para san agustín la fe es necesaria para la amistad

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Para San Agustín la fe es necesaria para la amistad. Con motivo del año de la fe es oportuno retomar a algunos de los grandes pensadores que ha tenido la Iglesia, como lo fue San Agustín. El obispo San Agustín escribió una carta a un tal conde Darío allá por el año 399 donde se responsabiliza de un escrito que hizo y en el que se propuso refutar a los que él llamaba “restos de la infidelidad “. En este escrito, con la maestría en el uso de su pluma, redacta y demuestra la necesidad de creer o bien, que creer es una necesidad. Considera que la fe es de capital importancia en el caminar de nuestra vida porque anularla o bloquearla tiene desagradables consecuencias a saber, que el sentimiento de la amistad no se puede dar si no hay fe, y dicho sea de paso, tampoco se da el afecto familiar, ni las sanas relaciones sociales cuando no existe fe. Para San Agustín es muy importante creer de muchas cosas aun sin verlas. Por ejemplo, nosotros creemos en Cristo que no vimos y con ello nuestra fe tiene los suficientes motivos. Él en sus escritos usa con mucho tacto los grandes argumentos en defensa de la fe y que más adelante serían empleados por los defensores del cristianismo. San Agustín parte con una exposición en dicha carta, atendiendo a aquellos que piensan que la religión cristiana tiene más sentido de burla que de adhesión, ya que la religión cristiana no tiene la delicadeza de presentar ante nuestros ojos lo que nos manda creer, muy al contrario nos manda a que creamos lo que no vemos. Y tal razonamiento tiene su origen en someter las cuestiones de la fe al método experimental trayendo consecuentemente un desconocimiento total de la religión.

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Page 1: Para San Agustín la fe es necesaria para la amistad

Para San Agustín la fe es necesaria para la amistad.

Con motivo del año de la fe es oportuno retomar a algunos de los grandes pensadores que ha tenido la Iglesia, como lo fue San Agustín. El obispo San Agustín escribió una carta a un tal conde Darío allá por el año 399 donde se responsabiliza de un escrito que hizo y en el que se propuso refutar a los que él llamaba “restos de la infidelidad “. En este escrito, con la maestría en el uso de su pluma, redacta y demuestra la necesidad de creer o bien, que creer es una necesidad. Considera que la fe es de capital importancia en el caminar de nuestra vida porque anularla o bloquearla tiene desagradables consecuencias a saber, que el sentimiento de la amistad no se puede dar si no hay fe, y dicho sea de paso, tampoco se da el afecto familiar, ni las sanas relaciones sociales cuando no existe fe.

Para San Agustín es muy importante creer de muchas cosas aun sin verlas. Por ejemplo, nosotros creemos en Cristo que no vimos y con ello nuestra fe tiene los suficientes motivos. Él en sus escritos usa con mucho tacto los grandes argumentos en defensa de la fe y que más adelante serían empleados por los defensores del cristianismo. San Agustín parte con una exposición en dicha carta, atendiendo a aquellos que piensan que la religión cristiana tiene más sentido de burla que de adhesión, ya que la religión cristiana no tiene la delicadeza de presentar ante nuestros ojos lo que nos manda creer, muy al contrario nos manda a que creamos lo que no vemos. Y tal razonamiento tiene su origen en someter las cuestiones de la fe al método experimental trayendo consecuentemente un desconocimiento total de la religión.

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Primeramente es bueno atender, dice el santo, a los que presumen que se conducen sabiamente sin creer lo que no ven, a estos presumidos, bueno es recordarles que comúnmente se cree en cosas que no se ven ¡eso cualquier manual de Antropología lo sostiene! Aunque no se les pueda mostrar por el momento las verdades divinas que sanamente nosotros creemos. Son presumidos y esclavos de los ojos del cuerpo, que viven con el aliento de su tesis de obligarse a creer lo que no ven, Agustín les recuerda que existen innumerables cosas en su vida que dan crédito sin ser percibidas por los sentidos e invita a contestar; ¿Qué razón hay en negarse a creer lo que no vemos? Cuando sin dudar “vemos” que creemos o “vemos” que no creemos sin usar los ojos del cuerpo.

Y con una postura, no rara por cierto, también dicen los presumidos, que el alma con su facultad interior hace ver lo que está en ella sin usar el sentido de la vista, y siguiendo contra la Iglesia se enojan que manda creer lo que no está en el alma ni se capta con los ojos del cuerpo. Pacientemente Agustín les responde que no existe quién mande u ordene creer lo que está ante tus ojos, lo cierto es que necesitan creer algunas cosas temporales que no ven para ser dignos de ver las eternas que nosotros creemos. Para el obispo Agustín ellos dicen que ven objetos con sus ojos del cuerpo y aseguran que ven los pensamientos y afectos con los ojos del alma, pero surge entonces una pregunta; ¿Cómo ven el afecto de un amigo? Eso no se ve con el cuerpo. Y llega otra gran pregunta con ello; ¿ven con los ojos de su alma lo que pasa en el alma del amigo? Y como es un hecho que no lo ven, ¿Cómo corresponde al amistoso del amigo, si no creen en lo que no pueden ver? En efecto y con estos cuestionamientos no cabe duda que se valora la capacidad reflexiva de este santo africano en situaciones tan cotidianas de nuestra vida, y admirable se torna también el interés de plasmar con un escrito algo tan preocupante. Supone además, el obispo de Hipona, que la respuesta que le pudieran dar a sus preguntas es; que el afecto del amigo lo ven en las obras, pero sabemos con amplia claridad que podemos ver las obras del amigo y éstas obligan a su vez que se crea en el afecto del mismo, que no lo captan los sentidos, ni tiene una afección que se manifieste a la conciencia. Así sólo resta creer lo que no se puede ver ni por los sentidos ni por el alma, para que no quedar excluido en la vida sin el consuelo de la amistad o el afecto del amigo quede sin justa correspondencia.

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¿Dónde radica el propósito de situarse en esta postura de creer sólo lo que ven los ojos y ve el alma? Deben darse cuenta que su afecto lo conduce a creer en un afecto que no es de ellos. Y a donde no puede llegar la vista ni el entendimiento, llega la fe. “Con los ojos del cuerpo ves el rostro del amigo, con los ojos del alma ves tu fidelidad; pero la fidelidad del amigo no puedes amarla si no tienes también la fe que te incline a creer lo que en él no ves” (Ibid, De fides rerum quae non videntur 1,2). Cabe ahora decir, para finalizar este apunte, que muchos creen en el amigo, sin poder ver su corazón, porque lo han probado; el “amigo probado” es a decir de muchos el que no abandona en los momentos críticos, en los momentos que se le cuenta, pero exijámonos; ¿Qué esto no es un interés o condición para el amigo o una oportunidad de terminar una amistad?, bien dice Agustín; entonces “¿debemos anhelar nuestra desgracia para probar el amor de los amigos?” (Ibidem) ¡Qué absurdo y nada más falso! Lo bueno es que también en la prosperidad se cuenta con un buen amigo sin necesidad de pruebas. No olvidemos el Evangelio que en atención a la fe, nos dice que son dichosos los que creen sin haber visto…. Y efectivamente, porque si vemos entonces ya no es fe.

Pbro. Lic. Gustavo Contreras Badillo