ocho pensamientos rencoronsos y un acto inmoral · la muerte de una vaca pero usa zapatos y cartera...

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60 SIGLO NUEVO Angélica López / / / / Twitter: @lopgan NUESTRO MUNDO Ocho pensamientos rencoronsos y un acto inmoral 1 . En Coahuila, a mediados de marzo de este año, un niño perdió la pierna y otro más perdió la vida a causa de ataques por perros de la raza pitbull, algunos salen con la patraña de que un niño vale igual que un perro. Si un perro matara o fuera causa de sufrimiento moral y físico para una familia, y si en mis manos estuviera, sin miramientos, lo mandaría a dormir. Esto, porque el otro día leí a un payaso que llamaba a los perros “personas no humanas”. ¿Qué tan idiota hay que ser para no diferen- ciar a las personas de los animales? Y miren que amo a los animales, aunque a veces me los coma en salsas de colores, pero prefiero eso a la histeria del que llora por la muerte de una vaca pero usa zapatos y cartera de piel de ternera. 2. Ojalá a nadie se le ocurriera venir a mi cocina y decirme cómo debo hacer el mole verde o cómo picar la cebolla. Me quedo callada y no discuto cuando vienen a mi dándome consejos de cómo llevar la vida; lecciones que, justamente, son las que estas personas deberían de tomar. El silencio es mi desquite, no hago caso absoluta- mente de nada. 3. En esta etapa de mi vida, soy por completo inflexi- ble; no cedo ni un milímetro cuando se trata de ir a ver películas de acción donde el número de coches o edificios destruidos son lo importante. No soporto ni los comer- ciales de estos filmes. No voy, pero muchas veces fui, que es peor. 4. A los que me dicen “damita” o “seño”, les digo que sólo me detienen las represalias pero bien podría arran- carles los cabellos de un solo tirón. Me disgustan porque son los mismos que dicen que hay que cuidar a las “cabe- citas blancas” y que presumen de reconocer la capacidad de la mujer pero que en realidad son misóginos. 5. ¿A quién se le ocurrió decir que nacimos para ser felices? Esas actitudes de felicidad eterna me pu- dren, por falsas. No venimos para ser felices, venimos para ser tristes, enojados, aburridos, asombrados y claro también para ser felices. Pero, ¿por qué esa pre- sión de que estemos con una sonrisa sempiterna como si fuéramos idiotas? 6. Le doy valor de menos uno al top ten de la litera- n n tura, no me dejo llevar por las modas en esta materia. Me gustan muchos autores actuales, sin embargo, me fastidian cuando me preguntan sobre algún escritor de bestsellers, que por supuesto, nunca conozco. 7.- A veces leo la Biblia, libro que, aclaro, nunca he leído completo. Este libro me hace enojar por tanto me- nosprecio que se manifiesta hacia la mujer. Aunque me gusta la historia incluida en Jueces sobre Deborah, una gobernante israelita; mujer justa y valiente. Pero se me retuerce el hígado junto con el páncreas, que Eva sea la perversa y Dalila la traidora entre muchas otras. Y, ¿por qué Dios escogió que todos sus autores fueran hombres? Y no me trago eso de que fue por la época. 8. La persona que venga a decirme que elimine los pensamientos rencorosos puede irse mucho a la casa de su madre y poner sus palabras donde mejor le acomo- den; eso sí, que no sean mis oídos ni mis ojos. Estoy orgu- llosa de mis rencores he sido muy feliz con ellos. Además, a mis rencores les debo decisiones trascendentes de mi vida, entre otras, sacudirme a una que otra alimaña. Un acto inmoral Sí, lo hice. Pero a mi favor puedo decir que no fue de manera intencional y ni siquiera fue mi culpa. Aunque sí soy culpable de no ponerle remedio, eso que ni qué. Lo reconozco. Hace algunas semanas fui a Sam´s Club, a esa tienda donde, encima de que vas a comprarles, tienes que pagar membresía. Escogí lo que iba a com- prar y pagué. Al salir revisaron la mercancía y adiós. Al llegar a casa me di cuenta de que no me había cobra- do diez kilos de comida para perros. ¿Y qué hice? Nada. Me los quedé. Me puse contenta y sonreí maliciosamen- te. Tan fresca. No venimos para ser felices, venimos para ser tristes, enojados, aburridos, asombrados y claro también para ser felices. Pero, ¿por qué esa presión de que estemos con una sonrisa sempiterna como si fuéramos idiotas?

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60 • S I G L O N U E V O

Angélica López ///// / / Twitter: @lopgan

NUESTRO MUNDO

Ocho pensamientosrencoronsos y un acto inmoral

1. En Coahuila, a mediados de marzo de este año, un niño perdió la pierna y otro más perdió la vida a causa

de ataques por perros de la raza pitbull, algunos salen con la patraña de que un niño vale igual que un perro. Si un perro matara o fuera causa de sufrimiento moral y físico para una familia, y si en mis manos estuviera, sin miramientos, lo mandaría a dormir. Esto, porque el otro día leí a un payaso que llamaba a los perros “personas no humanas”. ¿Qué tan idiota hay que ser para no diferen-ciar a las personas de los animales? Y miren que amo a los animales, aunque a veces me los coma en salsas de colores, pero prefi ero eso a la histeria del que llora por la muerte de una vaca pero usa zapatos y cartera de piel de ternera.

2. Ojalá a nadie se le ocurriera venir a mi cocina y decirme cómo debo hacer el mole verde o cómo picar la cebolla. Me quedo callada y no discuto cuando vienen a mi dándome consejos de cómo llevar la vida; lecciones que, justamente, son las que estas personas deberían de tomar. El silencio es mi desquite, no hago caso absoluta-mente de nada.

3. En esta etapa de mi vida, soy por completo infl exi-ble; no cedo ni un milímetro cuando se trata de ir a ver películas de acción donde el número de coches o edifi cios destruidos son lo importante. No soporto ni los comer-ciales de estos fi lmes. No voy, pero muchas veces fui, que es peor.

4. A los que me dicen “damita” o “seño”, les digo que sólo me detienen las represalias pero bien podría arran-carles los cabellos de un solo tirón. Me disgustan porque son los mismos que dicen que hay que cuidar a las “cabe-citas blancas” y que presumen de reconocer la capacidad de la mujer pero que en realidad son misóginos.

5. ¿A quién se le ocurrió decir que nacimos para ser felices? Esas actitudes de felicidad eterna me pu-dren, por falsas. No venimos para ser felices, venimos para ser tristes, enojados, aburridos, asombrados y

claro también para ser felices. Pero, ¿por qué esa pre-sión de que estemos con una sonrisa sempiterna como si fuéramos idiotas?

6. Le doy valor de menos uno al top ten de la litera-top ten de la litera-top tentura, no me dejo llevar por las modas en esta materia. Me gustan muchos autores actuales, sin embargo, me fastidian cuando me preguntan sobre algún escritor de bestsellers, que por supuesto, nunca conozco.

7.- A veces leo la Biblia, libro que, aclaro, nunca he leído completo. Este libro me hace enojar por tanto me-nosprecio que se manifi esta hacia la mujer. Aunque me gusta la historia incluida en Jueces sobre Deborah, una gobernante israelita; mujer justa y valiente. Pero se me retuerce el hígado junto con el páncreas, que Eva sea la perversa y Dalila la traidora entre muchas otras. Y, ¿por qué Dios escogió que todos sus autores fueran hombres? Y no me trago eso de que fue por la época.

8. La persona que venga a decirme que elimine los pensamientos rencorosos puede irse mucho a la casa de su madre y poner sus palabras donde mejor le acomo-den; eso sí, que no sean mis oídos ni mis ojos. Estoy orgu-llosa de mis rencores he sido muy feliz con ellos. Además, a mis rencores les debo decisiones trascendentes de mi vida, entre otras, sacudirme a una que otra alimaña.

Un acto inmoralSí, lo hice. Pero a mi favor puedo decir que no fue de manera intencional y ni siquiera fue mi culpa. Aunque sí soy culpable de no ponerle remedio, eso que ni qué. Lo reconozco. Hace algunas semanas fui a Sam´s Club, a esa tienda donde, encima de que vas a comprarles, tienes que pagar membresía. Escogí lo que iba a com-prar y pagué. Al salir revisaron la mercancía y adiós. Al llegar a casa me di cuenta de que no me había cobra-do diez kilos de comida para perros. ¿Y qué hice? Nada. Me los quedé. Me puse contenta y sonreí maliciosamen-te. Tan fresca.

No venimos para ser felices, venimos para ser tristes, enojados, aburridos, asombrados y claro también para ser felices. Pero, ¿por qué esa presión de que estemos con una sonrisa sempiterna como si fuéramos idiotas?