orientales - uruguay a través de su poesía - amir hamed - capítulos 2 y 3

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Orientales: Uruguay a travs de su poesa (captulos 2 y 3)AMIR HAMED

http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Hamed/Orientales2.htm

II. Convocatorias: del cuerpo a sus bandas (de Hidalgo a Lautramont)Walter Mignolo ha sostenido, convincentemente, que la restriccin a una lengua conlleva un acortamiento del territorio -una mutilacin de la heterogeneidad, de la diversidad. Durante el siglo XIX, Montevideo habra de separar lenguas y cuerpos. Desde la colonia, el territorio haba sido disputado por indgenas, portugueses y espaoles, producindose corrimientos a partir de batallas y tratados. Montevideo es fundada, entonces y como se sabe, como punto fronterizo, como bastin militar y como fondeadero. Puerto rival de la capital del Virreinato, Buenos Aires, es asediada y tomada durante las invasiones inglesas (1808-1810).Estos invasores abrirn dos tradiciones: la de convertirla en ciudad sitiada y la de publicar, al cobijo de sus muros, peridicos no hispnicos como el bilinge La estrella del sur. Al comienzo de las gestas de independiencia, la ciudad ser bastin de la corona y ser cercada, durante todo el siglo, por diveros ejrcitos. Los "patriotas" sitiarn y luego expulsarn a los espaolistas, luego el ejrcito imperial portugus expulsar a los orientales de Artigas y as en ms, hasta la Guerra Grande, donde el ejrcito de Rosas encabezado por los "blancos" de Oribe pondr un interminable asedio a la ciudad polticamente gobernada por los "colorados", protegida por mar por la armada britnica y la francesa y poblada, en su mayor parte, por inmigrantes europeos.En esta ciudad amenazada, en la que se hablaban multitud de lenguas y se publicaban peridicos en italiano, en ingls, en francs e incluso en castellano, nace Isidore Ducasse quien, como Conde de Lautramont, muy naturalmente, afirmar su nacionalidad en trminos de "montevideano". La divisin del territorio poltico, entre la campaa de los "blancos" o nacionalistas" y la ciudad-puerto de los "colorados" alcanzar, luego de mltiples levantamientos, rebeliones y revoluciones, su apoteosis al fin del siglo y as se ingresar a la vigsima centuria en trminos ms que peculiares.El territorio estar, hasta 1904, en manos de dos gobiernos: el de la capital, bajo el rgimen de Jos Batlle y Ordez, y todo el resto de la "banda" bajo el caudillo "nacionalista" Aparicio Saravia. Batlle tendr a su cargo unificar polticamente el territorio y en 1903 provoca un enfrentamiento. Las tropas de Montevideo no tienen todava toda la fuerza suficiente y la poblacin teme, como haca sesenta aos, ser pasada a degello. En este mismo ao, Herrera y Reissig termina "La vida". Un ao ms tarde, Batlle, debidamente equipado, provisto de la moderna eficacia del ferrocarril, alcanza, en la batalla de Masoller, la victoria decisiva. En Masoller muere Aparicio Saravia; en ese ao se inaugura el primer saladero, establecimiento al que el adolescente Supervielle mirar con ms que grima.Si bien la capital, frontera y margen, habr de ir revirtiendo, luego de un siglo de asedios, la relacin con el territorio, y a partir de Masoller, merced al ferrocarril y la alfabetizacin llevar a cabo un fulminante disciplinamiento racionalista, es necesario recordar que la produccin literaria y cultural comienza el siglo XX en estado de emergencia y en estado de sitio. Zum Felde haca recaer en la prctica potica modernista el escribir "a espaldas" del territorio. Esto no es exactamente cierto para el modernismo cannico, dado que, como bien recuerda Rama (Las mscaras democrticas del modernismo), Daro -que escriba desde una Buenos Aires ya liberada del acoso gaucho- solicitaba a la musa que fuera lrica, bizarra y griega con la ctara, pero tambin gaucha con la guitarra de Santos Vega. Por eso Rama entenda que, paradojalmente, es durante el modernismo -a pesar del enmascaramiento europeizante- que fluye la "verdadera" diccin americana.Ms "a espaldas", naturalmente, se encuentra una formulacin como la de Ariel, escrito en una ciudad, como Montevideo, en estado de emergencia y mirando el ocano. Una propuesta tan radical como la del ensayo rodoniano, que elimina tajantemente de "su" Amrica el componente "brbaro", es caracterstica de los escritos panfletarios (como el Facundo de Sarmiento) en tiempos de guerra. Complementariamente, habr que sealar que el conflicto con el territorio que apunta Zum Felde no slo es previo al Sitio Grande sino que ah se encuentra la matriz de donde surge la gauchesca. De seguir a Josefina Ludmer, finalmente, deberamos admitir que, sin la gauchesca, no podramos entender la "patria" que el gnero construye.Como bien ha expuesto Ludmer, la gramtica de la gauchesca, que comienza en el "oriental" Bartolom Hidalgo (1788-1822), establece una convocatoria al cuerpo del gaucho, de por s fuera de la ley (de la Metrpolis) para que participe de la fuerza militar emancipadora. Diversas estrategias son empleadas, destacndose el carcter hbrido de una apelacin neoclsica, por parte de la escritura, que reclama la fuerza del gaucho en trminos universalistas y que, a la vez, remeda la oralidad del gaucho y de su canto. Otro rasgo, omnipresente en el gnero desde sus inicios, es la bestializacin como procedimiento para tratar al adversario. Lo que se olvida, sin embargo, es que esta bestializacin y pujanza literaria aparecen en los dos bordes del muro, que parte en dos el cuerpo textual. Si Bartolom Hidalgo es "el poeta de la patria", Francisco Acua de Figueroa (1791-1862) es el prototipo del platnico "poeta de la Ciudad-Estado": neoclsico, compuso la letra del himno de la Repblica y vivi en Montevideo todos los asedios. Lo resaltable es que este poeta de la ciudad se aliment de la proclama corporal del cielito: en su "Diario del histrico del sitio de Montevideo" se recoge la composicin oral, el desafo de Hidalgo, y se sita el borde desde el que nace el gnero:"solan los sitiadores acercarse a las murallas, tendidos detrs de la contraescarpa, a gritar improperios o a cantar versos".Desde su margen, Acua comienza a alimentar su diario y los versos restallan en su empuje: "Los chanchos que Vigodet/ha encerrado en su chiquero/marchan al son de la gaita/echando al hombro un fungeiro/Cielito de los gallegos,/ay cielito del dios Baco! que salgan al campo limpio y vern lo que es tabaco". Este impulso dionisaco, del cuerpo llamado a la guerra y a animalizar al rival, reapaecer dcadas ms tarde, devolviendo la irona, durante el Sitio Grande.A los enemigos, la gauchesca los bestializa y feminiza; en ese entonces, Acua, viejo "cerdo del chiquero montevideano" escribe una stira, una pica en farsa llamada "La Malhambrunada", que hace irrisin, feminizndolo, del enemigo. En Acua, el cuerpo amenzado por los sitiadores es devuelto, humor por humor. Y esta fuerza dionisaca, que es reapropiacin del bro feroz del sitiador, reaparece en un gnero que el poeta inventa.En el campo de los blancos y federales se abre una plaza de toros; llegada la paz "sin vencidos ni vencedores", Acua inventa la "toraida", gnero que apropia con buen humor la fuerza del cuerpo animal en combate con el hombre. Su otra obra famosa no es menos dionisaca y la stira deviene satiriasis : la "Nomenclatura y apologa del carajo". Es decir que, para la escritura, el cuerpo comparece "del otro lado del muro"; a partir de este corte se inventan los gneros. Desde distintas vertientes, el cuerpo es convocado a inscribirse en la escritura y las resultantes, para la literatura "culta", comenzarn a advertirse poco ms adelante.Al borde de Montevideo, esta Amrica encuentra su primer gnero distintivo. Por otra parte, y a despecho de que Rama resta "originalidad" al romanticismo, formulaciones recientes como la de Benedict Anderson o Doris Sommer revierten la situacin: Anderson encuentra el origen de los nacionalismos no en Europa sino, precisamente, en Amrica y en su necesidad de forzar "comunidades imaginarias" a travs de la prensa y la literatura; la subsecuente delimitacin de Sommer define las novelas romnticas de Hispanoamrica como ficciones fundacionales, donde erotismo y poltica se coaligan en aras de homogeneizar los nacientes estados, de generarles una historia deseable, de "nacionalizarlos". As, diversas narrativas antirrosistas ocupan un lugar destacado en su Foundational Fictions, desde el ensaystico Facundo de Sarmiento, hasta la Amalia de Mrmol, las obras de Juana Manuela Gorriti o El matadero, de Echeverra. Aqu, lo relevante es destacar que varios de los romnticos antirrosistas se refugiaron en Montevideo durante la Guerra Grande.Si en la ciudad sitiada por tierra y protegida por mar por la armada anglo-francesa naci y pas su infancia Isidore Ducasse, es pertinente recordar cul era la produccin literaria en la ciudad dnde aprendera a leer y escribir y que un gacetillero federal satirizaba desde Buenos Aires: "Quien quiera hablar en francs/en cataln, en vascongado/todo idioma arrevesado/y que no sepa quin es/y hallarse en un entrems/o en un extrao museo/vaya hoy a Montevideo". Ah, los romnticos celebraran certmenes poticos y publicaran sus obras, desde poemas, pasando por panfletos polticos, hasta novelas como Amalia que salan por entregas en peridicos de la ciudad. Desde una perspectiva discursiva, y para entender posteriormente algunos elementos formantes de la poesa de Delmira Agustini, es conveniente recordar que estos romnticos, en sus novelas, utilizaron figuras femeninas como alegora de la patria, desde la Elvira o la novia del Plata, de Echeverra, las novelas de Gorriti, hasta la largusima y famosa novela de Mrmol.Pero si volvemos por un momento a la gauchesca, podramos recordar que es en Montevideo donde los pasquines pregonan los versos de Ascasubi, entre otros, "La refalosa", donde la bestializacin formante de la gauchesca tiene su punto ms logrado. Escrita, siguiendo las reglas del gnero, como una amenaza de un sitiador gaucho rosista a otro (a pesar de que, en la ciudad sitiada, prcticamente no haba ninguno) unitario, el poema es un deslumbrante ejercicio de ferocidad, que incluso opaca a piezas como El matadero en la crueldad desplegada lnea a lnea.Se repite la relacin Hidalgo-Acua en este poema. Rosas pona como membrete de su correspondencia, como se recuerda, frases como "Mueran los salvajes unitarios, los inmundos franceses y el pardejn Rivera". En "La refalosa" se recupera ese desafo y se lo devuelve con humor. Esta bravata del "gaucho malo", que le detalla al unitario lo que le va a suceder cuando lo agarren al ingresar a la ciudad, se convierte en una descripcin de lo que llaman la "refalosa", una metdica y alegre ceremonia de tortura en la que el condenado debe patalear y resbalarse en su propia sangre, luego de haber sido estaqueado, de que le hayan recortado barba, cejas o patilla y rebanado las orejas y dems partes, ceremonia no exenta de humor ni regocijo.Entretanto, nos clama por cuanto santotiene el cielo;pero ah noms por consueloa su queja:abajito de la oreja,con un pual bien templaoy afilao,que se llama el quita penas,le atravesamos las venasdel pescuezo.y qu se le hace con eso?larga sangre que es un gusto,y del sustoentra a revolver los ojos.

Ah, hombres flojos!hemos visto algunos de stosque se muerden y hacen gestosy visajesque se pelan los salvajes,largando tamaa lengua;y entre nosotros no es menguael besarlo,para medio contentarlo.

Qu jarana!nos remos de buena ganay hay mucho,de ver que hasta les da chucho;y entonces lo desatamosy soltamos;para verlo refalaren la sangre!hasta que le da un calambrey se cai a patalear,y a temblarmuy fiero, hasta que se estirael salvaje: y, lo que espira,le sacamosuna lonja que apreciamos el sobarla,y de manea gastarla.

De ah se le cortan orejas,barba, patilla y cejas;y pelaolo dejamos arrumbao,para que engorde algn chancho,o carancho.

Aquellos que se han sorprendido hasta el hartazgo de la ferocidad de Maldoror, de sus gestos de bujarrn, del naturalismo descarnado (por ejemplo los peces que devoran peces o la extraccin del ojo del bulldog) deberan recordar este tipo de intertexto. La prosa de Lautramont sorprende al ser un formidable ejercicio de traduccin. Si, como sealara Barthes, a partir del "montevideano" el francs alcanza su definitiva capacidad de delirio, esto debera ser recogido en el sentido en que "delirio" implica desvo. Es el idioma francs derivado y sitiado en Montevideo (o en Nueva Troya como la firmara Alejandro Dumas) y vuelto a derivar hacia Pars, traduciendo El matadero o traduciendo a Hidalgo y Ascasubi. Para decirlo de otra manera, si en su teogona Maldoror pretenda sodomizar los cielos, en lo omnvoro de su escritura, sodomizaba al cielito.

III. Lenta muerte del pastor (de Acua de Figueroa a Zorrilla de San Martn)

Los muros de Montevideo son una mampara que devuelve los desafos, que parte el cuerpo. Hay orientales de uno y otro lado, hay argentinos tambin, en cada reborde. Pero en Montevideo, por tradicin, reside la lengua extraa. El cielito hace irrisin de su "brbaro" o salvaje, como en el caso del fungeiro gallego, de los sitiados, de aqullos que se metamorfosean en animales para un decir que corta como un facn. La voz y el cuerpo se separan en el desafo. El enemigo se convierte en bestia a ser rebanada en lonjas, en tiras de su lengua extraa y, para sajar al adversario, hay que disfrazarse de gaucho (Paulino Lucero, Jacinto Cielo).

Perpetua metamorfosis en que la sintaxis de la gauchesca recompone lenguas recprocamente brbaras: el letrado apropia el decir "gaucho" y desde ah reformula la diccin extranjera. Desde uno a otro lado de la mampara, que es tambin la barra del lenguaje, el desafo negocia al hablante: hay que disfrazarse de gaucho para emitirlo. Desde uno al otro lado, la mampara refracta: el adversario es percibido como el doble animal a ser descuartizado, el que habla es pura voz. Al otro lado, el gemelo oscuro o demonaco, espesado en otra lengua, se ve a trasluz. Matriz conflictiva de la civilizacin que tiene incorporado su cuerpo brbaro. En 1846, Sarmiento pasa por la Montevideo sitiada y encuentra all, como le escribe a Vicente Fidel Lpez, la Europa que anhela, sus modas francesas, peinados y trajes. Desde la lengua civilizadora, francesa, se adensa el brbaro, el cuerpo indomesticable, acercado y separado por lo heterclito del lenguaje: as se percibe el cuerpo de res de la mujer -ingobernable por la moda- en la "Mazorquera Isidora" de Ascasubi, que parte del puerto sitiador del Buceo a ser degollada por Rosas.Nietzsche afirmaba que Dios era inmortal en su gramtica; la diccin de la gauchesca registra, por su parte, una fuerza casi irresistible. Es una sintaxis que rebota en los muros y que devuelve el envo. El cielito que recogiera Acua de Figueroa es una celebracin de los "porteos" que habrn de tomar Montevideo: Hidalgo, luego de algn sainete, morir en el lugar del que el desafo parte, en Buenos Aires (el envo ha vuelto al remitente). Durante el Sitio Grande, Acua es desafiado a competir en artes de versificacin con un rival que resida en Pars, quien haba sido a su vez retado a escribir un soneto con la tpica y los pies de verso establecidos.El asunto era clsico, pero tambin era blico (Jerjes en las Termpilas); los pies de verso, heterogneos con respecto a lo que se asume en clasicismo, remiten a la gauchesca. El primero con el que Acua responde comienza: "Baja de las Termpilas, gran chacho,/ Gritaba Jerjes desde su alto coche, Al griego, que matando a trochemoche,/ Le iba haciendo su ejrcito gazpacho". Inmediatamente, el poeta reconvierte el asunto de brbaros persas o griegos y lo transfiere a su lugar: "Rosas es un truhn, y Oribe un chacho/Propios los dos para tirar de un coche/Que hacen matar su chusma a trochemoche/Por sitiados que viven de gazpacho".El sitiado, una vez ms contraataca y los enemigos sern las bestias; en el poema, Acua revierte dos provocaciones; una desde Pars, otra desde el otro lado del muro. Violencia de esta mampara, herida o fractura en el cuerpo, viaje inverso del montevideano: Ducasse viajar de la Nueva Troya con la Ilada castellana que nunca abandonar, se ir transformando en otras mscaras y en otras bestias. Ascasubi se converta en "(Aniceto) el pollo"; Ducasse, en el viaje de la escritura, canto a canto se metamorfosea en Lautramont, en Maldoror, en parisino y en infinidad de bestias. En la gauchesca ya estaba la matriz de la transmigracin, y en el gnero, por su fuerza, estaba garantizada una pervivencia del gaucho.Detrs de la mampara se va extendiendo el doble omininoso. La ciudad sitiada pasa a ser anillada por una ciudad sitiadora. El cerro de Montevideo (o Villa Cosmpolis) es protegido por la multinacional defensa, pero los sitiadores comienzan su asentamiento en el "cerrito" y se abastecen en otro puerto, el Buceo. Una ciudad separada de otra por la barda de la guerra; Montevideo encuentra una nueva alteridad, ya no en el nmade, sino en el ciudadano. Cuando llegue la paz caer el muro y Montevideo devorar a la otra. Al fin de la guerra, se publicarn los poemas de Ascasubi en Pars bajo el nombre de Paulino Lucero, y all el poeta ir delineando su nostalgia por el gaucho que terminar en el elegaco Santos Vega. El regionalismo ya est en parte nominado ah. Cuando, en 1929, Gallegos escriba Doa Brbara, su hroe civilizador se llamar Santos Luzardo.La matriz heterclita de la gauchesca hace burla del lenguaje del Otro. En francs, el teognico Rimbaud parta hacia otras lenguas y hacia el verso libre en un barco ebrio a partir de su famosa iluminacin: "yo es otro". Viajeros inversos los urufrancos: Maldoror -que era una mscara- desafiaba a Dios; Laforgue hara irrisin de los cliss literarios europeos y lleg al verso libre porque "ya era otro".Pero cuando las ciudades se integran en una ampliada Montevideo irrumpe la nueva fractura. Despus de la Guerra Grande, la Banda Oriental se desprende de manera irremediable de las provincias argentinas y se abre, entonces, la boca definitiva. En esta banda los indgenas haban sido exterminados en 1832; en la otra, Sarmiento y los unitarios que haban salido de Chile y la sitiada Montevideo crean la Constitucin de las provincias, y desparraman sucesivamente sangre de gauchos para correr la frontera con los indios.Aparecen las obras mayores del gnero y Jos Hernndez, en La vuelta de Martn Fierro (1872) dar, a la vez, voz definitiva y mausoleo a la raza en extincin. Rama (La ciudad letrada) recuerda que el poema de Hernndez es la orilla entre la comunidad escrita y la oral. Josefina Ludmer, por su parte, lo marca como un texto ambiguo que se complementa con El camino trasandino en que Hernndez festeja la modernizacin en la mole del ferrocarril. Si sus rieles fueron el gran emblema modernizador, cantado luego con entusiasmo, desde Buenos Aires, por Daro y por Lugones, en la Repblica Oriental el recorrido no fue simtrico, y habr que encontrar aqu la diferencia que lleva a que en el novecientos montevideano colapse el modernismo.Si el Martn Fierro se volvi el canto hegemnico y nucleante de las provincias argentinas, esta banda tuvo que esperar hasta 1886 para encontrarlo, y no lleg a hacerlo bajo el emblema del gaucho. Los tres gauchos orientales (1872) de Antonio Lussich fue escrito para rematar el tratado de paz de la "revolucin de las lanzas" de Timoteo Aparicio (to de Saravia). El gaucho en esta banda estaba vivo y guerreando y no poda encontrar un relato elegaco de recuperacin. Al mismo tiempo, el territorio necesitaba literatura que lo hegemonizaraEn 1879, el neorromntico Jos Zorrilla de San Martn produce la Leyenda Patria, tratando de anclar en los mticos Treinta y tres Orientales de la "cruzada libertadora" un territorio propio y diferente al de la pica estrictamente gaucha. Recin en 1886 encuentra en Tabar una figura no menos conflictiva pero que funcion, de momento, como transaccin simblica, apuntalando una nacionalidad en crisis. Ambas obras fueron producidas, como seala Hugo Achugar, en un momento de tensin poltica, donde las definiciones hacia la repblica independiente colidan con la antigua tradicin anexionista, pero en Tabar encontr Zorrilla una figura menos amenazadora porque su raza estaba extinta.El cuerpo de un mestizo extinto (indio de ojos azules) fue la garanta para fundar una patria. El proceso estuvo acompaado de otras obras del mismo tenor (como el Caramur de Magarios) y habra de ser rematado por la novelstica de Acevedo Daz. Lo remarcable es que en este indio habra que comenzar a buscarse una matriz literaria "uruguaya". En el ttulo de Lussich y en los hroes de La leyenda patria los que comparecen son los "orientales"; en el indio fulminado aparece la voz oral que hizo la toponimia de buena parte del territorio y cuya diccin era recuperada en el proceso "uruguayizante" (que rechazara Herrera). Con el torturado Tabar, como seala Doris Sommer, los uruguayos, en un momento culturalmente complicado, se podan amar a s mismos.Para el poeta qued la gloria del fundador y con l llega el canto del cisne de la tradicin del poeta-estadista iniciada en Andrs Bello; desde su Leyenda, Zorrilla qued marcado como el "poeta de la patria".Durante el proceso de modernizacin, que coincidi con el alambramiento de los campos, el gaucho era todava una figura amenazante para la ciudad letrada y no se poda encontrar en su cuerpo el territorio fundacional. Ariel, por ejemplo, prescindir de l, o ser opacado en el tropo de Calibn; pero el sueo del guerrero nmade tardar en desaparecer. Si la narrativa regionalista tiene un precedente en los cuentos de Quiroga -que se haba mudado a la otra banda- Onetti iniciar la novela urbana a partir del simbolismo mal resuelto por Zorrilla. En su nouvelle inaugural, El pozo (1939), el protagonista Eladio Linacero suea con un caballo que que se coloca encima de l, como si el jinete fuera el equino. Eladio Linacero haba encontrado slo el vaco en su gesto fundador: "Detrs de nosotros no hay nada, un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos".La mala resolucin de Zorrilla se devolva o regresaba, ahora, como carencia de orgenes. La resolucin simblica de Onetti ser desdoblarse (como Ducasse) en personajes que irn fundando una ciudad, Santa Mara, que estar "a caballo" entre Montevideo y la campaa y "a caballo" entre ciudad y pueblo. Los poetas "negros y ciclnicos" del siglo XX son inseparables de esta nostalgia, producto de la retraccin del cuerpo gaucho que nunca fue blanco certero de la pica.El Uruguay moderno se vertebr sin su elogio monumental del payador. En la criollstica, segn Angel Rama (Los gauchipolticos), se estetiz la gauchesca, desposeyndola del primigenio empaque desafiante: lo que se articula es un remedo del Martn Fierro o del Santos Vega. Tal vez sea este carcter meramente imitativo lo que llev a Luis Pieyro del Campo a precipitar la muerte del pastor a manos de la modernizacin capitalista y saladeril, con su poema de1891 "El ltimo gaucho"; en verdad, pareciera que se trataba, por sobre todo, de asordinar la vieja provocacin que todava se senta como amenazante. Sin entierro digno y dada la fuerza de la sintaxis original, la gauchesca tendr una vida residual que ser todava recuperada en poesa, entre otros, por Juan Cunha o, en tiempos de revuelta, por una Idea Vilario que no le escapar al "cielito".Una vez escindido de la otra banda, y reconvertido tambin el margen que separa a Montevideo del resto del territorio, en este siglo el espacio aparecer como el desierto de Quiroga, o como las inmensas llanuras que Supervielle narra y recuerda. La escritura metropolitana queda, de este modo, vaciada del cuerpo oral que la retroalimentaba, y tambin deber inventarse, interminablemente, sus orgenes. A este respecto cabe recordar que, no por casualidad, ser Herrera y Reissig quien haya de ocupar, en poesa, el lugar de texto fundacional. Si tuvo que morir un pastor para que comenzara la historia, fue Herrera el primero en abrir literariamente este siglo en un poema simblico de 1907. El poema, que gira obsesivamente alrededor de una carreta (es decir, de la locomocin que est siendo suplantada por el ferrocarril, de la cultura pastoril que est siendo disciplinada por los rieles de la alfabetizacin), se titula, emblemticamente, "La muerte del pastor".