padro i parcesrisa josep. historia del egipto faraonico

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    Fruto de la doble experiencia del autor, como docente y como egiptlogo,

    esta obra constituye una gua clara y accesible para el estudio del Egipto

    faranico, donde adems del dato objetivo podemos encontrar una solvente

    interpretacin histrica del mismo. Completan la obra la lista de los reyes de

    Egipto, un imprescindible glosario de los trminos ms utilizados, una decenade mapas y una bibliografa por temas, que el autor ha puesto al da para la

    presente edicin.

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    Josep Padr I Parcerisa

    Historia del Egipto faranico

    ePub r1.0

    Titivillus 11.06.16

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    Ttulo original:Historia del Egipto faranicoJosep Padr I Parcerisa, 1996

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

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    Prlogo

    Espaa ha permanecido al margen de la investigacin egiptolgica durante un siglo ymedio, con la nica excepcin de la actividad desarrollada por el diplomtico Sr. E.Toda entre 1884 y 1886. No obstante, Egipto se encuentra en el origen de la

    civilizacin, y sin l no podemos verdaderamente decir que conocemos nuestrosorgenes. Slo a partir de la campaa internacional de salvamento de los monumentosde Nubia podemos encontrar arquelogos espaoles que a partir del perodo que vade 1960 a 1965 han empezado a trabajar en Egipto: entre ellos podemos recordar alos Sres. M. Almagro, J. Lpez, M. Pellicer, F. Presedo y E. Ripoll. Aunque lamayora de ellos no eran egiptlogos, realizaron entonces una meritoria labor an hoyda recordada.

    Desde 1966, el yacimiento de Ehnasia el Medina (la antigua Heraclepolis

    Magna) ha servido de manera ininterrumpida a los jvenes investigadores espaolespara introducirse en el trabajo de campo egiptolgico. Entre ellos se encuentra elprofesor J. Padr, formado como egiptlogo en Francia por J. Leclant, Ch.Desroches-Noblecourt y F. Daumas. Profesor de la Universidad de Barcelona, Padrdirige actualmente las excavaciones arqueolgicas de Bahnasa (Oxirrinco) desde elao 1992.

    Es pues para m un verdadero placer tener ocasin de poder leer por primera vezuna historia del Egipto faranico escrita por un egiptlogo espaol, colega al que

    personalmente conozco desde hace ya tiempo. Es por ello que estoy seguro de queeste libro podr satisfacer el inters natural del pblico cultivado espaol, y de queayudar a la consolidacin de los estudios egiptolgicos en Espaa.

    ABDEL-HALIMNUR EL-DIN

    Director del Departamentode Egiptologa de la Facultad de Arqueologa

    Universidad de El Cairo

    Antiguo Secretario Generaldel Consejo Supremode Antigedades de Egipto

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    Prefacio

    El libro que el lector tiene en las manos es el resultado final de un largo proceso. Enprimer lugar es el resultado de veintitrs aos de experiencia docente en las aulasuniversitarias de Bellaterra, Madrid, Tarragona, Barcelona y Lisboa. Ello significa

    que este libro difiere de la mayora de manuales de Historia de Egipto que he podidoconsultar, si no en su estructura esencial, s en su redaccin. Quiero decir con ello quemientras que los manuales en cuestin, incluso los ms recientes, ofrecen inventariosms o menos exhaustivos de acontecimientos, fuentes histricas y monumentos,clasificados por perodos o por aos, en cambio mi libro, guiado por las notas y losapuntes de mis clases, revisados cien veces y modificados constantemente en funcinde los intereses pedaggicos de la exposicin oral, se cie generalmente a losacontecimientos, fuentes y monumentos que por experiencia considero ms

    relevantes. Adems, mientras que los egiptlogos son poco dados a explicitar susopiniones sobre los hechos que enumeran, por mi parte en cambio he preferidoexplayarme en todo tipo de consideraciones que, si bien podrn en alguna ocasin sertildadas de demasiado subjetivas, tienen, pienso, la ventaja para el lector, igual quepara los alumnos que me escuchan, de hacer la lectura ms fluida y de razonar elporqu de lo que se est explicando. De todos modos, he procurado siempre dejarbien claro lo que son hechos objetivos razonablemente bien establecidos, y lo que sonsimples opiniones mas ms o menos bien fundamentadas.

    Si, pues, la elaboracin del libro ha dependido en ltima instancia de mi ya largaexperiencia docente, su redaccin final tambin ha sido el resultado de un dilatadoproceso de diez aos, desde que tom la pluma por primera vez para empezar aescribir el primer captulo. Desde entonces apuntes, notas, libretas y papeles diversosme han ido siguiendo por los distintos lugares a los que me ha llevado mi trabajo oincluso mi tiempo de vacaciones: Montpellier, Oxirrinco (la actual Bahnasa), Lisboa,El Cairo, Puigcerd, Llvia y, por supuesto, Barcelona. Puedo decir, por consiguiente,que durante todos estos aos el libro se ha convertido en mi compaero inseparablede andanzas y fatigas.

    Durante todos estos aos tambin, son muchas las personas t instituciones que mehan ayudado, consciente o incluso inconscientemente, en su redaccin, aunque deboresaltar especialmente a mis compaeros de las bibliotecas de egiptologa de las

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    universidades de Barcelona y de Montpellier, as como a toda mi familia; a todosellos debo manifestar mi agradecimiento por su paciencia y apoyo constantes, y deseodedicarles el resultado final de mi trabajo. Pero tambin deseo dedicarlo al mismotiempo a mis alumnos de todos estos aos, que con su inters y atencin hanrepresentado un gran estmulo para m. Y aun al actual pueblo egipcio, verdadero

    descendiente en su totalidad del pueblo de los faraones, al que he aprendido a quereren mis frecuentes estancias en su pas.

    Es mi esperanza que el libro pueda contribuir no ya tan slo a acrecentar an msel inters del pblico espaol por el antiguo Egipto, puesto que este inters est yasobradamente demostrado a estas alturas, sino tambin a normalizar la situacinacadmica de la Egiptologa en la universidad espaola, anmalamente desconocidaan como rea de conocimiento, lo que la sita en una precaria situacin sin parangnen este momento en Europa. Hace ciento diez aos, exactamente el 16 de mayo de

    1886, el diplomtico espaol E. Toda, de regreso de Egipto donde haba estadoejerciendo como egiptlogo, pronunci las siguientes palabras como eplogo de unaconferencia impartida en Vilanova i la Geltr con motivo de la cesin de una parte desu coleccin de antigedades egipcias al Museo Vctor Balaguer de dicha localidad:

    Es slo mi intento, y con lograrlo quedarn recompensados mis afanes, que esta serie arqueolgica que hoyinauguramos pueda servir de estmulo a nuestra estudiosa juventud. Nunca conocer la historia quien no empiecea aprenderla desde Egipto, como no trazar jams el curso de un ro quien desconozca las fuentes de su origen. Ypara remontar las investigaciones cientficas o curiosas a pueblo de origen tan remoto, nada, seores, puede servircomo la contemplacin de los objetos que sirvieron a su vida, del cadver de uno de sus hijos, los restos de otros,

    las imgenes de sus dioses, los utensilios de su culto, las ms familiares prendas de su uso y hasta la escrituracorriente en su ordinario trato.No permanezcamos tan atrasados en el estudio de la ciencia egiptolgica. En siglos pasados nuestro espritu

    investigador traspas las fronteras de la patria y acometimos grandes empresas. Hoy, por desgracia, nuestra visibledecadencia casi nos ha reservado el ltimo lugar de las naciones en la va de los descubrimientos cientficos, ytrabajamos muy poco. Quiera Dios que pronto veamos ms extensos horizontes!

    A pesar de los vehementes deseos de Toda, ciento diez aos despus estamosprcticamente igual. Ojal que en una futura reedicin de este libro me sea dadorectificar estas ltimas palabras!

    Barcelona, marzo de 1996.

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    1. Introduccin general

    Nociones geogrficas

    Egipto es una estrecha banda de tierra frtil surcada por el Nilo, en el extremo este

    del desierto del Sahara. El pas era un golfo durante la Era Secundaria, en cuyo fondose depositaron sedimentos calcreos. Al sur, el golfo limitaba, a la altura del DyebelSilsila, con una plataforma de arenisca, la Nubia histrica; al este, con una cadenamontaosa de rocas metamrficas primarias, el desierto Arbigo actual.

    Probablemente, a finales del Terciario el Nilo logr vencer la barrera del DyebelSilsila y verter su caudal en el golfo que acabara siendo Egipto. Paralelamente seform el mar Rojo con el que la regin empez a adquirir su fisonoma actual,completada entre el Plioceno y el Pleistoceno con el total relleno del golfo y la

    formacin de las terrazas del Nilo.Durante el Pleistoceno Superior se produjo la conexin del Nilo con el sistema

    hidrogrfico abisinio, por un lado, y con los grandes lagos, por otro, a travs del NiloAzul y del Nilo Blanco, respectivamente, convirtindose desde este momento lacrecida anual en el factor dominante en la vida del ro. Finalmente, al trmino de laltima glaciacin cuaternaria, el nivel del mar subi y, en consecuencia, el Niloempez a depositar sedimentos de origen abisinio, el clebre limo, tierraextremadamente frtil que abona los campos egipcios cada ao al llegar la

    inundacin.Con absoluta regularidad, un ao tras otro se produce el maravilloso fenmeno dela inundacin, provocado esencialmente por la crecida del Nilo Azul, cuyo caudal enel transcurso del verano pasa de unos 200 a unos 10.000 m3por segundo. La crecidaalcanza la 1. catarata en junio y el Delta en julio, llegando a sus cotas mximas enseptiembre. En noviembre, el agua se retira totalmente, dejando los campos cubiertospor el frtil limo y a punto de sembrar.

    La llegada de la inundacin a Egipto coincida con la salida helaca de la estrellaSotis Sirio, de ah que los antiguos habitantes del pas creyesen relacionadosambos fenmenos, y a la estrella ms brillante del cielo de alguna maneraresponsable de la crecida niltica.

    El Nilo es un ro navegable, y de hecho es tambin la principal va de

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    El Valle del Nilo est flanqueado por dos desiertos, el Lbico al oeste y el Arbigo

    al este. El desierto Lbico, ms bien llano, se caracteriza por la existencia en l denumerosos oasis, el ms importante de los cuales es tambin el ms cercano al Valle:se trata del Fayum, importante lago de agua salobre conectado con el Nilo a travs deun brazo de ste, el Bahr Yusef. En el desierto Arbigo, de configuracin montaosa,hay canteras de esquisto, prfiro, alabastro, diorita y granito, pudindose encontrartambin oro y piedras preciosas; el terreno abrupto hace difciles, pero no imposibles,las comunicaciones del Valle del Nilo con el mar Rojo.

    El clima de la regin, estepario al principio del Holoceno, fue hacindose

    progresivamente seco, pero slo alcanz niveles de desertizacin a finales del tercermilenio, en plena poca histrica, mantenindose desde entonces prcticamente igualal actual.

    Histricamente, Egipto se divide en dos pases: el Alto Egipto, que corresponde alValle del Nilo propiamente dicho y que abarca desde la 1. catarata, en Asun, al sur,hasta la regin de Menfis, al norte; y el Bajo Egipto, que corresponde al Delta eincluye Menfis en su extremidad meridional. No obstante, desde el punto de vistaestrictamente geogrfico, es posible distinguir un Egipto Medio, que va desde el nortede la regin de Tebas hasta el lmite con el Bajo Egipto. Finalmente, hay que sealarque en la 1. catarata se encuentra la frontera histrica de Egipto con Nubia.

    Los progresos de la Egiptologa

    La ciencia egiptolgica, al contrario de sus afines dedicadas al estudio del mundoclsico greco-romano, tiene una existencia corta de poco ms de un siglo y medio. Laescritura jeroglfica, as como sus cursivas, el hiertico y el demtico, deban suexistencia al final de la Antigedad exclusivamente a su relacin con el culto pagano,mxime cuando los cristianos egipcios los coptos adoptaron el uso de escribir supropia lengua mediante el alfabeto griego. Los consiguientes progresos delcristianismo significaron, pues, la agona y la muerte no slo de la antigua religin,sino tambin de la civilizacin egipcia. Tras el decreto de Teodosio del ao 384,ordenando cerrar los templos paganos, slo permaneci abierto al culto el de Isis enla isla de Filas, en la misma frontera del Imperio, y ello por razones polticas.Significativamente, aqu se ha encontrado la ltima inscripcin jeroglfica conocida,

    que data del ao 394. As, cuando Justiniano hizo cerrar manu militari, ya en el sigloVI, este postrer reducto de paganismo en el Imperio, sabemos que estaba privando delibertad a los ltimos hombres capaces an de leer los jeroglficos. As se perda la

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    llave de esta enigmtica escritura que tardara mil trescientos aos en recuperarse.Durante todo este tiempo, y hasta el siglo XVIII, la comprensin de los antiguos

    monumentos no pudo ms que ser necesariamente limitada, orientndoseesencialmente en busca de recuerdos bblicos. El primer avance importante no seprodujo hasta 1799, cuando los soldados franceses de la expedicin de Bonaparte a

    Egipto descubrieron casualmente la Piedra de Roseta, que contiene un decreto dePtolomeo V promulgado en Menfis en 196 a.C. y escrito en jeroglficos, en demticoy en griego.

    Pero adems el ejrcito de militares iba acompaado por un ejrcito de sabios quese dedic a localizar, medir y dibujar todos los monumentos visibles. La ulteriorpublicacin de estos trabajos, conteniendo la copia minuciosa de numerossimasinscripciones, fue esencial a la hora de posibilitar la labor de desciframiento de loseroglficos, consumada finalmente por el francs Jean-Franois Champollion en

    1822.A partir de este momento se sucedieron las expediciones cientficas en el Valle delNilo, siendo de destacar la franco-toscana dirigida por Champollion y Rosellini entre1828 y 1830, as como la prusiana de Lepsius, entre 1842 y 1845. Era, sin embargo,necesario establecer unos organismos permanentes en Egipto mismo, que velasen porla integridad, la conservacin y el estudio de los monumentos: stos fueron el Museode El Cairo y el Servicio de Antigedades de Egipto, fundados ambos en 1858 por elfrancs Auguste Mariette, el cual fue sucedido en ambos cargos por su compatriota

    Gaston Maspero, sin lugar a dudas el egiptlogo ms activo y prolfico de todos lostiempos.Por otro lado, era necesario establecer la enseanza de la egiptologa en Europa.

    Ya Champollion haba obtenido la primera ctedra de egiptologa de la historia en1831, en Pars, pero su prematura muerte en 1832 le impidi llegar a tener alumnos.

    Sera, por consiguiente, Maspero el que logr instaurar de manera definitiva laenseanza de la disciplina en Francia, extendindose la misma rpidamente al restode pases de la Europa culta. Al mismo tiempo se lograban nuevos hitos cientficosque culminaban con el desciframiento del demtico por Brugsch y con la realizacin

    de excavaciones sistemticas con un riguroso mtodo arqueolgico en los principalesyacimientos del pas por parte de Petrie, que fue tambin el descubridor y primersistematizador de la Prehistoria egipcia.

    El siglo XX, finalmente, ha presenciado el establecimiento en Egipto de diversas

    misiones cientficas, permanentes o peridicas, correspondientes a pases tales comoFrancia, Alemania, Gran Bretaa, Italia, Blgica, Polonia, Suiza, Holanda, Suecia,Austria, Estados Unidos, Chequia, Dinamarca, Espaa, Canad, Japn, Argentina yGrecia, entre otros, adems obviamente de Egipto mismo y del Sudn, donde los

    restos materiales de la civilizacin egipcia son asimismo muy importantes.

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    Sobre la cronologa y sobre la transcripcin delos nombres propios

    Los egipcios no utilizaron ningn sistema de cmputo continuo del tiempo, sino quecontaban slo los aos de reinado de cada monarca. Sin duda, en los archivos debahaber listas de los aos de reinado de los faraones sucesivos, pero las mismas o sehan perdido o se conservan en estado muy lacunario. A la hora de establecercronologas absolutas tan slo son de alguna ayuda las eventuales indicacionesreferentes al ciclo sotaco o a otras observaciones astronmicas, o bien losocasionales sincronismos con acontecimientos bien fechados acaecidos en pasescercanos a Egipto. En estas circunstancias es fcil comprender las vacilaciones y

    discrepancias entre los diferentes autores, discrepancias que pueden ser de ms de unsiglo en el Imperio Antiguo para irse reduciendo lgicamente en el segundo y primermilenio hasta llegar a ser insignificantes en el Perodo Saa.

    Si bien las fechas que los egiptlogos manejan a partir del ao 2000 deben ser yamuy cercanas a la realidad, no obstante las frecuentes y leves correcciones queimponen los especialistas acaban por ser irritantes a los ojos de cualquier noespecialista, egiptlogo o no, sobre todo porque es obvio que faltan elementos paragarantizar que cualquiera de las soluciones propuestas vaya a ser definitiva. Por

    consiguiente, algunos autores han optado recientemente por dar dos o incluso mscronologas distintas en la misma obra. Convencidos sin embargo de que estasolucin no hace sino desorientar an ms al lector, por nuestra parte hemos optadopor la solucin salomnica de dar una sola fecha para cada acontecimiento, elegidasegn nuestro exclusivo criterio entre las varias propuestas ofertadas y buscandosimplemente la coherencia interna entre las fechas de acontecimientos prximos en eltiempo. La cronologa que hemos elegido tiene, como mnimo, la ventaja de ser lams acorde con los sincronismos propuestos por los antiguos historiadores y

    crongrafos con respecto a la historia griega. El lector, en todo caso, deber tomarbuena nota de que las fechas que proponemos siguen siendo tan slo aproximadas,aunque, eso s, bastante cercanas a la realidad, a partir del mencionado ao 2000 yhasta el momento de la conquista persa del ao 525. Por supuesto, y aunque novolvamos a decirlo, todas las fechas hay que entenderlas como anteriores a nuestraera.

    En lo referente a la transcripcin de los nombres propios egipcios al castellano laanarqua es total, debido a la falta de tradicin egiptolgica escrita en esta lengua y ala notoria falta de competencia en la materia de la mayor parte de traductores deobras extranjeras al castellano.

    Todo ello ha llegado hasta el extremo de dar carta de naturaleza a ciertas formasno basadas ms que en la ignorancia de la forma correcta, o de acostumbrarnos a

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    vacilaciones sin justificacin alguna. Teniendo en cuenta que en esto s que no esposible limitarnos a copiar cualquier sistema extranjero, pues cada idioma tiene supropia manera de transcribir los nombres propios de las lejanas civilizacionesantiguas, nosotros hemos adoptado un sistema propio, basado esencialmente enutilizar en principio las transcripciones griegas cuando existen y no deforman

    excesivamente las formas originales, y en caso contrario transcribirconvencionalmente los nombres propios egipcios, adaptndolos lo mejor posible a losrecursos fonticos del alfabeto castellano. En todo caso, hemos renunciadoradicalmente al uso de signos diacrticos que casi nadie comprende y que no tienenustificacin alguna en obras de contenido no estrictamente filolgico.

    Estos principios de transcripcin estn recogidos en nuestra propia normativapublicada en 1987. Puesto que esta normativa no es, ni puede ser, taxativa al imponerel uso de una sola forma para cada nombre propio, al final de la obra damos un

    apndice con la lista de las dinastas y de los principales reyes de Egipto, en la queunto a los nombres que hemos usado en este libro damos otros nombres asimismolegtimos. Por el contrario, hemos erradicado totalmente de la misma las formas denombres absolutamente errneas, por muy usuales que hayan sido hasta ahora entrenosotros. En cuanto a los nombres propios asiticos que nos hemos visto forzados autilizar, los hemos transcrito teniendo en cuenta la normativa elaborada para laonomstica asiriolgica por Feliu y Millet, publicada en 1993.

    Algunas generalidades sobre la HistoriaAntigua de Egipto

    La primera historia de Egipto fue escrita en griego por Manetn, un sacerdoteegipcio que cumpla as, en el siglo III, el encargo de su soberano Ptolomeo II. Dicha

    obra ha llegado hasta nosotros muy mutilada y reducida en lo esencial a una lista dereyes agrupados en dinastas. A pesar de ello, Manetn sigue siendo una fuenteesencial de la Historia de Egipto, y los egiptlogos han aceptado convencionalmentela divisin de la historia egipcia en dinastas, tal y como la expuso Manetn. Noobstante, hay que advertir ya de entrada que no cabe entender las dinastasmanetonianas en el sentido moderno de la palabra, es decir, como si se tratase deautnticas familias reinantes. En varias ocasiones sabemos que el fundador de unadeterminada dinasta es el hijo o el hermano del anterior monarca al cual ha sucedidocon absoluta naturalidad, mientras que por el contrario algunas veces son atribuidos auna misma dinasta personajes sin ningn parentesco conocido entre ellos. De todo lo

    cual se deduce que muchas dinastas manetonianas hay que entenderlas en realidadcomo perodos, ms o menos breves, de la Historia de Egipto.

    Modernamente se han propuesto varias periodizaciones para dividir la dilatada

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    Historia del Egipto faranico, agrupando de distintos modos las dinastasmanetonianas. De todas ellas el sistema que ha acabado imponindose, y que esgeneralmente aceptado sin mayor discusin, es aquel que divide la Historia de Egiptoen tres imperios, el Antiguo, el Medio y el Nuevo, seguido cada uno de ellos de unPerodo Intermedio.

    El sistema puede ser aceptado como propuesta de periodizacin vlida, acondicin de tener en cuenta que el Egipto faranico no tuvo una proyeccinimperialista exterior de importancia ms que en el Imperio Nuevo, permaneciendo elresto de su historia encerrado en s mismo, amparado por su aislamiento y sin mostraruna especial agresividad para con los restantes pueblos conocidos del Orientemediterrneo, con los que mantuvo en lneas generales relaciones distantes peropacficas. Por consiguiente, hay que entender los tres imperios como perodos de lahistoria egipcia en los que el Estado faranico alcanz su mximo podero y

    esplendor, dominando con su omnipresencia todos los aspectos de la vida del pas; setrata, adems, de pocas de paz interior y de esplendor econmico puestos demanifiesto por la actividad constructiva desarrollada en ellas, sin que de momentonos detengamos en las causas de ello. Por el contrario, hay que entender los tresperodos intermedios como pocas de crisis del poder del Estado, con sus secuelasconsiguientes de guerras civiles y de decadencia econmica. Finalmente, losegiptlogos abren la historia de Egipto con un Perodo Tinita que precede al ImperioAntiguo, y la cierran con un Perodo Sata que sigue al Tercer Perodo Intermedio, enun afn obvio de hacer la periodizacin lo ms simtrica posible.

    Sin embargo, esta periodizacin no es ni mucho menos la nica posible, y porsupuesto no es la ms satisfactoria, a pesar de que en este momento no haya msremedio que aceptarla, ya que ha sido la nica que ha logrado imponerse a nivelinternacional y ya es prcticamente imposible volverse atrs.

    La trayectoria de la civilizacin egipcia ha permitido, por ejemplo, observar unapoca formativa, una poca clsica y una poca de decadencia de la misma.

    El concepto de Egipto Clsico ha sido acuado por los fillogos y eseminentemente usado por ellos para referirse tanto a la lengua como a la literatura de

    los tiempos axiales del largo desarrollo del Egipto faranico. Aunque el trmino seafrancamente menos usado tanto por historiadores como por historiadores del arte, noobstante tambin estos especialistas se reconocen en el mismo y coinciden en suatribucin cronolgica: el Egipto Clsico corresponde a la poca del Imperio Medio ya la primera mitad del Imperio Nuevo, ms concretamente a los aos de la DinastaXVIII, y tiene dos perodos de crisis, correspondientes al Segundo PerodoIntermedio y al Perodo Amarniense. En efecto, la lengua y la literatura de esta pocafueron tenidas por clsicas ya por los mismos egipcios de pocas posteriores,

    empezando por los de la misma poca ramsida que corresponde a la segunda mitaddel Imperio Nuevo con las dinastas XIX y XX, y es obvio que este sentimientopuede fcilmente extrapolarse a todos los otros aspectos de la civilizacin egipcia. En

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    lneas generales puede decirse que los tiempos que van desde la Dinasta XI hasta laXVIII del siglo XXI al XIV a.C. son los que aportan la mxima madurez y

    bsqueda del justo equilibrio, frente al arcasmo an bien manifiesto del ImperioAntiguo y la decadencia progresivamente notoria de la Baja poca. Este clasicismo,como ya hemos dicho, tiene de todos modos una inflexin central debida a la

    ocupacin extranjera de los hicsos, y una crisis final producida por la voluntadrupturista del faran Ajenatn, tras la que fue imposible una vuelta atrs dejando lascosas tal como estaban antes de la crisis, ya que las fuerzas desencadenadas de lainvolucin impusieron una autntica dictadura que rompi de forma irremediable elequilibrio y la madurez anteriores.

    La consideracin de una poca clsica de la civilizacin egipcia, precedida de unapoca arcaica o formativa y seguida de una poca de decadencia, se corresponde muyaproximadamente con la divisin tripartita que ya el mismo Manetn hizo de la

    historia egipcia, a la que dividi en tres libros, divisin que a su vez fue seguida poralgunos historiadores entre los que hay que destacar especialmente a Maspero. Estapropuesta de periodizacin, surgida hace ms de cien aos, divida la Historia deEgipto en Monarqua Menfita, de las dinastas I a la X, centrada en el tercer milenio;Monarqua Tebana, de las dinastas XI a la XX, centrada en el segundo milenio, yMonarqua Sata, de las dinastas XXI a la XXX, ya durante el primer milenio. Comotendremos ocasin de ir comprobando, esta periodizacin responde a causashistricas profundas y por ello tambin nosotros utilizaremos los conceptos de

    monarqua menfita, tebana y sata a lo largo de esta obra cuando lo consideremosoportuno.Tradicionalmente se hace empezar la Historia de Egipto con el advenimiento de la

    Dinasta I, unos tres mil cien aos a.C. No obstante, aqu seguiremos la formacin delEstado faranico desde sus primeros y balbuceantes pasos en tiempos predinsticos,trazando incluso un breve cuadro de lo que sabemos de poca neoltica, con el fin depoder describir todo el proceso histrico egipcio desde sus mismos orgenes. Encuanto al final de esta obra, dejaremos Egipto al trmino del reinado de CleopatraVII. Con ello somos conscientes de habernos desviado del uso habitual de los

    egiptlogos que cierran la Historia de Egipto con la conquista del pas por AlejandroMagno. Sin embargo, pensamos que, aunque regido por una dinasta extranjera, elestado faranico sobrevivi durante el Perodo Ptolemaico, as como la civilizacinegipcia, de modo que no pueden suprimirse estos siglos sin mutilar el desenlace finalde la Historia del Egipto faranico.

    En suma, Egipto se nos presenta como el primer Estado territorial de la Historia,situacin que alcanz ya en el curso del cuarto milenio. Ello le oblig a ponertrabajosamente en pie una poderosa organizacin centralizada desde muy pronto, que

    permitiese al Estado faranico administrar eficazmente los enormes recursosmateriales y tambin humanos del pas. Al contrario de los estados mesopotmicos ydel resto del Prximo Oriente, puede decirse que el Egipto faranico no tuvo

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    prcticamente enemigos exteriores salvo contadas excepciones, de modo que suhistoria varias veces milenaria es la historia de una civilizacin, muchas vecesencarnada en un Estado, que evolucion debido slo a factores internos y sin apenasinterferencias ajenas.

    Fueron slo egipcios quienes encumbraron varias veces al Estado, y slo egipcios

    los responsables de derribarlo, para rehacerlo nuevamente a partir de sus propiascenizas.

    A lo largo de los siglos y de los milenios el Estado faranico aprendi a mejorarprogresivamente sus mecanismos de control de la produccin y de la explotacin delos recursos del pas, pero jams dej de explicitar los principios de reciprocidad paracon sus administrados, fundamento jurdico ltimo en que se basaba su legitimidad.Mejor o peor, el Estado faranico logr alcanzar un cierto equilibrio con sus sbditos,al mantener en trminos relativamente moderados sus exigencias en prestaciones y

    tributos. De su xito dan fe no slo su larga supervivencia por encima de todo tipo deavatares polticos, sino tambin el hecho de que durante todo este tiempo Egiptofuese un Estado mucho ms humano e incruento que cualquier otro Estado oriental,tanto en su trato con sus administrados como con sus mismsimos enemigos.

    Consideraciones sobre el Egipto faranico y lafilosofa de la Historia

    La Historia del Egipto antiguo presenta un inters excepcional para los historiadores:el de poseer unos cuatro mil quinientos aos de desarrollo continuo, relativamentebien conocidos. Durante todo este tiempo, el pas evolucion tan slo por causasinternas, con escasas influencias del exterior.

    Ya desde la Antigedad se observ que la larga Historia de Egipto aparenta sercclica. Es esta impresin la que los historiadores modernos han intentado reflejardividiendo, con ms o menos fortuna, la historia egipcia en monarquas o imperios.

    Los mismos egipcios, de hecho, tenan la sensacin de un constante retorno a unorden ideal, que acabaron identificando de forma ms o menos difusa con el ImperioAntiguo.

    En la actualidad, el vocabulario corriente de los egiptlogos intenta caracterizarlos distintos perodos de este ciclo con conceptos o palabras modernas tales comofeudalismo, imperio, socialismo de Estado, burguesa, modo de produccin asitico,esclavismo, estatismo, etc. Sin embargo, hasta qu punto es ello lcito? Si por unlado es obvio que el historiador tiene derecho a intentar definir con conceptosactuales realidades histricas pretritas para las que no existe un vocabulario antiguoadecuado o simplemente comprensible, por otro tambin es razonable esperar de estemismo historiador que demuestre la bondad de los conceptos y del lenguaje queutiliza. Vamos, pues, a intentarlo en el caso que nos ocupa.

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    Se insiste, por ejemplo, en el feudalismo egipcio, llegndose a contabilizar hastacuatro perodos feudales en la Historia de Egipto. Veamos cules son lascaractersticas de los mismos. En primer lugar, la prctica inexistencia del Estado, loque se acompaa con el predominio de las relaciones de fuerza para ostentar el poder.Se asiste tambin al fraccionamiento del mismo en provincias y a su transmisin por

    va de herencia. No hace falta ser un experto, a la vista de estos hechos, parapercatarse de que las caractersticas del llamado feudalismo egipcio le acercan demanera sustancial a lo que sabemos del feudalismo europeo de la Edad Media. Porconsiguiente, nos parece adecuado el uso de este trmino en la Historia de Egipto,con todas las matizaciones o precisiones que se crea necesario introducir.

    El feudalismo pues, tal y como lo acabamos de definir, se nos aparece como elsistema poltico ms primitivo conocido en Egipto, ya que caracteriza la pocapredinstica. Despus se alza como sistema predominante durante el Primero y Tercer

    Perodo Intermedio, sobre las ruinas, respectivamente, del Estado del ImperioAntiguo y del Imperio Nuevo. Por lo que respecta al Segundo Perodo Intermedio, esnecesario introducir una serie de matizaciones que diferencian ste de los otrosperodos intermedios, debido a la intervencin de agentes extraos, de los cualestrataremos en su lugar correspondiente.

    Dejando pues de lado por ahora el caso del Segundo Perodo Intermedio, vamos aintentar establecer los paralelismos existentes entre el primero y el tercero. Durante elImperio Antiguo, el poder del Estado empez a ser socavado desde poca de laDinasta V por el clero heliopolitano de Re. Este proceso se caracteriza por laacumulacin de cargos burocrticos por unas pocas personas que se constituyen enautntica nobleza cortesana en Menfis. Pero los abusos inmoderados de esta noblezaocasionaron la ruina del Estado y, con ella, la suya propia. Al mismo tiempo, elEstado intentaba sobrevivir aumentando la carga fiscal sobre los estamentos socialesno privilegiados que no tenan excusa para zafarse de ella, y reforzando el aparatoburocrtico en los escalones no codiciados por la nobleza o salvaguardados por elfaran, pero todo ello ocasion complicaciones crecientes que acabaron hacindoleineficaz. Entonces, durante la Dinasta VI, las riquezas y el poder desertaron de la

    corte menfita y huyeron a las provincias; los antiguos cargos burocrticos del Estadose convirtieron en ttulos nobiliarios que se transmitan por herencia, y los nomarcas,antiguos funcionarios a cuyo cargo estaba el gobierno de las provincias, acapararonlos poderes civiles, militares y religiosos en sus respectivos nomos. El faran perdias el control efectivo de las provincias y se convirti en mero soberano nominal, elEstado desapareci y Egipto entr en el Primer Perodo Intermedio.

    Paralelamente, durante el Imperio Nuevo el poder faranico fue socavadoprogresivamente por el clero de Amn en Tebas. Tras la crisis poltico-religiosa de la

    poca de Ajenatn, acabada con el triunfo del clero amoniano a finales de la DinastaXVIII, los ltimos faraones del Imperio Nuevo intentaron desplazar constantemente asacerdotes y funcionarios, as como a sus hijos, cambindoles de destino. Despus de

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    la experiencia de finales del Imperio Antiguo, el estado del Imperio Nuevo intentabaas impedir la consolidacin de dinastas paralelas en los nomos. Al mismo tiempolucharon mediante decretos contra la corrupcin administrativa, y obligaron a loshijos a ejercer el oficio de su padre, para garantizar la continuidad de la actividadproductiva. Pero todas estas medidas no pudieron evitar el nuevo fracaso del Estado

    centralizado, ya desde finales de la Dinasta XIX. Su decadencia era ya irreversiblecon la Dinasta XX y durante el reinado de Rameses XI, ltimo soberano de lamisma, en medio de una crisis poltica y social aguda el clero de Amn tom el poderen el Alto Egipto, donde cre un Estado teocrtico, al tiempo que se inici lafragmentacin poltica de Egipto. El pas entraba as en el Tercer Perodo Intermedio.

    La descomposicin del poder de la monarqua y la imposibilidad de laaristocracia por hacerse con l de una forma estable a comienzos del Primer PerodoIntermedio en la zona urbana de Menfis ocasion una revolucin social en la capital

    que parece haber propiciado, de forma efmera, una especie de gobierno de carcterdemocrtico o, como mnimo, colegiado. Este tipo de gobierno no pudo sostenersemucho tiempo, pero dej su huella indeleble en la monarqua heracleopolitana. Afinales del Imperio Nuevo, por el contrario, el clero tebano no dio lugar a veleidadesde este tipo, pero a pesar de controlar la situacin con mano frrea no pudo evitardeterminadas situaciones conflictivas protagonizadas por las masas populares. Estosintentos abortados nos permiten, de todos modos, sospechar que tambin en Egipto sepudo producir, al igual que en Grecia y bajo determinadas circunstancias, la sucesinde un rgimen monrquico por uno aristocrtico, y de ste por un amago de rgimendemocrtico. Eran stos, segn Aristteles, los tres nicos regmenes polticosexistentes, y en las ciudades-estado griegas se sucedieron efectivamente en esteorden. Si en Egipto el rgimen democrtico no pudo consolidarse es probablementeporque la estructura del pas, organizado como Estado territorial, no lo permiti,producindose de todos modos sus efmeras pero significativas manifestaciones enlas grandes concentraciones urbanas de Menfis y Tebas.

    Tambin cabe paralelizar la manera como Egipto sali del rgimen feudal duranteel Perodo Tinita, a comienzos del Imperio Medio y a comienzos del Imperio Nuevo.

    En estos tres momentos histricos tenemos datos que nos inducen a pensar que elEstado, en lucha abierta con el feudalismo, busc aliados ms o menos coyunturalesen la burguesa, es decir en los habitantes de las ciudades, fabricantes, artesanos yarmadores, e incluso en los campesinos; el objetivo primero de tales alianzas no erasino acabar con los privilegios de la aristocracia feudal, sustituyndolos en suspuestos de gobierno provincial por funcionarios. Durante el Imperio Antiguo elconstante refuerzo y la reglamentacin del funcionariado implic la creacin de unrgido escalafn. Pero este complejo aparato burocrtico tan laboriosamente

    levantado se desmoron, como ya hemos dicho, ante los embates de la aristocracia, ylas medidas demasiado simplistas decretadas por Fiope II y por Mentuhotep II pararestablecerlo fracasaron por utpicas. De manera que los sagaces faraones de la

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    Dinasta XII emprendieron unas directrices polticas con idntico objetivo muchoms pausadas, pero que a la larga se revelaron ms eficaces. Finalmente, caberecordar que tras el derrumbe del poder hicso, y de la superestructura feudal queconllevaba, la poltica imperialista de los primeros reyes de la Dinasta XVIII parecehaberse sustentado, econmicamente hablando, en una alianza de la monarqua con la

    burguesa de las ciudades del Bajo Egipto. En todos estos casos podemos observarque el Estado faranico persegua siempre un objetivo ltimo constante: laimposicin de su autoridad absoluta a travs del desarrollo de la burocracia.

    Como puede suponerse, algunos de los planteamientos precedentes se basan porahora tan slo en ciertos datos de interpretacin ms o menos dudosa. Pero no porello, aun reconociendo lo que tienen de arriesgado, hemos decidido dejar de incluirlosen esta introduccin general. Hay que tener en cuenta adems la dificultad inherente alas propias fuentes egipcias utilizables que, como puede suponerse, no facilitan este

    tipo de estudios. Sin embargo, ello no impide que la desarrollada sociedad egipciaconociese las mismas tensiones histricas que cualquier otra sociedad humana con unnivel equiparable de desarrollo. Por todo lo cual creemos lcito que el historiador enocasiones se arriesgue algo, si con ello puede ir un poco ms all de la mera historiafctica y as ayudar a hacer ingresar el Egipto faranico dentro de la HistoriaUniversal, acercndolo as a nuestra propia experiencia histrica y alejndolo de lamera curiosidad extica.

    El Neoltico egipcio

    Al final del Paleoltico Superior se inici el proceso de desertizacin del Sahara,proceso que avanz de forma progresiva para culminar ya en plena poca histrica, yque ocasion el tambin progresivo abandono del noreste de frica por parte de lacaza. Como consecuencia, el hombre mesoltico tuvo necesidad de ser cada vez msnmada, comprendiendo en sus desplazamientos en pos de la caza amplias regiones.As, el Mesoltico egipcio se caracteriza por un pronunciado regionalismo, cuyasindustrias perpetan las del Paleoltico Superior: Sebiliense en el Alto Egipto,Ateriense en el Egipto Medio y en el oasis del Jarga, cultura de Helun en la reginde Menfis. El Sebiliense y el Ateriense se caracterizan por su microlitismo. Se hasupuesto que los aterienses podran corresponder al sustrato de poblacin niltica. Encuanto a la cultura de Helun, est estrechamente emparentada con el Natufiense dePalestina, y se ha supuesto que podra tratarse de asiticos.

    Sabemos que en Jeric, muy cerca de Egipto, hay Neoltico desde antes del 6800.Por otro lado, el Neoltico de la cueva de Haua Fteah, en Cirenaica, ha sido fechado

    hacia el 4850. Y si remontamos el Valle del Nilo, conocemos diversas culturas acaballo entre el Mesoltico y el Neoltico en la Baja Nubia, as como el caractersticoNeoltico de Jartum, ya en pleno Sudn, cultura neoltica que empieza en la primera

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    mitad del 5. milenio. A pesar de los problemas que experimenta la datacinradiocarbnica de la Prehistoria egipcia, hay que llegar a la conclusin lgica de queel Neoltico llega a Egipto como resultado del perodo de lluvias que se produjo afinales del 6. milenio y que corresponde al incremento de la agricultura en todo elPrximo Oriente.

    Una de las principales culturas neolticas egipcias es la del Fayum A, cuyosorgenes se sitan en torno al ao 5200, desarrollndose hasta el 4400aproximadamente. Se trata de un Neoltico evolucionado, con una agricultura yaavanzada, demostrada por las variedades de trigo y cebada existentes; posea ademsuna pesca muy abundante y ya conoca una ganadera rudimentaria. Esta culturadominaba el trabajo de la piedra, modelaba cermica todava muy primitiva y poseaciertas relaciones comerciales, como lo demuestra la presencia de determinadosobjetos exticos; tambin conoca la cestera. Los portadores de la cultura neoltica

    del Fayum A descendientes de los grupos epipaleolticos del Fayum B eran anseminmadas que no posean poblados mnimamente estables, sino simplescampamentos estacionales. Sostenan adems fuertes relaciones con los gruposneolticos del Shara oriental, con los cuales estaban probablemente emparentados, sibien sostenan tambin importantes relaciones con la importante cultura neoltica delDelta.

    Otra cultura neoltica es la del oasis de Siwa, que est relacionada con la delFayum. Ms importante es el Neoltico del oasis del Jarga, con industrias separadascorrespondientes respectivamente a nmadas cazadores y a agricultores sedentarios; aestas culturas corresponden los grabados rupestres descubiertos en la zona. ElNeoltico del Jarga se relaciona con las culturas del Fayum y de Siwa, as como conla de Nagada I.

    El yacimiento neoltico ms relevante de Egipto es el de Merimda, en BeniSalama, que se encuentra al oeste del Delta y en el borde mismo del desierto. Se tratade un enorme poblado que comprende tres fases en su evolucin, fechada en conjuntoentre los aos 5500 y 4350. La cultura merimdiense es originaria del suroeste asiticoy se relaciona con el Fayum A. Tambin en el Bajo Egipto se encuentran los

    yacimientos neolticos de El Omar, en el Wadi Hof; sin embargo, ste ha sidodefinido como un neoltico africano, aunque con relaciones con la cercana Palestina,fechable entre el 4600 y el 4400.

    Del Alto Egipto slo conocemos hallazgos superficiales correspondientes a estapoca, justo para poder decir que la regin era ocupada durante el Neoltico. A ellosha venido a juntarse recientemente el yacimiento de El-Tarif, en la regin de Tebas,caracterizado por sus industrias lticas que le emparentan con las de la Baja Nubia.Este yacimiento debe fecharse entre finales del 6. y finales del 5. milenio, siendo el

    nivel neoltico sucedido directamente por otro perteneciente a la cultura de Nagada.Asimismo, el resto de yacimientos pospaleolticos ms antiguos conocidos en el AltoEgipto son ya calcolticos.

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    2. La formacin del Estado faranico

    Introduccin metodolgica

    Para el estudio de los orgenes de la Historia de Egipto, disponemos esencialmente de

    dos tipos de documentacin. Por un lado, la documentacin arqueolgica, queprocede mayoritariamente del Alto Egipto y slo en menor grado del Delta, y quecorresponde al perodo denominado Calcoltico por los prehistoriadores. Por otro, ladocumentacin literaria, contenida esencialmente en los Textos de las Pirmides,compilados en santuarios del norte y recogidos tardamente en algunas pirmides delas dinastas V y VI, a los que hay que aadir determinadas listas reales cuyainformacin procede asimismo del Bajo Egipto. La escasa informacin arqueolgicaprocedente del Delta se debe nicamente a la configuracin geolgica del mismo, que

    hace muy difcil, por no decir imposible, excavar en l y hallar los restos de ciudadesy monumentos de cualquier poca faranica, y con ms razn de tiempos pre yprotodinsticos.

    De todas maneras, la procedencia de la informacin literaria, as como latradicin que nos transmite, nos aseguran el mayor desarrollo de la civilizacin delBajo Egipto, con respecto a la del Valle. Sin embargo, existen dificultades enormespara hacer cuadrar las dos mencionadas series de datos. A los lgicos problemas quepresenta la confrontacin de la informacin arqueolgica y la literaria en una poca

    protohistrica como es la que nos ocupa, hay que aadir la circunstancia de queambos tipos de informacin se refieren a zonas geogrficas generalmente distintas.Ante este complejo panorama, las actitudes de los investigadores son muy

    distintas e incluso contradictorias. As, egiptlogos y fillogos han intentadoreconstrucciones del proceso histrico de esta poca que bien poco se parecen entres, e incluso hay quien ha mantenido una posicin hipercrtica afirmando que esimposible llegar ni tan slo a acercamos a la verdad de lo ocurrido, actitud que nosparece de todos modos poco justificable. Por el contrario, prehistoriadores yantroplogos se han limitado a describir las civilizaciones materiales conocidas ascomo su evolucin, ignorando consciente o inconscientemente la informacinliteraria, y llegando en algunos casos a negarle toda validez para defenderseguidamente el mayor nivel de civilizacin del Alto Egipto y su influencia sobre el

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    Delta. Pero estas hiptesis, que se basaban no slo en la ausencia de pruebasarqueolgicas del Bajo Egipto, sino tambin en la negativa de admitir la validez deunos testimonios escritos, de interpretacin compleja pero formales y coherentes a lahora de reivindicar el papel del norte frente al sur en la protohistoria egipcia, handebido ser revisadas estos ltimos aos, a la vista de los recientes hallazgos

    arqueolgicos efectuados en el Delta.Por nuestra parte hemos intentado, en este captulo, una reconstruccin basada en

    los hechos, a veces aislados, que se consideran probados, e intentado lo mejor quehemos sabido la combinacin de los datos literarios con los arqueolgicos. Creemosque el inters de lo que en esta poca ocurra en Egipto justifica el hecho de que quiznos hayamos arriesgado algo.

    El origen de la civilizacin egipcia

    Desde finales del Neoltico el Delta del Nilo haba empezado a conocer un mayornivel de desarrollo que el Valle: extensos poblados como los de Merimda y El Omarno poseen parangn en el sur. A la civilizacin del Omar, que no conoce an elcobre, pertenece un enterramiento con un esqueleto que sostiene lo que parece ser uncetro ames, lo cual prueba la remota antigedad de algunos emblemas faranicos.

    Por otro lado, no hay trazas de invasiones o movimientos de poblacin

    importantes durante el Perodo Predinstico, lo cual demuestra la continuidad delpoblamiento entre el final del Neoltico y la poca dinstica. Los habitantes de lasorillas del Nilo deban hablar ya egipcio, lengua camito-semita de tipo sinttico quese sobrepuso probablemente durante el Neoltico a una lengua niltica, que dejtrazas en el vocabulario egipcio. Con el tiempo, el sustrato niltico transformara elegipcio y acabara convirtindolo en una lengua analtica.

    Durante el Perodo Predinstico es lgico suponer que el Bajo Egipto debi seguirconociendo un mayor nivel de desarrollo que el Alto Egipto: a su mayor fertilidadhay que aadir la existencia de relaciones con Asia, tanto por tierra como por mar.Sin embargo, no conocemos restos arqueolgicos de esta poca en el Delta, y slo losyacimientos relacionados con la cultura maadiense a partir de comienzos del 4.milenio. Sin embargo, la maadiense es una cultura ya plenamente metalrgica, demodo que nos encontramos con un salto de la cultura material entre el Neoltico final,premetalrgico, y el Maadiense, lo cual ha llevado a algunos investigadores, comoMidant-Reynes, a postular recientemente la existencia de un estadio culturalintermedio, premaadiense, no documentado por ahora en el Delta pero al que cabeatribuir, hipotticamente, algunos influjos detectados en el Egipto Medio en

    Sedment e incluso en el Alto Egipto: en conjunto, poca cosa de momento, pero ellono tiene nada de particular si se tiene en cuenta que estas regiones, al sur del Delta,deban estar muy escasamente pobladas.

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    Por nuestra parte, creemos que la existencia de este estadio premaadiense en elDelta permite no slo salvar el hiatus existente entre las civilizaciones neolticas y elPerodo Predinstico, cubriendo el espacio cronolgico de la segunda mitad del 5.milenio apenas alcanzado por el Neoltico final, sino que adems nos autoriza aparalelizar la situacin del Bajo Egipto con la de las diversas regiones del Prximo

    Oriente asitico, con las cuales el Bajo Egipto tena ya estrechas relaciones desdepoca neoltica y que precisamente durante la segunda mitad del 5. milenio registranla aparicin y el desarrollo de las primeras civilizaciones calcolticas. A estas alturas,no resulta lgico pensar que el Bajo Egipto quedase descolgado del pujante desarrollode la civilizacin que registran sus vecinos asiticos y, puesto que sabemos que antesy despus el Delta del Nilo tuvo un nivel de civilizacin que corra parejo al de suscorresponsales asiticos, con los cuales mantena estrechas relaciones, lo lgico esque tambin fuese as en esta segunda mitad del 5. milenio. Desgraciadamente, nos

    faltan an para esta etapa las pruebas arqueolgicas, debido a las dificultades que yahemos apuntado. Sin embargo, creemos plausible atribuir a esta poca algunoshechos de civilizacin cuya memoria nos ha sido ya conservada por los textosreligiosos posteriores, y que como mnimo nos permiten hacernos una ideaaproximada del desarrollo de los acontecimientos que empezaron a producirse en elDelta y en los que cabe ver el autntico origen de la civilizacin egipcia.

    En poca histrica los nomos eran las clulas administrativas del pas; as, elEstado poda considerarse constituido por la simple agregacin de nomos. Cadanomo estaba dotado de un sistema administrativo idntico y completo, que dependadirectamente de los servicios centralizadores de palacio. Cada uno de ellos tena unacapital, donde se hallaban los servicios administrativos del nomarca, el templo de undios considerado Seor de la ciudad y del nomo, y un mercado al que podan acudirlos lugareos de las aldeas ms alejadas y volverse el mismo da.

    Tradicionalmente, adems, se consideraba al nomarca como sumo pontfice deldios local, situacin que tendera a reproducirse en los perodos intermedios de lahistoria egipcia, al flaquear el poder real y tender los nomos a independizarseconvertidos en principados, volviendo al localismo del que les sacara la unificacin

    monrquica.As pues, los nomos fueron tambin las clulas primitivas de la constitucin

    poltica del Estado egipcio, mini-estados autnomos originarios agrupados en torno aun santuario y regidos por un prncipe hereditario que era sacerdote al mismo tiempo.En los nomos se iniciara el proceso expansionista que culmin con la creacin de lamonarqua faranica, suma de todos los nomos. Sin embargo, la expansin poranexiones sucesivas respet siempre las instituciones, las concepciones y lascostumbres del anexionado, asimiladas incluso si convena por el anexionador. Este

    mtodo culminara con la anexin del Delta por el Alto Egipto.Poseemos un testimonio directo de la religin de poca predinstica en los Textos

    de las Pirmides, los cuales fueron conservados por la tradicin oral antes de ser

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    puestos por escrito. Segn los Textos de las Pirmides, los elementos primarios de lareligin egipcia son los dioses locales, cada uno divinidad suprema en su nomo,siendo el propio faran heredero directo del nomarca el sumo sacerdote de cadauno de ellos. De esta manera, los dioses locales independientes entre s correspondenal estadio de los nomos predinsticos, cuando tambin ellos eran independientes.

    Entre los cultos ms antiguos conocidos en el Delta podemos citar el de Horus uHoro en Behudit del Norte y el de Neit en Sais; en cambio, sabemos que en Busiris eldios Osiris se superpuso a una divinidad anterior, Andyeti. Cabe, asimismo, suponerque el culto a los animales sagrados en poca histrica fuese supervivencia de unazoolatra primitiva, cuya existencia parece corroborada por los enterramientos deanimales, as como por las figurillas y estandartes con su representacin, de pocapredinstica. Tambin avala esta zoolatra primitiva el hecho de que los nombrespropios de algunos dioses terminados en -w parecen designar primitivamente a su

    animal sagrado correspondiente; por no citar ms que algunos ejemplos, recordemoslos casos de Anupu (Anubis)El del chacal, Jnumu (Cnum)El del morueco, y Atumu(Atum) El de la anguila (?), entre otros. En poca predinstica son, pues, muycaractersticos los animales sagrados figurando en los estandartes de sus nomoscorrespondientes.

    Poseemos representaciones de templos hechos de materiales ligeros, por ejemploen Sais; sin embargo, no se ha conservado ninguno que sepamos. En cuanto a losritos funerarios, atestiguan la creencia de la necesidad de la conservacin del cuerpoas como de las ofrendas alimenticias al mismo en la tumba, para asegurarle as unavida en el ms all. Estas creencias subsistieron hasta el final de la historia de lacivilizacin egipcia, por encima incluso de otras creencias, osiracas o heliopolitanas,por ejemplo.

    Al principio, la agricultura se bas en la irrigacin incontrolada, asegurada detodos modos por las crecidas anuales del Nilo; ms adelante, en la irrigacincontrolada, que exigi la realizacin de los primeros trabajos tales como la creacinde sistemas de diques y acequias, la nivelacin del suelo, etc. Estos trabajos agrcolas,totalmente terminados en poca histrica, fueron sin duda ultimados en el Delta

    (alrededor del ao 4000) antes que en el Valle del Nilo (hacia el ao 3600), durante elPredinstico Antiguo.

    Los excedentes agrcolas consiguientes permitieron el desarrollo acelerado de lacivilizacin: grandes ciudades se formaron en el Delta, en las que pronto apareci ladivisin del trabajo y la estratificacin social; fue en estas ciudades donde seinventara la escritura. La existencia de alguna de estas ciudades est documentadaarqueolgicamente. De todos modos, su existencia est tambin atestiguada por lasmenciones que de ellas tenemos tanto en los documentos del Perodo Tinita como en

    los Textos de las Pirmides, en los que podemos leer los nombres de Sais, Buto,Letpolis, Busiris, etc. El calendario solar de 365 das es, con toda probabilidad,asimismo, un invento predinstico sucedido en el Delta. Dicho calendario posea

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    ventajas evidentes a la hora de calcular las estaciones del ao y de ah su rpidaadopcin por los egipcios. Sin embargo, nunca llegaron a aadir aos bisiestos, conlo cual cada cuatro aos el ao oficial egipcio se separaba un da del aoastronmico, producindose un ciclo de 1.460 aos hasta que ambos aos volvan acoincidir. ste es el ciclo sotaco, cuyas ocasionales indicaciones en inscripciones de

    poca histrica son de tanta ayuda para establecer una cronologa absoluta. El clculoastronmico permite situar esta invencin en una fecha prxima al ao 4241.

    El Perodo Predinstico Antiguo

    El Perodo Predinstico Antiguo empieza en el Egipto Medio con el Badariense,cultura que representa de hecho una ruptura abrupta con la situacin anterior tanto del

    Medio como del Alto Egipto. De hecho, nada aqu permita suponer el repentino yacelerado desarrollo que conocer la civilizacin a partir de este momento, todo locual ha permitido a los arquelogos hablar de final de la Prehistoria y de comienzo dela Protohistoria, resaltando los prcticamente nulos ligmenes existentes entre losescasos grupos neolticos seminmadas de la regin y la originalidad y dinamismo dela primera civilizacin predinstica. De hecho, slo se le puede sealar al Badarienseun precedente inmediato: el del Tasiense, documentado en Deir Tasa y enMostaguedda, localidades del Egipto Medio situadas algo ms al norte que el

    Badariense. Considerado comnmente como una simple facies local algo ms antiguadel mismo Badariense, no obstante hay que resaltar un hecho significativo quepermite individualizar netamente el Tasiense, tanto cultural como inclusocronolgicamente: el Tasiense no conoce an el metal, con lo cual debe serclasificado como una cultura del Neoltico final. Adems, los prehistoriadores hanpuesto de manifiesto asimismo su procedencia del norte, con cuyas culturas neolticasel Tasiense presenta claras relaciones; y su misma posicin septentrional, conrespecto al conjunto de yacimientos del Predinstico Antiguo del Alto Egipto, nohace sino evidenciar an ms el origen septentrional de la cultura que representa elprimer embrin de la pujante civilizacin predinstica del Valle del Nilo.

    El Tasiense fue, pues, sucedido por el Badariense, no siendo ste de hecho msque un simple desarrollo cultural del anterior, si bien con una innovacin importante:el Badariense conoce ya el cobre, aunque no lo funde todava, sino que lo trabajamediante martilleado. Ello es ya suficiente para considerarlo como perteneciente alCalcoltico y para justificar que con l se haga empezar el Predinstico Antiguo en elAlto Egipto. Desde el punto de vista geogrfico, el Badariense se localiza en lamisma regin del Egipto Medio que el Tasiense, si bien extendindose netamente ms

    hacia el sur, diseminndose sus ricas tumbas, con ajuares funerariossorprendentemente opulentos, por una franja de ms de 30 km de la orilla orientaldel Nilo.

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    El Badariense se sita entre los ltimos aos del 5. milenio y los primeros del 4.milenio, hasta tal vez el 3800 a.C. Ya hemos resaltado anteriormente losprcticamente nulos ligmenes que hay entre el Badariense y los grupos neolticos delAlto Egipto, de la regin de Tebas especialmente, lo cual caracteriza el abruptocambio que representa esta cultura con respecto a la situacin anterior. En cambio, el

    Badariense presenta interesantes relaciones que se han podido documentararqueolgicamente, no slo con las zonas mineras productoras de cobre del Sina,sino tambin con la cultura Gasuliense de Palestina. Personalmente, estamosconvencidos de que estas relaciones debieron pasar necesariamente por el Delta. Lalgica geogrfica, as como la de la dinmica interna de la historia parece exigir queello sea as, y el hecho de que estas relaciones no hayan podido demostrarse hasta lafecha es tan slo debido al hiato existente en nuestros conocimientos an bienprecarios del desarrollo de las culturas arqueolgicas del Bajo Egipto, hiato que,

    como recordaremos, podra tal vez llenarse con un terico estadio premaadiense.Quiz la prosecucin de la investigacin arqueolgica en el Delta permitaprximamente resolver este problema, que de momento debe quedar pendiente deresolucin definitiva.

    El Badariense tambin se extendi por las vecinas montaas del actual desiertooriental, que en aquel momento no era tal desierto. El inters de esta zona resida,sobre todo, en sus minas, pero adems es muy posible que a travs de ella losbadarienses alcanzasen el mar Rojo, a travs del cual pudieron asimismo contactarcon el Sina y con Palestina.

    El Badariense es considerado, a su vez, por los arquelogos como una variantelocal precoz de la civilizacin de Nagada. En cuanto a sta, se considera que nacepoco despus algo ms al sur, dando lugar a la fase Nagada I o Amraciense (3800-3600), cuyo mbito geogrfico es el del Badariense al cual se superponeestratigrficamente ms la regin de Tebas, ya en pleno Alto Egipto. Queda, as,puesta de manifiesto la estricta continuidad cultural existente entre el Tasiense, elBadariense y la civilizacin de Nagada, que marca adems una neta progresingeogrfica a partir del Egipto Medio hacia el sur. Queda, creemos, puesto de

    manifiesto asimismo el origen septentrional de la civilizacin predinstica del AltoEgipto.

    Hay que destacar la unidad profunda de la civilizacin de Nagada, con elementoscomunes que persisten durante todo su desarrollo a pesar de la evolucin que sufridurante ochocientos aos, y que ha permitido su divisin en tres fases sucesivas. Estaunidad profunda, apreciable ms all de los cambios aparentes, nos permite asegurarque en el Alto Egipto no hubo ruptura ni tnica ni cultural durante el PerodoPredinstico.

    La cultura material del Predinstico Antiguo se caracteriza por la cermica hechaa mano artsticamente decorada, y por el conocimiento del cobre nativo, trabajadomediante martilleado. Durante este perodo slo exista la irrigacin natural de las

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    tierras de labor mediante las crecidas del Nilo. Los poblados y las necrpolis seencontraban en las terrazas desiertas del ro, relativamente lejos por consiguiente delos campos inundables. Con una agricultura ms primitiva que la de suscontemporneos del Delta, y con menos tierra apta para el cultivo y el pastoreo, laeconoma de estos pueblos se apoyaba an en gran manera en la pesca y la caza. Por

    otro lado, no conocan todava una formacin social estratificada.La iconografa nos ayuda poco a conocer su religin; tan slo podemos afirmar

    que no existen pruebas de la existencia de una diosa-madre. Algunas de lasdivinidades primitivas del Alto Egipto nos son conocidas de todos modos por laaparicin de sus emblemas en paletas de piedra para cosmticos que hacen suaparicin en la poca de Nagada I y que muestran unos primeros rasgos decorativos:de esta manera sabemos ya de la existencia de Min de Coptos o de Hathor. De otrasdivinidades, en cambio, slo tenemos conocimiento por alusiones posteriores; se trata

    de Jentamentiu en Abido, de Set en Ombo, etc. Hay que sealar, en todo caso, laimportancia creciente de Ombo, patria de Set, documentada por su necrpolis deNagada, precisamente la ms importante numricamente de la civilizacin a la que hadado nombre.

    Si creemos que la civilizacin de Nagada tuvo un lejano origen septentrional,debido a impulsos culturales y probablemente demogrficos llegados del Bajo Egiptohacia el Neoltico final y, tal vez, en el momento de trnsito hacia el Calcoltico,tambin es cierto de todos modos que durante el Predinstico Antiguo no hubocontactos de importancia entre el Alto y el Bajo Egipto, debido probablemente alescaso poblamiento de la zona septentrional del Egipto Medio en esta poca. Estodetermin que las civilizaciones materiales del Valle y del Delta evolucionasen demanera netamente diferenciada durante la primera mitad del 4. milenio. As,mientras en el Alto Egipto la cultura de Nagada iniciaba su asombroso proceso dedesarrollo, bien asentada sobre todo en la Tebaida cuyas posibilidades agrcolas ymineras empezaban a ser explotadas de manera sistemtica, siendo las principalesresponsables del nivel de riqueza alcanzado, hacia esta misma poca las ciudades delDelta sabemos que alcanzaban a su vez un alto nivel de riqueza, que entre el 4000 y

    el 3500 corresponde al desarrollo de la cultura de Maadi; sta es una cultura yaplenamente metalrgica, con un alto nivel de desarrollo basado tanto en el dominiode la tcnica como en sus relaciones comerciales exteriores con Asia, tanto por vaterrestre como martima. Con todo, la arqueologa no es, ni mucho menos, nuestranica fuente de conocimiento de las ciudades del Delta, ya que tambin otros tipos dedocumentos, como las paletas predinsticas o los textos administrativos tinitas,adems de los textos religiosos ya mencionados, nos proporcionan informacin sobreellas. Fue sta una poca turbulenta para la que se han propuesto varias

    reconstrucciones histricas, basadas en las alusiones contenidas en los textosreligiosos; sin embargo, estas reconstrucciones presentan el grave inconveniente deser tanto ms hipotticas cuanto ms alejadas en el tiempo. De todos modos, una

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    posicin hipercrtica con respecto a ellas tampoco es justificable.Con seguridad, los nomos empezaron a agruparse en confederaciones o reinos,

    llegando a aparecer de esta manera una Confederacin de Oriente y otra de Occidentedel Delta. Tambin, en algn momento dado, hubo de ostentar la hegemona un reinocon capital en Sais, puesto que la diosa sata Neit lleva tradicional mente la corona

    roja del Bajo Egipto. Asimismo, el ttulo de Rey del Bajo Egipto, que literalmentesignificaEl de la Abeja, tambin es originario de Sais.

    Al mismo tiempo, los dioses locales empezaron a agruparse ms o menosartificialmente, primero en tradas padre, madre e hijo, despus en sistemasteolgicos ms complejos, todos los cuales responden a simples avatares polticostales como alianzas, anexiones o hegemonas. Los Textos de las Pirmidesconocen,sobre todo, dos sistemas teolgicos, distintos y rivales entre s; el solar y el osiraco.

    Desde sus orgenes, la voz popular atribuy a los dioses locales mitos y leyendas.

    La mejor conocida es la leyenda de Osiris, incorporada desde el Perodo Predinsticoa la religin oficial y conocida por los Textos de las Pirmides: segn ella, Osiris esel seor de la vegetacin, que ha enseado a los hombres la agricultura; tambin es elseor de la navegacin y del comercio, y conocido ya originariamente como reymuerto es tambin el seor de ultratumba que ofrece a sus fieles su paraso, losCampos Elisios.

    Por su parte, los colegios sacerdotales locales elaboraban sistemas teolgicosdiversos, que tendan a organizar dioses y mundo. Las cosmogonas ms antiguasconocidas son la Enada de Helipolis, centrada en torno al dios solar Atum, y laOgdada de Hermpolis, en torno a Tot. La multiplicidad y persistencia de lascosmogonas prueba que fueron concebidas y que arraigaron antes de la unificacinpoltica. Este rpido desarrollo de las concepciones intelectuales o imaginativas ha dehaber ido acompaado necesariamente de un desarrollo paralelo de la cultura materialdel Delta. Slo la existencia de unas condiciones econmicas y sociales mnimas enlas ciudades del Bajo Egipto puede haber hecho posible la produccin de un intensotrabajo teolgico y poltico, fruto del pensamiento en fermentacin, por decirlo enpalabras del ilustre egiptlogo Daumas. Veamos cules son stas:

    Pero lo que resulta seguro, a pesar de las faltas de certeza inherentes a toda construccin del espritu, es el intensotrabajo teolgico y poltico paralelo a la bsqueda artstica que hemos podido rastrear con mucha mayorseguridad. Obviamente, en todos los dominios est el pensamiento en fermentacin. La era tinita, en la medida enque podemos adivinarlo, fue de una evolucin profunda y rpida. Fue necesario dar nuevas soluciones a losnuevos problemas planteados por la creacin de un gran reino. No fueron adaptadas stas de repente a lascondiciones por las cuales se las probaba. Hubo tanteo, pero un tanteo de un pueblo genial, lleno de porvenir yrico ya de realizaciones. Ms all de la arquitectura pasajera que se adivina, se ve nacer paulatinamente unaconstruccin de adobe primero y luego de piedra cuyas concepciones teolgicas determinan sus menores detallespara hacer de ella, tanto espiritual como materialmente, obra eterna. Las conquistas ya no son meramente fruto dela codicia brutal. Se adopta lo que tiene el vencido de mejor, y Helipolis o Sais desarrollan su escuela teolgica,

    de modo que se crean o adaptan ritos destinados a asegurar al rey universal, heredero del gran dios creador, unpoder de derecho que responda a su poder de hecho.

    Sin duda, el pueblo sigue llevando la vida montona que impone la historia. Pero allende la masa dirigida, hayque ver cmo se desarrolla el pensamiento de aquellos que la dirigen. stos conservan los antiguos cuadros que

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    los entroncan con los pueblos de frica incluso los actuales, como los griegos conservaron ciertas formasarcaicas, aun cuando los transformara un nuevo espritu. Las novedades aparecern sin cesar con una rapidez tangrande para la poca, como los descubrimientos actuales desde el siglo pasado. Y no solamente porque conoce lacontinuacin de la historia el investigador de hoy da puede apreciar esa poca asombrosa, sino porque desde esemomento nos han llegado bastantes testimonios de sus prodigiosos progresos en todas las esferas.

    (F. Daumas,La Civilisation de lgypte Pharaonique, Pars, 1965)

    Los sistemas cosmognicos representan la superacin definitiva de lasconcepciones religiosas primitivas. La teologa heliopolitana, por ejemplo, al crearnombres divinos de sentido abstracto Shu (el aire), Tfenis (el agua), Gueb (latierra), Nut (el cielo) y al unificar y organizar el panten con Atum al frente,pretenda dar una explicacin del mundo mediante una cosmogona pantesta ytotalizadora en la que se integrara sometindola la poltica, simbolizada por laulterior incorporacin de Osiris, Isis, Set y Neftis.

    Helipolis se convirti en la metrpolis religiosa del Egipto Predinstico, allograr doblegar su clero a todos los dems dioses bajo la supremaca de Atum. Suelaboracin teolgica nos ha sido revelada asimismo por los Textos de las Pirmides.De todo ello se ha inferido una supuesta hegemona poltica de Helipolis. Sinembargo, tal vez sea ms lgico suponer que Helipolis fuese slo el rbitro de lasrelaciones entre nomos, creando as la religin el derecho internacional. Adems, lanecrpolis de Helipolis, de poca maadiense, prueba mediante la orientacin de suscadveres la temprana existencia en este lugar del culto solar.

    Si hemos de creer los Textos de las Pirmides, Osiris acab imponindose en

    Busiris localidad del Delta central al antiguo dios local Andyeti; y si hemos decreer la interpretacin que de este triunfo da Pirenne, dado el carcter de diosuniversal, del bien, de la fertilidad y de la navegacin que posee Osiris, tal vez seausto ver en l a su vez el triunfo de las nuevas clases comerciantes urbanas sobre el

    poder de la vieja aristocracia territorial, personificado en la figura del nomarca,prncipe hereditario y gran sacerdote del dios local a un tiempo.

    Fuese cual fuese el desarrollo de los acontecimientos, lo que parece ms probablees que en el Delta surgiese una monarqua, cuyos titulares se consideraron

    representantes o encarnaciones de Horus u Horo, el hijo de Osiris. Con Helipolisdebi llegarse entonces a un compromiso, integrndose Osiris en la Enada de Atumcomo hijo de Gueb y de Nut. La capital del nuevo reino tal vez se estableci enBehudit del Norte o en Letpolis, ambas ciudades horianas. Quiz, por ltimo, searazonable atribuir al dinamismo de estos primeros seguidores de Horus oriundosdel Delta la temprana colonizacin del Egipto Medio y del Alto Egipto durante eltrnsito entre el Neoltico y el Calcoltico: a favor de esta hiptesis cabra aducir latemprana introduccin de determinados dioses del Delta, como el mismo Horus, en el

    Alto Egipto, hecho ste atestiguado por los textos religiosos. Tal vez tambin cabraaducir a su favor la sorprendente aparicin de determinados smbolos reales del BajoEgipto y especialmente la corona roja en lugares como el Wadi Gash grabado

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    rupestre en el desierto oriental o en la misma Nagada representacin en un vasocermico de una tumba de la poca de Nagada I. Esta presunta penetracin deservidores de Horus hasta el Alto Egipto no se produjo, de todos modos, sinprovocar conflictos con alguno de los dioses originarios del Valle, y especialmentecon Set, dios de Ombo, considerado bien pronto como el asesino de Osiris, a quien

    Horus deba vengar.Esta situacin queda reflejada en las listas reales como en el Canon Real de

    Turn o en Manetn, que empiezan por los dioses de la Enada de Helipolisreinando sucesivamente en Egipto antes de los reyes mortales. As, a Osiris le sucediHorus, de quien los monarcas sucesivos seran descendientes y encarnacin a untiempo. Por otro lado, la existencia de estos primitivos reyes del Bajo Egipto esconfirmada taxativamente por la Piedra de Palermo, anales reales que datan de laDinasta V en los que se conserva, fragmentaria, una lista de reyes pretinitas.

    A esta poca, por lo menos, ha de remontar la fiesta sed del rey o jubileotrentenario, de origen inmemorial y significacin desconocida. Tambin a esta pocacabe atribuir la invencin de la escritura jeroglfica, ya plenamente formada en elPerodo Tinita y que numerosos testimonios indirectos aseguran que exista en pocapretinita. Como mnimo, la existencia de archivos y de anales reales precisamenteaquellos copiados por la Piedra de Palermo, as como de los textos religiososreproducidos por los Textos de las Pirmides, exigen que la escritura fuese usada enel Delta hacia mediados del cuarto milenio. Justamente en esta poca aparecitambin la escritura entre los sumerios en la Baja Mesopotamia. Es posible, pues,pensar en una influencia mutua en el origen de ambas, as como que tambin enEgipto la escritura naciese debido a las necesidades econmico-administrativas. Sinembargo, el desarrollo de ambos sistemas de escritura fue totalmente independiente.Sobre la cuestin del origen de la escritura volveremos ms adelante msextensamente.

    El Perodo Predinstico PlenoEn el Alto Egipto la transicin de la fase Nagada I a la fase Nagada II (3600-3200) oGuerzeense fue decisiva en muchos aspectos. As, asistimos a un cambio sustancialde los mtodos agrcolas, con la adopcin de sistemas de irrigacin controladosmediante estructuras permanentes tales como diques o acequias, que requeran unavigilancia constante. Estos grandes trabajos de irrigacin exigan el abandono de loshbitats en la zona desrtica y el establecimiento de nuevos ncleos de poblacin enla zona inundable, cerca de los campos de labor, de los diques y acequias. Con este

    fin los nagadienses se trasladaron a vivir a colinas naturales o artificiales dentro delValle propiamente dicho, que coinciden ya con las capitales histricas de los nomosdel Alto Egipto, que por lo general no son excavables. En las terrazas desrticas

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    quedaban slo las necrpolis; su constante aumento, de todos modos, es suficientepara indicarnos la aceleracin que se produjo del crecimiento demogrfico.

    Desde este momento constatamos que la civilizacin de Nagada experiment unrpido desarrollo, coincidiendo todo ello con el inicio de la explotacin de lascanteras, la fabricacin de cermica a torno, decorando los vasos con pintura roja, la

    aparicin de la joyera y de la metalurgia del cobre y la confeccin de vasos depiedra. Los excedentes agrcolas estimulan la divisin del trabajo, la sociedad seestratifica y el sistema poltico inicia la evolucin hacia el Estado.

    La civilizacin de Nagada II se extendi por el sur hasta la 2. catarata, dandoorigen con su influencia a la cultura del llamado Grupo A en la Baja Nubia. Por elnorte, y durante sus primeras fases llamadas a y b, la Civilizacin de Nagada II seextendi por la totalidad del Egipto Medio hasta entrar en contacto con la civilizacinde Maadi. sta, a su vez, a partir del 3600 est tambin documentada en Buto, al

    norte del Delta, y el importante desarrollo que experiment ha permitido a losarquelogos hablar, a partir de este momento, del complejo cultural de Maadi-Buto.La cultura de Maadi-Buto tuvo, a su vez, importantes relaciones con Asia, no slo porva terrestre con Palestina, sino tambin por va martima con la costa norte de Siria y,a travs de ella, con Mesopotamia. Estas ltimas relaciones fueron especialmenteimpulsadas desde Buto, dada su especial posicin martima, siendo sin duda ellas lasque hicieron la fortuna de esta ciudad del Delta. En efecto, a mediados del 4. mileniolas relaciones de Buto con Siria y con Mesopotamia fueron especialmente intensas.En Mesopotamia se desarrollaba, en este momento, la civilizacin de Uruk, queseala el origen de la cultura de los sumerios y que se caracteriza no slo por sudinamismo y por sus avances tcnicos, sino tambin por sus extensas relacionescomerciales incluso con pases relativamente lejanos como poda ser el mismoEgipto. Estas relaciones entre Uruk y Buto se han puesto de manifiesto incluso en unmbito tan concreto como la arquitectura, encontrndose una misma tcnicaconstructiva, muy caracterstica, en ambos lugares, lo que implica una granprofundidad y asiduidad de sus relaciones culturales. Si, por otro lado, tenemos encuenta que es precisamente en este momento cuando aparece la escritura en Uruk, no

    deber sorprendernos que lo mismo haya podido acontecer en el Bajo Egipto.Hacia el 3400 la civilizacin de Nagada II, en sus fases c y d, prosigui su

    penetracin hacia el norte, ocupando el sur y el este del Delta y superponindose almaadiense en yacimientos como el mismo Maadi o Minshat Abu Omar. Estemovimiento expansivo llev a la civilizacin de Nagada II a penetrar incluso enPalestina, de modo que la ltima fase de la civilizacin maadiense est slodocumentada en Buto, demostrando que de momento el Delta septentrional yoccidental resisti la penetracin de la civilizacin procedente del sur. No obstante,

    esta resistencia dur poco, y hacia el 3300 tenemos ya la ltima fase de la civilizacinde Nagada II documentada arqueolgicamente tambin en Buto, consumndose as launificacin cultural de todo Egipto por obra de esta civilizacin oriunda del Alto

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    Egipto.Esta unificacin cultural, que probablemente acarre violentos conflictos en el

    Delta, no implic de todos modos la inexistencia de luchas en el Valle mismo, luchasprovocadas por disputas fronterizas entre nomos vecinos por la posesin y ampliacindel territorio agrcola, as como por rivalidades culturales. Las diversas fuentes

    manejables nos demuestran que era sta una sociedad sumamente belicosa, y queestas rivalidades debieron revestir la apariencia de un conflicto religioso, enfrentandoen definitiva a los servidores de Horus con los servidores de Set.

    Algunos nomos del Alto Egipto haban ido organizndose como seorosaristocrticos, agrupndose hasta constituir una confederacin o reino con capital enOmbo. Su dios local, Set, es el ombita, seor del Alto Egipto, en los Textos de lasPirmides. La extensin de la necrpolis de Ombo, Nagada, con unas 2.000 tumbas,prueba la importancia adquirida por la capital del Alto Egipto.

    Estos nomos setianos manifestaron una pronta rivalidad declarada frente a losnomos horianos, traducida en el mito por la rivalidad existente entre Horus y Set,identificado ste como el dios del mal y como el asesino de Osiris por la poblacin delos nomos horianos. La nica circunstancia en el mito de Osiris de historicidadinnegable segn Gardiner es la derrota de Set por Horus, que dej indeleble recuerdoen la memoria de los egipcios. En trminos polticos, ello signific la supremaca deun reino o confederacin cuyo soberano se consideraba la encarnacin de Horus ycuyas pretensiones eran las de regir el pas entero. Esta victoria qued conmemoradapermanentemente mediante la imagen de Horus encabezando el protocolo faranico,as como por la sistemtica precedencia de Horus ante Set cuando ambos diosesaparecan juntos.

    As pues, parece probable que una monarqua horiana hubiese podido llegar aunificar, ms o menos, Egipto, imponiendo en todo caso el culto a Horus, en todo elpas. Un recuerdo de esta mtica unificacin parece haber subsistido en la Piedra dePalermo, segn la cual y despus de un mnimo de diez reyes del Bajo Egipto,reinaron al menos seis monarcas en el Doble Pas, antes de producirse una nuevadivisin. Osiris, convertido en enemigo irreconciliable de Set, no parece corresponder

    a una figura histrica concreta; su papel en el mito consiste slo en realzar la maldadde Set. Sus actos como rey viviente son una invencin muy posterior.

    En el estado actual de nuestros conocimientos resulta difcil asegurar la existenciahistrica de este mtico reino horiano. Pero lo que s puede asegurarse es laexistencia, al final del Perodo Predinstico, de los reinos horianos de Buto, en elDelta, y de Hieracmpolis, en el Valle, cuya frontera pasaba por Menfis. Ambosreinos guardaron su autonoma, sus particularidades y su administracin separadadurante toda la historia faranica; slo el monarca, rey del Alto y Bajo Egipto, una

    con su persona ambos estados. En poca dinstica, cada vez que se debilitaba elpoder faranico, los dos reinos tendan a separarse, mostrando as su vitalidad basadasin duda en diferencias geogrficas, econmicas, lingsticas y tnicas que cabe

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    remontar a poca predinstica.Muchos de los particularismos de cada uno de estos reinos, conservados en

    tiempos faranicos, pueden perfectamente ser atribuidos a tiempos pretinitas. As, elrey del Alto Egipto, literalmenteEl de la Caa, llevaba una corona blanca y reinababajo el patrocinio de Nejbet la Blanca, diosa-buitre de Nejeb (El Kab); junto a Nejeb

    se encontraba Nejen o Hieracmpolis, ciudad consagrada a Horus donde el reyresida. Por su parte, el rey del Bajo Egipto,El de la Abeja, llevaba una corona roja yreinaba bajo el patrocinio de Uto, diosa ureo de Dep; junto a Dep se encontraba Pe,ciudad de Horus residencia del monarca. De la unin de Pe con Dep naci Buto. Hayque sealar que la caa y la abeja eran los emblemas de las monarquas del Alto y delBajo Egipto, respectivamente.

    Los reyes de Buto e Hieracmpolis son los Seguidores de Horusde la leyendaposterior, semidioses que reinaron entre las dinastas divinas y las humanas, citados

    por el Papiro de Turn y por Manetn como predecesores de Menes. Otrosdocumentos, sin embargo, hablan distintamente de estos monarcas, personajesplenamente humanos que gobernaron en los dos pases, y los Textos de las Pirmidesnos transmiten incluso el ritual de la coronacin de los reyes de Buto. Veamos acontinuacin este ritual:

    Han sido abiertas las dos puertas del horizonte,descorridos sus cerrojos:ha venido a ti, Net (Corona Roja), ha venido a ti, Neseret (ureo Uto),ha venido a ti, oh, Grande!, ha venido a ti, oh, Grande por tu magia (corona del Bajo Egipto)!

    Es puro por ti, es puro por respeto a ti;est t satisfecha de l,est t satisfecha de su pureza,est t satisfecha de las palabras que te dirige:Qu bella es tu cara, cuando ests satisfecha, nueva, joven,porque te ha engendrado un dios, padre de los dioses (Gueb)!Ha venido a ti, oh, Grande por tu magia!:l es Horus que ha combatido para proteger a su ojo, oh, Grande por tu magia!

    (Textos de las Pirmides, traduccin de E. Bresciani,Letteratura e PoesadellAntico Egitto, Turn, 1969)

    Por otro lado, muchos funcionarios e instituciones tinitas llevan nombrespretinitas, demostrndose que fueron heredados de esta poca: canciller del Rey delBajo Egipto, sello de todo documento del Sur, Casa Blanca y Casa Rojao Ministeriosde Hacienda del Sur y del Norte Con todo ello no puede caber la menor duda deque los reyes pretinitas contaban ya con una administracin muy desarrollada.

    Resaltemos tambin el censo bianual de bienes muebles e inmuebles, base paracalcular la riqueza imponible y que contaba con funcionarios especializados;

    extendido a todo Egipto durante la Dinasta I, proceda sin duda del reino de Buto.As pues, la organizacin social pretinita y despus tinita lleva el germen del

    Estado faranico; del mismo modo en religin tenemos ya unas complejas creencias

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    de ultratumba, atestiguadas por los Textos de las Pirmides, que asimilaban al reymuerto con Osiris y que son el precedente inmediato de las de poca histrica.

    El Perodo Protodinstico

    La fase de Nagada III (3300-3100) se caracteriza por la desaparicin de la cermicadecorada. A partir de este momento, y a lo largo de toda la historia egipcia, lacermica se convertir en un producto absolutamente banal, masificado pero sincalidad artstica. Por lo dems, la civilizacin material del Protodinstico es distintade la de la Dinasta I, a la cual precede. A ella hay que atribuir, por ejemplo, lasclebres paletas decoradas con bajorrelieves, que desaparecen en el Perodo Tinita.Estas paletas ostentan una iconografa muy semejante a la posterior, de poca

    faranica, as como signos jeroglficos. En su decoracin muestran episodios blicosde la poca, as como estandartes de nomos del Alto Egipto, aliados al rey deHieracmpolis.

    Es en este perodo cuando aparecen las primeras pruebas arqueolgicas de laexistencia de una monarqua horiana, precedente inmediato de lo que ser lamonarqua faranica. En efecto, el serejespecie de estandarte que representaba lafachada del palacio real y sobre el cual se escriba el nombre de Horus del rey enpoca histrica aparece en esta poca. Los primeros serejestn documentados en la

    regin menfita, an no estn inscritos con nombre real alguno y sobre ellos se ponendos halcones Horus afrontados, que hacen pensar que se tratara del emblema de unamonarqua doble horiana. En una etapa ulterior los serejaparecen ya inscritos con unnombre real y coronados por un nico halcn Horus; estos nombres realesconstituyen, hoy por hoy, los testimonios ms antiguos que poseemos de la escrituraeroglfica.

    Vemos, pues, que de nuevo estos primitivos smbolos reales parecen originariosdel Bajo Egipto. Esta impresin se refuerza por el hecho de que la ms antiguarepresentacin que poseemos de arquitectura con reentrantes, caracterstica esencialde la fachada del palacio real representada en el serej, procede de una tumba deMinshat Abu Omar, en el Delta oriental. Con todos estos primitivos reyes,predecesores de la Dinasta I propiamente dicha, los historiadores han optado porhacer otra dinasta distinta, convencionalmente denominada Dinasta 0. Cabe,incluso, preguntarse si los ms antiguos serejcoronados con dos Horus no sern untestimonio de la primitiva monarqua horiana, que supuestamente habra unificadoEgipto tras vencer a la confederacin setiana y de la que otro recuerdo seran, ya lohemos visto, la serie de reyes del Alto y Bajo Egipto enumerados al principio de la