octave mirbeau, « el pecado »

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  • 8/14/2019 Octave Mirbeau, El pecado

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    EL PECADO

    Lo que sobre todo desolaba al abate Julio era el estar solo en la tristeza infinita de su corazn.Hubiera deseado que alguien estuviese all, cerca de l, alguno como Francisco de Asis, y queese alguien le hablase suavemente, tiernamente, con voz de santo, con palabras sublimes y

    consoladoras que abren el paraso. Pens en su obispo, y ste le pareci una especie deprovidencia, un ser maravilloso cuyas manos estaban llenas de bendiciones : commoviseJulio, evocando su triste rostro y su dorso de mrtir. Por qu no ir a echarse a sus pies ? Loconfesara todo ; le dira toda su vida con acentos delirantes de arrepentimiento que le haranllorar. Y el obispo le hablara, le mecera, le adormecera. En esos momentos, el abate Juliorecobraba la inocencia, la confianza, la pronta resolucin de un nio ; crea en la bondad, en lacaridad universal. Cogi la lmpara muy ligero, descendi la escalera radiante y llam a la

    puerta del obispo entusiasmado. Aqul dorma sin duda y no haba odo nada ; no contest.Entonces el abate abri la puerta brutalmente, haciendo gruir la cerradura, y penetr en laalcobra.

    El obispo despert sobresaltado, deslumbrado por la brusca invasin de la luz ; levantse amedias, fuera de las sbanas, con la boca abierta, el cabello desgreado con mechones grisesque esparcan sus puntas en todos sentidos y un azoramiento en sus prpados hinchados desueo que parecan saltrsela de las rbitas. Y con los brazos tendidos hacia atrs, contra lamadera de la cama, apuntalaba su cuerpo mal asegurado y tembloroso.

    Quien est ah grit.

    El abate atravers la habitacin, puso la lmpara sobre una mesa y fu a echarse a los pies dela cama.

    No temis nada, monseor djole con voz humilde. Soy yo, yo, vuestro hijoindigno... Si me atrevo a franquear esta puerta y turbar vuestro sueo, es porque sufrodemasiado. Es preciso que yo os hable... que os lo diga todo, todo !... Ay, me ahogo !... No

    puedo esperar ms... no puedo ms...

    El anciano se frotaba los ojos. Miraba de lado, con aire sturdido, aquella cosa negra,arrodillada ante l, que emita sonidos y gesticulaba.

    Esta noche dijo el abate rpidamente , no hace ms que un instante... all abajo... heencontrado una campesina... sentada sobre un carretn, descansando... y entonces, lo que ha

    pasado por m, lo ignoro... He estado loco... me he tirado sobre ella... Alguna cosa meembriagaba, me empujaba... La quise violar ? La quise matar ?... No recuerdo... Lo quequera de ella, no lo s... Voluptuosidad, quizs... quizs sangre... Se hubiese tenido uncuchillo, s, la hubiese herido... Era joven, vigorosa, luchaba... Y yo he mancillado mis manosen la impureza de su carne... Soy un gran pecador... un criminal... soy... Mireme el rostro, losvestidos... no le causo horror ? Mreme usted...

    Cmo ? interrumpi el prelado, que no haba escuchado ni una sola palabra de aquelextrao relato. Cmo ? es usted, mi querido abate ? Oh, que miedo me ha causado alentrar... ! Yo so... ha credo... y entonces... Cmo es que es usted ?... Mas s !... Que horaes ?

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    Lo ignoro... Y por qu la hora ?... Y que importa la hora ?... Al hambriento que pide pan,al desesperado que busca un consuelo, al moribundo que implora una oracin, se lo contesta : Que hora es ? Hay acaso una hora para el sufrimiento humano ?... Yo soy esehambriento, yo soy ese desesperado, yo soy ese moribundo... Vengo a usted... Hbleme !...

    La fisonoma del obispo se pasmaba ms y ms. El pobre hombre haca esfuerzos prodigiosospara comprender y no entenda ni una palabra. Sorprendido en aquella dshabill ntima yen aquella ridcula postura, estaba veramente sin ningn prestigio, era hasta soberanamentecmico. Pero Julio no pensaba en reir. Juntaba sus manos exclamando :

    Oh, hbleme, monseor !...

    El obispo se frot los ojos, meci la cabeza y lentamente tartamude :

    Que le hable ?... Pero son cosas razonables que usted me dice ?... Yo quiero hablar, hijomo, pero qu ?... Y por qu ?

    La voz de Julio se impacient :

    Hbleme usted ! Dgame una palabra que me redima o que me castigue... qu s yo ,...Una palabra come las que Jsus sacaba del fondo de su divina piedad para los desgraciados ylos pecadores arrepentidos, comprende usted ? Eh ! comprende usted ?

    Como Jsus ? repeta el obispo en un largo bostezo. Como Jsus ?... S... S !...

    Y aadi :

    Pero no es este el momento, me parece... Maana, lo ms pronto... maana por la maana,me llamar usted... me lo recordar...

    El abate Julio se haba levantado.. Fij sobre el anciano una mirada despreciativa, y sinpronunciar una palabra, cogi la lmpara y dirigise hacia la puerta... Muy tieso, no contestnada al prelado, que le deca, tapndose de nuevo con el cobertor :

    Eso es... maana ! Queda entendido, no es eso ?... Maana por la maana me lorecordar usted... y ahora... duerma usted bien...

    Julio cerr la puerta con clera.

    Que bruto ! pensaba, mientras suba la escalera. Y es ese quien conduce lasalmas, ese que duerme y un grito de angusta no le despierta ?...Y decir que nuestros grandessantos eran quizs semejantes a ese... Ah ! yo quisiera verles, conocerles, los Francisco deAsis, los Vicente de Pal y los otros, y toda la celeste estirpe !... Quizs a este tambin se lecanonizar... Tendr su estatua en los nichos, entre dos vasos con flores de papel... Fecundara lal mjeres estriles, que irn con un cirio en la mano a besar su zcalo de piedra... y seestablicern fiestas conmemorativas en su honor !... Y se construirn catedrales que llevarnsu nombre !.. Y se pavonear en el calendario !... Ah, que cmico es esto !... As, en la

    vida, nadie ama a nadie, nadie socorre a nadie, nadie comprende a nadie !... Cada uno estsolo, completamente solo, entre los millones de seres que le rodean... Cuando se pide a

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    alguno un poco de su piedad, de su caridad, de su valor, ste duerme !... Puede uno llorar,rmperse la cabeza contra las paredes, morir... ellos duermen, duermen todos... y ese Dios

    bondadoso, que hace entre esos durmientes ?... acaso ronca tambin en su nube !... Yresponde a todos los miserables que tienden hacia El sus suplicantes manos : Dejadmedormir, canallas ! Maana !

    En el momento de meterse en la cama, todos sus proyectos, todos sus arrepentimientos, todossus remordimientos se haban evaporado. Se sorprendi de encontrarse la conciencia serena,el corazn consolado, hasta alegre casi. Se sonri en el semblante asustado del obispo, y sesinti satisfecho de haberle causado miedo... Adems, qu mal haba cometido ?... No eraun hombre despues de todo ?... No haba obedecido a un impulso natural de sus sentidos ?...Los otros curas no se privaban de aquella diversin : testigo de ello, aquel crpula dearcipreste, que concluira en presidio algun da, y el gran vicario, que, a pesar de sus maneras

    puritanas, reciba en su casa un montn de viejas devotas histricas... Y no hablaba de losotros, que instalaban sus concubinas en sus presbiterios bajo el nombre de sobrinas, primas ocriadas... Habia deseado una mujer, haba querido tomarla ?... por qu no se haba dirigido

    a la sombra cmplice de los confesionarios, donde el aliento de los curas se mezcla al alientode las penitentes, donde, de los labios aproximados, se escapan preguntas que enervan yconfesiones que abrazan ?... Verdaderamente era demasiado bestia al exagerar as siemprelas cosas, desnaturalizarlas, engaarse, perder la cabeza por un s o un no !... Y la campesinase present ante l, tal como se le haba aparecido en el crepsculo, con sus miembrosrobustos y su olor poderoso de juventud ; no solamente no intent esta vez apartar la imagenaparecida, sino que al contrario, esforzse en retenerla, en fijarla, en hacerla de cualquiermanera tangible, en completarla y en recordar tambin la turbacin exquisita y furiosa conque fuera tan extraamente sacudido...

    Al da siguiente, a la hora acostumbrada, el abate Julio, un poco plido, entr en el despachode monseor. Este le entreg el correo y le dijo, con una voz muy dulce, turbada y temblona :

    Pues bien !... Estoy a disposicin de usted, mi querido hijo... que quera decirme usted ?

    Yo ? dijo el abate con aire sorprendido. Nada, monseor...

    Pues si... usted quera decirme alguna cosa... cuando ha venido esta noche... a mihabitacin...

    El abate mir al obispo fijamente, descaradamente :

    Yo ?... Yo he ido esta noche a su habitacin ?... Yo ?...

    S... veamos... no recuerda usted ?... Esta noche...

    Yo no he ido esta noche a su habitacin... Ha soado usted...