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BIBLIOGRAFÍA ESPAÑOLA ,)< LENGUAS I!'JDíGENAS· DE AMÉRICA NTRE los modernos esfuerzos del humano ingenio es admirable é i:nportantísimo el de la ciencia de la lingüística Ó filo- logía comparada. Los grandes trabajos críticos de aná- lisis sobre la descomposición de las formas sintéticas de algunas lenguas matrices; las leyes de constitución de la individualidad de los idiomas y dialectos, y los prin- cipios propuestos para la formación de grupos, más ó menos numerosos, nos muestran el camino por donde las palabras pronunciadas por los primeros habitadores de nuestro globo han pasado de generación en genera- ción á nuestros labios. La glotología ó etnografía filo- lógica nos ha iniciado en los misterios más ocultos de la razón humana, ha descubierto á nuestr3. investigación las leyes históricas de su desenvolvimiento y ha contri- buído, por modo eficacísimo, á esclarecer la historia ar- tística, literaria y científica de los pueblos. Los progre- sos de esta ciencia han sido ciertamente pasmosos, aunque todavían le están, sin duda, reservadas más bri- llantes conquistas, cuando las leyes propuestas se ha- yan comprobado ó corregido en definitiva con el cabal estudio del habla en su unidad, diferencias y universales relaciones . . Con este título se publicad., en el próximo mes ue Octubre, un interesante y cruditísimo libro, premiado por la Biblioteca Nacional. P .. ra que se comprenda su m¿, ito, tenemos la satisfacción de poder publicar el prólogo 6 discurso preliminar, que el autor ha tenido la bondad de comunicarnos y que no dudamos que ha de ser uno de los artículos que más celebren y que lean con mayor placer los suscriptores de El . CENTENARIO. TONO JI. 8 © CSIC / UNIA. El Centenario: Revista ilustrada (Madrid, 1892-1893). Tomo II.

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BIBLIOGRAFÍA ESPAÑOLA ,)<

LENGUAS I!'JDíGENAS· DE AMÉRICA

NTRE los modernos esfuerzos del humano ingenio es admirable é i:nportantísimo el de la ciencia de la lingüística Ó filo­

logía comparada. Los grandes trabajos críticos de aná­lisis sobre la descomposición de las formas sintéticas de algunas lenguas matrices; las leyes de constitución de la individualidad de los idiomas y dialectos, y los prin­cipios propuestos para la formación de grupos, más ó menos numerosos, nos muestran el camino por donde las palabras pronunciadas por los primeros habitadores de nuestro globo han pasado de generación en genera­ción á nuestros labios. La glotología ó etnografía filo­lógica nos ha iniciado en los misterios más ocultos de la razón humana, ha descubierto á nuestr3. investigación las leyes históricas de su desenvolvimiento y ha contri­buído, por modo eficacísimo, á esclarecer la historia ar­tística, literaria y científica de los pueblos. Los progre­sos de esta ciencia han sido ciertamente pasmosos, aunque todavían le están, sin duda, reservadas más bri­llantes conquistas, cuando las leyes propuestas se ha­yan comprobado ó corregido en definitiva con el cabal

estudio del habla en su unidad, diferencias y universales relaciones .

. Con este título se publicad., en el próximo mes ue Octubre, un interesante y cruditísimo libro, premiado por la Biblioteca Nacional. P .. ra que se comprenda su m¿, ito, tenemos la satisfacción de poder publicar el prólogo 6 discurso preliminar, que el autor ha tenido la bondad de comunicarnos y que no dudamos que ha de ser uno de los artículos que más celebren y que lean con mayor placer los suscriptores de El. CENTENARIO.

TONO JI. 8

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58 EL CENTENARIO

No pequeña parte de estos triunfos de la lingüística corresponde á la ciencia cris­tiana y genuinamente española. Nosotros preparamos, en efecto, el estudio compa­rado de las lenguas recorriendo la redondez de la tierra, haciendo cada día más fre­cuentes é íntimas las relaciones entre los diversos pueblos y razas, y circulando y difundiendo por todas partes la idea de la humanidad. Gloria nuestra fué la de ha­bernos adelantado á todos los pueblos de Europa en el estudio de los más extraños idiomas, componiendo en ellos gramáticas, vocabularios y otras clases de libros. Y á un español, en fin, debióse en el siglo pasado, antes que á nadie, el primer cua­dro gloto1ógico de todo el universo, el cual, rompiendo los antiguos moldes que no alcanzaban en la ciencia otros límites más allá de las lenguas clásicas y de las lla­madas entonces orientales, creó la lingüística Ó filología comparativa .

Las lenguas asiáticas, las del Africa, la malayas y las de la Polinesia y las ame­ricanas comenzaron á ser estudiadas y sabidas por españoles y portugueses. Fray Martín de Rada escribiendo el arte y vocabulario de la lengua china; Fr. Juan Cobo, traduciendo por primera vez á una lengua vulgar europea una obra de aque­lla literatura; Fr. Juan González de Mendoza, trayendo antes que nadie á Europa una colección de xilografías sínicas; Fr. Luis Sotelo, Fr. Diego Collado, Fr. Manuel Preces y los PP. Gaspar de Villela y Pedro Gó 'nez, de;cifrando los arcanos de la lengua japonesa; Fr. Gaspar de San Miguel y los PP. Diego de Ribero, Francisco Hernández, Enrique Enríquez y Francisco Ros, proclamando las reglas gramatica­les de los idiomas de la India, Ó formando sus vocabularios ó traduciendo en ella; libros de devoción; los PP. Andrés de Oviedo, Pedro Páez y Antonio Hernández, alcanzando la plena ,posesión de algunas lenguas africanas; innumerables españoles durante cuatro siglos, componiendo las artes ó los diccionarios de todos los idiomas hablados en Filipinas y en las demás islas de la Oceania; y las legiones de varones apostólicos que, procedentes de la península ibérica, se esparcieron por el nuevo continente, para evangelizar á sus habitantes, fueron acopiando los inmensos mate­riales necesarios para erigir el magnífico monumento de la filología comparativa.

El influjo del Cristianismo en la formación y progresos de esta ciencia, ya demos­trado por Max Müller en las Lecciones pronunciadas en la Institución Real de la Gran Bretaña, se ve con toda plenitud en la obra de la civilización llevada á cabo por la Monarquía católica de España en las Indias orientales y occidentales. La misión ejercida por aquellos miles de religiosos (sobre los cuales parecía que soplaba aún aquel mismo impetuoso viento que invadió el Cenáculo el día de Pentecostés) para difundir la palabra de Dios hasta los últimos confines de la tierra, no podía ejercer­se con eficacia sin poseer las lenguas peregrinas y bárbaras que se hablaban en los diversos pueblos. Para arrancar las almas de los indígenas del dominio de la grose­ra abyección de los sentidos; para someterlas á los principios eternos de la religión y de la moral cristiana; para educar su' inteligencia por la predicación, su voluntad por la penitencia y sus sentimientos por la oración, tenían necesariamente que ha­blar los idiomas usados por aquellos pueblos salvajes los religiosos que intentaban

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REVISTA ILUSTRADA 59

reducirlos á la ley de Dios. Y por esto se pusieron á estudiar las lenguas indígenas con admirable fruto, á pesar de que, como dice Fr. Francisco de Ah'arado en el prólogo del Vocabulario dominico de la lengua mixteca (impreso en México, año de 1593), «su dificultad rind iera los mayores bríos de la naturaleza si no hubiera socorro con los de la divina gracia». El misericordioso designio de la Providencia, que parecía desenvolverse en los siglos XVI y XVII para la conversión del mundo, mediante los esfuerzos de la católica España, al par que disputaba al panteísmo Y. al paganismo millones de almas inmortales, ensanchaba y engrandecía, divulgando la idea de la fraternidad humana, los dominios de la ciencia de la naturaleza y del hombre.

Sistematizando y metodizando los trabajos de los misioneros españoles, otro espa­ñol ilustre, de quien ya se ha hecho mención, D. Lorenzo Hervás y Panduro, echaba los cimientos de la ciencia de las lenguas, y esclarecía á la vez difíciles problemas históricos y geográficos. Los tomos XVII, XVIII, XX Y XXI de su Idea del Uni­verso, publicados en los años 1784, 1785 Y 1787, serán por mucho tiempo arsenal de riquísimas noticias etnográficas y de observa¿iones glotológicas importantísimas, y su Catálogo de las lenguas, que es una reimpresión, hecha en los años 1800 al 1805, de sus anteriores trabajos, notablemente refundidos y adicionados, vivirá mientras vivan los estudios lingüísticos. «Esta última obra de Hervás, dice D. Fer­mín Caballero en las Noticias biográficas y bibliográficas de este abate que publicó en Madrid, año de 1868, es como el Sistema sexual, de Linneo; las Concordancias bíblicas, la Biblioteca de D. Nicolás Antonio y otras fundamentales, de cuyas bases anchas y sólidas no hay necesidad de salir por mucho que de nuevo se construya, se adicione ó se mejore.

El asombro que los estudios de este varón eximio causaron en la Europa sabia fué extraordinario: no se explicaba cómo un solo hombre podía haber comparado tantos y tan diversos idiomas, de índole tan varia y original y de tan lejanas tierras. Así fué que no tardaron en aprovecharse de las obras de nuestro compatriota los in­gleses, holandeses y alemanes, principalmente Juan Cristóbal Adelung en el tomo de su Mitrídates, impreso el año 1806, y el sajón Juan Severino Vater, continuador de dicha obra en los allos 1807 al 18l 7, quienes valiéronse también de las gramáti­cas de diez y ocho lenguas principales de América, abreviadas por Hervás, cuyo manuscrito confió éste á su amigo Guillermo de Humboldt.

Dícese que Leibnitz presintió la lingüística. Aquel genio creador y universal seña­ló ciertamente las analogías entre el persa y el alemán, expuso y defendió la cOI1\'e­niencia de formar grandes acopios de vocablos dirigiéndose á los embajadores y mi­sioneros, dió reglas para la comparación y la etimología, y combatió la tenacidad de los espíritus preocupados en buscar un lenguaje primitivo y recomendó el método inductivo como el más seguro y eficaz; pero las ideas de Leibnitz no hubieran ger­minado y llegado á sazón sin la ordenada labor científica de Hervás, sin los trabajos inmortales de los misioneros espalloles. Ni tampoco hubiera bastado á los progresos

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de la moderna lingüística el Glosario comparativo, mandado formar por la empera­triz Catalina de Rusia, que apareció en 178 i, es decir, tres afias después de la pri­mera obra de Hervás. Reconózcase, pues, que á éste corresponde el privilegio de ser como la piedra angular de la glotología; porque desde que él publicó su sistema y obsen·aciones han sido rápidos y fáciles los progresos en la clasificación de las lenguas)' en su historia; fecundísimos los principios iniciados con el dogmatismo cre.ador; profundas y provechosas las modificaciones introducidas, sobre todo, en los dominios de la fonética, por los métodos de la gramática comparada.

Pero ninguna parte de los trabajos científicos de Hervás ofrece más interés; nin­guna reune mayor caudal de nm-edades ; ninguna revela más estudio ni ensancha más los horizontes de la etnografía filológica, que su clasificación de las lenguas ameri­canas. Con ella disipó no pocas preocupaciones que eran comunes sobre el número, carácter, afinidad y dominios geográficos de aquellos idiomas, al par que, con claro método y juicio compendió y resumió todas las riquísimas observaciones que le apor­taron los espafioles, proclamandp bien clara la influencia que el descubrimiento del Nuevo Mundo ejerció en la glotología.

Porque no puede dudarse que al arribar las carabelas de Cristóbal Colón á la isla de Guanahani, ofreció se á los ojos de los espaiioles que tripulaban aquellas endebles embarcaciones, un mundo completamente extraño para ellos, más aun que en las producciones del suelo y en los animales que discurrían por él, en las formas, cos­tumbres y cultura de las razas que lo poblaban. El asombro producido en el ánimo de Colón por aquellas extraiias apariciones, se revela en el lenguaje entusiasta, ad­mirativo, hiperbólico á veces del inmortal navegante. Pero entre las cosas que más debieron de sorprenderle hubo de ser, sin duda, la diferencia de habla que usaban los habitantes de 'lquelía~ islas, que por primera vez se ofrecían á los ojos de los euro­peos. Para tratar con ellos hubieron de usar al principio de los gestos y ademanes del cuerpo; mas á fuerza de empeño y trabajo llegaron al fin á entenderse unos y otros por medio de sonidos articulados; primero con dificultad, más tarde fácil y cla­ramente, y por extralío que sea á primera vista, parece que fueron los indios los que con más facilidad aprendieron el lenguaje castellano, fenómenO que se repitió

mil veces en adelante. Si el fin de los españoles hubiera sido no más que el de tratar con los naturales

para sacar de ellos las ventajas que les pudiera proporcionar el comercio y las ex­plotaciones de las riquezas que ofrecían aquellas nuevas regiones, no hubieran sido necesarios grandes esfuerzos para entenderse con los indios y descifrar los misterios y dificllltades de su lenguaje. Pero la empresa del viaje y descubrimiento de las In­dias tenía para la nación española importancia infinitamente mayor que la que le po­dían ofr~cer las riquezas materiales. Obra de la fe y del entusiasmo religioso, la empresa de Colón tenía por objeto, más que el ensanche de los dominios de Espalía, la ampliación del reinado de Jesucristo y de EH Iglesia. La difusión del Evangelio, el sacar de las tinieblas del paganismo á los míseros habitantes del Nuevo Mundo,

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Jlevarlos á la luz de la verdad cristiana é infundirles en eJla altísimos principios de moral y de arreglo y bondad de costumbres, este fué el objeto principal de los espa­ñoles en su conquista de América.

En la primera expedición parece evidente que no fué ningún sacerdote ó eclesiás­tico entre los compañeros de Colón. No así en la segunda y en las posteriores; pues cuando los ReYrs tuvieron noticia del ancho campo que se ofrecía á la predicación, promovieron entre las órdenes religiosas el noble afán de trasladarse á América para que se aplicasen aJlí á la conversión de los indios. De una de las primeras expedi­ciones formó parte aquel P. Román Pane, que, á esfuezos de su santo celo, aprendió tan señaladamente, y en menos de un año, la lengua del Macoriz, que pudo instruir con eJla, las verdades del Cristianismo, á las familias indígenas. Este sacerdote puede decirse que fué el primer europeo de quien particularmente se sabe que habló una lengua de América.· En pos de él regís tras e una serie innumerable de misione­ros espalloles y portugueses, pertecientes á todas "las órdenes monásticas; los cuales penetraron el mecanismo admirable de los idiomas y dialectos americanos; expusie­ron la senciJlez de sus radicales, representadas muchas veces por una sola letra; tra­taron de la riqueza de formas de sus verbos y de su artificio maraviJloso, mediante el cual expresan, con inflexiones particulares, las relaciones entre el sujeto y la ac­ción, entre aquél y los objetos; recogieron tesoros de voces y de frases y alcanzaron, en fin, la mayor parte de eJlos el dón precioso de poder hablar á los naturales, en su misma lengua, con la misma extensión y riqueza de figuras elegantes, de compara­ciones sencillas y poéticas, de expresiones sublimes y enérgicas con que es fama que los puelches y araucanos hablaban á las muchedumbres.

El número de misioneros españoles, de cuyas obras filológicas se tiene noticia, es considerable, puesto que fueron objeto de su preocupación y estudios todos los idio­mas de las comarcas del nuevo continente en donde ejercieron su apostolado. Sus nombres constituyen uno de los capítulos más gloriosos de la historia eclesiástica, política, colonial y científica de España. Fr. Juan Ramírez ó Fr. Juan Ribas (pues no se sabe de cierto cuál de los dos fué su verdadero autor), componían en 1537 la primera Doctrina ó Exposición soóre los Artículos de la Fe, en lengua mexicana, y en los dos inmediatos años siguientes, secundábanles en igual empresa Fr. Toribio de Motolinia ó de Benavente, y el primer Arzobispode México D. Fr. Juan de Zu­márraga, autor de la primera obra impresa en el Nuevo Mundo; en tanto que fray Francisco Ximénez, como los anteriores también franciscanos, componía la pdmera Gramática y el primer Vocafmla1'zo dei idioma azteca . Era mediado apenas el si­glo XV!, cuando otro religioso de la misma orden, Fr. Alonso de Molina, ponía en el punto de su perfección el Arte de la lengua nahuatI y levantaba á la civilización azteca grandioso monumento con su DicCIonarIo, en donde reunió por sí solo nada menos que veintinueve mil palabras, reveladoras de la milagrosa paciencia, estudio, observación y perspicacia de aquel insigne y modestísimo misionero que, para enca­recer su obra, limitábase á decir en el prólogo: «Dios sabe el trabajo que me ha

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costado.» Nada se ha dicho en más de tres siglos, sobre filología mexicana, supe­rior á los trabajos de Molina, los cuales apenas han sido igualados. Cuantos han in­tentado estudiar ó escribir acerca del mexicano, á ellos han tenido que recurrir. Así lo comprueban, con algunas excepciones, las obras de Fr. Pedro de Gante (1553 ), fray Domingo y Fr. Juan dela Anunciación (1565,1575), Fr. Juan de Ayora, fray Melchor de Vargas ( [576 ), Fr. Juan de Gaona (1582 ) , Fr. Bernardino de Saha­gún (1583 ), Fr. Luis Rodríguez, el P. Antonio del Rincón ( 1595) , Fr. Elías de San Juan Bautista, carmelita descalzo ( 1598 ) , Fr. Juan Bautista, franciscano ( 1599 ) , fray Alonso Rengel, D. Pedro Arenas ( 1611), Fr. Juan Mijangos ( 1624) , Fr. Die­go Galdo ( 1624) , Fr. Miguel Val ( 1640), el P. Horacio Carochi ( 1645 ) , Fr. Agus­tín Betancourt ( [673 ) , D. Antonio Vázquez Gastelu ( 1689) , Fr. Manuel Guerra ( [699 ) , Fr. ~1anuel Pérez ( 1713), D. Manuel Santos Salazar ( 1714), Fr. Francis­co Avila ( 1 717 ) , D. Carlos de Tapia y Centeno ( 1753) Y D. José Agustín Aldama y Guevara ([ 754).

No menos que el nahuatl fueron estudiados los demás idiomas de la Nueva Espa­ña, más Ó menos afines á aquél: el huasteco por Fr. Andrés de Olmos ( también au­tor de una gramática mexicana en 1547 ), F r. Juan de Guevara ( 1 548 ) , F r. Juan de la Cruz ( 1571 ) Y D. Carlos de Tapia y Centeno ( 1753) j el tarasco por F r. Juan Bautista de Lagunas ( 15,4) y Fr. Juan de Medina ( 1577); el otomí por Fr. Mel­chor de Vargas ( 1576) , Fr. Alonso Rengel, Fr. Pedro Castillo, el P. Horacio Ca­rochi ( 1645 ) , D. Francisco Aedo ( 1731 ) , D. Luis de Neve y Molina ( 1 767 ) y fray Antonio Ramírez ( 1785 ) ; el mixteco por Fr. Domingo de Santa María (1560 ) , fray Benito Fernández ( 1 567 ) , Fr. Antonio de los Reyes ( 1593 ) , Fr. Francisco de AI­varado (1593) Y Fr. Martín de Acevedo; el mixe por Fr. Francisco Bejarano y fray Marcos Benito ó Beneitoj el totanaco por Fr. Andrés de Olmos ([55 0 ) Y Fr. Fran­cisco Toral; el zapoteco por Fr. Pedro de Feria (1567 ) , Fr. Juan de Córdoba ( 1578) , fray Pedro Cueva ( 16°7 ) , Fr. Cristóbal Agüero ( 1666 ) Y Fr. Vicente Villanueva; el guasave por Fr. Fernando Villafañe; el chichimeco por Fr. Diego j)íaz Pangua ( 1631 ) ; el chontal por Fr. Diego Carranza; el matlaltzingo por Fr. Andrés de Cas­tro ( 1570) Y Fr. Diego Basalenque; el cora por el P. José Ortega (1729), el chu­chón por Fr. Bartolomé Roldán (1580 ) ...

Estudiaban también el timuiquano de la Florida Fr. Francisco de Pareja ( 16'[ 4) Y fray Gregorio Movilla ( 1613 ) ; y el maya de Yucatán Fr. Luis de Villalpando (1598) , fray Antonio de Ciudad R eal, Fr. Diego de Landa, Fr. Juan de Acevedo, Fr. Juan Coronel ( [620 ) , Fr. Gabriel de San Buenaventura, Fr. Bernardino de Valladolid ( 1650) Y Fr. Andrés de Avendaño. Todas las lenguas de Guatemala: el utlateco, el chiapaneco, el zoque, el tzendal, el kiché, el cakchiquel, el tzutuhil, el mame, el chinanteco y sus dialectos, proporcionaban á la vez vasta materia en que ejercitá­ronse D. Francisco Marroquín ( [556 ) , Fr. Francisco de Cepeda ( 1560) , Fr. Juan de Torres, Fr. Francisco Parra ( 1560) , Fr. Pedro Betanzos, Fr. Marcos Martínez, fray Francisco Saravia, Fr. Agustín Avila, Fr. Dionisio de Zúñiga, Fr. Pedro Cal-

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va (16ro), Fr. Pedro Sotomayor ( 1625 ), Fr . Diego Reynoso (1614), Fr. Juan de Vico, Fr. Francisco Viana, Fr. Benito Villacañas y Fr. Alonso Flores (1713). No era menor la pericia y diligencia de nuestros misioneros de la América meridional. Ponían en arte las más peregrinas hablas de Venezuela y Nueva Granada, Fr. F ran­cisco de Tauste (1680), Fr. Matías Ruiz Blanco (1683), Fr. Manuel Yangues ( 1683), Fr . Francisco de la Puente ( 17°3 ), F r. Joaquín de Alquezar (1703), fray Esteban de Arizala ( 1 703) Y otros muchos para quienes no tuvo secretos ninguno de los dialeGtos caribes: el saliva, el chiricoa, el betoya, el ayrica, el chayma, el ji­rara, el achagua, el sarura y cien más, que así se hablaron, por modo raro é inex­plicable, en las regiones de la Florida, como en las pampas chilenas. Las lenguas del Orinoco, Paraguay, Río de la Plata, Tucumán y las muchísimas del Ecuador no se escaparon tampoco á la investigación de los civilizadores de América. Los cuales apuraron el conocimiento de las cuatro pri'lcipales ramas lingüísticas de la América meridional, á juzgar por las obra que hasta nosotros han llegado. Así el chilidugu se conservará siempre en las obras del P. Gabriel de Vega ( 1600) y del P. Andrés Febres (1765); el guaraní, el tupi y los demás idiomas brasileños podrán en todo tiempo estudiarse con perfección en 1M de los PP. Juan Azpilcueta Navarro (1550), José de Anchieta ( 1595 ), Antonio de Arauja ( 1630) Y Antonio Ruiz de Montoya ( [639); el aymara conocido fué á maravilla por el P. Ludovico Bertonio ( 1612 ) , que, aunque nacido en Italia, vivió más de cuarenta años en las misiones españolas, y por el P. Diego de Torres Rubio ([6°3) Y Fr. Luis Jerónimo de Ore ( [598 ) ; Y el quíchua, en fin, dió origen á admirables estudios compuestos por los ya citados PP. Torres Rubio y Ore, y por Fr. Domingo de Santo Tomás (156o), el P. Alon­so de Bárcena ( 1584)' Fr. BIas Valera, Fr. Diego Ortiz, D. Fernando Murillo de la Cerda ([ 602) Y el l' Diego González Holguín (16°3), á quienes la posteridad ha considerado como maestros en la lengua del Inca .

Ningún idioma, por extraño y bárbaro que pareciera, dejó de ser sabido y apro­vechado por los civilizadores de América. El cuadro puesto al fin de esta Bibliogra­iza de las lenguas del nuevo continente, cuyas leyes han penetrado los españoles, portugueses y modernos americanos, testificará la importancia de la obra ejecutada por aquellos varones humildes é insignísimos. La lingüística no ha llegado aún á aquel punto ó colmo de perfección necesario para poder clasificar de un modo cien­tífico millares de idiomas ( pues á dos mil hácese llegar su número), algunos de los cuales, á pesar de hablarse en las inmediatas opuestas márgenes de un mismo río, son entre sí totalmente diversos. Limítanse, por consig!liente, los autores á la formación de grupos geográficos, ya se habrán podido colegir de la enumeración que hemos hecho de ' los más señalados autores de libros de filología indígena americana. Por esto, y por la imposibilidad científica que hoy día impide adoptar otro método más racional, nos ha parecido más aprovechable al estudio la ordenación alfabética de los idiomas americanos, no sin indicar en ella, así los dominios topográficos de las diferentes hablas, cosa es ciertamente indispensable en todo estudio glotológico

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de esta naturaleza, como las indudables conexiones que existen entre varios idiomas ó entre dialectos procedentes de un mismo tronco.

En el cuadro á que nos venimos refiriendo, se verá que pasan de setecientos los idiomas y dialectos de que se tiene noticia de su contextura gramatical .y de su vo­cabulario, gracias á los escritos de los espal'ioles y portugueses; y cuanto se ha dicho sobre la materia, ha tenido generalmente que fundarse en las observaciones de aque­llos autores.

Muchos de estos idiomas se extinguieron después de la conquista; otros hablá­ronse en las misiones hasta fines del siglo XVIII; de parte muy considerable de ellos hoy no se conservarán tal vez más vestigios que las palabras que acaso pronuncien los papagayos educados por los indígenas en los bosques del nuevo continente.

Si tan copiosos materiales han llegado á nuestras manos á pesar de la distancia, del tiempo y del poco afán que tenían los religiosos, aconsejados de la cristiana mo­destia que los movía, para perpetuar sus trabajos, i cuán grande ha tenido que ser esta obra de la ciencia cristiana y española I

Aun con estas deficiencias y todo, es seguro que sin las lucubraciones filológicas de nuestros misioneros, que constituyen la base indispensable y necesaria de la etno­grafla de una porción importantísima del género humano, la ciencia moderna no ha­bría nunca podido estudiar las diversas lenguas del Nuevo Mundo, fijar su filiación científica, ni resolver muchos de los problemas de la lingüística. Las observaciones históricas y las leyes propuestas por Pickering, Duponceau, Humboldt, Lieber, Gal­lantin, Gilmary Shea, Lacombe, Washington Mathews, 13rasseur de Bourbourg, Stoll, Heldiwald, Tschudi, Hammond Trumbull, Ludewig, Kleinschmidt, Friederich l\1üller, Lucien Adam, Alphonse Pinart, el Conde de Charency, Brinton, Pimentel, Orozco y Berra, y otros insignes filólogos, arqueólogos y etnógrafos, arrancan más Ó menos directamente de ese archivo inmenso que el empirismo español de tres si-glos dejó constituído. .

No desconocemos, sin embargo, que, considerados aisladamente muchos epítomes ó gramáticas, serían insuficientes para conocer y juzgar de las lenguas americanas. Porque , si nos referimos, al nahualt por ejemplo, dícese en las artes de los padres Rincón, Galdo y Betancourt, que tiene las cinco declinaciones y los seis casos de la lengua latina; el P. Carochi escribe que no cuenta aquel idioma más que con cuatro declinaciones y el P. Avila que con cinco, aunque cada nombre puede ser declinado según cada uno de ellos; y, por último, D. Carlos de Tapia y Centeno nos enseña que todos los nombres Dlexicanos son indeclinables. Pero no son ciertamente estos los fines, ni el método, ni los procedimientos de la lingüística; la cual, comparando aquellas diversas gramáticas, fundadas muchas de ellas en el plan de la latina de Nebrija, porque así lo exigía el gusto y la educación filológica de los tiempos, yayu­dándose de los riquísimos tesoros lexicográficos acopiados por nuestros antecesores, ha podido formar verdadera y ajustada idea Jo mismo del azteca, que de Jos demás idiomas americanos, trazar luego sus caracteres generales, darles un pues(o separado

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REVISTA ILUSTRADA 65

en la clasificaci6n glotol6gica universal, y deducir leyes utilísimas para diversos órde­nes científicos.

Los modernos han descubierto, en efecto, otro nuevo mundo en los lenguajes hablados por los indios de América. Así se ha visto que desde la Groenlandia hasta el cabo de Hornos, había un riquísimo conjunto de idiomas, en cuyas formas ó es­tructura predominaban ciertos rasgos de carácter general. Porque, así como en el antiguo continente todas las lenguas habladas desde el Ganges hasta el mar Atlán­tico, han sido reunidas en una familia denominada indogermánica ó indoeuropea, en donde las formas gramaticales de aquéllas eran entre sí diferentes, aunque las pala­bras tenían ciertas analogías, sucede en cambio en el mundo lingüístico americano, que el sistema gramatical es muy semejante, aunque las afinidades verbales no exis­ten. Sus procedimientos gramaticales son los mismos, y la regularidad que en casi todos ellos predomina es admirable. El carácter esencial de ellos consiste en la ex­presión del mayor número de ideas, y á veces de una frase entera, en una sola pa­labra. En tanto que el griego y el latín se valen de sus inflexiones; y el copto, el hebreo y las lenguas semíticas de sus afijos y sufijos; y el chino de la unión de par­tículas significativas, los idiomas americanos, intercalando sílabas y uniendo simples letras procedentes de las expresiones que han de sumarse al tema 6 raíz, forman una oración en un solo vocablo. De este modo pueden cambiar la naturaleza de todas las partes del discurso, haciendo de un verbo un adverbio y un nombre, 6 de un adjetivo ó un sustantivo un verbo; y les es posible representar á sus verbos mu­chedumbre de ideas accesorias mediante pequeños cambios de sílabas prefijas ó in­tercaladas .

No quiere esto decir que no haya también en las formas gramaticales de estos idiomas algunas diferencias; pues algunas tienen gran número de partículas que fá­cilmente se pueden reunir; otras poseen porción de elementos simples sometidos á reglas fijas, y los emplean con más arte, como sucede, por lo general, á los indios sedentarios que superan 6 aventaj<lt!' á los nómadas en el método y regularidad de sus lenguas.

Ni tampoco hay que olvidar que determinados idiomas, como el otomí, el maza­hua y el pame, más bien pueden considerarse como lenguas cuasi monosilábicas que como lenguas p.ropiamente polisintéticas, incorporantes ú holofrásticas, que son los nombres con que se ha distinguido, en vista de los caracteres antes señalados, al grupo glotológico americano.

Esas mismas diferencias han servido para seJíalar á insignes escritores el camino por donde han encontrado ciertas semejanzas entre las lenguas americanas y las del grupo monosilábico, yaun entre muchas voces del cachiquel, del quiche y del zuthuil, no procedentes del maya, y otras del sajón, del danés y del flamenco, á fin de de­ducir de ahí argumentos relativos á las emigraciones que quizá se sucedieron desde el Asia al nuevo continente por el estrecho de Behering, y á la tan debatida cuesti6n de haber habitado los europeos la América en tiempos precolombinos.

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66 EL CENTENARIO

Por estos procedimientos la crítica moderna ha sabido encontrar -en los idiomas aborígenes de allende el Atlántico, no ya sólo nuevos dominios glotológicos que han ensanchado los horizontes de la ciencia, sino que de ellos se ha servido para escla­recer la teoría de las raíces y la metafísica del lenguaje; para destruir de los ídolos glotológicos y los principios equivocados á nuestro juicio, que establecían una uni­dad lingüística primitiva, condenada por la razón y por los hechos; para juzgar con acierto la teoría de las tres fases de desenvolvimiento en la historia del lenguaje; para ayudar eficazmente al estudio de la mitología comparada y á la ciencia de las religiones; y para completar muchas ramas del conocimiento humano.

No creemos oportuno fatigar la atención con mínimos detalles y ejemplos que pu­dieran ser abundantfsimos, pero que tienen su lugar en el cuerpo de esta obra.

Parécenos que basta con cuanto aquí se ha indicado, y, sobre todo, con la más ligera lectura de este libro, para demostrar: 1" Que no fué la menor, ni la menos importante de las influencias que el descu­brimiento del Nuevo Mundo ejerció, así en el orden material como en el moral é in­telectual, la promovida en la ciencia de la lingüística, la cual no podría llegar jamás á aquel punto de perfección que todavía le espera, á pesar de sus maravillosas con­quistas, si la empresa de Cristóbal Colón no hubiera tenido feliz resultado;

2. o Que á españoles y portugueses puede decirse que se debe casi absolutamente, no sólo el copiosísimo fomento de la etnografía filológica, sino la formación y el plan primero de esta ciencia, cuya gloria nunca podrá ser disputada á nuestro Hervás; y

3. o Que el Cristianismo ha promovido y acrecienta sin cesar esta fase del conoci­miento humano, porque si en remotos tiempos los discípulos del Divino Maestro fueron á predicar por todas partes la verdad revelada, hoy todavía el navío del mi­sionero cruza los mares para llevar hasta las más apartadas y miserables islas, en donde no se oyen los acentos de ninguna lengua hablada por hombres civilizados, la luz de la cultura cristiana, del conocimiento humano y del perdón divino.

Réstanos, por último, decir algo respecto del método con que ha sido compuesta esta Bibliografía. En ella hemos coleccionado cuantas Gramáticas, Vocabularios y listas de palabras y frases, Catecismos de la doctrina cristiana y Manuales para ad­ministrar los Santos Sacramentos, Sermonarios, libros piadosos y todo linaje de trabajos, así impresos como manuscritos, que dicen relación á los idiomas indígenas de América, y han sido compuestos por los castellanos, portugueses y ciudadanos de la América latina, desde el siglo XVI hasta nuestros dlas. Titulamos el libro Bi­bliografía espmío/a, así porque española se llamará siempre la literatura de tod{)s aquellos pueblos que hablan las lenguas de Cervantes y de Camoens, como porque Portugal y la América latina han vivido por largo tiempo sometidos á la corona de nuestros reyes, en los tiempos más gloriosos de nuestra historia. Inclúyense tam­bién las obras escritas en nuestra edad clásica por algunos misioneros que, aunque nacidos en Italia, Alemania ó Flandes, pasaron gran parte de su vida entre espa-

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REVISTA ILUSTRADA 67

fioles, y e,pañoles fueron en verdad, y llegaron á poseer el idioma castellano con mayor perfección y elegancia qtie el propio y nativo.

Las dificultades de haber á las manos hoy, por su peregrina rareza, muchos de los libros de estas materias y la desaparición absoluta de gran número de ellos, que no llegaron á imprimirse, son razones que nos aconsejan la división de esta Bióliogra­(ia en dos partes. Comprende la primera, por riguroso orden cronológico agrupa­das, todas las obras en que se consigna la fecha de su impresión, composición ó copia. Porción muy considerable de ellas, van descritas teniéndolas á la vista, aun­que así en estas papeletas como en todas las restantes, citamos siempre las biblio­grafías, catálogos ú obras de otra clase, en que se registran ya breve, ya detallada­mente. Copiamos de los preliminares y del texto de los libros aquellas noticias, ya biográficas ó históricas, ya referentes al genio de las respectivas le~guas, que nos han parecido curiosas é interesantes. También sefialamos á continuación de cada nú­mero (excepto en los del siglo XIX) las bibliotecas públicas ó particulares de Espalía y del extranjero, en donde hemos examinado los ejemplares impresos Ó manuscri­tos, ó en donde tenemos noticia de que existen .

• La segunda parte la forman las obras que carecen de fecha determinada, ó de las que solamente se sabe por los cronistas y biógrafos que se compusieron, sin que manuscritas ó impresas hayan llegado hasta nosotros. En esta parte hemos agrupa­do los trabajos por orden alfabético de autores, en los respectivos siglos, concluyen­do con una sección de obras cuya época precisa de composición no ha podido selía­larse con seguridad. Nos ha parecido útil y oportuno para formar idea aproximada de las fechas en que tales obras han podido escribirse, indicar breves noticias bio­gráficas de los autores, de quienes hemos podido lograrlas.

Concluimos con un cuadro alfabético y geográfico de l?s lenguas de que tratan los autores citados en esta bibliografía, del cual ya hemos hecho mención anteriormente, y cuya importancia para los estudios glotológicos es por sí manifiesta. Dos tablas más completan el libro: la una, de todos los autores, traductores y obras anónimas; la otra, de los censores, aprobantes, encomiadores y protectores citados en los libros de los siglos XVI, XVII Y xvm.

En fin, no queremos dar término á estas notas Ó apuntamientos preliminares sin pedir á los discretos lectores que se sirvan comunicarnos las omisiones que noten en esta Bióliograjia, á fin de que pueda lograr mayor perfección un estudio que nos ha inspirado, no la confianza en nuestras fuerzas, sino el deseo de esclarecer uno de los puntos más curiosos yal propio tiempo más ignorados de la antigua cultura espalíola.

Ik CONOB 01: LA VI~AZA

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