempre permanece oculto y es complejo
dada su operación en tres niveles, el de la distorsión, el de la legitimación del sistema de poder, y
el de la integración al mundo común por medio de la construcción y mantenimiento de sistemas
simbólicos inmanentes a la acción. Según estos tres niveles, la ideología tiene la característica de
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que siempre gira en torno al poder, ya que posibilita el requerimiento de legitimidad a una
autoridad dada, que tiene respuesta en términos de creencia.
En este orden de ideas, la memoria manipulada tiene lugar cuando se moviliza la memoria
al servicio de la búsqueda, requerimiento o reivindicación de la identidad (Ricoeur, 2013). Hay
que recordar que identidad tiene que ver con el fenómeno ideológico en su función positiva de dar
lugar a un grupo y de movilizar su acción, esta es una función que es frágil en la medida en que su
reivindicación y la expresión pública de sus actos fundadores se den mediadas por el fenómeno
ideológico. Esto sucede, afirma Ricoeur (2013), ya que la identidad tiene una un carácter temporal
que la lleva a una evaluación del presente y a una proyección del futuro, este carácter puede ser
opacado por la ideología que exige una estabilidad en el tiempo, un mantenimiento de sí en el
tiempo. También ocurre que cuando la identidad se convierte en un instrumento de la ideología, la
alteridad se concibe como amenaza, y cuando el otro se siente como una amenaza, los
acontecimientos que posibilitan su permanencia y estabilidad, suelen recurrir a la violencia, según
esta idea, es que Ricoeur (2013) hace referencia a un herencia de la violencia fundadora legitimada
por un Estado de derecho precario, y luego por su antigüedad misma (p. 108).
Esto va en línea con la idea que se evidenció en el análisis de los informes, según la cual,
la memoria de los enemigos se envilece para provocar la satisfacción del triunfo y con ello
justificar la aniquilación, por lo que la memoria del otro, materializada por esquemas valorativos,
puede convertirse en un arma de guerra, así como en una bandera de resistencia cuando se
enaltecen y ponen en escena las memorias de las víctimas. Tal vez la única forma de mediar con
esto que parece un destino fatal, es la construcción de conciencias históricas mediadas por la
evaluación de sus propios esquemas de alteridad y las respuestas que tienen para ellos, ya que si
la alteridad se concibe como amenaza o como insoportable, siempre es indicador de que se está
ubicado en un lugar ideológico que está exigiendo más creencia de la que podría obtener si se
sustentara en la trasparencia.
Ricoeur (2013) anuncia que la ideología y la memoria, también se relacionan según
mediaciones simbólicas de la acción que tienen que ver con la constitución de una identidad
narrativa, pues a través de la función narrativa se define la identidad de los personajes al tiempo
en se delimita la acción, por lo que cuando un acontecimiento histórico se convierte en un hecho
histórico, siempre se corre el riesgo de estar dando lugar a un relato impuesto, Ricoeur (2013)
afirma que éste es el instrumento privilegiado de la dominación en el sentido en que produce
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seducción e intimidación. En este sentido, se denuncia la existencia de una memoria impuesta,
equipada de una historia oficial autorizada que se aprende y celebra públicamente, esto indica un
pacto entre rememoración, memorización y conmemoración (Ricoeur, 2013, p. 110).
Ya habiendo realizado este corto recorrido conceptual sobre la forma en que se entiende la
relación entre memoria e historia en función del fenómeno ideológico, se expone ahora, la forma
en que éstos se evidencian en el caso de los resultados obtenidos de esta investigación.
En un primer momento, se hace visible que cuando se conjuga historia y memoria, aparece
la noción de creencia, como sedimentación de los significados impuestos a partir de hechos
históricos definidos como lecciones del pasado, heridas del pasado y fracturas del pasado. En
relación con esta idea, la historia es definida y organizada según las lecciones que dejó, y los
acontecimientos que marcaron el ambiente social, económico y político que se afirma que se
experimentó en algunas épocas o coyunturas. La historia así narrada se define como lugar de
posicionamiento de poderes que se instauran en el sentido común como poderes legítimos. En el
caso colombiano el poder no ha sido sólo uno, por lo que hay una lucha constante de historias que
buscan posicionarse en la memoria de aquellos que no han pasado necesariamente por afectaciones
históricas que se puedan considerar como acontecimientos fundadores de la historia común. Estos
acontecimientos en el caso colombiano se evidencian como cambiantes con el tiempo, este es un
cambio que se relaciona con trasformaciones sociales, pues pareciera que cada vez que sucede un
acontecimiento que cambie en algo a la sociedad que lo incuba o que lo recibe y reproduce, aparece
un acontecimiento fundador que merece su permanecía en la memoria colectiva.
Sin embargo, en el caso colombiano también existen memorias alternas, que no disputan
su lugar como legítimas y que por ende terminan ocultas o siendo objetivo de supresión, el
ocultamiento de estas memorias dificulta su enunciación en términos de la historia, ya que
normalmente no son evidentes desde afuera, de estas memorias apenas se infiere su existencia, ya
que objetivarlas desde la historia sería correr el riesgo de enunciarlas desde una configuración
narrativa de la que ellas no quieren ser parte.
En relación a lo anterior, en Colombia se vive una coyuntura caracterizada por la
emergencia de memorias que permanecían ocultas y silenciadas: las memorias de las víctimas, que
empiezan a ser consideradas como relevantes para la historia del país, por lo que han empezado a
enunciarse en contextos públicos, acontecimientos que no dejan de ser violentos pero que son
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narrados ahora desde las voces de las víctimas, de quienes su experiencia se concibe a partir del
dolor provocado por victimarios que adquieren varias formas y que nunca son anónimos.
Las victimas pasan a ser visibles en la historia desde un lugar que se espera que no disputa
con ningún otro, sino que se visibilice como una oportunidad para conocer otra esfera de la historia
nacional, por lo que se reviste de carácter crítico. Teniendo en cuenta lo anterior, la memoria en
Colombia en tanto categoría emergente con el posicionamiento de las víctimas en el panorama
político, se concibe como un ejercicio crítico al que no todos pueden acceder por que siguen presos
de una historia que se ha instaurado a modo de creencia sustentada en la memorización de ciertos
acontecimientos que se siguen enunciando como fundadores y que aún no incluyen la memoria de
las víctimas que se ha venido posicionando en los últimos tiempos, esta inclusión se enuncia en
los textos, a futuro, como una expectativa. En línea con la idea de que la memoria y la historia son
del pasado, tal vez esa sea la explicación de que los actos fundadores no se lean de manera común
desde el lugar de las víctimas. Pero también hay que decir que pareciera que el mismo carácter de
la memoria de las víctimas como lugar común, no permitiera que sean comprendidas desde la
superposición a otros lugares históricos, ya que esto implicaría su funcionamiento en pro de una
identidad dada, y con esto, su operación bajo la justificación de una autoridad.
En línea con lo anterior, en los textos se evidencian la narración del lugar de diversos
actores cuando se habla de memoria o de historia. Estos actores son el Estado, cuyo rol alterna
entre su agentividad y su pasividad, pues se enuncia su rol activo desde la denuncia de su
complicidad con los victimarios (por ende victimario o presunto victimario) y su carácter de
poseedor de información histórica a modo de archivos judiciales, pero sobre todo, aparece como
un actor pasivo caracterizado por su negligencia y por sus acciones pronunciadas en términos de
expectativas, de lo que se esperaría de él en términos de garantía de derechos. Por otro lado,
aparecen las víctimas, que son caracterizadas según el espectro de las consecuencias de las
afectaciones de la guerra, por lo que sale a relucir su carácter diverso y su heterogeneidad, pero su
lugar común desde el olvido que las ha sepultado en un lugar relegado de la historia oficial como
aquella que todos conocen como fundadora de la nación. También aparece la sociedad en general,
que se configura como un agente caracterizado por ser coautor del silencio dado su desinterés por
la construcción de memoria, por lo que su acción se narra en futuro, a modo de expectativas sobre
la construcción de conciencia histórica en la que éste actor pueda narrarse en relación a la
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multiplicidad de versiones y relatos que se han configurado sobre el origen y consecuencias del
conflicto armado en Colombia.
Estos actores son los que aparecen con mayor fuerza cuando se hace referencia a la
memoria o a la historia en los textos analizados, y como se da cuenta, no se recurre a un
antagonismo necesario para enunciarlos, esto, ya que en estos textos los antagonismos y las
polaridades entre actores fueron identificados para a caracterizar algunas coyunturas o épocas
históricas, con el fin de rastrear algunas de estas polarizaciones que se mantienen a modo de
creencia o de marco interpretativo de la realidad (como la búsqueda constante de buenos y malos,
de victoriosos y humillados) que no se quieren seguir posicionando pero que se deben reconocer
para visibilizarlos.
En línea con lo expuesto hasta el momento, la ideología requiere de la imaginación
reproductora para crear imágenes a modo de verdades y ponerlas a circular en el contexto de lo
común, esto tiene que ver con el hecho de que sólo se fortalece la creencia y se reconocen las cosas
como parte de la cotidianidad, si se relacionan con lo que ya conocemos, y la imaginación, en tanto
esquematizante, tiene la capacidad de producir imágenes asociadas a conceptos bajo estructuras
que ya son familiares. Como se ha visto, en el caso colombiano ha sucedido que lo familiar se ha
consolidado desde la naturalización de ciertas violencias sustentadas en las polarizaciones sociales,
en este sentido, la ideología no obtura a la imaginación como tal, sino a la imaginación productora
que posibilita la concepción profunda de la alteridad.
Ahora bien, ante la pregunta por cómo hacer frente al riesgo casi inevitable del abuso de la
memoria por vías de la manipulación ideológica, es importante hacer uso de algunas
consideraciones, la primera es que la memoria, en tanto que está ligada al acontecimiento histórico
entendido como lo que sucedió realmente en el pasado que es susceptible a ser representado, debe
asumirse como una posibilidad de rehacer lo que aconteció sin que esto se confunda con una verdad
o con una falsedad. Se podría decir que cuando se presume una verdad sobre el pasado con la
intensión de persuadir al otro sobre ésta, se está haciendo desde un lugar ideológico que busca
legitimar una autoridad. La segunda consideración, es que en la medida en que la memoria refiere
al acontecimiento histórico, opera como una forma de refuerzo de la realidad (función del
fenómeno ideológico), por lo que “es incapaz de “distanciarse” del pasado para explicitar la
ideología que está en la base de su vínculo con el pasado” (Lythgoe, 2014, p.84). Sin embargo,
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aunque la memoria no se puede distanciar del pasado, sí puede realizar un movimiento crítico que
implique contemplar otro lugar como posibilidad, para así hacer visible el lugar ideológico.
Al respecto de lo anterior, Ricoeur (2013) afirma que un detractor de la ideología sería
capaz de dar una descripción sin interpretación en términos de significaciones de valor o norma
de la praxis humana. Siguiendo esta idea, aquí se planteará una alternativa respecto a una
posibilidad utópica que se arraigue en la experiencia pero que no se sustente como detractora a
una ideología dada o como anunciadora de un lugar no ideológico, ésta tiene que ver con el carácter
productor de la imaginación, bajo el cual se constituye el vínculo analógico como base de la
experiencia histórica general, lugar para la compresión y reconocimiento de la alteridad. Esto se
aclarará con mayor detenimiento (pero no completamente, valga la advertencia, ya que son más
los cuestionamientos que las certezas respecto a este punto) en el siguiente aparatado.
3.2 De la función utópica
Acerca de la imaginación productora y el vínculo analógico
La relación que se establece entre historia y memoria como representaciones del pasado,
en el caso de la memoria referente al acontecimiento histórico como condición para el refuerzo de
lo real, y en el caso de la historia al hecho histórico como posibilidad de articulación del discurso
histórico, es compleja en tanto que refieren al pasado y no pueden negarlo o abandonarlo. Esto
puede ser concebido como una imposibilidad para la realización de lo imaginativo en tanto
ubicación en un lugar de no compromiso con la realidad circunstancial, especialmente, cuando se
trata del sufragio de lo ideológico, ya que también apelando al pasado, aparece la idea de que éste
es determinado y por ende no puede ser cambiado.
Sin embargo, sucede que cuando el acontecimiento se narra por quien guarda en su cuerpo
las marcas de la afectación directa y cuando dicho acontecimiento se articula en un discurso
histórico orientado por la labor de un historiador (que puede ser cualquier sujeto o colectividad
con la necesidad o voluntad por fijar un discurso histórico sustentado en las huellas que dejan los
acontecimientos), ya hay distintas mediaciones de la imaginación productora, empezando por el
acto de rememoración inicial sustentado en el acontecimiento, ya que el afectado debe transitar
por un trabajo de memoria que le posibilite llegar al reconocimiento de ese pasado para poder
narrarlo. Como ya se ha afirmado, esta rememoración es acción en tanto requiere de búsqueda, y
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toda búsqueda implica un tránsito de un lugar a otro o de un tiempo a otro (incluso de una realidad
a otra), y todo transito está sometido a transformaciones.
De este modo, aunque el pasado ya aconteció “el sentido de lo que pasó no está fijado de
una vez por todas” (Ricoeur, 1999, p. 48-49). Esto se evidencia de manera muy clara en el ejercicio
histórico, ya que lo que hace el historiador es precisamente transitar del testimonio al texto
histórico o cualquier otra forma de fijación, bajo las que se propende por la construcción de un
sentido, esto sucede, así el interés del historiador sea puramente descriptivo. En este sentido, el
sentido del pasado es reinterpretación del pasado, y tanto la rememoración como la fijación del
recuerdo se dan como formas de búsqueda y de construcción de sentido. Así pues, el rol del
historiador y del testigo como “intérpretes del pasado” se articula en la labor de configuración
narrativa, por medio de la cual se dota de sentido al pasado.
Se podría afirmar que tanto el historiador como el testigo, realizan un trabajo de memoria,
un esfuerzo. En el caso del testigo, este trabajo culmina en el reconocimiento que sólo él puede
lograr de lo que vivió, lo cual implica reubicarse en el pasado, asimilarlo como parte de su
temporalidad y de la temporalidad que comparte con otros, para poder tener la voluntad de hacer
pública su versión. Mientras tanto, en el caso del historiador, su trabajo consiste en la búsqueda de
las huellas y debería sustentarse también en la sospecha respecto a las mismas y a las cargas
ideológicas que las soportan, este trabajo se direcciona a la provocación del reconocimiento por
parte de los receptores del discurso histórico. En este caso, el reconocimiento ya no se da como
posibilidad del acontecimiento histórico como fragmento de la realidad perceptible, sino que se da
ligada al acontecimiento como componente de la narración, que alineado con otros componentes
se constituye como una articulación inteligible, es decir, provocadora de sentido.
Como se vio en el apartado anterior, la constitución narrativa de la representación del
pasado es tanto crisis como oportunidad, pues los relatos no son inocentes, al respecto, Bruner, J
(2013) afirma que los relatos “siempre tienen un mensaje, la mayor de las veces tan bien oculto
que ni siquiera el narrador sabe qué interés persigue” (p. 18). En este sentido, la posibilidad de
selección que caracteriza la distancia temporal de toda representación del pasado, puede dar lugar
a un engaño que no deviene exclusivamente del carácter narrativo de la articulación del pasado a
través de la representación, sino de sus usos, de este modo es comprensible ahora porqué se ha
instaurado la idea de que la memoria en el caso colombiano se ha configurado como liberadora en
la medida en que contiene resistencias de voces ocultas y desconocidas, pero también puede llegar
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a considerarse como una articulación sospechosa, y aquí, otra preocupación, la sospecha también
se puede modelar e imponer.
Sin embargo, ya habiendo expuesto el primer paso del movimiento crítico que implica
situarse en el lugar ideológico para poder visibilizar un lugar distinto, que sería lo mismo que
visibilizar la realidad y situase en un espacio de no compromiso con la misma, ahora se pretenden
brindar algunas posibilidades para visibilizar el lugar no ideológico respecto a la memoria y a la
historia como enclaves para la representación del pasado, los cuales se proponen en el sentido de
la visibilización, en el ejercicio histórico, de los límites de la representación cuando refiere a las
afectaciones para romper con los esquemas de verdad histórica y para que de esta manera el trabajo
de la memoria no consista, a modo de cacería de brujas, en la identificación de testimonios falsos,
sino más bien en la utilización de testimonios de manera tal que contribuyan al descubrimiento de
la referencia primordial, concebida por Ricoeur (2010), como la referencia temporal que
fundamenta la experiencia histórica general, y está sustentada en el reconocimiento ya no delos
acontecimientos históricos, o de los acontecimientos narrativos alineados a un discurso históricos,
sino el reconocimiento profundo de los otros como parte de nuestra historia común, esto sucede
cuando potenciamos la narración en la vida cotidiana, manteniendo el ánimo en las posibilidades
críticas potenciadas por la imaginación productora, al respecto Ricoeur (2010) afirma que:
La posibilidad de una experiencia histórica en general reside en nuestra capacidad de permanecer
expuestos a los efectos de la historia; y permaneceremos expuestos a los efectos de la historia en la
medida en que seamos capaces de ensanchar nuestra capacidad de ser afectados por esa misma
historia: la imaginación es el secreto de esta capacidad. (p. 2010)
Si la imaginación es el secreto de esta capacidad, que en términos éticos - políticos podría
definirse como una evocación por la tolerancia a la alteridad, se podría decir, que también es un
requerimiento para toda crítica. No hace falta que se enseñe a ser crítico, sino que potencie un
movimiento que permita el reconocimiento de que todo está atravesado por la imaginación, sólo
que normalmente se le utiliza como refuerzo de lo real. Al respecto, Ricoeur (2010) hace referencia
a la innovación semánticas desde el uso metafórico del leguaje como ejemplo máximo de
implicación de esta imaginación productora y creativa que hace que el desequilibrio molesto entre
tradición e innovación que ocasiona la subversión en términos políticos, sea más soportable y tenga
más sentido, ya que parte de lo conocido y lo familiar. He aquí una explicación (metafórica) de la
función de la metáfora en la vida cotidiana:
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La narrativa requiere amortiguadores que protejan al oyente o al lector de los terrores de potencia
ilimitada. Amortiguadores del tipo de escudo reflector de Perseo, que impide que él sea
transformado en piedra como sucedería si mirase directamente a Medusa. Finalmente él le apunta
con el espejo con su escudo y le corta la cabeza con un golpe bien asestado. Las metáforas de la
literatura son el espejo de Perseo: lo salvan (y nos salvan) del impacto seco del terror a lo posible.
(Bruner, 2013, p. 77-78)
Tal vez, sea necesario que los textos de historia apelen más a la enunciación metafórica,
con el fin de dar lugar a memorias y a creencias más dispuestas a lo posible; todavía quedan dudas
respecto a la relación problemática que esto pueda ocasionar con la referencia directa que la
memoria tiene respecto al pasado. En este punto, el Centro de Memoria Histórica muestra una
posibilidad muy enriquecedora, ya que cumple con dos requisitos: siempre anuncia su lugar
interpretativo como agente de la representación histórica y apela por un uso de los testimonios
que invita a explorar el mundo de los sentimientos y las emociones, este no es un uso
ejemplarizante ni argumentativo, sino que demuestra que es posible un diálogo con las víctimas a
través del texto. De este modo, se entiende que la selección es un requerimiento de todo testimonio
fijado, pero puede realizarse en función de la potenciación de cierta innovación semántica que
posibilite la ubicación en otro lugar. También se evidenció que en los tres textos, habían
enunciados metafóricos que apelaban al “horror”, a lo “monstruoso” y al “abandono” para
connotar los efectos de la guerra. Entonces, tal vez no sea suficiente con la utilización de las
redescripciones metafóricas, sino con aceptar su uso y su función de manera explícita como parte
de los ejercicios de representación del pasado.
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CONCLUSIONES
Con el fin de no repetir los elementos que se han expuesto en los capítulos anteriores, para
este capítulo se ha optado metodológicamente por hacer referencias, cuando sea necesario, a las
secciones donde previamente ya se haya expuesto la idea en este trabajo de grado. Las referencias
se harán indicando la página y sección donde éstas se encuentren. El orden de este apartado se da
con el fin de hacer visible la forma en que se abordó el problema planteado, a saber, ¿Cómo podría
construirse una perspectiva epistemológica de la memoria como práctica imaginativa, a través de
un análisis de las condiciones históricas de emergencia de la idea memoria en el contexto del
conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia?
En primer lugar, es preciso aclarar que para fines de este trabajo, una perspectiva
epistemológica se concibe como una articulación de acepciones que devienen de la comprensión
por cómo se construye el conocimiento, en este caso, sobre la memoria. Por esta razón, se optó por
conjugar tres aspectos que tienen que ver con las formas en que se ha configurado la memoria
como saber y el saber sobre la memoria, y de manera paralela se da cuenta de la relación que se
presenta entre estas formas de construcción de saberes con la perspectiva del imaginario social.
Estos aspectos son: los principios de la investigación social interdisciplinaria -contextualidad,
historicidad, reflexividad (Serna, 2008)-, la perspectiva filosófica de Paul Ricoeur en torno al
imaginario social y necesidad de comprender los lenguajes de producción y uso del conocimiento
sobre la memoria en el contexto del conflicto armado y la violencia sociopolítica en Colombia.
De este modo, en este trabajo se partió de la realización de un ejercicio hermenéutico
situado, que permitió la construcción de una perspectiva epistemológica, no en el sentido de
delimitación sobre qué características debe tener el conocimiento sobre la memoria desde la
perspectiva del imaginario social, más bien, se trató de un esfuerzo por visibilizar en primera
instancia cómo lo imaginario atraviesa y tiene funciones específicas en la construcción, producción
e imposición de conocimiento sobre la memoria. Visibilización que necesariamente estuvo
atravesada por cuestionamientos respecto a cómo se ha configurado la memoria como saber y el
saber sobre la memoria en el contexto colombiano y por formulaciones sobre lo que implica
repensar la memoria desde la perspectiva del imaginario social bajo una interpretación de los
planteamientos e Paul Ricoeur sobre temas como la ideología, la utopía, la imaginación, la ficción,
la narrativa, el texto y la acción.
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En línea con lo anterior, estas conclusiones se presentan a modo de recapitulación de
aspectos teóricos y contextuales, ambos situados, que surgieron como requerimientos y
posibilidades para la comprensión de la memoria desde una perspectiva centrada en el imaginario
social, y que constituyen una perspectiva epistemológica en cuanto a la reflexión sobre la memoria
como saber, y a la organización de dicha reflexión en el marco de los principios de la
interdisciplina.
A nivel de la contextualidad, materializada por medio de un ejercicio de exploración de las
posibilidades y la pertinencia del problema planteado en dos vías: las formas en que la memoria
ha venido siendo concebida y abordada en el contexto académico; y la exposición de la perspectiva
ricoeriana respecto al imaginario social como intersección entre lo ideológico y lo utópico, y la
cuestión del sentido y la referencia en el ejercicio hermenéutico como forma de dialogar con las
fijaciones de la realidad, se pueden pudieron evidenciar los siguientes aspectos que dan cuenta de
unas ideas iniciales sobre la memoria y la forma en que éstas implican mediaciones visibilizadas
y no visibilizadas a cerca de la imaginación en el abordaje de la memoria. Es preciso aclarar que
fruto de la revisión de documentos académicos sobre la memoria y también desdelos
planteamientos que el mismo Ricoeur (1999, 2013) realiza sobre la memoria, se evidenció que las
reflexiones sobre la memoria, estaban atravesadas por reflexiones sobre el pasado, y en toda
reflexión sobre el pasado, aparece también el tema de la historia, por esta razón, la memoria y la
historia se configuraron como las categorías principales de esta investigación:
Las problematizaciones sobre la memoria en el marco del conflicto armado y la violencia
política en Colombia han tendido a centrarse en uno de los siguientes aspectos: 1. En los
contenidos de lo memorable, cuando se estudian casos emblemáticos o casos emergentes
que develan las implicaciones del olvido provocado por la selección desmesurada de lo que
legítimamente debe ser recordado. Implicaciones que se caracterizan desde la continuidad
de las expresiones violentas de los ejercicios políticos en el país y la necesidad de reconocer
relatos alternos al relato selectivo promulgado por la historia oficial. 2. En las formas en
que se produce y reproduce lo memorable desde una perspectiva que apunta a la develación
de las estrategias de políticas que hacen de la memoria un espectro de lo que debe ser
recordado y olvidado por las sociedades, cuando se estudian los procesos generales de
dotación de sentido del paso en determinadas coyunturas que tienen que ver con el
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establecimiento de políticas de la memoria desde la construcción y delimitación de
regímenes de lo memorable. (Apartado: La memoria. Pg. 23)
Las referencias a lo histórico en relación a la memoria, tienden a configurar la historia
como el lugar público y objetivo de la relación representativa con el pasado. La historia es
un lugar público en tanto su propósito es preservar una interpretación de los
acontecimientos del pasado, denotados como significativos para la comprensión del
devenir de una sociedad en relación a su significación en el presente y a su articulación con
el futuro: estos dos últimos procedimientos se realizan comandados por la memoria. En
este sentido, se puede decir que la historia se visibiliza como un lugar y un insumo
pedagógico que se alimenta de la memoria de algunos (los testigos de los acontecimientos)
para alimentar la memoria de otros (quienes no experimentaron los acontecimientos pero
necesitan conocerlos para ubicarse como parte de una sociedad determinada). Así, la
historia se concibe como un área de la memoria que de manera paralela contribuye a su
configuración según unos requerimientos del presente que se denotan como sustentadores
de una versión hegemónica, pues la historia, en tanto construcción humana, es siempre
selectiva y dicha selección depende de quienes tienen el poder para recolectar los
testimonios y manipularlos según sus intereses. En el caso Colombiano, partiendo de los
estudios revisados, los intereses de quienes tienen el poder siempre han apelado al
ocultamiento del lugar de las víctimas o su significación desde la pasividad, al
posicionamiento de algunos acontecimientos por encima de otros, y a la satanización de
algunos victimarios como han sido las guerrillas o ejércitos de izquierda. Por ello, los
estudios sobre la memoria han optado por el énfasis en el lugar de las víctimas y de manera
muy específica pero reiterativa de los “emprendedores de memoria”, que son sujetos
comprometidos con la puesta en escena pública de los relatos-otros o desconocidos sobre
los acontecimientos emblemáticos, o con la exposición testimonial de acontecimientos
desconocidos para el grueso de la sociedad. En este sentido, el ejercicio de la memoria es
casi que un alegato contra lo que la historia ha negado. Esto demuestra que la memoria
nunca se concibe como un ejercicio perverso que también puede contribuir a la negación
de algunos denotados como otros. (Apartado: La Historia. Pg.26)
En relación a las dos interpretaciones anteriormente enunciadas sobre la memoria y la
historia, se concibe que existen algunas ideas generales en las investigaciones, sobre
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aquello que es la memoria y su relación con la historia, de ahí resulta una relación entre
memoria e historia mediada por dos aspectos problemáticos: el primero es un
requerimiento de controversia de los ejercicios ideologizados que configuran la
manipulación de los recursos históricos a manos de las motivaciones de quienes tienen un
lugar dominante, por medio de la reivindicación del lugar histórico y del testimonio de
aquellos actores que han ocupado el lugar de los dominados. El segundo deriva en una
delegación a la memoria, de las funciones de interpretación del presente y proyección del
futuro con base en la remembranza de los acontecimientos del pasado, para lo cual se
requiere del análisis y revisión de la producción de ejercicios históricos de recolección y
selección de información, testimonios y demás huellas del pasado que habitan en los
territorios y que tienen allí sus interpretaciones propias. A partir de la ilustración de estos
aspectos problemáticos, se evidencia la necesidad de comprender la relación entre memoria
e historia a la luz de su concordancia con el fenómeno ideológico, pero apelando a una
distancia respecto a los desastres que ha dejado la ideología hegemónica en la conciencia
histórica a razón a las ideas y representaciones que se configuran en torno al conflicto
armado y a la violencia sociopolítica en Colombia, pues según esta perspectiva se corre
con el riesgo de perpetuar la división de los sujetos, los espacios y los tiempos según los
niveles de afectación, las posibilidades de experimentación y la cercanía de los relatos con
una verdad enunciada como única. (Apartado: ¿Qué, Por qué y Cómo de esta
investigación? Pg.28-29)
A nivel de la historicidad, que consistió en la articulación de las referencias a la historia y la
memoria en textos presentados como informes relacionados con los ejercicios de memoria en el
país en el contexto de configuración política de procesos de paz, en el que empiezan a ser visibles
aportes desde diferentes sectores, comprensiones históricas sobre el origen y los efectos del
conflicto armado colombiano. Por esta razón, estos informes pueden considerarse como
representaciones del pasado. De este ejercicio se pueden señalar las siguientes conclusiones:
En el análisis realizado, se denota la existencia de una fragmentación entre el ejercicio de
la historia y de la memoria, en el que por un lado, se denuncia una historia que tiende a la
justificación de la memorización, que posibilita que la historia se convierta en creencia y
en tradición de manera casi imperceptible. Por lo que la reconstrucción histórica desde una
mirada crítica se equipara al rastreo de las teorías históricas que se convirtieron en creencia,
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de qué modo y según qué interés políticos sucedió este tránsito. Por otro lado, se conciben
los ejercicios de memoria que refieren al enaltecimiento de la rememoración sustentada en
la objetivación de las huellas dejadas por la afectaciones (lo cual se realiza como fruto del
ejercicio histórico). Por lo que se infiere que la memoria sigue siendo un sustrato de
ejercicio histórico: la historia se alimenta de la capacidad de rememoración de unos sujetos
denegados históricamente, por lo que adquiere un papel político al denunciar la
invisibilización de algunas memorias: las de las víctimas. Estas memorias se regulan y se
convierten en productos comunicativos, de los cuales se denuncia (de nuevo) su capacidad
selectiva, aspecto que pareciera inevitable dada la ontología misma de la memoria en tanto
representación de un pasado que ya no se puede experimentar en términos de la percepción.
(Apartado: Sobre la relación entre historia y memoria en términos del imaginario social.
Pg. 63-64)
Otro aspecto que relaciona a la memoria y la historia en el sentido de la representación del
pasado, es la idea de historia como creencia que se ha sedimentado en la forma de concebir
la realidad: lo que primero pasa por el discurso histórico y luego se convierte en creencia.
Esto se evidencia en acepciones según las cuales se entiende que la historia genera cierta
conciencia sobre el pasado que hace mella sobre las prácticas del presente. En el caso
colombiano, se evidencia una conciencia polarizada sustentada en coyunturas entendidas a
modo de acontecimientos fundadores que han reproducido la imagen del enemigo según
diferentes preceptos: acontecimientos importados de otros contextos, acontecimientos
excluyentes contados a modo de reforzamiento de la dualidad entre buenos y villanos,
vencedores y vencidos, triunfos logrados y derrotas merecidas, estas son las características
dela historia oficial que se conjuga a modo de conmemoraciones, a la que se resiste por
medio de la memoria, la cual posibilita una nueva conciencia del pasado en la medida en
que visibiliza el papel de actores silenciados. Junto a esto, se articula la existencia de otro
eje problemático que es el enaltecimiento de la afectación y de la posibilidad de
rememoración. (Apartado: Sobre la relación entre historia y memoria en términos del
imaginario social. Pg. 65)
En relación a las dos ideas expuestas anteriormente, se hace visible, lo que podría
enunciarse como uno de los aspectos más importantes en la consideración de la memoria
como practica imaginativa, este es la relación entre rememoración y memorización. En la
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memorización, la imaginación produce imágenes que se reproducen a modo de verdad, en
la rememoración se busca en el entendimiento de las imágenes ¿cómo lograr este
entendimiento cuando no se ha sido víctima, cuando las afectaciones no han transitado por
el cuerpo?, la respuesta a esta pregunta se puede dar desde la disertación anteriormente
citada: cuando se concibe el papel de la imaginación como lugar de experimentación de
posibilidades diversas en un estado de no compromiso con la percepción (Apartado: Sobre
la relación entre historia y memoria en términos del imaginario social. Pg. 65). En este
orden se encuentran dos aspectos de la representación del pasado. En el primero se pone
en evidencia que la memoria caracterizada por su cualidad temporal, tienen la posibilidad
de garantizar que el acontecimiento ocurrió, pero no puede garantizar que exista una
adecuación entre la comunicación de la afectación y el acontecimiento. Esto, ya que la
imaginación media tanto el acto de memorización como el de rememoración. En relación
al segundo aspecto, aparece el rol de historiador (concebido para fines de este trabajo como
cualquier sujeto o institución que construya objetivaciones sobre las reflexiones sobre el
pasado), quien para dar cuenta de los acontecimientos del pasado, recurre necesariamente
a la narración de los hechos históricos. De este modo, el ejercicio de la historia tiene esa
potencialidad crítica por contrastar las representaciones del pasado con aquello que
direccione a la exploración de las afectaciones: los testimonios y las huellas físicas. Así, la
distancia temporal no debe ser concebida como un riesgo sino como una posibilidad crítica,
ya que es una distancia que no se puede acortar ni desconocer, por lo que toda
representación del pasado no es una copia del pasado, sino que toma el lugar el pasado
(Ricoeur, 2015) (Apartado: Sobre la relación entre historia y memoria en términos del
imaginario social. Pg. 65)
Finalmente, respecto a nivel de la reflexividad, se realizó un doble movimiento: ubicación en el
fenómeno ideológico, para visibilizar algunas posibilidades desde lo utópico. Esto permitió la
visibilización de las siguientes conclusiones, en las cuales se expone, aparte de una lectura de los
hallazgos obtenidos desde el lente de la dialéctica ideología-utopía, una serie de cuestionamientos
que plantea desafíos y provocaciones.
Respecto a la ubicación en fenómeno ideológico:
Se interpretó que la memoria del otro, materializada por esquemas valorativos, puede
convertirse en un arma de guerra, así como en una bandera de resistencia cuando se
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enaltecen y ponen en escena las memorias de las víctimas. Tal vez la única forma de mediar
con esto que parece un destino fatal, es la construcción de conciencias históricas mediadas
por la evaluación de sus propios esquemas de alteridad y las respuestas que tienen para
ellos, ya que si la alteridad se concibe como amenaza o como insoportable, siempre es
indicador de que se está ubicado en un lugar ideológico que está exigiendo más creencia
de la que podría obtener si se sustentara en la trasparencia (Apartado: Ideología como
obturación de a imaginación Una lectura de los abusos de la memoria a nivel práctico. Pg.
69).
Se hizo visible que cuando se conjuga historia y memoria, aparece la noción de creencia,
como sedimentación de los significados impuestos a partir de hechos históricos definidos
como lecciones del pasado, heridas del pasado y fracturas del pasado. La historia así
narrada se define como lugar de posicionamiento de poderes que se instauran en el sentido
común como poderes legítimos. En el caso colombiano el poder no ha sido sólo uno, por
lo que hay una lucha constante de historias que buscan posicionarse en la memoria de
aquellos que no han pasado necesariamente por afectaciones históricas que se puedan
considerar como acontecimientos fundadores de la historia común. Estos acontecimientos
en el caso colombiano se evidencian como cambiantes con el tiempo, este es un cambio
que se relaciona con trasformaciones sociales, pues pareciera que cada vez que sucede un
acontecimiento que cambie en algo a la sociedad que lo incuba o que lo recibe y reproduce,
aparece un acontecimiento fundador que merece su permanecía en la memoria colectiva
(Apartado: Ideología como obturación de a imaginación Una lectura de los abusos de la
memoria a nivel práctico. Pg. 70).Cabe preguntarse también. Por las memorias alternas,
que no disputan su lugar como legítimas y que por ende terminan ocultas o siendo objetivo
de supresión, el ocultamiento de estas memorias dificulta su enunciación en términos de la
historia, ya que normalmente no son evidentes desde afuera, de estas memorias apenas se
infiere su existencia, ya que objetivarlas desde la historia sería correr el riesgo de
enunciarlas desde una configuración narrativa de la que ellas no quieren ser parte.
La memoria en Colombia en tanto categoría emergente con el posicionamiento de las
víctimas en el panorama político, se concibe como un ejercicio crítico al que no todos
pueden acceder por que siguen presos de una historia que se ha instaurado a modo de
creencia sustentada en la memorización de ciertos acontecimientos que se siguen
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enunciando como fundadores y que aún no incluyen la memoria de las víctimas que se ha
venido posicionando en los últimos tiempos, esta inclusión se enuncia en los textos, a
futuro, como una expectativa. En línea con la idea de que la memoria y la historia son del
pasado, tal vez esa sea la explicación de que los actos fundadores no se lean de manera
común desde el lugar de las víctimas. Pero también hay que decir que pareciera que el
mismo carácter de la memoria de las víctimas como lugar común, no permitiera que sean
comprendidas desde la superposición a otros lugares históricos, ya que esto implicaría su
funcionamiento en pro de una identidad dada, y con esto, su operación bajo la justificación
de una autoridad. la ideología requiere de la imaginación reproductora para crear imágenes
a modo de verdades y ponerlas a circular en el contexto de lo común, esto tiene que ver
con el hecho de que sólo se fortalece la creencia y se reconocen las cosas como parte de la
cotidianidad, si se relacionan con lo que ya conocemos, y la imaginación, en tanto
esquematizante, tiene la capacidad de producir imágenes asociadas a conceptos bajo
estructuras que ya son familiares. Como se ha visto, en el caso colombiano ha sucedido
que lo familiar se ha consolidado desde la naturalización de ciertas violencias sustentadas
en las polarizaciones sociales, en este sentido, la ideología no obtura a la imaginación como
tal, sino a la imaginación productora que posibilita la concepción profunda de la alteridad
(Apartado: Ideología como obturación de a imaginación Una lectura de los abusos de la
memoria a nivel práctico. Pg. 69).
Respecto a la posibilidad de ubicación en el fenómeno utópico:
Se definió el reconocimiento como camino para la comprensión de la complementariedad
entre ideología y utopía, partiendo de la idea de que el sentido del pasado es
reinterpretación del pasado, y tanto la rememoración como la fijación del recuerdo se dan
como formas de búsqueda y de construcción de sentido. Así pues, el rol del historiador y
del testigo como “intérpretes del pasado” se articula en la labor de configuración narrativa,
por medio de la cual se dota de sentido al pasado. Se podría afirmar que tanto el historiador
como el testigo, realizan un trabajo de memoria, un esfuerzo. En el caso del testigo, este
trabajo culmina en el reconocimiento que sólo él puede lograr de lo que vivió, lo cual
implica reubicarse en el pasado, asimilarlo como parte de su temporalidad y de la
temporalidad que comparte con otros, para poder tener la voluntad de hacer pública su
versión. Mientras tanto, en el caso del historiador, su trabajo consiste en la búsqueda de las
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huellas y debería sustentarse también en la sospecha respecto a las mismas y a las cargas
ideológicas que las soportan, este trabajo se direcciona a la provocación del reconocimiento
por parte de los receptores del discurso histórico. En este caso, el reconocimiento ya no se
da como posibilidad del acontecimiento histórico como fragmento de la realidad
perceptible, sino que se da ligada al acontecimiento como componente de la narración, que
alineado con otros componentes se constituye como una articulación inteligible, es decir,
provocadora de sentido (Apartado: De la función utópica Acerca de la imaginación
productora y el vínculo analógico. Pg.74).
En cuanto a la visibilización del lugar no ideológico respecto a la memoria y a la historia
como enclaves para la representación del pasado, se partió de la enunciación, en el ejercicio
histórico, de los límites de la representación cuando refiere a las afectaciones, para romper
con los esquemas de verdad histórica y para que de esta manera el trabajo de la memoria
no consista, a modo de cacería de brujas, en la identificación de testimonios falsos, sino
más bien en la utilización de testimonios de manera tal que contribuyan al descubrimiento
de la referencia primordial, concebida por Ricoeur (2010), como la referencia temporal que
fundamenta la experiencia histórica general, y está sustentada en el reconocimiento ya no
delos acontecimientos históricos, o de los acontecimientos narrativos alineados a un
discurso histórico, sino el reconocimiento profundo de los otros como parte de nuestra
historia común. Esto sucede cuando se potencia la narración en la vida cotidiana,
manteniendo el ánimo en las posibilidades críticas potenciadas por la imaginación
productora (Apartado: De la función utópica Acerca de la imaginación productora y el
vínculo analógico. Pg.75).
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DIFICULTADES Y POSIBILIDADES
En este apartado final me voy a permitir hablar en primera persona (siempre existe el miedo
a hacerlo cuando se trata de documentos formales), y lo hago porque este trabajo trajo dificultades
relacionadas con mi posibilidad de comprender las vicisitudes de una teoría tan compleja como la
de Ricoeur (aun creo que me falta mucho por entender y comprendo que algunas interpretaciones
podrían parecer erradas), por ejemplo, creo que este trabajo se queda corto en cuanto al
relacionamiento de aspectos problemáticos de dos libros con tantos encuentros pero con tantas
particularidades como lo son del texto a la acción y la memoria, la historia y el olvido, también
creo que el tema del vínculo analógico requiriere de su comprensión bajo una rigurosidad mayor
donde se contemple desde dilemas éticos, morales y políticos que fueron apenas enunciados en
este trabajo, sobre todo cuando se habla de una realidad social y cultural sustentada en la violencia.
Todas estas fueron dificultades que tuve que sopesar y que respondí con la limitación de mi
problema en un carácter principalmente epistemológico centrado en el funcionamiento de la
imaginación.
Estas fueron apenas algunas dificultades que junto a los azares de la vida cotidiana, el paso
inevitable del tiempo y los múltiples cuestionamientos que la teoría de Paul Ricoeur provoca no
sólo como una teoría para la ciencia, sino también como una teoría para la vida, que invita a
sentirnos desesperanzados por la fuerza de la ideología y decididamente encaminados a abrir las
puertas del entrenamiento creativo para hacer visibles posibilidades otras, lugares otros, no lugares
e imposibilidades.
Este camino fue un trayecto de avances y retrocesos, ambos importantes, que me invitaron
a pensar en el poder de los esquemas simbólicos y en la forma de contemplar su riqueza. Por ende,
la posibilidad más grande que veo en los desarrollos que aquí se exponen, las voy a dejar implícitas
por medio de la fijación de la siguiente anécdota:
En el año 2012, fui a una peregrinación en conmemoración de las víctimas de la Masacre de
Trujillo, esta era una conmemoración especial porque se iban a instaurar unas placas que
funcionarían a modo de cartografía de la memoria, indicando qué había acontecido en cada
sitio del casco urbano de este pueblo. Sucedieron muchas cosas en la peregrinación, pero
recuerdo especialmente dos: la primera sucedió en cuanto me bajé de la flota después de casi
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ocho largas horas de viaje y lo primero que vi fue una camioneta Willys, fue una sorpresa, lo
último que esperaba ver en ese pueblo era un Willys, ya que una de las colectividades que
asesinaron de manera sistemática en esta masacre fue a los motoristas que manejaban este tipo
de carros que funcionaban para llevar y traer encomiendas y personas. Recuerdo que pensé que
era extraño: si de verdad hubiesen asesinado a los motoristas, ya nadie se atrevería a manejar
esos carros. Pero luego entendí lo que pasaba, cuando sucedió el segundo acontecimiento.
En medio del parque central, apareció una mujer vestida de negro, ella no decía nada, sólo
tenía una expresión de dolor absoluto y caminaba lentamente oprimiendo una bolsa llena de
agua que tenía en sus manos, el agua iba cayendo, la bolsa se iba achicando y ella iba
avanzando. Su destino era un árbol que estaba en la mitad del parque, y que estaba adornado
por muchas bolsas de agua que caían colgando como si fueran pendientes. Ella se acercó al
árbol y con un alfiler fue expulsando el agua de cada una de las bolsas. Para mí todo era
silencio en ese momento, estaba confundida.
Cuando ella se alejó del parqué, leí en el folleto que dieron al desayuno, que se trataba de un
performance denominado “La Llorona”. Yo crecí escuchando a mis padres hablar de La
Llorona, escuché diversas versiones de la leyenda, me asusté con algunas y me reí con otras, lo
cierto es que nunca creí que fuera real. Resulta que este día, en Trujillo – Valle, entendí que la
llorona –esa que paseaba por las calles de Tamalameque, de Neiva, de Silvania, buscando a sus
hijos perdidos porque se fueron con extraños, porque fueron asesinados cortando leña en los
bosques o porque fueron atrapados cuando estaban trabajando o jugando cuando ya era muy de
noche- ¡sí existió!, fue víctima de la guerra en Colombia, y yo no había creído en su historia, e
incluso, me había reído de ella.
Pongo esta anécdota como explicación contrafáctica, porque para mí, expresa la posibilidad
de comprenderse como parte de un flujo histórico que compartimos con otros más allá de la
experiencia física, y que tiene que ver con esa sensación de que estamos conectados por que nos
narramos los unos a los otros, y en ese ejercicio que es parte real, parte ficcional, nos constituimos
como colectivo, como grupo, como seres en el mundo; y con esto, debemos un poco a los otros y
los otros a nosotros. Estoy convencida de que cuando esto se reconoce, las posibilidades de
invisibilización, de violencia ante la alteridad, de olvido sínico y de silencio inconsciente, son
menos.
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Yo entendí esto, ese día en Trujillo, y me sentí en deuda con una parte de mi misma que
configura a esa otredad, y hasta ahora encuentro la forma de explicarlo bajo los preceptos teóricos
de Paul Ricoeur, y localizándome en una realidad que exige pensar en el otro que nos constituye
y en la forma en que constituimos a los otros. Cuando entendemos eso, somos más responsables
de nuestras acciones y de nuestras reflexiones, porque descubrimos la base del movimiento crítico.
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