ovejero nacionalismo claves libro 3

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  • 7/28/2019 Ovejero Nacionalismo Claves Libro 3

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    30 CLAVES DE RAZN PRCTICAN 216

    Salvo para los que no quierenenterarse, las cosas estn bas-tante claras. Basta con escu-

    char al actual presidente de la Ge-neralitat, por ejemplo, en su dis-curso de investidura: la sentenciadel Estatut conirma que el pactoConstitucional entre Espaa y Ca-talua no da ms de s y hay queir a un pacto iscal, como primerpaso hacia la aplicacin del derechoa decidir1. El mensaje se ha repetidolas suicientes veces como para queya no quepa ponerse del peril. Elnacionalismo va en serio. A cuen-ta de acatar una sentencia judicial,Oriol Pujol, que no es un nio, sino

    el secretario General de un partido,habla de casus belli2, que signiicaexactamente lo que signiica. Y en elCongreso, en la votacin de la reor-ma de la Constitucin discutibleen ms de un sentido, pero no porsu alta de apoyo parlamentario, unamayora ms que cualiicada (90%de escaos)--, Duran i Lleida, porta-voz de CiU, se reiri a un choquede trenes. No era un berrinche: elebrero pasado us la misma expre-

    sin en su blog y otro tanto habahecho el pasado agosto Jordi Pujolcon un aviso un tanto esquinado:llegado el choque trenes con Espa-a, nadie debera huir4. El actualpresidente de la Generalitat daba la

    solucin en esos meses: si Espaano se mueve, habr ruptura5. Va-mos, que se aparten.

    La apuesta cada vez sube ms, aun-que la estrategia retrica es la misma; eldilema nacionalista: puesto que no nosdan lo que pedimos, no nos queda msque ir ms all. Unos dirn que por vo-cacin y otros que porque no hay msremedio, que no se sienten queridos ocosas as. Solo los primeros son since-ros. Al cabo, hoy estamos a aos luz delprimer da que el dilema nacionalista sedibuj, cuando Pujol se daba por con-tento con el Estatut republicano. Lasreclamaciones sucesivas se han satise-cho ms de lo que imaginaron quienes

    las plantearon, y da lo mismo: el dile-ma se repite, cada vez con la voz msalta y los tonos ms dramticos. La l-tima: la ruptura de un supuesto pactoconstitucional y el choque de trenes.

    Se ha recalado en una suerte deindependentismo por resignacinque, aunque conceptualmente es de ri-sa como si uno abrazara las conviccio-nes porque no le queda otro reme-dio, en realidad no es ms que la sali-da del armario del independentismo

    encubierto de tantos aos. El Jordi Pu-jol que hoy deende uerte y claro laindependencia, porque Espaa le hahecho as6, no es distinto de aquel queen 1984Abcproclam espaol del ao.Hoy debera estar ms satisecho queentonces; pero no. Su techo de enton-

    ces es el suelo que ahora le oende ydesprecia. Sencillamente ahora puededecir en voz alta lo que en otro tiempocallaba para no espantar a unos electo-res moderados, que lo eran casi todos,satisechos con su mensaje de er pais,un mensaje que no es seguro que en-tendieran, como l, como construc-cin nacional. Ahora, cuando ha dedi-cado su vida poltica a hacer pas en elsentido que l quera y cree que ya dis-pone de sucientes paisanos de ese otropas, lgicamente reclama su indepen-dencia. Aunque nos siga contando quela culpa es de Espaa, que es inde-pendista por decantacin7.

    La novedad es que el dilema nacio-

    nalista ha ganado en claridad. Nos he-mos olvidado del Estatut y el reconoci-miento de la identidad y ahora uno delos cuernos del dilema se precisa hastaen ciras contables. Porque el naciona-lismo ha desplazado el eje de su discur-so. En su versin actual la alternativa sedibuja entre la independencia y el pac-to scal, un pacto scal, por cierto, quecomo en el chiste de Hermano Lobo8tambin se entiende como camino parala independencia9. A esa presentacin

    pblica del proyecto independentista sereeren algunos como normalizacin

    LA estrAtegiA NACiONAListAde LA teNsiN

    FLIX OVEJERO LUCAS

    1 El gran repte de pas obrir la transicicatalana basada en el dret a decidir, amb el PacteFiscal com a primer objectiu, La Vanguardia,22/12/2010.

    2La Vanguardia, 4/9/2011.3 http://www duranilleidaorg/? p=2144.4 EntrevistaEl Punt Avui, 21/8/2011.5 La Vanguardia, 9/1/2011.

    6 Jordi Pujol avala la va independentistaante la alta de argumentos en su contra, El Pas,29/3/2011. En la entrevista citada ms arriba sepueden leer sus dilemas: Catalua est asediadapor las instituciones del Estado; O la Espaaque el Tribunal Constitucional ha dibujado, o laindependencia.

    7 Mas lo ha ormulado tal cual. Segn el,cada vez son los que quieren la emancipacin na-cional no por conviccin sino por decantacin,porque ven cmo van las cosas y creen que la ni-ca salida es la transicin nacional (El Mundo,31/07/2011).

    8 Un poltico se dirige a un grupo de ciuda-danos: O nosotros o el caos!. Los ciudadanosreplican: El caos, el caos!. Y el poltico respon-de: Es igual, tambin somos nosotros.

    9 El president avisa de que el pacto scalno es el (puerto de llegada) de su proyecto y llamaa la transicin nacional, La Vanguardia,22/07/2011.

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    Flix ovejero lUCAS

    del independentismo, casi siempre pa-ra acabar deendindolo, segn losvientos y los cargos en juego, sobre to-do si se trata de los suyos. Ante estanueva versin del dilema ya no hay

    modo de seguir con lo de siempre, mi-rar para otro lado. Ya no estamos antela ambigua retrica del reconocimien-to de la identidad. Ahora hay que tari-ar. A la nueva ormulacin tendra queresponder la izquierda de rente, comono ha hecho hasta ahora. Aunque anteesta versin del dilema lo tiene compli-cado; acept en su da como bueno eldilema nacionalista y ahora tendra querechazar sus implicaciones.

    El equilibrio de la ambigedadAunque no si empre expl c ito, elcuerno rupturista del dilema ha es-

    tado ah desde el principio. Con losnacionalistas y con los dems. Nohablaba de nada dierente Montilla,en su olvidada y apocalptica batallapor el Estatut, cuando puso en cir-

    culacin la mercanca de la desaec-cin, ahora recuperada por Mas: oel Tribunal Constitucional diceamn o vamos a la independen-ci a10 . Cualquier cosa menos unmensaje moderado. En realidad, el

    mensaje nacionalista nunca ha sidomoderado11. No costara encontrar,al menos, tres declaraciones al mes yme quedo corto de desprecio alPacto constitucional desde la transi-cin para ac. El nacionalismo nuncaha sido circunspecto porque es dicilque pueda serlo un mensaje que nosdice que o se acepta lo que pedimos orompemos la baraja, digan lo que di-gan los tribunales o las mayoras pol-ticas, esto es, lo que normalmente en-tendemos por juego democrtico. Sise piensa bien, la calicacin de mo-derado, que con notable ligereza seha aplicado una y otra vez a los nacio-nalistas, no tiene otro aval que la exis-

    tencia de ETA, de un nacionalismoasesino. Pero no conundamos las co-sas. Que alguien coma carne cruda nohace vegetarianos a los carnvoros quecuecen sus alimentos. Y el nacionalis-mo es cualquier cosa menos vegetaria-no polticamente: la propia naturalezade su proyecto poltico, la construc-cin de un marco institucional pro-pio, le lleva a conducir el debate pol-tico a los trminos ms dramticos, aamenazar con la ruptura del juego

    institucional. A eso, normalmente, selo llama antisistema.Por supuesto, el nacionalismo,

    que detesta la naturalidad, no se haexpresado siempre en tan ntido len-guaje. Aunque ocasionalmente algndirigente nacionalista cataln maneja-ra la versin ms cruda del dilema yviniera a sugerir no sin razn que

    10 En su declaracin institucional de juniodel 2010: el TC est lamentablemente desacredi-tado y moralmente deslegitimado para dictar estasentencia () ha estado ms obsesionado endictar sentencia que en hacer Justicia y velar porel cumplimiento del pacto constitucional (..) Norenunciamos a nada de lo que se ha pactado, r-mado y votado.

    11 Por no buscar ms: los diputados de CiUen el Parlament han votado tres veces, al menos,por el derecho a la autodeterminacin, en 1989,1991, 1998.

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    La estrategia nacionaLista de La tensin

    los vascos tenan lo que tenan graciasa ETA o, dicho de otro modo, que dehaber existido una ETA catalana me-

    jor nos hubieran ido las cosas a los ca-talanes, el mensaje ms comn eraotro: uno que todo el mundo dio porbueno desde la transicin poltica,entre otras razones porque su propiaambigedad lo haca propicio paraencontrar pactos y equilibrios con losque ir tirando. Segn esta versin deldilema, la eleccin era entre el reco-nocimiento o la crisis institucional.La idea de ondo a la que se puedellamar la tesis del reconocimiento essencilla: el nacionalismo era la traduc-cin poltica de una realidad social ig-norada y reprimida que exiga unarespuesta poltica e institucional. Dehecho, durante mucho tiempo el tra-to con ETA tambin estaba marcadopor el mismo guin: haba que daruna respuesta poltica. Slo que all elprecio era ms alto y era otro el co-brador, el que recoga las nueces.

    Pero, como digo, los nacionalistashan evitado durante mucho tiempo laclaridad. Su imprecisin no era deja-dez sino una eleccin bien meditada.

    Preeran manejarse entre tinieblaspara no tener que dar explicacionesacerca de cual era exactamente larealidad social ignorada. A los parti-dos no nacionalistas ese procedertampoco les molestaba mientras pu-dieran dar curso a lo que les importa-ba, a unos pactos polticos circuns-tanciales con los que manejar mayo-ras parlamentarias, y de paso, expiarno se sabe qu culpas histricas. To-dos contentos, cada cual conado en

    que el tiempo jugara a su avor si lle-gaba la hora de las preguntas, de des-pejar las imprecisiones. Se trataba deque nadie se molestara o, de otro mo-do, que cada uno entendiera lo quequisiera y, de paso, ahuecar la voz yacordarse de Ortega y su conllevancia.De hecho, a quienes denunciaban eseotro silencio de la transicin y pedanun poco ms de higiene conceptual yde realismo emprico, de debate enserio sobre los problemas que las pala-

    bras empaaban, se los acusaba deprovocar tensiones, de crear conictosidentitarios donde no existan. Como

    si a quienes denuncian la discrimina-cin de la mujer se los acusara de ma-chistas. As que mejor aclarar la idea.

    La tesis de reconocimiento

    La tesis del reconocimiento se levantasobre dos premisas. Segn la primera,existe una realidad dierencial ignora-da por Espaa. Segn la segunda, lasexigencias de los nacionalistas son laexpresin poltica de esa realidad. Laimplicacin prctica del argumentoes sencilla e inmediata: las demandasson, por tanto, justas y la solucin delos problemas se alcanzar una vez re-conocida esa realidad a la que los na-cionalistas dan expresin poltica.Dicho de otro modo, el nacionalismono es un proyecto poltico entre otrossino un proyecto poltico justo entanto que tal. Ese era el entramadoargumental aceptado por todos. Seha aceptado tanto que en el Parla-mento se llama grupo cataln algrupo de CiU, sin que importe queen estos aos haya tenido menos vo-tos catalanes que los socialistas, enocasiones la mitad.

    Esa solucin proporcionaba un

    equilibrio, bien que provisional, entrelas uerzas polticas. Resultaba conve-niente para los nacionalistas y para losotros, para los partidos nacionales,sobre todo para los de izquierda. Aestos ltimos, poco dispuestos a com-plicarse la vida con anlisis que pu-dieran calentar el debate, les pro-porcionaba un diagnstico del pro-blema que llevaba implcita una es-trategia de resolucin: se trataba dedar orma institucional a esa realidad

    dierenciada, a esa Espaa plural, paradecirlo con otra y ya van de lasrmulas que todos aceptaban sin so-

    pesar su contenido. Sin hacerse, esos, muchas preguntas, ni acerca de larealidad invocada ni de en qu consis-ta ese proceso de reconocimiento ode si tena una estacin nal12. Perosobre todo les permita resolver lo quepara ellos era lo ms importante, lodicho: dar curso a mayoras parla-mentarias. Los acuerdos para salvarlas votaciones se presentaban comopactos con los catalanes, en los queestos, a cambio de lo suyo, asegura-ban la gobernabilidad. Una versinque los nacionalistas aceptaban encan-tados, en tanto ellos que estaban ame-nazando con la quiebra del marco pol-tico: ms barato imposible aparecancomo garanta de estabilidad y de mo-deracin13; no ellos, por cierto, sino suspueblos, porque, eso s, presentaban losacuerdos como un acuerdo entre pue-blos (algo que se ha visto conrmadocon esa nueva mercanca que ya empie-za a circular y que consiste en presentarla Constitucin (el Pacto Constitucio-nal) como un pacto entre naciones14,una ormula que han utilizado tantoCiU como el PSC15.

    Pero los nacionalistas tenan mo-

    tivos ms importantes para estar con-

    13 Esa es otra: sus votos en el parlamentoque, por lo general, salvaban por eso, precisa-mente, los necesitaban a ellos por milmetros lasmayoras parlamentarias, vamos, que dejaban a laminora mayoritaria uera de juego algo normal,por cierto, en la democracia se presentaban co-mo una contribucin a la estabilidad, mientrasque los acuerdos entre los dos grandes partidos(mayoras reorzadas, de hecho) que dejan a losnacionalistas uera, se presentan como excluyen-tes y rompedores de consensos.

    14 El periodista Enric Juliana, siempre en

    vanguardia, lo presentaba de este modo, un tantosingular: El catalanismo es socio undador de laEspaa de 1977. CiU, PSC y PSUC participaronen la denicin del nuevo orden y la Constitu-cin, tumbada en el Pas Vasco, no naurag porel voto armativo de Catalunya en el reerndumde 1978, La Vanguardia, 29/8/2011. Dos dasms tarde no rebaja su habitual tono: ejecucinsumaria del pacto de 1978 entre centro y perie-ria. El sello se ha roto, La Vanguardia,31/8/2011. Una exageracin como otras, comoaquella de que ETA es un enmeno intrnseca-mente espaol, La Vanguardia, 31/3/2011.

    15 En septiembre del 2008 Montilla relacio-naba la inanciacin con la ruptura del pactoconstitucional (El Pas, 6/9/2010). Dos aos mstarde, en Mayo del 2010, con el Estatut (La Van-guardia, 24/5/2010). Lo mismo que repite CiU,hoy y entonces.

    12 No preguntarse si las cosas eran as era com-patible con dos miradas opuestas: a) la aceptacin deque las cosas era como decan los nacionalistas, loque justicaba los pactos con ellos (y, por esa va, laoperacin se presentaba como un reconocimientode esa realidad); b) la creencia de que no eran comodecan los nacionalistas, lo que proporcionaba la se-guridad de que, llegada la hora, esa realidad servirapara poner en orden las cosas, y el PSOE recuperarael mando. Las dos no le iban mal a los nacionalistas:la primera, les permita vender su mercanca; la se-gunda, les daba tiempo para inventarse la realidad.

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    tentos con la solucin basada en esediagnstico. Uno, undamental: sudescripcin del problema se daba porsanta y buena. De ah se seguan unascuantas ventajas adicionales. En pri-mer lugar, las exigencias nacionalistasquedaban legitimadas por aquellosante quienes las planteaban y eso, mstemprano que tarde, aseguraba queseran atendidas. Por otra parte, la va-loracin del resultado siempre queda-ba en sus manos. Con todo, su mayortriuno, la verdadera carta ganadoraasociada a conseguir que el proble-ma se entendiera como la descrip-cin nacionalista del problema era laaceptacin por todos de la undamen-tal alacia ideolgica en la que se sos-tiene el nacionalismo: un grupo pol-tico postula la existencia de una enti-dad (la nacin) que rene a todos loscatalanes y de la cual ese grupo cons-tituye la expresin. A partir de ah elcamino estaba ranco para ellos y lacomplicacin asegurada para todos.Los nacionalistas, los recreadores delproblema, se orecan como la solu-cin al problema con su pueblo. Enesas condiciones, una cosa era segura:

    el problema no tendra solucin enplazo. Ellos, para seguir existiendo,tienen incentivos para mantener ca-liente la olla y recocer los problemas,para cebar la tensin y subir la apues-ta. No habra nunca estacin trmino.

    Algo que hemos podido comprobaren este tiempo.

    El dilema insaciable

    Los nacionalistas no perdieron eltiempo en los das de tregua y ambi-

    gedad. Haba una importante tareapor delante: crear la nacin cultural,la realidad social ignorada en nombrede la cual pretendan hablar. Tenanque hacerlo rpido, no sea que a algu-no se le ocurriera preguntar si habaalguien ah. Ellos eran los primeros ensaber que no haba para tanto, que sucuadro no era realista, que la primerapremisa del argumento, la que soste-na todo el edicio retrico, era alsao, por lo menos, sesgada: la realidad

    dierencial de la que ellos eran porta-voces no exista, o al menos, no tenala magnitud que ellos proclamaban.

    Para ser ms precisos: su grado dedesviacin respecto a la media espa-ola no era signicativo16. Sencilla-mente, Catalua y el Pas Vasco no separecan en nada a Qubec, a Blgicao a las comunidades indgenas, lasrealidades polticas cuyos argumentosendebles casi siempre, pero esa es yaotra historiase extrapolaban: no ha-ba unas minoras culturalmente con-centradas en unos territorios en don-de resultaban mayoras dierenciadas.Dicho de otro modo y para evitar en-trar en detalles mayores: en una Cata-lua independiente la lengua mayori-taria y comn ser la misma que enEspaa, por reerirnos al asunto. Yotro tanto sucedera con la recuenciade los apellidos. que algo nos dice so-bre procedencias y orgenes ancestra-les. Si el americano tpico se llama Jo-hn Smith, el cataln ms recuente sellaman Paco Prez o algo parecido.Nada sorprendente por lo dems.

    Y de eso no tena la culpa Franco;o s, por avorecer, con la complacen-cia de las burguesas locales, uno delos desplazamientos de poblacin msimportantes que conoci Europa des-

    pus de la Segunda Guerra mundial:un desplazamiento de trabajadores,de mano de obra barata y domestica-da, sin derechos, que recompuso elperl social y, por ende, cultural, deCatalua. Eso supona varias cosasnada irrelevantes en lo que atae aidentidades culturales y sociales:que una amplia mayora de catalanestena sus races uera de Catalua, quela mayor parte de los catalanes tenancomo lengua materna el castellano y

    que adems eran los ms pobres. Enesas condiciones, la construccin delmito nacional de la nacin no erasencilla. Esa realidad, en lo esencial,sigue igual porque esas cosas no cam-bian de un da para otro. Si acaso,con los inmigrantes llegados de otraspartes del mundo, sus rasgos se hanacentuado. Constituye una corriente

    prounda de la historia con la que de-biera contar cualquier proyecto polti-co realista que mire unos metros msall de la prxima cita electoral.

    Jordi Pujol ue el primero en te-ner claro que la descripcin aceptadala de los nacionalistas se sostenacon hilos muy rgiles. Poda alentarmil estejos populares, pero la Feriade Abril que organizan las casas re-gionales andaluzas en Catalua-- se-gua siendo la esta popular que re-una a ms catalanes, con dierencia.

    Y detrs de ese dato, legin. As quedesde el poder poltico se empe enla nada sencilla empresa y poco libe-ral, dicho sea de paso de inventarseel pas que no exista, de aprovecharel tiempo sin preguntas para inyectariccin a la realidad17. Ms exacta-mente: para enatizar la ccin y, a lavez, eclipsar o amortiguar la realidad.

    En la tarea de levantar la verda-dera cultura nacional, una actividadsin descanso en la que los medios decomunicacin pblicos deban cum-plir unciones principales, no hubolugar para la improvisacin. Comen-zaba por los inormes meteorolgicos,

    con su temperaturas del Estado espa-ol y sus mapas ceidos a los PasesCatalanes y se remataba con las re-transmisiones de las ms inusitadascompeticiones deportivas en las quepudieran caber selecciones nacionalescatalanas, sin dejar nada en medio,

    16 M. Collado, I. Ortuo y A. Romeu,Vertical Transmission o Consumption Behaviorand the Distribution o Surnames, UMUFAE,2651, DIGITUM. Universidad de Murcia, 2008.

    17 En una operacin que guarda algunos a-nidades con la de Israel, A. Dieckhof, Linventiondune nation. Isral et la modernit politique, Pars,Gallimard, 1993, pp. 123-153. Por supuesto, y es

    una dierencia importante, el cataln era una len-gua viva, en uso, no como el hebreo. Israel, en lu-gar de utilizar elyiddish, la lengua ms extendidaentre los judos europeos hasta el holocausto, quecumpla con los mnimos requisitos (codicacinortogrca, semntica y gramatical, una tradicinescrita, literaria, etc.) para ociar como una len-gua culta, impuso la propuesta de los sionistas,la lengua de la Biblia, un hebreo modernizado,una lengua muerta en origen, una lengua de na-die. Con todo, incluso cabra una justicacinigualitaria en el caso del hebreo, que no se da ennuestras recreaciones. Una vez se reinventa, al noexistir una lengua comn entre los que volvan aPalestina, antes que imponer a unas minoras, elyiddish o el seard, que podan generar desigual-dades, se optaba por el segundo mejor. Claro quecon ese mismo criterio nuestros nacionalistas sehabran encontrado con el castellano.

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    La estrategia nacionaLista de La tensin

    como la pelcula patritica de cada 11de Septiembre, Braveheart, entre lasimprescindibles. Ningn terreno que-d en barbecho: a la menor ocasin,all se incrustaba el adjetivo Nacio-nal: museos, instituciones, serviciospblicos, etc. Libros de estilo de losmedios pblicos y reglamentos deayuntamiento regulaban con neurti-ca minuciosidad la eleccin de las pa-labras, de modo que cuando se dijeranaci, President, les nostres ins-titucions, la llengua nacional, elgovern o el govern de Madrid to-dos supieran de que se hablaba. Lanacin estaba en todas partes. Cuan-do se poda y tambin cuando no.

    Ahora mismo, en el campus virtualde mi universidad, todos los proeso-res y alumnos tenemos la nacionali-dad catalana, por deecto y por exce-so: podemos cambiar a cualquiera delas realmente existentes en el mundo,menos una, la legal de casi todos. Unalluvia na que impregnaba cada des-cripcin y que buscaba, y muchas ve-ces consegua, matar el uso comnen cataln y en castellano de las pa-labras y sustituirlo por una ontologa

    de mampostera que deba regir eltrato con la realidad en los catalanes,en la conanza de que a poquito, psi-colgicamente, se acabaran por insta-lar con naturalidad en un pas comoindependiente18.

    Junto a las tareas de construccinse daban las otras, las de derrumbe.

    Se trataba de abortar cualquier mani-estacin cultural que desdibujase lacompacta imagen de la identidad19.Si no se poda impedir, por lo menoshaba que evitar que tuviera una tra-duccin poltica, que aparecieran exi-gencias que no tenan ms que ex-plotar los materiales argumentales delnacionalismo de reconocimientoinstitucional de todas las identida-des. De modo que cuando no se pu-do ir por lo directo, como se hizo alimpedir la emisiones de televisionesde otras regiones de Espaa, se optpor acomodarlas en clave costumbris-ta, como exotismos ms o menos cas-posos a los que se engrasara econ-micamente si era menester o al me-nos a algunos de sus gestores eso s,siempre previo peaje de admitir sucondicin de injertos ajenos a esaesencia impermeable a la historia:sencillamente, no eran de all. El pro-pio Montilla tuvo que escuchar enboca de Mas y no slo de Mas queera un cataln venido de uera y queacceda al poder porque los catalanesetn eran tolerantes y generosos20.Se imaginan algo as en otra parte?

    El modelo a seguir lo proporcio-naban las polticas lingsticas, conese disparate conceptual de la lenguapropia de Catalua, que no era lalengua comn ni la lengua mayorita-ria de los catalanes (ni tampoco la quese habla all y solo all, algo que solosuceda con el arans). Un rmulasin pies ni cabeza, pero que, converti-da en homi l a d iar ia , acabcomo tantas otras por ser asumidapor no pocos ciudadanos que llega-

    ban a convencerse de que su propialengua, su lengua materna o su lenguade siempre, no era su lengua propia,

    verdadera; y hasta nos hemos podidoencontrar con personajes polticoscomo le sucedi a importantes lde-res del PNV que decan aprender sulengua materna cuando ya andabanpor la madurez tarda o que, despusde toda una vida relacionndose encastellano con su pareja algo queFranco no vigilaba decidieron y noes sencillo que su lengua de comuni-cacin era el cataln, como le sucedial propio Mas21.

    Pero no nos engaemos: no ha-ba torpeza. Sobre todo en la polticalingstica, la joya de la corona delproyecto. Cuando la realidad era laque era, retorcer los conceptos y larealidad era el tributo inevitable. Pa-ra construir la nacin, ante todo,hay que identiicar la comunidadpoltica dierenciada y para ese em-peo la lengua propia resulta un-damental. Era el nico clavo al queagarrarse, la nica dierencia condosis de realidad, de verdad, porqueel cataln gozaba de una presenciay una salud social indiscutible, yde justicia, porque haba sido perse-guido durante la dictadura. Pero so-

    bre todo la lengua importaba porquese poda, a partir de ah, construir elrelato de la identidad nacional. Lalengua proporcionaba particulari-dad, mundo de experiencias,manera de ver; en n, toda la cha-tarra romntica, ajena a cien aos deconocimientos cientcos, pero quetan ecaz ha resultado siempre. No,no se poda renunciar a la lenguapropia A tomar viento la lgica y larealidad!

    A partir de ah, el itinerario era elprevisible, paso a paso: el primero, laextensin a todos los nacionales desu verdadera lengua, el bastidor de laidentidad comn de la nacin. Unavez resuelto el problema emprico,

    18 Es ese como si en que hace inteligible alMas que desprecia las sentencias judiciales como elargumento de que, desde Espaa, llevan demasia-

    do tiempo tocndonos las narices con el idioma.Nadie les toca las narices a los espaoles con el cas-tellano, ni a los ranceses con el rancs, ni a los ale-manes con el alemn. Y por qu a los catalanes nostienen que tocar las narices con nuestro idioma?,se ha preguntado. Intentan que el cataln vaya amenos porque congura nuestra identidad colecti-va, La Vanguardia, 8/9/2011.

    19 Pero quiz en el ejemplo ms relumbranteue, ya con Montilla, el de la eria del libro deFrankurt, cuando los alemanes se encontraron conque la cultura catalana que ellos conocan y com-praban y que esperaban ver no se pareca en nadaa la que les lleg, exclusivamente en cataln. Porcierto, que con ms integrantes que cuando se invi-t a la India. All no asomaron los Juan Mars,Eduardo Mendoza, Javier Cercas, Flix de Aza,Carlos Ruiz-Zan, Enrique Vila-Matas, NuriaAmat, Ana Maria Matute. Goytisolo.

    20 En noviembre de 2006, en la campaaelectoral, Mas le dijo a Montilla que deba sucandidatura a la poltica de integracin de CiUque permita progresar a los que como l venande uera. Con notable dignidad Montilla le re-plic que el derecho a ser candidato no lo dabaMas sino la Constitucin, algo por lo que el habaluchado, mientras Mas estaba en otras cosas. ElPas, 30/10/2006. En realidad, en la parte que lecorresponda a CiU, con su nivel de cataln, nopodra trabajar en la administracin pblica. Cla-ro que esto ltimo no lo dijo.

    21 Segn el Inorme de poltica lingsticade la Generalitat del 2010, el 55% de los catala-nes tiene como lengua materna el castellano, el32% el cataln y el 9%, otra lengua. Lo extraor-dinario es que cerca de la mitad de los catalanes(un 48,8% en el 2006) cree que su lengua propiaes el cataln. Es decir, hay catalanes que conside-ran que su propia lengua no es su lengua propia.

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    Flix ovejero lUCAS

    el nacionalismo incrustara su parti-cular versin de la alacia naturalista,el paso normativo: puesto que somosdierentes, tenemos derecho adebemos decidir aparte. En una di-erencia orzada e irreal en los trmi-nos en que se presentaba se sustenta-r un imposible principio de legitimi-dad. No resultaba deendible ningunode los supuestos: el primero, por al-so, porque la realidad catalana no eracomo la contaban; el segundo, porinjusticado, porque la existencia dedierencias en modos de vida a noser que estemos dispuestos a aceptar alas mujeres, los ciegos o los ricos co-mo unidades legtimas de decisinno undamenta un principio de sobe-rana, un derecho especial. Pero dabalo mismo, nadie pareca interesado enrecordrselo.22 Sobre todo quien po-da y deba.

    El miedo a la izquierda

    Porque la operacin presentaba unmomento particularmente delica-do: aquel en el que ese guin roza-ra con la izquierda poltica. Unmomento que poda llegar bien

    pronto. Porque los mayores y msinmediatos perdedores del proyectode construccin nacional eran losotros catalanes, aquellos que ha-ban proporcionado sus militantesy sus primeros y numerosos votos ala izquierda. Nacidos o no en Cata-lua, se expresaban en castellano,nutran casi en exclusiva a la claseobrera, su nivel de caliicacin,aunque mejorado en los ltimosaos del ranquismo, era escaso yvivan en ciudades y barrios en lasque todos eran como ellos. Eranmuchos, los ms, y tambin losms pobres. No eran los agentes deningn poder, como los describiel nacionalismo, sino las vctimasde todos los poderes23. Ese ermen-to social ue el que dio tempranosxitos electorales a la izquierda,una izquierda que seoreaba unmapa poltico en el que para en-contrar a los nacionalistas habaque buscar por los rincones de losresultados electorales. Y no es ret-rica: socialistas y comunistas, re-cin acabado el ranquismo, eranlas dos primeras uerzas polticas.

    Los nacionalistas ni siquiera eranlos terceros24.Esos otros catalanes en pocos

    aos se iban a encontrar con que lescomplicaban la vida las institucionesy el mercado de trabajo, las realida-des polticas con las que ms tratotenan. No entendan las cartas delas autoridades ni los impresos de lasanidad pblica; y, cuando llegaronlas malas horas, las reconversiones ylas crisis econmicas y se quedaron

    sin empleo, su alta de competenciaen su lengua propia, les penaliz ala hora de encontrar un trabajo nue-vo. Sobre todo ello sobran los datosy las ancdotas.

    En esas circunstancias, la iz-quierda, con bastante naturalidad,poda haber recalado en un discur-so antiidentitario y por ende anti-nacionalista, muy enraizado en suhistoria y bien undamentado con-

    ceptualmente de deensa de un bi-lingismo institucional, en el queno se despreciara la lengua de losde abajo, la comn y de la mayora,tambin de muchos de los que lle-garon ms tarde procedentes deotros pases. Es el mismo discursoque, de la mano del ideal de ciuda-dana, en muchas parte del mundoha llevado a buscar lo comn y aeliminar las barreras que trazan dis-criminaciones arbitrarias entre lasciudadanos en el acceso a las posi-ciones sociales. La izquierda dispo-na, adems, de unos avales demo-crticos, derivados de su lucha an-tiranquista, de los que no andabasobrada un catalanismo que ensus ncleos patricios25 habaaplaudido la llegada de Franco,del orden y a la que Franco habaservido proporcionndole una uer-za de trabajo barata y callada y unmercado cautivo para sus produc-tos26. De hecho, hubo un momen-to en el que dio unos cuantos pasosen ese camino y el PSC, por la bocade (asmbrense!) Raimon Obiols,su primer secretario, criticaba la

    poltica de normalizacin del CiUy exiga que se garantizase escru-pulosamente en igualdad de condi-ciones, el aprendizaje del cataln yeldel cataln y el castellano, as co-mo el derecho de los padres a elegirla lengua con la que quieren educarsus hijos en las primeras etapas edu-cativas27. De haber sostenido elpulso algo ms de los diez primeros

    22 Sobre esto el magnco libro de L. Rodr-guez Abascal, Las ronteras del nacionalismo,CEPC, Madrid, 2000.

    23 As Jordi Pujol en un artculo de 1965:Es muy conveniente que las cosas se digan porsu nombre. Que los conceptos sean claros. Quese vean las cosas tal como son, y no como el hbi-to y el camuaje o el cansancio las hacen ver.Concretamente, es del todo necesario que 150 o200 mil hombres que viven en Catalua seanconsiderados como lo que son en realidad: comoejrcito de ocupacin, citado por A. Espada, enEl Mundo, 12/06/2010. Quienes piensen que se

    trata de pecados de juventud deberan leer el pr-logo de 1996 a la edicin denitiva de Justifcacide Catalunya (Ed. LAlbi, Berga, e.o. 1958), deJosep Armengou i Feliu, capelln de Berga, unaobra reaccionaria, por no utilizar calicativos ma-yores. El lector puede juzgar: El solo hecho dehaber nacido en Catalua y ser padre de catalanesno es suciente para ser cataln . () Las zorras ylos sapos de nuestro pas tambin han nacido enCatalua y no decimos que sean propiamente ca-talanes() El hombre que en su tierra se consti-tuye en introductor de una lengua extranjera endetrimento de la lengua propia, es importador decostumbres extranjeras que adulteran las ormasde vida originales sin hacerlas progresar, es un de-generado y un miserable. Una obra que Pujoljuzga: apassionada i apassionant allunyada deles elucubracions universitries i dels compromi-sos dels poltics.

    24 http://elecciones.lainormacion.com/ge-nerales/congreso/1979/cataluna/barcelona.html

    25Algo que, en diverso grado, alcanz a to-dos, aunque no guste recordarlo. Hace tres aosla amilia Maragall oblig a recortar una biograaya editada de Pascual Maragall. Entre las pginascensuradas se incluan las que contaban sus dasy sus temores en los aos de la guerra civil. ElPas, 29/10/2011.

    26 El catalanismo, en origen, se caracterizpor una deensa cerrada de proteccionismo ydel Imperio Espaol, C. Enric Ucelay-Da Cal,El imperialismo cataln. Prat de la Riba, Camb,DOrs y la conquista moral de Espaa. Barcelona:Edhasa, 2003. Solo depus de que se hunde elImperio que cambia la proa de su relacin conEspaa. Una buena sntesis de la literatura sobreese cambio: J. Moinsand, Protectionism andthe Birth o Catalanism, Books & Ideas.net. 16-09-2011.

    27Abc, 13/10/1994.

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    La estrategia nacionaLista de La tensin

    minutos, habra secado el terrenodenitivamente sobre el que el na-cionalismo quera levantar su bos-caje de mitos. Tena los votos, lasrazones y hasta las siempre volublesuerzas de la cultura.

    Pero aquello dur lo que dur,que no ue mucho, pas el tiempoy cuando alguno de los de abajo sequiso quejar no encontr a los queen otro tiempo le haban dicho queestaban con l. La izquierda com-pr la mitologa nacionalista, almenos la izquierda que nutra ladireccin de los partidos, que en loque atae a procedencia social yquien dice procedencia, dice sensi-bilidad ante los problemas dierabien poco de la que nutra al na-cionalismo con denominacin deorigen. De hecho, cuando lleg alpoder sigui con lo mismo y conms intensidad. La batalla del nue-vo Estatut conirm que coga eltestigo del dilema nacionalista.Maragall no se cort un pelo: elParlamento espaol y el TC no de-ban tocar una coma o se armara:el drama estar servido y, por

    precisar qu entenda por drama,record lo que pas en el 3628 .Montilla, sin cambiar el guin,oreci una versin sentimental,que Mas ha repetido a cuenta de lareorma constitucional: las transe-rencias econmicas de Catalua alresto de Espaa producen desaec-cin; si no se atendan las deman-das, habra desamor. Y en aras derecuperar el querer la estrategia dela tensin se ceb da tras das.

    Se asent el lenguaje viciadoan ms viciado y belicista en elque estamos instalados y que sirvide undamento a una recreada en-crucijada histrica segn la cual sila sentencia no era la esperada serompera el pacto entre Espaa y

    Catalua, el pacto de la transicin,descrito ahora como un pacto entrepueblos. Y, en mitad de la batalla,no se dud en llamar a ilas a labien dispuesta sociedad civil,siempre disciplinada a la hora derebelarse. En muy destacado lugar,la prensa catalana, convertida encorrea de transmisin de los pode-res polticos, segn se conirm enaquel editorial conjunto en el quela dignidad de Catalua se con-trapona a una decisin del Consti-tucional29. Tampoco alt a la citael Crculo de Economa, oro deopinin que integra a empresarioscatalanes y, en unciones decorati-vas, a algunos acadmicos que pocoantes de las elecciones catalanasdeenda la necesidad de un pactoconstitucional para un mejor en-caje de Catalua con Espaa30 .Comparado con su predecesor,Montilla poda ser contenido en laspalabras, pero, desde luego, no loue en las acciones. Esas maniesta-ciones de la sociedad civil ueroncualquier cosa menos espontneas.l mismo, cuando le toc su turno,

    hizo solemnes apariciones televisi-vas y convoc maniestaciones des-de el poder a las que no dudo enconcurrir, con menos solemnidad,eso s 31.

    Para ver cmo estaban las cosascuando llegaron las ltimas eleccionesautonmicas no hay quiz mejor ilus-tracin que lo sucedido en un debatetelevisivo. Despus de que Albert Ri-vera, candidato del Partido Ciudada-nos, interviniera en castellano, Artur

    Mas, con ese sentido patrimonial delpaspropio de los monarcas del Anti-guo Rgimen y, tambin, muy carac-terstico de la burguesa nacionalista,desatendiendo los asuntos en discu-sin le interrumpi para decirle: F-

    jese si somos tolerantes los catalanesque usted habla en castellano en la te-levisin nacional de Catalua y nopasa nada. Mas ociaba como el pa-trn y la izquierda callada y asintien-do. El primero, el entonces presidentede la Generalitat, l mismo castellanoparlante. Ya ni siquiera la tibia rplicade unos pocos aos atrs, cuando lotrataron deparvenu. Y casi se entien-de. A Montilla en casa le estaban di-ciendo lo mismo. Por ejemplo, ErnestMaragall, quien poco tiempo despusrelacionaba la conveniente catalaniza-cin del PSC y el abandono de Mon-tilla, Zaragoza e Iceta de su direccin.El mismo mensaje identitario. Y ade-ms, y esto hay que repetirlo, also: elcataln medio no se parece ni a Masni a Maragall. De hecho se parecems a Montilla.32

    Pues as estn las cosas. La iz-quierda catalana no solo no se resistial proyecto nacionalista sino que lohizo suyo. Y como la izquierda esmuy dada a la decoracin terica,hasta levant doctrina con una tesisinverosmil, disponible desde tiempoatrs, segn la cual la mejor manera

    de evitar que la sociedad catalana sedividiera consista en desatender locomn y mayoritario. Un mensaje untanto singular que demandaba a unaamplia mayora descuidar derechosque aectaban a sus condiciones de vi-da para deender a una minora que,desde luego, en trminos generales es-taba bastante ms cerca del poder queella (y es que nunca hay que olvidarque la condicin de minora no equi-vale a la de oprimido, como bien sa-

    ben los ricos, pocos y poderosos). Enla versin de la poca: la clase obreratena que ponerse a la cabeza de lareivindicacin nacional para evitarque quedar en manos de la burgue-sa. Un argumento que, de tomarseen serio, puede llevar a deender ladesaparicin del IRPF. Pas el tiem-po: a la direccin de los partidos lle-garon otros, ms astutos o ms cni-cos, recuentadores de la mercadotec-

    29 F. Ovejero, Avisos de los por parte delos liantes,Abc, 26/1/2010.

    30 El Peridico 6/10/2010.31 El 10 de julio de 2010 tuvo que marchar-

    se protegido de la maniestacin que haba con-vocado para presionar preventivamente al Tri-bunal Constitucional que deba sentenciar laconstitucionalidad del nuevo Estatut.

    32 F. Ovejero, El nacionalismo: de la iden-tidad a la economa,Abc, 1/8/2011.

    28 El drama est servido,Abc, 16/12/2003;la alusin al 36, en Declaraciones a la cadenaSER, Abc, 3/2/2004; en septiembre del 2005,uno de sus consellers, Huget, volver sobre lacomparacin. Benach, como presidente del Parla-ment, hablar de crisis de Estado y se acordarde Macia.

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    nia poltica antes que de la losoapoltica, y al servicio de lo mismoecharon mano de los argumentos quetodo el mundo entiende: asumidoque los votos de los otros catalaneseran suyos, haba que pescar en losbancos electorales del nacionalismo,haba que ampliar el mensaje por laesquina nacionalista. Una esquinaque, de tan concurrida, no tena yaterreno para repartir: no desde luegoa una izquierda a la que los despreciospor espaolistas les llegaban un day otro tambin. Eran tantos los po-bladores que, en aras de distinguir loindistinguible, por all comenzaron aaparecer sutiles distinciones que ha-ran palidecer al ms escolstico de loslsoos: nacionalismo, catalanismo,independentismo, soberanismo y losque vendrn.

    En su an de asentar all sus rea-les y abrirse hueco en el lado buenode la barricada, la izquierda completla operacin inventndose una lneade demarcacin materializada en elpacto del Tinell en la que slo deja-ba al otro lado al PP, y ms tarde aCiudadanos, asociado a una catarata

    de etiquetas estigmas (Madrid, cen-tralismo, lerrouxismo, espaolismo,Franco), todo mezclado y todo re-vuelto en un mensaje que, andando eltiempo, le ha allanado el camino a laadquisicin de otros productos; estoss, bien claros en su intencin y per-ectamente reconocibles en el planoideolgico: balanzas scales, lmites ala solidaridad y, a veces, hasta dere-chos histricos y conciertos econmi-cos. En Europa son cosas de las que

    slo habla la Liga Norte, la derechams derecha. No todos han compra-do todos los productos, pero desdeluego muy pocos han levantado la vozpara recordar su composicin y pro-cedencia. Al nal ha dado lo mismo:los mritos no ueron reconocidos y, apesar de las piruetas del PSC, los na-cionalistas de toda la vida, que hanpactado con el PP las veces que hannecesitado, no dudaron en empujar alos socialistas al lado estigmatizado de

    la barrera sin atender a las proclamasde limpieza de sangre. El resultado -nal lo vemos cada da: desnortada,

    presa de un lenguaje prestado y de susinexorables consecuencias, la izquier-da catalana se muestra incapaz de opi-nar sobre las cosas ms elementales,como qued recientemente ejempli-cado cuando, ante la ensima pro-puesta de debatir el Parlament la in-dependencia de Catalua, la portavozsocialista no encontr otra razn paraoponerse que no caba en la ley ni loque peda la gente, sin que acabase dequedar clara su respuesta a la pregun-ta undamental: s, ya, pero ustedque piensa?, le parece bien o mal?.

    Por lo dems, como acostumbraa suceder ms temprano que tardecuando altan las razones para avalarlas decisiones programticas la conta-bilidad electoral tampoco ha acabadode salir. En mitad de la arboleda en-maraada se pueden decir mil ocu-rrencias y pinturrajearlas como sutile-zas, pero el bosque est ah para quienquiera verlo. Las otos jas, sin duda,ayudan: en las primeras elecciones ge-nerales, los socialistas aparecan comoun partido ampliamente enraizado enla clase obrera y las clases medias. Yquien deca los socialistas deca el

    PSOE, el nico partido realmenteexistente de los que acabaron por in-tegrar el PSC-PSOE: todos sabanque, de haber competido en las elec-ciones, ningn otro hubiera asomadoen el Parlament por ms de una legis-latura, con su escasa o nula implanta-cin social y sin los recursos -ademsde gentes con los que contaba elPSOE merced a los dineros alemanesy a una maquinaria poltica engrasadapara las elecciones nacionales. Hoy

    estamos muy lejos de aquella situa-cin, con el PSC en un lento procesode descomposicin cuyo nal es di-cil de adivinar. Eso s, con un discur-so nacionalista de prestado, entre lamala conciencia y la utilizacin de lacatalanidad como argumento de cali-dad para dilucidar sus disputas.

    En su prdida de sentido de larealidad no pocos dirigentes y aspi-rantes a dirigentes, hartos ya de espe-rar que el escalan se mueva han

    querido explicar sus desastres por suscontagios espaoles, cuando de lonico que hay evidencias es de lo

    contrario: de la correlacin entre elaumento del nacionalismo y el aleja-miento del electorado, de que en es-tos aos los socialistas catalanes hansobrevivido (y ah estn sus xitos enlas elecciones nacionales y sus racasosen las autonmicas) gracias a la respi-racin asistida que les proporcionabaun PSOE al que ahora (ante su previ-sible racaso electoral en el que mu-cho tienen que ver) leprosean en unalarde de mezquindad impropio in-cluso de la poltica. Una situacinque, mutatis mutandis, no es muy di-erente de la de ICV, un partido quepoco o nada tiene ya que ver con loque ue el PSUC, comenzando porsus votos que, segn muestran los es-tudios, recogen menos voluntadesobreras que el PP. Ser por eso, o porotra cosa, pero ICV ha altado toda-va menos que el PSC a sus citas conel nacionalismo.

    Con todo, las responsabilidadesno son slo de la izquierda catalana.La evolucin descrita se ha visto avo-recida por la indolencia de tantosaos del PSOE que en este tiempohaba comprado a espuertas la mer-canca del reconocimiento de laidentidad sin pensar que all tambintena algo que decir. Como si dierapor perdida la disputa poltica en Ca-talua, le bastaba con recoger los su-cientes apoyos, de los suyos y de losnacionalistas, tributos mediante. Acorto plazo, si mantena la tensin,tema perder votos y los votos a largoplazo, los que poda llegar a ganarmaana, no ayudan a mantenerse hoyen el gobierno. Tampoco ayudaba

    mucho un diseo institucional queconverta a los nacionalistas en electo-ralmente decisivos a la hora de decidiracerca del inters general sin tenerque comprometerse programtica-mente con el inters general. Y todoello en mitad de un desconciertoideolgico de la izquierda en todaspartes que en muchos casos ha lleva-do a reemplazar el clsico discurso dela igualdad y la justicia social por otrode la dierencia y la comunidad, un

    discurso no desprovisto de inquietan-tes antecedentes reaccionarios: de mi-rar al pasado como una losa a hacer

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    La estrategia nacionaLista de La tensin

    de l un argumento y a deenderloporque s. La doctrina no poda serms destartalada33, pero nuestra iz-quierda estaba dispuesta a hurgardonde uera menester para dotar dealguna decoracin ideolgica a unasdecisiones polticas trazadas por laaritmtica parlamentaria y la recauda-cin de votos.

    Pero tambin aqu ha llegado elto Paco y su rebaja. Ya no hay tantosvotos que recoger en Catalua; y has-ta es posible que los que se han perdi-do en otras partes tengan que ver conlo que all ha sucedido. El mensaje hallegado incluso a los cnicos, que tam-bin los haba, que no crean el cuen-to de la identidad y que conabanen que si era necesario siempre se po-dra volver a los tiempos de la transi-cin, con el PSOE de toda la vida se-oreando el campo. Estos son, quiz,los ms preocupados: ignoraban todode Catalua entre ello que el catalnera algo ms que un exotismo, sin lle-gar a ser el ADN de Catalua, comodijo Maragall en Mxico y de pron-to se les han derrumbado todas las hi-ptesis.

    Un chantaje contra la democracia

    Ahora los nacionalistas presentan el di-lema con otro ormato. Saben que elmensaje de la identidad tiene su techoelectoral y empiezan a pensar que conlo de nos explotan a todos pueden re-coger los votos que ltimamente les al-taban para hacerse dueos completosde la plaza. En la economa nacional,piensan, estamos unidos y sin pregun-tas incmodas acerca de las desigualda-

    des domsticas34

    . Despus de todo, elnacionalismo siempre ha mostradomucha habilidad para escamotear losconictos de clase internos e inculpar a

    los de uera. De modo que salvo algu-nos casos cada vez ms estraalarios, quequiz cumplen la uncin de mantenerla musculatura en tensin, como el re-currente caso de las matrculas de auto-mvil en el que el gobierno autonmicoanima a saltarse la ley35, el centro degravitacin ya no es el reconocimientode la identidad, ms que satisecho, si-no el dinero. Eso s, lo que no concibenes un paso atrs en la poltica lingsti-ca, la piedra basal de su edicio. De ahsu reaccin a la sentencia del TSJC so-bre poltica lingstica. Con ms trenes.

    El dilema nacionalista en su actualversin se establece entre el pacto scaly la independencia o, en su interpreta-cin ms actualizada, la revisin delPacto constitucional: si no se atiendennuestras exigencias econmicas, no nosqueda otra que marcharnos. Como esteindependentismo por resignacin haencontrado avales en ciertos creadoresde opinin vecinos al socialismo cata-ln (o al menos inquilinos de los cargosque esa vecindad proporcionaba), noest de ms dedicarle unas lneas.

    El dilema del pacto scal equipa-ra la comunidad poltica a una em-

    presa comercial. El siempre inequvo-co portavoz del Govern cataln,Francesc Homs, lo deja bien claro: siEspaa no es capaz de orecer nadapara que Catalua se sienta cmodadentro del Estado, ser dicil conti-nuar conviviendo. Con ms exacti-tud: Espaa tiene la obligacin dehacerse atractiva ante Catalua por-que ahora atractiva no lo es36 . Lamirada no es la de unos ciudadanos

    que participan entre iguales en lasdecisiones, sino la de unos socios quese apuntan a una empresa nicamen-te si obtienen ventajas, si les sale acuenta. Si no, se borran. Las decisio-nes y quin dice las decisiones dicelas leyes y hasta las sentencias no sevaloran por su justo procedimiento,por su calidad democrtica o base ju-rdica, sino por el beneicio que auno le proporcionan. Solo las acato sime benecian. Si acaso, las nego-cio. Y amenazar con lo que sea alnal, con marcharme para que seacomo yo quiero.

    Nada ms lejos del ideal democr-tico, que establece un vnculo concep-tual entre el autogobierno, la partici-pacin de todos con los mismos dere-chos, y la justicia de las decisiones: esprecisamente porque todos los queormamos la comunidad poltica he-mos participado en las decisiones y s-tas se han tomado correctamente,atendiendo a todos los argumentos,por lo que estoy vinculado con ellas37.Si damos por bueno el dilema nacio-nalista no se ve que objecin habra aque los ricos con identidad compar-

    tida y hasta con localizacin comnnos amenazaran con que si no nosgusta la poltica impositiva, nos vamosa las Islas Caimn y, por ese camino,

    33 Brian Barry, lsoo poltico de izquierda,ue uno de los pocos que reconoci la parte deculpa de los que se dedican a pensar en serio enestas cosas, de cmo su propia dejadez y ocaliza-cin en ciertos asuntos muy sosticados permitique se popularizada una literatura multiculturalde psima calidad que alienta la estridencia na-cionalista, la autoarmacin tnica y la exaltacinde lo que divide a la gente en lugar de lo que laune, Culture & Equality, Cambridge, HarvardU.P., 2001, p. 3.

    34 Y la mquina de propaganda no se detie-ne, da a da. Solo as se explica que el principaldiario digital cataln recoja como noticia que unimmigrant andals que a ms de 40 anys que viua Catalunya i t domicili a Parets del Valls, con-sidera que hay que pedir la independencia i es-pera que tengamos cojones para pedirla (http://politica.e-noticies.cat/espero-que-tengamos-cojo-nes-para-la-independencia-56548.html)

    35 El portavoz del Govern, Francesc Homs,ha animado este jueves a los catalanes a llevar eldistintivo CAT en la matrcula del coche particu-lar, La Vanguardia, 14/7/2011. Por su parte,mientras la polica autnoma recuerda que eso esmotivo de sancin (El Pas, 15/7/2011), su mayorresponsable, el conseller de interior, recuerda ydeende que l lleva el distintivo en su vehculoparticular (El Mundo, 20/7/2011)

    36 Entrevista en El Peridico 21/3/2011.37 Si uno quiere irse, no hay posibilidad de so-

    lucin compatible con la democracia. Ciudadanoscon distintas concepciones acerca de la buena socie-dad pueden ponerse de acuerdo porque piensan es lamisma comunidad. Y si no alcanzan los acuerdos,pueden ijar los criterios para resolver al menosidealmente las discrepancias, porque apelan a unos

    intereses generales incluso cuando mienten que lesatan porque dicen o simulan estar comprometidoscon ellos. Es el juego de la deliberacin que imponeel uso de patrones de justicia o imparcialidad que,mal que bien, pueden ociar como cribas ante laspropuestas. Pero ese mecanismo deja de uncionarcuando la idea del dilogo, el uso de patrones de jus-ticia o imparcialidad que, mal que bien, pueden o-ciar como cribas ante las propuestas. Pero ese meca-nismo deja de uncionar cuando la idea misma de in-ters general ni siquiera se da por buena y la sociedadde reerencia no es la misma (eso que tantas veces he-mos escuchado en el parlamento de no se si es bue-no para Espaa, pero si para los de mos o nuncame han dado tanto por tan poco). Pueden darse,circunstancialmente, intereses coincidentes, o incen-tivos compatibles. Eso en el corto plazo. En el largo,no hay coincidencias, que es, al cabo, la aspiracindel nacionalismo.

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    chantaje mediante, decidieran su apor-tacin a la caja comn38. La democra-cia se basa precisamente en que todosacatan las decisiones que se han to-mado por el debido procedimiento,sin que uno pueda marcharse con losuyo En el territorio poltico todo esde todos sin que nadie sea dueo departe alguna39.

    Pero no hay que engaarse: la elec-cin es previa. Para decirlo en el lxicode Montilla y ahora tambin de Mas,no es que la transerencia de riquezaproduzca desaeccin, sino que la des-aeccin es la que lleva a cuestionar laredistribucin. La balanza scal catalanano es dierente de las de otras comuni-dades con altos niveles medios de renta,como Madrid o Baleares, en las que na-die amenaza con desamores. La desaec-cin es la eleccin de partida del nacio-nalismo, la que permite levantar losproblemas y las preguntas. Por eso mis-mo no se pregunta si la transerencia deriqueza produce desaeccin entre dis-tintas comarcas catalanas o entre los ba-rrios de Barcelona, pero s entre Catalu-a y Espaa. No es el resultado, sino elprincipio: porque no son de los nues-

    tros no vemos porque hemos de aceptarlas decisiones polticas de todos, entreellas las redistributivas. Y, tambin, ladesaeccin es el objetivo estratgico, loque se busca y alienta, que por algo esun partido nacionalista: porque no que-remos que los catalanes sientan a los de-ms espaoles como parte de la mismacomunidad poltica, hacemos las pre-guntas y dibujamos los dilemas40. Es laeleccin de no ormar parte de la comu-nidad poltica la que lleva a echar las

    cuentas. Y eso no hay manera de cua-drarlo.

    Basta con ver la historia recientey las sucesivas presentaciones del dile-ma para conrmar que el objetivo esavanzar en la desaeccin. Si revisra-mos las inormaciones de los ltimosaos acerca del Estatut en todas susvariantes, el que sali del Parlament,el que se vot en Madrid, el revisadopor el Constitucional, en cada uno deesos momentos, encontraramos de-claraciones diciendo que aquello erasolo el punto de partida, que al da si-guiente, las cosas volveran a estar co-mo el da anterior, como haban esta-do cuando se reclam el Estatut de laRepblica y, tambin, en estos aosde tregua en las preguntas, cuandoperidicamente se amenazaba conexigir un nuevo Estatut. Sencillamen-te, la independencia es la nica esta-cin trmino del tren nacionalista, elnico equilibrio41. No es que porquese quiere X y no se obtiene X se optapor marcharse. Sino porque se ha de-cidido, cuando se den las condiciones,marcharse por lo que se quiere X. Lamejor prueba es que, al nal, cuandose ha conseguido X, la demanda pasaa ser Y, tambin provisional, camino

    de Z. No se ha evolucionado paso apaso hacia el independentismo, sinoque el independentismo est en elorigen de cada uno de los pasos. Porsupuesto no altan quienes creen sin-ceramente que la solucin est en X yuna vez alcanzado X a otra cosa, pero,sea por lo que sea, al nal, siempreacaban borrados o borrndoseen mi-tad de la corriente. A decir verdad, norecuerdo a nadie que, iniciado el ca-mino, se bajara del tren, que dijera

    que, cumplidas sus expectativas, seapeaba en la prxima estacin.

    Una posible respuesta

    Ante el nuevo mensaje la izquierda seha quedado desconcertada. En mitadde la crisis y los problemas del dcit,con pocas ganas de hablar de economa,tiene la tentacin de recuperar la vieja

    versin del dilema, de seguir con lo desiempre, con aceptar la descripcin na-cionalista y luego ir a recoger los votosen las generales. Pero los nacionalistasya no estn por devolver las aguas alcauce de la identidad y no aceptan co-brar en derechos sus demandas econ-micas, entre otras razones porque, enese apartado, el Estado central esttan seco que ya no tiene mucho msque orecer. Ahora van a lo que van. Noestamos como hace veinte aos. El aguaha pasado bajo los puentes y hoy, aun-que la trama social y demogrca siguesiendo la misma en lo esencial, ya queestos cambios tienen un tempo geolgi-co, su mensaje identitario se ha extendi-do, como lo prueban el que los socialis-tas catalanes lo hayan hecho suyo y, so-bre todo, la propia consolidacin deCiU, capaz de sobrevivir durante doslegislaturas uera del poder, una verda-dera travesa del desierto en las autono-mas, en donde el aguante en vida pol-tica depende tanto del poder clientelar.

    Pero, claro, para la izquierda, sinuna prdida denitiva de su identidadideolgica, el nuevo lenguaje resulta di-cil de asimilar: ese lxico de balanzas

    scales, lmites a la solidaridad o laapelacin por agravio comparativo alrgimen oral de vascos y navarros, conesas resonancias al Antiguo Rgimen.Con todo, su problema mayor en nues-tro caso es otro: no sabe qu decir des-pus de lo ya admitido. Porque, en bue-na medida, la aceptacin de la versinanterior del dilema y, por ende, de la te-sis de reconocimiento, diculta la res-puesta al actual dilema. Por razones po-lticas baratas y tambin caras, sustanti-

    vas. Las baratas, los votos: al dejar quelos nacionalistas hayan ido recreando laccin hay muchos catalanes hoy con-vencidos de que ellos, que son otros,dan de comer a sus vecinos. Las impor-tantes: la izquierda, al dar por buenaslas premisas de los nacionalistas, se vecon dicultades para rechazar sus con-clusiones. El corolario inexorable de latesis del reconocimiento: la (supuesta)dierencia otorga (supuesta) legitimidadpara preguntarse si todos deben comer

    el mismo rancho.Y los nacionalistas, no hay queengaarse, estn ahora en las cosas del

    38 A. Buchanan, Democracy and Seces-sion, M. Moore (edt.), National Sel-Determina-tion and Secession, Oxord, Oxord U.P. 1999.

    39 He argumentado esto en Contra Cromag-non, Barcelona, Montesinos, 2007.

    40 No son conjeturas. Mas ha declarado quevotara s en un referndum (La Vanguardia,10/09/2010). Esa armacin, en boca de un pol-tico, es algo ms que el deseo de que el Bara ganela liga. Quiere decir que hace lo posible por realizarsus metas. Por lo dems, ha expresado muchasveces que es bueno que crezca el sentimiento inde-pendentista (El Peridico, 11/7/2011).

    41 Oriol Pujol, lo dej claro este verano: daigual si hay mayoras absolutas o no, o si hay go-bierno del PSOE o del PP porque sabemos don-de vamos () hacia la emancipacin nacional deCatalua ,Abc, 29/07/2011.

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    La estrategia nacionaLista de La tensin

    comer. Han ido, paso a paso, subien-do la apuesta. Y aqu nada tienen quever las provocaciones, que siemprelas encuentran cuando las necesitan.Las provocaciones en boca de losnacionalistas son simple impostura.De modo sostenido, nadie ha empleado

    jams en la poltica espaola y subra-yo, en la poltica un tono ms estri-dente que los nacionalistas. Hasta sepodran calcular los promedios. Aznar,que pact con ellos ms de lo que secuenta42, poda ser un crispador, perodesde luego las cosas no mejoraron conZapatero, que les acilit todos los ate-rrizajes. Ms bien al contrario. El nacio-nalismo ha hecho del sentimiento deprovocacin una estrategia. Es un mo-do de enmaraar la discusin cuandono se es capaz de responder a las pre-guntas elementales, de aclarar en quconsiste exactamente la realidad socialignorada: se levanta el plano de la discu-sin para evitarla, no se habla de las co-sas sino de los motivos de quienes ha-blaban de las cosas y de sus eectos sobreellos: que si la oensa, la crispacin, eldesamor. No hay mejor ejemplo que lamecnica reaccin ante las denuncias de

    una poltica lingstica que ignora lalengua de la mayora de los ciudadanos:la acusacin de dividir, de hacer polti-ca, de sealar un problema donde no lohay. Las discrepancias se acallan porqueno hay discrepancias y la denuncia de loque es una poltica bien real se conside-ra hacer poltica. Lo que sea, menosresponder a las preguntas.

    De modo que para abordar el pro-blema lo mejor es evitar el ango de lasemociones. Hablemos de las cosas: de-

    mos un paso atrs y dispuestos a discu-tir de todo, comenzando por las pre-guntas que nunca se acabaron de hacer,pidamos claridad, tambin a las amena-zas. As que lo primero es tomarse en

    serio las exigencias nacionalistas, no tra-tarlas como si ueran los reclamos deuna criatura o de un loco apasionado alque se le da la razn por no discutir. Esono signica otra cosa que dar una res-puesta poltica, en el mejor sentido de laexpresin, como discusin de ideas. Al-go bien sencillo, pero que no es seguroque los nacionalistas acepten de buengrado. Y es que el nacionalismo se niegapor principio a discutir estos asuntoscon otros. Su proyecto poltico se basaen cuestionar la unidad de discusin.Para el nacionalista, los interlocutorescarecen de legitimidad para ser algo msque negociadores. Para l, la injusticiaradica en el hecho mismo de tener quediscutir sus cosas con el Estado. Siacaso, contempla respuestas polticasen el sentido ms turbio de esa expre-sin, ms alejado de la racionalidad y lacalidad normativa, como mercadeo entorno a las propuestas, un mercadeoque reeja la uerza de cada cual, no lacalidad de sus argumentos.

    Pero si no la discusin con an deverdad, la deliberacin, s que cabe aspi-rar a la claridad en las reclamaciones yen sus undamentos. Si eso se consigue,

    el avance no sera desdeable. El nacio-nalismo cultiva un lxico entico yemocional que hace convenientes las la-bores de drenaje, aunque solo sea paraentenderse, para saber de qu estamoshablando. Hay mucho terreno por des-brozar en el lxico (pluralidad, discrimi-nacin positiva, identidad, cohesin,etc.) y en las tesis polticas relacionadascon ese lxico: qu realidad social es laque se ignora; qu lengua es la que evitadividir a los catalanes; quienes ocupan

    posiciones de poder y quienes son losperdedores. A partir de ah podemos so-pesar la calidad normativa la justicia yla legitimidad de las demandas, tasar sila injusticia que se denuncia es tal y sino hay que buscarla en otra parte, sin irms lejos en el mercado de trabajo43.

    Una vez despejado el cuadro emp-rico y normativo, buena parte de la dis-cusin perdera o debera perder supropensin al drama. Para empezar porel inal, la polmica se llevara a sus

    exactos trminos: cuando los naciona-listas pierden una votacin o les resultadesavorable una sentencia judicial, no

    se est rompiendo lo que nunca ha exis-tido, un consenso constitucional entreCatalua y Espaa que requiera unaperidica renovacin. Hay, eso s, unaConstitucin votada por el conjunto deciudadanos, que es lo importante desdeel punto de vista de su legitimidad de-mocrtica, y apoyada por distintos par-tidos polticos, entre ellos los nacionalis-tas catalanes; una Constitucin que, en-tre otras cosas, contempla como posi-bles y en ese sentido, como contenidosen ella los cambios que se pudierandar, siempre que se respeten las reglas(mayoras ponderadas) y los rbitros(Tribunal Constitucional) que establecela misma Constitucin, muy protecto-ras de las minoras.

    Por supuesto, no es de esperar queel nacionalismo, poco partidario de de-acionar el lenguaje, acuda complacidoa esos terrenos. Ha conseguido en estosaos instalarnos en su descripcin ba-rroca y exaltada del problema y, conella como herramienta, nunca ha dadoun paso atrs. Y los pasos atrs respectoa sus preerencias a la hora de solucionarel problema deberan de contemplarsesiquiera como posibilidad en la discu-

    sin abierta y desprejuiciada, inclusocuando se habla de reormar la Consti-tucin. No cuesta anticipar la rplica acualquier propuesta de hablar de los da-tos y los principios: la de estos das, laamenaza. El nacionalismo sabe quecuando amenaza con el choque de tre-nes, hasta ahora por lo general se acabaen su solucin, la que enuncia Mas:que Espaa se mueva. El nico modode evitar el choque es que los otros seaparten de la va, como el baturro del

    chiste. Un camino cuyo nico punto -nal, no es otro que la ruptura del mar-co poltico comn, el objetivo asumi-do explcitamente por el nacionalis-mo44. Si algo ha quedado claro en estetiempo es que la estrategia de la con-cesin no ha hecho ms que acelerar

    42 Por peticin de Pujol, Aznar retir de lavida poltica catalana a Vidal-Quadras y evit queel deensor del pueblo llevara al Constitucional laley de normalizacin lingstica (de ah buenaparte de los los que ahora tenemos). En el 2001,Maragall, denunciaba la actitud entreguista delpresidente de la Generalitat en aspectos como elPlan Hidrolgico Nacional, la deensa del territo-rio o la poltica educativa,Abc, 22/05/2001.

    43 Hay razones para pensar que la movilidadsocial asociada a la lengua ha disminuido durante losaos de polticas nacionalistas y no cuesta relacionaruna cosa con otras, c. M. Gell, J. V RodrguezMora, Ch. Telmer, Intergenerational Mobility andthe Inormative Content o Surnames, CEPR Dis-cussion Paper6316, C.E.P.R. , 2007.

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    Flix ovejero lUCAS

    la mquina, reorzar a un nacionalis-mo cada vez ms crecido45.

    De modo que no hay que esperarque el nacionalismo reaccione de mododierente a como lo ha hecho hasta aho-ra. Ahora bien, su tradicional procederpierde bastante legitimidad, si antes seha buscado la discusin y se ha hechoevidente que la est rehuyendo. Sobretodo si es la izquierda quien emplaza ala discusin, sin apelar a patriotismo al-guno, sin prejuicios esencialistas, sim-plemente con criterios de igualdad yciudadana, y, eso s, exigiendo claridad;tambin si se concluye que hay que vo-tar el demos legtimo sobre los des-plantes nacionalistas, incluida la inde-pendencia, precisando, eso s, las conse-cuencias de las decisiones. Si se trata deavanzar en la direccin de la justicia y laigualdad quiz hay que cambiar de di-reccin. Podemos discutir de todo, dehecho es lo que queremos hacer, peroeso supone que quiz descubramos quehay que desandar camino, recuperarcompetencias, para mejorar las liberta-des y los derechos, la igualdad46. Esasimple posibilidad no tiene que generarnecesariamente un aumento de la ten-

    sin ms all de la circunstancial, co-mo amenazan los que no hacen sinoaumentar la tensin. Tenemos algunasexperiencias. En el contexto vasco, la es-trategia de mejor no irritar, cuando elPNV amenazaba con el Apocalipsis,permiti muchos aos de impunidad.

    Al nal, llegaron los das en los que secombati lakale borrokay la Mesa deHB ue condenada judicialmente y elmundo no se hundi, como no se hun-

    di cuando el plan Ibarrexte se desacti-v. Ms bien al contrario, se entendie-ron ciertas ideas, bastante ms precisasde las que circulan, como que la mejorley asegura la libertad de los ciudada-nos, rente al gangsterismo, y que elundamento ltimo de la autonomaradica en la soberana del conjunto delos ciudadanos. Tambin, por cierto, yno est de ms recordarlo, se valor loque ya se tena y acaso se contempl laposibilidad de perderlo. Es teora ele-mental de la negociacin reordenar el

    juego de tal modo que lo que se veacomo un dato pase a ser una variable47.

    En ese momento, expuestos los ar-gumentos, ante la amenaza desnuda larespuesta debera ser y bien?, exacta-mente qu es lo que va pasar?. Dichode otro modo, la otra idea de respuestapoltica, la clsica: sostener el pulso paradeender las buenas razones. No estoyseguro de que las amenazas uesen muyall. Los nacionalistas son los primerosen saber que lo ltimo que pueden es-perar si siguen enlando trenes es uncierre de las entre el pasaje. A los pri-meros que no les gusta el choque de tre-nes es a los que van dentro y, cuando se

    asustan, hacen lo que pueden: volversecontra su propio conductor para pedirleque se detenga o apearse. Mientras na-die opona resistencia, acostumbrados aviajar gratis y con el tren a todo trapo,estaban ms que dispuestos a ormarparte de esa sociedad civil que sigue lasinstrucciones del poder, mande lo quemande. Pero no es seguro, sobre todoen tiempo de crisis, que est dispuesta aseguir hacindolo si les recuerdan quetodo tiene, o puede tener, un precio.

    Es algo ms que una conjetura: estambin experiencia, bastante triste por

    lo dems. Recurdese lo que sucedicuando un llamamiento por parte deinstituciones sostenidas con dinero p-blico al consumo patritico, o lo que eslo mismo, a evitar la compra de produc-tos espaoles y, en general, de aquellosque no etiquetaban en cataln, acabpor desencadenar reacciones simtricasen otras regiones espaolas con respectoa los productos catalanes, incluidas enti-dades nancieras que se relacionabancon Catalua. Los polticos, en un pri-mer momento, intentaron llevar el aguaa su molino y cebaron la bomba con elproverbial vean como no nos quieren,hasta que comenzaron a llegar y notardaron las llamadas de muchos delos suyos, para quejarse del toreo de sa-ln y recordar a los nacionalistas quesus pirotecnias a no pocas de las cua-les ellos mismos se haban sumadocuando se lo pidieron podan tenermalas consecuencias para todos. Lospolticos dieron marcha atrs, y un anpatrocinador de la marca Espaa seextendi entre las empresas catalanas.Era normal, se trataba de las cosas decomer: el 35, 5% de las exportacionesy el 25,2% de las importaciones cata-

    lanas es con Espaa48

    .Lo sucedido entonces no ue unaancdocta, como se ha conrmado hacebien poco: otra llamada al consumo pa-tritico del actual conseller de agricultu-ra acab a las pocas horas en rectica-cin49. Si se mantiene el pulso, tarde otemprano, y con la crisis ser ms tem-prano que tarde, la estrategia de la ten-sin nacionalista le va a restar apoyos,comenzando por un empresariado queno puede ver con buenos ojos esa recu-

    rrente consigna a la que no le alta suliteratura50 de que la independencianos sale a cuenta. El mismo Pujol, que44 La ridcula rmula se rompe Espaa, una

    de esas expresiones que circulan sin clara paternidad,resultaba particularmente ridcula cuando era ridicu-lizada por aquellos que tenan como objetivo la in-dependencia, esto es, que tenan como objetivo ladesvinculacin unilateral del Estado, algo que s esconceptualmente claro.

    45 Algo, por lo dems, que anticipTocqueville y que han conrmado las teoras de larevolucin: las concesiones, por lo general, solo ase-guran otras concesiones mayores. Conseguir implicapoder conseguir. Creemos que podemos porque he-mos podido, caemos en la cuenta de que los otrosson dbiles o admiten la posibilidad de ceder y ellonos conrma en nuestro poder e invita a otros a su-marse. Adems se puede decir: ves, sin hasta ellosadmiten que tenemos razn.

    46 Por ejemplo, ante la comn argumentacinnacionalista segn la cual el problema es del centra-lismo y si tuviramos nosotros las competencias, seresolvera, habr que decir: De acuerdo, pero si loque verdaderamente importa es la ecaz solucin delos problemas, habra que contemplar la posibilidadde devolver competencias cada vez, y son pocas, queel gobierno autonmico se muestra incompetente.Sobre todo en las ocasiones en las que la incompe-tencia no se ve. Por ejemplo, los casos de corrup-cin reciente (Palau, Pretoria) han sido descubiertosgracias a Madrid (Audiencia Nacional, Hacienda).

    47 La pelcula Rescate (Ramson) de RonHoward es una excelente ilustracin.

    48 Tablas Input Output de Catalua de2005: lo ms parecido a una contabilidad nacio-nal ocial que incluye el comercio por destinoshttp://www.idescat.cat/es/economia/tioc/#a1

    49 El consejero de Agricultura pide a los ca-talanes patriotismo alimentario, El Pas,17/6/2011. La recticacin: El conseller de Agricul-tura pide perdn por reclamar patriotismo alimen-tario, El Mundo, 19/6/2011.

    50 C. La excelente resea de J. Asensio, Be-necios econmicos (sin costes) de la independen-cia de Catalua, Revista de Libros, 2011, 173.

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    La estrategia nacionaLista de La tensin

    adverta contra los que se quisieran ba-jar de tren si llegaba la colisin, hacebien poco escriba un artculo dedicadoexplcitamente a los que se asustan51.Porque se asustan. El nacionalismo po-ne en peligro las cosas de comer.

    Pocos ejemplos ms reveladores queesa recurrente celebracin por parte delgobierno cataln del (hipottico) au-mento del porcentaje del comercio conEuropa respecto al ms que importan-te, undamental52 comercio con Espa-a. Como si el cambio en el orden delos porcentajes uera buena seal de al-go: si maana se interrumpiera absolu-tamente el comercio con Espaa y aEuropa le vendiramos una nica motoel 100% de nuestro comercio ya seracon Europa. Quiz sera una buena se-al para los nacionalistas, pero no paralos intereses de los catalanes. Mas se ol-vida o quiere ignorar que esos por-centajes son compatibles con que mu-chos catalanes estn vendiendo menos asu mercado tradicional, con el que yatienen y eso lleva muchos aos levan-tarlo resueltos los costes de transac-cin, allanadas las distancias sentimen-tales y econmicas (misma legislacin,

    lengua, tradiciones, gustos, institucio-nes, parientes, cultura, al n), todo esoque el nacionalismo intenta erosionar.

    A los comerciantes les interesa venderdonde sea. Si ya venden en un sitio, loque quieren es no perder lo ya conse-guido, lo seguro, y si llegan otros mer-cados, mejor. Les interesa Europa y Es-paa, no sustituir un mercado real porotro potencial. Al nacionalismo le inte-resa otra cosa: no le importan los mer-cados sino la identidad de los com-

    pradores.En realidad, esa alaz interpretacinde los porcentajes no hace ms que re-ejar la eleccin de partida que unda al

    nacionalismo: la subordinacin de losintereses de los ciudadanos a los intere-ses de la nacin. Mas proyecta su na-cionalismo a cada uno de los empresa-rios catalanes. No es imposible aunquees altamente improbable que la inde-pendencia pudiera salir a cuenta; y, des-pus de todo, a largo plazo, con un cre-cimiento de la economa razonable, in-cluso si se es ms pobre, nadie estar encondiciones de comparar con lo mejorque podra estar de haber seguido or-mando parte de Espaa. Pero lo impor-tante desde el punto de vista poltico esotra cosa: la comparacin se hace entremis prdidas actuales, algo bien preciso,y unos hipotticos benecios que no sesabe ni s ni cmo ni cuando me alcan-zarn. El problema para el nacionalis-mo es que las prdidas son concretas,personales e inmediatas y los discutiblesbenecios uturos, hipotticos e incier-tos en su distribucin. Solo lo primeropuede conducir a la accin. Y en la me-dida en que se perciban los riesgos de laestrategia de la tensin nacionalista, ta-les riesgos movilizarn, aunque no en ladireccin que interesa al nacionalismo.

    Y el cmo se perciben no es indepen-

    diente de cmo se reaccione ante lasamenazas nacionalistas. Si todo ello setiene en cuenta, quiz haya razones paradudar de la irmeza de los pulsos deunos nacionalistas que, despus de to-do, no quieren enemistarse con aquelloscuyos intereses circunstancialmente de-enden o dicen deender.

    La izquierda, rente al nacionalis-mo, tiene un poderoso discurso queorecer. Sus razones de siempre, las quehistricamente le llevaron a trabar en

    una misma argumentacin la emanci-pacin y la igualdad y que quebr consus ascinaciones multiculturales: ponerel acento en las condiciones materialesde los socialmente peor situados y aca-bar con las barreras arbitrarias que lospenalicen53. Un dilema bien real queentenderan bien unos ciudadanos queven como, en mitad de la crisis, se im-ponen enormes recortes en la sanidad,mientras se mantienen intactos los re-cursos dedicados a construir identidad,comenzando por una televisin pblicaque gasta lo que no tiene en los dere-chos de retransmisin de la ChampionsLeague. Tambin por este lado, podrahacer conuir los argumentos de la jus-ticia (los principios de igualdad) con losde la movilizacin, con los intereses delos actores sociales: las dos dimensionesde la poltica en serio.

    No slo eso, a la solidez en los un-damentos normativos y en la accin po-ltica se aaden las consideraciones elec-torales. El camino recorrido hasta aqu,que quiz le ha permitido victorias loca-les, a largo plazo ha llevado a perder vo-tos. Sobre eso no cabe duda alguna.Resultaba dicil apelar al inters general

    con una estrategia electoral basada enlas componendas y los descosidos. Enese sentido, su propio desastre puede sercaprichos de la dialctica el punto departida para levantar cabeza, sobre todoante un PP bien dispuesto con los na-cionalistas, como el que se apunta54.Claro que para eso tiene que desandarsu propio camino de los ltimos aos,ese que le ha conducido a sustituir sutradicional mensaje de la igualdad porel de la dierencia, ese que, cierto da, la

    condujo a descubrirse deendiendo latradicin en nombre de la identidad yel ms barato de los relativismos ennombre de la diversidad. Algo nadasencillo.

    [Extracto del captulo VI de La trama estril. Nacionalismo e izquierda, Montesinos, 2011.]

    51La Vanguardia4/9/2011.52 Cuando estas cosas se estudian en serio,

    ms all de las simples proporciones se ve no soloque (en relacin con el tamao) Catalua comerciamuchsimo ms con Espaa que con el resto delmundo y tambin muchsimo ms que el resto delmundo comercia con el resto de Espaa (respecto asu tamao). Debo esta observacin, como muchasotras de este texto, a mi buen amigo Sevi Rodr-guez-Mora, autor de minucioso trabajo sobre loscostes de la independencia.

    53 Por cierto, que en este caso, tambin le ava-lan las razones de ecacia y bienestar. Desde cual-quier consideracin de eicacia y por ende debienestar la estrategia de la identidad es contrapro-ducente: la exigencia del nivel C en la docencia o lasanidad, en el mejor de los casos, diculta tener losmejores mdicos o proesores, si acaso, los mejoresentre los que superan el nivel C. Y, en general, lomismo para las empresas, no quedarn las mejores,y eso quiere decir, que disminuyen sus mercados,por su incompetencia, y con ellas, su demanda detrabajo y salarios. Pero esa es otra historia.

    54 No entender nunca como IU, que, lejosdel poder, poda deender los principios, no apostpor ese camino, bien justicado normativamente yen el que el PSOE no poda o quera competir.

    Flix Ovejeroes proesor de la Universidad deBarcelona. Su ltimo libro es Incluso un pueblo dedemonios: democracia, liberalismo, republicanismo.