padre mercader - carlos días dufoo

127
CARLOS DÍAZ DUFOO Padre Mercader... Comedia Mexicana ' en Tres Actos - /Te •y -a Estrenada bajo los auspicios de la "Comedia Mexicana", la noche del 24 de agosto de 1929, en el Teatro Ideal, donde tuvo, hasta el 5 de noviembre del mismo año, setenta y tres representaciones. r <> * * * *

Upload: jonathan-vargas

Post on 10-Dec-2015

295 views

Category:

Documents


31 download

DESCRIPTION

Obra de teatro mexicano posrevolucionario

TRANSCRIPT

Page 1: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

C A R L O S D Í A Z D U F O O

Padre Mercader...

Comedia Mexicana ' en Tres Actos -

/Te •y -a

Estrenada bajo los auspicios de la "Comedia Mexicana", la noche del 24 de agosto de 1929, en el Teatro Ideal, donde tuvo, hasta el 5 de noviembre del mismo año, setenta

y tres representaciones. r <> * * * *

Page 2: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

T 5 3 5 3 1

Page 3: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

C A R L O S D Í A Z D U F O O

DOKA:;V^:

Padre Mercader...

Comedia Mexicana ' en Tres Actos '

Estrenada bajo los auspicios de la "Comedia Mexicana", la noche del 24 de agosto de 1929, en el Teatro Ideal, donde tuvo, hasta el 5 de noviembre del mismo año, setenta ' ' ' y tres representaciones. ' ' '

Page 4: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

Reservados los Derechos de Propiedad conforme

a la Ley

IMPEENTA MANUEL. LSOH SÁNCHEZ, S . A.-MISERICORDIA 7 . MÉXICO, D. f.

Page 5: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

REPARTO:

P E R S O N A J E S A C T O R E S

M E R C E D E S Aurora Walker G U A D A L U P E Amalia Ferriz

DON J O R G E Julio Taboada. D O N Í GONZALO Emilio Romero.

D O N F U L G E N C I O Manuel Tamés. JOSÉ M A R Í A Miguel Ángel Ferriz.

JULIO Rafael Gutiérrez MANUEL Rafael Icardo.

U N D E P E N D I E N T E M. Cárdenas. R A M Ó N Q. Irueste.

Los dos primeros actos, en la ciudad de México; el último en un pueblecito

del Estado de México.

Page 6: Padre mercader - Carlos Días Dufoo
Page 7: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

ACTO PRIMERO

Page 8: Padre mercader - Carlos Días Dufoo
Page 9: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

ACTO lo.

Sala de familia burguesa Tenida a menos. Puertas al fondo y laterales. Un balcón que se supone da a la calle, en primer término. Un escritorio, muebles antiguos.

ESCENA PRIMERA. José María, 25 años, y Julio 26, amigo del anterior. Es

el amanecer de un día de otoño; la escena, que está al principio a obscuras, se va iluminando poco a poco.

JOSÉ MARÍA.

E n t r a . . . . Si no molestas. Todav ía es m u y tem­prano .

JULIO.

P o r eso, precisamente. Y o sé que en tu casa ma­drugan. Tus h e r m a n a s . . . .

JOSÉ MARÍA.

Mercedes sí, a c a s o ; pero L u p e ¡ Y a hay pa ­ra r a t o ! Siéntate, hombre . (Se sientan y Julio bos ­t e z a ) . ¿Tienes sueño?

JULIO.

N o , me aburro . JOSÉ MARÍA.

¡ P o r Dios , h o m b r e !

Page 10: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

8 C A R L O S D Í A Z D U F O O

JULIO.

Entonces tú, i has estado contento? JOSÉ MARÍA.

¡ E n c a n t a d o d e la vida! Después de una noche de género único , no hay para menos . Porque mira que hubo mostrador .

JULIO.

P s h . . . . JÓSE MARÍA.

¡Que sí lo h u b o ! B u e n ganado , ¿ e h ? JULIO.

P s h . . . . JOSÉ MARÍA.

N o hay psh que va lga ¿Qué me dices de la Tosca?

JULIO.

Que lo es bastante. JOSÉ MARÍA.

¿ Y de la P á j a r a ? JULIO.

>Que debiera cerrar el p i co . JOSÉ MARÍA.

¿ Y de la J u n o ! JULIO.

Esa JOSÉ MARÍA.

¡Va l iente h e m b r a ! ¡Qué arranque de b r a z o ! ¡Qué arranque de p i e r n a !

Page 11: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 9

JULIO.

N o te sigas arrancando , j oven .

JOSÉ MARÍA,.

¡ Super i o r !

JULIO.

N o te entusiasmes, porque no está en disponi­b i l i dad ; ni pertenece, c omo las otras, a compa­ñías anónimas. N o hay acciones en el mercado .

JÓSE MARÍA.

i Qué me dices ?

JULIO.

¿ N o lo sabes? Pues aquí, en secreto, es cosa de un S e c r e t a r i o . . . . De l tuyo , justamente.

JÓSE MARÍA.

¿El de E d u c a c i ó n ?

JULIO.

Sí, el de mala educac ión . Ea , y a me voy .

JÓSE MARÍA.

Espera otro rato . Te daré un " f a j o " .

JULIO.

Y a estoy bastante socorr ido .

JOSÉ MARÍA.

La del estribo, hermano. Tengo unas gotas de lo bueno. Restos del hundimiento de mi abuelo.

JULIO.

¡ P o b r e v i e j e c i l l o !

Page 12: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

10 C A R L O S D Í A Z D T T F O O

JOSÉ MARÍA.

¡ V i e j e c i l l o ! N o lo creas. Tal c omo lo verás algu­na vez , con sus ochenta años, tiene un f ísico que nosotros lo quisiéramos.

JULIO.

¿ Y cuándo regresó?

JOSÉ MARÍA.

Hace ocho días. T ú sabes la h i s t o r i a . . . D o n J o r g e salió del país muchos años antes de que cayera el antiguo régimen. U n cuarto de siglo en el V i e j o Mundo , y todavía este otro v i e j o no se d e r r u m b a . . . . A l lá gastó sus últ imos centavos a lo gran señor, y ahora regresa con los bolsillos v a c í o s ; pero con un empu je capaz de echar aba jo una torre.

JULIO.

¡ A l g o menos será ! JOSÉ MARÍA.

N o le agrego un átomo. Es el hombre fuerte de la f a m i l i a . . . . P o r q u e lo que es mi p a d r e . . . Parece en las últimas.

JULIO.

¡ P o b r e !

JÓSE MARÍA.

Sí, y ¡ p o b r e !

ESCENA SEGUNDA.

Dichos y Mercedes. (21 años, inteligente, abnegada y fea. Ella sabe que lo es, y procura acentuarlo lo menos posible. Se viste a la moderna; pero muy discretamente. La actriz debe huir de la caricatura, Mercedes ha sabido

Page 13: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 11

colocarse en un término medio. Pasaría inadvertida si su espíritu no le diese un poético colorido.)

JULIO.

¡ M e r c e d e s ! MERCEDES.

Buenos días, Jul io . ¿Qué haces, C h e m a ! ( A su hermano. )

JOSÉ MARÍA.

Y a l o v e s : me inspiro . (S igue , en e fecto , be ­b i e n d o ) .

JULIO.

L e suplico que dispense esta invasión mat ina l ; pero se empeñó José M a r í a . . . .

MERCEDES.

Hizo bien José María. ¡ N o faltaba m á s ! Usted es de toda confianza, y cualquiera que sea la hora a que l legue, será grato .

JULIO.

Gracias, Mercedes .

MERCEDES.

¿ H a n estado juntos?

JOSÉ MARÍA.

S í ; toda la noche .

MERCEDES.

¿ A l g u n a fiestecita?

JÓSE MARÍA.

U n baile.

Page 14: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

12 C Á E L O S D Í A Z D T J F O O

MERCEDES.

¿Clás ico?

JOSÉ MARÍA.

Clásico, n o . . . más bien románt i co . JULIO.

L a celebración de un s a n t o . . . . MERCEDES.

( S o n r i e n d o ) . Con asistencia de unas santas.

JULIO.

Y o le a s e g u r o . . . JÓSE MARÍA.

¡ Se a c a b ó ! . . . . Somos bastante grandecitos pa ­ra saber a dónde vamos . M á s valiera que en vez de sermones inútiles, emplearas tu influencia pa­ra que nos sirvieran el desayuno.

JULIO.

N o . . . Y o n o . . . Desayuno tarde. L o s de j o . JÓSE MARÍA.

¡ N o te sue l to ! V o y adentro y vas a ver c ómo lo arreg lo t odo en el acto ¿ M e esperas, v e r d a d ?

JULIO.

P e r o . . . .

MERCEDES.

Sí, quédese, quédese.

ESCENA TERCERA. Mercedes y Julio.

JULIO.

(Refiriéndose a José M a r í a ) . Es un niño .

Page 15: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 13

MERCEDES.

Sí, voluntarioso . Y , niño al fin, con sus puntos de egoísmo.

JULIO.

i Quién sabe si no obedece a un hecho g e n e r a l !

MERCEDES.

N o entiendo.

JULIO.

Se es egoísta con los que se qu ie re ; con los in­di ferentes se suele ser generoso . E l que ama de ­sea gobernar despót i camente ; acaparando todos los instantes, destruyendo todos los pensamientos, desterrando a los otros seres. Y o conozco un ena­m o r a d o que sufre y se desespera porque su n o ­via , espíritu rel ig ioso , cree en un Dios que n o es él. A m a r sin egoísmo no ,es amar.

MERCEDES.

¡Poes ía , Ju l io , poes ía !

JULIO.

¿Pues qué otra cosa es el amor , sino poesía, Mercedes 1

MERCEDES.

E s a lgo más que e s o : es real idad. Es decir , ab ­negac ión , sacrificio. A m a r , es fundir la prop ia per ­sonal idad en otra-, alentar únicamente p o r ella, ser satélite de un astro del que se rec ibe calor y l u z ; v iv ir de reflejo.

Page 16: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

H C A R L O S D Í A Z D U F O O

JULIO.

Entonces , cuando usted a m e . . . .

MERCEDES.

¿ Cuando y o ? . . . N o ; y o estoy descartada.

JULIO.

¿ P o r qué?

MERCEDES.

P o r q u e si cometiese la tontería d e inscribirme en ese curso, sacaría bola negra.

JULIO.

4 Quién le ha dicho a usted ? . . . .

MERCEDES.

4 Quién ? . . . . Y o misma me lo d igo , y me lo dice el espejo , y me l o d icen todas las miradas. Hasta los o j os de usted me lo han d i cho muchas veces.

JULIO.

¡ N o , eso n o ! Mis o j o s n o pueden dec ir lo que mi corazón no les dicta.

MERCEDES.

¡ J u l i o ! . . . ( D e pronto , r i e n d o ) . Resueltamente la mañana ha amanec ido p o c o juic iosa. E n el f o n ­d o , es posible que usted tenga razón y sea yo la que se equivoque.

( P a u s a ) .

JULIO.

¿Salen f recuentemente?

Page 17: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 15

MERCEDES.

Y o , m u y p o c o . L u p e algo más que y o . La casa acaba por aburrirla.

JULIO.

¿ N o van al teatro, al c ine?

MERCEDES.

í b a m o s antes ; pero desde que enfermó papá, no hay humor para diversiones.

JULIO.

¡ P o b r e don G-onzalo! ¿ Y qué tiene?

MERCEDES.

Tristeza, do lor , decepción. Desde que perd ió el e m p l e o . . . .

JULIO.

Y a ha t raba jado bastante. Y a es t iempo de que descanse.

MERCEDES.

E s o mismo le decimos. Pero él no nos escucha. Y a ve usted, ¡ tantos años de servir empleos p ú ­b l i c o s ! Comenzó con d o n Porfirio . U n amigo d e influencia en aquella situación hizo que le nombra ­ran Oficial Pr imero . L u e g o ascendió a Je f e de Secc ión. Pero vinieron las revoluciones y ha pa­sado de un gob ierno a otro y de uno a otro Minis­terio sin echar raíces en ninguno. Como n o tiene relaciones entre la gente n u e v a . . . . Además , se le considera como de otros t i e m p o s . . . . Un reac­c i onar io . . . Es natural que las ideas j óvenes quie­ran hombres j óvenes , y natural su expulsión del Paraíso presupuest ívoro . ¡ Muérete , v i e j o !

Page 18: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

16 C A B L O S D Í A Z D ü F O O

ESCENA CUAETA. Dichos y Guadalupe. (23 años, muchacha bonita y pin-

tadita, ultramodernista; cabello corto y falda ídem. Na­turalmente, bolsa con polvo, espejo y colorete, a que acu­de con frecuencia, según es uso en estos tiempos. Ausen­cia de sentido moral, como el hermano. La corriente que hace fuerza en la familia, la arrastrará fácilmente.)

GUADALUPE.

¡ Con razón bril labas adentro p o r tu ausenc ia ! . Busca a la señorita Mercedes p o r todos lados y la señorita Mercedes no parece , porque está aquí flirteando con un buen mozo . ¡ M i r e n la must ia !

MERCEDES.

(Entre molesta y r i sueña) . ¡ L u p e ! . . .

JULIO.

A q u í tiene usted al culpable . Y o no quería m o ­lestarlas ; pero Chema me c o g i ó . . . L legamos él y y o , d e s p u é s . . .

GUADALUPE.

Sí, de una buena parranda.

JULIO.

¡ L u p e , p o r D i o s !

GUADALUPE.

A las cosas hay que l lamarlas p o r sus nombres . P o r for tuna y a han pasado los t iempos en que a la hipocresía se la consideraba c o m o una v i r t u d . . . ¿ N o opina usted c o m o y o , Ju l i o ?

JULIO.

P u e s . . . .

Page 19: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 17

GUADALUPE.

¿Pero 1 qué hace usted de p ie? Siéntese. L a edu­cac ión moderna ha l ibrado a la mu je r de los y u ­gos que la mantenían en la ignorancia. H a y que enseñarlo todo .

JULIO.

(F i jándose descaradamente en una pierna que, al sentarse, ha d e j a d o Guadalupe descubierta ) . Part icularmente si lo que se enseña es bonito .

GUADALUPE.

¿ V e r d a d que sí? (Nueva exhibic ión hasta más arriba de la r od i l l a ) . Y vea usted la influencia de la educación moderna en las relaciones entre los dos sexos. Antes , hombres y mujeres tendían a se­pararse c o m o si se sintieran asco o miedo . E n las escuelas, en los bailes, en las reuniones sociales, hasta en las iglesias, ellos y ellas se agrupaban p o r su lado. A c u d a usted ahora a nuestros campos de sport , a nuestras albercas. Mujeres y hombres se confunden, se mezclan, se estrechan. Es un es­pectáculo de salud y l ibertad. Antes no pod ía cruzar una la pierna, tener un amigo , ir c on él al cabaret , fumar un c i g a r r o . . . . L a mujer se ha emancipado de antiguos convencional ismos y día l legará en que, en los casos de elección, tome ella la iniciativa.

MERCEDES.

¡ Tomar la i n i c i a t i v a ! . . . . GUADALUPE.

Naturalmente . ¿Qué perdería una mujer p o r manifestar a un hombre que le gusta? (Mirando con insistencia a J u l i o ) . s

Page 20: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

18 C A R L O S D Í A Z D U T O O

MERCEDES.

Perder ía su p u d o r Se perdería el misterio, que es el encanto del alma femenina.

GUADALUPE.

P u d o r fingido, subter fug io cobarde , moneda falsa, 4 E l misterio ? . . . U n misterio que fáci lmen­te descubre el más torpe observador . Nosotros he­mos substituido la ps ico log ía d e ustedes p o r nues­tra fisiología. Es más f ranco y más real.

MERCEDES.

Y más repugnante y más c ínico .

GUADALUPE.

N o , hi ja. Es que tú estás fuera de la actual ideo ­logía . N o ya el impulso sexual , que es cosa de la especie, sino el instinto filial, que es cosa del in­d iv iduo , tiene su or igen fisiológico. T o d o esto y más expl ica el psicoanálisis. ¿ N o ha le ído usted a Freud , Ju l io?

JULIO.

A p e n a s . . . A la l igera. P e r o dicho p o r usted todo me parece del ic ioso.

ESCENA QUINTA.

Dichos y José María.

JÓSE MARÍA.

( A J u l i o ) . P o r fin, ¿vienes o no vienes?

JULIO.

La verdad es que me apena m u c h o

Page 21: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . 19

JOSÉ MARÍA.

N o seas " m o l ó n " . . . . H o y desayunas conmigo , quieras o no quieras.

GUADALUPE.

Quiera usted, Jul io , porque si no , ¿quién lo aguanta ?

JULIO.

B u e n o . . . Pues entonces, con el permiso de us­tedes, señoritas.

ESCENA SEXTA.

M e r c e d e s y Guadalupe.

GUADALUPE.

Simpát ico Jul io , ¿ v e r d a d ? (Mercedes no con­tes ta ) . ¿Qué mosca te ha p i c a d o ?

MERCEDES.

Ninguna. ¿ P o r qué? GUADALUPE.

Como no r e s p o n d e s . . . .

MERCEDES.

D i s p e n s a . . . . Estaba distraída.

GUADALUPE.

¡Ausente de casa ! Te fel ic ito . Porque h o y está insoportable . A for tunadamente mi resolución es­tá tomada. Iré a los Ange les .

MERCEDES.

¿Otra vez esa idea?

Page 22: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

20 C A R L O S D Í A Z D U F O O

GUADALUPE.

Y otras cien y otras mil. N o habría razón p o r ­que, abogando tanto p o r la emancipación de la mujer , no comenzase p o r la mía. Iré a L o s Ange les y venceré en la pantalla.

MERCEDES.

¿ Y si no vences?

GUADALUPE.

Venceré . Seré estrella.

MERCEDES.

¿ Y si te estrellas?

GUADALUPE.

¿ P o r qué no había de alcanzar lo que alcanza­ron otras? Me aguarda el tr iunfo .

MERCEDES.

¡ E l t r i u n f o ! ¡ T u m o r a l ! . . . .

GUADALUPE.

¿ Y cuál es la tuya? ¿ L a de los que se someten cobardemente al d o l o r ?

MERCEDES.

( D e pronto rompe a l lorar y se arro ja en los brazos de su h e r m a n a ) . ¡ A h , n o . . . ! ¡ N o . . . ! ¡ N o nos d e j e s ! . . . . ¡ N o me abandones , h e r m a n a ! . . . . ¡ H e r m a n a ! . . . .

GUADALUPE.

( C o n m o v i d a ) . ¿Pero no ves esta miseria de v i ­d a ? . . . . Amarguras , s o n r o j o s . . . . ¿Hasta dónde y hasta cuándo se ha de l levar el sacrif icio? ¡ Si t o d o son pr ivac i ones ! E l ca lzado que se de f or -

Page 23: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 21

ma, las medias que se rompen, los vestidos que se a c a b a n . . . . E n la casa n o hay dinero, y en la ca­lle cada aparador es un sufrimiento. Las sedas, los encajes , las sombril las, los s o m b r e r o s . . . . Sin contar con otras cosas que n o se tendrán nun­ca ¡ N u n c a ! . . . . ¡ Sort i jas , pulseras, pendien­tes, aderezos, a u t o m ó v i l e s ! . . . . Pasar p o r San-b o r n ' s , ¡ q u é t o rmento ! Pasar p o r la Maison de L u x e , ¡ qué supl i c io ! Pasar p o r la Esmeralda, ¡ qué t o r tura ! Y a no puedo más, M e r c e d e s . . . .

( R o m p e a su vez a l l o rar ) .

MERCEDES.

¿ Y qué remedio? GUADALUPE.

N o someterse. Te aseguro que hay momentos en que si un hombre me propusiera seguirlo , lo se­guiría.

MERCEDES.

¡ N o digas e s o ! GUADALUPE.

i Y qué más da no decir lo , si lo p ienso? MERCEDES.

Sobre t odo , si ese hombre fuese J u l i o . . . . GUADALUPE.

Jul io o cualquier o t r o ; me da lo mismo. MERCEDES.

¡ Guada lupe !

Page 24: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

22 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

ESCENA SÉPTIMA.

Dichos y don Jorge.

GUADALUPE.

¡ A b u e l o !

MERCEDES.

¡ A b u e l i t o !

DON JORGE.

¡ M u c h a c h a s ! . . . . H i jas m í a s . . . . ¿ Cómo están ? V e n g a n acá, que les vea esas caras de rosas. ( A Guadalupe) : ¿ C ó m o te va , lucero? ( A M e r c e d e s ) : ¿Qué sucede, s impatiquil la?

MERCEDES.

Nosotras estamos bien, abuelo. ¿ Y tú? ¿Dormis ­te bien?

DON JORGE.

¿ D o r m i r ? . . . . Los v ie jos dormimos m u y p o c o . Será que sabemos que estamos próx imos a entrar en el gran sueño, y le escatimamos algunos minu­tos, que están entre la v ida y la muerte. E l in­somnio se puebla de recuerdos y estamos al mis ­m o t iempo dormidos y despiertos. ¿ Y Gonzalo? ¿ C ó m o sigue?

MERCEDES.

Tosió toda la noche .

GUADALUPE.

Y y o le oí quejarse c on frecuencia .

DON JORGE.

¡ P o b r e G o n z a l o ! S iempre fué cosa frági l . Qui - ,

Page 25: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 23

siera haberle d a d o esta recia armadura que me soporta. ¡ Y que me soporta durante tanto t iem­p o I Y a lo están v i e n d o : ochenta c u m p l i d o s . . . . G-onzalo fué siempre débil , desde que me l o de­j ó su madre , s iendo u n n iño .

MERCEDES.

¿ M u r i ó m u y j o v e n mi abuelita?

DON JORGE.

E n plena juventud y en p lena dicha. Esa es la catástrofe de mi v i d a . . . . A l perder la , perd í la i lusión de que l legáramos juntos al término del c a m i n o : ella v ie ja , y o v i e j o , enlazadas las manos y enlazados los espíritus, en un atardecer sere­no en que fuésemos dos rayos de una luz que se apaga .

MERCEDES.

No te aflijas, abuelo.

GUADALUPE.

Hablemos de cosas más agradables.

DON JORGE.

Pues hablemos de ustedes.

MERCEDES.

¿ N o s quieres mUeho, abuel i to?

DON JORGE.

¡ M u c h o !

GUADALUPE.

¿ Y nos recordabas cuando estabas fuera del país ?

Page 26: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

24 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

DON JORGE.

Kecordar , precisamente, n o ; porque no las co ­nocía . A c o r d a r m e de ustedes, sí, constantemente. Cada carta que l legaba era un día de p l a c e r ; ca­da retrato , una fecha memorable .

GUADALUPE.

¿ Y p o r qué no has venido antes? DON JORGE.

E s o es lo que me pregunto a h o r a . . . . ¿ P o r qué n o he venido antes ? . . . . P o r de jar para mañana l o que puede hacerse hoy . Cada mes me proponía embarcarme al siguiente. M a ñ a n a . . . . S iempre m a ñ a n a . . . . Y así pasaron los años , hasta que un día, causas m u y poderosas me han ob l igado a regresar.

MERCEDES.

¿ Y y a no nos de jarás?

DON JORGE.

N o , y a no . Y a no debo , y a no quiero, ya no puedo dejarlas.

MERCEDES.

Dime, ¿ c ó m o encuentras a M é x i c o ? DON JORGE.

Pues no lo s é . . . . Todav ía n o me oriento. C o m o n o he s a l i d o . . . . H o y me p r o p o n g o hacerlo .

GUADALUPE.

Sí, sí, sal a la calle. V e a tus amigos .

DON JORGE.

¡ A y , h i j a ! ¡ C o m o el t iempo ha corr ido tan de

Page 27: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 25

prisa, pienso que los únicos amigos que me que­dan-son las estatuas de la R e f o r m a !

GUADALUPE.

Y a veras, si sales, l o que ha cambiado Méx i co . DON JORGE.

¡ M é x i c o ! . . . . ¡ M í M é x i c o ! ( V a al ba lcón y mi­ra hacia a fuera ) . La c iudad de los mil contrastes, la de los volcanes blancos y las charcas cenago­sas ; la de las tardes rosadas y las mañanas em­pañadas de v a h o ; la de los árboles milenarios y los p icachos c a l v o s ; la de los cielos transparen­tes y las tempestades de p o l v o ; la de las casas señoriales y las chozas de a d o b e . . . . Con sus an­tagonismos históricos y sus conflictos r a c i a l e s . . . . M é x i c o , res ignado y melancól ico hasta en medio de sus fiestas, c omo si se hubiese disuelto en su aire la tristeza atávica de sus clases populares.

GUADALUPE.

N o creas ; el pueblo no tiene y a la actitud man­sa de los t iempos pasados. A h o r a se m u e v e . . . . m a r c h a . . . .

DON JORGE.

i Pero es fe l iz? GUADALUPE.

N o lo era antes.

DON JORGE.

¿ L o es h o y ? ¡ A h ! ¿Qué es aquel lo? ¿ U n tumul­t o ?

MERCEDES.

N o ; parece una manifestación.

Page 28: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

26 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

DON JORGE.

¿Una manifestac ión? GUADALUPE.

Quizás contra un fabricante o contra un po l í ­t ico .

DON JORGE.

Llevan una b a n d e r a . . . . P e r o no es la mexi ­cana.

GUADALUPE.

N o , es la ro ja y negra .

DON JORGE.

Y a se v a n . . . . (Pensat ivo ) . Es verdad , los t iem­pos son o t r o s ; el pueblo se agita ¿ P e r o qué hay en el f o n d o de su e s p í r i t u ? . . . . Antes el pue­b lo sufría y ca l laba ; ahora tal vez grita y sufre.

ESCENA OCTAVA.

Dichos. José María y Julio.

JÓSE MARÍA.

(Abrazando a don J o r g e ) . ¡ P a p á g r a n d e !

DON JORGE.

¿Qué hay, m u c h a c h o ?

. JÓSE MARÍA.

¿Qué tal estás?

DON JORGE.

Bien. Bastante bien. (S igue hablando con é l ; en otro grupo , Mercedes , Guadalupe y J u l i o ) .

Page 29: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 27

JULIO.

¿Es d o n J o r g e ? GUADALUPE.

E l mismo. JULIO.

Pues tenía razón Chema. Está m u y presentable. GUADALUPE.

A b u e l o tenemos para rato . JOSÉ MARÍA.

P a p á grande , permite que te presente a mi ami­g o Jul io Monreal .

DON JORGE.

¿Monrea l ? ¿Monrea l ? Y o conoc í a un M o n r e a l . . . . D i e g o Monreal , ¿ su padre acaso ?

JULIO.

N o , s e ñ o r ; mi abuelo. DON JORGE.

¡ E s c l a r o ! E s t o y empeñado en que los re lo jes n o caminan. ¿ V i v e aún?

JULIO.

N o ; murió hace veinticuatro años. DON JORGE.

¡ Como quien dice ayer t a r d e ! JOSÉ MARÍA.

P a p á grande , con tu permiso' nos vamos. T e ­nemos que ir a la oficina.

DON JORGE.

Sí, s í , . . . . V a y a n . . . . v a y a n . . . .

Page 30: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

28 C Á E L O S D Í A Z D Ü F O O

MERCEDES.

L o s saldremos a de jar .

GUADALUPE.

Y o también v o y a la calle.

DON JORGE.

Pues andando t o d o s . . . . Y o espero a Gonzalo .

JOSÉ MARÍA.

¡ A d i ó s ! (Se desp iden ) .

DON JORGE.

A d i ó s ; hasta luego .

ESCENA NOVENA.

Don Jorge y Gonzalo que entra. (Tiene 56 años; as­pecto enfermizo, aire abatido).

DON JORGE.

¡ G o n z a l o . . . . ! ¡ H i j o m í o ! . . . . ¿ Cómo te sientes ?

DON GONZALO.

Mal , p a d r e ; m u y mal . Esto se va.

• DON JORGE.

N o hi jo , no lo creas. T u en fermedad es más bien mora l que física. H a y que curar ese espíritu. V e n a sentarte a mi l ado y hablemos. Las penas de estos t iempos han acabado p o r abatirte. P e ­r o estoy a tu lado y seremos dos a luchar contra la crisis. Es preciso que te sobrepongas , que l la­mes a la vo luntad en auxi l io del cuerpo . E l que n o quiere mor ir , l leva ganada la pr imera part ida a la muerte .

Page 31: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E E C A D E B 29

DON GONZALO.

¡ Cuánto te agradezco tus buenas pa labras ! A c a ­so hice mal en escribirte exponiéndote la situa­ción.

DON JORGE.

¿ P o r qué?

DON GONZALO.

D e b í tomar en cuenta tu edad.

DON JORGE.

¿ M i edad ? . . . . ¡ B a h ! . . . . Era fuerza que y o co ­nociera la suerte de todos los míos en estos vaive­nes del país. T u carta me l lamó a la real idad, ¡ a y ! , de la que he v iv ido completamente apartado. ¡ Qué equivocac ión más g r a n d e ! Equ ivocac i ón tanto más lamentable , porque es de toda la v ida. P e ­r o ya en el trance, hay que mirar las cosas de frente.

DON GONZALO.

Bien de frente las miraba en mi carta. D e sobra te expl iqué las causas que han consumido los restos d e nuestra fortuna. Pr imero , la negoc ia ­c ión m i n e r a ; dificultades con los obreros , nuevas contr ibuciones , fletes altos, ba ja de prec io en el m e t a l . . . . E n r e s u m e n : hubo que paralizar los trabajos .

DON JORGE.

H i j o mío , y o he le ído en alguna parte que una mina es un agu je ro que abre un imbéci l y que explota un listo. Nosotros abrimos el a g u j e r o ; j u s ­to es que otros lo exploten.

Page 32: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

30 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

DON GONZALO.

L u e g o , la hac i enda : repartic iones de tierras, in­tereses hipotecarios , malas cosechas, saqueos de pronunc iados L a finca, en vez de rendir uti ­l idades, reporta cargas. Y para co lmo de males, la pérd ida de mi empleo, única fuente de recur ­sos para sostén de la c a s a . . . . ¡ Padre , padre , es la pobreza que l lama a nuestras puer tas !

DON JORGE.

Te equ ivocas ; no es la pobreza , es la miseria, Gonzalo . As í estamos. Te confieso que j a m á s previ tal desenlace.

DON GONZALO.

¡ P a d r e ! . . . . ¡ P a d r e ! . . . . DON JORGE.

Cálmate, s e r é n a t e . . . . Nada alcanzaremos con afligirnos. (Pequeña pausa ) . P e r o hay otras cosas que me preocupan más todavía .

DON GONZALO.

¿Otras cosas? DON JORGE.

S í ; ¿quieres que revisemos valores , c omo se di ­ce ahora ? Comencemos p o r los que tenemos c e r c a : l os valores de la famil ia .

DON GONZALO.

N o e n t i e n d o . . . .

DON JORGE.

V o y a expl icarme. T ú y y o saldremos de esta co ­m o p o d a m o s ; pero a los que interesa salvar, es a los que vienen detrás , a tus h i j o s — q u e son los

Page 33: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 31

míos ,—y examinar sus medios de salvación. V a ­mos a ver ¿ c ó m o es y qué hace Chema?

DON GONZALO.

Pues C h e m a . . . . Y a lo c o n o c e s . . . . Es un buen m u c h a c h o ; un p o c o amigo de la a l e g r í a . . . .

DON JORGE.

¿Un p o c o ? ¡ D e m a s i a d o . . . . !

DON GONZALO.

Cosas de la edad. A l g u n a vez se descarría y a lgunos disgustil los me ha dado . P e r o en el f on ­d o es cariñoso, complaciente , tiene t r a t o . . . .

DON JORGE.

¿ Y qué hace?

DON GONZALO.

N o pude conseguir que cursara estudios p r o ­fesionales. L o impacientaron pronto y buscó un camino más breve .

DON JORGE.

El empleo.

DON GONZALO.

Sí, un empleo. Hace dos años que atiende a sus gastos .personales. A h o r a es p a g a d o r de una Secretaría.

DON JORGE.

¿Sue ldo?

DON GONZALO.

Creo que d iec iocho pesos diarios.

Page 34: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

32 C A B L O S D Í A Z D U P O O

DON JORGE.

Pues los estira mucho , porque está bien tra­j e a d o y a l h a j a d o ; y , además, m e parece que se da buena vida. Rara vez come en casa, trasno­cha, anda siempre con amigos Dime, ¿no temes que la atmósfera de esta temporada de convulsiones constantes, de incert idumbres , de inseguridades, le haya envenenado ?

DON GONZALO.

¡ N o . . . . n o ! . . . . DON JORGE.

P o r q u e nada influye tanto en la mora l de una sociedad como los tr iunfos ráp idos , los encum­bramientos repentinos, al lado de los fracasos in­merec idos y las derrotas injustificadas. E l esta­do de la moral está en el ambiente que se res­pira.

DON GONZALO.

¡ N o lo c r e o ! . . . . ¡ N o ! . . . . DON JORGE.

Más vale. Pasemos a ellas. DON GONZALO.

¿ A mis h i jas? DON JORGE.

S í .

DON GONZALO.

Para ellas el porvenir está en el matr imonio .

DON JORGE.

E n el buen matr imonio , se entiende.

Page 35: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 33

DON GONZALO.

Es claro. DON JORGE.

Es que hay matr imonios malos , y entonces el porvenir puede ser peor que el presente. Cierto que ahora tenemos el d i v o r c i o ; lo que desde el punto de vista que examinamos abre o c i e r ra— c o m o quieras—, las perspect ivas de la familia.

DON GONZALO.

El d ivorc io , al fin y al cabo , de ja a los c ó n y u ­ges en l ibertad de rehacer su vida. Pueden sa­l i r . . . .

DON JORGE.

Desengáñate , el d ivorc iado puede sa l i r ; la d ivorc iada no sale, se q u e d a ; y ¡ c ómo se q u e d a ! N o s extraviamos. L o que importa es conocer las cual idades de las muchachas para hacer frente a una mala situación. Habíame de L u p e .

DON GONZALO.

L u p e es graciosa, f á c i l . . . . un p o c o impacien­te y un p o c o amiga de arreglarse.

DON JORGE.

Decid idamente , estos dos hi jos tuyos tienen unos " p o c o s " que me alarman m u c h o .

DON GONZALO.

M e r c e d e s . . . .

DON JORGE.

D e Mercedes respondo y o . Lástima que su m é ­rito tenga una triste presentación.

3

Page 36: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

34 C A R L O S D Í A Z D Ü F O O

ESCENA DÉCIMA.

Dichos y Mercedes.

MERCEDES.

Abue l i to , hay ahí un cabal lero que se dice ami­g o tuyo y que quiere v e r t e . . . . . Se l lama don Fulgenc io Cifuentes.

DON JORGE.

¡ M i buen amigo F u l g e n c i o ! Hazme favor de decir le que pase. (Váse Mercedes . ) V a s a cono ­cer al hombre con la cabeza más a pá jaros que hayas conoc ido .

ESCENA UNDÉCIMA.

Don Jorge, Don Fulgencio, Mercedes y Gonzalo.—'Don Fugencio, 78 años, honibré de distracciones inconcebibles, alma de Dios en el fondo. Va derechamente a Gon­zalo y lo abraza con efusión.

DON FULGENCIO.

A l fin te tengo entre mis brazos, perdulario . P e r o hombre , ¡ q u é v i e j o estás !

DON GONZALO.

¡ Mira que t ú ! . . . .

DON FULGENCIO.

H a m b r e tenía de verte , J o r g e .

DON JORGE.

¡ F u l g e n c i o ! ¡ F u l g e n c i o ! Que ese no es J o r g e ; que J o r g e s o y y o .

Page 37: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 35

DON FULGENCIO.

¡ Q u é ! . . . ¡ q u é ! . . . ¡ q u é ! . . . Sí , es verdad . T ú eres Jorge , n o hay duda. ( L o abraza) . Pero ¿quién es aquel 1

DON JORGE.

M i hi jo Gonzalo . DON FULGENCIO.

¡ Pues parece tu p a d r e ! DON JORGE.

Y aquella mi nieta Mercedes . DON FULGENCIO.

Celebro t a n t o . . . .

DON GONZALO.

Ustedes tendrán mucho que decirse. Nos retira­mos.

DON FULGENCIO.

(Despidiéndose de Mercedes . ) S e ñ o r a . . . . mu­chos recuerdos a su esposo.

DON JORGE.

Si n o es c a s a d a . . . .

DON FULGENCIO.

P u e s entonces a su nov io .

MERCEDES.

N o lo tengo .

DON FULGENCIO.

Bueno , cuando lo tenga. Caballero, ce lebro tan­t o . . . .

Page 38: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

36 C A R L O S D Í A Z D U F O O

DON JORGE.

Es Gonzalo , ¿no te d i j e ? DON FULGENCIO.

A h , sí, es verdad. Ad iós , Gonzalo , que te divier­tas.

DON GONZALO.

( A Mercedes . ) Este señor v ive en el aire.

ESCENA DECIMA SEGUNDA.

Don Jorge y Fulgencio.

DON FULGENCIO.

¡ J o r g e q u e r i d o ! . . . . ¡ Cuántas semanas sin ver ­t e !

DON JORGE.

M u c h a s ; las que contienen veint ic inco a ñ o s . ¡ F i g ú r a t e !

DON FULGENCIO.

¿ D ó n d e te has met ido en ese t i empo?

DON JORGE.

E n mil c iudades dist intas : Madr id , Sevilla, L o n ­dres, Berl ín, B o m a , P a r í s . . . .

DON FULGENCIO.

¡ P a r í s ! ¿Conociste ahí a Chateaubriand?

DON JORGE.

¡ N o , h o m b r e ! ¡ Qué he de haber c o n o c i d o !

DON FULGENCIO.

¿ Y a Ber l i oz?

Page 39: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 37

DON JORGE.

N o , tampoco . DON FULGENCIO.

¿ N i a Lamart ine? DON JORGE.

Menos todavía.

DON FULGENCIO.

Si y o hubiera ido a París , Ber l ioz no se queda sin un abrazo mío .

DON JORGE.

L o dificulto mucho . P e r o hablemos de tí. ¿Qué has hecho?

DON FULGENCIO.

H,e v iv ido . DON JORGE.

M e contestas c omo el abate Sieyés.

DON FULGENCIO.

¿ E l a b a t e ? . . . . N o lo c o n o z c o . . DON JORGE.

Te pasa lo que a mí con Berl ioz . ¿ L a misma v ida de antaño?

DON FULGENCIO.

L a misma, sin variaciones. DON JORGE.

Cuando te de j é no tenías familia. ¿ L a tienes ahora?

DON FULGENCIO.

N o , cont inúo " i n é d i t o " . T ú sabes que desde

Page 40: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

38 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

niño perdí a mis padres . Se hizo cargo de mí, un t ío , que también murió el pobrec i to , de jándome bastante j o v e n . A p o c o tuve dos novias , que fue ­ron mi martirio . ¡ Qué c o m p l i c a c i o n e s ! . . . . ¡ Qué t r a s t o r n o s ! . . . . La cita en el paseo , que se ol­v i d a ; el santo de la chica , que se t raspapela ; la carta promet ida , que se queda en el t i n t e r o . . . . T o t a l : que a los tres meses de relaciones la pr i ­mera, y a los quince días la segunda—que era más vehementil la que la o t r a — , me extendieron mis pasaportes. H a pasado el t iempo, y ahora sospecho que ya no me v o y a casar.

DON JORGE.

T u sospecha no carece de fundamento . Enton ­ces, ¿v ives so lo?

DON FULGENCIO.

N o , con mi v i o l í n ; mi amigo , m i compañero , el que me ayuda a ganarme la vida. T ú recuerdas mis aficiones musicales. Gracias a ellas he resuelto el prob lema de la subsistencia o de la semisubsis-tencia. Vio l ín en ristre, me lancé al mercado del arte y no me ha fa l tado un r incón en donde ras­car. Y a un teatril lo cua lquiera ; y a un cafetín de b a r r i o ; y a un conc ierto en casa particular. A h o r a , con los cines, los horizontes se han am­pl iado y no falta " c h a m b a . "

DON JORGE.

¿ Y así has resist ido? DON FULGENCIO.

Y o me contento con p o c a cosa. ¿ U n día sólo hay para un taco? Bien. ¿ A l siguiente no hay pa­ra el taco ? Pues medio taco .

Page 41: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 89

DON JORGE.

Fulgenc io , ¡eres e n o r m e ! ¿ N o te han causado per juic io las revo luc iones?

DON FULGENCIO.

A l cont rar i o ; me han traído provecho y tran­quil idad.

DON JORGE.

¡Qué me cuentas !

DON FULGENCIO.

A n t a ñ o , los artistas trashumantes estábamos a merced de empresarios y dueños de estableci­mientos. Ellos nos imponían el sueldo y nos des­pedían cuando les venía en gana, o cuando el ne­goc io iba al desastre. A l presente es d i s t into ; las agrupaciones de trabajadores nos han l iberta­d o de esa sujec ión. S o y miembro de un sindica­to y mi puesto está asegurado. Nada me importa que el negoc i o vaya bien o v a y a mal, o que el patrón esté o no contento conmigo . N o me puede separar, y , aunque no le guste como toque, ni al púb l i co tampoco , no puede tocar mi sueldo, que es una deuda s a g r a d a . . . . que d i j o un maes­tro . . . . T o d o s los domingos en la mañana, nos reunimos. N o nos hacemos la guerra como en el pasado . ¡Unión y so l idar idad ! Actualmente so­mos verdaderos hi jos de la harmonía. Discut imos, se pronuncian d i s c u r s o s . . . Compañero por aquí . . . Compañero p o r a l l á . . . . T o d o s somos compañe­ros , aunque la mayor ía no sabe acompañar .

DON JORGE.

¿ P e r o tú eres socialista?

Page 42: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

40 C A R L O S D Í A Z D U F O O

DON FULGENCIO.

N o ; soy viol inista y necesito tocar , porque un violinista que no toca es c o m o un socialista que n o gobierna.

DON JORGE.

¡ B r a v o !

DON FULGENCIO.

Hablemos ahora de t í . . . . ¿ A qué te f u i s t e ? . . . ¿ A qué r e g r e s a s ? . . . .

DON JORGE.

E s m u y c l a r o : me fu i a gastar las últimas m o ­nedas de las que me d e j ó mi padre , y vengo a presidir el fracaso de mi familia.

DON FULGENCIO.

N o es posible. DON JORGE.

Sí lo e s ; y t o d o se resume en aquel v i e j o re ­f rán mex icano que recog ió d o n Lucas A l a m á n en el pr imer t omo de su historia. ¿Has- le ído, p o r su­puesto , a don Lucas?

DON FULGENCIO.

Y a lo creo , lo leí en mi juventud y hasta me lo sé de memoria . V a s a o í r :

" P u e s bien, y o necesito decirte que te a d o r o " . . . .

DON JORGE.

¡ F u l g e n c i o ! ¡ F u l g e n c i o ! T u cabeza es­tá peor que nunca. E l re frán r e z a : " P a d r e mer ­cader , h i j o cabal lero, nieto p o r d i o s e r o " Y en mi familia se ha real izado la terrible sentencia.

Page 43: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 41

Mi padre , el m e r c a d e r ; y o , el caba l lero ; mi h i j o el p o r d i o s e r o . . . . Tres generaciones que siguieron el camino que en el pasado han seguido otras, y que otras y otras seguirán en el porvenir proba ­blemente. Escucha, amigo mío . (Pequeña pausa.) M i padre fué el m e r c a d e r ; español, enérgico , du­ro ante la fat iga, rec io ante el sacrificio, t raba jó humildemente, desde barrer la t i enda ; durmió en el suelo, pasó días de hambre , y avanzó p o c o a poco , p o r pulgadas , por mi l ímetros ; y así ama­só el dinero, así labró una fortuna aquel lucha­d o r fuerte . D e las miga jas que se cayeron de su mesa hemos comido nosotros , los que hereda­mos su nombre , pero no su esfuerzo. E l t raba jó , fué el único . Nosotros hemos v iv ido de lo que t raba jó él.

DON FULGENCIO.

¡ N o digas eso ! Tú , p o r e j e m p l o . . . . DON JORGE.

¿ Y o ? ¡ E l caba l lero ! E d u c a d o desdej los pr imeros años al resguardo de contrariedades, mi espíritu se desarrol ló en una atmósfera de planta de invernadero . Maestros no me faltaron ni lec­turas literarias. Fu i un p r í n c i p e . . . . " e l pr ínc i ­pe que todo lo aprendió en los l i b r o s . " P e r o los l ibros no me enseñaron esta gran v e r d a d que y a anciano he en tend ido : que en la v ida sólo hay un acto necesar io : el esfuerzo, y que el obstáculo no es de tenerse c o m o un do l o r , sino c omo un es­t ímulo. Tr iunfé , gasté, d e r r o c h é ; el d inero ar­día en mis manos . Porque , al fin y al cabo , el d ine­ro es c o m o la s a l u d : ¿para qué sirve si se tiene eternamente guardado en el arca? Y allá se fué

Page 44: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

42 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

y e n d o la for tuna del mercader , cuesta aba jo , cues­to aba jo , hasta que un día abrí el arca y vi que n o había nada. A h í tienes en pocas palabras, la historia del caballero.

DON FULGENCIO.

Es d e c i r . . . .

DON JORGE.

Que e s t o y . . . . estamos en esta casa completa­mente arruinados y que, p o r un inevitable resur­gimiento , el hambre que padec ió el mercader en sus primeros t iempos, v a a sufrirla el pordiosero en sus últ imos años.

DON FULGENCIO.

¿ T u hi jo ?

DON JORGE.

Sí, el que p o r influencias y recomendaciones acudió al re fugio de la clase media mexicana y se afianzó al empleo, c omo el que se ahoga a una ta­bla. Una mañana la decorac ión c a m b i a ; el v ie jo rég imen cae, los amigos desaparecen, la sociedad es y a otra y la tabla se hunde al peso del náu­f rago .

DON FULGENCIO.

P e r o homibre, lo que me estás d ic iendo me pone los pelos de punta.

DON JORGE.

A h í tienes a qué he venido . A ser personaje de la tragedia. El refrán se ha c u m p l i d o ; pero lo que me falta todavía es saber c ó m o se vue lve a desarrol lar el c írculo . Se me pierde el eslabón de

Page 45: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D B E M E R C A D E R 43

la cadena que reanuda la familia y que quiero encontrar.

DON FULGENCIO.

¡ A y , Jorge , n o l o encontrarás, porque aquí lo que se p ierde n o parece n u n c a !

DON JORGE.

¿Qué será el biznieto del mercader?

ESCENA DECIMOTERICEKA.

Dichos y José María.

JOSÉ MARÍA.

¡ A h ! . . . . ¿ Estás aquí, papá grande ?

DON JORGE.

Sí, m u c h a c h o . . . . Pero estás pál ido , tembloro ­s o . . . . ¿ Qué te pasa ?

JOSÉ MARÍA.

N a d a . . . . Necesito hablar con mi p a d r e . . . al­g o interesante.

DON JORGE.

L e a v i s a r é . . . .

JÓSE MARÍA.

N o quiero que te molestes.

DON JORGE.

N o es molestia. V o y a salir a la calle con mi amigo el señor Cifuentes, a quien te presento. M i pr imera visita a esta v ie ja c iudad, nueva ahora para mí. E l va a acompañarme.

Page 46: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

44 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

DON FULGENCIO.

Seguramente .

DON JORGE.

V e n a mi cuarto . M e arreglaré un p o c o . D e pa­so l lamo a tu padre .

JOSÉ MARÍA.

Gracias

DON JORGE.

Hasta luego . (Mala cara trae. )

ESCENA DECIMOCUARTA.

José María solo; luego, Gonzalo-, después Mercedes, don Jorge y Fulgencio.—(Durante el tiempo que permanece solo José María, se pasea nerviosamente en todas las di­recciones de la pieza. Después entra Gonzalo.)

DON GONZALO.

¿Qué me quieres, h i j o ? M e d i j o tu abuelo que me l lamabas.

JÓSE MARÍA.

S í . . . s í . . . V e r á s . . . p a d r e . . . Y o . . .

DON GONZALO.

¡Estás d e m u d a d o ! ¿Te ocurre a lgo?

JOSÉ MARÍA.

N o . . . es decir , s í . . . M e ocurre a l g o . . . a lgo grave .

DON GONZALO.

¿ G r a v e ?

Page 47: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 45

JOSÉ MARÍA.

S í . . . . m u y grave .

DON GONZALO.

Habla .

JOSÉ MARÍA.

Pues y o quisiera pedirte un favor .

DON GONZALO.

Tú dirás.

JOSÉ MARÍA.

E l caso es que N e c e s i t o . . . . con mucha ur ­gencia . . . . tres mil p e s o s . . . .

DON GONZALO.

4 Tres mil pesos?

JOSÉ MARÍA.

Sí Es un compromiso uno de esos c o m ­promisos que n o se pueden rehuir .

DON GONZALO.

4 L o s debes?

JOSÉ MARÍA.

Sí sí los debo .

DON GONZALO.

4 A quién?

JOSÉ MARÍA.

A Mira , padre , y o sé que v o y a darte un d i s g u s t o . . . . un gran d i s g u s t o . . . .

DON GONZALO.

I P o r D i o s ! . . . . ¡ D i , de una v e z !

Page 48: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

46 C A R L O S D Í A Z D U P O O

JOSÉ MARÍA.

Si n o tengo los tres mil pesos h o y , h o y mismo, no sé lo que me va a pasar. V a en ello mi h o n o r . . . tal vez mi l i b e r t a d . . . .

DON GONZALO.

N o me angusties más, y acaba. JOSÉ MARÍA.

T ú sabes que y o m a n e j o f o n d o s del G o b i e r n o . . . Unas veces p a g o puntuamente , otras me retra­so un d í a . . . . d o s . . . . T o m o cantidades que re ­embolso d e s p u é s . . . . a n t i c i p o s . . . .

DON GONZALO.

¿ Tomas ?

JÓSE MARÍA.

S í ; sumas que luego c u b r o . . . . A l fin de m e s . . . O al s i g u i e n t e . . . . Cuestión de c o n t a b i l i d a d . . . . P e r o hoy me p iden cuentas y y o n o tengo el sal­d o . . . . L a d i f e r e n c i a . . . .

DON GONZALO.

¿ E s decir , que has substraído ese d inero? JÓSE MARÍA.

Sí, p a p á . . . .

DON GONZALO.

¿Has r o b a d o ? . . . ¡ A i r e ! . . . ¡ M e a h o g o ! . . . M e . . . . muero (Cae d e s m a y a d o ) .

JOSÉ MARÍA.

¡ P a p á ! ¡ P a p á ! ¡ Mercedes , v e n ! . ¡ M e r c e d e s ! (Sale Mercedes , se da cuenta in­mediata del estado de Gonzalo y corre a atender-

Page 49: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 47

F I N D E L A C T O P K I M E K O .

le. Salen al mismo t iempo don J o r g e y don Fu l ­gencio . )

DON JOBOS.

¡Qué gr i t os ! i Qué h a y ? MERCEDES.

j M i padre se m u e r e ! . . . . DON JORGE.

¡ Fu lgenc io , corre a buscar a un m é d i c o ! JOSÉ MARÍA.

¡ Y y o tengo la c u l p a ! DON JORGE.

¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué ha pasado?

Page 50: Padre mercader - Carlos Días Dufoo
Page 51: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

ACTO SEGUNDO

4

Page 52: Padre mercader - Carlos Días Dufoo
Page 53: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

ACTO 2o.

La misma decoración que el anterior.

ESCENA PRIMERA.

Mercedes, Don Jorge y el Doctor.

MERCEDES.

¿ C ó m o lo encuentra usted?

EL DOCTOR;

M u c h o me jo r , seguramente. H a pasado el m o ­mento cr ít ico y pronto entrará en el per íodo de la convalecencia . Sin embargo , necesita gran aten­c ión y que se le eviten impresiones demasiado fuertes.

MERCEDES.

Atenc iones no le faltan. Usted mismo ha p o ­d i d o v e r las que c on él hemos tenido durante su enfermedad.

EL DOCTOR.

Es tan c ierto , que don Gonzalo les debe a uste­des la v ida .

Page 54: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

52 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

DON JORGE.

¡ E s o no , d o c t o r ! L a v ictor ia pertenece a usted exclusivamente.

EL DOCTOR.

L o s médicos , don Jorge , somos los generales en j e f e , ideamos los planes de batalla y damos las ó rdenes ; pero los miembros de las familias son realmente los so ldados que se baten contra el ene­m i g o .

DON JORGE.

E n t o d o caso, los so ldados n o hemos tratado sino de hacernos d ignos del general .

EL DOCTOR.

Y ahora es preciso que usted también se cuide. DON JORGE.

P e r o doc tor , si me cu ido no v o y a mor irme nunca. Y sería contrariar la l ey de renovac ión de los especies. L o s árboles v ie j os suelen impedir que los árboles j óvenes se desarrollen.

EL DOCTOR.

También ocurre que los árboles v ie jos resguar­dan con su sombra a los j óvenes contra las tor ­mentas y r igores de las temperaturas. Y usted es uno de esos árboles.

DON JORGE.

¡ A y , d o c t o r ! A u n q u e lo fuera, no tendría y a esa sombra, porque las tempestades le han abrasado las ho jas y secado las ramas. A l fin de cuentas n o soy más que un esqueleto de árbol que ahonda sus raíces muertas en esa tumba común que se l lama la tierra.

Page 55: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E R C A D E E . . . . 53

EL DOCTOR.

¡Las sorpresas que va usted a darnos todavía , d o n J o r g e ! Entretanto , hasta mañana, Merced i -tas. Si a lgo ocurre , avíseme por teléfono. V e n d r é en seguida.

MERCEDES.

Gracias, doctor , hasta mañana.

ESCENA SEGUNDA.

Mercedes y don Jorge .

DON JORGE.

Exce lente persona.

MERCEDES.

Nunca olvidaré lo cariñoso, lo atento, lo acer­tado que ha sido con mi padre .

DON JORGE.

E s o prueba que hay más buena gente de la que creemos en las horas a m a r g a s . . . . c o m o las que siguieron tras de aquel terrible día.

MERCEDES.

¡ N o me recuerdes aquel día, que deseo borrar de mi m e m o r i a !

DON JORGE.

Pues es preciso tenerlo presente, porque m u y pronto , hoy , mañana, tu padre vo lverá al re­cuerdo y con el recuerdo el conflicto que sobre esta casa pesa y del que hemos de salir no sé c ómo .

Page 56: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

54 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

MERCEDES.

¡ C u a n d o p i enso ! ¡ José M a r í a ! ¡ M í her­mano ! ¿ Cómo p u d o ? . , . . ¡ Qué d o l o r ! . . . ¡ Qué v e r g ü e n z a ! . . . .

DON JORGE.

¡ P o b r e niña m í a ! (Pequeña pausa. ) D ime , 4 l e has hablado a tu hermano?

MERCEDES.

4 D e e s o . . . . ? ¡ N o ! N o he encontrado pala­bras . . . . N o he hal lado t é r m i n o s . . . . 4 Y t ú ?

DON JORGE.

T a m p o c o . ¡ H e pensado t a n t o !

MERCEDES.

D e otro m o d o : ¡ has sufr ido t a n t o !

DON JORGE.

Cierto. Y sin embargo , vue lvo a dec í r t e l o : es fuerza que recorramos este triste camino hasta l le­gar al final.

MERCEDES.

¿Qué final?

DON JORGE.

Oye, Mercedes , y o me p r e g u n t o : ¿el ac to de José María es un eclipse momentáneo de la conciencia , o es que se ha apagado para siempre la luz que debe a lumbrar la?

MERCEDES.

¡ No , a b u e l o . . . no ! . . . José María es bueno, es h o n r a d o . . . . Fué una l o c u r a . . . . una ofusca­ción Pero r e a c c i o n a r á . . . . . Pagará su fa l ­t a . . . . Sálvalo , sálvalo, abuelo .

Page 57: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 55

DON JORGE.

¿Salvar lo? Sí , p o r él, p o r tí más que p o r él, haré todo lo que esté en mis m a n o s . . . . ¡ y es tan p o c o ! . . . . P e r o ¿ y si él no quiere o no puede sal­varse ?

MERCEDES.

¿Qué dices?

DON JORGE.

Y o necesito saber la r a z ó n . . . . es decir , razón c laro que n o la h u b o . . . . la excusa que impulsó a Chema a disponer de los f ondos . ¿Apremios , angustias de la c a s a . . . . lucha p o r el susten­t o ?

MERCEDES.

¡S í , eso, e s o !

DON JORGE.

¿ O el agu i j ón del placer , los incentivos del v i ­c io ? . . . .

MERCEDES.

¡ N o sigas, abue lo ! ¡ E s atroz lo que p iensas !

DON JORGE.

A t r o z , s í ; p e r o ¿ es v e r d a d ?

MERCEDES.

¡ N o ! . . . . ¡ n o ! . . . .

DON JORGE.

¿ N o tienes esa s o s p e c h a ? . . . . (Mercedes calla. ) T ú sí eres buena y honrada. N o sabes mentir. L o sospechas.

Page 58: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

56 C A R L O S D Í A Z D U F O O

MERCEDES.

Pero aun así, ¿qué hacer? DON JORGE.

T ú lo has d i c h o : salvarlo . Y en ello he a n d a d o ; he subido más de una cuesta, agria y pesada para mis pobres pies de anciano. Y a te d i r é . . . Pero antes quiero hablarle, l legar hasta el f ondo de su alma. D e s p u é s . . . . después

ESCENA, CUARTA.

Dictaos y Manuel.

MANUEL.

¿ D a n ustedes su permiso?

GUADALUPE.

A h , ¿es usted, Manue l? Pase adentro . MANUEL.

Señorita M e r c e d e s . . . . cabal lero.

MERCEDES.

Es m j abue l i to ; ¿ n o lo conoc ía usted?

MANUEL.

N o , aunque y a sabía que había venido . MERCEDES.

El señor es Manuel . MANUEL.

Sí, soy Manuel .

DON JORGE.

¿Manue l ?

Page 59: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E R C A D E E . . . . 57

MANUEL.

Sí, Manuel . DON JORGE.

¡ V a y a con M a n u e l ! MERCEDES.

Es el dueño de la t ienda de la esquina y viene todos los días a preguntar c ómo sigue papá.

DON JORGE.

¡ Qué amable !

MANUEL.

S í ; y o conozco a d o n Gonzalo y a la señorita L u p e y a C i e r n a . . . . d igo , a don José María , y a . . . .

DON JORGE.

C l a r o : y a Mercedes .

MANUEL. '

Sí, a la señorita Mercedes . ¿Rec ib ieron ustedes una pequenez que les mandé anoche?

MERCEDES.

S í ; medio queso, unas mortadelas y una botel la de v ino .

DON JORGE.

¡ C ó m o ! ¿Usted es el autor de esas famosas m o r ­tadelas ?

MANUEL.

El autor, p r e c i s a m e n t e . . . .

DON JORGE.

Bueno , el que las vende . ¡Pues ha hecho usted

Page 60: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

58 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

un descubrimiento tan grande c o m o el de A m é ­rica !

MANUEL.

¡Señor , p o r D i o s ! . . . . ¡ S i eso n o vale n a d a ! Era el resto de una part ida que rec ib í hace unos días.

MERCEDES.

A propósi to , Manuel , estoy m u y mortif icada con usted

MANUEL.

¿ P o r qué, señorita? MERCEDES.

P o r . . . . Y a ve usted, todavía no cubrimos su cuenta del mes pasado.

MANUEL.

Calle usted, Merced i tas ; no faltaba más. Y a pa ­garán ustedes cuando quieran. P o r una insignifi­cancia como esa no ha d e quebrar la tienda.

DON JORGE.

Pues si usted aplica esa reg la a los demás cl ien­tes, la quiebra es segura.

MANUEL.

A los demás, no . P e r o di ferencia hay entre la señorita Mercedes y los otros clientes.

MERCEDES.

Gracias, Manuel .

MANUEL.

( A don Jorge . ) Cuando y o l legué a este barr io ,

Page 61: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E R C A D E E 59

después de haber r o d a d o m u c h o p o r el mundo , y emplee el montonci l lo de pesos que tenía, c ompro ­metiendo además mi p o c o crédito , fijé los o jos en lo alto, p id iendo la protecc ión de arriba para la empresa : una diosa, una santa o una hadia M e j o r una hada, c omo las que había en los cuen­tos que leí cuando rapaz , que extendiendo su va­ra milagrosa sobre la p o b r e t ienducha, hiciese que brotara la prosper idad y la alegría de su dueño . Y arriba estaba mirando , cuando se abr ió un ba l cón y apareció en él una señorita con una cara m u y dulce y u n a sonrisa m u y suave .—¡Es m i h a d a ! — g r i t é al p u n t o . — ¡ B o r r i c o ! — d í j o m e un a m i g o . — Y a no hay hadas en estos t iempos .—Pues será m i madrina.—¡ La risa que le dará cuando se entere del n o m b r a m i e n t o ! — ¿ Y qué necesidad hay de que se entere? El la es dueña de i g n o r a r l o ; y o soy dueño de n o m b r a r l a . . . . — Y desde entonces los negoc ios marchan, las ventas se m u l t i p l i c a n . . . ¡ Figúrese usted si va a quebrar la t i enda !

DON JORGE.

M/e ha de presentar usted á su madrina.

MERCEDES.

A b u e l o , v o y a ver si algo necesita papá. Hasta luego , Manuel .

ESOBNA QUINTA.

Manuel y don Jorge.

DON JORGE.

¿ D e qué provinc ia de España es usted, Manue l?

Page 62: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

60 C Á E L O S D Í A Z D U P O O

MANUEL.

D e Asturias. DON JORGE.

D e Astur ias era también mi padre . MANUEL.

Entonces no querrá usted mucho a los' españo­les.

DON JORGE.

i P o r qué? MANUEL.

P o r q u e en M é x i c o , los que más mal quieren a los españoles, son sus hi jos . ¿ P o r qué será, señor?

DON JORGE.

P o r eso que usted dice , porque somos sus hi jos . Las generaciones nuevas no se contentan con que desaparezcan las que les preceden, sino que tie­nen un gran placer en pisotear sus sepulcros. ¿Tiene usted familia al lá?

MANUEL.

Mi madre y dos hermanas mozas.

DON JORGE.

Y abandonó su p a t r i a . . . .

MANUEL.

¿ Y qué remedio si en ella n o encontré traba­j o ? Cuando no da de comer , la patria expulsa a los suyos. Había poca sopa en los platos y era preciso poner más substancia al caldo . Las mu­jeres , c o m o tales, pod ían quedarse en la c a s a ; y o , c omo varón , debía buscar en otro país mi pan.

Page 63: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 61

D O N J O R G E .

¿ Y v ino a M é x i c o ! M A N U E L .

S í . D O N J O R G E .

¿ H a c e m u c h o ? M A N U E L .

Quince años. D O N J O R G E .

Sería usted un personaj i l lo .

M A N U E L .

V o y a cumplir veint iséis ; haga usted la cuenta.

D O N J O R G E .

¿ Y le escribe ella a m e n u d o ?

M A N U E L .

¿ L a madre? N o pasa un mes sin tener noticias suyas. Sueña c o n m i g o ; me espera, y dice que aunque y a está v ie ja , conf ía en que Dios le siga dando fuerzas hasta el día en que regrese.

D O N J O R G E .

¡ P o b r e m a d r e ! N o sabe que la vo luntad de Dios se ve frecuentemente contrariada p o r hechos inexorables . ¡ Qué dif íci l que usted regrese pronto a E s p a ñ a !

M A N U E L .

P e r o si ese es mi anhelo constante. Traba jar un p o c o más y vo lver al lado de mi madre para que antes de morir pueda besarle las canas.

Page 64: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

62 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

D O N J O R G E .

V e r á usted, mi quer ido Manuel , c o m o no se desarrol larán así las cosas. Un día pasará una mu­j e r ; la amará usted, se casarán, tendrán familia, y la imagen de su madre se le irá p o c o a p o c o b o ­rrando . Y para que t o d o sea inesperado e incohe­rente, un 16 de septiembre uno de sus hi jos , aca­so el que usted más quiera, saldrá a la calle gri ­tando " ¡ M u e r a n los g a c h u p i n e s ! " E n tanto, la madre seguirá allá l e jos , bendic iéndole y bendi -c i é n d o l e . . . . P o r q u e , es c l a r o : ¿ qué ha de hacer una madre sino bendec i r?

M A N U E L .

¿ Y por qué han de pasar así las cosas? D O N J O R G E .

Porque la v ida está sujeta a una l ey general .

M A N U E L .

¡ A y , no , don J o r g e ! L a v ida no es igual para todos ni reparte p o r ley alguna penas y alegrías. La v ida es c omo el agua de la nube.

D O N J O R G E .

¿Gomo el agua de la n u b e ? M A N U E L .

Sí , señor. E n mi tierra hay un d e c i r : " A g u a de nube Que a unos ba ja y a otros s u b e . " Y detrás de ese dec ir hay un cuento .

D O N J O R G E .

H o m b r e , d ígame usted el cuento . ¡ P u e s ahí es nada lo que a mí me gustan los c u e n t o s !

Page 65: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

F A D E E M E R C A D E R 6»

M A N U E L .

Pues oiga usted. Una tarde, un labrador de las orillas de mi pueblo t opó , acurrucado y transido, en la vera de una cerca, a un hombrín que no le­vantaba dos palmos del suelo. Tan extenuado y sin alientos estaba, que al tomarlo entre sus ma­nos se desmayó el enanillo. Le arropó el labrador m u y cuidadosamente y , metiéndole en sus al for ­jas , lo l levó a su casa sin más dilaciones. El calor de una buena lumbre y un t rago de v ino vo lv ieron al hombrín a sus sentidos. Diéronle m u y bien de comer , y y a satisfecho, le p reguntó el labrador quién era y c ómo había venido . Y el hombr ín le c o n t e s t ó : — ¿ P e r o no me has conoc ido todav ía? ¿ N o has visto que soy e l N u b e r o ?

D O N J O R G E .

¿ E l Nubero? ¿ Y quién es el Nubero , M A N U E L .

El Nubero es el duende que vive en la nube. E l t rabaja el a g u a : la esculpe, la hila, la bruñe, la pule. Y luego aquella agua desciende en f o rma de roc ío , de l luvia, de granizo, de nieve, de bruma. Y da v ida o destruye.

D O N J O R G E .

" H i e l o , corriente, niebla, vapor que el día dora. T o d o lo soy y a t o d o me pl iego en cuanto cabe. L o s hombres no lo saben.; pero Dios sí lo s a b e ! "

M A N U E L .

¿ Qué dice usted ? D O N J O R G E .

N a d a ; recuerdo a A m a d o Ñ e r v o . . . . S iga us ­ted su c u e n t o ; es m u y interesante, m u c h o .

Page 66: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

64 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

M A N U E L .

¿ C ó m o he v e n i d o ? — p r o s i g u i ó el Nubero .—Me tra jo la nube que l legó ayer tarde y me vendrá a buscar la nube que l legará mañana. P e r o p o r p o c o t iempo que haya estado en la tierra, y a he p o d i d o darme cuenta de la maldad de los h o m ­bres. T o d o s los labradores que pasaron a mi lado antes de que tú l legaras, y me vieron en el triste estado en que me encontraste, se burlaron de mí y algunos hasta me t iraron piedras Mas y a verás, y a verás, qué duramente me las pagan. Y a la mañana siguiente montó sobre la nube que p o r él v ino . Pasaron dos o tres días, y una tarde se presentó un nublado pavoroso que a r ro j ó un di luvio de pedriscos sobre las siembras de todos los labradores , con excepc ión de las del que re ­cog ió al hombrín , que recibió una copiosa caricia de la l luvia, con lo que su dueño p u d o levantar una cosecha como nunca había levantado. Y lo mismo acontec ió en los años siguientes. D e m o d o que el labrador se convirt ió en el más r i co de todos aquellos alrededores. Y a ve usted, don J o r ­ge , c omo el agua y la v ida no es l o mismo para todos .

D O N J O R G E .

Pues le deseo un N u b e r o c omo usted se lo me ­rece .

M A N U E L .

Hasta luego , señor. Y a han de estar echándome de menos en la t ienda.

D O N J O R G E .

Hasta luego , Manuel . ¡ A h , recuerdos a la m a ­drina !

Page 67: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 66

Don Jorge y Mercedes.

M E R C E D E S .

L o encuentro más animado. Hemos hablado un buen rato y ahora quiere que vayas a verlo .

D O N J O R G E .

V o y al instante. M E R C E D E S .

¿Se fué Manuel? D O N J O R G E .

Hace un momento . ¡ Guapo m u c h a c h o ! Y , en­tre paréntesis, y o ignoraba que tuvieras un ahi­j a d o tan tal ludito.

M E R C E D E S .

¡ P o r Dios , a b u e l o ! D O N J O R G E .

¿ V a s a negarme que has flechado al asturiano?

M E R C E D E S .

N o , no lo niego .

D O N J O R G E .

Y tú, ¿qué dices?

M E R C E D E S .

Que él se quede allá en su t ienda y y o me que ­d o aquí en mi casa.

D O N J O R G E .

Es natural La di ferencia de clases. T u

ESCENA SEXTA.

5

Page 68: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

66 C Á E L O S D Í A Z D U P O O

abuelo el caballero pegar ía un salto ante la pers­pect iva de un matr imonio semejante. ¡ S u nieta mu je r de un t e n d e r o ! P e r o tu bisabuelo el mer ­cader , acaso no habría pensado lo mismo. E l úni­camente hubiese visto que es un hombre de tra­ba jo . ¿Quién tiene r a z ó n : tu abuelo o tu bisabue­l o ?

ESCENA SÉPTICA.

Mercedes, Julio.

M E R C E D E S .

¡ J u l i o !

J U L I O .

M e r c e d e s . . . . ¿ C ó m o sigue su papá?

M E R C E D E S .

M e j o r , Jul io , g r a c i a s . . . . me jo r . ¿Quiere usted ver a José Mar ía? Está en su cuarto .

J U L I O .

Sí, quiero v e r l o ; p e r o antes dé j eme que, des­pués de preguntarle p o r su padre , le pregunte p o r usted. ¡ Qué horas más penosas debe usted haber p a s a d o !

M E R C E D E S .

Sí , m u y penosas ; mas usted y a me conoce . Las penas no me, abaten.

J U L I O .

¿ Abat ir la ? A l c o n t r a r i o ; parece que la c o m ­placen. ¿ P o r qué es usted tan cruel consigo mis-

Page 69: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E B M E R C A D E E . . . 67

ma? ¿ P o r qué se obstina en cerrarse el paso a la dicha ? . . . .

M E R C E D E S .

¿ Que me obstino ? . . . .

J U L I O .

¿Recuerda usted aquella mañana, antes de la enfermedad de su padre , en que me hizo usted ver el venero de ternura y amor que guarda en su co ­razón ?

M E R C E D E S .

¡ J u l i o ! . . . . J U L I O .

Escuche usted el l lamamiento de la v i d a ; no lo rechace , porque ¿qué queda después? N o queda nada.

M E R C E D E S .

P o r favor , J u l i o . . . . J U L I O .

A b r a usted su alma M E R C E D E S .

Vayase , Jul io , se lo r u e g o . . . . J U L I O .

Es que quiero decir la que y o l a . . . .

M E R C E D E S .

Si n o se v a usted, y o me retiro.

J U L I O .

Bien, Mercedes . Y a n o s i g o . . . . E n t r o a ver a su hermano. (Entra p o r una puerta lateral . )

Page 70: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

68 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

M E R C E D E S .

(Sola . ) ¡ L a v i d a ! ¡ C o n é l ! ¡Sueño , ve ­t e ! (Mutis . )

ESCENA OCTAVA.

w José María y Julio.

.TOSE M A R Í A .

¿ Es decir , que las cosas continúan como al pr in­c ipio ?

J U L I O .

N o diría y a tanto. P o r lo pronto , no se ha d a d o cuenta al Ministro del hecho. Y a ves lo que eso significa.

J O S É M A R Í A .

Palabras , palabras, palabras. Significa que en vez de echar tierra al asunto, c o m o se ha echado a tantos otros, se le mantiene como una espada suspendida sobre mi cabeza.

J U L I O .

Y a verás c omo todo se arregla a medida d e tus deseos. N o hay mala vo luntad para tí.

J O S É M A R Í A .

Pues a mí me da mala espina que no te haya quer ido recibir el Subsecretario .

J U L I O .

E n cambio , rec ibid a tu abuelo. Más de una ho ­ra estuvo con él ayer tarde, i N o te lo ha d icho ?

Page 71: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E R C A D E E . . . . 69

J O S É M A R Í A .

¿ M i abuelo? H u y e de mí c o m o de un leproso . Su act itud es marcadamente adversa, i Qué fác i l es encerrarse en la torre de marfil de la mora l cuando se ha tenido dinero hasta para los capri ­chos más caros ! ¿ N o piensas c omo y o ?

J U L I O .

(Distraído . ) ¿Dec ías? J O S É M A R Í A .

¿ Qué te pasa ? Te veo preocupado , i n q u i e t o . . . . J U L I O .

N o . . . . no J O S É M A R Í A .

¡ Te conozco t a n t o ! . . . . Y tanto te conozco , que apuesto que se trata de una cuestión de fa l ­das. Una aventuril la nueva.

J U L I O .

N o , esta vez he sido v e n c i d o : estoy enamorado.

J Ó S E M A R Í A .

¿ N o te d i j e ? . . . . A ver , cuéntame cuénta­m e . . . .

J U L I O .

(Sobresaltado y dándose cuenta de que ha co ­met ido una imprudencia . ) ¿Que te c u e n t e ? . . . .

J O S É M A R Í A .

A n t e t odo , ¿quién es ella? Dímelo .

J U L I O . .

¡ N u n c a !

Page 72: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

70 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

J O S É M A R Í A .

¡ Y a es tá ! N o te sulfures. Guarda tu secreto . Só lo una cosa quiero s a b e r : ¿ es bonita ?

J U L I O .

Más que bonita es buena, es dulce , es senci­l l a . . . . D e toda ella bro ta un e n c a n t o . . . . una i d e a l i d a d . . . . una poesía, que d e j a en sombra a la otra, que sólo habla a mis sentidos.

J O S É M A R Í A .

i L a o t r a ? . . . . P e r o hombre , y o pensaba que era una mujer y ahora resulta que son dos.

J U L I O .

N o , no es más que u n a : la que quiero. J Ó S E M A R Í A .

Bueno . ¿ Y ella te corresponde? J U L I O .

E l l a . . . . creo que sí. J Ó S E M A R Í A .

Entonces , asunto terminado. Se arreglan uste­des y . . . .

J U L I O .

¿Arreg larnos? ¿Qué entiendes p o r arre­glarnos ? . . . .

J O S É M A R Í A .

Me parece que no necesita expl icac ión. N o eres un neófito.

J U L I O .

Te equivocas . Con ella hay solamente un ca ­mino.

Page 73: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 71

J O S É MARTA".

¿Uno so lo? J U L I O .

El matr imonio .

J O S É M A R Í A .

¡Canastos ! ¡Qué fuerte te ha p icado la a raña ! ¿ Y tú estás dispuesto a seguir ese camino?

J U L I O .

¿ Y o ? . . . . ¿ Y o ? . . . . J Ó S E M A R Í A .

¿ V a c i l a s ? . . . . ¿ D u d a s ? . . . . Pues ya no lo si­gues.

J U L I O .

¡ Qué sé lo que v o y a h a c e r ! J Ó S E M A R Í A .

P e r o ven acá, hombre de Dios . Para e s a . . . . ga­l lardía siempre hay t iempo. N o urge aún. L o que ahora urge es el a m o r . . . . Y ese sí que necesita que lo caces al vuelo , porque como vuela, más tarde puede que no esté y a al alcance de tus ma­nos . E l amor, c omo la flor del poeta , suele durar el espacio de una mañana. Una mujer te quiere un día, y al otro le eres indiferente. Todas , las honradas c o m o las que no lo son, tienen su cuarto de hora. L o esencial es descubrir lo y g u s t a r l o . . . .

J U L I O .

¡ Ca l la ! ¡ Cal la !

J Ó S E M A R Í A .

¿ P o r qué? Gocen de ese cuarto de hora , que lo

Page 74: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

72 C A R L O S D Í A Z D T T F 0 0

grave sería que se casaran y una vez casados des­aparecieran esos tan interesantes e indispensables quince minutos.

J U L I O .

N o s i g a s . . . .

J O S É M A R Í A .

i Sabes lo que haría y o en tu lugar? N o de jar que pase un minuto más. ¿ T e quiere en este ins­tante? Pues aprovéchalo . Había le , y si no puedes hablarle, e s c r í b e l e . . . . T ú eres diestro en eso de e s c r i b i r . . . . Píntale tu amor , d i l e . . . . ¿ qué he de sugerirte que tú ignores? P o n mucho nervio en el e s t i l o . . . . Y conc luye pidiéndole que te siga, que después te casarás con e l l a . . . . que ahora tu situación no te lo p e r m i t e . . . . ¿Se niega? Enton­ces vo lverás a considerar el caso del matr imonio , que, al fin y al cabo , si continúan amándose y re­sistiéndose, es una solución como cualquiera otra, aunque y o la considero la peor de todas.

J U L I O .

N o arro jes semillas negras en mi surco , áv ido de recoger las .

J Ó S E M A R Í A .

Jul io , no tontees más. E n ese escritorio tienes papel , t inta, p l u m a . . . . Escr ibe tu carta; . pero escríbela pronto , porque acaso el m o m e n t o que está pasando sea dec is ivo .

Page 75: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 73

ESCENA NOVENA.

José María, Julio y Mercedes.

M E R C E D E S .

José María , papá quiere hablar cont igo .

J O S É M A R Í A .

Vamos . ( A Jul io . ) Sigue mi conse jo , que y a me darás las gracias.

ESCENA DÉCIMA.

Julio y después don Fulgencio.

J U L I O .

(So lo . ) (Se sienta y medita algunos instantes intensamente. L u e g o se encoge de hombros , va al escritorio , toma un p l iego de papel y medita de nuevo . Resuelto , escribe con r a p i d e z ; lee después l o que ha escrito, otra vez se encoge de hombros y encierra la carta en un sobre que de ja en blan­co y la guarda en uno de sus bolsil los interiores. A p a r e c e don Fulgenc io . )

D O N F U L G E N C I O .

(Sa ludando a Jul io . ) Señor Real del Monte

J U L I O .

Monreal .

D O N F U L G E N C I O .

Monreal Real del Monte Es igual.

J U L I O .

P e r o di ferente .

Page 76: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

74 C A R L O S D Í A Z D T J F O O

D O N F U L G E N C I O .

¡ Como hace tanto que no nos v e m o s . . . . !

J U L I O .

¡ Si nos v imos a y e r !

D O N F U L G E N C I O .

Pues a mí me parece una eternidad. ¿Sabe us ­ted c ó m o sigue Gonzalo?

J U L I O .

Entiendo que m u y m e j o r a d o .

D O N F U L G E N C I O .

¡ Cuánto me a l e g r o ! . . . . As í darán fin las an ­gustias del pobre J o r g e , y que con tanta entereza soporta . Es mucho v ie jo ese v ie j o . ¿ N o es verdad , s e ñ o r ? . . . . (T i tubeando . )

J U L I O .

Monreal .

D O N F U L G E N C I O .

Señor Monreal . Con su l icencia, entro a ver le .

J U L I O .

(Como asaltado p o r una idea y al mismo t iempo que don Fulgenc io está para salir.) ¡ D o n Fu lgen ­c i o ! . . . . Un instante : quisiera hacerle una pre ­gunta . . . . Más bien, pedir le un favor .

D O N F U L G E N C I O .

Usted ordenará.

J U L I O .

V e r á usteldl . . . . Mercedes nile ha ped ido que re­c o j a unos datos acerca de un asunto que la inte-

Page 77: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 75

r e s a . . . . Y o tengo y a esos d a t o s ; pero c omo ella no q u i e r e . . . . es decir , no puede hablarme, p o r ­que su padre no la s u e l t a . . . . he discurr ido escri­birla.

D O N F U L G E N C I O .

Bien discurrido. Para casos semejantes se ha in­ventado el papel de cartas.

J U L I O .

Justamente. ¿Pero c ómo hago para que la car­ta l legue a manos de Mercedes?

D O N F U L G E N C I O .

M u y sencil lo. L e pone usted un t imbre y la de ­posita en el correo . Eso es elemental. Y o siempre lo he hecho así.

J U L I O .

S í ; pero se pierde t i e m p o . . . . A d e m á s , el car ­tero puede entregarla a una criada, y la cr iada de jar la en un r incón y e x t r a v i a r s e . . . .

D O N F U L G E N C I O .

¿Entonces?

J U L I O .

Entonces , me ocurre que a lgún amigo de la casa, que ve a Mercedes necesariamente porque viene con frecuencia , se la entregue de mi parte. Ese a m i g o . . . .

D O N F U L G E N C I O .

P o r e jemplo , y o .

J U L I O .

¡ D o n F u l g e n c i o ! ¡Qué perspicac ia !

Page 78: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

76 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

D O N F U L G E N C I O .

¿ Y es ese el f a v o r que iba a ped i rme? V e n g a esa carta que se le entregaré con mucho gusto . L o mismo que si usted quiere que y o le dé de v iva voz el r e c a d o . . . . Me lo d ice y . . . .

J U L I O .

(Sobresaltado. ) N o , no señor. Prefiero la carta. A q u í la tiene usted.

D O N F U L G E N C I O .

El sobre está en blanco .

J U L I O .

N o importa. A l leerla verá que es para e l la . (Ref lexionando un momento . ) Espere u s t e d . . . . N ó estaría de más que le di jese algunas palabras que la decidieran a abrirla inmediatamente. P o ­dría usted decirle , p o r e j e m p l o . . . . (después de un m o m e n t o : ) " M e r c e d e s , la v ida la l l a m a . "

D O N F U L G E N C I O .

¿Mercedes , la v ida la l lama?

J U L I O .

Sí, es una frase convenida entre los dos . P e r o n o la o lvide usted.

D O N F U L G E N C I O .

L a recordaré hasta la hora de mi muerte.

J U L I O .

D o n Fulgenc io , ¡usted no sabe lo agradec ido que le e s toy !

D O N F U L G E N C I O .

¡ P o r Dios , señor M o n t e r r e y !

Page 79: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 77

J U L I O .

Mbnreal , D O N F U L G E N C I O .

Señor Monreal . (Despidiéndose de Jul io . ) V o y a ver a Jorge . ( V a a salir, cuando de nuevo lo l lama Jul io . )

J U L I O .

D o n Fulgenc io , por supuesto, que c o m o se trata de un asunto reservado, no quisiera que a lguno l legara a enterarse.

D O N F U L G E N C I O .

Y a comprendo . J U L I O .

P o r eso le suplico que de esto no d iga nada a n inguno . Esta es una confidencia.

D O N F U L G E N C I O .

Pierda usted cuidado . Y no había necesidad de recomendármelo , porque precisamente las con­fidencias son lo único de que no guardo recuerdo . Hasta luego . (Se va don Fulgenc io por la puerta que se supone da acceso al cuarto de don Jorge . )

J U L I O .

L a suerte está echada. ( T o m a su sombrero y se v a p o r la puerta del f o ro . )

ESCENA UNDÉCIMA.

Entra José María por la puerta que da al cuarto de don Gonzalo y Guadalupe por otra opuesta. Al ver a José María, Guadalupe ¡hace un movimiento para retirarse.

J O S É MARÍA..

¿ T ú también me huyes?

Page 80: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

78 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

G U A D A L U P E .

( Y e n d o a él.) N o , no te huyo . ¡ H u i r en estos momentos tan aflictivos para t í ! Ni sería cumpl ir con mi deber, ni seguir los impulsos de mi cari­ño . (Se abrazan los dos hermanos. ) ¿Pero Chema, qué has hecho ? . . . .

J O S É M A R Í A .

¿Qué quieres? M e de jé l levar p o r la ten­tación.

G U A D A L U P E .

Si no lo d igo por eso. ¿ C ó m o tú, tan intel igen­te , tan listo, dejaste que te descubrieran? ¿ P o r qué dejaste h u e l l a s ? . . . . Y luego p o r una suma tan, miserable. ¡ Con tres mil pesos no ibas a salir de la p o b r e z a !

J O S É M A R Í A .

F u é un movimiento m a l o . . . . L o confieso.

G U A D A L U P E .

¡ Quita a l lá ! ¡ F u é una t o r p e z a ! ¡ S i hubieras arreg lado bien las c o s a s ! . . . .

J O S É M A R Í A .

¿Qué dices?

G U A D A L U P E .

Cansados estamos de ver gente que se a r m a . . . . c o m o debe uno a r m a r s e . . . . sin dejarse caer en el garl ito . Es la historia de todos los días. ¡ Pero esos saben y tú no sabes, inocente de m i v i d a !

J Ó S E M A R Í A .

¿Entonces , t ú encuentras natural , L u p e ? . . . .

Page 81: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E R C A D E E 79

G U A D A L U P E .

i Cómo no va a ser natural lo que es corr iente? ¿ T e acuerdas de Arc ibas? ¿Quién era? Un p o b r e -tón. L o hic ieron j e f e de una oficina, y ahí lo tie­nes hecho un potentado . ¿Quién le ha ret irado el sa ludo? ¿Se lo has ret irado tú? ¿ Y Mendív i l ? Te ­nía los zapatos rotos , lo hicieron Gobernador de un Estado y resultó con dos haciendas y tres ca­sas. ¿ Y tu amigo E s p i n e l ? . . . . Es tu amigo , va cont igo , gasta, derrocha, t r i u n f a . . . . y demasiado sabes tú de dónde viene el dinero . ¿ Y Ech igurre? ¿ Y Por t i e r ? ¿ Y tantos o t r o s ? . . . . Y concurren a las reuniones, son bien recibidos , se les da ban­quetes, las personas decentes se codean con ellos, y con ellos se casan las chicas de nuestra aristo­cracia y de nuestra clase media. ¿ Cómo v o y a exi­g ir de tí que seas m e j o r o peor que los demás?

J O S É M A R Í A .

L u p e . . . . L u p e . . . . tus palabras me a l ientan; y a no me encuentro tan feo como me he visto en estos días.

G U A D A L U P E .

¡ Claro que n o ! ¿ Quién va a exigirte que tengas sangre de héroe, de santo, de r e d e n t o r . . . . sangre que los individuos de la soc iedad en que vives no t ienen? No hay razón para pedirte que seas de distinto barro humano que todos .

J O S É M A R Í A .

¡ C a l l a ! ¡ E l abue lo !

Page 82: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

80 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

ESCENA DECIMOPELMEEA.

Dichos, don Jorge y don Fulgencio. Te buscaba, porque tengo necesidad de hablar

cont igo . ( A Fulgenc io . ) N o te vayas. ( A Lupe . ) T ú tampoco . No importa que estén presentes. A l contrar io , deseo tener testigos que apoyen o contengan mis palabras. Tengan la b o n d a d de sentarse. A y e r tuve una entrevista con el Subse­cretario de Educac ión , ¿ l o sabías?

J O S É M A R Í A .

L o sabía. D O N J O R G E .

Más de una hora estuvieron considerando tu caso, y con sorpresa do lorosa tuve que reconocer , p o r las pruebas que me presentaron, que no se trata de un desfalco , sino de una serie de desfal­cos que cubren la cant idad que resulta a tu car­go . ¿ E s cierto o no es c ier to?

J O S É M A R Í A .

Y o . . . . te d i r é . . . .

D O N J O R G E .

Ten el valor de aceptar las responsabil idades de tus acciones.

J Ó S E M A R Í A .

Es cierto. G U A D A L U P E .

¡ A h ! . . . . D O N J O R G E .

D e m o d o , que n o cabe suponer que has obrado en uno de esos instantes en que el sentimiento

Page 83: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 81

del deber naufraga en el corazón del hombre más honrado . Del iberadamente , fr íamente, has reno ­v a d o un ac to inmoral , lo que prueba que tu con­ciencia se ha encal lecido.

J Ó S E M A R Í A .

¡ A b u e l o !

D O N F U L G E N C I O .

Calma, J o r g e .

G U A D A L U P E .

¡ Q u é prontamente resuelven estos problemas los que han tenido una v ida f á c i l !

D O N J O R G E .

¿Qué dices?

G U A D A L U P E .

¡ L o s que n o han sentido las garras de la p o ­breza y del d o l o r !

D O N J O R G E .

¡ L u p e !

G U A D A L U P E .

¿Será tal vez que los que no sufren no saben l o que es p i edad?

D O N J O R G E .

( A Guadalupe. ) ¡ T e equ ivocas ! N o sólo conoz ­c o la p iedad, sino que conozco el amor. P o r eso he luchado desesperadamente c on el Subsecretario para que n o diera curso al asunto. N o p u d e con­seguirlo . M e contestó que era su obl igac ión infor­mar al Ministro.

Page 84: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

82 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

J O S É M A R Í A .

Entonces , ¿ p o r qué ha esperado hasta h o y ? Y o cre í—era de c reerse—que al no proceder inmedia­tamente, había el propós i to de que se diera todo al o lv ido .

D O N J O R G E .

¿Sabes lo que d ice el Subsecretar io? Que si no se proced ió inmediatamente, fué para darte t iem­po de que reintegraras el d inero .

J O S É M A R Í A .

Y tiene razón. L o pr imero que se debió haber hecho fué conseguir esos tres mil pesos. A cual­quier prec io que fuese, a costa de todos los sacri­ficios. P e r o mi padre no me oyó . Y a tí no te pa ­reció bien la i d e a . . . .

D O N J O R G E .

¿Qué i d e a ? . . . . ¿ L a de que buscáramos ese di ­nero ? ¡ I n s e n s a t o ! . . . . Si apenas había en la casa con qué atender a la en fermedad de tu p a d r e . . . . ¿ T ú sabes c ómo estamos v iv i endo? ¡Qué has de saber ! L o sabe sólo Mercedes , y y o , que lo adi­v ino .

J O S É M A R Í A .

E n resumen, que me hunden.

D O N J O R G E .

¿ T e hunden, o te has hund ido tú mismo? Con­testa, Lupe . ( L u p e ba ja la cabeza. ) Todav ía al despedirme, me señaló el Subsecretario un cami­no que nunca he r e c o r r i d o ; un camino en que se v a acompañado , y y o estoy solo en este m u n d o n u e v o j — A l Minis tro ,—me d i j o — l e cae m u y bien

Page 85: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E R C A D E R . . . . 83

su nieto de usted, y si se consiguiera que algún amigo le hablara, es probable que se arreglase t odo . ¡ Pero échese usted a buscar p o r esas calles un amigo del señor Rodr íguez R u b i o !

D O N F U L G E N C I O .

¿ C ó m o dices?

D O N J O R G E .

Rodr íguez Rub io , el Ministro de Educac ión . ¿ L o conoces?

D O N F U L G E N C I O .

Y a lo creo. Es mi discípulo.

D O N J O R G E .

¿Qué estás d i c iendo?

G U A D A L U P E .

¿Qué? JO S E M A R Í A .

¿ C ó m o ? D O N J O R G E .

¿Estás seguro?

D O N F U L G E N C I O .

Segurís imo. P o r más de dos años le d i clases de viol ín. Y tenía buenas disposiciones. Iba para Hei f fetz cuando estalló la " b o l a " y se fué con la música a la pol ít ica.

J O S É M A R Í A .

D o n Fulgenc io , ¿ y si y o le suplicara a usted que le hablase de mi asunto?

D O N F U L G E N C I O .

Sí, señor, con m u c h o gusto .

Page 86: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

84 C Á E L O S D Í A Z D T J F O O

J O S É M A R Í A .

¡ A b u e l o , estamos sa lvados !

D O N J O R G E .

( I rón i camente ) . E s t a m o s . . . . estamos

J O S É M A R Í A .

( A Guadalupe, y hablando con ella apar te ; d o n J o r g e y don Fu lgenc i o f o rman en el extremo opuesto otro g r u p o ) . ¿ Y a l o has o ído , L u p e ? T o ­d o puede arreglarse.

G U A D A L U P E .

¿ L o ves , h o m b r e ? F igúrate si no he de alegrar­me , y o que estuve siempre a tu l a d o !

J O S É M A R Í A .

Alhora, igual s i t u a c i ó n . . . . mañana ¿ quién sa­b e ? Si mi amigo Ruiz M e d r a n o entra en el M i ­nisterio, c o m o es p r o b a b l e . . . me ha o frec ido ayu­darme . . . . y me ayudará , n o lo dudes .

G U A D A L U P E .

Sí, s í . . . . a p r o v é c h a t e . . . . aprovéchate , p o r ­que y a sabes que la ocasión no tiene más que u n cabello . Agárrate de él y n o lo sueltes.

J O S É M A R Í A .

¡ Qué v o y a so l tar ! D O N J O R G E .

( A don F u l g e n c i o ) . Óyeles hablar, reír Inúti l , Fu lgenc io , inútil . A h í los tienes c o m o siem­pre , f r ivo los y egoístas. Sin vo luntad para el bien. L a crisis no ha d e j a d o huellas en sus espíritus. S o n pavesas que mueve en sus giros el v iento , flores muertas que arrastra la corriente.

Page 87: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 85

J O S É M A R Í A .

( A don F u l g e n c i o ) . ¿ Y cuándo piensa usted ver al Ministro ? . . . . P o r q u e convendría que fuese l o antes posible .

D O N F U L G E N C I O .

Pues ahora mismo.

D O N J O R G E .

Y o v o y c o n t i g o ; ¡ no sea que hagas una de las tu­y a s !

J Ó S E M A R Í A .

Les acompañaré .

D O N J O R G E .

N o me parece prudente . Estaríamos cohibidos .

J O S É M A R Í A .

E n t o d o caso, los de jaré en el Ministerio. Has ­ta puedo proporc ionar les algunos documentos . S o ­bre todo una carta que me favorece indudable ­mente. V o y a buscarla. (Vase p o r la puerta d e su c u a r t o ) .

D O N F U L G E N C I O .

(Que al oír la palabra " c a r t a " ha d a d o un sal­t o ) . ¡ L a c a r t a ! . . . . (Se busca en el bolsil lo inte­r i o r ) . A q u í está P e r o ¿para quién es? ¿Para quién? ¿Para quién? ¿Para quién? Oye , J o r g e , ¿ t ú sabes para quién es esta c a r t a ; para L u p e , o para Mercedes?

D O N J O R G E .

¿Qué dices?

Page 88: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

86 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

D O N F U L G E N C I O .

¡ Es v e r d a d ! . . . . Y o promet í no decir lo que es­t o y d ic iendo .

D O N J O R G E .

V a y a , espérame. V o y a darme un cepil lazo y nos vamos. (Entra en su hab i tac ión ) .

D O N F U L G E N C I O .

P e r o ¿para q u i é n ? . . . . ¿Para quién? (Hace una pantomima m u d a ; señala a Lupe , el cuarto de M e r c e d e s ; y luego , c o m o quien ha recordado al­go.-) ¡ P a r a L u p e ! . . . . Sí , para L u p e . . . . ( A c e r ­cándose a Guada lupe ) . Oiga, Lupita , t engo para usted una cosa.

G U A D A L U P E .

¿Una cosa? ,

D O N F U L G E N C I O .

Sí, una c a r t a . . . del señor de Monterrel lano.

G U A D A L U P E .

¿Monterre l lano? N o sé quién es.

D O N F U L G E N C I O .

D e d o n Jul io .

G U A D A L U P E .

¡ A h ! Monreal .

D O N F U L G E N C I O .

Eso e s . . . . eso e s . . . . E s para ella, ¿ qué duda cabe? ( L e entrega la carta que. ella lee ráp ida­m e n t e ) .

Page 89: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 87

F I N D E L S E G U N D O A C T O .

J O S É M A R Í A .

(Sa l i endo ) . ¿ V a m o s ?

D O N J O R G E .

(Sa l i endo ) . V a m o s .

J Ó S E M A R Í A .

A l Ministerio.

D O N J O R G E .

A l Ministerio. (Salen los t r e s ) .

G U A D A L U P E .

(Radiante , después de leer la c a r t a ) . ¡ L a li­b e r t a d ! . . . . (Entra en el interior de la casa ) .

Page 90: Padre mercader - Carlos Días Dufoo
Page 91: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

ACTO TERCERO

Page 92: Padre mercader - Carlos Días Dufoo
Page 93: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

ACTO 3o.

Corral eon honores de patio en una casa de un pue­blo del Estado de México. Una parte de la casa se alza en primer término, a la derecha del público. Hay en la fachada una puerta y a un lado una ventana, ambas prac­ticables. Debajo de la ventana, una banca. El escenario es­tá cerrado por una valla de madera con un portón, con campana. A la izquierda, un velador y sillas. Primeras horas de una mañana de otoño.

ESCENA PRIMERA.

Don Jorge y Manuel.

Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen en el interior de la casa las últimas notas de un violín. Manuel, que ha venido de la capital en una bicicleta, apa­rece detrás de la verja y toca la campana del portón.

D O N J O R G E .

(Desde la v e n t a n a ) : ¡ A l l á v o y ! ¡ A l l á v o y ! . . . . (Cruza la escena y abre el p o r t ó n que da entrada a Manuel , c onduc iendo su bicicleta. D o n J o r g e y Mercedes deben vestir de l u t o ) . ¡ Qué temprano has l l e g a d o ! ¡ N o te esperaba tan pron ­t o !

M A N U E L .

( D e j a n d o la b i c i c l e ta ) . Salí de M é x i c o antes de

Page 94: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

92 C A R L O S D Í A Z D T J F O O

rayar el alba y lie ven ido a paso de carga. (Los dos hombres se estrechan fuertemente las manos . Después, Manuel se d e j a caer en una de las sillas que están junto al v e l a d o r ) .

D O N J O R G E .

¿ M u y cansado?

M A N U E L .

M á s bien sediento. D O N J O R G E .

Espera, v o y a que te traigan algo que te r e ­fresque la boca. ( L l a m a n d o ) : ¡ R a m ó n ! ¡ R a m ó n ! (Aparece un c r i a d o ) . Trae una cerveza y un v a ­so. (E l cr iado trae lo ped ido y lo pone en el vela­dor . Manuel da un buen t r a g o ) .

M A N U E L .

¡ Qué hermosura de mañana, don J o r g e ! A ú n no salía el sol, y la nieve de los vo lcanes se teñía de un rosa pál ido hasta l legar a un r o j o de fuego . A p o c o creció la luz, y la tierra, sal iendo de la som­bra , se despertó en una gran var iedad de co lo ­res. A q u í , el verde obscuro de los p i n o s ; allá, el amaril lo de las m i l p a s ; niás le jos , un brochazo púrpura en el f o n d o gris de un macizo de rocas . Y cerrando el horizonte, las montañas que se me anto jaban tan cerca , tan cerca , que pod ían tocar­se con la mano. T o d o ello bañado p b r ese cielo del o toño mex i cano , pul ido y bri l lante c omo un escu­do .

D O N J O R G E .

¡ C h i c o ! . . . . ¡ C h i c o ! ¡ M e estás resultando p o e t a ! Mal oficio para los t iempos de prosa v i l que corren.

Page 95: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 93

M A N U E L .

N o , s e ñ o r ; si son cosas que se meten en los o j o s !

D O N J O R G E .

¿ C ó m o están las s i embras ! M A N U E L .

¡ F a m o s a s ! H a b r á magnífica cosecha. Buen año para los pobres .

D O N J O R G E .

N o te f í e s ; para los pobres no hay años buenos. Los pobres seguirán siendo pobres , a pesar de t o ­das las buenas cosechas, p o r q u e los hombres n o sólo destruyen lo que ellos crean, sino hasta l o que crea Dios . A l g u n o — n o recuerdo quién)—ha dicho que en M é x i c o el suelo y el cielo son buenos, y que el entresuelo es lo malo .

M A N U E L .

¿El entresuelo?

D O N J O R G E .

Sí, nosotros , los habitantes, que hemos conver ­t ido este r incón del mundo en un campo en que sólo florecen los odios y las discordias.

M A N U E L .

N o hay que desesperar, don J o r g e ; el país se j o v e n

D O N J O R G E .

¡ V e r d a d ! E l país es j o v e n y y o soy v ie jo . ¡ Lás ­tima que antes de mor ir no viese que el N u b e r o de tu cuento vertiera aquí amor y agua, para que ésta p rodu je ra al imento y aquél f ormara pat r ia ! ¡Entonces sí que todos nos sentiríamos j ó v e n e s . . . hasta los v i e j o s ! (Una gran pausa en la que am-

Page 96: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

9 4 C A R L O S D Í A Z D T J F O O

pos interlocutores meditan hondamente en sus cosas ) .

M A N U E L .

(T ímidamente ) . ¿ Y . . . . M e r c e d e s ? . . . . ¿ C ó m o está?

D O N J O R G E .

¿ M e r c e d e s ? . . . . Pues no sé si está me jo r o p e o r . . . . ¡ Qué lenta y qué angustiosa la conva­lecencia de esta pobre a l m a ! H a apurado la copa del do lor hasta sus heces. Hace un año—todav ía no se cumple ,—que regresé a M é x i c o , y en ese corto espacio de t iempo, ¡ cuánto acontecimiento desdichado, cuánta página amarga, cuánto sufri­m i e n t o ! La fea acc ión de José María, la fuga de Lupe , la muerte de G o n z a l o . . . . ¡ E s inconcebi ­ble c ómo un cuerpo puede almacenar tales re ­servas ! ¿ Te acuerdas, Manuel ? . . . . T ú nos has acompañado a subir este calvario . Tú , el único que te has do l ido de la suerte de esta niña y de este anciano, tú, h i jo m í o . . . .

M A N U E L .

¡ H i j o de u s t e d ! . . . . ¡ Usted sabe cómo lo deseo, , c ómo me alienta esta e s p e r a n z a ! . . . .

D O N J O R G E .

E s p e r a . . . . espera E l t iempo curará esas heridas todavía abiertas, restañará esa sangre que corre aún.... La v ida trae e s o . . . . P o c o a p o c o va uno acomodándose al do lor , transigiendo con él, poniéndole sord ina—qué diría mi amigo Fulgenc io ,—tamizándo lo , d e s a l o j á n d o l o . . . . Has ­ta que l lega el momento en que se disuelve en la

Page 97: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E E C A D E B . . . . 95

bruma del pasado , qué, naturalmente, c omo es un hecho que fué , y o n o nos interesa en el momen­to actual. Sigue esperando, porque eso sí que es p r e s e n t e : esperar. (Otra pausa ) . ¿ Y tú? Cuénta­me, ¿qué haces?

M A N U E L .

¿ Qué hago , don J o r g e ? . . . . Usted no ignora que toda mi existencia, todos mis anhelos, todas mis ansias se concentran en las dos mujeres que quie­ro : ella y mi madre .

D O N J O R G E .

¡ A h ! ¡El la y la m a d r e . . . . ! Y a lo ves, ¡ p o s ­pones la madre a e l la ! Y o te lo d i je un d ía . . . .

M A N U E L .

D o n J o r g e . . . . D O N JORGE.

N o e x p l i q u e s . . . . Es n a t u r a l . . . . S i te lo d i j e , ¿ a qué vas a expl i car?

M A N U E L .

Sí, ellas d o s ; antes Mercedes , si usted quiere.

D O N J O R G E .

N o ; el que quiere eres tú.

M A N U E L .

P e r o que de una vez me d i g a . . . . Que de una vez aquiete mis a n s i a s . . . . P o r q u e sufro horrible­mente pensando que me r e c h a c e . . . .

D O N J O R G E .

Ent iendo que Mercedes te p id ió un plazo para resolver .

Page 98: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

96 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

M A N U E L .

Sí, y hoy se vence . P o r eso he ven ido antes, p o r eso m e levanté temprano , p o r eso me parec ió más hermosa la mañana, la n ieve de los vo lcanes más b lanca y el sol más bri l lante.

D O N J O R G E .

Decid idamente amaneciste poeta . M A N U E L .

D o n J o r g e , ¿ella le ha d i cho a u s t e d . . . . ? D O N J O R G E .

H e m o s hablado m u c h o . . . .

M A N U E L .

¿ Y conoce usted su reso luc ión?

D O N J O R G E .

N o , no la conozco , y mentir ía si te di jese que adiv ino cuál pueda ser P e r o habíale tú, rué­gale . . . . ( E n este momento se vuelve a escuchar el v io l ín en el interior d e la c a s a ) .

M A N U E L .

¿Quién t o c a ? D O N J O R G E .

Fulgenc io . H a c e una semana que lo tenemos con nosotros . L l e g ó a descansar, según nos d i j o . Se siente fa t igado , tac i turno, y al cabo sufre el p e ­so de la soledad A h í tienes otra existencia truncada.

M A N U E L .

¿ Y sigue m e j o r de sus distracciones? D O N J O R G E .

C o m o s i empre ; lo mismo. Aque l la cabeza es una

Page 99: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 97

7

espumadera p o r cuyos agujeros se van las impre ­siones. Seguirá sin enterarse quiénes son los d e ­más y probablemente quién es él, hasta su muer ­te. Sus equivocaciones son fantásticas. P o r e j em­p lo : la últ ima a que nos arrastró no tiene nombre . ¿ N o s a b e s ? . . . .

M A N U E L .

N o , señor. D O N J O R G E .

Verás . Cuando estalló el asunto de Chema, bus­camos alguna influencia con el Ministro de E d u ­cac ión ; y apenas o y ó su nombre , sostuvo F u l g e n ­c io que le conoc ía , que era su amigo , su disc ípu­l o y , naturalmente, con esa afirmación, acudimos a v e r al Ministro . N o s rec ibió , ¡ y figúrate nues­tro asombro cuando resultó que Fulgenc io no lo había visto en su v i d a ! E l Ministro se l lamaba R o ­dr íguez Rub io , y el discípulo de Fulgenc io , R o d r í ­guez Pr ieto . ¿ Y cuál crees que fué su comenta­r i o ? ¡Qué únicamente se había equivocado en el co lor del p e l o !

M A N U E L .

( R i e n d o a car ca jadas ) . ¡ J a ! ¡ J a ! ¡ J a ! ¡T iene g r a c i a !

D O N J O R G E .

¿Crees? Pues maldita la que nos hizo en aquel momento . ( E n ese instante aparece don Fu lgen ­cio , que al ver a Manuel se va depecho a él con los brazos ab ier tos ) .

Page 100: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

98 C A R L O S D Í A Z D Ü Í O O

ESCENA SEGUNDA.

Dichos y don Fulgencio.

D O N F U L G E N C I O .

¡ M i querido R a f a e l !

M A N U E L .

Manuel .

D O N F U L G E N C I O .

M a n u e l . . . . c l a r o . . . . M a n u e l . . . . ¿S i querrás tú decirme cómo te l lamas? (Mirándole la c a r a ) . ¿Qué te ha pasado en el b igo te?

M A N U E L .

¿Qué b igo te?

D O N F U L G E N C I O .

El tuyo .

M A N U E L .

¡ P e r o si y o no he usado nunca b i g o t e !

D O N F U L G E N C I O .

Has hecho bien. L o mismo ha pasado conmigo . Una sola vez quise de jármelo y

M A N U E L .

¿ Y ? . . . .

D O N F U L G E N C I O .

Y o quise d e j á r m e l o ; ¡ p e r o él n o se d e j ó ! N o salió. Es decir , me salieron cuatro pelos indecen­tes que me daban el aspecto de una foca . Desde entonces, cara l impia. A ver , cuéntame, ¿ q u é d ice la capital?

Page 101: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E E C A D E E 99

M A N U E L .

L o de siempre. D O N F U L G E N C I O .

¿Has ido a oír a Berl índez ' la Sonata de Kreut -zer?

M A N U E L .

N o , señor.

D O N F U L G E N C I O .

¿ H a s visto la última película de Lol i ta del R í o ?

M A N U E L .

T a m p o c o . D O N F U L G E N C I O .

¿ H a s asistido al estreno de Pepi to G a m b o a ?

M A N U E L .

N o .

D O N F U L G E N C I O .

Pues entonces, no has estado en M é x i c o .

D O N J O R G E .

L o cierto es que M)anuel tiene tanto t r a b a j o . . . . ( D o n Fulgenc io se abstrae completamente de lo que pasa a su alrededor . Cae en una honda medi ­tación, entregándose luego a una verdadera pan­tomima. Señala con el dedo a una persona ausen­t e ; después a o t r a ; después se señala a sí mismo. A don Fu lgenc i o le pers igue la duda de a quién deb ió haber entregado la carta que le dio Jul io . Presiente que esta carta ha intervenido en los acontec imientos que se han desarrol lado a par ­tir del final del ac to segundo . Esta idea persiste

Page 102: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

100 C A R L O S D Í A Z D U F O O

y vue lve a ella a cada t regua del d iá logo c on los d e m á s ) .

D O N J O R G E .

( A M a n u e l ) . ¿ L o ves? Pues así se pasa las horas. No sé lo que tenga. ( L l a m á n d o l o ) . ¡ F u l ­gencio !

M A N U E L .

¡ D o n F u l g e n c i o ! D O N F U L G E N C I O .

(Sal iendo de su abs t racc i ón ) . L o s estaba oyen­d o Hablaban de toros . Y o n o he ido sino a una corr ida .

D O N J O R G E .

Sería p o r equivocac ión.

D O N F U L G E N C I O .

E x a c t o . Creí que era un F r o n t ó n . Me di cuen­ta cuando tocaban a banderil las. Nada más les d igo que estuve a punto de apostar p o r un p ica­dor .

D O N J O R G E .

N o tienes remedio .

M A N U E L .

V o y a dejarles , d o n J o r g e . V o l v e r é dentro de un rato . H e quer ido aprovechar el v ia j e para ver a unos proveedores . Necesito unos sacos de f r i j o l , lente jas

D O N J O R G E .

Regresa pronto , que Mercedes n o tardará en salir.

Page 103: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 101

M A N U E L .

A q u í les d e j o unos per iódicos , p o r si quieren informarse de lo que ocurre en la Repúbl i ca .

D O N F U L G E N C I O .

Cuando vuelvas he de hacerte oír una melodía española que es deliciosa.

MA.NUEL.

Dígame , don Fu lgenc io , ¿ c ó m o es que tocando n o tiene usted distracciones ni se equivoca?

D O N F U L G E N C I O .

¡ C a r a m b a ! . . . . ¡ Pues no lo s é ! . . . .

D O N J O R G E .

Yo s í : porque no toca.

D O N F U L G E N C I O .

¿ Cómo que no t o co ?

D O N J O R G E .

Su viol ín está tan bien enseñado, que toca so­l o . (Manuel suelta la carca jada j se v a r i e n d o ) .

ESCENA TERCERA.

Don Jorge y don Fulgencio.

D O N F U L G E N C I O .

Se me anto ja , mi querido J o r g e

D O N J O R G E .

¿Qué se te anto ja , mi querido F u l g e n c i o ?

D O N F U L G E N C I O .

Se me anto ja que las visitas de ese mozo t ie -

Page 104: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

102 C A R L O S D Í A Z D U F O O

neri su poqui to de interés. Y o no d u d o que te ten­ga mucho a f e c t o ; pero creo que allá dentro hay una persona a la que tiene m a y o r estimación.

D O N J O R G E .

Dame un abrazo. D O N F U L G E N C I O .

¿ P o r qué? D O N J O R G E .

P o r q u e es la pr imera vez en tu v ida que no te equivocas.

D O N F U L G E N C I O .

¡ P o r f a v o r ! ¡ Y a bas ta ! Están ustedes car­g a n d o la mano en el capítulo . Cierto que tengo al­gunas distracciones.

D O N J O R G E .

¡ A l g u n a s !

D O N F U L G E N C I O .

P e r o se debe a que no p o n g o toda mi aten­c ión que es p r o f u n d a . . . . te lo a s e g u r o . . . . . en ciertas cosas que sólo me cosquil lean los oídos. Cuando y o p o n g o toda mi atención, cuando m e concentro , entonces no hay o lv idos ni distraccio­nes. Las ideas y las palabras se me quedan gra­badas c o m o en una plancha de acero . Y a ves c ó m o reconoce el español que tocando no me equivoco . ¡ A h , si las palabras tuvieran equivalencias musi­ca l es ! P o r e j e m p l o : " d o - r e , m i - s o l " ( c o m o escu­chando un ins t rumento ) , eso se recuerda m e j o r que el nombre de una persona a la que se debe entregar una carta .

Page 105: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

í A D E E M E R C A D E R . . . . 103

D O N J O R G E .

Entonces , ¿ cuando te c o n c e n t r a s ? . . . .

D O N F U L G E N C I O .

Como en una plancha.

D O N J O R G E .

Se me ocurre que en ese caso deberíamos ha­blarte cantando.

D O N F U L G E N C I O .

Puede que esa fuera la solución. (Después de una pausa.) Oye, J o r g e : ¿ tú sabes en dónde es­tá L u p e ?

D O N J O R G E .

N o lo sé. Desde que huyó con ese canalla, n o hemos vuelto a saber de ella.

D O N F U L G E N C I O .

Pues y o la vi el otro día en Méx i co .

D O N J O R G E .

¡Qué la has de haber v i s t o !

D O N F U L G E N C I O .

Sí, s e ñ o r ; visto y hablado .

D O N J O R G E .

A v e r : ¿en qué lugar?

D O N F U L G E N C I O .

E n . . . e n . . . E n alguna parte . Y me habló . Me d i j o que iba a los Ange les , sola, completamente s o l a — y hasta me parece que subrayó esta pala­b r a , — y a g r e g ó n o recuerdo qué sobre la enianci-

Page 106: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

101 C Á E L O S D Í A Z D U P O O

pac ión de la mujer , la igualdad de los sexos y otras zarandajas p o r el estilo.

D O N J O R G E .

¿Será v e r d a d ? . . . . ¿ H a b r á que descartarte esta equivocac ión ? ¡ L u p e ! . . . . ¡ L u p e ! . . . . ¡ Corazón n e g r o ! ¡ Conciencia desprec iab le ! A b a n d o n ó al pa ­dre enfermo, h u y ó de la casa honrada sin inten­tar el más leve esfuerzo para salvarse. L a venc ió el mal en la pr imera batalla. Con miembros así, n o se hacen famil ias, porque las familias, c o m o los e jércitos , sólo se f o r m a n con unidades que pract ican el culto del honor .

D O N F U L G E N C I O .

¡ M a l eslabón para reanudar la cadena del re ­f rán que me citaste cierta m a ñ a n a !

D O N J O R G E .

Padre mercader , h i j o cabal lero , nieto pordiose ­ro .

D O N F U L G E N C I O .

¿ Y el otro es labón?

D O N J O R G E .

¿Cuá l ?

DON F U L G E N C I O .

José María .

DON JORGE.

N o sé de él tampoco . Frustrada nuestra entre­vista con tu Min i s t ro—¿te acuerdas?—se proce ­d ió en contra suya. Se d i c tó orden de pr i s i ón ; pe ­r o antes de hacerla e fect iva , h u y ó también c o ­bardemente . N o tuvo el va lor de a frontar el cas-

Page 107: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E R C A D E E 105

t igo merec ido . ¡ D i g n o hermano de la hermana ! D O N F U L G E N C I O .

Sí , y a veo que la c a d e n i t a . . . . (V iendo el pa ­quete de per iódicos que Manuel ha de jado en el v e l a d o r ) . ¡ H o m b r e ! ¡ P e r i ó d i c o s ! . . . . ¡ B i e n v e ­nidos sean! ( T o m a u n o ) . ¿ N o deseas saber lo que ocurre en el m u n d o ?

D O N J O R G E .

¿Para q u é ? . . . . Ese mundo no es mi mundo . Hombres nuevos , ideas nuevas ¿Ideas nue­vas ? A lgunas de ellas me parece que son las mis­mas contra las que combat imos p o r v ie jas en nues­tras mocedades . (Después de una pausa, pensati­v o ) : Es verdad , y a maduros comet imos errores, y seguramente el m a y o r de ellos fué no tomar en cuenta a la juventud . " R e n o v a r s e , o m o r i r " , d i j o el poeta. E l error de entonces fué no escu­char a los j óvenes , c omo el de ahora imponer si­lencio a los v ie jos . Y a se remediará t o d o el Día del Juic io .

D O N F U L G E N C I O .

( H o j e a n d o un p e r i ó d i c o ) . ¡ H o l a ! ¡ H o l a ! ( L e ­y e n d o ) . " E l eminente violinista don Jeroboán S o ­lana dará esta noche una audic ión al públ i co me ­x i c a n o en el Teatro A r b e u " . ¡ S o l a n a ! ¡ A dónde l legan los h o m b r e s ! Este b i cho es un rascatripas que no se puede oír sin que le duelan a u n o las ídem. ¿ Y ahora resulta eminencia? ¡ M e n o s que las lomas de Chapul tepec ! V e a m o s el p r o g r a m a : " Z a p a t e a d o de S a r a s a t e " . ¡Sarasate , So lana ! J e -robán, zapateado ! Para eso se necesita un tem­peramento que él no tiene y una agi l idad de de-

Page 108: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

106 C A R L O S D Í A Z D U F O O

dos a que no l lega. H a y , sobre todo , un t iempo ( imitando que toca un v io l ín ) tiri tiri t i r i . . . . t i r i . . . .

D O N J O R G E .

(Recorr i endo otro p e r i ó d i c o ) . " L a cuestión a g r a r i a " . . . . " S e anuncia una gran h u e l g a " . . . . " V a a formarse un nuevo p a r t i d o " . . . . T o d o f u e ­r a de mi campo. Me re fugiaré en las notas socia­les.

D O N F U L G E N C I O .

(Leyendo . ) " E l señor Narc iso Clavellina ha se el " T r o v a d o r " en el Ir is . Dados los artistas que tomarán parte en la ópera de Verd i , se es­pera un éxito b r i l l a n t e . " ¡ " E l T r o v a d o r " ! ( H a ­c iendo uso del único y deplorable italiano que c o n o c e ) : " M a t r e infel ice , c o r ro a s a l v a r t i " . . . .

D O N J O R G E .

( L e y e n d o ) " E l señor Narc iso Clavellina ha cambiado su domici l io " . . . . N o lo conozco . ' ' Con mot ivo del onomástico de la señora Rosal inda F r e s c a l e s " T a m p o c o . Son otros, otros D e m i soc iedad, ¡ n i r a s t r o ! (Se fija en otra p á ­gina y de pronto da un gr i to ) : ¡ E h ! ¿Qué dice aquí ? . . . . ¡ N o ! . . . . ¡ Qué h o r r o r !

D O N F U L G E N C I O .

¿Qué te pasa?

D O N J O R G E .

¡ S í ! . . . . ¡ S í ! . . . . Está escrito e s c r i t o . . . . (Lee . ) " S a l v a t i e r r a , Guana juato .—El rancho d e L a Prov idenc ia de este distrito , acaba de ser asal­tado p o r el g rupo de malhechores que, con pre tex -

Page 109: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D B E M E R C A D E R 107

to de un movimiento pol í t i co , está comet iendo toda clase de fechorías en estas inmediaciones. L o s asaltantes, después de dar muerte al dueño del rancho y herir más o menos gravemente a tres o cuatro mozos que estaban a su servic io , huyeron, cargando con los f o n d o s y ob jetos de valor que había en la finca. Encabeza esta banda un ind iv iduo l lamado José María de la Torre , m u y conoc ido en la capital de la Repúbl i ca , de donde emigró hace t iempo, después de cometer un d e s f a l c o . "

D O N F U L G E N C I O .

¡ T u n i e t o ! D O N J O R G E .

¡ M i n i e t o ! . . . . ¡Jesús me v a l g a ! (Se cubre los o jos c on las m a n o s ) .

D O N F U L G E N C I O .

¡ J o r g e ! ¡ V a l o r ! ¡ C a r a m b a ! ¡ V a ­l o r ! . . . . ¡ C a r a y ! T ú no tienes la culpa de que el eslabón haya resultado falso.

D O N J O R G E .

¡ E l es labón! El que debía renovar la f a m i l i a . . . ¡ Fu lgenc io de mi a lma ! (Después de una pausa y un p o c o sar cás t i camente ) . ¿Qué otro f ruto p o ­día dar esta p lanta? (F i jándose en los per i ód i cos ) . Toma, guarda t o d o eso que no l o vea Merce ­des . . . . que no s e p a . . . . H o y menos que nunca.

D O N F U L G E N C I O .

(Guardándose los p e r i ó d i c o s ) . Tienes razón que no s e p a . . . . ¡ P o b r e m u c h a c h a ! . . . . ¿ Sigue bien?

Page 110: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

108 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

D O N J O R G E .

P u e s . . . . a ratos. Fís icamente este pueblec i to ha e jerc ido en ella su influencia saludable. Espi -r itualmente, es cosa distinta. Todav ía v a de una sima a otra sima. Pero y o espero que ascienda pronto gal lardamente , porque , al fin y al cabo , la v ida acaba p o r l lamar.

D O N F U L G E N C I O .

( R e c o r d a n d o repentinamente las palabras de Jul io al entregarle en el segundo acto la carta pa ­ra "Mercedes ) . " M e r c e d e s , la v ida la l l a m a " . . . . ¡ L a carta era para M e r c e d e s ! A h o r a lo estoy v iendo c laro.

D O N J O R G E .

¿ D e qué carta hablas, de la que y a me tienes harto?

D O N F U L G E N C I O .

D e una c a r t a . . . . d e una carta que jamás l legó a su destino. Y y a me v o y a mi habitación, a en­sayar la melodía que le promet í al j o v e n catalán.

D O N J O R G E .

Astur iano .

D O N F U L G E N C I O .

¿Sabes que ha sido una for tuna que encontrá­ramos a ese a m i g o ?

D O N J O R G E .

Fulgenc io , Dios no se equivoca.

D O N F U L G E N C I O .

Pues mira, J o r g e , y o sí me e q u i v o q u é ; pero si

Page 111: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 109

n o me equivoco y o , Dios se hubiera equivocado . Tuve que enmendarle la plana al Padre Eterno .

D O N J O R G E .

¡ N o digas disparates ! D O N F U L G E N C I O .

¿Disparates? ¡ Y o sé lo que me d i g o ! V a y a , hasta l u e g o ; v o y a la melodía , que parece escrita para que la toque un á n g e l . . . . (Vase simulando nuevamente que toca un v i o l í n ) .

ESCENA CUARTA.

Don Jorge y Mercedes.

M E R C E D E S .

¡ A b u e l o ! D O N J O R G E .

¡ Niña m í a ! (La besa en la frente y señalándo­la después, d i c e ) . ¿Qué guardas, ca j i ta l inda? N o trates de ocultarme lo que tienes dentro , porque estoy v iendo unos o j os que van a decírmelo .

M E R C E D E S .

Abier ta está completamente para tí esta ca­j i ta , abuelo querido .

D O N J O R G E .

B u e n o ; eso luego se verá. A h o r a , c u é n t a m e : ¿ c ó m o despertó tu cielo, despe jado o c on nu­béculas?

M E R C E D E S .

¿ M i c ie lo? Como ese cielo que tenemos tú y y o arriba. ¡ M i r a , mira qué h e r m o s o !

Page 112: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

110 C Á E L O S D Í A Z D U F O O

D O N J O R G E .

¿ T e parece bella la mañana? M E R C E D E S .

Como ninguna otra. D O N J O R G E .

¡ Q u é co inc idenc ia ! Es también la impresión de un amigo nuestro . ¿Telepatía , o a lgo más? ¿Transmis ión d^ pensamiento o de sentimien­to ? . . . . V i n o M a n u e l . . . . Pero se fué .

M E R C E D E S .

(Sonr iendo p á l i d a m e n t e ) . No , s e ñ o r ; Manuel n o se v a sin verme.

D O N J O R G E .

¡ C ó m o conoces el estado de l e n f e r m o ! Her ido va el c iervo , her ido N o te equ ivocas ; Manuel n o tardará, porque desea escuchar de tus la­bios lo que de bueno le trae esta bella mañana.

M E R C E D E S .

(Con tr is teza) . ¿ Y si n o le trajese n a d a ?

D O N J O R G E .

¡ M e r c e d e s ! . . . . V a m o s , ven j u n t o a mí y ha­blemos. ¿Qué, no ha l l egado a rendirte ese cari ­ñ o tenaz y firme, ese querer abnegado y hondo , un p o c o agreste, si gus tas ; pero de una ley más alta que la que se acostumbra poner en estos t iempos ?

M E R C E D E S .

N o sé abuelo , n o sé A ú n no salgo de la espantosa c o n m o c i ó n que me han causado nuestras últimas desgracias . Só lo soy un m o n t ó n

Page 113: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E R C A D E E 111

d e carne que sufre y de la que el do lor ha he­c h o que huya el alma. Las palabras de Manuel l legan a mis oídos c o m o el eco de una voz le jana. V ienen de una tierra promet ida a la que no l le­garé nunca.

D O N J O R G E .

Y y o te d igo que es preciso que oigas a la j u ­v e n t u d y al amor , que han acudido a tu puerta.

M E R C E D E S .

Te equivocas, a b u e l o ; el amor y la juventud 310 han acudido a mi p u e r t a ; ni acudirán a ella nunca. Juventud es belleza y y o no soy b e l l a ; a m o r es ilusión, y ¿qué ilusión puede inspirar una m u j e r f ea? M u y pronto v ino la revelación. E r a todavía una niña, y oía decir cuando pasa­b a : " a h í v a la f e a " . Y el coro , carca jeando , r e ­pit ió la rechifla que m e ha acompañado en la v i d a : ¡ la f e a ! , la f e a ! Y la fea, conforme fué cre­c iendo , se fué quedando cada vez más sola, po r ­que para ella no había lugar en el festín de la dicha.

D O N J O R G E .

M e r c e d e s . . . . M e r c e d e s . . . .

M E R C E D E S .

El cetro del amor y de la juventud eran pa­ra las otras, para las vencedoras , para las d io ­sas que ha puesto en sus altares la rel igión del c©lor y de la línea. ¿Las ves , padre , ? ¿Las ves? ¿Qué importa que sus almas estén podr idas , si sus bocas son nidos de besos. ¿Qué hace que sus pensamientos se revuelvan en el f ango , si

Page 114: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

112 C A R L O S D Í A Z D U F O O

sus_ oj®s br indan paraísos? Míralas, padre , mí ­ralas . . . . Son las V e n u s modernas que ponen la belleza al servic io de la lascivia

D O N J O R G E .

¡ M e r c e d e s ! ¡ M e r c e d e s ! . . . . M E R C E D E S .

¿ C ó m o nos atreveríamos nosotras, las que pa­decemos la más desamparada de las miser ias ,— la miseria del c u e r p o , — c ó m o nos atreveríamos a disputarles sus puestos ? ¡ A f u e r a del t e m p l o ! P ie ­dras faltarían en las calles para lapidar a las intrusas. ¡ E l amor de una f e a ! ¡ I r r i s o r i o ! ¡ R i d í ­c u l o ! ¡ E l idi l io de lo g r o t e s c o ! (R iendo nerv io ­samente ) . R íe , padre . ¿ N o ves que y o también r ío r í o . . . . r ío ? (Se arro ja sol lozando en los brazos de d o n J o r g e ) .

D O N J O R G E .

¡ N o , mil veces n o ! T e e q u i v o c a s . . . N o eres d e las vencidas. ¿Quieres la prueba? M u y pronto te la dará Manuel .

M E R C E D E S .

¡ M a n u e l ! D O N J O R G E .

Sí, Manuel . ¿ N o estás convenc ida de que te quiere? Manuel es u n alma buena, un corazón s a n o 1 . . . .

M E R C E D E S .

L o sé y a ocasiones

D O N J O R G E .

A ocasiones, ¿ q u é ?

Page 115: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 113

8

M E R C E D E S .

¡ N o ! ¡ N o ! Manuel acabaría p o r ser c omo to ­dos. Un día pasaría delante de él una mujer her­mosa, y me arro jar ía con asco y h o r r o r . . . .

D O N J O R G E .

¡ T ú qué sabes ! M E R C E D E S .

(Con exp los i ón ) . ¡Que no s é ! . . . . (Contenién­d o s e ) . ¿ T ú crees que no he soñado alguna vez en la v ida , abuelo? ¡Mis sueños ! N o , y a no pue­do , y a no quiero sufrir más. Sólo quiero estar cont igo eternamente, eternamente re fugiada así, en tus b r a z o s . . . .

D O N J O R G E .

E t e r n a m e n t e . . . . e t e r n a m e n t e . . . ¡ E s m u c h o pedir a tu abue lo ! ( P a u s a ) .

M E R C E D E S .

Dime, ¿no has tenido noticias d e . . . . d e . . . . ? D O N J O R G E .

¿ D e quién? M E R C E D E S .

D e Lupe . D O N J O R G E .

(Después de vaci lar unos m o m e n t o s ) . P u e s . . . parece que trata de ir a los Estados Unidos.

M E R C E D E S .

S u idea fija. D O N J O R G E .

T parece también que irá sola. Y o ignoro si

Page 116: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

114 C Á E L O S D Í A Z D T J F O O

¡ Desd i chada !

ella ha abandonado a Monreal , o Monreal la abandonó a ella. P e r o ereo firmemente que él es un mal hombre .

M E R C E D E S .

(Con resent imiento) . ¡ M u y m a l o !

D O N J O R G E .

M a l o ; empleando el arma más innoble que es­gr ime la m a l d a d : el engaño. Entrar en una ca­sa, y a la sombra de la confianza que se concede a la amistad, engañar a una persona de la familia, es una v i l e z a . . . .

M E R C E D E S .

¡ S í . . . . s í ! ¡ V i l ! . . . . ¡ V i l ! . . . . ¡ E n g a ñ a r a una mujer es una vil lanía y una in famia ! ¿Qué le había hecho aquella infeliz para j u g a r con ella tan despiadadamente? Ella vivía triste, pero res ignada ; sin ilusiones, pero sin sobre­saltos. Pensaba que nadie podía quererla. Yj v i ­no aquel hombre y prendió una c laridad en ella. Y h u y ó después, sin mirar atrás, c omo un asesino que hiere a m a n s a l v a . . . . ¿ N o es una traición cobarde ? . . . . ¡ Miserab le ! ¡ V i l l a n o ! . . . .

D O N J O R G E .

( D a n d o un g r i t o ) . M e r c e d e s . . . . tú querías a J u l i o . . . .

M E R C E D E S .

¡ Sí , p a d r e ! . . . .

D O N J O R G E .

Page 117: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 115

M E R C E D E S .

¡Esa es mi vergüenza y ese es mi cas t i go ! (Se arro ja de nuevo en los brazos de don J o r g e ) .

D O N J O R G E .

¡ C h i s t ! Manuel . (Manuel aparece , efecti ­vamente , detrás de la r e j a ) . Que no advierta na­da.

ESCENA QUINTA.

Don Jorge, Mercedes y Manuel.

D O N J O R G E .

Entra , hombre , entra. Te estábamos esperan­do . Y a le había d icho a Mercedes que no tarda­rías en l legar. V o y un momento arriba. M e es­tá aguardando Fu lgenc io para qué le ayude a re­cordar algo que él no recuerda. ( B a j o a Merce ­d e s ) . N o olvides que Manuel te quiere y sigue los impulsos de tu corazón. ¿ M e lo prometes?

M E R C E D E S .

Te lo prometo .

ESCENA SEXTA.

Mercedes y Manuel.

M E R C E D E S .

Manuel , ¿ c ó m o le ha i d o ?

M A N U E L .

Bien, señorita Mercedes .

M E R C E D E S .

¿ P o r qué no me apea usted el señorío? ¿ P o r

Page 118: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

116 _ C A R L O S D Í A Z D U F O ©

qué no me llama sencil lamente Mercedes , c omo y o a usted Manue l ? Somos amigos , buenos ami­gos .

M A N U E L .

Mercedes la l lamo cuando no la tenga delan­te ; pero cuando está usted p r e s e n t e . . . . N o me a t r e v o . . . . E l r e s p e t o . . . .

M E R C E D E S .

¿Respe to? ¿Entonces le parezco a usted una persona m a y o r ?

M A N U E L .

N o : el que me parece persona menor soy y o . M E R C E D E S .

M u y galante ha venido .

M A N U E L .

Galante, n o ; m u y sincero, c omo siempre. (Pau­sa. Hace un esfuerzo para entrar en mater ia ) . Señorita Mercedes , usted ha de adivinar, sin duda, el mot ivo de mi visita. Usted me pid ió que pasara un mes para

M E R C E D E S .

( E n tono más bien alegre. T o d a la conversa­c ión de parte de ella debe conservar ese tono , hasta el m o m e n t o en que cambia el estado de ánimo de los inter locutores ) . Pero , d í g a m e : ¿ to ­davía no está usted curado de su en fermedad?

M A N U E L .

Si querer a usted es una enfermedad, no sólo no estoy curado , sino que estoy más enfermo aún.

Page 119: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D E E M E R C A D E E 117

M E R C E D E S .

¡Cuánto lo l amento ! Cambiar la amistad p o r el amor es un posit ivo desacierto. ¡ La a m i s t a d . . . un a fecto tan sól ido, tan generoso, tan normal ! . . . ¡ E l amor, un sentimiento tan inseguro, tan egoísta, tan fut ig ivo , a veces tan c r u e l ! La amistad es cosa duradera y el amor " s e va , se va se f u é " . . . . ¿Se acuerda usted de aquel anuncio ?

M A N U E L .

N o haga usted caso de anuncios. Y o la quie­ro a usted apasionadamente, f r e n é t i c a m e n t e . . . .

M E R C E D E S .

¿Ibér icamente? M A N U E L .

Sí, ibéricamente, aunque usted se ría. M E R C E D E S .

Tiempo hay de que me ponga seria. M A N U E L .

Si es para contestar que me quiere, póngase usted seria en seguida.

M E R C E D E S .

( Y a seria, en e fecto , y hasta un p o c o melan­có l i ca) : N o , Manuel , no puedo contestar eso.

M A N U E L .

Pero ¿ p o r q u é ? . . . . ¿ p o r q u é ? . . . .

M E R C E D E S .

Pues pues Mire , Manuel , amigo mío , los terribles acontecimientos que se han desarro-

Page 120: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

118 C A R L O S D Í A Z D U F O O

l iado en mi familia, han hecho de mí un harapo. Dicen que en la últ ima guerra algunos solda­dos , hombres robustos y fuertes, solían ser v í c ­timas de un choque nervioso tan intenso, que v o ­luntad y memoria quedaban anuladas. Parecían niños grandes y c o m o niños había que tratarlos.

M A N U E L .

Como niña la trataré y o a usted. M E R C E D E S .

N o , M a n u e l ; me es imposible acceder a sus de­seos. S igamos siendo buenos a m i g o s .

M A N U E L .

N o , no , Mercedes , no . Estoy l leno de usted, impregnado de usted. L a quiero con todas las fuerzas de mi ser. Imposib le , d igo y o también. S i borrarla a usted sería borrar la razón de mis actos y de mis pensamientos. S i sería bo ­rrar los hechos y las cosas. S i cuando nace el día, g r i t o : " e l l a " ; si apenas sale el sol, g r i t o : " e l l a " ; si cuando me asomo a los cielos, g r i t o : " e l l a " ; si al encenderse de estrellas el c ielo , g r i t o : " e l l a " ; si cuando sufro y busco un con­suelo g r i t o : " e l l a " . Sí ella está en todo , po r ­que ella está en mí. Usted es la luz que i lumina mi v ida .

M E R C E D E S .

¡ A y , M a n u e l ; la v ida está cua jada de sombras ! H a y sombras en todas partes. Hasta en el cie­l o , Manuel . ¿ V e usted esas noches pobladas de estrellas de que me hablaba? Pues muchas de esas estrellas no son más que sombras, cadáve­r e s ; han muerto hace muchos años, siglos acaso,

Page 121: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R . . . . 119

y si s iguen alumbrándonos , es p o r la distancia a que están de nosotros , que hace que nos l le­guen sus rayos mucho t iempo después de que han desaparecido.

M A N U E L .

¿ Y le quita eso algo a la hermosura de la n o ­che? A l que la contempla, nada le importa que hayan muerto si su luz continúa l legando hasta él. ¿Qué hace la distancia si en ese momento v i ­ven ? Es a lgo así c o m o . . . c omo si usted me di jese que mi madre no me quiere porque está m u y le­j os .

M E R C E D E S .

A propós i to , ¿'ha tenido usted notic ias suyas?

M A N U E L .

S í ; hace pocos días recibí una carta. P o r cier-to que me habla de usted.

M E R C E D E S .

¿ D e m í ? ¡ O ó m o ! ¿Le ha dicho u s t e d ? . . . .

' M A N U E L .

¿Que la quiero? ¡Natura lmente !

M E R C E D E S .

(Después de un m o m e n t o ) . ¿Tiene usted ahí la carta?

M A N U E L .

Sí. M E R C E D E S .

¿ M e la quiere leer?

Page 122: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

120 C A R L O S D Í A Z D U F O O

M A N U E L .

Con mucho gusto.

M E R C E D E S .

V e n g a aquí, siéntese y léamela. (Se sientan en la b a n c a ) .

M A N U E L .

Usted ha de dispensar lo mal discurrido . Es una carta de mu je r de aldea. ( L e y e n d o ) " M u y ama­d o h i j o m í o : N o puedes figurarte la alegría que tengo cada vez que rec ibo una de tus cartas. P o r la última que me ha l l egado veo que sigues bien y progresando en esa Repúbl i ca , lo que me consue­la de tu larga ausenc ia ; tan larga , que parece que hace un siglo que no te veo . Nosotras seguimos b i e n : Juana y M a r í a " . . . . ' — l o s nombres de mis dos h e r m a n a s . . . . — " m u y garridas y mujeres de su casa. Tienen y a novios y esperan casarse den­tro de pocos meses. Dios me conceda alientos pa­ra ver realizadas las dos cosas que más q u i e r o : pr imero , estrecharte entre mis brazos y después acariciar a mis nietos. M e dices que estás ena­morado de una señorita de esa, y que si te co­rresponde deseas casarte con ella. ¡O ja lá que así s ea ! Y o la quiero ya , puesto que tú la quieres y porque ella te querrá también forzosamente, porque eres bueno y honrado . M e figuro que t o d o esto impedirá que vengas pronto a v e r m e ; pero y o no la guardo rencor , sino al contrario , le es­toy agradecida, porque te traerá la dicha que mereces. Ad iós , h i j o mío , recibe mil besos de tu madre que no te o lv ida .— Manuela". ( P a u s a ) .

Page 123: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

P A D R E M E R C A D E R 121

M E R C E D E S .

(Desde aquí hasta el final, t odo lo que sale de sus labios debe ser dicho m u y dulcemente. La ac ­triz no debe tener ni gritos ni descomposturas ) . ¡ Qué fel iz es usted, Manue l ! ¡ Tiene m a d r e ! ¡ Y o no conocí a la m í a ! Si hubiera v iv ido , ¡ qué dis­t into habría sido m i c a m i n o ! ¿ D ó n d e estás?

M A N U E L .

P o r e l l a s . . . . p o r las m a d r e s . . . . Escuche us­ted mi súplica, Mercedes .

M E R C E D E S .

N o abuse usted de mi emoción, Manue l ; no me obl igue a cometer una debi l idad de la que tal vez mañana sería usted el pr imero en arrepen­tirse.

M A N U E L .

i M e r c e d e s ! ¡ M e r c e d e s ! . . . . M E R C E D E S .

N o puedo , Manuel . (Se levanta y se aleja de é l ) .

M A N U E L .

¡ N o quiere u s t e d ! . . . . ¡ N o qu iere ! (Si­gu iéndo la .—En este momento l lama a la ver ja un dependiente de la tienda de M a n u e l ) .

U N D E P E N D I E N T E .

¡ D o n M a n u e l ! ¡ D o n M a n u e l ! H¡e venido co ­rr iendo en un auto, porque l legó a la tienda uu cable y me parec ió cosa de i n t e r é s . . . .

M A N U E L .

( T o m a el cablegrama de manos del dependien-

Page 124: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

U2 C A R L O S D Í A Z D U F O O

te, que se va en s e g u i d a ; pasa los o jos p o r él

re hablar y un espasmo que le opr ime la garganta se lo impide. Tiende el cablegrama a Mercedes y cae de rodil las, de espaldas al públ i co , frente a la banca, y a p o y a n d o en ella los brazos, oculta la cara en ellos y solloza. E n esta actitud, es decir , de rodil las y de espaldas al públ i co , debe perma­necer hasta que cae el t e l ó n ) .

( L e y e n d o ) : " D e s p u é s de rápida enfermedad, madre murió ayer , b e n d i c i é n d o t e . — J u a n a . " (Después de una pausa se sienta en la banca, to ­ma suavemente la cabeza de Manuel y la pone en sus rod i l las ) . L u c h a d o r humilde , alma sencilla, ¡ pobrec i t o de mi a l m a ! V e n aquí, y l lora en mi r e g a z o . . . . (Levantando con la misma suavidad la cabeza de Manuel y dándole un beso tenue en sus cabel los) porque y o te q u i e r o !

(Que se ha asomado hace unos instantes a la ventana, dice desde e l l a ) : P a d r e m e r c a d e r . . . . ( Y en este momento don Fu lgenc io , siempre absur­d o e ignorante de la situación, acomete en el v i o ­lín desde dentro , su anunciada melodía española ) .

y da un gr i to ) ¡ M a d r e ! ¡ M a d r e ! (Quie-

M E R C E D E S .

D O N J O R G E .

T E L Ó N .

Page 125: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

Obras del mismo Autor:

MÉXICO, 1876-1892. Estudio Estadístico. (Agotada.)

MEXICO,SUEVOLUCION INDUSTRIAL. Capítulos de la obra " M é x i c o , Su Evolución Social". Tomo II.

CUENTOS NERVIOSOS.

ROBINSON MEXICANO. Lecturas de Economía Política para las Escuetas de Instrucción Primaria.

LIMANTOUR. (Primera Edición. Agotada.)

MÉXICO Y LOS CAPITALES EXTRAN­JEROS

U N A VICTORIA FINANCIERA.

LA CUESTIÓN DEL PETRÓLEO.

L I M A N T O U R . Segunda Edición. (Aumentada.)

LES FINANCES DU MEXIQUE, 1892-1911. Producción de M . A . Dupont, (Félix Alean, Editor) .

Page 126: Padre mercader - Carlos Días Dufoo
Page 127: Padre mercader - Carlos Días Dufoo

1000381430