obras premiadas en el concurso literario, modificado
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-OBRAS PREMIADAS-
CONCURSO LITERARIO
IES "LA SERNA"
DE FUENLABRADA
CURSO 2012-2013

ACTA DEL
FALLO DEL JURADO DEL CONCURSO LITERARIO
DEL IES "LA SERNA" DE FUENLABRADA
Reunido el viernes 18 de junio de 2013, en sesión extraordinaria, el Jurado del CONCURSO LITERARIO DEL IES "LA SERNA", formado por todos los profesores del Dpto. de Lengua y Literatura del centro, tras la correspondiente deliberación, acuerda otorgar los siguientes PREMIOS: CATEGORÍA A (1º y 2º ESO) NARRACIÓN: PRIMER PREMIO: MARINA FERNÁNDEZ PLAZA, 2ºA ESO SEGUNDO PREMIO: NICOLE RABÍ SERRANO, de 2º B ESO POESÍA: PRIMER PREMIO: DESIERTO SEGUNDO PREMIO: DESIERTO
CATEGORÍA B (3º y 4º ESO) NARRACIÓN: PRIMER PREMIO: DESIERTO SEGUNDO PREMIO: DESIERTO POESÍA: PRIMER PREMIO: SONIA VIÑARÁS, 4º C ESO. SEGUNDO PREMIO: DESIERTO

CATEGORÍA C (1º y 2º BTO.) NARRACIÓN: PRIMER PREMIO: CRISTINA ZAZO, 1º A BTO. SEGUNDO PREMIO: ISABEL GONZALO, 1º B BTO. POESÍA: PRIMER PREMIO: DESIERTO SEGUNDO PREMIO:DESIERTO
ENSAYO:
PRIMER PREMIO: DESIERTO
SEGUNDO PREMIO: DESIERTO
Además de los premios anteriores, el Jurado acuerda, por
unanimidad, entregar dos accésit en la Categoría A (1º/2º
ESO), modalidad de Narración, a los siguientes concursantes:
ACCÉSIT: ANDREA ÁLVAREZ LUCAS, 2º A ESO.
ACCÉSIT: MARTA TRIGO MURILLO, 2º C ESO.
El Jurado agradece a los 62 concursantes su participación
en el Concurso. Conforme a las Bases del Concurso, este
fallo del Jurado es inapelable.
En Fuenlabrada, a 18 de junio de 2013.
El presidente del Jurado,
José Manuel Asensio Villar

OBRAS PREMIADAS
CATEGORÍA A (1º/2º ESO)
MODALIDAD: NARRACIÓN
TEMA: HOMBRES PRIMITIVOS
PRIMER PREMIO: MARINA FERNÁNDEZ PLAZA, 2º A ESO.
VIAJE EN EL TIEMPO
La noche cayó sobre el bosque. Ayic, un joven aprendiz, descansaba a los pies de
un árbol con su libro de hechicería entreabierto. Había sido un día agotador
para el mago y aprovechaba su corto tiempo de descanso para recuperar
energía. Ayic se agitó en sueños y despertó; estaba impaciente porque su
maestro iba a terminar la lección con un complejo truco de transporte al pasado.
El joven suspiró y volvió a intentar dormirse tras recostarse sobre las raíces del
árbol y extender los pliegues de la manta con la que se cubría. Ayic no se dio
cuenta de que unos ojos verdes y brillantes lo observaban en la oscuridad.
Un gran frescor sorprendió al joven mago, quien abrió los ojos alarmado tras
ese sobresalto. Miró a su alrededor y pudo comprobar que se encontraba en
medio de un río de aguas cristalinas y que la corriente lo arrastraba con fuerza
hacia una cascada. Unas afiladas rocas se imponían desafiantes en el borde del
río. Ayic no sabía qué hacía allí, no cómo iba a salvarse.
"Actúa rápido, Ayic, pero sé prudente", recordó las palabras de su maestro.
El joven nadó hacia una de las verdes orillas, consciente de que el tiempo se le
acababa. Alargó su moreno brazo y cerró los dedos en torno a unos juncos.
Haciendo un esfuerzo sobrenatural, como si cada una de las células de su
cuerpo, pesara más de lo normal, se impulsó y rodó por la hierba verde, yaz
fuera de peligro. Tosió agua mientras escurría el agua de su túnica. Entonces sus
ojos se posaron en unos arbustos que juraría haber visto moverse. Por instinto,
trató de agarrar su puñal, que solía llevar prendido del cinturón, pero no lo
encontró. Optó por agarrar una piedra y acercarse sigilosamente a ver qué se
ocultaba tras el muro de verdes hojas y bayas. De pronto, salió correteando un
animalito que llevaba la boca teñida del color de las bayas. Ayic y un impulso le

obligó a lanzar la piedra hacia el animal, que cayó muerto al instante. El joven
mago se arrepintió muchísimo, ya que los hechiceros tenían prohibido matar
animales.
Empezó a anochecer y la temperatura bajó notablemente, mientras Ayic, con su
presa bajo el brazo, buscaba un lugar donde refugiarse. Ni él mismo sabía cómo
había sido capaz de quebrantar la norma que prohíbe a los magos cazar, pero
por razones que desconocía su magia no funcionaba allí y necesitaba
alimentarse.
Tras una hora caminando bajo la Luna, Ayic halló una cavidad en una roca y
decidió pasar la noche en ella. Entró a tientas. Palpaba los salientes de la piedra,
mientras buscaba un lugar donde acurrucarse. La vestimenta se le había pegado
al cuerpo por el chapuzón en el río y ahora estaba congelada. Ayic decidió cortar
sus ropas. Se quitó la camiseta con cuidado y la dejó apartada junto a su túnica.
Seguidamente se desprendió de sus pantalones y los cortó con los dientes a la
altura de la rodilla. Sacudió la ropa para que se secara y después quedó dormido
sobre la superficie rocosa.
Los rayos del sol del amanecer penetraron en la cueva. Ayic se incorporó
lentamente, con dolor de garganta. Un olor desagradable inundó la estancia:
parecía venir del interior de la cueva. el mago estaba desconcertado, no sabía
qué hacer y las preguntas inundaron su cabeza. De pronto, un enorme felino
emergió de la oscuridad y atacó a Ayic por la espalda. Ambos rodaron por el
suelo. Entre rugidos, zarpazos y gritos, Ayic se debatía entre la vida y la muerte.
El enorme gato hundió sus garras en el brazo del mago, quien lanzó un chillido
de dolor. Entonces el joven entró en acción. Apartó a la bestia de encima de él
con los pies, mientras se esforzaba por rfodar hacia su derecha.
"Voy a morir", pensó.
Finalmente se dio por vencido. Y cuando el felino de pelaje rojizo abrió las
fauces para engullirle, una bola mágica lo envolvió. La bestia chocó fuertemente
contra el escudo, y Ayic, desconcertado, se giró para ver quién le prestaba
ayuda. Vio a un hombre envuelto en una túnica negra que salió de allí corriendo
tras fijar sus ojos verdes en el joven. Ayic corrió también, mientras el animal
chocaba contra el escudo mágico. Escapó durante mucho tiempo, ignorando el
dolor y el hambre. Por fin, al ver que estaba a salvo, se tiró al suelo, derrotado.
Pero algo en su interior le obligaba a ponerse de pie y salvarse. Decidió que no
podía abandonarse a sí mismo y se puso a recolectar plantas curativas, mientras
ejercía presión en su herida del brazo. Estaba muy débil, pero aun así debía
continuar. Cuando reunió todas las plantas -rojas, verdes, marrones- decidió
masticarlas hasta hacer unas pasta y aplicársela en la herida. Gimió con el
contacto del bálsamo y la piel. Entonces cerró los ojos, recordando la verdosa
mirada del...maestro.

Ayic despertó a la sombra de un árbol con el libro de hechicería entreabierto
sobre sus piernas. Dedujo al instante que aquella horrible vivencia había sido un
sueño. Un hombre envuelto en una túnica negra se acercó a él.
-Has superado la prueba- dijo el desconocido.
-¿Qué prueba? -se extrañó Ayic.
El hombre se quitó la capucha y dejó al descubierto su rostro envejecido, junto
con su verdosa mirada.
-¡Maestro! -exclamó el joven.
-Así es - le extendió una bolsa de piel- aquí tienes tu recompensa por haber
superado con éxito la lección número ocho de la Torre de Alta Hechicería.
-¿Fue mi sueño una prueba?
-La prueba fue transportarte al pasado y sobrevivir como los hombres de esa
época, los primitivos.
Los ojos verdes del maestro brillaron.

CATEGORÍA A (1º/2º ESO)
MODALIDAD: NARRACIÓN
TEMA: HOMBRES PRIMITIVOS
SEGUNDO PREMIO: NICOLE RABÍ SERRANO, 2º B ESO.
ELLA Y YO
Cuando abrí los ojos me encontré perdido, solo, un tanto mareado y en medio
de un bosque. Mi corazón empezó a latir fuerte, rápidamente y cerré los ojos
una y otra vez, como intentando que ante ellos apareciera mi habitación y no el
extraño bosque que se había colado en mis sueños.
Era algo rematadamente extraño, con un toque de fantasía, porque un bosque
siempre es algo misterioso. Comencé a oír ruidos, pasos lejanos pero
perceptibles. Esta vez mi corazón latió mucho más fuertemente que antes y,
como si fuera un acto reflejó, comencé a correr.
Cuando dejé de oír ruidos procedentes de un origen desconocido, me paré,
exhausto, agachado, sin entender nada.
Fue uno de esos momentos en los que, dentro de la confusión, se esconde una
tremenda soledad, en mi caso en medio de un monte.
Alcé la vista y mis ojos se toparon con una especie de casa de paja, o tal vez de
arcilla, y con una niña que corría hacia mí. Era pequeña, vestía como los "homo
sapiens" de mi libro de Sociales y parecía un poco asustada.
Me tranquilicé pensando que, por una remota posibilidad, podía ser ella la
razón de los ruidos, y llegué a la vergonzosa conclusión de que en ese caso había
estado huyendo de una niña pequeña.
Cuando salí de mis pensamientos, me di cuenta de que la niña me seguía
mirando fijamente con sus grandes ojos marrones. Se aproximó más a mí y me
cogió la mano. Pese a parecer asustada, demostró ser más valiente que yo.
Ese encuentro fue un gran acontecimiento. A pesar de que no entendía nada,
disfruté como un niño, de hecho yo también era un niño. Era fascinante
escuchar las historias de esa niña. Es cierto que al principio se mostró algo seca
y no muy cercana, al fin y al cabo era una desconocida. Pero cuando
comenzamos a hablar nos unió un vínculo extraño, que me hizo sentir menos

solo y perdido, aunque todavía muy confuso. ¿Acaso era todo un sueño? ¿O
simplemente me había vuelto loco?
La volví a mirar. De una cosa estaba seguro: si se trataba de un sueño, iba a
echar de menos a mi amiga, porque era la primera persona que me contaba
historias de la "prehistoria", como si las hubiera vivido. Mas tarde descubrí que
las había vivido en realidad...pero esa es otra historia.
Cuando oscureció me llevó con su tribu. Se llamaba Orión. me acordé de la
constelación y sonreí: me gustaba el nombre. Su padre me condujo al bosque de
nuevo y se mostró muy agresivo conmigo. Seguramente quería matarme porque
alguien que no era del tribu había estado hablando con su hija. Con la primera
patada me tumbó en el suelo y me golpeé una pierna.
Me repetía una y otra vez que aquello era un sueño y pensé en Ony, porque ese
era el nombre de la niña, y en la preciosa piedra que me había regalado. Cuando
conseguí levantarme, me volvió a golpear aún con más fuerza y lo único que
pude hacer fue cerrar los ojos.
Cuando los abrí volví a ver el bosque oscuro y extraño que había visto antes,
pero esta vez solo estábamos ella y yo.
Y mirando a Elisa le dije:
-Hija, es el único sueño de mi infancia que recuerdo.
Y seguí viendo la tele y tocando la piedra que se escondía en mi bolsillo, tan
pequeña y azul como era cuando me la había regalado la niña en el bosque que
un día se había colado en mis sueños.

CATEGORÍA A (1º/2º ESO)
MODALIDAD: NARRACIÓN
TEMA: HOMBRES PRIMITIVOS
ACCÉSIT: ANDREA ÁLVAREZ LUCAS, 2º A ESO.
UNA TEORÍA
Entré en el Instituto y comencé a desarrollar mi teoría delante de toda la clase:
"La Prehistoria ha venido a La Serna". La profesora me miró muy mal y espetó:
"Esto es un aula y no una central de cómicos". Los compañeros se reían y no
daban crédito a lo que veían, pero me mantuve firme y seria y decidí, más bien
insistí, en desarrollar mi teoría.
Respiré profundamente y, aunque mi corazón latía muy rápido, di la impresión
de una chica segura de lo que hacía. Enchufe mi USB al portátil de la profesora e
intenté abrir el archivo, pero la casualidad y la fortuna no estaban de mi parte.
"Bueno, qué mala suerte, señorita Álvarez, haga usted el trabajo mañana, pero
haga uno en serio", espetó, más yo la insistí. "No necesito en realidad el
PowerPoint. Simplemente, sin salir del centro, no hay minuto en que no
encontremos conductas, sobre todo por parte de los alumnos, que no
ejemplifiquen de una manera extraordinaria mi teoría". La profesora superada
por mi insistencia me permitió exponer aquel trabajo que llevaba preparando
toda la semana.
"En primer lugar, si miráis el título, no parece estar relacionado con lo que
pedía este trabajo: hablar de la sociedad actual. pero las apariencias engañan y
os lo demostraré.
Bien, ¿qué comportamientos son los civilizados que se deben seguir hoy en día?
Si se quiere pasar por la acera y hay alguien impidiéndonos el paso, ignorando el
hecho se supone que hay que pedir permiso. Si se llega tarde a un lugar, hay que
pedir excusas; si se come se supone que no se ha de hablar simultáneamente
mientras se está masticando...
Cuando se abre algún objeto envuelto en un envoltorio, este se ha de tirar a la
papelera o contenedor correspondiente. Se supone que al que menos tiene hay
que darle algo que le puede ayudar. Se supone que a la autoridad hay que
mostrarle respeto... Y hay otro largo etcétera de suposiciones de normas sociales
que, valga la redundancia, la sociedad, o sea nosotros, hemos estipulado.

Bueno, Ahora voy a ejemplificar todo este pequeño discurso con el día que pasé
ayer, muy similar a todos los días lectivos que puedo disfrutar. La única
diferencia es que ayer estuvo muy pendiente del comportamiento de todas las
personas que estaban a mi alrededor.
Por la mañana salgo del portal, doy unos cuantos pasos, giro la cabeza y veo
cómo unos vecinos salen corriendo para no tener que ayudar a una vecina que
va cargada y así no perder ni un minuto de su tiempo. Llego al instituto y ya
recibo empujones por parte de algún compañero que parece que no consigue
circular por el pasillo dada mi inoportuna presencia allí. Llego a la puerta de la
clase y veo a un profesor cargado al que nadie ayuda. Al contrario, algún alumno
que lo ve, se queja de que no tenga los exámenes. "Jolín, profes, to´l año pá
corregir, ni que fueran tantos". Entró en clase y solo una minoría dice "buenos
días" al profesor... Salgo del instituto y veo la acera llena de residuos orgánicos y
gente que no respeta las normas de educación cívica y otro montón de
comportamientos por el estilo
¿Hemos evolucionado? No lo creo. Nuestra tecnología, sí, pero nuestra pérdida
de educación a veces me hace pensar que volvemos a una "Prehistoria", en la
que luchamos por la supervivencia sumidos en el más puro egocentrismo. ¿No
es algo similar a lo que he relatado? Ahora la reflexión queda en vuestras
manos".
La clase enmudeció, al igual que la profesora. Esta parecía reflexionar, pero la
clase se le adelantó con un aplauso y me vitorearon. Yo estaba casi satisfecha.
Algunos compañeros se habrían convencido de mi teoría y a lo mejor algunos
cambiarían de comportamiento. Pero faltaba "la autoridad". ¿Qué estaría
pensando?
-Señorita Álvarez, ¡qué trabajo más raro! En serio, no había visto en mis años de
carrera profesional como docente una exposición como la suya. Bueno, sin
rodeos, le voy a poner un...

CATEGORÍA A (1º/2º ESO)
MODALIDAD: NARRACIÓN
TEMA: HOMBRES PRIMITIVOS
ACCÉSIT: MARTA TRIGO MURILLO, 2º C ESO.
LECCIÓN
Cayó la tarde. El sol teñía el cielo de un naranja tenue y brillante. Mike miró por
la ventana y lanzó un bostezo. Acababa de comenzar el verano y sus amigos se
habían marchado ya de vacaciones, así que se quedaría solo durante por lo
menos un mes.
-¡Michael! -lo llamó su abuela desde la cocina- ¿podrías ir a la panadería?
Necesito algo de harina para preparar la cena.
Suspiró y, desganado, se calzó sus deportivas viejas. Sus padres trabajaban
mucho y por esa razón era su abuela quien cuidaba de él, aunque en la mayoría
de las ocasiones fuese él el que cuidaba de ella.
Caminó despacio, arrastrando los pies calle abajo. Le esperaba un largo y
aburrido verano, solo y sin entretenimiento. Se lamentó en su interior y, justo
en ese momento, oyó un grito al final de la calle. Corrió hacia el lugar, dominado
por la curiosidad. Se escondió tras un coche y asomó la cabeza detrás de un
cristal. Abrió mucho los ojos y le dio un vuelco al corazón.
-¡Te he dicho que me mires a los ojos cuando te hablo! ¡Que me mires, te digo! -
gritaba furioso un hombre a una mujer, mientras que esta sollozaba, presa del
pánico. En ese momento el hombre levantó el brazo y golpeó a la pobre mujer.
Mike se quedó congelado en su escondite. Contuvo la respiración. Quiso
moverse, abalanzarse sobre aquella bestia y pedirle que parara, pero él también
estaba asustado.
-Cuando digo que no me gusta cómo cocinas, ¿me escuchas?
-¡Hazlo tú, entonces! -exclamó la mujer. Le temblaba la voz y apenas podía
mantenerse en pie. De no ser porque el hombre la agarraba con fuerza, ya se
habría derrumbado.
El hombre corpulento la atizó de nuevo y la tiró del pelo. Acto seguido la agarró
por la cintura y la obligó a andar. Se alejaron gritando, y Mike se dispuso a

abandonar su escondrijo, todavía impresionado. Se percató de que se había
hecho tarde y corrió hacia la panadería del pueblo a por el recado de la abuela.
Luego volvió a casa a toda velocidad para no preocuparla.
Se fue a dormir temprano, pero no pudo quitarse en toda la noche la imagen de
aquella discusión: sabía que tenía que haber hecho algo. La cara de aquella
mujer, que reflejaba tantísimo miedo y dolor, aparecía en su mente cada vez que
cerraba los ojos. Finalmente se quedo dormido, lleno de rabia y derramando
alguna que otra lágrima.
A la mañana siguiente su preocupación sra igual o incluso mayor, si cabe.
Decidió salir a dar un paseo, no sin antes desayunar. Dejó preparado café con
galletas para su abuela, y abandonó la casa.
Hacía mucho calor y un sol radiante. Evitó volver a pasar por la misma calle que
el día anterior. No quería volver a vivir tal violenta y primitiva situación. Sí, era
cierto que sus padres discutían, pero su padre jamás le había puesto la mano
encima a su madre, ni la había tratado como un objeto.
-Eh, chico, chssst, chico, ¡eh!
Un leve susurro le sobresaltó. Giró la cabeza, pero no vio nada, y siguió su
camino. El sol picaba sobre su piel, se empezaba a marear.
-¡Chico! ¡Eh! ¡Sí, tú!
Volvió sobre sus pasos y miró detenidamente a su alrededor. Encontró un
saliente en una pared desgastada. Se acercó y lo observó; pasó las manos por
encima y se percató de que justo al lado había una calle muy estrecha, no visible
desde lejos. Se adentró, no muy decidido, y llegó a un lugar húmedo y oscuro,
cerrado y sin más salidas.
-¿Hola? -dijo, nervioso.
"¿Hola?, ¿Hola?, ¿Hola? -le respondió el eco.
En ese instante apareció una figura alta y delgada, poco visible por la oscuridad.
Mike se asustó y retrocedió, conteniendo un grito.
-¡Eh, chico! No te asustes, ¿cómo te llamas? No te haré daño.
-Me llamo Michael, señor.
La figura encendió una linterna y se iluminó su rostro. Era un hombre pálido,
tenía aspecto viejo y cansado.
-Encantado, colega -contestó con una sonrisa- yo soy Jerry.

Michael se relajó bastante. Jerry era un tipo siniestro, pero su voz, a pesar de ser
ronca y profunda, le reconfortaba. Tenía el pelo canoso y unos ojos de un azul
eléctrico.
-Te vi el otro día detrás de mi coche.
El chico abrió los ojos y se puso nervioso.
-Oh, disculpe. ¿Le molestó? ¿Lo estropeé, arañé o...?
-No te preocupes -rio Jerry, y le interrumpió- solo me interesa lo que viste.
-Verá...No quiero recordarlo. Yo...
-Lo sé. Lo sé. Pero, ¿qué te pareció?
-Horrible -reconoció Mike.
Jerry esbozó una sonrisa.
-Ven conmigo, te enseñaré una cosa -dijo, cogiendo al chaval del brazo.
Michael jamás había estado en aquel lugar. Era tenebroso, pero fresco, y
resultaba bastante reconfortante poder refugiarse allí del calor.
Caminaron durante poco tiempo hasta llegar a una puerta. Jerry alumbró con la
linterna la cara de Mike y susurró:
-¿Estás listo?
Mike asintió, intentando sonreír. Empezó a pensar que había podido marearse
en la calle y que estaba soñando, así que ya no le importaba lo que pudiese
pasar.
Jerry abrió la puerta y una luz cegadora invadió la habitación. Mike se aferró al
brazo de Jerry y un escalofrío recorrió su espalda. De repente, sintió una
punzada en el pecho. Sintió que se desvanecía, supo que iba a perder el
conocimiento, cuando notó que Jerry lo sujetaba por los hombros.
-¡Chico! ¿Estás bien? No ha sido nada, ya puedes abrir los ojos.
Mike tuvo que respirar hondo un par de veces antes de abrir los ojos. Lo que vio
lo dejó demasiado impresionado como para creer que era verdad: estaban en
mitad del campo, junto a cabañas que formaban una aldea. A lo lejos vio un río,
del que se estaban extrayendo varios cubos de agua.
Miró a su alrededor y se dio cuenta de que nada era normal: las cabañas eran
viejas, hombres y mujeres vestían con pieles y los niños correteaban descalzos
alrededor de hogueras.
-¿Qué es todo esto, Jerry? ¿Es real?

-Creo que no tendría mucho sentido contestar a eso. Es decir, no te servirían de
nada las respuestas, Michael -contestó.
-Entonces, ¿por qué estamos aquí?
-Eso, sin embargo, tiene respuesta -dijo, moviendo la cabeza afirmativamente-
¿Ves aquella cabaña? -señaló a lo lejos.
-Sí, ¿por qué? -musitó Mike, extrañado.
-la mujer solo cocina, cose piles y cuida a los niños. Es un...objeto. ¿Te suena de
algo?
Michael asintió. Empezaba a entender el porqué de todo aquello.
El paisaje empezó a cambiar, ante la sorpresa de Mike. El siguiente lugar tenía
un clima un tanto más apagado y las cosas eran más avanzadas. Había algún
que otro barco. Aun así, las mujeres seguían ejerciendo el mismo papel.
El paisaje cambió un par de veces más. cada vez era diferente y más avanzado, y
cada vez había más mujeres trabajando, en vez de las tratadas como objetos.
-¿Lo ves, Michael? La sociedad avanza, pero no terminamos de cambiar. Siguen
quedando marcas del pasado. ¿No te parece poco civilizado?
-Las mujeres no son solo herramientas. También tienen derechos al igual que
todos.
-Ojalá todos pensaran como tú, chico -añadió Mike posando su mano sobre los
hombros de Mike.
Entonces Michael tuvo una idea.
Por favor, tengo que volver, Jerry.
-Está bien -sonrió. Chasqueo los dedos y todo se oscureció poco a poco.
La misma sensación se apoderó del cuerpo de Michael, aunque con menos
intensidad. No estaba muy seguro de lo que acababa de pasar.
-Gracias por esto, Jerry...¿Jerry? -Se giró y todo volvió a ser normal: estaba de
nuevo junto al saliente en la calle, con el calor abrasador.
Se llevó las manos a la cabeza, al borde de la histeria.
Ignoró todo lo que había pasado y recordó su idea. Corrió hacia su calle y vio a
aquella pobre mujer que había sido golpeada el día anterior. Tenía los brazos
llenos de moratones y los ojos rojos de llorar. Se aproximó a ella con cuidado, le
retiró el pelo de la cara y la ayudó con las bolsas de la compra. Después extendió
su teléfono móvil marcando el número de la policía.

-Será lo mejor para usted, señora -dijo Michael.
Ella sonrió, muy inocente. Lo miró durante unos segundos y luego cogió el
teléfono.
Pasaron los días. Michael exploró el saliente y la calle estrecha, pero no volvió a
ver a Jerry. Finalmente se obligó a pensar que había sufrido una pérdida de
conocimiento por el calor y que había empezado a delirar.
Cierta mañana, mientras desayunaba con su abuela, llegaron sus padres del
trabajo. Le hizo mucha ilusión verlos felices.
-Eh, Mike, ¡tu nombre sale en el periódico, hijo! -exclamó su padre.
Inmediatamente Michael cogió el periódico. "HOMBRE DETENIDO POR
MACHISMO" -leyó en el titular. Leyó toda la noticia con gran interés hasta
llegar al final, donde se incluían unas palabras de la víctima, que decían:
"Gracias, pequeño Michael, me has salvado".

CATEGORÍA C (1º/2º BTO.)
MODALIDAD: NARRACIÓN
TEMA: TABLÓN DE ANUNCIOS
PRIMER PREMIO: CRISTINA ZAZO, 1º A BTO.
PELUCHE
Volví a bajar las escaleras de manera atropellada. Al alcanzar el último peldaño
miré el reloj. Las ocho y media. Otra vez llegaba tarde al trabajo, lo que
últimamente se estaba volviendo una costumbre. Me apresuré a abrir la puerta
y, al salir al exterior, mi memoria desastrosa había vuelto a olvidar dónde había
aparcado el coche la tarde anterior, pero esta situación ya no era nueva para mí,
de manera que tomé el camino a la estación de tren más cercana. Llegué sin
aliento, justo a tiempo para ver cómo mi tren se escapaba ante mis narices, por
lo que me resigné a esperar sentada al siguiente. Detrás del banco en el que
aguardaba impaciente se encontraba aquel tablón de anuncios. Aquel en que
una madre desesperada había colgado un cartel donde aún se podía leer, medio
borrado ya por el tiempo, un número de teléfono, bajo el cual estaba impresa la
foto de un niño, de unos seis o siete años, de mirada inocente. Dios sabe el
tiempo que llevaría allí aquella imagen colgada, las innumerables personas a los
que los ojos de aquel niño habían mirado suplicantes, pidiendo ayuda. Observé
su mirada, sus ojos claros, y un escalofrío recorrió mi espalda. Hubo un tiempo
en el que numerosos carteles como ese habían estado colgados en cada rincón
de la ciudad, pero solo unos pocos habían sobrevivido, unos pocos que estaban
en sitios cubiertos como aquel de la estación.
Mientras pensaba esto, el tren llegó y yo me apresuré a montarme en él. No
podía quitarme de la cabeza aquella mirada en la que se fundían frialdad e
inocencia. Daba escalofríos y se había clavado en mi mente.
Cuando por fin llegué a mi destino, salí corriendo del tren y recorrí el trayecto
que separaba la estación del pequeño bar en el que trabajaba como camarera.
Por suerte mi jefe no estaba, lo que me ahorró una buena regañina, pues eran
casi las nueve. Durante mi turno no pasó nada especial, pero nunca olvidaré lo
que ocurrió cuando abandoné mi puesto y comencé mi camino de vuelta a la
estación del tren. Iba jugueteando distraída con la moneda con la que pensaba
pagar mi billete de regreso a casa hasta que esta se me escurrió y cayó dentro de
una alcantarilla. No me fue difícil levantar la reja para recuperar mi moneda, y
al hacerlo me percaté de que a su lado había un pequeño oso de peluche. No me

hacía una idea de cómo había llegado a parar allí, pero lo cogí porque pensé que
si lo lavaba quizá podría donarlo o algo parecido.
Fui todo el camino de vuelta mirándolo hasta que bajé del tren. Desde aquel
lado del andén miré hacia el cartel del niño, que seguía allí, observando a todo el
que pasara con su mirada tan peculiar. En ese momento vi que en la foto parecía
tener algo en la mano, algo que yo no conseguía distinguir desde tan lejos, algo
como... ¿un peluche? Un choque me sacó de mi ensimismamiento y el peluche
se me cayó al suelo. Miré quién me había golpeado. Era un niño. Le pregunté si
estaba bien al tiempo que posaba mi mano en su hombro. Cuando me miró a los
ojos, un escalofrío mayor que ningún otro me sacudió. El niño salió corriendo.
Cuando miré al suelo, el oso de peluche ya no estaba. Cuando miré al otro lado
del andén, el cartel con la imagen del pequeño, tampoco.

CATEGORÍA C (1º/2º BTO)
MODALIDAD: NARRACIÓN
TEMA: TABLÓN DE ANUNCIOS
SEGUNDO PREMIO: ISABEL GONZALO, 1º B BTO.
DESAPARECIDOS
"Vendo libros de 1º Bachto. Para más información llamen al nº...." "Disponible
trabajo como camarero en el bar Sensación, situado en la esquina de la Avda.
España con la calle Castilla la Nueva..." "Desaparecida. Lucía carrascosa, 22
años, vista por última vez..."
Como cada domingo del último fin de semana de cada mes, me planté frente al
tablón de anuncios que queda frente al Ayuntamiento de Fuenlabrada a
contemplar los anuncios antiguos y recientes, con la esperanza de lograr ver por
fin la noticia que ansiaba leer desde hacía años.
Leí y releía cada uno de ellas, desesperándome cada vez más al ver que no había
más y que ninguna, de nuevo, era la buscada.
Pasadas varias horas, convencida del hecho de que no la iba a encontrar, me fui
desolada y famélica de vuelta a mi casa. Parecía un alma en pena.
Al llegar me derrumbé nada más cerrar la puerta y me apoyé en ella. Tanta
esperanza y tiempo perdido, ¿para qué? Quizás para un muerto o para alguien
que después de cuatro años ya se habría olvidado de mí, o peor, habría conocido
a otra persona. Típica depresión de una adolescente, me diría mi madre. ¿Lo
deprimente? Tengo veintisiete años, así que, por desgracia, de adolescente no
tengo ni un pelo.
Mi depresión empezó cuando recién acababa de cumplir los veintidós. Me
quedaba un año para acabar la carrera de Arquitectura y vivía con una amiga.
Entonces, cualquiera pensaría que es muy típico, lo conocí a él. Me lo encontré
parado en la puerta principal de la facultad. Y aunque normalmente no me
fijaba en nadie a mi alrededor por ir metida en mis asuntos, me fijé en él. pero
es que, había que reconocerlo, el hombre estaba para comérselo.
Después de ese día lo vi al siguiente y al siguiente del siguiente. Siempre
mirando fijamente la puerta principal, casi sin parpadear.

Un día, ya más por curiosidad que por otra cosa, me acerqué a él para
preguntarle si esperaba a alguien.
-A mi hermana Lucía. Hace mucho tiempo que no la veo y me enteré que estudia
aquí. Se llama Lucía Carrascosa. ¿Le suena?
-Lo siento, no la conozco.
Sin saber qué más añadiir, me despedí y me fui a mi casa. Después de ese día lo
seguí viendo día tras día, esperando a su hermana. Creo que al final, por
lástima, me dirigí a Secretaría y pregunté por ella.
-Carrascosa, Carrascosa... Lo siento, ¿para qué me dijo que le interesaba?
-Su herm... -carraspeé-. Un amigo suyo me preguntó por ella hace unos días.
-Lucía Carrascosa se muestra desaparecida desde hace varios meses.
Como en "shock" le agradecí su tiempo y me dirigí fuera de la facultad. ¿Qué
hermano no sabe que su hermana está desaparecida? Pensando en que me había
tomado el pelo y que me había preocupado por él sin motivo, me acerqué a él y
le pregunté a quién esperaba realmente.
-Ya le dije que a mi hermana Lucía.
-¡Lucía Carrascosa lleva varios meses desaparecida! ¿Quién es usted?
-¿Desaparecida -susurró tan bajito que casi no le oí.
-¿No...-tragué saliva, incómoda- no lo sabía?
Se fue sin despedirse, tan desolado que me mordí la lengua por estúpida. ¿Quién
era yo para increparle nada?
Pasó un tiempo sin aparecer por la facultad, y cuando volvió y me vio, se acercó
a mí.
-Quería agradecerte que me ayudaras...con el tema de mi hermana. ¿Te apetece
un café?
Se llamaba Lucas y era -y espero que siga siéndolo porque eso significaría que
sigue vivo- soldado.
Poco después de que me pidiera matrimonio se tuvo que ir a una misión de gran
importancia.
De eso hace ya cuatro años, y como una tonta sigo acudiendo al mismo tablón el
mismo día a la misma hora, que es cuando publican las noticias del Ejército.
¿De verdad se merece todo lo que le ofrezco?
Siento mi teléfono vibrar, sacándome del pasado.

-¡Sandra! ¡han publicado nuevas noticias en el tablón sobre el Ejército!
Sin decir nada cuelgo y salgo corriendo. Corro sin parar hasta llegar al tumulto
de gente que rodea el tablón. Gracias a mi estatura, logro meterme entre la
gente y llegar hasta él.
"Se ruega paciencia a las familias y amigos. Los destinados desde hace cuatro
años en la misión...regresan a casa."
"¿Has visto el tablón de anuncios últimamente. Con amor. L."

CATEGORÍA B (3º/4º ESO)
MODALIDAD: POESÍA
TEMA: DESEOS
PRIMER PREMIO: SONIA VIÑARÁS, 2º A ESO.
YO LO LLAMO DESEAR
No es largo o corto
el camino a recorrer,
sino el caminante
esforzado o perezoso.
No es caer o tropezar
con un impedimento,
sino aprender la lección
y volver a comenzar.
Importa mucho o poco
el tiempo dedicado,
sino lo conseguido
considerarlo valioso.
No es vencer o triunfar
el mayor de los anhelos,
sino ver crecer un sueño
alcanzando un ideal.
Es intentar y conseguir
alcanzar la meta,
es soñar, caminar,
avanzar... es vivir.
Es despertar para luchar,
para reír o compartir,
para disfrutar, sentir,
es despertar para amar.
Imaginar mundos lejanos,
mirar en otros ojos,
dar un beso en otros labios,
abrazarle junto al mar.
Todo eso tiene un nombre,
pues no es cosa del azar,
a todo eso, amigo mío,
yo lo llamo DESEAR.

¡ENHORABUENA A TODOS LOS
PREMIADOS EN EL CONCURSO
LITERARIO!
¡GRACIAS A TODOS LOS
CONCURSANTES!
IES "LA SERNA", FUENLABRADA
JUNIO, 2013