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PARROQUIAS SERVIDORAS DE LA MISIÓN DE CRISTO EN COMUNIÓN CON “APARECIDA” NUESTRO PROYECTO JESUITA DE PARROQUIA A LA LUZ DE LA V CONFERENCIA EPISCOPAL DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

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PARROQUIAS SERVIDORAS DE LA MISIÓN DE CRISTO

EN COMUNIÓN CON “APARECIDA”

NUESTRO PROYECTO JESUITA DE PARROQUIA

A LA LUZ DE LA V CONFERENCIA EPISCOPAL

DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

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PARROQUIAS SERVIDORAS DE LA MISIÓN DE CRISTO EN COMUNIÓN CON “APARECIDA” EL PROYECTO JESUITA DE PARROQUIA A LA LUZ DE LA V CONFERENCIA

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PARROQUIAS SERVIDORAS DE LA MISIÓN DE CRISTO EN COMUNIÓN CON “APARECIDA”

NUESTRO PROYECTO JESUITA DE PARROQUIA

A LA LUZ DE LA V CONFERENCIA EPISCOPAL

DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

“En su alocución, el Papa Benedicto XVI demostró abiertamente su confianza, cercanía espiritual y aprecio profundo hacia la Compañía de Jesús, con palabras que nos han llegado al corazón, impulsando e inspirando nuestro deseo de servir a la Iglesia en este mundo marcado por „numerosos y complejos desafíos sociales, culturales y religiosos‟.”

Congregación General XXXV, Marzo 2008,

Decreto 1 “Con renovado impulso y fervor”, párrafo 1.

1) FINALIDAD DE ESTE DOCUMENTO

1. Los jesuitas de A. L., desde hace más de una década, hemos intensificado el esfuerzo por

la renovación de nuestras parroquias en el cauce del Concilio Vaticano II y de las

Conferencias Episcopales que lo siguieron. Después de un tiempo largo de preparación

reflexiva y discerniente, formulamos un proyecto que, señalando las características que

han de tener nuestras parroquias, va guiando cada vez con mayor efectividad nuestro

caminar parroquial.1 Hemos visto que, en el contexto socio-eclesial actual, la vocación de

cada una de nuestras parroquias es hacerse cada día más, en comunión con la Iglesia local y

con la Iglesia entera2, comunidad de vida y testimonio; autoconstruirse, en la fuerza del

Espíritu de Dios, como comunidad de comunidades honda y agradecidamente creyentes, de

sincera fraternidad, misioneras incansables, comprometidamente solidarias y capaces de celebrar con gozo fiel la liturgia que es, a la vez, culmen y fuente de toda vida cristiana.

3

2. Ese proyecto de parroquia, que fue asumido y promulgado formalmente en 2002 por la

Conferencia de Provinciales de América Latina, CPAL,4 poco a poco lo han ido haciendo

suyo buena parte de nuestras parroquias. Otra parte de ellas debe todavía esforzarse más

por conocerlo, acogerlo y traducirlo a la práctica. Para ambos grupos Aparecida es una

gracia especial y una oportunidad privilegiada. En efecto, podemos reasumir y relanzar con

1 Proyecto expresado en el documento “Características de la Parroquia Jesuita en la A.L. de hoy”. La

realización de este proyecto, a lo largo de cinco años, ha sido evaluada en el VI Encuentro de Coordinadores

de la Pastoral Parroquial S.J., La Habana, Abril de 2008. 2 Se trata de un proyecto, en palabras de la CG XXXV, de “hombres de y para la Iglesia”. 2,16

3 En el compromiso perseverante de poner en práctica ese proyecto hacemos real ese “fuego que enciende

otros fuegos”. CG XXXV, 2, 10. 4 Al formular este proyecto la CPAL ha puesto en práctica lo que más recientemente confirmará y valorará la

Congregación General XXXV: “La existencia de Conferencias con sus Presidentes, como también su

autoridad para tomar decisiones en el campo inter- y supra-provincial, implica que los Provinciales y

Superiores Regionales están sujetos a una manera nueva de interconexión e interdependencia, y que están

orientados a la colaboración.” 5,20.

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vigor nuestro proyecto aprovechando la luz y el impulso contenidos en el acontecimiento de Aparecida tal como han quedado plasmados en el documento conclusivo.

5

En ese sentido, el propósito de este escrito es contribuir a hacer nuestros, en espíritu de

servicio y con sentido eclesial, esa luz y ese impulso que la V Conferencia General del

Episcopado de América Latina y El Caribe -Aparecida, Mayo 2007- da a la vida toda de la

Iglesia de nuestro sub-continente y, en consecuencia, a nuestro proyecto jesuita de parroquia.

6

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿En qué medida ha asumido el sector parroquias de tu provincia el proyecto “Características”? ¿Por qué?

b) ¿Cuáles son los principales efectos que Aparecida va produciendo en el apostolado parroquial jesuita? ¿Qué hacer para aprovechar mejor las potencialidades de la V Conferencia?

2) RENOVACIÓN DE NUESTRA IGLESIA EN EL CAUCE DEL VATICANO II Y DE LAS CONFERENCIAS DEL EPISCOPADO

LATINOAMERICANO

3. Aparecida es un evento de gran esperanza para toda la Iglesia de América Latina y El

Caribe. Es una llamada vigorosa, humilde y comprometida para que toda ella se renueve

como discípula y como misionera, y realice esa renovación en el cauce por donde el

Espíritu de Dios la ha ido llevando. Cauce que, en la época reciente, ha sido delineado por

el Concilio Vaticano II y las Conferencias de nuestros Obispos. Claramente lo expresa el documento conclusivo:

“La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño es un nuevo paso en el camino de la Iglesia, especialmente desde el Concilio Ecuménico Vaticano II. Ella da continuidad y, a la vez, recapitula el camino de fidelidad, renovación y evangelización de la Iglesia latinoamericana al servicio de sus pueblos, que se expresó oportunamente en las anteriores Conferencias Generales del Episcopado.”

7

4. Aparecida busca, pues, en ese mismo cauce, la renovación de toda la Iglesia de América

Latina y El Caribe. Y está convencida de que esa renovación va a llevarse a cabo en la

medida en que nos hagamos mejores discípulos y misioneros de Jesucristo para que

nuestros pueblos, en Él, tengan vida. Y, para que eso pueda llevarse a cabo, pone su

confianza en el Espíritu de Dios, que hace nuevas todas las cosas. Es Él quien mantiene

caminando a su Iglesia peregrina y sostiene su fidelidad de cada día animándola a dar los pasos arriesgados que requieren los nuevos contextos históricos:

5 Al escribir estas páginas somos conscientes de los distintos enfoques de ambos documentos. Aparecida es

una vigorosa llamada de atención y un alentador impulso a toda la Iglesia de América Latina; es, pues, un

documento inspirador e iluminador. Nuestras “Características” pretenden ser un documento-guía más

concreto y operativo que define las principales líneas de nuestro trabajo parroquial. 6 Como hicimos en el epígrafe y en las notas dos, tres y cuatro, iremos recogiendo también, en notas

posteriores, algo de la iluminación y el impulso que ese mismo proyecto recibe de la reciente Congregación

General XXXV. 7 Documento conclusivo de la V Conferencia Episcopal, Aparecida, Brasil, 2007, número 11. En adelante

“DA”. Aparecida es muy consciente de que, en ese camino, no todo es avance y fidelidad. Es preciso seguir

impulsando con vigor honesto; hay que superar inercias e impedir retrocesos: “Lamentamos, sea algunos

intentos de volver a un cierto tipo de eclesiología y espiritualidad contrarias a la renovación del Concilio

Vaticano II, sea algunas lecturas y aplicaciones reduccionistas de la renovación conciliar.” DA 100.

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“Con la luz del Señor resucitado y con la fuerza del Espíritu Santo, Obispos de América nos reunimos en Aparecida, Brasil, para celebrar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe. Lo hemos hecho como pastores que queremos seguir impulsando la acción evangelizadora de la Iglesia, llamada a hacer de todos sus miembros discípulos y misioneros de Cristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestros pueblos tengan vida en Él.”

”8

5. Una vertiente importante de esa renovación va a consistir en la superación de innegables

debilidades. Aparecida retomará con honestidad la advertencia del Papa Benedicto XVI en

el discurso inaugural: “Se percibe, sin embargo, un cierto debilitamiento de la vida

cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica

debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de numerosas

sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudorreligiosas.”9

Con una honestidad semejante cada una de nuestras parroquias deberemos preguntarnos por

la presencia de tal “debilitamiento” en nuestra vida y misión. Hemos de identificar cuáles son los principales indicadores que lo revelan y cuáles las rutas para su superación.

6. De entrada tomemos conciencia clara de que, ante ese debilitamiento y ante los retos que

se plantean hoy a la Iglesia de América Latina y El Caribe, Aparecida realiza una

importante opción que va a atravesar todo el documento conclusivo. Estamos ante tareas

que requieren cambio, requieren nuevas actitudes, en síntesis, requieren formación: “La

vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en América

Latina y El Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación de los

miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la

función que desarrollen en la Iglesia.”10

Una renovación de amplio alcance requiere, pues, en todas y todos, de una formación

abarcante, integral, esperanzada, que nos lleve a vivir y anunciar el Evangelio en todos los

ámbitos de la vida: “Es necesario formar a los discípulos en una espiritualidad de la

acción misionera, que se basa en la docilidad al impulso del Espíritu, a su potencia de vida

que moviliza y transfigura todas las dimensiones de la existencia. No es una experiencia

que se limita a los espacios privados de la devoción, sino que busca penetrarlo todo con su

fuego y su vida.”11

7. De muchas maneras, pues, es particularmente claro y explícito el documento conclusivo

en esta convicción de la necesidad de buscar y encontrar caminos para una adecuada

renovación eclesial. Renovación, que, como es natural, mira a la globalidad de nuestra

Iglesia y, en ella, a nuestras parroquias. Renovación anhelada intensamente y pedida con

humildad confiada; renovación en la que, en todo momento, nos hemos de remitir a la

8 DA 1.

9 Benedicto XVI, Discurso Inaugural en Aparecida, número 1. En adelante “DI”. Ver también DA 100.

10 DA 276. En la evaluación proyectiva que realizamos los Coordinadores del Apostolado Parroquial Jesuita

en el Encuentro de La Habana (abril 2008) asumíamos con fuerza la necesidad de esa formación. Incluso nos

propusimos como tarea para este tiempo subsiguiente recoger la contribución de Aparecida y trabajar en el

diseño de un adecuado “itinerario formativo” para nuestras parroquias y sus agentes. 11

DA 284. Todo el capítulo 6 de Aparecida está dedicado al itinerario formativo de los discípulos misioneros. La Congregación General refuerza esa misma dirección: “Bajo esta luz podemos comprender mejor por qué

insiste tanto el Santo Padre – en su carta y en el discurso – en que „la obra evangelizadora de la Iglesia cuenta

con la responsabilidad que la Compañía tiene en el campo de la teología, de la espiritualidad y de la misión‟.”

CG XXXV 1,7.

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bondad misericordiosa de nuestro Dios: “Nos reconocemos como comunidad de pobres

pecadores, mendicantes de la misericordia de Dios, congregada, reconciliada, unida y

enviada por la fuerza de la Resurrección de su Hijo y la gracia de conversión del Espíritu

Santo.”12

8. Con esa misma confianza y humildad hemos de empeñarnos en la renovación de nuestro

trabajo parroquial secundando el impulso y la dirección de Aparecida. Hemos de redoblar

esfuerzos para que nuestro proyecto jesuita de parroquias se mantenga en ese mismo cauce

y asuma, con nueva fidelidad, lo que se quiso expresar programáticamente en el documento

de la CPAL: “El proyecto de las características de la „parroquia jesuita‟ en la América

Latina de hoy, se sitúa al interior del proceso eclesial impulsado por el Concilio Vaticano

II, y en ese espíritu, en las recientes orientaciones, opciones y caminos abiertos de la Iglesia Latinoamericana.”13

Así, seguiremos trabajando por superar deficiencias ya reconocidas. Estamos llamados a

revisar de nuevo el caminar de nuestras parroquias y a acoger la llamada al cambio y a la

conversión:

“…la experiencia pastoral reciente manifiesta que un buen grupo de comunidades eclesiales presentan serias deficiencias en la comprensión y vivencia en su fe en Jesucristo, en su fraternidad, en su fervor misionero, en su solidaridad, en su liturgia y de manera particular, en el lograr armonizarlas, de manera que formen unidad en su vida y misión cristiana y eclesial cotidiana y común.”

14

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿Cuáles han sido en tu parroquia las experiencias más relevantes de formación? ¿Qué aprendizajes importantes se desprenden de ellas?

b) ¿De qué manera se presentan en tu parroquia los “signos de debilitamiento” señalados por Aparecida? ¿Por dónde van los caminos de superación de los mismos?

3) RENOVACIÓN ECLESIAL CONCRETAMENTE EN LAS PARROQUIAS

9. La intención renovadora de la V Conferencia aflora constantemente en cada uno de los

capítulos del documento conclusivo. Nuestra Iglesia, por la fuerza del Espíritu Santo,

necesita hacerse nueva, en todos sus ámbitos, en cada uno de sus aspectos, en cada uno de

sus miembros y en cada una de sus comunidades. Y esa renovación, en particular, ha de

tener un lugar muy importante en las parroquias: “Uno de los anhelos más grandes que se

ha expresado en las Iglesias de América Latina y El Caribe, con motivo de la preparación

de la V Conferencia General, es el de una valiente acción renovadora de las

Parroquias.”15

En efecto, hay que continuar esforzándose para que ellas sean de verdad

“…espacios de la iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y

12

DA 100. 13

“Características de la Parroquia Jesuita en la A.L. de hoy”, capítulo 1, número 4. En adelante, “C”. 14

C pág 5; subrayado nuestro. Y más adelante, en la pág 15, “La organización básica de ésta [de la parroquia]

debe ser comunitaria y así superar situaciones de colectivos eclesiales informes, de muy baja participación, con poca evangelización, y que vive en el anonimato y desorganización.” 15 DA 170.

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responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supraparroquiales y a las realidades circundantes.”

16

10. Esta acción renovadora, que más adelante se irá detallando, se refiere por supuesto a

toda la parroquia y a todos que en ella participan; pero tiene que ver de una manera muy

especial con la renovación de los párrocos y demás sacerdotes que colaboramos en el

trabajo parroquial: “La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos

y en los sacerdotes que están al servicio de ella.”17 Estas palabras nos animan a seguir

trabajando en nuestro propio cambio. Aparecida nos llama a ser párrocos, sacerdotes y hermanos jesuitas con un nuevo perfil.18

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿Se da realmente en tu parroquia un impulso de renovación parroquial? ¿En qué sentido?

b) ¿Cuáles son los rasgos principales del “nuevo” perfil de párroco que va surgiendo en nuestras parroquias? ¿En qué nuevas actitudes debemos seguir insistiendo?

4) RENOVACIÓN FRUTO DEL AGRADECIMIENTO

11. Aparecida nos recuerda que toda auténtica renovación cristiana ha de tener como base y

como punto de partida el reconocimiento humilde y la gratitud por el camino ya andado.

Sólo así, en la convicción honda y sincera de que el Señor ha estado y está con nosotros

todos los días hasta el fin del mundo, tendremos el impulso para rectificar, reorientar y relanzar un proyecto de renovación eclesial.

Esta invitación al reconocimiento agradecido es para Aparecida una forma privilegiada de

fundamentar y vigorizar su explícita propuesta de renovación eclesial. En muchas ocasiones

su texto es, en verdad, un himno de acción de gracias19

, un testimonio de alabanza al Señor por su presencia y por su acción en medio de su Iglesia:

“La Iglesia Católica en América Latina y El Caribe, a pesar de las deficiencias y ambigüedades de algunos de sus miembros, ha dado testimonio de Cristo, anunciado su Evangelio y brindado su servicio de caridad particularmente a los más pobres. (…) Su empeño a favor de los más pobres y su lucha por la dignidad de cada ser humano han ocasionado, en muchos casos, la persecución y aún la muerte de algunos de sus miembros, a los que consideramos testigos de la fe.”

20

12. La Iglesia en América Latina y El Caribe ha sido, por gracia, discípula y misionera; ha

dado testimonio de Jesús y de su Buena Noticia; y su testimonio creyente ha sido integral,

solidario y ha llegado hasta el martirio. En las anteriores líneas recoge Aparecida lo mejor

de la historia de nuestra Iglesia. La fuerza de Dios ha estado con su pueblo. Y eso nos llena de una alegría contagiosa:

“En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don:

16

Ib. 17

DA 201. Ver este tema ampliado en los números 191 a 200. 18

El capítulo 2 de las Características está dedicado precisamente a esbozar ese perfil, que, ciertamente, se ve

enriquecido con los aportes de Aparecida. Por su parte, la CG XXXV nos dice en el 1,15: “Dentro del espíritu del Examen pedimos al Señor la gracia de la conversión y convidamos a cada uno de nuestros compañeros a

„examinar‟ su manera de vivir y trabajar en las „nuevas fronteras‟ de nuestro tiempo.” 19

Baste para comprobarlo una lectura atenta del capítulo 3 del documento conclusivo. 20

DA 98.

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Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo. La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades.”

21

Solamente con esa actitud es posible cualquier relanzamiento. Desde la acción de gracias,

desde el reconocimiento filial, podemos acoger la llamada a perseverar, a dar nuevos pasos

sin temor al riesgo, a afrontar con mayor vigor los retos que nos plantea el nuevo contexto en el que estamos viviendo.

A esa luz hemos de considerar lo que nuestras Características dicen del trabajo parroquial

como un regalo de Dios: “El carisma que el Señor regaló a la Compañía de buscar con

afán su mayor gloria, ha suscitado en nuestras Provincias una rica variedad de servicios a nuestros pueblos y a la Iglesia. Entre estos, ha florecido la pastoral parroquial.”22

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) Mirando la historia de la vida y el trabajo parroquial en tu provincia en los últimos años ¿qué experiencias te parecen más valiosas, más dignas de ser agradecidas?

b) ¿Qué compromisos, qué líneas de trabajo han contribuido más a esa tónica esperanzadora?

5) LA MIRADA A UNA REALIDAD QUE INTERPELA

13. La comunidad de los seguidores de Jesús es una comunidad situada en la historia. Ha de

vivir la vida nueva que ha recibido y ha de realizar su misión adaptándola al contexto,

tratando de responder a los nuevos retos y aprovechando las oportunidades y los caminos que el Espíritu de Dios le va abriendo para la realización del Reino del Padre.

Sin rodeos, Aparecida hace suya la conciencia de la novedad en la que discurre hoy día la vida y la misión de la Iglesia:

“Como pastores de la Iglesia, somos conscientes de que, después de la IV Conferencia General, en Santo Domingo, muchas cosas han cambiado en la sociedad. La Iglesia, que participa de los gozos y esperanzas, de las penas y alegrías de sus hijos, quiere caminar a su lado en este período de tantos desafíos, para infundirles siempre esperanza y consuelo.”

23

En efecto, estamos viviendo un verdadero cambio de época marcado por la globalización

con sus innegables valores y sus grandes desventajas. Asumiendo la visión de Benedicto XVI, Aparecida describe de esta manera sus principales rasgos:

“El Papa, en su Discurso Inaugural, ve la globalización como un fenómeno „de relaciones de nivel planetario‟, considerándolo „un logro de la familia humana‟, porque favorece el acceso a nuevas tecnologías, mercados y finanzas… No obstante estos avances, el Papa también señala que la globalización „comporta el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo‟. Por ello, Benedicto XVI enfatiza que, como en todos

21

DA 28-29. En este último número acota Aparecida con mucho tino: “La alegría del discípulo no es un

sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para

anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier

persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con

nuestra palabra y obras es nuestro gozo.” 22

C 1,2; que continúa: “Al presente, la Compañía en Latinoamérica, tiene la responsabilidad pastoral en 193

parroquias, con 300 jesuitas, aproximadamente, „de los 3200 jesuitas que trabajan actualmente en 2000 parroquias desparramadas por todo el mundo‟.” 23

DA 16.

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los campos de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.”

24

14. Tenemos que mirar con valor creyente a ese mundo globalizado en el que estamos

inmersos. Hemos de esforzarnos por tratar de entenderlo y por discernir ahí la llamada del

Espíritu de Dios a su Iglesia. Quizá por eso Aparecida sintió la necesidad de retomar el

método Ver, Juzgar y Actuar que habían tomado las conferencias de Medellín y Puebla y

que habían mantenido, entre otras instancias creyentes, las Comunidades Eclesiales de

Base, en el intento de ser Iglesia atenta, Iglesia centinela de la mirada bondadosa de Dios al

sufrimiento de su pueblo: “Este método ha colaborado a vivir más intensamente nuestra

vocación y misión en la Iglesia: ha enriquecido el trabajo teológico y pastoral, y, en

general, ha motivado a asumir nuestras responsabilidades ante las situaciones concretas de nuestro continente.”25

Todo esto supone un gran esfuerzo creyente y un trabajo permanente de la mejor calidad.

En el día a día del seguimiento y del servicio es necesario detenerse a mirar con compasión

y a analizar con responsabilidad buscando siempre una comprensión lúcida, sincera y

humilde de la realidad; comprensión totalmente orientada al servicio evangelizador y

transformador; comprensión, por tanto, que debe cuidarse de toda simplificación dañina:

“Esto nos ha enseñado a mirar la realidad con más humildad, sabiendo que ella es más

grande y compleja que las simplificaciones con que solíamos verla en un pasado aún no

demasiado lejano y que, en muchos casos, introdujeron conflictos en la sociedad, dejando muchas heridas que aún no logran cicatrizar.”26

15. Aparecida no pretende tanto formular teorías, cuanto centrarse en las personas, en las comunidades, en el innegable sufrimiento de las víctimas:

“Esto nos debería llevar a contemplar los rostros de quienes sufren. Entre ellos, están las comunidades indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual; también los niños víctimas del aborto.”

27

Esta mirada en definitiva pastoral, que describe con gran tino la realidad que vivimos en

nuestras propias parroquias, no se queda sólo en los síntomas. Quiere ir más allá de las

manifestaciones –graves y dolorosas, por cierto- y aproximarse a las causas. De esa manera

24 DA 60; descripción valorativa que continúa en el número 61: “Lamentablemente, la cara más extendida y

exitosa de la globalización es su dimensión económica, que se sobrepone y condiciona las otras dimensiones

de la vida humana. En la globalización, la dinámica del mercado absolutiza con facilidad la eficacia y la

productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter hace de la

globalización un proceso promotor de inequidades e injusticias múltiples.” Subrayados nuestros. 25

DA 19. Y enseguida: “Este método nos permite articular, de modo sistemático, la perspectiva creyente de ver la realidad; la asunción de criterios que provienen de la fe y de la razón para su discernimiento y

valoración con sentido crítico; y, en consecuencia, la proyección del actuar como discípulos misioneros de Jesucristo. La adhesión creyente, gozosa y confiada en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y la inserción

eclesial, son presupuestos indispensables que garantizan la eficacia de este método.” 26

DA 36. 27

DA 65.

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podrá aportar en la solución radical y a fondo de los problemas. En ese sentido, Aparecida

señala sin titubear que ese sufrimiento humano es, en buena parte, causado por una globalización insolidaria:

“Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente „explotados‟ sino „sobrantes‟ y „desechables‟.”

28

16. Mirando con profundidad creyente y misionera, Aparecida encuentra en esa visión de la

realidad los indicios de la mirada compasiva de Dios, los signos inequívocos de su llamada

a un discipulado más fiel y a un impulso misionero más vigoroso. Ante la explotación, la

opresión y la exclusión, Aparecida acoge la llamada a retomar y a hacer vida, cada día con

más fuerza, la opción evangélica por los pobres, que ahora no son solamente pobres y

explotados sino, además, sobrantes y desechables: “Si esta opción está implícita en la fe

cristológica, los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar,

en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: „Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo‟.”29

También aquí hay una luz importante y una llamada a nuestro trabajo parroquial; hemos de

seguir aprendiendo a mirar la realidad de esa manera. Hemos que ahondar en la conciencia

del proceso de globalización que vive nuestro mundo, con sus ventajas y con sus

dificultades enormes. Con una visión lúcida que hemos de actualizar una y otra vez; una

visión creyente que nos remite siempre a un compromiso más fiel a favor de los pobres.30

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿Damos su lugar, en nuestro trabajo parroquial al análisis de la realidad, a la consideración detenida de los retos que de esa realidad se desprenden? ¿Nos hemos ayudado del método pastoral ver, juzgar, actuar, tan propio de la tradición eclesial latinoamericana?

b) ¿Qué cosas en nuestra experiencia parroquial han ayudado a mantener y fortalecer la opción evangélica por los pobres?

6) NECESIDAD DE REPENSAR LA MISIÓN

17. La Iglesia, la comunidad fiel de seguidores de Jesús, o, en palabras de Aparecida, la

comunidad de discípulos misioneros, está permanentemente atenta a los signos de los

28

Ib. La Congregación General se refiere a esta misma realidad haciendo eco a la contemplación ignaciana de la encarnación: “Dios ha creado un mundo con diversidad de habitantes; eso es bueno. La creación expresa la

rica belleza de este mundo amable: personas que trabajan, ríen, prosperan juntas; son signos de que Dios está

vivo entre nosotros. Sin embargo, la diversidad se convierte en problemática cuando las diferencias entre las

personas se viven de tal manera que unos pocos prosperan a expensas de otros que son excluidos, de modo

que hay gentes que luchan, se matan unos a otros resueltos a destruirse. Entonces Dios sufre en Cristo en y

con el mundo, y quiere renovarlo. Aquí es precisamente donde se sitúa nuestra misión. Y es aquí donde

tenemos que discernirla, siguiendo los criterios del magis y del bien más universal.” CG XXXV 2,22. 29

DA 393. Esto mismo lo encontramos en CG XXXV 3,27. 30

A esa luz hemos de profundizar lo que esboza ya nuestro proyecto: “Al presente, vivimos un fuerte proceso de globalización, el cual está controlado por el mercado capitalista neoliberal. La hegemonía neoliberal,

marcada con frecuencia por la injusticia y la violencia, no sólo se refiere a la economía, sino que también

implica fuerzas políticas y tendencias culturales, promovidas éstas por los medios de comunicación.” C 1,7,

subrayado nuestro. Ver también C 1,8.

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tiempos. Y con esa mirada encuentra la llamada de Dios y descubre una seria invitación a

repensar su vida y su misión: “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y

relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y

mundiales.” 31 Hacer esto nos llevará a recomenzar remitidos a nuestro único principio: “A

todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que no se comienza a ser cristiano

por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con

una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”32

La Iglesia ha de retomar confiadamente esa misión repensada en profundidad acogiendo,

con entrega y disponibilidad nuevas, la salvación que, en su Hijo, ha hecho llegar Dios a toda esta historia.33

Así, frente a una globalización injusta y excluyente, la Iglesia recomienza desde Jesús y

relanza su misión con fidelidad y audacia en las nuevas circunstancias latinoamericanas y

mundiales. Acoge con humildad y fortaleza la llamada a trabajar por construir una globalización diferente:

“Por ello, frente a esta forma de globalización, sentimos un fuerte llamado para promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos, haciendo de América Latina y El Caribe no sólo el Continente de la esperanza, sino también el Continente del amor, como lo propuso SS. Benedicto XVI en el Discurso Inaugural de esta Conferencia.

34

18. Aparecida, como señalamos más arriba, sabe que ese esfuerzo por una globalización

solidaria, justa y respetuosa de los derechos humanos ha de realizarse en una clara, humilde

y perseverante opción por los pobres a la que con nitidez se refirió el Papa Benedicto XVI:

“…la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9).”35

Quizás en esta vigorosa reasunción, discipular y misionera, de la opción por los pobres, esté

uno de los más importantes aspectos de iluminación de Aparecida para la vida y misión de

nuestra Iglesia y, en particular, para nuestro proyecto jesuita de parroquias. La V Conferencia nos invita a hacer nuestros de nuevo estos inequívocos compromisos:

“Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres,

31

DA 11. La Congregación General va en dirección parecida cuando afirma: “Servir a la misión de Cristo hoy

implica prestar especial atención a su contexto global. Este contexto nos exige actuar como un cuerpo

universal con una misión universal, cayendo en la cuenta, al mismo tiempo, de la radical diversidad de

nuestras situaciones.” CG XXXV 2,20. 32

DA 12, que a continuación argumenta de esta manera: “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas,

a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos

sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la

vida de los bautizados.” 33

“La historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, transcurre bajo su mirada compasiva. Dios ha

amado tanto nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo. Él anuncia la buena noticia del Reino a los pobres y a

los pecadores. Por esto, nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el

Evangelio, que es Cristo mismo... Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no

profetas de desventuras.” DA 30. Subrayado nuestro.

34 DA 64.

35 DI 3; ver también DA 392.

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incluso hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores. Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a ser sacramento de amor, solidaridad y justicia entre nuestros pueblos.”

36

Dicha opción por los pobres atravesará, pues, todo el trabajo evangelizador, modificará sus

estructuras y prioridades pastorales, y lo mantendrá indisolublemente vinculado con el

trabajo de promoción humana y auténtica liberación: “Asumiendo con nueva fuerza esta

opción por los pobres, ponemos de manifiesto que „todo proceso evangelizador implica la

promoción humana y la auténtica liberación‟.”37

19. Clave en esa integralidad será la evangelización inculturada, condición indispensable

para que el anuncio de la Buena Noticia y su recepción creyente en las personas y en las comunidades constituyan principios de un cambio radical, consistente y duradero. Porque

“…Cristo, siendo realmente el Logos encarnado, „el amor hasta el extremo‟, no es ajeno a cultura alguna ni a ninguna persona; por el contrario, la respuesta anhelada en el corazón de las culturas es lo que les da su identidad última, uniendo a la humanidad y respetando a la vez la riqueza de las diversidades, abriendo a todos al crecimiento en la verdadera humanización, en el auténtico progreso. El Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura.”

38

Opción por los pobres y proceso permanente de evangelización integral e inculturada que

brota, como de su fuente, de la opción creyente y amorosa por Jesucristo, del encuentro

verdadero y hondo con Él. De ahí es de donde vamos a obtener la fortaleza, la luz necesaria

para ese proyecto; de la experiencia de Jesús, del reavivamiento de la fe en el encuentro con

Él, con su persona, con su Palabra, en la comunidad. En esto estriba el reto fundamental para la Iglesia de América Latina y El Caribe:

“Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias. Este es el mejor servicio –¡su servicio!– que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones.”

39

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿Consideras que nuestro proyecto de parroquia está dando respuesta a esta necesidad señalada por Aparecida de repensar a fondo la misión? ¿En qué sentido?

36

DA 396. Y poco antes en el 395: “El Santo Padre nos ha recordado que la Iglesia está convocada a ser

„abogada de la justicia y defensora de los pobres‟ ante „intolerables desigualdades sociales y económicas‟,

que „claman al cielo‟.” 37

DA 399. 38

DI 1. Ver también DA 41. 39

DA 14. Este encuentro con Jesucristo es, para la Congregación General, la fuente de la unidad de la Compañía de Jesús: “A pesar de las diferencias, lo que nos une a los jesuitas es Cristo y el deseo de servirle:

no hacernos sordos al llamamiento del Señor, sino prontos y diligentes para cumplir su santísima voluntad. Él

es la imagen única del Dios invisible, capaz de revelarse en todas partes, y en una exacerbada cultura de

imágenes, Él es la única imagen que nos une; los jesuitas saben quiénes son mirándole a Él.” CG XXXV 2,2

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b) ¿Qué aspectos de nuestro proyecto necesitan ser repensados a la luz de Aparecida?

7) PARROQUIA: COMUNIDAD DE COMUNIDADES

20. El enfoque de este documento nos obliga a centrarnos en las parroquias, a destacar los

principales destellos de iluminación que Aparecida les ofrece. Y, en primer lugar, la

afirmación de que, para renovarse en profundidad y contribuir decididamente a esa

evangelización integral e inculturada, las parroquias han de hacerse, en honda comunión

con la Iglesia local y con la Iglesia entera, comunidades vivas siendo comunidad de comunidades.

Al indicar esto tan central, Aparecida sabe que no sólo está haciendo una propuesta a

futuro; quiere reconocer expresamente lo que ya se ha venido realizando en nuestras

Iglesias locales: “Crecen los esfuerzos de renovación pastoral en las parroquias,

favoreciendo un encuentro con Cristo vivo, mediante diversos métodos de nueva

evangelización, transformándose en comunidad de comunidades evangelizadas y misioneras.”40

En una parroquia comunidad de comunidades es donde normalmente tendremos la

experiencia de encuentro con Jesucristo que nos lanza a la misión, en este contexto, en

medio de los pobres: “Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los

discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de

la Iglesia y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia

concreta de Cristo y la comunión eclesial. Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión.”41

Ahora bien, hacerse “comunidad de comunidades” no es solamente una recomendación

acertada a la pastoral de las parroquias. Es el redescubrimiento práctico de algo que

pertenece a la esencia misma de la vida cristiana:

“La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella „nos da una familia, la

familia universal de Dios en la Iglesia Católica.”42

21. Aparecida establece así el horizonte del caminar de las parroquias y, en seguida, saca

conclusiones operativas de afirmaciones tan fundamentales. Afirma que hacer de una

parroquia una comunidad de comunidades pide con urgencia una reformulación a fondo de

40

DA 99. Y en el 178: “Las comunidades eclesiales de base, en el seguimiento misionero de Jesús, tienen la

Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad y la orientación de sus Pastores como guía que asegura la

comunión eclesial. Despliegan su compromiso evangelizador y misionero entre los más sencillos y alejados, y

son expresión visible de la opción preferencial por los pobres. Son fuente y semilla de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia.” 41

DA 171. Las CEBs han sido, según Aparecida, una preciosa concreción de todo esto: “En la experiencia

eclesial de algunas iglesias de América Latina y de El Caribe, las Comunidades Eclesiales de Base han sido

escuelas que han ayudado a formar cristianos comprometidos con su fe, discípulos y misioneros del Señor,

como testimonia la entrega generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos.” DA 178. 42

DA 156; ver también el número 163. En este mismo sentido, en relación a nuestra vida en comunidad, dice la Congregación General: “La identidad y la misión jesuitas están enlazadas por la comunidad; efectivamente,

identidad, comunidad y misión son una suerte de tríptico que arrojan luz para entender mejor nuestro

compañerismo.” CG XXXV 2,19. Y en 5,41: “Así la comunidad jesuita es misión, y no solo para la misión.”

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la estructura parroquial. Se necesita creatividad para llegar a ser una red bien tejida de

comunidades vivas portadoras de la Buena Noticia del Reino de Dios: “La renovación de

las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige reformular sus estructuras, para que sea

una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión.”43

Asimismo, como una consecuencia práctica, la reformulación de esas estructuras va a

postular una cierta sectorización. Nuestras parroquias son generalmente muy extensas. Para

irse convirtiendo en “comunidad de comunidades” hacen falta nuevas distribuciones del

trabajo, nuevas fórmulas de organización, nuevas formas de actividad y crecimiento:

“Teniendo en cuenta las dimensiones de nuestras parroquias, es aconsejable la

sectorización en unidades territoriales más pequeñas, con equipos propios de animación y

coordinación que permitan una mayor proximidad a las personas y grupos que viven en el territorio.”44

Esa sectorización indicada por Aparecida va a suponer y a llevar consigo, particularmente

en los centros urbanos y en las periferias, una saludable dinámica descentralizadora: Los

discípulos misioneros han de ir dando lugar a “una descentralización de los servicios

eclesiales de modo que sean muchos más los agentes de pastoral que se integren a esta

misión, teniendo en cuenta las categorías profesionales.”45

Esta amplia propuesta de Aparecida nos alegra y nos da luz e impulso para nuestro trabajo

en parroquias. Ellas están llamadas a ser cada vez más comunidad de comunidades. Ése ha

de seguir siendo el resumen de nuestro proyecto: “Los jesuitas, en fidelidad creativa al

Evangelio, la Iglesia y nuestro carisma, queremos decididamente priorizar la parroquia como comunidad de comunidades de fe, fraternas, misioneras, solidarias y litúrgicas.”46

22. La renovación comunitaria de nuestras parroquias postulada por la V Conferencia

implicará “una pastoral familiar intensa y vigorosa”,47

y, junto con ella, una atención lúcida

y dedicada a los adolescentes y a los jóvenes.48

Asimismo asumirá el compromiso de

conseguir una participación mayor de los varones. Llama la atención, y queda como un reto

para todos nosotros, el señalamiento de Aparecida de que una parroquia comunidad de

comunidades en la que se reconoce la valiosa participación de las mujeres debe hacer un

esfuerzo por incluir más a los varones: “Tradicionalmente, debemos reconocer que un

porcentaje significativo de ellos en América latina y El Caribe, se ha mantenido más bien

al margen de la Iglesia y del compromiso que en ella están llamados a realizar. De este modo, han venido alejándose de Jesucristo, la vida plena que tanto anhelan y buscan.” 49

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

43

DA 172. Como un punto importante que no detallamos aquí, Aparecida desarrolla más este cambio de

estructuras en relación a la pastoral urbana. Ver DA 509-518. 44

DA 372. En la misma línea de Aparecida nuestro proyecto postula también la necesaria organización en

sectores como un paso para la formación de la parroquia como comunidad de comunidades. Ver C 1,30. 45

DA 518. 46

C 1,21. 47

DI, 5. Ver DA capítulo 9. 48

DA, 442-446. Ver Características n 26: “Ayudaremos especialmente a los jóvenes, para que descubran o fortalezcan su vocación.” 49

DA 461.

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a) ¿Qué indicadores muestran que tu parroquia, en honda comunión con la Iglesia local, va siendo cada vez más una verdadera comunidad, una comunidad de comunidades?

b) ¿Qué tipo de sectorización, qué nuevas estructuras parroquiales están ayudando para ello?

a) Parroquia, Comunidad de Comunidades de Fe Viva

23. Sin lugar a dudas, uno de los rasgos por los que Aparecida va a ser recordada en el

futuro es su insistencia en el encuentro creyente, personal, amoroso, comprometido y fiel

con el Señor, con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida de la Iglesia, fuente de Espíritu. Esta

espiritualidad discipular que lleva indisolublemente unida la proyección misionera ha sido

y continuará siendo el signo distintivo, el símbolo más claro de toda la V Conferencia. Y,

como tal, ha de vivirse con hondura auténtica y fomentarse asiduamente en las parroquias.

En ellas nos formamos como discípulos misioneros de Jesucristo y tenemos

consiguientemente la oportunidad de crecer, cada día, en el amor y compromiso con nuestros hermanos en la construcción de un mundo nuevo, más justo, incluyente y humano:

“La admiración por la persona de Jesús, su llamada y su mirada de amor buscan suscitar una respuesta consciente y libre desde lo más íntimo del corazón del discípulo, una adhesión de toda su persona al saber que Cristo lo llama por su nombre (cf. Jn 10, 3). Es un „sí‟ que compromete radicalmente la libertad del discípulo a entregarse a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14, 6). Es una respuesta de amor a quien lo amó primero „hasta el extremo‟ (cf. Jn 13, 1). En este amor de Jesús madura la respuesta del discípulo: „Te seguiré adondequiera que vayas‟ (Lc 9, 57).”

50

24. En esa central dirección, señalada por Aparecida, ha de continuar nuestro proyecto

jesuita de parroquias. Debe seguir priorizando con fuerza la experiencia espiritual vivida y

cultivada en la comunidad parroquial. No hay parroquia verdadera sin una fe profunda, sin

una sólida espiritualidad, que, en nuestro caso, aprovecha con fecundidad apostólica el

carisma de la espiritualidad ignaciana: “Por ello, queremos ayudar y promover un proceso

que suscite y alimente prioritariamente el amor personal y apasionado a Jesucristo y su

Reino. Para ello, tenemos el medio privilegiado de los Ejercicios Espirituales.”51 Así,

impulsando ese proceso, conseguiremos un crecimiento en la fe y en el amor, un avance en

la entrega discipular y misionera que realmente “caracterice” a nuestras parroquias:

“En el hoy, nuestras parroquias deben priorizar y distinguirse por su espiritualidad y vida comunitaria y así ayudar al proceso de unir, por el Espíritu, a toda persona con Dios y su Pueblo. Así mismo, la parroquia está llamada a ser manantial de la experiencia de Jesucristo y su Reino; escuela notable de fe, esperanza y caridad; lugar donde se vive y comparte la mística cristiana; fuente donde crece y se expresa nuestro amor a María;

50 DA 136. En ese mismo encuentro con Jesucristo, en el compromiso de su seguimiento, está la posibilidad

de seguir haciendo de la religiosidad popular una espiritualidad más profunda y misionera. En la dirección

indicada por el papa Benedicto, Aparecida valora la religiosidad popular como riqueza a partir de la cual se

puede seguir cultivando esa espiritualidad. Ver DI, 1; DA 258-264. 51

C 1,26. A esto mismo nos anima la Congregación General: “El ritmo rápido del cambio cultural ha estado acompañado de un vacío interior, a la vez que de un nuevo interés por la religiosidad popular, una búsqueda

renovada de sentido y una sed de experiencia espiritual, en ocasiones, fuera de la religión institucional. Los

Ejercicios Espirituales, que desde el comienzo han sido un valioso instrumento a nuestra disposición,

representan hoy una ayuda notable para muchos de nuestros contemporáneos… Animamos a los jesuitas a dar

los Ejercicios, y „dexar inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor‟ y

llevar así a las personas a una relación más profunda con Dios en Cristo y, mediante ello, al servicio de su

Reino.” CG XXXV 3,21

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organización para el bien de las personas en comunidades evangelizadas y evangelizadoras.”

52

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿En qué medida ha crecido nuestra parroquia como verdadera comunidad de fe? ¿Qué tanto han contribuido para ello los ejercicios espirituales?

b) ¿Hemos sabido descubrir y acoger el hondo impulso espiritual presente en la religiosidad popular? ¿De qué manera lo hemos acompañado y cultivado?

b) Parroquia, Comunidad de Comunidades Fraternas.

25. Las parroquias, comunidad de comunidades de fe en Jesucristo, están llamadas a vivir

la síntesis de la voluntad fundamental de Dios expresada en los dos mandamientos. Síntesis

que vivió y enseñó Jesús: el amor a Dios y el amor a los hermanos; resumen, asimismo, de

la experiencia original de la Iglesia primitiva. Siendo “células vivas”53

de estructuración

eclesial, las parroquias han de constituirse cada día como Iglesia, es decir, como la

fraternidad de las hijas y los hijos de Dios. Ésta es, de acuerdo a Aparecida, una

característica esencial suya: “La Iglesia es comunión en el amor. Esta es su esencia y el

signo por el cual está llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la

humanidad. El nuevo mandamiento (del amor) es lo que une a los discípulos entre sí

reconociéndose como hermanos y hermanas.”54

Éste es en apariencia un enunciado sencillo. Pero hace falta una honda conversión personal

y una profunda conversión pastoral para llevarlo a la práctica. Hay inercias, hay dinámicas

inscritas en un proceder de siglos que nos impiden avanzar en ese reconocernos como

hermanos y hermanas. Para llegar efectivamente a esa fraternidad hemos de remontar todo

clericalismo y centralismo, toda exclusión, todo lo que inhiba o impida la verdadera y efectiva comunión y participación.

26. Para ello, Aparecida subraya una vez más la necesidad de continuar construyendo

actitudes nuevas y estructuras nuevas en el esfuerzo de hacer de nuestras parroquias

comunidades que viven y proyectan fraternidad. Una fraternidad que, específicamente, ha

de integrar la relación hombre-mujer: “El nuevo mandamiento del amor es lo que une a los

discípulos entre sí reconociéndose como hermanos y hermanas, obedientes al mismo

Maestro, miembros unidos a la misma Cabeza y, por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros (1 Cor 13; Col 3, 12- 14).”55

Esa fraternidad incluyente debe ser, cada vez más, una característica de nuestras parroquias.

Sólo contando con ella serán capaces de ayudar a suprimir las graves desigualdades sociales y a construir la vida digna que Dios quiere para sus hijas e hijos:

52

C 1,25. 53

DA 170. 54

DA 176. 55

DA 161. Fraternidad incluyente que contribuye a la superación de la exclusión: “En esta hora de América

Latina urge escuchar el clamor muchas veces silenciado de las mujeres que son sometidas a muchas formas de

exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de su vida. Entre ellas, las mujeres pobres,

indígenas y afrodescendientes, han sufrido una doble marginación. Urge que todas las mujeres puedan

participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras

que favorezcan una mayor inclusión.” DA 454.

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“Hay que subrayar „la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo‟ que „invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes‟. Tanto la preocupación por desarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del Evangelio, se sitúan en este contexto de servicio fraterno a la vida digna. Descubrimos así una ley profunda de la realidad: la vida sólo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa. Porque „Dios en Cristo no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres humanos‟.”

56

27. Aquí, de nuevo, Aparecida nos alienta en nuestro proyecto y en nuestro caminar.

Estamos llamados a ser fraternos y a construir fraternidad en medio de tanto egoísmo,

exclusión y desprecio de la vida. Es una invitación a retomar creativamente fundamentales compromisos ya asumidos en nuestro proyecto:

“En este contexto social, en obediencia al Evangelio, los jesuitas queremos destacarnos en la fraternidad con todos, pero especialmente con los pobres, los despreciados, los discriminados y excluidos. Esto implica la difícil construcción de comunidades alternativas fraternas y que en la práctica nuestras parroquias sean un cuerpo organizado de comunidades fraternas, inclusivas, acogedoras, simpáticas, sin discriminación alguna.”

57

Esto podremos hacerlo si vemos, con Aparecida, en el rostro mismo de Jesucristo el rostro

de nuestros hermanos. De esa manera asumiremos con más hondura el llamado a construir

cada día la fraternidad. Una fraternidad llena de respeto a la dignidad de cada persona y de reconocimiento de los diversos carismas:

“En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado, maltratado por nuestros pecados y glorificado por el Padre, en ese rostro doliente y glorioso, podemos ver, con la mirada de la fe el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y, al mismo tiempo, su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos. La Iglesia está al servicio de todos los seres humanos, hijos e hijas de Dios.”

58

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿Podrías señalar algunos indicadores de real crecimiento en fraternidad en tu comunidad parroquial? ¿Cuáles son los factores que, principalmente, han ayudado para ello?

b) ¿Qué obstáculos de clericalismo, centralismo, etc. quedan todavía por remontar?

c) Parroquia, Comunidad de Comunidades Misioneras.

28. Desde todo punto de vista la propuesta discipular de Aparecida es central y

decididamente misionera. Ésa es su consigna y ése es su proyecto. Son innumerables los

textos del documento conclusivo que van en esta dirección. Y buen número de ellos con

referencia expresa a las parroquias:

56

DA 358 y 359. Subrayados nuestros. 57

C 1,29. Subrayados nuestros. 58

DA 32. Subrayado nuestro. De acuerdo a la reciente Congregación General, Ignacio recibió de Dios la gracia de una nueva mirada sobre la realidad. Y esto forma parte de nuestro carisma: “Este entendimiento que

Ignacio recibió le enseñó una manera contemplativa de situarse en el mundo, de contemplar a Dios que

trabaja en lo hondo de la realidad, de gustar „la infinita suavidad y dulzura de la divinidad, del alma y de sus

virtudes y de todo‟… Gustar y ver a Dios en la realidad es un proceso. El mismo Ignacio tuvo que aprenderlo

a través de muchas experiencias dolorosas. En La Storta recibió la gracia del Señor de ser puesto con el Hijo

cargado con la cruz; de esta forma, tanto él como sus compañeros fueron introducidos en la forma de vida del

Hijo, con sus gozos y sus sufrimientos.” CG XXXV 2,6.

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“La V Conferencia General es una oportunidad para que todas nuestras parroquias se vuelvan misioneras. Es limitado el número de católicos que llegan a nuestra celebración dominical; es inmenso el número de los alejados, así como el de los que no conocen a Cristo. La renovación misionera de las parroquias se impone tanto en la evangelización de las grandes ciudades como del mundo rural de nuestro continente, que nos está exigiendo imaginación y creatividad para llegar a las multitudes que anhelan el Evangelio de Jesucristo.”

59

Renovación, imaginación y creatividad misionera; todo eso pide Aparecida a nuestras

parroquias. Sólo así, con gran confianza y convicción, podrán éstas dar una respuesta a la

altura de los nuevos e ingentes retos. Respuesta que, otra vez, va a suponer un trabajo

perseverante de creación de nuevas estructuras pastorales que superen cualquier clase de burocracia y liberen el potencial misionero con que el Espíritu quiere llenar a su Iglesia:

“Particularmente, en el mundo urbano, se plantea la creación de nuevas estructuras pastorales, puesto que muchas de ellas nacieron en otras épocas para responder a las necesidades del ámbito rural.”

60

“Una parroquia, comunidad de discípulos misioneros, requiere organismos que superen cualquier clase de burocracia. Los Consejos Pastorales Parroquiales tendrán que estar formados por discípulos misioneros constantemente preocupados por llegar a todos.”

61

29. Nada de esto podrá llevarse a cabo, advierte Aparecida, sin una radical conversión

personal que nos ponga totalmente al servicio del Reino y, a la vez, una decidida conversión pastoral, fruto de la atención amorosa a la voz del Espíritu:

“La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir „lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias‟ (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta.”

62 [Esa conversión pastoral] “exige que se pase de una pastoral de mera

conservación a una pastoral decididamente misionera.”63

“Conversión pastoral” es una palabra fuerte; una pregunta seria sobre las estructuras que

hemos de transformar a fondo. Conversión significa cambio de mente, cambio de corazón,

cambio de camino. No se trata, por tanto, de hacer algunos retoques superficiales que en el

fondo no llevan sino a mantener lo mismo, ni tampoco de ajustarse a caprichos o modas. Se

trata de obedecer al Espíritu con fidelidad y constancia, y de asumir, misionalmente, las

tareas prioritarias que hoy requiere el Evangelio. Tareas que significan hacerse cargo de las

preguntas que surgen en medio de los cambios culturales tan profundos que vivimos;

afrontar, en honda reflexión y diálogo, los cuestionamientos que muchos de nuestros

contemporáneos se plantean sobre Dios, sobre la Iglesia y su doctrina. Tareas que, en

59

DA 173. Subrayados nuestros. Ver también 99, 171 a 174, 201 a 203, 252, 306… 60

Ib. 61

DA 203. 62

DA 366. Subrayado nuestro. 63

DA 370. A este respecto hablará la Congregación General de las nuevas fronteras a que debe llevarnos esa misma actitud misionera: “Con palabras cargadas de fuerza, el Santo Padre nos situaba definitivamente ante el

futuro de la misión. Una misión expresada con toda claridad y firmeza: defensa y propagación de la fe que

nos haga descubrir nuevos horizontes y llegar a las nuevas fronteras sociales, culturales y religiosas que, por

ser fronteras – recordaba el P. Adolfo Nicolás en sus palabras de saludo al Papa – pueden ser lugares de

conflicto y tensión que ponen en peligro nuestra reputación, tranquilidad y seguridad.” CG XXXV 1,6.

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definitiva, han de contribuir a la recuperación de la dignidad de todo ser humano, a la realización de la vida:

“Ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en El, tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano.”

64

Atención a los alejados.

30. Según Aparecida, el compromiso misionero de toda la comunidad es un eje que se ha de

reforzar ante la migración de creyentes católicos a otros grupos. La comunidad, la

parroquia, “sale al encuentro de los alejados, se interesa por su situación, a fin de

reencantarlos con la Iglesia e invitarlos a volver a ella”.65

Analizando más la situación de quienes se han alejado, Aparecida señala que muchos de

ellos abandonan la Iglesia no por motivos doctrinales, dogmáticos o teológicos sino por otros motivos: vivenciales, pastorales, metodológicos:

“Según nuestra experiencia pastoral, muchas veces, la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos „no católicos‟ creen, sino, fundamentalmente, por lo que ellos viven; no por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos, sino metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes. Buscan, no sin serios peligros, responder a algunas aspiraciones que quizás no han encontrado, como debería ser, en la Iglesia.

66

Ante ese alejamiento, indica Aparecida, hemos de fortalecer en nuestras parroquias la

experiencia religiosa de encuentro personal con Jesucristo. Hemos asimismo de ahondar la

vivencia comunitaria, la acogida fraternal, la valoración de los carismas, el servicio en

corresponsabilidad. Y, finalmente, tenemos que continuar con la formación bíblico-

doctrinal y la asunción del compromiso misionero por toda la comunidad.67

No se trata, por tanto, de un mero proselitismo propagandístico sino de ahondar de tal

manera en la vida de fe y seguimiento, que podamos dar un testimonio convincente que, en

estas nuevas circunstancias históricas, constituya un decidido anuncio de la Buena Noticia

para vida del mundo. Se trata, en resumen, de ponernos todos como Iglesia, y consecuentemente como parroquias, en “estado permanente de misión”

68:

“Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero. Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida en Cristo. La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo.”

69

64

DA 384. 65

DA 226. 66

DA 225. 67

DA 226. 68

DA 551. 69

DA 362, subrayado nuestro, que continúa: “Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra

esperanza. Por eso, se volverá imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria que alimenten el

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Sentido ecuménico y diálogo interreligioso.

31. Aparecida es consciente de que América Latina y el Caribe va siendo, cada vez más, un

mundo pluricultural y plurirreligioso. En una realidad así la misión ha de realizarse, como lo enseñó el Concilio Vaticano II, en espíritu ecuménico y de diálogo:

“La comprensión y la práctica de la eclesiología de comunión nos conduce al diálogo ecuménico. La relación con los hermanos y hermanas bautizados de otras iglesias y comunidades eclesiales es un camino irrenunciable para el discípulo y misionero, pues la falta de unidad representa un escándalo, un pecado y un atraso del cumplimiento del deseo de Cristo: „Que todos sean uno, lo mismo que lo somos tú y yo, Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado‟.”

70

En este “camino irrenunciable para el discípulo y misionero” es imprescindible hacer la

verdad en la caridad recuperando en nuestras comunidades el sentido del compromiso

bautismal. Así dispondremos de una base común para un diálogo ecuménico inspirado

permanentemente en la oración por la unión de los cristianos.71

En este aspecto nuestras

parroquias y sus comunidades están llamadas a ser un espacio privilegiado de diálogo y

colaboración fraterna tanto con otras iglesias y comunidades eclesiales como con otras

creencias no cristianas, en especial con el judaísmo y las religiones monoteístas y, también, con los no creyentes.

“El diálogo interreligioso, además de su carácter teológico, tiene un especial significado en la construcción de la nueva humanidad: abre caminos inéditos de testimonio cristiano, promueve la libertad y dignidad de los pueblos, estimula la colaboración por el bien común, supera la violencia motivada por actitudes religiosas fundamentalistas, educa a la paz y a la convivencia ciudadana.”

72

Vida consagrada discipular y misionera.

32. Esta dimensión misionera, esencial para toda la Iglesia, y, por lo tanto, para todas y

cada una de las parroquias, tiene además una incidencia particular en nuestra vida y

vocación jesuita. Como religiosos, nos alienta Aparecida, tenemos una llamada

especialmente actual a la vida discipular y misionera, apasionada por Jesús, Camino,

Verdad y Vida, y realizada en un profetismo servicial entregado a la santidad y abierto a la posibilidad del martirio:

“En la actualidad de América Latina y El Caribe, la vida consagrada está llamada a ser una vida discipular, apasionada por Jesús-camino al Padre misericordioso, por lo mismo, de carácter profundamente místico y comunitario. Está llamada a ser una vida misionera, apasionada por el anuncio de Jesús-verdad del Padre, por lo mismo, radicalmente profética, capaz de mostrar a la luz de Cristo las sombras del mundo actual y los senderos

fuego de un ardor incontenible y hagan posible un atractivo testimonio de unidad „para que el mundo crea‟ (Jn

17, 21).” 70

DA 227. 71

“El ecumenismo no se justifica por una exigencia simplemente sociológica sino evangélica, trinitaria y

bautismal: „Expresa la comunión real, aunque imperfecta‟ que ya existe entre „los que fueron regenerados por el bautismo‟ y el testimonio concreto de fraternidad.” DA 228. 72

DA 239. La CG XXXV lo formula de esta manera: “Vivimos en un mundo plurirreligioso y pluricultural.

La erosión de las creencias tradicionales y la tendencia a homogeneizar las culturas han fortalecido formas

distintas de fundamentalismos religiosos… Todos estos cambios nos invitan a ir a las fronteras de la cultura y

de la religión.” 3, 22. Y en el 2,5: “Como seguidores de Cristo hoy, salimos también al encuentro de personas

diferentes de nosotros en cultura y religión, conscientes de que el diálogo con ellas es también parte integrante

de nuestro servicio en la misión de Cristo”.

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de vida nueva, para lo que se requiere un profetismo que aspire hasta la entrega de la vida, en continuidad con la tradición de santidad y martirio de tantas y tantos consagrados a lo largo de la historia del Continente. Y al servicio del mundo, apasionada por Jesús-vida del Padre, que se hace presente en los más pequeños y en los últimos a quienes sirve desde el propio carisma y espiritualidad.

73

Con todo esto recibe una nueva luz una de las líneas de fuerza de nuestro proyecto que más

ha ya movilizado a muchas de nuestras parroquias jesuitas y puede, en el futuro, seguirlas

movilizando en su esfuerzo renovador: la consigna de que nos hagamos, cada vez más,

comunidades misioneras. Comunidades que activa y comprometidamente testimonian la

Buena Nueva del Reino y que se convierten así en comunidades constructoras de nuevas comunidades:

“La vocación del cristiano, a imagen y semejanza de Jesucristo, es misionera, es decir, es „salir de sí mismo‟, para servir a los otros; es entregarse, „perderse‟ en favor del prójimo necesitado y la fraternidad (Mc 8,35; Jn 12,25; Lc10,25-37). La vida cristiana debe ser el primer testimonio y misión de los que creen en Cristo. Ignacio recibe del Señor un carisma marcadamente misionero, como hemos bebido en los Ejercicios.”

74

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿Estamos abiertos en nuestro apostolado parroquial a una auténtica y profunda “conversión pastoral”? ¿Qué pasos importantes hemos dado ya en ese sentido?

b) ¿Qué tanto va siendo el impulso misionero una fuente importante de renovación parroquial? ¿Qué estructuras más concretas lo han facilitado?

c) ¿En qué medida es una preocupación operativa en tu parroquia la re-invitación de los alejados? ¿Y el aspecto ecuménico? ¿Qué aportes realmente dinamizadores de la vida parroquial vamos encontrando en la “Misión Continental”?

d) Parroquia, Comunidad de Comunidades Solidarias

33. En la experiencia del Éxodo es precisamente la mirada de Dios al sufrimiento y la

opresión de su pueblo la que lo hace “bajar” a liberarlo. Esa misma mirada compasiva es la

que tiene Jesús para las multitudes agobiadas, como ovejas sin pastor, y para los ciegos, los

pobres y los cautivos, destinatarios prioritarios de la Buena Noticia del Reino. De forma

análoga, la mirada compasiva y discerniente de una realidad insolidaria, que no sólo oprime

sino que excluye al pobre, lleva al creyente, a la comunidad y a la Iglesia entera a descubrir

allí la llamada de Dios mismo a la construcción de la solidaridad.

Por eso, precisamente, Aparecida señala la solidaridad como una dimensión característica

de toda parroquia. Las parroquias debemos esmerarnos en la solidaridad: “Cada parroquia

debe llegar a concretar en signos solidarios su compromiso social en los diversos medios

en que ella se mueve, con toda „la imaginación de la caridad‟.”75 Las parroquias debemos

afirmar con la palabra y con la vida la dignidad de la persona humana: “El discípulo y el

misionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajador y del

trabajo, el justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la cultura del trabajo y denuncian toda injusticia.”76

73

DA 220. 74

C 1,33. 75

DA 176. 76

DA 121.

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34. En ese amor solidario está la fuente de una labor perseverante orientada a la

construcción de estructuras más justas. Ahí se despliega la labor evangelizadora integral de nuestra Iglesia y de cada una de las parroquias que en verdad se hacen células vivas de ella:

“Hay que subrayar „la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo‟ que „invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes‟. Tanto la preocupación por desarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del Evangelio, se sitúan en este contexto de servicio fraterno a la vida digna.”

77

Al hacer esto, la parroquia no hace más, ni menos, que ponerse en el camino de Jesús, el

cual, ante la exclusión, “defiende los derechos de los débiles y la vida digna de todo ser

humano. De su Maestro, el discípulo ha aprendido a luchar contra toda forma de desprecio

de la vida y de explotación de la persona humana.”78

Este esfuerzo solidario del creyente y de la comunidad de fe mantiene siempre la prioridad

de la misericordia, con la conciencia despierta de que no es lo mismo misericordia que

ingenuidad o falta de compromiso social: “La misericordia siempre será necesaria, pero

no debe contribuir a crear círculos viciosos que sean funcionales a un sistema económico inicuo.”79

Con esto se ilumina y refuerza un componente esencial, que necesitamos en verdad llevar a la práctica, de nuestro proyecto jesuita de parroquias:

“La gravedad de „los pecados sociales claman al cielo‟. Al ahondarse la violencia y „la injusticia institucionalizada‟, nos lleva a contemplar, a la luz de la fe, el rostro desfigurado del Señor en los rostros de los que sufren hambre, de los niños de la calle, de las mujeres humilladas, de los migrantes abatidos. Esta realidad nos urge a „fomentar y acompañar los esfuerzos en pro de la integración latinoamericana como „patria grande‟, desde una perspectiva de solidaridad que exige un nuevo orden internacional‟. Esto requiere el contribuir a „crear una verdadera cultura globalizada de la solidaridad‟. En fidelidad creativa al Señor en su Iglesia, contribuiremos a fomentar la solidaridad.”

80

Además, la construcción de dicha solidaridad es camino operativo para articular las otras

dimensiones o características de una parroquia. La convicción de fe, la esencial

comunitariedad, la fraternidad misionera, la celebración esperanzada, van a encontrar en la

solidaridad un cauce privilegiado de realización y un fuerte dinamismo de integración evangélica.

No se trata solamente, repetimos, de tener algunos servicios aislados. Aparecida, y también

nuestro proyecto, nos piden convertirnos en centros de irradiación de comunidades

77

DA 358. La Congregación General refuerza este empeño: “Se trata de mantener unidos el servicio de la fe y la promoción de la justicia. Benedicto XVI nos ha recordado que la injusticia que genera pobreza tiene

„causas estructurales‟ que es necesario combatir y que la razón de empeñarse en esa lucha viene de la misma

fe.” CG XXXV 1,6. 78

DA 112. En este mismo sentido nos habla la Congregación General: “Seguir a Cristo que lleva su Cruz

quiere decir anunciar su Evangelio de esperanza a los innumerables pobres que habitan hoy nuestro mundo.

Las diversas „pobrezas‟ del mundo representan las clases de sed que, en último término, sólo Él puede aliviar.

Trabajar por su Reino frecuentemente significará salir al paso de necesidades materiales, pero siempre implica mucho más, porque la sed de los seres humanos tiene muchas dimensiones; y la misión de Cristo se dirige a

los seres humanos. Fe y justicia; nunca una sin la otra.” CG XXXV 2,13. 79

DA 385. 80

C 1,39. Subrayado nuestro.

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solidarias. Cada parroquia está llamada a transformarse en una comunidad de comunidades solidarias que puedan llegar a ser sacramento, es decir, signo e instrumento de solidaridad.81

Solidaridad mejor acompañada.

35. Por otra parte, en el espíritu de “conversión pastoral” tan propio de Aparecida, dicha

solidaridad debe ser mejor acompañada. Hemos de reconocer aquí deficiencias importantes.

Es necesario volver a preguntarnos cuáles son las estructuras básicas para ese

acompañamiento. Y hemos de operativizar las mejores formas para llevarlo a cabo, entre

las que debe tener particular relieve la cercanía testimonial: “Constatamos el escaso

acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad,

particularmente cuando asumen responsabilidades en las diversas estructuras del orden temporal.”82

En este acompañamiento del compromiso solidario, Aparecida nos encamina a articular

bien la efectiva y responsable participación de los laicos en la Iglesia y, por lo tanto, en la

parroquia, y su misión de hacer presente el Evangelio “en el mundo, en la transformación

de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio.”83

En efecto, esto es lo propio, lo específico de su misión: “Su misión propia y específica se

realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la

transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del

Evangelio.”84

36. Y esto a sabiendas de que la construcción de la solidaridad es misión de la Iglesia entera

no sólo de los laicos. En efecto, aunque la Iglesia no tiene como misión propia la

participación política, tiene una presencia y una actividad política en sentido amplio: “La

Iglesia „no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia‟. Ella colabora

purificando la razón de todos aquellos elementos que la ofuscan e impiden la realización de una liberación integral.”85

La Iglesia realiza esa misión, por ejemplo, cuando se pone abiertamente al lado de los

migrantes pobres:

“Entre las tareas de la Iglesia a favor de los migrantes, está indudablemente la denuncia profética de los atropellos que sufren frecuentemente, como también el esfuerzo por incidir, junto a los organismos de la sociedad civil, en los gobiernos de los países, para lograr una política migratoria que tenga en cuenta los derechos de las personas en movilidad.”

86

En la línea, pues, del seguimiento discipular y misionero, y manteniendo “la distinción

entre comunidad política y comunidad religiosa, base de sana laicidad, la Iglesia no cejará

de preocuparse por el bien común de los pueblos y, en especial, por la defensa de

81

En ese sentido va nuestro proyecto cuando dice: “Nos proponemos construir nuestras parroquias como comunidades alternativas y abiertas, gérmenes del Reino, que impulsen una sociedad solidaria que fomente la

cultura de la democracia, de los derechos humanos, de la vida. La parroquia profética debe ser centro de

irradiación de comunidades solidarias.” C 1,39. 82

DA 100. 83

DA 210. 84

Ib. 85

DA 385. Y, más adelante, “También es tarea de la Iglesia ayudar con la predicación, la catequesis, la

denuncia, y el testimonio del amor y de justicia, para que se despierten en la sociedad las fuerzas espirituales necesarias y se desarrollen los valores sociales.” Subrayado nuestro. 86

DA 414.

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principios éticos no negociables porque están arraigados en la naturaleza humana.”87

. Es

así como ha de vivir, siempre como “abogada de los pobres”88

, su específica misión evangelizadora.

A este propósito resulta aquí muy oportuno recordar la enseñanza de Puebla: “La Iglesia

-hablando todavía en general, sin distinguir el papel que compete a sus diversos miembros-

siente como su deber y derecho estar presente en este campo de la realidad: porque el

cristianismo debe evangelizar la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión

política.”89

Y esto precisamente en razón de su naturaleza y misión más íntima: “En efecto,

la necesidad de la presencia de la Iglesia en lo político, proviene de lo más íntimo de la fe cristiana: del señorío de Cristo que se extiende a toda la vida.”90

Conversión personal y cambio de estructuras.

37. En la misma dirección de las Conferencias Episcopales anteriores Aparecida mantiene

indisolublemente ligadas la conversión personal y el cambio de estructuras: sólo mujeres y

hombres nuevos pueden ir construyendo estructuras nuevas que, a su vez, constituyan

condiciones favorables para el surgimiento fecundo y el desarrollo libre de más mujeres y

hombres nuevos.

En su discurso inaugural, el Papa Benedicto XVI da indicaciones luminosas y de gran valor para la construcción de esas nuevas estructuras:

“Las estructuras justas son, como he dicho, una condición indispensable para una sociedad justa, pero no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal. Donde Dios está ausente –el Dios del rostro humano de Jesucristo- estos valores no se muestran con toda su fuerza, ni se produce un consenso sobre ellos… Por otro lado, las estructuras justas han de buscarse y elaborarse a la luz de los valores fundamentales, con todo el empeño de la razón política, económica y social. Son una cuestión de la recta ratio y no provienen de ideologías ni de sus promesas.”

91

Estas palabras subrayan con nitidez la responsabilidad de todo creyente, de toda la Iglesia,

y de cada parroquia. Es en su trabajo testimonial y solidario donde irán encontrando la

posibilidad de aportar a la construcción de ese consenso moral sobre los valores

fundamentales. Trabajo testimonial y solidario que incluye la denuncia profética, la defensa

del débil, el ponerse efectivamente del lado de los pobres, oprimidos y excluidos, como “abogada y defensora de la vida”.

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿En qué valores principalmente insiste nuestra parroquia? ¿Son valores que apuntan a un cambio de estructuras?

b) ¿Podrías señalar algunas experiencias relevantes de solidaridad en tu parroquia? ¿Qué lecciones importantes se desprenden de ahí para la vida y el trabajo parroquial?

87

DA 504 88

Ver DI, 4; DA 396, 508, 533. 89

Documento de Puebla, n. 515. 90

Id., 516. Y añade en el 518: “Éstas son algunas de las razones de la presencia de la Iglesia en el campo de lo político, para iluminar las conciencias y anunciar una palabra transformadora de la sociedad.” 91

DI 4.

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c) ¿Formas principales de acompañamiento a la vertiente solidaria de la parroquia?

e) Parroquia, Comunidad de Comunidades Litúrgicas.

38. Una de las herencias valiosas del Concilio Vaticano II fue la comprensión de la liturgia

como culmen y fuente de toda la vida cristiana y la afirmación concomitante de que la

Eucaristía es la expresión más alta de la vida litúrgica de la Iglesia. Esta herencia la recoge

Aparecida al poner de relieve la central y culminante vocación litúrgica de la Iglesia y de la

parroquia. Ésta está llamada a encontrar “a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada

Liturgia. Al vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más

en los misterios del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros.”92

Esta dimensión de la Iglesia, y por lo tanto de la parroquia, integra y dinamiza el

compromiso discipular y misionero, el impulso a la solidaridad y a la fraternidad que

estamos llamados a construir en el amor. En la Eucaristía encontraremos, nos dice

Aparecida, luz y aliento para la realización de nuestra misión de servir la fe y promover la justicia:

“El encuentro con Cristo en la Eucaristía suscita el compromiso de la evangelización y el impulso a la solidaridad; despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más justa y humana. De la Eucaristía ha brotado a lo largo de los siglos un inmenso caudal de caridad, de participación en las dificultades de los demás, de amor y de justicia. ¡Sólo de la Eucaristía brotará la civilización del amor, que transformará Latinoamérica y El Caribe para que, además de ser el continente de la esperanza, sea también el continente del amor!”

93

Esa vocación, este espíritu litúrgico llamado a penetrar la vida toda de los discípulos

misioneros y de las comunidades parroquiales, lo encontramos reforzado de una manera

muy concreta en el discurso inaugural de Benedicto XVI. La Eucaristía y, particularmente,

la Eucaristía dominical, han de tener un lugar privilegiado en la vida discipular y misionera

a la que somos llamados como Iglesia:

“De aquí la necesidad de dar prioridad, en los programas pastorales, a la valorización de la misa dominical. Hemos de motivar a los cristianos para que participen en ella activamente y, si es posible, mejor con la familia. La asistencia de los padres con sus hijos a la celebración eucarística dominical es una pedagogía eficaz para comunicar la fe y un estrecho vínculo que mantiene la unidad entre ellos. El domingo ha significado, a lo largo de la vida de la Iglesia, el momento privilegiado del encuentro de las comunidades con el Señor resucitado.”

94

39. Nuestro proyecto jesuita de parroquia está llamado a vivir esa riqueza con más hondura

y de una manera integrada: toda la vida de la parroquia -comunidad creyente, fraterna,

misionera y solidaria- ha de llevarse a culmen en la celebración litúrgica; y de ahí, como de

una fuente, va a recibir fortaleza, esperanza e impulso para continuar dando testimonio del Reino de Dios y para servirlo fiel e ininterrumpidamente.

92

DA 250. 93

Ib. Subrayado nuestro. 94

DI 4.

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Hemos de asumir también con nueva conciencia el relieve de la eucaristía dominical95

y

hemos de seguir subrayando asimismo las consecuencias que la celebración eucarística ha de tener en la vida toda de nuestras parroquias:

“En el actual contexto social, queremos que las parroquias „jesuitas‟ continúen y mejoren esta tradición y lleguen a ser comunidad de comunidades litúrgicas, las cuales animen, alimenten y acrecienten la fe del pueblo, en celebraciones religiosas, cotidianas y especiales, bien preparadas, participadas e inculturadas.”

96

“La Eucaristía debe ser la casa y la mesa de los pobres, sacramento del Pan que se comparte, símbolo profético de la lucha para erradicar el hambre en nuestros pueblos. „Nuestras‟ parroquias están llamadas a ser comunidad de comunidades eucarísticas.”

97

Hermosa y acertada conclusión que hemos de subrayar con fuerza: “Nuestras parroquias

están llamadas a ser comunidad de comunidades eucarísticas”. Porque, siéndolo,

podrán ser también comunidades creyentes, fraternas, misioneras y solidarias. Podrán

acoger y celebrar en la Eucaristía la vida que, en su Hijo amado, Dios les da en medio de su

Pueblo y proyectarla vigorosa y esperanzadamente en esta historia mientras aguardamos su

regreso. O, resumiendo en palabras de Aparecida: “La Eucaristía, fuente y culmen de la

vida cristiana, hace que nuestras parroquias sean siempre comunidades eucarísticas que viven sacramentalmente el encuentro con Cristo Salvador.”

98

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

a) ¿Va siendo la dimensión litúrgica una dimensión capaz de integrar la totalidad de la vida parroquial? ¿De qué manera acoge y potencia las otras características de nuestro proyecto?

b) ¿Cuáles son los principales retos que en tu parroquia plantea esta importante dimensión de la vida parroquial? ¿Caminos para atenderlos?

8) CONCLUSIONES

40. Como se dijo al principio este documento pretende recoger la luz, el ánimo, el impulso,

con que Aparecida enriquece nuestro trabajo parroquial y nuestro proyecto jesuita de parroquias. Al final de nuestro recorrido podemos destilar las siguientes conclusiones:

1) Una comprensión adecuada del acontecimiento Aparecida y una lectura atenta del

documento conclusivo ilumina, confirma, enriquece y relanza nuestro proyecto jesuita de

parroquias. Nuestras parroquias han de ser, cada vez más, comunidad de comunidades

creyentes, fraternas, misioneras, solidarias y litúrgicas. Así es como van a hacer suya la

inspiradora consigna de la V Conferencia: “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que

nuestros pueblos, en Él, tengan vida.”

2) Por tanto, en comunión con nuestras Iglesias locales y con la debida inserción en su

pastoral orgánica, hemos de esforzarnos en todas nuestras parroquias por seguir

operativizando ese proyecto, acogiendo y canalizando el vigoroso y alentador impulso

eclesial de Aparecida y descubriendo con lucidez y discernimiento formas aptas de concreción del mismo.

95

“…la asamblea litúrgica dominical es distintivo de los católicos. Debemos procurar que esté al alcance de todos los cristianos(as), aun en los lugares donde la situación geográfica o social dificulta que los fieles

participen ordinariamente.” C 1,46. 96

C 1,45. 97

C 1,43. 98

DA 175; énfasis nuestro.

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3) De manera semejante, en la línea señalada por Aparecida, hemos de continuar y mejorar

nuestra propia formación de jesuitas para ese proyecto, y hemos de diseñar con más nitidez

y pertinencia los itinerarios de formación de todos los participantes en el trabajo y en la

vida parroquial.

4) En este tiempo en que la Conferencia de Provinciales de América Latina, CPAL, da un

paso importante en su proceso de Discernimiento Apostólico Común hay una oportunidad

privilegiada para un relanzamiento de nuestro trabajo de misioneros en parroquias, por

parte de todos nosotros y con el apoyo de nuestros superiores mayores, en el espíritu de Aparecida y de nuestra Congregación General XXXV.

5) Hemos de seguir con atención e involucramiento creciente el desarrollo de la Misión

Continental, que, sin duda, ofrecerá nuevos cauces para la realización de la vocación

discipular y misionera de nuestras parroquias.

A.M.D.G.