paasilinna arto - el año de la liebre

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Arto Paasilina EL AO DE LA LIEBRE Ttulo original: Jniksen Vuosi 1975.

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RESEA Arto Paasilinna nacin en Kittil, en el norte de Finlandia, en 1942. Siempre dese ser escritor y a losdiez aos comenz a enviar sus escritos a diversas publicaciones de Laponia. Sus novelas, una treintena hasta la fecha (1998), siempre llenas de humor y de una accin que amenudo roza lo absurdo, muestran una especial predileccin por el tpico hombre nlands: algo anrquico e individualista. Hasta la publicacin de El ao de la liebre, Paasilinna fue considerado por la crtica como un buenejemplo de autor de xito, pero no comenz a ganarse su aprecio intelectual hasta que la novela fue elogiadapor la crtica Francesa y galardonada su edicin italiana, en 1994, con el Premio Giusseppe Acerbi. Tambinen Italia, y apelando a su contenido ecolgico y a su mensaje de libertad, la Editorial Mondadori ha publicadouna edicin escolar de El ao de la liebre. La novela, aparecida originalmente en 1975, fue llevada al cine dos aos ms tarde por Risto Jarva.Hoy es una de las obras ms traducidas de la literatura nlandesa contempornea. Esta novela, de culto en los pases nrdicos, nos relata las extravagantes aventuras de Vatanen, con suliebre fetiche. Con un sentido verdaderamente genial de lo cmico de las situaciones, Paasilinna inventa ungnero: la novela de humor ecolgico.

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Vatanen, un periodista en viaje de trabajo, est harto de su mujer, su modo de vida y sus compromisos.Una tarde de junio, al volver del campo con un amigo, atropellan a una liebre. El periodista logra atrapar alanimal herido y entablillarlo. Esto cambiar su vida, pues acompaado de la liebre, Vatanen se adentra en elbosque iniciando con ello un largo trayecto que va desde el estrs, al tedio y la desesperanza al encuentrocon la naturaleza, con la gente y consigo mismo.

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NDICE 1. La liebre 2. La recapitulacin 3. El plan 4. Las hierbas 5. La polica 6. El comisario 7. El presidente 8. El fuego 9. La cinaga 10. La iglesia 11. El abuelo 12. Kurko 13. El cuervo 14. El sacricador 15. El oso 16. La cena 17. El incendio 18. A Helsinki 19. La resaca 20. La humillacin 21. La visita 22. El mar Blanco 23. El Gobierno Local 24. El eplogo

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1 LA LIEBRE

Los dos hombres que viajaban en el coche parecan angustiados. El sol poniente les hera los ojos atravs del parabrisas polvoriento. Era pleno verano, poca de San Juan, y el paisaje estival nlands se deslizaba ante la mirada fatigada de los hombres, paralelo al apartado camino de arena, sin que ninguno delos dos prestase atencin a la hermosura de la tarde. Se trataba de un periodista y de un fotgrafo en viaje de trabajo: dos seres infelices y cnicos. Estabancerca de la edad madura y las esperanzas que en su juventud haban puesto en el futuro no se habancumplido satisfactoriamente, ni mucho menos. Ambos eran maridos engaados y desengaados; su vidadiaria se construa en torno a sendas lceras por venir, y a un sin nmero de otras pequeas preocupacionesde todo tipo. Acababan de discutir sobre si deban volver a Helsinki o si era mejor pasar la noche en Heinola. Asque ahora ya no se dirigan la palabra. Atravesaban malhumorados la belleza de la tarde veraniega, cerrados en s mismos, tan testarudos queni siquiera podan darse cuenta de lo desagradable y pesado que resultaba viajar as. Sobre una pequea colina, a contraluz, un lebrato ensayaba sus primeros saltos. Embriagado por laestacin Se detuvo en medio del camino, en pie sobre sus cuartos traseros. El sol rojizo lo enmarcaba comoen una postal. El fotgrafo, que conduca, lleg a ver al animalito en el camino, pero su cerebro entumecido no pudoreaccionar lo sucientemente deprisa como para hacerse a un lado. El zapato polvoriento pis el freno con fuerza, pero demasiado tarde, y el aterrado animal salt por los aires delante del coche. Se oy un golpesuave cuando choc contra un ngulo del parabrisas, antes de salir proyectado hacia el bosque. Eh! Nos hemos cargado una liebre dijo el periodista. Bicho del carajo! Por poco nos rompe el cristal. El fotgrafo detuvo el coche y retrocedi hasta el lugar del accidente. El periodista se baj.

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La ves? pregunt con desgana el fotgrafo. Haba bajado la ventanilla, pero sin parar el motor. Eh? grit el periodista desde el bosque. El fotgrafo encendi un cigarrillo y lo fue fumando despacio, con los ojos cerrados. No volvi a la realidad hasta que sinti que se quemaba las uas. Vuelve ya! No voy a perder el tiempo con ninguna maldita liebre.El periodista caminaba oscuro por el bosque claro; alcanz el borde de un pequeo campo de cultivo,salt una zanja y contempl el csped verde. Entre el heno distingui al lebrato.Su pata trasera izquierda Se haba roto y colgaba tristemente por debajo del muslo. El animal se sentatan mal que ni siquiera trat de huir cuando vio aproximarse al hombre. El periodista cogi entre sus brazos a la atemorizada criatura. Cort la punta de una rama y entablillcomo pudo la pata del animal, atndola con jirones de su pauelo. La liebre esconda la cabeza entre suspatitas delanteras y el corazn le lata tan fuerte que le haca temblar las orejas. A lo lejos, en la carretera, seescuch el ruido nervioso de un motor, luego dos violentos bocinazos y un grito: Que vuelvas ya, joder! Nunca llegaremos a tiempo a Helsinki si no dejas de retozar por el bosque, hostias! Si no vienes en seguida, te las arreglars para hacerlo solo! Estamos? El periodista no respondi. Sostena al animalito entre sus brazos. Aparentemente no tena ms lesinque la de la pata y, poco a poco, se iba calmando. El fotgrafo sali del coche y ech una ojeada al bosque con mirada colrica: ni rastro de su colega.Blasfem, encendi otro cigarrillo y comenz a pasear por la carretera arriba y abajo. Ninguna reaccin en elbosque. Pis la colilla en el suelo y grit: Pues ah te quedas, imbcil! Y adis, coo! Sigui escuchando an un rato ms, pero al ver que no reciba respuesta alguna entr indignado en elcoche, pis el acelerador, meti bruscamente la marcha y se fue. La grava cruja bajo las ruedas, y al cabo deun instante el coche haba desaparecido. El periodista estaba sentado al borde de la zanja con la liebre en su regazo; pareca una anciana quese hubiese ensimismado haciendo ganchillo. Se dej de or el ruido del coche del fotgrafo. Se puso el sol.

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El periodista deposit la liebre sobre el csped. Por un momento temi que se escapara, pero elanimalito se qued agazapado entre el heno. Cuando el hombre volvi a cogerlo ya no tena nada de miedo. Pues aqu estamos dijo el hombre a la liebre. sta era la situacin: el hombre estaba sentado, solo, en el bosque, en chaqueta, bajo una noche deverano. O sea: haba sido abandonado a su suerte. Y qu es lo que puede hacerse en una situacin as? El hombre pens que tal vez habra tenido quecontestar a las llamadas del fotgrafo. Y que ahora, a lo mejor, tendra que volver caminando a la carretera,esperar al coche siguiente y hacer autostop; llegar por sus propios medios a Heinola o a Helsinki. La idea le pareci sumamente desagradable. Sac su cartera y comprob que tena unos cuantos billetes de cien marcos, su carn de periodista, latarjeta de la Seguridad Social, una fotografa de su mujer, calderilla, un par de condones, el manojo de llavesy una vieja pegatina del Primero de Mayo. Adems llevaba bolgrafos, un bloc y un anillo. En el bloc su jefehaba hecho imprimir: Kaarlo Vatanen, periodista. Segn su tarjeta de la Seguridad Social, Kaarlo Vatanenhaba nacido en 1942. Se puso de pie y contempl el ltimo resplandor del sol poniente detrs de la lnea del bosque e hizoun gesto como asintiendo a la liebre. Luego mir hacia la carretera, pero no hizo la ms mnima intencin dedirigirse all. Cogi a la liebre que estaba en el suelo, la meti con cuidado en el bolsillo de su chaqueta y,dejando atrs la pradera, se encamin hacia el bosque, que se oscureca por momentos. El fotgrafo, furioso, condujo hasta Heinola. All ech gasolina y decidi hospedarse en el hotel que elperiodista le haba recomendado. Pidi una habitacin doble, se quit la ropa polvorienta y se meti en la ducha. Luego se dirigi alrestaurante del hotel. Pensaba que el periodista no tardara en llegar. Entonces podran hablar y zanjar elasunto. El fotgrafo tom algunas cervezas y despus de cenar sigui con bebidas ms fuertes. Pero el periodista segua sin aparecer. A altas horas de la noche el fotgrafo continuaba en el bar del hotel. Miraba jamente

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la negra supercie del mostrador y rumiaba compungido su situacin. A lo largo de la noche haba repasado lo ocurrido. Se haba dado cuenta de que, dejando a su compaero en el bosque, en un tramo prcticamentedeshabitado, haba cometido un error. Y si el periodista se haba roto una pierna, y si se haba extraviado, ysi se haba ahogado en un pantano? Porque de no haber sido por algo as ya habra llegado a Heinola,aunque fuese andando. Comprendi que deba llamar a Helsinki, a la mujer del periodista. La mujer respondi medio dormida que Vatanen no haba aparecido por all, y al advertir que el quellamaba estaba borracho, colg. Cuando el fotgrafo intent llamar de nuevo ella no contest. Seguramentehaba desenchufado el telfono. Un poco antes del alba el fotgrafo llam a un taxi: haba decidido volver al lugar del crimen para ver si,despus de todo, el periodista segua all. El taxista le pregunt a su embriagado cliente que a dnde lollevaba. Siga este camino, a ningn sitio en particular. Ya le dir cundo debe pararse. El taxista lo mir por encima del hombro. Se alejaban de la ciudad por la carretera que cruzaba elbosque, de noche y, segn las rdenes, sin dirigirse a ningn sitio en particular. Sac discretamente unapistola de la guantera y la coloc sobre el asiento, entre sus piernas, sin dejar de vigilar a su viajero.Entonces, al llegar a lo alto de una pequea colina, el cliente dijo: Alto aqu.El conductor empuo rpidamente el arma, pero el borracho sali tranquilamente del coche y se puso agritar hacia el bosque: Vatanen, Vatanen!Sombro, el bosque no le devolvi ni el eco.Vatanen. Eh! Vatanen, escucha. El hombre se quit los zapatos, Se arremang las perneras del pantaln hasta las rodillas y entr, descalzo, en el bosque. Pronto desapareci en la oscuridad. Se le oa llamar a Vatanen. Qu tipo tan raro, pens el taxista. Despus de meter ruido en el bosque durante media hora ms o menos, el cliente volvi a la carretera.Pidi un trapo y se limpi el barro de los pies, despus se calz los zapatos sin ponerse los calcetines queaparentemente estaban en el bolsillo de su chaqueta.

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Volvieron a Heinola. Por lo visto ha perdido usted a un tal Vatanen. As es. Lo dej esta noche por ah, en la colina. Ya no est. No est. Yo tampoco lo he visto dijo el conductor compadecindose. El fotgrafo se despert en la habitacin del hotel al da siguiente, sobre las la maana. Una fuerte resaca le martilleaba la cabeza y tena ganas de vomitar. Se acord de desaparicin del periodista.Tena que telefonear inmediatamente a la esposa Vatanen a su trabajo. El fotgrafo cont:Sali en busca de una liebre, all, a colina. Y no volvi. Yo lo llamaba, pero no me contest, as que

once de la de la

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lo dej. Quiz quera quedarse. A lo que la mujer pregunt: Estaba borracho? No. Pues entonces dnde est ahora? Nadie desaparece as, por las buenas. Pero ha desaparecido. No habr ido para all? No lo ha hecho. Ay, Dios mo, ese hombre me va a volver loca. Pues este asunto tendr queresolverlo l solo. Pero lo principal es que vuelva inmediatamente a casa, dselo as. Cmo quieres que le diga nada si ni siquiera s dnde est? Pues bscalo, y dile que me llame al trabajo en seguida. Y que es la ltima vez que hace el burro deesta manera. Escucha, tengo un cliente, dile que me llame, adis. El fotgrafo llamo a su redaccin. S, S... Y otra cosa: Vatanen ha desaparecido. Cmo que ha desaparecido? pregunto el Jefe de redaccin. Entonces el fotgrafo cont lahistoria. Acabar por aparecer. Ese artculo vuestro no es tan importante como para que no pueda esperar. Lopublicaremos cuando Vatanen haya vuelto. Y si le ha ocurrido alguna desgracia? Desde Helsinki lo tranquilizaron: Tu vuelve aqu. Que quieres que le haya pasado? Y adems, sera problema suyo. !Y si llamo ala polica? Que lo haga su mujer, si quiere. Estar al corriente? S, lo sabe. Pero no parece importarle. Pues a nosotros tampoco nos incumbe, no?

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2 LA RECAPITULACIN

Por la maana temprano, Vatanen se despert con el canto de los pjaros, entre el aroma de heno deun pajar. La liebre descansaba a su lado. Pareca seguir con la vista el vuelo de las golondrinas que sedeslizaban hasta su nido bajo la viga, entrando y saliendo del pajar diligentemente, bien porque an noacababan de construirlo, bien porque ya tenan all cras a las que alimentar. El sol brillaba a travs de las rendijas de los viejos troncos y el heno aejo calentaba la estancia.Vatanen permaneci recostado en el heno, sumido en sus pensamientos, cerca de una hora antes desacudirse, levantarse y salir con la liebre entre sus brazos. Detrs del viejo prado lleno de ores murmuraba un riachuelo. Vatanen deposit a la liebre en la orilla, se desnud y se dio un bao en el agua fra. Un banco tupido de pequeos pececitos remontaba la corriente;Se asustaban al menor movimiento, pero en seguida se sobreponan. Vatanen pens en su mujer, all en Helsinki. Se sinti mal. A Vatanen no le gustaba su mujer. Era una mala mujer, haba sido mala o, mejor dicho, egosta desdeque se casaron. No dejaba de comprarse vestidos feos, feos y poco prcticos, que se cambiabaconstantemente porque al nal ni a ella misma acababan de gustarle. Hubiera cambiado tambin a Vatanen si hubiese podido hacerlo con la misma facilidad. Al comienzo del matrimonio la mujer haba empezado a ahorrar sistemticamente para la casa: su nido.Entre tanto, sta se iba convirtiendo en una extraa mezcla de distintas ideas de revista de decoracin, en algo supercial y de mal gusto donde reinaba, entre

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grandes carteles y sillones de mdulos, un radicalismo aparente. En las habitaciones resultaba difcil moverse sin golpearse con algo. Todo el mobiliario resultabainarmnico. Y la casa era el perfecto reejo de su matrimonio. Una primavera la mujer se qued encinta, pero se ocup de abortar lo ms rpidamente posible. Lacuna del beb arruinara la decoracin, eso haba dicho, pero el verdadero motivo haba llegado a los odosde Vatanen despus del aborto: el nio no era suyo. Tienes celos de un feto, bobo? dijo la mujer cuando l sac a relucir el tema. Vatanen acerc al lebrato a la orilla del agua para que pudiese beber. El animalito comenz a lamer elagua fresca, y en efecto era mucha la sed que tena para lo pequeo que era. Despus comenz amordisquear enrgicamente los hierbajos de la orilla. Todava se resenta bastante de su pata trasera. Tal vez debera volver a Helsinki, pens. Qu van a decir en el trabajo de esta desaparicin? Menudo trabajo, qu misin! Se trataba de una revista que se jactaba de remover la mierda, peropasaba por alto los problemas verdaderamente importantes de la Sociedad. La portada llevaba semana trassemana la fotografa de algn don nadie: mises, modelos, el beb de un matrimonio famoso... Al principio,Vatanen Se haba sentido feliz de ser redactor de una gran revista, y especialmente cuando tena laoportunidad de entrevistar a algn personaje injustamente tratado, sobre todo si era el Estado quien loacosaba. Entonces uno alimentaba la ilusin de estar haciendo una labor importante; pero ahora, despus detantos aos, Vatanen ya no se lo crea, haca slo lo mnimo y se contentaba no contribuyendo personalmentea aumentar las desigualdades sociales. Lo mismo les ocurri a sus colegas: frustrados en su trabajo, gentecnica. El ms intil de los economistas especializados en marketing vala para orientar a este tipo deredactores sobre lo que el editor esperaba de ellos. La revista sali adelante con xito, pero no ofreca msque informacin lavada, vestida, maquillada y convertida en un entretenimiento. Menuda profesin! Eso s, le pagaban un sueldazo; pero igualmente estaba siempre sin blanca. El alquiler le supona casi mil marcos mensuales, pues la vivienda sale cara en Helsinki. De hecho, por culpa del alquiler, Vatanen noiba a conseguir nunca una vivienda propia.

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Haba comprado una lancha de motor, pero an le quedaban plazos pendientes. Aparte de la lanchano tena otras aciones. Su mujer, a veces, propona ir al teatro, pero Vatanen no quera salir con su mujer; haba llegado a hartarse incluso de su voz. Suspir. La maana veraniega segua iluminndose, pero a Vatanen estos pensamientos le haban quitado laalegra. Slo cuando la liebre termin de comer y volvi a metrsela en el bolsillo las ideas negras lo dejaronen paz. Comenz a caminar decididamente hacia el oeste, en la misma direccin que la noche anterior. Elbosque murmuraba alegre y Vatanen canturreaba una vieja cancin. Las orejas de la liebre sobresalan de subolsillo. Al cabo de dos horas ms o menos lleg a un pueblo y en la calle principal encontr un quiosco rojo,mira que casualidad! junto al quiosco trajinaba una muchacha que pareca disponerse a abrir su pequeo negocio. Vatanen se acerc, dio los buenos das y se sent en la terraza. La muchacha abri los paneles demadera que cerraban la ventanilla, se meti dentro, descorri el cristal y dijo: !El quiosco esta abierto. Quieres algo? Vatanen compr tabaco y una botella de limonada. Ella lo mir con detenimiento y dijo: Eres un delincuente? No... Te doy miedo? No te lo he preguntado por eso. Se me ocurri porque te he visto venir del bosque. Vatanen sac la liebre y la plant sobre el banco. Mira, un conejito! No es un conejito, es una liebre. Me la he encontrado. Pobrecita, tiene una pata mala. Voy a buscar zanahorias. La muchacha dej el quiosco y sali corriendo hacia una casa prxima; tard un rato en volver. Traaun manojo de zanahorias llenas de tierra. Las lav con limonada y se las ofreci en seguida a la liebre; perosta, para su desilusin, no las quiso. No parecen gustarle. Es que esta un poco enferma. Hay veterinario en este pueblo? Bueno..., un tal Mattila s que tenemos... pero no es nuestro; viene slo a veranear, desde Helsinki;para el invierno se marcha. Vive por all, a la orilla del lago.

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Si subes al tejado del quiosco te mostrar su casa. Vatanen subi al tejado. La muchacha, desde abajo, le deca hacia dnde tena que mirar y de quecolor era la casa. Vatanen dirigi su mirada al lugar indicado y consigui localizar la vivienda del veterinario.Luego baj del tejado ayudado por la muchacha, que le sostena el trasero. El veterinario Mattila le puso a la liebre una pequea inyeccin y le vend cuidadosamente la patatrasera. Ha sufrido un shock. La pata quedar bien. Si la lleva a la ciudad consiga lechuga fresca, eso es loque come. Pero tiene que lavarla bien, para que no le produzca colitis. Y para beber slo agua. Cuando regres al quiosco Se encontr all con un puado de hombres aparentemente desocupados,bebiendo cerveza. La muchacha los present a Vatanen: El-hombre-de-la-liebre. A juzgar por sus preguntas la liebre pareci interesarles mucho. Entre todos calcularon la edad quepoda tener. Uno de ellos cont que, antes de la cosecha, siempre recorra los campos dando voces paraespantar a los lebratos escondidos entre el heno. Porque si no se cuelan entre las cuchillas de la segadora. Un verano Se colaron tres: uno sali sinorejas, otro sin patas de atrs y el otro en dos mitades. Pero los veranos que los he espantado no se haquedado ninguno entre las cuchillas de la segadora. El pueblo le pareci tan agradable que se qued varios das hospedado en el piso de arriba de unacasa de dos plantas.

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3 EL PLAN

Vatanen subi al autobs de Heinola. Uno no puede quedarse para siempre en un pueblo, por muyagradable que sea, si no tiene nada que hacer all. Con la liebre en una cesta, Vatanen fue a sentarse a los asientos de atrs, donde algunos campesinosfumaban sus cigarrillos. Cuando vieron al animalito comenzaron a conversar sobre l. Acordaron que este verano haba ms lebratos de lo normal y discutieron sobre si ste sera macho ohembra. Preguntaron a Vatanen si tena pensado matar a la liebre y comrsela cuando hubiese alcanzado sutamao adulto. l contest que no eran sas sus intenciones, a lo que respondieron que nadie se comera asu propio perro, y que a veces era ms fcil querer a un animal que a una persona. Vatanen alquil una habitacin en el hotel, se ase y baj al comedor. Era medioda y el restauranteestaba completamente desierto. Coloc a la liebre en un asiento junto al suyo. El matre la miraba mientrassostena el men. En realidad... aqu no estn permitidos los animales. -No es nada peligrosa. Vatanen pidi algo para l y lechuga, zanahoria rallada y agua fresca para ella. El matre se qued un buen rato mirando a Vatanen coger la liebre y ponerla sobre la mesa para que comiese de la ensaladera,

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pero no se anim a impedrselo. Despus de comer llam por telfono a su mujer desde el vestbulo. Ah! Eres t grit la mujer enfadada-. Desde qu antro me llamas esta vez? Vuelve a casainmediatamente. Estaba pensando en no volver. Ah! Eso piensas? A ti te pasa algo en la cabeza; tendrs que volver! Y adems, esta broma te va acostar el empleo, no lo dudes. Antero y Kerttu vienen esta noche de visita, qu les voy a decir? Pues diles que me he escapado de casa; as no tienes que inventar un pretexto. No les puedo decir eso. Qu van a pensar? Si lo que pretendes es conseguir el divorcio, te adviertoque no lo logrars. Yo no te voy a dejar ir as, por las buenas, despus de haberme destrozado la vida. Sonocho aos lo que he perdido por tu culpa. Que estpida fui casndome contigo! La mujer rompi a llorar. Llora ms deprisa, que corre el contador. Si no vuelves en seguida llamar a la polica; a ver si as aprendes a quedarte en casa! No creo que esto le interese mucho a la polica. Te advierto que ahora mismo llamo a Antti Ruuhonen, para que veas que compaa no me falta! Vatanen colg el telfono. Luego llam a su amigo Yrj. Oye, Yrj, he pensado que te vendo la lancha. Qu me dices? Desde dnde llamas? Desde aqu, desde el campo, en Heinola. Creo que por el momento no quiero volver a Helsinki, ynecesito dinero. Me compras la lancha? Claro que te la compro. Quince mil? Vale. Puedes recoger las llaves en la redaccin, estn en mi escritorio, en el cajn de abajo a laizquierda: dos llaves en una anilla de plstico azul. Pregunta por... Leena, la conoces, no? Ella puededrtelas. Dile que vas de mi parte. Tienes liquidez?

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S. La plaza en el embarcadero estar incluida en el precio... Vale. Haz esto: ve inmediatamente a saldar mi deuda en el banco (Vatanen le dio los datos de sucuenta) y luego ve a mi casa dale cinco mil marcos a mi mujer. Los siete mil restantes los envas urgentes a laCaja de Ahorros de Heinola, a mi nombre. Vale? Oye. Estn tambin incluidas tus cartas de navegar? Vale. Las tiene mi mujer. No os vayis a ir a pique t y la lancha. Empieza poco a poco y evitarsaccidentes. Oye. Cmo es que te desprendes de la lancha? Te has vuelto loco? Cosas de la vida. Al da siguiente se dirigi con la liebre a la Caja de Ahorros. Como se puede suponer, su paso era ligero y se senta despreocupado. Se ha hablado mucho delsexto sentido de los humanos, y a Vatanen, cuanto ms cerca estaba del banco, ms comenzaba a parecerleque las cosas no iban del todo bien. Se acerc con cautela; aunque no acababa de imaginar que clase depeligro poda estar acechndolo all. Pens que el breve perodo de dos das de total libertad haba extremado su sensibilidad para percibir las cosas. Esa idea le hizo cierta gracia, as que entr sonriendo en el banco. Su sexto sentido no le haba fallado. En el interior, con la espalda hacia la puerta, estaba sentada sumujer. Se le puso el corazn en un puo, un escalofro de terror recorri la espina dorsal de Vatanen. Hasta laliebre se asust. Vatanen sali disparado hacia la calle y corri por la acera tan rpido como se lo permitieron suspiernas. Los transentes se quedaban atnitos viendo a aquel hombre que hua del banco con una cesta dela que sobresalan dos pequeas orejitas de liebre. Corri calle abajo hasta el nal de la manzana y all gir por una bocacalle donde se top con la puerta de una taberna. Sin dudarlo un segundo entr en el local. Jadeaba, le faltaba el aliento. !Me equivoco o es usted Vatanen, el periodista? pregunt el portero mirando a la liebre como si laconociera de algo!. Lo estn esperando. Al fondo del comedor estaban sentados el fotgrafo y el jefe de redaccin. Tomaban tranquilamente suscervezas y no advirtieron la presencia de Vatanen. El portero explic

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que los seores le haban pedido quecondujese a su mesa a un hombre con el aspecto de Vatanen que bien poda llevar consigo una liebre. Vatanen volvi a encontrarse en la calle. Se desliz entre el trco y se escabull hacia su hotel. Intentaba averiguar dnde haba fallado su plan. Lleg a la conclusin de que detrs de todo estabaese hijoputa de Yrj. Vatanen llam por telfono a Yrj y descubri que a Yrj, de puro bobo, se le haba escapado,hablando con su mujer, el destino de los siete mil marcos. El resto era fcil de adivinar: la mujer habaconvencido a su jefe para ir a buscarlo a Heinola, y ahora esperaba en el banco a que l apareciese a por eldinero. Y el dinero estaba all, pero Cmo poda ahora sacarlo sin arriesgarse a una escena? Haba que pensrselo. Vatanen tuvo una idea. Pidi al recepcionista que le preparase la cuenta, pero le advirti que prontovendran a verlo tres personas: una mujer y dos hombres. Luego escribi una nota en el papel del hotel y ladej sobre la mesa de su habitacin, acabado lo cual cogi el telfono. Busc el nmero de esa taberna por laque haba pasado como un gato sobre un fogn; le contest la voz del portero. Soy Vatanen, el periodista. Sera usted tan amable de ponerme con cualquiera de esos hombres deantes? !Vatanen? Se oy decir al cabo de un rato a su jefe de redaccin.

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El mismo. Hola. !Te pillamos, pilln. Sabes que tu mujer est en el banco y nosotros aqu, conque djate de tonteras yven aqu para que podamos volver todos cuanto antes a Helsinki. !Escucha, ahora no puedo ir. Por qu no vens los tres al hotel? Mi habitacin es la 312. Yo tengoque poner un par de conferencias. Pero traed a mi mujer; as podremos aclarar de una vez este asunto entrelos cuatro. OK. Vamos para all. Pero no se te ocurra moverte. Tranquilo. Adis. Nada ms colgar, Vatanen cogi a la liebre y sali disparado. Tom el ascensor, pag al recepcionista la cuenta y le advirti que la habitacin quedaba reservadapara las tres personas que vendran preguntando por l. Con la misma rapidez sali a la calle. Fue callejeando hasta el banco. Desde una prudente distancia se detuvo a observar si su mujer segua all. Y s, all segua la condenada. Se qued vigilando desde la esquina. Pronto vio salir a dos hombres de la taberna cercana; reconoci al redactor jefe y al fotgrafo. Entraronen el banco y enseguida volvieron a salir acompaados por su mujer. Los tres se encaminaron hacia el hotel.Vatanen pudo or cmo su mujer deca: Ya os lo haba dicho. Era la nica forma de cazarlo. Una vez que los haba perdido de vista, Vatanen entr tranquilamente al banco, se present frente a laventanilla y mostr su carn de identidad. La empleada ley el nombre que guraba en el documento. Su mujer ha estado buscndolo. Acaba de irse. Ya lo s; ahora mismo voy a encontrarme con ella. En el banco haba siete mil marcos a nombre de Vatanen, menos seis marcos de Comisin portransferencia urgente; lo que se cobraba entonces. Vatanen rm el recibo y cogi el fajo. Le llev su tiempo contar todos esos billetes. La liebre se acurrucaba, sobre el mostrador de cristal: las empleadas habanabandonado sus puestos y formaban corro para admirar al tierno animalito, todas queran acariciarlo. Cuidado con su pata trasera, esta rota advirti Vatanen cortsmente. Uuuy, qu mono! exclamaban las empleadas. En el banco se respiraba una atmsfera de

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felicidadacaramelada. Cuando al n consigui salir, Vatanen se dirigi hacia la parada de taxis de la plaza, subi a un gran automvil negro y dijo al conductor: A Mikkeli, deprisa. En ese momento, en el hotel, en la habitacin de Vatanen, tena lugar una acalorada discusin en tornoa la nota que este haba dejado, y en la que se lea: Dejadme en paz. Vatanen.

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4 LAS HIERBAS

Mikkeli y el sol: la libertad completa. Vatanen se encontraba sentado en un banco del parque central dela ciudad. La liebre rebuscaba entre el csped algo para comer. Desde la estacin de autobuses llegaroncuatro gitanas, ataviadas de vivos colores, que se detuvieron a observar a la liebre y se acercaron a charlarcon Vatanen. Las mujeres se encontraban de buen humor y quisieron comprarle al animal. Supieron explicar a Vatanen dnde estaba la Ocina del Distrito de Caza de Savonia del Sur, y una de ellas insisti en decirle la buena fortuna: Veo un gran cambio en tu vida dijo la mujer. Asegur que Vatanen haba sufrido fuertes tensiones yque haba tomado una decisin muy importante. La raya central auspiciaba un futuro disoluto, un sinnmerode viajes a la vista y nada de que preocuparse. Cuando Vatanen le ofreci dinero, ella no quiso aceptarlo. Ay, ay, muchachito, en verano no hace falta el dinero. En la puerta de la Ocina de Caza haba un letrero donde se lea que al inspector de caza, U. Krkkinen, se lo poda encontrar en su casa. Vatanen par un taxi y se dirigi a la direccin indicada. En elpatio ladraba un perro de gran tamao. En cuanto olfate a la liebre, el animal ya no pudo dejar de aullar. Vatanen no se atreva a dar un paso. De la casa sali un joven, tambin de gran tamao, que tranquiliz al perro. Una vez que Vatanenconsigui entrar, el inspector le pidi que tomase asiento y pregunt si poda servirle en algo. !Usted sabra decirme que comen estos animalitos? pregunt Vatanen sacando la liebre

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de sucesta y colocndola entre ambos. Por la parte de Heinola un veterinario me dijo que, por lo menos, lechuga,pero resulta difcil de conseguir. La hierba no parece interesarle. Visiblemente entusiasmado, Krkkinen observ al lebrato con aire experto. Macho. No habr cumplido el mes. Lo ha cogido para criarlo? Est terminantemente prohibido porla Ley de Proteccin de la Veda. Es que de otro modo habra muerto. Tiene una pata rota. Eso se ve, pero igualmente hay que legalizar la situacin. Pues hale, le expido ahora mismo un permiso ocial, para que pueda quedrselo como animal domstico, y ya est. El hombre escribi a mquina un par de lneas en un folio, estamp encima un sello y lo rm. En el papel poda leerse: Certicado. Por la presente certico que el portador de este documento tiene ocialmente derecho a poseer y mantener una liebre salvaje, en virtud del hecho de que el mencionado portador de este documento encontry auxili al susodicho animal salvaje hallndose ste impedido de su pata trasera izquierda y corriendo, enconsecuencia, peligro de muerte. En Mikkeli, U. Krkkinen, Distrito de Caza de Savonia del Sur.

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Dle de comer trboles tiernos; eso se encuentra ahora en cualquier sitio. Y para beber slo aguacorriente, no intente darle leche. Aparte del trbol es posible que acepte tambin heno fresco y brotes decebada de otoo. Lo que les gusta mucho es la grama de botica, y la guija de prado, y adems todas lasalgarrobillas; y la mielga rastrera es tambin muy apropiada. En invierno dle cortecillas o tallos de arndanocongelados, si es que va a tenerla en la ciudad. Qu tipo de planta es esa guija? Me temo que no la conozco. Pero las arvejas s que las conocer ... Creo que s, son leguminosas; tienen esos mismos ganchitos que los guisantes. La guija se parece mucho a la arveja, y tambin tiene ores amarillas, sa es su caracterstica ms determinante. Deje que le haga un dibujo, para que pueda verlo. Krkkinen cogi un gran pliego de papel y comenz a dibujar la planta con un lpiz. No era precisamente un buen dibujante. El lpiz, agarrado por sus fuertes manos, trazaba profundos surcos sobre elpapel; la punta se rompi un par de veces con un chasquido, pero tras un fatigoso esfuerzo aquello comenza cobrar forma. Vatanen intentaba ver el dibujo al que Krkkinen daba los ltimos retoques; pero cada vezque lograba entrever algo ste retiraba el papel como quien no desea ser molestado en plena inspiracincreativa. Y luego tiene este tipo de orecitas amarillas... Caray! Debera tener color amarillo para que pueda usted tener una idea ms clara. Voy a por las acuarelasdel nio. Krkkinen fue a por agua y comenz a colorear sobre los gruesos trazos de lpiz. Pint el tallo y las hojas de color verde y limpi cuidadosamente el pincel antes de proceder a colorear de amarillo las ores. ste es un papel muy delgado y el color se desparrama. Cuando las ores estuvieron nalmente coloreadas de amarillo, Krkkinen apart los brtulos y comenz a soplar sobre la acuarela para secarla, y la estuvo mirando un buen rato. Luego retir un poco elpapel y examin el resultado con expresin crtica. No s, no s... No estoy muy seguro de que vaya a servirle, pero la planta es ms o menos as y ellase la comer sin duda con mucho gusto. Esos zarcillos me han quedado un poco gordos; deberaimaginrselos ms nos cuando lo compare con plantas autnticas en un

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entorno natural. Tiene usted una cartera para guardarlo sin que se doble? Vatanen neg con la cabeza. Krkkinen le dio entonces un sobre grande, de color gris, en el que eldibujo entr perfectamente. Vatanen le dio las gracias por los consejos. El inspector sonri algo embarazado aunque satisfecho. Sedespidieron en el patio, con un caluroso apretn de manos. El taxista llevaba una media hora esperando. Vatanen le pidi que lo llevase a las afueras, a algn sitiodonde hubiese vegetacin abundante. En seguida encontraron el lugar adecuado: un extenso bosque deabedules cuya linde apareca, del lado de la carretera, repleta de amarillos dientes de len. El taxista le pregunt si poda acompaarlo a recoger ores, pues el tiempo, sentado solo en el coche caliente, se le haca muy largo y se aburra. Vale. Vatanen le dio el dibujo de Krkkinen. No pas mucho tiempo antes de que se oyese al taxista gritaralegremente en el bosque: !He encontrado las guijas! Otras plantas mencionadas por el inspector crecan tambin en la zona. A m me han interesado siempre las plantas confes el taxista a Vatanen. Al cabo de una hora haban reunido cada uno un buen montn de las plantas ms apropiadas. Laliebre las devoraba. Mientras tanto el taxista fue, con un tapacubos, a buscar agua de la fuente. Lo lav cuidadosamentedebajo del chorro antes de llenarlo. Primero bebi la liebre durante un largo rato, luego los hombres serepartieron el resto. Cuando se termin el agua, el conductor volvi a colocar el tapacubos en la ruedadelantera, encajndolo con un golpe seco. !Podemos llevar estas plantas a mi casa; puedo tenerlas en el armario de la entrada hasta que ustedconsiga una habitacin en el hotel, u otro alojamiento. En la ciudad, y una vez que llegaron al patio de la casa del taxista, reunieron sus montones de hierba,entraron en el ascensor y subieron a la cuarta planta. Abri la puerta una mujer de aspecto sencillo, que nodisimul su sorpresa al ver a su marido y a aquel hombre cargados con sendos montones de plantasaromticas.

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Helvi, aqu las hierbas de este cliente; vamos a guardrselas en el armario hasta que lasnecesitemos de nuevo. Ay, Dios mo!, y dnde metemos todo esto? comenz a quejarse la mujer, pero se call al advertirla mirada reprobatoria de su marido. Vatanen pag la carrera y, antes de salir, volvi a dar las gracias. Eltaxista dijo: No tiene ms que llamarme y yo le llevar las hierbas.

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5 LA POLICA A mediados de julio el deambular de Vatanen lo haba llevado a la carretera que conduce a Nurmes.Llova, y tena fro. Acababa de apearse del autobs de Kuopio y ah estaba, en medio de una carretera lluviosa,calndose hasta los huesos por culpa de un impulso, y a varios kilmetros an de Nilsia. La liebre haba crecido considerablemente y apenas caba ya en la cesta; su pata trasera estabacurada. Tras un recodo de la carretera, Vatanen vislumbr una casa que, por su aspecto, pareca pertenecer aalguien acomodado. Decidi acercarse y pedir alojamiento para esa noche. En el patio, una mujer con impermeablearreglaba el jardn. Tena las manos negras de tierra. Era una mujer vieja, y por un instante Vatanen crey verla imagen de su mujer. sta tena un aire parecido. Buenos das. La mujer se incorpor y escrut al forastero, e inmediatamente a la liebre mojada que brincaba a lospies de Vatanen. Soy Vatanen, acabo de venir de Kuopio. Me baj del autobs por error, debera haberlo hecho enNilsi. Parece que llueve un poco... Cmo van las cosas por aqu? La mujer no dejaba de mirar a la liebre. Y eso qu es? !-Pues una liebre, nada ms. Naci por la parte de Heinola. Es mi compaera. juntos hemos hecho unlargo camino. Y qu lo trae por aqu? !pregunt la mujer con desconanza. Pues nada de particular. Voy viajando de un lado a otro con esta liebre..., para

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pasar el tiempo...Como ya le he dicho, me baj del autobs antes de tiempo... Empiezo a sentirme cansado... Tendra inconveniente en que me quedase a pasar la noche? Se lo preguntar a Aarno. La mujer entr en la casa. La liebre mordisqueaba algunas plantas del jardn para engaar al hambre.Vatanen la rega y, al nal, la cogi en brazos. En la escalera apareci un hombre de baja estatura, mediana edad e incipiente calvicie. Dirigindose a Vatanen dijo: Vyase. Aqu no puede estar; tiene que irse ahora. Vatanen se molest un poco y le pidi al hombre que, por lo menos, le llamase a un taxi. El hombre le repiti que se fuera, pero esta vez pareca algo atemorizado. Vatanen avanz unos pocospasos con la intencin de dialogar, pero el hombre se meti rpidamente en la casa y le dio con la puerta enlas narices. "Qu gente ms extraa", pens Vatanen. Llama ya, es un loco! se oa la voz de la mujer desde el interior, a travs de la ventana. Vatanensupuso que el matrimonio, despus de todo, iba a pedirle un taxi. S, s..., a casa de los Laurila, vengan en seguida; esta delante de la puerta, intent entrar, es un loco:tiene una liebre. Vatanen les oy colgar e intent abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. No dejaba de llover. Atravs de la ventana el hombre le grit en tono expeditivo que dejase de golpear la puerta. Tengo un arma dijo. Vatanen se sent en el columpio cubierto. La mujer grit desde la ventana. No intente entrar. Al cabo de un rato irrumpi en el patio un coche de polica. De l salieron dos agentes uniformados que fueron directamente hacia Vatanen mientras, desde laescalera, el matrimonio lo sealaba con el dedo. Llvenselo. Es l. !A ver, se puede saber qu se propone usted? Ped que me llamasen a un taxi, pero los llamaron a ustedes.

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Y tambin tiene una liebre? Vatanen abri la cesta donde la liebre llevaba un rato resguardndose de la lluvia. Asom la cabeza,estaba asustada y tena aspecto de sentirse culpable. Los agentes cruzaron sus miradas y asintieron con lacabeza. Uno de ellos dijo: Pues haga el favor de acompaarnos. Y entrguenos la cesta.

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6 EL COMISARIO

Los agentes se sentaron delante con la liebre y dejaron a Vatanen solo en el asiento de atrs. Alprincipio, el viaje transcurri sin que entre ellos mediase palabra alguna; un poco antes de llegar al centro delpueblo, el que llevaba la cesta dijo: Puedo verla? !Vale. Pero no la coja de las orejas. El agente abri la cesta y vio cmo la liebre asomaba su hocico por la rendija. Tambin el que conducase estir, y redujo la velocidad para verla mejor. Es de este ao dijo. Yo dira incluso que de la camada de nales de invierno. Lo dudo; hace un par de semanas era an muy chiquita. Creo que ha debido de nacer en junio. !Es un macho !sentenci el otro agente.

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Llegaron al centro de Nilsi"i, dejaron el coche en el patio de la comisara, cerraron la cesta de la liebrey llevaron a Vatanen adentro. El ocial de guardia, que se aburra en su despacho, medio dormido y con la camisa reglamentaria desabrochada, no pudo disimular su alegra ante la perspectiva de pasar un rato acompaado. Ofrecieron asiento a Vatanen, que sac su cajetilla e invit a tabaco a los agentes. Ellos cruzaron susmiradas antes de asentir y aceptar un cigarrillo cada uno. Son el telfono. Contest el ocial de guardia. Comisara de Nilsi, Heikkinen al aparato... Muy bien... Maana pasaremos por ah... Pues... sin novedad, hasta ahora slo un caso. El ocial de guardia comenz entonces a examinar atentamente a Vatanen, como intentando averiguar qu tipo de caso sera el suyo. S, avisaron por telfono; llam Laurila. Por lo visto ha intentado entrar a la fuerza. Pareceequilibrado. Acaban de traerlo... Adis. Colg el telfono. El asistente social. Hay que llevar maana a Hnninen al Centro de Acogida, porque por lo visto lsolo no va. El ocial de guardia escrut a Vatanen. Orden sus pocos papeles sobre la mesa y en un tono lo ms ocial posible, dijo: Veamos este caso. Documentos. Vatanen le dio su cartera, de la que el ocial sac los carns y un gran fajo de billetes. Los agentes se acercaron a mirar. El ocial examin primero los carns y acto seguido se puso a contar los billetes. Tard bastante, y durante ese tiempo su voz iba resonando en el despacho con un ritmo montono, como en elrecuento de votos de unas elecciones. Mucho dijo. Cinco mil ochocientos cincuenta marcos. Permanecieron callados durante un largo rato. Es que he vendido mi lancha explic nalmente Vatanen. ! Tiene un recibo, por casualidad?Vatanen tuvo que reconocer que no conservaba el recibo.

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! Yo nunca me he podido permitir llevar semejante cantidad de pasta encima dijo uno de losagentes. Ni yo dijo el otro con cierto fastidio. Es usted ese mismo Vatanen que escribe en las revistas? ! pregunt el ocial. Vatanen asinti con la cabeza. Y qu es lo que le trae por aqu, tiene acaso algn artculo en mente, algo relacionado con esaliebre quiz? Vatanen respondi que no se encontraba en viaje de servicio y pregunt dnde poda hospedarse.Empezaba a sentirse muy cansado. S, claro, pero est la denuncia del doctor Laurila, que es el mdico municipal, y quien ha insistido enque lo retengamos aqu. Eso es lo que hay. Vatanen dijo que, en su opinin, ningn Laurila era quin para ordenar la detencin de nadie. Ya. Pero en cualquier caso estamos obligados a vericar su identidad, mxime cuando lleva tanto dinero encima. Y adems, qu signica esta liebre? El mdico municipal arma que usted ha intentado entrar en su casa a la fuerza, los ha amenazado y obligado a llamar a un taxi... Y, para colmo, ha exigido demalas maneras un alojamiento. Tal y como estn las cosas, hay razones sucientes como para no dejarlo marchar as como as; aunque no pretendo decir que estemos ante un caso grave. Si al menos quisieraexplicarme lo que le trae por aqu. Vatanen cont que haba dejado su casa y su empleo, y que a decir verdad se encontraba huyendo yan no haba tenido tiempo de tomar decisiones sobre su futuro. De momento seguira viajando por el pas ycurioseando un poco. Voy a llamar a los chicos de Kuopio resolvi el ocial de guardia. Marc el nmero. Oye, soy Heikkinen, de Nilsi. Mira, tenemos aqu un hombre un poco extrao ... Para empezar, lleva una liebre... Esperiodista. Tengo una denuncia telefnica contra l, por violacin de la intimidad hogarea: ha intentadoconseguir alojamiento en una casa a la fuerza ... S, y pasta..., seis mil en la cartera. Sin embargo, no tieneaspecto de estar loco, no te llamo por eso, pero qu te parece a ti que deberamos hacer con l?, quierelargarse..., no vaya despus a tirar de pluma y... Pues dice que no va a ningn

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sitio en particular, que vacurioseando por ah con esa liebre. Sobrio y tranquilo... Aj, pero si luego tenemos problemas... Ah, claro!,pues entonces habr que hacerlo... Pues muchas gracias... Aqu est lloviendo, se ha pasado lloviendo todoel da. Adis. Los chicos de Koupio dicen que ellos lo meteran en el calabozo por lo menos esta noche, ya que sedeclara usted vagabundo y, adems, hay este dinero por medio; sin mencionar la denuncia. As que si notuviese usted inconveniente en aceptar este arreglo... !Por que no llama al jefe de polica? Ni que estuviese usted a las rdenes directas de Kuopio. Lo habramos hecho hace tiempo, pero est pescando y no estar de regreso hasta las diez de lanoche; eso con suerte. As que, casualmente, yo soy ahora el mximo responsable aqu. Los de Kuopio medicen que de ninguna manera podemos dejarlo libre y, despus de todo, dnde iba a ir con la tarde tan malaque hace? Y qu vamos a hacer con la liebre? se sac Vatanen de la manga. La atencin se centr ahora en la liebre cuya cesta haban dejado en el suelo cuando contaron eldinero. Desde all, el lebrato segua tranquilamente el transcurrir de los acontecimientos. Era evidente que ibaa convertirse en un nuevo problema para la polica. Aj... Y qu vamos a hacer con ella? Y si la conscamos en nombre del Estado y la soltamos en el bosque? Qu tal, sabr aparselas sola?Entonces Vatanen esgrimi el certicado que haba obtenido en Mikkeli.Yo tengo derecho legal sobre esta liebre, y nadie va a quitrmela, o conscrmela, o a soltarla en ningn bosque. Y al calabozo no puede ir: es un lugar muy insalubre para un animal silvestre y sensible;podra hasta morir.

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Pues me la llevo esta noche a mi casa ! dijo uno de los agentes. Pero Vatanen tambin tenarespuesta para esto. Slo en el caso de que tenga usted la formacin necesaria para cuidar roedores salvajes, y de quedisponga de un espacio adecuado para ello. Adems, ste necesita guija para alimentarse, y muchas otrasplantas muy especcas; de lo contrario podra morir intoxicada. Y usted quedara obligado a indemnizarme si a esta liebre llegase a ocurrirle algo. Y este tipo de animal no es precisamente barato. La liebre segua la conversacin y pareca asentir con la cabeza a las palabras de Vatanen. Pero esto se est volviendo un disparate! exclam el ocial. Mi opinin es que puede usted marcharse. Pase por aqu maana para un interrogatorio, digamos a las diez. Ah!, y llvese la liebre. Mira bien lo que haces advirtieron los agentes al ocial. Qu crees que va a decir Laurila cuando se entere de esto? Y cmo sabemos si podemos arnos de este hombre; fjate en ese dinero, por ejemplo. Este hombre ni siquiera tiene coche, y vete a saber de dnde ha salido. A lo mejor hasta no esVatanen. Aj... pues... Espere un poco entonces. Hay que seguir pensando, coo!, y el jefe de pesca!Alguien tiene un cigarrillo? Vatanen ofreci una nueva ronda. Fumaron en silencio durante un buen rato. Finalmente el agente ms joven se dirigi a Vatanen: No vaya a malinterpretarnos, no tenemos nada personal contra usted, pero hasta la polica tiene susnormas. Por ejemplo, que usted no tuviese esa liebre simplicara mucho las cosas... Analice este caso desde nuestro punto de vista: cmo podemos saber si no ha cometido usted algnasesinato antes de salir de Helsinki... y si luego no se ha vuelto loco y ha terminado deambulando por aqu sinmotivo aparente, como en efecto parece...? Usted entonces resultara ser una de esas personas imprevisiblemente peligrosas... Djate de zarandajas !dijo el ocial. Aqu no se trata de asesinatos ni mucho menos. S, pero podra ser, en teora. No digo que sea, pero podra ... Igualmente yo podra ser el asesino buf el ocial.

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Apag el cigarrillo, mir a la liebre con resentimiento, y por n se pregunt en voz alta: Y si procedisemos de la siguiente manera: usted contina por aqu; aunque sea en esta misma salade guardia, hasta que podamos consultar al comisario... Pongamos... dos o tres horas. Luego cerramos el caso. Incluso podra echarse en ese catre, si tiene sueo. Hasta podramos, si lodesea, preparar caf. Qu prisa tenemos? Estara usted de acuerdo con este apao? Vatanen estuvo de acuerdo. La liebre fue colocada en su cesta sobre la cama que se encontraba al fondo de la sala y que losagentes, por lo visto, utilizaban por la noche para descansar. Vatanen pregunt si podra ver el tipo deinstalaciones de que dispona la polica de Nilsi para los detenidos. El ocial se ofreci de buena gana a enserselas y todo el grupo desl hacia los calabozos. El ocial abri la puerta. No son gran cosa. Lo que ms para aqu son borrachos. Y a veces gente de la zona de Tahkovuori.Pero hemos tenido incluso periodistas !explic el ocial a Vatanen. En la comisara haba dos calabozos, pared con pared: dos estancias modestas, sin rejas en lasventanas, sino un vidrio opaco fundido alrededor de una malla de alambre. Una cama de hierro atornillada ala pared y una taza de water sin tapa, tambin atornillada a la pared. Del techo colgaba una bombilladesnuda. Suelen romperla en los ataques de furia, y luego tienen que pasarse las noches sin luz. Deberamosprotegerla con un armazn de acero; los ms altos llegan de un salto. Los agentes prepararon caf y Vatanen se dispuso a dormir sobre el catre de la sala de guardia. Lasautoridades conversaban en voz baja sobre su caso, creyndolo ya dormido. Vatanen poda or cmocriticaban a Laurila. En general, consideraban el caso bastante inslito: habra que mantener, al menos enprincipio, una actitud prudente. Vatanen se qued dormido. Por la noche, hacia las diez, el ocial vino a despertarlo. Explic que haban dado con el comisario y que este no tardara en llegar. Vatanen se frot los ojos,ech un vistazo a la cesta, a sus pies, y descubri que estaba vaca.

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Los chicos han salido con ella al patio. Nos dimos cuenta de que no se escapa y pensamos quequiz tuviese hambre; le hemos trado guijas de sas. Ha comido bien, pierda cuidado. Los agentes entraron con la liebre, la dejaron en el suelo a su aire. En un momento la liebre puso todoperdido de excrementos. Los agentes los empujaban con el pie hacia los rincones, aunque con no muy buenresultado; de modo que sacaron un trapo del cajn de la mesa y empezaron a barrerlos hacia las paredes. Un pequeo automvil amarillo entr en el patio. Era el comisario. Vio a la liebre en el suelo y, sinperturbarse lo ms mnimo, estrech la mano de Vatanen: Savolainen. El ocial de guardia le explic pormenorizadamente la situacin. El comisario era un tipo joven, tal vez recin licenciado en derecho e instalado en aquel paraje con el nico propsito de ganar dinero. Escuch elinforme, eso s, con toda correccin. -Los chicos de Kuopio aconsejan que lo encerremos? Eso dijeron, pero nosotros no hicimos caso. Bien hecho. Ya conozco a ese Laurila. El comisario inspeccion los documentos de Vatanen le devolvi el dinero. Voy a llamar al mdico se !dijo. Y as lo hizo: !Al habla el comisario Savolainen. Buenas noches... Por lo visto ha denunciado usted a una persona...S, de acuerdo. No obstante, el asunto es que esa denuncia es infundada. Al menos as lo indican nuestrasinvestigaciones. Debera presentarse usted aqu inmediatamente, para aclarar el caso... No, no maana, deninguna manera. Esto puede llegar a ser muy serio para usted si no es capaz de justicarlo. Como polica no puedo hacer ms si el afectado no cede. Considere que este hombre, detenido por su culpa, bien podradenunciarlo por falsa acusacin. Ha tenido que permanecer aqu bastante tiempo. Yo no estar, pero puededeclarar ante el ocial de guardia, l llevar el interrogatorio. Buenas noches.

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El comisario le hizo un guio a Heikkinen y dijo: Escucha lo que tenga que decir y hazle algunas preguntas que le den qu pensar. Pregntale lo quesea, si quieres hasta puedes tomarle las huellas, y luego al nal le dices que puede irse, que la acusacin pblica, o sea yo, no va a entablar pleito a no ser que el afectado lo considere necesario. Ya sabes. .. Bueno.Y usted, Vatanen, dnde piensa pasar la noche? Yo volver al lago hasta maana, hemos dejado puestas all las redes. Tengo una cabaa de pescador, en realidad una pequea sauna. Qu tal si me acompaan,usted y su liebre? Ella estara ms en su ambiente y usted podra dormir tranquilo. Los policas escoltaron a Vatanen, al comisario y a la liebre hasta el patio. El ocial de guardia dijo al comisario: Ya intu yo desde el primer momento que este Vatanen era un buen hombre.

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7 EL PRESIDENTE

El comisario posea, junto a la orilla de un lago rodeado de bosques, una pequea cabaa construidade troncos viejos sobre un terreno pantanoso y movedizo. Se encontraba al nal de un camino de tablas y distaba slo unos pocos metros del agua. Ah estar mi compaero de pesca, un hombre curioso y bastante interesante, Hannikainen,comisario jubilado de Kiuruvesi. Cuando llegaron a la cabaa encontraron a Hannikainen que, sentado junto a la chimenea, deespaldas a la puerta, estaba asando pescado. Apart la parrilla y los salud estrechndoles la mano.Obsequi a los recin llegados con raciones calientes de pescado servido sobre sendos pedazos de papel deestraza. Desde luego, Vatanen tena hambre. A la liebre le dieron hierba fresca y agua. Cuando los dosamigos salieron fuera, Vatanen se tendi sobre la cama. Medio dormido, sinti a la liebre saltar sobre suspies. El animalito busc la postura ms cmoda e igualmente se dispuso a dormir. De madrugada, Vatanen oy entre sueos a los dos hombres que llegaban del lago, charlaron en vozbaja en el exterior de la cabaa y luego entraron para dormir. El comisario se ech sobre la plataforma de lasauna y Hannikainen sobre el banco de la habitacin. La liebre levant la cabeza, pero en seguida volvi adormirse. Vatanen se despert por la maana sintindose renovado. Eran las ocho. El banco de Hannikainen estaba vaco. Los pescadores se haban despertado un pocoantes y ya estaban afuera encendiendo el fuego. Colgaron la cafetera en

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el trpode. Hannikainen sac de unabolsa de plstico roscas de mantequilla. Las aves zancudas gritaban en el lago; sobre la supercie del agua reposaba la bruma matinal: el da sera claro. Despus del caf, el comisario volvi al pueblo a despachar sus asuntos. El ruido del automvil sealej por el camino del bosque hasta perderse del todo. Hannikainen entr a por manteca. La cortaba en pedacitos que iba echando en la sartn caliente. Lagrasa chisporroteaba. Sobre la manteca volc una lata de medio kilo de carne vacuna y porcina. Muy prontoestuvo lista la fritura. Hannikainen cort largas rebanadas de pan de centeno y puso sobre ellas la carnehumeante. Sirvi a Vatanen. Tena un sabor delicioso. Aunque mientras vivi en Helsinki, Vatanen siempretuvo dicultades para comer por las maanas, ahora devoraba con verdadero apetito. Hannikainen le dio botas de agua, una cazadora y el equipo de pesca del comisario. Los zapatos y laamericana los dejaron colgados de un clavo en la pared de la cabaa, en el mismo sitio donde debencontinuar todava hoy. Los hombres deambularon todo el da por las cercanas de la cabaa: pescaron con caa, prepararonsopa de pescado y se tumbaron al sol a contemplar los juncos de la orilla del lago. Por la tarde, Hannikainensac de su mochila una botella de vodka. La destap con un sonido chirriante y sirvi un chorrito para cada uno. Hannikainen era un hombre de edad. Tendra cerca de setenta aos. Totalmente cano, alto y hablador.En el transcurso del da los hombres fueron cogindose conanza. Vatanen cont sus peripecias y el motivo de sus viajes. Hannikainen result ser un viudo solitario que tena la costumbre de pasar el verano comocompaero de pesca del joven comisario. Estaba muy al corriente de lo que pasaba en el mundo, y le gustabareexionar sobre ello. Vatanen se preguntaba qu era lo que habra visto de curioso el comisario en Hannikainen como parahaberle advertido de ello la noche anterior. Hasta ahora, desde luego, no haba encontrado nada anormal enla vida de aquel hombre si no era que pescaba placidamente todo el verano. La respuesta a este enigma estaba por llegar. Tras el segundo tazn de vodka, Hannikainen comenz a conducir, sistemticamente, la conversacinhacia asuntos de Estado. Hablaba de las responsabilidades del Gobierno, de su

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poder y de sus mtodos. Yconfes que despus de su jubilacin haba comenzado a investigar estos temas. A pesar de que habapasado toda su vida ejerciendo de comisario rural, Hannikainen estaba curiosamente bien al tanto de lasconstituciones occidentales, de los matices del parlamentarismo y de la administracin de la justicia en lospases socialistas. Vatanen escuchaba con inters devoto la perorata de Hannikainen sobre asuntos yproblemas de altos vuelos con los que los juristas del Estado se las ven a menudo, incluso en Finlandia. En su opinin, la Constitucin nlandesa conceda al presidente de la Repblica unas facultades demasiado amplias para decidir sobre los asuntos del Estado. Cuando Vatanen le pregunt si el presidente, asu modo de ver, no haba sabido usar de un modo correcto ese poder que haba recado sobre l,Hannikainen le respondi: Durante ya varios aos he ido realizando un seguimiento del presidente Kekkonen ... Estoy a puntode llegar a una conclusin que hasta a m me resulta monstruosa. No quiero decir que me horrorice sumanera de gobernar; soy un ferviente partidario de su rgimen, pero... reno datos, comparo, selecciono ysaco mis conclusiones. El resultado es muy espeluznante. Y qu es lo que has concluido sobre Kekkonen? He mantenido este asunto muy en secreto. Slo Savolainen est enterado, y un carpintero dePuumala. Ninguno de los dos revelar los resultados de mis pesquisas. Mira, son de tal calibre que si fuesenpublicadas me vera envuelto en complicaciones, incluso legales. En el mejor de los casos, sera puesto enridculo. Hannikainen clav jamente sus ojos en Vatanen; lo congelaba con la mirada. Soy un hombre mayor, puede incluso que algo senil, pero no chocheo. Si quieres que te diga lo quehe averiguado tienes que prometerme que no lo usars ni contra m ni contra ningn otro. Vale. !Se trata de asuntos de tanta envergadura que tengo que rogarte que respetes el secreto, y exigirte lapromesa de que no lo revelars nunca. Saltaba a la vista que Hannikainen se mora por contarlo todo. Enrosc a conciencia el tapn de labotella de vodka, la escondi entre el musgo y sali caminando enrgicamente hacia la cabaa. Vatanen losigui.

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En la cabaa, junto a la pared, entre la ventana y la mesa, haba una vieja maleta de tamao grande ycolor marrn que Vatanen haba visto ya la noche anterior aunque no le haba prestado mayor atencin.Hannikainen la puso sobre el banco y la abri haciendo sonar ruidosamente los cierres. La tapa se levantcomo impulsada por un resorte. El interior estaba abarrotado de documentos y fotografas. An no he ordenado este archivo denitivamente. La investigacin est an sin terminar; aunque la mayor parte se encuentra aqu. Suciente para sacar conclusiones. Hannikainen extrajo de su maleta papeles, gruesos informes escritos a mquina, unos pocos libros yfotografas representando al presidente Kekkonen en distintas situaciones. Tambin los libros trataban delpresidente o haban sido escritos por l. All estaban las colecciones de sus discursos, los libros de Skyttsobre el perodo Kekkonen y unos cuantos ms sobre su vida; incluso haba uno de chistes sobre elpresidente. Entre los papeles proliferaban los esquemas y Vatanen pudo constatar que tambin ellos girabanen torno a Kekkonen. Hannikainen sac algunas lminas de papel milimetrado en las que se haban dibujado distintos cortesen seccin de crneos humanos. Mira esto dijo mostrando paralelamente dos cortes craneales a la luz tenue de la cabaa. Vesla diferencia? A primera vista los dibujos parecan iguales, pero jndose mejor se advertan algunas pequeas variaciones. Este dibujo de la izquierda representa el crneo de Urho Kekkonen en 1945, es decir,inmediatamente despus de la guerra. Y este otro representa su crneo en 1972. He realizado estos dibujos abase de aos de comparacin. Para ello he proyectado sobre una pantalla fotografas del crneo, enposiciones distintas por supuesto, y luego he extrado los contornos en papel. Tratndose de Kekkonen elmtodo es seguro, ya que es calvo. Es un procedimiento muy lento que requiere enorme precisin ypaciencia, pero creo haber logrado unos resultados excelentes. Dira que se trata de uno de los estudioscraneolgicos ms completos y exactos que jams se ha realizado. No se alcanzan mejores resultados enninguna otra parte, salvo quiz en el departamento del forense; pero, claro, all los crneos reales estn adisposicin de uno.

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Sac otro dibujo. Aqu tienes el crneo de Kekkonen en la poca de la formacin de su tercer gobierno. Ves? Esexactamente igual que el de 1945. ... Y aqu el de 1964, otra vez idntico. Pero fjate en esto! El crneo de 1969 que, mira por dnde, esdiferente. Tendrs que compararlo con el 1972 para volver a encontrar de nuevo rasgos similares. Hannikainen iba mostrando excitado sus dibujos, con ojos iluminados y con una sonrisa de triunfo en elrostro. Vatanen los examinaba y tena que reconocer que, en efecto, era tal como Hannikainen deca: loscrneos no eran iguales, los ms antiguos se diferenciaban de los ms recientes. El cambio se produce all por el ao 1968, tal vez a nales del ao, pero en ningn caso ms all de la primera mitad de 1969. Todava no he conseguido precisar el momento con mayor exactitud, pero trabajoen ello y estoy convencido de que podr llegar a jarlo con un margen de error de uno o dos meses. En cualquier caso creo haber demostrado convincentemente que el cambio se ha producido, y que es un cambiosignicativo adems. Hizo una pausa y aadi ponderando sus palabras: Francamente, digo que estos grcos no representan el crneo de la misma persona. La diferencia es demasiado grande, indiscutiblemente grande: estos crneos ms antiguos, o de juventud, tienen una formapuntiaguda en la coronilla, mientras que en stos, ms recientes, la forma del crneo es aplastada, o sea, quela mollera es claramente ms redonda. Y fjate en la mandbula: en las primeras fotografas se ve bastantehuidiza, mientras que en las nuevas sobresale varios milmetros ms hacia fuera y, al mismo tiempo, lospmulos estn ms bajos. En este perl se percibe mejor. Tambin en el occipucio hay diferencias claras, si bien menores. En la vieja foto la parte trasera del crneo aparece algo ms hendida que en las posteriores,lo ves? Cuando una persona envejece, el occipucio de ninguna manera se abomba, sino todo lo contrario,se aplana, creme. T piensas entonces que el crneo de Kekkonen cambi de forma all por 1968...Voy ms lejos! Estoy convencido de que hacia 1968 el viejo Kekkonen o muri, o fue asesinado, o

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se retir, por alguna razn, de la vida gubernamental, y en su lugar se puso a otro hombre casi prcticamente idntico, incluso en la voz. Y si hubiese sufrido algn tipo de enfermedad o un accidente que le hubiera remodelado el crneo? Estos cambios de crneo son de tal magnitud que, si se debiesen a una enfermedad o a unaccidente, la curacin en ambos casos hubiese durado varios meses. Segn mis investigaciones, elpresidente Kekkonen no lleg a permanecer, en toda su vida, ms de dos semanas seguidas fuera de la vidapblica, como mucho. Y adems no he advertido en ninguna de las fotos algo como una cicatriz en el cuerocabelludo; verrugas, s, pero ningn signo de intervencin quirrgica ha salido a la luz desde 1968. Hannikainen guard los dibujos de crneos en la maleta y despleg un gran cuadro con una lneanumerada que atravesaba el papel de lado a lado. Esto es la curva de crecimiento de Kekkonen. Los nmeros empiezan en su niez. .. Durante laadolescencia no son muy exactos, aunque totalmente ables desde el momento en que se licenci como sargento. Tengo adems una fotocopia de su pasaporte militar, ves? Desde entonces Kekkonen ha medido179 centmetros. .. Y aqu tenemos la misma medida en la poca del entierro del presidente Paasikivi. .. Peromira ahora! Llegamos al ao 1968: la curva de pronto asciende dos centmetros. De repente Kekkonen mide181 centmetros. A partir de ese momento contina sin variaciones hasta hoy. Y no parece que haya nuevoscambios a la vista. Un repentino aumento de estatura en sus aos maduros, no es sorprendente? Hannikainen apart la curva de crecimiento buscando con mpetu otro grco. En l estaba marcada con todo detalle la curva del peso de Kekkonen. Bueno. sta no tiene tanto valor probatorio como la curva anterior, pero an as puede ofreceralgunos indicios. El peso de Kekkonen ha variado poqusimo desde que alcanz la edad mediana,manteniendo una especie de variacin cclica anual: en otoo ha llegado a pesar hasta cuatro kilos y medioms que en primavera; a comienzos de verano, sin excepcin, ha pesado menos, alcanzando su mnimo paraengordar luego de nuevo en otoo, recuperando su peso normal. He obtenido estos datos en el Instituto deMedicina Laboral de

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Helsinki; de modo que son exactos y ables. Pero para poder seguir la evolucin por decenios, y comparar los pesos anuales, he tenido que calcular el peso medio anual de Kekkonen. ste es eldiagrama, ahora veras: desde 1956 a 1968 ha pesado una media de 79 kilos, tras el ao 68 su peso ha sidode 84 kilos. El aumento de 5 kilos se estabiliza desde 1968 hasta nuestros das, salvo la uctuacin anual que te coment antes. En total vemos en la curva una variacin de un par de kilos durante sus dos primeros aosde mandato, pero ese tipo de adelgazamiento, aunque baja el promedio del ao, es natural y no afectamayormente a la curva. Hannikainen no dejaba de esgrimir nuevas pruebas. He confeccionando un vocabulario de Urho Kekkonen. Tambin en l detectamos el cambio de 1968. Antes de esa fecha Kekkonen emplea un vocabularionotablemente ms escaso que el que usar despus. El aumento, segn mis clculos, es de 1.200 palabrasactivas. Esto, naturalmente, puede deberse a que "el nuevo Kekkonen", como yo lo llamo, cambi a susasesores encargados de los discursos y comunicaciones, pero as y todo una diferencia tan considerable dicemucho. Adems he notado que a partir de 1968 se produce una transformacin radical en sus opiniones, que,justo desde 1969, se vuelven de pronto ms progresistas, como si hubiese rejuvenecido diez aos. TambinSe detecta una mejora en su lgica. He analizado su comportamiento desde este punto de vista conextremada minuciosidad: un claro cambio a mejor se verica ya hacia 1968 y, adems, en 1969 Kekkonen se hace ms juvenil, llegando a observrselo en actitudes que antes jams se habra atrevido a mantener enpblico. Su sentido del humor aument de una forma evidente y su talante se volvi ms y ms permisiblepara con su pueblo. Cerr la maleta. Ahora se le notaba sereno, haba desaparecido la pasin de haca un rato. Parecafeliz. Salieron fuera. Desde el lago se oy gritar al zarapito. Permanecieron callados largo rato, hasta queHannikainen dijo: Ahora comprenders por qu no se puede ir propagando por ah el resultado de mis pesquisas.

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8 EL FUEGO

La liebre se senta a gusto all, junto a aquel lago rodeado de bosques. Acompaaba a Hannikainen y aVatanen en sus excursiones por el lago; incluso se atreva a meterse en la barca, aunque era evidente que letena miedo al agua. Creci en estatura, engord y cobr nuevas fuerzas. Hannikainen pronunciaba largos discursos sobre el presidente Kekkonen. La liebre, desde el fondo dela barca, contemplaba a los hombres ladeando la cabeza. Sus excrementos se mezclaban con el pescado. Asfueron transcurriendo los das sin que nadie pareciese tener la intencin de marcharse a otra parte. Una maana, a nales de julio, la liebre comenz a dar signos de inquietud, sin querer despegarse de los pies de los hombres. Luego pas la tarde escondida bajo el banco de la cabaa. Qu ser lo que la atormenta? !se preguntaron. Esa misma tarde percibieron un fuerte olor a humo, y cuando la supercie del lago, antes del anochecer, se calm, pudo verse ms all de los juncos de la orilla depositarse una na capa azul. !-En alguna parte hay un gran incendio forestal dijo Vatanen. A la maana siguiente el humo era tanto que les empezaron a escocer los ojos. El viento soplaba sobreel lago, pero an as continu aumentando; envolva todo bajo su manto, como la niebla en el mar.

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La tercera maana Savolainen lleg corriendo por el camino de tablas. Hay un gran incendio en Vehmasjrvi. T, Vatanen, tendrs que alistarte en los grupos devoluntarios. Coge la mochila de Hannikainen y llvate provisiones. Yo voy de correo por los pueblos.Vmonos en seguida, se han perdido ya ms de mil hectreas por ah. Debo ir yo tambin? pregunt Hannikainen. No; t qudate aqu con la liebre. Los mayores de cincuenta y cuatro aos no estn obligados ir. Vatanen cogi pescado, tocino, medio kilo de mantequilla y sal. Lo meti todo en la mochila y se fue.Llevaron a la liebre con engaos hasta la cabaa, para que no lo siguiese. Vatanen fue trasladado desde Nilsi a Rautavaara, donde se haban concentrado cientos devoluntarios: unos volvan del incendio, otros iban a l. Los aviones transportaban vveres desde Rautavaarahasta el lugar del siniestro. Su ruido era constante en el cielo. Los hombres que llegaban del lugar, llenos deholln y cansados, no hablaban prcticamente nada de la situacin, y se iban en seguida a dormir a lastiendas. El viejo boticario de Rautavaara haba montado un puesto de primeros auxilios junto a las tiendas.Con ayuda de su hija lavaba los pies desollados de los bomberos con agua boricada antes de vendarlos. Latelevisin pareca estar entrevistando al Secretario municipal y una periodista del diario Savon Sanomat hacafotografas; hasta Vatanen lleg a salir en los papeles. Todo el mundo poda comer de los grandes calderosde campaa. Buscaban hombres capaces de orientarse. Vatanen explic que el podra cruzar el bosque con lacabeza metida en un cubo. Un grupo seleccionado fue introducido en un pesado helicptero militar. Antes de que el aparato despegase el ocial les explic lo que tenan que hacer: Tenis cada uno una fotocopia del mapa de la zona. En l se puede ver hasta dnde ha llegado elincendio. Anoche se detuvo ah, pero ya no est ah. Ahora avanza sobre las copas de los rboles a unavelocidad endiablada, hacia el noreste. Esta noche abriremos un nuevo cortafuego, a once kilmetros delfrente del incendio, y dejaremos arder ms de dos mil hectreas. Hoy ya hemos perdido la mitad de eso. Setrata del mayor incendio de la historia de Finlandia, si exceptuamos el de Tuntsa. Ahora os dejaremos aqu,hacia donde

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van las llamas; formareis un peine de al menos diez kilmetros, a intervalos de cien metros, yavanzaris hacia el noreste gritando como cabrones, a pleno pulmn, para que la caza se aleje de las llamas.Hay tambin all un par de ncas que tendris que evacuar hacia el lago, adems del resto de la gente que os encontris y a la que tendris que dejar fuera de peligro. Tambin, segn mis datos, en esos bosques hayganado que viene huyendo desde un lugar tan alejado como Nilsi: caballos y unas cincuenta vacas que hayque llevar hacia el lago. El lago est sealado ah, en el mapa. Sobrevolaron el lugar del incendio; el calor pareca ascender hasta el helicptero. El aire estaba tanenrarecido que resultaba difcil distinguir la tierra. El aparato acusaba las corrientes de aire caliente, volando atrompicones, y Vatanen temi que las largas aspas del rotor principal llegasen a romperse y el helicptero seprecipitase hacia el crepitante fondo del inerno. El aparato cruz al otro lado de la zona de peligro. Con los rotores zumbando inici el aterrizaje comouna enorme liblula. Los tubos de escape escupieron un humo azul al aire caliente. Cuanto ms cerca de latierra se encontraba, tanto ms enrgicamente comenzaron a moverse las copas de los rboles. Por n, laspias del suelo salieron rodando del remolino como alma que lleva el diablo. El helicptero tom tierra y elruido de los rotores se fue mitigando. Los hombres saltaron a tierra y corrieron agachados entre la tolvanerahasta ponerse fuera del alcance de las aspas. La puerta se cerr con un golpe y los rotores aceleraron denuevo. En seguida, el aparato se perdi tras el humo. Los hombres se quedaron en el bosque frotndose losojos lacrimosos. Vatanen se situ en el centro de la cadena, que se dispers en el interior del inmenso bosquehumeante. Iba pensando en las vueltas que da la vida; an no haca un mes que estaba sentado en el bar dela esquina, aburrindose frente a una jarra de cerveza tibia, y ahora estaba aqu, en un bosque sofocante,envuelto en humo, con la mochila rebosante de pescado hmedo y empapado de sudor hasta las ingles. Mil veces mejor que en Helsinki sonri Vatanen con los ojos llenos de lgrimas. El terreno se inclinaba hacia una zona hmeda donde brincaba una enorme liebre parda, sin saber adnde ir. Vatanen la espant fuera de la zona incendiada y el animal se perdi de vista. Detrs de lahondonada, en un abetal muy tupido, bramaba una vaca fuera de s.

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Estaba tan atormentada por todo losucedido que haba sufrido un clico, se haba ensuciado los costados y la cola le colgaba como un apestosoltigo negro. La vaca se qued mirando a Vatanen con sus enormes ojos acuosos desorbitados por el horror,y un sonido delirante e indescriptible sali de su gorda garganta jadeante. Vatanen la agarr por las astas yempleando todas sus fuerzas le orient la cabeza hacia el noreste y le dio una fuerte patada en los cuartostraseros. Finalmente la vaca entendi hacia dnde tena que ir; el cencerro resonaba en el cuello de ladesgraciada como una campana tocando a rebato. El excremento sigui salpicando tras ella hasta que seperdi de vista. Vatanen se enjugaba los ojos preguntndose de dnde poda salir tanto lquido. Por el bosque corran toda clase de animales: ardillas, liebres, aves terrestres que levantaban el vueloruidosamente para luego en seguida aterrizar de golpe; haba que ahuyentar a los urogallos como a gallinasen un corral para que encontrasen la direccin correcta. Vatanen lleg a un pequeo ro de unos cuatrometros de ancho. El humo planeaba por encima de la corriente, entre las frondosas orillas. La vista eramaravillosamente hermosa. Se quit la ropa sudada y se desliz desnudo en el agua fresca y cristalina, selav los ojos irritados y se enjuag la boca. Pens que, en comparacin con su reciente camino entre el humo, aquel tranquilo chapotear en el ro era algo paradisaco. Nadaba despacio, contra la corriente, y se sentaplenamente feliz. De pronto divis un brazo entre la tupida hierba de la orilla: un brazo de hombre, velludo y bronceado.Surga de la maleza y descansaba sobre el agua desde el codo hasta la punta de los dedos. Vatanen se sobresalt: el brazo pareca pertenecer a un muerto. Fue nadando hasta el y lo agarr: noera un brazo solitario, perteneca a un hombretn que se encontraba tirado entre los juncos de la orilla con laboca abierta. Vatanen sali del agua y se acerc a l. Le tom el pulso, que result ser normal, y se inclinsobre su boca para ver si respiraba. De su aliento eman un intolerable tufo a alcohol. Vatanen lo sacudi y el hombre comenz a despertarse lentamente.

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El hombre se dio la vuelta y se puso boca arriba; por un instante mir jamente a Vatanen como si lo conociese, luego estrech su mano. Salosensaari, y t? Vatanen. Tras el saludo, Vatanen lo ayud a sentarse. Escucha, mira, ests viendo a un tipo que tiene mala suerte en todo. El hombre se explic: haba tomado unas vacaciones y decidi pasar un par de semanas pescando ydestilando aguardiente en algn lugar lo bastante tranquilo y discreto. Por eso haba venido a este bosquecon todos sus aperos y utensilios y se haba fabricado una pequea destilera. Pero apenas preparados losprimeros diez litros se declar el incendio y arras su industria. El hombre se haba visto obligado a ponerse asalvo con un bidn de diez litros de aguardiente a cuestas. La mochila con las provisiones se haba quemado.Todo perdido, los aperos de pesca, todo, lo que se dice todo. Lo nico que haba podido salvar era aquelbidn. Ya llevaba dos das en esa orilla, subsistiendo exclusivamente de l; an le quedaban varios litros. Puedes imaginarte una desgracia mayor? pregunt con tristeza. Vatanen encendi una hoguera y as pescado para los dos mientras Salosensaari se daba un bao.Despus de comer, el hombre ofreci a Vatanen un trago de su aguardiente. Por qu no? Vatanen acept y bebi. Bendito licor! Le quemaba el estmago. Tom un segundotazn. T, Salosensaari, s que eres un buen alcoholero. Pasaron bebiendo el resto de la tarde, de vez en cuando frean ms pescado y nadaban pararefrescarse. Cuanto ms empinaban el codo, menos les interesaba la evolucin del incendio. A la cada de la tarde estaban tan borrachos que cuando se zambullan, estrepitosamente, apenas sipodan volver a salir del agua. El ro tena tanta profundidad que en algunos sitios los cubra hasta el cuello. Con lo que tenemos que tener cuidado es con no ahogarnos sin querer repeta Salosensaari.

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Por la noche el incendi lleg hasta el ro. Y fue como en un cuento: los rboles en llamas iluminaban la noche, semejantes a enormes ores rojas ameando a ambos lados del ro. El calor se hizo tan insoportable que los dos hombres tuvieron que sumergirse en el agua, de modo que slo sus cabezas quedaron expuestas al refulgir del incendio. Tenancon ellos el bidn, y dieron buena cuenta de lo que quedaba en l mientras contemplaban, apasionados, eldescomunal y destructor espectculo de la naturaleza. El bosque crepitaba, el fuego bisbiseaba en los rboles desde donde caan al agua ardientes tizonessilbantes, los rostros de los dos hombres destacaban rojos sobre el agua, rean y beban aguardiente. El emperador Nern contempla con Bruto el incendio de Roma proclam Salosensaari. Por la maana, cuando el fuego hubo pasado, los hombres salieron del agua, agotados, y en seguidase quedaron dormidos sobre las cenizas. No despertaron hasta el medioda y, tras estrecharse la mano en seal de despedida, cada uno tir porsu lado. Salosensaari se fue rumbo a Rautavaara, buscando atajos, y Vatanen se dirigi hacia el lago dondehaban enviado a los evacuados. El dibujo de la suela de sus botas de goma se derreta sobre el camino de pavesas. Haban logrado contener el incendio a una distancia de unos cuantos kilmetros. Vatanen cruz elcortafuego y lleg al bosque verde. Pronto alcanz el lago donde se concentraban civiles y animales. Lascasas de la gente se haban incendiado; los nios correteaban por la orilla y las vacas bramaban asustadaspor el prado. Algunos de los que haban participado en la lucha contra el fuego permanecan tumbados en unrepecho de la orilla, como leos llenos de holln. Vatanen sac de su mochila el pescado que le quedaba y selo dio a las mujeres, que se pusieron a preparar una sopa en un enorme puchero. Justo cuando Vatanenestaba a punto de conciliar el sueo, un pesado bulldozer se acerc con estrpito. Vena de la zona delincendi triturando el bosque; hasta los ms altos pinos caan bajo su pala como adelfas bajo el zapato de unborracho. Detrs un gran remolque de acero transportaba a un grupo de taladores. Llevaban las mochilas y lassierras de motor a sus pies.

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El bulldozer irrumpi atronadoramente en medio del prado. Los nios despertaron de sus sueos y sepusieron a llorar, las vacas de la pradera, temerosas, se levantaron y bramaron, las mujeres regaaron alconductor por haber venido tan de repente a perturbar la paz somnolienta de la orilla. El conductor no oa lo que las mujeres gritaban. Apag el motor y las mir como atontado. Tal vez lecostaba entender la voz humana despus de haber soportado el tremendo ruido que haca su mquina. Eres un autntico burro conduciendo en medio de la gente y de los animales. No se te ocurri quecon ese escndalo se despiertan los pequeos y se desbocan las bestias !le reprocharon las mujeres. El conductor se frot el rostro ennegrecido con las manos tiznadas de holln y, pausadamente,respondi: Cierre el pico el gallinero. No nos llames gallinero, tarugo! !gritaron las mujeres muy enfadadas. El conductor camin hacia ellas: He estado conduciendo este demonio tres das con sus respectivas noches sin pegar ojo; as que acerrar el pico. Saltaba a la vista. El hombre tena un aspecto penoso: el sudor, al resbalar por los surcos de la sufridapiel, se haba llevado consigo el holln del rostro, que pareca ahora una copia al carbn del original. Sedirigi a la orilla, se lav la cara ennegrecida y con el cuenco de la mano se ech agua a la boca: hizo unoscuantos resonantes gargarismos y volvi a escupir el agua al lago. Regres con la cara mojada, pues noquera secrsela con las mangas manchadas de holln como estaban. El puchero lleno de sopa de pescado borboteaba en el fuego. Se acerc a el, sac un plato de la mochila y comenz a servirse.

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Las mujeres le gritaron que ya estaba bien, que quin era l para atreverse hasta a comer de su sopa.El hombre haba llegado a ponerse un cazo de aquel caldo de aroma apetitoso, pero no se sirvi ms. Arrojel plato al puchero, violentamente, salpicando la sopa, y lanz el cazo al bosque; lo lanz tan lejos que nisiquiera se le oy caer. Luego regres despacio a su vehculo, subi gilmente hasta el asiento, de un salto, ypuso en marcha la enorme mquina. Plant la bota sobre el acelerador y el motor comenz a sonarensordecedoramente. Las chispas salieron a borbotones por el tubo de escape hacia la noche estival. Elaparato inici ruidosamente su marcha. Las anchas orugas molieron el terreno liso dejando una profundahuella. Enl hacia el puchero que colgaba de un gancho sobre la hoguera. Ya muy cerca hinc en tierra la pala de la excavadora. Una capa de un metro de grueso sali cortada del terreno. La hoguera con su pucheroy todo cayeron ante la pala mezclndose con la tierra. El humo de la sopa se elev un momento antes de sersepultado. Todo qued reducido a un surco de un metro de profundidad que iba hacia el lago. En el aireotaban tres clases de olores: el de la tierra removida, el de la gasolina quemada y el de la sopa de pescado, que iba desapareciendo. El hombre no slo no detuvo su mquina, sino que aceler hasta la mxima velocidad. As se abricamino a travs del repecho de la orilla. El terreno cedi, las orugas crujieron, y el conductor gui su enormevehculo derecho al lago. Los arbustos temblaron cuando la pala los sobrepas. El espejo del agua se quebry ante la pala se elev una ola grande y espumosa que comenz a alejarse desde la orilla hacia el centro dellago: pareca un hipoptamo de acero entrando enfurecido en el agua. El fondo del lago describa una suave pendiente: primero se hundi la pala en el agua, despus lasorugas en cuyas ruedas espumeaba el agua a borbotones. El ruido estrepitoso se volvi chapoteante. Elbulldozer empujaba la ola cada vez ms hacia el centro del lago y pronto el agua lleg hasta el motor,recalentado, hirviendo bulliciosamente en los costados de la mquina. Una espesa nube de vapor salt al airecomo si la enorme mquina, de repente, se hubiese incendiado. Pero el hombre condujo ms y ms al fondo. El agua cubri primero el motor, luego el cabrestante,hasta que la ola super la altura del cap. Pero el fondo estaba an ms

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profundo y el agua no tard enllegarle al hombre al trasero. Entonces comenz a entrar agua en el motor, que se apag entre detonaciones.El bulldozer yaca ahora en el centro del lago, a unos cien metros de la orilla. Desde all la gente miraba horrorizada al hombre que, en el interior de la cabina, gir en su asiento, selevant lentamente con los pantalones chorreando agua, mir hacia ellos y, al cabo de unos instantes, grit: Ya habis cerrado el pico? Se ha vuelto loco de estar tanto tiempo sin dormir !cuchichearon las mujeres entre ellas. Los hombres le contestaron a gritos: Arruinaste nuestra sopa, maldito loco. Puede que se haya derramado un poco. Vulvete a nado le dijeron. Pero l no lo hizo, sino que se encaram sobre la carrocera yapoyndose en la chimenea del tubo de escape se quit las botas y las vaci de agua. Alguien explic que el conductor no saba nadar y que por eso no se metera en el agua. No haba ni una sola barca en el lago, as que haba que pensar en construir una balsa. Los taladoresecharon pestes: estaban rendidos por las noches en vela pasadas en la lnea del cortafuego y ahora encimatenan que ponerse a construir una balsa para un loco que estaba en medio del lago, de pie, sobre un enormebulldozer. Hganme una balsa, maldita sea, para que pueda salir de aqu! grit el hombre a los de la orilladesde el centro del lago. No grites. La haremos cuando nos d la gana. A qu coo tenas t que ir hasta all. Los hombres charlaban entre s. Alguien dijo que bien podan empezar a construirla por la maana.Despus de haber pasado la noche entera sobre el cap aprendera a no conducir su trasto hasta el lago. Decidieron preparar caf antes de ponerse manos a la obra. El conductor, al no ver a nadie trabajandoen la balsa, mont en clera. Gritaba amenazas que la serena supercie del agua llevaba hasta la orilla. Finalmente asegur que una vez llegase hasta all les dara una paliza a cada uno.

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Est loco se rearmaron los de la orilla. El hombre se enfureca cada vez ms. Daba puetazos en el cap que resonaban alrededor del lago.Las aves levantaron el vuelo y se precipitaron asustadas a la otra orilla escondindose en los juncales. Los taladores haban ido poco a poco construyendo la balsa. Por n unieron los troncos con cuerdas y tallaron un remo antes de retirarse a descansar al repecho de la orilla. Rescatar a un conductor tan malhumorado no pareca interesar a nadie. Al primero que pille lo ahogo en la cinaga! grit el hombre desde el bulldozer. Meditaban sobre lo que habra que hacer. El salvamento de un hombre desquiciado, de grandeshuesos, y que llevaba varias noches sin dormir y con la sola ayuda de una balsa improvisada, adems,no era cosa como para entusiasmarse. Decidieron hacerlo por la maana; quiz para entonces ya se habratranquilizado. El conductor no dej de protestar en toda la noche. Increpaba furioso a los de la orilla, que ya ni semolestaban en contestarle. Grit hasta quedarse afnico. Rompi a patadas los faros delanteros y retorci eltubo de escape, lo desenganch y lo tir hacia la orilla. Por poco no lleg hasta all. Slo al amanecer secans y se qued dormido un par de horas sobre el cap. A la hora del desayuno la gente iba despertndose. Al hombre lo despertaron los ruidos que llegabanhasta el lago. Comenz a alborotar de nuevo; resbal del cap y se cay al agua. La orilla bull de vida. El hombre chapoteaba junto a la mquina, vociferando angustiadamente.Metieron la balsa en el agua y Vatanen y un talador remaron rpidamente hacia l. El conductor intentabaintilmente encaramarse a su mquina, pero se resbalaba sobre la tapa mojada y todas las veces terminabacayendo de nuevo. Se hundi y trag agua en los pulmones. Su lucha se volvi desesperada y nalmente se ahog del todo: qued otando boca abajo, con la cara hundida en el agua. Slo su columna vertebral se vislumbraba por encima de la supercie, a travs de la camisa mojada.

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Vatanen y el talador haban logrado remar hasta el lugar; subieron a bordo el cuerpo y lo dejaronrecostado sobre la balsa. Vatanen lo sujet por la cintura y lo levant un poco. De la boca le sali una mezclade agua y de lodo. Mientras el talador remaba hacia la orilla, Vatanen, arrodillado, comenz a reanimar alconductor hacindole la respiracin boca a boca y presionando con fuerza sobre sus pulmones. El hombre fue trasladado a tierra, donde Vatanen continu procurndole los primeros auxilios. Pasaroncerca de cinco minutos antes de que el hombre diese seales de reanimarse. Por n su cuerpo se tens, sus manos comenzaron a temblar y Vatanen oy como sus dientes chirriaban al cerrarse de pronto. Por poco nomordi la lengua de su salvador. Una vez reanimado, el hombre salt contra su salvador. Vatanen tuvo que luchar un rato con l hastaque los dems comprendieron que necesitaba ayuda. Entre varios hombres lograron por n reducirlo: lo sentaron y lo ataron a un tocn que le serva de respaldo. !Menudo carcter dijeron los hombres. Si no me soltis me levantar con tocn y todo amenaz. Pero ni intent poner en prctica sus palabras, sino que, musitando, dijo:Demonios! Dejar a uno queno sabe nadar en medio del lago toda la noche es de juzgado de guardia. Unos soldados vinieron a por l. Lo transportaron hasta el bosque en una camilla a la que se vieronforzados a atarlo. No cesaron de or su alboroto hasta que la camilla estuvo a varios kilmetros en el interior del bosque.

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9 LA CINAGA

Una maana ms a Vatanen lo despert el ruido de los coches: tres todoterreno se haban abiertocamino a travs del bosque hasta el lago. De los coches bajaron varios hombres, entre ellos los doscomisarios, Hannikainen y Savolainen. Hannikainen llevaba una mochila de la que sobresala la cabeza de laliebre. Vatanen sali corriendo a su encuentro, le quit la mochila, la abri y abraz a la liebre. Qu felizreencuentro! La liebre husmeaba a Vatanen con alegre pasin. Cuando Vatanen la dej en el suelo dio vueltasalrededor de sus pies como un perrillo faldero. Savolainen tom el mando en la orilla. Haba sido designado para organizar la evacuacin de la gentey del ganado. Hannikainen lo haba acompaado por pura curiosidad, pues posiblemente se haba aburrido elsolo en el pequeo lago cuando sus compaeros acudieron a apagar el incendio. !Pesqu tantos malditos lucios que tuve que salir a venderlos por los pueblos. Me lleve a la liebreconmigo explic. Dej mis investigaciones madurando, por el momento. Hannikainen apart un poco a Vatanen y le susurr: Hice algunos clculos, all en el lago, segn los cuales el presidente, este nuevo Kekkonen, seentiende, gobernar Finlandia probablemente an en 1995. Segn mis clculos, el "nuevo Kekkonen" tendraentonces slo unos setenta y cinco aos, mientras que el viejo debera ya andar rondando los noventa. Metemo que este asunto levante sospechas embarazosas en el extranjero; porque all, como comprenders,nadie ...

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Y aadi todava: Tericamente, es del todo posible que Kek