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Primer libro de Miguel Valle y Alfredo Mors, participantes del Taller Literario Padre Hurtado. Ver: www.tallerliterariopadrehurtado.blogspot.com

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Pginas del ARCO IRIS

MORS, Alfredo VALLE, Miguel Pginas del ARCO IRIS. 1 ed.- Crdoba, 2009. 224 p. ; 21x13 cm ISBN ................................................... 1. Narrativa Argentina I. Ttulo CDD A863????????????????

Edicin independiente.........?

Diseo editorial, de cubierta e ilustracin: Carolina Ins Moine Impreso en:..... Datos de la imprenta: direccin, fecha de impresin n de ejemplares Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin autorizacin escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, includos la reprografa y el tratamiento informtico. IMPRESO EN LA ARGENTINA / PRINTED IN ARGENTINA Queda hecho el depsito que previene la ley 11.723 ISBN: 950-042695-1

PRLOGOQu bello es mostrar nuestra alma por medio de poesas! Cunto placer existe en imaginar nuestra vida como un cuento que tendr un final feliz! Cuntas veces nos hemos encontrado aprisionados por tristezas que no nos abandonan! Cuntos momentos hemos clamado al cielo pidiendo compasin! Nuestro corazn ha atravesado tiempos difciles y ha debido luchar contra tormentas que parecan nunca acabar Sin embargo, despus de tantas lgrimas, despus de la cruel tempestad, surge el arco iris con sus siete colores, como mgico smbolo de un tiempo nuevo, que nos invita a entregarnos sin miedo y sin medida a la felicidad. El resultado de dicho proceso puede verse reflejado en Pginas del Arco Iris. Este libro despierta nuestras emociones desde la primera pgina. Cada uno de los colores ndigo, violeta, verde, azul, amarillo, naranja y rojo representa: el misterio, todo aquello que atemoriza y a la vez inquieta nuestros sentidos; la alegra, lo risueo que enaltece las emociones; el dolor, la prdida por lo que se deja atrs; la esperanza, la confianza en que la presente situacin podr mejorar; y, principalmente, el amor: ese sentimiento profundo que despierta el mejor de los nimos Detrs de cada historia, los autores nos ofrecen un testimonio, una confesin, una revelacin y un aprendizaje: Es el espacio del tiempo sin tiempo, de la magia, del recuerdo, de la nostalgia, del viaje y de la fantasa

Pginas del ARCO IRIS

Segn la leyenda irlandesa, hacia el final del arco iris, nos espera una olla repleta de oro, joyas y brillantes. En cambio, al terminar este libro nos aguarda un mensaje de riqueza espiritual: no importa de dnde venimos o hacia donde vamos, todos transitamos un camino que nos enfrenta a diferentes vivencias, y cuando ms desesperanzados y fatigados estamos, descubrimos a otros caminantes que, como nosotros, llevan los pies cansados de tanto andar; entonces, aprendemos tambin que la vida, bajos sus ropajes grises y sombros y detrs de aquellos das tristes de invierno, todava nos espera con la promesa de una sorpresa final que nos colmar de plenitud, y an puede revelarnos sus ms diversos colores para disfrutarlos A ti, lector, te invitamos a que los encuentres entre estas pginas...

Mariana, Laura y Eugenia

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RELOJ DE ARENAEstaba all, en la vidriera de la tienda de antigedades que tantas veces haba visto de lejos al ir camino hacia mi paseo por el parque. No es que me atrajera particularmente ningn objeto de los que, en desordenada acumulacin, all se exhibieran hasta ese momento en que, no puedo explicarlo ahora, algo me hizo cruzar de vereda, alterando as mi rutina de caminar con rumbo definido -que poda seguir casi con los ojos cerrados- y me llev a pararme, casi como si fuera por primera vez, frente al escaparate No ocupaba el objeto del que hablo un lugar destacado; es ms, ni siquiera podra decirse que fuera el ms bello de los all expuestos. Tampoco s cunto tiempo llevaba en ese lugar, ni por qu fue en ese preciso da, a esa hora, en que, emanando quin sabe de dnde, la fuerza de su presencia alter mi recorrido haciendo variar mi destino. Haba all los ms diversos objetos: floreros de fino cristal, copas, juegos de porcelana fina, bandejas (otrora de bella platera hoy desgastada), cajas de madera con tapas taraceadas, cuchillos y navajas (con hojas de las ms diversas formas y con empuaduras de distintos materiales). Tambin anteojos, largavistas, y gemelos para teatro, libros en rstica encuadernados en cuero que contaban vaya a saber qu olvidadas historias. En eso estaba cuando lo vi y supe que era se el objeto que haba cambiado el rumbo de mi caminata, guiando mis11

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pasos y mirada hacia l. Era un viejo reloj de arena- ni tan grande ni tan pequeo- de manufactura sencilla con dos extremos como tapas de madera (que an conservaba bien su lustre original) y, unindolas, cuatro delgadas columnas de bronce pulido, entre las que se destacaba una ampolla de vidrio transparente estrechada finamente en su punto medio. En la parte que estaba hacia abajo, haba una pirmide o cono de fina arena ambarina. ste se encontraba junto a otros relojes de distinta naturaleza: pndulos de pared, de finas mquinas de bronce encerradas en cpulas de cristal, de bolsillo o de mesa En fin, una extraa variedad destinada a medir el tiempo del tiempo de los hombres. Pero solo fue se: el reloj de arena, el que centr toda mi atencin, al punto que, por primera vez, entr en una tienda de antigedades. Me atendi su dueo, un sujeto de cabellos blancos y anteojos, sencillamente vestido de oscuro, con camisa blanca y un discordante chaleco negro de una tela aterciopelada. Le pregunt si lo venda y me contest que, en realidad, estaba all porque deba estarlo, que nunca haba pensado en su venta (ni siquiera en valorarlo en trminos de precio) y, mucho menos, en moverlo. Como algo conozco de las estrategias que suelen desplegar los vendedores, tom sus palabras slo como un ardid para aumentar mi inters en la pieza. Insist en que le pusiera un valor monetario y - entre titubeos y negaciones- balbuce quinientos. Me pareci demasiado y di la vuelta para retirarme del local cuando nuevamente hizo algo que desvi mi vista hacia la vidriera. All segua en su lugar el reloj de arena. Retroced mis pasos, firmemente decidido a obtenerlo, y, como tengo cierta prctica en ello, comenc un rega12

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teo ofreciendo por el mismo no ms de trescientos. Hubo una negacin inmediata de parte del propietario del local, quien repiti que, para bien de todos, era mejor que el reloj siguiera en aquel lugar. Percib que esconda algo misterioso en ese juego de ofertas, nmeros y precios sugeridos y no aceptados, hasta que -de ltimo momento- hice un nuevo ofrecimiento: trescientos cincuenta como nico precio que estaba dispuesto a pagar. Al ver la firmeza de mi decisin, ste accedi a la venta por ese ltimo valor. Pagu, envolvi mi adquisicin y me la entreg con mucha delicadeza. Cuando estaba por retirarme, me retuvo, tomndome suavemente el brazo, y pronunci unas palabras que aumentaron mi inters por el objeto: Tenga cuidado cmo lo manipula, es muy delicado. No me haba parecido as al verlo, pero contest como para terminar, que lo cuidara y que no se preocupara. All mismo, decid dar por terminado el paseo de ese da y volver a mi casa. Al entrar en la misma, me dirig al estudio, desenvolv el paquete y puse el reloj de arena sobre el escritorio. Estuve un momento contemplando su estructura, su forma y la quietud de su arena en el fondo de la ampolla de vidrio; hasta que decid darlo vuelta para permitir que la arena empezara a pasar nuevamente, de uno a otro sector. En ese instante algo comenz a perturbar mi percepcin; fue como ingresar en una especie de ensoacin donde desfilaban imgenes en rpida sucesin entre las que alcanc a percibir: una reunin de seoras tomando el t con un juego de porcelana fina; una escena de concierto en el teatro (que entrev a travs de unos gemelos nacarados) y una final del Premio Carlos Pellegrini. No terminaba de asombrarme con esa extraa y desordenada secuencia de escenas cuando, a la tenue luz de13

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un farol callejero, vi el brillo de un cuchillo en manos de un hombre y otro cado en el empedrado. Eso termin de trastornarme. Despert de mi ensueo: la totalidad de la arena haba pasado de uno a otro sector del reloj y estaba en reposo. Varias horas haban pasado, casi sin darme cuenta, al punto que ya era noche cerrada. Al da siguiente, quise ir a la tienda de antigedades a contarle a su propietario mi extraa experiencia. Emprend el camino y, cuando llegu, not que algo extrao estaba ocurriendo: haba, frente a su local, un grupo de personas que miraban asombradas. Abrindome paso entre ellas, pude llegar a la vidriera y fue grande mi sorpresa al entrever, entre un gran desorden, una pila como de polvo o cenizas, en la que no se adverta ningn objeto definido. En ese mismo instante, comprend el porqu de la negacin del propietario de la tienda de antigedades a mover, siquiera de su lugar, aquel (detenido en el tiempo) viejo reloj de arena.

Alfredo Mors

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CALEIDOSCOPIOAlgo me conduce aquella tarde al viejo desvn de la casona, al que no accedo desde hace mucho tiempo. En esa propiedad, ha ocurrido un crimen, cuyas circunstancias no han podido ser develadas totalmente. Se me encomienda continuar la investigacin a fin de poder cerrar el caso. Pocas pistas quedan luego de tanto tiempo, pero siento que, una vez ms, debo retomar la vista de la finca donde todo se desarroll. Encuentro all muchos objetos que han pertenecido a la antigua duea de la propiedad cuyo asesinato es el objeto de mi investigacin. Empiezo a recorrerlos con la vista y entre un desordenado conjunto de ellos distingo: pequeos muebles, bales, valijas cerradas, una vitrola apoyada en una mesa, cajas de madera y de cartn que acumulan pequeos objetos, cajones con libros y otras cosas. Me llama la atencin un viejo mueble de escritorio, con un cajn central y dos grupos de stos, ms pequeos, a ambos lados. Abro el ms grande y -entre papeles, sobres y algn lpiz que est all- despierta mi inters un simple tubo cilndrico de cartn coloreado. Pregunto a quien me acompaa, hombre de edad avanzada, qu puede ser ese instrumento y por qu ha quedado junto a aquellas cosas en ese escritorio.

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Me contesta que, para descubrir qu es, nada mejor que mirar con detenimiento a travs de un pequeo orificio que se encuentra en uno de sus extremos y dirigir el otro hacia la luz, pues es sta, penetrando en su interior, la que develar su esencia, desplegando as la magia de su infinito contenido y, quiz, su misterio ms guardado. Tomo el objeto, me aparto para estar cerca de una ventana pequea que all hay y miro Al instante se expone ante m un rosetn que, al menor giro del tubo de cartn, cambia su forma y colores. Extasiado en observar la continua variacin de formas y combinaciones, percibo que la imagen est compuesta por mltiples cristales de diversos colores reflejndose, al punto de no saber cundo se ve el original y cundo su reflejo. La magia, la incertidumbre y el misterio estn all, aprisionados entre esa simple estructura. De pronto, se despliegan ante mi vista formas que no son ya el simple resultado de la agrupacin aleatoria de cristales y dan lugar a la percepcin de imgenes ms complejas. Un brillo en medio de la oscuridad: No se distinguen ms detalles, pero todo se transforma en un instante Veo una mano en puo crispado sobre una empuadura y nuevamente el brillo, ahora s, concentrado en la hoja de un pual. Todo lo abarca. Siento una tensin creciente. Se acelera el ritmo de la secuencia y la imagen cambia nuevamente: Una mujer (con amplio vestido blanco de hombros descubiertos) corre por el hall de la planta alta de una casa que, descubro, es sta misma. Vuelvo a ver el destello de luz, ahora tras los cabellos de una mujer que parecen volar impulsados por el viento.

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Alguien est detrs de ella, persiguindola. Nueva imagen: Ojos desorbitados abarcan todo mi campo visual. Hay terror manifiesto en esa mirada Un estallido sbito de color rojo, lo invade todo. Quiero retroceder las imgenes, pero no puedo. Rueda un cuerpo, con blanco vestido, a todo lo largo de la escalera, repitindose en mil imgenes: Cae y cae. Una figura de mujer est tirada al pie de aquella. Nueva visin: el cuerpo de un hombre, baado en sangre, yace sobre una cama. El brillo ha cesado. El puo sigue crispado y ahora se advierte en l un pual ensangrentado. Del pual a la mano, de esta al brazo y de all, la cara de un hombre joven, transformada por el odio. Su rostro me resulta conocido, salvo su juventud. Quiero nuevamente volver atrs. Trato de ver alguna de las imgenes generadas, pero es intil. Nada se repite y all comprendo que slo una vez se me ser revelado el misterio. De pronto, algo me sustrae a ese continuo y cambiante mirar. Un destello en la ventana desva mi mirada. Alcanzo a ver la imagen reflejada de un puo crispado y una hoja de pual que brilla a mi espalda. Se me nubla la vista. Voy cayendo dentro de un tubo estrecho. Veo, por ltima vez, mi propia imagen reflejada al infinito en espejos continuamente cambiantes, mientras escucho, entre una carcajada siniestra, una voz conocida que dice: caso cerrado.

Alfredo Mors

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EL MUNDO Y YOEl mundo y yo ayer fuimos al teatro, y en primera fila, para el primer acto, nos sentamos juntos para ver la obra: Aquel que no aplaude, es el que sobra. Transcurri la trama de aquella historia, en la que un valiente rescat la novia. El mundo llor y exclam: _ bravo!, bravo!_, Yo dije: _ permiso _ y fui al excusado. Volv junto al mundo y, al segundo acto, cantaron la ley y el cura su pacto. El mundo a codazos grit: _ otra!, otra!_, Yo dije _ cuidado, me rompes la boca!_. Sali a las tablas una vieja loca, vestida de muerte, miseria y derrota. El mundo tembl de miedo y de espanto, Yo dije: _qu fiasco, me voy de este teatro_!

Miguel Valle

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COMEDIAHoy con comedia despert la escena. Se escondi la pena que aquella remedia. La alegre careta, que todo lo oculta, tap con disculpa de bella opereta La noche en el da: recuerdos, colores, de antiguos amores y melancola.

Alfredo Mors

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TRES PALABRASEfran estaba en el local de su librera de viejos, de la avenida del Fundador en la gran ciudad. Era un antiguo saln con entrada directa desde la calle y que haba heredado de su padre que lo haba adquirido al venir de Europa, haca de esto mucho tiempo. l era un hombre de edad avanzada que haba sabido atesorar en su negocio ttulos de una gran variedad y cuyo conocimiento lo enorgulleca, como as tambin haba adquirido una basta experiencia en el arte de vender; al punto que se jactaba de poder descubrir, hasta por el modo como cada cliente entraba a su local y se diriga a una de sus mesas o estanteras atestadas de libros, cul sera el que mejor le convena a cada uno. Rodolfo haba sido un estudiante avanzado de Filosofa y digo haba sido, porque al presente comprenda que la bsqueda de la verdad que lo haba motivado en otro tiempo no tena correlato, a su modo de ver, con la suma de ttulos, materias y autores, cuyo pensamiento deba conocer para aprobar las asignaturas de una carrera que ya no senta como propia. Como tantas veces en el ltimo tiempo, se hallaba en estas cavilaciones cuando sinti que nuevamente no le bastara con releer los viejos autores o consultar las fuentes que antes haba conocido. Nada ya lo satisfaca y su mente, afiebrada, le demandaba ir quiz ms all. Abandon la soledad de su departamento pequeo en el que, en una gran austeridad, ocupaba un destacado lugar20

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una mesa rstica de madera con una silla esterillada y que le serva muchas veces de escritorio o lugar para comer, segn su necesidad. La biblioteca que haba construido, como una repisa de varios estantes de aglomerado simplemente apoyados en bloques cermicos, se encontraba llena de un desordenado conjunto de libros, biblioratos, cuadernos y apuntes. Tambin en el piso de la habitacin haba una gran cantidad de ellos, en pilas que a todas luces no seguan ningn orden preestablecido. Pero hoy nada de aquello que parecera su mundo conocido le alcanzaba. Y entonces sali. Vag sin rumbo fijo durante un tiempo que no poda precisar, por esa ciudad que era suya, an cuando no la conociera cabalmente. Fue a parar como tantas veces a ese banco de la pequea plazoleta, que a modo de patio pblico, se encuentra frente a la antiqusima capilla reconstruida que hoy, por esas cosas de lo cambiante de las ciudades, tiene a sus espaldas los muros macizos de un moderno centro comercial. All cavil sobre su realidad. La bsqueda que lo haba motivado en otro tiempo an no tena respuesta adecuada y eso aumentaba su inquietud. Se levant del banco de la plazoleta y nuevamente decidi caminar, esta vez mezclndose entre tantos y tantos seres, que con distintos rumbos, circulaban por esas calles. Tom por la Avenida Mayor y torci en la esquina que forma con la del Fundador, encaminndose por sta. En un punto, a mitad de una cuadra, vio un local que no conoca: era una librera de viejos, no de esas modernas que ofrecen servicios varios (con bar incluido y servicio de conexin mundial a bases de datos internacionales por Internet). No. Esta era una simple librera de viejos ttulos, al modo tradicional.21

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Entr en el local. Comenz a recorrer sus mesas donde se exponan, en raro orden, diversidad de temticas. Efran, con ojo entrenado, capt en un instante varios aspectos de este cliente que haba entrado. Enseguida supo que demandara algo especial. No sera fcil atender a la solicitud que seguramente le hara. Esper. Por primera vez no estaba totalmente seguro de cual sera el requerimiento que se le planteara. _ Buenas tardes- Dijo Rodolfo. _ Buenas tardes- en qu puedo ayudarlo? dijo Efran. _ Mire, en realidad, estoy en bsqueda de algo que no s si usted podr tener o saber quien puede suministrarme. Quisiera un libro o escrito muy especial. Algo que nunca nadie haya contado, una cuestin absolutamente nueva y original, nunca vista y que ningn autor haya escrito anteriormente. Tampoco su temtica debe ser repetida y su fuente no debiera atenerse a cnones preestablecidos, dando lugar a una creacin nueva. _ Pero es acaso ficcin lo que usted busca? _ An no lo s. Quiz debiera ser una suerte de nueva creacin. No aceptara textos ya conocidos. Mi naturaleza est pidiendo algo distinto y pagara lo que sea para obtenerlo. _ Su encargo realmente es novedoso. An no creo tener, entre lo que aqu acumulo, algo que pueda cumplir con todo lo que necesita. Dme usted tiempo. Quiz si vuelve maana pueda tener lo que pide. _ As lo har, pero tiene usted idea de su precio? _ An no lo s. Veremos primero que puedo suministrarle. Se retir del local Rodolfo y Efran qued meditando en el extrao pedido al cual an no saba como atender.22

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Como era hora de cerrar el negocio, decidi hacerlo y no continuar atendiendo nuevos clientes, pero no se fue del mismo. La demanda de Rodolfo, le haba planteado un desafo que nunca antes haba experimentado con tanta fuerza. Decidi recluirse en su trastienda y revisar en su vieja vitrina (donde atesoraba sus ttulos preferidos, que reservaba para l o clientes muy especiales), a ver si encontraba algo que cumplimentara las premisas dadas por Rodolfo. Luego de un tiempo de bsqueda (que no pudo precisar), comprendi que deba proponer definitivamente algo diferente. Continu trabajando y decidi que sera un objeto distinto lo que entregara a Rodolfo. Lo elabor, lo coloc en un estuche y lo reserv para entregrselo. Al da siguiente, a poco de abrir su local, nuevamente se present Rodolfo. Al verlo, comprendi la ansiedad que lo embargaba y casi anticip su pregunta. _ Y?, tiene algo para m? _ S, pero no se trata de un libro, al menos, no todava. _ Y como es eso? _ Solo cuando lo vea conocer de qu se trata. _ Cunto me costar? _ Slo usted determina qu precio tendr. Se trata de un desafo. Si he cumplido con su deseo, usted sabr cmo y cuanto valorarlo. Aqu se lo entrego. Rodolfo tom el estuche y, agradeciendo, se retir del local intrigado por saber qu se trataba lo que Efran le haba proporcionado. Se dirigi resueltamente a su departamento decidido a averiguarlo. Abri la puerta, fue a la mesa y dispuso que nada23

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de los escritos y objetos que en ella se hallaban podan distraerlo, por lo que los apart, dejando la tabla de la mesa vaca. Ahora s: abri el estuche y grande fue su sorpresa: all haba slo una cinta de papel plegada sobre su eje y pegada en sus extremos, de modo de constituir una nica superficie. Record: Cinta, Moebius, Infinito. Observ con detenimiento. Haba solo unas palabras escritas en la cinta: HISTORIA - ESCRIBE - T No comprendi el significado de las mismas y la relacin con su pedido. Entonces, record que con el objeto, Efran le haba adjuntado una pequea tarjeta. Volvi a leerla y en ella encontr que deca: Este es el desafo mayor cuya respuesta es infinita y an no conocida. Ver que puede ir tomando la cinta y su frase y comenzar sta en cualquiera de las palabras, ordenndolas como usted quiera, siempre tomando las mismas de una en una, al derecho o al revs, hasta descubrir la frase que quizs pueda cambiar su vida Rodolfo volvi a mirar la cinta y la hizo girar en uno u otro sentido, hasta que al fin fueron surgiendo diversas combinaciones. En eso lo hall. All estaba lo nico. Lo nuevo y diferente. La respuesta a su demanda. Encerrada en tan solo tres simples palabras. Algo que verdaderamente podra darle satisfaccin a tantos de sus interrogantes. La frase resultante era: ESCRIBE TU HISTORIA

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EL JOVEN Y EL LIBROEfran haba acudido, como tantas veces, al remate de objetos donde se podan encontrar obras de arte y especialmente (para l) libros significativos. Muchos de ellos eran antiguos y continuaban siendo una de sus pasiones a las que dedicaba buena parte del tiempo extra laboral y con los que complementaba -especficamente para destinarlos a algunos clientes especiales- su actividad comercial como propietario de la librera de viejos ttulos que tena en aquel local de la Avenida del Fundador. Esta aficin de buscar, como husmeando, cualquier posibilidad de compra en subastas o ventas particulares le haba desarrollado un particular sentido de la oportunidad. En esta ocasin, haba pujado por obtener un ejemplar de una aparente novela contempornea, que vena precedida de buena crtica anterior y cuyo origen era incierto, an cuando se la ubicaba como procedente de oriente. Se procur obtenerla no solo por el texto en s (su argumento y estilo), sino porque algo distinto haba observado en ese tomo. Lo impresion especialmente la cubierta de sus tapas encuadernadas en algo que reconoci como un cuero o piel de animal (rsticamente trabajado) con letras ejecutadas a mano al modo de los textos iluminados (propios de algunos viejos conventos) y el tipo de papel artesanal que, ciertamente, denotaba una antigedad muy superior al tiempo de la obra: como si soporte y soportado no fuesen contem25

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porneos y hubiera entre ellos un desfasaje que los hiciera casi incompatibles Efran tuvo un presentimiento: quiz all hubiera algo ms que mereciera ser conocido, an cuando no se advirtiera en una primera mirada. Un joven (a quien no conoca como partcipe en ese tipo de eventos) haba resultado un contendiente encarnizado en la lid de ofertar por este ejemplar. El aspecto de ste era por dems extrao: En lo que se llegaba a ver de su rostro, se adverta una extraa palidez remarcada por el largo cabello renegrido que le caa casi hasta los hombros y por debajo de un sombrero de anchas alas negras. Completaba su figura un largo abrigo de pao, igualmente negro, y una bufanda o chalina de un intenso color rojo. Finalmente, y luego de sucesivas subas de las ponencias de precio, el rematador le haba otorgado el ejemplar a Efran quien, en el mismo acto, lo pag y pidi que se lo envolvieran para llevarlo a su local. Nada ms supo del personaje que haba estado lidiando con l, al punto que pareci como si se hubiera desvanecido en el aire Llev el ejemplar a su negocio y dirigindose a su trastienda lo deposit (ya desenvuelto, pero cerrado) sobre su escritorio, casi bajo la lmpara de bronce. Como ya era hora, se dispuso a comenzar la atencin de su comercio, dejando para la hora del cierre el indagar ms sobre el contenido del libro adquirido. No volvi en todo el da a observar su escritorio y mucho menos el libro, que supona estara en el mismo estado que lo dej. Al finalizar la jornada, se dirigi a la trastienda. Le cost algo abrir la puerta que la comunicaba con el local. Cuando

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entr, percibi de inmediato que todo estaba cambiado: ya no era su trastienda sino una especie de celda conventual con slo una mesa, una silla y una pequea abertura en la pared, a modo de ventana. Junto al libro, y alumbrndolo con tenue luz, se encontraba encendida una antiqusima lmpara alimentada a aceite, construida rsticamente al modo de los antiguos alfareros. El libro -y all estaba el mayor misterio- estaba abierto en sus primeras pginas Reconoci por las tapas y el tipo de papel que se trataba del mismo ejemplar que haba adquirido en el remate, slo que (observndolo bien), el texto que se hallaba impreso o -mejor dicho- escrito en el mismo, le resultaba incomprensible, al punto de no saber distinguir si se trataba de algn idioma o dialecto desconocido o algn otro tipo de escritura ideogrfica o de extraos smbolos. No entenda qu poda ser eso ni que relacin tendra con la novela que haba adquirido, pero reconoci que el contexto de forma, (material sobre el que estaba escrito) y hasta la cubierta del ejemplar resultaba, ahora s, (a sus ojos expertos) un conjunto coherente. Pas algunas pginas buscando siquiera un smbolo que le resultara familiar o al menos comprensible, pero nada hall. En la semi penumbra en que estaba sumida esta especie de habitacin, comenz a sentir un fro que lo iba ganando paulatinamente, a lo que se sumaba una creciente angustia, como si aquellos extraos y -por ahora- incomprensibles caracteres encerraran un misterio an no develado. Mientras estaba cavilando sobre cual sera el significado de esos smbolos o escritura que observaba, sinti que alguien golpeba con los nudillos claramente en la puerta de

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sta que (l supona) segua siendo la trastienda de su librera de viejos, salvo que l saba que eso era algo imposible porque haba verificado, particularmente, que no quedara nadie en el local a la hora del cierre y que la puerta exterior del mismo estuviera cerrada. Sin embargo, se dirigi a ella. La abri y la sorpresa fue mayscula: all parado frente a l se encontraba la figura de un hombre joven de plido rostro que se adivinaba bajo un sombrero de anchas alas negras. Tena el cuerpo envuelto en una especie de tnica o sotana negra que le llegaba a los pies y llevaba al cuello una estola de un intenso color rojo. Los extremos de la misma caan a ambos lados de su pecho y se adverta, cerca de ambas puntas, unos extraos ideogramas o smbolos que reconoci similares a algunos de los que haba visto en el libro. En la mano, llevaba una lmpara de aceite, tambin de alfarera, encendida. Sin pronunciar palabra entr al local con un movimiento que pas casi inadvertido al punto que, de inmediato, se encontr al lado de Efran y frente al libro. Al instante, comenz a emitir unos extraos sonidos como si suavemente quisiera dirigirse al librero en algo que semejaba la cadencia melodiosa de algn idioma pero que a ste le resultaba incomprensible. Sigui pronunciando algo que pareca (o sonaba) como una mezcla de idiomas contemporneos, pero an Efran no lograba entenderlo: Pareca querer sintonizar una longitud de onda que l pudiera comprender. Hasta que lo logr y as dijo: _ Vengo desde todos los tiempos a recuperar algo que no me debi ser quitado. Efran, extraado, le contest que nunca a nadie haba

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quitado nada y que seguramente se tratara de un error ya que l no tena nada que no le perteneciera legtimamente. El extrao joven insisti: _ Es este libro lo que busco. Me pertenece. Slo l me revelar el destino de mi vida y definir, definitivamente, el final de mi tiempo. Extraado cada vez ms, Efran le dijo que l nada ms haba adquirido una vieja novela, a lo que el joven le respondi: _ Eso es lo que usted cree y as lo aparenta. Permtame que le diga que tambin la lmpara que usted tiene sobre la mesa me pertenece. Esta otra que llevo ver que es igual, slo que est alimentada con un aceite diferente .Cuando la vea comprobar usted. En eso que deca apart la primera lmpara y acerc la suya al libro. Aparecieron letras, frases y textos en idioma totalmente comprensible para el vendedor, quien vio el texto de una novela contempornea. _ Vea: el libro y la lmpara que usted tiene me fueron sustrados. Ambos son una unidad, ya que sta hace comprensible, slo para m, lo all escrito desde siempre. Dicho esto, apart la lmpara que l haba trado y acerc nuevamente aquella que primero haba visto Efran al entrar en la trastienda. Volvieron a aparecer extraos signos o smbolos de algo que ste no alcanzaba a descubrir que poda ser. El joven lo mir intensamente y luego dijo: _ Ahora lo sabr todo sobre mi vida y mi tiempo. Al momento, comenz a observar pgina por pgina, mientras aqul se colocaba frente a la mesa. Fue leyendo y pronunciando unos extraos sonidos en singular cadencia. Al llegar al final, a la ltima hoja, y luego de un tiempo que Efran no supo precisar, el muchacho volvi a mirar al

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librero intensamente a los ojos. En eso pareci emanar de la lmpara prxima al texto una intensa luminosidad, que lleg a cegar ste, para luego escapar en una bola incandescente de luz, a travs de la ventana, sumiendo la habitacin en una penumbra. Se recuper Efran de su deslumbramiento y trat de ver. All, a la mortecina luz de una lmpara que, advirti ahora, era la que portaba el extrao joven, haba en el piso, junto a la mesa, una especie de plegada tnica o sotana negra sobre la que se vea un aludo sombrero de idntico color. Sobre la mesa, cerrado y atado con una cinta de un intenso color rojo, estaba el libro.

Alfredo Mors

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OMEGAQu lleva a Efran a buscar algo diferente en la vitrina de libros exclusivos que reserva para s, en la trastienda de su librera de viejos, nadie lo sabe. Quiz es esa ansia de saber ms o descubrir algo que alimente con fuego nuevo sus horas de hombre viejo y solo Muchas veces antes ha acudido al refugio de sus lecturas (esas que siempre lo han acompaado) para abrevar en ellas en bsqueda de consuelo para sus nostalgias y desazones. Sabe, casi sin mirar, los ttulos de las obras que all atesora. Qu contenidos puede llegar a encontrar entre las que posee (algunas de las cuales ya ni recuerda cundo fueron incorporadas a su preferencia). Pero hoy es diferente: Necesita como nunca antes algo que lo movilice, despertando nuevas inquietudes que puedan darle impulso a sus deseos de vivir. Presiente que, indagando quiz por caminos nuevos, algo distinto, fresco y novedoso, pueda abrirse a ser disfrutado o, al menos, descubrir algo desconocido y eso que -por su condicin de librero y, especialmente, por su aficin casi obsesiva a leer- ha podido considerar y asir infinidad de ttulos y tpicos que pasaron ante su vista en tantos aos matizados de noches de insomnio slo mitigadas por la lectura. Ese da no busca un libro conocido. Sabe que entre tantos volmenes de su particular vitrina hay uno que nunca siquiera se ha atrevido a abrir. No es que no le haya atrado31

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la bella cubierta de sus tapas encuadernadas en cuero de tafilete negro o la letra de molde del ttulo grabado en oro. Es que ha obedecido (a lo largo de su vida) al mandato de su padre de no desatar la cinta roja que aprisiona entre sus tapas, la que le fuera dada en su juventud cuando ste an era el dueo de la librera que hoy le pertenece. Hubo momentos en que la intriga, el ansia de conocimiento o (simplemente) la curiosidad lo llevaron a sacar de su estante aquel singular ejemplar, pero siempre - an cuando ya lo tuviera bajo la lmpara de bronce de su escritorio (la que ilumina sus noches de lectura) - algo lo detena y no desataba la cinta. Cuando eso ocurra depositaba de nuevo el libro en su estante y cerraba con llave la vieja vitrina, no pudiendo ya encontrar consuelo en otra lectura: Es que el misterio de lo desconocido a la vez lo desafiaba y confrontaba con aqul mandato recibido An recuerda las palabras de su padre: quien suelte la cinta roja y penetre el contenido de las pginas de este libro, deber atenerse a las consecuencias. Nadie sabe que extraas fuerzas pueden desatarse junto con esa cinta. Hoy (una vez ms) repite el gesto: abre la vitrina, toma el libro, lo deposita sobre el escritorio y aproxima la lmpara para contemplarlo. Otra vez ms, llama su atencin que en su tapa y lomo haya solo una letra como todo indicio del contenido: ninguna alusin a autor, editorial u otra identificacin, slo una letra griega, omega, grabada en dorada inscripcin. La cinta, de un rojo ya deslucido por el tiempo, cruza, en ambos sentidos, las tapas del extrao ejemplar y las anuda con un moo. Como tantas otras noches, Efran se queda despus de la hora de cierre en la trastienda del local y se dispone a pasar algn tiempo en compaa de lecturas diferentes32

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Pero, como nunca antes, el libro ejerce una atraccin poderosa sobre l, se prende casi como un imn ante su vista, no lo deja pensar ms que en su figura, su misteriosa inscripcin y la curiosidad ante tal misterio se le presenta incontenible. Decide en ese momento, dado que tiene descendencia a quien legar el libro que a l le ha sido entregado (y que se transmiti, sin abrir, de generacin en generacin en su familia) transgredir la instruccin paterna, an sobreponindose a un temor escalofriante Quita la cinta, comienza a abrir el libro cuando (de pronto) en la quietud de su estudio, el ambiente empieza a transformarse Una brisa y luego un fuerte viento se cuela en el local (que slo posee un tragaluz cerrado) Las puertas de la vitrina se cierran con estrpito y estruendosamente. Despus la puerta que comunica su estudio con el local de librera. Intenta abrirlas pero parecen cerradas o trabadas por una extraa fuerza imposible de abrir con una llave Un quejido suave o lamento resuena detrs del abrumador sonido de del ventarrn que hace volar, un conjunto de hojas (cuentas y anotaciones) y las desparrama en alocado desorden. Tambin un par de libros son arrastrados ahora por el furioso vendaval, hasta quedar tan slo el libro prohibido sobre el escritorio, con su cinta desatada y ahora abierto en la primera pgina. Ahora todo se torna de color rojo, a modo de sangre, derramndose e impregnndolo en su conjunto. Su entorno cambia en un plano totalizador. Se ve a s mismo (fuera de s) suspendido en el espacio y contemplando todo el mundo, que ahora se tie paulatinamente del mismo

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intenso rojo. Percibe que, como un trazo grueso, se desplazaba sobre ste y el espacio visto, un jinete de brillante color rojo. El quejido o lamento se hace ms intenso Ve que la primera pgina de su libro ha pasado a la segunda y de nuevo se opera un cambio notable, El rojo vira a un intenso negro en el que, todo lo visible, se va perdiendo ms y ms en una sombra que todo lo abarca y se transmuta en las ms absolutas tinieblas Ya casi no hay formas, colores o luces que puedan percibirse Con una gran angustia, alcanza a ver y verse nuevamente frente a su libro, en el escritorio de su trastienda del local de la librera. Empieza a experimentar un intenso fro que parece que lo va ganando progresivamente mientras alcanza a ver que el libro se encuentra abierto ya en la pgina tercera. La visin nuevamente se torna abarcadora. Ahora l gravita en el espacio (fuera de s mismo y del mundo) y contempla entre las tinieblas un jinete blanco que surca el campo visual haciendo que todo cambie nuevamente de color y se funda en un nveo blanco deslumbrante. La sensacin de fro aumenta intensamente hasta hacerse intolerable. Nuevamente se ve a s mismo contemplando el libro, esta vez abierto en la cuarta hoja. Pero el fro se va entibiando hasta llegar a un calor insoportable como el de un horno de fundicin de metales, y l lo percibe hasta en los huesos. Su piel, carne y msculos experimentan el calor de un modo lacerante. Ahora ya no se halla frente a su escritorio. Nuevamente flota en el vaco y ve la totalidad del mundo y su espacio circundante, envuelto en una bola de fuego de vvido color.34

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Siente un lamento desgarrador seguido de un sonido como de tropel lanzado al galope, mientras ve el cuarto jinete, todo l como lenguas de fuego se desplaza por el campo visual todo el mundo conocido y su espacio. Nada escapa a su influencia. En eso empieza a sentirse una suave meloda. Aparece a la vista un disco que gira a velocidad alucinante despidiendo rayos multicolores. En medio de este disco de colores, absolutamente cambiantes y diversos, aparece una nica imagen en oro refulgente de una nica letra omega, que brilla por encima de todo y todo lo barca. Efran ve que el libro sigue abierto, pero en la ltima hoja la cual se encuentra absolutamente en blanco... Experimenta en su cuerpo un indecible cansancio. Sus ropas estn hechas jirones, su cabello en un gran desorden. Se mira al espejo que tiene en la pared y advierte que ha encanecido en su totalidad. Lo invade una gran angustia. Mira nuevamente el libro y decide cerrarlo atando nuevamente la cinta. Con dedos temblorosos y cansados lo hace. Ahora puede abrir las puertas de su vitrina que ceden fcilmente. Vuelve el libro al lugar que siempre ocup. Decide salir de su escritorio para tratar de dirigirse a su casa. Abre la puerta que comunica con el local y entra en el mismo. All experimenta una nueva sorpresa. Nada est como lo ha dejado la ltima vez que lo acomod. Sobre las mesas hay un gran desorden. Empieza a mirar, comenzando por los libros de historia, viendo que muchos de ellos estn abiertos, mostrando toda suerte de castillos, fortalezas, muros y defensas de ciudades diversas en estado de ruinas, como si hubieran sido desbastadas por fuerzas colosales.

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Se dirige a los libros de filosofa y otros de ciencias del conocimiento humano, que haban ocupado un lugar destacado entre los ejemplares de su negocio y grande es su sorpresa al advertir que, de los mismos, slo queda una pila de cenizas calcinadas por un fuego abrasador. Los libros de ciencias fsicas y naturales, aquellos que describen los procesos de la vida de los seres conocidos, se encuentran encerrados en la masa de un extrao material transparente. Al aproximarse al mismo nota un intenso fro en su superficie. De all va al sector donde tiene los libros de poesa. Al ir aproximndose a los mismos siente una suave msica, como eco de aquella que percibiera junto a la presencia vista del gran smbolo de la omega y el disco de rayos multicolores. Al mismo tiempo comienza a envolverlo una suma de fragancias de las ms bellas flores que conociera. Los libros estn en perfecto orden. Sus pginas abiertas se van pasando de una en una al ritmo de la msica y todo a su alrededor refleja una gran armona, en medio de una atmsfera circundante de suaves tonos pastel. Todo este panorama contribuye a brindarle una creciente sensacin de paz, al punto de querer quedarse en ese sector a recuperar la calma. Por ltimo se dirige al sector donde estn los libros que resumen el conocimiento de las distintas religiones y en los que los hombres han procurado expresar el sentido trascendente de sus vidas. Los mismos estn deshojados, con sus pginas entremezcladas, haciendo un enorme conjunto sin continuidad ni sentido, para el simple ojo humano, como si todos se hubieran fundido en uno solo. Los smbolos de los distintos credos se hallan rodeando esta nueva creacin y por encima de todo prevalece un nico smbolo: una letra omega en una gran esfera dorada, que no recuerda haber visto representada as y que rememor la grabada en la tapa de aqul libro.

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En ese momento comprende el sentido del mandato que le ha sido transmitido: Al abrir el libro, despus de desatar la cinta que lo sujetaba, ha liberado las fuerzas que se haran presentes al final de los tiempos, anticipando as, una visin de ste. Toma la esfera y, hacindola girar, ve un nuevo smbolo, esta vez la letra alfa. As, en un mismo objeto estn reunidos el principio y el fin

Alfredo Mors

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VIOLETA

DAMA DE NOCHEEra muy tarde en la noche llegando la hora prxima al amanecer. Haca muy poco tiempo que me desempeaba como guardia nocturno en la vieja casona, que se encuentra en el mismo solar contiguo a la iglesia mayor, dedicada a la Virgen de Alta Gracia, hoy transformada en museo. La casa presenta una entrada, como una interrupcin destacada de la continuidad del muro de calicanto, la que bordea en su lado prximo a la iglesia, cerrada por una puerta de hierro forjado con exquisita filigrana de poca colonial. Casona e iglesia comparten un patio al que da acceso la puerta antes mencionada. Por un camino enripiado de finas piedras se llega, a travs de este patio, a una escalera casi palaciega, con dos tramos opuestos que conducen a un descanso con balaustrada y de all otro nico tramo lleva a la planta superior -anteriormente dedicada a vivienda por su propietario Santiago de L. quien, siguiendo la disposicin y distribucin de cuartos y ambientes de la casona, destinaba la planta baja a la servidumbre y a ambientes de servicio, tales como cocina-. En el centro del patio an se observa el prolijo brocal de un pozo de balde, coronado por una reja, tambin de hierro forjado al modo colonial y que an conserva la roldana, algo oxidada, que permita extraer el agua del pozo. Junto a ese brocal y adhirindose con zarcillos a la reja del pozo, creca una enredadera que ya haba observado al41

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tomar el turno de guardia, era una dama de noche cubierta de flores blancas que a esa hora estaban abiertas mostrando el esplendor de su forma acampanada. Algo me llev, a esa hora de la madrugada, a recorrer la planta baja en un caminar que segua una misma pauta preestablecida, cuando de pronto alcanc a percibir una extraa msica de antiguo ritmo y que sonaba como ejecutada con viejos clavicordios. Sin ser visto, me asom a una de la galeras de la planta baja y all, agazapado tras uno de los pilares que sostienen la seguidilla de arcos que la conforman, pude observar una escena como escapada del tiempo; En medio del patio, alrededor del pozo, se desarrollaba un baile con caballeros de levita, bastn y sombrero de copa, otros con uniformes militares de poca, acompaados de damas, curiosamente ataviadas con vestidos con amplias faldas blancas que me hicieron evocar las flores de la enredadera del pozo. En medio del grupo de baile, acompaado de su dama, estaba el antiguo dueo de casa (alto caballero de blancos cabellos) y que reconoc idntico al retrato al leo que se encuentra en la sala principal de la planta alta de la casa. Mir hacia el brocal del pozo. Su reja luca como platera potosina, coronada al centro con una especie de pequeo crculo que encerraba entrelazadas las iniciales SL del dueo de la casona. No haba junto al pozo y mucho menos adherida a la reja, ninguna enredadera. En eso que estaba mirando la extraa escena, se escuch, como a lo lejos, una nica descarga de antigua fusilera. Todo se transform de repente: ya no estaban ni los caballeros, ni las damas, ni la escena de baile.

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VIOLETA

Por esas raras percepciones -que a veces se tienen al recorrer los museos- supe que Santiago de L. Haba muerto aquella madrugada, en algn lugar, fusilado junto a otros. Mir en ese instante hacia el pozo del centro del patio y corr, desde mi posicin en la galera, para ver ms de cerca. All, junto al brocal, empezaba acrecer una pequea planta que, advert, era una enredadera, a la que suelen llamar: Dama de Noche.

Alfredo Mors

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MATICESQue paleta desolada nos pobl de tantos grises, Por qu no existen matices en esta tarde nublada? Donde se fue el color de aquellos atardeceres envueltos en los placeres de mil gestos de amor. Fuego y pasin desbordada sentimientos compelidos a expresarse en acuerdo. La tarde est saturada con memoria de tiempos idos de evocacin, nostalgia y recuerdo.

Alfredo Mors

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VIOLETA

FLOR MARCHITAContempl de nuevo la flor aquella que no aceptaste cuando con rubor te negaste a mi propuesta de amor. Hoy el tiempo ha transcurrido el recuerdo est guardado y sabrs que no he olvidado aqul momento dolido. La flor ya est marchita sus colores desledos recuerdan momentos idos que mi corazn hoy grita.

Alfredo Mors

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TUS COLORESDel mismo color de tus ojos, teida qued mi ilusin; del negro color doloroso, que causas con tu negacin. Del mismo color de tu boca, escrita qued mi cancin, la tinta que ves tu tan roja, es sangre de mi corazn. Del mismo color de tu pelo, se viste la nube que hoy, le quiere quitar a mis sueos, los clidos rayos del sol. Del mismo color de tu encanto, yo vuelvo a rimar mi obsesin; tus bellos colores pintaron, que debo sufrir por amor.

Miguel Valle

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APRISIONADACaminaba por la galera que circundaba uno de los varios patios de la construccin a la que daban las puertas de pequeas habitaciones que antes (hasta no hace mucho tiempo) haban estado destinadas a celdas de la crcel de mujeres -hoy vaca- y ahora dedicadas a paseo pblico en un coqueto barrio casi cntrico. La historia que voy a contar me fue manifestada sin preguntar y sin ser el resultado de informacin revelada en ningn tipo de entrevista; ms bien me fue develada: se impuso a mi entendimiento con esas presencias que, no se sabe cmo, van contando la historia. Cre que el uso de aquellos muros, rejas y puertas ya haba cambiado y nada quedara de su anterior destino, hasta que comenc a percibir sonidos que no saba de donde provenan. Un llanto casi contenido, como mitigado por pudor o quizs por estar refugiado contra una almohada casi hmeda por las lgrimas, se senta de forma ntida. No era un llanto violento, sino que (me di cuenta) era el producto de una angustia no contenida y que explotaba del nico modo posible en aquella soledad vigilada. Provena de detrs de una de las puertas que, saba, haban pertenecido a una de las tantas habitaciones pequeas que se usaron como celdas en ese complejo edificio; salvo que ahora, por esas raras circunstancias y caractersticas de algunos de stos, retena entre sus muros esos sonidos de la memoria y que hoy se estaban revelando. No me atrev a abrir la puerta que guardaba aquel sonido.4

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Continu mi caminar por esa galera y llegu a un extremo de la misma. Doblando un codo vi otra puerta pequea que estaba entreabierta. Pas a travs de la misma y entonces sent vivamente que algo o alguien comenzaba a hacerme compaa de un modo casi sensible, como si quisiera, sin decirlo, transformarse en mi gua o algo ms. Entonces vi que ante m se extenda hacia abajo una recta escalera de varios peldaos recubiertos de desgastados mrmoles blancos, quizs producto de su intenso uso en otra poca. No saba que la construccin tuviera stanos ya que, en la gua de los nuevos espacios que se ofreca a los visitantes, nada se deca de ellos. Una voz en mi interior me deca en ese momento que me atreviera a bajar esa escalera, porque deba conocer toda la historia. As lo hice y desemboqu en un ngulo formado por dos corredores angostos que se extendan en direcciones opuestas. Opt por seguir lo que senta se me indicaba, tomando el pasillo de la derecha. Estaba tenuemente iluminado, por una especie de ventanas ubicadas muy por encima del plano de las miradas y de muy pequeo tamao. A uno de los lados de este corredor, se extenda una sucesin de puertas de gruesa madera, slo abiertas en una pequea ventanilla alta, cerrada del lado exterior, por un postigo, tambin de madera. La parte inferior de la puerta se hallaba ligeramente separada del piso en una abertura a todo lo ancho de la misma y que slo permita el paso de algn objeto, casi plano, pero ni siquiera asomarse o mirar afuera. Abr la puerta que tena ante mi vista y entr en la pequea celda, apenas iluminada por una pequea ventana, con reja de barrotes de hierro, ubicada a una altura inalcanzable para la mano.

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Unas manos que no poda ver aprisionaron las mas a la espalda. Quise defenderme. En ese instante, vino sin ser anunciado un fuerte golpe en la boca del estmago. Me dobl en dos y casi me hace perder el sentido. No vea a nadie. El dolor me atenaceaba fuertemente. Senta unas profundas nauseas. Vino otro golpe, esta vez dirigido a mi cabeza, con algo, como revestido de goma dura. No s cuanto tiempo pas. Estaba desnudo y tirado de espaldas sobre un elstico de cama metlico, sin ninguna cobertura. Tena las muecas tomadas con algo como grilletes que las mantenan separadas y unidas a los hierros de la cama. No se perciba luz por la abertura que haca las veces de ventana. Ignoro cuanto tiempo haba pasado. En eso siento un sonido como de pasos que se aproximaban y alguien prximo, como desde otra habitacin, que grita: Soy Claudia L! Soy Claudia L.!, acordate de mi nombre... En eso se oye una voz que grita: Silencio putas de mierda o las cago matando aqu mismo!. Siento que se abre una puerta cerca. Un golpe contra un cuerpo. Inconfundible. Quiz a la rastra, sacan a alguien. No puedo saber quien es. Slo se escuchan sonidos indefinibles: pasos, un cerrar de puerta, llaves, un arrastre y luegonada. Silencio y ms silencio. Quise gritar y no pude articular ningn sonido. An senta un fuerte dolor. Luego alguien o algo volvi en la oscuridad. De entrada me golpe todo el cuerpo, con algo que se me antoj como toalla mojada, usada a modo de chicote o azote. Comenzaron a preguntarme, no s cuntas cosas, de algo que tena que ver con nombres y situaciones que no reconoc. Sent como que nada de eso tena que ver conmigo. Queran que confirmara aparentes datos que tenan. Segua sin saber qu o quines estaban conmigo.

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Entre un cmulo de agresiones, de la que los golpes y quemaduras con brasa de algo como cigarrillos (aplicada hasta en los lugares ms ntimos de mi cuerpo) eran slo dolores fsicos; empez el tormento psicolgico. All me alarm, porque comenzaron a llamar por su nombre a personas de mi entorno ms ntimo, refiriendo datos sobre sus actividades y movimientos diarios, con horarios, contactos y circunstancias que ni yo mismo recordaba con tanto detalle. All estaban en la lista, mi madre, mis hermanos, mi esposa y, lo peor de todo, mis propios hijos y hasta el nombre de sus amigos. Comprend en ese instante, que hasta el producto de nuestro amor, en manos de un sdico, es un arma terrible y puede ser utilizado en nuestra contra. En algn momento, perd el sentido y ca en un profundo sueo. No se cuento tiempo pas. De pronto empec a sentir como una msica suave que se filtraba a travs de alguna ventana alta. Abr los ojos. Me encontraba vestido como al comienzo de esta historia. Estaba sentado en el piso de un corredor, en el stano de la misma construccin. Frente a m, haba una puerta de gruesa madera con una mirilla alta cerrada por un pequeo postigo, tambin de madera. Me incorpor. Segua sintiendo la suave msica. Camin y llegu a un cruce de corredores, a cuyo lado vi que sala hacia arriba, una escalera con peldaos de mrmol desgastado. Sub por all. Llegu a una galera que daba a un patio que ahora vi estaba cubierto de mesas de bar, con bellas sombrillas de madera, con telas claras, a las que estaban sentadas varias personas, que me vieron pasar, casi con indiferencia.50

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Continu caminando mientras la msica se oa con mayor intensidad. Sal al exterior del edificio y entonces comprend todo. No senta ya, ningn dolor en el cuerpo. En la fuente principal, un danzar de aguas proyectadas rtmicamente al comps de la suave meloda, daba un espectculo de sonido, luz y color. La historia de las historias, corra as una nueva pgina y no todos la conocan.

Alfredo Mors

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PRINCESAImpredecible fatal princesa, siempre infalible, serena y buena, quieres librarme de grandes penas que voy cargando con mil cadenas. En tu castillo, donde me esperas, reina el silencio y la noche eterna. No hay oro fino o naturaleza, todo se duerme, nada despierta. Ya estoy llegando, ya estoy muy cerca, ya te respiro, tus pasos suenan, vienes tranquila y, all en tus puertas, todo mi tiempo mortal se quema.

Miguel Valle

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VIOLETA

EL LTIMO REZOCon la angustia y con el miedo, estuvimos hoy temprano, bajo un mudo campanario, contemplando un viejo templo. Ya metidos hacia adentro, nos sentamos en un banco, nos miramos con los Santos, y lloramos en silencio. Fue la angustia repitiendo, a las cuentas de un rosario, las plegarias, los milagros y los golpes en el pecho. De rodillas puesto el miedo, con los ojos bien cerrados, pareca resignado al dolor de su tormento. Fue tan triste el panorama que el trueno, de repente,

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con su voz tan estridente llam al viento y llam al agua. Y de pronto, llor el cielo con sus gotas muy dolientes, intentando intilmente, apagar la sed del miedo. Vi a la angustia en su pauelo, guardar llantos y vertientes, de gemidos tan hirientes, que rompan mis anhelos. Mis anhelos desangraban, por el da ya inminente, que era ste, en que la muerte, me invitaba a su morada.

Miguel Valle

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VERDE

LA HERIDA DE LA VIDAHace un tiempo muy remoto, el Sol y la Lluvia eran jvenes enamorados que en el palacio del cielo se casaron, y fueron recorriendo el mundo sobre una gran nube mgica. Tiempo despus, fruto del amor que se tenan les naci una hija a la cual llamaron Vida. Cuidaron a la Vida, el Sol con su calidez, la Lluvia con su frescura Y as, la Vida pas su infancia sumergida en un mundo de maravillosas sensaciones, jugando con los peces y acariciando las algas. La verdad es que la Vida era muy bella y creativa, fue por eso que, al llegar a su juventud, emergi a la superficie, y lo primero que hizo fue tejer una alfombra verde para poder caminar sobre ella y darle un poco de color al desrtico paisaje de entonces. Despus, se dedic a crear aves para que alegrasen el lugar con sus cantos e hizo muchos otros animales de diversas formas y tamaos a los cuales cuidaba con mucho amor. Un da, una de las criaturas de la Vida a la que le decan el Mono Loco, empez a tomar actitudes diferentes al resto de sus hermanos animales, por ejemplo: manipulaba objetos y haca herramientas, bastante rsticas pero herramientas al fin. La hermosa Vida qued sorprendida de las habilidades de Mono Loco, y lo convirti en su criatura predilecta, lo aliment, lo mand a la escuela donde aprendi buenos modales y

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as el monito se iba convirtiendo en un buen seor mono. Pero el ingenioso Mono Loco, tambin era muy curioso y poco precavido. Pas una vez que la Vida descansaba plcidamente en una playa a la orilla del mar y se haba quedado dormida. Mono loco aprovech la oportunidad para tomar del pecho de la Vida una piedra preciosa que contena los secretos de las ciencias. Cuando tuvo esto en sus manos, no supo controlar el poder que tena y empez a usar las ciencias para beneficio propio, causando mucho mal a la flora y a la fauna. Contamin el aire, extingui a muchsimos animales, destruy extensos bosques, y, en vez de hacer herramientas para trabajar, comenz a fabricar armas para matar. A todo esto, la Vida que dorma a la orilla del mar, comenz a despertarse de su sueo. Mono Loco viendo que la vida se despertaba, quiso poner la piedra en su lugar para que ella no sospechara que el dao que haba en el mundo lo haba causado l. Entonces arroj la piedra de las ciencias sobre el pecho de la Vida, pero con tanta violencia que le caus una mortal herida; pobre vida!, cay desvanecida sobre la arena y su sangre ti el mar. El Sol, al enterarse que su hija agonizaba, oscureci de tristeza. La Lluvia, llor amargamente, da y noche, sin consuelo, da tras da, sus lgrimas inundaron toda la superficie terrenal y Mono Loco se ahog. De pronto, unas burbujas emergieron de aqul torrente de lgrimas: era la vida que estaba recobrando sus fuerzas y sus heridas se borraban. La Lluvia corri con la noticia al Sol para decirle, que la hija de ambos estaba viva. El Sol recobr la alegra y brill de felicidad y, junto a la Lluvia, pintaron el ms bello arco iris para darle la bienvenida nuevamente a la Vida.

Miguel Valle5

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LA FIELDeja mi cara la piel tan lozana, deja mi da la fresca maana, deja mi rbol las flores y hojas, dejan mis huellas de ser presurosas. Deja mis brazos la fuerza del alba, dejo quebrarse la lnea en mi espalda, dejan las horas de hacerme una aurora, dejan mis ojos de ver el ahora. Deja mi luna de ser serenata, triste titila mi estrella de plata, slo una cosa el cruel tiempo perdona: es la esperanza que no me abandona.

Miguel Valle

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LGRIMAS DE LA ESPERANZAHabamos estado en una casa destinada al cuidado del final de nuestras vidas, en un ambiente dedicado especialmente a ello; cuando nos hablaron que exista otra realidad y que mereca la pena conocerla. Una cuadra y media nos separaba de su casa. Fuimos all y nos recibieron varias de las que actan como mamis de los pibes que all viven. Nos presentamos y pedimos autorizacin para conocer y quiz conocerlos. Empezamos a recorrer la casa. En eso, por el pasillo lo vemos: en primer lugar sus enormes ojos que nos miran y luego una media sonrisa achupetada. Caminaba ayudndose con un andador de colores con rueditas. Estaba all con tan corta edad, rubio y cabezn. Un poco hijo o nieto. Nos lo presentaron. Ramiro, nos dijeron, es su nombre. Por esas raras casualidades que no son tales, nos result un nombre muy familiar. Y as, uno a uno, nos los fueron presentando con sus nombres, por quienes brindan su cario voluntario para atenderlos, por encima de cualquier prejuicio de color, raza, procedencia u otro; sin dejar nada al azar. El color en cada detalle, el espacio para cada uno y la particularizacin en el trato. Se nota que son sus hijos. All estn sus cunitas, juguetes y camas. Todo pensado uno a uno. A cada cual segn la medida de su necesidad. Quisimos tomar sus manos para sostener algunos de sus pasitos y fueron esas manitas las que sostuvieron y calenta60

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ron, ablandaron y quebraron nuestros corazones. Los pibes nos mostraron algunos de sus cuentos con sus dibujitos con los que se identifican. Seguimos mirando su casa. Cada cosa estaba en su lugar. Nada sobraba y nada faltaba: lugar de jugar, lugar de comer, lugar de estar y lugar de dormir. Y todo liberado de aquello que a cada uno podra haberlo oprimido, aunque no lo supieran. Todo esto es logrado y llevado adelante por un reducido grupo de pequeos gigantes annimos, que entregan su tiempo y quiz su corazn de manos abiertas, a darlo todo. Y esto se nota en cada gesto y en el gesto ltimo que las mamis nos brindaron en una frase: Hasta pronto y vuelvan cuando quieran.

Jess Barrera Alfredo Mors

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CARICIAS EN EL ALMAHubo un tiempo en mi tiempo en que me sent fracasado, y as del todo anonadado fui como sombra en el viento. Hoja de otoo reseca, me percib casi acabado, triste, solo, abandonado, sin saber que estaban cerca. Hoy recib en el alma sus caricias que tanto anhelo, las que mitigan el desconsuelo y traen al fin, la calma. No son caricias de manos las que expresan tanto amor, son palabras con rubor que dicen: somos hermanos.

Alfredo Mors

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MI NIOMi nio se ha dormido en el cuenco de tu mano. Qu poder sobrehumano te llev, hijo querido? Mi nio se ha dormido y he quedado desolado. Cunto sueo desvelado en vaco lecho de nido! Mi nio te has dormido en suave cuna de nubes. Ser que as t subes al amor del ms querido? Mi nio te has dormido: eres Francisco Javier. Yo te busqu por doquier y estabas en un sonido.

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Ya mi tiempo he consumido, volvers en tenue brisa. Por qu con tanta prisa mi nio, te has dormido?

Alfredo Mors

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DANZA DE COLORESAl principio slo eran tres, ms el positivo y el negativo, destinados a influir en uno y otro sentido sobre los tres. Parecera que tres es demasiado poco para conformar el todo, pero el que todo lo dispuso quiso as dar principio al trmino y trmino al principio; dando a cada uno de los tres, caractersticas de participacin con lo absoluto, lo perfecto y lo inmutable; a partir de lo cual sera posible imaginar y percibir realidades diferentes. Cada uno de los tres era un absoluto en s mismo y nada de los otros estaba en el corazn de cada uno, que tena como una especie de vida en s mismo, por lo que no era posible definirlos: eran lo que eran. No suceda lo mismo con el positivo y el negativo que se encontraban en permanente relacin de asociacin y rechazo, dando lugar a situaciones donde uno pareca prevalecer sobre el otro, pero sin lograr opacar totalmente su presencia; hasta llegar a pensar que ninguno de los dos podra existir sin su opuesto. De modo tal que la afirmacin de uno haca suponer la existencia del otro, como ambas caras de una misma moneda. Los tres existan por s mismos, primariamente y prximos, pero distantes, en una sucesin extraa que no supona que ninguno de ellos prevaleciera sobre los dems. Al percibirlos, era posible hacerlo individualmente, segn un orden aleatorio, no sujeto a ninguna prelacin.65

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Positivo y negativo, comprendiendo que no podan existir el uno sin el otro acordaron establecer alianzas e influir sobre los tres de un modo nunca idntico. Lo hicieron en una amplia gama de posibilidades, que estableca una escala de infinitas variedades entre uno y otro extremo, creando situaciones que hacan pensar que positivo prevaleca sobre negativo y viceversa. As apareci la luz y la oscuridad totales, y entre ellas, toda una variedad de situaciones para las cuales fueron crendose trminos que trataban de definir sus combinaciones y asociaciones: sombra, penumbra, semi-sombra, semipenumbra, hasta tener que dar nombre a los extremos. Entonces se pens de nuevo en estos dos absolutos opuestos: el positivo y el negativo. La absoluta presencia, la definitiva ausencia y sus posibilidades intermedias eran consecuencia de la existencia de una y otra. Por otra parte, los tres creados como partcipes de lo absoluto, sin ser ellos mismos ms que una parte de ste, comenzaron una danza; cada uno ataviado segn su intrnseca esencia, con vestimentas sutiles, que les permitieron, sin dejar de ser ellos mismos, que comenzaran a percibirse como realidades diferentes. As se inici una infinita variedad de asociaciones, donde en algunos casos uno participaba ms que dos o as lo pareca, como as tambin, dos ms que tres o tres ms que uno. Estas uniones eran continuamente variables y nunca repetidas de un nico modo, hasta parecer extenderse al infinito. Pero all apareci una extraa cualidad: en estas asociaciones deban renunciar al carcter de participacin de lo absoluto e inmutable que mantenan, en su estado puro, tanto uno, como dos o tres. Al ver la extraa danza y lo bella que resultaba, positivo y negativo decidieron sumarse a ella creando as nuevas com66

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binaciones; en donde ya era casi imposible descubrir cunto de uno, dos o tres estaba presente, junto a tanto de positivo o negativo. El creador de uno, dos, tres ms positivo y negativo presenci la extraa danza y la comprendi. As fue que decidi que sta continuara por siempre para realzar la belleza de lo creado. Y slo sigui interviniendo sutilmente para captar en un instante perpetuo alguna de esas mltiples asociaciones con el objeto de aplicarlas as a sus ms bellas creaciones. As, las aves, peces, plantas y flores, participan de la eterna danza del color, la luz y la sombra.

Alfredo Mors

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A mis nietos

EL JARDNEse da haba salido a caminar. Quera llegar hasta un lugar que haba heredado. Era un espacio no demasiado grande. Le haban dicho que era un jardn y l deseaba conocer de qu se trataba. Lleg al jardn y desde el primer momento vio que era muy singular. Estaba casi desierto. No se pareca a lo que l recordaba como un jardn. Mir con ms detenimiento y contempl dos plantas de flores que ante sus ojos pareca que iban creciendo, slo que haba algo muy particular en su crecimiento. Decidi observar mejor. Una de ellas empez a desarrollar un tallo que ms y ms se iba alargando; en tanto la otra trataba de lograr una flor cada vez ms grande y con mayor cantidad de ptalos. Observ con ms detenimiento y le pareci percibir que en determinados momentos, ambas flores parecan querer mirarse y compararse, para luego volverse, dndose la espalda, y seguir cada una con su propsito. stas eran dos plantas de flores de entre las pocas que all parecan crecer. Todo esto lo haba desconcertado. No saba a qu responda este comportamiento tan desusado en tan slo unas plantas de flores. Decidi acercarse ms al cantero en donde stas estaban, y all, escondidas tras unas zarzas, encontr dos regaderas. Ambas eran de un color gris neutro, pero se diferenciaban por las palabras que6

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llevaban escritas. En una de ellas deca SOBERBIA y en la otra ENVIDIA. All comenz a entender que quizs ese fuera el origen del extrao comportamiento que haba observado. De seguro esas plantas haban bebido del agua de las regaderas. Camin un poco ms, vio otro de los canteros y volvi a sorprenderse. Observ que en un sector y siempre ante su vista haba un grupo de plantas que no se identificaban bien, ya que crecan muy lentamente y sin ningn orden. Nuevamente mir con ms detenimiento y detrs de un cerco vio una nueva regadera casi negra, muy deteriorada, que tambin tena unas inscripciones que decan en feos caracteres: PEREZA y DESIDIA. Comprendi que las ltimas plantas haban crecido bebiendo de sus aguas. Algo tena que hacer ya que este lugar realmente no responda a lo que l conoca y recordaba como un jardn. Sali y comenz a caminar pensando qu podra hacer ante el panorama que su jardn ofreca a cualquiera que lo mirara. Mientras continuaba su caminar, se encontr con un hombre ya viejo y muy cansado. Se lo vea sudoroso. Le pregunt qu le pasaba y el viejo le respondi: _ El sol est demasiado fuerte para m. No he encontrado ninguna sombra donde protegerme de sus quemantes rayos. Parece que ya no hubiera un jardn donde reposar. l se qued cavilando. Este hombre haba agregado nuevas dudas respecto a su jardn y le haba hecho advertir algo que faltaba en l. Sigui caminando y pas frente a la puerta de una casa. En su umbral se haba sentado un nio. Su cara estaba muy triste. Se notaba que haba llorado. Le pregunt qu le pasaba y as le respondi:

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_ Estoy solo y aburrido. Parece que todo est vestido de gris, como copiando al duro color del cemento de este lugar. Ni siquiera hay un simple jardn donde ir a jugar! Se han olvidado de m. _ Qu puedo hacer? - pens. Emprendi el camino a lo que le haban dicho era su jardn y decidi que algo deba cambiar. Busc con ms detenimiento, y detrs de la nica planta que creca bien, que era un rbol, encontr varias regaderas, todas llenas de agua de distintos colores y con palabras escritas en ellas. Decidi probarlas para ver si con ellas podra mejorar la condicin del jardn. Comenz con la primera y reg al mismo rbol que las cobijaba. Grande fue su sorpresa cuando observ que del mismo, brotaban las ramas, con brotes y hojas nuevas, y que todo se cubra de pimpollos de flores! El rbol comenz a arrojar una suave sombra sobre los distintos canteros y espacios. Mir bien y ley el rtulo que tena la regadera que haba usado: ESPERANZA y MISERICORDIA. Decidi tomar, casi sin mirarlas, vidamente, cada una de las otras regaderas esparciendo sus aguas por todos los canteros y rincones. Al instante comenz un acelerado cambio en todo el panorama de esto que, ahora s, comenzaba a parecer un jardn. Brotaban ante sus ojos toda suerte de plantas florales, en una sinfona de infinitos colores, como si el arco iris les fuera prestando un sinnmero de ellos con qu vestirse y mostrarse. Todo haba cambiado. Hasta los senderos y caminitos estaban lavados y muy ordenados. Mir las regaderas que haba usado y cuyos nombres grabados con letras doradas, an no haba ledo. All vio que decan respectivamente: ALEGRA, ARMONA, PAZ, AMOR,

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FANTASA, MSICA, POESA y otras ms cuya lista sera muy largo enumerar, pero cuyo efecto estaba ahora desplegado en plenitud. Cuando estaba contemplando el jardn, vio que por el camino central avanzaba el mismo hombre viejo con quien se haba encontrado antes, acompaado ahora por el nio que vena colgado de su nudosa mano, y junto a l, muchos otros nios, todos con rostro sonriente. El viejo pas a su lado y le sonri pidiendo permiso para entrar al jardn. Se dirigi donde estaba el rbol y se recost a su sombra, mientras los nios se dispersaban en pequeos grupos, que fueron yendo de cantero en cantero de flores recogiendo ptalos desprendidos de las mismas. Luego se reunieron en un espacio central y comenzaron a hacer con los ptalos los ms bellos dibujos plenos de color, como nunca antes l haba visto. En eso comenz a soplar una suave brisa que agitaba las caas y tallos largos de las plantas y que desprenda de las mismas una armoniosa y bella msica acompaada de voces de nios en grandiosa poesa. Ahora pudo por fin contemplar el efecto total de las distintas aguas en ste que, definitivamente, poda denominarse un jardn.

Alfredo Mors

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LA BELLADe la mano del poeta floreci, en la boca del amante se endulz, en el brillo de unos ojos se ba y al odo sin permiso se meti. Es tan grande que del pecho se sali y tan suave que una voz la susurr, tan hermosa que hasta el tiempo se par para amarla como t y como yo. Ella huele a jazmines y a pasin, siempre quiere llevar miel al corazn, miel compuesta de armona y de valor. Ella siembra mil suspiros de emocin, predilecta nunca es de la razn, su belleza es la gua del amor.

Miguel Valle

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AZUL

PREGUNTAA ti que ests leyendo, a ti yo te pregunto: si puede el pensamiento, salirse de este mundo. Si ests t respondiendo, que s, en un segundo, entonces vas sintiendo: la paz en lo profundo.

Miguel Valle

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DICTADOVerano de mi infancia, tu cielo tan celeste cubra mi alborada y al este y al oeste, tu sol me iluminaba. Verano de mi infancia, recuerdo de inocencia, tus noches estrelladas ponan a mi testa la luna ilusionada. Verano de mi infancia, tu lluvia generosa baaba mi esperanza de ver las mariposas volver por la maana. Verano de mi infancia, ahora que te has ido, te escribo con nostalgia palabras que me han sido dictadas por el alma.

Miguel Valle6

AZUL

COMPLICIDAD DE RBOLVolv a caminar por aquellas calles de la infancia. Muchas haban cambiado y ya no producan aquella sensacin de pequea aldea de barrio. Todo se iba transformando en la gran ciudad que hoy vemos y vivimos, y que a veces nos cobija o abruma. Estas mismas calles, antao adoquinadas o con tramos de simple tierra apisonada o enarenadas, me vieron pasar camino a la escuela o yendo a jugar en muchos baldos; que eran casa, escuela de vida y potrero. Cerca de uno de esos baldos, quizs de uno de los ms grandes, transformado en paseo pblico, abierto a una de esas calles que tantos recuerdos traen, creca un rbol aoso. Quizs por curiosidad pens si estara o si sera, hoy como ayer, confidente, protector y cmplice de algn chiquillo enamorado. Digo esto porque este rbol fue alguna vez casa en las alturas insondables de sus ramas para aquella escala de nio que lo vea como trampoln de sueos para elevarse y as alzarse a la altura de las nubes. Y otras veces, fue cobijo de sombras densas donde reposar de los calores despus de ganar en el potrero. Con el tiempo se convirti en cmplice y confidente de aquellos encuentros furtivos con ella, en ese despertar temprano de tiernos amaneceres al amor. All su calor y su protectora sombra nos vieron muchas veces soar con ser y crecer. Fue ese mismo rbol quien les prest a mis manos su tierna corteza, admitiendo compartir y quizs recibir en su corazn generoso aquel otro corazn con dos iniciales entrelazadas,

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como si con esto quisiera guardar nuestro secreto. Fue el cortaplumas de mi viejo, hurtado en un descuido, el instrumento para plasmar el intento de eternizar lo deseado, y as, dejar plasmado en tierno smbolo la plenitud de un sentimiento. Viejo rbol de mi infancia: hoy te busqu por el parque en que transformaron mi baldo para ver si encontraba aquel smbolo primero. Y estabas all, casi igual, slo que ahora custodiado por otros de noble estirpe y con nombres latinizados. Pero Vos te destacabas por tu rusticidad, que alguien con mucha bondad consider tu mejor virtud, sin conocer quizs toda la vida que atesorabas. Recuerdo de infancia: al verte volvan aquellas imgenes que resultan imborrables, como la de aquella cicatriz que dej en tus brazos mun, cuando sin razn, nosotros, que ramos un puado de mocosos, nos trepamos en tus tiernas ramas. Vos nos recibiste generoso en tu cuerpo leoso, pero nuestro peso quebr aquella rama. Me aproxim a mirarte, ahora con detenimiento. Vos estabas, un tanto arrugado. Tu piel de corteza evidenciaba como remedo el mismo paso del tiempo que en m haba incidido. Cerr los ojos y te palp, como buscando el consuelo de encontrar an guardado aquel secreto de mi infancia. De pronto, sent como flechazo profundo que la punta de mis dedos haba reledo, ahora casi desledo, aquel smbolo preciado. All estaba el corazn trazado en mi adolescencia con incisas seales en tu cuerpo y que Vos conservaste guardado durante todo este tiempo. Iniciales de nuestros nombres, entrelazadas con pudor, para ocultar el rubor con que grab tu corteza. Hoy tengo la certeza de que cuidaste la promesa que en tu cuerpo grab. Quizs as guardaste el testimonio perpetuo de aquel amor que evoqu. Alfredo Mors

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TTERESHaca algn tiempo que el bal de madera con su curva tapa, remedando un viejo arcn, se encontraba en el cuarto de los juguetes. Y haca tiempo que nadie abra esa tapa, ni siquiera para ver que contena. All, Pedrito dorma en un sueo largamente soado junto a Rosita y a otros que haca mucho que no eran convocados a participar en la magia y color de fantasa de aquel teatrino. Debo decirles que Pedrito y Rosita eran unos tteres, de aquellos frgiles tteres construidos con cabeza de calabaza de mate y papel mach. Sus nombres, con los que se identificaban, haban sido tomados de un viejo cuento que los vio juntos por primera vez. l con su sombrero tirols, con pluma y todo, y ella, con su blusa blanca y con un vestidito de pechera bordada de gruesos breteles y falda acampanada. Ellos no queran ser nombrados de otro modo a pesar de haber sido convocados a participar de otros muchos cuentos; donde haban encarnado con su piel de trapo, cartn, mate y papel muchos otros personajes, que alentaban la ilusin de los nios de la casa. Hoy, dorman en la quietud del bal de madera. Quiz ya haba pasado el tiempo de estas fantasas de nios y ya no fueran llamados a crear aquella magia de iluminar los ojos de los pequeos. Algo pareci despertar a Pedrito de su sueo de mueco. Un rayo de sol haba penetrado por el hueco de la cerradura reflejndose en aquel espejito mgico, que en viejo cuento de hadas, le hablaba a la bruja. Ahora slo conservaba su9

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carcter de objeto. Y vaya a saber qu nueva magia poda reflejar! El reflejo en el espejo esparci en el interior del bal de madera una extraa luz, que de inmediato pareci animar la dorada varita mgica de la hada de cuentos. sta cobr vida y comenz a danzar sola en el interior del bal esparciendo como pequeas estrellas de luz que iban despertando los ojos de aquellos tteres. Entonces todos comenzaron a mirarse. Nadie saba quin los poda estar convocando. Era como si estuvieran despertando de un largo letargo de sueo dormido. No se explicaban qu poda estar sucediendo. La nia de la casa haca tiempo haba dejado de crear y recrear con ellos aquellas viejas historias de prncipes, princesas, leadores o de jvenes ataviadas con rojas caperuzas o dormidas doncellas encerradas en torres de castillos a la espera de un azulado prncipe. Ella haba crecido y guardado en el bal de madera aquellos smbolos e instrumentos de historias de sus juegos de nia. Ahora era una joven mujer, madre de una nia y un nio, para quienes deseaba recrear las historias. Pedrito, Rosita y con ellos muchos otros, fueron nuevamente tomados en sus manos, que prestaban cuerpo y manos para animarlos a contar nuevas historias; donde se mezclaran la intriga, la valenta, el coraje, la pasin, el amor y la esperanza, para prolongar as la magia de iluminar con ilusin, la vida de los nios.

Alfredo Mors

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AZUL

BROTA TUCUMNArrebol de la tarde, plenitud de color, termina jornada el viejo labriego, emprende el camino, llamado a sosiego, l vuelve a su casa, buscando el calor. Queda en el surco, esfuerzo y sudor, crece en el bajo, su finca elegida, caa de azcar, la preferida trae en sus tallos, promesa y dulzor. Destino de zafra, sus caas tendrn, vendrn los braceros, trayendo ilusin, duro trabajo, harn con pasin, cargando los carros de todo Tucumn.

Alfredo Mors

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NETEMira la luz del cielo, oye la voz del viento, huele la rosa abierta, come la miel de un beso. Toca la piel del suelo, duerme al calor del fuego, y nete a nuestro anhelo: PAZ EN EL MUNDO ENTERO.

Miguel Valle

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CARBONCILLOSe encontraba all encerrado entre madera: un simple carboncillo negro que solo, nada podra haber sido. Estaba engalanado y a la vez condenado a vivir una vida de prisin, de madera laqueada de color, con unas inscripciones que pretendan mostrar, en pocas palabras, letras y nmeros, algo que definiera su esencia. l saba que as, preso entre madera, nada podra declarar ni decir. Slo quizs lucir entre otros de su misma naturaleza, en adornada cartuchera, o en un cuenco apropiado a su fin, sobre la pulida superficie de madera de una mesa especial. Pero se encontraba siempre a mano y disponible para que su duea liberara su alma y pudiera entregarse en alguna rima potica. l trataba de destacarse de entre sus iguales, quizs por el color de la laca de su madera, an sabiendo que la misma slo era crcel y sostn para permitirle ser lo que deba ser: un instrumento en manos creativas. l quera expresarse y extinguirse poco a poco en un rasgar continuo de papeles, que fueran recibiendo su negra sangre de carbn, para as facilitar la transmisin del mensaje del cual era portador. Una mano cariosa lo tom, mir sus inscripciones pequeas y decidi que haba llegado el momento en que corriendo sobre blancas superficies, fuera l el instrumento entre la mente y el papel. Fue elegido. Alguien lo liberara poco a poco de su prisin de madera con cortante herra5

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mienta de agudo filo, quitando en cada astilla algo de su cepo, para descubrir, en breve porcin, algo de su alma. All apareca, expuesta a la luz, su lanza de carbn. Al fin respondera a su razn de ser! Entonces, la madera que lo aprisionaba y con ella l mismo, fueron tomados, en un gesto que pareca conocido, entre los dedos de una mano femenina que se valdra de l para contar una historia. Comenz as a derramarse gota a gota, punto a punto y trazo a trazo en una carta amorosa. Su alma iba quedando adherida al papel, siendo parte del mensaje, sin ser l; pero sabiendo que as cumpla con su fin ltimo. Entonces comprendi que nunca ms volvera a su prisin de madera y que su esencia quedara ligada por siempre, indisolublemente, a ese particular mensaje. La mente, el brazo, la mano y los dedos, presionando y guiando suavemente la madera que lo aprisionaba, le haban dado vida. Hoy haba alcanzado, al fin, la madurez de su ser! Hoy poda definitivamente denominarse lpiz.

Alfredo Mors

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AMARILLO

LA FIESTA DE LA FAUNASuceda una vez, en un lugar de la tierra una gran fiesta en donde bichos y fieras, se reunieron para ir celebrando un nuevo ao que iba llegando. Era de noche y puro regao se escuchaba del pico del gallo, que acostumbraba dormirse temprano, pero esa noche se estaba aguantando. Y estaba el lobo diciendo a la oveja, que le pareca algo exagerado, que ella haya ido a la fiesta, con armadura de hierro y candado. Mientras la orquesta sonaba de fondo, alegres bailaban la rana y el mono. Y los concurrentes abran camino para permitirle bailar al zorrino. El puercoespn estaba extraado, porque todo el mundo quiso esquivarlo. _ Qu malos amigos! _, dijo enfadado, _ Yo que tan slo quera abrazarlos!_ Y ya en lo mejor que marchaba la fiesta, un apagn call a la orquesta. Y slo un balido como un alarido,

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se oy desde el centro de esas tinieblas. Volva la luz mostrando la escena de que la oveja se encontraba muerta. El pavo asustado no esper hasta la cena, y se fue acercando sutil a la puerta. _ Tranquilos seores!_ ruga el rey len. _ Qu aqu no ha pasado nada, que la oveja descanse en la ensalada y que la orquesta siga su son !_. Cmo aplaudan aquellas palabras, el lobo, la hiena y otros ms!, Y pregunt una tortuga que recin llegaba: Me he perdido de algo en especial? _. Fue a buscar el len a la cebra, porque aproximaba la hora cero, y solo encontr esta nota discreta: Tuve que irme. Feliz ao nuevo!

Miguel Valle

AMARILLO

CINCO HERMANITOSCinco hermanitos se van a jugar y meiquito no quiere faltar, aunque el de al lado lo quiere anular, porque es chiquito y puede llorar. Siempre en el medio el hermano mayor cuida de todos en la formacin. Y el que est al lado indica un lugar muy apropiado para descansar.

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De la manito felices se van, y el ms gordito se llama pulgar.

Miguel Valle

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AMARILLO

LA CADENITA DEL AMORDicen viejas lenguas, que en lo oculto de una cueva, viva una brujita llamada Carafrita. Ella no era bella, ni princesa, ni doncella, ni sala con su escoba a volar por las estrellas. Era esta brujita, de todas, la ms fea, que ni bestias ni alimaas se acercaban a su cueva. Un da en su caldero vio una imagen claramente, la del joven caballero, del linaje Grandes Dientes. Carafrita enamorada de este joven Grandes Dientes se pona a hacer hechizos, para darle buena suerte. Pero el joven caballero con sonrisa de conejo se pasaba da y noche dando vueltas por el bosque. Por el bosque l buscaba, entre las flores perfumadas, a la ms linda florcita, cuyo nombre era Jacinta. Jacinta era tranquila, solitaria y algo extraa, y soaba huir del bosque para irse a la montaa. La florcita soadora, con su dulce pensamiento, aoraba un da casarse, con su gran amor el viento. Pero el viento no bajaba de la ms alta montaa, donde todas las maanas, se meta, suavemente, por la entrada que llevaba hasta el lecho de su amada. Y aunque ella lo ignoraba, l la amaba intensamente.

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Lo que al viento cautivaba eran los nobles sentimientos, que tena esta brujita, que llamaban Carafrita.

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AMARILLO

TITICO EL PERIQUITOTitico era nuestro periquito, de verde plumaje y de inculto lenguaje. Lleg un da a casa, quin sabe desde dnde, con alas muy cansadas y el hambre de dos hombres. Pap, que es carpintero, le fabric un lorero, con todo lo preciso, para el genial Titico. Y all pas los das, en nuestra compaa, repitiendo, casi a diario, algn nuevo comentario. Mam, que es enfermera, le brind muchos cuidados: en otoo, en primavera, en el invierno y el verano. Y as pas los das, nuestro amigo el gran Titico, y a todos nos pareca el ms lindo periquito. Al parecer, no compartan de este buen concepto, mi gatita Sofa y nuestro perro Prudencio. Estaban muy celosos, ya que la algaraba, era la nuevo avecilla, que hasta cantaba de gozo. Cuando pap volva del trabajo, Titico bata diez aletazos, mova su cabeza de lado a lado, y daba vueltitas para festejarlo. Luego, parlaba como para asombrarlo, diciendo que el clima estaba algo templado, que el euro y el dlar estaban bajando y que Navratilova era buena en el piano. Cuando mam estaba en la cocina, Titico gritaba: Sin ajo y sal fina! La papa est dura! La carne est oscura! El postre est verde! Qu quieres hacerme?! Mam lo calmaba con algo de agua, y caricias, al pico del buen periquito. Sofa miraba, Prudencio ladraba, y yo haca barquitos y algn avioncito...

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Un da de verano, pap lleg mojado, porque caa una tormenta con rayos y centellas. Ese da no se oan los alegres aletazos, ni palabras del mal clima, o del dlar, o el trabajo. Pap se fue a su cuarto a ponerse ropa seca, y no hizo gesto ni pregunta de la emplumada ausencia. Mam volvi de compras y se puso a hacer la cena, y me dio un par de bolsas de la comida Mascotas crezcan. La serv en los dos platos, el de Sofa y el de Prudencio, y el perro a poco rato no dej rastro del alimento. Sofa no prob nada: estaba echada y algo redonda... Se vea muy relajada, como preada sobre su alfombra, levant su blanca cabeza, me mir y me gui un ojo... Dio un maullido breve y le pude ver los bigotes verdes.

Miguel Valle

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AMARILLO

LA PRUEBAEsta es la forma sencilla, en que quiero contar lo ocurrido. Ayer, antes del medioda, en la clase de Cvica... Sigo: Estaba sentado en mi silla, con lpiz, cuadernos y libros, manzana, un flan de vainilla, y araa en un frasco de vidrio. Entr el profesor Simpata (es que todos as le decimos), les juro que un gallo de ria es ms tierno que este cretino. Nos dio un siniestro buen da y sacar una hoja nos dijo. Fechar y poner prueba escrita y, por cierto, no dio previo aviso. Con trece aos yo encima, mal nmero, suerte o destino, me vino a tocar por consigna: Defina: honesto Individuo. Palabras jams en mi vida, usadas en juegos de nios, ledas en las golosinas, u odas en los Pitufitos. De tanto silencio que haba, senta mis propios latidos. Mi mano, como gelatina, bajaba temblando hacia el cinto. All estaba escondida, grabada en algn papelito, la fiel respuesta pedida... Copiarla deba mi alivio! Y en esa maniobra emprendida, con suma cautela y sigilo, el cinto enganch con su hebilla, mi lindo reloj amarillo. La suerte a veces fastidia y sin que le demos motivo, por eso no tengan envidia, del calmo vivir de un vecino. Disculpen la palabrera; les sigo contando del cinto: el traidor accesorio quera que saque, yo, menos de cinco. Por ver ms de cerca la hebilla no puse atencin al cretino,95

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y as, el profesor Simpata, de pronto a mi lado se vino. Alumno, algn problemilla? me dijo con poco cario. Y yo, muy nervioso en la silla, pate algn frasco de vidrio. Ponga sus manos arriba!, o tiene usted algo escondido? La causa estaba perdida: El tirano me haba vencido. En ese momento vea, subiendo por los botoncitos de blanca y fina camisa (de aquel profesor tan temido), mi muestra para biologa, que haba pasado su ombligo, suba y no era chiquita. Y bueno... Despus vino el grito! Cositas que tiene la vida ya saben, humor y fastidio; y as, vi salir en camilla a quien entr con martirio. Hoy cae una fina llovizna, y puedo quedarme dormido, y junto a la araa este da, estamos los dos suspendidos.

Miguel Valle

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AMARILLO

MI NEGRAAl principio, no la haba visto. Es ms, ni siquiera saba que pudiera existir algo as, al punto que incursion, quiz tontamente, con otras que no terminaban de satisfacerme. Era como si no hubiera con stas, esa extraa compatibilidad que pocas veces se da. Algo siempre quedaba como desajustado: o muy grande o muy chico. No s... Hasta que la vi. De entrada, fue como un sutil flechazo. Haba estado un tanto apartada, como si no quisiera mezclarse con las otras, que venan de haber hecho shopping por largo tiempo. Estas ltimas, vestan con una suerte de prendas tramadas o caladas de una extraa fibra que las cubra, dejando solo a la vista, sus brazos y piernas por cierto, nada desagradables. Les deca que la vi y all comenz un gran enamoramiento. La mir con detenimiento y cabalmente comprend que sera una compaa casi perfecta. Su estructura sutil, con piernas finamente torneadas y sus pies, enfundados en unas pequeas zapatillas, que las dejaban ver casi en su totalidad. Y su color! bano pursimo. Al punto que se destacaba claramente de las otras que all estaban. Al instante, comprend que deba procurar, por todos los medios, que fuera solo ma. Presenta que podra darse entre nosotros una especie de compatibilidad total, como si hubiramos estado hechos el uno para la otra y viceversa.9

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Me aproxim, y de entrada noms me acept, sin palabras, en su presencia. Nos aproximamos y all noms comenz un romance que, ahora s, se prolongara por un tiempo solo signado por un idilio permanente. All donde yo estaba, me acompaaba como una presencia eterna, donde pareca que una extraa simbiosis se haba producido. Dems est decir que la consider nica e irrepetible. Degustbamos juntos los ms exticos platos de la cocina local, que pareca era de su preferencia; culminados, habitualmente, los sbados con ese postre