parís, años 60. en el café condé se reúnen poetas malditos

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París, años 60. En el café Condé se reúnen poetas malditos, futurossituacionistasyestudiantes.Yaunquelanostalgiadeaquellosañosperdidosparecería ser el tema central de la novela, Modiano le da un girosorprendente.Porque eEn el café de la juventud perdida es también unanovela de misterio: todos los personajes y las historias confluyen en laenigmática Louki. Cuatro hombres nos cuentan sus encuentros ydesencuentros con la hija de una trabajadora delMoulin-Rouge. Para casitodos ellos la chica encarna el inalcanzable objeto del deseo. Louki, comotodos sus compañeros de vagabundeo por un París espectral, es unpersonaje sin raíces, que se inventa identidades y lucha por construir unpresente perpetuo. Modiano recrea alrededor de la fascinante yconmovedora figuradeLoukielParísdesu juventud,almismo tiempoqueconstruye una hermosísima novela sobre el poder de la memoria y labúsquedadelaidentidad.

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PatrickModiano

EnelcafédelajuventudperdidaePubr1.0

Sibelius31.03.14

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Títulooriginal:DanslecafédelajeunesseperduePatrickModiano,2007Traducción:MaríaTeresaGallegoUrrutiaIlustración:ClemenceRené-Bazin,fotoRaymondDepardon/MagnumPhotos/Contacto

Editordigital:SibeliusePubbaser1.0

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Amitaddel caminode laverdaderavida,nos rodeabauna adusta melancolía, que expresaron tantas palabrasburlonasytristes,enelcafédelajuventudperdida.

GUYDEBORD

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Delasdosentradasdelcafé,siemprepreferíalamásestrecha,laquellamabanlapuertadelasombra.Escogíalamismamesa,alfondodellocal,queerapequeño.Alprincipio,nohablabaconnadie;luegoyaconocíaalosparroquianosdeLeCondé,lamayoríadeloscualesteníanuestraedad,entrelosdiecinueveylosveinticincoaños,diríayo.Enocasionessesentabaen lasmesasdeellos,pero, lasmásde lasveces,seguíasiendoadictaasusitio,alfondodeltodo.

No llegaba a una hora fija. Podía vérsela ahí sentada por la mañana muytemprano.Osepresentabaaesodelasdocedelanocheysequedabahastalahoradecerrar. Era el café quemás tarde cerraba en el barrio, junto conLeBouquet y LaPergola,yelqueteníaunaclientelamáspeculiar.Ahoraquehapasadoeltiempomepreguntosinoerasólosupresencialaquehacíapeculiaresellocalyalaspersonasqueenélhabía,comosilohubieraimpregnadotodoconsuperfume.

Vamosasuponerquellevanallíaalguienconlosojosvendados,losientanaunamesa,lequitanlavendaylepreguntan:¿EnquébarriodeParísestás?Bastaríaconquemirasealosvecinosyescuchaseloquedecíanyesposiblequeloadivinara:Porlas inmediaciones de la glorieta de L’Odéon, que siempre me imagino igual delúgubrebajolalluvia.

Entró un día en Le Condé un fotógrafo. Nada había en su aspecto que lodiferenciase de los parroquianos. La misma edad, el mismo atuendo desaliñado.Llevaba una chaqueta que le estaba larga, un pantalón de lienzo y zapatones delejército. Hizo muchas fotos a los asiduos de Le Condé. Él también se volvió unasiduoyalosdemáslesparecíaquelehacíafotosalafamilia.Muchomásadelantese publicaron en un álbum dedicado a París, sin más pie que los nombres de losclientesosusapodos.Yellaapareceenvariasdeesasfotos.Captabalaluz,comosediceenelcine,mejorquelosdemás.Enellaesenlaprimeraenquiennosfijamos,deentre todos los otros. En la parte de abajo de la página, en los pies de foto, se lamenciona con el nombre de «Louki». «De izquierda a derecha: Zacharias, Louki,Tarzan, Jean-Michel, Fred yAli Cherif…» «En primer plano, sentada en la barra:Louki. Detrás Annet, Don Carlos, Mireille, Adamov y el doctor Vala.» Está muyerguida, mientras que los demás tienen la guardia baja; el que se llama Fred, porejemplo,sehaquedadodormidoconlacabezaapoyadaenelasientodemolesquínysevemuybienquellevavariosdíassinafeitarse.Hayquedejarclarolosiguiente:elnombredeLoukiselopusieroncuandoempezóairasiduamenteporLeCondé.Yoestaba allí una noche, cuando entró a eso de las doce y ya no quedabanmás queTarzan, Fred, Zacharias y Mireille, sentados a la misma mesa. Fue Tarzan quienexclamó: «Anda, aquí viene Louki…» Primero pareció asustada y, luego, sonrió.Zachariassepusodepiey,contonodefingidaseriedad,dijo:«Estanochetebautizo.ApartirdeahoratellamarásLouki.»YsegúnibapasandoelratoytodoslallamabanLouki,creoquesentíaaliviopor teneresenombrenuevo.Sí,alivio.Porque,desde

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luego,cuantomáslopiensomásvuelvoamiprimeraimpresión:serefugiabaaquí,enLeCondé,comosiquisierahuirdealgo,escapardeunpeligro.Semeocurriócuandolavi sola, al fondodel todo, enaquel sitio endondenadiepodía fijarse enella.Ycuando se mezclaba con los demás, tampoco llamaba la atención. Se quedaba ensilencio y reservada y se limitaba a escuchar. Llegué incluso a decirme que, paramayorseguridad,preferíalosgruposescandalosos,preferíaalos«bocazas»,porque,encasocontrario,nohabríaestadocasisiempresentadaenlamesadeZacharias,deJean-Michel,deFredydelaHoupa…Juntoaellos,elentornoselatragaba,noerayasinounacomparsaanónima,deesasdelasquedicenenlospiesdefoto:«Personano identificada» o,más sencillamente, «X». Sí, en la primera época en Le Condénunca lavihablandoasolasconalguien.Yademásnohabía inconvenienteenquealguno de los bocazas la llamase Louki cuando hablaba para todos puesto que enrealidadnosellamabaasí.

Noobstante,sitefijabasbien,notabasunoscuantosdetallesqueladiferenciabandelosdemás.SevestíaconunprimorpocousualenlosparroquianosdeLeCondé.Unanoche,enlamesadeTarzan,deAliCherifydelaHoupa,mientrasencendíauncigarrillome llamó la atención lo delicadas que tenía lasmanos.Y, sobre todo, lebrillaban las uñas. Las llevaba pintadas con un barniz incoloro. Puede parecer undetallefútil.Seamos,pues,mástrascendentes.ParaelloesmenesterdarunoscuantosdetallesacercadelosparroquianosdeLeCondé.Tenían,decíamos,entrediecinueveyveinticinco años, salvo algunos, comoBabilée,Adamovo el doctorVala, que seiban acercando poco a poco a los cincuenta, pero de cuya edad se olvidaba uno.Babilée,AdamovoeldoctorValaseguíansiendofielesasujuventud,aesoaloquepodríamos dar el hermoso nombre, melodioso y pasado de moda, de «bohemia».Buscoeneldiccionario«bohemio»:Personaquellevaunavidadevagabundeo,sinnormasnipreocupaciónporelmañana.HeaquíunadefiniciónquelesibamuybienalasasiduasyalosasiduosdeLeCondé.Algunosdeellos,comoTarzan,Jean-Michely Fred aseguraban que, desde la adolescencia, habían tenido que vérselas bastantemásdeunavezcon lapolicía,y laHoupasehabía fugadoa losdieciséisañosdelcorreccional de LeBon Pasteur. Pero estábamos en París y en la RiveGauche, laorillaizquierdadelSena,ylamayoríadeellosvivíanalasombradelaliteraturaydelasartes.Yo,pormiparte,estabaestudiando.Nomeatrevíaadecirloy,enrealidad,nomemezclabaenserioconaquelgrupo.

Me di cuenta claramente de que era diferente de los demás. ¿De dónde veníaantesdequelepusieranaquelnombre?LosparroquianosdeLeCondésolíantenerunlibroenlasmanos,quedejabanaldesgaireencimadelamesaycuyatapaestabamanchada de vino. Los cantos de Maldoror, Iluminaciones, Las barricadasmisteriosas.Peroella,alprincipio,siempre llegabacon lasmanosvacías.Y, luego,seguramente,debiódequererhacerlomismoquelosdemásyundía,enLeCondé,la

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sorprendísolayleyendo.Desdeentonces,ellibroyanoladejónunca.Locolocababienalavistaencimadelamesa,cuandoestabaconAdamovylosdemás,comosiaquel libro fuera el pasaporte o la tarjeta de residente que legitimaba su presenciajuntoaellos.Peronadiesefijaba,niAdamov,niBabilée,niTarzan,nilaHoupa.Eraunlibrodebolsilloconlatapasucia,deesosquesecompranenlospuestosdelancede los muelles y cuyo título estaba impreso en grandes letras rojas: Horizontesperdidos.Porentonces,eraalgoquenomedecíanada.Deberíahaberlepreguntadodequétratabaellibro,peromedije,tontamente,queHorizontesperdidosnoeraparaellasinounaccesorioyquehacíacomosiloestuvieraleyendoparaponerseatonoconlaclienteladeLeCondé.Aaquellaclientela,siuntranseúntelehubieralanzadouna mirada furtiva desde la calle —e incluso si hubiera apoyado la frente en lacristalera—,lahabríatomadoporunasencillaclienteladeestudiantes.Peronohabríatardadoencambiardeopiniónal fijarseen lacantidaddealcoholquebebíanen lamesadeTarzan,deMireille,deFredydelaHoupa.EnlosapaciblescafésdelBarrioLatino,nadiehabríabebidonuncatanto.Porsupuesto,enlashorasbajasdelatardeLeCondépodíaresultarengañoso.Perosegúnibacayendoeldía,seconvertíaenelpuntodecitadeesoqueunfilósofosentimentalllamaba«lajuventudperdida».¿Porqué ese caféynootro?Por la dueña, una tal señoraChadly a la quenadaparecíasorprenderyquemostrabainclusociertaindulgenciaconsusparroquianos.Muchosañosdespués, cuando las callesdelbarrionobrindabanyamásqueescaparatesdelujososcomerciosdemodayunamarroquineríaocupabael lugardeLeCondé,meencontréconlaseñoraChadlyenlaotraorilladelSena,enlacuestaarribadelacalleBlanche. Tardó en reconocerme. Caminamos juntos un buen rato hablando de LeCondé.Sumarido,unargelino,compróelcomercioalacabarlaguerra.Seacordabade cómo nos llamábamos todos. Con frecuencia se preguntaba qué habría sido denosotros,perono sehacía ilusiones.Supo,desdeelprincipio,que las cosas ibanairnosmuymal.Unosperrosperdidos,medijo.Ycuandonosseparamos,delantedelafarmaciadelaplazaBlanche,mehizolasiguienteconfidencia,mirándomealosojos:«AmílaquemásmegustabaeraLouki.»

Cuando se sentaba a lamesa de Tarzan, de Fred, y de la Houpa, ¿bebía tantocomoellosohacíaquebebíaparaquenoseofendiesen?Encualquiercaso,conelbustoerguido,ademaneslentosyarmoniososysonrisacasiimperceptible,aguantabaestupendamente el alcohol. En la barra, esmás fácil hacer trampa.Aprovechas unmomentode distracciónde los amigos bebedores y vacías el vaso en el fregadero.Pero ahí, en una de las mesas de Le Condé, resultaba más difícil. Te forzaban aseguirlosensusborracheras.Enestoeranmuysusceptiblesyteconsiderabanindignodesugruposinolosacompañabashastaelfinaldeesoquellamabansus«viajes».Encuantoalasdemássustanciastóxicas,creícomprender,sintenertotalseguridad,queLoukilastomabaconalgunosmiembrosdelgrupo.Noobstante,nadahabíaniensu

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mirada ni en su comportamiento que permitiera suponer que visitaba los paraísosartificiales.

ConfrecuenciamehepreguntadosialgúnconocidosuyolehablódeLeCondéantesdequeentraseporprimeravez.Osialguienhabíaquedadoconellaenaquelcaféynosehabíapresentado.Entonces,alomejorloquepasófuequeseapostóallídíatrasdía,nochetrasnoche,ensumesa,conlaesperanzadevolveraencontrarloenaquellugarqueeraelúnicopuntodereferenciaentreellayeldesconocido.Nohabíaninguna otra forma de localizarlo. Ni dirección. Ni número de teléfono. Sólo unnombre.Perotambiénesposiblequehubieraidoapararallíporcasualidad,comoyo.Andaba por el barrio y quería guarecerse de la lluvia. Siempre he creído que haylugaresque son imanesy te atraen sipasaspor las inmediaciones.Yesode formaimperceptible,sinquetelomaliciessiquiera.Bastaconunacalleencuesta,conunaaceraalsol,oconunaaceraalasombra.Oconunchaparrón.Ytellevanaeselugar,alpuntoprecisoenelquedebíasencallar.MeparecequeLeCondé,porelsitioenque estaba, tenía ese poder magnético y que, si hiciéramos un cálculo deprobabilidades, el resultado lo confirmaría: en un perímetro bastante amplio, erainevitablederivarhaciaél.Lodigoporexperiencia.

Unodelosmiembrosdelgrupo,Bowing,esequienllamábamos«elCapitán»,sehabíalanzadounaempresaalaquelosdemásdieronelvistobueno.LlevabacasitresañosapuntandolosnombresdeclientesdeLeCondé,amedidaqueibanllegando,yentodosloscasos,apuntabaademáslafechaylahoraexactas.Habíaencargadoesamisma tarea a dos amigos suyos en Le Bouquet y La Pergola, que abrían toda lanoche.Pordesdicha,enaquellosdoscafésnotodoslosclientesqueríandecircómosellamaban.Enelfondo,Bowingestabadeseandosalvardelolvidoalasmariposasque dan vueltas durante breves instantes alrededor de una lámpara. Soñaba, decía,conungigantescoregistrodondequedasenapuntadoslosnombresdelosclientesdetodos los cafés de París en los últimos cien años, con mención de sus sucesivasllegadasypartidas.Loobsesionabanloqueélllamaba«lospuntosfijos».

En ese fluir ininterrumpido demujeres, de hombres, de niños y de perros, quepasan y acaban por desvanecerse calle adelante, nos gustaría quedarnos de vez encuando con una cara. Sí, segúnBowing, en elmaelstromde las grandes urbes eranecesario hallar unos cuantos puntos fijos. Antes de irse al extranjero, me dio elcuaderno en que había llevado, día a día, durante tres años, el repertorio de losclientesdeLeCondé.Loukisóloaparececonesenombreprestadoyselamencionaporprimeravezun23deenero.ElinviernodeaquelañofueespecialmenterigurosoyalgunosnosalíanentodoeldíadeLeCondépararesguardarsedelfrío.ElCapitánanotaba también nuestras señas, de forma tal que era posible suponer el trayectohabitual que hacíamos todos para llegar a Le Condé. Era otra de las formas deBowing de determinar puntos fijos. En los primeros tiempos no menciona la

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direccióndeLouki.Hastaun28deeneronoleemos:«14.00.Louki,calledeFermat,26, distrito XIV.» Pero el 5 de septiembre de ese mismo año ya ha cambiado dedirección: «23.40. Louki, calle de Cels, 8, distrito XIV.» Supongo que Bowingdibujaba en planos grandes de París nuestros trayectos hasta Le Condé y que elCapitánusabapara esobolígrafosdediferentes colores.A lomejorquería saber sihabíaalgunaprobabilidaddequenoscruzásemosunosconotrosantesdellegaralameta.

Meacuerdo,precisamente,dequemeencontréundíaconLoukienunbarrioquenoconocíayalquehabíaidoaveraunprimolejanodemispadres.Alsalirdesucasa,ibacaminodelabocademetroPorte-MaillotynoscruzamosalfinaldeltododelaavenidadeLa-Grande-Armée.Lamiréfijamenteyellatambiénclavóenmíunamirada intranquila, comosi lahubiera sorprendidoenunasituacióncomprometida.Lealarguélamano:«NosconocemosdeLeCondé»,ledije;ymeparecióderepentequeaquelcaféestabaenlaotrapuntadelmundo.Sonrióconexpresióndeapuro:«Sí,claro…LeCondé…»Hacíapocoquehabíaaparecidoporallíporprimeravez.AúnnosejuntabaconlosdemásyZachariastodavíanolahabíabautizadoconelnombrede Louki. «Curioso café, Le Condé, ¿verdad?» Asintió con la cabeza como paradarme la razón.Dimosunoscuantospasos juntosymedijoquevivíapor la zona,pero que el barrio no le gustaba nada. Qué bobada, la verdad, habría podidoenterarme ese día de cómo se llamaba en realidad. Nos separamos en Porte-de-Maillot, delante del metro, y miré cómo se alejaba hacia Neuilly y el bosque deBoulogne,andandocadavezmásdespaciocomoparadarleaalguienlaoportunidaddequeladetuviera.PenséquenovolveríamásaLeCondéynosabríayanuncadeella. Se esfumaría en eso que Bowing llamaba «el anonimato de la gran ciudad»,contraelquepretendíaéllucharllenandodenombreslaspáginasdeaquelcuadernosuyo, de la marca Clairefontaine, de ciento noventa páginas y con tapas rojasplastificadas.Para ser sincero, no esque así se solucionen las cosas.Alhojear esecuaderno,apartedenombresyseñas fugitivas,noseenteraunodenada referidoaesas personas, ni referido a mí. No cabe duda de que el Capitán opinaba que noestaba ya nada mal eso de habernos nombrado y «fijado» en un sitio… Por lodemás…EnLeCondénuncanoshacíamosunosaotrospreguntasacercadenuestrosorígenes. Éramos demasiado jóvenes, no teníamos pasado alguno que desvelar,vivíamosenelpresente.Nisiquieralosparroquianosdemásedad,Adamov,Babiléeo el doctor Vala, aludían nunca a su pasado. Se contentaban con estar allí, entrenosotros.Ahora,despuésdetantotiempo,escuandolamentoalgo:mehabríagustadoqueBowingdieradetallesmásconcretosensucuadernoyquenoshubiesededicadoa cada uno una notita biográfica. ¿Creía en serio que un nombre y una direcciónbastarían,andandoeltiempo,pararecuperarelhilodeunavida?¿Ysobretodoquebastaríasóloconunnombrequenisiquieraeraeldeverdad?«Louki.Lunes12de

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febrero. 23.00.» «Louki. 28 de abril. 14.00.» También indicaba dónde se sentabancadadíalosparroquianosalrededordelasmesas.Avecesnisiquierahaynombre,niapellido.Enelmesdejuniodeaquelañohaytresanotaciones:«Loukiconelmorenode chaqueta de ante.» O a ése no le preguntó cómo se llamaba o él no quisocontestarle.Porlovisto,elindividuonoeraclientehabitual.ElmorenodechaquetadeanteseperdióparasiempreporlascallesdeParísyBowingnopudodejarfijasusombraduranteunospocossegundos.Y,además,enesecuadernosuyohaycosasquenosonexactas.Heacabadopordarconpuntosdereferenciaquemeconfirmanenmiimpresióndequeno fueenenerocuandovinoLoukiporprimeravezaLeCondé,comoparecedaraentenderBowing.Larecuerdomuchoantesdeaquellafecha.ElCapitánsólolamencionaapartirdelmomentoenquelosdemáslabautizaronconelnombredeLoukiysupongoque,hastaentonces,nolehabíallamadolaatenciónsupresencia.Nisiquieralecorrespondióunvagoapunte,algoasícomolodelmorenodechaquetadeante:«14.00.Unamorenadeojosverdes.»

Aparecióenoctubredelañoanterior.HeencontradounpuntodereferenciaenelcuadernodelCapitán:«15deoctubre.21.00.CumpleañosdeZacharias.Ensumesa:Annet,DonCarlos,Mireille,laHoupa,Fred,Adamov.»Lorecuerdoalaperfección.Louki estaba en esamesa. ¿Por qué no tuvo Bowing la curiosidad de preguntarlecómosellamaba?Lostestimoniossonfrágilesycontradictorios,peroestoysegurodeque estaba allí aquella noche.Me llamó la atención cuanto la hacía invisible paraBowing.Latimidez,losademaneslentos,lasonrisay,sobretodo,elsilencio.EstabaalladodeAdamov.AlomejorhabíavenidoaLeCondéporél.YomehabíacruzadomuchasvecesconAdamovporlasinmediacionesdeL’Odéonyalgomásallá,enelbarriodeSaint-Julien-le-Pauvre.Yencadaocasión ibacon lamanoapoyadaenelhombro de una joven. Un ciego que deja que lo guíen. Y, no obstante, daba laimpresióndeirfijándoseentodoconaquellamiradasuyadeperrotrágico.Y,encadaocasión, me parecía que era una joven diferente la que le hacía de guía. O deenfermera. ¿Por qué noLouki?Y, precisamente, esa noche salió deLeCondé conAdamov,losviircuestaabajoporlacalledesiertahaciaL’Odéon.Adamovleponíalamanoenelhombroycaminabaconaquelpasomecánicosuyo.Habríasedichoquea ella le dabamiedo andar demasiado deprisa; y, de vez en cuando, se paraba unmomentocomoparaqueélrecobraseelresuello.EnelcrucedeL’Odéon,Adamovlediounapretóndemanosuntantosolemney, luego,Loukisemetióenelmetro.Élsiguió andando como un sonámbulo, como solía, en derechura hacia Saint-André-des-Arts.¿Yella?Sí,empezóaveniraLeCondéenotoño.Yseguroquenofueporcasualidad.Amínuncamehaparecidoelotoñounaestacióntriste.Lashojassecasylosdíascadavezmáscortosnuncamehanhechopensarenalgoqueseacaba,sinomás bien en una espera de porvenir. Hay electricidad en el aire de París en losatardeceresdeoctubre,alahoraenquevacayendolanoche.Inclusocuandollueve.

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Nomeentramelancolíaaesahora,nitengolasensacióndequeeltiempohuye.Sinodequetodoesposible.Elañocomienzaenelmesdeoctubre.Empiezanlasclasesycreoqueeslaestacióndelosproyectos.AsíquesiLoukivinoaLeCondéenoctubrefueporquehabíarotocontodaunapartedesuvidayqueríahaceresoquellamanenlasnovelasPARTIRDECERO.Por lodemás,hayun indicioquemedemuestraquenodebode estar del todo equivocado.EnLeCondé lepusieronunnombrenuevo.Y,aquel día, Zacharias habló incluso de bautismo.Había vuelto a nacer, como quiendice.

Encuantoalmorenodechaquetadeante,pordesdichanoapareceen las fotosquesehicieronenLeCondé.Unalástima.Confrecuenciaresultaposibleidentificaraalguien por una foto. Se publica en la prensa y se piden testigos. ¿Sería acaso unmiembrodelgrupoqueBowingnoconocíaycuyonombreledioperezainquirir?

Anoche, hojeé atentamente todo el cuaderno, página por página. «Louki con elmorenodechaquetadeante.»Y,paramayorsorpresamía,caíenlacuentadequenofuesóloenjuniocuandoelCapitánmencionóaesedesconocido.Enlapartedeabajodeunapágina,garabateódeprisaycorriendo:«24demayo.Loukiconelmorenodechaquetadeante.»Ytambiénestálamismaanotacióndosvecesenabril.UnavezlepreguntéaBowingporquésiemprequesalíaLoukihabíasubrayadoelnombreconlápizazul,comoparadistinguirladelosdemás.No,nohabíasidocosasuya.Undíaque estaba sentado en la barra y tomandonota de los parroquianospresentes en ellocal, un hombre que estaba de pie a su lado lo sorprendió en plena tarea: unindividuodealrededordecuarentaaños,unconocidodeldoctorVala.Hablabaconvozsuaveyfumabarubio.BowingsesintióagustoconélylehablóunpocodeloqueélllamabasuLibrodeOro.Elotroparecióinteresado.Era«editordelibrosdearte».Sí,sí,yademásconocíaalquehabíaestadohaciendofotosenLeCondéhacíatiempo.Tenía intencióndepublicarunálbumconellas; ibaa llamarse:UncafédeParís. ¿Tendría la bondad de prestarle hasta el día siguiente el cuaderno? Porquepodría venirle bien para escoger los pies de foto. Al día siguiente, le devolvió elcuaderno a Bowing y nunca más volvió a aparecer por Le Condé. Al Capitán losorprendió que el nombre deLouki estuviera subrayado en azul siempre que salía.QuisosabermásdelasuntoylehizounascuantaspreguntasaldoctorValaacercadeleditordelibrosdearte.Valasequedósorprendido.«¿Ah,lehadichoqueeraeditordelibrosdearte?».LoconocíadeformamuysuperficialporquesehabíacruzadoconélmuchasvecesenlacalledeSaint-Benoît,enLaMalène,yenelbardelMontana,endonde jugó inclusovarias veces con él a los dados.Eraun individuoquehacíatiempoqueandabaporelbarrio.¿Quecómosellamaba?Caisley.AValaseloveíaunpocoviolentoalhablardeél.YcuandoBowingmencionósucuadernoylasrayasazules debajo del nombre de Louki, al doctor le cruzó por los ojos una expresiónpreocupada.Fuealgomuyfugitivo.Luegosonrió:«Seráquelegustalachiquita…Es

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tanguapa…Peroquécosas tan rarasse leocurrenausted, llenaruncuadernocontodosesosnombres…Mehacenunagraciaustedysugrupoconesosexperimentossuyos de patafísica.» Lo confundía todo: la patafísica, el letrismo, la escrituraautomática,lasmetagrafíasytodoslosexperimentosquerealizabanlosparroquianosmásliteratosdeLeCondé,talescomoBowing,Jean-Michel,Fred,Babilée,LarrondeoAdamov. «Y además es peligroso eso que hace—añadió el doctorVala en tonoserio—. Ese cuaderno suyo parece un libro de registro de la policía o el libro deentradasdiariasdeunacomisaría.Esalgoasícomosinoshubieranpescadoatodosenunaredada…»

Bowingprotestóeintentóexplicarlesuteoríadelospuntosfijos,peroapartirdeesedíaalCapitánlediolaimpresióndequeValadesconfiabadeél,einclusodequeintentabaevitarlo.

ElCaisleydemarrasnosehabíalimitadoasubrayarelnombredeLouki.Cadavezqueaparecíaenelcuaderno«elmorenodechaquetadeante»habíadosrayasalápizazul.TodoestoalterómuchoaBowing,queanduvorondandolacalledeSaint-BenoîtenlosdíasposterioresconlaesperanzadetoparseconelsupuestoeditordelibrosdearteenLaMalèneoenLeMontanaypedirleexplicaciones.Nuncavolvióaverlo.YéltuvoqueirsedeFranciatiempodespuésymedejóelcuaderno,comosiquisieraqueyoreanudaselabúsqueda.Peroahoraesyademasiadotarde.Y,además,sitodaaquellaépocasigueaúnmuyvivaenmirecuerdosedebealaspreguntasquesequedaronsinrespuesta.

Enlashorasbajasdeldía,alvolverdelaoficinay,muchasveces,enlasoledadde los domingos por la noche, me vuelve algún detalle.Me fijo mucho e intentoreunir más y anotarlos al final del cuaderno de Bowing, en las páginas que sequedaronenblanco.Yotambiénempiezoabuscarpuntosfijos.Esunpasatiempo,lomismo que otros hacen crucigramas o solitarios. Los nombres y las fechas delcuaderno de Bowing me resultan de gran utilidad; de vez en cuando me traen alrecuerdounacontecimientoconcreto,una tardede lluviaodesol.Siemprehesidomuy sensible a las estaciones. Una noche, Louki entró en Le Condé con el pelochorreandoporculpadeunchaparrón,o,másbien,deesaslluviasinterminablesdenoviembreodeprincipiosdelaprimavera.Aqueldía,laseñoraChadlyestabadetrásde labarra.Subióalprimerpiso,asudiminutoapartamento,poruna toalla.Comoindica el cuaderno, estaban juntos en la misma mesa, aquella noche, Zacharias,Annet,DonCarlos,Mireille,laHoupa,FredyMauriceRaphaël.ZachariascogiólatoallaylefrotóelpeloaLoukiantesdeanudárselaenlacabezacomounturbante.Ella se sentóa sumesa, lehicieron tomarungrogysequedóconelloshastamuytarde, con el turbante. Cuando nos fuimos de Le Condé, a eso de las dos de lamañana,nohabíadejadodellover.NosquedamosenelmarcodelapuertadelacalleyLoukiseguíaconelturbante.LaseñoraChadlyhabíaapagadolaslucesysehabía

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ido a la cama.Abrió la ventanadel entresuelo y nos propusoque subiéramos a sucasa a guarecernos. Pero Maurice Raphaël le dijo, muy galante: «De ningunamanera…Nopodemosquitarladedormir…»Eraunhombreguapo,moreno,mayorquenosotros,unclienteasiduodeLeCondéaquienZachariasllamaba«elJaguar»porqueandabaysemovíaconademanesfelinos.Teníapublicadosvarioslibros,igualque Adamov y Larronde, pero nunca hablábamos de ellos. Flotaba un misterioalrededor de ese hombre e incluso llegábamos a pensar que tenía que ver con elhampa.Arreciólalluvia,unalluviademonzón,peroalosdemásnolesimportaba,porque vivían en el barrio.Unmomento después ya no quedábamos bajo el dintelmásqueLouki,MauriceRaphaëlyyo.«Siquierenque los lleveacasaencoche»,propusoMauriceRaphaël.Fuimoscalleabajocorriendobajo la lluvia,hastadondeteníaaparcadoelcoche,unFordnegroviejo.Loukisesentóasuladoyyoenlapartedeatrás.«¿Aquiéndejoprimero?»,preguntóMauriceRaphaël.LoukiledijolacalleenquevivíayespecificóqueestabamásalládelcementeriodeMontparnasse.«Puesentoncesviveustedenellimbo»,dijoél.YcreoqueniLoukiniyoentendimosaquése refería con eso de «el limbo». Le pedí queme dejara pasadas las verjas de LeLuxembourg, en la esquina con la calle Val-de-Grâce. No quería que supiera midomicilioexactoportemoraquemehicieraalgunapregunta.

LesdilamanoaLoukiyaMauriceRaphaëlmientrasmedecíaqueningunodelosdossabíacómomellamabayodenombre.EraunparroquianomuydiscretodeLeCondéysiempremequedabaunpocoaparteymecontentabaconescuchar loquedecíantodoslosdemás.Mebastaba.Meencontrabaagustoconellos.LeCondéeraparamíunrefugiocontratodoloquepreveíaquetraeríalagrisuradelavida.Habríaunapartedemímismo—lamejor—quealgúndíanomequedaríamásremedioquedejarallí.

—Hace usted bien en vivir en el barrio de Val-de-Grâce —me dijo MauriceRaphaël.

Mesonreíayconesasonrisaparecíaexpresarauntiempoamabilidadeironía.—Hastapronto—medijoLouki.Bajédelcocheyesperéaqueseperdieradevista,caminodePort-Royal,antesde

desandar lo andado.En realidad no vivía enVal-de-Grâce propiamente dicho, sinoalgoantes,enelnúmero85delbulevarSaint-Michel,donde,porunmilagro,habíaencontradounahabitaciónnadamásllegaraParís.Desdelaventanaveíalafachadanegra de mi escuela. Aquella noche no podía apartar los ojos de aquella fachadamonumentalydelagranescaleradepiedradelaentrada.¿Quépensaríanlosdemássi se enteraban de que subía casi a diario por esa escalera y que era alumnode laEscuelaSuperiordeMinas?Zacharias,LaHoupa,AliCherifoDonCarlos¿sabíanacaso con exactitud qué era la Escuela deMinas? Tenía que guardarlo en secretoporque si no a lo mejor se reían de mí o desconfiaban. ¿Qué representaba para

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Adamov,LarrondeoMauriceRaphaëllaEscueladeMinas?Seguramentenada.Meaconsejaríanquenovolvieraporaquelsitio.Sipasabamucho tiempoenLeCondéera porque quería que me dieran ese consejo de una vez para siempre. Louki yMaurice Raphaël debían de haber llegado ya al otro lado del cementerio deMontparnasse,aesazonaqueélllamaba«ellimbo».Yyoseguíaallí,aoscuras,depieypegadoa laventana,mirando la fachadanegra.Podríahaber sido la estaciónfueradeserviciodeunaciudaddeprovincias.Enlosmurosdeledificiovecino,mehabían llamado la atención unas huellas de balas, como si allí hubiesen fusilado aalguien.Me repetíaenvozbajaaquellascuatropalabrasquemeparecíancadavezmásinsólitas:ESCUELASUPERIORDEMINAS.

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Tuve la suerte de que aquel joven fuera vecino mío de mesa en Le Condé ytrabásemosconversaciónde forma tanespontánea.Era laprimeravezqueyo ibaaeselocaly,poredad,podíasersupadre.Elcuadernoenquehaidollevando,díatrasdíaynochetrasnoche,durantelosúltimostresaños,elrepertoriodelosclientesdeLeCondéme facilitóel trabajo.Sientohaberleocultado la razónexactapor laquequeríaconsultaresedocumentoquetuvolaamabilidaddeprestarme.Pero¿lementíacasocuandoledijequeeraeditordelibrosdearte?

Medicuentaperfectamentedequemecreía.Eslaventajadellevarlesveinteañosa los demás: no saben nada del pasado de uno. Y aun cuando te hagan algunaspreguntas distraídas acerca de lo que hasta ahora ha sido de tu vida, te lo puedesinventar todo.Unavidanueva.Noharáncomprobaciones.Segúnvas contandoesavidaimaginaria,fuertesráfagasdeairefrescocruzanporunlugarenelquellevabasmuchotiempoasfixiándote.Seabreunaventanaderepenteyelairedealtamarhacequegolpeenlascontraventanas.Vuelvesatenerelporvenirenteropordelante.

Editor de libros de arte. Seme ocurrió sin pensar. Sime hubieran preguntado,hacemásdeveinteaños,quéqueríaser,habríatartamudeado:editordelibrosdearte.Bueno,puesestavezlodije.Nadacambió.Todosesosañosquedaronabolidos.

Sóloquenohicedel todo tabla rasadelpasado.Quedanunos cuantos testigos,unos cuantos supervivientesde entre losque fueroncontemporáneosnuestros.Unanoche,enElMontana,lepreguntéaldoctorValasufechadenacimiento.Somosdelmismoaño.Y le recordéquenoshabíamosconocido tiempohaenesemismobar,cuandoelbarrioestabaaúnentodosuesplendor.Y,además,medabalaimpresióndeque me había cruzado con él mucho antes, en otros barrios de París, en la orilladerechadelSena.Estabainclusosegurodeello.Valapidió,convozseca,unabotellapequeñadeVittel,interrumpiéndomeenelprecisomomentoenquealomejorpodríayohaber sacadoa relucir recuerdosdesagradables.Mecallé.Vivimos amerceddeciertos silencios. Sabemos mucho unos de otros. Así que hacemos por noencontrarnos.Lomejor,porsupuesto,esperdersedevistadefinitivamente.

Curiosacoincidencia…VolvíaencontrarmeconValaaquellatardeenquecrucéporprimeravezelumbraldeLeCondé.Estabasentadoenunamesadelfondocondosotresjóvenes.Melanzólamiradaintranquiladelbonvivantquesetopaconunespectro. Le sonreí. Le di lamano sin decir nada.Noté que lamenor palabra quepudiera decir yo corría el riesgo de hacer que se sintiera incómodo frente a susnuevosamigos.Misilencioymidiscreciónparecieronaliviarlocuandomesentéeneldivándecuerodeimitación,enlaotrapuntadellocal.Desdeallí,podíaobservarlosinquenoscruzásemos lamirada.Hablabaa los jóvenesenvozbaja, inclinándosehaciaellos.¿Temíaqueoyeseyoloquelesestabadiciendo?Entonces,porpasareltiempo, me estuve imaginando todas las frases que podría haber dicho en tonofalsamentemundanoylehabríancubiertolafrentedegotasdesudor:«¿Sigueusted

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ejerciendodematasanos?»Y,trasunapausa:«Oiga,¿sigueteniendolaconsultaenelmuelledeLouis-Blériot? ¿Ohaconservado lade la calledeMoscou…?Yaquellatemporada en Fresnes[1], hace ya tanto espero que no tuviera demasiadasconsecuencias…»Estuveapuntodelargarunacarcajada,allísolo,enmirincón.Noenvejecemos.Conelpasodelosaños,muchaspersonasymuchascosasacabanporparecernostancómicasytanirrisoriasquelasmiramosconojosdeniño.

Enestaprimeraocasión,estuvemuchotiempoesperándolaenLeCondé.Nosepresentó.Habíaqueserpaciente.Enotraocasiónsería.Medediquéaobservaralosparroquianos.LamayoríanopasabandelosveinticincoañosyunnovelistadelsigloXIXhabríacitado,refiriéndoseaellos,ala«bohemiaestudiantil».Peromeparecequemuypocos debían de estarmatriculados enLaSorbona o en laEscuela deMinas.Deboadmitirque,alverlosdecerca,mepreocupabasuporvenir.

Entrarondoshombres, conun intervalomuybreve.Adamovy aquel individuomorenodeandaresdúctilesquehabíafirmadounoscuantoslibrosconelnombredeMauriceRaphaël.ConocíaaAdamovdevista.Hacetiempo,ibaadiarioalOldNavy,y teníaunamiradaqueno sepodíaolvidar.Creoque lehice algún favorparaquepudieraregularizarsusituación,enlostiemposenqueyoteníaaúnalgoqueverconla Dirección Central de Informaciones Generales. En cuanto a Maurice Raphaël,tambiéneraunclientehabitualde losbaresdelbarrio.Habíaquiendecíaque tuvoalgúnproblemadespuésde laguerra,conunnombrediferente.Poraquelentonces,yo trabajabaparaBlémant.Ambos fueronaponersedecodosen labarra.MauriceRaphaëlsequedódepie,muytieso;yAdamovsesubióauntabureteconunamuecadedolor.Nosehabía fijadoenmí.Por lodemás, ¿le recordaríaalgoaúnmicara?Fueronareunirseconellosenlabarratresjóvenes,dosmuchachosyunchicarubiaquellevabaunagabardinamuysobadaeibapeinadaconflequillo.MauriceRaphaëllesalargabaunpaquetedecigarrillosylosmirabaconsonrisadivertida.Adamovsetomabamenosconfianzas.Porlamiradaintensaqueponía,sehabríapodidopensarqueloasustabanunpoco.

LlevabaenelbolsillodosfotosdefotomatóndeaquellaJacquelineDelanque…EnlostiemposenquetrabajabaparaBlémant,siemprelosorprendíalafacilidadqueteníayoparaidentificaracualquiera.Mebastabaconcruzarmesólounavezconunacaraparaquesemequedasegrabadaenlamemoria,yBlémantmegastababromasacerca de aquel don para reconocer en el acto a una persona desde lejos, aunqueestuvierademedioperfileinclusodeespaldas.Asíquenoestabanadapreocupado.EncuantoentraseenLeCondé,sabríaqueeraella.

EldoctorValasevolvióhacialabarraynoscruzamoslamirada.Hizoungestoamistosoconlamano.Derepentemeentraronganasdeirhastasumesaydecirleque

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tenía que hacerle una pregunta confidencial. Podría habérmelo llevado aparte yhaberleenseñadolasfotos:«¿Laconoce?»LaverdadesquemehabríaresultadoútilsaberalgomásdeaquellachicaporbocadeunodelosparroquianosdeLeCondé.

Fui a su hotel en cuanto supe la dirección. Escogí las horas bajas de la tarde.Había más probabilidades de que hubiera salido. O, al menos, eso esperaba. Asípodríapreguntarenrecepciónunascuantascosasacercadeella.Eraundíadeotoñosoleadoyhabíadecididoirapie.Empecéelcaminoenlosmuellesymefuimetiendopocoapocotierraadentro.EnlacalledeLe-Cherche-Midimedabaelsolenlosojos.EntréenLeChienquifumeypedíuncoñac.Mesentíaansioso.Miraba,desdedetrásdel cristal, la avenida de LeMaine. Tenía que tirar por la acera de la izquierda yllegaríaalameta.Nohabíarazónalgunaparaestaransioso.Segúnibaporlaavenida,recobrélacalma.Estabacasideltodosegurodequenoestaríay,además,estaveznoiba a entrar en el hotel para hacer preguntas. Lo rondaría, como se hace en unalocalización.Teníapordelantetodoeltiempoquequisiera.Eramitrabajo.

CuandolleguéalacalledeCelsdecidísalirdedudas.Unacalletranquilaygrisquemerecordónounpueblo,ounsuburbio,sinounadeesaszonasmisteriosasalasquesedaelnombrede«tierrasdelinterior».Mefuiderechoalarecepcióndelhotel.No había nadie. Aguardé alrededor de diez minutos, con la esperanza de que noapareciese ella. Se abrió una puerta y unamujermorena con el pelo corto y todavestidadenegroseacercóalmostradorderecepción.Dijeconvozamable:

—BuscoaJacquelineDelanque.Pensabaquesehabríaregistradoconelnombredesoltera.Mesonrióycogióunsobredeunodeloscasillerosqueteníadetrás.—¿EsustedelseñorRoland?¿Quiéneraelindividuoaquel?Asentímásomenosconlacabeza,porsiacaso.

Mealargóelsobreenelqueponía,escritoen tintaazul:ParaRoland.Elsobrenoestabacerrado.Enunahojagrandedepapelleí:

Roland,estaréenLeCondé,venapartirdelas5.O,sino,llámameaAUTEUIL15-28ydéjameunrecado.

FirmabaLouki.¿UndiminutivodeJacqueline?Doblélahoja,lametíenelsobreyselodevolvíalamujermorena.—Disculpe…Hahabidounerror…Noesparamí.Noseinmutóycolocólacartaenelcasilleroconunademánmaquinal.—¿HacemuchoqueviveaquíJacquelineDelanque?Titubeóunmomentoymecontestócontonoafable:

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—Alrededordeunmes.—¿Sola?—Sí.Lanotabaindiferenteydispuestaaresponderacuantolepreguntase.Clavabaen

míunamiradaenlaquehabíaungrancansancio.—Muyagradecido—ledije.—Nohaydequé.Prefería no entretenerme más. El tal Roland podía estar al llegar. Volví a la

avenida de LeMaine y la anduve en sentido contrario al de hacía un rato. En LeChienquifumepedíotrocoñac.BusquéenlaguíaladireccióndeLeCondé.EstabaenelbarriodeL’Odéon.Lascuatrodelatarde;teníaalgodetiempopordelante.AsíquellaméaAUTEUIL15-28.Unavozseca,quemerecordóladelainformaciónhoraria:«Taller La Fontaine. ¿En qué puedo servirle?» Pregunté por Jacqueline Delanque.«Ha salido un momento… ¿Quiere dejarle un recado?» Me entró la tentación decolgar,peromeforcéacontestar:«No,muchasgracias.»

Loprimeroesfijardelmodomásexactoposible los itinerariosde laspersonas,paraentenderlasmejor.Meibarepitiendoenvozbaja:«HoteldelacalleCels.TallerLaFontaine.CaféCondé.Louki.»Y,luego,esetramodeNeuilly,entreelbosquedeBoulogne y el Sena, donde me citó aquel individuo para hablarme de su mujer,llamadaJacquelineChoureau,desolteraDelanque.

Nomeacuerdodequiénlehabíaaconsejadoquerecurrieraamí.Dalomismo.Seguramentedebiódeencontrarmidirecciónenlaguía.Toméelmetromuchoantesde la hora de la cita. Era línea directa.Me bajé en Sablons y anduve durante casimedia hora por las inmediaciones. Acostumbro a pasarle revista a la zona sinmeterme enseguida en el meollo del asunto. Antes, Blémant me lo reprochaba yopinabaqueeraunapérdidadetiempo.Loquehayquehacerestirarsealagua,medecía,envezdeandarrondandoelbordedelapiscina.Yoopinabalocontrario.Nadadeademanesdemasiadobruscos, sinopasividadymorosidad, con lo cualdejaunoqueselemetadentro,despacio,elespíritudelazona.

Flotabaenelaireunaromaaotoñoyacampo.FuisiguiendolaavenidaquecorrealolargodelJardíndeAclimatación,peroporelladodelaizquierda,eldelbosqueyelcaminoparajinetes;ymehabríagustadoqueaquellofueraunsimplepaseo.

ElJean-PierreChoureauaquelmehabíallamadoporteléfonoconvozinexpresivaparaquedarconmigo.Selimitóadarmeaentenderquesetratabadesumujer.Segúnmeibaacercandoasudomicilio,meloimaginabacaminandocomoyo,siguiendoelcamino para jinetes y dejando atrás el picadero del Jardín de Aclimatación. ¿Quéedadtendría?Mehabíaparecidoqueteníauntimbredevozjuvenil,perolasvoces

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siempreresultanengañosas.¿A qué drama o a qué infierno conyugal iba a arrastrarme? Notaba que me

invadíaeldesalientoynoestabayamuysegurodequereracudiraaquellacita.Meinterné en el bosque, cruzándolo en dirección al estanque Saint-James y del lagopequeñoalqueacudíanlospatinadoreseninvierno.Eraelúnicopaseanteymedabala impresión de estar lejos de París, allá por Sologne. Conseguí una vez mássobreponermealdesaliento.Unavagacuriosidadprofesionalmemovióainterrumpirel paseo a bosque traviesa y volver a la linde de Neuilly. Sologne. Neuilly. MeimaginabalargastardesdelluviaparalosChoureauaquellos,enNeuilly.Y,allá,enSologne,seoíanlastrompasdecazaalcrepúsculo.¿Montabaellaamujeriegas?Meeché a reír al acordarme del comentario de Blémant: «Usted, Caisley, arrancademasiadodeprisa.Habríadebidodedicarseaescribirnovelas.»

Vivía al finaldel todo, en laPuertadeMadrid, enun edificiomodernoconunportalgrandeyacristalado.Mehabíadichoqueentrasehastaelfondoyalaizquierdayqueveríasunombreenlapuerta.«Esunpisoenlaplantabaja.»Mesorprendiólatristezaconlaquedijo«plantabaja».Vino,luego,unsilencioprolongado,comosisearrepintiesedeaquellaconfesión.

—¿Ycuálesladirecciónexacta?—lepregunté.—AvenidadeBretteville,11.¿Lohaapuntadobien?El11…¿Levienebienalas

cuatro?Teníaahoralavozmásfirmeycasiselenotabaunaentonaciónmundana.Unaplaquitadoradaen lapuerta: Jean-PierreChoureau.Debajo,viunamirilla.

Llamé. Yme quedé esperando. En aquel portal desierto y silencioso,me dije quellegabademasiadotarde.Quesehabíasuicidado.Meavergoncédehaberpensadoesoyvolvieronaentrarmeganasdemandarlotodoalaporraydesalirdeaquelportalyseguirpaseandoalairelibre,porSologne.Volvíallamar;estavezditrestimbrazosbreves.Lapuertaseabrióenelacto,comosihubieraestadodetrás,observándomeporlamirilla.

Unhombremorenodeunoscuarentaaños,conelpelocortoymuchomásaltoque lamedia. Llevaba un traje azulmarino y una camisa azul cielo con el cuelloabierto.Mecondujohacialoquepodríallamarseelcuartodeestar,sindecirpalabra.Meindicóunsofá,detrásdeunamesabaja,ynossentamosunoalladodelotro.Lecostabahablar.Paraquedejaradesentirseviolento, ledijeconel tonodevozmássuavequepude:«¿Asíquesetratadesumujer?»

Intentaba hablar despreocupadamente. Me lanzaba una sonrisa apagada. Sí, sumujerhabíadesaparecidohacíadosmeses,despuésdeunapelea trivial.¿Erayo laprimerapersonaconquienhablabadespuésdeesadesaparición?Elcierremetálicode una de las cristaleras estaba bajado y me pregunté si aquel hombre se había

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enclaustradoensupisodurantedosmeses.Pero,dejandodeladoelcierre,nohabíarastro alguno de desorden ni de dejadez en aquel cuarto de estar. Y él, tras unmomentodevacilación,ibaadquiriendociertaseguridad.

—Quieroqueestasituaciónseaclareloantesposible—acabópordecirme.Lo miré de más cerca. Ojos muy claros y cejas negras, pómulos altos, perfil

correcto.Y,enelporteylosademanes,unaenergíadeportivaqueacentuabaelpelocorto.Erafácil imaginarloabordodeunvelero,conel torsoalaire,navegandoensolitario.Y,peseatantafirmezayseducciónaparentes,sumujerlohabíadejado.

Quisesabersidurantetodoaqueltiempohabíaintentadolocalizarla.No.Ellalohabíallamadoporteléfonodosotresvecesparaconfirmarlequenopensabavolver.Ledesaconsejabaconvehemenciaqueintentaseestablecercontactoconellaynoledabaexplicaciónalguna.Teníaunavozdiferente.Yanoeralamismapersona.Unavoz muy sosegada, muy segura, que lo dejaba completamente desconcertado. Sellevabaconsumujercasiquinceaños.Ellateníaveintidósyél,treintayseis.Segúnmeibadandoesosdetalles,notabaenélunareserva,unafrialdadincluso,queerasindudafrutodeesoquesellamabuenaeducación.Ahorateníaquehacerlepreguntascada vez más concretas y no sabía si merecía la pena. ¿Qué quería exactamente?¿Quevolvierasumujer?¿Ointentabasencillamentesaberporquélohabíadejado?¿Alomejorlebastabaconeso?Apartedelsofáydelamesabaja,nohabíaningúnmuebleenelcuartodeestar.Losventanalesdabanalaavenida,pordondepasabanmuy pocos coches, demodo que no resultabamolesto que el piso estuviera en laplantabaja. Ibacayendo la tarde.Encendió la lámparade trespatasypantalla rojaqueestaba juntoal sofá,amiderecha.La luzmeobligóaguiñar losojos;eraunaclaridad blanca que hacía que el silencio pareciera aún más profundo. Creo queestaba esperando mis preguntas. Se había cruzado de piernas. Para ganar tiempo,saquédelbolsillointeriordelachaquetaelblocyelbolígrafoytoméunascuantasnotas: «Él, 36 años. Ella, 22. Neuilly. Piso en la planta baja. No hay muebles.Ventanales que dan a la avenida de Bretteville. No pasan coches. Unas cuantasrevistas encima de la mesa baja.» Esperaba sin decir nada, como si yo fuera unmédicoqueestuvieraescribiendounareceta.

—¿Apellidodesolteradesumujer?—Delanque.JacquelineDelanque.LepreguntéfechaylugardenacimientodelatalJacquelineDelanque.Ytambién

lafechaenquesehabíancasado.¿Teníapermisodeconducir?¿Yuntrabajoregular?No.¿Lequedabafamilia?¿EnParís?¿Enprovincias?¿Untalonariodecheques?Amedidaquemerespondía,convoztriste,yoibatomandonotadetodosesosdetallesquemuchas veces son los únicos que dan testimonio de que una persona viva hapasadoporlatierra.Acondicióndequeseencuentreundíaelblocdondealguienlosanotóconunaletrapequeñayquecuestaleer,comolamía.

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Ahorateníaquellegarapreguntasmásdelicadasdeesasquelointroducenaunoenlaintimidaddeunsersinpedirlepermiso.¿Conquéderecho?

—¿Tieneustedamigos?Sí,habíaunascuantaspersonasalasqueveíaconbastanteregularidad.Lashabía

conocidoenunaescueladecomercio.Yalgunos,además,habíansidocompañerosdeestudiosenelliceoJean-Baptiste-Say.

Incluso había intentado montar un negocio con tres de ellos antes de entrar atrabajarenlasociedadinmobiliariaZannetacci,comosociogerente.

—¿Sigueustedtrabajandoahí?—Sí,enelnúmero20delacalledeLaPaix.¿Quémediodelocomociónusabaparairatrabajar?Todoslosdetalles,inclusoel

másinaneenapariencia,resultanreveladores.Ibaencoche.Devezencuandohacíaviajesdetrabajo.Lyon.Burdeos.LaCostaAzul.Ginebra.¿YJacquelineChoureau,desolteraDelanque,sequedabasolaenNeuilly?Avecesselahabíallevado,cuandohabía ido a la Costa Azul. Y si se quedaba sola, ¿a qué se dedicaba? ¿No habíarealmentenadiequepudieraproporcionarleunainformacióncualquierareferidaaladesapariciónde Jacqueline, señoradeChoureau,Delanquede soltera,ydedarleelmenorindicio?«Nosé,unaconfidenciaquelehubierahechoaalguienundíaenquehubiese estadodeprimida…»No.Nunca le habría contado intimidades a nadie.Lereprochabaconfrecuencialopocooriginalesqueeransusamigos.Tambiénesverdadquetodoslellevabanquinceaños.

Llegaba ahora a una pregunta queme agobiaba de antemano, pero que nomequedabamásremedioquehacer:

—¿Creeustedqueteníaunamante?Mipropiotonodevozmeparecióuntantobruscoyalgobobo.Peroasíeranlas

cosas.Fruncióelentrecejo.—No.Titubeó, me miraba a los ojos como si esperase que yo le diera ánimos o si

estuvierabuscandolaspalabras.Unanoche,unodesusexamigosdelaEscueladeComercio vino a cenar aquí con un talGuy deVere, un hombremayor que ellos.Aquel Guy de Vere era muy versado en ciencias ocultas y propuso traerles unascuantasobrassobreeltema.Sumujerasistióavariasreunioneseinclusoaalgoasícomo unas conferencias que daba con regularidad el talGuy deVere. Él no habíapodidoacompañarlaporqueerauna temporadademucho trabajoen lasoficinasdeZannetacci.A sumujer le interesaban aquellas reunionesy aquellas conferenciasysolía hablarle de ellas, aunque él no acababa de entender de qué iba la cosa. Leprestó,deentreloslibrosquelehabíaaconsejadoGuydeVere,elqueleparecíamásfácilde leer.Se llamabaHorizontesperdidos. ¿Entró en contacto conGuydeVeredespuésdeladesaparicióndesumujer?Sí,lollamóporteléfonovariasveces,pero

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no sabíanada.«¿Está seguro?».Seencogiódehombrosy clavóenmíunamiradacansada.ElGuy deVere aquel había sidomuy evasivo y se dio cuenta de que nopodríasacarleningunainformación.¿Nombreexactoydireccióndeesehombre?Nosabíasudirección.Ynoveníaenlaguíadeteléfonos.

Yoandababuscandoquémáspreguntaspodíahacerle.Hubounsilencio,peronopareciómolestarlo.Sentadosjuntosenaquelsofá,estábamosenlasaladeesperadeundentistaodeunmédico.Paredesblancasydesnudas.Unretratodemujercolgadoencima del sofá. Estuve a punto de coger una de las revistas de lamesa baja.Meinvadióunasensacióndevacío.Debodecirqueenaquelmomentonotabalaausenciade Jacqueline Choureau, de soltera Delanque, de una forma tal que me parecíadefinitiva.Peronoera cosade serpesimistadesde el primermomento.Y, además,¿este cuarto de estar no daba lamisma impresión de vacío cuando estaba presenteaquellamujer? ¿Cenaban allí? Entonces sería seguramente en unamesa de bridgeque, luego, se doblaba y se guardaba. Quise saber si se había marchado en unarrebato,dejándoseunascuantascosas.No.SehabíallevadosuropayloslibrosquelehabíaprestadoGuydeVere,todoellometidoenunamaletadecuerogranate.Aquínoquedabayanirastrodeella.Inclusolasfotosenquesalía—unaspocasfotosdevacaciones— habían desaparecido. Por la noche, solo en el piso, se preguntaba sihabíaestadocasadoalgunavezconaquellaJacquelineDelanque.Laúnicapruebadeque todo aquellonohabía sidoun sueño era el librode familia que les entregarondespuésdelaboda.Librodefamilia.Repitióesaspalabrascomosinoentendierayaquéqueríandecir.

Era inútil que fuera a ver las otras habitaciones del piso. Dormitorios vacíos.Armarios empotrados vacíos. Y el silencio, que apenas turbaba el paso de algúncocheporlaavenidadeBretteville.Lasveladasdebíandehacerselargas.

—¿Sellevólallave?Él negó con la cabeza.Ni siquiera existía la esperanza de oír una noche, en la

cerradura,elruidodelallavequeanunciabasuregreso.Y,además,creíaquenuncamásllamaríaporteléfono.

—¿Cómolaconoció?La contrataron en Zannetacci para sustituir a una empleada. Un trabajo de

secretariainterina.Élledictóunascartasparaunoscuantosclientesyasífuecomoseconocieron. Se vieron fuera de la oficina. Le dijo que estudiaba en la Escuela deLenguasOrientales,donde ibaaclasedosdíaspor semana;peronuncapudosaberquélenguaconcretaestudiaba.Lenguasasiáticas,decíaella.Y,alcabodedosmeses,secasaronenelAyuntamientodeNeuillyyactuaroncomotestigosdoscolegasdelaempresaZannetacci.Noasistiónadiemása loqueélconsiderabaunmero trámite.Fueron a comer con los testigosmuy cerca de la casa, en la orilla del bosque deBoulogne,enunrestaurantealquesolíanirlosclientesdelospicaderospróximos.

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Memirabaconojosapurados.Porlovisto,lehabríagustadodarmeexplicacionesmásextensasacercadeaquellaboda.Lesonreí.Nonecesitabaexplicaciones.Hizounesfuerzo,comosisearrojasealagua:

—Unointentacrearsevínculos,yameentiende…Sí,claroqueloentendía.Enesavidaque,aveces,nosparececomoungransolar

sin postes indicadores, en medio de todas las líneas de fuga y de los horizontesperdidos,nosgustaríadarconpuntosdereferencia,haceralgoasícomouncatastropara no tener ya esa impresión de navegar a la aventura. Y entonces creamosvínculos,intentamosqueseanmásestableslosencuentrosazarosos.Yocallaba,conlavistafijaenlapiladerevistas.Enelcentrodelamesabaja,uncenicerograndeconun letrero: Cinzano. Y un libro en rústica que se llamaba: Adiós, Focolara.Zannetacci, Jean-PierreChoureau,Cinzano, JacquelineDelanque,Ayuntamiento deNeuilly,Focolara.Yhabíaqueencontrarleunsentidoatodoaquello…

—Yademáseraalguienqueteníamuchoencanto…Paramífueunflechazo…No bien hizo esa confidencia en voz baja pareció arrepentirse. En los días

anterioresaladesaparición,¿lehabíanotadoalgodeparticular?Puessí,cadavezlehacíamásreprochesenloreferidoasuvidacotidiana.Lavidadeverdadnoeraeso,decía.Y cuando él le preguntaba enqué consistía exactamente laVIDADEVERDAD,ellaseencogíadehombros,sincontestar,comosisupusieraquenoibaaenterarsedenadadeloqueleexplicase.Y,luego,recuperabalasonrisayelbuentalanteycasisedisculpabaporhabersepuestodemalhumor.Poníacaraderesignaciónyledecíaqueenelfondotodoaquellonoteníamayorimportancia.AlomejoralgúndíaentendíaquéeralaVIDADEVERDAD.

—¿Seguroquenotieneningunafotodeella?Una tarde iban paseando por la orilla del Sena. Él pensaba coger el metro en

Châtelet para ir a la oficina. En el bulevar de Le Palais pasaron delante de latiendecitadefotosdecarnet.Ellanecesitabahacersefotospararenovarelpasaporte.Éllaesperóenlaacera.Alsalir,lediolasfotosporqueledijoqueiguallasperdía.Cuando llegó a la oficina,metió las fotos en un sobre y se le olvidó llevárselas aNeuilly.Trasladesaparicióndesumujer,sediocuentadequeallíseguíaelsobre,ensudespacho,entreotrosdocumentosadministrativos.

—¿Meesperaunmomento?Medejósoloenelsofá.Yahabíaoscurecido.Miréelrelojymesorprendióque

lasagujasmarcasensólolasseismenoscuarto.Medabalaimpresióndequellevabaallímuchísimomástiempo.

Dosfotosenunsobregrisenelque,alaizquierda,estabaimpreso:«ImmobilièreZannetacci(France),20,ruedelaPaix,ParisIer».Unafotodefrenteyotradeperfil,comolespedíanantesenlajefaturadepolicíaalosforasteros.Yesoqueelapellido:Delanque,yelnombre:Jacqueline,nopodíansermásfranceses.Dosfotosquetenía

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cogidasentreelpulgaryel índiceyquemiréensilencio.Pelonegro,ojosclarosyuno de esos perfiles tan puros que prestan encanto incluso a las fotosantropométricas. Y aquéllas tenían toda la grisura y la frialdad de las fotosantropométricas.

—¿Melasdejaunatemporada?—lepregunté.—Sí,claro.Memetíelsobreenunbolsillodelachaqueta.Llegaunmomentoenqueyanohacefaltaoíranadie.Él,Jean-PierreChoureau,

¿quésabíaenrealidaddeJacquelineDelanque?Nograncosa.Apenashabíanvividoun año juntos en aquella planta baja deNeuilly. Se sentaban juntos en aquel sofá,cenaban uno frente a otro y, a veces, con los antiguos amigos de la Escuela deComercioydelliceoJean-Baptiste-Say.¿Bastaesoparaintuirtodocuantosucedeenlacabezadealguien?¿Veíaellaaúnagentedesufamilia?Hiceunúltimoesfuerzoparapreguntárselo.

—No.Yanolequedabafamilia.Mepusedepie.Melanzóunamiradaintranquila.Seguíasentadoenelsofá.—Tengoqueirmeya—ledije—.Estarde.Lesonreí,peroparecíarealmentesorprendidodequequisieradejarlo.—Lollamaréloantesposible—ledije—.Esperopoderdarlenoticiaspronto.Selevantóasuvez,coneseademándesonámbuloconelque,hacíaunrato,me

habíaguiadohastaelcuartodeestar.Semevinoalacabezaunaúltimapregunta:—¿Sellevódineroalirse?—No.—¿Ycuandolollamaba,despuésdelahuida,noleaclarabanadaacercadecómo

vivía?—No.Andabahacialapuertadelacalleconaquelpasotiesoquetenía.¿Podíacontestar

aún a mis preguntas? Abrí la puerta. Estaba detrás de mí, petrificado. No sé quévértigomeentró,quéráfagadeamargura,peroledijecontonoagresivo:

—Seguroqueteníaustedlaesperanzadeenvejecerconella…¿Fueparadespertarlodeaquelentumecimiento,deaquelabatimiento?Abrióunos

ojoscomoplatosymemiróasustado.Yoestabaenelvanodelapuerta.Meacerquéaélylepuselamanoenelhombro.

—Nodudeentelefonearme.Acualquierhora.Se le relajó la cara. Tuvo fuerzas para sonreír. Antes de cerrar la puerta, me

saludóconelbrazo.Mequedémuchoratoeneldescansilloyseapagólaluzdelasescaleras.Meloimaginabasentándosesoloenelsofá,enelmismositioqueantes.Congestomaquinal,cogíaunadelasrevistasapiladasencimadelamesabaja.

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Fuera,eradenoche.Nosemeibadelacabezaaquelhombre,ensuplantabajayconlaluzcrudadelalámpara.¿Tomaríaalgoantesdeirsealacama?Mepreguntabasitendríacocina.Deberíahaberloinvitadoacenar.Alomejor,sinquelepreguntaseyonada,habríadichounapalabra,habríahechounaconfesiónquemehubiesehechodar antes con la pista de Jacqueline Delanque. Blémantme repetía siempre que atodoslosindividuos,inclusoalmásobcecado,lesllegaunmomentoenque«cantandeplano»:eralaexpresiónqueusabasiempre.Noscorrespondíaanosotrosesperaresemomentoconmuchísimapaciencia,intentandoprovocarlo,claro,perodeformacasi insensible.Blémantdecía«conalfilerazossutiles».La impresiónque tienequedarle al individuoesqueestá anteunconfesor.Resultadifícil.Ahí seveeloficio.HabíallegadoalaPuertadeMaillotyqueríaseguirandandoalgomás,enlatibiezade la noche. Por desgracia, los zapatos nuevos me hacían muchísimo daño en elempeine.Asíque,alllegaralaavenida,memetíenelprimercaféyescogíunadelasmesaspróximasalacristalera.Medesatéloszapatosymequitéeldelpieizquierdo,queeraelquemásdañomehacía.Cuandovinoelcamarero,nomeresistíalbreveinstantedeolvidoydulzuraqueibaadarmeunIzarraverde.

Me saqué del bolsillo el sobre y estuve mirando mucho rato las dos fotos decarnet. ¿Dónde estaría ahora? ¿En un café, como yo, sentada sola a una mesa?Seguramentesemeocurríaesopor la frasequehabíadichoélhacíaunrato:«Unointentacrearvínculos…»Encuentrosenunacalle,enunaestacióndemetroenhorapunta. En momentos de ésos habría que sujetarse mutuamente con unas esposas.¿Quévínculopodríaresistiraesaoleadaquenosarrastraynosllevaaladeriva?Undespachoanónimoendondedictamosunacartaaunataquimecanógrafainterina,unaplantabajadeNeuillycuyasparedesblancasyvacíasrecuerdanaesoquese llama«unpisopiloto»yendondenodejaremosrastroalgunodenuestropaso…Dosfotosde fotomatón, una de frente, la otra de perfil…¿Y con eso es con lo que hay quecrear vínculos? Había alguien que podía ayudarme a buscar: Bernolle. No habíavueltoaverlodesdelostiemposdeBlémant,salvounatarde,hacíatresaños.IbaacogerelmetroypasabapordelantedeNotreDame.Algoasí comounvagabundosaliódelhospitalHôtel-Dieu,ynoscruzamos.Llevabaunagabardinaconlasmangasrotas,unpantalónquesólolellegabaaltobilloyunassandaliasviejassincalcetines.Iba sin afeitar y tenía lamelena negra demasiado larga. Sin embargo, lo reconocí,Bernolle.Loseguíconintencióndehablarconél.Peroandabadeprisa.Entróporlapuerta grande de la jefatura de policía. Titubeé unmomento. Era demasiado tardepara alcanzarlo.Entonces, decidí esperarlo en la acera.A finde cuentas, habíamossidojóvenesauntiempo.

Saliópor lamismapuerta conun abrigo azulmarino, unpantalónde franelayzapatosnegrosdecordones.Noerayaelmismohombre.Pareciómolestocuandomeacerquéa él. Iba recién afeitado.Fuimosandandopor elmuelle sindecirnosnada.

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Cuandonossentamosaunamesa,unpocomásallá,enLeSoleild’Or,melocontótodo.Todavíaloutilizabanparatareasdeinformación,bueno,nadadelotromundo,untrabajodesoplónydetopoenelquehacíadevagabundoparaveryoírmejorloque sucedía a su alrededor, disimulando delante de edificios, en mercadillos desegundamano,enPigalle,porlosalrededoresdelasestacioneseinclusoenelBarrioLatino. Sonrió con tristeza. Vivía en un apartamento del distrito XVI. Me dio sunúmerodeteléfono.Nohablamosniporunmomentodelpasado.Habíadejadoasulado,eneldiván,labolsadeviajequellevaba.Sehabríaquedadomuysorprendidosilehubiesedichoquéhabíadentro:unagabardinavieja,unpantalóndemasiadocortoyunpardesandalias.

Esamismanoche,despuésdelacitadeNeuilly,lollamé.Desdeaquelencuentro,había recurridoaélunascuantasvecespara informacionesquemehacíanfalta.Lepedí que me encontrase algo concreto relacionado con la llamada JacquelineDelanque,señoradeChoureau.Nopodíadecirlemuchomásacercadeella,salvolafechadenacimientoyladesubodaconuntalJean-PierreChoureau,quevivíaenelnúmero 11 de la avenida de Bretteville, en Neuilly, socio gerente en Zannetacci.Tomó nota. «¿Nada más?» Parecía decepcionado. «Y supongo que esta gente noaparecerá en los archivos judiciales porque no habrá dormido nunca en la cárcel»,añadió con voz desdeñosa. ¿Dormido? Intenté imaginarme el dormitorio de losChoureau en Neuilly, ese dormitorio al que debería haber echado una ojeada porpruritoprofesional.Undormitoriovacíoparasiempre,unacamaenlaqueyanadiedormiría.

Durante las siguientes semanas, Choureau me telefoneó varias veces. Hablabasiempreconvoz inexpresivay siempreque llamabaeran las sietede la tarde.A lomejoresqueaesahora,soloensuplantabaja,necesitabahablarconalguien.Yoledecíaquetuvierapaciencia.Medabalaimpresióndequenoteníayagranconfianzaennadayque,pocoapoco, iríaaceptandoladesaparicióndesumujer.RecibíunacartadeBernolle:

QueridoCaisley:Enlosarchivosjudicialesnohaynada.NienChoureau,nienDelanque.Perohayqueverloquesonlascasualidades:untrabajoengorrosodeestadística

delosdiariosderegistrosdelascomisaríasdelosdistritosIXyXVIII,quemehanencargado,mehapermitidodarconunoscuantosdatosquelevendránbien.

En dos ocasiones me he topado con «Delanque, Jacqueline, de 15 años». Laprimera,enelregistrodelacomisaríadelbarriodeSaint-Georges,hacesieteaños;y la otra, unos cuantos meses después, en la de Les Grandes-Carrières. Motivo:

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vaganciademenor.Lehe preguntadoaLeoni si había algo relacionado con los hoteles.Hacedos

años, Jacqueline Delanque vivió en el Hotel San Remo, en el 8 de la calle deArmaillé (distrito XVII) y en el HotelMétropole, en el 13 de la calle de L’Étoile(distritoXVII).En losregistrosdeSaint-GeorgesydeLesGrandes-Carrièresponequevivíaencasadesumadre,enlaavenidadeRachel(distritoXVIII).

Actualmente, viveenelHotelSavoie, enel8de lacalledeCels, eneldistritoXIV.Sumadrefallecióhacecuatroaños.Enelextractodelapartidadenacimiento,expedidoporelAyuntamientodeFontaines-en-Sologne(Loir-et-Cher),cuyacopialeremito, se especifica que nació de padre desconocido. Su madre trabajaba deacomodadora en el Moulin-Rouge y tenía un amigo, un tal Guy Lavigne, quetrabajabaeneltallerdeautomóvilesLaFontaine,enel98delacalledeLaFontaine(distritoXVI) y laayudabaeconómicamente. JacquelineDelanquenoparece teneruntrabajofijo.

Estoes,miqueridoCaisley,todoloqueheidorecogiendoparausted.Esperoquenosveamosdentrodepoco,peroconlacondicióndequeseacuandonovayaconlaropadetrabajo.ABlémantlehabríahechomuchagraciaesedisfrazdevagabundo.Austed,supongoquenotanta.Yamí,ninguna.

Ánimoconeltrabajo.BERNOLLE

AhoraloqueteníaquehacererallamarporteléfonoaJean-PierreChoureauparadecirle que el misterio estaba resuelto. Intento recordar en qué momento precisodecidínohacerlo.Habíamarcadoyalasprimerascifrasdesunúmerocuandocolguéde golpe.Me agobiaba la perspectiva de volver a aquella planta baja deNeuilly amediatarde,comolaotravez,yesperarconél,bajolalámparadepantallaroja,aquesehicieradenoche.DesdobléelplanoTaridedeParís,tansobado,quetengosiempreenmidespachoalalcancedelamano.Afuerzadebuscarcosasenél,semeharotoen muchas ocasiones por los bordes, y siempre lo pegaba poniéndole celo a ladesgarradura,igualquesevendaaunherido.LeCondéNeuilly.ElbarriodeL’Étoile.La avenidadeRachel. Por vez primera enmi vida profesional sentía la necesidad,según investigaba,de iracontracorriente.Sí,estabahaciendoensentido inversoelcaminoquehabíaseguidoJacquelineDelanque.Jean-PierreChoureaunocontabayaparanada.Nohabíasidosinounfiguranteylomirabaalejarseparasiempre,conunacarteranegraenlamano,rumboalasoficinasdeZannetacci.Enelfondo, laúnicapersonainteresanteeraJacquelineDelanque.HabíahabidomuchasJacquelinesenmivida…Éstaibaaserlaúltima.Cogíelmetro,lalíneaNorte-Sur,comolallamaban,la que unía la avenida de Rachel a Le Condé. A medida que iban pasando lasestaciones,yoretrocedíaeneltiempo.MebajéenPigalle.Y,unavezallí,anduvepor

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el terraplén del bulevar con paso ágil. Una tarde soleada de otoño en que habríaapetecido hacer proyectos de futuro y en la que la vida habría vuelto a empezar apartir de cero. Bien pensado, era en esa zona donde había empezado la vida deJacquelineDelanque…Teníalaimpresióndehaberquedadoconella.Alaalturadela plaza Blanche, se me aceleró un poco el corazón y me notaba emocionado, einclusointimidado.Hacíamuchoquenomepasabaalgoasí.Seguíaavanzandoporelterraplén,cadavezmásdeprisa.Habríapodidoandarconlosojoscerradosporestebarrioquemeera tanfamiliar:elMoulin-Rouge,LeSanglierBleu…¿Quiénsabe?MehabríacruzadoconaquellaJacquelineDelanquehacíamucho,porlaaceradeladerecha, cuando iba a buscar a su madre al Moulin-Rouge, o por la acera de laizquierda,alahoradelasalidadeclasedelliceoJules-Ferry.Yahabíallegado.Semehabíaolvidadoelcinedelaesquinadelaavenida.SellamabaMexico,ynollevabaesenombreporcasualidad.Eraunnombrequedabaganasdeviajar,deescaparseodehuir…SemehabíaolvidadotambiénlotranquilaysilenciosaqueeralaavenidadeRachel,quellevaalcementerio,peronadiepiensaenelcementerio,todoelmundosedicequeal llegaralfinalsaldráalcampoeincluso,conunpocodesuerte,aunpaseomarítimo.

Me detuve ante el número 10 y luego, tras titubear un momento, entré en eledificio.Penséenllamarenlapuertaacristaladadelportero,peromecontuve.¿Paraqué? En un cartelito pegado en uno de los cristales de la puerta estaban, en letranegra, los nombres de los inquilinos y el piso en que vivía cada uno. Saqué delbolsillointeriordelachaquetaelblocyelbolígrafoytoménotadelosnombres:

Deyrlord(Christiane)Dix(Gisèle)Dupuy(Marthe)Esnault(Yvette)Gravier(Alice)Manoury(Albine)MariskaVanBosterhaudt(Huguette)Zazani(Odette)

Habían tachado el nombre Delanque (Geneviève), al que sustituía el de VanBosterhaudt (Huguette). Lamadre y la hija habían vivido en el quinto piso. Pero,segúncerrabaelbloc,yasabíaquetodosaquellosdetallesnomeibanaservirparanada.

Fuera,enlosbajosdeledificio,habíaunhombreenelumbraldeunatiendadetelasquesellamabaLaLicorne.Cuandoalcélacabezahaciaelquintopiso,oíque

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medecíaconvozfina:—¿Buscaalgo,caballero?DeberíahaberlepreguntadoporGenevièveyJacquelineDelanque,perosabíaque

sólomehabríacontestadocosasmuysuperficiales,detallitosde«superficie»,comodecíaBlémant, sin ahondar nunca en las cosas.Bastaba conoír aquella voz fina yfijarseenaquellacaradegarduñayenladurezadelamirada:no,nopodíaesperarsenadadeél,salvolos«informes»quedaríaunsimplesoplón.O,sino,mediríaquenoconocía ni a Geneviève ni a Jacqueline Delanque.Me entró una rabia fría contraaquel individuo de cara de comadreja.A lomejor es que veía en él, de repente, atodosesossupuestostestigosalosquehabíainterrogadodurantelasinvestigacionesquehabíallevadoacaboynuncasehabíanenteradodenadadeloquehabíanvisto,por necedad, pormaldad o por indiferencia.Me acerqué pisando con fuerza ymeplantédelante.Lesacabaunosveintecentímetrosypesabaeldoblequeél.

—¿Estáprohibidomirarlasfachadas?Meclavólosojosdurosyamedrentados.Mehabríagustadoasustarloaúnmás.Y luego, para calmarme, me senté en un banco del terraplén, a la altura del

comienzodelaavenida,enfrentedelcineMexico.Mequitéelzapatoizquierdo.Hacíasol.Estabaabsortoenmispensamientos.JacquelineDelanquepodíacontar

con mi discreción, Choureau no iba a saber nunca nada del Hotel Savoie, de LeCondé,deltallerLaFontaineydeltalRoland,seguramenteelmorenodechaquetadeantequeaparecíaenel cuaderno.«Louki.Lunes12de febrero23.00.Louki28deabril 14.00. Louki con el moreno de chaqueta de ante.» Según iba pasando laspáginasdeaquelcuaderno,fuisubrayandosiempresunombreconlápizazulycopié,enhojassueltas,todaslasindicacionesqueteníanqueverconella.Ylasfechas.Ylashoras. PeroLouki no teníamotivo algunopara preocuparse.Yonopensaba volvermásaLeCondé.Laverdaderaquetuvelasuerte,lasdosotresvecesquelaestuveesperandoenunadelasmesasdeesecafé,dequeellanofueraaqueldía.Mehabríaresultadoviolentoespiarlasinquesedieracuenta,sí,mehabríadadovergüenzamicometido.¿Conquéderechoentramosconfracturaenlavidadelaspersonas?¡Yquédesfachatez lanuestraalmirarlesen los riñonesyen loscorazones! ¡Yalpedirlescuentas!¿Atítulodequé?Mequitéelcalcetínymemasajeéenelempeine.Eldolorse me iba calmando. Cayó la tarde. Supongo que, antes, era a esta hora cuandoGenevièveDelanqueseibaatrabajaralMoulin-Rouge.Suhijasequedabasola,enelquinto piso. A eso de los trece o los catorce años, una noche, después de irse sumadre,saliódecasacuidándosemuymuchodenollamarlaatencióndelportero.Yaenlacalle,nofuemásalládelaesquinadelaavenida.Alprincipioseconformóconla sesión de las diez del cineMexico. Luego volvía, subía las escaleras sin dar alautomáticodelaluzycerrabalapuertalomásdespacioposible.Unanoche,alsalirdel cine, fueunpocomásallá,hasta laplazaBlanche.Ycadanoche fuealgomás

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lejos.Vaganciademenor,comoponíaelregistrodelascomisaríasdeSaint-Georgesy de Les Grandes-Carrières, y estas dos últimas palabras, aquellas canteras, merecordabanunapraderabajolaluzdelaluna,pasadoelpuentedeCaulaincourt,allálejos,detrásdelcementerio,unapraderadonde,porfin,sepodíarespiraralairelibre.Sumadrefueabuscarlaalacomisaría.Yahabíatomadoimpulsoy,apartirdeahora,nadie podía frenarla.Vagancia nocturna hacia el oeste, sime guiaba por los pocosindiciosquehabíarecogidoBernolle.Deentrada,elbarriodeL’Étoile;y,luego,aúnmásaloeste,NeuillyyelbosquedeBoulogne.Pero¿porquésecasóconChoureau?Yotrahuida,peroestavezhacialaRiveGauche,comosicruzarelríolaamparasedeunpeligroinminente.Y,noobstante¿aquellabodanohabíasidotambiénunamparo?Si hubiese tenido paciencia para quedarse en Neuilly, a la larga nadie se habríaacordadoyadeque trasuna talseñoradeJean-PierreChoureauseocultabauna talJacqueline Delanque cuyo nombre figuraba por partida doble en los diarios deregistrosdelascomisarías.

Desde luego, continuaba preso aún demis antiguos reflejos profesionales, esosque hacían decir a mis colegas que seguía investigando incluso mientras dormía.Blémantmecomparabaconaquelmalhechorde laposguerra aquien llamaban«elhombrequefumadormido».Teníasiemprealfilodelamesilladenocheuncenicerocon un cigarrillo encendido. Dormía a trompicones y, cada vez que se despertababrevemente,alargabaelbrazohaciaelceniceroyledabaunacaladaalcigarrillo.Y,cuandoseacababa,encendíaotroconademándesonámbulo.Pero,porlamañana,yanoseacordabadenadayestabaconvencidodequehabíadormidoprofundamente.Amítambién,sentadoenestebanco,ahoraqueeradenoche,medabalaimpresióndequeestabasoñandoy,ensueños,seguíatraslapistadeJacquelineDelanque.

O,más bien, notaba su presencia en aquel bulevar cuyas luces brillaban comoseñales,sinquepudierayodescifrarlasdeltodonisinsaberdesdelopretéritodequéañosmelasenviaban.Yesaslucesmeparecíanaúnmásbrillantesporqueelterraplénestabaenpenumbra.Brillantesylejanasalavez.

Mehabíavueltoaponerelcalcetínyhabíametidodenuevoelpieenelzapatoizquierdo;ymefuideesebancoendondedebuenaganamehabríapasadotodalanoche. Y caminaba por el terraplén, como ella a los quince años, antes de que lapillaran.¿Dóndeyenquémomentosefijaronenella?

Jean-PierreChoureauacabaríaporcansarse.Atenderíasusllamadasunascuantasvecesmásyledaríaalgunosindiciosimprecisos,todosfalsos,porsupuesto.Parísesgrandeyresultafácilhacerquealguiensepierda.Cuandotuvierayalaimpresióndeque lo había despistado, dejaría de coger el teléfono. Jacqueline podía contarconmigo.Ibaadarletiempoparaquesepusieradefinitivamentefueradesualcance.

Ahoramismo, ella también caminaba por algún lugar de esta ciudad.O estabasentadaaunamesa,enLeCondé.Peronoteníanadaquetemer.Yonovolveríaaira

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esepuntodecita.

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Cuando tenía quince años, aparentaba diecinueve. E incluso veinte. No mellamaba Louki, sino Jacqueline. Era todavía más pequeña la primera vez queaprovechéquemimadrenoestabaparairmealacalle.Ellaseibaatrabajaraesodelasnuevedelanocheynovolvíaantesdelasdosdelamañana.Esaprimeravezmepreparéunamentiraporsielporteromepillabaenlasescaleras.LeibaadecirqueteníaqueiracomprarunamedicinaalafarmaciadelaplazaBlanche.

NohabíavueltoporelbarriohastalanocheenqueRolandmellevóentaxiacasadeaquelamigodeGuydeVere.Habíamosquedadoallícontodoslosquesolíaniralasreuniones.Rolandyyoacabábamosdeconocernosynomeatrevíadecirlenadacuando mandó parar al taxi en la plaza Blanche. Quería que anduviéramos. A lomejornolellamólaatencióncómoleapretéelbrazo.Meentrabavértigo.Medabalaimpresióndequesicruzabalaplazameibaacaerredonda.Teníamiedo.Él,quemehabla con frecuencia del Eterno Retorno, lo habría entendido. Sí, todo volvía aempezar paramí, como si la cita con aquella gente no fuera sino un pretexto y lehubierandadoaRolandelencargodedevolvermealredilpoquitoapoco.

FueunalivionopasarpordelantedelMoulin-Rouge.Yesoquemimadrellevabamuertacuatroañosyyanoteníayonadaquetemer.Cadavezquemeescapabadecasa,denoche,cuandoellanoestaba,ibaporlaotraaceradelbulevar,ladeldistritoIX. En esa acera no había luces. El bloque oscuro del liceo Jules-Ferry y, luego,fachadasdeedificiosconlasventanasapagadas,yunrestaurante,peroeraunlocalqueparecíasiempreenpenumbra.Y,en todas lasocasiones,nopodíaevitar lanzarunamirada, alotro ladodel terraplén,haciaelMoulin-Rouge.Cuando llegabaa laalturadelCafédesPalmiersysalíaa laplazaBlanche,nomesentíamuytranquilaquedigamos.Otravezhabíaluces.Unanoche,alpasardelantedelafarmacia,viporel escaparate amimadre, con otros clientes.Medije que habría salido del trabajoantesdeloquesolíayquevolvíaacasa.Siechabaacorrer,llegaríaantesqueella.MeapostéenlaesquinadelacalledeBruxellesparasaberporquécaminoibaair.PerocruzólaplazaysevolvióalMoulin-Rouge.

Muchasvecesteníamiedoy,paratranquilizarme,mehabríagustadoiraveramimadre,perolahabríaestorbadoeneltrabajo.Ahoraestoyseguradequenomehabríareñido,porquelanochequefueabuscarmealacomisaríadeLesGrandes-Carrièresnome hizo ningún reproche, nome amenazó con nada nime vino con principiosmorales. Íbamos andando en silencio. Enmedio del puente de Caulaincourt, la oídecir,convozdesapasionada:«pobrecitamía»,peromepreguntésilodecíapormíoporella.Esperóaquemedesnudaseymeacostaseparaentrarenmicuarto.Sesentóa lospiesde la camay sequedócallada.Yo también.Acabópor sonreír.Medijo:«Noesqueseamosmuycharlatanas…»,ymemirabaalosojos.Eralaprimeravezque se quedaba tanto ratomirándome fijamente y la primera vez que notaba yo loclarosqueteníalosojos,grises,odeunazuldescolorido.Grisazulado.Seagachóy

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mebesóenlamejilla;o,másbien,notésuslabiosdeformafurtiva.Yseguíaclavadaenmíaquellamiradaclarayausente.Apagó la luzy,antesdecerrar lapuerta,medijo:«Intentanovolverahacerlo.»Creoquees laúnicavezquehubouncontactoentrenosotras,tanbreve,tantorpey,sinembargo,tanintensoquemearrepientodenohaber tenido,durante losmesessiguientes,algúnimpulsohaciaellaquehubieravuelto a crear ese contacto. Pero ni la una ni la otra éramos amigas dedemostraciones. Es posible que se comportase así conmigo, con aparenteindiferencia,porquenosehacíaningunailusiónenloqueamíserefería.Debíadedecirsequenohabíagrancosaqueesperarpuestoquemeparecíaaella.

Pero,sobrelamarcha,nomeparéapensarnadadeeso.Vivíaenelpresente,sinhacerme preguntas. Todo cambió la noche en que Rolandme hizo volver a aquelbarrioqueyoevitaba.Nohabíapuestolospiesenéldesdelamuertedemimadre.Eltaxi semetió por la calle deLaChaussée-d’Antinyvi, al fondodel todo, el bultonegrodelaiglesiadeLaTrinité,comounáguilagigantescaquemontaraguardia.Mesentía mal. Nos estábamos acercando a la frontera. Me dije que quedaba ciertaesperanza.Alomejortorcíamosaladerecha.Perono.Íbamosrecto,dejamosatráslaglorietadeLaTrinité, subimos lacuesta.Enun semáforo rojo, antesde llegara laplaza de Clichy, estuve a punto de abrir la puerta y salir huyendo. Pero no podíahacerleesoaRoland.

Luego,cuandoíbamosapieporlacalledeLesAbbesses,haciaeledificioenquehabíamos quedado, recuperé la calma. Menos mal que Roland no se había dadocuentadenada.Lamentéentoncesquenofuéramosapasearmásratoporelbarriolosdos.Mehabríagustadoenseñárselo,ytambiénelsitioenquevivíahacíaapenasseisaños,yparecíatanlejano,enotravida…Yamuertamimadre,sólomequedabaunvínculoquemerelacionaseconesaetapa,untalGuyLavigne,elamigodemimadre.Mehabíadadocuentadequeeraélquienpagabaelalquilerdelpiso.Aúnvoyaverlodevezencuando.Trabaja enun tallerde automóvilesdeAuteuil.Perocasinuncahablamosdelpasado.Estanpococharlatáncomomimadre.Cuandomellevaronalacomisaría, me hicieron preguntas a las que no me quedaba más remedio quecontestar,pero,alprincipio,lohacíaconunareticenciatalquemedijeron:«Peroquépococharlatanaeres…»,comoselohabríandichoamimadreyaGuyLavignesi,poralgúnmotivo,hubierancaídoensusmanos.Noestabaacostumbradaaquemehicieran preguntas. E incluso me extrañaba que se interesasen por mi caso. Lasegunda vez, en la comisaría de Les Grandes-Carrières me topé con un poli mássimpáticoqueeldelaotravezyempecéacogerlegustoasumaneradepreguntar.Así que era algo permitido eso de confiarse, de hablar de uno mismo; y alguien,enfrentedeti,seinteresabaporloquehacíasydecías.Estabatanpocoacostumbradaa una situación así que no encontraba las palabras para contestar. Salvo en laspreguntas concretas. Por ejemplo: ¿A qué colegio ha ido? A las hermanas de San

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Vicente de Paul de la calle de Caulaincourt y a la escuela pública de la calle deAntoinette.MedabavergüenzadecirlequenomehabíanadmitidoenelliceoJules-Ferry, pero respiré hondo y se lo confesé. Se inclinó haciamí yme dijo con vozsuave,comosiquisieraconsolarme:«PueselliceoJules-Ferryselopierde…»Ymequedétansorprendidaque,alprincipio,meentraronganasdereírme.Élmesonreíaymemirabaalosojos,unamiradatanclaracomolademimadre,peromástierna,másinteresada.Tambiénmepreguntópormisituaciónfamiliar.Meencontrabaagustoyconseguídarleunascuantasinformaciones,nadadelotromundo:mimadreprocedíade un pueblo de Sologne, donde un tal señor Foucret, director delMoulin-Rouge,teníaunafinca.Yporesoconsiguió,muyjoven,cuandosevinoaParís,unempleoen ese local. Yo no sabía quién era mi padre. Nací allí, en Sologne, pero nuncahabíamos vuelto. Por eso mi madre me repetía muchas veces: «Ya no tenemosarmazón…».Elpolicíameescuchabaydevezencuandotomabaunasnotas.Yyosentíaunasensaciónnueva:amedidaqueledabatodosesosdetallestannimios,meibaliberandodeunpeso.Eracomosiyanofueraconmigo,hablabadeotrapersonayme aliviaba ver que anotaba algunas cosas. Si todo quedaba escrito, negro sobreblanco,esoqueríadecirqueyasehabíaacabadotodo,comopasaconlassepulturasen donde hay nombres y fechas grabados.Y hablaba cada vezmás deprisa, semeatropellabanlaspalabras,Moulin-Rouge,mimadre,GuyLavigne,liceoJules-Ferry,Sologne…Nuncahabíapodidohablarconnadie.Quéliberaciónmientrasmesalíantodas esaspalabrasde la boca…Concluíaunaparte demivida, unaparte quemehabíavenidoimpuesta.Enadelante,midestinolodecidiríayo.Todoibaaempezarhoy y, para tomar impulso bien tomado, habría preferido que tachase todo lo queacababa de escribir. Estaba dispuesta a darle otros detalles y otros nombres y ahablarledeunafamiliaimaginaria,lafamiliademissueños.

Aesodelasdosdelamañana,vinomimadreabuscarme.Elpolicíaledijoquenopasabanadagrave.Meseguíamirandoconojosatentos.Vaganciademenor,esoesloqueponíaensuregistro.Fuera,estabaesperandoeltaxi.Cuandomepreguntóporelcolegio,semehabíaolvidadodecirleque,duranteunosmeses,habíaidoaunaescuelaquemepillabaunpocomás lejos,en lamismaaceraque lacomisaría.Mequedabaacomerymimadreveníaabuscarmeamediatarde.Avecesseretrasabayyolaesperabasentadaenunbancodelterraplén.Allíesdondemehabíafijadoquecada lado de la calle tenía un nombre diferente. Y aquella noche también habíavenidoabuscarme,muycercadelaescuela,peroalacomisaría.Quécalletanrara,queteníadosnombresyparecíaquererdesempeñarunpapelenmivida…

Mimadreleechabadevezencuandounaojeadaintranquilaaltaxímetro.LedijoaltaxistaquenosdejaraenlaesquinadelacalledeCaulaincourty,cuandosacódelacarteralasmonedas,caíenlacuentadequeteníaeldinerojustoparapagarlacarrera.Hicimosapieel caminoquequedaba.Yoandabamásdeprisaqueellay ladejaba

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atrás.Luegomeparabaparaquemealcanzase.Enelpuentedesdeelquesedominaelcementerioysepuedeverdesdearribanuestracasanosparamosunbuenratoymediolaimpresióndequeestabarecobrandoelaliento.«Andasdemasiadodeprisa»,medijo.Ahorasemeocurreunacosa.Alomejorestabaintentandollevarlaalgomásalláde aquella vida suya, tan limitada. Si no se hubiera muerto, creo que habríaconseguidoqueconocieraotroshorizontes.

Durante los tres o cuatro años siguientes, recorría muchas veces los mismositinerarios, las mismas calles, pero, sin embargo, cada vez me alejaba más. Alprincipio, ni siquiera llegaba a la plaza Blanche. Apenas le daba la vuelta a lamanzana… Primero fue aquel cine pequeñito que hacía esquina con el bulevar, apocosmetrosdemicasa,endondeempezabalasesiónalasdiezdelanoche.Lasalaestabavacía,menos lossábados.Laspelículas transcurríanenpaíses lejanos,comoMéxicoyArizona.Nomefijabaenabsolutoenelargumento,sólomeinteresabanlospaisajes.Alsalir,semearmabaunlíocuriosoenlacabezaentreArizonayelbulevardeClichy.Los colores de los rótulos fluorescentes y de los anuncios deneón eranigualesquelosdelapelícula:naranja,verde,esmeralda,azulnoche,amarilloarena,colores demasiado violentos que me daban la sensación de seguir dentro de lapelículaodentrodeunsueño.Unsueñoounapesadilla,dependía.Alprincipio,unapesadilla,porqueteníamiedoynomeatrevíaairmuchomásallá.Ynoerapormimadre.Simehubierapilladosolaenelbulevar,a lasdocede lanoche,apenasmehabríadichounapalabradereproche.Mehabríamandadovolveracasaconesavoztranquilaquetenía,comosinolasorprendieravermeenlacalletanadeshora.Creoque si andabapor la otra acera, la que estaba aoscuras, eraporquenotabaquemimadreyanopodíahacernadapormí.

Laprimeravezquemetrincaron,fueeneldistritoIX,alprincipiodelacalledeDouai,enesapanaderíaquenocierradenoche.Erayalaunadelamañana.Estabadepiedelantedeunadelasmesasaltasymeestabacomiendouncroissant.Apartirde esa hora, siempre te encuentras gente rara en esa panadería; y muchas vecesvienendelcafédeenfrente,LeSans-Souci.Entrarondospolisdepaisanoparaunacomprobacióndeidentidad.Yoibaindocumentadayquisieronsaberquéedadtenía.Preferídecirles laverdad.Mehicieronsubiralfurgón,conuntipoaltoyrubioquellevabaunachaquetadepielvuelta.Parecíaconoceralospolis.Alomejortambiénélera poli. En unmomento dado,me ofreció un cigarrillo, pero uno de los polis depaisanonoledejó:«Esdemasiadojoven…,esmaloparalasalud…»Meparecequelotuteaban.

Eneldespachodelcomisario,mepreguntaronelapellido,elnombre,lafechadenacimientoylasseñas,yloanotarontodoenunregistro.LesexpliquéquemimadretrabajabaenelMoulin-Rouge.«Puesentoncesvamosa llamarlapor teléfono»,dijouno de los polis de paisano. El que escribía en el registro le dijo el número de

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teléfonodelMoulin-Rouge.Lomarcómirándomealosojos.Yomesentíaviolenta.Dijo: «¿Podría hablar conGenevièveDelanque?»Me seguía clavando unamiradaduraybajélavista.Y,luego,oí:«No…,nolamoleste…»Colgó.Ahoramesonreía.Habíaqueridometermemiedo.«Valeporestavez—medijo—,perolapróximanome quedarámás remedio que avisar a sumadre.» Se puso de pie y salimos de lacomisaría.El rubiode la chaqueta depiel vuelta estaba esperando en la acera.Mehicieronsubirauncoche,atrás.«Tellevoacasa»,medijoelpolidepaisano.Ahorame tuteaba. El rubio de la chaqueta de piel vuelta se bajó del coche en la plazaBlanche,delantedelafarmacia.Erararoesodeversesolaenelasientodeatrásdeuncocheyconuntipoalvolante.Separódelantedeledificio.«Váyaseadormir.Yqueno se repita.» Ahora me volvía a tratar de usted. Creo que tartamudeé «muchasgracias». Fui hacia la puerta cochera y, en elmomento de abrirla,me di la vuelta.Había parado el motor y no me quitaba la vista de encima, como si quisieraasegurarse de que entraba efectivamente en el edificio.Miré por la ventana demicuarto. El coche seguía allí parado. Esperé, pegando la frente al cristal, con lacuriosidaddesaberhastacuándoibaaquedarse.Oíelruidodelmotorantesdequediese lavuelta a la esquinaydesapareciera.Notéesa sensacióndeangustiaque seapoderabademí,muchasveces,denoche,yqueeraaúnmásfuertequeelmiedo,esasensacióndequeenadelantesóloibaapodercontarconmigomisma,sinrecurriranadie.Niamimadrenianadie.Mehabríagustadoqueelpolicíasequedaratodalanochedeplantóndelantedeledificio, toda lanochey losdías siguientes, comouncentinela,omásbiencomounángeldelaguardaquevelasepormí.

Pero había otras noches en que la angustia se esfumaba y esperaba conimpacienciaquesemarchasemimadreparasalir.Bajabalasescalerasconelcorazónpalpitante,comosifueraaunacita.Yanonecesitabadecirleunamentiraalportero,ni buscar pretextos o pedir permiso. ¿A quién? ¿Y por qué? Ni siquiera tenía laseguridaddequefueraavolveracasa.Yaenlacalle,noibaporlaaceraqueestabaaoscuras,sinoporladelMoulin-Rouge.LaslucesmeparecíanaúnmáscrudasquelasdelaspelículasdelcineMexico.Meentrabaunaborracheraymesentíatanliviana…HabíanotadoalgoparecidolanocheenquetoméunacopadechampánenLeSans-Souci.Teníalavidapordelante.¿Cómohabíapodidoandarencogidaypegadaalasparedes? ¿Y de qué tenía miedo? Iba a conocer a gente. Bastaba con entrar encualquiercafé.

Conocíaunachicaunpocomayorqueyoquese llamabaJeannetteGaul.Unanoche en que me dolía la cabeza entré en la farmacia de la plaza Blanche paracomprarVéganineyunfrascodeéter.Cuandoibaapagar,medicuentadequenollevabadinero.Aquellachicarubiadepelocortoycongabardinaconlaquesemehabíacruzadolamirada—ojosverdes—seacercóalacajaypagópormí.Mesentíaapurada, no sabía cómo darle las gracias. Le propuse que viniera a casa para

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devolverleeldinero.Teníasiemprealgodedineroenlamesilladenoche.Medijo:«No…,no…,lapróximavez.»Ellatambiénvivíaenelbarrio,peromásabajo.Memirabaymesonreíaconlosojosverdes.Mepropusoquetomasealgoconellacercade su casa y acabamos en un café, más bien en un bar, de la calle de LaRochefoucauld.ElambientenoteníanadaqueverconeldeLeCondé.Lasparedesestaban forradasdemadera clara, y también labarray lasmesas.Yhabía algo asícomounavidriera,quedabaalacalle.Lostabureteserandeterciopelorojooscuro.Yla luz, tamizada.Detrásde labarrahabíaunamujer rubiadeunoscuarenta añosaquienlatalJeannetteGaulconocíabien,porquelallamabaSuzanneylatuteaba.NossirviódosPim’schampagne.

—¡Asusalud!—medijoJeannetteGaul.Seguía sonriendo yme daba la impresión de que con aquellos ojos verdesme

escudriñabaparaadivinarquécosasmepasabanporlacabeza.Mepreguntó:—¿Viveporaquí?—Sí,algomásarriba.Habíaenelbarriomúltipleszonasyyomesabíatodassusfronteras,inclusolas

invisibles.Comoestabaintimidadaynosabíamuybienquédecirle,añadí:«Sí,vivomásarriba.Aquíestamossóloenlasprimerascuestas.»Fruncióelentrecejo:«¿Lasprimerascuestas?»Laintrigabanesasdospalabras,peronohabíadejadodesonreír.¿SeríanlosefectosdelPim’schampagne?Semehabíapasadolatimidez.Leexpliquéqué quería decir «las primeras cuestas», esa expresión que había aprendido, comotodoslosdemásniñosdelasescuelasdelbarrio.ApartirdelaglorietadeLaTrinitéempiezan «las primeras cuestas». Y ya no se para de subir, hasta el Château desBrouillardsyelcementerioSaint-Vincent,antesdevolverabajarhacia lasafueras,haciaClignancourt,alnortedeltodo.

—Síquesabescosas—medijo.Ylasonrisaselevolvióirónica.Deprontohabíaempezadoatutearme,perome

parecíanormal.LepidióalatalSuzanneotrasdoscopas.Yonoestabaacostumbradaabeberyunacopaerayademasiadoparamí.Peronomeatrevíarechazarla.Paraacabar antes me tomé el champán de un solo trago. Me seguía observando ensilencio.

—¿Estudias?No sabía si contestar o no. Siempre había soñado con ser estudiante, por la

palabra,quemeparecíaelegante.Peroaquelsueñoseconvirtióenalgoinaccesibleeldíaenquenomeadmitieronenel liceoJules-Ferry.¿Fuepor la seguridadquemedabaelchampán?Meinclinéhaciaellay,quizáparaconvencerlamejor,acerquélacaraalasuya:

—Sí,soyestudiante.Enestaprimeraocasión,nomefijéenlosclientesquenosrodeaban.Nadaque

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ver con Le Condé. Si no fuera porque me da miedo encontrarme con ciertosfantasmas,me gustaría volver una noche al sitio ese para entender bien de dóndevengo.Perohayqueserprudente.Ademásestálaposibilidaddeencontrarseconlapuerta cerrada a cal y canto. Cambio de dueño. Todo aquello no tenía muchoporvenir.

—¿Estudiantedequé?Mehabíapilladodesprevenida.Elcandordesumiradamediobríos.Estabaclaro

quenipodíapensarqueleestabamintiendo.—Delenguasorientales.Parecía impresionada. Nunca me pidió, más adelante, detalles acerca de mis

estudiosdelenguasorientales,nideloshorariosdelasclases,nidedóndeestabalaescuela.Habríadebidocaerenlacuentadequenoibaaningunaescuela.Perocreoqueerapara ella—y tambiénparamí—algoasí comoun títulonobiliarioqueyollevaba y que se hereda sin tener necesidad de hacer nada para ello. A quienesfrecuentaban el bar de la calle de La Rochefoucauld me presentaba como «laEstudiante»yesposiblequeaúnlorecuerdenallí.

Aquella noche me acompañó hasta mi casa. Yo también quise saber a qué sededicabaella.Medijoquehabíasidobailarina,peroquetuvoquedejaraqueloficioporculpadeunaccidente.¿Bailarinadeballet?No,noexactamente,perosísehabíaformado como bailarina de ballet. Ahora me hago una pregunta que, por aquelentonces, ni seme habría ocurrido: ¿habría sido tan bailarina comoyo estudiante?ÍbamosporlacalledeFontaine,endirecciónalaplazaBlanche.Meexplicóque«demomento»estaba«asociada»conlatalSuzanne,unaantiguaamigasuyayalgoasí,hastaciertopunto,comosu«hermanamayor».Llevabanentrelasdosellocaldondehabíamosestadoaquellanoche,quetambiénerarestaurante.

Mepreguntósivivíasola.Sí,solaconmimadre.Quisosaberlaprofesióndemimadre. No pronuncié las palabras «Moulin-Rouge». Le respondí, con tono seco:«Contable.»Bienpensado,mimadrepodríahabersidocontable.Teníalaformalidadyladiscreciónadecuadas.

Nosdespedimosdelantedelapuertacochera.Nuncavolvíadebuenaganaporlanocheaaquellacasa.Sabíaqueundíauotromeiríaparasiempre.Contabamuchoconlagentealaqueibaaconoceryquepondríafinamisoledad.Aquellachicaeralaprimerapersonaalaquehabíaconocidoyalomejormeayudabaalevaranclas.

—¿Nosvemosmañana?Pareció sorprenderla lapregunta.Se lahabíahechocondemasiadabrusquedad,

sinconseguirdisimularlapreocupación.—Puesclaro.Cuandoquieras…Melanzóunadeaquellasonrisastiernaseirónicas,lamismaquehacíaunrato,

cuandoleestabaexplicandoquéqueríadeciresode«lasprimerascuestas».

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Tengofallosdememoria.O,másbien,algunosdetallessemevienenalacabezadesordenados.Hacecincoañosquenoqueríapensarennadadetodoquevolvieseaencontrarmeconalgunosrótulosfluorescentes:AuxNoctambules,AuxPierrots…YanosécómosellamabaelsitiodelacalledeLaRochefoucauld.¿LeRougeCloître?¿ChezDante?¿LeCanter?Sí.LeCanter.NingúnparroquianodeLeCondéhabríaidoaLeCanter.Enlavidahayfronterasimposiblesdecruzar.Y,sinembargo,mequedémuysorprendidaalreconocer,lasprimerasvecesquefuiaLeCondé,aunclienteaquienhabíavistoenLeCanter,unindividuoquesellamaMauriceRaphaëlyalqueapodanelJaguar…Claroquenopodíaadivinarqueelhombreaqueleraescritor…Nosediferenciabaennadadelosquejugabanalascartasyaotrosjuegosenlasalitadelfondo,detrásdelaverjadehierroforjado.Loreconocí.Ymedicuentadequeaélnolesonabamicaradenada.Mejor.Quéalivio…

NuncaentendíquéhacíaJeannetteGaulenLeCanter.Muchasvecestomabanotade lo que pedían los clientes y se lo traía. Se sentaba con ellos.A lamayoría losconocía.Mepresentóauno,altoymoreno,concaradeoriental,muybienvestidoyque parecía que tenía estudios, un tal Accad, el hijo de unmédico del barrio. Ibasiempre con dos amigos,Godinger yMarioBay.A veces jugaban a las cartas y aotrosjuegosconhombresdemásedadenlasalitadelfondo.Ylacosadurabahastalascincodelamañana.Unodelosjugadoresera,porlovisto,eldueñodeLeCanter.Unhombrequerondabaloscincuentaaños,conelpelogrisycorto,muybienvestidotambién, conaspectomuyserio,delquemehabíadicho Jeannetteque«había sidoabogado». Me acuerdo de cómo se llamaba: Mocellini. De vez en cuando, selevantabaeibaareunirseconSuzannedetrásdelabarra.Algunasnocheslasustituíayservíapersonalmentelasconsumicionescomosiestuvieraensucasa,ensupiso,ytodos los clientes fueran amigos suyos. Llamaba a Jeannette «niña» o «Calavera»,aunqueyonoentendíaporqué;ylasprimerasvecesquefuiaLeCantermemirabaconciertadesconfianza.Unanoche,mepreguntóquéedadtenía.Meechémásedad,ledijeque«veintiuno».Memirabafijamente, frunciendoelentrecejo,nomecreía.«¿Está segura de que tiene veintiún años?» Yo estaba cada vez más apurada ydispuestaadecirlelaedadqueteníadeverdad,pero,derepente,susojosperdierontoda la severidad.Mesonrióy seencogiódehombros.«Bueno,digamosque tieneveintiúnaños.»

Jeannette tenía unamarcadapreferencia porMarioBay.Llevabagafas oscuras,peronoeraporhacerseelinteresante.Laluzdeldíalehacíadañoalavista.Manosdelicadas.Alprincipio,Jeannettelohabíatomadoporunpianistadeesosque,segúnmedijo,danconciertosenGaveauoenPleyel.Teníaalrededordetreintaaños,comoAccadyGodinger.Pero, sinoerapianista, ¿aqué sededicaba?ÉlyAccad teníanmucha intimidad con Mocellini. Según Jeannette habían trabajado con Mocellinicuanto todavía era abogado.Y ahora seguían trabajando para él. ¿En qué? Tienen

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sociedades,medecía.Pero¿quésignificabaesode«sociedades»?EnElCanter,nosinvitaban a su mesa y Jeannette aseguraba que Accad estaba loco por mí. Me dicuenta, desde el principio, de que Jeannette quería que saliera con él, quizá parareforzarlosvínculosdeellaconMarioBay.PeroamímedabamásbienlaimpresióndequeaquienlegustabayoeraaGodinger.Eramoreno,comoAccad,peromásalto.Jeannetteloconocíamenosquealosotrosdos.Porlovisto,teníamuchodineroyuncochequeaparcabasiempredelantedeLeCanter.VivíadehoteleibamuchasvecesaBélgica.

Agujerosnegrosenlamemoria.Y,además,detallesquesemevienenalacabeza,detallestanconcretoscomoanodinos.GodingervivíadehoteleibamuchoaBélgica.La otra noche estuve repitiendo esa frase idiota como si fuera el estribillo de unacanción de cuna que canturreas en la oscuridad para tranquilizarte. ¿Y por quéllamaba Mocellini a Jeannette Calavera? Detalles que ocultan otros, mucho máspenosos.Meacuerdodelatarde,pocosañosdespués,enqueJeannettevinoavermea Neuilly. Hacía alrededor de quince días que me había casado con Jean-PierreChoureau. Nunca he podido llamarle más que Jean-Pierre Choureau, seguramenteporqueeramayorqueyoyporqueélmetratabadeusted.Jeannettellamótresveces,como le había dicho yo. Por unmomento estuve tentada de no abrir, pero era unabobada, porque sabía mi teléfono y mis señas. Entró, colándose por la puertaentornada,yfuecomosisemetiesedematuteenelpisopararobar.Enelsalón,echóunaojeadaalasparedesblancas,alamesabaja,almontónderevistas,alalámparadepantallaroja,alretratodelamadredeJean-PierreChoureauencimadelsofá.Nodecíanada.Movíalacabeza.Queríaverlacasa.PareciósorprenderlaqueJean-PierreChoureauyyotuviésemoshabitacionesseparadas.Enmicuarto,nosechamoslasdosencimadelacama.

—¿Asíqueesunchicodebuenafamilia?—medijoJeannette.Yseechóareír.Nohabíavueltoaverladesdeelhotelde lacalledeArmaillé.Aquella risame

hacíasentirmeincómoda.TeníamiedodequemehicieraretrocederhastalaépocadeLeCanter.Yesoque,cuandohabíaidoavermeelañoanterioralacalledeArmaillé,mehabíadichoquehabíarotoconlosotros.

—Unauténticocuartodejovencita…Encima de la cómoda, la foto de Jean-Pierre Choureau en un marco de cuero

granate.Selevantóyseinclinóhaciaelmarco.—Esmásbienguapo…Pero¿porquédormísenhabitacionesseparadas?Volvióaecharseamiladoencimadelacama.Entoncesledijequepreferíaverla

enotraparte.TemíaquenosesintieraagustoenpresenciadeJean-PierreChoureau.Y,además,nopodríamoshablarlibremente.

—¿Tienesmiedodequevengaaverteconlosotros?

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Serio,peroconrisamenossinceraqueantes.Eracierto;inclusoenNeuillyteníamiedo de toparme con Accad. Estaba asombrada de que no hubiera dado con mirastrocuandovivíaenelhoteldelacalledeL’Étoiley,luego,enlacalledeArmaillé.

—Tranquila…HaceyamuchoquenoestánenParís…SehanidoaMarruecos…Meacariciabalafrentecomosiquisieracalmarme.—SupongoquenolehashabladoatumaridodelasjuergasdeCabassud…No puso ironía alguna en lo que acababa de decir. Al contrario, me llamó la

atenciónaquellavoztriste.Eraunamigosuyo,MarioBay,elindividuodelasgafasoscuras y las manos de pianista, el que usaba esa palabra, «juergas», cuando nosllevabanAccadyélapasarlanocheaCabassud,unahosteríacercadeParís.

—Quétranquiloesesto…NocomoCabassud…¿Teacuerdas?Detallesantelosquequeríacerrarlosojos,comopasaconunaluzcegadora.Y,

sin embargo, cuando salimos de casa de los amigos de Guy de Vere y volvía deMontmartre con Roland, tenía los ojos bien abiertos. Todo era más nítido, máscortante,me deslumbraba una luzmás cruda y acababa por acostumbrarme a ella.Unanoche,enLeCanter,estabaconJeannettesentadaaunamesa,cercadelapuerta,enesamismaluz.YanoquedabanadiemásqueMocelliniylosqueestabanjugandoa las cartas en la sala del fondo, detrás de la verja.Mi madre debía de llevar yamucho rato en casa.Me preguntaba si le preocuparíami ausencia.Casi echaba demenos aquella noche en que vino a buscarme a la comisaría de Les Grandes-Carrières.Teníaelpresentimientodeque,apartirdeahora,nuncamáspodríavenirabuscarme. Me había ido demasiado lejos. Se apoderaba de mí una angustia queintentabaconteneryquemeimpedíarespirar.Jeannettearrimósucaraalamía.

—Estásmuypálida…¿Teencuentrasbien?Quería sonreírle para tranquilizarla, pero me daba la impresión de que lo que

hacíaeraunamueca.—No…Noesnada…Desdequemeibadecasaporlasnoches,medabanataquesbrevesdepánico,o

másbien«bajonesdetensión»comohabíadichoelfarmacéuticodelaplazaBlancheunanocheenqueintentéexplicarlequénotaba.Pero,cadavezquedecíaunapalabra,me parecía equivocada o anodina.Más valía callarse. De repente,me entraba unasensacióndevacíoporlacalle.Laprimeravezfuedelantedelbar-estancoquehabíaal lado del Cyrano. Pasabamucha gente, pero eso nome tranquilizaba.Me caeríaredondayesagenteseguiríasucaminosinhacermecaso.Bajóndetensión.Cortedecorriente.Teníaqueforzarmeparavolveraanudarloshilos.Aquellanoche,entréenelestancoypedísellos,postales,unbolígrafoyunpaquetedecigarrillos.Mesentéen labarra.Cogíunapostalyempecéaescribir.«Unpocomásdepaciencia.Creoquesemevaapasar.»Encendíelcigarrilloypeguéunselloalapostal.Pero¿aquiénselamandaba?Mehabríagustadoescribirunascuantaspalabrasentodaslastarjetas,

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palabras tranquilizadoras: «Hace bueno; las vacaciones, estupendas; espero quetambién a vosotros os vaya bien.Hasta pronto. Besos.» Esmuy temprano y estoysentadaenuncafé,alaorilladelmar.Ylesescribopostalesaunosamigos.

—¿Cómoteencuentras?¿Estásmejor?—medijoJeannette.Habíaarrimadoaúnmáslacara.—¿Quieresquesalgamosaquetedéelaire?Nuncamehabíaparecidolacalletandesiertaysilenciosa.Lailuminabanfaroles

deotrostiempos.Ypensarquebastabaconsubirlacuestaparaencontrarse,apocoscientosdemetros,conelgentíodelossábadosporlanoche,losrótulosfluorescentesque anunciaban «Los mejores desnudos del mundo» y los autocares de turistasdelantedelMoulin-Rouge…Medabamiedotodoaquelbarullo.LedijeaJeannette:

—Podríamosquedarnosamitaddelacuesta…Anduvimoshastaelsitioenqueempezabanlasluces,elcrucequeestáalfinalde

lacalledeNotre-Dame-de-Lorette.Perodimosmediavueltayrecorrimoslacalleencuestaendireccióncontraria. Ibanotandociertoalivioamedidaqueandabacuestaabajo, por la acera en que no había luces. Bastaba con dejarse ir. Jeannette meapretabaelbrazo.Llegamoscasialfinaldelacuesta,alcrucedeLaTour-des-Dames.Medijo:

—¿Noquieresquetomemosunpocodenieve?Noentendí quéquería decir exactamente, perome llamó la atención la palabra

«nieve».Medabalaimpresióndequeibaaempezaranevardeunmomentoaotroyque el silencio que nos rodeaba sería aúnmás profundo.Nadamás se oiría cómocrujían nuestros pasos en la nieve.En alguna parte sonaban las campanadas de unrelojy,noséporqué,penséquetocabanamisadelgallo.Jeannettemeguiaba.Yodejabaquemellevase.ÍbamosporlacalledeAumaleynoseveíaluzenningunadelascasas.Podíapensarsequenohabíasinounaúnicafachadanegraacadaladodelacalleydeprincipioafin.

—Venamihabitación…,vamosatomaralgodenieve…Encuanto llegásemos, lepreguntaríaquéqueríadecir esode tomarunpocode

nieve.Hacíamásfríoporculpadeaquellasfachadasnegras.¿Acasoestabasoñandoyporesooíacontantaclaridadelruidodenuestrospasos?

Apartirdeentonces,hicemuchasvecesesemismocamino,solaoconJeannette.Ibaareunirmeconellaensuhabitaciónduranteeldía,opasabaallílanochecuandonosentreteníamosdemasiadoenLeCanter.EraunhoteldelacalledeLaferrière,unacalle, por la zona de las primeras cuestas, que hace ángulo y en donde te sientesapartadadetodo.Unascensorconpuertaenrejada.Subíadespacio.Vivíaenelúltimopiso,omásarriba.Alomejorelascensornoseparabanunca.Mecuchicheóaloído:

—Yaverás…,yaverásquébien…,vamosatomarunpocodenieve…Letemblabanlasmanos.Enlapenumbradelcorredor,estabatannerviosaqueno

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lograbameterlallaveenlacerradura.—Venga…,pruebatú,queyonopuedo.Tenía la voz cada vez más entrecortada. Se le cayó la llave. Me agaché para

recogerla,a tientas.Conseguíqueentraseen lacerradura.La luzestabaencendida,unaluzamarillaquecaíadeunplafón.Laenelfilodelacamayhurgóenelcajóndelamesilladenoche.Sacóunacajitametálica.Medijoqueaspiraseelpolvilloblancoquellamaba«nieve».Alcabodeunmomentomeentróunasensacióndefrescurayde liviandad. Estaba segura de que la angustia y el sentimiento de vacío que meentrabanporlacallenoibanavolvernunca.DesdequeelfarmacéuticodelaplazaBlanchemehabíamencionadolosbajonesdetensión,creíaqueteníaquenegarmeaceder,quelucharcontramímisma,queintentarcontrolarme.Nopodemoslibrarnosdeesaformadepensar,noseducaronsinmiramientos.Caminaorevienta.Simecaía,los demás seguirían andando por el bulevar de Clichy. No tenía que hacermeilusiones.Pero,apartirdeahora, lascosasibanacambiar.Además, lascallesylasfronterasdelbarriomeparecíandeprontodemasiadoestrechas.

Unalibrería-papeleríadelbulevardeClichyabríahastalaunadelamadrugada.Mattei.Unnombreenelescaparateynadamás.¿Elnombredeldueño?Nuncameatreví a preguntárselo a aquel hombre moreno que llevaba bigote y una chaquetapríncipedeGalesyestabasiempreleyendo,sentadodetrásdesuescritorio.Cadavezque losclientescomprabanpostalesounblocdepapeldecartas le interrumpían lalectura. A las horas en que iba yo no había casi clientes, salvo, a veces, algunaspersonasquesalíandeMinuitChansons,queera lapuertadeal lado.Casisiempreestábamossolos, élyyo,en la librería.Enel escaparatehabía siempre losmismoslibros yme enteré enseguida de que eran novelas de ciencia ficción. El dueñomeaconsejóquelasleyera.Meacuerdodelostítulosdealgunas:Unguijarroenelcielo,Polizonte a Marte, Los corsarios del vacío. Sólo conservo una: Los cristalessoñadores.

Aladerecha,enlosestantespróximosalescaparate,estabanloslibrosdesegundamanoquetratabandeastronomía.Mefijéenunoconlaportadanaranjamediorota:Viajeporelinfinito.Ésetambiénlosigoteniendo.Aquelsábadoporlanocheenquequisecomprarloeralaúnicaclientaentodalalibreríayapenasseoíaelbarullodelbulevar.Síqueseveían,detrásdelcristal,algunosletrerosfluorescenteseinclusoeseblancoyazulde«Losmejoresdesnudosdelmundo»,peroparecíantanlejanos…Nomeatrevíaamolestar a aquelhombrequeestaba leyendo, sentadoycon la cabezainclinada. Allíme quedé, sin hacer ruido, alrededor de diezminutos antes de quevolviera la cabezahaciamí.Lealarguéel libro.Sonrió:«Ah, ése estámuybien…Muybien…Viajeporelinfinito.»Medisponíaapagarleellibro,peroalzóelbrazo:«No,no…seloregalo.Yledeseoquetengaunbuenviaje.»

Sí, aquella librería no fue sóloun refugio, sino, además, una etapademivida.

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Muchas veces me quedaba hasta la hora de cerrar. Había un asiento junto a lasestanteríaso,másbien,unaescalerilladeciertaaltura.Mesentabaenellaparahojearloslibrosylosálbumesilustrados.Mepreguntabasieldueñoeraconscientedemipresencia.Alcabodeunosdías, sindejar la lecturamedecíauna frase, siempre lamisma:«¿Qué?¿Encuentraalgoquelahagafeliz?»Másadelante,alguienmeafirmóconmuchoaplomoqueloúnicoquenosepuederecordareseltimbredelasvoces.Y,sinembargo,todavíahoyoigoconfrecuenciaaquellavozconacentoparisino—eldelascallesencuesta—diciéndome:«¿Qué?¿Encuentraalgoquelahagafeliz?»Yesafrasenohaperdidonadanidelagradoconqueladecíanidelmisterioquehabíaenella.

Porlasnoches,alsalirdelalibrería,mesorprendíaencontrarmeenelbulevardeClichy. Nome apetecíamucho bajar hasta Le Canter. Los piesme llevaban haciaarriba. Ahora me agradaba subir las cuestas o las escaleras. Contaba todos lospeldaños.Alllegaralnúmero30sabíaqueestabasalvada.Muchodespués,GuydeVeremehizoleerHorizontesperdidos,lahistoriadeunaspersonasquesubenporlasmontañasdelTíbet,haciaelmonasteriodeShangri-La,paradescubrirlossecretosdela vida y de la sabiduría. Pero nomerece la pena ir tan lejos.Me acuerdo demispaseosnocturnos.Paramí,MontmartreeraelTíbet.Mebastabaconlacuestadelacalle de Caulaincourt. Allá arriba, frente al Château des Brouillards, respiraba porprimeravezenlavida.Undía,alamanecer,meescapédeLeCanter,dondeestabacon Jeannette. Esperábamos a Accad y a Mario Bay, que querían llevarnos aCabassudjuntoconGodingeryotrachica.Measfixiaba.Meinventéunpretextoparasaliratomarelaire.Echéacorrer.Enlaplaza,todoslosrótulosfluorescentesestabaapagados, incluso elMoulin-Rouge.Dejé que se apoderase demí una embriaguezquenielalcoholni lanievehubieranpodidoproporcionarmenunca.Subí lacuestahastaelChâteaudesBrouillards.EstabacompletamentedecididaanovolveraveralabandadeLeCanter.Másadelante,hesentidolamismaembriaguezcadavezquehe roto con alguien. No era de verdad yomismamás quemientras escapaba. Notengomás recuerdos buenos que los de huida o de evasión. Pero la vida siemprevolvíaporsusfueros.CuandolleguéalaavenidadeLesBrouillards,estabaseguradequealguienhabíaquedadoconmigoporestazonayseríaunnuevopuntodepartidaparamí.Hayunacalle,algomásarriba,dondemegustaríamuchovolverenalgunaocasión.Porellaibalamañanaaquella.Allíeradondehabíaquedado.Peronosabíaen qué número. Daba igual. Estaba esperando una señal queme lo indicase. Alláarriba,lacalleacababaenplenocielo,comosicondujesealbordedeunprecipicio.Caminabaconesasensacióndeliviandadque,aveces,sentimosensueños.Yanoletenemosmiedoanada,todoslospeligrossonirrisorios.Silascosasseponenfeasdeverdad,bastacondespertarse.Somosinvencibles.Caminaba,impacienteporllegaralfinal,alládondenohabíamásqueelazuldelcieloyelvacío.¿Quépalabrapodría

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expresar mi estado de ánimo? Sólo puedo recurrir a un vocabulario muy pobre.¿Embriaguez? ¿Éxtasis? ¿Embeleso? En cualquier caso, la calle me resultabafamiliar.Meparecíaqueyalahabíarecorridoanteriormente.Notardaríaenllegaralfilodelprecipicioymearrojaríaalvacío.¡Quédichaflotarenelaireysaberporfincómoeraesasensacióndeingravidezquellevabatodalavidabuscando!Meacuerdoconunaclaridadtangrandedeaquellamañana,ydeaquellacalleydelcielo,alfinaldeltodo…

Yluegolavidasiguió,conaltosybajos.Undíaenqueestabafatal,enlatapadellibroquemehabíaprestadoGuydeVere,LouisedelaNada, sustituíconbolígrafoesenombreporelmío,JacquelinedelaNada.

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Aquellanoche,eracomosicelebrásemosunasesióndeespiritismo.EstábamoseneldespachodeGuydeVere,quienhabía apagado la lámpara.O, sencillamente, sehabía ido la luz.Oíamossuvozen laoscuridad.Nosestabarecitandoun textoquenoshabríaleídoconluzsilahubierahabido.Perono,estoysiendoinjusto.AGuydeVere lo habría escandalizadooírmehablar de«espiritismo».Él estaba a otronivel.Mehabríadicho,contonodelevereproche:«Hombre,Roland…»

Encendió lasvelasdeuncandelabroqueestabaencimade lachimeneay luegovolvió a sentarse detrás de su escritorio.En las sillas que tenía delante, estábamosaquellachicayyoyunaparejadeunoscuarentaaños, losdosmuybienpuestosyconaspectoburgués,aquienesveíayoallíporprimeravez.

Volvílacabezahacialachicaysecruzaronnuestrasmiradas.GuydeVereseguíahablando,conelbusto levemente inclinado,peroconmuchanaturalidad,casieneltonodeunaconversacióncorriente.Entodaslasreuniones,leíauntextoyluegonosrepartíafotocopias.Heconservadolafotocopiadeaquellanoche.Teníaunpuntodereferencia.Lachicamediosunúmerodeteléfonoyyoloanoté,conbolígraforojo,enlapartedeabajodelahoja.

«La concentración máxima se consigue tendido y con los ojos cerrados. Si seproduceunamínimamanifestaciónexterior,comienzanladispersiónyladifusión.Apie firme, las piernas restan parte de la fuerza. Los ojos abiertos merman laconcentración…»

Mecostabacontener lahilaridad;y lorecuerdotantomáscuantoquenuncamehabíapasado.Perolaluzdelasvelasdabaaaquellalecturaunasolemnidadexcesiva.Nuestrosojosseencontrabanconfrecuencia.Ella,aparentemente,noteníaganasdereírse.Alcontrario,parecíamuyrespetuosae,incluso,preocupadaporsinoentendíaelsentidodelaspalabras.Yacababaporinculcarmeaquellatrascendenciasuya.Casime avergonzaba demi primera reacción.Apenasme atrevía a pensar en cuánto lohabríaperturbadotodosimehubieseechadoareír.Y,ensumirada,meparecíaveralgo así como una llamada de socorro, una pregunta. ¿Soy digna de estar entrevosotros? Guy de Vere había cruzado los dedos. La voz tenía ahora un tono másgrave y lamiraba fijamente, como si sólo hablase para ella. Con lo que la dejabapetrificada.Quizá temíaque lehicieseunaconsulta repentina, algoasí como:«Megustaríasaberquéopinausteddetodoesto.»

Volviólaluz.Nosquedamosunratitomáseneldespacho,loquenoerahabitual.Lasreunionessecelebrabansiempreenelsalónyasistíanalrededordediezpersonas.Esanochesóloéramoscuatroy,seguramente,DeVerehabíapreferidorecibirnoseneldespacho,envistadequeéramostanpocos.Y,además,eraunasimplecita,sinlainvitaciónhabitual que te llegaba a casaoque tedaban en la libreríaVéga si ibasmucho por allí. De la misma forma que he conservado algunas de las fotocopias,tambiénheconservadoalgunasinvitaciones,yunadeellascayóayerenmismanos:

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MiqueridoRoland,GuydeVere

tendráelgustoderecibirlosEljueves16deeneroalos22.005,glorietadeLowendal(XVe)

2.ºedificioaladerecha3.ºizquierda

El tarjetón blanco, siempre del mismo formato, y los caracteres en filigranapodríanhaberanunciadounaveladamundana,uncóctelounaniversario.

Aquella noche salió a despedirnos hasta la puerta del piso. Guy de Vere y laparejaqueveníaporprimeraveznos llevabanpor lomenosveinteañosanosotrosdos.Comoenelascensornocabíancuatropersonas, lachicayyobajamospor lasescaleras.

Una calle particular que flanqueaban edificios idénticos con fachadas en colorbeige y ladrillo. Idénticas puertas de hierro forjado con un farol encima. Idénticashileras de ventanas. Tras pasar la verja, te encuentras en la glorieta de la calle deAlexandre-Cabanel.Tenía empeño en escribir ese nombre porque ahí fue donde secruzaron nuestros caminos. Nos quedamos quietos un rato, en el centro de esaglorieta,buscandoalgunaspalabrasquedecirnos.Fuiyoquienrompióelsilencio.

—¿Viveporelbarrio?—No,porlazonadeL’Étoile.Andababuscandounpretextoparanosepararnosaún.—Podemoshacerpartedelcaminojuntos.Fuimosandandopordebajodelviaducto, siguiendoelbulevardeGrenelle.Me

propusoellaquefuéramosapieporeltrayectodeesalíneaelevadademetroqueibahastaL’Étoile.Sisecansaba,podríahacerelrestodelcaminoenmetro.Debíadeserun domingo por la noche, o un festivo.No había tráfico y todos los cafés estabancerrados. En mis recuerdos al menos, aquella noche estábamos en una ciudaddesierta.Nuestroencuentro,cuandolopiensoahora,mepareceelencuentrodedospersonas que no tenían raíces en la vida. Creo que los dos estábamos solos en elmundo.

—¿HacemuchoqueconoceaGuydeVere?—lepregunté.—No,loconocíaprincipiosdeesteaño,porunamigo.¿Yusted?—YoporlalibreríaVéga.Ella no sabía que existiera esa librería pequeña del bulevar Saint-Germain, en

cuyo escaparate estaba escrito, en caracteres azules: Orientalismo y religionescomparadas.AhífuedondeoíhablarporprimeravezdeGuydeVere.Unanoche,ellibrerome dio uno de los tarjetones de invitación yme dijo que podía asistir a la

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reunión.«Estápensadaparapersonascomousted.»Mehubieragustadopreguntarlequéentendíapor«personascomousted».Memirabaconbastantesimpatíaynodebíadesernadapeyorativo.Teníainclusointenciónde«recomendarme»aaquelGuydeVere.

—¿EstábienlalibreríaVéga?Lachicamelopreguntócontonoirónico.Peroalomejorerasuacentoparisino

elquemedabaesaimpresión.—Tienenmontonesdelibrosinteresantes.Yalallevaré.Quise saberqué leíayqué lahabía atraídoa las reunionesdeGuydeVere.El

primer libroque le aconsejóDeVere fueHorizontesperdidos. Lo leyó conmuchaatención.LlegóbastanteantesquelosdemásalareuniónanterioryDeVerelahizopasarasudespacho.Buscabaenlasbaldasdesubiblioteca,quecubríadosparedesenteras, otro libro para prestarle. Al cabo de un momento, como si se le hubieravenido algo a la cabeza de repente, se fue hacia el escritorio y cogió un libro queestaba entre carpetas apiladas y cartas en desorden. Le dijo: «Puede leer esto.Megustaría saber qué le parece.» Debía de estar muy intimidada. De Vere hablabasiempre a los demás como si fueran tan inteligentes y tan cultos como él. ¿Hastacuándo?Antesodespués,acabaríapordarsecuentadequelosdemásnoestabanalaaltura.EllibroqueledioaquellanochesellamabaLouisedelaNada.No,yonoloconocía.EralahistoriadelavidadeLouisedelaNada,unamonja,yveníantodaslascartasqueescribió.Lachicanolasleíapororden;abríaellibroalazar.Algunaspáginaslahabíanimpresionadomucho.MásaúnqueHorizontesperdidos.Antesdeconocer a De Vere, había leído novelas de ciencia ficción, como Los cristalessoñadores. Y obras de astronomía. Qué coincidencia…Amí también me gustabamucholaastronomía.

Al llegara laestacióndeBir-Hakeim,mepregunté si ibaacogerelmetroo siquerría seguir a pie y cruzar el Sena.Por encimade nuestras cabezas, a intervalosregulares,elestruendodelostrenes.Nosmetimosenelpuente.

—Yotambién—ledije—vivoporL’Étoile.Alomejorvivimoscerca.Titubeaba.Seguramentequeríadecirmealgoquelahacíasentirseincómoda.—Enrealidad,estoycasada…Vivoencasademimarido,enNeuilly…Parecíaquemeacabasedeconfesaruncrimen.—¿Yllevamuchocasada?—No,nomucho…,desdeelmesdeabrildelañopasado…Seguimos andando.Habíamos llegado a lamitad del puente, a la altura de las

escalerasquellevanalpaseodeLesCygnes.Tomóporesasescalerasyyolaseguí.Bajabalospeldañosconpasofirme,comosifueraaunacita.Ymehablabacadavezmásdeprisa.

—Hubounmomentoenqueestababuscandotrabajo…Viunanuncio…Eraun

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trabajodesecretariainterina…Alllegarabajo,fuimosporelpaseodeLesCygnes.Aamboslados,elSenaylas

lucesdelosmuelles.Amímedabalaimpresióndequeestabaenlacubiertadepaseodeunbarcoencalladoenplenanoche.

—En la oficina, el trabajo me lo daba un hombre… Era muy agradableconmigo…Eramayorqueyo…Alcabodeciertotiempo,quisocasarse…

Era como si quisiera justificarse ante un amigo de la infancia del que llevabamucho tiempo sin saber nada y con el que se hubiese topado por la calle, porcasualidad.

—Pero¿austedleapetecíacasarse?Se encogió de hombros, como si le hubiera dicho algo absurdo. Esperaba

continuamentequemedijera:«Pero,vamosaver,túquemeconocestanbien…»Bienpensado,debíadehaberlaconocidoenunavidaanterior.—Siempremedecíaquelohacíapormibien…Yesverdad…Todolohacepor

mibien…Seconsideraunopococomosifueramipadre…Pensé que estaba esperando que le diera un consejo. Seguramente no tenía

costumbredecontarsusintimidades.—¿Ynuncavaconustedalasreuniones?—No.Tienedemasiadotrabajo.ConocióaDeVereporunamigodejuventuddesumarido,quelollevóacenara

casadeellos,enNeuilly.Medabatodosesosdetallesconelceñofruncido,comositemieraolvidarsedealguno,aunquefueraelmásinsignificante.

Habíamosllegadoalfinaldelpaseo,frentealaestatuadelaLibertad.Habíaunbanco,aladerecha.Nosécuáldelosdostomólainiciativadesentarse,oesposiblequesenosocurriera la ideaalmismo tiempo.Lepreguntésino teníaquevolveracasa.EralaterceraocuartavezqueasistíaalasreunionesdeGuydeVereyqueseencontraba,aesodelasoncedelanoche,antelasescalerasdelabocademetrodeCambronne.Y,entodasycadaunadelasocasiones,antelaperspectivadetenerqueregresaraNeuilly, leentrabaalgoasícomoundesánimo.Asíqueapartirdeahoraiba a verse en la obligación de coger siempre la misma línea de metro. HacertransbordoenL’Étoile.BajarseenSablons…

Notabaelcontactodesuhombrocontraelmío.Medijoque,despuésdelacenaaquellaenquevioaGuydeVereporprimeravez, la invitóaunaconferenciaquedaba en una sala pequeña por la zona de L’Odéon. Aquel día, la cosa iba del«Mediodía oscuro» y de la «luz verde».A la salida, anduvo al azar por el barrio.Flotabaenesa luz límpidayverdede laquehablabaGuydeVere.Lascincode latarde.Habíamuchotráficoporelbulevary,enelcrucedeL’Odéon,lagenteledabaempujones porque iba contracorriente, y no quería bajar con aquellas personas lasescalerasdelmetro.Unacalledesiertaibacuestaarriba,enpendientesuave,haciael

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jardíndelLuxembourg.Yallí,alamitaddelacuesta,entróenuncafédelbarrio,quehacía esquina: Le Condé. «¿Conoces Le Condé?»De repente,me tuteaba. No, noconocíaLeCondé.Adecirverdad,nomegustabamuchoelbarriodeLesÉcoles.Merecordaba mi infancia, los dormitorios colectivos de un liceo del que me habíanexpulsadoyunrestauranteuniversitario,porlacalleDauphine,alquenomequedabamás remedio que ir con un carnet de estudiante falsificado.Memoría de hambre.Ella, desde entonces, buscaba refugio con frecuencia en Le Condé. No tardó enconoceralamayoríadelosparroquianos,sobretodoadosescritores:untalMauriceRaphaëlyArthurAdamov.¿Mesonabandealgo?Sí.SabíaquiéneraAdamov.Hastalo había visto varias veces por la zona de Saint-Julien-le-Pauvre. Una miradaintranquila. Espantada incluso, diría yo. Llevaba sandalias sin calcetines. Ella nohabía leído ningún libro de Adamov. En Le Condé, a veces le pedía que loacompañasehasta suhotel porque le dabamiedo andar solodenochepor la calle.Desde que iba por Le Condé, los demás le habían puesto un apodo. Se llamabaJacqueline, pero la llamaban Louki. Si quería, me presentaría a Adamov y a losdemás.YtambiénaJimmyCampbell,uncantanteinglés.Yaunamigotunecino,AliCherif. Podíamos vernos durante el día en Le Condé. También iba por la noche,cuando sumarido no estaba.Muchas veces, volvíamuy tarde de trabajar. Alzó lacabezahaciamíy,trastitubearunmomento,medijoquecadavezlecostabaunpocomásvolveracasadesumaridoenNeuilly.Parecíapreocupadaynopronuncióniunapalabramás.

La hora del último metro. Estábamos solos en el vagón. Antes de hacertransbordoenL’Étoile,mediosunúmerodeteléfono.

Aúnhoyme sucede a veces: oigo, por la noche, una voz que, por la calle,mellama pormi nombre.Una voz ronca.Arrastra un poco las sílabas y la reconozcoenseguida:lavozdeLouki.Medoylavuelta,peronohaynadie.Ynosólomepasaporlasnoches,sinotambiénenlashorasbajasdeesastardesdeveranoenqueyanosabeunomuybienenquéañoestá.Todovaavolveraempezar,igualqueeraantes.Losmismosdías,lasmismasnoches,losmismoslugares,losmismosencuentros.ElEternoRetorno.

Con frecuencia, oigo esa voz en sueños. Todo es tan exacto—hasta el menordetalle—que,aldespertar,mepreguntocómopuedeser.LaotranochesoñéquesalíadeledificiodeGuydeVere,alamismahoraenquesalimosLoukiyyolaprimeravez.Miréelreloj.Lasoncedelanoche.Enunadelasventanasdelaplantabajadeledificiohabíahiedra.Salípor laverjayestabacruzandolaglorietadeCambronne,caminodelmetroelevado,cuandooílavozdeLouki.Mellamaba:«Roland…»Mellamódosveces.Notélaironíaensuvoz.Alprincipio,seburlabademinombre,unnombrequenoeraelmío.Loescogíparasimplificarlascosas,unnombrequevalía

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paratodo,quetambiénpodíahacerlasvecesdeapellido.ResultabaprácticoesodeRoland.Y,sobretodo,eratanfrancés…Minombredeverdaderademasiadoexótico.Porentonces,evitaballamarlaatenciónyquesefijasenenmí.«Roland…»Mevolví.Nadie.Estabaenelcentrodelaglorieta,comolaprimeravez,cuandonosabíamosqué decirnos. Al despertar, decidí ir a las señas antiguas de Guy de Vere, paracomprobar si, efectivamente, había hiedra en la ventana de la planta baja. Cogí elmetro hastaCambronne.Era la línea deLouki cuando todavía volvía a casa de sumarido, enNeuilly. La acompañaba ymuchas veces nos bajábamos en la estaciónArgentine,cercadelhoteldondevivíayo.Entodaslasocasiones,siporellafuera,sehabría quedado toda la noche en mi habitación, pero hacía un último esfuerzo yvolvíaaNeuilly…Yluego,unanoche,sequedóconmigo,enArgentine.

SemehizoraroesodepasarporlamañanaporlaglorietadeCambronne,porqueacasadeGuydeVereíbamossiempredenoche.Empujélapuertadelaverjaymedije que no había probabilidad alguna de encontrarme con él después de todo eltiempoquehabíapasado.YanoexistíalalibreríaVégaenelbulevarSaint-GermainyyanoexistíaGuydeVereenParís.YyanoexistíaLouki.Peroallíestabalahiedra,enlaventanadelaplantabaja,comoenmisueño.Mealterómucho.¿Laotranoche,era realmenteunsueño loquehabía tenido?Mequedéunmomentoquieto,ante laventana.Esperabaoír lavozdeLouki.Volveríaa llamarme.No.Nada.Elsilencio.PeronomedabaenabsolutolaimpresióndequehubierapasadoeltiempodesdelaépocadeGuydeVere.Antesbien,sehabíaquedadoclavadoenalgoasícomounaeternidad.MeacordédeltextoqueestabaintentandoescribircuandoconocíaLouki.Lo había llamadoLas zonas neutras. Había en París zonas intermedias, tierras denadieendondeestabaunoenlaslindesdetodo,entránsito,oinclusoensuspenso.Podía disfrutarse allí de cierta inmunidad. Habría podido llamarlas zonas francas,perozonasneutraseramásexacto.Unanoche,enLeCondé,lepreguntéquéopinabaaMaurice Raphaël, ya que era escritor. Se encogió de hombros y me sonrió consocarronería:«Ustedsabrá,muchacho…Noentiendodemasiadobiendóndequiereiraparar…Digamos“neutras”ynosehablemás…»LaglorietadeCambronneyelbarrioentreSéguryDupleix,todasesascallesqueibanadaralaspasarelasdelmetroelevado,pertenecíanaunazonaneutra,ysihabíaconocidoallíaLoukinohabíasidoporcasualidad.

Ese texto, lo perdí. Cinco páginas que escribí en la máquina que me prestóZacharias, un parroquiano de Le Condé. De dedicatoria, puse: Para Louki de laszonasneutras.Noséqué leparecióesaobra.Nocreoque la leyeraentera.Erauntextoqueechabauntantoparaatrás,unaenumeración,pordistritos,conlosnombresdelascallesquedelimitabanlaszonasneutras.Aveces,setratabadeunamanzanadecasas;o,sino,deunaextensiónmuchomayor.UnatardeenqueestábamoslosdosenLeCondé,acababade leer ladedicatoriaymedijo:«Sabes,Roland,podríamos

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irnosavivirunasemanaacadaunodeesosbarriosquedices…»

LacalledeArgentine,dondeteníaalquiladouncuartodehotel,eradesdeluegounazonaneutra. ¿Quiénhabríapodidovenir abuscarmeaquí?Laspocaspersonasconlasquemecruzabadebíandeestarmuertasparaelestadocivil.Undía,hojeandounperiódico,fuiadar,enlasección«avisosdelosjuzgados»,conunsueltoquesetitulaba«Declaracióndeausencia».UntalTarridellevabatreintaañossinvolverasudomicilio ni dar señales de vida y la audiencia provincial lo había declarado«ausente».Le enseñé el aviso aLouki.Estábamos enmihabitación, en la calledeArgentine.Ledijequeestabasegurodequeelindividuoaquelvivíaenesacalle,condecenas de personas a quienes también habían declarado «ausentes». Además, entodoslosedificiospróximosamihotelhabíaunletrerode«pisosamueblados».Sitiosdepasoendondenolepedíananadiequeseidentificaseyeraposibleesconderse.Aquel día habíamos celebrado con los demás en Le Condé el cumpleaños de laHoupa.Ynoshabíanhechobeber.Cuandovolvimosa lahabitación, estábamosunpocoborrachos.Abrí laventana.Grité todolofuertequepude:«¡Tarride!¡Tarride!…»Lacalleestabadesiertayelnombreretumbabamuchísimo.Medabainclusolaimpresióndequeelecorebotaba.Loukivinoami ladoysepusoagritar también:«¡Tarride!…¡Tarride!…»Unabromainfantilquenosdabarisa.Peroal finalacabépor creer que aquel hombre iba a contestar y que íbamos a resucitar a todos losausentes que rondaban por aquella calle como fantasmas. Al cabo de un rato, elvigilantenocturnodelhotelllamóalapuerta.Dijoconvozdeultratumba:«Unpocode silencio, por favor.» Oímos cómo sus pasos pesados bajaban las escaleras.Entonceslleguéalaconclusióndequeéltambiéneraunausente,comoelTarridedemarrasytodoslosqueseocultabanenlospisosamuebladosdelacalledeArgentine.

Deesomeacordabacadavezqueibaporestacalleparavolveramihabitación.Loukimehabíadichoqueellatambiénhabíavivido,antesdecasarse,endoshotelesdelbarrio,algomásalnorte,enlacalledeArmaillé,primero,y,luego,enlacalledeL’Étoile.Enaquellatemporada,debimosdecruzarnossinvernos.

Meacuerdodelanocheenquedecidiónovolveracasadesumarido.Aqueldía,mehabíapresentado,enLeCondé,aAdamovyaAliCherif.Yoibacargadoconlamáquina de escribir que me había prestado Zacharias. Quería empezar Las zonasneutras.

Dejé lamáquinaencimade lamesitademadera rojizadepinoquehabía en lahabitación.Teníayapensada laprimerafrase:«Laszonasneutras tienen,almenos,estaventaja:nosonsinounpuntodepartiday,antesodespués,nosvamosdeellas.»Sabía que, ante la máquina de escribir, todo sería mucho menos sencillo.

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Seguramentetendríaquetacharestaprimerafrase.Ylasiguiente.Pero,sinembargo,mesentíarebosantedevalor.

LoukiteníaquevolveraNeuillyparalacena,peroalasochoseguíaechadaenlacama.Noencendíalalámparadelamesilla.Acabéporrecordarlequeyaeralahora.

—¿Lahoradequé?Poreltonodelavoz,comprendíquenuncamáscogeríaelmetroparabajarseen

la estación de Sablons. Hubo un largo silencio entre nosotros. Me senté ante lamáquinadeescribirypulsélasteclas.

—Podríamosiralcine—medijoLouki—.Asípasábamoselrato.Bastabaconcruzar laavenidadeLa-Grande-Arméeyseencontrabaunoconel

StudioObligado.Ningunodelosdosatendimosaquellanochealapelícula.Creoquehabía pocos espectadores en la sala. ¿Unas cuantas personas a quienes un tribunalhabíadeclarado«ausentes»hacíamucho?Ynosotros¿quiéneséramos?Lamirabaaratos.Yellanosefijabaenlapantalla,teníalacabezagachayparecíaperdidaensuspensamientos. Temía que se levantase y se volviese a Neuilly. Pero no. Se quedóhastaelfinaldelapelícula.

CuandosalimosdelStudioObligado,parecíaaliviada.Medijoqueahorasíqueera ya demasiado tarde para volver a casa de su marido. Esa noche tenía a unoscuantosamigosinvitadosacenar.Pueseso,queseacabó.NuncamáshabríaunacenaenNeuilly.

Novolvimos a la habitación enseguida.Estuvimosmucho ratopaseandopor lazonaneutradondeamboshabíamosbuscadorefugioentemporadasdiferentes.Quisoenseñarme los hoteles dondehabía vivido, en la calle deArmaillé y en la calle deL’Étoile.Intentorecordarloquemedijoaquellanoche.Fueroncosasconfusas.Sóloretazos.Yahoraesyademasiadotardeparavolveradarconlosdetallesquefaltanoquesemehayanpodidoolvidar.Muyjovendejóasumadreyelbarriodondevivíaconella.Sumadremurió.Lequedabaunaamigadeaquellaépoca,alaqueveíadevezencuando,unatalJeannetteGaul.CenamosendosotresocasionesconJeannetteGaul en la calle deArgentine, en el restaurante destartalado que estaba junto amihotel.Unarubiadeojosverdes.LoukimehabíadichoquelallamabanCalaveraporaquella cara demacrada, que contrastaba con un cuerpo de curvas generosas.Másadelante,JeannetteGaulibaaverlaalhoteldelacalledeCelsyyodeberíahabermehecho una serie de preguntas el día en que las sorprendí en la habitación, dondeflotaba un olor a éter. Y, luego, hubo una tarde de brisa y de sol en los muelles,enfrentedeNotre-Dame…Yoestabamirandolibrosenloscajonesdeloslibrerosdeviejomientraslasesperabaalasdos.JeannetteGaulhabíadichoquehabíaquedadoenlacalledeLes-Grands-Degrésconalguienqueibaatraerle«unpocodenieve»…Sesonreíaconlapalabranieveporqueestábamosenjulio…EnunodeloscajonesverdesdelibrosviejosdiconunlibrodebolsilloquesellamabaElhermosoverano.

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Sí, era un verano hermoso puesto que me estaba pareciendo eterno. Y las vi, depronto,enlaaceradeenfrentedelmuelle.VeníandelacalledeLes-Grands-Degrés.Loukimehizounaseñaconelbrazo.Seacercabanjuntas,entreelsolyelsilencio.Asíescomolasveoconfrecuenciaensueños,alasdos,porlazonadeSaint-Julien-le-Pauvre…Meparecequeaquellatardeyoerafeliz.

NoentendíaporquélehabíanpuestoaJeannetteGaulelmotedeCalavera.¿Porlospómulosaltosylosojosrasgados?¡Perosienaquellacaranadahacíapensarenlamuerte!Estabaaúnenesemomentoenquela juventudpuedecontodo.Nada—nilasnochesdeinsomnio,nilanieve,comodecíaella—ledejabahuellaalguna.¿Porcuántotiempo?Habríadebidodesconfiardeella.LoukinolallevabaniaLeCondénia lasreunionesdeGuydeVere,comosiaquellachicafuerasupartedesombra.Sólo las oí una vez hablar de su pasado común delante de mí, pero con mediaspalabras.Me daba la impresión de que compartían unos cuantos secretos. Un día,cuandosalíaconLoukidelabocademetrodeMabillon—unatardedenoviembre,aesodelasseis,yaeradenoche—reconocióaalguienqueestabasentadoaunamesadetrásdelacristaleragrandedeLaPergola.Seechóunpocohaciaatrás.Unhombrede alrededor de cincuenta años, con caramuy seria y pelo negro y planchado. Loteníamos casi de frente y él también podría habernos visto. Pero me parece quehablaba con alguien que estaba a su lado.Loukime agarró del brazo y tiró demíhasta laotraacerade lacalledeLeFour.Medijoquehabíaconocidoal individuoaquelhacíadosaños,conJeannetteGaul,yregentabaunrestauranteeneldistritoIX.Noseesperabanipoconimuchoencontrárseloaquí,en laorilla izquierda.Parecíaintranquila. Había dicho las palabras «orilla izquierda» como si el Sena fuera unalíneadedemarcaciónqueseparasedosciudadesajenasentresí,algocomountelóndeacero.YelhombredeLaPergolahabíaconseguidocruzaresafrontera.AquellapresenciasuyaenelcrucedeMabillonlapreocupabaenserio.Lepreguntécómosellamaba. Mocellini. Y por qué no quería encontrarse con él. No me contestó conclaridad. Aquel individuo le traíamalos recuerdos, y ya está. Cuando cortaba conalguien,eradefinitivo, esagenteyaestabamuertaparaella.Si aquelhombrevivíaaúnycorríaelriesgodetoparseconél,entoncesmásvalíacambiardebarrio.

Latranquilicé.LaPergolanoerauncafécomolosdemásyteníaunaclientela,untanto turbia,quenoencajabaenabsoluto conelbarrio estudiosoybohemiopor elqueandábamos.¿DecíaquealMocelliniaquel lohabíaconocidoeneldistrito IX?Puesjusto,precisamenteLaPergolaeraalgoasícomounanexodePigalleenSaint-Germain-des-Prés, sinquenadie supieramuybienporqué.Bastabaconescoger laotraacerayevitarLaPergola.Nohacíafaltacambiardebarrio.

Deberíahaberinsistidoparaquemecontasemáscosas,perosabíamásomenoslo queme iba a contestar, en el supuesto de que quisiera contestarme…MehabíacodeadoyocontantosMocellinienlainfanciaylaadolescencia,losMocellini,esos

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individuos acerca de los que se pregunta uno, andando el tiempo, en qué andabanmetidos…¿Acasonohabíavistomuchasvecesamipadreencompañíadegenteasí?Despuésdetodosaquellosaños,podríainvestigaralMocellinidemarras.Pero¿paraqué?Nomeenteraríadenadamás,quetuvieraqueverconLouki,quenosupierayao no hubiese adivinado. ¿Somos realmente responsables de las comparsas que nohemosescogidoyconlosquesecruzanuestrocaminocuandoempezamosavivir?¿Soyresponsable,porventura,demipadreydetodaslassombrasquehablabanconélenvozbajaenlosvestíbulosdeloshotelesoenlassalastraserasdeloscafésyquellevabanmaletas en las que nunca sabré qué había?Aquella tarde, tras elmolestoencuentro, fuimos por el bulevar Saint-Germain. Cuando entramos en la libreríaVéga,Loukiparecíaaliviada.Llevabauna listadeunoscuantos librosque lehabíarecomendadoGuydeVere.Esalistalaheconservado.Seladabaacuantosasistíanasusreuniones.«Nohayobligacióndeleerlostodosauntiempo—solíadecir—.Másvaleescogerunlibrosoloyleerunapáginadiariaantesdeirsealacama.»

ElálteregocelestialElamigodeDiosenOberlandCantodelaPerlaLacolumnadelaAuroraLosdocesalvadoresdelTesorodeLuzÓrganosocentrossutilesLarosaledadelmisterioElSéptimoValle

Unosfascículosdelgadoscontapasverdepálido.Alprincipio,enmihabitacióndelacalledeArgentine, los leíamosLoukiyyoenvozaltadevezencuando.Eraalgoasícomounadisciplina,cuandoestábamosdesanimados.Creoqueno leíamosesasobrasdelamismaforma.Ellateníalaesperanzadedescubrirleunsentidoalavidaenellas,mientrasqueamíloquemecautivabaeralasonoridaddelaspalabrasy lamúsica de las frases.Aquella tarde, en la libreríaVéga, creoqueLouki habíaolvidadoalMocelliniaquelytodoslosmalosrecuerdosqueletraía.AhoramedoycuentadequenoerasólounalíneadeconductaloquebuscabaalleerlosfascículosverdepálidoylabiografíadeLouisedelaNada.Queríaevadirse,huircadavezmáslejos, romperbruscamentecon lavidavulgarpara respirarel aire libre.Y,además,tambiénestabaaquelpánicoqueentradevezencuandoalpensarquelascomparsasquehemosdejadoatráspuedenvolveraencontrarnosypedirnoscuentas.Habíaqueesconderseparahuirdeaquelloschantajistasconlaesperanzadehallarsealgúndíadefinitivamente fuerade sualcance.Alláarriba, enel airede lascumbres.Oenelaire de altamar.Yo eso lo entendíamuy bien. También llevaba aún a la zaga los

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malosrecuerdosylascarasdepesadillademiinfanciayteníaintencióndehacerleatodoaquellouncortedemangasdefinitivo.

Ledijequeeraunabobada irpor laotraacera.Acabéporconvencerla.Ahora,cuandosalíamosdelabocademetrodeMabillon,yanoevitábamosLaPergola.Unanoche,incluso,lahiceentrarenesecafé.Nonossentamos,nosquedamosjuntoalabarra, esperandoaMocellini apie firme.Ya todas lasdemás sombrasdelpasado.Louki,siestabaconmigo,noleteníamiedoanada.Nohaymejorsistemaparaquesedesvanezcan los fantasmas que mirarles a los ojos. Creo que iba recobrando laconfianza y que si hubiera aparecidoMocellini ni se habría inmutado.Yo le habíaaconsejadoqueledijeraconvozfirmeesafrasequemeerafamiliarensituacionesasí:«No…Nosoyyo…Losientomucho…Estáconfundido…»

Aquella noche esperamos en vano aMocellini.Y nuncamás volvimos a verlodetrásdelacristalera.

Esemesdefebreroenquenovolvióacasadesumarido,nevómuchoy,en lacalledeArgentine,nosdabalaimpresióndequeestábamosperdidosenunhoteldealtamontaña.Yomedabacuentadequeresultabadifícilvivirenunazonaneutra.Laverdad era que valía más acercarse al centro. Lo más curioso de aquella calle deArgentine —aunque ya tenía localizadas otras cuantas calles de París que se leparecían—eraquenocorrespondíaaldistritoalquepertenecía.Nocorrespondíaanada,estabadesvinculadadetodo.Conaquellacapadenieve,dabaalvacíoporlosdosextremos.Tendríaqueencontrarlalistadelascallesquenoselimitanaserzonasneutras,sinoqueson,enParís,agujerosnegros.O,másbien,esquirlasdeesamateriaoscuraquesemencionaenastronomía,unamateriaquetodoloconvierteeninvisibleypareceserqueselesresisteinclusoalosultravioleta,losinfrarrojosylosrayosX.Sí,alalargacorríamoselriesgodequesenostragaselamateriaoscura.

Loukinoqueríaquedarseenunbarrioquecaíademasiadocercadeldomiciliodesumarido.Apenasadosestacionesdemetro.Buscaba,enlaorillaizquierda,unhotelenlasinmediacionesdeLeCondéodelpisodeGuydeVere.Asípodríairapie.AmímedabamiedovolveracruzarelSenarumboaesedistritoVIdemiinfancia…Tantosrecuerdosdolorosos…Pero¿paraquémencionarlosiesundistritoquehoyendía ya no existe más que para quienes tienen allí comercios de lujo y para losextranjerosricosquecompranpisos?Poraquelentonces,todavíameencontrabaporesazonaconvestigiosdemiinfancia:loshotelesdestartaladosdelacalleDauphine,la nave de almacén de la catequesis, el café del cruce de L’Odéon, dondetrapicheabanunoscuantosdesertoresdelasbasesnorteamericanas,laescaleraoscuradelosjardinesdeLeVertGalantyaquellainscripciónenlaparedcochambrosadelacalleMazarine,queleíacadavezqueibaalcolegio:NOTRABAJÉISNUNCA.

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Cuando Louki alquiló una habitación algo más al sur, por la zona deMontparnasse, yo me quedé por las inmediaciones de L’Étoile. Quería evitarcruzarme con fantasmas en la orilla izquierda. Salvo en LeCondé y en la libreríaVéga,preferíanopararmuchopormiantiguobarrio.

Yademáshabíaqueconseguirdinero.Loukivendióunabrigodepielesquedebíadeserunregalodesumarido.Yanolequedabamásqueunagabardina,demasiadofinaparahacerlefrentealinvierno.Leíalosanunciosporpalabras,comopocoantesdecasarse.Y,devezencuando,ibaaAuteuilaveraunantiguoamigodesumadre,que era mecánico en un taller. Y yo apenas me atrevo a contar a qué trabajo mededicabayo.Pero¿porquéocultarlaverdad?

Un talBéraud-Bedoin vivía en lamanzana de casas que estaba enfrente demihotel.Enel número8de la calledeSagon,para serprecisos.Unpiso amueblado.Noscruzábamosconfrecuenciayyanomeacuerdodelaprimeravezquetrabamosconversación.Unindividuodeaspectoartero,conelpeloondulado,vestidosiempreconciertorebuscamientoyfingiendoundesenfadomundano.Estabasentadofrenteaél, en una mesa del café restaurante de la calle de Argentine, una tarde de aquelinvierno en que caía la nieve sobre París. Le había contado que quería «escribir»cuandomehizolapreguntahabitual:«¿Yaquésededica?»Encuantoaél,Béraud-Bedoin,noentendímuybienquedigamoscuálerasurazónsocial.Loacompañéesatarde a su «oficina», «que caemuy cerca de aquí», segúnmedijo.Nuestros pasosibandejandohuellasenlanieve.BastabaconandardefrentehastalacalleChalgrin.Hemiradounaguíaantigua,deaquelaño,parasaberdónde«trabajaba»exactamenteelBéraud-Bedoin aquel.A veces, nos acordamos de algunos episodios de nuestrasvidas y necesitamos pruebas para tener la completa seguridad de que no lo hemossoñado.CalledeChalgrin,14.«EdicionescomercialesdeFrancia.»Debíadeserahí.Ahoranomesientoconvalorparairyreconocereledificioinsitu.Soydemasiadoviejo. Aquel día, no me hizo subir a su oficina, pero nos volvimos a ver al díasiguiente,alamismahorayenelmismocafé.Mepropusountrabajo.Consistíaenescribir varios folletos referidos a sociedades u organismos de los que era más omenosrepresentanteoagentepublicitarioyqueimprimiríasueditorial.Mepagaríacincomil francos de entonces. Él firmaría esos textos y yo le haría de negro.Meproporcionaría toda la documentación precisa. Y así fue como redacté unas diezobritas,LasaguasmineralesdeLaBourboule,ElturismoenlaCostadeEsmeralda,HistoriadeloshotelesyloscasinosdeBagnoles-de-l’Orne,ymonografíasdedicadasalosbancosJordaan,Seligmann,MirabaudyDemachy.Cadavezquemesentabaami mesa de trabajo, temía quedarme dormido de aburrimiento. Pero era bastantesencillo,bastabacondarformaalasnotasdeBéraud-Bedoin.MequedésorprendidolaprimeravezquemellevóalasededelasEdicionescomercialesdeFrancia:una

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habitaciónen laplantabajaysinventanas,peroa laedadque teníayo,nosehaceunodemasiadaspreguntas.Tefíasdelavida.Dosotresmesesdespués,dejédesaberdemi editor. Sólome había pagado lamitad de la cantidad prometida, y tenía desobra.Undía—porquénomañana,simeencuentroconfuerzas—tendríaquizáqueperegrinarporlascallesdeSaigonydeChalgrin,unazonaneutraenlaqueBéraud-Bedoiny lasEdicionescomercialesdeFranciaseevaporaron juntocon lanievedeaquelinvierno.Perono,bienpensado,laverdadesquenotengovalorparahacerlo.Me pregunto incluso si existen aún esas calles y si no se las ha tragado ya parasiemprelamateriaoscura.

Prefieroirapie,CamposElíseosarriba,unatardecerdeprimavera.Laverdadesqueahorayanoexisten losCamposElíseos,pero,denoche, todavíapuedendarelpego.AlomejoroigotuvozquemellamaporminombreenlosCamposElíseos…El día en que vendiste el abrigo de pieles y la esmeralda cabujón me quedabanalrededordedosmil francosdeldinerodeBéraud-Bedoin.Éramos ricos.El futuroeranuestro.Aquella tardetuvisteeldetallede irareunirteconmigoenelbarriodeL’Étoile.Eraverano, elmismoveranoenquenos encontramosen losmuelles conCalaverayosvialasdosacercaros.FuimosalrestaurantequeestáenlaesquinadelacalledeFrançoisIerconladeMarbeuf.Habíansacadomesasalaacera.Aúneradedía.Yanohabíatráficoyseoíanelsusurrodelasvocesyelruidodelospasos.Aesodelasdiez,cuandoíbamosCamposElíseosabajo,mepreguntésialgunavezibaahacersedenocheysinoiríaaseréstaunanocheblanca,comolasdeRusiaylospaísesnórdicos.Íbamossinmeta,teníamostodalanochepordelante.AúnquedabanmanchasdesolbajolossoportalesdelacalledeRivoli.Estabaempezandoelverano;prontonos iríamos.¿Adónde?Aúnno losabíamos.QuizáaMallorca;oaMéxico.Quizá a Londres o a Roma. Los lugares no tenían ya importancia alguna. Seconfundían unos con otros. La únicameta de nuestro viaje era irAL CORAZÓN DELVERANO, a ese sitio en que el tiempo se detiene y las agujas del relojmarcan parasiemprelamismahora:mediodía.

AlllegaralPalais-Royalyahabíacaídolanoche.NosparamosunmomentoenlaterrazadeLeRuc-Universantesdecontinuarcon lacaminata.Unperronossiguiópor toda la calle de Rivoli, hasta Saint-Paul. Luego, se metió en la iglesia. NoestábamosnadacansadosyLoukimedijoquepodríaseguirandandotodalanoche.Estábamoscruzandoporunazonaneutra, inmediatamenteantesdeL’Arsenal,unascuantas calles desiertasque invitaban apreguntarse si vivía alguien en ellas.En elprimerpisodeunedificio,nosllamaronlaatencióndosventanalesiluminados.Nossentamosenunbanco,enfrente,ynopodíamosdejardemiraresosventanales.Eradelalámparaconpantallarojaquehabíaalfondodeltododelaquebrotabaaquellaluz

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amortiguada.Sedivisabaunespejoconmarcodoradoenlapareddelaizquierda.Lasdemásparedesestabanvacías.Yoacechabaalgunasiluetaquecruzasepordetrásdelasventanas;perono,aparentementenohabíanadieenaquellahabitación,delaquenosesabíasieraelsalónoundormitorio.

—Deberíamosllamaralapuertadeesacasa—medijoLouki—.Estoyseguradequealguiennosestáesperando.

Elbancoestabaenelcentrodealgoasícomounterraplénqueformabaelcrucede dos calles. Años después, iba en taxi que circulaba, bordeando L’Arsenal, endirecciónalosmuelles.Ledijeal taxistaquemedejaseallí.Queríavolveraverelbanco y el edificio. Tenía la esperanza de que las dos ventanas del primer pisoseguiríaniluminadas,despuésdetantotiempo.Peroestuveapuntodeperdermeporesas callecitasquevanadar a las tapiasdel cuartel deLesCélestins.Aquellaotranoche, ledije aLoukiquenomerecía lapena llamar.Nohabríanadie.Y, además,estábamosbienallí,enaquelbanco.Hastaoíacorrerunafuenteenalgunaparte.

—¿Estásseguro?—dijoLouki—.Yonooigonada…Éramosnosotros dos quienes vivíamos en aquel piso de enfrente. Se nos había

olvidadoapagarlaluz.Yhabíamosperdidolallave.Elperrodehacíaunratodebíadeestaresperándonos.Sehabíaquedadodormidoennuestrocuartoyahísequedaría,esperándonos,hastaelfinaldelostiempos.

Másadelante,íbamoscaminandohaciaelnortey,paranoderivardemasiado,nospusimosunameta:laplazadeLaRépublique:peronoestábamossegurosdeirenladireccióncorrecta.Dabaigual,siemprepodríamoscogerelmetroyvolveralacallede Argentine si nos perdíamos. Louki me dijo que había estadomuchas veces enaquelbarriocuandoerapequeña.Elamigodesumadre,GuyLavigne,teníauntallerde automóviles por aquellos alrededores. Sí, por la zona de La République. Nosíbamos parando delante de todos los talleres, pero nunca era aquél. Louki no seacordabayadepordóndeseiba.LapróximavezquefueseaveraltalGuyLavigneaAuteuil,tendríaquepreguntarleladirecciónexactadesuantiguotaller,antesdequeaquelindividuodesapareciesetambién.Parecíaunanadería,peroeraimportante.Deotraforma,acabaunoporquedarsesinpuntosdereferenciaenlavida.SeacordabadequesumadreyaquelGuyLavignelallevabanlossábados,despuésdePascua,aque subiera en las atracciones de La Foire du Trône. Iban a pie por un bulevarinterminablequeseparecíaalbulevarporelqueíbamosahoranosotros.Seguramenteeraelmismo.Pero,entalcaso,nosestábamosalejandodelaplazadeLaRépublique.AquellossábadosibaandandoconsumadreyconGuyLavignehastalaentradadelbosquedeVincennes.

Erancasilasdocedelanocheysenosibaahacermuyraroencontrarnosantelasverjas del zoo. Podríamos divisar a los elefantes en la penumbra. Pero allá, antenosotros,seabríaunclaroluminosoencuyocentrosealzabaunaestatua.Laplazade

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La République. Según nos íbamos acercando, sonaba una música cada vez másfuerte.¿Unbaile?LepreguntéaLoukisiestábamosa14de julio.Ella tampoco losabía.Desde hacía una temporada, confundíamos los días y las noches.Lamúsicaveníadeuncafé, casi en la esquinadelbulevaryde la calledeLe-Grand-Prieuré.Habíaunoscuantosclientessentadosenlaterraza.

Sehabíahechodemasiado tardeparacogerelúltimometro.Nadamáspasarelcafé,habíaunhotelcuyapuertaestabaabierta.Unabombilladesnudailuminabaunasescalerasmuyempinadasconpeldañosdemaderanegra.Elvigilantenocturnoninospreguntólosnombres.Selimitóadecirnoselnúmerodeunahabitaciónenelprimerpiso.«Apartirdeahora,alomejorpodríamosviviraquí»,ledijeaLouki.

Una cama individual, pero no nos resultaba demasiado estrecha. Ni visillos nicontraventanas. Habíamos dejado la ventana entornada porque hacía calor. Abajo,habíacalladolamúsicayoíamoscarcajadas.Loukimedijoaloído:

—Tienesrazón.Deberíamosquedarnossiempreaquí.Imaginé que estábamos lejos de París, en algún puertecito del Mediterráneo.

Todaslasmañanas,alamismahora, íbamosporelcaminodelasplayas.Semehaquedadograbadaladireccióndelhotel:calledeLe-Grand-Prieuré,2.HotelHivernia.Durantetodoslosañoscetrinosquevinieronacontinuación,avecesmepedíanmisseñasominúmerodeteléfono,yyodecía:«LomejorseráquemeescribanalHotelHivernia,enelnúmero2delacalledeLe-Grand-Prieuré.Ymeharánllegarlacarta.»Deberíairabuscar todasesascartasquellevantantotiempoesperándomeyquesehanquedadosinresponder.Teníasrazón,deberíamoshabernosquedadosiempreallí.

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VolvíaveraGuydeVereporúltimavezmuchosañosdespués.En lacalleencuestaquebajahaciaL’Odéon,sedetieneuncocheamialturayoigoquealguienmellamaporminombredehaceaños.Reconozcolavozantesdevolverme.Asomalacabeza por encimadel cristal bajado de la ventanilla.Me sonríe.Noha cambiado.Salvoenquellevaelpeloalgomáscorto.

Eraenjulio,alascincodelatarde,hacíacalor.Nossentamoslosdosenelcapódelcocheparacharlar.NomeatrevíadecirlequeestábamosapocosmetrosdeLeCondé y de la puerta por la que entraba siempreLouki, la de la sombra. Pero esapuertanoexistíaya.Ahora, en esemismo lado,habíaunescaparate conbolsosdecocodrilo, botas e incluso una silla de montar y fustas. Au Prince de Condé.Marroquinería.

—Bueno,Roland,¿quéesdesuvida?Seguíateniendolamismavozclara,aquellaquenosconvertíaenaccesibles los

textosmásherméticoscuandonoslosleía.Mehalagabaqueaúnseacordasedemíydelnombrequeusabaporentonces.Asistíatantagentealasreunionesdelaglorietade Lowendal… Había quien iba una vez nada más, por curiosidad; y los habíaasiduos.Loukiestabaentreellos.Yyotambién.YesoqueGuydeVerenobuscabadiscípulos. No se consideraba en absoluto unmaestro que enseñase a pensar y senegabaaejercerdominioalgunosobrelosdemás.Eranellosquienesacudíanaélsinque se lo pidiera.A veces, se intuía que habría preferido quedarse a solas con susensoñaciones,peronopodíanegarlesnaday,sobretodo,nopodíanegarlessuayudaparaquevierandentrodesímismosconmayorclaridad.

—¿YustedestáyadevueltaenParís?DeVeresonrióymemiróconojosirónicos.—Siempreelmismo,Roland…Contestaalaspreguntasconotrapregunta…Esotampocoselehabíaolvidado.Muchasvecesmegastababromasporeso.Me

decíaque,sihubiesesidoboxeador,habríasidoungenioesquivando.—Hace ya mucho que no vivo en París, Roland… Ahora vivo en México…

Tengoquedarlemisseñas…Eldíaenquefuiacomprobarsiefectivamentehabíahiedraenlaplantabajadel

edificioenquevivíaantes,lepreguntéalaportera,porsilassabía,lasnuevasseñasdeGuydeVere.Medijo sencillamente:«Se fue sindejar señas.»LecontéaquellaperegrinaciónalaglorietadeLowendal.

—Esustedincorregible,Roland,conesahistoriasuyadelahiedra…Loconocídemuyjoven,¿no?¿Quéedadtenía?

—Veinteaños.—Bueno,puesmeparecequeyaaesaedadandabaenbuscadelahiedraperdida.

¿Meequivoco?Nomequitaba la vista de encimay se le velaba lamirada con una sombra de

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tristeza. A lo mejor estábamos pensando en lo mismo, pero no me atrevía apronunciarelnombredeLouki.

—Tienegracia—ledije—.Enlaépocadelasreuniones,veníamuchoaestecaféqueahorayanoesuncafé.

Yleseñalé,apocosmetrosdenosotros,lamarroquineríaAuPrincedeCondé.—Puesclaro—medijo—.Paríshacambiadomuchoenestosúltimosaños.Memirabafijamenteconelceñofruncido,comosiquisieratraeralamemoriaun

recuerdolejano.—¿Siguetrabajandoenlodelaszonasneutras?Lapreguntallegódeformatanabruptaque,deentrada,nomedicuentadeaqué

serefería.—Erabastanteinteresanteaqueltextosuyosobrelaszonasneutras…¡Diosmío,quémemoria!Semehabíaolvidadoquelediaqueltextoparaquelo

leyese.Unanoche,alfinaldealgunadelasreunionesensucasa,nosquedamoslosúltimos, Louki y yo. Le pregunté si no tendría un libro sobre el Eterno Retorno.Estábamos en su despacho y él echó una ojeada a unas cuantas baldas de subiblioteca. Por fin localizó una obra con las tapas en blanco y negro:Nietzsche:filosofía delEternoRetorno de lomismo;me lo dio yme pasé los días siguientesleyéndolo con mucha atención. En el bolsillo de la chaqueta, las pocas hojas amáquinaacercadelaszonasneutras.Queríadárselasparaverquéleparecían,peronosabíaquéhacer.Hastaquenoestábamosyaapuntodeirnos,eneldescansillo,nomedecidíadarle,conademánbrusco,aquellashojas,sindecirlenipalabra.

—También le interesaba mucho—me dijo— la astronomía. Y, sobre todo, lamateriaoscura…

Nuncahabríapodido imaginarmeque se acordaradeeso.Enel fondo, siemprehabía estadomuy pendiente de los demás, pero, sobre lamarcha, uno no se dabacuenta.

—Quélástima—ledije—quenohayaestanocheunareuniónenlaglorietadeLowendal,comolasdeantes…

Parecieronsorprenderlemispalabras.Mesonrió.—SiempreesaobsesiónsuyaporelEternoRetorno…Ahora recorríamos, arriba y abajo, la acera y, una y otra vez, nuestros pasos

volvíanaconducirnosantelamarroquineríaAuPrincedeCondé.—¿Recuerdaaquellanoche,ensucasa,enquesefuelaluzyustednoshablaba

enlaoscuridad?—lepregunté.—No.—Voyaconfesarlealgo.Aquellanochecasimedaunataquederisa.—Deberíahabersedejadoiryreírse—medijo,contonodereproche—.Larisa

escomunicativa.Noshabríamosreídotodosenlaoscuridad.

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Miróelreloj.—Nomevaaquedarmásremedioquedejarlo.Tengoquehacerlasmaletas.Me

marcho otra vezmañana.Y ni siquierame ha dado tiempo a preguntarle a qué sededicaahora.

Sacóunaagendadelbolsillointeriordelachaquetayarrancóunahoja.—AquítienemidirecciónenMéxico.Deberíaveniraverme.Depronto,teníatonoimperativo,comosiquisierallevarmealafuerzaconsigoy

salvarmedemímismo.Ydelpresente.—Y,además,allísigohaciendoreuniones.Venga.Cuentoconusted.Ymealargabalahoja.—Lehepuestotambiénminúmerodeteléfono.Aversinovolvemosaperdernos

devista.Yadentrodelcoche,volvióaasomarlacabezaporencimadelcristalbajadodela

ventanilla.—Por cierto… Me acuerdo muchas veces de Louki… Sigo sin entender por

qué…Estaba conmovido. Él, que siempre hablaba sin titubear y con tanta claridad,

andababuscandolaspalabras.—Menudatontería leestoydiciendo…Nohaynadaqueentender…Cuandode

verdad queremos a una persona, hay que aceptar la parte de misterio que hay enella…Porqueporesoesporloquelaqueremos,¿verdad,Roland?

Arrancó de repente, seguramente para no emocionarse más. Le dio tiempo adecirme:

—Hastadentrodenada,Roland.MequedésolodelantedelamarroquineríaAuPrincedeCondé.Peguélafrenteal

cristaldelescaparateparaversihabíaaúnunvestigiocualquieradelcafé:unlienzodepared,lapuertadelfondo,quedabaalteléfonodepared,laescaleradecaracolquesubía al pisito de la señora Chadly. Nada. Todo era liso y estaba tapizado con untejido naranja. Y lomismo pasaba por todo el barrio. Almenos, no corría uno elriesgo de toparse con fantasmas. Hasta los fantasmas se habíanmuerto. Nada quetemer según se salía de la boca de metro de Mabillon. Ni más Pergola ni másMocellinidetrásdelacristalera.

Iba caminando deprisa, como si hubiese llegado a última hora de una tarde dejulio a una ciudad extranjera. Empecé a silbar una canciónmexicana. Pero nomeduró mucho aquella despreocupación ficticia. Iba siguiendo las verjas delLuxembourg y el estribillo deAy, Jalisco, no te rajes se me apagó en los labios.Habíauncartelpegadoaltroncodeunodeesosárbolesgrandesquenoscobijanconsus frondas hasta la entrada de los jardines, allá, más arriba, en Saint Michel.«Peligro.Enbrevese talaráesteárbol.Sesustituiráestemismo invierno.»Durante

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unos instantes, creí que era un mal sueño. Me quedé allí, petrificado, leyendo yvolviendoaleeraquellasentenciademuerte.Untranseúnteseacercóparadecirme:«¿Seencuentramal?»Y,luego,sealejó,chasqueadoseguramenteantemimiradafija.Enelmundoaquel,endondecadavezmesentíamáscomosifueraunsuperviviente,también decapitaban a los árboles. Seguí andando, intentando pensar en otra cosa,pero me resultaba difícil. No podía olvidarme de aquel cartel ni de aquel árbolcondenadoamuerte.Mepreguntabaquésoñabanloscomponentesdelostribunalesylos verdugos. Me tranquilicé. Para reconfortarme, me imaginé que Guy de Vereandaba ami lado y queme repetía con aquella voz suave que tenía: «…Que no,Roland,queesunmalsueño…,alosárbolesnolosdecapitan.»

YahabíadejadoatráslaverjadelaentradadelosjardineseibaporesapartedelbulevarquellevaaPort-Royal.Unanoche,acompañamosLoukiyyo,porestazona,aunchicodenuestraedadaquienhabíamosconocidoenLeCondé.Nosindicó,aladerecha,eledificiodelaEscueladeMinasynosinformóconvozmelancólicadequeestudiabaenesaescuela.

—¿Osparecequedeboseguir?Me percaté de que estaba al acecho de que lo animásemos y eso lo ayudara a

tomarunadecisióndrástica.Ledije:«Puesclaroqueno,chico…Cortaamarras…»SevolvióhaciaLouki.Tambiénqueríasaberquéopinabaella.Louki leexplicó

que, desde que no la admitieron en el liceo Jules-Ferry, no se fiaba nada de lasescuelas.Creoqueesoacabódeconvencerlo.Aldíasiguiente,enLeCondé,nosdijoquelaEscueladeMinasyélnoteníanyanadaquever.

Loukiyyoíbamosconfrecuenciaporestemismocaminoparavolveralhoteldeella. Se daba un rodeo, pero estábamos acostumbrados a andar. ¿Era un rodeo, enrealidad?No,bienpensado, creoqueerauna línea rectaque iba tierraadentro.Denoche,porlaavenidadeDenfert-Rochereau,estábamosenunaciudaddeprovincias,porquehabíasilencioymuchoshospiciosdeórdenesreligiosas,unportaltrasotro.Elotrodía,fuiapieporlacallebordeadadeplátanosydetapiasaltasquedivideendoselcementeriodeMontparnasse.Porahí tambiénse llegabaalhotel.MeacuerdodequeLoukipreferíanopasarporallí,yporesoíbamosporDenfert-Rochereau.Pero,enlosúltimostiempos,yanoleteníamosmiedoanadaynosparecíaqueesacallequeparteelcementerioendosnodejabadetenersuencanto,denoche,conaquellabóvedadehojas.Nopasabaningúncocheaaquellashorasynuncanoscruzábamosconnadie.Semehabíaolvidadometeraquellacalleenlalistadelaszonasneutras.Eramásbienunafrontera.Cuandollegábamosalfinal,entrábamosenunacomarcaenqueestábamosalresguardodetodo.Lasemanapasadanopaséporallídenoche,sinoamediatarde.Nohabíavueltodesdequelarecorríamosjuntosoibaareunirmecontigo al hotel. Por unmomento, tuve la ilusión de que, pasado el cementerio, teencontraría. Estaríamos en el Eterno Retorno. Elmismo ademán de entonces para

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coger, en recepción, la llave de tu cuarto.Lamisma escalera empinada.Lamismapuertablancaconsunúmero:11.Lamismaespera.Y, luego, losmismos labios,elmismoperfume,lamismamelenaquesesueltaycaeencascada.

TodavíaestabaoyendoaDeVeredecir,hablandodeLouki:«Sigo sinentenderpor qué…Cuandodeverdadqueremos a unapersona, hayque aceptar la parte demisterioquehayenella…»

¿Qué misterio? Yo estaba convencido de que nos parecíamos, puesto que confrecuencia nos transmitíamos el pensamiento. Estábamos en la misma longitud deonda.Habíamosnacidoelmismoañoyelmismomes.Pero,sinembargo,noquedamásremedioquepensarquehabíaunadiferenciaentrenosotros.

No, yo tampoco consigo entenderlo… Sobre todo cuando recuerdo las últimassemanas. Elmes de noviembre, los días que vanmenguando, las lluvias otoñales,nada de todo aquello parecía quitarnos bríos. Hacíamos los mismos proyectos deviaje. Y, además, en Le Condé había un ambiente jubiloso. No sé ya quién habíasumadoalaclientelahabitualaaquelBobStorms,quesedecíadeAnvers[2]ypoetaydirectorde teatro.¿Adamovquizá?¿OfueMauriceRaphaël?Cuántonos reímosconaquelBobStorms.NosteníaunasimpatíaespecialaLoukiyamí.Queríaquepasásemos los dos el verano en la casa enorme que tenía en Mallorca.Aparentemente,nopasabaporningúnagobiomaterial…Decíanqueeracoleccionistadepintura…Sedicentantascosas…Y,luego,laspersonasdesaparecenunbuendíaytedascuentadequenosabíasnadadeellas,nisiquierasuauténticaidentidad.

¿Por qué me vuelve con tanta fuerza a la memoria la silueta fornida de BobStorms? En los momentos más tristes de la vida aparece con frecuencia una notadiscordanteyliviana,unacaradebufónflamenco,unBobStormsquepasabaporallíy habría podido conjurar la desdicha.Se quedabade pie, junto a la barra, como sihubierapeligrodequelassillasdemaderaserompieranconsupeso.Eratanaltoqueno se le notaba la corpulencia. Siempre vestido con algo así como un jubón deterciopelocuyocolornegrocontrastabaconlabarbayelpelorojos.Yconunacapadeesemismocolor.Lanocheenquenosfijamosenélporprimeravez,seacercóanuestramesa y se nos quedómirando a Louki y amí. Luego sonrió y cuchicheó,inclinándosehacianosotros:«Compagnonsdesmauvais jours, jevoussouhaiteunebonnenuit.»[3]Cuandoseenteródequeyomesabíamuchosversos,quisohacerunconcursoconmigo.Averquiénteníalaúltimapalabra.Élmedecíaunverso,yoteníaquedecirleotro,yasísinparar.Lacosadurabamuchorato.Lomíonoteníaningúnmérito.Eraalgoasícomoanalfabeto,sinculturageneralalguna,perosemehabíanquedadoversos,comolespasaaesosquesabentocarcualquierfragmentodemúsicaal piano sin tener ni idea de solfeo. Bob Stormsme llevaba una ventaja: se sabíatambiéntodoelrepertoriodepoesíainglesa,españolayflamenca.Depiejuntoalabarra,mesoltabaconexpresióndesafiante:

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IheartheShadowyHorses,theirlongmanesa-shake

obien:

Comotodoslosmuertosqueseolvidanenunmontóndeperrosapagados,

osino:

Deburgemeesterheeftonsietsmisdaan,Wijleerden,doorzijnschuld,hetlevenhaten.

Meagobiabaunpoco,peroeramuybuenapersona,muchomayorquenosotros.Mehabríagustadoquemecontasesusvidasanteriores.Siempremecontestabaalaspreguntas con evasivas. Cuando notaba que alguien sentía por él demasiadacuriosidad, se le desinflaba de repente la exuberancia, como si tuviera algo queocultaroquisieseembrollarlaspistas.Nocontestabay,alfinal,quebrabaelsilencioconunacarcajada.

BobStormsorganizóunaveladaensucasa.Nos invitóaLoukiyamí,ya losdemás:aAnnet,DonCarlos,Bowing,Zacharias,Mireille,laHoupa,AliCherifyalchicoaquienhabíamosconvencidoparaquenovolvieseporlaEscueladeMinas.Yhabíamásconvidados,peroyono losconocía.VivíaenelmuelledeAnjou,enunpisoencuyasegundaplantahabíaunestudiogigantesco.Larecepciónladabaparalalecturadeunaobraquequeríamontar:HopSignor!Loukiyyo llegamosantesquelosdemásymellamaronlaatenciónloscandelabrosqueiluminabanelestudio, lasmarionetas sicilianas y flamencas colgadas de las vigas, los espejos y losmueblesRenacimiento.BobStorms ibacon su jubónde terciopelonegro.UnventanalmuygrandedabaalSena.Conademánprotector,nosrodeóaLoukiyamíloshombrosconlosbrazosynosdijolafraseritual:

Compagnonsdesmauvaisjours,jevoussouhaiteunebonnenuit.

Sesacóluegodelbolsillounsobreymeloalargó.NosdijoqueeranlasllavesdesucasadeMallorcayqueteníamosqueirnosallíloantesposible.Yquedarnoshastaseptiembre.Leparecíaque teníamosmalacara.Quéveladamásextraña…Laobrasóloteníaunactoylosactoreslaleyeronbastantedeprisa.Estábamossentadosasualrededor.Devezencuando,cadavezqueBobStormsnoshacíaunaseñal,teníamos

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quegritar todos, como si fuéramosuncoro:«HopSignor!»…Circulabael alcoholgenerosamente.Ytambiénotrassustanciasvenenosas.Enmediodelsalóngrande,enlaplantadeabajo,habíanpuestounbufé.ElpropioBobservíalasbebidasencopasmetálicas y en otras copas de cristal. Cada vez habíamás gente. En unmomentodado,Stormsmepresentóaunhombredesumismaedad,peromuchomásbajo,unescritor americano, un tal James Jones, al que llamaba «su vecino de rellano».AlfinalLoukiyyonosabíamosyademasiadobienquéhacíamosentretodosaquellosdesconocidos. Tantas personas con las que nos cruzamos cuando estábamosempezandoavivir,quenolosabránnuncayalasquenuncareconoceremos.

Nosescurrimoshacialasalida.Estábamossegurosdequenadiesehabíafijado,entretantobarullo,enquenosíbamos.PeroacabábamosdecruzarlapuertadelsalóncuandoBobStormsnosalcanzó.

—¿Qué,chicos?¿Medejáisplantado?Tenía la sonrisa de costumbre, una sonrisa ancha que le daba un parecido, con

aquella barbay aquella estatura tan alta, a algúnpersonajedelRenacimientoodelGranSiglo,aRubensoaBuckingham.Y,noobstante,leasomabaalamiradaciertaintranquilidad.

—¿Nooshabéisaburridodemasiado?—Claroqueno—ledije—.Haestadomuybien.HopSignor…NosrodeóloshombrosaLoukiyamíconambosbrazos,comohabíahechoya

enelestudio.—Bueno,puesesperoverosmañana…Nosllevabahacialapuertasinsoltarnosloshombros.—Y, sobre todo, marchaos enseguida a Mallorca para que os dé el aire… Lo

estáisnecesitando…Yaoshedadolasllavesdelacasa…En el descansillo, se nos quedó mirando a los dos un buen rato. Y luego me

recitó:

Lecielestcommelatentedéchiréed’uncirquepauvre.

MientrasLoukiyyobajábamos lasescalerassequedóasomadoa labarandilla.Esperabaqueledijeraunverso,pararesponderalsuyo,comosolíamoshacer.Peronosemeocurríanada.

Meda la impresióndeque confundo las estaciones.Pocosdíasdespuésde esavelada, acompañé a Louki aAuteuil.Me parece que era verano, o quizá invierno,perounadeesasmañanaslímpidasconfrío,solycieloazul.QueríairaveraGuyLavigne, aquel que había sido amigo de su madre. Preferí esperarla. Quedamos«dentro de una hora» en la esquina de la calle del taller.Me parece que teníamosintenciónde irnosdeParíspor lode las llavesquenoshabíadadoBobStorms.A

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vecesseteoprimeelcorazóncuandopiensasenlascosasquehabríanpodidoseryquenofueron,peromedigoqueinclusoahoralacasasiguevacíayesperándonos.Yoerafelizaquellamañana.Ymesentíaligero.Ynotabaciertaembriaguez.Teníamospor delante y a distancia la línea del horizonte, allá, hacia el infinito.Un taller deautomóviles al fondo de una calle tranquila. Lamentaba no haber acompañado aLoukiaveraltalLavigne.Alomejornosprestabauncocheparairnoshaciaelsur.

La vi salir por la puerta pequeñadel taller.Mehizo una señal con el brazo, elmismoqueeldelaotravez,cuandolasestabaesperandoaellayaJeannetteGaul,aquelverano,enlosmuelles.Caminadelantedemíconesemismopasoindolenteypareceque acorta el ritmo, como si el tiempono contaseya.Me cogedel brazoypaseamosporelbarrio.Aquíviviremosalgúndía.Además,siemprehevividoaquí.Vamosporcallecitas,cruzamosunarotondadesierta.ElpueblodeAuteuilsedesgajadespaciodeParís.EsosedificiosocresobeigespodríanestarenlaCostaAzul;yesastapias,unosepreguntasiocultanunjardínolaslindesdeunbosque.Hemosllegadoalaplaza,laPlacedel’Église,antelaestacióndemetro.Yallí,puedodecirloahoraqueyanotengonadaqueperder,fuelaúnicavezenmividaquenotéloqueeraelEternoRetorno.Hasta aquelmomento,me esforzaba en leer obras sobre ese tema,con la buena voluntad del autodidacta. Fue inmediatamente antes de bajar lasescalerasdelaestacióndemetroÉglise-Auteuil.¿Porquéenaquelsitio?Noloséyda lomismo.Mequedé unmomento inmóvil y le apreté el brazo.Estábamos allí,juntos,en lamismaplaza,desde toda laeternidad,yaquelpaseoporAuteuilya lohabíamosdadoenmilesymilesdevidasanteriores.Nomehacíafaltamirarelreloj.Sabíaqueeramediodía.

Sucedióennoviembre.Unsábado.PorlamañanayporlatardemequedéenlacalledeArgentine,dedicadoa laszonasneutras.Queríadarmáscuerpoaaquellascuatropáginasyescribirtreintaporlomenos.Yseríacomounaboladenieve,podríallegaralascien.HabíaquedadoconLoukienLeCondéalascinco.TeníadecididoirmeenlosdíasinmediatosdelacalledeArgentine.Meparecíaquemehabíacuradodefinitivamentedelasllagasdemiinfanciaydemiadolescenciayque,enadelante,noteníayarazónalgunaparaquedarmeescondidoenunazonaneutra.

FuiandandohastalabocademetrodeL’Étoile.Eralalíneaquehabíamoscogidomuchas veces Louki y yo para ir a las reuniones de Guy de Vere, la línea cuyotrayecto fuimos siguiendo a pie la primera vez.Al cruzar el Sena,me fijé en quehabía mucha gente paseando por el paseo de Les Cygnes. Hice transbordo en LaMotte-Picquet-Grenelle.

MebajéenMabillonyleechéunaojeadaaLaPergola,comohacíamossiempre.Mocellininoestabasentadodetrásdelacristalera.

CuandoentréenLeCondé,lasagujasdelrelojredondoquehabíaenlapareddelfondomarcaban las cinco en punto. Por lo general, era una hora baja. Lasmesas

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estaban vacías,menos la de al lado de la puerta, en donde se sentaban Zacharias,AnnetyJean-Michel.Lostresmelanzabanunasmiradasmuyraras.Nodecíannada.Zacharias yAnnet tenían la cara lívida, seguramente por la luz que entraba por lacristalera. No me contestaron cuando les dije hola. Me clavaban unas miradasextrañas,comosihubiesehechoalgomalo.Jean-Michelcontrajoloslabiosymedicuentadequequeríadecirmealgo.UnamoscaseposóenlamanodeZacharias,yéllaespantóconungestonervioso.Luegocogióelvasoyselobebiódeuntirón.Sepusodepieysemeacercó.Medijoconvozinexpresiva:«Louki.Sehatiradoporlaventana.»

Medabamiedoconfundirmedecamino.FuiporRaspailyporlacallequecortaelcementerio.Al llegaral final,nosabíayasi teníaqueseguirrectoosi teníaquetirar por la calle de Froidevaux. Tiré por la calle de Froidevaux. A partir de esemomento,hubounhuecoenmivida,unblanco,quenoesquedieraunasensacióndevacío, sin más, sino que la vista no lo podía soportar. Toda aquella blancura medeslumbrabaconunaluzfuerte,queirradiaba.Yasíseguirásiendohastaelfinal.

Mucho ratodespués, enelhospitalBroussais, estabaenuna saladeespera.Unhombredeunoscincuentaaños,conelpelogriscortadoacepilloyque llevabaunabrigodeespiga,tambiénestabaesperandoenunodelosbancoscorridos,enlaotrapunta de la sala. Sólo estábamos él y yo. La enfermera vino a decirme que habíamuerto. Se acercó como si la cosa fuera con él. Pensé que sería Guy Lavigne, elamigodesumadre,aquienibaaveraAuteuil,asutaller.Lepregunté:

—¿EsustedGuyLavigne?Negóconlacabeza.—No.MellamoPierreCaisley.SalimosauntiempodeBroussais.Eradenoche.Andábamosjuntosporlacalle

deDidot.—YustedsupongoqueesRoland.¿Cómopodíasaberminombre?Mecostabaandar.Aquellablancura,aquellaluz

queirradiabadelantedemí…—¿Nodejóningunacarta?—lepregunté.—No.Nada.Fueélquienmelocontótodo.EstabaensuhabitaciónconunatalJeannetteGaul,

a la que apodaban Calavera. Pero ¿cómo sabía él el mote de Jeannette? Salió albalcón.Pasóunapiernaporencimadelabarandilla.Laotraintentósujetarlaporunfaldón de la bata. Pero ya era demasiado tarde. Le dio tiempo a decir unas pocaspalabras,comosihablaseconsigomismaparadarseánimos:

Yaestá.Déjateir.

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PatrickModianonace enBoulogne-Billancourt el 30 de julio de 1945.Hijo deunaactrizbelgaydeunhombredenegociositaliano,crecióentreJouy-en-JosasylaAlta Saboya. Está considerado uno de losmejores escritores franceses vivos, y harecibidonumerososgalardones, entre ellos elPremioGoncourt porLa calle de lastiendas oscuras y, en 1984, el Premio de la Fundación Pierre de Mónaco por elconjunto de su obra. En esta colección se ha publicadoUn pedigrí, con una granacogida por parte de la crítica: «Con Un pedigrí ha logrado su mejor texto.Excepcional»(RobertSaladrigas,LaVanguardia);«Unpedigrínoestantoellibrodelasclavesdelaobramodianesca,queloes,sinoelgranlibrodePatrickModiano»(Miguel Sánchez-Ostiz,ABC); «Un pedigrí es un libro que te deja sin aliento. Elmejorlibro,sinduda,dePatrickModiano»(FélixRomeo,HeraldodeAragón);«Estapequeñanovelaresultadeunagranbelleza»(JacintaCremades,ElMundo).YahoraapareceEnelcafédelajuventudperdida,declaradaporLirelamejornovelafrancesade2007.

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Notas

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[1]LacárceldeFresnes,enlasafuerasdeParís.DeJacquesPrévert:«Compañerosdelosmalosdías,osdeseobuenasnoches.»(N.delaT.)<<

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[2]Encastellano,Amberes,ciudaddelaregióndeFlandes,enBélgica.(N.delED.)<<

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[3]DeJacquesPrévert:«Compañerosdelosmalosdías,osdeseobuenasnoches.»(N.delaT.)<<

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