ollantay . testimonio de una civilizaciÓn
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ALFREDO YEPEZ MIRANDA
EL OLLANTAY
(TESTIMONIO DE UNA CIVILIZACIÓN)
19 5 9
CUZCO
— I —
TESTIMONIOS QUE CONFIRMAN LA EXISTENCIA DEL
TEATRO INCAICO
El imperio incaico, cuya organización es motivo de admiración y respeto, nos ha
legado el símbolo elocuente de su grandeza, en los monumentos y en las
variadas y múltiples manifestaciones de la cerámica, así como de otras formas
de expresión cultural. En templos y fortalezas, en palacios y acueductos, en
andenes y canales, en tejidos y vasos ornamentales, en armas y kipos, en
caminos y huacas, está el signo que nos muestra el adelanto de esa cultura, que
supieron exaltar los cronistas, que admirados llevaron su emoción a la
descripción escrita, pero, se pretendía disminuir la grandeza de esa cultura,
desde el punto de vista literario, porque con el terrible conflicto devastador
ocasionado por la conquista, habían desaparecido los amautas y los
quipucamayoc, los nobles y los sacerdotes y no acedaba sino una "tradición cada
vez más flaca".
El pueblo indio alcanzó alta categoría literaria en la época incaica, la misma que
demostró en la colonia y que se observa en nuestros días, muy especialmente
en el aspecto teatral, para el que tiene una capacidad bastante acentuada. El
Inca Garcilaso de la Vega, manifiesta que los amautas componían comedias y
tragedias, que se representaban en los días y fiestas solemnes, delante de sus
reyes y de los señores que asistían a la corte "los argumentos de las tragedias
eran de hechos militares, de triunfos y victorias, de las hazañas y grandezas de
los reyes pasados y de otros heroicos varones".
Sarmiento, cronista español que no siempre coincide con Garcilaso, nos dice en
su crónica, con respecto al teatro incaico, que los vencedores, cuando llegaban
al Cuzco "iban representando sus victorias con danzas y músicas, y así llegaban
a la casa del sol, donde depositaban los despojos".
En forma semejante nos habla del teatro incaico Fernando de Montesinos quien
cuenta que "en las fiestas religiosas y triunfos militares de los incas se
representaban las hazañas en figuras pintadas y coreográficas, acompañadas
de narraciones y cantos.
Es el cronista Salccamayhua quien indica que las representaciones que se
nacían en las diversas festividades incaicas se llamaban: añaysauca, ayachuca,
Llamallama y Hañansi, que correspondería a loas, saínetes y tragedias.
En forma semejante nos habla del teatro incaico, el cronista Cieza de León,
cuando refiere que en la solemne Pascua del Sol, es decir en el Inti-Raimi, que
se celebraba en la plaza Mayor del Cuzco, el 24 de junio, los hombres cantaban
en voz alta "los villanci20s y romances", y luego asistían a representaciones
teatrales,- las que describe en la siguiente forma: "En mitad de la plaza pública
tenían puesto, a lo que dice, un teatro grande con sus gradas muy adorna-das,
con paños de plumas llenos de chaquería de oro y mantas grandes, riquísimas
de su tan fina lana, sembrados de argentería de oro y pedrerías. En lo alto de
este trono, ponían la figura de Ticivira-cocha, grande y rica... bajo de este trono
se tenía la figura del sol...".
En la época imperial, regida por un disciplinado gobierno militar y religioso,
existía pues un teatro, como lo demuestran las versiones de los cronistas; es
evidente que no ha llegado hasta nosotros, una más completa y abundante
información, por los prejuicios religiosos, por la persecución que se hizo del
pensamiento imperial: así como por la despiadada lucha en contra de todo lo que
se creía con color de idolatría. Esta capacidad para el teatro lo demostró el
indígena en la época colonial, tomando parte en las actuaciones teatrales,
organizadas especialmente por los religiosos, con fines de propagación de la
doctrina cristiana, entonces los indios interpretaban en forma admirable sus
papeles en la escena, provocando la admiración de los peninsulares, esto
demuestra en forma clara que los indios en la colonia, al demostrar su capacidad
artística para el teatro, indicaban la progenie ancestral de los tiempos del imperio,
en los que el teatro no fue un género literario sino un complemento de las
actividades religiosas, políticas y militares de la época. No otra cosa se
demuestra con esas representaciones que se realizaban en el solemne día
religioso de la Pascua del Sol o Inti-Raimi, así como esas otras, en las que
representaban sus victorias con danzas y músicas como diría Gamboa, así como
la descripción que hace el inca Garcilaso de las conmemoraciones teatrales, que
se realizaban en la corte, en las que los argumentos de las tragedias siempre
eran de hechos militares.
Así mismo en la República, en nuestros días, podemos observar que diversos
temas agrícolas, eróticos, históricos, tradiciones, etc., sirven de argumento para
dramas y comedias, que se escriben en quechua, y se representan con todo
éxito en los teatros de provincias. Basta recordar que sólo en el Cuzco, hay
muchos escritores que han obtenido gran éxito, con composiciones de esta
clase, como Andrés Alencastre, Julio Rouvirós, Nemesio Zúñiga Cazorla, entre
otros.
De todo lo anterior se desprende que fue abundante la producción teatral en la
época incaica, y por tanto el drama Ollantay, dadera joya de la Literatura
Peruana, pertenece a esa época, siendo uno de los pocos dramas, que ha
conseguido resistir el aluvión de la conquista y la fuerza destructora del tiempo.
Para defender esta tesis, nos apoyamos en el mismo argumento del drama, en
que aparecen personajes históricos, es decir relacionados con la historia incaica.
Tanto Pachacutic como Tupac Yupanqui, son dos reyes incas que están
incluidos en el drama. En cuanto a Rumiñahui y Ollantay son también nombres
de generales que igualmente corresponden a la historia, el tema mismo de la
Rebelión contra ley por la fuerza de la pasión amorosa, es pues digno de la
época imperial, por tanto este drama se entronca con las comedias y tragedias
incaicas, con las Llama-llama y Hañansi cuyas noticias nos ofrece el mestizo
Salccamayhua.
— II —
EL DRAMA OLLANTAY TIENE TEMA HISTÓRICO
Ollantay adquiere la categoría de personaje histórico, de general que fue de los
indómitos antis, a los que comandó en la época de los incas. Allá por el año
1880, en Aymaraes, en el camino de herradura que conducía a Ayacucho, había
un árbol frondoso y esbelto, que se alzaba en el camino en forma imponente, tal
árbol recibía el simbólico nombre de Ollantay. Así mismo a la entrada del pueblo
de Ollantaytampu, que fue escenario del drama, se destaca en lo alto de una
roca la figura de un inca, y la tradición cuenta que recuerda la reducción de los
rebeldes cuando la revolución de Ollantay. Así mismo este hecho está
corroborado por Larrabure Unánue quien asigna al Inca Huayna Ceapac el haber
mandado poner su efigie cuando triunfó sobre el rebelde Ollantay.
El nombre del héroe estaría incluido en crónicas relacionadas con la historia
incaica. Sarmiento de Gamboa se refiere ya, al lugar llamado Ollantay-tambo, o
sea la residencia de Ollantay. Así mismo aparece un indio llamado Ollantay en
las memorias historiales de Montesinos, así mismo Huamán Poma de Ayala
hablará de un Ollantay, hijo de un curaca de Huánuco, todo esto nos hace
comprender que hubo verdaderamente un Ollantay, seguramente jefe de los
Antis, cuyas hazañas sirvieron de base para cantar una tragedia, es decir, un
Hañansi, en loor del inca, como consecuencia de la derrota del rebelde, que se
sublevó pidiendo libertad para el amor, contra las rígidas leyes imperiales.
Temas para las obras dramáticas, repetimos se referían a sucesos reales, así
relata el señor Tomás Paine, vecino del fundo agrícola Urco ubicado cerca de la
ciudad de Calca, la leyenda que oyó de labios de ancianos indígenas, que
relataban la forma como llegaron por las cordilleras abruptas las aguas
promisoras para regar la región que hoy se llama Urco. Orco era el señor que
era padre de una linda muchacha llamada Sumac-Ttica, a la que cortejaban dos
poderosos curacas, el padre ofreció la mano de su hija al enamorado curaca que
consiguiera dotar de agua, a las sedientas tierras de la región, entonces dos
ejércitos de trabajadores, hábil-mente dirigidos por sus enamorados jefes,
construyeron canales, el uno que conducía el agua de una laguna que estaba en
las altas punas, y que llega por el mismo filo de la crestería de los cerros, el otro,
que viene bordeando la ladera, ambos llegaron al mismo tiempo y decidieron
ganar el amor de la princesa mediante las armas, en la batalla fue derrotado el
elegido por el corazón de Sumac-ttica, y ésta desesperada para no cumplir la ley
del padre, al no poder cumplir la ley del amor, invocó a los dioses junto al
acueducto construido por el amado donde quedó convertida en piedra". El drama
se ha perdido pero queda lo más interesante el argumento, que nos demuestra
la forma y la idea que servían de sustentáculo en el teatro incaico.
Asi mismo en el drama de Ollantay, cuyo argumento lo tenemos más completo,
es evidente su progenie histórica como drama, y también su antecedente
histórico como tema real, que sirvió para el drama. Al respecto el cronista ya
citado don Pedro Sarmiento de Gamboa dice, que cuando después de
Pachacutec le sucedió su hijo Yupanqui, “ echaron bandos para que todos en la
ciudad vinieran a dar obediencia so pena de muerte". Ordenó que viniesen los
de Antisuyo a darle obediencia y se hizo adorar y hacer sacrificios". Y como
mandaban a los indios Andes que trajesen de su tierra unas lanzas de palma
para el servicio de la casa del sol, los andes como no servían de su voluntad,
parecióles manera de título que les imponían de servidumbre y por esta causa
se huyeron del Cuzco y se fueron a sus tierras, y alzaron la tierra de los Andes,
apellidando libertad”.
El mismo cronista Don Pedro Sarmiento de Gamboa, recoge en su libro el relato
que le hicieron viejos amautas imperiales, en relación con el proceder del Inca
Yupanqui y su hermano Inca Rocca, “que resolvieron subyugar a los que no
prestaban obediencia, y se les quisiesen iguales, habiendo sabido que en un
pueblo llamado Ollantaytambo, seis leguas del Cuzco, estaban dos sinches,
llamdo uno Paucar Auchu y el otro Tocre Topa que estorbaban a los
Ollantaytambos, que no viniesen a dar obediencia, ni ellos tampoco querían venir
con mucha gente diéronles batalla; en que fue herido Inca Rocca malamente,
más al fin fueron vencidos los Ollantaytambos y los mató a todos, y quemó el
pueblo y asoló , que no dejo cosa de memoria y tornóse al Cuzco”.
Por estas noticias estamos frente a la evidencia de la existencia de un caudillo
de la región de los Antis, vecino del pueblo de Ollantaytambo, que no quiso
prestar obediencia al inca, y se sublevó, resistiendo hasta ser derrotado por las
tropas imperiales, en el caso anterior serían los Andes los que huyeron del Cuzco
y una vez en su tierra levantaron las banderas de la libertad. De todos modos la
vida y hazañas del personaje principal del Ollantay, constituye un suceso
histórico, que fué utilizado cuando vencido el rebelde, entraron las tropas en el
Cuzco, cantando las hazañas victoriosas de la campaña, las que después fueron
utilizadas por los dramaturgos imperiales para convertilas en una tragedia o
drama, que sería representado en las plazas públicas, en los días de ceremonias
solemnes, o ante el inca en el palacio real, con el objeto de enaltecer las victorias
de las tropas incaicas y levantar el espíritu guerrero de las muchedumbres, y
procurar el convencimiento de la invencibilidad de los guerreros incas, para que
los súbditos del imperio no osaran siquiera pensar en una rebelión contra la
poderosa maquinaria estatal de los incas. En el drama, tal caudillo de la rebelión
se levanta por el amor, porque ese Dios desconocido y misterioso le ha
embriagado el corazón, y con su efluvio le trastorna el cerebro y solo piensa en
llegar hasta la viva luz del amor de la estrella imperial, el argumento nos muestra
a un rebelde por el amor, contra la ley que divide a los hombres en nobles y
plebeyos, pero a la larga, nada puede el dios del amor contra las leyes frías,
rígidas y eterna*: del imperio, el amor es derrotado y triunfa una vez más la ley,
como veremos en las tradiciones orales en el capítulo respectivo.
Así como la cultura griega nos ha legado junto con el testimonio de sus grandes
monumentos arquitectónicos, su concepción artística expresada en el inmortal
teatro griego, y su poesía en las epopeyas helenas, así también podemos decir
del imperio incaico, que de acuerdo con lo que Mitre pensaba que acaso el aylli
incaico, es decir el triunfo, no era sino, una representación heroica primitiva, por
tanto se descarta por completo la negación que se hace de la posibilidad de una
literatura avanzada en la época de los incas, porque el drama Ollantay, es un
testimonio irrefutable de esa cultura, y constituye aún que aislada la
demostración de la capacidad de los amautas imperiales.
-III-
EL DRAMA OLLANTAY EN LA COLONIA
Coincide con un hecho histórico de singular importancia, como es, la rebelión de
Túpac Amaru en 1780, la aparición del drama Ollantay, en plena colonia, que fue
nada menos que representado ante el glorioso rebelde, este es el mismo drama
colonial, que ha llegado hasta nuestros días, aun cuando existan diversos
códices, versiones escritas o copias, que no se diferencian en lo substancial,
sino, únicamente en aspectos accidentales, que demuestran la in-fluencia del
que los copió.
El drama colonial del que existen diversos códices, procede en forma indudable
de una copia primigenia que seguramente fue escrita por el siglo XVI, para
perpetuar el relato hecho por algún Amauta imperial. El más celebrado
manuscrito es el encontrado en 1816 entre los papeles del cura de Sicuani, Dr.
Valdéz, habiéndose creído que este era el autor de esta obra, este manuscrito
fué copiado por el Dr. Justo Pastor Justiniani, texto que lo tradujo al idioma inglés
en 1853, el peruanista Marckam quien cree que corresponde al año 1470 el
origen del poema primitivo.
Otro manuscrito es el procedente del convento de Santo Do¬mingo del Cuzco,
construido sobre las bases incaicas del antiguo Ccoricancha, copiado por el
pintor Rugendas y utilizado después por el Dr. Von Tschudi, quien tradujo el texto
al alemán.
Así mismo Gavino Pacheco Zegarra, poseedor de un códice propio lo tradujo al
francés, cuando desempeñaba la Secretaría de la Legación en París.
El Códice Paceño, cuya antigüedad se hace remontar a 1735.
El Códice Sahuaraura, también de plena época colonial.
Todos estos manuscritos de la época colonial, tienen el texto en quechua, por lo
que el peruanista Ricardo Rojas les dá la denominación de texto quechua,
ninguno de ellos lleva el nombre de autor por lo que se ha descartado la
paternidad atribuida al cura Valdéz. Se trata, pues, de un manuscrito anónimo,
cuyo autor debe corresponder al siglo XVI. No hay tampoco fundamento
verdadero para atribuir la paternidad del drama colonial al escritor cuzqueño
Juan Espinoza Medrano, apellidado el Lunarejo, quien vivió en el siglo XVII y nos
ha legado interesantes libros que demuestran su gran cultura clásica, su fervor
gongorista y sus conocimientos ¡dio-máticos, pues, traducía y versificaba en
varios idiomas, el hecho de haber traducido al quechua "El Rapto de Proserpina"
y "El Hijo Pródigo", no es fundamento para atribuirle la paternidad del Ollantay.
Se ha creído que el drama colonial, es obra de un escritor de la colonia, que ha
aprovechando algunos elementos tradicionales, lo que de ninguna manera
puede ser aceptado, porque habíamos ya demostrado la existencia de una
vigorosa obra dramática en la época incaica, que constituía parte fundamental
de diversas ceremonias políticas, militares, y especialmente religiosas; entonces
está fuera de duda que el drama Ollantay se representaba en el imperio y que
su argumento sobrevivió a la crisis destructora de la conquista, y fue recogido en
el siglo XVI en el manuscrito quechua que conocemos; don Mariano Eduardo de
Rivero, manifestaba que en las bibliotecas particulares del Cuzco, se podían
encontrar diversos manuscritos del drama, correspondientes a los siglos XVI y
XVII, este es un dato de excepcional importancia, que señala en forma precisa
el siglo XVI como origen del manuscrito colonial, que fue recogido en esa época,
ya que era más difícil recogerlo a medida que transcurría el tiempo, y se realizaba
una campaña de adoctrinamiento religioso, que iba en contra de todo lo que se
refería a la cultura incaica. Desde luego, que este manuscrito del siglo XVI, no
es la versión exacta del drama incaico, está adulterado por la influencia del
copista, o tal vez, por que fue recogida de dos o más versiones orales, y en el
manuscrito se trató de uniformarlas en un sólo texto.
Por eso no se puede creer en la completa originalidad del manuscrito colonial,
porque ha sido evidentemente, adulterado, como lo ha demostrado en un estudio
magistral don Ricardo Rojas, quien ha escrito una tragedia restaurando la
leyenda ollantina, de acuerdo con la arqueología.
— IV —
LA TRADICIÓN DE OLLANTAY EN EL SIGLO XVI
El drama colonial se remonta al siglo XVI, aunque haya sido conocido ya en los
últimos años del siglo XVIII, allá en 1780, cuando se representó ante Túpac
Amaru II, en cambio tenemos otras referencias documentales, que apoyan
nuestra tesis de haberse hecho la copia manuscrita en el siglo XVI, pues, Cabello
de Balboa en su "Historia del Perú" relataba en 1586, la Historia de los amores
de un quiteño Kilaco Yupanqui y de una cuzqueña, Curi Ccoyllor, los que
terminan en forma inesperada con la suerte de Atahuallpa y Huáscar, este
argumento ha sido utilizado por el profesor puneño Dr. Lucas Guerra Solís para
escribir un interesante drama titulado: "Tragedia sobre las Ruinas de un Imperio".
Pero el dato más interesante con respecto a este asunto, es desde luego el
relacionado con el episodio de los amores de Chalcu-chimac y Curi Ccoyllor,
inserto en el poema "Armas Antárticas" de Juan de Miramontes Zuázola, escrito
allá en el año 1615, evidentemente que el argumento no es el mismo, ni los
nombres de los personajes, pero, nos indica que es una versión que arranca del
mismo origen dramático. El poeta español narra los amores de Challcuchi-mac
y Curi-Ccoyllor, la doncella es raptada y existe la intervención de Rumiñahui, y
la retirada a la fortaleza de Vilcabamba, donde Chuquiaquila huye llevándose a
su amada, después de haber reconocido el campo del inca en Yucay,
Challcuchimac, lo sigue el rastro llegando a Vilcabamba en cuyas inmediaciones
se da una bata¬lla en la que sale victorioso Chuquiaquilla, aprovechándose de
la respectiva fiesta, para escapar Challcuchimac y Curiccoyllor, los que llegan al
Cuzco y cuentan su historia al Inca, el que lo nombre su lugarteniente, pero, el
infante tiene noticia de esto y muere Chalcuchimac y Curiccoyllor.
Este argumento nos muestra con otros nombres el episodio central de drama del
rebelde Ollantay, conocido en los albores del siglo XVII, como una nueva prueba
de la procedencia incaica del Ollantay, ya que el nombre de la heroína principal
Ccusiccoyüor, aparece en ambos con el de Ccoriccoyllor y en el segundo está
también la figura de Rumiñahui así como la presentación de los amantes ante el
Inca del Cuzco que los perdona y nombra a Chalcuchimac nada menos que su
lugarteniente, lo que demostraría que el drama colonial al ser tomado del drama
incaico, mediante la tradición oral coincide con el epílogo que le dá Miramontes
y Zuázola en sus "Armas Antárticas".
— V —
LAS TRADICIONES ORALES
Los manuscritos quechuas, se han conocido en los primeros años del siglo XIX,
y por eso en un comienzo se ha dado autoridad indiscutible al texto quechua, se
ha creído que este drama era inobjetable, completo, exacto y auténtico, pero,
esta tesis ha sido rebatida; cuando se moteja el manuscrito con las tradiciones
orales que han conseguido persistir, a través de los tiempos. Son tres estas
tradiciones, que relatan los amores del bravo general Ollantay, con una princesa
imperial, a consecuencia de lo que se levanta con sus antis defendiendo la
libertad y el amor.
La primera tradición apareci6 publicada en el periódico, del Cuzco, titulado
"Museo Erudito" en el año 1835 por Manuel Palacios, que fue recogida en la
Parroquia de San Blas de la ciudad del Cuzco, de labios de indios ancianos
procedentes de la nobleza imperial, como don Fabián Tito, y el Cacique Juan
Huallpa. Palacios fue un intelectual que hizo honor al Cuzco, escribía en el
"Museo Erudito", "El Correo Literario" y "El Espectador Peruano". Traduce del
francés la tragedia de Voltaire, "Mahoma o el Fanatismo". Escribe un relato vivo
de su viaje por los bosques del Perú y del Brasil, hasta su llegada a Río de
Janeiro, páginas que llevan el nombre de "Del Cuzco al Para". La versión de
Palacios es de indiscutible importancia, y abre un nuevo camino para un estudio
exhaustivo del Ollantay, lástima que la versión no sea completa, está trunca, le
falta justamente la parte final, aquella que nos habría servido de mucho para un
trabajo comparativo con el manuscrito colonial.
Según esta tradición el general Ollantay fue natural del pueblo de Tampu, y
Curaca de sangre de aquel distrito, quien sirvió al Inca del Cuzco, como valeroso
general, lo que le valió muchas distinciones, por lo que concibió el pensamiento
de ganar la voluntad de la ñusta, conseguido lo cual decidió pedirla al propio Inca
aprovechando el momento en que presentaría al rey el contingente de sus
soldados para la guerra, llegado el momento, habló al Inca de sus pretensiones
amorosas, quién le contestó en forma airada que estaba en contra de la divinidad
de su sangre, y de la ley establecida por el Dios Sol, lo que constituía un delito
sacrílego. Ante estas circunstancias Ollantay resolvió fugar, convocó a sus
capitanes y con ellos volvió por el camino de Tampu, donde preparó sus tropas
para resistir. Rumiñahui decidió destronar al nuevo rey que se erguía en Tampu,
penetró con sigilo en el monasterio de las acllas, lo que estaba prohibido, y el
rey tuvo que resolver que se castigase al sacrílego, pero, el general en forma
confidencial le mostró la razón de su aparatoso ingreso en el monasterio, con el
objeto de ser útil al imperio, para ser sentenciado a azote público, y pedir
después refugio en Tampu desde donde enviaría un quipo para poner fin al
alzamiento de Ollantay, y así se hizo, engañando a Ollantay con su triste
situación, quien poco a poco le fue encargando diversas comisiones hasta que
fue el Jefe de las tropas y el encargado incluso de cuestiones políticas,
Rumiñahui salía todas las tardes de paseo con un indiecillo que le servía de paje,
aprovechó la proximidad de unas bodas para enviarlo al Cuzco con un quipo
dando indicaciones al Inca para el ataque contra Tampu, que debería realizarse
por los altos de Lares, para escusar las fortificaciones de las embocaduras del
río. Efectivamente, cuando estaban en pleno festín loa de Ollantay, recibiendo la
noticia de la aproximación de las tropas del Inca, por la parte de Lares, después
de una batalla confusa, los sitiados abandonan sus posiciones y en el momento
que Ollantay vencido intenta dirigirse al Río, y arrojarse en su corriente, es a-
presado por Rumiñahui que lo presenta al Inca vencedor. Aquí termina la
tradición recogida por Manuel Palacios y publicada, como se dijo ya en el "Museo
Erudito" en el año de 1835. Según ella la rebelión de Ollantay es consecuencia
de un amor contra la ley imperante, según le dijeron indios nobles, "que la
rebelión de Ollantay se aseguraba haber provenido del robo que este hizo de
una aclla del convento de acllas".
La segunda tradición recogida en el propio pueblo de Ollan-tay-tampu, el año
1885, por el francés Charles Wiener, sirve para esclarecer mejor las vicisitudes
del drama incaico, que es motivo de este trabajo, y nos demuestra una vez más
que el argumento del drama colonial no es exacto. El relato es el siguiente: "bajo
el reinado de Huayna Ccapac, Ollantay de Tampu, perteneciente a la raza de los
antis, Curaca de nacimiento, había sido nombrado gobernador de la provincial
del imperio llamado Antisuyo. Hermoso, bravo, victorioso, el capitán se enamoró
y sedujo a una hija legítima del Inca Huayna Ccapac. El Inca acaba de concentrar
fuerzas considerables, entre las cuales el contingente de los antis, comandado
por Ollantay, para terminar la conquista de Chinchaysuyo. El día de la revista,
antes de la partida de Ollantay, armado de su champí y la mascaipacha, sobre
la frente, aprovechando del favor y dé los elogios, con los cuales el Inca lo
recibiera se inclinó ante el soberano y le pidió la mano de su hija. El Inca se la
negó con indignación; y esa misma noche fugó con la princesa seguido de sus
tropas El capitán Rumiñahui, celoso de tiempo atrás, por el favor de que Ollantay
gozaba, deseoso de perderlo enteramente y de entregarlo al castigo, penetró o
fingió haber penetrado, en el convento de las vírgenes por simple curiosidad;
pero ,se guardó de dar lugar a sospechas de haber abusado de alguna de ellas,
o de haber tocado siquiera sus vestidos. Este delito de Rumiñahui era una
astucia concertada previamente con el Inca. Se le juzgó y fue desterrado de la
corte, después de privarlo de sus dignidades. Seguido de un joven indio, con
cuya fidelidad podía contar, se retiró a los antis, y pidió a Ollantay que lo asilara".
El relato continúa con la total confianza que le llegó a tener Ollantay y con el
aviso que envió al Cuzco, para que el Inca atacase, quien llegó por el camino de
Lares, ocupan do la ciudadela. Ollantay quiso huir pero fue apresado y conducido
al Cuzco donde el Inca acordó el perdón y la vida, y a Rumiñahui, le dio el quinto
de sus propiedades y lo desterró porque merecía premio y castigo. Así concluye
la interesante versión apuntada por Wiener.
Recientemente, sólo en el año de 1947, quien esto escribe, consiguió obtener
una nueva versión, también en el mismo pueblo de Ollantaytambo, la que fue
relatada por don Francisco Reyes, vecino notable del pueblo y mayordomo de la
Hacienda Compone el 14 de noviembre de 1947, quien manifestó que esa
tradición había llegado hasta él, por boca de un indígena del lugar, llamado
Tomás Quispe que se había referido, hacía unos 35 a 40 años, es decir, entre
1907, y 1912. Francisco Reyes supo informar sobre interesantes temas
relacionados con la historia, y vida y costumbres del pueblo de Ollantaytambo,
dando interesantes datos sobre diversos acontecimientos del lugar; así decía,
que la calle principal del pueblo dividía éste en dos partes diferentes, una el ayllu
de Araccama, formado por los descendiente de Ollantay, y el otro, Ccosccoayllu,
formado por cusqueños enviados después de la revolución. Así mismo relataba
que fue en la época de Ollantay, en la que ocho mil hombres, los que traían tierra
de Huaypu, en putucos de cuero (costales de cuero) se colocaban a dos varas
de distancia, alcanzándose los chasquis el putuco lleno, en cambio recibía otro
vacío esto hacían sólo do noche porque robaban de una y otra parte de la tierra,
con el objeto de llenar los andenes. Como Ollantay no tenía donde trabajar,
mandó hacer los andenes en ocho años. Muchas acequias que traían el agua
fueron mucho después derrumbadas, en la época de la conquista, por los
soldados de Challcuchimac, por "pura envidia". Así termina el interesante relato
del Francisco Reyes con respecto a los andenes de Ollantaytambo.
Pero, la versión más interesante y que viene a constituir un aporte de valor para
el estudio del drama incaico, es evidentemente la que en igual ocasión narró,
refiriéndose a la tradición ollantina en la siguiente forma: "Ollantay era jefe militar
en el Cuzco, donde robó a la princesa que era hija de Atahuallpa, y la llevó por
un subterráneo secreto que sale del Cuzco, y vá hasta la fortaleza de Tampu,
prosiguiendo de allí hasta la altura de Tankac, a un lugar llamado Ccosñiriti, que
es inaccesible, como lo perseguían con el objeto de rescatar a la princesa,
organizó un ejército para defenderse, hizo a la entrada del valle dos puestos para
vigilar mejor, estos fueron Choccana y Choquequirca".
"Rumiñahui tomado como jefe por el Inca, aconsejó no atacar por Ttiopuncu ni
Choccana (en pleno valle del Vilcanota), a la entrada del pueblo sino darse la
vuelta por Ccunoc-itahyasayhua, bajó por Pallata y el combate fué en
Alzabamba, andenería a diez cuadras de Ollantaytambo tras Incamisana (en
dirección del camino de Lares). Ollantay derrotado y preso confesó que no tocó
a la ñusta, la que tenía oculta en Ccosñiritti a tres leguas de Ollanta, lugar de
puna brava donde la hizo llevar haciéndole pasar por un puente de piedra que
construyó con ese objeto. Llegados los prisioneros al Cuzco, Atahuallpa le
premió a Ollantay, poniéndole su corona, porque se había convencido que había
respeta a la ñusta". Así termina esta interesante narración recogida en 1947,
tradición oral que nos muestra en su argumento, nueva seguridad para afirmar
que el drama es incaico.
Habría que enmendar el nombre del Inca, que en esta versión es Atahuallpa, en
la de Wiener es Huayna Ccapac, y en la de Palacios carece de nombre, pero,
esto es de importancia secundaria; diversas tradiciones recogidas en el mismo
pueblo, cuando se refiere a mencionar el nombre del Inca, indican el de
Atahuallpa, porque demuestra que olvidados del verdadero nombre, adoptaron
el más reciente.
El Ollantay es la demostración de la existencia del teatro incaico, del que mucho
se ha perdido, de acuerdo, con lo que melancólicamente decía, en sus
"Comentarios Reales" el Inca Garcilaso: "Cuando se perdió aquel imperio;
cuando saquearon sus más preciadas riquezas y derribaron por el suelo sus
mayores majestades ... y sólo quedaron algunos de sus hechos y dichas
encomendados a una tradición flaca y miserable enseñada de palabra de padre
a hijos, la cual también se vá perdiendo con la entrada de la nueva gente y
trueque de señorío y gobierno ajeno". El Inca veía que un caudal invalorable de
riquezas espirituales del pasado, se perdía, desapareciendo junto con los
amautas el tesoro de su ciencia rescatándose algo que subsiste mediante esa
tradición, "flaca y miserable" de que nos habla el glorioso Inca.
Las tres versiones de la tradición ollantina, con respecto a su rebelión instada
por el amor contra la ley del Imperio, sirven para demostrar que el argumento y
la obra corresponde a la época del Imperio, y que la versión colonial, del texto
quechua, también corresponde al mismo drama incaico, pero, ha sido
desfigurada por el copista que tal vez entremezcló su argumento con el de algún
otro drama incaico.
El argumento de la versión oral recogida en 1947, tiene mucha importancia, y es
un mejor derrotero, para conocer el epílogo o desenlace de la obra, que termina
en perdón para Ollantay, por haber respetado caballerescamente el honor de la
ñusta enamorada, pero, este perdón, no consigue aniquilar las leyes del Imperio,
la boda no se realiza, sólo se le recompensa, poniéndole el Inca, su propia
corona, es decir una recompensa política, pero, la ley sagrada que divide a los
hombres, sigue rígida e inmutable, ya que hubiera significado la verdadera
catástrofe, su modificación por la fuerza.
Esta versión es importante, porque coincide en muchos aspectos con las otras
tradiciones orales y también con la del drama colonial, y en otros aspectos trae
novedades que merecen ser tomadas en cuenta.
Coincide con la versión de Wiener en cuanto se habla de la fuga de los
enamorados a Tampu, donde se hacen preparativos de defensa para
contrarrestar el ataque del Inca, en lo que también está de acuerdo con la
tradición recogida en el Cuzco por Palacios.
Trae la novedad, de incorporar en el drama, leyendas muy difundidas que hablan
de caminos subterráneos que unían el Cuzco, con Cajamarca y Quito y otros de
los que enlazaban el Ccoricancha, con la fortaleza de Sacsayhuamán.
La versión sobre la marcha del ejército imperial, de acuerdo con los sagaces
consejos militares indicados por Ruminahui, para que evitando los puestos
fortificados del valle sagrado, atacasen por retaguardia por Pallata y Alzabamba,
está de acuerdo con la versión de Palacios y de Wiener, así como de la estrategia
militar, y no se menciona esa "batalla, de las galgas", del drama colonial, que no
está de acuerdo con un drama en el que aparece que tropas imperiales, son
aniquilados por falta de tino y capacidad militar. Ollantay hecho prisionero,
confesó su amor por la princesa, demostrando sus sanos propósitos y
sentimientos con el culto que había rendido a la ñusta, dejándola bajo buen
cuidado en la retirada cumbre de Ccosñiritti, sin intentar manchar su dignidad,
por lo que el Inca conmovido, por este acto de lealtad lo perdona, pero, triunfa,
la ley del Imperio, rígida como el sol. Este es un final más apropiado, porque en
el drama de Valdéz, el sacrílego rebelde tuvo una hija en la princesa; este es
derrotado y como consecuencia de la derrota, perdonado y premiado y el drama
terminado... en boda, y regocijo. Lo que demuestra que el drama de Valdéz fue
profundamente modificado, al ser copiado en la versión quechua. Adquiere
grandeza el rebelde, este Cid inca que lucha por una ley más justa, que haga
posible su amor, y su actitud en la tradición, el final corresponde a la magnitud
de las leyes, ante todo no intentó tomar por la fuerza del amor, lo que quería se
le otorgase por la razón de la ley, y por ello, ¡se coloca en la cabeza del rebelde
la corona como símbolo de perdón y de admiración a la lealtad, éste, es
seguramente el verdadero final del drama quechua, cuyo epílogo, en la versión
de Valdéz, no corresponde al argumento de la primera parte.
En la versión de Wiener, Ollantay es derrotado y castigado con el destierro, así
como Rumiñahui. La versión de Palacios es desgraciadamente trunca, pero,
Palacios, impugna el final apócrifo que se le dá en el drama colonial. La versión
de Reyes está en el final, más de acuerdo con el argumento, ante el robo de la
princesa, el Inca envía un experimentado general, contra el traidor que atenta
contra las leyes del Imperio, y lo que es más grave la dignidad misma del Inca,
entonces las tropas imperiales marchan a la batalla de acuerdo con un plan
militar, razón por la cual obtiene el triunfo. Ollantay prisionero demuestra su
romancesca actitud al no haberse desposado, con su enamorada prisionera, el
rey conmovido responde a esta actitud llena de nobleza, con otra de igual
calidad, coloca conmovido en la cabeza del rebelde, su propia corona en señal
de perdón. Esto quiere decir que Ollantay se reconcilia con la ley, inmutable
como el sol, contra la que nada puede ni un general rebelde, ni el amor de una
princesa. Este argumento del drama incaico, tendría fundamento de política
educativa para las masas populares del Imperio, para demostrarles la severidad
de las leyes, que deben cumplirse contra las que no pueden nada ni los dioses
de la guerra y del amor.
En la versión de Wiener, el Inca reúne tropas para marchar a la conquista de
Chinchaysuyo, e indignado con el pedido insólito que le hizo Ollantay, resuelve
su castigo, pero éste se fuga con la princesa seguido de sus tropas. Rumiñahui
es desterrado y se refugia en Ollantay tambo de acuerdo con el Inca, y aconseja
atacar por el camino de Lares. Ollantay derrotado es apresado y traído al Cuzco,
donde se le perdona la vida, pero se le destierra. Aquí Rumiñahui ingresa en
Tampu de acuerdo con un acto de astucia no muy digno, penetra en la fortaleza
enemiga en su "caballo de Troya". Cosa semejante se observa en el drama de
Valdéz donde Rumiñahui después de ser derrotado, hace de quintacolumna para
vencer al valeroso e inteligente enemigo. Comprendemos que la versión con más
visos de autoctonía es la de Reyes, porque, no se habrían representado en las
plazas inca cas, en representaciones públicas, dramas que manchasen la
historia de los hijos del sol, al contrario, los amautas, componían piezas teatrales,
con el objeto de perpetuar las grandes hazañas de la estirpe real, por tanto no
cabe pensar en una tradición dramática, en la que aparezca como epílogo un
triunfo alcanzado, como consecuencia de la perfidia y la deslealtad. En la versión
de Reyes, Rumiñahui no es derrotado en la batalla de las "Galgas", ni penetra
en la fortaleza pérfidamente en su "caballo de Troya", lo hace como le
corresponde a un general del Imperio, gallardamente al frente de sus tropas,
inteligentemente encaminadas por la quebrada de Pallata (camino de Lares)
sorteando los peligros que ofrecen en el valle del Vilcanota los puestos de
Ttiopunco y Choccana, lugares estratégicos que se pueden observar hoy mismo
a la entrada de la fortaleza.
Estamos de acuerdo con Von Tschudi, que afirma que acaso el drama Ollantay
pudo ser representado en el Cuzco, en pleno siglo XV. Muchos escritores lo
consideran incaico, así Vicente Fidel López, que en polémica con Bartolomé
Mitre, defiende que el drama es indígena, pero que está rehecho por un autor
poco experto en Historia Peruana. Así piensa también Horacio Urteaga y
Pacheco Zegarra, lo defendió hace tiempo, así como, otros autores.
Seguramente tenía el mismo valor que le asigna Cabello Balboa a una vieja
canción guerrera llamada: "yo piso mis enemigos".
Que había representaciones teatrales en el Imperio, queda demostrado. Ya
dijimos que Santa Cruz Pachacute, habla de danzantes, que hacían
representaciones pantomímicas burlescas, etc., es decir que eran actores y
bailarines, los llama "farsantes", es decir actores, que representaban diversas
comedias. Ahora mismo, en las danzas populares de las provincias perlinas se
nota, la gran fuerza expresiva, y la capacidad teatral que tiene el aborigen
peruano.
El Ollantay es un drama incaico, para orgullo de la cultura antigua del Perú,
alguien dijo: en sus canciones había reminiscencias del cantar de los Cantares
de Salomón", y que era una pieza teatral digna del genio de un Corneille.
Mientras las viejas civilizaciones indostánicas y griegas, muestran al mundo la
rara y misteriosa luz de su pensamiento antiguo, contenido en las páginas
inmortales de Mahabarata y de Ramayana, la Iliada y la Odisea, desde el Perú
de los Incas, nos alumbra el fulgor del arte de esa civilización en el drama
Ollantay. Deber de la actual generación es rectificar el drama colonial, y
reedificarlo en lo posible de acuerdo con la tradición y la historia.
FIN