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FILOSOFÍA Cátedra Merlo C.B.C Drago Profesora: Cuccia, Alcira Alumna: Quevedo, Romina

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FILOSOFÍA

Cátedra Merlo

C.B.C Drago

Profesora: Cuccia, Alcira

Alumna: Quevedo, Romina

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Realizar y responder tres (3), consignas que expresen los pensamientos y aportes más importantes de los filósofos Heráclito, Parménides, Platón y Aristóteles.

1 – Desarrolle qué entiende Heráclito por el cambio, y su relación con la concepción de Parménides.

Una de las cosas que mueve a los griegos a filosofar es el asombro ante el fluir de la existencia, ante el cambio. El cambio o devenir se manifiesta de diversas maneras en el mundo, por ejemplo, ¿cómo una semilla pude cambiar para dejar de ser semilla y pasar a ser un árbol? En lo que respecta a Heráclito, así como también a muchos presocráticos, sus escritos nos llegan en fragmentos desordenados, y estamos por lo tanto, a la deriva de ciertos consensos en las interpretaciones mediados por varios filósofos. Uno de ellos es Platón, quien en Cratilo, sintetiza la teoría filosófica heraclitiana con el lema “Panta rei” (“Todo fluye”). Heráclito afirma que “todo pasa y nada permanece”. El ente, por lo tanto está sujeto a un constante devenir al que nada escapa, en un proceso de continuo nacimiento y destrucción. En la continua transformación está la esencia de las cosas, dice, casi desechando la posibilidad de lo permanente como proveedor de seguridad. En el fragmento numerado como “49ª”, el filósofo declara: “Entramos y no entramos en los mismos ríos. Somos y no somos”. El rio de Heráclito simboliza el cambio perpetuo de todas las cosas. Por tanto, lo substancial no puede tener consistencia fija sino en apariencia. Todo lo que se ofrece como permanente es una ilusión. Lo único verdaderamente real, lo único que puede escapar a ser meramente ilusorio es el cambio. De esta manera, Heráclito sostiene que las cosas pueden ser y no-ser a la vez, es decir, no existe un Ser inmóvil y perpetuo. Bien decía Borges, en su poema Son los ríos: “Somos el río y somos aquel griego que se mira en el río. Su reflejo cambia en el agua del cambiante espejo, en el cristal que cambia como el fuego.”.

En otras palabras, ese río somos nosotros, cambiantes como el fuego. Es que el fuego, para el filósofo de Éfeso, es el principio fundamental y necesario de todas las cosas. Todo sale del fuego y todo se compone de fuego. Todas las cosas son resultado de la transformación del fuego (Fragmento 90. “Todas las cosas se cambian por fuego y el fuego por todas las cosas, como las mercancías por el oro y el oro por las mercancías.”). Esas transformaciones y cambios se dan de forma dialéctica entre opuestos en constante lucha. (10. “Unamos: lo completo y lo incompleto, lo convergente y lo divergente, lo consonante y lo disonante. De todas las cosas, una, y de una, todas”). Es por eso que la Guerra, el Conflicto, el “Polemos”, es el rey de todas las cosas (53. “El conflicto es el padre de todas las cosas, el rey de todas las cosas. A unos ha hecho dioses y a otros hombres; a unos ha hecho esclavos y a otros libres.”). No obstante esa guerra, es una guerra armoniosa, con

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ciertas leyes que la regulan de manera que sea posible mantener la armonía (8. “Lo que se opone se une; de las cosas diferentes [nace] la más bella armonía”). Es así que esas pautas serán dadas por la Dike, la Justicia, que es lo que mantiene la distancia justa entre las cosas (30. “Este mundo, el mismo para todos, ningún dios ni hombre lo hizo. Sino que ha sido siempre y es y será un fuego siempre vivo, que se enciende según medidas y se apaga según medidas”). Por lo tanto la guerra, no es vista por Heráclito como algo caótico, desastroso, sino como generador de armonía, pues está regido a base de medidas derivadas de leyes impuestas por la Justicia. La causa última de todas las transformaciones es la razón, el logos, que rige y gobierna todas las cosas. Y es tarea del sabio escucharlo (a diferencia de la preponderancia de la vista del catolicismo y occidente). Dentro de todas las transformaciones hay algo que permanece, y eso que permanece es el Logos. Es por eso que este filósofo entiende la sabiduría como la capacidad para escuchar y comprender aquello que es común a todo. (50. “No escuchándome a mí, sino al logos, es sabio confesar que todas las cosas son uno”). El Logos - a veces traducido como “razón”, o “discurso”-, es lo común a todas las cosas, es mucho más que razón, palabra, y lenguaje. Es la fuente generadora o generatriz de todo esto. El verdadero Logos es un principio universal subyacente en todo lo que ES, en todo lo que existe.

Parménides, en su poema De la naturaleza (que tampoco se conserva en su totalidad y cuyos fragmentos nos llegan por citas en otros autores), no considera el cambio como principio fundamental, sino a la inmutabilidad del Ser. En dicho poema, el filósofo trata sobre las formas cognitivas de la Verdad. Al llegar a los aposentos de la Diosa, ésta indica al joven protagonista: “Ahora bien, yo te diré, 18

y tú escucha atentamente mis palabras, qué caminos de investigación son los únicos pensables: uno [que dice] que es y que no puede no ser, esel sendero de la persuasión -pues acompaña la Verdad-; el otro [que dice] que no es y que es necesario que no sea, y he de decirte que éste es un sendero impracticable.19”

Es decir, o es o no es, o hay algo o no hay nada. A esto se le llama “Principio del tercero excluido”. Si hay algo, ese algo será llamado “ente”. Este ente sólo puede ser conocido por medio de la razón, porque el pensar no puede ser sino pensar el ser, ya que el no-ser no se puede pensar ni expresar.El ser, por lo tanto es único (29. “Permaneciendo idéntico y en el mismo (sitio), yace por sí mismo”), dado que si hubiera una multiplicidad debería existir una diferencia entre ellos, y lo que se contrapone al ser es el no-ser, es decir, la nada. Es por ese motivo que el ser es inmutable, teniendo en cuenta que el cambio derivaría, nuevamente, en el no-ser. Asimismo, el ser es imperecedero, pues si se destruyera, automáticamente se transformaría en no-ser. Lo que está siendo es plenamente; no hay cambio porque existe en él una

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totalidad, existe la perfección, y debe ser así necesariamente, ya que cualquier cambio en el ser, es irracional. Es así que la diosa plantea el camino de la verdad como un camino necesario. La verdad “es”, y por eso es inmutable, atemporal, imperecedera, perfecta, cerrada como un círculo. Es una verdad que no puede ser negada, pues en caso de que lo sea, se caería en una contradicción. Se niega la posibilidad de negar el ser. Por lo tanto, lo principal es estudiar el ser pues si hay algo, si existen cosas que son es porque “es”.Parménides, a través de la diosa, da a conocer dos caminos de acceso a la verdad: el camino de la persuasión y la verdad, camino de lo que es y que no es posible no ser (Alétheia); y el camino de la opinión (Doxai), que existe como negación del primero y por lo tanto no se puede conocer –puesto que es el camino del no-ser, y éste no se puede racionalizar ya que es una contradicción -, ni nombrar. De no existir la verdad, de no poderla conocer, sólo tendríamos apariencia, las cosas que se opinan, los pareceres, y por eso es necesario conocer tanto la verdad como la opinión.

2 – Explique qué entiende Platón por el mundo de las ideas, y qué relación tiene con la política.

Platón, a diferencia de Heráclito, sostiene que el saber no puede referirse a algo cambiante, sino que debe referirse a aquello permanente, por lo tanto el saber no puede basarse en el conocimiento a través de las cosas sensibles, dado que esto daría como resultado el relativismo. El conocimiento sensible ni siquiera debe reconocerse como conocimiento, sino que en realidad es una mera opinión (Dóxa). Dado que el mundo sensible es mutable, y por lo tanto, no es posible el conocimiento, este filósofo propone otro mundo: el mundo inteligible, o mundo de las ideas, del cual el mundo sensible no es más que una copia. Frente al “todo cambia o nada cambia”, de Heráclito y Parménides, Platón sostiene que “algo cambia”. Aquello que cambia estará dado por lo sensible, mientras que la idea (Eidos), es aquello que permanece inmutable y perfecta. El río cambia, pero el concepto de “río”, es siempre el mismo. Porque las ideas existen en sí mismas, son inmutables, y encierran la esencia de las cosas. Para explicar su concepción del mundo, Platón se vale de dos alegorías que plasma en La República: La alegoría de la línea, y la alegoría de la caverna. En el primero se toma una línea imaginaria para partirla en dos segmentos, y cada uno de esos en otros dos, dando como resultado los diferentes grados o categorías de realidad. La misma aparece dividida en dos mundos: el sensible, y el inteligible. A su vez, el mundo sensible se compone de sombras, imágenes y cosas, y en él operan la imaginación y la creencia, por lo que la facultad reinante es la Dóxa (el sentido común). Por otra parte, el mundo inteligible se constituye de objetos lógicos, matemáticos e ideas, donde imperan la Dianoia (razón discursiva) y la Gnóesis (intelección); por lo tanto la facultad que prevalece es la Episteme (ciencia). Platón clasifica las cuatro operaciones que realiza el alma, y las ordena de

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acuerdo con su grado de participación en la realidad (la verdadera realidad), resultando el siguiente ordenamiento desde lo más próximo a la verdad, hasta lo más alejado de ella y cercano a las “sombras”: la inteligencia (Gnóesis), el más elevado; a éste le sigue el pensamiento (Diánoia); el tercero es la creencia (Pístis); y el último la imaginación (Eikasía). El mundo sensible es contradictorio, imperfecto, cambiante, y su realidad es sólo aparente, por lo que es fácilmente accesible a través de los sentidos. El mundo de las ideas, en cambio, es perfecto. Es una realidad invisible, a la que sólo se accede a través de la intuición, de la razón intuitiva. A partir de las ideas se crea a multiplicidad de imágenes que habitan el mundo sensible, siendo éstos derivados, más o menos parecidos, pero nunca idénticos. El objeto visible es usado como imagen para comprender algo que sólo puede ser conocido por la razón. Platón pone el ejemplo de que un cuadrado dibujado sirve para entender la verdadera figura geométrica.

En la Alegoría de la línea se presenta, además, la idea del Bien, que habita en el mundo inteligible, siendo el objeto de estudio supremo, que ilumina (así como lo hace el sol en el mundo sensible), a todas las demás cosas; es la luz que hace posible la inteligencia, el conocimiento y la verdad. Es fuente de verdad y de ser. La idea de Bien hace que todo lo demás se vuelva valioso y útil, sin embargo, no es posible conocerla lo suficiente, por lo que es necesaria la intuición y el conocimiento para conocer qué es el Bien, y de esa manera poder aplicar valor a las demás ideas. Para hacer esto posible, Platón propone un camino alegórico. Es vital, para este filósofo, buscar el bien común (Koinos), que trasciende las particularidades y que apunta a la felicidad de la ciudad toda, siendo la base de la formación polis. Por ello debe ser protegido por los filósofos, pues sólo ellos acceden a la idea de Bien.

En la Alegoría de la caverna, se presentan hombres encerrados dentro de una caverna, quienes sólo conocen la realidad a través de las sombras (imágenes, es decir objetos sensibles, reales sólo en apariencia), que se proyectan desde el exterior. En un momento, uno de esos prisioneros logra liberarse y salir de la caverna al mundo real, en este caso, el mundo de las ideas, el mundo de esa realidad perfecta, absoluta, finita, donde no hay posibilidad de creación, ya que la realidad es plena. Por lo tanto, Platón dirá que el artista imita (mímesis), no crea. Es decir, es una imitación de una imitación, ya que el artista imita lo que percibe en el mundo sensible, el que es una copia imperfecta, de la verdadera realidad, que es la inteligible. El artesano conoce las ideas en sí, y a partir de eso, produce una imitación, es decir no hay creación verdadera porque la idea preexiste a la producción. El arte permite la imaginación, la fantasía, más no la razón. Mas cabe aclarar que rescata la música por la idea de ritmo, y de medida.

Esta alegoría se encuentra ligada a la educación (Paideia), y sobre todo a la educación moral que deben adquirir los políticos, ya que lo que legitima el gobierno es el saber del Bien, pues quien conoce el bien, es bueno. Aquí, el saber se encuentra ligado a la praxis. La

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educación es un proceso lento de adaptarse a la realidad inteligible, y necesita un guía que acompañe en el camino de descubrir esa realidad, que es única y señala al Bien. Quien llega a esa realidad es el filósofo, y ese hombre iniciado, debe volver a la caverna a gobernar, a arrastrar, casi a la fuerza -porque los prisioneros se encuentran conformes con esa realidad, sin ánimo de conocer otra-, a los demás. Es así que en La República, Platón propone que son los filósofos quienes deben gobernar, aunque más adelante, en Las leyes, establezca que son las leyes quienes deben gobernar, ya los filósofos no son entendidos, y que esas leyes serán controladas por un grupo de sabios.

3 – Explique qué entiende Aristóteles por “sustancia”, y su relación con las ideas de Platón.

Aristóteles, como buen alumno de Platón, parte de sus teorías para refutarlas. En principio, le critica que la creación de dos mundos duplica la cantidad de cosas a explicar, y no establece una relación de causalidad entre las ideas y las cosas sensibles. Es decir, no se establece de qué manera las ideas, inmutables, son causa de cosas sensibles y cambiantes. También le critica el uso de mitos y metáforas en lugar de dar explicaciones racionales. Aristóteles, por lo tanto, es un representante del realismo, porque no considera que el verdadero ser se encuentre en el mundo de las ideas, sino que se halla en el mundo concreto, en que habitamos. Es por eso que, mientras que Platón concibe el aspecto sensible como un obstáculo para el intelecto, Aristóteles ve a la sensación como el primer paso necesario en el camino a la ciencia, ya que las formas inteligibles están unidas a la materia. Las sensaciones proveen al sujeto la imagen de las cosas, y esos objetos externos afectan al sujeto, imprimiéndole una huella y transformándolo en eso que conoce; y esto es así porque en el conocimiento hay deseo. Todos los hombres desean saber, y por eso el conocimiento genera placer. Es así que el conocimiento de las cosas externas deja una huella que afecta al sujeto, convirtiéndolo en el objeto. En otras palabras, el alma se amolda al objeto conocido. Aristóteles critica a su maestro por haber separado el Eidos (idea, esencia de las cosas), de las cosas, y haberla posicionado como algo externo a ellas; por hacer de la realidad algo que tiende a la esencia, pero que nunca la alcanza. La teoría aristotélica establece que la cosa debe coincidir con su esencia, siendo ésta aquello que expresa lo que no puede faltar para que algo sea lo que es. Es algo que se encuentra en el interior de la cosa, y la determina. El eidos, entonces, está en el mundo sensible. Pero la cosa que es, es mucho más grande que su esencia, porque ella se aplica a una multiplicidad de cosas (por ejemplo, una especie), mientras que la cosa tiene propiedades singulares específicas. La sustancia (ousía), es singular, y no hay nada que no sea sustancia. Entonces, el conocimiento parte de lo más fácil de conocer (los sentidos), a lo más difícil de conocer (lo universal, la abstracción); pero lo más fácil de conocer para nosotros es lo más difícil de conocer en sí mismo, y lo más difícil de conocer es lo más fácil de conocer en sí mismo. Es decir, el conocimiento de lo más general es lo que se puede conocer y transmitir. El conocimiento de

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las causas es el conocimiento general, sin embargo, no se debe generalizar al punto de perder de vista lo individual, ya que se corre riesgo de generar un conocimiento vacío. Las causas son lo que determinan y explican el por qué las cosas son como son, lo que permite explicar, descubrir, e incluso controlar los hechos. En principio, todo lo que es, es sustancia, y ésta es un compuesto de materia y forma. Por lo tanto esas serán dos de las cuatro causas que propone el filósofo. La materia explica el cambio de las cosas. Es la sustancia de la que se componen las cosas, y por ser material, está sujeta al cambio, por lo que es básicamente potencia: la posibilidad que tiene algo de ser lo que no es. El ser y el no-ser, pasan a ser relativos, y no absolutos como en el caso de Parménides, por ejemplo, solucionando el problema que planteaba ese filósofo con su separación. Aquí todo está sujeto a un proceso constante de generación y corrupción.

La Causa Formal se relaciona con el eidos. Es la substancia y la esencia, es decir, es el principio determinante de las cosas, relacionado con la energeia (energía, acto), e identificable con el Logos, como definición y expresión de la esencia. Otra de las causas que explica Aristóteles es la Causa Motriz, también conocida como Causa Eficiente, o Causa agente. Ésta es la forma entendida no en términos estáticos, como sucede en la Causa Formal, sino en términos dinámicos. Es aquello que actualiza algo, lo que lo moviliza a la transformación. Es, por lo tanto, el principio de donde proviene el movimiento.

Por último, está la Causa Final, que es la que guía o limita el desarrollo. Es una suerte de meta que opera dirigiendo todo el proceso, como un objetivo o un ideal, como el fin hacia el que el objeto se orienta. Es por lo tanto el Bien de cada cosa, en tanto es el despliegue pleno de la esencia de la cosa, de su forma.

Toda cosa puede ser entendida bajo estos cuatro principios o causas, y la causa final del hombre va a estar ligada al Bien, siendo éste el desarrollo pleno de su esencia.

Quevedo, R