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1 PALPACIÓN Y MEDICINA MANUAL Dr. José Mª Gil Vicent (GBMOIM) Noviembre de 2003, Palacio de Congresos de Versalles. De los numerosos profesionales que acudimos a participar en las “Segundas Jornadas Mundiales de Medicina Manual, Osteopatía y Quiropráctica” organizadas por “LA MONDIALE”, estoy seguro de que ninguno podía llegar a imaginar la oportunidad que la suerte nos iba a deparar con la presencia en tal evento del Dr. Harry D. Friedman, D.O., miembro de la FAAO y cofundador de la “San Francisco International Manual Medicine Society” (SFIMMS). Si su ponencia del sábado día 22 sobre “Métodos Funcionales de Abordaje Terapéutico Manual del Raquis” fue la única que llegó a dejar la Sala del Palacio sin asientos libres, su Taller Práctico del día anterior de “Técnicas Funcionales del Raquis”, que tuvo que repetirse 3 veces a lo largo de dicho día, rayó sencillamente en lo sublime, pues todos los participantes lo evaluamos como un auténtico “Taller Práctico Magistral”. Años después, al coincidir algunos de los allí presentes con motivo de otras reuniones científicas y comentar aquellas Jornadas Mundiales, todos hemos reconocido la influencia que en el resto de nuestra trayectoria profesional tuvieron las enseñanzas de aquel taller y sobre todas ellas, la importancia de la palpación como medio revelador del estado doloroso del paciente. En Medicina Manual, a la palpación se le concede una enorme importancia como herramienta sutil de exploración. De hecho es el único medio manual de reconocimiento anatómico fiable en la búsqueda de los puntos testigo de sufrimiento local en” y “bajo” la superficie corporal del paciente (puntos de irritación local, puntos ténder y puntos trígger, puntos de dolor referido metamérico, segmentario o extrasegmentario y también los puntos reflejos). Pero es que tanto en Medicina Ortopédica y Manual como en Osteopatía, la palpación, además de una herramienta de exploración, es un elemento de diagnóstico y un medio de evaluación continua a lo largo del proceso de tratamiento capaz de proporcionarnos, a través de los protocolos de osteopatía tisular, toda la información necesaria que puede influir en nosotros, no sólo para elegir acertadamente la técnica manual más idónea a cada caso y para determinar el momento puntual más ajustado a su aplicación, sino también para decidirnos a introducir variantes durante el proceso de tratamiento, si así resultara conveniente para el propio paciente.

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PALPACIÓN Y MEDICINA MANUAL

Dr. José Mª Gil Vicent (GBMOIM)

Noviembre de 2003, Palacio de Congresos de Versalles. De los numerosos

profesionales que acudimos a participar en las “Segundas Jornadas

Mundiales de Medicina Manual, Osteopatía y Quiropráctica” organizadas

por “LA MONDIALE”, estoy seguro de que ninguno podía llegar a imaginar la

oportunidad que la suerte nos iba a deparar con la presencia en tal evento del

Dr. Harry D. Friedman, D.O., miembro de la FAAO y cofundador de la “San

Francisco International Manual Medicine Society” (SFIMMS).

Si su ponencia del sábado día 22 sobre “Métodos Funcionales de Abordaje

Terapéutico Manual del Raquis” fue la única que llegó a dejar la Sala del

Palacio sin asientos libres, su Taller Práctico del día anterior de “Técnicas

Funcionales del Raquis”, que tuvo que repetirse 3 veces a lo largo de dicho día,

rayó sencillamente en lo sublime, pues todos los participantes lo evaluamos

como un auténtico “Taller Práctico Magistral”.

Años después, al coincidir algunos de los allí presentes con motivo de otras

reuniones científicas y comentar aquellas Jornadas Mundiales, todos hemos

reconocido la influencia que en el resto de nuestra trayectoria profesional

tuvieron las enseñanzas de aquel taller y sobre todas ellas, la importancia de la

palpación como medio revelador del estado doloroso del paciente.

En Medicina Manual, a la palpación se le concede una enorme importancia

como herramienta sutil de exploración. De hecho es el único medio manual de

reconocimiento anatómico fiable en la búsqueda de los puntos testigo de

sufrimiento local “en” y “bajo” la superficie corporal del paciente (puntos de

irritación local, puntos ténder y puntos trígger, puntos de dolor referido

metamérico, segmentario o extrasegmentario y también los puntos reflejos).

Pero es que tanto en Medicina Ortopédica y Manual como en Osteopatía, la

palpación, además de una herramienta de exploración, es un elemento de

diagnóstico y un medio de evaluación continua a lo largo del proceso de

tratamiento capaz de proporcionarnos, a través de los protocolos de osteopatía

tisular, toda la información necesaria que puede influir en nosotros, no sólo

para elegir acertadamente la técnica manual más idónea a cada caso y para

determinar el momento puntual más ajustado a su aplicación, sino también

para decidirnos a introducir variantes durante el proceso de tratamiento, si así

resultara conveniente para el propio paciente.

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En toda modalidad de Medicina Manual, los estudios que permiten llegar a

un diagnóstico del paciente se basan, sobre todo, en la capacidad del médico

en leer los signos e interpretar las señales que emite el cuerpo y esta

capacidad radica sobre todo en la destreza para palpar. De hecho, la palpación

perceptiva es en Medicina Manual la herramienta clave para el estudio

diagnóstico y cuanto más perceptiva sea, menos pruebas complementarias se

precisarán para llegar a ese diagnóstico.

En efecto, la palpación como herramienta de diagnóstico, es uno de los

medios más importantes y puede que también el más “selectivo” de cuantos

entran a formar parte del conjunto en que se basa la técnica diagnóstica

osteopática conocida como la “escucha del cuerpo”, técnica con la que, en

palabras de John Upledger, se puede llegar a “palpar sintiendo la vida de los

tejidos” bajo nuestras manos.

La palpación ofrece una gran riqueza de información a nuestro sentido del

tacto. Una enorme y variada cantidad de matices es capaz de excitar las

terminaciones sensitivas de las yemas de nuestros dedos, de las palmas o del

dorso de nuestras manos e incluso del reborde de nuestras uñas. Cuando

palpamos podemos hacerlo de manera superficial o profunda. Podemos

hacerlo de manera puntual o conjunta. Mediante palpación fija en un punto

determinado o de manera móvil, a través de una zona o de una región corporal

también determinada o indeterminada.

En la palpación, por parte del explorador pueden intervenir uno o más

dedos, una sola mano o ambas manos al mismo tiempo. A su vez, cada una de

estas posibilidades multiplica su capacidad de detección en relación al grado

de presión aplicado por las manos sobre la superficie corporal. Esto que para el

clínico puede suponer una fuente inagotable de información, exige del mismo

un grado de entrenamiento previo que sólo se alcanza tras mucho tiempo de

práctica y con la ayuda de los mejores maestros en medicina manual. Y este

entrenamiento resulta de suma importancia para el médico, ya que a mayor

entrenamiento mayor sensibilidad y una sensibilidad educada y adiestrada

siempre acaba generando una mayor capacidad discriminativa de la misma.

La gama de presiones aplicables en la superficie corporal es muy grande y,

bien regulada, debe permitir desde un reconocimiento muy superficial sin

apenas depresión apreciable en la capa epidérmica, hasta la presión más

profunda que llegue a plano óseo para reconocimiento de los huesos y las

articulaciones.

Los estudios de Mutti con el estesiómetro de Head en la década de 1950,

pusieron de manifiesto que, en la piel de la espalda, la capacidad de percibir

presiones variaba de unas zonas a otras, siendo más sensible la zona de los

canales paravertebrales de la región lumbar a nivel apicotransverso de L3

(zona que curiosamente coincide con el área de Sturniolo), necesitándose

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apenas 6 gramos de presión para obtener una respuesta al estímulo, como

puede observarse en la figura siguiente.

Umbrales para la presión profunda, determinados con el

estesiómetro de Head en 58 puntos de la espalda, según Mutti.

Sin embargo, los estudios sobre la misma sensibilidad a nivel de los

pulpejos de los dedos muestran valores de respuesta sensitiva a partir de los 2

gramos en gente normal y de apenas 1 gramo en personas con la sensibilidad

muy entrenada, como es el caso de los invidentes. De hecho no es mucho

mayor la presión ejercida por las yemas de sus dedos en la lectura de los

caracteres del Braille, y posiblemente sea menor la que ellos mismos aplican

sobre las manecillas de sus relojes en la lectura de las horas.

En Osteopatía Craneosacral se calcula que la presión ejercida para la

palpación exploratoria oscila entre los 5 gramos como mínimo para la palpación

craneal y los 10 gramos como máximo para el resto del cuerpo.

En Medicina Manual, cuando un médico está bien entrenado en el arte de

la palpación, se admite que las sensaciones de tacto diagnóstico comienzan al

ejercer con los dedos una presión de 4 gramos. Es decir, que al palpar la zona

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más sensible de una espalda, la sensación de tacto llega antes a las manos del

explorador que a la piel de la espalda del paciente. A partir de este valor, que

podríamos cifrar como el más superficial, la palpación puede ir aumentando

presiones y nuestra sensibilidad percibir nuevas, numerosas y variadas

sensaciones, todas ellas útiles para el reconocimiento exploratorio y para el

diagnóstico.

Veamos las distintas posibilidades:

- Entre 4 y 6 gramos de presión permiten apreciar la textura e

irregularidades de la epidermis.

- Entre 6 y 8 gramos, la temperatura de la piel (más apreciable si

aplicamos con la misma presión el dorso de la mano).

- Entre 8 y 10 gramos, las irregularidades superficiales y la resistencia del

plano cutáneo. Y si aplicamos movimiento podremos apreciar la

capacidad de desplazamiento del plano superficial sobre el plano graso

en las zonas con menor tensión epidérmica.

- Entre 10 y 20 gramos de presión, permiten apreciar deformidades

superficiales y resaltes en el plano subcutáneo (por ejemplo, presencia

de gelosas superficiales). El movimiento asociado provocará una

sensación de arrastre de la piel sobre el plano graso y al mismo tiempo,

la de freno o resistencia de éste sobre el plano de la fascia, al llegar al

final del recorrido provocado por dicho arrastre.

- A partir de los 20 gramos de presión, ya es más difícil dosificar ésta, por

lo que los rangos de medida ya son más amplios. Por ello, entre los 20 y

los 50 gramos se sitúa la palpación de los relieves musculares

superficiales y hasta los 100 gramos las manipulaciones de partes

blandas ejercidas mediante lo que se conoce en el mundo del masaje

como “presiones deslizantes superficiales”.

- Entre los 100 y los 250 gramos de presión podemos detectar

irregularidades situadas debajo de la fascia superficial y la presencia de

gelosas profundas. También zonas de resistencia muscular, contracturas

superficiales y puntos dolorosos miofasciales.

- Entre los 250 y los 500 gramos se pueden ejercer maniobras de presión

sobre las masas musculares superficiales en pacientes no obesos.

- Entre los 500 y 1.500 gramos se sitúan las maniobras de “presión

deslizante intermedia” y las de “fricción superficial”.

- De los 2.000 gramos en adelante se realizan todas las maniobras de

palpación profunda, las técnicas de “presión deslizante profunda” y las

maniobras de “fricción profunda” en sus modalidades longitudinal y

transversa. En ellas la presión deberá dosificarse según las exigencias

derivadas del reconocimiento de aquello que vamos buscando y la

tolerancia del paciente a las molestias o el posible dolor provocado por

la presión que podemos ejercer. Es aquí donde hay que tener muy

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presente la máxima hipocrática del “Primum, non nocere” como norma

de prudencia, para no provocar lo contrario de lo que andamos

buscando.

Por otra parte, las yemas de los dedos no sólo son capaces de notar

estímulos de presión muy ligera, sino que también resultan más sensibles para

distinguir dos o más estímulos a la vez en un área muy reducida. Por ejemplo,

volviendo a lo que decíamos antes sobre las zonas más sensibles a la presión

en la piel de la espalda, mientras dos objetos punzantes en dicha zona, para

ser apreciados como tales por el paciente, necesitan separarse entre 4 a 7 cm,

a nivel de las yemas de los dedos pueden ser detectados como dos a 2 mm de

separación y en personas entrenadas, incluso a 1 mm. Esto nos permite

discernir claramente numerosas diferencias casi inapreciables de textura, de

tensión y de nivel o resalte superficial al deslizar dos o tres de nuestros dedos

por una zona del cuerpo de 6 a 7 cm de anchura, mientras el paciente tendrá

dificultades o será incapaz de apreciar siquiera si se trata de uno o más dedos

o de otra zona de la mano del explorador.

En su libro “Principios y Práctica de la Medicina Manual”, Philip E.

Greenman nos dice que la palpación sirve al clínico para:

- Apreciar la normalidad y las alteraciones tisulares de la zona palpada.

- Apreciar la simetría o las alteraciones de la misma en las estructuras

bajo la piel, aunque no se aprecien visualmente.

- Valorar las alteraciones en el movimiento activo y pasivo de los

músculos y de las articulaciones a lo largo de todo el recorrido de su

arco de movilidad.

- Ubicar la posición en el espacio del sujeto explorado y la de uno mismo

como explorador.

- Durante la exploración en posteriores visitas de control, detectar los

posibles cambios producidos con el paso del tiempo y compararlos con

los datos de que disponemos, referidos a exploraciones anteriores.

En ese sentido, son muy útiles los protocolos de exploración palpatoria

recomendados por las diferentes escuelas de Medicina Manual, sin entrar en

valoraciones de si son mejores unos que otros. Todos ellos son muy similares y

las pequeñas diferencias apreciables van relacionadas por lo general con el

enfoque o el criterio de escuela. Así, el protocolo propuesto en Osteopatía

presta más atención a las alteraciones posicionales de relación, a las

restricciones de movilidad y a las alteraciones en el papel de las fascias. En

Quiropráctica prima la detección de las alteraciones de la movilidad, las

alteraciones musculares por contracturas y presencia de bandas tensas, las

disrelaciones segmentarias y los desajustes articulares. En Espinología, las

tensiones musculares y su relación con posibles disrelaciones rotatorias en los

segmentos del raquis. En cambio, en Medicina Ortopédica y Manual, sin

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descuidar las restricciones de movilidad, se presta más atención a las

alteraciones tisulares locales y de vecindad, a las manifestaciones dolorosas de

tipo metamérico y sobre todo a las de tipo segmentario, como son las

manifestaciones sintomáticas a distancia (el síndrome teno-celulo-miálgico), así

como a las dermalgias reflejas.

Lo importante de los protocolos, cualquiera que sea el elegido, es seguirlos

fielmente, recogiendo con ello tantos datos cuantos nos sea posible con su

aplicación en cuanto a las alteraciones de la sensibilidad, las alteraciones en la

textura de los tejidos palpados o sometidos a técnicas de palpación especiales

(como el pinzado rodado), a la detección de asimetrías posturales y

disarmonías biomecánicas y a posibles alteraciones en los rangos de

movimiento muscular y articular, de manera que todos estos hallazgos sean

mesurables y útiles no solo para el posterior diagnóstico, sino también para

poder formular la indicación del tratamiento manual más adecuado, puesto que

a la palpación protocolaria hay que recurrir siempre, tanto en la exploración

general rutinaria como, especialmente, en la exploración premanipulativa.

TIPOS DE PALPACIÓN EN MEDICINA MANUAL

Hay una palpación superficial, que tanto en las regiones del raquis como

en los miembros sirve para valorar las estructuras superficiales y los signos de

sufrimiento de proyección metamérica, que aparecen en ellas.

Hay una palpación profunda, que en el raquis va dirigida sobre todo a

buscar la lesión menor causante de las manifestaciones dolorosas y que en los

miembros permite valorar las alteraciones locales en el seno de los vientres

musculares, el estado de los tendones y sus inserciones, y a nivel de las

articulaciones permite explorar detalladamente interlíneas articulares, cápsulas

y ligamentos, así como algunas estructuras internas como son los meniscos en

el caso de las rodillas.

A su vez, tanto la palpación superficial como la profunda pueden aplicarse

de manera puntual (palpación estática) o bien en movimiento (palpación

dinámica).

Las posibles combinaciónes de estas modalidades con las maniobras de

presión dan lugar a las “técnicas de palpación especiales”, de las que la más

importante en Medicina Ortopédica y Manual es la “Técnica del Pinzado-

Rodado”.

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1.- La Palpación Superficial

La palpación superficial, tanto si es estática como dinámica, nos permite

valorar la piel, el tejido celular subcutáneo y el relieve de la fascia superficial y

de los primeros planos musculares. Ello la hace sumamente útil para la

valoración del estado de tensión de las diferentes cadenas musculares,

especialmente cuando se practica de forma comparativa en ambos lados de la

espalda, tanto en la región cervical como en la dorsal y lumbosacra.

En Osteopatía Tisular, este tipo de palpación nos permite valorar detalles

en muchos tests de tipo kinesiológico que nos aportan datos muy útiles para la

identificación de contracturas musculares y de su posible relación con

disfunciones de localización vertebral.

Estas son técnicas muy utilizadas en los métodos de la “escucha del

cuerpo” y por tanto, aplicables a la investigación de las causas de las

desviaciones axiales de tipo postural.

También la palpación superficial nos ayuda mucho en el control de las

técnicas de tratamiento manual “no manipulativas”, como son las técnicas

suaves de posicionamiento postural pasivo (Técnica de Jones y Técnica

Reposicional Osteopática Autónoma) o incluso en el desarrollo de las

maniobras más suaves en las técnicas que asocian estiramientos pasivos o el

concurso de energía muscular (Mitchell, Rudy y Chaitow), en las que siempre

tiene que haber un control palpatorio de la tensión que presenta la superficie

del plano de las fascias en determinados puntos o zonas del cuerpo del

paciente.

2) La palpación Profunda

La palpación estática profunda en el raquis nos permite explorar la

sensibilidad de las apófisis espinosas, la depresibilidad de los tejidos blandos y

algunas estructuras óseas a la presión axial, el desplazamiento de las mismas

al presionarlas lateralmente y el estado de los músculos interespinosos e

intertransversos así como el dolor localizado en las articulares de uno y otro

lado.

La palpación estática profunda de los canales paravertebrales, a su vez,

nos permite reconocer el estado de los músculos transverso-espinosos en un

segmento determinado, pero si la convertimos en maniobra de palpación

dinámica profunda, alcanzando varios niveles segmentarios, nos permitirá

valorar por separado el estado de estos músculos con detalle, es decir

podremos distinguir entre fenestrados, multífidos, laminares y rotadores. (Esto

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es muy importante en Espinología, porque permite determinar los puntos de

inclinación lateral o lateroflexión (side-bending) y describir las ubicaciones de

posibles “listings”, como se designan las posiciones anómalas en que quedan

las vértebras que han perdido juego articular).

Esta misma técnica exploratoria es la utilizada en Osteopatía para

identificar las posibles desviaciones en plano anterior o posterior de cada lado

de la vértebra, y la misma o muy similar a la empleada en Quiropráctica para

diagnosticar los estados de subluxación o desajuste articular.

En la exploración palpatoria del raquis y de las regiones paravertebrales, la

palpación dinámica profunda con la técnica “joint manipulation” de John

Menell (1877-1957) nos permite valorar el estado del juego articular, concepto

necesario para distinguir entre los estados articulares de simple disfunción

(articulación sin daño estructural dolorosa pero móvil) y el de restricción

(articulación sin daño estructural dolorosa con pérdida de movilidad).

En cuanto a los miembros, como en el resto de la espalda, puesto que los

músculos son elementos dinámicos de diferentes segmentos móviles, la

palpación dinámica profunda nos informará de la posible alteración de su tono,

de la presencia de bandas tensas y de puntos T y secundariamente a ello, de

las alteraciones de movilidad en más o en menos de dicho segmento.

Este tipo de palpación hay que entrenarlo muy bien y durante mucho

tiempo antes de poder a aplicarlo con seguridad, pues al explorar los músculos

de las capas más profundas hay que obviar las informaciones que nos llegan

de las capas musculares más superficiales, cuya palpación involuntaria no

podemos evitar y ello requiere un ejercicio de eliminación mental de

sensaciones táctiles al que hay que llegar casi sin pensar en ello, lo que hace

muy difícil el dominio de dicha técnica si no se aprende bien y se insiste mucho

tiempo en su práctica.

La falta de entrenamiento en estas técnicas traería consigo una notable

dificultad por parte del explorador para poder valorar con acierto los hallazgos

encontrados como resultado de su aplicación en cualquiera de los protocolos

de Escuela a que nos referimos anteriormente.

En Medicina Ortopédica y Manual, el Prof. Robert Maigne ha logrado

compaginar todas estas modalidades de palpación en un protocolo de

exploración destinado a buscar la localización del llamado Desarreglo Doloroso

Intervertebral Menor (DDIM), entidad clínica descrita por dicho autor como

lesión responsable del Síndrome Teno-Celulo-Miálgico y toda su cohorte de

síntomas acompañantes, puesto que se trata en realidad de una lesión menor

de localización vertebral, no demostrable por medio de exploraciones y pruebas

clínicas complementarias, cuyos resultados son siempre negativos, siendo por

ello tan importante la palpación para el diagnóstico de este proceso, cuya

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sintomatología se basa, sobre todo en manifestaciones clínicas de carácter

doloroso locales, regionales (por distribución radicular sensitiva dependiente

de la raíz posterior), metaméricas, segmentarias y a distancia (algunas de ellas

atípicas y de difícil justificación en relación a la situación de la lesión DDIM

encontrada).

Este Protocolo exploratorio se desarrolla de acuerdo a los siguientes pasos:

1) Presión axial sucesiva de las apófisis espinosas hasta localizar las más

dolorosas.

2) Presión lateral sucesiva de las apófisis espinosas buscando el

desplazamiento de las mismas en ambos sentidos y valorando el dolor

provocado.

3) Presión contrariada de las espinosas de las vértebras dolorosas con la de la

vértebra limitante superior y la inferior. La prueba se realiza en ambos sentidos,

hasta encontrar el nivel con respuesta más dolorosa a dicha maniobra.

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4) Presión-fricción sobre los relieves articulares de ambos lados en el nivel del

segmento identificado como más doloroso y elección de la articular del lado

más doloroso como responsable de la localización del DDIM.

5) Presión sobre el ligamento interespinoso, para lo que se puede utilizar un

objeto romo no agresivo (el relieve del asa de una llave antigua, el reborde de

un reloj de pulsera, el borde de un anillo o alianza de boda, el borde de un

pequeño plato, etc.) para confirmar que el segmento indicado es

verdaderamente el más doloroso.

6) Palpación dinámica profunda de la musculatura de los canales

paravertebrales, que debe confirmarnos como más doloroso aquél en el que

hemos situado el DDIM.

7) Investigación de posibles áreas de celulagia en zonas de la piel inervada por

fibras cutáneas de la raíz posterior vertebral, proximas al área paravertebral o

muy distantes de la misma, de acuerdo a la distribución segmentaria de las

mismas según el nivel del DIM. Esto se consigue con la maniobra del

“pinzado-rodado”, que de ser positivo nos dará como respuestas dolor

exagerado a la presión y tensión de la piel de la zona, sensación táctil de

espesoramiento de la misma que impide o dificulta el desarrollo de la maniobra

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y dermografismo o enrojecimiento rápido de la zona pellizcada, por reacción

vegetativa local.

8) Investigación de síntomas atípicos a distancia, pero presentes de forma

repetida en muchos de estos casos, como pueden ser el dolor trocantéreo, la

presencia de cordones musculares en músculos glúteos y la celulalgia

periumbilical unilateral en casos de síndrome de la charnela dorsolumbar, todos

ellos diagnosticables por palpación dinámica profunda o también la presencia

de un “tenderness inguinal” detectable por palpación superficial en el mismo

síndrome.

9) Finalmente, hay que proceder a la investigación de posibles síntomas de

origen visceral, como podría ser el caso de la presencia de meteorismo en

pacientes afectas del mismo síndrome de la charnela dorsolumbar, aunque

éstos ya no se dan con tanta frecuencia. Aquí ya no interviene la palpación,

pero su hallazgo puede resultarnos de gran utilidad de cara al diagnóstico.

Este mismo protocolo, se puede repetir tras la manipulación, lo que nos

permitirá valorar los efectos de la misma, de acuerdo a los signos sintomáticos

desaparecidos en esta segunda exploración.

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Conclusiones

La Palpación Manual es un arte y dice Karel Lewit en su libro de Terapia

Manual, que es muy difícil incluso describirla como tal arte, pero que en

médicos y en terapeutas entrenados, es el método de exploración que más nos

acerca al paciente y nos comunica con él.

El gran W.G. Suterland, desde el mundo de la Osteopatía nos animaba a

“desarrollar dedos con neuronas en sus yemas que fueran capaces de pensar y

de ver” y que a esos dedos, “una vez entrenados a ver, sentir y pensar, había

que dejarles tocar”.

El aprendizaje de la palpación no es tarea fácil. Quien quiera aprender a

palpar bien en Medicina Ortopédica debe basar su aprendizaje en tres

aspectos:

1.- Aprender a tocar, es decir, conocer bien los aspectos técnicos de dicha

exploración, para lo cual, además de que puede ser útil todo lo dicho hasta

ahora, se precisa practicar, practicar y practicar hasta dominarla.

2.- Aprender a buscar, para lo cual son necesarios conocimientos anatómicos y

fisiológicos suficientes y bien fundados que nos permitan, no sólo reconocer

aquello que estamos tocando, sino saber cómo y donde buscar aquello que

queremos tocar.

3.- Aprender a encontrar. Esto es lo más difícil, puesto que para ello son

además necesarios buenos conocimientos de semiología y de patología, que

nos permitan dirigir nuestras observaciones hacia el diagnóstico.

Pero, aún bien entrenados para ello, la palpación siempre nos aportará

vivencias nuevas capaces de sorprendernos, ya que la vida impregna todos los

tejidos vivientes y esos tejidos son los que tocamos y con los que nos

comunicamos al palpar. Y esa vida que palpamos, muchas veces puede ser

una vida en dificultad.

Ésa es la maravilla en la que se basa la “escucha del cuerpo”, como decía

Harry D. Friedman en el Congreso de Versalles.

Por ello, viene a nuestra mente aquella frase de Viola Frymann, cuando

decía que “La palpación no se puede aprender leyendo o escuchando;

sólo se puede aprender palpando”.

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