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PARTE V LA ECONOMIA POLITICA COMO UNA DISCIPLINA AUTONOMA

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PARTE V

LA ECONOMIA POLITICA

COMO UNA DISCIPLINA

AUTONOMA

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CATORCE

Adam Smith y losfundamentos del sistemade la libertad natural

Los nombres de Adam Smith y de los fisi6cratas en general,pero muy en lo particular, el de Turgot, suelen mencionarseen íntima compañía, y no ha dejado de ser un verdadero

• • I •

pasatiempo para sus numerosos interpretes o comentanstasbuscar establecer las precedencias y deudas intelectuales queentre sí los vinculan más allá de toda duda. Por ejemplo,durante mucho tiempos se sostuvo que el an6nimo traductory editor de las Refléxions de Turgot, que aparecieron en inglésen 1793, era nada menos que el propio Adam Smith. Sin em­bargo, hay que decir que no obstante el interés que esta suertede materias pudiera llegar a poseer, el prop6sito que aquí sepersigue obliga a dirigir la atenci6n hacia otras cuestiones. Enpos de ellas las pr6ximas consideraciones han de moverse.

El carácter del conocimiento científico en losEssays on Philosophieal Subjeets. La cienciay el orden natural: exigencias empíricas.El conocimiento de la ciencia y la unificacióndel campo de la experiencia

Páginas arriba se citaron abundantes referencias tomadas delas principales obras de Smith, y que daban cuenta de la pre-

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sencia allí de esta noción fundamental del orden delanaturaleza.Por todo lo que antecede, puede decirse entonces con razonableseguridad que tras ella se esconde todo un complejo universode temas, que le conciernen decisivamente al establecimientode las bases sobre las cuales habrá de reposar el nuevo conoci­miento científico que es la Economía Política.

Entre los escritos de Smith no hay ninguno que como talse plantee la cuestión del carácter específico de esta disciplinaeconómica. Siempre será razón para un hondo pensar la especiede aversión que sienten los hombres de ciencia a reflexionarsobre la índole de lo que tienen entre manos, y a contentarse,en el mejor de los casos, con observaciones casuales respectodel trabajo de otros. De hecho, el meramente darse por satis­fecho con lo que se hace y logra, sin saber con mucha propiedadqué es lo que en efecto se está haciendo, no es un rasgo que hapasado inadvertido en cuanto actitud general de los científicos.Por lo demás, en las circunstancias de Srnith, el patrón no serompe, aunque por fuerza de los hechos sus Essays on Pbilo­sophical Subjects, que como antes se dijo fueron publicadospóstumamente, dan alguna luz sobre las orientaciones quecomo principios de indagación guiaron sus labores, y sobrelos postulados en los cuales creyó estar basando su propiaacción científica.

Sin la intención de ahondar más allá de lo estrictamentenecesario en el contenido de estos ensayos, sí es menester dete­nerse en cuando menos tres consideraciones. La primera deellas le concierne a lo que pudiera entreverse como el signifi­cado general del conocimiento científico. Aquí, los ojos deSmith, si cabe así hablar, están fijos hacia el pasado distanteantes que hacia lo que puede estar desarrollándose frente a símismo; y lo que es más, aquí se hará también presente unacierta y esencial ambivalencia entre el mensaje prescriptivo dela palabra escrita y lo que sobresale en la propia práctica cientÍ­fica.

En efecto, con abundancia de argumentos Smith discutela cuestión de los motivos que incitan a la investigación cien-

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tífica -por lo demás, y según las costumbres del siglo, demanera normal los vocablos ciencia y filosofía se emplean comosi expresaran una y la misma cosa- y no halla otros distintosde aquellos que en su oportunidad Platón y Aristóteles pudie­ron haber discernido tan a su manera. En lo fundamental, essu tesis, de lo que se trata es de satisfacer alguna necesidadesencial de la mente por el orden y la regularidad en las cosas.Así dirá entonces que la ciencia -su palabra es, recuérdese,filosofía- "se propone introducir orden en este caos de discor­dantes y desagradables apariencias, aliviar este tumulto de laimaginación, y retornarla...a ese estado de tranquilidad y com­postura que es, al par, agradable en sí mismo y adecuado a sunaturaleza". 1

La primera parte del ensayo que versa sobre la Historiade la Astronomía, por lo tanto, adelanta una concepción delconocimiento científico que, si ha de emparentarse con alguna,a lo más podría ser con aquella que en su momento y de unmodo tan distintivo plasmó Aristóteles en las páginas inicialesde su Metafísica. Por el contrario, el conocimiento de la cienciamoderna, esto es, aquella que sigue a Descartes, se asienta enunos principios radicalmente distintos a los que sustentan lamanera griega o antigua de concebir el conocimiento, y queSmith pasa por alto en esta interpretación suya de los motivostras el quehacer científico.!

De lo que se trata, ahora, para expresarlo con brevedad,es de un conocimiento que atiende en lo esencial a la subyu­gación de las cosas bajo el dominio y potestad del hombre, o,como fueron las propias palabras de Descartes, a "poseer lanaturaleza";' antes que a otra suerte de motivos estéticos outilitarios en ese sentido limitado que se desprende de las ideasde Smith. Pero debe añadirse, para remarcar el punto, que elcarácter que por su lado impartirá al conocimiento de la Econo­mía Política, se orientará, indudablemente, en el sentido másmoderno posible.

La segunda cuestión se refiere a otra materia no menoscompleja. He aquí, pues, un párrafo típico de esas primeras

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páginas del ensayo sobre la Historia de la Astronomía: "Cuandodos objetos, sin importar su desemejanza, se observa que siguenel uno al otro, y se presentan ante los sentidos en tal ordenconstantemente, vienen a conectarse juntos de tal forma en laimaginación que la idea del uno, de por sí, sugiere e introducela del otro. Si los objetos se observan en esta sucesión (de ma­nera reiterada), esta conexión, o como se le ha llamado, estaasociación de ideas, se hace cada vez más estricta, y elhábitode la imaginación de pasar de la concepción del uno a la delotro, crece cada vez más seguro y se confirma": ¿Qué cabedecir, entonces, con la vista puesta en lo que aquí se sostiene?

Para empezar, una caracterización del quehacer de laciencia. Es decir, el conocimiento científico se traza como tareaestablecer "los principios conectivos de la naturaleza". o "larepresentación de las cadenas invisibles que hacen la unión delos objetos separados"." Ahora bien, en las ideas que adelantaSmith en estos párrafos, y sin mengua de su propia estatura,no se halla más que el eco de las proposiciones de Hume sobrela naturaleza del conocimiento en general. Esto es, y sin quelas palabras mismas lleguen a ser diferentes, allí nó se encuentraen lo esencial nada distinto de la tesis, tan persuasivarnenteelaborada por Hume y de tan indudables repercusiones, deque todo el asunto de la ciencia en general es materia "de cos­tumbre", o lo que viene a decir lo mismo, de que los asuntosde la ciencia, en última instancia "no se fundan en la razón oen las operaciones del entendimiento".6

Desde luego, y no hay porqué argumentado más de loque ya antes se ha hecho, éstos no habrán de ser los caminosdefinitivos por donde se dirija la ciencia moderna. Y, con todala importanciá que haya de concederse a Hume, aun cuandosea sólo por haber martirizado los "sueños dogmáticos" dealgunos, su real significación es más bien negativa, si cabe asícaracterizarla, puesto que fue como reacción ante las inmensasdificultades derivadas de su escepticismo, tan lúcida y cándi­damente expuesto, como las bases de la ciencia llegaron a esta­blecerse según se exponen al presente.

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Smith, como se ha anotado, no avanza más allá de Hume,y en ello no puede haber increpación ninguna. Sin embargo,sí debe comentarse la franca inconsistencia en la que terminapor incurrir cuando de esta visión puntual de las cosas, quecon legitimidad apenas permite dar cuenta de hechos particu­lares y entre sí concomitantes, se pasa a sostener, sin que puedaen modo alguno proveérsele sustento alguno, la presencia oexistencia de un orden subyacente por cuya razón "en cadaparte del universo observamos los medios ajustados con el másmeticuloso artificio a los fines que intentan producir". O apartir del cual adquiera algún sentido la importante afirmaciónde que a "la naturaleza en el curso de sus operaciones en losasuntos humanos, no se requiere más que dejarla sola y darlelibre juego en la persecución de sus fines", puesto que "ellahabrá de establecer sus propios designios".

Lo que se desea expresar, en breve, es que tal noción delorden naturaldelas cosas no puede derivarse a partir de ninguna'asociación habitual de ideas, ni cabe pretender, como se hasugerido, que la noción en cuestión posee un sustantivo con­tenido empírico," según es la usanza hablar en algunos círculos.De manera que al momento de buscar dotar de sustentaciónese orden natural o el sistema de la libertad natural, comotambién se le llama, la mirada habrá de dirigirla hacia otradirección, lejos de las orientaciones que en rigor se leen en lasnotas relevantes de estos Ensayos Filosóficos del autor, y másbien en pos de la suerte de postulación primordial ya referidaen relación con las convicciones de Newton.

En tercer lugar, Smith, muy en el sentido en que se haplanteado antes la cuestión de la forma de la estructura con­ceptual más adecuada para el conocimiento científico, correc­tamente insiste en la exigencia impuesta para toda concepcióncientífica del universo de adquirir consistencia y de precisar elámbito que ha de conocer, a partir de un principio fundamentalsobre el cual se pone la misión de unificar la realidad plena dela experiencia.

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Hay aquí, de nuevo, al menos un par de ideas particularesque explorar. De una parte, esta correcta insistencia de Smithen relación con la forma de las teorías científicas, se dirige a'puntualizar uno de los requerimientos más decisivos de la ma­nera científica de conocer, a saber, la "simplicidad" de sus es­tructuras conceptuales.' En otras palabras, y sobre la base deabundantes evidencias arrancadas del estudio de la Historia dela Astronomía, de lo que setrata es de lograr vincular o conectarlas 'apariencias' que resultan de la experiencia a través del mí­nimo número de principios necesarios para tal propósito. Deaquí resultará, según puede entonces colegirse, la superioridaddel sistema newtoniano de la naturaleza, que al haber conec­tado a través de "un (solo) hecho capital" la realidad toda de laque se tiene experiencia, "ha logrado adquirir el más universalimperio que alguna vez se ha establecido en la filosofía (léase. . A B)"CIenCIa, . . .

En breve, pues, el desiderátum del conocimiento científicomoderno es conseguir unificar el ámbito de la realidad bajo laégida de un único y fundamental principio. Ya se verá, enton­ces, cuando se considere la propia tarea científica que AdamSmith lleva adelante, cómo esta especie de gran indicaciónnormativa se halla allí presente desde el mismo comienzo.

Ahora bien, aquí es menester hacer una acotación. Enefecto, y con prescindencia de si acierta él en discernir lo fun­damental, Smith hace una caracterización en relación con lamateria antes considerada que posee una especial significación,sobre todo si se tiene presente lo sostenido páginas arriba entorno a esa radical separación que marca a la ciencia modernarespecto de Aristóteles.

En sus notas sobre la Historia de la Astronomía, de hecho,Smith brinda una semblanza de un conocimiento que aparececomo único en su constitución más básica y propósitos, y quepor decirlo de algún modo se ha venido refinando y perfeccio­nando a lo largo de los siglos. Pero el punto bajo escrutiniollega todavía más lejos, y 10 que en el fondo se demanda paradistinguir a los antiguos de los modernos requiere de una

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diferenciación mucho más esencial de las allí indicadas. Es asícomo en sus Lectures on Rethoric and Belles Lettres anota elautor que "hay verdaderamente dos métodos". El primero deellos, o de Aristóteles, "asigna un principio para cada fenó­meno; mientras que el segundo, o de N ewton, postula ciertosprincipios en el comienzo, a partir de los cuales se vinculanentonces todos los fenómenos y se da cuenta de su ocurrencia,"

La segunda idea que merece traerse a colación se exhibe,por su parte, en los siguientes textos, "Los sistemas en muchosaspectos se asemejan a una máquina...Un sistema es una má­quina imaginaria inventada para vincular en la mente los dife­rentes movimientos y efectos que en la realidad se suceden"; ymás, "la sociedad humana, cuando la contemplamos de unacierta manera abstracta y filosófica, aparece como una gran einmensa máquina, cuyos movimientos armoniosos y regularesproduce un millar de efectos agradables". 10

Esta noción, o mejor, esta postura mecanicista, como eslo usual llamarla, ya se ha visto cuán estrechamente asociadase encuentra con las mismas concepciones newtonianas, asícomo con la misma idea de un orden puesto en marcha paraciertos propósitos por quien entonces hace de Autor de la má­quina, y nada más sustantivo cabe agregar a lo antes dicho.Con todo, no debe dejar de notarse que será más bien en TheTheory o/Moral Sentiments yen otros escritos que ya se hancitado, y no tanto explícitamente en The Wealth o/Nations,donde esta concepción se mencionará en los términos referidos.

Pues bien, de este conjunto de ideas que acaba de expo­nerse, la más importante en relación con los fines que aquíinteresan es la que tiene que ver con la postulación de un prin­cipio, si se tratare de aproximarse al ideal implantado por elsistema newtoniano de la naturaleza, por medio del cual larealidad de 10 económico ha de llegar a unificarse. Ya antes seindicaron las direcciones que adoptan los fisiócratas en esterespecto y, por todo lo antes visto, no puede caber duda deque en la obra de Smith tal especie de búsqueda y hallazgoesencial estuvo muy pr~sente.Entonces, ¿qué puede decirse a

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propósito de este principio unificador de la experiencia eco­nómica, según el pensar de Adam Smith? O lo que viene aseñalar lo mismo, ¿en torno a qué postulado primordial seintenta constituir la Ciencia de la Economía Política en estaencrucijada decisiva para su establecimiento como conoci­miento autónomo?

El principio unificador de la experienciaeconómica: el interés propio y el sistemade la libertad natural en Tbe Tbeory o[MoralSentiments y en Tbe Wealtb o[Nations

Es conveniente, por lo tanto, empezar las consideraciones quesiguen por esaorientación en la que han puesto mayor su énfasisy verosimilitud la gran mayoría de las interpretaciones de laobra smithiana. Ya se verá, entonces, cómo al detenerse enella es posible derivar algunos resultados de gran interés.

Es en The TheoryofMoral Sentiments donde se creen hallarlos fundamentos generales del sistema conceptual de AdamSmith. En efecto, y más allá de las presuntas inconsistenciasentre el contenido básico de esta obra y el contenido que apa­recerá años luego en The Wealth ofNations, y que fue un temaacariciado por los lectores de Smith en el pasado, hay en laprimera de ellas una idea que reaparece con especial fuerza enla segunda, al igual que eri los documentos de distinto carácterque se tienen y que corresponden al lapso que media entre lafecha de publicación de estas dos obras en cuestión.

La idea en referencia, por lo tanto, debe evidenciarse sufi­cientemente en su exposición primigenia. En efecto, dice AdamSrnith, "todo hombre, sin duda, es por naturaleza primero yprincipalmente encomendado a su propio cuidado; y puestoque es más apto para tomar cuidado de sí que de cualquier otrapersona, es adecuado y justo (right) que así sea". Más todavía,"todo hombre, por lo tanto, se halla mucho más profunda-

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mente interesado en lo que de inmediato le concierne, que enlo que le concierne a otro hombre"." Y en otra parte: "Laadministración del gran sistema del universo, el cuidado de lafelicidad universal de todos los seres racionales y sensibles, esla tarea de Dios y no de los hombres. Al hombre se le asignaun departamento mucho más humilde, pero adecuado a ladebilidad de sus poderes y a la cortedad de su comprensión: elcuidado de su propia felicidad, la de su familia, la de sus amigos,1 d '" 12a e su pals....

y cabe añadir lo siguiente in extenso: "Aunque el hombresea naturalmente dotado con un deseo por el bienestar ypreservación de la sociedad, el Autor de la naturaleza, contodo, no haconfiado asurazónhallarlos medios apropiadosparaconseguir estefin ... La economía de la naturaleza es exactamentela adecuada (it is o/a piece) como 10 es en otras muchas oca­siones. En relación con esos fines que, por su peculiar impor­tancia, pueden considerarse, si tal expresión es permisible,como los favoritos de la naturaleza, ella dota a los hombrescon un apetito por el fin propuesto, pero igualmente con unapetito por aquellos solos medios que pueden provocarlo, ypor razón de ellos mismos, con independencia de su tendenciaa producirlo. Así, la autopreservación y la propagación de lasespecies son los grandes fines que la Naturaleza ha propuesto(para) todos los animales". En consecuencia, "los hombresestamos dotados de un deseo por estos fines...Pero a pesar deque así hemos sido constituidos, con un deseo muy fuerte porestos fines, no se ha confiado a las lentas e inciertas determi­naciones de nuestra razón hallar los medios apropiados paraproducirlos. Y es así como la Naturaleza nos dirige hacia ellospor instintos originales e inmediatos"."

Aquí se halla, entonces, lo que se entiende como las basessobre las cuales se construye el sistema de la libertad natural,que es lo mismo que decir, las bases del conocimiento de laEconomía Política. Por lo tanto, cuando se pasa a The Wealtho/Nations, no ha de extrañar que estas mismas ideas ocupenun lugar preeminente.

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De nuevo, y para beneficio del hilo de las ideas, es con­veniente citar los textos relevantes. En efecto, una de las cues­tiones centrales a toda la visión económica de Smith, comohabrá de argüirse luego, es la que corresponde a la división deltrabajo, que como se dice en el mismo primer párrafo delcapítulo inicial en Tbe Wealth ofNations, aparece como causade "las mayores mejoras en los poderes productivos del tra­bajo", y sobre los cuales descansa el crecimiento de la riquezade las naciones.

Pues bien, este hecho decisivo de la división del trabajo,afirmará Smith, "no es el efecto de la humana prudencia", o deninguna "política humana", sino que se sigue "de una propen­sión directa de la naturaleza de los hombres, y común a todosellos, de intercambiar entre sí; de comerciar o trocar (bienes)entre sí". "Y puesto que esta disposición le es peculiar al hom­bre, también lo es la consecuencia que se sigue: la división deltrabajo de las personas actuando en concierto" .14

Y en Tbe Wealth ofNations, en su turno, la misma idea seprecisará un poco más, "la división del trabajo...es la necesaria,aunque lenta y gradual consecuencia, de una cierta propensiónen la naturaleza humana que no tiene en perspectiva tal utilidadextensiva", y más, "no corresponde a la presente materia inves­tigar si esta propensión es uno de esos principios de la natura­leza humana acerca de los cuales nada adicional puede decirse;o, como es lo más probable, si es la consecuencia necesaria delas facultades de la razón y el lenguaje...".15

Según lo que antecede se tienen, en breve, unas tendenciasy apetitos que aparecen como ínsitos a la naturaleza humana,y que son, de un lado y preeminentemente, la necesidad de laautopreservación y el interés primario y principal por los pro­pios intereses individuales; y, del otro lado, la propensión aentrar en relaciones de trueque e intercambio mercantil. Mástodavía, Smith califica al intercambio mismo, y lo caracterizaen unos términos que ya se han hecho célebres en la literaturaque tiene a su cargo popularizar su pensamiento, a saber, que"no es de la benevolencia del carnicero, o del cervecero o del

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panadero que esperamos la cena, sino de su consideración porsus propios intereses. Nos dirigimos y recurrimos, no a suhumanidad, sino a sus intereses propios (self-love), y jamás leshablamos de nuestras necesidades sino de sus conveniencias".16

Sobre la base de 10 que estas ideas expresan en su super­ficie, por consiguiente, es lo usual concluir, tal y como lo es­cribe un comentarista al que puede tomarse como fiel repre­sentante de un punto de vista de casi universal aceptación, que"los fundamentos de la sociedad han de descubrirse no en laexperiencia racional o reflexiva del individuo, sino en su vidainstintiva".17

Antes de continuar adelante es menester detenerse a medi­tar acerca de lo que aquí yace para toda consideración. Enefecto, de atender sin más comentarios a lo que sobresale deestos textos recién transcritos, y 10 que es más, de escuchar elpeso de la tradición que en torno a ellos se ha conformado,hay entonces que decir que según el pensamiento de Smith, ysiempre con sus maneras distintivas, a la sociedad le antecedetambién un orden natural. A su vez, la sustentación de esteorden hay que buscarla en la naturaleza misma del hombre, olo que es igual, en sus rasgos constitutivos más básicos, loscuales han de encontrarse donde quiera se halle un hombre,esto es, con absoluta prescindencia de su ubicación histórico­temporal.

A partir de esos rasgos, en consecuencia, se sigue todo loque a la Economía Política le concierne. Es decir, a través deun proceso de interacciones recíprocas se sigue la división deltrabajo, el incremento continuo de la productividad laboral,la acumulación de capital, una mayor división del trabajo, yasí sucesivamente. Y en otro plano de las cosas, también sesigue la explicación del intercambio, la necesidad de una teoríadel valor y de los precios, así como una teoría para la distri­bución de los frutos de la producción.

Más aún, de todo ello es fácil desprender ciertas prescrip­ciones normativas en relación con eso que cabe llamar -y asíse le denominará en lo sucesivo- la acción de las fuerzas

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económicas, en el sentido general de que dada esa base naturalque sostiene la sociedad, y téngase muy presente que en cadacaso habrá de ser siempre la sociedad actual, sus resortes ymecanismos han de dejarse actuar sin interferencia o injerenciasexternas.

Interés propio, instinto y racionalidad.Intercambio y persuasión

Pues bien, ¿qué cabe decir al respecto, de cara a Smith y sólo aél, como siempre ha de ser cuando se trata de la reflexión y lameditación sobre el pensamiento original de alguien? La cues­tión decisiva, habrá de entenderse bien, es la que atañe al carác­ter natural, en el sentido de instintivo o de Ínsito a la condiciónhumana, del intercambio.

Habría que decir, pues, que Smith no se siente compelidoa hacer ninguna precisión relativa al vocablo mismo 'inter­cambio' y a lo que envuelve de por sí su significado, esto es, alas circunstancias más generales dentro de las cuales ocurre yque pueden afectar su carácter. De manera que, aun habiendorazones amplias para detenerse a sopesar y medir con todocuidado las bondades de tal vaguedad, aquí se procederá con lamira puesta en escudriñar la cuestión referida desde unaperspectiva suficientemente general como para abarcar, noimporta que sea enpassant, este primer asunto referido.

En las Notasde Clase que se han citado antes, y que datan,con mayor o menor certidumbre, de los años 1762 a 1764,Smith afirma, como antes se ha visto, que hay "una propensióndirecta en la naturaleza humana al intercambio (barter), que escomún a todos los hombres"; y de la misma manera tambiénhabla de "una disposición natural, del todo peculiar a los hom­bres". Más todavía, en el primero de estos conjuntos de apuntes,puntualiza Smith.que el intercambio no ocurre o no se esperaque ocurra "a menos que se logre mostrar o hacer aparecer a la

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contraparte las ventajas en realizarlo", y en una frase que serepetirá más adelante, "no se le dirige a su humanidad (léasebenevolencia, A. B.) sino a su propio interés (selflove)".18 Enel segundo conjunto de notas, por su parte, esta suerte de argu­mentos se repite más o menos en términos similares, a saber,el hombre interesado en el intercambio "trabaja (towork.on)sobre la base del interés propio (selflove) de sus congéneres, ypone frente a ellos una tentación suficiente para así conseguirlo que quiere".

Ahora bien, unos párrafos luego, y muy significativa­mente, se indica que esta especie de propensi6n natural no sesostiene sobre sí misma, sino que debe remitirse a un principioaún más fundamental. He aquí c6mo se expresa Smith, despuésde haber argüido que dicha propensi6n no descansa en ladiferencia de habilidadesy disposiciones (genius): "El verdaderofundamento de ella es ese principio para persuadir que tantoprevalece en la naturaleza humana". Y no menos significativa­mente, "debemos, de modo principal, cultivar elpoderdepersua­sión, y de hecho, 10 hacemos sin proponérnoslo...Puesto queuna vida entera se gasta en su ejercicio, un método cómodo denegociaci6n y regateo (bargaining) debe sin duda lograrse" .19

Lo que de estos párrafos hasta este punto se desprende,por 10tanto, no es otra cosa que una inmensa y grave duda enrelación con el verdadero carácter que atribuye Smith al prin­cipio del intercambio, en cuanto rasgo connatural al hombre.y la duda es grave por la muy sencilla raz6n de que con ella sepone bajo serio reparo el edificio conceptual entero de TbeWealth ofNations, que es casi como decir 10esencial del cono­cimiento de la Economía Política; o, cuando menos, la interpre­taci6n que se ha construido y tradicionalmente aceptado de loque allí se dice.

En efecto, ¿c6mo admitir que de lo que se ha venidohablando, dicho en el lenguaje de Tbe Tbeory o[Moral Senti­ments, es de instintos originales e inmediatos, si s610 es pordeliberaci6n y anticipado pensamiento que resulta posibleadoptar esa sagaz actitud de suspender, como si así fuera, la

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presi6n irresistible del interés propio en aras de persuadir alotro de que la ventaja del intercambio yace de su parte? Si 10que ha querido decir Smith, al expresarse de la manera que 10ha hecho, es que la astucia del comerciante participa de la mis­ma condici6n natural que el instinto del animal que esperaagazapado por su presa y la captura, ha incurrido en un severoerror de juicio. Sólo por quién sabe qué omisi6n de criterios opor qué exigencia de la exposici6n, pudo él prestarse a recurrira unas ciertas analogías entre la conducta animal y la propiadel hombre que incitan, de manera totalmente innecesaria, ala confusi6n y al equívoco. Baste una sola en este orden decosas. En sus Lectures on Police, Justice, Revenue and A rms(1766), sostiene Smith que "no de la benevolencia, como lohacen losperros, sino del interés propio (selflove) espera algo elhombre"."

En relaci6n con la discusi6n misma relativa al fundamentode la propensi6n al intercambio, por la cual se llega a esa suertede manto de rocas que según Srnith es el principio o poder depersuasi6n, es legítimo preguntar, ¿c6mo cabe plantearla, conalguna sensatez y rigor, en términos que se asimilen de algúnmodo a10 que espropio del mundo instintivo y, por necesidad,entonces irreflexivo?

Al hablar de persuasi6n y convencimiento, que suponencálculo y premeditaci6n, sopesamiento del argumento y de lapalabra adecuada, una cierta adecuación del ánimo para poneren aparente suspenso la ventaja propia y así atraer el otro alterreno donde se hace fácil que ceda su posici6n, no es cier­tamente posible pensar que se tenga en la mente a un hombrecualquiera, de cualquier tiempo y lugar. Aquí la clave reposa,ha de verse bien, en esta palabra cálculo, que no sin el debidopensamiento se ha empleado para connotar una manera muypropia de ser y de actuar. En el cálculo y la medida, efectiva­mente, acaso como en ninguna otra actitud humana, el hombrese distancia del instinto; 'en tanto que es del intercambio, porexcelencia, apoyarse en ellos para sus fines.

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Desde luego, se caería en el terreno de la más fútil especu­lación -y de ello se trata en no pocos casos que son 10 propiode la Economía Política- argumentar que la verdad es que entodo hombre hay una disposición primigenia hacia la persua­sión y el intercambio, que se cultiva o no, pero que allí está.Todo se haría reposar, de conducirse por esa vía, en el másendeble, e indudablemente equivocado, fundamento.

No puede caber duda de que a Srnith, en el camino de lasreflexiones que 10 llevan hacia The Wealth 01Nations, debehaberle surgido una grave vacilación sobre sus postuladosprimordiales, de la cual termina desprendiéndose por razónde su propia argumentación. De otra manera, no es posibledar cuenta del drástico cambio que, es cierto, apenas sugiere, ydel cual no habrá de derivarse luego ninguna consecuencia.

Así, cuando allí surge el tema, y según ya se le ha citado,dirá Smith, "no corresponde a la presente materia investigar siesta propensión es uno de esos principios de la naturaleza hu­mana acerca de los cuaies nada adicional puede decirse; o, comoes 10 más probable, si es la consecuencia necesaria de las facul­tades de la razón y el lenguaje...". Por decir 10 menos, estS esdel todo inusitado a tenor de 10 que antes se ha visto y comen­tado. Del terreno de las tendencias más naturales e instintivasque acompañan al hombre, y que, como tal no precisan de 'adicional reflexión y refinamiento, o de deliberado ejercicio,ni menos de premeditación alguna, ahora se abre una nuevadimensión por la cual es posible darle paso al ejercicio cons­ciente de la razón en la procura de esos fines que la Naturalezaha impuesto en el hombre como deseables. Pero, desde luego,y aunque "es 10 más probable" que así sea, en 10 que sigueprocede de acuerdo con las líneas matrices ya conocidas.

Toda esta cuestión es de una extrema seriedad, acerca decuyas consecuencias no es posible exagerar. Sólo por dar unaevidencia de 10 que aquí se halla presente, baste esta acotación.En efecto, una actitud preeminentemente racional hacia elintercambio, que sin resquicio de duda no está en los presu­puestos más básicos de Smith y de su tiempo, pero que por 10

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visto surge en cada esquina de su exposición, pareciera requerirde una disposición intelectual a conceder a la valoración de lascosas en el comercio una dimensión sólo individual, y porconsiguiente, otorgarle una primacía determinante a la utilidadesperada de los bienes. La verdad, y más allá de 'astutas' yanacrónicas interpretaciones que puedan extraerse de TheWealth o[Nations, es que a la utilidad no se le presta posiciónen la determinación de las relaciones económicas más básicas.Las tantas veces citadas frases atinentes al agua y los diamantes,a saber, "que aquellascosasque tienen el mayor valor de cambiono poseen frecuentemente sino muy poco o ningún valor deuso", brindan inequívoco testimonio de la posición de Smith."

Sin embargo, debe estarse en vigilante guardia para nocaer en la trampa de colegir de aquí que dentro de la visiónsmithiana del acontecer económico no se encuentra lugar nin­guno para la utilidad o uso de los bienes. En efecto, a lo largode las páginas que anteceden y en diversos contextos, se hahecho evidente cómo a la utilidad puede concederse una fun­damental posición sin que ella tenga por fuerza que significarmás de lo que se le atribuye, esto es, una suerte de fundamen­tal condicionamiento de todo intercambio. Así, en atención auna manera de concebir las cosas de la cual fue exponente sumaestro Hutcheson, por recordar a alguien que le es cercano,Smith podrá decir, en atención al precio de mercado de lascosas, mas no a su precio natural, "que para una cosa no haydemanda si es de poco uso, (puesto) que sería un objeto dedeseo no racional"."

Esto es, la globalidad de la visión de Smith adolece deuna grave deficiencia en su mismo principio constitutivo. Porsupuesto, ello no detendrá los caminos de la ciencia; muy porel contrario. Y lo que es más, luego de que la Economía Políticahaya alcanzado su plena madurez y acabamiento, y haya sidodescartada o dejada de lado por las direcciones más firmes dela modernidad, será el regreso a esta base misma lo que marcarálos inicios de esanueva concepción de la.realidadde la experien­cia económica que hoy ejerce su posición dominante."

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En suma, la posición que adopta Smith para derivar suprincipio económico básico de la división del trabajo, estásignadapor esta aguda ambivalencia que ha ocupado la atenciónen lo que antecede. En los términos en los que el autor seexpresa, y más, en los que se expresa su propio tiempo, no haymanera de reconciliar el presunto carácter natural de unapropensión o tendencia que produce un resultado al que seaprecia como deseable, con las actividades que estrictamenteenvuelve su ejercicio. Esto es, a la división del trabajo terminaSmith por arribar a través de un prolongado acto creativo dela razón humana, y mal puede ser ésta una conclusión con laque su visión general podría sentirse esencialmente de acuerdo.

El conocimiento de lo económico y surequerimiento de la dimensión histórica. Haciala Ciencia Histórica de la Economía Política

En otro sentido, debe decirse que el curso de la exposición hahecho notoria la manifiesta ausencia de algún eslabón funda­mental en toda la argumentación que lleva a la plenitud de ladivisión del trabajo. De hecho, entre el estado natural, poremplear el propio lenguaje del autor, en el cual el hombretiene necesidad constante de la asistencia de otros hombrespara su supervivencia, y esta condición social donde "todoslos hombres viven del intercambio, o cada hombre se convierteen alguna medida en un comerciante", algo media que no seha hecho claro en los párrafos precedentes. Cabría decir, ade­más, y por si hiciera falta alguna precisión adicional, que estacondición social que supone, según se dijo ya, "el estableci­miento general de la división del trabajo", corresponde a loque Smith denomina "sociedad civilizada", donde sus habi­tantes "en todo momento tienen necesidad de la cooperacióny la asistencia de grandes multitudes" .24

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En otras palabras, el resultado que es la división del tra­bajo, y que se entiende como decisivo y determinante, parecieramás bien seguirse de un proceso caracterÍstico y de una índolemuy distinta de lo que hasta este momento ha reconocido comotalla práctica normal de los procedimientos de indagación dela Economía Política. Es decir, entre la asociabilidad natural,propia del hombre, y la división del trabajo, media un procesode naturaleza histórica, en el sentido de un desarrollo y madu­ración que envuelve de suyo una dimensión temporal.

Así, pues, y sin que se hubiera impuesto por vía externao compulsiva sobre su contenido, ha emergido una nuevaexigencia para el conocimiento de la Economía Política. Setrata de esta vertiente histórica entonces también fundamen­tal. Pero téngase presente que no se trata de una simple refe­rencia comparativa con el pasado; o de un mero acopiar oacumular información que pueda iluminar alguna escena par­ticular, sino de una verdadera y peculiar dimensión por cuyasola intermediación es posible llegar a captar en su plenitudalgo esencial. Y puesto que de lo que se trata es del fenómenodel conocimiento, a saber, el de la Economía Política, valetambién afirmar que él ha de emerger sólo en tanto su objetose despliegue a lo largo de su proceso de constitución y maduraconformación.

Cabría decir de inmediato, y con algún tono que quizáslucirá premonitorio, que al hacerlo así se signa el destino deeste conocimiento. Pero todavía hay una larga jornada porcumplir antes de poder desplegar en su inteligibilidad esteseñalamiento.

En suma, cuando en seguimiento de lo que su tiempo havenido ya a admitir como enteramente aceptable, y, no menos,según las pautas por las cuales la propia ciencia en general havenido a establecerse al presente, Smith adelanta la razón deunidad del ámbito de lo económico o su principio unificatorio,allí mismo se estarán sentando las bases de esta singular exigen­cia que sobre la Economía Política impone su propio objeto.

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Esto es, en el primer párrafo de The Wealth 01Nationscuando avance Smith la postulación primordial de que "eltrabajo anual de cada nación es el fondo que originariamentela suple con todas las cosas necesarias y convenientes para lavida", allí mismo estará dando paso franco a este requerimientode lo histórico. No ha de desprenderse de aquí, sin embargo, ycomo ha de resultar obvio a estasalturas, que el autor procederáen íntegra consecuencia con lo que del mencionado requeri­miento se deriva como exigencias. En efecto, habría que decirde nuevo que un complejo camino de desarrollos y elaboracio­nes yace de por medio antes de que pueda afirmarse que laEconomía Política ha asimilado a plenitud lo que de ella seespera.

El tiempo de Smith, por consiguiente, ha de verse comouna decisivaencrucijada sobre la cual confluyen las más diversasorientaciones del pensamiento. Y, de hecho, su importante yoriginal esfuerzo, en lo fundamental, sólo puede comprendersecuando se le juzga como un intento de hacer síntesis de lo queellas traen consigo. Desde luego, no toda síntesis de por síasegura un resultado fértil: siempre será menester prestar lamás delicada atención a los polos a partir de los cuales se pre­tende erigir una unidad. En el caso de Smith, no obstante loanterior, y sin que pueda caber duda, la Economía Política dioun paso enorme, con prescindencia de que al todo de su visióneconómica lo hubiera plagado en su mismo comienzo unaesencial irreconciliabilidad.

Hacia Smith se mueven, así, y con diferentes grados dedesarrollo y ascendencia, en primer lugar, la convicción deque no puede haber una ciencia bien fundada del hombre y dela sociedad que él y sus congéneres constituyen, "a menos quese establezca sobre los hechos de la naturaleza del hombre".

Aquí se expresa, por lo demás, una tradición que haciaSmith converge, con raíces profundas que ya desde Hobbeshan buscado probar su solidez y contenido de verdad y rea­lismo, y que en el tiempo más cercano a Smith, y de parte deindividuos que sobre él ejercieron poderosas influencias, tiene

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manifestaciones de extrema significación. Baste una sola refe­rencia aquí para dar cuenta de lo que se encuentra de por medio,y sin que sea el propósito avanzar en esta dirección más allá delas simples menciones que se han hecho. Óigase a Hume, detanta cercanía con Srnith, decir lo siguiente, "es evidente quetodas las ciencias tienen una relación, mayor o menor, con lanaturaleza humana...IncIuso la Matemáticas, la Filosofía Natu­ral y la Religión Natural son dependientes en alguna medidade la Ciencia del Hombre". Y más, "si estas últimas tienen taldependencia del conocimiento del hombre, ¿quépuede esperar­se de otras ciencias cuya conexión con la naturaleza humanaes más cercana e íntima?". Y concluyentemente, "la cienciadel hombre es el fundamento sólido de las otras ciencias" .25

Esta dirección no le pertenecerá a la Economía Política.Para su perspectiva metódica más acabadalo que allí se contiene-por lo demás, erróneamente- se reduce a tomar al individuo"no como un resultado histórico, sino como el punto de co­mienzo de la historia; no como algo que se desarrolla en elcurso de la historia, sino como algo postulado por la natura­leza"." Pero si no es de la Economía Política, sí la apropiarácomo muy suya el conocimiento de lo económico que habráde suplantarla, y que llevará en su interior las fuerzas de lamodernidad y sus tendencias más fundamentales.

Pero también, en segundo lugar, una corriente que traeconsigo la inmensa novedad de que las tareas del conocimientoque le atañen al hombre y a la sociedad poseen una especifi­cidad respecto de las propias que se ocupan de la naturaleza y,en general, del universo de la experiencia física. A saber, quela. Ciencia de la Sociedad, y, por lo tanto, la Ciencia de laEconomía Política, son conocimientos preeminentemente his­tóricos, y que en esta condición reposa de modo determinantesu carácter.

Esta inmensa novedad exige que, aun cuando sea con labrevedad del caso, se prepare la escena donde ella comienza atomar cuerpo. Y así se hará en lo que sigue.

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NOTAS

1 Essays on Philosophical Subjects, op. cit., pp. 45-46, "el reposo y la tran­quilidad de la imaginaci6n son el último fin de la filosofía" (léase cien­cia, A. B.), ibid.,p. 61. CI también The Wealth ofNations, op. cit., BookV, ch. i, pt. iii, arto ii.

2 No resulta posible, sin embargo, colegir de su propia definici6n de laEconomía Política lo que postula en relación con los principios tras laciencia en general. Smith impone sobre la Economía Política, al asig­narle las funciones de enriquecer a las gentes y al Soberano, una misi6nque más bien se corresponde con los fines 'prácticos' y de dominio queson lo propio del conocimiento científico moderno, el The Wealth 01Nations, op. cit., Introduction, Book IV.

3 No se le escapa a Marx el sentido en referencia, cf Capital, op. cit.,Vol. 1, n. 1, p. 390.

4 Essays on Philosophical Subjeets, op. cit., pp. 40-41.

5 [bid, p. 45. CI The Wealth ofNations, op. cit., Book V, ch. 1, pt. :qI,arton.

6 Hume, An Essay concerning Human Understanding, op. cit., sect. IV,part Il, También, A Treatise ofHuman Nature, op. cit., Book 1,parto IV,sect. I.

7 CI Maurice Dobb, Theories ofValueandDistribution sinceAdam Smih.ldeology and Economic Theory (Cambridge, 1973) pp. 39, 44; también,Glenn Morrow, "Adam Smith: Moralist and Philosopher", en AdamSmitb, Critical Assesments, Ed. J. C. Wood, Vol. I (London, 1984), p.174.

8 De hecho, añadirá otros criterios a éste justamente mencionado, pero,sin duda, s6lo para completar su decisiva importancia. A saber, "cohe­rencia", "familiaridad" y "belleza" o atracci6n estética.

9 Lectures on Rethoric and Belles Lettres, op. cit., pp. 145-146.

10 Essays on Philosophical Subjects, op. cit., p. 66; The Theory 01 MoralSentiments, VII, I1I, I. 2.

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11 The Theory 01MoralSeruiments, op. cu., Il, ii.i.

12 Ibid., p. 237.

13 Ibid., Il, I, 5 (mi énfasis).

14 Lectures onfurisprudence (Repon of 1762-3), op. cit., p. 347; Lectureson Police, [ustice, Revenue and Arms (Repon dated 1766), op. cit., pp.168-169.

15 The Wealth ofNations, op. cit., Book r, chapo ii (mi énfasis).

16 Ibid., p. 18. ClLectures on[urisprudence (Repon of 1762-3), op. cit.,pp. 347-38; Lectures on Police.fustice, Revenue and A rms (Repon dated1766),op. cit., p. 179.

17 Glenn Morrow, The Ethicaland Economic Theories 01Adam Smith(New York, 1923), p. 42. CI joseph Cropsey, Polity and Economy,AnInterpretationoftbe PrincipIes 01Adam Smith (The Hague, 1957), pp. 2­5.

18 Lectures on furisprudence (Repon of 1762-3), op. cit., pp. 347-38.

19 Lectures on Police, [ustice, Revenue and A rms (Repon dated 1766), op.cit., p. 171 (mi énfasis).

20 Ibid., p. 169 (mi énfasis).

21 En el tono más característico de lo que son las usuales lecturas e inter­pretaciones de los llamados 'clásicos', llega a decirse lo siguiente, y sinque se precise luego de ningún comentario. "El padre de nuestra cienciaescribió que el agua tiene una gran utilidad y poco valor. Con estaspalabras Adam Smith convirtió en basura el pensamiento de 2000 años.La oportunidad de comenzar en 1776 en lugar de 1870, con un conoci­miento más correcto de los principios del valor, se había perdido", E.Kauder, "Genesis of the Marginal Utility Theory", TheEconomicfournal,September 1953, p. 650.

22 Lectures on Police.fustice, Revenue andArms (Repon dated 1766), op.cit., p. 176. CI Lectures on furisprudence (Repon of 1762-3), op. cit., p.358.

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23 Sólo por ofrecer un testimonio de lo que se quiere decir, sea suficientecitar a un nombrado economista contemporáneo en el prefacio queescribe para la reimpresión de la Edición de Cannan de The Wealth o/ .Nations: "La fundamental explicación de la conducta humana, en la vi­sión de Smith, se halla en búsqueda persistente y racional del interéspropio (selfinterest) ...Esta tendencia por el interés propio (selfinterest),que el economista moderno ha rebautizado 'conducta maximizadorade la utilidad' se halla siempre presente en The Wealth o/Nations", GeorgeStigler, The Wealth ofNations, Ed. by Edwin Cannan (Chicago, 1976),Preface.

24 The Wealth ofNations, op. cit., p. 18. I, TI.

25 A Treatise ofHuman Nature, op. cit., Introduction.

26 Marx, Grundrisseop. cit., pp. 83-84.

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QUINCE

El advenimiento de laHistoria. Elementos parala Ciencia Histórica de laEconomía Política

Los dos siglos que anteceden a 1750, por fijar apenas una fecharepresentativa, no solamente están llenos de los enormes logrosque dan origen a las ciencias de la naturaleza, como hoy se lesconoce, sino también de un afanoso descubrir la realidad delpasado en todos los órdenes imaginables.

Por ese descubrimiento del pasado es posible que se hayacreído que se coadyuvaba a 10 que era en verdad 10 decisivo, asaber, a la tarea de emancipación espiritual que el hombre seproponía cumplir para rescatar su dignidad, presuntamenteentrampada en el medio de la masa de regulaciones, directricesy cánones de toda suerte con las cuales el medioevo creyóenrumbar y asegurar su salvación. Y aun cuando sólo 10 fuerapor una vía negativa, es decir, la de exponer al escarnio la falsíade las bases de muchas de las tradiciones recibidas, estos dossiglos largos tienen en su haber el rescate de la importancia delpasado, así como también la determinación de procedimientoscríticos y constructivos para valorar y enjuiciar el carácter delas fuentes en las cuales se nutre su conocimiento.

Con todo, a este conocimiento, al que se le llama sindemasiadas calificaciones 'historia', no dejó de atribuírsele cier­ta precariedad fundamental que aun Turgot, en su momento,

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expresa en unos términos que todavía suenan familiares/yque el propio Descartes, como quizás ninguno otro, expusocon sus peculiaridades. En el Discurso delMétodo, en efecto, secontiene un párrafo que suele citarse en estos respectos, y queda inequívoca cuenta de la convicción de que no es admisibleaceptar a la historia dentro del ámbito del conocimiento cien­tífico, y, ni siquiera, dentro de lo que pudiera entenderse comoel ámbito más amplio del conocimiento en general. En esteorden de ideas, debe hacerse sobresalir una de las líneas argu­mentales por las cuales el autor llega a sus concepciones, y quees la "inutilidad" que acompaña al presunto conocimiento his­tórico.'

No es preciso abundar en mayores detalles sobre el pro­fundo sentimiento antihistórico del que hará gala la tradicióncartesiana, que es igual que decir la visión moderna de las cosasen general. Por ejemplo, Malebranche, para referir a alguiende especial nombradía e influencias, dirá en su oportunidadque de la historia no se desprende sino "un gran número deefectos perniciosos", así como tampoco dejará de emplear lapalabra "inutilidad", cuando es el caso aludir a lo que viene dela historia. Fuera como fuere, cuando se piensa hasta sus últimasconsecuencias el sentido más fundamental de la modernidad,y en este respecto vale decir la significación del conocimientocientífico moderno, se aprecia de inmediato y sin dificultadesporqué una predisposición como la recién anotada se sigue demodo natural de lo que allí se contiene.

Con todo, no era posible detener la reflexión sobre loque estaba ocurriendo en los niveles más básicos y primordialesdel pensamiento, a raíz de las revolucionarias orientacionesintroducidas por Descartes. A ello lo incitaba, si se quiere, esamisma orientación de desconsideración por cualquier tradicióny autoridad, sin importar su peso ni ascendencia, que de lamisma insurgencia cartesiana se desprendía. Y lo que quizás esmás, alguna urgencia sentida por el carácter de los nuevos temasy cuestiones que empiezan a emerger en relación con el hombrey su entorno social.

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EL ADVENIMIENTO DE LA HISTORIA • 289

Giambattista Vico y el conocimientode la Historia

El primer nombre en este orden de ideas es Giambattista Vico.De enorme erudición, su relevancia, al final de cuentas, notiene porqué reducirse al hecho, más o menos de comúnaceptación, de haberse planteado la cuestión de las bases sobrelas cuales es posible el conocimiento histórico. En efecto,también puede leerse en su obra, y sin que sea menester estrujarlos argumentos que expone, una crítica general al sentidomoderno del conocimiento donde se va mucho más lejos quelo envuelto en un simple contraponer 'epistemologías' rivales.y lo que es de mayor significación aún, que el conocimientode la historia exige una forma de pensamiento cuyo objetoson totalidades socialesy no realidadesdeliberadamente aisladaso abstraídas del conjunto de esa totalidad.

Por lo demás, a Vico jamás se le podrá hacer justicia enunos cuantos comentarios. Sus páginas, de hecho, y en espe­ciallas de su Sciencia Nuova, son por sobre todo un materialideal para la reflexión y la meditación, antes que para hacersecon premura de unas pautas o criterios acabados. Pero tambiénha de decirse que su influencia directa sobre los tiempos quellevan hasta Smith, es virtualmente nula, aun cuando su mismaobra sea inequívoco testimonio de lo que en el ambiente sehallaba por advenir.

Vico comienza por donde su tiempo, precisamente, habíadecidido no comenzar. En la dedicatoria de su Antiquissimaltalorum Sapientia, dícele así a quien se la ofrece: "En la con­versación de sobremesa del año pasado, hice a la naturalezaconsistir en un movimiento según el cual, por fuerza de unaacuñadura, todas las cosas son impulsadas al centro de su movi­miento respectivo, y expulsadas hacia el borde por una fuerzacontraria", y agrega, "todas las cosas llegan a ser, viven y pere­cen, merced a un movimiento de sístole y diástole".' Y en laSciencia Nuova la misma cuestión se expresa en términos

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290 • LfMITEs DE LA ECONOMíA POúnCA

similares, "la naturaleza de las instituciones no es más que sullegar a ser en ciertos momentos y bajo ciertos modos".' Esdecir, la 'naturaleza' de Vico, si hay que buscarle semejanza,ha de encontrársela con la de Aristóteles, en ese sentido fun­damental de que la naturaleza de una cosa es el movimientohacia su acabamiento y perfección.

La sociabilidad natural del hombre. Los fines y los mediosen la Historia

Esta visión de lo que son las cosas y de cómo vienen a cons- .tituirse, según es de suponerlo, domina la escena entera. Enprimer término, en lo relativo al hombre mismo. De la maneramás categórica sostendrá Vico que "la naturaleza del hombretiene esta principal propiedad: la de ser social", o como lo diceen otra parte, que "la naturaleza humana es sociable".' Peroesta precisión, si se desea vaga, de lo que conforma las basesdel ser de lo humano, tiene en la Sciencia Nuova susexpresionesconcretas. Así dirá Vico que "la naturaleza de las gentes esprimero cruda, luego severa, benigna, delicada y, finalmente,disoluta"; y también, que "los hombres primero sienten nece­sidad, luego buscan utilidad; más tarde se divierten a sí mismoscon placer; luego se hacen disolutos en el lujo y, por último,van a la locura y desperdician su sustancia». 6

Más todavía, y ésta es una caracterización de la mayorimportancia, el rasgo social dominante del ser de lo humanoencuentra su fundamento en el hecho de que toda sociedad,"bárbara o civilizada", descansa en tres costumbres, a saber, lareligión, la relación matrimonial y el entierro de los muertos:"En ninguna nación, con todo lo salvaje y cruda, no hay accio­nes humanas que se realicen con más elaboradas ceremonias ymás sagrada solemnidad que los ritos de la religión, el matrimo­nio y el entierro"."

El carácter social y en tal sentido indefinido del hombre,pero definible y precisable justamente por la condición social

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EL ADVENIMIENTO DE LA HISTORIA • 291

prevaleciente, son las bases a partir de las cuales se hace posiblediscernir el corsi e ricorsi de las naciones. La historia comoconocimiento, entonces, tiene que ver con el proceso denacimiento y madurez de las sociedades de los hombres. Deesta manera emerge el conocimiento hist6rico, no como unamera acumulaci6n o acopio de anécdotas y episodios, que sialgo muestran, como alguien podría bien decir, es la miseria,pequeñez y torpeza de la invariable condici6n humana, sinocomo "un curso ideal y eterno seguido en el tiempo por lahistoria de cada naci6n en su ascenso, desarrollo, madurez,declinaci6n y caída".8

Este curso ideal, que no debe entenderse en un sentidonormativo, sino más bien como referencial o prototípico, y alcual puede accederse por vía de un conocimiento no fantasiosoo arbitrario sino que ha de prestar atenci6n al "mismo orden(en que se dan) las instituciones", lo hace manifiesto Vico dediversos modos. He aquí como escribe: "Este es el orden de lasinstituciones humanas: primero los bosques; luego las chozas;más tarde los villorrios, a continuaci6n las ciudades, y final­mente las academias". Y, por sobre todo, cuando sostiene, enobediencia a ese "gran legado de la Antigüedad Egipcia", quetres son las edades del tiempo universal, "La edad de los dioses,la edad de los héroes y la edad de los hombres"."

Pues bien, cada uno de estos tiempos parciales en el de­curso que siguen las sociedades de los hombres, y que entre síse eslabonan por "un orden constante e ininterrumpido decausas y efectos", es en sí mismo una totalidad de factores yelementos, y el conjunto universal de ellos, en su turno, tam­bién conforma una unidad. Y al aludir a esta idea de la totalidad,que es uno de los cimeros aportes de Vico hacia la constituci6ndel conocimiento hist6rico, y, en consecuencia, hacia la cons­tituci6n del conocimiento de la Economía Política, lo que setiene en la mente es una concurrencia de causas recíprocas oun agregado de factores interdependientes que entre sí se deter­minan recíprocamente.

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En este respecto, sus palabras son merecedoras de que seles cite in extenso, "el curso de las naciones en esta división delas tres edades se sigue de las tres clases de naturalezas (natura­lezas humanas, A. B.). A partir de estas naturalezas surgen tresclases de costumbres, y, en virtud de ellas, se observan tresclases de leyes naturales de las gentes. En consecuencia de estasleyes, se instituyen tres clases de estados civiles o mancomu­nidades...Y para que los hombres puedan comunicarse seinstituyen tres clases de lenguajes ... Así como tres clases dejurisprudencia asistidas por tres clasesde autoridad y tres clasesde razón y tantas de juicio".'?

De esta suerte de conjunto, por lo tanto, nada de lo queestrictamente le concierne al orden de la sociedad queda porfuera. Más todavía, los elementos constitutivos de la mencio­nada totalidad se apoyan y soportan entre sí, según la recíprocacondicionalidad a la que les obliga su naturaleza concurrente.El conocimiento histórico, por consiguiente, tiene a su cargoel decurso de lahistoria ideal por el cual las sociedades se formany se extinguen, esto es, de esa "sustancia inteligible" que per­manece "idéntica en ladiversidad de sus modos de desarrollo". 11

De lo que se sigue, que si a la Economía Política le con­cierne especialmente uno de esos modos de desarrollo, a sa­ber, el correspondiente a la condición económica de la sociedadmoderna, y dado elnecesario eslabonamiento que eldesarrollodel decurso ideal establece entre las partes de la unidad, no lees posible en consecuencia sustraerse del decisivo carácter tam­bién histórico de su conocimiento específico o propio.

Ahora bien, antes se ha dicho que esta totalidad de lohistórico termina por constituir una unidad en cuanto la his­toria es el desarrollo de algo de por sí siempre idéntico. Encierta forma, pues, esta razón de unidad la halla Vico en elhecho decisivo y fundamental de que la historia "es hechurade los hombres". Es decir, son sus actos y sus hechos los quedan sustento al acaecer propio de lo histórico. Sin embargo,no debe invitar a la confusión este señalamiento. Como tal, lopropio de lo histórico no se halla en la mira de esos actos y de

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esos hechos. O lo que viene a ser lo mismo, la acción humanaen general, tan incierta y acotada de vista y propósito, no tienefrente a sí otros fines que aquéllos limitados"que surgen de laspasiones de los hombres cada uno inclinado hacia su ventajaprivada, y por cuya causa vivirían como bestias en la jungla".12

Dicho de otra manera, aun cuando siempre según el estilode expresión del propio autor: "En todas estas circunstancias(Vico alude a los diferentes modos de vida, A.B.) el hombredesea principalmente su propia utilidad (o bienestar)". Perode esos fines estrechos que se traza como finalidades de suactuar, con todo, otros propósitos superiores se consiguen, loque significa que aquéllos vienen a cumplir, dirá Vico, la misiónde ser medios para otros fines más amplios. Y es allí dondeentra a jugar su papel la otra razón de unidad que el autortiene en mente. A saber, la Divina Providencia, "que es tambiénun Divino Legislador", quien, apoyándose en esas tendenciaspropias del hombre o aprovechándolas, "ha hecho las institu­ciones civiles por las cuales puede él vivir en sociedad"."

Es así como Vico arriba a una concepción de la historia yde su conocimiento que tiene como fundamento una especiede "teología civil y racional", en cuanto se propone "una his­toria de las instituciones a través de las cuales, sin humanoconsejo o discernimiento, y a menudo en contra de los designiosde los hombres, la Providencia ha ordenado esta gran ciudadde la raza humana". Y es de lo más característico de su modode pensar, que la historia concebida de este modo tiene a sufavor tanto los medios como los fines, en tanto los primerosse asocian a lo que el hombre hace o acepta como propio yadecuado, y en tanto lo segundo apunta a la preservación de laraza humana. Más todavía, tendrá de su lado la gradualidaddel desarrollo de las instituciones, lo cual supone cambios enlas costumbres y hábitos nativos que sólo se dan en períodosprolongados de tiempo."

Desde luego, en esta encrucijada no son pocas las interro­gantes que de súbito se hacen presentes, y que le atañen delmodo más directo a todo lo que se envuelve en este poco menos

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que extraño asunto de una 'teología civil y racional'. No seráel caso de estas páginas envolverse en su discusión, puesto quelo que en verdad cuenta es formarse una imagen del caminogeneral por el cual el conocimiento de la historia, y, por ende,de la sociedad, habrá de plantearse y evolucionar. Aun sinentrar a considerar otros aspectos y detalles, es sobresalientepara todo lo que aquí concierne la sola manera como el autorcree posible reconciliar, en eldesarrollo de lo histórico, la con­currencia de los fines parciales y estrechos que el hombre per­sigue con esos fines más generales en los cuales se encuentrapresente la humanidad entera. Como habrá de entenderse bien,sobre esta fundamental cuestión reposa en una gran medida loque de suyo le pertenece ala historia y, no menos, al conoci­miento mismo de la Economía Política.

La especificidad de la Historia en cuanto conocimiento

Finalmente, hay que dedicar un breve espacio, y porque eltema mismo así lo exige, a lo que implica como novedad en elámbito global del conocimiento ese saber histórico antesbosquejado en algunos de sus rasgos sobresalientes. En efecto,y para no pocos, aquí se halla una de las más originales ytrascendentes contribuciones de Vico a la cuestión de la tareahumana del conocer. .

En breve, de lo que se trata es de hacer clara la diferencia,que resultará ser de carácter, y no de mero grado, que distanciay separa el conocimiento propio de la realidad de la experien­cia física del que le concierne a la cuestión histórica o social.

Así, la idea matriz que atraviesa su obra entera la expresaVico en su primer libro De nostri temporis studiorum rationeen los términos que a continuación se transcriben: "Demostra­mos la geometría porque la hacemos, y si pudiéramos demos­trar las proposiciones de la física, la estaríamos haciendo" (geo­metrica dernonstramus, quia facimus; si physica demonstrarepossemus, faceremus). 15

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Esto es, y como lo argumentará con detenimiento en suAntiquissima ltalorum Sapientia, hay una íntima vinculaciónentre la idea de la verdad y el hacer aquella cosa acerca de lacual se predica o sostiene una verdad. De manera que, adop­tando como criterio universalmente válido esta noción de queuerum esse ipsum factum, es decir, lo verdadero es lo que sehace, llega a una concepción del conocimiento, por decir lomenos, ricamente sugestiva. En breve, la geometría, y lo mate­mático en general, son creaciones de la mente, de donde sesigue el contenido de verdad que los acompaña: "el hombrecrea dos cosaspara sí mismo a través de lo que se llama 'abstrac­ciones': el punto que puede dibujarse y la unidad que puedemultiplicarse. En adición, el hombre se arroga a sí mismo elderecho de proceder a partir de estasficciones hasta el infinito...Por este convenimiento (hoc pacto) el hombre ha creado unaespecie de mundo de figuras y números que puede abarcardentro de sí... El logra infinitos efectos porque conoce infini­tas verdades dentro de sí".16

Es así como el conocimiento de las cosas físicas, que lamente enfrenta en cuanto realidad que le es externa, sólo dacomo resultado la verdad en la medida en que por algún pro­cedimiento 'metódico' logren aquellas cosas definirse de talmanera que se sujeten al criterio que la propia mente crea.Pero dicho conocimiento no podrá jamás alcanzar aquel gradode verdad que únicamente concede el hecho de hacer la cosamisma, es decir, de verla y contemplarla adviniendo o llegandoa ser: "mientras más inmersas nuestras ciencias en la materiacorporal, menos ciertas son". Y, por esta vía, valga entoncesdecirlo, surge su más directa crítica a la concepción cartesianade la verdad, toda vez que la mente, cuya idea clara y distintivaes el criterio de verdad según Descartes, "no se hace a sí mismacuando llega a conocerse, y puesto que no se hace a sí misma,no conoce los modos y géneros por los cuales se conoce a símisma". 17

Pero, de la otra parte, la historia es un conocimiento quese refiere a cosas e instituciones que sí son hechas por el

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hombre. De forma tal que en ninguna otra parte del ámbitoglobal del conocimiento hay la posibilidad de una ciencia cuyocontenido posea un más elevado grado de verdad que en aquélque le concierne inmediatamente al conocer histórico: "la filo­sofía contempla la razón, de donde proviene el conocimientode la verdad; la filología (léase historia, A. B.) observa aquellode lo cual es autor la humana escogencia, de donde viene laconciencia de lo cierto" .18

El nombre y la obra de Vico, ya se dijo antes, no tuvieronrepercusiones en su propio tiempo. Alguien llega a decir queestuvo demasiado adelante de su época, y sin que importemucho indagar acerca de lo justo de este señalamiento, lo quees decisivo es caer en la cuenta de cómo empiezan a agitarseciertas cosas dentro del campo del conocimiento dirigido a loshombres y su sociedad, y que concluirán por sentar las basessobre las cuales sólo se hace posible, por ejemplo, el particularconocimiento de la Economía Política. En el ínterin, otrosnombres y sus obras se plantean también la cuestión genéricade la naturaleza del conocimiento histórico. Pero para todoslos efectos que aquí interesan, ninguno tiene la significaciónque posee Montesquieu.

El surgimiento de la Ciencia Histórica de lasociedad: el Barón de Montesquieu

Aquí, de nuevo, se hace patente la incongruencia entre lavastedad de lo que el autor se propone y logra, con la sucinta~onsideración que puede dedicársele. En toda circunstancia,no es infrecuente que se le tenga por el fundador de la CienciaPolítica, y bien si este señalamiento resulta accesorio en ciertosentido, al mismo tiempo pone de relieve cómo el conocimien­to de la realidad histórica termina por hacerse imprescindibleen el establecimiento de las bases para cualquier ciencia a laque le concierna de suyo la experiencia de la sociedad. Es decir,

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que a Montesquieu se le atribuya la paternidad de la Cienciade la Política, no hace sino darle sustento, por su parte, a lasconcepciones ya avanzadas acerca del carácter mismo de laEconomía Política.

El principio de unificación del ámbito histórico. Lasociabilidad natural del hombre. El Espíritu de las Leyes

En una obra suya de 1734, que entonces publicó en formaanónima, y que intituló Considerátions sur lesCausesde la Gran­deur des Romains et de leur Décadence, escribe Montesquieuque "no es la casualidad ifortune) la que domina el mundo...Haycausas generales, bien morales o bien físicas, que actúan entoda monarquía, y la elevan, la mantienen, o hacen que sedesplome. Todos los accidentes están asociados a estas causas;y si el azar de una batalla, que es decir una causa particular, hatraído un Estado a la ruina, alguna causa general hizo necesarioque ese estado pereciera por una sola batalla. En una palabra,la tendencia principal arrastra consigo todos los accidentesparticulares".19

Aquí está, pues, esa idea central para todo lo que le atañea la cuestión histórica, y que ya se anotaba en relación conVico: que en el amasijo de ocurrencias y acontecimientos quehacen el espacio de la acción humana, y que con facilidad llevaa creer que de lo que trata el tal saber histórico no es más queel juego de los pequeños intereses que las pasiones de loshombres buscan satisfacer, hay un principio de necesidad quesirve para unificar el ámbito total de la experiencia. Y que porese principio de necesidad, justamente, resulta posible discernirel conocimiento de la historia.

De manera que no ha de resultar sorpresivo, visto conunos ojos contemporáneos, lo que a continuación se' dice:"Comencé por examinar los hombres, y he venido a creer queen esta infinita diversidad de leyes y de costumbres no eranúnicamente conducidos por sus caprichos ifantaisies)". Y más,

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"he avanzado los principios, y he visto los casos particularesconformarse a ellos como por sí mismos, y a la historia de lasnaciones no ser más que sus consecuencias...".2o

Una vez más, de una visión como la que a partir de aquíse desprende, no es posible hacer encajar una concepción delhombre como la mera expresión de una naturaleza fija y deter­minada, que puede establecerse y conocerse con absoluta pres­cindencia de las circunstancias que rodean en lo concreto laexistencia del individuo particular. En breve, no hay una talcosa como la naturaleza humana a la cual pueda aludirse, sinque sea preciso hacer presente otros elementos explicativos ydeterminantes concurrentes. Y tan cierta resulta esta vincula­ción esencial entre hombre y esas circunstancias de índole so­cial, que no tarda Montesquieu en traerla bajo la más explícitaconsideración: "el hombre está hecho para vivir en sociedad".21

Este esencial vínculo entre el hombre y su medio social,pero también físico como prontamente acotará Montesquieu,tiene el carácter de ley, mas no en ese sentido tradicional quesiempre reverbera al escucharse dicha palabra, y que lleva comoimplícita una idea normativa o prescriptiva, sino en esa acep­ción por la que se alude antes bien a una suerte de relaciónnecesaria entre las cosas. Esto es, no a una norma regulativa,sino a una vinculación de las cosas, cuyo carácter es que nopuede sino ser como es, o lo que viene a decir lo mismo, queno es caprichosa o arbitraria, y que además encuentra su funda­mento en la propia naturaleza de las cosas." De manera que laciencia del conocimiento de la realidad social, según lo que sedesprende de la nueva dirección de los tiempos, también habráde aspirar, por el intermedio de la pluma de Montesquieu, aofrecer una visión de su ámbito propio de acuerdo con loscánones más rigurosos del conocimiento científico.

El mismo título de la obra más renombrada del autor, seentiende entonces, da cuenta fiel de esta inmensa novedad queha venido a tomar cuerpo, avanzado el siglo XVIII. Así escribeMontesquieu, "muchas cosasgobiernan a los hombres: el clima,la religión, las leyes, las máximas con las cuales se gobierna,

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los ejemplos de las cosas pasadas, las costumbres y maneras,de donde se forma un espíritu general que entonces resulta" .23

Yen el mismo comienzo de la obra, en un tono que sólo puedeser comprensible cuando se tiene en la mente el sentido másgeneral que subyace su propósito, había ya establecido que"las leyes deben ser apropiadas a la gente para las que sonhechas, a la naturaleza y principio del gobierno, a los aspectosfísicos del país, al género de vida de las gentes, agricultores(laboureurs), cazadores o pastores, a su religión, a sus inclina­ciones, a sus riquezas, a su número... En fin, las leyes se relacio­nan las unas con las otras, con su origen, con la finalidad dellegislador, y con el orden de las cosas sobre las cuales se esta­blecen". Y concluye, "considerarlas desde todos estos puntosde vista es lo que me propongo en este trabajo...Todas estasrelaciones forman El Espíritu de las Leyes".24

Pues bien, en esta palabra 'espíritu' se encierra el conteni­do íntegro de 10 nuevo que propone Montesquieu en relacióncon la sociedad, así como con el método de estudio que le esapropiado. No entonces las leyes, como simple texto o com­pilación resultante de una voluntad legislativa cualquiera, sino"esas varias relaciones que ellas pueden tener con las diversascosas"; no la circunstancial manera como frente a un hechoconcreto se busca establecer una regulación normativa, sino lanecesidad que termina siempre expresándose entre las leyes yel entorno dentro del cual se promulgan y han de aplicarse.

Naturaleza y principio del gobierno: la razón dinámica dela sociedad

En las citas precedentes hay dos ideas particulares, de muydiversa entidad, a las cuales es menester prestar la debida aten­ción. La primera de ellas se refiere a 10 que Montesquieu deno­mina "la naturaleza y principio del gobierno", y en la que secontiene nada menos que la razón del movimiento del ordensocial.

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En efecto, los Libros Segundo y Tercero de De l'Espritdes Lois reciben la intitulación, el primero, 'De las Leyes quese derivan directamente de la Naturaleza del Gobierno" y, elsegundo, "De los Principios de los Tres Gobiernos". Se trata,pues, de dos entidades conceptuales que Montesquieu con todorigor se empeña en distinguir, puesto que se refieren a dosrealidades muy diferentes. He aquí lo que el autor escribe alrespecto: "La naturaleza del gobierno es aquello que lo haceser tal, o que lo constituye; y su principio aquello que lo haceactuar". Más todavía, "(la naturaleza) es su estructuraparticu­lar, mientras que (el principio) son las pasiones humanas quelo ponen en movimiento" .25

Pues bien, tres son los gobiernos, valga decir, las socieda­des, y, por lo tanto tres han de ser las respectivas naturalezas ylos correspondientes principios. N o es menester más quemencionarlos, puesto que como tal aquí no es de interés suconsideración detallada.

Así, el gobierno republicano es la conjunción entre laatribución del poder soberano a "la gente como un cuerpo" yel ejercicio de la virtud, esto es, y el hecho de que quien ejecutalas leyes "siente que a ellas también está él sujeto." En segundotérmino, la monarquía, donde el soberano es un individuosobre quien recae el poder íntegro, que, sin embargo ejercita"de acuerdo con una leyes establecidas". Aquí, el principio demovimiento es el honor, que no la virtud, puesto que "en unamonarquía es muy difícil para la gente ser virtuosa"." Y, porúltimo, elgobierno despótico, donde uno solo gobierna "segúnsu voluntad y caprichos", y al cual lo mueve y domina "eltemor".

La gran novedad que de aquí resulta consiste precisamenteen esta idea de una conjunción que en sí misma viene a repre­sentar una unidad de realidades y, por consiguiente, de concep­tos. La vida y expresión más concreta del acontecer de loshombres, en cada caso particular, se conjugan con una formasingular de asociación, yde esa unidad, y más, de los polos quela conforman, surge la esencial tensión que determina la