¿para qué y cómo intervenir en la universidad políticamente?
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Aportes a la discusión política sobre la participación en la poítica universitaria de Filo en Construcción (Agrupación de FFyL - UBA)TRANSCRIPT
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¿Para qué y cómo intervenir políticamente en la
Universidad? Algunos apuntes
Somos un grupo de estudiantes y graduados de la Facultad de Filosofía y
Letras - UBA que hace algunos meses venimos debatiendo y trabajando sobre
distintas temáticas. Luego de organizar un taller de debate sobre la producción de
conocimiento y el sujeto estudiantil, nos vimos en la necesidad de profundizar sobre
por qué es importante intervenir activamente en la Universidad. Es posible que a
simple vista esto no parezca tan necesario o tan urgente, entre otras cuestiones, por la
cantidad de agrupaciones que en la Universidad existen, por las ganas de irse cuanto
antes de ella (ya sea obtener el título e irse, ya sea terminar de cursar el práctico e
irse…), y por la enorme burocracia que la caracteriza. Sin embargo en la Universidad,
así como en la sociedad en su conjunto, se reproducen lógicas de dominación y
jerarquía que creemos importante desterrar. Es por eso que desde Filo en construcción
vemos que es necesario trascender las cuestiones meramente reivindicativas como la
lucha por un salario digno para la totalidad de los docentes, por buenas condiciones
edilicias, etc.(lo que no quita que éstas luchas sean totalmente loables, sino
simplemente por sí solas insuficientes), para poder llegar a cuestionar las condiciones
mismas de una estructura que reproduce en distintos niveles las jerarquías entre los
diferentes actores de la Universidad ( esto puede verse en las relaciones político-
pedagógicas en el aula, donde un docente iluminado deposita sus saberes en el alumno
ignorante como si éste fuera una tabula rasa), y concibe lo académico y lo político
como dos universos separados que no se tocan jamás. Acá van algunos apuntes para
revertir la concepción de la lucha en la Universidad como vana y alejada de las
disputas que realmente valen la pena en el “afuera”, ya que creemos que
problematizando los distintos ámbitos por los que transitamos y teniendo en cuenta
sus especificidades, sin dejar de organizarse, por supuesto, con los demás sectores, es
como llegaremos a poner en práctica la construcción de una nueva sociedad. Así,
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visualizamos a la Universidad como un espacio más de disputa político-social, como
un espacio en el que es necesario intervenir para abonar a construir otra sociedad.
Líneas de trabajo en la Universidad
El objetivo general de nuestra intervención política reside en la construcción de
Poder Popular en vistas a la conformación de una fuerza social basada en el
protagonismo de los trabajadores y el pueblo para la modificación de nuestra sociedad.
Este es el objetivo general de nuestra intervención en cualquier espacio (sindical,
territorial, etc.). De allí que entendemos que desde el territorio en que nos encontramos -
en nuestro caso, la Universidad - debemos aportar a la formación de dicha fuerza social.
Ahora, cómo intervenir en la Universidad para promover lo que decimos, es una
pregunta muy complejo. Aquí algunos apuntes para el debate.
Consideramos que debemos abordar la Universidad a través de tres líneas de
trabajo relacionadas que no dejan afuero lo académico, sino que lo reinventan como
intrinsecamente político: a) Trabajo Gremial antiburocrático; b) Construcción de teoría
y prácticas críticas; c) Articulación con otros sectores sociales.
1. Trabajo Gremial antiburocrático
Con respecto al trabajo gremial antiburocrático entendemos la importancia de
conformar un Centro de estudiantes (en tanto herramienta gremial) democrático, basado
en asambleas, comisiones de trabajo, cuerpos de delegados. Es sustancial que los
estudiantes se apropien del Centro y se organicen para luchar por sus demandas. Somos
partidarios de que en el Centro se expresen y convivan las diferentes tendencias de
izquierdas, sin que se obstaculice el crecimiento del movimiento en general (“un paso
del movimiento real vale más que 1000 programas”). Hay que romper con prácticas
políticas dirigistas, personalistas, despolitazantes o autorreferenciales, que objetualizan
a los estudiantes y le quitan espacio para todo tipo de intervención genuina. Es cierto
que muchas agrupaciones en la Facultad abordan el tema gremial (ej: luchar por más
presupuesto; salario para los docentes, etc.) de modo sistemático. Pero, algunas
agrupaciones, no lo hacen de una manera que impulse el protagonismo estudiantil (lo
contrario a un trabajo gremial antiburocrático) como así tampoco ponen en tensión la
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rutinaria maquinara institucional. Así nos preguntamos ¿Logrando mayor presupuesto
se subvierten las prácticas habituales de opresión institucional? ¿Cómo y quién
administrará el mayor presupuesto obtenido? ¿Se modifican las prácticas institucionales
por crear más aulas? No es la intención de nuestro argumento relativizar la lucha
gremial (que es fundamental) sino mostrar la necesidad de articularla o ligarla con la
problematización y superación de la lógica institucional. Hágase notar que hasta los
sectores más cercanos a la conservación de la Universidad como hoy la conocemos, a
quienes nos enfrentamos asiduamente (por ejemplo, algunos profesores) están de
acuerdo con que la Universidad reciba más presupuesto.
2. Construcción de teoría y prácticas críticas
En lo que atañe a la construcción de teoría y prácticas críticas, nos referimos a
ellas en un sentido amplio. No sólo supone producir textos o leer libros críticos sino
más bien desnaturalizar y buscar superar lo cotidiano, “lo dado” de nuestro territorio. Es
una crítica práctica radical en el sentido que pone en tensión y se propone transformar
aquello que aparece cosificado, muerto, natural o sea, por fuera de la historicidad de las
relaciones sociales de opresión. Al comprender así la teoría y la práctica crítica se nos
aparecen múltiples ámbitos de intervención: contenido de las materias, relaciones
político-pedagógicas, planes de estudios, estructura del co-gobierno, división por
claustros, contenidos y formas de investigar y producir conocimiento, etc., etc., etc.
Respecto a la forma de Gobierno de nuestra Universidad, asumimos que, aunque
el gobierno tripartito (Profesores, Graduados, Estudiantes) fue una conquista, no basta
quedarnos en él, discutiendo sobre cuantos más o menos representantes por Claustro,
etc. dejando así intacta la lógica que atraviesa a la Universidad y sus órganos de
decisión. La división entre docentes, graduados, estudiantes se asienta en un criterio
académico-generacional (esto es, los desiguales conocimientos que presentan cada uno).
Se busca legitimar a partir del conocimiento, decisiones y puestos políticos que se
sostienen y se conducen con lógicas específicas y distintas a los méritos académicos que
puedan tener los participantes. A su vez, este criterio legítima la estructura jerárquica
que presentan los órganos de cogobierno. De este modo, como horizonte (pero también
como prefiguración práctica cotidiana) entendemos que resulta necesario reorganizar la
Universidad de manera que los diferentes puntos de vista se expresen como diferencias
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políticas y no sectoriales (claustro). La abolición de los claustros y la deliberación
conjunta en Asamblea (con las delegaciones y formas organizativas que construyamos
en torno a ella) es la utopía a perseguir. Reemplazar el co-gobierno por la democracia
directa, o sea, porque todos/as nos hagamos cargo de los problemas e intervengamos.
Esto es lo que anhelamos como concepto y práctica política. Para esto es necesario
también evidenciar lo académico no como algo apolítico, sino justamente atravesado de
lado a lado por lo político: las relaciones en el aula, la forma en que se deciden los
contenidos a tratar, la perspectiva desde la cual se llega a esa decisión y el modo en que
efectivamente circulan esos contenidos, entre otras cosas.
3. Articulación con otros sectores sociales
En cuanto a la articulación con otros sectores, el objetivo central es generar una
conciencia que trascienda lo local, que pueda ver los problemas de los trabajadores
como propios1. En esta articulación existen disímiles niveles. Uno puede ser la
solidaridad con las luchas obreras y populares desde el aporte económico, la presencia
en movilizaciones, la adhesión a alguna campaña, etc. (en general los Partidos de
Izquierda tradicionales se mantienen en este plano en la Facultad). Otro nivel, más
profundo y que rompe con praxis políticas corporativas y sectoriales, puede ser el
trabajo de coproducción, es decir, la producción de una investigación junto a, y a partir
de, las necesidades de una organización social, ya sea territorial o sindical. Asimismo,
estas investigaciones deberían buscar que vuelvan a la facultad, de modo que se
conviertan en herramientas de disputa por la orientación de la producción de
conocimiento. En cuanto a con quién hacerlo, debemos apuntar a las organizaciones que
consideramos más cercanas políticamente. A su vez, se podrían abrir estas instancias a
estudiantes “independientes”. Muchas veces, compañeros/as de cursada no quieren
participar activamente “en” los problemas de la Universidad, pero sí en los que suceden
por “fuera” de la Universidad.
En varias facultades no existen agrupaciones que trabajen la co-producción. Por
ejemplo, en Filosofía y Letras, lo más cercano a esto está dado por grupos nacionalistas
1 Claro está, nuestro argumento no supone sostener que la gran parte de los estudiantes en la UBA no son, al mismo tiempo, trabajadores (trabajadores y estudiantes). Lo que estamos diciendo, es que aún siendo éste el mayoritario, se suelen disociar los problemas de los trabajadores y los estudiantiles: los primeros refieren al terreno directo de la relación laboral y los segundos al terreno de la Universidad.
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populares, pero, obviamente, no con la perspectiva político-pedagógica (relación
educativa dialógica, no bancaria) y epistemológica que pregonamos2. Respecto a los
partidos de izquierda tradicionales en la Universidad, ya dijimos que suelen realizar la
unidad trabajadores-movimiento estudiantil de una manera que para nosotros no
representa profundos lazos de organicidad. Tal unidad se suele limitar al apoyo
económico, la presencia en movilizaciones, la difusión de comunicados, etc. No
negamos el valor de estas iniciativas. Es más, muchas veces la gran cantidad de
conflictos que existen llevan a que agrupaciones que se plantean otro tipo de vínculos
con los trabajadores y el pueblo, deban apelar a esas herramientas históricas de lucha
social. Sin embargo no creemos que esto suponga una unidad real basada en la
organicidad a largo plazo.
Como decíamos, la co-producción, además de forjar lazos con organizaciones
combativas3, busca problematizar la propia Universidad (por ejemplo, ya desde su
nombre, co-producción, se cuestiona lo que se denomina “extensión universitaria”; se
problematiza la forma tradicional que asume la investigación en nuestros pagos
académicos; se intenta llevar a cabo la idea de una praxis crítica e interdisciplinaria en
contraposición con la escisión teoría-práctica y la fragmentación disciplinaria,
característica de nuestra Universidad4). Asimismo la co-producción abre posibilidades
para el despliegue de relaciones político-sociales que al interior de la Universidad no
predominan, dado su carácter profundamente jerárquico. Estas nuevas relaciones
sociales cuestionan el corazón mismo de la institución universitaria en tanto
problematiza el criterio académico-generacional fuertemente jerárquico de la estructura.
Todos/as los que participamos de la co-producción nos concebimos como productores
de conocimiento (es cierto, con desigualdades que es importante reconocer para no
2 Repárese que estos grupos hablan de voluntariado universitario (igual que los Programas Ministeriales) y no de co-producción. En términos generales, el voluntariado denota prácticas políticas destinadas a la solución de problemas puntuales del pueblo, más que a la organización autónoma de este sujeto, y supone una forma de construcción de conocimiento y una práctica pedagógica más cercana a la unidereccionalidad, no terminando de reconocer así a los trabajadores y el pueblo como sujetos históricos (la voluntad tan sólo reside en el militante universitario). Además, repárese que el voluntariado pone el eje en el sujeto individual universitario que concurre a un barrio, no problematizando a la propia universidad ni dando indicios claros de organización colectiva en el territorio. 3 Es interesante pensar que no necesariamente hay que “salir” de la Facultad para ligarse con las organizaciones de los trabajadores y el Pueblo, ya que los trabajadores mal llamados “no docentes”, muchas veces se organizan en la propia institución. 4 En este sentido, la co producción no debería limitarse a la integración de disciplinas o carreras de una propia Facultad sino que deberíamos avanzar en la articulación con otras Facultades (por ejemplo, Económicas, Ingeniería, Medicina, Psicología, etc.)
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desembocar en un romanticismo ingenuo, pero que no obturan la configuración de lazos
educativos, democráticos y emancipadores), todos/as sabemos algo, todos/as podemos
enseñar y aprender algo.
A modo de cierre
Queremos subrayar tres conceptos políticos que se suponen o se derivan de lo
dicho más arriba. En primer lugar, buscamos romper la división entre lo político y
académico. Es cierto que la propia lógica que opera en la Universidad lleva a esta
escisión. Así, lo académico parece residir en proyectos de investigación, libros, las
clases y, lo político, en los órganos de gobiernos, las asambleas, marchas, etc. Pero lo
más llamativo de esto, es que varias agrupaciones universitarias caen o reproducen en la
práctica (no en lo discursivo) esta escisión. De este modo, encontramos grupos (en
general grupúsculos) que se dedican a publicar revistas académicas, organizar grupos de
estudios, problematizar planes de estudio (esfera académica) y otros que van
directamente a “lo político” y, por tanto, su eje es intervenir en los órganos de
gobiernos, en las marchas, en las elecciones, en las Asambleas sin cuestionar en
profundidad la especificad de la lógica institucional. Consideramos que debemos
superar esta escisión para llegar a un cambio real.
En segundo lugar, entendemos que debemos tornar lo cotidiano (o sea, la
dinámica diaria institucional) en algo más político (ej: sacarnos la modorra y
problematizar las clases cotidianas) y lo político en algo más cotidiano. Esto último
refiere no sólo a tensionar o problematizar lo dado, sino también a construir su
superación (desde fomentar cátedras paralelas, hasta, en un nivel de mayor profundidad,
armar espacios académicos y curriculares que no reproduzcan la forma cátedra, y
generen así conocimientos de forma más democrática y horizontal; abonando también al
desarrollo de asambleas, etc.).
En tercer lugar, comprendemos a la Universidad como un territorio que demanda
diferentes líneas de intervención para transformarlo. Desde luego, dentro de la
institución el sujeto estudiantil (por razones históricas, sociales y su lugar en la
academia -no atado a puestos institucionales) es el más dinámico y disruptivo, pero de
ello no se deriva que nuestra construcción deba girar sólo alrededor del mismo. Los
diferentes sectores de la Universidad, como los antes mencionados “no docentes”,
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también deben ser co-participes de este proyecto de transformación. Entendemos que
así, ganamos potencialidad en nuestro trabajo e intervención.
Desde ya, quedan muchos puntos para seguir discutiendo acerca de para qué y
cómo intervenir en la Universidad. Uno muy significativo es cómo dialogar y construir
con aquellos estudiantes más despolitizados, con otros que tienen más inquietudes y con
los que son más activos. O sea, cómo retraducir las líneas de trabajo esbozadas de una
manera que dialogue y alcance de un modo históricamente eficaz a las diversas personas
que componen el territorio universitario. Dejamos este punto pendiente para un próximo
trabajo.