pas hernan - literatura, prensa politica y publico lector (1828-1863)

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Este documento está disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, el repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y la preservación de la producción científico-académica édita e inédita de los miembros de su comunidad académica. Para más información, visite el sitio www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta iniciativa está a cargo de BIBHUMA, la Biblioteca de la Facultad, que lleva adelante las tareas de gestión y coordinación para la concre- ción de los objetivos planteados. Para más información, visite el sitio www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar Licenciamiento Esta obra está bajo una licencia Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Argentina de Creative Commons. Para ver una copia breve de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/. Para ver la licencia completa en código legal, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/legalcode. O envíe una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA.

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Siglo XIX. Periodismo. Literatura. Lectores.

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  • Este documento est disponible para su consulta y descarga en Memoria Acadmica, el repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin de la Universidad Nacional de La Plata, que procura la reunin, el registro, la difusin y la preservacin de la produccin cientfico-acadmica dita e indita de los miembros de su comunidad acadmica. Para ms informacin, visite el sitio www.memoria.fahce.unlp.edu.ar

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    O enve una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA.

  • 1Tesis doctoral:

    Literatura, prensa peridica y pblico lectoren los procesos de nacionalizacin de la cultura enArgentina y en Chile (1828-1863)

    Director: Dr. Eduardo Romano

    Co-director: Dr. Enrique Foffani

    Doctorando: Lic. Hernn Francisco Pas

  • 2NDICE0. Introduccin.................................................................................................10.1. Periodismo, prensa peridica y estudios literarios sobre el XIX.

    Revisin crtica y consideraciones tericas...............................................................60.2. Literatura, prensa peridica y pblico lector.

    Reconsideracin y propuestas metodolgicas..........................................................21

    1. La formacin de una cultura literaria1.1. Introduccin............................................................................................................ 361.1.1. Prcticas letradas y nuevas configuraciones de lo pblico1.1.2. Letrados, literatos y publicistas. La mediacin de los vnculos................................. 371.1.3. El peridico y su funcin socializadora..................................................................... 451.2. Cultura lectora y circulacin del impreso en las nuevas repblicas1.2.1. De la Colonia a la Repblica: imgenes de la transicin......................................... 501.2.2. Cultura liberal y difusin de la lectura en Chile........................................................ 541.2.3. La cultura lectora en el Ro de la Plata..................................................................... 631.3. La construccin del pblico lector1.3.1. Las figuras del nuevo pblico................................................................................... 731.3.2. Opinin pblica o pblico de la opinin?................................................................ 771.3.3. Entre las representaciones y las prcticas, el pblico lector..................................... 91

    2. Sociedades literarias y prensa peridica2. 1. Introduccin............................................................................................................ 1192.2. Asociacionismo y formacin crtica: continuidades y rupturas............................. 1212.3. Nuevos emplazamientos discursivos2.3.1. De la prensa poltica a la prensa cultural................................................................ 1342.4. Modalidades de mediacin pblica2.4.1. Frivolidad y seduccin. Las formas de lo banal....................................................... 1442.4.2. Bajo la mscara del comunicado (fingiendo lectores,

    imaginando un mercado)..........................................................................................1592.4.3. Escritores nuevos, lectores viejos

    (o cmo afirmar verdades guachas)........................................................................ 167

    3. Literatura peridica y crtica cultural3. 1. Introduccin.............................................................................................................1753. 2. Literatura peridica antes que literatura.............................................................. 1773. 3. Los programas de la crtica en la prensa rioplatense3.3.1. Ni somos ni queremos ser romnticos.................................................................... 1843.3.2. La invencin de una tradicin nacional.....................................................................1963.4. Primeros ensayos y comentarios crticos.................................................................2023.4.1. La misin del poeta: entre el inters y la imaginacin............................................ 2063.4.2. De la literatura de viaje a los cuadros de costumbres............................................. 2273.4.3. La escritura de las imgenes: de El Recopilador al Facundo.....................................2423.5. Gauchos, gauchesca y las polticas de la lengua3.5.1. Las alianzas de la prensa popular. Una esttica plural........................................... 2543.5.2. Poesa y tradicin: la proximidad de un origen....................................................... 269

  • 34. La prensa y los programas del romanticismo en Chile4.1. Introduccin........................................................................................................ 2814.2. Literatura nacional y modelos literarios............................................................ 2854.2.1. Lastarria y el extranjerismo regenerador............................................................ 2874.3. La cuestin de la lengua nacional....................................................................... 2954.3.1. Revolucionar la lengua, politizar el discurso?.................................................... 3014.3.2. Bellas lecciones: lengua y tradicin..................................................................... 3344.4. El dominio de las Bellas Letras4.4.1. El semanario de Santiago: modelos retricos y crtica social.............................. 3254.4.2. Poesa, correccin y ejemplaridad....................................................................... 3344.4.3. El velo del romanticismo: literatura original o literatura nacional?.................. 3384.4.4. Crtica y teatro: la inscripcin social de las formas.............................................. 347

    5. De la Historia a la novela5.1. Introduccin........................................................................................................ 3575.2. Estado, nacin y los debates de la historia5.2.1. Una discusin del presente.................................................................................. 3605.2.2. Los lmites de la sociabilidad chilena:

    de El Semanario a El Crepsculo......................................................................... 3695.3. La escritura de la Historia: polmicas entramadas en el cuerpo de la patria5.3.1. Autoridad y legitimidad del discurso histrico..................................................... 3825.3.2. Las Investigaciones de Lastarria y los fundamentos

    de la nacionalidad............................................................................................... 3895.3.3. Retorno a Roma. El imperio de la tradicin......................................................... 4185.4. Costumbres y novela nacional5.4.1. Del momento crtico a la poca de transicin................................................4255.4.2. La aritmtica en el amor y la consagracin de la literatura..................................4335.5. Las artes de escribir romnticas5.5.1. Costumbres, costumbrismo y la produccin de los folletines...............................4385.5.2. Del folletn a la novela. La ambigedad de la ficcin............................................4425.5.3. El sabor de la realidad, o la diplomacia del buen gusto........................................451

    6. Conclusiones................................................................................................... 464

    7. Bibliografa...................................................................................................... 470

    ANEXO (vol. separado)

  • 4Agradecimientos

    Este trabajo fue, en muchos sentidos, un esfuerzo colectivo. No quisiera dejar deconsignar aqu mi sincero agradecimiento a todas las personas que colaboraron en ladifcil tarea de vivir hurgando entre archivos y bibliotecas. En primer lugar, a midirector, Eduardo Romano, y a mi Co-director, Enrique Foffani, quienes me brindaronsu saber y su apoyo en todo el recorrido, y a quienes debo mucho ms de lo que enestas lneas podra enunciar. Mi trabajo en Chile estuvo afortunadamente acompaadode la gentileza de muchas personas. Ana Pizarro me brind el espacio institucional y lascharlas amistosas que adornaron mis estadas en Santiago. Al personal bibliotecariodel IDEA de la USaCh, especialmente a Gabriel Martnez, que hizo todo lo necesariopara que el ingreso a bibliotecas y archivos fuera menos trgico. Alicia Salomone fue,en verdad, mi anfitriona de lujo en la Universidad de Chile y a ella debo adems unaamistad sincera y cariosa. Su generoso trabajo intelectual en el Departamento deLiteratura me abri, como se dice, las puertas hacia felices y fructferos intercambios.Agradezco, en ese sentido, a Bernardo Subercaseaux su inters, sus charlas ycomentarios sobre los adelantos de esta tesis. Grinor Rojo, adems, me recibi y meincentiv para que diera a conocer en Chile algunos de esos adelantos. A l se lo debo.Tambin debo a Julio Ramos mucho de lo que esta tesis trat de realizar; sus lecturas ycomentarios fueron siempre un estmulo y una gua.De lado de ac, para usar la frase famosa, agradezco a Juan Ennis, sus lecturasminuciosas, as como sus atinadas sugerencias. A Alejandra Mailhe, por su apoyobibliogrfico. A Florencia Bonfiglio, en fin, por eso y ms, pues padeci el arduo trabajode correccin y el trayecto final. A Cecilia, por el apoyo. A Alejandro, por sus regalossiempre oportunos. A Viviana, Carlos y Mauro debo un especial reconocimiento, puesaguantaron y compartieron mis indagaciones sobre el origen etimolgico de la palabrasitico con pasmosa alegra.Debo agradecer, tambin, el apoyo institucional; por un lado, una beca doctoral delCONICET me permiti investigar con ms tranquilidad y disponibilidad de tiempo;tambin, una beca de la Asociacin del Grupo Montevideo me brind la posibilidad deuna estada de investigacin en Chile.Y a los de siempre, los amigos, madres y sobrinos, a todos ellos tambin agradezco.

  • 5Siglas y abreviaturas

    Coleccin de Antiguos Peridicos Chilenos: CAPCh.

    Coleccin de Obras y Documentos para la Historia Argentina, Biblioteca de Mayo: CBM.

    Revista Chilena de Historia y Geografa: RChHG.

    Anales de la Universidad de Chile: AUCH.

    Biblioteca Nacional, Argentina (Sala del Tesoro): BNA [T]

    Biblioteca Nacional, Chile (Sala Toribio Medina): BNCh [M]

  • 10. Introduccin

    Esta tesis indaga las relaciones entre prensa peridica y cultura literaria quedurante la primera mitad del siglo XIX, tanto en Chile como en el Ro de la Plata,viabilizaron los procesos de conformacin de un imaginario y un pblico lectornacionales, y contribuyeron a la creacin temporal y territorialmente diferenciadade un canon literario y esttico. Cmo fraguaron los letrados criollos una culturaliteraria consolidada ya la independencia, qu operaciones concretas realizaron en suafn de propiciar un capital simblico que acompaara las nuevas configuracionespolticas del territorio y, a la vez, las definiera, cules fueron los obstculos quedebieron afrontar para socializar sus programas respectivos y, fundamentalmente, enqu medida y de qu modo la prensa peridica incidi en sus programas literarios, sonlas preguntas cardinales que orientaron la presente investigacin.

    Por cierto, la nocin de canon literario exhibe un anacronismo flagrante. Elrepertorio legtimo de textos artsticos o poticos que fueron consagrados por ladinmica de la institucionalizacin literaria careca de existencia a mediados del sigloXIX. Por lo tanto, se trata de indagar en una amplia serie de discursos orientados abinitio a disputar o disear una versin de la nacionalidad, en cuyo marco sedesarrollaron los ensayos y las contiendas letradas que intentaron definir buena partede lo que hoy se entiende por literatura nacional. Si, efectivamente, la tradicin esuna construccin retrospectiva, y los cnones literarios chileno y argentino hallaron suulterior momento de cristalizacin, no menos innegable resulta el carcterprogramtico y proyectivo con que los escritores de la primera mitad de siglopropiciaron el diseo de una tradicin literaria para las nuevas repblicas.

    Cuando Jos Victorino Lastarria asegura que en la dcada de 1860 la literaturanacional tena ya vida propia, porque haba realmente unidad entre los quesustentaban el progreso de una literatura independiente" (1885 [1878]: 425), o cuando

  • 2Sarmiento, en su extensa carta pblica a Vicente F. Lpez, traza una genealogaliteraria que va de Cooper a Echeverra y de ste a su propia escritura,1 no existe anuna visin orgnica de las letras nacionales sino la conviccin de haber delineado loque a sus ojos mejor responda a sus requerimientos.

    Mucho menos poda existir una conciencia reflexiva acerca de cunto esaliteratura dependa del aparato pblico de la prensa. La contradiccin permanenteentre una conciencia relativa sobre los atributos de la prensa, aun sobre lo que sellam diarismo, y una concepcin ilustrada de las letras, forj un protocolo delectura y escritura jerrquico, que concibi a la poesa y al formato libro como lasexpresiones simblicas y materiales del estatuto literario. Por lo tanto, lo que lasupuesta comprobacin del chileno y la deseada proyeccin del argentino renen ensus comentarios son las tendencias que dentro de esos lmites difusos peroprotocolares permitieron a la crtica historiogrfica posterior como la Historia deRojas en Argentina, o el Bosquejo de Amuntegui Solar en Chile convertirlas en unconjunto de autores y obras representativas de la tradicin.2

    La presente investigacin se propone reponer la contingencia de esaambigedad que conlleva el trmino literatura en la produccin letradadecimonnica, atendiendo en particular a las mltiples mediaciones que la prensaperidica le impuso en su evolucin. Para ello, considera un corpus amplio depublicaciones peridicas vinculadas a las empresas editoriales de la cultura liberal deambos territorios, en un perodo que se extiende entre los aos 1828 y 1863.

    El lmite inferior del corte establecido corresponde al primer intento desistematizacin de la produccin letrada rioplatense, realizado por Juan Cruz Varela enuna serie de escritos publicados en El Tiempo, peridico que redactaba en BuenosAires junto a su hermano Florencio. La importancia de ese trabajo, adems de ser elprimero de esas caractersticas, estriba en las concepciones vertidas sobre el idioma y

    1 Es la primera de la serie de cartas que narran sus Viajes, correspondiente a su pasaje porMontevideo, fechada en enero de 1846 (Sarmiento, 1993: 51).2 La Historia de la literatura argentina de Ricardo Rojas apareci entre 1918 y 1922. Parte delBosquejo histrico de la literatura chilena de Domingo Amuntegui Solar se publicoriginalmente en la Revista Chilena de Historia y Geografa entre 1913 y 1918, y luego envolumen en 1922. En 1925, fue reeditado con el ttulo Las Letras chilenas.

  • 3la lengua literaria, y en los agudos argumentos que Varela despliega en relacin a laformacin de una literatura nacional, concepciones que se anticipan las reflexiones ypolmicas literarias y lingsticas de las dcadas siguientes. Por lo dems, en eseescrito, el autor de Dido seala de manera clarividente la interpenetracin entreprensa peridica, produccin literaria y pblico lector, perfilando una de las hiptesiscapitales de esta tesis: la literatura nacional slo es concebible a partir del desarrollode la prensa peridica. La percepcin de Varela, sin embargo, permaneca atada almodelo de la prensa doctrinaria e ilustrada; no poda, por lo tanto, prever el cambioque producira el periodismo cultural a mediados de la dcada del 30.

    Ese pasaje puede identificarse con la aparicin en Buenos Aires de El MuseoAmericano, en 1835, y su continuacin reformulada con El Recopilador al aosiguiente, y, a principios de la dcada del 40 en Chile, con al menos tres publicacionesculturales de importancia: La Revista de Valparaso, El Museo de Ambas Amricas y ElSemanario de Santiago, aparecidas todas en 1842. Tales publicaciones sealan elsurgimiento de un periodismo que se distancia de las empresas doctrinarias previas yse caracteriza por incorporar nuevos objetos e intereses culturales, con una marcada ycreciente inclinacin a la difusin, valoracin y discusin de modelos literarios.

    De acuerdo con nuestra primera hiptesis, es en el marco de la prensaperidica que los proyectos literarios de ambos territorios pudieron hacerse efectivos.El peridico ofreca la materia textual primordial de incorporacin y difusin de ideasy, al mismo tiempo, permita hacer pblica la discusin sobre los protocolos literarios,mediando los argumentos de esa discusin y otorgando visibilidad a las producciones yplataformas que buscaban orientar las tendencias esttico-literarias de la poca. Eltrmino tendencia, efectivamente, es parte de un registro clave en las discusionesliterarias a travs de la prensa y suele aparecer con marcada frecuencia en lasempresas editoriales redactadas por las nuevas generaciones letradas, lo quedemuestra el matiz formativo de sus intervenciones as como el carcter difuso de loslmites genricos del estatuto literario. De este modo, la variada gama de textos que

  • 4contribuyeron a delinear los parmetros de una tradicin nacional, contribuyeronasimismo con la produccin especficamente literaria de la tradicin.3

    Para dar al menos dos ejemplos notables de esa articulacin que se estudian enesta tesis, vale la pena que nos refiramos aqu a los casos de Echeverra y Blest Gana: siel primero, sobre todo con la aparicin de Los consuelos, en 1834, pudo ungirse comoel primer poeta romntico argentino, tal investidura responde, antes que a algunainsustancial figuracin de lo que en la poca se entenda por genio o a mritospoticos objetivos, a las concepciones literarias depuradas en los discursos queapuntalaron la funcin de una poesa americana o un americanismo literario, paracuyo delineamiento resultaron determinantes los programas crticos que readecuaronlos estmulos e ideas del romanticismo literario europeo a travs de la prensaperidica. De modo similar, la consagracin de Alberto Blest Gana como el primernovelista chileno o como el primer narrador realista acreditado de Hispanoamricadebe repensarse teniendo en cuenta no slo el andamiaje institucional que en Chile, adiferencia de otras regiones, domin e incentiv el campo de las letras, sino tambin laefectiva funcin de mediacin que cumplieron las publicaciones peridicas enmomentos en que el mercado editorial era prcticamente nulo.

    Una de las funciones medulares de la prensa peridica en la primera mitad delsiglo XIX fue justamente la de incorporar y extender los discursos sociales quesaturaron el imaginario cultural de la poca, a la par de estimular y propulsar losintereses de un lectorado tan incipiente como difuso. El gnero costumbrista, laexpresin de la literatura romntica decimonnica que ms incidencia tuvo en laformacin de narraciones identitarias, naci estrechamente vinculado al formatobreve de las hojas peridicas. Pero la imbricacin entre el gnero costumbrista y elformato periodstico no se agota en las consideraciones de gnero, o formales, ni en laarticulacin de inquietudes lectoras, burguesas o modernas. Como veremos en estatesis, los cuadros de costumbres, en la medida en que significan tipologas del cuerpo

    3 La diferencia no es capciosa. Hugo Achugar, por ejemplo, ha discutido la pertinencia delcriterio autorreflexivo con exclusin del temtico utilizado por Cornejo Polar en Laformacin de la tradicin literaria en el Per. Segn el crtico uruguayo, la funcin religante deun repertorio temtico fue determinante en el diseo de un imaginario nacional a travs delos parnasos o colecciones poticas (Achugar, 1998: 39-77).

  • 5social, arrastran un cmulo de formalizaciones ideolgico-discursivas determinantes almomento de evaluar las operaciones simblicas ya sean reformulaciones,desviaciones o reafirmaciones del discurso hegemnico de la poca implicadas en sudesarrollo. Por lo tanto, si el discurso periodstico haca extensivos los intereses de unpblico lector metropolitano, trasladaba, al mismo tiempo, y con ms injerencia anque el discurso literario o que el formato libro, los tpicos y estereotipos deldiscurso social dominante.

    En este sentido, creo pertinente recuperar aqu un aspecto del print capitalismdisociado en parte de la tesis central de Benedict Anderson, segn la cual la imprenta ysus novedosas formas de la imaginacin: la novela y el peridico (Anderson, 1993:47ss) suministraron la estructuracin imaginaria de la nueva conciencia comunitariaque representa la nacin. Un hecho comprobable en la primera mitad de siglo enLatinoamrica quiz no sea tanto esa funcin de homogeneizacin como el mspedestre pero significativo de que los letrados criollos no slo fundaban, editaban,redactaban y lean peridicos sino que tambin los hacan circular y los importaban.Peridicos como Le Globe, Journal des Debats, Revue de Paris, Revue des DeuxMondes, La Colmena, El Correo de Ultramar, Edimburg Review, El Instructor, para solonombrar los ms destacados, figuran en la lista de los ms consumidos por la litecultural a ambos lados de la cordillera. Este fenmeno de circulacin trasnacional delcapital simblico resulta, a nuestro juicio, decisivo para evaluar las redes materialesque contribuyeron a la constitucin de un imaginario nacional. Si pensamos en losdebates y en los modos de auto-comprensin del romanticismo europeo por parte delas lites letradas tanto chilena como rioplatense, pero tambin en la circulacinefectiva en Sudamrica de lo que podramos llamar la materia textual del movimientoromntico europeo los autores, textos y juicios estticos privilegiados, el impresoperidico antes que el libro vendra a encarnar el objeto elemental deintercomunicacin en el marco de un proceso incipiente de interiorizacin de modelosliterarios.4

    4 Susana Zanetti ha abordado los fenmenos de religacin metropolitana, es decir, los lazosefectivos de las redes de intercambio intelectual, destacando las condiciones materiales quedeterminan el proceso: La religacin, en sus numerosas variables, supone la quiebra del

  • 6La segunda hiptesis fundamental de nuestro trabajo, entonces, es que elpasaje de una prensa peridica doctrinaria a una de carcter romntico-cultural, quereformula la relacin entre letras y poltica, supuso un cambio de suma relevancia entrminos de formacin literaria. Ms atenta a las demandas de un pblico lectordiversificado en el que se inserta la figura de la mujer lectora, del pblico lector noculto o positivo, etc. la prensa cultural romntica instal nuevas modalidades deautoridad discursiva. Esto no quiere decir que no coexistieran emplazamientosdiscursivos y estrategias comunicativas diversas en la prensa cultural romntica. Peros que es en el intersticio de esas mixturas donde el modelo de la ciudad letradacomienza a reformular sus cdigos tradicionales. En el caso particular del Ro de laPlata, la prensa popular y gauchesca estableci los parmetros de una comunicabilidadpoltica y cultural de gran relevancia y efectividad en la formacin de opininpblica, frente a la cual la lite letrada contrastara sus propias intervenciones yensayara a su vez sus inflexiones ideolgico-discursivas encaminadas a neutralizar loselementos disruptivos de esa tradicin. Por lo tanto, el impreso peridico constituy elelemento primordial de interaccin con pblicos diversos y en la formacin a su vez deuna cultura literaria.

    0. 1. Periodismo, prensa peridica y estudios literarios sobre el XIX. Revisincrtica y consideraciones tericas

    Desde hace algunos aos la prensa peridica se ha convertido en objeto deestudio privilegiado para la historia de las ideas o la historia cultural, sobre todo a razdel importante rol que le cupo al impreso peridico en los procesos de transformacincultural desencadenados con la cada del Antiguo Rgimen, tanto en Europa como enAmrica. Las tesis de Jrgen Habermas, primero, sobre la singular injerencia de lapublicidad ilustrada y burguesa en la consolidacin de una opinin civil reguladora del

    aislamiento, del compartimiento estanco, y para ello hacan falta bases materiales paravehiculizarla y una mentalidad moderna (Zanetti, 1994: 500). El peridico, en este sentido,funcionara como el sostn primario de esas condiciones a mediados de siglo.

  • 7Estado, y de Benedict Anderson, despus, sobre el fenmeno del print capitalism, alque adjudica un papel decisivo en la moderna formacin de las comunidadesimaginadas que llamamos naciones, contribuyeron notoriamente a la reevaluacinde las funciones del impreso peridico en la cultura decimonnica.

    A su vez, el renovado inters por las condiciones materiales de produccintextual alentado, principalmente, por la sociologa de la cultura as como poratender a las prcticas de lectura y escritura y a la circulacin de los textos enescenarios especficos, origin en las ltimas dcadas nuevos enfoques desde la propiahistoriografa, la crtica literaria y la sociologa, que posibilitaron ajustar los contextosde enunciacin y determinar algunas de las modalidades concretas de interrelacin delperidico con las culturas literaria y poltica.

    Como observ Carlos Ossandn, se ha dejado de concebir al peridico slocomo fuente, como apoyo emprico para las investigaciones historiogrficas, y se loha empezado a examinar a partir de su propio espesor, prestando atencin a suparticular rgimen discursivo y a las relaciones que ste establece con otrosemplazamientos discursivos y prcticos (Ossandn, 1995: 137). El cambio resultaparticularmente significativo para una revisin de la cultura escrita del siglo XIX, en lamedida en que contribuye a reevaluar otras formas discursivas en la conformacin deuna tradicin literaria particular tanto como a contemplar la participacin activa en esaconstruccin de mltiples pblicos lectores. Sin embargo, salvo muy pocas excepcionesentre las cuales los trabajos de Poblete y de Ossandn en Chile merecen destacarse,la mayora de los estudios dedicados a la prensa peridica del siglo XIX o bien secentran en las postrimeras de la centuria, cuando la imprenta y el mercado editorial,junto a otros factores de modernizacin social y cultural, alcanzan un primer desarrollosignificativo, o bien permanecen ligados a una perspectiva contenidista, eludiendo, porlo tanto, las aristas ms complejas de su condicin de novedoso artefacto cultural,crucial para pensar las dinmicas prcticas y discursivas con que las lites ensayaronsus proyecciones literarias (cabe mencionar, por ejemplo, su agencia en ladesjerarquizacin y consolidacin del pblico lector, su mediacin en las formas delectura socialmente construidas, su funcin en la construccin social del discurso, larearticulacin que es capaz de ejercer de universos discursivos distintos, la

  • 8complejidad de las distintas textualidades que confluyen en sus pginas, lainterrelacin entre discurso ficcional y gneros literario y periodstico).

    En general, las historias o visiones panormicas de la literatura (Rojas, 1918-22;Arrieta, 1958-59; Zanetti, 1980 y Prieto, 2004 en Argentina; Amuntegui Solar, 1925;Alone, 1954; Silva Castro, 1961; Montes, 1974, en Chile) no se han detenidodemasiado en esa zona de estrecha relacin entre peridicos y prcticas literarias de laprimera mitad del siglo XIX.5 Recientemente, en el tomo La lucha de los lenguajes, dela Historia crtica de la literatura argentina dirigida por No Jitrik, esa carencia organizavarias zonas de la historia literaria y de la crtica (cuestin que en la Introduccin, eldirector del volumen, Julio Schvartzman, corrobora y especifica). As, y particularmentepara el perodo que aqu nos ocupa, los captulos de Claudia A. Romn, La prensa

    5 Ricardo Rojas dedica un captulo final de su Historia de la literatura argentina (Las empresaseditoriales) a rastrear la conformacin de un circuito letrado mediante las publicacionesperidicas, captulo que se extiende desde La Gaceta de 1810 hasta la Revista de Derecho,Historia y Letras, de Estanislao S. Zeballos y la revista Nosotros, de Alfredo Bianchi (1948: 573-608, II, Vol. 8). Precisamente la extensin hace que ese captulo no aporte ms que gruesoslineamientos y linajes, y que el perodo que se inicia con La Moda apenas sea mencionado. Conrespecto a esto ltimo, en otros lugares, Rojas traza someramente (en el captulo tituladoPrimeras Asociaciones Literarias (IV, de Los proscriptos)) la genealoga de dichaspublicaciones y aporta rpidos bosquejos sobre sus contenidos literarios y propagandsticos. Lomismo ocurre en el captulo dedicado a los proscriptos en la Banda Oriental, Montevideo, lanueva Troya (XIV), al hablar de El Iniciador, entre otros; y apenas se detiene en La Modacuando trata de la Vida y obras de Alberdi, para apuntar que all el tucumano agit muchasideas de crtica social y literaria (Rojas 1948: 563 II, Vol. 6. Vase, asimismo: pp. 207-316; 397-429, del Tomo I, Los proscriptos, Vol. 5). Con algunas variantes, y un poco ms extensas en loque refiere a La Moda, de Alberdi, la Historia de Arrieta (1959, II: 64-87) y la dirigida porZanetti y editada por CEAL (1980, I: 223-231), reiteran ese mismo itinerario. Las historias deAlone (1954) y de Montes (1955), a pesar de las diferencias que las caracterizan, coinciden sinembargo en utilizar los textos peridicos slo como apoyaturas. Por su parte, tanto el Bosquejode Amuntegui Solar como el Panorama de Silva Castro se inscriben en una visin tradicionaldel peridico (y su producto ms significativo, el folletn), precisamente aquella que lo abordacomo fuente, como superficie refleja de gneros o estmulos externos. Si bien AmunteguiSolar brinda datos precisos sobre las publicaciones peridicas de la primera mitad del XIX, suBosquejo no puede considerarse ms que como una historia general, enfocada ms a las ideasque a la literatura misma. Silva Castro, por su parte, en las pginas dedicadas a la novela (1961:167-345, reescritura de su Panorama de la novela chilena, de 1955) o al artculo de costumbres(1961: 433-450), remite la incidencia del folletn a los estudios de literatura comparada. Lavisin jerrquica de los gneros hace que estas historias permanezcan atadas a valorestradicionales. Por ejemplo, al corroborar la influencia de los folletinistas franceses de la poca,el crtico chileno sostiene que Chile no logr exceptuarse en esta infeccin de mal gusto, auncuando, por razones explicables, no todos los folletinistas chilenos encontraron acogida en losdiarios (Silva Castro, 1961: 107).

  • 9peridica. De La Moda (1837-1838) a La Patria Argentina (1879-1885) y Tipos deimprenta. Linajes y trayectorias periodsticas, recuperan, con ms amplitud, la zonade contacto en la que la literatura palpa los bordes de otros discursos y de otrosfenmenos (Romn, 2003a). All mismo se dice que la prensa argentina del siglo XIXhaba sido objeto, hasta hace poco, de escasos estudios crticos (2003a: 441). Si bienambos trabajos trazan las proyecciones y linajes de las modalidades enunciativas delperiodismo rioplatense as como de los escritores que ms se destacaron en su tareade publicistas, resultan restringidos por el carcter historiogrfico del enfoque.6

    Entre los estudios de la crtica especializada que se han ocupado de los vnculosde la prensa peridica con la cultura letrada decimonnica merecen destacarse lospioneros trabajos de Adolfo Prieto, El discurso criollista en la formacin de la Argentinamoderna (1988) y de Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina(1989). El agudo examen de Prieto da cuenta del surgimiento hacia fines de siglo de unnuevo tipo de lector, promovido por los distintos factores de modernizacin cultural,entre los que sobresalen las campaas de alfabetizacin e instruccin pblica quedesde la dcada de 1860 se intensificaron notablemente, el desarrollo de las tcnicasde impresin, la ampliacin del espectro de la cultura lectora y el correspondienteaumento de las publicaciones peridicas junto al extraordinario fenmenoinmigratorio, que vendra a transformar el cuadro tradicional de la vieja sociedadportea.

    En ese contexto, las publicaciones peridicas proveyeron un novedoso espaciode lectura potencialmente compartible, el cual tendera a la nivelacin de los cdigosexpresivos con que concurran los distintos segmentos de la articulacin social (Prieto,2006 [1988]: 14). El desarrollo de la prensa peridica tambin est ligado a laexpansin de la cultura popular, de los nuevos circuitos de lectura y los nuevosformatos (particularmente, los folletines gauchescos que, en un proceso depropagacin creciente, culminaran engrosando los discursos del criollismo). Pero lo

    6 Ntese, de paso, que el primero de los captulos citados reitera la vocacin abarcadora de laHistoria de Ricardo Rojas. Si ste bosquej ms de un siglo de peridicos en apenas treintapginas, Romn recorre cincuenta aos de la prensa argentina en, apenas, otras veintisis. Untrabajo especfico de Romn sobre la prensa peridica de Montevideo ser mencionado en laspginas siguientes.

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    medular del anlisis, a nuestro juicio, se desprende de las implicaciones que esacadena de diversificacin lectora conlleva, es decir, las fricciones, prstamos y crucesque se produjeron entre la cultura letrada tradicional y la expansin de la culturapopular, entre la literatura afincada en la aeja nocin de gusto y la literaturafolletinesca, producto manifiesto de la prensa peridica y del pblico masivo. En ello seconstata la variedad funcional de la prensa peridica finisecular, en un contexto decancelacin de autoridades discursivas tradicionales y de emergencia de modosalternativos de legitimacin letrada.7 Cabe agregar que la discusin de esasautoridades discursivas tradicionales comenz su recorrido en la primera mitad delsiglo XIX como un conflicto entre retricas ilustradas y discurso periodstico cultural, yespecialmente entre ese discurso periodstico y la prensa popular y gauchesca.

    Precisamente es el discurso periodstico una de las instancias que, para JulioRamos, introduce la posibilidad de pensar la constitucin de una nueva subjetividadliteraria en Amrica Latina. En los captulos Fragmentacin de la Repblica de lasletras y Lmites de la autonoma: periodismo y literatura, Ramos explora lascondiciones de posibilidad que, en el ltimo cuarto de siglo, determinaron la relativaautonomizacin o especializacin de los distintos discursos sociales, entre ellos el de laliteratura. Seala, a su vez, las matrices divergentes entre la cultura europea y lacultura latinoamericana, advirtiendo con sagacidad la irreductible extraeza de laliteratura latinoamericana frente a los modelos estticos del canon occidental. Esaextraeza est relacionada con condiciones materiales e institucionales especficas.Entre ellas, la inestabilidad o retrasada estabilidad del mercado editorial, ligada a unaconcomitante expansin tarda de la cultura lectora, produjo una vinculacin singularentre las herramientas del periodismo finisecular y la voluntad autonmica, esteticista,del discurso literario. El desprendimiento de las letras de las instituciones que habangarantizado su autoridad hasta entonces (el enciclopedismo en la educacin, laretrica del saber decir y la funcin poltica, principalmente) se dio en un proceso deoposicin disciplinaria en momentos en que la ideologa del positivismo y los avances

    7 Es indispensable, en este sentido, ver el captulo II, en el que Prieto analiza los trasvases delas redes de lectura de ambos campos culturales, particularmente en lo que respecta a lasversiones del Santos Vega de Gutirrez y Obligado.

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    tecnolgicos comenzaron a dar muestras de su desarrollo. El peridico y el periodismofuncionaron como instrumentos de canalizacin de esa nueva autoridad para laliteratura; particularmente la crnica, segn Ramos, fue el gnero que reemplazalgunas de las funciones que cumpla la novela en Europa (como la representacin dela sociabilidad urbana). El peridico era, en esa coyuntura, un universo semnticoambiguo y conflictivo: representaba el discurso racional, modernizador y prosaico, delsujeto estatal, a la vez que ofreca una potencial explotacin esttica puesto que,como dice Ramos, el peridico representaba un modo de vida ms cercano que elcomercio (o el gobierno) a los instrumentos de trabajo del escritor (Ramos, 2003[1989]: 90). La tesis de Ramos concede al peridico, entonces, una doble funcinparadjica. Si, por un lado, el periodismo relativiza la autoridad del sujeto literario, porel otro, el lmite de su universo discursivo es una condicin de posibilidad para queaflore la subjetividad literaria. En el marco de una creciente diversificacin yespecializacin de los discursos sociales y cientficos la literatura hallara, en el espaciopredominante del periodismo, los intersticios para enunciar su especificidad discursiva.Ramos resume as ese proceso: el sentido y la funcin social del enunciado literario yano estn garantizados por las instituciones de lo poltico, sino que ahora comienzan aproducirse desde un lugar de enunciacin que ha diferenciado sus normas y autoridad(2003 [1989]: 65).

    Como se puede apreciar, ambos enfoques comparten algunos presupuestos.Por un lado, los dos trabajos otorgan a la prensa peridica un lugar central en losprocesos de modernizacin cultural que rigen la autoridad discursiva literaria y lacompleja experiencia de profesionalizacin del escritor. Por otro, sitan ese proceso yese lugar singular de la funcin de la prensa en las ltimas dcadas del siglo,asumiendo el presupuesto de que la modernizacin estatal acompaa o estimula lamodernizacin cultural. Por ltimo, a pesar de la divergente construccin del objeto,en ambos trabajos se mantiene en vilo la tensin entre modelos dispares deproduccin letrada; en el caso de Prieto, las tensiones e intermediaciones entre culturaletrada y cultura popular; en el caso de Ramos, los discursos otros y el discursoliterario, o su permanente voluntad de autonoma, que se dan cita en ese lmite queofrece el producto moderno ms cercano al escritor: el peridico.

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    Eduardo Romano, en su libro Revolucin en la lectura. El discurso periodsticode las primeras revistas ilustradas rioplatenses, ha formulado una interesante relecturaacerca de los modos en que prensa y literatura se interpelan y relacionan hacia finesde siglo. Tomando distancia de las propuestas de Ramos en torno a la preeminencia dela crnica modernista como espacio de autonomizacin literaria, Romano se encargade analizar los peridicos y revistas de Buenos Aires y Montevideo (Revista de Amrica,Caras y Caretas, La Ilustracin Sudamericana, entre otros) que canalizaron discursosliterarios diversos y no hegemnicos y que proveyeron la plataforma para laemergencia de un nuevo tipo de periodista-escritor. Por eso afirma que si atendemos ala produccin de colaboradores asiduos de la prensa, Brocha Gorda (Julio L. Jaimes) oMarcos Arredondo, la actualidad cambiante como texto fue el aspecto msmodernizador del periodismo de la poca. Y [que] el fenmeno no se limit, ni muchomenos, a la crnica modernista (Romano, 2007: 50).

    Otros estudios recientes han prestado especial atencin a los vnculos entreprensa y literatura hacia fines de siglo. Alejandra Laera, por ejemplo, ha estudiado lasficciones escritas alrededor del 80 en las dos modalidades representativas abordadaspor Prieto: los folletines populares de Eduardo Gutirrez y las novelas cultas deEugenio Cambaceres. El novedoso enfoque de Laera estipula un tipo de lectura quedesestabiliza los modos con que tradicionalmente fueron ledos ambos escritores. Enefecto, lo fundamental en su lectura es que las novelas de Eduardo Gutirrez y deEugenio Cambaceres ponen en crisis las identidades y representan el momento en elque los sujetos han dejado de reconocerse (Laera, 2004: 23). Entre lo real y loficcional, esos relatos se constituyen como ficciones liminares, es decir, novelas en lasque se produce ficcin en los umbrales de la ficcin (dem, 21). Esos umbralesrefieren a la precariedad de la autonoma literaria, y en ella la prensa juega un rolnovedoso caracterizado como administrador cultural: los espacios en que la figuradel novelista se construye dependen, entre otras cosas, de un aparato crtico quecircula principalmente por el peridico. Como veremos en este trabajo, la funcin de laprensa peridica en la constitucin de un saber crtico (en formas de reseas,comentarios, dictmenes y reflexiones estticas) ser fundamental para los programasdel romanticismo literario puesto que mediante esa discusin pblica se irn

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    moldeando los gneros, tpicos y tendencias abocados a crear una literatura y unatradicin nacionales.

    Recientemente, Fabio Espsito realiz una lectura pormenorizada de los modosvinculares entre prensa peridica y gnero novelstico en la Argentina del 80. Adiferencia de Laera, la tesis de Espsito subraya la confluencia de la novela culta en unsistema periodstico en el que perduran viejas prcticas que lo llevan a funcionarsubordinado a la poltica y donde las novelas publicadas en los folletines de los diariosen muchos casos ejercen la funcin de instrumentos polticos.8 Segn este enfoque, lanovela nace en Argentina en estrecha relacin con los universos discursivos delperidico. Entre las reflexiones que arroja su pesquisa, resulta oportuno retener unhecho destacado por Espsito al revisar la divisin tajante con que la crtica ley loscircuitos letrados de la poca: la mayora de las novelas de la alta cultura sealafueron publicadas en los folletines de los diarios porteos.9 Esta informacin, que aprimera vista puede objetarse como mero dato positivo, en realidad, es indiciaria deun fenmeno que el trabajo de Espsito indaga con justeza: an en los aos ochenta laliteratura en su caso, la novela de la alta cultura se despliega ligada a pautasdiscursivas que no se desprenden de su funcin poltica y que encuentran en losperidicos el formato adecuado para intervenir simblicamente en una sociedad cadavez ms creciente y diversificada.

    Entre los escasos estudios referidos al cruce entre prensa peridica y literaturade la primera mitad de siglo cabe mencionar los aportes de Francine Masiello (1997),Graciela Batticuore (2005), Juan Poblete (2003) y, ms recientemente, Claudia Romn(2005) y Andrea Bocco (2004). En su clsico Entre civilizacin y barbarie, Masielloindaga las alteraciones en las representaciones del gnero en los perodos de crisis deldiscurso nacionalista en Argentina, detenindose en las estrategias pblicas utilizadaspor los escritores de la generacin del 37, particularmente a travs de La Moda. Sin

    8 Espsito, F. (2009). La emergencia de la novela en Argentina. La prensa, los lectores y laciudad (1880-1890). Aqu manejamos la versin original de la tesis doctoral.9 Dice Espsito acerca del corpus de novelas analizadas: Ocho de las catorce novelas elegidasfueron publicadas por primera vez en el folletn de algn diario o en una revista antes que enlibro (mimeo).

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    embargo, la perspectiva genrica de Masiello deja sin explorar un campo especfico deestrategias discursivas en los diferentes niveles desplegados por ese y otrossemanarios que resultan fundamentales para pensar los vnculos entre literatura ycultura nacional. En la lnea abierta por Massielo, aunque preocupada por los modosde construccin de la autora femenina, Batticuore pone en dilogo varias de lasproducciones de la llamada generacin romntica con la cultura escrita de lasmujeres, analizando las estrategias de asuncin de la figura autorial femenina en elcontexto de una progresiva secularizacin cultural. Las reflexiones de Batticuore, en lamedida en que atraviesan varios de los tpicos de la generacin del 37 (sueos ydilemas, como los denomina la autora) sern contempladas al referirnos a laconstruccin de la figura del pblico lector, as como a las consideraciones particularesde la cultura femenil y romntica (temas stos centrales en las hiptesis queBatticuore traza en La mujer romntica) en la construccin de un pblico y de unaliteratura nacionales.

    El trabajo de Poblete, en cambio, sita a la figura de autor en la dinmica de unentramado complejo de competencias lingsticas en el que la prensa peridicacumple una funcin mediadora central. En efecto, la capacidad del peridico deincorporar y socializar los diversos intereses (tanto polticos como culturales oliterarios) que disputan las representaciones del espacio pblico resultaparticularmente significativa en al menos dos modalidades. Por un lado, los discursoslegtimos que configuran el canon cultural (fuertemente la Iglesia y el discursoconservador en Chile) son reasumidos en el universo semntico del peridico yreconfigurados estratgicamente como modo de validacin de valores emergentes.Por el otro, el peridico ofrece a los escritores y publicistas el escenario concretodonde pueden ser percibidos y medidos los intereses lectores del nuevo pblico,particularmente los pblicos femenino y burgus. El caso de Alberto Blest Gana esdemostrativo para Poblete de esa funcin periodstica: el novelista chileno modelarasu programa narrativo no slo desde los modelos literarios europeos sino tambinfrente a los poderes pblicos y las demandas del nuevo lectorado, especialmente elfemenino. Las reflexiones del crtico chileno se acercan a nuestras propiasindagaciones sobre la configuracin letrada del pblico lector y sobre la funcin de la

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    prensa peridica como fenmeno de socializacin y, por lo tanto, resultanindispensables para una lectura renovada de los enfoques clsicos sobre la narrativachilena de la poca. Sin embargo, parece igualmente indispensable atender a lascaractersticas editoriales de la nueva prensa cultural, tanto como a los gnerosperiodsticos que estimularon un tipo particular de proyecto narrativo que el autor delMartn Rivas explotara con mayor pericia que sus antecesores.

    El trabajo de Poblete puede ser complementado con los estudios sobre laprensa peridica chilena realizados por Carlos Ossandn (1998). En efecto, aunqueOssandn no incorpora a sus reflexiones el problema de la formacin de una tradicinliteraria, su indagacin sobre las modalidades enunciativas en casos especficos delperiodismo chileno de mediados de siglo ofrece una inteligente reconstruccin de losuniversos semnticos y discursivos con los que, obligadamente, se forjaron losproyectos literarios decimonnicos tanto como la propia produccin de autores comoBlest Gana.

    En Argentina, a los trabajos citados de Claudia Romn se aaden lasinvestigaciones de la misma autora sobre la prensa satrica de la dcada del 40 enMontevideo y el trabajo reciente de Andrea Bocco sobre las tensiones einterpenetraciones entre periodismo y literatura desde 1830 hasta 1861.10 En elprimer caso, centrada en dos publicaciones que se pueden leer como un continuo en elque confluyen letra e imagen, Romn realiza un agudo anlisis de los peridicos ElGrito Argentino (1839) y Muera Rosas! (1841-42), ambos publicados desde el exiliomontevideano por destacados integrantes de la nueva generacin letrada. All Romnestablece una lectura atenta a las tcnicas materiales y discursivas que convergen en laargumentacin antirrosista, entre las que sobresalen la apelacin a la imagenlitogrfica y el uso de variados gneros discursivos, incluyendo composiciones decarcter gauchesco. Aunque parcial, este trabajo de Romn resulta importante en lareevaluacin de la cultura escrita de la poca ya que incorpora con lucidez la

    10 El trabajo de Romn se titula: Caricatura poltica en El Grito argentino y Muera Rosas!, ypertenece al libro colectivo Resonancias romnticas (2005). El de Bocco, Literatura yperiodismo 1830-1861. Tensiones e interpenetraciones en la conformacin de la literaturaargentina (2004), es el resultado de su tesis doctoral, realizada en la Universidad de Crdoba.

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    materialidad del peridico a travs del recurso litogrfico, recurso que, como veremos,cobra gran relevancia en los modos de representacin literaria de la nueva generacin.

    Andrea Bocco, por su parte, ha pensado en la relacin entre prensa peridica yliteratura desde la idea de distintos operadores de produccin textual y discursivaque determinaron el funcionamiento de la praxis poltica de la poca. Entre ellos, cabecitar aqu los operadores proyeccin de la patria/construccin de la nacin y lasposibilidades del humor, a travs de los cuales la autora ofrece oportunasindicaciones sobre los modos de pensar la dupla lengua/nacionalidad. Bocco diferenciados construcciones en el sentido del trmino patria; por un lado, el de los sectorespopulares, ligado a un sentido de pertenencia originado en la Colonia, por el otro, lapatria de la lite, vinculada a la idea de civismo, en cuya abstraccin las prcticasvitales son reemplazadas por la universalidad, fuente de inspiracin y legitimacin(Bocco, 2004: 87). Este ltimo modelo ser el que va a imponerse, segn la autora, a laidea de nacin despus de Caseros. Quiz la inflexin ms interesante del trabajo deBocco est dada por la opcin de pensar al periodismo y a la literatura no como unayuxtaposicin de discursos sino como una misma y nica configuracin discursiva que,a pesar de ello, no atenta contra la reflexin sobre las contaminaciones y conflictosgenricos. De este modo, la posibilidad del humor, si bien se manifiestaparticularmente en el impreso peridico, no deja de tener incidencias en la produccinque busca diferenciarse estticamente (aqu podra pensarse en El matadero deEcheverra), demostrando la interrelacin entre el tratamiento del lenguaje y el mbitocultural. Si bien tanto por el perodo estudiado como por el tema elegido, el trabajo deBocco se aproxima a nuestra propuesta, debemos subrayar la distinta concepcinmetodolgica en la construccin del objeto.

    En efecto, mientras que Bocco se preocupa por indagar en sistemascontemporneos pero paralelos de prensa peridica (culta y popular), nuestro enfoquese cie a las producciones periodsticas de la cultura liberal, prestando atencin a laprensa popular (la gauchesca, en particular) en la medida en que permite aclarar porcontraste los programas del romanticismo literario argentino que van desde la dcadadel 30 hasta Caseros. Por otra parte, el trabajo de Bocco resulta por momentosmeramente descriptivo, sin preocuparse por analizar textualmente las formas de

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    mediacin que produce el peridico (puede verse, por ejemplo, en el tratamientolateral que otorga a la formacin de una tradicin literaria como la de la poesaromntica, la poca atencin que le merece el gnero costumbrista en la formacinliteraria, as como la casi nula reflexin en torno a los discursos letrados, del sectorculto, sobre las formalizaciones de un canon esttico).11

    Por su parte, los estudios historiogrficos que se abocan al perodo destacan elrol del impreso peridico en los procesos de institucionalizacin de la ciudadana, laconformacin de la sociedad civil y la progresiva constitucin de una opinin pblicamoderna, sobre todo a partir de mediados de siglo cuando los programas estatalescomienzan a consolidarse. En Chile, el gobierno conservador y autoritario inauguradocon la Constitucin de 1833, impondra un control desde arriba que se expresara enel dominio pblico por parte de la clase dirigente. Ese dominio, la llamada frondaaristocrtica por Edwards, supuso un apego a prcticas tradicionales que, entre otrascosas, promovi una divisin entre sociedad poltica y sociedad civil como modo devalidacin del orden establecido. El dominio pblico implicaba, a su vez, la connivenciade los altos estratos sociales, entre la Iglesia y la clase comercial y terrateniente(ultramontana), lo que favoreca la limitacin poltica contra la avanzada de lossectores ms reformistas, cuyo ejemplo notorio lo revela la asonada promovida haciafines de la dcada del 50 por la Sociedad de la Igualdad, rpidamente reprimida(suceso ficcionalizado por Blest Gana en su Martn Rivas). En ese contexto, y sobretodo durante la dcada del gobierno de Bulnes (1841-1851), la legitimidad del rgimense beneficiara con un pautado crecimiento de publicaciones peridicas, reguladas porlos rganos de control pblico como los jurados de imprenta,12 la Iglesia catlica o el

    11 Si bien Bocco menciona esas reflexiones, no se interesa en los modos en que las mismas seconstruyen, y termina repitiendo los tpicos hace aos asentados por la crtica literaria (Cfr.,por ejemplo, pp. 78-79). En las pginas dedicadas a la tradicin creada por los romnticos,salvo el trabajo sobre la lengua, no hay una crtica interpretativa sobre los modos deconstruccin de esa formalizacin ni sobre las concepciones esttico-literarias en pugna (Cfr.Bocco, 2004: 272-283).12 El Jurado de Imprenta establecido por decreto del 23 de junio de 1813, lo mantienen lasconstituciones polticas de 1822, de 1823, de 1828 y de 1833. En Chile, las leyes de imprentadictadas hasta 1925 reglamentaron la forma en que dichos jurados deban constituirse y elprocedimiento que deban seguir. Vase Piwonka Figueroa (2000).

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    sistema de suscripcin ministerial, entre otros.13 Segn el estudio de Stuven (2000), laprensa peridica fue en Chile el instrumento central para la articulacin de la polmicapblica desde 1840, y para la legitimacin del rgimen gubernamental instaurado conPortales en 1833, en la medida en que provea el espacio privilegiado para losconsensos bsicos de la cultura poltica chilena, y la percepcin respecto de lagradualidad necesaria y la oportunidad de los cambios anhelados, sin alterar con ellosel equilibrio que permite el ejercicio hegemnico del poder por parte de la clasedirigente (Stuven, 2000: 170). Los peridicos se constituan as en los rganos depublicidad poltica y, a la vez, alentaban los cambios sociales, culturales y polticosnegociados entre la lite del gobierno y los sectores reformistas o emergentes. IvnJaksi, siguiendo esa lnea de anlisis, se interes en demostrar cmo la prensa jug unpapel destacado en la discusin en torno a la historia nacional y las controversias enrelacin a su pasado colonial, otorgndole al peridico una funcin de gran relevanciapblica aunque de carcter meramente instrumental: la prensa permiti afinar ydiscutir las ideas, y detectar al mismo tiempo su impacto en el pblico lector (Jaksi,2004: 136).14

    En el caso argentino, varios son los trabajos que se han centrado en la prensacomo elemento de mediacin pblica frente al Estado y los partidos polticos enpugna. Entre aquellos trabajos dedicados a la primera mitad de siglo, el renovadoanlisis de Myers sobre el discurso poltico del rosismo se destaca sin duda por lasignificacin que el historiador otorga a la palabra impresa, por los modos en que staopera en el espacio pblico y la relevancia que tuvo para la autoridad del gobierno. Elrgimen se sostuvo, seala Myers, mediante un sistema de propaganda y de

    13 En esta breve descripcin sigo las siguientes fuentes: Stuven (2000), Collier (2005), Gazmuri(1992), Donoso (1946) y Barros Arana (1913). En los captulos pertinentes se desarrollan conms detenimiento los aspectos histricos y polticos relevantes para nuestro estudio.14 Una perspectiva presa an de un criterio ms tradicional es la empleada por Margaret V.Campbell (1962: 545-555), quien pasa por alto, por ejemplo, las implicancias polticas de losescritos sobre la lengua de Andrs Bello en el contexto de sus actividades como redactor de ElAraucano (Cfr. Campbell, 1962: 550). Desde otro punto de vista, Gazmuri ha sealado larelevancia del periodismo liberal en la conformacin del Club de la Reforma y de la Sociedadde la Igualdad en Chile, cuyos integrantes posean no slo peridicos sino tambin imprentaspropias, como Jos del Carmen Stuardo, uno de los propietarios de la imprenta editora de SanFelipe (Gazmuri, 1999: 73 y 98). Los peridicos de la Sociedad de la Igualdad eran El amigo delPueblo y, su sucesor, La Barra.

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    produccin de discursos institucionales que ocuparon un lugar preponderante en elmonopolio ideolgico del federalismo llamado, por el mismo Rosas, apostlico. Adiferencia del gobierno conservador chileno, el rosismo tendi a borrar la divisinentre opinin pblica y opinin oficial, absorbiendo hacia el orden gubernamental loque en la poca de Rivadavia perteneca a la publicidad de carcter civil. Asimismo, elrosismo se apropi de varios de los emblemas polticos e institucionales del perodoprevio, como la apelacin al orden y al discurso agrarista y republicano propio de losaos 20. El relativo control del espacio pblico garantiz que hasta fines de la dcadadel 30 la prensa y las asociaciones culturales registraran un paulatino esparcimiento,mientras que, agravada la situacin por las sublevaciones internas a partir de 1838 ypor las intervenciones extranjeras en 1839 y 1840, hacia fines de la dcada el rgimentendi a fortificar sus medidas de represin y control de la sociedad a travs de susmilicias paraestatales. En ese marco, los esfuerzos de algunos de los integrantes de lanueva generacin, como Alberdi o Gutirrez, por intervenir en el gobierno se vieronfinalmente frustrados y debieron comenzar su exilio forzado, habida cuenta de que elrgimen expulsaba sus aspiraciones tanto polticas como culturales.15 El anlisis deMyers, por centrarse en un perodo controvertido y al mismo tiempo monopolizadopor los enfoques tradicionales, ha sido fundamental para establecer los modos en queel discurso periodstico interviene en la construccin social del poder poltico, y hacolaborado en la serie de indagaciones que advierten en el discurso peridico uno delos factores decisivos de la cultura poltica decimonnica.

    Quizs haya sido Elas Palti quien trabaj con ms rigurosidad el efecto materialde la prensa peridica en el mbito poltico. En su colaboracin al volumen colectivocompilado por Paula Alonso (2004), a pesar de que excede por su objeto el marco deesta tesis, Palti traza las lneas metodolgicas fundamentales para dejar de pensar laprensa slo como canal de difusin de ideas o acontecimientos, y atender a lamaterialidad de su operatividad, que en el caso por l estudiado refiere a lasoperaciones que realiza El Monitor Republicano en momentos en que juaristas yporfiristas se disputaban el espacio poltico de la repblica mexicana ante la campaa

    15 En este prrafo sigo los trabajos de Sbato y Lettieri (2003), Halpern Donghi (1980a),Ternavasio (2003), Gonzlez Bernaldo de Quirs (2007 [1999]) y el ya citado de Myers.

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    electoral de 1871.16 La perspicaz lectura del historiador sobre la prensa peridicarevela su capacidad material para generar hechos polticos (Palti, 2004: 177), esdecir, operar polticamente, que es lo que define su modelo de intervencinestratgica en el espacio pblico latinoamericano. El enfoque de Palti nos interesa aqusobre todo porque deja ver las capacidades del periodismo de generar hechos que, porsu modus operandi particular, indican tambin su influjo sobre la construccin deimaginarios pblicos. Por otra parte, en ese mismo trabajo Palti anticipa una reflexinmayor en torno a los lenguajes polticos del siglo XIX, al considerar la serie detransformaciones concretas que entonces se operan (dem, 181), sobre todo en unaconstelacin conceptual compleja que atraviesa todas las especulaciones sobre laprensa peridica: la cuestin de la opinin pblica.17

    En efecto, una caracterstica comn en los enfoques historiogrficos relativos ala prensa peridica es el presupuesto, sin dudas problemtico a la vez que inevitable,de una opinin pblica como base simblica y material del discurso pblico. Sabato(1998), por ejemplo, ha sealado cmo la prensa constituy un entramado social einstitucional que ira ganando terreno durante la segunda mitad de siglo, compitiendocon otras alternativas de participacin ciudadana, y contribuyendo a materializar unaopinin pblica que resultara de gran peso en la arena poltica. Por su parte, Lettieri(1999), en un trabajo cuyo ttulo es sintomtico al respecto, De la Repblica de laOpinin a la Repblica de las Instituciones, ha analizado el nuevo diarismo surgidoen Buenos Aires despus de Caseros, demostrando que, en lo fundamental, la prensaperidica sigui oficiando de palestra para la lucha poltica de las distintas faccionesemergentes, favoreciendo los impulsos hegemnicos de Buenos Aires hasta elmomento en que se verifica un pasaje hacia la institucionalizacin de los partidospolticos en desmedro de las pujas facciosas a travs de la prensa.

    16 El trabajo se titula: Los diarios y el sistema poltico mexicano en tiempos de la RepblicaRestaurada (1867-1876), en: Alonso (comp.), 2004: 167-181.17 El texto en cuestin lleva por ttulo: El tiempo de la poltica. El siglo XIX reconsiderado (2007).Sobre este texto volveremos en el captulo 1.

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    0.2. Literatura, prensa peridica y pblico lector. Reconsideracin ypropuestas metodolgicas

    En todos los casos que acabamos de resear, la figura de la opinin pblicacobra una relevancia no siempre analizada con suficiencia, y casi nunca abordadacomo un problema.18 Es notable, en este sentido, la deuda implcita de la investigacinhistoriogrfica con las lneas trazadas por Habermas, aunque han existido esfuerzospor superar algunas de las restricciones que imponen sus planteos. Entre estos, elvolumen colectivo de Franois-Xavier Guerra y Annick Lemprire, Los espaciospblicos en Iberoamrica es sin lugar a dudas el ms significativo. ltimamente,Gonzlez Bernaldo de Quirs (2007 [1999]) y Eugenia Molina (2009) han desarrolladosus trabajos en esa lnea de investigacin, proveyendo nuevos elementos sobre lasmltiples vinculaciones de la prensa con el espacio pblico, los pblicos potenciales oconcretos y la figura de la opinin.19

    Si las empresas editoriales de las lites letradas se apoyaban en la figura de unaopinin como modo de validacin pblica, otorgar a esa figura las modulaciones que lapropia lite bosquejaba resulta, por lo menos, un gesto restrictivo a la hora de evaluarlos alcances probables de su prdica pblica. Si Alberdi se quejaba siguiendo de cercaa Larra de que escribir en Buenos Aires era predicar en el desierto, lo que esa quejapermite vislumbrar, en todo caso, no es exactamente la carencia de un pblico sino lacarencia de un pblico especfico: aquel a quien La Moda destinaba sus diatribas. Porlo tanto, la reconfiguracin de lo pblico es un ejercicio imprescindible para lageneracin de escritores preocupados por asentar las bases de un incipiente mercadoeditorial. En esa tarea, la prensa peridica fue el instrumento ms efectivo demodernizacin de las prcticas culturales. Resulta curioso, en este sentido, que lamayora de los estudios literarios decimonnicos hayan centrado el anlisis de eseejercicio hacia finales de siglo, cuando, efectivamente, se constata un mercado

    18 Particularmente, Lettieri en ningn momento se detiene a problematizar esa figura que, ensu escrito, aparece como opinin pblica bonaerense o simplemente opinin pblica.19 Dado que el tema de la opinin pblica y del pblico lector resulta trascendente para lashiptesis de esta investigacin, el mismo ser tratado en el primer captulo.

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    editorial de cierto vigor. Porque, para retomar el argumento de Ramos, si el peridicorepresentaba hacia fines de siglo un modo de validacin ms cercano a la labor delescritor, lo cierto es que durante toda la centuria, y ms an a partir de la dcada del30, el peridico fue el escenario privilegiado sino el nico- de legitimacin letrada. Eneste sentido, si bien la funcin social del enunciado literario comienza en el ochenta adesprenderse de las instituciones polticas, puede igualmente advertirse un cambiosustancial entre las publicaciones vinculadas a las prebendas gubernamentales yaquellas impulsadas por los nuevos intereses culturales de la regin. En esosperidicos conviven el discurso literario con la diatriba poltica, las reflexiones estticascon la prdica social, la inclinacin pedaggica con el afn narrativo. Si los motivos deesa convivencia remiten a condiciones materiales especficas, no menos cierto nideterminante es el hecho de que esas prcticas representan modos de validacinletrada que poseen su lgica especfica. Por lo tanto, no pueden considerarse comouna instancia de un proceso evolutivo mayor, sino ms bien como la emergencia deuna concepcin literaria y cultural que sufrir transformaciones cuando esascondiciones, a su vez, cambien y trastoquen la lgica discursiva que las sustentaba.

    Nuestra hiptesis acerca de la emergencia de un nuevo emplazamientodiscursivo que reformula la relacin entre las letras y las poltica permite revisar lamentada tesis que supone un proceso unidireccional en la relacin entre prensaperidica y literatura, proceso en el cual la prensa peridica es formadora de literaturaen la medida en que la modernizacin estatal provee las articulaciones institucionalesnecesarias: bsicamente, un mercado. Si es cierto que la existencia de un mercadoeditorial fund las bases para una relativa autonomizacin de los discursos, no lo esmenos el hecho de que el proceso de modernizacin implic mltiples factores, entrelos cuales el impreso peridico asume un rol fundamental. La articulacin en suspginas de fenmenos, ideas e intereses que moldearon el proceso de modernizacincultural y estatal debe considerarse como un elemento generador de las condicionesobjetivas en dicho proceso. As, no es la literatura la que se forma en la prensaperidica modelo en el cual la primera se nutre principalmente de la modernizacintecnolgica de la segunda, sino la prensa peridica la que forma la literatura. Esto, asu vez, posibilita repensar el proceso de institucionalizacin de la literatura.

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    En primer lugar, porque la prensa peridica, en su doble carcter de creacinde capital simblico y de capital objetivado en s mismo (Rivera, 1995), comporta unafuncin mediadora o socializadora de distintos alcances. Por un lado, el peridico es uninstrumento de difusin o divulgacin de ideas (estticas, polticas, sociales,educativas, etc.) y al mismo tiempo un espacio material de formacin: la lite letrada,como seal Ricardo Rojas, hall en la prensa peridica la materia con la cual ensayarsus prcticas literarias; prcticas confrontadas, tambin, con los intereses de unpblico lector emergente y diversificado. Por otro lado, el periodismo funcion comouna instancia de intervencin en el mbito (estrecho, por cierto) del pblico letrado,tanto a travs de los debates de ideas (en los que la polmica fue su modus operandims palmario) como de la formacin de un saber crtico que, aunque modulado porlas relaciones interpersonales de la lite, resultara de gran influjo en la constitucin deun canon esttico y literario (en muchos casos ambos modos quedaran relativamenteimbricados).

    En segundo lugar, la circulacin y mediacin del escrito peridico comienza amediados de siglo a socavar la autoridad letrada tradicional. Paradjicamente, fueronlos mismos letrados que se consagraron a la formacin de una biblioteca de tradicinlibresca americana, los que primeramente ponderaron (con nfasis dismiles, y aunopuestos) al periodismo y a la prensa peridica como instrumentos de socializacin ydemocratizacin de las prcticas letradas republicanas. Acaso Sarmiento haya sidoquien con ms entusiasmo y perspicacia especul sobre los beneficios modernos deldiarismo, considerndolo un portento de modernizacin cultural, pero lo cierto esque tal valoracin formaba parte de un ideologema liberal de la poca: Todos intimanpor fin una buena parte de su vida con este nuevo elemento de la sociedad moderna,que la sacude y la desquicia a veces, para engrandecerla y conducirla a otro puestoms elevado. Por esto es que la existencia del diarismo se halla siempre en proporcindirecta con la existencia del pueblo y sus progresos.20 As se referan los redactoresdel peridico chileno El Siglo a la correlacin, similar a la que se adjudicaba a laliteratura, entre los avances sociales de la repblica y el carcter modernizador del

    20 El Siglo, N 1, Prospecto, 5 de abril de 1844.

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    impreso peridico. La apreciacin de las empresas editoriales (diarios, peridicos,gacetas o revistas) como instrumentos de modernizacin cultural ana diversasnociones: la idea de la escritura como emblema de progreso aparece ligada a losavances tcnicos y tecnolgicos de los productos impresos es decir, a los avances deldesarrollo capitalista as como a la necesidad de la masificacin de las prcticas delectura destinadas a constituir un espacio pblico moderno. Pero tambin essntoma de una percepcin del orden de lo emprico, que suele quedar implcita en esavaloracin: el hecho perentorio de que la mayora de las prcticas literarias (la poesa,la narrativa, las reseas y comentarios o ensayos crticos) tienen lugar en esas pginasantes de pasar, en el mejor de los casos, al formato del libro. Si el peridico significabala materia primaria para el ejercicio de las letras, otorgaba asimismo una doblevisibilidad pblica, dialctica, indispensable para la formacin de una literatura: elescritor poda medirse al mismo tiempo que especulaba con una figura de lector.El folletn, en este sentido, era el espacio privilegiado del peridico para probar esarelacin dialctica: all aparecan comentarios, artculos, poemas o relatos ficcionalesmodelados estos ltimos por un tipo de lectura fogueado por las novelas extranjeraspublicadas por entregas, cuyas estrategias textuales acentuaban el inters como modode garantizar la continuidad de la lectura. Y continuidad de la lectura era lo que losletrados criollos aspiraban a (y necesitaban) instalar para dar forma a un mercado localdel escrito, y por lo tanto a la efectiva como anhelada circulacin de la literaturanacional.

    Por lo dems, el peridico y el periodismo, as como el gnero folletinesco, fueel producto caracterstico del desarrollo cultural alcanzado por la burguesa europea aprincipios del siglo XIX, y result determinante en la paulatina constitucin de unmercado literario moderno. La novela inglesa, por ejemplo, emergi estrechamentevinculada a los cambios culturales y econmicos acaecidos a principios del siglo XVIII,entre los cuales el desarrollo de la imprenta y de la prensa peridica y la ampliacinde la audiencia como corolario reviste una profunda significacin. Como argumentIan Watt (1968: 36ss), el auge del periodismo, adems de desplazar las tradicionales

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    normas de la literacy,21 provey a los escritores de la poca (Defoe y Richardson, entrelos ms conspicuos) de un contacto especial con las capacidades e intereses del nuevopblico lector. Ciertos formatos del peridico, como el ensayo o el folletn,contribuyeron en la formacin de un gusto particular de la lectura, al que la novelapudo a su vez codificar, captando la energa lectora de un pblico burgus,mayormente femenino, que poda destinar sus ratos de ocio a las ficciones esparcidasen la prensa peridica.22

    Aunque ese proceso en Amrica Latina cobra vigor recin en las ltimasdcadas del siglo, las empresas periodsticas que comenzaron en las dcadas del 30 ydel 40 a ensayar esa compulsa de nuevos intereses culturales fueron delineando en suspginas un discurso crtico que resultara determinante para la construccin de uncanon literario a la vez que de una narrativa identitaria. Como observ Promis (1977)para el caso chileno, en literatura las ideas tienden a anticiparse a la accin misma,resultando de ello que las nuevas promociones de escritores frecuentemente seperfilan en su ideologa antes que en sus producciones artsticas. Por lo tanto, indagaren las pginas peridicas los debates, comentarios y ensayos literarios del perodo

    21 Retenemos el trmino en su idioma original dado que expresa un significado ms amplio queel de alfabetizacin o cultura letrada, apuntando tanto a los niveles de alfabetizacin como alas prcticas de lectura, sean literarias o no.22 La ms famosa innovacin literaria de la centuria, segn Watt (1968: 52), se produjo con laaparicin de los peridicos Tatler, fundado por Steele, en 1709, y Spectator, por Addison, en1711. Un dato significativo de esa nueva tendencia, relacionado con los cambios econmicosque produjo la industrializacin progresiva en Inglaterra, es la mediacin de los intereseslectores que impuls el crecimiento del pblico femenino burgus, a partir de entonces conms tiempo disponible gracias al reemplazo de las viejas labores domsticas como el hilado yel tejido por los productos manufacturados: La distribucin del ocio en el perodo apoya yamplifica el cuadro ya dado de la composicin del pblico lector; y esto tambin suministra lasmejores pruebas disponibles para explicar la parte creciente que en ello han jugado lasmujeres lectoras (Watt 1968: 45). En este sentido, las atenciones dedicadas tanto a lainstruccin de la mujer como a la lectura femenina desde las pginas de La Moda en BuenosAires hasta El Correo Literario en Santiago, pasando por los artculos de Sarmiento en El Zonday en El Progreso y aun por las intervenciones normativas de La Revista Catlica sonrepresentativas de la tensin producida entre la necesidad de ampliar el espectro de lectura yla de controlar, al mismo tiempo, el tipo de lectura conveniente a la sociabilidad de la nacinen ciernes.

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    significa recuperar el carcter contingente del entramado discursivo que estimul, dioforma y condujo las producciones letradas encaminadas a conformar una tradicin decultura nacional. Significa, a su vez, otorgar y reponer el valor de esos textosproducidos en circunstancias especficas y, por lo mismo, reconstruir aunque seaaproximativamente las redes que traman las prcticas de lectura y escritura de lapoca y orientan las resoluciones simblicas y estticas de los textos.

    En esa tarea convergieron a lo largo de la investigacin diversas lneas tericas,principalmente aquellas provenientes del campo historiogrfico la nueva historia delas ideas y la historia cultural, de la crtica literaria y de la sociologa de la cultura. Talconvergencia fue el resultado del propio objeto de estudio, construido en lainteraccin que suponen problemticas diversas referidas al lenguaje (literario,esttico, periodstico, cientfico) y a su funcin socializadora de un imaginarioespecfico (el del Estado-nacin). En particular, los trabajos de Roger Chartier (1994,1995, 1998) sobre la historia cultural y la historia de la lectura y los enfoquessociolgicos de Bourdieu (1993, 1997) y de Williams (1980, 1982), resultaronindispensables para articular una lectura atenta a las condiciones materiales deproduccin textual. En esa lnea, el nuevo nfasis de la historia intelectual en lareevaluacin de los discursos como formaciones histricas contingentes ha sidoigualmente productivo para captar, como quera Quentin Skinner, la naturaleza y lagama de significaciones que conforman la subjetividad de una poca.23 A su vez, se hatenido en cuenta la lnea terica llamada modernista de los estudios sobre nacin ynacionalismo sin desatender a los aportes en ese campo de los estudiospostcoloniales, que permiten pensar la formacin de la nacin y del discurso nacionalcomo un proceso de identificacin colectivizante caracterizado por la construccinimaginaria de una historia comn (Castoriadis, 2003: 257).

    23 La reconsideracin de la denominada Escuela de Cambridge, encabezada por los trabajosde Quentin Skinner, es probablemente uno de los aportes ms productivos en la evaluacin delas prcticas significantes. Recientemente, la editorial de la Universidad Nacional de Quilmesha publicado una coleccin de ensayos sobre metodologa de la historia intelectual quecorresponden al primer volumen, Regarding Method, del trabajo de Skinner, Visions of Politics(2002), bajo el ttulo Lenguaje, poltica e historia (2007). La expresin local ms aguda de lassugerencias de Skinner es sin dudas la realizada por Elas Palti (2007).

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    Indagar la contingencia de las prcticas letradas, atendiendo a su carcterhistrico, y particularmente a las relaciones entabladas entre tpicos, materialidades ycircuitos de lectura y escritura diversos supone un esfuerzo siempre inestable porrestablecer las condiciones de edicin y circulacin en un perodo sobre el que muchosde los materiales permanecen relegados en archivos, en muchos casos inaccesibles oconsiderablemente deteriorados. En este marco, los estudios crtico-historiogrficosque se han abocado al tema de la prensa peridica sudamericana durante la primeramitad del XIX, ya sea circunscriptos a un perodo o una problemtica particular, ascomo las historias del periodismo referidas a ambos pases (Beltrn, 1943; Fernndez,1943; Galvn, 1994, en Argentina; Valdebenito, 1956; Silva Castro 1958; Santa Cruz,1988, en Chile) son un material insoslayable en tanto contribuyen a reconstruir eltejido discursivo de la prensa peridica en un campo de investigacin que permanecehasta hoy poco transitado.24 Sin embargo, la mayora de las aproximaciones a la prensadel perodo provenientes de ese campo no ofrecen un compendio sistemtico de lascaractersticas de las publicaciones, en buena medida debido a que muchas de ellasfueron de escasa circulacin o quedaron olvidadas en bibliotecas o archivosparticulares. Los pioneros trabajos de Ramn Briseo (1862-1867) en Chile y deAntonio Zinny (1868, 1869 y 1883) en Argentina aportan datos precisos eindispensables aunque se mantienen ligados a una perspectiva fuertementebibliogrfica y estadstica.25

    Si bien trabajos recientes han abordado ciertos aspectos de las redes de lecturay de la incidencia de las prcticas letradas en la consolidacin de los espacios pblicos

    24 A los ya mencionados podran sumarse los trabajos de Guillermo Feli Cruz (1926), Tapia yPelaez (1927), Ricardo Donoso (1927, 1955), Flix Weinberg (1957) , Nstor Auza (1978, 1988)y Gonzalo Piwonka Figueroa (2000).25 Trabajos posteriores contribuyeron con el rescate de esas primeras investigaciones. En Chile,por ejemplo, algunas contribuciones se publicaron en los Anales de la Universidad, como el deAnrique (1904) sobre las revistas literarias, o en la Revista Chilena de Historia y Geografa,como el de Vilches (1941) sobre el mismo tema. En Argentina, a lo realizado por Zinny debesumarse el trabajo de Ernesto Quesada publicado en la Nueva Revista de Buenos Aires (1883),aunque sobre un perodo posterior: 1877-1883. Vase la separata de la bibliografa especialsobre el tema (Imprenta, prensa peridica, periodismo y opinin pblica).

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    y de las culturas nacionales en la primera mitad del siglo XIX en el Cono Sur,26 no sehaba realizado hasta ahora un trabajo sistemtico sobre las relaciones de la prensaperidica con la dinmica discursiva del perodo que incorporase un enfoquecomparativo y contrastativo entre las nuevas generaciones de escritores en Argentinay en Chile. Entre los escasos trabajos en esa direccin, merecen destacarse los deSusana Zanetti (2002) y lvaro Fernndez Bravo (1999). Zanetti ha analizadocomparativamente los campos literarios de ambas regiones atendiendo a lasrepresentaciones de la lectura, particularmente a los modos en que la experiencia dela lectura aparece representada y tematizada en las novelas del perodo. Por su parte,Fernndez Bravo ha indagado en el contraste y la confluencia de las narrativasidentitarias que forjaron los procesos de territorializacin nacional de la regin.

    El inters de nuestro trabajo reside en los procesos de nacionalizacin forjadospor la cultura escrita, cuya dinmica fue provista de manera prominente por la red deproduccin y circulacin periodstica. Por lo tanto, cabe aclarar qu se entiende porprocesos de nacionalizacin y de qu modo las empresas editoriales del periodismocultural contribuyeron a su realizacin.

    Una de las comprobaciones que arroja el anlisis de la prensa peridica delperodo es el hecho de que lo que entendemos por literatura o lo que se reconocecomo canon literario se construy en contraste no slo con modelos forneos, sinotambin en friccin con otros modos de validacin pbica y letrada. No se trata deobservar a partir de un corpus de textos dados por otra parte, fcilmentereconocibles los modos de construccin de una identidad imaginada como nacional(Anderson), para ver all el carcter restrictivo, hegemnico y tendiente a lahomogeneizacin cultural con que aquellos fueron concebidos por la lite letrada de la

    26 En relacin con la cultura chilena, adems de los trabajos ya citados de Poblete y Ana MaraStuven, deben considerarse los aportes de Bernardo Subercaseaux, Cultura y sociedad liberalen el siglo XIX (1981), e Historia del libro en Chile (1993), y los captulos Carmen Arriagada,una lectora romntica, Leyendo en el XIX y Modelos extranjeros y literatura nacional, deLa dorada garra de la lectura (2002) de Susana Zanetti. Con respecto a los trabajos sobre el Rode la Plata, pueden sumarse La revolucin en las ideas: la generacin romntica de 1837 en lacultura y en la poltica argentinas (1998), de Jorge Myers, y el volumen colectivo Resonanciasromnticas (2005), compilado por el mismo Myers, Batticuore y Gallo.

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    burguesa decimonnica liberal, ni tampoco de revelar instancias predominantes decierta dinmica procesual gracias a la cual la identidad cultural debera pensarse comoel resultado de un doble movimiento: el centrpeto nacionalista y el centrfugouniversalista dinmica ya advertida en la temprana formulacin realizada por Viassobre el programa de la generacin romntica argentina.

    Se trata de examinar en esos procesos las condiciones de posibilidad quedieron lugar a una formacin discursiva dada, los mecanismos a travs de los cuales seforj una tradicin particular y las operaciones concretas que orientaron o sellaron demanera decisiva su desarrollo ulterior. Indagar, en la estela foucaultiana, lascondiciones de posibilidad de un discurso o de una prctica discursiva determinadasupone, asimismo, recuperar el carcter radicalmente histrico de tales prcticas; sipara Foucault el sistema de formacin de los discursos se compone de un haz complejode relaciones prediscursivas (que no dejan sin embargo de pertenecer al orden deldiscurso), lo cierto es que las mismas enlazan materialidades que resultan decondiciones histricas. Ajustando, entonces, la teora foucaultiana a esasmaterialidades y condiciones histricas, el objeto literatura nacional puede serpensado como un constructo que refiere a procesos ms amplios que los que suponenuna coyuntura poltica determinada tanto como las revisiones de la antigua nocinpositivista de influencia. Asimismo, reinstalar para categoras tales como literatura,lectura, opinin pblica o pblico lector aquello que Skinner llamaba suscondiciones semnticas de produccin permite abordar con mayor objetividad lavariabilidad y la contingencia de las prcticas letradas comprometidas en suconstitucin.

    Los lmites de la periodizacin propuesta acompaan el itinerario de laspublicaciones de la primera mitad del siglo, que se inicia en Buenos Aires a mediadosdel 30 y se extiende hasta comienzos de los aos 60 en Santiago y Valparaso, ycoincide con el ingreso y la difusin de las ideas romnticas que incentivaron lapreocupacin letrada por definir la problemtica relacin entre cultura y nacionalidad.Sin embargo, a lo ms o menos arbitrario de todo corte se suma la dificultad deunificar procesos que, si bien presentan correspondencias indudables, responden auniversos polticos, sociales y culturales dismiles.

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    Por lo tanto, es importante aclarar que el recorte lleva implcita unaarticulacin que reconoce las divergencias del proceso. Mientras que el programaliberal de la generacin del 37 se vio prontamente sofocado por la autoridad delrgimen rosista y debi ser reencauzado bajo las condiciones particulares del exilio, enChile la relativa estabilidad poltica alcanzada despus de la batalla de Lircay (1829)hizo posible que existiera una instancia institucional que dinamizara y, al mismotiempo, consagrara la labor literaria de las lites letradas. Adems del InstitutoNacional, fundado en 1813, en 1843 se inaugur la Universidad de Chile que haba sidocreada por decreto del gobierno el ao anterior. La Universidad, regida por AndrsBello (1843-1865), promovi la actividad intelectual, entre otras cosas, mediante laconvocatoria de concursos anuales de memorias histricas referidas al pas y distintosproyectos educacionales. En 1855, se dio impulso por primera vez desde la Universidada un estudio literario: Una apreciacin crtica de los poetas que han florecido en lasrepblicas hispano-americanas desde 1810 hasta la fecha, con designacin de susnombres y composiciones (AUCH, 1855: 488). Tres aos despus, se promovi uncertamen cuyo tema era una novela en prosa, histrica o de costumbres al arbitrio desu autor, pero cuyo asunto sea precisamente chileno (AUCH, 1859: 704). El premio loobtuvo Alberto Blest Gana con su novela La aritmtica en el amor y a raz de esegalardn su autor fue convocado para incorporarse como miembro de la Facultad deFilosofa y Humanidades. Tanto el discurso de incorporacin como el dictamen deljurado que evalu su novela consignan la constitucin de un programa literario de unasolidez innegable. Ahora bien, la hiptesis acerca de la formacin literaria a travs delimpreso peridico que hemos venido desarrollando sugiere, en ese contexto, que nofue la institucin universitaria la promotora de la formacin literaria, sino que fue laliteratura la que ingres, secundada por las publicaciones peridicas, a la Universidad.Los intereses literarios fueron los que institucionalizaron la novela como productomoderno y de modernizacin. Cabe recordar aqu que toda la produccin narrativa deBlest Gana a excepcin, justamente de la novela premiada- apareci en la prensaperidica. En 1862 publicar en el peridico La voz de Chile la novela ms afamada deBlest Gana: Martn Rivas. Un ao despus y en el mismo peridico, su autor da a

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    conocer por entregas El ideal de un calavera, publicacin que marca el cierre de suprimera etapa narrativa y el lmite superior del corte propuesto en nuestro trabajo.

    Por ltimo, cabe efectuar una consideracin metodolgica relativa al trabajocomparativo. Hemos considerado la formacin de un discurso literario y cultural en lasdos generaciones chilena y argentina consideradas en general como generacionesromnticas. Por lo tanto, el recorte temporal efectuado sigue lineamientos dispares,contemplando, por un lado, las producciones rioplatenses que llegan hasta esa bisagradecisiva para Argentina que es Caseros y, por el otro, las textualidades de la culturachilena desde el primer emplazamiento significativo el discurso de Lastarria en laSociedad Literaria de Santiago hasta la consagracin del proyecto narrativoblestganiano, cuya plasmacin culminar en 1863 en el peridico liberal La Voz deChile. Los elementos comparativos especialmente la discursividad de la prensacultural, la formacin de proyectos literarios y de pblicos lectores, adems, cobranun relieve particular dado el emplazamiento a partir de la dcada del 40 de laemigracin intelectual argentina en Chile. La red de emigrados argentinos esaprovincia flotante, como llam Alberdi al fenmeno de la emigracin polticarioplatense contribuy en Chile a la formacin del debate ideolgico a travs de laprensa peridica, pues la mayora de ellos tuvo una participacin activa. Sarmientolleg en 1841 y un ao despus fund y redact el primer diario santiaguino. D.Rodrguez Pea, Carlos Tejedor, Flix Fras fueron colaboradores de El Mercurio.Vicente F. Lpez colabor adems con La Gaceta del Comercio, El Progreso, y fund LaRevista de Valparaso, donde publicara ensayos crticos de cierta envergadura, comoClasicismo y Romanticismo, o Algunas vistas sobre la literatura Sud-americana,resea escrita por Alberdi del certamen potico del ao 41 en Montevideo. Este ltimose estableci en la ciudad portuaria chilena en 1844, ejerciendo la abogaca y elperiodismo; Juan Mara Gutirrez se sum al ao siguiente, y all publicara su Amricapotica; y ms tarde se sumaran Flix Fras y Bartolom Mitre, entre los msdestacados.

    Hemos ajustado el anlisis a las particularidades histricas que determinarontanto las diferencias como las similitudes de ambas formaciones letradas, presentesobjetivamente en los ritmos institucionales y culturales de ambos territorios. Se trata,

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    en definitiva, de percibir la existencia de redes con diferentes puntos de contactoregional, y de observar tanto las proximidades o lineamientos afines como lasdistancias infranqueables entre una y otra formacin.27

    En el primer captulo nos concentraremos en la descripcin y reconstruccinhistrica del fenmeno de formacin de la cultura lectora rioplatense y chilena. Laformacin de una cultura literaria liberal se da en el cruce de varios factores,histricos, sociales, econmicos e institucionales. Por lo tanto, resulta indispensablereponer, en la medida de lo posible, las circunstancias que mediaron esa formacin.Comenzamos indagando los vnculos entre las figuras del letrado, el literato y elpublicista en el marco de una profundizacin de la cultura liberal y secularizadora. Elperidico asume en ese contexto una funcin socializadora de gran relevancia, puestoque contribuye tanto a la consolidacin poltica como literaria de los miembro