panofsky, erwin - renacimiento y renacimientos en el arte occidental - ocr

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr http://slidepdf.com/reader/full/panofsky-erwin-renacimiento-y-renacimientos-en-el-arte-occidental-ocr 1/41 RENACIMIENTO y RENACI- MIENTOS EN EL ARTE OCCIDENTAL reúne cuatro conferen ci as del curso pronunciado porERWIN PANOFSKY (1892 1 968) en el cas tillo de Gripsholm en el verano de 1952, que muestran su talento pa ra complement ar el puro análisis iconográfico (la descrip ción de l as imágenes , historias o a l ego as que contiene el cuadro) con la interpretación iconológica del si gni ficado intrínseco y los valores simbólic os de l a obr a de arte (capaz de relacionar las alteraciones en la forma y l as matizaciones en los temas con l os cam bi os históricos de sensib ilidad y mentalidad). Los instrumen tos de esta vasta exp l oración son una asombrosa erud ici ón, un conoci miento profundo de la hi storia de las ideas , una gran sagaci dad para el descubrimie nto de supuestos e implicaciones y u na extraordinaria sensibilidad. estéti ca para l a percepción de la calidad. La. investiga ción de las conexiones iconográfica s entre el mundo antiguo, la Edad Media cr i stiana y el Renacimiento mues tra l a profunda unidad cultur al de l a c ivi lizació n occidental a través de J os s iglos . Pero esa continuidad , vis ibl e e n l a persistencia de l os temas paganos en l a época medieva l , no implica que la Europa de l os siglos oscuros comprendi era plenament e el signifiCado del arte clásico ; s ó l o e l «R inascimento de ll Antichita», i nici ado en Italia en l a pr imera mitad del sigl o XIV, representará una auténtica mutación y marcará un a huell a indel eble so bre las activida des cul tura les de toda Eu ropa. Otras o bras de Erwin Panofsky en Alianza Edito r ial: «Est udi os sobre iconología>> (AU 1 2) , «El significado de las artes visuales» (AF 4) y «Vi da y ar te de A l berto Durero» (AF 27). lianza Editorial ISBN 84-206-2121-8 Cubierta Dani e l Gil 78 8420 621210 +- S:: Q) O g o Q) Q) d Q) o S:: Q) ~ § ~ o r S:: S ro v A el o > . .S o ::::> <t;O ( IQ) - o rwin Panofsky Renacimiento y renacimientos en el arte occidental

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Capítulo 1 - Renacimiento ¿ Autodefinición o autoengaño? Este libro forma parte de una serie de conferencias que dictó Panofsky allá por 1952 en el castillo de Gripsholm, sede de la Galería Nacional de Retratos de Suecia.

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RENACIMIENTO y

RENACI-

MIENTOS EN EL ARTE OCCIDENTAL reúne cuatro conferen

cias del curso pronunciado

por

ERWIN PANOFSKY (1892

 1

968) en

el castillo de Gripsholm en el verano de 1952, que muestran su

talento para compleme

nt

ar

el puro análisis iconográfico (la descrip

ción de las imágenes, historias o alegorías que contiene el cuadro)

con la interpretación iconológica del significado intrínseco y los

valores simbólicos de la

ob

ra de arte (capaz de relacionar las

a

lt

eraciones en la forma y las matizaciones en los temas con los

cam bios históricos de sensibilidad

y

mentalidad). Los instrumentos

de esta vasta exploración son una asombrosa erudición, un conoci

miento profundo de la historia de las ideas, una gran sagacidad para

el descubrimiento de supuestos e implicaciones y una extraordinaria

sensibilidad. esté

ti

ca para la percepción de la calidad. La. investiga

ción de las conexiones iconográficas entre el mundo antiguo, la Edad

Media

cr

istiana

y

el Renacimiento mues

tra

la profunda unidad

cultural de la civi lización occidental a través de Jos siglos. Pero esa

continuidad ,

vis

ible en la persistencia de los temas paganos en la

época medieval, no implica que la Europa de los siglos oscuros

comprendiera plenamente el signifi

Cado

del arte clásico; sólo el

«Rinascimento dell Antichita», inici

ado

en Italia en la

pr

imera

mitad del siglo XIV, representará una auténtica mutación y marcará

una huella indeleble so bre las actividades culturales de toda Europa.

Otras obras de Erwin Panofsky en Alianza Editorial: «Estudios

sobre iconología>> (AU 12), «El significado de las artes visuales»

(AF 4) y

«Vi

da y

ar

te de Alberto Durero» (AF 27).

lianza Editorial

ISBN

84-206-2121-8

Cubierta Daniel Gil

78

8420 621210

+-

S::

Q)

O

g

o

Q)

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Q)

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S::

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rwin

Panofsky

Renacimiento y renacimientos

en

el arte

occidental

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  enacimiento renacimientos

n

l

arre occidental

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  lianza Universidad

o

o

o

.

rwin

Panofsky

Renacimiento y renacimientos

n

el arte occidental

Versión española

de María Luisa Balseiro

lianza Editorial

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Título original:

enaissanceand enascences

¡

Western

Art

Primera edición en "Alianza Universidad": 1975

Séptima reimpresión

en

"Alianza Universidad": 1991

@ 1960 Almqvist WikseU/Gebers Ft\rlag

AB, Stockholm

@

Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1975, 1979, 198 1, 1983.

1985 1986 1988

 1 99 1

Calle Milán,

38

; 28043 Madrid; teléf.

200 00

45

ISBN: 84-206-2121-8

Depósito legal: M. 23.333-1991

Impreso

en

Lave . Los Llanos, nave

6.

Humanes (Madrid)

Printed

in

Spain

D.

M

D S  Gottesman expiandis

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INDICE

In

dice de ilustraciones .. . . .

 

_ .

 

.

 

.. . . .

Prefacio   por Gtegor Paulsson ... ..

 

. . .

Pró

logo . .

 

.. ..

 

. . . . . . . . . .

 

. .. . . . .

 

Capítulo

1

21

23

«Renacimiemo»: ¿Aurodefinición o autoengaño? .. . .. . .. . . 3

Capítulo 2

Renacimiento renacimientos

83

Capítulo 3

l primi lumi:

la

pintura del Trecento italiano

su

impacto

sobre

el

res

to

de Europa .. . . .. . .. . .. .. . .. . 17

5

Capítulo 4

Rinascimento dell Antichita: el siglo

>.. V

• • • • 237

Bibliografía .. . .. .

299

Indice anaütico .

 

.. .

3 5

9

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INDICE DE ILUSTRACIONES

FIGURAS

l Roma, el Paoteóo.

2. Tréveris, iglesia de Nuest ra Señora.

3. Palladio: Villa

Capra

(llamada cVilla

Rotond8l >), cer:ca

de Vicenza.

4. Leone Battista Alherti: Int erior

de

Sant Aodrea

de Mantua.

5. Nutemberg, interior del coro

de

San Sebaldo.

6. Fiesole, fachada de l  Badia.

7. Filippo Brunelleschi: Fachada

de

la

Capilla

Pazzi de Florencia.

8. Lo.rscb, el <.<Torhalle• carolingio.

9. Página

de

adorno de las Quaestiones in Heptateuchon

de

San Agustln,

mediados del siglo VIII Par1s,

l i o t h ~ q u e

Nationale, MS. lat . 12108,

fo

l.

e

v

10. San Lucas. Evangelios de Gundoino, terminados en 754. Autun, Biblia.

theque Municipale, MS. 3, fol. 187 v.

11. San Marcos. Evangelios

de

Carlomagno, fol. 76 v. Viena, Scbatzkammer.

12. Los Gemelos.

Aralea 

primera mitad del siglo

IX

  Leyden, Biblioteca

de

la Universidad, Cod. Voss, la 79, fol. 16 v.

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12

lnclice de

i l u s t : r a c i o n c ~

1 3

ilustración del Salmo IX

(XII).

Snlterio de Uu-echt,

820-830.

Urrecht,

Biblioreca de la Universidad,

MS. 484,

Col

6

v.

14

.

Leones. Detalle de In ilustración del Salmo CIII (CIV). Utrecht, el mi

s

mo

manuscrito, fol. 59 v.

15 . Acueducto clásico. Detalle de b ilustración del Salmo l l . V (XXVT).

Utrecl1t, el mismo manuscrito, (ol.

14

v.

16 Atlas. Detalle de la ilustración del Salmo XCVITI (XCIX). Utrecht, el

mismo manuscrito, (ol. 57.

l7. Saturno. Copia renacentista de

un

manuscrito carolingio del Cron6grafo

de J54 Roma, Biblioteca Vaticana, Cod. Barb. lal. 2154, fol. 8.

18. Marte. Roma, el mismo manuscrito, fol. 9.

19.

S : ~ t u t n o Júpiter, ]ano y Neptuno. Copia de un manuscrito carolingio

del De univerro de Rnbano Mauro, fechada en 1023 . Montecassino, Bi·

blioteca, MS. 132, pág. 386.

20. La Crucifu:lón. Marfil carolingio. Munich, Swtsbibliothek.

21. Arlés,

fachada de San Trófimo. Mediados del s iglo

.

22.

Detalle de

un

trono de

1098. Bari,

CatedraL

23. La Entrad a en Jerusalén, detalle. Marfil bizantino del siglo x. Berlin,

Kaiser Friedcich Museum.

24. Sarcófago, probablemente del obispo Arnulfo en la sede de

1141

a

1181).

Lisieux, Catedral.

25 Cabeza de perfiL I nterior de la fachada occidental de a catedral de

Reim5.

MedJados del siglo xm.

26. Juglar procedente de Bour¡¡es. Tercer cuarto del siglo xrr. Lyon, Musée

Municipal.

27. Entablamento galorromano. Burdeos, Musée Lapidaire.

28. Detalle de un entablamento de hacia

1140.

Saint-Gilles, Abadía.

29.

Villard de Honnecourt: Album hacia

1235.

Sección transversal de varios

pilares y molduras de

la

catedral de Reims. Pa.ris, Bibliotbeque Natioon·

le, MS. fr.

1909.3,

fol.

32.

30.

San Juan Evangelista

y

San Pedro. Hacia

1140.

Saint-Gilles, Abadía.

31. Maestro G

il

aberrus: San Andrés (procedente de Saint-Etienne), proba·

blemente hacia l lJO.

Tou

louse, Musée Lapidaire.

32. Reyes y reiru s

de

Israel

(y

simbólicamente

de

Francia). Hacia 1145. Pór

tico central

de a

fachada occidental de

la

catedral de Chnnres.

lndkc de ilustracio.nes

13

33. La Anunciación. Hacia 1215. Pórtico izquierdo del crucero none de la

caredral de Chartres.

34. La Ulcima

Cena.

Hacia 1260.

]ub¿

de la catedral de Nnumburg.

35.

San Pedro, 1220-1225

.

Pórtico izquierdo del crucero norte de

b

catedral

de Reims.

36.

Busto de Antoni no Pío. Roma, Museo Nazionale.

37.

Los resucitados.

1220-1225.

Pórtico izquierdo del crucero norte de

la

catedral de Reims.

38. Capitel.

1220-1225.

Catedral de Relms.

39. Detalle del llamado «Sarcófago de: Jovinus». Reims, Musée Lapidaire.

40.

La Anunciación y la Visit:rción. Hacia 1230

,

Pórtico central de

la

facha·

da occidental de

h1

catedral

de

Rcims. Fotograíía amablemente cedida

por el profesor Kurc Bauch.

41.

Mater dolorosa. Es tatuilla de bronce francesa, hacia

1200.

Friburgo de

Bcisgovia, Kunstgeschichtliches Ios titu t.

42. juno. Estar:uilla de bronce griega. Viena, K=th.isrorisches Museum.

43

. Figurilla de Tanagra. Nueva Yot:k, Metropolitan Museum (n."

06.1114  .

44.

Hércules (prefiguración de Cristo) dando muerte al león. Camafeo, pro

bablemente del se¡;undo cuarto del siglo

xm.

Paris, colección Jurirzky

(vaciado de escayola, nmpliado; íotograf.b amablemente cedida por el

profesor Hans Wentzel).

45.

El

embarque de

Noé

. Camafeo, probablemente de mediados del siglo

x

.

Londres, British Museum (vaciado de escayola, ampliado¡ forografía amn

blemente ceclida por

el

profesor Hnns Weotzel).

46.

Nicola Pisano:

La

Ptesentnción de Cristo,

detaU

e.

Hacia

1260. Pisa, púJ

.

pito del Baptisterio.

47. Vaso de Dionisos, detalle. Pisa, Camposanto.

48.

Nicola Pisnno: La

Forta

leza en figura de Hércules. l-lacSa

1260.

Pisa, púl

pito

del

Baptisterio.

49. Creación del mundo

y

Animación del hombre

por

Promereo.

Ouide -

ralisé

en verso, tercer cuarto del siglo

XIV.

Lyon, Bibliotheque Munici·

pale, MS .

742,

fol.

4.

50.

Minerva, l

as

Musas

y

las Piérides en el monte Helic6n. Lyon, mismo

mnnuscdto que la fig. 49, rol. 87.

51. Apolo, Minerva, Pegaso, las Musas y las Piérides en

el

monte Helicón.

Ooide

moralisé en verso, hacia

1400.

Pnrls, Bibliotbeque Nationnle, MS .

fr. 871, fol.

l16

.

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14

Ind.ice de

ilustraciones

52. Ol:feo hechizando a los animales. Pa.ds; mismo manuscrito que

l

fig. 51

foL 149v.

53 Los dioses paganos. Remigio de Au.. <erte, Commtario a Marciano Capella

hacia 1100. Mun.ich, Staatsbibliotbek, clm. 14271, fol.

11

v.

54. La historia de Pí.rnmo y Tisbc:. Qviclio, De remediis amoris formmdo

pacte de un mMuscrlto de la Psychomachia fechado en 1289. Patfs, Bi

b l i o t h ~ u e

Natiooale, MS. la 15158, fol. 47.

55. Pigmalión vistiendo a su estatua. Roman de la Rose hacia 1470. Oxford,

Bodleian Libracy, MS. Douce 195, fol. 150 .

56. Vmus con la oca macina. Ovide moralisé

en

verso, bacia 1380. Pa.cls,

Bibliotheque Nat.ional, MS. fr. 373,

foL

207.

57.

Venus con

la

oca marina, versión perfettionada.

Ovide moralisé

en

ver

so, finales del siglo XIV. Ginebra, i b l i o t h ~ u e Publique

et

Universitaire,

Ms.

ft.

176, fol. 216.

58. Venus con la pizarra adornada

de

flores. Ovide morali:ré

en verso,

pre

cedido

de

una traducción francesa de

la

Introducción n

Ovidius mora-

lixiztus de Petrus Berchocius, hacia 1480. Copenhague, Biblioteca

Real

,

MS. Tbort 399, 2.

0

,

fol. 9 v.

59. Sísifo, Tántalo e

Ixi6n. Hacia

1230. Iglesia

de

Schongrabern (Austria).

60. Escena leg:nl.. Sachsenspiegei (réplica del siglo XIV de un modelo ante

rior). Dresde, Landesbibliothek, fol. 68 v .

61 .

Hércules; José arrojado al po;ro (Génesis, XXXVII). Hacia 1280. Fa

chada occidental

de

l catedrnl·

de

Auxcme.

62. Sátiro; El sueño de Facaón (Génesis, XLI). Hacia USO. Fachada occi

dental de

la catedral

de

Aoxerre.

63. lluscraciones del Salmo LXXV1I LXXVIII). Salterio de Sturtgart, prin

cipios del siglo rx Sruttgart, Wünembergische La.ndesbibliotbek, MS.

Biblia Folio

23,

fol.

93

v.

64.

Amor

cornalis

.

Hacia 1280. Fachada occidental de la catedral de

ux

.

65.

Cupido volando.

Prodmcio, Psycbomachia hacia 1100.

Lyon, Bibliothe

que

du Palais des Arts, MS.

22

foL 17 v.

66. Maestro Wiligelmo: Cupido con la antorcha invertida. Hacia 1170. Fa

chada occidental de la catedral de Módena.

67. Maestro Wiligelmo: Cupido con la antorcha invertida y un ibis. Hacia

1170. Fachada occidental

de

la catedral de Módena.

68. Cáliz conocido con el nombre de KPiserpokal hacia 1300. Osnabrück,

Ayuntamiento.

Indice de ilusuaciones

15

69. Vicios y Virrudes. Detalle de Jn copa del mismo objeto de In figum 68.

70.

Vicios

y

Virtudes . Detalle

de Jn

copa del mismo objeto

de Ja

figura

68 .

71. Vicios y Virtudes. Detalle de In copa del mismo objeto

de

la figura 68.

7 L Vicios y Virtudes . Detalle de la copa del mismo objeto de la figura 68.

72. Tapn del mismo objeto de la figun1 68.

73.

Detalle

de

la tnp3

del

mismo objeto

de

la figura

68

(las fotografías

de

las figuras

68-73

fueron amJtblemc:nte cedidas

por

el profesor

1-l:lns

Weotzel).

74.

Hercules Musarum.

C:tmnfeo cl:ísico. Antes

en

París, colección Roger

(vaciado

de

escayo JI, ~ m p l i a d o fotografía amablemente cedida por el

profesor

Hans

Wentzcl).

75.

Detalle

de

la

tapa

del mismo objeto

de

la :figura 68

.

76. Detalle de 3 tapa del mismo objeto

de la

figura 68.

77. Detalle

de

la tapa del mismo objeto de la figura 68.

78. Capitel «de Mitra».

Entre

1172 y 1189. Claustro

de

la

catedral de Mon

reale.

79. Mitra dando muerte al toro. Roma, Museo Capitalino.

80. Mitra retorciendo los cuernos dcl toro. Xilograiia

de I ~ S Imngini dei Dei

degli t ~ t i c h i de

Vincenzo Cartati, Venecia,

l674,

pág. 34

.

81. Mitra

dando

muerte al toro. Xilografía de la misma obra, pág. 275.

82. Sacrificio

de un

toro. Entre

1120

y 1132. Detalle del dintel del pórtico

central

de

Sainte-Madeleine

de

Vézelay.

83.

Las

bodas de

Caná

y

Sacrificio

de

animales. Mediados del siglo ::m

. Pó r

tico pequeño

de

Saint-Forrunat

de

Char.lieu.

84. Benedeuo Antelami ?) : Estatua de Virgilio. HaciJI U15. Mantua, Pa

lazzo Ducale.

85. EstatuJI

de

Virgilio. Probablemente alrededor

de

1227. Manruo, Bro

leuo.

86. Grosso mantuano de 1257.

87. Copi3

de

Andrca Mantegna: Proyecto para

un

monumento a Virgilio,

1499. Parfs, Louvre.

88. Géminis.

Sufi,

Liber de locis stellarum 

mediados del siglo xm.

Paris,

B i b l i o t h ~ u e de 'Arsenal, MS. 1036, fol. 22 v.

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16

lndicc de

i l u s t r a o o n ~

89. Saturno, Júpiter Marte, Venus y Mercurio. Miguel Escoto, Liber hrtro·

ductori11s segunda mitad del siglo

xrv

Munich, Staatsbibliorhek, clm.

10268, fol. 85

90.

Exaltación de Mercurio. Abu Ma'sar, Liber

astrologitte

obra cuya auto

ría reclamó fraudulento.meme para sí Georgius Zothocl Zapari Fenduli,

bacía 140.3. Nueva York, Píetponr Morgon Library, MS . 785, fol. 48 .

91. Giotto:

Lt

Crucifixión. Hacia

1 305

Padun, Capill:t de la Arena.

92. Duccio

di

Buoninsegna: La Crucilixi6n. 1308-1311. Siena, Opera del

Duomo.

93. Giorto: El Uanto sobre

C ú . ~ t o

muerto. Hacia

1.305.

Padua Capilla de

la

Arena.

94. Moisés mostrando las Tablas

de la

Ley. Biblia de

M o u t i e r - G r ~ n d v a l

se

gunda mitad del siglo IX. Londres, Britísh Museum,

MS.

Add. 10546,

fol.

25 v

.

95

  Villard de Ronnccourt: Vista interior del coro de

la

catedral de Reims.

Parfs, Bíb iotheque Natíonale., el mismo m:umsccito de

la figuro.

29,

fol. 30

v.

96. Villard de Honnecourt: Vista exterior del coro de

L

cared.l'31 de Reíros.

El mismo manuscrito

de la

figura 29, (ol. 31.

97. El

sueño

de

Faraón. Mosaioo (muy restaurado) de

In

primera mirad

del

siglo

Xl l i

Florencia, Baptisterio.

98.

La

Ultima Cena. Mosaico de finales del siglo xn. Caredral de Monreale.

99. Duccio di Buoninsegna:

La

Ultima Cena. 1308-1.311. Siena,

Opeu

del

Duomo.

100. Taddeo

Gaddi:

El rechazo

de la

ofrenda

de Joaquín

y la Presentación

de

la

Virgen. Probablemente cuarto decenio

del

siglo

X V

  Florencia, San

ra

Croce (capilla Baroncelli).

101. Ambrogio Lotenzettí: La Presentación de Cristo. Fechado en 1342. Flo

rencia,

Ullizi

102. Taller del M:testro de las Horas de Boucicaut: La Presentación de Cristo.

Lib ro

de

Horns, hncia

1415.

París, Bibliorheque N:llionale,

M

s. lar.

10538, fol. 78.

103. Pietro Lorenzerti:

La

Natividad de la Virgen. Fechado en 1342. Siena,

Opera del Duomo.

104. Ambrogio Lorenzettí: La Anunciación. Fechado en 1.344. Siena, Acca

dcrnia.

lnd.ice de ilustraciones

17

105.

Taller de Pietro Lorenzetti:

Lt

Ultima Cena. Probablemente: enrre 1320

y

1330. A.sis,

Sa

n Francesco (iglesia baja)

106. Nicola Pisano:

Púlpito

del Baptisterio de Pisa. Hacia 1260.

107.

Giotto: La Natividad de la Virgen, detalle. Hacia 1305. Padua, Capilla

de

Jn Arena.

108. Taller

de Pietro

Lorenzetti:

La

Fbgelaáón

de

Cristo, detalle.

1.320-1.3.30

.

Asís,

San Francesco (iglesia bajo).

109. Francesco Traini: El Tl'iunfo

de

la Muerte. Hacia 1350. Pisa, Campo

~ a o t o

110. Snrcófago romano (reutilizado para el sepelio de Gallo Agnello). Pisa,

Camposanto.

J. Ln Prudencia. 1391-1396. Derrame de la Porta del a Mandarla de la ro·

tedral de Florencia.

112

. Ambrog:io Lorenzetti: Manicio de los f r n c i ~ c n o s en Marruecos (detalle

con Minerva, Marre

y

Venus). Hacia 1330. Siena, San Francesco.

113.

Giotto:

El

banquete de Herodes. Hacia 1330. folorcncia Santa Crocc

( capi Ja

Pe 1.1ZZÍ

). '

114

. Giolto: Alegoría

de

la Justicia (det.111c de

In remunera/ro .

Hacia

1.305

.

Padua

Capilla

de

lo

Arena.

115 

Sarcófago de

M c l ~ g r o

detalle. Antes en Florencia, colección

R

di Mon·

talvo.

116.

Asedio de una dudad por Alejandro Magno. Traducción italiana del

Dr

viris iltustribus

de

Pcuarca hacia 1400.

D a r m ~ t a d t

Lnndesbib iorhek,

Cod.

101

, fol. 19.

117.

Roma, San Nicola

in

Carcere.

118.

Duccio

di

Buoninsegnn: El Llanto sobre Cristo muerro. 1308-1311. Sie

na ,

Opera

del Duomo.

119. Jean Pucclle: l Llanto sobre Cristo mu erto. Hor<1s de Jcannc d'Evreux,

1325-028,

fol. 82 v. Nueva York, Mctropolitao Museum (Cloisters).

120. Duccio di Buonínsegna: La anunciación de

In

muerte de la Virgen.

1308-1.311.

Siena, Opera del Duomo.

121.

Jeao Pucelle:

La

Anunciación. El mismo manuscrito de

la

figura

J

19 ,

fol. 16.

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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18

lndice

de

ilustraciones

122 . Jean Bondol (?): Guarro escenas de la infanciB de Cristo. Bible HWutoria-

le de Carlos V, fechada en 1371. La Hoya, Musewn Meeo:nano- estree

nianum, MS.

10.823,

fol. 467.

12.3. Jean Bondol: Retrato

de

Carlos V. l mismo manuscrito de la fig. 122,

foL 2.

124. Jacquemart

de Hesdin

?): La Huida a Eglpro. Libro

de

Ho ras del Du

que de

Berry,

anterior

a

14Ó2.

Brusdas,

Bibliothequc Royale,

MS

.

11060/61, fol. 106.

125. Hermanos Limbourg: La Presentadón de Cristo. Tres Ricbes

Heur

es du

Duc de Berry

14l3

-1416, fol. 54 v. Chantilly, Musée Condé.

126. Maeslro de bs Horas de Boucicaut:

El

rey Carlos VI conversando con

Piere Salmon. Dialogues de Picrre

Salmon

  1411-1412. Ginebra, Biblio

theque Publique er Oniversitaire, MS. fr : 165, fol.

4.

127. Maestro de los Horas de Boudeaut: La Anunciación a los pastores. Ho

ras del Mariscal

de

Boucicaur, esta página hacia 1410, fol.

79

v.

Parls

,

Musé.e )acquemart-AJJdré.

128. Anónimo del norte

de

Italia: La Adoración de Magos. Hacia 1410.

Nuevo

York

, .Rosenberg Stiebel.

129. Masaccio: Ln Trinidad .Probablemente entre 1425 y 1427. Florencia,

Santn Mario Novella.

130. Masacdo:

La

Virgen coJJ el Niño. 1426. Londres, National Gallery (re

producido por conesia de los Trustees

de

la National Gallery, Londres).

D I

Donarello:

El

llamado «Atys-Amorlno» (que aqu1 interpreta como

«El Tiempo en forma de niño travieso arrojando los dados»). Hacia

1440. Florencia, Museo Nazionale.

132. Donatello: Milagro del corazón del avaro. HaciB 1450. Padua, San An-

tonio.

133. Apollonio

di

G iovanni: Escena

de

la E n ~ i d a detaUe d : un .frenre

de

cas-

s o t ~ e Hacia 1460. New Haven (Connecucut),

Ya

le Umvemty Art Galle

ry (reproducido por conesia de la Yale University u t Gallery).

134.

Andrea del Cnstagno: David. Hacia 1455. Washington, Natlonal. Gallery

of .Art (reproducido por cortesía de la National Gallcry of Art, Wide.ner

Collection).

U5 . Andrea Mnntegn.a: La condenación

de

Santiago. H a c i ~ 1455. Padua, igle

sia de los Eremitani (dest.ruido).

l36. .A.Pónimo florentino: El rapto

de Hele

na. Dibujo a pluma de la «Cróni

ca Pictórica Florentina» , h ~ c i a 1460. Londres, Britlsh Museum.

lndice de

ilustraciones 19

137. Antonio Pollniuolo: Hércules y la hidra. Probablemente 1465-1470. Flo

rencia, Uffizi.

138. Piero di Cosirno:

El

hallnzgo de V   lcruJo. Hacia 1485-1490. Hartford

(Connecticut), Wadswotth Atheneum.

1)9

. Piero

di

Cosirno: Vulcano, asistido

por

Eolo, como maestro

de

la huma

nidad. Hacia 1485-1490. Ortawa, National GaUery (reproducido

por

cor

tesfn de la Narionnl Gnllery, Ottawo).

140. PJero

di

Cosimo: De talle de la figun1 139.

141. Piero di Cosimo:

El

descubrimiento de la miel. Hacia 1498. Worcester

(Massachusetts), Worcester Art Museum.

142. Piero

di

Cosimo: Detalles

de

la figura 141.

143. Anónimo florentino: Busto

de un

joven at

ri

buido

por

algunos a

Do

.

na

tello). Probablemente 1470-1475.

Flo

rencia, Museo Nazionale.

144. Maerren van Heemskerck: an Lucas retratando a la Virgen. Fechado

en 1

5.32.

Haru:lem, Museo

Frans

Hal.s.

145. Lucas Cranach el Viejo: Cupido quitándose la venda.

Hacia

1525-1530.

Filadellia, Pennsylvania Museom

of

.Att.

146. Nicolás

.Bé:a

trizet según modelo

de

Baccio Banclinelli:

.El

combate

de ln

Pasión y la Razón. Grabado B.44, fechado en 1545.

147. Sandto Botticelli: El nacimiento

de

Venus. Hacia 1480. Florencia, Uffizi.

148. Sandro Botticclli: El reino

de

Venus «La Pri 2tJI r »

.

Hado 1478. Flo

rencia, UffizL

149. Snndro Botticelli: La calumnia

de

Apeles. Hacia 1485. Florencia, Uffizi.

150. Filippino Lippi: Ernto

<<Alegorf.a de

la Música»). Hacia 1500. Berlín,

Kaiser Fciedrich Museum.

151. Copia

de

Lisipo: Cupido poniendo cuerda a su arco. Roma, Musco Capi

talino.

152.

Marcantonio Rnimondi:

El

Parnaso (copia de .Rafael). Grabado

B247.

153. Rafael: El Parnaso, detalle. 1509-1511. Roma, Vaticano.

154

. Rafael:

La

Escuela de Atenas. 1509-1511. Roma, Vaticano.

155. Tiziano: Ofrendo n Venus, detalle. Madrid, Prado.

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20

Lndice dt: ilustrucioucs

L56

Marie. Volumen

con

varios tratados

de

asuologia escritos en Alemania

3

mediados

del

siglo xv.

Roma

, Bibliotecn Vntic 1oa ,

Cod

Pnl. lar. 1370,

fol. 97 v.

157 . Snrurno, típiter, Jono y Neptuno. Copia alemana de

un

manuscrito

0

-

rolingio del

De universo de

Rab:mo Mauro,

ec

hada en 1425.

r r u ~ Bl

bliorcca Vaticana, Cod Pal. l:u. 291, fol. 190.

PREFACIO

Como se verá

por

el

prólogo del autor, este libro se basa

en

algunas de las conferencias seminarios dados

por

el profesor Erwin

Panofsky a

lo

largo de una semana del verano

de

1952 en el castillo

de Gripsholm, sede

de la

Galería Nacional de Retratos

de

Suecia.

Los textos han sido revisados considerablemente ampliados. Aquel

acontecimiento asumió el carácter

de

un simposio, en el que parti

ciparon profesores posgraduados de todas las universidades prin

cipales museos de Suecia. La organización del simposio corrió a

cargo del Instituto

de

Historia del Arte de la Universidad de Uppsa

la, pero ni su celebración ni

la

publicación de la presente obra ha

bdan sido posibles sin la generosa ayuda económica de la Fundación

Gottesmann.

Por

se r

una reunión interclisciplinar celebrada fuera de

p p s a l ~

--aunque

en parajes que se han convertido

en

una especie de

Akade-

mi

para nuestros estudiantes de

hi

storia del

ane -

este simposio ha

constituido un caso único dentro de

la

serie de conferencias Gottes

mann. Pareció apropiado, por tanto, publicar esta obra simultánea

mente en

clicha

serie en la colección Figura que edita

el

Ioscituto

de Historia del Arre

de

la Universidad de Uppsala.

La citada serie ha llegado ahora a su término, y ello nos depara

Wl l magnífica oportu.rlldad de recordar las circunstancias que presi

dieron su origen.

En

el

mes de noviembre de 1947, D. S Gottesmann envió uno

carta al cónsul general de Suecia en Nueva York, de la que emresa-

21

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22

Renacimiemo y rc:nncimieo tos en el arte occidental

camos los siguientes fragmentos : «Desde hace algún tiempo vengo

pensando que lo:; actos de humanitarismo realizados por el pueblo y

gobierno suecos

durante

la guerra y desde la cesación

de

las hostili

dades no han sido debidamente reconocidos. Es cierto que de vez

en

cuando se

han

expresado algunas palabras

de

apreciación pero

creo que esaG expresiones de apreciación y gratitud deberían haber

adoptado una

forma

más concreta.»

El 2 de diciembre de 1947 esta carta era seguida de una escri

tura

de donación a favor de la Universidad

de

Uppsala

por

la

que

se hacia entrega de

una

de

50.000

dólares destinada «a hacer

posible

que

la Universidad organice ciclos

de

conferencias a cargo

de persona

 ; de

prestigio mundial  sin distinción

de

nacionalidad 

en

el

campo

de

las humanidades». La donación servía como expresión

de

gratitud

por

ciertas iniciativas suecas obra sobre

todo

  del falle

cido rey Gustavo V en la organización

de

auxilios a los judíos

que

pasaban

por una

situación realmente angustiosa

en

los países domina

dos

por

los nazis. Pero también demuestra la fe

de

un hombre

en

los estudios humanísticos y en su necesidad para ln supervivencia

de la civilización. Las siguiente:; palabras

de D.

S. Gottesmann ilus

tran

claramente esa actirud:

«La

administración

de

los asuntos hu

manos ha quedado a la zaga

de

nuestros avances tecnológicos   con

el resultado de

que

la autodestrucción física y moral

de

la raza hu

mana es hoy día una posibilidad. No es a la ciencia a donde hemos

de

volvernos en busca

de

orientación sino a las humanidades: a las

diversas disciplinas que afectan al carácter social y moral

de

nuestros

semejantes. Tene.mo:; que desarrollar

lo

s valores éticos culturales y

filosóficos y aprender de l historia y la literatura. Sólo así forjare

mos el espíritu de liberalismo y comprensión necesario para

ven

cer

en la carrera contra las armas que el propio hombre ha creado.»

No es éste el lugar de comentar la obra que ahora presentamo5 al

público. Los editores sólo desean expresar su convicción de que ella

satisface en alto grado

el

propósito

de

la Fundación Gottesmann:

mostrar la función de las humanidades en

nuestra

civilización ejem

plificada en una de las más brillantes realizaciones culturales del ser

humano .

GREGOR

PAULSSON

PROLOGO

La

o?rita

que

aquí

presentamos al público requiere e

xp

licac

1

6n

Y

apologu1 más extensas

de

lo acostumbrado.

Cua?do la Universidad

de

Uppsala me distinguió con el honor

de confiarme

la

s conferencias Gottesmann

de 1952 y propuso

gene

rosamente .que

d i c h ~ ~

l e c c i o n ~ se desarrollaran

durante

el mes de

agosto fin

de

facilttar la as1srencia del mayor número de

l e g a

suecos  ¡ ó v e n e ~ y

~ a y o r e s ,

que fuera posible procuré escoger un

tema

que ~ u d i e r ~ m . t ~ r e s a r l e s

a todos  con independencia de

sus

We.ctores

de t n v e ~ u ~ a c t o n

particulares. Por ello sugerí el de «

El

pro-

e.ma del Renaam1ento en la Historia del Arte>>, sugerencia que me

fue. aceptada 

~ ~ - ? q u e

cabía prever que condujese a una considerable

dosts de

repettaon

.

. Los temas

?

las conferencias números

uno

y

do

s

-ambas

rela.

ttvas a la c u e s t t o ~ de ha existido eso que llamamos el Renacimien

to y  en ~ - s o afm;nanvo en qué se diferenció

de

lo > movimientos

de renovao?n med1evales a los que a menudo se alude con e] mismo

n ~ m b r e J?ags. 31-173 de. este

volumen}-

y de la conferencia

nujer<;> ~ e z que estudiaba la relación existente entre e arte:

y

a

ctenoa d u r a n ~ los

siglos xv

y

XV I -

habían sido

ya

trata

dos de manera p r e ~ o u n a r . en dos ensayos an teriores; pero  dado que

esos ensayos aparecteron stn notas y en lugares bastante inaccesibles .

. « ~ e n ~ a o c e .ood Reoosceoces» ~ e n y o n Review

VI

págs. 201-2.36; «At·

ust CJeousr  Geruus: Notes on the R e n a i s s a n c e - D • ~ ~ - ' n g ' Th R ·

. . . . u ~ ~

» e enau·

23

Page 13: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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24

Renacimiento

y

renacimientos eo

d

nne occidental

no pareció superfluo repetirlos y volver p u b l i ~ a r l o s en f ~ r m a revi

sada.

El

contenido de la tercera conferencJa, dedicada a la pmtura del

Trecento italinno

y

su impacto sobre

el

testo de. Europa (págs.

235 de este volumen), había de ser, hasta cierto punto, ,coma

dente con el de algunos capítulos

de un

libro que

p r o y e c t a b ~ m o s

publicar al año siguie

nte

*; pero como, en este caso trat.anuento

del

libro sería circunstancial y orientado a un ob¡cuvo diferente,

se consideró permisible repetir varios pasajes,

e?

p a r t ~

literalmente.

Así pues,

y

según lo dispuesto, las conferencras t u ~ 1 e r o n l ~ g a r . en

el marco ideal del casúllo de Gripsbolm, y los cologutos subsiguten·

tes

d e

vez en cuando visitados por los curiosos babirantes del par

que de ciervos, gratamente interrumpid?s

por

reuniones

s o c i ~

Y

excursiones, y rematados por una functón ?e gala

en

deliaoso

teatro circular de Gustavo - vivirán stempre

en

nu recuerdo

como una experiencia que sólo la frase Et in A r e t r d ~ a e ~ ? acertaría

a describir.

Per.o cuando intenté cumphr con la obligacton de

p r ~ -

parar esas conferencias para la imprenta, me di ~ u ~ t a de que terua

un tigre cogido por la cola, o

por

emplear stmil aun Ms exacto

del emperador Tiberio-- «un lobo por l a ~ orc¡as». .

Poner la primera

y

la segunda al dta , en la medida

d.e

?

posible, a un cierto nivel

de

precisión- resultó ser tarea

~ á s ~ f f c i l

y prolongada de lo previsto. Revisar la tercera serfa empeno casi _so

brehumano, debido a que la literatura sobre el arte d e ~ Trecento

Ita

liano aun siendo extensa, parece haber prestado relat1vamente poca

atendón a la actitud de esa época hacia la Antigüedad. Pero lo que

hizo más trabajosa

y

desmoralizadora la labor revísió? el beci;o

de que prácticamente no

p a s a r ~

una semana sm.la apartcton de algun

nuevo estudio digno de a

renc16n.

No

hay nadie que, dentro de .un

período de tiempo limitado, pueda leer todo lo que otras

aen

personas son capaces de escribir, y al final me convencí de 9ue, en

lo que respecta al problema del Renacimiento, ya no es posible ser

ni exhaustivo ni original: no sólo parece estar dicho todo lo erróneo,

sino también todo lo acertado. A lo más a que podía aspirar era a

reducir un panorama inmenso a los limites de un sencillo y pequeño

esbozo, cuya únka pretensión mérito residiese en el hecho de

estar enfocado en el punto de v1sta de un so

lo

observador ; y, por

otra

parte, a profundizar en algunos detalles menores de los prectsos

mapas topográficos que otros habían trazado.

sanee A Symposium The Metropolitan

usetltfl

o/ Ar t  Feb . 8-10 1952   Nuevo

York, págs. 77-93. . . . . ..._ b

·¿

Early Netherlandish Pomtmg:

lts

Orzgms and Characler  '""m o ge

(Mass.), 1953, Introducción

y

capítulos

I-ill

V,

VI.

Prólogo

25

Al cabo, en fin, de cinco años, solamente la primera mirad del

curso, compuesta por las conferencias números uno a cuatro estaba

tan ~ t a para la i m p r ~ t a ~ a m o

lo

permitían mis posibiiidades:

~ n t e

u

se planteaba la disyuntiva de retrasar la publicación del con

J U ~ t o

d u r a ~ n e otros cinco años o solicitar permiso para publicar la

pnmera mltad por separado. En vista de la inseguridad de todo lo

hurnano.-y p o r q u ~ el

pago parcial de una deuda impor tante siempre

e r ~

~ e J o r

. q ~ e .

la

~ o l v e n c i a

me decidí por

la

segunda opción;

declslon quiZa ¡ustiftcada porque estas cuatro conferencias, estando

como están fundamentalmente dedicadas a los antecedentes del Alto

Renacimiento, ostentan enrre sí una cierta unidad. Vaya mi graúLUd

:tl

doctor Carl Nordenfalk por haber abogado a mi favor; al profesor

G r e g ~ r P a ~ t i s s o n por recomendar mi propuesta a las auroridacles de

la U r u v e r s t d a de Uppsa

la

, y a Ja prop

ia

Universidad, y en particu

lar a su a n t e n a ~ decano, eJ profesor Ake H olmback, por aceptar una

obra fragmentana que llega a la vez ~ e m a s i a d o pron

to

y demasiado

tarde.

.Con los

?o

samigos citados y los demás participantes en el sim

poslO. de G n p s h o ~ estoy, además, en deuda por sus innumerables

Y

valiosas

s ~ g ~ r e n c 1 a s

y colaboración en cuesúones más prácticas.

Un agradeCJm.Jenro seme¡ante me une a otros arrúgos y colegas·

baste con m e ~ c i o n a r a] Adhémar, K. Bauch, H. Bober, A. Chntelet:

H. F. C h e ~ n r s s C. O . Cunningham,

M. Da

vies,

L.

D. Ertlinger,

L. Grodecki, W . S. Heckscber, H . W. Janson,

E.

H. Kanto1·owicz,

G. Kubler, K. Lehmann, M. Meiss, E. Meyer, el finado T.

E.

Momm

ser;

(cuyos. estudios

~ r e

P e t r . a r   han dado forma a mis

op

iniones

mas que runguna otra influenda ruslada), M. Murara, F. Nordstrom,

R. Offner, I Porcher, U. Procacci,

C.

Seymollr, J. R. Spencer,

H. Swarzenslá, H. van de Waal, J. Walker,

K.

Weirzmann, H . Wenr

zel

y

F. Wormald, así como a las señoras M. T. d'Alvemy, A. de

Egry, . E

.. Frank.-f

ort, .E. L. Lucas,

M.

Scherer y D. B. Tbompson.

Los dtburos_reproducrdos en las ilustraciones del

re.xro

1,

4-7

y

9

son

o.bra

deJ

senor Zane Anderson. Como

en

varías publicaciones ant

e

rtoroes,

le. una especial gratitud a mi en otro tiempo ayudan re

de mvesug

aaón

la señora W. F. King, cuya paciencia ha

si

do más

severament: puesta a ~ r u e b a p ~ r la preparación de este volumen que

en las ocas10nes antenores, e Igualmente a su sucesora la señorita

R. Sanossian. Y quedo eternamente reconocido al docto¡: Allan Elle

nius> de

la

Universidad de Uppsala, que tomó sobre sí las inaratas

tareas de corrección de pruebas de imprenta y preparación del Índice

de nombres.

Princeton,

N.

J. diciembre de 1957.

E.

P.

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION INGLESA

Por razones de orden técnico personal, la segunda edición de

Renacimiento y renacimientos

no difiere

de

la primera más

que

en

lo corrección de numeroso5 errores, tipográficos y de toda 1ndole, y

en l adición, en la pág. 250, de Gentile da Fabriano a la breve

lista de pioneros de lo que podríamos denominar estudio «proto-

arqueol6gico» del arte clásico; este pecado de omisión me fue revela-

do por la aparición del excelente art1culo de B. Degenbart

A Schmitt, «Gentile da Fabriano in Rom und die Anfiinge des Anti-

kenstudiums», Mützchner ]ahrbuch der bi/denden rmst  

XI

1960,

páginas 59 ss.

Aparte

de

los fallos por mí advertidos, las correcciones me fueron

sugeridas, en primer lugar, por la recensión de P . O. Kristeller en

Art Bulletitz XLIV 1962, págs. 65 ss., y en segundo lugar, por

comunicaciones personales

de

los profesores Creighton Gilbert,

Mi

-

llard Meiss,

G.

N.

P.

Orsini y sobre todo, Richard G. Saloman;

a todos estos críticos constructivos deseo expresar m más sincera

gratitud.

Desde la confección de la bibliografía original en 1957 se ha

publicado tanto sobre

el

«problema del Renacimiento» que no podría

hacerse ningún esfuerzo concertado por ponerla al día. Quisiera se-

ñalar, sin embargo, los títulos de unas cuantas publicaciones ade-

más del citado articulo sobre Gentile da Fabciano) que

he

encontrado

particularmente útiles

y/o

estimulantes, independientemente

de

que

esté o no de acuerdo con sus respectivos autores en todos los detalles.

27

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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28

Renacimienro y renacimientos

en el

ane occidenral

A) LIDROS

BEOTLER, C., Bildwerke zwischen ntike tmd Mittelalter; Düsseldorf,

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WrND E., Pagan Mysteries in

the

Renaissance, New Haven, 1958

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. cast.,

Los misterios paganos del Renacimimto,

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1972] .

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Pierre Ber

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1964, pág.

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nMANN, K., «Typen der Deformierung Antiker Mythen im Mit

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Eighteenth Century>>,

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pág. 135

SS.

TRINKAUS,

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<<A Hwnanisr s Image of Humanism:

The

Inaugural

Orations

of

Bartolomroeo delta Ponte»

(donde

se contiene la

más antigua üustradón conocida de la Calumnia de Apeles),

Studies in the Renaissance, VII [ 1960

],

pág.

90

ss.

J

Prólogu a la segunda edición inglesa

29

Cabe asimi$mo mencionar que de las siguientes publicaciones

incluidas en la bibliografía original existen ahora ediciones en rús

tica con correcciones y ampliaciones:

ME1ss,

M., Painting in Florence and Siena after

th

e Black Dealh,

Nueva York, 1964.

PANOFSKY, E., Studtes in Iconology, Nueva York, 1962 [ed. cast.:

Estudios sobre iconología, Alianza Editorial, Madrid,

1972].

- «Artist, Scientist, Genius: Notes on the 'Renaissance-Diim

merung'», en Tbe Renaissance, Si.x Essays by

1Y

allace K. Fer-

gttSOTt et al.

,

Nueva York, 1962, pág. 121 ss . "'.

Esta nueva edición de Rettacimilmto y renacimientos viene a acre

cenrat· la deuda de gratitud que tengo hacia mi amable y paciente

editor, el doctor Allan Ellenius,

de

la Universidad

de

Uppsula.

PrinceLon, ocLUbre de 1964.

E. P.

*

[U na reimpresión alemana

de

mi Idea, con rclerencias

s

algunas pu

blicaciones

que

aún

no

se

m( llcionaban

( ll

la traducción de 1952 , apn

reci6 en Dedín en

1960

; una tradu<:ción irali:ma

de

mi ~ o n i n g in the Visual

Arts,

titulada signi/icato nelte arti vi.sive y do tada de ilustraciones mucho

mejores, se publicó

en

Tudn

en

1962; y mi articulo «

Die

Pe.rspcktive als sym·

bolische Form,.,

sup

lemenrado con s.lgunos otros ensayos y, lo que

es

más im-

portante, con un excelente resumen de Marisa Dalai sobre la «cuestión de la

perspectiva» (págs. 118·141) se ha publicado t:1mbién

en

italiano: La Prospet-

tiva come «formo simbolica» e altri scrilli,

ed.

por G. D. Nc.ri, Mil:ln, 1961

[e d

. cast.: La perspectiva como forma simbólica, Barcelona, 1973

].

Una

apor

tación todavía más reciente a este tema puede verse en P. H. von Blanc

ken-

hagen y C. AJexnnder,

«The

Paintings of Boscotrccase», Mittciltmger. des del//·

s ~ b e n orchiiologiscben Instiluts, Riim.

Abtlg., VI.

Ergiíumngsbe/1,

1962,

pá·

gma 30, nota 37.1

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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Capítulo

«RENACIMJENTO»:

¿AUTODEFINICION O AUTOENGAÑO?

1

La erudición moderna viene mostrando un creciente escepticismo

frente a la periodización, esto es, a la división de la historia en

general,

y

de cada uno de los procesos históricos en particular, en

lo que el Ox ord Dictionary define como «porciones distinguibles»

1

e un

lado están los que sostienen

que «l

naturaleza humana

tiende a mantenerse prácticamente invariada a

lo

largo del tiempo»

2

,

por

lo

que la búsqueda

de

diferencias esenciales

y

definibles entre

generaciones o grupos generaciones sucesivos seria

una

empresa

vana por principio. e otro, los que opinan que la naturaleza hu-

mana está sujeta a una evolución

tan

irrefrenable,

y

al mismo tiempo

t n

individual,

que

ni se puede ni se debe

intentar

reducir esas dife-

r

en

cias a un denominador común. Según esta actitud, esas diferen-

cias se originan «no

en

un espíri tu cole{;tivo

de l

época, sino más

bien en la soluci

ón que

cada individuo aporta a los pr

ob

lemas . . .

>.

«Eso que llamamos períodos  no son más que los nombres de las

innovaciones influyentes que constantemente se han sucedido en la

historia . .», y, por tanto, sería más razonable bautizar a cada período

1

The Oxford Dictionary en el

artículo

innovaticm.

2

L. Thorndike, «Renaissance

or

Pre.naissance»,

]cmmal of the History of

de s 

IV, 1943, pág . 65 ss., en parrkular

pág.

74.

31

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32

Renncim iento y renacimientos en l arre occidental

histórico con el

nombre de un

individuo (<da época

de

Beetboven»)

que intentar

definirlo y caracterizarlo

en

términos generales

1

El primer argumento, o argum--ento monista, podemos desecharlo

por

la

se

ncilla razón de

que,

si fuera cierro, todo sería posible en todo

lugar y en todo momento, con lo cual la historia escrita («narración

que

constituye un registro metódico y continuo,

por orden cronoló-

gico de

los sucesos importantes»)

4

sería imposible

por

definición.

El segundo argumento, o argumento atomista

-porque

reduce los «pe

ríodos» a los «nombres de las innovaciones influyentes», y los

<<nom

bre >

de

las innovaciones influyentes» a las realizaciones

de

los

«individuos»- nos enfrenta al problema

de

cómo

puede

determinar

el

historiador si se

ha

producido una innovación, en

qué

momento,

y

s i es o no influyente.

Toda

inno

v<tción

-<<alteración

de

lo establecido»

5

-

presupone

necesariamente la existencia

de

algo establecido

tanto da que

lo

llamemos tradición, convencionalismo, estilo o modo

de

pensar) como

constante respecto de la cual la innovación aparece como variable.

Para

dilucidar si

la

«solución

de

un incüviduo» representa o

no

una «innovación», tenemos que aceptar la existencia

de e ~ a

cons ta

nte

e

intentar

definir su dirección.

Para

dilucidar

si la

innovación

es

o no

«influyente», tenemos

que tratar

de

averiguar si la dirección de la

constante ha cambiado o no

por

efecto

de

la

variable. Y la dificultad

reside

en que

ramo la dirección original

de la

constanLc como

su

ulterior desvío

por

una innovación

- fáci l

de

detectar siempre

y

cuando

l

objeto

de

nuestro e

st

udio no

se

extienda

máG

allá

de

donde,

como diría Aristóteles,

<<alcance

la voz

de

un pregonero>>-- pueden

desenvolverse

dentro

de

un

ámbito territorial

y

cronológico única·

mente limitado

por

la perceptibilidad

de

la

interacción cultural (de

manera

que

una historia

de Europa en la

época de Luis

XIV

incluiría

legítimamente lo

que

sucedía

en

América «al mismo tiempo»; no as

una hisroria de Europa

en

la época

de

las Cruzadas).

Si lo

que

nos ocupa

es l

hisLOria de la imprenta

en

Augsburgo

en

tiempos

del

emperador Maximiliano,

no

tendremos reparo

en

3

G. Boas, «Historical Pe riods», Journnl o/

Acstbetics

and rt Criticism

XI , 1953,

pág.

248

ss., en particular págs.

253-254.

Las palabras que al ci

tar

he sustiruido por puntos suspensivos son,

en la

primera frase, «es téticos•>; en

la segunda, «del arte». Ambas omisiones parecen csrar jusrificadns porque el

:1nkulo, aunque principalmente dirigido

a

los estudiosos del 9rre y de la esté·

tica, tral.il del método histórico en genc:.rnl. Un esrudio muy insrructivo de los

extraordinariamente numerosos sistemas de periodiz9CÍÓn que fie han propuesto

a lo largo de los siglos se encontrará en

J.

N

]  

van der Pot, De Periodiuri11g

dt:r gescbíedeuis; Een Overzicht der theorieen La Haya, 1951.

4

The

O:o:ford Dictio11ary en el artículo lústory.

5

1bídem en el articulo imzovatio11.

l. «Renacimiento»: ¿nutodeiínición o autoengaño?

J3

afirmar que la invención de la viñeta movible es una «innovación

influyente» atribuible a Jost

de

Negker

- s í

bien hasta un aserto tan

especíGco

o ~ o éste presupone

una tnín.ima investigación acerca del

esrado

de

la

unprenta en

Augsburgo

ames y

después de

que Jost

de

N e g ~ e ~ entrara

en escena. Y.si

lo qu

e nos ocupa

es

la historia

de 3

musita alemana 7nu·e aprox.unadamente

1800

y L830, podemos

con todo derecho destgnnr ese período como «la época de 13eerho

ven»

0

 

pero

para justificar tal decisión tendremos

que

demostrar ·

que no

sólo las obras de J

-J..aydn,

Mozart

y

Gluck, sino también las

de

muchos onos compositores alemanes hoy casi olvidados ostentan

tamos rasgos significativos comunes

que

cabe considerarlas mani(es.

t ~ c i o n e de un I ? i s ~ o < ~ e s t i l o

establecido»;

que

Beetboven

introdujo

Certos rasgos siguilJcat ivos que no estaban presentes t ll

ese

estilo

establecido, y

que

precisamente esas innovaciones fueron las emula

~ a s . p o r

la mayoría

de

los compositores

que

tuvieron ocasión de farni

lianzarse con las obras

de

Beethoveo.

Pero

si nuestro tema es la historia de la pintuxa italiana durante

el primer cuarto

del

siglo xvr, nos será muy dificil designar ese

período con

o m ~ r e s

propios. Aun. limitándonos a los tres grandes

centros

de

FlorenCia, Roma y Veneaa, veríamos a Leonardo da Vinci

Rafael M i g u ~

A n g ~ ~ ·

Giorgi?n.e y Ticiano

redamar

l ~ í t i m a . m e m ~

para

st

la cons1dcrac10n de epontmos,

y

tendríamos

que

contrastarlos

con

r a n _ L O ~ predecesores y seguidores y señalar , además, tantas

c a r a c t e r ~ s t J ~ a s

en

las que: los innovadores difieren

de

los predeceso

res y c?mctden, .en c a r n b t o ~ con los. seguidores-, que podría parecer

nos mas convemente

(y

mas aprop1ado, dada la existencia

de

figuras

marginales

pero

tan indispensables como

Andrea del

Sarta

Rosso

f_iorentino,

P o n r o r m ~

Sebastiano del

Piombo,

Dosso

D o ~ s i

o 'correg

giO) r e ~ u ~ r u

a térmUlos genéricos y distinguir

entre una

fase

de

«Renacamento Temprano)>

y otra

de

«Alto

Renacimiento»

en

la

pintura italiana. Y si nuestro tema es la historia del arre

o de

la li

teratura, la música o la religión)

de

Europo occidenml en conjunto,

no

po?remos por

~ e n o s

de

e n ~ a n c h a r

--o,

mejor dicho,

alargar

esos t

erm111o:.

genencos

en

nociones tales como

<<micéruta>> «hele

nístico», «carolingio», «gótico», y, a fin

de

cuentas en

«clásico•>

«medieval», «r enacenti

sta>}

y «moderno». ' '

Huelga decir

que

estos <<megapedodos» -<:omo podemos llnmar

los

p a r ~ d . i s ~ i n g u i r l ~ s

los más

corros- no

deben

ser

erigidos

en

«prmapios

explicativos>> ,

01

menos aún hipostasiados

en

entida-

6

Boas,

op cit.

pág.

254.

7

Ibídem

en

espl'CÍal pág. 248 s. Sobre este punto estoy t

ot a

lmente de

ncuerdo ~ o n

el

profesor Bons: él señalado

i ~ g e n i o

y r ~ ó n que explicar

lo sucedido

en

los pc.r(odos colorual o revolnoonnno de

la

historÍJI americana

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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Renacimiento y renacimientos en el arre occidental

des cuasimetaffsicas. Su caracterización habrá de ser cuidadosamente

delimitada según su tiempo y lugar, y continuamenre redefinida a

medida que progresen nuestros conoé inientos. Es probable

que

no

lleguemos nunca a ponernos de acuerdo y en muchos casos no de

be.ríamos intentarlo

siquiera-

acerca de dónde y cuándo acabó exac·

tamente un «megaperiodo» para dar paso al siguiente. En la historia

como en la física, el tiempo es función del espacio

8

, y la definición

misma de periodo como fase marcada

por

un «cambio

de

dirección»

implica a la vez continuidad

y

disociación. Por otra parte, no debe

mos olvidar que ese cambio de dirección puede ser motivado no sólo

por el impacto de un único hallazgo revolucionario capaz de trans

formar determinados aspectos de la culrura tan repentina y comple

tamente como lo hicieron, por ejemplo, el sistema copernicar,o en

astronomía o la reoría de

la

relatividad en física, sino

Lambién

por

el efecto cumulativo, y por lo ranto gradual, de una serie de modifi

caciones tao nwnerosas y relativamente modestas, pero influyentes,

como las que determinaron, por ejemplo, la evolución de l catedral

gótica de Saint-Denis y Sens a Amiens. Hasta es posible que se

produzca un cambio de dirección como resultado de innovaciones de

orden más negativo que positivo: lo mismo que un número de per-

en virtud

de

un «espíritu• colonial o revolucionario equivaldría u afirmar que

la conducta de

una

persona dada durante su infancia,

j u v e n t ~ J d

y mad\ll'ez se

e.. plica

po¡· el hecho

de

que

«un

espíritu»

de la

infancia, juventud y madurez

«se encarna» en las dlvcrsas fases de su actividad.

Hay sin

embargo, una dife

rencia entre la afirmación «losJaros

se distinguen de

los

perros por

encarnar

el espíritu de la garidad y

no

de la perridad» y la afinnación «los garos se

distinguen de los perros por una serie

de

caracrerísticas (

rnl

s como n posesión

de

uñas retrácriles y s6lo cuatro molares superiores y tres inferiores,

Li

inca

pacidad

de nad9.1',

la tendencia a formar relaciones estables con los lugares más

que

con las personas) que, tomndas en conjumo, describen el género Felis y

no

el género Canis». Si alguien,

por

conveniencia, decide designar la suma total

de esas características con Jos nombres de «gntidnd» y <<perridad», hará violencia

al idioma, pero

oo

al método.

a

Sobre

el

mundo

de

l

historia como «estructura espaciotemporal»,

en

l

que

los sistemas cronológicos sólo son válidos dentro del marco de un territo

rio

dado (tomando, empero, ese

«ter

ritorio» como ambiente cultural específico

m.ís

que como área geográfica definible en términos

de

lat i

tud y

longitud),

y

en la que las relaciones temporales observables entre dos

o más f ~ ó m n o s

existen sólo en In medida en

que

se pueda demostrar la renlidad de u11n in

terrelación cultural entre esos fenómenos, véase E . Panotsky, «Uc.ber die Reihen

folge der vier Meister von Reims» (Apéndice), fahrbucl> ür Kumtwissemchtl{l,

II , 1927, pág. 77 ss.; i dem

, «The

H istory of Art as n Humnnistic Discipline»,

Tht

Meaning of

tbe Humanities , ed. por T. M. Grecne, Princemn,

L9

40, pá

¡.dna 89 y ss., en p:uticuJar pág. 97 s. (reproducido en

Meaning

it1 tlie \l ismd

Arts, Nuevn York, 1955, pág. 1 ss., en particular pág. 7 s. [cd. cast.: El sigui-

ficado

en

las artes

visualu

Buenos Aires, 1970, pág. 15 ss., en particul

ar

PÁ·

g.ina 19

~ s . ] .

l

«Renacimiento»: ¿autodeflnidón o autoengaño?

35

sonas cada vez mayor acepta y desarrolla una idea o un ingenio antes

desconocidos, así rarnbién puede ocurrir que

un

número de personas

cada vez mayor deje de desauollar y acabe por relegar al olvido

una idea o un ingenio antes familiares.

De

ello podrían ser ejemplo

la desaparición gradual de la lengua griega , el drama y la represen

tación del espacio en perspectiva del mundo occidental tras la ca1da

del imperio romano, b desaparición gradual de la figura del demonio

del arte de los siglos xvrr

y

XVIII

o la desaparición gradual del gra

bado al

bu:ril

del

ute

del siglo

XJX.

Todo lo dicho no obsta para afirmar que cada período - tanto

si se trata de un «megaperlodo» como de uno de los más cortos

posee una «fisonomía» propia no menos definida, aunque n.o menos

difícil

de describir satis

fac

toriamente, que la de un ser

htl.lllilDo.

Puede

darse un legítimo desacuerdo respecto a cuándo comienza la e:>.:isren-

ci de un ser humano (¿en el momento de la concepción?, ¿con el pri

mer latido cardíaco?, ¿con el corte del col'dón umbilical?); cuándo

finaliza (¿con el último aüento?, ¿con el último pulso?, ¿con la cesa

ción del metabollsmo?, ¿con la descomposición rotal del cuerpo?);

cuándo pasa de la infancia a la adolescencia, de la adolescencia a la

edad adulta, de la edad adulta a la ancianidad; cuántas de sus

ca-

racterísticas debe a

su

padre, a su madre, a sus

a b u e l o ~

o

t

cualquiera

de sus antepasados. Y sin embargo, al encontr:1rle en un momento

dado dentro de un g¡·upo dado, nada

nos

impedid inguirle de sus

compañeros; caralognrle como joven o viejo o Je mediana edad,

alto o bajo, iotelisente o tonto, alegre o taciturno, y, en fin, fo rmar

nos una impresión de su personalidad total e irrepet.ible

I I

El objetivo pri.ncipnl de los ataques de aquellos a quienes, por

devolverles el cumplido, podríamos llamar los «desperiodizadores>>,

es el Renacimiento, que en inglés

y

en las lenguas germánicas lleva

9 Los párra.fos que t c c e d e n fueron escritos antes de aparecer la valiosa

obra de P.

O.

Krisrellcr, Thl Classics

and

Rcnaissance Thought, publicada

para

Oberlin Coilege por In Hrtrvard U n i v ~ r s i t y Press, Cambridge, Mass., 1955.

Me complace observar que la visi6n genet'l\l del Renacimiento que K.rlsteller

expone en la pág. 3 s. su libro coincide con la mía no sólo en lo que

r e ~ p e c t a

a los llrnites cronológicos del período, sino rambién en In opinión

de

«gue

el llamado paíodo renacentis ta tiene una fisonomía propia y distinriva,

y que la. incapacidad de los JústoriadoJ"es a la hora de dar u na definic ión

sencilla

y

satisfactoria

de

él no nos autociza a dudar de su existencia:

si

lo

hiciéramos, y en l misma medida, tendríamos que poner en duda la existencia

de

la Edad Medla o del siglo xvm». Véase también más adelante, pág. 39 .

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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l

36

Renacimiento y renucimic:mos en el arte occidental

el nombre francés

de Renaissance

porque

fue en

Francia donde el

significado de ese vocablo pasó

de

lo limitado

pero

inconcr

et

o (re

novación

de

al

go

en cualquier momeJliQ dad

o)

a

lo

concreto pero

global ( renovación de to

do

en el período raarticular

al

q

ue

se con

sideraba introductor de Ja

Edad

Moderna)

0

Todavía en 1933 encontramos esre perfodo confiadamente defi

nido como «la gran renovación

de

las arres y las letras que, bajo la

influencia

de

modelos clásicos, se inició

en

Italia en

el

siglo

xrv,

para proseguir durante los sig los xv

y

XVl»

11

Pero no

cabe duda de

que semejante definición es sumamente vulnerable a

lo que

podría

mos deno

minar «o

bjeción

de

la vaguedad» («los historiadores no se

han puesto

de

acuerdo sobre cuál sea su carácter esencial, ni

sobr

e

cuándo empezó a manifestarse y cuándo finalizó»)

12

; y durante

Jo

s

últimos cuarenta o cincuenta años el «problema del Renacimiento»

ha llegado a ser uno

de

los temas más acaloradamente discutidos en

la historiografía moderna

13

10

Según Huizinga (..-Das Problem der Renaissa nce>>, \Vege der Kulturgf s

chtchte, Munich, 1930, pñg. 89 ss., en particular pág. 101), la po.labra «Rc:nals

saoce» tomada en esre sentido espe

fico pero global parece darse por prime

ra

vez

en

Balzac,

Le

Bol

de

Sceau

(

1829),

donde

sirve

para

carnCTerizar la

co

n

versación de una COfltessina deliciosamente malcrindn de diecinueve nños: «EUe

raisonnait focilemenr sur

la

peimure italiennc: ou fh1maode, sur le moy en-fige

ou la reoaissance.» Parece, pues, que

e:

término estaba ya en uso en los

drcu-

los imelecruo.les y la sociedad galanre de Parls unos veinúcinco años antes

de

set· consagrndo, por así decirlo, por La Re11aimmce de Jules Michelet en 1855,

y unos treinta años antes de aparecer en el útulo de la obrn de Jacob Burck

hatdr Die Ktt tur der Rcnaissmu:e ; ltalien, de 1860.

The Oxford Dicliollary, en el artÍculo

Renaissanc11.

Según csr:t

fu

ente, 1 

expresión «the period of the Renaissance»

(el

periodo del Renacimiento} apa

rece en Ford, Handbook

of

Spaiu, 184.5, y la expresión «the Renaissance pe

riod» (el período renacentista} en Ruskin, Tbe Sto11es o/ Veuice, 18 51. Pero,

sólo cinco años antes de Ford.

a

TroUopc t o d : ~ le parecía necesario añadir

unn explicación

un

tan to apologética: «e l estilo del rCJilacimiento, como los

&anceses gus tan de llamarlo» (Summer

¡

Britlany, 1840).

u Boas, op. cir., p:íg. 249.

13

Ni siquiera

limit

ándonos

a

los esru

dios

m

:ís

recienteS

y

generales sería

posible dar aquf una ide:1 aproximada de la bib liografía cxisrenre eo torno al

p robiC Il11 del Renacimiento. Por ahora bastJlrá con que señalemos, además

de.

admi.roble

artkulo

de Huizing

fl

ontcs citado, los sisuicntes libros y artlculos,

en los que se bnllarán otras indicaciones bibliográficas: W. K. Ferguson, The

Reuaissmrce in Historical Thougbr; Five Centuries

of

lnterprclation, Cambrid

ge (Mass.),

1948

(cf. idem, «The

Imerpr

ctntion of Lhe Rc:naiss:mce, Suggestions

for a $ymhcsis», Joumal of the HisJory

of

Ideas, XII, 19.51, pág. 483 ss.);

H. Baeyeos, Begrip e  probleem vatr de Renaissance; Bijdrage tot de gescbie

denis va¡; bun otrslaan en /ot bun kunslhisloriscbe omschrijvit;g, Lovaina,

19.52 (cf.

ln

interesante recensión de

H.

Baron en Historische Zdtschri/t,

CLXXXU, 19.56, pág. 11.5 ss.}; ((Symposium 'Tradirion

and

Innovation in Fif

teenrb-Gentury It.aly'», j ournal

o/

tbe History

of

Ideas, IV , 1943, 1-74

1. «Renacimiento,.: ¿au todefinición o autocngafio? 37

Ya no es preciso que

nos

detengamos en lo que

se podúa

llamar

«romanticismo del Renacimiento a la inversa»: esa reacción del si

glo XX contra

la

exaltación del período renacentista gue, basándose

en prejuicios de índole nacionalista o religiosa, deploraba

la

intrusión

de la

Diesseitigkeit

rnediterrán<.-a en el trascendentalismo «nórdico»

o cristiano,

de

manera

muy

semejante a corno los humanistas

de

antaño

habían deplorado la supresión

de

la culrura grecorromana a manos

de

Ja

·intolerancia eclesiástica o

de

la

barbarie «górica»,

y

que en

ocasiones hizo extensiva su hostilidaJ a la misma Antigüedad clásica

4

(con trabajos de

H.

B ~ r o n

D.

B. Durand, E. Cnssirer, P. O . Kristeller, L.

Thom-

dilre,

ele.);

A.

Renaudct,

«Autour d une

Définition

de

l bumanisme», Biblur

th

eque d'Hurmmisme t Renaissancc, Vl,

1

94.5, p:íg.

7

ss.; Thc Renaissance; A

Symposi11m

, b r u a r y 8-10, 1952, Tbe Mttropolitan Musetml of

Ar t

, Nueva

York, 1952 (con trabajos

de

R. H Bainton, L. Bradner.

W.

K Ferguson,

R. S.

López, E.

Pnnohky, G.

Sn

rton);

M. de:

Filippis, «The e n a i s s a n l ~ Pro

blcm Again», ltalic

a, XX,

1943, pág. 65 ss.; K. M.

Seuoo,

«Sorne Ret:ent

Views of the l talian Renaissnnce>¡,

Cantl(/ímt Hisrori

cal

Assoctatron, Reporf of

Ammal Meeting,

Toroo1o, 1947, pág 5 ss.¡ H.

S. Lu

cas, «The Renaissaoce,

A

Review of Some Vicws»,

Catbo{ic Historical

Rer1iew, XXXV, 1950, pág. 377 ss;

cSymposium Ursprünge und Anfiinge der Renaissance'», Kumtchronik, Vll,

págs. 113-147;

E. Gario,

Medtoevo e rinascimmto, Bari, 1954,

en

especial pá·

gi.n.as

91-107;

P.

Renucci,

L'Aventure

dt

l'humanisme européeu

au

Moyen

Age (IVe XIVe .fircle), París, 1

9.53 (con unu

útil bibliografía en las pógi·

nas 197-231). Los esrudios, sumamente importantes, de P. O. Kristeller sob re

el problema del Renacimiento, publicados de 1936 a L950 y recientemente

reunidos bajo el tÍtulo de

Studiei

m

Renausauce Thought mtd Letters,

me

llegaron demasiado rarde

para

referirme a ellos en lo que sigue; pero este nue

vo volun1en mere<:e ser mencionado oo sólo por

su va

l

or

intrfnseco sino tam

bién

por la excelente bibliografía que figura en las p:ígs. 591-628. Tampoco be

podido tener en

cuenta el

libro de B. L. Ullmao, Swdtes 111 the

Italum Renais

sance, Romn, 1955, cuyo primer capúulo

rrara

del «Renacimiento, el término y

c:l concepto subynccme.. Véanse m:ís indicaciones bibliográficas en

la

nota si·

guientc: y en la página 41, nota 2.5.

1• Sobre él punto de vista nacionalista

en el

«romantidsmo dcl Renacimien

to n la inversa>> véanse, por ejemplo,

]

Nords1rüm, Moycn·Age el RcmtissanCt',

P:u·b, 1933: C. Neumann, <<Ende des Mittdalrcrs? Die Legunuc

Jer

Ab osunl

des Mittelahers durch die Renaissaoce», DI IIIS(he Vtcrtcliabrsschn/t /iir Lrte

raturwiuenscha/f ;md Geistesgeschtchte,

XTT,

1934, p:lg.

124

ss.;

\

Worrin

gcr, Abstraktion tmd Einfühlung, Munich, 1908; idcm, Formprobleme der Go

li k, Munich, 1910 ~ - u s opiniones y otras similares se cm;ucnrran en Fergusoo ,

T h ~ Rtwaissance). Como curiosidad tÍpica cabe añadir In obra de K. Schefílcr,

Der Gtisl der Gotik, Leipzig, 1925, donde, con el criterio de «por sus frutos

los conoceréis,., se hace n Sii.n Pedro de Romn y,

en

úllimn

instancia, al Pan-

teón responsables del neo-Renacimiento de las épocas victoriana, cduardi:u1.1 y

wilhelmininna (s in

por

ello culpnr

n ln

s ca tedrales de Speyer

o

Reims de los

resultJldos del neo-gótico y neo-románico contempor:íneos). Sobre: el punto de

vista neocatólico (asimismo estudiado por Ferguson), véanse, por ejemplo,

J.

Maritain, ~ l i g i o n and Culture, Essays i Order, Londres, 1931 , núm. 1, e

idem,

TrtU

Humanism, Nueva York, 1938; C. Dawson , Cbristia1rity and

tb

e

Neto Age,

Essay.r

in Ordcr, Londres, 1931 , núm. 3. Hastn un erud ito a quien

Page 20: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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38

Renacimiento y renncimicntos en

el

arte occidental

Ni perderemos el Liempo en refutar esas ridfculas teorfas raciales

que celebran las obras de Dante, Rafael

y

Miguel Angel como otros

tantos triunfos de la estirpe y el e s p í r ~ germanos

15

No

s bastará

con reconocer el hecho, establecido por muchas décadas de seda

y

fruct1fera investigación, de que el Renacimiento se mantuvo unido

a la Edad Media por mil lazos; de que la herencia de

la

Antigüedad

clásica, por muy tenues que fueran a veces los hilos de la tradición,

no llegó nunca a perderse de manera irrecuperable, y de que hubo

algunos vigorosos movimientos renovadores de tono menor antes de

la «gran renovación» que culminaría

en

la época de los Médicis.

Se ha puesto en tela

de

juicio el que el papel de Italia en esta «gran

renovación» fuera de hecho tan importante como afirmaron los

propios italianos, y se ha subrayado y analizado la aportación del

Norte no sólo en lo tocante a la pintura y la escultura, sino también

a la música y a la poesía. Se ha espeCLJiado sobre si el Renacimiento

incluye o no el siglo

XIV

en Italia y el xv

en

los países septentrionales,

y sobre si en

el

siglo xvn ha de verse su prolongación o más bien

(como yo

me

inclino a creer) el comienzo de una nueva y cuarta

Edad de la

hi

storia.

Ultimamente, empero, el debate ha tomado un giro distinto. Hay

una tendencia creciente, más que a revisar, a suprimir el concepto

de Renacimiento: a negar no solamente su unicidad, sino h a ~ t a su

existencia misma. «Cualesquiera reservas que

un

estudio más amplio

nos obligase a aceptar», leemos en el contexto de una ru·gumenración

excelente, s6lo viciada por el supuesto tácito de que

<do

medieval»

y

<<lo cristiano» sean necesariamente una misma cosa, «

no

alterarían

la conclusión básica de que

el

humanismo clásico fue fundamental

mente medieval y fundamentalmente cristiano»

16

. «Este perfodo [el

Renacimiento]

no es otra cosa

que el ejemplo más famoso y espec

tacular

de

un renacer de

la

cultura que coincide y se desarrolla para

lelamente a

t1Da

renovación de la Ctlltura clásica; pero hoy día ya no

l: s humanidades deben tan honda gratitud como

E.

Gilson se acerca peligro·

s a m e n t ~

a la posturn esencialmente antihist6r.ica

de

Maritain

al

escribir: «La

différence entre la Renaissancc

et le

moyen age n'esr pas une différcnce par

c x c ~ s

rnais

p ~ r

défaut. La Renaissance, telle qu'on nous la décrit, n'cst pas le

moyen dge plus L'homrne, mais le moyen oge moins Dicu, er la rragédic, c'est

qu'en perdant Dieu

la

Renaissance allnir perdre l' homme lui-meme.»

Les Idées

t f les leltrt s, París pág. 192.) Sobre el denominador común de las

jcáones católicas y protestantes al Renacimiento véase

H.

Weisinger, «The Al·

tnck on tbe Renaissance in Theology Today», Studies in thc

Reuaissa11ce

(Pu

blications of 1he Renaissance Sociery of Amcrica),

II

, 1955, pág. 176 ss.

5

Sobre representantes de esta

tcndenáa

(en particular

H. S.

Cbamberlain

L. Woltmnnn) véase Ferguson,

The Reuaisson

cc, pág

323

ss.

16 D. Bush. Tbe i s s a

aud

Englisb Huma   i1m. Toronto, 1939, pág. 68.

1. ..Renacimiemo»: ¿autodefinición o autoengnño?

39

es necesario demostrar la existencia de una constante tendencia

renovadora a lo largo de los últimos milenios de la civilización occi

dental»

17

«Hemos de admitir que

e

gran Renacimiento no fue tan

único ni tan decisivo como se ha venido creyendo; que el contraste

de culturas no hubo de ser forzosamente tan acusado como les parecía

a los humanistas

y a sus seguidores modernos, mientras que dentro

de la Edad Media se dieron algunos movimientos de renovación in

telectual. .. que participan del mismo carácter que

el

movimiento,

mejor conocido, del siglo

XV»

18

Y,

por último: «No existe ninguna

línea divisoria entre una cultura 'medieval' y otra 'renacentista'>>

19

Se nos plantean, pues, dos interrogantes preliminares, que habre

mos de contestar antes de abordar siquiera los relativos al «dónde»,

«cuándo» y

«CÓmo».

Primero: ¿hubo realmente un Renacimiento que,

iniciado en Italia en la primera mitad del siglo XIV, extendió sus

tendencias clasicistas a las artes visuales durante el

xv,

y a partir de

entonces dejó marcada su huella sobre todas las actividades culturales

del resto de

Europa? Segundo: caso de demostrarse la existencia de

tal Renadrniento, ¿en qué se diferenciaría de esas oleadas de renova

ción que, según hemos admitido, se registraron durante la «Edad

Media>>?

¿Todos estos movimientos de renovación difieren entre sí

sólo

en

su escala, o también

en

su estructura?

En

otras palabras,

~ e s

todavía permisible aislar

el

Renacimiento con mayúscula como

fenómeno único, respecto del cual los diversos movimientos de reno

vación medievales representarían otros tantos «renacimientos» con

minúscula?

In

Es curioso que incluso aquellos que se niegan a reconocer el

Renacimiento como período

sui gencris

y

sui iuris

tiendan a aceptarlo

17 W. Jiiger,

Humanism 1111d Tbeology

(The Aquinas lccturc, 1943), Mil·

waukee, 1943, pág. 23. A pesar de

su

énfnsis en

el

«no es otra cosa», el au t

or

es demasiado buen historiador para pasar por alto

el

hecho de que

el

«movi

miento rítmico de la historia intelectual de Europa>> (pág. 25) que produjo unn

serie de renovaáones de lo clásico a lo largo de la era posclásica no excluye

UJla diferencia de principio entre, por ejemplo, la philosopbia Christi de Eras

me o

la tbeologia

Plato11ica de

Ficino- y

la sa

c

ra

doctrina

de Tomás de

Aquino

 

aun admitiendo que

los

humanistas

dd

siglo

xm «se

nsombrnrfnn de

ver lo medievales ' que J¡oy

nos parecen».

18

C. H. Haslcins,

The R e i s s a r ~ c e o tbe Twelftb Century,

Cambridge

(Mass.), 1927, pág. 5. Una radlcafu:ación de la posrura de Haskins hasta el

pUiltO

de

considerar solo y

único

rw a.cimiento

l

«Renaámiento del siglo xn,.

puede verse en

J.

Boulenger, «Le vrai Sik e de la Renaissaoce,.,

Humonisme

t

Rmaimtnce,

I,

1934,

pág.

9 ss.

19

Tborndike,

op.

cit., pág. 70 .

Page 21: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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1

40

Renacimiento y renacimientos en el arre occidcnlal

como tal cada vez

que

surge la ocasión de menospreciarlo (del mismo

modo que un gobierno puede vilipencUar o amenazar a un régimen

q.ue se ba

n e g a d ~

reconocer): «La Media gustaba de la va

nedad

; el Renac1m1ento, de la uniformidad,>

20

Al ensalzar

lo

que admiran a expensas de lo que han demosu·ado

que no existe, los autores

de

afirmaciones como

la

citada

rinden

tributo inadvertidamente al período mismo cuya historicidad recha

zan,

y a los mismos humanistas cuyas pretensiones «desconcertantes

21

f

e ~ o p o r t u n a s » se es uerzru1 en refut.ar. Al

obügar

a

que

los media·

vaüstas negadores del Renacimiento,

igual

que todos nosotros ha·

bler; de y piensen. «Su» período como «Edad Media)),

p o d ~ m o s

dectr que

el

Renactmtento se ha cornada la 1·evancha: sólo admitiendo

la existencia de un hiato

entre

un pasado supuestamente sepultado

y presenre_ u p u c s t a m e ~ r e

autor

de la exhumación de ese pasado,

pudteron acunarsc expresiones tales como media aetas

0

1nedium

a e ~ u m

11

• Y no contento con

definir

y

dar

nombre a lo que creía haber

d:¡ado atrás,

e ~ e

presente confirió estilo y título,

por

así decirlo,

no

solo a lo que afirmaba baber creado(renaissance en

el

francés dePierre

BeJon, rinascita el.italiano ~ < ; Vasad, Wiedererwacbsung en

el

ale

roan de Durero) ,

smo

tamb1en, y eUo quizá nos resulte aún más

sorprendente, a lo que afirmaba haber resucitado;

el

mundo

anriot

1o

que

hasta. entonces jamás

. que yo sepa

recibiera

una

designació;

global,

vmo a

ser conoc1do con los nombres de

mttiquitos, sancta

vetustas, sacra

11etv.stas e incluso

sacrosancta vetustos

l

4

.

20

Ibldt:m, pág.

71.

Zl \ 11.

].

Oog, «Renaissance

IdeJJS

and rhe A m e r k ~ 1 n Catholic Mind»

Thought,

XXIX, 1?54, pág. J27

ss.;

la frase ciLada figuro en la pág. 329. '

Sobre los p n m e ~ o s casos de . empleo de las e : ~ : p r e s i o n e s

media tempora,

m e d t ~

1e111perta.r

med111.aeta.r

y, ú n a l m ~ n t e ,

mediwn

(lt:Vtll/1 (hncia mediudos

del s

1glo

xv), véase G.

:>

Gordon,

Medmm

A ~ v u m

and

tbt:

Middlt:

A¡¡e.r (So·

ciety for J?ure English, r ~ a c t No .xrx . Oxford,

1925;

y sobre IOdo,

P.

Leh·

m a ~ n , «Miuc alter und Kuchenlatern»,

Hmoriscbe

Zt:it.rcbri/1, C"'CX:A'VU, 1928.

págma 197 ss.

23

Véase más adelante, págs.

51

68-69.

En. t<;>nexión ~ o n a11liquita.r en .:ste sen tido concreLo, véansc en cspecinl

las t n s c n p c t ? l l ~ de¡adas en

.las

c a r a c t ~ m b a s de Roma

por la

« S o d n l i t ~ s Jiucm·

torum sanen

Vtctom

el soctorum» ba¡o Si.xto I V: VNANIMES ANTlQV TA-

TIS

f\MATORES y V N A ' : f T M E ~ PERSCRVTATORES ANTIQVITAT S

(m.encJonndliS en

L.

Pastor, 7he Hmory

uf the

Popu

/rom the Closc of the

J . 1 d d l ~ : Agt:s, IV,

ed.

por

F. A.

Antrobus, Londres, 1910, pág. 63

s.,

e instruc·

uvamcntt comentacl:ts

en

W. S. ~ e c k s ~ : b e r ,

Si;;ws IJJ

J

At:lleas

i rsigna

.rfatuat

roml fiO

populo

resttille11(/as CI IIIUtl

[dLScurso tnaugural pronunciado en

la

Uni

v e . r s ~ d a ~

Urrecht],

La

Haya, 1955, pág. 24 s.¡

d.

r:unbíén M. F. Fermrinl,

An11q;ttta11S sru;raru11u, R91gio

E m i f i ~

•. Bib. Com., MS. Regg. C398 (D. Fava,

Tem:t

deUc Brbftotecbc d

Italuz,

Emlfla.Romagna,

Mi

lán, 1932. p:íg. 380). En

rdac16n con Ia11cla

vetustas

véase, p. ej., la cnrt.ll de Frn Giocondo a Lorenzo

1. «Renacimiento»: ¿3utodefinici6n o autoengañCI?

41

Este memorable proceso de auton·ealiznción y toma de concien·

cía ha sido

yo

descrito ran a menudo

y

t:\11 bien, que la rarea

de

resumirlo una vez más parecería superflua, si no fuera

porque

el

tema roca

de

cerca al historiador del arte, a quien van dirigidas

estas

nola

s. Es, en

efe<:Lo, en

el Renacimiento donde el historiador

del arte encuentra a sus precursores, Jos humanistas interesados

por

el

arre y los artisLas interesados por las humanidades de los si

glos

XIV,

xv

y

xvr;

precursores que

d ~ s e m p e ñ a r o n

un.

i ~ p o r t < l n c e

papel en la formación del concepro m1smo del Renacumcnro. La

trascendencia y naturaleza especificas de su aportación merecen ser

brevemente reconsideradas

25

de Médicis, citndn p. ej.

en

E Guin,

JI RiJ;asciriii 'IIIO

italia11o, Milnn, 1941,

página 51 ss.

En

reL ci6n c o ~

sacrosa11cla. ur;tmtas,

véase, p. e].,

el

t f t ~ o

de

la

conocida obra de Peuus Ap1nnus, lmcrtpiiOIII I r a c r o s a i ~ C i a t : v e t . I ~ S i a / I S , Ingol

stadr 1534. Cinco años ames Gemrd

Gcldenhauer

de N1megn, b10graío de Fe·

lipc de Borgoful, obispo de

~ t r e c h t

?Jlifica.bn de « s a g ~ a d a s » n ln5

propias

re:·

liquias de b Antigüedad chls1cn: «Nihil mag.¡s eum [Fel1pe de B ~ r g o n n ] .Romae

ddectabat, quom sacra

illa v:tusfatis

( ' l O I I I I I I J I ' I I ~ a •  qune J?CT clanssum•m ptcr_orem

loanem Gossnrdum Malbodtum dc:pmgendn s1h1 curavtl» (Gernrdus N o v t o m ~ ·

gus,

Vita

clariiSÍIIIÍ

principis Pbifippi a

Burgu11dia, E s t r n s ~ u r g o , 1529, re:c1o

[ r c c u ~ m c m c n t e

citndo

en

los es1utlios sobre

Jan

GossaerJ, p. e¡.

en

E.

\Y/.

\Y/etsz,

Jan Gossart g,e11. Jllnbuse, Pnrchim, 1913, plig. 4). .

lS También en esle caso hemos de: conlent:lrnos con

dar

una breve scleccJ6n

(aparte de Jos tf1ulos

ya

mencionados en lns p:ígs. 36·3?,

~ o L a

13

): L.

Varga,

Das Scblagwort IJ 171 fmsté'Tell Mtttdalter,

Vtcn.n

y ~ e t p u g , 19J2¡ G. F ~ c o ,

L.1

Polemica sul Medio E

vo I, Tu r{n, 193); G. 1offanto,

Storta del/ umancstmo,

2.' ed., N:ípoles, 1952; F. Sfmone, «La Coscienza clella Rinalicita .negli umanisti»,

La Rilla.fCila, Il 19.39, pág. 838 ss. (de

aqul

en ~ d c l a n r c , «Smlone 1»);. IIJ,

1940,

pág.

163 ss. (de aquf en adelance, «Simone Il»);

idem

«La Cosc1cnZ11

della Rinascitn ntgli scrillori írancesi dc.Ua prima mctii del Cmquecemo»,

La

Ri11aJcita, VI, 1943, pág. 143 ss. (de aqui en adelante, <<S mone lll»)¡ W. K. ~ e r -

guson,

<<Human

ist Views of the Rennissance»,

Amer1ca11

Htslortcal Remew,

XLV, 1939, pág. 5 ss.; T. E. Mornmscn, «Pelrarch's Concept

of

the Dark

Ages», Speclllmn, XVll, 1942, p ~ g . 226 ss.;

H:

\Y/cisinger, <<The S e J f . A w ~ r e n e s ~

of the Renaissance as a Crircrion of the Reoatssance», Pnpt:rs of

the M;ch;gall

Academy

o/

Scienct:

Arts

and Litcrature,

XlX

1944,

p:íg.

661 ss.;

ídem,

«The

Renaissance Theory' of the Reaction against rhe Middle Ages as a C a u ~ e of

thc Ren;llssnnce»,

Spcwlum

XX, 1945, p5g. 46l ~ s . ;

ídem, «Tdeo.s

of H1story

during the Renaissance», Jouma/ of the

History of Ideas,

Vl

1?45, pági

na 415

ss.; ídem,

<<Re

naissance Theorics of the Reviva of the

Fmc

Ar iS»,

ltalica XX 1943, p3g. 163 ss. .

Sobre el temo de este último artÍculo véanse, en particu

ln

r, los estudiOS

todavía fundamentales

de Julius

von Schlosser: «Lorenzo Ghibertis Denkwür-

digkeiten, Prolegomc:na zu einer künftigen Ausgabe»,

]abrb11ch

del'

K.

K Zeu·

tralkommi.rsion

/ür

Kunrt· 1md lmtorische D l l l k m o l p ~ l e g e , ry

1910, en cspe·

cial las págs.

1·7

ss. (publicado también

en

formn de libro, V1cna, 1910),;

Jdem

L o r ~ f i Z ( )

Ghibcrtis Dmkwürd.igkeiiell,

Berlfn, 1912;

ldt m, Dn: ~ u n s l l t l e r r : l t r •

Viena

1924 (

1raducci6n italiano revisada,

Lo Lt:ltl'ratura ar/tslzca,

FlorenclJI,

1935),' págs. 83-183; ídem,

..zur

Geschichte

der

Kunsthistoriographie; Gorik»,

Page 22: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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42

Renncimienro

y

renacimientos en d arte occidental

Todos sab_emos, J. así lo reconocieron sus propios contemporá

neos, que la 1dea bas1ca de una «renovación bajo la influencia de

~ o d e l o s _clásicos» fue concebida y formul¡da por Petrarca. Conmo

VIdo. ,«mas de lo .que pueda expresarse con palabras» po r ]

 

conrem

p ac on de las rumas de Roma,

y

dolorosamenre consciente del con

traste e ~ t . r e un pasado de cuya magnificencia daban aún testimonio

lo

s.

vestJg10s de su arte y literatura y el recuerdo vivo de sus in.>ti-

o n ~

Y

un prese.nte «deplorable» que

le

colmaba

de

dolor,

in-

~ g n a ~ J ó n

1

desprecio, Petrarca elaboró una original teoría de la

histona. S1 todos los pensadores cristianos anteriore3 hab an visto

en ella un desarrollo,

o n t i ~ u o

desde la creación del mundo hasta el

m o m ~ ~ t o preseore, _él la VIO netarneure escindida en dos períodos,

el

clas1co

Y el «reuente», abarcando el primero l

as

historiae anti·

qua;, el s e g u ~ d o las historiae 110vae. Y allí donde sus precursores

hab1an. entendJdo ese.

e s a r r o l o

continuo como un progreso ininte

r r u ~ p l d o

desde las J e ~ l paganas hasta la luz de

Cristo

(ya se

consJderase que su nacmuenro había iniciado la última

de

las «Cua

tro 1:Iona.rqufas» de. Daniel, o la última de las «Seis Edades» corres

pondtentes a _los

se1s

dias de a Creación, o la última de las «Tres

Eras»:

la.

primera a.nrerior a la Ley, la segunda bajo la

Ley

y

In

tercera ba¡o Gracta

),

Petrarca interpretó el período

en

el que

«el

nombre de Cnsto empezó a ser venerado en Roma y adorado por Jos

e m p e r a d ~ r e s r ~ m . a n o s » como el principio de una edad «oscura» de

decadeoaa,

y

tlllleblas,

y

el p e r í o ~ o J?tecedente pa ra él, simple

mente la epoca

de

la Roma monarqULca , .republicana e imperial

como edad

de

esplendor y luz. El, en su opinión, había nacido

d e ~ a s t a d o proo.ro para

ve.r

el n u e ~ o dia que despumaba ya en el

houzonte; «a tt, en camb o», escn,be en su famoso poema A/rica,

c o m p u e ~ t o en 1338, un ano despues de su primera visita a Roma:

«a t1

, SI

--<omo espera y desea mi alma- me

sobrevive.<>

muchos

Pratudien,

B e r l ~ h

1927,

pág.

2?0

ss.

:rambién

:

R.

Krautheimer,

«Die

Anfangc

~ ~ s r g , e s c tsschretbung t Icalien», Repertoriu

111

fiir

Krmstwissmschajl

, . . , pag. 49 ss.¡ A. _Haseloff, «Begriff und Wesen

der

Rmaissancckunst,

Mttfet(ungctl der kunsthzstoriscbe11 I wilutes

i

F f o r e w ~ J

1931 á

J7J

Y S l ~ ~ e n t e s ; R.

K a u f m ~ n

Der

Re laissancí /Jtgrif/

¡ der deutscbe: ~ r m s t -

~ ~ c ZC?IJ cbretbzmg,. W t n t ~ r t h u r , 1932· H. Kauffmann, «Ueber 'rinascere'

Rtnascua,

und

elnJBe Stilmerkmalc der Q u s t t r o c e m o b · u k ~ · n s t C d·

D r· D l

f

l

1 • u », 01/COr la

e c e n ~ l t l zs, eutsc la

11 11

o r s c b r m g e ~ ~ Colonia

1941 pág 123 ss · W

p

«Renatssance oder Renovalio», . Beitriíg; zur K

1

;

11

st d;s M Ú t e l a l t ~ ; ; (V r t ~ ~ t z ~

der etsteu deutschen K t t 1 1 s t h i s t o r i k ~ r t a g r m g auf Scbloss Briihl 1948)

B

g_

Ir; 19.59, P : Í ~ 16 ss.; ídem, Die Kunst der Renairsance in ltaÚen S t ~ t r g a ~ ~

},. 5.3, pags. , 1_:20 ; E van den Grimen, l ~ ~ t ¡ u i r i e s Íffto tbe H i s t o ~ y of

I S ~ O r L c a f .\lí'nfmí , ~ e n l o ,

s.

f

[19'53],

págs. 18:39;

A. Chascel,

Marsile Ficin

,.,

1arl , Gmebra y Lllle,

1954

,

en

especial la

pá g

. 1

80

ss.

1.

<<.Renacimiento»:

¿aurodefinición o

autoengaf.io?

43

años, te aguardAn quizá

t i e m p ~ s

mejores; ~ s ~ e sopor de o l v i d ~ no

ha de durar eternamente. Distp tdas las urueblas, nuestros metos

caminarán de nuevo en la pura claridad del pasado»

26

Petrarca era demasiado buen cristiano para no datse cuenta, al

menos en ciertos momentos, de que su concepción de la. ~ t i g ü e d a d

clásica como una edad de «pura claridad», y de la era g ~ 1 e n t e a .la

co nversión de Constantino como una edad de tenebrosa J ~ n o r a n a a

equivalía a una inversión completa de los valores esta.blea_dos.

Pero

también estaba demasiado convencido de que <<la htstooa no era

otra cosa que alabanza de Roma» para renunciar su visión. Y al

transferir al estado

de

la cultura rntelectual precmunente aquellos

términos que los teólogos, los Padres de la Iglesia

e

incluso la Sa

grada Escritura aplicaran al estado del alma (lr1x y sol frente

a nox

y tenebrae «vigilia» frente a «sopan>, «Visión» frente a «ceguera»),

y

sostener que los romanos paganos hab an vivido ~ la

_luz

tan:o

que los cristianos (.'aminaban en la oscundad, r e v o h : a ~ n o la m t ~ r p l e

tación de la historia tan radicalmente como Coper?lco, d o s ~ e n t o s

años más tarde, había

de

revolucionar la inte

rpretaaón

del uruverso

f u ~ .

Petrarca veia la cultuxa en general, y la cultura clásica en part Cll-

lar,

con ojos

de pauiota,

erudito

y

poeta.

Ni

si,quiera las ruinas de

Roma lograron evocar en él lo que hoy llamanamos. una n:spuesta

«estética». A pesar de su admiración personal hacta los. ~ r a n ? : s

pintores de su tiempo, podemos decir sin temor a pecar de

m¡usuaa

que imaginaba la nueva era de sus esperanzas fundamentalmente

en términos

de

regeneración polftica, y, sobre ~ o d o , de < ~ u n a depura·

ción de la dicción y gramática latinas, restaw·aaón gnego y vuelta

desde los compiladores, comentaristas y autores ortgmales de la

Edad

Media a los textos clásicos antiguOS»

21

Esta estrecha definición del Renacimiento no prevalecería, sm

embargo, entre los herederos Y s u c e s ~ r e s

de

Petrarca. Ya en el

concepto de la gran renovacion hab

1a

llegado .a abarcar

c.as .

~ o d o s

los ámbitos del quehacer cultural;

y

esa extens16n

de su

s1gruficado

26 Pe trar

ca,

Africa, IX, línea

453

ss.,

reproducido en

e]

articulo

de M o m ~ -

sen

«Pe trarch's Concept of the

Dark

Ages», en el que se bas:l nuestro

cstudto

de Petrarca,

pdg.

240:

Al

tibi

forta.rsis, sí -quod mens sperat et

optat

Es post me viclura díu, meliora mpersunt

Seculd: 11 11

onmes

veniet Letheus i amws

Iste sopor Poterrmt d i s : ~ m s i s forte tenebris

Ad prmmr priscumqfle iubar rcmea

re 11epo1es.

21

Thorndike, op. cit., pág. 68.

Page 23: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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R ~ s c i m i é n t o Y

renacimientos en el arte:

o c c i d ~ t a l

s7

inició, o la vista del mismo Petrarca l . .

VISuales, y en primer lugar de

1

. ' con a

mclusJOo

de las artes

L

. a pmtura ·

a tdea condensada

en

el tJt · · .

ex.isre

una

analogía inclusive

un

p e c ~ u ~ a poests de Horacio

de

que

Y la pintura 28 es

m ~ y

anti rua a siuu?ad ~ a l U r a l entre la poesía

Cla

colectiva gracias

al

re/ ' y se habta perpetuado en la concien

o

inadmisibilidad

de las . ~ r r e n ~ e debate acerca de la admisibilidad

. b Hnage.nes sagradas A p · · · d ¡ T

sm

em

argo, Dame concretó esta i d e ~ . nn.CJ_Plos e recento,

Acnraüdad en sus famos . ' b y,

por

dectrlo

así,

la cargó

de

1 .

os versos

so

re

la

tran

t

.

d d d

lWDana. Como se recordará dich ' ,si Orle a e la fama

un. miniarul'iSta , Oder:isi

de

Gubbios

v e r s ~ s

estan puestos en boca de

primer circulo del purgatorio d o, a quien el poera encuentra en el

d.c orgullo. Al verse saludado almas se plll

·ga

n del pecado

Ciudad natal y

de

Sll profesi

ón

d . n t e d e o ~ «la gloria» de su

que en vida no habría sido ' eru, a mwe.ndo con fr anqueza

~ = ~ ~ d ~ u ; ~ ~ r : : , , n ~ ~ ~ ~ ~ : J : · ~ = ~ ~ ~ d c ~ Í ~ ~ ~ = ~ i e j ~ ;

:Oh_

vanagloria del poder hu/llano

,Cua1l poco dura

el

v ~ r d o t

en

la cima

¿

' J n ~ ~ ·

qi/

Le

sigatl

tiempo.r de

barbarie

;:y

mracu_e

no tener

rival

en

la pintura .

ora

es rotto quien recibe l tH l ' .

Hasta oscurecer

la

nombradía

de .

'lac amaciOne.r

As

G . h aque .

D r

un

l l l t o a despoiado

al

otro

de

la

1

.

e .lo lengua¡ y quizá sen

_va

nacido g orza

Qmetl a ambos

preczpite

de su

altura N

.Al situar en paralelo la relación e d .

GUido mayor, nnres famoso e

ah nt

re os poetas

c o n o ~ i d o s

un

mente Guido Guini.zdli) y ~ n r o G .dra

p ~ s a ~ o

de moda (probable-

'

o mas ¡oven Y ahora famoso

Y6se

el

brillante artfcu o de R

w

L r

mamst:lc

Theory

o[

Paincin..,.

A

1

B ,

1

  . ·

XXIec

«VI

Frcluru

Pot"sir-

The

Hu

29 D p

.

,..,

r

U s ~ t m

r

1940 ' 19 . .

ante:, ur

galorro,

XI, versos • • pag. 7 ss.

OCva

 lo gloria del/e umune posse

om' poco u• d · ll '

S

, .

• e

su

o ci111n dura

e d

1011

: gum/a daff'l loli grosse '

y / l e

Crmabut' 111 /la pintura

s{"j_r, /lo campo, . td

o ~ a

ha Ciotto rl P.rido

0

ama

dr colut

oscura

· '

Cos¡

h.t ' .o/to l'uno oll'nllro GuÚo

La .gl?nd d e l ~ lingua; /orse

e

111110

Chr 1uno e l allro

coccerit

di nido.

-

L. «Renacimiento»: ¿nutodefiniáón o a u t ~ n g a ñ o ?

45

( probnblememe Guido Cava ean ti), y la relación entre dos pintores

conocidos, Cimabue y Giocto, este pasaje venía

a

prestar autoridad

y

actualidad a la vieja idea

de

que poesía

y

pintura son artes herma

nas.

Y

al

evocar en este contexto

el

espectro de unos «tiempos de

barbarie» (

etati

grosse), tend(o a sugerir una oscilación entre fases

refinadas y

to

scas, productivas y estériles, en la historia de la cul·

rura; ésa fue, al menos, Ja interpretación qtH.: a las palabras de Oderisi

dada

Benvenuto

da

molo: «Pues

si

en

el

transcurso del tiempo

hubiera habido otros Virgilios,

que

escribiesen

tao

bien como aquél

sobre los mismos o pal'ecidos temas, su fama

no

se habrfa mante

nido tan alta durante tantos siglos»

.10.

Para un lector enter:.tdo del concepto petrarquesco

de

la historia,

sería casi inevitable identificar el período de cstancapliento o deca

dencia, implicito pero lógicamente no especificado aún en el discurso

de Oderisi, con las tenebrae de Petrarca, y aclama ' así en Gion o,

mencionado por su nombre como suplantador de Cimabue, al refor

mador de la pintura después

de la

«edad oscura>>. Dar este paso

--que

no pudo prever

el

propio Petrarca, cuyos gustos personales

parecen haberse inclinado hacia

el

«trascendentalista>> Simone Mar

tini

más que a Giotto

31

-

correspondió a Giovanni Boccaccio, fiel

discípulo de Petrarca, y al mismo tiempo intérprete profesional de

Dante. «Giorro poseía ingenio tan excelente

-dice

Boccaccio-- que

no hay nada de cuanto crea la naturaleza, madre y operadora de

1oda

s

la

s cosas, en

el

curso del perpenro girar

de

los cielos, que él

no reprodujerá con el estilo, pluma o

pu1

cel, con tal semejanza que

parecía cosa natural

y

no pintada; al punto

de

muchas veces con

ducir a engaño

al

sentido visual de los hombres, que tomaron por

verdadero lo pintado. Así, é.l sacó de nuevo a la luz el arte que

durante muchos siglos había yacido sepultado, p

or el

error de algunos

O B e n c t J ~ I t u l i de Rizmbaldis

de

Imola Comentum super Dontis Aldigherii

Comoediam, c:d. por].

P . Lacaita,

Fl

orenci:l, 1887, Vol.

rn, púg .

312: "quio si

coniungererur subrilibus, non durarct; verbi gratia,

si

fuissent piures

tempere

Virgilli, qui scripsisscnt de dldem materia vel si.mili eo, ve acquc bene, fama

eius non dursssel jrun

tot

secula in alto apice.»

El Comelltario

de Benve

nuto, que alude

ya

n Petrar

ca

y Boctaccio, f

-ue

escrito

hacia

1376, no (como

se

afirma :1 veces) hacia 1)50.

J I

Véanse las famosas lineas de Petrarca en

el

Soneto

LVlJ:

Ma cerio

il

mio Simo11

tu i11

porndíso,

011de quesla g ~ 1 1 t i l Domta si parte;

1

JÍ lo

vide

e

la ridusst in

Cllr/1

Per

far

jede quaggiu del suo

bel

tJiso.

Acerca de las observaciones de Perrarca sobre Giorto v ~ a s e

más

ndelnnte,

página

46

, not8 33.

4 ¡

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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 16

Renacimiento

y

renacimientos eo el arte occidental

que pintaban más

por

deleitar los ojos

de

los ignorantes que por

complacer la inteligencia de

lo

s entendidos,

y

por eso puede decirse

con justicia que

fue

una de

las

luminarias

de

la gloria florentina»

32

Aquf se nos presenta, pues, a Giotro

no

sólo como hombre

cuya fama

ha

oscureciJo a

la

de un colega

más edad, sino como

aquel que

al

cabo de tantos siglos ha sacado de su rumba

al

arle de

la

pintura;

y

se nos dice que

lo ha

logrado a través de un naturalismo

radical: tan radical que, además de engañar

la

visla

de

muchos ob

servadores expertos, tuvo la virtud

de

escandalizar al público eu

general. El mismo elogio de Boccaccio deja entrever que a Giotto le

criticaron sus contemporáneos «ignorantes»; y de otras fuentes in

ferimos

que

también le criticaron los sofisúcados de una generación

más joven

33

:n Boccaccio,

Dl.'r.amer6n,

VI, 5: «(Giotto] ebbe uno ingegno di tanta ec

ceUcnzin, che ni una cosa di

In

namrn, madre di tulle le cose

et

operaLtice, col

continuo girnr

de'

cieli, che egli con lo stile e con la penna o col 11cnncllo non

dipignc:sse si simile n queUa, che non simile, aD%i piu tosto [

genuatn

o pro-

do/In]

dessa paresse, in tanto che molte volre nelle cose dn lui fatte si tru()va

che il v i ~ i v o senso degli uomini vl prese ecrore, quello credeodo csser vero

che era dipinto. E per cio, avendo egli queUa arte riLOrnatn in luce, che molti

secoli

sotto

gil e

rr

or

d'alcuni, che

piu

a

dilettar

gli

occhi degl'ignornnti

che

a

compiacere allo 'nreUetto de savj dipignendo, era stata sepulta, meritamente

una dc:lle luci delJn fiorentína gloria clir si puote . .»

La crítica que implica el texto de Boccaccio se refleja también en cl res

tomento y última voluntad de Pct:rarca, fechado en 1370,

por

el que lcgn n su

mecenas Francesco da Carrara una

Mndonna

de Giotto, «cuius pukbrírudinem

ignorantes non intelligunt,

t r u ~ g i s L r Í

autem artis stupent» (Opera, Basilen, 1581,

página 117; véase ah()rn la versión inglesa del tesra.mcmo, Petrarch's Teslamml,

traducido y editado

por

T. E. Mommsen, Ithaca, N. Y., 1957, págs. 22 ss., 78

y siguientes). Benvenuto da lmola,

loe.

clf. 

puntualiza el c.logio de Boccaccio,

que tira rc:xrualmente, añadiendo que Giotto «adhuc tener campum, quía non

dum venit olius co subtilior, cum tAmen fecerit aliquando magnos errores in

picruris suis, ut audivi. a magnis ingeniis» (cf. M. Meiss,

Painting in Florence

and Siena a/ er the Blaá Deatb, Princeron, 1951, ~ á g . 4 ss.). Cabe observar,

sin embargo, una nueva ola de admiración hncia Giotto, y precisameUte en

Padua

, escenario

de

la

actividad

de

Altichiero

en

el

último cuarto del s.iglo

xrv.

En unn earra

de:

1396, que me fue indieada por el finado Theodor Mommscn,

Píer

Paolo Vergerio se expresa en estos términos: «Fa tendwn est igitur, quod

etatis nost.re pictores, qui, cum ceterorum claras imagines seduJo spec.tent,

solius tamcn Iori e:xempJa.ria sequuntur»

(Epistolario di Piu

Pool

o V ergerio,

editado

por

L.

Smith, Romo, 1934, pág. 177). Más alusiones de Petrarca

Giotto

(cuyo conocimiento debo asimismo

a Throdor

Mommsen) se encuentran

en su

It

incrnrium Syriacum O p ~ r a , I,

pág. 560), donde

se

refiere

a

él como

«conrerraneus olim meus pictor,

nostd

aevi princcps», y en

una

earta

de

1.}42-43

Le

Pamilüzri, ed. por V. Rossi, Roma, 19>4, II, pág. 39), donde men

ciona a

Giouo

como equivalente moderno

de

vari

os

escultores y pintores

anú-

guos

que

se distinguieron más

por

su genialidad que por

su

nposturn:

«Alque

ut

a veteribus ad nova, :tb externis nd nostra transgrediar,

duos

ego novi picto

res egregios nec formosos: Iottum, Florenrinum quidem, cuius

ínter modemos

«Renacimiento»: ¿aurodefinición o autOengaño?

l 1

. ue hizo axiomático e que

De modo que el mismo B o c ~ ~ b ~ : r a q «repuesto. a Apolo

. .?

su

su «famoso maestro» Petrarca s afeadas por la rustlctdad,

antiguo santuarim>,

<<devuelto

a las dusaa;a los romanos el Capitolio

su belleza de antaño» y ~ r e c D a . . ? r a p fue quien estableció la doc

que no se v e n ~ raba haaa m a n ~ : » al' ual que Sócrates, a pesar de

trina de que Gtotto - - g r ~ h o ~ ~ - • ;citado el arte muerto y <<se-

su extraordinaria (ealdad - ta doctrina recibió aceptación

pultado)> de la pintura

. l tm ~ e n f i

es

de Giotto que escribió Poli

unánime. El comienzo . e

ebptta.

d

del elogio de Boccaccio (<<IIle

z.iano

parece aún traduca6n a

re_vta

a .

"t

)

l6

y el prestigio

de

ictura extmcta

rev1XI » •

l ·

ego sum per quem p d

1

inwra

se extendió tan e¡os

Giotto como gran

r e f o r m ~ d o r

e ar cipios del siglo xvt, un bt;ne·

y tan deprisa fuera de I t a 1 ~ a

a p.

d la pintura para

instruu a

dicrino alemán que resumJa

_la s t ~ ~ a dee

libros atribuía a

un

tal

. da en la üustracwn el b"d

una mon¡a ocupa . , "dente

de

la for

ma

«Zotus)>, e t a

«Maestro Zerus» (corrupaon devtJ Jottus)

el

haber «restaurado

1 tura errónea e octus o TI

a su vez a una

_ec

di "dad de los antiguos» - . .

el arte de la pmtura a la

grub

-

dir al

cuadro trazado por

El único detalle q _ ~ e faltd aCpor a ~ a eo su relación con Giotto.

Boccaccio era el

de la figura

e_

una fos primeros comentaristas de

Para

B o c c a c ~ i o

Cimabue no

\ : t e ~ ¡

sugería el texto base: fue

Danre

~ e s u : m g d e n

c l i ~

p d a ; ~ ~ t e s u ~ e r a d o por

otro mejor, _que seg¡;n

buen pmtor, es a . . d . o amparó al joven gento, y s ~

unos aceptó con g e n ~ r o s t d l l o ~ o d ~ o ~ r a suya que fuera censurada .

otros desechaba por orgu

S

» La fealdad de Giotto era proverbial;

• t et Simonem encnsem. . tn 32)

y

el comen·

fama

sngc:ns

es¡, 1 de Boccaccio (véase antenormente,

npo

. . C Negro-

nos la sennlíl.n o nove: a d R" Id e (cd

par

V romts Y ·

ta.rio a Dante

de

Stefano VTalil"cell s

~ f t s e a l 4 4 ~ . r

.f

uit i s t ~ Giottus

turpissimus

.

2

cd

Milán 1888, o . , P • > t ~ · V ·. al de

0

ella en un contexto par-

DI, • ., . ' [il h bebat») y

asan

u

h rurpsores sos a ' • á 55)

t i ~ ~ ~ ~ m e n t e notable v é ~ s j . m á s / ~ c l d ~ ~ e e ~ g ~ o . r

F.

Corazzini, Florencia, 1877,

lo4

Boccaccio,

Lcttere e le e

me

ír 848)

ágina 189 ss. (véase «Simone h

p.

g.

. .

P

JS

Véase

la

pág. 46, nota

} ~ .

W

.,.

o/

tbe

ltalillll HumdmSfS,

Nueva

36 Véase F. A. Gragg, r un 1 rt z ~ g j epitafio de Potiziano es snterddO e

York, etc., 1927,

p á g . a l 2 0 ~ .

t r d r l l ~ ~ a el sentido de «diseño» o

otmo

o» :

por el

empleo

de 1n P

a ra

mo

·

oue sonanttm;

Mirares

t u r r ~ n d t

egreJ'to crcvit ad

nstra meo.

Haec quoque e

mo

u .

. .

p ofessoribus haaa

B

b h Libellur de praeclarts

pretura/

r '

37 Johnnnes utz ~ ~ ~ •,

¡· :íg

180 ss. . .

1505·

cf

Schlos$er Dte Krmst t l e ~ a t u r P .

1 .

en la famosa bistonn, que

l3'

Sobre la p r i ~ e r a inrerprc:tacLcS¿

cuel

~ ~ u e ñ o Giotto, estando sentll

Gbiberti

fue

el p r i ~ e : o

den

n a r r ~ ~ c j : S ~ : ~

una pizarra,

(ue

«descubierto»

por

do

en

el

suelo y dibu¡an o una

Page 25: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

http://slidepdf.com/reader/full/panofsky-erwin-renacimiento-y-renacimientos-en-el-arte-occidental-ocr 25/41

48

Renacimiento

y

rena<"iiDicntos en el

arte

occid

enta

l

Pe.ro en

la_

perspec,tiva más amplia de una generación posLerior, que

ve.Ja

en GJOtt_o mas a un

~ r e p a s a d o

que a uo p<ldre, la distancia

entre

él y

Ctmabue parectó aco

rtar

se: lejos de desestimársele en

tanto que artista oscurecido -o como en

el

caso

de

Boccaccio

to

t a l m

o t e eclipsado- por un gran i n n o v a d o ~ Cimabue vino a' ser

considerado como precursor que hubiera allanado el camino para

el logro del grao mnovador: «}obaooes de sobrenombre Cimabue

scribe Filippo

V i l l a ~

en

f ~ c h a

muy p ~ ó x i m a a

l400-

fue

el

pri

mero que por_ u

ane

e

. m ~ ~ r u o

(arte

et

ingenio)

empezó a enderezar

de n u e ~ o hacta _a v e r o s r m ~ t u d al arte anticuado de la pintura, que

por

la ,

tgoo.rancta los p m r o n ~ s se había extt·aviado

y

descarriado,

~ o r as1 decirlo, ale¡andose pu

er

ilmente de

la

realidad ... Despu

és

de

allanado el c a m i ~ ? a

la

innovación, ~ i o n o - n o só lo compa

table a lo_s

pm_rores

l c o s por fama, :;mo aun superior a ellos

en ar te e mgemo- restituyo a la pmtura su prísLina dignidad

y

gran

renombre»

39

• Así se trasladaba a Cimabue a una región en penum-

C i m ~ b u c : ,

Y tomado ?nio su rutela), véase, p. ej., Cumml llto

olla

Divma

Com

medro d An onlmo, F1ormtmo del s e ~ o l o XIV, cd. por

Pieuo

Fanfani, Bolonia,

6 8 ,

Vol.

U ,

pag.

1

87 (cf.

E. Kns

y

O.

Kurz, Die

Legende VO/IJ

Kiinstler ,

VIena,

1?>4

pág. _

 

b r e La segunda,

L Otlimo

Commcnto de/la Drvilur

Commedra,

Tul?

l l l ~ t l t t o

d

1111

contemporauco

di

Dante

citnlo

dogli

Accadcmic

1

della Cr

rm

:a Ptsa, 1828, I l, _pág. 188: «Fu Cimabue ... sl nrrogantc,

e s1

s d ~ o ~ che se pcr

alcuno

gh

iossc a

sua

opera posro al

cuno

difctto,

o

cgli

da se 1 avcs

.se

c d u ~ o (cbe,

come

accade alcuna volea,

fanili

ce

pecc-J

per dife

1

ro

dclla

e t ~ a I eh

adopern, o

pcr

m a ~ e a m c n t o

che

e neUo strumcnro, con

che

lnvorn), ~ n t a quella cosa

dJsc.l t

ava, fosse cara

quanto

si

Véase .

~ m b u m J.

Schlosser,

«Zu

r

G e ; ~ c h i c h t e der

Kunsrh.istorio¡¡raphi

e;

Di

e

Oorenurusc

hc

Kunsllcranekdote»,

Priiludien,

pág.

248

ss.

39

_LI ~ ~ r a Filippo

VWani De

origine

civilatis

Florclllioe

et eiusdcm

/amom· CttJt

bus

e s r a n d ~ m:ís fácilmente accesible

en

J. vo11

Sch

losser,

Q u e l e n b u c ~ v¡r K.ullstg_escbrchte

des obendliiltdischcn Millelalters

(Quellen

schri/tell /ur

Kru¡sfges_chrcht.e Nueva Serie,

VI I ),

Viena, 1896, pág. 370 ss.;

t ·

;•Zur

~ e s c h 1 c h t e

d

er

_

u ~ s r h i s t ? r i o g r a p l : ú e

Filippo Villarus Kapitel

~ b c r die

KU?st

tn

_Floren l'.», Proludum, pag. 261 ss. Sobre \lD:l traducci

ón

ita

llana

p o ~

G1ammana _M.nzucche

U1

, véase Weisin¡;er, «Renaissancc: Theories of

the

Rev1val

o

the Fmc

Arts»

g .

163:

«

In_ter

quos

p

rimu

s

]oh111me.r

cuí

? g n o m e n t ~ ~ a b u e ~ u n , anuquatam

p1ctutam

er o narure

simi

litudi

ne

PJCt?rum IDSCJOa p u e r i l i t ~

d 1 s c r e p a n t ~ r n

ct;pit

nd

nnture s irnilirudinem qunsi

lasctvam

ct v a g a n t ~

longms. ane e t m¡¡emo revocare.

Constat

siquide.m

ant

e

h t n ~

G ~ e c ~ m

_Liltmomque p1cturam p e ~ mulra secula sub

crasse

[in]pcritie

m u · ~ . 1 s ~ e n o

Jacu•sse,

ur plane

ostendunt figure

et

ymagines

que

in

tabulis

at<¡oe

parH:Ubus

cernunrur

sanctontm

e c c l ~ s i a s

ad

or

nare.

? P o s ~ h u ~ c macta [Jcbcría

decir

strota]

iam in novibus

r

eberla decir

novr

s]

Vla

G r o l ~ u ;

n_on

so

l

um

i U u s ~ s

f a ~ c ;

clccor: ru:'li

qui

s pictoribus

co

nparan

d ~ s sed

ane

c;r

• 'gen1o _prefcrendus, n

pnsunam

dJ¡:nllatem nomenque maximum

PICt_

ur

am rcstJtu lt.» Ca srol

oro

Landmo, comem

and

o el famoso pnsaje de

Dante

hacta

1480 (Dante con

l'espositione

di Clmsto

foro Landmu l di

Alessmrdro

Vellutello,

en

ln edición de Venecia de 1564, pág. 203 v.), escribe dentro de

1. ..

Rcnacinúcnro»: ¿autodefinición o autoengañ

o?

49

bra entre la noche de la «edad oscu.ra»

y

el rtuevo que se deda

había amanecido con Giotto; y allí

- t ras

un vano mtento re le

garle al ámbilo de la mera leyen

d a -

habla que_arse para siempre,

incordio para Vasari

y

problema para los btstonadores del arte de

nuestros días

>kl_

Afirmar que fue Boccaccio quien, al aplica

r

la ~ e o ~ f a de . a lus

toria de Peuarca a la alusión de Dame n Gtotto, revitalizó la Idea de

que la pimura evoluciona pa:i

pass

u

_con_

la 1ir

eraLUrn y

extendió así

el concepto

de

grao

renovaCIÓn

del ambtto de

lo

palabra l

1a

blada Y

escrita al

de

la experiencia visual, podría parece_r ~ t t a ~ n g a n t e ; ~ e r o

difícilmente puede ser casual

el

que Eneas St

lv

to PKcolomtnt, <

l

exponer cxpressis verbis esa idea casi un siglo después, siga explo

tando el pa1·alelo de Boccaccio em ·e su « ( ~ m o s o

m n e ~ t r o > >

Perrarca

y Giotto: <<Estas artes

[la

elocuenCia y la ptntura)

-<.i1ce-

se aman

con mutuo afecto. Talemo (ingenium) requiere la pinmra, y ~ m o

requiere la elocuencia, no pequeño sino

_elevado y

sum?. Cosa

g n a

de

admiración es que mtemras floreaó

la e l o ~ u e n c t a

í l o r ~ c t o

la

pintura, como nos enseñan las épocas de Demosrenes,

y

Ctcerón .

Cuando revivió la pl"imem, también la segunda levamo la cabeza.

Vemos que pintura:. ejecutadas hace doscientos : ~ ñ o s carecen de

arte

v

de

finura; lo escrito

en

aquel tiempo es [igualmeme] tosco,

inepto, descuidado. A partir de Petrarca resurgieron las ":tras; a

partir de GioLto al

roose nuevamente las manos de los p

mt

ores.

una tónica semejante: «Cimabue, cosrui e;;sendo.,lo

p i ~ r u r o

in os<=?rit.a, la ri

dusse in

buena {am

a. G iotto

diutnne

mnggtore,

ptu

nobJI mnestro

Cuun

bue.»

El prólogo del comentad o o Dante

de J . . : l ~ d i n o

incluye

un

estudio g:ne_ro .Y

muy impo

rta

nte

de.l

des:trrollo

de

la pmtu.J:a y la_ escultur_o

en

n c 1 a

(cf. Schlosse.r, Die Krms

tliteratur,

p:íg. 92; Kr?utheul' er,

«Die A n ~ n n g e

dcr

K u n s t g e s c h i c h r s s c h r e i b u ~ g i_n

Italicn»)

que 111

s•

do r e c 1 e n t e l l ~ n t c : e • _ m p r c ~ ~ Y

comentado por O.

Monsaru

en «Art Hi s10nans

and

Art Cnucs, Ill, C h n ~ t o -

foro Landino»,

B u r l i ~ r g t o / 1 N nguzine XCV, 1953, piÍg:

267 ss.

l:fay r ~ d u c c 1 6 n

francesa en Chastcl,

op  cit.,

pág. 193 ss. Una especie de conunuac1o_n h1

lista

de arriscas

que

da

Villan

i se encuentro

en P.

M u r r ~ y . _

..Art t o n ~ n s

nnd

Ar

r Critics

V

·

X

Uomini

Singbula,-ii

in

Firenze>>

B

ur

l

m¡¡lorr Mogu

wze

,

XCIX,

1957,

pág.

'330

ss.,

donde se a ~ u n c i a

la .

próx

ima pubücación

de

una

monografía del

autor

sobre

«f

uen tes annguas 1t.1  tanos». . . , .

<1

Sobre

el conuovcrtido

papel de Címabue

en la

htstanografío

ant_¡gua,

cf., aparte de

l o s s e r ,

Die Kmrstliteratur,.

p:íg

. 39 s., E.

Bcnkard

, Das lrtern-

riscbc Portriil des Gipva11ni Cimabue, Mun1ch,

1917;

E.

Pan

ofsky, «

Das erst

e

matt

nus

dem

"Libro ' Giorgio

Vas

aris; Eine_ Srudie

übe

.r

.?ic:

Beur eilu

ng

de

r

Gotik in der italienischen

Re

naissnnce mit cmem El\kurs

uber

zwct Passaden

projekre Domenico

c c ~ í Stii4el-fabrbucb, , VI, 1930,

pág

. 25.

_

s

. (

ua

duccitSn ing

le

sa

en Meanmg

t

be Vrmol Arls, p a ~ ~ 169

ss. [ ~ l gmf

mrdo en

lar arles uimales,

póg.

155

ss .] ). Sobre:

su \ - ~ l o ~ a c J O n en la a r u r a

más r

e

ciente, véase

R. Ocrtel, Die

Früb

.uit

der

italu:msche11

JIJ.alcrez Slllttgart,

1953,

p ~ g i M 44-54.

Page 26: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

http://slidepdf.com/reader/full/panofsky-erwin-renacimiento-y-renacimientos-en-el-arte-occidental-ocr 26/41

5

Renacimiento

y

renacimientos en el arte occidental

Abara hemos visto que ambas artes han alcanzado la perfección»

41

Lorenzo Valla, extendiendo la analogia con la pintura a la

es-

cultura

y

la arquitectura, y completando de

ese

modo la triada que

todavía designamos con

el

nombre de «bellas artes»

42

, sitúa dicha

tríada, ya que no en

el

santuario, a menos e n ~ l umbral del templo

de las artes liberales: <<No sé por qué las artes que

más se

aproximan

a las liberales - l a pintura, la escultura en piedra y bronce y la

arquitectura-

hablan caído en tan larga y profunda decadencia,

basta casi morir con la literatura misma; ni

por

qué han despertado

y

revivido

en

esta época; ni a qué se debe el que tengamos ahora

tan abundosa cosecha de buenos artistas y escritores»

43

Eneas Silvio Piccolomini,

Opera  

Basilea,

1571.

pág. 646, núm.

CXIX,

reimpreso en Garin, Il Rinascimcnto ÍJaliano  pág. 94: «Amant se arres hac

[eloquentia c t plcturn) ad invicem. Ingenium pictura expetit, ingenium

elo-

quentia

cupit

non vulgare, sed altum et summum. Mirabile dictu est, dum

viguir eloquencia, viguit pictura,

GÍcut

Dcmostheois et Ciceronis l t : J J ~ p o r a do-

cent

. Postqunm cecidit facundia, iacuit et picturn. Cum illa revixit, haec

quoque caput cxtulir. Videmus picturas ducentorum annorum nulla prorsus

arte

poütas. Scripta illius aeratis rudia erant, ine

pta

, incompta. Post Petrarcham

emerserunt literne; post Iotum surrexere pictorum manus; urrnmque ad sum-

mam inm videmus artem pervenisse.»

Para

una acti t

ud

m:ís cr(tica hacia

Pe-

tra.rCtJ

véase T . E. Mommsen, «Rudol.f Agricola's Life

of

Petrnrch»,

TradiJi

o

VIIT, 1952, pág. 367 SS.

41

Cf. más adelante, pág.

.52

ss. Sobre este problema en general véase

P.

O.

Kristeller, «The Modero System of the Am», Joumal of

thc

HisJory

of

I d e J ~ s ,

Xll, 1951, pág. 496 ss.;

1952

pág. 17 ss.

4

.J Lorén

zo

Valla,

Elegallliae linguae /alina t

(escrito

entre

1435 y 1444),

prólogo,

en

la edición de Lyon

de

1548, pág. 9 (cf

.

Weisinger, «Renaissnnce

Theories of the Reviva of the Fine Arts», pág.

164;

Ferguson, The Rtnaissan-

ce

pág .

28):

«[Nescio] cur

illac

artes quae proximae nd liberales accedunt,

Pingendi, Scalpendi, Fingendi, Architectandi, aur randiu tantoque opere degene-

rauerint, ac pene cum litteris

ip

si demonuae fuerint, aut hoc tempore exciten-

tur, ac reuiuiscanr. ..» (cuán popular era ya en Italia csra idea de paralelismo

a

mediados del siglo xv se evidencia asimismo en el pasaje de F il:trete citado

s add

:1nr

e. p ís.

58

). Conviene observar que Valla 1econoce c:n las

tes ' isualc:s un:l npmximnción a las

orles liber

 

es

pero no llega a sdmili rlns

cnLre

c: l

número de éstas, como ambicionaban los artistas d

cs

J

<:

principios

dd

mismo siglo

(cf.,

aparte

dc:.l

conocido pasaje de Cennino Cennini,

Fiüppo

ViUa-

ni, loe.

cit.:

«Muchos opinan,

y

no sin rnzón, que los pinrores no son inferio-

res en talento

[

ge i m a aquellos a quienes :;e concede la caliíicación

de

maestro en las artes liberales, dado que estos úldmos aprenden los preceptos

de su

orLe

, transmitidos

por

escrito, mediante

el

estudio y la aplicación, mlen·

tras que los primeros obtienen el conocimiento d'=' su a rre s ólo en virtud de

un gran talento

y

una prodigiosa memoria»).

Este

pun to

de

vista tolerante,

aunque un tan to snob, prcvalecerfa durante mucho tiempo entre los humanis-

tas.

Gigüo

Gregario Giraldi, citado en Weisinger,

ibídem

pág. 164 s., se ex-

presa así: «Videtis enim nostram banc aecatcm non senio languidam arque

defectarn,

u

ingrati quidam deflent, cum in omni poetica et dicendi arte viros

cxcellentes prorulisse tum in reliquis bonis ar tibus; nam,

ut

liberales miteam,

1. «Renacimiento»: ¿:rutocldin.ición o autoengaño?

51

Vespasiano da Bisticci y Marsilio Fícino

-este

último sumando la

gramática y la música a la elocuencia. y las . ~ a s artes-- saludaron

la renovación de la cultura en parec1dos tern:unos. Incluso Era.>mo

de Rotterdam aunque normalmente sólo interesado en aquello

que

pueda

e x p r e s ~ t s e

con palabras y no. en lo. que habla ú n i c a m e n ~ e

a la vista mostraba en una carta escrita

haoa

1489 su complacenc¡a

ante el

~ u e v o

florecimiento de

In

escultura en metal y piedra, la

pintura, la arquítecntra y todas las a r t ~ s

o ¡ . a n u a l c ~

fenómeno. pa:a

él concomitante con el de la «elocueocul» .

Al

final,

el

rermono

cuya conquista celebraban los peanes triunfales del humanismo lle-

garía a incluir las ciencias naturales además de las «humarudades»

y

las arres. <<Todas las buenas disciplinas han vuelto del exilio por el

favor especial de los dioses», escribía Rabelais en 1532, refiriéndose

sobre todo a la medicina Pierre de la Ramée (Petrus Ramus) se

congratulaba de que los médicos de

su

tiempo Pudleran leer. a

Galeno e llipócra[es en lugar de los árabes, y los

fil

ósofos a AriS-

[Óteles

y

Platón en lugar

de

los escotistas y segúidores de Pedro

res militnris architectonica, pictura, sculptura, reliquae nostro boc tempore

i t ~

florent

v i g e ~ r q u e , ut

non modo aemulari antlquilare.m dici possin.t uostri opl·

fices sed etiam

multa

antiquis intenta efflngere

et

conformare .. .

»

4 1

Sobre Vespasiano

da

Bisticci

(«En

pintura, escultura

y

arqui tectura

en

con-

tramos el arte al más alto

nivc:.l

»), v6tse We isinger,

ibldem 

p:íg. 165 l;

sobre

Fidno

Ferguson,

ibldem

pág.

28¡

s

obre:

Erasmo (Carta

a

Corneliuli Ge-

rard, escrita' probablemente en junio de 1489), cSimone b

857¡

Fergu·

son, ibídem pág. 43; Wcisinge.r, ibidem  pág. 164: «At n u n ~ •. s.t vltra

~ e r c e n -

rum aut ducentos annos cac:.laturas, picturas, sculpturas, aediÍiaa, fabncas

el

ornnium denique officiorum monimenta inspiclas, puto et a ~ m _ i r a ~ e r i s ride-

bis nimiam artificum rusticit3tem, cum nostro rursus aeuo mbil s1t

arus

quod

non opificum

dfinxerit

industria.

Haud

alite.r quoque i s c i ~ sneculi.s cum

nium artium, tum

p r n e c i p u ~

doquentiae srudia apprime

lorwsse

C??stat

.

.• Sm

duda Fergusou está en lo aerto al suponer

que

esta pnrucular alus1on

a

}as

«be-

llas artes» se inspirarla en Vnlla. Es significativo que, en una carta

cscma

unos

ueintn años más tarde (dirigida a Bonilacio Amcrbacb y fechada c:.l 31 de agos-

to

de

1518

Opus Episto/amm n Erasmi Roterodami

ed . por P . S. Allen,

ITI, Oxfo.rd, 1913, pág. 383 ss.), Eras':llo limite

el

nuevo. florecimiento los

estudios «sepultados

durante

tantos s¡glos» a la

g r 3 J i ~ c a ,

la.

~ < > < ; u e n a a

la

meclkina y la

ju r

isprudencia, con5iderando estas dos u l ~ ~ s dtsc1phnas d ~ s d e

un punto de vito. estilfstico

m:Í5

que de contenido,

y o m 1 t : 1 ~ d o l a . ~ t e ~

visua-

les por completo. Yo me inclino a p e n s a ~ que la fecha _mJSl1 Jl

q u ~

as1gna al

inicio de <:se: fl

or

ccim i

tn t

o en su carta n Gerard («plus mmus oc togmta» antes

del mome

nt

o en qnc escrihe. es decir . en torno n

l ~ J q

le:

.

Fu

e

dict

nd

." n

por su admiración hacia Lorenzo Valla, CUY l obra

Elegant1orr1m J..:ztmae

lmguoe

libri N fue escrita entre 1435 y 1444 , mientras

qu

e su denuncta de la «J?o·

nación

de

Constan tino», uno de los primeros triunfos

de

la filología clástca,

se publicó en 1440.

45 Rabdais carta a André Tiraqueau:

«

lo hoc tanta saeculi nostri luce, quo

disciplinas mdiores singulari quodam deorum rnunere postliminiO receptos

videmus" . . > uSimone

Il »

, pág. 170 s.) .

Page 27: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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52 Renacimiento y renacimie.nros en

el

:me. occide.nral

Hispano

46

.

Pierre Delon, principalmente naturalista

pero sumamente

interesado por la Antigüedad clásica, ensalzada la «eoreuse et desira

ble renaissance»

de

«Loutes especes de bonnes disciplines»

47

Y un

matemático alemán, Johannes Werncr, expresaba su deleice a la

vista de las ideas y problemas nuevos

e n

particular las secciones

cónicas- que

habían «recientemente

emigrack> de

Grecia a los

geómctras latinos de nuestra época»

48

IV

Esta expansión gradual del universo huma11ista desde

la

lite

rarura

a

la

pintma

desde la

pintura a

las otras artes y desde

las

otras artes n las ciencias naturales, habfa

de

producir una importan

te

moclificación

en

la inLerpretación original de ese proceso desig

nado con los diversos apelativos

de

«renovación», «restauración»,

«despertar», «resurrección» o «renacimientO>>.

Cuando Petrarca exclan1aba:

<<Q

uién

pondrá

en duda

que

a

Roma le

bastada

con conocerse a sí misma para resurgir»

49

; cuan

do, en términos más generales, cifraba sus esperanzas en

que

el

fururo pucliese ~ < v o l v e r a caminar en la pura claridad del pasado»,

sin duda concebía ese nuevo florecinúento como una vuelta a la

An tigüedad clásica, que para él era la romana.

Este

pumo de vista

fue el que prevaleció, genéricamente hablando

entre

todos aquellos

cuya atención se centraba en la «renovación» de la literatura y

los saberes, el pensamiento filosófico

y

las ideas políticas. Huma

nistas tan entusiastas como Niccolo Niccoli o Leonardo Bruni lle-

 16 Véase Thorndikc, op  cit., pág. 68.

4

7

Pierre Bclon, Epfstola Dc.diauoria

Je

la

Observttfton de ptustem·s sm·

J .lllarue:;: el

cboses memorables, trouvh s en

Crec

e, Asie,

Iudée,

Egypte,

Arab

c,

autres pays estranges, París, 155.3 (que aquí ciramos de Thomdike, op. cu.,

pág. 68): «De la

cst

eosuivy que les esprits des

h o m m c ~

qui

nuparava01 estoyent

comme endormis et de tcnuz assopiz

e.n

un profood sommcil d :máe.nne igno

rtlllce onr commencé ñ s csveiller ct sortír des tenc:bres ou si long temps estoyent

demeurcz ensucliz et en sonant oot iecté hors et tiré en evidence toutc:s espcccs

de bonnes disciplines lcsquellcs a leur

tant

eureuse.

er

dcsirable renaissonce,

tout ainsi que: lc:s nouvelles plantes apres saison de l hyver reprc:nneot leur

vigc:ur a la cbaleur du Solcil c:t sont consolées de la doulceur du printemps.»

De entre las restantes publicaciones de .Pierrc Bdon cabe mencionar De

aqua·

tilibu.s

.. De

arboribus coni/eris, resiniferis .. (ambas obras Pnrís, 1553); His-

toirt: de la nature des

~ s t r a n g e s

poissons marins (París, 1551).

Johanoes We.rner, Libelfu.r supt r viginti dut>bus elementis conicis, Nu

tembcrg, 1522, prólogo.

49 Petrarca, Le Familiari, t d. cil. Il pág. 58; citado en Mommscn, «Pe·

tr:Jrch s Concept of the Dnrk Ages», pág. 232.

J. «Reoacimi<:oto»: ¿autode(in.icióo o

a u t o e n g ~ ñ o ?

53

garfan hasta

e l

extremo de mirar con desprecio roda poesía en lengua

vulgar, sin exceptuar al sagrado Dante y al aún más sagrado Pett·ar

ca; no olvidemos, empero, que precisamente ese extremismo sirvió

para que otros tomaran mejor conciencia de las posibilidades im

plícitas en sus lenguas vernáculas

5

• El que la poesía en lengua

vulgar se elevase a nuevas cimas fue

más

favmecido c¡ue estorbado

por el reto que

le

lanzaba el clasicismo neolatino, y

de

la reacoon

demasiado vigorosa

frente

a

ese

reto

nacería una especie

de

puris

mo

nacionalista que se manifie.sta incluso

entre

los más devotos ad

miradores de

la

Antigüedad clásica.

Es en

una traducción

de

Hesío

do

donde

Antoine

de Balf hace

ga

la de esa extravagante transcripción

fonética con la

que

se

propone

subrayar

la

independencia

de

la len

gua francesa, y donde sustituye el nombre de

Pandora

(«todos

lo

s

dones») por el de «Toutedom>; es

en

contacro directo con Apolonio

y Sporo como

Durero

inventa los nombres

de

«Eierlinie» (línea de

huevo) para la elipse, «Brcoolinie» (línea

de

fuego) para la pará

bola, «Muschellinie» (lfnea

de

concha) y «Spinnenlinie» (línea de

araña) para la concoide y la epicicloide.

Quienes, en cambio, cemraban su atención en las artes visuales

a partir, no lo olvidemos,

de

la pintura-

no

pudieron

al

prin

cipio inLerpretar la gran renovación como una vuelta a las .fuentes

clásicas. Boccaccio declara que Giotro ha «sacado de su tumba al

arte de la pínLura», y Filippo Villani que compara explícitamente

so estudio

de

los pu1tores florentinos con

lo que

Los autores clási

cos habían escrito sobre Zeuxis y Policleto, Apeles y Fídias,

por

no

remontarse nl mismo Prometeo-- tiene la audacia

de

afirmar que

Giotto es, no ya igual, sino superior los pintores de la Grecia y

Roma antiguas. Pero ni Boccaccio ni Villani habrían poclido soste

ner que

Giorto, o cualquier

otro

pimor

por

ellos conocido, hubiese

forjado su estilo en la imitación o

emu

lación de prototipos clásicos.

·

Lo

único

que

cabía aLribuir a

Giouo

y, en menor medida, a

Cimabue- era

una reforma

de

la

pintura ad naturae similitudinem.

Así pues,

la

inclusión

de

la

pintura

en

una teoría

de

renovación

se tradujo

y

ello, en

mi

opinión, constituye un punLo

de

basLante

importancia-

en

una especie de bifw·cación o dic<?tomia

dentro

de

lo

que hemos denominado sistema petrarquesco de la historia.

Al

tema básico

de

Petrarca, «vuelta a los clásicos», Boccaccio y Villani

so Sobre los primeros estadios

de este

proceso véase

H.

Bnroo,

The Cmis

o/

tbe

Eorly

Ilalian Renaissance,

Pri.nceroo, 1955

I

caps. 13-15. Sobre sus

aspectos opuestos, la infusión

de

un

senúr

moderno

y

p ~ s o o a l en

el.

voca

bulario y

la

sinrmds tradicionales

de

la poesfa neolatina, véase L. Spirzer, ~ T h e

Problen1

of Lacio

Rcnaissance

Poc.r.ry;.

Studics

itt

lhc

Renaissance (Publications

of

tbe

Rcnaissaocc Socicty of America), l l 1955, pág. 118 .ss.

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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54

Renacimiento y renacimientos

en el

arte occidental

(secundados por muchos otros trntildistas de la pintura, como

por

ejemplo Banolommeo Fazio o Micbele Savonarola

51

) opusieron,

a manera de conu·apLmto,

el

de «vuelta a la naturaleza»;

y l

entre

ctU2amiento de ambos temas estaba destinado a desempeñar un

papel decisivo en

el

pensamiento humanista, no

s61o

en lo tocante

a la. relación entr e artes visuales Y ~ t e ~ a t u r a sir¡p también, andando

el uempo,

en

lo tocante a la relacton mterna entre las mismas artes

visuales.

En

efecto: si

el

segundo tema (redescubrimiento de la

naturaleza) fue introducido en conexión con la renovación de la

pintura a principios del siglo XlV, el primero (redescubrimiento de

la Antigüedad) se reafirmó pujantemente

en

conexión con la re·

novación de la escultura

y

aún más, de la arquitectura, a principios

del XV

52

• Mientns que a Giorto se le elogiaba

en

cuanto que natu

ralista, a Donatello

se

le calificaba de rival y émulo de los antiguos:

según escribía hacia

1480

Crisroforo Landino, no sólo era un ar

tista sobresaliente por la variedad, animación y correcta composi

ción de sus obras, por su dominio del espacio y su habilidad para

infundir movimiento a todas sus figuras, sino también en su cali

dad

de grande imitatore degli antichi

53

Y lo que a los observadores

contemporáneos les parecía < ~ i m i t a c i ó n » en

In

escultura, les pareció

renovación, incluso (en sentido literal) «re-formacióm>, en la ar

quitectura.

«También a mí solían agradarme los edificios modernos [es decir,

góticos]», dice el arquitecto

y

escultor Antonio Filnrete

en

su trata

do

de arquitectura, redactado entre

1460

y

1464;

«pero, desde que

empecé a gustar de los clásicos, he llegado a aborrecer aquéllos ...

Habiendo oído decir que

en

Florencia

se

construía de nuevo a la

manera clásica

(a questi modi antichi),

decidí consultar con alguno

de

aquellos

que

me eran nombrados; y luego que hablé con ellos,

me despertaron

de

ta l modo, que hoy día no sería capaz de ejecutar

51

Bartolommeo Fazio, De viris illustribus, escrito hacia 1456; véase Schlos

ser,

Die

Kmrstlitcrotur, pág.

95

ss.

M.

Savonarola,

De

loudibus Patavii;

véase Schlosser, ibldem, p:lgs.

94

s.,

10.3.

52

Sobre l

revalorización

de la

arquitectura y escultura clásicas en el

círculo de Petrarca como preludio n su «reoovacióm• propiamente dicha,

y

so

bre d trasfondo de historia del arte de esa revalorización, vénse más adelante,

p:íg. 296.

53 Landino, ed.

~ i t .

pág. 253

ss. El

pusaje refcrenre

a

Donatello

dice

as[:

«Donato sculptore da essere connumerato fra gli antichi, mirabile

in

compOsi

tione

et

in varietll, prompto

et

con grande vivocita o n ell ordine o

nc:l

situare

le figure,

le

quali lu ttc appaiono in molo. Fu grande imitatere degli anticbi et

di prospectiva intesc assai.» Los calificativos de Landino aparecen citados tex

tualmente en

el

«Libro• de AntOnio Billi, escrito entre 1516 y 1525, que f u ~ :

una de las fuentes utilizadas por Vasaci (véase C. Frev 11 Libro di llntnmo

BiUi Bedtn, l892, pág

.38

ss.). .

1. «Renacimiento»: ¿autodefinición o autoe.ngaño?

cosa alguna si no es a la manera c l á s i c a » > ~ . Y

m á ~

adelante: «Me

parece ver, señor

[en

las n u e v a ~ .

~ s t r u c m r a : ;

realizadas s e ~ los

modi antichí],

aquellos nobles edtflctos que había Roma a n ~ a -

mente,

y

los que, según hemos l e í d ~ habfa en

. l ? ~ o ;

me stento

renacer cuando veo estos nobles edifictos, y a m1 tamb1en me parecen

bellos»

55

Que

en Florenc.ia se «construyese.

de

nuevo a la manera. clásica»

se

debió, por supuesto, a la influenCia

de

hombre

~ q u 1 e ~

con

siderado un segundo Giorto

por

su genialidad, su umversal1dad

Y

su poco atractivo aspecto

56

,

se aclamaba

por

haber

~ ~ c . h o

por la

arquitectura lo

que

Petrarca h l c i ~ r a

por

la

l i t e r ~ t u r a :

Filippo B r ~ e -

lleschi.

El

según palabras

de

Filarere, «resucitó la manera clastcn

de

construir»

(qrtesto modo at1tico dell'edificare)

que deberfa

a ~ o p -

tarse universalmente en lugar de la

usanza moderna; y

este testlmo·

nía de Filarete aparece recogido y reforzado por el biógrafo

Y

a ~ m i -

rador entusiasta do Brunelleschi, Antonio Manetti, quien afuma

que su fdolo ha «restaurado y d a d o ~ luz de nuevo esa manera

construir que l..l.amamos romana y clastca» (alla Romana el alla antt-

54 Antonio Averlino Fil11retes Troktat i ber die Baukut st, ed. W. von

Oettingen (Quelknschriftetl für Kumtgescktchte,

N u e v ~

Scne,

q.Il

V i e n ~ 1 8 ~ ~ ·

JX,

ptlg. 291: «Ancora a s o J . e u ~ o o ¡mcere

q u e s ~

~ o d c r . r u ¡ ma .p01

e h · ~

commenáai

n

gustare quesu aouchi, ml sooo venutt m odio quelli ~ o d e r ~

...

et

ancora udendo dire che a

F i r ~

si .

~ s a n o .

d cdi_ficare a quc:sn . modi

antichi, io diterminai di auere u n ~ di 9ucgli 1 quali fussmo o o ~ a u St e h ~ ?

praticando con loro, m anno sueghato.m modo, che

l

presente 10 ooo ~ a r e . J

fare una mioima cosa che non la facess1 al modo nntJcho.» Podria ser casualidad

-notable,

en cualquier

caso-

que Jcan. Lemaire

de.

Bc:lges en su Plainte

u

Desiré escrila en

1504

designe a los artistas

s e p t e n m o n a l ~ s

como «des espr1s

r e c e n t ~ er nouudets», reservando en cambio c:l término «modernes» ~ _ > a r a tres

i t a l i a o ~ s (Leonardo da Vinci, Giovanni Bellini y Perugino) y dos nórdicos con

tempor:íoeofi ya influidos por c:l arte del Qu:mrocento (Jean Hey Y Jean de

Pads); véase Oeuvres de jeo11 Lemoire de Belges, ed. por J. Stecher, lll,

Lovaina, 1885, pág. 162. · ,. d •

ss Ibldem

Xlli

, pág. 428: Signiore, me ¡;>are e r e

.d1

quept 7gm

hedifjcij ch erano a

Roma

anticbamente

di

qucgli

~ h e

s1 

e , g 1 e

che

m

Egtpto

erano; mi pare cinascere a uedere .quesu cosl c ; l e ; ~ h

ed1fic1J

me ancora

paiono begli» (nótese que se mencJOnan los cdiftc¡os de los egtpciOs, pero ?o

los de los griegos). Agradezco al señor Jobo R. Spencer el haberme propOroo

nado

la

versión correcta de este impOrtante texto, que: a ve<:es se .encuentra

impreso coo un grave error. ( < r i n a s c ~ e e ucdere» en

lug.n

.r. de «rmascere a

ucdere»). Los profesores Cie.Jghton Gilbl;rt

y

G.

N

P . Omru me han

e<;>nYen·

cido de que mis objeciones a la traducoón contemda

en

E. G. Holt, L1tcrary

Sources

of

A.rt

H i s ~ o r y

Princcron, 1947, pág. 151, ce;e_cfan d.e fundamento.

Vaya, pues,

mi

grantud a los profesores Gtlbert

y

Orsm1,

y

miS excusas s la

señora Holr. . . F1 · l878 1906

56

Le

Opere di Giorgin V

11sari

1

ed.

pOr

G . Milnnest, o r ~ n o a . - •

II, pág. 327 s., ron especial referencia a la novc:l.a de BoccacCIO que

atábamos

antes en la pág. 45.

  6

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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Rc::nndmicmo

y

renocimíemos en

el nne

o c c i d e m ~

ca),

mientras que «hasta

él

todos los edili . al

llamaban

m o d e r n o s » CIOS

eran emanes

y

se

a r t e ' f : ~ s ~ ; b l ~ ~ f r n ~ e b ~ - ~ ~ n ~ u : d r ~ i ~ o q ln « r e o o v ~ c i ó o _ > ~

de las tres

cidieron en afirmar q 1 . ~ e r e n t e , los btstonogrnfos coin-

. ue os mouvos complementad

el

vacJÓn» ,

a

saber, la vuelra a la .

1 1

os e esa «reno-

güednd clásica, hab[an empezado

n : t ~ ~ ~ u e a r z a y

v ~ d t n a la Anti-

y

o • · en t:USUntos momentos

' que es mas uuporrante, con distinta otenci ' .

que

_la

vuelca

11

la naturaleza había sido

el

a c t o r

s e g ~ ·

el '?edio;

~ ~ ~ : : ~ ~ d ~ a

i J ~ : ~ ~ ~

~ p u ~   ~ e s v p ~ ~ ~ ~ a

1

1a

A n t ~ g ü e d o d a ~ M ~ ~ a h ~ ~ í ~

es

u1

h

b

, n

a

arquitectura

y

que e

11

e tura se a 1a verificado un eq Tb · ' a

hemos visro

la

opinión da M

rrobentrBe

ambos

e>n:remos.

Ya

L

di

-.

anettl

so

re runelle

·eh·

1

l

no sobre DonateUo.

De

Masacci . s

J _ y

a ue

dmo, sin mencionar para nada a 1 X ; , ~ - - cambiO, el mismo Lan-

q u ~

fue «excelente imitador de lan

n a t ~ : ~ a a d , d

no nos dice sino

uruversal, bueno en

la com osic·, . , e gran reoombre

se dedicó por entero a la

o 6 s e r v ~ ~ ~ :

Juro

sJo

. ornnmenro, _porque

las figuras y tan hábü 1 .e la realidad y al re Jeve de

contemporáneos>>

;s

Tresen eoaerpe_rspecttva corno cualquiera de sus

hará eco de esta trlcotomíag al ;;:::s ddespuéd, rodav_ía

V a s ~ r i

se

que BruneUeschi había redescubierto

Ías

e ~ l t r d . d

e un nusmo _parrafo,

los antiguos; que

las

obras

Je

Donatcll . e

b

Y p r o p o ~ c 1 o n e

de

de aquéUos, y que Masaccio a .

0

Jgu .

3

,

nn en_ calidad a las

sin alusión al mn

aJ

.

el,

. qUJen

t n ~ ~ J e n

aqut

se

considera

colorido, e . ~ c o ~ o ~ . p o : t r ~ ; a s ~ S a l ~ sobresabh por .« la n o v e d _ a ~ del

las emociones del alma y las

a c t i t ~ d e ~ ~ ~ e

c : e ~ ~ ~ ~ J _ e x p r e s 1 0 n de

57

Sobre

la

afirmación de Fil é p·J

sobre 1: de Maocu.i véase

e

Fr

:e i V v ~ e

"1

op. cit., VIII,

p:íg. 272·

architetto

f i o r e ~ Ber Jn, iss/' /

6

o Ftltppo Bmnelluchi uultore

queslO modo d¡ mur3menJi, che si' Jlcgno Íl Rn che naque, c o ~ e

SI

nnnuouo

nuouo la reco

a lucic·

che prim a omana

et aJJa

nnt1cs.. e chi di

biografía

de Maneul de Jn que

j eranJ¡ ~ Ó t u Tedeschi e diciensi moderni.» La

A11touio Mane/ti, Vila di

hlippo

jY

/

B

o d e r n a preparada por

E.

Toesca

probablemente

entre

1482 y

14881

n'

rtmc ~ s e o ,

Florencia,

1927)

fue escritd

relación de Landino que or desd·

he

esas I D i s m ~ s fL-chas nproximadas es la

que si alude

a

Broncllescbles s o l a ~ : O a t no 1 ~ b l : l

7d

los a r q ~ l i l e c r o s , de modo

nrquirecto, fut: escultor

y

pintor com et en a mee 1

que

éste, adcmd:s de

la qtle se nos dice que fue el «red pe t ~ d

Y_ c s p ~ C i a l J S t a

en. e r s p e c t i v ~ de

V ~ l l t o r e » . cscu rl

01

o mvc:ntor

(ntrovatorc

o i t·

53

L a D ~ i . n o

ed. cit.,

pág.

25.3

ss.; «Fu M . . . . .

di g ~ o nllevo uni"crfialc, huoDo co . a s a c c ~ o opllmo lmlratore dt naturn,

so

lo st decte ali'imiwtiooe del

ero

empfs

11

.¡.re

ct puro.

senzn ornato, perche

CL prospeCLivo qunnlO alrro

di

"U""li

t

a

r

levo dcllc figure; fu cerco buuno

19 Véase el 61 d V ... ..., tcmpr.»

N. . . ' pr ogo e asari a segunda parte. · 1

1 Slqlllera en la biografía

de

D o n ~ t e l l o en, piÍg. J 9 f P ~ . t ~ ~

J ~ s : : } S m ~ ~ ~ f i t i

..Renacimícnro»: ¿autodefinición o autoeogllño?

V

Fue quizá porque tanto la novedad como

los

resonancias clási

cas del nuevo esLiJo quedaban mucho mós patentes

en

la arquüec

rurn que en las artes figurativas "' y s0bre todo porque la

presencia material de edificios romanos, reducidos a ruinas por

Jos

sucesos del pasado pero transmisores aún del espfritu de ese

pasado

al

presC lte,. ilustraba tan

a

lo

vivo la idea de decadencia

y

restauración- por lo que los tratadistas de

arCJlÜrectura

se incli

naron más que los de pimura

y

escultura a hacer de

su

experiencia

una «Geschichrskonsrruktion» towl.

La primera exposici6n que conocemos de esa «Geschichtskons

truktiom>, a la que todavía rendimos tributo cada vez que hablarnos

del «estilo gótico>> (término rescringido en sus orígenes a la arqui

tecwra y la ornamentación arquitectónica

61

, pero ampliado en nues

tros

elLas

hasta abarcar todas las bellas artes

62

), :;e encuentra en el

d ~ : arribuirle el «cercare l 'ignudo delle figure, come

ei

reorova di scoprire 1n

bell=a degli antichi, stato nascosa gi3 cotami anni,.. Sobre Masaccio, cf. tanl

bién los pasajes de su biografín, n. png. 288.

ro

Cf. Kauffmann,

op.

cit.,

png. 127 ss.

6 El Oxford Dictionary define aún lo «gótico* en este sentido restringido.

61

Todav1a en 1842, :t1 eminente histori ador del arre

:Uemnn

Franz Kugltr

Ha11dbuch dcr K.mJrtgescbicbte, Sruttgart, 1842, pág. 516, oota) le repugnaba

tanto extender cJ adjetivo gothirch más allá de los limites de la :trquiux,urn

y la ornrunentación nrqulrecrónicn que decidió sustiruirlo por germanisch, jus·

Lificaodo txpHcitrunenre esa decisióo por la Dccesidad de disponer de «Una

palabra que se pueda aplicar taolO a las arces figurativas como a ln arquitec

tura» («um Architektur und bildende Kunsr mir demselbeo Wone bezeichnen

m konnen» ). Cuando Giovonni Boglione aplica expresiones tales como

«:tnLÍ

co-Gorico» o «ancicornoderno-Gorico» a 1n escultura y la pintura (E. S. de Beer-,

«G<Ithic: Origin :tnd Diífusioo of rhe Term ; The Idea of Style in Architecture»,

Joumnl

o/

tbe W arburg a11d Courtauld Institutes, Xl, 1948, pág. 143 ss., en

particular pág. 1.53) es evidente que no las emp lea como designacio11es

de un

período concreto, sino en el sentido gener:tl de «ni clásico ni moderno sino

mediev:U,

y

por

lo

Lanro

a n c i c u t ~ d n » ,

y

lo

mismo hace su contemporáneo

úao

cés

J.

Doublet en

su

Histoire de l'Abbt1)1e de S. ~ n y s en france,

París,

1625,

pág. 241, a1 describir un retento supuestamente carolingio corno «Une perire

figure en bns-relief

d'un

goust fort gotb ique». De hecho, el propio Baglione

repite casi textualmente la famosa calificación de la arquitectura gótica de

Vnsari cf. los pasajes citados en Panofsky, «Das erste Blnrt ..» [Meoning

in

the Visual Artr, págs.

177,

nora

15,

y 1

87

nota 34; El sigm/ic11do en los artes

viJ11oles, pógs. 159, nota 15, y 165,

nota

34] : «un alrro ordioe, che Godeo

o Tedesco si nomina,

e

piurtosto disordine»; su única oporraci6n original es la

adición del adjetivo Gotico,

que

po.r entonces empezaba a ponerse de moda

en

Italia,

al

Tedl sco de Vasari. Por sólidas razones de orden histórico y geográ·

fico,

fue

en Francia y

no en

Italia doode Jos humanísws tendieron a concen·

tror sobre godos sus invectivas cootra la barbarie en gener-al y la b:irbara

Edad Media en particul ar, mientras

que

los italianos preferlan sumnr:los

nJ

l. «Renacimiento»: ¿nutodeHnición o alltoengaño?

59

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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58

Renacimiento y renacimientos co el arte occidental

tratado de Filarete que acabamos

de

mencionar; pero el carácter

torpe

y descuidado del pasaje revela

que

el autor

no

pretendía otra

cosa que resumir l o que

en su

época

era

ya opinión

corriente: «Como

decayeron las letr:ts en Italia, la gente adop tó un habla y un latín

vulgares,

y siguióse de ello una época de tosquedad general, de

modo

que

hasta hace ci

ncuenta

o quizá sesenta

años

no empezaron

de nuevo a espabilarse y refinarse los espíritus .. así también quedó

postrado este

ar

te [de la arquitectura],

de

resull' ls

de la ruina

que

acarrearon a Italia aquellos bárbaros que varias veces

la

asolaron

y sojuzgaron.» Ocurrió

entonces,

sigue diciendo

Filarete, que

Italia

se

vio inundada de «costumbres

y tradiciones traídas del

otro

l

ado

de los Alpes no por verdaderos arquitectos, sino por pintores, alba

ñiles y,

sobre

todo,

orfebres, que

hacían las cosas

que

les

gustaban

y entendían»; por lo cual (observación

sumamente

aguda) se alza

ron grandes edificios «en forma de tabernáculos e incensarios».

Y «este estilo

o

manera

vino

de

los del

otro lado de

los

Alpes

(tramonlarti), o sea, de los alemanes y franceses»

.u.

Esta teoría fue desarrollada por las generaciones siguientes.

Manetci,

que, como biógrafo de

Brunelleschi,

cabe suponer refle

je

observaciones propias del

maestro,

no sólo dedica

una

cuidadosa

atención a la fase

que

media

entre

la caída

del

imperio romano

número de

nazio11i barbare

e slraniere (junto a

los vtlndi los,

hunos, lombardos,

germanos y

los

mismos ú a n c e s ~ s ) , y tendían a

runonLonarlos

a todos bajo el

apelativo global de

tromo11tani. Asf se ~ x p l i c a

el que los

a d j ~ t i v o s

goticus

y

gothique se usaran en Francia mucho antes que

en

Italia.

Ya

en

1496,

más de

treintll año5 antes de la carta de Rnbclais a Tiraqueau (citada J?Ot de Becr,

pág.

144,

y

a la que aludiamos antes, pág. 51, nota 4.5), e f e v r ~ d ' E t : ~ p l c s

(Fabcr Stapulensis) escribe en sus Artificialts Introductiones: «A gotica enim

illa dudum larinorum litteris illata plaga, bon:1e litterne omnes, nescio quod

goticum passae sunt» («Simone

I l b

p&g.

121);

y

en 1524,

Budé pregunm

en sus lnt,.odtlcliones i Pa11dectas: «Quae est igitur in sennonibus perversitos

ut,

cum

tantam atque cleganlem utendi fruendique iuris supcllectilem h n b ~ n t . .

sorclidn... supellecLili hac gotica er barbara uti m a l e n t ~ > (otSimone

lh

,

gina

134).

M

Filarcte,

o

p.

cit.,

xm,

pág.

428

s.:

«Come

le lettere mancorono

in

Ytalia,

c i ~

che s'ingrossorono nel dire e

nel

latino, ucone una grossezza,

che se non fusse da cinquanta o

forse

dn sessanca anni in qua, che si sono

asottigliati et isuegliati

gl

'ingegni. .. e cosl

e

statll questn nrte¡ che per le ruine

d'Italin, che sono state, e per le guerre di quesú baxbari, che piu uolte l'nnno

disol

atn

e sogiogara. Poi

e

accaduto, che pure oltrnmonti uenuto molte

usanr.e

e loro riti. Et uenuto poi, quando per Ytalia s'f voluto fare alcuno hcdificio,

sono ricorsi quegli, che

nnno

voluto fax

faxe

, a orefici e dipintori, e questi

muratori, i qullli, benche apparteng l in parte al loro exerd6o, pure e malta

differentia. E che anuo dato quegli modl, che anno saputo e che

e

paruto a

loro, seconeo i loro lauori moderni. Gli orefici f:tnno loro a quella somilitudine

e forma de' tnbernnco

li

e de' tllribil d" dnre incenso... E questo huso e

modo

nnno auuto,

come

odetto, da' Lramontani, cioe da Todeschi e da Francesi.»

1

entrada en

escenll

de su personaje

(fase

que

L e o ~ e

Batrisc:

l

y

bla .

d deñó f r í a m e n t e ) ~ . sino

que reconoce, ~ d e m a s ,

que h

ertl es . , eliminar de

la

arqunectura

romana

·¿

0

lugar una

restauraCJon pr él "b ¿.

ceDl . .

to to<cano»

que atn uye na

a

el

u

ado <tprotorreoaomten •

en aro e· 1

f

chnndo así sus monumentos con vauos

q

ue a ar omagno e · ·6 d ·

menos . , d

ostrando una aguda

percepct n e en -

siglos de aotelacto':•

pero em

< d .

1

lo que la erudición pos-

. .

1

  · e ¡

nruyendo

por ast ectr o, ,

tenos esu tsucos '

1

,.,

10

c ~ r o ü n o i a ) ·

«despues

. h

b

d d

f

·r como a

re1tov ..

o .

tenor

n tn . ,

ed

el tnt

··b

b rbaras

de godos, hunos, vándalos

y,

de

la

expulston

e as

t l l

us

a , d

del

im erio

contrató

fin

t

te lombardos»

,

el

g

rao restaura

or P d , .

a men ' . crtos por su falta e practtca,

a a r q u i t e c t o ~

de

Romad,

«no m u ~

expimitación

de

aquellos edificios

pero

aun as1 capaces e

c o ~ s t r u u

a

breve

d

inastía fue

entre los cuales habían n a c . ~ d o » ;

pero

1 i o ¿ n ~ ¡ ~ : p o n e r s e el estilo de

sustituida por. soberanos g e r m a e n o ; ; a ~ ~ u ~ o

«hasta nuestro

siglo, en

los bárbaro.s. m v : s c : f : % b f ~ ~ s ~ ñ a l n Manelti que

la

generalm:nre in-

él?oca .dde F t l t p ~ o :d d

de

la

arquitectura romana

liobre la

gncga ndo

discutJ a supenon a . d

1

. como a factores e

se

debió tanto

al

talento tnnato .e

ofs

wmlanoso del poder y

In

ri-

. ,mtco ya que ue e

pas

orden

po ttco.

y

e c ~ n o 1 • hizo que los arquitectos «acudiesen

d ~ ~ d a e d e e s t ~ ~ ; ~ t a e t

p o d ~ a

y olaq ríque.za »Ós y que allí floreciese

su arte

lendor que en Grecta»

· . -

«con r o a . y o ~ esp . ante había de darse unos tremta anos

El

stgUlente paso

¡mport

L o' X diversamente atribuida n

, d

en la

famosa

carta

a e n

mas rar

e,

. . .

Ba

ldassare Castiglione,

y

que pro-

Bramante

, Baldassare PerLttzL

y1

bo ción

de

esLe último

con Ra

bablemeote fue fruto

die

~ d e ~ ad raFilarete y Manerti cristalizan

facl 66.

En

este tex.to, as 1 eas e '

64 MIUlc:tti (Frcy, Le V i t ~ di Filippo i D r ¡ l ; e / ~ : ~ ~ ~ h ~ ~ ~ r S I « D l ~ A ~ f ~ ~ b d ; ~

(De atcbiuctrlro, V ~ ,

3), ~ c a s e

par

cu

• .

K u n t s g e s c h i c ~ t s s c h r e h u n ~ Ln J t a h ~ o ; É e.rche

la

discícndcmia di Cado M a ~ n t o

6 1

Maneto, d . crl . ~ a g

..

7 s ~ . . . pe lo in río ucnnc poi nc.llc

mnnt

de

si

distc:se

in pochi g ~ a d t dt suctf :od o

che e;:

ri tornnto pel

mezo

.Cnrlo,

Tedeschl, per

la

.

mag¡orc

r.arto e madi'

T<:Jcschi;

cqunli durarono

nl

si

rismarrl, e npresono u ~ o g f l e (

ti

82

  Sobre el « p r o t o r r e n n c a m a e D I ~

secbolo nostro

al

tcnpo dt ·t

tppo»

PJ·

. ·

(y

después

de

él por Vasart.

toscano• atribuido a

Carloml gno

por a n e l ~

s.

80 Y

LOO

ss.

Manct:

t d. cit., I, pág.

235

,s. _,

vense

m ~ i a

d ~ a R o ~ /

~ á g . 81 ): «E perche glt

ti describe as el t r n n ~ t t o . de Gr . doue sono e t c ~ o r i " principati. e doue

3rchitel'ti

unnno

e sono ttra l ne lu_oghdi Grecia si tra:>fcrl l'architctluru ..

o n ~ c

se [s'C:]

altO

a spendcre, col.

r c ~ m o

.

l"tos·am

entc che in Grecia come ptu

. R e· · e maestra ptu m a t : ~ u J g

tn oma tonrono . ·

10

e

le

spcrienzc.»

mnrauigliosnmente s ' a c r e b ek r a ~ ~ ~ ~ ~ a / u r pág. 75 ss., y el estudio, que

66 Véanse Schlosscr, te

11111

1

'

1

Vlll cd por R. F. Kerr, Lon-

sigue siendo muy útil, de L. Pasto.r, op.

Ct

.

,d

m:í's fácilmente accesible esta

dres, 1908, pág. 244 ss . Donde

stg1.1c

c . ~ l a n o , . ,

Renncimienro y renacimientos en arte

l. «Rcnacimic.nr<w: ¿:1U todclinici6n o aurocngniio?

61

Page 31: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

http://slidepdf.com/reader/full/panofsky-erwin-renacimiento-y-renacimientos-en-el-arte-occidental-ocr 31/41

60

el o c c i d ~ t n l

en una clasificación arqueológica concreta 1 .

portante se intenta

dar

un . . • y, o

que

es más lnl ·

«gótico»'

mediante

una r ~ t ; ~ : ~ a .

,exphdciód

gÍnérica del estilo

distas clásicos habían conjeturado

~ o o b mcl

az o que

los

trata-

tectura

en

los alb · d re comtenzo de la arqui-

hombre

primitivo

: n : ~ ~ o : e f u /

civlilizaciónd Según

Vitrubio, el

bastar

y

uniéndolos con ramas e ttos evaotan

_o u o n ~ o s

sin des

interpos;tis)»

68,

Situando a los b ó ~ b t e J d a ~ (/urets erectts et virgulis

hombre

primitivo

de Vilrubio

aw s

.mvasorc¡,s

e.n

el

puesto

del

desbastar con ramas enuetejidas'»

Y

sust,tbYfnclo_ sus «troncos sin

dobladas y unidas por su parte por.«ar oeles vtvos, con las ramas

L

, supenor» autor o t d 1

carta a eon X ofrecían una

expl

.

6

• , .

au

ores e a

más e . < t r ~ ñ a y controvertida del ~ ~ i l l : v ~ t : o s ~ ~ de Ja característica

que

constderaban estética

y

técnicament g. f c ~ :

¡ do a p u ~ t a d o ,

al

que, ~ i . n

duda,

no imaginaban estos

~ ~ ~ ; ~ ~ o ~ s

a e medto

p u ~ t o .

cton habtan de nacer rodas esas co · . que su explica

con <<árboles de Dios» y

de. 1

m p a r ~ c d l o n e s d los pilares góticos

- . ' as averu

as

e arbol"•

goncas», que se extenderían com 1 .

 

s con «naves

mántica 69.

0

una P aga en la época ro·

carta,

de In

que se conservan dos versi

li

. .

Bp:t"fo3te

und

l ~ a v f l a e l

( K t m s t w i s w r C : C / , ~ j

t l i ~ h ~ a S t ~ l d i e ~ s u J : . ¡ s .

Tes_

eo_

J.

VogeJ,

. g. ss., y en .

Golz.io Ro/fnelfo

t í

d

. ' '

u::apzag,

1910),

c o ~ l l m ~ p o r o n c i

e nclla

l e l l e r ~ l t l r a del ; u / u c ~ f u m ¡ , n t t . e .

' elle

ICIIÍIIU?I1iam:c

dei

de1 Vtrtuosl al Panthcon C i u d ~ d d ,

1

V . o onuficaa Accademan Arristicn

t c x t ~

( ~ e g ú n In primera

v ~ r s i 6 n ,

p u b l i ~ d a ~ ~ c ~ ~ J 19Jt l-Oay fragmentos del

asughone) en

de

Beer

op

cit tÍ

146

en pera

de

Baldussare

completa fim•ra en E

Gu·

J,I 'K' P

1

1

b

.

s

1

.; u n ~ tr:1ducci6n alemana

b : ~ s t a n t e

Berlín .. - · , uns er

rse

e 2 • d

ed

A

. , 1880, I, pág. 99

ss.,

y una in lesa '

e · e ·· ·

por . Rosenber¡¡.

Hwory

of Art, I, V-lrden City N y sl9.57

E.2G. Holt, A

Docllllii:IIIOIY

67

«La

primera clase [de edlli j .j • P

g. 89

ss.

antes

de

que la ciudad fuera

a s o l a d ~ s

corresponde a los que

habla

en

Romn

ros;

la

segunda es

In

de los c o ~ s t r u i d % s

~ e v a . s t n d , d p o

los godos y otros bárbn

a ñ ~ s

más; In terce.ra

desde:

entonces h uranrc remado de los godos y cien

r c : c ~ e n ~ e s

so

n Hciles de reconocer no sól

;sra

r nuestros / las . los

e d ~ ( i c i o s

má.$

su estilo no es

ni

tan bello como

el de 1po

su nove nd, smo tnmbaén porque

t ~ n

tosco como el de los de la

é

oca

de

os de la época ,de los empct·adot·es

ni

saglo,

la

(rase

«Y

cien

años

mós> p(

los godos.»

J : l f a ~

que cxncramcnrc un

un período de liempo indetermin:d;

o ~ c o r a ceulo

11111

d app?i)

pnrcce indicar

d c c ~ o s . que. «tnl cosa durará cien v ~ c ~ ~ ~ í ~ ~ n t e asgo, lo masmo que nosotros

V¡trubao,

De

11rcbileclura

JI

1 J U· .

corln aparecen en ediciones Vilr 'b· . ustrnca?nes renacentistas

de cstn

IJlteresante cuadro de Picro di

C .

u( /

0

• manuscntos de Filarcte

y

en un

ndelamc, pág. 259 ss y s ~ b r osa

¡no

1

' [' l40) del que

h n b l ~ r

c m t l S mós

Studie_  in lcono

log y

.Nueva

Y ~ r k ~ 9 3 9 pu·f e

verse

r ~ m b i

E. Panofsky

,

Estudros sobre iconología

Mad 'd

Í972

/

 g.

44 ss: Ía¡:s. 18-23 fcd. cnsl.

de ~ i b l i o g r a f í a .

. . '

ra

• P g. 54 ss., fa¡;s.

18-23

J, co

n algo

m ; Í ~

No puedo

resas

tar la tentación de c t d'ól

l:t nobleza prusiana, capitán de la G d r du Q,

a.

ogo entre dos jóvenes

de

uar aa e rps uno Y funcionario cl otro,

La especulación en tor.no a la historia de las artes figurativas, y

de

la

pintura en

particular, corri6 por sendas paralelas

a las

de la

h

iswria

de la arquitectura, ounquc de forma algo menos elabornda

y sistemática: si

la

arquitectura había sido desu·uida por el van

dalismo de los salvajes conquistadore:>, la escultura y

la

pintura ha

bían sido sofocadas por el celo iconoclasta de la Iglesia.

Como se recordará, Boccaccio había culpado de la

triste

situa-

ción de la pintura

anterior

al

Trecento a

los errores de tUl grupo

indeterminado

de

incompetentes,

olcuni.

Villani, precisando

y

n lavez ampliando

el

marco

de

referencia, identifica

a

esos

alcuni

con

los ejecutantes

de

una <<pinrura griega y latina que durante muchos

siglos yació postrada al serv icio de una tOsca impericia» 7\1. Pero esta

distinción entre pintores griegos y latinos qu e suponemos hace

alusión, de un lado, a los artistas realmente na¡urales de 13izancio

y,

de

ot

ro, a los italianos que trabajaban a la manera hizanlina-

hubo de ser pronto abandonada en (avor de una designación colec

tiva

qu

e denota lo

«anúcuaJo»

de

su

estilo,

al

margen

de su nncio

naUdnd:

mtmiero greca.

Ccnnino Cennini escribe,

por

las mismas

fechas que Filippo Villani,

que Giotto

«tradujo el arte de

pintar

del

griego al latín, y

[así)

lo hizo moderno»

71

: y en los Commcnl:J·

rii

de

Lorenzo

Ghiberti,

redactados a mediados

de

l siglo

xv,

aparece

la

ma11iera

J .reco

como expresión

de

uso corriente v claramente

peyorativa.

Es en estos Commcntarii donde encontrnmos la primera decla-

ración explícir.a de lo que podríamos

llamar

teoría de supresión in

terna, por oposición a la teoría de devastación externa: «En tiempos

del emperador

Constantino

y del papa Silvestre gnnó primada la fe

Violentamente perseguida la idolatría, todliS : ~ s

e s t a t u a ~

y pinturas de tnn grande nobleza y perfecta y antigua dignidad

(ueron destruidas o muúladas; y junto con esas estntuns y

pinturas

perecieron

Jo

s libros y

tra

tados, llSÍ COmO Jos dibujos [teóriCO$) )'

reglas que habfan servido de guía para tan grande, egregia y genl il

arte... Extinguido el

arte.

los templos permanecieron

desnudos

(bianchi)

por

espacio

de

unos seiscientos años. Entonces griegos

recomenzaron muy débilmente el

arte

de

h1

pintura y lo prncticaron

que Lienc lu¡tnr m i c n t r ~ s c a b a l ~ a n por unn nvcnidn de casaaños

mnjcslll<lSO

'

ist jn wic e

n

Kirchcnschif(', sngte

R

cx... 'rinden

Sk

nich1 nuch.

Cznko?' - '\XIenn Sic wollcn, jn. Abcr p,m on, Re:<, ich (indc die Wcndun,.

crwns trivial für cinen M i n i ~ t c r i a l a s s c s s o r (Thc<'U<ll foont:mc , D<t

S11·rblin.

publicado poa· primero ve7. en 1898, en¡>. ll

).

i l l

Vénsc nntcriormcntc., pñgs. 48-49 nota 39.

71 Germino d't1ndr<

ll omiui tia

Col/e

cli Vol d'Elsa,

ll

Librn (

frll ' lr

l<'.

JI. cd. por D. V. Thompson Jr. , Ncw llnvcn, 1933, p;Íil . 2:

«11

qunlc fGiorrnl

rimuto l ' a ~ a c del dipinv.cre

i

Grccho

in

l:ltino, e

ridu:;:;c

ni mtxlcrno.»

Renacimiento · ·renacuruentos en el nrte occidental

63

l- «Reoncimleoto»: ¿autodefinición o outoengaño?

Page 32: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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62

con gran tosquedad. que tan hábil

gos]

a n t ~ g u o s ,

asf

f ~ e r o n

rudos

Y t ~ : p : l ~ s l ~ r b í a n si do

losn [grie-

A pnmera vista esta dl su·ac·, e esto epoca» .

t 1m l, . • 10n neta

y

en · d

_a ente ogtca- entre la destructividad b b eterto. mo o, to-

tconodasta, la primera haciendo ar lra y la mtolerancia

segunda ahogando las artes fj es.tragos en a arquitectura

y la

,t,

gurntlvas no par ·

mam.uesto una falta de coord· . , ece swo poner de

wac10n entre

1

s ·

p_or

uno y

otro ámbito de creación a . o

espmtus p r ~ o c u p a d o s

ttmos que ambas teorfas tienen . rustica.

Pero en

segutdn adver

al hablar de la «persecución vi tn t m p o r t a ~ t e

~ e m e n t o

en común:

huye la decadencia de la intu o enta de la tdolatlÍa»,

Ghiberú

a tri

tradición clásica aún

másp

d lib y Ja escultura a una ruptura de la

condujo a la decadencia d j era _amente destructiva que la que

sino a un acto del hombre·e a a r q e l l u t t e c d ~ r a : no a un acto de Dios

d

, Y con o e¡

lí ·

po

ría ser enmendada por así d . 1 tmJ. cito que esa ruptura

deliberada vuelta a la   Anti

..

d deE t Jan te _una igualmente

Y coleccionista de Jn e s c u l t ~ =

: n ~ · ~ s ~ o -

fervtente admirador

colegas en

el

arte a inspirarse no -¡ gua tnvtta claramente a sus

en lo que subsiste del arte

c l á s r ~ o

o datuÍaleza, sino también

«volúmenes

Y

comentarios» al l.

.

a ep orar la pérdida de

laci6n de «estatuas

y

p i n t ~ r a s l t e m p ~ ~ u ~

la destrucción o muri-

h

.

,

es esta

mv

ttando · 1

la

a acer extenstvos sus estudios a 1 b . con tgua e ndad

clásica.

0

que su stste de la literatura

Este mensaje se transformada e d .

los

c ~ > D ~ e m p o r á n e o s y

discípulos má:ex

l / ~ m a

formal. en

~ u a n ? s

de

y. pnnCJpalmente en Leone Battista Afh ~ ~ o s de Ghibem, pnmera

pmtura, escrito hacia 1435 Alb . . el.tl. En su Tratado de la

humanista en busca de t e ~ a

enf

aconse¡a que el pintor acuda al

como ejemplo la historia de

las Cprol a n o ~ ( dv. Agr.

clásicos), poniendo

· d

a umma e pele

d

CJano Y

emostrando asf la tilid d . . s, narra a

por

Lu-

u a ptctooca de un autor ariego

71 t>

J- von Schlosscr L o r ~ m o

Gh b

-

D

«Aduncbe

al

tempo ru Co utrs e n k w ú r d i ~ k e i l i l l I p ~ g

3

.. .

stantmo li • • • •

u • ;

ss

.

su

la fede

cbdstiana

.

Ebbe

la ydolatriaperaddf:s·

er

di

ilvestro papa

sormonto

tutte e staruc et

Je

picture íuoron

g ~ a n

lma perse

cu

úone in modo tale,

n n ~ c h a

et

perfetra digoira et cosl .

dlsfatte

et l a c e ~ a t e di tanta nobilitii

UllumJ comeDiarij

ct

liniamenri er

r e ; o l ~ o [ s h ] a d o n

colle statue

et

picture

et

e g ~ e g ¡ a

et

gcntile

nrte ..

Finita cbe fu 1

cr

e :mano a m ~ c s t r a m e n t o

a

tanrn

anru 600. Cominciorono i Greci d bil' . a te stettero e templi bianchí circa

:,olta ~ ~ e z z a produssero

in

essa; t ~ o t ~ s s ~ ~ = : ~ n t g e l

l r u : t e h . d e f l l a

picwra

ct

con

ano

tn qucsra era g:rossi et

L C

anuc 1 uron periti

tanto

r e e ~ i t : ; 1 c ; > s por

O. Mo;isani, N á p o l : S ~

1 ~ 4 7 .

Omf/lelllllrii de Ghiberti hdn sido

b canse en espc011l J. Schlosser U b · · - .

1 9 g ~

t eúr

kullstbistorischell S a m m l r m g ~ , 7

d ~ s

A l ~ n h ~ - e l

n u k K ~

Ghlbertis»

,

]abr-

. I   l? g. 125 ss., YKrautheimer «Die A

rdoc,Ksten aiSerbauses,

XXIV,

m ralienr>. n ange er unstgeschicblsschreibung

prácticamente desconocido en la Edad Media, al tiempo que sub

raya 1a dignidad del pintor

74

También

: ~ p l i c a

Albcrti a esta profe

sión, si bien tentativamente, las categocias de la retórica clásica:

invención, disposición (convertida

en circo11scriptimre

y

c o m p o s i ~ i o ·

ne, y reemplazada unos cíen años después por disegno), y ~ l o c u c : ó n

(convertida en reccptionc de /ume , y reemplazada unos cten anos

después por

colorito)

5

• Y,

lo que es más importante, introduce

o mejor dicho, reintroduce-

en

la teoria de las nrtes figurativas

lo que llegada a constituirse

en

concepto central de la estética re

nacentista,

el

viejo

pr

incipio de

cmweniem.a.

o

concinnitas,

cuya

uaducción más aproximadtl quizá

Seü

el término «armonía»: «[El

pintor) debe procurar, ante todo, que todas las partes concuerden

entre sí;

y

lo harán si, en cuanto a canüdad, función, clase, color

y en todos los demás aspectos, armonizan

(corresponderamzo)

en una

única belleza»

Esta doctrina, reiterada ad

iflfinitum

por los seguidores de Al-

berú -entre ellos Leonardo y Durero, por citar sólo a los más

famosos-,

oponía al anterior postulado de verosimilitud los de

selección estética y racionalización matemática (al menos en lo que

respecta a la «armoní.a en la canlidad», es decir, a

la

proporción).

El que la piel de un negro sea oscura por todo su cuerpo es un

hecho

de

la

experiencia corriente, cotidiana; pero ¿quién podría

formular un juicio sobre la relación «armónica» entre, por ejemplo,

la longitud del pie, la anchura del pecho y el grosor de la muñeca,

sin combinar la observación empírica con la investigación arqueoló

gica y las matemáticas exactas? Auxiliar a\ artista en este campo es

lo que Alberti se propuso en su segundo tratado sobre el arte,

14 Leon Battista Alberti, K/einer<

krmstlheort lische

Schri,/letr, ed. ¡x¡r H .

Janitsehek

(Que/lemcbriftell fi/r KunrJgescbichte, XI

,

Viena,

1877), p:ig. 144

ss.;

en versión m:ís reciente,

Leon Batlista Alberti, Ddla PUwra,

c:d. por L. Malle,

Florencia, 1950, pág.

104

s. Sobre

la

versión latina véase R.

A l t r o ~ c h i «Thc

Calurnny of Apelles in thc Literature of thc Q u a t t r o c c n t o ' ~ > Publrcatzons

of

tbe Modem Language Auocialion o/

AmeriCtt, XXXVI, 1921,

pág.

454 ss.

Sobre

la

respuesta

que

hnU6

la sugerencia

ele

Alberti

entre

l<?s

artistas

d

_d

Rcnacin1iento, vé:lse R. Forster, «Die Vcrleumdung eles Apelles 111

der

R e n n ~ s

sance», ] a h r b t ~ c h dcr kijrliglicb preussischen Kunslsammltmgt:n,

VII,

1887,

págs. 29 ss.,

89

ss., y G.

A.

Giglioli, «La

Calumnia

di Apclle»,

Rassegna d'arte,

Vll, 1920, pág.

173

ss. La versión que dn Alberti diuere s i g n i l i c n t ~ v a . m e n t c

tanto

dd

original griego coroo

de la

traducción

de

Luciano

por Guaono

Gua

cini (1408); véase Panofsky,

Stmlit's in Iconology,

pág. 158 s.

[Estudro.t sobre

iconología, ptíg. 215

s.).

75 Alberti,

ibidem, ed. JaniLsehek, p:íg. 98 ss.;

ed.

Malle pág. 81 ss. Una

interpretación de l:ts caLegorlas de Alberti puede ve1·se en Lee, tip. crt.,

ginas 211, 264 s.

16

Albeni,

ibídem,

ed.

Janitschek,

pn¡:¡. 111;

ed. Mall?:,

p:lg.

88.

64 Renacimiento y renacimientos en el arte occidtnt.al

1.

..Renncimic:nto»: ¿nutodefinición o nutocng11ño?

65

Page 33: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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De

s ~ a t u a

n. Y si b i e ~ es cierro que su método para determinar

y registrar las proporc10nes del cuerpo humano era entonces único

y seguiría

o l o

durante cierro tiempo, su interés

por

el tema en

sl era comparttdo

por

todos sus contemporáneos

y

basta atribuido

reuoactivamente a los grandes maestros del p a s ~ d o .

Si Boccaccio

y

Villani habían elogiado a

Giono

exclusivamente

por su v c r o s i m i l i ~ d , Ghiberti le alaba, además, por haber logrodo

esa mezcla de graCI? y dignidad que los italianos llaman gcntileua;

por

haber redescubierto

no

sólo en la p1·áctica,

cino

también

en

la

teoría (doctrina), lo que

l l e v

~ b a sciscientos años sepultado, y, sobre

todo, por haber observado s1empre las «p roporciones justa

s» (non

u . r c ~ n d o _ d e l l ~ m i s ~ r e ) _ . L a n d i n ~ , transfiriendo al «maestro» lo que

Gh1bem babta

at

nbUido al «dlsclpulo» e invocando de forma aún

más ell:plícita espíritu

de la

Antigüedad clásica, afirma

que

Cima

bue fue el pr.unero en desenterrar, además de los lineamenti natu-

rali, esa

«vera proportione

que los griegos llaman simetría»

78

• In

cluso. un poeta

no ~ o r e u t _ 0 o de

hacia 1440,

al

escribir

l

elogio de

un p10tor no florentino, anade a los valores de «naturalidad>> «ane>>

«aire», «diseño», «estila>> y «perspectiva» el de

mesura

{ p r o p o r ~

ción)

79

. Vemos,

~ u e s ,

cómo

en

todas estas

Cuente

s del sig

lo

xv

la fllll·

oón

de la

p m r ~ r a ,

hasta e n ~ o n c e s limitada a la imitación reprodu

c-

to ra de la rea Jdod,

se

exttende a la organización racional de

la

forma: esa organización racional regida por las «proporciones jus-

n Alberti, De statua, ed. Janirsche

k,

pág. 199 ss.

78 Ghiberti, loe. cit.: «Arcoo

[Gio

uo] l'orte nnlurale e' lla genrilleza con

essa, non usccndo dclle misurc.» Sobre Lnndino véase anteriormente:, pág. 48,

nora

39.

79

Soneto de Agnolo Gelli sobre

Pisandlo

, fechado en 1442:

Arte merura, acre

el

desegno,

Manera, prospectwa el natura/e

Gli

ba dato

d

celo pa mirabil dono.

(pu_blicado en A

.

Ve?turi,

u.

V/le de 

pit J eccl

t

i

pittnri, scultori, e arcbitelli,

scrllle da M. GtOrgro

Va

srm, I , Gmlite da Fabriano e it Pisanello

Florencia

1

89

6,_pÁg

El

texto publicado dice

o d c : m á ~ que

«il dolce Pisano» f u ~

scpe

nor :1

C1mabue, «G_rctto;-. y Gent le da F : ~ b r i a n o al segundo miembro de

estn.

tr

íada se le suele

d e n t i f ~ e a r

con Allegretto Nuzi. Pero era entonces tan

cornente e n l o ~ a ~ los nombrc:s de Cimabue y

Gio

tto, y una comparación favora

ble con este ult1mo resulrnna lanto mós dtctiva que con Allcgrerto Nuzi que

cabe sospechar una corrupción de cG iotto»

en

«GrettO•>.

Otro

proble:md

que:

nos plantel

el

soneto de

Gdli

es

el de

qué sentido

dar

a

ae

rc.

Si

Jo intcrprc

t r u n ~ s como algo semejante a atmósfera, el término resultada uo tnnto nna

~ ' : r c o , Y. pareccrín más

n ~ t u r ~ l uoirlo

a prospectivn que a dcsegno. Yo me

tndmo

n mrerprctarlo a

la

manera de nuestros «3Íres de .. », como nludit.ndo

a las posturas, adem:tncs y porte en genernl

de

las figuras de PisancUo.

t IS» cuyo secreto se conten1¡¡ en la perdida <•doctrina de _los an

tiguos»

80

• Y en las mismas década_s

1::1 f t ~ n c i ó n de

la a:-quncctma,

hnsta entonces lim.itada al ensamblaJe funCional de mtlterlales estruc

turales, se extendió a una i m i t a c i ~ n recreativa d_e In ~ a t u r a l e z a

imitación re

cr

eativa regida

por la

s mtsmas «proporcrones JUStas».

«Si no me equivoco dice el mismo AlberlÍ que hab[a inu-odu

cido

el

principio

de convenienza

en la cri lica

de

las artes figurativas,

y transformado la teoría de las proporciones hu_manas de métocl,o

por

le¡,ereme111

ovrer

en lo que podn:unos.clenommar :r_

Lr

op0 m

et_

na

estét ica-

81

,

el

arquitecto ha tornado del

pmtor

[es decu·,

de

nlgwen

c¡ue

por

de.finición

imita

a la naturaleza"] sus nrquitrabes,

ba

sas,

f

d , .

ltt

y

capiteles, columnas: rontones

y

emas cosas

r n e J a n t

~ s » .

otro lugar: Los gnegos, desco:¡os

de

superar a la arquitectura asla

tica y egipcia en ingenio y calidad, d istinguieron entre lo bueno y

lo menos bueno y se volvieron bacia la nalurale:za, siguiendo sus

intenciones en lugar de

mczdar

cosas in

::o

ngruen tes,

o b ~ t r t

o r o u

cómo lo masculillO y

lo

femenino

p,.odttct lt

un tercero me¡or y

rudiaron el djbujo y la perspectiva»

81

Manetü nos asegura que si

Btunellescbi logró hacer lo

que

hizo no fue

so

lamente

por

h¡tber

redescubierto los órdenes dásicos, sino porque, «dotado además de

buena vista mental (buono occhio

mentale)»,

se habfa familiarizado

con «la escultura, as dimensiones, las

prop

orcione3 y

la

n a t o m í a

y

la carta a León X afirma explicitamente lo que cnLre ramo había

pasado a ser de dominio público gracias a los estudios de Vit.rubio,

a saber ,

que

aquell

os

famosos

ór

denes cl:hicos rcpresenraban la·

transf

or

mación y exaltación arquitectónicas de l cuerpo humano:

<dos

romanos tenían colnmnns calculadas según las dimensiones del hom

bre

y de

la mujer>> 

ao Doctrina cuva pérdida deplora

Durero

constnnremcnrc; véase

en

particu

lar K. Lange y I( Fuhse, Alhrecbt Diircr:r :rcbri/tlichrr Nar/¡/ass Ilallc, 189)

pÓg$. 207 , Un en 7 ss.; 288, 10_ ss.;

29?,

16 ss.; 298, 5 .

11 Véase

E.

Panofsky, «Du:

Entw

1cklung dcr Propornnnslchrc

n L ~

J\bb

1ld

der Stil

en

twicklung», Monatshefte fiir

KunstwÍSSI IISc

h t

,

X1V, 1

92

1, p ~ g . 1

88 ss

.

(trad. ingles en

Mcaning

i11 tbr

VisuaL

Arts

,

Nueva

York

.

t

955

,

pag

.55

ss

.

{El significado eu las

artes

visuales, pág. 61 ss.]). .

u Alberti De la Pintura, ed. Janitscbek, pág. 91; ed Mnlle, p : ~ g . 77: «Pressc

l'nrchi t

eno,

;e

io

non erro,

pure

dnl pittore l arcbitrnvi. le base. i ch

apitdli,

le colonne, frontispi

i et simili tultc nitre cose; < t con ~ ¡ ¡

et ~ r t e

del

pictore nml

i

fnbri , i scultori, ogni bonegn et o¡tru arre 51 regge.» Sobre la

intcrpre1aci6n de este pasaje véase Knuffmnnn, c

it

,

png,

12_7. Como .S< ñnln

convincentemente Janitschek, pág. 233, Albcrt1, el nrusro umversn l, dlsJ<;ntc

nqu1 de Vitrubio (De architeclllra, l , l, 1), quien nl igunl que l o ~ csc  >lásuco,

medievales

sost

iene In subordinación de todas lns demás artes a

la

aryuntcturn .

8 l Alberti . De

a r c b i t ~ c t u r a

VI,

3.

s 1 Mam:tti (Frey,

Lt

Viit: di Filippo I3nmel/escbi, pá¡:. 73).

66

Renacimiento

y

renacimientos

en

el arte occidental

l . «Renacimiento»: ¿autodefinición o nutoengsño?

67

Page 34: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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Esta

afirmación, manifiestamente basada

en

la derivación que

hace Virrubio de las columJlas dórica, jónica y corintia de la s pro

porciones respectivas de

un

hombre, una mujer madura y una

don

cella esbelta

15

, expresa

el

hecho fundamenta l de

que

la arquitecrura

cl ásica se diferencia de la medieval

por

ser

-si

se me permite uti

lizar tan horribles caliiicativos- catantrópica

en

lugar de epantró

pica: dimensional

por

analogía con las proporciones l'elarivas del

cuerpo

humano

,

no

trazada a escala con relación al ramaño absoluto

del

cuerpo humano as_ •

La amplitud de las puertas

de

una catedral gótica es la justa

para permitir

el

paso de una procesión con sus estandartes. Sus ca

pitel

es,

si

Los

hay, rara vez sobrepasan la altura modesta de la s

basas, mientras que Ja altura de los fustes o pilares puede aumentar

o clisminuir

indep

endientemente de su grosor. Y ninguna de las

estatuas rebasa en magnitud apreciable el tamaño natural (cuando

Thomas

Gray, el

autor

de

la

Etegy

Written

in a

Country C h t ~ r c h -

yard, visitó la catedral de Amiens, todo lo que se le ocurrió decir

es

que estaba «adornada con miles de estatuas pequeñas» .

En

un templo clásico -y por consiguiente, en una iglesia rena

centista - las basas, los fus tes y los capiteles están proporcionados,

más o menos, según la relación

que

media

entre

el

pi

e,

el

cue r

po

y la cabeza de un ser humano normal

87

. Y es precisamente la ausen

cia de una analogía semejante entre las p roporciones arquitectónicas

y las humanas lo que motivó que los teorizadores del Renacimiento

acusaran a la arquitectura de no tener «proporción ninguna» as_ Las

puertas de San Pedro se elevan hasta una altura de

l.

tn OS

doce me

tros, y los querubines que sostienen Jas pilas de agua bendita miden

casi cuatro.

Por

ello el visitante

puede

estirar, por así decirlo, su

estatura ideal de acuerdo con el tamaño real del edificio, y a esa

misma

ra

zón se debe el que a men udo le dejen &ío sus dimensiones

as Vitrubio, De architectura, IV, 1, 1-12.

16

Vétlse C. Ncumann, «Die Wahl des Platzcs

für

Miche.langelos David in

Florenz

im Jahr

1504;

Zur

Geschichce des Mnsscabpr

ob

lems»,

Reperlorium /ür

Kunstwissmschaft, XXXVIII, 1916, pág. 1 ss.

17 Este conflicto entre las i n r e r p r e ~ : a d o n e s g6tica y clasicista de: las propor

ciones arquirect6nicas se puso de mllnifiesto y hacia 1400 en la célebre disputa

entre los arquitectos

a n c e s ~ : ~

e italianos de la caredral de Milán: los primeros

afirmnban que la alturA de los capiteles de los pilares no debla ser mayor

que

la de las basas, mientras que los segundos sostenían que, dado que b

palabra

capit ellum viene de caput, los capiteles debfan rebasar en altura a las

basas por tanto diferencio como la que media entre

.1

cabeza el pie de un

hombre. Véase J. S. Ackerman, « Ars Sine Scienúa Nihil Est ;

Gorhic

Theory

of Architceture at tbe Catbedral of Milan», Art

Bulletin, XXXI,

1949, p:í-

gino

84

ss.,

en

particular pág. 98.

as Véase anteriormente, pág. 53 ss.

objetivas,

por

muy gigantescas

que

sean

(a

lguien ha clicho,

m e ~ i o

en broma

, medio

en

serio,

que

San Peru·o

es «pequeño

,

pero

bren

proporcionado»); en cambio, una catedral gótica de dimensiones lnL I

cho menores nos obliga a tOmar conciencia de nuestra estatura real

en

contraste

con el

tama_ño de

l edificio. La arquitectura medieval

predica

la

humildad cris tiana; la arquitec

tur

a clásica y renacentista

proclama la dignidad del hombre.

VI

De

tod

o lo dicho se desprende

que

el viejo in terrogante: «cuan

do los hombres del Renacimiento se gloriab:m

de

la renovación o

renacer del

arte

y la cultura,

¿ente

ndían esa renovación o renacer

como un resurgimiento espontáneo de

la

·ultura como tal (compa

rable al despenar de la naturaleza

en pr

imavera), o como una revi

talizació n deliberada de la c

ultur

a clásica

en partic

ular?>>

9

,

no

puede tener respuesta sin puotualizaciones históricas y sistemáticas.

Para

Perrarca, pongamos

por

caso,

este

interrogante habría ca

recido

de

sentido.

No se

planteará hasta el momento en

que

, con

Boccaccio comience a establecerse

un

paralelismo

entre

la renovación

de

l

l i r ~ r a t u r a

y

las

de

la

pinrura

y

la escu

lwra

;

y

se agudi7.ará

cuando, a principios del sig

lo

xv,

se

patentice

un

máximo de influen

cia clásica en la arquitectura frenre a

un

mínimo de dicha influencia

y un máximo de naturalismo

en la

pintura

de

Masaccio y sus segu i-

dores. Poco después, sin embargo, empezará a cerrarse el

hiato

que

separa las clisrintas esferas de la actividad culrural, y,

por

:nde, los

do

s Jemas de «vuelta a la naturaleza»

y

«vuelta a

lo

s dásrco

:;

»: el

concepto de

proporc

ión enlazará las artes figurativas con la arquitec

tura (y, podemos añadir, la arquitectura con la música) w,

y

los

conceptos de invención, composición e ilustración enlazArán las artes

figurativas con la li t

eratura.

. . . ,

Quedan as[ sentadas las bases de una reconc:diacton general,

aunque

tem

poraL:

de un

a

interpr

etación

de

la historia

que

ve

en

la

dest rucción bárbara y

en

la supresión eclesiástica de los valores

clásicos dos aspectos de w1a única e idéntica calamidad,

que

b 'brá

que

reparar con un único e idéntico remedio

91

; y de una 1eoría

S

Véase

sobre

todo Kauffmann, op. cit.

90 V é a ~ e

R Wirtkower, Arcbitectural Princrples in lbe

A ge

o Humanism .

2. c:d

, Londres.

1952

, en pa nicular pág. _

90

ss. •

Es interesante observar que Vasan, l l l cl prologo a ln tercera p;trte

(cf.

m á ~

adelante,

págs.

70-71), habla del h:úlazgo providencial de obras

como

el

LA

ocoo,rlc,

c l

Torso Belvedere, etc ., como «causante» de

l

desapa

rición de las imperfc:cciones

que

todavía existfan en c:l c: srilo del Quanroccnro.

68

Renncimien1o y renacimientos

en

el arte occidenlal

l <<Renacimient(l»: ¿muodefinici6n o autot ngaño?

Page 35: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

http://slidepdf.com/reader/full/panofsky-erwin-renacimiento-y-renacimientos-en-el-arte-occidental-ocr 35/41

estética que no hallará seria oposición hasta las postrimerías

mismas d

el

Renacimiento, y que a partir de entonces se verá más

robustecida que debilitada por

esa

oposición- que resuelve

la

dicotomía en tre «vuelLa a la naturaleza» y «vuelta a la Antigüedad»

mediante la tesis de que el propio

arre

clásico,

por

a b ~ r mani

festado lo

que

pretendía

la

natura naturan.s, pero

no

llegó a reaHzar

la 11atura naturata, representó la forma más elevada y «verdadera»

de naw ralismo. «La Antigüedad di ce

Go e

th e

es

pane de la na

LU

raleza, y,

en

efecto, cuando

nos

conmueve, pa

rte de

la n

atura

leza

na

tura

92

• •

Cuando Dllt:ero, hacia 1523, trata en sus escritos de

e ~ a

Wie-

dererwachsung

que

él,

como homb¡·e h o n r ¡ ~ d o que es, atribuye a

los italianos, y cuyo inicio hace remontarse al momento aproximado

de la mayol'Ía

de edad de

Giocto

o,

en

otro

ejemplo, a

.la

fecha

aproximada del nacimiento de Bruoelle-.chi

9

¡ , es característico que

aplique el término < ~ a r t e » en parte a la práctica de la pimurn (die

.Kunst

der

Malerei) y en parte

a

la

teorín

de.:

las proporciones

hu

manas

(die

Ktmst,

die

Menseben zu messen);

pero

en uno

y

otro

caso no Jeja lugar a dudas de que aquello que bab ia sido <(sacado

a la luz tras haber estado perdido durante mil años» había sido

dominado y <(tenido en gn1n estima» por los «griegos y romanos», y

había «perecido con la caída

de

Roma»

91

_

Pa

ra

D u r e . ~ · o

pues, la dis·

tioción entre «renovación del arte»

y

«renovación del arte clnsico>>

no constituye ya una alternativa. Y lo mí.smo puede decirse, a

otro

92 Goethe,

Maximen und RcflexiOIIC11,

td. por M. Hecker, 1907

(Schri/ll rJ

dcr Gocthcgescllscht1/l,

vol.

XXI),

pág. 229;

d. E.

Panofsky, «Dürcrs Stcllung

zur

Anti ke», ]obrbuch /ür

Krmstgcscb;chtc,

I , 1921-22, pág. 43 ss. (incluido

en

Mcmring in

tbc Visual Jlrts,

pág.

236 ss_,

en

porticulo.r póg_

265

ss. [El

sig·

nificado en las artes

visttalcs,

pág. 209 ss.]).

9J El

término \Yfiedererwtichsung en sí no lo emplea Durero más que unn

vez, en un borrador del prólogo :1 sus Ct10tro libros de las proporciorl< s

huma11as,

fechndo eo

l523,

donde se dice q11c la. «irzige WiedcrerwachsunA»

dio

e m ~ o

hace «siglo y medio» (o sen, hncin 1375) y después de una inte

rrupción de «mil años» (Langc > Fuhsc, op.

cit_

,

p:íg. 34-1,

11ncu$

6-19)-

Sin

embargo,

la

visión histórica

que

aquf

s :

expresa rerurrc mclíudo

en

sm

escritos

y

figura , con las mismos fcthns, en o

1ro

s dos borradoreS del mismo

prólogo (Langc y Fuhse, págs. 259, lineas l6-22; .3.38, línea 2:5;

339,

H n e ~ 2).

E l prólogo impreso en el T r t ~ t a d o

da

c ~ o m d r l a publiettdo en 1:525, únieámenre

di(íere de es.os pasajes

en

trasladar d inicio del movimiento

n

<<h:Jcc doscien1os

ilUOS»

(o sea, hncio

1325),

rnant.:nicndo

inrth.erad<l h dlltaci6n del

período

de

inactividad; y uqul ¡,e a1ribuyc: explkittunente a Jos

i111lianos

d hnb<:r ..snc:1do

la .luz el

ar Le que estub:1

ocultO»

(Langc y

Fuhse, póg. 18

1, llncns 23-28;

cf. también ibídem, pág.

254

, lfnca

19

s.

).

Es[e es el

pnsajt

al

que nos referíamos

en

la no1a anterior: Lnng.:

y

Fuhse, pág. 181, lineas 23-28. Vé3sc iambién ibídem, p:íg. 3.38 . .Hnca 27

s.

:

«

Dc:nn

do Rom geschwikht ward, so gingcn diest Kunst aUc miL unter.>,

nivel de conciencia l1istórica y sistemática, de ese gran coordinador

-Q

si

;e

quiere, conElacionista- que fue Giorgio Vasari.

Vasari, el primero en afirmar explicitameJlle la consanguinidad

de las tres bellas artes corno «bijas de un mismo padre, el Diseiio»

9

5,

el

primero

en

estudiarlas

en

uo solo volumen, mientras

que t o d o ~

sus predecesores habían estudiado, o pretendido esLudia.r, la arqui

tectura, la

pintu

ra y la escultura

en

tratados distintos, y

el

pr imero

también en prese11tar los estragos

de

los bárbaros y el <<férv ido celo

de

la nueva rel igi

ón cr

istiana» como causas conjuntas

de

una misma

catástrofe y no como d

o:;

desastres inconexos

91

,

veia el «rena::í

míento del arte» como fenómeno total que él bautÍ7.Ó con uo nom

bre colectivo: la

ri

nascita "

1

• Visto desde la atalaya de 1550 , el

pasado «progrcso de

e . ~ r e

re11acimienro it

progre

sso

deflo sua ri1la r

-

cíta)»

se

le

a_parec.ía como una evolución que se hubiese desano

llado

en

tres fines (eta), correspondiente cada

una

de ellas a una

de los edades de la vida humana e iniciada, aproximadamen.te , con

c l comienzo de un nuevo siglo. Lo primera fase, cumparable a la

infancia,

la

inauguraron Cimabue y

Giotto

en la pinturá, Arnolfo

di Cambio

en

la arquiteCtW'a

y

los Pisaoi en la escultura; la segunda,

comparable a la adolescencia, recibi6 su c a r ~ í c t e r de Masaccio, Bnme

lleschi y Donatell.o, y la tercera, comparable a ln madurez, empezó

co

n Leonardo

da

Vinci y culminó

en

Miguel Angel, modelo del

uo.mo

universale

us. En consecuencia, Vasari divide Jus

Vidas

en

Lres partes, y en el prólogo g ~ n e r a [ de la tríada

(Proemio dt• Le

Vite),

así como en los prólogos particulares que encabezan cada

patte, imenta definir las etapas de la

rinrlJcita

en1era.

El prólogo geneml no deju Jugar a dudns de qu e, a juicio de

Vasari, el nuevo florecimienco del arte se debfa l1 una vuelto a la

Anrigücdnd ch1sica: «lo'> genios que vinieron después [de Cima

bue ] , distinguiendo claramente lo bueno

de

lo malo y abandoni'lndo

95

Vnsari, Nl

cit., I ,

p á ~ .

168 y pa.rsim¡ cf.

Panofsky, < ~ D n s crs1e BlaLL

..»

(Memling in

};e Visturl Arts.

pág.

2l4

s. 1El si¡¡nificadCJ t JT las arlt:s mst1  1rl

pág. 179)). Mientras que el

«padre» de

lns

tres

bellos artes se idcnrifica

siem

P

'e

con

el

Dis

egno,

su

«madre» npnrccc unas veces como

úwcn:zi

oJTI

(

JI

,

gln1l 11) y o1rns como Natura VII,

png_

183)-

<16 Vasari, «Prólogo t las Vidas», ed. cit., I, príg_ 230 ss.

17 F ~ ~ t e significativo

término aparece usado

por primero vez

en un $énticlu

global

en

c l prólogo gcnernl, ibídem, 1, P•Í¡t.

2-13,

m i c n t r n ~ qne el prólogo a

13 segunda parle

Il,

pó¡;. 99)

lo aplico

al

caso

concr..:to

de In escultura;

' «La

quah

:

scultura) in l u e l l o primn ela deU;l ~ u ~ I'Ín;lscit•l

cbbc;

assai di buono.»

Sobre

l ~ s implicaciones .religiosos

de Jos

términos

rinascit11 y rNtlllSSance

véase

mñs adelante, p:íg. 77.

9

8 Sobre

la Gescbichtskoustmktion de

Vasari v é ~ s e

de

líucvo P a n o f ~ k v

«Das eme Bl:ll.t .-.» (Meaning in

the ViJtwl

Arls, pág. 2

15 /El

.fignifictUin

~ ~ ~

las arlf.·s

visuales, pág.

179

ss.J

, con

más

bibliografln.

70

Renacimiento y renacimientos en el arte occidenra.J

1. «Renacimiento•: ¿autoddinición o autoengaiio?

71

Page 36: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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el estilo antiguo, consagraron rodo su talento e indusn·ia a la imi-

tación

del arte clásico>>

99

• Pero en el prólogo de la primera

parte

que

trata del Trecento, no se menciona para nada la influencia clá-

sica y Giotto se interpreta como naturalista hasta el ponto de

atribuírsele, nada menos que a él , la inrroducción del famoso «in-

secto ilusionista» en el arte posclásico (según Vasari, adornó la

nariz de una figura recién acabada por su «maestro» Cimabue con

una mosca,

que

el viejo artista intentó «espantan> repetidas veces):

En

el prólogo

de

la segunda parte, dedicada al

Q u a ~ t r o c e n t o Vasan

hace la tipica dis tinción

que

ya hemos comentado entre los papeles

respectivos

de

BruneUeschi, redescubridor

de la

arquitectura a n t i ~ a ;

Donntello, rival

de

los escultores antiguos, y Masacdo, cuyo estilo

no parece relacionar nunca con

el

arte clásico. Será solamente en el

prólogo de la tercera parte, que describe la fase culminante de la

terza etii, donde encontremos un reconocimiento extenso

y

pleno

de la

influencia

de

la Antigüedad.

Resumiendo una vez más todo el proceso, Vasari va mostrando

aqufla realización gradual de cinco requisitos o principios (aggi.un-

ti) del arte: norma, orden, medida, diseño y «manera» (siendo este

último una especie de slotesis intuitiva mediante la cual el artista

destila

de

sus experiencias personales un «tipo»

de

belleza suyo

propio). En todos estos aspectos flaquearon Giotto y «todos Jos

artistas de la ptimera fase», aunque habían «tomado conciencia

de

los principios básicos (

pri rcipj

di tutte queste difficolta)»

y

progre-

sado algo

en

verosimilitud, colorido y composición. Los maestros

de

la segunda fase hicieron enormes avances, pe:o no llegaron a a ~ c a n -

zar

esa combinación

de

precisión, gracia

y

libertad

que

conshtuye

la

perfección

para

Vasari : sus obras, por má s que n;eritorias, ad?-

lecían

de

una cierta «sequedad», y en los detalles calan

por

deba¡o

del nivel de los clásicos, aun en aquellos casos en

Jos

que «la figura

en conjunto acordaba ya con lo antiguo» ( «wir wollen dem Naturalis-

ten sein Vergnügen lassen», escribía en 1898 Heinricb Wolfflin a

propósito de uno de esos detalles ofensivos en el Marte

y

V emu de

Piero

di

Cosimo ).

«Aquellos, sin embargo,

que

vinieron trns

~ l l o s --continúa

s r i vieron salir

de

la tierra algunas obras clás¡cas

de

las

que

Plinto

menciona entre las más famosas: el Laocootztc, el Hércules, el pode-

roso Torso Belvedere, la Venus, la Cleopatra, Apolo y tantas

otra

s;

y ellas, con su suavidad y precisión (dolcezza e asprezza), sus

Vasari, ed. cit., I pág. 242:

<<Gli

ingegnl que v c ~ n e r o poi _ c o ~ o s c e 1 \ d O

as

s i

bene l buono dal cattivo,

ed abb

:mdonando le manle[e vecch1e, ntornaro-

no ad lmlcare le antic

he

con tutta 'industria ed ingegno loro.»

contornos bien llenos y tomados

de

las mayores bellezas

de

la vida

real, sus actitudes,

no

enteramente contorsionadas, pero movidas en

algunas partes con gracia graciosísima (graziosissima grazia), fueron

la causa de que desapareciera (/uorono cagione di levar vía) aquella

manera seca, tosca y cortante

 

que, «por demasiado esrudio», había

llegado a prevalecer en los maestros

de

la segunda mitad

del

Quat-

troccnto, desde Piero della Francesca y Andrea del Castagno hasta

Botticelli, Mantegna y Sígoorelli. Sus «errores» fueron eliminados

por

Leonardo

da

Vinci, quien, «además

de

la vivacidad y audacia

de su diseño, y además

de su

talento para imitar,

de

la manera más

sutil, todos los pormenores

de

la nawraleza . ., infundió v ~ d a _ d ~ r o

movimiento y aliento a sus figuras a fuerza de buenos

pnnCLplOS

(la buotta regola), mejor orden, justa medida, perfecto diseño y

oracia divina». Y as{ después

de

las aportaciones de Giorgione,

Rafael, Andrea del Sarto, Correggio y otros, se alcanzó un clímax

final con el «divino Miguel Angel Buonarroti»: «reinando sin rival»

en las tres artes, superó no sólo a sus predecesores inmediatos, que

«ya casi habían vencido a

la

naturaleza (costoro che hatmo quasi

che vinto gi

la

natura)», sino también a aquellos que «tan excelsa-

mente la hab[an superado, sin

duda

alguna (che

si

todatamente twr

d ogni dubbio la superarono)», esto es, a los propios maestros clá-

sicos

1

00

Ni que decir tiene

que

esre resumen está sembrado de incon-

sistencias,

por

las que Vasari

ha

sido severamente censurado. Dos

de

sus «principios», la «norma» y el «orden», parecen haber sido trans-

feridos

de

la arquitectura a la pintura y escultura. Y en

su

empeño

de mostrar una evolución gradual y, si se nos permite la expresión,

autopropulsada hacia una verosimili tud cada vez mayor, y al mismo

tiempo hacer justicia a la importancia de hallazgos tan sensacionales

como los del Laocoonte y el Apolo Belvedere, J asari llega a

un

punto en el

cual, para él mismo y para sus lectores, resulta virtual-

mente

imposible distinguir

entre

lo

que

esa evolución

ha

debido

a una creciente familiaridad con la naturaleza y lo que ha debido a

una creciente familiaridad con el arte antiguo.

De

lo dicho se desprende, sin embargo, que esas mismas incon-

sistencias eran casi inevitables en

un

momento en el que el desarrollo

originalmente

divergente de dos vertientes artísticas (la arquitectura

y las artes figurativas) babfa llegado a un punto

de

convc:rgencia,

y en el

que

dos conceptos históricos originalmente dispares (la vuel-

ta a la naturaleza y la vuelta a la Antigüedad) habían llegado a

100 Jbldem, IV, pág. 8 ss.

72

Renacimiento

y

renacimientos en el nrte occidental

1.

«Renacimiento»: ¿nutodefinidón o autoengai io?

Page 37: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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fundirse.

Y, en

un aspecto por lo menos, Vasari sf que sirvió a la

causa

l

clarificación:

sistemaúzó la

terminología.

Los

términos gue dan

nombre

a relaciones temporales son

imprecisos

por iU

propia naturaleza.

Tomadas

en

mismas, las

pa labras antiquus y antico únicamente denotan <<algo viejo» o «del

pasado»,

pero

no necesariamente algo «antiguo»

por opos

ición a

«algo distinto»

y definido

que

haya

de

sucedcrlo.

Tomadas

en

mismas, las

pa

labras

modemNs

(acuñada, al parecer,

por

Casiodoro )

y

modemo

únicamente denotan

algo «reciente» o

¡del

presente»,

pero no

necesariamente algo «moderno»

por opo

sición a «algo

distinto > y definido

que

haya

ocurrido

antes. Recordemos

que

Cen

nino Cennini afirmaba

que Giotto

había hecho

«moderno» el arte

de la pintura.

Filarete y

Manetti

,

en

cambio, calificaban

de modcm i

a los edificios antiguos erigidos

por

arquitectos transalpinos (cuyo

estilo llamaríamos gótico), mientras

que

a los edificios

del

nuevo

estilo

«renacentista>> los llamaban

anticbi

o

olla romrma et olla anti-

ca 0

  ; y

esta

acepci

ón de

moderno persistió

tan

tenazmente que Vígno

la

pudo

todavía apUcarla a las

partes

góticas

de la

tan

debatida

fachada

de

San

Petronio

de Bolonia, y la mayoría de

los

autores

no

italianos

de

los siglos

xv

y XVI,

sobre

rodo

en

España,

la em

plearon

para

distinguir

la

tradición contemporánea, todavía esen

cialmente gótica tardía,

del

estilo

importado, puramente

italianizado,

del Alto

Renacimiento

1112

• A la inversa,

un

colega

bo

loñés de Vignoln

podía

emplear la

palabra

veccbio

que entonces

se

usaba

en Roma

y

en

Florencia

como

sinónimo

de

<<anticuado» o «pasado

de

moda

»,

y, por

tanto, como antónimo

de antico) en

el sentido de «clásico»

10

- ,

IOI Véase anteriormente, págs. 55

y

56, notas 54

y

7 . De modo semejante,

Lorenzo Ghiberti se refiere al clípeo de la parte posterior de su «Cassn

di Zan

Zanobi»,

que

muestra una inscripción grabada en bellas mayúsculas romanas,

como «cpitaphyo intagla1o

di lenere

a ti

cbe»

(Schlosser, l.tmm:r.o

Gbibcrtis

D e k w ü r d i g k e i / ~ 1 1 , I, pág. 48).

1  2

Por

lo que se

refiere al empleo

de ln

palabra

m o ~ m o en

Italia, véase

Panofsky «Das erste Blatt. .

>

(Mcaning in thc Visual

Arts,

pág. 196 ss. [El

riguificado

e11

las ar

tes visuales,

pág

.

165

ss.]).

Su uso

en

fuentes españolas

y francesas del siglo XV I ha sido estudiado por d profesor George

Kub

l

er

en

una conferencia

que

esperamos sea

pronto

accesible en forma impresa. Entre

tanto, d profesor Kubler

ha te

nido Ja amabilidad de indicarme

que

las

mejoJ cs

fuentes españolas al respecto son: Juan de Arfe, ~ f a r i a conmeusuraciÓII

Se-

villa, 1585; los actas capitulares

de

la catedral de Solamonca abreviadas c:o

F. Chueca,

lA catedral

r t u ~ v a de

Salama cn,

1951

(Acta Salmanticie

nde

lV

),

sobre

todo

las discusiones

de

1588; y

d

manuscrito Libro

de trnfas

de piedras

de

Alonso

de

Vandelvira en la Biblioteca

de

la Universidud

de

Madrid),

donde se deíinen como bóvedas «modernas» lns construidas con nervios y a1·ros

apuntados.

IQl Panofsky, ibidcm

(Mrauing

i t h ~ Vimnl

Arts,

pág. 198, nota 68 [El

.rig11i/icado

e las artes visuale¡· pág. 170, noto 68]

.

mientras que

un

académico boloñés de fecha aún más

tardía

podía

usar

la

entonces generalmente sacrosanta expresión «gli

Antichi»

para designar a los

pintores

«secos y duros» en activo

antes de

la

eclosión del

Alto

Renacimiento

101

En la época

de

Vasari,

en

fin, reinaba una confusión tot:u, agra

vada

por el

hecbo

de que

los mismos griegos

de

q uienes tomara

su

nombre

la deplorable

maniera greca

habfan engendrado,

en otro

tiem

po,

aquel

estilo clásico que culminaría en el arte de los romanos.

Plenamente

consciente

de

esta confusi

ón

, y declarando explíci

tamente

su intención

de

ayudar a

sus

lectores a

comprender

mejor

la diferencia

entre

vecchio

y

antico, Vasari

elaboró

una

terminolo

gía

un

tanto

complicada,

pero muy

coherente.

La

expresión

maniera

veccbia «e

l estilo anticuad01> ), exp üca ,

debe

aplicarse solamen

te

al

estilo

de

los

Greci vecchi e non ·ontichi

(«griegos

del

pasado,

pero

no de la

Antigiiedad1> );

es

,

pues, equi

v

alente

a

lo que

nosotros

ll

amamos bizantino o bizantinizantc. La expresión

maniera ontica

1

05

(«estilo antiguo»),

por el

contrario,

se

debe reservar a

la buona

maniera greca antica «el buen

estilo

griego antiguo1> ; es,

pues

,

equivalente a lo que nosotros llamamos clásico.

Lo correspondiente

en

arquitectura a

la maniera

greca

en

pin

rura es,

hu

elga decirlo,

la

maniera tedesca

(nótese

que

ni

Vasari

ni

ningún

orro autor

del XVI,

y menos en

IraUa,

emp

lean jamás

el

adjetivo gotico),

que,

por

tanto,

cabe también calificar

de

vecchia.

Y

para

diferenciar el arte de su

propia

época,

tanto

del estilo «an

ticuado»

de la

Edad Media

como

del estilo «clásico» de la

Anti-

güedad, Vasar:i

propone

designarlo con

el

mismo término

que

hasta

entonces

se

lmbía reservado

para

el arte

del

Medioevo: el térnúno

mod

e

mo

.

En

la

termino

logía de Vasari,

pues,

esta palabra no

denota

ya

un

estilo

opuesto

a

la

<<buona maniera greta antica», sino esa

«buoo.a maniera greca antica» restaurada por oposición a la «booo.a

maniera greca antica» propiamente dicba. Calificado a

menudo

con

epíteto:;

tales

como «bueno»

o «glorioso» (buona matliera moderna,

il

moderno

si glorioso)

,

el

término «moderno» se convierte así,

en

general

,

en

sinónimo

del

estilo

del

«Renacimiento»

en cuanto

que

opuesto al del

Medioevo; y

en un

sentido más restringido

puede

incluso reducirse

al «Alto

Renacimiento»

del

Gínqueceoto (terza

eta) eo

cuanto

que

distinto de las dos anteriores etapas de la rinas-

cita. En el

prólogo

de la

segunda

parte, por

ejemplo, Vasari

atribuye

101

Ibidem (Mcaning

in the Visual pág.

196,

nora

59 [El significada

en las artes visuales, pág. 169, nota 59]).

1115 Vasari,

cd. cit.

I ,

pág.

242.

Ibídem,

l

pág. 249

1 1 lbídem,

IV,

pág.

8.

74

Renacimiento

y

renacimientos en c: l nrre occidenuJ

1.

.,Renncimienro»: ¿autodefinici6n o aotoengaño?

75

Page 38: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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a Masaccio

el

haber «sacado a

la

luz esa manera moderna

quella

maniera modema)

que desde entonces hasta nuestros días vienen

practicando rodos nuestros arristas»; pero en el prólogo de la ter

cera alaba a Leonardo por haber «Sentado las bases de ese tercer

estilo que hemos decidido llam ar moderno»

dando principio

aquella

terza maniera cbe noi vogliamo chiamare

la

moderna).

Es lógico que esta atrevida inversión

deL

uso contemporáneo

tardase en ser aceptada; en ocasiones, cuando el contexto no deja

Lu

gar a dudas, el

propio

Vasari reincide en

la

costumbre anterior

de usar la palabra

modemo

en el sentido de «ya clásicO>> (es

decir, «medieval») en lugar de «)'11 no medieval» (es decir, <,del

presente»)

8

. Y con el paso del tiempo el punto de partida de

ese «presente» fue sometido, como es natural, a sucesivos retrasos;

hoy día,

por

«Museo de Arte Moderno>> se suele entender aquel que

no contiene nada tJntetior a, digamos, la segunda mitad del xrx,

y

habría motivos bien fundados para restringir el término «modernO>>

a ese «cuarto periodo de la historia», esencialmente distinto del

Renacimiento, que comenzó hacia

1600

y parece

estar

Uegando a

su fin en nuestros dias

109

. Todas estas mod ificaciones más recientes,

sin

emb

argo, presuponen un sistema

tripartito

de periodización que

sitúa la primera gran línea divisoria

en

l

os

anales

de

Europa

occi·

dental enrre la Antigüedad y

la

Edad Media, y la segunda

entre

la Edad Media y

lo

que Vasari y sus contemporáneos propusieron

llamar Id era «moderna».

VII

Vemos, pues,

que

desde

el

siglo XIV al

xvr

, y de uno a

otro

co

nfín

de Europa

, los bombres

del

Renacimiento co

mpartieron

la

convicción de que la época en que vivían era

una

«nueva era» tan

radicalmente distinta del pasado medieval c

omo

ésle

lo

había sido

oa

En

la

«Vida

de Cimabue»

ibídem,

I ,

pág.

249),

V a ~ l l r i

opo ne

la

buo11a

maniera

greca

anti

ca

a la goffa maniera moderna di quei lcmpi¡ pero

en

este

c a ~ o Jos calificativos

golfa

y di

quci

lempi

indican sin lugar a dudas

que re·

tiene excepcionalmente la act pción

nucigua,

idem ificando lo

modemo

con lo

«medieval».

Por

regla general,

es

bastante uniforme en la

aplicación de

la

palabra mndcmo so lamente al

estilo

cid R c n ~ c i m i e n t o y más concrcramcnrc a

su «tercera fose». En su autobiografía, por ejemplo,

nos

cuenta cómo reformó

las bóvedas góticas de un refectorio napolitano que habí,l quedado pasado

de

moda

sustituyendo tutta qru:lla ueccbiaia e goffev.a di sc rti por ricchi

parlimcnli

di

11/anicra moderna

VII,

pág.

674 ).

10?

V é : ~ s e

D. P. Lockwo

od,

«It Is Time to Rc:cognize a New Modern Age »,

]ournal

of

the History oj Itleas, IV, 1943, p ~ g . 63 ss. Cf. rambién más ade

lante,

p Íg.

261 s.

de la Antigüedad clásica, y caracterizada por

un

esfuerzo

C ? ~ c e r ~ a d o

para resucitar la cultura de esta última. Sólo oos resta dectdLt

SI

es·

tabao o no

en

lo cierto.

En vista de la existencia mucho antes de

Pe

trnrca, sobre t?d.o

en los siglos rx

y

XD, de numerosos eruditos capaces. de ~ s c n b 1 r

versos en latín,

que

conocían a l ~ o de .fUosoffa p l a t ~ 1 c a e mcluso

cotejaban y corregían manuscntos clas1cos, se

ha

dtcll? . ;.¡.ue los

humanistas del Renacimiento intentaron « v e n d e n ~ su erudtcton como

si de algo

nuevo

se tratase sólo

porqu:

«la supuesta novedad

de

la

mercancia acrecentaba su valor a l

os

o¡os de algunos»; Y que cuan

tas variaciones se puedan detectar

entre

ellos. y sus p r e d e c e ~ o r e s

medievales son «más de cantidad que de calidad»: <<Cada epoca

diferirá

de

otras

en

la cantidad

l

trabajo desarrollado las

dtver

sas disciplinas, en el número de personas c ¡ u ~ se dedican ~ d a

una

de ellas . . Digamos, en fin, que

lo

que distmgue.

al

~ e n a o n u ~ n -

to

iniciado

en

el siglo xrv de los otros

no

es algo mtnnscco , ~ m o

sencillamente mensu.rable>>

110

Pero

el

que

los poetas

y

erudttos

de la época carolingia hicieran sustancialmente lo m i s ~ o

que

Petrat-

ca y Lorenzo ValltJ, el que el « p l a t o n i s ~ < ? » d ~ I s1glo fuera

sustancialmente el mismo que

el de

Mats1lio F1cmo o Ptco .della

Mlraodola eso es precisamente

lo

que

hay

que

demo

strar.

a f ~ r m a r

que

dos f ~ c m a s de humanismo

d i f i e r ~ ~ i c a m e n t e

«en c a n . n ~ a d > >

es como afirmar

que

L1s Cruzadas no d1fenan

de

o,tras

e x p e d i a o ~ ~

anteriores a

Tierra

Santa más

que

en su mayor numero de partla-

pantes y su más extensa p r ~ p a g a n d a . .

P a n ~

la historia, cuyo obJeto de estudto son los asuntos. huma

nos, el efecto de las acciones de mil hombres no .

es.

equJValente

al efecto de las acciones de un solo hombre m u l t t p h c a d ~

por

el

.factor 1.000. Y, lo que es más importonte,

no

cuen.ta u m c a ~ e n t e

aquello

que

los hombres hacen,. tambié.n

o

que p1ensan, s1enren

y

creen: ]as emociones Y

c o n v 1 c c ~ o ~ e s

subJenvas no son

s e p a ~ a b l e s

de las acciones

0

reatizaCJ.ooes obJetlvas, como no lo la «calidad»

de

la «cant

id

ad».

La

creencia

de

l musuLmán en la

rrus16n

del Profe

ta la creencia del cristiano en

et

Evangelio interpretado por los

sdmos Padres la creencia

del

norteamericano contemporáneo en la

libertad de

e ~ p r e s a

en la ciencia

y

la

e d u c a ~ i ó n

son fac.tores

que

determi11an, o al menos coadyuvan a determtnat,

l ~ s

reahdades de

las civilizaciones musulmana, cristiana y

nor

teamencana contempo

ránea independientemente

de

que

su

«verdad» p u e ~ a ser probada.

«Una muchacha de dieciocho años de edad, vesnda con la ropa

110

A.

C. Krey, «Histo.ry and the H u m a n

Tbe

Meaning oftbe

uma

·

ttities, ed.

por T.

M. Greene, págs.

43

ss., 50 s.

76

Renacimiento y renacimientos en el arte occidental

«Renacimiento»: ¿autodcfinición o autoengaño?

77

Page 39: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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que usaba su abuela a los dieciocho años, se parecerá más a su

abuela corno era entonces

de

lo que és ta misma pueda parecerse

ahora; pero no pensará

ni

acwará como pensaba y actuaba su abuela

hace

medio siglo»

111

. Sin embargo, si estn muchacha ado

pta

In

indumentaria

de su

abuela permanentemente, y se la pone a todas

hora

s con

el

convencimiento

de que

le sienta mejor y es más

apropiada

que

la qoe solía lleva r antes, le resultará imposible no

adaptar

sus movimie

ntos,

sus

moda

les, su manera

de

h

ab

l

ar

y

su

sensibilid

ad

a

su

aspecro transformado.

Experimentará

un:t meta

morfosis

interior que, aunque

no la convie

rt

a

en i c a de

su

abuela (cosa

que

nadie ha afirmado del Renacimiento

co

n respecto

a

la

Antigüedad clás

íc l ),

le hará

pensar y

ac

tuar de modo muy

cJjs

rin to

de

como pensabo

y

ncruaba cuando creía

en

l

os panta

lon

es y

las camisas polo: su cambio

de

vesluario indicará

-y

a

ndando

el tiempo, servirá para

perpetuar-

un ca

mbio cle

espú.itu.

La «meta

mor fosis»

que sent í

a el

hombre

dcl Re11acimiento

sin embargo, éra más

que un

cambio

de

espír

itu

: podríamos deo;

que

era una experiencia de

co

ntenido

iotdecrual y

emocional ,

pero

de

carácte r casi religioso.

Hemo

s mencionado ya

que la

s antftesis en

tre

«t

inieblas»

y

«luz», «sue

ño

»

y

<<desp

er

ta r», «ceguera»

y

«vista»,

que

co

mo

se recordará

serví

an

para

cli

st

inguit·

la

«

nu

eva

era»

del

pasado

meme

.val, estaban tornadas

de

la Biblia

y

los Santos

a d r e . ~ ;

no menos

ev

1

dent

es son el origen y las connotaciones rel igiosas

de

tétm.inos tales como

revivere, reviviscere y, sobre

todo,

renasci

112

Nos

bastará con citar el pasaje del

Evangeüo segú

n San

Juan

: «Nisi

prius

rennscitur denuo, non

po

test videre regnum

Dci» «a

menos

que

el hombre vuelva a nacer, no

podrá ve

r el reino de Dios»)

1

u,

locus c assicus

de lo que

William James

ha descrito

como

experien

cia del hombre «nacido dos veces».

Que

r

er ve

r en estos préstamos una falra de originalidad o de

sinceridad ser ía, en mi opinión, e

rr

óneo: los más g

rande

s maestros

han recurrido

a la apropiación, a la copia incluso, como técnica

111

Thorndike,

op. cit . pág. 66.

11

1

Sob

re diversos p n s ~ j c s relaliv

os

al término rennsci y la nnrírcsis lttx-

tenebrae, véansc, adcmtís dd

~ r d c u l o

fundnmcnwl d ~ :

Konrad

Burdach, «Sinn

und

Ursprung der

Wone Rcnniss

an

ce tu\tl c f o r m ~ t i o n » (Sit

zu

ngrbcricbte dn

ll kadcmir: dcr \fliwmsrbn/tcn

in

Tkdin

 

pbi/ • ust . Klnsn· 1910,

p:íg. 655

ss.)

Simone,

opp

. citt., sohrc ,lodo «S irn

onc

11>, póg . 850

ss

., y «Sirnone Th ,

p•Í:

gina

170

ss.

113

Juan 3,3: véase también Juan

3,5:

«Nisi

quis

renascirur

ex aqua

et

Spiriru Sancto, non pOtesr

introire

in reg

num Dei.» En

las

Q u o e s t i o n ~ s

VeteriJ

el Ncwi Testamenti, 115, San A{rllstln U

eg

a inc:lustl n

emp

lear el sustantivo

renoscibilito.r

como equivalenrc .

de

regeuerotio btlpfiSmnlts

Ni

que

decir tiene

que hay numerosos cnsos

en

los

que el verbo renasct

se

ba

usado en

un sentido

iorensiva. Para expresar la angustia del Señor al caer agobiado. bajo

el peso

de

la Cruz,

Durero

repitió la postura

de

Orfeo a s e s m a d ~

por

las Méoades;

para pre

star

c o n ~ i a n z n . s u p r e ~ ~

al

Dona nob s

pacem y solemnidad suprema al Gratzas a g m ~ u s

tzbr

Bach se aprop.tó

los ternos

de

esas dos fugas

de

San

Gregouo;

para crear la atmos

fera adecuada al final

de La flauta mágica

Mozart transformó

un

cor

nl

anriguo (

<<Herr

GoLt, vom

Himmel

si

eh

darein»)

en

el

c a n t ~ ~ s

firmus «Der, wdcher wandelt diese Strasse vol Bes:hwerde», m

corporando a su acompafiamiemo orquestal una obsest

onan

te frase

de

violín

tomada

del aria «B

lute nor>>

de

la

Pasión segrín SatJ

Mateo

de

Bach. Cuando los hombres del Renacimiento, en vez de

describir el nLtevo florecimiento

de

la

s artes

y

las letras

en

términos

de mera renovatio

11

\

recurri.

ero

n a l

os

sfmil

es

religiosos

_de

ilu

minación, renacer o J

espertar ll5, es de suponer

que

a c t u a ~ ~ n

mo

vidos

por un

impulso semejante : la

se

nsación

de

regeneracwn

que

experimen tab

an era

demasindo radical e

intensa

como

para

ser e;(

presada

en otro

lenguaje

que

el

de

las Escriluras

llfi.

pummcnte s c c u l ~ r .

como

en

Jueces

16, 22

(«CapiUi eius

[Samsooís] r e n ~ s c i

cocperanr») o

en H o r ~ c i o , 1lrs poetico, 70

.s:

« ~ n l t 3

r e ~ a s c e n t u r qun< Ja ?

ccddere ..

vocabula»), Pnrece d3rse

una

post

aón

mn:r

m<

dla

cnrre d

uso rt:li·

gi

oso y d

uso

sccubr eo l ~ s al

usiom:s al sol,

que

«de

Orícnte

re

na

scens gyra t

per meridiem»

_ ( E c l c s i ~ s ~ é s

1, 5), o al

~ é n i x ,

d<:

quien

se

dice

que <<Corpore de

p31rio ... renasa» (ÜVJOJO, Mctomor/ous, XV,

402).

~ ~ ~ Véase m ~ s ndel3ntc, pág. 8-t ss.

ns

Véase el pasaje de foilarere

que

cidbnm

os antes,

p:ig •

55, o ~ a . 55 .

Conviene

observar

que

el

término

suegliore

posee unns

connot3aooes

rehg1osas

no

menos definidas

que el

término

r i 1 1 a s ~ e r e el

símil luz.tinieblns;

. v ~ n s e , por

ejemplo,

Romanos

13,

11-12

,

o

el

conoctdo himno; «Surge,

~ u r g e , v1gtl:

..

6 No ha de e.x

u añarnos,

¡ m ~ .

que el

térmmo rmttsct y sus d e n v n d o : ~

ve.rnñculos, más cargados

de imp lic;¡¡c

ioncs

r e l i g í o s ~ s que

sus

n u ~ c r o s o s s i n ó n ~ ·

m o ~ . pnre

?.can

bnbér sido empleados p oc l

.os

n6rd1c0s -

p.a

ra

qutcnes

d ~ O V I -

miento renacentista, imporrndo dd

exunn¡ero

, fue

m:í

s

b ~ t : n u n ~ «rcvclnaón»

que

provoc3ba conversiones e infundí3 en b s al l'os

de

l

os v e r s o s

unn es

pecie

de

celo

misionero-

nun antes

p o p u l u n ~ n r s e en

1talta.

es

te pa{s

no

se

usaron,

que yo

sep3, hnstn mcdtados

de

l stglo

XV. En Fr:mru,

c_n

can'l

bio ri II01CÍ

figura. poco

después

de

In

rnuerre

de

P c t r : ~ r c a .

en los

c:.scn1os

de

u n ~ de sus

más fervorosos d.isclpulos, Nicol:ís

de

Cl:1' 'nnges

o

.

C l é m n n ~ c s ) ,

nacido

en 1355

(véase

< <S

imone l», pág.

850; A.

Covtlle,

Gonfler t Pturc

Col el /'humanisme en FrtJucc ou Umps de Cborles VI

Parfs,

1934, en

par

ticular p:igs.

99

ss.,

l.JO

ss.). En el siglo xv1 enconrramos

el vC l'bo rruoitrc

en

por

ejemp

lo Du

Bellay y Amyot (Simone,

ibídmr,

p¡íg.

86

0 ;

cf

]. Phmnrd,

cReslitu

tion

bonncs

lerrrcs et renaissancc»,

M¿ft gcs o//erts par ses omts

el s s é l c v ~ s a

M.

Guslave

Lamon, Purls, 1922, pág.

t28 ss

.), mienrras

que el

sust

ant ivo

fennissancc

aparece, como

ya be:rJ?OS

dicho,

en Picr:e

( : ~ s e

anr

erionnc.

nte

, pág.

52,

n

ota

47). En Alemon1n, Melanchton

se

m

chna

SJgmftcn

tivamcnte

: emplear

el

verbo rennsci l«Simone h

pág.

~ 5 ~ ) ; E r a ~ o ,

por

el

contrario, prefiere

otros té

rmin

os como repulluluscue

o

revwtsccrc

(«Stroonc

h

pág. 856: «Simone Ill» , pág. 126).

78 Renacimiento

y

renacimientos en el

ru:te

occidental

1. «Renacimiento•: ¿autode(inición o autoengaño?

79

Page 40: Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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Habría

que aceptar, por tanto, la propia conciencia que

de sí.

tuvo

el Renacimiento como una <<innovación»

117

objeúva y distin

tiva, aun si se demostrase

que

esa conciencia fue una especie de

auwengaño.

Pero

no lo fue.

Debemo

s

admiúr

que

el

Renacimiento,

como un muchacho díscolo que se rebela contra sus padres y busca

respaldo

en

sus abuelos, propendió a negar u olvidar todo lo

que

,

al fin

y al

cabo, debía a su progenitora, la Edad Media. Determinar

la cuantía de esta deuda es un deber inexcusable del historiador.

Una

vez determinada, empero, creo

que el

saldo sigue siendo favo

rable

al

eocnrtado¡

de

hecho, algunas de

sus

deudas i 1 ~ o n E e s a d n s

quedan nmpliameme compensadas

por otros

tantos haberes ines

perados.

Quizá no sen casual

que

quienes con mayor empeño han impug

nado la realidad del Renacimiento italíuno hayan sido aquellos cuyo

ámbito profesional no abarca necesariamente los aspectos es téticos

de

la civilización: los historiadores de los procesos económicos y

soc iales, del devenir político

y

religioso y, so

bre

todo, de In cien

cia m;

lo excepcionalmente los estudiosos

de In

literatura, y casi

nunca los historiadores

Jel

arte.

Al estudioso

de

la literatura le será

difkil

negíll'

que

Petrarca,

además

de

«devolver

a

las

a g u a ~

del monte

Helicón

su prístina

claridad», implantó nutvns pautas

de

expresión verbal y sensibilidad

artística como tales. Puede dnrsc una diferencia

de gmdo

cuando el

ncoplntonismo cristiano que subyace a todo

el

«Dolce Stíl Nuovo»

se muestrn más subjetivo y profano en el Cauzouicrc de Petrarc11

que

en .

la

ViLa Nuova o la Divina Commcdia

de Dante

: el mismo

nombre de Lauro evoca In gloria

de

Apolo

nUí donde el de

Beatr·iz

cvocnra la redención de Cristo.

Pero

da una diferencia

de

sust:m

cin cuHndo Petrarcn, al establecer In sucesión de elementos Je

un

so

neto, puede fundament<lr su decisión en consideraciones

de

eufo

nín («pensC: cambiar el orden de las cuatro p rimerns csLrof:\S

de

modo

que

el primer cunrreto

y

el primer terceto figurasen en segundo lug:ll·

y viceversa , pero renuncié a

hn

ce

do porque

enwnccs

el

so

nido más

lleno habría caído en

el

medio, y los

m;Í

s dC:bilcs, en los

ext

remos»),

117

é ~ n s c

sobre todo los

c ~ t u d i o s

de Ticrbcrt Wcisingcr que c i 1 : l b ~ m o ~ cn

p:Íg. 41,

nota

25.

liS

En los últimos nños parece h ~ b c r s c iniciado unn reacción, i n c l u ~ o cnu·c

r o r i n d o r

de

ln

ciencia. Gcorgc Snrlon, por ejemplo, que en

1929 c o n i d ~ ' -

rnha al R e n ~ c i m i c n camo «una depresión entre cumbres»

(J.

W. Thomp

~ a n y

otros , hc Cirnlf1atiou of

tbe Rculliss/luct·  C h i c : 1 ~ 0 .

1929, p:íg.

7 5 > ~ .

declaraba con o c ~ s i ó n de un simposio sobre

el

R ~ : n n c i m i c n t o cclcbmdo en k

brero de 1952 (v6sc nntcriormcntc, p1tg. 36. notn 13) que «en el t•nm¡l<)

cicntlfico, las innovncionC$ [introducidas pot· el Rcnacimicnlo] fu eron J i·

j 3niCSCil5»

.

mientras

que

Dante

había analizado el contenido de cada soneto o

canción descomponiéndolo en l<partes» y «pnrtes de pa:tcs», de

acuerdo con los precepros de la lógica escolástica

119

• Es cterto que

varios obispos y profe

so

res hnb1an escalado montañas mucho antes

que Petrarca efectuara su «histórica»

a ~ c c n s i ó n

del

M _ o ~ ~

V e n t o ~ x ;

pero

no lo

es menos que

él

fue el

pnmero e.n descnbu

esa exl?e

rienda

en palabras que, según nos gusten o no podemos elogtar

por henchidas de

sen

timiento o condenar por

sent

tmentales.

De

manera

semejante, y

por

muchos

que

sean los detalle.s

del

cuadro esbozado por

filíppo

ViUani y completado

por Vasan que

considere necesario revisar,

el

historiador del arte

ha de

aceptar

estos hechos básicos: que recién inaugurado el

x1V tuv?

lugar

en

Italia

una prlmern

ruptura ~ n ? i c a l

con. los

p r m ~ p t o s m e d t e v a l ~

de

representación del mundo viSlble medJante

la_

lmca y d color,

~ u e

a principios del xv se inició un segu_ndo cambto f ~ n d a m e n t a l , nactd?

de

la arquitectura y la e s c u l t u r ~ , , mas que

Je ..

pmtura,

_Y c ~ r a c t e r t -

:r.ado

por

una intensa preocupacton

por

la Anuguedad

c l a s 1 ~ a ,

y

que

en

los umbrales del

xv1

comenzó

In

fase terccrn

y

culmmante

de

todo el proceso, en la cual se sincronizaron al fin las

tr

es .

r t e ~

Y

se eliminó tc:mpornlmence

In

dicotomía enl re los

puntos de VISta

nnturalist:t

y

dnsicisu1

120

.

Si compntnmos el

Panteón de

R ~ m a

(hacia _125. d .C.) con,

de

una

parte,

la

iglesia

de

Nuestm

Senara de

Trevem

(uno

los

poquísimos edificios import

11ntcs de

planta central

que

produ1o

In

épocn gótica, hacia

1250

d.C.) y, de otra, con la R o t o ~ d : ~ . t ~ c

Pnlladio (haacia

1550

d.C.; figs.

1-3

), no p ~ e ~ o s de¡ar de

~ O J ? C i d i r

con d

autor de

la carta a Leó_n X en su.

? ~ m t o n

de ' ue, st b1en la

di:annc

in en

el tiempo

cm

mayor, los edtftciQs

su e_pocn se

hnlla

ban más

p r ó x i m o ~ :1

los de

In

época romnna nnpen:tl

que. n

los

ele

«los tiempos

de

los godos»

o b s t a ~ 1 t e

todas

,sus

dtferen

cias,

la

Villa Rorondn y

el Panteon

t1cnen

mns en

comun

de Jo

_que

cualquiera

de

ambas construcciones pueda

t : n ~ r

con

N u ~ s

Senorn

ele

Trévcris, y ello a pesar

de

que

entre

esta

ulum

a y la Vtlla

R o t ~ n d a

medinn

l a m e n t e

unos trescientos

a i i o ~ .

en tanto

que

son

ma$ d<'

mil cien los que

lt1

separnn del P;1ntcón. .

Algo bastante decisivo , pues, debe haber

. ~ u r r t d o

entre 1250

y 1550. Y

si consideramos dos

estwcturas

crlgtdas

dentro de

una

110

T E

Mommsc

n

Introducción

Pctrarcb.

S01mds

mrá Sougi Nucvn Y<:>rk

:.

· ··. cf E Pnnofsky'

Gnt/Jic llrcbitcrturt• ¡[ SC bolttstrcrsm .

\>, p,t¡:.

XXVII

, • • •

La1rohc

.

Pn ., 1951, pi͡:. 36 s.

lll V é . 1 ~ c m:ís ndclnntc,

p Í¡t.

287 ~ s .

121

Véase nntcriormcnlc, ptÍg. 59

 

notn 66 .

X()

l k n ~ < : t m i c n t < l y rcnnómicmos en el ~ n c o c c i u < • n 1. «RcnncimicnHl»: ¿au todcfinici6n < autoengaño? 81

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7/21/2019 Panofsky, Erwin - Renacimiento y Renacimientos en El Arte Occidental - Ocr

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m i s m ~ de ese

i n t e r v ~ ~ o

pero a uno

y

otro lado de los p e ~

l

Sa

nl Andrca de Albcr11 en M:mtmt, comenzado en

1

472 (fi

guro 4), } el coro de Son Sebaldo de Nurcmbcrg, term inado en e ~ e

mismo año (fig. 5}-, sospccburcmos vivamente que ese algo deci

sivo hnbía ocurrido

en

el siglo xv

>

sobre

u c l o

iroliano.

Nosotro:;, los perspicnccs h i s t o r i a d o r e ~ del n

rl

e del siglo

xx,

podemos afi rma r con razón que el t·stilo de BruneUcschi no reprc

sentah;l unn sepa

ru

ción tan súhita

dd

pnsndo medicvnl como les

pareció a sus con1emponíneos más o menos inmediatos. Podemo

:;

sc

ñ a l ~ ~ r

que

Snn

Lorenzo} Snmo Spi rito cst

;Ín

dominnd os por un sentido

genérico del c:>pacio

más

se

rn

cjn nte ni que imprcgn:t iglesias

p;lrroqu

ial

c:> de

'Es¡Y.

Iñ:t o

el

sur de Alemania que ni {jl iC se cnc:trnn

en llt

Bn

s11ica de Mnjcncio,

y

que muchns de

la

s obt·as J e Drunclles

  ·

hi revelan

h1

in(lucncin de los edificios rom;ínicos

y

prerrom:tnicos

de su T o ~ c a n : t nawl que conocín desde lu adolescencia l2l. Pero nada

de esto invalidaní el hecho de que

In

:trquitccllii

 S

I bruncllcsquiana

e..- t:í

basnda en

un

sistema de proporciones no mc<.licv;IJ. sino chísico

(figums (,

y

7). y concebida

el

términos de perspectiva cnfocnda,

frente a esa otra que podríamos

denornin11r

difu:;n.

Por

grande que

hn

y:t podido ser

ht

deud:1 del pionero del Renacimiento pora con

el

«prototTenacimicnto

to

scano», decir que «todas

l:ts

in(ill(:nci:•s de

In

Homn chísi

ca

podri:m ser

cxcluid:1s

del est

il

o [ rena

cc

nt

is

ta l sin

nltcrar con el lo su e s a r o > ~

12

  es una c (ageraci6n. Los tsllldio:\

m:í:;

recientes IHin venido ól confirmar In tmdíciún :m 1igw1 según l:t

cual

la

temprana visit:1 de Brunclleschi 11 Roma. que lo·; críticos

modernos impu

¡.:nnban

<1 rctras¡¡han, luvo lug:tr :lntcs del in icio de

y

. 1 1 .

SU

C lrl'era

CO

ill

() t

ll lJUil

CC IO - . SI )IC il plle< e ser CICrlO lJIIC

conocimi

enw

de

S.

Picro

g g i o .

San1i Aposto

li

,

S;tn

Mini:llo

y

lu Badi:l de riesolc le prcp:tr:lse p:ll :l su expcriencin de hts n¡intls

t·omtlll:ts, puede serlo i¡.:un lmcntc q11c su expcricnch1 de lns rui

nas O t n : l Jc r<1Cttilnnt 1

é

J. en cuya juventud

cJ C.<;

tilo vivo Cl :l cJ

Jc

la

C:ltcdr:tl

tic¡¡ de rlmcnci:t

y

n t n Crocc- parn npreciar de

mtcvo el valor de San Minintn. S. Piero Sc hcraggio, San1i Apostoli

,. h1 R

adio

de Ficsolc.

m

VC'l sc

Jl . Ticl

?.e,

«Romn nischc

K u n ~ l

uncl

n ~ i s ~ n n r c » .

V o r l r i l ~ < drr

llibfintbek \17ar/mrr.. 192(,.]927, p•í¡:. ·U ss.,

en

pnrlic:ulnr

p:íg.

52 s.

lZ.I 11. Wíllich. D1e rutkumt dt•r

Rcuntsswu·¡·

iu /111/ien opini6n d

tndn

y

suS<:rirn por

Tictzc,

lor

ni

rn P. Snnpnolcsi, Lo Cupo/a di Santo Mario del Finre· J Pros¡cllo, In Cos-

lru¡iollt : Romn.

19-11:

eL la recensión de j . Coolidgc en Art DttllcJin, XXX IV

1952,

pag

. 165 e

Cu:tndo un falsiricador veneciano ejecutó, hacia 1525

-15.35,

lo

que esperaba hacer posar

por

relieve griego del siglo v

o IV

:1.C.,

combinó snbi,lrnentc dos figuras tomadas de una

estelo

át ica :turé.nti

cn (en Venecia l:t escultura gric¡.t<l cn1 m:ís accesible y gozabn de

mnyor C$ Lima 4ue en Roma

o

Florencin) con vari<tciones superficial

mente disi muladas de

do

s fnmosísimns cstntuns de Miguel Angel ,

el Dov,id

y el Cristo

rewdtodo

de

S.

M;trin sopra Minerva (frontis

picio). 'Es l l l l

in

cidente trivial, pero que nos permite captllr de un

$Olo

golpe

de

vistn lo 4ue hnbía conseguido el Renacimiento. A los

ojos de ~ u s contemporáneos,

la

s obnts de un gran escultor del Cin

queccnto parecían ra n

clli

sicas,

si no má:;,

como los o

ri

ginales griegos

y rornn nos ( r ~ b e mosrrar que en el Norte las «i mágenes c ~ n u d : de

Alhcno

Dmero,

desempeñaron un papel scmejn

nt

c); o, di cho

de

<l

ll <l forma, los o

ri

ginnlcs griegos y ronlltnos les pMecínn tan moder

nos , si no

m:h,

como ll1s obrns de un grnn csculcor del Cinqueccnto.

El

fu

lsific3dor vcnecinno se

valftt

del hecho de que su época no dis

tinguía difercnci11 b:ísica alguna ent re la bf OI/11 maniera

g , r t · ~ · a

OIILÍco

de un rel ieve ático

y el modcmo

si

J .lorin.w

de Miguel Angel:

y

hnbían

de t r a n ~ c u r r i r

cuatrocientos años

n n r c ~

de que alguien sepa·

nm1 los de compuc:c;to l: .'.

1

ZS Sobre este relieve i c ~ J o por prime ra v e ~ . pero rd acionado solnmc:nte

con

el

Dtwul de Miguel J\n

gel

y en consecuencia r<'<'hntlo nl¡w nnr c..< de ti

cmrn

.

en L. Plonisci¡:. Vcnczialliube Bildhnuer der Rmomo11ce, Viena, 192 l. fig. 347).

\ éase ahora E. Panofsky, Metwing in thc Vmtal rls, p:íg. 293 s., fig. SR

[El stgmfteadQ en los orles vistltllcs, pág. 254, fig. 88].