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Anales de Literatura Hispanoamericana ¡SSN: 0210-4547 (999, 28: 999-1004 Palma visto por Rubén Darío CARLOS MENESES Rubén Darío fue un buen conocedor de América Latina. No la visitó toda pero si la mayor parte. Vivió en países como Argentina y Chile, si de Suda- mérica se trata, y en la mayoría de las repúblicas centroamericanas. Escribió crónicas sobre las más diversas ciudades del mapa iberoamericano, y uno de los países que estuvo a punto de escapársele fue el Perú. Sólo hizo una breve escala, cuando tras su residencia en Chile, donde nació el Modernismo a tra- vés de Azul, regresaba en barco a Nicaragua, hizo entonces un alto en el camino, posiblemente sólo de horas, y aprovechó para recorrer algo de la ciu- dad de los virreyes y, sobre todos, para visitar la Biblioteca Nacional, empo- brecida tras la guerra del Pacífico, y conocer a su director, Ricardo Palma, el autor de las célebres Tradiciones Peruanas. El artículo que de esa entrevista publicó en El Perú Ilustrado, con fecha de octubre de 1890, es un bello retrato de Palma, y demuestra la penetrante mirada de ese joven —a la sazón Darío tenía 23 años— que en pocos momentos pudo ver mucho. En tan sólo una entrevista que se supone de una o dos horas a lo sumo, supo captar tan bien al poeta y narrador que fue don Ricardo Palma, a quien miraba, en un principio, como a un ogro, por lo que un amigo le había comentado, pero que resultó para él una paloma, una ove- y a la vez le hizo interesantes confesiones. ja, En cambio Palma escribió poco de Rubén. Tal vez cambiaron algunas cartas y, probablemente, escribiera alguna crítica a sus poemas, pero propiamente artícu- los dedicados al Príncipe del Modernismo, no los hay. Menciones como: «Mi que- rido amigo el ingenioso colorista Rubén Dado» o «Rubén Darío, el parnasiano de fantasía deslumbradora», demuestran una estima más a la persona que al poeta. 999

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Anales de Literatura Hispanoamericana ¡SSN: 0210-4547

(999, 28: 999-1004

Palma vistopor RubénDarío

CARLOS MENESES

RubénDarío fue un buenconocedordeAmérica Latina.No la visitó todapero si la mayorparte. Vivió en paísescomo Argentinay Chile, si de Suda-méricase trata, y en la mayoríade las repúblicascentroamericanas.Escribiócrónicassobrelas másdiversasciudadesdel mapaiberoamericano,y uno delos paísesque estuvoa puntodeescapárselefue el Perú.Sólo hizo unabreveescala,cuandotrassuresidenciaen Chile, dondenacióel Modernismoa tra-vés de Azul, regresabaen barco aNicaragua,hizo entoncesun alto en elcamino, posiblementesólo de horas,y aprovechópararecorreralgode la ciu-dad de los virreyesy, sobretodos,paravisitar la BibliotecaNacional,empo-brecidatrasla guerradel Pacífico,y conocera sudirector,RicardoPalma,elautorde las célebresTradicionesPeruanas.

El artículo que de esaentrevistapublicó en El Perú Ilustrado, con fechade octubrede 1890, es un bello retratode Palma,y demuestrala penetrantemirada de esejoven —a la sazón Darío tenía 23 años—que en pocosmomentospudo ver mucho. En tan sólo unaentrevistaquese suponede unao dos horasa lo sumo, supocaptartan bienal poetay narradorque fue donRicardo Palma,a quienmiraba,en un principio, comoa un ogro, por lo queun amigole habíacomentado,peroque resultóparaél unapaloma,unaove-y a la vez le hizo interesantesconfesiones.ja,

En cambioPalmaescribiópocode Rubén.Tal vezcambiaronalgunascartasy, probablemente,escribieraalgunacrítica asuspoemas,peropropiamenteartícu-losdedicadosal Príncipedel Modernismo,no loshay. Mencionescomo: «Mi que-rido amigoel ingeniosocoloristaRubénDado»o «RubénDarío,el parnasianodefantasíadeslumbradora»,demuestranunaestimamása la personaquealpoeta.

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Carlos Men eses Palma visto por Rubén Darío

Fotograbados

RICARDO PALMA

Fui desdeel Callao a Lima por sólo conocerle,en febrero de1888.De a bordo a tierra iba conun chilenoque me decía:—«Novayausted a verle; es como un ogro,deterco!».Yo pensabapara micolleto: —«De unregañono hadc pasar...».Y ¡cáspita!recordabamiCanto épicoa las glorias de Chile!

Llevado por un cochequeencontréen la calle de Mercaderes,despuesde caminarun buenrato poraquellascallesde la alegreciu-dad de los vireyes, me encontréa las puertasde la BibliotecaNacional. Entré y, tras pasar largos corredores,llegué al departa-mentodel señorDirector. Frentea la puertade su oficina me detuveun momento,paraadmirarel célebrecuadro deMontero,La MuertedeAtahualpa. Porfin, valor y adelante.Dos golpecitos,en la puer-la...tic un regañono ha depasar...

—«~Oh, mi señordon Darío Rubén!».—Ante una mesatodallena de papelesnuevosy viejos, viejos sobretodo, estabaRicardoPalma,y me recibíacon unaamablesonrisa,queme dabaánimos,debajode sus espesosy canososbigotesretorcidos. ¡Figura simpá-tica e interesantedeverdad! Medianode cuerpo,ágil a pesarde sugrnesacargade años,ojos brillantes quehablan,y párpadosmovi-bles quesubrayan,a veces,lo que dicen los ojos; rápido gesto debuenconversador,y palabrafácil y amena,tal era el ogro! —«Oh,mi señordon Darío Rubén»...Así me saludó,así, poniendoel ape-llido primero y nombredespués.Mi pobre nombretiene esacape-llanía.En diariossud-americanoshe leído: «El escritorquese ocul-ta bajo el pseudónimo de Rubén Darío...». Si, unos lo creenpseudónimo,otros lo colocanal revés,como el ihlsgTe ingenio delasTradiciones,y otros comoValera, dicenquees un nombre«con-trahechoo fingido»...

¡Válgame Dios! Pero dejo para otta vez el contar porqué minombre esjudáico y mi apellidopersa,y vuelvo adon Ricardo.Mehablóde su vida entrepapelesantiguos,llenos de polvo y polillas,de literatos chilenosamigossuyos;de su queridaBiblioteca, queestárestaurándose;de la guerradel Pacífico (ahoraviene el rega-ño, pensé...);de tantascosasmás! Luegome llevó a conocertodoslos departamentosdel edificio, el salónde pinturasy esculturas

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nacionales,el de lectura,y los extensísimosde los libros y manus-critos. No pudemenosqueexclamar:«¡Rica Biblioteca!». Encendíla pólvora. Vino el regaño,pero no para mí; no aparecióel ogrosino el hombrecito vibrante y patriota: —«Rica, antes de que ladestrozaranlos chilenos! Cuandola ocupaciónentrabanlos solda-dosebriosa robarselos libros. Vea usted,mi señordon Darlo, veausted». Se acercóa un estantey tomó un precioso incunable,enunade cuyaspáginasestabaescrito,con letrade Palma,queel librohabíasido compradoen dos reales a un soldadode Chile. Menarrabaatrocidades.Me dijo todo lo quehabíasufrido enlos tiem-pos terribles. Y al oírle hablartodo nervioso,con voz conmovida,yo pensaba:¿A quéhorale llegará su turno a mi Canto épico?Nole tocó.

—«Me da tristeza, me dijo, que la parte americanasea tanpobre».Y en efecto,hacíanfalta muchasobraschilenas,argenti-nas, venezolanas,colombianas,ecuatorianasy, con especialidad,centro-americanas.Recuerdoque entre los libros de Guatemala,encontréalgunosde autorescubanos.BatresMontúfar, el príncipede los conteursen verso, estabaallí, pero no García Goyena,elegregiofabulista,honrade la AméricaCentral,aunquenacidoen elEcuador.

Pasamosluego a un gransalón dondeestánlos retratosde lospresidentesdel Prú, destacándoseentreellos el del GeneralCáceres,en su caballoguerrerode belfoespumosoy bravaestampa.

Vi tambiénel de aquel indio legendarioque, correo de gue-rra, tomadopor el enemigo,se comió las cartasque llevaba, antesque entregarlas;y murió fieramente.Palma me explicaba todo,complaciente,afable,citando nombresy fechas,hastaque volvi-mos a su oficina, donde llama la atención,en una de las paredes,un gran cuadroformado con billetes de bancoy sellos de correosperuanos.

Mientrasél mehablabade susnuevostrabajos,y de quepensa-ba entraren arregloscon el editor Casavallede BuenosAires, parapublicarunaedición completade todassus tradiciones,yo recorda-ba que, en el principio de mi juventud, me habíaparecidoun her-moso sueño irrealizable, estarfrente a frente con el poetade lasArmonías,de quienme sabíadesdeniño aquellode

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¡Parto,oh patria, desterrado!Detu cielo arreboladomis miradasvan en pos.

Y en la estelaqueriela

sobrela faz de los mares,¡ay! envíoa mis hogares

un adiós;

y con el autorde tantafamosatradición,cuyo nombreha alabadolaprensadel mundo,desdeel Fígarode Paris,hastael último de nues-tros periódicos.Y veía queel ogro no eratal ogro, sino un corazónbondadoso,unapalabraalentadoray lisonjera,un conversadorjovial,un ingenio enquien, con hartajusticia, la Américave unagloria suya.

En susjuicios literarios se dejanver susconocimientosdel artey su fina percepciónestética.Él es decididoafiliado ala correcciónclásica,y respetaa la Academia.Perocomprendey admirael espíri-tu nuevoque hoy anima a un pequeño,pero triunfante y soberbiogrupode escritoresy poetasde la Américaespañola:el modernismo.Convienea saber:la elevacióny la demostraciónen la crítica, en laprohibición de que el maestrode escuelaanodino, y el pedagogochascarrilleropenetrenen el templodel arte; la libertady el vuelo,el triunfo de lo bello sobrelo preceptivo, en la prosa;y la novedaden la poesía: dar color y vida y aire y flexibilidad al antiguoverso,quesufría ankilosis,apretadoentre tomadosmoldesde hierro. Peroesoél, el impecable,el orfebrebuscadordejoyas viejas,el deliciosoanticuariode frasesy refranes,aplaudea Diaz Mirón, el poderoso,ya GutiérrezNájera,cuya pluma aristocráticano escribepara la bur-guesíaliteraria, y a Rafael Obligado, y a Pugay Acal, y al chilenoTondreau,y al salvadoreñoGavidia, y al guatemaltecoDomingoEstrada.Deleitaoír a Palmatratarde asuntosfilosóficos y artísticos,porquese adviertequeenaquel cuerpoquese hallaa las puertasdela ancianidad,correunasangreviva y joven, y en aquellaalma ardeun fuego sagrado,quese derramaenclaridadesde nobilísimo entu-síasmo.

Es la primera-figuraliteraria-quehoy tiene- el-Perú,junto-conmi queridoamigo el poetaMárquez, insignetraductorde Shakes-

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peare.Y —a propósitode poetas—,en unade suscartasme decíaunavez don Ricardo:«Yo no soypoeta».Ante estadeclaración,nohice sino recordarsu magistraltraducciónde Victor Hugo, dondeapareceformidable y aterradoraquel ojo que, desde lo infinito,está fijo mirando a Cain en todas partes.En cuantoa sus versosligerosy jocosos,pocoshayquelo aventajenen graciay facilidad.Tienen la mayor partede ellos un algo encantador,y es la notalimeña.

¡Lima! Ya lo he dicho en otra parte: Si Santiago es la fuerza,Limaes la gracia. Si queréisgozar, ¡oh los queleáisestaslíneas! ída Lima si tenéisdinero; y si no tenéis, tambiénid. Hallaréisun deli-cioso clima, muchasflores, un cielo azul y radiante.Y sobretodo,allí encontraréisa laandaluzade América, a la mujerlimeña, brevede pie y de mano,de bocaroja, y ojos quehipnotizan, incendianyenloquecen.Id al hermosopaseode la Exposiciónlleno de kioskos,alamedas,jardinesy verdoresalegres; íd en las tardesde paseo,cuandoestánlas mujeresentrelos árbolesy las rosas,comoen unafiestade hermosura,o enconcursode gracias,dominadorasy genti-les. O pasadpor losportales,cuandoenvueltasen susmantosnegros,pasanlas damasquesólo dejanver algo del blancorrosadodel ros-tro, en el que, incrustadoscomo dosestrellasnegras,estánencendi-dos de amor losojos bellos.

El pueblodeLima cantacon arpa. La cervezade Lima es exce-lente.En la ciudadde SantaRosasefabricó un palacio, la alegría.Lima gustade los toros,comobuenahija de España.Susteatrossona menudovisitadospor buenostroupes,y el público es inteligenteyentusiastapor el arte. FlotaaúnsobreLima algodel buentiempovie-jo, de la épocacolonial. Lima tiene paseos,plazas,estatuas.Sobreunagran columna,queconmemorael célebre2 de mayo,se alzalíri-camenteuna famaqueembocasu sonoroclarín. En otro lugarhevis-to aSimónBolívar en su caballode bronce,con laespadavictoriosaen su diestrade héroe.Lima es católica,pero estállenade masones.En Lima hay familiasde nobley purasangreespañola.En el pueblode Lima sepuedenotarahorala másextrañaconfusiónderazas:chi-no y negro,blancoy chino, indio y blanco,y las variacionesconsi-guientes.—El cholo es débil pero cantaclaro y es añagacero.Limaespintoresca,franca, hospitalaria,garbosa,complacientey risueña.El queentraa Lima estáen el reino del placer. En Lima no lluevenunca. La tradición,—en el sentidoque Palma la ha impuestoalmundo literario— es flor de Lima. La tradición, cultivada fuera deLima,y porotrasmanosqueno seanlas de Palma,no se dabien,tie-

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ne poco perfume,se ve falta de color. Y es queasí como VicuñaMackennafue el primer santiaguiñode Santiago,Ricardo Palma esel primer limeño de Lima.

Me despedídeél con pena.¡Quiénsabesi volveréa verle! Y yaen el coche,que volaba camino del hotel, —dondetenía que ver aEloy Alfaro—, con los ojos entrecerrados,satisfechode mi visita,sonreíaal pensaren queel ogrono eracomo me lo pintabami ami-go el chileno; y guardabaconorgullo, en mi memoria,paraconser-varío eternamente,el recuerdode aquel viejecito amable,de aquelbuenamigo,de aquelgloriosopríncipe del ingenio.

RUBÉN DARÍO(Centro-americano)

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