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Novela -PABLO BAAL Y LOS HOMBRES INVISIBLES- Por: Fabio Martínez Programa Editorial de la Universidad del Valle, Cali, 2003

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Pablo Baal y Los Hombres Invisibles. Fabio Martínez. Novela Primera edición impresa: Programa editorial de la Universidad del Valle. 2003. ------------Primera edición virtual: Septiembre 26 de 2009. NTC ... Ediciones virtuales, http://ntc-ediciones-virtuales.blogspot.com/Publica: NTC … Nos Topamos Con … http://ntcblog.¬blogspot.com/ , [email protected] . Cali, Colombia

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Novela

-PABLO BAAL Y LOSHOMBRES INVISIBLES-

Por: Fabio Martínez

Programa Editorial de la Universidad del Valle, Cali, 2003

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A Ivonne de Greiff, mi ángel guardián.A Gilles Thérien.

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«De las cosas invisibles los diosessiempre tienen la certeza.

Los humanos solo tenemosalgunas conjeturas».

Alcmeón de Crotona.

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Todo comenzó el día en que me mandaron abuscar la sustancia misteriosa que le da vida a laforma. La necesitamos con urgencia, me dijeron loshombres invisibles por una máquina respondedoraque tenían conectada a su línea telefónica; debesviajar cuanto antes, apenas llegues comunícate eneste número con el doctor Marot, él te ayudará. Laflor más exquisita de la humanidad se encuentra enotra parte; dijeron. Y una ventanilla automática meentregó visa, pasaporte, pasajes para mi mujer y mihijo, y un poco de dinero.

Como no tenía trabajo me embarqué en estaempresa que cambió profundamente mi vida. Antes,trabajaba en el laboratorio de Biología del HospitalUniversitario y todo el día me la pasaba encerradoen una urna de cristal observando a través de uncomputador toda clase de sustancias orgánicas. Undía, al analizar la sangre en un grupo de los pacientesdescubrí que estaba infectada. Presenté entonces elinforme al director del laboratorio y enseguida no sehizo esperar mi expulsión fulminante, y porconsiguiente un escándalo en la ciudad y el país, queasí como me trajo algunas satisfacciones, me dejóno pocas decepciones. Mientras las directivas delhospital me acusaban de seudo-médico y meenviaban a casa anónimos de muerte, la gente memandaba ramos de flores y en los periódicosaparecían grandes titulares que hoy, después de quehan pasado varios años, no sé si me hacen llorar osonrojar.

«El doctor Baal, salvador de la humanidad». «Baal,calumniador y ladrón». «Baal metió los ojos en la cajanegra». «Baal descubrió la quimera de mierda».

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Quizás, por esta fama no merecida fue que loshombres invisibles un buen día me llamaron y yoacepté de buena gana porque sino iba a terminar enel cementerio, en la cárcel o en el hospital siquiátrico.

Llegué a Montreal. Luego de instalarme con mifamilia en un apartamento de un viejo edificio ubicadoen el Plateau Mont Royal llamé por teléfono a Marot.Como si toda la vida me hubiera estado esperando,Marot me dio la bienvenida y me puso una cita parael día siguiente en el Instituto Nacional de Ciencias -el INC-, donde trabajaba como investigador. Lleve unmapa del Instituto -me aconsejó- porque este edificioparece un laberinto; hace cien años fue diseñado porel matemático Ch. S. Peirce.

Al día siguiente desayuné con mi mujer y con mihijo. Luego distribuimos las tareas domésticas, medespedí y cuando tomé el bus que me llevaría alInstituto, me choqué con un hombre que tambiénquería subir. Cuando por fín entregué el tiquete alchofer y me senté me dí cuenta de que el hombre eraciego. A partir de aquel momento yo tomaría todoslos días este bus y me encontraría con el ciego. Erauna ciudad blanca cubierta por una bruma espesaque empañaba los parabrisas de los autos y loslentes de los transeúntes.

El bus me dejó al frente del edificio. Apenas piséel umbral de una de sus mil puertas se alzó ante míuna estructura triangular hecha en metal y concretoque empotrada en un cascarón de una iglesia gótica,se levantaba en forma de espiral hasta llegar al cielo.En el muro interior, una placa con letras doradas y enrelieve, decía:

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INSTITUTO NACIONAL DE CIENCIAS- INC --1886-

Con el mapa en la mano busqué la oficina deMarot, pero a medida que abría y cerraba puertas,que tomaba la máquina ascensora y recorría largospasillos solitarios parecía que mi objetivo se hacíacada vez más lejano. En un momento sentí ansiedady quise regresar y tomar el bus pero como la puertapor donde había entrado la había perdido y todas separecían decidí seguir buscando. Fue en aquelinstante cuando apareció una jovencita de cabezarapada que presentándose como discípula delmaestro Marot -y subrayó la palabra maestro- me dijoque durante el primer mes y mientras conociera elcamino, ella sería mi guía, mi lazarillo. Peirce siempretuvo la intención de crear un triángulo, nunca unlaberinto, dijo; subiendo por la espiral llegamos hastala puerta de Marot. Era igual a todas: gris, fría y estabaherméticamente cerrada.

Cuando se abrió pude ver la figura de un hombrede unos sesenta años con una media luna quebordeaba su cabeza, unos ojillos vivaces quesaltaban cada vez que algo le impresionaba y unaperilla gris que terminaba en punta, al estilo de losmisioneros del Renacimiento.

Bueno, Baal -me dijo- encantado de que esté connosotros; cuénteme, ¿qué lo trae por aquí? Apenasle dije que venía con el propósito de buscar lasustancia misteriosa -como le llamaban los hombresinvisibles que me habían contratado-, Marot sonrió y

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me dijo que había llegado al lugar indicado pero quetuviera paciencia pues me esperaban duros meses,quizás años de intenso trabajo y sacrificio porque elaffaire era complejo y arriesgado.

Usted, Baal, quiere encontrar el objeto que le deforma a la cosa, pero usted también sabe que elobjeto del mundo está ausente. No se puedeaprehender así de la noche a la mañana. Así que hayque estudiar mucho, quebrarse la cabeza, ir a labiblioteca y al laboratorio hasta hacer emerger elobjeto de la nada. El esfuerzo del hombre (incluyapor favor a las féminas, porque sino mi mujer quepertenece a la W.W.W. me va a denunciar) siempreha sido tratar de alcanzarlo, pero ¡ha difícil que sí hasido esto! Maestro, pregunté, pero él me prohibió quelo llamara de esa manera, y dijo que de ahora enadelante y para economía del lenguaje y equilibriodel ego-sistema lo llamara simplemente Marot.Enseguida mi discípula le mostrará la sala deconferencias, el laboratorio de Ciencias Naturales,el laboratorio de Biología Humana, las salas dedisección, la biblioteca, que es una de las máscompletas del mundo -¡cuatro millones devolúmenes!- y se le iluminaron los ojos, la sala deInternet, la morgue, los cubiles de estudio, loscomedores y salas de recreación. Desde ya debe irtomando nota para que pueda presentar ante laspersonas que lo han contratado el informe final y dejaraquí una copia para la biblioteca. Sé que ahora ustedse siente un poco perdido pero con el apoyo mío y eltiempo que es memoria, se sentirá como uno de lossiete sabios de Tebas, que según las últimasinvestigaciones no eran siete sino ocho.

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Maest…¿qué es la W.W.W.? Es una organizacióncon sede en Washington; traduce «Red de Mujeresdel Mundo». Y dándome media docena de libros paraque los leyera, se despidió, y se encerró en su cubil.

Volví al apartamento. En el trayecto mientrastrataba de descifrar los rostros invidentes de la gente,pensé en las palabras de Marot, y aunque no eranpara mí del todo legibles y transparentes, dejabanentrever el sonido lejano de algo profundo y complejo.Usted sabe, Baal, el objeto del mundo está ausente.

Observé la cubierta de los libros que tenía sobrelas rodillas, y alcancé a leer: La metamorfosis deLucio Apuleyo, Ensayo filosófico sobre el alma delas bestias de Bouillier, y El espejo de la muerte delConde Loboguerrero de Calitraba.

En el apartamento, Lina había dispuesto delespacio hasta volverlo habitable. Había organizadonuestra habitación junto con mi estudio, pues sabíaque yo, de cierta edad para acá, había decididoconvertir nuestra cama en estudio, quiero decir queante la pereza de encorvarme sobre una mesaprefería llenar la cama de libros y papeles, y ahí mela pasaba la mayor parte del tiempo; habíaorganizado la habitación de Simbad, nuestro hijo, consu televisor portátil que lo llevaba a todas partes comosi fuera su alma, su colección de jurásicos y suplastilina multicolor y maleable; para sus esculturas,Lina había destinado la cocina.

El apartamento hacía parte de un viejo edificio desiete pisos donde nunca se veía un alma. Debido aque las paredes y el piso eran de madera, en lasnoches se escuchaba el ruido de alguien quecaminaba con sus pesadas botas, el afán de una

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pareja haciendo el amor o la llave abierta llenandouna tina de baño. Cuando Lina oía los estertoresfinales de la pareja se contagiaba y sacándome deun sueño profundo literalmente me violaba. Mientrasvivimos en este apartamento, mi mujer y yo tuvimosla sensación de estar viviendo en un piso falso.

Lina sirvió la cena. Después que comimos, ordenóque bajara hasta el sótano y lavara una bolsa de ropanegra. Es lo único que vas a hacer en el apartamento;el resto del tiempo lo puedes dedicar a amarme y atu trabajo. Cogí la bolsa, descendí cinco metrosdebajo de la tierra y allí encontré siete máquinasblancas y un montón de ropa sin dueño que olía peorque la nuestra.

Al día siguiente tomé el bus y me dirigí al Instituto.Esta vez no me crucé con el ciego. Como el díaanterior, la joven de cabeza rapada me condujo hastala oficina de Marot. Cuando la puerta se abrió, elhombre que estaba sentado detrás de un escritoriorevuelto de papeles se paró a saludarme y empezólo que él llamó con cierta ironía, la lección inaugural.

El ser humano, en su lucha por tener concienciade sí mismo, siempre ha estado en la actitud deconocer y apropiarse de lo que ayer llamamos depaso, el objeto del mundo; este objeto, que enapariencia sería fácil de poseer pues siempre lopensamos en su dimensión física y tangible, seencuentra curiosamente en otra parte. Esta situaciónque entre otras cosas ha generado una dosis deangustia existencial entre los hombres, es lo quemuchos científicos llaman la aprehensión imposiblede lo enorme. Estamos, pues, condenados a buscarlo que no se encuentra a la simple vista de nuestros

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sentidos. El hombre (y cuando hablo de hombreincluyo a las mujeres, a las flores y a los animales),en su afán por satisfacer su deseo de completarse,está condenado a errar y a buscar en el vacío.

¿Cuál es la naturaleza del objeto del mundo?¿Cuáles son sus características? Y en este sentido,¿de qué habla este objeto tan preciado peroasimismo tan esquivo, como ciertas damas?

Sobre esto ha habido muchas confusiones que laciencia y nosostros mismos, en nuestro afán por daruna respuesta satisfactoria, hemos provocado, peroen la mayoría de casos fracasamos. La primeraconfusión es creer que el objeto es la realidad incrudo. En esta confusión no sólo han caído loscientíficos, sino también los historiadores, losdetectives y los escritores. Esta maldita trampa depensar que la obra de arte es la realidad, de creerque es el espejo de la realidad nos ha llevado aconfundir la ficción con la realidad, y esto ha traídoconsecuencias funestas para la humanidad. Creo quelos únicos autores que se salvaron de caer en latrampa fueron Coleridge, Chesterton y Borges. Esteúltimo quien se volvió ciego. Baal, pienso que ustedcomprende muy bien esto, y no va a ser tan estúpidoen volver a repetir los mismos errores.

La segunda trampa es confundir el objeto con elsigno que lo nombra. Al parecer, este ha sido un errorinocente de la humanidad, y se ha pagado muy caro.¿A quién se le ocurre creer que el nombre siempredesigna la cosa? El signo -para que nos vamosentendiendo- es lo que está en el lugar de otra cosa.Piense en el pobre Prometeo con ese nombre tancomprometedor y mire en lo que quedó. El mundo

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occidental comienza con el grito rebelde de éste y sihoy se debate en un caos total es debido a que esegrito ha sido mal interpretado. Piense en el nombrede Hamlet, príncipe de Dinamarca; en Felipe ElHermoso y en Juana La loca; ni el primero era tanhermoso ni la segunda tan loca. Quizá los mejoresnombres que corresponden con el objeto son ElQuijote, quien murió de lucidez en la región de LaMancha, y Sancho Panza, que lo mató el hideputa deBellido Delfos, en los muros de Zamora.

Si usted me pregunta por la naturaleza del objetoque busca yo diría que es opaco e invisible, como lagente que vive en esta ciudad. El reto es tratar desacarlo de su invisibilidad, de su opacidad, parahacerlo tangible y así llenar este vacío angustiante aque estamos sometidos.

Ante la insaciable voracidad del mundo -Marotacarició con la mano derecha su barba angulosa-, elhombre y todas las especies orgánicas siempreestarán en una continua búsqueda por sacar a la luzel objeto de la nada. El hombre es intuitos derivatus,no intuitos originarius; es decir, no es Dios, de allíque esté condenado a buscar y a conocer.

Marot dio así por terminada su lección inaugural yrecordó que empezara a escribir el informe pues meesperaban días de duro trabajo y era mejor avanzarcuanto antes. Sobre esto, dijo refiriéndose a laescritura, ya tendremos oportunidad de hablar másadelante, pues hoy en día también existe una granincomprensión al respecto. La escritura es el hombrey no el software, como lo pregonan ciertos Institutosespúreos.

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Regresé a casa más preocupado que antes. Linaestaba en la cocina haciendo una escultura en barro.Cuando luchaba por sacar el objeto de la masa, mimujer ponía ojos de catoblepas que es un animallegendario destinado a fascinar por su mirada.Simbad, por su lado, había sacado a la sala sucolección de jurásicos donde se apreciaba unbroncosaurio, un tiranosaurio y una pareja develociraptores.

Comí en silencio. Después de cruzar dos palabrassobre economía doméstica con Lina, bajé al sótanoy me volví a encontrar con la bolsa de ropa sucia deldía anterior. Mientras las máquinas blancas farfullabansin parar, pensé: ¿Por qué los hombres invisiblesescogieron a un hombre como yo para estaempresa? Parece -como dice Marot- que el trabajoserá duro, y ya tenemos problemas con el objeto: envez de acercarnos a él da la impresión de alejarnosaún más. ¿Qué fines se proponen los hombresinvisibles? ¿Son metas nobles o perversas como hasucedido con la mayoría de los experimentoscientíficos de los últimos tiempos, donde los hombresde ciencia no son más que ratones de laboratorioque sirven para legitimar los actos ominosos de lahumanidad?

Recordé El Medio Oriente, Yugoslavia y Colombia,países saqueadas por la mano de la bestia triunfante,y me dieron ganas de vomitar. ¿Qué relación teníaMarot con los hombres invisibles? ¿Sería que él eraotro hamster de laboratorio y era utilizado por éstosa cambio de unos cuantos dólares, como yo?

Cuando pasó por mi cabeza la imagen de losdólares (que siempre han sido un sólo dolor para la

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humanidad), recordé que ellos habían quedado deconsignarme un cheque a mi cuenta bancaria ysegún Lina aún no había llegado.

Decidí subir a la superficie de la tierra, me metí enla cama y me puse a trabajar.

Al día siguiente, Marot me recibió con una sonrisa.¿Cómo va?, me dijo, ¿ya le va cogiendo el tiro altrabajo?

Sí, respondí, pero no me gusta el tiempo. ¿Cómoasí? Si antes, desde la ventanilla del autobusalcanzaba a percibir las siluetas de las personas,ahora sencillamente no veía nada. La ciudad era unaburbuja brumosa como el objeto que yo buscaba,donde las personas, los árboles y los paraderos debuses eran imperceptibles; y yo, alma ingenua, comome llamó Marot durante la sesión, le achacaba estefenómeno al tiempo. Usted, Baal, ¿cree que es eltiempo? Vaya por favor revisando su versión alrespecto porque si no va a tener problemas con elinforme y con la vida. A estas alturas del partido unono puede confundir los problemas ontológicos con eltiempo. Si bien es cierto que éste influye en loscomportamientos humanos, el tiempo ante todo esimagen pura y el mundo es nudo del tiempo. A mí nome preocupa tanto el espacio como el tiempo. Elespacio siempre está ahí, el tiempo es variable. Enuna de mis tantas conferencias en el extranjero, conocía un hombre que al interesarse más por el espacioque por el tiempo había hecho construír una casa demármol tan grande que parecía un cenotafio; comovivía cerca de la línea del Ecuador, para este hombreno existía el tiempo, existía el espacio que ocupabasu mausoleo, su auto, su jardín, su celular, su ropero,

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su cuerpo, su mujer -que era gorda y amarilla- y supereza. En una página de Coleridge hay un niño quesueña entrando al paraíso; ahí le regalan una floramarilla; al día siguiente, cuando despierta, descubrela flor en la mesa de noche. Bueno, pero hoy no es eldía para hablar de literatura; hoy hace un tiempo idealpara suicidarse y tenemos que seguir desarrollandola idea vaga de la opacidad del objeto.

Como decíamos el otro día, hay que sacar el objetode la nada y ésta es la gran dificultad. Atravesar elcamino que va entre lo invisible y lo visible, entre elmundo opaco y el mundo transparente.

Desde Copérnico se supone que vivimos en unmundo de luz, el color emana de la luz; sin embargo,hay hombres que persisten en vivir entre tinieblas.Sólo así, volviendo visible lo invisible podemos darel salto a lo sublime, hacia lo eterno, que segúnAristóteles es también el gran vacío. Para lograrlohay que remontarse al origen; para conocer a un serhumano o una cosa es necesario indagar en el origen,así éste sea traumático y conflictivo como fue elprincipio del mundo y es el principio de todas lascosas. Aunque un filósofo pesimista que tuvo muchodinero dijo alguna vez que no había origen, que loque existía era voluntad y representación de laespecie.

Yo, particularmente, creo en el origen porque soycreyente. Y para ir al origen hay que acudir a lamemoria que es la fuerza interior que tenemos porexcelencia. No me estoy refiriendo a la mnemotécnicaque ejercitan los animadores de televisión con lospobres concursantes -y subrayó pobres -, y ciertasescuelas pedagógicas en Norteamérica con sus

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estudiantes. Me refiero a la memoria como lacapacidad de reinventar el mundo. Cuando algo esprofundo se dice que se está en el terreno de lamemoria. Por esto es tan difícil construírla. Lamemoria es nuestra casa interior, si no se ejercita sedebilita. Hay que ver cómo la memoria trabaja cuandouno se consagra a ella. Pero la memoria sinimaginación no existe.

Y con esta frase terminó la lección inaugural.A los quince días, Lina, Simbad y yo caimos

enfermos como si la peste hubiera llegado a casa.La primera víctima fue Simbad. Eran las nueve de lanoche cuando desde la cama oí el llanto del niño; melevanté y cuando abrí el baño vi a Simbad vomitando.Botaba por la boca una baba blanca que le producíanaúseas y sus ojos estaban rojos de fiebre. Lina y yonos miramos y lo primero que se nos ocurrió fuemeterlo en la tina para que el agua le bajara latemperatura, luego lo llevamos a la cama y loarropamos con una manta. En medio de un sueñodelirante, Simbad se quejó de que le dolían la cabezay los huesos.

Al día siguiente, el turno fue para Lina. A eso delas seis de la mañana se paró y no regresó; cuandodeperté y fuí a buscarla la encontré encorvadaexpulsando la misma baba blanca. Esto no es gripa,me dije; esto parece una aftosa. Entonces hice lamisma operación de antes: la bañé y luego de dejarlaabrigada en la cama llamé a Marot por teléfono perosólo escuché una máquina que me pedía el favor queno molestara al maestro. Llamé al hospital y cuandome dijeron que la consulta valía trescientos dólaresrecordé que sólo me quedaban en el bolsillo cincuenta

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dólares del primer y único cheque que me habíanpagado los hombres invisibles.

Aquel día me quedé en casa atendiendo a losenfermos entre baños de tina, paños de agua tibia yagua de azúcar. Hasta que caí al tercer día. Comopude llegué hasta el teléfono y volví a insistir con Marotpero siempre una máquina me decía que el maestroestaba muy ocupado y me pedía el favor de que nomolestara. Llamé al banco a ver si había un chequede mis patronos pero allí nadie los conocía; entoncesse me ocurrió la idea loca de pedir crédito en elhospital; crédito que por supuesto me fue negado,pues quién ha dicho que un hospital, una funeraria, ouna morgue -hermosas antesalas del cementerio-tienen en cuenta este tipo de renglones para con susclientes.

Así que no nos quedó otra alternativa que acudir ala medicina natural, hasta que a los siete díasSimbad, que fue la primera víctima, empezó arecuperarse y nos ayudó a salir de la crisis a Lina y amí. Ahora todo había cambiado. Una mañana, los tresnos miramos y entre las secuelas que dejaba laenfermedad descubrimos que habíamosenflaquecido tanto que podíamos pasar porinvisibles. Como mis patronos.

Y así fue.Al día siguiente, cuando fuí a tomar el bus que me

lleva al Instituto, el chofer no me vió cuando traspasésin problemas las latas del auto y me ahorré el primertiquete. El ciego que siempre subía y se tropezabaconmigo tampoco me vió. Lina había ido al mercadoa comprar alimentos y la cajera no la vio cuando llenóun carro de carnes, frutas y legumbres, y salió sin

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pagar. Simbad, que por esos días frecuentaba laTorre de Babel, se burlaba de sus maestros, quepodían identificarlo por su voz, pero jamás podíancastigarlo por su cualidad de ser un niño invisible.

Llegué a la puerta del Instituto. La discípula deMarot me estaba esperando, pero no me vió y le tuveque ayudar diciéndole que se guiara con mi voz, quees lo más cercano al alma.

Es la última vez que lo acompaño, dijo, y era tantami consunción, mi grado de invisibilidad, que subimoscorriendo por la espiral hasta que llegamos a la oficinade Marot. Allí, éste me recibió como siempre, y medijo: Baal, qué le pasó, que no lo veo. ¿Se volvióinvisible? Escuché todos los mensajes que me dejóen la caja negra pero no podía hacer nada. Estabadoce horas en el laboratorio y las otras doce enconferencia con el Consejo de Ciencias del Instituto.Pensé que había desertado. Cuénteme, Baal, qué lesucedió. Nos cayó una peste a mi mujer, a mí y a mihijo que por nada nos manda al cementerio. Si a esose le llama deserción créame que no lo hice con malaintención. Y ¿qué hizo?, ¿los llevó al hospital? No,con qué dinero si desde que llegué no recibo uncentavo de la gente que me contrató. ¿Cómo así?¿No ha recibido nada? Nada, Marot.

Mientras se tocaba la barbilla, el maestro pensóen voz alta: el dinero es una ilusión práctica peronecesaria. Un hombre sin dinero es como la imagende la muerte. Andar sin plata es ilegal. Los alquimistassiempre lo relacionaron con la bosta. Creo queestaban equivocados. Yo, personalmente, detesto lagente pobre porque sus únicas riquezas son la envidiay el resentimiento. La pobreza es enemiga de la

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ciencia y el amor. Un matrimonio pobre siempretermina a mano limpia y en el mejor de los casos, enun hospital o en la corte.

Tenga pues mucho cuidado con sus honorarios,Baal, sobre todo en estos tiempos neo-liberales,donde la economía ha reemplazado a Dios.

Yo no sabía quién le pagaba a él por la asesoríaque me prestaba, si era el Instituto o los hombresinvisibles, y ya iba a preguntar, cuando cogiéndomedel brazo invisible me invitó a que visitáramos ellaboratorio y habláramos de enfermedades quesegún él era uno de sus temas preferidos.

Para que haya salud en el mundo tiene que existirla enfermedad. No sé por qué los seres humanosnunca han admitido esto. La armonía total no existe.Aquella máxima que dice en cuerpo sano mentesana es una mentira. Las cosas nunca se producenpor reflejo. El organismo del ser humano es un cuerpovivo gracias a esa tríada donde están en juego lacarne, el espíritu y la enfermedad. La vida se mantieney se desarrolla gracias a este equilibrio triangular.¿Usted me dice que su familia cayó enferma atacadapor la peste? Déle gracias al cosmos pues habríaque desconfiar de una familia sana que nunca ha sidoatacada por la peste. Desconfía del hombre que tediga que es sano pues detrás de sus palabras puedeestar engendrándose el virus de una enfermedad.¿Por qué asumir esa actitud masoquista deconmiseración cuando caemos enfermos? ¿Por quéauto-flagelarnos? Creo que la ciencia lo es en lamedida en que acepta la enfermedad. Si no,cerremos este Instituto y declarémonos marcianos.

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Cuando Marot se volteó y me miró, se dio cuentade que yo estaba a su lado pero que debido a laenfermedad me había vuelto un ser volátil, intangible,y esto último en vez de deprimirlo lo entusiasmó. Laenfermedad te transforma. Con ella haces el trayectocontrario de los hombres. De un estado visible pasasa un estado invisible. El único peligro que existe esque la invisibilidad nos lleve hasta el extremo de ladesaparición, de la muerte. Baal, creo sinceramenteque está aprendiendo muy rápido la lección, y podríallegar a hacer un excelente informe.

Llegamos al laboratorio, Marot señalaba como unniño los tubos de ensayo, las cubetas y probetas; alverlo, recordé el tiempo cuando trabajé en ellaboratorio de biología del Hospital Universitario y leconté la experiencia amarga que tuve con la sangrecontaminada. Eso no es nada, me dijo, en estelaboratorio hace cinco años hubo un escándaloparecido cuando descubrí que la sangre que le habíaninyectado a veinticinco pacientes estaba revuelta concaca. Usted sabe muy bien Baal, la sangre y la mierdadeben ir siempre separadas; la sangre se puedemezclar con el agua, con el alcohol o con la insulina,pero no con la deyección. Apenas se juntan seproduce lo peor que puede sucederle al ser humano.¿Ya revisó usted las últimas estadísticas del sida?

Parece que al hombre moderno de nuestros díasle gusta jugar con el fuego, como a Prometeo. O conla mierda, colegí, y Marot se sonrió. ¿A usted leenviaban anónimos a casa? Bueno, a mí casi mematan, y por eso fue que tuve que refugiarme untiempo en Francia. Mis colegas del Instituto, que sonpobres de espíritu, se pusieron muy contentos al

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quedar mi vacante en vilo. Después tuvieron quetragarse sus palabras, pues el antiguo director delInstituto y el ministro de salud de la época cayeron alpoco tiempo por tráfico ilegal de glóbulos rojos y asíyo pude regresar al país y ocupar mi antigua posición.Por eso me odian.

Marot me estrechó la mano cuidando de que nose fuera a desvanecer y me dijo que perdonara a suvez el odio que él les tenía. No sólo el amor es garantíade vida; también lo es el odio. Por eso ellos esperande un día para otro mi jubilación o mi muerte que, endefintiva, es la misma cosa. ¿Usted sabía que aquíla gente espera la jubilación hasta los sesenta y cincoaños, y cuando la reciben les tienen que meter elcheque en el cajón? Mañana me recuerda quetenemos que seguir con el tema de la memoria y surelación con la imaginación. Y se despidió.

En casa Lina tenía lista una comida opípara paracelebrar nuestro novedoso estado de seres invisiblesque nos había traído, en medio de la economía deguerra a que nos tenían sometidos los hombresinvisibles, más de una satisfacción. Mientrascomíamos a la luz de unas velas que había cogidode un almacén sin que la vieran, y Simbad veía en latelevisión el anuncio de las guerras que continuaríanen el planeta en los próximos cinco años, Lina mecontó que después del supermercado había ido a latienda de artes y había cogido la arcilla quenecesitaba para hacer la serie que estabaconcibiendo desde que llegamos. ¿Cómo sellamará? «Esculturas de ciegos». ¿Por qué? Por quetú, yo, Simbad, Marot, todo el mundo está ciego.

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Lina hablaba así, con una fuerte dosis de lucidezangustiante porque la pobreza a la que nos teníansometidos los hombres invisibles y la enfermedad,que siempre llegan juntas, nos habían dejado en elvacío. ¿Cuál era el karma que estábamos pagandoen vida? ¿Cuál era el delito que habíamos cometidopara tener que pasar por toda esta ordalía?

El vino estaba por acabarse; Lina, contenta delfestejo, fue al estante, destapó una segunda botella yempezó a acariciar mi cuerpo invisible; yo, excitadopor sus caricias, repasaba el suyo también invisible.¿Hacemos el amor? Me susurró al oído. Sí, pero enel piso de arriba están calmados. No importa, Baal;ya verás que cuando empecemos a ellos les daránganas. ¿Qué hacemos con Simbad? Mándalo acomprar una chocolatina. Y cuando Simbad salió ala tienda, Lina y yo hicimos el amor como un par deperros callejeros.

Al día siguiente, antes de ir donde Marot, pasé porel banco y los hombres invisibles me habíanconsignado un cheque, y en la caja negra del Institutohabía llegado un fax que decía:

«Esperamos que haya avanzado en el informe. Silo termina antes de lo previsto haremos mérito a suhoja de vida.

Firmado,

HI».

Le mostré el fax a Marot y le pregunté qué queríadecir eso de «haremos méritos a su hoja de vida».

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La sigla HI era fácil de reconocer. Marot sonrió yabrazándome por los hombros, comentó: Antes deque nos pongamos en una posición heurística frentea un simple fax, llame por favor a su esposa y cuénteleque les llegó el dinero. Ella se pondrá contenta. Llamé,y en vez de ponerse feliz me dejó preocupado. Quélástima, me dijo Lina por la máquina telefónica, conese dinero ya no podremos ser invisibles. EntoncesMarot volvió a sonreír con esa ironía sutil que habíaadquirido desde que era estudiante en el seminario,y añadió: uno nunca sabe lo que esos hombresquieren decir. Su semántica es tan oscura que«haremos méritos a su hoja de vida» puede deciruna de dos cosas: o bien que lo van a ascender deposición y al ascenderlo su salario subirá con creces,cuestión que encuentro loable, o bien que ya nonecesitan su informe y están en todo el derecho dehacer «méritos a su vida». ¿Y qué significa eso? Ay,Baal, no se haga el pendejo; a estas alturas de lavida uno no puede seguir jugando al idiota, comonuestro querido amigo Fedor Dostoiewski. Y empezóa hablar de la memoria y la imaginación.

Como decíamos, lo más significativo en la vidade los seres humanos es construír una memoria.Pero, ah difícil que es esto. Si no se construye unoestá muerto, uno es un exquisito cadáver ambulante.La memoria que se alimenta de la imaginación es unsustituto de la realidad, una manera de inventar larealidad. Los seres humanos nos comunicamos enel mundo gracias a que existe una memoria y unaimaginación. Lo que uno comparte en la amistad (queya no existe), en el amor (que tampoco existe), en losnegocios y en los crímenes (que sí existen), es el

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imaginario.Entonces, ¿Qué es la memoria? ¿Qué es la

imaginación? ¿Cuál es su relación e importancia ennuestras vidas?

Para responder a estas preguntas me voy a remitira un pasaje de Cicerón, donde se cuenta queEscopas, hombre rico y noble, un día invitó al poetaSimonidas para que amenizara una comida. El bardocantó una oda en su honor y de paso mencionó en elpoema a Castor y Pollux, hijos de Leda pero depadres diferentes. Como se sabe, Castor nació dela unión con Tirandidas, y Pollux que pertenecía alreino de los inmortales, nació de la unión con Zeus,que para seducir a Leda se transformó en cisne.

Escopas, movido por una baja avaricia, le dijo aSimonides que no le pagaría por sus versos más quela mitad del precio convenido y que podría ir areclamarle el resto a los Tirándidas. Al poco rato deeste incidente, dos jóvenes llamaron a Simonidas ala puerta y en el momento en que éste salió el salóndonde departían Escopas y sus invitados sederrumbó matándolos en el acto. Como los padresde las víctimas no podían reconocer los cadáveres,llamaron al poeta Simonidas para que recordara elsitio exacto donde cada uno se había sentado y asípoder identificarlos.

De esta manera, Simonidas aprendió que el ordenpermite aclarar y guiar la memoria. El orden de lasimágenes que el poeta percibió durante la comidase grabaron en su memoria y la enriquecieron. Algomás. Al evocar en el poema a los dioses, Simonidasno sólo recurre para nutrir su memoria a las imágenesexternas sino a las internas que son más poderosas;

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acude al llamado de los jóvenes que sólo existieronen su imaginación. De esta manera, los dioses lesalvan la vida y se vengan de Escopas y sus amigos.La evocación a los dioses no ha sido en vano, puesellos siempre responden al llamado. Cuando seconvoca a los dioses ellos vienen. Cuando seconvoca a Satanás él también está presto.

Gracias a su memoria el poeta Simonidas fue elúnico que pudo revivir los muertos de entre losescombros. La imaginación pues, alimenta con sufuerza poderosa a la memoria.

Pero, ¿de dónde viene ella? ¿Cuál es su origen?La imaginación, como la mujer, ha sido,

desafortunadamente a lo largo de la historia maltratada. En la época de Platón se decía que ella nocorrespondía a la realidad y se presentaba más biencomo un problema, como un obstáculo de accesode la verdad. En la Edad Media, el cristianismo lavetó porque era fuente inspiradora del pecado. En elsiglo XIX fue considerada como la folle du logis, laloca de la casa, y debido a esto los románticos fueroncondenados por locos, suicidas y alucinados. En elsiglo XX las ciencias exactas desdeñaron laimaginación porque no era rigurosa, sin comprenderque un concepto es una imagen, o mejor, un conceptose forma a partir de una imagen.

El número 0 representa la imagen de vacío quecaracteriza esta época. El 1 , la imagen deindivisibilidad, que caracterizó al Renacimiento. Esla imagen ideal de Dios, por eso decimos que El esúnico e indivisible. El número 2 representa la paridadbinaria que caracterizó las religiones, la lingüísticade Sausurre y la historia colonial de la América

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española: cielo-infierno, alma- cuerpo, significante-significado, cicilizado-salvaje, bueno-malo, rico-pobre. El 3 es el número ideal, la vuelta a la pirámide,es la semiología de Ch. S. Peirce y el INC; son losaztecas, los mayas y los incas.

Si los Estados Unidos, Japón y Alemania novuelven a cometer una locura, será el número mágicoque regirá este milenio. Baal, como podemosapreciar, el sistema numérico que constituye la basede la semántica matemática y de las ciencias hardses una memoria infinita llena de múltiples eiridiscentes imágenes. No existe pues, mi queridoBaal, imagen sin conciencia; si se quiere, la imagenes conciencia.

¿Qué es la imaginación? Es una facultadautónoma que trabaja entre la siquis y el corazón. Poresto ha sido tan mal tratada entre los científicos y poreso mismo ha sido bienvenida entre los grandesdescubridores de la humanidad y de los poetas. ¿Quéhubieran sido un Alejandro, un Copérnico, un MarcoPolo o un Cristóbal Colón sin imaginación? ¿Quéhubieran sido un Homero, un Cervantes o unShakespeare sin imaginación? ¿Qué hubiera sidoel mundo sin estos hombres?

El descubrimiento de América se hizo gracias altrabajo de la imaginación que permitió construír unamemoria y una cultura. Por esto la imaginación esreal, la realidad es sólo la vulgar llena de muchosequívocos.

Baal, hemos llegado a un punto nodal que le servirámucho para elaborar su informe.

En esta época donde la proliferación de imágenessorprenden por su poder de seducción y de

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destrucción, y la realidad virtual avanza a pasosagigantados, hasta el punto de borrar del mapa alser humano, es necesario que reflexionemos sobreesto antes de que desaparezcamos y el mundo seacada vez más ajeno a nuestros deseos. ¿Se ha dadocuenta de los terribles estragos que está haciendo elInternet? La gente que vive en una misma ciudad yani siquiera se llama por teléfono sino que envía uncorreo electrónico, seguramente para no verse niescucharse. Ya no se trata de conocer, como fuecostumbre en el siglo de las luces; hoy parece quese trata de ver en el vacío. Y este es el paso siguienteque usted debe dar para que corone el informe.

Su tarea ahora, Baal, consiste en soñar una imagenque sea interna, profunda, como la de Escopas, y asípoder encontrar lo que pomposamente en el mundillocientífico y detectivesco llamamos «la flor másexquisita de la humanidad». No importa que el sueñosea nocturno o el de la vigilia. Si es necesario queusted tenga que volver al origen o viajar al porvenir,hay que hacerlo. Usted sabe muy bien, Baal, que lostrabajos con los hombres invisibles son de vida omuerte. Entre el punto que se cerró con la comisurade sus labios y la palabra muerte, se abrió un silencioincómodo entre Marot y yo que ninguno de los dosse atrevió a romper. ¿Dónde había escuchado laexpresión la «flor más exquisita de la humanidad»?¿Por qué Marot sin decirlo utilizaba la mismaexpresión de los HI ? ¿Sería que él era un agentesecreto de la gente que me había contratado, y él asu vez era un agente de otro superior, y yo no eramás que un agente inferior de otro más inferior, y asíad infinitum? Aunque suene un poco raro pero

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parece que así es como hoy funciona el mundo y elINC., desde donde escribo este informe. Por ahoralea estos libros que le ilustrarán al respecto y en quincedías pase por aquí porque tenemos que visitar elmuseo. ¿Cuándo es el «viaje»?, le pregunté sin sabermuy bien si se trataba de un viaje, de un sueño o deuna pesadilla. Cuando sueñe la imagen y la tengaordenada en la cabeza. Usted sabe, Baal, lasimágenes tienen mucho que ver con el corazón y ésteaunque funciona sincrónicamente es por lo general,disperso. Por esto necesitamos la síntesis. La imagenes la síntesis del universo. ¿Puedo traer a mi hijo? ASimbad le encantan los animales. Puede traerlo, y siarmoniza con algunas especies lo dejamos viviendoen el museo.

Regresé a casa más preocupado que decostumbre, pero por lo menos ahora tenía una cosaclara en la cabeza, y esto último me tranquilizaba: laidea que el informe iba a avanzar apenas buscara laimagen y la tuviera entre mis manos. Aunque Marotme repitió una y mil veces que las imágenes no sebuscan sino que se encuentran. Ellas llegan, me dijo;como el amor o la deshonra.

Ahora que me había metido en un berenjenal sinlímites, como decía Lina, mi interés era terminar elinforme, entregarlo cuanto antes a los hombresinvisibles, y desembarazarme de ellos.

En esos quince días, con Lina, mi mujer y mi hijoSimbad vivimos sin mayores sobresaltos alimentadoscon el dinero del cheque y esa dosis corta de felicidadque nos regalaba el mundo. Lina se dedicóintensamente a terminar la serie «Esculturas deciegos» , quizás porque de alguna manera yo la

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contagiaba de un espíritu frenético e inestable queme provocaba el nuevo trabajo en el que por huír dela muerte, y no por otra cosa, me había embarcado.¿O la misma época era frenética e inestable, y losdos (Simbad era un capítulo aparte) habíamos caídoen su trampa? No sé. Lo cierto era que nunca anteshabía visto a Lina en una actitud tan vehemente frentea su arte.

Simbad, por su parte, estaba sobrexcitado antela posibilidad de visitar el museo y todos los díassacaba su colección de jurásicos y se la pasabaleyendo la National Geographic donde el homosapiens ocupaba un capítulo importante. Yo, entre leldescenso al sótano donde siempre encontraba elmontón de ropa humana y los suculentos manjaresque Lina preparaba con sus manos de artista,estudiaba en la cama la nutrida biblioteca que Marotme había aconsejado y me dejaba vivir a ver si depronto tocaba una imagen a las puertas de mimemoria y me visitaba.

Una de esas noches, mientras pensábamos en lacama sobre las certezas del espacio y lasincertidumbres del tiempo, sentimos que un polvillofino como oro se desprendía del cielo raso y noscubría.

Apenas Lina vio cómo el polvillo nos envolvía comoen una crisálida, se sonrió, y aquella nocheterminamos amándonos debajo de la crisálida. Sólofue unos segundos después, en aquel vacío quequeda entre la cópula y el la vigilia, y que se parece ala muerte, que vino hacia mí la imagen de dos niñosque estaban contemplando desde la colina de SanAntonio de la ciudad de Cali, el Valle del Cauca. Los

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dos niños éramos Pedro y Pablo Baal. En medio dela llanura se desprendía un camino por donde iba mihermano mayor Pedro, con su vestido de primeracomunión y sus zapatos mocasines; pero los teníallenos de barro. Desde la colina yo lo llamaba paraque regresara a casa, pero él no me escuchaba.

Esta imagen doble me despertó sobresaltado yen aquel instante quise llamar a Marot por teléfono ycontárselo, pero sabía que me iba a responder unavoz que no era su voz o que era la suya pero queahora pertenecía a otro registro. Mientras Linaroncaba a mi lado, abrí un libro y anotando en lacontrasolapa algunos trazos claves de lo que habíasoñado para que no se me olvidara, esperé a queamaneciera. Aún faltaban tres días para la cita conMarot. La imagen me angustiaba como si me hubieratragado un gato entero vivo. El día de la reunión Linatapó sus esculturas con las bolsas plásticas delmercado, se puso su capa verde de artista, y me dijoen la puerta: vamos a ver cómo me cae el tal Marot.Lina hablaba así, con una gran seguridad, porquesiempre había trabajado con el barro. Simbad, porsu parte, era el más contento de los tres y habíametido en su maletín, su colección de jurásicos paramostrársela a Marot. Hasta que alcanzamos elInstituto. Marot nos recibió con una sonrisa.

Ah, la familia, dijo, la institución más antigua de lahumanidad, y hoy en día, en plena civilización, la másamenazada. Siéntense, por favor. ¿Quieren tomaralgo? Lina y yo pedimos un café, Simbad pidió unacoca-cola. Marot llamó por teléfono a la cafetería yuna niña rapada subió con el pedido a la oficina.

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Así que usted Lina trabaja con las formas. ¡Lafelicito! Su oficio al contrario del nuestro no esangustiante porque es concreto. ¿O usted se angustiacuando moldea la arcilla? No, nunca. Entonces,cuénteme, ¿qué siente en ese momento? Unafelicidad inmensa como si estuviera en el paraíso.Ah, pobres nosotros los científicos que trabajamostodo el tiempo con conceptos. En mi niñez yo estudiémúsica. Luego ella me llevó a las matemáticas. Lasmatemáticas a la lógica. La lógica a la filosofía. Y lafilosofía a la biología. Ya con estos años que llevoencima me queda muy difícil regresar. ¿Tocaba ustedalgún instrumento? Sí, el clave bien temperado y creoque no lo hacía tan mal. Y, ¿qué pasó? ¿Por qué nocontinuó? Una noche que ensayaba en casa de unosamigos, un cantante aficionado dijo que él preferíalas voces castradas a las naturales. Su mujer, queestaba conversando con la mía lo observó, yenseguida un silencio atronador reinó en la sala. A lasalida, cuando tomamos el auto, mi mujer mecomentó: pienso que ese señor tiene más problemasde la garganta hacia abajo que hacia arriba. Desdeaquella ocasión no he vuelto a tocar el clave bientemperado.

Lina estaba emocionada con las historias de Maroty no le preocupaba que Simbad empezara a darmuestras de cansancio y que en señal de protestame diera puntapiés por debajo de la mesa. Parecíaque se hubiera olvidado que la cita era ante todo paraSimbad. Pero yo ya conocía esta situación. Cuandose estaba frente a Marot era como estar frente a unobjeto inmantado y ahí no había nada que hacer.Marot habló de nuevo.

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El aire, el sol, el viento -mi querida Lina- pertenecenal cielo; esas cosas, yo las amo. El polvo, el lodo y lasangre pertenecen a la tierra. Estas cosas no lasamo. Y abrazándola nos invitó a que pasáramos almuseo.

El museo lo componían el laboratorio de cienciasnaturales, el laboratorio de biología humana, las salasde disección, la morgue y una buena parte de lasección Libros de Referencia. Marot iba adelante conun manojo de llaves y con la otra mano guiaba aSimbad, que iba radiante. Llegamos al piso de loslaboratorios. Había en total cuatro puertas grises consus respectivos rótulos y estaban cerradas. Unapolicía-mujer de seguridad que caminaba por elpasillo con las manos atrás fingía pasardesapercibida. En cada puerta había un rótulo quedecía:

«Prohibida la entrada a particulares».

En las puertas del laboratorio de biología humana,las salas de disección y la morgue, además del rótuloanterior había otro que decía:

«Prohibida la entrada salvo autorización deldirector y de los directores de investigación».

Marot se paró frente a las cuatro puertas y sin soltara Simbad de la mano, le preguntó: ¿A dónde quieresentrar? Emocionado, el niño leyó los cuatro rótulos, ypreguntó: ¿Qué es la morgue? Es la casa de los queno están, respondió Marot, y Simbad entonces señalócon el dedo índice el laboratorio de ciencias naturales.

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Bravo, Simbad, eres muy inteligente. Y entramos:adentro, el laboratorio se dividía en tres grandessecciones: la sección vegetal, la sección animal y lasección mineral. Cuando nos detuvimos en la sección«Animales» porque Simbad se empecinó en entrarallí, Marot explicó con un poco de ironía que al capítulodel homo sapiens se le había construído un pabellónespecial por orden directa del Ministerio de Salud.

Entramos a la sección de animales dondetrabajaban por separado tres jovencitas rapadas queapenas vieron al maestro corrieron hacia él y sepusieron a sus órdenes. Una de ellas era la que mehabía servido de guía cuando pisé por primera vez elInstituto. Debo decir que era una mujerextraordinariamente bella y su calvicie, que le brillabacomo si llevara una dorada aureola en la cabeza, lahacía ver aún más hermosa. Marot la escogió paraque nos ayudara en el recorrido y la joven se puso uncasco de ingeniero y pidió que la siguiéramos.Simbad iba al lado de Marot y hablaba con tantapropiedad de los animales que no parecía hijonuestro sino otro miembro rapado del Instituto. Losprotozoarios son animales unicelulares, poseenflagelos y falsos filamentos; son seudópodos; paraobservarlos es necesario un microscopio, yadelantándose a la guía tomó uno y continuó sucátedra. Se los puede encontrar en el planctonmarino, en la sangre y en la piel de los animales; sutalla no sobrepasa algunos milímetros. Luegopasamos a la sección de los metasaurios, y Simbad,poniendo cara de científico, volvió al ataquedesplazando a la joven rapada que miraba consorpresa a su maestro. Entre los metazoaurios

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podemos encontrar las esponjas, las madréporas,los corales, las gorgonias, las medusas y lasanémonas; son especies que viven en el mar dedonde todos venimos; las esponjas se presentan enforma de pólipos y poseen una bolsa fijada a una basemarina; además tienen dos cavidades: la cavidadinterior comunica con la exterior a través de un orificio;poseen también un hueco de evacuación como loshumanos; viven en el fondo del mar, no se muevenmucho, y debido a su forma y a que se contractan yse dilatan, los científicos del siglo antepasado losconfundían con vegetales. Hay esponjas que poseenhasta un metro de diámetro.

Maravillado por la sabiduría que Simbaddesplegaba, Marot me insinuó que deberíamosnombrarlo auxiliar de investigación y haciendo uncomentario sobre el futuro de la humanidad dijo queél moriría tranquilo si alguien le garantizaba porescrito que el porvenir de este planeta iba a estar enmanos de los niños y de las mujeres. No sé, es muydifícil preveerlo pues ellos también estánamenazados de muerte y hay países enteros que losusan de carne de cañón en sus guerras y los tratancomo animales de carga. A Simbad no le importaronnuestros comentarios y cuando vió un pulpo que semovía en un estanque tiró de la mano a Marot, y dijo:pertenecen a la familia de los moluscos junto con elcaracol, la liebre de mar, el argonauta, el calamar y elcaballito de mar; son muy sensibles y con sustentáculos viven haciendo figuras geométricas en elagua. Como mi mamá. ¿Te gustan? ¡Me fascinan!Marot metió un cucharón en el estanque, capturó unpulpo recién nacido, lo metió en una bolsa de agua, y

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se lo regaló. Cuando crezca lo puedes devolver alInstituto. Si yo no estoy, lo puedes donar al acuariode la ciudad.

A mí me sorprendió esta última frase de Marot.¿Por qué de pronto lanzaba una frase escéptica,pesimista? ¿Acaso pensaba renunciar al Instituto?¿Jubilarse? ¿O tenía la idea que lo iban a renunciar?«Si yo no estoy», ¿significaba dejar de ocupar unlugar en el Instituto? O, ¿significaba algo másprofundo como dejar de ser, de existir? ¿Era «méritosa su hoja de vida»? ¿ Pasar del estado visible alinvisible?.

El lenguaje de las palabras contiene, como losseres humanos, muchas ambiguedades. A veces, esoscuro y engañoso; por eso son necesarios lospoetas, para que lo saquen del charco negro de lavida y le devuelvan su brillo y su transparencia.

Simbad tomó la bolsa del pulpo y poniéndola a laluz del día, continuó: tienen los sexos separados; elacoplamiento, como en los humanos, es diferenciado;el macho y la hembra se entrelazan entre sí, seacarician, se besan y luego aquel saca uno de losbrazos que en el momento del chingui-chingui se haconvertido en pipí y deposita en el huequito de lahembra los espermatozoides. Es algo parecido a loque hacen los adultos. En cambio, entre los caracoleslas cosas son diferentes, pues ellos sonhermafroditas: una sola glándula produce losespermatozoides y los óvulos que alcanzan porseparado el huequito; luego se pican mutuamenteayudándose de un pequeño dardo calcáreo; losesperamatozoides pasan de un individuo a otro,fecundan los óvulos que son puestos en la tierra

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húmeda y al cabo de tres semanas los huevosrevientan y nacen los caracoles.

La joven rapada, celosa con la elocuencia quedesplegaba Simbad, se paró frente al acuario dondedanzaba el pulpo gigante y empezó a explicar sufuncionamiento digestivo; todos la observamos peronadie, salvo yo, le puso atención, pues Marot estabaocupado hablando con Simbad, Lina me teníaagarrado del brazo, y yo, para liberarme de ella,soñaba que era el pulpo que nadaba en el acuario yque con mis tentáculos aprisionaba a la joven rapada,poseyéndola bajo la mirada catoblépica de Lina.

Simbad pasó al capítulo de los arácnidos ydeteniéndose en un escorpión continuó suconferencia. Es en la cola donde guardan el veneno;viven en los países tropicales pero curiosamente,como ciertos especímenes humanos, siempre huyendel calor y de la luz; se los encuentra debajo de laspiedras, en los terrenos húmedos, en los desiertos, yen las casas de los hombres; cuando capturan unapresa la estrangulan con sus tenazas y luego con lacola le inyectan el veneno; son muy peligrosos ytraicioneros; como los hombres.

Lina que no había abierto la boca, comentó queen Marruecos hay gallinas que comen escorpiones.Esto es prueba de que no siempre el más fuerte ycruel es el más poderoso. Un ejército de pulgas puedeacabar con la buena salud de un chacal y un inofensivogusano puede dejar sorda a una hiena. La naturalezaes tan terriblemente compleja y sorprendente que aúnse necesitan varios siglos para que el hombre lapueda juzgar y comprender.

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Simbad que no era amigo de los juicios de valorpasó a un capítulo que para él era fascinante: elmundo de los paleópteros, las termitas y losoligonópteros, y deteniéndose en la colección demariposas desecadas que estaban expuestas en unestuche de cristal, se puso a jugar con Marot a verquién conocía más variedades en un mano a manoque si yo no intercedo todavía estaríamos contandomariposas:

Parnassius Apollo, decía Marot.Lysandra Bellargus, replicaba Simbad.Apatura Iris - Papilio Machaon.Thaïs polyxena - Abraxas GrossulariataGeometra papillonaria - Vanessa Atalanta.Jaspidea Celsia - Geometra Papillonaria.Satyrus Dryas - Zygaena Fipipendulae.Heodes virgaureae - Graellsia Isabellae.Euchloe Cardamines - Colias Croceus.Pieris Brassicae - Argynnis paphia.Erebia aethips - Masculinea Arion.Acherontia atropos - Catocala fraxini.Macroglossa bombyliformis - Callimorpha

Quadripunctuaria.Lasiocampa quecus - Acherontia Atropus.Abraxas grossulariata - Arctia Caja.Tiphaena fimbria - Dicranura Vinula.Ourapteryx Sambucaria.

Del reino de las mariposas pasábamos al de lospájaros que tanto impresionaban a Marot. Despuésde veinticinco siglos de historia occidental siguesiendo sorprendente esa cualidad que tienen estos

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animalitos y que el hombre por más esfuerzos queha hecho, aún no ha logrado igualar. Usted sabe Baal,en la era de la ciber-informática todavía los avionesse caen. Los pájaros son enviados de Dios ypertenecen al cielo. Por eso Lina, yo los amo. Asísea una majestuosa ave de rapiña o un vulgar yordinario carroñero. ¿Usted ha visto cómo losgallinazos planean antes de acercarse a lainmundicia? Todo el mundo los odia pero muy pocossaben el gran trabajo ecológico que realizan parapreservar el medio ambiente. Los hombres tambiénson pájaros. Sus alas son la imaginación de la queya tuvimos oportunidad de hablar. Si no vuelan es porel peso de la carne que los tiene prisioneros. Lina,¿le gustan los pájaros? Depende del pájaro.

Marot se acercó a la jaula donde había variosperiquitos australianos, sacó uno y se lo dio al niño.Cuídalo mucho, cuando esté grande y le crezcan lasalas. lánzalo a volar. A lo mejor yo para ese tiempo yano estaré vivo.

Llegamos al centro del laboratorio, donde ungigante reptil nos esperaba con su boca semiabierta:el tiranosaurios rex. Al otro lado empezaba el capítulode los mamíferos con algunos animales domésticoscomo el gato, el caballo, la vaca y algunos animalesde la selva como el tigre, el león, el rinoceronte y lapantera. Simbad contempló el animal que había sidoreconstruído pieza por pieza como un perfectorompecabezas y un escalofrío recorrió su cuerpo. Ensu corta vida siempre había deseado enfrentarse auna experiencia como ésta (así él mismo no creyeraque el dinosaurio que ahora tenía frente a sus ojosno era el real sino el imaginado por el hombre), pero

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nunca creyó que esta imagen se le presentara así degolpe, y él, con aquel amor infinito que tenía por losanimales pudiera tocarlo, acariciarlo y medirlo conlas palmas de sus manos. Mide ciento cuarentapalmas de mi mano derecha, o sea según miscálculos matemáticos unos catorce metros de largo.Y lo observaba con detenimiento por todos los ladoscomo cuando un científico trata de corrobar con elobjeto los datos abstractos que tiene en el cerebro.Luego sacó del maletín una bestia igualita a la quenos miraba con ansiedad, pero era de plástico yestaba hecha a una escala milimétrica. Empezó aponer su colección de jurásicos de plástico en filaindia entre el mastodonte y nosotros creando así unacuriosa relación de escala en el tiempo y en elespacio. Detrás del tiranosaurius rex colocó eltriceraptor de tres cuernos, luego puso el velociraptorque tiene una filuda garra en sus patas y puederecorrer hasta doscientos cincuenta kilómetros porhora, después colocó a la joven rapada diciendo queella era el puente de transición entre la era tirásica yla jurásica, después de la joven iba un broncosaurio;entre la era jurásica y la cretásica colocó a Lina, quetuvo que compartir su podio con un un protoceraptor;y entre la etapa cretásica y el mamuth nos colocó aMarot y a mí.

¿Qué quería decirnos Simbad con toda estadisposición del espacio? ¿Qué significaba para élesta nueva escala de la evolución humana que vistadesde el cielo raso del laboratorio tenía la forma deuna rayuela? Lo cierto fue que así como construyó suparticular rompecabezas de las especies, asimismolo deshizo cuando se olvidó de sus muñecos y saltó

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a donde estaba la tortuga, el lince y nuestro primohermano, el mamuth. De ahí nos condujo hasta dondeestaban una cantidad de gatos Angora reciénnacidos. Marot, que seguía emocionado con Simbad,comentó que el laboratorio tenía un grave problemacon los gatos, pues cada tres meses se reproducíancomo ratas y a veces había tantos que era necesariosacrificarlos en masa. Al principio propicié unacampaña gatológica que consistía en donar gatos alas queseras de la ciudad y a las viudas reposadas;pero usted sabe Baal en qué termina el humanismoen estos tiempos donde todo el mundo lo único quequiere comer es hamburguesa de carne de caballo.

Una fábrica de salchichas nos dijo que aceptabanlas cantidades que quisiéramos donar y a cambiode ésto ellos hacían una campaña ecológica y dedefensa de los animales. Entonces me opuserotundamente (mi proyecto en favor de los gatos,como usted lo puede, ver fracasó) y preferí -para noparecerme a ese señor de bigotico que empezópintando y luego inventó los hornos crematorios quehoy se están estrenando en Kosovo- dejar que losgatos se murieran de viejos y después, como hacíanlos egipcios, enterrarlos en un cementerio con todoslos honores. Sigo siendo del criterio de los egipciosque el gato es un animal sagrado. Lo que pasa esque el perro, que es sumiso y estúpido por naturaleza(de ahí que lo tengan que amaestrar y llevarlo a laescuela), le ha hecho al gato muy mala propaganda.¿Usted sabe cómo llamaban los egipcios a loscementerios sagrados de los gatos? Bubastis. Poresto me opuse con firmeza a la propuesta de losfabricantes de salchichas, así mis manos -como dice

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mi mujer-, mis vestidos y mi alma huelan hoy a gato.Esta vez Simbad había escuchado a Marot con

atención y acercándose a la jaula, le preguntó:¿Puedo llevarme uno a casa? ¡Claro! Escoge el quemás te guste. Y el niño se acercó y escogió un bebéde cabeza puntiaguda, de pelo gris cenizo y cola enforma de S. ¿Cómo lo vas a llamar? Bubastis, comolos egipcios, y cuando se muera de viejo le aseguroque lo entierro en un jardín de tulipanes. Sólo unconsejo, Simbad: como ya tienes tres especiesdistintas en tu casa, te sugiero que por favor no lasvayas a mezclar. El gato puede jugar con el pájaro yel pájaro con el pulpo pero no vayas a cometer elcrimen de mezclarlos como ha hecho el hombre conla naturaleza. Es mejor que vivan juntos pero norevueltos. Si no, se rompe el eco-sistema. Si tienesalgún problema con el gato -aunque sé que es unaespecie noble, discreta y sensible-, pasa no más porel Instituto, aunque no te aseguro si yo estaré paraesa época.

Después de la jaula de los gatos, vino la de lostigres, los leones y las panteras. Mientras Simbadacariciaba a Bubastis, miré a la joven rapada ycuando soñé que yo era aquel león corajudo ygeneroso que estaba en la jaula y que de un salto ledestrozaba la piel, la mirada catoblépica de Lina meparalizó y mi bello sueño, como la vez anterior, nopudo realizarse.

Llegamos a la sección de los primates. Allí vimosal papión de la india que nos miraba con odio comoreclamando ante la humanidad por el estado depostración a que lo habían sometido, a un par dechimpancés que jugaban como enanos y a un gorila

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que estaba armado de un mazo.El animal más evolucionado intelectualmente,

rezaba un letrero que colgaba de su jaula.Después del gorila todos pensábamos que seguía

el capítulo del homo sapiens, pero un gran rótulo queestaba en una puerta sellada nos indicaba quehabíamos llegado al final de nuestro itinerario.¡PELIGRO! , decía en letras rojas, ¡PROHIBIDA LAENTRADA!

Regreamos a buscar la puerta de la salida. Lina ySimbad iban atareados con el pulpo, el gato y elpájaro. Antes de que nos despidiéramos yo meseparé del grupo y acercándome a Marot, le dije.Necesito urgentemente hablar con usted. Yo también,pero ahora es imposible. ¿Se trata de la cuestión dela imagen? Sí. ¿Es grave? No sé, pero es necesarioque hablermos. Lo mío, en cambio, Baal, sí es gravepero ahora no podemos hacer nada. Venga mañanatemprano sin animales y hablamos.

Y me quedé muy preocupado.Al regreso a casa, Simbad organizó a Bubastis,

al pulpo y al pájaro en sus respectivos nichos y sepuso a ver televisión. Lina, que había quedadoimpresionada por la figura de Marot comentó que ibaa regalarle una escultura apenas terminara la serie.Yo, angustiado por la imagen y por las palabras deéste, bajé al sótano y encontré el lío de ropa que ahorasoltaba un humor a grasa humana horrible, como demuerto. Volví a subir al piso. Simbad veía unprograma de unos hombres que eran conducidosdesnudos a unos cepos en plena selva colombiana.¡Cambia por favor de canal, que ese bombardeo deimágenes nos va a matar! Y Simbad puso a los

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Simpson. ¿Te gustan, papá? Es preferible. Papá,eres igualito a Homero Simpson.

Aquella noche no pude dormir. Lina intentó comoen otras ocasiones hacerme el amor pero comoseguía angustiado me volteé y le dí la espalda comoun marido cansado.

Al día siguiente desayuné, tomé los libros que ledebía a Marot y salí directo al Instituto. El ya estabaesperándome en su oficina. Le entregué los libros yquise inmediatamente pasar al grano pero Marot, conla paciencia que se gastan los sabios, se puso acontarme la historia del hombre que siempre leía elmismo libro. Cada uno de nosotros tiene un indexpersonal, dijo. Yo le conté la historia del bibliófagoque había perdido la biblioteca más grande delmundo y esto, en vez de calmarlo, lo excitó aún más.¡Marot!, le grité, ¡tenemos asuntos muy importantespor hablar! Y él reprobó en el acto. ¿Acaso los librosno son importantes? ¿O usted piensa, como elhombre contemporáneo, que los libros son inútiles?El mundo seguirá jodiédose si se sigue pensandoque los negocios no tienen nada que ver con los libros.¿Usted no sabe que los affaires, desde que existen,se han confiado a los libros? Las cuentas de loscomerciantes y de los ricos siempre se consignaronen grandes libros. Las ideas y descubrimientos sehan escrito en grandes volúmenes. Por eso usted,Baal, en el momento más delicado de nuestrarelación, se aparece a mi oficina con libros. En elinstante en que usted y yo tenemos un enigma porresolver (el anagrama de enigma es imagen), ustedacude justamente a los libros para ayudarse. Así ustedno sea consciente de eso.

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Para mí los libros son luces de un faro que guía,por esto nunca estaré de acuerdo con esapropaganda infame de desprestigio que hoy leshacen los comunicadores y showwomen de latelevisión. Nunca antes, mi estimado Baal, se habíanpotenciado tanto los libros y con ellos la escrituracomo en estos tiempos. Ahora no sólo puedescontentarte con leerlos o escribirlos sino que lospuedes ver en las pantallas, ampliarlos, reducirlos,enviarlos por Internet, skanearlos, cargarlos enpequeños discos y hasta escuchar su voz. Losverdaderos libros se escriben con el espíritu. ¡Claro,mi querido Baal! Usted y yo tenemos entre manos unaffaire por resolver, y por esa razón debemos acudira los libros como lo hicieron los antiguos. Antes deque usted me cuente su enigma o su imagen, comolo quiera llamar, y yo le cuente la mía -aunque en micaso es mejor que hablemos de desgracia humana-, tenemos que hablar de los libros, que es su savianatural. No sólo porque natura exige, sino porqueusted lo necesita para elaborar el informe.

A propósito, ¿cómo era la historia del bibliófago?Era alguien que tenía como vicio mayor coleccionar

libros y mujeres. Cuando éstas lo dejaban se llevabanen venganza su bilioteca. Ellas decían que lo hacíanporque si habían perdido su cuerpo por lo menos sequedaban con su espíritu. Algunas, en su larga ydolorosa soledad, los leían y al final llegaban acomprender la razón de su ruptura. El, como era unbibliófago empedernido, volvía a aprovisionarse delibros y asimismo los perdía. A lo largo de su vidaperdió tantos libros como mujeres, y en un momentollegó a tener una biblioteca tan grande como la de

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Alejandría.Es todo lo contrario a la historia del hombre que

leía el mismo libro. El libro de la vida. Sí, perodedicarse a la lectura de un sólo libro puede serpeligroso. Mire usted no más a la gente que sólo leePlay boy, la Biblia o el Corán. Hasta dónde ha llegadosu fanatismo fundamentalista. Por eso ya le decía,Baal, cada persona debe hacer su index personal.¿Sabe usted, Baal, cuál es su index? No, aún no losé. ¿Sabe Marot que cuando era niño mi padre medecía que para ser hombre tenía que sembrar un árbol,escribir un libro y tener un hijo? ¿Es esta la mismaidea del libro de la vida? Sí, lo que pasa es que ahorahay hombres que en vez de sembrar un árbol, escribirun libro y tener un hijo prefieren cortar un árbol, quemarun libro y matar un niño. Su padre tenía razón. La bellaidea romántica de hacer el libro de la vida -a pesarde este mundo tan fragmentado- creo que siguesiendo válida. Por supuesto, no será un libro comolos de antes, será algo disperso, lleno de heridas, desangre, lodo y mixturas yuxtapuestas. Como la vida.Esta es la idea, mi estimado Baal, a la que yo queríaque llegáramos. Si se quiere, el informe que usteddebe presentar ante los hombres invisibles es el librode la vida, que en última instancia es el real, loverdadero; los demás son falsos. Ahora bien, ¿cómolo escribe? ¿Cómo lo construye? Este es uno denuestros asuntos importantes que tenemos queresolver y pertenece al estilo; al dominio del Arte dela Escritura que es uno de mis fuertes favoritos apesar de que mis detractores digan todo locontrario…

El estilo, dijo alguien, es el hombre. Yo agregaría

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algo más: el estilo es la sangre, y si se quiere, lastripas. Por esto mi estimado Baal, entiendo suangustia aunque ésta, por naturaleza, es irracional eininteligible. Usted, por revolver un problemaeconómico se metió aún en uno más grande ycomplejo. Pero bien; ahora que le toca danzar con lamás fea del barrio -como dicen en su ciudad natal-ya no puede retroceder. ¡Ni siquiera los científicoshan entendido el problema del estilo en la escritura!¿Sabía usted, por ejemplo, que aparte de Galileo,Da Vinci y Einstein, la mayoría de científicos escribecon los pies? ¡ Y ni para qué hablar de losacadémicos y zafios profesores universitarios!¡Como siempre leen de prestado y quieren estarcambiando cada año de moda intelectual, maltratanel lenguaje sin ninguna consideración, creandoverdaderos batiburrillos altisonantes que no tienencabida en ninguna lengua ni en ninguna cultura! EnParís, durante mi exilio intelectual, conocí a unprofesor de filosofía que hablaba de la necesidad desobredimensionar, sabiendo que esa palabrapertenece a la lengua alemana y no al español, y aotro de lingüística, que cuando uno le preguntaba porsu mujer le contestaba que ella era el paradigma delamor. ¡Qué ridículos! El primero, claro, estaba casadocon una alemana y al segundo lo dejó la mujer por unbailarín de tango! Encadenados como siempre hanestado a la concepción binaria del mundo justificansus exabruptos linguísticos diciendo que a ellos lesinteresa el contenido sin comprender que la formadel tejido con la que está hecha la escritura es la piely el alma del texto. Hay que darle expresión a lascosas desde su sentido. En la escritura, la sencillez

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en el lenguaje es significado de genialidad y maestría.El arte de la escritura se ha dividido en dos grandesmovimientos: el movimiento hacia la acumulaciónque se conoce con el nombre de barroco, y elmovimiento hacia la síntesis; el arte metafórico queproduce paradigmas y el arte metonímico queproduce desplazamientos. Sólo los grandes genioshan sabido combinar estas dos tendencias.

Baal, escribe con sencillez, así sean las cosas másterribles de los hombres, deja a un lado el snobismoy las falsas pretensiones, escribe lo que puedas, nolo que debas, no impostes nada, el ritmo de laescritura lo determina el corazón; escribe sólo lo quete salga de tu interior; acuérdate, el estilo es la sangrey las tripas; escribe con naturalidad y deja salir todoese torrente de sangre y lodo que es la escritura.Como dijo Borges, que murió ciego, la escritura esun placer no compartido. Así que escribe. Al fín decuentas, te condenarán por lo que has escrito y porlo que has dejado de escribir.

Marot cayó. Estaba agitado. Cuando terminó sentísu respiración entrecortada. Un silencio largo ysostenido como la nota grave de un violonchelo seextendió entre los dos; entonces yo lo rompí y violandola regla que habíamos acordado, le pregunté:!Maestro! !Cuénteme!, ¡¿qué le pasa?!

Muy bien, Baal, se lo voy a decir porque es debermío dejar todos los asuntos arreglados, pero comomaestro suyo tengo que escucharlo antes y aún ustedno me ha contado su experiencia iconográfica. Eldeber mío es escuchar al discípulo. Y poniéndose enuna actitud receptiva esperó a que yo le contara,según sus palabras, mi «experiencia iconográfica».

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Y empecé a contar. Estaba acostado con mi mujercuando un polvillo de oro empezó a caer del cieloraso envolviéndonos bajo una crisálida. Cubiertosbajo aquel manto fino y transparente, Lina y yosonreímos, y terminamos haciendo el amor. Sólo fueen aquel intervalo de tiempo que queda entre la cópulay la vigilia que vi la imagen de dos niñoscontemplando desde la colina de San Antonio de Cali,el paisaje del Valle del Cauca. En medio del valle seabría un camino por donde iba Pedro, mi hermano,con su vestido de primera comunión y sus mocasines,como yo, pero sus zapatos los tenía embarrados.

Marot observó que yo miraba todo el tiempo lacontra-solapa de un libro y me preguntó por qué leíaen ese momento. Tuve que escribir la imagen sinose hubiera olvidado en mi memoria. Y quedándoseun buen tiempo en silencio, dijo: es una imagenterriblemente hermosa, la imagen del doblecomplementario, pero absolutamente necesaria parala existencia humana. Baal, debes viajar cuanto antesy encontrar la otra parte, aunque la imagen quesoñaste no dé muchos detalles; el niño de losmocasines de barro puede ser el otro yo y ahora debeser un hombre lleno de conflictos como tú. O puedeestar muerto. Cuando hablo de «viaje» tómalo comouna metáfora, pues tú sabes que ahora se puedeviajar quedándose en casa, navegando por Interneto viendo el fabuloso programa «Discovery», que telo recomiendo. La vida, como bien lo hascomprendido, es un viaje, y la muerte es sólo unaescala dentro de ese gran periplo al que todos hemosapostado.

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Baal, lo importante es que no te detengas y puedasencontrar al otro para llenar el vacío que nosatormenta a cada instante y así poder darle vida a laforma.

Piensa que los hombres invisibles por quererhacerte un daño te hicieron un favor al enviarte a estaciudad blanca y aséptica donde a nadie le gusta quelo toquen y la gente, como si estuviera loca, hablasola en las calles. Dios escribió sobre el universo consignos geométricos, decía nuestro amigo Bruno. Sólodescubriendo el lado oscuro de las cosas es quepodemos conocer el mundo. Yo sé, Baal, que la tareano es fácil; es algo de gran envergadura, pero sólo lodifícil, como decía el señor de Trocadero, esestimulante. En todo caso debes esperar a que yo tede la señal. No se viaja cuando se quiere sino cuandose tiene el viento a su favor. Así que debes esperarmi seña y de todas maneras apurarnos. ¿Por qué?,pregunté preocupado. Te lo voy a decir sin ambages:porque me tienen que hacer una operación a corazónabierto.

Y casi me desmayo. ¿Cómo así? Hace quince díasfuí al médico, y luego de analizar los exámenes medijo que una válvula del corazón marchaba mal.Entonces tomé el auto y conduje a ciento ochentakilómetros por hora. Cuando llegué y le conté a miesposa lo que había dicho el médico había olvidadocolocarme el cinturón de seguridad. Casi me mato.Aquella noche tuve el primer sueño: yo estabaacostado sobre un desierto de nieve y unos hombrescon unas hachas de obsidiana llegaban y me sacabanel corazón. Sé que esto mismo hacían los aztecascon los prisioneros de guerra a quienes les sacaban

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el corazón para ofrecerlo a los dioses. Esto mismoharán conmigo dentro de poco, pensé en el sueño.Al amanecer, mi esposa me consoló y sólo fue al díasiguiente que pude empezar a digerir la imagen. Baal,lo que más me preocupa de todo esto es que voy aquedar desconectado del mundo dependiendo deuna máquina. ¿Qué pasará con mi memoria? ¿Quésucederá con mi imaginación? Presiento que mequedaré sin imaginación por un buen tiempo.Maestro, hay que confiar en la ciencia. No, hay queconfiar en la naturaleza. La ciencia a veces seequivoca y creo que mi cuerpo, que aún tienememoria, resistirá el embate. El único problema esque si me salvo, al día siguiente de la operación seréotro. Como tú. Sí, como tú y toda la especie humana.

Baal, no te preocupes, de todas maneras yo teayudaré a que le pongas punto final al informe. Loúnico que debes hacer es tener paciencia y esperara que te de la señal.Te dejaré una agenda de trabajopara que avances. Si los hombres invisibles secomunican contigo no les cuentes nada. Ellos notienen por qué conocer mis muertes. No les cuentes.Mira lo curiosa que es la vida. Ahora no sólo eres túel pasajero que viaja en busca de la imagen. Ahorayo también viajo. Ojalá no sea hacia la muerte. Yambos tocamos madera en un asiento de plástico.

¿Sabes Baal que a pesar de que la vida es terribleme da miedo morir? La muerte es terrible pero haycosas peores en la vida. Me da miedo porque no sénada de ella y hay tanatólogos que afirman que es lanada; hay otros que dicen que es un paradigma. Elparadigma de la nada. Los únicos que deben estarcontentos con la noticia son los colegas del Instituto.

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¡Tú no te imaginas cómo es este ambiente! ¡Debenestar de fiesta! ¡Si toda la vida quisieron estirparmeel cerebro ahora van a estar felices porque me van asacar el corazón! ¡Si toda la vida explotaron como aun negro mi cerebro, ahora yo, como Jesús lesofrezco mi noble órgano en contraprestación! ¡SoyJesucristo que se sacrifica y ofrece su sagradocorazón a la humanidad!

Baal, ellos lucharán y no descansarán hasta quemuera porque con ello justifican su mediocridad ylos crímenes que han cometido en el Instituto.Crímenes simbólicos, por supuesto. Pero no moriréporque a pesar del desprestigio de la naturaleza, yoconfío en ella. Hagamos, pues, la experiencia. Cadauno de nosotros debe partir, debe salir de sí mismopara encontrar al otro. Nadie tiene la verdad en lamano. La verdad no existe. Yo tengo la mía, tú tienesla tuya. Vivimos en el mundo contingente. De prontomi verdad te puede servir para encontrar lo quebuscas y la tuya me puede servir para que yo notermine como un ratón blanco en la sala deoperaciones. Sólo viviendo la experienciafenomenológica sabemos cuándo lo invisible serevela.

Marot estaba completamente extenuado y sudabafrío. Yo no sabía qué decir ni qué pensar. Entoncessacando fuerzas de donde no tenía me dictó laagenda de trabajo. No sé cuándo me internarán. Detodas maneras, vendré a las sesiones hasta quepueda. Cuando no, un discípulo de último año mereemplazará. En la próxima sesión tendremos unapequeña reunión con otros discípulos, porque vamosa celebrar el fín de un ciclo. Ojalá para ese día no me

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hayan internado y pueda beber una cerveza contigo.Cuando me metan al quirófano continúa tu trabajonormalmente como si yo estuviera vivo. Como si yoexistiera. Con este carné puedes entrar a la bibliotecay a la morgue sin problemas. Si hablas con loshombres invisibles no les cuentes nada. Sé tú mismo.Procura no confundirte ni hablar con nadie. No teangusties, ten paciencia y espérame, que cuando merecupere yo te daré la señal de tu partida.

Y nos despedimos.En la próxima sesión Marot estaba sentado

alrededor de una mesa compartiendo con variosdiscípulos.Tenía un aire ligeramente feliz y al verlo meemocioné porque aún no le habían rajado el pecho ysacado el corazón. El mesero vino con una docenade cervezas «Baal» y las puso en la mesa. Marotsacó una tarjeta de plástico, y pagó. ¡Qué curioso!Nunca pensé que tuvieras nombre de cerveza, medijo; y los discípulos que estaban a su alrededorfestejaron el chiste. ¿Sabías que «cerveza» en francésquiere decir «ataúd» ?. Y recordó la historia delsepulturero que bebía alcohol para quitarse el olor amuerto hasta que un día el olor a muerto le quitó elolor a cerveza. Baal es un sarcófago para llamarfantasmas. Entre los discípulos que estabámossentados a su alrededor, además de la joven rapada,objeto de mis fantasías sexuales (que llevaba unaBiblia debajo del brazo porque estaba haciendo unainvestigación sobre Dios), se encontraba un hombrede rostro taciturno y piel lampiña que trabajaba entransmutación de almas, una joven hermosa de cuellode flamenco que hacía un estudio etológico sobre laspatologías síquicas de los líderes mundiales, un

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japonés que no se cansaba de hablar de la próximaguerra (la información la llevaba guardada en uncomputador del tamaño de una caja de fósforos), otrajoven misteriosa, excesivamente delgada, que todoel tiempo hablaba de extraños relatos y extrañaslecturas, y un hombre rapado como mi alucinanteobjeto sexual, que intentaba construír una teoríavoyerista alrededor de las películas de Hitchcook.

Marot bebía despacio, con desgano, y entre pausay pausa lanzaba sus frases rutilantes a las que yo mehabía acostumbrado, y que por lo generalconcentraban una lujosa imagen como sólo lo sabenhacer los poetas. Y aunque no sabía si él lo era (losmejores bardos son los que se precipitan por losprofundos agujeros de las cajas de los ascensores),podía asegurar que alguna vez en su vida habíaacometido uno o dos poemas. Pero no más.

Recién ahora, después de haber pasado con élcerca de un año, caía en la cuenta de que no loconocía, que sabía muy pocas cosas de él, de susorígenes, de su historia pasada y reciente, y al pensarque los dos íbamos muy pronto a pasar por unaprueba difícil, esta ignorancia que tenía sobre suexistencia me angustiaba aún más. Su estatuto demaestro me impedía entablar una relaciónconfidencial con él; estatuto que por una parte megustaba darle, pues me garantizaba ciertodistanciamiento que hacía de nuestro vínculo algofructífero y duradero; de otra parte, pensaba que sien un momento le llegara a hacer una pregunta sobresu vida personal esto podría enfríar nuestrasrelaciones y yo aparecería como un impertinente oun espía. Por rumores de pasillo sabía que Marot

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había sido jesuíta (de la secta del Collège Saint-Louisde France), había estudiado en los mejoresmonasterios de América, Europa y Asia, había viajadomucho, había tenido problemas con el Instituto por eldelito de pensar, hablaba y escribía nueve lenguas yera casado con una hermosa oriental que habíaconocido en uno de su viajes.

Aquella noche Marot habló de la sensibilidad ylanzó algunas frases célebres que todos festejamos,quizás como una manera de olvidar el holocausto quese avecinaba y que ni él, en su angustiante vida decientífico, ni yo como discípulo, ni nadie, habíamossospechado. En aquella velada hablamos un pocode todo y al mismo tiempo de nada porque los dossabíamos que debajo de la mesa donde departíamoscorría un río oscuro y profundo que amenazaba condevorarnos.

En la próxima sesión Marot no llegó. El jovenrapado que vino a reemplazarlo informó que lo habíaninternado en un hospital de la ciudad y si las cosassalían bien podíamos ir a visitarlo después de tresdías en el paraninfo del Instituto. El joven comenzó aexplicar su teoría voyerista pero yo no le puse atenciónporque mi espíritu estaba en otra parte. ¿Por qué lotraen al paraninfo? ¿Será que él pidió esto o es unadecisión de la dirección? ¿Será que SeguridadSocial no tiene dinero para costearle una clínicaprivada? ¿Será que lo traen aquí por razones deseguridad? ¿Será que se salvará? ¿Será que lequedará tiempo para darme la señal?

Yo, que nunca había pensado en serio a Dios yque jamás había tenido una imagen concreta de Él,me concentré con todas mis fuerzas en una energía

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superior a mí y rogué para que Marot saliera ilesodel trance. A los tres días trajeron a Marot al paraninfo.Conectado a una máquina llena de tubos, Marot estáacostado en una cama que los directivos del Institutohan dispuesto en el paraninfo. Al lado derecho hayun ramo de flores con la tarjeta de la SociedadCientífica Americana que ha llegado a última hora. Allado siniestro una mesa donde han puesto su corazónen una pequeña urna de cristal. Entre el corazón y elpecho ensangrentado de Marot está sentada unamujer oriental vestida de negro. La mujer lleva untulipán rojo en sus manos. En el dintel de la puertahay un gran ojo electrónico que vigila el menormovimiento de la sala. Es el ojo de Owen. Alrededorde la cama pasa una fila interminable de personajesque se detienen un segundo en la urna de cristal yluego marchan en silencio. Mientras avanzoreconozco en la fila a la mujer rapada, al hombretaciturno especialista en trasmutación de almas, a laetóloga, a la semióloga y al joven voyerista; atrásvienen un grupo de hombres y mujeres de cierta edad,calvos, con pelucas, vestidos con un delantal negrode hule que imagino son los colegas del Instituto. Lafila es larga y avanza con cierta celeridad porque sólohay tiempo para mirar a Marot o a su solitario corazónpor escasos tres segundos. Cuando llego frente a élse me hace un nudo en la garganta y sólo alcanzo aver la figura de un hombre conectado a una máquinacon una camisola ensangrentada que está viviendohoras extras y a su lado el corazón que parece unapelota deformada, sucia, de fútbol americano.

Marot está en otro mundo, pienso, y cuando intentobuscar la salida veo que una mujer gorda de delantal

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negro ha acercado su gruesa mano a la nariz deMarot. Grito para impedir su gesto y entonces el ojode Owen empieza a sonar su alarma y cuatrohombres de seguridad fuertemente armadosdetienen a la mujer y la sacan de la sala. Es laprofesora Baratilova, escucho que comentan losdiscípulos de Marot que vienen excitados detrás demí; ¡es la Baratilova!, siempre ha querido matar almaestro para tomarse el poder y reconciliarse consu ex- marido!, y aunque los hombres de seguridadgarantizan en un segundo la calma, los discípulos deMarot decidimos romper la fila y salir al pasillo. ¡Lointentó matar! ¡Lo iba a desconectar de la máquina!¡Vamos a hablar con el director para que la expulsen!

El hombre taciturno especialista en trasmutaciónde almas trata de controlar la situación pero esacallado por la voz de la joven rapada que no parade gritar: ¡Tú también eres otro vendido! ¡Lameculo!¡Ambidextro! ¡Siempre te gustó jugar a los dosbandos! Cuando vamos a ver al director, la secretarianos dice que está en una reunión muy importante.

Volvemos al pasillo. Nadia -que así se llama lajoven rapada- es la dirigente del grupo. Por eso meexcita más. Hay confusión. Ella mira la cara depreocupación que tengo y me dice en tono deangustia que a Marot siempre lo han querido liquidarintelectualmente. Lo que sucedió fue que ahora sesobrepasaron. En general, en el Instituto -dice- lamayoría está de acuerdo en el fín, en lo que no sehan puesto de acuerdo es en los medios. Siempre lohan querido liquidar. Los moderados piensan queMarot no pasa de la operación, los radicales apuestana que se salva y por eso mismo es necesario

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encontrar un método (y subrayó la palabra) paraliquidarlo. Lo que pasó fue que a la Baratilova se lefue la mano. Por ambiciosa y por demostrarle podera su ex-marido impotente. Baal -y usó el mismo tonode voz de Marot como si fuera un clon - usted sabeque en estos tiempos una mujer bruta es uncontrasentido. ¡Qué dirán las feministas clitoridianas! ¡Qué dirá la W.W.W.! Una mujer puede ser gorda,con la cara manchada, llena de celulitis cerebral, peronunca corta de espíritu.

Un silencio tenso flota en el ambiente. Despuésde unos segundos, le pregunto a Nadia: ¿Qué haceel ex- marido de la Baratilova? Trabaja en inteligenciaartificial pero tiene un problema.¿Cuál? No se le para.En medio de la tragedia, reímos. Nadia me haceconocer su profunda preocupación por la suerte deMarot y me pide que la ayude. ¿Qué podemos hacer?Desde mañana vigilaremos día y noche al maestroasí se oponga la dirección y toda la catervaesquizofrénica del Instituto. Haremos turnos. Almetempsicólogo no vamos a decirle nada, ese es uninfiltrado de los Baratilova, un lameculo. Pienso -todavía confundido- que además de la vigilanciadebemos descubrir qué hay detrás de todo esto.¿Por qué quieren acabar de esa manera con uncientífico? ¿Por qué lo quieren liquidiar? Debemosdenunciar esto ante la OMS.

Ah, Baal, esa investigación la inició el mismo Marothace algunos años y mire cómo la está sufriendo encarne propia. Como dice una canción de rock, críacuervos y te arrancarán los ojos. No me lo va a creer,éste es un Instituto para las ciencias que poco a pocose ha convertido en un asilo. Baal, perdóneme la

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indiscreción, ¿quién lo recomendó a usted? ¿Paraquién trabaja? Pues aquí nadie entra sinrecomendación. Los hombres invisibles, digo, yNadia, al escuchar este nombre, se coge la cabezacon sus manos y exclama por primera vez en inglés:O my God! ¡Usted ha caído en la misma trampa queMarot, como yo y tantos otros! ¡De ahora en adelanteno les vuelva a recibir un centavo así se muera dehambre! ¿Qué hago, entonces? ¡Tengo familia! ¿Dequé vivo? De nieve. En invierno aliméntese de nievey en verano de manzanas. ¡La nieve es la mejorvitamina para el cultivo del espíritu! ¿Un paisano suyodel siglo XVI no fue que dijo que la metafísica seproducía por el hambre? Entonces, coma nieve.Enseguida me doy cuenta de que Nadia estádescompuesta por la suerte de Marot y ademástocada, como la mayoría de los miembros delInstituto. Lo que dijo Nadia me preocupa y pienso queel asunto con los hombres invisibles lo resolveré enel momento oportuno y con la ayuda segura de Marot.Al fín y al cabo yo también confío profundamente enla naturaleza. Nadia -la llamo por primera vez por sunombre-, ¿cuándo empezamos los turnos? Mañanamismo. ¿Por qué no empezamos esta misma noche?Porque hoy nadie va a intentar matarlo. La rusa fuetorpe y con seguridad mañana será sancionada y nopodrá pisar las puertas del Instituto por lo menos entres meses. Después de esto pedirá año sabático. Yme pasa un horario de turnos hiper intenso.

Al día siguiente volvemos al paraninfo. Marotcontinúa acostado como si estuviera en cámaraardiente. El escenario no ha cambiado mucho. Lasflores de los científicos están un poco marchitas,

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Marot está viviendo en otro mundo, el corazón siguenadando en un líquido acuoso, la mujer oriental en suposición impasible y la interminable fila de personajesque no quieren perderse el espectáculo grotesco.

Observo con detenimiento el paraninfo y dosnuevos elementos se han añadido al escenario: enla entrada han colocado un portero que exige un carnéespecial y entre el rostro pálido del enfermo y sucorazón han puesto una pareja de matonesprofesionales que por la cara que tienen estaríandispuestos a cortarle la mano al primero que seatreva a dejar sin oxígeno al paciente. Les llaman losparrilleros.

Con Nadia hacemos el recorrido habitual mirandohacia todos los lados y observando los más mínimosmovimientos. Sabemos que tenemos un aliadoinvisible. El ojo programado de Owen. Si observamosalgo irregular la consigna es gritar y enseguida elbueno de George viene a nuestro auxilio con su aullidoesquizofrénico de cigarra tropical. Después, losmatones de seguridad se encargarán del resto. Esoes lo que suponemos.

Cuando pasamos frente a Marot, Nadia levanta lamano y saluda al maestro. Este no responde porqueestá viviendo en otro tiempo y en otro espacio. Lamujer oriental con el tulipán rojo entre sus manosparece una estatua de bronce antigua. Intentosaludarla con una venia pero ella tampoco respondeporque está metida en el mundo misterioso de sumarido. Hacemos el mismo periplo varias veces ycuando observo la puerta de entrada veo que en lacola de la fila viene la profesora Baratilova con sudelantal negro, acompañada de un hombre alto, rubio,

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de barba, que luce igualemente un mandil fuliginoso.Nadia, mira quién está en la puerta, y ella mira y sucuello delicado de flamenco se pone a temblar deira. ¡Esto es una farsa, Baal! ¡Lo van a matar! Conseguridad, los radicales ganaron y se pusieron deacuerdo en el método. ¡¿Por qué no lasuspendieron?! ¡¿Por qué no le decomisaron elcarné?! ¡Por lo menos debían haberle prohibido laentrada! ¡¿Por qué el director con cara de retardadomental se hizo el idiota y no nos recibió?! ¡ Baal, hayque vigilar de cerca a ese par de dementes porquepienso que con la presencia de ella nos quierenconfundir! ¡Es una vil coartada! ¿Quién es el hombrede barba?, pregunto. Su ex-marido, dipsómanoimpotente.

Aquel día nos quedamos vigilando el cuerpodesolado de Marot. Nadia y yo nos apostamos entreel corazón y los matones; la etóloga y el voyeristasiguen de cerca los pasos de la familia Baratilova,mientras la semióloga, especialista en extrañosrelatos y extrañas lecturas, se hace debajo del ojode Owen para que el sistema de alarma no vaya afallar en el momento preciso.

En la noche, la vigilancia es menos intensa puesen la sala ya no tenemos la presencia letal de losBaratilova, ni la fila interminable de visitantes; peroasimismo debemos estar alerta y sobre todo nodormirnos, porque ellos pueden aprovechar el menorerror nuestro y desconectar al paciente.

Con Nadia decidimos reducir el número decentinelas nocturnos para tener fuerzas para el díasiguiente. En la noche mi compañera de turno es lajoven etóloga; para no dormirnos ella me hace una

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sinopsis detallada de los posibles Tres Crucesgenéticos que existen entre los dirigentes políticosdel planeta y los animales. En el siglo pasado los másgeneralizados eran entre caballo - hombre, vaca -hombre, porcino - hombre; hoy en día los Tres Crucesmás reconocidos son entre águila - hombre, serpiente- hombre y hiena - hombre. ¿Ha habido algún cruceentre animal y mujer? Sí, ha habido muy pocos ycuriosamente en las islas. Recuerdo uno simpáticoque hubo hace unos años entre leona-dama de hierroque produjo consecuencias funestas. Otro, entreorangután- reina de los sargazos que por nada nosmanda al cementerio. Baal, definitivamente hay queinventar otra cosa. El mundo seguirá jodido sicontinuamos aceptando ese bestiario del horror. Otranoche tengo de compañera a la joven semiólogaquien me cuenta con la sapiencia de un criptoanalistala vida dulce de Drácula, la historia del doctor Jekyll ymister Hyde, y los relatos fantásticos de Borges y BioyCasares. Otro día tengo de compañía a Nadia, objetodelicado de mi mundo fantasioso. En medio de lasoledad que compartimos con un hombre que estáen otro mundo, con una mujer oriental que sostieneun tulipán rojo en sus manos y un solitario corazónvigilado por dos matones, ella me habla por primeravez de su estudio sincrónico sobre la figura de Diosy de cómo Marot, como buen jesuíta, la ha iniciadoen el tema.

El arte y la ciencia -dice- se han olvidado de Dios.Niezstche se encargó de matar a Dios y Foucault dematar al hombre. Por esto ahora nos movemos entrelos sub-dioses y los super-hombres. Me confiesa suprofundo amor por Marot y su preocupación por la

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suerte de éste. A Marot siempre le han puestozancadillas. Cuando estudiaba en el monasterio uncondiscípulo que competía con él se inventó la historiade que era amante de la pedofilia. Hubo unainvestigación y Marot fue visto durante varios añospor la comunidad como el demonio de la perversidad.Su caso fue a parar a las altas esferas de Roma¡Imagínese lo que puede hacer una lengua insulsa ylarga! ¡Imagínese el poder de la malediscencia!Cuando se comprobó que el maestro no tenía esetipo de inclinaciones fue recibido como una virgenen la comunidad. Después, cuando salió delmonasterio se lo acusó de plagio, de querer incitar ala juventud con ideas foráneas y de estar en contrade los indios. Las autoridades de la ciudad recogierontoda su literatura y la quemaron. Usted sabe, en estaciudad este terrible delito es una costumbre. Marotfue vetado por la comunidad científica y sus artículoseran rechazados en periódicos, revistas y editoriales.Luego vino su lucha por entrar al Instituto y el consabidoescándalo cuando descubrió la sangre infectada quele costó el exilio. Para ganar el concurso que lepermitiera entrar como investigador de planta alInstituto tuvo que comprobar experimentalmente laexistencia de Dios. Y usted sabe que eso no es fácil.Pasó días y noches enteras en el laboratorio y cuandopor fín derrotó a los materialistas y a una sectaegocentrista identificada con la sigla SAQ, le hicierontrampa en la votación -como sucede en todos losconcursos democráticos- e impusieron un candidatooscuro y mediocre que nunca había publicado unartículo y en la ciudad no lo reconocía ni su madre.Marot se quejó ante el procurador general de la nación

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y cuando las directivas del Instituto se dieron cuentade que el desprestigio crecía, aceptaron aregañadientes los resultados verdaderos de lacontienda intelectual. Luego vino el asunto de lasangre infectada que usted conoce y el exilio. Y ahora,¡mire lo que está sucediendo! ¿Qué pecado, mepregunto Baal, ha cometido Marot para tener quepasar por toda esta ordalía?

Si el maestro muere la humanidad se atrasa porlo menos medio siglo. Es increíble. Estamoscomenzando un nuevo siglo, y pareciera que todavíaviviéramos en la época de Felipe El Hermoso.

La miro a los ojos y repito lo que me dijo Marotcuando me confesó su tragedia. Antes que en laciencia o en el terrorismo científico confiemos en lanaturaleza. Nadia, él renacerá como la obra de MiguelÁngel. El resucitará como Jesucristo. Ella me cogela mano y asiente con la cabeza.

En medio de la soledad abrumadora que reina enla sala le confieso que yo la deseo profundamente.¿Desde cuándo tiene ese deseo? Desde queestuvimos en el museo. Nadia sonríe y me dice quetambién ha sentido algo parecido hacia mí pero queno puede ayudar. ¿Por qué? Usted es un hombrecasado. Sí -le respondo-, casado pero no manco.

Así pasamos dos semanas. Unos días la vigilanciaes férrea, pues sospechamos que en el periplosiniestro que hacen los Baratilova alrededor de Marota la mujer se le puede ocurrir estirar la mano ydesconectarlo de la máquina; otros días la vigilanciaes menos tensa, pues los radicales ya saben quecientos de mensajes electrónicos vuelan por el mundoalertando a la comunidad científica internacional

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sobre la posibilidad de un acto miserable contra suhumanidad, y entonces bajan la guardia y su ánimoagresivo y belicoso.

En aquellos días que yo llamo tranquilosaprovecho para estar con Lina y Simbad o visito labiblioteca (donde siempre temo que me hagan unatentado) y la morgue. Es curioso, a mí me da máspánico recorrer los pasillos infinitos y desolados dela biblioteca que los refrigeradores de la morguedonde, a veces, en medio de los instrumentosasépticos, me encuentro con un cadáver ambulante.

Hasta que un buen día Marot resucitó. La primerapersona que se ha dado cuenta es su mujer, porqueella ha sentido cuando él, aún inconsciente, haestirado su mano y ha acariciado las suyas dondeguarda el tulipán rojo. Se levanta, lo besa en la frentey cuando le entrega la flor una lágrima le sale de susojos rasgados. El maestro está más pálido y delgado,y quiere levantarse y saludar a la gente pero unaenfermera le dice que primero es necesario bañarloy cambiarlo. Observa cada uno de los objetos de lasala con una curiosidad infantil, como de reciénnacido, y cuando se detiene en la urna vacía de cristaldonde estaba su corazón no alcanza a comprenderqué pasó con su imaginario durante el hueco negroen el que vivió por espacio de un mes. Sé que Marotdesea levantarse, reunirse con sus discípulos ycontarles la experiencia vital que tuvo en otro mundopero la enfermera da la orden de evacuar la sala ycon la ayuda de su mujer le empiezan a quitar lacamisola ensangrentada. Yo estoy al lado de Nadiay con las miradas nos decimos una y otra vez, comopara estar seguros de lo que estamos presenciando:

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«¡Se salvó!».Cuando abandonamos la sala nos damos cuenta

de que los Baratilova no han asistido a la resureccióndel maestro. Nadia, que ahora me coqueteasutilmente vuelve a mirarme y dice: Tenías razón Baal,la Baratilova pidió año sabático y ahora debe estarvolando a algún país tropical donde nadie la conoce.

Al mes me reuno con Marot. Presiento que es laúltima cita. Está más gordo y rozagante por laobligada convalescencia. Como es el comienzo dela primavera ha cambiado sus eternos zapatosnegros de seguridad por unos tennis debasquetbolista y luce una camiseta del INC; llevacolgada del cuello una tarjeta de plástico que noalcanzo a identificar.

Lo veo y casi no lo puedo creer. Ahora soy otro,me dice. La operación te rejuveneció. Por primeravez lo tuteo y me sonrojo de mí mismo. Parece queno me hubieran sacado el corazón sino que hubieravisitado un salón de belleza. Sí, te ves muy bien. Ylanza la frase que yo estoy esperando desde hacerato: ¡Viviré cien años! ¡Cien años! Así es, maestro.Cuéntame la experiencia.

Ah, voy a tener que filmarla; desde que me dieronde alta la cuento por lo menos tres veces al día. Si lafilmo con seguridad me voy a ganar un Oscar enHollywood y me vuelvo rico. No importa, cuéntamela.¿Sabes que cada vez le quito o le añado algo? Asíes como funciona la imaginación. Y es tan real comoel tiempo que cambia o el diálogo que venimossosteniendo.

Así es maestro. Y empezó.

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A las ocho de la mañana entré al quirófano. Mimujer me dio un beso y me dejó en la puerta. Penséque nos despedíamos para siempre. Me acostaronen una camilla. Una enfermera rubia muy parecida aJulia Roberts empezó a conectarme a unos tubos.Quizás por miedo o porque siempre he queridomorirme haciendo un chiste, le dije: ¿A dónde viajo?A la luna, me contestó. ¿Me acompaña? Me gustaríamucho, maestro, pero ahora estoy muy ocupadatrabajando. Y después de unos segundos me olvidéde la rubia y sentí que iba por un túnel hasta que lleguéa un lugar donde todo era de un color níveo, lechosoy me molestaba a los ojos; los ojos que no eran misojos sino los de la imaginación. Luego sentí que demi piel blanda como gelatina salían millares degaviotas hacia el cielo y un indio azteca con su hachade obsidiana la enterraba en mi pecho.

Lo de las gaviotas es el efecto normal de la morfina,dije. Lo del indio azteca es el ritual que éstos hacíancon sus prisioneros. Después de eso no supe nadade mí. No supe qué pasó conmigo durante las ochohoras que dicen duró la operación y los treinta díasque estuve vilmente expuesto ante mis detractores.¿Entiendes, Baal? Es un problema del tiempo. Nosé que pasó con mi ser durante ese mes largo queestuve exhibido como ganado vacuno de carnicería.No sé qué pasó con mi conciencia, con misensibilidad, con mis sueños, con mi imaginación ymi memoria. ¿Cómo se llama aquel estadointermedio donde no se está ni vivo ni se está muerto?¿Dónde estaba? ¿En qué lugar me encontraba?

Baal, ahora no me vas a salir con una lógicaestúpida diciendo que estaba en el quirófano pues

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si bien es cierto mi cuerpo se encontraba allí, miespíritu estaba en otra parte. Además hay una cosaevidente: mi cuerpo estaba allí, pero era un cuerpohueco, sin corazón, como un cascarón vacío, comoun barco a la deriva, y además no vivía gracias a mísino a una máquina a la que me había conectado laenfermera. ¿Dónde estaba? ¿En la luna, como dijo«Julia Roberts»?

Bueno, la luna es una metáfora gastada; yoprefiero la metonimia. He ahí el misterio. Un hombresin corazón es un hombre muerto. Entonces, ¿estabaliteralmente muerto? No, porque a los treinta díasdesperté, reconocí a mi mujer y ahora estoycaminando y hablando contigo. ¿Estaba vivo? Oacaso, ¿soy una especie de Lázaro anacrónico?

¡Dios me libre de los muertos en vida! ¡Tocomadera! ¡Prefiero estar muerto! Lo cierto fue que alos treinta días, según el informe de los alópatas,desperté y lo primero que reconocí fue la mano de mimujer. La mano del tulipán escarlata. A ustedes losveía borrosos, casi invisibles y esto me producía unagran felicidad, pues pensaba que ya no teníanecesidad de trabajar sino dedicarme a mi jardín, quees lo que espero cuando me jubile y me muera.

¿Y esa tarjeta?Ah, me la dieron porque el médico me dijo que

ahora pertencecía a la especie de los que tienenmetal en el cuerpo. ¿Como Robocop? Exactamente.Es un número más. ¿La puedes meter en un cajeroautomático? No sé, pero podríamos probarla mástarde a ver si funciona.

¿Sabes, Baal? Estoy preocupado; después de laoperación tengo mucho trabajo acumulado. Me da la

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impresión que perdí tres meses valiosos de mi vida.Perdió tres -y lo volví a tratar como maestro-, peroganó una vida. Bueno, olvídemonos por un tiempodel tiempo. Díme, ¿en qué íbamos? Ah, si la memoriano me falla la última vez me habías contado tuexperiencia iconográfica y recuerdo que ahí estabapresente la imagen terrible del doble complementario.Hasta para un neófito que ignore las leyes de lahermeneútica es claro que aquella imagen nos remitea la infancia. La figura de los niños, el vestido deprimera comunión, los mocasines; en fín. Un niño sequeda sentado en la colina de su ciudad natal; el otrotoma un camino. Es normal. El camino es el fatumde la vida. Es el destino. Al fondo, un «valleencantado» que puede traducirse como «valleféerico» o «valle iluminado». Lo que me inquietabaeran los zapatos untados de barro de uno de ellos. Elbarro viene de la tierra pero es barro. ¿Qué es elcieno? Es tierra revuelta con piedras y agua de lluvia.A la gente que vive en las ciudades no les gusta,incluso no saben que existe y cuando lo conocen lesparece sucio, asqueroso. «Cuidado, niño, te untasde barro», gritan las mamás a sus hijos cuando vanal campo; a los escultores como a Lina les fascinaporque allí nace la figura. Según la concepción judeo-cristiana, Dios creó al hombre del barro. A la mujer,como tú lo sabes, de una costilla del hombre, y poresto las mujeres no le perdonan eso a Dios.

Baal, creo que no tienes otra alternativa quetraspasar el espejo; hacer una experienciafenomenológia para acercarte al objeto. El mundo esaún el lugar vago de todas las experiencias posibles.Eso sí, haz la experiencia teniendo siempre cuidado

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de tomar la distancia del caso que se merece.Necesitas una distancia exótica pues toda miradacercana siempre es enceguecedora. La únicamanera de descubrir lo que significa aquella imagendoble es atravesando el espejo. Y si no descubresnada, reiventar que es lo que tenemos que hacer loscientíficos en este mundo imperfecto. Mundo que noparece una naranja ombligona, como dijo Galileo, sinouna papa caliente que apenas uno la coje se leescapa de las manos. Esto es una metáfora. Si nosqueda tiempo ya hablaremos de la metonimia.

Baal, en relación con tu imagen yo no puedo entraren terrenos especulativos por cuestiones de ética.Además, los reglamentos del Instituto lo prohíben. Loque sí es cierto es que te voy a seguir ayudando.Luego precisaremos la clase de ayuda que te puedoofrecer. Por lo pronto sería bueno que retomáramosel tema de la sensibilidad, así sea a vuelo de gaviota,que dejamos esbozado la última vez cuando nostomamos una buena cerveza.

La sensibilidad es importante en este período delinforme, pues de ella depende el éxito del trabajo decampo que vas a llevar a cabo. Los extremos sonmalos. Por eso siempre se juntan. Un alma insensiblefracasaría en la empresa así como una hiperestésica.Entonces, mi estimado Baal, antes de que te de lasúltimas instrucciones del caso, detengámonos en esoque se llama sensibilidad y que mucha genteconfunde con el amor o con el llanto.

La sensibilidad es un estado del espíritu que notiene que ver con la razón sino con las sensaciones;si quieres saberlo, oscila entre la razón y el corazón,por eso a veces la confunden con el amor. Claro, un

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amor o una pasión es por naturaleza sensible peroésta va más allá del amor, es más profunda. El llantode una mujer puede ser sensible pero también puedesignificar una pataleta histérica. La sensibilidad esreceptibilidad de sensaciones, de formas puras quese condensan en el espíritu fuera del tiempo. Y estassensaciones surgen a partir de la experienciaperceptual del ver, del tocar, del sentir, del oler y delgustar. De ahí que la sensibilidad será muy útil en tupróxima experiencia. Del buen manejo de elladepende el éxito de tu informe o el fracaso rotundo.Aún más, la imaginación se nutre constantemente dela sensibilidad. Una imaginación insensible sólograbaría en la memoria imágenes huecas, sin vida.Pero la sensibilidad es frágil y diversa. De ahí quemuchos artistas sucumban en el camino. Por eso esnecesaria canalizarla, ordenarla. El arte, si quieressaberlo, es síntesis de sensibilidad. El arte y laliteratura son formas sensibles por excelencia.Y estono es todo. Hay sensibilidades positivas y negativas.Hitler y los monstruos que construyeron durante añoslas carnicerías de Colombia, Guatemala y Kosovo,no es que carezcan de sensibilidad sino que la deellos es perversa y monstruosa. De ahí que seanecesario organizarla. Recuerda: no se debe serfrágil como una pluma ni pesado como un ancla. Hayque ser liviano como las gaviotas.

Baal, en tu próximo viaje especular debes dosificarla sensibilidad para garantizar tu ego-sistema.Cuando hablo de viaje, lo digo sólo en un sentidometonímico, pues tú no vas a viajar en el sentido literalde la palabra, no vas a cometer la estupidez realistade comprar un billete, tomar un miravolante y

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desplazarte físicamente. No. Cuando hablo de viajelo digo en forma metonímica, como una manera dedibujar un trazo de la realidad en el imaginario, dedejar una huella en esa maravillosa y temibleexperiencia de traspasar el espejo, que te espera.No te preocupes, Baal. Como te dije al comienzo, yote ayudaré. Antes de atravesar el espejo debesesperar una señal. ¿Recuerdas al ciego con que tetopas todos los días en el autobus? Sí, le dije. Bueno,él trabaja para nosotros y todo el tiempo te ha estadovigilando. Cuando lo vuelvas a ver te va a entregarun sobre lacrado de manila; no lo abras sino cuandoestés en tu ciudad natal; luego espera el sol demedianoche y cuando veas la aurora boreal, unagaviota volará sobre ti y te cagará en la cabeza. Note preocupes, eso trae buena suerte.

Esta es la señal de tu partida. Maestro, le preguntéangustiado, ¿nos volveremos a ver? Carajo, ya te dijeque no me llames maestro. No sé, hoy en día pensaren el futuro se ha vuelto tan peligroso... Por culpa delos políticos corruptos todos estamos condenados avivir en la calle, en la frontera. A excepción de dos otres holgazanes que viven viajando en avión deprimera clase, que tienen apartamentos en NuevaYork y Barcelona, y viven comiendo caviar deSebruga, los demás no somos más que unosdesplazados que hemos perdido el centro. El mundode hoy es incierto. La sola certeza que tengo es quepronto voy a morir. A lo mejor cuando regreses delviaje, yo estaré listo para ser preparado en forma dehamburguesa (aunque me gustaría que meincineraran como a los antiguos y las cenizas lastirarán a este río que ha sido la arteria originaria de

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nuestro destino). Pero ya te avisaré. Cuando hagasel viaje inverso del espejo anunciaré mi muerte antemis colegas y a la comunidad científica internacional,y si Dios me da vida y salud la organizaré comocuando los hombres en su gran bacanal de la vidaacometíann la fiesta pagana antes de morir. Por mí,Baal, no te preocupes, que yo ya estoy viviendo horasextras y lo peor es que el patrón no me las quierereconocer. Lo importante es que termines el informe.¡Apúrate, y ojo vivo a la señal del ciego! ¿Cómovamos a comunicarnos? Por Internet. Apunta estadirección, y dále este otro a Lina para que tecomunices con ella. Te pido el favor que no la vayasa abandonar y cuando le envíes un correo electrónicoten cuidado de no dejarla embarazada. ¿Sabes queen el Japón una linda nipona tuvo mellizos porInternet? Si me encuentro a los hombres invisibles,¿qué hago? ¡Evítalos! ¡Huye de ellos! Pero van aasediarme; van a querer el informe por los chequesque me han dado. Sácales una fotocopia, y sé quequedarán satisfechos. ¡Ahora vale más una fotocopiaque un original! ¡Good luck!

Cuando regresé a casa a Simbad lo encontréllorando. El pulpo que Marot le había regalado sehabía muerto en el estanque. Así es la vida, mi amor-le dije- y me puse a consolarlo. Voy a enterrarlo en elparque. ¿Me acompañas al funeral? Sí, mijo. Cuandoíbamos rumbo al parque le dije que no se sintierasolo pues aún tenía al periquito australiano y aBubastis. A Bubastis le tengo confianza pero al pájaroése apenas le crezcan las alas se larga y nos dejaabandonados. Mientras abrimos la fosa y clavamosuna pequeña cruz de madera pensé en mi partida y

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se me hizo un nudo, como si tuviera el pulpo atascadoen la garganta. Cuando regresamos a casa, Simbadestaba más tranquilo. Lina había preparado unasverduras al vapor, carne deshilachada y postre decaramelo. No sabía cómo empezar. Lina me vió y conel sexto sentido que tienen las mujeres me preguntó:¿Qué te pasa, Baal? Nada, le dije. Sí, a tí te pasaalgo, cuéntame. No, de verdad, nada. Te vas, ¿cierto?Sí, pero sólo es por un tiempo; tengo que pasar a laetapa del trabajo de campo. ¡Qué trabajo de campoy qué ocho cuartos! ¡Te vas porque estás aburridode nosotros! No, Lina, no es cierto; Marot me dijo... Ysonó el teléfono. Era Nadia y tapé el auricular con lamano para que Lina no identificara la voz. ¿Aló?Nadia me decía que quería urgentemente hacer elamor conmigo en el laboratorio del Instituto. No puedo,le respondí. Ah, ¿tú también eres moralista como elmaestro? ¿Tú también eres un eunuco impotentecomo los colegas del Instituto? No, no puedo, tengoun compromiso urgente que cumplir. Sí, ya lo sabía,sé que tienes que atravesar el espejo, por eso tellamo, para que te acuerdes de mí eternamente. Linaalcanzó a escuchar la última palabra y tiró los platoscon violencia contra el fregadero. ¿Vas a venir? Teespero en el laboratorio, tengo la llave. ¿Por qué enel Instituto? Le pregunté tapando mi voz con la cuencade la mano. Porque es aquí donde te he fantaseadoy quiero vengarme del director. ¿Ok? Ok, en mediahora estaré en el Instituto. Colgué.

¿Quién era?, preguntó Lina mientras fregaba losplatos. Marot. Ah, no sabía que ahora el maestro sehabía vuelto maricón. Era él a través de su secretaria.Baal, eres un farsante; desde que estuvimos en el

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Instituto me dí cuenta de todo. ¿Tú crees que soy unaestúpida? Esa muchachita lo que quiere es acostarsecontigo, si es que ya no lo han hecho. Cuéntame, ¿yalo hiciste con esa skinhead ? No, Lina, estás celosa.¡Y ahora resulta que te vas de trabajo de campo !¿Te vas con ella? ¡Bonito trabajo de campo ! MiraLina, es una responsabilidad muy grande, si no partose pone en peligro mi reputación, mi carreraprofesional. ¡Tu re-pu-ta-ción! ¿Sabes qué, Baal?Lárgate, pero cuando vuelvas no me vayas a buscarporque yo seré otra y sentí que un plato se astilló soloen el fregadero. Aquí tienes la tarjeta del banco y ladirección de Internet para que nos comuniquemos, ysalí en busca de Nadia. Cuando tomé el bus, metropecé con el ciego, que aprovechando el incidenteme deslizó un sobre amarillo de manila. Gracias, ledije, y alzando su mano me pegó un bastonazo en laespalda.

Llegué al Instituto y cuando toqué en la puerta dellaboratorio Nadia estaba acostada en la mesa dedisección; tenía una copa de vino en la mano, uncigarrillo y las piernas semi-abiertas en un ángulo de45 grados. Hola, y me invitó a acostarme a su lado.¿Sabes que siempre esperé esta ocasión? ¿Quesiempre te fantaseé sobre esta mesa de mármol? Ynos acariciamos. Cuando la penetré, ella gimió comoun conejo de laboratorio y pensé que se habíadesmayado. Su gemido no parecía que saliera desu boca sino de otra parte. De la nada. Apenasterminamos me sentí vacío como si a mis pobressoldados los hubieran matado en la guerra. Nosvestimos. La invité a comer algo y ella rehusó porquedebía terminar un informe para el maestro. Cuando

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abandoné el Instituto ya era media noche; caminéunas cuantas cuadras, miré hacia la montaña mágicay descubrí los primeros resplandores de la auroraboreal. Entonces me dije: Debo pepararme porquemuy pronto voy a «viajar». Y una gaviota pasó volandoy me cagó en la cabeza. Esa era la señal de Marot.Traté de limpiarme y la cagué aún más. Entonces conmi maletín donde llevaba el computador, la Internet, yel sobre amarillo de manila, tomé el bus, y atraveséel espejo virtual.

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Llegué a Santiago de Cali. Era una ciudad bella,enclavada en un valle que se extendía entre doscordilleras. Un río que llevaba el mismo nombre y quedesembocaba en el Cauca la atravesaba deoccidente a oriente. Al fondo y pegada a losFarallones se levantaba la ciudad. Entre la cadenade montañas azuladas se destacaban dos cerros queeran símbolos de la ciudad: el cerro de las Tres Crucesy el de Cristo Rey.

Mientras iba en el taxi revisé mi agenda negra yrecordé que aquí aún vivía tía Tiresias. El resto de lafamilia se había trasladado a otra ciudad o habíamuerto. El taxi me dejó en el hotel, tomé una ducha,me cambié de ropa, arreglé mis papeles y salí a laterraza. Luego tomé otro taxi y me dirigí a la colinade San Antonio donde vivía mi tía. Mientras el autosubía, una luz brillante entró por los cristales y casime enceguece. El auto me dejó en una casa blancade bahereque, ventanas y zócalo verde. Toqué en unapuerta de madera y una mujer menuda con un pañolónnegro que le cubría los hombros, abrió. Estiró sumano y cuando me tocó para reconocerme me dícuenta de que sus ojos estaban usados, no le servían;como al ciego del autobus. Ah, si es el niño Baal.Entre, mijo, entre; cuántos años sin verlo. Ycogiéndome por el brazo me condujo por un zaguánoscuro hasta un patio donde había una mesa grandede madera y seis asientos donde hacía mucho tiemponadie se sentaba. En el centro de la mesa había unramo de rosas que aún conservaban el rocío de lamañana.

Cómo ha crecido el niño Baal, y me pasaba susmanos temblorosas por el cuerpo. Recuerdo cuando

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lo cargué por primera vez. Tía, ¿qué le pasa en losojos? Ay, mijo, son los años, pero ya no los necesito;para lo que se ve en este mundo... Y me sirvió uncafé con pan.

¡Qué alegría volver a verlo! ¿Qué santo lo trae poracá? Desde que su padre murió y su madre se fue avivir a Palmira, ya ni la muerte me visita. Todo elmundo se fue de esta casa y sólo he quedado yo. Sumadre sólo viene una vez al año a dejarle a su padreflores en el cementerio.

Samuel Baal, mi padre, había muerto en la épocadel incendio cuando Pedro, mi hermano mayor y yoaún éramos niños. Pero ahora yo no venía por mipadre sino que venía por Pedro. Bueno, dígame, mijo,¿qué lo trae por acá? Y le contesté con otra pregunta:¿Dónde está Pedro Baal? Vengo a buscarlo. Sacóde su pecho un pañuelo arrugado con un nudo ciegodonde tenía dos fotos, lo desbarató y me mostró unadonde estaba él con el vestido de primera comunión,el corbatín y los mocasines, como yo lo había soñado.Eras igualito a él; el mismo Pedro Baal. Y sonrió consu dentadura empotrada en oro de india caucana.Luego sacó otra foto donde había un hombre flaco,sin camisa y con la piel tostada por el sol. Así era laúltima vez que lo ví. Yo misma le tomé la foto. ¿Cómoasí? ¿Dónde está? ¿Está muerto? Si estuvieramuerto, como su padre, estaría tranquila. Estásecuestrado. Y se puso a llorar. ¿Hace cuánto? Hacetres meses. ¿Avisó a la policía, al Gaula? No sirvenpara nada. ¿Informó a la Comisión de DerechosHumanos? Sí, y de tanto ir ya me dan café conpandemonium. ¿Lo buscó en los hospitales, en lacárcel, en las comisarías? Ya le dije que no está por

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ninguna parte. Pero, ¿está vivo? No sé, estásecuestrado; eso es lo que dicen en DerechosHumanos. Que como está secuestrado lo estánbuscando y lo tienen apuntado en una lista grande.¿Quién puede haberlo secuestrado? Dicen que loshombres invisibles. Y casi me desmayo. Tía, arrégleseporque ahora mismo vamos a buscarlo. Yemprendimos un periplo, en medio de una atmósferatensa pues los hombres invisibles controlaban todo,el aeropuerto, el terminal de buses, los taxis amarillos,las instituciones del gobierno, el ejército, la policía,los hospitales, el estadio, los teatros, las discotecasy además, por una nota anónima que llegó alcomputador, al día siguiente de mi arribo virtual a laciudad, la tía y yo sabíamos que a mí también meestaban buscando.

Aquel primer día recorrimos la ciudad en un taxidonde no podíamos hablar porque sospechábamosque el chofer que nos conducía podía ser uninformante que trabajaba al servicio de ellos. Un sapoamarillo, como ella les llamaba. Aquella mañanatomamos distintos autos hasta que llegamos aDerechos Humanos. Allí, una señorita bien vestidanos ofreció café y nos pasó la última lista delcomputador. Tía Tiresias buscó con el dedo índicehasta el último nombre. No estaba. Luego nosdirigimos a la cárcel donde lo buscamos en un gruesolibro de contabilidad que nos prestó el policía, ytampoco estaba. Nos desplazamos al cementerio yen medio de las tumbas, la tía me contó que todoesto la había llevado a hacer un estudio minuciososobre la muerte. Aquí en Cali la muerte es unacostumbe diaria, me dijo, pero nunca hemos pensado

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seriamente en ella. ¿En qué consiste el estudio? Esuna investigación ardua, como dicen ustedes loscientíficos, que me va a llevar toda la vida. Empecéestudiando los testamentos, luego los retablos dealmas del purgatorio, la historia de los cementerios,los distintos desplazamientos que ha habido, y losestilos de inscripciones en las tumbas y cenotafios.Ahora mismo estoy haciendo un análisis cuantitativode series documentales homogéneas para ver si coneste método puedo por lo menos averiguar si PedroBaal está muerto y dónde lo enterraron. La tarea esardua. He tenido que estudiar Artes monumentales yCaligrafía, pues como tú sabes un cementerio quese precie es ante todo un homenaje a la escultura y ala escritura. Mi objetivo primordial es que debemosluchar por la piedad y respeto por los muertos queaquí hace tiempo se ha perdido. Como la tarea esgrande, ahora mismo estoy organizando unaasociación que consistirá en hacer largasperegrinaciones a la morgue y los cementerios de laciudad para cuidarlos y venerarlos. La muerte, mijo,hace parte del ciclo de la vida, pero aquí parece quese nos fue la mano, y vamos a tener que amansarla.En el campo santo, tía Tiresias se acercaba a loscenotafios, donde brillaba una lustrosa lápida e ibaanotando en un cuaderno escolar todos los detallesque tocaba. De pronto, se detuvo en una tumbadominada por un samán, y dijo: Aquí yace tu padre.Yo me acerqué, y leí sobre el duro mármol:

-Samuel Baal-+1886 – 1958

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No encontramos ninguna pista de mi hermano. Deregreso a casa, nos detuvimos en un kiosko ypedimos un café con pandemonium. Pero cuál nosería mi sorpresa cuando ví sentada en una güadüaa Luzmila Baratilova, la mujer que había intentadomatar a mi maestro. Llevaba un sombrero de paja,de esos que usan los turistas, y estaba acompañadade un hombre delgado, de sienes plateadas,barriguita espesa y vestido entero «Benetton»,maletín-de-cuero-en- la-mano, de unos cincuentaaños de edad. Nos están siguiendo, dijo tía Tiresias.¿Por qué lo sabes? Tú eres ciega y no ves nada. Ycon el pandebono en la boca se paró al frente mío, yme dijo: Tú me reprochas ser ciega pero tú que tienesojos cómo no ves hasta qué punto ha llegado nuestramiseria. ¿Qué hacemos, tía? Terminemos el café yluego nos vamos a casa. Si nos han de matar que lohagan de una vez. ¿Acaso no saben que ellos sonefímeros como nosotros?

Por razones de seguridad, aquella noche mequedé a dormir en la casa del barrio San Antonio.Abrí el sobre de manila que me había entregado elciego del autobus y hallé una copia del informe queMarot había fotocopiado cuidadosamente, pensandoen que los hombres invisibles me irían a hostigarapenas pisara -vía Netscape- las calles rectilíneasde la ciudad, que parecía que hubieran sidodiseñadas por el pintor Omar Rayo. También habíauna cantidad de dinero en dólares que me permitiríavivir sin afugias mientras terminaba el trabajo decampo. Marot no escribió ninguna nota pero mealegré de su gesto generoso, in God we trust, y abríel computador y escribí dos correos electrónicos. El

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primero fue para él, donde le agradecía por el informey por la plata, le contaba que estaba ante un peligroinminente y el encuentro con Luzmila Baratilova. Larespuesta de Marot no se hizo esperar:

«Piensa en la última lección que te dí, piensa en lasensibilidad. Si te piden el informe, dáselos. Tú sabesque ese no es el original. Respecto a la Baratilova,expresó: como dijo Goethe, huye de la bruja y cuídatemucho.

Firmado, Marot».

Por primera vez le escuchaba al maestro unapalabra peyorativa. El otro correo fue para Lina. Loescribí con mucha atención cuidando de no ir a dejarlaembarazada. A ella sólo le hablaba del paisaje de laciudad para que no se preocupara: el majestuosocerro de las Tres Cruces, el cerro de Cristo Rey, laiglesia gótica de la Ermita, la Plaza de Caizedo y laavenida Roosevelt bordeada de palmeras africanas.

Aquella noche dormí en el cuartico de barrotes quehabía compartido con mi hermano y al día siguienteme despertó el canto de un gallo. Había vuelto a soñarque sentado con él en el baranco de San Antonio,Pedro Baal había bajado por la carrera 10, habíacruzado el barrio de los vendedores de libros deSanta Rosa, la galería El calvario, el barrio Obrero, einternándose en el corazón del valle habíadesaparecido por primera vez.

Tía Tiresias estaba levantada desde las cinco dela mañana, y ya había cambiado las flores de la mesa,rociado las plantas, rezado y prendido una veladora

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ante la foto de él; había hecho el desayuno y sedisponía a darle maíz a las gallinas.

Tía, ¿qué le pasó a esa gallina en el ojo izquierdo?Es tuerta, como la dueña. ¿Cómo lo perdió? En unariña de gallos. ¿Cuándo nos la comemos? A Clotildeno, porque tiene poderes sobrenaturales. Ven, tepresento a Amanda; esa sí nos la podemos comerporque ya está vieja y fea como yo. Hay que esperarun buen acontecimiento. ¿Poderes sobrenaturales?Sí, cambia de cuerpo según como vaya la ciudad. Sien Cali hay paz ella enseguida se viste de blanco ytoma el cuerpo de paloma, si un político está hablandoClotilde se viste de loro para refutarle; si hay violenciay guerra ella se viste de gallinazo. Lo único que sedebe hacer es darle buen maíz y acostarla temprano.Yo la llamo el termómetro del país. ¿A qué horas hayque verla transformada? A cualquier hora, dependede como vaya el país.

La casa era grande y tenía baldosines de barro.Desde la parte posterior del patio comenzó a entrarun chiflón de viento que la hizo más fresca yacogedora. Contemplé a la tía y sentí un poco detristeza. Está como la gallina Clotilde, más vieja yrevejida, pero sigue teniendo la misma inteligencia ytenacidad de siempre, pensé. Tía, ¿ dónde consiguelas flores? Son del solar; ven, y cogiéndome de lamano me mostró las rosas más bellas que he vistoen el mundo. ¡Cuidado te pinchas!

Un día que no me hiciste caso te enredaste en unade estas matas y te pinchaste la cara. Aquella mañananos quedamos recordando a Pedro Baal, mientrasella asaba plátanos en un fogón de leña quepasábamos con café con pandebono. ¿Cuál es el

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objetivo de la sociedad? La piedad y el respeto a losmuertos. Si aquí se tuviera un mínimo de respeto porellos los asesinos lo pensarían dos veces antes delevantar la mano y actuar. ¿Quiénes pueden participaren la asociación? Todo el mundo. La muerte es algoque nos concierne a todos. Al principio pensé que yosola y con la ayuda de algunas vecinas podíamosllevar a cabo el trabajo, pero ahora me he dado cuentade que hay tanto por hacer. Mira, mira a Clotilde cómova cambiando de plumaje. Se está poniendo verdecomo los loros. Qué raro, debe estar hablando elPresidente de la República. Algo malo está pasandoen el país. ¿Prendemos la televisión? Y cuandoprendimos la caja vanidosa de la estulticia estabaefectivamente hablando el Presidente de laRepública. Un grupo de encapuchados había llegadola noche anterior a El Tambo y había matado a sangrefría a doce campesinos. El alcalde había declaradola ley seca en la población. Apaga Baal que eseaparato sólo trae malas noticias. Aura tiñosa de malagüero. Y cuando volví a mirar hacia el patio, Clotildese había vestido con un plumaje negro, y habíacobrado la forma de un gallinazo. Quién sabe hastacuándo estará de luto. En la ciudad la gente odia aestos pobres animales pero no saben que ellosayudan a los muertos, y limpian el paisaje. El cóndorno debería ser nuestro símbolo nacional sino elgallinazo. ¿Le aso más plátano, mijo?

Aquella noche regresé al hotel y cuando descendídel taxi, había otro esperándome en la esquina.Adentro se encontraba la Baratilova con el hombrede saco y corbata. Entonces, por primera vez tuve lacerteza de que me estaban siguiendo y sentí miedo

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como si alguien me cogiera a traición y me dispararaa quemarropa. Me metí rápido al hotel. Aquella nocheno pude dormir y estuve pensando que tía Tiresias yyo deberíamos cambiar de táctica. De ahora enadelante debíamos ser más prudentes. Recordé laúltima lección de Marot y se hacía urgente amaestrarla sensibilidad. Sus palabras habían quedadograbadas como un sello de cera en mi memoria: lasensibilidad es receptibilidad de sensaciones, deformas puras que se condensan en el espíritu fueradel tiempo. Ella surge a partir de la experienciafenomenológica del ver, del tocar, del oír y del sentir.Del buen manejo de ella depende el éxito de tu informeo el rotundo fracaso. Así que era necesario cambiarde estilo y estar más atento porque sino un día tíaTiresias y yo íbamos a desaparecer como mihermano mayor; aparecer flotando en el río Caucallevando un gallinazo como estandarte en el abdomen;clasificado en la morgue como NN; tirado en elbasurero de Navarro o en la cuneta de una carretera;y todo el trabajo con Marot y el informe se echarían aperder.

Consulté mi preocupación con la tía, y ella estuvode acuerdo en el peligro en que nos

encontrábamos y fue cuando me habló por primeravez del menjurje de yerbas. De ahora en adelante túno vas a correr riesgos pues yo tengo un brebaje deyerbas que te volverá invisible, y así ellos no te podrándescubrir y podrás acompañarme donde sea. El éxitode que lo encontremos depende del ACSDH queestamos haciendo. Este trabajo no lo podemos parary tú con tu nueva naturaleza podrás acompañarmecon mayor facilidad. ¿El brebaje me vuelve invisible?,

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pregunté asustado. ¡Tía, estás loca! Nunca lo henegado, sobrino. Loca y ciega. Al fín y al cabo nacíen este país, ¿no? Es un brebaje que utilizaron losindios para defenderse de los españoles que loscazaban como animales. La fórmula me la dio tuabuelo.Yo misma, cuando he estado acosada por loshombres invisibles, lo he utilizado y ha surtido efecto.Aún más, pienso que los hombre invisibles tambiénlo utilizan. O si no, ¿por qué son omniscientes comoDios?

Tía, ¿de un estado visible pasaré a uno invisible?Así es. Y cuando esté aburrido de mi invisibilidad yquiera volver a ser como ahora,¿qué hago? Ingieresla contra. ¡No te creo! Tú no crees porque nunca hasconfiado en lo nuestro y desconfías de mí porquecomo nunca fui a la universidad. Es terrible el sabercuando éste no le sirve de nada al que lo posee. Tú,que no eres ciego, parece que no sabes ver lo quese aloja en tu alma. El saber siempre guarda un podery tu poder, como a los indios, te lo daré en estebrebaje. Tomarás un vaso en ayunas durante nuevedías sin salir de la cama ni pisar el suelo; cuandotermines el tratamiento sentirás una sensaciónagradable de levedad hasta que a los nueve días ycon el esfuerzo de tu espíritu podrás convertirte en unser invisible. ¿Como los fantasmas que recorren denoche los caminos del país? Como los fantasmas,exactamente. Y cuando quiera volverme visible, ¿quéhago? Ya te lo dije, tomas la contra y en tres díasvolverás a tu estado normal. A veces tengo laimpresión de que los investigadores somos ciegosde una parte del mundo. No sólo ustedes, todo elmundo es ciego de una parte del mundo. ¿No ves

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que yo ya no veo por el tercer ojo ni por el ojo ciego?¿Cuál es el ojo ciego? El culo, mijo, el cero, como lellaman los árabes. Y se rió. El mundo está sentadosobre el cero, sobre el vacío. ¿Qué es el cero? Nadielo ha podido descubrir. Los árabes dicen que el ceroestá lleno de estiércol. Nacemos entre la mierda y laorina, decía San Agustín, que en paz descanse, y estáen el cielo.

Me quedé pensando en las palabras de la tía.¿Será que está utilizando correctamente el «análisiscuantitativo de series documentales homogéneas»? ¿Será que está loca y su estudio no es más quefruto de la especulación ? ¿Será que está «tocada»por tanta violencia?.

La violencia, me dije, es una enfermedad y escontagiosa como el sida. Un ser humano puede serla persona más pacífica del mundo pero si se mueveen un habitat de agresión y violencia enseguida secontagia. Le pregunté: Tía, explíqueme, ¿en quéconsiste el ACSDH? ¿No lo conoces? Me parece elcolmo que un investigador como tú no lo conozca.Cuando volvamos al cementerio me vas a vercontando y anotando en un cuaderno la fecha denacimiento de los difuntos, sus nombres, sugenealogía, sus causas de deceso, sus parentescosy los símbolos que dejan los dolientes. De estamanera recopilo todas estas huellas que luego cotejoy así voy sacando mis propias hipótesis. A esto leañado los datos y encuestas que recojo en labiblioteca, lo que dicen los dolientes, lo que ocultanlos médicos legistas y la policía, lo que no dicen ymienten los abogados, hasta que al final saco mispropias conclusiones. Creo que este es el mejor

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método para encontrarlo o por lo menos para sabersi está vivo. Tú no sabes la angustia que una sientecuando un hijo está secuestrado.

Durante nueve días tomé religiosamente el brebaje.Era un zumo verde, amargo, compuesto de paico,cilantro, ajo, albahaca y cimarrón. Al ingerirlo meproducía naúseas. Durante aquel período, que yocalifico de «convalescencia», pensé en el dolor quesentía Tiresias por su sobrino secuestrado y me diorabia por el dolor injusto que padecían tantas Tiresiasen el mundo. ¡Este país no respeta ni a las madresque son las que nos han dado la vida!

En medio de los retorcijones de estómago que elvermífugo me producía, intenté precisar la definiciónde «secuestrado», y le di la razón a mi tía: el muertocomo el vivo por lo menos está. El secuestrado es elque no está. Y para no aburrirme durante esos nuevedías leí las historias fantásticas de Coleridge yBorges. Hasta que al noveno día fuí sintiendo unasensación de levedad y luego ví con asombro cómomis dedos, mis manos y mi cuerpo ibandesapareciendo poco a poco. Era una sensaciónextraña que luego que han pasado varios años, aúnno logro entender: Mis dedos, mis manos y todo micuerpo iban desapareciendo ante la mirada burlonade Tiresias, y sin embargo, mi espíritu seguía allí,presente. Era algo así como si no sintiera el cuerpopero yo seguía pensando normalmente eimaginándome el mundo. Fue cuando descubrí queel hombre no es nada si no tiene un espíritu y unamemoria. Si se quiere, se puede prescindir delcuerpo; se puede por ejemplo meterlo en unamáquina lavadora, ponerlo a secar o simplemente

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tirárselo a una Lolita urgida de sexo. El espíritu quees lo más preciado que tiene el ser humano, y queestá compuesto por la inteligencia y la sensibilidad;el espíritu, que es un sistema de símbolos y lainteligencia, que es su máquina simbólica.

Tía entró al cuarto y cuando no me vio se pusofeliz.¡ Bravo!, ahora tienes la facultad de ser invisible.El indio Petecuy tenía razón. ¿Si ves que no teengañé? Si te he mentido quiero que me aseguresque ignoro el arte de los adivinos. Baal, ahora tómateesta sopita caliente para que te recuperes. ¿Cómohago si no tengo boca ni estómago? ¡Pero tienesespíritu! ¡Y el espíritu hay que alimentarlo! Si no, semuere.

Volvimos a la policía. Tía Tiresias iba con su chalnegro y una mochila güambiana donde llevaba uncuaderno de escuela y un lápiz. Yo iba estrenando minueva naturaleza y me sentía más liviano y feliz,aunque a veces me daba nostalgia mi antiguo estadoy sentía miedo que la contra de Tiresias no funcionaray me quedara para siempre invisible, pero luegoreflexionaba y repetía algo que me había dicho elmaestro: la nostalgia es sólo deseo del pasado, y nose come.

Entramos a la estación de policía y antes que tíasacara el cartapacio de papeles de Pedro, un policíavino y nos dijo que no nos podían ayudar pues estabanmuy ocupados defendiéndose. No se imagina,señora, dijo, en las noches tenemos que salir enparejas para que no nos maten. ¿Quién los ataca?,pregunté: Los hombres invisibles. ¿Cuál es elproblema? ¿Por qué no los persiguen y los cogen?Porque muchos hacen parte de nuestro cuerpo

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policíaco. El enemigo está en nuestro cuerpo y no lopodemos detectar. ¡Ese es el problema!

Nos dirigimos al Hospital Universitario donde yohabía trabajado como biólogo. Ahora, mientrasentrábamos por la puerta central sentía ciertanostalgia por aquel sitio donde había pasado buenaparte de mi juventud y la rabia que llegué a sentircuando me amenazaron de muerte y me echaron porel escándalo de la sangre contaminada. No teníaningún resentimiento contra el director del hospitalque firmó la carta de despido ni contra los que mehabían atacado y firmado los libelos. Y sentando mihumanidad invisible en una silla de la recepción losperdoné. Lo único que no hubiera deseado erasaludar a mis antiguos colegas, pero para eso yoestaba protegido: era invisible y estaba seguro queni la mujer de los «tintos» me iba a descubrir. TíaTiresias preguntó a la enfermera de turno por la listade enfermos de los últimos días y no encontró aPedro. Señora, averigue en la morgue que está en elala izquierda; le deseo buena suerte. Cuando íbamosa entrar al anfiteatro, nos volvimos a encontrar con elhombre Benetton y la Baratilova, que iba con elsombrero de paja para protegerse del sol. Pasamosdelante de ellos; yo los ví pero ellos no me pudieronver por mi estado. Y por primera vez me burlé de loshombres invisibles. Nos están siguiendo, dijoTiresias, pero se van a joder porque no te van aencontrar, a no ser que cometas alguna imprudencia.¿Qué imprudencia puede cometer un hombreinvisible? Emborracharse o dejarse embaucar poruna mujer. Y entramos.

La morgue era un lugar frío, aséptico, como el del

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Instituto Nacional de Ciencias y todas las morguesque he conocido en mi duro trabajo como biólogo.¿Qué es ser biólogo? Es el hombre que da vida.¿Qué es la biología? Es la mitad del destino de lamujer. Ese día la morgue estaba superpoblada y medio tristeza al ver que más de un cadáver tenía quecompartir con otros en las duras planchas decemento, otros esperaban recostados en loshúmedos muros y no pocos se salían de losfrigoríficos. ¡Sólo en esto nos parecemos a la China!La superpoblación de muertos -en medio de tantavida- y de muertos en vida que se mueven presurosospor las calles.

Entramos, y enseguida aquella primera sensaciónde rechazo se desvaneció pues yo, como biólogo,me sentía más cómodo en una morgue que en unadiscoteca. En las discotecas siempre hay humo yborrachos que le están buscando a uno pelea ytratando de quitarle la pareja. Los muertos en cambioson pacíficos e inofensivos. Y empezamos a buscarlocon cierta mirada voyerista y perversa entre elsinnúmero de cuerpos sin vida. Tía Tiresias sacó desu mochila el cuaderno y el lápiz, y acercándose alas etiquetas que colgaban de los dedos gordos ymorados, iba llenando un cuadro que era clave en elACSDH. El muerto no está, dijo; y cerró el cuaderno.

A la salida, la pareja seguía vigilándonos. ¿Quéhacemos, tía? No sé, ahora estás protegido, perocuando vuelvas a tu estado normal temo que te pasealgo grave. Creo que lo mejor es hablar con ellos.¿Por qué te siguen con tanta insistencia? Les interesael informe. ¿No me decías que habías traído unacopia? Bueno, tómate la contra y en tres días los citas

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en algún lugar de la ciudad y les das el malditoinforme. Lo que me preocupa es que esa gente tecoja y luego de que tengan el documento en susmanos, te dejen flotando en el río con una garzapatiazulada escarbándote en el pecho. Tú sabes muybien que están contagidos por el virus de la violencia.Han sido víctimas de muchas violaciones y no lesimporta nada. Lo único que les importa es el negociode la muerte.

Tía, a mí me preocupa el informe, es sólo unafotocopia. Mejor, mijo, ¿tú crees que ellos hacendiferencia entre un original y una fotocopia? ¡Ni quefueran investigadores! Además, hoy en día tiene másvalor una fotocopia que un original. Mira no más lasobras del pintor Fernando Botero: todo el mundoquiere tenerlas en casa y nadie se preocupa si sonoriginales o fotocopias; lo importante es tenerlas. Tía,eso no es todo, el informe no está completo. ¿Quéhago?

Déjame consultar con el oráculo. ¿Además debruja yerbatera tienes oráculo? ¿Cuál es tu oráculo?El excusado; cuando tengo un problema y no lo puedoresolver voy al excusado. Por allí corren aguas purasy aguas negras y cuando el lío es muy grave las aguasse lo llevan y se disuelve. El baño es un lugar íntimo ysecreto, y sirve para excretar los problemas. Tú, quesabes tanto, ¿no sabías que la palabra secreto vienede excretar? De allí los informes secretos, los amoressecretos (un amor secreto es en la medida en quese pueda excretar) y los agentes secretos como esepar de gorrones que nos vienen siguiendo desde hacedías y que ya me tienen fatigada. El baño es el oráculodonde se purifica el alma.

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Llegamos a la casa de la colina de San Antonio.Tiresias se quitó el chal y fue al oráculo. Yo me quedéen el patio contemplando a Clotilde, que ahora lucíaun plumaje verdoso, de loro viejo. Debe estarhablando el Ministro de Defensa, me dije. A la mediahora tía salió y se lavó las manos en el platero. Veníariéndose. ¿Te dijo algo el oráculo? Sí, tienes quetomarte la contra inmediatamente y volver a tu estadovisible. Luego, los citas en una cafetería y negociascon ellos; les dices que les das el informe con lacondición que te digan dónde está Pedro Baal.Recuerda que ellos no entienden mucho las palabrasporque quieren todo por la fuerza. Ya sabes, estánenfermos de violencia y no quieren aceptar ningúntratamiento terapeútico. Además, les comentas quesi está muerto que te digan de una vez porque yoestoy sufriendo mucho. Ahora no me importa si estávivo o muerto. Me interesa simplemente si está. No,mejor no hables de sufrimiento porque ellos tampococonocen ese lenguaje. Son duros y de sangre fríacomo los sapos y no les interesa. Aprovecha los nexosque tienes con Marot. Díles que si rompen el acuerdoy te sucede algo el mundo se les viene encima.Aunque no lo entiendan, recuérdales que ellos sonefímeros como nosotros. Recuérdales también esto:Somos carne de la misma carne. ¿Si me sucedealgo? No te pasará nada, Pablo Baal. El oráculo melo dijo, además tienes la contra.

Aquella tarde, mientras el cielo azul se llenaba dearreboles ensangrentados y la línea de los Farallonesse pronunciaba en la cordillera, sospechamos porprimera vez que Pedro Baal estaba muerto, que loshombres invisibles lo habían mandado a matar desde

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hacía días, quizás meses, y lo hacían aparecer comodesaparecido para dilatar el asunto y no permitir unescándalo nacional e internacional; ahora lo únicoque querían de Pablo Baal era el informe, y despuésque se fuera a la mierda, como apareció escrito díasmás tarde en la red de Internet, como le tocó hacercuando descubrió en una probeta sangrecontaminada y le había tocado hacer durante toda suvida: Huír, escapar, fugarme, exiliarme, aunque fueraen mi propio país, en mi propia ciudad, en mi propiocuerpo, con mi mujer y mi hijo, volverme invisible conlos maravillosos menjurjes, porque en Cali, de unosaños para acá no se podía respirar, y vivir se habíavuelto algo tan raro que sólo unos pocos se podíandar ese lujo.

Aquella noche, mientras comíamos en la cocinade la casa, decidimos que al día siguiente bebería lacontra que me volvería visible y luego, cuando hubieraalcanzado mi estado natural, buscaría al señorBenetton, el emisario de los hombres invisibles.

Al día siguiente me levanté muy temprano y bebíun zumo verdoso que sabía peor que el anterior y altercer día, mientras la tía, Clotilde, Amanda, el gallo ytoda la familia me despertaban con sus cantos, volvía ser como antes, y me sentí feliz. Cuando iba a salircon el sobre de manila debajo del brazo, tía pasó sumano derecha por mi rostro y me dio la bendicióncomo cuando era un niño: En nombre del Padre, delHijo, del Espíritu Santo, que Dios me lo libre de todomal y peligro. Y salí rumbo al café Los Turcos dondeel hombre me había puesto la cita. Me senté en unamesa a esperar. Era raro. El hombre Benetton nollegaba. Esperé un rato y a la media hora decidí

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pararme y regresar a casa. Caminé por la avenida ydesde los árboles me llegó el olor a cadmias que nosentía desde niño. Envuelta bajo una luz diáfana, laciudad se extendía sobre una pátina multicolor,perdiéndose en un tapiz verde-esmeralda que seextendía hasta Palmira y llegaba a la hacienda ElParaíso. Pasé por el Correo y recordé que aquí antesestaba el teatro Bolívar, donde mi madre me traía losdomingos al «matinal». El antiguo Correo estabaubicado en el sótano de un edificio del Paseo Bolívardesde donde se veía el hotel Alférez Real y el BatallónPichincha donde mi padre Samuel Baalacostumbraba a llevarnos a la parada militar y a lasretretas del domingo. Luego, al batallón lo trasladaronal sur de la ciudad y la antigua fortaleza militar seconvirtió en el Instituto Politécnico Municipal. Allí cursélos tres primeros años de secundaria hasta que undía vinieron unos bulldozers y derrumbaron el colegio,el edificio de Correos y el hotel Alferez Real. Fue elcomienzo de la destrucción de la ciudad clásica.

Volví a pensar en el hombre Benetton y me dijepara mis adentros: ¿Qué pasó con el emisario delos hombres invisibles? Ahora que quiero hablar conél, son ellos los que desaparecen. ¿Será que ya noles interesa el informe? ¿Será que me borraron desus computadores, y archivaron mi dossier? Recordéa Marot que no había vuelto a escribir y me pregunté:¿Será que todo esto no es más que un sueño,producto de mi imaginación? ¿Será que Marot, Lina,Simbad Tiresias, los hombres invisibles, no son másque el resultado de mi inflamada imaginación?

Mientras atravesaba el puente Ortiz y alcanzabael bache dejado por el hotel donde hoy se levantan

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unas cuantas esculturas rebejidas, pensé de nuevola ciudad y me pareció que Cali -como dijo el poeta-era un sueño atravesado por un río con sus nubesque parecían países, con su aire de cristal casiamarillo y con sus árboles que tenían la forma de loshombres.

Cali era sólo un sueño, y la historia de los hombresinvisibles no era más que una pesadilla de mi mentecalentana. Los hombres invisibles no existieron nijamás han existido. Felizmente la realidad es muydistinta, me dije, y subiendo por el teatro Isaacsatravesé el parque de Cayzedo, tomé la carrera quintay llegué hasta colina de San Antonio con el propósitode decirle a tía Tiresias que yo no estaba dispuestoa seguir jugando con fantasías; que cerráramos deuna vez por todas este asunto porque ella y yosimplemente no existíamos, y si habíamos sido enalgún instante de la vida era sólo en la imaginaciónde un loco biólogo y paranoico como yo. Antes detocar en el viejo aldabón de hierro, me senté en lasgradas de la casa desde donde se divisaba lahermosa ciudad y me puse a soñar las diferentesciudades que habíamos inventado hasta el presente,y que asimismo, con la misma banalidad y osadíaque nos había caracterizado, las habíamos destruídosin piedad. Esplendorosas ciudades que como capasde humo iban cayendo en la caja negra de mimemoria: la pequeña ciudad del valle encantado quese divisaba desde San Antonio y donde Pedro Baalcon sus zapatos untados de barro habíadesaparecido por primera vez; la ciudad clásica demi adolescencia con el batallón Pichincha, el PaseoBolívar, el Correo, la Ermita, y el hotel Alférez Real; la

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ciudad ilustrada con el café Gambrinus y las libreríasLetras, Signos, El Zancudo y La Nacional; y la ciudadimaginada con Ciudad Solar, el TEC, y el Museo deLa Tertulia.

Yo nací en una ciudad fantástica en la que la gentecaminaba por todas partes con tranquilidad; recordéal ciego Borges y fue entonces cuando tía Tiresiasme escuchó desde la cocina y me entró a empellonespor el zaguán. ¡¿Estás loco?!, me dijo. Ven, siéntateen la mesa; te acabo de preparar un sancocho degallina y me cuentas cómo te fue con ese entelerido.No muy bien, dije, pues el hombre Benetton me dejóplantado. Ellos son muy inteligentes. Te dejaroncaminar por la ciudad para que la reconocieras ytomaras confianza. Con seguridad te debieron estarvigilando con un video desde el pent-house del HotelIntercontinental. ¡A ellos les fascina el documental!

Tía, dejémonos de pendejadas; tú y yo noexistimos, somos producto de la imaginación. Tienesrazón, sobrino, nosotros no existimos, somos elresultado de una imaginación precoz. Estoy hablandoen serio, tú y yo no existimos, estamos muertos, ¿meentiende? Sí, ya lo sé, mijo, además de ciega séque estoy muerta. Los vivos están en otra parte; estánen el Concejo Municipal. Tía, por Dios, creo que losdos estamos locos. Es de las pocas certezas queme quedan. Locos y ciegos de remate. Nunca hemosvisto lo que ha pasado en la ciudad o nos hemoshecho los de la vista gorda, como le sucede al doctorRicardo Lobo. ¿Quién es el doctor Lobo? El alcaldede la ciudad. Y enseguida añadió algo que me volvióa la realidad: el paso de los hombres por el mundono ha sido fácil en ninguna época, menos en ésta,

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llena de tantos seres crapulosos.Sobrino, abra esa máquina que me huele que le

llegó un recado. A lo mejor es su maestro o su mujer,diciéndole que lo va a dejar. ¡Escríbale, por Dios, nosea ingrato! Fuí al computador y cuando ví en lapantalla el letrerito fatídico que decía You have mail,mi corazón empezó a latir como un perro pequinés yrecordé a Lina tan juiciosa en el taller de arte comoen la cama. -Lina hacía el amor como Yocasta-; aMarot, tan sabio y generoso, a Simbad tan hermosoy genial; y a Nadia que en la mesa de disección dellaboratorio me había dejado en el vacío.

Abrí el correo pero no era ninguno de los míos sinoun mensaje de los hombres invisibles que decía:

«¡Bienvenido a Cali!Por favor, necesitamos el informe con urgencia.Entréguelo por esta misma vía o si quiere

personalmente al Doctor. El Doctor es el hombre queanda con la extranjera.

Firmado,

HI».

Sin perder tiempo, les respondí:

«Negociemos. Tengo el informe,pero antes necesito saber dónde estámi hermano Pedro Baal.

Firmado,

Pablo Baal».

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Cuando volví al casillero eléctrónico, el primer textohabía desaparecido y me encontré con este otro:

«Negativo. No conocemosa ese sujeto.

No aceptamos canjes deninguna especie.

Entregue el informe y punto.Para eso le pagamos.

HI».

Para presionarlos a negociar les envié por Internetla primera página del informe y les insistí en que medijeran si por lo menos estaba muerto. La primerapágina web de cualquier informe siempre esimpecable. Eso les impresionará. Cuando quise leerde nuevo su mensaje, los hombres invisibles habíandesaparecido de la pantalla. ¿Quién era?, preguntótía. Los mismos con las mismas. Ah, ya aparecieronlos condenados. Estaban jugando al escondite. Sonmuy educados. Sí, nadie lo duda. Todos son doctoresy han pasado por la universidad. Como usted, mijo.Son Phd. Aunque en la ciudad dicen que ser Phd esser un Hp. Tía, no sea grosera. No es grosería, es larealidad. ¿Se acuerda del doctor Cañosucio, el quele robó a su mamá la cuota inicial del lotecito? ¿Quéhacemos ahora? Me tienen ubicado, saben dondeestoy, saben que tengo el informe. Pablo Baal, ellosvan a presionar por las buenas o por las malas. Lomejor es que nos curemos en salud y te protegasvolviéndote invisible. Tenemos que esperar a ver si

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ellos negocian y nos dicen dónde se encuentra. Nolo van a decir. ¿Por qué? Quieren aparecer comouna sociedad limpia, legal, y le temen al escándalointernacional. Entonces, ¿qué hago? Volverte invisibley esperar o ¿quieres que vengan dos hombresmotorizados, te maten y luego te tiren al río? Másmuertos en casa, ¡eso no lo voy a permitir! ¿Creesentonces qué está muerto? No sé, pero si estuvieravivo estaría aquí compartiendo este sancocho degallina con nosotros. Fue al altar y le prendió unaveladora.

En la semana siguiente me la pasé leyendoliteratura fantástica mientras soportaba una nuevametamorfosis. Durante ese período fatídico norecibimos ninguna noticia de ellos. Pero apenasterminaron los nueve días y volví a ser invisible, unanoche mi tía sintió el ruido de una moto y me dijo: Yavienen, no te preocupes, esta casa la volverán patas-arriba sólo por buscarte; quédate allí quietecito al ladode la foto de él y no te vayas a mover. Tía, a tí te puedepasar algo. A mí ya no me pasa nada. Estoy muy viejapara esas cosas. Todo lo que tenía que sucedermeya me sucedió. ¡Se vengarán contigo! Ten cuidado,te pueden violar. No tengas cuidado, sobrino; cuandouna es vieja y ciega no la miran ni los gusanos.¡Quédate ahí, quieto, al lado de la lámpara! Y entróun hombre vestido de policía con una pistola en lamano. El otro se había quedado afuera con la motoprendida. ¿Dónde está su sobrino? Se fue de viaje.¡Vieja mentirosa! ¡Vos lo estás ocultando en algunaparte! ¿Dejó el informe? ¿Cuál informe? ¡Ese hijode puta nos hizo conejo! ¡Nos las va a pagar caro! Ytirando a la tía hacia el retrato de Pedro Baal donde

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yo me refugiaba, se largó.¿No decías que habían pasado por la U?, le

pregunté a la tía Tiresias en tono sarcástico.Durante un mes no se volvieron a sentir. Yo estaba

cansado de mi estado y le decía a tía que queríacaminar por la ciudad y tomarme una cerveza. Nopuede sobrino, si no se han vuelto a reportear es quedeben estar esperando un error de tu parte. Espératea ver si aflojan y sabremos algo sobre Pedro. Yo nopierdo las esperanzas de verlo algún día, así sea enla morgue. Pero tampoco quiero arriesgar tu vida. ¿Ya le escribiste a Lina y a Simbad?

Sí, y le mentí. ¡Qué les iba a escribir! ¿Paracontarles que ahora era invisible y me estabanbuscando para volverme visible? Sabía que Linaseguía trabajando en su serie «Esculturas de ciegos»,que Simbad seguía protegido por Bubastis y por elmomento no necesitaban de mí, de un hombre queestaba buscando las huellas de un secuestrado y asu vez lo estaban buscando a él para secuestrarlo.Cuando al mes exactamente entró un mensaje porInternet.

«Encontramos el cadáver. Pueden recogerlo enla morgue.

Firmado,

Derechos Humanos».

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Y luego entró otro correo confuso, que decía:

«Tigre blanco llamando a tigre negro.Encontramos la piñata».

Tía y yo nos miramos a los ojos, y ella no pudocontener las lágrimas. Miserables, me lo mataron,dijo. Arréglese rápido y vamos a buscarlo. Espere,sobrino, ¿puedo volver a ver ese aparato? Prendí denuevo el computador y volvimos a leer el primermensaje, que decía: «Encontramos el cadáver.Pueden recogerlo en la morgue. DerechosHumanos». Y enseguida, el otro mensaje, escrito enforma metafórica: «Tigre blanco llamando a tigrenegro. Encontramos la piñata».

Ese correo no es de Derechos Humanos. Ese noes su estilo. Si ellos lo hubieran encontrado me habíanvenido a recoger en un auto. El segundo mensaje,qué quiere decir. El informante se equivocó dedirección electrónica y marcó de nuevo la mía. ¡Sonellos! ¡Vamos, tía!

La morgue estaba llena de mujeres vestidas consu típico chal negro que apenas descubrían a susseres queridos, lanzaban gritos de dolor y seconvertían en las viudad abandonadas del país. Unaenfermera les aliviaba su dolor haciéndoles oleralcohol. Tía se abrió camino entre la gente y llegamosa la sala general donde estaban expuestos decenasde cadáveres en las frías mesas de concreto. Laseñorita de Derechos Humanos apenas nos vió, nosguió hasta una de las mesas donde encontramos aun hombre desnudo, de piel azulada, que llevaba unaherida de bala en la frente, como una estrella. Tía se

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acercó, le tocó el rostro, y dijo: Es él. Luego searrodilló, y lo besó. No tenían por qué hacerlo; es ciertoque desde hacía tiempos había llegado al grado másbajo de miseria humana pero no tenían por quécortarle la vida así, de un sólo tajo. ¿Qué sentido teníamatarlo? Nadie en este mundo tiene el derecho denegarle la vida a otro ser humano. Míralo bien,sobrino, ¡era tan parecido a tí! Con sus manos tocósu rostro y sentenció: Pedro Baal, hijo del alma, ¡portu suerte ya no se podrá juzgar en la ciudad lafelicidad de los hombres! Me acerqué al cadáver yapenas lo ví, descubrí con terror que era parecido amí como había dicho mi tía. Y entonces volvió a mimemoria la imagen que había soñado cuando conLina habíamos terminado de hacer el amor. Sentadosen la colina de San Antonio, Pedro Baal y yocontemplábamos el paisaje del Valle del Cauca; dela colina se desprendía la carrera 10 que se perdíaen el horizonte; por esa calle iba mi hermano vestidode primera comunión, como yo, pero sus mocasineslos tenía llenos de barro. Lo ví bajar por la casa delos Cayzedo y cuando llegó a la pila de Crespo, legrité: «Baal, hermano, ¡ no vayas, por Dios!». El nome escuchó, y pasando la carrilera se internó en elvalle donde había cientos de hombres de piel curtidapor el sol, con los machetes al aire y las camisassalpicadas de sangre. ¡Hermano, regresa, por favor!¡No me dejes solo!. Pero él cada vez más seinternaba en el valle, mezclándose entre lamuchedumbre belicosa que con sus camisas blancassalpicadas de sangre marchaban por entre loscañaduzales.

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En aquellos años, el valle era un lugar donde laviolencia no tenía descanso. Luego volví asustado acasa y ví a mi madre y a mi tía pegadas a un radioque lanzaba noticias con una voz entrecortada: lospartidos liberal y conservador expandieron su sangrea lo largo del valle. Mi padre había muerto de cáncerhacía un año. Hubo numerosas bajas. La lucha espor saber quién pone más muertos en Toro, El Dovioy Ceylán. No entendía nada. Mamá, Pedro se fue porla carrera 10 y no me quiso hacer caso. ¿Qué pasa,mamá? Díme, ¿qué sucede? ¡Ay, mi muchacho!¡Dios me lo libre de todo mal y peligro! Mámá,cuéntame, ¿qué pasa? Nada, mijo, acuéstate adormir que mañana tienes que madrugar al colegio.Y dándome un beso en la frente me acostó en la cama.

Fue su primera desaparición. A Pedro Baal no lovolvimos a ver en muchos años. En el anfiteatro, tíalavó las heridas del cadáver y dispuso que despuésde que yo le tomara una muestra de sangre esamisma tarde fuera sepultado en el cementerio. Toméla muestra, la analicé en el laboratorio y al mediodíatenía el resultado: La sangre de Pedro Baal estabacorrupta. Entonces organizamos los detalles delsepelio y tía ordenó que el entierro fuera discreto.Tenemos que avisarle a tu madre en Palmira. Laseñorita de Derechos Humanos le sugirió que pusierauna demanda. ¿A quién?, preguntó tía. A los hombresinvisibles. ¿Usted sabe señorita quiénes son loshombres invisibles? No. Entonces, ¿a quién voy ademandar? El daño ya está hecho. De todasmaneras voy a poner la demanda y de ahora enadelante no descansaré un minuto para luchar contrala corrupción que tiene agotado a este país. Si

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Derechos Humanos nos quiere ayudar. Y mirándomecon sus ojos ciegos, me dijo: Vamos, sobrino, quetenemos muchas cosas por hacer.

A la salida, un grupo de periodistas apostados consus cámaras nos estaba esperando. Una joven conel micrófono en la mano se acercó a mi tía y lepreguntó: Señora, ¿quiénes lo mataron? Loshombres invisibles. ¿Sabe quiénes son los hombresinvisibles? Si supiera ya los hubiera denunciado. Ytomándome de la mano invisible se abrió paso porentre las cámaras e insultó a los pertiodistas: Carajo,¿a ustedes qué circo los contrató? ¡Respeten a losmuertos!

Tía, no me gustaría ir al cementerio en este estado.Quiero volver a ser visible para despedirlo. ¿Teimporta si vuelvo a beber la contra? No, ya no importa.De todas maneras debes esperar tres días para quehaga el efecto. Y tomé una dosis doble a ver siganaba tiempo.

Al mediodía llamé a Palmira y una vecina me dijoque a mi madre la habían internado en el hospital peroque no era grave. Pablo, despídete y no le cuentes lode tu hermano porque si no vamos a tener dosmuertos en casa. Y colgué.

En la tarde fuimos al cementerio. Ella, el cura, ladelegada de Derechos Humanos, tres religiosas yalgunos vecinos del barrio que hacían parte de laSociedad, cerraban el cortejo. La tumba la abrieronal lado de la de mi padre. Un grupo de mariachis queestaba apostado entre una de las lápidas intentóentonar una ranchera pero mi madre los calló acarterazos. Carajo, ¿A ustedes quién los contrató?¡Respeten a los muertos! Y el gordo del guitarrón

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respondió: Perdone señora pero tenemos que cumplircon la «contrata». Y entonaron a regañadientes «Perosigo siendo el rey».

Cuando abandonamos el cementerio, vimos queel hombre Benetton nos estaba esperando escondidotras un catafalco. Ahora mismo me gustaría ser visiblepara matarlo. No, sobrino, no digas eso. No paguescon la misma moneda. Por eso este país está comoestá. Hay que tener dignidad. Tenemos que olvidarlo que pasó. El olvido es el mejor medicamento paracerrar las heridas. Pablo Baal, creo que ya cumplistetu misión, ahora debes regresar a casa; Lina ySimbad te esperan en casa. No, tía, ahora me faltasaber por qué lo mataron. Y se enojó. No, Baal, teprohibo que lo busques o realices algún intento. Ahoramás que nunca tenemos que unir esfuerzos para laSociedad y tú desde tu posición de biólogo puedesayudarnos. Tía, para conocer a un hombre hay que irhasta el origen. ¡Déjate de pendejadas que yo noquiero otro muerto en casa! ¡Estoy harta de tantocrimen fortuito! Debo entregarles el informe. No sé,haz lo que quieras, pero si te pasa algo no vengasdespués a pedir ayuda. Ya te lo advertí. Si quieres,quédate unos días aquí a descansar. Tú sabes, éstaes tu casa. Y se dedicó a enviar esquelas deagradecimiento a las organizaciones del país y delexterior que la habían apoyado.

Mientras tanto yo pasé recuperándome en casa.Envié un correo a Marot y no contestó. Con seguridadel maestro no responde por prudencia. El sabe quedesde allá no puede hacer nada. Envié otro a Lina(cuidando de no dejarla embarazada) y tampoco tuverespuesta. Así que esperé pacientemente a que la

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contra hiciera efecto y actuar. Sabía que el informeno estaba terminado y era necesario concluírlo. Asíse opusiera tía Tiresias. Y un día, mientras observabacómo Clotilde se metamorfoseada cambiando suplumaje verde-esmeralda por uno blanco de paloma,tomé la siguiente resolución: cuando vuelva a miestado visible le pongo una cita al Doctor Benettonpor Internet con el objeto de negociar el informe acambio de que él me cuente los móviles del asesinato.Tía, mira a Clotilde, ahora se puso blanca como unapaloma. Oh, qué alegría, ¡parece que por un momentohay paz en el país! ¿Hasta cuándo nos durará estadicha no merecida? Y al tercer día volví a mi antiguahumanidad de ser visible. Abrí el computador y escribíel siguiente mensaje:

«Doctor: ¿puede tener una cita conmigo alas cinco de la tarde en el Café Gambrinus?Objetivo: entrega del informe.

Firmado,

Pablo Baal».

La respuesta no se hizo esperar:

Positivo; pero el café ya no existe.

Firmado,

El Doctor».

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Corrí al computador, y corregí:

«Nos vemos entonces en el lobby del Hotel AlférezReal».

La respuesta no se hizo esperar:

«Carajo, ¿usted en qué época está viviendo? Elhotel lo destruyeron hace años».

«¿Quiénes?» -pregunté-

«Los asesinos de la ciudad».

Por primera vez los hombres invisibles teníanrazón. No sé por qué había cometido aquel laspsustemporus, y entonces lo cité en el café de los Turcos.La respuesta fue inmediata:

«Positivo; pero lleve el informe.

Firmado,

El Doctor».

Leí el correo y me causó risa el lenguaje de«inteligencia» que ahora se usaba en la ciudad ¿Quédiría Arnulfo Greimás, mi antiguo profesor desemilogía de la universidad? Cuando iba a salir conel sobre de manila debajo del brazo, tía gritó desdela cocina: ¿A dónde va? A tomarme una cerveza.Tenga mucho cuidado, sobrino; aquí uno sale y nunca

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sabe si regresa.Decidí ir a pie y bordeé la orilla izquierda del río

que me conducía al café. De abajo, del río, subía unolor nauseabundo a detritus humano como si el aguase hubiera podrido y convertido en bosta humana. Elsuave olor a cadmias y a jazmín de la infancia habíadesaparecido. Llegué al café, pedí una cerveza y alos cinco minutos se acercó a mi mesa el hombre deBenetton que me había perseguido desde que yohabía llegado a la ciudad. Mucho gusto, JorgeAristizábal, para servirle. Encantado, Pablo Baal. Eraun hombre fino que aún conservaba los buenosmodales. Perdone, ¿usted es el doctor...? No, eldoctor es usted. Bueno, no importa, usted es elhombre con quien me comuniqué esta mañana porInternet. Sí, y a quien debo entregar el informe. Comousted lo dice. El hombre que me ha estado siguiendopor la ciudad. Perdone, si lo hago es para cuidarlo.Cali se ha vuelto una ciudad muy insegura. Es mitrabajo. Gracias, ¿cómo dijo que se llamaba? JorgeAristizábal. Un mesero pasó bailando por la mesa,se acercó y preguntó: ¿Qué va a tomar, el doctor?Un whisky en las rocas. ¿Y el señor? Una cervezahelada, por favor. Tenía unos cincuenta años de edadpero por las prendas Benetton que llevaba puestasdaba la impresión de ser un joven de treinta y cinco.Cuando se quitó las gafas de sol le conté la mata dearrugas que le había nacido en las esquinas de losojos.

Carajo, ¿este hombre no es Jorge Zoom, elfotógrafo de Ciudad Solar? El mesero vino con elwhisky y la cerveza y los puso en la mesa. Era extraño,el vaso de whisky no tenía cubos de hielo. Salud,

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doctor. Salud y le pido el favor que se ahorre el rótulo.¿Usted no es pues, el doctor Baal, el que trabajabaen el hospital? Sí, usted lo sabe mejor que yo, peroprefiero que me llame simplemente Baal. En estostiempos ser doctor es un desprestigio. De su sacoZoom sacó una pastilla rosada y pasándola con elwhisky, dijo: Ay, esta gota, Baal, me va a matar.¿Sabía usted que a mí también me cayó la gota fría?

Del cerro de las Tres Cruces bajó una brisa frescaque se metió por entre patas de las mesas del caféhaciendo volar las hojas de los árboles que estabanregadas en el piso. Miré a la calle y ví que LuzmilaBaratilova, la mujer que había intentado desconectara Marot, se acercaba a la mesa. Venía con esehorrible sombrero de paja que había comprado en elaeropuerto. La ví y sentí miedo, como cuandoestábamos en el Instituto.

Me apuré la cerveza y le expresé a Zoom que noquería que esa señora se sentara con nosotros. ¿Porqué? Es una bióloga cultivada, como usted; le gustacoleccionar sapos y abrir cadáveres como a AndréVesale. Ahora, si a usted no le gusta la señora… Yhaciéndole una señal a la Baratilova, continuamoshablando ¿Conoce a la profesora Baratilova? Estápasando aquí su año sabático. Sí, la he visto conusted en las rondas de vigilancia. No, le pregunto sila conoce de tiempo atrás. No. Haga memoria, Baal,usted es bueno para hacer memoria. Ya le dije queno y por primera vez comprendí el vínculo estrechoque tenían los hombres invisibles con el mundointernacional. En un mundo globalizado como elpresente funcionan mejor que una compañíamultinacional. ¡Si esa señora se sienta con nosotros

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me voy enseguida y luego veremos lo del informe!; loamenacé. Cálmese, Baal, no es para tanto. ¿Quiereuna pepa? Lo noto nervioso. Y de una cajita doradasacó una y me la ofreció. No sólo sirven para la gota;sirven también para garantizar la felicidad.

Cuando la Baratilova se hizo la idiota ydesapareció, puse el informe sobre la mesa (o loque llevaba de éste), y dije: Aquí está el informe; acambio de esto sólo quiero que me digan por quésecuestraron y mataron a Pedro Baal. Al oír estaspalabras, Jorge Zoom se bebió la última gota dewhisky-sin-rocas, y mirándome de arriba-abajo comouna rata de laboratorio, contestó: «Digan» es muchagente. Además, este no fue el compromiso.Recuerde, ¿o es que se le secó la memoria?

Espere un momento, voy al baño, me dijo Zoom, yse esfumó. Mientras estuve solo pensé que despuésde todo tía Tiresias tenía razón. Para qué seguirechándole agua al molino si al fin y al cabo ya estabamuerto. Lo que debía hacer era cerrar este dossier,desconectarme a Internet y emprender con Marot unanueva investigación. Cuando en eso llegó Zoom delbaño (venía sonándose la nariz), y me propuso untrato: Le voy a dar una pista y usted me entrega elinforme. A mí me pagan por esto, ¿no? ¿Quiere otracerveza? Bueno. Expedito, por favor, trae lo mismo ypara el señor una cerveza bien helada.

Zoom era un hombre inteligente y cultivado. Penséque si seguía compartiendo con él podía obtener lainformación deseada que me faltaba para completarel informe. Además lo que necesitaban de mí ya lohabían logrado (el hecho de haberme retirado delhospital y desviado la investigación sobre la sangre

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contaminada), y no iban ahora a cometer la estupidezde secuestrarme y luego liquidarme como lo habíanhecho con mi hermano. Ellos sabían que si a mi metocaban un pelo, se les venía encima Colciencias, laUnesco y la Organización Mundial de la Salud. Loshombres invisibles eran gente «cultivada»; así loafirmaban las autoridades civiles y militares de laciudad: el capitán Inocencio Manotas, el alcaldeRicardo Lobo y el Gobernador Justo GuzmánBecerra; y en el país, el Presidente de la República,el Congreso y los anticuarios de la capital. Y leentregué el sobre de manila. Gracias, Baal. Estopasará al comité de evaluación. Yo ahí ya no tengovelas en el entierro. Si presenta alguna inconsistenciametodológica me veré en la penosa obligación devolverlo a buscar; yo no quisiera, usted me ha parecidoun hombre correcto. Si el informe es avalado por elcomité, desde ese momento su dossier quedarádesactivado y usted no tendrá más problemas conlos hombres invisibles. Brindemos, Baal, y confiemosque el comité le otorgue una mención de excelencia.¿Quiénes hacen parte del comité? Es un secretoprofesional; sé que se llama «Credenciales», y esenombre nos ha traído muchos problemas con la gentede Dinners y American Express. «Credenciales» estácompuesto en su gran mayoría por asesores de altoprestigio, formados en Boston, Oxford, Paris yLovaina. ¿El barrio Lovaina de Medellín? No se hagael chistoso, Baal, que eso le puede costar caro. Lesllaman los ACES, que quiere decir «AsesoresCultivados». Baal, entiéndame (y bebiendo unwhisky-sin-rocas me tuteó por primera vez), yo sólosoy un emisario que hace parte de una cadena muy

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compleja. Antes tenía poder y acceso a la informaciónpero caí en desgracia. ¿Por qué? ¿Cometió algúnerror?

Sí, me acosté con Mona, la mujer de uno de loshombres invisibles. ¿Por qué? Por pasión. Mona eraun dulce pecado de la naturaleza. Ojos verdes, pielcanela, ni para qué contarle. Y por esta mierda. Y delbolsillo Benetton sacó una bolsa de polietileno dondeguardaba una libra de alcaloide. Es el «whisky en lasrocas» del que le hablaba. Expedito es un expertoen preparar cocteles. Baal, usted no tiene vicios,¿verdad? No, I’m streight. A veces bebo cerveza parahacerle un modesto homenaje a mis antepasados,pero me produce incontinencia orinaria. No, yo hablode vicios; la cerveza no es un vicio, los curas trapistasla inventaron para calmar la sed. Zoom, antes no temataron, dije, y me arriesgué a tutearlo por primeravez. Sí. Como a su hermano y a tantos hombresrespetables de la ciudad que se han atrevido acuestionarlos. ¿Recuerda usted el caso del periodistaAlberto Bedoya? ¿Recuerda el caso de PiperPimienta, el cantante de salsa? ¿Qué tal si se tomanel gobierno? El gobierno ya se lo tomaron, colegí.¿Qué tal si se toman el Estado? ¿Estado? ¿CuálEstado? Démosle gracias a Dios; aún estamosvivitos y coleando.

Y brindamos.Después de hablar media hora larga pasados con

algunos whiskys-en-las-rocas que Zoom saboreabahasta el paroxismo, y yo, con unas cuantas cervezas,noté que mi interlocutor estaba más fresco y habíabajado su paranoia. Ahora la conversación con él fluíacon espontaneidad y era tan confidente (como el

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episodio aquel de Mona que me había contado), quepor momentos no me parecía estar conversando conun hombre que se encuentra en la orilla opuesta sinocon un amigo de infancia. Y de alguna manera estoera cierto pues aunque con Jorge Zoom Aristizábalnunca habíamos sido amigos, nos habíamos visto enlos bailes de cuota que programaban las hermanitasMiranda en su casa de San Antonio.

Zoom me estaba llevando por el buen camino ypensé que si seguía hablando con él podía darme laclave para comprender por qué habían «borrado» ami hermano, por qué lo habían convertido en«muñeco» (y éstas eran dos nuevas perlaslinguísticas para mi profesor Arnulfo Greimás),sabiendo que él, como decía mi tía, era carne de lamisma carne, sangre de la misma sangre.Aprovechando el terreno confidente que miinterlocutor había propuesto, quizás por el efecto dela bomba narco-etílica que estaba consumiendo, opor la vida ruinosa que ahora llevaba, le pregunté:Jorge, cuéntame, ¿dónde conociste a mi hermano?En el baile de cuota que programaron Adriana y MartaMiranda, me dijo. Fue el 20 de Julio de 1969. Allí fuedonde comenzó todo. Aunque otros dicen que la cosanació el 26 de febrero de 1971, en la Plaza ‘Che’Guevara de la Universidad del Valle, en SanFernando.

Recuerdo muy bien la fecha porque aquel día losastros se movieron al unísono y danzaronsincronizadamente al compás de los discos de 78revoluciones que coleccionaban Adriana y MartaMiranda. Y allí sucedieron varios acontecimientos queiban a cambiar el destino de la ciudad clásica fundada

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por don Sebastián de Belalcázar: el hombre pisó laluna por primera vez, Richie Ray y Boby Cruz tocaronpor primera vez en la ciudad, los hombres invisiblessecuestron al cuerpo consular suizo y Pedro Baalvolvió a Cali después de su primera desaparición.

Aquel día yo vi con mi madre en el televisor blancoy negro cuando los astronautas partieron de CaboCañaveral en el cohete Apolo 11 y se acercaron alplaneta en el vehículo Saturno 5. Mientras Neil bajó ala luna, Edwin y Michael se quedaron bailando en elespacio; después, el turno fue para Edwin; Michaelfue el único que se quedó triste con los cresposhechos. Luego me despedí de mi madre, y me dirigía la casa de las hermanitas Miranda. Allí había unletrero pegado a la puerta que decía:

«Hombres: 10 pesos y una caneca de aguardiente.Mujeres: Una sonrisa».

En la puerta, una fila de muchachos engominadosy con los zapatos recién embolados esperaban a queAdriana y Marta los recibiera de besito y los invitaraa entrar. Allí fue donde ví por primera vez a tu hermanoPedro; allí fue donde creo que nosotros nosconocimos, pero nunca llegamos a ser amigosporque tú eras el más pequeño de todos; el peladode la gallada de San Antonio y cuando aquella nocheentré y te ví, no sabía que eras el hermano menor dePedro; eso lo vine a saber después cuando comenzóla pelea pues en esos tiempos baile donde no hubierapelea no era bueno, ni era baile. ¿Tú sabes cómoempezó la debacle? Cuando hicieron su aparición elgordo Estrombolis y Ricardo Bellini que quisieron

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entrar un aguardiente adulterado. Adriana y Marta,que estaban en la puerta, apenas probaron el licor yse dieron cuenta de que era puro contrabando,quisieron llamar a tu hermano pero su madre seinterpuso y les dijo que no, que era mejor evitar y dejóentrar a la pareja de galanes que venían del sur de laciudad, de la gallada de Marquetalia. Ese fue elflorero de Llorente. Luego, el baile se compuso ycomo si no hubiera pasado nada los jóvenesbrindábamos, nos reíamos de cualquier chistecontado por Santiago ‘La mosca’ Calero ysacábamos a las muchachas, que sentadas al frentede nosotros y con las piernas bien juntas se hacíanlas de la oreja mocha. Adriana y Marta corrían de unlado para otro poniendo los discos de Richie Ray queestaban de moda, sirviendo aguardiente con coca-cola en unas bandejas floreadas y atendiendo a losque se maluqueaban y necesitaban ir al baño.

«Traigo de todocaramba, yo traigo de todo.Traigo ron, traigo cervezatraigo mi radio-picóy para alegrar la fiestalos discos de Richie Ray».

A veces Adriana y Marta se pegaban una bailaditacon un pobre muchacho que había pagado sólo pordanzar con ellas.

Las Miranda eran encantadoras, ambas eranhermosas, frescas y espontáneas pero la quesiempre se robó el show, la reina de la noche, fue¡Adriana Miranda! Y lo peor era que todo el barrio yla ciudad entera estábamos enamorados de ella:

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empezando por Pedro Baal que desde esa nocheque volvió a la ciudad nunca le quitó el ojo; SantiagoCalero, que la quería conquistar con sus chistespendejos; el negro Mosquera, que siempre lacontemplaba con su ojo de vidrio; Augusto PocaLucha, que luciendo su peinadito vaginal le contabachistes obscenos al oído; Miguelito Putifar, que lamiraba con sus ojos libidinosos; los hermanos Felipey Daniel Gardenia, que le escribían poemas terriblesde amor; el gordo Estrombolis, que la queríaimpresionar con sus fantochadas; y Ricardo Bellini,que la quería conturbar con su labia de futuroabogado.

Lo que nunca aceptamos aquellos que siemprechorreamos la baba por ella fue por qué te eligió a tícomo novio; si tú eras el enano, el miope, el frágil, el«recoge-bolas» que nunca se jugó un partido de fútbolcompleto, nunca sudó la camiseta y que en vez deestar matando pechiamarillos y tumbando mangosen la Circunvalación se la pasaba leyendo un libritoen un banco de la colina. Eso nunca lo aceptamos.Ni siquiera tu hermano Pedro, que llegó más cuajadoy usaba una mochila arhuaca y unas botas pastusasque olían a p.q.e.k. Esas botas se pusieron de modaen Cali y en el país, y nadie de nosotros se imaginóque dos décadas después aquel olor fétido ynausabeando se iba a subir a la cabeza y a causarestragos.

A la una de la mañana, el baile estaba en plenofuror. La sala, el patio y una habitación que se habíadesocupado para el efecto no le cabían un alma. DoñaConcha pasaba con una bandeja de pasabocasmientras las parejas, exhibiendo sus mejores pasos,

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le sacaban brillo a la baldosa: la singular GloriaTacones danzaba con el negro Mosquera; Sandra lohacía con Santiago ‘La mosca’ Calero; MaríaFernanda Libreros y Amparo Riascos danzaban conlos intrusos de Marquetalia.

«Yo soy la que lleva el ritmode la música cubana.Pregúntenselo a Pachecho¡pregúntenselo a Matraca!».

Cantaba Vicky Vimari. Cuando de pronto, sonó elbolero Cómo fue, de Vicentico Valdés, y allí fue la deTroya: el tiempo, como si nunca hubiera marchado,se paralizó por un instante y los corazones semovieron agitados al borde de un ataque cardíaco.«Cómo fueeeeeeeee/ no sé decirte cómo fue». Elgordo Estrombolis oyó los primeros acordes de lacanción y como un kamikasi se levantó del asiento yfue a pedirle la mano a Adriana Miranda para bailar;ella, digna pero sencilla, le dijo que no; luego, el turnofue para el suicida de Santiago, que apenas extendióla mano, Adriana lo regañó al oído: «CarajoSantiaguito, vos siempre cagándola; pareces a unamosca»; entonces ella te miró, se sonrió con sus ojosy tú te acercaste y empezaron a bailar. «No séexplicarme qué pasó, pero de tí me enamoré» .

Debido a tu estatura que no era muy prometedora(le llegabas a la altura de los senos), era divertidoverte bailando con ella. Al arullo meláncolico delbolero ella te mecía en sus brazos y parecía como site estuviera dando pecho. «Pulga» -como tedecíamos en aquellos tiempos- se la había

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conquistado y allí no había nada qué hacer.Cuando de pronto el gordo Estrombolis se paró y

de un manotazo te lanzó al suelo y la cogió con susbrazos. Adriana gritó, tratando de zafarse de losbrazos del gordo, pero sus gritos eran inútiles antesu fuerza descomunal.

Fue cuando ví actuar por primera vez a Pedro, tuhermano; mientras guardaba el equilibrio con unapierna, levantó la otra y de un botazo en la barrigahizo tambalear al gordo. Los hombres trataron desepararlos, las mujeres gritaban, pero Estrombolis yPedro ya rodaban por el suelo. El pálido de Belliniquiso ayudar a su amigo pero enseguida saltó elnegro Mosquera que sólo veía por el ojo de vidrio y loamenazó con una cadena. Doña Concha, Adriana yMarta se pararon a rezar frente al cuadro del SagradoCorazón y rogaban a los combatientes que dejaranla pelea y desalojaran la casa.

En medio de la trifulca, Pedro Baal escuchó el gritode las mujeres y separándose del gordo, lo retó apelear en la colina. Fueron subiendo calle arriba enun cruce mortal de lances que iban y venían, y dondeno se sabía quién sería el derrotado. A la altura de lacasa de los Cayzedo, Estrombolis sacó un cuchillo, yPedro Baal tuvo que envolverse el saco en el brazo,a la manera de escudo, para defenderse de loslances. No sé quién le prestó una Pedro, lo cierto fueque cuando Estrombolis vio relucir el arma en laoscuridad, llamó a gritos a Bellini y quiso devolverse,pero los lances de Pedro lo empujaban cada vez alcorazón de la loma. Allí, justo, donde tú pasaste losmomentos más felices de tu vida al lado de AdrianaMiranda; allí donde nos iniciamos en el rito de la

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marihuana que traía el negro Mosquera de la lomade la Cruz; allí donde jugamos los mejorescampeonatos mundiales del fútbol, en esa canchaoblicua, pelada, donde se veían el cielo, la luna y lasestrellas.

Fue aquella noche que conocí a Pedro, tu hermano,dijo Zoom bebiéndose otro whisky-en-las-rocas, ycontinuó:

Después lo ví en este mismo café compartiendouna mesa contigo, Adriana y Marta Miranda. Fueronlos tiempos dorados de Los Turcos donde el café, unviernes en la tarde, se empezaba a llenar con losdiferentes grupos que estaban en plena ebullición. Alfrente de la mesa de Pedro Baal se hacíanEstrombolis y Bellini. Al lado de Bellin siempre sesentaba Carlitos Clon que miraba como él,manoteaba como él y cogía la pipa como él. CarlitosClon era el ejemplo perfecto del idiotacomplementario. Al extremo derecho del café sehacían Ricardo Lobo, Inocencio Manotas y JustoGuzmán Becerra, futuros dirigentes del Valle delCauca a quienes se les descubriría años más tardesangre contaminada.

Al extremo izquierdo se hacían tu profesor debiología Hans Meyer, el profesor de semiología ArnulfoGreimás, y María Fernanda Libreros, poetacultilatinoparla.

Desde la mesa de enfrente y con sus ojosachinados, el gordo Estrombolis miró a AdrianaMiranda sólo por provocar a Pedro, pero ésta vez tuhermano no cayó en la trampa. Pedro Baal sabíaque Adriana te quería tanto que no te iba dejar de lanoche a la mañana por un gordo feo. Además, si se

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quiere saber, Adriana y el gordo no tenían nada quéhacer. Eran la antítesis de la tesis y de la síntesis.Desde que lo conocimos, el gordo era ancho ygrasiento; ella en cambio era delgita; los ojos delgordo eran marrones y achinados; los de ella eranverde-esmeralda como el Valle del Cauca; las piernasdel gordo eran flacas y peludas; las de ella eranfuertes y onduladas; el gordo no tenía caderas; lasde ella eran sensacionales, y todo Cali estabaenamorado de ellas; los pies de ella olían a cadmiasrevueltas con jazmín, los del gordo olían a cañopodrido de Paso Ancho.

La mesa de Pedro pidió cervezas, pan árabe ytahine, y arropados por la brisa que bajaba del cerro,hablaron de la situación tensa que vivían la ciudad yel país por la muerte de los estudiantes Edgar Mejíay Tuto González; y esa noche decidieron intensificarlos mítines y las asambleas en las universidades ylos sindicatos.

En estas discusiones Pedro Baal era el más parcode todos. Cuando Santiago Calero pedía la palabraera para cagarla; por eso le llamaban ‘La mosca’,porque allí donde se paraba la cagaba. El que máshablaba de todos era Augusto Poca Lucha, futurapromesa de Arquitectura de Univalle que para explicarla coordinación de un mitín en la U. se remitía a lassociedades primitivas, pasando por la familiapunalúa, la sociedad esclavista, feudal, y capitalista,y terminaba contando la historia de la humanidad quele había enseñado doña Martha Harnecker.

Tú, Pablo creo no hablabas porque estabas másinteresado en invitar a Adriana Miranda a «Losarbolitos», un metedero estudiantil que quedaba en

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San Fernando y en pasar el primer semestre debiología.

Luego venía el tema del fútbol. Allí las apuestasestaban divididas. Pedro Baal, Marta, el negroMosquera y Augusto Poca Lucha eran del América.Adriana, tú y Santiago eran del Deportivo Cali queacababa de ser campeón nacional por tercera vez.Recuerdo la alineación del «glorioso equipo»,dirigido por don Pancho Villegas: En el arco, TrucutúOlmos; en la defensa, Joaquín Sánchez, Bautista,Oscar López, Miguel Escobar y Sanclemente; en elmedio campo, ‘Chapa’ Salla y Desiderio; en ladelantera, Iroldo, Gallego, Samboní y el ‘monit’oAlvarez.

Oscar López era todo un caballero que jugaba consmoking y corbatín. Desiderio jugaba con las mediasabajo y le gustaba bailar con la pelota. El ‘monito’Alvarez era el que ponía los centros; y el negroGallego, entreverado en la bombonera saltaba comouna pantera, y los hacía de cabeza. ¡¡¡¡¡¡¡Goooooooldel Deportivo Caliiiiiii!!!!!!!! ¡¡¡¡Goooollll de JorgeeeeGallegooooooo!!!!!!!

Pese a sus éxitos, los americanos nunca aceptaroncon serenidad las victorias del equipo amado, yreinvindicando que la mechita -como le decían alAmérica- pertencecía al pueblo trataban a los caleñosde «perros arribistas» y «vendepatrias».

Fue aquí en Los Turcos que conocí a tu hermano ynos hicimos amigos. Cuando nos sentábamos enesta misma mesa nunca hablábamos de políticaporque él sabía que lo que a mí me interesaba era lafotografía, y quería irme a estudiar a Los Angeles.

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Yo nunca fuí de «derecha» ni pertencecí al círculooscurantista de Ricardo Lobo y Justo GuzmánBecerra, pero tampoco fuí de «izquierda» como sí lofueron Estrombolis y Bellini, y por supuesto CarlitosClon.

Con tu hermano nos respetábamos mutuamente.A veces yo le compraba la «Voz del pueblo» que erala «voz de los que no tenían voz» como decía el padreHurtado Galvis o le colaboraba con una boleta parair a a comer con los camaradas empanadas conchampús. Pero de ahí no pasaba. En aquellos añosyo sabía que mi rollo era la fotografía, el cine y laspeladas.

En casa conservo una foto panorámica de estecafé cuando todavía la vida era bella y nadie se iba aimaginar que a esto un día se lo iba a llevar el putas ytodos iríamos a naufragar.

«Sueño de una tarde caleña en los Turcos», tituléla foto.

Luego vino la historia cuando en el bar La Habanatu hermano Pedro te quitó a Adriana Miranda.

Recuerdo que ustedes estaban sentados en unamesa con Adriana y Marta Miranda. Pedro pidió unabotella de aguardiente, y apenas vio entrar al gordoEstrombolis, sentenció: si me busca pelea, lo noqueode nuevo. Ah, no, dijeron Adriana y Marta; si te vas aponer a pelear con ese gordo maluco, nosotrastomamos un taxi y nos vamos a casa; pero PedroBaal les prometió que lo que había dicho era un chistey que no iba a pelear porque esa noche era para lasdamas.

Sentados en el otro extremo, Estrombolis y Bellinipidieron media de aguardiente y por lo animados que

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estaban no parecían con ánimo de pelea. Con subotella en la mano, Estrombolis se acercó a la mesade los Baal y todos pensamos que la iba a estrellarcontra Pedro, pero el gordo ebrio y amigable comoestaba sirvió un trago y brindó. Luego se arrodilló yte pidió permiso para bailar con Adriana Miranda.

El gordo apagó sus ojos achinados y con sus piespequeños que se movían como una aspiradora, fueconduciendo a Adriana Miranda hasta ese lugarmágico, de ensueño, que sólo es alcanzado por elbolero. Viéndolo moverse, el gordo en el fondo noera malo sino que le faltaba cariño; en medio de esabola de carne había un gran vacío afectivo. Tú losobservaste desde la mesa y sentiste celos, pero tuhermano te tranquilizó dándote unas palmaditas enel hombro: tranquilo, Pablo, que ella te ama es a tí.

Aquella noche Pedro Baal y Estrombolis volvierona hacer las paces.

Pero lo que nadie sospechó fue que mientras túcuidabas a Adriana Miranda de los lances del gordo,tu hermano mayor le estaba echando el ojo. Hastaque llegaron al garage de Miraflores, y allí se produjoel cruce mortal que casi acaba con tu vida: PedroBaal, tu hermano del alma, se acostó con tu noviaAdriana Miranda.

Zoom se excusó y me dijo que quería ir al baño.Cuando me quedé solo, sentí mi cabeza dandovueltas no sólo por las cervezas que había ingeridosino por lo que el fotógrafo me había recordado.

Pese a mi dolor que volvía después de tantos años,sabía que Zoom era la memoria visual de la ciudad,y tenía que aprovecharla al máximo para teminar elinforme y conocer las causas del secuestro y

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asesinato de mi hermano.Para conocer algo hay que ir al origen, me había

dicho Marot, y yo estaba dispuesto a hacerlo asicorriera riesgos con los hombres invisibles y seopusiera mi tía y la asociación que había fundado.Además, ya no tenía miedo y sabía que Jorge, apesar de estar trabajando para ellos, no me iba ahacer daño porque él, como yo y todos los hombresde esta tierra, no éramos más que unos seresdesgraciados, producto de las circunstancias, y enlos duros años de investigación que había llevado sialgo había aprendido en la vida era que entre estosseres florece con más facilidad la complicidad.

El fotógrafo de Ciudad Solar me estaba llevandopor el buen camino y por ninguna razón había quedesaprovecharlo.

A los cinco minutos, Zoom regresó más liviano conuna sonrisa en el rostro, y mientras desenrrollaba elrollo que se había enredado en su caja negra, lepregunté: ¿Qué pasó con Mona? Ay, Pablo, otro díate lo contaré. Se limpió la boca húmeda con el dorsode la mano, y concluyó:

Pedro Baal se fue con Adriana Miranda; y tú paramitigar la pena estuviste saliendo un tiempo con suhermana Marta.

Para mí este fue el origen de nuestra decadencia.El resto de la historia, tú, Pablo, la conoces mejorque yo.

Por esos días un aire mortífero y nauseabundosacudió a la ciudad. Los sindicalistas apareceríanahorcados en los mangones o ahogados en los ríos;los voceadores de prensa aparecían asesinados enlos muros abandonados del ferrocarril; los estudiantes

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desaparecían o eran encerrados en las caballerizasdel batallón Pichincha, y luego aparecían con señalesde torturas o enterrados en una fosa común comoNN. La prensa responsabilizaba de las atrocidadesa los hombres invisibles; decía que después delsecuestro de su hija, habían decidido crearescuadrones de la muerte para limpiar la ciudad.«¡Cali linda, Cali limpia!», rezaban los grafitospintados en los muros de la ciudad; otras vecesresponsabilizaban a la policía y al ejército de ser losgestores de dichos grupos que a su vez trabajabanen una alianza perversa con los hombres invisibles.

Fue por esos días que se suicidó Tomás Arcángelcon un vaso de whisky y cuarenta pepas de seconal,y llegó el maestro Prometeo de Medellín perseguidopor las sectas fundamentalistas de la capitalantioqueña.

Prometeo puso un consultorio en Menga dondeiban a siconalizarse las mujeres de la clase alta de laciudad. Luego se vinculó a la Universidad Santiagode Cali y después a la Universidad del Valle donderecibió el doctorado honoris causa. Pero allí comoen Medellín no tuvo sosiego, pues los colegas depsicología que le habían otorgado el reconocimientonunca lo aceptaron como profesor en suDepartamento y lo chutaron a filosofía. Allí, el profesorFrancisco Dioscórides lo acusó de que no erariguroso con sus ensayos y nunca ponía citas; elmaestro se defendía diciendo que los trabajos delprofesor Dioscórides tenían tantas que no parecíanensayos sino casas de citas; y lo chutaron a Literatura.Allí le hizo la guerra el profesor Arnulfo Greimás quepara castigarlo le dijo que lo aceptaba con la

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condición de que dictara un curso de Dostoiewskien ruso. Hasta que una noche Prometeo, agotadode tanta malediscencia, bebió la cicuta y muriósentado entre los libros de su apartamento.

Pedro, quien ahora vivía con Adriana Miranda,pasó a la candestinidad y sólo se lo veía de vez encuando en una manifestación, con el rostro cambiadoo encaramado en un bus de Trans-Yumbo, agitandoa los obreros de Cartón de Colombia. Tú estuvistesaliendo un tiempo con Marta Miranda y esto te sirviópara exorcisar el fantasma del suicido que teasediaba, pero ambos sabían que todo esto no eramás que una farsa del destino y un día ella tomó unbus de Expreso Palmira y se fue a vivir a Bogotá. Túte quedaste solo en el vacío de las infinitas nochesque pasaste sin Adriana Miranda. Y un día sacaste laconclusión de que era necesario sacudirse porque -como decía una canción de Richie en esos tiempos-en este hermoso país uno aún no se ha muerto y ya loestán velando en vida.

Fue cuando en medio de aquel mundo terrible queempezaba a agitarse con violencia descubriste laimportancia de la Biología y te matriculaste en launiversidad en las clases magistrales que dictaba elprofesor Hans Meyer.

Cuando Zoom probó el séptimo vaso de whisky-en-las-rocas tenía la mandíbula desencajada. Habíaalgo en la quijada que no funcionaba como si se lehubiera desajustado. Cuando sintió que yo lo pillé,cogió una servilleta e intentó arreglársela pero erafísicamente imposible ordenarla. A pesar de esto,Zoom siguió hablando.

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Adriana Miranda fue la mujer más hermosa de laciudad. ¡Flor de cadmia cortada al amanecer! TodoCali se enamoró de ella, pero el verdadero amor erastú, y sin embargo, ¡ te abandonó por Pedro Baal! ¡Portu hermano mayor! Como para que más te doliera.Si se hubiera dejado seducir por el gordo Estrombolishabría sido un chiste de mal gusto; pero se fue conPedro Baal para constatar una vez más que losgrandes amores son aquellos que dejan profundasheridas de muerte.

¡Adriana Miranda era tan bella, tan fina, tandelicada! ¡Y bailaba tan bien! Hasta yo que ya era unasiduo visitante de la casa de doña Blanquita Uribe,me enamoré de ella.

En la ciudad todo el mundo sabía que la reina deCali no era Martha Lucía Calero sino Adriana Miranday nadie, ni Margarita Rosa de Francisco ni AlejandraBorrero ni Karen Lamassone la pudieron destronar.¡Adriana Miranda y Pablo Baal fueron la parejaperfecta! ¡Luz de vida! ¡Corazones atravesados!

Zoom era una caja de memoria y eso incitaba mivoluntad para continuar con mi trabajo. Aquí está lafuente que me llevará hasta al nacimiento, pensaba,mientras le oía traquear su pobre mandíbula. Track,track, track.

Zoom a veces es chismoso y habla más de lacuenta; pero, ¿acaso no es un hijo raizal de Santiagode Cali?

Y para cortarle el panegírico que le estabahaciendo a Adiana Miranda le pregunté aquemarropa: Zoom, ¿qué pasó con Mona?

Zoom carraspeó y continuó. Era la mujer de unode los hombres invisibles. Antes había sido la mujer

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de Vidal, el pintor. Ellos la secuestraron, y despuésde que estuvo con uno de ellos, quiso ser mi amante.¡Qué mujer tan voluble!, ¡tan polimorfa!, como decíael maestro Prometeo que en paz descanse, ¡y leencantaba la bisutería! Como a todas. A las feministastambién les encanta, no te preocupes. Yo estabahaciendo la serie «Mujeres» para la revista Vivenciasy la modelo que tenía me había dejado. Creo que undía se aburrió de mí y se mudó al taller de Vidal. Yuna tarde se apareció Mona en mi taller, parqueó elcarro frente a la puerta y me dijo que si la podíacontratar como modelo. Tú eres la mujer de fulano,¿no? Sí, contestó. Entonces, ¿para qué vas atrabajar? Tú no necesitas trabajar. No lo hago por eso,me dijo, sino porque quiero ser modelo, y sin decirmenada cogió un oso de peluche y se fue desnudando.Mona, me vas a poner en un problema. No importa,papi, ayúdame que estoy harta con ese mafioso hijode puta. Y así pude terminar la serie. Cuando la revistasalió, el fulano compró toda la edición y me envió altaller un ejemplar con una nota que decía:«¡Felicitaciones! De ahora en adelante será elfotógrafo exclusivo de la casa».

Antes no te mató, comenté. Hubiera preferido esamuerte y no ésta que vivo ahora sentado en este caféesperando a que alguien me invite a un trago dewhisky; me dijo Zoom. Baal, ¿tú sabes lo que es tenerenfocada la imagen en el zoom y no poder hacer click?¿No tienes con qué pagar los whiskys que te hasbebido? Me da vergüenza decírtelo pero es así. Noimporta, yo pago, y mientras iba al baño, me dije paramis adentros: mierda, si Marot se da cuenta en quéestoy gastando su plata me echa del Instituto. Nada

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es gratis en la vida, Celia pidió cantar y terminócomprando mil pelucas; cuando terminé de vaciar lacerveza que había consumido, respiré contranquilidad.

Zoom bebió un trago largo. La mandíbula nuncamás pudo volver a su estado natural. Watussi, ellustrabotas del café, en ese momento le estababrillando sus zapatos; mientras pasaba el dulce-abrigo por el cuero, cantaba «Muñeca» de EddiePalmieri; apenas escuchó mencionar su nombre, sedetuvo y alzando la cara del suelo, comentó: yo conocía Adriana Miranda; ella venía a hacerse brillar loszapatos al café. «Muñeca, quiero que me perdones,

que no lo hago más. Me encontraste en los brazosde otra nena; son diversiones que no valen nada».

Tres años después Adriana Miranda quedóembarazada y tuvo a Alejandra. La gente decía quela niña era tuya, que como Pedro nunca estaba encasa, tú te veías con ella a escondidas, y la habíaspreñado. Pero la gente dice muchas cosas. Eso sólolo sabes tú y Adriana. Lo que quiero decir es que alos días de haber nacido la niña, cogieron aEstrombolis y a Bellini y los encerraron en lascaballerizas del Pichincha. ¡Cogieron a Estrombolisy a Bellini! Se regó la bola por los pasillos de launiversidad. A Estrombolis lo acusaban de conciertopara delinquir. A Bellini, de asonada y rebelión.Adentro, en las caballerizas, experimentaron con ellostodas las torturas insufribles que los militaresaprendieron en West Point, Estados Unidos. Leshabían hecho mirar fijamente ante un reflector hastadejarlos casi ciegos; les habían golpeado con unavara las plantas de los pies y practicado la prueba

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del «ahogado» en el río Meléndez.A los veinte días al gordo le dieron libertad

condicional pero con un perro sabueso que siempreiba detrás de él para ver quién caía. El gordo quehabía perdido unos cuantos kilos, apenas veía quealguien se le acercaba, le hacía una señal con susojos achinados previniéndolo del peligro. La únicaque desafió a los «tiras» del DAS fue Adriana Mirandaque se acercó con Alejandra, su niña recién nacida yse la presentó. El gordo se puso contento y fue conella que le mandó a decir a Santiago ‘La mosca’Calero que se pusiera mosca porque iban a allanarsu apartamento. Esa misma noche Irma fue aacompañarlo al terminal de buses y Santiaguito sefue a esconder por un tiempo a Bogotá. Irma, su mujer,le entregó un maletincito, el libro Veinte poemas deamor y una canción desesperada de Pablo Neruda,y le dio una chuspa de pandebonos para que no seolvidara del terruño.

A Ricardo Bellini lo tuvieron un mes más, perogracias a la intervención de su padre que era unprestigioso abogado liberal, lo dejaron libre.

Después de esta amarga experiencia,Estrombolis y Bellini vendieron sus bibliotecas a loslibreros del parque de Santa Rosa y se afiliaron alpartido liberal.

Así llegaron los años ochenta. De la ciudad clásicapasamos a la ciudad imaginada y de ésta, a la ciudaddel miedo.

En la ciudad se respiraba un aire pesado, y lagente antes abierta y espontánea, ahora se cuidabay prefería estar en casa a las siete de la noche paraver por la televisión las últimas masacres y las fotos

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de los secuestrados. En este año empezaron avolverse invisibles las organizaciones de oposiciónal gobierno y curiosamente los hombres invisibles sevolvieron demasiado visibles con sus jeeps, subisutería, sus mujeres plásticas (como Mona) y suquincallería de oropel.

Fue en aquel año que Pedro Baal, ante la situacióndel país, vivió su segunda desaparición, Alejandracreció y desde niña heredó la afición por el baile,como su madre, y yo, con la ayuda de mi padre, mefuí a estudiar cine a Los Angeles.

Pablo, ¿sabes quién conoce al dedillo el resto dela historia?

Adriana Miranda, y se le iluminaron los ojos; siquieres podemos ir el próximo viernes al TeatroMunicipal donde ella canta todas las noches.

La noche fresca y radiante cayó sobre la ciudad.Zoom y yo nos quedamos un buen rato en silencioquizás porque habíamos hablado demasiado yexplorado en muchos puntos profundos de nuestrasvidas. Sólo las cosas profundas tienen un sentido ypertenecen al vasto campo de la memoria. El silenciotiene un sentido en la música, pero también lo tieneen nuestra vida real y en nuestro infinito vacío. El estápresente detrás de nuestros actos y de nuestrasfrustraciones. El dice lo que la palabra calla; sin él nopodríamos seguir nuestro derrotero ni tendría sentidonuestra existencia. El silencio llena y completa laparábola finita de nuestro destino. ¿Cúantos silenciosse guardan en este informe? ¿Cuántos secretos seescamotean?

La vida no sólo está llena de palabras sino tambiénde silencios que a su vez son signos que ocultan

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eventos, actos de habla, hechos, secuestros, muertesy masacres.

¿Pedimos el de irnos?, me dijo Zoom. No, miracómo estás. Un último trago me arregla. Es una leyde la homeopatía. Un veneno sumado a otro purifica.Pero te vas a suicidar, Zoom. No importa, es miproblema. Está bien. Expedito, por favor, un whisky-sin-rocas, una cerveza y un policía.

El mesero sirvió el pedido; Zoom y yo hicimoschin-chin y volvimos a quedarnos en silencio. Cuandoterminamos, yo me iba a levantar para despedirme,cuando Zoom me recordó que no le había dado elinforme. No está completo, le dije, falta la segundaparte, le aclaré. No importa, me dijo; dámelo que esagente a veces ni sabe leer. Y ayudándome a cogerun taxi me recordó la cita que tendríamos el próximoviernes en la noche en el Teatro Municipal.

El taxi me dejó en la casa de San Antonio. Subílas gradas de cemento y tía Tiresias, después deasegurarse que era yo, me abrió la puerta del zaguán.¿Cómo le fue, mijo? Muy bien, logré reunir unainformación importante para completar la segundaparte del informe. Bueno, con tal de que no le sucedanada malo.

Mientras atravesaba el pasillo, pensé que esamisma noche debía escribirle a Marot y contarle quehabía logrado obtener una información valiosa paracompletar la segunda parte del informe, que élllamaba pomposamente «hermeneútica» quizásporque yo, en mis múltiples viajes virtuales enbúsqueda de la flor más exquisita de la humanidadno era para él más que un Hermes de pies alados

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que a partir de la imagen soñada del valle encantadoestaba descubriendo la figura de mi hermano. Abrí elcomputador y cuando traté de comunicarme porInternet, la línea estaba caída; intenté conectarme conLina y Simbad pero el sistema no funcionaba y sentídolor porque no podía hablar con ellos. Simbad erami hijo, mi bálsamo, y no se justificaba que viviendoen la misma ciudad no pudiera tocarlo ni besarlo puesesta maldita máquina que me había otorgado elInstituto me impedía hacerlo y sólo me mostraba unafoto de él caminando con su abrigo de astronauta ysus botas de pato por un sendero blanco.

Tía se acercó y me mostró su cuaderno de apuntesdonde llevaba los datos de la asociación que estabaformando. ¿Cómo la vas a llamar? La Sociedad dela Vida. Ya tengo apuntado a varios vecinos del barrioque se niegan a construír aquí un astillero de muertos.Tía, voy a comprarte un computador para que registrestoda la información. ¿Un computador? ¡Yo a duraspenas sumo con los dedos de las manos! No le temasa la tecnología que eso es muy fácil.

En la televisión estaban pasando imágenes de unamasacre de campesionos realizada por losparamilitares. ¿Se da cuenta, sobrino? Este país noquiere descansar de la muerte; qué dama tanentrometida, se nos metió en todas partes y no nosdimos cuenta; por eso es importante la Sociedad.Ven, vamos al gallinero que Clotilde debe estarvestida de negro, y cuando llegamos al corral, lagallina más vieja de todas se había metamorfoseadoy cambiado su plumaje. Tía se dirigió a la cocina ydesde allí me dijo que la mesa estaba servida; cuandome acerqué, descubrí con sorpresa que había seis

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puestos servidos. ¿Tienes invitados esta noche? No,sobrino, ¿por qué? Allí están los seis platos desiempre. Y pensé que a Tiresias se le estabacorriendo la cabeza. El plato de la cabecera es el deSamuel Baal, tu padre; el de la derecha es el deMaría, tu madre; el de enseguida es el de Leonor, tuhermana menor; el plato que está al frente de tumadre es de Pedro, luego está el plato tuyo, yfinalmente el de tu tía Tiresias, la solterona.

Tía sirvió la sopa en los seis platos y apenas iba aempezar a comer cuando me dijo que esperaraporque mi padre en ese momento estaba orando yagradeciéndole al Señor por el alimento recibido. TíaTiresias está loca, pensé. Contemplé la escena quemontó y me pareció estar viendo una película enblanco y negro de 16 m.m.. Mi padre es alto, blanco yestá vestido de saco negro y corbata roja. Mientrastoma el sancocho, lee las noticias de El Relator queno pudo leer en la Imprenta Bolivariana donde trabajacomo tipógrago. Madre es trigueña y tiene los ojoslevemente rasgados, como los indios; a ella no legusta que le digan «india» porque lo toma como uninsulto. Prueba la sopa humeante adornada conhojitas de perejil, y mira con una mezcla de ternura ycompasión.

En el comedor reina un silencio fúnebre que sóloes perturbado por el golpeteo monótono de lascucharas sobre los platos y por una mosca que tíaTiresias no ha podido matar con el limpión. De pronto,el silencio es roto por la voz grave de padre, que hablacomo en un soliloquio: En la noche del 6 de Agostoexplotaron en la Estación del Ferrocarril sietecamiones de dinamita que venían de Buenaventura.

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El teatro Roma quedó completamente destruído asícomo todos los bares y hoteles de la 25. El padreHurtado Galvis contó 3.725 cadáveres.Y mirando porentre sus anteojos, padre observa a Pedro y le dice:¡Mucho ojo, jovencito, con estar jugando en la loma!(A mí y a Leonor no nos dice nada porque nosotrosno salimos sin su permiso). Cuando padre vuelve alperiódico, Pedro levanta los hombros en señal deprotesta y observa con una mirada retadora a mimadre para que se sienta culpable. Tía distensionael ambiente recogiendo los platos de sancocho yanuncia que para esa tarde hay un rico plato de arrozcon chuletas de cerdo, ensalada y tostadas deplátano frito. A Pedro y a mí nos encanta el plátanofrito y le pedimos a tía que nos escoga las mejorestostadas. Tía viene sonriente y para darnos contentillonos sirve a Pedro y a mí un plato lleno de tostadasque parecen medallones de oro. Pedro está feliz yapenas termina me roba una tostada de mi plato.Mamá, Pedro me robó un plátano, protesto y madre,cuidando de no perturbar la lectura de padre, me haceuna señal con el dedo para que me calle y me regalasu tostada. Con la tostada en la mano le hago fierosa Pedro y él con sus ojos maliciosos me dice que meespere, que ya se vengará, y es cuando a otrodescuido mío me roba otra. Yo me pongo a llorar yentonces es cuando padre interviene y sacándose lacorrea, empieza a perseguirlo por la mesa y a gritar:¡Carajo, Pedro! ¡Devuélvele la tostada a tu hermano!Con la boca llena, Pedro pregunta: ¿Cuál tostada?,y le hace fieros a padre y lo corretea por la mesahasta que el viejo no puede más y vuelve al asiento,mira a madre por entre sus anteojos, y le dice: ¿Si

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ves? ¡Por mimarlo demasiado! ¡Es tu culpa!. Tía traede sobremesa dulce de manjarblanco pero ya nadiequiere comer.

Llegó la hora del rosario, dice padre, y Pedro seva a arrodillar al lado de madre, buscando protección.Tú esta noche no sales; terminas el rosario y a dormir.Y empieza una retahíla en latín que nadie comprende:In nomini patri, et filuis, et espiritu santi, amén. Losmisterios que vamos a ver hoy son los gloriosos.Madre lo interrumpe, y le dice que los misterios deese día son los dolorosos. Padre no le hace caso ycon los ojos elevados hacia donde se encuentra uncuadro de la virgen María, repite en voz baja: Virgoveneranda, virgo predicanda, virgo potes.

Cuando termina, padre se da cuenta que Pedrose ha volado del rosario y está en la calle. María,¿dónde está Pedro? ¿Si ves? Por tu culpa esemuchacho no va a servir para nada. Madre se refugiaen el cuarto de Tiresias, prende la radio y ambas seponen a escuchar las noticias: «Ayer fue asesinadoel joven Alfredo Yusti en la colina de San Antonio. Losestudiantes protestan contra el gobierno del generalRojas Pinilla. Los comerciantes de la ciudad se hanunido a la protesta estudiantil». Leonor y yo lepedimos permiso a padre para salir al palo de mangoa escuchar cuentos. Vaya, mijo, pero a las nueve debeestar en casa porque mañana tiene que madrugar alcolegio. Leonor no va porque las niñas no salen a lacalle y tienen que estar en casa. Mi hermana menorse pone a llorar; le agradezco a papá y salgo volandopara encontrarme con la gallada de San Antonio quea esa hora se sienta debajo del frondoso árbol demango de los Gamboa. Allí me encuentro con Pedro

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que está sudado y tiene la camiseta amarrada a lacintura porque acaba de jugar los últimos cincominutos de un partido de fútbol. Pulga, pregunta, ¿elviejo está muy enojado?. Sí, y te está buscando conla correa. Pedro vuelve a levantar los hombros y sesienta con nosotros a echar cuentos de Cosiaca yRiverita.

A las nueve pasa el sereno vestido con sombrero,poncho y machete. Son las nueve…, pregona, y hacesonar el pito para que todo el barrio sepa que estátrabajando. Padre, que ahora se ha puesto la franelarosada de dormir y los calzoncillos largos de payaso,nos llama desde las gradas de la casa: Pedro y Pablo,a dormir que son las nueve. Mi hermano me dice quesuba y lo convenza para que nos deje una hora másen la calle. Subo y padre acepta, y regresa a la cama.A las diez, el sereno vuelve a pasar y pregona: Sonlas diez… Padre sale y nos vuelve a llamar. Yo subo yapenas atravieso la puerta, padre me pega uncoscorrón en la cabeza. ¿Y Pedro? No sé, papá, yole dije que subiéramos y él no me quiso escuchar.Cierra la puerta con aldaba y se acuesta solo en sucama porque madre hace cinco años no duerme conél sino que comparte la habitación con Tiresias, lacegatona. Yo me voy al cuarto de la ventanita debarrotes verdes que comparto con Pedro, veo elcuadro de la virgen María que madre ha puestro alfrente de la cama, y cuando todo está oscuro no sépor qué veo la imagen de la virgen con las tripasafuera. Me toco el pecho y estoy sudando. Madre seacerca y acariciándome la cabeza, me calma, y medice que es una pesadilla. Mamá, ¿qué es unapesadilla? Madre no responde y prefiere cantarme

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un arrullo del Pacífico con su voz dulce y serena. Yapasará, hijo. Sus caricias me transportan a un mundode ensueño y enseguida me duermo en sus brazos,pero apenas apaga la luz y sale en puntillas, vuelvo adespertar y veo de nuevo la imagen terrible de lavirgen. Para no despertar a mamá, esta vez me tapocon la almohada y es cuando siento el silencio de lanoche, que es perturbado por el canto de los grillos ypor el pregón del sereno que anuncia, como unverdugo, el tiempo de las sombras. Son las once…Pienso en Pedro, que no ha entrado a casa y me damiedo que los pájaros que comen niños, lo maten ylo dejen tirado en el mangón. Son las doce… Piensoy me da terror que lo haya cogido la jaula y lo hayametido a Villanueva. Es la una…, y cuando vencidopor el sueño voy a dormirme, siento que Pedro lanzauna piedrita en la ventana del cuarto de la tía y dice:Mamá, ábrame, por favor. Soy yo. Mamá se levantaen puntillas y abre la falleba cuidando de no despertara padre. Pedro entra acezando y le cuenta que la jaulaestaba haciendo recogida para llevarse a losmuchachos al cuartel; que él se salvó gracias a donIsaías Gamboa que le abrió la puerta de su casa.

Al día siguiente, madre nos levanta tempranoporque tenemos que ir al colegio. Pedro hace perezaen la cama y dice que ese día no tiene colegio. Mipadre, que ya está vestido de saco y corbata y seestá tomando el café con pan, le grita desde la mesaque es mentira y lo amenza con ir a levantarlo acorreazos. Mira su reloj de leontina y se da cuentaque no puede perder un minuto porque va a llegartarde a la imprenta. Leonor y yo revoloteamos detrásde él pidiéndole la bendición. Padre nos bendice y

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nos besa, dejándonos un suave olor a pino silvestreen las mejillas. Adiós, papá, que le vaya bien en eltrabajo. «Adiós, hijos», y alzando la mano, baja la calley se pierde por la curva de las lloronas de San Antonio.Mi padre es un punto negro perdido en la distancia…

Al mediodía Tiresias le lleva el almuerzo en unportacomidas que madre prepara todos los días. Elportacomidas es de tres pisos y hay que llevarlo concuidado para que la mazamorra, que va en el últimopiso, no se derrame. A veces, cuando mi hermanaLeonor y yo salimos temprano del colegio, la vamosa acompañar. Padre se pone feliz cuando nos ve enel parquecito de Jorge Isaacs, esperándolo conTiresias. Con las manos untadas de tinta negra, saledel trabajo, nos besa y se sienta a comer. Nosotrosrevoloteamos a su alrededor, como mariposas.Mientras come, padre nos cuenta la historia del señorde la casona que está al frente del parquecito: esafue la casa de don Jorge Isaacs. Allí escribió el últimocapítulo de la María que había empezado en el cañóndel Dagua. ¿María existió?, pregunto a padre. Sí, yvivió toda la vida en El Paraíso. ¿Dónde queda ElParaíso, papá?. En la carretera que va de Palmira aBuga. Papá, ¿cuándo nos llevas al Paraíso?. Un díade éstos. En eso se acerca el padre Zawavsky, quees el patrón de papá, saca un puñado de colombinasdel bolsillo de la sotana y nos lo regala.

Papá sale del trabajo a las cuatro de la tarde, subepor la calle primera, atraviesa la curva de las lloronasde San Antonio, y cuando llega a la esquina de losCaycedo ve a Pedro sin camisa jugando en la loma.Lo llama pero mi hermano no oye porque en esemomento está concentrado en el partido de fútbol,

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que ya se va a acabar, y están perdiendo 2-0.Cabizbajo, con el periódico debajo del brazo, padresube las gradas de la casa y mientras Leonor y yorevoloteamos a su alrededor pidiéndole recortes depapel, habla para sus adentros como en un soliloquio:Ese muchacho está perdido; no va a servir para nada.

Mi padre murió dos años después de un ataquecardíaco. Lo velaron en la sala de la casa, como eracostumbre en aquellos tiempos. Esa tarde, la casase llenó como nunca antes. Desde temprano, madrenos vistió con saco y corbatín porque iba a llegar lafamilia de padre, que era gente muy importante. ALeonor le puso un vestido blanco de organdí. Ella sepuso un vestido negro y unos zapatos de puntilla y seveía muy elegante. El ataúd lo pusieron en el centrocon la tapa abierta para que la gente se acercara y loviera. Tía Tiresias era la encargada de repartir el«tinto». La gente entraba, se acercaba a mi madre,le daban el pésame, y luego iba a ver a mi padre.Las mujeres estaban vestidas de negro y tenían unamallita que les cubría la cara. Los hombres teníanunos sombreros de copa negro y unos sacos largos.

Pedro se acercó al ataúd y se puso a contemplara padre. De pronto, lanzó un grito, y se puso a llorar.¡Mi papá se murióóó! Madre se acercó a consolarlopero Pedro se aferró al cajón y no se quiso soltar.Leonor y yo no lo vimos porque no pensábamos queestuviera allí, encerrado entre una madera y nos loimaginábamos trabajando horas extras en laimprenta. Un señor gordo que tenía una voz de pájaroretiró a Pedro del cajón y levantando las manos alcielo raso se puso a entonar una oración. En unapausa, madre me presentó a los invitados. Mijo,

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salude al tío Francisco. Buenas tardes, tío. El tíoFrancisco era el hermano mayor de mi padre y era eldueño de la Imprenta Baal que quedaba en la carreranovena con dieciséis. Mijo, salude a la tía Aura.Buenas tardes, tía. La tía Aura era la hermana mayorde mi madre y de Tiresias. Mijo, recíbale el sombreroal señor Gamboa. En el barrio decían que el señorGamboa era poeta y era muy amigo de mi padre.Cuando dejé el sombrero en la cama de mi madre,salí corriendo detrás de Leonor y casi me estrello conel cajón. ¡Mijo, por Dios, deja de estar jugando en lasala!.

En la noche, el señor gordo de voz de pájarointensificó las oraciones, y la gente más relajada, sequitó los sacos y empezó a pasearse por el patio dela casa. Tía no descansaba de regalar «tintos» yabrió una botella de aguardiente para los señoresque ahora estaban echando cuentos en la cocina.

El ataúd de mi padre estuvo tres días en la sala dela casa. Yo me la pasaba jugando canicas con Leonordebajo del cajón y nunca se nos ocurrió mirar adentroporque estábamos convencidos que papá vendríaalgún día cargado de recortes de papel y decolombinas. Fue sólo unos días después del entierroque Leonor y yo sentimos su ausencia y preguntamospor él, y ella, mientras nos llevaba de la mano alcolegio nos dijo: Padre está en el paraíso.

Mamá quedó triste y preocupada por la muerte depapá. Con el vestido negro y los zapatos de puntillaque no se quitó durante un año, curiosamente parecíamás bella y atractiva. Los tíos de mi papá que eranlos dueños de varias imprentas en la ciudad, lavisitaban, y luego, cuando terminaban de tomarse el

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café con pan que Tiresias les había servido, ledejaban en silencio un sobrecito cerrado. Tiresias laveía llorando y le daba ánimos recordándole que Diosera grande y que no le iba a negar el pan a sus hijos.Pero más triste quedó Pedro, que con la muerte depadre se dio cuenta de que lo quería y nunca más sepudo recuperar.

Al año, madre levantó el luto y cambió el vestidonegro por uno de florecitas; pero siguió conservandolos zapatos negros de puntilla. Los hombres lamiraban bajando por la loma y le lanzaban piropos.Madre, discreta, volteaba y nos comentaba: ¡Tanbobos! Ustedes no van a ser así cuando seangrandes, ¿no?

Pedro no soportaba que se le acercara nadie, nilas moscas y se ponía furioso con los señores quese volvían poetas ante la belleza fulgurante de mimadre. Fueron los días más hermosos que pasamosjuntos, y aunque todos vivimos de una maneradiferente el vacío dejado por padre, nos sentíamosmás frescos y livianos, como si de pronto nos hubieranquitado un peso de encima. Madre entró a trabajar aIndustrias Star; los tres acostumbrábamos a esperarlalos sábados a la salida del trabajo. Ella, con elsobrecito de pago en la cartera, nos llevaba alalmacén Gilbert a comprar zapatos y luego a comerperros calientes con coca-cola a la Salchichería Cali.Cuando salíamos del almacén, un taxista sacaba sucara de buñuelo por la ventanilla y le gritaba a Pedro,adiós, cuñado. Y mi hermano tiraba de rabia al sueloel perro y la coca-cola y le quitaba la palabra a mimadre hasta la Plaza deSan Francisco, donde paravolverlo a contentar, le compraba un mango viche a

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José, el negro de la carreta. Madre nos arrastrabade la mano para que un carro no nos fuera a atropellar(o nos atropellara a los cuatro), y subíamos a pie porla carrera sexta. Antes de llegar a la Quinta, madrehacía una escala en la iglesia de las Carmelitas y leagradecía a la virgen por los favores recibidos;después pasábamos la Quinta y a partir de allí, a mimamá la saludaban hasta los peluqueros: Buenostardes doña María, gritaba Moya, el frutero; ¿va allevar banano meloso, sabroso, pecoso? Deme ungajo pero que no esté blandito. ¿Cómo le va doñaMaría? La saludaba desde la puerta doña Concha,la madre de Adriana y Marta. Muy bien, gracias.¿Cuándo va a traer a Pedro y Pablo?, preguntaba elpaisa de la peluquería de la sexta con segunda. Elpróximo sábado. ¿Me lleva, María?, preguntabaSegundo, el zapatero. Ni que estuviera loca. Luegollegábamos a casa, y madre le daba a Tiresias labolsa de pandebono caliente que le habíamos traídodel centro.

Después de la muerte de padre, Pedro no volvióal colegio y se la pasaba todo el día con sus amigosjugando fútbol y tumbando mangos biches en elacueducto. En las noches, ya no se hacía con nosotrosdebajo del árbol de los Gamboa porque decía queeso era para los «pelados» y prefiría estar con los«grandes» en la esquina de la novena. El murito delas desgracias, le llamaban los vecinos del barrioporque decían que allí se leían revistas raras, comoCandy, Lux y Bohemia, se metían pepas y se fumabamarihuana.

Preocupada por la situación, madre intentóponerle orden a la situación pero debido a su trabajo

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nunca pudo rescatar la autoridad en casa y poco apoco la educación con Pedro se le fue convirtiendoen una pesadilla. Hasta que llegó el día de la primeracomunión. Madre había organizado la primeracomunión de los dos con el padre Hurtado Galvis,pues según el cura Pedro se estaba pasando deedad para recibir el cuerpo de Cristo, y yo, que aúnno tenía la edad, podía hacerla con él para ahorrargastos. Durante tres meses, mi madre trabajó horasextras para comprarnos los vestidos y hacernos lafiesta y dos días antes de la ceremonia nos llevó apeluquearnos donde el paisa y luego a confesarnos.Y fue allí donde el paisa que comenzó el problemacon mi hermano. ¿Qué corte quiere para losmuchachos, señora?, preguntó el peluquero, y madredijo, mientras hojeaba una revista Cromos: corteHumberto. Pedro saltó de rabia y trató de volarse peroel paisa, acostumbrado a estos ajetreos, ya le habíapasado la máquina podadora por la cabeza,quitándole el primer mechón de la cabeza. Pedro yyo salimos tusos de la peluquería luciendo unmechoncito curioso en la frente. Madre trataba decontentarlo pero Pedro, muerto de ira, amenazabacon matar al paisa con la misma máquina con que lohabía tusado; luego fuimos a la iglesia donde el padreHurtado Galvis para que nos confesara; Pedro no sequiso confesar y el padre consoló a mi madrediciéndole que eso no importaba, que mi hermanopodía recibir el cuerpo de Cristo, pues al fin y al cabolos niños éramos ángeles y no teníamos pecadoscapitales. Al día siguiente, madrugamos yponiéndonos el vestido azul turquí de primeracomunión, salimos en ayunas rumbo a la iglesia.

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Pedro y yo íbamos incómodos porque el vestido depaño, con el calor que empezaba a hacer a esa horanos picaba. Madre en cambio iba orgullosa con unvestido azulito que le había hecho tía Tiresias y suszapatos negros de puntilla. Cuando el padre nos vio,nos dio un coscorrón en las cabezas rapadas y noshizo sentar al pie de unos reclinatorios. Y empezó lamisa. Madre sacó un misal y entornando los ojos alcielo parecía la virgen María. La misa cantada en latínduró una eternidad. Pedro y yo casi desfallecíamosde hambre. Luego comulgamos, y sólo fue cuandoregresamos a casa a desayunar que Pedro mepreguntó: Pulga, ¿tú masticaste la hostia?. No, ¿porqué?. Porque yo sí la mastiqué. Entonces lo miré, ydije: Si lo hiciste te vas a ir al infierno porque especado masticar el cuerpo de Cristo.

A las tres de la tarde llegaron los vecinos cargadosde regalos; madre los recibió con un besito y luegoque nos dieron los regalos ella les brindó helado contorta y se sentó con sus padres a conversar y atomarse un vino Martini. Luego vino la piñata, losjuegos, las rifas y cuando en el reloj de cucú sonaronlas seis de la tarde, madre puso en el pick up depadre una guaracha cubana, sacó a bailar a donIsaías Gamboa.

Fue esa noche, durante la fiesta de los adultos,que Pedro se fue de la casa. Desde la colina yo lollamaba para que regresara pero él no me hacíacaso; entonces volví a casa y cuando le conté amamá, ella se puso a llorar. Durante una semanamamá lo buscó en hospitales e inspecciones depolicía, y al no tener ninguna noticia de él, casi seenloquece, hasta que llegó el tío Francisco y la consoló

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diciendo que no se sintiera culpable y que setranquilizara, pues los hijos pródigos cuando se vande casa tienen la costumbre de volver al redil. Mamáse sintió más tranquila, pero yo sabía que en el fondoella interpretaba la partida de Pedro como elcomienzo del fin de la casa de San Antonio que mipadre había comprado cuando se casó con ella, yentre las sombras que se perfilaban en su mente,vislumbraba que ese proceso no terminaría sinohasta que su hijo regresara, como lo había anunciadoel tío Francisco y la sacara de su casa. Ella, entonces,empezaría un doloroso itinerario, al principio conmigoy luego sola, por la ciudad, que terminó finalmente enPalmira, cerca de la hacienda El Paraíso donde enotra época se habían amado Efraín y María. Por esto,después del consejo sabio de tío Francisco, mi madrese dedicó a vivir más tranquila y a disfrutar lospequeños instantes de la vida porque sabía quePedro, de un momento a otro regresaría, y empezaríaaquel proceso irreversible, que en verdad habíacomenzado siete años atrás, cuando ella, hastiadade la gazmoñería puritana de mi padre, habíadecidido abandonarlo e irse a dormir al cuarto deTiresias.

Mamá empezó a ponerse vestidos escotados y aaceptar algunas invitaciones de sus pretendientes,que la cortejaban a la salida de la fábrica o en elparadero de buses. Con la prudencia de una mujerque no quiere dejar su reputación en una calle, madrelos ponía al corriente de su estado civil: soy viudaalegre, les decía, y les hablaba de sus tres hijos.Cuando le proponían matrimonio, ella les decía queno se casaría hasta que nosotros no nos educáramos

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y tuviéramos uso de razón como si nosotros siemprehubiéramos vivido en la sin-razón. Pobre mamá.

Después de la muerte de padre, el primer amigoque tuvo fue el mono, un mecánico que siemprellegaba a casa con las manos sucias llenas de grasay le gustaba el trago. A mi mamá nunca le gustaronlos borrachos y una noche que el mono llegó con untufo que botaba fuego por la boca, lo echó de casa.Luego tuvo un vendedor de seguros, buen mozo ybien vestido, pero era tan tacaño que cuando lainvitaba a cenar al Dorado, él no comía porque decíaque estaba lleno, que ya había cenado en casa.Manolo era de los que cuando invitaban a bailar auna mujer, la hacía sudar hasta el cansancio, y la teníatoda la noche a punta de coca-cola con hielo. Mimamá, acostumbrada a la generosidad de mi padre,eso le disgustaba. Manolo era de los que no se poníanuna camisa porque se le gastaba y cuando estabaen una reunión con sus amigos, sacaba el cigarrilloprendido del saco para que nadie le pidiera. No sépor qué a mi ese tipo siempre me cayó gordo. Mimadre se dio cuenta de eso, y una noche que llegócon su maletín y sus zapatos rotos de tanto caminar,lo echó de casa. Después tuvo un carnicero que ledaba la mejor carne y le encimaba los huesos paraque nos hiciera un buen caldo, pero ese tampoco leduró porque don Fredy, que según mi madre teníaunas manos dulces de ángel, era un hombre casado.Entre los pretendientes que cayeron como moscasal plato apetitoso de la casa y el que más incidió ensu vida y en la mía fue Juan Grajales, un cortero decaña del Ingenio Manuelita que le hacía la visita losdomingos y nos llevaba al estadio a ver jugar al

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Deportivo Cali y al Hipódromo de San Fernando, aapostarle al caballo Topacio. Juan fue muy buenoconmigo y cada vez que se aparecía con esa carade machete que asustaba, traía escondido entre susmanos un gajo de uvas para mi madre y una bolsade bombones para Leonor y yo. Madre logró amarlopero cada vez que él le proponía matrimonio, ella meseñalaba con su dedo índice, como si yo fuera ahorael jefe de casa y ocupara el vacío dejado por mi padre.De todas maneras, ella era feliz con el «negro», queasí le llamaba, aunque Juan no era de raza negra sinotrigueño, el sol inclemente de los cañaduzales lo habíaquemado, y esa relación le sirvió para superar el dobleduelo dejado por mi padre y por mi hermano Pedroen menos de dos años. A veces, después de comer,madre se sentaba en silencio en el rellano del patio,y yo sabía que lo estaba invocando. Tiresias sesentaba a su lado y la consolaba. Un día recibió unacarta que venía de los Llanos Orientales. Era Pedroy le decía que no se preocupara, que él estaba bien.Mamá se puso feliz y triste al mismo tiempo, pues,de una parte, esa carta era la prueba de que su hijoestaba vivo, pero de otra, era una epístola llena dedudas, pues mi hermano no contaba en qué andanzasestaba. Estoy bien, mamá, no te preocupes. Yfirmaba.

Tío Francisco fue quien le volvió a dar confianzacuando le dijo que si la «oveja negra» se habíamarchado era por su propia voluntad y un día volveríaa casa.

Por esos días, y ante las afugias económicas,madre decidió arrendar la habitación de mi padre aun matrimonio recién casado. En la habitación aún

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se encontraba el baúl de madera que nadie, desdesu muerte, había querido abrir. Ella me dio la llave ycuando lo abrí pude conocer los secretos que mipadre, guardaba con tanto celo. Allí encontré:

- La biblia.- Las escrituras de la casa.- Una estampa del Señor de los Milagros de Buga.- Un álbum de fotos de familia donde mi padre estácogido de gancho con mi madre por el puente Ortiz.- El pañuelo de María.- La maqueta original de la estatua de Sebastiánde Belalcázar.- Una foto donde estoy con Pedro montado en unburro de Santa Rita.- Una caja de cigarrillos «Sol».- Un reloj de leontina «Ferrocarril de Antioquia».- Una biografía de Simón Bolívar.- Una caja de fósforos «El diablo».

El matrimonio se instaló en casa y empezó aconvivir con nosotros. El marido se llamaba

J.J.Vélez y era locutor de la Voz de Cali; ella sellamaba Flor Silvestre, y era joven y salvaje.

Fue gracias a ellos que pude conocer los secretosque mi padre guardaba en el baúl. Fue gracias a ellaque descubrí el secreto de la pasión. Por esto, aúnno puedo afirmar qué fue primero, si el huevo o lagallina; si Flor Silvestre o Adriana Miranda. En aquellimbo de soledad absoluta que es la adolescencia,ella fue quien me inició en el maravilloso mundo de lapasión y el erotismo. Si se quiere ella fue la que me

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desfloró. Una tarde yo estaba haciendo las tareasdel colegio, y al no poder resolver un problema dematemáticas Flor, que era muy amable, se sentó ami lado y empezó a ayudarme. No sé qué fue lo quepasó pero de pronto, cuando terminamos, ella meacarició las manos y empezamos a besarnos. A partirde allí ella me ayudó todas las noches en mis tareas.Mi madre llegaba agotada del trabajo, y apenas serecostaba en su cama, ella y yo nos sentábamos enla mesa del comedor a hacer las tareas, hasta muytarde. Con la paciencia de un profesor que quieresacar adelante a su alumno, ella me explicaba losproblemas matemáticos y luego me tomaba dememoria la lección de biología, historia y geografía.Creo que fue por ella que empecé a interesarme porla biología. Hacia las diez de la noche, cuandohabíamos terminado y la casa estaba en silencio,empezábamos a amarnos. Ella ponía la radio ymientras J.J. leía las noticias terribles del país, nosbesábamos de una manera salvaje hasta queterminaba el noticiero. Luego, cuando sonaba elhimno nacional, Flor se despedía de mí y se iba adormir. Madre, como tenía un sueño pesado, nuncanos descubrió pero una noche se levantó al baño, ynos pilló. Entonces le pidió la pieza a J.J., y hasta allíllegó mi educación sexual. En aquel vacío profundodejado por mi padre, Flor Silvestre fue mi salvación,mi vida y mi todo.

Hasta que Pedro llegó a casa. Lo tengo grabadoen la memoria porque al día siguiente llegaron a laluna Neil Amstrong, Edwin Aldwin y Michael Collins, ylas hermanas Miranda hicieron la famosa fiesta decuota. Mi madre se puso feliz, y lo acogió con el amor

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de siempre, pero Pedro, quien ya era un hombre,llegó agresivo. ¿Dónde estuviste, hijo?, le preguntómamá, y él respondió: en el incendio. Todospensamos que estaba haciendo un chiste, puesdesde niño Pedro quería ser bombero pero despuésque mamá le preguntó si había estado de bomberoapagando el fuego, él le aclaró: No, bomberopirómano que aviva el fuego. Llegó con una mochilay esas botas perfumadas que se pusieron de modaen el país. A partir de ese momento, la casa, si con lamuerte del padre había quedado como una mesacoja, ahora, con la presencia de mi hermano, corríael peligro de tambalear y caer. Mi hermano tomóposesión de la habitación que había sido de mi padrey luego de mi Flor Silvestre, y desde allí empezó aminar la fugaz armonía que habíamos logrado y afustigar a mi madre con el rejo de la violencia. Madreintuía que su hijo era otro y que estaba en algo «raro»,pero ella no se atrevía a cuestionarlo por el miedoque siempre sintió frente a su hijo. El miedo de lasvíctimas que creció como una maleza en la cabezade la gente, se instaló en la ciudad y más tarde en elpaís. El miedo que se apoderó de nosotros y nos hizocómplices silenciosos de tanta insensatez. Madre loaconsejaba todas las mañanas para que abandonaralas «malas compañías» y entrara a la universidad.El, arrogante y sobrado, se ponía su cachucha, sumochila y sus botas, y tirando la puerta salía a tirarlepiedra a la policía o a ponerle una bomba molotov alcarro del gobernador. (A propósito del carro delmandatario, un día la policía lo cogió comosospechoso, y mamá tuvo que acudir a los serviciosdel doctor Estrombolis para que no lo condenaran

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por intento de asesinato y rebelión, y lo metieran a lacárcel de Villanueva). Mamá sufría mucho, empezó aperder su belleza juvenil, y a salirle patas de gallina ycanas, que trataba de tapar inútilmente con cremas ytinturas. Su vida afectiva con Juan Grajales tambiénquedó cuestionada, pues a Pedro nunca le gustó el«cortero de caña», el «care-machete», como le decíadespectivamente y entonces todo para mi madre sefue viniendo abajo; las visitas de Juan Grajales en lasala de la casa hasta tarde de la noche; lasinvitaciones a comer al Dorado y a bailar en elSéptimo Cielo; los paseos al estadio y al hipódromoy la bolsa de bombones Colombina que Leonor y yotanto disfrutábamos. Como una adolescente furtiva,madre tenía que ingeniárselas para verse con él aescondidas, hasta que una noche Pedro los pilló enla sala de la casa. Aquella noche no dijo nada y seacostó a dormir pero al día siguiente, en el desayuno,la trató de ramera y destruyó la vajilla de la casa.Madre no aguantó y esa mañana empezó el éxodoconmigo y con Leonor, por las colinas del occidentede la ciudad. Era el fin de la casa. El fin del comienzode la destrucción de la casa de San Antonio. Madrecogió una maleta y ante la súplica inútil de Tiresiaspara que se quedara, nos cogió a Leonor y a mí de lamano y alquilamos el primer cuarto en la colina deSan Cayetano. Allí nos acomodamos como pudimos;madre salía a trabajar pero antes nos dejabapreparada la comida desde las cinco de la mañana.La dueña de casa era una señora Gloria, que eramuy buena con nosotros, y que apenas me vio seencariñó conmigo. Desde el asunto con Flor Silvestreyo tenía el «palito» con las señoras casadas; no sé

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qué pasaba pero se me pegaban como abejas en lamiel y luego mamá tenía que salir a darle explicacióna sus maridos y contentarlos. Gloria tenía una caraovalada en forma de luna y unos ojos amarillos; mamáme regañaba, pero un día que se volvió a ver conJuan, me dijo: Pablo, por lo menos a tí te gusta elamor; en cambio a Pedro le gusta la guerra.Y no mevolvió a molestar. Donde Gloria Luna duramos un año;luego alquilamos otro cuarto en la colina de Miraflores.Allí se me pegó Mercedes, que era una morena depiel canela y tenía un trasero perfecto de 180 grados,que siempre me recordó la esfera de Pascal. Ahora,madre tomaba las cosas con más tranquilidad: Mijo,¿usted qué es lo que se unta?. ¿Para eso estáestudiando en la universidad?.

En aquel año yo había entrado a la Universidaddel Valle a estudiar biología y me empezaba ainteresar el estudio de los micro-organismos. Luegode la casa de doña Mercedes nos pasamos al barrioSan Fernando. Allí se me pegó doña Agripina, larecreacionista del diván, y cuando íbamos atrastearnos a la loma de Siloé, Juan Grajales lepropuso matrimonio. Yo no puedo, dijo madre, y nosseñaló a Leonor y a mí. Entonces yo intervine y le dijeque se casara, que yo ya era grandecito y podíadefenderme solo en la vida y en la muerte y alquilarun garage en San Fernando. Madre, ándate aPalmira, allí descansarás de todo, y ella, con lágrimasen los ojos, se despidió de mí y cogiendo a Leonorde la mano subió al Expreso Palmira: tienes razón,hijo; por lo menos allí estaré más cerca del paraíso,dijo. Sí, mamá, y más lejos del infierno, y una mañanase casó con Juan Grajales en la catedral de Palmira.

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Ese fue el fin de la casa de San Antonio.Cuando terminamos de comer, tía Tiresias invitó

a tomarnos un «tinto» en la poltrona del patio. Allítodavía estaba el naranjo florecido de la infancia,rodeado con las matas de rosas que mi madre habíasembrado. Tía sirvió el café en unas tacitas deporcelana china, y me dijo: sobrino, desde quellegaste no has ido a visitar a tu madre. Sí, díme¿cómo está ella?. El médico le descubrió cataratasen los ojos. ¿Desde cuándo?. Desde que FabioCujás se robó la luz y dejó al país en tinieblas.¿Entonces la ceguera de la familia no es hereditaria?.No, por fortuna. ¿Cómo está Leonor?. Se casó conun chofer de Expreso Palmira, y le dejó una hija. ¿YJuan Grajales?. Se jubiló con honores del ingenio yahora vende mercancía. Sobrino, tenemos que ir aPalmira a visitar a María. Sí, vamos en la próximasemana. Y acostado en mi antigua cama, empecé asoñar con mi madre. Luego soñé con Pedro. En elsueño yo lo veía en diferentes momentos, y lo mástriste de todo era que en el sueño yo siempre aparecíaen la otra orilla, como si fuéramos enemigos: en elsueño lo vi en la manifestación del 26 de Febrerotirando bombas molotov en la Plaza de SanFrancisco, y yo, vestido de policía, me defendía conmi casco protector y mi escudo y respondía conbombas lacrimógenas. Lo ví con un fusil al hombroincendiando un río, y yo, vestido de cabo, iba detrásde él con mi fusil M-30. Lo ví prisionero en lascaballerizas del batallón Pichincha y yo, vestido de«tira» lo interrogaba, le daba patadas en los testículospara que «cantara», y le aplicaba la «picana» queaprendí con los gringos en el Batallón de las Américas.

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Lo ví en el noticiero de las siete usando una cachuchay un trapo rojo, y yo, vestido de periodista loentrevistaba «desde las montañas». Lo vínegociando en un jeep con los hombres invisiblesmientras yo trataba de zafarme de ellos. Lo víenviando a una madre una «prueba de vida» de unsecuestrado, mientras yo, vestido de luto, la recibía.Lo ví matar a un campesino en el Vichada mientrasyo, vestido de médico legista, hacía el levantamientodel cadáver. Lo ví tomarse un pueblo del Guaviare,saquearlo e incendiarlo, mientras yo, vestido debombero, trataba de apagar el fuego. Lo ví hablandode paz (armado hasta los dientes) mientras yo,vestido de paisano, huía con mi familia a la ciudad.Lo ví huyendo por pueblos y ciudades mientras yo loperseguía por todo el país. Yo era el perseguidor y élera el perseguido; el verdugo y el asesino; el victimarioy la víctima. Lo ví varias veces desaparecido y vueltoa resucitar como Lázaro. Lo vi secuestrado por loshombres invisibles en una casucha miserable deTerrón Colorado. Lo ví muerto en la morgue delHospital Universitario, y apenas lo reconocí y me dícuenta que era mi hermano, lancé un grito y desperté.Entonces tuve conciencia por primera vez que yo erael vivo y él era el muerto. Yo estaba vivo y podía seguircontando.

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Con Zoom llegamos al Teatro Municipal. Es un viejoteatro situado en el centro de la ciudad. Desde unode los escotillones contemplamos la media luna dePlatea, que a esa hora de la noche está llena degente. Decidimos caminar por el pasillo antes quese iniciara el show. Al fondo de Platea, y separadapor una baranda están el foso, las candilejas, elproscenio y las tablas. En una columna lateral delescenario se levanta una imagen en alto relieve dedon Sebastián de Belalcázar, el fundador de la ciudad.En la columna del frente está la imagen de Efraín yMaría en El Paraíso. Luego, en cada ángulo delescenario, se levantan los palcos de primera y desegunda, separados por un antepecho dondesobresalen cuatro cariátides de rostro femenino, elpalco presidencial, donde se destaca el escudonacional, todavía con el cóndor, la verguenza pintadadel Canal de Panamá, el par de cuernos derramandooro y el gorro frigio. Después vienen el palco detercera, el gallinero y el cielo raso pintado con frescosque representan las cuatro estaciones del año, en unpaís donde la única estación que florece todo el añoes la violencia.

Zoom y yo caminamos por el pasillo central dePlatea, cuando de pronto vemos que un hombrecanoso nos hace señas desde una de las mesas: EsSantiago ‘La mosca’ Calero. Con el pelo blanco y losdientes amarillos, ahora se vé más viejo pero sigueconservando esa frescura que lo ha caracterizadodesde muchacho. «¡Hola, Baal!, ¡qué milagro verte!¿Cuándo llegaste? Siéntense aquí con nosotros». YSantiago nos presenta a una mujer extradelgada quesaluda con sus ojos lánguidos. Es Irma, la flaca. En

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la mesa brilla una botella de aguardiente Blanco delValle. En la mesa de al lado está sentada la condesaClarita Cucalón del Jimeneo y su marido, el condeJimeneo de Malagana, que ya quieren darleabanicazos en la cabeza al pobre Santiago. Baal,mira cómo he encanecido y tú te has quedado calvo;¿acaso te convertiste al calvinismo?. Sí, le dije,estamos envejeciendo. Veinte años no pasan envano. No digas eso, Baal, yo todavía me siento unmuchacho, y empieza a entonar el tango «Volver»,de Gardel. La condesa Cucalón del Jimeneo, con susgafas de invidente y su abanico castellano, amenazacon callarlo de un sopapo en la cabeza. Mira la plebeque nos tocó de vecinos, se queja a su marido, elconde Jimeneo de Malagana. La vejez es unaenfermedad incurable que empieza a los cuarentaaños y sólo se cura con la muerte, continúa hablandoSantiago. Vincent Van Gogh y Tomás Arcángel eranun par de viejos a los veinte años, por esto semataron. Miró y Picasso eran un par de niños a losochenta. La condesa se recostó en el hombro delconde para defenderse de la plebe. Santiago, díme,¿de dónde acá boletas de cuarenta mil pesos enpuestos numerados?. Me las dieron en la alcaldíadonde trabajo, ¿o es que los pobres no tenemosderecho a venir al Municipal y sentarnos en Platea?En Cali lo que pasa es que hay mucha envidia ymucha lobería. Mira quién viene ahí, Augusto PocaLucha. A él también le regalaron la boletas y vas aver que dice que la compró con el puesto que le dieronen la alcaldía. Y preciso, Augusto saludó con supeinadito vaginal, y mostrando la contraseña, dijo,como para que todo Platea lo escuchara: no sé si

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pasar mis cuentas a un banco suizo; ahora la fiscalíaestá jodiendo demasiado.

Baal, ¿quieres un trago que guardo en mifaltriquera?. No, gracias. Mira quiénes están allá, Anay Milena, las hijas de Lesbos, siempre atadas a unacadena de oro. A ellas siempre les han gustado elbacalao y los mejillones. No, esas no, detrás de ellas.¡María Amnesia Cabal!. No, detrás de ella. Ah, FelipeGardenia. Increíble, ¿cómo hizo el poeta (subrayó lapalabra) para pagar una boleta tan costosa?. Conseguridad también se la dieron en la alcaldía o enTelepacífico. Es el poeta lameculos de la ciudad; hatenido la virtud de nunca haber trabajado en su vida.Felipe Gardenia es tan vanidoso que no se junta conel poetariado y todos los jueves se pone el vestidode lino blanco para salir en la página social de ElPaís.

Observé al lado derecho de las mesas y ví a unhombre vestido de blanco, peinado coca-cola (cocapor delante, cola por detrás) que miraba con lasciviaa las mujeres. ¿Y su hermano Daniel Gardenia? Esla víctima del tinglado, debe de estar borracho en elgallinero. Descompuesta, la condesa Cucalón abrióel abanico castellano y por nada le saca un ojo de lacara a Santiaguito. Perdón, su excelencia, ¿ estoyincomodando?.

Santiago Calero no había cambiado desde que loconocí; por eso le decían ‘La mosca’, pues allí dondese paraba la cagaba.

Baal, aquí vas a encontrar al mundo reunido. En elfondo, esta ciudad no ha cambiado, sigue siendo lamisma villa frívola, fatua y rumbera de los añossesenta; o mejor dicho, sí ha cambiado: Ahora todo

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el mundo quiere tener casa, auto y celular. Arriba, enel palco de primera, vas a encontrar a Estrombolis yRicardo Bellini, y en el palco de tercera hallarás alnegro Mosquera que le vendió la sombra al diablo.

¿Y el poetariado? En el gallinero.Santiago besó a la flaca Irma y tomándose un trago

se unió a nosotros y nos acompañó en el periplo.Apenas se paró, la condesa Clarita Cucalón delJimeneo descansó y besando a su marido en el cuellobebió su piña colada. Si supieras lo que dicen en laalcaldía del conde Jimeneo de Malagana, acotóSantiago. ¿Qué dicen?. Que tiene la sangrecontaminada. Pero no digas nada, ¿eh?

Subimos al palco de primera. Allí nos encontramoscon Estrombolis y Bellini que ahora más canosos yviejos, esperaban subir un escalón en el partidoliberal, conseguir un puesto en una embajada o teneruna notaría. Bellini tenía las entradas plateadas comole gustan a las mujeres y llevaba puestos unos zapatosBalfour, comprados en la Quinta Avenida de NuevaYork. Estrombolis, más gordo (hasta el punto de queno le cerraba el blazer negro ), estaba vestido comoBellini, y sus ojos achinados los tenía puestos en elpalco presidencial desde donde se podía apreciaral alcalde Ricardo Lobo con su mujer, Lady Puleciode Lobo; al Gobernador Justo Guzmán Becerra consu esposa, la marquesa de Pance; y a MaríaFernanda Libreros, poeta cultilatinoparla que cadaaño era invitada a los aquelarres poéticos queprogramaba en Roldanillo, Águeda Pizarro.

Al lado del palco presidencial los balconesestaban llenos de hombres asimétricos, de corbataroja y vestidos oscuros, que pertenecían al gobierno.

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Santiago dirigió su mirada hacia donde estabanEstrombolis y Bellini, y metiéndome el codo por lacintura me dijo entre dientes: Dicen que esos tambiéntienen la sangre contaminada. Bellini me vio, estirósu brazo flaco y me saludó con un tono seco ydispliscente, como cuando se dirigía a suscamaradas: Hola, Baal. Y Carlitos repitió el saludocomo si fuera un clon.

Más simpático y burlón, Estrombolis cruzó algunoschistes conmigo y con Zoom, y cuando la marquesade Pance nos dio la espalda y nos mostró un escoteque llegaba hasta el coxis, sacó unos binóculosdiminutos de su saco y estuvo acariciando con susojos húmedos la piel de tigre de la marquesa.

Subimos al palco de tercera. Allí nos encontramoscon Sandra Romero, Gloria Tacones, María AmnesiaCabal y Humberto Mosquera. Apenas el negro mevió con su ojo mágico de vidrio, me abrazó yenseguida se puso a llorar. Negro, ¿qué te pasa?Tranquilo, negro, no llores. Díme, qué te sucedió. Y elnegro, limpiándose su ojo de vidrio con el dorso dela mano, me dijo: Baal, ¿sabes qué? Me quedé sinsombra. ¿Cómo así?. Sí, desde que amanece y saleel sol mis días son tristes; sólo soy feliz a las docedel día y por la noche; todas mis mañanas y mis tardesson miserables. ¿Qué pasó, negro?. Baal, ¿tú sabeslo que significa quedarse sin sombra?, ¿lo que esvivir sin esa otra parte?. ¿Qué hiciste con ella, negro?,le pregunté angustiado, y entonces el negro,mirándome con su ojo de vidrio, me contó: se la vendía los hombres invisibles y ahora es muy difícilrecuperarla.

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María Amnesia Cabal me vio, me saludó con sufrenillo que llevaba entre los dientes: ¿Dónde diabloses que nos hemos visto?, me preguntó, peroSantiaguito coligió: No jodás, Amne, ¿ no recuerdasa Pablo Baal? ¡A vos esa cabeza sólo te sirve parapeinarte el pelo!

Sandra Romero, con una barriga de cinco mesesde embarazo, miró a Zoom con recelo y nos contóque iba a tener un hijo sin padre. ¿Por qué?, lepregunté. Porque este zoquete nunca fue capaz deembarazarme, y señaló a Jorge Zoom Aristizábal.¿Cómo así? ¿Compraste los soldados en el bancode semen?, le pregunté. No, hombre, me los regalóun buen amigo una noche en Zaperoco.

Gloria Tacones, con sus trenzas embreadas ymulticolores a lo dreads, pasó por mi lado y me cantó:«Divina claridad la de tus ojos». Baal, ¿es cierto quete casaste?. Sí, negra, y tengo un hijo. ¿Quién es lasusodicha?. Lina Ventura, una escultora que tú noconoces, porque no pertenece al gremio. Cuéntame,negra, ¿que pasó con Marta Miranda?. Se casó enBogotá con el marqués de Yerbabuena y cada añoviene a la ciudad para la temporada de toros. ¿Vicky,la vietnamita? Se casó con Jean Boucher, y cada añoviene a la feria a bailar salsa y a tomar champús conpandemonium. ¿Miguelito Putifar?. Sacó a vivir auna niña de Flores frescas y dentro de poco va a serpadre. Flores frescas es el único lugar en el mundodonde el amor no es una utopía. ¿Oscar Manchola?.Se casó con María Fernanda Libreros, poetacultilatinoparla. ¿Piedad Carvajal?. Escribió un libromuy interesante sobre su segundo sexo. ¿ArmandoTierreros? En El Buen Pastor, pidiéndole perdón al

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padre Gallo por los dineros que recibió de un oscurocartel.

Nos despedimos de besito en la mejilla y nohabíamos subido los gruesos tablones de maderadel gallinero, cuando Daniel Gardenia, el eximiorepresentante del poetariado, se acercó con unabotella de aguardiente en la mano y empezó abesuquearnos. Era mejor bardo que su hermanoFelipe, pero el alcohol lo tenía minado. Daniel se soltóde nosotros, saltó a la baranda y empezó a caminarcon los brazos abiertos, como un funambulista, anteel asombro de la gente. ¡Cójanlo! ¡Se va a caer!, gritóla negra Marta y cuando cayó en Platea un aplausocerrado se oyó entre el público.

Desde el foso sonaron las primeras notas de laorquesta y entonces la encantadora Adriana Miranda,con un vestido negro de lentejuelas y un micrófonoinhalámbrico, apareció en el escenario envuelta enuna burbuja de luz:. «¡Yiri yiri bon! ¡Yiri yiri bon! ¡Yiriyiri bon! ¡Yimboróóóóóó! ¡Yimboró! ¡Yimboróó-ó!».

La voz de Adriana Miranda salió como un huracánde su garganta y con la fuerza todopoderosa de sunaturaleza irrumpió en todos los rincones del teatro.A partir de ese instante, el público, antes dicharacheroy burlón, guardó silencio y con la boca abierta fijó susojos en aquella burbuja multicolor que se movía alritmo acompasado de la cantante. Sí, allí estabaAdriana Miranda, mi ex-novia de la colina de SanAntonio que me dejó por mi hermano; mi manjarblanco caleño; dulce pecado de la adolescencia. Yno era producto de mi imaginación. Quizás estabaun poco entrada en años y con carnes, pero eraigualmente bellacomo cuando nos enamorados

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aquella noche en la fiesta de cuota que habíaorganizado con su hermana. Allí estaba, como un solde medianoche, acariciando a la ciudad con su vozde soprano que por la fuerza de la vida se había vueltomás grave y profunda:

«Te gusta mulata, la rumbaTe gusta mulata, la congabailar al compás del tambortocado por manode negro cubanoque haya sabido tocadoel tambor.¡Yiri yiri bon! ¡Yiri yiri bon!».

Allí estaba la mujer que me dejó en el bar LaHabana por mi hermano Pedro Baal, que lo habíansecuestrado y ahora estaba muerto; la que me cascópor primera vez en la vida; la que perdí en aquel crucemortal con mi hermano y que dividió la historia deCali en dos; la que luego tuvo un hijo con él , y sinembargo las malas lenguas me lo achacaron a mí, yno podía negarlo porque ese niño era parecido a míy siempre llevaría la impronta indeleble de los Baal.

«En Cali se corta la cañaen Cali se toma caféen Cali se baila el bembése fuma tabacose toma guarapoy atrás de la comparsase va echando un pie.¡Yiri yiri bon! ¡Yiri yiri bon!»

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¡Todo el mundo! ¡Repitan conmigo, el coro, porfavor!, ordenaba Adriana Miranda. ¡Vamos, con laspalmas! «¡Yiri yiri bon! ¡Yiri yiri bon!».

Santiaguito Calero, contagiado por la música,empezó a llevar el ritmo con las palmas y a cantarcon una voz de tarro que ya quisiera oír el fiscalAlfonso Gómez Méndez hasta que Jorge Zoom, queno cantaba desde que lo tuvieron preso en lascaballerizas del Pichincha, lo codeó por la cintura yle ordenó que parara su pendejada y dejara escucharla canción.

«¡Se-señoras y señores, da-damas y caballeros!Pa-para mí es un placer estar esta noche conustedes», dijo Adriana Miranda, y por primera vezescuché su tartamudeo, que ahora, amplificado porlos parlantes del teatro, se hacía más evidente. Conel micrófono cogido de medio lado, intentabadisimularlo con su simpatía, pero era imposible.

Cuando era joven hablaba con fluídez, pensé; llenode curiosidad le pregunté a Zoom por este error dela natura, y el fotógrafo me dijo que Adriana Mirandahabía empezado a tartamudear en los años ochentacuando el Presidente de la República Julio CésarTurbay inauguró el país del miedo. Fue exactamentedurante la segunda desaparición de Pedro. Empezóa tartamudear como Tomás Arcángel, y todos losescritores del Valle del Cauca. Pero apenas empiezaa cantar desaparece el tartamudeo, y canta como unadiosa. Para Adriana Miranda el canto es liberación.Y volvimos a escuchar por los parlantes su voz quesalía en cápsulas como si le hubieran puesto unametralleta en la cabeza:

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Es-espero que les gusten mis canciones. ¡Yo-yosiempre le canto a mi Ca-Cali bella, a mi Va-Valledel Cauca! Y poniendo el micrófono de medio ladoentonó una canción del Grupo Niche:

«Esta es mi tierra queridami tierra bonitami Valle del Cauca».

Yo la oía y recordaba la noche en que nosconocimos en la fiesta de San Antonio, nuestrastardes sentados en un banco de la colina mientras laciudad se extendía de norte a sur como un caimánde cola verde y anillada, cogiendo carambolos en elconvento de las Carmelitas, pescando cupis decolores en Santa Rita y besándonos en el parque delacueducto. La recordaba cuando fuimos por primeravez a bailar a La Habana, y luego, ebrios de felicidad,salimos e hicimos el amor en el Motel Campoamordonde había una letrero firmado por Góngora, quedecía: «A batallas de amor, campos de plumas».

Allí fue donde ella dejó plantada la flor virtual de lavirginidad.

La evocaba cuando bajábamos por la Quinta y nosdeteníamos en la librería Letras y en La Nacional, ahojear los poemas de Neruda, Nicolás Guillén yBenedetti; la evocaba en aquel sueño azul de lainfancia mientras corríamos cogidos de la mano porla colina verde de San Antonio, sembrada de palmas,carboneros y chiminangos. Adriana cantó de nuevo ycuando el público se paró y la vitoreó con un aplausocerrado que iba in crecendo, ella anunció elintermedio y se retiró al camerín. Fue en ese momento

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cuando Zoom me sugirió que bajáramos a saludarla,pero que antes nos tomáramos un whiskicito para lased. El fotógrafo sacó del bolsillo interior de su sacouna botellita plana de metal y después de servirseuno «sin rocas» nos la ofreció a Santiago y a mí.Bajamos del gallinero.

Cuando pasamos por el palco de tercera, MaríaAmnesia Cabal me mostró su frenillo metálico, y medijo: Ah, ya recuerdo. Tú eras el hermano menor dePedro, al que secuestraron los hombres invisibles; yme estampó un beso de frenillo con babas.

En Platea vimos a la flaca Irma cuando se paródel asiento y empezó a hacerle señas a Santiago paraque regresara. Este, poniéndose la mano en la bocaa manera de cucurucho de maní, le gritaba a sottovoce, ¡ya voy, mijaaa!; y toda la sociedad caleña quelo estaba escuchando, se volteaba de sus sillas y lomiraba como a un moco.

Irma es muy cansona; me marca más que al negroAsprilla cuando juega en el Parma. Zoom, nomonopolices el trago que vos no lo compraste. Vostampoco; el que lo compró fue Pablo Baal y está entodo su derecho de bebérselo. Entramos al camerinoy apenas Adriana Miranda me vio, se paró del tocadory nos abrazamos. Ho-hola, Pa-Pablo Baal ¡Cuántotiempo sin verte!.

Hola, Adriana Miranda. Todo parecía un sueño ycuando comenzamos a hablar y a reconocernos, cadauno de nosotros no parecía un ser humano de carney hueso sino un fantasma hecho del mismo materialde los sueños. Hablamos un rato y cuando sonó eltimbre que anunciaba la segunda parte delespectáculo, Adriana me dijo que abajo en el foso

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de la orquesta me tenía una sorpresa. An-anda, yosé que te va a gustar. A-A la salida nos vemos. Ybesándome, salió corriendo al escenario. Santiago,Zoom y yo bajamos al foso y cuál no sería nuestrasorpresa cuando vimos entre los músicos aPrometeo, Tomás Arcángel y mi profesor de biologíaHans Meyer.

El maestro Prometeo estaba sentado en el piano,Arcángel ocupaba la primera fila de los violines, y miprofesor Meyer ocupaba la sección de maderas.

Por Dios, Zoom, dime, ¿estoy loco? ¿Qué es loque ha pasado aquí? ¿Ustedes ven lo que yo estoyviendo?

Zoom entonces me explicó: lo que pasa es que laOrquesta Sinfónica está en huelga; para seguirfuncionando y no suspender los conciertos tuvieronque llamar a Prometeo, Arcángel y Meyer para queocuparan algunos atriles. ¿Cómo así, Zoom? ¿Meestás tomando del pelo? ¡Si esa gente está muerta!.Y Zoom, como si hubiera perdido el principio derealidad, continuó mientras Santiago se moría de risa.Y eso no es nada, atrás en la sección de vientos vasa encontrar a Gerardo Arellano, Alberto Bedoya, PiperPimienta y Bernardo Cortés. La orquesta tuvo queacudir a los muertos porque si no se muere.Defintivamente en Cali estamos ciegos y todo lo quevemos no es sino producto de nuestra febrilimaginación. Y Santiago, que en ese momento seestaba tomando un trago, acotó: Sí, Baal, todosvamos a tener que irnos a hacer un examenoftalmológico donde el doctor De la Torre.¡Explícame, Zoom, por la suerte de esos fantasmas!¡¿Qué ha pasado aquí?! ¡¿Por qué estan allí tocando

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con los músicos?! Ya te lo expliqué, Baal, porque eladministrador de la orquesta la dejó en quiebra.Contrató con cifras astronómicas a un directoramanerado de Italia y luego se repartieron losdividendos. Todo era legal. Los músicos se fueron ala huelga y para que la orquesta no muriera, tuvieronque contratar a los finados. A tu hermano Pedro nodemoran en llamarlo.

Vi los rostros pálidos y cerosos de los tresfantasmas y no entendí nada. Entonces, empecé adarme una explicación racional ante lo que mis ojoscontemplaban, y justifiqué todo a través de la teoríade la metempsicosis que me había explicado Marotcuando una vez nos detuvimos en el capítulo sobrelas lecturas de la muerte.

La metempsicosis es un proceso detransmutación de almas que se produce cuando lapersona muere. Es un fenómeno que estáestrechamente ligado a la imaginación y a lamemoria. En términos metonímicos se puedecomparar a un viaje. Cuando el cristiano muere, seva el cuerpo físico, pero su imaginario no muere comose piensa sino que queda flotando en el ambiente;para volver a expresarse y tomar forma, terminainstalándose en otro cuerpo. Generalmente, losmuertos nunca desean instalarse en aquellaspersonas que han hecho el mismo oficio de ellos. Estoles parece muy aburridor; entonces buscan otrocuerpo y otro modo de empleo, y asi pueden vivirpor un año, una década o toda una vida. Tododepende si se comprenden con el nuevo cliente.

Con seguridad, pensé, aquí en la OrquestaSinfónica del Valle sucedió el fenómeno aquel de que

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los muertos reemplazan a los vivos y los vivos estánmás muertos que nunca. Y me puse feliz de volver aver al maestro Prometeo y tener la posibilidad dediscutir de filosofia con él, de Derechos Humanos yconocer su punto de vista sobre los filósofos de latienda del muerto, que dirigía Francisco Dioscórides.Me puse feliz al encontrarme de nuevo con TomásArcángel y poder hablar con él de cine y preguntarlesu opinión sobre el video y la nueva generaciónpolifémica de voyeristas que había sido formada porel padre español Jesús Arrupe; según el padrecatalán, del video al bidet siempre había un hilo negroe invisible que los unía; de allí la proliferación de tantovideasta underground y de aguas negras en laciudad. Me sentí emocionado de tener de nuevo a miprofesor de biología, Hans Meyer, y contar con laposibilidad de profundizar mis estudios sobre células,virus, sangre y corrupción.

Me acerqué a los músicos, y saludando con unavenia al director, crucé el umbral que lo separa deaquellos. Llegué hasta el piano de cola donde estabasentado Prometeo, o para decirlo más preciso, elfantasma del maestro reencarnado en un hombreblanco y ancho de espalda, de ojos tristes, y manosgrandes y finas, que parecía que nunca hubieracogido un barretón. Apenas me vio, me reconoció ycon su acento paisa, me dijo: Hola, compañerito. ¿Quéhaces aquí? Pensé que te habías desvanecido en elaire, como yo. No, maestro, yo sigo aquí en estemundo, al menos eso es lo que dicen las estadísticasdel DANE. Si me ausenté por un tiempo fue porqueme obligaron a hacer un viaje virtual en aquellasmáquinas infernales inventadas por Turing, pero

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siempre estuve con ustedes. Si alguna vez estuveausente, mi espíritu siempre estuvo aquí. Y a ustedmaestro, ¿qué le pasó?, ¿por qué está aquí entre losmúsicos?.

Ah, mi historia si es bien extraña. Cuando vivía mequerían matar, y ahora que estoy muerto me invitan aágapes, me hacen homenajes, crean fundaciones anombre mío, me publican y hasta me pagan losderechos de autor. Estoy aquí porque esta ciudadmusical, la ciudad de la salsa, se quedó sin músicosy entonces nos volvieron a llamar. Yo como siemprehe amado a Cali, acepté colaborarles. Al principiome tocó duro, tener que empezar de cero a estudiarescalas y armonías, a desentumecer los dedos, peroen una semana ya estaba acoplado con la orquesta.Bienvenido, mijo, aquí en este teatro conocerás lasdivisiones de la patria. Maestro, ahora recuerdo eldía en que tenías programada una conferencia en launiversidad y como no llegabas fuimos con JotaBayona a recogerte a tu casa y te encontramos encalzoncillos, llorando y borracho. Te pusimos unacamisa, un saco y un pantalón, y cuando te sentamosen la mesa de conferencias te quedaste mudo durantemedia hora mirando al auditorio que esperaba conansiedad tus palabras. Esa fue la mejor conferenciaque diste a lo largo de tu vida intelectual. Otro díarecuerdo que mientras hablabas de la La montañamágica, el público, que en esos tiempos era muyinquieto, descubrió debajo de la mesa tus calcetinescambiados, azul y rojo, que hacían alusión al FrenteNacional. Ah, compañerito, no me recuerdes esostiempos porque me da verguenza conmigo mismo.En ese tiempo yo sufría mucho por mí, por mis hijos y

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por la humanidad. Maestro, dígame una cosa, ¿enCali siguen con ese canibalismo sufrido en carnepropia por don Jorge Isaacs? ¿O ya alcanzaron lapaz? El maestro no contestó y prefirió sonar unosacordes disonantes en el piano. ¿Qué piensa de laciudad?, ¿qué piensa de Colombia? Con el airebonachón de un arriero antioqueño, contestó: Aquí,compañerito, hay que cambiar de música porque sino un día alguien va a venir y nos va a tocar elRéquiem inconcluso de Mozart. Quizás por esto fueque nos llamaron, para ver si intentamos componerotros aires, otra melodía. Colombia es un error, vamosa ver si lo remediamos. Y cuando me iba a despedir,Prometeo me pidió el favor de que hablara con unoschepitos inescrupulosos de la universidad que habíanpignorado el alma mater y se habían jubilado a loscincuenta años de edad con cifras astronómicas, yles dijera que lo dejaran en paz, que es pecadoatormentar el sueño de los muertos y se cobraran eldinero que les debía con los derechos de autor quenunca le pagaron en vida.

Me despedí con un abrazo, y me acerqué a lasección de violines donde estaba Tomás Arcángel.¿Quién eres tú? ¿Eres una sombra como nosotros ohaces parte del mundo de los vivos?, me preguntóArcángel, acelerado y paranoico, como cuando loencontrábamos a las 12 del día en el teatro SanFernando. Tranquilo, Arcángel, soy Pablo Baal, yosimplemente paso y por ahora no pienso quedarmeentre ustedes (y toqué madera guayacán). Sólo vinea saludarte porque me dijeron que después de tumuerte dolorosa te volvieron a llamar para llenar estevacío que todos hemos creado. Ah, Pablo Baal, la

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pulga del barrio San Antonio, el novio eterno deAdriana Miranda, la caleña más bella (¡oh, prodigiosopleonasmo!) que haya tenido la ciudad. Y controlandola angustia que le producían las pepas, nosabrazamos y nos pusimos a charlar.

Baal, tu sabes que mi suicidio fue un largo destinoíntimo que elaboré día a día y ahora mis seguidoresse han encargado de profanarlo. Han confudido laficción con aquel sacrificio ante la humanidad hastaconvertirme en un mito, en un héroe de un acto atrozdel que ahora me arrepiento. Hubo incluso poetasque al día siguiente de mi muerte violaron aquel actoíntimo y doloroso para mis padres y para mis amigosy le sacaron partido hasta más no poder y se lucraronde mi muerte. Como si el suicidio fuera un actohonroso y digno de ser reivindicado por la humanidady no un acto débil de un hombre angustiado por elespectro de la muerte. Ahora, después de que hanpasado varias décadas y donde mis fans no hanhecho otra cosa que recordarle día a día a mis padresesa oscura experiencia, pienso que quitarse la vidaes un acto cobarde y que tiene más valor vivir entrelos cadáveres que día a día bajan por el río Cauca oson hallados por los miserables en el basurero deNavarro. Mis fans han sido tan obsesivos con midesaparición que se les olvidó mi literatura, que eralo que le daba sentido a mi vida. El cine y la literatura.Me atrevo a afirmar que hay fans que nunca me hanleído, y sin embargo siguen como dicen por ahí,comiendo del muerto y copiando mis ideas. A esosfans yo los perdono.

La estadía de Arcángel en el infierno lo habíaengordado, el pelo se le había caído y para conservar

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su impronta fresca y rebelde de los años sesenta,llevaba una cola de caballo que a duras penas sesostenía con un par de bolitas de cristal. Arcángeltenía un discurso necrológico, y no podía ser de otramanera: él mismo fue el primer afectado por esadecisión injusta que tomó en el apartamento de laSexta. Entonces, para airear la conversación y esteinforme que me encomendaron los hombresinvisibles, y que día a día me desgasta, le pregunté aArcángel por el nuevo atril que ahora ocupaba en laOrquesta Sinfónica. Acepté, me dijo, porque ya nocreo en el rock ni en la salsa que tanto publicité enese librito que le dio la vuelta al mundo. El rock porquea excepción de Freddy Mercuri, lo han desvirtuado ylo quieren ahogar con música-trance; la salsa porqueen Cali abusaron de ella, y siempre despreciaron lamúsica negra del Pacífico. Entonces, en el infierno,como no tenía nada que hacer, me empecé ainteresar por la música clásica y cuando me llegó lainvitación de la orquesta, acepté con la condición deque los que se aprovecharon de mi suicidio y seenriquecieron con la imagen de un muerto, le pagarana mi padre con una indemnización. Es cierto que mipadre vivía en Ciudad Jardín, pero nuncapertenecimos a la high class -como cree el régimenpoético-corrupto de la capital- sino a la clase media-debajeada.

Estas dos últimas palabras eran nuevas perlaspara el profesor Arnulfo Greimás.

Cuando lo dejé afinando su violín, Tomás Arcángelme alcanzó a gritar: Saludos a Charlie Pineda, elpríncipe de la corte, y al Cuervo de Versalles.

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Pasé a la sección de maderas donde me encontrécon mi profesor Hans Meyer.

Meyer había muerto en el holocausto del avión deAvianca, que hizo explotar el demente de PabloEscobar. Ahora lucía un rostro fino y estirado como sino hubiera sido consumido por el fuego, sino quehubiera sido pasado por el bisturí de un cirujanoplástico. Meyer quien tocaba la flauta, me saludó conel amor de siempre, y me preguntó cómo iba lainvestigación. Muy bien, le dije, a veces he tenidotropiezos, pero usted sabe mejor que yo cómo esesta profesión. ¿Qué clase de tropiezos?, mepreguntó. Los de siempre, usted sabe que lacomunidad muchas veces no comprende este tipode trabajos, entonces no ayuda y se vuelvedesconfiada. Además, los señores que mecontrataron nunca entendieron el objetivo del informe,y usted conoce muy bien su estilo frío con que decidensus cosas. Por esto desde un principio busquéindependizarme de ellos. Cuando empezó lainvestigación en serio me mandaron de espía a unabruja de la antigua Unión Soviética que todavía debede estar paseando por aquí, y me amenazaron porInternet. Como su naturaleza es la de ser invisibles,nunca he podido verles la cara y hablar con ellos.Profesor Meyer, usted sabe que esa es su mejor armay su peor cobardía. Nunca han tenido el coraje dedarle la cara al país, de decir, sí, Colombia, nosotrosfuimos, nosotros somos responsables de esteasesinato o de esta masacre, porque en el fondo ellossaben que son efímeros como nosotros, y siemprehan actuado en la sombra como Plutonio, el dios delos infiernos. El último emisario que me enviaron fue

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Jorge Zoom Artistizábal, el fotógrafo de la CiudadSolar, y ahora vive más arrepentido que el senadorGaravito a quien le descubrieron sangrecontaminada.

El profesor me escuchó en silencio y quería queyo siguiera hablando, quizá porque en el cielo, dondeahora estaba, no tenía con quién discutir o si teníaeran unas discusiones tontas con unos ángelescastratis como los de Sopó que nunca conocieronlas leyes de la ciencia. Pero yo quería conversarsobre su vida, ahora muerto, y tenía curiosidad porsaber cómo, siendo un biólogo respetado, habíaasimilado su proceso de extinción por el fuego y luegosu proceso de transmutación espiritual en un virtuosomúsico de la Orquesta Sinfónica del Valle.

Cuando la bomba criminal explotó en el avión, yosentí que caía como cae un cuerpo sin vida bajo laley de la gravedad. Al principio sentí dolor y sufrímucho al sentir que mi carne se achicharraba, perounos segundos después me tranquilicé al recordarque el fuego purifica, y que si Dios me había dadoesta muerte era porque como biólogo me la merecía.Por supuesto, esto no perdona la mano criminal delos asesinos. Digo muerte merecida para un biólogo,pues aquí el ciclo del hombre determinado por lascuatros leyes de la materia, se cumplía: yo venía dela tierra, durante mi paso por el mundo había sidoaire y agua, y ahora volvía a ella incinerado por elfuego. Y entonces morí en paz. Profesor, ¿estácontento ahora con su papel de flautista de Hamelín?Sí, ¿sabes que los científicos por estar manipuladoconceptos a veces nos volvemos fríos e insensibles?Creo que el mundo se salvará el día que la comunidad

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científica internacional baje de su pedestal ycomprenda que el arte suele jugar un papel importanteen la conciencia de los hombres. La ciencia y latecnología hoy en día están al servicio de ladestrucción del planeta. ¿Ya se informó de lasmasacres del ejército de la OTAN a nombre de lapaz?.

Profesor, ¿le costó mucho trabajo aprender a tocarflauta? No, al principio tuve miedo de acercarme aun objeto que no conocía, pero luego cuandoempezamos a ser amigos, comencé a conocerla y adescubrirle sus secretos. Lo más difícil de losinstrumentos de viento es la respiración y laembocadura. De resto, es una cuestión depercepción auditiva, de sensibilidad y hasta un gagocomo el periodista cubano Gilberto Valdés podíallegar a ser un virtuoso y tocar como Jean PierreRampal o Johnny Pacheco.

Me despedí de mi profesor, y cuando iba a visitarla sección de percusión, sonó el timbre del teatroanunciando que empezaba la segunda parte yentonces la voz de Adriana Miranda me sacó de estapesadilla y me puso de nuevo en la realidad.

¿Qué había ocurrido en los últimos segundos demi vida? ¿Por qué la presencia de esos fantasmasen el Teatro Municipal? ¿Por qué los habían invitadosi ya estaban muertos? ¿Eran fanstasmas que habíanregresado del frio o sólo sombras que se habíaninstalado en la memoria de la gente y ahora seinstalaban en la mía, bastante afectada por lo duroque había sido la recopilación de todos estos datosque componen la figura de mi hermano muerto. Esteinforme que no acaba, que me consume a diario y

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me va a llevar sin remedio a una clínica de reposo, alcementerio o al exilio interior provocado por losmediocres que como moscas se han apoderado deCali hasta destruirla.

Oh, mi Cali la bella. ¿Hasta cuándo dejarán deultrajarte los seres grises que se han tomado laciudad?

«Cali, pachanguero.Cali, luz de un nuevo cielo».

Adriana Miranda cantó y su voz como una hondacaricia me llegó hasta el corazón.

Yo la veía moverse por el escenario, con ese faloinhalámbrico, negro, que reproducía su voz y pensabapara mí que ya no la amaba; quizás podíamossentarnos, hablar y compartir un café, pero el amorque nos tuvimos hacía ya más de veinte años era algoque pertenecía al pasado y estaba muerto como mihermano. ¡Tantas cosas habían sucedido desdeaquella vez que nos conocimos en casa de doñaConcha! ¡Tanta agua había corrido por el río turbulentode nuestras vidas que si bien es cierto no existíaningún odio tampoco podíamos decir que hubieraespacio para reactivar -como en un programawindows- el amor!

Apenas cruzamos nuestras miradas, descubrimosque seguía existiendo cierta complicidad yadmiración, quizás porque habíamos sobrevivido enmedio de tantos odios y de tantas guerras, y sinembargo nunca habíamos sucumbido como otros,que a las primeras de cambio pignoraron su alma almejor postor o le vendieron la sombra al diablo, como

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el negro Mosquera.En la vida se sabe que el mejor postor es el peor

de los impostores. En medio del furor del público, yola escuchaba y ya no sentía celos por ella, ni aquellaangustia terrible que experimenté en la adolescenciacada vez que salía a pasear por la ciudad y veía cómolas moscas se acercaban y con su sonrisa indolentey cínica -la opaca sonrisa del sirirí-, querían comerdel plato.

Adriana Miranda terminó de cantar y el públicoenloquecido se paró en las sillas y la aplaudió durantediez minutos. Salimos con Zoom, Irma y Santiago delteatro. En el tumulto me volví a encontrar con MaríaAmnesia Cabal, y me preguntó por mi madre. Estáenferma de los ojos, le dije, pero no es grave. ¿Aúnvive en Palmira?. Sí. ¿Y tu tía? ¿Aún vive en SanAntonio? Perdóname, Baal, ¿cómo se llaman tumamá y tu tía? ¡Por el Señor de los Milagros de Buga!,¿ya se te olvidaron los nombres de mi familia?Recuerda, Amnesia, para siempre: Mi madre se llamaMaría; mi tía se llama Tiresias. Y salimos al estradodel teatro, a esperar a Adriana. Mientras laesperábamos, Zoom vio que Mona iba cogida de lamano con un hombre invisible. Mírala, mírala, Baal;es ella, Mona, la exmujer del pintor Vidal, y va conuno de ellos. Yo observé hacia un trooper negro devidrios polarizados y efectivamente ví a una mujer altay rubia, de buena presencia, que con su caminadode garza patiazulada se dirigía hacia el auto. Perono vi al hombre invisible. Míralo, Baal, va con ellacogido de la mano; observa su bocelería, es máslujosa que la que puedes adquirir en la PlateríaRamírez. Pero yo no lo veía. Estás paranoico, le dije.

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El hombre invisible que ves sólo existe en tuimaginación. El enemigo siempre está en laimaginación del que lo convoca, y suele ser máspeligroso y tenaz que los que andan sueltos en la calle.Sí, Baal, allí va con ese calanchín del demonio; lo quepasa es que tu estás ciego como tu madre, como tíaTiresias, y ¡como todo el pais!

Adriana Miranda salió del teatro y se reunió connosotros. Bueno, ¿para dónde vamos?, dijo. ParaZaperoco, respondió Santiago, e Irma lo miró conunos ojos de fiera que le hizo retirar sus palabras. Túestás bebiendo desde anoche, habló por primera vezla flaca Irma, y lo señaló con su dedo acusatorio.Vamos a casa y deja tranquilo a Adriana y a PabloBaal que ellos tienen muchas que contarse.

Zoom quien había quedado mal por lo de Mona,apoyó a Irma y dijo que él quería estar solo o en últimocaso se iba con María Amnesia que era la única quelo soportaba. Cogieron un taxi y se perdieron por laciudad. Entonces, Adriana Miranda y yo nosquedamos solos, y me invitó al barrio Mirafloresdonde vivía con su hija Alejandra.

Ba-Baal, va-vamos mejor a casa; en-en esosantros de la ciudad nunca se ha podido conversar. Ymontándonos en su Renault 4, tomamos la Quinta ysubimos hasta Miraflores. En el camino le preguntépor la relación que tenía Zoom con Mona, y ella medijo, mientras conducía el volante: Zo-Zoom siempreha sido un farsante. Fu-fue él quien se la quitó a Vidal,y no los hom-hombres invisibles. Lue-luego éstos sela secuestraron, y a cambio de esto le re-regalaronun bolígrafo Mont Blanc que vive mostrando en LosTurcos. Zo-Zoom es un megalómano. ¡Te-ten

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cuidado!. Y entramos. Era una vieja casa de murossólidos, de salones amplios, patio y un balcón llenode resucitados, desde donde se divisaba el sur de laciudad. Adriana abrió el bar y me ofreció un ron viejode Caldas. Luego fuimos al balcón y tomándome delbrazo, me dijo: Mi-mira la ciudad donde nacimos y laque nos vio crecer. Miré al fondo oscuro y descubríprimero unas colinas llenas de edificios, y luego laciudad noctura que con sus bombillas titilantes seextendía hasta el valle del río Lili. Sentí nostalgia dela ciudad, y pensando en la distancia que nosseparaba de ella tuve rabia conmigo mismo al darmecuenta de que la ciudad donde habíamos nacido yhabíamos vivido nuestra infancia y nuestra juventud,había desaparecido, y ya no nos pertenecía.

Volvimos al salón. Adriana, sin dejarme de cogerel brazo, me dijo que me iba a presentar a Alejandra.No, no, ahora no, por favor; y ella vió cómo me poníanervioso y el sudor del rostro empezaba a caer agoterones. No la vayas a despertar, por favor, dijecomo para salir del shock, y entonces Adriana,mirándome a los ojos, me dijo: Pa-Pablo, no tengasmiedo, que tú no eres el padre de Alejandra. Su-supadre es Pedro, tu hermano, y ahora está muerto. Ydescansé. Yo sólo quiero que la veas; al fin y al cabotú eres su tío, ¿no? Y cuando entramos al cuarto, ví auna joven hermosa, de piel canela, dormida en lacama. Era muy parecida a mí. En su frente lleva lamarca de los Baal, dije, y Adriana asintió. ¿Qué estáestudiando?. Filosofía. Abandonamos el cuarto enpuntillas y bajo el murmullo de un bolero que ella pusoen el equipo, me sirvió otro ron, y empezó a contar:

A-Alejandra no podía ser hija tuya porque yo te dejé

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tres meses antes de la toma de la EmbajadaDominicana, y la niña nació ocho meses después deese trágico acontecimiento. Yo-yo tengo esa fechaen mi memoria, pues Pedro llegó un mes antes de latoma y después se esfumó. Fu-fue su segundadesaparición; pe-pero después hablaremos sobreesto. O-O sea que entre la última vez que tú y yo nosvimos y el nacimiento de Aleja mediaron exactamentediez meses. ¿Es-están claras las cuentas? Lo-lo quepasa es que Cali es una ciudad chismosa ybochinchera. ¡Ca-Cali es el restaurante El Bochincheampliado! O-o si no pregúntaselo a Estrombolis, queestá más desprestigiado que el Gobernador JustoGuzmán Becerra.

Yo oía a hablar a Adriana y me molestaba al oídoaquel martilleo incesante con que iniciaba las frases,esa forma de enunciar los «sintagmas», de expresarlos «enunciados», como diría el profesor ArnulfoGreimás. Adriana no hablaba antes así, pensé, comouna manera de salvarla de su error físico, de limpiarlay verla con los ojos desnudos del pasado, pero ellacomo si ya se hubiera acostumbrado a la falta y lahubiera aceptado sin protestar, continuaba con sumartilleo estropeando el lenguaje y de paso mis oídos.Yo-yo quería que tú hubieras sido el padre deAlejandra, pe-pero tu hermano Pedro se interpusoen el camino. Ella sintió que su última frase me heríael corazón y para restañar la herida, me acarició consus manos, y me dijo: Tra-tranquilo, Pablo, al fin decuentas todo quedó en familia.

«Cómo fueno sé decirte

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cómo fueno sé explicarme qué pasópero de tí me enamoré».

El fatídico bolero sonó de nuevo en la grabadora,y ella, presintiendo mi doble derrota, la de aquellanoche en el bar La Habana y la de ahora, la delrecuerdo, volvió a repasar sus manos por mi rostro, yme consoló.

Todo quedó en familia, le dije, pero con ladiferencia de que yo estoy vivo, en cambio Pedroahora está muerto. Ella calló y me pidió el favor deque no habláramos de eso. Sí, Adriana Miranda, ledije, tenemos que hablar de «eso», porque si novamos a vivir atormentados por esa historia; tenemosque empezar a curarnos con las palabras porque elpeso de nuestros muertos es más grande que el delos vivos. A los muertos tenemos que exorcisarlos,así sea con el poder de la evocación y de la memoria,para que empecemos por fin a vivir en paz. Entoncesle confesé la razón de mi presencia ante ella. Adriana,tú sabes que estoy escribiendo un informe y tú eresla única persona que me puedes ayudar a terminarlo.¿Un-un-informe? ¿Qui-quién te lo solicitó?. Loshombres invisibles. Ah, ¿Tú-tú también estástrabajando para ellos?. ¡Lo-los Baal no tienensalvación! ¡Este país de insensatos no tiene dignidad!¡A-aquí todo el mundo se vende por un bolígrafo MontBlanc, por un celular o por una carta débito!. Adriana,yo lo hice porque cuando descubrí el escándalo delhospital me quedé sin trabajo.¿Tú-tú no sabes queellos fueron los que secuestraron a Pedro y luego lomataron?. ¿Quién te lo dijo?. Me-Me lo contó Zoom

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en el cementerio. No sé, Adriana Miranda, eso es loque dice la gente, pero aún no hay pruebas. «Pru-pruebas», deja a un lado tu lenguaje de leguleyo ypiensa en la realidad. Te-te-pareces al gordoEstrombolis y a Bellini quienes a nombre de la justiciaviven todo el tiempo «interpretando la ley». ¡E-esoes pura semiología de cagajón! ¡No me insultes,Adriana Miranda! Yo tuve nexos con ellos pero luegome desembaracé y ahora trabajo para Marot, uninvestigador canadiense. ¿Ma-Marot? Ti-tienenombre de payaso francés. ¡Adriana Miranda, porDios! ¡Cuida tu lengua! ¡Pareces hija de Santiagode Cali!. ¡Si, lo soy, y a mucho honor!.

La-la gente dice que a Pedro Baal los hombresinvisibles lo secuestraron y luego lo mataron, peronadie está seguro de que ellos existan. Na-nadie datestimonio ante la Fiscalía porque la gente tienemiedo. Nadie se llamó Ulises, y por esto se salvó dePolifemo, el monstruo de la caverna. ¡Po-por eso haygente que los compara con Dios o con los ovnis! Po-porque son omnipresentes! ¡O-objetos Voladores NoIdentificables! ¡Basta, Adriana Miranda! ¡Me hacesdaño con tu voz! ¡Tartamuda!.

Tú-tú, Pablo Baal, me llamas tar-ta-mu-da, y tú quehas tenido la palabra nunca has defendido a tu gente.Y se puso a llorar. Perdóname, Adriana, no quiseofenderte. Me-me llamas tar-ta-mu-da, y no te dascuenta que me volví así cuando empecé a salir con tuhermano Pedro, en los años del miedo. ¡U-ustedeslos Baal no son hijos de don Samuel Baal sino deBelcebú, el rey de los infiernos!. Perdóname, AdrianaMiranda, ¿me perdonas? Sí-sí, te perdono, pues sino te perdono todos nos vamos a ir al infierno. Y se

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sorbió los mocos.Adriana Miranda se recostó en mi hombro, y

después de un silencio, me dijo: Pa-Pablo, te voy aayudar a que termines el informe. De-de pronto, tútienes razón. Ha-hablando me libero y hasta se mecura esta tar-tartamudez. «Hablando, mija, nosentendemos», repetí la famosa frase de Cervantes,y le pedí que pusiera una música más alegre.Entonces en el equipo de sonido, se escuchó: «Lapachanga llegóóóó. La pachanga llegóóó», de JoséMangual Junior.

Pe-Pedro Baal vino un mes antes de la toma ydespués de dejarme embarazada se largó. Me-medijo que iba a hacer un negocio muy importante. Lue-luego fue la toma de la embajada. Yo-yo veía todas lanoches el noticiero hasta que un día lo ví asomándosepor una ventana de la embajada, con el pasamontañaque yo le había confeccionado y la metralleta que lehabía regalado de cumpleaños el comandante cero.En-entonces, me pregunté, ¿e-este es el negocioimportante en que está metido? E-están repitiendola imagen que conocieron en carne propia en lascaballerizas del Pichincha. E-están jugando alguardián en el centeno.Y-y sufrí mucho al saber queel padre de mi hija iba a ser un muerto. Lu-luego, alos dos meses, el gobierno negoció con la guerrilla yéstos salieron en un avión rumbo a Cuba. Cu-cuandoel noticiero los mostró, le ví los ojos por entre elpasamontañas y estaban tristes y abatidos. Me-metoqué el vientre y pensando en mi hija, rogué a Diospara que le diera vida y llegara con vida hasta elparto. E-esa era mi mayor ilusión, y la de él, porquerecuerdo que me lo repitió aquella noche cuando nos

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amamos por última vez. Pe-pero un día llegó unemisario en un jeep y me dijo que Pedro Baal no podíavenir hasta dentro de seis meses, y me entregó unmaletín lleno de dinero. ¿Có-cómo así? ¿No-nopreguntó por mi estado? Le-le pregunté al emisarioque usaba un bigotico mexicano. ¿No-no-va a veniral parto?. El me dijo que si puede, viene, si no que lediga a Santiago e Irma para que la acompañen alhospital. Y-y sentí una punzada en el vientre. E-esafue su segunda desaparición. De-después, no lo volvía ver hasta que a los ocho meses nació Alejandra.San-Santiago e Irma me acompañaron al hospital.Yo-yo sufrí mucho en el parto. Cu-cuando la enfermerame la entregó, yo ví a la niña, y enseguida no penséen él sino en tí. ¡E-era tan parecida a tí! Y-y desdeaquel instante empecé a sentir hacia él un sentimientorevuelto de amor-odio. De-de tu familia sólo vino tíaTiresias a visitarme. Re-recuerdo que cuando pasósus manos por el rostro de la niña, confirmó lo que yoantes había descubierto: No se parece a tí ni a Pedro,sino a su tío Pablo, me dijo. De-de ahí viene laconfusión y la gente se ha encargado dealimentarla.Tu-tu madre no vino porque ella nunca meperdonó que me acostara con sus dos hijos.

Adriana Miranda hablaba con una voz dura yentrecortada como si la vida la hubiera maltratado. Apesar de los años que ya se le notaban en el rostro yen las curvas de su cuerpo, seguía conservandoaquella dulzura herededa del paisaje del valle y de lamúsica que ella cultivó desde la infancia. Su voz ahorallegaba hasta lo más profundo de mi ser y sacudía micorazón como si fuera una pluma al viento. Entoncesyo, intentando no perder la calma ni la distancia -

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hermosas virtudes que me había enseñado el oficiode investigar-, luchaba por no dejarme arrastrar poraquel río empedrado y tumultuoso que eran suspalabras y me quedé en silencio, escuchándola,porque sabía que allí, en aquella corriente que salía aborbotones por su boca y bajaba arrastrando árboles,gente y casas, descubriría la causa por la cual habíanmatado a mi hermano.

Pa-pasó un año y Pedro no dio señales de vida.E-el dinero que me había dejado con el emisario seacabó, tal como se acaban el amor y los recuerdos.Tú-tú sabes que yo lo quise tanto como a ti. Pe-peroel amor es como una planta que si no se la riega todoslos días, se marchita y se muere. U-unos decían quevivía en Cuba, otros que en España, y hubo algunosque se inventaron la historia de que estabaentrenándose en Libia para tomarse el Palacio deJusticia. Yo-yo no hacía caso a lo que decían y medediqué a trabajar para sacar adelante a Alejandra.La-laboré dictando clases de música en colegiosprivados y los fines de semana cantaba enManricuras. Y-y me tocaba duro. Mi-mi madre fuetestigo de todo eso y por eso un día me invitó a volvera casa. Co-con vergüenza, acepté, y por un tiempome sentí la oveja negra que regresa al redil. De-deverdad, ya no lo amaba. O-o al menos eso era lo queyo misma me forzaba a creer para no seguirsufriendo con esa imagen tan fuerte y sin embargo,tan huidiza, tan ausente. Mi-mis amigas me visitabany me decían que no fuera pendeja y me consiguieraotro. Po-por llevarles la corriente, les decía que sí,que me ayudaran a conseguir un novio, pe-pero en elfondo de mí yo sabía que la imagen de Pedro Baal

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no la podía reemplazar por la de cualquiermequetrefe. Re-recuerdo que más de una vez salimosy nos sentamos en Los Turcos a ver qué pescábamosy una vez los únicos que cayeron en la mesa fueronEstrombolis y Bellini, que por ese tiempo yaempezaban a escalar en el partido liberal y a viajar aBogotá a reunirse con el doctor Samper y San Tofiño.«Estás salada», me decían mis amigas, y yo no sabíacómo hacerles entender que cuando una tiene unaimagen fija en la cabeza, no puede llegar otra ydesplazarla. Es-estaba tan salada que hastaSantiaguito Calero, mi amigo de infancia yacompañante en el parto, un día que se había enojadocon Irma, cayó como una mosca y me lo pidió, y seganó tremenda bofetada.

Has-hasta que el 5 de noviembre de 1985 setomaron el Palacio de Justicia. Yo-yo estaba al frentedel televisor cu-cuando ví a los hombresencapuchados y armados hasta los dientes adentrodel edificio. A-afuera, apostados en la Casa delFlorero, estaba el ejército, que ya tenía la orden de lapresidencia de atacar. Lo-los guerrillerospresionaban a los magistrados con sus metralletaspara que subieran hasta el cuarto piso. A-abajo, enel sótano, los empleados de la cafetería corrían deun lado para otro, ante el cruce de fuego que salíadel palacio y llegaba desde la Casa del Florero. E-entonces fue cuando lo ví, a través de uno de losventanales del palacio, angustiado, obligando con unametralleta a uno de los magistrados para que secomunicara a través de un teléfono rojo con elPresidente, y creo que él me vio con esos ojos tristesy abatidos que siempre lo delataban y me dijo con su

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mirada que ésta vez sí iba a pasar por la casa paraconocer a Alejandra. E-el fuego continuó. Lo-losmagistrados, a través de los ventanales sacabanimprovisadas banderas de paz para que se detuvierael combate, y el Presidente entrara a dialogar; pe-pero ninguno de los dos bandos quería rendirse ycada vez que se acercaba la noche, el combate setornaba más encarnizado y tenaz, hasta que unadescarga de dinamita lanzada por un tanque«Cascabel» del ejército estalló adentro de palacio.E-entonces fue cuando empezaron a salir del sótanolas notas tristes de un violenchello que lloraba enmedio de la balacera, y era tan fuerte que seescuchaba en la plaza de Bolívar, subía por la calleonce hasta el cerro del Señor de Monserrate, y seextendía a todo el país. Mi-mientras veía las imágenespor televisión, volví a sentir rabia conmigo mismo porhaberte cambiado por tu hermano y por saber quecuando había aceptado este horrible cruce, no mehabía casado con un hombre sino con alguien que,como un alfarero infernal, construía día a día su propiamuerte.

Lo-los combates se prolongaron hasta tarde de lanoche, lo-los guerrilleros desesperados llamaban porun teléfono rojo que nadie respondía y obligaban alos magistrados a que sacaran los expedientes dealgunos hombres invisibles y los quemaran. Lo-losempleados de palacio y de la cafetería buscabanrefugio en los baños y en recovecos del sótano. Ha-hasta que otro tanque «Cascabel» entró por la puertadel sótano, haciendo estallar una segunda descargaque convirtió al palacio en llamas. E-entonces, elsonido triste del violencello resurgió entre los cuerpos

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calcinados de los magistrados, empleados yguerrilleros, y se alzó hasta el cerro de Monserrate,en señal de protesta. La-la imagen de Vulcano queha apasionado tanto a Colombia volvía a repetirsecomo en los viejos tiempos. A-allí estaba aquelhombre feo, deforme y cojitrando dirigiendo la puestaen escena con sus actores de reparto que se odiana muerte pero que al mismo tiempo, como en elnoveno círculo de Dante, se necesitan para podersobrevivir: A-allí estaban el soldado y el guerrillero, elverdugo y el inocente, el invasor y la víctima, elpirómano y el inmolado, el secuestrado y el muerto.A-allí, en el holocausto, volvía a reavivirse el fuegodel valle encantado que habíamos visto cuandoéramos niños. Refulgía el fuego que habían vistonuestros padres cuando mataron a Jorge EliécerGaitán. Renacía el que habían presenciado nuestrosabuelos cuando mataron a hachazos a Rafael UribeUribe, en las gradas del Capitolio. Pe-pero éste noera el fuego sagrado defendido por las vestales ni elque robó Prometeo a los dioses y por eso loamarraron en el peñasco del Cáucaso para que lodevoraran los buitres. Este era el fuego paganofraguado por ese cojitranco llamado Vulcano que fueexpulsado del olimpo por su madre, y que luego tuvoque trabajar como un esclavo.

Al-al día siguiente, el Palacio de Justicia humeantey semidestruído, parecía un esqueleto

abandonado de hierros retorcidos. E-el ejércitoinvadió el edificio y tomó prisioneros a los guerrillerosque quedaron con vida y los detuvo en la Casa delFlorero, mientras se les «resolvía la situación». E-entre los prisioneros iban 8 empleados y 3 visitantes

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que nunca figuraron como retenidos, y jamás seencontraron sus restos. Ta-también iba la guerrilleraIrma Franco con su falda escocesa café y sus botasnegras. Su-su familia la vio por última vez en elNoticiero de las 7; luego entró a la Casa del Florero ydesapareció. Su familia nunca más supo de ella. La-la Cruz Roja sacó las personas heridas y loscadáveres carbonizados y los condujo a la morgue yluego al cementerio. E-entre las víctimas, iban 57personas del cuarto piso, entre los cuales figurabanel presidente de la Corte Suprema de Justicia y sus8 compañeros de la Corte, 3 Magistrados auxiliares,12 personas pertenecientes al personal de secretaríade los Magistrados y 4 del servicio de escoltas. E-enlas escaleras encontraron fundidos 28 funcionarios yen el baño 15 guerrilleros y 2 civiles. E-entre lospacientes que transportaron iba la guerrillera ClaraEnciso, que apenas llegó a la Casa del Floreroconvenció al soldado que la vigilaba de que no teníanada, y que la llevara a su casa. Se-según latelevisión, ella fue la única guerrillera que se salvó.Mi-mientras el ejército y la Cruz Roja transportaban alos retenidos a la Casa del Florero, las notasmelancólicas del violonchello seguían saliendo comoun lamento. E-el 9 de noviembre la prensa habló deuna primera fosa común donde habían enterrado 26NN, de los cuales había 9 identificados y 17 sinidentificar. E-el 13 de noviembre fue la avalancha delvolcán del Ruiz sobre la población de Armero quedejó 20.000 personas atrapadas por el lodo. Mu-muchos muertos de Armero sin identificar fueronsepultados como NN al lado de los NN del palacio.

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Cu-cuando ví las imágenes en el noticiero de las7, me pregunté: ¿Có-cómo es que no pudimos ver laavalancha de lodo y corrupción que se nos veníaencima?. Entonces lloré por Pedro Baal y por todoslos muertos de mi patria, y me dije: cuando la crisishaga estallar en mil pedazos el país, todosdesesperadamente vamos a reaccionar, pero serádemasiado tarde pues aunque intentemos abrir losojos y levantarnos, la misma crisis nos aplastará. El-el 20 de noviembre la televisión habló de 8 cadáveressin identificar; el 23 de Noviembre, de 1 NN y el 30del mismo mes, de otro NN. Se-se hablaba de untotal 36 muertos más los 57 oficialmente reconocidos.E-entonces, la pregunta surgió cuando SantiagoCalero volvió a visitarme, preocupado por la suertede Pedro Baal, y me interrogó: ¿Dónde están los 8empleados de la cafetería, los 3 visitantes que esedía entraron a Palacio y la guerrillera de faldaescocesa y botas negras? Como las cifras sonconfusas, existe la posibilidad de que Pedro Baal estévivo. Las cifras de las víctimas del Palacio de Justiciaserá un enigma indescifrable para la historia. PedroBaal pudo haber corrido la suerte de haber muertopor una bala en palacio, incinerado como sus víctimasinocentes o haber sido aprehendido y llevado a latemible Casa del Florero desde donde se les «definíala situación»; también pudo haber sido enterrado enuna fosa común como NN. Todo esto puede serposible, pero a mí me late que Pedro Baal está vivo ydebe estar escondido en alguna parte.

Du-durante los días siguientes no dormí y me lapasé con Santiago rastreando los noticieros y losperiódicos del país. Gra-grabábamos una y otra vez

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en el vídeo la fila de retenidos y de heridos quesalieron por la puerta desvencijada y por el sótanorumbo a la Casa de Florero y no veíamos ningún rostroque se pareciera a él. E-el sonido melancólico delviolonchello que había quedado grabado en el vídeocomo música de fondo, nos desalentaba en labúsqueda. Ha-hasta que una noticia que apareció enla prensa a comienzos de diciembre me llevó apensar que la corazonada de Santiago podía sercierta y convertirse en realidad: E-el ejércitoaseguraba sin confirmarlo que un guerrillero habíatratado de escapar al cerco del palacio utilizando lacédula de un muerto y que por fortuna lo habíancogido. En-entonces, Santiago y yo saltamos dealegría, y gritamos: ¡E-es él! ¡E-está vivo!. Y- y volvióa renacer en mí la esperanza confusa de volverlo aver y gritarle por-por qué nunca había querido conocera su hija, y por-por qué nos había abandonado. Di-digo «esperanza confusa», porque a esas alturas dela vida yo había perdido todo el amor por él, no queríaque fuera el padre de mi hija y deseabafervientemente que Dios lo llamara algún día y se lollevara en paz. Cu-cuando el 7 de diciembre, el díade las velitas, volvió el emisario que me había dejadola plata y me dijo que Pedro Baal estaba por llegar,que me tranquilizara, y no le contara a nadie. Yo-yoque no podía vivir sin secretos le conté a Santiagopues él había sido nuestro amigo de toda la vida yahora era mi cómplice y padre putativo de Alejandra.Si te dije, ¿ve? -Recuerdo que me dijo Santiago,mientras le hacía tomar la sopa a Alejita- Ese Pedrotiene las nueve vidas del gato. Y-y el 24 de Dicembre,Pedro Baal se apareció en la casa de mi madre en

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San Antonio, con una caja llena de regalos. Pe-peroya no era Pedro Baal sino un fantasma y su alientoque descubrí cuando intentó besarme, olía a pólvora.De-desde que entró y tocó la mata de gladiolos quemi madre tenía a la entrada de la casa, me dí cuentade que todo lo que tocaba se marchitaba y se moría.Po-por eso no dejé que me besara y cargara en susbrazos a Alejandra. Po-porque ya no era un hombresino un fantasma y estaba de paso. E-esa noche sequedó en casa, mi mamá le sirvió la cena y el vino denavidad en unos platos de cartón, para que no fueraa dañar la vajilla, y lo sentó en un taburete viejo quesabíamos ya no servía para nada porque si no podíacorromper hasta los asientos de la sala. Santiago quehabía venido con la flaca Irma, me miró con sus ojoslánguidos y me dijo que tuviera compasión con losfantasmas, que ellos como seres de ultratumba,también tenían corazón y sufrían mucho. E-entoncesSantiago quiso acercarse y ofrecerle un trago deaguardiente, y yo lo detuve de un grito: Carajo,Santiaguito, ¿no ves que es un fantasma y viene delinfierno?.

A-Alejandra estaba jugando debajo de la mesa ycuando Santiago le dijo que saludara a su padre, laniña lo miró con sus ojos de estupor, y dijo: Yo nosaludo fantasmas. Y siguió jugando.

Pedro Baal terminó primero de comer y pidiórepetir. Doña Concha trajo la olla y mientras le servía,comentó: cómo tragan estos condenados, parece queno hubiera probado bocado durante toda su vida.Terminamos de comer. Mi madre recogió los platosy cuando iba a recoger el de Pedro, estabacarbonizado. ¡Mamá, ten cuidado, que te quemas!,

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le grité desde la mesa y desde aquel instante intuí elgrado de peligrosidad de los fantasmas. En-entoncespensé que ya no tenía sentido decirle toda la retahilaque le tenía preparada, a manera de postre, por suirresponsabilidad, por el abandono en que nos habíatenido duranter tantos años y reprimiendo el llantopuse la escoba con sal detrás de la puerta para queabandonara la casa. Pe-Pedro -le dije, usando lamisma voz dulce cuando nos enamoramos-, ¿po-porqué no te vas a otro lugar más seguro?. El ejércitoseguro te está buscando. Pe-Pedro, ¿me oyes?.Y elfantasma movió la cabeza hacia los lados. Todos losfantasmas oyen -argüyó Santiaguito- ,pero ésteparece que se nos está haciendo el pendejo. Pe-Pedro, cuéntame, ¿qué vas a hacer ahora? ¿Por-por qué no sientas cabeza, consigues un trabajo y teorganizas en otra ciudad? Dí-díme, ¿qué vas ahacer?.

Pedro Baal con una voz de ultratumba, dijomientras se atuzaba el bigote: «Vengarme», yparándose del taburete que echaba humo, azotó lapuerta y subió al jeep donde lo estaba esperando elemisario. Apenas salió, la manija de la puerta quedóchamuscada.

De-después de aquel día no lo volví a ver, y lasreferencias que tenía de él las obtenía a través de lasnoticias que salían en la prensa y las interpretacionesque con Santiago hacíamos de éstas.

Lu-luego del holocuato del Palacio vinieron losmagnicidios perpretados por la Brigada 20 delejército nacional, por los paramilitares y por loshombres invisibles: En 1984 cayó Rodrigo LaraBonilla; en 1986 cayeron Jaime Pardo Leal y el

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periodista de El Espectador Guillermo Cano Isaza;en 1989 el turno fue para Luis Carlos Galán. En 1990el turno fue para Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro.En 1991 fue para Enrique Low Moutra. En 1995 fuepara Álvaro Gómez Hurtado. A Galán lo bajaron a tirosde una tarima en Soacha. A Pizarro lo mataron en elaire, en un vuelo de Avianca que iba para Barranquilla.A Low Moutra, cuando salía de dictar clases enUniversidad de la Salle. En ese mismo año PabloEscobar hizo explotar en el aire un avión de Aviancaque hacía el recorrido Bogotá-Cali donde murieronentre otros, mi profesor Hans Meyer y el cantanteGerardo Arellano. Los periódicos informaban que elfantasma había estado en todos estos lugares y altocarlos con su mano siniestra, había producido losdesastres; Santiaguito, que por ese tiempo yatrabajaba en la alcaldía, decía que la prensa loinvolucraba en todos estos asesinatos para de estamanera limpiar a los verdaderos responsables yconfundir a la opinión pública; así los crímenesquedaban impunes.

En Cali se movieron muchas versiones sobre suvida: Unos decían que Pedro Baal efectivamentehabía muerto incinerado en el Palacio como susvíctimas y que el hombre que había llegado a casa el24 de diciembre era sólo el producto de una mentealucinada y paranoica de nuestra imaginación; otrosdecían que se había escapado del Palacio (con lacédula del muerto), y que al renunciar a entregar susarmas en la población de Santodomingo en el Caucahabía organizado un nuevo movimiento guerrillero; el«Bateman Cayón», llamado así en homenaje póstumoal flaco de Santa Marta, quien murió junto con Nelly

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Vivas en el misterioso avión que se dirigía a Panamá;otros más decían que el fantasma de Pedro trabajabapara los paramilitares que fueron creados cuando lasFarc les secuestró a su padre, les cobró por elsecuestro y luego lo entregaron muerto. Sobre losparas, Santiaguito tenía su propia versión y decía:«Los hombres invisibles los crearon, los ganaderoslos financiaron, el ejército los armó y el pueblo lospadeció».

Yo-yo, por mi parte, no sabía qué pensar de todoesto. Ha-había tantas versiones sobre Pedro Baal,que en un momento dado pensé que me estabavolviendo loca. Pe-pero de lo que sí estaba seguraera que había logrado escapar de Palacio y de queel 24 de diciembre había estado cenando connosotros. Lo-lo que pasa es que ya no era un hombresino un fantasma. O-o si no estaban locos, mi mamá,Santiago, Irma, Alejandra y toda la familia. De-desdeque hizo su entrada chasmuscando al pobreresucitado no era más que eso: un fantasma y tenía,a diferencia de los humanos, el poder de la ubicuidad,de estar en todas partes.

De-desde entonces Pedro Baal se me convirtióen una referencia fanstasmagórica, obsesiva ypermanente, y cada vez que en el país se producíaun asesinato, una toma de un pueblo o una masacre,yo lo veía con los ojos de mi imaginación sufriendo,desarrapado y hambriento de amor, como suelen vivirlos fantasmas. Entonces, con Alejandra cogida de lamano, me paraba en las gradas de la casa y lollamaba. Pedro, ven, vuelve a casa, a sabiendas deque él nunca estuvo con nosotras; Pedro, ven, regresa,por favor, y recordaba el día de su primera comunión,

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cuando tú lo llamaste desde la colina de San Antonio,y él se fue por la carrera 10.

La-la gente me llenaba la cabeza de historias yme decía que un día habían visto al fantasmaasaltando un convoy del ejército, incendiarlo, y luegointernarse como un cobarde en las selvas delCaquetá; otro día me contaba que lo habían vistotomarse un pueblo de Urabá, asaltar la Caja Agraria,y después aterrorizar a la gente y llevarse a los niños,y esconderse como un bandido en las montañas; otranoche, me decía que lo habían descubiertoagazapado volando el oleoducto Caño Limón, y luegopintarse la cara de crudo para que no lo reconocieran;otro día, que lo habían visto en el Guaviare con unametralleta en el hombro vigilando una mata de coca;otra noche, que lo habían pillado en la carreteraPanamericana haciendo una «pesca milagrosa»;otro, secuestrando a una joven que ya se iba graduarde bachiller y ella, con la serenidad que lacaracterizaba les pedía que la dejaran asistir al grado(para el fantasma, el secuestro no era un delito atroz,sino una «medida de emeregencia» para pagar el«impuesto de paz»); otra vez, que lo habían visto enLas Delicias secuestrando a 57 soldados mientraslas madres de Colombia pedían a gritos que lesdevolvieran a sus hijos. E-el fantasma se habíaapoderado del paisaje del país y con el poder deubicuidad que le había otorgado Belcebú, el rey delos infiernos, una noche estaba en Caquetá y al díasiguiente en Mapiripán, otra noche estaba enMachuca, y al día siguiente en San Vicente delCaguán. La sombra del fantasma recorría lageografía del país con su guadaña, donde cargaba

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sus muertos.Ha-hasta que en 1991 se apareció de nuevo en

casa. Fue por esos días en que descubriste la sangrecontaminada en el cuerpo del Gobernador JustoGuzmán Becerra, y entonces tuviste que salir del país;a tu madre le salieron cataratas en los ojos luego deque Fabio Cujás se robó la luz; Pablo Escobar hizovolar el avión donde iba el profesor Meyert; yEstrombolis y Bellini, nuestros amigos de juventud, yahora prominentes miembros del partido liberal,fueron invitados a la Constituyente y todos los lunessubían a Bogotá cargados co unos maletines negros.

Re-recuerdo que el fantasma llegó en un Trooper,pero ahora era distinto: tenía saco y corbata, relojrolex, celular, beeper y usaba astringosol, para el malaliento. Se-se bajó del auto con un maletín negro (erala moda) y un oso de peluche y cuando iba a cogerlela cabeza a Alejandra para acariciarla, yo grité depánico: ¡Alejandrita, mi amor, retírate de ese hombre!,y la niña salió corriendo y me corrigió: hombre, no,mamá; fantasma. E-el maletín negro era para mí; eloso de peluche para la niña. Se-se lo recibí porquela necesidad tiene cara de perro. Y-y cuando me ibaa besar, sentí su aliento podrido, a pólvora y loespanté de un escobazo. E-entonces el gran idiotase arrodilló y me empezó a suplicar para quevolviéramos como si alguna vez hubiéramos estadojuntos. Arrodillado, me prometió comprarme una casaen Ciudad Jardín para que tuviera de vecino al condeJimeneo de Malagana, a su mujer y a la Marquesade Pance, y cambiara esa «carcacha» de Renault 4que tenía, por una camioneta 4 x 4. Me-me dijo queme iba a sacar una cuenta bancaria en Miami, y-y

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que ya había separado un tour por turístico porSarajevo donde tenía una agencia de viajes su amigoBelisario Ortíz. Me-me prometió tantas cosas que medio lástima de él, de su inmensa miseria humana yen vez de llorar, me dieron ganas de reír. De-despuésdel ataque de risa, me calmé y le dije: Tú vienes allenar el hueco que has dejado en la vida con plata;pero las cosas profundas de la vida no se resuelvencon eso. Entre otras cosas, ¿de dónde has sacadotanto dinero si tú nunca has trabajado en la vida? Túnunca has tenido en qué caer muerto. Díme, PedroBaal, ¿de dónde lo has sacado? ¡Me da la impresiónde que ahora trabajas en la Funeraria del Valle, y tutrabajo es de lujo como los ataúdes aterciopelados!Con el rabo entre las piernas, Pedro Baal me confesóque tenía un negocio oscuro con los hombresinvisibles. Entonces, cuidando de que no me fuera atocar ni a acercar su boca que olía a podrido, le dije:Baal, tú has arruinado tu vida y has intentado arruinarla mía y la de Alejandra; así que vete, yo no te quierover. ¡Eres un fantasma y yo no quiero vivir confantasmas!

Adriana Miranda bebió su ron y suspiró. Ya notartamudeaba. Parecía que la palabra cumpliendo elrol de antídoto, la hubiera sanado, la hubiera liberado.Yo la acompañé con el trago, y aliviado por suspalabras que ahora salían por su boca como fuentede agua cristalina, continué escuchándola porquetenía que completar el rompecabezas sobre la muertede mi hermano y así terminar el informe; deseabacompletar la red de «vestigios» que se necesitan paracompletar la figura, la flor más exquisita de lahumanidad, como me había dicho Marot, y así quedar

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en paz conmigo mismo.Adriana Miranda, esta vez sin tartamudear y con

el vaso de vodka entre sus manos, continuó: E-esafue la tercera y última desaparición. Después no volvía saber nada de él, a excepción de dos o treschismes que sazonaba cada noche SantiagooCalero: Que un 11 de noviembre vieron al fantasmapaseando en Cartagena de Indias con la reina NoriaPerfecta Rodríguez; que un 31 de diciembre lo vieronen la joyería Somondoco, negociando unasesmeraldas con Ernestico Samper y la monaretrechera, que en paz descanse; que un 6 de enerolo vieron en Casa Medina comprando unas obras dearte para la mansión del Ministro de DefensaFernando Botero; que un 3 de Mayo lo vieron en PuertoBoyacá bebiendo «polas» con el capitán PlinoApuleyo, el asno de oro; que el 26 de julio lo vieronbebiéndose un mojito en el bar «Dos Gardenias» deLa Habana con Catalino Daniels Rodríguez y conLucio, el oscuro. Pero no más. Esa fue la última vezque ví al fantasma. Después vino, como te dije, elescándalo de la sangre contaminada en el HospialUniversitario; la explosión del avión de Avianca, laConstitución del 91, y el país de las sombras. Tú,Pablo Baal te exiliaste, y entonces empezó a correrel rumor que Pedro, tu hermano, estaba secuestrado.A mí esto ya no me sorprendía porque para mí y parami hija, él siempre había sido un secuestrado en supropio país. Recuerdo que tía Tiresias me llamópreocupada (tu madre María nunca más quiso hablarconmigo), y me preguntó que si la ayudaba a buscarloy yo le dije que no porque ya no lo quería. Ya lo habíamatado simbólicamente y lo había sacado de mi

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corazón. Entonces tu tía se puso a buscarlo y fue enese momento que tú te reportaste por Internet y teuniste a la búsqueda. El resto es historia conocida. APedro Baal, que en paz descanse, lo encontraronmuerto y con señales de tortura el 6 de Agosto de1999, en Hospital Universitario.

.- ¿Quiénes lo mataron?

.- Dicen que los hombres invisibles.

.- ¿Por qué?

.- Porque desde hacia tiempo andaba metido ennegocios oscuros.

.- ¿Tú por qué lo sabes?

.- A la semana que lo enterraron me puse una citacon Zoom en el cementerio.

.- ¿Por qué una cita con Zoom?

.- Porque él era el emisario, y lo sabía todo. El erael hombre del bigotico mexicano. Además, queríadespedirme de Pedro Baal por última vez. Recuerdoque le llevamos al cementerio unos maricahis. Fuesu última voluntad.

.- Pero en ese tiempo las serenatas ya estabanprohibidas.

.- Sí, pero se la llevamos de todas maneras.

«Yo sé bien que estoy afuerapero el día en que yo me muerasé que me vas a llorar.Llorar y llorarLlorar y llorar».

Cantaban los mariachis que eran de Santanderde Quilichao, y los había contratado Jorge Zoom

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Aristizábal con el dinero del maletín negro que dejóel finado.

.- ¿Tú crees que los hombres invisibles me estánbuscando?

.- No, no creo. El caso Baal está cerrado. Ya notiene importancia.

.- Pero, ¿crees que me puedan matar?

.-No sé. Aquí en este país una nunca sabe. Aquímatan a la gente por ignorancia o porque sabendemasiado. Y tú, Baal, sabes mucho; ahora con eseDoctorado que tienes en Biología.

.- Adriana Miranda, tengo sueño. ¿Será que mepuedo quedar esta noche en tu casa?

.- Sí, pero en camas separadas. Puedes quedarteen el sofá.

Y nos despedimos de besito.Mientras conciliaba el sueño, no pude dejar de

invocarla, y pensé que Adriana Miranda, después demi madre, era la mujer más tenaz que había conocidoen la vida.

Al día siguiente nos levantamos, desayunamosacompañados de Alejandra y cuando estábamosplaneando el paseo para visitar a mi madre, enPalmira, entró una llamada telefónica. María AmnesiaCabal estaba en la otra línea y con una voz quebradanos contó que a Zoom lo tenían encerrado en elHospital Siquiátrico de San Isidro. ¿Qué pasó,Amnesia? ¿Por qué encerraron a Zoom en elsiquiátrico? Y Amne empezó a recordar: yo estabacon él en su casa, y de pronto Nieves, la sirvienta,nos tocó a la puerta llorando, y nos dijo que doñaConcha, la madre de Zoom, estaba enferma. Sí, pero,

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¿por qué sucedió?. Tú no estuviste con Zoom derumba, ¿no? Sí, pero esto pasó después cuandollegamos a su casa. Zoom quería hacer el amorconmigo. Para que nadie nos escuchara nosquitamos los zapatos y entramos en puntillas hastasu cuarto. Como no se le paraba por la perica, yo lepropuse que nos vistiéramos y me acompañara acoger un taxi. Entonces fue cuando escuchamos losgritos de su madre. Zoom salió corriendo de lahabitación, y cuando entró al cuarto de su madre, laencontró muerta. ¿Cómo así, muerta?. Sí, despuésZoom salió desnudo como loco por las calles.Amnesia, pero, ¿por qué lo metieron al siquiátrico?No, no sé, ahora no recuerdo nada. ¡Ay, Amnesia, túnos vas a matar! Recuerda, por Dios, Amnesia,¿dónde estuviste con Zoom? ¿Qué pasó con doñaConcha? Yo sólo recuerdo que cuando salimos delMunicipal nos metimos al hueco de Zaperoco, y allínos encontramos con Humberto Valverde; despuésde eso fuimos con Zoom a su casa en Versalles.Amnesia, pero, ¿cómo murió doña Concha? ¿Seráque Zoom estaba borracho, la mató y no se diocuenta? Ay, Baal, no seas tan exagerado. Yo lo únicoque recuerdo es que estuvimos en el Teatro Municipalescuchando a Adriana Miranda, luego fuimos a bailara Zaperoco, y después fuimos a su casa. Y con elllanto retenido, María Amnesia Cabal colgó.

Adriana y yo nos quedamos mirando a los ojos yguardamos silencio, mientras Alejandra nos servía elcafé. Entonces para aclarar la situación propuse quellamáramos a Santiago, que él debía estar al tantode las cosas y cuando estaba marcando entródisparada la llamada de ‘La mosca’. Hola, Baal,

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imáginate que anoche encerraron a Zoom en elsiquiátrico y le van a poner choques eléctricos.¿Cómo así? ¿Qué pasó? El tontarrón se fue derumba con Amnesia y luego borracho, la metió a lacasa de su madre, la vieja los oyó y como estabamuy mal del asma, le dio un ataque, y se murió. Zoomestaba tirando con María Amnesia; apenas oyó losquejidos salió y cuando entró y la vio muerta, saliócorriendo como un loco por las calles del barrio. Allíla policía lo paró, lo subió al auto y lo llevó al HospitalSiquiátrico. ¿Qué pasó con Amnesia? Apenas vio laacción, se vistió, cogió un taxi y puso pies enpolvorosa.

Santiago, ¿tú como supiste todo? Ah, Baal, túsabes, yo tengo mis antenas bien puestas y latecnología que utilizo es mejor que la de la CasaBlanca. Entonces Zoom no la mató. No; digamos quea la señora la ahogaron los espasmos de asma. Ay,Santiago, deja de ser tan bochinchero, y mientras alotro lado de la línea mi interlocutor se relamía conesta nueva novelita negra de la ciudad, pensé paramis adentros: pobre Zoom, esto era lo último que lefaltaba. Terminar en el loquerio.Y eso no es nada, ¿yaviste El País? Mira las páginas judicial y social, ydespués hablamos. Con un pandebono en la boca,Adriana Miranda me acercó el diario y cuando abrí lapágina judicial, allí estaba el conde Jimeneo deMalagana y su esposa, la condesa Clarita Cucalóndel Jimeneo, que los habían cogido con sangrecontaminada. No es posible, me dije, si apenasanoche estuvimos festejando con ellos en elSantaurium y ahora resulta que están en la cárcel.No entiendo. Luego fui a la página social y allí ví al

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poeta Felipe Gardenia que se había ganado elPremio ‘Jorge Isaacs’, con su camisa y pantalónblanco como si fuera miembro de una chirimía. A sulado lo acompañaban el doctor Patiño, gerentecultural, la poeta cultilatinoparla María FernandaLibreros, y Carlos Clon que como una sombra sehabía colado en el evento.

Adriana, Alejandra y yo nos quedamos con laspáginas abiertas del periódico sin saber qué decir yfue Alejandra que pronunciando por primera vez lapalabra «tío», nos dijo que todo esto hacía parte dela «lógica opaca de los mundos posibles». Comoestudiante de filosofía, Alejandra Baal Mirandahablaba reflexionando sobre lo que decía, tratandode tomar distancia frente al objeto y no dejarsecontaminar por éste. Sobrina, ¿qué quieres decir coneso de «lógica opaca de los mundos posibles»?, lepregunté, y ella me contestó dejando traslucir un gestoenojoso por mi ignorancia: Ay, tío, ¿Acaso no hasleído a Aristóteles?

Adriana Miranda comentó que era una lástima queZoom estuviera encerrado en el siquiátrico, que doñaConcha se hubiera muerto de ipso-facto, y le echó laculpa de todo a la mosca-muerta de María AmnesiaCabal que siempre, con el cuento de que se leolvidaban las cosas, se había comido a mediahumanidad; desde Pedro Baal hasta Santiago ‘Lamosca’ Calero; desde Estrombolis hasta el negroMosquera. María Amnesia Cabal quien había sidobautizada en la iglesia del Señor de los Milagros deBuga, era más caliente que un pandebono reciénsalido del horno y lo único que no olvidó desdejovencita fue gozarse a los hombres.

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Bueno, Baal, ¿cuándo vamos a Palmira a visitar atu madre?, preguntó Adriana. El próximo sábado,pues ahora tengo que terminar el informe y enviárseloa Marot por Internet. Pero antes de ir a Palmira megustaría visitar a Zoom en el siquiátrico. ¿Cuándo sonlas visitas en el loquerio? Los jueves en la tarde. Ok,vamos el jueves a visitarlo y el sábado haremos unpaseo a Palmira para visitar a mi madre. Alejandra,¿tú vas con nosotros? Sí, tío, siempre y cuando nome toque exponer el lunes el Tratado lógico-filosóficode Wittgenstein. Y tomando un taxi, subí a la casa deSan Antonio.

Desde el lunes me puse a terminar el informe, ycuando las notas de pie de página y la bibliografíaquedaron listas, lo envié por vía Internet a Marot. TíaTiresias cantaba viejos boleros de amor mientraspreparaba el almuerzo. «Solamente una vez, amé enla vida; solamente una vez, y nada más». Tía estabacontenta porque por fín íbamos a ir donde María yporque había terminado este maldito informe. Si nolo terminas, me dijo, los hombres invisibles hubieranterminado contigo. Mientras hacía las correcciones,recordé al pobre Zoom y me dio rabia que Santiagole endilgara la muerte de su madre. Ahora su familialo va a declarar «loco» y aplicándole la ley deinterdicción, le va a robar la parte de su herencia quele corresponde, pensé.

Envié el informe, y al día siguiente llegó larespuesta de Marot:

«Felicitaciones. Pero hay aún 300 errores y 75imprecisiones. Por favor, tómate el tiempo necesarioy corrige pues los errores gramaticales se pueden

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convertir en grandes errores de la historia. Mi queridoBaal, te cuento que inicié con el profesor Carontiniuna nueva investigación. Es una sorpresa. Porsupuesto no sobra reiterar que allí tienes un puestoasegurado. Un abrazo, Marot».

Luego le envié un correo electrónico a Lina y aSimbad, y la respuesta no se hizo esperar:

«¡Felicitaciones, papá! ¿Cuándo vienes? Cuandoestemos juntos te daremos dos sorpresas. Dáles unabrazo y un beso a la abuela María, a tía Tiresias, aAdriana y a Alejandra. Ah, no te olvides de enviar elgiro.

Postdata: Simbad quiere conocer a su primaAlejandra.

By, Lina y Simbad».

¿Cuáles eran las sorpresas de Marot? ¿Cuáleseran las de Lina y Simbad? El día miércoles me quedéen casa corrigiendo el informe. El jueves en lamañana lo envié de nuevo a Marot y me dijo que loleería durante la noche. Hoy en día, acotó, es mássignificativo jugar el rol de Bouvard y Pécuchet queel de Gustave Flaubert. Es mejor ser Bartlebly elcopista que Hermann Melville, su creador.

El jueves en la tarde Adriana y Alejandra merecogieron y nos dirigimos al HospitalSiquiátrico.Tomamos la calle quinta, pasamos por laloma de la Cruz, el colegio de Santa Librada, el ClubNoel, el barrio San Fernando, el ParquePanamericano, y cuando íbamos a cruzar el Hospital

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Universitario y la morgue, Adriana Miranda señaló conel dedo, y dijo: Mira quién está allá, Arnulfo Greimás.Y efectivamente, cuando miré, vi la figura del profesorGreimás con su maletincito desteñido, su eternacamisa que nunca se la metía por dentro y susbluyines Hércules. ¿Qué estará haciendo el profesoren este calor tan espantoso?, pregunté, y Adrianacontestó: cobrando el salario de pensionado.

Cuando cruzamos la Plaza de Toros vimos a unnegrito colgado como una bandera en la puertadelantera del bus. Cuando lo pasamos, la banderadejó un canto contagioso en el aire: «¡Jamundííí!¡Puerto Tejadaaa! ¡Caloto! ¡Santander deQuilichao!». Llegamos al Hospital Siquiátrico.Entramos, y una enfermera nos hizo sentar en unasalita y luego de esperar un rato, apareció JorgeZoom vestido con un pijama blanco de rayas azulespálidas y un gorrito. La barba le había crecido, losojos, quizás por el efecto de los electrochoques, lostenía amoratados, y había enflaquecido. Zoom, le dije,¿cómo estás? ¿Me oyes? Zoom, soy Baal. A Zoomse le escurrieron las lágrimas, pero no contestó.Zoom, dime algo. Mira, ella es Adriana. ¿Te acuerdasde Adriana Miranda? Zoom no contestaba, parecíaque oía pero no nos escuchaba. Ella es Alejandra, lahija de Pedro. Zoom parecía un zombi. Adriana y yonos volvimos a mirar y nos quedamos en silencio.Entonces Alejandra rompió el silencio, y dijo: Quélastima, tiene afectada la memoria. La memoria nopuede funcionar sin la imaginación, y mientrasAlejandra hablaba con ese tonito altanero y repelentepropio de las niñas del lago Freud, recordé losconsejos sabios de Marot. El nos ve, pero su cerebro

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no puede hacerse una representación de lo que ve,no da pie con bola, quién sabe si por el trauma de lamuerte de su madre, por los electrochoques, por laspepas, o por todas las cosas anteriores. Por esa tontade María Amnesia Cabal que por glotona mire dóndelo dejó, argüyó Adriana Miranda. Zoom, dime, porfavor, ¿qué pasa con tu memoria? Con el piyamablanco de rayitas azules pálidas y el gorro, Zoomparecía un repollo recién cortado. Su cabeza comoun viejo computador, estaba fundido, no teníamemoria. Zoom, por Dios, ¡despierta que tú eres lamemoria visual de Cali!

Entonces Alejandra resolvió la situación con susfrases perentorias: Tío, no hay caso, vámonos, queun hombre sin memoria no es un hombre sino unlastre. Adiós, Zoom, ¿me estás oyendo?

Salimos tristes del Psiquiátrico. Hicimos el retorno,y tomamos de nuevo la Quinta hacia San Antonio. Ala altura de la Plaza de Toros nos detuvo una caravanade autos que iban con banderas rojas y hacían sonarsus pitos. ¿Y ese desfile es debido a qué? ¿Ganó elpartido liberal?, pregunté a Adriana Miranda. No, estanoche es el clásico entre el Cali y el América. Quéridículos, dijo Alejandra por la ventanilla, y la cerró paraque no la fueran a contaminar. A la altura de laFuneraria del Valle, un hombre que iba montado enun jeep me pitó con una corneta: «¡Hola, líder!», mesaludó. Era el negro Mosquera, vestido con unacachucha roja, una camiseta roja y unos pantalonesblancos. Arrimate, vé, y tomate un trago con nosotros;dijo con ese tono lento y cadencioso de los caleños.Le pedí a Adriana que estacionara el carro en lafuneraria y al pie del Estanco San Fernando; entonces

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a Alejandra no le gustó la parada y amenazó conbajarse y tomar un taxi. Tranquila, sobrina, es unamigo y sólo vamos a saludarlo. Adriana parqueó elRenault como pudo en medio de la gente y de unosataúdes aterciopelados que estaban en promoción,y cuando nos bajamos el negro Mosquera abrió unabotella de aguardiente Blanco del Valle, y me dijo:Hola, Pablito. Hacía tiempo que no te veía. ¿Vas a iral partido a apoyar a la mechita? Y gritó a todopulmón: ¡Viva América! Alejandra se tapó los oídospara no escucharlo. Señorita, ¿se toma un blanco? –Le ofreció el negro Mosauera-. No, gracias. En lacamiseta roja del negro relucía la imagen de un diablocon su tridente. Por la forma como estaba vestidoparecía hubiera acabado de llegar del infierno. Pablo,va a ver que a esos perros del Deportivo Cali lesmetemos una buena goleada. Con la A, con la M, conla E, con la R, con la I, la C y la A: ¡Américca!, gritócomo un bárbaro, y Alejandra Baal Miranda ésta vezse tapó los oídos con cera. Negro, le pregunté, ¿y lasombra?. No, viejo, ya me olvidé de ella, ya no mehace falta. Lo que importa ahora es que el Américale meta una goleada a esos perros del Cali. Nosdespedimos, y cuando cruzamos a la altura de LaPapirusa, Alejandra preguntó: Tío, ¿por qué será queese señor es tan fundamentalista? Y del parlante dela Papirusa alcanzamos a escuchar el sonsonetemonorítmico del narrador deportivo que decía:«Gareca pasa para Willington; Willington la para enel pecho, la baja, centra. ¡Ti-ro-de-es-qui-na! La bolava rodando y el tiempo va pasando. Tiempo de juego:25 minutos del primer tiempo».

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Mientras subíamos por la carrera 10, AdrianaMiranda cantó: «Mami, ¿qué será lo que tiene elnegro?».

Llegamos a San Antonio.Adriana y Alejandra se bajaron a saludar a tía

Tiresias. Luego, a la media hora, el narrador deportivoaturdió la ciudad con el único gol de la noche quecomo una bala había entrado por entre las piernasdel portero del Deportivo Cali y se había incrustradoen el fondo de la red.

¡Gol de Willington Ortíz! ¡Gol de América! Yenseguida sonó un currulao.

América derrotó al Deportivo Cali 1-0.En la noche, abrí el computador y Marot me había

enviado las últimas correcciones. Me senté y tratéde concentrarme en el trabajo, pero la ciudad aturdidapor el ruido vulgar de los narradores deportivos quecada cinco minutos repetían el gol de Willington, nome dejaba pensar. «¡Willington!», gritó la ciudadhistérica a través de los radio-transistores hasta altashoras de la noche; hasta que por la fuerza delcansancio me quedé dormido sobre el computador.

Al día siguiente, la ciudad vivía la resaca del triunfodel América sobre el Deportivo Cali. Después dedesayunar, revisé el informe y se lo envié a Marot. Ala hora, el maestro me ordenó imprimirlo y enviarloen un sobre lacrado ante las autoridades del InstituoNacional de Ciencias.

«Felicitaciones de nuevo. Soy consciente de quepueden habérsenos escapado algunos errores, peronadie es infalible en la tierra. Sólo Dios. Y sedespidió».

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Entonces por primera vez después de un año dehaber trabajado en este informe, me sentí un hombrefeliz. Abracé a tía Tiresias, le conté que Marot lo habíaaceptado, y le dije que ahora sí quería ver a mi madre.Tía se puso a bailar de felicidad y mientras caminabahacia el armario, me dijo: Mañana vamos a festejaren Palmira con María. Mijo, ¿que vestido me pongo?.El aguamarina de florecitas, le dije.

El sábabo muy temprano, Adriana y Alejandra nosrecogieron en San Antonio. Tía Tiresias iba contentacon su vestido de florecitas que yo le había escogido.Adriana iba con una blusa estampada transparente,jeans descaderados y unos tenis; Alejandra iba conuna microblusa que mostraba el ombligo, unos jeansy unas zapatillas blancas. Bajamos por la calleprimera a coger la Avenida Colombia y luego de dejaratrás el puente del Comercio desde donde se divisael río Cauca. Tomamos la Recta a Palmira. TíaTiresias iba hablando con Alejandra sobre el paisajeexuberante del Valle del Cauca. A veces la tía seacordaba de un bolero de su repertorio y la interrupía:«Amapola, lindísima amapola». Adriana laescuchaba y desde el asiento del timón laacompañaba: «No seas tan ingrata y ámame». Yo,al escucharlas, recordaba los paseos de infancia conmi padre y sentía una viva emoción mezclada con unsentimiento de turbación que no podía definir con laspalabras. Al lado y lado de la carretera y dividida poruna hilera de ficus, se contemplaba el valle tapizadode caña de azúcar que se extendía hasta elpiedemonte de la cordillera. Entramos a la ciudadtransitada por victorias, autos y bicicletas, yexactamente a una cuadra de la catedral nos

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detuvimos en una casa de balcones. Allí vivía mimadre con Juan Grajales, el cortero de caña delIngenio Manuelita, Leonor, nuestra hermana menor, ySandra, su hija. Tocamos y cuando el viejo portón demadera se abrió, ví a mi madre, pequeña y noble,envuelta en una bata negra, de luto, unas gafas deinvidente, y se avalanzó a abrazarme. Mijo, me dijo,cuánto tiempo, y se le salieron las lágrimas. Ella sequitó los lentes y entonces le ví el par de nubes en losojos que le nacieron cuando Fabio Cujás dejó al paísen tinieblas. Le limpié las lágrimas, y dije: Madre,adivina quiénes están con nosotros. ¿Quiénes?.Adriana Miranda, y tu nieta Alejandra. Y madre,apoyándose con sus manos, las abrazó y las besó.Anoche soñé contigo, le dijo a Alejandra; estás tanbella, mi amor, y madre hablaba como si la hubieravisto con los ojos de la memoria. Pablo, mijo, tienesque presentarle a su primo Simbad. Sí, madre.Tenemos que aprovechar esta ocasión para reunir ala familia. Sí, madre. Pasen, pasen; Juan está viendotelevisión. -Dijo madre-. El América le ganó 1-0 alDeportivo Cali. Juan es del América; yo soy yo soydel Deportivo Cali, y de allí vienen todas las peleasen la casa. Y cuando entramos a la sala vimos a unmoreno sentado en una mecedora, frente a la pantalladel televisor. Era un hombre alto y tímido y usaba unbigote espeso, como el de Daniel Santos. A un lado,en una mesita, tenía abierto El País en la páginajudicial. Al fondo, en el patio, reposaban susherramientas de trabajo: un sombrero de paja, untrapo rojo para protegerse de la pelusa que bota lacaña, una bicicleta y un machete. El hombre se paró,nos saludó y luego con una sonrisa franca, nos ofreció

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champús con empanadas que madre habíapreparado para la ocasión. Leonor y Sandra estabanen la cocina preparando el sancocho de gallina.Cuando nos oyeron entrar, salieron corriendo y seavalanzaron a abrazarnos. Leonor había envejecidoun poco pero seguía conservando aquellos ojosnegros que combinaban con su piel canela. Sandraera una jovencita de trece años, y había sacado elcolor de los ojos de su madre. Sandra estabacursando décimo grado en el colegio Cárdenas.Sandra, mi amor, este es su tío Pablo, decía mimadre. Ella es su prima Alejandra. En medio delchampús con empanadas, nos sentamos en la salitaa hacernos visita. Madre le pidió a Juan que apagarael «loro». Para madre el «loro» era la televisión. «Yono sé por qué Juan le gusta verse en ese espejovanidoso; yo, como me formé en las novelas deXavier de Montepin, no me gusta estar al frente deesa caja tonta. Mamá, ¿que leyó de Montepin? Lahija del asesino, una novela que tu padre trajo de laimprenta. Tu padre siempre traía libros de la imprentaque el padre Zawavsky le regalaba. Madre, ¿y ahoraqué está leyendo? ¡Qué puedo leer, hijo, si desdeque el país está en sombras me cayeron cataratasen los ojos! ¡Yo tanto que me burlaba de mi hermanaTiresias y quedé peor que ella! ¡Tiresias ve por lomenos por el tercer ojo! Y tía, que estaba saboreandouna empanada, comentó: Y por el ojo de la desgracia.Hijo -y madre continuó-, usted sabe que los Baal hansido una familia de cegatones. Mire no más a supadre, cuánto sufrió con su miopía, casi se saca unojo en su minucioso trabajo de linotipista; mírese nomás usted con esas gafas de culo de botella tratando

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de comprender el mundo. La última novela que leífue El espejo de la muerte del conde Loboguerrerode Calitraba; una obra autobiográfica del escritordonde anuncia su muerte a plazos. Ahora la que melee es Sandra, después de que viene del colegio.

Juan que había apagado el televisor, comentó unpoco tímido ante el despliegue literario de mi madre:yo sólo leo El País para informarme de la región y deColombia. Y cogiendo el periódico, agregó: ¿Sabenque descubrieron con sangre contaminada al CondeLoboguerrero de Calitraba y a la Marquesa dePance? ¡No puede ser! ¡¿Cogieron al primo delalcalde?!¡Era gente tan decente! A ver, muestre, Juan.Y cuando abrí la página judicial, ví al conde con lamarquesa, en una vieja foto tomada en el ClubColombia. El conde Loboguerrero de Calitraba pudoser un hombre de vida oscura y licenciosa pero eraun gran escritor, comentó mi madre. Por lo generallos hombres buenos son malos escritores. ¿Cómoasí, mijo? ¿Le descubrieron sangre contaminada?¡A este país se lo llevó el diablo! Los malos suelenescribir muy bien. A mí me duele por el conde, peropor la Marquesa de Pance, no. Era una bruja que hacíaparte del aquelarre satánico de los hombres invisibles.Una vecina me contó que ella tuvo que ver en la muertede Pedro. Fue una de las autoras intelectuales. Ymadre se puso a llorar: ¿Por qué, Dios mío, matarona mi hijo? ¿Por qué me lo arrancaron de mi vida? Yosé que Pedro no era bueno pero no tenían necesidadde quitármelo así de un sólo tajo. Y mirando aAlejandra y a Sandra, sentenció: ¡Oh, mis nietas, elsiglo XXI que les espera! ¡Pobres generacionesfuturas! ¡El oscuro legado que les hemos dejado!

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Madre, por Dios, no llores, olvídalo todo, le dijepara consolarla y ella tratando de calmarse, dijo:¡Olvidarlo, nunca! ¡Por eso este país está como está!Tal véz, perdonarlos, si es que piden perdón, porqueellos nunca supieron lo que hicieron conmigo. Lo quehan hecho con las madres del país y con sus hijos.¡Nos convirtieron a la fuerza en tristes viudas deesposos y de hijos! ¡Las viudas de este hermoso paísque vivimos clamando al cielo para que cese la guerray el cielo no nos escucha! ¡Las viudas que como unhalo negro hemos atravesado el paisaje fulgurantede la nación, buscando que cesen las masacres y lamuerte que día tras día se enseñorea con nuestroshijos sin pedir permiso! ¡Las viudas que todos losdías clamamos en la Plaza de Bolívar, con unaveladora encendida, para que nos escuche elPresidente, y éste nos responde con evasivas! ¡Laspobres viudas que nunca pedimos entrar a la historiay que por el odio y la venganza que aquí reinan, nosobligaron a entrar a la fuerza vestidas de luto! ¡HoyColombia es una hermosa dama vestida de luto!

Madre calló. Curiosamente, parecía que la diatribaque nos había echado la había serenado. Trató decomponerse y mirando de nuevo a Alejandra y aSandra, les dijo: son ustedes las que tienen que salvareste país, estudiando, trabajando y siendo cada vezmejores. Yo, por mi parte, ya me voy a morir, y mevoy contenta porque he vivido. ¿Quieren que lescuente mi sueño de anoche? Soñé que una victoriame atrapaba y enredada entre las patas del caballo,moría aplastada.

Al escuchar el sueño, Alejandra y Sandra abrieronsus ojos impresionadas. Prefiero esa muerte,

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continuó madre, y no ésta a la que nos tienenacostumbrados los matarifes de turno. Abuela, dijoAlejandra, si mueres cogida por una victoria, comodice tu sueño, vas a sufrir mucho y quizá no mueras ytermines inválida en una silla de ruedas. No, mija, enel sueño yo muero inmediatamente, y es el auriga dela victoria quien me recoge y me trae en su carruajedonde Juan Grajales. Abuela, eso sólo es un sueño.Sí, mija, pero, ¿quién dijo que los sueños no sonreales y existen como el mundo?.

Juan trató de cambiar la conversación, peroAlejandra continuó: Abuela, ¿y ya sabes a dónde vasa ir? Si, mija, al paraíso, como María. Todas lasmujeres de esta tierra estamos destinadas a moriren el paraíso. ¿Y los hombres? Los hombres van alinfierno que ellos mismos construyeron con susmanos. Ay, qué rico, abuela, ¡El Paraíso de Efrain yMaría!, ¡y estamos tan cerca! ¡No es sino cruzar elIngenio Manuelita y el río Amaime y estamos en lahacienda de la Sierra! Sí, mija, estamos tan cercadel paraíso y al mismo tiempo tan lejos! Pienso quecada vez que hemos intentado acercarnos al paraíso,hay hombres oscuros que nos lo impiden, alejandonosaún más.

Al mediodía, hora en que sonó la sirena de losbomberos, Leonor sirvió un humeante sancocho degallina adornado con hojitas de perejil. Todos nossentamos a la mesa y comimos en silencio. Ahoramadre estaba serena y cogiéndole la mano a Juanque se había quedado callado, lo miró sin verlo, y leacarició la piel morena, como consolándolo.Comimos en silencio. Luego madre rompió elsilencio, y me dijo: Pablo, ahora tu misión es que

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reúnas a la familia. Para eso quedó la casa grandede San Antonio. Allí podrás vivir con tu mujer y con tuhijo; allí podrá también vivir Adriana y Alejandra, si lodesean. Sé que Tiresias lo entenderá.Terminamosde comer. Juan estaba confuso por el sueño de mimadre. Para no seguir pensando en eso, nos invitóal patio a coger granadillas, y me mostró susherramientas de trabajo. Este es el sombrero parano volverme más negro de lo que soy, dijo. Este es eltrapo rojo para protegerme de la pelusa de la caña;este es el machete con que se corta la caña, y éstaes la «burra» que me sirve para ir al ingenio. ParaJuan, la «burra» era la bicicleta. En la tarde, madrenos sirvió café con pan y cuando nos despedimosme echó la bendición y me dio una bolsa depandebonos para Lina y Simbad. Madre, cuandollegue y se los entregue, los pandebonos van a llegartiesos. Y madre, con una sonrisa en su rostro, medijo: Esos no se endurecen porque están hechos porla madre. Dimos la vuelta por la catedral y regresamosa Cali. Allí nos enteramos de que habían descubiertoa Estrombolis y a Bellini con sangre contaminada.Para defenderse y negar cualquier signo de contagio,el gordo había dicho ante las autoridades sanitariasque la contaminación era producto de una venta decaballos de paso que le había vendido al GobernadorJusto Guzmán Becerra. Confundidos ante lascámaras, Estrombolis y Bellini hacían una relacióncuriosa de caballos con cuadros de pintura, como silas bestias hubieran tenido alguna vez una relacióncon el arte. Pobre Estrombolis, pensé; pobre Bellini.No se merecían esta suerte tan desgraciada. Y saberque en su juventud habían sido los más inteligentes,

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los más rebeldes y los más audaces.Tía Tiresias preparó café, y cuando Alejandra se

fue a dormir nos quedamos con ella y con AdrianaMiranda recordando la vida. Tía comentó que madreestaba muy pesimista. Es por tantos golpes que hasufrido en la vida, concluyó Adriana. Ella quería mása Pedro que a su marido. Ese fue su gran error,argüyó Tiresias. Y el que lo llevó a la tumba. Por estoPedro Baal siempre fue un desadaptado, un rebelde.Él también la amaba pero era un amor enfermizo.Por esto, también, Pedro nunca quiso de verdad aotra mujer. Y vivía huyendo de él mismo. El paranoidees aquel que toda su vida huye de sí mismo y su peorenemigo es el que lleva adentro, en su cuerpo. Poreso será que se metió con todo el mundo e hizoalianzas de toda clase con el perro y con el gato hastaque lo llevaron a la tumba.

Amaneció. Las campanas de la capilla de SanAntonio marcaron las seis de la mañana. Tía Tiresiasfue a la cocina y nos preparó un desayuno con café,pan, huevos «pericos», con cebolla y tomate. Eraextraño, pero ni Adriana ni Tiresias ni yo teníamossueño. Era como si el sueño atroz de mi madre nostuviera en vigilia esperando algo. A las siete sonaronde nuevo las campanas de San Antonio, y tía Tiresiasdijo que ella se iba a descansar porque tenía que ir ala misa de 11, y luego al mercado. Adriana y yo lehicimos caso; a pesar de que no teníamos sueño,nos fuimos a las camas. Cuando a las 8 de la mañanaentró una llamada de Palmira. Era Juan, que entresollozos nos contó que madre había ido a misa de 7,y saliendo de allí había sido atropellada por unavictoria, como en el sueño. Madre no había sido

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estropeada por las patas del caballo y según Juan,había quedado intacta con los ojos abiertos mirandoal paraíso. El auriga se había bajado, la habíamontado al coche y se la había entregado en su casa.Juan hablaba con voz entrecortada, y dijo que esamisma tarde sería el entierro. Nos informó que almediodía sería cantada en la catedral de Palmira yluego llevada a Cali, a los Jardines de Paz, para serenterrada al lado de Samuel Baal, su primer maridoy Pedro, su hijo; como era su deseo. Entonces nosarreglamos, y cogiendo el auto, regresamos aPalmira. Cuando llegamos, Mar estaba más calmado.Leonor y Sandra, por el contrario, no paraban de lloraral pie del féretro. Al mediodía la llevamos a la Catedraly luego siguiendo la carroza fúnebre volvimos a Caliy la enterramos al pie del mausoleo donde seencontraban las tumbas de mi padre y de mihermano. Volvimos a la casa de San Antonio, tíaTiresias preparó una cena ligera y sentados en lamesa de comedor, oramos por última vez por el almade mi madre. En este momento la abuela debe estarpasando por el río Amaime, rumbo al paraíso, dijoAlejandra. Al fondo se podían ver los edificios de laciudad y, más atrás, el valle encantado con su pátinade colores verde-esmeralda, que al contacto con losúltimos rayos del sol brillaba en medio del mundo.

La noche cayó sobre la ciudad. Tiresias, Adrianay Leonor pidieron permiso para descansar, pues sesentían agotadas. Alejandra y Sandra se fueron ajugar a un cuarto.Yo me quedé en la salaacompañando a Juan en su profundo abandono. Enese instante entró una llamada telefónica de Zoom,desde el Siquiátrico, y me decía que me pusiera las

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«pilas» porque esa noche los hombres invisibles ibana caer, y me iban a secuestrar. ¿Cómo así, Zoom?¿Dónde recogiste esa información? Me lo dijoLuzmila Baratilova. Pero, ¿por qué a mí si ya no tengoque ver con ellos? Porque les fallaste viejo, les fallaste.Eres un «faltón», y subrayó esta curiosa palabreja,que le hubiera encantado analizar a Arnulfo Greimás.¡Eso no es cierto! Ellos me pagaron la primera partedel informe y yo les envié una copia contigo. Sí, peroel informe tiene inconsecuencias, hay erroresortográficos, de puntuación y ellos los detectaron.Zoom, ¿por qué justamente yo, y no otro? Porquesabes demasiado, viejo. Y colgó.

Al oír la conversación, todos vinieron a la sala.Tiresias prendió una veladora al Señor de losMilagros, y arrodillada ante la imagen, rezó: «Señorde los Milagros, líbralo de todo mal y peligro». AdrianaMiranda propuso que me conectara esa mismanoche con Lina y Simbad y atravesara el espejo.Leonor y Sandra lloraban desconsoladas. EntoncesAlejandra, con ese mohín altanero propio de los hijosde Wittgeintein, dijo: tío, pienso que todo eso esmentira de Zoom. Hasta donde sé los hombresinvisibles no existen y si existieran dejarían de serinvisibles. Ellos son producto de tu imaginación, asícomo también nosotros somos producto de tuimaginación, y de la imaginación de un loco comoZoom. ¿Sabes qué, tío? Lo que debes es abrir elcomputador, conectarte por Internet con Lina ySimbad y reunirte con tu familia que te espera. Olvidatoda esta historia porque ésta no existe sino en tuimaginación. Sus palabras me cayeron como unbaldado de agua helada. No sabía realmente qué

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decisión tomar. Alejandra podía tener razón, pero ¿sillegaran los hombres invisibles en este momento, yme aprehendieran y me mataran, como a mihermano, tendrían razón sus argumentos? ¿Sillegaran en sus jeeps y me secuestraran? Entoncestomándola de la mano, le dije: sobrina, tienes razón.Nosotros no somos más que producto de nuestrossueños, y del sueño loco de un autor. Ahora quieroque me acompañes a la colina, por si las moscas, novaya a ser que la imaginación tenga una relacióndirecta con lo real y aparezcan por allí esoscalanchines del demonio y me desaparezcan, mematen y me dejen tirado en una cuneta de unacarretera porque «sé demasiado». Y Alejandra,cogiéndome de gancho, salió conmigo hacia la loma.Allí no vimos nada especial, aparte de unos hombresque con sus carritos estaban vendiendo perroscalientes, y unas parejas que se besaban entre elpasto. ¿Te das cuenta, tío? Los hombres invisiblesno existen, dijo Alejandra Baal. Y cuando pasamos alpie de la estatua de las lloronas de San Antonio, nostopamos con Luzmila Baratilova, y sentí un miedoterrible.

.- Hola, Baal. -me saludó con acento-.

.- Hola, Luzmila. -le dije a secas-.Ya no llevaba ese horrible sombrero de paja pero

tenía unas tetas plenipotenciarias que no le había vistoantes.

.- Si te contara, Baal, me casé.

.- ¿Sí? ¿Con quién?

.- Con el negro Mosquera. Me retiré del Instituto yahora ando metida en una religión esotérica de la

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Nueva Era. Te cuento que ahora escucho todo eltiempo música de la Nueva Era, hago el amor conveladoras y aceites de la Nueva Era, y sólo leoliteratura de la Nueva Era.

.- ¡Qué vuelco tan grande el que has dado! ¡Tereencontraste con tu espíritu!

.- Sí, así como lo oyes.

.- ¿Y esas tetas? ¿Son naturales?

.- Naturales, créeme, Baal. Lo que sucede es queen el trópico las cosas crecen de una maneradesmesurada.

.- No, esas tetas son de silicona. Seguro que telas vendió Pamela Anderson.

.- No, Baal, ¿por qué será que tú nunca me hascreído? Nunca has tenido confianza en mí…

.- Te las vendió, y luego te las volverá a quitar. ¡Esla ley de la silicona!

..- Si quieres, ¡tócalas!, ¡tócalas! -y casi me asfixiacon sus prótesis-.

Entonces, seguro de que ya no trabajaba para loshombres invisibles, que no era el espía que llegó delfrío, ésta vez le dije con confianza:

.- Luzmila, ¿sabes qué? Con esas tetas no vas aentrar al cielo.

Y nos despedimos de besito.Entonces regresé a casa con mi sobrina Alejandra,

abrí el computador, me conecté a Internet, y atraveséel espejo virtual.

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Llegué a la ciudad blanca. Tomé el bus y allí metopé con el ciego que me dio una invitación para lainauguración de la Exposición de Lina, mi mujer. Latarjeta decía: «Esculturas de ciegos. Lina Ventura.Lugar: Morgue del Instituto Nacional de Ciencias.NRDA. Una copa de vino». Llegué al Instituto. Nadia,la joven skinhead, me estaba esperando en la puerta.No hablamos nada de la aventura erótica quehabíamos tenido sobre la mesa de disección. Comoun lazarillo que conduce a su ciego, Nadia mecondujo hasta la morgue y allí ví a Lina vestida denegro conversando animadamente con unos críticosde arte. A su lado estaba Simbad con un gato en susmanos. Y en el fondo, Marot y un hombre rubio, muyparecido al hombre Marlboro, que yo supuse eraCarontini. Entré y cuando Lina y Simbad me divisaron,corrieron a abrazarme. Lina me llenaba de besos portodas partes. Entonces, con la mesura que serequiere en este tipo de acontecimientos, la felicitépor la exposición y le entregué la bolsa depandebonos que le había dejado mi madre antes demorir. «Ay, doña María, tan detallista como siempre».No le conté que un auriga impertinente en Palmira, lahabía cogido y le había dado muerte. No le queríaaguar su fiesta. Mira, me dijo, esta es la sorpresaque te tengo, y nos volvimos a besar. La sorpresaera la inaguración de su exposición. Luego Simbadme entregó un gatico negro de cabeza puntiaguda, yme dijo: Bubastis tuvo crías; este es para tí. Avancécon ellos cogidos de la mano y me dirigí al rincóndonde platicaban Marot y Carontini; apenas elmaestro me vio, corrió a abrazarme y me felicitó denuevo: Bravo, Baal, creo que lograste tu objetivo. La

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flor más exquisita de la humanidad siempre seencuentra en otra parte. Y repitió el santo y seña demi investigación. Luego me presentó a Carontini, sunuevo colega de investigación. Baal, te presento aCarontini, que a pesar de su nombre infernal es ungran investigador. Y los tres nos echamos a reír. Baal,bienvenido al Instituto, pero ahora quiero que meescuches. Desde hace días está rondando ennuestras cabezas una nueva idea; a Carontini y a mínos gustaría mucho que te unieras a nosotros y teembarques en este nuevo proyecto. Maestro, le dijecon todo respeto, yo estoy interesado, pero antesquisiera tomar unas vacaciones, pues el informe queacabo de terminar me causó más de un dolor decabeza. ¿Cómo se llama el nuevo proyecto? «Losinsectos en la literatura colombiana». Es apenas unaidea vaga pero ya tenemos un rico material reunido.«Los insectos en la literatura colombiana», repetí aver si me sonaba la idea, y les dije: ¿Por quéinsectos? ¿Por qué Colombia? ¿Por qué no cogieronEspaña, México o Argentina? Ah, ¡vaya pregunta! Nola había pensado antes. «Colombia», porque allí hayuna rica y variada biodiversidad. Ocupa el quinto lugaren el mundo. Además, Colombia está de moda.Después del fenómeno de Mónica Lewinsky, paraBill Clinton lo más importante es Natalia Paris, vuestradiva colombiana.Tiene razón, maestro. Pero yo tengoque descansar. Bueno, tómate unas buenasvacaciones con Lina y luego te reintegras al proyecto.Te lo aseguro, va a ser muy interesante.

¿A dónde quieres ir, Baal? ¿A Miami? ¿AlNiágara? ¿O a una clínica de reposo? A una clínicade reposo. ¿Estás seguro que Lina irá contigo? Tan

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seguro como que la tierra gira alrededor del sol.Bueno, yo conozco una clínica muy buena en elHospital General de Montreal. Allí estuve la última vez,luego de que terminé mi investigación sobre laspelículas western y el indio imaginario. Se come y sedescansa bien. Además, es económica, como nosgusta a los norteamericanos. Anota las coordenadas:«Hospital General de Montreal. 6o piso. Sección:Alienados». Guardé el papelito en mi cartera y cuandoLina acompañada del curador del Moma de NY seacercó para presentármelo, le dije al oído:

.- Mi amor, ¿dónde vamos a pasar nuestrasegunda luna de miel?

.- No sé mi vida, donde tú quieras.

.- ¿Te gustaría que la pasáramos en el HospitalGeneral de Montreal. 6o piso. Sección: Alienados?Es una sugerencia de Marot, dice que es magnífico.

.- ¡Estupendo! ¡Qué idea tan genial! ¡Yo tambiénestaba soñando con el mismo lugar!

Y cuando terminó el coctel, dejamos a Simbad enla estación de trenes «Buenaventura» para que seuniera a un grupo de esquiadores que iban a MontTremblay y tomando un taxi, Lina y yo nos dirigimosfelices al hospital.

FIN