pardo bazаn, emilia - el conde llora y otros cuentos

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EL CONDE LLORAY OTROS CUENTOS

EMILIA PARDO BAZÁN

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Librodot El Conde llora y otros !entos E"ilia Pardo Ba#$n

El Conde Llora

E"ilia Pardo Ba#$n

Se había levantado lleno de satisfacción. Desde el amanecer, un sol de primavera rasgaba la

niebla, bebiendo sus argentados jirones y barriéndolos diligente, con presteza mágica. a tierra

 parecía desperezarse, después del letargo del invierno, y un poco de calor tibio acariciaba su

superficie...

!l conde vistió la blusa, no sin haber cumplido antes esos ritos de aseo necesario al hombre

civilizado. "asó por las luengas y enredadas gre#as el peine y el cepillo$ atusó lo propio la barba, y,

ya atusada, la encrespó otra vez, distraídamente, con la mano% se lavó en agua fría, con jabón

inodoro, y reluciente la tez con las abluciones, e&perimentando una sensación de salud y agilidad en

el cuerpo robusto, de patriarca, salió al patio, donde ya esperaban los pobres convocados para recibir 

la limosna.

'n criado, advertido de la presencia del conde, se presentó solícito, para ayudarle. !n

realidad, era el criado (uien se encargaba de todo lo fatigoso. os primeros días el conde bajaba por su propia mano los sacos llenos de trigo, los canastos rebosantes de hogazas, las latas colmadas de té

y de az)car$ pero como el servidor !fimio desempe#ase esta tarea mucho más pronta y hábilmente

(ue su se#or, acabó el conde por dejársela encomendada. o (ue el conde traía era el donativo en

metálico, la parte (ue correspondía a cada mes, de los tres mil rublos (ue anualmente se repartían en

*asnaya "oliana a los necesitados y a los mujic+s, demasiado borrachos para (ue pudiesen labrar la

tierra. * aun este dinero se lo colocaba el administrador o capataz de la finca, por orden de la

condesa, en los bolsillos de la blusa en pa(uetitos pulcros.!l aspecto de la pobrallada era pintoresco hasta lo sumo, en a(uella ma#ana radiante,

 primaveral. a fealdad (ue generalmente caracteriza el mujic+ se doraba y se revestía de algo

sonriente y bueno, bajo la claridad pura del astro, (ue descendía sobre el grupo como bendición y

esperanza. a ropa parecía menos vieja$ los mismos andrajos se encendían. os semblantes

e&presaban esa infantil curiosidad y esa astucia no menos pueril del aldeano y del mendigo, ante el

rico y el se#or (ue se toma la molestia de ocuparse de su bien. "or (ué lo haría- Sería cierto (ue

era un santo, igual a los bienaventurados asilio, /rófimo, Sergio, 0lejandro y demás del calendarioruso- "ero éstos hacían penitencia, oraban, mientras (ue el conde escribía no se sabía (ué cosas (ue

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 publicaban los periódicos y (ue los aldeanos no habían leído ni leerían nunca, entre otras razones,

 por(ue no sabían leer.

*, en su cándida picardihuela, estudiaban al barinio, esperando siempre (ue un día u otro le

acometiese un acceso más fuerte de liberalidad, y a pesar de la oposición de su mujer y sus hijos, se

decidiese a distribuir sus bienes entre los pobres. 10(uél sería un gran día para la aldea2 "or(ue,naturalmente, sólo los de la aldea tendrían opción$ si alguno de los poblados vecinos asomase, le

ajustarían cuentas con un garrote, por atreverse a mezclarse en lo (ue no le incumbía. * el ensue#o

del reparto era una secreta alegría más, en la jubilosa y fresca luminosidad de la ma#ana.

!l conde avanzaba ya, y !fimio, impasible como corresponde a un buen criado, entreabría el

saco de trigo y presentaba la medida para regular la distribución.

3 /), 4ván, acércate... 5uántos hijos tienes- Se te dará una medida por cabeza...

!l reba#o se puso en movimiento, marmoneando esas bendiciones pla#ideras (ue son

comunes al aldeano y al pordiosero. levaban prevenidas alforjas, talegos remendados, y alguna

mujeruca apa#aba en su delantal. os ni#os, sin esperar a (ue se terminase la distribución, mordían a

dentelladas el pan e&celente, bien cocido y crocante, del conde. Se oían risotadas ahogadas

inmediatamente por un torniscón de las madres, (ue no consideraban respetuosa la risa en presencia

del barinio. !l cual miraba a los ni#os con especial predilección. 0l mismo tiempo (ue creía (ue la

raza humana debiera e&tinguirse, no había cosa (ue le interesase como un ni#o.

Sobre todo, fijaba su atención un muchachuelo como de unos diez a#os.

Si el conde hubiese sido una naturaleza estética, el chi(uillo, lejos de atraer su mirada, la

rechazaría. "ara los (ue conocen un cuadro célebre de 6urillo, Santa 4sabel, es ocioso describir al

muchacho (ue el conde contemplaba, fascinado de compasión. !l mismo aspecto de sufrimiento sin

enfermedad conocida, a menos (ue fuese una de esas afecciones parasitarias (ue a los refinados, y

aun a los (ue no lo son, les infunden ganas de desviarse mil leguas. * el rapaz, mientras con la

diestra empu#aba la hogaza hincándole el diente, con la siniestra hacía el característico gesto de

rascarse la pelona (ue tan felizmente sorprendió el gran realista sevillano. !l sol caía oblicuo a)n,

 ba#ando en lumbre clara la testa del ti#oso. !l conde hizo un gesto, entre familiar y dominador. De

mala gana, empujado por su madre, apro&imose el rapaz.

3!res hijo )nico- 3 el conde ignoraba por (ué abría el interrogatorio con esta pregunta, la

 primera (ue se le había ocurrido.

3 /iene cinco hermanitos, barinio 3 respondió por el chico la madre, gimiente 3. !l mayor es

él. os otros son demasiado pe(ue#os para venir. 7ay uno (ue podría, pero le tengo enfermito,

acostado sobre unas pieles de oveja.

3 !fimio 3 ordenó el conde 3, (ue ese ni#o tenga desde hoy unas mantas limpias en (ueenvolverse.

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!l (ue se rascaba, envalentonándose un poco, advirtió%

3 *o no tengo manta.

3 8ue haya una manta nueva para éste también 3 dispuso el conde.

3 eón 9icolaievitch 3 suplicó la mujer 3, sería bueno (ue nos enviases médico y medicinas.

a fiebre del ni#o es muy tenaz. levamos ya tres meses de verle postrado. 0caso alg)n poder da#ino le tiene así, para (ue sean castigados en él los pecados (ue cometimos. 0piádate de nosotros,

 barinio, por(ue sólo t) nos puedes amparar...

3 Se os darán medicinas$ el doctor irá y dirá cual(uier cosa, el muy pedante 3 e&clamó el

conde, (ue no podía resistir a los médicos 3. "ero vosotros, barred y asead un poco la isba, y haced

(ue el ni#o no esté entre inmundicia y pieles de oveja, (ue pueden transmitirle contagios del ganado.

0l hablar así, el conde luchaba entre su repugnancia a los modernos refinamientos y a las

 prescripciones científicas, y su conciencia, (ue le decía (ue eran las pieles infestadas lo (ue había

contagiado seguramente al morri#oso (ue veía, y probablemente al febricitante (ue en la isba

aguardaba socorros.

3 * t) 3 a#adió dirigiéndose al muchacho 3 vas a (uedarte hoy a(uí, hasta (ue te freguemos.

!fimio 3 ordenó 3, hay (ue rapar a este muchacho, enjabonarle bien la cabeza con jabón negro,

mudarle.

/orcieron el gesto, a la vez, el servidor y el protegido del conde. !fimio consentía en au&iliar 

a la distribución de limosna, pero todo tiene sus límites. !n fin, había (ue llevarle el genio al se#or,

 por e&preso encargo de la se#ora condesa, y el ayuda de cámara calculó (ue saldría del apuro

encargando la tarea al )ltimo de los mozos de cuadra, 0lejo, asaz bruto para aceptar tales comisiones.

!l chico, en cambio, remiso, miraba a su madre. :sta, comprendiendo (ue de la limpieza no

saldría el muchacho sin alguna ropa mejor de la (ue usaba, le empujó hacia !fimio, (ue se le llevó en

dirección a los cobertizos pró&imos a las cuadras y establos.

*a había comido el conde, en familia, e&celentes potajes de legumbres y deliciosos platos de

leche (ue la condesa dirigía al cocinero, cuando, al salir a hacer un poco de ejercicio saludable, se le

 presentó el muchachillo. "arecía otro. a crasitud y el tono gris de la miseria habían desaparecido de

su piel, (ue aparecía linfática, pero suave y ligeramente rosada a)n del estregón. !n su cráneo se

rizaban sortijillas de pelo corto, lavado, (ue brillaba como oro blan(uecino. Sus ojos, purificados,

eran de un cándido azul.

3/e han tratado bien- 3 in(uirió el conde.

3 Sí, barinio.

3/e han dado de comer abundantemente-

3 Sí, barinio.3 !se traje, te gusta más (ue el (ue tenías-

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3 *a lo creo, barinio.

3 Dime si deseas algo más... /oma 3 a#adió el conde, poniéndole en las manos algunos

+opec+s.

3 arinio, deseo algo 3 repuso el chico, y sus ojos resplandecieron de codicia.

38ué deseas- ;olosinas-3 9o... Deseo un potrito, para montar y correr. 1'n potrito negro2 1'n potrito tan hermoso2

!fimio dice (ue t) lo das todo a los pobres. 1Dame el potrito2

!l conde hizo una se#al negativa.

3 9o tengo potrito (ue darte. <ete con tu madre, (ue te estará aguardando.

!l ni#o clavó en el conde a(uellas dos tur(uesas de sus pupilas. a mirada tenía una

e&presión casi sobrenatural. !ra la mirada del devoto (ue ve caer del altar a la santa icona, rota en

 pedazos. "or(ue el se#or mentía% en sus cuadras e&istían numerosos potros de su yeguada,

especialmente uno negro, del cual los hijos del conde se prometían maravillas. * el ni#o veía

derrumbarse algo, y el barinio sufría el peso de a(uella mirada, como se sufre vergonzoso suplicio.

0l fin, el chico agachó la cabeza, y, con un movimiento especial =no es fácil decir si de

reproche o resignación>, volvió las espaldas y emprendió el camino de su isba.

!l conde (uedó inmóvil. 'n sentimiento de desolación infinita se había apoderado de él. 1Dar 

un potro2 * si el potro fuese lo )nico (ue representaría la caridad- o otro..., lo sobrante... :l tenía

un potro (ue dar al ni#o... !l ni#o sabía (ue podían dárselo, (ue el se#or mentía...

*, con el alma triste hasta la muerte, el conde sintió (ue sus ojos se humedecían ante lo

fallido de su caridad con límite, de su caridad burguesa...

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El Contador

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0llá en tiempos, fue el conde de 6ontiel hombre de sociedad, ?sportman@, espadachín, y

hasta tuvo sus ribetes de político. 7oy le imponían vida metódica los a#os y los acha(ues, y ni

aportaba por teatros ni aceptaba invitaciones. Su )nico solaz era una apacible tertulia por la tarde, al

amor del brasero tachonado, enorme, en la tienda de la anticuaria conocida por ?la ;alana@, donde sereunían otros aficionados, y hecha abstracción de la vida moderna y actual, se respiraba el polvo de

varios siglos, más o menos remotos. !mbozados en las capas o sumidos en el cuello de piel del

abrigo, los buenos se#ores discutían tenazmente, una semana entera, acerca de un plato mudéjar o de

un díptico gótico. 0llá fuera resonaba la lucha y se encrespaba el oleaje del mundo. !llos no se

enteraban si(uiera.

a misma paz (ue en casa de ?la ;alana@ disfrutaba el conde en la suya propia. /ambién la

condesa se había jubilado. 6undana y animadísima en sus mocedades, ahora devota y delicada de

salud, no salía sino a la iglesia y a ciertas visitas de confianza. 9adie reconocería a la famosa

Angeles uzán en BCE, alma de las fiestas y tormento de las modistas, en la se#ora de anticuado

atavío (ue frecuenta las "ascualas tosi(ueando y se tapa la boca al salir de misa, cuidando con igual

solicitud el alma inmortal y el deteriorado cuerpo. * nadie, al entrar en la morada de los 6ontieles,

donde la calma del anochecer de la e&istencia tiende un crespón de apagados tonos sobre el

mobiliario fastuoso y los densos cortinajes, creería (ue allí vibraron los violines y rieron las flautas

de la or(uesta del baile, ni (ue en el solemne comedor, ante las imponentes tapicerías flamencas,

corrió el rubio champa#a y susurró el amoroso deseo...

6ás dichosos, (uizás, más unidos seguramente (ue cuando eran jóvenes, los esposos,

fundidos en la )nica aspiración egoística de conservarse todo lo posible, no solían discutir, sino en el

 punto de las antiguallas. 0 cada cajita de oro, a cada miniatura, a cada arcón o pieza de loza (ue

entraba por la puerta, la condesa gru#ía. 16anía de amontonar vejestorios, un capital muerto, un

estorbo para el día de ma#ana2 5uando Fras(uita 6ontiel 3 la hija de los condes, (ue vivía en Sevilla

con su esposo 3 heredase tanto trasto, cómo se desharía de ellos- "or(ue además, la condesa

abrigaba la convicción de (ue su marido no sabía comprar, de (ue le clavaban, de (ue no entendía lo

 bastante. ?Si tuvieses t) el acierto y el ojo del pobre uis@... repetía a todas horas. 0l oírlo irritábase

el conde hasta el furor. o del ?pobre uis@ se refería a un primo de la condesa, el vizconde de

<enadura, amigo íntimo y comensal de la casa, fallecido en la epidemia del dengue. !l conde

aborrecía la memoria del vizconde, mortificante para su amor propio, invocada siempre en

demostración de alg)n chasco, de alguna serranada de chamarileno, y a la vez, tenía dada orden de

(ue se le avisase cuando saliesen a la venta objetos de la dispersa colección de a(uel ?pobre uis@,

 para ad(uirirlos todos, 1todos, sin falta2

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'na tarde, al entrar el conde en casa de la ;alana, ésta le dijo misteriosamente, llevándole a

un rincón%

3 7a caído el contador italiano... el de las pinturas.

10legría2 1!l contador de las pinturas nada menos2 1a mejor pieza, la joya de la colección

del vizconde2 !n voz baja, apasionadamente, se convino el precio% un bonito pico... ueno, lo (uefuese, no se pasa un hombre (uince a#os encaprichado por un mueble incomparable para regatear si

la suerte se lo depara. 1!l contador2 1"or fin los sobrinos y herederos del vizconde se decidían a

venderlo2 ?8ue esté en casa ma#ana a primera hora@, advirtió el comprador, con fiebre de

entusiasmo senil.

0(uella noche apenas durmió. 0l salir la condesa a sus madrugadoras piadosas prácticas, ya

estaba el conde 3 afeitado, vestido, pulcro 3 esperando su ad(uisición, como se espera a una hermosa

mujer. 0sí (ue trajeron el mueble, atendió a su colocación en el despacho con cuidado infinito$

despidió al mozo dando generosa propina, y echó el pasador de la puerta. 18ue nadie le

interrumpiese2 9ecesitaba mirar, remirar, palpar codicioso el tesoro. De este sí (ue no diría la

condesa... 7ay en 6adrid centenares de contadores florentinos pero dónde se hallará uno (ue a éste

 puede compararse- as doce tablitas (ue lo decoran 3 delicadas escenas mitológicas 3 parecen

debidas al pincel de 5orreggio. os bronces, cincelados a mano, no tienen rival ni por el dibujo ni

 por la ejecución. as incrustaciones y realces son de piedras preciosas, ágatas, lázuli, coralinas. as

columnitas del templete central, cristal de roca tallado, y la encantadora figurina central, la <enus, de

oro puro, con cinturón de pedrería. a ri(ueza de los materiales se olvida ante los primores de la

labor artística, del Genacimiento, ante la armonía de los tonos intensos y sombríos de metales y

 piedras, con el suave colorido de las magistrales pinturas. !l conde las detallaba embelesado.

7abía en su gozo algo de ese sentimiento inicuo, pero profundamente humano, (ue puede

llamarse así% el triunfo de la supervivencia. <enadura sería más inteligente, convenido, pero ya se

 pudría en la Sacramental... y era 6ontiel (uien disfrutaba del hermosísimo contador, con ansias de

due#o celoso. 1Después de envidiarlo tantas veces, estaba allí, allí2 !n los cajones iba 6ontiel a

guardar sus papelotes, su correspondencia, inmediatamente, tomando plena posesión de ?lo suyo@,

0brió la puerta del templete con la linda llave trabajada como una joya% la puerta giró, y se

descubrió el interior, (ue olía vagamente a finas maderas, a cedro y ciprés. !&perto en los misterios

de tales muebles, 6ontiel adivinó, allá detrás un ?secreto@. a pared del fondo del templete estaba

hueca y debía de girar. 0poyó la yema del dedo, se esforzó un poco... 1!fectivamente2 a chapa de

madera se arrolló sobre sí misma, y descubrió el escondrijo y el inevitable pa(uete de cartas. Sonrió

6ontiel, con la sonrisa de los viejos, (ue es una mueca hecha al pasado, y tomó los ya amarillentos

 papeles. ?7ola, hola... 5on(ue uisín...@. a letra le sorprendió de tanto como la conocía. Se frotó

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los ojos. /ardó más de un minuto en comprender. ? 1!staré delirando...2@. !ra letra de la condesa, su

letra ?de antes@, cuando tenía firme el pulso, clara la vista, roja y fuerte la sangre...

Desató el pa(uete y leyó a saltos, al azar. o inmenso de la traición le aturdía% era, en su

género, cosa tan e&traordinaria como el mueble. 1Decir (ue jamás le había cruzado por la

imaginación la sombra de una sospecha2 0 su ceguera aludían reiteradamente las cartas, (uerespiraban seguridad absoluta. Hrganizado, tran(uilo, envuelto en precauciones hábiles, el ultraje

vivía en su hogar, le acompa#aba a la mesa, a paseo, al teatro, disfrazado de amistad y parentesco.

Detalles horribles surgían de la lectura, latigazos (ue le azotaban el rostro. Sus pupilas se inyectaban$

crispábanse sus pu#os. 16atar2 * resolvía el modo. De noche, al retirarse a su cuarto, sobre la sien de

su mujer el ca#ón de las pistolas de duelo, inglesas, (ue estaba viendo relucir en la panoplia. 8ué-

9o era justo- 6erecía más ni menos la (ue todavía la víspera nombraba cari#osamente a ?a(uel

 pobre uis@-

"aseando por el cuarto con agilidad y rapidez de mozo, el conde se detuvo ante el mueble. 0

 pesar suyo, volvió a complacerse en su belleza. "or instinto lo cerró, ocultando en el secreto los

 papeles malditos. 0sí (ue desaparecieron, sintió (ue su ira, de pronto, se calmaba y se abatía su

valor, su resolución de héroe calderoniano. !l cansancio de la vejez se sobrepuso. 1"olvo y ceniza

todo2 1"olvo y ceniza el ofensor, polvo y ceniza, en breve, la ofensora y el ofendido, polvo cuanto

nos rodea...2 1<iejos ya, viejos, de piernas temblonas, de blando pecho, de ojos marchitos, de labios

sin turgencia, de manos arrugadas, flácidas, muertas para la caricia y para el golpe2 1Gidículo ayer 

 por el enga#o, más ridículo hoy por la venganza2 * la casa en confusión, y los criados llenos de

terror, y la justicia, y los periódicos, y las burlas de los ?amigos@, y tanto frío como hará en la cárcel.

Suspiró$ echó la llave al mueble, y sentándose en un sitial de guardamesí se dedicó a mirar el

contador otra vez. !l placer de poseerlo, una especie de des(uite de ultratumba, le invadió el alma.

1"obre uis2 8ue descanse, (ue descanse en el helado nicho... !l conde pensó en su dulce casa, en

las estufas, en la comida sana y sabrosa, en la tertulia al brasero. ?!sta tarde les diré a los otros (ue

vengan a ver mi contador@...

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El Cora#,n Perdido

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*endo una tardecita de paseo por las calles de la ciudad, vi en el suelo un objeto rojo$ me

 bajé% era un sangriento y vivo corazón (ue recogí cuidadosamente. ?Debe de habérsele perdido a

alguna mujer@, pensé al observar la blancura y delicadeza de la tierna víscera, (ue, al contacto de misdedos, palpitaba como si estuviese dentro del pecho de su due#o. o envolví con esmero dentro de

un blanco pa#o, lo abrigué, lo escondí bajo mi ropa, y me dedi(ué a averiguar (uién era la mujer (ue

había perdido el corazón en la calle. "ara indagar mejor, ad(uirí unos maravillosos anteojos (ue

 permitían ver, al través del corpi#o, de la ropa interior, de la carne y de las costillas 3 como por esos

relicarios (ue son el busto de una santa y tienen en el pecho una ventanita de cristal 3, el lugar (ue

ocupa el corazón.

0penas me hube calado mis anteojos mágicos, miré ansiosamente a la primera mujer (ue

 pasaba, y 1oh asombro2, la mujer no tenía corazón. !lla debía de ser, sin duda, la propietaria de mi

hallazgo. o raro fue (ue, al decirle yo cómo había encontrado su corazón y lo conservaba a sus

órdenes de si gustaba recogerlo, la mujer, indignada, juró y perjuró (ue no había perdido cosa

alguna$ (ue su corazón estaba donde solía y (ue lo sentía perfectamente pulsar, recibir y e&peler la

sangre. !n vista de la ter(uedad de la mujer, la dejé y me volví hacia otra, joven, linda, seductora,

alegre. 1Dios santo2 !n su blanco pecho vi la misma o(uedad, el mismo agujero rosado, sin nada allá

dentro, nada, nada. 1/ampoco ésta tenía corazón2 * cuando le ofrecí respetuosamente el (ue yo

llevaba guardadito, menos a)n lo (uiso admitir, alegando (ue era ofenderla de un modo grave

suponer (ue, o le faltaba el corazón, o era tan descuidada (ue había podido perderlo así en la vía

 p)blica sin (ue lo advirtiese.

* pasaron centenares de mujeres, viejas y mozas, lindas y feas, morenas y pelirrubias,

melancólicas y vivarachas$ y a todas les eché los anteojos, y en todas noté (ue del corazón sólo

tenían el sitio, pero (ue el órgano, o no había e&istido nunca, o se había perdido tiempo atrás. *

todas, todas sin e&cepción alguna, al (uerer yo devolverles el corazón de (ue carecían, negábanse a

aceptarlo, ya por(ue creían tenerlo, ya por(ue sin él se encontraban divinamente, ya por(ue se

 juzgaban injuriadas por la oferta, ya por(ue no se atrevían a arrostrar el peligro de poseer un corazón.

4ba desesperando de restituir a un pecho de mujer el pobre corazón abandonado, cuando, por 

casualidad, con ayuda de mis prodigiosos lentes, acerté a ver (ue pasaba por la calle una ni#a pálida,

y en su pecho, 1por fin2, distinguí un corazón, un verdadero corazón de carne, (ue saltaba, latía y

sentía. 9o sé por (ué 3 pues reconozco (ue era un absurdo brindar corazón a (uien lo tenía tan vivo y

tan despierto 3 se me ocurrió hacer la prueba de presentarle el (ue habían desechado todas, y he a(uí

(ue la ni#a, en vez de rechazarme como las demás, abrió el seno y recibió el corazón (ue yo, en mifatiga, iba a dejar otra vez caído sobre los guijarros.

Librodot.

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!nri(uecida con dos corazones, la ni#a pálida se puso mucho más pálida a)n% las emociones,

 por insignificantes (ue fuesen, la estremecían hasta la médula$ los afectos vibraban en ella con cruel

intensidad$ la amistad, la compasión, la tristeza, la alegría, el amor, los celos, todo era en ella

 profundo y terrible$ y la muy necia, en vez de resolverse a suprimir uno de sus dos corazones, o los

dos a un tiempo, diríase (ue se complacía en vivir doble vida espiritual, (ueriendo, gozando ysufriendo por duplicado, sumando impresiones de esas (ue bastan para e&tinguir la vida. a criatura

era como vela encendida por los dos cabos, (ue se consume en breves instantes. *, en efecto, se

consumió. /endida en su lecho de muerte, lívida y tan demacrada y delgada (ue parecía un pajarillo,

vinieron los médicos y aseguraron (ue lo (ue la arrebataba de este mundo era la rotura de un

aneurisma. 9inguno =1son tan torpes2> supo adivinar la verdad% ninguno comprendió (ue la ni#a se

había muerto por cometer la imprudencia de dar asilo en su pecho a un corazón perdido en la calle.

(((((

El /antas"a

5uando estudiaba carrera mayor en 6adrid, todos los jueves comía en casa de mis parientes

lejanos los se#ores de 5ardona, (ue desde el primer día me acogieron y trataron con afecto sumo.

6arido y mujer formaban marcadísimo contraste% él era robusto, sanguíneo, franco, alegre, partidario

de las soluciones prácticas$ ella, pálida, nerviosa, romántica, perseguidora del ideal. :l se llamaba

Gamón$ ella llevaba el anticuado nombre de eonor. "ara mi imaginación juvenil, representaban

a(uellos dos seres la prosa y la poesía.

!smerábase eonor en presentarme los platos (ue me agradaban, mis golosinas predilectas, ycon sus propias manos me preparaba, en bru#ida cafetera rusa, el café más fuerte y aromático (ue un

aficionado puede apetecer. Sus dedos largos y finos me ofrecían la taza de porcelana ?cáscara de

huevo@, y mientras yo paladeaba la deliciosa infusión, los ojos de eonor, del mismo tono oscuro y

caliente a la vez (ue el café, se fijaban en mí de un modo magnético. "arecía (ue deseaban ponerse

en estrecho contacto con mi alma.

os se#ores de 5ardona eran ricos y estimados. 9ada les faltaba de cuanto contribuye a

 proporcionar la suma de ventura posible en este mundo. Sin embargo, yo di en cavilar (ue a(uelmatrimonio entre personas de tan distinta comple&ión moral y física no podía ser dichoso.

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0un(ue todos afirmaban (ue a don Gamón 5ardona le rebosaba la bondad y a su mujer el

decoro, para mí e&istía en su hogar un misterio. 6e lo revelarían las pupilas color café-

"oco a poco, jueves tras jueves, fui tomándome un interés egoísta en la solución del

 problema. 9o es fácil a los veinte a#os permanecer insensible ante ojos tan e&presivos, y ya mi

tran(uilidad empezaba a turbarse y a fla(uear mi voluntad. Después de la comida, el se#or de5ardona salía$ iba al 5asino o a alguna tertulia, pues era sociable, y nos (uedábamos eonor y yo de

sobremesa, tocando el piano, comentando lecturas, jugando al ajedrez o conversando. 0 veces las

vecinas del segundo bajaban a pasar un ratito$ otras estábamos solos hasta las once, hora en (ue

acostumbraba a retirarme, antes de (ue cerrasen la puerta. *, con fatuidad de muchacho, pensaba (ue

era bien singular (ue no tuviese don Gamón 5ardona celos de mí.

'na de las noches en (ue no bajaron las vecinas 3 noche de mayo, tibia y estrellada 3, estando

el balcón abierto, y entrando el perfume de las acacias a embriagarme el corazón, me tentó el diablo

más fuerte, y resolví declararme. *a balbucía entrecortadas las palabras, no precisamente de pasión,

 pero de adhesión, rendimiento y ternura, cuando eonor me atajó diciéndome (ue estaba tan cierta de

mi leal amistad, (ue deseaba confiarme algo muy grave, el terrible secreto de su vida. Suspendí mis

confesiones para oír las de la dama, y me fue poco grato escuchar de sus labios, trémulos de

vergIenza, la narración de un episodio amoroso.

3 6i )nico remordimiento, mi )nico yerro 3 murmuró acongojada do#a eonor 3 se llama el

mar(ués de 5azalla. !s, como todos saben, un perdido y un espadachín. /iene en su poder mis cartas,

escritas en momentos de delirio. "or recogerlas, no sé (ué daría.

* vi, a la luz de los brilladores astros, (ue se deslizaba de las pupilas oscuras una lágrima

lenta...

0l separarme de eonor, llevaba formado propósito de ver al mar(ués de 5azalla al día

siguiente. 6i petulancia juvenil me dictaba tal resolución. !l mar(ués, a (uien hice pasar mi tarjeta,

me recibió al punto en artístico fumoir y a las primeras palabras relativas al asunto (ue motivaba mi

visita, se encogió de hombros y pronunció afablemente%

3 9o me sorprende el paso (ue usted da$ pero le ruego (ue me crea, y le empe#o palabra de

honor de (ue es la pura verdad cuanto voy a decirle. 5onsidero el caso de la se#ora de 5ardona el

más raro (ue en mi vida me ha sucedido. 9o sólo no poseo ni he poseído jamás los documentos a (ue

esa se#ora se refiere, sino (ue no he tenido nunca el gusto..., por(ue gusto sería, de tratarla... 1Gepito

(ue lo afirmo bajo palabra de honor2

!ra tan inverosímil la respuesta, (ue no obstante el tono de sinceridad absoluta del mar(ués,

yo puse cara escéptica, (uizá hasta insolente.

3 <eo (ue no me cree usted 3 a#adió el mar(ués entonces 3. 9o me doy por ofendido. odescontaba. "odrá usted dudar de mi palabra$ pero ni usted ni nadie tiene derecho a suponer (ue soy

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hombre (ue rehuye, por medio de subterfugios, un lance personal. Si lo (ue busca usted es

 pendencia, me tiene a su disposición. Sólo le suplico (ue antes de resolver esta cuestión de un modo

o de otro consulte... al se#or 5ardona. 7e dicho ?al se#or@. 9o me mire usted con esos ojos

espantados... Jigame hasta (ue termine. Do#a eonor 5ardona, (ue seg)n opinión general es una

se#ora honradísima, ha debido de padecer una pesadilla y so#ar (ue teníamos relaciones, (ue nosveíamos, (ue me había escrito, etcétera. ajo el influjo de ilusorios remordimientos le ha contado a

su marido ?todo@.... es decir, ?nada@...$ pero ?todo@ para ella$ y el marido ha venido a(uí como

usted, sólo (ue más enojado, naturalmente, a pedirme cuentas, a (uerer beber mi sangre. Si yo no la

tuviese bastante fría, a estas horas pesa sobre mi conciencia el asesinato de 5ardona... o él me habría

matado a mí =no digo (ue no pudiese suceder>. "or fortuna no me aturdí, y preguntando a 5ardona

las épocas en (ue su esposa afirmaba (ue habían tenido lugar nuestras entrevistas criminales, pude

demostrarle de un modo fehaciente (ue a la sazón me encontraba yo en "arís, en Sevilla o en

ondres. 5on igual facilidad, probé la ine&actitud de otros datos aducidos por do#a eonor. 0sí es

(ue el se#or 5ardona, muy confuso y asombrado, tuvo (ue retirarse pidiéndome e&cusas. Si usted me

 pregunta cómo me e&plico suceso tan e&traordinario, le diré (ue creo (ue esta se#ora, a (uien

después he procurado conocer =1por la memoria de mi madre le juro a usted (ue antes, ni de vista2...>,

sufre alguna enfermedad moral.... y ha tenido una visión...$ vamos, (ue se le ha aparecido un espectro

de amor..., y ese espectro, 1vaya usted a saber por (ué2, ha tomado mi forma. * no hay más... 9o se

admire usted tanto. Dentro de diez a#os, si trata usted algunas mujeres, se habituará a no admirarse

de casi nada.

Salí de casa del mar(ués en un estado de ánimo indefinible. 9o había medio de desmentirle, y

al mismo tiempo la incredulidad persistía. 4mpresionado, no obstante, por las firmes y categóricas

declaraciones del dandi, me dedi(ué desde a(uel punto, no a cortejar a eonor, sino a observar a

5ardona. "rocuré hablarle mucho, hacerle espontanearse, y fui sacando, hilo a hilo, conversaciones

referentes a la fidelidad conyugal, a los lances (ue puede originar un error, a las alucinaciones (ue a

veces sufrimos, a los estragos (ue causa la fantasía... "or fin, un día, como al descuido, dejé deslizar 

en el diálogo el nombre del mar(ués de 5azalla y una alusión a sus con(uistas... * entonces 5ardona,

mirándome cara a cara, con gesto entre burlón y grave, preguntó%

38ué- *a te han enviado allá a ti también- 1"obrecilla eonor, está visto (ue no tiene cura2

 9o necesité más para confesar de plano mis gestiones, y 5ardona, sonriendo, aun(ue algo

alterada su sonora voz, me dijo%

3 7as de saber (ue cuando fui a casa del mar(ués de 5azalla, ya llevaba yo ciertos barruntos y

sospechas de la alucinación de eonor, de la cual me convencí plenamente después. Si bien no

 parezco celoso, y hasta se diría (ue me pierdo por confiado, he vigilado a eonor siempre, por(ue la(uiero mucho, y en ninguna época hubiese podido ella cometer, sin (ue yo me enterase, los delitos de

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(ue se acusaba. 5omprendí (ue se trataba de una fantasmagoría, de un sue#o, y me resigné a la

hipótesis de una falta imaginaria... 18uién sabe si ese fantasma de pasión y arrepentimiento le sirve

de escudo contra la realidad2 o (ue te aseguro es (ue eonor, viviendo yo, nunca saldrá de la región

de los fantasmas... 1* no volvamos a hablar de esto en la vida2

0proveché el aviso, y de allí en adelante evité (uedarme a solas con eonor, y hasta fijar lamirada en sus oscuros ojos, nublados por la (uimera.

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