para leer a habermas - velasco arroyo, juan carlos

189
Alianza Editorial materiales Juan Carlos Velasco Para leer a Habermas

Upload: hucaso

Post on 30-Sep-2015

176 views

Category:

Documents


36 download

DESCRIPTION

Velasco Arroyo, Juan Carlos: Para Leer a Habermas.

TRANSCRIPT

  • Alianza Editorial mat

    eria

    lesJuan Carlos Velasco

    Para leer aHabermas

  • Juan Carlos Velasco

    Para leer a Habermas

    Alianza Editorial

  • A Javier Muguerza ya Carlos Thiebaut,con admiracin y

    gratitud

  • Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas, adems de las correspondientes indemni-zaciones por daos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren pblicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cient-fica, o su transformacin, interpretacin o ejecucin artstica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin.

    Edicin electrnica, 2014www.alianzaeditorial.es

    Juan Carlos Velasco Arroyo, 2003 Alianza Editorial, S. A. Madrid, 2014

    Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 MadridISBN: 978-84-206-6906-9Edicin en versin digital 2014

  • ndice

    Prefacio....................................................................................................... 9

    Siglas utilizadas ........................................................................................ 15

    1. El entorno intelectual de la filosofa habermasiana: continui-dad y ruptura con la tradicin crtica ............................................ 19

    2. Accin comunicativa y teora social ............................................. 291. Los presupuestos tericos: la razn comunicativa .......................... 29

    1.1 Crtica de la epistemologa tradicional.................................... 291.2 Accin comunicativa y pragmtica universal ......................... 321.3 Marco terico-ideal y realidad concreta: la situacin ideal

    de habla ................................................................................... 412. La teora de la sociedad: mundo de la vida y sistema..................... 47

    3. El programa de fundamentacin de la tica discursiva ............. 511. La diversidad de usos de la racionalidad prctica ........................... 512. Rasgos distintivos de la tica discursiva ......................................... 533. Lmites de la tica habermasiana .................................................... 62

    4. La teora discursiva del derecho .................................................... 671. El carcter normativo de la teora del derecho................................ 702. Entre facticidad y validez: la tensin estructural del derecho......... 75

    7

  • 3. La complementariedad entre derecho y moral ................................ 774. Derecho y razn prctica: la legitimidad de los sistemas jurdicos.. 85

    5. Estado de derecho y democracia. La poltica deliberativa........ 951. Posibilismo y militancia: la filosofa poltica habermasiana .......... 962. El declive del espacio pblico......................................................... 1003. La democracia deliberativa ............................................................. 1064. Desobediencia civil y sistema democrtico .................................... 1145. La democracia ante los desafos del presente ................................. 120

    6. Identidad colectiva y patriotismo constitucional ........................ 1271. La relevancia tico-poltica de la identidad colectiva ..................... 1302. Patriotismo constitucional y quiebra de la continuidad histrica.... 1343. Patriotismo constitucional, pluralismo cultural y sociedades plu-

    rinacionales ..................................................................................... 1384. La construccin de la identidad europea......................................... 1415. Discurso patritico y republicanismo.............................................. 145

    7. Acerca del impacto terico de la obra de Habermas ................. 1491. Debates e intervenciones en controversias pblicas........................ 1492. La recepcin de su pensamiento en las distintas disciplinas........... 155

    ANEXOS

    III. Datos biogrficos de Jrgen Habermas........................................ 1631. Breves notas sobre el contexto sociohistrico de la obra de Ha-

    bermas ............................................................................................. 1632. Tabla cronolgica. Vida y obra ....................................................... 166

    III. Glosario bsico.................................................................................. 169

    III. Bibliografa ........................................................................................ 1751. Gua para una primera lectura ......................................................... 1752. Los escritos de Habermas. Bibliografa comentada........................ 1763. Bibliografa secundaria ................................................................... 185

    3.1 Sobre la obra de Habermas ..................................................... 1853.2 Estudios sobre Habermas editados en castellano.................... 1863.3 Sobre la Escuela de Frncfort ................................................. 1883.4 Otras obras aludidas a lo largo de este libro ........................... 188

    4. Habermas en Internet ...................................................................... 189

    Para leer a Habermas

    8

  • Prefacio

    Jrgen Habermas pertenece a aquella corta nmina de filsofosvivos que son anunciados con la frase ya manida de no necesitanpresentacin. Este hecho, para algunos envidiable, constituye, sinembargo, un arma de doble filo: si por un lado significa que lavoz y la opinin de nuestro autor se han dejado or ampliamente,por otro indica que ha salido del completo desconocimiento, paraadentrarse en un resbaladizo y cenagoso terreno en el que puedeser absorbido por los tpicos, por las conversaciones de moda opor los discursos ideolgicos dominantes. Sin duda, hay pocos fi-lsofos contemporneos cuyo nombre resulte tan conocido y cu-yas ideas sean tan citadas de odas como Habermas. Esto no im-plica, sin embargo, que abunden quienes hayan abordado su obrade una manera ms o menos sistemtica. Dada la variedad de inte-reses perseguidos por Habermas, no es de extraar que sean mu-chos ms numerosos quienes conocen con cierto detalle tan slodeterminados aspectos de su trabajo, bien sea en calidad de soci-logo, filsofo moral, terico del derecho, filsofo del lenguaje,epistemlogo, politlogo, crtico social, analista poltico o simple-mente como reputado polemista. Pero tambin resulta frecuenteencontrarse en mbitos acadmicos con quienes simplemente han

    9

  • hecho de l el blanco favorito de sus crticas y sarcasmos sin ape-nas haberse molestado en conocer su polifactico pensamiento.

    En su conjunto, la obra de Habermas quizs constituya el es-fuerzo ms original y coherente tendente a la elaboracin de unafilosofa a la altura del espritu postmetafsico que de modo casiinexorable caracteriza nuestro tiempo. Dentro del panorama con-temporneo, acaso la obra de John Rawls, y ello tan slo en el m-bito especfico de la filosofa poltica, resulte comparable con elempeo habermasiano. Ciertas aportaciones de este filsofo ale-mn, tales como la teora de la accin comunicativa o la tica dis-cursiva, marcan hitos fundamentales en la teora social y en la re-habilitacin de la filosofa prctica contempornea. Trminosdivulgados por l, como, por ejemplo, el de consenso o el depatriotismo constitucional, forman hoy ya parte del lenguajepoltico comn.

    De alguna manera, Habermas aparece en el ltimo tercio delsiglo XX como el ms eximio representante en el mbito filosfi-co de lo que, con Quentin Skinner (1988), se ha convenido en lla-mar el retorno a la gran teora. Sus esfuerzos caben ser concebi-dos como un intento bastante logrado de elaboracin de un tipode filosofa sistemtica capaz de conseguir, en el estado actual deconocimiento, una reconciliacin entre la sofisticacin alcanzadapor las ciencias sociales y las ineludibles cuestiones prcticas dela vida social. De hecho, en su obra se combina de manera ma-gistral un impresionante abanico de filosofas y teoras sociolgi-cas. Su curiosidad intelectual se ha posado sobre un amplio es-pectro de cuestiones que van desde los temas filosficos mstradicionales y abstractos hasta, por ejemplo, el anlisis de lacompleja poltica contempornea en el mbito de un mundo cadavez ms interdependiente. No es de extraar entonces que en tor-no a l se haya generado toda una prolfica industria cultural queno deja de hacer sentir su presencia en las editoriales y revistasdel ramo. Su obra sirve como catalizador de nuevas discusionessobre los temas bsicos de la filosofa y de la teora social. Enuna poca de creciente dispersin y aislamiento de las disciplinasdel saber, ha logrado adems fomentar un dilogo que traspasalos lmites estrictos de las especialidades particulares.

    La enorme y continuada productividad de Habermas, la varie-dad de sus intereses filosficos y la intensidad de su compromiso

    Para leer a Habermas

    10

  • ciudadano le han ido convirtiendo en un intelectual imprescindi-ble en la vida pblica alemana, hasta el punto de que sus opinio-nes sobre asuntos de inters general levantan una enorme expec-tacin. Como en el caso de John Dewey en los Estados Unidos dela primera mitad del siglo XX, como Benedetto Croce en Italiadurante el mismo periodo, como Jos Ortega y Gasset en la Espa-a del primer tercio de siglo, como Jean-Paul Sartre en la Franciade despus de la ocupacin alemana, no existe apenas una cues-tin de relevancia pblica en el escenario de la Repblica Federalsobre la que Habermas no se haya expresado y tomado partido.Su influencia intelectual no se limita, sin embargo, a las fronterasalemanas, sino que las desborda hasta lograr una proyeccin in-ternacional sumamente destacada. Sus obras han sido traducidasa ms de veinte idiomas y su presencia en los foros de debate devarios continentes ha sido constante. En particular, en Espaa yen los pases hispanoamericanos la recepcin de su pensamien-to ha sido y sigue siendo muy amplia. Entre otros datos que po-dran aportarse al efecto cabe recordar que ha sido el nico fil-sofo ya sea nacional o extranjero que ha intervenido en lasede parlamentaria espaola, al pronunciar en el otoo de 1984una conferencia sobre la crisis del Estado de bienestar en el Con-greso de los Diputados. Por otra parte, sus numerossimas publi-caciones han sido vertidas al castellano y a otras lenguas es-paolas, en especial, al cataln de una manera prcticamenteexhaustiva. Monografas y estudios sobre diversos aspectos de suobra han aparecido igualmente de manera ininterrumpida desdelos aos setenta. En este sentido, la concesin en 2003 del presti-gioso Premio Prncipe de Asturias de Ciencias Sociales no es msque el reconocimiento pblico de la notable influencia que Ha-bermas ha ejercido en la vida intelectual y en la configuracindel lenguaje poltico de la Espaa democrtica.

    Los escritos habermasianos han ido adquiriendo una exten-sin tan monumental que, unida a su considerable complejidadconceptual y a su alto nivel de abstraccin, dificulta enormemen-te el acceso a los legos en esta materia. En ocasiones, el discursohabermasiano avanza de manera tortuosa y fatigante, aunque sinllegar a los extremos de la jerigonza de Hegel o de la de su maes-tro Adorno. Habermas dispone de una sofisticada caja de herra-mientas conceptuales que, si bien le permite reconquistar de

    Prefacio

    11

  • manera solvente un orden en el seno de nuestro mundo de ideas yasegurar la coherencia de un universo simblico, requiere de unnotable esfuerzo y dedicacin por parte del lector que se aproxi-ma a su produccin terica. Sin apenas piedad con el pblico,presupone conocimientos casi enciclopdicos. Por otro lado,nuestro autor hace uso de una amplia y variada bibliografa quele permite adentrarse con seguridad tanto en la tradicin clsicade la filosofa como en los debates contemporneos, no slo filo-sficos en sentido estricto, sino tambin en los propios de lasciencias sociales o incluso en las controversias polticas del mo-mento. Lejos de hacer un alarde de erudicin por el simple placerde avasallar al lector, aunque de hecho a menudo lo consigue, tra-ta de justificar e iluminar sus propias tomas de posicin con refe-rencias precisas a las obras de otros autores, dando as cabida amltiples voces y lecturas. Por todo ello, parece aconsejable enun libro introductorio como el que el lector tiene en sus manosaportar algunos hilos conductores que permitan acceder a suobra. En la lnea marcada por esta coleccin, el presente volumense propone modestamente aligerar algunas de las dificultadesapuntadas y de este modo facilitar el acercamiento a la espesaprosa habermasiana. Dada la imposibilidad material de dar cuentade toda la obra del autor francfortiano, necesariamente se ha deproceder de manera selectiva. As las cosas, el foco de atencinse ha dirigido principalmente hacia los aspectos tico, jurdico ypoltico de su pensamiento, aunque sin olvidar sus fundamentostericos, sin los cuales aqullos resultaran incomprensibles.

    A lo largo del presente libro se intentar mostrar hasta qupunto el pensamiento terico de Habermas est animado por unfuerte aliento prctico, ms concretamente prctico-poltico. Dehecho, la intencionalidad prctica de su pensamiento es tan desta-cada que el conjunto de su obra se entiende mucho mejor si se laconcibe, tal como l mismo insiste, como un intento de guiar conuna finalidad emancipatoria el camino de la praxis o, si se pre-fiere, de orientar la accin poltica en las sociedades contempor-neas. Con todo, este marcado sesgo tan slo se tornar explcitoen los captulos cuarto, quinto y sexto. El primer captulo versarsobre el contexto de formacin de la filosofa habermasiana, po-niendo especial nfasis en los vnculos que mantiene con el pen-samiento crtico y emancipador. El segundo captulo se dedica a

    Para leer a Habermas

    12

  • explicitar los fundamentos comunicativos de la racionalidad hu-mana en la que se apoya la teora discursiva defendida por el au-tor. En el tercero se analizan las consecuencias que se derivan dela concepcin comunicativa de la racionalidad prctica a la horade articular una filosofa moral de carcter universalista. En laseccin cuarta se har manifiesta la necesidad de un derecho ela-borado en trminos democrticos como requisito para implemen-tar los postulados morales en las sociedades complejas. El captu-lo quinto se dedicar a examinar la estrecha vinculacin queexiste entre el Estado de derecho y una concepcin democrticade la poltica. En el captulo sexto se tratar de examinar cmo laaccin poltica democrtica puede configurar una forma de iden-tidad colectiva de tipo inclusivo, apta para vertebrar el profundopluralismo social, axiolgico y cultural de las sociedades moder-nas. Y por ltimo, en la seccin final, se establecer un breve yprovisional balance de la influencia de la filosofa habermasianaen el pensamiento contemporneo.

    Ha de advertirse que la presentacin de la filosofa haberma-siana que se har aqu no se corresponde exactamente con losdistintos periodos que cabe distinguir en su formacin. Se omiti-rn distintas fases de su evolucin, as como gran parte de lasmltiples discusiones que ha mantenido con sus detractores y cr-ticos. El propio desarrollo del pensamiento de Habermas no hasido del todo lineal y ha sufrido algunas fisuras y rectificaciones,comprensibles en una obra de gran aliento que se concibe a smisma en construccin permanente. En efecto, a lo largo de sutrayectoria ha emprendido diversas expediciones y rastreos, unalarga marcha que comprendera varias etapas: en sus primerosescritos elabor una filosofa de la historia de carcter prctico,un intento que se plasmara sobre todo en su libro Teora ypraxis; luego se intern en la va de los intereses rectores del co-nocimiento en su obra Conocimiento e inters; y, una vez quetom conciencia de que este camino no resultaba del todo practi-cable, se propuso a lo largo de los aos setenta y ochenta la in-gente tarea de construir una teora de la racionalidad humana pormedio del anlisis de las condiciones universales de la comunica-cin, un intento que dara como resultado su opus magnum, titu-lado La teora de la accin comunicativa. Al disponer a partir deesta obra de un potente aparato conceptual, ha tratado de trasla-

    Prefacio

    13

  • dar sistemticamente sus resultados a otras esferas: primero almbito tico, en Conciencia moral y accin comunicativa, y lue-go al mundo jurdico-poltico, en Facticidad y validez. A finalesde los aos noventa volvi a tratar, en Verdad y justificacin,cuestiones sustantivas de la teora del conocimiento, revisandoespecialmente sus anteriores posiciones sobre la concepcin de laverdad. La evolucin del pensamiento habermasiano vendra as,pues, jalonada por las obras mencionadas, que actuaran a modode hitos emblemticos a los que necesariamente el presente estu-dio se remitir.

    Agradecimientos

    El presente trabajo no podra haberse llevado a cabo sin el apoyoy la ayuda de amigos, colegas y estudiantes, que me han propor-cionado datos, observaciones y matices de cuyo uso slo yo soyresponsable. Son demasiados para nombrarlos aqu, pero sepanque a todos y a cada uno van mis agradecimientos. No obstante,no puedo dejar de agradecer aqu a Mirian Galante no slo su de-sinteresada colaboracin, sino tambin el haber alentado mi tra-bajo. Inestimable ha sido la ayuda prestada por mi viejo amigoJavier Snchez en la revisin minuciosa del manuscrito. Varioscaptulos de este libro fueron objeto de presentacin en semina-rios y conferencias, beneficindose de debates y reflexiones delos concurrentes. En particular, el seminario monogrfico queimpart en el Centro de Estudios Polticos y Constitucionales(Madrid) durante el curso 2001-2002 me aport el impulso finalque precisaba para confeccionar este estudio. Asimismo quierodejar tambin testimonio de mi agradecimiento al equipo de labiblioteca del Instituto de Filosofa del CSIC (Madrid), sin cuyadiligencia difcilmente podra haberse escrito este libro. Final-mente, deseo resaltar que el generoso apoyo material proporcio-nado por la Fundacin Alexander von Humboldt me ha permitidoculminar en varias bibliotecas alemanas la redaccin de este ma-nuscrito.

    Cceres - Tubinga - Berln, 2002.

    Para leer a Habermas

    14

  • Siglas utilizadas

    Para eludir la multiplicacin de notas a pie de pgina, a lo largodel presente libro se ha adoptado un doble sistema de referenciasbibliogrficas. Por regla general, las citas aparecen indicadas enel texto por un parntesis que contiene el nombre del autor, aode edicin y nmero de pgina. Por ejemplo: (Muguerza, 1990,223). Slo en el caso de las citas de Habermas numerosas, alser su obra el objeto central de este libro se utiliza una variantedel sistema anterior. En lugar del autor y del ao de publicacin,se incluye tan slo una abreviatura correspondiente al libro deHabermas al que se hace referencia, v.gr.: (CMAC, 127). La listade las abreviaturas empleadas se ofrece a continuacin. Para latraduccin de las citas de Habermas se han consultado las versio-nes castellanas disponibles, aunque en muchos casos se han in-troducido variaciones.

    ACRST Accin comunicativa y razn sin transcendencia, Pai-ds, Barcelona, 2002.

    AED Aclaraciones a la tica del discurso, Trotta, Madrid,2000.

    15

  • BEI Nach dreiig Jahren: Bemerkungen zu Erkenntnisund Interesse, en Stefan Mller-Doohm (ed.): DasInteresse der Vernunft, Suhrkamp, Frncfort, 2000,12-20.

    CI Conocimiento e inters, Taurus, Madrid, 1982.CMAC Conciencia moral y accin comunicativa, Pennsula,

    Barcelona, 1985.CPN La constelacin posnacional, Paids, Madrid, 2000.CTI Ciencia y tcnica como ideologa, Tecnos, Madrid,

    1984.DFM El discurso filosfico de la modernidad, Taurus, Ma-

    drid, 1989.DLP (con John Rawls): Debate sobre el liberalismo polti-

    co, Paids, Barcelona, 1999.ENTG Entgegung, en A. Honneth y H. Joas (eds.) (1986):

    Kommunikatives Handeln, Suhrkamp, Frncfort,327-405.

    EP Ensayos polticos, Pennsula, Barcelona, 1987.FFT Fragmentos filosfico-teolgicos, Trotta, Madrid,

    1999.FNH El futuro de la naturaleza humana, Paids, Barcelo-

    na, 2002.FV Facticidad y validez, Trotta, Madrid, 1998.HCOP Historia y crtica de la opinin pblica, Gustavo Gili,

    Barcelona, 1982.INP Identidades nacionales y postnacionales, Tecnos,

    Madrid, 1989.IA Israel o Atenas, Trotta, Madrid, 2001.IO La inclusin del otro, Paids, Barcelona, 1999.KK Kultur und Kritik, Suhrkamp, Frncfort, 1973.KPS Kleine Politische Schriften I-IV, Suhrkamp, Frnc-

    fort, 1981.LCS La lgica de las ciencias sociales, Tecnos, Madrid,

    1988.MAEN Ms all del Estado nacional, Trotta, Madrid, 1997.NRI La necesidad de revisin de la izquierda, Tecnos,

    Madrid, 1991.PLCT Problemas de legitimacin en el capitalismo tardo,

    Amorrortu, Buenos Aires, 1975.

    Para leer a Habermas

    16

  • PFP Perfiles filosfico-polticos, Taurus, Madrid, 1985.PPM El pensamiento postmetafsico, Taurus, Madrid,

    1990.RMH La reconstruccin del materialismo histrico, Tau-

    rus, Madrid, 1981.TAC Teora de la accin comunicativa, Taurus, Madrid,

    1987.TAC:CEP Teora de la accin comunicativa: complementos y

    estudios previos, Ctedra, Madrid, 1989.TGS (con Niklas Luhmann): Theorie de Gesellschaft oder

    Sozialtechnologie, Suhrkamp, Frncfort, 1971.TP Teora y praxis, Tecnos, Madrid, 1987.TRDC De la tolerancia religiosa a los derechos culturales,

    en Claves de razn prctica, n 129 (2003), 4-12.TC Textos y contextos, Ariel, Barcelona, 1996.VJ Verdad y justificacin, Trotta, Madrid, 2002.VZ Vergangenheit als Zukunft, Piper, Mnich, 1993.

    Siglas utilizadas

    17

  • 1. El entorno intelectual dela filosofa habermasiana:

    continuidad y ruptura con la tradicin crtica

    Tengo un motivo intelectual fundamental: la re-conciliacin de una modernidad que se halla des-contenta consigo misma, la idea, en realidad, de quees posible encontrar formas de convivencia en lasque se d una relacin satisfactoria entre autonomay dependencia y ello sin prescindir de las diferen-ciaciones que han hecho posible la modernidad tan-to en el mbito cultural como en el social y en eleconmico; la idea de que es posible una vida dignaen una comunidad que no plantea el carcter dudosode comunidades sustanciales vueltas hacia el pasado(Habermas, EP, 170-171).

    Desde que iniciara su vida intelectual all por la dcada de losaos cincuenta del pasado siglo, Habermas se ha dedicado connotable constancia al objetivo de desarrollar la idea de una teorade la sociedad con intencin prctica (TP, 13). Este propsitoconstituye el hilo conductor bsico que permite seguir la evolu-cin y las mltiples ramificaciones de su pensamiento. As, suambicin confesa consiste en asentar sobre fundamentos slidosdicha teora y contribuir de este modo a la realizacin de las metasemancipatorias de la modernidad ilustrada. Este programa tericoenlaza ciertamente no slo con la herencia ilustrada, en general,sino tambin con la tradicin intelectual del marxismo occidentaly, en particular, con la crtica ideolgica desplegada por la deno-

    19

  • minada Escuela de Frncfort. Una tradicin llena de compromisosy enmiendas, pero nunca privada de la dignidad que le confiere elhaberse empeado en hacer real aquel esclarecido sueo de que larazn ocupe un lugar en la historia humana, aunque sea tras lalabor de desenmascaramiento efectuada por los llamados filsofosde la sospecha (entre otros, Marx, Nietzsche y Freud) una raznsin pretensiones dogmticas, que est escrita con minsculas y di-seada de manera no instrumental, sino prctico-moral; en defini-tiva, una razn que, como en el caso de Habermas, se hace pre-sente en los actos de comunicacin no distorsionada.

    Habermas recupera explcitamente el proyecto ilustrado con-cebido como un programa emancipatorio, esto es, como un pro-yecto centrado en la libertad y en la justicia. Y dado que emanci-parse como ya sealara Kant significa tener capacidad paradecidir por uno mismo, es decir, ser autnomo, el objetivo princi-pal de todo el proceso de ilustracin no sera otro que crear lascondiciones para que el individuo pueda ejercer dicha capacidadefectivamente y sin cortapisa alguna. Si la autonoma personalmarca el norte del actuar moral, en el plano poltico el punto deorientacin normativa sera el autogobierno, y el objetivo, la con-figuracin de una sociedad libre de dominacin. De este modo,el pensamiento habermasiano entronca de una manera conscientecon el aliento y el impulso emancipatorio que animaba a los maes-tros de la Escuela de Frncfort. Habermas hace suyo aquello quese proclamaba en el artculo de Max Horkheimer de 1937 titula-do Teora tradicional y teora crtica, un texto que bien podravaler como manifiesto programtico de la mencionada Escuela.En particular, de dicho programa nuestro autor hara suya la si-guiente declaracin de principios: Pese a su comprensin pro-funda de cada uno de los pasos y a la coincidencia de sus ele-mentos con las teoras tradicionales ms avanzadas, la teoracrtica no tiene de su parte otra instancia crtica que el inters,vinculado a ella misma, por la supresin de la injusticia social(Horkheimer, 2000, 76-77). En definitiva, la llamada teora cr-tica* francfortiana se conceba a s misma no slo como marco

    Para leer a Habermas

    20

    * Los asteriscos hacen referencia a los trminos recogidos en el Glosario b-sico (Anexo II).

  • terico, sino tambin como aguijn crtico y motor utpico, tareastodas ellas con las que Habermas siempre se ha identificado. Alrespecto, resulta significativo que ya en su tesis doctoral indi-ta hasta el da de hoy y dedicada a las nociones de lo absoluto yla historia en la filosofa de Schelling (1954) formulara la ideade que la injusticia histrica tan slo puede ser erradicada me-diante una praxis que est anclada ella misma en la libertad dedominacin.

    Desde sus primeras andaduras all por los aos veinte y trein-ta del siglo XX, la Escuela de Frncfort mantuvo una vinculacinheterodoxa con el marxismo clsico, un rasgo que incluso se agu-dizara con el paso de los aos. Sus integrantes, tal como ha ad-vertido Kolakowski (1983, vol. III, 331-332), tendan a conside-rar el marxismo no como una norma a la que haba que mantenerfidelidad, sino como un punto de partida y una ayuda para el an-lisis y la crtica de las relaciones sociales existentes y, en particu-lar, del entramado cultural. Adems, el programa de la Escuelafue expresamente no partidista y nunca se identific con ningnmovimiento poltico en particular. Se abandon no slo la con-viccin marxista de que la humanizacin de la sociedad ha de es-tar impulsada por un sujeto colectivo, sino tambin la mitologadel proletariado infalible. Sus diversos miembros se mostraronsiempre muy celosos de subrayar la independencia y la autono-ma de la teora y se opusieron a su absorcin por una praxisomnicomprensiva, aun cuando participaran tambin en la crticade la sociedad con intencin de transformarla. En definitiva,cuando consideramos el lugar de la Escuela de Frncfort en laevolucin del marxismo, hallamos que su mrito central fue suantidogmatismo filosfico y la defensa de la autonoma del razo-namiento terico (Kolakowski, 1983, vol. III, 380).

    Dando algunos pasos ms en la debilitacin del componentemarxista que haban emprendido los primeros francfortianos, enla obra de Habermas se observan tan slo unas tenues resonan-cias del vocabulario propio del materialismo histrico: Las cate-goras habermasianas de trabajo e interaccin no seran, as,ms que un mal remedo de los conceptos clsicos de fuerzas pro-ductivas y relaciones de produccin; la lucha de clases conducen-te a la instauracin de una sociedad sin explotacin habra venidoa ser sustituida por la consumacin de la autorreflexin de la

    1. El entorno intelectual de la filosofa habermasiana

    21

  • especie humana sobre su propia historia, supuestamente capaz deconducirla al reino de la libertad; y el proletariado, como agentede la revolucin, se vera finalmente reemplazado por la ilustra-cin de la opinin pblica (Muguerza, 1977, 149). No obstan-te, Habermas conserva el impulso emancipatorio un autnticoethos que recorre toda la obra de Marx como culminacin deuna brillante tradicin ilustrada: desde el principio, mis intere-ses tericos han estado constantemente determinados por aque-llos problemas filosficos y sociotericos que surgen del movi-miento intelectual que va de Kant a Marx (EP, 183).

    Una de las obras estelares de la llamada Escuela de Frncfortes el libro conjunto de Theodor W. Adorno y Max Horkheimer ti-tulado La dialctica de la Ilustracin. Su publicacin en 1947marca un hito destacado en la ya centenaria tradicin crtica pro-tagonizada por la razn occidental en torno a sus propias realiza-ciones, frustraciones, deficiencias y contradicciones. Esta refle-xin histrico-filosfica representa una acerada acusacin contralos efectos patolgicos del modelo occidental de racionalidad; esms, se convirti en una radical denuncia del peligro totalitarioque conlleva apelar dogmticamente a lo racional. Los autores dedicha obra advirtieron de la existencia de una dialctica ocultaque conduce a la razn, ofuscada en la persecucin de condicio-nes de vida autnticamente humanas, a zozobrar en una nuevaforma de barbarie (Horkheimer y Adorno, 1994, 51). Si en unprincipio la ilustracin tena por objetivo liberar a los hombresdel miedo y convertirlos en soberanos, hoy en da, sin embargo,la tierra completamente ilustrada resplandece bajo el signo delas calamidades que triunfan por todas partes (ibdem, 59).

    Este amargo anlisis reposa sobre una evidente base histrica:no en vano en esos aciagos aos mediaron sucesos tan trgicoscomo las experiencias del estalinismo, del fascismo y de la se-gunda conflagracin mundial, eventos que para muchos habanconducido ad absurdum todo tipo de optimismo histrico acercadel progreso moral de la humanidad. La materializacin del pro-yecto engendrado en el Siglo de las Luces como erradicacindel dogmatismo y la supersticin con el objeto confeso de lograrla emancipacin del ser humano decepcion las expectativaslevantadas. Su cara y su cruz parecen inseparables. La considera-cin unilateral de la razn como razn instrumental y el simul-

    Para leer a Habermas

    22

  • tneo olvido de su dimensin moral lo que deviene en una ex-traa compatibilidad entre una enorme perfeccin en los mediosy una tremenda confusin en los fines estaran en el origen deuna conciencia desgraciada acerca del sentido de la modernidad.Los anlisis de Horkheimer y Adorno sealaron la correlacinque existe en las sociedades modernas entre el nivel de desarrollotcnico, el grado de concentracin del poder y los medios dispo-nibles para la inculcacin ideolgica el potencial manipuladorde la cultura de masas, en suma como el mayor peligro para laconciencia crtica y, por ende, para la emancipacin de los sereshumanos. Un anlisis de inteligente lucidez que no permita ha-cerse ilusiones ni dejaba lugar alguno para la utopa: la conclu-sin resultaba, finalmente, bastante desalentadora en trminospolticos, cuando no estril.

    Habermas, por su parte, ha levantado su voz contra el parali-zante pesimismo cultural que se desprende del mencionado diag-nstico de Adorno y Horkheimer y cuyos ecos an resuenan en eldenominado pensamiento postmoderno de los aos ochenta.Como advierte en su libro titulado El discurso filosfico de lamodernidad, el impulso crtico de La dialctica de la Ilustracines tan vigoroso que conduce a sus autores a despreciar las con-quistas de la modernidad poltica y cultural hasta el extremo deno ver por doquier ms que alianza de razn y dominacin, ca-yendo as en injustificadas simplificaciones (cfr. DFM, 135-162).Una condena absoluta de la razn en su totalidad, sin embargo,dista mucho de constituir el modo ms reflexivo e idneo de re-accionar ante las manifiestas patologas del mundo moderno.Condenar de plano cualesquiera de los usos de la razn constitu-ye un sinsentido, ya que la viabilidad de una crtica lgicamenteconsistente de los efectos no deseados de la modernizacin de-pende, a su vez, de los presupuestos racionales y normativosque la modernidad puso a punto (NRI, 155). En el modernoproceso de racionalizacin hay elementos positivos subyacentesque ciertamente pueden y deben ser salvados; es ms, en muchosmbitos el proceso de ilustracin ha sido realmente insuficientey, por tanto, tal como enfatiza Habermas, la modernidad es unproyecto inacabado y an no superado (cfr. EP, 265-283).

    No habra, por tanto, que apresurarse en dar por superado elproyecto ilustrado de la modernidad; ms bien convendra reto-

    1. El entorno intelectual de la filosofa habermasiana

    23

  • marlo tras haber englobado en l a todos los sucesivos teoremasantiilustrados que han tenido el mrito de sealar sus lmites olos puntos negros que provoca su impacto en las estructuras so-ciales. Tras expurgar los desatinos y deslices de dicho proyecto,urge declarar su vigencia y llevar a su cumplimiento aquellos as-pectos emancipatorios que, tras ser anunciados, fueron abandona-dos o traicionados 1: Mi opinin es que, en vez de dar por perdi-do lo moderno y su proyecto, debemos ms bien aprender de susequivocaciones y de los errores de su exagerado proyecto de su-peracin (EP, 279). Dicho ahora de manera an ms ntida: nohay ms cura para las heridas de la Ilustracin que la propia Ilus-tracin radicalizada (EP, 190). Habermas se toma, por tanto,muy en serio la necesidad de interpretar crticamente el legadoilustrado, pero, a diferencia de lo que pensaban Adorno y Hork-heimer, considera que el mundo no adolece de un exceso de ra-zn, sino ms bien de un importante dficit en su aplicacin. Lasdiversas patologas de la modernidad todas sus manifiestasdistorsiones y contradicciones no son imputables a la razn ens misma; son, por el contrario, el resultado de su abandono o delpredominio de algunas dimensiones de la misma sobre aquellaotra que est animada por la intencin comunicativa, tal como sever en el siguiente captulo de este libro. De este modo, las con-vicciones fundamentales del programa terico de la Escuela deFrncfort permanecen vivas en la obra de Habermas, pero conuna actitud distinta: ahora estn vinculadas a un proyecto que envez de proceder de modo negativo, reconcentrado en una crtica

    Para leer a Habermas

    24

    1 La modernidad reivindicada una y otra vez por Habermas no es otra que laque corresponde al proyecto poltico de raigambre ilustrada configurado en parti-cular aunque no slo por Rousseau, Kant, Hegel y Marx (sobre la genealogaintelectual de Habermas, vase Muguerza, 1990, 272 y ss.). Esta tradicin ilus-trada a la que Habermas se remite se encuentra comprometida con el ya ms quecentenario combate que la razn sostiene contra las diversas formas de domina-cin e ignorancia: El proyecto de la modernidad, formulado por los filsofos dela Ilustracin del siglo XVIII, fue el esfuerzo por desarrollar las ciencias objetivasy los principios universales de la moral y el derecho, de acuerdo a su propio sen-tido intrnseco. Pero fue tambin, simultneamente, un esfuerzo por liberar detoda forma esotrica los potenciales cognoscitivos alcanzados por la ciencia ypor la reflexin iusnaturalista, con la finalidad de utilizarlos para la praxis, es de-cir, para ordenar racionalmente las condiciones sociales de vida (EP, 273).

  • derrotista y sin salidas, trata de reconstruir en positivo las poten-cialidades liberadoras de la razn.

    Habermas, pues, tom conciencia muy pronto de que la barba-rie experimentada por la humanidad durante la primera mitad delsiglo XX haba puesto en evidencia la fragilidad de la moderniza-cin ilustrada de las sociedades desarrolladas, sobre todo en elmbito de lo poltico. La magnitud de tales desastres Ausch-witz sera, por desgracia, tan slo el ms notorio emblema, perono la nica referencia reclamaba con urgencia repensar el pro-yecto democrtico, un tema hasta entonces prcticamente ausenteen las grandes reflexiones filosficas. Si para ello las grandestradiciones filosficas continentales que pervivan tras la heca-tombe de la Segunda Guerra Mundial no ofrecan acomodo inter-pretativo alguno, sera preciso dotar a la razn y, en particular, ala filosofa, de un carcter no slo profundamente prctico, sinoincluso emancipador.

    Hay an otros puntos de contacto entre la Escuela de Frncforty la obra de Habermas. Uno de considerable importancia es el re-lativo al estatus terico del saber filosfico. Como es bien conoci-do, Hegel, invirtiendo completamente la concepcin tradicionalde los saberes filosficos, seal como tarea propia de la filosofala de aprehender su tiempo mediante conceptos. Este dicto he-geliano sigue vigente en el actual contexto postmetafsico, y de ahtan slo cabe extraer una conclusin, a saber: la filosofa nica-mente puede asumir su vocacin de pensar el presente histrico acondicin de establecer firmes lazos con los saberes positivos quetienen este mismo presente como objeto propio y consagrarse a suexploracin emprica. La filosofa debera establecer en conse-cuencia una relacin orgnica con las ciencias sociales. Pues bien,si a lo largo del siglo XX ha habido alguna corriente filosfica quehaya adoptado este programa de manera consciente y resuelta, saha sido sin duda la teora crtica impulsada por Horkheimer y suscolaboradores del Instituto de Investigacin Social, radicado enFrncfort a partir de los aos veinte. Este heterogneo grupo deintelectuales asumi como tarea propia integrar los resultados ob-tenidos por las diversas disciplinas que contribuyen directa o indi-rectamente a la comprensin del presente (la sociologa, la cienciapoltica, la economa, la psicologa o la crtica literaria). No obs-tante, en Horkheimer la apuesta por el trabajo conjunto entre filo-

    1. El entorno intelectual de la filosofa habermasiana

    25

  • sofa y ciencias sociales y, en definitiva, por una concepcin inter-disciplinar del saber todava estaba lastrada por los aspectos mscontestables de la herencia de Marx, en la medida en que de algu-na manera segua considerando su economa poltica el paradigmadel conocimiento crtico del presente; en Habermas, en cambio, di-cho modelo es sustituido por las aportaciones de la teora socio-lgica contempornea. No obstante, no todos los desarrollos deesta disciplina son igualmente vlidos, y de ah que busque devol-ver a las ciencias sociales la experiencia olvidada de la reflexin(CI, 9), esto es, hacer valer de nuevo frente al positivismo impe-rante el momento de la autorreflexin crtica.

    Prosiguiendo el proyecto inicial de la teora crtica, Habermasbusca alcanzar un concepto ampliado de razn que permita la su-peracin de los diferentes y parciales modelos e instancias de ra-cionalidad que se han ido confrontando durante la modernidad.Ha perseguido este objetivo fundamental abriendo nuevos mbi-tos de discusin en los que tradiciones intelectuales separadaspudieran relacionarse de manera productiva. Esto sirve tanto enrelacin con las corrientes filosficas tradicionales, como porejemplo la filosofa continental europea o la filosofa analticaanglosajona, como con la teora social contempornea, sea stade orientacin comprensiva o funcionalista. Y tambin vale paraaquellas contraposiciones disciplinarias existentes, por ejemplo,entre la tica y la teora del derecho o entre la filosofa social y lasociologa.

    Habermas est bien lejos de poder ser considerado un discpu-lo fiel de Adorno y Horkheimer, y menos an un mero epgonode stos. Si bien durante tres aos fue asistente de la ctedra deAdorno (1956-1959), su relacin con Horkheimer nunca fue tanbuena en el plano personal, sobre todo a raz de las trabas acad-micas que ste le puso para presentar su trabajo de habilitacincomo profesor en la Universidad de Frncfort (cfr. infra Anexo I.1).El viejo maestro consideraba que el marcado izquierdismo del quepresuntamente haca gala Habermas por aquel entonces podaconstituir un peligro para el futuro del Instituto (cfr. Wiggerhaus,1988, 616-617). Ciertamente Habermas no ha intentado jams niconservar, ni transmitir, ni repetir el legado de la primera teoracrtica como si fuera una escolstica muerta. Tempranamente seapart del marco establecido por aquellos maestros y tom ade-

    Para leer a Habermas

    26

  • cuada nota de las alteraciones del debate existente en filosofa,sociologa y ciencia poltica. Si se establece una comparacin en-tre el pensamiento de Habermas con el de Horkheimer y Adorno,llama la atencin la mayor relacin que aqul mantiene con la fi-losofa acadmica, hasta el punto de que recoge prcticamentesin reservas el impulso sistemtico que usualmente ha inspirado ala tradicin filosfica germnica. Este rasgo incide en su formade redactar sus escritos, cuya lectura resulta complicada por sutendencia inmoderada a citar sin cesar el pensamiento y las publi-caciones de otros autores. Representara, por as decirlo, el polocompletamente opuesto al gesto monolgico, casi megalmano,de un Martin Heidegger que en sus notas a pie de pgina se refe-ra la mayora de las veces a sus propios escritos.

    Estableciendo ya un balance, aunque sea provisional, puedensealarse como puntos de continuidad entre el pensamiento deHabermas y la primera Escuela de Frncfort los siguientes: enprimer lugar, la concepcin de la teora crtica orientada hacia laautoemancipacin de los seres humanos; en segundo lugar, la co-mn consideracin del carcter ambivalente del legado ilustradoy del proceso de racionalizacin impulsado por l; en tercer lu-gar, la crtica de los presupuestos epistemolgicos de la sociolo-ga positivista; y, en ltimo lugar, aunque no menos importanteque los anteriores, el comn carcter interdisciplinar.

    Entre los puntos de divergencia que sealaran una ruptura dela obra de Habermas con las orientaciones de la escuela francfor-tiana hay que destacar, en primer lugar, un asunto que podra ca-lificarse como cuestin de estilo: la propensin de Habermas aelaborar una gran teora social, un metarrelato (como diraJean-Franois Lyotard), no casa bien con las crticas formuladaspor Adorno contra el pensamiento identitario que subyace a cual-quier sistema conceptual nico. En segundo lugar, el intento defundamentar la racionalidad en el contexto intersubjetivo del len-guaje choca frontalmente con la concepcin de racionalidad de-fendida por Adorno y Horkheimer basada an en la filosofa dela conciencia. Sin embargo, la diferencia ms notable sin duda esaquella que configura un rasgo distintivo del pensamiento de Ha-bermas: su carcter constructivo o, si se prefiere, positivo, con-trapuesto al nihilismo prctico de la dialctica negativa formula-da por los dos maestros francfortianos. En este sentido, su

    1. El entorno intelectual de la filosofa habermasiana

    27

  • empeo se dirige a demostrar cmo su nocin de racionalidad co-municativa ya est implcita en las principales instituciones de lademocracia liberal, de tal manera que resulta factible realizar unacrtica inmanente de tales sociedades.

    En suma, cabe sealar que existen indudables coincidenciasentre los pensadores de la primera Escuela de Frncfort y Haber-mas, aunque sean tan slo concomitancias parciales, pues si bienestn de acuerdo en algunos temas relevantes, divergen significa-tivamente en el tratamiento de otros igualmente capitales. En rea-lidad, el pensamiento de Habermas no se ha reducido nunca a lascoordenadas fijadas por la dialctica hegeliano-marxista. Por elcontrario, en su obra se recogen los motivos fundamentales de almenos tres grandes tericos que, para la teora crtica, siemprehan desempeado un papel central: el universalismo de la filoso-fa moral kantiana, el realismo de la teora social hegeliana y elempirismo postmetafsico weberiano. En cualquier caso, la origi-nalidad de la aportacin habermasiana est completamente fuerade toda duda. La asidua convivencia con los autores clsicos dela filosofa social, Weber y Mead de un modo destacado, perotambin Marx, Durkheim y su cotaneo Luhmann, la serena lec-tura de sus obras, antagnicas y complementarias, le han propor-cionado los instrumentos conceptuales necesarios para compren-der y enjuiciar desde una perspectiva propia y fundamentada laspermanentes tensiones entre democracia directa y democracia re-presentativa, la anttesis entre libertad individual y determinismosocial, los vnculos entre poltica y moral, la difcil armona entreautoridad y libertad o los problemas del relativismo cultural, porponer ahora tan slo unos cuantos ejemplos de las cuestionesabordadas por nuestro autor a la largo de su densa y voluminosaobra.

    Para leer a Habermas

    28

  • 2. Accin comunicativa y teora social

    1. Los presupuestos tericos: la razn comunicativa

    1.1 Crtica de la epistemologa tradicional

    De un modo que resulta poco habitual en el panorama filosficocontemporneo, en el pensamiento de Habermas se engarzanuna exigente preocupacin epistemolgica y un ntido compro-miso en favor de una sociedad libre de dominacin. A esta fe-cunda simbiosis no le es ajena la conviccin profundamente in-teriorizada por el autor de que en la praxis poltica no cabe elmero activismo, pues ello implicara arriesgar saltos en el vacosin conocer las posibles consecuencias. De ah que ya en los pri-meros pasos de su produccin intelectual pretendiera fundamen-tar la relacin teora-praxis en trminos epistemolgicos. De esatentativa result su libro Conocimiento e inters, publicado en1968. Con anterioridad, al tomar posesin de la ctedra de filo-sofa y sociologa de la Universidad de Frncfort en 1965, Ha-bermas haba pronunciado, como es costumbre inveterada en laacademia alemana, una conferencia inaugural titulada precisa-mente Conocimiento e inters (cfr. CTI, 159-181). Analizar el

    29

  • tipo de conexin existente entre estas dos nociones iba a consti-tuir durante los siguientes aos el meollo de su programa de in-vestigacin. El contenido de esta conferencia enlaza crticamen-te con la distincin entre teora tradicional y teora crticaque haba sido establecida en los albores de la Escuela de Frnc-fort en un famoso ensayo de Max Horkheimer (2000). En discre-pancia con las tesis marxistas ortodoxas, Horkheimer conceda alas categoras de conocimiento e inters una posicin central.Apoyndose en tales categoras pretenda reconstruir y superarel hiato existente entre la esfera de la teora y la de la praxis, demodo que sta no quedara desconectada tericamente y, por tan-to, condenada a la irracionalidad. Este mismo planteamiento dela cuestin ser asumido con algunas matizaciones por el primerHabermas, para el cual la conviccin de que el criterio del cono-cimiento que una teora nos proporciona no es el nico que cuen-ta a la hora de encarar su consideracin, sino que tambin cuentael inters social e histricamente condicionado que promovi suconstruccin (Muguerza, 1977, 147). Habermas asume de estemodo tambin la ya clsica denuncia que Horkheimer hizo delpositivismo: al centrar en exclusiva su atencin en la racionali-dad de los medios, la racionalidad de los fines es preterida hastael punto de que en ltima instancia acabara siendo declaradaimposible.

    En los aos posteriores Habermas sigui profundizando enesta misma cuestin y en 1968 public Conocimiento e inters,que en 1973 complet con un extenso eplogo en donde contesta-ba detenidamente a las crticas que hasta entonces haba recibido.Este libro en su conjunto gira en torno a la siguiente pregunta:Qu desarrollo ha tenido hasta hoy el problema que Kant abordcon precisin inigualable relativo a cmo es posible en generalel conocimiento fiable? En este sentido, Conocimiento e interspuede entenderse como una historia del surgimiento del nuevopositivismo que ha dado por superada la posicin de Kant. No envano uno de los propsitos explcitos de esta obra y de granparte de los escritos habermasianos de los aos sesenta y seten-ta era la elaboracin de una crtica integral del positivismo conel fin muy ilustrado de depurar a la razn de adherenciasque puedan limar su funcin crtica. El empeo lleva al autor areconstruir la teora social de Hegel, destacar en Marx su unilate-

    Para leer a Habermas

    30

  • ralizacin de categoras (o, dicho de otro modo, su positivismoencubierto), repasar las teoras de Comte, Peirce y Dilthey, reba-tir el psicologismo de Nietzsche y esbozar en la tercera partedel libro una alternativa, que no es otra que el psicoanlisis le-do como metodologa comunicativa (hasta el extremo de presen-tarlo como el paradigma de ciencia crtica que sirve a un proyec-to emancipador).

    Frente a las concepciones presuntamente aspticas del conoci-miento, Habermas subraya que todos los procesos cognitivos sebasan y son conducidos por unos intereses que habitualmente sepasan por alto y no son reconocidos como tales. De este modocuestiona no slo la ilusin de objetividad absoluta y desinteresa-da del conocimiento terico, sino que pone en evidencia la fun-cin ideolgica que desempea todo pensamiento basado en unaconcepcin tradicional. Trata asimismo de poner de manifiestoque el carcter interesado o, mejor dicho, inducido por intere-ses del conocimiento no tiene por qu hacer de ste la expre-sin de una actitud inexplicable o irracional. Desarrolla de estemodo la doctrina de los intereses rectores del conocimiento*,que, aunque luego fue abandonada por el autor, ser objeto deuna amplia recepcin, hasta el punto de poseer una vida propiaentre los cultivadores de la filosofa de la educacin. Tres seranbsicamente los intereses rectores del conocimiento: el interstcnico, el prctico y el emancipatorio. Adems nuestro autorpostula una triple correlacin entre el inters tcnico, el prcticoy el emancipatorio, por una parte, y las ciencias de la naturaleza,las ciencias de la cultura y las ciencias sociales: en el punto dearranque de las ciencias empricas se encuentra un inters tcni-co, en el de las ciencias histrico-hermenuticas, un inters prc-tico, y en el de las ciencias orientadas por una intencin crtica,un inters emancipatorio. Mediante los dos intereses sealadosen primer lugar se expresan las necesidades de reproduccin ysocializacin de la especie humana. Por su parte, el inters eman-cipatorio, motivado por la crtica a las relaciones sociales domi-nadas por el poder, est ligado a la autorreflexin y se remite allenguaje humano, cuya estructura est abocada a la consecucinde un consenso general y libre de coaccin. Aunque en esta obraHabermas an no dispona del bagaje conceptual preciso para es-crutar la dimensin comunicativa del lenguaje, ste se convertir

    2. Accin comunicativa y teora social

    31

  • para el autor en el autntico filn terico al que una y otra vezvolver para fundamentar sus posiciones y argumentos.

    No obstante, con el transcurso de los aos Habermas se hadistanciado notoriamente del proyecto de la teora de la sociedadcomo teora del conocimiento que l mismo postulaba en Co-nocimiento e inters (cfr. BEI). Est convencido de que la ra-cionalidad crtica tiene que abandonar la perspectiva estricta-mente epistemolgica y metodolgica: Sigo considerando quelos fundamentos de la argumentacin que all se expona son tanvlidos como siempre. Pero ya no creo que la teora del conoci-miento sea una via regia para el anlisis de los fundamentos dela teora de la sociedad (EP, 184). En el prlogo de 1982 a La l-gica de las ciencias sociales (LCS) incluso seala que su concep-cin de la accin comunicativa no ha de ser entendida como unintento de proseguir con otros medios el proyecto terico desa-rrollado en Conocimiento e inters. En su obra de mayor alientosistemtico, la Teora de la accin comunicativa, rompe, demodo consecuente, con el primado de la teora del conocimientoy considera las presuposiciones de la accin orientada hacia elentendimiento independientemente de las presuposiciones tras-cendentales del conocimiento (cfr. VJ, 14-15).

    1.2 Accin comunicativa y pragmtica universal

    Tras estimar que el esfuerzo realizado en Conocimiento e intersno haba conseguido los objetivos propuestos, pues las categorasmonolgicas de la filosofa de la conciencia que por entoncesan manejaba no permitan fundamentar de manera adecuada suspropuestas morales y polticas, Habermas encontr en la nocinde accin comunicativa la forma de rescatar lo salvable de la ra-zn prctica. Mediante la consideracin del componente comuni-cativo de la razn logra una profunda revisin conceptual de lateora crtica capaz de evitar algunos de sus atolladeros ms co-munes, tales como el esteticismo de Adorno o el recurso final ala trascendencia de Horkheimer. En este sentido, Habermas hasabido traducir, como ha sealado Albrecht Wellmer (1988,89), el proyecto de una teora crtica de la sociedad desde elmarco conceptual de la filosofa de la conciencia, adaptada a un

    Para leer a Habermas

    32

  • modelo de sujeto-objeto de cognicin y accin, al marco concep-tual de una teora del lenguaje y la accin comunicativa. Estecambio de paradigma le permiti, adems, sustituir de maneraalgo heterodoxa las categoras marxistas de trabajo y alienacinpor la tensin entre los supuestos comunicativos del mundo de lavida y los imperativos funcionales de autorregulacin propios delsistema social.

    El marco terico de la concepcin de la racionalidad prcticadiseada por Habermas es deudor de mltiples tradiciones y dis-ciplinas que, a pesar de su procedencia enormemente dispar, elautor sabe encajar como si fueran piezas de un nico rompecabe-zas. Si bien es cierto que la influencia de los tericos clsicos dela accin social (. Durkheim, M. Weber, G. H. Mead o T. Par-sons) resulta decisiva, su pensamiento se tornara del todo incom-prensible sin el giro lingstico de la filosofa contemporneay, para precisar algo ms, sin el giro pragmtico dado por la fi-losofa del lenguaje a partir del segundo Wittgenstein y, en espe-cial, sin la teora de los actos de habla* preconizada por Austin ysistematizada por Searle. Con estos mimbres, el concepto tradi-cional de racionalidad prctica es reacuado por Habermas comorazn comunicativa, como razn ya inscrita en el propio procesocotidiano de la comunicacin lingstica.

    La lingstica tradicional conceba el lenguaje a partir de lafuncin denotativa o informativa. Sin embargo, aparte de losenunciados referenciales, existen otros tipos de enunciados o,adoptando la terminologa de Wittgenstein, existen otros juegosde lenguaje, con diferentes reglas y maneras de situar al emisor,el receptor y el referente (o tema de la comunicacin lingstica).ste es precisamente el punto de partida del que arranca la teorade los actos de habla: la observacin de que el empleo del lengua-je tiene por funcin no tanto describir los estados de cosas (enun-ciados constativos o representativos) como cumplir por s mis-mo una accin: es el caso, en particular, de las frases que expresanvolicin, promesa, autorizacin, etc. (enunciados performati-vos). Ni verdaderas ni falsas, estas frases pueden ir o no seguidasde un efecto en funcin de cmo las interpretan los que las emi-ten y a quin van destinadas. A partir de esta observacin es posi-ble establecer la estructura bsica de todo acto de habla: en lcabe diferenciar al menos, implcitamente entre un compo-

    2. Accin comunicativa y teora social

    33

  • nente ilocucionario y otro proposicional. El primero de los cualesfija el modo en que ha de entenderse el segundo, ya que amboscomponentes pueden variar independientemente (el contenidoproposicional puede ser afirmado, preguntado, prometido, rogado,etc.). Si adems tenemos en cuenta los efectos provocados por laemisin de un acto de habla, pueden distinguirse con Austintres elementos diferentes:

    el acto locucionario: el acto de decir algo. Con los actoslocucionarios el hablante expresa estados de cosas;

    el acto ilocucionario: el acto que llevamos a cabo al deciralgo, esto es, la accin que un hablante realiza al deciralgo (por ejemplo, ordenar, preguntar, prometer o emitirun juicio). Depende de la fuerza convencional que se leasocie. Fija el modo en que se emplea una oracin, ascomo el sentido de la accin misma: hacer diciendoalgo;

    el acto perlocucionario: efecto o consecuencia del actoilocucionario: el acto que llevamos a cabo porque decimosalgo, esto es, el efecto provocado en el mundo al deciralgo (por ejemplo, tranquilizar o atemorizar a alguien). Esel efecto que el hablante busca provocar sobre su oyente:causar algo mediante lo que se hace diciendo algo.

    En particular, la doble estructura de los actos de habla pro-posicional y performativa introduce a los interlocutores en elnivel de la intersubjetividad, en el que hablan entre s, y en el delos objetos sobre los que se entienden. Dicho de otro modo, ladoble estructura del habla se manifiesta en su dimensin interac-tiva y en su dimensin cognitiva, es decir, tanto en el entendi-miento entre los interlocutores como en el acuerdo sobre lacosa (entendida sta como experiencias y estados de cosas). Alrespecto, el punto subrayado por Habermas es que los componen-tes esenciales del acto de habla son el locucionario y el ilocucio-nario y, en particular, la distincin existente entre decir algo yhacer algo al decir algo; los efectos perlocucionarios (y las co-rrespondientes intenciones) son externos al acto de habla encuanto tal; sus intenciones en realidad pueden ser deliberadamen-te ocultadas por el hablante a sus interlocutores. Esto implica, se-

    Para leer a Habermas

    34

  • gn Habermas, que el uso instrumental o estratgico del lenguajeresulta extrnseco a la naturaleza del lenguaje como tal.

    Las condiciones que hacen posible utilizar el lenguaje no sonmetafsicas*, sino meramente pragmticas, esto es, inmanentes ala praxis comunicativa. Por ello, y aunque nuestro autor no eludeel problema de la verdad, cuestin central a lo largo de la historiade la filosofa, no habla tanto de condiciones de verdad comode condiciones de aceptabilidad: un enunciado no es verdaderoporque corresponda a un determinado estado de cosas ni simple-mente porque resulte coherente con otros enunciados; lo es por-que a lo largo del proceso comunicativo sera aceptado como jus-tificado bajo determinadas condiciones ideales (cfr. VJ, 275-277).Entre estas condiciones se incluye el respeto de ciertos procedi-mientos y reglas de juego: exclusin de toda coaccin dentro delproceso argumentativo, reparto equitativo de derechos y deberesde la argumentacin, transparencia en la exposicin de razones,etc. En este sentido, una regla de juego elemental consistira enaportar todo tipo de razones hasta que se hagan valer como lasmejores de acuerdo con el conocimiento disponible en un momen-to determinado: es preciso, por tanto, disponer de razones justifi-catorias que avalen nuestra pretensin de verdad, una verdadque, a pesar de que apunte ms all de todas las evidencias po-tencialmente disponibles (tal como sostendran los realistas), nopuede ser entendida en la prctica discursiva cotidiana sino comoaseverabilidad justificada mediante razones (VJ, 276).

    La verdad no es, sin embargo, la nica pretensin de validez*que formulan los hablantes. Si se observa la estructura interna dela prctica lingstica, se percibe cmo todos los hablantes cuandoquieren comunicarse dan por vlidas de manera ms o menosexplcita y consciente diversas suposiciones asociadas a suspropios enunciados. Estas pretensiones no son ms que idealiza-ciones inmanentes al uso del lenguaje en general que pueden sercuestionadas a lo largo de la comunicacin y son, por tanto, sus-ceptibles de crtica. En los actos comunicativos concretos esasidealizaciones se mantienen en constante tensin con las realiza-ciones fcticas de los hablantes, una tensin que se plasma encontinuas demandas de explicaciones y de razones, esto es, enexigencias de racionalidad de unos hablantes frente a los otros queslo pueden ser resueltas de modo argumentativo. De ah que sea

    2. Accin comunicativa y teora social

    35

  • la propia estructura proposicional (o predicativa) que caracterizaal lenguaje humano la que obliga a quien lo emplea a deliberar, adar razones. Como acertadamente seala Ernst Tugendhat, autorcon el que Habermas mantiene coincidencias fundamentales (cfr.Velasco, 2000, 65-68), los seres humanos, debido a su lenguaje,poseen la capacidad de deliberar, y todo el que delibera preguntapor razones (Tugendhat, 2002, 143). Esta identificacin de la ac-cin comunicativa como el lugar de la razn ofrece una va enprincipio adecuada para salvar o, al menos, afrontar con rigor elproblema de la colisin entre los diferentes discursos normativosque cohabitan en el escenario filosfico y en la propia esfera p-blica. Con el anlisis de las pretensiones de validez se hace paten-te, pues, una de las tesis habermasianas ms caractersticas: laafirmacin de que el concepto de racionalidad presupone la exis-tencia de la comunicacin lingstica o, dicho de otro modo, la ra-zn es de por s ya razn comunicativa.

    Veamos ahora, con mayor detalle, el alcance terico que Haber-mas otorga a las denominadas pretensiones de validez. Nuestroautor sostiene que cuando los sujetos hablan siempre presuponen,aunque habitualmente sea tan slo de manera implcita, cuatropretensiones de validez (cfr. RMH, 307). Al emitir una oracin,un hablante que oriente su accin al entendimiento, es decir, queest dispuesto a entenderse con sus interlocutores, ha de plantearnecesariamente con su emisin algunas apelaciones implcitas.Dicho de otro modo, los usuarios del lenguaje profieren actos dehabla para los que reclaman las siguientes pretensiones de validez:

    comprensibilidad o inteligibilidad, esto es, la pretensinde estarse expresando comprensiblemente, es decir, que laoracin empleada est bien formada conforme a las reglasgramaticales tanto semnticas como sintcticas aluso;

    veracidad o autenticidad, a saber, la pretensin de estardndose a entender, esto es, proyectando la propia subjeti-vidad, y que, por tanto, la intencin manifiesta del hablan-te se expresa de la misma forma en que es exteriorizada;

    verdad proposicional, es decir, la pretensin de estar dan-do a entender algo existente con la aspiracin de represen-tar objetivamente los hechos,

    Para leer a Habermas

    36

  • y, finalmente, correccin o rectitud normativa, esto es, lapretensin de que el contenido del acto lingstico se ajus-ta a un determinado contexto normativo reconocido so-cialmente como vlido.

    En tanto que pragmticos universales del lenguaje, las men-cionadas pretensiones de validez se encuentran enquistadas en lasestructuras del habla discursiva; se suponen siempre vigentes encualquier acto lingstico y su no satisfaccin puede ser reivindi-cada por los participantes en la interaccin comunicativa. Encualquier caso, al receptor (o receptores) de la comunicacin lecompete comprobarlas y al emisor justificarlas si el receptor laspone en cuestin. No obstante, las caractersticas propias de cadauna de estas pretensiones de validez distan de ser uniformes: slola pretensin de inteligibilidad es inmanente al propio lenguajeen su calidad de condicin de la comunicacin, ya que implicatanto la gramaticalidad de las oraciones como la consistencia delos enunciados. Las otras tres presuponen la posicin del hablan-te en relacin con un estado de cosas extralingstico y, al mismotiempo, una relacin entre los enunciados y los distintos domi-nios del mundo. Quien realiza un acto de habla est haciendo asus interlocutores una oferta de entendimiento sobre algo que seda en su propia subjetividad, en el mundo objetivo o en el mundosocial. La estructura del lenguaje visualiza, por tanto, las diversasregiones de la realidad. Las tres funciones bsicas del lenguaje(la expresiva o emotiva, la cognitiva o referencial y la apelativa odirectiva) y las correspondientes pretensiones de validez estable-cen respectivamente una referencia con el mundo subjetivo o na-turaleza interna o personalidad (el propio mundo, el mundo delas vivencias privadas), el mundo objetivo o naturaleza externa(el mundo de los objetos y de los hechos, que conforman la tota-lidad de las cosas existentes) y el mundo intersubjetivo o social(la totalidad de las relaciones interpersonales, un mundo reguladopor normas). Las correspondencias existentes entre las diversasformas de accin, funciones del lenguaje, pretensiones de validezy las referencias a los diferentes mundos pueden ser represen-tadas mediante el siguiente cuadro sinptico, en el que tambinse hace visible la posicin especial que ocupa la accin comuni-cativa en el pensamiento de Habermas:

    2. Accin comunicativa y teora social

    37

  • Forma Funcin Pretensin Referenciade accin del lenguaje de validez extralingstica

    accin cognitiva o verdad mundoteleolgica representativa proposicional objetivo

    accin apelativa o correccin o mundo social onormativa directiva rectitud normativa intersubjetivo

    accin expresiva o veracidad o mundodramatrgica emotiva sinceridad subjetivo

    accin todas las entendimiento referenciacomunicativa funciones reflexiva a los

    del lenguaje tres mundos

    Adems de las diferencias existentes entre las diversas preten-siones de validez que acaban de ser mencionadas, subsisten otrasque deben tenerse igualmente en cuenta. La pretensin de com-prensibilidad posee un estatus especial en la medida en que tieneque ser presupuesta en toda comunicacin lingstica para quepuedan tener sentido las otras dimensiones. En las restantes pre-tensiones tambin se advierten importantes peculiaridades: mien-tras que la veracidad o autenticidad nicamente puede ser mos-trada o desmentida por va fctica, la verdad y la correccinnormativa son pretensiones de validez que slo pueden ser sol-ventadas por va discursiva. Esto es, cuando alguna de ellas dosresulta cuestionada es preciso pasar al discurso 1 (o, mejor dicho,a la discusin reflexiva o habla argumentativa, esto es, a laforma de reflexin de la accin comunicativa), pues slo adop-tando una actitud reflexiva e hipottica podemos examinar las ra-zones que le asisten al interlocutor. El mantenimiento de estas dos

    Para leer a Habermas

    38

    1 Por discurso racional entiendo toda tentativa de entendimiento acerca depretensiones de validez que se hayan vuelto problemticas, en la medida en que esatentativa tenga lugar bajo condiciones de comunicacin que dentro de un mbito p-blico constituido y estructurado por deberes ilocucionarios posibiliten el libre proce-samiento de temas y contribuciones, de informaciones y razones (FV, 172-173).

  • pretensiones de validez depende de su dilucidacin discursiva y,por tanto, no pueden sustraerse a la fuerza de la argumentacin.De esta manera se torna patente la existencia de una cierta simili-tud de fondo entre los discursos tericos y los discursos prcticosque tratan de dilucidar respectivamente la verdad y la correccinnormativa. No obstante, es preciso advertir que aunque la verdady la rectitud normativa pueden ser entendidas de manera an-loga, en rigor no cabe asimilarlas sin ms (cfr. VJ, 299) 2.

    Con todo, el proyecto inicial de Habermas no se diriga propia-mente a una tematizacin del lenguaje en cuanto tal, sino a la ela-boracin de una teora de la accin social. Entiende que la formaprimaria de interaccin social es aquella en la que la accin vienecoordinada por un empleo del lenguaje orientado a entenderse. Aeste tipo de accin es a lo que Habermas llama accin comunica-tiva. Pero dado que una teora de la accin comunicativa presu-pone indudablemente una determinada concepcin del lenguaje,Habermas finalmente acab explicitndola: la denominada teorade la pragmtica universal. En este sentido, su intencin expresaes defender la tesis de que el uso del lenguaje orientado al enten-dimiento es el uso original del mismo. Alcanzar un acuerdo oentendimiento entre las partes que participan en el proceso comu-nicativo es el telos inherente al lenguaje humano. Los otros usosposibles del lenguaje humano, como son, por ejemplo, el instru-mental o el estratgico, seran en realidad parasitarios del usoorientado hacia el entendimiento. Al servirse del lenguaje, el indi-viduo participa necesariamente de la perspectiva social y sale asde la lgica egocntrica (PPM, 85). La comunicacin lingsti-

    2. Accin comunicativa y teora social

    39

    2 En Verdad y justificacin Habermas se ha retractado de su teora procedi-mental y discursiva de la verdad y ha adoptado una estrategia realista (un concep-to no epistmico de verdad, aunque concebido en trminos pragmatistas). Al pro-ceder de este modo, el autor se ve obligado a justificar por qu siguemanteniendo un concepto epistmico de correccin normativa (o, mejor dicho,de la pretensin de rectitud normativa que acompaa a nuestros juicios prcti-cos). La explicacin la encuentra en el hecho de que el concepto correccinnormativa se agota en la aseverabilidad racional bajo condiciones ideales; le fal-ta aquella connotacin ontolgica que tiene la referencia a objetos de los cualespodemos afirmar hechos (VJ, 54). Dado que la supuesta analoga entre verdad ycorreccin normativa repercute directamente en el marcado carcter cognitivista*de la tica discursiva, se volver sobre ella en el captulo tercero.

  • ca slo tiene sentido y razn de ser en cuanto orientada al entendi-miento con el otro, lo cual hace que quien se comunica no puedasustraerse a las condiciones de racionalidad inmanentes a la ac-cin comunicativa (TAC I, 506). Por tanto, toda accin lingsti-ca es idealmente una accin orientada al entendimiento, y quienacta en sociedad y, por tanto, necesariamente se comunica nopuede sustraerse a los presupuestos de dicha comunicacin, alcarcter inexcusable de aquellos presupuestos universales quecondicionan siempre nuestra prctica comunicativa cotidiana yque no podemos elegir (CMAC, 154). Es ms, slo mediante ellenguaje es posible la actuacin conjunta entre sujetos diversos.

    La nocin de entendimiento empleada con profusin porHabermas adolece, no obstante, de una notable anfibologa, talcomo ha observado, entre otros, Javier Muguerza (1990, 288).Tanto en alemn (Verstndigung) como en su correspondienteversin castellana, el trmino entendimiento sugiere dos cosasbien diferentes: por un lado, la idea de haber comprendido lo di-cho y, por otro, la de estar de acuerdo con lo dicho. En esta anfi-bologa se encontrara uno de los puntos ms problemticos deledificio terico habermasiano. Pues, si bien es cierto que la com-prensin o el entendimiento de lo dicho es un requisito necesariopara lograr un acuerdo sobre ello, lo contrario no es nada eviden-te. El vnculo entre ambos elementos no es tan fuerte como nues-tro autor piensa. El intento de fundamentar esta hiptesis es loque le obliga a remitir toda su teora de la comunicacin a unateora del lenguaje en general. Con todo, es preciso tener en cuen-ta que Habermas es bien consciente de que el entendimiento entanto que telos inherente al lenguaje en su uso comunicativorepresenta tan slo un fin que puede ser alcanzado o no. Por esolas condiciones constitutivas del entendimiento posible son sim-plemente constituyentes, pero no son condiciones trascendenta-les en sentido estricto. En definitiva, siempre podemos actuartambin de otro modo distinto del comunicativo y adems la inevi-tabilidad de las presuposiciones idealizantes no implica tambinsu cumplimiento fctico (cfr. ENTG, 346). Al perfilar de estemodo su pragmtica universal, Habermas se distingue expresa-mente de la pragmtica trascendental propuesta por K. O. Apel.

    A modo de recopilacin, y tal como expone Habermas al ini-cio del artculo titulado Qu significa pragmtica universal?

    Para leer a Habermas

    40

  • (1976, publicado en TAC:CEP, 299-368), las tareas que competena una pragmtica universal, as como los supuestos fundamentalesen los que sta se apoya, pueden resumirse mediante las siguien-tes tesis: su cometido bsico es identificar y reconstruir las con-diciones universales del entendimiento posible; el lenguaje en elnivel sociocultural de la evolucin es el medio especfico del en-tendimiento (o, dicho de otro modo, el lenguaje es el principalinstrumento de coordinacin de la accin humana, hasta el puntode que ni siquiera podramos concebir el sentido de la accin so-cial sin recurrir a la idea de lenguaje); las condiciones del enten-dimiento posible coinciden, por tanto, con los presupuestos uni-versales de la accin comunicativa; la accin comunicativa, esdecir, el tipo de accin orientada al entendimiento, es fundamen-tal en la medida en que las otras formas de accin social puedenconsiderarse derivaciones o perversiones de ella (por ejemplo, lasque pertenecen al modelo de accin estratgica: la negociacin,la imposicin, etc.).

    1.3 Marco terico-ideal y realidad concreta: la situacin ideal de habla

    Como se acaba de sealar, Habermas entiende que el mejormodo de conocer los rasgos propios de la racionalidad comunica-tiva es estudiando el lenguaje humano y, ms concretamente,analizando nuestras prcticas comunicativas cotidianas. Al haceresto cree que tambin podramos resolver la cuestin clave relati-va a cmo distinguir una comunicacin autntica, que apunta alentendimiento entre los participantes, de aquella otra que se en-cuentra distorsionada o manipulada. Todo uso comunicativo dellenguaje presupone la aceptacin de algunas reglas o condicionesmnimas y, por ende, de una situacin hipottica que, de algunamanera, est ya anticipada y, a la vez, es constitutiva de todo dis-curso. A esta construccin contrafctica es a lo que Habermasdenomina situacin ideal de habla*. Este mecanismo sirve comomedida o rasero para enjuiciar las cuestiones que reclaman paras una presuncin de racionalidad y, en consecuencia, la calidadracional de los acuerdos logrados: La anticipacin de una situa-cin ideal de habla es lo que garantiza que podamos asociar a un

    2. Accin comunicativa y teora social

    41

  • consenso alcanzado fcticamente la pretensin de ser un consensoracional. Al propio tiempo, esa anticipacin es una instancia crti-ca que nos permite poner en cuestin todo consenso fcticamentealcanzado y proceder a comprobar si puede considerarse indica-dor suficiente de un entendimiento real (TAC:CEP, 105). Se tratade un constructo terico que, como la posicin originaria dise-ada por John Rawls, sirve para asegurar la imparcialidad en lasinteracciones comunicativas. Se caracteriza por las siguientes con-diciones: publicidad de las deliberaciones, reparto simtrico de losderechos de comunicacin y no dominacin excepto la ejercidapor la coaccin sin coacciones del mejor argumento. Represen-tara el ejemplo sumo de una comunicacin no distorsionada:

    Llamo ideal a una situacin de habla en que las comunicaciones no slo novienen impedidas por influjos externos contingentes, sino tampoco por lascoacciones que se siguen de la propia estructura de la comunicacin. La si-tuacin ideal de habla excluye las distorsiones sistemticas de la comunica-cin. Y la estructura de la comunicacin deja de generar coacciones slo sipara todo participante en el discurso est dada una distribucin simtrica delas oportunidades de elegir y ejecutar actos de habla (TAC:CEP, 153).

    Desde una perspectiva genealgica, la nocin de situacinideal de habla formulada por Habermas est estrechamente em-parentada con la de una comunidad de discurso universal deG. H. Mead, y se remonta, como sta, a la de una comunidad ili-mitada de los investigadores perfilada por Charles S. Peirce,quien tenda a considerar el desacuerdo como una anomala en eluso de la razn y se mostraba convencido de que si todos fura-mos capaces por igual de argumentar racionalmente, todos aca-baramos a la larga por compartir una comn opinin final (cfr.ACRST, 42-47). Y, como Apel se ha cuidado mucho de poner derelieve, sta sera algo as como el equivalente funcional de aque-lla conciencia trascendental kantiana de la que dependa, en lti-ma instancia, la objetividad del conocimiento humano (cfr. Apel,1985, vol. II, 157-177). En cualquier caso, lo que est fuera detoda duda es que, pese a que las posiciones de Peirce y Habermasno resultan intercambiables, hay mucho de Peirce en la idea ha-bermasiana de que tambin el discurso prctico tiene por objeti-vo, gracias a la actuacin en su interior del principio discursivo

    Para leer a Habermas

    42

  • de universalizacin, la obtencin de un consenso racional en tor-no a un inters general, hecho exigido por los presupuestos nece-sarios del propio discurso (cfr. Muguerza, 1997, 85-86).

    De todos modos, lo cierto es que la nocin de presuposicinidealizante ocupa un lugar destacado en la construccin de la teo-ra de la accin comunicativa. En su ensayo Accin comunicati-va y razn sin transcendencia (ACRST), Habermas explica y de-sarrolla este concepto reinterpretndolo a la luz de su anlisispragmtico-formal, esto es, como una variante de las ideaskantianas exenta de su sentido trascendental primigenio. En di-cho texto se presenta de manera detallada una explicacin ge-nealgica de los vnculos que unen el planteamiento kantiano conlas cuatro presuposiciones pragmticas inevitables en la accincomunicativa. El autor pone especial nfasis en que la inevita-bilidad de estas presuposiciones en la accin comunicativa hade entenderse ms bien en el sentido de Wittgenstein que en el deKant, es decir, no en el sentido trascendental de las condicionesuniversales y necesarias de la experiencia posible, sino en elsentido gramatical de un sistema de lenguaje y un mundo de lavida en el que nos hemos socializado y que, en cualquier caso,para nosotros es insuperable (ACRST, 18-19).

    No obstante, y pese a las mencionadas precisiones, con fre-cuencia se seala el marcado carcter contrafctico que caracteri-za a la teora habermasiana en general y a la nocin de la situa-cin ideal de habla en particular. Se le reprocha a Habermas queen ella no se refleje el modo habitual y cotidiano en que se llevana cabo los flujos comunicativos reales. Obviamente esto no resul-ta desconocido para el autor, pero al perfilar esta nocin centralde su teora discursiva lo que pretende es resaltar la evidencianormativa de que cualquier dilogo y, en general, cualquier rela-cin comunicativa dirigida al entendimiento han de tener un ca-rcter no slo tendencial, sino estructuralmente igualitario o si-mtrico. Dicho de modo negativo, en situaciones de opresin ydependencia no puede darse un dilogo, ni tampoco cuando loque priman son las relaciones jerrquicas o las cadenas de man-do. Los acuerdos obtenidos en tales condiciones tienen en tr-minos normativos una validez nula.

    La nocin de situacin ideal de habla vale, pues, como bare-mo o, si se prefiere utilizar trminos kantianos, como principio

    2. Accin comunicativa y teora social

    43

  • regulativo, pero no debe ser pensada como un proyecto concretoque ha de ser realizado en la historia.

    Respondiendo a las persistentes crticas de las que ha sido ob-jeto, nuestro autor advierte de que, si se parte de su propia con-cepcin de la teora discursiva, no resultan lcitos los intentos deconcretar en una forma de vida determinada o en una comunidadpoltica los presupuestos de una situacin ideal de habla. Consti-tuira un grave malentendido esencialista concebirlo de estemodo. No se trata de ninguna utopa concreta, sino de una fic-cin metodolgica o un experimento conceptual (cfr. FV, 400-402). Al respecto, la siguiente interpretacin parece muy ajustaday, sobre todo, esclarecedora:

    Si consideramos el concepto, muy discutido, de la situacin ideal de hablacomo un conjunto de criterios (metanormas) que le permiten a uno distinguirentre normas legtimas e ilegtimas, podemos evitar la confusin causada porinterpretaciones que identifican las reglas formales de la expresin o discur-so argumentativo como una utopa concreta. La situacin ideal de habla serefiere slo a las reglas que tendrn que seguir los participantes si quieren unacuerdo motivado nicamente por la fuerza del mejor argumento. Si no sesatisfacen estas condiciones por ejemplo, si los actores en un debate notienen oportunidades iguales para hablar o para poner en duda los supuestos;si estn sujetos a la fuerza y a la manipulacin, entonces los participantesno estn tomando todos los dems argumentos seriamente como argumentosy, por lo tanto, no estn participando en realidad en la expresin argumentati-va (Cohen y Arato, 2000, 398).

    Las condiciones idealizantes bajo las que debera transcurrirla argumentacin racional no han de entenderse ya, al menos traslas posteriores rectificaciones del autor (cfr. NRI, 188-192), enlos trminos demasiado concretos que la formulacin de la situa-cin ideal de habla en algn momento pudiera haber sugerido. Enefecto, algunos la entienden como un reflejo anticipado de unaforma de vida alcanzable en el tiempo histrico 3. No parece, sin

    Para leer a Habermas

    44

    3 Entre los numerosos autores que han credo advertir resonancias utpicasen la nocin de situacin ideal de habla, vase, por ejemplo, Victoria Camps(1983, 51-57), quien la tilda de formalista y la rechaza como expresin de unirrealizable sueo de la razn pura.

  • embargo, muy deseable una forma de vida que de concretarsesignificara el fin de toda forma de comunicacin humana, puesen la prctica no habra diferencia de la que disentir. En estesentido, uno de los crticos internos del crculo habermasiano,Albrecht Wellmer (1996, 180), ha advertido de que su realizacinrepresentara la muerte de la comunicacin e, incluso, de lahistoria humana 4. Aunque es cierto que Habermas nunca preten-di concebirla como algo ms que presuposiciones necesarias dela comunicacin, ha optado por rebajar explcitamente su inicialgrado de idealizacin e insistir en que si realmente se desea argu-mentar y discutir, han de cumplirse con aproximacin suficientelas siguientes condiciones: que a) se escuchen todas las vocesrelevantes, b) puedan hacerse valer los mejores de todos los argu-mentos disponibles habida cuenta del estado presente de nuestrosaber y c) slo la coercin sin coerciones que ejercen los buenosargumentos determine las posturas de afirmacin o negacin delos participantes (NRI, 189).

    La teora discursiva elaborada por Habermas ha renunciado aformular proyectos alternativos globales o utopas. Frente a losdiscursos que prometen la emancipacin de la humanidad, unosen este mismo mundo histrico y otros en el ms all, la razncomunicativa no puede ofrecer de manera satisfactoria ni reden-cin ni consuelo. Debe abstenerse responsablemente de realizarformulaciones absolutas; tan slo, si acaso, puede emitir la pro-mesa, nunca garantizada, de reconciliacin poltica y social me-diante el uso pblico de la razn, mediante el ejercicio de losderechos de participacin en el mbito de la esfera pblica*(ffentlichkeit). La razn comunicativa y, en consecuencia,tambin la teora discursiva adopta en los tiempos postmetaf-sicos en los que vivimos una marcada perspectiva finita, inma-nente y secularizada, adems de mantener un perfil profunda-mente modesto y parco en sus expectativas. En definitiva, dicha

    2. Accin comunicativa y teora social

    45

    4 En un sentido similar, aunque desde una perspectiva ms propia de la teorapoltica, Claude Mouffe (1999, 20) critica la idea de comunicacin no distor-sionada y, por ende, la nocin de comunidad ideal de habla como negacin delconflicto poltico y de la democracia pluralista. El conflicto e incluso el antago-nismo poltico han de ser comprendidos como elementos constitutivos del mode-lo democrtico.

  • razn comunicativa ha renunciado a entenderse como razn abso-luta y, ms an, a intentar imponer dogmticamente su propiaconcepcin ideal del proceso comunicativo. Habermas es suma-mente consciente de que ninguna sociedad compleja, incluso enlas condiciones ms favorables, podr responder nunca al modelode asociacin comunicativa pura. Por lo dems, ste slo puedetener (cosa que no debemos olvidar) el sentido de una ficcinmetodolgica cuyo fin es sacar a la luz los inevitables momentosde inercia anejos a la complejidad social, es decir, el reverso de laasociacin comunicativa, un reverso que, bajo la sombra de lospresupuestos idealizadores implicados en la accin comunicativa,permanece ampliamente oculto a los participantes mismos (FV,405). Forzando algo los trminos, dicho modelo de asociacincomunicativa pura, la situacin ideal de habla, podra entendersea lo ms como un discurso utpico negativo.

    En la situacin ideal de habla se postulan circunstancias so-ciales no dadas en el transcurso de la historia humana, por lo me-nos hasta la fecha, tales como una relacin de perfecta simetraentre todos los actores sociales. Con todo, de la nocin situacinideal de habla, clave en el pensamiento habermasiano, resultacriticable no tanto su carcter excesivamente irreal, sino que des-canse en un perfil extremadamente empobrecido de los sujetosindividuales. El problema bsico de dicha nocin no es que pro-mueva una utopa irreal, sino que sta, como diran los comunita-ristas, carezca de personas, esto es, de sujetos con los requeridosatributos humanos. De hecho, en la teora discursiva no se tema-tiza adecuadamente las diferencias existentes entre los diversossujetos morales, tanto en el nivel cognitivo como en el volitivo 5.

    Para leer a Habermas

    46

    5 Hasta sus ltimos escritos sobre biotica (FNH), Habermas haba evitado laantropologa en cuanto disciplina filosfica autnoma. Ciertamente rechaza laidea de que el hombre posea una esencia o naturaleza y, por el contrario, subrayasu historicidad constitutiva. No obstante, esto no implica que no quepa encontrarelementos antropolgicos a lo largo de sus escritos. Aunque algo diluido, su pen-sameinto al respecto cabra resumirlo de la siguiente manera: El ser humano de-sarrolla su identidad tan slo en el seno de una comunidad y mediante un proce-so de socializacin que tiene lugar mediante la comunicacin. Una importanteconsecuencia de esto es que todo estorbo o distorsin de la comunicacin equiva-le a una amenaza a la identidad del individuo (Pinzani, 2000, 9). Como genuinorasgo distintivo del ser humano no contempla ms el concepto marxista de ser

  • 2. La teora de la sociedad: mundo de la vida y sistema

    En lugar de una antropologa, Habermas propone una sociologa.Para que la accin comunicativa pueda tener lugar de manera sa-tisfactoria es necesario que los participantes en el proceso comu-nicativo los interlocutores compartan un mismo trasfondode experiencias y vivencias prerreflexivas a partir del cual sedote de sentido a todo cuanto se dice. Esto es precisamente loque Habermas denomina el mundo de la vida*. Mediante esteconcepto, que nuestro autor adopta de la tradicin fenomenolgi-ca iniciada por Edmund Husserl, se hace referencia al entorno in-mediato del agente individual, un entorno simblico y culturalconfigurado por aquella capa profunda de evidencias, certezas yrealidades que habitualmente no son puestas en cuestin. Graciasa este horizonte comn de comprensin, los sujetos pueden ac-tuar de modo comunicativo. Cada vez que se discute un tema, losinterlocutores se apoyan en un suelo en principio inamovible depresupuestos no problematizados. Incluso el desacuerdo tendralugar sobre un trasfondo de acuerdos tcitos: sobre un saber in-mediatamente familiar que damos por sentado sin hacernos cues-tin de ello y que, por ello, representa la base cognitiva de laprctica comunicativa cotidiana. Este acervo de saber compartidoconstituye una realidad de la que difcilmente uno puede sustraer-se, pues en tanto que seres histricos y sociales, nos encontra-mos ya siempre en un mundo de la vida estructurado lingstica-mente (FNH, 22). Habermas nos ofrece as una interpretacinpragmtica del mundo de la vida: los presupuestos que confor-man este mbito son, antes que nada, las propias reglas de los

    2. Accin comunicativa y teora social

    47

    genrico, sino la capacidad de comunicacin lingstica: un rasgo procedente dela antropologa filosfica del siglo XX, especialmente de Ernst Cassirer y Hel-mut Plesser. En cualquier caso, del hecho de que Habermas no haya desarrolladouna antropologa de manera sistemtica no cabe deducir que su pensameinto nosea profundamente humanista. De hecho, como ha subrayado Vilar (1999, 173):El programa filosfico habermasiano se halla estrechamente vinculado a aquelhumanismo moderno que no se empecina en la idea de autoafirmacin, un huma-nismo que, en palabras del propio Habermas [PPM, 187], hace tiempo que en-contr su expresin en las ideas de vida autoconsciente, de autorrealizacin au-tntica y de autonoma.

  • juegos de lenguaje y determinados enunciados con los que todoel mundo est de acuerdo (y que valen, en consecuencia, tam-bin como reglas).

    Al mundo de la vida Habermas contrapone el llamado siste-ma*, un trmino proveniente de la metabiologa y de la cibernti-ca que fue puesto en circulacin en el mbito sociolgico porobra de Niklas Luhmann. El entramado social en su conjunto seentendera como un sistema que tiende al equilibrio autorregula-tivo por medio de la especificacin funcional de los diferentessubsistemas. En el dominio sistema las acciones de los diversosagentes se organizan formalmente y se coordinan mutuamentemediante el entrelazamiento funcional de consecuencias no in-tencionales. La accin de cada individuo es determinada por cl-culos interesados, maximizadores de la utilidad. El sistema es unmbito social constituido por una serie de mecanismos annimosdotados de una lgica propia que, en las socied