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^ » . » m t ^ t i i m w « ^ ^ t t w ^ t t w ^ t t ^ » ^ . ia, NAllDII€ll€^l = DIE IA§I | FRASES ül ¿tecitaá ^o.W * V 'UDOT tl AS frases hechas son lastre siempre peligroso. Se las repite por hábito, por co- modidad, por mimetismo, y sue- len terminar convirtiéndose en axiomas aparentemente eviden- tes. La razón es simple: toda frase hecha representa un juicio casi siempre errado, o por lo menos simplista — que ahorra al hom- bre el trabajo de buscar y adoptar la propia actitud. Se nos ofrece una realidad ya definida, masti- cada, digerida: y media humani- dad se apresura a aceptarla con regocijo, como se acepta toda dá- diva que ha sido ofrecida sin exi- gir nada. Y lo cierto es que no existe la afirmación — ni la negación puramente gratuita. La única ver- dad es ésta: que no hay ni habrá nunca una verdad que se baste a si misma. El axioma, lo absoluto, lo evidente, son otros tantos mi- tos que ha inventado una huma- nidad enamorada del menor es- fuerzo; porque mal puede conce- birse principio alguno — no im- porta su belleza — q u e logre pres- cindir de un por qué, de una crí- tica y una duda. La frase hecha es mera fórmu- la para eludir la indispensable búsqueda de un criterio. De ahi quizás el éxito de tantas y tantas sentencias, de tantos y tantos proverbios, todos ellas categóricos como las inapelables definiciones de un diccionario. Sabiduría con- densada, según algunos, pero que no pasa de ser un código a ima- gen y semejanza del convenciona- lismo más ramplón. Y el refrán I upular. incluso, equivale casi siempre a la consagración de un burdo y grosero prejuicio. Pero no se trata aquí de enjui- ciar o rechazar el contenido d e u n Hslogan», sino de criticar su rasgo específico; es decir, esa caracteris- *.¡ea que consiste en encerrar la realidad entre cuatro paredes o cinco, ó mil , y forjar con ella un sistema implícito de verdades falseadas. Para decirlo en otros términos: que el «slogan» más be- llo, más seductor, más pulcro, es siempre y en todos los casos una fría mecanización del pensamien- to humano. Alguien dijo ya que «LAS FRA- SES HECHAS FUERON LAS CA- DENAS QUE DETUVIERON LA HISTORIA». Justamente por ser fácilmente asimilables, aunque no siempre comprensibles, han sabi- do seducir y echar raices: n o m u y profundas, pero resistentes. Repe- tidas luego por cientos y miles de bocas, difundidas como una moda más, muchas de ellas han llegado casi a semejar verdades evidentes e inconmovibles. El hombre ha ido sugestionándose, identificán- dose con esas falsedades tan có- modas; y un buen día ha desper- tado convencido de que el «slo- gan» formaba parte de su propio yo. El dogma, en el fondo, es la frase hecha por excelencia. Supo- ne siempre una afirmación gra- tuita y ofrece un paraíso — o u n a revolución mesiánica, o u n a vida inmortal — a cambio de un dere- cho que los hombres no se empe- ñan demasiado en defender : el derecho a la duda. Presenta un mundo ideal y sólo pide una pe- queña abdicación; y toda abdica- ción tiene la ventaja de ser có- moda, confortable, virtudes caras al mundo de hoy y de siempre. Terrible imperio el de la frase convencional, el del proverbio y la sentencia con aspiraciones de en- ciclopedia ecléctica. Porque todo prejuicio, y todo dogma, y todo rito, y todo tabú, son al fin de cuentas «slogans» que han adqui- rido fuerza por un largo proceso de repeticiones; en el origen de cada culto y cada secta rutinas oficializadas — h a y u n a vieja fra- se hecha que ha sugestionado a unos hombres. Por todo ello, no vacilamos en referirnos al anarquista como al hombre que ha dudado antes de creer y que ha buscado antes de dudar. Sin caer en el escepticis- mo, pero evitando también todo juicio infalible. «Somos un error que quiere justificarse», escribió escribió una vez Pachecho. Porque el progreso es precisamente una eterna duda que desconfia de la evidencia pura: ni en el hombre, ni en la idea, ni en el futuro. RUTA. ótíQcuru® óo. la 1 ROUTE, hebdomadaire de La (JL £.&.£. en (Quince Año V I I I N° 3 3 1 Precio 15 francos «Jueves 31 de Enero de Qiceeeiñn pata la Correépetndencia.- Administración Redacción M. Boticario - 4, rué Bellorl, Toulouse - R- Mejías Peña G'aia q-iras (únicamente): (pablo (Benaigeá C.C. Postal N- 1328-79 Toulouse (Hie-Gne) PRECIO DE LAS SUSCRIPCIONES: 3 meses: 195 frs. 6 meses: 390 frs. 1 año: 780 frs. MARTIN ARTAJO pide para asegurar una guerra la PAZ E L ministro franquista de Asuntos Exteriores, Martín Artajo, con la desvergüenza habitual en él, ha formulado el balance de 1951 en la po litica que corresponde a su cartera. Comienza invocando «¡as mercedes de la Providencia» y «la genial guia de Franco»—¡qué envidia para Stalin!— hilvanando seguidamente uno de los más artificiosos discursos que de él po demos recordar. Hemos de reconocer, sin embargo, que en la primera estrofa i de su cantinela, comentando «la vuelta a la normalidad diplomática*, da una sonora bofetada a las Naciones Unidas al tiempo que dice verdades como pu- ños; veamos: «Abandonada, al terminal el anterior—se refiere al año 50—, más por torpe que por injusta, la política de aislamiento que practicaron con Es- pañu bit Sar iones Unidas, U>s gobiernos dejaron apenas transcurrir el plazo ne- cesario para saltar el pudor de -ota rectificación tan ruklosa...» Dejando aparte el pudor da los go- biernos democráticos, que se comenta por solo, vamos a la primera parte 02§3di SIEMBRA u O DE ODIOS N aula escolar. En ella, un cente- nal de pupitres. Y tras cada pu- pitre un niño. Frente a los niños una inmensa pi- zarra, en la que un hombre, el prole sor, ha planteado un problema d.' ma- temáticas extraído del «Compendio de la tercera clase de la escuela primaria», "(lición oficial para las escuelas rusas. "I'rttyemn núm. 1.195: Para poder CUfHlfft» BR«EWIE£ UN LOBO DE MAR E RA un lobo de mar. Pero auténtico. Un auténtico lobor de mar con lodos los atributos inseparables de SU calidad: el pelo enmarañado y ya gri- sáceo, la nariz como -ni grueso garbanzo rojo caído en medio de la mo- fletuda cara, espesas cejas que diríanse manpiesiiías sobre, el metal pulido de sus ojos, la frente espaciosa cntrometicn dose atrevida en la cabellera <un inteu- eUini s de copo (apilar, las inmensas orejas de amoratada apariencia y la bar- ba de ocho días. Ese sí que era el detalle característico de su personalidad, la barba. Diriase que se afeitaba todos los días la longitud pilona que excedía a la del día anterior y así manteníase constante. A no ser que no le creciese. pero en ese caso, ¿cómo hubiese llegado a adi/uirír aquellos siete milímetros de los (pie tan orgulloso se mostraba? Cuando llegó al pueblo, corrióse la voz que pasaría unas vacaciones en es- pera que su compañía (me refiero a le naviera) le proporcionase otro bajel, pues el anterior había que repararlo; e inmediatamente, los chicos y no chicos del lugar buscaron su compañía (no la naviera) con objeto de escuchar boqui- abierto» y ofieneendidos las proezas realizadas por el capitán. El alcalde del pueblo, en nombre del ayuntamiento, organizó un banquete en su Itonor en -una finca que la municipa- lidad poseía al otro lado del río, du- rante el cual se comió y bebió copio- samente, siendo el lobo de mar agusa jadísimo y obligándose a que contas, algunas de ms aventuras. ¡Y que no le gustaba a él relatar sus hazañas! Más que a un lebrel volatilizar un hueso o a un hombre de negocios encontrar mano de obra barata. Y es que un ma- rino sin cuento es como un cazador sin fantasía. Y este es el cuento del cavi- lan. Recordaba sus tiempos de infancia cuando se le escapaban lánguida* de sus ojos, burlando las verjas de sus pes- tañas, las miradas hacia los bajeles. Los veía allí, cerca, somnolientos largos caminos y mecidos por los cla- ros brazos de dársenas castas. Casi in- móviles. Si el agua se irritaba, estam- paban saludos caballerescos con ligera Francisco FRAK inclinación de cabeza. Y se que- daban poseídos de agua, soñando rumo- res de olas, caricias de vientos y be- sos de espuma. A veces alguno de ellos era enjalmado como equino bullicioso y piafando horizontes, buscaba la salida del puerto, apenas contenido en sus ar- deré* por la brida de la prudencia. Más tarde fué su primera salida a alta ruar. Iniciada con golosa esperan- za y acabada acostado con sabor de sardina en el paladar. El mar le había i sculado la cabeza. Pero la bodega es- taba encinta de pescado y el parto en el muelle hubo que bautizarlo en la ta- berna de la esquina. El perdió el bau- tizo, pero todavía los más viejos del lugar recordaban el buen día en que el •apitán salió al mar por primera vez. Después la escuela. Posteriormente un natío, otro, otro más y por fin el suyo. Consuelito se llamaba. Tenía el nom- bre de mujer y el encanto de hembra. Graciosa y pizpireta perdía sus horas de piierto acicalándose sobre el espejo en que reposaba, pero al salir en cru- cero, ¡qué agilidad en el paso y qué r'it senfadado su garbo! El viento pei- nábale la cabellera de humo en el ga- binete de agua y azul, y los carbone- (Pasa « la página 3.) de la parrafada, que aunque habilido- samente construida, creyendo posible- mente pasarla de matute, no ha colado con nosotros, que sin ser ministros ni académicos, conocemos bastante bien el idioma castellano. «Abandonada—dice Artajín—más poi torpe que por injusta ; es decir, que él mismo reconoce que la política de ais- lacionismo hacia el régimen, no era iu- ¡"istti siró torpe para ciertos intereses que a la legua se adivinan. Se necesita todo el desparpajo y la caradura de un ministro franquista para decir tales co- sas ante la faz del mundo, y especial- mente de quien sufre directamente las consecuencias, sin enrojecer. Después de glosar como victorias di plomáticas del franquismo lo que sólo es debido a la desvergüenza e intereses de otros países, mejor dicho de otros gobiernos, nos sale con la copla tan en boga hoy: «Acucian a Europa ¡a obli- gación de defenderse contra el impe- rialismo comunista», seguida de un es- tribillo «tout a fait nouveau»: «... y la responsabilidad histórica de rescatar pa- C. G. ATLAS (Pasa a la péigina 3.) Mrs. Eleonor Roosevelt CCNTRRASTES Los excesos del hombre D espués de lo escrito por V. Hugo en las más celebradas páginas de sus novelas, y cuando se ha leído a Zola en sus obras de mayor relieve, parece irrisorio el noble afán de quienes, una vez más, pretenden des- cribir la miseria de los más y la opulencia de los menos. Parece que todo está dicho ya. Y sin embargo, no podemos sustraernos a la comezón originada por la vista de tan repulsivas escenas, ¿sin intentar un bosquejo. El modelo está en todas partes. ¿Pa- ra qué ir a los suburbí/.s de Calcuta o los populosos barrios bajos de Shangai. si Londres, París, Nueva Y'ork, Moscú, Plácido BRAVO bombardear con mayor precisión una localidad, es necesario cortar/ los arbus- tos de un bosquez-uelo rectangular de 120 metros de largo y de SO de ancho. Quan ^Pintada ¿Cuántas horas emplearéin doce solda- dos si un soldado corla SO m?. "n una hora?» Los niños, de dic/. a doce años de edad, se afanan en el estudio del sin- gular problema. Les parecí' de difícil solución. Y sin embargo, sus padres no se molestarían ni tan siquiera en co- ger un lápiz: ¡lo han resuelto y.\ tan- tas veces en la práctica! Pero dejemos la ciencia d< Pitágoras en forzada confabulación con el mal- dito germen de la guerra. Y estudiemos gramática. Como la estudian los niños rusos. Escojamos una gramática mo- derna, la «Gramática oficial', Je las escuelas de la U.R.S.S.. para niños de nueve a diez años. Veamos lo que en esa edición, de 1951, pueden aprender los hombrecitos que estudian en el país del socialismo». «Ejercicio núm. 383: En el texto si- guiente reemplazar el modo infinitivo de los verbos por el modo imperativo. Para fijar el gatillo en posición de seguridad, fijar el alza en su posición permanente; abrir el cerrojo, coger el cartucho, extraer el cargador, acabar de cargar el fusil y cerrar el cerrojo, etcé- tera, etc..» ¿Pero es esto posible? ¡Será sin duda un error! Examinemos otro ejercicio gra- matical. El número 82. Quizás ahora... Ejercicio núm. 82: Un oficial sovié- tico debe saber combinar el pensamien- to militar de avanzada con la prái tica de los combates... Nuestro país apre- cia a sus jefes militares... Y los recom- pensa según sus méritos... Los solda- dos están orgullosos de sus jefes... A la primera orden, se encuentran prestos a realizar no importa qué deber militar... Quizás es que en la U.R.S.S. los ni- ños de esa edad no comprenden itio lenguaje. (Ayudadme, amigos de Sta- lin, ciegos servidores del Kremlin, par- tidarios del bolchevismo, ayudadme a encontrar excusas: ¡vo no las encuen- Ira!) ¡Ah, sí! Quizás en la escuela de pár- vulos, allí en donde los niños de tres, cuatro y cinco años inician sus estudios, allí en donde debe primar siempre el amor, la caricia, la sonrisa, allí encon- traremos otra cosa. Veamos el «Abecedario» de S. P. Rie- (Pasa a la página 3.) etcétera, como cualquier Barcelona, to- das tienen su «barrio chino», más gran- de o más chico? Donde pululan las multitudes acosadas por el hambre, mi- nadas por la tisis. Desnutridas y ade- más harapientas, sucias, casi repulsivas; viviendo en la promiscuidad en el re- cinto estrecho de sus oscuras cuevas y asquerosas pocilgas entre las ratas, los piojos, las pulgas y los chinches; y to- da esta fauna de microbios y bacilos infectos, gusanos e insectos microscópi- cos desarrollándose en este medio hecho de fiemo y basura, que vuelan y nave- gan en esta atmósfera densa, saturada de gases fétidos y fermentos nauseabun- dos asaltando la fortaleza humana sin cesar, hasta haberla podrido. Manchas vergonzosas de esta civili- zación, calificadas zonas leprosas, en donde el burgués y el aristócrata raras veces se aproximan, y si se arriesgan alguna vez es para correr alguna de sus frecuentes juergas nocturnas; para re- volcarse en el fango de sus propias cul- pas y satisfacer allí sus repugnantes vicios. Zonas negras, confín de truha- nes, mendigos, gangsters y prostitutas; y refugio forzoso de rebeldes persegui- por dos y de fracasados o ilusionados ar- tistas. Los plegados, más que adapta- dos, al orden; y los inadaptados a este infernal desorden. Inmensas letrinas del régimen capitalista en cuyo estercolero suele también crecer la flor vengativa con perfumes de justicia. Entristece sobre todo el rostro esquelé- tico de los niños. Niños huérfanos o de padre desconocido. Y sin embargo, son curiosas la topografía y arquitectura de estos barrios. En su perímetro se alzan los más imponentes templos de la fe y de la ciencia, inmensas moles de pie- dra con rótulos de hospital o de basti- lla. Teatros, cines, cabarets, cuarteles, conventos, mancebías... Atracción y fe- ria continua. Corazón mercantil de una ciudad, las más imponentes son las co- lumnas de la Bolsa; templo de la es- peculación y el artificio, como la vida de la ciudad: podrida. Poco más lejos, formando cintura, los barrios ricos. Avenidas, parques, Pala- cios y hoteles mastodónticos; ahí viven los mimados por la fortuna. ¿Y cómo viven? ¿Serán felices? Más que bien nutridos viven cebados. Consultad las estadísticas de las clíni- cas de lujo. Noventa por ciento de en- (Pasa a la página 3.) HABLA DE LOS REFUGIADOS M RS. Eleonor Roosevelt, esposa del desaparecido presidente, es una muja de -una actividad desbordante, pese a su edad avanzada. Entre sus di- versas actividades, figura la de miembro de la delegación de los Estados Unidos en la O.N.U. Su estancia actual en París, le permite hablar con fie- cuencia ante los micrófonos de la Radiodifusiém francesa. En sus intervencio- iii-y. Mrs. Roosevelt aborda los problemas que se han debatido o se debaten en el seno de las Naciones Unidas, exponiendo, como es natural, el punto de vista norteamericano sobre dichos problemas. En su última intervención, ha abordado el problema de los refugiados. Evocando las discusiones que este problema ha s-uscitado en la O.N.U., Cri- tica la posición que han mantenido en el debate las delegaciones de los países del bloque; soviético y, particulartmeirte, la defendida por' el representante de Bielorrusia. Como se sabe, esta delegación presentó una moción de censura centra los países que, según ella, han torpedeado acuerdos anteriores de la O.N.U. Estos acuerdos preveían un repatríamiento acelerado de las llamadas «personas desplazadas». La moción antedicha, reclama, además, el repatría- miento forzoso de los refugiados y personas desplazadas. Mrs. Roosevelt censura esta posición del delegado de Bielorrusia, que cali- fica, muy justamente, de antihumana. Al mismo tiempo, defiende el derecho de asilo considerándolo como una de las preciadas conquistas de la civilización. Recordando el éxodo producido por las guerras de religión, exaltó la memoria de los primeros hombres que abordaron las playas del Nuevo Mundo huyendo de las persecuciones religiosas. El presidente Roosevelt -también había evocado en más de •una ocasión, la epopeya de los primeros núcleos de emigrantes que eitablecicron los cimientos de lo que luego tenia que ser la gran Uniém Ame- ricana. Hasta aquí, nada se puede objetar a la peroración de Mrs. Roosevelt. Pero cuando habla de las posibles soluciones que pueden resolver el problema de los refugiados y personas desplazadas, no menciona a los que no proceden de los países del Este europeo. Parece ignorar que hay refugiados que han abani- donado su país antes que empezara la última guerra. Olvida, por ejemplo, que i xislen refugiados españoles. A decir verdad, este olvido no tiene nada de sorprendente. Entra de lleno en lo que ha sido actitud constante dei los Estados Unidos con respecto a los refugiados españoles. Aparte algunos refugiados de cuota, pocos han sido los refugiados espuñoles que han podido pisar tierras norteamericanas. Si algunos atidaees han embarcado clandestinamente par» el país del Tío Sam, han ido a dar con sus huesos en los calabozos de Long l.shind. l^esde allí no han, salido hasta que alguna república suramericana no les ha abierto sus puertas. Hace cierto tiempo, el Senado estadounidense estableció un cupo de refu- giados europeos que serían admitidos en los Esiados Unidos. Si r)ud no remi- damos, fué el senador Chavez, de Nuevo México, quien propuso que en dicho cupo se incluyera a cuarenta mil refugiados españoles. La mayoría de senado- res rechazaron dicha proposición. No tiene nada de extraño que Mrs. Roosovelt no se acuerde ahora de nosotros. Sobre todo en estos momentos en que los generales y diplomáticos americanos andan en tratos con Franco y sus secuaces. Si condenable es la actilmd de los que preconizan la repatriación forzosa de los refugiados, no lo es menos la de los que hacen de la ayuda a ciertas categorías de refugiados un arma de propaganda y de descrédito del presunto enemigo. ' La personalidad de Mrs. Roosevelt siempre nos había inspirado viva sim- patía. Pero, francamente, esta vez nos ha decepcionado. No podemos esperar nada los refugiados españoles de la «democracia» americana. Cabía esperar, no obstante, que uncí voz que hasta ahora considerábamos prestigiosa al hablar de los refugiados, no nos echara en olvido. No ha sido así por desgracia. Los intereses nacionales están por encima de las consideraciones humanas y sen- timentales. _ ' •: C. PARRA. Di IB m ¡ANTES LA MUERTE! Y dígame, doctor: ¿me queda mucho tiempo de vida? —Si prescinde Vd. del alcohol, aun podrá vivir unos dos años. Si deja usted de lado el tabaco, el aire viciado de las salas de espectácu- los, de los cines, de los teatros, de los RICIAlfl PRESEnTADO POR LA F.l. DE PARÍS L dictamen que hoy publicamos — y que por una circular del Comité Nacional mismas columnas, hace algunas sema ñeros Garcés y Mondragón — que hacían refe ción de la importancia e interés del proyecto, niencia de estudiarlo detenidamente; e, indepe seno de cada F. I... invitamos a los compañe TA, ofrezcan todas las sugerencias, comentari feccionar el proyecto inicial. Queda iniciada, cha, una sección en la que tendrán cabida to referencia al dictamen de la F. L. de París; las para facilitar el estudio que las FF. LL. lleva La tribuna queda abierta. Los compañeros Considerando que la apatía que paraliza muchas ac- tividades juveniles proviene en su mayor parte de una falta de acción, y sabiendo que tras la apatía sigue el abandono de toda personalidad moral e ideológica, creemos de extrema necesidad el reaccionar con vigor aportando iniciativas susceptibles de orientar nuevas actividades, poniendo todo nuestro entusiasmo, y yen- do a su realización con la fe y la convicción que nos clan nuestros ideales libertarios. Como uno de los aspectos que constituye la base de la inactividad presente es el aislamiento y la dispersión en que la situación actual somete a los jóvenes, apre- ciamos, que será de mucha oportunidad y de gran efi- cacia la sugerencia siguiente: Realización de una gran concentración juvenil en la COLONIA DE MUTILADOS AYMARE. Pero esta concentración, diferenciándose de las jiras corrientes. se celebraría cubriendo un objetivo solidario: es decir que, durante determinado Hampo, los jóvenes aporta- ríamos el vigor de nuestros brazos para realizar nuil- tipies trabajos de la Colonia. Además de la ayuda material que representaría esta sera dado a conocer a las FF. LL. juveniles fué elaborado por la F. L. de París. En estas ñas, insertamos dos artículos — de los compa- rencia a la iniciativa. Convencida esta Redac- sugerimos a los militantes juveniles la conve- ndientemente de los debates que suscite en el ros a que, aprovechando las columnas de RU- os e iniciativas que puedan enriquecer y per- pues, en nuestro semanario, a partir de la fe- dos los trabajos que se nos envíen haciendo opiniones publicadas han de servir, además, rán a cabo. tienen la palabra. LA REDACCIÓN. acción, podríamos, en las veladas, establecer un in- tercambio de impresiones en el aspecto orgánico y ge- neral. Es indudable que los jóvenes libertarios saldríamos revigorizados con las enseñanzas de la vida en común, colectiva, que la mayoría de nosotros desconocemos, pero que anhelamos practicar, por lo menos durante el tiempo de nuestra estancia en la colectividad liberta- ria. Para llevar a cabo con rotundo éxito la concentra- ción, señalamos que las sugerencias emanantes de to- das las FF. LL. y militando en general se deberían someter al Comité Xacional, o bien a una comisión nombrada a tal efecto y asesorada por él, que se en- cargaría de la coordinación de todos los detalles en lo (fie respecta a preparación!, organización y realiza- ción!. No nos extendemos más. Sometemos a la militancia en general esta iniciativa, esperando que será acogida con entusiasmo y ampliada con sugerencias y orien- taciones eme l.i enriquezcan. Por la F.L. de PARÍS.—El Secretariado. cafés, puede vivir uros ocho años, no más. Si evita usted las emociones fuer- tes, si no asiste a partidos de fútbol, a combates de boxeo, a carreras de automóviles, y si no viaja en avión, le puedo dar hasta doce años. Si sus comidas son ligeras (nada de carne, de grasas, de platos con- dimentados con especiad), y si no prueba el café ni el/té, no me extra- ñará que viva usted dieciocho años más. Si se acuesta usted con el sol y se levanta ron las gallinas, si da gran- des paseos al aire libre con paso gim- nástico, si se ducha cor agua fría to- das las mañanas—aun en invierno—, llegaría a asegurar que vivirá usted todavía unos veinte o veintidós años. —Y, sobre todo, si prescinde usted en absoluto de leer, para evitar es- fuerzos mentales; de enamorarse, pa- ra que sus nervios no se alteren; de actividades sindicales o políticas, para conservar su tranquilidad; de toda re- lación femenina, para... —Gracias, doctor, no se moleste us- ted. Prefiero morirme la semana que viene... F. F. EN PAGINA 3: RESULTADO del CONCURSO JUVENIL DE CUENTOS

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Page 1: para asegurar la PAZ HABLA DE LOS REFUGIADOS · el idioma castellano. «Abandonada—dice Artajín—má poi s ... D espués de l escrito poo rV .Hug eo n las má celebradas s página

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ia,NAllDII€ll€^l = DIE IA§I

| FRASES ül ¿tecitaá

^o.W * V ' U D O T

tl AS f rases h e c h a s s o n l a s t r e

s i e m p r e pe l i g ro so . Se l a s r e p i t e po r h á b i t o , p o r c o ­

m o d i d a d , por m i m e t i s m o , y s u e ­len t e r m i n a r c o n v i r t i é n d o s e e n a x i o m a s a p a r e n t e m e n t e e v i d e n ­tes . L a r a z ó n es s i m p l e : t o d a f r a s e h e c h a r e p r e s e n t a u n j u i c i o — cas i s i e m p r e e r r a d o , o p o r lo m e n o s s i m p l i s t a — q u e a h o r r a a l h o m ­bre el t r a b a j o d e b u s c a r y a d o p t a r la p r o p i a a c t i t u d . Se n o s ofrece u n a r e a l i d a d y a de f in ida , m a s t i ­c a d a , d i g e r i d a : y m e d i a h u m a n i ­d a d se a p r e s u r a a a c e p t a r l a con regoc i jo , c o m o se a c e p t a t o d a d á ­d i v a q u e h a s ido o f r ec ida s in exi­g i r n a d a .

Y lo c i e r t o es que n o e x i s t e la a f i r m a c i ó n — n i la n e g a c i ó n — p u r a m e n t e g r a t u i t a . La ú n i c a ver­d a d es é s t a : q u e n o h a y n i h a b r á n u n c a u n a v e r d a d q u e se b a s t e a si m i s m a . El a x i o m a , lo a b s o l u t o , lo e v i d e n t e , s o n o t r o s t a n t o s m i ­tos q u e h a i n v e n t a d o u n a h u m a ­n i d a d e n a m o r a d a del m e n o r es­fuerzo ; p o r q u e m a l p u e d e conce ­b i r s e p r i n c i p i o a l g u n o — n o im­p o r t a su bel leza — q u e l o g r e p r e s ­c i n d i r de un p o r qué , d e u n a c r í ­t i ca y u n a d u d a .

La f r a se h e c h a es m e r a f ó r m u ­l a p a r a e l u d i r la i n d i s p e n s a b l e b ú s q u e d a d e u n c r i t e r i o . De a h i q u i z á s el é x i t o d e t a n t a s y t a n t a s s e n t e n c i a s , d e t a n t o s y t a n t o s p r o v e r b i o s , t o d o s e l l a s c a t e g ó r i c o s c o m o las i n a p e l a b l e s d e f i n i c i o n e s de u n d i c c i o n a r i o . S a b i d u r í a con -d e n s a d a , s e g ú n a l g u n o s , p e r o q u e n o p a s a d e se r u n cód igo a i m a ­g e n y s e m e j a n z a de l c o n v e n c i o n a ­l i s m o m á s r a m p l ó n . Y el r e f r á n I u p u l a r . i nc lu so , e q u i v a l e c a s i s i e m p r e a la c o n s a g r a c i ó n d e u n b u r d o y g r o s e r o p r e ju i c io .

Pe ro n o se t r a t a a q u í d e en ju i ­c i a r o r e c h a z a r el c o n t e n i d o d e u n Hslogan», s i n o d e c r i t i c a r su r a s g o específ ico; e s dec i r , e s a c a r a c t e r i s -*.¡ea q u e c o n s i s t e e n e n c e r r a r la r e a l i d a d e n t r e c u a t r o p a r e d e s — o c inco , ó m i l , y f o r j a r con el la u n s i s t e m a i m p l í c i t o d e v e r d a d e s f a l s e a d a s . P a r a d e c i r l o en o t r o s t é r m i n o s : que el « s l o g a n » m á s be­llo, m á s s e d u c t o r , m á s p u l c r o , es s i e m p r e y en t o d o s los casos u n a f r ía m e c a n i z a c i ó n de l p e n s a m i e n ­to h u m a n o .

A l g u i e n d i j o y a q u e « L A S F R A ­S E S H E C H A S F U E R O N L A S CA­D E N A S Q U E D E T U V I E R O N LA H I S T O R I A » . J u s t a m e n t e po r s e r f á c i l m e n t e a s i m i l a b l e s , a u n q u e n o s i e m p r e c o m p r e n s i b l e s , h a n s a b i ­do s e d u c i r y e c h a r r a i ce s : n o m u y p r o f u n d a s , p e r o r e s i s t e n t e s . R e p e ­t i d a s luego p o r c i e n t o s y m i l e s de b o c a s , d i f u n d i d a s c o m o u n a m o d a m á s , m u c h a s d e e l l a s h a n l l e g a d o cas i a s e m e j a r v e r d a d e s e v i d e n t e s e i n c o n m o v i b l e s . El h o m b r e h a

ido s u g e s t i o n á n d o s e , i d e n t i f i c á n ­d o s e con e sa s f a l s e d a d e s t a n có­m o d a s ; y u n b u e n d í a h a d e s p e r ­t a d o c o n v e n c i d o de q u e el «slo­g a n » f o r m a b a p a r t e de su p r o p i o yo.

El d o g m a , e n el f o n d o , es la f r a s e h e c h a po r e x c e l e n c i a . S u p o ­n e s i e m p r e u n a a f i r m a c i ó n g r a ­t u i t a y of rece u n p a r a í s o — o u n a r e v o l u c i ó n m e s i á n i c a , o u n a v i d a i n m o r t a l — a c a m b i o d e u n d e r e ­c h o q u e los h o m b r e s n o se e m p e ­ñ a n d e m a s i a d o en d e f e n d e r : el d e r e c h o a l a d u d a . P r e s e n t a u n m u n d o i d e a l y sólo p ide u n a pe ­q u e ñ a a b d i c a c i ó n ; y t o d a a b d i c a ­c i ó n t i e n e l a v e n t a j a de se r có­m o d a , c o n f o r t a b l e , v i r t u d e s c a r a s al m u n d o d e h o y y de s i e m p r e .

T e r r i b l e i m p e r i o el d e l a f r a s e c o n v e n c i o n a l , el de l p r o v e r b i o y l a s e n t e n c i a con a s p i r a c i o n e s d e e n ­c i c l o p e d i a ec léc t i ca . P o r q u e t o d o p re ju i c io , y t o d o d o g m a , y t o d o r i t o , y t o d o t a b ú , s o n a l fin de c u e n t a s « s l o g a n s » q u e h a n a d q u i ­r i d o f u e r z a p o r u n l a r g o p r o c e s o de r e p e t i c i o n e s ; e n el o r i g e n de c a d a c u l t o y c a d a s e c t a — r u t i n a s o f i c i a l i z adas — h a y u n a vie ja fra­se h e c h a q u e h a s u g e s t i o n a d o a u n o s h o m b r e s .

P o r t o d o el lo, n o v a c i l a m o s en r e f e r i r n o s a l a n a r q u i s t a c o m o al h o m b r e q u e h a d u d a d o a n t e s d e c r e e r y q u e h a b u s c a d o a n t e s d e d u d a r . S i n c a e r e n el e scep t i c i s ­m o , p e r o e v i t a n d o t a m b i é n t o d o ju ic io i n f a l i b l e . « S o m o s u n e r r o r que q u i e r e j u s t i f i c a r s e » , e s c r i b i ó e sc r ib ió u n a vez P a c h e c h o . P o r q u e el p r o g r e s o es p r e c i s a m e n t e u n a e t e r n a d u d a q u e d e s c o n f i a d e la e v i d e n c i a p u r a : n i e n el h o m b r e , n i en la idea , n i e n el f u t u r o .

R U T A .

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MARTIN ARTAJO pide

para asegurar una guerra

la PAZ E

L ministro franquista de Asuntos Exteriores, Martín Artajo, con la desvergüenza habitual en él, ha

formulado el balance de 1951 en la po litica que corresponde a su cartera.

Comienza invocando «¡as mercedes de la Providencia» y «la genial guia de Franco»—¡qué envidia para Stalin!— hilvanando seguidamente uno de los más artificiosos discursos que de él po demos recordar. Hemos de reconocer, sin embargo, que en la primera estrofa

i de su cantinela, comentando «la vuelta a la normalidad diplomática*, da una sonora bofetada a las Naciones Unidas al tiempo que dice verdades como pu­ños; veamos: «Abandonada, al terminal el anterior—se refiere al año 50—, más por torpe que por injusta, la política de aislamiento que practicaron con Es-pañu bit Sar iones Unidas, U>s gobiernos dejaron apenas transcurrir el plazo ne­cesario para saltar el pudor de -ota rectificación tan ruklosa...»

Dejando aparte el pudor da los go­biernos democráticos, que se comenta por sí solo, vamos a la primera parte

02§3di

SIEMBRA u

O DE ODIOS

N aula escolar. En ella, un cente­nal de pupitres. Y tras cada pu­pitre un niño.

Frente a los niños una inmensa pi­zarra, en la que un hombre, el prole sor, ha planteado un problema d.' ma­temáticas extraído del «Compendio de la tercera clase de la escuela primaria», "(lición oficial para las escuelas rusas.

"I'rttyemn núm. 1.195: Para poder

CUfHlfft» BR«EWIE£

UN LOBO DE MAR E

RA un lobo de mar. Pero auténtico. Un auténtico lobor de mar con lodos los atributos inseparables de SU calidad: el pelo enmarañado y ya gri­sáceo, la nariz como -ni grueso garbanzo rojo caído en medio de la mo­

fletuda cara, espesas cejas que diríanse manpiesiiías sobre, el metal pulido de sus ojos, la frente espaciosa cntrometicn dose atrevida en la cabellera <un inteu-eUini s de copo (apilar, las inmensas orejas de amoratada apariencia y la bar­ba de ocho días. Ese sí que era el detalle característico de su personalidad, la barba. Diriase que se afeitaba todos los días la longitud pilona que excedía a la del día anterior y así manteníase constante. A no ser que no le creciese. pero en ese caso, ¿cómo hubiese llegado a adi/uirír aquellos siete milímetros de los (pie tan orgulloso se mostraba?

Cuando llegó al pueblo, corrióse la voz que pasaría unas vacaciones en es­pera que su compañía (me refiero a le naviera) le proporcionase otro bajel, pues el anterior había que repararlo; e inmediatamente, los chicos y no chicos del lugar buscaron su compañía (no la naviera) con objeto de escuchar boqui­abierto» y ofieneendidos las proezas realizadas por el capitán.

El alcalde del pueblo, en nombre del ayuntamiento, organizó un banquete en su Itonor en -una finca que la municipa­lidad poseía al otro lado del río, du­rante el cual se comió y bebió copio­samente, siendo el lobo de mar agusa jadísimo y obligándose a que contas, algunas de ms aventuras. ¡Y que no le gustaba a él relatar sus hazañas! Más que a un lebrel volatilizar un hueso o a un hombre de negocios encontrar mano de obra barata. Y es que un ma­rino sin cuento es como un cazador sin fantasía. Y este es el cuento del cavi­lan.

Recordaba sus tiempos de infancia cuando se le escapaban lánguida* de sus ojos, burlando las verjas de sus pes­tañas, las miradas hacia los bajeles. Los veía allí, cerca, somnolientos dé largos caminos y mecidos por los cla­ros brazos de dársenas castas. Casi in­móviles. Si el agua se irritaba, estam­paban saludos caballerescos con ligera

Francisco FRAK

inclinación de cabeza. Y se que-daban poseídos de agua, soñando rumo­res de olas, caricias de vientos y be­sos de espuma. A veces alguno de ellos era enjalmado como equino bullicioso y piafando horizontes, buscaba la salida del puerto, apenas contenido en sus ar­deré* por la brida de la prudencia.

Más tarde fué su primera salida a alta ruar. Iniciada con golosa esperan­za y acabada acostado con sabor de sardina en el paladar. El mar le había i sculado la cabeza. Pero la bodega es­taba encinta de pescado y el parto en el muelle hubo que bautizarlo en la ta­berna de la esquina. El perdió el bau­tizo, pero todavía los más viejos del lugar recordaban el buen día en que el •apitán salió al mar por primera vez.

Después la escuela. Posteriormente un natío, otro, otro más y por fin el suyo. • Consuelito se llamaba. Tenía el nom­bre de mujer y el encanto de hembra. Graciosa y pizpireta perdía sus horas de piierto acicalándose sobre el espejo en que reposaba, pero al salir en cru­cero, ¡qué agilidad en el paso y qué r'it senfadado su garbo! El viento pei­nábale la cabellera de humo en el ga­binete de agua y azul, y los carbone-

(Pasa « la página 3.)

de la parrafada, que aunque habilido­samente construida, creyendo posible­mente pasarla de matute, no ha colado con nosotros, que sin ser ministros ni académicos, conocemos bastante bien el idioma castellano.

«Abandonada—dice Artajín—más poi torpe que por injusta ; es decir, que él mismo reconoce que la política de ais­lacionismo hacia el régimen, no era iu-¡"istti siró torpe para ciertos intereses que a la legua se adivinan. Se necesita todo el desparpajo y la caradura de un ministro franquista para decir tales co­sas ante la faz del mundo, y especial­

mente de quien sufre directamente las consecuencias, sin enrojecer.

Después de glosar como victorias di plomáticas del franquismo lo que sólo es debido a la desvergüenza e intereses de otros países, mejor dicho de otros gobiernos, nos sale con la copla tan en boga hoy: «Acucian a Europa ¡a obli­gación de defenderse contra el impe­rialismo comunista», seguida de un es­tribillo «tout a fait nouveau»: «... y la responsabilidad histórica de rescatar pa-

C. G. ATLAS (Pasa a la péigina 3.)

Mrs. Eleonor Roosevelt

CCNTRRASTES

Los excesos del hombre D espués de lo escrito por V. Hugo en las más celebradas páginas de sus

novelas, y cuando se ha leído a Zola en sus obras de mayor relieve, parece irrisorio el noble afán de quienes, una vez más, pretenden des­

cribir la miseria de los más y la opulencia de los menos. Parece que todo está dicho ya. Y sin embargo, no podemos sustraernos a la comezón originada por la vista de tan repulsivas escenas, ¿sin intentar un bosquejo.

El modelo está en todas partes. ¿Pa­ra qué ir a los suburbí/.s de Calcuta o los populosos barrios bajos de Shangai. si Londres, París, Nueva Y'ork, Moscú,

Plácido BRAVO

bombardear con mayor precisión una localidad, es necesario cortar/ los arbus­tos de un bosquez-uelo rectangular de 120 metros de largo y de SO de ancho.

Quan ^Pintada ¿Cuántas horas emplearéin doce solda­dos si un soldado corla SO m?. "n una hora?»

Los niños, de dic/. a doce años de edad, se afanan en el estudio del sin­gular problema. Les parecí' de difícil solución. Y sin embargo, sus padres no se molestarían ni tan siquiera en co­ger un lápiz: ¡lo han resuelto y.\ tan­tas veces en la práctica!

Pero dejemos la ciencia d< Pitágoras en forzada confabulación con el mal­dito germen de la guerra. Y estudiemos gramática. Como la estudian los niños rusos. Escojamos una gramática mo­derna, la «Gramática oficial', J e las escuelas de la U.R.S.S.. para niños de nueve a diez años. Veamos lo que en esa edición, de 1951, pueden aprender los hombrecitos que estudian en el país del socialismo».

«Ejercicio núm. 383: En el texto si­guiente reemplazar el modo infinitivo de los verbos por el modo imperativo.

Para fijar el gatillo en posición de seguridad, fijar el alza en su posición permanente; abrir el cerrojo, coger el cartucho, extraer el cargador, acabar de cargar el fusil y cerrar el cerrojo, etcé­tera, etc..»

¿Pero es esto posible? ¡Será sin duda un error! Examinemos otro ejercicio gra­matical. El número 82. Quizás ahora...

Ejercicio núm. 82: Un oficial sovié­tico debe saber combinar el pensamien­to militar de avanzada con la prái tica de los combates... Nuestro país apre­cia a sus jefes militares... Y los recom­pensa según sus méritos... Los solda­dos están orgullosos de sus jefes... A la primera orden, se encuentran prestos a realizar no importa qué deber militar...

Quizás es que en la U.R.S.S. los ni­ños de esa edad no comprenden itio lenguaje. (Ayudadme, amigos de Sta­lin, ciegos servidores del Kremlin, par­tidarios del bolchevismo, ayudadme a encontrar excusas: ¡vo no las encuen-Ira!)

¡Ah, sí! Quizás en la escuela de pár­vulos, allí en donde los niños de tres, cuatro y cinco años inician sus estudios, allí en donde debe primar siempre el amor, la caricia, la sonrisa, allí encon­traremos otra cosa.

Veamos el «Abecedario» de S. P. Rie-

(Pasa a la página 3.)

etcétera, como cualquier Barcelona, to­das tienen su «barrio chino», más gran­de o más chico? Donde pululan las multitudes acosadas por el hambre, mi­nadas por la tisis. Desnutridas y ade­más harapientas, sucias, casi repulsivas; viviendo en la promiscuidad en el re­cinto estrecho de sus oscuras cuevas y asquerosas pocilgas entre las ratas, los piojos, las pulgas y los chinches; y to­da esta fauna de microbios y bacilos infectos, gusanos e insectos microscópi­cos desarrollándose en este medio hecho de fiemo y basura, que vuelan y nave­gan en esta atmósfera densa, saturada de gases fétidos y fermentos nauseabun­dos asaltando la fortaleza humana sin cesar, hasta haberla podrido.

Manchas vergonzosas de esta civili­zación, calificadas zonas leprosas, en donde el burgués y el aristócrata raras veces se aproximan, y si se arriesgan alguna vez es para correr alguna de sus frecuentes juergas nocturnas; para re­volcarse en el fango de sus propias cul­pas y satisfacer allí sus repugnantes vicios. Zonas negras, confín de truha­nes, mendigos, gangsters y prostitutas; y refugio forzoso de rebeldes persegui-

por dos y de fracasados o ilusionados ar­tistas. Los plegados, más que adapta­dos, al orden; y los inadaptados a este infernal desorden. Inmensas letrinas del régimen capitalista en cuyo estercolero suele también crecer la flor vengativa con perfumes de justicia.

Entristece sobre todo el rostro esquelé­tico de los niños. Niños huérfanos o de padre desconocido. Y sin embargo, son curiosas la topografía y arquitectura de estos barrios. En su perímetro se alzan los más imponentes templos de la fe y de la ciencia, inmensas moles de pie­dra con rótulos de hospital o de basti­lla. Teatros, cines, cabarets, cuarteles, conventos, mancebías... Atracción y fe­ria continua. Corazón mercantil de una ciudad, las más imponentes son las co­lumnas de la Bolsa; templo de la es­peculación y el artificio, como la vida de la ciudad: podrida.

Poco más lejos, formando cintura, los barrios ricos. Avenidas, parques, Pala­cios y hoteles mastodónticos; ahí viven los mimados por la fortuna.

¿Y cómo viven? ¿Serán felices? Más que bien nutridos viven cebados.

Consultad las estadísticas de las clíni­cas de lujo. Noventa por ciento de en-

(Pasa a la página 3.)

HABLA DE LOS REFUGIADOS M RS. Eleonor Roosevelt, esposa del desaparecido presidente, es una muja

de -una actividad desbordante, pese a su edad avanzada. Entre sus di­versas actividades, figura la de miembro de la delegación de los Estados

Unidos en la O.N.U. Su estancia actual en París, le permite hablar con fie-cuencia ante los micrófonos de la Radiodifusiém francesa. En sus intervencio-iii-y. Mrs. Roosevelt aborda los problemas que se han debatido o se debaten en el seno de las Naciones Unidas, exponiendo, como es natural, el punto de vista norteamericano sobre dichos problemas. En su última intervención, ha abordado el problema de los refugiados.

Evocando las discusiones que este problema ha s-uscitado en la O.N.U., Cri­tica la posición que han mantenido en el debate las delegaciones de los países del bloque; soviético y, particulartmeirte, la defendida por' el representante de Bielorrusia. Como se sabe, esta delegación presentó una moción de censura centra los países que, según ella, han torpedeado acuerdos anteriores de la O.N.U. Estos acuerdos preveían un repatríamiento acelerado de las llamadas «personas desplazadas». La moción antedicha, reclama, además, el repatría­miento forzoso de los refugiados y personas desplazadas.

Mrs. Roosevelt censura esta posición del delegado de Bielorrusia, que cali­fica, muy justamente, de antihumana. Al mismo tiempo, defiende el derecho de asilo considerándolo como una de las preciadas conquistas de la civilización. Recordando el éxodo producido por las guerras de religión, exaltó la memoria de los primeros hombres que abordaron las playas del Nuevo Mundo huyendo de las persecuciones religiosas. El presidente Roosevelt -también había evocado en más de •una ocasión, la epopeya de los primeros núcleos de emigrantes que eitablecicron los cimientos de lo que luego tenia que ser la gran Uniém Ame­ricana.

Hasta aquí, nada se puede objetar a la peroración de Mrs. Roosevelt. Pero cuando habla de las posibles soluciones que pueden resolver el problema de los refugiados y personas desplazadas, no menciona a los que no proceden de los países del Este europeo. Parece ignorar que hay refugiados que han abani-donado su país antes que empezara la última guerra. Olvida, por ejemplo, que i xislen refugiados españoles.

A decir verdad, este olvido no tiene nada de sorprendente. Entra de lleno en lo que ha sido actitud constante dei los Estados Unidos con respecto a los refugiados españoles. Aparte algunos refugiados de cuota, pocos han sido los refugiados espuñoles que han podido pisar tierras norteamericanas. Si algunos atidaees han embarcado clandestinamente par» el país del Tío Sam, han ido a dar con sus huesos en los calabozos de Long l.shind. l^esde allí no han, salido hasta que alguna república suramericana no les ha abierto sus puertas.

Hace cierto tiempo, el Senado estadounidense estableció un cupo de refu­giados europeos que serían admitidos en los Esiados Unidos. Si r)ud no remi­damos, fué el senador Chavez, de Nuevo México, quien propuso que en dicho cupo se incluyera a cuarenta mil refugiados españoles. La mayoría de senado­res rechazaron dicha proposición. No tiene nada de extraño que Mrs. Roosovelt no se acuerde ahora de nosotros. Sobre todo en estos momentos en que los generales y diplomáticos americanos andan en tratos con Franco y sus secuaces.

Si condenable es la actilmd de los que preconizan la repatriación forzosa de los refugiados, no lo es menos la de los que hacen de la ayuda a ciertas categorías de refugiados un arma de propaganda y de descrédito del presunto enemigo. '

La personalidad de Mrs. Roosevelt siempre nos había inspirado viva sim­patía. Pero, francamente, esta vez nos ha decepcionado. No podemos esperar nada los refugiados españoles de la «democracia» americana. Cabía esperar, no obstante, que uncí voz que hasta ahora considerábamos prestigiosa al hablar de los refugiados, no nos echara en olvido. No ha sido así por desgracia. Los intereses nacionales están por encima de las consideraciones humanas y sen­timentales. _ ' •:

C. PARRA.

Di IB m ¡ A N T E S LA M U E R T E !

Y dígame, doctor: ¿me queda mucho tiempo de vida?

—Si prescinde Vd. del alcohol, aun podrá vivir unos dos años.

Si deja usted de lado el tabaco, el aire viciado de las salas de espectácu­los, de los cines, de los teatros, de los

R I C I A l f l PRESEnTADO POR LA F.l. DE PARÍS L d i c t a m e n q u e hoy p u b l i c a m o s — y q u e

p o r u n a c i r c u l a r d e l C o m i t é N a c i o n a l m i s m a s c o l u m n a s , h a c e a l g u n a s s e m a

ñ e r o s G a r c é s y M o n d r a g ó n — q u e h a c í a n r e fe c i ó n d e la i m p o r t a n c i a e i n t e r é s d e l p r o y e c t o , n i e n c i a d e e s t u d i a r l o d e t e n i d a m e n t e ; e, i n d e p e s e n o d e c a d a F . I... i n v i t a m o s a los c o m p a ñ e TA, o f r e z c a n t o d a s l a s s u g e r e n c i a s , c o m e n t a r i f e c c i o n a r el p r o y e c t o i n i c i a l . Q u e d a i n i c i a d a , c h a , u n a secc ión e n l a q u e t e n d r á n c a b i d a t o r e f e r e n c i a a l d i c t a m e n de la F . L. d e P a r í s ; l a s p a r a f a c i l i t a r el e s t u d i o q u e l a s F F . LL. l l e v a

La t r i b u n a q u e d a a b i e r t a . Los c o m p a ñ e r o s

Considerando que la apatía que paraliza muchas ac­tividades juveniles proviene en su mayor parte de una falta de acción, y sabiendo que tras la apatía sigue el abandono de toda personalidad moral e ideológica, creemos de extrema necesidad el reaccionar con vigor aportando iniciativas susceptibles de orientar nuevas actividades, poniendo todo nuestro entusiasmo, y yen­do a su realización con la fe y la convicción que nos clan nuestros ideales libertarios.

Como uno de los aspectos que constituye la base de la inactividad presente es el aislamiento y la dispersión en que la situación actual somete a los jóvenes, apre­ciamos, que será de mucha oportunidad y de gran efi­cacia la sugerencia siguiente:

Realización de una gran concentración juvenil en la COLONIA DE MUTILADOS AYMARE. Pero esta concentración, diferenciándose de las jiras corrientes. se celebraría cubriendo un objetivo solidario: es decir que, durante determinado Hampo, los jóvenes aporta­ríamos el vigor de nuestros brazos para realizar nuil-tipies trabajos de la Colonia.

Además de la ayuda material que representaría esta

s e r a d a d o a c o n o c e r a l a s F F . LL. j u v e n i l e s — fué e l a b o r a d o p o r la F . L. d e P a r í s . E n e s t a s ñ a s , i n s e r t a m o s d o s a r t í c u l o s — d e los c o m p a ­r e n c i a a la i n i c i a t i v a . C o n v e n c i d a e s t a R e d a c -

s u g e r i m o s a los m i l i t a n t e s j u v e n i l e s l a c o n v e -n d i e n t e m e n t e d e los d e b a t e s q u e s u s c i t e e n el ro s a q u e , a p r o v e c h a n d o l a s c o l u m n a s d e R U -os e i n i c i a t i v a s q u e p u e d a n e n r i q u e c e r y pe r -p u e s , e n n u e s t r o s e m a n a r i o , a p a r t i r d e l a f e -dos los t r a b a j o s q u e se n o s e n v í e n h a c i e n d o o p i n i o n e s p u b l i c a d a s h a n d e s e r v i r , a d e m á s ,

r á n a c a b o . t i e n e n la p a l a b r a .

LA R E D A C C I Ó N .

acción, podríamos, en las veladas, establecer un in­tercambio de impresiones en el aspecto orgánico y ge­neral.

Es indudable que los jóvenes libertarios saldríamos revigorizados con las enseñanzas de la vida en común, colectiva, que la mayoría de nosotros desconocemos, pero que anhelamos practicar, por lo menos durante el tiempo de nuestra estancia en la colectividad liberta­ria.

Para llevar a cabo con rotundo éxito la concentra­ción, señalamos que las sugerencias emanantes de to­das las FF. LL. y militando en general se deberían someter al Comité Xacional, o bien a una comisión nombrada a tal efecto y asesorada por él, que se en­cargaría de la coordinación de todos los detalles en lo (fie respecta a preparación!, organización y realiza­ción!.

No nos extendemos más. Sometemos a la militancia en general esta iniciativa, esperando que será acogida con entusiasmo y ampliada con sugerencias y orien­taciones eme l.i enriquezcan.

Por la F.L. de PARÍS.—El Secretariado.

cafés, puede vivir u r o s ocho años, no más.

Si evita usted las emociones fuer­tes, si no asiste a partidos de fútbol, a combates de boxeo, a carreras de automóviles, y si no viaja en avión, le puedo dar has ta doce años.

Si sus comidas son ligeras (nada de carne, de grasas, de pla tos con­dimentados con especiad), y si no prueba el café ni e l / té , no me extra­ña rá que viva usted dieciocho años más .

Si se acuesta usted con el sol y se levanta ron las gall inas, si da gran­des paseos al aire libre con paso gim­nástico, si se ducha cor agua fría to­das las mañanas—aun en invierno—, llegaría a asegurar que vivirá usted todavía unos veinte o veintidós años.

—Y, sobre todo, si prescinde usted en • absoluto de leer, para evitar es­fuerzos mentales; de enamorarse, pa­ra que sus nervios no se al teren; de actividades sindicales o políticas, para conservar su tranquil idad; de toda re­lación femenina, para.. .

—Gracias, doctor, no se moleste us­ted. Prefiero morirme la semana que viene...

F . F .

EN PAGINA 3: RESULTADO del CONCURSO JUVENIL DE CUENTOS

Page 2: para asegurar la PAZ HABLA DE LOS REFUGIADOS · el idioma castellano. «Abandonada—dice Artajín—má poi s ... D espués de l escrito poo rV .Hug eo n las má celebradas s página

RUTA

R¥ I POESÍA MODERNA

: I GlUíO JWUTI1 P o r A n g e l a F I G U E R A S

¿ Q u é v a l e u n a m u j e r ? ¿ P a r a q u é s i r v e u n a m u j e r v i v i e n d o e n p u r o g r i t o ? ¿ Q u é p u e d e u n a m u j e r e n la r i a d a d o n d e se a h o g a n t a n t o s e s f o r z a d o s v a r o n e s y se a n e g a n t a n t a s f r e n t e s a l z a d a s c o m o d i q u e s o r g u l l o s o s c u a n d o l a s a g u a s d i s c u r r í a n lentas»? ¿ Q u é p u e d o yo con e s t o s p ies d e a r c i l l a r o n d a n d o l a s p r o v i n c i a s de l p e c a d o , t r e p a n d o p o r l a s d u n a s , a s o m á n d o m e a t o d o s los p r o b l e m a s s i n r e m e d i o ? ¿ Q u é v a l g o yo , e n u n m u n d o pos i t i vo d e e x a c t a m a t e m á t i c a , d e d ó l a r e s , d e s a b i o s y d e g u e r r a s a d i s t a n c i a ? ¿ Q u é v a l g o yo , c a r n e déb i l , e n l a ñ e r a a r q u i t e c t u r a d e c e m e n t o y h i e r r o q u e a t o d o s n o s m o l d e a y a p r i s i o n a ? ¿ Q u é p u e d o h a c e r , d e s n u d a y d e s p r o v i s t a con só lo m i c a n c i ó n e n t r e los l ab ios c o m o u n a l i m a c o r r o s i v a y a g r i a m e l l á n d o m e la voz y h a s t a los besos? ¿Qué r u e d o yo , p r e ñ a d a y a t a n sólo d e m i m u e r t e e n u n a e s p e r a m i s e r a y di f íc i l , ed i f i cando , t e r c a , m i s p o e m a s con a r g a m a s a d e s a l i t r e y l l a n t o ?

Y es e n v a n o , a m i g o s . N o h a y r e g r e s o h a c i a el p a í s r i s u e ñ o y a p a c i b l e . E s t á n r o t o s los p u e n t e s . Los s e n d e r o s c e g a d o s . N u e s t r o s p.aso-, se a t r o p e l l a n d e j a n d o t r a s d e si t i e r r a q u e m a d a . H a y q u e s i g u i r a n d a n d o t o r p e m e n t e , a b r i é n d o n o s c a m i n o c a d a d í a s in p r e g u n t a r a d ó n d e n i h a s t a c u a n d o . P o r q u e , e n v e r d a d , n o sé p a r a q u é s i rve , n o sé p a r a q u é v a l e e n e s t a h o r a u n a m u j e r g r i t a n d o a c o n g o j a d a .

(Se h a d i c h o y a q u e la t r i s t e z a t i e n e e s e n c i a f e m e n i n a . N o e s é s t e el m o m e n t o n i e s a q u i el l u g a r p a r a e x p l i c a r p o r q u é . C e d a p l a z a t o d a e x p l i c a c i ó n a l p o e m a «El g r i t o i n ú t i l » ; y su l e c t u r a h a r á i n n e c e s a r i a n u e s t r a g l o s a ) .

CCNTCRNCS

Lí) PINTURA en Argelia «El arte es como la luz, que loma el color y el brillo de los objetos que toca-. BLASCO IBANEZ

Mlle. Tuduri reivindica aquí todas las esencias inmortales de la pintura natu­ralista. Si el arte estriba en reflejar lo que ven los ojos y no la imaginación (más o menos cuerda o más o menos quimérica), este lienzo puede decirse que es elocuentísimo voto en contra de la d scutida ponencia lanzada sobre la asamblea universal del arte pictórico, por Picasso y sus discípulos.

La abundancia de detalles minúscu­los, la perfección de líneas, la luz y la sombra escondiéndose la una de la otra en el juego perfecto de la naturaleza; la armoniosa explosión de colores, ma­tizando ora el cestillo, ora la panta­lla, la silla y los hilos, le da a este cua­dro un relieve sumamente agradable a los ojos de quien lo contempla. Y hay también en él una expresión humana muy profunda. La artista ha sabido re­flejar en la fisonomía y en la actitud,

ciudad, de esta hispano-morisca ciudad tual por cuanto que se trata de una mu- todo el carácter humilde, plácido y so-de Oran, cuyas entrañas guardan inde- jer: Genevieve Tuduri, que es .il mis- fiador que caracteriza personalmente a Iebles recuerdos del arte, la cultura y mo tiempo vicepresidente de la Unión Su «modelo». En cuanto a la actitud, la historia creadora de la península ibé- Femenina Internacional. Este nombre ¿qué no evoca esc gesto de honda ateu-rica.

E L arte pictórico en Argelia se

manifiesta cada vez con más pujan­za. Las Exposicio­nes se suceden a una cadencia inve­rosímil, teniendo en cuenta que esta re gión, viviendo en ré­gimen colonial des­de el año 1830, ape­nas si se ha asoma­do a la ventana de la civilización en los últimos tiempos. Va­rias salas amplias y luminosas, especial­mente consagradas a este fin, se ofre-j cen en las princi­pales avenidas de la

<LA MONTAÑA DE SANTA CRUZ

Fernández. Fotografía de geera*.

Fi-

«QUARTIER INTERDIT» relíenla mejicana de Emilio todavía las películas que nos gustaría

ver, pero va apareciendo una aurora prometedora. Con ansiosa expectación dirigimos nuestras miradas hacia los directores italianos y hacia Buñuel, que se acercan pero no se deciden i poner el dedo en la llega, para sobre­saltar este cuerpo adormecido de la so. ciedad.

Al lado de momentos en que las fi­bras sensibles vibran con intensidad, hay otros de franca sensiblería. Lai pa-

OTRA nueva pieza fallada. Con la sensación del cazador que ha te nido en su línea de mira un

punto vital de una hermosa pieza y que tras el disparo la ve desaparecer, así hemos salido de la proyección. A Fernández le ha faltado valor para lle­gar al fondo y se ha distraído en de-

Y como no puede haber arte sin ar tistas, Orón los posee hoy en gran y en

suena familiarmente en los oídos espa- c i ó n fija, eternamente fija en los dedos fióles, ya que en la Exposición Artísti- finos que van cosiendo los primores de co artesanal organizada por las Juven- la costura a las dulces ilusiones de una

apreciable calidad. Prolijo sería citar t u d e s e I a ñ o 1 9 4 7 > s u s o b r a s '«-upaban juventud consciente? nombres y pormenores de los diferentes estilos y tendencias que abundan con la misma prodigalidad con que !a na­turaleza . viste a estas tierras africanas

LA IMPORTANCIA DEL VIVIR

El arte de la conversación

un primer y llamativo plano. El otrp cuadro se titula «La Monta Invitados cordialmente por ella en- fia de Santa Cruz». Preciosa visión de

tramos en su estudio, una pequeña es- ) a naturaleza abrupta que abraza a las rancia cuadriangular bañada de sol y nctas de vida urbana, con su rincón de

eñ la gran eclosión matinal de colores, d e ^ a , d e ^V^ paredes cuelgan, < en vhalel mediterráneo, su lado de edifi-de luz, de quietud y dulzura. lesorden prop ;o de la intimida! de dos altos y bajos que son como el bra-

Pero detengámonos en uno de e.-os l ü S a r í i s , a s ' n u m e r o s<"> cuadros, termi- z o izquíárdo de la ciudad de Oran, aca-valores de la naciente pintura argelina " a d f u n O S ' i n d P ^ n t e s o t r o s - L a l ' a l ( - ^^do la falda verde y pinosa de la u oranesa para, aisladamente, poder re- t a ' ^ j 1 8 d,e c o I o r e s " P a r e c e d e s , c a n - ' " ' " « ' '"«'»»>»"»• .altar mejor las vitales particularidades s a r abandonadamente sobre una ban- A la izquierda del lienzo asoma con que la distinguen. Doble valor espiri- <iu e t a- Llaman nuestra atención dos linea geométrica el muro pétreo y obs-

líenzos sobresalientes, ¡magníficos!, que curo del viejo fuerte de San Cristóbal, aún conservan en su cutis colorinesco la una reminiscencia arquitectónica de la límpida frescura de lo nuevo, de lo re- vetusta dominación española. Y delan-oién pintado. Uno de ellos, el más fcran- le, el bosque de pinos, las contorsiones de, está sobre el caballete. y la majeza de sus corolas verdes, que

—Estos dos cuadros—nos dice MUe. con el límpido sol mediterráneo, hacen Tuduri coií abierta amabilidad—han M

U N placer tan supremo como el de ticos—.sentimientos de democracia, de- cultura interesada en comprender el

una conversación perfecta con voción a la patria, elevado idealismo, arte de vivir, se dessarrolló la moda un amigo, de noche, es necesa- amor por la paz—y no se hace una su- de dar la bienvenidad a las mujeres

riamente raro, porque como lo ha se- gestión siquiera de codicia del poder en la sociedad. Tal es el caso de Ate-ñalado Li Livveng, los que son sa- o del dinero o de la fama, hoy en ellas ñas en la época de Pericles y así oca bios rara vez saben hablar, y los que cierto olor que nos mantiene a la dis- rrió en los salones franceses del siglo hablan rara vez son sabios. El descu- tancia. como una señora vestida con XVIII. Aun en China, donde la com-brimiento de un hombre que eom- excesivo lujo y excesivamente pin- panía mixta era tabú, los sabios exi-prenda realmente la vida y a la vez tada. En cambio, cuando escuchamos g'an la presencia de mujeres que pu-entienda el arte de la conversación, una verdadera conversación o leemos dieran intervenir en su convenación, debe ser, por lo tanto, uno de los Un buen ensayo familiar, sentimos que La demanda de un toque de encanto

idos, como el descu- hemos visto a una doncella campesi femenino en un grupo de gente du-rneillamente vestida, que lava la rante la conversación, es una deman-

• m %. m • • " • A Mjt é *-'•' universal. He conocido señoras ale-

posicion I ;ue tendrá lugar en la Salle Bordes» d* Ar­gel en los días 3 al 19 de febrero. ¡Un gran acontecimiento para e! arte pie torteo de nuestro país!... Será como una concentración selecta de todos los valo­res de la pintora ft menina internacio­nal».

Y come ella observa que tenemos pe­gada nuestra atención al cuadro del ca­ballete, nos sentencia con orgullosa me­lancolía:

—Y ese lienzo... no volverá. Como las ilusiones errantes de! poe-

ta—pienso yo íntimamente. En efecto, Mlle. Tuduri lia debida

volcar allí toda la iuerza de su inspi­ración, toda la gama de colores y líneas que vuelan en su espíritu creador.

—Tengo la convicción—añade—, de economía, tema que desespero de es- j que ese cuadro quedará en Arg. 1 con

por consiguiente, un estilo de intimi- tudiar jamás, por falta de valor. Pero , el adorno, para mí honrosísimo, de una dad v despreocupación, en que las me parece que aun cuando no haya I '

n d e f a m e P « t « tax. perdido su dureza y han ol- señoras qu.- puedan debatir conmigo vidado de! todo cómo visten, cómo ha- acerca de Carlos Marx y Engels, la blan, cómo estornudan, y en que b> conversación se \ e siempre placentcr.i-dos colaboran y sienten igual indiíe- mente estimulada cuando hay señoras

solamente en un, sociedad de " « * e n t u a n t ° a I c a m i n ° *M> toma que saben cómo escuchar y parecer hombres imbu'doí del espíritu de la conversación. Podemos entablar una dulcemente pensativas. Me resulta

verdadera conversación solamente siempre más delicioso que hablar con cuando encontramos a nuestros ami- hombres de estúpido aspecto. gos más íntimos y estamos dispuestos

brimiento de un nuevo planeta un astrónomo o de una nueva varie­dad de plantas para un botánico.

La gente se queja hoy de que el arte de la conversación en torno a una chimenea K está perdiendo, deb'do al ritmo de la vida comercial de hoy. Estoy muy seguro de que ese ritmo tiene algo de culpa, pero creo también que la distorsión del hogar, conver­tido en un departamento sin fuego de

de la conversación y la influencia del automóvil la completó. El ritió de! todo falso, porque la conversa

ropa junto al río, un poco desordenado el cabello, acaso, y algún botón des­prendido, pero encantadora, intima v agradable de todos modos.

El buen estilo de conversación es.

manas que podían hablar desde las cinco de la tarde a las once de la no­che, y me he encontrado con señoras inglesas v norteamericanas que me asustan por su familiaridad con la

lugar el jardín predilecto namorados v

Io ,0s •"'"'Stas' J. L-MCAN O Oran, enero 1952.

talles que son concesiones a la parte l a b r a s f i n a I e s d e ] l(xutm h a n p r o v o c a . comercial, dejando escapar una oca- d ( ) p o r s u a l t i s o n a n c ¡ a > u n a s r i s a s r o

sión que hubiese marcado un hito en l e j ü S d e n u e s t r a ^ ^ y M q u e

la historia de la cinematografía <Im- s u h a t M d i f í d , m a n t e n e r e l equilibrio posiciones del productor.-' No sabemos, d e iQ n u m a n o |

pero cuando se ha escrito el guión y F i g u e r o a ^ d e m u e s t r a c o n u n a i a . los diálogos, y además se dirige h pe- bor perfecta que es el mejor «toma-lícula, la falta de pulso en el momeri- vistas» del mundo, a pesar de la so­to supremo es imperdonable. briedad de su labor. De la música pa-

EI problema de la prostitución es sernos hoja si os parece, y en cuanto tratado con cierta originalidad, por un a la interpretación, lo mejor que po-argumento sin demasiada consistencia, demos decir de Niñón Sevilla, en la im­pero el camino del folletín a lo Pros- posibilidad de llamarla guapa, es que pero Medimée era demasiado tentador posee unos muslos largos y un juego para no hacer alguna incursión en él. de cintura sugestivo; de los demás, a El sabio reparto de los momentos de su altura en general (excepto a lo que concentración emotiva, se diluye en a plástica se refiere, bien entendido' los bruscos cortes de fáciles concesio- ganándose una atenuante el chiquillo nes y la acción sale malparada del a quien le han obligado nos recuerde trance. a Merimée. Con todo, una película que

No podemos por menos que hacer aconsejamos se vea. INTRUSO. una comparación con «Los Olvidados» y reconocer que, mientras aqui la ten­sión era mantenida hasta deshacer los nervios, en la película de Fernández falla e s a unidad de conjunto; esa complacencia en el dolor que se repro­cha a Buñuel, ha salpicado este film, pero mientras él persiste en la actitud adoptada. Fernández rehuye la bata­lla. Se ha contentado con no hacer una película más de las «bajos fondos» como las tentaciones !e insinuaban y conseguir un rollo que. a pesar de sus muchos defectos, puede catalogarse

listas.» del cinc is en camino de ser superados por los mejicanos. No son

• i l u

ocio, con su facilidad, su humorismo y su apreciación de los matices más ligeros.

Es claro que las de noche son las mejores horas para conversar, porque las conversaciones de día sufren cierta falta d • brillo. El lugar de la conver­sación me parece enteramente sin im­portancia. Se puede gozar de una buena conversación sobre literatura y filosofía en un salón siglo XVII o sen­tado en barriles en una quinta. O aca­so sea una noche de viento y de llu

Su título es: I.,. Doigs de Feé» (De. dos primorosos) y es realmente un mag­nífico retrato al natural de nuestra com-pafierila Delia Planells, bija del viejo y sstimado militante confederal de Carca-gente ¡Valencia).

Al margen de los oscuros recovecos de la c-cuela picassiana», el pincel de

La vulgarización de Frcud es una de las t an tas plagas que azotan a la humanidad . La moda del psicoanáli­sis está causando más estragos que la del mismo existeneialismo; porque

' has ta Hollywood se permite el lujo de I a tu rd imos con complejos de lidipo. ! análisis onirieos y fuerzas subcons-

- DEDOS PRIMOROSOS

cientes. *

La responsable del freudismo inten­sivo, en lo que al público de habla española se refiere, ha sido la Edito­rial Tor: los diez tomos de Gómez Xc-rea sobre el pensamiento de Freud— vulgarización al alcance del gran pú­blico—han creado en una enorme cantidad de gente la obsesión del psi­coanálisis doméstica. Algo parecido a la manía filatélica o al deporte de co. leceionar programas de cine.

* El interés por Freud, en el noventa

por ciento de la gente, es idéntica al de los niños por las obras que tie­nen pasajes escabrosos: el sexo t ie re el sabor de fruto prohibido y at rae las miradas de tcdts—aunque se guar­den bien de confesarlo y disfracen su curiosidad erótica con el nombre de curiosidad científica.

* Afortunadamente para él. Freud ya

no existe. Porque, de existir, habr ía entablado pleito contra sus admirado­ras y admiradores de 1950.

YO.

a abrirnos el corazón. Uno ha puesto los pies sobre una mesa vecina, otro

¡ceta en el alféizar de una ven­tana, y otro más se ha sentado en el suelo, apoyado en un almohadón que quitó al sofá. Porque solamente cuan­do están sueltos los pies y las manos, y cómodo el cuerpo, puede estar có­modo el corazón también.

Estas son condiciones absolutamente via, nrentras viajamos en barco por el indispensables para toda conversación río y las linternas de los barcos ancla- que merezca el nombre de arte. Y dos en la margen opuesta lanzan sus c o m o n o n o s importa de qué habla-reflejos sobre el agua, y oímos que el m o s ' ' a conversación irá a la deriva, barquero nos naira anécdotas de la cada vez más lejos, sin orden y sin niñez de la Reina. método, y los amigos se marcharán,

Como .regla, una buena conversación cuando todo termine, con el corazón M siempre igual que un buen ensayo feliz. familiar. Por mucho peso e importan- Es claro que solamente en una so-cia que tenga el tema, aunque signi- ciedad donde hay ocio puede produ-fique reflexiones sobre el naufragio de cirse el arte de la conversación. Por la c'vil'zación bajo la corrí ,-nte de alo- lo tanto, el goce del ocio no puede cadas ideas políticas que privan al ser pecado, pero por otra parte e! pro­hombre de libertad, las ideas se de- greso de la cultura misma depende de ben expresar en forma casual, despa- un inteligente empleo del ocio, del

e .''ntima. La condición primor- cual la conversación es sólo una fer-dial de una verdadera conversación es m.t. Los hombres de negocios qi que podamos ventilar nuestras opimo- (án ocupados el d a entero y se mar-nes con calma, en la intimidad de una chan a !a cama inmediatamente des­habitación, con unos pocos buenos pues de comer, para roncar como va-anvgos y sin tener alrededor personal cas. r o han de contribuir mucho a la que no queremos ver si<;. cultura.

Ks fácil ver este contraste enti.- el No hay duda que necesitamos la verdadero género de la conversación v presencia, de las mujeres en una ion-las otras clases de cortés intercambio versación culta, para que coba la de opiniones, ni nos referimos al con- necesaria frivolidad, alma de la con­traste similar entre una buena charla versación. Sin una buena parte de fri-familiar y las declaraciones de los pe- volidad y alegría, la conversación se' Uticos. Si bien se expresa una canti- torna tonta y extraña a la vida. En dad mucho mayor de sentimientos no- todos los países y todas las edades se bles en las declaraciones de los poli- ha visto que siempre que hubo una

TAHA SEDUCE Y ENSEÑA primordial objetivo la moral, hemos de 1 ixmWs ahora con i'l -mensnie ove racterizan. ¿Es admisible esto? Por te hecho (¡c sustituir las obras ajenas por admitir igualmente que el teatro, hifo aporta al hombre», que tenga de común con ese. HOMBRE las propias (ya sabemos por qué) < lolueionado de aquéllas, conserva esa ¿Mensaje de qué? ¿De arte?... .Yo colectivo, debo decir muy sincérame,!- el atentado monstruoso que cometí si. característica original. Y que no hay creo que sea ésta la naturaleza Única '•' 1ue " ' m p ' ' ' '"'' '"• ' " e" e ' '""'• plantando lo bueno o pasable no raso duda de ellos nos lo dice cualquier fyt,¿ pretendido metuaje. puesto que el "' e" c ' P""'»- ' " ' " paite alguna, me por lo francamente detestable y tenden-obra teatral clásica o moderna que exa- „jsn¡o Zurbarán en su respuesta a Ro- olvido de lo que soy para juzgar no doto bolchevique. Si las obras bapuet-minemos—teatro hablado, insisto—, sin sell decía que «el arte por el arte- «en ""porta qué cosa de las que percibo, tas fueran superiores en todo orden a la que el diálogo o la acción quedarían aras del estetismo nace ya muerto . Y supongo que los demás hombres ha- las condenadas, ¿lo lamentaríamos m % reducidos a simples «tableaux vivants» ¿Mensaje de vida? jAhl Entonces ha cen ,u '«•*"'"• * »° P°r sectarismo pre- otros como lo hacemos?... Me temo que o sea estética pura. ¡Y el teatro de Sha- ¿e ser forzosamente un memaj< (Wl 'Mímenle, sino por imperativo tempe-

EN la polémica iniciada importa an­te todo partir de bases de discu­sión sobre las cuales poder enten­

dernos o contradecirnos.

Decía yo que el teatro hablado—

cualquier otra modalidad del Arte no kespeare, Schiller, ' Calderón, G-ircia argumento', n la considero en causa—tiene una do- iorCQy y tantos otros, es algo más que imaginada', en el que las eternas fuer- lismo> °tros-

ramental, unos, o simple conrenciona-

ble misión artística y moral. Y esta esto!... ¿Que existe teatro simplemente opinión mía, cobicidente con la del estético, «cubista» o estucado? ¡Qué compañero Roscll, era generalmente ad- fa¿a cai,e! Pcro de¡cmoslo aparte, por-mitida fiasta que el compañero Zurba- que n¡ /0,s autores que cito ni el teatro rán—perdón, amigo discrepante—inten- que comento tienen nada que ver con 16 persuadirnos del error en que, según esos refinamientos quintaesenciados él, nos hallamos. L « S „rtes plásticas y el «tablean i i-

El teatro, al decir de los eruditos, tie- vant» pueden expresar esa «inquietud ne sus orígenes (no como la pintura. íntima, liljre c indefinible» que el com-

Por J. CALVO zas del bien y del mal salen a la pa­lestra para mostrarnos dos contendien­tes con los atributos característicos, y < eto porque todavía no liemos llegado en teatro al «simbolismo- poético o pictórico de representar comedias con

l i e O"., l " I c r í l O i , l l , l / 1.1/11,1/ [ u i / i l l i i i l l i . «li i tuvu,, t i i / i t , t̂ i i n n . | i i i ' i / r> > i m e * , * / m . . , . . i

f , , ,, . ™ » . i .^-.r-,^, i «arboles, nubes y manantiales' cxclu por ejemplo, en -m stmple balbuceo panero Zurbarán extiende a TODO el • , , , artístico o más bien recreativo), sino teatro (y además al cine, a la literatura en determinados ritas mitológicos, cu- y a «cuaUruier lenguaje») (?), pero la yas farsas litúrgicas, al trascender de escena que corrientemente vemos r, s los templos a las plazas públicas y de da obras «definidas y su inquietud no

sivamente, ni la palabra es tan ingrá­vida y etérea que acaricie siempre y no arañe alguna vez.

¿Tiene algo que ver lo que yo digo de «rechazar lo que nos contradice i/

¿Qué duda cabe que entre personas ataca¡ ADMITIENDO TODO LO DE antagónicas puede haber oowddenciOS M A S < (;()„ ,./ zafnrrancho sectario ruso? de enjuiciamiento!... Pero éstas se dan Al- yü Uulü d(, embanderar e¡ 3 r t , . _ rara vez en la apreciación del «fondo, que quiérase „ m ; repHo> responfh, ,.:i de -una obra de teatro. Y el «mensaje» rumto a[ teatw hnbhtdo a „„ / f „ —la parte didáctica al menos—sólo se- filosófico—-ni de ponerle los uniform». rá para una parte de los espectadores. qul, catalogan a dicho teatro dentro de mientras que el resto permanecerá im- tendencias determinadas. Muy al con-permeable a la «lógica» mensajera. Es- trario, mi intención es iconoclasta y sé ta es una verdad comprobable siempre. , / , - n v v a «desvestir» las obras que se

Otro de los ejemplos en que insis- ,„,., ,.„,,/„„ con determinados «umíor-te el compañero Zurbarán es el de Ru- mes

que el teatro taiga -¡na tendencia mo­ral o política, sí nos compete impedir

nos meta de «rondón» en

.sJj condenando obras de pncUtOUtible hay más. El HOMBRE-ron mérito para imponer a mansalva la pro-

éstas a nuestro tablado actual, han ido es tan «intima» como para no biiscé mayúsculas lo puso la primera eet Zur- ducción soviética, Y si se trata de es puliéndose y maridándose con el arte el eco en nuestra propia inquietud. harán—del *menaa¡c», qw no es ni tablecer graduaciones en esa rara cen-hasta unirse a éste la primitiva signi- Yo no discutiré si el teatro—que ex- creyente ni rebelde, ni proletario, ni SUIA libertaria—Id de rechazar lo que ' ' " ' ficación moral. Y me atrevería a afir- presa arte e idea—debiera o no ser explotador... ¿Quién es ese HOMBRE- nos controdia o ataca y admitir todo m u s t r a escena el sofisma político, ta mar que incluso han conservado—cosa < xpouante. intrínseco de arte. Quede ctt- Yo lo he buscado y no fo encuentro lo di inás--e\ sistema no deja de se. "" ' " ' " ' " religiosa, la Impostura patita-extraña, en verdad—resabios de meo- te tema para otra ocasión; pero vi afir- por parte alguna.... a no ser que dicho muy parecido—idéntico, diría yo—ai "'"' '•' """" ' ' " " ' ' ' " de menor mpvt-cuciones e imprexaciones dirigidus al mo que micntirfs tenga aquella duali- HOMBRE sea cada uno d- los ereycir empleado por la intelectualidad sov ié- ' " " " " igualmente perniciosas. mito cuando el teatro era todavía ofi- dad tío puede sernos indiferente la éli- tes, rebeldes, explotadores, etc., que tica.» ¿Preferir obras libertarias? Sí. '..as Je do divino,. Por consiguiente, si admi- ca teatral, al menos en las obras que para asistir al teatro de Zurbarán se Seamos sinceros con nosotros mismo.,, mérito artístico parejo o superior a las timos que las religiones tienen como representan los-Grupos libertarios. despojan de los atributos que los ca- Lo que le censuramos a Rusia no es el otras.

Page 3: para asegurar la PAZ HABLA DE LOS REFUGIADOS · el idioma castellano. «Abandonada—dice Artajín—má poi s ... D espués de l escrito poo rV .Hug eo n las má celebradas s página

R U T A

GRAN ÉXITO DEL CONCURSO JUVENIL . Q O'R QUE no decirlo? Cuando

/ I faltaba un mes para terminar el ** plazo fijado al CONCURSO JU­VENIL DE CUENTOS organizado por nuestro semenario, no estábamos muy seguros del éxito: por aquellos días, tan sólo' diez o doce trabajos esperaban pa­cientemente el examen del jurado... mientras nuestra paciencia, en cambio, no se resignaba con mucha calma a una espera tan incierta.

Y sin embargo, se produjo el mila­gro. Mejor dicho, se produjo algo que nada tiene de milagrería y que fué, al fin de cuenta, lo más natural en ese caso: dos o tres semanas antes de ven­cer el plazo, comenzaron a llover sobre nuestra Redacción—lluvia agradable. en verdad, y que no nos produjo cons­tipado alguno—cuentos y más cuentos; hasta el punto que los compañeros in­tegrantes del jurado empezaron a alar­marse por el trabajo que tan sorpre­sivamente—v bruscamente—les caía en­cima...

Lo cierto es que la empresa ha sido coronada por el éxito, un éxito que— ya lo hemos dicho—no siempre creímos-seguro. Y de ahí, de esa inseghridad y esas dudas que sentimos, viene quizás nuestra alegría de hoy; porque toda for­tuna, toda satisfacción, todo gozo, tt aprecian doblemente cuando no ha exis­tido la certeza de conseguirlos.

Desde todos los puntos nos han He gado trabajos para el Concurso. Tra­bajos de diferente valor—no podia ser de otro modo—, sobre mil temas dis­tintos, tratados en estilos dispares y aportando cada uno de ellos, en dife­rente medida, uno u otro mensaje: so­cial, literario, ético, estético, etc.

En realidad, el valor esencial del Concurso no reside en las distinciones acordadas, ni en las clasificaciones que puedan hacerse—y se han hecho, por razones obvias—, y menos en los pre­mios otorgados. Para RUTA, el certa­men tiene una importancia que des­borda todo esto: la de haber incitado, alentado, impulsado a muchos jóvenes a coger la pluma y decir su palabra. ¿Mal o bien, mediocre o bellamente? No importa eso: lo qu.' importa es el interés y el entusiasmo de que cada uno ha hecho gala, demostrando firme disposición de darse, de romper el si­lencio J ofrecer algo de si mismo.

La función literaria por excelencia, justamente, es ésa; crear nuevas formas de comunicabilidad entre los hombres. I Y si bien sabemos que el objetivo no I siempre se consigue, también es cierto j que el simple hecho de buscarlo es s a • una conquista.

o — No ha de ser éste el único concurso

de trabajos inéditos que RUTA orga­nice. ¿Cómo habría de serlo, después de un éxito como el que ha conocido el c rtamen recientemente terminado? Ha­brá otros, sí, y conste que no dejamos los provectos para un futuro indeter-nenado: podemos adelantar desde ya que se están estudiando las bases y condiciones para un CONCURSO DE PIEZAS DE TEATRO EN UN ACTO. En números próximos daremos a cono cer los pormenores del certamen, que ha de encontrar seguramente un amplio eco en el mundo exilado.

Desde > a, pues, todos los amantes del teatro pueden irse preparando para dar cuerpo a sus inquietudes. Y una aclaración importante: el nuevo Con­curso de RUTA no será reseñado ex­clusivamente ni especialmente a los jó­venes; deseosos de ciarle la máxima am­plitud, con la intención de realizar una labor cultural de envergadura, el certa­men estará abierto a todos los españo­les exilados. En próximos números, re­petimos, precisaremos las liases del nuevo concurso.

— o — En sus conclusiones, el jurado del

DE CUENTOS CONCURSO JUVENIL DE CUEN­TOS glosa ya, en forma breve pero pre­cisa, los méritos—y también los defec­tos, en buena ley—de los trabajos selec­cionados. Sobra pues que, por nuestra parte, acometamos tan delicada tarca. El mejor comentario que podríamos ha­cer, además, es la transcripción pura y simple de los cuentos: y como ésa es labor que no dejaremos ele realizar, so­bran comentarios. Ellos correrán por cuenta del lector—y es éste, en últi­mo análisis, el juez soberano.

Err el próximo número de RUTA pu­blicaremos, en consecuencia, el cuento presentado con el pseudónimo de «Un maestro rural. Y en números sucesivos haremos lo propio con los otros tres trabajos seleccionados por el jurado. insertando posteriormente, además, aqué­llos que nos han sido señalados como susceptibles de ofrecer originalidad y

provecho, — o

Y para terminar, unas palabras para tí. amigo que nos lees, v que has bus­

cado en vano—con alguna congoja, con una leve desilusión—tu nombre en la lis­ta de cuentos premiados. A tí, a quien sabemos cercano a nuestras inquietudes y nuestros afanes, tenemos algo impor­tante que decirte.

Importante, sí. y no exagerarnos. Has esperado, quizás ansiosamente, duran­te una, dos o cuatro semanas, un dic­tamen que te ha sido adverso; y al co­nocer esa adversidad, tal vez te hayas sentido defraudado y la sombra de un fracaso haya pasado por tu mente. Una

HABLA el JURADO Con su Concurso Juvenil de

Cuentos los compañeros de RUTA nos han sometido a una tarea laboriosa. Han sido mu­chos los trabajos presentados a concurso y meritorios la ma­yor parte de ellos, en razón a lo cual constatamos un renacer literario-ideológico entre los jó­venes libertarios, fenómeno que registramos complacidísimos por la garantía que significa para la progresiva continuidad de nuestras propagandas.

Examinados atentamente to­dos los trabajos presentados, hemos considerado a cuatro de entre ellos como los mejor es­critos, cuyos méritos y clasifi­cación vamos a enumerar por puntos:

1." Trabajo titulado <cLa jus­ticia de Lucas Gómez, alcalde de Morrocotudo de la Plana», y firmado por «Un maestro ru­ral». A nuestro entender, es, de las cuatro piezas seleccionadas, la única que se ciñe al género CUENTO que exigen las bases del Concurso. Quizás en este trabajo se acentúa con alguna exageración la nota pueblerina (vulgarización del léxico;; pero es innegable que el mismo tie­

ne la fuerza literaria y de con­tenido suficiente para ser dis­tinguido con el número 1 del Concurso.

2. «El incendio libertador», original de «Valerio». Diálogo laborioso bien logrado y exce-lentemenet intencionado; pero no se trata de un cuento, sino de un trabajo polémico. Lo de­jamos en segundo lugar, no obstante, por lo útil, ingenioso y bien escrito.

3." Trabajo «Nesa», firmado «Federico Azorín». Literaria­mente el más enjundioso, léase el más pulcramente redactado. Pero rehuye igualmente el gé­nero CUENTO adoleciendo, además, de originalidad ar­gumentista. Pero leído y releí­do, este trabajo obliga por su fuerza a que se le considere co­mo una verdadera pieza lite­raria. Vaya para él el tercer y último premio del Concurso.

4." Una. mención especial la decidimos en favor del estudio y crítica de la vida mecanizada que llevan los americanos que «Pío Cid» ha presentado a con­curso bajo el titulo: «Tommy Thompson, semilla de genio».

Es un trabajo laborioso, expre­sivo y finamente intencionado que descubre en el autor evi­dentes dotes de psicólogo. Si en la librería de RUTA queda al­gún volumen vacante después de entregados los premios ordi­narios...

Quedan como una docena de cuentos en el anonimato en es­pera de emanciparse del mis­mo según sea la voluntad o el criterio del compañero director del periódico. A nuestro leal entender, ofrecen originalidad y provecho.

Dicho todo lo cual, no nos queda otra misión que la de pedir a los compañeros no pre­miados que nos indulten y que perseveren en su obra de auto-capacitación para que en día cercano puedan actuar de jura­dos en un concurso literario para viejos, al cual como em­peñados trabajadores que so­mos habremos de concurrir.

Con deseos de salud y entu­siasmo para todos: .T PERRER.

J. PEIRATS. M. BOTICARIO.

Toulouse, enero 1952.

tragedia minúscula. ínfima, pero trage­dia al fin; por eso hablamos de proble­ma importante: porque toda tragedia —aun la más pequeña—que hayamos podido ocasionar, nos hiere tanto cerno a tí.

Y bien, no se trata de consuelo: los médicos del alma han pasado de moda > no queremos resucitarlos. No caere­mos, pues, en la ingenuidad de con­solarte. Y menos en la de incitarte a un conformismo cómodo, a una resigna­ción digna de los profesionales del fra­caso. Nada de eso. Sólo se resignan los que no han tenido confianza en el triunfo.

Lo que queremos decirte es otra co­sa. Simplemente, que el jurado—y no­sotros—no tenemos la llave de la ver­dad. Nunca puede un juicio ser cate­górico, inapelable: la historia nos lo di­ce, y la experiencia nos lo repite. La opinión del jurado—y la nuestra, col-vemos a decir—es la opinión de unos hombres: como todas las opiniones, sus­ceptible de yerros y falsas apreciacio­nes.

¿Quién te dice, pues, que no estemos equivocados? ¿Quién te dice que la ver­dad sea la tuya y no la nuestra? ¿Y quién te dice, por último, que haya en­tre los cuentos no premiados alguno cuyo valor no hayamos sabido apreciar?

Quizás ese cuento ignorado sea el tu­yo. Afórrate a esa idea, a esa seguri­dad, y no la sueltes. Porque es así, em­pecinado en la propia fe, que se llega a conseguir todo.

«RUTA».

1. «¿Quién mató a Marat? Un espia suizo. Robespierre. Camilo Desmoulins. Carleta Corday.

, Un militar.

2. ¿Cuántos vehículos, aproxima­damente, atraviesan todos los días los Champs-Elysées. en París? Veinte mil. Doscientos mil. Cincuenta mil. Ocho mil. Cien mil. 3. ¿Qué significa la palabra ma­langa? Un juego mejicano. Muerte por intoxicación. Un rito griego. Látigo siberiano. J n animal australiano.

4. ¿Cuál de estos filósofos dijo: «Pienso, luego existo»? Spinoza. Humé. Descartes. 'Hegel. Sartre.

5. ¿Cuál de estos nombres co­rresponden a dos de las antiguas Musas?

Júpiter y Neptuno. JCrato y Euterpe.

Martin Artajo pide una guerra • • • (Viene de la página I

ra el Cristianismo a los pueblos (/ne la Rusia soviética—¿ha) una Rusia que no sea soviética?—tiene hoy esclaviza­dos^.

Pero lo que antecede sobre la res­ponsabilidad histórica del Cristianismo no le impide a ese buen- -o mal—se­ñor, de que esparza incienso—y mirra si fuese necesario a países que nada tienen de común con su tan cara c i e n ­cia y dios: nos referimos a los países

el Gobierno franquista, y al deshará- si no. a la hora de la verdad lo /ere-juste ele su economía—. dice cumplien- mos... do uno de los mandamientos de la ley En otros muchos aspectos se extien­de su dios—«no matarás»—que «no se de la baba ministerial artajeña, entre trata de preservar a las democracias ellos el de los Estados Unidos Euro-< ccidentaies del peligro de nuevas agre- peos, de los que. como se puede adi-siones totalitarias. España—entiéndase su camarilla—entiende que están clu-

vinar. s. manifiesta en contra con ar­gumentos que son todo un poema: vea

sumadas del comunismo ruso

Dicho con otras palabras: «Debemos declarar a Rusia la guerra inmedíata-

árabes, a los que «España agradece su mente, para demostrar nuestros deseos actitud—) sus votos para la F.A.O,- á¿ paz. . [Vaya aliado que se les pre-peneverante y fervorosa , j de los que senta a fes occidentales!

P< ro lo más gracioso, y que los que dice «tuda dia aprietan más sus lazo con nosotros, como si quisieran campen-sur a nuestra Patria de la incompren­sión y el desvío ih1 algunas de las lla­madas grandes potencias . Se sobre­entiende que se refiere' a Inglaterra y

Francia. En resumidas cuentas, que- m n o m ) ) r e ¿e \a q u e t i e n e e n casa cuando se trata de conservar el régi­men, a pesar de la intransigencia ca- j tólica. pactan con Mahoma. y cien mil dioses más que se prestaran al gazpa­cho.

Dando curso a su «sincero d< seo de paz —pero no viendo en ella salida pa­ra el galimatías en que se encuentra

mando venganza las agresiones ya con- se sino: * Antes de pensar en la •unifi­cación política del continente europeo habría que conseguir una relativa uni­dad económica—ahí le duele—, una cierta ion: xión, cultural—ahí le pica— i/, ya que no una mínima homogenei­dad ideológica, cuando menos un ele­mental respeto inui-:io a las diversas posiciones policías—descubrimos el chichón v la piojera al mismo tiempo— Í/ el acatamiento debido a las nonnas ile buena vecindad, que hagan siquie-

Libros de hoy y siempre «El niño delincuente sexual y su evolución ulterior», de L. J. Doshay,

420 francos.

Lewis J. Doshay, psiquíatra de los tribunales de menores de Nueva York, especialista de neuropsiquiatria, ha acumulado una vastísima experiencia como para que el fruto de sus años de trabajo represente una valiosa contribución al estudio de la delincuencia sexual infantil, sus causas, sus manifestaciones, sus consecuencias, y su terapéutica.

Jueces de menores, pedagogos, sociólogos, padres de familia, psicólogos, médicos de niños, todos deben conocer este aspecto sombrío d? la vida del niño, para contribuir todos y por todos los medios a subsanar y a prevenir pe­ligrosas experiencias y desviaciones del sano desarrollo del cuerpo y del alma de la juventud. Con ese propósito, el autor juzga que es preciso hablar cla­ramente y llamar a las cosas por su nombre, pues los tapujos de* la magigatería pretenden cerrar los ojos ante el mal en lugar de atacarlo de frente, valerosa y honestamente.

IEI derecho al producto íntegro del trabajo en su desarrollo histórico», 350

¡Hincos, de Antón Menger.

De las tres reivindicaciones fundamentales del socialismo, el derecho a la

vida, el derecho al trabajo y el derecho al producto íntegro del trabajo, Anl-

ton Menger, el profesor famoso de la Universidad de Yiena (1841-1906), es­

tudia en este libro el último, a la luz de una vastísima erudición.

«Fénix . de H. G. Wells. «El futuro es nuestro», ídem. «Di I pasado y del f-aluro», ídem. «El gran dictador*, ídem. «La pasión creadora», S. Zwcig. «Impaciencia del corazón», ídem.

María Antonieta», ídem. «Fouché». ídem. «Stefan Y.ueig (una biografía) María Zweig.

Pedidos y giros a nombre de: A. CODINA (Servicio de Librería F.I.J.L.),

4, rué ele Belfort. TOULOUSE. (H. G.)

Diana y Afrodita. Cleopatra y Agripina. Safo y Alceo.

f>. ¿Dónde se encuentra la ciu­dad de Lomja? En el Congo Belga. En el Perú. En Polonia. En Austria. En Irán.

7. ¿Cuál de estas obras escribió Stendhal? «El hombre que rie». «El lirio en el valle». «La tierra de nadie». «La montaña mágica». «Rojo y negro».

8. ¿Cuál es el verdadero nombre ele Jorge Sand? María Tudor. Ernestina Maurois. Raquel Levi. Aurora Dupin. Rosario Velázquez.

9. ¿Qué significa exactamente la sigla F.O.R.A.? Federación Obrera de la Repúbli­

ca Argentina. Federación Obrera Regional Ar­

gentina. Fuerzazs Organizadas de los Re­

volucionarios Argentinos. Federación Obrera de la Revolu­

ción Argentina. Federación Obrera de Revolucio­

narios Anarquistas.

RESPUESTAS CORRECTAS

cfiembza de odi&á (Viene de la página 1)

dozoubor, edición de 1947. Es un libri-lo ilustrado. Y muy «apropiado» para aprender las letras: «T, soma tanque: A, como artillería; S, como soldado... No son precisamente esos los signos empleados. Son otros. Los del alfabeto ruso. Pero esas son las imágenes que pueden verse. Y con ellas otras: in ca­ñón de la D.C.A. abatiendo un avión; unos soldados atacando una posición enemiga; una mujer y un niño despi­diéndose, en una estación, de un sol­dado; un tanque...

¿Y tal es el sistema pedagógico que impera en el país de Stalin? Sí, cal es. Así es de monstruosa la obra escolar de quienes desde 1917 ocuparon l.i pla­za de los zares. ¿Y crué pueden esperar de esa descomunal Siberia, que hasta a los niños atenaza, los ciegos proleta­rios que viven soñando en «la patria del proletariado»?

¿Y qué valen ante estos hechos lee. palabras de un Vychinski pidiendo el desarme?

Cuando la parte del proletariado ilu­sionada por el bolchevismo comprenda cpie su odio al capitalismo no debe lanzarlo en brazos del totalitarismo; cuando aprenda a juzgar por los hi en vea de por las palabras: cuandi se­pa que sus anhelos sirven a l:i dicta­dura rusa para confeccionar las cade­nas que amenazan al mundo en entonces, y solamente entonces, cali­brará toda la horrible importancia que tienen ios hechos aquí comentados.

Y comprenderá más: comprenderá el significado de las palabras con que Ga­rriere contestó a quienes le pregunta­ron cómo debería contribuir el orile-tariado a la paz internacional:

«¡No golpeéis, no injuriéis a los ni­ños! Hace ya siglos que los hombres se devuelven los golpes que recibieron cuando niños...»

Y es que Carriére sabía que de to­dos los golpes los más dolorosos son aquellos que logran deformar los senti­mientos.

JUAN PINTADO.

que desconocen a los españoles no sa­ben, es que el pueblo español, sin ser comunista—precisamente por rebeldía ante todo sistema opresor—se rebelará ra posible la convivencia . ¡Vaya veci-negándose: a luchar contra otra tiranía nos que nos han caído!

Y como síntesis de perorata, como demostración de sus deseos de )iaz y buena vecindad, echa su cuarto de es­padas sobre Gibraltar, de lo cual nos excusamos por no hacernos demasiado extensos,, y por hacer pocas semanas que nos referimos al caso.

Como pueden ver los lectores. Mar­tín Artajo es un hombre de experien­cia en política-, y un pájaro de cuenta que nosotros no perderemos en la nuestra...

C. O. ATLAS.

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275 francos 450 y>

375 >, 450 » 200 » 450 >, 800 875 » 425 »

CONTRASTES Tómbola pro-cultura

J U V E N I L Como hemos comunicado en números

anteriores y con el fin de poner en antecedentes a todos nuestros afiliados y amigos, detallamos a continuación el apreciado valor de l. s cinco lotes que ¿serán sorteados el día 1." de Mayo de 1952.

PRIMER PREMIO

«La enciclopedia anarquista» (encua­demación de lujo).

«El hombre y la tierra > (encuader-naciém de lujo), E. Reclus.

«La Revolución Francesa. I\ Kro-potkin.

Las obran completas de R. Barret. «El colectivismo agrario en España .

J. Costa. «En la borrasca., R. Rocker. «La Revolución desconocida . Voline. Valor total del lote: 25.500 francos.

SEGUNDO PREMIO

19.000 francos (valor en libros).

TERCER PREMIO

15.000 francos (valor en libros).

CUARTO PREMIO

10.000 francos (valor en libros).

QUINTO PREMIO

5.000 francos (valor en libros).

Del segundo al quinto premio serán igualmente, valiosos lotes de OBRAS

! SELECTAS de los más conocidos auto-; res clásicos y contemporáneos.

(Viene de la página 1)

fermos lo son debido a su pantagrue-lismo, víctimas de atracones alimenti­cios. Crisis cardíacas, adiposos, obesos nadando en sebo, hepáticos haciendo cu­cas de Vichy, úlceras, cánceres, y ante lodo neuróticos, desequilibrados, vícti­mas de dolencias imaginarias que aca­ban por imponerse como verdaderas crisis. Tragan sin tener en cuenta su poder absorbente y digestivo. Con den­taduras de oro mastican los pasteles para ellos insípidos, con el puro en los

rCSTIYALES EN ÁLBI En Castres TEATRO MUNICIPAL

Para el día 3 de febrero a las tres exactas de la tarde:

FESTIVAL TEATRAL CANCIONIL Y FOLKLÓRICO

pro solidaridad, a cargo de «Terra Lliure», agrupación art ís t ica.

En escena, la famosa comedia en un acto de Rusiñol:

oGENTE BIEN» Canciones, dúos y ballets a car­

go de los solistas, cedansaires» y coristas ¡(Terra Lliure». Música abundante con léxico francés, cas­tellano y ca ta lán .

Como fin de fiesta, lo más selecto de la ópera española

«MARINA» Es un festival organizado por

S.I.A.

SALLE SAINT-P1ERRE

Dia 2 de febrero a las nueve en

punto de la noche:

Gran Festival CÓMICO LÍRICO

a cargo de la Agrupación «Terr;» Lliure». Representación de «Gente bien», famosa eomed'a de S. Husi-ñol. Ballets de «Luisa r e m a n d a » y del folklore ca ta lán . Cineiones y dúos en francés, castellano y ca ta lán . Fragmentos los más inte­resantes de la ópera

«MARINA»

Es un festival solidario organiza­

do por S.I.A.

labios y el bombón en la boca cons­tantemente se pasan el día. Brindis. banquetes, orgías...

Gozan de cuarto de baño para una vez limpios, embadurnar su epidermis con cremas, lociones y polvos que for marán perfumados lodos. Que sacuden su tedio leyendo abracadabrantes aven­turas sentados en su sillón mullido. Que fustigan sus deseos con drogas y los sa­tisfacen con soporíferos; su pereza los aprisiona en la cama hasta las trece del día, no para soñar, discurrir o divagar simplemente como preconizara el sim­pático filósofo chino Lin Yutang, sino para amodorrarse en su hastío.

Seres que preciándose de joyas viven entre algodón en rama dentro de sus estuches o estudios; que se congestio­nan al descenso termométrico de una sola décima, y se enfurecen ante la ré­plica lógica de la servidumbre cual si se tratara de una ofensa imperdonable.

Clientela asidua de masajistas. Sus atrofiados, casi inexistentes músculos, necesitan de estos especialistas para conservar un poco de vigor. Anudando intrigas, y desnudando doncellas o efe-bos, así se pasan la vida.

Seres víctimas de congenital artritis-mo, incapaces de engendrar, cuanto me­nos educar, un hijo apto para la vida. Son éstos los que detentan el poder y tratan de dirigirnos, cuando ni ellos saben conducirse.

Hijos que al nacer son ya ricos. He­rederos de fincas, palacios, castillos y títulos, entre otros el conquistado por sus padres en las altas lides orgíacas: el de sifilítico.

PLACIDO BRAVO.

UN LOBO DE MAR

(Viene de la página 1)

ros y petroleros de paso, abrían sus ojos húmedos para admirar su insi­nuante marcha y lanzábanle piropos de sirenas y besos ardientes de vapor li­bertado.

Mil t"mpeslades habíaide domado la voz y los nervios. El había domado las tempestades. Era un acuerdo de respetarse mutuamente y los fuertes en­vites del agua eran menos peligrosos sobre el tConsueÜtO» bajo la sabiduría del veterano lobo. Ni el trueno le ame­drentaba ni el rayo le hacía parpadear, ni los impúdicos vaivenes del puente, vaivenes con voluptuosidad y violencia (/' centro nocturno, habíanle embria­gado la • cabeza de lascivia. Siempre seguro de si mismo, con las piernas abiertas en compás, manteníase sereno y confiado.

Jamás se separó de su barco. Juntos recorrieron teda» los mares, pisaron to­dos los puertos y soñaron todas las no­ches. Juntos llegaba» a los muelles y también juntos realizaban aquellas mis­ten'.sus escenas que se acababan sin excepción con unas firmas y que supo­nían tanto dinero para quienes se re­trepaban en los sillones que los viajes d'l «ConsueUtO» les pagaban. Ellos no tenían que vigilar las faenas, ni salir al puente en lo ciudo del invierno, ni soportar mosquitos en cálidos puertos, ni disputarle a •un mar belicoso la pre­sa de hierro y madera de un bajel. Eso se quedaba para ti capitán que si no podía comprar sillones, podia al menos adquirir una zamarra en cada regrese. Sus hombres ni a eso llegaban. Una za­marra era suficiente para el lobo. So se le había ocurrido nunca que cada momento de peligro por él vencido su­ponía un cheque crecido para los ar­madores. Le quedaba, eso si. el encan­to de las noches en que jumándose una pipa apercibía a la Luna que le hacía guiños de nubes; el placer de sentir el runruneo del pequeño oleaje que se acurrucaba bajo la quilla como gatos azulados o la boca golosa del mar que con dientes de espuma mordía en la fruta del casco.

El día del banquete, cuando la no-ch ' empujaba las últimas luces, la bar­ca del «tío Toni trajo con paso de lo­bo (de tierra) a los invitados y al ho­menajeado lobo (de mar) a la otra ori­lla del río. Cuando el capitán desem­barcó estaba completamente mareado.

Algunas lenguas piadosas por su re­putación, aseguraron a quien quiso oír­les que la culpa no era del agua sino de ¡aquella copita de más...»

FRANCISCO FRAK.

Journal imprime' sur les presses de la SOCIETE GENÉRALE D'IMPRESSION (Cooftiratrve Onvrlért de Production) Stégt social : 26, rué Buffon. Toulouse 'M.Hrrs fií, rué des Amldonniers

El Comité Nacional de la F. I. J. L. en Francia ha organizado

una GRAN T Ó M B O L A , cuyo sorteo tendrá lugar el día

1 de mayo próximo. Los fondos que en ella se recauden

serán destinados a incrementar las actividades de la F.I.J.L.

GRAN TÓMBOLA PSO CU!TURA lUVfMi l

Premios: 5 valiosísimos lotes de libros cuyo detalle aparece en RUTA y prensa afin.

PRECIO DEL BILLETE: 20 FRANCOS ¡Que ningún militante libertario deje de prestar

su fraternal apoyo a esta obra !

Page 4: para asegurar la PAZ HABLA DE LOS REFUGIADOS · el idioma castellano. «Abandonada—dice Artajín—má poi s ... D espués de l escrito poo rV .Hug eo n las má celebradas s página

®Zj&an& do. .I.«J.1».£2. •fizdrtcXai

PUNTOS CARDINALES L OS domingos invernales no invitan a que el público se aglomere en tor­

no a los tribunos que en Hyde Park propagan sus teorías. Conocido será del lector que en este parque existe un espacio, cerca del Arco de

Mármol, en donde cada partido político, algunas sectas religiosas, diversos grupos sociales y hasta algún que otro «movimiento» sin más brújula que el dogmatismo, mantienen la tradicional verbena democrática. Durante el verano me acerqué algunas veces con el propósito de ver a algunos compa­ñeros ingleses que, dicho sea de paso, aprovechan esta posibilidad para ha­cer su labor. Ellos siguen proclamando al aire libre la filosofía ácrata ante una audiencia que, cansada de unos, se acerca a otros con el ánimo de ma­tar el tiempo la mayoría de las veces. Es cuando escucha a los compañeros de «Freedom» o de la F.S.B.—anteriormente Federación Anarquista Britá­nica—que el público guarda respeto a los oradores. No ocurre lo mismo cuan-de está perorando el comunista, el conservador o el religioso católico, ase­diándoles a que respondan a los traspiés del partido que tratan de defen­der y de situar en lugar privilegiado.

Sin duda alguna, la atmósfera de Hyde Park, mejor en verano que el invier­no—ya lo he dicho—tiene una virtud que no pueden gozar otros países. Ante un público que de flemático no tiene más que el hecho de ser ingjés en su ma­yoría, cada quisque usa de su habilidad de palabra para convencer a los más difíciles de convencer. Mientras la bandera con la estrella de Israel ondea sobre la cabeza de un judío de luengas barbas, a dos pasos, un anti­semita arremete verbalmente contra las aspiraciones del vecino, sin aludirlo directamente ni tan siquiera mirarlo. Más allá, siempre a corta distancia, un círculo formado por un grupo de histéricas damas del «ejército de sal vación» biblia en mano, y cantando himnos celestiales con la mirada cla­vada en el pendón del director, es decir, en la bandera o el símbolo que llevan; al otro lado, detrás o delante (el lugar no es permanente) el Partido Comunista llamando a las democracias «incendiarios de guerra» y procla­mándose campeones absolutos de la paz; junto a éstos, los liberales divul­gando nuevas recetas políticas entre las que no falta el Gobierno mundial; los conservadores quitándose las «pulgas» que los laboristas sacuden a dies­tro y siniestro, codo con codo, en medio de un gruñir de descontentos. Me­dia docena de policías uniformados y otros tantos detectives, pasean indife­rentes los primeros, y acechando a los más alborotadores los segundos, sin que se produzca, empero allí, ninguna intervención de la autoridad, porque ésta, con sólo circular, impone al orador una norma propagandista oral de uso general. En Hyde Park está permitido, en las mismas narices del guar­dia, llamarle al primer ministro provocador del caos nacional, a los ministros traidores y a los políticos hipócritas. Cada uno explota su argumento hasta el desprestigio de los demás, y el público, que sale de un corro para su­marse a otro, termina por no creer en ninguno cuand el reloj señala la hora de marchar a tomar el te o la apertura de los espectáculos.

Hace un par de siglos, siendo este parque lugar de cacería de la aris­tocracia inglesa, pasó a convertirse en escenario de desafíos y duelos. Entre los más notables se cuenta el acaecido en el año 1712, entre el duque de

— por GERMEN Hamilton y Lord Mohun. Fué un duelo a espada, cayendo instantáneamente muerto el último, mientras que el primero, tras de andar unos veinticinco metros, exclamó que no llegaría muy lejos, cayendo también para no levan­tarse más. En el año 1763 tuvo lugar otro serio desafío a muerte entre John Wilkes, editor de «Norh Britm», y el diputado Samuel Martín, a causa de un artículo aparecido en ese periódico. El escritor resultó herido.

Más tarde, durante el año 1866, fué en Hyde Park que ocurrieron los su­cesos más sangrientos que se recuerdan del último siglo. Se celebraba un gran mitin en ocasión del Proyecto de Beforma. En Cumberland Gate se organizó inmediatamente una manifestación que trató de evitar la policía, resultando éstos con más de 250 bajas. Salvo pequeñas escaramuzas que no han logrado sellarse en la historia londinense, desde el pasado siglo Hyde Park ha conservado una tónica pacífica invariable.

Ninguna vez he tenido ocasión de escuchar alusión alguna a los mo­narcas británicos, llegando por mi parte a conclusiones que me han hecho creer que este tema es el más delicado o que es el trono el símbolo más vi tal de la política del país. Los tribunos entusiasmados, y muchas veces gri­tando para atacar a los vecinos auditores, con arreglo a sus teorías despre­cian al Parlamento, alto o bajo, se burlan de Churchill o toman a risa a Attlée, pero nunca los nervios se alteran como para poner .en tela de juicio a la corona. Más de once siglos de monarquía .inglesa, con tan sólo una in­terrupción en los cuatro años de Cromwell, sacan de dudas a cualquiera que afine sus ilusiones en una república británica. Desde Egbert, en 828, hasta el actual monarca, han circulado unos sesenta reinados con un promedio de dieciocho años y medio cada uno. Y en el curso de esos centenares de años, la propia evolución se ha encargado de ir variando el sistema jurídico, social y hasta político, dentro de la monarquía. Los cálculos personales, deduci­dos de someros análisis psicológicos, me han determinado a pensar que con no importa cuál sistema político, Gran Bretaña seguirá teniendo en la co­rona el símbolo de su política y la enseña de su tradicional tuerza colonial, modern'zada, si cabe, con nuevas formas de expresión: la comunidad britá­nica, por ejemplo.

Pocas veces le le han prodigado censuras a la familia real inglesa. Y cuando se luí hecho, se hí empicado un tono comedido, como ocurrió cuan­do la princesa Isabel y su esposo fueron recibidos por Pío XII en el Vati­cano, visita que <lió lugar a que la Iglesia AngUcana manifestara su disgusto. Alguna que olía veas, se lia llamado la atención a Margarita, para que no

chara tanto a su edad por los clubs y licúas de medianoche. Sin em­bargo, no recuerdo nunca que para les padres se hayan dirigido críticas. Es cierto que en esta ocasión, los consejeros cargan con una responsabilidad

tondi por entero a los monarcas, pero en beneficio del decoro del símbolo y personas de palacio son los únicos blancos de las censuras.

Los consejeros (?) han aceptado la invitación del Dr. Malan para que los monarcas británicos ocupen MI residencia durante la visita de éstos a Al rica del Sur, durante el mes ele abril aproximadamente,

Desde que Smuts perdió las elecciones, Atrica del Sur se ha desenvuelto bajo la política discriminativ a del actual primer ministro. La cuestión racial ha sido motivo de preocupación para los ingleses, pero el hecho de estar el doctor Malan gobernando, ha sido mayor inquietud, puesto que, hasta no hace mucho se ha sospechado que África del Sur fuera el nuevo problema de la Comunidad Inglesa. El hecho de que los reyes británicos hayan acep­tado el ofrecimiento del fascista Malan, ha contribuido a sembrar un des-conti rito, no ya entre la población africana de color, que ve esta concomi­tancia a disgusto, sino en Inglaterra, en donde varios diputados han solicitado se incluya para la sesión de la reapertura parlamentaria este tema, cosa que parece dudosa logre aceptación. El propio Fenner Brockway, diputado laborista por Eton y Slough, que era uno de los más interesados en que este viaje se efec­tuara de otra forma, se ha visto precisado a manifestar a unos estudiantes africanos en Londres, que la visita de los reyes a la residencia olicial del doctor Malan en África del Sur. sería muy infortunada si diera la impresión injustificable de que el rey está asociado, ni remotamente, con la contro­versia racial de ese país. Por otra parte, desde la Guayana inglesa, se ha recibido e n ésta—dirigido al ministerio Colonial—un cablegrama de la Tra-de's Union más potente de aquel país, protestando por la mencionada visi­ta real.

Sólo una suspensión provisional del viaje por razones de salud (?) puede aliviar la enojosa situación que ha provocado la respuesta, aceptando la ofe rta malanista. Más de 500.000.000 de personas de color distinto al del doctor Malan, que son británicos, por haber nacido en India, Pakistán, Cei-lan, las colonias africanas y en las Indias occidentales, estarán pendientes de la última determinación de los monarcas ingle

Según el Daily Herald--, el actual encargado del ministerio Colonial, mis-ter Oliver Lyttctton, va a aplicar una nueva política de dirección de los blancos sobre los negros en África del Sur. Más de un millón de africanos en Kenya, la mayoría analfabetos, van a hacer una protesta—dice Andrevv Mellor—contra la transferencia de las tierras de las tribus a los europeos que

mudan. Una petición al respecto y en apoyo de los indígenas, se Or-i en Inglaterra, suscrita por quince miembros parlamentarios laboris­

tas. Algunas medidas so sospecha lian (le adoptarse ' i i breve, cuando Sil G. Huggins, primer ministro del sur de Rhodesia, donde la población blan­ca lleva el control de la colonia, ha B a n d a a Londres con el propósito de iniciar conversaciones con el secretario de Colonias.

El día 29 de este mes se inician los debates en la Cámara y si los pro­blemas internos dejan tiempo, los externos han de abarcar, desde los com­promisos que hayan podido establecerse con América, a las quejas que lle­guen, a modo de protestas o incidentes, de otros puntos cardinales.

EL CONFLICTO del petróleo persa

Por Emilio MUSE NTON ZISCHKA, el informado autor de

[M oLa Guerra Secreta por el Algodón» y Tgs* ((Ciencia contra Monopolio», nos ha narra­

do breve y sugestivamente en su libro sobre la lu­cha por el dominio del petróleo, la historia im­presionante del hombre que descubriera la riqueza del subsuelo iraniano. Se ha puesto en duda la misma, y Glyn Roberts, en la biografía de Deter-ding, menciona al protagonista de aquélla como uno de los tantos pescadores de concesiones que merodeaban por el Cercano Oriente. Sin embargo, Raymond A. Dior en «El Petróleo y la Guerra», la han retomado reafirmando su veracidad. Escue­tamente, la historia se refiere a un joven ingenie­ro llamado William Knot d'Arcy, que marchó al Oriente con la expresa misión de investigar el sub­suelo del Irán. D'Arcy, después de infructuosos la­boreos y rastreos prolijos por la ruta de los anti­guos templos persas, descubrió al fin las enormes riquezas escondidas bajo la meseta legendaria, las fuentes de lo que iba a representar una de las mas grandes reservas petroleras del mund». Antes de que aconteciera el importante descubrimiento, d'Arcy había obtenido del Sha de Persia una de esas concesiones fabulosas, digna de la más exu­berante imaginación oriental. Por ella se conver­tía en el auténtico propietario de todos los pro­ductos que se extrajeran del sub-suelo iranio, por el largo periodo de 56 años. Un día, el ingeniero ya encanecido por 20 años de exploraciones y me­ditaciones metafísicas despertó como uno de los hombres más ricos de la tierra. Pero a d'Arcy no le interesaba la fortuna ya. En verdad, nunca le Interesó bastante. Siempre había sido un religioso a la antigua usanza y terminó como un místico cabal. Despreció el dinero y cayó en el plano de las grandes tribulaciones. Comenzó a imaginar el triste porvenir de ese país endeble bajo la fuerte penetración imperialista de Inglaterra. Pensó en las intrigas políticas, en las fricciones diplomáti­cas y en los encuentros militares que podrían su-cederse sobre el territorio del Irán. Se representó, en suma, la pintura crudamente capitalista de nuestro tiempo, y sintió terror. D'Arcy creyó inge­nuamente que estaba en sus manos evitar la ex­tracción del petróleo persa, y huyó.

El místico ingeniero se echó encima los más as­tutos y decididos agentes del servicio secreto de Gran Bretaña. Primero, un gran ofrecimiento de 6 millones de libras esterlinas por el documento del Sha; después, el robo infructuoso en la ciudad de El Cairo; más tarde la tentativa de asesinato. Entre los directores del inocente juego se encon­traba un tal Wins'on Churchill... D'Arcy, aco­rralado y temeroso, pero inquebrantable en su de­cisión, tomó la ruta de América* He aquí lo que aconteció a bordo, narrado por el propio Zischka: <(D'Arcy elude los otros pasajeros... no habla con nadie. Pasa su tiempo leyendo relatos de las so­ciedades de misioneros. Un sacerdote viaja en ese barco... él tampoco habla con los demás. Pronto d'Arcy se siente atraído hacia aquel hombre de santo aspecto. Este se lamenta de la locura del ero... Dos días antes de llegar a New YTork, D'Ar­cy cuenta su vida a su nuevo amigo. El misionero parece poco interesado al principio, pero de súbito una idea le ilumina: ¿por qué no colocar el pre­cioso documento al noble servicio del evangelio? El Sha había dificultado hasta ese momento el acceso de misioneros a su país, pero si ellos obte­nían la concesión, la situación cambiaría del todo seguramente... Antes de que el viaje terminara, el ingeniero traspasa sus derechos al tesoro subte­rráneo de Persia al misionero inglés... Y, por el, al Intelligence Service. Pues este sacerdote era ono de los hombres más astutos de ese servicio de espionaje sin igual, ese cura no era otro que Sidney Reilly Rosemblum...»

Inmediatamente después de tan extraordinario

acontecimiento se constituye la Anglo I'ersian Oil (' , en la que el Almirantazgo y el Intelligence Service participaban con el 56 '< de las acciones. Recién en mayo de 1914, Churchill informó a los Comunes de esta participación, que fué ratificada, elevándose el capital de la compañía a 4.600.000 libras. Estos son los trasparentes orígenes de la preciosa joya imperial que los ingleses han trata­do de defender hasta hace algunos meses con el néctar de la más bella tradición jurídica.!.

A casi medio siglo de aquellos sucesos, a través del cual se cumpliera, como era lógico, los presen­timientos de D'Arcy, Persia decidió nacionalizar ios yacimientos petrolíferos y la refinería de Aba-dán. No vamos a debatir aquí la ((legalidad» o «Improcedencia» que discutieron los británicos, as­pectos más que secundarios de una realidad mu­cho más profunda. Sólo diremos, para ubicar la decisión del parlamento iranio, que en este caso como en tantos otros, las realidades sociales han gravitado de manera principal sobre los aconteci­mientos políticos. Según una revista norteameri­cana de abril del año en curso, la oligarquía cam­pesina del Irán, que representa el 1 % de la pobla­ción posee el 90 % de la riqueza (excepto el pe­tróleo), y que el standard de vida de ese país es uno de los más bajos del mundo. La situación fi­nanciera del mismo es verdaderamente desastrosa, presentando sus balances un déficit permanente entre las exportaciones e importaciones globales. Son varios los préstamos que ya ha recibido de los EE. UU., y la misma Anglo Iranian facilitó al gobierno, el año 1950, un crédito de 37 millones de dólares. Mientras tanto, la Memoria de la com­pañía acusa para 1948 una ganancia NETA de 50.700.000 libras esterlinas, y para 1949, de 38.700.000.

Como consecuencia de este formidable desequi­librio económico y financiero, del que se favo­recen un puñado de capitalistas nativos y el im­perialismo británico, las masas de campesinos y de obreros persas han ingresado a la lucha anti­capitalista moderna con el acicate de cierta dosis de fanatismo, hecho que les confiere un empuje singular que amenaza desembocar en acciones de tipo eminentemente explosivo.

Lo que aquí interesa señalar, además del hecho comercial estupendo que ha quedado evidenciado

con esas elocuentes cifras tomadas de la Memo­ria, es la importancia excepcional del petróleo ira­nio como poderoso motor de la economía contem­poránea y como mineral estratégico. Lo que la geografía es a España, Egipto o Turquía, la mine­ralogía es a Irán, como a Irak o la misma Corea, la inocente y pacifica Corea sobre la que hoy se baten norteamericanos y soviéticos por sus exis­tencias de bauxita, de hierro y de tungsteno... Po­seer una gran riqueza mineral es tan peligroso como estar en la encrucijada de las rutas interna­cionales, sobre todo cuando se es un pais débil. Irán figura MI el sombrío mapa del capitalismo como una de las regiones «que no se deben per­der», que hay que defender hasta el último es­fuerzo y agotando todos los medios posibles. El hecho de que la Anglo Iranian pertenezca prác­ticamente al gobierno inglés, que sea el Almiran­tazgo quien la dirige, convierte en más estricta esta consigna. SI lo que nos informan las agencias periodísticas internacionales es aproximadamente cierto, podemos afirmar sin lugar a dudas que el aspecto comercial directo (es decir los beneficios netos de la Compañía) ha pasado a un segundo plano a esta altura de las negociaciones para los ingleses, que lo que interesa por sobre todo, no ya solamente al Imperio Británico, sino a todas las potencias occidentales, es el DESTINO del petró­leo persa.

( De «Cuadernos InU;rnacionales», N." 3).

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Estertores H

AY pesimistas ciegos, y hoy opti­mistas enceguecidos. Los primeros están resignados, vencidos de in-

temano por la desgracia; los segundos viven deslumhrados por un deseo im­perativa de vivir; para ellos cada minu­to es una victoria. Ambos puntos ele vista son erróneos, porque los pesimis­tas adoptan una actitud mística nega­tiva ante la existencia y sus objetivos, y los optimistas no quieren ver el re­verso de esa misma existencia y la in­comprensión de sus fines.

En Europa, como es natural por lo que sabemos todos, el pesimismo gana voluntades a diario, y no sobre la pe­riodística cuestión del momento histó rico que vivimos, estrechamente atado a los acontecimientos políticos que es­tán pareciendo las palabras del trágico prólogo de una tercera guerra mundial, sino sobre todo el problema mism > de la sobrevivencia del hombre como en­tidad espiritual, aunque todavía no nos hayamos puesto de acuerdo sobre el exacto significado ele él.

Dos libros acaban de aparecer que nos procuran la sensación de estar pre­senciando los estertores de nuestra civi­lización, porque, leyendo obras antiguas que nos describen los de la que precidió a la actual, hallamos paralelos, simili­tudes y repeticiones de fenómenos so-ciaLs, intelectuales y morales. «Los hombres contra la humano», de Gabriel Marcel, denuncia la incompatibilidad radical entre una concepción materia­lista consecuente, y la idea del hombre libre. Llega a la conclusión de que la civilización occidental agoniza y que el suicidio colectivo de ella es un aconte-

IDA EL WIl

de nuestra civilización Cimiento que ya es posible imaginar a los que examinan el desarrollo de l.i enfermedad mortal que' la aqueja.

Rene Guillouin. n i su El hombre moderno, verdugo ele sí mismo», exa­mina la situación espiritual de los téc­nicos que confiesan natural y sencilla­mente, sin escandalizarse". «Todo lo hu­mano me es extraño» y por ello mis mo se creen, corno decía Nitzsche: «Más allá del bien y del mal», siendo lo contrario, pues ajenos a todo lo hu­mano, desconocen lo bueno y lo malo en lo que se refiere al hombre aunque .sean capaces de apreciarlo en las uiá-

Alejandro SUX quinas que producen o manejan. Se­ria más exacto decir (pie habiendo sa­lido de la ¡inmunidad penetraron en l.i Animalidad, porque es algo que me pa­rece fuera de discusión que cuando el hombre no logra levantarse por enci­ma de si mismo, llega a rebajarse por debajo de las bestias.

El pastor Boegner supone que sin el retorno a la fe cristiana, musirá civili­zación está condenada a muerte. Tie­ne razón completa, porque nuestra ci­vilización es una consecuencia del Cris­tianismo, bien interpretado raras > y copiosamernte explotado casi siempre, pero siempre impregnado de lo esencial ele (sa le, basada en la insignificancia y transitorícclad de la vida terrestre, y la trascendencia y eternidad de la ce­leste. Guillouin declara que el remedio e'stá en el surgimiento de nuevos santos sin mencionar que antes deben ser már­tires, sin ver que ya están apareciendo por todas partas v (ii todas las esleías

sociales, hombres coi, una iruevu fe a la (pie sacrifican, como los primeros cristianos, su bienestar material, su li­bertad espiritual v hasta la vida.

«Se puede matar a Dios en el hom­bre—decía Dostoivski—, pero es al hombre a quien se mata por ello mis­mo». ¿Se refiere al Dios de determi­nada fe, o a lo que resume en el ani­mal humano la porción «divina» que engloba a la inteligencia, a la concien­cia, a la facultad constructiva y a la inquietud ante el más all? La humani­dad existe y progresa, a pesar de todos los sangrientos tropiezos de su carrera; en su marcha vio morir a muchos dio­ses sin que por ello desapareciera lo que le distingue de la animalidad; an­te los altares de todos los ídolos y en la soledad silenciosa de todas las con­ciencias creyentes, se elevaron plegarias a divinidades que fueron auténticamen­te poderosas mientras la voluntad de sus fieles existió... ¡Pero fueron inútiles, elogmas y ritos, para mantener en sus olimpos a los dioses destronados por la ausencia de la fe!

André Siegfried, responde a la pre­gunta: «¿Puede el hombre sobrevivir es-oiritualmente?», con esta respuesta: «Debemos esperarlo puesto que el Cris-tianismo se elesarrolló en un ambiente muy análogo al actual». En la interro­gación hay un fondo angustioso de pe­simismo e|ue se debate, y en la contes­tación un optimismo camparativo. Estoy se guro de epie la víspera de la caída de Roma asaltada por los bárbaros, mu­chos greco-romanos se hicieron idénti­ca pregunta, y muchos otros, dieron idéntica respuesta.

A LA BÚSQUEDA DE UN PARAÍSO

IMÁGENES DE LA EMIGRACIÓN al Canadá *^^^*^^^^^*^^v*^>

P r e s e n t a m o s h o y a n u e s t r o s l e c t o r e s la p r i m e r a c r o n i e a e s c r i t a p o r el c o m p a ñ e r o A C K A C I O O I Í R A N T I A d e s d e C a n a d á . El a r t i c u ' o de h o y d a u n a i d e a d e l a s d i f i c u l t a d e s q u e e s p e r a n a t o d o s los q u e . a l a b ú s q u e d a d e u n p a r a í s o , e n c u e n t r a n e n o r m e s o b s t á c u l o s p u r a c o m e n z a r u n a v ida n o r m a l a l l e n d e el m a r . E n c r ó n i c a s f u t u r a s , n u e s ­t r o c o l a b o r a d o r d a r á u n a v i s ión m á s a m p l i a y d e t a l l a d a de l d e s t i n o q u e e s p e r a a los m o d e r n o s « c o n q u i s t a d o r e s » de l n u e v o c o n t i n e n t e .

LA R E D A C C I Ó N

E L día 27 de noviembre, a las dc.ee horas del día,- embarcábamos en un transporte ele tropas america­

no llamado «Flair-Sea», que navega bajo el pabellón panameño y cuya tri­pulación está compuesta en su totalidad de italianos.

Una hora más tarde, después de ha­ber hecho los ultiméis preparativos, nos apartábamos suavemente del muelle, de donde llegaban a nosotros las voces de despedida, de cuantos familiares y ami­gos tuvieron el privilegio de acompañar a los suyos hasta el puerto de embar­que.

La sirena del barco sonó repetidas veces, lanzando al viento mugidos de toro bravo, la proa marcó rumbo a alta mar y el trepidar de las máquinas se hizo más intenso. Durante largos ins­tantes, un silencio sepulcral invadió el nav ío. Nuestras miradas se concentra-

aActacia Ozzantia ron todas en el mismo punto. ¡Tierras de Francia, donde la mayoría dejamos a seres queridos! ¡Donde casi todos he­mos pasado nuestros años de juventud, henchidos de grandes recuerdos, tristes unos, dulces otros!...

Los emigrantes éramos un total de 1.800—la mayoría refugiados políticos— entre los cuales había de todas las na­cionalidades; desde los taciturnos y melancólicos rusos (escapados del pa­raíso soviético), de los cuales me fué imposible obtener el mínimo informe, a los alemanes—descendientes de Wagner y músicos por excelencia—que pasaban el tiempo ensayando sus violines. Ita­lianos de voz melodiosa y aire de de­licadeza femenina, franceses colorado­tes y fornidos de l'Auvergne, que soña­ban con grandes «fermes» en el Ca­nadá, y españoles apatridas, de carác­ter alegre, cuyas voces se imponían al barullo del inmenso salón de recreo.

LA COLONIA ESPAÑOLA EN EL MAR

El número de españoles se elevaba a unos cincuenta, de los cuales, la ma­yoría estaba compuesta de hombres jó­venes; el resto eran niños y mujeres.

Más que cualquier otro grupo, el nuestro era animoso y compacto. Las conversaciones armoniosas se interrum­pían a menudo por sonoras carcajadas provocadas por algún chiste salido su hitamente de la maliciosa imaginación del ingenioso y satírico incomparable Antonio Sánchez de los Reyes, un an­daluz acatalanizado que' se horrorizaba cuando para tomarle el pelo, Adolfo (un compañero joven de Santoña que conocí en París y que formaba parte con Delio de nuestro triunvirato) le di­bujaba un hacha di' grandes dimensio-nes y le decía: «Mira, Antonio, una co­mo ésta te espera eu el Canadá...» «¡Vamos! ¡No hay hijo de madre bajo la capa celeste que sea capaz de ha­cerme coger un hacha, ni para cortar chuletas!», contestaba todo enervado.

Tocado en su amor propio, guardaba un corto silencio y después continuaba su Interminable repertorio.

Por las noches, cuando los demás se habían retirado a dormir, algunos com­pañeros—que nos habíamos dado g co­nocer en la travesía—continuábamos la tertulia, con apasionadas discusiones so­bre nuestros eterneis problemas: reali­zación de colectividades, necesidad de rcagruparse, etc. En el ánimo de todos reinaban las mismas aspiraciones. La opinión firme de continuar siendo fie­les defensores di' nuestro caro ideal, era unánime.

LLEGADA Y DESILUSIÓN «ACÁ NADA»

D.spue^s de siete días de navegación, el í de diciembre, a las cinco ele la tar­de—hora francesa—'llegábamos a la hermosa bahía del puerto de Halifax, donde hace 452 años arrivaron por pri­mera vez Gaspar Coctereal y un puna do de intrépideis marinos portuguesas

Contrariamente a lo que ellos hicie­ron, seguir el curso del San Lóreno, nosotros debimos desembarcar en el puerto; pues a partir de noviembre, el hielo hace impracticable la navegación por el gran río.

El día 5 bajamos a tierra, donde ce­lebramos el vigésimo cumpleaños del amigo más joven. La caprichosa (visua­lidad ha querido que Delio pusiera sus pies en el Nuevo Mundo el día de su aniversario más señalado, el de los 20 años.

A las tres de la tarde, salíamos en tren para la famosa ciudad de Mont-reál—fundada por Maisonneuve el 15 de agosto de 1642, en ocasión de la fiesta de la Asunción y a quien puso el nombre de Ville-Marie.

Al cabo de veinticuatro horas de mar­cha a través de las tierras canadienses, entrábamos a los pórticos de la estación montrealeza, donde la inmensa cantidad de imágenes animadas y de decoracio­nes, anunciaban la proximidad ele las fiestas eclesiásticas de Navidad.

Dos mujeres de edad madura nos esperaban para indicarnos dónde debía­mos pasar la noche.

Al día siguiente nos presentamos en las oficinas de la mano de obra, idon-de habíamos sido recomendados por el servicio de emigración en París; nos dan la carta de seguros obreros y «¡arreglaros, muchachos!» Ni cartas de identidad, ni cartas de trabajo, ni na­da; cosa que nos extrañó en extremo. pues a los que hemos vivido en Fran­cia en calidad de refugiados y que he­mos tenido siempre encima la pesadi­lla de los papeles, tanta bondad nos confundía. Los dias sucesivos iban a demostramos que todo no era de color

de rosa en el país de los iroqueses v Algonquins, hoy bajo la tutela de' la ru­bia Albión.

Los perniciosos efectos de las rivali-elades y batallas habidas entre france­ses e ingleses durante la primera mitad elel siglo XVIII, y que culminaron en el tratado de París celebrado el año 1763, en virtud del cual la Francia ce­dió todas sus colonias de la América del Norte a Inglaterra, aún hoy se ha­cen sentir.

La mezquindad y ansias de imposi­ción de los anglofilos, les lleva al ex­tremo de exigir el conocimiento de su lengua a los obreros que emplean en sus establecimientos e industria.,.

Cuando fuimos a una de sus fábri­cas de aviación a pedir trabajo, lo pri­mero que nos preguntaron fué «;Sneak english?» Vista nuestra respuesta ne­gativa, no quisieron admitirnos. En nuestro caso se encontraban la mayoría de los que con nosotros habían llega­do; hasta a una compañera que fué a pedir empleo en un hotel para lavar platos, la hicieron la misma pregunta. La desilusión se hizo general.

Los que pocos días antes se regoci­jaban de abandonar al fin Francia, eran los primeros en recordarla con doleír y arrepentimiento.

Las históricas frases pronunciadas por los conquistadores hispanos—cuando emborrachados con los tesoros de tos incas y aztecas llegaron aquí en busca de oro y sólo encontraron búfalos, nie­ve y lobos—debíamos pronunci irlas nosotros cinco siglos más tarde: «Acú-i.ada».

Hoy día, son varios los que se han pagado el billete de regreso. El resto seguimos desparramados por este in­menso territorio; la mayoría están en los hoteles de la emigración, esperando que el invierno pase y las obras se pon­gan de nuevo en marcha; algunos jóve­nes salimos sin perder tiempo para la provincia, donde nos hemos abierto ca­mino a brazo partido.

St-Michel, enero de 1952.

Preocupaciones en EE. UU.

¿CAMONES O MANTECA? EL problema del rearmamenío es.

naturalmente, uno de loa que nuU preocupa a Estados Unidos; mejor

dicho, a las esferas oficiales, que ven en él. la única forma de afianzar y ase­gurar el poderío nacional presente y fu­turo... sobre todo futuro.

Tan es así, que las declaraciones c informes semi-públicos, en el sentido de que el programa bélico previsto lio sido sólo parcialmente ejecutado, han provocado 'un malestar pronunciado en los circuios allegados al gobierno y al parlamento. En los medios políticos se han perfilado, a este respecto, tres co­rrientes:

1° La corriente «pesimista». Estima ésta que la producción de armas es ne­tamente insuficiente, por llevar un re­traso demasiado grande: t/ considera imprescindible abocarte a un programa que sacrifique «la manteca a los caño­nes ... cosa que no ha de resultar muy agradable para ese pequeño sector del pais llamado pueblo...

2.o La corriente «optimista». Esta, negándose a creer qui la guerra sea muy próxima, juzga suficiente la pro­ducción bélica alcanzada y considera que aumentarla en mayor grado equi­valdría a reforzar la inflación y provo­car así una verdadera catástrofe eco­nómica tan grave como la de W23 y años siguientes.

S.c La corriente «mixta. Trumai sus allegados parecen ser los represen­tantes de la misma, que intenta aunar los puntos de vista de «pesimistas» y «optimistas,-. Según ella, hay que ace­lerar la producción necesariamente, pe­ro calculando de antemano las acentua­ciones que han de producirse en »1 fe­nómeno de la inflación; es decir, reco­noce el peligro, y reconoce incluso un mínimo de trastornos para la economía nacional, pero no cree que llegue a agravarse demasiado la situaei hi.

Ya puede verse que, las tres corrien­tes indicadas parten de una 'déntíca base: armarse es un deber pattióttc l indiscutible. Si bien unos se OttufmtnM con lo ya hecho, y otros preconizan la uee sidad de aumentarlo, lo cierto es que anos y otros dan por sentado que 11 problema primordial es la produce "i;i bélica. La diferencia nace en la pio-porción de manteca que ha de sacrifi­carse a los cañones.

Mientras tanto. John Smith, el ciu­dadano americano de la calle que no gobierna, ni pronuncia discursos, ni asis­te a conferencias internacionales, sigue prefiriendo la manteca a los cañones.

Esa corriente, la de John Smith, ten­dría que agregarse a las tres que hemos n señado. Quizéis sirviera de algo la opinión de quien, a fin' de cuentas, es el que soporta la producción bélica ti quien ha de abstenerse de comer man­teca. U. Q.