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PANEGIRICODE SAN VALERO

OBISPO DE ZARAGOZA,Ü U E

E N SU SA N T A IG L E S IA M ETRO PO LITAN A;

DEL SALVADORD I X O

EN EL DIA 29 DE ENERO DE 1803

EL Dr. DON JOAQJJIN MAZOD,Racionero de M en sa, Vicario de la Parro­

quia de dicha Sta. Ig lesia , Examinador Sinodal de su Arzobispado.

Se imprime á beneficio de la Congregación de NueS-: tra Señora de Gracia de Seglares Siervos de

los Pobres Enfermos del Sto. Hospital R eal y General.

. Con lie. E n Zarag , : Por Mariano Miedes.

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Ecce Sacerdos Magnus. Eclesiast. cap. 50. He aquí un Sacerdote Grande.

A Sacerdocio de la L e y Mosaica daba un carác­ter de verdadera grandeza á sus Pontífices. Qué de­bió parecer à los ojos de Israel su primer Sacerdo­te Aaron el dia que conducido por Moyses y acom­pañado de sus. hijos se presentó por la primera vez á la puerta del Tabernáculo para recibir la unción sagrada? Representaos mis hermanos las Llanuras inmediatas al Sinai cubiertas de la inmensidad de Tiendas capaces de contener un Pueblo que con­taba mas de seiscientos mil G uerreros, en su centro el grandioso Pavellon diseñado j y erigido según el orden del mismo Dios y todo aquel inmenso Pueblo fuera de sus Tiendas para presenciar la augusta ce­remonia ; y que en medio del silencio y del pro­fundo respeto que debia infundir el cumplimiento de la vocacion del Todo-poderoso Moyses que lo representa , reviste á su hermano con las vestiduras de su dignidad señaladas también por el Señor. N o puede leerse el Capitulo octavo del Levítico sin un sanio entusiasmo : Víctim as, Panes5 Balsamo^ Incien­so > todo eleva al espíritu. Y quando ai octavo día cumplidas las ceremonias de su consagración tomó Aaron en sus manos el c u c h il lo , y degolló las pri­meras Victimas > y la gloria del Señor llenó el ta­bernáculo , y el fuego del Cielo consumió el Ho­locausto que debió parecer Aaron k los ojos de Israel? Ni sus descendientes perdieron de su gran­deza llamados también por el Señor herederos del Sacerdocio y de sus funciones. Ellos solos podían penetrar el lugar santo de donde el Eterno dicta­ba sus Oráculos. Ellos eran los depositarios y los

In-

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Interpretes auténticos de la L e y , ellos eran los Vice- ü io s en la Casa de Jacob. Pero su vocacion , su dig­nidad , sus ornamentos , asi como el tabernáculo y deípues el templo , sus víctim as, sus ceremonias 5 su cor.sagracion , sus p rerogativas, todo verdadera­mente gran de, no era sino tigara. Y si el tiempo me permitiera cotejarlas con la realidad, adroirarias sin duda , y glorificarlas la sabiduría de nuestro Dios, que baxo emblemas tan magníficos figuraba el nue­v o , y eterno Sacerdocio de Jesu-Christo. Sacerdo­cio no solo r e a l , sino divino. Ministros de J. C. , y dispensadores de sus Misterios , los Sacerdotes tie­nen en sus roanos por participación lo que el Sumo Sacerdote por naturaleza todo el poder en el C ie­lo , y en la tierra. Christianos que los observáis con un ojo maligno abrid los ojos de la fé , y se­guidlos en sus funciones : ellas os harán conocer la grandeza de vuestros Pontífices , y os dictarán el profundo respeto con que debeis mirar los Christos, los Ungidos del Señor. S egu id los , y vereis-sus ma­nos ya levantadas al Cielo para atraher sobre voso­tros el rocío celestial que fecunda vuestras almas, ya extendidas , ya puestas sobre cabezas sagradas comunicar á las almas caracteres augustos, é in­delebles de p o d e r , ya marcando las frentes de las ovejas del Señor con un nuevo sello que Ies dk valor y fuerza para vencer á sus enemigos , y para confesar el nombre de quien esperan su salud. Q u é grande es un Pontífice quando en medio del eco sagrado de los cá n ticos , t>añadas sus roanos en la sangre del Cordero ofrece al Omnipotente el tre­mendo Sacrificio , y quando consagra al Señor los vasos que han de contener la carne y sangre de la Víctima de valor infinito ! , qué grande quando in­voca el espíritu del Señor sobre los elementos que obran vuestra regeneración, que fortalecen vuestro espíritu en vuestro destierro, que lo purifican, lo un­gen el último combate contra el poder de las tinie­blas al vuestra peregrinación! Qué respeta­

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íble es un Pontífice quando desatalas éad en asd ela Esclayitud, y abre las puertas del Cielo cerradas al pecado , y quando fulmina rayos contra los peca­dores rebeldes 3 y con sus anatemas los entrega á Satanás! Qué grande vuelvo otPa vez à decirlo es un Pontífice quando en medio de k s ceremonias mas augustas hace baxar sobre edificios materiales la g lo ­ria del S eñ or, dedicándolos solemnemente a su santo nombre ? y convirtiendolos desde entonces , en tronos de la Magestad de Dios en lugares de Propicia­c ió n , en Ciudades de asilo ,e n imágenes del Cieioí Pero si fanciones tan divinas exigen de nosotros la veneración mas profunda, qué santidad, qué fuer­za } qué perfección no piden en los que son con­sagrados para exercerlas? Y si ellas los hacen tan grandes à los ojos de los hombres j, qué grandes los harán á los de Dios quando son desempeñadas d ig­namente y y según su espíritu? San Agustin lo ha dicho : Nada hay tan difícil 3 tan laborioso , tan p e ­ligroso 9 pero nada tan feliz á los ojos de Dios si se milita como el Supremo Emperador lo manda. Asi militó vuestro Santo Obispo y Patron San Vale­ro. El supo según el encargo de San Pablo i Tito com o debia conversar en la Casa de Dios : él lo supo 5 y él lo practicó haciéndose grande. Sacerdo­te grande en la presencia del Señor por la Santi­dad con que se hizo digno de su vocacion y por el zelo con que desempeñó los debéres de su Mi­nisterio. Ved ahi mi asunto. Sacerdos M agm s. Para que yo corresponda á su dignidad y y a- vuestra es- pectacion , ayudadme à pedir el auxilio del Epiri- tu Santo por intercesión de la SS. V ir g e n , saludan- dola con el AngeL A V E MARIA,

I-> a Santidad no depende de las circunstancias j ni d f l tiempo. Dios que formó con una palabra la luz de las tinieblas , y puede si quiere convertir las piedras en hijos de Abraham ha sabido también ha-

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cer ApostoJee “de tm Salúo -per^gDidor 5 y- de 'wn Mateo pubiicano : Qué eran CipTiüao y Agustin? Ellos Jo dicen en ,su« Confesiones , y en su Carta á Donato ; el uno incrédulo 3 y el otro g e n t i l , y ellos son. lumbreras de la Iglesia. L a Gracia , por otra parte excelente obrera se cpxnplace muchas ve- £es en acabar de un golps la obra para que otras emplea muchos años. Es verdad. Señores; pero yo sé que los Libros Santos nos combidan á llevar des­de nuestros primeros años el yu go de la L e y , y Jios aseguran que el hombre seguirá en la edad mas avanzada el camino que habrá emprendido en 6U niñez. Es menester salir en el Desierto á coger el Maná antes que el calor de las pasiones derrita, y consuma en el corazon el rocío del Cielo : y la gracia ordinariamente observa la economía de la na­turaleza. N o se hicieron Atletas invencibles los que se acostumbraron á una vida afeminada. L os C e­dros que sirvieron á la construcción del templo llegaron por grados á su mayor e levación, y antes que el grano de mostaza llegue á abrigar en sus frondosa« ramas ias A ves del Cielo , por valerme de la Parabola .de mi Salvador , es menester que es­té cubierto en la tierra , que se desarrole , que pu-

Jule , y que crezca á beneficio del cultivo > y del .riego. Asi se formó e l Santo Prelado Valero > y asi ■;$e hizo, digno de su v o e a d o n , y desempeñó sus de- -béres>

Una cuna Consular rodeada de los blasones mas augustos le transmitió aquel espíritu generoso y y magnánimo que sometió todo el universo á la an-

4lgu^ R.9ma 5 y que rectificado en él por la gracia del Saívador le dispuso ,á las,mayores empresas. Uní educación correspondiente á su alta extracción, un índole afable compañero de la sencillez , unas lu­ces superiores , unas modales gratas > un natural pa­cifico , hicieron de él la espectacion de Zaragoza.

¿Qué no hubiera él podido prometerse si hubie­ra queridp. hacgf tescigo á ia Metropolí de su

nié-

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mérito? Roma le hubiera admirado > y- aun en me­dio de su corrupción y decadencia hubiera recono­cido en é l , y premiado los distinguidos servicios de sus ascendientes hechos a la P atria , y releva­dos por sus prendas personales. Pero lejos de in­tentar hacerse conocer en la Cortt del Imperio re- * nuncia hasta la esperanzas de figurar en su ■ Paíria*‘* quiere mas vivir abatido en la Casa de Dios j que- habitar en los Tabernáculos de la im piedad, y se­pultando todo afecto terreno se confina en el tem ­plo. Desde aqui comienza à brillar nías su verda—í dera grandeza. Sacerdos magnus. Y o me lo repre-^ sento baj*o la- disciplina del irreprensible Póntifice- Felrx apUcaOs) al estudio de los L ibros S a n to s , y en su meditación profunda hacer aquellos maravi—' liosos progresos que lo acreditaron insigne en l a ’ doctrina, y en la piedad. Este Joven Samuel se. ocupa en la L ey del Señor én qué ha-de juügar ntr dia la Congregación dél Pueblo Santo y en ella aprende los debéres de un Levita puro^ de un Sa­cerdote separado de los pecadores , de un Ministro inconfusible por hablar con S. Pablo a Thimoteo.

Eritretanto lo disponía el Señor para colocar so­bre el candelero su l u z , cuyo resplandor ocultaba su modestia. El llora la muerte de su Maestro de aqurl generoso defensor de la fé , en frase de S. C i­priano 5 que tanto lustre habia dado à esta Iglesia , y mientras él swspira su pérdida? el Cielo que ve le­vantadas acia étsus manos para implorar su protec­ción sobre este Pueblo grava su nombre en la serie de sus; Succesores. Aún no se habian enjugado los ojos del Clero 5 y del Pueblo en dolor tan-amargo quando todos los fixan en Valero para poner en sus manos el' timón de esta Nave , que en breve debia Ser agitada por las mas furiosas tempestades. Estre­mecióse al encargo , y exclamó como Moisés ¡quién soy yo! Ni se hubiera atrevido á cargar sobre sus hombros peso tan formidabl-e sino hubiera escuchado el mudo pero eficaz razonamiento del Clero y delPue*-

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b ío y que renovando sus lágrimas le decían. Aquí tienes a tu Iglesia afligida, ¿ rehusarlas consolarla? T u v o algún diade descanso desde los crueles de Ne­rón? Qué? huirías del trabajo que consigo lleva su conducta? Y á que te retiraste al Santuario? No te inspira valor la sangre de los que te han precedi­d o y si es preciso que tu la derrames , no la der- ramarémos nosotros contigo? He! conforta tu co ra- zon Sacerdote grande ; no temas confortare Sacer-^ ávs magnus. E l espíritu del Señor estará coníigo> y el esplendor de esta Iglesia llegará à su mayor gloria baxo t u . dirección. Spiritus meus erit in me-- dio vestrurn y et implebo Domum istam. gloria.

Qué de objetos se presentan aqui á la vez á mis ojos! Qué amor en Valero á sus ovejas. Y o le veo correr su Obispado j y como una Nube benéfica llevar el co n su elo , y la abundancia à todas partes. Y o le veo en medio de los Fieles lleno de la bon­dad del Sacerdote eterno no prevalecerse de su su­perioridad sino para hacerles suave el y u g o de la L e y con sus exemplos : aqui derramando las San­tas profusiones en el -seno d e l p o b r e , alli conso­lando en el lecho de su dolor al mismo enfermo^ allá alentando en la carrera, á las Vírgenes consa­gradas al Señor : ya distribuyendo la leche de la Doctrina á los Catecúmenos , ya introduciendo en e l Santuario de. las verdades mas elevadas á sus dis­cípulos , y por todas partes haciéndose todo á to­dos , por ganarlos á todo«' á J. C. Pero acaso rae apoyo sobre congeturas, y estas ideas no serán hi­jas sino de la general de los Obispos de aquellos felices tiempos. Es verdad , Señores y nuestros ma­yores mas ocupados en imitar las virtudes de sus Pontífices que en hacer pasar su memoria á la pos­teridad nos privaron del mas precioso tesoro j ó si nos lo dexaron lo consumieron las vicisitudes de la Nación. Pero si es verdad que baxo el Pontifi­cado de Valero no hubo en el Universo Iglesia mas ñoreciente que la de entonces quando el

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fervor y la pureza de las costumbres eran el dis­tintivo de los Christianos, entonces quando cada Discípulo de J. C. era una viva imagen del Evan­gelio y qual debió ser la santidad de su Prelado pa­ra distinguirse mas por ellas que por su dignidad? En que grado no debió poseher Valero todas las virtudes para llevar a su Pueblo , y mantenerlo en la perfección , y para extenderla , y hacerla abrazar á los que no ¡a conocían.

Epoca feliz para Zaragoza, Hasta aquí esta B.isi— lica y la Capilla Angélica , y el Subterráneo de los Mártires han bastado para contener á los Fieles en su recinto : pero ahora que te gobierna VaL ro I- glesia Santa dilata el lugar de tu habitación dá mayor extensión á las Pieles de tu Tabernáculo y porque va á multiplicarse sobre manera el número de lus hijos. Admirable revolución! Ya havia visto Zarago­za desterrada la Idolatría de su seno y habitar á Christo en todas partes por hablar con nuestro c é ­lebre Prudencio; pero fué porque los Fieles llenos de una indignación Santa á vista de la destroza he­cha en el C lero havian desterrado á los Idolatras; mas ahora caen los Idolos de los Altares á manos de los que los havian fabricado y son el escarnio de los que poco ha les tributaban adoraciones. A d ­mirable revolución , seame permitido repetirlo y en que se vió todo el Pueblo adorar al Crucificado, convertirse los grandes y los pequeños , y dar la Iglesia saltos de placer por valerme de bella ex­presión del antiguo Misal Cesaraugustano.

Y aqui que consuelo el de vuestro Santo Obispo viendo la extensión p roü giosa del Reyno del Se­ñor dentro de su casa , pero que vigilancia para no poder ser reconvenido de que h^via multiplicado el Pueblo , mas no la alegría. N o s§ contenta con dedicar nuevos Lugares en que los Fieles se con­greguen á 1a participación de los Misterios Santos y á la instrucción en las verdades eternas. Su avan­zada edad sus trabajos Apostólicos, y la dificultad,

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y embarazo en el Organo de la Palabra le impH cien distribuir por si mismo la semilla Celestial. Sa­bía , como reflexionó despues un Santo Padre , ame-, naza de cerca el exterminio de la piedad y religi­ón ai Pueblo que por descuido de su Pastor pa­dece hambre de la Doctrina: oía al A p o s t o l : ai de mi sino Evangelizo 5 y obligado de la necesidad dió a la Iglesia de Occidente un nuevo exemplo con que suplió su defecto, si puede decirse asi con ven ­tajas. Vosotros prevenís sin duda mi pensamiento, y desde luego entendeis vo y á hablar de aquel or­namento de esta Santa Iglesia , y de todo el Ordea L e v í t ic o , del Diácono y Mártir Vicente. Valero lo elige para que como otro Aaron haga saber al Pu­eblo la palabra del Todo-poderoso , y le fia sus intereses inseparables de los de D i o s , y de la I g le ­sia. Elección que acreditó su talento en el.discer­nimiento de los Hom bres, y que puso á luces mas claras la grandeza de su Santidad , y de su zelo. E l lo havia formado desde sus primeros a ñ o s , y en él presentó á Zaragoza una viva imagen suya.

E l lo havia formado no con preceptos , estéri­les las mas veces , y que semejaiUes al sonido der •un instrumento armonioso alagan el oído mientras se escuchan ; pero que no dejan ninguna impresi-* G i l en el corazoa. Valero havia formado á Vicente con su exemplo. Sí Vicente edifica ai Clero por la pureza de sus costumbres , él las ha . copiado de Valero : Sí su modestia , y circunspección, santifican al Pueblo 5 él las debe á Valero : Si su eloqüsn- cía V a ro n il, y nerviosa á manera de un torrente impetuoso arrastra todo obstáculo , su caudal , lo ha lomado de Valero. Asi es como vuestro Patrón llenó las medidas de su Pueblo , tanto que no pu­do desearlo mejor , según el testimonio de la Igle^ sia qualem nec optare quidem Populas potuisset. Pero que ? el Pueblo no podía haberlo deseado mejor? el Pueblo tan difícil de satisfacer? el Pusblo que mur­mura apenas es elegido en R e y Saúl , e l Pueblo

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i quien no acaba de dar gusto un Moyses lleno de mansedumbre ? el Pueblo que no se da por sa­tisfecho con el candor de los Celestinos, con la sua­vidad de los Píos j con la Justicia de los Sixtos, ‘con la constancia de los C hrisóstom os, con la Dis­ciplina de los B o rrom eos, ni con la Santa profu­sión de los Villanuevas? el Pueblo?

Si Señores 5 el Pueblo. Qué mucho si vc-ían en él los Nobles un grande sin O rgu llo , y con dignidad, los Plebeyos un Prelado Popular , pero con cir­cunspección, los Pobres unas entrañas de Misericor­d ia , pero con discernimiento , los Perfectos un mo­delo de Santidad , y los Pecadores un Juez iodo

'demencia? Con qué tranquilidad con qué dulzura hu- viera él visto correr sus dias descansando en el amor de su Pueblo y en el zelo de su Coadjutor en los años apacibles del principio del Imperio de Dioclecia- n o , si Piloto prudente y experto no hu viera previsto que aquella calma semejante á las del grande Ooceano ter- ininaria en una desecha tormenta! La Nube formada en el Oriente era un anuncio funesto , pero segu ­ro de que todo el Imperio sería inundado de hor­ror , y de destrozos. N o tardó á resentirse el O cci­dente de su furor. España parecía estar al abrigo bajo la suave conducta de Constancio , pero este havia recibido orden expresa de conformarse con los E d ictos, y solamente Cesar no tenia bastante fuer­za para oponerse á su execucíon, aunque tan co n ­traria á sus principios re lig io so s , y á su clemencia. Era de caracter bien contrario el Gobernador que al efecto vino à España , Daciano : este Monstruo de­masiado conocido en nuestros Fastos Eclesiásticos cruel por temperamento, y por reflexión y política enemigo del Nombre de J. C. no pensó sino en sa­ciar su encono , y en complacer á los Emperadores.

Ya le havian visto Barcelona, y Gerona bañado com o un Tigre furioso en la sangre de las Eulalias, y los Félix , pero esto r.o havia sido sino ensayo. Su rabia lo llevaba con mayor impulso ácia otra par­

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te. T a eras Zaragoza el blanco de sns iras > porque tufé era bien conocida en todo el Imperio 5 y tu debí­as ser la principal escena de su furor. Qué hizo aqui el Venerable Anciano sabiendo que los edic­to s , se dirigían contra los Obispos particularmente? Pero y que baria? Padre y Pastor dejaría á sus hijos? abandonaría el Rebaño? He! lejos de su Espíritu magnánimo sentimientos de un alma mercenaria. R e ­dobló su zelo 9 recogió sus fuerzas cansadas bajo el peso de ia edad , y d é las solicitudes , y sabien­do que la Nave nunca necesita mas del Piloto que en tiempo de borrasca 3 aplicó al gobernalle con mayor tesón su diestra mano.

Com o un general por valerme de la compara­ción del Chrisóstomo en ocasion bien semejante a l aproximarse el dia de una Batalla decisiva todo lo pone en movimiento , y considera en su Exércíto qué trozo mantiene comunicación con el grueso> qué Legión y está bien pertrechada y qué Manipulo necesita de refuerzos : así me represento yo á n u ­estro Santo Obispo al arribo de Daciano à esta Ciudad. Venerables subterráneos que servíais de asi­lo á aquellas almas atribuladas , vosotros diréis me­jor que yo quales fueron las exortaciones Patheticas, las promesas s?gun los principios de nuestra R eli­gión , las lágrimas tiernas de nuestro Padre estre­chando entre sus brazos á nuestros Mayores para comunicarles su aliento. C o m o aconsejaría la caute­la á los unos 5 como moderaría la intrepidéz gene­rosa de los otros? com o consolaría á todos! Entre tanto los crueles ministros del ProconsuI iban en bus­ca suya. No tardaron en encontrar al que estaba bi­en prevenido, ni él tardó en experimentar el rigor del iniquo Presidente. Encarcelado con su Santo A r­cediano comenzó á beber el Cáliz amargo > pero suavizado por el valor de las primeras Victimas. Engracia 3 ó Engracia modelo harto olvidado d é la s Vírgenes Christianas de Zaragoza ! Lupercio > ó L u - ,3ercio á quien sin cesar debian estudiar sus Nobles!ge-

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generosos Compañeros de estos gloriosos campeo­nes , vuestra sangre fué el balsamo que templó ei d olor del corazon de vuestro Santo Obispo. Se lire- yó que aun desde la Cárcel inspiraba el Pastor va- Ibr á süs Ovejas j y se le privó del triste consuelo de verlus derramar su sangre.

Qué espectáculo el de esta Ciudad en el dia de su destierro! Aqui los Ministros del Santuario de­sechos en lagrimas en ei momento de verse sepa­rados de su g u ia , allí los Pobres abatidos porque iva á faltarles el piadoso Tobías que en medio de los Asirios hubiera hallado ingeniosos expedientes para aliviar su m iseria, y por todas partes el dolor, ios sollozos , el desconsuelo. Fué menester toda su constancia para no desfallecer á vista del espectá­culo de su Grei afligida que por ultima vez fixa- ba sobre él sus lastimados o jo s ; pero no la nece* sitó menos para sufrir las vejaciones de tan lar­g o viaje. El pudo decir con el Santo Obispo de Antíóquia Ign acio : camino de Z aragoza á Valencia lidiando con L?opardos que cumplen exactamente con el encargo que se les ha hecho de tratarme to­do lo peor que su barbarie les sugiera. Asi ca­mina , y asi llega al descanso q u e tiene prevenido, a los horrores de un calabozo. Si pudiéramos pe­netrar sus tinieblas qué nueve meses de tribulación! L i incomodidad 5 el hedor , la obscuridad , la gritería de una cárcel p ú b lica , los escarnios , los insultos, la falta de alimento para un Anciano que ya pasaba de los setenta! ah! no es esto lo que añige su co ­razon. Zaragoza , su amada Zaragoza hacía su mayor tormento. Si mira á lo pasado: su amor ásus O ve­j a s , la fidelidad de la Grei , sus sudores , y la abundancia de su fruto , y verse separado de tan fértil Viñi : si mira á lo presente la astucia , y brutalidad de D u i a n o , sus vivas diligencias para inutilizarla después de derribada la cerca : si á lo venidero sin esperanza da poder v o lv e r á cultivar­la : esto es lo q u e daspadaz^ sus e n trañ a s.Y guan­

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do considera q^iiealgdiio de losqiie'havia engendrado en J. C, prude peligrar:: He! No afiigas tu espi­rita con tus temores Santo Padre. Zaragoza perse­vera constante : ninguno ha perecido de los que te se havian encargado , ella ha triunfido del modo mss g lorioso , y es tan grande el numero de ics que han derramado su sangre por la f é , que no puede presarse con otro titulo que el de Innu-' merables.

Si la noticia de este Triunfo de su Pueblo llegó por entonces á sus oídos , ella bastó para llenarle de consuelo en medio de sus tribulaciones. Y en verdad que gloria puede igualarse en esta parte á la de Valero! é l havia ungido en Athletas á la mayor parte de los que vencieron, y á lodos los había armado para el combate con sus exhortaciones , y sus exemplos la Victoria puede llamarse suya. Su m ayor g o z o hubiera sido completarla mezclando su sangre con la de tantas Víctimas , pero el Sr. que­ría de él otra especie de Martirio menos cruel al parecer pero mas sensible. Su pública confesion de la fé con aquella constancia , con aquella libertad que inspira la iniíma convicción , y la gracia vic­toriosa de J. C indignò al Presidente , y le atrajo una Sentencia de Destierro. Qué golpe tan terrible! Conque ni le es concedida su disolución para unir­se c o n j . C- en el cielo , ni la vuelta á su Patria para congregar las reliquias dispersas d3 Isrra*U O largos años pasadas en la humildad de la C ruz! ó fatigas continuadas llevadas hasta la ancianidad , y.sin con­suelo sobre la tierra ! ah! Pablo decía que Dios lo ha^ - v i i consolado en su articcion en ÍVlaceionia con el arribo de su amado T ito 5 y Valero vé colmarse el Caliz de su tribulación con la Si^paracion de su amsdo Vicente! Siempre habia sido sus delicias; pe­ro quanto habría creciüo su amor á vista de la cons- tarcia conque habia sufrido con él nueve meses de c a d e n a s ,y del esmero con que este h ijo , este ami­g o habia procurado 5 olvidando sus sufrimientos,

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aliviar los de su Padre 3 y lo que es mas para Valero, á vista de la generosidad con que habia desprecia­do las promesas lisongeras^y las furiosas amena­zas de D a cia n o ! y ahora van á decirse un á Dios eterno? Si hay quien sienta la dulzura déla amis­tad , cu yo principio sea la R e lig ió n , y que no ten­ga otro fin que la gloría de Dios , él solo será capaz de formarse una idea del dolor de nuestro Santo Obispo ? cuya alma estaba unida á la de Vi­cente con lazo mas fuerte que la de David con Joña- tas. Ni como pudiera haver sobrevivido sin la dulce esperanza de reunirse con él un día en el seno de su D ios? Esta esperanza le conforta, ésta le ali­enta en los nuevos trabajos , en los nuevos despre­cios , en las burlas que vuelve á sufrir desde Va­lencia á Eneto , y ésta llena su corazon de aquel afan conque semejante á los Clementes en Cherson, á los Hilarios en F r ig ia , á los Chrisostomos en A r ­menia no halla descanso sino en su trato intimo con su Dios , y en la extensión del R eyno de J. C. Tan gran Sacerdote por su Santidad , y su zelo en e l Santuario j como en los Tribunales , en las Cár­celes como en los Caminos , en la Metropoli co ­m o en la Aldea en que se vé confinado. Allí ins­truye á los ignorantes aqui cultiva , alli siembra menor terreno j pero con igual esm ero, sabiendo que no es la grandeza de los objetos tanto como, la disposición de nuestro corazon , la que nos ha­ce grandes á los ojos de Dios. Alli se ocupaba de t\ en sus ocios Santos Ciudad de Augusto: Quan- tas vezes levantó por ti sus manos al Cielo > quan- tas veces te bendijo con sus brazos trémulos! E l sale á los cam inos, él pregunta á los Viajeros para saber no tus sucesos civiles sino el lugar que ocupas en el R eyno de Dios. Y si tanto le mereciste en su peregrinación , y estando distante > quanío no le merecerás ahora que está tan cerca de ti existiendo en la immensidad de Dios? O si el hallara en ti Ja justa correspondencia! Y o veo. á la verdad que vive

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todavía en v u e stra memoria. Y que conforme al -prjcepto dei A postol teneis presente â vuestro Pas­tor , a vuestro Patron , á vuestro Conductor. Es­ta Solemnidad , este concurso , la atención con-que escucháis su e lo g io me está diciendo no hiabeis ol­vidado á Valero. Pero se pagan bien los benefici­os con no olvidarlos? Es bastante gratitud la de una veneración superficial, y la de escuchar sus vir­tudes con oidos fríos , 6 curiosps? No. hermanos mios : acordaos de vuestros Pastores dice el Apostol msmentote Pr¿epon'torum vestronm ; pero no basta est;o: considerad los exemplos que os dieron para hace­ros imitadores de su íéq u oru m iniuentes exitum con~ versationís imitamini fidem. Y bien imitáis. fé de Valero! Y no habió de aquella fé, que cautivando nuestro entendimiento en obsequio de la verdad eterna disipa nuestras d u d a s , cierra nuestros labios para no permitirnos discursos equívocos , expresio­nes ambiguas , sátiras picantes sobre los objetos dogmáticos : os supongo á todos llenos de esta fé. Pero imitais la fé v iv a , la fé acttva de vuestro San­to Obispo? Ah! Temeria turbar su reposo si á vis­ta de los Santos despojos de su mortalidad , si en la presencia de esta venerable cabeza describiera yo la impudencia de tantas , que aun. en el San­tu a r io . . . . O . . . corramos un velo sobre el escán­dalo , y en este dia de la grata memoria de nuestro Padre pensemos sériamente en hacernos verdade­ros herederos de su espíritu, para hacernos dignos de su protección , y compañeros de su gloria. Amen.

O. S. C. S. R. E.

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