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El impasse de lo político. Revista de Espai en Blanc nº9-10-11. Barcelona. Bellaterra. 2011

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1. Lo imposible como problemaEl «impasse de lo político» no es un concepto teórico. Es un concepto eminen-temente práctico que aparece como resultado de una dificultad: atacar esta rea-lidad que se ha hecho una con el capitalismo se nos muestra como un imposible.Evidentemente, eso no significa que no se pueda luchar ni que la identidad ca-pitalismo y realidad clausure completamente el mundo. Si osamos ir más alládel sentido común –lo que es imprescindible hoy para poder luchar– entonceshay que partir de una verdad que cuesta reconocer: lo imposible no es lo con-trario de lo posible. Un imposible es aquella imposibilidad que se (nos) ponecomo problema. De aquí que lo imposible en tanto que problema tenga nece-sariamente dos caras: 1) «Lo imposible» hacia nosotros. En este caso, la impo-sibilidad es sinónimo de dificultad. La expresión «pedir un imposible» aplicadoal éxito en la lucha recoge bien esta acepción. Se trata de la problematicidadinscrita en la propia acción política que se quiere transformadora. Esta proble-maticidad se nos presenta como arbitrariedad (no existe necesidad en la acciónpolítica); inconsistencia (de las propias vidas a la misma teoría crítica, nada delo que hacemos permanece, estamos metidos en un volver a empezar continuo);dispersión (confusión entre proyectos personales y públicos, entre lo colectivoy los colectivo. 2) «Lo imposible» en sí mismo. En este otro caso, es la propiarealidad la que se nos aparece como un imposible. La realidad es imposible por-que se muestra intratable, insoportable… La frase «la realidad se ha puesto im-posible» lo dice perfectamente. Imposible en ella misma significa, en concreto,que la realidad se indetermina y que también se cierra. Cuando queremos ata-carla multiplica sus dimensiones con el objetivo de absorber el conflicto y la vezse encierra en la tautología: la realidad es la realidad. Blanda y dura. En todassus infinitas variantes. Por eso hablamos de multirealidad y es en el modo comose da la autoposición de la realidad (la tautología) donde radica su carácter pro-blemático.

2. Nuestra nocheCiertamente las dos caras de lo imposible, la dificultad de la práctica crítica y laautoposición de la realidad, se coimplican en la medida en que la dificultad de

Para atravesar el impasse antes hayque haber entrado en él*

Santiago López Petit

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* Este artículo se publica simultáneamente en la revista Transatlántico (Rosario, Argentina).

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la acción crítico-política deriva de nuestra propia situación, es decir, de nuestrainserción en la realidad mediante la movilización. En el fondo, la movilizaciónglobal que hace de nuestra vida una cárcel, puesto que se confunde con la vidamisma, consiste en la construcción mediante nuestra participación activa –elciudadano como unidad de movilización– de una situación sin salida. Una situa-ción sin salida que nosotros mismos contribuimos a erigir con nuestra disponi-bilidad absoluta, y al aceptar la hipoteca de nuestra vida por miedo a la muertesocial que es la exclusión. La ausencia de salida confiere a nuestra vida una ob-solescencia programada, una muerte más terrible que la misma muerte. La au-toposición de la realidad no deja, pues, espacio para la crítica. El impasse de lopolítico es la conjunción de ambos aspectos, la problematicidad de lo que es im-posible en sí y para nosotros. El impasse de lo político así abordado se puededescribir entonces mediante una metáfora (la noche de la despolitización) y unaestructura lógica (la circularidad). La noche de la despolitización expresa estecoaislamiento en el que estamos sumidos, esta incapacidad de pensar la vincu-lación entre la vida personal y el destino colectivo. Y, sin embargo, la noche dela despolitización es también la noche del malestar aunque no alcanzamos a vercómo dirigir esa ambigüedad contra la tautología de la realidad. Con todo hayque afirmar que esa noche no tiene ya nada que ver con la postmodernidad. Lanoche postmoderna implicaba un doble sentido de la «pérdida» que resumía-mos así: «hemos perdido en la guerra contra el capital y, a la vez, estamos per-didos debido a la ausencia de horizontes». Ahora no es así. Por un lado, la de-rrota es algo lejano y tan obvio que no vale la pena detenerse en ella. Por otrolado, sabemos muy bien lo que queremos. Hemos aprendido que no tener ho-rizontes puede ser liberador. No tener horizontes no significa carecer de obje-tivos, que sí los tenemos. Lo que ocurre es que la crítica no se materializa porqueestamos metidos en una circularidad que ahoga la acción política transformado-ra. Esa circularidad o estructura lógica de nuestra noche se puede expresar bre-vemente de esta manera: lo que es políticamente factible no cambiará nada y lasacciones que podrían traer consigo cambios realmente significativos son políti-camente impensables.

3. La devaluación de la políticaEl impasse de lo político no debe confundirse con la pérdida de la centralidadde la política en la sociedad, aunque evidentemente se sitúa en el interior deesta mutación. Porque no se trata sólo de parálisis de la acción política con vo-luntad de verdadera transformación social –¿a qué fecha remontar el comienzode dicha parálisis?– sino de una auténtica desvalorización de la política, que sibien tiene causas distintas, se da en todos los planos. El discurso filosófico seanquilosa en la filosofía política en tanto que disciplina. El discurso sociológi-co reduce la política a subsistema, por ejemplo, en Luhmann que sería un re-presentante clave de la Teoría General de Sistemas, o la sustituye por la cultu-

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ra como el nuevo paradigma de comprensión del mundo (A. Touraine). Y asípodríamos seguir. Añadamos sólo que para la gente en general, no hace falta re-cordarlo, la política se ha convertido en sinónimo de corrupción, de vagancia.Esta desafección respecto de la política hace que los más capacitados huyan deella, lo que genera una mediocridad imparable que llega incluso a la pequeñaesfera crítica y militante. El discurso militante, sin embargo, sigue impertérri-to defendiendo la acción política como una especie de ideal regulativo (la ver-dadera democracia, la unificación de las luchas, la izquierda, etc.). Lo que ocu-rre es que la propia idea de «intervención», al hacerse problemática, transformala acción política en una práctica que sólo puede girar en torno a un «como si».Se hace (hacemos) «como si» la acción política de transformación social fuerafactible. Pero la realidad-imposible nos obliga a optar entre reducir la acciónpolítica a un juego, juego que nada cambia ni tan siquiera a nosotros mismos, oa un discurso político «serio» que individua enemigos (la extrema derecha, elpatriarcado…) y que pretende organizar una multiplicidad de resistencias que,en el fondo, desconoce. El impasse de lo político –la noche de la despolitizacióny el bloqueo de la acción política de transformación social– no puede vivirsedesde la indiferencia sino desde la inquietud. Hay demasiada sangre y hambreen el mundo. Dos referencias muy distintas como punto de apoyo y una cons-tatación. La primera es el inicio de una entrevista con Assange (fundador y edi-tor de «Wikileaks») en la que denunciaba el ejercicio mafioso del poder. «Heleído más documentos filtrados que nadie. Creí que sabía cómo funciona elmundo. Nada me preparó para lo que he encontrado». La segunda es la res-puesta de un narcotraficante brasileño a un periodista: «Estamos todos en elcentro de lo insoluble. Sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen sa-lida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndame, her-mano, no hay solución. ¿Saben por qué? Porque ustedes no entienden ni la ex-tensión del problema». Parece que, finalmente, esta entrevista era falsa, y sinembargo, justamente por expresar tan bien nuestra realidad ha tenido una ex-traordinaria circulación en internet. Y una constatación: a pesar de todo, lo im-previsible sucede y la historia no está clausurada. Sólo hace falta mirar el Ma-greb.

4. Con todo: ¿hacer política?La pérdida de centralidad de la política en la sociedad no es un fenómeno acci-dental. Se trata de una característica definitoria de la realidad global. Cuando larealidad se hace plenamente capitalista, entonces se naturaliza ya que actúacomo esencialmente despolitizadora. Los distintos mecanismos que aseguran sufuncionamiento tautológico (indeterminación o gelificación, cierre mediante laobviedad, captura de la ambivalencia…) apuntan a este emborronamiento ge-neralizado en el que todo tiende a confundirse: la búsqueda del enemigo es tan-to el descenso interminable por un fractal como un choque directo con un po-

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der que tiene una presencia absoluta, la grieta en la que nos introducimos parapoder respirar se hace angosta y nos deja en la intemperie o es tan ancha que setransforma en un mar que nos ahoga. El dilema que reformula la circularidadanteriormente expuesta, si bien ahora en un marco más general, es el siguiente:1) En la época global, la realidad misma se convierte en problema político (y yano simplemente epistemológico o gnoseológico). 2) Pero la política es incapazde resolverlo y, paradójicamente, sólo la política puede hacerlo. Lo que con estedilema afirmamos es que pensar una política crítica en su problematicidad tie-ne que afrontar también la pérdida de la centralidad de la política, aún a sabien-das de que ese «no» es propiamente nuestro problema. O mejor dicho, lo esúnicamente en la medida que define nuestra época como esencialmente postpo-lítica. No se trata, por tanto, ni de rehuir lo político refugiándose en una espe-cie de mundo políticamente neutralizado construido sobre la mera relación ovínculo social ni de reactivar la política clásica moderna con sus categorías in-servibles como si nada hubiera pasado. Si deseamos salir del eterno debate «finde la política/retorno de la política» en sus múltiples versiones tenemos que en-carar lo que podría llegar a ser una política para una época postpolítica. Y en esepunto hay que ser claro, esa tarea ya no tiene nada que ver con defender la crí-tica en un momento en que la crítica ha sido deslegitimada, o en elaborar unpensamiento crítico cuando los fundamentos se han venido abajo. Eso ya hasido realizado por muchos de nosotros. En definitiva, hemos atravesado la post -modernidad y la época global en la que estamos nos exige un esfuerzo más: ma-terializar la crítica o, lo que es igual, «hacer política». Construir nuestra políti-ca en unas condiciones marcadas por el impasse de lo político.

5. La consumación del nihilismoEs difícil asumir el carácter postpolítico de la época global en la que estamos yaceptar cómo esa imposibilidad de la política afecta a todo discurso político, seacrítico o no. En otras palabras, vivir en la época global es habitar en «el centrode lo insoluble» lo que significa que el impasse de lo político no viene definidoúnica y exclusivamente por el carácter tautológico de la realidad sino tambiénpor el hecho de que la realidad –empujada por un capital desbocado y en coper-tenencia con el poder– ha emprendido una «fuga hacia delante». Esa «fuga ha-cia delante» de la realidad capitalista no puede abordarse a partir del conceptode crisis. Aunque añadamos dimensiones descriptivas a la crisis «económica»actual (crisis de los valores, crisis de sentido…) siempre resultará insuficiente yaque es el concepto mismo de «crisis» el que está en crisis. En crisis, es decir,desbordado puesto que el desbocamiento del capital con todo lo que implica nose deja encerrar en él. El concepto de crisis desde su origen en la antigua medi-cina griega significaba «paso hacia», lo que presuponía, evidentemente, un pasohacia una mejora o hacia un empeoramiento. Este horizonte dual que la cienciaeconómica retoma es el que ya no sirve en la actualidad. Hablar de «fuga hacia

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delante» es más apropiado puesto que este término problematiza tanto la ideade un «paso hacia» o transición como el propio finalismo dualista (apocalip-sis/salvación), y sobre todo, porque nos permite dar cuenta del cambio que seha producido en relación al tiempo, más exactamente, en el modo de vivir latemporalidad: el futuro no es ya promesa sino auténtica amenaza. Desde eseno-futuro, el pasado se ve teñido de nostalgia y la eternización del presente apa-rece como la única manera de evitar el futuro. El tiempo estalla en una multi-plicidad temporal que sólo el miedo como horizonte parece poder sobredeter-minar. La política se reduce a la gestión técnica de la movilización global, alencauzamiento del malestar social que esta marcha imparable del capital produ-ce. Denominar esta «fuga hacia delante» globalización neoliberal es parcial, yaque supone quedar prisionero de un paradigma económico hace tiempo supe-rado. Se hace necesario recurrir a un término filosófico de larga tradición comoes el de nihilismo. Con lo que ahora podemos avanzar una primera formula-ción. El nombre que corresponde a esta «fuga hacia adelante» de la realidad, yque marca profundamente nuestra época, es la consumación del nihilismo. ¿Cómollamar sino el lugar que habitamos caracterizado tanto por la ausencia de lími-te como de afuera? El concepto de impasse de lo político se puede empezar aprecisar. Si no hay línea que cruzar ni afuera a donde ir, entonces obligatoria-mente giramos en torno al «centro de lo insoluble». La imposibilidad de la quepartíamos se nos muestra finalmente bajo la forma de un problema-sin-solu-ción, o sea, de un problema que, porque encierra, sólo se puede atravesar. Esta-mos en el interior de la consumación del nihilismo y, únicamente teniendo encuenta esta situación epocal, se puede abordar verdaderamente el impasse de lopolítico.

6. Dentro del vientre de la bestiaAunque existe una gran diferencia en el modo de abordar la cuestión del nihi-lismo por parte de Nietzsche y de Heidegger –tanto por lo que hace al diagnós-tico como a la respuesta– desde la perspectiva de su consumación se produce unacercamiento entre ambos sumamente útil. Por un lado, Nietzsche que adoptaun enfoque «psicológico» nos presenta el nihilismo como una desvalorizaciónde los valores supremos porque falta el fin, «porque falta la respuesta al ¿paraqué?» lo que le lleva a defender una terapia superadora que tendrá en la afirma-ción del eterno retorno su palanca; por otro lado, Heidegger desde un enfoquemás estrictamente ontológico, nos dice que el nihilismo es el olvido del Ser –elolvido de la pregunta por el Ser ya que el Ser permanece velado por el ente quees– y que de ahí arranca la metafísica cuya culminación se daría en la técnica, enel dominio planetario de la técnica. Según él, la única solución ante ese desplie-gue del nihilismo ya no puede ser activista sino un cierto tipo de espera quepermita abrirnos a una relación otra con el Ser. Por lo demás, como es sabido,Heidegger intentará mostrar que Nietzsche no sólo no sale del nihilismo sino

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que lo lleva hasta sus últimas consecuencias. Sin entrar en mayores precisiones,lo interesante reside en que Nietzsche recoge con su aproximación una de lascaras fundamentales de la consumación del nihilismo (no hay respuesta al ¿paraqué?) y Heidegger, por su parte, muestra bien cómo el nihilismo en tanto queuna cosificación o entificación generalizada se proyecta sobre el conjunto de lasociedad, si bien su extensión y penetración queda encerrada dentro de un con-cepto de técnica en el fondo totalmente neutro. Con la consumación del nihi-lismo que la movilización global comporta se extreman, y a la vez, se comple-mentan ambas aproximaciones. La movilización global, en la medida en quenos constituye en unidades de movilización, es una auténtica máquina de nihi-lización basada en una relación doble de sujeción/abandono que va mucho másallá de la mera expropiación de nuestra vida. Hoy vivir significa «tener unavida» que gestionar, o sencillamente, carecer de ella. No existe otra opción: ohaces de tu vida una cárcel, es decir, un cuerpo secuestrado y marcado por el ca-pital, o no cabes en el mundo. Vivir es aceptar que tu vida no vale nada. Que larealidad (capitalista) la utilizará mientras convenga, para después deshacerse deti. Ciertamente siempre ha sido así. La «novedad» que nuestra época introdu-ce es que esta nihilización de la vida ocurre cuando, paradójicamente, la vida seconvierte en lo más valorado: la vida (personal) es mi capital. Con lo que la con-dena que se nos impone es muy fácil de describir puesto que consiste simple-mente en encerrar nuestra vida en una vida privada, en hacer de cada vida unapropiedad privada. Por eso el movilismo de la movilización nos tritura, nos en-ferma y nos mata. El sin sentido, el «huésped más inquietante» que intuíaNietzsche reside, justamente, en este movilismo permanente; y cuando el nihi-lismo es «puesto a trabajar» bajo la forma de técnica como Heidegger consta-ta, y deja de ser simple ausencia de valores funcional al poder, entonces se con-vierte en el mecanismo fundamental de reproducción de la realidad. Unareflexión complementaria puede ayudar a aclarar todo lo anterior. Cuando Hei-degger discute la idea de eterno retorno nietzscheana para reconducirla dentrode la historia de la metafísica, la acerca a la esencia del motor moderno. El mo-tor, en su continuo girar, no sería más que una forma del eterno retorno de loigual. Su compatriota Jünger, en cambio, al analizar el nuevo tipo de guerra queestá surgiendo –la guerra entendida como proceso de trabajo y la existenciapersonal como pura energía que alimenta una turbina de muerte– se acerca mu-cho más a una noción compleja de motor. Porque el motor que se inventa conla modernidad no se limita a girar: nos hace girar en su interior. Vivir es habitaren el vientre de la bestia. La movilización global, insistimos, es esa máquina ca-pitalista (Estado-guerra, fascismo postmoderno…) nihilizadora de nuestras vi-das. Por esa razón, el famoso debate entre Jünger y Heidegger acerca de la po-sibilidad o no de cruzar la línea del nihilismo acerca de la necesidad de que tengalugar un total despliegue del nihilismo para que pueda efectivamente ser supe-rado pierde relevancia. En la consumación del nihilismo, dentro del vientre de

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la bestia que nosotros mismos alimentamos ¿qué significa querer agotar el ni-hilismo para poder liberarse de él?

7. La autodisolución de la nadaReivindicar la transgresión del límite, como por ejemplo hace Bataille, es des-graciadamente inútil. «El extremo es la ventana: el miedo a lo extremo te dejaen la oscuridad de la cárcel». Demasiado bonito. Tampoco abre un horizonteluchar por la reapropiación de la propia vida cuando vivir se ha convertido enpagar una deuda de vida por una vida que ha sido precisamente concedida. Laconsumación del nihilismo, en definitiva, es este desierto circular que habitamos,una constelación de poder, ser y nada que nos mata, y a la vez, nos mantiene vi-vos. Por esa razón, la consumación del nihilismo no nos deja fuera de él. Con lodicho empieza a revelarse la consumación del nihilismo en su auténtica esencia.La nada no es un final, no es punto de llegada puesto que la propia nada se di-suelve. Recientemente un trabajador de una empresa de automóviles explicabaa un locutor de televisión que, con la reducción del salario y la aceptación deunas condiciones de trabajo más duras, habían evitado la deslocalización. Antela insistencia del periodista en conocer cuáles eran realmente las concesiones,el trabajador se limitó a responder un lacónico: «Esto es lo que hay». Esta fra-se, convenientemente descontextualizada y en ella misma, resume perfectamen-te la consumación del nihilismo. «Esto es lo que hay» y nada más. Nada de que-rer vivir, nada de la ambivalencia del querer vivir… solamente el peso de larealidad. El peso de la realidad que empuja a claudicar frente a ella. No nosahogamos por falta de sentido, sino por demasiado (s)entido(s). «Esto es lo quehay» contiene y encierra todos los sentidos. Por esa razón, el nombre más ade-cuado para decir el peso de la realidad es el de obviedad. Y, la obviedad, es lo quenos impide respirar. Pero ¿por qué? Porque la obviedad, es decir, la fuerza de lodado, desaloja la nada y cierra cualquier grieta. El trabajador que aparecía en latelevisión no proclama que «No hay nada que hacer» lo que, en última instan-cia, podría abrir una travesía del nihilismo; muy al contrario, su afirmación«Esto es lo que hay» no contiene grito alguno. Se puede, sin embargo, dar unpaso más y transformar el «Esto es lo que hay» en pregunta. Entonces ante el«¿Esto es lo que hay?» descubrimos que lo que la obviedad tapona no es lanada, sino el hecho de que la propia nada se ha disuelto: nada de nada. En otraspalabras, la radical imposibilidad de un comienzo ya que ni siquiera podemosapoyarnos en la nada. Con lo que la consumación del nihilismo se nos muestrafinalmente como la autodisolución de la nada.

8. Levantar una posiciónLa autodisolución de la nada nos deja en el desierto circular donde la indeter-minación se generaliza. No es extraño, pues, que en la actualidad los conceptosmás empleados para describir nuestro mundo sean el de dispersión, ambigüe-

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dad, precariedad… Esta fenomenología, aunque es acertada, no deja de ser lacara más superficial de la consumación del nihilismo, de la ausencia de una po-sición. En el desierto circular de la indeterminación existen múltiples opcionesvitales, culturales o políticas… –esa multiplicidad de opciones personales esprecisamente el desierto circular– y vivir consiste en escoger alguna de ellas.Hay opciones pero ninguna posición que pueda sostenerse. Como si las tor-mentas de arena abatieran cualquier intento de levantar un enclave de resis-tencia. Posición posee tres significados: postura, categoría en una escala y em-plazamiento. En este punto nos interesa destacar esta última acepción. Unaposición conlleva un posicionamiento. En otras palabras, una posición siempretiene que ser ganada. Ganada contra el orden. El diccionario de la RAE lo ex-plica así: «Posición es un punto fortificado o naturalmente ventajoso para loslances de la guerra». De nuevo podemos reformular nuestra noción de impassede lo político. El impasse de lo político es el intento por alzar una posición en loindeterminado. Es querer ponerse frente a la consumación del nihilismo –yante la dificultad de encarar esta fuga tautológica hacia adelante– abrir una sa-lida que sólo podrá ser una travesía del nihilismo. El impasse de lo político es,sencillamente, la noche de la Noche. El dramatismo del intento reside en el he-cho de que ya no podemos seguir engañándonos. Ni hay teleología ni el nihilis-mo toca fondo. Por un lado, no existe horizonte alguno al que apelar. Por otrolado, no hay una nada activa que se pueda oponer a una nada pasiva, lo que po-sibilitaría salir hacia una afirmación pura. Hay una sola nada. O lo que es igual,y no es más que una consecuencia de lo anterior, no existe un nihilismo activoque pueda vencer a un nihilismo pasivo. Hay un solo nihilismo, y esa es preci-samente su fuerza. De la misma manera que la resistencia tiene que ser de algu-na manera también poder si quiere vencer al poder.

9. Potencia de la nada y anonimato¿Cómo construir una posición en la indeterminación generalizada? No sirveuna vía estética, por ejemplo, querer dar sentido desde el sin sentido. Tampocouna propuesta ética que apunte a un universal. No querer engañarse requiere ira la única verdad que la indeterminación permite: la autodisolución de la nada.En ella, y sólo en ella, podemos apoyarnos para fijar una posición a la altura denuestra época. En la autodisolución de la nada se muestra lo más inesperado: lapotencia de la nada. La inmensa potencia de la nada capaz de acabar con ella mis-ma en un proceso infinito. La nada infinita. Cuando la autodisolución de lanada supuestamente acaba con la potencia de la nada, muy al contrario, en elmismo momento resurge con más fuerza. En la medida en que la potencia de lanada pasa así a un primer plano, dentro de la indeterminación se determina unaposición. La potencia de la nada se nos revela entonces como un extraño poder:un poder que aparentemente es no-poder y, a la inversa, un no-poder que esauténtico poder. La fuerza del anonimato es el nombre de esta posición que se

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alza en el confín de la autodisolución de la nada. Esta posición se distingue delo que serían otros modos de establecer una relación con la nada. Max Stirnercomienza su conocido libro El único y su propiedad con la frase «He basado micausa en nada» lo que si bien plantea un comienzo radical cosifica la nada y, apesar de la increíble capacidad de disolución de su propuesta, ésta permanece-rá encerrada en la idea de propiedad de su Yo único. Cuando los Situacionistas,en referencia a la tesis de Stirner, introducen un desplazamiento con el que evi-tar una salida individualista («Hemos fundado nuestra causa sobre casi nada: lainsatisfacción y el deseo irreductibles en relación a la vida») no hacen más quehuir con prisa del nihilismo, lo que les aboca a un vitalismo lúdico-crítico quehoy nos parece poco útil. La posición aquí defendida, por el contrario, se alzaen la indeterminación generalizada de la autodisolución, y por eso es capaz deretomar toda la potencia de la nada. No simplificamos si afirmamos que nuestraposición se expresa en una apuesta por la fuerza del anonimato que, en última ins-tancia, es una decisión política por el querer vivir. Esta posición, la apuesta porla fuerza del anonimato, empieza a deshacer el impasse a condición de no serpensada como ausencia de fundamento ni como una inversión interior a lanada, sino a partir de la idea de acompañamiento. Acompañar la autodisoluciónde la nada nos hace donación de la fuerza del anonimato y, en el mismo mo-mento, nos permite establecer otra relación con la muerte. Se nos puede acusarde que con este planteamiento la muerte entra en la política y, efectivamente,es así. Ocurre, sin embargo, que la muerte siempre ha estado presente en elcampo de la política, por mucho que se quisiera rechazar fuera de la ley y de laciudad. Para Hobbes, el miedo a la muerte junto con la mediación racionalconstituía el fundamento del orden. Para nosotros, en cambio, la muerte se in-troduce de la mano de un querer vivir que no busca seguridad. La fuerza delanonimato desmonta el contrato social de Hobbes.

10. La plaza Tahrir: un espacio del anonimatoLa plaza Tahrir de El Cairo ha sido una auténtica posición clavada en el corazóndel orden. Una posición en la que la fuerza del anonimato ha tomado cuerpo.«Perder esta plaza es perder la revolución». Decenas de miles de manifestantesanti-Mubarak se atrincheran dispuestos a luchar hasta el último suspiro. «Nun-ca pensé que iba a decir esto: estoy aquí para luchar, para tirar piedras, para mo-rir si es necesario», afirma Hisham Kasem. Ex editor del diario independienteAl Masry al Youm. Tiene 51 años. Se han multiplicado las tiendas de campaña,la autogestión funciona a pleno rendimiento. Sobra la comida y se ha consegui-do tener energía al reconducir los cables eléctricos de los semáforos. La defensade la plaza a base de barricadas y cascotes de rocas también está lista para repe-ler nuevas agresiones. Se han levantado varios hospitales de campaña, tambiénhay pequeñas enfermerías. Y duchas, lavabos… Junto a la rotonda, dos escena-rios con altavoces. En ellos se recitan poesías, se cantan canciones populares y

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se lanzan arengas. Auténtica posición ganada mediante una inteligencia políti-ca inaudita: violencia únicamente como autodefensa, capacidad de neutraliza-ción del chantaje del miedo (la guerra civil, el caos), unidad sin unificación. ¿Noatacar a USA es una manera de ganar tiempo o una debilidad? Espacio del ano-nimato, agujero negro para el poder que no sabe cómo destruir, y a la vez, má-xima proyección mundial gracias a una cobertura informativa espectacular ycontinua que pone al mundo por testigo. Allí esta Dina Faruk, de 31 años, mon-tadora de cine. Móvil en mano, recibe llamadas que le indican qué accesos a laplaza están libres. Con un iPad, actualiza cada diez minutos su perfil de Face-book y con una web (RNN Rasd) informa a los que deseen venir a la plaza so-bre cuál es la entrada más segura. Los hombres de Mubarak están desplegadospor toda la ciudad para evitar que vengan más manifestantes. La plaza Tahrirserá atacada violentamente por esbirros del régimen. Intentarán dividirles, con-vencerles de que todo es fruto de agentes extranjeros, de que están siendo ma-nipulados. Pero ¿cómo destruir un espacio del anonimato, un espacio donde elritmo del querer vivir ha expulsado el miedo? El desafío es tan grande que sólouna represión brutal y sangrienta podría hacerle frente. El ejército duda. Estees el mayor mérito del gesto radical con el que todo ha empezado: «Que se vaya(el régimen)». Este grito sostenido colectivamente y en el tiempo impone unnivel de confrontación que desarma al propio poder. Una respuesta militar esdemasiado costosa y anuncia riesgos imprevisibles. Mejor negociar. Han man-dado un comandante del Ejército egipcio con el fin de persuadir a los manifes-tantes para que dejen la protesta. «Tenéis todo el derecho a expresaros pero,por favor, salvad lo que queda de Egipto. Mirad a vuestro alrededor. Volved acasa» avisa Hasán Al Roweny sirviéndose de un altavoz. La gente le hace callarcon gritos: «¡Nosotros nos quedamos, Mubarak se va!». Nosotros. Cuando losperiodistas les preguntan quién ha guiado la revuelta, la respuesta es unánime:«nosotros». Ningún partido político, ningún sindicato ha guiado la protesta.Pero tampoco ha sido un movimiento espontáneo. Viene precedido de huelgasen fábricas, convocatorias mediante Facebook, reuniones en cafés… y muchosaños de hacer frente a una represión feroz. ¿De qué materiales está hecha la re-belión? De esperanza, de desesperación, de ansias de libertad, de rabia por notener futuro… Como en toda rebelión y también con toda una carga de inno-vación. No sabemos qué pasará. Vemos la indiferencia de Europa, de USA…tan demócratas ellos. No aplauden, todo lo contrario, aprietan los dientes, en-fermos de miedo no sólo porque la geopolítica se complica y peligra el petró-leo, sino sobre todo porque la lucha de los pueblos árabes desvela la mentira cí-nica sobre la que se asienta Occidente. El poder militar, convenientementeaconsejado por las potencias occidentales, quiere ganar tiempo. Ganar tiempoes preparar la contrarrevolución, es decir, imponer una transición política. Noso-tros en España sabemos en qué consiste. La revolución democrática (¡ojalá fue-ra pudiera ser una revolución democrática¡) como punto final. Los dictadores

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ya no sirven, ahora se organizan «elecciones libres y limpias» bajo la supervi-sión de la «comunidad internacional». Democracia blindada. Democracia real.Hay que sacar la política de la calle –la calle esa fuerza del anonimato que ha-bla– para encerrarla en el parlamento. Para que todo vuelva a su sitio. Restable-cer la normalidad. Para que el desbocamiento del capital siga su marcha. Pero aveces llega lo imposible.

11. De la reivindicación al gesto radicalDesde la hipótesis del impasse de lo político se explica bien lo acaecido en lospaíses árabes. Una situación de bloqueo político –aunque también económico,social, cultural– frente a la que no hay alternativa. Más exactamente: la única al-ternativa que, ciertamente no es tal, es la que se estaba preparando en silenciopor parte de USA, Israel… un mero recambio para que nada cambie, terminarcon el títere para preservar la continuidad del titiritero. En este punto irrumpela fuerza del anonimato como expresión de un querer vivir colectivo. Más alláde lo que pueda suceder, creemos que esta irrupción nos obliga a afinar mejorel concepto de impasse de lo político. Sabemos, porque lo vemos cada día, queuna reivindicación no llega a erosionar el poder puesto que gira en un círculode impotencia. En los años setenta se teorizó por parte de autores como R.Panzieri que en la sociedad-fábrica existía una equivalencia entre relaciones deproducción y relaciones de poder, lo que abría una vía completamente nuevapara la lucha: «toda lucha obrera tiende a proponer la rotura política del siste-ma», es decir, mediante la reivindicación se puede atacar el poder. Pues bien,eso sabemos que ya no es así. Radicalizar la reivindicación en los modos de lu-cha no conducirá más que a una reivindicación radicalizada. Por otro lado, lapropuesta clásica, tomar el poder para después satisfacer la reivindicación nosirve y tampoco deseamos olvidar la conocida carga de autoritarismo que con-lleva. Esta doble imposibilidad es otra manera de plantear la cuestión del im-passe ¿Qué pasa, en cambio, en la Plaza Tahrir siguiendo con nuestro ejemplo?Que la reivindicación se muta, poco a poco, en gesto radical. Que la fuerza delanonimato desafía el orden del régimen. Unos cuerpos interrumpen la norma-lidad: sencillamente, no vuelven a sus casas a pesar de todos los ataques. Se re-sisten. Y algo más que es fundamental: no tienen miedo a morir. Entonces su-cede lo que parecía imposible: (se) atraviesa el impasse y el pronombre reflexivoe impersonal «se» es lo esencial en todo ello. Esta es la primera enseñanza. Laestructura lógica del dilema (ni…ni…) o de la circularidad es demasiado simple,demasiado cómoda y tranquilizadora. La segunda enseñanza es una matización.Es cierto que el gesto radical colectivamente realizado permite atravesar el im-passe de lo político pero hay que precisar mejor el significado de «atravesar».La geopolítica de un peso increíble confirmaba lo que el sentido común creía:no hay alternativa al régimen de Mubarak. «Esto es lo que hay». Sin embargo,la lucha de los egipcios cambia momentáneamente la realidad. Ahora bien, atra-

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vesar el impasse de lo político no implica superarlo definitivamente. No, atravesarel impasse de lo político, como nos ha enseñado la plaza de Tahrir, consiste enempujarlo más y más lejos arrancando así momentos de dignidad y de libertad,aunque sabiendo en todo instante que el impasse adoptará una nueva forma yque, por tanto, seguiremos aún en su interior. Por eso no hay que ver en el ges-to radical que conecta con la potencia de la nada (no olvidemos también que larebelión en el Magreb empieza con un gesto nihilista de inmolación cuando el17 de diciembre del 2010 Mohamed Bouazizi se prende fuego) la solución porfin hallada. El gesto radical con todo lo que comporta de interrupción de lanormalidad ofrece ciertamente pistas, si bien plantea también múltiples cues-tiones: ¿cuándo el gesto radical se amplifica y vincula con la fuerza del anoni-mato? ¿por qué se agota en el tiempo y se convierte en gesticulación perdiendotoda eficacia? ¿cómo incorporarlo a una forma de vida? Con lo que, al final, in-tentar dilucidar el impasse de lo político nos conduce inexorablemente a la pre-gunta por el estatuto de lo político hoy.

12. La autonomía de la políticaLos enfoques de la teoría política más interesantes coinciden en dividir el con-cepto de política desde su interior puesto que en dicho concepto existiría unainsuficiencia esencial, de la misma manera que en filosofía la incompletitud delo óntico (lo que es) parece reclamar lo ontológico (el Ser). Esta autoescisión dalugar a la conocida dicotomía: la política/lo político. La política remitiría a las for-mas de acción o gobierno, al subsistema político con sus normas y objetivos, aun plano práctico. Lo político, en cambio, jugaría el papel de lo ontológico ypor eso se referiría al momento de la institucionalización, de la fundación de lasociedad. Más allá de cómo se piense la relación entre ambos planos –aquí he-mos introducido el enfoque heideggeriano del fundamento desfundamentado–lo importante a resaltar es que, en seguida, aparecen dos modelos a la hora deencarar «lo político». Por un lado, la defensa de «lo político» basada en el as-pecto asociativo o colectivo (Arendt, Lefort…); por otro lado, la defensa de «lopolítico» basada en el aspecto disociativo o antagónico (Schmitt, Laclau…).Ciertamente, esa insistencia en una u otra dimensión de «lo político» conllevaconsecuencias ya que, por ejemplo, Arendt subestima el enfrentamiento ySchmitt, en cambio, es incapaz de pensar un nosotros fuera de la relación conel Estado. A pesar de ello, ambos planteamientos concluyen en una crítica de lacolonización o de la neutralización progresiva de lo político en nuestras socie-dades y, por tanto, coinciden en una defensa de la autonomía de la política. Lasreivindicaciones contemporáneas de la política en un sentido emancipador(desde Badiou a Rancière) –la política es siempre política emancipatoria si bienescasa debido a su carácter de acontecimiento excepcional– se siguen movien-do en el interior de la misma concepción. Y cuando Nancy, inserto en otra tra-dición, piensa la colonización de lo político desde el esquema heideggeriano de

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la ausencia o retirada, se sigue moviendo en el interior de una defensa de laautonomía de la política. En este caso, sin embargo, la impotencia es llevada asu máxima expresión, ya que ahora la única acción «política» posible consisteen exponerse a la alteridad irreductible del otro. La defensa de la autonomía dela política en las versiones comentadas y sus derivaciones, acaba teniendo untrasfondo religioso indudable. Solamente podemos estar a la espera: un día lle-gará el milagro de la política. La palabra «milagro» es aquí muy adecuada pues-to que además de expresar bien esa situación de impotencia, nos recuerda tam-bién que C. Schmitt defendía la política moderna como resultado de un procesode secularización de la teología. Para el autor alemán, «milagro» significaba lasituación excepcional (Ausnahmezustand) en la que el soberano decidía y semostraba como tal; para estos autores «milagro» será el acontecimiento en elque surge la política o se hace posible el «ser-con». Esta estructura de la esperapuesta en el centro del discurso político lo inutiliza para poder atravesar el im-passe. No es extraño, pues, que la defensa de la autonomía política, al ser inca-paz de levantar una posición, acabe expulsando fuera de la política: a la ética(Badiou), a la estética (Rancière), a la filosofía (Nancy).

13. Crítica de la políticaDe aquí que la crítica del concepto de autonomía de la política adquiera unaimportancia fundamental. Lo que ocurre es que esta crítica no es nueva, ya quese inscribe en el interior de lo que siempre se ha conocido como crítica de la po-lítica. Esta crítica se remonta a Marx cuando en sus reflexiones sobre la Comu-na de París defiende que se trata de una revolución contra el propio Estado, yque la destrucción del aparato burocrático-militar implica que los trabajadorestomen en su manos la dirección de los asuntos públicos, en definitiva, se rea-propien de la vida social. La crítica de la política se sitúa, pues, en la línea deuna extinción del Estado y de todo lo que comporta. Para dar cuenta de esteplanteamiento que no reivindica la política sino su crítica, creímos necesario in-troducir el concepto de lo antepolítico (Horror Vacui, Madrid, 1996). Lo antepo-lítico, entendido como el ser político mismo, es la esfera vital donde ser y po-der se interpenetran aunque sin confundirse, allí donde el querer vivir –que esla diferencia que vincula el ser y el poder– se despliega en toda su ambivalencia.Lo ante-político sería lo previo, tanto en un sentido temporal como ontológicoa la política, y la política en ella misma aparecería siempre ligada a un acto dedesposesión (la «política» es retirada del barrio, de la empresa… de la vida paraser puesta en manos de especialistas) y de reducción de complejidad. La políti-ca, en la medida que hace inteligible lo social, significa siempre el asentamien-to del Uno frente a los muchos, y en ese Uno se confunden absolutamente sery poder. «Lo político», por su parte, describiría la tensión entre ambos momen-tos (lo antepolítico y la política). Con lo dicho podríamos proponer una nuevaaproximación a la consumación del nihilismo como ausencia de lo antepolítico.

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Ausencia de lo antepolítico porque ya no queda nada de la ambivalencia delquerer vivir, porque el querer vivir ha sido secuestrado por la máquina de mo-vilización. Aunque ganamos una descripción más precisa, el concepto de lo an-tepolítico si bien es operativo para la crítica, nos deja inermes por cuanto nosaboca a una especie de pasividad expectante parecida a la que anteriormente de-nunciábamos. Estamos de nuevo ante el impasse. Como si la «crítica de la polí-tica» tuviese que ser prolongada para no quedar reducida a una mera inversiónde la «defensa de la autonomía política», y por tanto, encerrada en sus límites.Creemos que no es exactamente así porque lo antepolítico –anuncia porque locontiene– un concepto que nos va a permitir ir más allá. Este (nuevo) conceptoes el de politización.

14. El verbo «politizar»El concepto de politización, aunque no es nuevo, siempre ha tenido un caráctersecundario y subsidiario respecto a la política. Con dicho concepto se describíaun proceso subjetivo que, por explicarse habitualmente en términos hegelianos,adoptaba la forma de una «toma de conciencia» por parte de un sujeto. La po-litización estaba ligada a la construcción de una identidad desalienada y funcio-naba en el interior de un horizonte político de reapropiación. Reformular elconcepto de politización y otorgarle una primacía que no poseía, no puede con-sistir evidentemente en la descripción de otro proceso de subjetivación –porejemplo, limitarnos a hablar de una politización apolítica (ver Espai en Blancn.º 5-6) sino que obliga a aprehender el concepto de politización mismo a la al-tura de la época global en la que estamos. Esto implica necesariamente pensarla politización más allá de una esfera subjetiva, es decir, como un proceso de larealidad que apunta contra la propia realidad. Dicho en otras palabras. Cuandola realidad se hace una con el capitalismo y actúa como esencialmente despoli-tizadora, la cuestión clave no consiste en responder a ¿qué es politizarse? sinoen desentrañar el significado del verbo «politizar». Por eso la frase que constitu-ye nuestro punto de partida, y en cierta manera nuestra verdad, es: «Nada espolítico, todo es politizable». Esta frase –vale la pena recordarlo– se separa de«Cuando todo es político, nada es político» enunciado que explicita «Le retraitdu politique» (la retirada de lo político) y que fue introducido por Ph. Lacoue-Labarthe y J. L. Nancy en el año 1981 para resumir la crítica de la colonizaciónde la política. «Nada es político, todo es politizable» se sitúa, en cambio, en elinterior de la crítica de la política y nos pone ante la verdad en un doble senti-do: 1) La verdad de la politización hoy, es decir, cómo funciona y en qué medidaes posible. 2) La politización como verdad de la realidad, es decir, cómo medianteesta intervención politizadora la realidad se nos muestra en tanto que tal. Peroesta doble cara de la verdad –la verdad de la politización y la politización comoverdad– en la actualidad está totalmente oculta, ya que en una realidad que elcapitalismo ha naturalizado, el propio concepto de politización ha sido despo-

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litizado, y esa transformación va mucho más allá de una neutralización de la po-lítica por conversión en una mera técnica administrativa. Restituir la verdaddesdoblada de la politización es empezar a atravesar el impasse.

15. Una política de y con la politizaciónPero no es una tarea sencilla. La desarticulación de la politización en cuanto talse plasma en la propia homonimia del concepto. «Politizar» se dice –porque sehace– de muchas maneras. Internet se politiza cuando en su interior se desplie-ga una lucha por la transparencia y contra la censura; una cooperativa de con-sumo se politiza cuando la preocupación por comer saludablemente se desplazaa la pregunta por las relaciones entre campo y ciudad; una solidaridad efectivaen defensa de la dignidad y contra la humillación puede ser un arranque de po-litización; una universidad libre clavada en la universidad tradicional puede po-litizar el espacio educativo. Los ejemplos son innumerables porque cuando yano existen frentes de lucha, sino que la vida es el propio campo de batalla, elverbo politizar se conjuga de infinitas maneras, e infinitos son los procesos desubjetivación que se producen. Este estallido, sin embargo, no se recoge en unfondo común. La fuerza de la politización se pierde en la impotencia comoaquella fuerza que, al no encontrar la fuerza que combate, necesariamente tie-ne que apagarse. Por esa razón, la politización posee actualmente un caráctercentrífugo. Por un lado, su efecto sobre la realidad es escaso, como si huyera deella incapaz de morderla. Por otro lado, la politización si bien responde a unadecisión que posee una dimensión colectiva –e incluso puede arrancar de unproceso colectivo de lucha– termina muchas veces en una opción personal deretirada o de fuga como única salida. Esta aproximación al carácter centrífugode la politización muestra ya algunos de los límites a los que se enfrenta. Tome-mos, por ejemplo, la politización del ciberespacio que constituye un verdaderocampo de experimentación. En este caso estamos ante una politización que,arrancando de los lugares más distintos e incluso contrapuestos ideológicamen-te, es capaz de generar una nube de singularidades que actúan al unísono sobreun objetivo. Finalizado el ataque la nube se deshace. Este modo de intervenciónes sumamente eficaz, y aunque se basa en una concepción clásica de crítica, des-de el punto de vista de la organización supone ciertamente una innovación. Y,sin embargo, en dicha práctica –aunque en ella se llegue a combinar con éxitolo real y lo virtual– están contenidas aún todas las limitaciones que constatába-mos: dispersión, discontinuidad, parcialidad… En definitiva, todo apunta a quepolitizar es un verbo muy difícil de conjugar aunque sólo él puede organizar lanoche del malestar. La pregunta que entonces se nos plantea es la siguiente: ¿elconcepto de politización puede ser un concepto político, es decir, una guía parala acción o tan solo puede ser un concepto descriptivo? Creemos que sí puedeser un concepto político aunque a condición de esquivar dos peligros que lo in-utilizan. El primero consiste en querer imponer una irreductibilidad a la politi-

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zación, ya sea mediante la apelación a la inmanencia, ya sea mediante una hi-postatización trascendente. El segundo sería que, al desear mantener la ambi-güedad, permaneciéramos prisioneros de una práctica política concebida exclu-sivamente como traducción entre experiencias diversas. El desafío que tenemosante nosotros se clarifica enormemente. Inventar una política de/con la politiza-ción consiste en mantener la ambigüedad inherente a la actual politización sinreducirla –porque esta ambigüedad es en última instancia el reflejo de la ambi-valencia del querer vivir– pero yendo más allá. Este «más allá» tiene que ser unmomento organizativo puesto que la organización es lo único capaz de empu-jar la politización fuera de sus propios límites. Creemos que la articulación es laforma organizativa que, con un mínimo de violencia y sin desvirtuar esta ambi-güedad esencial, puede cumplir esta tarea.

16. Por una articulación de la politizaciónLa política que corresponde a una época postpolítica tiene que empezar, pues,por reconocer la ambigüedad no como un obstáculo sino como algo favorable,como la condición de posibilidad de lo común. Ahora bien, quedarse aquí seríarenunciar en la práctica a toda política. Por eso hay que dar necesariamente unpaso más. Ese paso adelante se puede describir como una sobredeterminación dela ambivalencia y se efectúa mediante una operación de articulación. La articu-lación no comporta superación dialéctica ni de ningún tipo, ya que sigue per-mitiendo la existencia y el movimiento relativo de los dos polos. Se puede afir-mar que la articulación separa sin cortar, tensa sin romper. Cuando Schellingrefiriéndose a la articulación hablaba de ternura acertaba plenamente. De aquíque anudar lo separado comporte mantener siempre una cierta ambigüedad. Estees el precio que toda articulación tiene que pagar, y es bueno que así sea. Nohay que olvidar, por otra parte, que en el «anudar» hay obligatoriamente unmomento de violencia inherente a la experiencia de verdad que es propia detoda politización. Por esa razón, si intentamos pensar la articulación de la poli-tización –lo que en definitiva es introducir su definición– nos damos cuenta enseguida que esa definición, para ser efectiva, tiene que ser interna. Explicar lapolitización en relación con lo que no es politización es poco útil. Una vía másinterna sería: la articulación de la politización se realiza como vinculación entrelo antepolítico y la política (entendida como crítica). Esta vinculación evidentemen-te no tiene una única forma de plasmarse. Avancemos un modo concreto quehemos vislumbrado en los últimos años: la vinculación entre la interioridad co-mún y una estrategia de objetivos. Un ejemplo. Cuando un grupo de gente reu-nida en asamblea decide empezar una campaña de denuncia del problema de lavivienda e inventa la consigna «No tendrás casa en la puta vida» no sabía cier-tamente que podía pasar. Desde el punto de vista militante tradicional se trata-ba de una frase absurda ya que no reivindicaba nada, además era machista etc.A pesar de ello, y por dos veces, miles de personas salieron a la calle en mani-

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festación. No hace falta añadir que si se hubiese apelado al derecho de viviendacasi nadie hubiese acudido ¿Cuál era entonces el extraño poder de esta frase?Pues, simplemente, que conectaba con la interioridad común, o sea, con el que-rer vivir de la gente autoreflejado sobre sí mismo. Este movimiento por la vi-vienda digna se truncó, puesto que al no existir una estrategia de objetivos, eraimposible establecer una vinculación entre ambos polos. Y, sin embargo, la ex-periencia es rica en enseñanzas. La expresión política de la interioridad comúnes mucho más delirante de lo que nosotros nos atrevemos a imaginar y su po-tencia es inmensa. Vale la pena recordar en este punto que la pancarta que ini-ció un nuevo tipo de movimiento de parados en Francia en el año 1997 (laAsamblea de Jussieu) afirmaba «Queremos un trabajo de mierda pagado conunas migajas». En ambos casos no se llegó a concretar una estrategia de objeti-vos. La consecuencia fue que «V de vivienda» intentó finalmente protegersecon un marco jurídico para la defensa de los derechos sociales, y Jussieu acabóa causa de la represión y también porque el juego subversivo tiene sus límites.Ese doble resultado nos dice algo acerca de lo que sería una estrategia de obje-tivos. Una estrategia de objetivos ni debe confundirse con la defensa de unosderechos ni con una práctica lúdico-subversiva.

17. Politizar es unilateralizar y articularDespués de lo dicho avancemos una nueva aproximación: articular la politiza-ción es dar nombre al rumor de fondo, al malestar social. De aquí que politizar, esdecir, la política de la politización, nunca podrá encerrarse en lo que sería lasimple «aplicación de una regla». No existe regla alguna que pueda servirnos yaque politizar consiste precisamente en lo opuesto, es decir, en hacer saltar lasreglas, los códigos. Lyotard defendía frente a un ideal de comunicación que elfilósofo es aquél que «habla para encontrar la regla de lo que quiere decir, y portanto, habla antes de conocerla y sin conocerla». ¿Se puede aplicar este razona-miento en el caso de la politización? Sí y no. Sí, en la medida en que este modode actuar permite salvar la creatividad. No, por cuanto la creatividad en sí mis-ma no es necesariamente sinónimo de resistencia al poder. Hay una manera depoder salir de esta paradoja, y es tener en cuenta que la politización no sólo re-quiere el tiempo –politizarse en tanto que proceso con un temporalidad propia–sino que también implica el espacio. C. Schmitt ya sostenía que a «lo político»le era esencial el espacio entendido a partir de la relación amigo/enemigo. Des-pués de lo que llevamos dicho no hace falta criticar de nuevo este plantea-miento. Creemos que el verbo politizar puede incorporar la espacialidad y asíliberarse de una ambigüedad contraproducente pero no de toda, mediante lapráctica de la unilateralización. Unilateralizar consiste en romper las relacionesde poder, sentido, explotación y esto, evidentemente, supone no olvidar la rela-ción amigo/enemigo. Pero la unilateralización no queda encerrada en ella. Uni-lateralizar es un abrir que, paradójicamente, implica sustraer dimensiones a una

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realidad cuya (auto)reproducción se basa en multiplicarlas En una formulaciónsintética: politizar es unilateralizar y articular. La unilateralización precede, portanto, a la articulación y es imprescindible. Atendiendo a la espacialidad pode-mos introducir una definición que prolonga la anterior: politizar es abrir lugarescomunes. Un lugar de enunciación en tanto que nosotros vacío y que cualquierapuede ocupar si lo desea. Por eso toda politización levanta una posición en eldesierto circular que habitamos. Entonces puede iniciarse la travesía. La pala-bra «posición», como las demás palabras empleadas (unilateralizar, abrir…),connotan ciertamente violencia. Es así. Politizar comporta crueldad con unomismo para dejar de ser el que la realidad nos obliga a ser, y también violenciasobre un mundo que nos ahoga. En definitiva, la política de la politización no cabeen un acontecimiento ni por ello está a su espera. Surge, ésa es su gran fuerza ya la vez su dificultad, cuando ya se atraviesa el impasse.

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