para cuando el caos del tránsito limeño se vuelve una hoja en blanco

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Documento que es parte de un conjunto de textos dedicados a Cristina. Próximamente a publicarse.

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Para cuando el caos del trnsito limeo se vuelve una hoja en blanco

Para Cristina, que me detiene el corazn en verde

Semforo en rojoSe me detiene el corazn en la cuenta regresiva del tiempo que falta para el prximo abrazo que nos daremos. Se me detiene y no hay, aparentemente, forma de resucitarme: soy un sonmbulo en estado aparente de vigilia que camina por las calles, entre las gentes y autos, intentando tenerse en pie, soportando el ruido amenazante de los clxones que se desesperan porque el minuto de sangre encapsulada en una luz se torne color naturaleza. Pero esto dura ms que un minuto. Dura una vida entera. Ya llevo diez millones de vida desde el veintiocho de diciembre del ao pasado. He resucitado y he muerto, en ese orden, con tus besos de doncella fascinante y tus partidas que detesto ms que perder lpices y dejar crucigramas incompletos a falta de letras devoradas por la falta de memoria o el ruido de los clxones de sujetos que nunca sabrn qu es sentir el corazn detenido en plena pista. Todo es un crculo de tragedia de Tarantino, de mar del valle del Gran Rift, de fruta que cae en la cabeza de Newton.Yo respeto la luz en rojo porque con el corazn en taquicardia solo puedo esperar que acciones un dedo

Semforo en verdePase libre para hundirme entre tus piernas, para liberar mis formas epicreas de las que t eres duea, mi sicalipsis que te busca en los paraderos ms inverosmiles, entre autos que sobrepasan el lmite de velocidad y se estrellan contra todo. El corazn espera el segundo preciso en el que la esperanza se acciona como la luz de un faro y comienza su lento traqueteo. Un clic me vuelve a la vida y avanzo, tomo rapidez, llego a ciento veinte por hora y nuestro encuentro inevitable est ms all de los puentes que nunca cruzo sino es de tu mano, ms all de los tneles que adoramos, ms all incluso del sonido de los clxones que dejamos relegados. Todo es un crculo de csped, la copa de un rbol en una pared azul de mi habitacin, la pattica portada de mi Rayuela.

Buses descontroladosSomos. Hay una suerte de freno inservible en nosotros, un tope que sirve lo mismo que el cero cuando est a la izquierda de los numerales significativos, una nada que intenta detenernos las bocas, los ojos, las ganas, las necesidades inmediatas y descontroladas de tomarnos de las manos y los cuerpos para hacernos lo que se hacen los animales en los veranos nefastos. Viramos a la derecha, a la izquierda, y retomamos la velocidad acompasada. Nos pasamos las luces en rojo, nos detenemos en las verdes, no hay forma de respetar las leyes, no hay forma de darnos cuenta de quin es quin: tu cuerpo es mi carretera de curvas de infarto, mi cuerpo es tu polica de trnsito (inteligente, acotacin necesaria) presto a la papeleta, a la amonestacin correctiva. Somos un todo confuso de manos, piernas, vientres, pechos, bocas, gemidos. La velocidad se incrementa, no hay detector humano que nos controle. Los clxones se vuelven nuestra salida: damos de manotazos a los timones y los sonidos estertreos se manifiestan en forma de susurros (clxones que susurran, quin lo dira), un aliciente para los ligirofbicos. Somos conductores de buses desenfados (o somos conductores desenfadados de buses, o somos buses desenfadados solamente), de libertinos transportes que se saben posedos uno al otro, somos lo que odiamos en un cuadrado de luces de colores, un pequeo semforo disfrazado de lmpara, en el que nadie nos puede odiar por pasarnos las luces verdes y detenernos ante las rojas, donde podemos ser lo que queramos por unas horas pero decidimos ser nosotros mismos: transportes que vienen y van, pero sobre todo vienen.La luz blanca se apodera de nuestro todo y los clxones se quedan sonando por largo rato en nuestras muecas de estatuas romanas. Las mquinas se detienen y toman el camino de regreso en un tentador dj vu.

Mayo 20

Ricardo Lozano Fernandez