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ISNN: 1668-5431

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ISNN: 1668-5431

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Oficios Terrestres es una publicaciónde la Facultad de Periodismo yComunicación Social (UNLP)Av. 44 nº 676 (1900) La Plata, Prov.de Buenos Aires, República Argentina.Tel/Fax 54 - 221- 4236783/ 4236784 /4236778www.perio.unlp.edu.arE-mail: [email protected] de tapa $20

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATAFACULTAD DE PERIODISMO Y COMUNICACION SOCIAL

AUTORIDADES

Decano Alejandro Raúl Verano

Vicedecano a cargo de laSecretaría AcadémicaMarcelo Belinche

Secretaria de Investigaciones Científicas y PosgradoLeonardo Gonzalez

Secretario de Extensión UniversitariaJorge Castro

Secretario de Producción y ServiciosSergio Boscariol

Secretario de Planificación y GestiónReynaldo Claudio Gómez

Secretaria de Comunicación y Desarrollo ComunitarioCecilia Ceraso

Secretario de Asuntos AdministrativosRubén J. Liegl

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StaDirectoraFlorencia Saintout

Coordinación editorialNatalia FerrantePaula Pedelaborde

EdiciónAdela Ruiz

Comité EditorialGastón CingolaniRamón FloresSergio CaggianoAdela Ruiz Ulises CremontePedro RoldánLaura GómezSusana MartinsIleana MatiasichVerónica PiovaniPaula PortaYanina Di ChiaraAlejandra ValentinoMariana MedjugoracAndrea Varela

Secretaría de redacciónArea de Producción GráficaEugenia StoesselGastón LuppiPablo MarcoEduardo AllerJuan Pablo ÁlvarezClaudia Suárez

Arte y DiseñoPaula RomeroFabián Fornaroli

Comité AsesorAdriana ArchentiAlcira ArgumedoRaúl BarreirosMario CarlónCecilia CerasoDaniel BelincheMarcelo BelincheJorge Luis BernettiMartín CortésJosé Luis De DiegoNancy Díaz LarrañagaSilvia DelfinoEsther DíazJosé EliaschevAníbal FordRaúl Fuentes NavarroOctavio GetinoCarlos GiordanoClaudio GómezGustavo GonzálezHoracio GonzálezCarlos Guerrero

Alejandro GrimsonOscar ForeroJorge HuergoMartín MalharroCarlos MilitoMaria Cristina MataMiguel Mendoza PadillaGuillermo Orozco GómezAdriana PuiggrósSergio PujolEduardo RebolloRossana ReguilloNatalia Iñiguez RímoliJuan SamajaInés Seoane Toimil Héctor SchmuclerOscar SteimbergÁngel TelloOmar TurconiCarlos VallinaClaudia VillamayorCésar Díaz

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Ese miedoCarlos Giordano

El camino de Rodolfo WalshMiguel Bonasso

El Facundo de WalshHoracio Verbitsky

RW: el fulgor y la memoriaMartín Malharro

Escrituras de la investigación e inscripciones del investigadorRoberto Retamoso

Rodolfo Walsh y la prensa clandestinaRoberto Baschetti

El militarismo en las obras teatrales de Rodolfo WalshEleonora Bertranou

Página 12

Página 14

Página 20

Página 26

EditorialPágina 7

Página 30

Página 38

Página 46

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LecturasPágina 93

Cuando la escritura es una cuestión de fondoAdriana A. Bocchino

Rodolfo Walsh: un ejemplo de lucha integralCarlos Leavi

De Tomás Eloy Martínez,un recuerdo

Página 54

Página 74

Entrevista

Lalo PanceiraEntrevista a Patricia Walsh

Página 81

NoticiasPágina 99

Página 78

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a palabra es una: Walsh, a secas.A veces también es Rodolfo Walsh. Pe-

ro ese apellido irlandés es “filo, contrafilo y pun-ta”; es contenido, propuesta, indagatoria, de-nuncia, verdad. Walsh es apellido del modernoperiodismo argentino, del periodismo nacional.Es apellido del periodismo revolucionario, del pe-riodismo latinoamericano. Es la contraseña de unescritor, del escritor comprometido que deman-daba a mitad del siglo pasado Jean Paul Sartre, yque por ser tal eligió convertirse en el intelectualorgánico de Antonio Gramsci. Es el intelectualnacional, que basado en las raíces de MarianoMoreno, la militancia de José Hernández y el pe-riodismo de denuncia de José Torres en la déca-da infame, se incluyó en el territorio que marca-ron, entre otros, Juan José Hernández Arregui,Rodolfo Puiggrós, John William Cooke y ArturoJauretche.

¿Cómo evocar hoy a Walsh, justificar de unamanera original este monumento2, darnos unaclave para el futuro? Walsh dejó una mirada crí-tica sobre su propio proyecto político que toda-vía hoy es incitante para explicarnos algunas delas razones de por qué pasó lo que pasó en nues-tro país. De por qué el proyecto de liberación na-cional de 1973 se frustró antes del derrumbe fi-nal que diera paso a la dictadura de las capuchasy los “vuelos de la muerte”.

Pero Walsh es también una clave, un ejemploy un mito. Por eso debemos recuperarlo en suhumanidad plena, antes de que el incienso denuestro propio homenaje nos oculte los “oficios

terrestres” de los que se ocupó. Porque Walsh noes el hombre del heroísmo, a pesar de que en-contró la muerte perfecta del héroe. Es el hom-bre del deber, de la autoexigencia sin compla-cencias, en lo profesional y en lo político. De es-te hombre es del que estamos hablando.

Walsh fue un periodista de la palabra escrita,del diario, la revista y la agencia de noticias. Poreso cabe preguntarnos, en una época donde larevolución tecnológica impone la imagen de ma-nera decisiva, ¿qué tiene para decirnos aquellaobra y aquella conducta sobre este presente?¿Miramos ese pasado con melancolía, con auto-satisfacción, porque nos reivindica? ¿O podemosextraer de esa obra una contribución orientado-ra del presente y del futuro?

Nosotros queremos celebrar a Walsh comoun hombre pleno, valorando su conducta inte-gral. No queremos la recordación de la víctima,aunque lo fue, ni tampoco el diseño del periodis-ta concebido como héroe individual en procurade un triunfo de la verdad, pero en función deléxito profesional que se adosa como premio auna inteligencia o a una convicción. Porque a unpueblo, al nuestro, eso no le basta, y creo que elmismo Walsh hubiera rechazado con firmeza esadescripción de sí mismo. Y hay razones para queasí sea: si Walsh es el hombre del triunfo indivi-dual, que cae en soledad ante un Estado y régi-men represor, lo exaltamos en su humanidad so-litaria. Lo despojamos del profundo sentido polí-tico, no solamente de su militancia partidaria si-no del sentido profundo de su obra que paulati-

Editorial1

L Por Jorge Luis Bernetti

1 Discurso pronunciado por el pe-riodista Jorge Luis Bernetti en laPlaza San Martín de La Plata, el26 de marzo de 2007, con motivode la inauguración de una escul-tura en homenaje al periodistaRodolfo Walsh, al cumplirse 30años de su asesinato y desapari-ción.2 El monumento consiste en unasilla en cuyo respaldo asoma elrostro de Walsh, tallado en tresdimensiones, y presenta en su ba-se una máquina de escribir juntoa los anteojos característicos delautor.

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namente va calentándose en la construcción dela justicia.

Por el contrario, este escritor se convirtió enperiodista político, y en lo que después se llama-rá periodista de investigación, al calor de los su-cesos políticos. Una noche de 1956, a pocos me-tros de aquí, Walsh se golpeó con la realidad dela “dictadura libertadora” y escribió aquella pá-gina que inaugura el prólogo de Operación Ma-sacre y que cualquier estudiante de periodismosabe de memoria, o jura recordar so pena desentirse avergonzado:

“La primera noticia sobre los fusilamientosclandestinos de junio de 1956 me llegó enforma casual, a fines de ese año, en unacafé de La Plata donde se jugaba al aje-drez, se hablaba más de Keres o Nimzo-vich que de Aramburu o Rojas y la únicamaniobra militar que gozaba de algún re-nombre era el ataque a la bayoneta deSchlechter en la apertura Siciliana”.A la denuncia minuciosa de la masacre de

militares y civiles en el alzamiento del generalJuan José Valle, el 9 de junio de 1956, continuóel Caso Satanowsky, aquella investigación queanalizó cómo un grupo parapolicial, con apoyode la SIDE, buscaba resolver la propiedad deldiario La Razón y, finalmente, en 1973, ¿Quiénmató a Rosendo?, otro “caso policial” donde lacorrupción en los grandes sindicatos era puestaa la luz del día. Este tríptico de grandes obrasperiodísticas, publicado siempre originalmentecomo serie de notas sucesivas en revistas y se-manarios que estaban insertos en el territoriode la perseguida prensa militante -y que luegofueron reproducidas incesantemente en formade libro-, constituye el eje central de la produc-ción walshiana. Una producción que estremeceen las cartas ya legendarias sobre la muerte de

su hija Vicky y que describe el programa sinies-tro de la junta militar del 76.

El periodista que crece en la militancia, y enla densidad de su escritura y de la práctica inda-gatoria que la fundamenta, se rebela frente a latiranía de la Revolución Libertadora. Es el hom-bre que se desencanta del derrocamiento del 55que ha apoyado, y que en cuatro años estará enla vorágine latinoamericana que la revolución cu-bana le imprimiera a su generación, desde Mon-terrey a Punta Arenas. Así, junto a Jorge Maset-ti, Rogelio García Lupo y Gabriel García Márquezparticipará de la fundación de la agencia PrensaLatina, primer intento por quebrar en la región elmonopolio informativo de la dominación de lasnoticias. Es también en esos breves años que losque conoce sucesivamente a dos grandes argen-tinos: primero al guerrillero de la revolución, elChe Guevara, y luego al caudillo nacional JuanDomingo Perón.

En 1968, su gran compromiso periodístico ypolítico lo constituyó la dirección del semanarioCGT, aquel que fuera vocero de la rebelde CGT delos argentinos de Raimundo Ongaro, en el tiempodel “Cordobazo” de Agustín Tosco, Elpidio Torres,Atilio López y René Salamanca. Luego, en 1973, eldiario Noticias donde, desde la conducción de lasección policial, desentrañó la desigualdad y lacontradicción social como base del delito que sejuzgaba en los pobres y los marginados, y fustigó“la secta de la picana y el gatillo” que se anidabaen la estructura policial, como componente es-tructural de la política de dominación.

El compromiso político se insertó en la pers-pectiva revolucionaria de los contradictorios yviolentos años previos a la definición del 24 demarzo, cuando el mundo de la dictadura mono-pólico-militar arrasó de manera impiadosa a laArgentina.

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Hace una década, Osvaldo Bayer podía ad-vertir que “la inspiración de Walsh siempre vinode las contrapartidas, porque sospechó de lamiopía que crece en la rutina de los claustros”.Pero después la trayectoria de Walsh fue tornadaen inspiración y mandato en muchas unidadesacadémicas universitarias y terciarias. Así lo es demanera paradigmática en nuestra Facultad dePeriodismo y Comunicación Social de la Universi-dad Nacional de La Plata, y en muchas de las her-manas unidades académicas de las universidadespúblicas de todo el país, donde se reconoce estainspiración de la práctica periodística y comuni-cacional que debe ser rigurosamente orientadapor la investigación de la realidad con un méto-do teórico científicamente fundamentado. Ahí,también, está la fuerza presente de Walsh.

El espacio universitario del periodismo y la co-municación ha asumido esta herencia walshianade manera profunda. En su inicio constituyó unacto de resistencia en contra del modelo neolibe-ral que rigió en nuestro país en los 90 y que to-davía nos presiona en muchos espacios de la rea-lidad nacional. Y por eso el peligro de un wals-hismo superficial lo constituye la exaltación delhéroe individual, que juega su destino como fi-gura recortada del conjunto.

Por el contrario, Walsh fue también un mili-tante coherente en la causa del cambio popular.Así escribió en el prólogo de la edición de CasoSatanowsky publicada en el año de la victoria deHéctor Cámpora:

“Si rescato el tema en 1973, no es paracontribuir al congelamiento histórico de laRevolución Libertadora. Hay en juego uninterés público actual. Los mecanismosque la Libertadora estableció en los cam-pos afines del periodismo y los servicios deinformaciones -temas del libro- siguen vi-

gentes después del triunfo popular del 11de marzo, y no es una política conciliado-ra la que ha desmontarlos.Denunciar esos mecanismos, preparar sudestrucción, es tarea que corresponde alos trabajadores de prensa en el marcomás amplio de las luchas del pueblo. Estaedición del caso Satanowsky va dirigidapues, en primer término a los compañerosque, desde las comisiones internas, lasagrupaciones de base y en particular elbloque peronista de prensa combaten dia-riamente a la raza de los envenenadoresde conciencias. Nuestros patrones”.Creo que éstas son de las palabras menos ci-

tadas de Walsh en los últimos años. Duras y cer-teras, nos ubican todavía hoy frente a uno de losgrandes problemas postergados de la repúblicademocrática: la democratización de los mediosde comunicación social, en especial de los audio-visuales. Porque si debemos luchar y lograr quetodos los argentinos coman sanamente tres ve-ces al día, que desempeñen un trabajo digno,que concurran a una escuela apta para su forma-ción y crecimiento como persona, ciudadano ytrabajador, podemos estar seguros de que estasmetas no se alcanzarán con la actual estructura,diseño y prácticas de los medios. Por otra parte,debemos reconocer que el sostenimiento y pro-fundización de nuestro sistema político, de la so-beranía popular, del crecimiento de los derechosciudadanos y de las libertades públicas no podrádesarrollarse si las voces mayoritarias no tienencanales de expresión, hoy crecientemente mono-polizados.

Para los concentrados intereses comunicacio-nales el cielo que nos ampara debería ser de supropiedad privada, y el Estado el simpático ven-dedor de sus ondas al mejor postor; un postor

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que, por supuesto, son ellos. El cielo y sus ondasson de la Nación y solamente pueden ser utiliza-dos bajo la concesión reglamentada del Estadoen función del interés público. Y ya es hora deque este principio se concrete en beneficio de laaudiencia y no que se lo escamotee escandalosa-mente a la vista de todos. Este es el debate au-sente después de años de dictadura. Y ese deba-te debe ser el prólogo a una Ley de Radiodifusiónjusta: necesitamos una norma que reemplace ala dictatorial todavía vigente, modificada de ma-nera parcial y patética en varias ocasiones en losaños democráticos para otorgar todavía mayorbeneficio a los titulares de las concesiones.

Del mismo modo, resulta inconcebible que ladistribución de la cartera publicitaria privada enlos medios de todo el país carezca de examen crí-tico alguno y que, en cambio, la distribución de lapublicidad estatal pase a ser considerada comoauténtico “Big Brother” de la novela de Orwell,una amenaza a la libertad de prensa… Montadosen el liberalismo más conservador, la mayoría delas empresas de comunicación y algunos periodis-tas cuestionan lo que han descalificado como “elatril presidencial” tratando, nada menos, que denegar al primer mandatario, representante de lasoberanía popular, la posibilidad de que su pala-bra informe al pueblo ciudadano. Por eso, si al-guien quiere ser walshiano de la hora presenteque asuma la tarea central: democratizar los me-dios y profesionalizar con responsabilidad y éticala tarea de periodistas y comunicadores. Porquela profesión periodística es atacada por la bús-queda imperiosa de la venta y la audiencia a cual-quier precio, por la frivolidad más estúpida, y porla negación retorcida de los fuertes conflictos deintereses vigentes en nuestra sociedad.

Somos ellos y nosotros. Ellos tienen libertadde prensa ejercida de manera abierta y notoria.

Nosotros, el gran espacio ciudadano de las ma-yorías, tenemos la voz condicionada, recortada,o simplemente negada. En materia de libertad deprensa estamos nosotros, y no ellos, en libertadvigilada. Y es aquí donde está la tarea walshianade las universidades, de los trabajadores de pren-sa y del conjunto de los profesionales de la cul-tura, de los partidos políticos, de los organismosde derechos humanos, de las organizaciones so-ciales, de los sindicatos, de las confesiones reli-giosas. Para derruir una dictadura mediática na-turalizada de los menos sobre los más. Con loserrores de muchos de nosotros, pero con la vo-luntad de justicia social y liberación popular,Walsh luchó, no un día, ni tres años de exalta-ción revolucionaria, sino toda su vida por estaconstrucción social democrática de la verdad.

En este momento de cambio que se produceen nuestro país desde hace cuatro años, convo-quémonos, sin sectarismos, con una amplitudque abarque a todas las corrientes democráticas,nacionales, sociales y culturales, para construir lademocratización de los medios y la comunica-ción. Hagámoslo para que pronto podamos cele-brarla a la sombra de Walsh, en esta ciudad don-de la reacción hecha masacre condujo a “esehombre” a ser periodista para buscar “un día dejusticia”, aunque fuese oscuro. De ese hombreque, sin haber sido jamás catedrático de nuestrafacultad, es desde hace 30 años nuestro profesorfundamental.

Descifremos los signos de los tiempos: en ju-nio pasado, por disposición del ministerio de De-fensa y a través del Ejército, fue aplicado el nom-bre de General Juan José Valle a la Escuela de In-genieros donde se forman los oficiales de esa ar-ma a la que perteneció el militar fusilado. Así fueentronizado en el salón de honor de esa unidadel retrato de Valle, ese retrato que durante déca-

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das fue reproducido en innumerables folletoscombativos en lucha por una patria libre. Parado-jas de la historia: desentrañar la raíz de la masa-cre de los que se batieron con Valle fue tarea deWalsh. Ahora la figura de Valle conducirá a losjóvenes oficiales del Ejército a aprender del hom-bre que, con tenacidad irlandesa, como la delgran almirante Guillermo Brown, luchó por la li-bertad de su patria: el hombre, Rodolfo Walsh.

Walsh, querido. Que así sea.

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rrarse a algo para que el mundo vuelva a tenersustancia, y no sea la certeza de que el hombrevolverá por ellos.

Escucharon que descifró códigos secretos conun manual escolar. Que cuando él hablaba loscompañeros aprendían. Escucharon que escribíaaun sin lápices ni máquinas. Que guardaba lasfrases en su cabeza. Que las rescataba en cual-quier momento y que la gente esperaba porellas.

Escucharon que sus propios jefes, los de él, letemían. Escucharon que sus propios jefes, los deellos, sabían que él era el hombre. Por eso, toda-vía le tienen miedo. Tigres, Ángeles Rubios, elgrupo de los Tenientes Cobardes, todos.

Porque él sabía que ellos patrullaban cerca,que los FAL arreciaban… que en la tortura esta-ba el destino de todos sus compañeros y de suparadero, que el tiempo se terminaba… y los sa-lió a buscar, mientras ellos armaban estos treintaaños de silencio, de encubrimiento, de complici-dad, de cobardía.

Porque el hombre escribió, en su escritorioabarrotado, aquella carta, mientras ellos organi-zaban todas las vías de la impunidad. Porquedespués de escribirla la copió y la mandó a milesde destinos. Porque después decidió ir a buscar-los, uno por uno. Y todavía andan escapando. Yporque va a pasar que, tarde o temprano, elhombre los va a alcanzar. Y, en ese oscuro día dejusticia, lo va a hacer.

Ese Rodolfo murió bajo el manto de balas,pero aún anda por ahí… por las historias quesubvierten las censuras, por las agrupaciones quellevan su nombre a la lucha, por las injusticiasque se siguen prodigando en los basurales y enlos fusilamientos, por las redacciones periodísti-cas que alojan informes e informaciones que re-velarían los nuevos datos de las inequidades, por

odavía le tienen miedo.El hombre tiene una calibre 22 corta

en el cinturón y ellos le tienen miedo. Siete dis-paros y todos piensan que él no va a perder nin-guno. Que los va a buscar uno a uno y les va atocar a ellos. Por eso se desesperaron por haceruna lluvia de plomo y una cortina de años silen-ciados y oscuros.

Cuando se formó la patrulla, todos esperaronpara ver si se podían quedar afuera. Que no lestocara esa misión. Que el hombre no estuvieraenfrente.

Dicen que lo buscaron por las calles cercanas.Que cuando lo vieron les explotaron las manos.Que gritaron. Que la piel se les erizó. Que el su-dor les brotó en la nuca, y que ahí mismo se hi-zo hielo. Que mucho después de verlo inmóviltodavía no se acercaban.

Dicen que lo respetaban… pero no es verdad.Sólo le tenían miedo. Y todavía sienten en las tri-pas ese desgarro. Dicen que lo respetaban… pe-ro ellos no saben sentir respeto. Los asesinos norespetan, no lo pueden hacer. Para eso se nece-sita valentía y coraje. Y ellos no los tienen ni lostuvieron.

Todavía, cuando escuchan su nombre, lestiemblan los muslos y las manos necesitan afe-

Ese miedo

Por Carlos Giordano

Docente e investigador de laFacultad de Periodismo yComunicación Socialde la UNLPTitular del Seminario de Tesis.Autor del libro Malvinos, publicado por Edulp

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las derrotas que lo tuvieron a él también comoprotagonista… aún anda por ahí.

Y hacen bien en tenerle miedo. Porque elhombre sigue presente en la memoria, en loscompromisos concretos de literatos, militantes,periodistas, jóvenes y revolucionarios (todo loque el hombre es). Sigue presente en la palabraapasionada y científica, en la razón y el senti-miento. Y estos, todos, son los ingredientes delfestín de los desposeídos cuando hacen justicia.

La Plata, a 30 años de su asesinato.

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te en combate de sus mejores amigos, como Pa-co Urondo, o de su hija mayor, Vicki, lo han he-cho más viejo. Un dato favorable para los pros-critos, porque los sospechosos de la época sonlos jóvenes.

Minutos antes de marchar hacia su cita conla muerte, Rodolfo se despide de su compañe-ra Lilia Ferreira en la estación Constitución. Enteoría, se reencontrarán al día siguiente en lacasita suburbana que habitan en el pueblo deSan Vicente. Y que Walsh ha comprado con unviejo documento falso a nombre de NorbertoFreyre, la misma cédula de identidad que usó20 años antes para esconderse de los asesinosuniformados que habían perpetrado la “Opera-ción Masacre”.

La casa es tan austera que tiene el piso de la-drillo y carece de luz y gas, pero los ayuda a so-brevivir y a soportar las pérdidas con ese terrenoque el presunto profesor jubilado ha limpiado demalezas. Allí siguen luchando contra la dictadu-ra militar, pese a la derrota de Montoneros. Ro-dolfo aún se permite soñar literariamente con unretorno uterino hacia el Sur, hacia la recupera-ción de las tierras esteparias y los caballos de lainfancia.

Mañana, ese 26 de marzo de 1977 que nollegará para Walsh, Lilia debe regresar a San Vi-cente, acompañando a Patricia, la otra hija deRodolfo, y al primer nieto varón que el abueloaún no conoce. Antes de salir del pueblo han en-cargado dos kilos de asado para la fiesta familiar.Al subir al tren que los llevará a la estación Cons-titución los alcanza el hombre que les ha vendi-do la casa y les entrega el boleto de compra-ven-ta. Para no demorar la llegada a Buenos Aires,Walsh lo guarda entre sus ropas. Un error deprincipiante, que comete a sabiendas, obligadopor su sentido de la solidaridad: un compañero

adie, excepto un profesional de lamuerte, hubiera podido adivinar queese hombre miope, apacible, apenas

un profesor jubilado con un sombrero de paja,que discurría entre la muchedumbre de la esta-ción ferroviaria, era Neurus o Esteban, el jefe deinteligencia de Montoneros. Incluso a los ciuda-danos bien informados les hubiera costado aso-ciar aquellos alias clandestinos con el escritorque había brillado en los sesenta como el inves-tigador riguroso de Operación Masacre y elcuentista admirable de Los oficios terrestres: Ro-dolfo Walsh.

Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico esenombre no terminaba de convencerme; pensabaque no me serviría, por ejemplo, para ser presi-dente de la República. Mucho después descubríque podía pronunciarse como dos y ambos alite-rados, y eso me gustó. (…) Nací en Choele-Choel, que quiere decir “corazón de palo”. Meha sido reprochado por varias mujeres.

Es el 25 de marzo de 1977. El “jubilado” hacumplido 50 años dos meses antes, pero el dis-fraz, los lentes de miope y, sobre todo, la muer-

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El camino de Rodolfo Walsh1

Por Miguel Bonasso

Nació en Buenos Aires en 1940.Periodista desde los dieciochoaños, se inició en Leoplán y fuejefe de redacción de Análisis,Extra y Semana Gráfica, y unode los editores de La Opinión. En1974 fundó y dirigió el diarioNoticias. En 1984 publicó“Recuerdo de la muerte”, galardonado en 1988 con elPremio Rodolfo Walsh a la mejornarración testimonial de temacriminal por la InternationalCrime Writers Association. En1997 publicó “El presidente queno fue”, premiado por la Facultadde Periodismo de la UniversidadNacional de La Plata, y en 1999,“Don Alfredo”.

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1 Esta nota fue publicada en elnúmero 245 de la revista cubanaCasa de las Américas, en una edición dedicada a la Argentina.

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le ha pedido cobijo y si pierde este tren no va allegar a la cita.

Treinta años más tarde Lilia lo sigue viendo enla escena de la despedida. Con su sombrero depaja, sus lentes de Clark Kent y el portafolios deplástico donde lleva varios ejemplares de la cartade un escritor a la Junta Militar que la pareja hacopiado a máquina la noche anterior. La nochedel 24 de marzo. El primer aniversario del golpe.La idea es enviarlos por correo a periodistas loca-les y extranjeros, para tratar de romper el cercoinformativo de la dictadura. Walsh la ha concebi-do a la manera latina, como una formidable ca-tilinaria.

La censura de prensa, la persecución a inte-lectuales, el allanamiento de mi casa en Tigre, elasesinato de amigos queridos y la pérdida de mihija que murió combatiéndolos, son algunos delos hechos que me obligan a esta forma de ex-presión clandestina después de haber opinado li-bremente como escritor y periodista durante ca-si treinta años.

Rodolfo sonríe cuando ella le recuerda queriegue las lechugas del huerto. Y enseguida sealeja. Nadie advierte que el jubilado calza unaWalter PPK calibre 22, entre el cinturón y la piel,bajo la camisa, justo sobre los genitales. Lilia losabe porque la pistola es un regalo que él le hi-zo para su cumpleaños. Y sabe que Rodolfo laporta porque no está dispuesto a que lo agarrenvivo. Pero ni ella ni él sospechan que ya estámontada la ratonera que cerrará el círculo.

Ignoran un dato esencial: el joven compañe-ro que le ha “tirado la cita” por un teléfono al-quilado, el muchacho que le pide cobijo, está enmanos del Grupo de Tareas 33/2 de la Escuela de

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Mecánica de la Armada; el centro de reclusiónclandestina que se especializa en la caza de mon-toneros.

El capitán de corbeta Jorge Eduardo “el Ti-gre” Acosta, jefe de inteligencia del GT 33/2, hatorturado personalmente al joven militante hastaquebrarlo y lograr que entregue a Walsh en unacita envenenada.

…han despojado ustedes a la tortura de su lí-mite en el tiempo. Como el detenido no existe,no hay posibilidad de presentarlo al juez en diezdías según manda la ley que fue respetada aunen las cumbres represivas de anteriores dictadu-ras. La falta de límite en el tiempo ha sido com-plementada con la falta de límite en los méto-dos, retrocediendo a épocas en las que se operódirectamente sobre las articulaciones y las vísce-ras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgi-cos y farmacológicos de que no dispusieron losantiguos verdugos.

La Marina de Guerra argentina tiene variosmotivos para considerar al escritor como un tro-feo mayor. Le reprochan su historia militante,que supone una “traición de clase”: su hermanoes piloto naval retirado y ha participado en loscriminales bombardeos que precipitaron la caídade Juan Domingo Perón en 1955. Rodolfo debíaser “uno de ellos” y en cambio ha elegido su-marse a los sectores populares. “Los negros”, se-gún sintetiza la oligarquía.

En junio de 1956, la llamada “Revolución Li-bertadora”, que comandaban militares como elhermano de Walsh, fusiló a militares y civiles pe-ronistas que se habían alzado para reponer algobierno popular de Juan Domingo Perón. Algu-nos fusilamientos fueron “legales” (es decir, or-denados por tribunales castrenses de acuerdo ala ley marcial promulgada por la dictadura), pero

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la clase B, decide hallar al ignoto sobreviviente.Lo encontrará y, pese al terror del testigo, logra-rá entrevistarlo. Luego irá descubriendo quehay otros muertos-vivos de los basurales, y losirá interrogando uno a uno hasta lograr repro-ducir -en todos sus atroces detalles- la noche dela masacre.

Al final de la investigación, que incluirá docu-mentos irrefutables que prueban la culpabilidaddel Jefe de policía de la provincia de Buenos Ai-res, descubrirá desilusionado que nadie lo aplau-de ni se apresta a otorgarle un Pulitzer. Los edi-tores lo rechazan porque esta novela policial realpresenta un criminal atípico, que ya no es el ma-yordomo, sino el propio Estado.

Tras muchos esfuerzos, logra que una publi-cación peronista semimarginal le publique lasnotas en folletín. Folletín que a semejanza de losantecedentes decimonónicos acabará convirtién-dose en libro. Sin embargo, esa publicación y lassucesivas que hubo hasta que la investigación seconvirtiera en libro cambiarán al propio autor. ElJefe de policía lo persigue, tiene que refugiarseen una isla del Tigre y conseguirse un documen-to de identidad a nombre de Norberto Freyre.

No lo sabe, pero con Operación Masacre aca-ba de fundar el género de la “non fiction” o el“new journalism”, mérito que la crítica interna-cional adjudicará a Truman Capote por A sangrefría, publicada siete años más tarde. Como biendijo el escritor mexicano José Emilio Pacheco:“Walsh llegó por la literatura al periodismo (unperiodismo que en ningún momento deja de ser,ni en su instancia más alta, lo primero) y por susinvestigaciones narrativas que empezaron comodenuncia de injusticias concretas desembocó enla militancia”.

La investigación lo cambia para siempre.Cuando la reescribe para darle forma de libro ya

también hubo fusilamientos clandestinos que seprodujeron antes de que se instalara oficialmen-te la pena de muerte.

Walsh ha vivido ajeno a estos asesinatos delos “libertadores” y a la colisión social que pro-dujo la caída de Perón. Le interesa la literaturapolicial (de hecho es autor de unos relatos acep-tables que luego repudiará) y le apasiona el aje-drez. Pero una noche de junio de 1956, mientrasmueve las piezas en un café de la ciudad de LaPlata, oye unos tiros y sale con otros parroquia-nos a ver qué ocurre. Se ha levantado el Regi-miento 7 de La Plata y las fuerzas leales a la dic-tadura vienen a reprimir el alzamiento. Ya de ma-drugada, escondido en su propia casa, escucha-rá morir a un conscripto frente a su ventana. Yese hombre no gritaba “viva la patria”, sino “nome dejen solo hijos de puta”. Sin embargo, pesea los tiros y el muerto, la conciencia aún es inge-nua, autista:

Después no quiero recordar más, ni la voz dellocutor anunciando que dieciocho civiles han si-do ejecutados en Lanús, ni la ola de sangre queanega el país hasta la muerte de Valle. Tengo de-masiado para una sola noche. Valle no me inte-resa. Perón no me interesa, la revolución no meinteresa. ¿Puedo volver al ajedrez? Puedo.

Unos meses más tarde, en el verano del 57,en ese café donde iba a estudiar las jugadas deCapablanca, alguien se le acerca y le confirmaen voz baja lo que se rumorea en algunos corri-llos populares: “Hay un fusilado que vive”. Esdecir: hay un sobreviviente que puede dar testi-monio acerca de los fusilamientos clandestinos.Entonces, movido todavía por la conciencia in-genua, creyéndose uno de esos detectives-pe-riodistas de la novela negra o de las películas de

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no se asombra de que el sistema premie a susverdugos en vez de castigarlos. El escritor co-mienza a convertirse en militante.

Una estación esencial en la metamorfosis deWalsh fue la Cuba de 1959, con su Revoluciónrecién estrenada. Rodolfo viajó a La Habana, enmayo de ese año decisivo, convocado por sucompatriota y colega Jorge Ricardo Masetti parafundar Prensa Latina junto a un elenco formida-ble de periodistas y escritores latinoamericanos,entre los que se contaban Gabriel García Már-quez, Plinio Apuleyo Mendoza, Juan CarlosOnetti, Rogelio García Lupo, Edgar Triveri, TeddyCórdoba y Eleazar Díaz Rangel.

Vivíamos, puede decirse, al pie de la teletipo,pero no recuerdo un trabajo que se hiciera contanta felicidad. Masetti era incansable, un tempe-ramento meridional, lleno de recóndito humor.Un tabaco y una guayabera, que alternaba con eltraje oscuro y la corbata negra, le bastaban parasentirse “aplatanado” sin abandonar una sola in-flexión de su lenguaje porteño. Era pintorescoverlo irrumpir en la redacción donde predomina-ban los cubanos y gritar sus órdenes tratando atodo el mundo de vos. Se casó, por segunda vez,con su secretaria cubana. De madrugada, cuandocerraban los últimos canales, había tiempo parareunirse en su oficina donde circulaba un mate yun tocadiscos pasaba un tango. Alguna vez lapresencia de un centinela guajiro en la puerta in-dicaba la presencia del Che. La amistad que losunía llevaba el sello indisoluble de la Sierra.

Debido a su pudor, Walsh ocultó en la prime-ra persona del plural lo que fue una hazaña indi-vidual: “Algunas veces excedíamos los límiteshabituales del periodismo. Fue Prensa Latinaquien señaló con meses de anticipación el lugar

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exacto en Guatemala -la hacienda de Retalhu-leu- donde la CIA preparaba la invasión a Cuba”.La magnitud de aquel descubrimiento recién se-ría develada por García Márquez, en 1977, enuna nota titulada “El escritor que se le adelantóa la CIA”.

Una noche, revisando los cables de la com-petencia, Walsh descubrió en el servicio de laTropical Cable una larga tira de números que ca-recía de sentido a menos que se tratara de unmensaje en clave. Se compró en las librerías deviejo varios manuales de criptografía y “lo queencontró no sólo fue una noticia sensacional pa-ra un periodista militante, sino una informaciónprovidencial para el gobierno revolucionario deCuba. El cable estaba dirigido a Washington porel jefe de la CIA en Guatemala y era un informeminucioso de los preparativos de un desembar-co en Cuba por cuenta del gobierno norteame-ricano”.

Algunos años más tarde, cuando regresó aBuenos Aires, Walsh inició una militancia orgáni-ca en la CGT de los argentinos, la central obreramás combativa. Allí siguió con el método del fo-lletín por entregas, para dar a conocer otra desus grandes obras de no ficción: ¿Quién mató aRosendo? Cada tanto, la nostalgia lo llevaba deregreso a La Habana, donde integraría el juradodel Premio Casa de las Américas.

En la década del setenta profundizó su com-promiso revolucionario al integrarse a Montone-ros, la organización guerrillera de la izquierda pe-ronista, en la que también militaban su gran ami-go el poeta Francisco Urondo y su hija María Vic-toria (Vicki) Walsh.

A fines de 1976, en informes internos quesólo se harían públicos años después de su muer-te, criticaría con gran altura la línea militarista yaparatista en que había caído la conducción

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montonera. “La vanguardia -advertía- corre elriesgo de convertirse en una patrulla perdida”.

Crítico, pues, de la dirección montonera, pe-ro fiel al heroísmo de Paco, Vicki y tantos otroscompañeros, decidió quedarse clandestinamenteen el país junto a su compañera Lilia Ferreira, pa-ra dar batalla a su manera. Así creó la Agencia deNoticias Clandestina (ANCLA), que comenzó adevelar la tenebrosa realidad que se ocultaba ba-jo la retórica triunfalista de los militares y el ho-rror de los campos de concentración, como elque funcionaba en la Escuela de Mecánica de laArmada (ESMA).

Y en eso estaba cuando recibió un mensajedesde las sombras pidiéndole ayuda.

La cita es a las dos de la tarde, en una avenidadel sur de Buenos Aires. Catorce represores del GT33/2 de la ESMA, conducidos por el propio “Tigre”Acosta, montan guardia en las inmediaciones. Haymarinos, policías, oficiales retirados del Ejército. Uncélebre cazador de hombres, el teniente de corbe-ta Alfredo Astiz (alias “Cuervo”, “Rubio” o “Ángelde la Muerte”), se apresta a tacklear al escritorcuando trasponga la línea fijada por el comando.Pero no llega ni a intentarlo, Rodolfo percibe algoextraño en su derredor y se da vuelta abruptamen-te con la Walter en la mano. Los que tienen la or-den de capturarlo vivo no quieren correr riesgos yabren fuego. Rodolfo se parapeta detrás de un ár-bol. El subcomisario de la Policía Federal, ErnestoEnrique Frimon Weber (alias “Armando” o “220”)lo relatará más tarde a un prisionero de la ESMAcon estas palabras: “Yo tiraba y tiraba y él seguíade pie al lado del árbol, hasta que al fin cayó”. Unprisionero lo vio llegar cadáver a la enfermería dela ESMA: quedó esa noche tirado en un pasillo, ydicen que después lo desaparecieron junto al río ycon el fuego…

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Al hurgar entre sus ropas, los asesinos encon-traron el boleto de compra-venta de la casa deSan Vicente y esa noche la acribillaron a balazosy bazucazos, después de llevarse el archivo y losescritos inéditos de Walsh, que treinta años mástarde siguen desaparecidos como su cuerpo. Ytreinta años más tarde, bien puede adaptarse alpropio Walsh lo que él escribió en homenaje a suhija María Victoria:

En el tiempo transcurrido he reflexionado so-bre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, sitodos los que mueren como ella, tenían otro ca-mino. La respuesta brota desde lo más profundode mi corazón y quiero que mis amigos la conoz-can. Vicki pudo elegir otros caminos que erandistintos sin ser deshonrosos, pero el que eligióera el más justo, el más generoso, el más razona-do. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta,hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otrosy esos otros son millones. Su muerte sí, su muer-te fue gloriosamente suya…

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Me pregunto qué seríade la belleza de Rodolfo ahora/

esa belleza en vuelo lentoque le iba encendiendo ojos

Juan Gelman (Si dulcemente, 1980)

ara recordar a Rodolfo J. Walsh hayque hablar también de la belleza, la de

su prosa y la de su vida. De su ética y de su esté-tica. Ese vuelo lento de la belleza que observóGelman le llevó tiempo, según dice Walsh en suautobiografía. Pero no para aprender a armar uncuento o sentir la respiración de un texto, sinopara recorrer un itinerario que conduce a unaclave profunda de la literatura argentina.

El hombre que quería comprender

El epígrafe de su primer libro, Variaciones enrojo, es una cita del Antiguo Testamento: “Hablóel Rey y dijo a Daniel: Y yo he oído de ti que pue-des declarar las dudas y desatar dificultades. Siahora pudieras leer esta escritura y mostrarme suexplicación, serás vestido de púrpura, y collar deoro será puesto en tu cuello”.

Su razón y su pasión lo condujeron como alDaniel bíblico a declarar dudas y desatar dificul-tades, que fueron más complejas que las deaquellos relatos policiales, escritos dentro de uncontexto en que la cultura era un juego, una dis-tracción y un enmascaramiento. Con los años ylas experiencias, su especulación intelectual sefue tornando impura, contaminada por la gente,que le daba origen y objeto.

Determinista para deducir sus causas efec-tos, seleccionó escrituras cada vez más difícilesy peligrosas, ejerciendo el albedrío que su per-sonaje, el detective aficionado Daniel Hernán-dez, describe en su primer cuento. Como enese relato abstracto, la realidad es una sucesiónde alternativas, y Walsh se fue alejando gra-dualmente de las más fáciles, en los cincuentaaños de su vida, que no conoció oro pero sí púr-pura, porque transcurrió en un tiempo de com-bate, dolor y derrota.

1 Artículo publicado en la revistaEl Periodista de Buenos Aires Nº 2,en septiembre de 1984.

El Facundo de Walsh1

Por Horacio Verbitsky

Es profesor de la Fundación delNuevo PeriodismoIberoamericano que dirigeGabriel García Márquez e integrala Junta Directiva de HumanRights Watch/Americas. Ejerce elperiodismo desde 1960. Desde1987 escribe su columna políticasemanal para el diario Página/12de Buenos Aires. Ha publicadolos libros “Prensa y poder en elPerú”, “La última batalla de laTercera Guerra Mundial”,“Ezeiza”, “Rodolfo Walsh y laprensa clandestina”, “La posguer-ra sucia”, “Civiles y militares,memoria secreta de la transi-ción”, “Medio siglo de proclamasmilitares”, “La educación presi-dencial”, “Robo para la Corona”,“Hacer la Corte”, “El Vuelo” y“Un mundo sin Periodistas”.

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La trampa cultural

Walsh estaba orgulloso de haber escrito Ope-ración Masacre en 1957, pero no lo relacionabacon su meta personal que era la literatura. Esecontacto con “verdaderos asesinos, con verdade-ros investigadores, con verdaderos torturadores,con verdaderos delatores y también con verdade-ros héroes” le bastó para sentir sus anteriores in-venciones policiales como “fotos mal reveladas”.Aquella investigación periodística permaneciócomo un episodio aislado, de otro tiempo, caside otro país y de otra persona, y sin embargoformaba un núcleo generador de significado, alque siempre estuvo atento.

Ese paréntesis en su anhelada carrera literariase prolongó con las notas en que investigó elasesinato del abogado Marcos Satanowsky, porla posesión de las acciones del diario La Razón, ycon su viaje a Cuba, donde consiguió descifrarlos télex cursados entre Guatemala y EstadosUnidos con los preparativos de la invasión a la is-la. Al regresar se aisló en el Tigre, para sacarlechispas a una portátil negra esmaltada que levendió Matusalem y comenzó a escribir los cuen-tos que un lustro después se publicaron en Losoficios terrestres. Ese volumen, junto con Un kilode oro, de 1967, y con las obras de teatro La gra-nada y La batalla, lo convirtieron en el escritormás admirado de su generación.

Varios años después se refirió a esa época co-mo a una trampa cultural, e impugnó la sacrali-zación de la escritura. Pero por entonces lo com-placía, y en un reportaje de 1967 dijo que ami-gos, lectores y un editor le reclamaban una no-vela. La abandonó a las ochenta páginas.

Por un lado estaban los cuentos policiales desu primera juventud, de los que abominaba. Porotro, su tarea periodística. Y separada de ambos

menesteres subalternos la literatura, idealizada,celestial.

Los puntos de inflexión

¿Cuáles fueron los puntos de inflexión?,¿cuál el momento en que los tres senderos secruzaron por primera vez? En la nota previa aLos oficios terrestres cuenta que comenzó a es-cribir “Esa mujer” en 1961 y lo terminó en1964. “Pero no tardé tres años sino dos días: undía de 1961 y un día de 1964”. Y añade, toda-vía perplejo: “No he descubierto las leyes quehacen que ciertos temas se resistan durante lus-tros enteros a muchos cambios de enfoque y detécnica”.

“Esa mujer” es su primer texto basado enuna investigación periodística, sobre un hechopolicial, de contenido político y escrito con inten-ción artística. La imagen desenfocada se vuelvemás nítida. Ahí hay algo nuevo. Comienza a de-sentrañar aspectos de la relación entre los milita-res y el pueblo, entre la realidad y la creación, entérminos que no son los de 1957.

El mismo año en que terminó ese cuentoempezó a reescribir Operación Masacre. Leagregó un prólogo de veinte páginas que esuna historia de la historia, una reflexión distan-ciada de los hechos, y un epílogo en el que con-fiesa que ha perdido las ilusiones en la justicia yla democracia al ver que los muertos estabanbien muertos, “y los asesinos probados, perosueltos”. Ese epílogo advierte: “Hay frases en-teras que me molestan, pienso con fastidio queahora la escribiría mejor”.

La escribe mejor. En esa segunda edición haysutiles innovaciones. Casi siempre abrevia la fra-se, alivia el peso muerto de los adjetivos, renun-cia a los giros borgianos, los lugares comunes,

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los diminutivos. En la primera edición “interroga-ron a Elenita durante cuatro horas seguidas sindarle una gota de agua”; en la segunda, “inte-rrogaron a Elena durante cuatro horas”. La mu-jer de uno de los fusilados tenía “ojos poco ac-cesibles a la sonrisa”; el grito que resonaba po-tente en el silencio nocturno sólo resuena.

Walsh tacha y tacha, buscando la concisión,la síntesis, la eficacia esencial de los hechos, labelleza de la verdad, que descubrió a contrapelode la ideología de su clase, de su familia. Sóloagrega cuando hay informaciones nuevas. Lospresos ya no son introducidos “en un coche”, si-no en “el automóvil Plymouth de la comisaría deFlorida”. También reemplaza vocablos. Impresio-nante “de matonería” era el coronel FernándezSuárez en 1957, “de autoridad” en 1964. Consu texto es Walsh quien se despoja, se afirma, seperfecciona. Dice Fernández Suárez: “Esta genteestaba por participar...”; en la primera ediciónWalsh le contesta: “Estaba por participar. Es de-cir, si la gramática y la lógica tienen algún signi-ficado, esa gente no había participado”; en la se-gunda: “Estaba por participar. Es decir, no habíaparticipado”.

La lectura comparada de las dos ediciones esuna lección recomendable para quienes se incli-nen, como Walsh, “por el violento oficio de es-critor”. Sin embargo, el epílogo en que dice queescribiría de otro modo páginas que ya había es-crito de otro modo termina con una pregunta in-quietante, de múltiples significados: “¿La escribi-ría?” Literatura, vida real, política, periodismo, seaproximan.

Personaje, género y medio

En los años que siguieron a “Esa mujer”, y ala reescritura de Operación Masacre, Walsh cru-

zó muy a menudo las fronteras que separabanlos géneros, se sintió cómodo en los dos, los treso los cuatro lados, y se desinteresó por averiguaren cuál estaba en cada momento. Sus reportajessobre los trabajadores del frigorífico Lisandro dela Torre, sobre los reclusos en el leprosario de laisla del Cerrito, son espléndidas narraciones quese publicaron con bellas fotos en colores en revis-tas de lujo. Walsh ya sabía que los personajesque su escritura reclamaba no eran los mismosdel nuevo periodismo burgués y de la nueva lite-ratura que entraron en ebullición en los primerosaños de la década del sesenta (los derrotados delas clases medias en un país donde la posesiónde la tierra es la del poder, según la aguda obser-vación de Aníbal Ford), y por entonces se cues-tionó también sobre los medios en que se difun-día su trabajo.

Hay un segundo punto de inflexión en 1968.En la residencia española de Perón conoció a Rai-mundo Ongaro, quien le pidió que dirigiera el se-manario de la CGT. Las condiciones estaban ma-duras para ese encuentro natural del escritor conlos rostros, los dolores y los sueños del pueblo.Con un viejo grabador colgado del hombro semovía en puntas de pie para no molestar, y acer-caba el micrófono a los obreros de las agrupacio-nes que organizaban la rebelión de las basescontra la dictadura y la burocracia. Se interesabapor lo que decían y por cómo lo decían. El len-guaje popular fue una de sus vías de acceso ha-cia la vida y la lucha de quienes lo hablaban, pe-ro también hacia el centro de sí mismo.

Arrastrado por la militancia se olvidó de lanovela que seguía creyéndose obligado a escri-bir, salió de la trampa cultural donde se sentíamaniatado y se propuso ser eficaz para suscompañeros. En el semanario CGT publicabatodas las semanas un artículo de investigación

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sobre un tiroteo entre dos grupos peronistas,uno de militantes, otro de burócratas y guar-daespaldas entre quienes estaban Vandor yNorberto Imbelloni. Cuando los primeros ejem-plares salían de la rotativa, en vez de controlarel entintado de la máquina, los gráficos se po-nían a leer ¿Quién mató a Rosendo?, el “folle-tín de la clase obrera”, como dijo, con una par-te de envidia, tres de admiración y seis de ter-nura, Pajarito García Lupo.

Eliot por Rodríguez Moreno

Por primera vez sus artículos se editaron enlibro casi sin modificaciones, salvo el epílogo so-bre el vandorismo, definido como pieza necesa-ria de la explotación de la clase trabajadora. Ha-bía encontrado una forma expresiva satisfacto-ria, de modo que en cuanto se publicó el Rosen-do emprendió la segunda reescritura de Opera-ción Masacre. La edición de 1969 conserva elprólogo de 1964 y suprime el capítulo 23, poe-mático, impostado, literario en el mal sentido dela palabra. “¡Siniestro basural de José León Suá-rez, leproso de zanjas anegadas...!”, comenza-ba. También desaparece de la portadilla un poe-ma de Eliot, en inglés, que decía “una lluvia desangre ha segado mis ojos... ¿cómo, cómo po-dría volver alguna vez a las suaves, tranquilas es-taciones?”, y fue reemplazado por una frase delcomisario inspector Rodolfo Rodríguez Moreno:“Agrega el declarante que la comisión enco-mendada era terriblemente ingrata para el quehabla, pues salía de todas las funciones específi-cas de la policía”. Eliot por Rodríguez Moreno.Walsh ya es un escritor magistral. Las suaves,tranquilas estaciones se incorporan al texto, tra-ducidas al castellano, como reflexión sobre eldestino del autor.

Además, rehace el epílogo, al que añade un“retrato de la oligarquía dominante” en el queafirma que “las torturas y asesinatos que prece-dieron y sucedieron a la masacre de 1956 sonepisodios característicos, inevitables y no anec-dóticos de la lucha de clases en la Argentina”.Deduce que “dentro del sistema no hay justicia”y dice: “Que esa clase esté temperamentalmen-te inclinada al asesinato, es una connotación im-portante que deberá tenerse en cuenta cada vezque se encare la lucha contra ella. No para dupli-car sus hazañas, sino para no dejarse conmoverpor las sagradas ideas, los sagrados principios y,en general, las bellas almas de los verdugos”.¿Quién entendió mejor a este país?, ¿quién ad-virtió antes lo que se estaba incubando?

Un arte nuevo

En varios reportajes de esos años expuso sunueva comprensión de la literatura como pro-ducto cultural, originado en la sociedad sobre laque a la vez incide. A la revista Análisis le dijo enjunio de 1968 que si en su futura obra literaria“llega a haber héroes, serán esos”, militantes re-volucionarios como los obreros agredidos por elvandorismo en el Rosendo. A Ricardo Piglia leplanteó en marzo de 1970 que el cuento, la fic-ción y la novela eran el arte literario de una cla-se y de una época, pero que un nuevo tipo de so-ciedad, con nuevas formas de producción, exigi-ría “un nuevo tipo de arte más documental, mu-cho más atenido a lo que es mostrable”.

De su práctica deduce una teoría: “El testi-monio y la denuncia son categorías artísticas porlo menos equivalentes y merecedoras de los mis-mos trabajos y esfuerzos que se le dedican a laficción”, y prevé que se invertirán los términos yserá más apreciada como arte “la elaboración

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del testimonio o del documento que, como todoel mundo sabe, admite cualquier grado de per-fección. En el montaje, en la compaginación, enla selección, en el trabajo de investigación seabren inmensas posibilidades artísticas”.

En 1973 lo demostró con la primera edicióndel Caso Satanowsky donde, junto con un análi-sis perfecto de la función de los servicios de in-formaciones y los grandes diarios (que anticipa elgenocidio del 76 y la complicidad de la prensa),hay una galería de retratos de personajes nacio-nales que seguirá leyéndose con placer y prove-cho mientras haya Argentina.

Uno de los secretos de la gran literatura quecreó Rodolfo J. Walsh es que apostó su vida encada palabra y no redondeó una idea que no lle-vara luego a la práctica. Por eso, por ejemplo,además de describir la prensa comercial y los ser-

vicios de informaciones de las fuerzas armadas,organizó la prensa y los servicios de informacio-nes de la guerrilla montonera, que, no por culpasuya, fracasó en el intento de construir un nuevopoder. Mientras combatía, criticaba. Si sus pro-puestas de 1975 y 1976 hubieran sido atendi-das, otra hubiera sido la historia de los años quesiguieron.

Walsh no se dio descanso en los últimos tresmeses de su vida austera y empecinada, como loindica el bellísimo testimonio de su compañeraLilia Ferreyra que acompaña esta nota. Inició unacarta dirigida al director de un diario de BuenosAires, alcanzó a concluir el borrador de otra pa-ra el jefe del operativo en que murió su hija; só-lo terminó, corrigió, pasó en limpio y distribuyóuna a sus amigos sobre la muerte de Vicki, y otraremitida a la Junta Militar.

Por Lilia Ferreyra

Rodolfo Walsh concebía su nueva forma de acción política como unaproducción totalizadora que abarcaba la denuncia, el testimonio, el análi-sis político o ideológico y el relato literario. Sus “cartas polémicas”, comolas llamaba, tenían un objetivo: denunciar no sólo la represión del poder ola política económica sino todas las otras manifestaciones ideológicas delrégimen militar.

Había elegido un estilo para esas cartas, el de la invectiva de los lati-nos. Por las tardes, en la última casa en que vivimos, solía oírse la voz deRodolfo recitando, en un tono entre épico e irónico, los primeros versos deLa Eneida y la primera invectiva de Las Catilinarias. “¡Quousque tandem,Videla, abutere patientia nostra!”.

Escribía también sus memorias, que había organizado en tres temas:su relación con la literatura, su relación con la política y un tercero que lla-maba “Los caballos”. Éstos eran el campo, la tierra, los amigos, la infan-cia, las mujeres, es decir, la dimensión afectiva de su existencia.

A su padre lo había matado un caballo. En un galope, el animal pisó unavizcachera, rodó y cayó sobre el padre. La madre y los hijos tuvieron que de-jar el campo. Rodolfo tenía 18 años. Solo, para salvar el caballo de su padre,hizo un viaje de 200 kilómetros por el sur, desde su casa hasta el campo deun tío donde podía dejarlo. A caballo, en medio de la pampa. Su viaje es elsímbolo del final de una época.

Para hablar de su relación con la literatura Rodolfo rescataba su prime-ra experiencia como narrador. Un verano, cuando tenía 8 ó 9 años, duran-te las vacaciones que pasaba con sus padres en el campo, la madre les le-

El testimonio de su compañera

Más alla del río, entre las casas blancas

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yó a él y a su hermano mayor Los miserables, de Víctor Hugo. De regresoa su colegio en Buenos Aires -un internado irlandés- cayó enfermo y lomandaron por unos días a la enfermería. Allí, cada noche, contaba a losotros chicos un capítulo de Los Miserables, las aventuras y desventuras deJean Valjean, y entonces tomó conciencia de la atención y de la expecta-tiva que genera el relato en los demás.

Escribía constantemente. El 31 de diciembre de 1976 fue nuestro últi-mo fin de año juntos. Al terminar una partida de go, a las doce menos diezde la noche, se sentó a escribir. Cuando se escucharon las sirenas del AñoNuevo dejó la máquina y me abrazó diciendo: “Así quería empezar esteaño, escribiendo contra estos asesinos”. Y lo que había escrito era unaimagen triste y melancólica de Buenos Aires.

Su último cuento, del que no tengo copia, se llama “Juan se iba porel río”. Empezaba así: “Juan Antonio lo llamó su madre. Duda era su ape-llido, su mejor amigo Ansina, y su mujer Teresa”. Al final del cuento, Juan,que ha evocado su pasado, su historia y la historia de su país, sentado en

un banquito frente al río, empieza a desprenderse de todo el pasado. Mi-ra hacia la Colonia, del otro lado del río, a donde él quiere llegar. Una tar-de las aguas se retiran y el río se seca. Juan monta en su caballo y empie-za a cruzarlo. Arriba, los pájaros vuelan en redondo sobre los peces muer-tos. Cuando en el horizonte se hacen cada vez más nítidas las casitas blan-cas de la Colonia, las aguas retornan; las patas del caballo empiezan a en-terrarse en el fango; su tranco es chapoteo. El río crece oponiéndose ca-da vez más al avance del hombre y su caballo.

Ese final es para mí una parábola del final de Rodolfo. El quería lle-gar a las lagunas del sur de la provincia de Buenos Aires, a esas tierrasque recorrió con el caballo de su padre. Como Juan, quería despojarse,pero para alcanzar algo nuevo. Llegar al sur era para él salir del “territo-rio cercado”, triunfar sobre la muerte. El 25 de marzo de 1977 un gru-po operativo de la Escuela de Mecánica de la Armada intentó secuestrar-lo en una calle de Buenos Aires. Dicen que Rodolfo se resistió con su ar-ma hasta morir.

Trabajó en esos textos con minuciosidad de ar-tesano. Quería elegir “palabras bonitas” para con-tar hechos terribles. La segunda de esas cartas yaha sido agregada como epílogo a la edición de es-te año de Operación Masacre. Sólo falta la otra, yreincorporar el retrato de la oligarquía, que Walshsustituyó en 1972 por “Aramburu y el juicio histó-rico”, para arribar a la versión definitiva.

La pregunta de Piglia

En su excelente novela Respiración artificial,Ricardo Piglia se pregunta: “¿Quién de nosotrosescribirá el Facundo?”. Piglia conoció bien aWalsh, y junto con Aníbal Ford es quien mejor hacomprendido su obra. Como Mendeleiev en sutabla periódica, afirmó la existencia necesaria deese elemento, un nuevo Facundo en las letras ar-

gentinas de este tiempo. Poco importa, frente aese descubrimiento, que no haya reparado enque ya estaba escrito.

Todo lo que Walsh publicó merece ser recorda-do, y muchas de sus páginas están todavía en po-der de quienes lo mataron, escritos políticos, nue-vos cuentos, recopilación de artículos periodísti-cos, borradores de memorias. Los cuentos del ci-clo de los irlandeses, “Fotos”, “Cartas”, “Esa mu-jer”, alcanzarían para ubicarlo entre los grandesescritores de su tiempo, junto a Borges, Arlt, Cor-tázar, Discépolo, Marechal, Conti, Kordon, Gel-man, Cossa; coherente como pocos de ellos, revo-lucionario en sus ideas, en su prosa y en su vida.

Pero Operación Masacre lo eleva a otra re-gión, a una cumbre que sólo habitan los librosnacionales. Es nuestro Facundo, nuestro MartínFierro, y una incursión solitaria al futuro.

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principios de 1971 había comenzadoa cursar el primer año de periodismo

en la vieja y legendaria “escuelita” de 53 entre 9y 10, una decrépita y derruida casona cuyos sig-nos más distintivos eran el abandono y sus cielo-rrasos reventados por las goteras, y que tenía co-mo vecinos más ilustres al Teatro Argentino alfrente y a una adusta comisaria al lado. Los cur-santes de aquel primer año éramos por entoncesuna banda variopinta de jovencitos, la mayoríadel interior del país, a la que animaba diversos yextraños fuegos: algunos cursaban para ocultarel fracaso en otras carreras, otros para no tenerque regresar a las geografías cuadriculadas y gri-sáceas de las cuales provenían, unos pocos por-que no sabían dónde meter sus vidas, y Periodis-mo ofrecía una pausa hasta que la vida o los dio-ses les señalaran el lugar adecuado, pero casi lamitad de este ejército divagante y frágil creíasentir la vocación, e inclusive dentro de este gru-po había un pequeño número de fanáticos con-vencidos de que era el único oficio que existía yque justificaba el paso por la vida.

Éramos imberbes, soberbios y magníficos.Éramos crédulos hasta la saciedad, inocenteshasta el tuétano y tan ignorantes que confundía-

mos información con conocimiento y todos ado-lecíamos en grado supremo de esa tendenciafascinante y boba de condensar la compleja rea-lidad en fórmulas teóricas y epítetos rumbosos.Éramos jóvenes.

El viento cálido y crudo de la política corríapor aquel país de entonces involucrando a todoy a todos, y una historia que yacía sepultada enlos pliegues de la lava que los últimos quinceaños habían ocultado comenzaba a sacudirsebrutalmente y empezaba a dejar al descubiertolas llagas y las miserias recónditas del “otro”país, del país que la mayoría de nosotros desco-nocía, y junto con los estertores y el detritus queesa realidad producía emergía la “otra” historia,a la cual desconocíamos. El proceso de concien-tización de esta nueva realidad fue veloz y en Pe-riodismo fue más veloz que en el resto del am-biente universitario de entonces. En poco tiempolas propuestas y líneas políticas habían copadolas derrengadas salas de la casona de la calle 53,en poco tiempo aquel grupo abigarrado de pri-mer año se había separado por ideología y la pa-labra “militante” devino en un símbolo que di-bujaba para nosotros un arquetipo, significabaentrega y abandono de un camino, era asumirun compromiso colectivo y una aventura indivi-dual. Casi la mitad de nosotros lo sintió una obli-gación, el resto lo miró como una extrañeza.

El “Negro” Hugo había cursado tres años deFilosofía y Letras, pero una crisis lo llevó a aban-donar las aulas y a mudarse con los petates a Pe-riodismo. Era lejos el más formado de todos no-sotros, ya por entonces militaba en el FAEP (Fren-te de Agrupaciones Eva Perón), una pequeñaagrupación de estudiantes peronistas de izquier-da, y escapaba a las generales de la ley que caíasobre el resto de nosotros. Buen lector, atinadoen sus comentarios y dueño de un silencio pro-

RW: el fulgor y la memoria

Por Martín Malharro

Docente e investigador de laFacultad de Periodismo yComunicación Social de laUNLP. Titular de la cátedraGrafica III. Autor del libro “Latipografía de plomo”, deEdiciones de Periodismo yComunicación.

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verbial. Fue mi primer amigo en “la casona” yquien me hizo leer, entre otros, a Cooke y Scala-brini Ortíz. De la mano de él también me llegóRodolfo Walsh.

Una fría mañana de invierno de aquel pri-mer año nos encontramos en la vereda de la“escuelita” antes de entrar a cursar, el “Negro”llevaba un Montgomery marrón y unos pantalo-nes de corderoy, un libro sobresalía del bolsillodel abrigo.

-¿Qué estás leyendo?-¿Quién mató a Rosendo? ¿Lo leíste?-No. ¿Quién lo escribió?-Rodolfo Walsh, un periodista.-No lo conozco. ¿De qué va? ¿Es policial?-Sos un cordobés bruto. Te lo voy a prestar perocon una condición…-¿Cuál?-Este fin de semana, cuando te vayas a BuenosAires, te bajás del ómnibus en Avellaneda, en lasede de Independiente, y caminás para atrás trescuadras, hasta un bar que está en la esquina,frente a la plaza, se llama “La Real”. Entrás, tesentás y lo leés ahí. El lunes me contás cómo tefue y si te gustó te lo regalo. Eso sí, lo tenés queleer en el bar que te dije, no lo abras antes. Em-pezá a leerlo una vez que estés sentado ahí. ¿Meentendiste?

El “Negro” Hugo era uno de los pocos tiposa los que respetaba en serio, siempre hablaba enclave, como invocando presupuestos ideológicostan irrebatibles como certeros, jamás lo arrebata-ba el entusiasmo ni la pasión, era dueño de unacabeza fría, dialoguista y formada en la lógicadel marxismo con el cual “había noviado”, segúnél, antes de entender que la razón histórica esta-ba en el pueblo, no en una fórmula cuyo defec-

to más flagrante era la falta de contingencia y eldesconocimiento de la identidad popular. El res-peto por el “Negro” y la aventura de una lectu-ra en un sitio determinado confluyeron a crearuna suerte de misterioso arcano. Por entonces yoleía denodadamente a Borges y esto me llevó acreer que el texto y el lugar eran las claves inse-parables que me develarían un secreto terrible.Ese sábado por la mañana tomé el ómnibus ha-cia Avellaneda con el libro dentro de una bolsa ycon la idea certera de que si lo abría antes de lle-gar a la mesa de ese ignoto bar el misterio desa-parecería para siempre.

Leí por primera vez ¿Quien mató a Rosendo?aquel sábado en una mesa de la ya extinta con-fitería “La Real” de Avellaneda. Aún me veo sen-tado allí, armando la escena del fusilamiento dela víctima, las miradas, los gestos, el olor y el es-truendo de las deflagraciones; aún me veo inten-tando ubicar al “Griego” Blajaquis muriéndosesentado entre la pólvora y el olor a moscato y ca-fé, mientras la sangre le corre generosamentepor el pecho, aún me veo imaginando a Rosen-do García cruzándose en el medio y diciendo “notire Vandor, no tire”, o a Armando Cabo gatillan-do su enorme Colt .38 con los ojos bien abiertos;aún veo a los “culatas” sentados al lado de lapuerta disparando sin pausa hacia el grupo y conlos ojos bien cerrados. Aún lo veo a Salara des-moronándose de su silla, como si no quisiera mo-rirse; a Rosendo arrastrándose hacia la calle mien-tras la vida se le iba quedando atrás. Eran las mis-mas mesas, las mismas sillas y acaso los mismosmozos los que vivieron y vieron lo que entoncesyo leí como un poseso.

Han pasado más de treinta y cinco años y si-go viendo entrar a “La Real” a Vandor con susmuchachos, sentarse y pedir las bebidas; sigoviendo al “Griego”, sentado en la otra mesa ob-

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servando con prudencia a los recién llegados; aZalazar imitando a Blajaquis, a los hermanos Vi-llaflor con el gesto torvo y continuo, viendo lasarmas inquietas y aún frías en la cintura de losque acababan de entrar por la puerta de la calleSarmiento. En aquel invierno de 1971 aún que-daban en la barra, mal disimuladas, las cicatricesde los balazos, y creí intuir en los gestos de losdos mozos que había aquella mañana el íntimotemblor del que vio la muerte y olió la pólvora enun solo instante. Así imaginé o acaso vi todo es-to un sábado frío de hace ya casi treinta y seisaños, cuando leí a Walsh por primera vez.

A partir de ¿Quién mató a Rosendo? leí susotros textos, también fui al club “Capablanca”,que no estaba lejos de la “escuelita”, y acechévarios días con la vana esperanza de conocerlo.Me invadió la certeza de que el periodismo eraotra cosa, que Operación Masacre si bien no erael mejor libro del mundo era el más verídico, queRodolfo Walsh era el modelo de periodista queyo quería ser y que el basural de León Suárez noera un basural sino un infinito paredón nocturnoque se hundía en el olvido y en la mugre. Pero elque me sacó de este error fue el “Negro” Hugoque me llevó una tarde de llovizna fina a bordode un desvencijado Citroën 2 CV a un escenarioque ya había cambiado por obra del planeamien-to urbano, y con voz lacónica me dijo: “Acá losmataron, el basural ya no está pero la memoriasigue estando”.

Tres años más tarde de la lectura de ¿Quiénmató a Rosendo? decidí presentarme a Walsh,sabía que estaba en el diario Noticias y conocíatambién su práctica laboral gracias a un amigoque trabajaba con él en el diario. Faltaban sema-nas para que muriera Perón y ya la historia co-menzaba a devorarnos a todos. Había pasadoEzeiza, la pelea con el “viejo” del Primero de

Mayo y lenta e intuitivamente empezábamos apensar que todo se desbarrancaba hacia un pre-cipicio insondable. Con los tres libros de Walshen un bolso llegué a la puerta del edificio de lacalle Piedras, subí las escaleras e ingresé a la sa-la de redacción de la mano del amigo que allítrabajaba.

-Hasta aquí te acompaño, aquel que está pa-rado de espaldas es Walsh, andá y hablalo, perotené cuidado, es medio neura y no sería raro quete saque cagando.

Rodolfo Walsh estaba parado al lado de suescritorio, leyendo unas cuartillas que tenía enuna de sus manos, llevaba un saco de tweed os-curo y una bufanda escocesa alrededor del cue-llo. La distancia que nos separaba era de unosdoce metros y el camino estaba despejado. Sólose oía el teclear de las máquinas y algún queotro diálogo deshilachado entre los periodistasque estaban allí. Lo observé atentamente, veíaparte del armazón del marco de unos volumino-sos lentes, unos zapatos acordonados de colormarrón y unos pantalones del mismo color extra-ñamente grandes. Le calculé una estatura media-na y un cuerpo magro, el cual permanecía inmó-vil como esperando. Lentamente comencé aavanzar hacía él, mientras me repetía la presen-tación que llevaba preparada desde hacía ya másde diez días.

-Walsh, mucho gusto. Mi nombre es MartínMalharro y soy estudiante de periodismo de laEscuela de La Plata. Quería decirle que leí sus li-bros y que me parecieron muy buenos, especial-mente Operación Masacre. Me gustaría muchoinvitarlo a tomar un café, aunque la invitaciónesconde una trampa: me gustaría que me dé al-

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gunos consejos sobre el oficio ya que estoy conalgunas dudas.

Mientras caminaba hacia él la marcha se vol-vió cada vez más lenta y mis zapatos a cargarsede plomo. Entre tanto, la estatura del hombredel saco de tweed comenzaba a crecer desmesu-radamente, cada vez se tornaba más grande ycuando estuve a escasos cinco pasos su tamañosuperaba holgadamente los tres metros y seguíacreciendo, era un gigante enorme y el discursoque traía preparado comenzó a borrarse precipi-tadamente. Una suerte de vergüenza e impoten-cia me hizo detener a escasos tres pasos, meagaché y fingí atarme los cordones, no me atre-ví a levantar la mirada, supuse que su estatura yadebía estar tocando el cielorraso. Di media vuel-ta y prolijamente envuelto en el pudor que meembargaba me encaminé hacia la salida. En unamesa de un café vecino a Noticias me dije todoslos insultos hirientes que conocía. Esta fue la úni-ca y última vez que lo vi.

Pocos años después, ya en el exilio, supe queen una calle de Constitución le habían armadouna encerrona y lo habían matado, pensé enton-ces que había muerto el mejor periodista delmundo y al cual casi llegué a conocer. En 1996 leconté a Miguel Bonaso la anécdota y él me sacóde la única duda que me había quedado aquellatarde en la que fui a Noticias:

-¿Gigante? Medía aproximadamente un me-tro sesenta y cinco, sesenta y ocho. No más. Talvez lo que viste fue la otra estatura que Rodolfotenía.

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e manera amplia, y por momentos do-minante, la literatura de Rodolfo Walsh

se expone como la escritura de una investiga-ción. Así, podría decirse que lo que en ella secuenta generalmente es ese proceso por el cualuna verdad se persigue. Concebida de tal modo,esa verdad se caracteriza, antes que por su natu-raleza absoluta y definitiva -como si se tratase deuna verdad revelada por una palabra religiosa ofilosófica-, por su naturaleza ciertamente relativay provisoria, más próxima a las formas de lasobras modeladas por el accionar práctico que alas formas trascendentales del pensar filosófico.

Se trata, de manera notoria, de una verdadacotada, por momentos parcial, que en vez depresentarse como algo acabado se presenta co-mo una verdad en devenir. Pero ello no signifi-ca que se trate de una verdad indiferente, insig-nificante, puesto que esa verdad perseguidasiempre se muestra investida por alguna clasede valor.

Parecería paradójico combinar verdad con va-lor. La verdad, en un sentido clásico, canónico, serepresenta habitualmente con atributos tales co-mo la universalidad, la objetividad, la cientifici-dad y, por sobre todas las cosas, la neutralidad.

El valor, por el contrario, remite al plano de lasposiciones, los lugares y las situaciones: lo quevale, vale para alguien, y por eso se lo asocia ge-neralmente con las preferencias y las creencias, yen el límite con lo subjetivo.

No obstante ello, en la literatura de Walsh laverdad tiene la propiedad del valor, puesto quese trata de una verdad pragmática, si se nos per-mite la figura. Ello significa que esa verdad nodeja de provocar efectos, y que esos efectos soncapaces de modificar situaciones, relaciones hu-manas y sociales, escenarios políticos y horizon-tes históricos. Así, la verdad en Walsh es unaverdad que se labra. Si la metáfora alude concierta precisión al quehacer que la posibilita, re-quiere en cambio dar cuenta del sujeto de esequehacer. Ese sujeto, como se ha insinuado has-ta aquí, es un sujeto que investiga: un artesanoy, por momentos, un auténtico orfebre de esaclase de verdad.

El diccionario de la Real Academia define ala investigación según tres acepciones: “1) Ha-cer diligencias para descubrir algo; 2) Realizaractividades intelectuales y experimentales demodo sistemático con el propósito de aumentarlos conocimientos sobre una determinada ma-teria; 3) Aclarar la conducta de ciertas personassospechosas de actuar ilegalmente. Se investigóa dos comisarios de Policía”. De las tres, resultaobvio que la última es la que corresponde al ti-po de investigación que narra la escritura deWalsh, incluso por el ejemplo propuesto: se in-vestigó a dos comisarios, es decir, a dos repre-sentantes de la fuerza pública y por ende delPoder. Sin embargo, las acepciones anterioresno son extrañas respecto de su universo textual,puesto que en sus relatos siempre se trata deactuar con diligencia para develar algo enigmá-tico, del mismo modo que se realizan activida-

Escrituras de la investigacióne inscripciones del investigador

Por Roberto Retamoso

Doctor en Humanidades y Artes,con mención en Literatura, por laFacultad de Humanidades y Artesde la Universidad Nacional deRosario. Profesor Titular en lascátedras de “Análisis del Texto”y “Análisis y Crítica Literaria I”de la Escuela de Letras, Facultadde Humanidades y Artes, y en lascátedras de “Lenguajes III” y“Periodismo y Literatura” de laEscuela de Comunicación Social,Facultad de Ciencia Política yRelaciones Internacionales(UNR). Es autor de los libros Ladimensión de lo poético (1995),Figuras Cercanas (2000), Oliverio Girondo: el devenir desu poesía (2005), y del inéditoApuntes de literatura argentina.

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des tanto racionales como empíricas con el finde acrecentar los conocimientos de los que sedisponía hasta entonces.

El diccionario propone, en consecuencia, quela investigación es una búsqueda de la verdad enun sentido genérico, pero que también lo es endos sentidos más específicos: en el sentido de loque sería un saber sistemático acerca de deter-minada materia -y en ese caso la investigaciónadquiere los contornos del saber científico-, y enel sentido aún más particular de lo que sería elesclarecimiento de conductas ilegales -cobrandoen este caso las formas de un saber jurídico, éti-co y político-.

Al respecto, se ha señalado la afinidad exis-tente entre investigación científica e investigaciónpolicial en la etapa de consolidación de la moder-nidad occidental. Ello obedece, sin dudas, al esta-tuto de verdad que el pensamiento moderno leasigna a los hechos y situaciones propios delmundo real. Es sabido que el realismo modernose asienta sobre un imaginario de carácter empi-rista, que postula que lo real es lo verdadero, delmismo modo en que afirma tautológicamenteque la verdad es lo real. Para ese imaginario laverdad de una crónica, e incluso la verdad de unrelato novelesco, no difiere esencialmente de laverdad que produce la ciencia, puesto que en to-dos los casos se trata del relevamiento de una se-rie de datos empíricos que permite el estableci-miento de las distintas instancias donde la verdadse revela. La diferencia entre saber científico, sa-ber histórico y saber ficcional es, desde este pun-to de vista, una diferencia de grado y no de natu-raleza, dado que el objeto de tales saberes essiempre lo mismo: aquello que efectivamenteocurre, ha ocurrido, o podría ocurrir.

Por las mismas razones, el sujeto de la inves-tigación presenta rasgos similares en todos los

casos. Del investigador, el diccionario dice tan só-lo y de manera tautológica: “Que investiga”. Pe-ro investigar puede ser tanto la búsqueda de unaverdad científica como de una verdad periodísti-ca e incluso ficcional. El discurso policial, sabe-mos, también es un discurso moderno, que pre-tende dar cuenta de ciertas aberraciones jurídi-cas que atentan contra el orden socialmente ins-tituido, y por ello se bifurca desde el siglo XIX endos perspectivas genéricas como la crónica y elrelato policial (cuento o novela). Así, el investiga-dor es quien practica una pesquisa, es decir, ynuevamente según el diccionario, la “indagaciónque se hace de algo para averiguar la realidad deello o sus circunstancias”.

La inscripción de ese sujeto en el discurso in-vestigativo supone fuertes determinaciones ge-néricas. Para el discurso de la ciencia es inadmi-sible su presencia en términos enunciativos, da-da su voluntad de representar objetivamente elmundo real. Para el discurso de la crónica tam-bién lo es, aunque al compartir su formato narra-tivo con los relatos literarios resulta más permea-ble a la posibilidad de tal inscripción. Para el dis-curso ficcional, finalmente, la inscripción del su-jeto de la pesquisa se reduce a una simple opciónnarrativa, puesto que resulta indiferente que elrelato se narre en tercera o primera persona.

Los textos de Rodolfo Walsh que narran in-vestigaciones se inscriben tanto en el formato delos relatos policiales como en el formato híbrido,novedoso, de los relatos de no-ficción. La no-fic-ción (“novela de non fiction” en la tradición nor-teamericana) se ha definido, según un consensocrítico ya canónico, como la narración de hechosprotagonizados por personas reales mediante lastécnicas propias de los relatos de ficción. De ma-nera que la no-ficción estaría a horcajadas de lacrónica periodística y de los relatos ficcionales y

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por ello, según Ana María Amar Sánchez (1992),se funda en dos imposibilidades: “La de mostrar-se como una ficción, puesto que los hechos ocu-rrieron y el lector lo sabe y, por otra parte, la im-posibilidad de mostrarse como un espejo fiel deesos hechos”.

Así, la no-ficción sería una especie de exce-dente situado en el espacio fronterizo que se-para (tanto como vincula) la crónica periodísti-ca respecto de la literatura ficcional: compartecon la primera su vocación por representar loreal, y con la segunda las formas y los procedi-mientos narrativos, aunque su carácter exce-dentario lo convierta en un género híbrido queno puede sostenerse en la oposición binaria fic-ción/ realidad.

Según esa perspectiva interpretativa, los tex-tos investigativos de Rodolfo Walsh se basaríanen un pasaje genérico que lleva del espacio delrelato policial de ficción al espacio del relato pe-riodístico de no-ficción, y también de una escri-tura refractaria a la toma de posiciones acercadel mundo real a una escritura comprometida,política y militante en relación con dicho mundo.Ese pasaje se concretaría en el tránsito que llevadel formato genérico del policial de enigma alformato del policial negro. Es por ello que AmarSánchez puede asimismo afirmar que “la pro-ducción de Walsh participa de todas las etapasdel policial en la Argentina; funciona como unnexo entre ellas, un hilo conductor que las atra-viesa y vincula. Es un lugar común considerarque toma las dos líneas del género en diferentesmomentos: sus primeras novelas y cuentos se-rían ejemplos paradigmáticos del relato clásico(especialmente los tres textos reunidos en Varia-ciones en rojo, en los que es nítida la huella bor-geana). Corresponden a esa época, en queWalsh también funciona como un divulgador del

género, sus antologías y prólogos a coleccionesde cuentos y relatos como “Cuentos para tahú-res”, “La sombra de un pájaro” y el acertijo “Tresportugueses bajo un paraguas (sin contar elmuerto)”. En cambio, los textos no ficcionalestendrían una filiación claramente dependientede la novela dura norteamericana”.

De ese modo, Amar Sánchez inscribe a la li-teratura de Walsh dentro del espacio del géneropolicial en la literatura argentina, del que segúnella participa de todas sus etapas, ya que funcio-na como un hilo conductor que las atraviesa yvincula. Pero ello supone, además de mutacionesgenéricas, fuertes mutaciones ideológicas y polí-ticas, puesto que el policial negro implica -comoes sabido- una rotunda crítica del sistema social.

La lectura de ese tránsito genérico en los tex-tos de Walsh admite, como es obvio, diversasmaneras de realización. Una de ellas consiste encotejar las formas en que el sujeto de la investi-gación se inscribe en el relato, puesto que sus re-presentaciones son tan significativas como estra-tégicas respecto de las orientaciones genéricasadoptadas en cada caso. Así, en un relato como“La aventura de las pruebas de imprenta”, per-teneciente a Variaciones en rojo (1994), el inves-tigador es un personaje que participa de la histo-ria para cumplir con el rol canónico de esclarecerel enigma de un crimen a partir del análisis deuna serie de pistas. Posee nombre propio -se lla-ma, como es notorio, Daniel Hernández- y estácaracterizado en términos profesionales, puestoque se desempeña como editor. Se ha dicho queDaniel Hernández es una especie de alter ego deRodolfo Walsh, lo cual no resulta incorrecto, da-do que comporta una serie de rasgos que po-drían leerse como indicios de carácter autobio-gráfico: trabaja en editoriales, es corrector, se in-teresa por los enigmas de los hechos policiales y

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trata de resolverlos mediante un uso eficiente dela lógica. Pero Daniel Hernández es un persona-je de ficción, y está narrado en tercera persona:se trata de dos cuestiones que resultan asimismoinsoslayables para entender las formas que con-ducen de un espacio genérico a otro.

Desde el punto de vista del género, “La aven-tura de las pruebas de imprenta” es un relatopolicial clásico. En él se narra el encuentro deHernández con Raimundo Morel -un escritor ytraductor que ha traducido un texto de OliverWendell Holmes- a quien Hernández le entregalas pruebas de imprenta de su traducción paraque las corrija. Cinco horas después Morel estámuerto. Lo encuentra Alberta, su mujer, que de-be prestar declaración ante el comisario Jiménez.De manera que esa situación diegética inicialplantea el núcleo que motoriza todo relato poli-cial -la consumación de un crimen- para narrarde allí en más la historia de su esclarecimiento.

Como en todo policial clásico, esto supone laconfrontación de hipótesis explicativas como unrecurso narrativo que permite valorizar la que fi-nalmente sostiene el detective. Así, el comisarioJiménez expondrá la hipótesis de que la muertede Morel fue un accidente, promovido por el ex-ceso de bebida. Pero esa explicación no satisfacea Hernández, que llama al comisario y le pideuna reunión con todas las personas interesadasen el asunto. Cuando se realiza esa reunión, otropersonaje, Alvarado, que es investigador de lacompañía de seguros involucrada en el asunto,propone otra hipótesis, al sostener que la muer-te fue en verdad un suicidio consumado para be-neficiar a la mujer.

Enfrentándose a esas posiciones, Hernándezplanteará su propia hipótesis al afirmar que lamuerte de Morel fue en realidad un asesinato.Para ello se basa en un razonamiento por proba-

ble inferencia y se apoya en 14 demostracionesparciales. Según esa línea de razonamiento, Her-nández argumenta que las pruebas de imprentason la demostración más acabada de que no fueun accidente ni un suicidio, dado que merced aellas se pueden reconstruir minuto por minutolos movimientos de Morel.

Para probar su hipótesis, Hernández realizarála crítica interna de su escritura. De ese modopuede advertir que las correcciones eran siempreprecisas y correctas, y que lo que variaba sola-mente era la forma de la letra. Abocado a expli-car esas variaciones, Hernández sostendrá queno fueron producidas por un agente interno co-mo el alcohol sino por un agente externo. Por talrazón, imagina que Morel había hecho un viajeen tren, lo que explicaría la alternancia de la le-tra normal con la letra irregular en función de losmovimientos y detenciones practicados por esemedio de transporte.

A partir de esa suerte de abducción, las infe-rencias se despliegan casi naturalmente. Así,Hernández puede conjeturar que el viaje insumióun tiempo de sesenta y seis minutos. Para ellocomprueba empíricamente que el tiempo de co-rrección de cada página es de seis, y como el nú-mero de pruebas de galeras que debía corregirMorel era veintidós -a razón de once de ida y on-ce de vuelta, como lo prueba asimismo una líneaque las separa al final de la undécima página- laconclusión se muestra como evidente. A partirde allí resulta muy fácil deducir que Morel viajóhasta La Plata, donde vivía, y que en ese lugar uncómplice y amante de la mujer, llamado Benaví-dez, lo asesinó con el fin de que la esposa pudie-ra cobrar el importante seguro que le había des-tinado.

De ese modo, el texto de Walsh expone -dra-matizándola- la cuestión de que los hechos que

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narra la historia pueden ser leídos de manerasdiferentes. Por ello, la verdad acerca de esos he-chos se presenta en cada caso como una cons-trucción o como una versión en relación conaquello que se narra, aunque dentro de ese con-junto de verdades posibles sólo una resulte acep-table. Por otra parte, esa verdad es en rigor unaverdad polémica, de naturaleza agonística, en lamedida en que confronta permanentementecon las presuntas verdades que proponen loscontendientes hermenéuticos del investigador.

De manera nítida, semejante modo de pre-sentar la verdad habría de insistir en la escriturade los textos de no-ficción de Rodolfo Walsh.Sin embargo, en su texto emblemático -Opera-ción Masacre- lo que difiere sustancialmente esel modo de representar al sujeto de la investiga-ción. Porque ahora no se trata de un personajeficcional, como en el caso de “La aventura delas pruebas de imprenta”, sino de un enuncia-dor del relato que se lee como una representa-ción realista, y por lo mismo indicial, del autordel texto.

La inscripción de ese enunciador implica, asi-mismo, un complejo proceso de construccióntextual. La historia de esa construcción es cono-cida: Operación Masacre se constituye como li-bro a partir de una serie de artículos publicada alo largo de 1957 en periódicos gremiales y polí-ticos como Revolución Nacional y Mayoría, queserían compilados por Walsh para una primeraedición de la obra a fines de ese año. Hay unasegunda edición en 1964, y en 1969 aparece latercera, en la cual se incluye un prólogo escritopor el propio Walsh.

Ese prólogo puede leerse como un relato ensí mismo, que narra las circunstancias biográficase históricas en que se gesta la obra. Enunciadoen primera persona, se exhibe como un texto

autobiográfico, en el que se relata lo que podríallamarse la mutación ideológica del sujeto deldiscurso, o el proceso de su politización. Ese con-torno genérico permite que en su tramo inicial eldiscurso se articule a partir de la recurrencia ana-fórica del verbo recordar. Así, la escena interlo-cutiva que el texto exhibe sitúa en un presente aun yo que recuerda. Y lo que recuerda, se sabe,son determinados episodios puntuales, singula-res, que de forma metonímica representan lamanifestación de un suceso de intensa significa-ción histórica como el alzamiento del general Va-lle en 1956.

El prólogo comienza diciendo: “La primeranoticia sobre los fusilamientos clandestinos dejunio de 1956 me llegó en forma casual, a finesde ese año, en un café de La Plata…”. Ese caféera frecuentado por el narrador, cuyo “clima”describe relatando que en él se hablaba más deKeres o Nimzovitch que de Aramburu y Rojas. Enese punto el texto practica un desplazamientoanaléptico, para contar de inmediato que “enese mismo lugar, seis meses antes, nos había sor-prendido una medianoche el cercano tiroteo conque empezó el asalto al comando de la segundadivisión y al departamento de policía, en la fraca-sada revolución de Valle”.

Es a partir de ese momento que el relato seconfigura alrededor de la recurrencia del verborecordar. “Recuerdo cómo salimos en tropel losjugadores de ajedrez, los jugadores de codillo ylos parroquianos ocasionales, para ver qué feste-jo era ese...”. Narrados desde un presente ulte-rior, los hechos que ese sujeto relata son referi-dos de manera irónica, para representar de mo-do realista la conmoción provocada por los suce-sos que estaba presenciando junto con sus com-pañeros de café. Por ello, cuenta cómo salen conasombro y curiosidad de ese sitio, tratando de

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observar lo que estaba ocurriendo. Pero esa sali-da no es gratuita, ya que supone introducirse enel espacio del conflicto armado.

Ese espacio es el de la calle, el espacio públi-co súbitamente convertido en un ámbito peligro-so. Es así que el texto dice: “Recuerdo que des-pués volví a encontrarme solo, en la oscurecidacalle 54, donde tres cuadras más adelante debíaestar mi casa a la que quería llegar y finalmentellegué dos horas más tarde...”, para agregar se-guidamente: “Recuerdo la incoercible autono-mía de mis piernas, la preferencia que en cadabocacalle demostraban por la estación de ómni-bus, a la que volvieron por su cuenta dos y tresveces, pero cada vez más lejos, hasta que la últi-ma no tuvieron necesidad de volver porque ha-bíamos cruzado la línea de fuego y estábamos enmi casa”.

Nada heroico ni mucho menos épico; el yoque enuncia el relato se muestra como un sujetomedroso, que pretende simplemente llegar a suhogar. Pero aunque logre ese propósito, no pue-de desoír los gritos donde el conflicto se mani-fiesta. Así, finalmente dirá: “Tampoco olvidoque, pegado a la persiana, oí morir a un cons-cripto en la calle y ese hombre no dijo: ‘Viva lapatria’ sino que dijo: ‘No me dejen solo, hijos deputa”.

La contraposición de esos enunciados tam-bién es tributaria de una perspectiva realista,puesto que las formas de los discursos conven-cionales, retóricos, con los que la ideología do-minante pretende encubrir la realidad de la His-toria aparecen sustituidas por otras formas des-carnadas donde esa realidad se muestra de mo-do transparente. El conscripto no muere como laiconografía oficial representa las muertes encombate, muere como los personajes de una no-vela negra o de un film neorrealista. Ello parece

demasiado para el yo que narra, puesto que en-tonces confesará: “Después no quiero recordarmás, ni la voz del locutor en la madrugada anun-ciando que dieciocho civiles han sido ejecutadosen Lanús, ni la ola de sangre que anega al paíshasta la muerte de Valle. Tengo demasiado parauna sola noche”.

A esa altura de la lectura, se vuelve evidenteque el yo que recuerda no resulta congruenterespecto del yo recordado. La distancia que lossepara no es meramente temporal: es tambiénideológica. De ese modo, dirá luego: “Valle nome interesa. Perón no me interesa, la revoluciónno me interesa”. Su campo de interés es otro, ypor eso se pregunta: “¿Puedo volver al aje-drez?”, para responderse: “Puedo. Al ajedrez y ala literatura fantástica que leo, a los cuentos po-liciales que escribo, a la novela ‘seria’ que planeopara dentro de algunos años, y a otras cosas quehago para ganarme la vida y que llamo periodis-mo, aunque no es periodismo”.

De manera que la enumeración de las cosasque sí le interesan dibuja el perfil de un intelec-tual más próximo al espacio político-cultural deSur que al espacio cultural y político del peronis-mo. En ella se trasluce con nitidez la impronta deBorges, a través de la predilección por la literatu-ra fantástica y los cuentos policiales, pero tam-bién a través de cierta visión del sentido que pue-den comportar los hechos presenciados. Cuandoel narrador sostiene de inmediato “la violenciame ha salpicado las paredes, en las ventanas hayagujeros de balas, he visto un coche agujereadoy adentro un hombre con los sesos al aire, peroes solamente el azar lo que me ha puesto eso an-te los ojos”, se reconoce fácilmente esa visióndonde la densa trama de la historia y de la polí-tica se explica en términos de contingencia o decasualidad.

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Sin embargo, seis meses después, en una no-che asfixiante de verano, un hombre le dirá:“Hay un fusilado que vive”. La antítesis lógicaque suponen los términos de esa frase, su formade oxímoron, evocan asimismo el discurso bor-geano. Pero ahora se ha producido una inversiónde sentido y de perspectiva, y lo que antes posi-bilitaba una mirada desinteresada sobre la reali-dad del mundo, en este momento permite quese la mire con interés.

Al principio, ese interés no resulta claro parala conciencia del narrador. “No sé qué es lo queconsigue atraerme en esa historia difusa, lejana,erizada de improbabilidades”, relata, para agre-gar seguidamente: “No sé por qué pido hablarcon ese hombre, por qué estoy hablando conJuan Carlos Livraga”. Si el uso del presente supo-ne una especie de actualización de la instanciaenunciativa del discurso, que significa implícita-mente una cercanía respecto del interlocutor -co-mo si se tratase de dramatizar enunciativamentecierta complicidad que se propone a los lectores,por otra parte representa una forma perifrásticade las formas del pretérito verbal. De por qué pi-do hablar a por qué estoy hablando media unadistancia cronológica evidente, que en vez deenunciarse por medio de las distintas inflexionesgramaticales del pasado se enuncia reiterando laforma del presente: se trata de un presente tras-laticio, similar al presente histórico, que tambiénconnota el sentido de proximidad respecto de loshechos relatados. Así, las dos ocurrencias delpresente verbal inscriben los extremos de un in-tervalo que, al puntuar distintos momentos delsuceder cronológico, también trazan los alcancesdel tiempo donde comienza a operarse la muta-ción del sujeto. Porque el segundo momento, elde su encuentro con Juan Carlos Livraga, es elmomento de su reacción ante los signos de la

Historia; el instante preciso en que se produce sutoma de conciencia y la asunción de un compro-miso que lo lleva a involucrarse de manera abso-luta con el esclarecimiento de lo acontecido enlos basurales de José León Suárez.

Por eso el narrador puede decir: “Pero des-pués sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, elagujero más grande en la garganta, la boca que-brada y los ojos opacos donde se ha quedadoflotando una sombra de muerte”, para agregarde manera decisiva: “Me siento insultado, comome sentí sin saberlo cuando oí aquel grito desga-rrador detrás de la persiana”. Si la visión de uncuerpo perforado por la violencia represiva sepresenta como un espectáculo conmovedor, queno admite respuestas ignorantes ni indiferentesen relación con lo que ese cuerpo dice, el narra-dor no puede menos que manifestar su reacciónfrente a ello, contando que se siente insultado,como se sintió sin saberlo cuando oyó el grito delconscripto que moría. Así, es ése el momento desu transformación, y esa transformación es elefecto que produce en su conciencia la escuchade la palabra de Livraga.

Esa escucha se narra también por medio deuna antítesis lógica: “Livraga me cuenta su histo-ria increíble; la creo en el acto”. La antítesis re-presenta, una vez más, no sólo proposicionescontrapuestas sino, además y esencialmente,cosmovisiones enfrentadas. La historia de Livragaresulta increíble para una mirada elusiva en rela-ción con la cruda realidad de un mundo que, deforma brutal, irrumpe a través de las marcas quegrabó en su cuerpo; pero se torna creíble paraotra mirada que no eluda el terreno fangosodonde el mundo y la Historia se despliegan. De laincredulidad a la credibilidad hay también un pa-saje que impone la politización definitiva del in-vestigador.

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Por ello, el narrador dirá seguidamente: “Asínace aquella investigación, este libro”. Aquellainvestigación será, en consecuencia, la que prac-ticará un sujeto comprometido con la búsqueday la difusión de la verdad acerca de los fusila-mientos de José León Suárez. Contemplada conamplitud, la naturaleza de esa búsqueda coinci-de con la que pudo haber practicado Daniel Her-nández, puesto que en ambos casos se trata delesclarecimiento de un hecho criminal. Pero las di-ferencias entre ambos investigadores son, asimis-mo, significativas. Hernández es un personaje deficción, enunciado en tercera persona. El narra-dor del prólogo a Operación Masacre no es de-signado por un nombre propio pero, al ser enun-ciado en primera persona, las formas del yo re-miten inequívocamente al autor del texto, y seleen indicialmente como una representación deRodolfo Walsh. De igual modo, Daniel Hernán-dez se circunscribe al ejercicio de la razón parallevar adelante su cometido, mientras que el in-vestigador que narra el prólogo a Operación Ma-sacre además de la razón pone el cuerpo parapracticar su búsqueda de la verdad. Es por elloque puede decir un poco más adelante: “Ahora,durante casi un año no pensaré en otra cosa,abandonaré mi casa y mi trabajo, me llamaréFrancisco Freyre, tendré una cédula falsa con esenombre, un amigo me prestará una casa en el Ti-gre, durante dos meses viviré en un helado ran-cho de Merlo, llevaré conmigo un revólver, y acada momento las figuras del drama volveránobsesivamente…”.

Se ha recordado más arriba una interpreta-ción de la literatura de Walsh según la cual eltránsito que lleva del policial de enigma al poli-cial negro es lo que acompaña -y expone- suconversión ideológica y su franca politización. Locual es acertado, con la condición de recordar

que Walsh no trocó un detective de ficción porotro. No cambió a Holmes por Marlowe: fueMarlowe, y como él asumió su compromiso sa-biendo, con certeza, que una vez en la vida tematan.

BIBLIOGRAFÍA

-AMAR SÁNCHEZ, A.M. El relato de los hechos,Beatriz Viterbo, Rosario, 1992.-CHANDLER, R. El largo adiós, Diagonal, Barcelo-na, 2002.-WALSH, R. Operación Masacre, De la Flor, Bue-nos Aires, 1974.___________ “Las aventuras de las pruebas deimprenta”, en Variaciones en rojo, De la Flor,Buenos Aires, 1994.

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uando me refiero a Rodolfo Walshvuelven una y otra vez a mi mente dos

imágenes de su vida. Una cuando tenía 20 años,y lleno de expectativas y futuro cursaba el profe-sorado de Letras en la Facultad de Humanidadesde La Plata y anhelaba ser un profesional recono-cido. Lleno de sueños, pero sin un peso en el bol-sillo, solía acompañar a su novia a la casa y fingirque se despedían ante la atenta mirada de lospadres. Lo que en realidad sucedía era que Elinapasaba por la cocina, armaba un sandwich “cha-carero” -uno de esos donde se ponía de todo unpoco-, subía a la planta alta y desde su cuarto,envuelta y atada a una piola, la cena de Rodolfo,que esperaba ansioso en la vereda, llegaba a susmanos. La otra data de 30 años más tarde, cuan-do ya Walsh tiene 50 y en plena calle, en el ba-rrio de Constitución, no se entrega con vida alser rodeado por una patota de la ESMA que lobuscaba afanosamente. Dos imágenes: la que vadel pibe soñador al militante político de acero.¿Qué cambió de una a otra?, ¿qué ocurrió en eltrayecto que las une? Tratemos de buscar algúnhilo conductor en la vida de ese hombre que hi-zo de la ética, la justicia, la verdad y el compro-miso la razón de su existencia.

Y tenemos dos posibilidades, hacerlo desdesu vida o desde su obra.

Si lo hacemos desde su vida forzosamentedebemos remitirnos al Instituto Fahy, de la locali-dad de Moreno en la provincia de Buenos Aires,que le parece una cárcel, y al que va a parar a los10 años cuando pierde duramente el amor de sumadre soñadora, que lo había bautizado de esemodo en honor a Rodolfo Valentino. Allí, el de-saliñado Walsh -siempre condenado a usar la ro-pa de sus hermanos mayores- ingresa, sin saber-lo y ferozmente, a la política. Allí se hace cristia-no, pero también opositor a la Iglesia, a la Jerar-quía, al Poder y al Abuso. Allí aprende a ser soli-dario con los abusados, con él mismo, y enemi-go para siempre de los poderosos. Sus escritosposteriores, los cuentos de la serie de los irlande-ses, son concebidos para ir de la mano con la ex-periencia vivida y sufrida en ese ámbito. De esaépoca queda en Walsh, marcado a fuego, unprincipio: no hay un salvador individual... Un hé-roe puede ser cualquiera que se anime, peronunca lo será si actúa solo o si se queda solo, sitodo solamente se espera de él. Allí aprendióWalsh lo más duro de la lucha de los justos: quelos que merecen justicia no siempre la obtie-nen… y que deben organizarse para alcanzarla.

La otra posibilidad es analizar su obra. Si bientodos sus libros de investigación repercuten fuer-temente, hay uno que lo hará famoso: Opera-ción Masacre, donde investiga y relata el asesina-to de civiles a través de un fusilamiento clandes-tino en los basurales de José León Suárez, en1956. Un hecho organizado y luego ocultadodesde el propio Estado, por entonces, en manosde sectores furiosamente antiperonistas. Y en es-te plano, lo primero que quiero recalcar es su va-lentía. Cuando Walsh realiza la investigación es-tá en plena vigencia el Decreto Ley del 5 de mar-

1 Texto correpondiente a las jor-nadas sobre “Medios y Dictadu-ra”, realizadas en la Facultad deCiencias Sociales de la Universidadde Lomas de Zamora. Buenos Ai-res, abril de 2006.

Escritura y militancia políticaRodolfo Walsh y la prensa clandestina1

Por Roberto Baschetti C

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zo de 1956, que pasará a la historia como el“Decreto 4161” pero cuyo pomposo título es“Prohibir la difusión de una posición y doctrinapolítica que ofende el sentimiento democráticodel pueblo argentino”; y que no era otra cosaque el revanchismo descarnado y primitivo deaquellos que violaban la Constitución Nacional,encarcelaban opositores y fusilaban peronistas:Pedro Eugenio Aramburu, Isaac Francisco Rojas yÁlvaro Alsogaray, entre otros nombres propios.En ese contexto suceden los hechos. Y en esecontexto Walsh toma parte por la causa de losagredidos, de los fusilados, de los sin derechos,de los perseguidos. Inclusive debe ocultarse,cambiar su nombre -consigue un documento“trucho” a nombre de Francisco Freire- y recluir-se en una isla del Tigre en tanto sigue con la in-vestigación.

Rodolfo siempre decía que al principio, cuan-do comenzó con el caso, soñaba con ganarse unpremio Pulitzer por escribir la mejor y más sensa-cional nota periodística. Nada de eso pasó. Que-dó totalmente solo y el reconocimiento a su ac-cionar vino por el lado menos pensado, desde elsector que él menos esperaba. Un combativodiarito de la Resistencia Peronista dejará escrito:

“Es siempre reconfortante para nuestro tem-ple de argentinos, señalar la existencia de hom-bres como Rodolfo J. Walsh, escritor, ensayista yperiodista. Pero por sobre todas las cosas, hom-bre de un gran valor moral y físico. Su nom-bre no se borrará nunca de la memoria de quie-nes hemos sido sus contemporáneos. Y las gene-raciones venideras sabrán que, cuando en el paísexistió un puñado de locos criminales dispuestoa ensangrentarlo y hundirlo en la noche de unaalucinante paranoia; cuando parecía que la cha-tura y la cobardía lograrían ocultar los espanto-

sos “fusilamientos” de los basurales de José LeónSuárez, hubo un hombre íntegro, un periodis-ta que sirvió a la causa de la Patria, de la Justiciay de la Libertad, llamado Rodolfo Walsh” (Retor-no N° 33, 1965).

Será el propio Rodolfo, con el tiempo, y enuno de sus prólogos actualizados de OperaciónMasacre, quien directamente explique los por-qué de un libro de ese tipo, tan precursor e inno-vador que llevó inclusive a crear -a posteriori y sinque él se lo propusiera- un nuevo género litera-rio: la “Novela de No Ficción” o también llama-da “Novela Periodística”, con ocho años de anti-cipación al resto, en este caso concreto a A san-gre fría de Truman Capote, que se conocería re-cién en 1965. Al respecto dirá Walsh:

Escribí este libro para que actuara; en estemomento no reconozco ni acepto jerarquía másalta que la del coraje civil. No puedo, ni quiero,ni debo, renunciar a un sentimiento básico, la in-dignación ante el atropello, la cobardía, el asesi-nato. Este caso está de pie resuelto a impedir pa-ra siempre que un militarote prepotente jueguecon la vida de la gente mansa. Sólo un débilmental puede no desear la paz. Pero la pazno es aceptable a cualquier precio.

Ese compromiso que asume Walsh guarda ín-tima relación con su concepción político-literaria,y ocurre cuando da a conocer otra excelenteobra de su autoría ¿Quién mató a Rosendo? Enun reportaje que le hiciera Ricardo Piglia en1970, Walsh señala:

“Eso me preguntaron, me hicieron la pregun-ta cuando apareció el libro de Rosendo. Un pe-riodista me preguntó por qué no había hecho

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una novela con eso. Lo que evidentemente es-condía la noción de que una novela con ese te-ma es mejor, o es una categoría superior a la deuna denuncia con ese mismo tema. Yo creo queesa concepción es una concepción típicamenteburguesa, de la burguesía (…) evidentemente ladenuncia traducida al arte de la novela sevuelve inofensiva, no molesta para nada, esdecir, se sacraliza como arte” (Siglo XXI, 1973).

En los tres trabajos de investigación de Walshsucede lo mismo. Tanto en Operación Masacre,como en Caso Satanowsky, como así también en¿Quién mató a Rosendo?, el autor da con los cul-pables y demuestra que no es otro que el propioEstado, o sectores directamente ligados a él, co-mo los servicios de inteligencia o la burocraciasindical. En propias palabras de Walsh: “Losmuertos bien muertos, y los asesinos probados,pero sueltos”, por lo que se siente decepciona-do, engañado, estafado. Su problema individuales que sufre la falta de respuesta a sus funda-mentadas denuncias, aspira a que triunfe la ver-dad, a que se imponga la justicia. Pero pese a loscontratiempos, lúcidamente observará que alconjunto de la sociedad, al pueblo en su conjun-to, le ocurre exactamente lo mismo. MientrasWalsh escribe los tres libros antes citados, el pue-blo padeció y padece -puedo enumerarlos- quin-ce hechos violentos en su contra:

1- El bombardeo a Plaza de Mayo el 16 de juniode 1955. Más de 250 muertos, el triple de heri-dos por lo menos y numerosos mutilados. 2- El golpe militar, violento y sangriento contra elgobierno constitucional y popular de Perón vota-do por el 62,49% de los votos. 3- La adhesión de ese gobierno de facto -oligár-quico y elitista- a los planes del FMI. Como se sa-

be, hasta hace poco seguíamos pagando intere-ses de intereses… 4- La intervención de la CGT, que tenía para eseentonces más de cinco millones de trabajadoresafiliados y organizados. 5- El ya mencionado Decreto Ley 4161 por elcual se prohibía, desde el odio, ser peronista…así, por decreto divino.6- El robo del cadáver de Eva Perón, “Abandera-da de los Humildes y Jefa Espiritual de la Na-ción”, pero, por sobre todas las cosas, mentorade las milicias obreras de autodefensa. 7- Los fusilamientos de obreros y civiles peronis-tas en junio de 1956, por la reacción. 8- El voto en blanco triunfante del peronismoproscripto en las elecciones constituyentes de1957, que demuestra que el pueblo no cambiade idea…9- La traición de Frondizi en 1958, que asumecomo presidente con los votos peronistas y lue-go hace todo lo contrario a lo prometido desdeel llano. Como puede apreciarse, Menem tuvoen quien inspirarse…10- El famoso y represivo Plan Conintes, instru-mentado por el gobierno frondizista, que llenalas cárceles y prisiones del país de obreros y mili-tantes peronistas que resisten los planes recesi-vos y entreguistas del imperialismo y la oligar-quía. 11- Las elecciones del 18 de marzo de 1962 enBuenos Aires en las que gana el candidato pero-nista Andrés Framini y que por eso, precisamen-te por eso, son anuladas de un plumazo, o de unsablazo, de acuerdo a cómo se mire… A lo quese suma que las FF.AA., además -y como ya noles sirve-, destituyen a Frondizi. 12- La instalación de un gobierno de transiciónelegido solamente por los tres comandantes mi-litares; es decir, tres personas deciden el destino

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de la población. Gobierna el escribano Guido,quien tiene el triste honor de que, bajo su man-dato, se produzca en la Argentina el primer casode secuestrado-desaparecido peronista, en la fi-gura del delegado gremial Felipe Vallese, el 23 deagosto de 1962.13- La asunción, con sólo el 23% de los votos,del radical Illia que hará un gobierno débil y desesgo antiperonista -en 1963 el Justicialismo si-gue proscripto- y que, víctima de sus contradic-ciones e inoperancia, no durará mucho en elcargo. 14- El intento de Perón, el 2 de diciembre de1964, de volver a la Argentina como prenda depaz, pero a quien el gobierno radical, con la ayu-da del gobierno militar de facto brasileño y labendición de los Estados Unidos, frena en Río deJaneiro y obliga a regresar a su exilio madrileño. 15- La destitución de Illia por militares comanda-dos por el general Onganía que, enarbolando laDoctrina de la Seguridad Nacional impuesta porel amo del Norte, se instalan en el poder en ju-nio de 1966. Lo acusan de ineficiente, pero loque se esconde detrás de ese calificativo-justifi-cativo es el miedo a las elecciones de 1967 enlas que tiene amplias posibilidades de ganarnuevamente el peronismo, y ya no quierenarriesgarse más.

Como se observa, el problema individual deWalsh es el mismo problema que aqueja al restode la sociedad y, particularmente, al conjunto delpueblo argentino que sigue siendo peronista.Rodolfo toma partido y comienza a militar en elperonismo, y lo hace en el sector más dinámicoy contestatario, en el Peronismo Revolucionario.Primero en las Fuerzas Armadas Peronistas y elPeronismo de Base, luego en Montoneros. Así,cuando en un reportaje de Primera Plana le pre-

guntan qué es para él el peronismo, dirá que esfundamentalmente la clase trabajadora, el únicoagente revolucionario vigente. Y que en general,cuando las papas queman, como en el 45 o en el56, por un lado queda el Líder, preso o exiliado,y por otro los trabajadores, movilizándose y dan-do pelea. Es decir, “la verdad verdadera del pero-nismo y la expresión de su espíritu revolucionarioes el 17 de octubre, la Resistencia...”, y no dudaen tomar partido públicamente:

Primera Plana: ¿Te considerás incluido en elMovimiento Peronista?

Rodolfo Walsh: Si se admite que la antino-mia básica del régimen, antiperonismo-peronis-mo, traduce la contradicción principal del siste-ma, opresores-oprimidos, yo no me voy a ano-tar en el bando de los opresores ni en el delos neutrales” (Primera Plana Nº 489, 1972).

Rodolfo debía optar entre la militancia y la li-teratura. Con tres cuentos policiales había gana-do un premio municipal; con los tres libros de de-nuncia había creado un nuevo género literario;sus dos únicas obras de teatro habían consegui-do una crítica favorable, tanto del público en ge-neral como de los entendidos; todos sus cuentoseran exitosos y las revistas especializadas le pe-dían que escribiera una novela como manera deacceder al pináculo de la fama del mundo de lasletras argentinas. No obstante, no sólo privilegióla militancia sino que también, inmensamentecoherente y generoso, socializó sus conocimien-tos apelando al bajo perfil:

Nuevo Hombre: ¿Cómo analizarías el pasode un trabajador intelectual desde su posición in-dividualista, reconocida, a una dimensión dondelo importante sea lo colectivo, lo anónimo?

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Rodolfo Walsh: Creo que es un paso muyduro, pero nunca más duro que el que da cual-quier persona de otro sector social, el obrero y elestudiante por ejemplo, que abandona su reali-zación personal, su posible prestigio, para entraren una acción colectiva. Es un acto de renuncia-miento donde se prescinde en muchos casos dela tarea específica, de la vida en familia.

Existe un obstáculo inicial muy grande, quees la propia conformación del intelectual dentrodel sistema. Pero ese obstáculo debe franquear-se para poder recibir otras gratificaciones, las au-ténticas y mucho más importantes, que consis-ten en percibir las esperanzas, las inquietudes ylos reclamos de la clase obrera; en una elabora-ción común de sus consignas, de sus caminos desalida. (...) No enseñé nada, no di cátedra. Fui aaprender mucho y aprendí casi todo. Lo queaporté fue un conocimiento técnico, fundamen-talmente. Una tarea formal para hacer llegar conmayor eficacia las ideas, los problemas, a la cla-se obrera. (Nuevo Hombre Nº 2, 1971).

Como resultado de su accionar entre y con elpueblo peronista está su enorme tarea militante:en principio en el ya mítico periódico CGT, de laCGT de los Argentinos, luego en el SemanarioVillero y el diario Noticias. Después del golpe ge-nocida de Videla, en junio de ese año, en laAgencia de Noticias Clandestina (ANCLA) y, endiciembre, en Cadena Informativa. Con respectoa esta experiencia de periodismo resistente, iné-dita, deseo explayarme un poco más.

En el ensayo El mito de Sísifo, el escritor ypensador filosófico Albert Camus dice en el capí-tulo “El suicidio filosófico” que “la sensación delo absurdo no es lo mismo que la noción de loabsurdo”. Y con la última dictadura militar pasóalgo por el estilo. Para el común denominador de

la gente podía llegar a haber una sensación delhorror imperante, que la salpicase, que la rozasevagamente, por un hecho determinado: un fami-liar “desaparecido”, un amigo preso, haber sidotestigo involuntario y circunstancial de un se-cuestro, soportar una requisa armada en la víapública, etc. Esa sería la sensación del horror querondaba alrededor de uno. Mucho más concreta,mensurable, delimitada, corpórea y accesible através de las pruebas que se sumaban, fue la no-ción de ese mismo horror. Por eso Walsh creóANCLA, a través de cuyos despachos hizo llegara quienes apenas tenían la sensación de lo queestaba pasando en las calles y cárceles de aque-llos años la verdadera noción de ese horror.

Lógicamente, la persona que recibía dicha in-formación ya no podía seguir sosteniendo con al-guna credibilidad -como muchos luego aduje-ron- que “algo sabía pero que no tenía la verda-dera dimensión del horror”, porque la informa-ción que surgía de esos envíos alcanzaba a deli-near con creces la manera de operar del corpusrepresivo.

Para poner en marcha ANCLA, Walsh reunióa un grupo de periodistas cuyas identidades per-manecieron en el anonimato como manera depreservar la propia vida. Sabemos, sin embargo,los nombres de algunos de estos: Lila Pastoriza,luego secuestrada y alojada en la ESMA; LucilaPagliai, que se va al exterior en 1977; Lilia Ferrei-ra, Carlos Aznárez y Eduardo Suárez, secuestra-do-desaparecido en agosto de 1976. Con má-quinas de escribir y un mimeógrafo, la Agenciacomenzó a emitir en junio de 1976 cables quevarias veces por semana se enviaban por correoa las redacciones, a corresponsales extranjeros ya gente del ambiente cultural, político, militar,eclesiástico, económico y social de la Argentina.El objetivo era triple: informar a los periodistas,

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oficiar como instrumento de denuncia y actuarcomo herramienta de acción psicológica contrael régimen militar.

La sigla ANCLA, y la precisión de la informa-ción escrita en los cables, provocó que tanto elEjército como la Marina se acusaran mutuamen-te de organizar la Agencia. El antes citado Azná-rez, manifestó en un reportaje que le hicierontreinta años más tarde:

En los cables de la Agencia se contaban he-chos que se producían diariamente, como se-cuestros y detenciones, pero también se difun-dían análisis de la coyuntura nacional, o de lasconsecuencias nefastas del plan económico deMartínez de Hoz. Nuestras fuentes de informa-ción eran personas comunes que trabajaban enuna fábrica, vivían en un barrio o estudiaban enla universidad. En cada barrio había una noticiaimportante, tiroteaban a uno, secuestraban omataban a otro. Esas noticias no salían en losdiarios y llegaban a nosotros de boca en boca.También contábamos con informaciones que nosaportaban algunos colegas periodistas con quie-nes nos entrevistábamos sin revelar nuestra con-dición de redactores de ANCLA. Imprimíamos enun papel biblia, muy fino, para que los sobres,que se enviaban por correo, no quedaran muyabultados. Con éste método se lograban dos ob-jetivos: despistar al gobierno y lograr que los ca-bles fueran leídos por los que no querían ente-rarse, porque había un sector del periodismo quecuando en el sobre veía algún indicio de ANCLAlo echaba a la basura sin siquiera leerlo.

En general, los cables de ANCLA se ajustarona los lineamientos básicos que adopta una infor-mación para ser transmitida por una agencia: unpárrafo inicial o cabeza, que condensa la esencia

del hecho a informar, o tiene suficiente interéspara atraer al lector, y un cuerpo que desarrollalo anterior, aunque en el caso de ANCLA nosiempre lo hacía en orden cronológico o decre-ciente de importancia.

Unos meses más tarde, en diciembre de1976, Walsh ideó Cadena Informativa, escritasólo por él en su máquina de escribir portátil.Aparecía una o dos veces por mes y se entrega-ba en manos de distintas personas. En este caso,el objetivo no era sólo vencer la censura impues-ta, informando lo que sucedía realmente en elpaís, sino lograr la participación del ciudadanoinvolucrándolo en la tarea de retransmitir lo quese enteraba. El estilo de redacción era claro, lla-no, de frases sin complejidades gramaticales yritmo ágil. No había exceso de comas y, en gene-ral, cada párrafo estaba compuesto de 3 ó 4 ora-ciones precisas y concisas.

Tanto ANCLA como Cadena Informativa emi-tieron despachos durante casi dos años. En esetiempo, Rodolfo Walsh y sus colaboradores seatrevieron a denunciar el Terrorismo de Estado, lacensura y la persecución de profesionales, las de-tenciones ilegales, la aplicación de torturas y ladesaparición de personas; temas de los que losrestantes medios de comunicación no hablaron.Asimismo, ambos sistemas de difusión de noti-cias emplearon diversidad de fuentes, lo que re-vela la amplia red de informantes que había lo-grado obtener, y explica por qué el Ejército y laMarina se acusaban mutuamente de organizar ydirigir esos medios.

Recuerdo, por caso, el tema Tarnopolsky. En1976, Sergio Tarnopolsky estaba cumpliendo consu servicio militar obligatorio en la Marina deGuerra y lo designaron como secretario y ayu-dante directo del terrible represor oficial Jorge“Tigre” Acosta, sin saber sobre sus antecedentes

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políticos. Es lógico pensar que todo el infierno detorturas y desapariciones que tenía por epicentroa la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA),no podía pasar de manera alguna desapercibidopara un muchacho como Sergio que con su es-posa, Laura del Duca, militaba en la JuventudUniversitaria Peronista (JUP), brazo universitariode Montoneros, y cuya hermana, Betina, lo hacíaen la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Si-guiendo esta línea de deducción que propongo,no es difícil aventurar que Sergio haya pasado in-formación a sus compañeros de militancia sobreel genocidio que se estaba consumando, con elfin de instrumentar una denuncia pública queobligara a detenerlo. Y, convengamos, ANCLAera un medio más que idóneo para esos fines. Loconcreto, lo incontrastable de esta situación, esque el 14 de julio de 1976 un grupo de tareas dela ESMA secuestró y asesinó a Laura, Sergio, Be-tina y a los padres de éstos dos últimos, HugoTarnopolsky y Blanca Edelberg. Pero lo más trági-co de este hecho es lo que contó el único sobre-viviente directo del grupo familiar, Daniel Tarno-polsky, hermano de Sergio y Betina, cuando re-cordaba las animadas y subidas de tono charlasfamiliares posteriores a la cena, en donde la opi-nión de su padre, un intelectual de izquierda tanprogresista como “gorila”, era motivo de largasdiscusiones y reprobaciones. Según él, estababien que los militares hubieran tomado el gobier-no para imponer el orden, la seguridad y para sa-car a esos ladrones peronistas del manejo de lacosa pública…

Pero volvamos al tema central que nos con-voca. Para sus denuncias en ANCLA y Cadena In-formativa, Walsh manejaba el archivo periodísti-co del diario Noticias y un archivo personal defuncionarios policiales que enriquecía y actuali-

zaba desde Operación Masacre y Caso Sata-nowsky. Además, recopilaba y analizaba los in-formes publicados por la prensa legal y las nove-dades de las que cada sector de la organizacióndaba parte a través de los canales orgánicos. Lainformación se complementaba con los datosarrojados como resultado de interceptar la red decomunicaciones de las fuerzas represivas. Estaactividad se denominaba “escucha”, puesto querequería escuchar cotidianamente las transmisio-nes y desentrañar sus códigos para captar algúnoperativo o secuestro.

Las fuentes, por lo tanto, podían ser internas(estructura orgánica), públicas (diarios y revistas)y/o clandestinas (las escuchas mencionadas), y aellas se sumaban los colaboradores que estaban“por afuera” de la organización: vecinos, traba-jadores y estudiantes que superaban el terrorpara acercar información a la Agencia. De estemodo, el uso de varias fuentes permitía contras-tar la versión oficial con lo realmente ocurrido ya la vez mostrar al potencial lector o colabora-dor el mecanismo empleado por las fuerzas re-presivas para ocultar o tergiversar los hechos. Adiferencia de los diarios nacionales -que escri-bían en cadena- ANCLA y Cadena Informativaconstruyeron la información con tres elementosclaves: testimonios, precisión en las circunstan-cias y cifras. Estas tres herramientas otorgabanveracidad al hecho denunciado y eliminaban laposibilidad de una interpretación panfletaria dedichos informes. Las cifras y estadísticas fueronun recurso fundamental para denunciar el ac-cionar represivo del Estado e informar el incre-mento de secuestros, fusilamientos, etc., revalo-rizando, así, el peso informativo propio que po-see un número.

Sin duda, es más que evidente que Walshcumplió hasta el final de su vida con el compro-

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miso de “dar testimonio en momentos difíciles”.Por ejemplo, en los cables de Cadena Informativapodía leerse en un copete de su propia autoría:

Reproduzca esta información, hágala circularpor los medios a su alcance: a mano, a máquina,a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a susamigos: nueve de cada diez las estarán esperan-do. Millones quieren ser informados. El Terror sebasa en la incomunicación. Rompa el aislamien-to. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un ac-to de libertad. Derrote el terror. Haga circular es-ta información.

El 25 de marzo de 1977, Rodolfo Walshmuere en un combate desigual: él solo contratodos sus verdugos. Sabe que no puede caercon vida. Unos días antes había redactado eseparadigma de denuncia escrita y defensa deprincipios que es la “Carta Abierta de un Escri-tor a la Junta Militar”, justamente al cumplirseun año del golpe. Los bien pensantes, los inte-lectuales progresistas con el retorno de la “de-mocracia” en 1983 tratan, primero, de ignorar-lo, luego, de “ningunearlo”. Pero ante la con-tundencia de sus escritos y valores deben resig-narse a hacerle un lugar a su lado; eso sí, expli-cando permanentemente, o dando a entender,que era un brillante intelectual pero política-mente equivocado. Con lo que sin querer esta-ban dando lugar a la gestación de una “equivo-cación gigante” -que alguna vez deberían tratar,al menos, de comenzar a explicar- a la que adhi-rieron en vida no sólo Walsh, sino también Héc-tor Germán Oesterheld, Roberto Carri, RodolfoPuiggrós, Holver Martínez Borelli, Jorge Cedrón,Rodolfo Ortega Peña y Francisco Urondo, entretantos otros intelectuales que dieron su vida poruna Patria justa, libre y soberana.

Debe quedar absolutamente claro que Rodol-fo Walsh fue consecuente con sus ideas hasta lamuerte. Y que como oficial de inteligencia delEjército Montonero, dos meses antes de su caí-da, acercó por escrito a la Conducción Nacionallos métodos de acción que consideraba másapropiados para la etapa defensiva que se abría,y que resumía así:

Propaganda infatigable por medios artesana-les. Si las armas de la guerra que hemos perdidoeran el FAL y la Energa, las armas de la resisten-cia que debemos librar son el mimeógrafo y elcaño (Aporte a una hipótesis de resistencia-Losmétodos de acción, 1977).

Hay entonces un sólo Walsh, único e indivisi-ble, que conforman el intelectual más el militan-te. Tratar deliberadamente de separarlos es vol-ver adrede hacia atrás, hacia la confusión delibe-rada, hacia la oscuridad que nos iguala en la ig-norancia. Como bien decía Rodolfo, en el repor-taje que le hace Piglia y al cual ya hice mención:

Nuestras clases dominantes han procuradosiempre que los trabajadores no tengan historia,no tengan doctrina, no tengan héroes ni márti-res. Cada lucha debe empezar de nuevo, separa-da de las luchas anteriores: la experiencia colec-tiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historiaaparece así como propiedad privada, cuyos due-ños son los dueños de todas las otras cosas.

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odolfo Walsh escribió sus dos únicasobras de teatro en 1965, cuando ya se

reconocía como un intelectual de izquierda, ba-jo la influencia de su experiencia cubana, peroaún reticente a creer que para los países latinoa-mericanos era posible dar comienzo a un pro-yecto revolucionario liderado por grupos guerri-lleros. En la tematización de las Fuerzas Arma-das, Walsh llama la atención sobre el militarismode los países latinoamericanos y usa la sátira pa-ra agudizar su crítica a tal fenómeno. En La gra-nada, reconoce el rol de la institución militar ba-jo un nuevo orden mundial y ridiculiza al Ejérci-to argentino por su inoperancia. En La batalla,presenta el enfrentamiento entre el gobierno deun dictador militar y la insurgencia de izquierda.En ambas obras encontramos reflejado el pro-blema del intelectual sesentista latinoamericanoque debe interpretar la polarización de la pos-guerra, y enfrentar el dilema del compromisoque lo situará entre la prescindencia y la militan-cia. Las obras tratan sobre crisis militares: inter-na, en el problema de poder que aborda La gra-nada; externa, en el fin de la dictadura militarpersonalista que desarrolla La batalla. Y en am-bas, la ironía, que predomina como un estilo en

la dramaturgia walshiana, expone la realidad deun continente que a mediados de los 60 se ha-lla arrinconado geopolíticamente por la contien-da mundial de la Guerra Fría y la transición delas Fuerzas Armadas hacia la adopción de unanueva doctrina.

Rodolfo Jorge Walsh nació en Argentina en1927 y fue descendiente directo de los primerosirlandeses que emigraron en 1847 a causa de laGran Hambruna. Fue educado por padres paloti-nos irlandeses con quienes aprendió el inglés,para luego ganarse la vida como traductor desdetemprana edad. Se inició como escritor con elgénero policial que cultivó por muchos años encuentos. En 1956 comenzó una nueva etapa desu vida a través del periodismo investigativo detemas políticos que comprometían al gobierno,tarea que le ganó fama y enemigos en puestosde poder. Su libro Operación Masacre, de 1957,sobre los sucesos del basural de José León Suá-rez, y las notas del caso Satanowsky, escritas du-rante 1958, fueron constituyendo su introduc-ción al conocimiento de las esferas del gobiernodesde donde se planeaban la corrupción y el ase-sinato. Esta actividad como investigador freelan-ce de temas oscuros y su trabajo en Cuba de1959 a 1961 cambiaron su concepto de la litera-tura. Al regresar a la Argentina escribió y publicóvarios textos, entre los que encontramos susobras de teatro. Pero Walsh ya no era el ingenuoescritor de ficticios homicidios resueltos por unjoven y sagaz detective alter ego. A partir de esaetapa, la escritura fue para él narración que ex-pone la relación entre víctimas y victimarios. Suvida, que desde entonces entrelazó el oficio deescritor con el compromiso político, terminó en1977 cuando se convirtió en uno de los desapa-recidos del gobierno militar durante la última dic-tadura argentina (Bertranou, 2006).

RPor Eleonora Bertranou

Profesora e investigadora enSaint John´s University, Minnesota, EE.UU.

El militarismo en las obras teatrales de Rodolfo Walsh

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Entre La granada y La batalla existe una obviarelación temática, ambas abordan personajes ysituaciones castrenses y están ligadas en la inten-cional simplicidad de sus títulos referidos a lo bé-lico. Incluso, como teatro para la lectura, su com-plementación está dada en su publicación para-lela desde 1965 y en cada reedición. Las obrascritican el militarismo, entendido como la pérdi-da de la primacía de lo político sobre lo militar.Los militares latinoamericanos menospreciabanla autoridad civil estableciendo distinciones entrela lealtad hacia la Patria y la lealtad hacia el go-bierno. La institución militar se consideraba a símisma depositaria del patriotismo y responsablede la salvación del país. Un repaso por el teatroargentino independiente de aquellos años revelaque los dramaturgos establecidos y los emergen-tes escribían sobre temas que trataban las pro-fundas contradicciones de la sociedad de media-dos de siglo XX: el enfrentamiento de clases, lamarginación social y la crítica a la burguesía. Eltema de los militares, y la crítica a la institución,es totalmente original para la época. El conjuntode las obras teatrales nos da una idea del proyec-to intelectual que significó para Walsh, en su ofi-cio de escritor, crear diferentes ángulos críticos ycómo le interesaba innovar estéticamente. Élmismo declaró al respecto: “Me siento ligado,con diferencias de concepto y estilo, al teatro deCossa, Rozenmacher y De Cecco. Pero yo noquiero hacer un teatro realista. Me importa unteatro que aluda a lo real sin ser realista, que to-me lo real desde abajo, que lo exprese mediantesímbolos poderosos sin ser documental” (Zayasde Lima, 1981).

En la época en que Walsh escribe las obrasteatrales las Fuerzas Armadas ya tenían ampliaexperiencia en el gobierno. En la Argentina, des-de comienzos del siglo XX, habían comandado

seis golpes de Estado: Uriburu en 1930, Ramírezen 1943, Farrell en 1944, Lonardi en 1955,Aramburu en 1956 y el semigolpe que dejó aGuido en la presidencia en 1963. Los militaresaumentaban su presencia en la política y conmayor frecuencia interrumpían gobiernos elegi-dos democráticamente. Sin embargo, pocos ha-brían predecido que la consolidación de su podersería casi absoluta y que la mayoría de los paíseslatinoamericanos serían gobernados por dicta-duras militares en las décadas de los 70 y 80. Se-gún esta perspectiva, la atención de Walsh al te-ma militar en 1965 es laudablemente acertadaporque analizaba una fuerza política que decidi-ría el devenir de América Latina por largo tiem-po. Pero es también increíblemente arriesgada anivel personal y profesional porque criticaba auna institución que ya había demostrado que es-taba dispuesta a abusar de su poder, reprimien-do dentro y fuera de los cuarteles, tal como su-cedería una década más tarde en la sistematiza-ción del Terrorismo de Estado de la última dicta-dura. En este contexto, la experiencia de Walshen la investigación para Operación Masacre esclave en su preparación como crítico de la políti-ca militar, aunque no es su única fuente. Se sabeque Walsh tuvo familiares y amistades en lasFuerzas Armadas que le permitieron un contactomás íntimo que el de un investigador/periodista.

No obstante, vemos que en el teatro presen-ta a los militares en crisis que pueden interpretar-se como conducentes a la autodestrucción o asocavar su propio poder en la sociedad. En Lagranada aborda las incoherencias del Ejército de-satadas durante un episodio que ocurre dentrode la institución, y por el cual un soldado cons-cripto es llevado ante un tribunal militar acusadode traicionar a su batallón. La obra comienza du-rante prácticas militares de entrenamiento en las

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que una nueva granada suiza, sometida a prue-ba, falla cuando un conscripto que ha intentadolanzarla hace funcionar todo su artificio de fue-go, salvo el último paso: permitir que salte el re-sorte que detona la carga. Cuando se presenta alteniente y al sargento de su tropa el soldado yaha puesto su dedo en el orificio del resorte paraimpedir su detonación y debe mantenerlo en eselugar para que no explote. El drama gira en tor-no al problema que tal situación genera a las au-toridades militares y al mismo soldado. Así, latensión dramática comienza desde el primer ac-to y se mantiene eficazmente hasta el final de laobra. La absurda situación del soldado es asisti-da por Fuselli, el técnico en explosivos, quien nologra solucionar el problema pero le ofrece, acambio, consejos sobre cómo llevar su nueva vi-da con la granada formando parte de su cuerpo.Durante el segundo acto, el soldado pasa unanoche vigilado como si fuera un reo y sin poderdormir para prevenir el estallido de la granada. Eljoven, en crisis ante la posibilidad de su muerte,recapitula episodios conflictivos de su vida enconversación con personajes “reales” e imagina-rios. El tercer acto, en tanto, presenta la inespe-rada acusación al soldado de espionaje y traiciónproveniente del capitán Aldao en un tribunal mi-litar para casos de desacato, robo y ofensas me-nores de los miembros de la tropa.

Como se observa, la crítica de Walsh al Ejér-cito se basa en este caso en la ridiculización desus esfuerzos por profesionalizarse. En AméricaLatina, el Ejército había comenzado un procesode profesionalización a comienzos de siglo XXbajo el surgimiento de los nacionalismos localesy europeos, circunstancia que se acelera bajo losefectos de la Primera Guerra Mundial. A medidaque el Ejército latinoamericano se profesionalizaasume gradualmente el liderazgo perdido por la

oligarquía. Según Vicente Muleiro (2006), en laArgentina el criterio de profesionalismo se con-solida cuando “se establece el Servicio MilitarObligatorio, se perfecciona el sistema de gradua-ción a partir de la Escuela Militar, se instruye a losoficiales y a la tropa en acuerdo con el modeloprusiano, y uniformados alemanes revistan pro-fesionalmente en el Ejército argentino y se hacencursos de perfeccionamiento...”.

Los estudios sobre el militarismo en AméricaLatina concuerdan en que hacia la década del se-senta las Fuerzas Armadas pasaban por otra fasede la profesionalización. Según la formulaciónclásica de Samuel Huntington (1957), mientrasmás profesional era el carácter del cuerpo de ofi-ciales moderno, más neutrales se convertían po-líticamente. Ese detallado estudio de las relacio-nes civico-militares publicado en 1957 se basabaen la experiencia militar de los Estados Unidos.Pero el proceso de profesionalización, que teóri-camente debió haber separado a la instituciónde su antiguo rol político, tuvo en América Lati-na la tendencia opuesta. Es decir, las Fuerzas Ar-madas se inclinaron a cooptar los gobiernos civi-les en forma cada vez más intermitente y violen-ta. Su profesionalización significaba mayor en-trenamiento para formar expertos, conocimientode la historia militar, modernización de su arma-mento, definición de sus escalafones según mé-ritos mensurables, autonomía institucional, con-troles internos, conducta corporativa y responsa-bilidad social. Es decir, desarrollar un alto gradode conocimiento generalizado y sistematizado,como expresa Robert Potash (1977).

Acorde a esto, Walsh no sólo presenta a losmilitares en maniobras de prácticas para la gue-rra, sino que despliega en el discurso de aquelloscon más jerarquía un amplio conocimiento dehistoria militar. En La granada, el Teniente Strauss

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es un profesional de la guerra que instruye alSargento Sosa, elocuentemente menos erudito,en el conocimiento de estrategia y armamentomilitar según las Guerras Mundiales, la concu-rrente Guerra de Vietnam y la Revolución Cuba-na. De este modo, Walsh designa épocas quenos ubican en la entrada de América Latina a lapolítica mundial de la Guerra Fría. Nos interesadestacar que todas las lecciones militares queconsidera el teniente se refieren a la historia mi-litar mundial y no a las que pudo extraer de lahistoria nacional. Las Fuerzas Armadas se entre-naban de acuerdo a modelos militares extranje-ros, incapaces de desarrollar uno propio a la me-dida de las necesidades de una nación latinoa-mericana. Los militares seguían una política deentrenamiento característica de un país europeo,continuando en pleno siglo XX con la imitaciónde aquello que no es adaptable ni necesario apaíses satélites. Y Walsh ridiculiza ese absurdo deproporciones mundiales con el simbólico inci-dente de la granada suiza.

No obstante, con la nueva función de lasFuerzas Armadas para combatir el comunismo,como efecto emanado de Estados Unidos en ple-na Guerra Fría, la acción dramática de La grana-da se origina en una crisis cuarteles adentro, querefleja tanto aquello exterior a la institución, co-mo problemas internos a ella. Los bandos de doscolores que ejecutan prácticas militares son unaparodia de la división entre “azules” y “colora-dos” que dominó la política argentina entre lacaída de Arturo Frondizi, en marzo de 1962, y laselecciones de julio de 1963. Dos facciones milita-res que obedecían a políticas irreconciliables: lade los “azules”, tendiente a favorecer la norma-lización institucional en elecciones democráticas-propuesta que contemplaba permitir algunaforma de representatividad legal del peronismo

que, proscrito desde 1955, gozaba de ampliapresencia en la política del país-; y la de los “co-lorados”, que era intransigente sobre la cuestiónperonista y quería una dictadura militar sin lími-tes ni tolerancia.

La granada presenta en la situación de ma-niobras militares a los bandos de los “verdes” y“amarillos”, cuyas rencillas personales entre losaltos mandos se hacen evidentes en el juicio al fi-nal de la obra, durante el cual las prácticas llegana una guerra a toda escala entre los contrincan-tes de colores. Es una alusión directa a una situa-ción de pretorianismo -un grupo de militaresconsigue controlar a toda la institución- que fuecomún en la historia argentina. Walsh la satirizay exagera. En el 63, los “azules” y los “colora-dos” llegaron a sacar sus tanques y preparar ba-rricadas, pero el enfrentamiento entre militaresse superó sin que abrieran fuego. Obviamente,para Walsh el peligro del desborde militar existíay lo lleva al escenario teatral como advertencia.Cabe recordar que la división dentro de las Fuer-zas Armadas entre “azules” y “colorados” con-tinuó afectando la política militar argentina y porlo tanto la de la Nación, incluso hasta el gobier-no de Jorge Rafael Videla reconocido “colora-do”.

Según Tulio Halperín Donghi (1997), con laRevolución Cubana ocurrida en 1959, y la si-guiente respuesta estadounidense con el progra-ma de la Alianza para el Progreso, las Fuerzas Ar-madas latinoamericanas retomaron un papel ca-da vez más central desde la perspectiva nortea-mericana: la consolidación del aparato estatal. Elvínculo íntimo de las instituciones militares con lagran potencia iba más allá de lograr una eficaciaestrictamente profesional. Era importante para eldesarrollo de nuevas tareas en un tipo de luchainédita que hacía del Ejército el protagonista ba-

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jo la Doctrina de Seguridad Nacional. Este nuevoy sin precedente frente de batalla se encuentraen la obra de Walsh expuesto en un discurso deltécnico en explosivos que expresa al soldado lanueva condición del ser humano antes de termi-nar el primer acto. Se identifican claramente lascaracterísticas de lo que se definiera en esa épo-ca como un conflicto de baja intensidad:

La guerra ha cambiado ahora. El enemigo seha vuelto invisible, usted llega a preguntarse siexiste. ¿No ha oído hablar del vacío, la soledaddel campo de combate? Los autores modernoslo mencionan como algo aterrador. Usted puedeguerrear la vida entera sin descubrir jamás alenemigo enmascarado, que es ese árbol floreci-do, aquella piedra, aquella nube donde ustedjuega a descubrir un animal o la cara de su ma-dre. Ahora el campo de combate es frío, solita-rio, un desierto. Nada de banderas, de tambores,de penachos ni uniformes rojos… Usted ya no veel blanco al que acostumbraba tirar en sus prác-ticas.

En el primer acto, en diálogo con el sargen-to, el Teniente Strauss declara: “El resultado deestas maniobras es tan importante que decidiráel destino del Ejército en los próximos diez años.Y también el destino de algunos de nosotros,que hemos influido en favor de nuevas armas,nuevas tácticas. [Pausa] El Capitán Aldao estuvoentre los que se opusieron”. Según el menciona-do capitán, el soldado es un impostor que fingeprevenir la explosión de la granada, pero cuya in-tención es, trabajando como espía de los “ver-des”, desbaratar al bando de los “amarillos”. Porlo cual la acusación del Capitán Aldao durante eljuicio al soldado es desenmascarada como unajugada de sabotaje contra las aspiraciones de

hombres como el Teniente Strauss. Así, en la cor-te militar se revelan las distorsiones de los hechossegún el grado de las jerarquías marciales: mien-tras más alto es el grado militar, más tergiversa-ción hay en la interpretación de un simple hechopara enmascarar motivos ulteriores.

En el transcurso de la obra, el soldado es mal-tratado, despreciado, paternalizado por su de-fensor en la corte, quien intenta liberarlo apelan-do a un sentimiento de lástima. La exposición dela defensa lo empuja a revelarse en contra de laautoridad y a lanzar la granada, que al estallarprueba su inocencia y muestra que el problemareside en los mismos militares. En el juicio se ex-ponen las críticas a la institución internamentedividida e inoperante. El conscripto representa ala sociedad civil, atrapada bajo el control de lainstitución militar, y la granada es un símbolo nodiscursivo de la institución militar en el contextode la sociedad. Una vez aceptada la granada co-mo arma para la defensa del país -su intenciónutilitaria original- el peligro de que estalle es in-minente. Paralelamente, una vez aceptada la ins-titución militar como la única capaz de protegeral país de sus peligros internos ejercerá todo supoder sobre el sistema político.

Sin duda, encontramos en La granada uno delos textos literarios más ironizantes de RodolfoWalsh y que crea personajes militares que pre-sentan una caracterización de los tipos psicológi-cos del Ejército argentino en su conducta típica.Es por eso que el Teniente Strauss (“un hombrejoven, de cara agradable, quemada por el sol”)habla de “[estar] seriamente con nosotros en lavida militar”, mientras que el Sargento Sosa (“unprovinciano cuarentón, morocho, robusto”) re-plica: “No podría vivir fuera del cuartel. Cuandome pongo ropa civil me parece que soy una mu-jer”. Por el contrario, el soldado conscripto no es

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un personaje militar, sino que representa a unavíctima civil. El joven raya entre lo patético me-lancólico y lo absurdo irrisorio, pero sin duda esun individuo que hace un cambio vital, desarro-llando en la obra la dignidad que no tenía cuan-do era controlado por quienes decían defender-lo. Esta es una clara referencia al control que lainstitución militar tiene en aquel momento sobrela sociedad en la conducción de la política argen-tina. El conscripto de La granada tiene un cerca-no parentezco con su par en el Ejército en el per-sonaje del breve cuento “Imaginaria”, incluidoen Los oficios terrestres (1965), el otro único tex-to literario de Walsh que trata sobre militares, ycon quien comparte características como víctimadel trato que recibe mientras cumple con el ser-vicio militar obligatorio.

La batalla, al igual que La granada, se inscri-be en el teatro de la farsa aunque imita la reali-dad latinoamericana de dictadores, revolucionesy contrarrevoluciones. En esta obra, Walsh abor-da la planificación de un dictador para provocarun enfrentamiento armado contra su propio go-bierno y una revolución organizada que logradeponerlo. La ironía del drama teatral se presen-ta en la figura de un general establecido en al-gún país latinoamericano como gobernante delarga trayectoria en el poder. En América Latina,esta figura del dictador omnipotente y omnipre-sente, dueño de su ejército particular, de la vida,honra y bienes de sus conciudadanos, dispensa-dor de favores y juez de los actos de sus coterrá-neos, estaba en decadencia. Se daba, especial-mente a partir de los 60, el inicio de la profesio-nalización de los gobiernos militares integradospor equipos de especialistas o del militarismo ins-titucionalizado, con la aparición de doctrinaspropias1. El golpe contra el Generalísimo pone

fin a la dictadura personalista y da paso al go-bierno de una junta producto del pacto político-militar que excluye toda participación cívica y esdirigido por el embajador, personaje emblemáti-co de la potencia hegemónica del continente.

El Generalísimo, tras conocer al capturado yúltimo sobreviviente de un grupo desintegradode guerrilleros, encuentra renovado su deseo departicipar por primera vez en una batalla. En con-tra de la opinión de su Jefe de Estado, el Genera-lísimo conmuta la sentencia de muerte y libera aEfraín, quien reiniciaría esfuerzos revolucionarios.La obra La batalla prefigura el concepto de “gue-rra sucia” utilizado por el último gobierno militar,porque el enfrentamiento que planea el generales una trampa y una excusa para satisfacer su de-seo militarista aunque, en la pieza teatral, termi-na siendo contraproducente. Ridículamente, elGeneralísimo construye un enemigo que no exis-te, pues la ofensiva revolucionaria ya había sidoexitosamente aniquilada con las armas.

La batalla, que no logra la tensión dramáticade La granada, avanza a partir del segundo actocon un contrapunteo de escenas entre la oficinadel Generalísimo y las reuniones de sus conspira-dores. El reparto de personajes en figuras emble-máticas de la lucha por el poder político permiteescenificar diálogos que exponen la encrucijadade los años sesenta en América Latina. En estesentido, el panorama político latinoamericanoreflejado por Walsh es desolador. Mientras el lar-go régimen del Generalísimo ha mantenido unlamentable statu quo, el joven guerrillero, únicopersonaje dotado de sentido de justicia, ha per-dido a sus seguidores. Efraín no cree en la vía po-lítica representada por el Doctor Marrero, un po-lítico “de 35 años, anteojos, aire profesoral”, aquien acusa de tomar y ser gobierno de la mis-ma forma que los militares. Marrero, cuyo discur-

1 Según Karen Remmer (1989),en su estudio sobre los regímenesmilitares en América Latina, el caso de Pinochet en Chile es teóricamente anómalo.

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so inflamatorio y adornado de una retórica nos-tálgica da una idea perfecta del vacío en la clasepolítica, confabula con los militares golpistas,cuando es realmente “el embajador” quien in-terfiere con la última palabra en una escena mu-da de gestos elocuentemente simbólicos. En to-das las escenas de reuniones que empiezan ycontinuan, un extraño personaje enano grabatodas las conversaciones haciendo una especiede archivo oral histórico. Sin embargo, al final dela obra y con el inminente cambio de gobierno,el enano pierde la memoria, ejemplificando sim-bólicamente la condena de los países latinoame-ricanos a repetir su historia en ciclos de gobier-nos autoritarios.

Las obras de Walsh, a más de cuarenta añosde su primera publicación, reflejan el actual sen-timiento generalizado de repudio hacia los mili-tares, especialmente en la Argentina. Pero es latragedia del genocidio lo que agudiza nuestralectura de sus textos que, como tantos otros, es-cribió adelantándose a su tiempo, en base a unconocimiento profundo de los agentes que mo-verían la política del Continente. Ambas obrasavecinan crisis internas a las Fuerzas Militares,que cuando acontecieron fueron superadas porel triunfo del fuerte corporativismo que los man-tuvo en el poder hasta los 80. En la Argentina,los gobiernos civiles perdieron toda verdaderaoportunidad desde la Revolución Libertadora, en1955. Los militares en América Latina lograrondirigir y controlar el destino de sus países mante-niéndose en el poder por períodos extensos. Enel clima de hoy nos es mucho más facil ser recep-tores de estas obras, pero en los años 60 eranuna crítica directa a una institución que aún go-zaba de prestigio en la sociedad.

Como en toda su obra escrita, RodolfoWalsh es desafiante, auténtico, original y se ins-

tala lejos de las producciones light o compla-cientes con las fuerzas de poder y con aquellosque estaban en el poder. Eligió hacer una críticaal militarismo a través del teatro, y no un cuen-to más o una novela, porque sabía, sin duda,que este era el género que en su montaje lleva-ba el mensaje de forma más directa a sus desti-natarios, tanto civiles como militares que deci-dían el futuro del país. Fue una advertencia an-ticipatoria en clave literaria, un presagio de lascircunstancias que marcarían las décadas si-guientes. En las obras teatrales de Walsh ha cre-cido con el tiempo la ironía dramática que signi-fica la incongruencia entre el discurso de lospersonajes y el sentido que le asigna el especta-dor. Entre esos personajes creados en 1965 y elpresente se redoblan las ironías.

Tal como hemos expresado, la situación per-sonal en que Walsh escribe sus obras de teatro,publicadas en 1965, es la de una cierta indefini-ción política. Su experiencia en Cuba lo habíapuesto en contacto con muchos hombres dis-puestos a seguir el modelo de la guerrilla cuba-na en el continente lationamericano, tales comoJorge Ricardo Masetti, pero también lo había ex-puesto a sus contradicciones internas. Sin em-bargo, reconoce en la institución de las FuerzasArmadas a un agente histórico que debe ser es-tudiado y analizado con atención porque desa-rrolla un papel activo en la política nacional. Esimportante ubicar históricamente sus obras deteatro por la relación de las Fuerzas Armadascon el poder político. A tres décadas de sumuerte, y como homenaje, seguiremos leyendoa Rodolfo Walsh con un interés que se mantie-ne vivo.

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Bibliografía

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Por Adriana A. Bocchino

Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Mar delPlata y Doctora en Letras por laUniversidad de Buenos Aires.

ste trabajo es la reescritura abreviadade un trabajo mayor sobre Rodolfo

Walsh que publiqué hace unos años en colabo-ración con otras investigadoras, y que ahora re-sumo en torno a la polémica sobre la construc-ción del género abordado por la producción delescritor, periodista y militante argentino1. Ha-biendo trabajado su escritura cuando Walsh eraun apellido que había que deletrear, es decir, alpoco tiempo de iniciada la democracia, es noto-rio que su producción se fue imponiendo poco apoco de manera paradigmática. Hoy difícilmentese desconozca su nombre y, en especial, en rela-ción a una forma de escritura llamada de “no fic-ción” que, por lo pronto, prefiero denominar tes-timonial.

En este sentido, y desde el inicio, me parecióun despropósito separar la producción de escri-tura en Walsh según los diferentes géneros y apartir de allí emitir juicios de valor contraponien-do mayores o menores destrezas. En verdad, lafigura de autor o la remitencia a un autor resul-ta aquí una marca determinante e impide pensar,no sólo este tipo de cortes sino también, la pos-tulación de “la muerte del autor”, aunque seadesde una propuesta teórica. La escritura de

Walsh desafía con claridad la división de los gé-neros y el borramiento de la figura de autor, ha-ciendo de la escritura un continuo cuyos objeti-vos buscan una forma, y no a la inversa, y dondeel autor, de carne y hueso, vive su vida y se jue-ga entero.

Lo he dicho varias veces: hablar de la desapa-rición del autor, en términos teóricos si se quiere,aquí más que en otra parte, resulta hacerse cóm-plice de la dictadura. Reflexión que mantengo in-cluso al pensar otras escrituras de autores argen-tinos puesto que, sospecho, se trata de una ca-tegoría crítica apropiada acríticamente, valga laparadoja, por el sistema académico. En contro-versia con ese modo de lectura, este artículoplantea la indivisibilidad de la escritura en térmi-nos genéricos y del posicionamiento de autor,cada vez más sólido y fuerte, en esta escritura.

Por tal razón,este trabajo se articula necesa-riamente con ciertas lecturas que resultan de in-dispensable reposición. Me refiero a OperaciónMasacre, “Cuento para tahúres”, ¿Quién mató aRosendo?, “Tres portugueses bajo un paraguas”,“Esa mujer”, “Ese hombre”, “El genio del anó-nimo” y fragmentos de Prensa Clandestina, to-dos de Walsh, y ciertos textos aberrantes emiti-dos por la dictadura, a fin de que en la confron-tación se observe y compruebe “la verdad de loshechos”.

¿Género menor o lo “interesante en el arte”?

El elemento “interesante” cambia según losindividuos y los grupos sociales; por lo tanto, esun elemento de la cultura, no del arte. Pero, ¿escon eso un hecho completamente ajeno al arte yseparado de él? [...] Estos elementos “interesan-tes” varían según las épocas, los ambientes cul-turales y las idiosincrasias personales.

Cuando la escritura es una cuestión de fondo

E

1 Se alude al libro Rodolfo Walsh.Del policial al testimonio, deAdriana Bocchino, Romina Garcíay Emiliana Mercère (2004).

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El elemento más estable de “interés” es sinduda el interés “moral” positivo y negativo, esdecir, por adhesión o contradicción [...] íntima-mente relacionado con ese está el elemento“técnico” [...] como manera de dar a entender,del modo más inmediato y dramático, el conte-nido moral de la novela, del poema, del drama[...] elementos que no son necesariamente “ar-tísticos”, pero tampoco “antiartísticos” [...] es-tán dados por la historia de la cultura, y desdeese punto de vista hay que valorarlos.

Antonio Gramsci. Cuaderno IX. Literatura y vida nacional (1929-1932)

La escritura de Rodolfo Walsh construyó sulugar en el sistema de la literatura argentina pe-ro también en el sistema de los discursos que ar-man el imaginario cultural de un país. Entre me-dio de esa escritura está Operación Masacre(1957) que no se define sino entre la novela y elrelato periodístico, nueve años antes de que enesa línea Truman Capote escribiera A sangre fría,llamada por la crítica “novela de no ficción”. Así,Walsh está en el principio de la línea que rompecon las fronteras que delimitan tipos de literatu-ra al ampliar toda consideración tradicional sobrelos géneros. Introduce el discurso periodístico-testimonial en el de la literatura o, si se prefiere,el de la literatura en el periodístico-testimonial.

Hace tiempo que en los ámbitos académicoscircula la teorización de Mijail Bajtín (1982) refe-rida a los “géneros discursivos primarios”, de losque la literatura se serviría para configurar los“géneros discursivos secundarios”. Sin embargo,puestos a ensayar una respuesta acerca de la dis-tinción de los géneros literarios no se va a estarlejos de la convención que los divide en épico/na-rrativo, lírico y dramático, según las diferentesversiones. Esta respuesta se ve cuestionada radi-

calmente frente a textos como los que ofrece laproducción de Walsh y tantos otros autores quesiempre quedan desencajados de las taxonomíastradicionales. En definitiva, lo interesante es queestas escrituras resulta ser las más productivas ala hora de trabajar los discursos porque ponen encuestión las normas, los usos establecidos, y per-miten observar y explicar el movimiento y la den-sidad de una serie de discursos que no resultaajena al movimiento y la densidad de nuestra his-toria (Bocchino, 2002).

Para empezar, es necesario señalar que unadefinición de género (literario) contiene implíci-tamente un concepto de literatura. De modo quela noción de género en cada época ha determi-nado qué debe entenderse por literatura. Así, noqueda más que remitirse a los textos para obser-var cómo funcionan desafiando clasificaciones yproduciendo, entonces, nuevos géneros. En estemarco, el caso de los mal llamados “géneros me-nores” -lugar al que podrían remitirse las produc-ciones de Walsh- representa el campo de trabajoapropiado para desarrollar aquella problemáticapuesto que resulta una franja de deslindes y nue-vos aportes en los cuestionamientos. Aun cuan-do el trabajo de Bajtín lleva años en circulación,su vigencia permite anclar la cuestión de los gé-neros menores en el debate de los géneros su-puestamente mayores, desarticulando toda jerar-quía establecida a priori.

Más próxima a nosotros, Susan Sontag(1967) fue de las primeras en plantear la preemi-nencia del género menor en la constitución deuna cultura. Sin embargo, quizás sean AntonioGramsci y el último Walter Benjamin los que per-mitan leer políticamente el entramado de géne-ro, posicionamiento de autor, previsión de lector,y mercado y formación cultural en el desarrollode un proceso histórico. Y aquí, entonces, la pro-

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puesta de Josefina Ludmer (1984) acerca de laapropiación y uso del género como una cuestiónque juega en el debate social resulta esclarece-dora. Ello permite ver cómo la formación, legiti-mación, circulación, consumo, apropiación y tra-ducciones varias, se ven cruzadas en múltiples di-recciones por el campo económico socio institu-cional produciendo reformulaciones, desviacio-nes, emergencias, olvidos, canonizaciones y rees-crituras que no refractan sólo en el campo sim-bólico del material lingüístico sino, en particular,desde y sobre el campo económico socio institu-cional que inexorablemente lo atraviesa.

Hacer foco sobre la producción de Walshcontribuye a ese debate: trabajar un objeto di-verso al que acostumbran las teorías y críticas dela literatura tradicionales formaliza una miradaculturalista desde las herramientas aportadas porel entrenamiento clásico en el análisis literario. Elenfoque de la teoría crítica de la cultura observalos llamados géneros menores dentro del sistemade signos que es la cultura porque recrean, a ni-vel estrictamente discursivo, las polémicas decentro y periferia, dominante y dominado, subal-ternidad, multiculturalismo, hibridación, posmo-dernidad o desjerarquización. La ampliación delas perspectivas de trabajo desde la lucha de losgéneros, literarios o discursivos, permite una me-jor comprensión del campo cultural, la genealo-gía de sus fronteras y los procesos que preparanla emergencia, legitimación o decadencia de esecampo cultural.

En este sentido, habrá que considerar los gé-neros como una familia, un lugar de origen, unaespecie, una manera, un modo de ser entre otrasacepciones. Habrá que ver cómo, en cada mo-mento y de qué manera funciona una toma dedecisión genérica, es decir por qué, desde dón-de, apuntando a qué, buscando qué, se decide

convertir una noticia policial en un texto noveles-co. En este punto es indispensable remitirse aRaymond Williams (1980) para entender la diná-mica de la constitución, refutación, robo o prés-tamo, de un género a otro. Esta organización sevincula con las relaciones de producción y consu-mo en las que parece más fácil acceder a los mo-mentos de constitución de un género que a losmomentos de su normalización. Hecho que se vecon claridad en los géneros de frontera como elcaso de la “no ficción” o el “testimonial”: le ro-ba algo a la novela pero también a la crónica pe-riodística y, entonces, da lugar a la formación deotro género. Pero también introduce un nuevoelemento: el lector como actor privilegiado y, conél, el pacto básico de la producción del discursoliterario que regula relaciones e instituye las re-glas del género. Las obligaciones contractualespresuponen variables históricas en el autor, eltexto y el lector, cuya combinación produce laformación discursiva que llamamos género. Porlo tanto, es imposible combinar diferentes nive-les de organización de manera definitiva: la for-ma es una relación que depende tanto de la pro-ducción como de la percepción o el consumo2.Se trata, así, de un fenómeno social absoluta-mente móvil y dependiente. En tal sentido, Lud-mer puede decir que un género es un conceptopolítico puesto que siempre implica una apropia-ción y un uso, un tipo de circulación y una trans-formación para conseguir una posición. El con-texto de un texto es su cadena genérica -dice enuna entrevista-, pero el contexto del género esun debate social.

Del policial al testimonio

El asunto, evidente en el caso de Walsh, se in-serta en un proyecto más amplio que el de la so-

2 Williams distingue, además, mo-dos, formas y géneros.

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la ruptura de fronteras genéricas. Si tal comoqueda planteado, un género -su inauguración eneste caso- implica un debate social, veamos quésucede. Aquí -sospecho- la decisión de asumir ungénero u otro se relaciona con una sobreconside-ración de lo real histórico político, por encima decualquier otra consideración como podría ser laestética. Es decir, con otra forma no habitual deconcebir la cuestión estética, si pensamos el siste-ma canónico de la literatura argentina hacia losaños 50. Hay allí una refuncionalización del con-cepto de literatura y del rol del escritor. Escribir es,en Walsh, una práctica intelectual que pone enrelación dramática literatura y vida. Y la escrituraes el lugar donde se escenifica esta relación.

Es imprescindible poner de relieve que la pro-ducción considerada ficcional no puede pensar-se por separado de la producción llamada de“no ficción” o “testimonial”. Walsh no es la re-solución de la tensión que se lee en un autor co-mo Cortázar respecto de las relaciones entre elintelectual y la política, o entre un escritor de fic-ciones -desde una estética de lo lúdico- y otro dela responsabilidad ética -desde la estética delcompromiso-. Por el contrario, la disputa entreestas dos maneras de entender la relación entreliteratura y política es determinante, y si en algúnsentido se resuelve es en la imposibilidad de se-parar literatura de ficción de literatura testimo-nial. El hecho de que se le haya dado mayor im-portancia a la última quizá tenga que ver con al-gunas declaraciones del mismo Walsh, pero tam-bién con el hecho de que, durante o con poste-rioridad a las dictaduras de los 60 y 70, aparececomo producción significante frente a la repre-sión y la censura3.

En principio, entonces, interesa observar laidea que tiene Walsh acerca de la literatura y suposibilidad de relación con lo político, puesto

que la diferente valoración crítica que se ha he-cho sobre su producción se apoya en ella. En laentrevista que prologa Un oscuro día de justicia(1973) Walsh se pronuncia contra una “concep-ción burguesa”:

Un periodista me preguntó por qué no habíahecho una novela con eso, [se refiere a los mate-riales documentales de los fusilamientos de JoséLeón Suárez...] lo que evidentemente escondía lanoción de que una novela con ese tema es me-jor o es una categoría superior a la de la denun-cia con ese tema. Yo creo que esa concepción esuna concepción típicamente burguesa [...] Por-que evidentemente la denuncia traducida al artede la novela se vuelve inofensiva, no molesta pa-ra nada, es decir se sacraliza como arte.

En esta línea, la literatura en sentido conven-cional y tradicional es puesta en tela de juicio yaparece absolutamente desprestigiada. Sobre to-do, sin posibilidad de sentido si se observa desdeuna mirada “revolucionaria”, tal como se propo-ne. Pero, al mismo tiempo, se presentan las ope-raciones de la ficción como formas de trabajar lano ficción.

Gente más joven va a aceptar con más facili-dad la idea de que el testimonio y la documenta-ción periodística son, por lo menos, equivalentesy merecedoras de los mismos trabajos y esfuer-zos que se le dedican a la ficción y que en un fu-turo, inclusive, se inviertan los términos: que loque realmente sea apreciado en cuanto arte seala elaboración del testimonio o del documento[...] evidentemente en el montaje, en la compa-ginación, en la selección, en el trabajo de inves-tigación, se abren las mismas posibilidades artís-ticas.

3 En el reciente Rodolfo Walsh. Lapalabra y la acción (2006), Eduar-do Jozami analiza la tensión plan-teada en riguroso correlato conlos hechos que puntuaron la vidadel escritor y del militante.

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En realidad, sucede que tanto los primeroscuentos policiales como los últimos textos testi-moniales y hasta, me atrevo a decir, las publica-ciones de la prensa clandestina, se escriben des-de la misma tensión que enfrenta al escritor deficciones con el intelectual comprometido políti-camente. Por Lilia Ferreyra sabemos cómo fueronlos últimos días de Walsh que traen al centro dela discusión la tensión irresuelta que se da comouno de los ejes productivos que la escritura sepone para seguir escribiendo:

A comienzos de 1977, Rodolfo empieza apreparar su propio repliegue. Se trata para él dealejarse del “territorio cercado”, Buenos Aires, derecuperar su identidad y, con ello, toda su trayec-toria personal, de hacerla valer como un arma.[...] La Carta a las FF.AA. del 24 de marzo de1977 es el primer documento en el que reapare-ce su firma. Un hilo que había quedado suspen-dido en 1968, luego de ¿Quién mató a Rosen-do? [...] Concebía su nueva forma de acción po-lítica como una producción totalizadora queabarcaba la denuncia, el testimonio, el análisispolítico o ideológico y el relato literario (Contro-versia Nº 4, 1980).

En el último cuento de Walsh, “Juan se ibapor el río” -del que no ha quedado copia-, pare-ce ser que el protagonista se desprendía de todosu pasado a medida que cruzaba el Río de la Pla-ta a caballo, un día en el que las aguas se retiran.A punto de llegar a la otra orilla las aguas retor-nan y entonces caballo y jinete terminan chapo-teando en el barro. Con ese argumento, Walshvolvía sobre un proyecto de escritura que habíadejado en suspenso en 1968. Coincido aquí conVíctor Pesce (1989) quien propone que recobrarla identidad y volver a ser Rodolfo Walsh, des-

prendiéndose del pasado inmediato, implica sa-lir, doblemente, del territorio cercado: por los mi-litares pero, también, por la clandestinidad polí-tica e intelectual4. Queda claro, entonces, que laescritura se origina en esa tensión que permiteafrontar toda su producción desde una mismaperspectiva. Es decir, nos encontramos con unaconcepción del relato que busca articularse fren-te al lector y, entonces, con un pacto de lecturasostenido alrededor “de la atención y de la ex-pectativa”. Se trata de provocar en el que lee elmayor interés y, al mismo tiempo, de usar el re-lato como vía de comunicación, pase de informa-ción, pedagogía; una idea de lo literario que vie-ne de un género considerado de “evasión” enlos 50: el relato policial negro, tal el título de laserie Naranja de Hachette que Walsh dirigía.

Desde esta instancia, o desde la experienciaen el internado que lo había convertido en unnarrador preocupado por despertar el interés,Walsh logra manejar los códigos de la industriacultural de los 60: junto al policial inicia su nue-va práctica periodística. Un cruce que no hablasólo de una cuestión de oficios sino de crucesdiscursivos determinantes. Hay que pensar quesobre las estrategias del policial armará los rela-tos de la llamada no ficción o testimonio. Para elcaso, confróntese “Cuento para tahúres”(1953), uno de los primeros cuentos conocidos,con ¿Quién mató a Rosendo?: el esclarecimientode los hechos, basado en desentrañar la disposi-ción alrededor de la mesa de los participantes enel juego, se reduplica en el texto testimonial pa-ra esclarecer la muerte del dirigente sindical. Si setoma “Tres portugueses bajo un paraguas (sincontar el muerto)”, de 1955, se encuentran en ladeterminación de las estrategias básicas coinci-dencias sorprendentes con las manejadas enOperación Masacre, incluso en su diagramación:

4 Pueden verse al respecto los do-cumentos enviados a la dirigenciamontonera en revista Unidos(1985) donde Walsh critica seria-mente el “pensamiento montone-ro” en el 77 y propone el replie-gue.

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primero los personajes, después los hechos, mástarde la confrontación de testigos, de discursos,de elementos materiales, la trampa frente al de-lincuente y, finalmente, la explicación desde laproducción de sentidos por la puesta en relaciónde los datos que hace el narrador/periodista/de-tective. También, la posibilidad del juego con dosinterpretaciones a la vez que, obviamente, dandos resultados diferentes, fundamentando elerror en la mala lectura del indicio.

Desde el punto de vista estructural, las diferen-cias entre los dos tipos de textos están radicadas,esto es obvio, en la expansión de los núcleos en elcaso del testimonial frente a la condensación enlos cuentos. También en los epílogos que, en el ca-so de los textos de “no ficción”, reingresan el rela-to en la instancia histórica. Hay además otros ele-mentos dispersos en los relatos o en los artículosperiodísticos que prefiguran al último Walsh, comoen “El genio del anónimo”: allí se habla de una po-lítica hecha en una situación de imposibilidad, concartas o invectivas al poder enviadas por alguienque permanece en el anonimato y que, al mismotiempo, pertenece al poder. Este procedimiento se-rá utilizado como recurso por ANCLA, la agenciaclandestina de noticias, que por su nombre en cla-ve hará recaer la sospecha sobre la Marina.

Para hablar de Operación Masacre, la historiadel texto ayuda a reforzar la hipótesis. En 1969,en el prólogo a la tercera edición, Walsh decía:

Livraga me cuenta su historia; la creo en elacto.

Así nace aquella investigación, este libro. [...]Esa es la historia que escribo en caliente y de untirón, para que no me ganen de mano, pero quedespués se me va arrugando día a día en un bol-sillo porque la paseo por todo Buenos Aires y na-die me la quiere publicar, y casi ni enterarse. Es

que uno llega a creer en las novelas policialesque ha leído o escrito, y piensa que una historiaasí, con un muerto que habla, se la van a pelearen las redacciones [...] En cambio se encuentracon un multitudinario esquive de bulto [...] sepueden revisar las colecciones de los diarios, yesta historia no existió ni existe.

Y ya en el epílogo de la segunda, en 1964,advertía:

Releo la historia que ustedes han leído. Hayfrases enteras que me molestan, pienso, con fas-tidio que ahora escribiría mejor.

Para reflexionar siete años después:

Yo empiezo a escribir ficciones entre 1964 y1965, una época de despolitización en el sentidode alejamiento de los problemas cotidianos de lapolítica, de la relación social, de la inserción deuno en un proceso. En tiempos de la RevoluciónLibertadora, si bien en una forma anárquica y co-mo francotirador, yo había participado de algúnmodo con Operación Masacre, luego viene elproceso de la Revolución Cubana y, casi al finaldel gobierno de Frondizi, me repliego en una noparticipación política, por un lado, y en la absor-ción de ciertos conceptos teóricos, por el otro.Tratamos entonces de resolver esa contradicciónen el campo de la cultura, lo que entiendo quees un error, porque ese no es un campo aislado.Se empieza a ver una punta de la contradiccióncuando se advierte el reflejo y el eco que tiene laobra de uno en el campo puramente cultural (LaOpinión, junio de 1972).

Aunque pareciera hablarse de los bordes delo real, la cuestión gira en torno a cambios gené-

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ricos junto a una redefinición de roles en loscampos políticos y culturales. Posiblemente, lainsistencia sobre esta problemática tenga que vercon la nueva inserción de la escritura walshianaen el fenómeno del boom. No debe olvidarseque el autor había publicado en 1965 Los oficiosterrestres y sus dos producciones dramáticas, Labatalla y La granada, son de 1964: desde elboom pudo haberse iniciado una lectura literariade Operación Masacre, y en las primeras reescri-turas, inclusive, hay señales para ese nuevo lec-tor. Sin embargo, no es sólo esa su posibilidadestratégica: aun hoy pasa por otra lectura juntoa una literaria tradicional y en este sentido se pri-vilegian, por sobre la literaturización, aspectosvinculados a la información. El hecho de que lasestrategias sean las del relato de ficción se rela-ciona con el pacto de lectura articulado sobre unproceso de concientización sobredeterminadopor el valor estético. El problema pasa por defi-nir las cuestiones ante una escritura política queaquí, como en las notas de ANCLA o de CadenaInformativa, se relaciona con una praxis concre-ta. Se podría arriesgar y decir que se trata de unaescritura militante, con objetivos bien planteadosy estrategias claramente delineadas que apuntana un tipo de lector específico.

En definitiva, las operaciones que Walsh rea-liza en la escritura se sostienen, tanto en el rela-to policial como en el testimonial o en la notaperiodística, sobre la misma preocupación: lo“real”, cómo contarlo, cómo hablar de la verdady no de lo creíble, cómo conseguir que el lectorracionalmente pueda elaborar su versión, tomeconciencia y, por lo tanto, actúe. En verdad, ellector se obliga a participar activamente por unacuestión de confrontación con los datos, eviden-cias e interpretaciones que apuntan a la idea deverdad y no a la de ficción o verosimilitud. En

Walsh la escritura se constituye, tanto para autorcomo para lector, trátese de ficción o testimonio,como entrenamiento frente al problema de loreal y este status es el que determina reescritu-ras, vacilaciones, la adopción de diferentes géne-ros: un ejercicio de deslindes frente a las diferen-tes posibilidades de lo real a fin de actuar en con-secuencia. Una cuestión de praxis revolucionariaque sólo puede resolverse en la tensión plantea-da entre el hecho concreto y su puesta en discur-so o la puesta en discurso del hecho por venir,sabiendo que hay una relación estrecha entre loque sucede y lo que se dice y cómo se dice o loque se dice y, entonces, sucede.

De la entrevista a la ficción

En Walsh la entrevista parece mediar entre laficción y el relato testimonial, género denomina-do menor que resulta base intangible de granparte de las construcciones discursivas: si se reto-ma a Bajtin, en cuanto a su definición del enun-ciado como cadena de enunciados, contestata-rios y orientados, todo discurso resultaría en de-finitiva parte de un largo diálogo o, si se quiere,de largas entrevistas encadenadas. ¿Cuál sería ladiferencia entre el diálogo y la entrevista? En elprimero los interlocutores debieran estar enigualdad de condiciones aunque tal situación, sesabe, no existe en realidad. En la segunda, quienrealiza la entrevista, desde la voz activa, se mini-miza a fin de que la voz del entrevistado, desdela voz pasiva, salga a relucir. Sin embargo, y co-mo su nombre lo indica, la entre-vista no deja deser la calculada posibilidad que otorga el entre-vistador al entrevistado para que se deje ver (uoír), en tanto el lector de la entrevista sólo obtie-ne un filón del entrevistado, aquel que el entre-vistador permite que se vea. Es decir, el entrevis-

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tador, aquel que se encuentra, que se pone en ellugar del personaje tachado, es en realidad elque maneja los hilos del entrevistado, las mani-pulaciones sobre su voz, y del lector de la entre-vista que la lee o escucha “como si” el que ha-blara fuera el entrevistado. El arte del entrevista-dor -para no ser descubierto- residiría en la ma-nipulación concreta a fin de que el entrevistadodiga “como si” él quisiera decir lo que el lectorde la entrevista quisiera leer/oír. A su vez, el en-trevistador asume todos los derechos de repre-sentación del lector frente al entrevistado, ha-ciendo la pregunta que, se supone, todo lectorquiere hacer, aunque haga en realidad sólo laque él necesita.

Sin duda, podría pensarse la entrevista comoun juego de ajedrez llevado al lenguaje: para quela reina caiga y el rey se avenga a soportar un ja-que definitivo, mate, o infinito, tablas, la partidadeberá ir poblándose de peones derrotados, ca-ballos quebrados, torres derruidas, alfiles puestosfuera del juego. La entrevista deberá moverse,mediante jugadas rápidas, sorpresivas, concisas,con aparente impacto de superficie pero con,siempre disimulado, efecto barreno sobre el en-trevistado, a fin de que se muestre, se desnude,frente al porno-bio-gráfico lector de entrevistas.

Tal vez como ejercicio, o para ponerse a prue-ba, Walsh, periodista, escritor de ficciones, colec-cionista de testimonios, entrevistador, ajedrecis-ta, fundador de Prensa Latina, decodificador demensajes secretos, corrector de pruebas de im-prenta, silencioso pescador en el Delta, monto-nero, contador de cuentos en un colegio irlan-dés, escribe, inventa “Esa Mujer” y lo publica porprimera vez en 1965 en Crónicas del pasado(Buenos Aires, Jorge Álvarez), y en ese mismoaño en el libro de relatos Los oficios terrestres(también en Jorge Álvarez). Más adelante escri-

be, inventa y deja sin terminar “Ese hombre”,que permaneció inédito hasta que fue publicadopor Daniel Link, en 1996, tras el cotejo de las seisversiones conservadas (todas ellas incompletas),fechadas entre el 2 de marzo de 1969 y el 21 dejunio de 1972 (Ese hombre y otros papeles per-sonales). Se trata, en definitiva, de dos entrevis-tas, de textos que tienen la forma de la entrevis-ta: una a un cierto coronel, la otra al “Viejo” enMadrid.

Vamos por partes. “Esa mujer” ¿crónica o re-lato? La edición de Siglo XXI, de 1981, realizadaen México y prologada por José Emilio Pacheco,recoge el texto en Obra Literaria Completa -esnecesario remarcar lo de “literaria”-. La nota delpropio Walsh que lo acompaña dice:

El cuento titulado “Esa mujer” se refiere, des-de luego, a un episodio histórico que todos en laArgentina recuerdan. La conversación que repro-duce es, en lo esencial, verdadera [...] Comencéa escribir “Esa mujer” en 1961, la terminé en1964, pero no tardé tres años, sino dos días: undía de 1961, un día de 1964. No he descubiertolas leyes que hacen que ciertos temas se resistandurante lustros enteros a muchos cambios de en-foque y de técnica, mientras que otros se escri-ben casi solos.

Es decir, por un lado, “cuento” y, por el otro,referencia a un “episodio histórico”, reproduc-ción de una conversación “en lo esencial, verda-dera”. ¿Por qué no una entrevista para un perió-dico y sí para una antología de crónicas y un li-bro de cuentos? ¿Dónde pensar este texto? ConWalsh el problema es siempre el mismo, y eso eslo bueno: sus textos son piezas de orfebrería lin-güístico-argumentativas que no se dejan encasi-llar ni en los géneros tradicionales ni en los más

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modernos sino que, previendo la teoría bajtinia-na, ponen en escena no sólo el discurso ajeno si-no la ajenidad del discurso del otro en el propio,a fin de que al mostrarse, como ajenidad, quedebien claro dónde se posiciona cada uno. La en-trevista, como género discursivo especialmentepuesto en clave de ficción, rompe con todos losmoldes canónicos de apropiación reflexiva sobreel lenguaje y la literatura puesto que, por un la-do, desbarata los estudios sobre la conversacióny, por el otro, agudiza los problemas sobre la re-presentación. El texto dice, a través del entrevis-tador puesto como narrador de la entrevista, loque se supone que dice, que le dice, un ciertocoronel. La cuestión está en marcar, claramente,las diferencias:

El coronel elogia mi puntualidad: - Es puntual como los alemanes -dice.- O como los ingleses.El coronel tiene apellido alemán.Es un hombre corpulento, canoso, de cara

ancha, tostada.- He leído sus cosas -propone. Lo felicito.

La entrevista deja ver los prolegómenos a laentrevista y también, si se permite un neologismo,los inter-entrevista: el narrador/entrevistador vacontando, además de la transcripción de la entre-vista, lo que a su vez él entrevé, lo que quiere quelos lectores entrevean acerca del coronel y de sí.

Mientras sirve dos grandes vasos de whisky,me va informando, casualmente, que tiene vein-te años de servicios de informaciones, que ha es-tudiado filosofía y letras, que es un curioso delarte. No subraya nada, simplemente deja esta-blecido el terreno en que podemos operar, unazona vagamente común.

Desde el gran ventanal del décimo piso se vela ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río.Desde aquí es fácil amar, siquiera momentánea-mente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna for-ma concebible de amor lo que nos ha reunido.

El coronel busca unos nombres, unos papelesque acaso yo tenga.

Yo busco una muerta, un lugar en el mapa.Aún no es una búsqueda, es apenas una fanta-sía: la clase de fantasía perversa que algunos sos-pechan que podría ocurrírseme.

¿Importa que se sepa quién es este coronel yquién el entrevistador? ¿Importa explicar a quémujer se refieren? ¿Dar detalles, extenderse enexplicaciones, justificar los dichos? Nada de estohace falta. En la Argentina de 1965 cualquieramás o menos informado conocía la historia de laque no se podía hablar, conocía los nombres queno se podían citar, tenía los detalles que sólo seinsinúan; es más, podía tener, incluso, más infor-mación directa que la que se presenta5. Un jue-go perverso donde todos sabían que todos sa-bían “el extraño misterio” de la muerte y de loque siguió a la muerte de “Esa mujer”, pero delque nadie hablaba: una especie de relato fantás-tico en términos colectivos. Como si el elementofantástico no involucrara sólo a ciertos individuossino a un país, y todo el país estuviera metido,con menor o mayor “vacilación” al decir de To-dorov (1980), dentro del relato fantástico.

Walsh elige la forma de la entrevista -no la dela reproducción de grabador- sino la de reelabo-ración -¿literaria?- que hasta ese momento resul-ta más o menos corriente al género periodístico-quiero decir, la del block de notas-, pero la pu-blica en un libro de crónicas, en un libro de cuen-tos. Si todos sabían, qué muestra, qué deja en-trever la entrevista walshiana en “Esa mujer”,

5 Por si hace falta aclararlo se tra-ta de la muerte de Eva Perón, el25 de julio de 1952, y de lo queocurrió con su cuerpo embalsama-do tras el derrocamiento de Perón,en 1955. La entrevista que regis-tra/inventa/ficcionaliza “Esa mu-jer” se ocupa especialmente delperíodo que va desde el secuestrodel cadáver embalsamado y su en-tierro. De allí la pregunta que per-siste, e insiste: “¿Dónde?”. El 24de marzo de 1997, Canal 13 deArgentina emitió el documentalEvita: la tumba sin sosiego, deTristán Bauer (director) y MiguelBonasso (guionista) testimoniandolas peripecias sufridas por el cadá-ver. El tramo que lo deja en Italiaes al que alude el relato-entrevistade Walsh y que, al momento de lapublicación del texto -1965- pare-cía ser una historia compartidapor muchos.

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creo, sospecho, se trata de una revelación -así sedice al final del cuento- pero no sólo para el na-rrador, también para el entrevistado y para el lec-tor de entrevistas. Se produce allí algo raro: cadauno gana y pierde algo. El entrevistado buscaunos nombres, unos papeles, el entrevistadoruna muerta, y el lector ver por escrito aquello delo que no se puede hablar. ¿Se trata de una en-trevista o de una negociación? Todo diálogo, sesabe, es en definitiva una negociación, peroquien transcribe está en posición de ventaja so-bre los otros; transcribe la entrevista, lo que ve,lo que le parece, lo que quiere que el lector vea.

- Llueve -dice su voz extraña.Miro el cielo: el perro sirio, el cazador Orión. - Llueve día por medio -dice el coronel. Día

por medio llueve en un jardín donde todo se pu-dre, las rosas, el pino, el cinturón franciscano.

Dónde, pienso, dónde. - ¡Está parada! -grita el coronel-. ¡La enterré

parada, como Facundo, porque era un macho!Entonces lo veo, en la otra punta de la mesa.

Y por un momento, cuando el resplandor cárde-no lo baña, creo que llora, que gruesas lágrimasle resbalan por la cara.

- No me haga caso -dice, se sienta-. Estoy bo-rracho.

Y largamente llueve en su memoria.

El juego llega a la altura de un jaque, pero noqueda claro quién gana. Sin embargo esta entre-vista/cuento se publica. El entrevistador gana lapartida aunque se dice derrotado: en la publica-ción se muestra el juego. El coronel, un coronelalcoholizado, queda varado en su centro. DiceViñas (1996), en términos boxísticos, que elcuento termina cuando uno de los dos contrin-cantes “logra quedarse con el centro del escena-

rio”. Me gusta más pensar que el cuento termi-na cuando el coronel queda acorralado, y aluci-nando, en el centro del ring: “Es mía [...] Esa mu-jer es mía”, dice6.

“Ese hombre”, en cambio, no llega a publi-carse sino después de varias reconstrucciones, apartir de seis versiones que el entrevistador dejaabiertas: veinticinco páginas mecanografiadas,fechadas entre el 2 de marzo de 1968 y el 21 dejunio de 1972 y, entre ellas, un plan (del 9 demayo de 1972). Aquí tampoco hay nombres pro-pios, sino un “Viejo”, “el Viejo”; más todavía,“su voz tranquila”, en Madrid.

Me estaba esperando.Sigue alto y erguido, indestructible. Se aga-

cha un poco para darme la mano.- Lo estaba esperando -dice.- Tenía muchos deseos de conocerlo- aseguro.

La reconstrucción que hace Link retoma“Esa mujer” para dar con el estilo, la forma. Al-guna vez, dice, veremos publicadas las seis ver-siones. Por ahora sólo tenemos su versión ymientras tanto habrá que aceptarla. De cual-quier manera, lo cierto es que aquí el entrevis-tado es el que gana la partida. La entrevista nose publica. El entrevistador no logra acorralar alentrevistado a pesar de consignar, a mano, alfinal del plan “Ahora voy a sacudirlo”. Aquí esel entrevistado, “el Viejo”, su voz, quien mane-ja los hilos del juego, y no hace falta aclararquién es.

Ahora sí, ha mirado su reloj. De golpe entien-do que he pasado horas sumergido en la envol-vente conversación del Viejo, como quien escu-chara a cualquier padre, y que al salir estaré ca-minando por una calle de Puerta de Hierro, de

6 Es sumamente esclarecedora dela historia la “Cronología de unsecuestro” que arma Miguel Bo-nasso para presentar ciertas fotosdel cadáver, realizadas por JuanDomingo Perón en 1971, y el do-cumental del que antes hablara aemitirse al día siguiente de su pu-blicación (Página 12, 23 de marzode 1997).

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Southampton, de Martín García, con todas laspreguntas sin hacer.

- Esa mujer -digo.Su cara es gris. Una muralla. - Creo que la quemaron -dice.- No la quemaron -fantaseo-. Está en un jar-

dín, en una embajada, de pie, una estatua bajotierra, donde llueve -digo. Llueve siempre, pien-so, y ella se pudre.

- Puede ser -su cara es más remota que nun-ca-. Algún día se sabrá.

- Y los otros muertos -quiero saber-. Los fusi-lados, los torturados.

Un ramaje de la vieja cólera circula por su ca-ra, relámpago entre nubes.

- El pueblo pedirá cuentas.- ¿Cuándo?- Algún día saldrá a la calle, como en el 56, el

57.- ¿Por qué no ha vuelto a salir?- Porque yo no he querido -dice.- ¿Cuándo, general, cuándo?

Un buen conversador es, a la vez, un encan-tador de serpientes -dice Jorge Halperín (1995)-un maestro de ceremonias, un gran entretene-dor y también un buen compañero de ruta enel ejercicio de curiosear el mundo. Si uno pien-sa en la figura de Sócrates e imagina el proce-dimiento filosófico de la mayéutica, puesto enacto discursivo a través de los textos de Platón,se observa algo épico en esas pulseadas dialéc-ticas y se refuerza la ilusión de diálogo comoherramienta de conducción hacia la verdad. Pe-ro si alguien espera que el resultado de un diá-logo periodístico sea el esclarecimiento de untema está perdido. Los medios ponen un tema,un personaje, lo instalan, arman una agenda dedebate, exhiben, introducen preguntas, dudas,

inquietan, deslizan posibles explicaciones, su-gieren. Hasta ahí.

Entonces, ¿dónde poner “Esa mujer” y “Esehombre”? No se termina de decidir si diálogo fi-losófico o entrevista periodística, por eso, tal vez,literatura. Por eso estos textos circulan mejor enun libro de crónicas o en un libro de cuentos o,directamente, como es el caso de “Ese hombre”,no se publican. El mismo Walsh, cinco años des-pués de publicar “Esa mujer”, en la entrevistaque prologa Un oscuro día de justicia, recordarála pregunta de un periodista en torno al génerorespecto de Operación Masacre: “Lo que eviden-temente escondía la noción de que una novelacon ese tema es mejor o es una categoría supe-rior a la de una denuncia con ese tema”. Si sepudiera, a la inversa, cabría preguntar por quécon los temas de “Esa mujer” y “Ese hombre”no se escribieron textos testimoniales. Otra vez,¿por qué la inclusión de estas entrevistas/relatosen un libro de crónicas, en un libro de cuentos?

Gonzalo Aguilar (1994) sostiene que si el co-ronel no hubiese interrumpido el pacto de inter-cambio de información tendríamos otro relatotestimonial. Ricardo Piglia (1994), por el contra-rio, refuta: “Walsh es muy conciente de la oposi-ción entre ficción y política, clave en la historiade nuestra literatura. Su obra está escindida porese contraste y lo notable es que, a diferencia detantos otros, comprendió siempre que debía tra-bajar esa tensión y exasperarla”, para justificar eltránsito hacia el testimonial. Más cerca de Pigliaconsidero, sin embargo, que el mismo argumen-to podría utilizarse frente a “Esa mujer” y “Esehombre” para pensar la exasperación buscada ala inversa. De hecho, cuando Piglia propone dospoéticas escindidas en la práctica de Walsh -porun lado, “el manejo de la forma autobiográficadel testimonio verdadero, del panfleto y la diatri-

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ba” y, por el otro, la poética de las ficciones,donde Walsh maneja el “arte de la elipsis, traba-ja con la alusión y lo no dicho” a la vez que “suconstrucción es antagónica con la estética ur-gente del compromiso y las simplificaciones delrealismo social”- reconoce y concluye que, endefinitiva, ambas poéticas están unidas en la in-vestigación como el modo de darle forma al ma-terial narrativo. Allí, entonces, podría pensarseque se está hablando de las características del ti-po discursivo de las entrevistas que me ocupan.

El desciframiento, la búsqueda de la verdad,el trabajo con el secreto, el rigor de la recons-trucción: los textos se arman sobre un enigma,un elemento desconocido que es la clave de lahistoria que se narra [...]

El relato gira alrededor de un vacío, de algoenigmático que es preciso descifrar, y el textoyuxtapone rastros, datos, signos, hasta armar ungran caleidoscopio que permite captar un frag-mento de la realidad.

Tal el procedimiento, sin duda, en “Esa mujer”y “Ese hombre”, pero también en Operación Ma-sacre, Caso Satanowsky y en ¿Quién mató a Ro-sendo? En todos los casos el fragmento de reali-dad adviene reconstruyendo los discursos, hacien-do el preciso montaje de discursos que permiteentrever algún fragmento de realidad. Y aquí, entodos los casos, el arte de la entrevista es la clave,la herramienta de trabajo: hacer decir al otro esoque se necesita que diga, que salte, que se mues-tre, que caiga, que muerda el anzuelo y se desnu-de. Jaque mate al coronel de “Esa mujer”, la en-trevista como pieza de ficción se publica. Tablascon el Viejo, la entrevista ni siquiera en la ficciónpuede publicarse si no es en la multiplicación,eminentemente ficcional, de las versiones.

La denuncia: cuando lo real parece ficción

A partir del 24 de marzo de 1976 la ciudad sevuelve un “territorio cercado” para RodolfoWalsh. Es, además, el teatro de operaciones so-bre el que se monta el conflicto por la verdad delos hechos. Distanciarse apenas unos kilómetrosimplica la posibilidad de estar a salvo. Pero a lavez el deseo de decir: la ciudad insiste. La ciudades, paradójicamente, un lugar a conseguir, el es-pacio que se quiere liberado pero del que hayque huir porque acechan “los enemigos” (Ver-bitsky, 1985). Una posibilidad para entrar y salirde la ciudad lo da su escritura/denuncia. Pero ellotambién implica riesgos, sobre todo cuando eldeseo de decir la verdad de la ciudad se quieremultiplicado y expansivo.

A partir del 24 de marzo de 1976 la ciudades, para Walsh, varias ciudades. Una superficiebanal y una profundidad tenebrosa: una superfi-cie de los medios oficiales según los cuales nadasucede y una profundidad de campos clandesti-nos, el lugar de la tortura y la desaparición, don-de se juega la liberación o la muerte. Dice LiliaFerreyra:

Pocas semanas antes de cumplir cincuentaaños -había nacido el 9 de enero del ´27- quisodefinir dos apuestas para el 24 de marzo del ´77,aniversario del primer año de gobierno de la Jun-ta Militar: terminar el cuento Juan se iba por elrío y difundir un documento que denunciara loscrímenes de la dictadura [...]

En diciembre del ´76 iniciamos la ‘expediciónal sur’. Rodolfo había colgado un mapa de laprovincia de Buenos Aires en la pared del míni-mo departamento donde vivíamos en la Capital.“Hay que seguir la ruta de las lagunas porquenos quitaron el Tigre. Necesito vivir cerca del

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agua”, dijo. Observó el mapa y encontró la máspróxima: la Laguna de San Vicente [...]

Habíamos salido del ‘territorio cercado’: Bue-nos Aires. Habíamos encontrado el lugar y el mo-mento para un futuro posible. Y Rodolfo dispo-nía de casi tres meses para escribir la Carta y ga-nar la apuesta. Los papeles dispersos empezarona ordenarse y las carpetas con los distintos temasocuparon su lugar en los estantes [...]

Antes de finalizar el año, había pasado enlimpio la Carta a mis amigos sobre la muerte desu hija Vicki. La escritura era su líquido vital pordonde drenaban el dolor y la razón [...]

Los primeros borradores sobre la represiónpasan a formar parte de una reflexión más estra-tégica y definen la nueva estructura de la carta:la interrupción del proceso democrático, el planpolítico económico, y la necesidad del aniquila-miento de cualquier forma de resistencia paraaplicarlo.

Pero esa carta ¿debía tener un autor? Preo-cupado con algunos, indignado con otros, Ro-dolfo no podía concebir el silencio de los intelec-tuales que podían encontrar resquicios a la cen-sura. (Página 12, “Radar”, marzo de 1999).

Buenos Aires es, en definitiva, el “territoriocercado”, el caos, la imposibilidad de la escritu-ra, el terror de Estado. Ir a la ciudad implica co-rrer riesgos. Sin embargo, se vuelve sobre la ciu-dad una y otra vez, se da cuenta de ella, se la es-cribe. Para ello se arma una red de informaciónclandestina que pone el eje de difusión sobre loscentros de detención, los radiogramas cifrados,la lógica del camuflaje lingüístico de los mediosde comunicación, la mecánica de la represión. Eldeseo de la verdad se inscribe sobre el de la ciu-dad: en ella pasa la historia y de la historia, entérminos oficiales, sólo quedan los retazos grose-

ramente elaborados por la inteligencia del Esta-do. Más allá, las invectivas del equipo Walsh ar-mando como se puede la verdad de los hechos.

Lo aprendido en el campo de la literatura, enel periodismo, en la militancia, el entrenamiento,se pone al servicio ahora de contar la verdad dela ciudad. El lenguaje es frío, el estilo sobrio, lainformación precisa. Lo que se juega, en la másabsoluta concentración, es la verdad. El envío dela “Carta Abierta de un escritor a la Junta Mili-tar” jaquea al enemigo. En tanto, Walsh confíaen la fuerza de enunciación, compromiso y de-nuncia que puede portar el lenguaje; los enemi-gos, bajo una fisonomía medieval -visible espe-cialmente en la compartimentación del espacio yla asignación personal de esos espacios- perocon un uso posmoderno del lenguaje bajo el de-sarrollo de la “Doctrina de Seguridad Nacional”,lo inventan según convenga. Walsh vive obsesio-nado por decir la verdad: la dictadura tiene pre-visto, desde los cursos de la Escuela de Panamá,hacerla desaparecer. Lo que se llamará la “ver-dad” dentro del código del gobierno de facto se-rá aquello que con toda conciencia se habrá in-ventado y revisado hasta en los más mínimos de-talles según corresponda.

El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedesa un gobierno del que formaban parte, a cuyodesprestigio contribuyeron como ejecutores desu política represiva y cuyo término estaba seña-lado por elecciones convocadas para nueve me-ses más tarde [...]

Ilegítimo en su origen, el gobierno que ejer-cen pudo legitimarse en los hechos recuperandoel programa en que coincidieron en las eleccio-nes de 1973 el ochenta por ciento de los argen-tinos... Invirtiendo ese camino han restauradoustedes la corriente de ideas e intereses de mino-

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rías derrotadas que traban el desarrollo de lasfuerzas productivas, explotan al pueblo y disgre-gan la Nación. Una política semejante sólo pue-de imponerse transitoriamente prohibiendo lospartidos, interviniendo los sindicatos, amorda-zando la prensa e implantando el terror más pro-fundo [...]

Quince mil desaparecidos, diez mil presos,cuatro mil muertos, decenas de miles de deste-rrados [...]

Estos hechos, que sacuden la conciencia delmundo civilizado, no son sin embargo los quemayores sufrimientos han traído al pueblo ar-gentino ni las peores violaciones de los derechoshumanos en que ustedes incurren. En la políticaeconómica de ese gobierno debe buscarse nosólo la explicación de sus crímenes sino una atro-cidad mayor que castiga a millones de seres hu-manos con la miseria planificada (“Carta abiertade un escritor a la Junta Militar”).

Mapas sobre mapas sobre mapas, los cablesde ANCLA y Cadena Informativa arman el mapade la ciudad verdadera que no está en los diariosoficiales. Escritura de no ficción, realista in extre-mis, testimonial, probatoria, Prensa Clandestinade Rodolfo Walsh vuelve sobre las formas de laretórica clásica para describir/denunciar las ciu-dades de la profundidad que volverán a apareceren el discurso periodístico oficial recién durantela constitución de la CONADEP, a partir de 1983,al recopilar los testimonios de las víctimas y re-dactar el Informe Nunca Más.7 Así, el informe yluego las Actas del Juicio a las Juntas Militares(1984-1985), según una genealogía histórico-discursiva, aparecen como la expansión verbal,geográfica y temporal de lo planteado por elequipo Walsh en Prensa Clandestina. El mapa delos campos de concentración se verá ampliado y

reduplicado en las diversas ciudades del país. Elrelato de Walsh efectiviza y golpea desde la pre-cisión junto a los primeros datos y las cifras.

Para que la sociedad civil no reaccionara ha-bía sido preciso hacerla ignorar la verdad de loshechos y esto fue tenido en cuenta en la prepa-ración del golpe de Estado. La represión debíaser clandestina pero no secreta. Debía evitar hue-llas visibles pero, a la vez, estaba obligada a pro-ducir mensajes de terror destinados a esa socie-dad. El Acta de Propósitos y Objetivos Básicos delProceso de Reorganización Nacional anuncia co-mo medida inmediata de política interna la mo-dificación de las leyes y el control de los órganosde difusión. Según el comunicado número 19, laJunta Militar declara que recluirá por diez años“al que por cualquier medio difundiere, divulga-re o propagare noticias, comunicados o imáge-nes con el propósito de perturbar, perjudicar odesprestigiar la actividad de las Fuerzas Armadas,de seguridad o policiales”.

Los arrestos a periodistas comienzan simultá-neamente con el cambio de gobierno. Walsh,por su parte, en un texto que presenta a suscompañeros a tres semanas de producido el gol-pe militar analiza la respuesta posible del campopopular en contra de los enfoques militaristasque predominan allí. Advierte la facilidad conque las Fuerzas Armadas cumplen sus objetivosfavorecidas por esa visión errónea de la militan-cia y sugiere, como corrección, un “Nuevo llama-miento Nacional a la Resistencia” tal como se ha-bía planteado en el 56. Más adelante, incluso,describe la situación como “de retirada para laclase obrera, derrota para las capas medias y des-bande en sectores intelectuales y profesionales”,acusando de “déficit de historicidad” al pensa-miento montonero.

7 La mayor parte de la valiosa in-formación acerca del surgimientoy funcionamiento de los textos deWalsh que se cita se debe a la in-troducción de Horacio Verbitsky,“Una experiencia de difusiónclandestina y participación popu-lar”.

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Suponer, como a veces hacemos, que las ma-sas pueden replegarse hacia el montonerismo esnegar la esencia del repliegue, que consiste endesplazarse de posiciones más expuestas a otrasmenos expuestas: y es merecer el calificativo deidealismo que a veces nos aplican hombres delpueblo (Unidos Nº 5 y 6, abril y agosto de 1985).

Señala, también, que si la teoría va kilóme-tros delante de la realidad, “la vanguardia correel peligro de convertirse en patrulla perdida”.Termina con una serie de recomendaciones quese inician reconociendo una derrota “que ame-naza convertirse en exterminio”. Para Walsh,Montoneros no puede ser más que una parte deesa resistencia popular ligada a ella medianteuna política de masas. En ese sentido, la priori-dad uno es la formulación de una prensa que in-forme acerca de la verdad de los hechos, obvia-mente clandestina y descentralizada.

En términos generales, la información llegabaa las redacciones de los diferentes medios de co-municación pero no cumplía el circuito con el re-ceptor. Los estudios jurídicos también sabíanquiénes habían desaparecido cada semana y lacalle -fábricas, colegios y oficinas- también veía yescuchaba sin comprender demasiado. El episo-dio aislado no traducía la coherencia del planglobal. Contra el comunicado número 19 se or-ganiza ANCLA, a fin de, precisamente, difundir,divulgar y propagar noticias, comunicados e imá-genes que perturben, perjudiquen y despresti-gien la actividad de las FF.AA., de seguridad opoliciales. Si estas FF.AA. imponen bajo la formadel bando 19 la negación de lo que contraprue-ba es una evidencia, resulta de aquí que todo lodicho por el gobierno de facto debe leerse exac-tamente al revés. Sobre esa estrategia de cons-trucción verbal perversa de la dictadura opera la

escritura de Walsh. Sobre la construcción de unimaginario de ciudad/país salvado, Walsh recons-truye, frente al aparato del terror de Estado, elmapa verdadero. Si amigos y enemigos constru-yen una realidad alejada de la verdad, el discur-so walshiano se instala con deslumbrante luci-dez. Muestra la verdadera ciudad, y amigos yenemigos, por razones contrapuestas, se empe-ñan en negarla. Unos por “déficit de historici-dad”, los otros con la planificación necesaria afin de imponer un imaginario social.

Walsh solo, o como equipo anónimo, sostieneque el dibujo de esta ciudad clandestina se pier-de si no es puesto en discurso: Prensa Clandesti-na es el punto basal, discursivo si se quiere, deNunca Más y de las Actas del Juicio a las JuntasMilitares. Allí, acto y discurso se ven reunidos. Losdiferentes textos de “Escuela de Mecánica de laArmada”8 implican una suerte de historia con-centrada de los movimientos internos del Ejército,Aviación y Marina, desde Juan Domingo Perón enadelante y, en especial, los movimientos desarro-llados en las ciudades subterráneas creadas poresas mismas FF.AA. a partir del 24 de marzo de1976. Los hitos walshianos serán luego expandi-dos por historiadores y periodistas que intentanhacer frente a aquella historia pero, en definitiva,el núcleo, los hechos, los nombres, las pruebas,los testigos, están prefigurados en aquel texto:

Las estimaciones sobre la cantidad de vícti-mas son difíciles, pero se sabe que entre un só-tano muy próximo a las pistas del Aeroparque deBuenos Aires -casi todos los relatos coinciden enmencionar el intenso ruido de motores de avión-y un altillo que integra la Casa de Oficiales de laescuela, hay en forma permanente unos 60 de-tenidos, que se renuevan sin cesar. Unos lleganmientras otros son arrojados a las aguas. En el

8 “I. Los cadáveres mutilados”,“II. La guerra contrarrevoluciona-ria” (La Triple A, Los métodos es-peciales de interrogatorios, El ase-sinato de los sacerdotes, Los exilia-dos latinoamericanos, Profesiona-les - artistas - sindicalistas - políti-cos, Las ejecuciones clandestinas,Ataques a colaboradores de La-nusse), “III. La Marina Argentina”(Espoletas y combustibles Ingleses,Decadencia de la Armada, La Ma-sacre de Trelew, Dependencia Tec-nológica, Un nuevo Kuwait, LaAlianza Suratlántica), “IV. La Es-cuela de Mecánica de la Armada”(El sistema defensivo, Las sevicias,Las víctimas, Los verdugos, Aluci-naciones y psicosis).

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Uruguay ya han aparecido unos 25 cadáveres,pero se juzga que ése es apenas un porcentajemínimo, que por errores técnicos ha escapado alcontrol de las autoridades de la escuela toman-do estado público [...]

Puede parecer extraño, pero resulta más sim-ple conocer a los verdugos que a sus víctimas.No porque hagan alarde de sus crímenes sinoporque ningún secreto puede mantenerse cuan-do quienes lo conocen son 100 oficiales, 300 su-boficiales, 2500 cabos alumnos, 3500 aspiran-tes, 400 civiles, 500 soldados conscriptos y 100profesores [...] Una de las hojas de guardia delGrupo de Tareas 33 arroja revelaciones de inte-rés. Por ejemplo, que los oficiales secuestradoresy torturadores utilizan nombres de encubrimien-to para ocultar sus identidades [...] ‘Reja’ era elnombre de encubrimiento del teniente de fraga-ta de Infantería de Marina Jorge Omar Mayol,‘Capitán’ el que encubría al subdirector de la Es-cuela, capitán de fragata Salvio O. Menéndez, je-fe de los grupos operativos clandestinos [...] Ensu lugar fue designado el capitán de fragata Or-maechea Lugones. Como director permaneció elcapitán de navío Benjamín Chamorro. Tambiénforman parte de los grupos clandestinos: el capi-tán de fragata Adolfo M. Arduino [...] el tenien-te de navío Jorge Acosta, cuyo nombre de gue-rra es ‘Negro’ [...] el teniente de navío de Infan-tería de Marina, Jorge Perrén, a quienes sus ca-maradas llaman para encubrirlo, el ‘Inglés’ [...] elteniente de navío Antonio Pernía. El teniente defragata Néstor Omar Savio [...] el teniente de cor-beta Julio Alberto Pacheco [...] Aníbal Mazzola[...] Orlando Molina [...] Alberto Casco [...] Alfre-do Ortiz Leguizamón [...] René Rufino [...] JorgeOcaranza [...] Víctor Cardo [...] Orlando Olguín[...] Ramón Chimento [...] Lorenzo Rivero [...] S.Calderón [...].

Y siguen los nombres, señas particulares, do-micilios, composición familiar, vehículos y paten-tes en los que se desplazan los “verdugos”, paraterminar avisando que “éstos son los principales,pero no los únicos”. ANCLA primero y CadenaInformativa después continúan la tarea. La Agen-cia... fue llamada con aquella sigla precisamentepara entorpecer las indagaciones de los serviciosde inteligencia y ganar en seguridad. Walsh nohizo de ANCLA o Cadena Informativa órganosde difusión montonera sino, consecuente con sudefinición de la resistencia popular, órganos dedifusión en el marco de la resistencia. Los cablesde ANCLA se enviaban por correo y fueron losprimeros instrumentos de denuncia contra laJunta que ese gobierno llamó “campaña antiar-gentina”.

A fines del 81, el Ejército distribuía en algu-nos colegios de enseñanza secundaria Una sem-blanza histórica del Ejército Argentino cuyo pró-logo no tiene desperdicio en cuanto a lo quepuede llamarse el uso posmoderno del lenguaje.Junto a este texto, el libro La Argentina y sus de-rechos humanos, en edición trilingüe (castellano,francés e inglés), elaborado por una ominosa“Asociación Patriótica”, sin más datos de ediciónque una Casilla de Correo datable a fines de1982, pueden ser considerados el extremo cari-caturesco, no risible, de lo que fue el discursooficial en los medios. Con matices, salvo TheBuenos Aires Herald, dirigido por Robert Cox, ylas transmisiones de Ariel Delgado por radio Co-lonia (con estudios clandestinos en Buenos Ai-res), la prensa argentina recibió e hizo suyo, enuna apropiación con mínimas resistencias, esediscurso.

Por el contrario, tres cables de ANCLA fecha-dos el 17, 18 y 19 de septiembre de 1976 enBuenos Aires, “Múltiples secuestros en Argenti-

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na”, “La Ola de violencia sobre los profesiona-les” y “Terror en Bahía Blanca”, alcanzan paraobservar la encodificación de las jurisdiccionesterritoriales militares sobre el territorio nacionalbajo responsabilidad y control absoluto de lastres fuerzas, cruzado con nuevos organismos yservicios de inteligencia. Por un lado el mapa tra-dicional, por otro, las jurisdicciones a cargo deSuárez Mason, Menéndez, Galtieri, Acdel Vilas,Camps, Bussi, etc. Por otro, los focos y las míni-mas zonas liberadas. La versión Walsh contrastacasi en términos fantásticos, apenas perceptibleen los diarios de grandes tiradas, con la versiónoficial de los hechos:

Buenos Aires, oct 7 (ANCLA)- Continuos pro-cedimientos vienen realizando las fuerzas de se-guridad, en búsqueda de elementos subversivos.Al parecer, las mismas han centrado su accionarsobre lugares de concentración masiva de públi-co: bares, restaurantes, plazas, cines y hasta cir-cos.

Los denominados ‘operativos de rastrillaje ycontrol peatonal’ consisten en un compacto einexpugnable cerco sobre el sitio elegido [...] Encaso de tratarse de una confitería, se rodea pre-viamente la manzana bloqueando las bocacallescon camiones del Ejército o patrulleros policiales[...] Algunos de los comercios del ramo que hansufrido este tipo de rastrillaje son: la confiteríaubicada en Las Heras y Azcuénaga; la confitería“La Biela”, en el barrio de la Recoleta; “La Fraga-ta”, en San Martín y Corrientes [...] otro de losobjetivos que al parecer preocupa a las fuerzasrepresivas argentinas, son las plazas y parques[...] llegan a intervenir hasta doscientos hombres[...] También fueron rastrillados los terrenos quepertenecían a la ex Penitenciaría nacional, ubica-dos en la calle Las Heras entre Salguero y Coro-

nel Díaz, de esta Capital. Allí funciona un circo[...] Varios muchachos que los domingos se reú-nen para jugar al fútbol en esos terrenos fuerondetenidos por carecer de documentación perso-nal, llegándose a tener rodeadas durante más deuna hora y media a un grupo de señoras que te-jían y charlaban bajo el sol.

Tras el asesinato de su hija Victoria, en sep-tiembre de 1976, Walsh concibe un nuevo modode difusión al que llama Cadena Informativa ypor el que, al pie, insta a participar de una nue-va manera de informar:

Cadena Informativa puede ser usted mismo,un instrumento para que usted se libere del te-rror y libere a otros del terror. Reproduzca estainformación por los medios a su alcance: a ma-no, a máquina, a mimeógrafo. Mande copias asus amigos: nueve de cada diez las estarán espe-rando. Millones quieren ser informados. El terrorse basa en la incomunicación. Rompa el aisla-miento. Vuelva a sentir la satisfacción moral deun acto de libertad.

DERROTE AL TERRORHAGA CIRCULAR ESTA INFORMACIÓN

El primer informe, titulado “Crónica del te-rror”, está datado en diciembre de 1976:

Mil fusilados, veinte mil presos o desapareci-dos y trescientos mil exiliados son las cifras que semanejan en el extranjero sobre la situación ar-gentina desde el 24 de marzo [...] Fuentes judicia-les han revelado de qué modo se llega al total deveinte mil presos o secuestrados. Solamente enlos juzgados del Gran Buenos Aires se registra unpromedio mensual de 400 recursos de habeas

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corpus (desapariciones), y otro tanto en el interiordel país, lo que eleva el promedio a 800... Los da-tos de exiliados que llegan del extranjero son alar-mantes. Sólo en Madrid y Barcelona hay decenasde millares de argentinos expulsados por el terror.Las colonias argentinas se han multiplicado en losEstados Unidos, Perú, Venezuela, México y paíseseuropeos, inclusive Suecia [...]

La zona de La Plata fue escenario de la másviolenta represalia después que una bomba colo-cada en la jefatura de Policía el 9 de noviembremató a cinco policías e hirió a quince, entre elloscinco jerarcas. El jefe de Policía, coronel Juan Al-berto Camps, fijó en 55 el número de rehenes afusilar y las ejecuciones comenzaron la madruga-da siguiente: 8 en La Plata y 8 en Tolosa y CityBell. El 11 de noviembre se ejecutó a 7 más en LaPlata. El 12 fueron fusilados 4 en La Plata y 4 enTolosa. En la madrugada del 13 se fusiló a 6 enel barrio Las Quintas. El 14 fueron ejecutados enPunta Lara 3 activistas obreros. El 15 otros 5 enLos Hornos [...] No menos inverosímil resultó el16 la tentativa de ‘copamiento’ de la subcomisa-ría de Arana en que se completó con 10 fusila-mientos la cuota fijada por Camps.

Cadena Informativa difiere de ANCLA en va-rios aspectos: los textos son breves, todos escri-tos por Walsh, fáciles de reproducir, aparecenuna o dos veces por mes y, en muchos casos, seentregan en mano. En el máximo aislamiento,Cadena Informativa -un hombre y una máquinade escribir- insiste en decir la verdad de los he-chos. La ciudad es recodificada en términoswalshianos frente a la versión oficial. Recién en1983 empezarán a reconstruirse estos mismoshechos descriptos, denunciados y analizados por“Escuela...”, “Ancla” y “Cadena informativa”(López Crespo, 1985).

Ante el derrumbe generalizado, Walsh setraslada a San Vicente e inicia la serie de cartas almodo de las invectivas latinas; quiere trabajar eseestilo, “la palabra escrita con la contundencia dela palabra oral”, para dar a conocer la informa-ción y su análisis de lo que ocurre en el país. Ini-cia una carta dirigida al director de un diario deBuenos Aires y otra al jefe del operativo en el quemurió su hija, coronel Roberto Roualdes. Para el24 de marzo de 1977, al cumplirse un año delgolpe de Estado, termina, firma y envía una a susamigos y otra a la Junta Militar. El 25 cae en unaemboscada.

Organizar la lectura de la ciudad verdaderaimplica un acto de vanguardia comprometidafrente al uso posmoderno del lenguaje. Walshaparece como uno de los últimos representantesde aquella estética de confianza en la escriturafrente a un discurso planteado desde la perspec-tiva del uso perverso elaborado por el staff de ladictadura del cual los testimonios, vertidos porsus máximos representantes en el juicio, dan cla-ra cuenta una y otra vez. La hipótesis de conflic-to que atraviesa la década del 70 resulta de laconfrontación acerca de la verdad, de la legitimi-dad por quién dice la verdad. Walsh aparecetransitando esta cuerda desde el 56 -respecto delos fusilamientos de José León Suárez primero,en el Caso Satanowsky después, y en ¿Quiénmató a Rosendo? más tarde- y desde entoncesobserva que sobre esa cuerda se juegan dos pro-yectos de país diametralmente opuestos. En estesentido, Walsh se perfila como el último repre-sentante orgánico, con posibilidades de organici-dad, de aquella estética de compromiso y con-fianza en la producción de acción mediante ladisposición discursiva. Compromiso y confianzaque vuelven en el Juicio a las Juntas que prueba,en forma definitiva, quién dice la verdad. Punto

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Final, Obediencia Debida e Indultos posteriores ala sentencia del 9 de diciembre de 1985 no pue-den tergiversarla.

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a frase que da inicio a estos apuntesfue la contratapa de la agenda 2005 de

la Central de Trabajadores de la Argentina. La ci-ta no fue, ni es, casual. Hablar de Rodolfo Walshes hablar de la clase trabajadora y de sus organi-zaciones. Precisamente porque las luchas que for-jaron nuestra Central de Trabajadores no “estánseparadas de las luchas anteriores”: se asientanen una matriz del campo popular, en “una expe-riencia colectiva”. Rodolfo Walsh fue protagonis-ta de una de las organizaciones más importantesde nuestro movimiento obrero: la CGT de los ar-gentinos. Su rol explícito: director del semanarioCGT, órgano de difusión de la central obrera des-de su creación, en mayo de 1968. Su rol real: mi-litante integral en la construcción de alternativaspolíticas, sean sindicales, culturales o periodísti-cas, para transformar y revolucionar la realidadsocial y económica de nuestro país.

Su práctica política (periodística/cultural) seenmarcó en una matriz del campo popular y delos trabajadores argentinos y latinoamericanos.Se relaciona en el pasado con las resistenciasanarco- sindicalistas, con los obreros que en lacalle enfrentaron la Semana Trágica (1919), oque forjaron en el campo el Grito de Alcorta(1912). Encuentra una referencia ineludible en laFORJA, de Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauret-che, y en los pensadores que denunciaron la dé-cada infame y la oligarquía entreguista. Y aun-que durante los primeros gobiernos peronistasWalsh no adhirió a su causa, e incluso pudo ha-ber dudado de ese momento histórico, fue en elmarco de la resistencia peronista con los fusila-mientos de José León Suárez donde forjó Opera-ción Masacre, la mejor investigación periodísticade la historia argentina hasta el presente.

Es precisamente en 1956 cuando se da eseencuentro entre literatura y política que lo mar-

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L

Por Carlos Leavi

Secretario General de la Centralde Trabajadores de la Argentina(CTA) La Plata-Ensenada.

Apuntes sobre experiencias colectivas y matrices populares

Rodolfo Walsh: un ejemplo de lucha integral

“Nuestras clases dominantes han procuradosiempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan

héroes y mártires. Cada lucha debe empezarde nuevo separada de las luchas anteriores:

la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia apareceasí como propiedad privada cuyos dueños

son los dueños de todas las otras cosas. Estavez es posible que se quiebre ese círculo”.

Rodolfo Walsh

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cará por el resto de su vida. Desde enero de eseaño comienza a publicar las notas que luego setransformarían en libro. El título y la bajada deuna de esas crónicas son de una claridad inigua-lable y preanuncian, en un sentido profético, losvictimaros de ese entonces y los futuros: “YOTAMBIÉN FUI FUSILADO. La odisea de un obreroargentino, víctima de criminal vesania evidenciala corrupción, el desorden y la irresponsabilidaddel aparato represivo del Estado”.

En términos estrictamente personales, cadavez que paso por el bar de la calle 54, donde aúnse juega al ajedrez, aparecen las imágenes deRodolfo Walsh caminando por La Plata, descu-briendo la brutalidad de la dictadura en sus ca-lles y su historia, reconociendo la resistencia a laRevolución Libertadora. Mientras camino estaciudad, recuerdo las contradicciones que lo cru-zaban, la intriga que lo movilizaba. Las primeraslíneas que escribe en Operación Masacre avizo-ran un proceso de construcción y desarrollo polí-tico personal y colectivo. Por esto me permito einvito a su relectura:

“Recuerdo cómo salimos en tropel, los juga-dores de ajedrez, los jugadores de codillo y losparroquianos ocasionales, para ver qué festejoera ése, y cómo a medida que nos acercábamosa la plaza San Martín nos íbamos poniendo másserios y éramos cada vez menos (...) Recuerdoque después volví a encontrarme solo, en la os-curecida calle 54, donde tres cuadras más ade-lante debía estar mi casa, a la que quería llegar yfinalmente llegué dos horas más tarde, entre elaroma de los tilos que siempre me ponía nervio-so, y esa noche más que otras. (...) Mi casa erapeor que el café y peor que la estación de ómni-bus, porque había soldados en las azoteas y enla cocina y en los dormitorios, pero principal-mente en el baño, y desde entonces he tomado

aversión a las casas que están frente a un cuar-tel, un comando o un departamento de policía.

Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oímorir a un conscripto en la calle y ese hombre nodijo: ‘Viva la patria’ sino que dijo: ‘No me dejensolo, hijos de puta’. Después no quiero recordarmás, ni la voz del locutor en la madrugada anun-ciando que dieciocho civiles han sido ejecutadosen Lanús, ni la ola de sangre que anega al paíshasta la muerte de Valle. Tengo demasiado parauna sola noche. Valle no me interesa. Perón nome interesa, la revolución no me interesa. ¿Pue-do volver al ajedrez? Puedo. Al ajedrez y a la lite-ratura fantástica que leo, a los cuentos policialesque escribo, a la novela ‘seria’ que planeo paradentro de algunos años, y a otras cosas que ha-go para ganarme la vida y que llamo periodismo,aunque no es periodismo. La violencia me ha sal-picado las paredes, en las ventanas hay agujerosde balas, he visto un coche agujereado y adentroun hombre con los sesos al aire, pero es sola-mente el azar lo que me ha puesto eso ante losojos. Pudo ocurrir a cien kilómetros, pudo ocurrircuando yo no estaba”.

Y entonces surge la certeza de una afirma-ción que le cambia (y en algún sentido nos cam-bia) su/nuestras vida/s: “Hay un fusilado que vi-ve”. De algún modo, aquello fue un principio...

En 1959, su participación en Prensa Latina, laagencia de noticias de la Revolución Cubana,junto con Ricardo Massetti, García Márquez yotros, marca definitivamente su opción popular,obrera y revolucionaria. Años más tarde, como amiles, el asesinato del Ché le significó un “nue-vo punto de partida”. Rescato esta frase de sunota titulada “Guevara”: “Nos cuesta a muchoseludir la vergüenza, no de estar vivos -porque noes el deseo de la muerte, es su contrario, la fuer-za de la revolución-, sino de que Guevara haya

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muerto con tan pocos alrededor”. Ese punto departida continúa con su proceso de lo individuala lo colectivo, a la necesidad de los movimientosmasivos.

En mayo de 1968 ya está dirigiendo el sema-nario CGT, de la CGTA. Su primera edición, del 1de mayo de ese año, es un manifiesto que reco-ge las tradiciones de las luchas obreras y proyec-ta uno de los más altos ejemplos de periodismosindical masivo. Además de las crónicas de luchasen todo el país, tanto de trabajadores como estu-diantes, comienza con las investigaciones sobre el“vandorismo”, ejemplo del sindicalismo mafioso,empresarial y entreguista. Fruto de estas investi-gaciones, publicadas en diversas notas en el se-manario CGT, es ¿Quién mató a Rosendo?

Walsh comienza su libro con una serie deafirmaciones que vale la pena vincular con nues-tra historia y nuestro presente como clase traba-jadora:

“Este libro fue una serie de nota publicadasen el semanario ‘CGT’ a mediados de 1968. De-sempeño cierto papel, que no exagero, en la ba-talla entablada por la CGT rebelde contra el van-dorismo. Su tema superficial es la muerte delsimpático matón y capitalista del juego que sellamó Rosendo García, su tema profundo es eldrama del sindicalismo peronista a partir de1955, sus destinatarios naturales son los trabaja-dores de mi país.

La publicitada carrera de los dirigentes gre-miales cuyo arquetipo es Vandor tiene su contra-figura en la lucha desgarradora que durante másde una década han librado en la sombra cente-nares de militantes obreros. A ellos, a su memo-ria, a su promesa, debe este libro más de la mi-tad de su existencia”.

También son premonitorias las crónicas sobrela policía y su accionar represivo, sintetizado en

aquel entonces como la “secta del gatillo y la pi-cana”; ratificación de una metodología que nosólo emplearía con ferocidad aquella y las futu-ras dictaduras, sino que será repetida por cientosde casos de “gatillo fácil” en toda la Argentinadurante los años de gobiernos constitucionales,que actualizarán la temática en la provincia deBuenos Aires con el mote de “maldita policía”.

Con esta historia de militancia popular es conla que nos identificamos los militantes de la Cen-tral de Trabajadores de la Argentina. En este sen-tido es que nos reconocemos en esa matriz deexperiencias colectivas de luchas, de resistenciasy ofensivas, de la cual Walsh fue uno de sus pro-tagonistas. Y es por eso que en 2006 desde laCTA de Capital Federal se organizó la campaña“Un acto de libertad”, que consistió en la distri-bución gratuita de la “Carta abierta a la JuntaMilitar” que Walsh escribió e hizo circular díasantes de su asesinato y desaparición, el 25 demarzo de 1977.

Consideramos que su denuncia es la mejordescripción del plan genocida para implantar, nosólo el terrorismo de Estado con sus secuestros,asesinatos y desapariciones sino, además y fun-damentalmente, un modelo de acumulación ydistribución económica: ...”en la política econó-mica de ese gobierno debe buscarse no sólo laexplicación de sus crímenes, sino una atrocidadmayor que castiga a millones de seres humanoscon la miseria planificada”...

La campaña incluyó pegatinas de afiches enlas paredes de la ciudad con fragmentos de dichaCarta y con una ilustración del periodista desapa-recido realizada por el artista plástico RicardoCarpani. Uno de los objetivos fue que ningún jo-ven se quedara sin leerla, y por eso se comenzócon la edición de 100.000 ejemplares y con lacreación de un acceso directo en la página web

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de la CTA (www.cta.org.ar). El objetivo políticode la campaña fue continuar haciendo realidadla demanda de Rodolfo Walsh durante la dicta-dura: “Reproduzca esta información, hágala cir-cular por los medios a su alcance: a mano, a má-quina, a mimeógrafo, oralmente. El Terror se ba-sa en la incomunicación. Rompa el asilamiento.Vuelva a sentir la satisfacción moral de un actode libertad”.

Para los militantes de la Central de Trabajado-res de la Argentina, especialmente para los jóve-nes, Rodolfo Walsh es un faro, un ejemplo, unareferencia ineludible de coherencia, de lucha in-tegral, de experiencias colectivas. Por eso nues-tro mejor homenaje es la militancia cotidiana quemultiplique las organizaciones populares y detrabajadores, que fortalezca y produzca nuevasherramientas de liberación para nuestros pue-blos de América Latina, reconocidos en matricespopulares que nos preceden y nos trascienden.

BIBLIOGRAFÍA

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l 6 de agosto de 2003 la facultad dePeriodismo de la Ciudad de la Plata,

Argentina, otorgó el Premio Rodolfo Walsh a latrayectoria a Tomás Eloy Martínez. En dichaoportunidad, el escritor y periodista se refirió a laimportancia que para él significaba recibir dichadistinción. A continuación se transcriben las pa-labras que pronunció durante la ceremonia. Au-tor de la novela más traducida, a 36 lenguas, deArgentina, Santa Evita (1995), y de crónicas co-mo las recopiladas en Lugar común la muerte(1979)- sufrió el exilio por su investigación La pa-sión según Trelew (1972) y recibió el Premio Al-faguara por El vuelo de la reina (2002). En la ac-tualidad, como escritor residente de la Universi-dad de Rutgers (New Jersey, Estados Unidos),donde creó el programa de Estudios Latinoame-ricanos, se dedica a la redacción de una nuevanovela. Es vicedirector y miembro del ConsejoRector de la Fundación para un Nuevo Periodis-mo Iberoamericano (FNPI, Cartagena de Indias,Colombia), que preside el premio Nobel GabrielGarcía Márquez, donde también dicta tallerespara periodistas del continente.

UN RECUERDO DE RODOLFO WALSH

El premio que Martínez recibió lleva el nom-bre de uno de los más grandes intelectuales quediera la Argentina: Rodolfo Walsh. Fue autor denarraciones de perfección borgeana (“Esa Mu-jer”, “Fotos”, “Irlandeses detrás de un gato”), yde textos de un rigor periodístico insuperable,como Operación masacre (1957), Quién mató aRosendo (1969) o la Carta abierta a la Junta Mi-litar (1977), que García Márquez calificó de“obra maestra del periodismo universal”.

Así recordó Martínez a Walsh:“Lo conocí en un viaje en micro de Buenos

Aires a La Plata. Hablamos de una revista en cier-nes, Primera Plana. Años después, María Victo-ria, la hija de Rodolfo, comenzó a trabajar allí. Undía llegó por telex la información de que habíanmatado al sindicalista Augusto Vandor de laUnión Obrera Metalúrgica. En la redacción sóloestaba Victoria, y la mandé a cubrir el caso. Tanluego a Vicky...”.

“En seguida llamé a Rodolfo y le dije: ‘Acabode cometer un error, mandé a Vicky a cubrir elasesinato de Vandor’. Él me contestó: ‘Dejala,dejala. Conviene que alguien de los nuestros veaqué está pasando’.

“En 1971, en Francia, volví a encontrar aRodolfo y Lilia Ferreira, su última compañera.Me dijeron que conocían un dato: que el cuer-po de Eva Perón estaba en Europa. Les respon-dí que si habían desplazado el cadáver fuéra-mos a buscarlo. Él me contestó: ‘No, esa mujerno es mía’. Dijo eso.

Más tarde, en su escrito ‘Esa mujer’, su posi-ción resultó más clara”.

“Cuando sucedieron los fusilamientos de Tre-lew, el 22 de agosto de 1972, escribí una nota,

(Material cedido para esta publi-cación por Tomás Eloy Martínez)

E

De Tomás Eloy Martínez, un recuerdo

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‘La sangre de los argentinos’, donde dije que na-da peor podía suceder que el gobierno cometie-ra ejecuciones de esa índole, y que ese inicio delo que se podía denominar terrorismo de Estadoharía correr la sangre de los argentinos. Lamen-tablemente no me equivoqué: tanto la Triple Acomo el golpe de 1976 dejaron una estela dearrestos ilegales, desapariciones, homicidios.

“Aquel artículo me valió el exilio. Al leerlo, Li-lia le advirtió a Rodolfo: ‘Esta casa ya no es segu-ra’. Nos vimos por última vez en 1975, en Bue-nos Aires. Me dijo, escueto: ‘No puedo hacer porvos lo que vos hiciste por mí’. Por eso consideroque este Premio Rodolfo Walsh es una devolu-ción”.

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Entrevista

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Aunque nació en Río Negro, sigue figu-rando en los padrones electorales de LaPlata, ciudad en la que vivió desde 1952 a1957 y en la que escribió Operación Masa-cre, su obra emblemática.

“Walsh, Rodolfo. Clase 1927. L.E.:4.330.759. Domicilio, calle 54 Nº 418”.Para el Estado, y según lo certifica el ac-tual Padrón Electoral de la Sección Prime-ra de La Plata, Walsh todavía vive legal-mente en esta ciudad. Pero todos sabe-mos que no es así, que fue emboscado el26 de marzo de 1977 en el barrio de Bal-vanera por un grupo de tareas de la Es-cuela de Mecánica de la Armada al quesecundaban policías y paramilitares. Perono se entregó. Armado sólo con un revól-ver calibre 22, y parapetado detrás de unárbol, se defendió hasta caer acribillado.“No se moría nunca”, dicen que contó enla ESMA uno de sus asesinos. Su cuerpotampoco apareció. Fue botín de guerra.Por lo tanto, no hay certificado de defun-ción y burocráticamente figura en el pa-drón. Como los desaparecidos.

Aunque en realidad la justicia electoralde La Plata no miente, porque RodolfoWalsh no murió. Está con nosotros desdesu obra literaria y periodística, desde sumilitancia y sus ideas cada día más vigen-tes, desde su “Carta a mis amigos”, escri-ta después de la muerte de Vicky, su hijamayor, y desde su testamento, la “Cartaabierta de un escritor a la Junta Militar”,que escribió al año de instaurarse la dicta-dura en el país. Todos testimonios que mi-den la real estatura y proyección de estedescendiente de irlandeses al que cabenahora los versos que escribiera AlbertoMolinas para el “Negro” Sabino Navarro,uno de los militantes montoneros que mu-rió combatiendo junto a Vicky: “Los enga-ñamos hermano (…)/ ellos creen que tetienen/ y sólo guardan tu cuerpo…”.

Pero hay otro hecho que importa, odebería importar, a los habitantes de estaciudad. Porque su permanencia en el pa-drón, esa decisión de no actualizar nuncasus domicilios, les otorga un fuerte senti-miento de pertenencia -aun cuando la de-cisión haya estado motivada por razones

Entrevista a Patricia WalshRodolfo Walsh, platense

Por Lalo Painceira

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de seguridad-, porque en La Plata Walshse recibió de bachiller, estudió Letras en lafacultad de Humanidades, jugó al ajedrezy escribió.

No obstante, debe señalarse que esadecisión nunca tuvo gestos de reciprocidadpor parte de la ciudad. Y por eso la quejaque formulará Patricia, su hija, al subrayarla falta de un recordatorio en esa casa decalle 54 donde Walsh escribió su obra másparadigmática, Operación Masacre, en laque contó la verdad sobre los fusilamientosclandestinos durante la frustrada revolu-ción del general Valle. El libro de Walsh fuetambién un testimonio militante, comobien lo advierte Carlos Alberto Bonet(2003): “…sobre los fusilamientos de 34peronistas en los basurales de José LeónSuárez, el periodista, novelista, dramaturgoy ensayista, Rodolfo Walsh escribió en1957 ‘Operación Masacre’, en la revista‘Mayoría’, quebrando el silencio que ro-deaba a estos crímenes solapados”. Perono fue su primer libro. Walsh ya era un ex-celente escritor del género policial, y dentrodel mismo había escrito Variaciones en ro-jo, tres cuentos por los que obtuvo el Pre-mio Municipal de Literatura en 1953 mien-tras se ganaba la vida como colaborador ynotero de las revistas Leoplán y Vea y Lea.

Walsh vivió en La Plata entre 1952 y1957 con su primera esposa, Elina Tejerina,y las hijas de ambos, María Victoria y Patri-cia, entonces muy pequeñas. Vicky se qui-tó la vida el 29 de septiembre de 1976después de resistir, hasta quedarse sin mu-niciones, el ataque de las fuerzas represi-vas contra su casa, en Villa Luro. Esa muer-te, llena de sentido y de alguien que fue

sobre todo vida, recibió el homenaje deWalsh en su “Carta a mis amigos”, del 28de diciembre de 1976: “No vivió para ella,vivió para otros, y esos otros son millones.Su muerte sí, su muerte fue gloriosamentesuya, y en ese orgullo me afirmo y soyquien renace en ella”. Treinta años han pa-sado de esas opciones límites y heroicas,tan parecidas, de padre e hija.

Patricia Walsh empieza a hablar de supadre en una mesa de bar ubicada en lavereda de Bulnes y Córdoba, aunque elruido de la calle sea ensordecedor. Pero esobligatorio estar allí, porque ella fuma. Ycomo todo fumador porteño soporta la ex-pulsión de los lugares públicos cerrados.No le importa. Lo acata. Polemista, aban-donará por un rato su militancia política, yla actividad que le demanda su precandi-datura a la Presidencia, para recordar a supadre. Será casi un largo monólogo, lanza-do como si buscara siempre un conten-diente. Y su primer rival en el cuadriláteroserá La Plata. Pero sus combates prosegui-rán sin descanso. Elegirá otros rivales, des-de Miguel Bonasso a los habitantes deChoele Choel, pasando por dos de los her-manos de su padre, el marino que bom-bardeó la plaza de Mayo en 1955 y lamonja. Hablará del nacionalismo precozde Walsh en la Alianza Libertadora junto aQueraltó, de su antiperonismo juvenil -alque calificará de “lonardista”, aquel de“sin vencedores ni vencidos”- y de cómotraspuso después esa puerta definitiva pa-ra su vida que fue la investigación y publi-cación de Operación Masacre, una obraque instaló en su vida un antes, haber fes-

tejado la caída del peronismo en 1955, yun después, su paulatino ingreso hastaconvertirse en cuadro del peronismo revo-lucionario, desde la CGT de los Argentinosa Montoneros. Con una vida paradojal, co-mo la de muchos de sus compatriotas, pa-ra Patricia “su biografía y la de su familia,con todas sus contradicciones, parece he-cha a propósito, como si él hubiera orde-nado todas las fichas de una partida deajedrez sin solución, con ese humor tanparticular que tenía”.

Retrato de un escritor cachorro

“Yo pienso que La Plata no se ha dadocuenta que tiene cantidad de derechos so-bre Rodolfo Walsh. Allí vivió, estudió y es-cribió ese libro que inauguró un género li-terario. Lo digo porque sería interesantepasar revista a todo lo que sucedió con esejoven que había nacido en Río Negro, pe-ro no en Choele Choel, como incluso élmismo escribió, sino en Lamarque, una lo-calidad más pequeña que está al lado. EnRío Negro se desató un debate muy intere-sante alrededor de esto. A ellos sí les im-portaba dónde había nacido Walsh. Y lapolémica fue ganada por los habitantesdel lugar en donde realmente nació mi pa-dre, aunque no difiera en mucho ya quequedan uno junto al otro”.

Mientras habla, Patricia mantiene entresus dedos un cigarrillo sin encenderlo, co-mo si no quisiera que esa pequeña cere-monia cotidiana deshilvanara su relato.Cuenta que su abuelo paterno era mayor-domo de estancia y que a mediados de losaños treinta la crisis lo obligó a enviar a

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dos de sus hijos, uno de ellos Rodolfo, co-mo pupilos a un colegio irlandés de Capi-lla del Señor y luego a otro, en Moreno.“Por lo tanto mi padre, siendo rionegrino,tuvo una infancia bonaerense como inter-nado en aquellos colegios irlandeses quetan bien contó a través de los relatos deficción Los oficios terrestres y Un oscurodía de justicia”.

Walsh cruzó el Riachuelo para instalar-se en la ciudad de Buenos Aires “siendomuy joven, con menos de 20 años. Al po-co tiempo conoció a mi madre y en 1950se casaron. No tenían un peso y vivieronprimero en una pensión y después en unacasita que mis abuelos maternos tenían enRío Ceballos, Córdoba, porque en BuenosAires no podían pagar un alquiler. Los es-casos ingresos provenían de colaboracio-nes periodísticas y traducciones para edito-riales que hacía mi padre, pero el dineroera muy escaso y cobrado con dificultad.Realmente se salvaron cuando llegó elnombramiento de mamá como directora,maestra y fundadora de la Escuela de Cie-gos de La Plata, ‘con casa’. Mi madre eramaestra especializada en la enseñanza deciegos, aunque nunca había podido ejer-cer. Y tuvo la suerte de que recién casada,muy pobre y con una vivienda prestada, lanombraran y ‘con casa’, algo que resultóextraordinario para los dos que de inme-diato se mudaron a La Plata”.

“La casa queda, porque todavía está,en calle 54 Nº 418, entre 3 y 4. Y es impor-tante señalar la ubicación porque el Clubde Ajedrez estaba a dos cuadras y media, yuna de las dos terminales de ómnibus quehabía hacia Buenos Aires en 6 entre 54 y

55. En ese entonces, papá seguía colabo-rando y viajando y por eso la mudanza po-sibilitó otro cambio importante. Cuando secasaron, papá no era bachiller. No sé cómo,terminó sus estudios, supongo que en al-guna nocturna y dando libre. Después seinscribió y estudió un tiempo en Humani-dades, en la carrera de Letras de la Univer-sidad Nacional de La Plata, que tampoco lequedaba lejos de casa. Ya grandes, conVicky nos preguntábamos cómo habría si-do como alumno y de dónde sacaba eltiempo para estudiar, cursar y además ir ajugar al ajedrez. Pero lo averiguamos y pue-do asegurar que fue muy buen alumno deLetras. Todo un traga. Y por eso supongoque habrá estudiado en los viajes…”.

Operación Masacre

En el prólogo de Operación Masacre,Rodolfo Walsh describe las cuadras que re-corría a diario entre su casa y el Club deAjedrez La Plata, frente a la plaza San Mar-tín; club al que llamaba “café” y que per-manece exactamente igual a como era enese tiempo de vigilantes, conscriptos ytranvías. Fue en ese club de ajedrez donderecibió la primera noticia de que había unfusilado que vivía.

“La primera noticia sobre los fusila-mientos clandestinos de junio de 1956 mellegó en forma casual, a fines de ese año,en un café de La Plata donde se jugaba alajedrez, se hablaba más de Keres o Nimzo-vitch que de Aramburu y Rojas, y la únicamaniobra militar que gozaba de algún re-nombre era el ataque a la bayoneta deSchlechter en la apertura siciliana.

En ese mismo lugar, seis meses antes,nos había sorprendido una medianoche elcercano tiroteo con que empezó el asaltoal comando de la segunda división y al de-partamento de policía, en la fracasada re-volución de Valle. Recuerdo cómo salimosen tropel, los jugadores de ajedrez, los ju-gadores de codillo y los parroquianos oca-sionales, para ver qué festejo era ése, y có-mo a medida que nos acercábamos a laplaza San Martín nos íbamos poniendomás serios y éramos cada vez menos, y alfin cuando crucé la plaza, me vi solo, ycuando entré en la estación de ómnibus yafuimos de nuevo unos cuantos, inclusiveun negrito con uniforme de vigilante quese había parapetado detrás de unas gomasy decía que, revolución o no, a él no leiban a quitar el arma, que era un notableMauser del año 1901.

Recuerdo que después volví a encon-trarme solo, en la oscurecida calle 54, don-de tres cuadras más adelante debía estarmi casa, a la que quería llegar y finalmen-te llegué dos horas más tarde, entre el aro-ma de los tilos que siempre me ponía ner-vioso, y esa noche más que otras. Recuer-do la incoercible autonomía de mis pier-nas, la preferencia que, en cada bocacalle,demostraban por la estación de ómnibus,a la que volvieron por su cuenta dos y tresveces, pero cada vez más lejos, hasta quela última no tuvieron necesidad de volverporque habíamos cruzado la línea de fue-go y estábamos en mi casa. Mi casa erapeor que el café y peor que la estación deómnibus, porque había soldados en lasazoteas y en la cocina y en los dormitorios,pero principalmente en el baño, y desde

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entonces he tomado aversión a las casasque están frente a un cuartel, un comandoo un departamento de policía.

Tampoco olvido que, pegado a la per-siana, oí morir a un conscripto en la calle yese hombre no dijo ‘Viva la patria’, sinoque dijo: ‘No me dejen solo, hijos de puta”.

En ese mismo club, “seis meses mástarde, una noche asfixiante de verano,frente a un vaso de cerveza, un hombreme dice: -Hay un fusilado que vive”. A par-tir de entonces Walsh fue otro.

Cuando recuerda ese prólogo, Patriciareconoce que le quedó lo de la “oscureci-da calle 54”, porque entonces era así, “ytodos esos ambientes, que de algún modose siguen conservando. Lo que no estámás es la terminal de ómnibus, que es im-portante porque allí comenzó el relato deOperación Masacre, y seguramente tam-poco esté la puerta verde de madera quedaba a los fondos del comando de la se-gunda división del Ejército, en calle 54, en-frente de donde era mi casa, que era casay escuela para ciegos… Sé que sigue exis-tiendo el número, y la casa, aunque creoque está refaccionada, no cambió tantodesde aquél tiempo”.

Al recordar esto dispara su queja:“Siempre pensé que allí habría que ponerun modesto letrerito que diga ‘Aquí vivióRodolfo Walsh y aquí nació el relato Ope-ración Masacre’. Porque me parece queeste libro, más allá de que yo le tengo mu-cho cariño, es de gran importancia paralos argentinos, para la historia del periodis-mo nacional, para la historia del periodis-mo más allá de nuestro país y para la lite-ratura en general. Operación Masacre

inauguró un género, y este tema me pare-ce interesante por la discusión que existeen relación al libro A sangre fría, de Tru-man Capote. Con la obra de mi padre losargentinos descubrimos que además deldulce de leche y la birome también había-mos inventado la ‘non-fiction’, ocho añosantes que Capote. Y lo hicimos con un na-rrador que no se identifica con los verdu-gos sino con las víctimas. Rodolfo Walsheligió la versión de Juan Carlos Livraga y delos otros sobrevivientes que pudieron esca-par, y al hablar Livraga, y no su fusilador, esque se establece la principal diferencia queWalsh nos dejó como herencia: en su for-ma de hacer periodismo tienen la palabralas víctimas, los silenciados, las personasque nunca hubieran hablado y a las que élles dio la palabra convirtiéndolas en prota-gonistas. Ese es el género que, como noexistía, él tuvo que inventar. Y en él habla-ron las personas que nunca forman partede las versiones oficiales”.

Y da ejemplos. “Los que salieron en lastapas de los diarios fueron otros fusiladosy eso es comprensible porque cuando sefusilan generales, como hizo Aramburucon Valle y Cogorno, u oficiales del Ejérci-to de distinta graduación, y hasta inte-grantes de la banda de música, los diariosno pueden mirar hacia otro lado sin decirnada. Y entonces se atuvieron a la versiónoficial, y lo publicaron porque no pudie-ron ocultarlo. Pero fue en Operación Ma-sacre en donde se denunció que antes deque se dictara la ley marcial se había fusi-lado en un basural de José León Suárez aciviles que no tenían grado, no tenían uni-forme, no eran famosos, ni dueños de

ninguna fortuna, sino que eran pobres,simples trabajadores sin ninguna posibili-dad de acceso a la denuncia en los gran-des medios de prensa. Fue, además, unanoticia prohibida, una información que nose podía publicar. Y esa es una discusiónque no es secundaria. Por el contrario, esimportante ver cómo se las arregló papápara que se publicara, pese a que todoslos medios se lo negaron. Creo que los jó-venes, sobre todo los que estudian perio-dismo, tienen que saber que mientras hayvoces que tienen garantizado el acceso alos medios de comunicación hay otras quesiempre lo tendrán negado. Por eso tieneque existir una prensa alternativa, verda-deramente independiente de las presionesque ejercen los factores de poder cuandono están interesados en la divulgación deciertas noticias”.

Patricia no duda en reconocer queOperación Masacre fue una bisagra en lavida la vida de Rodolfo Walsh, y tambiénde su familia. “Desde entonces, todo fuedistinto para él, para mamá que en esemomento era su mujer y para nosotras,sus dos hijas. Con el libro cambió la vidade papá, pero también cambió él. Ade-más, Operación Masacre, que en un prin-cipio fueron notas que salieron en Mayo-ría, fue un libro escrito y publicado ‘paraque actúe’. Él mismo dijo que escribió eselibro para que actuara, para que algo suce-diera con esa denuncia, porque las cosasno podían seguir igual. Y yo agrego quelas cosas no pueden ser iguales. Creo queél pensaba que un libro o un texto, reu-niendo ciertas características, puede lograrun impacto que produzca resultados. Por

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ejemplo, impedir que esas cosas se puedanrepetir impunemente”.

“Ya pasaron treinta años de la dictadu-ra, de la restauración del orden constitu-cional, y no digo democracia porque pien-so que todavía estamos transitando esabatalla de recuperación del orden constitu-cional. Es un viejo chiste que una vez medijo alguien. Uno habla de democracia yen realidad es mejor referirse al ordenconstitucional, porque la democracia estápor verse. Lo cierto es que ahora podemosdiscutir libremente y en voz alta cosas que,no hace tanto, se debían charlar en otrotono. Me parece que hemos podido inda-gar en mayores complejidades, algo queno pasaba cuando papá escribió Opera-ción Masacre, al punto de que la noticia delos fusilamientos de José León Suárez nose la quisieron publicar en ningún mediode prensa. En ninguno. Pero mi padre, queentonces era muy joven, pensaba que te-nía una noticia que debía ser tapa de cual-quier medio de prensa, y que incluso has-ta lo podía volver famoso como periodista.Y es lógico, era joven y tenía una primicia,algo muy importante para su profesión,para el oficio de periodista, pero pronto sedio cuenta que nadie se la quería publicar,y entendió que esa primicia no valía la ta-pa de los grandes diarios sino la posibili-dad de que una bala de esos asesinos lobuscara a él como blanco”.

Fue entonces que Walsh debió irse desu casa. “Papá sabía que los asesinos de laautollamada revolución ‘libertadora’, quepasaría a llamarse revolución fusiladora, lobuscarían. Porque los responsables de esoscrímenes, los acusados por el libro, no eran

ciudadanos simples, anónimos. El respon-sable directo, el ejecutor, era nada menosque el jefe de la Policía de la Provincia que,al ser una dictadura, era un general; ungeneral que además, y por si fuera poco,tenía su despacho a cuatro cuadras de micasa. Por eso vivió una situación contradic-toria, muy argentina. En lugar de la publi-cación de la noticia como tapa de los dia-rios que se llaman ‘independientes’, elamenazado resultó ser él. Y sin embargosiguió, porque era un hombre -para utilizarun término de su propia escritura- que seanimaba a decir eso. Pero, paradójicamen-te, descubrió que eso le iba a pasar a lo lar-go de toda su vida, que las cosas que unoespera no suceden. Y suceden otras, queno se esperaban, como le pasó a él queterminó publicando sus notas en un sema-nario vinculado al comunismo, siendo que,de muy joven, había estado ligado a laAlianza Libertadora Nacionalista, unaagrupación de extrema derecha. Papá es-cribió sobre ese paso y sobre ese persona-je siniestro que fue Queraltó. Y es dentrode ese panorama paradójico que luego sereencontraría en su militancia de izquierdacon Rogelio García Lupo y Jorge RicardoMasetti, ambos también militantes juveni-les en aquella Alianza”.

De antiperonista a militante montonero

Rodolfo Walsh fue antiperonista y fes-tejó el golpe de septiembre de 1955 comomuchos intelectuales y sectores de las ca-pas medias que luego harían su autocrítica.Uno de sus hermanos mayores, el más liga-

do a él, era marino, exactamente piloto na-val, y participó de los bombardeos a plazade Mayo el 16 de junio de 1955, “un he-cho que origina conflictos en algunos bió-grafos, porque hay cosas difíciles de com-paginar en la vida de mi padre”, aseguraPatricia. Y sin duda, el abanico de los cincohermanos Walsh fue amplio. Rodolfo ocu-pó un extremo, mientras que el otro lo ocu-pó Carlos Washington. En ese marco, ha-bría que mencionar también a la hermanamenor, que es monja. “Carlos Washingtones hoy un marino retirado, absolutamenteopositor a Perón y partícipe de hechos queprotagonizó en aquellos tiempos la Marina,como el bombardeo a civiles en plaza deMayo y el golpe de estado del 55 contraPerón. Y ahí empezamos a transitar lascomplejidades en la biografía de mi pa-dre… me causa risa… porque esta historiaes walshiana en sí misma. ¿Cómo hizo Ro-dolfo Walsh, con sus ideas y su militanciacombativa y revolucionaria, con un herma-no mayor al que quería y había admirado,y que había seguido la carrera que él hubie-ra querido seguir? Porque mi padre quisoser marino, cursar el secundario en el Liceoo en la Escuela Naval y fue rechazado porel examen de dibujo, lo que también apa-rece como gracioso en esta historia: no fuemarino porque desaprobó dibujo en el in-greso. ¿Qué hubiera pasado si hubieraaprobado? Nunca lo sabremos. Lo cierto esque lo rechazaron y en él quedó la idea deque su hermano había logrado convertirseen lo que él quería ser: aviador y marino. Yese hermano comandó uno de los avionesque el 16 de junio de 1955 arrojó bombasen plaza de Mayo”.

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Pero Patricia también reconoce: “Enese entonces mi padre era antiperonista yse alegró con el golpe de estado. Él com-partía las ideas del general Lonardi, aque-llas de ‘Ni vencedores ni vencidos’, y así loescribió. No es un secreto que alguien va adescubrir en algún momento, sino algoque hemos contado siempre, desde el co-mienzo, porque compartimos con mi pa-dre la idea de que hay que contar las cosastal cual fueron. Y él asumió su antiperonis-mo juvenil, incluso tratándose de alguienque no sólo se había alegrado sino que ha-bía publicado en Leoplán dos artículos elo-giosos para la marina; situación más queparadójica si la vinculamos a su muerte, ya un aviador que fue el mejor amigo de suhermano Carlos Washington. Me refiero alcapitán Estivariz, muerto en aquellos epi-sodios… Es por todo esto que a vecespienso, y lo digo con cierto humor que es-pero la gente me perdone, que mi padrese dedicó a cagarnos su biografía”.

“Porque muchos creen poder reivindi-car la etapa en la que encuentran queWalsh pensaba como ellos, y a mí lo queme parece es que mi padre fue un hombreque aceptó y toleró las diferencias, sobretodo hacia el fin de su vida, de una mane-ra muy inteligente. Me refiero a las diferen-cias existentes en el nivel familiar, en don-de hubo muchas discusiones políticas ymuchas opciones distintas. Él fue siempreun hombre respetuoso de las razones queesgrimía el otro. Y creo que esto fue conse-cuencia de su experiencia, pese a que sólovivió 50 años. Es decir, se dio cuenta que apesar de que muchas personas discutencon violencia por cuestiones que parecen

enfrentadas sobre otros temas podrían lle-gar a un acuerdo si empezaran por respe-tarse, porque significará que se escuchan”.

Debe reconocerse que el abanico ideo-lógico de los Walsh, con opuestos tan dife-rentes, no fue una excepción en este paíshistóricamente partido, dividido en secto-res antagónicos. Sucedió igual en otras tie-rras, con conflictos tan trágicos como lospadecidos en la España de la Guerra Civilo en la Francia ocupada de Vichy. En nues-tro país hubo familias que cobijaban mili-tantes revolucionarios, integrantes de lasFuerzas Armadas, jóvenes CNU y hastaconfesos buchones de la policía. El ejem-plo clásico fueron los Alsogaray: el padre,Julio, fue comandante del Ejército y golpis-ta; el hijo, el teniente Juan Carlos Alsoga-ray, militante montonero. Sin hablar del tíoÁlvaro y la prima María Julia. Y agrega Pa-tricia: “Ya que se menciona a los Alsogaraypuedo decir que ese parentesco nos llega.Vicky era pareja de Emiliano Costa, cuña-do de los Alsogaray, y por eso esa historiafamiliar nos resultó aun más cercana”.

“Pero es cierto. La Argentina ha vividoy sigue viviendo fragmentaciones que ex-presan distintos conflictos que han atrave-sado nuestra historia. La familia Walsh esun ejemplo. Cinco hermanos: el mayor fueempleado público, cuando por la estabili-dad el empleo público era una instituciónen sí misma; el que le sigue marino, otrainstitución; después mi padre, un poco laoveja negra; y luego un hermano menor, alque todos recuerdan como excelente per-sona y que ya murió, que tenía una debili-dad: el juego, que también es toda unainstitución en el país. Aunque no fue el

único de la familia, mi abuelo paterno ha-bía sido jugador y eso está contado por elpropio Rodolfo. Y naturalmente si habla-mos del peso de las instituciones no podíafaltar la Iglesia Católica. La única mujer, lamás chica, se hizo monja… el abanico es-tá completo”.

Y Patricia acota un dato interesante,humanamente interesante. Porque si biensería natural pensar que un militante revo-lucionario, autor de Operación Masacre, yun marino que bombardeó la plaza de Ma-yo, y defendió los fusilamientos ordenadospor Aramburu, debían odiarse, o al menosno hablarse, “no es verdad. Desde ya queestaban enfrentados y si salían esos temasdiscutían airadamente, sobre todo a partirde que mi padre empezó la investigaciónsobre los fusilamientos de José León Suá-rez. Pero él estimaba a su hermano y du-rante parte de su vida, cuando era muy jo-ven, hasta llegó a admirarlo… Sin embar-go, la última vez que vi a ese tío, cuandomi padre ya había desaparecido, él seguíahablando de ‘subversión’ y pensaba quelas Fuerzas Armadas tenían razón”.

La bisagra

Descubrir al sobreviviente de los fusila-mientos de José León Suárez significó uncambio radical en la vida de RodolfoWalsh, que nunca más sería el mismo, nipensaría de la misma forma. El cambio co-menzó con aquellos encuentros clandesti-nos con Livraga y sus viajes al basural, pa-ra conocer la verdadera historia y la mane-ra en que se fraguó la fecha y la hora deldocumento que imponía la ley marcial.

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Como lo dice el mismo Walsh en su inves-tigación: “No habrá ya malabarismos ca-paces de borrar la terrible evidencia deque el gobierno de la revolución liberta-dora aplicó retroactivamente, a hombresdetenidos el 9 de junio, una ley marcialpromulgada el 10 de junio. Y eso no es fu-silamiento. Es asesinato”. Y lo hace antesdel “Epílogo” al que sigue la memorablecondena de “Aramburu y el juicio históri-co”, escrita con posterioridad al 1º de ju-nio de 1970, cuando el jefe de la “revolu-ción fusiladora” fue ejecutado por la or-ganización Montoneros, entre otras cosas,“por la matanza de 27 argentinos sin jui-cio previo ni causa justificada, el 9 de ju-nio de 1956”.

Pero Operación Masacre, bisagra ideo-lógica que introdujo a Walsh en otra reali-dad instándolo a comprometerse en elsentido sartreano del término, modificótambién su vida cotidiana y familiar. Cuen-ta Patricia: “Él ya no se podía quedar a vi-vir en la Escuela para Ciegos. Había ame-nazas y se temían represalias, entonces es-cribió con mucho humor: ‘Me ausenté mo-mentáneamente de mi domicilio habitual’.Porque además ocurrió otro hecho im-pregnado de cierto humor negro, yo diríawalshiano. En la redacción en donde él co-laboraba había otro periodista cuyas inicia-les eran W.R., es decir, al revés que las demi padre. Pero igualmente lo confundie-ron. Averiguaron su domicilio y lo allana-ron, apresándolo a las 3 de la madrugada.Lo subieron a un helicóptero y lo traslada-ron a la Jefatura de Policía. Allí lo esperabaun general que le dijo de manera amena-zante: ¿Por qué no me hacés un reportaje

ahora? Entonces él, supongo que muyasustado, aclaró que sus iniciales eranW.R. y no R.W., y pidió que no lo maltrata-ran porque no tenía nada que ver conOperación Masacre”.

A partir de entonces, “papá empezó adecir que estaba en la casa de un amigo,sin precisar ni quién ni dónde, o en el he-lado rancho en Merlo. No obstante, siguióinvestigando el tema junto a EnriquetaMuñiz, una joven periodista de Buenos Ai-res con la que visitó distintos sitios en losque le sacaba fotos de manera disimuladacomo si fueran novios. Así es, por ejemplo,como pudo sacar la foto del basural de Jo-sé León Suárez con Enriqueta sentada po-sando. Pero es 1957 el año de la denunciaperiodística y el momento del alejamientode papá de La Plata. Él escribió OperaciónMasacre cuatro veces. Una y otra vez lofue modificando o agregando materialporque pensaba a la escritura como accióny según cómo cambiaba el país el lectorera otro, o la realidad en la que lo leía eradistinta. La última fue después del fusila-miento de Aramburu”.

Cuando retoma ese paso de su padredel antiperonismo al peronismo, que fuepaulatino, Patricia apunta contra MiguelBonasso, aclarando que lo conoce desdehace mucho tiempo porque trabajaronjuntos en el diario Noticias que clausuróIsabel Perón en 1974. Cuando regresó dela Feria del Libro de Cuba, Miguel Bonassoescribió en Página 12 una nota en la queseñalaba que este año la Feria se había de-dicado a dos argentinos ilustres de los cua-les se cumplen aniversarios de su muerte.Uno es el Che Guevara, que en octubre

hará 40 años que fue fusilado en Bolivia; elotro es Rodolfo Walsh, del que se cumplen30 años de su asesinato y desaparición.“En ese artículo Miguel Bonasso, que com-partió también con mi padre la redacciónde Noticias, hace una lectura del antipero-nismo de Walsh en la primera mitad de los50, así que si bien hablaré de hechos queocurrieron cuando yo era muy pequeñame parece interesante debatir estos temas.Papá era antiperonista y, sobre todo, lofastidió el cambio de nombre de la ciudadde La Plata por el de Eva Perón; algo quemolestó al ambiente letrado y a los intelec-tuales que repudiaban ese tipo de actitu-des, tanto en Perón como en Evita. Ade-más, como mi madre era docente se suma-ban las críticas a esas banalidades ‘obliga-torias’ de algunos textos escolares y librostambién obligatorios. Pero reviendo lo deBonasso me animo a discutirle, con todorespeto, su idea de que el joven Walsh eraantiperonista porque no comprendía lascontradicciones de clase social y que en losaños siguientes, al comprenderlas, pudoadherir al peronismo. Yo pienso que no”.

Y cita un ejemplo. “Próximamente seva a publicar una larga correspondenciaque papá mantuvo con un universitario deEstados Unidos, Donald Yates, donde sibien le aclaraba que no era peronista leefectuaba al mismo tiempo un análisis so-cial, clase por clase, del movimiento y delas adhesiones y rechazos que provocaba.Mi padre comprendía el fenómeno de cla-se y nunca aceptó el revanchismo posterioral 55, inscribiéndose en la corriente nacio-nalista de Lonardi. Por eso no sorprendeque haya escrito que se sintió ‘ofendido’

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ante el rostro herido del joven obrero Liv-raga. Y sucede que Walsh sigue siendo eljoven Walsh, pero transitando un caminode cambio. Como él lo definiría después,es el paso desde el nacionalismo a la iz-quierda, que en su caso fue lento y que élconsideraba un triunfo hacia la propia es-tupidez. Él sigue ese camino y sus escritosson ya testimonio de un hombre de iz-quierda. Aquel joven Walsh entendió quelas acciones de gobierno, y hasta algunaspalabras como libertad, se comprenden demanera distinta según la clase social y elmomento histórico que se vive. En eseanálisis está presente un concepto de cla-se. Por eso no sorprende su ingreso poste-rior al peronismo revolucionario. Él sabíacómo sonaban ciertas palabras reivindicati-vas en el oído de un joven trabajador quepor primera vez accedía a conquistas so-ciales, aunque la verdad pienso que noeran nuevas sino consecuencia de las vie-jas luchas obreras socialistas y anarquistas,con sus mártires. Lo mismo pasó con el vo-to femenino”.

Operación Masacre fue el primero deuna serie de libros testimoniales en los queWalsh apeló al mismo género que él habíainventado para desentrañar casos de crí-menes políticos y señalar a los responsa-bles. Lo hará con Caso Satanowsky (1959)y luego con ¿Quién mató a Rosendo?(1969), que al igual que Operación Masa-cre comenzó como notas periodísticas so-bre un tiroteo en la confitería La Real deAvellaneda. Allí murieron Domingo Blaja-quis y Juan Salazar, pero “su tema profun-do es el drama del sindicalismo peronista apartir de 1955, sus destinatarios naturales

son los trabajadores de mi país”, como loexplicó en su “Nota preliminar”.

El adiós

Patricia vio por última vez a su padre lanoche del 24 de diciembre de 1976. Pasa-ron Nochebuena juntos. Cuatro días des-pués Walsh haría pública su conmovedora“Carta a los amigos”, aquella que comien-za duramente: “Hoy se cumplen tres me-ses de la muerte de mi hija, María Victoria,después de un combate con las fuerzas delEjército. Sé que la mayoría de aquellos quela conocieron la lloraron. Otros que han si-do mis amigos o me han conocido lejos,hubieran querido hacerme llegar una vozde consuelo. Me dirijo a ellos para agrade-cerles, pero también explicarles cómo mu-rió Vicky y por qué murió”.

Patricia recuerda: “Papá ya estaba pen-sando en la Carta Abierta a la Junta Military estaba muy triste por lo que estaba pa-sando y porque él lo consideraba una ma-sacre. Además de las cosas que sabemosporque están escritas y se conocen, estabala muerte de mi hermana Vicky y la de suamigo Paco Urondo. Pienso que él ya teníaconciencia de que todo formaba parte deuna enorme derrota, una derrota irreversi-ble para su organización que era Monto-neros. Él ya había hecho críticas que yo noconocí hasta muchos años después, y noporque no hubiéramos hablado de políti-ca. Eran críticas y documentos internos dela organización que se publicaron primeroen México y después aquí, es decir, mu-chos años después del debate que él que-ría provocar con esas críticas. Pero esos do-

cumentos fueron silenciados para que nose discutieran, pera evitar la polémica in-terna. Digamos que en la Argentina esadiscusión no tenía siquiera condiciones pa-ra darse. A veces es muy difícil explicarlesa los más jóvenes cómo se luchaba contrala dictadura militar. Yo no fui al exilio. Mequedé por decisión propia, y desde ya fui-mos muchísimos los que nos quedamos, yes muy difícil transmitir que no teníamos laposibilidad de debatir porque eran tantaslas caídas de los compañeros que nos que-dábamos absolutamente solos, porque yano teníamos siquiera la posibilidad de reu-nirnos con amigos. Por eso, cada uno re-sistía a su manera, como podía, hasta es-cribiendo en un baño ‘Abajo la dictadura’con un marcador que llevaba escondidodentro de la cartera. Y esa pavada podíacostar la vida”.

El 26 de marzo de 1977 Rodolfo Walshconcurrió a una cita en el barrio de Balva-nera, sospechando que podía tratarse deuna emboscada. Sin embargo, decidió irigual. Efectivamente, allí lo esperaba ungrupo especial de tareas de la ESMA. Loquerían llevar vivo, pero no pudieron. Sedefendió cubriéndose detrás de un árbol.Lo acribillaron a tiros. Pero ganó esa bata-lla: no se entregó, les dejó “sólo su cuer-po”, al decir de Molinas.

Walsh fue un combatiente. Sus nom-bres de guerra eran “Esteban” y “neuras”,como el dibujo de historieta, debido a susgrandes anteojos y a su frente despejada.Trabajó en Inteligencia dentro de la Orga-nización y, desde ya, también en Prensa.Junto a Ricardo Masetti, había creado enCuba Prensa Latina y había logrado, ape-

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lando a sus conocimientos literarios, aje-drecísticos y hasta estéticos, decodificar unmensaje en clave de la CIA captado en LaHabana, utilizando manuales recreativosde cartografía. Gracias a esa decodifica-ción el gobierno revolucionario supo de lainvasión a Bahía de los Cochinos progra-mada en los Estados Unidos por la CIA. Enel último tiempo había creado ANCLA,Agencia Clandestina de Noticias, lo quepara Patricia fue una humorada más, yaque utilizaba un elemento de la Marina -fuerza que siempre lo acechó-, como unmal presagio.

Su “Carta abierta a la Junta Militar”,luego transformada en “Carta abierta deun escritor a la Junta Militar”, fue su testa-mento y retrata a Walsh con exactitud. Fe-chada el 24 de marzo de 1977 fue escritaa máquina y repartida y enviada por él adiarios y agencias de noticias y al exterior.Para poder hacerlo tuvo que topear variasveces utilizando papel carbónico y gol-peando con dureza las teclas de su máqui-na de escribir, porque ponía cinco hojasque era lo máximo que soportaba el carro,según relata Patricia a Enrique Arrosagaray(2006).

La carta contiene una precisa enumera-ción de crímenes y desapariciones de mili-tantes sociales, políticos y de organizacio-nes revolucionarias. Empieza advirtiendo:“La censura de prensa, la persecución a in-telectuales, el allanamiento de mi casa enel Tigre, el asesinato de amigos queridos yla pérdida de una hija que murió comba-tiéndolos, son algunos de los hechos queme obligan a esta forma de expresiónclandestina después de haber opinado li-

bremente como escritor y periodista du-rante casi treinta años. El primer aniversa-rio de esta Junta Militar ha motivado unbalance de la acción de gobierno en docu-mentos y discursos oficiales, donde lo queustedes llaman aciertos son errores y loque reconocen como errores son crímenesy lo que omiten son calamidades”.

La Carta termina afirmando: “Si unapropaganda abrumadora, reflejo deformede hechos malvados, no pretendiera queesa junta procura la paz, que el general Vi-dela defiende los derechos humanos o queel almirante Massera ama la vida, aún ca-bría pedir a los señores Comandantes enJefe de las 3 Armas que meditaran sobre elabismo al que conducen el país tras la ilu-

sión de ganar una guerra que, aun si ma-taran al último guerrillero, no haría másque empezar bajo nuevas formas, porquelas causas que hace más de veinte añosmueven a la resistencia del pueblo argen-tino no estarán desaparecidas sino agrava-das por el recuerdo del estrago causado yla revelación de las atrocidades cometidas.Éstas son las reflexiones que en el primeraniversario de su infausto gobierno hequerido hacer llegar a los miembros de esaJunta, sin esperanza de ser escuchado, conla certeza de ser perseguido, pero fiel alcompromiso que asumí hace mucho tiem-po de dar testimonio en momentos difíci-les. Rodolfo Walsh. C.I. 2845022. BuenosAires, 24 de marzo de 1977”.

Bibliografía

-ARROSAGARAY, E. Rodolfo Walsh, de dramaturgo a guerrillero, Catálogos, 2006.-BONET, C.A. Los muchachos peronistas: héroes y mártires, Cámara de Diputados de laprovincia de Buenos Aires, Buenos Aires, 2003.

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Ediciones de Periodismo y Comunicación

Colección Educación

Jóvenes: el futuro llegó hace rato.Comunicación y estudios culturaleslatinoamericanosFlorencia Saintout

Trabajo de investigación enfocado desdelos estudios culturales en el campo de lacomunicación. Realizado en los márgenes de diversos saberesdisciplinarios, pero anclado en unatrayectoria específica que es la de losestudios en comunicación/cultura y quepermite a la comunicación“salirse” de la pregunta por lo quehabía sido su objeto prioritario (losmedios masivos con sus efectos) paraconcentrarse en los modos de darlesentido a la vida de los actores sociales.

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Lecturas

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Con un estilo riguroso, poblado de da-tos y referencias puntuales, pero sin perderagilidad, Eduardo Jozami acierta en unadecisión que atraviesa su libro: coloca a Ro-dolfo Walsh frente a su espejo y, al hacerlo,además, lo baja del pedestal en el que deun tiempo a esta parte se lo ha ubicado. Ysi decimos en espejo es porque en cadauna de las diversas épocas de la vida deWalsh aparecen citas donde él mismo refle-xiona sobre sus comportamientos en el pa-sado. Uno descubre cómo la autoreferenciase transforma en la principal herramientaque Walsh utiliza a la hora de pensar y pen-sarse. Pero cuando lo hace, no elige el lu-gar contemplativo de la nostalgia; por el

contrario, aun cuando fue un cronista úni-co y un valiente denunciante, parece quenunca dejó de sermonearse. De allí que a lolargo de su carrera nos encontremos conprólogos de libros, reportajes concedidos -muy bien seleccionados por Jozami- y has-ta pequeñas frases sueltas donde se mues-tra a sí mismo; en los comienzos de su vidasocial, como un ser ingenuo, en otros, co-mo un ser indiferente.

Hay en su vida hay un quiebre explícitoy fundacional que el libro de Jozami traba-ja con especial cuidado. Hablamos de losdías en los que se gesta lo que después se-rá Operación Masacre. Allí, la realidad gol-pea su puerta, o, para ser más exactos, sutablero de ajedrez. Con el alzamiento dejunio de 1956 su tedio se ve afectado; esemes, esa fecha, inicia la muerte de un via-jante. Él mismo no deja de marcar lo queentiende como su error. Walsh, hostigandoa Walsh, no hace más que proyectar en supropia apatía la desidia de una sociedad.Porque esto también es una decisión polí-tica: condenarse es condenar a esa clasefrívola y acomodada que miraba (y aún mi-ra) a los movimientos populares con des-confianza.

Jozami divide la vida de Walsh en cincocapítulos que aparecen agrupados bajo al-gunas regularidades temáticas. Están enorden cronológico, sí, pero tienen a su vezun encadenamiento argumentativo: cadaetapa es la antesala de una nueva evolu-ción, de un nuevo cambio. Y allí, otra vez,está Walsh como fiscal de su pasado, ha-ciendo de una tesis una antítesis.

El recorrido que propone Jozami se ini-cia con el Walsh irlandés, marcado a fuego

por una educación casi militar en un inter-nado ubicado en un terreno de 32 hectá-reas, muy cerca del centro de Moreno.Transita por su infancia en el Instituto Fahy,por el modo en que sus tenues influenciasse proyectan en el campo de la escritura y,también, por la aparición de una músicaidiomática -el inglés- que, más que una se-gunda lengua, fue una melodía con la cualWalsh convivió toda su vida.

El Walsh joven, en tanto, es presentadopor Jozami como extremista, impulsivo ymilitando en la Alianza Libertadora Nacio-nalista, un grupo de fuerte presencia juve-nil. La Alianza es un movimiento en per-manente agite y de espíritu combativo, yJozami intuye que es por tales característi-cas -que debían cuadrar con su personali-dad- que Walsh participa de este grupo,más que por una convicción ideológicafuerte. Sobre esta etapa las referencias quebrinda Walsh son escuetas, pero no dejanlugar a dudas: otra vez aparece condenan-do su pasado. Y es por esto que el aporterealizado por Jozami encuentra en estepunto un valor destacable, ya que el mis-mo Walsh trató de esconder esta épocabajo la alfombra. Son años de choques ca-llejeros, de peleas contra “los de la FUBA”y de una etapa que se cierra con el aleja-miento de la Alianza, del peronismo y, so-bre todo, de la política.

Después nos encontramos con elWalsh escritor de cuentos policiales. Estosrelatos de enigma alcanzan su apoteosisen los encuentros que tienen en un bar uncomisario retirado -Laurenzi- y un ingenuoy algo soberbio intelectual. Hablamos deDaniel Hernández, especie de alter ego de

Rodolfo Walsh, ese padre de su pasado

Por Ulises Cremonte

Libro: Rodolfo Walsh: la palabra y la acciónAutor: Eduardo JozamiEditorial: Norma

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Walsh, o, para ser más exactos, radiografíadespiadada de cómo Walsh veía su parteintelectual. Otra vez advertimos cómo lasprincipales críticas a su persona parecennacer de él mismo.

Y, entonces, Operación Masacre. Enpalabras de Jozami este libro es el encuen-tro de “un gran escritor con un gran te-ma” y marca, como se dijo antes, un pun-to de quiebre. Las constantes reelaboracio-nes de ese texto no resultan extrañas enun Walsh que siempre cambió, que nuncase quedó quieto y que bajo ningún puntode vista dejó de escudriñarse. Pero hay unafrase -y un propósito- que nunca cambia:“Dar testimonio”. Las huellas de la palabratestimonio ratifican el designio que marcóla vida de Walsh. Testis (testigo) y facere(hacer). Testigo tiene, entre algunos otrosderivados, la palabra testículo, es decir, to-do aquel que da testimonio enfrenta convirilidad los hechos y decide que su relatolos traiga a la luz. De allí que Jozami vuel-va a acertar cuando sostiene que las múlti-ples modificaciones que sufre OperaciónMasacre no son tan sólo un cambio en elcontenido sino, sobre todo, un desplaza-miento en el enunciador que pasa del “de-nunciante neutro” al “militante compro-metido”.

Después de Operación Masacre Walshse aleja a Cuba. Se podría decir que es unaespecie de exilio ante el desencanto queen ese momento le genera su país. Haciafines de 1958, el informe de la ComisiónParlamentaria sobre el caso Satanowskyhabía tenido escasa repercusión, y Walshsintió que no había logrado inmutar la co-raza de impunidad que protegía a los po-

derosos. De su época en Cuba quedaronmuy pocos registros: los archivos de Pren-sa Latina desaparecieron y sólo perduranartículos aislados que Walsh escribió paramedios argentinos. Su regreso a BuenosAires está marcado por una amarga nos-talgia. “De vuelta en la ciudad terrible”, sequeja un Walsh que, como señala Jozamien un momento destacable del libro, año-ra Cuba y tiene recuerdos con forma demujer.

Entre 1965 y 1967, los críticos literarioscomienzan a ver con buenos ojos la figurade Walsh. Pero él toma decisiones políticasy no literarias. En este sentido, Jozamipuntualiza que Walsh abraza el registrorealista más por doctrina que por convic-ción estilística. Es que las batallas que elperiodista libra son en otros frentes, y supreocupación nunca fue el canon. “Las in-vestigaciones de los grandes relatos deWalsh apuntan a reconstruir los hechosque deben y pueden ser probados”, afir-ma Jozami. Y los capítulos siguientesmuestran cómo el cuerpo de Walsh se vaconfigurando en el de un intelectual parti-cular, que no encaja con los modelos pre-sentes en los 60 y 70. Nuevamente, testi-monio como otro rostro de la virilidad. Eneste contexto, el peronismo es para Walsh,según Jozami, un drama personal. Comofantasmas en un parque de diversionesclausurado, aparecen esa mujer, el movi-miento obrero, Perón y Montoneros. Unalucha que es externa, social, pero tambiéninterna. Como cada uno de los caminosque eligió en su vida.

El golpe del 76 nos acerca al final del re-corrido. Cita Jozami a Walsh: “Fue un error

casi general. Se admitía la posibilidad delgolpe, pero también se trabajaba como sino fuera a ocurrir”. Estamos ya en el últimocapítulo del libro, y aquí la descripción cro-nológica y exhaustiva de los hechos le ga-na a la biografía. Es que no es posible ex-plicar las acciones y las palabras de Walshsin puntualizar qué ocurrió en esos años y,especialmente, por qué ocurrió.

“La estructura de este libro, el desa-rrollo cronológico al que en buena medi-da se atiene, refleja naturalmente cómoWalsh se va distanciando de su oficio deescritor”, señala Jozami, para quien haydos vertientes que intentan teñir sumuerte. Una que presenta como un actoheroico, la carta a la junta, y otra quemarca como un gesto suicida. Pero no to-ma partido por ninguna de las dos, sóloexpone algunos apuntes sobre los que serecuestan sendos argumentos. Lo que síplantea son dos enigmas que no han sidoresueltos: ¿qué fue del cuerpo? y ¿dóndeestán esos papeles secuestrados en su ca-sa? Aunque sabe que, aun obteniendoesas dos respuestas, siempre quedaránenigmas por resolver.

A raíz de este comentario, con el cualse cierra el libro, nace la sensación de quela vida de Walsh está incompleta, que de-bería haber habido más capítulos, que suvoz no debería haberse apagado en esajornada de 1977. Y, también, que pese asu muerte su figura continúa teniendonuevos pliegues. Pero si por algo la obrade Walsh fue única, inédita en su época yfundacional, es porque Walsh fue su mejorbiógrafo; porque todo lo que se diga lo di-jo él primero. Encargado de reinterpretarse

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a lo largo de su vida, fiscal de su pasado,nunca descansó.

Recordemos una cita realizada por Jo-zami en torno a aquella etapa iniciativa enla Alianza Nacionalista. Decía Walsh: “Alos 18 años no estaba en condiciones deinterpretar lo que vivía”. No hay en Walshuna época en su vida que no haya mereci-do de su parte un reproche (salvo, quizás,sus días en Cuba). Da la sensación de quesiempre fue padre de su pasado y de queen su pasado siempre fue un niño ciego ycaprichoso. Un hombre que ha hecho de lacontradicción y del arrepentimiento sus va-lores supremos. Y el libro de Eduardo Joza-mi muestra con minuciosa agudeza cadauno de esos cuerpos pasados, y cómo elmismo Walsh, desde una posición casi pa-ternal, tuvo la extraña particularidad dedesdoblarse, de castigarse a sí mismo paracambiar, de matar al Walsh pasado y hacerque uno nuevo y más maduro nazca.

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Revista Tram(p)as de la comunicación y la cultura.

Publicación mensual que intenta abordar, con una

perspectiva interdisciplinaria, los campos de la

política, la cultura, la comunicación, el periodismo

y los medios, realizada con el aporte de docentes

e investigadores del país y del exterior.

Artículos, entrevistas y reseñas bibliográficas.

E-mail: [email protected]

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Ediciones de Periodismo y Comunicación

Colección Medios

La mirada de Polosecki: periodismo audiovisual

de investigaciónCarlos A. Vallina y Fernando

Martín Peña. Editores

La mirada Polosecki representa la transformación

que se produce en elperiodismo audiovisual de

investigación desde la irrupción de la figura de

Fabián Polosecki en la televisión argentina. “Polo”

incorpora métodosoriginales al espacio

audiovisual, procedimientosnarrativos, poéticos que

imprimen nuevos horizontesal periodismo de

investigación televisivo y unaexploración

a la realidad social.

Otros títulos de la colección

“El diario Noticias. Los montoneros en laprensa argentina”, Gabriela Esquivada.Una producción inédita con testimonios de losque hicieron el diario para comprender laefervescencia social y política de la década del70, contada por los periodistas del momento.

“La tipografía de plomo”, MartínMalharro y Diana López Gijsberts.Una obra indispensable para conocer el rolde los medios durante el Proceso deReorganización Nacional (1976-1983).Elaborado por el cuerpo docente del Taller deProducción Gráfica III.

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Noticias

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¿Quién mató a Rosendo?Reedición: octubre 2004

“Este libro fue inicialmente una serie de notas publicadas en el se-manario CGT a mediados de 1968. Su tema superficial es la muerte delsimpático matón y capitalista de juego que se llamó Rosendo García, sutema profundo es el drama del sindicalismo peronista a partir de 1955”.

En la reconstrucción de los hechos, Rodolfo Walsh contó con la ayu-da de quienes sobrevivieron al tiroteo de la confitería Real, de Avellane-da, en el que murió García: Francisco Alonso, Nicolás Granata, Raimun-do y Rolando Villaflor y Norberto Liffschitz, su abogado defensor. Nohay, pues, una línea de esta investigación que no esté fundada en tes-timonios directos o en constancias del expediente judicial.

Un breve epílogo, especialmente preparado para esta edición, dacuenta de la suerte corrida por algunos de los protagonistas de esta his-toria, con posterioridad a los hechos de mayo de 1966.

Rodolfo Walsh nació en 1927 en la localidad de Choele-Choel, pro-vincia de Río Negro. Desde el 25 de marzo de 1977 su nombre integrala larga lista de desaparecidos durante la última dictadura militar.

Cuento para tahúres y otros relatos policialesReedición: noviembre 2005

Los relatos y notas de esta recopilación póstuma fueron escri-tos por Rodolfo Walsh entre 1951 y 1961. Comenzó esa décadaredonda mudándose a La Plata, la terminó viajando a Cuba. Fue-ron también los años en que le dio un perfil definitivo a su estiloliterario, y en los que elaboró uno de sus libros mayores: Opera-ción Masacre. De allí que estos textos instalan eslabones cruciales:los que van desde el policial como acertijo a resolver ante el clási-co círculo de sospechosos (“La sombra de un pájaro”), a los cuen-tos del “comisario Laurenzzi”, un policía desencantado, buen na-rrador y hombre del interior. El dolor o complejidad de la experien-cia que transmiten van unidos al placer de la densidad literaria,que alcanza su culminación en el cuento que da título al volumen.A ellos se agregan notas periodísticas que exponen sus ideas so-bre los cuentos policiales y fantásticos, la figura de Sherlock Hol-mes o las entidades encubiertas.

Reediciones de Editorial de La Flor

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Los trabajos con pedido de publicacióndeberán ser remitidos al Director de la revis-ta Oficios Terrestres, Facultad de Periodismoy Comunicación Social, Universidad Nacionalde La Plata, Av. 44 Nº 676, La Plata, Provinciade Buenos Aires, Argentina. Teléfonos y fax:54-221 4236783/4236784.E-mail: [email protected].

Los trabajos deberán ser presentados endisquete 31/2 en versión Word para Win-dows o cualquier versión compatible conMacintosh; con una extensión que oscileentre los 40.000 y los 60.000 caracteres,consignando un breve currículum del autor.

Una vez recibidos los trabajos, serán some-tidos a la evaluación del Comité Editorial y deárbitros anónimos. La revista no asumirá elcompromiso de devolver originales comotampoco de dar respuesta a los articulistas delas consideraciones del Comité Editorial.

Citas

Deberán colocarse al final del texto y con-signar en el siguiente orden: apellido y nom-bre del autor, título completo de la obra, edi-torial, lugar y fecha de edición del materialconsultado y los números de las páginas cita-das.

En el caso de volúmenes colectivos, las ci-tas deberán tener entrada por separado -encaso de contener la obra artículos que hicie-

ran referencia al mismo tema- identificandolos autores.

En ambos casos la referencia al autor y ala obra deberá ser clara. De citar un autormás de una vez, se utilizará: apellido y nom-bre del autor “op.Cit;p”. El término Ibídemse utilizará sólo cuando se quiera repetir pun-to por punto la cita precedente.

Ejemplo de uso de citas:Estamos de acuerdo con Vázquez cuando

sostiene que “el problema que examinamosestá lejos de ser resuelto”3 y, a pesar de la co-nocida opinión de Braun, para quien “las co-sas han quedado definitivamente claras en loque respecta al viejo problema”4, estamos deacuerdo con nuestro autor en que quedamucho camino por recorrer antes de alcanzarel nivel de conocimiento suficiente”5.

3 Vazquez, Roberto. Fuzzy Concepts. Faber,Londres, 1976, pp. 160.4 Braun, Richard. Logik and Erknntnis, Fink.Munich, 1968, pp. 230.5 Vazquez. op. Cit., pp.161.

En el caso de citar diarios y/o revistas, sedeberá consignar el nombre de la publica-ción en cursiva, número -si se tratara de unarevista- fecha y número de las páginas cita-das. El título del artículo deberá aparecerentrecomillas.

De tratarse de comunicaciones persona-les, cartas, manuscritos, declaraciones, etc.,deberá especificarse la condición, como asítambién la fecha.

Notas

Se entiende por nota a las reflexiones,conceptualizaciones, ampliaciones, ejemplifi-caciones tanto del autor del trabajo como de

Pautas de presentación para colaboradores de Oficios Terrestres*

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referentes en la materia. No irán entrecomi-lladas.

Bibliografía final

Se entiende por bibliografía final, el mate-rial consultado en el proceso de elaboraciónde los trabajos.

En el caso de haber utilizado citas en eldesarrollo del trabajo, se volverán a consig-nar en este apartado, si se agregara informa-ción considerada importante por el autor, pa-ra ubicar al lector en la búsqueda de biblio-grafía, como puede ser el caso de la fecha dela primera edición o los títulos en su idiomaoriginal.

Verón, Eliseo. La semiosis social. EditorialGedisa, Buenos Aires, 1987, pp.16.

Gómez, Reynaldo. “Breve reseña de losmedios gráficos argentinos”, en Trampas dela Comunicación y la Cultura Nº 24. Facultadde Periodismo y Comunicación Social, UNLP,La Plata, 2002, pp. 45-50.

*Las pautas de presentación elaboradaspor la redacción de Oficios Terrestres tienenpor objeto unificar criterios en relación con eluso de citas, notas y bibliografía.

De los modelos posibles hemos elegidouno que, consideramos, facilita la forma enque el lector puede consultar tanto citas ynotas como así también orientarse en la pos-terior búsqueda de bibliografía.

Se considera necesario el cumplimientode las pautas a los efectos de contribuir conel armado y la corrección de la publicación.

Oficios Terrestres informa que a partir del mes de septiembre, Natalia Ferrante, atenderá lasconsultas los martes y jueves de 14 a 17 en la Secretaría de Investigaciones Científicas yPosgrado: calle 44 Nº 676, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, donde también secentralizará la recepción de los trabajos.

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Esta publicación se terminó de imprimir en la ciudad de La Plata en el mes de junio de 2005

La Plata - Buenos Aires - Argentina

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